El niño tiene derecho a la unidad, en la medida de lo posible, de

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PONENCIA: El niño tiene derecho a la unidad, en la medida de lo posible, de todos los estratos o elementos de su identidad e integridad personal. Debe prohibirse todo contrato, manipulación o supresión de estratos identitarios del niño y tender a protegerse su unidad.
Por Ursula C. Basset
DE LEGE LATA: Las leyes actualmente vigentes deben interpretarse de tal modo que se garantice la prohibición de contratar, manipular o suprimir con elementos o estratos de la identidad de un niño.
DE LEGE FERENDA: Las leyes que se formulen en relación a las presunciones de filiación biológica, asistida o adoptiva deberán prohibir todo contrato, supresión o manipulación de estratos identitarios del niño.
FUNDAMENTOS
1. Planteo del problema. La perspectiva de esta ponencia está centrada en el interés del niño. Mira los derechos en juego desde el prisma obligatorio del Art. 3 de la Convención sobre los Derechos del Niño, que exige que habiendo derechos en conflicto, los derechos de los niños tendrán primacía por sobre los de los adultos. Es necesario recuperar el lugar del niño para mirar el derecho, pues como dice el Preámbulo de la Convención, en su noveno párrafo: “el niño, en virtud de su especial vulnerabilidad requiere una consideración especial”. Por otra parte, la Convención Americana sobre los Derechos Humanos ha sido el primer instrumento internacional en priorizar los intereses de los niños. En el Art. 17, inc. 4° se considera que en casos de disolución del matrimonio, las decisiones que se tomen se harán “sobre la base única del interés y conveniencia” de los hijos. Se establece además en ambos instrumentos (en la CDN y en el Pacto de San José de Costa Rica) la prohibición de discriminar entre hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio. 2. En ese sentido, en esta ponencia se propone una directriz encaminada a la interpretación del derecho vigente y a la redacción del derecho futuro. 3. El derecho a la identidad es un derecho humano igualmente garantizado por la Convención sobre los Derechos del Niño. Es interesante advertir el énfasis que se asigna a la identidad en la Convención, al punto que el derecho a que ésta sea preservada se encuentra formulado de diversas maneras para acentuar los diversos aspectos que la integran. Su principal acuñación –la que da nombre a la ponencia‐ es la que exige que el Estado proteja todos los elementos de la identidad del niño, en la que se ha denominado cláusula argentina de la Convención en el Art. 8°.
4. Paralelamente, las posiciones que se tomen en torno a los efectos que la ley 26.618 respecto de las reglas de determinación de la filiación biológica, por fecundación asistida o adoptiva impactan directamente en el derecho del niño a la protección unitaria de su identidad. Se corre el riesgo de desagregarla en estratos o segmentos que pueden ser eventualmente suprimidos o manipulados. Hay que decir que este riesgo no es novedoso ni exclusivo de la ley 26.618; pero es justo señalar que esta plantea desafíos de coordinación entre las libertades de los adultos, la nueva regulación del matrimonio y los efectos que éste tradicionalmente ha implicado en materia de regulación del establecimiento de la filiación y los que hemos llamado prioritarios derechos de los niños.
5. Objeto de la ponencia. En esta ponencia nos centraremos en la proyección de la ley 26.618 en la filiación por fecundación por donación de gametos heteróloga que es la que más dilemas encierra de cara a la ley 26.618. De todos modos, sus conclusiones pueden proyectarse sobre las demás especies de filiación.
6. Sostenemos que el debate sobre la apertura/ cierre al acceso de la identidad biológica es insuficiente para dar cuenta de la profunda problemática que afecta al derecho a la identidad e integridad personal de un niño, en el caso de la fecundación asistida heteróloga por donación de gametos.
7. Tesis sobre las que se fundamenta el debate actual en materia de filiación por procreación asistida con donación de gametos. La conceptualización del debate, a nuestro modo de ver, hasta hoy, es inmadura y hasta cierto punto cándida. Se basa sobre un número de afirmaciones no comprobadas. A continuación enunciaremos cinco de estas tesis que subyacen implícita o explícitamente en el debate doctrinal:
8. PRIMERO: Que para el niño es insignificante que quienes lo crían como sus padres lo hayan privado intencionalmente de estratos de su identidad genotípica, fenotípica o de aspectos culturales de su identidad.
9. SEGUNDO: Que es socialmente irrelevante que algunos adultos engendren hijos sin asumir la responsabilidad gravísima que conlleva engendrar una vida humana.
