Obdulio: “¿Quiere que le defina el fútbol? El fútbol es el barrio” (Tomado de “El Gol del Siglo” de El País, Tenfield y Garrido - González) En todos los barrios de Montevideo, la muchachada a partir de los 6 o 7 años tenía como principal entretenimiento jugar al fútbol. De modo que con pequeñas diferencias, la evolución de los niños en su aprendizaje de este deporte era más o menos similar. Entre los 7 y 14 años se ha estimado que jugábamos un promedio de 3 horas diarias al fútbol, en cualquiera de sus diversas modalidades. Nota: Este cálculo ya lo había realizado nuestro amigo Vito Galeandro, que vivió en su barrio el mismo proceso cuando joven. Luego Galeandro fue jugador de Nacional y de Sudamérica, y un dedicado Dirigente de la Mutual. También Co-fundador de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol (AUDEF) en 1963, en que el autor, también fundador, se integró a la primera Comisión Directiva. Hemos recabado de muchas fuentes, historias similares. De los juegos, al comienzo informales de los niños, se iba progresando al aprendizaje del dominio de la pelota y del fútbol. Luego seguía el perfeccionamiento y el surgimiento de los cuadros de barrio. Algunos de esta muchachada se integraron al fútbol profesional, y algunos fueron campeones del mundo, dicho en forma esquemática. Omar Míguez nos deja estas palabras: “...Y me voy tras la de goma, que está picando allí en la calle. Es de rigor estar junto a ella, quererla, acariciarla, mimarla, pisarla, porque en determinados momentos y a determinadas edades, estamos pendientes de ella. Vivimos para ella.” (Fuente: Estr. Deport. Nº5). Nos vamos a referir al entorno del año 1950, y a algunos de los juegos con pelota, y sus variantes. Al comienzo era todo diversión, que luego evolucionaba a una competición diaria con demostraciones de ingenio y de progreso técnico de los muchachos. Tener una pelota era lo máximo para nosotros a los 10 años. O la hacíamos cuidadosamente de trapo y media o si conseguíamos una verdadera de futbol la engrasábamos, la observábamos mucho y la poníamos debajo de la cama o muy cerquita, de modo que nos durmiéramos mirándola. Esto era muy frecuente, aunque a muchos les cueste reconocerlo. Casi siempre en la calle, con una pelota de trapo o de goma, bastaba que se encontraran dos muchachos para que comenzaran a “pelotear”. Esto implicaba hacer pases, dominio de la pelota, jugar de cabeza, tratar de hacer malabarismos, inventar jugadas o driblings. Jugar de “gol a gol”, era ponerse a dos paños de distancia, individualmente o por parejas, y tirar tratando de convertir. Si el contrario la atajaba podía rechazarla unos metros y volver a tirar, y si a raíz de un tiro uno de los contrarios le pegaba sin parar la pelota, el gol valía doble, pero si a su vez el contrario le pegaba nuevamente y sin pararla y por tercera vez, el gol valía triple, y así sucesivamente. Tomaremos como ejemplo el barrio Reus y La Comercial, que fue el lugar donde yo vivía y frecuentaba. Cada dos o tres esquinas existía una barra de amigos de muchachos de diversas edades, que se reunían a cualquier hora del día. Si podíamos jugar al fútbol - prioridad número uno - lo hacíamos, o simplemente nos quedábamos conversando de cualquier tema, haciendo bromas, y fomentando una amistad que luego se fue valorando a lo largo de los años. Recuerdo que en un círculo de pocas cuadras se habían formado cuatro equipos. En Emilio Reus y San Fructuoso, un cuadro que se bautizó con el nombre de Barrio Reo, el que yo integré teniendo 12 años. En la esquina de Blandengues y Emilio Reus, otro que se llamó San Jorge, que eran muchachos dos o tres años mayores que yo. Otro en Blandengues y Arenal Grande, en el ex Café Lluvia de Oro, que se llamaba Torino, que contaba con jugadores muy buenos ya de 20 años en adelante, y todos ellos ya entraban al Café. Generalmente los menores de 15 no podían entrar. Y otro en la esquina de Arenal Grande y Marcelino Berthelot, que se llamaba El Inca, también con jugadores de 20 años o más y que paraban en el café ubicado en esa esquina, llamado Mitre. También fueron muy buenos o superiores los equipos cercanos, como el “Defensa”, “Laureles”, “El Rayo”, etc. Los jugadores de mayor edad, del Torino o del Inca, no seguían jugando en la calle diariamente porque ya habían empezado a trabajar, lo que sucedía generalmente a partir de los 15 años. Pero todas las semanas competían el sábado o el domingo, y a veces ambos días, contra equipos de otros barrios, a veces barrios muy alejados. En estos abundaban las canchas por la que se pagaba un alquiler. Eran célebres las canchas de “Perrone” (el dueño del Almacén de entrada) en Camino Mendoza.. Eran 5 o seis canchas juntas en un mismo predio, marcadas y con redes (hoy Complejo de Rentistas). Lo habitual era alquilar un camión para transportar a los jugadores a esas canchas, que estaban casi todas en bastante buen estado, incluso muchas de ellas tenían redes, estaban bien marcadas, aunque no tenían vestuarios. ¡Cuántos muchachos recordarán esto! Nadie iba en auto, solo en ómnibus o algún camión. La ropa se dejaba en el camión, o a un costado del arco, cada equipo tenía una camiseta, a veces un pantalón corto haciendo juego, aunque las medias y zapatos los compraba cada uno o los conseguía como podía. Los zapatos se llevaban atados por los cordones y colgando de un hombro. Hecha esta reseña de lo que sucedía en estos barrios, podríamos generalizar que en todo Montevideo había un proceso muy parecido. De los 7 a los 14 se jugaba en la calle, luego en canchas de fútbol y con pelotas de fútbol. Estamos hablando de la época de fines de los 40 y principios del 50, en que las condiciones sociales y económicas, permitían que los muchachos se fueran perfeccionando en la técnica del fútbol, todos los días, varias horas, y muy cerquita de su casa. Cuando se culminaba a los 14 años, más o menos, esa etapa del fútbol callejero, en nuestra calidad de aprendices de jugador llevábamos entre 7.000 y 8.000 horas de práctica de fútbol informal. Imaginemos cualquier oficio que demande esa cantidad de horas de práctica y aprendizaje. La probabilidad de adquirir maestría y dominio técnico era considerable. Debemos recordar que había tiempo disponible, porque era otra época, porque si bien casi todos iban a la escuela hasta los 12 o 13 años, casi ninguno iba al liceo. Para hacer una estimación, podría decir que poco más de un 5% de los muchachos típicos de esos barrios de fútbol, serían los que completaran los 4 años de liceo. Particularmente en la barra que yo tenía, de aproximadamente 25 muchachos, solamente 2 continuaron estudiando. Como anécdotas citaremos una costumbre en las escuelas de varones. Cuando en el recreo se armaba una discusión entre dos chiquilines, uno de ellos a veces la terminaba desafiando al otro a pelear. Pero no ahí, sino a la salida de la escuela. El gesto simbólico que se utilizaba era colocar la mano hacia adelante y decirle al otro: “cortá pa la salida”. Entonces el otro también con la mano rígida y extendida golpeaba al compañero como si la cortara y el desafío ya quedaba firmado. A la salida habría una pelea o ya se les habría pasado la rabieta y cada uno se iría tranquilo a su casa. Otra señal de que alguien quería pelear por algún motivo era “mojarle la oreja” al otro. El dedo índice de una mano se humedecía con saliva y se trataba de mojar una de las orejas del otro niño, lo que constituía una provocación. Si era mojado éste se sentía muy ofendido y enojado y aceptaba una pelea con bastante furia al principio. Pero luego los separaban y nada había pasado. Los muchachos del barrio que jugaban muy seguido, en casos contados concluían una carrera universitaria. Eran más numerosos aquellos que sí culminaban su “carrera futbolística” en cualquier nivel, o por lo menos llegaban a practicar en algún equipo. Recordemos algunos de estos muchachos futbolistas surgidos en nuestro barrio. El que quizás llegó más lejos fue Luis Garisto, del “Defensa”, que integró la selección uruguaya en 1974, en el campeonato del mundo de Alemania. Su puesto fue back izquierdo. También jugó en Defensor, Independiente de Argentina, Peñarol, y Cobreloa de Chile. Su barrio de aprendizaje estaba a pocas cuadras del nuestro, por Concepción Arenal y Arenal Grande, a unas tres cuadras de nuestra “cancha” de Emilio Reus. Otros jugadores que llegaron a primera y que recordamos en este momento, fueron Mario Auyanet, que jugó en Fénix de puntero derecho, Ortuño, en Peñarol, y otros como “El Lalo” Bergara, que poco le faltó para jugar en primera, y era un back derecho impasable, y producto de la calle Emilio Reus, donde además vivía. En esa zona, alejándonos un poco de Emilio Reus, ya habían surgido otros muchachos que llegaron a excepcionales niveles en el fútbol uruguayo. Empecemos por nombrar a Obdulio Varela, que vivía por Nicaragua y el pasaje de la vía del ferrocarril, y jugó en equipos de la zona como Deportivo Juventud. Obdulio, al igual que muchos otros muchachos de La Comercial, también practicó otro deporte: el boxeo. Había un saloncito, un sótano, en la calle La Paz casi Inca. Un gimnasio con lo necesario para el entrenamiento del boxeo, su nombre: La Uruguaya. Pero después de un tiempo de practicar con famosos entrenadores como Carlomagno, Obdulio, a quien llamaban Jacinto, que tenía unas condicione fantásticas para el boxeo, decidió que no estaba para que le tocaran la punta de la nariz, y continuó solamente su carrera futbolística. De tal modo, otros muchachos jugadores de fútbol paralelamente practicaban boxeo. Porque abundaban las situaciones que terminaban en peleas callejeras o en una cancha de fútbol. Bastaba que uno desafiara a pelear a otro por el motivo que fuera, que ya lo ponía en un compromiso de responder en una pelea a mano limpia. Y si no sabía defenderse le quedaban dos caminos: rehuir la pelea, lo que no era bien visto, o dejarse golpear un poco y tirarse al suelo, ya que siempre iban a venir compañeros y contrarios a impedir que la golpiza fuera excesiva. (Menos mal que los que estaban un tiempo en la academia luego evitaban las peleas, porque al decir de ellos “tenían la piña prohibida”). Anibal Ciocca, apodado “El Príncipe” o “El Pista”, un entreala derecho de un juego que podríamos llamar exquisito. Eximio dominador de la pelota y dribleador, hizo sus primeras armas en el barrio cercano de Jacinto Vera, alternando con otros cracks, como Ferrou, Enrique Fernández, Porta, Faccio, José Santamaría, Enrique López, etc. Estos estaban algo más lejos de Emilio Reus. Otros muchachos del barrio que llegaron a primera división fueron: Ortuño (campeón mundial), el “Tito” Sorrondegui, Arballo, Morán, el “Manteca” Martínez, y el eximio “Juan el Bobo” (un verdadero malabarista cuyo verdadero nombre era Juan Luongo), originario del “Defensa”. Este fue sin duda uno de los “cracks que no fueron a practicar”, y por eso quedaron en la mitad del camino. Juan vivía en Blandengues y Defensa. Allá por el año 1944, el dueño del bar “Hípico” de Hocquart y Constitución, lo recomendó a Peñarol para que se probara en la 3ª división. Juan fue a Las Acacias, jugó de entreala izquierdo, y maravilló a todos. Pero en una jugada en que había eludido a 6 o 7 contrarios, incluso al arquero, se acercó a la línea del arco y