Descarga - Escuela de color · José Alberto López

Anuncio
CROMO
MAGAZINE
de Escuela de Color
diciembre / 2013
CROMOM
de Escuela
2
#5/A
AGAZINE
a de Color
marillo
Sonia Brunar + Carmen Pascua
Eva Tubío + Andy Riva
Jesús Cañadas + Pablo Fernández Pujo
MA Blanco + Gry Garnes
Eva Fernández + Ceesep
Alejandro Luque + Raúl Góme
Antonio Martínez Ares + Pablo Muñoz de Arenilla
Pilar Vera + Jorge de Vicent
4
María José Benítez + Jorge Gonzále
Rafael Narbona + El niño de las pintura
Ana Isabel Alvea + Begoña Lombardí
José Ramón Ripoll + Adolf G
Ana Rodríguez Tenorio + Jonatan Alcin
Pilar Tavora + Francesca Maresc
Ana Rodríguez + Mª José Gómez Villa
Paloma Ramírez + Antonio Fernández Coc
al
/ 06
as
/ 08
ol
/ 10
ss
/ 12
pe
/ 14
ez
/ 16
as
/ 18
te
/ 20
ez
/ 22
as
/ 24
ía
/ 26
Gil
/ 28
na
/ 30
ca
/ 32
ar
/ 34
ca
/ 36
ÍN
DI
CE
Texto: Sonia Brúnar / Imagen: Carmen Pascual
Tú y yo
No somos más que dos almas en el tiempo que nos
queda por vivir. No pasan los segundos cuando es todo
tu ser lo que hace que me inunde de luz. Da igual que
sea un instante o toda la eternidad cuando las cartas de
la vida son jugadas desde el corazón, cuando es el sol el
que siempre brilla en nuestro interior; ignorando los días
que se oscurecen con nubres grises, dando sentido a
todo lo que, en ocasiones, parece no tenerlo.
6
No, no somos más que dos, tú y yo, haciendo de lo
que llamaron un tiempo lleno de oro, lo que ahora
comprobamos que no vale nada si no desprende el
calor suficiente, si al tocarlo se hielan los corazones, si
al mirarlo deslumbra tanto que nos deja ciegos ante un
amor que no quiere quedarse estancado en la acera de
los cobardes.
Así que ya lo sabes, no, no somos más que un par de
enamorados que desafían las leyes del tiempo haciendo
que nuestros sueños sean eternos, que existan cientos
de sonrisas detrás de cada momento lluvioso y que
todo se envuelva de la tranquila, pero excitante, gama
de colores amarillos que nos regala el otoño, que nos
recuerda, con su presencia, que las hojas caerán para
que vuelvan a nacer otras nuevas y más fuertes; para
hacer de cada día la ilusión de un amor que no... no es
más que tú y yo.
Texto: Eva Tubío / Imagen: Andy Rivas
8
El jugador sabe que el amarillo es
un tiempo. Aparece en forma de
filamento de óxido en mitad de la
hierba y tiene propiedades cegadoras
de largo alcance. El público se
deslumbra, se amarillean sus ropas,
las partículas del aire, las moléculas,
los bacilos. Todo se contagia en
cuestión de segundos. El jugador,
como el amante y como el artista,
conoce la secuencia: en plena
faena llega un destello fulgurante
que irradia el espacio y que viene
a descubrir por adelantado el gol,
la correspondencia del amor o la
gloria de una obra. En un instante
de dicha soledad que solo él
percibe, el jugador se cree capaz
de desafiar a sus sombras. Él sabe
que no es un presentimiento, es la
magia que acompaña a toda certeza
y cuya tonalidad es infinitamente
más luminosa que la de la propia
victoria. A decir verdad, cuando la
victoria llega le deja de pertenecer,
le es arrebatada por un público que
empieza a despintarse y a adoptar
otro color.
Texto: Jesús Cañadas / Imagen: Pablo Fernández Pujol
Grita. Revuélvete. Llora. Suplica, si quieres. Nadie va a oirte.
Estírame. Escupe contra mí. No sirve de nada.
