proceso radford

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PROCESO RADFORD
A~(JS~~ION
pRESo j'1AGlSTRADOS
DE
~.a
INSTAN~IA
:
Tra~ )nrgos y muy reñidos incidentes y después
de la acumulación de muchas diligencias inútiles (}UO
han dado extensión considerable á este proceso, se
reuni6 el Jurado con fecha primero de Julio lÍltimo,
y, al resolver afirmativamente el interrogatorio qne
se le propuso, declaró:
El acusado CARLOS RADFORD, ciudadano de la
República de los Estados Unidos de América (de quien
dicen algunos se llamó FRANCISCOC. RAXDOLPH antes
de venir á este país), es responsable de haber dado muerte violenta al Sr. CARLOS H. SIMMOND5, súbdito del
Imperio Alemán; hecho verificado en la ciudad de Cali,
Departamento del Cauca, el día cinco de Septiembre de
mil ochocientos noventa y cinco.
El acusado CARLOSRADFORD••.•. ha cometido el
hecho que se menciona en la cuestión principal, además
de con premeditación ( esto es, voluntariamente, y habicn-
-4do preceJido
siguientes
deliberación
circunstancias
previa
de
alevosía ó á traición
y sobreseguro,
descuidada,
ó desapercibida
usando
indefensa
de cualquier
con seguridad
cometerlo),
ó alguna ó parte
de
ya
las
con
sorprendiendo
á la víctima,
otro artificio para cometer
ó para quitar
con
ellas:
ó
el delito
la defensa al acometido.
Bn acatamiento de estas resolnciones, el Sr. Juez
2. o Superior, en cuyo Despacho se había radicado el
neg-oc!o, profirió la sentencia de siete del mes citado,
en (Ino condena al cnjuiciado Radford, como 10 denominaremos en adelante, á la pena de muerte, que ha.
de ejecutarse en la cal}ecera del Municipio de Cali,
teatro del dc1i to.
N"otifieada Ct las partes la sentencia condenatoria,
fue apelada por el reo y sus defensores; y uno de é8~
tos, el Dr. Jnlián Cock Báyer, propuso desde al par~
tir los recursos de nulidad y notoria injusticia. POL'
tal razón se ha eleva<lo el voluminoso proceso al 'rribunal, donde deben fallarse los recursos intentados,
oyendo previamcnte la opinión del infrascrito.
Aunque los hechos son de nna sencillez tal qne,
al juzgar1os, difícilmente puede tnrbarso un mediano
criterio jurídieo, la importancia <1elas personas que
figuran en el proceso en calidad de víctima y reo, y
los notables esfuerzos, plausiblcrnente estériles, hechos
por los seÍlOres Defensores con el fin de obtener la
absolución, han complicado de tal suerte el asunto,
que el estudio, de trivial como debía ser, se ha toruado difícil y penoso.
En notables piezas jurídicas, tales como el con~
c<,pt{)del Sr. Piscal Superior <lelDistrito Judicial del
l)acífico, el anto de proceder dictado por el Sr. Juez
-5Superior del mismo Distrito .Ju(licial y, especialmente, h~extensa y 0ien l'azonada aeta de acusaci(¡ll que
presentó el 81'. u~iscal 2'! SUJJerior de este Distrito ,Judicial del Centro, se ha hecho una 'relacii>n circunst:mciada de todos los acontecimientos
é incidentes
(lÚe constitu~'eron el grave delito de homicidio perpetrado en la persona (Iel SI'. SilllJllouds. Así es qne el
infrascrito solamente Ú grandes rasgos l'epetidt la historia del crimen.
:Muy poco tiempo hacía qlle Ua(lfol'd, huyendo
de los cargos poste1'Íol'('s '1110pOllÍan dellllcirle las autorilhules tlel Estallo de Alahama, sn país lIatal, había veni(lo á refugiarse á la ciudad de Cali, dOllde encontró al Sr. Silll11l01HIs,como él extranjero, pero quo
gozaba do nna simpatía general por pal'te de los ~olombiunos, por su benevolencia y tilantl'Opía, por ser
ilJcallsable trabajador y llaber (~olltribuído como el
que lll:'iS al progreso ~~eng'ruw1el'imiento de Sll patria
adoptiva.
Quiso Radford entregarse á labores agrícolas, y
al efecto compró al Sr. Sirnlllollds una propiellad medianamente extensa, parto de una haciclltla dCllominada ISllbd P{re:.
Algunas di fercIl'~ias poco su ustancialcs
ocurrieron elltr~ vellucllol' ~. udquircnte al f<lrmular el contrato; pero puestos de acucrdo, otorgal'On la respectiya escritura. Así las cosas, Sl) IH'etcxto de que Hallford se creía COIIc1cre:.:l.1oá algunos lotes de terreno
ocupados por terceras personas, surgió UD ellcncntro
llU\.j'Orcntre aquéllos, Cllcuelltl'O de pretellsiolles ó di.
f(lrencia quo no pudo arreglarse,
debido al cUl'áeter
violonto del comprador, quien amenazó de lHuerte al
Sr. SimJlloIl(l~.
-6Tranquilamente hallábnse éiSte en su almacén y
se di¡:;ponia á salir á su paseo de costumbre, cuando,
el cinco tIc Septiembre cita(lo, en las últimas horas
(le la tarde, fue avisado de la llegada (le Radford, á.
quien esperó en el eseritol'io con la confianza y 8ereni(lad de ánimo con (]ue obran los homhres honrados
(]Ile no tienen nada qué temer. Radfol'd entró; cruzáTonse cutre los (los algunas palabras pronunciadas en
lcngua extranjera y cu)"o significado escapó á los
testigos auriculares; dejáronse oír dospués tres disparos; el Sr. Simmonds, atravesado su cuerpo por tres
proyectiles, cae muerto instantáneamente sobre el sue·
lo; Radfol'd se inclina hacia el carláver y pronuncia
algunas expresiones, y caminaudo con lentitud, sale
en apariencia tranquilo y satisfecho de 8U obra.
Tal es 13. sencilla relación de los acontecimientos
materia del proceso, acontecimicntoscuya
prueba es
plenísima en las primeras diligencias creadas, donde
se encuentra el examen pericial de las huellas del delito )" la confesión espontánea del responsable, quien
más tarde pretendió explicar sns a¡:;everaciones agregando circunstancias qne son por demás inverosími.
les.
La sentencia se acomoda estrictamente
al veredicto del .Jurado, y contra este veredicto no pneden
interponerse otros recursos que 108 de nulidad é injus·
ticia notoria, puntos á los cuales debe concretarse la
tarea uel 'l'ribunal al revisar el proceso.
NULIDAD
Parece qne con grave empeño se han buscado
informalidades
en la presente cansa, con el objeto
de hacer r<'petir la tramitación y ganar un tiempo
-1-
que no serviría sino par~\ acumular di1ig'encias inúti.
les. Sin duda se espera que estas diligencias oh~ct1rezcan las prnchas primitivas, creen la. cOlltrntliccil)n
entre las distilltas partes del proceso,~' que de ello
surjan confusiones y dificllltalles en qne lns más de
las veces vinculan los abogados el huen éxito de las
causas malas. Por esta raz6n no ha habido llada fÚtil,
ui ligeras informalidades que no se alcguen como motivo de nulidad, á pesar del campo estrecho qno para
este recm'so conceden las leyes.
Apenas se hallaha la causa en su comienzo cnando el primitivo defensor del reo solicit6 la reposici6n
de lo actuado, fundándose en qne el Juez Superior del
Pacífico había pedido el proceso de la Alcaldía y avocado el conocimiento .lel negocio con el fin de perfeccionarlo dehidamente. Esto hecho, probado en los
autos, no se reconoci6 como cansal de nnlidad; y el
Tribunal Superior del Pacífico, en razonada pro\'idencía de diez de Diciemhre de 189.3, prob6, lo qne por
otra parte es obvio en jurisprudencia, que, correspondiéndolo al Juez Superior el conocimiento del negocio y teniendo cste empleado el carácter de funcionario de instrucción que le da la Ler, bien podía pedir
las diligencias á las oficinas interiores y avocar el
perfeccionamiento de la investigación, sin infl'ingir
con ello precepto legal ni inferir agravio al sindicado;
pues contrariamente á esto el Juzgado Superior, como oficina de más eleyada categoría, daba mejores
seguridades de imparcialidad, rectitud y ciencia en
la definitiva perfecci6n del negocio. (Véanse fs. 19 y
23 del Ouaderno Il).