en vez de hacer el gol, dejó la pelota sobre la misma línea y se dio vuelta caminando hacia la mitad de la cancha. Esto hizo que el técnico Clulow lo amonestara severamente. Pero el técnico se dio cuenta que allí había un crack de verdad. El problema fue conseguir que Juan continuara yendo a Las Acacias. El mismo Clulow iba a buscarlo a su casa, a sacarlo de la cama, y muy pocas veces lograba su objetivo de llevarlo a practicar. Por fin desistió, pero dijo: “Ya me convencí que este no va a poder jugar en ningún cuadro, lo que me deja más tranquilo. No va a ser nunca nuestro rival”. El destino quiso que inmediatamente surgiera como entreala izquierdo en la 3ª de Peñarol otro que si fue un fenómeno del fútbol, y que llegó gracias a su responsabilidad profesional. Su nombre: Juan Alberto Schiaffino. (Pero de haber estado “Juan”, El “Pepe” Schiaffino no le sacaba el puesto, según los compañeros de esa época). Otro gran amigo, que también por la calle Cufré dio sus primeros puntapiés a la de trapo, fue Vito Galeandro, quien me refirió que las mismas costumbres y los mismos códigos que existieron en el barrio Reus, también los vivió en su propio barrio, y en general en casi todo Montevideo, cuando se contaba entre 8 y 14 años. Guardamos un recuerdo especial de Ciocca, que en determinado partido, jugando con la blusa blanca de Nacional, en cancha embarrada, no le podían quitar la pelota, giraba, amagaba, caracoleaba en el mismo lugar, hasta que al final uno del los rivales prácticamente lo agarró y lo tiró al suelo, con la intención de que al menos se le embarrara la camiseta. Porque hasta ese momento era el único jugador de Nacional que no había caído al suelo. Lo que hizo Ciocca fue típico de los creativos, se fue de la cancha. Pero a los cinco minutos volvió con una camisa nueva totalmente blanca; en ese momento todavía no se usaban números. Y ya que estamos con Ciocca será fácil entender que no era muy apegado a los sistemas tácticos; en una charla del técnico tricolor, el escocés William Reaside, llegó tarde, el técnico le preguntó qué había pasado, a lo que Ciocca le contestó que tuvo que concurrir al velorio de Artigas. Era el año de 1939, pero la cosa no quedó ahí, el escocés anduvo preguntando quien era Artigas, por lo cual después a Ciocca se le aplicó una pequeña sanción. También se hizo famosa esta anécdota: Mister Reaside explicaba en un pizarrón como debía jugar Nacional, que jugador se la pasaba a quién, quién se la devolvía a cual, etc. En determinado momento de la sucesión de pases, Ciocca levanta la mano y le pregunta: “Digame profesor, ¿y los contrarios, no juegan?”. Esto que parece una broma es un concepto fundamental, quizás el más importante del fútbol: se juega en función de cómo juega el contrario y viceversa. Y Ciocca bien que lo sabía. Sobre Obdulio Varela Algunos de sus atributos técnicos observados. Nosotros vimos actuar a Obdulio desde 1949 hasta su retiro en 1957. Sería incongruente hablar de su técnica olvidando que lo principal de su personalidad futbolística estaba en sus dones como caudillo, como motivador del equipo, como elemento disciplinador, como estratega antes y durante el partido, el que se ganaba el respeto y respetaba a sus compañeros, jueces y adversarios. Además, según las crónicas, una cosa fue en 1930, en sus comienzos, hasta 1950, en que la experiencia de tantos partidos le hizo acumular conocimientos, los que unidos a su férrea voluntad, y a su ascendiente con los compañeros, lo transformaron en el caudillo de nuestro fútbol. Hemos visto muchas veces comentarios adversos a Obdulio Varela, porque se decía que corría a los contrarios pero no les quitaba la pelota. Era cierto, pero esa persecución terminaba en que su equipo, Peñarol, recuperaba la pelota. Obdulio se inclinaba sugiriendo al rival tomar por determinado costado, y lo corría de cerca pero sin tirársele a los pies para despojarlo. Ya él sabía que en ese costado sería menos peligroso, y que daría tiempo a otros compañeros a formalizar la defensa. De todos modos, a él no lo eludían, siempre estaba parado cerca del rival, que al final terminaba por distraerse o por desprenderse de la pelota apresuradamente y con poca precisión. Muchas veces pudimos observar que Obdulio corría de costado al rival para hacerle perder tiempo mientras la defensa se acomodaba, es decir cubría los huecos hasta que se formara correctamente “la zona”. Y también observamos, en una visión global, por supuesto, que si tenía la defensa armada, en ocasiones se tiraba a marcar, a quitar, y si no lo lograba, al menos molestaba al delantero que luego podía perder la pelota con el próximo marcador. Pero lo más atractivo de su juego era cuando obtenía la pelota, -sus compañeros lo buscaban para que él decidiera como comenzar el ataque- y Obdulio profundizaba pases hacia los punteros muy precisos y largos. Parecía que desde la mitad de la cancha tirara la pelota por bajo a pegar en el banderín del córner, tal era la dirección que le daba a la pelota. Pero también la mejor dirección para que su puntero, Ghiggia el que vimos bastantes veces, o quien fuera, llegara a la pelota para continuar una jugada que podía resultar sumamente peligrosa. Recordamos que en 1949 Peñarol cosechó un récord de goles y por varias vías llegaba a la meta contraria. Una era la jugada de Obdulio. También en los tiros al arco, tiros libres y penales se destacó por su potente tiro, casi siempre bajo y casi de punta, diría, ya que la pelota rebotaba varias veces en el suelo antes de llegar al arco. Si el arquero pretendía atajarla casi siempre daba rebote que podía culminar en un gol marcado por otro delantero. Hemos realizado un resumen apretado de lo que fue Obdulio desde el punto de vista técnico, ya que su fuerte era lo táctico, lo estratégico y lo psicológico. Pero que nadie piense que no tenía dominio del balón, nosotros lo vimos en una práctica cuando era Técnico de Wanderers, enfundado en el pantalón buzo gris que se usaba entonces, venirse desde la mitad de la cancha haciendo chiquitas con ambas piernas hasta el arco, como un malabarista. Pero en los partidos, él se inclinaba por el juego práctico, el quite, el pase rápido y efectivo, y acompañando a sus delanteros. No hacía ninguna “demás”. Y nos han dicho sus compañeros de concentraciones en Los Aromos, que era algo raro, a veces apenas comía y salía a caminar, o se sentaba debajo de un árbol, y sacaba una por una nueces de sus bolsillos repletos, y partiéndolas con sus fuertes manos, las comía lentamente. Y otras veces se levantaba temprano y silbando, con ese oído bien entonado que poseía, caminaba recorriendo todo el predio, pensativo, taciturno, buscando la soledad y el silencio. Nadie osaba entonces interrumpir el hilo de sus pensamientos. Pero tampoco a nadie escapaba que esos momentos que se tomaba, eran para pensar en los temas de su equipo, de los dirigentes, de cómo encarar el próximo partido. Obdulio debe haber sido uno de los jugadores que más vueltas le daba a los temas futbolísticos. Desde como jugaría el contrario a como haría para anularlo, y por donde y como debería atacar y a qué jugador le debía hablar al respecto. En una de esas ocasiones se le apersonó Míguez y le preguntó a Obdulio si tenía algo contra él, ya que apenas si lo saludaba. Era un tiempo en que el Omar abusaba de las jugadas lujosas quitando practicidad al ataque y perdiendo posibilidades que a la larga se traducían en carencia de goles a favor. Obdulio, casi sin mirarlo le dijo escuetamente. “Yo no tengo nada contra la persona Míguez, mi problema es con el centreforward de Peñarol, y él sabe por qué”. Nos dejaban admirados este tipo de contestaciones dignas del mejor psicólogo, que en pocas palabras lo decían todo. Y además vaya si daba resultados. Ni discutía ni le faltaba el respeto, simplemente le hacía comprender por sí mismo el problema. Talante de Obdulio para mantener la unidad del equipo ante situaciones difíciles Después del primer partido con Bolivia, que se ganó fácil, los tres que siguieron pueden considerarse como tres finales. En todos ellos se comenzó perdiendo, y gracias a los conocidos atributos de los uruguayos para afrontar grandes dificultades, un gran espíritu de cohesión entre los jugadores, y una motivación máxima, pudieron lograrse los resultados que nos llevaron a la cumbre. Pero Obdulio Varela, el capitán, seguramente que tuvo que hacer un trabajo psicológico consigo mismo, para no increpar a algunos jugadores de la defensa que habían cometido errores, pocos pero muy notorios, que nos costaron goles en los tres partidos. Si repasamos esos tres partidos veremos errores de colocación de la defensa uruguaya. Contra Brasil, aunque se reclamó offside, Rodríguez Andrade había abandonado levemente la marcación del puntero Friaçça, que fue quien nos marcó el primer gol. Pero Obdulio, ni un gesto de reprobación hacía a sus compañeros. Bien comprendía él que cada uno era consciente del error cometido. Entonces lo que tuvo que hacer fue reprimir alguna amonestación, que si hubiera sido en otro tipo de partido la hubiera realizado. Pero era un Mundial, no cualquier campeonato. [Dijo Obdulio: “los mundiales tienen algo…yo que sé….sobresale a lo otro, a lo que uno está acostumbrado todos los días…porque son Países, y ahí salen las ganas de jugar”, y de ganar, agreguemos. [Tomado de Garrido Miguel A. Campeonatos mundiales de Fútbol 1930-1994] Esta actitud de Obdulio mantenía su coherencia, mantener al plantel unido, sin resquebrajamientos y respetando a cada uno de ellos. Volvemos a recordar las palabras iníciales de este libro en que Nasazzi sin duda atribuía las conquistas, primariamente al hecho de estar unidos, y haber formado una fraternal familia para lograr el objetivo de llegar a la final y ser los campeones del mundo por tres veces consecutivas. Breve biografía y datos de su trayectoria Lo que sigue ha sido tomado de: Fascículo Nº 1 de “El Diario”, “Estrellas Deportivas” de fecha 21 de septiembre de 1977; libro de Mancuso: “Obdulio el Último Capitán”, 100 Años de Fútbol Nº 18, y artículos varios. Nació el 20 de septiembre de 1917 y su nombre verdadero debía ser Obdulio Jacinto Muiño Varela, ya que su padre lo reconoció despues de transcurrido un tiempo. Como todo muchacho entró a jugar en clubes de barrio, como el “Fortaleza”, “Dublín” y “Pascual Somma”. (Los muchachos del “Fortaleza”, con Obdulio, que vivía cerca, se reunían de noche en la esquina de Nueva Palmira y Juan Paullier, Barrio La Comercial, pegado al Barrio Reo). A los 19 años se ficha en el Deportivo Juventud, de la divisional Intermedia, jugando su primer partido el 30 de agosto de 1936, contra el Intrépido Belgrano, ganando por 1 a 0. Debemos aclarar que Obdulio siempre fue conocido en la familia, el barrio y los amigos, por el nombre de Jacinto. En 1938 pasa a Montevideo Wanderers, donde debuta el 22 de mayo contra River Plate, perdiendo por 1 a 0. El 7 de agosto debuta en el Estadio Centenario ante Peñarol, ganando Wanderers por 2 a 1. El equipo de Wanderers estaba constituido así: Besuzzo, Seoane y Muñiz; Peláez, Obdulio Varela y Denis; García, Vigorito, Fager, Aguiar y Amarillo. Este partido fue inolvidable, y el que lanzó a Obdulio Varela al conocimiento y admiración naciente del público. El famoso periodista Dionisio