¿Me sientes? ¿Ves tu fragilidad en mí? ¿Sientes el silencio
oceánico al que te condeno? Lo reconoces. Noto tu rabia,
la frustración que te inunda al saber que no eres la primera
voz que se hunde bajo mi yugo, que tus padres y tus abuelos
fracasaron, se rindieron, huyeron cuando toqué a su puerta o
terminaron cantando mis himnos a mano en pecho. Mi tacto te
asegura que tus amigos terminarán sintiendo mi muda caricia
y que, un día, tus hijos y los hijos de tus hijos ocuparán tu
lugar. Todos os desvaneceréis en la reescritura de los libros de
historia que os enseñaron quién soy pero no os previnieron de
mi regreso. Vuestras vidas no serán más que miles de palabras
vertidas contra mi indiferencia, gotas de lluvia que se diluirán
en primera plana, en la tinta de las dictaduras, en los altares a
dioses expendedores de créditos bancarios.
10
Os apagaréis. Yo permaneceré. Lo sabes, y sin embargo,
continúas debatiéndote, escribiendo artículos, componiendo
canciones, denunciando, encadenándote a esa palabra que
tanto adoras. Sigues honrando la memoria de tus padres y sus
hazañas, sigues cuchicheando con amigos a escondidas de
bares plagados de humo, sigues vertiendo el veneno de tus
ideales en el oído de tus hijos. Me intrigas. ¿Por qué lo haces?
¿Por qué no cedes a mi presión y guardas ese bendito silencio
que tan brutalmente te imploro?
Quisiera odiarte, pero la verdad es que te envidio. Te envidio
porque tienes algo que te empuja a luchar. Me fascina esa
imagen que se despereza detrás de tus párpados cuando vas
a dormir. Me desvela ese primer pensamiento que te asalta
cada mañana, que te obsesiona, que domina todos tus actos.
Tú puedes encontrar la voluntad de oponerte a mí, de seguir
soñando con mi caída mientras lanzas puñados de arena contra
mis murallas. Yo me conformo con admirarte. Al fin y al cabo,
soy sólo una pobre mordaza pegada a tu boca, incapaz de
nada más que de someterme a la voluntad del verdugo de tu
libertad.
Así que grita, revuélvete, suplica si quieres, Dame sentido.
Hazme que no olvide que existe esa libertad, que no sepa quién
de los dos es más frágil.
Texto: MA Blanco / Imagen: Gry Garness
El maldito. La señal de enfermedades. El augurio
de mala fortuna. El color al que vira el papel cuando
envejece. El presagio de la lenta aproximación de
un final inevitable. Decadencia. Amarillo. El color del
miedo.
12
Amarillo. La promesa de un nuevo ciclo. Las hojas
comenzando a abandonar el árbol. El momento apenas
perceptible en que se produce el cambio. El temblor
ante la incertidumbre de lo que vendrá. La suave
caricia del viento eliminando lo pasado. Los caminos
convertidos en la ruta del Mago de Oz. El paisaje
efímero. La confirmación de que la vida continúa. El
color de la renovación.
Texto: Eva Fernández / Imagen: Ceesepe
Amarillear
“Es mirarte para que todo amarillee:
Cúrcuma y azafrán,
Flor de sándalo y mirra,
Miel, limas y manzanas
El calor de la arena en la espalda,
dorada pereza de un día de verano...
14
Te miro y amarilleo, sin remedio, sin pausa.
Por ti, por tu sola culpa
Soy mar en calma sin reposo en las profundidades.
Nada espero vencer, nada tengo.
Peces amarillos
- Todo lo tuyo me devoran.”
Texto: Alejandro Luque / Imagen: Raúl Gómez
Amor amarillo
16
Aunque siempre se le consideró ciego, y él mismo
comparó su déficit visual con la oscuridad coompacta
de la noche, Borges alcanzaba a reconocer algunas
formas. Cuentan, de hecho, que la realidad desfilaba
ante sus ojos enforma de confusos coágulos amarillos.
“Hay un color que no me ha sido infiel, el color
amarillo”, afirmaba. En su poema El oro de los tigres,
el escritor equipara el amarillo del ocaso con el pelaje
de aquellas fieras que moraban en la jungla insondable
de sus álbumes infantiles. Ambos, los atardeceres y
los tigres, fueron dos veteranos amores del argentino.