Pasados algunos días, tanto el acusador particu-
-':8lar, que transitoriameute
Re constituyó é intervino en
la causa, como el Fiscal del Tribunal mencionado,
alegaron yido en el procedimiento,
consistente
en
una equivocación relativa al verdadero
nombre del
procesado á quien se enjuició con la denonlinación
de CARI.OS RADFoI~n, siendo a,~Íque su nombre ver<ladero em el de FRANCISCOO. RANDOLPH. Esto constituía aparentemente
la causal <1enulidad determinada en el numeral 7.°, artículo 264, de la Le.y 57 de'
1887; pero el 'l'rihunal del Pacífico, en providencia
de diez y llueve de .Fehrero del auo próximo pa~adot
declaró que la causal alegada no existía, ora porque
no se hahía estalJleciclo perfectamente que el nombredel proccsaclo fuera el de Francisco (J. Randolph, ora
porque estaha hien probada la identidad del matador'
del Sr. Sirnlllonds con el individuo que en la ciudad
de CaU se había hecho conocer hajo el nombre de
Cha/rles Radfo'rd, tanto judicial como extrajudicialmento, segÚn aparece del contrato fIue ante Notario
había celelmulo con el Sr. Simrnon<ls, sobre compra
de unos terrenos, y de los memoriales que con firma
autógrafa había presentado al mismo Juez de la causa. (Véase la foja 53 v., Cuaderno II).
Sin duela alguna el prop6sito de la Ley al erigir
en nulidad el error en el nombre del delincuente,
es
el de evitar que un fallo pueda recaer sobre una perHOlladistinta del culpado; pero esto no contradice la
libertad de un individuo, libertad que le permite tomar una denominación diferellh~ de la que le dieron
sus padres, como lo hicieron FRANCOIS OHASSEBOElJF DE BOISGlRÉ, al firmar siempre VOLNEY;
}!'lL\XCOIS l\L AROlJE'f, conocitio con el nombre de
VOLTAlREi JULES Srr.WN, al quitarse el apellido de su
-9padre, y el del Ministro de :Marina de Oarnot, QUien
firmaba LACROIX, sin que esta denominación con que
es conocido en el mundo entero, tenga algo que ver
con el nombre que heredó de sus padres y fue inscrip~
to en el registro bautismal.
Radicado el juicio ante el Sr. Juez 2.° Superior
de este Distrito .Judicial, por orden de S. S:' el Ministro de Gobierno, expedida en aplicación de los artículos 1,59'1 del Oódigo Judicial y 230 de la Ley 57 de
1887, y en virtud de gestiones tendientes á proporcionar las mejoras garantías para el juzgmniento del
procesado, el Sr. Fiscal Superior respectivo, <le acuer •.
do con el Sr. Defensor 1)1'. Julián Oock Ráyer, alegó
nuevamente la nulidad de la actuación pOl' error respecto al nombre del reo y por haberse omitido en la
parte resolutiva del enjuiciamiento las designaciones
de fecha y lugar en que se cometió el delito. El Sr .
•Tuez, en providencia de diez y ocho de Diciembre Último, declaró que no ex:i!itíau las causales de nulida(l
alegadas; y apelado el fallo fue confirmado en todas
sus partes por el Tribunal. (Véanse fs. 81"S 88, Ouaderno VII).
Es de advertir quo el subscrito coadyuvó la solicitud de las partes de la primera instancia, ~T, en acatamiento de prácticas inveteradas del Tribunal, pidió
se declarara la nulidad de la actuación por las omisiones dellug;ar y la feclla dcl delito en la ¡.-arte resolutiva del enjuiciamiento; pero á pesar de eso 110 puede estimar hoy contraria á la IJey la proddellcia
del
Tribunal, que, aunque contradice la práctica de lllUchos años seguida en Autioquia, no se opone {t llingílIl precepto legal, ni vulnera derechos, ui Ilesconoce
-10doctrina, legal rltás probable, que es lo que constittt~'e
la jurisprudencia obligatQria del país.
De mauera que el recurso de nuli(lad puedo estimarse fallado, llna vez que las providencias que lJan
recaído sobre los incidentes respectivos, son, por su
ejecutoria, una ley del proceso, que ohliga á estimar
enteramente válida la actuación.
A última hora, sin embargo, para desvirtuar, pretendiendo echar por tierra el veredicto del Jurado,
so hace valer como motivo de nulidad la circunstancia de no haberw repartido el proceso despué&de dividido en dos el antiguo Distrito Judicial de Antioquia. (Véase el memorial de f.'3. 141 del Cuaderno
VII).
Ningún fundamento en la Ley tiene esta nueva
alegación de nulidad con que pretende ponerso trabas á la marcha del negocio. El Poder Ejecutivo de
la Nación está investido de facultades legales para
resolver que, por especiales motivos de justicia, sea
traslauaua ulla causa de un .Juzgado á otro, donde
pueda juzgarse el reo con la mayor imparcialidad, 1'0deán dolo de las garantías quo aseguren la rectitud
del fallo. Y en virtud de esta facultad, S. S~ el .Ministro de Gobierno designó los Juzgados Superiores radicados en la ciudad de Medellín, cuyos habitantes,
y entre éstos el grupo de honorables personas cuyos
nombres figuran en las listas de Jueces de hecho, extraños en un todo al delito cometido y sin relaciones de
ningún género con el homicida ui con la víctima, podían juzgar á aquél con la mayor imparcialidad, sin
que pasión de ninguna clase pudiera yenir á turbar
BU criterio jurídico. Los Jueces que en realidad <le
- 11 -verdad fallan nna causa de homicidio son los Jurados; y así puede decirse qno los designados para Jueces de "Mchos, residentes en esta cauecera de Distrito
J"ndicial, fueron las personas señaladas en calidad de
.Jneces para el jnzgamiento de Radfortl. Consta, además, qne para determinar el Juez (le derecho, ante
quien los J nradas lleMan pronunciar sn veredicto condenatorio ó absolutorio, se repartí() el negocio con
fecha d.iez (le Agosto del uño próximo pasado, lo cual
le diojttrisdieciún al emplea(lo jullicial que, en obedecimiento de las órdenes del Gobierno, ha conocido
en tod.os ]68 incidentes de primera instancia.
Lajltrisflicción para jnzgar el crimen de Radforu
reside, conforme á la. regla general, en el Jnez Superior del Pacífico, r por excepción vino á radicarse el
eonoc!miento de la cansa en el empleado que profiri6
la sentencia apelada. Bsta llltima jurisdicción legal,
qne PIHliél'umosdenominar per acciclems, no se ha perdido ni suspendido conforme á las leyes, como puede
verse por los artículos 152 y 153 del Código de Organización, y no puede perderse sino por virtud de una
resolución contraria del Gobierno, qne revoque y anule la proferida., en cuyo obedecimiento se trasladó el
proceso de la ciudad de Oali á ésta.
Por tanto, el infrascl'ito Fiscal, acatando la ejecutoria de las providencias á que se refiere esta parte
de Sil dictamen, y en fuerza de clal'Ísimas razones, no
considera que sea nula la a(~tuación, y reconoce que
el veredicto del J ur:tuo t\IC proferido oportunamente
y sin que adolezca de ningÚn vicio de forma,
I~JUSTICIA
KOTORIA.
Ell'ecnrso de injusticia, notoria, propuesto
COI1-
-12tra el veredicto del .Jurado, pugna con todo lo adn?1~
siblc. Sería en verdad un rm'o fenómeno jurídico que
en una causa tan sencilla como la actual, cuyos hechos son bien conocidos y vulgares y han sido largamente estudiados por fllneionarios y defensores competentes, el criterio de los Jueces de hecho, ajenos á
todo compromiso de simpatías (, de odio, se huhiera
confundido hasta el punto de hacorlos pronunciar Un
veredicto que eutraiíara una flagrante injusticia. Porqne es de observarse que pUl'a fundamentar el recurso contemplado, no sólo es mCllester una apreciación
errónea de parte deI1'l'ibnnal <lehecho, sino que es
necesario que el err01' sea manifiesto )' se halle al alcance del criterio comÚn, del criterio desprovisto de
ilustración en el conocimiento de las le~'es, pnes DO
otra cosa se requiere para que una afirmación ó una
negación pueda merecer la, calificacióu de notaria'/1Wllte in;iusta.
