Vol. 11, No. 1, Fall 2013, 395-401 Review/Reseña Jaimes, Héctor. Filosofía del muralismo mexicano: Orozco, Rivera y Siqueiros. México: Plaza y Valdés, 2012. El muralismo mexicano desde un filtro filosófico. La relación entre la estética marxista y el muralismo Maricela González Cruz Manjarrez Universidad Nacional Autónoma de México En este libro, Héctor Jaimes consigue dar un panorama general del muralismo mexicano, pero también estudia aspectos específicos del movimiento muralista, centrándose en los fundamentos conceptuales, en las propuestas teóricas y en las realizaciones plásticas concretas de sus tres representantes más destacados: Orozco, Rivera y Siqueiros. En función del discurso desarrollado en esta investigación, la obra se puede dividir en dos partes. En la primera—englobada en el apartado González Cruz Manjarrez 396 llamado “Memoria del muralismo”—, el autor analiza los fundamentos del muralismo como movimiento, sus vínculos y discrepancias con el proyecto de nación del moderno estado mexicano posrevolucionario. Se estudia también el surgimiento del movimiento y su radicalización, así como también sus aportaciones plásticas y sus propuestas estéticas. La consideración del muralismo como movimiento vanguardista posrevolucionario se define a partir del impulso del “Manifiesto del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores”, publicado en El Machete. Desde esta perspectiva, Héctor Jaimes acertadamente define al Manifiesto como una “memoria fundacional del muralismo” (127), ya que en este texto y en los primeros murales realizados en San Ildefonso, se establecen las líneas básicas que definirán al muralismo inicial, activo durante las décadas de los veinte y treinta del siglo veinte, así como la dinámica artística y la conceptualización política y estética del movimiento que continúa hasta la actualidad. En “Memoria del muralismo” se revisa la relación establecida por los muralistas como grupo con la estética marxista, así como la relación cambiante de los integrantes del movimiento con el Partido Comunista Mexicano, con la Internacional Comunista, con los alcances de la Revolución Mexicana y se examina su postura respecto a los postulados políticos y estéticos procedentes de la URSS, como es el caso de su distanciamiento y crítica respecto al realismo socialista. El autor cierra este discurso con algunas reflexiones en torno a Rufino Tamayo, lo que parece romper de alguna manera con la unidad discursiva del libro, si bien deja cuestiones abiertas en torno a futuras investigaciones sobre el muralismo considerado como el movimiento plástico más importante del siglo veinte en México. La segunda parte del libro consta de tres apartados que corresponden a los tres muralistas y se titulan: “José Clemente Orozco: el mural en llamas”, “Diego Rivera: el espíritu vanguardista” y “David Alfaro Siqueiros: el humanismo dialéctico”. En esta parte queda demostrado el amplio conocimiento que Héctor Jaimes tiene respecto a la trayectoria personal y plástica de estos muralistas, así como de los propios murales, logrando explicaciones y acercamientos brillantes y originales, como en el El muralismo mexicano desde un filtro filosófico 397 caso de los murales de Orozco del Hospicio Cabañas o al tratar de La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos, última realización plástica de Siqueiros, que para Jaimes: “contiene…todas sus obras anteriores; pues en ella se llevan a cabo de manera excelsa y magnánima, todas las teorías estéticas del pintor y éste expone su filosofía de la historia, la cual es—en esencia—materialista y dialéctica” (140). Durante la presentación de su libro en la Ciudad de México, el 16 de mayo de 2012, Héctor Jaimes expresó que en esta investigación estableció un diálogo entre la teoría y las obras; ya percibió el autor que “el mural también le habla [a la teoría] y esto fluye en el texto”. En este sentido, se establece una interrelación entre las obras, la teoría y el planteamiento conceptual a los murales. Éste es un ejercicio poco común y uno de los méritos del libro, ya que generalmente en la historiografía del muralismo se lo estudia desde la óptica de la historia o desde la crítica de arte, permaneciendo en la inmediatez de las obras, contextualizando sólo aspectos de su producción plástica o de su historia. Otra tendencia es la que analiza cuestiones teóricas, desde la estética y la política, respecto a los murales y los muralistas, estableciendo una relación mínima con las obras. Este ejercicio dialéctico que transita por los planteamientos generales y las abstracciones, ofreciendo ejemplos concretos con consideraciones particulares sobre murales específicos, es uno de los aciertos