¿Es posible concebir un idilio no con una persona, sino
con un color? ¿Podría éste llegar a generar tórridas
pasiones, episodios obsesivos, celos irreprimibles,
fatales desengaños? Si alcanzamos a imaginar tal
cosa, solo podemos -quién sabe por qué- hacerlo con
el amarillo. Los anglosajones identifican el rojo con la
ceguera de la ira, pero esa otra ceguera, la del amor,
es necesariamente una ceguera del color de la luz,
una ceguera amarilla. De ahí que en muchos lugares
se use el amarillo, también, para las señales de peligro,
especialmente las dirigidas a la siempre incauta,
despreocupada juventud.
Texto: Antonio Martínez Ares / Imagen: Pablo Muñoz de Arenillas
Te fuiste una noche de colores,
lunes de verano de membrillo.
Y abriste mi rabia, mis temores,
liberaste un dolor amarillo.
Aquí te dejo todas mis manos,
cortadas, heridas, temblorosas.
Como un Guernica Piaf pagano,
trozos de vida que fueron rosa.
18
Te dejo mis ojos como agujas,
espina dorsal de camaleón,
rayas y truenos, manga de bruja,
un triste tigre, Conde de Orgaz, yo.
Me dejo morir entre recuerdos.
Me dejo comer, llevar, matar.
Bajo mis pies, serpientes y huesos.
Mi corazón lo atraviesa el mar.
Pandóricas pinceladas dejo.
Pantagruélica escena regalo.
Moriré de ti, no de viejo.
En lienzo yo mismo me he enterrado.
Te fuiste una noche de colores,
lunes de verano de membrillo.
Y abriste mi rabia, mis temores,
liberaste un dolor amarillo.
Texto: Pilar Vera / Imagen: Jorge de Vicente
Guepardo
Qué tipo de persona -reflexionaba el buen padre Javierpuede vender de esperanza el infierno?
“Aquella que esté desesperada por salir de Él”, acertaban a
chivarle, inoportunos, los pocos sesos que le quedaban.
No había redención ni descanso. El padre Ignacio había
podido imaginar el calor, la soflama imbatible, pero
nunca hubiera alcanzado a recrear aquella humedad de
delirio, inquisidores, capaz de romper por igual el yute,
los sarmientos y el espíritu. Maravillas? Oh, sí. Había visto
peces que se zampaban pájaros de un bocado y pupas que
reventaban en insectos. La semilla de la fe? Sí, también había
visto cómo caía, liviana: un grano de mostaza en un páramo
de sal.
20
El buen padre se sentó a descansar, tan deslomado e
insignificante allí, en aquella asfixia, como lo había sido en
el páramo de cabras de donde provenía. Se miró las manos,
hinchadas de calenturas y arañazos mal curados, y pensó
que tampoco podría reconocer su propio rostro, de alcanzar
a verlo.
Se hallaba pidiendo clemencia al Altísimo cuando vino a
encontrarlo, para su gran pasmo, la mirada misma de Dios.
Una rágafa dorada tomó al jesuíta y lo arrebató de esta
tierra, henchido en transcendencia, hasta que, en algún
momento, el padre Ignacio creyó despertar.
O tal vez caer, como se despeña uno en los sueños.
Y sintió que un par de liebres habían pasado no muy lejos,
entrecruzándose en sus saltos. Podía distinguir, también,
los rastros de sangre seca y el aroma de las acacias, que
invitaban a sestear bajo su cortina amarilla, mientras que el
viento arrastraba el olor ardiente de la tierra tomada.
Texto: María José Benítez / Imagen: Jorge González
22
Como si una energía agrupase
todas las hojas del calendario ya vividas,
mientras el Sol iba derramando
texturas de la dorada estirpe
en cada poro de este cromatismo,
con tanto esplendor que impedía ver.
El néctar ambrosía parece inagotable,
y es que en su especie no existe más color
con doble grafía, ello lo hace singular.
Su fulgor se verbaliza con ojos bien abiertos,
y se asimila como sublime luz.
