Grupo de trabajo 4.

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Grupo de trabajo 4.
LA SEGURIDAD ENERGÉTICA DE LOS EE.UU. Y DE LA UE ANTE LA
NUEVA SITUACIÓN ESTRATÉGICA EN ORIENTE MEDIO Y GOLFO
PÉRSICO
Presidente:
José Mª García Alonso
Vocales:
Francisco Vañó Ferre
Enrique Bohigas Jayme
Rogelio Bandín Mosteyrin
María R. Serrano Velasco
Daniel Acuña Calviño
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LA SEGURIDAD ENERGÉTICA DE LOS EE. UU. Y DE LA UE ANTE LA NUEVA
SITUACIÓN ESTRATÉGICA EN ORIENTE MEDIO Y EN EL GOLFO PÉRSICO
1.- Introducción metodológica y conceptual.
Con el fin de hacer un desarrollo lo más serio y riguroso posible, dentro de los
márgenes de extensión y tiempo en los que se inscribe este trabajo,
empezaremos por explicitar la metodología y conceptos que se pretende
emplear, algo que se hará de forma simplificada y lo más clara que nos sea
posible, para luego aplicar al tema que nos ocupa las herramientas de análisis
que previamente se han definido.
La idea de la seguridad energética está íntimamente vinculada a los conceptos
de dependencia y vulnerabilidad, cuya definición e implicaciones serán tratadas
de forma casi inmediata.
Previamente, es preciso tener muy en cuenta que el consumo de energía está
estrechamente relacionado con el desarrollo económico, lo cual supone que las
sociedades con mayor nivel de renta utilizan mucha más energía que las más
atrasadas. Esta causalidad se inicia con la Revolución Industrial y llega sin
solución de continuidad hasta nuestros días. Teniendo en cuenta todo lo anterior
es lógico que tanto los EE UU. (con el 20 por 100), como la Unión Europea (con
casi el 15 por 100), acaparen algo más de 1/3 del total de la energía consumida
en el mundo. Adicionalmente, al existir una muy desigual distribución mundial de
los recursos energéticos, se da un notable contraste entre producción y
consumo, presentando en los dos casos que nos ocupan un notable déficit que
deben compensar con la realización de ingentes importaciones de energía en
alguna de sus diversas formas. El caso de la UE resulta mas grave pues sus
recursos en este campo son bastante magros, pero también los EE.UU. están
obligados a comprar en el exterior una parte importante de la energía que
consumen, a pesar de su mayor disponibilidad de recursos en energías
primarias.
Para ir centrando el tema, lo primero a considerar es que en la actualidad se
dispone de cinco tipos de energía primaria: crudos de petróleo, gas natural,
carbón, electricidad nuclear y electricidad procedente de las denominadas
renovables, básicamente de origen hidráulico y eólico. La importancia de estas
fuentes primarias en el consumo global, de cada zona o de cada país, es
bastante desigual, siendo, con gran ventaja, preponderantes las tres citadas en
primer lugar y conocidas como energías fósiles, las cuales aportan casi el 90 por
100 de la energía consumida en el mundo, destacando el petróleo con el 40 por
100, seguido por el carbón, que aun contribuye con el 26 por 100 a pesar de
llevar bastantes décadas en retroceso, finalmente, el gas natural aporta en torno
al 23 por 100.
Como paso previo al análisis de la dependencia energética es preciso construir
balances relativos a cada país o área que nos interese, en los que se refleja, en
primer término, el consumo por fuentes o energías primarias, en segundo lugar,
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la producción interna, igualmente desglosada, cerrando las cuentas el saldo
exterior.
En lo referente a la información estadística emplearemos, básica pero no
exclusivamente, la que aportan dos fuentes de datos bastante solventes, fiables
y reconocidas, como son la “BP Statistical Review of World Energy” y Eurostat.