más destacados del libro. Al revisar la trayectoria y la obra de Orozco, Rivera y Siqueiros, definiendo sus alcances, sus aparentes o sus indudables contradicciones, así como determinando su relevancia y su lugar en la estética marxista, en la cultura y el arte, el autor permanentemente mantiene un vínculo con la postura humanista y social del muralismo, así como con el marxismo, ya que como anuncia desde la introducción: “el marxismo no es un aspecto menor o superficial del muralismo, sino parte de su esencia política y filosófica” (15). Entre los asuntos tratados no podía faltar el de la polémica sostenida entre Siqueiros y Rivera a mediados de la década de los treinta, que como bien apunta el autor, “constituye un debate ejemplar sobre la dificultad de interpretar y aplicar la estética marxista” (50), y “puede González Cruz Manjarrez 398 concebirse como el primer gran debate teórico-práctico sobre la estética marxista en un momento crucial de la historia de México, donde el arte cumplió una función política y pedagógica a la vez” (53), de ahí que los nueve puntos acordados por ambos muralistas como resultado de la polémica, fueran la piedra de toque para movimientos plásticos tan importantes como el del Taller de Gráfica Popular. Jaimes menciona estos nueve puntos del acuerdo entre los pintores, dentro de las consideraciones finales de su libro y concluye que son “esencialmente aspectos ideológicos”, sin embargo, esto no es lo más relevante para el autor, para quien es la condición estética del propio muralismo la que explica tanto el debate político, como el debate filosófico que gira en torno al movimiento. Hay que destacar que en el libro se expresa abiertamente el marco teórico desde el cual se define y valora al muralismo, que es el de una estética marxista de corte antropológico y humanista. Desde esta perspectiva se destacan pasajes de obras de Marx, se retoman aportaciones del Dr. Sánchez Vázquez y se establece una distancia con respecto a obras y autores que destacan la condición ideológica y política del arte en el marxismo. El autor menciona que también se apoya en el filósofo húngaro Lukács, en su concepción del realismo, de la dialéctica y de la conciencia crítica y social del arte, si bien es más breve la presencia de Lukács para estudiar al muralismo, que está más bien asociada al análisis de las aportaciones de Siqueiros. También se registran—en menor medida— planteamientos de Althusser, Marcuse y Walter Benjamin. Desde la demarcación teórica y en los términos del marxismo en que explícitamente se sitúa este estudio, queda claro que una lectura y evaluación congruente del mismo, deberá ajustarse a los límites planteados por el autor y aunque se podrían examinar otras cuestiones y escritores dentro de esta línea del marxismo, se desviaría la atención del asunto primordial de este trabajo que es el del muralismo y el marxismo desde la mencionada perspectiva del humanismo del joven Marx y de la estética marxista propuesta y analizada por el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez. Un aspecto medular en esta investigación de Héctor Jaimes es su consulta de manuscritos inéditos de Siqueiros en la biblioteca del Getty El muralismo mexicano desde un filtro filosófico 399 Research Institute de Los Ángeles. El autor comentó en la presentación de su libro, que al revisar uno de los escritos de Siqueiros en la biblioteca del Getty, se encontró “con un pasaje deslumbrante, donde Siqueiros habla de aplicar la dialéctica (marxista) al muralismo”, de ahí que el propio Jaimes se propusiera “la tarea de escribir sobre el muralismo pero teniendo como instrumento el filtro de la filosofía”. Por ejemplo, una de las citas de Siqueiros que Jaimes rescata en su libro y que gira en torno a este asunto, es la siguiente: […] Sin darnos cuenta, empezamos a usar el método dialéctico, dijimos entonces: ‘el marxismo nos da elementos formidables, inclusive para la composición plástica’ y entonces pudimos descubrir que todos los intentos de análisis de forma en las obras y de las formas activas que tanto preocuparan a los cubistas, no era más que un intento de análisis de la dialéctica plástica, solamente que ellos no lo sabían, no sabían que estaban usando elementos marxistas para la composición plástica de la dialéctica materialista; empezaba a usarse una enorme cantidad de cuestiones científicas e ideológicas de todo orden que pudieran ser llamadas revolucionarias en diferentes aspectos. (126)1 Hasta ahora, son pocos los trabajos que valoran al movimiento integralmente, asociando los propios planteamientos teóricos de los muralistas con su práctica, su obra y su contexto, además de que son todavía más reducidos