Es, pues, más posible, y desde al partir debe reconocerse como hecho más aceptable, que el criterio
de los Sres. Defensores se haya extraviado por el deseo generoso de salvar á S11 cliente del rigor de las
disposiciones de la loro }")ordc.~gracia nuestra débil
y flaca naturaleza cede é insensiblemente '\a al error
cuando es con(lncida por la fuerza del deseo; ~' así,
DO cs extraÍlo que el criterio de los Sres. Defensores,
bajo el imperio de una autosugestión constante, nacida de la, lucha para acumular argumentos á favor
de la, inocencia de Uadtord, ha.ya trocado en ellos de
tal modo las nociones de lo justo y lo injusto, que
hoy consideren como un aeto indiferente, si no meritorio, lo que á todas luces es un cl'imcn.
~13tJlla amplísima órhita se presenta al .Jurado C()mo Trihunal de concieneia para juzgar los hechos
{Jue se someten á su fallo. Pudiendo apreciar como
elementos de prueba hasta las má..<; leves presunciones morales, á veces tall seguras para fundamento
de una providencia como la8 mismas pruebas direct.as, está en mayor capaddad de juzgar rectamente
de la criminalidad de uu hecho que los Jueces, cuyas
cOllvicciones deben formarse dc nna manera artificial
y no espontánea ni libre, comoquiera que su inteligencia se mueve dentro del estrecho límite (lUe le se~
ííalau las le:res.
'l.'al es la razón por ht cual deben los 'L'riúunales
de Derecho ser lllUYprudcntes al fallar sobre el recurso de injusticia llotol'ia, arma pOflerosa que cu sm,
manos ha puesto la ley para enmendar flagrantes injusticias, debidas las más de las veees á parcialidad
en el .Jurado, siendo así que para formar parte de este Tribunal la le~' requiere como condición indispensable UDailustraci6i1llotoria.
(Véase el artículo 238
de la Ley 57 de lHH7.)
l>or fortuna no se trata en el proccso de un con .•
fiieto entre las pruebas legalcs y el veredicto del .Jurado; pues, por el contrario, aquellas pruebas suministran base inconmovible al veredicto y establecen
que éste es tan justo y correcto como era de esperarse, habiéndose compuesto el Tribunal de hecho de
personas muy atina.da.s, honorables, imparciales y de
bucn sentido ..
En efecto; el cuerpo del delito de homicidio se estahleci6 perfectamente COnel reconocimiento pl'acti~
cado en la j)t.\rKOll11 (lel RI', Himmonds, (liligellcia en
-14qne consta que e¡:;tebuen ciudadauo murió violenta .•
mente á consecuencia de tres graves heridas causadas con otros tantos disparos de revólver.
El procesado Radford confiesa haber disparado
el arma homicida y causado la muerte, movido por
estÚllulos que de ninguna manera podían tenerse como elementos constitutivos de una circunstancia de
no imputabilidad, tanto más cuanto la existencia de
aquéllos está afirmada apenas por explicaciones del
mismo reo, que no pueden desvirtuar la presunción
legal contenida en el artículo 585 del Oódigo Penal,
que dice:
El homicidio se presume premeditado,
no se pruebe ó resulte que pertenece á
clases que reconoce la ley. La intervención
vacada ó principiada por el homicida, no
antes justifica la premeditación.
siempre que
otra de las
de riña, pro'se opone~ :sr
Es de observarse, además, en relación con las
confesiones de Radford, que éste en su: primitiva indagatoria (fs. 6 á 7, cuaderno 1) so limitó á negar que
hubiera obrado cobarde y alevosamente
al cometer
el homicidio, sin agregar siquiera una explicaci6n
para atenuar el delita. Y aunque en las indagatorias
posteriores enmendó y explicó su primitiva confesión,
nada valen legalmente el retracto ni las explicaciones, porque la prueba en que debe fundar aquel retracto y las circunstancias exculpativas 6 atenuantes,
le corresponde darla á él mismo como sindicado, en
virtud de terminantes disposiciones de la ley. Dice,
en efecto, el Código Judiciah
Art. 1,660. La confesión libre y espontánea, hecha
por el procesado en presencia. del Juez 6 del funcionario
-15de instrucción
contra
y por ante el Secretario,
él, y es por sí sola bastante
Art.
1,662. Contra
ra expresada
la confesión
en el artículo
hace plena prueba
para
condenar ...
rendida
de la mane-
1,660 no se admitirá
otra prue-
ba que la de haber sido hecha por error inexcusable,
estado completo
de enajenación
Art. 1,664. Si
('1l
-
ó en
mental.
la confesióll agregare el cOllfesaute
algulla circu1lstancia quc la modifique de algull modo, tmdrá que probar esa circullstancia, para dt'struír ó desvirtuar
la fuerza de la confesión contra él.
De manera qne COll aplicación estricta de los cállones legales, un .Juez de derecho se vería obligado á
fallar afirmativamente la primera de las cuestiones
presentadas al .Jurado, y á admitir, por consiguiente,
como plenamente probado, el homicidio y la responsabilidad del reo. Xo ha:v,pues, antagonismo entre la
ler y el fallo del Jurado.
Tampoco resulta el más leve indicio, la más remota sospecha que persuada el ánimo de la existencia de
un conflicto entre la prueba legal, basada en presunciones, y la prueba moral en que el enjuiciado pudiera apoyar su inocencia.
Como acertadamente lo dice el Sr. Fiscal Superior, las explicaciones de Radford son inverosímiles.
En un principio el reo, inspirándose en nna especie de
dignidad orgullosa, de esa vanidad que suele acompañar al hombre hasta en los más difíciles trances de la
vida, pudo no preocuparse sino con la idea de negar
que él hubiera dado muerte á Sirnmonds de una manera alevosa y cobarde. En efecto, acordándose Radfard de su profesión de abogado, y meditando allá en
el silencio de su calabozo sobre el grave crimen, qui-
-16so sin duda inventar un artificio que lo librara. ~iqniera del dictado de asesino cobarde que todo un pueblo
arrojaba contra él, y salvar así, quedando bajo el peso
de sanciones más leves, no solamente la vida sino 01
último jirón de su orgullo de hombre. l~or este motivo
Radford protesta Únicamente en sn primera indagatoria contra el dictado de cobardía; pero en la urgellcia
de huscar estím ulos para su delito, llega hasta hacerlo
más odioso con la relación de circunstancias melltirosas que, despreciadas como sólido argumento de defensa por el primitivo patrono del reo, Dr. Uiascos,
quicn estaba al corriente de los hechos, yinieroll á suministrar la más falsa y delcznahle base á la estéril
obra de los últimos defensores.
Hé aquí como Hadford relata los acontecimientos:
Al entrar por la puerta del frente de la casa del
Sr. Simmonds, había v~rios muchachos en la pieza, pasé
por los dos cuartos y entré á la oficina privada ó cuarto
del Sr. Simmonds; él, Simmonds, á mi entrada estaba escribiendo en su bufete; nos saludámos, y yo le dij~: He ve.
nido á ver á Ud. acerca del error que hay en la escritura
que Ud. me hizo (otorgó); él replicó que no h"hía error
en ella; yo le dije: ¿ El Sr. Martin no se lo mostró á Ud.
esta mañana? El dijo, nó. Yo le repliqué que era extraño
que el Sr. Martin me hubiera dicho que así lo había hecho,
y, pasando por un lado del Sr. Simmonds, me dirigí hacia
la mesa donde estaba el agua, cuando me dijo: ¿Piensa Ud.
que le estoy diciendo una. fal~edlld? YQ le conte~é: N~
pero es muy extraño que el Sr. Martin me hubiese dicho
que había. hablado con Ud. Me volví hacia la mesa don-
de e~taba el agua y vi al Sr. Simmonds de pie, con\ la. si-
~17'Ha en la mano, y él, Simmonds,
insinuará
enojado,
dijo:
que yo miento. Yo dije: Simmonds,
lla y seamos razonables,
estamos demasiado
obrar como niños. Simmonds
y el armario
se interpuso;
la silla, saqué mi revólver
él continuaba
y le dije
hirió
caí para atrás en el rinct;n,
para
Sll escritorio
avanzando
con
quc no se acercara;
tan luego como vi que la silla desccndía
'tu el golpe con que mc
viejos
opuesto de la me-
estaba yo entre
(guarda-ropa),
no
avanzó con la silla levanta-
da en alto y yo me moví hacia cllado
sa; Simmonds
Ud,
baje su si-
disparé, )' al evi-
ligcramente
la cara, medio
El Sr. Si 11ll1londs cobró valor
y volteó dc nuevo la silla para golpear;
mc moví hacia
SI:
izquierda para evitar el golpe y disparé dos tiros rápidamente tino tras otro; después dd líltimo tiro el Sr. Si mmonds cayó.