10. TERCERO: Que es ética y jurídicamente irrelevante que un hijo y su identidad sean fruto de una mediación o tráfico económico contractual.
11. CUARTO: Que es política‐, ética‐, jurídica‐ y socialmente irrelevante que el eje del emplazamiento paterno‐filial se haya desplazado de la centralidad del niño a la centralidad de los deseos de los adultos. 12. QUINTO: El mito de que el amor o el deseo es suficiente para fundar el parentesco.
13. Como anticipamos, en los próximos párrafos discutiremos cada una de estas tesis por separado.
14. Discusión de la primera tesis. La afirmación apresurada de que al niño no le afecta o no debería afectarle que haya sido intencionalmente privado de uno de sus estratos de identidad y de su consecuente integridad personal por los que pretenden la progenitura. En toda fecundación asistida se produce un realineamiento del parentesco. De forma análoga a lo que sucede con la adopción plena, un niño concebido con donación de gametos es concebido con la intencionalidad de insertar a un niño con un linaje genético determinado en una familia con otro linaje genético. De esta manera, hay un realineamiento del parentesco. Los linajes antecedentes se suprimen y el niño es privado de líneas de parentesco de las que se podría haber beneficiado. En la adopción plena este realineamiento se produce ante la tragedia de que un hijo no pueda ser criado por sus padres biológicos, como una corrección de un hecho preexistente. En cambio, en la fecundación por donación de gametos existe un contrato previo relativo a la creación de un hijo, que supone la intencionalidad de sus progenitores de crianza de crearlo para realinearlo en otra línea de parentesco. Quiere decir que en ambos casos hay una cesura entre la identidad genotípica‐fenotípica y la crianza. 15. Sólo que en la adopción esa cesura no es parte de un programa intencional de los padres de crianza o adoptivos; sino que ellos asumen la crianza ante el abandono de los padres biológicos con la intervención monitoreada del Estado para preservar en la medida de lo posible el vínculo biológico, evitar que el niño se objeto de una transacción comercial y asegurar la idoneidad de los adoptantes. En cambio, en la procreación artificial esa cesura entre la identidad genotípica‐fenotípica y de crianza es producto de la intención primigenia de los padres que contratan el servicio, se basa en un intercambio económico entre éstos en una clínica privada (que incluso puede incluir la crioperservación de los demás embriones) y los que demandan el ser padres del niño se adscriben esa paternidad en el marco aparente de filiación biológica o por presunciones, sin el escrutinio del Estado sobre la idoneidad de ellos. Por otra parte, mientras que en un caso los progenitores biológicos son considerados como estratos de la identidad del niño adoptado, aun cuando los niños decidan no conocerlos; el Estado establece la obligación de los padres adoptantes de informar sobre la existencia de estos progenitores y les da consistencia jurídica de tales. En cambio, en la procreación asistida, los progenitores biológicos son suprimidos como tales por medio de construcciones jurídicas y los padres de crianza no están obligados siquiera a informar al niño de su existencia. Pueden ser suprimidos del historial de la identidad del niño. 16. Es decir que, en este último caso, al menos uno de sus estratos identitarios puede ser deliberadamente manipulado y realineado en otro linaje. Decimos al menos uno, porque si media un contrato de maternidad subrogada, el estrato de identidad fenotípico que se produce durante el embarazo es también manipulado. De esa manera la identidad del niño queda tronchada y realineada en diversos linajes, menoscabando su integridad personal e identitaria. La identidad del niño será fragmentada en diversos estratos y algunos de ellos serán suprimidos por la autonomía privada de los progenitores por vía de fecundación asistida.
17. En estos casos, las teorías que tratan de aportar una retórica jurídica consistente con los deseos de los padres que solicitan la técnica, el dato genético (o eventualmente el fenotípico en el caso de la maternidad subrogada) es considerado irrelevante. Se banaliza el discurso, dando por sentado que el niño no se va a sentir afectado por esta manipulación y segmentación de su identidad. 18. El denominado “robo (tecnológico) de generaciones” o de estratos de identidad, no debería afectar al niño. Se da por sentado, en una cuestión intratable, que el niño debería estar agradecido de que sus padres lo engendraron por encargo, partiendo de una comparación inconmensurable entre la existencia y la inexistencia del niño. Se pretende incluso que la supresión o manipulación, incluso contractual de la integridad de la identidad del niño, sea convalidada institucionalmente por medio de una legislación que la ampare o incluso la promueva.
