LA CRISIS ENERGÉTICA VINOGRÁDOVA, Olga Colegio Nacional de Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires Profesor Guía: ERRAMOUSPE, Pablo “Miremos más que somos padres de nuestro porvenir que no hijos de nuestro pasado” (Miguel de Unamuno) Nosotros, los adolescentes de hoy, heredamos de las generaciones anteriores un mundo paradójico, inquieto e inseguro, repleto de preguntas y problemas irresueltos. También heredamos el conocimiento acumulado por la humanidad y las innumerables innovaciones tecnológicas. No hay duda de que tenemos condiciones para estar mejor informados que nuestros antepasados: tenemos Internet, el gran amigo del estudiante, el que habla distintas idiomas y posee diferentes puntos de vista sobre infinidad de asuntos. Miles y miles de invisibles personas me comunicaban su opinión sobre el tema propuesto: la crisis energética. Había allí opiniones encontradas; la mayoría eran incompletas, trataban algún asunto en particular; había artículos serios, escritos por especialistas; había de todo. Creo que es inútil resumir la información que creí pertinente e interesante en tres páginas, pero me gustaría expresar mi propia opinión (tal vez es la conjunción de las opiniones ajenas con las que estoy de acuerdo). Una voz más en el coro disonante que canta la misma canción. “Lo último que uno sabe es por donde empezar” (Blaise Pascal) Antes de todo, considero conveniente definir el concepto de “crisis energética”. Para formular la definición con precisión, hay que tener en cuenta que esta expresión se empezó a discutir en los medios luego de la brusca suba de precios del petróleo en el 1973, que afectó a muchos países del mundo. El aumento de los precios derivó en problemas de abastecimiento y escasez de combustible. La opinión pública se apoderó del asunto y se empezó a discutir sobre los programas de energías alternativas, siempre cuestionando su rentabilidad económica. Evidentemente, en esa época, la crisis energética era considerada como un problema puramente económico, entre otros tantos. Las nuevas tecnologías energéticas casi siempre se contemplaban a través del “prisma económico”. Pensándolo como un problema de estas características, yo propongo definir la crisis energética como una situación económica grave, causada por el aumento de precios y el agravamiento de los problemas de abastecimiento de las principales fuentes de energía (el petróleo y el gas). “Conducir por orden nuestros pensamientos, yendo de los más simples a los más complejos” (René Descartes) Pero coexiste otra comprensión del concepto mencionado que podría denominarse filosófica. La humanidad empezó a tomar cierto nivel de conciencia sobre los problemas de energía. El hecho más absurdo es que el hombre ha derrochado, en poco más de un siglo, lo que la naturaleza ha tardado en crear millones de años. Los países desarrollados son los principales consumidores de energía; además, sus economías crecen constantemente y necesitan más y más energía. Me da la impresión que quizá tengamos demasiada confianza en que los que tengan que tomar decisiones resolverán el problema de algún modo. No me parece que sea conveniente confiar este asunto a las instituciones políticas o entes económicos. Se necesita la participación de muchas otras organizaciones, científicas o humanitarias, locales o internacionales, para estudiar este tema, debatirlo, elaborar conclusiones y planificar cambios necesarios en las estrategias energéticas. “Hacer en todo enumeraciones tan enteras y revisiones tan generales que se esté seguro de no haber omitido nada” (René Descartes) Según los innumerables estudios, en los cuales se calculan minuciosamente y en forma dispareja los recursos no renovables, solo quedan en el mundo reservas de petróleo para 30-40 años; de gas, para 50-60; de carbón, para 200-300 y de uranio, para 60-100 años. Cabe destacar que estos números no sirven realmente para tales estimaciones, ya que se calculan suponiendo que el consumo de estos recursos se mantendrá constante. Además, se toma como supuesto que las desigualdades en el nivel de vida entre los países se mantendrán constantes. Por otra parte, las reservas mencionadas no están distribuidas en forma proporcional entre los países. En el mundo gobierna un complejo sistema de “repartición” de los recursos energéticos, principalmente de los hidrocarburos. Resumiendo, los hidrocarburos se acabarán dentro de varias décadas, el uranio duraría unas décadas más. “Con el conocimiento se