A. Viera, realiza una crónica al final del año 1938, laudatoria sobre las condiciones de Obdulio, en quien anticipa un lugar destacado incluso en los seleccionados uruguayos (Ver capítulo: Premonición de un periodista). En 1943 Obdulio pasa a Peñarol, y debuta el 17 de abril por el torneo Competencia contra Sud América. Peñarol se integró así: Máspoli; Prado y Muniz; Vecino, Obdulio Varela y Raúl Rodríguez; Gelpi, Chirimini, Laferrara, Vázquez y Emeal. Ganó Peñarol 4 a 0. Se retiró del fútbol cumplida su trayectoria en Peñarol, el 19 de junio de 1955, en un partido disputado ante el América de Río de Janeiro, que perdió por 4 a 1. Ese año Obdulio había pasado de ser jugador a Director Técnico, junto con Roque Máspoli. No obstante Obdulio entró a jugar en el segundo tiempo, a ver si podía revertir un resultado adverso, lo que no logró, y ya nunca más volvió a jugar en forma profesional. Con la camiseta celeste Obdulio jugó 53 partidos, de los que ganó 30, empató 6, y perdió 17. Debuta oficialmente en el sudamericano de 1939 en Perú, aún siendo jugador de Wanderers. Uruguay derrota a Chile por 3 a 2, y Obdulio entra en el segundo tiempo suplantando al centrehalf Galvalissi. El último partido con Uruguay, fue por el campeonato mundial de Suiza, en 1954, venciendo a Inglaterra por 4 a 2. Estando el score 1 a 1, Obdulio convierte el segundo para Uruguay, y al saltar para festejar el gol sufre un desgarramiento que lo deja fuera del campeonato. Uruguay perdió el siguiente, en lo que se llamó “el partido del siglo” frente a Hungría por semifinales, por 4 a 2 en un alargue. En 1945 Obdulio contrae matrimonio con Catalina Quepe y tiene dos hijos, Marta y Waldemar, constituyendo su domicilio en la calle 20 de febrero 3030. Con Peñarol fue 6 veces campeón uruguayo, años 1944, 45, 49, 51, 53 y 54. También 8 veces del Torneo de Honor y 6 veces campeón del Competencia. Con la selección uruguaya fue campeón de copas internacionales en 1940, 43, 46 y 48. Fue campeón sudamericano en 1942 en Montevideo, en que Uruguay alineó el siguiente equipo en la final contra Argentina, que se ganó por 1 a 0 con gol de Zapirain: Paz; Romero y Muñiz; Raúl Rodríguez, Obdulio Varela y Gambetta; Luis Ernesto Castro, Severino Varela (Oscar Chirimini, José María Correa), Anibal Ciocca, Roberto Porta y Bibiano Zapirain. Conocimos 2 de sus hermanos que jugaron al fútbol: Julio Varela en Peñarol, allá por el 44 en Reservas, y Muiño Varela que jugó en Sud América por los años 55 también como centre half. Retirado del fútbol, ejerció la Dirección Técnica de Wanderers por un breve tiempo. Pero este cargo no era el adecuado para su tipo de personalidad, y abandonó el fútbol profesional (Ver capítulo: Algunas enseñanzas de Obdulio Varela). Cuando la madre de Obdulio averigua en la Comisaría Obdulio todavía jugaba en el Deportivo Juventud, cuando un dirigente bohemio llegó a su casa a decirle que ya era jugador de Wanderers. [Dijo Obdulio:] “¿Cóooommoooo? ¡Que vaya a jugar la Directiva de Deportivo Juventud! Si el pase costó 200 pesos, a mi me va a dar igual. Yo era un negro caro. Entonces Wanderers se tiró al agua y aflojó la plata. Después vino lo lindo. Fui a practicar, cobré los 200 mangos y armé flor de farra. Por aquél entonces yo vivía en la calle María Stagnero de Munar, en la Unión. Me hice el loco y con esa guita compré de todo. Pollo al horno, lechón, vino y ¡qué sé yo cuántas cosas más! Me tomé un taxímetro y llegué a mi casa. Miré a la vieja y me dijo: ‘¿M´hijo, que hiciste?’ Nada, mamá. Firmé contrato para jugar al fútbol, me dieron $200 y empecé a gastar la plata. La vieja no lo quería creer. Se fue a la comisaría a averiguar si había afanado a alguno. Y así empecé en Wanderers.” Nota: Era una buena costumbre de las madres de antes, que cuando veían a un hijo con cierto dinero o con algo de valor, por las dudas iban a la comisaría del barrio a ver si alguien había denunciado algún hecho concordante. Eso era ejemplarizante para los muchachos, porque sabían que su propia madre era quien los iba a poner en manos de la policía para recibir la reprimenda correspondiente. En un clásico, Obdulio es llevado preso sin que el árbitro se enterara En el clásico del 8 de diciembre de 1946, por el campeonato uruguayo, partido que terminó con el triunfo de Peñarol por 4 - 3, sucedió un hecho único en la historia hasta ese momento. Los jueces eran los conocidos Bianchi, Valentini y Armental. Cerca del final, por agresión mutua, son expulsados los jugadores Tejera de Nacional y Chirimini de Peñarol. En tales circunstancias, entendiendo Obdulio Varela que era una exageración que se expulsara a Chirimini, y que además lo estaba sacando la policía prácticamente a palos, intentó intervenir para impedir que el procedimiento resultara tan cruento para su compañero. Al interponerse al policía que llevaba a Chirimini, vino una orden desde la tribuna de parte del juez de policía Véscovi, para que también se condujera preso a Obdulio Varela por interferir. Este episodio se definió como único e insólito en el mundo del fútbol hasta ese momento: que la autoridad policial decidiera sacar a un jugador de la cancha y llevarlo preso, sin que los jueces, que eran la autoridad máxima en el campo de juego, lo hubieran autorizado. Pero eso estaba dentro de las líneas de acción y de pensamiento de Obdulio, aquello que le parecía injusto él lo enfrentaba y lo intentaba corregir. Jamás se le podría haber ocurrido que terminaría preso. Obdulio y Cata: Juntos para siempre (Fuente: Julio Pérez y su señora Gladys Castro) La vida de Obdulio Varela se sostuvo principalmente en base al amor que le profesó su esposa Catalina Quepe. Esta mujer demostró un cariño y una paciencia sin límites para que Obdulio se superara en todo lo posible. Cuando volvía Obdulio, despues de largas ausencias, él la encontraba siempre diligente, sonriente, y aunque él le dirigía unas bromas, en el fondo de su corazón sentía que volvía a su querencia, a su nido, al lugar donde estaba la protección y el cariño. Obdulio Varela apenas si sabía escribir, pero sí sabía silbar, principalmente los tangos de Gardel. Ahí fue donde vió Doña Cata la oportunidad de enseñarle a leer y escribir correctamente. Las letras de los tangos de Gardel las escribía, y Obdulio iba copiando palabra por palabra. Con el tiempo, dado que era inteligentísimo, pudo leer perfectamente cualquier cosa. Doña Cata fue justamente la esposa, compañera, amiga, madre, hermana, que necesitaba Obdulio Varela. En los momentos difíciles ella tomaba su máquina de coser - era costurera - y hacía trabajos, incluso vestidos de novia, con los que iban manteniendo los gastos del hogar, que además estaba compuesto por una hija y un hijo. Pasaron muchos años, Obdulio se cargó de glorias, de amigos, pero un día Cata se enfermó, falleció, y fue sepultada en el Cementerio del Cerro, porque su familia, ella misma y hasta Obdulio, habían vivido en esa Villa. Alguna vecina del barrio dice que Obdulio no quiso creer que había muerto su esposa. Se refugiaba en si mismo, no quería aceptar la terrible verdad. Comenzó a empeorar de su afección asmática, y aunque una vecina colaboraba en la casa y preparaba la comida, en los seis meses posteriores a la muerte de su señora Cata, Obdulio fue desmejorando, fue pasando a una depresión bastante profunda, perdió el interés en vivir, perdió la memoria. Incluso delante de amigos y conocidos que lo visitaban parecía no reconocerlos. Seguía ensimismado en ese dolor que se había transformado casi en indiferencia por todo que lo rodeaba. Cuando fallece Obdulio el 2 de agosto de 1996, se trasladan los restos de Obdulio también al Cementerio del Cerro, cercanos a la tumba de su esposa Cata. Al tiempo amigos y ex compañeros, manifestaron su disconformidad por no encontrar dichas tumbas con el cuidado y la presentación que se podía esperar de acuerdo a la dignidad de cualquier persona fallecida. Al tiempo se tomó una resolución, previa consulta entre muchas personas (incluso nosotros fuimos consultados por un miembro de la Mutual, Vito Galeandro), y se decidió que previa reducción, ambas urnas funerarias con los restos de Obdulio y de Cata, fueran depositadas juntas en el Panteón de los Olímpicos. Nada más justo, ya que el deseo de ellos sin duda hubiera sido estar juntos en la eternidad como lo estuvieron en el pasaje por una vida azarosa, aunque plena de amor. Y de gloria. Obdulio y la beneficencia Contaba Dalton Rosas Riolfo - legendario personaje del Carnaval, el folklore, y primer Presidente de la Mutual - que en la huelga de jugadores de 1948, llegó hasta esa casa don Ignacio Parpal, gerente de la Fábrica Nacional de Cerveza. Expresó que deseaba proponerle a Obdulio Jacinto Varela publicar una foto suya en el almanaque de ese año, diciendo "Yo tomo cerveza Doble Uruguaya", por lo que le pagaría una suma considerable. Cuando llegó Obdulio le contaron... ¡¿Para qué...?! Se puso furioso y les reprochó a todos que no hubieran echado a Parpal a patadas... - “¿Quién se creen que soy?, ¿el Mono Fifí?, ¿o el Maniquí Vivant?” Al poco tiempo, me contaba Vito Galeandro (otro gran propulsor de la Mutual), llegaron dos monjas para solicitar alguna clase de ayuda para niños en situación de extrema pobreza. Obdulio Varela, que las vio, y en su fuero íntimo se lamentaba porque ellos, los jugadores y sus familias, también estaban pasando por apremios, tuvo que decirles que nada podían hacer. Pero al irse las monjas, Obdulio recordó el ofrecimiento de la cervecería, entonces se conectó con ellas nuevamente y les dijo: “Van a tener lo que necesitan”. Y aquello que Obdulio detestaba, hacer de “Mono Fifí”, lo hizo, y el dinero recibido se lo entregó a las monjas. Hay varios hechos del mismo carácter, que muestran a un hombre bondadoso, faceta difícil de concebir en quien se ha tildado de gladiador, de capitán, de luchador, de campeón. Mencionaremos un hecho, por haberlo visto, que sucedió en la cancha del club Jackson. Ya muy tarde en una noche de 1972, todos se habían ido, y Obdulio ya se estaba retirando del club, cuando fue abordado por un hombre, que evidentemente le estaba pidiendo algo. Obdulio lo escuchó, metió la mano en sus bolsillos y le dio todo el dinero que tenía. El hombre se mostró muy agradecido y se retiró. Yo seguí con la mirada al gran capitán, y creo que no le quedó ni para el ómnibus, porque siguió de largo y se perdió en la lejanía, siempre caminando. Nunca supe si se fue a pie hasta Villa Española o algún automovilista lo habrá reconocido y llevado hasta su casa. Ese era Obdulio Varela. Premonición de un periodista Uno de los grandes periodistas de su tiempo, Dionisio Alejandro Vera (DAVY), escribió en “Mundo Uruguayo” una nota que puede considerarse toda una premonición. Finalizado el campeonato de 1938, en esa revista y con el título de “Un centrehalf dotado de todas las condiciones para llegar a ser un jugador de excepción en el puesto”, escribió lo siguiente: “Jacinto Varela no es todavía un crack, pero tiene pasta para serlo a breve plazo. Su figura se popularizó últimamente en ocasión de la victoria de Wanderers sobre Peñarol, asignándosele a ese jugador buena parte del trabajo con el cual se elaboró el triunfo de los bohemios. Es verdad que quienes presenciamos el encuentro, salimos preocupados del