19. Es notable observar que en casi la totalidad de la doctrina nacional y una buena parte de la doctrina extranjera, el eventual sufrimiento del niño por el hecho de que etapas de su identidad y de su estirpe sean suprimidas intencionalmente, es un tema que directamente ni se aborda. 20. Sin embargo, ya ha habido algunos estudios pioneros que demuestran lo que indica el sentido común. El niño sufre pérdidas y temores por las generaciones o estratos identitarios que le son sustraídos por la modalidad en que es concebido. 21. Se crea entonces una nueva forma de discriminación: un niño que padece estas técnicas está incluso en peor situación que un niño que es adoptado. En la adopción, el niño pierde una dimensión genotípica y fenotípica de su identidad, con los dolores que ello acarrea, pero en virtud de la imposibilidad de sus progenitores biológicos de afrontar la crianza. Este hecho es menos hiriente que el hecho de que aquellos que pretenden ejercer el rol de padres lo hayan concebido con la finalidad explícita de privarlo de dicha continuidad. Lo que era un mal que corregía la ley, se transforma de este modo en un mal convalidado y concebido por la ley. Aparecen así niños‐acompañantes, para mujeres de más de cincuenta años que se sienten solas y quieren revivir la maternidad, que resultan concebidos intencionalmente sin padre; niños concebidos por hombres o mujeres solas, por encargo para completar una idea de realización personal; o niños concebidos por parejas homo u heterosexuales con el agravante de que en las homosexuales habrá una dimensión constitutiva de la humanidad con la que la crianza del niño no podrá ser enriquecida (la mujer o el varón).
22. Se crean así nuevos “huérfanos genéticos”. 23. Discusión de la segunda tesis referida a la responsabilidad parental derivada de la concepción, o la ruptura simbólica y real entre concepción y responsabilidad parental y sus proyecciones sociales La segunda tesis se apoya sobre la idea de que la intención es lo determinante para calificar un acto jurídico. Vale decir que si la intencionalidad es de procrear pero no ser padre, la intencionalidad bastaría para calificar el acto.
24. Sin embargo esta posición no se condice con la teoría del derecho. Los actos se califican por su objeto y circunstancias; no por la intención. Más allá de que ésta última pueda tener efectos en la gradación de la sanción. El objeto de la donación de esperma o de ovocitos es que se procree con ellos. El donante no tiene dudas de que esa es la finalidad objetiva del acto y que su donación es un medio para ese acto procreativo. Que su intención sea procrear pero no asumir integralmente los efectos derivados de esa paternidad no es razón suficiente para establecer una cisura. O, a la inversa, establecer una cisura por fuerza no se condice con la teoría jurídica, pero además es un hecho de una gravedad sin precedentes en la protección de los derechos del niño.
25. Socialmente, significa por lo menos introducir una discriminación notable en desmedro de los niños. Decir que algunos padres pueden aportar sus gametos como medio para la procreación y no asumir la responsabilidad derivada de ese acto; y decir en cambio que otros si embarazan a una mujer o aportan gametos quedan ligados por la responsabilidad podría suscitar acciones fundadas en el principio de igualdad ante la ley. Desde la perspectiva del niño, y en última instancia, la aceptación de la voluntad procreativa no puede ser discriminatoriamente aceptada en un caso y no en otro alegando las circunstancias de la concepción, puesto que los niños no pueden ser discriminados en virtud de ninguna categoría (ni siquiera por nacimiento, y mucho menos por la modalidad en la que fueron concebidos). No es admisible que algunos niños puedan tener progenitores que se sustraigan a la responsabilidad de haberlos procreado aportando el material genético determinante, simplemente por el modo en que fueron concebidos.
26. En última instancia, la voluntad procreativa, en la medida en que desplaza al ámbito de la vonluntariedad adultocéntrica la aceptación o no de los deberes de orden público emergentes de la responsabilidad parental, supone menoscabar los derechos de los niños a que sus progenitores asuman las obligaciones que tienen para con ellos, violando de ese modo las garantías asumidas por el Estado en los Arts. 3.2, 5 y 27 inc. 2 y 3 de la CDN.
