Revista El Árbol - www.elarbol.cl Baile Chinos: Cosmovisión y ritualidad indígena expresada religiosamente a través de paradigmas sacros provenientes del Catolicismo. Marcelo Alejandro Zelaya Torres Abstract El presente trabajo plantea una posible mirada acerca de los bailes chinos, de quienes es posible afirmar que, soportando los continuos conflictos con la Iglesia Católica, logran rescatar y mantener no sólo la forma ritual de pueblos prehispánicos, sino que además conservan, como veremos en la presente investigación, el modo de vivir la religiosidad. La fuerza impositiva de la evangelización católica obliga a los pueblos originarios a incorporar en sus creencias las nuevas figuras sagradas, formándose así, en el caso de los bailes chinos, un complejo sistema de significación. No obstante, mantienen el sentido originario de la religiosidad, manifestando en la forma del ritual la indisoluble unión entre lo sagrado y lo profano. De tal modo que prevalece conceptualmente en ellos la cosmovisión indígena la cual es expresada ritualmente a través de aquellas formas que introdujo la religiosidad propia de la Iglesia Católica ____________________________________________ Los bailes chinos son manifestaciones de carácter ritual, que expresan un profundo sentir religioso, a través de música, danza y canto en versos, siendo una de las tradiciones campesinas y de pueblos pesqueros que aún están presentes en las festividades que son realizadas, de acuerdo al calendario católico, en diversos sectores de la zona centro norte de nuestro país. El origen de los bailes chinos no es absolutamente claro, pues hay diversas tesis al respecto, las cuales hablan, por ejemplo, de una posible proveniencia de la cultura Inca o de los indígenas de la zona central de lo que es actualmente nuestro país, como lo podemos apreciar en la siguiente cita: Los primeros antecedentes de los bailes chinos los encontramos en las flautas del llamado "Complejo Aconcagua", cultura que habitó la zona central de Chile entre el 900 y el 1400 DC 1 1 MERCADO MUNOZ, Claudio. Ritualidades en conflicto: los bailes chinos y la Iglesia Católica en Chile Central. Rev. music. chil., ene. 2002, vol.56, no.197, p.39-76. ISSN 0716-2790. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Lo que sí resulta claro es que la manifestación se remonta a rituales celebrados por los pueblos originarios de nuestro territorio, manteniéndose desde entonces, es decir, desde antes de la llegada de la cultura española, casi intactos en cuanto al sentido y forma del ritual, aunque incorporando en la creencia religiosa la fe en la doctrina católica. Dicha situación provoca un particular proceso que une, por una parte, lo propio de la cosmología, mitología y modo de vivir la religiosidad de los pueblos originarios de nuestro territorio y, por otra parte, la cultura española, que trae consigo la violenta irrupción del dogma propio de la Iglesia Católica, el cual los indígenas están obligados a incorporar como parte de su fe. Intentaremos hacer una aproximación a la forma de dicho ritual a través de la descripción de La Festividad de Los Cruceros, que es una localidad rural de la comuna de Nogales: La fiesta de Los Cruceros, organizada por la familia fundadora del baile del sector, la Familia Herrera, se realiza durante todo un día. Desde muy temprano llegan los bailes visitantes y comienzan los preparativos. Es una fiesta de la cual participan miembros de la comunidad y especialmente los chinos junto a sus familias, todos quienes comparten alegremente y con sincera fe este espacio sagrado. De pronto inician los primeros sonidos de las flautas, tambores y bombos de los bailes, resonando fuertemente en la tranquilidad rural propia del pueblo. Con esto inicia la ceremonia, en la casa de Don Roberto Herrera, de donde sacan en procesión la imagen de la Virgen del Carmen, adornada especialmente para la ocasión, hasta llegar a la casa de uno de su hijos, don Jorge, pasando y deteniéndose previamente frente a un altar preparado por otro de sus hijos, don Mario. Una vez en casa de don Jorge, que es donde se realiza propiamente la ceremonia, se deja la imagen traída en procesión junto a la imagen de Santa Teresa de Los Andes, en nombre de quien también se realiza la celebración. Comienza el saludo entre el baile “Unión Los Cruceros” con cada uno de los bailes visitantes. Suenan las flautas, tambores y bombos del baile anfitrión junto a los instrumentos del primer baile en llegar. Se sitúa un baile frente al otro, los chinos de cada baile se ubican Revista El Árbol - www.elarbol.cl en dos filas paralelas, realizando coordinadamente diversas mudanzas, de acuerdo a las instrucciones que va dando el tamborero, quien se encuentra al centro, entre ambas filas de chinos, las cuales son cerradas por