Obviamente, para construir balances es preciso contar con unidades
homogéneas, pues no se pueden realizar operaciones aritméticas mezclando
barriles de crudo, con metros cúbicos de gas, con toneladas de carbón o con
kwh, que es como se mide la producción eléctrica. Para resolver este problema
se han definido dos unidades: la tonelada equivalente de petróleo (tep) y la
tonelada equivalente de carbón (tec), de uso indistinto aunque ante por la
importancia relativa y absoluta del petróleo tiende a emplearse más la primera,
que es lo que haremos en este trabajo. Para transformar cualquier unidad
energética en cada una de las dos de referencia se usan unos coeficientes
basados en su potencia calorífica. Sin embargo, la cuestión es más compleja de
lo que a primera vista parece, puesto que existen varias decenas de tipos de
crudo de petróleo y muy diferentes tipos de carbón. Así, una tonelada de hulla
puede equivaler a 0,9 tec o 0,6 tep; pero si esa tonelada es de lignito su
equivalencia es muy inferior (0,46 tec o 0,32 tep).
Como el balance energético de un país o área nos da la producción interna y el
consumo total energético, puede calcularse fácilmente la tasa o coeficiente de
dependencia como cociente entre las importaciones energéticas netas y el
consumo total, en tantos por ciento. En este sentido, una dependencia del 77 por
100 –como la española actual- significa que con la producción interna solo se
cubre el 23 por 100 de nuestra demanda energética, debiendo acudir al mercado
exterior y adquirir más de los ¾ de toda la energía que se precisa.
Aunque el coeficiente de dependencia nos da una primera pista importante sobre
la situación de un país o de un área económica, es solo una visión parcial, por lo
que se debe profundizar más si se desea tener una perspectiva más amplia y
precisa de los riesgos y amenazas que pueden afectar a su seguridad
energética. Para ello introduciremos el concepto más complejo y de
cuantificación más difícil, aunque posible: el de vulnerabilidad energética.
El concepto de vulnerabilidad se define como función de toda una serie de
factores:
1) Grado de dependencia total y por fuentes energéticas.
2) Estructura del consumo por energías primarias.
3) Grado de concentración de las importaciones por países, áreas
económicas y sistemas políticos
4) Afinidad geográfica, económica, cultural y política de los países
suministradores.
5) Distorsiones en los mercados internacionales de energías
primarias de origen fósil, y muy especialmente en las de
hidrocarburos, por prácticas restrictivas de la competencia
mediante cartelizaciones de vendedores que fijan precios de
venta y establecen cuotas de producción por países.
Los tres primeros factores no requieren demasiadas explicaciones. Por un lado,
es claro que cuanto mayor es la dependencia del exterior más vulnerable se
puede ser, al tener que realizarse importaciones masivas de energía. Por otro
lado, cuanto mayor sea la diversificación del consumo por tipos de energías
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primarias, menor riesgo se tiene si se producen problemas en alguna de ellas.
Lo que sucede es que alguna de las fuentes primarias, caso del petróleo, por su
gran versatilidad de usos tiende a jugar un papel muy destacado en los balances
energéticos, con las secuelas que de ello pueden derivarse. Este fue el caso de
la España de principios de los años setenta, cuando la lógica sustitución de
carbón por petróleo llevó a una excesiva participación de este último en nuestro
consumo interno, de más del 60 por 100, con efectos muy negativos cuando se
desencadeno la crisis energética. También puede afectar a la estructura de la
demanda por fuentes el hecho de que se disponga de abundantes reservas de
alguna de ellas, aunque en este caso no afecte a la vulnerabilidad.
La concentración o dispersión de las importaciones puede incrementar o reducir
la vulnerabilidad. Asimismo, las relaciones –más o menos estrechas- que se
tengan con los países abastecedores también es un factor a considerar, pues
puede dificultar o asegurar los suministros en el caso de que surjan problemas
de cualquier índole.