Dejando ;Í, 1111lallo las eOlltl'~lflicc¡olt(·s eu (pIe el
reo 1m incurrido y las atestaeiOlH'S (l\le para de~mentil'lo lmccll los iutérpretes (lile }>l'c"eneiaron la prilllc,ra illuagatoria
(f~. 52 Y., Cuaderno
1), bastaría para
considerar b Úl}:.;(,(lu(lde la relaei()n tener en (,\lcnta
1J\\('. el Sr. SillllUolltlS era \lU auciallo, casi octog('wu'io,
(11Wjam:ls hahía dbgnst~ulo ('ou Iladie; lIIieutras (ltW
Hatlfol'll y(\ era hit'n ('ollod<lo en Cali pOI' su ear~ícter
irritable y grosl'l'O, y sns mis/llos (,olllpatl'iota~ :trl'ojal.Hlllen sns conV\'!'saCiOnef; sombras sobre los autece<lentes tIe aquel }ll'oeesado. Ello ('S que donde quiera
(1\l(, yaya el hombre lo :l('ompaila la fallla de sn IlIlen:L
() mala eOlldneta <lllteriOl'. La fallla, eOllJo ha sneedido
1'es}ll'cto !le H:tlltill'll; pll(ltl equi\'o('a¡'se 1'11 las i11l'lIIl':l<tiones, pero eu la eOlll·jelleia de todos estaha que (~J
era llU prófngo. l'areee (pIe existiera en las pCl'sollas
un instinto natlU'al para ('011oeer :'i sns senH'junles, instillto (lUC llUce distingnir
á l'l'Ímcm
"ista el llOlIllm'
;!
-18'-.
Domado d~el criminal, porque permite, ápesaT del if1~eóg'nito, apreciar los más ocultos sentimientos, las ten(lcncias constitutivas del carácter de un individuo.
::\las lo qne establece de una manera palmaria la
falsedad de las explicaciones del sindicado, es la circunstancia. de habérsele convcnddo de impostnra en
la· pl'ueba real que im'ocaua como fundamento do
aquellas explicaciones. Efectivamente; Uadford apareció, después de su captura, con una pequeña equílllosis <> golpe en trua de las IlH,;jillas, y asegura qne este·
maltratamiento fue el resultado pal}lable del ataque,
inmotivado que le hizo el Sr. Hinllllolllh, armado con
una de las pesarlas sillas de la hauitacióu en que se,
hallaban los dos. Pero por fortuna, paI'a echar por tieua el fundamento deleznahle en qne se apoyaron los,
Sres. Defensores, pudo cOlllprobm'se del IUodo más satisfactorio que Radford uo tenía smíal alguna (Je gol-,
pe cuando, consumado.el asesinato, salió de la habitaei6n del Sr. Simmonds á paso lento. (Yéause las declaraciones de Ramón Delgado, L'l. Gi) Y.; Escipión J. Carvajal, fs. 138, y Lorenzo Valderrama, fs. 73 v., Cuaderno I.)
Y para, haccr más palmaria la falsedad de la farsa urdida Clm tan poco ingonio, se prueba plenamente que el golpe snfL'illo por Hadford le fue cansado en,
el momento de capt.urado en la. casa donde éste vivía
~-por el Sargento Francisco Vela"co B., quien con el
propósito de detener al fugitivo atrayes6 su fusil en
la puerta de la habitación, y le causó el maltrato de
q~e se trata, de rma manera voluntaria ó involuntaria.
Este hecho confesado por el responsable en suueclaración de fs. 136, fue preseIlciado poc los testi~-
-19gos Julio Toro y Escipión J. Carvajal, f.~.123 Y 138,
respectivamente, del Ouaderno T, ~' }IiIciades Lozano,
fs.75 del Cuaderno V.
A pesap de todo esto, en tan falso expediente, en
mentira tan flagrante, se han apoyado tOllos los estériles esfuerzos de la, Defensa. En el largo y razonado
trabajo que el Sr. Dr .•lnlián Cock Báyer presentó ante el Jurado se vueh·c y revuelve con el ol~jeto de hacer más creíble la parcialísima aseveración de Hadford,
contradicha por cinco testigos percipicntes que, aunque es natural llifieran en palaltras y 011 pequcfiísimas circunstancias de'negativa importancia, forman
60n sus dichos la prueba' más irrefragahle .r perfecta"
porque concuerdan en las circunstancias principales
de lugar, tiempo y mOllo.
~ o solamente en nuestro C()digo sino en todas
las Legislaciones positivas más antiguas, como nos lo
ensefia el Derecho Uomano y nos lo da ¡¡ comprender el mis.mo Evangelio (I), se sancion6 el principio
de que las afirmaciones contestes de dos testigos forman la prueba perfecta; y, sin embargo, COIDO ha debido observarse yá, las hases de la, defensa de Uadlord se estrellan contra afirmaciones de CIXCO TESTIGOS imparciales, con todo lo cual han venido á mostrar los Sres. Defensores lo desgraciado é imposible do
su conato, emprendiendo nna lahor estéril cnyo exclusivo fundamento es un sofisma jurídico.
Al considerar los porfiados esfllcl'ZOS,probablemente plansilJles, hechos por el Dr. Cock Báyer para
establecer la iuocencia de su cliente, viene á la memoria la magistral exposición que Bentham hizo so(1) Et in lege v6stra Bcriptum 6st, quia duorum homiuum tcstímouium verum esto San Juall, C¡tl,Hulo VIII, Yor~.17.
-20bre el sofisma de los relatos falsos, de que generalmcnte se sirven lo;; abogados en cansas desgraciauas
como la preseu te.
Este
sofisma -
principalmente
dice
el conocido
en el foro, siendo
con más frescura y audacia
sas malas.
Eludir
falsificados,
probar
no comprender
que mejor
brollar
este arte se tiene por
Ú
lo que nadie niega, su-
el punto
alguna
mérito,
supuesto
de un abogado
que allí representa
un papel que
del abogaJo,
110
Y
en des-
artificios.
Es
se considera
co-
ciertos subterfu-
no parece tienen otro. objeto
de su clienté, suponiénd05c
sobi"C sí para
falta en su
que no redunda
valerse de semejantes
que
lo
em-
y el público lo sufre con
mo forzoso, por lo cual se le perdonan
que la uefensa
ignorar
de la cuestión,
arte en el foro.
crédito
gios y tergiversaciones,
aparentar
para encontrar
vcrdad
persuasión
trasponerlos,
veces se llama
tl11
indulgencia,
estÚ siempre
se presenta
lo que mejor se ha entendido,
es lo que
pea
de todas las cau·
lo mismo que se disputa,
todos los datos
demasiada
donde
ó encubrirlos,
extensamente
se sabe, cambiar
adversario,
allí
como auxiliar
los hecho:;
poner como admitido
filósofo -cam
dejarse
y que
que
el Juez
l1cvar de la afectaua
le oirá como á un autor
(J)
Bmpcro, como todas las acciones humanas qne
Ilerivan delliurc ejercicio de la ,"oluntad tienen UIl
llIotiYo, una causa etieiente qno puede jnstitiearlas (¡
atenuadas, ú por el contrario, poner en evidencia sl1
illlllorali(!:Hlnuís Ú menos gran', se hace menester estudiar las callsa~ qne pwlicron ohrar en el ánimo del
pl'Oeesa<lo H;ulfol'd
para cOllcehir el deseo, luégo la
intención, (l('~ll\1és el proyecto del graye crimen qnc
ejecutó dando muerte al Sr. SilllIllouds.
dramático.
(1) 13cutham,
So(h;Jllas (págiulI16S).
-21'tanto las lleclaraciones de varios t.estigos -como
:\lgnnas afirmaciolH.'s del procesado, demuc;;tran que
el móvil tlel asesinato fue la diferencia posterior 811Sdtalla entre los contmtantes
sohre el negocio de la
compra de terrenos pCL'teneeicntes á la hacienlla denominada Isabel Pérc':.