estadio. Varela había accionado como un consumado veterano. Plantado en el medio del campo, apelando a breves desplazamientos, supo anular a Guzmán primero y luego a Lago, para hacer más tarde de Freire, cuando éste sintió el cansancio de la lucha, una figura decorativa. Y el morocho eje cumplió su misión sin mayores sobresaltos. Supo colocarse donde iba dirigido el pase del adversario, tuvo la intuición de soltar los pases largos hacia los costados donde los punteros se encontraban sin custodia o hacia el medio para que el delantero central se filtrara entre los zagueros. Vimos como Fager en tres oportunidades seguidas tomaba la pelota por él servida en inmejorable momento, y como también erraba el tanto por pocos centímetros. Pensamos entonces que en este muchacho grandote, pesado, de juego simple pero efectivo y sumamente inteligente, podía haber material para sacar un centro medio de extraordinarias condiciones. No en vano Supicci, maestro de campeones, le había dado la plaza del primero pasando por encima de los titulares y no se había inmutado luego cuando el debutante experimentó uno de los bailes más fantásticos frente a la línea ligera de River Plate. Algo grande tenía que existir en aquella máquina de jugar al football, dotada de un físico espléndido. Y algo ya pudimos apreciar, como lo decimos antes, en el encuentro entre Peñarol y Wanderers. No queremos precipitarnos en la opinión porque Varela recién empieza a jugar al fútbol en primera división y aún es largo el camino a recorrer. Pero si continúa en ese tren de ascenso y no pierde esas raras virtudes que ha expuesto últimamente es seguro que muy pronto estaremos frente a un señor centro medio con aptitudes suficientes como para brillar entre los mejores jugadores que en el puesto tiene actualmente el football profesional. (…) Decimos al principio de esta crónica que Varela puede llegar a ser un elemento extraordinario y por lo tanto dejamos dicho que actualmente no lo es. Es seguro que dentro de poco podrá “picar” alto porque ya está entre el plantel seleccionado y durante la primera práctica probó que era bueno derecho. Esto se lo decimos a Varela y está de acuerdo con nosotros. Reconoce que para llegar muy arriba es necesario algo más de una temporada durante la cual el jugador debe mantener su estándar de juego y hacer méritos para llegar a crack. Cuando le preguntamos qué era lo más importante del fútbol, nos contestó que lo importante era conocer al contrario, saber cómo jugaba. Porque si no fuera así, ¿cómo sabríamos nosotros lo que teníamos que hacer en la cancha? Por eso, oyéndolo hablar así estamos convencidos de que Varela subirá al primer plano dentro de nuestro profesionalismo. Consciente de su deber, sabe que debe ser un profesional del fútbol y solo espera el tiempo para probar que sus últimas performances han sido de verdadero valor. Pero ya podemos anticipar que Varela está dotado de todas las condiciones para ser un gran centro medio, sino el mejor de todos los que se mueven en nuestro football.” Anécdotas de Dalton Rosas Riolfo sobre Obdulio Rosas Riolfo nos dejó algunos diálogos con Obdulio. “Negro, el domingo tendrá las piernas flojitas… Con toda la caña paraguaya que tomó esta semana, no levantará las patas…”. Pero el destino le jugó una mala pasada… (Al Dalton). Wanderers ganó 1 a 0… Obdulio fue el mejor jugador de la cancha… y desde 25 metros igual que contra España, la empalmó, convirtiendo el gol de la victoria. “Esa noche Lorenzo Fernández nos confiaba: - A ese negro no hay con que darle… es un fenómeno… es crack sin grupos…” Jacinto el Rebelde: “Un día le pregunto: ¿Jacinto, fue bravo jugar frente a 200.000 brasileros? - Estás equivocado… Maracaná fue papita… Brasil es el pueblo más bueno del mundo… nos dieron todas las garantías… ¿Sabes cuándo fue bravo? Cuando de chiquilín, había que salir descalzo con la helada, a gritar los diarios. En ese entonces “los canillas” no gozaban de los beneficios que tienen ahora, conquistas logradas por la lucha del “Viejo”, Adrián Troitiño. Esos sí que eran hombres. A él, todos los vendedores le debemos nuestra formación sindical. “El Viejo” siempre lucía su bufanda rojinegra, en invierno y verano. Con él, aprendimos, simbólicamente que el rojo es sangre y el negro luto, homenaje a los mártires de Chicago.” Aunque Ud. no lo crea: La directiva de Peñarol, firmó contrato con una firma de plaza, para exhibir el logo, en el pecho de la casaca de los jugadores aurinegros. Todos aceptaron menos Obdulio. - Se acabó el tiempo, que a los negritos, les ponían una argolla en la nariz… se abolió la esclavitud… - Pero señor Varela… en todo el mundo se usa, que sponsors realicen publicidad en las camisetas de las instituciones. - Mire presidente… Uds. Me pagan para jugar al fútbol… Si quieren un hombre “sanguche”, contraten a Fosforito… El domingo, 10 jugadores de Peñarol, actuaron exhibiendo la firma patrocinadora, salvo la de Jacinto. Toda su vida fue igual, cuando dijo no, fue no. Pero ya vimos más atrás que un día dijo: “no” y al otro dijo: “sí”. (Nos referimos al anuncio de la cerveza) Obdulio y Lorenzo Fernández Lo que sigue ha sido tomado de: Fascículo 1 Estrellas Deportivas (Como todo jugador, tenía un referente en su puesto, y era Lorenzo Fernández) “¡Dios me libre! ¡Qué jugador! Mi viejo era hincha de Capurro y lo íbamos a ver jugar cuando era chico, ¡Ese sí que mandaba! ¡Mandaba más que Artigas! Las sabía todas…” “Obdulio antes de partir a Brasil hizo una última visita. A un viejo patriarca, gladiador invencible cuando joven. Lo esperaba sentado en el fondo de su casa, sentado en una silla casera en un patio como los de antes - Parral, limonero, pileta de lavar, fiambrera, horno -. Estaba tomando su mate amargo y disfrutando de las cosas sencillas de su hogar. Era el “Gallego” Lorenzo Fernández. Cuando Obdulio llegó, Lorenzo armó un cigarro de tabaco negro y hablaron. Lorenzo no creía en los técnicos. ´Al fútbol no se le enseña a jugar a nadie´. Era el jugador y el caudillo que más admiraba Obdulio Varela. A los seis años, ya lo veía jugar y pensaba que el llegaría a ser un centrehalf tan terrible como Lorenzo, y mandón hasta la prepotencia si era necesario. Y que cuando gritaba se hacía un silencio como de misa. Había sido estibador del puerto, cuando la gente más fuerte era la que desempeñaba esas tareas. Obdulio siguió toda su carrera hasta que Lorenzo pasó a Peñarol. Quizás fue su modelo futbolístico y de personalidad. Dialogaron. - ´Como ves la cosa´ le preguntó Lorenzo. - ´Bien, la veo bien. Vamos a dar guerra y volver con la copa como hicieron ustedes´. - ´Acordate, a Bolivia la golean, ¿y despues?´. - ´Habrá que ver, pero sabes que me gustaría jugar con los bayanos [brasileros]´ - ´¿Te gustaría? Ojo que la hacen de trapo y no es de ahora, lo que `galguié` corriéndolos en mi vida´. - ´Pero si ya le ganamos un partido en San Pablo, no hace mucho’. `Podemos volver a ganarles si les jugamos sin miedo, vos sabes que hay algunos de ellos que son de cambiar de color…´”. Esta opinión de Obdulio se refería a los aspectos anímicos de los brasileños, que él había observado en los últimos partidos disputados en el mes de mayo, por la copa Rio Branco. Nota 1: Tomado de “Obdulio el último capitán” de Radamés Mancuso: “Su padre lo había llevado desde que tenía 6 años a ver al viejo Capurro, donde tallaba aquel fenómeno del futbol Oriental que fue Lorenzo Fernández. Se maravilló de niño frente a tanta guapeza, a tanto darse entero y querer tanto la camiseta que se defiende, que cuando el famoso “Gallego” pasó a jugar a Peñarol y él a seguirlo, quedó prendado de la gloriosa blusa rayada en oro y negro que lucían los “Carboneros”, los viejos mirasoles de histórica tradición. Y con la inquebrantable fe de los consagrados empezó en un cuadrito de su querido barrio La Comercial. “El Fortaleza” tenía su lugar de reunión en Nueva Palmira y Juan Paulier. Las tardecitas todas sorprendían todas a unos chiquilines soñando sin obstáculos con un destino de estadio… Esquina de milagrosa recordación para Jacinto, noches inolvidables que ensortijaban haces de luz entre las copas del boliche estañero…” Nota 2: También Obdulio tuvo como modelo al back izquierdo de Wanderers en 1938, Agenor Muñiz, del que dijo haber aprendido mucho. “¡Cómo dirigía en la cancha! Daba la impresión de que adivinaba todas las jugadas de los contrarios. Hablaba en forma permanente, dando instrucciones y jugando como un fenómeno, un auténtico maestro” (Quien vió jugar a Obdulio, opinaría de él, con los mismos conceptos que vuelca sobre Agenor Muñiz). Fuente: R. Mancuso: Obdulio… Nota 3: Y como la noche aquella, en Los Aromos, en que los Olímpicos les dieron a nuestros jugadores multitud de consejos, seguramente Lorenzo habrá volcado en Obdulio muchas de las estrategias ganadoras que podían aflorar de sus recuerdos de campeón olímpico y mundial. Nota 4: “El Gallego” Lorenzo Fernández fue centre half de Peñarol, y también integró los seleccionados uruguayos triunfadores en 1928, 1930, y 1935. Ya en el próximo tomo correspondiente a los campeones del mundo del 24, 28 y 30, se hablará de Lorenzo Fernández y su importantísima colaboración en el terreno de lo anímico, y el ascendiente que tenía sobre sus compañeros, contagiándolos de esa energía y garra que él poseía. Estas cualidades lo hacían resaltar, y hemos encontrado a muchos aficionados al fútbol, admiradores de Lorenzo Fernández, y más aún, muchos que dicen que era el mejor jugador del seleccionado y de Peñarol. Lo que recordamos de algunos comentarios, es que a pesar de su figura algo diminuta, se dice que poseía una fuerza física sorprendente, y que eso lo hacía sentir en la marca de los contrarios, en las trancadas, en los saltos, donde casi siempre salía él con la pelota y el contrario quedaba en el suelo. Realmente era un riesgo para el rival tratar de eludir a Lorenzo Fernández. Obdulio se arroja a las aguas de la aduana Se ha manejado por los aficionados que fue un intento de suicidio de parte de Obdulio, pero nunca se ha explicitado el motivo. En una declaración que hace en el fascículo 1 de Estrellas Deportivas, dice lo siguiente: “La gente dice que yo tenía problemas con Hirsch y me quise tirar al agua. Son mentiras. El húngaro no tuvo nada que ver. Eso pasó un día que me agarré una curda, que fue una cosa seria, y se me dio por tirarme en la aduana. Quería ser nadador de agua dulce. Quería sacarle el puesto a Candiotti. ¡Ah, Jacinto, Hace cada cosas uno…!”