el chino que toca el bombo. Luego de algunos minutos en dicho acto cesa el sonido de los instrumentos y comienza el canto de los alféreces respectivos, quienes dirigen el saludo en versos agrupados en cuartetas octosilábicas, de cada una de las cuales el conjunto de chinos repite los dos últimos versos, acompañados por los tambores y bombos. El momento de encuentro entre los bailes, es muy emotivo, el alférez en el saludo, agradece la presencia de quienes están, informa sobre los que participan del baile y pregunta sobre la salud del otro alférez y los chinos. Todo esto en un marco de profundo respeto y devoción a la Virgen, pues una vez que llega cada baile al altar especialmente preparado, donde han sido puestas las imágenes mencionadas, los chinos saltan y bailan sus mudanzas con mayor intensidad y coordinación, como si se encontraran en una especie de trance trascendental, que les permite estar, al menos por esos instantes, en un contacto directo con la divinidad. El saludo, alegre y cordial, se va sucediendo entre el baile anfitrión y todos los bailes presentes, de acuerdo al orden en que llegaron. Inmediatamente después cada baile, del mismo modo descrito, saluda a las imágenes por las cuales se hace la fiesta. Todo esto constituye la primera parte de la celebración, aproximadamente hasta pasado el medio día. Luego los chinos, junto a sus familias y los asistentes, comparten, conversan, descansan, comen y beben, en un ambiente de distensión alegre y festivo. Se realiza además una liturgia por parte del sacerdote del pueblo, aunque dicho momento puede estar como no estar dentro del ritual en su conjunto. En un momento de la tarde comienza nuevamente el estridente sonido de los instrumentos, momento en que las cofradías de chinos acompañan en procesión a la imagen de la Virgen hasta la casa de don Roberto, desde donde se devuelven nuevamente hasta la casa de don Jorge, lugar en que se lleva a cabo la despedida, logrando un momento de gran intensidad ritual, con todos los bailes sonando al mismo tiempo, hasta llegar nuevamente a la tranquilidad y el silencio característico de Los Cruceros. Se ha renovado así el lazo entre las personas y la divinidad protectora y milagrosa, junto a los lazos terrenos entre personas, en un lugar en que se desarrolla la vida cotidiana, pero que durante un día en el año se transforma en un espacio sagrado. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Finalmente la fiesta continúa en casa de don Jorge Herrera, donde se comparte una comida que ofrece el dueño de casa. El baile de Los Cruceros sigue fielmente la estructura de las festividades realizadas por todos los bailes chinos, motivo por el cual es posible, a partir de la descripción presentada, sacar conclusiones que son válidas para caracterizar los rasgos propios de los bailes chinos en general. La fuerza impositiva de la evangelización católica obliga a los pueblos originarios a incorporar en sus creencias las nuevas figuras sagradas, comenzando a adorar la imagen de Jesús, la Virgen María, los ángeles, los santos, etc. No obstante, los bailes chinos, sin ser la excepción en cuanto a que asumen aparentemente las imposiciones foráneas, logran rescatar y mantener no sólo la forma de algunos rituales de los pueblos prehispánicos, sino que además conservan, como veremos, el modo de vivir la religiosidad. La gran capacidad significante de la manifestación ritual propia de los bailes chinos se manifiesta en cada uno de los elementos que los constituyen, dentro de los cuales destacan los movimientos, llamados “mudanzas”, que los chinos realizan incansablemente durante casi todo el día, en un constante agacharse y levantarse, con giros y reverencias. Por otra parte, el sonido de cada una de las diversas flautas, los tambores y el bombo; además del canto del alférez, que a través de versos, agrupados en cuartetas, establece el vínculo con los demás bailes y con las imágenes sagradas, teniendo un gran manejo de los diversos temas bíblicos, que en este contexto son llamados “fundamentos”. Los movimientos y los sonidos de las flautas están perfectamente coordinados, constituyendo un todo gracias al cual, probablemente por causa de la hiperventilación provocada por el constante soplar y realizar difíciles y agotadores movimientos, los chinos entran en una especie de trance que, de acuerdo a lo que ellos describen, los lleva a establecer un nexo directo con la divinidad, estado que les permite soportar y hasta olvidarse del cansancio físico y psicológico. En este caso, tanto el sonido como el movimiento son múltiples estímulos que pueden ser percibidos empíricamente, pero que constituyen un solo objeto bajo el cual subyacen distintas significaciones, dependiendo del sujeto que lo interprete. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Para el común de las personas, que no han tenido nunca la fuerte experiencia que describen los chinos al momento de ejecutar tales movimientos y sonidos, el objeto que reciben sus sentidos puede ser interpretado sólo como movimientos monótonos sin un sentido determinado, pudiendo incluso llegar a ser emitido un juicio destructivo acerca del valor estético de la manifestación, pues claramente no se ajusta a lo que es considerado bello, de acuerdo a los cánones artísticos occidentales, principalmente de la música y danza europea. Sin embargo, connotativamente dichos sonidos y movimientos contienen todo un complejo sistema de significación para quienes han vivido, de una u otra manera, la experiencia de un ceremonial propio de los bailes chinos. La hiperventilación y el particular sonido, constituido por las percusiones y los acordes disonantes que emiten las flautas con un solo soplido, permiten entrar al chino directamente en un estado distinto al que viven cotidianamente, descrito como un transe. Estado al que posiblemente también pueden llegar aquellas personas que alguna vez han sido chinos, como es el caso de muchos alféreces, que gracias a su memoria emotiva pueden evocar el significado de la experiencia, siendo los chinos el canal transmisor de tal significación. Por otra parte, la experiencia de vida que las personas cercanas a los bailes chinos tienen desde muy temprana edad, les permite tener un acercamiento a las concepciones religiosas y sociales propias de la cultura originaria de la que proceden. Así desarrollan una particular sensibilización que les otorga los elementos necesarios para comprender los códigos que están a la base de la manifestación, los cuales generalmente permanecen imperceptibles para el común de las personas. La figura del alférez, por su parte, deja de manifiesto la particular mezcla cultural que se produce en el caso de los baile chinos, puesto que es una persona que posee un conocimiento acabado de la Biblia. Esta mezcla ritual se advierte en la forma cantada traída por los españoles, pero con una estructura ritual que guarda muchas similitudes con, por ejemplo, los chamanes o las machis, ya que, como hemos dicho, establece directamente el nexo con la divinidad. El alférez ha sido históricamente un punto de discordia entre los bailes chinos y la Iglesia Católica, ya que al tener la facultad de establecer el vínculo con la divinidad, es Revista El Árbol - www.elarbol.cl posible prescindir absolutamente de la figura del sacerdote para llevar a cabo las festividades rituales. En algunos casos, como hemos visto en Los Cruceros, los sacerdotes de las localidades son invitados a las festividades de los chinos, pero cuando asisten realizan una liturgia estrictamente al modo católico, sin llegar a formar parte de la festividad, sino sólo estableciendo otro momento sagrado, que contrasta con la religiosidad que desarrollan los chinos, resultando no ser muy significativo en el marco de lo que acontece durante todo el día. Con respecto a la función del alférez, don Jorge Herrera y su hermano Mario, dicen lo siguiente: El alférez es el que va guiando el baile, también va con la bandera, saludando a los otros bailes, cantando, preguntando por la salud[...] Primero saluda a los bailes y luego se acerca a la imagen y le canta historias de la Biblia. Todo se conversa cantando, y ahí van saliendo cosas de lo que va pasando: (por ejemplo) si alguno (de los chinos) murió, si está enfermo[...] Los chinos van repitiendo las últimas estrofas que dijo el alférez. Todo es improvisado. 2 Tal vez la seriedad que transmite la figura del alférez, el conocimiento acabado de la Biblia y la forma europeizada de su canto, han desarrollado una significación denotadamente aceptable dentro de las concepciones religiosas católicas, logrando ocultar lo propio de la función asociada a aquella persona que, en el contexto de las culturas originarias, tenía el don de comunicarse con la divinidad. Lo importante en este caso es que, a pesar de adoptar una apariencia que denota una significación aceptable para el catolicismo, mantiene toda la riqueza propia de los códigos originarios, que son perfectamente interpretados por las personas que tienen la experiencia de pertenecer a la tradición cultural que se ha mantenido gracias a los bailes chinos. 