)Ias, como el Poder .Iu(lidal de la HepÚhlica
hrinda medios eficacÍsimos para arreglar en justicia
todas las difercncias qne ocurran en lIegocios, 10 cual
no pú(Ha ser ignoralIo por R:ulfol'(l, ahogado de algÚ1I
prestigio ('11sn país, y como el ofclHli(lo Sr. SimlllolHls
se pre':ltaha hasta la completa r('s('isi()u (Id contrato
:y:i escritllrado, el mÓ"il (lejaha Ile existir hasta como
levo atenuante del delito.
Esto explica, seguramente, por qné el primitivo
defensor Sr. lUascos, confesando tácitamcnte la imposibilidad do sitnur la (lofensa en un campo de ver(lau,
l;nos no encoutró un lIl(ívil para tundamentada,
pretendió establecer qne Radford era un LOCO y, por con:-,'ig-llieute,irresponsable de sus lwehos.
:Nada 1'11(10logl'arse con C8to artificio de la DcfenRa si no fne anarqnizul' las ideas 1'1 volver cOlltrarios
los planes de los que se interesan por la ahsolucilÍn
de Ral1forll : los Defensores Ooek Báyer y Botcro U.
ball ahandoIla~lo el pretexto Ile la inMmi(t" hecho que
en ningún caso admite el reo; mientras el Defensor
Dr. Riasoos, obrando t'n armonía con mucho....,de los
amigos del procesado, agotlÍ lo,; medios para probar
(¡He éste es un ycrdadero loco. El Secretario del Departamento de .Marina de los Estados Ullillos, H. A.
Hebel't, relacionado Íntimamente
con Uadford, le
aconseja en sus cartas se deje guiar eu todo por 108
-22consejos de su Defensor Dr. Riascos, y agrega las siguient<ls palabras con que, sin duda, hace alusión al
pretexto de la locura:
"Confiésele todo. No le oculte nada, ni de lo presente ni de 10 pasado.
posa ell la dcfmsa
Me parece que la '¿,Úea esperatlzil reque él (el Dr Riascos) propone hacer
por Ud .•......
y todavía más claramente le habla al procosad.o
el l\Iinistl'O <le la I,egacióu Xorte-americana,
residente en Colombia, quien le dice quesu defensa (lebe ser la locma:
Your defCllse will be blsanity.
(r)
El procesado UaMord no c."., ni ba sido un loco.
Eu su larga villa pueden hallarse hechos quo no estén
en armonía con su carácter ni con sus, en otro tielllpo, muy buenos antecedentes, ejemplos de excentricidades que prueban sí un principio de desequilihrio
en las facultu(lcs intelectuales y afectivas, pero que
no bastan para sospechar la existencia de la loelll'a,
tanto más cuando se conocen las cansas de esas lige.ras perturbaciones de qne nos hablan las cartas de
8US amigos.
Debemos creer que Radfonl fuera en su patria
una persona estimable, poseedora de elevada. y merecida posición social y acatado por sus conciudadanos
más ilustres. Pero, por desgracia, Radfor<! se dio al
abuso excesivo del licor duranto muchos años, sus
facultades intelectuales y afectivas perdieron su vigor
primitivo, su carácter cambió radicalmente, sus g'us.tos dobieron mouificarse de un modo esencial, su he(1) COllsáItense 108 últim08
tancia y no foliados aún.
documento8
presentado8
en cdta ins-
'uévolencia se troc6 en las irascihles manifestaciones
de su atrabilis, y el orgullo y la dignidad, sentimientos qne más arraigan en el corazón del hombre, se
'~ambiarou en completa indiferencia por sn propia
honra. Por eso Radfor<.lse degrada hasta hurtarse
}lUrte de los capitales qne en él hahía depositado la
pÚblica.
'Coufianza
ITé
aquí cómo los amigos llel procesado declaran
sohrc esta grave lllut:l-'eióu de carÚcter:
,Jol1n G. \Yintcr, abogll.llo
gOIllCl'j',
de la cindall
hablando de Ha(lford, dice:
En los últimosaÍlos
't:reciendo
~e dio al alcohol, \'icio
en él hasta que: paró
de alterarse
uso de su juicio,
y hacerla
perder,
Hace unos tres años
grado visible semejante
que fue
el hombre en un vcrda~
y á tal punto que sus facultades
.dero borracho;
.les hubieron
de )Iont-
menta-
á veces, el
hube de notar en
estado porque
se despertaban
en
-él repugnancias y preocupaciones
sin motivo, El; los últimos tres años parece haber perdido toda idea é. recuerdo del valor del dinero, é imaginarse
.de ilimitados
recursos
pecuniarios;
no solamente
gastaba
con
descabellado,
sino que contrajo
-'Cabo se volvi.ó iracundo
era poseedor
y, en consecuencia,
prodigalidad
y de un modo
deudas inexplicables,
y á las veces dominante
luto, rasgos verdaderamente
90, Cuaderno
que
ajenos
Al
y abso-
á su carácter,
(Fs,
VIII).
Vincent ~L ~~lmore, de la misma ciudad, dice:
La primera
-Randolph,
por su discreción
confianza,
cosa que atrajo
mi atención
fue que
que antes de aquella época había sido notable
en cuanto
se voh'ió indiscreto
á los asuntos dejados á su
por extremo
'em'bozQ de "Cosas que se le habían
y hablaba sin
confiado y de las cua-
-24.,....
les no debía hablarse.
La segunda cosa fue que ese 110m'"
bre, cuyo culto á la verdad
era
tan
severo que solía no
tolerar que asuntos de poco momento en conversaciones
ordinarias se refiriesen de otro modo que con la precisión de tiempo y de lugar, llegase á ser tan inconsciente
en sus actos (irrcspollsiNe),
que s.olía hacer relatos que no
solamente
diferían de llna manera esencial de los hechos.
del caso, sino que á menudo refería cosas que 110 había11
succdido, é illsistía COIl ellergía en asegurar que eral1 czcrtas, apelalldo para corroborar/as
al testimollio de sus ami-
gos presentes como que habían tomado parte
(Cuaderno
e11 lo relatado.
citado, fs. roS).
A pesar <leeste pasaje escrito por nno de los amigos más íntimos de Hadford, los Sres. Defensores inF.isten en que se crca en las palahras de aquel re01
contradiehns por cinco testigos!.
_
Finalmente, .Tohn S. Cobhs, compañero de la infancia del procesado Hadford, ,dice hahlando de éste:
Hace como quince años contrajo el hábito de beber en exceso, pero todavía conservó las otras cualidades:
que he mencionado,
hasta algunos
tida de esta ciudad, la que
1895 (f'l. 158, Cuaderno
tuvo
años antes de su parlugar
á principio
de
VIII).
De lllanera que cuando Raufol'(T l1ny6 de su país
alzándose con fÓlldos lIÓ-que era depositario en su car¡íeter de Juez; cuando mudó su nombre como !)araborrar el estigma del delincuente r la; desllOnra que
estaban unidos al nombre que llabía heredado; cuan(10llegó á Cali é hizo conocer la irritabilidad de su
carácter disparando varias veces un revólver, sin ningím motivo, contra Buenaventura Lenis; cuan.do, el}
fin, amenaz6 de muerte al Sr. Simmonds ~' cumplió la.
-25'--t·
aUlCUU7.n con la comisión
d.d asesinato,
Radf(ml
nO'
era un loco sino lin (lesgrncÍllllo en q\lien apnl'ecímt>
las cOllsecuencias
de una
lar,!.:";).villa
de
intemperan-
cia, las manifestaciollCil del aleoholismo.
l)erfectamente aplicahle al sin<lic:1I1o son los rasgos con qne el sahio 'l'ardicll :-eflala los (~nl1lhiosfisiológieos y psícolúgicos qne se l'ÍectÚan cn los ehrios
cOlls\letudillarios
:
A veces, dijo el eminente alienista, en estos individuos, el hábito de beber ha sido provocado por la net;e>lidad de aturdirse
sobre una pena, una desgracia, una
ruina reciente,
ora por \Ina especie
ritu ó de agotamiento
viduos
de debilidad
físico que ¡¡rrastra á algunos indi
imbécilc5 ó diso;uios
á l.>lI~carllna excitlción
ticia que se les hace cada vez m(ls necesaria;
figurarían
los pretendidos
beber por
una especie
bre el carácter.
fic·
entre éstos
clipscíl1lilnos, los impulsados
de
sed
mórbida,
cambios quc tienen lugar bajo esta
completa;
de espí-
El alcoholizado
si era obrero laborioso,
á
Los primeros
influencia
recaen so-
cae en una indiferencia
muéstrase
é
perezoso
inexacto; no cuidadoso de SllS negocios, ni de sus intereses, abandona Sll direcciÓn al azar; S\l sensibilidad natllral se embota;
dolor y la miseria;
ble, violento,
educación
brutales.
cnl1mon:rse,
en
torno suyo el
afable y pacífico antes, es hoy irasci-
arrebatado.
primera,
sas y sórdidas,
ve, sin
Sus h;ibi~os de distinción,
ceden en sitio á costumbres
á un lenguaje
grosero,
á unas
su
crapulomaneras
(1)
Con tanta ra7.ón, IHlcf;, se dijo en La Tri7Hwa, pcl'i()dico de Chicago, hahlal\(lo de HaMor(] y lt:wienllo.
alusión al alzamiento C011 fondos pÚhlicos y al asesinato ,lel Sr. Simmonds: lVllisky ({J/(l !/mltblillg callsecl
(1) Tardieu. La. lnema, l'(¡g. 221.