. En suma, es probable que en estado etílico se hubiera caído al agua simplemente, o que estuviera obnubilado por un problema que nunca se llegó a conocer y tuvo el impulso de arrojarse al mar por el motivo que fuera. Se trata de un tema de su vida particular cuya pesquisa no aportaría nada al tema central de este libro. El origen de “LOS DE AFUERA SON DE PALO” Míguez le cuenta a Obdulio la opinión del dirigente al que Obdulio hace bajar del avión El sábado anterior a la final con Brasil, sucedió un hecho que a la postre fue casi decisivo en la motivación de los jugadores, la que se acrecentó para el partido con Brasil. Estaba Míguez en una peluquería cercana a la concentración, cuando se encuentra con un dirigente de la delegación uruguaya, Juan Jacobo, que en referencia al próximo partido, le hace notar a Miguez que si recibían 4 o 5 goles por parte de Brasil sería lo esperado, que no se preocuparan, que ellos ya habían cumplido. Estas expresiones tan pesimistas del delegado celeste incidieron mucho en el ánimo de Míguez, a tal punto que regresó prontamente a la concentración y puso en conocimiento de Juan López y de Obdulio Varela lo sucedido. Veamos como lo relata Míguez: (Tomado de Atilio Garrido Programa “Habla la historia”) - “¿Roque, si hacemos dos goles ganamos? [Le pregunta a Máspoli] - Sí, ganamos, [le responde Máspoli] - No, porque me pasó esto con… con Jacobo [dice Míguez] - ¿Qué dijo el Catalán ese? [Pregunta Obdulio] - Que nos iban a hacer cuatro o cinco [responde Míguez] Jacinto: - Bueno, bueno, no importa [refunfuñando], como hacía Jacinto, no pasa nada. Sigue Míguez: - Bueno, y se fué me parece, no, el dirigente no se fué, lo hizo bajar Obdulio del avión, cuando veníamos para acá. Había exceso de equipaje y lo hizo bajar a él, a él a la señora y al hijo”. [Con ironía] Hasta acá lo que dice Míguez, más adelante damos una versión más completa de los hechos, comunicada por uno de los jugadores. Lo que dijo el dirigente Jacobo, hizo que Obdulio Varela, se sintiera que con su equipo estaba en medio del descreimiento, nada menos por parte de aquellos que eran quienes debían apoyarlos. Por ese sentimiento, fue que les dijo a modo de arenga, antes del partido: “Muchachos, somos nosotros, los de afuera son de palo”. Muchos han interpretado que Obdulio lo que quería, con esta expresión, era minimizar la presión de la hinchada brasileña (que serían “los de afuera”), de los aplausos, gritos, cohetes. Pero para esto lo que utilizó fue la estrategia de salir a la cancha conjuntamente con Brasil, y de ese modo compartieron los vítores anticipados. Años después se distorsionó el sentido original de estas palabras de Obdulio, y se ha usado, en parte por el periodismo deportivo y el público, para dar a entender que la hinchada contraria a un equipo, si es visitante, por más que griten o arrojen cohetes, no pueden influir en el rendimiento de un jugador uruguayo o de un equipo uruguayo. La verdad es que si tomáramos este sentido, no solo en Maracaná sino que siempre, los de “afuera eran de palo”. En ninguna época las hinchadas contrarias influyeron en disminuir el rendimiento de un equipo uruguayo. Hubiera sido algo obvio e innecesario que Obdulio les llamara la atención a sus jugadores sobre este asunto. Ya en el aprendizaje del fútbol desde niños, todos los que llegaban a la selección, y también a la primera división, habían superado situaciones mucho más riesgosas que las que pudo haber representado Maracaná. Reiteramos entonces que “los de afuera son de palo”, dicho por Obdulio, al salir a jugar contra Brasil, fue algo similar a lo que dijo e hizo Lorenzo Fernández en 1930, cuando en el intervalo del partido Uruguay - Argentina, se encerró con los jugadores y dejó “afuera” a los dirigentes, y allí sí que habló Lorenzo, (mientras Nasazzi lo dejaba hacer). “1950 - El origen de LOS DE AFUERA SON DE PALO” (DVD - 103) Nota: En el vestuario, antes de salir al campo, sabemos que Obdulio estaba viviendo un proceso de rebeldía contra aquellos que no creían en el equipo. Ningún dirigente entró al vestuario, aunque mandaron un banderín de la AUF para que Obdulio lo entregara al capitán de Brasil Augusto, durante el sorteo de vallas y los saludos de práctica. Por ejemplo, hemos leído en una publicación del año 2000, que Obdulio dejó el banderín olvidado a propósito en el vestuario, con el objetivo de menoscabar la moral de Augusto, el capitán brasileño. Sin embargo, según el comentario de H.L., (comentarista de Solé), testigo presencial del partido, éste asegura lo contrario, diciendo textualmente lo que se presentaba a su vista: “…y hemos observado que Obdulio Varela entregó un banderín con los colores de la Asociación Uruguaya de Fútbol al capitán de Brasil…”. De modo que Obdulio actuó correcta y deportivamente cumpliendo con el tradicional cambio de banderines con el caballeresco Augusto (también hemos conseguido la foto que ratifica este hecho previo al partido). Tenía la inteligencia como para no “olvidarse” de entregar el banderín que representaba a la AUF, porque además estaba el Juez Reader, hombre observador de su comportamiento, y que ya lo conocía del partido contra Bolivia y lo respetaba mucho. Obdulio no iba a salir al partido ganándose de entrada la animadversión del árbitro, o perdiendo el respeto ya obtenido. También se le ve en las fotos saludando con cordialidad y con un banderín en su mano mientras estrecha la mano de Augusto. Y por encima de las pequeñeces de algún dirigente, Obdulio respetaba las formalidades oficiales inherentes a su cargo de capitán, y jamás dejaría mal parados ni a la celeste ni a su patria. La responsabilidad de Obdulio Tomaremos del libro:”Obdulio el Último Capitán”, de Radamés Mancuso, un fragmento de la página 42.“En oportunidad de un partido frente a Nacional, en el año 1952, se concentró - por su propia voluntad - sólo, en Los Aromos, durante navidad, fin de año, y año nuevo. Doy estos datos para que se sepa que a Jacinto no le regalaron nada, y que todo lo consiguió luchando en la profesión elegida. Y eso que era una época en que estaban muy lejanos los contratos de seis cifras… Nos contaba Juancito Kirschberg - para nosotros, médico, dietista, masajista, traumatólogo, el hombre más bueno del mundo, y diez títulos más que no se le han dado - la forma en que Obdulio Varela, en el campeonato del mundo de Brasil, manejó su entrenamiento y alimentación. Lo mejor y más reflexivo que pudo hacer el más exigente de los deportistas. Toda las mañanas, invariablemente hora seis, caminatas con el propio Kirschberg de veinte o veinticinco cuadras, luego churrascos, avena, ensaladas y un complemento alimenticio de nueces, pasas de higo y vitaminas de un frasco de dos kilos que consumió totalmente. Se entrenaba con el equipo, pero estaba autorizado por los técnicos para hacerlo solo, además, lo que hacía posteriormente a las prácticas del conjunto por espacio de una hora o una hora y media. Medía un metro setenta y ocho, y en Maracaná pesaba setenta kilos.” Agrega Mancuso: “Hablamos con él de tesón, de moral, de fe, de obstinada tenacidad, de un uruguayismo macho y bravío, de un no querer perder… Callado hace un afloje [Obdulio], de pronto interrumpe y pide silencio, la palabra y un copetín: -“Había que respetar y defender la herencia fabulosa. Si en este país no hubieran existido aquellos fenómenos del fútbol que hicieron lo que hicieron el 24, el 28 y el 30, tal vez lo de Maracaná no habría sido lo que fue. El recuerdo glorioso y permanente de aquellas hazañas, obligaba en lo moral y en lo espiritual a darlo todo, y así se hizo, nada más.” El regreso de Obdulio Varela. El desagravio Al regreso de los uruguayos, el día martes 18 de julio de 1950, esperaban dos aviones uruguayos a la delegación. Pero algo pasaría, y alguien se quedaría sin viajar. De paso digamos que los aviones DC3 de la empresa PLUNA que trajeron a los uruguayos, han quedado en exhibición en el Museo Aeronáutico de la Fuerza Aérea, hecho poco conocido. Habiendo solicitado informes al Museo, recientemente se nos informó que dichos aparatos ya se consideraban chatarra, por lo cual decidimos tomar la foto de un avión idéntico a los DC3, que es el que exhibimos en la foto, y que puede observarse en el Museo citado. Pues bien, uno de esos aviones, que traía a los jugadores titulares y a los dirigentes, fue testigo de un hecho prácticamente nunca visto en la historia de los campeonatos del mundo. Un hecho que quizás ningún jugador de la historia del fútbol, por más título de campeón que pudiera ostentar, pudiera haber concebido. Tomar la autoridad para sí, esa autoridad que se fundamenta en lo justo, en la conciencia moral y patriótica de un deportista, y es avalada por sus compañeros, para que a viva voz e imprevistamente, impedir el regreso de un dirigente uruguayo y su familia junto a los jugadores titulares. La otra versión de lo sucedido con el dirigente Jacobo, proveniente de otro de los jugadores, nos indica lo siguiente: el sábado 15 Míguez se había ido a cortar el pelo, y acercándose el Dr. Jacobo le pregunta a Míguez como veía el partido contra Brasil. Míguez le contesta: “Creo que mañana ganamos”, a lo que el dirigente le respondió que solo había que cumplir un buen papel, y que no importaba se perdía por cuatro goles o más. Esto afectó mucho el ánimo de Míguez, quien volvió al hotel cabizbajo, apesadumbrado. Allí lo vio Obdulio Varela, que generalmente estaba en la puerta para observar los movimientos de los jugadores, y el capitán, que era especialista en leer en el semblante de las personas, lo miró fijamente y le dijo textual: “Botija, ¿qué le pasó?” - “Nada, no pasó nada” - “No, a usted le pasó algo, ¿qué le pasó?” Y Míguez que no pensaba decírselo a Obdulio, le contó lo sucedido en la peluquería. Obdulio lo escuchó sin decir palabra, y luego mientras en su cabeza pugnaban varios pensamientos del pasado (con interferencias del mismo dirigente), como quitándole importancia le dijo: - “¿Ah sí?, ¿dijo eso el catalán?, vaya tranquilo” -. (Lo que se relata proviene de un jugador uruguayo, Julio Pérez, a quien Míguez le refirió el hecho y posteriormente obtuvimos la información). Este incidente fue el punto culminante, la gota que desbordó el vaso. Pero aquello negativo, pudo ser transformado en algo positivo gracias a la mentalidad de Obdulio, y la adhesión a la causa de todo el grupo. Pero volvamos al aeropuerto de Río de Janeiro, ya están subiendo los jugadores titulares y los dirigentes, al primer avión para regresar a Montevideo. Claramente vemos a Máspoli y Paz, más atrás a J.C. González y Matías González. De pronto en la escalerilla el vozarrón de Obdulio Varela: “¡¡¡SI ÉL SUBE, YO ME BAJO!!!”, fue terminante, lo volvió a repetir para que no quedaran dudas, y el dirigente Jacobo, con su señora, su hijo, y sus valijas, se bajaron del avión. Algo fantástico, casi increíble resultó esa actitud de Obdulio Varela. Posteriormente nos enteramos que no había comentado con nadie lo que pensaba hacer. ¿Por qué el dirigente se retiró calladamente sin preguntar a que se debía el exabrupto de Obdulio Varela?, ¿Por qué no se tomaron medidas disciplinarias o de algún tipo contra Obdulio Varela? Quizás el dirigente tuvo conciencia de que ese gesto del capitán respondía a un necesario desagravio. Y el que había pronosticado a Brasil cuatro goles por arriba de Uruguay, no estaría cómodo, ni él ni los campeones, en un regreso triunfal todos juntos, y unidos por un mismo pensamiento y una misma alegría. Quizás fue lo mejor que pudo haber pasado. Pero será difícil encontrar en época alguna que un jugador de fútbol, por más que fuera capitán, haya tenido el valor moral suficiente para hacer algo similar. (Fuente: Palabras grabadas de Míguez en Programa “Ahora es Historia” de Atilio Garrido, y los recuerdos sobre el tema referidos por Julio Pérez y su esposa, la señora Gladis Castro de Pérez.) Nota: Hay otra versión de estos hechos menos detallada, brindada por el piloto del avión, Comandante Aviador Raúl Rodríguez Escalada (ver en El Regreso). “El origen de LOS DE AFUERA SON DE PALO” (DVD - 103) (Fuente: reportaje de Garrido a Míguez, programa “Habla la Historia”.) Obdulio habla de Maracaná después del mundial (Fuente de este artículo: R. Mancuso: Obdulio el Último Capitán). “Yo siempre fui defensor de todos los brasileños. Es gente sensible, afectiva y cariñosa y tienen mucho en común con nosotros, solo que los veo más trabajadores y perseverantes. Los critican por ser muy patriotas, hay quienes sostienen que piensan nada más en ver triunfar a su país, pero yo pregunto, ¿acaso eso es un defecto? (...) (Fuente: “Obdulio el último Capitán” R.Mancuso) Pretenden en todos los aspectos estar a la cabeza del mundo entero, ¿está mal eso? Y si vamos a lo deportivo, que al fin y al cabo es lo nuestro, ¿Qué me dicen? Después del gran golpe [Maracaná] comenzaron a trabajar en forma paciente, pero sin aflojar un milímetro, estudiándolo todo, sin improvisar (…) Y a los pocos años arrasaron con cuanta copa se les puso en el camino. Yo sé por ejemplo, que a Bigode y a Barbosa se les complicó la existencia bárbaramente; muchos los tomaron de “cabeza de turco”, porque les atribuyeron directamente la pérdida del ansiado trofeo. A mí por ejemplo, una señora dueña de una humilde tiendita tuvo la gentileza de obsequiarme ese cuadrito que ve en la pared, y al otro día le prendieron fuego su negocio. Hubo un brasileño, bonachón perdido, amigo de todos los uruguayos del 50, honesto a carta cabal y servicial al máximo para toda la delegación, que se auto tituló “el único brasileño campeón del mundo de Maracaná”, y que inclusive me obsequió con una hermosísima fotografía de la entrada de la bahía de Guanabara (…) Supe poco tiempo despues por amigos que tengo en el Brasil, que había sido muerto a puñaladas. Seguro que yo no justifico nada de esto, pero asesinos y energúmenos existen en el mundo entero, y no me siento capaz de juzgar la intachable integridad de un pueblo hermano, a través de la actitud de un núcleo -por grande que sea- de auténticos desaforados. Es justamente la excepción que confirma la regla. Todo esto se lo digo porque lo sé y lo sé cierto. Muchos dicen que contra mí después del partido se desató un odio homicida, un furor incontenible. No creo que sea tan así, pero aunque estén seguros los que esto afirman, le digo sinceramente que le encuentro alguna explicación. Yo fui el capitán del equipo que les ganó, es decir parte de una fuerza que tuvo buena suerte y les tronchó las ansiadas ilusiones de tener la tan soñada copa. (…) Si bien pueden quedar muchos que me siguen odiando, les puedo asegurar que al poco tiempo yo tenía en Brasil -y para siempre- casi tantos amigos como los que tengo en Uruguay. (…) Yo sé que a la larga a mí me comprendieron. Defendí con mis compañeros y para mi patria, con todo el amor que le tengo, lo mismo que ellos defendieron con igual fervor y menos fortuna que nosotros. Entonces, ¿para qué hablar de odios?” (Foto: Mancuso, Obd. el último Capitán) Obdulio y los Directores Técnicos Hubo período de su pasaje en Peñarol en que Obdulio bajó muchísimo su rendimiento, allí intervino el Director Técnico y gente de la Directiva para buscar una solución. Oigamos a Obdulio: “Por ahí han dicho que a mí me sancionaron en Peñarol por bajo rendimiento. La verdad no es esa. Yo tomaba y entonces me hicieron un tratamiento especial. No tuve más remedio que internarme y estuve dos meses en la Colonia Etchepare”. [Se refiere a un período de bajón deportivo y pocos cuidados de su vida profesional, allá por mayo de 1944. Pero Obdulio en solo dos meses de internación y de aplicación total al entrenamiento, volvió a las canchas en condición óptima, tanto es así que salió campeón uruguayo en dicho año, jugando los tres partidos finales de desempate.] ¿Hirsch era buen D.T.? “Más o menos. Como todos. Si tienen buenos jugadores todos los directores técnicos son buenos. Si hay pataduras quiero ver lo que pasa. Yo tuve problemas con el húngaro por cuestiones de principios. Ni por asomo las virtudes de mago que se le atribuían. Mantenía la disciplina, intransigente con la puntualidad, y te hacía parar desnudo en el gimnasio todos los días para ver que habías hecho la noche anterior. Y cualquiera podía hacer milagros con la línea de forwards de Peñarol en 1949. La prueba está en que vino unos años después y no pasó nada, se tuvo que ir.” Efectivamente, esa delantera de Peñarol había realizado extraordinarias performances en 1949. Varios equipos se retiraron antes de los 90 minutos en el campeonato uruguayo, ante la impotencia de no poder controlarlos. Como se verá en la foto estaba integrada por Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal. Muchos le llamaron la “Escuadrilla de la Muerte” haciendo mención a una película de guerra de esa época. Un hecho llamativo en el clásico del 24 de diciembre de 1950 En ese año en el que Uruguay salió campeón con la gran mayoría de jugadores de Peñarol, el resultado del campeonato Uruguayo tuvo un desenlace inesperado: el campeón fue Nacional. Si bien en Nacional no jugó Julio Pérez en casi todo el año, faltando cinco o seis fechas pudo armar una delantera importante con la inclusión de Martino como centrodelantero, suplantando a Atilio García (que ya no volvió a ser titular en Nacional), y de José (Miseria) García como entreala izquierdo. También habían sido ascendidos los jóvenes que componían el ala derecha, Roselló y Ambrois, y de puntero izquierdo seguía Orlandi. Recordamos muy bien ese clásico jugado el 24 de diciembre de 1950, donde los rivales llegaban con chances parejas, y quien ganara ya casi sería el campeón uruguayo. Pero en este partido sucedió un hecho táctico fundamental: José García jugó muy recostado a la línea de outball y lo curioso fue que Obdulio Varela también lo hizo, ya que trató de marcarlo hombre a hombre -cosa que nunca hacía-, sin atender demasiado el juego del equipo. En conclusión Nacional ganó dos a cero y José García fue quizá el mejor jugador y el que convirtió los dos goles. Cuando se le preguntó tiempo después a Obdulio Varela por qué había dejado su posición habitual de centro medio, desde donde dirigía todas las acciones defensivas e iniciaba los ataques de Peñarol éste contestó: “Yo seguí las indicaciones del director Técnico sin apartarme de ellas, la indicación era que marcara a José García hombre a hombre en todos los sectores del campo. Si eso salió mal para el equipo es cuestión del Técnico, yo cumplí con lo que me había indicado”. Comentario: Creemos que Obdulio Varela optó por la disciplina, y obedeció al Técnico aún sabiendo que era un error táctico, porque él resultaba fundamental en su puesto habitual de centromedio. Al jugar sobre un costado, la defensa quedaba desorganizada, se producían claros en el medio que debían ser cubiertos por otros jugadores, que no estaban habituados a hacer esos relevos, y así se producían situaciones que favorecían el ataque de Nacional. (Obdulio tenía fresco aún el recuerdo de Mr. Galloway, de 1948, que lo obligaba a jugar en diversos puestos. En determinado partido, Peñarol iba perdiendo 3 a 0, entonces, faltando poco para terminar, Obdulio se colocó en su verdadero puesto y comenzó a ordenar el equipo. Peñarol casi empata, terminó 3 a 2 en una remontada muy notoria. No obstante eso, la disciplina impuesta por Galloway importaba más que el rendimiento del equipo, y Obdulio Varela fue sancionado por desobedecer al técnico. No tropezó más con la misma piedra). Y por otro lado Obdulio Varela no tenía el oficio para marcar hombre a hombre, y tampoco la mentalidad de un jugador que se ciñe estrictamente a cumplir esa tarea, su mentalidad era como la de un estratega que tenía que ver el partido, interpretarlo y señalar a sus compañeros los mejores caminos para obtener la victoria. Quizás también haya influido aparte de la disciplina con que debía respetar las indicaciones del Técnico, que al tratar de cumplir con la misma iba a quedar en evidencia si el Técnico estaba acertado o no. Y evidentemente no lo estuvo y se tuvo que ir de Peñarol. ¿No habrá sido una batalla ganada por Obdulio Varela? Al año siguiente 1951, aumentó la disconformidad de Peñarol con el Técnico Emérico Hirsch, se planteó la rescisión del contrato, algunos no querían trabajar con él, como Severino Varela, hasta que al fin hace un interinato Aníbal “El Pollo” Tejada y finalmente queda definitivo Juan López en 1952. Tengo miedo de aprender demasiado Cerca del año 70, concurre una tarde Obdulio al Estadio a ver determinado partido. Se dirige al palco oficial por donde entraba habitualmente, y un portero le pide el carnet correspondiente que justifica que tiene libre acceso. Aclaremos que los ex jugadores que han completado determinada cantidad de partidos o campeonatos internacionales, mundiales, etc., tienen un carnet expedido por la AUF, por el cual podían presenciar los partidos desde el palco oficial o cualquier otra localidad. Como Obdulio Varela no había llevado su carnet, el portero le dijo: - “Entonces no puede entrar” - “Pero muchacho, yo soy Obdulio Varela, tengo carnet por salir campeón en 1950, pero no lo traje” - “No sé señor, pero acá se entra con el carnet” Y viendo que se comenzaba a reunir gente alrededor, Obdulio optó por retirarse, y salió caminando con su tranco largo por esas calles de Montevideo tan queridas para él. Cuando le dijeron a Obdulio que denunciara al portero, ya que era su deber reconocerlo o asesorarse con alguna persona en el palco, y no prohibirle la entrada en forma tan terminante, Obdulio no lo hizo. Pero decidió no ir nunca más al Estadio. Al tiempo pudimos ver una entrevista en un programa de televisión, y justo le hacen esa pregunta: - “¿Usted va al Estadio, va a ver fútbol?” Obdulio abrió los ojos, como acostumbraba hacerlo, y dijo: - “No, no voy”. - “¿Es que no le gusta el espectáculo del fútbol?, ¿por qué no va?” Entonces Obdulio, que ya tendría la respuesta pronta, levantando las manos y haciendo un gesto adecuado con su cara, abriendo los ojos, le contestó: - “¿Sabe por qué? Tengo miedo de aprender demasiado”. La periodista nada más preguntó. Era mejor no profundizar, no analizar esa respuesta, que provocaba interpretaciones de un dictamen de Obdulio Varela, o muy sarcástico o muy inteligente. Variedades y enseñanzas de Obdulio Varela, ¿Usted es centrofóbal? Obdulio Varela hablaba muy poco de fútbol fuera del ámbito de su club, y sí en la concentración o en los partidos y prácticas. Las veces que estuvimos cerca de él, en general derivaba a otros temas, y casi siempre buscaba alguna oportunidad para hacer un chiste o decir algo gracioso. De todos modos, el azar nos permitió estar junto a él en algunas oportunidades en las que se expresó acerca de sus conocimientos en la técnica y estrategia del fútbol. Recordamos una tarde, allá por mayo de 1961, en que estaba Obdulio dirigiendo el plantel de Wanderers. Habíamos ido a ver a un amigo practicar como back derecho en carácter de aspirante, y en la cancha dirigiendo la práctica nos topamos con Obdulio Varela, que vestía su pantalón-buzo gris. Nosotros nos paramos al lado de uno de los arcos, en la cancha, para observar; pero justo allí moviéndose entre uno de los palos y el punto penal, Obdulio Varela también observaba el desarrollo de la práctica, haciendo algunas indicaciones de las cuales vamos a rescatar dos muy importantes. Una