Texto: Rafael Narbona / Imagen: El niño de las pinturas
24
El amarillo es un color maldito, asociado
a la muerte y al infortunio, pero yo no lo
contemplo con desagrado, sino con nostalgia.
Para mí, representa la infancia, las mañanas
inacabables a orillas del Mediterráneo, cuando
el sol doraba la arena y temblaba sobre el
agua como una promesa de eternidad. A
los siete años, Dios no es un misterio, sino
una evidencia. El amarillo era el pálpito de
lo sagrado, dibujando el perfil de las cosas
y espantando el miedo a las pérdidas.
El amarillo es la bicicleta de mi infancia,
internándose por el desierto levantino y
cobijándose en la sobra de unos naranjos.
Desgraciadamente, los colores cambian. A
veces palidecen o se oscurecen. A los ocho
años, murió mi padre y el amarillo adquirió
un tono sombrío. El sol ya no parecía el
umbral de un paraíso inexistente, sino una
bola amarilla que rodaba por el horizonte,
imitando la solemnidad de una clepsidra.
De joven, escéptico y descreído, descubrí la
última tela de Van Gogh: un campo de trigo
con unos pájaros negros aleteando en un cielo
violentamente azul. Pensé en la bicicleta de
mi infancia y en los naranjos. Pensé en Dios
y pensé que tal vez existía, pero la ilusión se
desvaneció enseguida. Estamos solos y el
arte es la única forma de plenitud a nuestro
alcance. Ese pensamiento me reconcilió con el
amarillo y me hizo sonreír, recordando que no
hay colores malditos, sino destinos ineludibles.
Texto: Ana Isabel Alvea / Imagen: Begoña Lombardía
Tormenta amarilla
26
Un dorado paisaje nos envuelve
esta calurosa tarde de verano.
Si en el horizonte nos acecha
la tormenta amarilla de Munch
o las pinceladas de Van Gogh
por qué no pensar
en el pan de oro de Klimt
y en sus rayos amarte
sentada a la orilla de la vida.
Texto: José Ramón Ripoll / Imagen: Adolf Gil
Luz dorada
28
¿Qué mirada se oculta tras el panel del tiempo?
¿Dónde van esos niños sin rostros que se cruzan
como si fueran signos de la otra realidad?
Se oye un murmullo que acrecienta la duda
entre el recuerdo y el vacío.
Un aroma de pan y libro abierto
inunda el movimiento de la calle
y unos pasos resuenan por la memoria deshojada:
está escrito, está escrito...
Todo sucede y no sucede
allá donde las tardes se tiñen de amarillo
y una luz nos sosiega confundiendo la vida
con su propio destello.
Texto: Ana Rodríguez Tenorio / Imagen: Jonatan Alcina
El viejo milagro
30
El lápiz se desliza rápido sobre el papel. Los trazos
rectos, curvos, verticales, horizontales, oblicuos,
voluptuosos, van marcando los límites, el espacio
acotado que acogerá la imagen de la plaza que el
artista recrea en un instante único, irrepetible. Un
mundo paralelo, vivo, vibrante, va surgiendo al otro
lado del espejo de la realidad, sustituyéndola. Ella, la
realidad, se oscurece, se apaga poco a poco, a medida
que en el papel, suplantándola, se cuela el amarillo
de la cálida luz de los trigales, del girasol esquivo de
la sombra, de las hojas doradas del otoño y del ácido
zumo del limón, repitiendo, una vez más, el viejo
milagro del arte, que tan bien definió Picasso: “Hay
personas que transforman el sol en una simple mancha
amarilla, pero hay también quienes hacen de una simple
mancha amarilla el propio sol”.
Texto: Pilar Távora / Imagen: Francesca Maresca
Ocupa el tercer lugar de un arco iris que anuncia el fin de las
tormentas. También es el color del tercer chakra -el chakra del
sol- y rige nuestro subconsciente dando luz a nuestra mente,
a nuestra creatividad, a la individualidad, a la búsqueda del
equilibrio y de lo nuevo, a la ciencia y al arte.
Está relacionado con la sabiduría, con la intuición y con
aquellos que buscan constantemente la luz. Es el color de
la emotividad tan importante en la creación artística y en la
solidaridad humana.