Finalmente haremos referencia al tipo de mercado en cada una de las energías
primarias, empezando por aquellas que tienen un restringidísimo mercado
internacional, es el caso de la electricidad, sin importar su origen, por lo que ya
nos movemos en términos de energía secundaria –como se utiliza- no de
energía primaria, como se obtiene. Debido a las elevadas pérdidas que
experimenta en su transporte, la electricidad tiene un reducido comercio
internacional, que suele ser de intercambio entre países fronterizos, siempre y
cuando estén conectadas sus redes de distribución a altas tensiones.
El crudo de petróleo es la energía primaria que presenta un mercado con más
distorsiones, debido a la existencia de una cartelización de países exportadores.
En realidad el mercado de crudos siempre ha estado controlado por un cártel,
que hasta comienzos de los setenta del siglo pasado fue de grandes compañías
–las conocidas como las Siete Hermanas- que iniciaron sus acuerdos en
Achnacarry en 1927. Aunque la creación de la OPEP (Organización de Países
Exportadores de Petróleo) es de 1960, fue a partir de los acuerdos de Trípoli y
de Teherán de 1971, del de Nueva York, de 1972 y del de Kuwait, de octubre de
1973, cuando hizo sentir su fuerza en el mercado desplazando de su enorme
poder a las Siete Hermanas. Desde entonces, eso sí, con altibajos, esa
organización han conseguido imponer precios en el mercado de crudos muy
alejados de los costes de producción, utilizando en ciertos casos el precio y los
suministros de crudos como arma política.
Sin entrar en mayores profundidades, eso hace sumamente vulnerables a los
importadores de crudos, los cuales, adicionalmente habrán de pagar elevadas
cantidades de divisas por sus vitales suministros.
En el mercado de gas natural es preciso diferenciar entre los abastecimientos
que se hacen por gasoducto, que normalmente son continentales, aunque cada
día adquieren mayor importancia los submarinos entre áreas continentales no
muy distanciadas, y los que se hacen a través de la denominada cadena del gas
natural licuado (GNL). En ambos casos la asimetría en el número de
concurrentes hace bascular el poder en el mercado a favor de los pocos y
poderosos oferentes y en contra de los numerosos demandantes. No obstante,
es preciso hacer una consideración importante: en ambos casos se precisan
grandes inversiones en infraestructuras, bien en gaseoductos, bien en plantas
licuadoras y regasificadoras y en buques metaneros en el caso de la cadena del
GNL, las cuales, independientemente de quien sea el financiador, implican tanto
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al oferente como al demandante, haciendo converger intereses y, por ello,
laminando los poderes en el mercado.
En cuanto al carbón, su mercado, también bastante asimétrico, reúne a un
reducido número de vendedores y a un amplio y creciente número de
compradores, aunque este hecho, al menos hasta ahora no ha llevado a la
cartelización de la oferta, los riesgos de que esto pueda ocurrir no son
desdeñables.
2.- La seguridad energética de los EE.UU.
Hasta fecha tan reciente como 2010 este país ha sido, con bastante diferencia,
el de mayor consumo energético del mundo, tanto en términos absolutos, como
relativos (intensidad energética), dejando aparte algunos casos poco
significativos. Durante las décadas de los años sesenta y setenta, su demanda
interna llegó a suponer entre el 30 y el 40 por 100 del total mundial.
Posteriormente, ese descomunal consumo relativo ha ido descendiendo de
forma tenue en los decenios finales del siglo pasado, cuando estuvo en el
entorno del 28 por 100, haciéndose más dinámica la caída en la primera década
del actual, así, en 2010, era ya del 20 por 100, que es la última cifra disponible
dentro de estadísticas generales homogéneas.