fue en momentos en que se ejecutaba un córner, y uno de los backs marcaba a un delantero, de buen físico, que a su vez era cabeceador y goleador. Pero Obdulio hizo detener la ejecución del córner y corrigió la posición del back diciéndole lo siguiente: “No te coloques adelante del centroforward, porque si la pelota te pasa va a cabecear solo, muy cómodo, tenés que ponerte acá”, y lo ubicó en una posición que era entre el número 9 y el arco, pero un paso más atrás del atacante en referencia al lugar de donde vendría la pelota, y a una distancia de un metro aproximadamente. Le explicó al back que de ese modo podría ver la pelota, podría ver el movimiento del número 9, podría anticiparlo, podría saltar junto con él, o bloquearlo con su cuerpo en caso que el delantero quisiera retroceder si la pelota venía pasada. Esto que escuchamos de Obdulio Varela nos resultó interesante y acertado, y además por la convicción con que lo explicaba. No era frecuente que se dieran explicaciones tan al detalle, y menos con la seguridad que trasuntaba un gran conocimiento. Tampoco podía extrañarnos mucho por tratarse del capitán de los campeones del mundo, y del jugador que había dirimido tantos partidos con la celeste, de los cuales muy pocos perdidos. Otra cosa que rememoramos, es cuando se lesiona el centroforward del mismo equipo del back de quien hablamos, y sale de la cancha. Enseguida se acercaron algunos de los suplentes. Yo estaba cerca de Obdulio, y pude escuchar esta conversación: “¿Usted es centrofóbal?” - preguntó Obdulio al que se acercaba con intención de entrar a la cancha -. “Si, si, yo entro” - dijo el jugador Obdulio debe de haber percibido que ese jugador no era el idóneo para suplantar al lesionado y volvió a repetirle: “Yo le pregunto si usted es o no es centrofóbal” - ya en un tono más firme. Entonces el muchacho se dio cuenta que era mejor decirle la verdad: “Bueno, yo juego ahí, puedo jugar de centrofóbal, soy entreala.” “Bueno, entre, - le dijo Obdulio -, pero yo tengo que saber cuál es su puesto, ¿si nó, cómo sé si me puede servir? Bueno si no hay un centrofóbal, entre, vaya usted”. Este hecho lo comenté en algunas reuniones que hacían jugadores del año 30, y aprobaron totalmente la intervención de Obdulio Varela en ese caso. Así pude sacar una conclusión básica para el fútbol de la época: Era muy importante que cada jugador actuara en el puesto para el que estaba más especializado, de lo contrario se resentía mucho su propia actuación y la del equipo. Alguno de los jugadores del 30 me lo explicó de este otro modo tiiempo después: “El puesto de Pelé es entreala izquierdo, número 10, pero ¿qué hubiera pasado si Pelé hubiera jugado por ejemplo como número 3 en toda la campaña de Brasil, y como número 10 hubieran colocado al número 3?” La respuesta era obvia, Brasil no hubiera cumplido las brillantes performances, ni obtenido los triunfos que logró, cuando Pelé actuaba en su verdadero puesto, el 10. Esta suposición aclaraba mucho el tema, siempre era preferible que los jugadores se desempeñaran en el puesto que más dominaban, en el que estuvieron años perfeccionándose. Aunque hubo excepciones de algún jugador, que pudo desempeñarse casi con la misma eficiencia en más de un puesto. Nos dijeron varias veces que Héctor Scarone había jugado en todos los puestos del equipo menos de arquero, pero la verdad fue que a la hora de los partidos importantes, él iba a ocupar su puesto, el que más dominaba, el de entreala derecho. Lo mismo sucedió cuando en 1950 se lesiona Vidal, el puntero izquierdo, y aunque muchos querían que fuera suplantado por Britos, un gran jugador, suplente de Ghiggia, se optó por colocar al puntero izquierdo suplente, al joven Ruben Morán. Aunque fue Obdulio quien sugirió este cambio, Juan López después explicó: “Esta decisión tenía que tomarla, porque si nó, ¿para qué trajimos un suplente para cada puesto?” Al terminar esa práctica en la cancha de Wanderers, Obdulio estaba en el círculo con los jugadores, hasta que éstos, poco a poco se fueron yendo y Obdulio quedó solo. Yo seguía mirando todo desde atrás del arco, y la sorpresa que tuve casi nadie me la quiso creer. Obdulio Varela se vino caminando con una pelota haciendo chiquitas alternadas una con cada pierna, desde la mitad de la cancha hasta el arco donde yo estaba. Y la pelota siempre en el aire, no tocó el suelo. Cuando lo conté, incluso a jugadores de su época, se extrañaron bastante, nunca le habían visto esa cualidad de dominador de la pelota. Y bueno, Obdulio siempre sorprendía por algo. Lo principal para Obdulio: conocer al contrario. Ya lo sabía a los 21 años Tomado de un reportaje del periodista Davy “Dionisio Alejandro Vera” a fines de 1938, encontramos lo siguiente: “Jacinto Varela ha estado con nosotros. Cree que el entrenamiento lo puede todo, que la suerte juega un rol importantísimo en un partido y que depende de muchos factores que un jugador se destaque o no. En primer lugar, nos dice Varela, hay que estudiar al adversario, fijarse en sus desplazamientos, adivinar sus intenciones.” “Es casi seguro que si a un delantero uno le saca cuatro pelotas de entrada, en el resto del encuentro ya no será el jugador peligroso que muchos esperaban. Vemos que Varela sabe lo que es el factor psicológico en el fútbol y creemos que sus últimos triunfos tienen su secreto en eso que afirmamos. Nuestro entrevistado no está seguro de todo esto, tal vez porque tiene más interés en decir que juega así desde chico que afirmar que ahora echa mano de la psicología para jugar al football… Pero nadie podrá negar que Varela, psicólogo o no, es actualmente el jugador más nombrado del football montevideano, y en quien cifran grandes esperanzas los entendidos para darle próximamente al seleccionado uruguayo una figura de categoría.” En otra oportunidad, leímos una entrevista a Obdulio Varela, donde decía algo similar pero agregaba: “Tenemos que saber cómo van a jugar los contrarios, las características de sus jugadores, porque si no las conocemos, tampoco sabemos cómo tenemos que jugar nosotros”. Consecuentemente con lo que pensaba, Obdulio fue muchas veces a observar a los brasileños y a aquilatar todos los detalles que luego pudieran ser tomados en cuenta para cuando fueran nuestros rivales, nada menos que en la final. (Foto: Mancuso) El fútbol es libertad y… orden Tomado de Estrellas Deportivas Fascículo Nº1 - El Diario Obdulio está hablando de su época en Wanderers, y dice: “Fueron los primeros pasos. La época del lirismo, el tiempo donde uno se encuentra con unos cuantos maestros que le enseñan algunas cosas. Porque es mentira eso de que el fútbol no se enseña. Siempre hay secretos. Uno termina, y sigue sin saber la mitad de las cosas. El fútbol es libertad e inspiración y además orden. Una sola cosa [de estas] no camina. Ahora está todo mecanizado. Donde va la barca va Bachicha. No pasa nada. Cero a cero. Yo le puedo decir que antes los jugadores escuchábamos más a los directores técnicos que ahora. Y eso que antes no estaban tan promocionados. Pero los pibes llegábamos y queríamos saber cosas, aceptábamos consejos, escuchábamos a los mayores. Ahora la juventud anda a doscientos kilómetros por hora. Pasan al lado de uno como aviones a chorro y se creen que las saben todas. ¡Pobre d´ellos!”. Sobre los periodistas “Yo siempre entendí que los periodistas tienen que laburar y todo lo que quieran. Pero nunca me gustó que se metieran en la vida privada, que vinieran a hacer reportajes. ¿Pa´qué todo eso? Que vean el partido, que digan lo que quieran, y ¡chau! Por eso tuve algunos líos con la prensa. Una vez allá por 1945, dos periodistas se creyeron que la verdad era de ellos. Se metieron en mi vida íntima. Dijeron de todo. Y eso no podía ser. ¡Me negué a salir en las fotografías de los diarios! Pagaron justos por pecadores, pero yo quieto no me podía quedar. Me tenía que hacer respetar. Me acuerdo que los dirigentes de Peñarol de aquel tiempo me querían convencer de que saliera en las fotos. ¡Pobre d´ellos! Les dije que si querían salir en las fotografías que se pusieran ellos. Yo no salía. Ese señor periodista de ingrato recuerdo creyó que tenía la verdad en el puño y se metió - atrevido y sinvergüenza - en la parte íntima de mi vida. Y le erró feo. Feo y sucio. Me habían herido y tomé esa determinación para no tomar otra más grave. A raíz de este suceso me trataron de rebelde. Les contesté a los de Peñarol que a mí me habían contratado para jugar al fútbol y defender honestamente la camiseta que vestía, y no para posar de vedette. Que el equipo saliera en los diarios con diez jugadores hasta tanto ese señor no diera explicaciones…” Nota: Así fue exactamente, durante muchos meses el equipo de Peñarol salía en la foto que se tomaba antes de los partidos, integrado con diez jugadores. La mayoría de los aficionados no conocían el motivo. “Otra vez, un coso de una revista brasileña (O Cruzeiro) me vino a ver a mi casa. Creía que yo me había olvidado de todo, y resulta que estos tipos me habían escrachado de espaldas y abajo pusieron que era un salvaje. Lo dejé cinco días afuera. Una madrugada se estaba muriendo de frío y lo hice pasar y lo invité con un café. El tipo se creyó que ya tenía la nota. ¡Por favor! Tomó el café y otra vez afuera”. Nota: Con el tiempo pudimos apreciar que la personalidad de Obdulio parecía dividida. Por un lado estaba el hombre responsable, serio, exigente, de comportamientos aceptados socialmente. Por otro lado mostraba facetas que parecían alejarse de esa responsabilidad y seriedad. A veces aplicaba picardías no solo en el fútbol, sino con los mismos amigos (Recuérdese que no saluda a Julio Pérez en un clásico a poco del triunfo mundial. Pero luego va a su casa a explicar esa actitud y a disculparse. Y después estuvo años visitándolo y formando rueda con otros grandes jugadores, con su inseparable Burgueño, Míguez, Romerito, etc.). También, en forma disimulada, con algunos periodistas que al entrevistarlo le hacían preguntas que él no deseaba contestar, al fin lo hacía en forma de declaraciones contradictorias o irónicas. Si le preguntaban por Maracaná podía decir que un partido como ese lo ganaban una en cien, y cinco minutos después estaba declarando que el partido lo hubieran ganado de cualquier manera, ya que los brasileños los conocían y les temían a los uruguayos. Otras veces para no contestar sobre un hecho que podía perjudicar a alguien inventaba un recurso humorístico. No hay apuro por empatar Una virtud bien afirmada en Obdulio era el mantener la calma en los momentos difíciles. El hablaba mucho, o gritaba en la cancha, a veces a los compañeros, a veces a los contrarios. Pero tenía la inteligencia de que lo que le decía a sus compañeros, también era para que lo escucharan los contrarios y viceversa, era la inteligencia pícara aplicada en los partidos de fútbol. Por ejemplo, cuando su cuadro iba perdiendo, era clásica su frase “no hay apuro por empatar”. Con esto le transmitía a sus compañeros la tranquilidad necesaria y la seguridad en sus propias fuerzas. Era una parte de lo que se llamaba “la mentalidad ganadora”. (Después ampliaremos sobre este concepto). Pero esta expresión “no hay apuro por empatar”, también influía en los adversarios, quienes de alguna manera tenían que reconocer que