27. Discusión de la tercera tesis. La actitud de negación que tiene la doctrina a la hora de tratar que la supresión o manipulación de elementos de la identidad del niño en la fecundación asistida por donación de gametos o en la maternidad subrogada supone un comercio prohibido que involucra la integridad personal del niño por el realineamiento de su parentesco genético o fenotípico por contrato de los padres. Volviendo nuevamente a la comparación entre las dos formas de cesura entre la identidad genotípica‐fenotípica y la de crianza del niño, a saber: a adopción y la procreación asistida; otra vez se advierte un tratamiento divergente de los derechos del niño en este punto. En un caso, el comercio o la contractualización de la identidad es vista con disfavor por la mayoría de la doctrina. La protección de la dignidad de los niños en situación de abandono es generalizada, y se sostiene que el niño no puede ser objeto de un contrato por imperio de las prohibiciones del orden público del Art. 953. No obstante, otro estándar se utiliza respecto de la niñez concebida con técnicas de procreación asistida. 28. Mientras que en la adopción, al menos el niño tiene la posibilidad de saber que en su historia hay un estrato de su identidad que ha sido roto, su progenitura biológica puede ser visibilizada. El niño puede reconciliarse con su pasado e identificar como padre (bien que imposibiitado de criarlo) a aquel que lo engendró. Puede perdonar el abandono. Tiene una historia de resiliencia dignificante. En cambio, en el segundo caso, el de la procreación asistida por donación de gametos, el niño debe asumir que su identidad es objeto de un contrato, que sus padres biológicos son dadores para los que él fue meramente un contrato econonómico o un improbable acto de donación y que además, los padres por fecundación asistida que lo crían han participado de ese contrato y de esa comodificación y tecnificación de los estratos de la identidad del niño. Ni siquiera pueden en la mayoría de las ocasiones, personalizar y humanizar su historia.
29. Discusión de la cuarta tesis. La afirmación de que es política‐, jurídica‐, sociológica‐ y éticamente irrelevante que el eje de la paternidad y la filiación se desplace de la centralidad del niño a la centralidad de los deseos de los adultos. La bioeticista australiana Margareth SOMERVILLE ha escrito uno de sus libros este significativo texto: “Mientras que son individuos los que usan las tecnologías reproductivas, lo que hacen ellos afecta a todos los integrantes de una sociedad… Qué límites éticos estamos justificados de establecer respecto de las tecnologías reproductivas si deseamos proteger a los niños nacidos como resultado de su uso y al espíritu colectivo de una sociedad? Es importante recordar que es más probable que sea dañado el espíritu colectivo de la sociedad por lo que apoyemos, permitamos o prohibamos en el área de la reproducción humana que en cualquier otra área, porque nos afecta más sensiblemente modo ético y simbólico que cualquier otra área sensible”.
30. Se trataría de un tremendo retroceso que el eje de la determinación de la filiación estuviera centrado más en los deseos o la voluntad de los adultos, que en el deber del Estado y la sociedad de asegurar que la paternidad implica responsabilidades parentales.
31. En Argentina, es interesante notar que una reciente conferencia Magdalena Galli Fiant (la jurista santafesina) específicamente en referencia a la ley 26.618, se refirió al tremendo retroceso que implicaría la incorporación de la voluntad procreacional como fundamento del emplazamiento filiatorio. En primer lugar señaló como en el derecho argentino hemos transitado hacia la crítica de los reconocimientos complacientes. Además, se introduciría un tratamiento divergente de los derechos de los niños en torno al reclamo de sus derechos. Mientras que los niños concebidos por vía natural tendrían derecho a reclamar el emplazamiento de la paternidad, los concebidos por técnicas artificiales tendrían que conformarse con no tener padre o no tener madre. Esto significaría contraer el espectro de derechos de los niños involucrados, siempre analizando desde la perspectiva del niño, con el consecuente empobrecimiento respecto de las dimensiones psicológicas, personales y económicas derivadas de la negativa al acceso del establecimiento del vínculo jurídico. Por otra parte, implicaría una discriminación injusta entre distintos tipos de filiación, restringiendo derechos en virtud de “actitudes de los padres”, lo cual resulta expresamente prohibido por el Art. 2 de la CDN.