2 Entrevista hecha en el marco de la ejecución del proyecto ““Rescate y difusión de expresiones rituales y artístico-culturales, provenientes de las tradiciones campesinas asociadas a la religiosidad”. Comuna de Nogales, 2005. Revista El Árbol - www.elarbol.cl El sentido del rito de los bailes chinos está directamente relacionado con la cotidianeidad de la vida de las personas, ya que el carácter ceremonial corresponde a peticiones o agradecimientos, por ejemplo, por haber tenido una buena cosecha, mantener la salud de los integrantes de la comunidad, haber permitido la mejoría de un familiar, la necesidad de lluvias ante una sequía, etc. Todo lo cual, en condiciones favorables, lógicamente está acompañado, en un segundo momento, de una celebración realizada dentro del marco de dicha cotidianeidad. Podemos notar, por consiguiente, que es evidente la mezcla que se produce entre el plano cotidiano de la vida de las personas y lo profundamente religioso, es decir, la indisoluble unión entre lo sagrado y lo profano en el rito. La religiosidad propia de los chinos está directamente relacionada con su contacto con la naturaleza, con la experiencia que tienen en el diario vivir, situación que tal vez es compartida con otras culturas, de diversas latitudes. Pues, por ejemplo, Mircea Elieade habla de ciertas características acerca de, lo que él ha denominado, “El hombre religioso”, diciendo lo siguiente: Para el hombre religioso, la Naturaleza nunca es exclusivamente “natural”: está siempre cargada de un valor religioso. 3 Pues bien, todo lo planteado encierra para las personas que viven este tipo de religiosidad una experiencia de fe tan profunda que, de acuerdo al contexto de nuestra sociedad contemporánea, es muy difícil de describir, siendo solamente posible lograr percibir la magnitud que le es propia. Los códigos que encierra dicha religiosidad sólo son posibles de ser interpretados significativamente por alguien que haya vivido directamente la experiencia desde el interior de la cultura campesina o bien, en el caso del sentido de la manifestación ritual, habiendo sido chino. No obstante, tal valor y profundidad puede ser desestimada y mal entendida, como es el caso de la cultura española y el catolicismo, que ve esta estrecha relación entre lo propio de la divinidad y la vida cotidiana de las personas, es decir, la relación unitaria entre lo sagrado y lo profano, como una característica propia de manifestaciones paganas, que 3 Eliade Mircea, “Lo Sagrado y lo Profano”, Editorial Labor, S.A., Colombia 1996, Pag. 101. Revista El Árbol - www.elarbol.cl veneran con fines de interés personal y egoísta las imágenes sagradas, junto a rituales de carácter superficial, ya que tales eventos son acompañados de excesos propios de la naturaleza humana. Ciertamente los bailes chinos han tenido que lidiar, a lo largo de la historia, con la incomprensión por parte de la Iglesia Católica, situación que han podido superar con éxito, logrando, como hemos dicho, mantener el sentido de su ritualidad, pero perdiendo algunos elementos muy significativos de su estructura formal. Tal vez, uno de los elementos más importantes que han perdido los bailes chinos es la figura del diablo, que estaba representado por un personaje que vestía un peculiar atuendo, cubriendo su rostro con una máscara. El diablo acompañaba el conjunto de chinos, pero teniendo una conducta absolutamente libre, realizando bromas y travesuras a la gente que estaba a la orilla del camino, es decir, generando un ambiente alegre y festivo, junto al profundo sentido religioso que representan los chinos. En el contexto de las culturas originarias la presencia del diablo no genera ninguna contradicción en cuanto a la forma de vivir la religiosidad, incluso es posible afirmar que es necesaria su presencia, puesto que marcaría el equilibrio que constituye la indisoluble unión entre las dimensiones sacra y profana. Sin embargo, para la Iglesia Católica, la presencia explícita de conductas que sólo pueden ser atribuibles a la imperfección humana, junto a la devoción sagrada, representa una aberración inadmisible, motivo por el cual decreta la prohibición de la figura del diablo en los bailes chinos, desapareciendo aproximadamente durante la segunda mitad del siglo pasado. Con respecto a esto, don Eugenio Iturrieta, quien durante gran parte de su vida fue chino tamborero del Baile de la Peña, nos dicen lo siguiente: Antes… lo que existía era el diablo, que hacía travesuras y cuidaba a los más chicos. El diablo tiene que ser chistoso. Ahora no existen los diablos, los prohibieron. 4 4 Entrevista hecha en el marco de la ejecución del proyecto ““Rescate y difusión de expresiones rituales y artístico-culturales, provenientes de las tradiciones campesinas asociadas a la religiosidad”. Comuna de Nogales, 2005. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Por otra parte, don Guido, que es uno de los alféreces que tuvo el baile de Los Cruceros, dice: A los diablos los eliminaron por mañosos, porque se robaban las cosas. Por ser, en ese tiempo, habían negocios que vendían arrollado y cabezas de chancho, entonces uno pescaba el arrollado y se arrancaba, y listo, ¡el diablo fue!. Se iba perdiendo la fe con el diablo [...] 