'-'26:his dOWllfáll. El aglUlrlliente
'Y el jtt.ego causaron sti
''Caída.
l,a legisluC'ióu colomhiana.,~()n"OOrde con las le·
gislaciollcs de los pueblos más civilizad6S, aunque á
·-este respect<> las modernas escuelas criminalistas cla'man por la reforma, no tiene en cuenta, para atenuar
·.el delito, la:> pequeflas ni las grandes transformacioo
'nes del carácter del Ileliucucute, tmnsformacioues debidas á la voluntaria intmdcaci6n alcohólica, ;ya sea
·esta intoxicacitSn lenta como en el alcoholismo cróni'co, ynsea repentina como en la borrachez ó en el alcoholismo agudo. (Véanse los artículos 30 y 117 del
':C. P.)
:Ni la irritabilidad
de carácter del reo producida
1101' el consuetudinario
abnso Ilellicor, ni la peqneña
·,difercncia. olml'rida en ell1cgocio ue los terrenos, dife~
rencia que el vendedor prometía zanjar, aceptaDllo la
1'esolucióu del contrnt,o, son, pues, móviles que atenÚ(>n el hOlllieidio, ni circunstaucias qne puedan im~
pedir nna fría t1elibcmción, por lo cual no excluscn la.
;pl'emcditaciúnoel
delincuente.
Venidos á tierra los estímulos que dice el reo tu~
para cansar la muerte al Sr. Simmonds, el homici'dio queda colocado en el grnpo de los delitos preme~litados, ora en obedec:imiellto de la presunción legal,
--oraen fuerza de uu raciocinio lógico dependiente del
,ejercicio del libre alhedrío, pues cuando el hombre no
se halla bajo el imperio de una fuerte pasión del momento que nuhle su intelig-encia, haga vacilar su vo.luntad,y lo constitllya en.instrumento inconsciente de
'su propio instinto, su simple senHdo común lo 'neva á,
.meditar solJrelosmás
acostumbrados actos de la ví'YO
-27~
.(la. Sabia es, por consiguient~,
tablecida por el Legislador
fj85 del C. P.
la presunción legal escolombiano (~n el artículo
Pero el Jlll'ado, para resolver afir/llatÍ\'amente
que Radford 0111'6 con preme(litaci6n 6 deliberación
previa de dar muerte :í Simmonds, 110tUYO Ilecesidad
do ilustrar &Uc011ciencia CIIlas presllllciollCS de la Ley
lIi en la ausencia (le fuertescstílllulos
que ]Ieyaran á
la comisión del crimell. Kó; el proceso, haeie!l(lo llIá¡;
desgraciada la cowlici()11 de Radford, Ill:ís illdisf'ulpa1>10y grave sn reato, suministra prnehas plellísimus
para demostrar la fría Jll'cmeditaci6n. La exist(~llcia de
csta prueba cu la cansa es, si se quiere, exeepcional;
UIla vez que ell' la gCllel'ali(la(1 de los easos los niminalos ocultan sus illtelleioncs, y quc la prclllcditaci()Il,
como consecucncia de HIla sucesión de fCl1lílllellOSpsico16gicos ó sul\jdinls
cnmplidos en lalilente (lel reo,
escapa Ú las apreciaciones
do testigos y 110puede conocerso sino por iufel'cncia, lo que diticulta la prueba
plena.
En efecto, s{luese que R.adford (y así ha si(lo confesado ingenuamente
por los Srcr-;.J)efellsO\'('s) estaba
.en desacuerdo con Edgar J. Young por llIoti,'o de nna
>difet'eucia hahida con é¡;;te en su car:í..ctel' de ~oll1isionado por SiUllllOllds para entregar á aquél ó seiialarle los lindes de los terrellos que le hahía "cndido. Y
sáhese, asimismo, que lllomentos antes del crimen y
eil presencia
de un extranjero llamado H\1gh Rohinson, manifestó Hadford, cargando dos 1'(','ol\'crs, los
mislIIos con que cOllclIl'l'ió á la escandalosa cs~ella del
,asesi nato, que Ulla de esas armas era 1)0 rn 1Ilatar «Mr. Simmonds
y la otra para matar á
YOIl7l!l,
f'Il
caso
-Z8de que éste IW interpusiera en su d(fenslt. ( Véase la de.
claraci<ín de fs. 1]6 v., ClIallerno
1).
Allí mismo en esa declaración dice el testigo
no-
híllson (fi;. 117 v) ~
Que
es cíerto, porque le consta, que la noche antes
del suceso,
en presencia de Robert
Davidson,
de Martin
y del exponente,
Radfcrd
deMr.
y le diJera que le mandara el documen-
Simmonds
to de la casa
prado;
le dijo á Martin que fuera don-
que estaba en el terreno que le había com·
que de lo contrario,
al día siguimtc
ti las nueve de
la 1l0ehc lo mataría.
Las a¡.;everaciones del testigo Rohinson están de
acuerdo snhstancialmentc
con las del comísionado
por
Hadfol'd,
ClIude1'\l()
J. Aloert
:Martin,
1}\1ien
1):
Es cierto, me dijo Radford
en presencia de los testi-
gos citados, que fuera donde Simmonds
mandara
el documento
no que le había
guiente
dice (fs. 12(1,
y le dijera que le
de la casa que estaba en el terre-
comprado;
que dc lo c<J11trario,al día si-
ti las 1lltC'iJCdc la nochc lo mataría.
Bastarían estas d(>s declaraciones
para estahlecer que el procesado tenía. desde la. víspera del cinco
de Septicmbre el designio de dar mnerte al Sr. SimmOIHls, y IIne momentos
antes
del hecho ratificaoa
su illte1l(~ión con las manifestaciones más francas y
categóricas. Es de ohservarse que aunque los Sres.
Defensores
han prctenllÍllo
ver cn cada diligencia
Ulla falsc(llHl y en calla declaración
nn perJiuio, las
exposicionc¡.; de los testigos Hohinson y Martin no
son tachahl('s en ningílll motivo, y de serIo, lo serían
por parcialidad
á favor del enjuiciado Rallford, con
qnicll hahían tenido íntimas relaciones, pues Hobin-
son era el paje del reo, y l\la.rtiu tenía con este reo.
Nltera confianza, IlHsta el puuto de desclllpeiíarle
co.misiones importantes :mtes y después (le que el
ú.ltimo (Hadford) fuera reducido á prisión. (Yéansc
las declaraciones dc fs. 8, 10 Y 11 del Cuaderno V).
Pura fortalecer lUl~or la prueba dc la deliberación
previa que constitll~'e la premeditación
en lln delito,
vicncn l.ls circunstancias siguientes, lliUY dignas de
mc{litado estudio.
Uadford se presenta á la llabitación del Sr, Simmonds armado de dos revol,-ers, sin quc este hecho
tenga otra explicación que la de que 110S hablan los
testigos RolJinsoll y }fartin, <í sea la de tomar las mayores seguridades para la ('omisión del <lelito. y
110 se diga, COIIIO lo afirma el Sr. Defensor Dr. Cock
l~á~'e1',qne uno <le los rcvoln~rs 10 llcnlba Hadford
COIIIO <le Sll propio ~-constante uso y el otro para darlo á su mayorllolllo Davi<lsoll.La circunstancia de haher proYÍsto (le pertrechos las dos armas 1lI011l<mtos
antes (le! crimen, indica que 110 acostuIllbmha ir armado en la eÍwlad, y no es \'(,t'osímil, por otra parte,
lllle, sin el l'ern'l'so designio del asesillato, Ileyara
la~ dos arlUa~ cmbarazos:ls pOI' sn peso~' Sil tamaño,
cnando podía (le.ial'la~ en ca~a y tomadas en el momento de partir para la lladeuda.