32. Este corrimiento del eje en materia filiatoria se puede advertir también si comparamos la fecundación in vitro por donación de gametos con la adopción. Mientras que la adopción tiene una dinámica paidocéntrica (v. gr. de centralidad del niño), la fecundación in vitro tiene invariablemente una dinámica inversa. En el primer caso se busca los mejores padres para un niño en situación de desamparo, en dónde el acento está puesto en el niño; mientras que en el segundo caso se procura el mejor hijo para padres, madres, esposos, parejas, mujeres u hombres solos que desean concebir. El acento está puesto en el deseo de los adultos y el niño es una mediatizado en orden a la realización de un proyecto personal. La estructura simbólica tiene una virtualidad social muy profunda. Rompe con la idea de que el centro de una sociedad tiene que ser invariablemente la niñez. Adviértase que en la formulación actual de la fecundación in vitro y la maternidad subrogada, incluso se desdibuja la infertilidad de los padres, porque se acentúa el deseo.
33. A diferencia de la adopción no hay escrutinio estricto a los candidatos.
34. Al argumento que sostiene que tampoco hay un escrutinio de los padres en la filiación biológica es necesario responder que: a) el estado no ingresa en la filiación que no supone una instancia mediatoria jurídica para alcanzar el hijo. La filiación biológica es puramente biológica, la filiación por fecundación in vitro supone un contrato oneroso o gratuito en el que interviene un médico para realizar la técnica procreativa. Esta mediación jurídica despierta el deber de garante del Estado de que los derechos del niño no sean infringidos (cita MLMizrahi); b) en segundo lugar, la filiación biológica es escrutada también en sus consecuencias cuando hay una emergencia disfuncional que activa el rol de garante del Estado. En esa instancia también se evalúa la idoneidad de los progenitores para ejercer determinadas funciones parentales.
35. QUINTA TESIS: La afirmación que nunca se explora en torno a sí el amor o el deseo de los adultos es suficiente como para constituir un parentesco.
36. Esta afirmación es muy llamativa, como también es llamativa la actitud de negación de la
doctrina a confrontar esta idea. Comparada con la adopción, hay un mito gestado en torno de que la fecundación por donación de gametos parece insertarse en una dinámica de la gratuidad de la concepción de la vida, en dónde los derechos del niño no son siquiera objeto de consideración, salvo para un ordenamiento de la filiación que sea consistente con los deseos del adulto.
37. Un análisis de algunas retóricas en torno a este tipo de filiación topa con discursos tales como que se trata de un niño esperado, deseado, amado. Estas aserciones, que se insertan en la dinámica de la voluntad procreativa generan inquietud. ¿Basta que se desee amar a un niño para “encargarlo”? ¿Es el niño un objeto pulsional para el adulto? Tanto que ha bregado la doctrina por un pasaje de una idea de niño objeto del derecho de sus padres a niño sujeto, el niño, es así, objetivado. 38. Tanto se objetiva que, como ha sucedido en el discurso del fallo reciente, desaparece totalmente de la retórica jurídica del emplazamiento de la filiación y el derecho a la identidad del niño. La filiación se torna un derecho de adultos.
39. El deseo de un niño no es causa suficiente para el emplazamiento filiatorio. Como han señalado diversos autores en la doctrina nacional e internacional: a) el no desear que un niño sea hijo no es causa suficiente para excluirlo de la paternidad (por lo menos, hasta ahora). Lo contrario implicaría terminar definitivamente con los juicios de reconocimiento de la filiación. Bastaría que un padre se niegue a serlo, lo que funcionaría como una condición extintiva retroactiva de todo derecho del hijo a ser emplazado en una relación de parentesco. B) A la inversa, el desear un niño, tampoco es suficiente para emplazar, toda vez que bastaría desear que un hijo de otro fuera mío para situarme en tal emplazamiento jurídico. La ley, en la medida en que consagra estas soluciones, no sólo coopera en un proceso de realineamiento de parentesco que involucra supresiones y manipulaciones de la integridad personal y la identidad, sino que además pone en riesgo de quiebre la seguridad y la garantía de todo el sistema filiatorio. Un sistema diferencial podría atentar además contra la prohibición de discriminación en virtud de nacimiento.
40. Por último, el amor de un niño no existe antes de ser concebido. Se ama lo que se conoce. Más aún, el amor expresa siempre un deseo de bien del otro. Por lo tanto es esencialmente inconsistente con un procedimiento que involucre un daño a derechos humanos personalísimos de un niño.