acrecientan las dudas” (Johann W. Goethe) Una alternativa que parece prometedora para el futuro cercano es la energía atómica de fisión que utiliza uranio. Aporta cerca del 16% de electricidad producida en el mundo; y en algunos países es la mayor fuente de energía, como el caso de Francia donde la energía atómica constituye el 78% del total. A pesar de todas sus comodidades, supone ciertos problemas. El más importante es el de la seguridad, ya que si no hay un sistema bien protegido, podría desembocar en una catástrofe ambiental como la de Chernóbil en 1986, que devastó una región amplia de tierras muy fértiles. Mi familia vivía entonces en Kiev, cerca de Chernóbil. Mi papá (que es físico) contaba que medía el nivel de radioactividad, utilizando un contador de Geiger, en hojas de lechuga. El contador indicaba permanentemente que la radioactividad era muy alta. Desde entonces, las plantas nucleares mejoraron el control para evitar este tipo de accidentes, pero aun hoy sigue habiendo reparos a su construcción, como, por ejemplo, en Alemania, donde las organizaciones ambientalistas no permitieron construir usinas atómicas. Además, los residuos nucleares son radiactivos y contaminantes, y, a menos que se traten con procedimientos innovadores como el láser, irán a parar a países del tercer mundo utilizados como “basureros nucleares”. Por otra parte, si se decidiera sustituir el petróleo y el gas por la energía nuclear, se produciría un agotamiento mucho más rápido de las reservas de uranio. Por último, la construcción de estas plantas requiere mucho tiempo y dinero. A pesar de todo, la energía nuclear parece resurgir en muchos países como una alternativa viable para las próximas décadas. ¿Será el carbón la fuente de energía que nos salvará cuando se acabe el petróleo, el gas y el uranio? El carbón tiene muchas desventajas, las principales son: su combustión contamina demasiado el ambiente, y su extracción es complicada y peligrosa para los trabajadores. Además, suponiendo que se sustituyen todos los demás recursos no renovables que se consumen actualmente en cantidades equivalentes en rendimiento del carbón, el daño ambiental sería catastrófico, y al aumentar la demanda de carbón, éste se acabaría más pronto de lo estimado. “Todos los medios son buenos cuando son eficaces” (Jean-Paul Sartre) De todos modos, muchos países ya empezaron desde hace varias décadas a desarrollar nuevos sistemas de obtención de energía para realizar la sustitución de los recursos no renovables paulatinamente. Cada país enfrentó el problema en forma diferente, según la disponibilidad de los recursos locales y la infraestructura existente. En la Argentina, por ejemplo, hace varios años, se sancionó la ley nacional para el fomento de fuentes energéticas renovables. La fuente de energía alternativa más difundida en nuestro país es el viento, el potente viento patagónico. A partir de entonces, en la Patagonia argentina se lanzó un plan para crear parques de generación eólica. Un parque eólico fue construido cerca de Comodoro Rivadavia y produce el 15% de electricidad que se distribuye a los usuarios de la ciudad. De la misma forma, cerca de 300 poblaciones aisladas en Chubut recibieron turbinas de viento del Centro Regional de Energía Eólica, con lo que llegan a autoabastecerse. Es un dato interesante que los científicos argentinos están desarrollando instalaciones para elaborar y almacenar hidrógeno a alta presión, utilizando la electricidad sobrante producida por las turbinas. Me gustaría agregar que algunos autores mencionan el hidrógeno como una fuente de energía del futuro. Tal vez será el combustible del futuro, pero no es una fuente, puesto que se necesita más energía para producirlo que la que puede entregar. Otro ejemplo que me pareció interesante y digno de imitación es el de Alemania, donde desde hace varias décadas se aplica la energía solar para el uso doméstico, en la agricultura y aun en los grandes procesos industriales. Entre los recursos renovables, el más utilizado actualmente en el mundo es el agua que genera la energía hidroeléctrica, y que aporta, aproximadamente, el 19% de la electricidad. También están la energía de las mareas y las olas. Todas estas fuentes de energía son limpias, pero la construcción de la maquinaria para aprovecharlos es bastante costosa, lo que disminuye su rentabilidad. Son incontables los intentos de distintos países de diversificar la industria energética, utilizando como combustible diferentes y, a