La reducción de la participación norteamericana en el consumo mundial en los
años más recientes se ha debido fundamentalmente a dos causas. Por un lado,
al crecimiento explosivo del consumo energético de los denominados países
emergentes, entre los cuales no solo están China, India y Brasil; pues también
otros como Chile, Colombia, Irán, Kuwait, Qatar, Corea del Sur, Taiwán, Malasia
y Tailandia, han más que duplicado su consumo de energía en las dos últimas
décadas. Este hecho, asimismo, ha tenido una importante contribución al
desequilibrio reciente de esos mercados de energías fósiles. Por otro lado, y al
igual de lo que ha sucedido a la práctica totalidad de los países de la UE, la
crisis económica a terminado afectando al crecimiento de la demanda de
energía, poniendo de relieve, una vez más, el estrecho vínculo existente entre el
desarrollo y el consumo de energía.
Aunque los EE.UU. han sido desplazados por China del primer lugar mundial en
consumo energético, continúa siendo un importantísimo utilizador de esta
materia prima –su demanda interna está en el entorno de las 2.300 millones de
tep- lo cual responde tanto a su alto nivel de desarrollo productivo (industrial,
agrario, de transportes, etc.), como a las peculiaridades de la forma de vivir
norteamericana.
La singularidad de los EE.UU. es que a la vez que gran consumidor de energía
en un importantísimo productor, con alrededor de 1.740 millones de tep.,
producción, además muy diversificada por fuentes primarias y que trataremos de
resumir:
- Tercer país productor mundial de petróleo, únicamente superado
por Rusia y Arabia Saudita
- Primero en la extracción de gas natural, por encima de Rusia y a
notable distancia de Irán y Arabia.
- Segundo en producción de carbón, alejado de China, si, pero
más que duplicando la producción de los que le siguen en
5
-
-
volumen de extracciones, como Australia, India, Indonesia y
Rusia.
Primero, con enorme diferencia en potencia instalada
electonuclear, con 101.465 Mw; le siguen Francia, con 63.130;
Japón, con 46.934 y Rusia, con 23.643. En producción de
electricidad de este origen las diferencias son más acusadas.
Cuarto productor mundial de electricidad de origen hidráulico,
únicamente por detrás de China, Brasil y Canadá.
En definitiva, estamos ante un gran productor mundial de la más variada gama
de energía primarias, lo que le asegura un alto porcentaje de sus necesidades y,
además, le permite realizar exportaciones no muy cuantiosas, a países
próximos, tratándose, en bastantes ocasiones de flujos en doble sentido, como
los de gas natural con Canadá. Sin embargo, su elevadísimo consumo de crudos
de petróleo le lleva a tener una dependencia del exterior de alrededor del 22 por
100, centrada en esta energía primaria. Podríamos afirmar, por tanto, que el
talón de Aquiles de la seguridad energética de los EE.UU. está en este hecho.
Las importaciones estadounidenses de crudos aunque muy importantes por su
volumen, al superar los 500 millones de toneladas, están bastante diversificadas
por países y áreas de procedencia. Así, entre Canadá y México aportan el
porcentaje mayor –un 30 por 100- tratándose de países vecinos y con vínculos
especiales con los EE.UU. Venezuela suministra el 20 por 100, los exportadores
del Golfo Pérsico el 15 por 100, aproximadamente lo mismo que Nigeria, del Mar
del Norte procede el 8 por 100, de Rusia el 7 y el Norte de África únicamente el 4
por 100. Así pues, desde el punto de vista de la seguridad de los suministros, la
dispersión de las importaciones de crudo norteamericanas reduce en gran
medida el negativo impacto de su elevadísimo volumen. A todo lo anterior es
preciso añadir la existencia de una autorización del Congreso y el Senado
norteamericanos para que el Departamento de Energía pueda constituir un stock
estratégico de hasta 1.000 toneladas, si la situación así lo exige.
En lo referente al gas natural, los EE.UU. son prácticamente autosuficientes
debido a su enorme producción interna, la mayor del mundo. No obstante,
existen intercambios de una cierta entidad con Canadá a lo largo de su extensa
línea fronteriza, en el oeste hacia los EE.UU., en la zona de los Grandes Lagos
hacia Canadá.