Se lla dicho <p1o el proces:t,lo estuvo en esta hacienda, poco <listallte de la cillllac1 de Uali, el mismo
di:1 CII cuya tank cometió el crimen;
~. la declaración de }{obcrt C. Dusidson (fs. -11, Cmalel'llo 1) deja
entelldcr e1araIllcllte 11Ile aquel (Radford) 110 repetil'Ía el viaje sino al día. siguicnte, en el cual, de acuerdo con lo prometido, debía llevar el revóh'c\' Colts.
Sin embargo, el proee:sado prepara viaje para la rnisllHt tarde en que ha asegurado
matar á Sll yíctima y
-30'deue encontrarse
con cIJa; ordena que le lleven el'
caballo provisto de arreos á la plaza de la ciudad,
muy cerca de la hahitación del ~k; Simmonds , .J,
1:r ftnalnwnte, lleva consigo una fuerte suma en moneda.~
de oro y Lilletes nacionales.
~Xo indican estas tres
cirennstancias, eonresallas por los Sres. Defensores,
que n:ulford preparaba con antda,ciún la fuga para
ascgnmr su impunidad, salvándose de las autoridades
uel lwís como se 1mbía snhstraÍllo de las autoridades
de Sil patria? ~yno es de creerse que esa filga, preparada y 1Iwditada, se hubiera frw;trado por la inmediata per:-i('Clwi<Ínqne le hicieron el tesNgo :Escipión
.T. Carvajal 3' algunos militares,
Ó pOl'que aquél no'
hallara p1'01lto sn cabalgadura, ú porqne olvidara la
orden dada respecto de ésta, turhada su memoria con
la preoellpaei()!l del espantoso orimon quo acabaua ue
cometer?
El SI', Dr. Cock, que tan extensamente
]la trata-do las cuestioDPs desde puntos relacionados
con la
defensa del reo, no ha podido, sin embargo, dar la
explicación satisfactoria de estas circullstancias. Solamente l1iCC que Radibrd lle\'aba á su fi~lCa Ia fnerte
suma de más de tres mil pesos, porque necesHaba
estas cantid:ules para emprender lahores agrícolas.
Olvida el Sr. Defensor la imposibilidad en que se hanaba su clientel1c invertir en pocos días toda esa suma () la mayor parte de ella, y OSl)(~ialmente la cantidad de oro, en trabajos que ni siquiera había inicia-do, Olvida todavía más: que en la misma ciudad deeali pOllía Hm1f()l'(l pagar más t~'tcilmente la suma
que invirtiera en los trabajos de sn finca, sin exponer811 dinero á los peligTos
que lorodearíau-en un des--
DOblado.
·-rff-·
Forzoso es concluir, pues, alluqne ello C:tn8epe~na al infmscrito, quc la explicación
del SI'. Defensores biclI fútil, y qne todo Ilculllcstra. que el asesino
preparó la fuga para u:scgurnr :,;u impullidat1.
¡Quién en vista tie este cÚmulo de illlpol'tant.es,,;
hechos pnedí, vacilar en decidir que se trata. de un
llomicidio premcditado!
cmCVXSTAXCIAS
HE ASF:SI~A'l'O
Ijas cÍl'cunstaneins de asc~illato en el delito de·
homicidio están Íntimamcnte
ligadas cou la premeditacióll, de tal modo qno la existenci:'l de aquéllas,
en la generalidad delo:s caso~, corrobora la existcnde estotra y vice-\,(:)l'sa. La PI'('llw(litacióll es la base'
del asesinato, {¡ltima l1IaHife:;t¡l(~ióu(m la escala as-cendente de los crÍmem's, y prohada, ba¡,;ta nn ligero,
t.~tndio para decidir si en 1m hOlllici(lio cualquiera
iJoncmren Ó 11Ólas e~l'cnllstaneiHS especificadas en el
artículo 5.86 del Código Penal.
Dico el citado artículo 58fi del C. P.:
Artículo 586. El homicidio premeditado toma la denominación de asesinato, cuando los. agresores lo cometen mediando en él una ó más de las circunstancias si-guientes;
3~ Con. alevosíaó traición y sobreseguro; ya sorpren-.
diendo descuidada, dormida, indefensa ó dcsaperdbidll. á.
la pers~na asesinada; ya llcvándola con engaño ó perfidiar.
ó privándola antes de la razón, de las fucrzas, de las ar~
mas ó de cualquier otro attxilio para facilita.cl asesinato;.
ya empeñándola en alguna riña; ó ya usando de cualquier otro artiñ.tio para cometcr el delito con seguridad ¿,
para quitar la defensa al acometido .•• _. _
_.~'En efecto; como dedncdón cientifica de las obscrvacioncs
hechas en el cadáver del Sr. SimrnolHls,
lu:; muy competentes
peritos r esclarecidos médicos
Dres. Evul'i:sto García, L. J. cricúechea,
Adolfo Tenorio .r Pablo GarcÍa, aseg'nran bajo juramento:
El Sr. Simmond~ ha sido muerto (tlel~o8amente, SIfl
que haya indicio de lucha
Cuaderno
ni defensa
armada
(fs. 18 v.,
1).
y dice el mt ículo 80 de la Ley 105 de 18901 sobre
1J'{forlllas
judiciales:
Las declaraciones
que
estén
profesión
sujetos
expOll.r:an
de los facultativos
á los sentidos
con seguridad,
tlqlld!os /tecitos)' de los principios
jt.lYJlW7I
sobre ioshechos
y sobre lo que segÚn'su
como consecucneia
incollc1tSOS
de la
de
Úellcia,
plena pnleba.
llieu :sahido es que la perfeccionada ciencia médico-legal,
que ránta luz ha arrojado sobre el call1po
del Herccho, sumiuistl'u los lIlcdios de conocer por la
simple im;pecdóll tIcl cadáver de una persona, lUuerta á cOllsecncllcia
de Ull delito, muchas
las circnl1staucias IIne eOllclUTÍl'l'Un en ellllislUO delito. Así, nadie que no pueda apreciar con perfecto conocimiento
.le la ciencia las observaciones
hechas por los ilustrados lllédico-legi.~tas,
se ltaEa autorizado para decir
<¡ne las dClltlcdones
Ile éstos 5011 uycnturudas
ó contrarias á la l'l'alillad de los l1ec110s.
Por lo delll:ls, aqucllas deducciones científicas estÚn ÍntimamclI te de acnerdo OOll los datos que, más
t:U'!le, sumillisÍl'lí la iuycstigaciúlI, y por los cuales se
comprobó el ase¡.;inato por medio de indicios fehacientes,
lIase dicho ~'á que el Sr. SitllIllOlHls tUYO cOlloci
ue
M
miento de qne RUIlford se encaminaua hncia él, porque así se lo dijeron los testigos Ramón Delg-ado y
Lorenzo Vahlerrama, quienes se llllllauan en IUi-3puerte'lSdel almacén donde oCllI'l'ió el coulIlon'¡}ol' Hi-3csi1Iato. l1Jstc an uncio sirvió aJ SI', RillllllOlllh; para desii-3'
1ir de UlI paseo Ú que i-3edisponía IH)('OUllt('S, y pasando á su escritorio agn:mló tl'alH]\lilalllclIte á Sll ase~ino, escrilJiendo algo que sc igllol'a, Lncgn d SI'. Silllmonus fue sorprendido inermc y Iles:ll'er(~i hitlo.
y quien, cegalla Sil razlÍll por el illte¡'(;'" pcreeefle1'0 tle oUtener
un t~Lllo contmrio tÍ la justieia. llegne
~iqniera ii sospechar
que el Sl', SillllHOlltl." rceibió Ú
Badford de \lua mallera inOOll\'ellielltl', olyi(la que la
viethna si 110 huhiera cOllii:lflo ell que el podel' de la
inocencia y del buen carácter (lesarllla :i yeoos los m:í.s
violentos y empedernidos criminales, se hau\'Ía preparado para contrarrestar
cou SIlS déuiles f\wl'zas de anduno, el ata(lllC que, con amCIHlzas de muerte, le anulIciaba el testigo l\Iartiu, comisionado al ~feeto pOI' el
mismo asesiÍlO. l)orque, á la \-cl'Ilafl, 1'1 ~r. SilllllloJHls
tuvo tiempo para armarse, tiempo uastautc para pedir auxilio á las autol'hla(les~· pam l'ode:u'sp de Sil"
numerosos amigos; y si no lo llizo así, fll.e pOl'qne no
llegó á imagiuar jamás que Hatlford cometiera el mÚs
iufame de los crÍllwnes contl'a Ull anciano como él,
cnsi octogenario,
que le hahía prm;tu(lo ueogj(la con
tiU caracwrística
benevolencia, otol'giÍlJ(l()I(~ illlportalltos flwores y beneficios y la faeilitla(l d(' tml):~j:n' honru(lamcnte e11el territorio catwano.
