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La Globalización de Raúl Prebisch
Rubens Ricupero
Secretario General de la UNCTAD
11 de octubre de 2001
“Yo tuve... que comenzar mi vida activa de economista bajo la gran depresión
mundial y ahora, ya muy tarde en mi vida, estoy presenciando otra crisis del
capitalismo. Entre estos dos extremos ¿qué ha sucedido? Los países desarrollados
han tenido un período de larga bonanza, de extraordinarias tasas de crecimiento, como
no se habían dado antes en la historia del capitalismo. Y, sin duda alguna, nuestros
países en desarrollo, pudieron aventajarse de esas tasas extraordinarias de crecimiento
de los centros e iniciar exportaciones industriales, algunos de ellos con bastante éxito.
Eso fue un dato positivo acompañado de consecuencias muy negativas.”
Estas palabras fueron pronunciadas por Prebisch en Ginebra, el
6 de julio de 1982, en la primera de la serie de conferencias instituidas por la
UNCTAD en su honor y que llevan su nombre. Pocos meses después, los problemas
del centro desencadenarían la crisis de la deuda externa de América Latina.
Si estuviera hoy entre nosotros, Prebisch tendría que agregar otra crisis
mundial a las que fuera testigo y actor en su larga trayectoria y ésta última, con
dolorosas consecuencias para su país natal. Habiendo empezado su vida profesional
en la Gran Depresión, seguida por la experiencia de la Segunda Guerra Mundial,
habría de morir antes que América Latina lograra salir de la crisis de la deuda y de la
década perdida. En ese sentido, su vida ha sido la de un intelectual y hombre de
acción que vivió intensamente el siglo de la incertidumbre y de las crisis.
Es un poco por ello que yo titularía mi intervención « la globalización de Raúl
Prebisch » - si no fuera pretencioso dar nombre a unos comentarios de circunstancia -.
Utilizo la expresión globalización en un doble aspecto. Primero, para explicar el
sentido del itinerario personal e intelectual de Prebisch hacia una creciente
universalización: desde la Argentina hacia América Latina y desde ésta al conjunto
del sistema de la "economía-mundo". Segundo, para sugerir que una de las mejores
maneras de recordar a este gran latinoamericano es intentar imaginar como sería la
globalización si ella fuera diseñada y deseada por él y no aquella con las
características que generan y provocan el creciente movimiento popular de
contestación cuya más reciente manifestación ha sido Génova.
Como trayectoria personal, es fácil constatar que la globalización era el
destino natural de un pensamiento y de una acción que se han enfrentado con la
realidad de Argentina; el país latinoamericano probablemente más integrado en la
división internacional del trabajo producto de la primera gran globalización de 18801920, del que más beneficios había sacado y que, sin embargo y quizá por esa misma
razón, sería el país que más dura y perdurablemente se vio afectado por su colapso.
Era lógico y natural que, después de ver como su confianza en las doctrinas
económicas neoclásicas se desvanecía en contacto diario con la compleja realidad de
la Gran Depresión, el ex-director del Banco Central se sintiera atraído por la
problemática del desarrollo latino-americano del que Argentina era un importante
eslabón. Como otros pensadores antes de él, - y aquí me permito hacer una referencia
al gran marxista brasileño Caio Prado Júnior,- pronto se dio cuenta que los problemas
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vividos por su país y por los demás países del continente tenían mucho que ver con el
tipo de inserción de nuestros países en la economía mundial, tipo de inserción
heredada muchas veces del pasado colonial y reforzada en la pos-independencia.
Como indica la experiencia argentina, lo que cuenta en el caso de la
integración no es el grado, la intensidad o la cantidad de inserción, sino la calidad de
esa inserción. Si se me permite hablar de mi país, recordaría que Brasil, que tomó su
nombre de una commodity, de una mercancía que dominó su primer ciclo económico,
ha estado durante 350 años perfectamente integrado en el sistema mundial del
comercio. En efecto, ¿qué integración al comercio mundial podría ser más perfecta y
completa que la de una economía que exportaba casi la totalidad de su azúcar y de su
café? Pero ese mismo proceso, a la vez que nos integraba al mundo, nos desintegraba
internamente ya que se basaba en la combinación de la esclavitud y del latifundio, el
plantation system.