En el mundo de las bambalinas no es bien recibido desde el
XVII y se mantiene alejado en el universo de las supersticiones
navegando en torno a Moliere.
32
Sin embargo sin él ese mismo mundo carecería de su energía
y su esplendor porque es un medicamento para nuestra
autoestima, nuestro ánimo y un estímulo para la inteligencia y
el inconsciente... ¿cómo puede un simple color tan al alcance
de la mano ser tan importante? Se preguntarán aquellos que
no encuentran nunca el valor de lo cercano.
El amarillo, por estas tierras transformado en geométrico
y angular albero, se asocia sin conflictos a la muerte y al
triunfo cuando cubre la redonda superficie anunciando
el ritual, extendiéndose como una alfombra que pisarán
inevitablemente, al mismo tiempo, los dos extremos de la vida.
En ese mismo ritual se recrea y es vanidoso convertido en el
oro de los trajes de luces que más que a los hombres le dan
brillo a la incertidumbre y al riesgo.
Se vuelve a transformar en luz en otros alberos populares para
la fiesta y vive en las manzanillas que se gestan en las viñas
andaluzas y se siente libre abierto en girasoles y se expande
lleno de vitalidad por los inmensos campos de trigos que sin
que sea su culpa, están tan mal repartidos o se convierte en
poema cuando Machado recuerda su patio sevillano donde
madura el limonero.
Y a pesar de ser color de vida sigue asociado a la muerte por
este incomprensible sur cuando adornan, en los singulares
y artesanos altares que recorren las calles anunciando la
primavera, otra muerte con bellísimos rostros y manos en cruz
iluminados por la luz -también amarilla- de los cirios.
Es símbolo de poder encarnado en coronas y cetros y de
humildad cuando, tímido, asoma por las varas de unas canastas
trenzadas con sueños imposibles.
Suele estar muy lejos del frío pero no puede evitar que le
atraigan terriblemente los azules y cuando se le antoja unirse a
ellos engendra un maravilloso verde que nos habla siempre de
vida y esperanza.
Texto: Ana Rodríguez / Imagen: Mª José Gómez Villar
Huida
Es el color del cielo de tu cuerpo,
el que enciende con pasión mi última esperanza.
A ti me aferro, con tal fuerza que la sangre brota de tu
cabellera, deslizándose hacia mí.
34
Sólo yo sé que estás hecha para iluminar mi existencia,
cual estrella, rabiosos y amarillos rayos hacen de mi
cuerpo un sol radiante.
Y yo te abrazo, porque sé que eres tú quien me
mantiene vivo, en tanto planeas, a mi pesar, tu dolorosa
huida.
Texto: Paloma Ramírez / Imagen: Antonio Fernández Coca
36
Que el sol gira en amarillo
y mi alma gira en negro
sabiendo que te me escapas
como un soplo en un anillo
¿cómo dividir el sol
entre tu hoy y mi ocaso?
solo siguiendo tus pasos
en su rumbo diferente.
Y robarte el beso urgente
con el gesto más sencillo
para que todo lo oscuro
se vista de luz y brillo.
WE
THEM
Sonia Brunar / Carmen Pascual / Eva Tubío / Andy Rivas
Jesús Cañadas / Pablo Fernández Pujol / MA Blanco / Gry Garness
Eva Fernández / Ceesepe / Alejandro Luque / Raúl Gómez
Antonio Martínez Ares / Pablo Muñoz de Arenillas
Pilar Vera / Jorge de Vicente / Mª. José Benítez / Jorge González
Rafael Narbona / El niño de las pinturas / Ana Isabel Alvea
Begoña Lombardía / José Ramón Ripoll / Adolf Gil
Ana Rodríguez Tenorio / Jonatan Alcina / Pilar Távora
Francesca Maresca / Ana Rodríguez / Mª. José Gómez Villar
Paloma Ramírez / Antonio Fernández Coca
CROMO
MAGAZINE
de Escuela de Color
Dirección
José Alberto López
Diseño y maquetación
Paco Mármol
www.escueladecolor.com
www.josealbertolopez.blogspot.com
www.cromomagazine.blogspot.com
Descargar