5 Las palabras de estos destacados miembros de los bailes mencionados muestran las razones que recibieron, por parte de la Iglesia Católica, acerca de por qué debían prescindir de la presencia del diablo, sin embargo no se percibe una connotación negativa al referirse al carácter festivo de sus actos, considerando además que una de sus funciones era cuidar a los niños que integraban el baile, en una actitud cariñosa y protectora que aseguraba la subsistencia de la manifestación, ya que los chinos incentivan a sus hijos a participar desde muy pequeños en las festividades, siendo una tradición que se transmite de generación tras generación. La siguiente imagen del año 1958 muestra el baile chino de La Peña, otra localidad de la comuna de Nogales, momento en que todavía es posible apreciar la presencia del diablo. 5 Ibid. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Por todo lo dicho, el rasgo fundamental que provoca la escisión entre la doctrina católica y la religiosidad que han conservado los chinos es que, la primera establece una distinción absoluta entre lo sagrado y lo profano, es decir, entre lo propio de Dios y lo propio de los hombres, mientras que en las culturas originarias lo sagrado y lo profano coexiste unitariamente, constituyendo un todo indisoluble. En este sentido podemos caracterizar las festividades celebradas por los chinos como un momento de encuentro alegre y festivo de diversas cofradías, junto a sus respectivas familias y la comunidad en general. En ceremonias que duran todo un día, a lo largo del cual se mezcla el fervor religioso con momentos de distensión acompañados de comida y bebidas alcohólicas. Todo lo cual contrasta con la seriedad, solemnidad y recogimiento presentes en la mayoría de las ceremonias propiamente católicas. Hecho que ha generado el descontento por parte de las autoridades eclesiásticas a lo largo de la historia, tratando de modificar dicha estructura, pero sin tener mayor éxito. Las concepciones teológicas del catolicismo y del pensamiento español de la época, en general llevan al ser humano a situarse en un puesto de privilegio en su relación con el universo. Se considera que todo lo que rodea al hombre ha sido creado para ser puesto a su disposición. En cambio los indígenas se consideran a sí mismos como parte del universo, sin ser más que aquello que les rodea, constituyendo un equilibrio perfecto, dado gracias a la generosidad de la divinidad. Esta concepción del universo se deja ver en la mitología indígena, la cual habla, en su mayoría, de la gratitud que le deben a la divinidad por permitirles desarrollarse en la armonía que caracteriza sus vidas, armonía que deben cuidar, a través de sus múltiples ritos sagrados, reestableciendo constantemente el equilibrio entre lo que reciben del medio que les rodea, gracias a la divinidad, y lo que entregan desde sí mismos. Así podemos entender el sentido, por ejemplo, que tiene en algunas culturas precolombinas el devolver a la tierra aquello que le ha entregado generosamente para su subsistencia, sin sacar de ella más de lo necesario. En síntesis, podemos decir que los bailes chinos han logrado incorporar las imposiciones de la cultura española y religiosidad católica en la ritualidad propia de nuestros pueblos originarios, logrando que hayan perdurado esencialmente a través del tiempo. Revista El Árbol - www.elarbol.cl Dicho objetivo es logrado gracias a que introducen un sistema de significación que puede ser entendido se acuerdo a las concepciones católicas, a decir, la incorporación de las figuras divinas, tales como el Dios católico, Jesús, la Virgen María, los Santos, etc., que constituyen una base que denotativamente es aceptada y comprendida por la mayoría de las personas. No obstante, mantienen a la base del ritual las concepciones mitológicas, cosmológicas, sociales, etc., presentes en las culturas originarias, las que, en muchos aspectos, se contraponen a la doctrina católica. Ciertamente, la relación unitaria de lo sagrado y lo profano, propia de la ritualidad de los bailes chinos, es una muestra de tal situación. Todo lo cual tiene el valor de mantener viva, hasta nuestro días, una manifestación que proviene de nuestros antepasados indígenas, que forma parte de nuestra identidad cultural, fuertemente presente aún en algunos sectores de nuestro país. Hecho que debiera motivarnos, en general, a revalorar la cultura campesina y pesquera de nuestro territorio, desde una mirada actual, cuestionándonos acerca del valor que las concepciones que encierran pueden tener en el marco de problemáticas contemporáneas y, en particular, debiéramos reflexionar acerca del impacto radical que significa en el vida de las personas el haber experimentado la forma ritual presente en las festividades celebradas por los bailes chinos.