había en ese adversario, en Obdulio Varela, una fuerza moral y un temple que les sería imposible doblegar. Desde el punto de vista estratégico, era la mejor opción después de haber recibido un gol en contra. El equipo, aun pensando que iban a empatar (creían que sí porque lo había dicho Obdulio, el capitán), continuaba cuidando sus posiciones sin aventurarse alocadamente en búsqueda del gol, lo que hubiera significado desguarnecer la defensa quizás, y provocar un segundo gol del rival. No significaba esto que no jugaran con el objetivo de obtener el empate, simplemente que lo hacían con la seguridad y la solvencia, de quien sabe que tarde o temprano logrará convertir el gol. De este modo se trataba que el equipo continuara con su trabajo, adaptándose a las circunstancias, pero sin apresuramientos peligrosos. Obdulio seguía corriendo al lado de los atacantes que caían por su lado, pacientemente, sin recurrir al faul, sin desesperarse, sin tirársele a quitar, más bien esperando su distracción, o entregándolo a un compañero.. Y esa tranquilidad que transmitía el capitán, era imitada por sus jugadores. El Campeonato Mundial de 1950, demostró lo atinado de esa estrategia. En los 3 partidos de la rueda final Uruguay comenzó perdiendo, y logró, mediante la confianza en sus fuerzas y la seguridad de obtener finalmente un buen resultado, el objetivo de empatar o ganar esos partidos. Este concepto era mencionada por algunos compañeros de equipo, ya retirados del fútbol, ante una situación que mereciera mantener la calma, confiar, y esperar sin enloquecerse, casi siempre de esta manera : “Como decía Obdulio: no hay apuro para empatar”. (Tomado de la rueda de amigos donde a veces participaba Ortuño y un amigo común, Ruben Cuadra, que nos contaban cosas de Obdulio, de lo que decía en los partidos y prácticas.) Que le dije, que le dije Era costumbre de Obdulio Varela que cuando hacía una predicción respecto al fútbol no se la creían, posteriormente al ver que se cumplía se acercaba a quién podía haber dudado y le decía esas dos palabritas del título. Vamos a poner dos ejemplos interesantes sobre esto. En relación a la disputa del Campeonato Panamericano de 1952 en Chile, nos contó el Presidente de la delegación de entonces, Ricardo Lombardo, lo siguiente: Había salido la delegación del hotel rumbo al estadio, donde tenían un difícil partido contra Chile, y a mitad de camino Obdulio Varela se le apersona y le dice que tenían que volver, porque se había olvidado de ponerse la medallita. Lombardo le contestó que era imposible, ya habían salido con el tiempo justo, y si volvían, no llegarían al partido a la hora de inicio, sino después. Por lo tanto perderían. Obdulio insistió diciéndole que para él era muy importante ese asunto, pero no hubo nada que hacer. Llegaron a tiempo, se vistieron, salieron a la cancha, y en una incidencia violenta cae Obdulio Varela al suelo. Lo sacan en camilla, y al pasar al lado de Ricardo Lombardo, desde la camilla Obdulio lo señalaba con el dedo diciéndole “¿Qué le dije, que le dije?”. Si bien fue sustituido por Osvaldo Balseiro, el partido lo ganó Chile 2 a 0. La otra incidencia que recordamos es la siguiente: Cuando llegó el argentino Eduardo Hohberg a Peñarol, y en vísperas de un clásico contra Nacional, Obdulio Varela creyó conveniente anticiparle al entreala argentino lo que podía suceder. Le preguntó: “¿Usted sabe quién lo va a marcar?”, se refería a Eusebio Ramón Tejera, el robusto back izquierdo de Nacional. “Bueno, escúcheme, al principio del partido seguramente lo va a probar a usted en su fortaleza, y quizás reciba algún golpe para sacarlo del partido. Entonces no se preocupe, porque apenas se presente la oportunidad yo le voy a dar una pelota adelantada, que va a ir en la dirección donde estará Tejera, y usted ya sabe lo que tendrá que hacer. Acá es así y hay que hacerse respetar.” Exactamente Hohberg declaró posteriormente, que esperando un tiro libre sintió un terrible golpe, puñetazo o codazo, en sus costillas, que lo hizo caer. Entonces vio que venía corriendo Obdulio Varela y señalándolo con el dedo le recordaba: “¿Qué le dije, qué le dije?”. Momentos después Obdulio le da un pase adelantado, y Hohberg corre detrás de la pelota y cuando Tejera se dispone a alejar, se le tira con la plancha y con toda violencia para cumplir con el consejo del capitán. Tejera queda lesionado por unos momentos, luego se recupera y… en el resto del partido jugó con toda limpieza cada vez que tuvo que enfrentarse con el cordobés. Otra vez había acertado Obdulio Varela. Obdulio en la cancha de bochas del Jackson Aunque a Obdulio Varela ya lo había visto varias veces, incluso desde 1948 cuando por el barrio vendía bonos para colaborar con la huelga de jugadores, luego en 1961 en la cancha de Wanderers, las veces que más estuve junto a él fue cuando de noche iba a ver los partidos de bochas en el club Jackson, en la calle Tomás Giribaldi, en el verano de 1972. Resultaba interesantísimo ver esos partidos, porque no solo jugaba Obdulio, que era el bochador, sino que el canchero era el conocido ex futbolista de Liverpool y de Nacional, Uberto Giménez, que también jugaba, y al costado de la cancha como espectador privilegiado se encontraba siempre, en el mismo asiento y fumando, el famoso ex goleador de Nacional, Atilio García. Era gracioso ver a Obdulio jugar a las bochas, y cada tanto, acercarse a Atilio. A veces quizás le decía un chiste porque Atilio esbozaba una sonrisa, aunque nunca le respondía nada. Con el tiempo me enteré que el mismo Obdulio Varela había dicho de él que era mudo, como queriendo decir que no era muy afecto para hablar y mantener conversaciones. Sin embargo Obdulio le hablaba aun sabiendo que no obtendría contestación. Justamente frente de la cancha, en la citada calle Giribaldi, vivía Atilio García, en la casa que le había regalado el Club Nacional de Futbol, mediante una colecta entre sus partidarios. Otra cosa que observaba durante esas noches de verano, era que Obdulio al final de los partidos venía a la pequeña tribuna y se acercaba a hablar privadamente con un señor bajito, de bigotes, que escribía en una libreta casi todo lo que Obdulio le decía. Mucho después me enteré que era un humilde amigo de Obdulio, única persona hasta el momento que había logrado penetrar en su intimidad y estaba haciendo un libro, al que tituló “Obdulio, el Último Capitán”. Una noche yo estaba mirando el partido, había ido con una camisa algo llamativa, y veo que Obdulio me señala y me dice: - “Usted”. - “¿Quién yo, a mi?” - “Sí, usted, ya veo que está viniendo seguido al club, baje que la casa lo invita a tomar una copa”. Lo que menos hubiera esperado era que Obdulio me llamara, fui tras él hacia la cantina, detrás de la cabecera de la cancha. Obdulio pidió no me acuerdo si caña o grapa, y yo que no andaba muy bien del estómago, no bebía alcohol, y él me decía: “¡pida, pida!” (Podrán imaginar que era una vergüenza si pedía un refresco). Entonces me acordé de esa bebida que se tomaba para el estómago y le dije al mozo: “a mí una manzanilla negra”. No recuerdo las frases que intercambiamos (aunque tuve la precaución de no mencionar el fútbol). Al final yo le quise devolver la invitación, pero me dijo: “no no, está bien, quédese cómodo”, y regresó a la cancha. Ahora pienso en cuántas oportunidades tuve de apersonarme a Obdulio y preguntarle cosas de fútbol, ya que el destino quiso que lo viera muy frecuentemente desde el año 1948, frente a mi casa vendiendo bonos para la Mutual. Inclusive algunas veces por la década del 60, en que iba a la ruleta, y lo encontraba a Obdulio de traje en el extremo de una mesa (era funcionario, quizá Inspector de Mesa), pero quien observara sus facciones percibiría que su mente estaba en otro lado. Lo cierto es que yo, quizás por tener poca personalidad, y Obdulio por tener demasiada, hizo que nunca me animara a tomar la palabra e iniciar una conversación sobre fútbol. Además había oído las versiones de que a los propios periodistas no les contestaba, los hacía esperar en la calle, etc., todos argumentos que contribuían a desanimarme. Recuerdo una de las tardes, en que Obdulio Varela estaba jugando en otra de las canchas (había más de una), y siempre lleno de público, casi siempre hombres mayores. A veces iba allí Luis Ernesto Castro (el ex puntero de Nacional, de la famosa delantera del Quinquenio de Oro, 1939, 1943: Castro, Ciocca, Atilio García, Porta y Zapirain). Esa tarde de verano Obdulio tenía problemas con un italiano enorme, que estaba mirando el partido, pero descamisado. Obdulio le decía: “tiene que ponerse la camiseta, así no puede estar acá”, a lo que el italiano no accedía, y le contestaba algo así como: “no me pongo nada, vení vos a ponérmela, que te creés”. Yo miraba a Obdulio y me empecé a poner nervioso, pensando que iba a pasar algo, Obdulio seguía jugando a las bochas como si tal cosa, y el italiano seguía mirando también como si tal cosa. Como a los diez minutos Obdulio se acerca al italiano y le vuelve a decir: “le repito que me haga el favor de ponerse la camisa, porque así no puede estar acá, esto es un club, es una concesión municipal, y hay que mantener el respeto”. Dicho eso siguió jugando a las bochas. Pasaban los minutos y el italiano seguía con el torso desnudo, se notaba que la tensión subía como si hubiera electricidad en el ambiente. Obdulio seguía tranquilo, era jugador y Presidente al mismo tiempo, y tranquilo. Y en determinado momento algo eclosionó: se paró el italiano, miró a Obdulio que seguía jugando, y se puso la camisa y volvió a sentarse. Ahí suspiré aliviado. Ya no habría problemas. Yo que tenía temor de que Obdulio pasara un mal momento o fracasara, pude comprobar que los hechos fueron tales como correspondía a un gran hombre, a un gran psicólogo, que podía dominar a un obcecado. - “Como para no ser campeón del mundo” - pensé. Y me vinieron a la mente cosas de Obdulio, o del “Negro Jacinto” como se le decía en su barrio, cuando vivía en Nicaragua, pegado a la senda del antiguo ferrocarril. Recordé que había sido un factor de aglutinamiento de los jugadores de la mutual para que aceptaran a Matías González, a quien llamaron el “León de Maracaná”. Con su explicación patriótica, futbolística, y en cumplimiento de un pedido del “Mariscal” Nasazzi, había logrado que todos comenzaran a aceptar a Matías González, y lo saludaran en una reunión a tales efectos se hizo en la Mutual. Solo uno, Míguez, no estaba convencido y se fue para otra habitación. Y es que aparte de considerar inapropiado el ser “rompehuelgas”, cuando Míguez había jugado contra Matías González, había sido objeto de una marcación excesivamente dura de su parte. Pero al final, Míguez, lo aceptó, y fue uno, al cabo, de los que más elogiaba a Matías González. Pudo aquilatar sus virtudes durante el mundial, incluso refería Míguez que lo vio trancar con la cabeza el tiro de un rival en el partido contra España. Entonces disculpó totalmente su acción, diciendo que era un muchacho recién venido de afuera, y que aún no había tenido tiempo de conocer los códigos de la Mutual de jugadores. Esta, y muchas otras cosas, ese día agolparon mi mente de recuerdos sobre las grandes virtudes de Obdulio Varela. Un hombre indispensable para la celeste, para la Patria.