3.- La seguridad energética de la UE.
La Unión Europea está formada en la actualidad por 27 Estados Miembros
caracterizados por una gran heterogeneidad desde varias perspectivas, entre
ellas la energética. Por ello, aplicar de forma estricta la metodología para
analizar la seguridad energética, anteriormente especificada, resulta poco
conveniente y bastante arriesgado, pues se podría llegar a generalizaciones
poco significativas –dada la gran dispersión de las situaciones nacionales- y a
conclusiones de validez más que cuestionable. Con esto no se pretende decir
que la metodología referida no sea recomendable, sino que su empleo a la UE
en su conjunto debe realizarse de forma muy cuidadosa y prudente, apuntando
toda una serie de matizaciones en el nivel nacional o estatal, pues las partes que
forman el conjunto son bastante diferentes.
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El grado de dependencia energética medio de la UE se ha mantenido en los
últimos años en el entorno del 53 por 100, lo cual supone una situación mucho
mas preocupante que la de los EE.UU., que solo es del 22 por 100. Sin
embargo, el valor medio europeo es muy poco relevante, al tratarse de una
media caracterizada por una enorme dispersión que la convierte en poco
significativa.
Veamos lo que sucede de forma pormenorizada por países con el grado de
dependencia. En un extremo tenemos el caso de Dinamarca, con un coeficiente
de dependencia negativo (-70 por 100), que nos indica que estamos ante un país
exportador neto de energía, al superar de forma muy holgada la producción
interna al consumo. En el otro extremo tenemos los casos de Chipre, Malta y
Luxemburgo, con una dependencia próxima al 100 por 100, esto es, carecen de
producción interna y deben importar toda la energía que consumen. En una
posición cercana a los últimos están Irlanda, Italia, Lituania y Portugal, cuyo
grado de dependencia supera el 80 por 100, sin llegar al 90. Finalmente, los
restantes países de la UE quedan dentro de esa amplísima horquilla.
Cabría pensar que los Estados que se han citado –excepto Italia- tienen una
reducida dimensión económica y que convendría tener en cuenta a los más
importantes antes de llegar a una conclusión. Pues bien, los valores de sus
respectivos grados de dependencia, expuestos de forma ordenada, son los
siguientes: Italia, 84 por 100; España, 77 por 100; Alemania, 60 por 100; Francia,
50 por 100; Polonia, 31,5 por 100, y Reino Unido, 28 por 100. Como puede
apreciarse con claridad la dispersión de los grados de dependencia entre los
grandes países de la Unión es tan amplia que podemos concluir que la media
europea carece totalmente de significación.
La diversidad existente dentro de la UE, que no dispone de una política
energética común a pesar de algunos tímidos intentos para articularla, está
reforzada por la existencia, dentro de este ámbito, de políticas nacionales muy
diferentes. Se ha dado el caso de que ante la aparición de un grave problema
han sido más frecuentes las trayectorias próximas al sálvese el que pueda, que
a la cooperación entre el conjunto de los Estados Miembros
La heterogeneidad que se da dentro de la UE queda perfectamente reflejada en
lo que atañe al uso de la energía nuclear, lo que no deja de ser pintoresco
teniendo en cuenta que los Tratados Fundacionales: Roma-CEE y Roma-CEEA
(Euratom) son indivisibles y han sido asumidos por los Estados Miembros. Así,
una de las líneas más claras de las diferencias en el seno de la UE nos la da la
posición de cada país respecto a la energía nuclear, pudiendo distinguirse
varias categorías.
En primer lugar podemos colocar a los Estados claramente pro-nucleares, bien
por contar con un numeroso parque de centrales, o porque basan un
considerable porcentaje de su producción de electricidad en este tipo de
centrales o, finalmente, por tener planes de ampliación de la potencia instalada.
Son los casos de:
- Francia, con 59 reactores en operación o en construcción y una
producción nucleoeléctrica de 423 Twh en 2011.