Ejemplos de ese tipo llevaron a Prebisch a elaborar los elementos articulados
de una original teoría del desarrollo: de la dicotomía centro-periferia a la necesidad de
la industrialización y de la incorporación del progreso tecnológico. Su teoría es
contemporánea a la de Fernand Braudel, -la otra gran construcción teórica que ha
intentado comprender la historia de la "economía-mundo" en su totalidad y en su
evolución a lo largo de ciclos seculares.
De la misma manera que el historiador francés, el economista argentino nunca
permitió que la contemplación de los árboles le impidiera discernir el bosque y
siempre se interesó de preferencia por las tendencias de largo plazo, a los
acontecimientos aislados del instante. Braudel comparó una vez los acontecimientos
a las luciérnagas de la noche tropical brasileña: brillan pero no sirven para iluminar el
camino. Prebisch tenía igualmente esa exigencia de la totalidad, de lo esencial y de lo
duradero. No es de sorprender por tanto que su reflexión sobre América Latina lo
condujera ineludiblemente a aspirar a un escenario más amplio para allí desarrollar su
acción una vez que su análisis sobre las condicionantes y limitaciones externas del
desarrollo sugerían que ninguna solución sería eficaz si no lograra alterar esas
condiciones globales.
Así la aventura de la fundación de la UNCTAD aparece como una frustrada
culminación de su trayectoria. Aventura magnífica y rica de esperanza en una época
en que la carga de utopía parecía hacer posible todos los sueños. No hay que olvidar
que los años 60 o por lo menos su primera parte coinciden en América Latina con el
apogeo de un ciclo de expansión económica y democrática, con presidentes, en
muchos países, reformistas y progresistas. Un primer ciclo de ilusión, de progreso
económico y social, aparentemente irreversible, encarnado en iniciativas tales como la
Alianza para el Progreso, la creación del BID, la firma del primer tratado de
Montevideo y la fundación de ALALC. Son, al mismo tiempo, los años señeros del
comienzo de la Revolución Cubana. En el plan espiritual, después de la renovación
ecuménica de Juan XXIII, es cuando Pablo VI afirmara que “el desarrollo es el nuevo
nombre de la paz”.
Serán también los años de profundos cambios culturales, de la revolución
estilística del rock, de la existencial en materia de comportamiento sexual, de la
militancia feminista, de la contra-cultura, de las comunidades de hippies y de la
resistencia a la presión ejercida sobre los individuos por la sociedad. Todo ello
culminará en el movimiento de Mayo de 1968, con la rebelión de los estudiantes, con
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“slogans” como “sea realista: exija lo imposible”. Con el programa nacido de la
convicción de que lo necesario era no solamente cambiar "de" vida (individual) pero
cambiar "la" vida (colectiva); es decir, la naturaleza del contenido de una vida en
sociedad.
1964, año de la fundación de la UNCTAD, marca también la publicación en
Estados Unidos de “El Hombre Unidimensional”, de Herbert Marcuse, el “ensayo
sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada” que tanta influencia tendría
sobre los estudiantes del 68. En esa sociedad cerrada descrita por Marcuse, donde el
reduccionismo limita todas las dimensiones de la existencia humana a la
productividad, el hombre corre el riesgo de perder toda su capacidad crítica de análisis
y de negación, de selección y elección, la posibilidad de ser protagonista del "gran
cuestionamiento" . Los filósofos y científicos adoptan una actitud no-crítica, de
quietud y aceptación frente a lo que Emmanuel Mounier describió como el “desorden
establecido”. El pensamiento se limita a lo individual, y da razón a Hobbes al decir
que “debemos preferir el presente, defenderlo y considerar que es lo mejor que
existe”. Suena familiar, estimados amigos, ¿les recuerda quizá el pensamiento único?
Toda semejanza es más que una coincidencia.
Prebisch habrá de reaccionar rigurosamente en contra de todo eso y habrá de
vivir entonces lo que el himno nacional brasileño llamaría un “sueño intenso”: la
esperanza de que los estados, esos “monstruos fríos de egoísmos” de que hablaba de
Gaulle aceptarían, en nombre de la interdependencia y del interés mutuo, negociar en
un proceso formal un “nuevo orden económico internacional”.