veces, insólitos “recursos”, como, por ejemplo, biomasa en Malasia y bosta en Japón. Evidentemente, las pequeñas ciudades y pueblos podrán sobrevivir la crisis ya que utilizarían las mencionadas fuentes de energía locales (eólica, solar, etc.), que alcanzarán para ellas con un uso racional de su energía. Sin embargo, las grandes metrópolis e industrias necesitarán otras alternativas, capaces de generar grandes cantidades de electricidad. “Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible; los políticos, por hacer lo posible imposible” (Bertrand Russell) A pesar de todo, los países desarrollados siguen realizando inversiones para el desarrollo de nuevas tecnologías. Un claro ejemplo de esto es la construcción del primer reactor experimental de fusión nuclear en Francia, en la cual colaboran varios países. La energía atómica de fusión parece ser una alternativa prometedora, pero presenta varios inconvenientes. Primero, el desarrollo de esta tecnología todavía está en las primeras etapas. Además, la cantidad de litio (el elemento necesario para la producción de tritio, uno de los reactivos) en la corteza terrestre también es limitada. Actualmente los científicos tratan de resolver este inconveniente realizando investigaciones para hacer reaccionar dos átomos de deuterio, sin utilizar el tritio. Es una alternativa muy tentadora, pareciera viable a largo plazo. Pero, ¿cuándo? Se necesita que los que gobiernan este mundo tomen conciencia de la importancia de hacer grandes inversiones en los trabajos de investigación científica. Si todo el dinero que se gasta ahora para las guerras se emplee para seguir los experimentos y perfeccionar la tecnología de fusión nuclear y otras, entonces no sólo se podrían atenuar las implicancias de la crisis, sino que desaparecería la razón que subyace a la mayoría de estas guerras. Además, me parece que es un hecho paradójico y lamentable que en un mundo tan globalizado la mayoría de los países se queda al margen de los beneficios que prometen estas tecnologías. “En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos” (Mahatma Gandhi) De todos modos, es difícil pensar cómo sería el mundo si no se resuelve la crisis. Los países desarrollados planean un crecimiento económico constante, que implicaría el aumento de demanda de energía. Se sabe que los Estados Unidos consumen un tercio de la energía mundial, mientras que hay países en los que un porcentaje considerable de la población todavía no tiene acceso a la electricidad ni el gas. Si por algún milagro esta desigualdad desaparece, es decir, no va a haber pobres, se vaciarán las reservas antes que se desarrollen y se implementen otras alternativas. Por otro lado, los ciudadanos de los países ricos tendrían que resignarse a cambiar su modo de vida. “Pensar es fácil, actuar es difícil; actuar siguiendo nuestro pensamiento es la cosa más difícil del mundo” (Johann W. Goethe) Parecería que la humanidad se prepara para afrontar la crisis, y para aliviar sus consecuencias. También se implementan medidas educativas para usar racionalmente los recursos de los cuales disponemos. Por ejemplo, en invierno de 2004, cuando en Argentina sobrevino una crisis por falta de abastecimiento de gas, en los medios se daban esta clase de consejos a la población: “Tapen las cacerolas cuando cocinen, cierren las ventanas cuando prendan la estufa”, etc. No hubo ni una crítica a los negocios y shoppings que tienen una enorme cantidad de luz encendida, incluso, cuando no están abiertos, ni propuestas a disminuir la cantidad de carteles luminosos de publicidad, que tantos hay en la ciudad. Además, tratar de que la población utilice menos energía en una sociedad que incita a comprar electrodomésticos de alto consumo, creo que no logra disminuir la crisis más que en una ínfima parte. “Tendremos el destino que nos hayamos merecido” (Albert Einstein) Bibliografía • Lawrence Rocks, Richard P. Runyon, “La crisis energética mundial” – Emecé Editores, Buenos Aires, 1974. • Douglas Evans, “Política energética de occidente” – Editorial Troquel, Buenos Aires, 1980. • José Filipovich, “Las fuentes de energía” – Editorial Prensa Española, Madrid, 1975. • Pedro Portillo, “Energía solar” – Ediciones Pirámide, Madrid, 1985. • “Las nuevas energías”, recopilación de René-François Bizec – Editorial Fontalba, Barcelona, 1980. • “Energía para el mañana. Conferencia sobre Energía y equidad para un mundo sostenible” – AEDENAT, Madrid, 1993. • www.crisisenergetica.org • www.bbc.co.uk