- Reino Unido, con 18 reactores y 62,7 Twh. Este país, pionero en
Europa en este tipo de energía, redujo bastante su impulso de
construcción de centrales nucleares al entrar en producción los
importantes yacimientos de gas y petróleo del mar de Norte.
- Suecia, con 10 reactores y 58,1 Twh de producción.
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- Bélgica, con 7 reactores y 46 Twh de producción.
- República Checa, con 6 reactores y 26,7 Twh de producción.
- Finlandia, con 5 reactores y 22,3 Twh.
- Eslovaquia, con 6 reactores
.
La segunda categoría es la de los moderadamente nucleares. Estos suelen
contar con un parque de centrales relativamente importante, pero sus gobiernos
están en duda permanente sobre su futuro nuclear por razones variopintas,
como presiones internas de grupos antinucleares y de izquierda, temor a la
pérdida de votos, etc. En este grupo están:
- Alemania, con 9 centrales y 102 Twh de producción, sigue siendo
el segundo país de la UE en este tipo de energía.
- España, con 8 centrales y 55 Twh de producción.
En la tercera categoría están pequeños países nucleares, que no disponen de
más de cuatro centrales, casos de Rumanía, Hungría, Eslovenia y Holanda.
El cuarto grupo es el de los antinucleares, que tuvieron alguna central en
operación o en construcción y decidieron su cierre o paralización, este es el caso
de Italia y Austria.
El quinto grupo es el de los no nucleares, entendiendo por tales a los que por
diversas razones no han decidido la construcción de centrales nucleares. En
esta categoría están: Chipre, Dinamarca, Estonia, Grecia, Irlanda, Letonia,
Lituania, Luxemburgo, Malta, Polonia y Portugal.
Como nota interesante cabe apuntar que existe una alta correlación positiva
entre la ausencia de centrales nucleares y una elevada dependencia energética,
aunque como es notorio tal correlación no implica necesariamente causalidad.
Como no es posible entrar en los casos nacionales, por obvias razones,
tomaremos a la UE en su conjunto. En 2010, su consumo energético conjunto
fue de 1.758,7 millones de tep, únicamente inferior al de China y los EE.UU., a
ese total el carbón contribuyó con 279,7 millones de tep; el petróleo con 617,1
millones de tep y el gas natural con 441,7. Estas cifras deben retenerse ya que
son las más interesantes por sus secuelas de importaciones, pues el consumo
de electricidad nuclear (236,5 millones de tep) y de energías renovables (172
millones de tep) prácticamente coincide con la producción.
La producción interna fue en el año de referencia de 830,8 millones de tep, lo
que implica la necesidad de importar unas 930 millones de tep, cifra
descomunal, tanto en términos absolutos, como relativos, pues supone un grado
de dependencia del 53 por 100, dejando aparte el coste económico de esas
importaciones, que alcanza cifras mareantes, lo que no es un asunto baladí.
Dejando de lado a las energías nuclear y renovables, por lo anteriormente
apuntado, la producción interna se basa en el carbón -163 millones de tep- el
gas natural -156,1 millones- y en el petróleo, 97,3 millones. Comparando estas
cifras con las demandadas aparecen los siguientes déficits, o cantidades que es
preciso importar para satisfacer las necesidades energéticas de la UE:
- 519,7 mill. tep de petróleo.
- 285,6 mill. tep de gas natural
- 114,7 mill. tep de carbón.
Aunque existe una cierta dispersión geográfica de los proveedores de
hidrocarburos, se da una notable concentración en los suministros en oferentes
cuya relación no cabe calificar ni de estrecha ni amigable. Rusia es el principal
suministrador de energía a la UE, con casi 300 millones de tep de crudo y 170
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de gas natural, en su conjunto estas cifras suponen cerca de la mitad de las
compras totales, coeficiente tanto mayor cuanto más al este y norte se sitúe el
país. Del golfo Pérsico llegan unos 120 millones de tep de crudo y 35 de gas
natural y del norte de África, 83 millones de tec de crudo y 56 de gas natural. En
definitiva, Rusia, los países del golfo Pérsico y los norteafricanos aportan más
del 85 por 100 de la energía que precisa la UE.