41. CONCLUSIÓN.
42. En realidad, como dijimos, una de las causas que tradicionalmente el derecho ha asociado a la determinación de la filiación es el matrimonio. El matrimonio, como institución paradigmática favorecida como fuente de las relaciones jurídicas de filiación ha pasado de ser causa exclusiva de esa determinación (recordemos que en algunos sistemas los hijos extramatrimoniales no alcanzaban propiamente el estatuto filliatorio); al reconocimiento de filiaciones ajenas al matrimonio (con la merma que ello implicó en los efectos jurígenos del matrimonio en relación a la filiación); hasta la equiparación relativa de derechos entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales. Antes, pues, el matrimonio tenía hegemonía para forzar la paternidad de los hijos nacidos en su seno, más allá de toda referencia a la identidad biológica, por la construcción jurídica de una presunción iuris et de iure. Pendularmente, estas ideas entraron en un proceso centrífugo respecto del matrimonio hacia la preferencia de la realidad biológica más allá de la institución jurídica en la que esta filiación se produzca. Este cambio de paradigma tuvo su eje en la consideración ampliada de los derechos de los niños como centrales en la consideración social. Hoy día, hay una notable reivindicación de la proyección jurígena de la pareja parental, por sobre la identidad filiatoria. Parece un marcado retroceso a los antiguos paradigmas.
43. Por otra parte, la creciente difusión de las técnicas de fecundación artificial introdujo un nuevo elemento a considerar. Mientras la filiación tradicionalmente se dividía en biológica y adoptiva; donde la segunda procuraba emular a la primera; la introducción de la fecundación artificial hace dudar en torno a la existencia de un tercer género que puede o no ser análogo. En alguna medida, la filiación artificial rompe los esquemas de pensamiento tradicional de la familia y plantea interrogantes que la doctrina comparada hoy aún no sabe cómo enfrentar. Algunos hablan de un tercer género de determinación de la paternidad/maternidad: ya no sería la derivada del matrimonio por presunciones iuris tantum (que en última instancia combina el criterio biológico con el antiguo criterio de fuerza jurígena del matrimonio); tampoco la derivada del parto (los casos de maternidad subrogada); ni la determinada por la vinculación genética del hijo con sus progenitores; la novedad consiste en que la filiación se determina de manera semejante al reconocimiento complaciente: por voluntad. Los derechos del niño a acceder en la medida de lo posible a una crianza en la que se vean unificados todos los estratos de su identidad (vale decir, por sus padres biológicos) y la idea de responsabilidad derivada de la progenitura, se desvanecen.
44. A este panorama, se añaden al menos dos aspectos totalmente novedosos suscitados por la regulación de la ley 26.618. Como sabemos, ésta no regulo aspectos sustanciales de la ley de filiación. En cambio sí se refirió a aspectos registrales de la maternidad producida en el seno de un matrimonio de dos mujeres; en el que sostuvo que el niño puede llevar el apellido de ambas, pero que una constará como madre y la otra como cónyuge de la madre. La novedad absoluta es que repentinamente en el inconsciente colectivo jurídico se reavivó la trascendencia jurídica de las presunciones matrimoniales; aún si el niño no tenía vinculación genética alguna con sus progenitoras. En la adopción la idea del padre biológico subsiste y el niño puede incluso llegar a conocerlo; hay un proceso monitoreado por el Estado para controlar la idoneidad de los guardadores o pretensos adoptantes y una atribución de la función parental a ellos por un proceso que evite el comercio en el que los niños estén involucrados. En la procreación asistida al igual que la adopción hay diversas cesuras entre la identidad biológica‐genética, eventualmente la fenotípica y la de crianza. Pero, a diferencia de la adopción esta cesura es intencional y provocada por los padres que aspiran a la crianza, el Estado se abstiene por omisión de procurar que el niño “conozca a sus padres y en la medida de lo posible sea cuidado por ellos” (Art. 8°) y de evitar la ruptura entre las relaciones de origen y las de crianza (Art. 11° ley 26.061); y los progenitores genéticos desaparecen de la consideración social y son tratados como aportantes de tejidos humanos y el derecho a conocerlos y a mantener relaciones con ellos o incluso saber de su existencia puede verse definitivamente proscripto.
45. Coincidimos con la idea de que así como hemos corrido el énfasis en la adopción, del bienestar de los padres al bienestar de los hijos; de la misma manera se debe hacer respecto del uso de las tecnologías de procreación asistida. Los niños deben ser trasladados al centro de la consideración a la hora de tomar decisiones.
46. En este sentido, proponemos que se vote como directriz regulatoria lo siguiente: que en todas las regulaciones relativas a los efectos de la filiación, en la medida de lo posible se procure garantizar la unidad, integralidad y continuidad de los aspectos identitarios del niño. 
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