los estudiosos del muralismo que se inscriben abiertamente dentro del abanico de posibilidades que ofrece la estética marxista, como es el caso del Dr. Sánchez Vázquez (Claves de la ideología estética de Diego Rivera), del maestro Alberto Híjar (Para leer a Siqueiros, Diego Rivera: contribución política, entre otros muchos textos), de Miguel Ángel Esquivel (David Alfaro Siqueiros: poéticas del arte público, Releer a Siqueiros, ensayos en su centenario), y, por supuesto, del libro que ahora se comenta. Héctor Jaimes, realiza una seria y original contribución a los estudios sobre el muralismo mexicano, que en este libro se asocia a temas como el del nacionalismo, la historia, la identidad, la revolución social y la artística, las vanguardias, la función social del arte, el compromiso, la Este pasaje citado por Jaimes está extraído de la “Conferencia sobre arte pictórico mexicano” que Siqueiros dio en el salón de actos de la Escuela Nacional de Medicina , el 12 de febrero de 1935. 1 González Cruz Manjarrez 400 utopía, el activismo, la ideología, la propaganda, los vínculos y oposiciones entre arte y política, entre radicalismo, humanismo, deshumanización, heterodoxias y dogmatismo. Puntualiza cuáles fueron las líneas adoptadas por los artistas, así como los encuentros y desencuentros de Siqueiros y Rivera con el stalinismo y el trotskismo. Se refiere a las innovaciones técnicas, a los métodos de trabajo, a las soluciones plásticas y conceptuales, a los alcances de los murales, al empleo de símbolos y alegorías, al manejo del espacio, a la experimentación, definiendo la praxis artística y el sentido de la estética marxista asumida por Orozco, Rivera y Siqueiros. Luego de revisar en detalle las obras murales y las propuestas estéticas, así como el vínculo establecido con el marxismo por parte de Orozco, Rivera y Siqueiros, Jaimes llega a la conclusión de que Orozco “desideologiza su pintura para tratar de humanizarla plenamente” (154) y de que “trabaja con un realismo simbólico” (79) donde prevalecen el “esencialismo utópico” (81) y las “esferas míticas”( 82); por eso, aunque “el marxismo como filosofía está presente en muchas obras de Orozco […] el escepticismo ideológico que lo invade, hace que en sus obras no busque una resolución marxista propiamente”( 82-83). Respecto a Rivera, afirma que: “Su espíritu vanguardista es el hilo conductor y la constante que subsana cualquier aparente discontinuidad estética o política” (97) y que su marxismo “[…] no es un marxismo desarrollado ni teórica ni estéticamente; se trata más bien de una postura artística que absorbe del marxismo rasgos muy generalizados” (104) y que es “[a] través de la alegoría como Rivera resolverá la complejidad del hecho filosófico que la asunción de una estética marxista presupone” ”(109). Siqueiros, para el autor, es de los tres muralistas, quien logra desarrollar una estética marxista, es un vanguardista que integra dialécticamente lo político y lo estético. Jaimes considera que su radicalismo y su constante experimentación plástica son los motores de su poética y se asumen como una categoría estética. En el libro se analiza en detalle La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos, y se concluye que “más que un mural es una experiencia estética y muralística” (147), que: “el proyecto estético de Siqueiros tiene una idea antropológica El muralismo mexicano desde un filtro filosófico 401 central: la libertad humana”( 127) y afirma que en el caso particular de este mural, Siqueiros “busca representar la dialéctica en el sentido del movimiento inmanente de los procesos sociales y naturales […] y busca […] representar conceptos filosóficos de raíz marxista”( 156). El autor considera que: “Orozco es un humanista, Rivera un vanguardista y Siqueiros un humanista dialéctico” (157). Llega a esta conclusión luego de demostrar sus planteamientos con ejemplos concretos a partir de los murales y de explicaciones—que en muchas ocasiones son penetrantes y lúcidas—sobre la propia postura estética y filosófica asumida por los muralistas. Aunque el libro contiene una extensa bibliografía, seguramente el material consultado desborda con mucho lo que en esta publicación se menciona. De igual forma, el seguimiento que el autor ha realizado, analizando, confrontando y recreando las diversas perspectivas plásticas, teóricas, ideológicas y políticas concentradas en cada mural, supone un contacto directo con las obras y una reflexión que se ha madurado con los años. En definitiva, este libro nos muestra al muralismo desde una perspectiva más profunda y constituye una aportación fundamental para las investigaciones latinoamericana. sobre este movimiento y sobre la cultura