Anticipándose a los años de plomo de la década siguiente, los años 60 han
sido también los del enfrentamiento y de la radicalización. Hace 40 años atrás, la
década se abría simbólicamente con la construcción del muro de Berlín, las crisis de
Berlín y la de los misiles en Cuba y se cerraría con la escalada de la guerra del
Vietnam y la ofensiva del Têt. En los años intermedios se asistiría al golpe militar del
64 en Brasil, premonitorio del ciclo de las dictaduras militares en América Latina, la
intervención en la República Dominicana, y los primordios de la guerrilla en
Centroamérica, el golpe de los coroneles en Grecia, el golpe en Argelia, la sangrienta
sucesión de Sukarno en Indonesia, la muerte emblemática de Ernesto “Che” Guevara
en Bolivia. La vida internacional, que, como la social en general, es siempre mezcla
de conflicto y cooperación, acentuó el primer elemento en desmedro del segundo.
Como siempre acontece en tal caso, el poder volvió a jugar su papel central y decisivo
y no era el interés del poder de entonces como no lo es el de hoy, promover los
cambios deseados por Prebisch.
Don Raúl volvió entonces a América Latina, el hogar, -la fragua,- de donde
había partido y vivió los últimos años de su vida en plena afirmación de la ofensiva
neo-conservadora de Reagan y Thatcher, el comienzo del triunfalismo del mercado y
de la globalización, muriendo pocos años antes de la caída del muro de Berlín y del
aparente fin no sólo de la historia sino de toda y cualquiera alternativa al modelo de la
sociedad cerrada, y el fin aparente, entre otras, de las teorías originales, no importadas
del desarrollo. Es verdad que las ideas de Prebisch siguieron ganando influencia e
inspirando en su versión autentica a otros países y regiones, -especialmente en Asia-,
no perturbada por la práctica defectuosa de los gobiernos y sectores dirigentes
latinoamericanos. Así como el cristianismo triunfó en Grecia y en Roma, no en la
Palestina natal o el budismo no encontraría en la India el mismo eco que en el Tibet o
Japón, la prédica de Prebisch - a favor de una industrialización competitiva dirigida
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hacia la exportación de manufacturas, de un dominio progresivo y creciente del
progreso tecnológico y de su plena incorporación como elemento de adquisición de
una competitividad cualitativa, de la responsabilidad primordial de cada país en el
proceso de desarrollo nacional, de su disposición de aceptar sacrificios y disciplinas,
de resistir al consumismo conspicuo de los ricos, de promover el ahorro doméstico, de
redistribuir los beneficios, de combatir la pobreza, de apoyar decisivamente la
educación, - tuvo una recepción más fiel en las naciones asiáticas que en el escenario
privilegiado de su acción. Como otros antes de él, tuvo Prebisch el destino reservado
también a Celso Furtado, -ejemplo inspirador de integridad y de coherencia ante quien
me inclino con admiración y respeto, - el de profeta mejor acogido en tierra ajena que
en la propia.
La organización internacional del comercio con poderes supranacionales
deseada por Prebisch vio finalmente la luz a mediados precisamente de los años 90 y
su fundación marca al mismo tiempo el punto más alto de la primera fase de esta
última globalización y el comienzo de las crisis monetarias y financieras cuya
frecuencia en aumento revelará a la globalización su carácter de mortalidad y
vulnerabilidad como todo lo que es producto de la cultura y de la historia del hombre.
No es aún el sistema multilateral que quería Prebisch una vez que nació con el pecado
original de su predecesor, el GATT, entre otros: la exclusión de sus disciplinas y
protección de la agricultura, casi completamente, de los textiles y ropas, de los picos
arancelarios sobre los productos dichos sensibles, el escalonamiento arancelario, la
desigualdad del tratamiento entre las subvenciones industriales y las agrícolas.
El esfuerzo por crear un sistema comercial más equilibrado habría de
constituir una de las principales líneas de acción de Prebisch en la UNCTAD. A pesar
de logros innegables como el establecimiento del Sistema Generalizado de
Preferencias (GSP), los éxitos fueron magros en materia de tratamiento especial que
reconociese las diferencias de estructura económica entre países avanzados y en
desarrollo, en la obtención de un mínimo de estabilidad para los precios de las
materias primas y en la reducción substancial del deterioro de los términos de
intercambio. Esto sólo para citar algunos de los objetivos de lo que se llamó en un
momento la construcción de una nuevo orden económico internacional.