Estas cifras resultan bastante elocuentes de lo vulnerables que pueden ser los
abastecimientos energéticos de la UE, especialmente, en lo que a hidrocarburos
se refiere, aunque siempre con la matización de que cada caso nacional es
bastante singular y diferente, por las grandes disparidades en cuanto a dotación
de recursos, dependencia del exterior, diversificación de suministros y a la
existencia de vínculos de algún tipo con los proveedores de energías primarias.
4.- Conclusiones
1.- Para analizar la seguridad de los suministros a la UE y a los EE.UU. hemos
utilizado una metodología, a nuestro parecer bastante solvente, basada en los
balances energéticos y en la utilización de los conceptos de dependencia y
vulnerabilidad.
2.- En cuanto a fuentes estadísticas se han utilizado Euroestat y los anuarios de
BP, que facilitan datos sumamente fiables, homogéneos y actuales.
3.- Los EE.UU. son, simultáneamente, un gran consumidor y productor de
energía, tanto a nivel global, como por fuentes primarias. Es el mayor productor
mundial en gas natural y energía electronuclear, el segundo en extracción de
carbón, el tercero en petróleo y el cuarto en energía eléctrica de origen
hidráulico. No obstante, su oferta interna en petróleo es insuficiente para cubrir
su exagerada demanda. De aquí que tenga dependencia del exterior –del 22 por
100- aunque podamos considerarla moderada en términos relativos, no lo es
tanto en términos absolutos, al centrarse en crudos de petróleo.
4.- La vulnerabilidad energética de los EE.UU., su talón de Aquiles, está en la
necesidad de importar cada año por encima de los 500 millones de toneladas de
crudos. Sin embargo, esa vulnerabilidad se reduce de forma notoria teniendo en
cuenta: la diversificación de los suministros, la localización y estrechos vínculos
con algunos de los principales suministradores. A ello debe agregarse la
formación de un stock estratégico de hasta 1.000 millones de toneladas.
5.- La enorme dependencia norteamericana de los suministros de crudos del
exterior ayuda bastante a entender algunas de las líneas maestras de la política
exterior de ese país.
6.- La UE es un conjunto formado, en la actualidad, por 27 Estados Miembros
caracterizados por una gran heterogeneidad económica y energética, por ello, lo
que cabe predicar a nivel global no tiene base a nivel nacional.
7.- El grado de dependencia energética media de la UE es del 53 por 100, lo que
implica un notable riesgo para su seguridad al tener que adquirir en el exterior
más de la mitad de la energía que consume. Sin embargo, dentro del conjunto
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existen situaciones radicalmente diferentes, las cuales oscilan dentro de una
horquilla cuyos extremos forman Dinamarca, con un superávit energético del 70
por 100, y Chipre, Malta y Luxemburgo, con una dependencia del 100 por 100.
8.- Dado que la UE tiene un alto consumo energético y su producción interna es
bastante limitada, precisa importar más de 930 millones de tep anuales para
cubrir sus necesidades. Por energías primarias esas compras en el exterior se
distribuyen de la forma siguiente en millones de tep: 520 de petróleo, 285 de gas
natural y 115 de carbón.
9.- La UE es mucho más dependiente y vulnerable que los EE.UU. en lo que a
energía se refiere.
10.- La seguridad del abastecimiento energético de la UE está seriamente
afectado debido a su gran volumen y a una parte importantísima del mismo
proceda de lugares lejanos y conflictivos, casos del golfo Pérsico y norte de
África. De aquí la necesidad de que la UE mantenga una política sumamente
activa en ambas regiones, para asegurar unos recursos imprescindibles para su
economía.
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