Tampoco llU(lo nnnca el ofendi(lo imaginur¡.¡c que
el crimen se COllS\llll:11'apor \lila diferencia (le pequeílOs
intereses, diferencia
quc el mislllo Sr. SillllllOlHls S~
prestaba á arreglar, pouic]I(lo lÍ escoger ii Hadf(H',l on3
-34tl'e el contmto ('scritll1'ado ó la resolución con la deyolnci611 inmediata del precio de la compraventa.
Asimislllo
los Sre.'S. Defensores que aparentan
creer en la existencia de palahras ofensivas ó acres,
Tcrtidas POl' la víctima en el JIlOIIWlltO de recihh' la
lIlncl'te, y qne juzgall siquiera posihle nna lucha entre aquélla y Sll injlfsto matauor, olvidan qlt~ el Sr.
SimIHolHls era. perSOlHt á quien nunca se le vio ui".
gnstm' con nadi(', ofenller, nsar de palabras hirientes j
qne era incapaz de eutl'ur en una lucha y menos en
la muy inverosímil
yahsn·rda
de atacar armado de
una silla á un homhre fuerte, irritahle en SUIllO gl'a.
do, valcroso y }ll'Oybto dI' dos revol \'el'S, El Sr. SimJlIolHls había sido COlltel'ciaute en casi toda su larga
y hOll1'ada vida, y bien sabido es qne el cOJlwrcio dn!cHica y suaviza el carácter, amold:illllolo á las diarias
contrallic·ciollCS y l'cqueílOs incidcntes J' molestias
qnc presclltulI los negocios.
Empero,
]0
qne mejor prueoa la ansencia
de
]11-
chn, aun de simples valalmls, entre la víctima~' el
asesino, y estahlece, por cOIH~iglliente, qne éste consnm6 el homicidio valiéndose de la absoluta indefensión de aquélla :l quien sorprendió inerme y (lesaper-.
cibilla, es la cit'cllllstancia de qne l'cr8ona~ como los
testigos Delg-atlo J' Val derrama, I}uienes se )13.11a1>an,
según se ha dicho, en la misma puerta del almacén,
no tuvit'ron tiempo de prestar auxilio alguno al Sr.
Simmonds, qne recibió tres disparos tal vez antes de
qne, en medio dc su perplejidad, se hubiera dado perfecta cnenta de qne las amenazas de Raclfor<l iban á
tener un triste cumplimiento. Es obvio que los test.igos Yalderrama ~' Delgado, aunqne ignoraran
COlll-
pletament.u la lengua inglesa, en la cual se cruzaron
algunas palabras Radford y su víctima en el momento del homicidio, se hahrían enterado lle la lucha lí
hnberla hallido, por el touo fuerte de las palahras y
las modulaciollcs que la it'a imprime á la voz. Esto
lcs habría llevado á prescmciar el crimen; pel'O consta
que no se movieron de sus pncstoi-> sino por la detouación del arma homicida.
De modo qlle huho asesinato, porque Uadfortl dio
muerte á Simmonds con alevosía ó á traición y sobreseg'uro, pues lo sorprendió
inerme, inuefenso y
desapercibido para nna lucha.
y aun admitiendo, por vía de argumentación,
que
el reo hubiera entrado en verdadera rifía, la cual debió provocar en cumplimiento
de sus amenazas~' en
satisfacción de su carácter irritahle y de sus injustas
exigencias sobre un contrato perfecto; aun admitiendo la invel'Osímil farsa de que el Sr. Simmollds se armara de una pesada silla para lnchar con Radford,
no por tales circunstancias
se lihraría éste (le las severas sancioncs que la ley ba estahlecido contra los
asesinos, pnes empeñó á su víctima en una riña ó pelea llue elmisUlo reo provocó con ventaja conocida
de su parte, ora por el. vigor de su edad, ora por los
magníficos revol vers de que estaba provisto J' por el
conocimiento que tenía, como militar veterano, en
el arte de la clefensa y el ataque y en el manejo de
las armas.
En consecuencia
obró muy bien el Jurado al resolver afirmativamente
la seguuda de las cuestiones
que se le propusieron: de no haberlo hecho así, su fallo habría sido notoriamente
injusto. Los honrados é
imparciales
ciudadanos
á quiene¡; tocó en suerte la
-36penosa obligación de juzgar á Ratlford, deben sentir
satisfecha SlIconciencia al considerar qne han cnmplido estrictamente las leyes de su patria sin debilidades ni conteml'OrizllCiones,que, por la importancia
excepcional de la persona del reo, htihrían sido en este caso nn vel'dadoro haldón qne ccharían sobre ellos
y sohre sus condudadanos.
Eljnsticiero veredicto del .J l1i:'ado
trae, como con·
secuencia legítima, ]a aplicación de los artículos 597
y 598 del Código Penal, )', por tanto,]a condenacÍl'm
del reo á la pena de muerte.
OBSEUV ACIoNE8.
No concluirá el subscrito esto dict.amen sin protestar contra ]a ernbozad~ amenaza do una :,}osible
reclanutción internacional, amenaza que, seguramente
sin caer en la cuenta del tremendo insulto que entraña contra la Patria, lanzó el Dr. Cock Báyer al CO\lcluÍr la afortunadamente estéril, aunque bien elaOOraua defensa del reo. Ello es que, por des.gracia.,se ha
vuelto muy común entre nosotros el intimidar los
Jueces y pretender al'rebatarles la independencia
amenazando á Colombia con un conflicto internacional, cada vez qne en un proceso se trata de los intereses ó de la persona de un extranjero. j 'l'riste
~ondicióll á que hemos podido lleg-ar los eolomlJianos!
Por sentimiento de noble orgullo, por deber del
más rudimentario patriotismo, toda persona está obligada á respetar la soberanía inmanente de su nacionalidad y á exigir do los extranjeros ese mismo l'~Speto. Mucho más que la luminosa estela dejadll por
Sócrates en el vasto campo de]a sabiduría humana,
mucho más que sns virtudes, más que su doctl'Ína se-
rena j' e·wiritnal, J1I'imcl'impulso que recibió la humanidad para salít, del paganismo gl'osero é infecundo, lo honra á llUl\stl'OS ojos la resignación con que
recibió el martirio por no suhstraerse
á las leyes de
su patria, Gravo ofensa hace á su país el que por inten'ses mezquinos invoca Jueces extranjeros
contra
sns ,Jueces naturales, y plll1iern compa.r:í,rscle al hijo
desnatm'ali7.ado qnc llama ;, los enemigos dc sn pa(lre
llara contrariar los fallos llicta(los por él, en el hogar,
como cabeza de llIHt familia.
Plegno al Cielo qno esas amenaza.<;, explícitas
ó veladas, sobre intet'vención <le nna Potencia extranjera en la aplicación de las leyes colomhianas,
no vuelvan jamás á salir tle los lahi'ls de un compatriota, j Sobre los ,Jucces lle Colomhia ))0 está sino
Dios !
Si Uadford es nn asesino, como se ha demostratlo, qlll~ Sil sangt'c expiatoria humedezca el tenitorio
colomhiano, y en él quede siempre f'l'esca para que
los ext\'lmjl't'Os tengan ~nte sns oj os algo irnponentelUémt,e sevcro qne les ree1\erde S1\obligación de res.
petar nnestras leyes. Y si 01 Derecho Internacional,
tdullfo ¡le que alardea la civilizacil)n moderna, no es
en su práctica sino 01 imperio de la violencia y de la.
inj llsticia, q ne qnede {~ nuestros J ncces la satisfacdón de haber pospuesto todos los intereses terrenales al cumplimiento de la más hermosa y enérgica de
las máximas:
l<'IAT ,Jl;STlTIA,
PEREAT
MC.:o..DUS.
Sres. Magistrados.
S.AMUEL VFJT;rr.LA.
:Medellin7 23 de Julio de 1897.
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