El nuevo orden de la globalización comienza a tomar forma; pero, no se
parece al soñado por Prebisch. Ese nuevo orden es en muchos aspectos su antípoda.
Es precisamente contra ese tipo de orden económico globalizado que hoy asistimos a
una reacción que se traduce no solamente en libros, ensayos, artículos, seminarios
sino que también y quizá principalmente se hace presente en las calles y plazas
públicas de Seattle, Washington, Praga, Davos y Génova. Es interesante notar que ese
movimiento de contestación intelectual y de acción directa es muy distinto en sus
orígenes al que fue protagonizado por Prebisch a fines de los años 40 y 50. En ese
entonces, una parte apreciable de la crítica intelectual a la organización de la
economía internacional de aquella época provenía de América Latina, básicamente
inspirada en el pensamiento de Raúl Prebisch y de sus colaboradores. Hoy día, en
contraste, casi todo lo que se publica en materia de análisis crítico de la globalización
tiene su origen en Inglaterra, Estados Unidos, Francia; es decir, en lo que Don Raúl
llamaría “los centros” ¿Se tratará posiblemente de una consecuencia de la experiencia
más larga y directa que han tenido los países centrales con la globalización? No tengo
una respuesta clara a tal interrogante; pero, sea cual fuere la explicación, no se puede
ignorar que al menos parte considerable de los argumentos de equidad y justicia que
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animan a algunos de los sectores del movimiento anti-globalización tienen su origen
en las ideas defendidas por Prebisch.
Frente a tal situación y el peligro del extremismo a que puede dar lugar, uno se
pregunta si la obstrucción egoísta en escuchar a Prebisch en su hora no ha preparado
el camino a los riesgos actuales de radicalización. En 1870, más de un siglo atrás, un
gran estadista brasileño, el senador Nabuco de Araujo, decía en el Senado a propósito
de la esclavitud: “Señores, este asunto es extremamente serio, es el problema más
importante de la sociedad brasileña y sería peligroso dejarlo entregado a los azares de
la suerte (...) Las cosas políticas dependen en primer lugar y sobre todo en saber
aprovechar la oportunidad. Las reformas, mismo pocas, valen mucho en la ocasión
cierta, más tarde, no satisfacen, igual si son grandes”
Me gustaría terminar de la misma manera que he empezado, con las palabras
de Prebisch. En aquella conferencia de 1982 en la UNCTAD, decía él sobre el efecto
de la recesión en América Latina: “En aquellos años de la gran depresión comenzó en
América Latina un fenómeno de emancipación intelectual que consistía en contemplar
con sentido crítico las teorías de los centros. Y ello sin una actitud de arrogancia
intelectual –esas teorías tienen gran valor- sino dándose cuenta de que habría que
estudiarlas con sentido crítico. Debo decir... que las Naciones Unidas han
desempeñado un gran papel en ese examen crítico que nos llevó a esforzarnos por
buscar nuestras propias vías del desarrollo -vías no imitativas- a tratar de comprender
esta realidad y responder a las exigencias económicas, sociales y morales del
desarrollo –vías de la equidad.”
Continuaba así el discurso: “Fuimos avanzando con enormes obstáculos, pero
cuando vinieron esos grandes años de prosperidad y nos dejamos deslumbrar por los
centros, ese esfuerzo de búsqueda de nuestros propios caminos quedó interrumpido”.
Casi proféticamente añade: “ No solamente eso, sino que hubo retorno en buena parte
de América de Latina de las teorías neoclásicas bajo cuya vigencia nos habíamos
desarrollado antes de la gran depresión mundial para responder a los intereses
hegemónicos de los centros y de los grupos hegemónicos de la periferia, pero dejando
al margen la gran masa de la población a la cual no había llegado sino en forma
incipiente la industrialización”
Esas palabras conservan una gran actualidad. Debemos buscar en ellas y en el
ejemplo de integridad moral e intelectual que nos legara Raúl Prebisch la inspiración
suficiente para proseguir hoy el camino que él comenzó a dilucidar.
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