REVISTA DE HISTORIA NAVAL Año XIII Núm. 48 INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA REVISTA DE HISTORIA NAVAL Año XIII 1995 Núm. 48 REVISTA DE HISTORIA NAVAL CONSEJO RECFOR: Presidente: Director del Instituto de Historia y Cultura Naval, José Ignacio González-Mier Hierro, contralmirante. Vicepresidente y Director: Vocales: José Cervera Pery, coronel auditor. Periodista. Juan Antonio Viscasillas Rodríguez-Toubes, Secretario General del Instituto de Historia y Cultura Naval; Manuel Martínez Cerro, Jefe del Departamento de Cultura del Instituto de Historia y Cultura Naval; Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, de la Comisión Espa ñola de Historia Marítima. Redacción, Difusión y Distribución: Isabel Hernández Sanz, Paloma Moreno de Alborán, Ana Beren guer Berenguer. Administración: Ovidio García Ramos, comandante de Intendencia de la Armada, María del Carmen Mérida Guerrero. DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN: Instituto de Historia y Cultura Naval Juan de Mena, , 1a planta. 28071 Madrid (España). EDICIÓN DEL MINISTERIODE DEFENSA IMPRIME: Servicio de Publicaciones de la Armada. Publicación trimestral: primer trimestre 1995. Precio del ejemplar suelto: 650 pesetas. Suscripción anual: España y Portugal: 2.600 pesetas. Resto del mundo: 30 $ USA. legal: M. 16.854-1983. ISSN-0212-467x. NIPO: 076-95-0f5-X. Impreso en Espaiia. Printed in Spain. Depósito CUBIERTA: Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval. SUMARIO Págs. NOTA EDITORiAL5 La reforma de los servicios de la Armada. Un debate en las Cortes de la nación desarrollado por Ramón de Carranza (1902-1912), por Joaquín María Piñeiro Blanca7 España ante las implicaciones mediterráneas de la Conferencia Naval de Londres de 1930, por José Luis Neila Hernández .... 27 Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y Ayesta: Dos peruanos en la Antártida, por Jorge Ortiz Sotelo45 La Marina en Filipinas, II: La Marina en el sur de Filipinas (18451858), por Hermenegildo Franco Castañón57 La Marina soviética en la guerra de España, porJosé Luis Infiesta Pérez77 El pensamiento naval y las campañas marítimas en el siglo xvii, por F. Fernando de Bordejé y Morencos93 La historia vivida, por José Manuel Veiga García115 Documento: El combate de Abtao119 La Historia Marítima en el mundo, por José Antonio Ocampo121 Noticias Generales123 Recensiones 131 COLABORANEN ESTENÚMERO Joaquín María Piñeiro Blanca es doctor en Historia Contemporánea por la Universi dad de Cádiz, profesor de la Escuela de Graduados Sociales y miembro del Grupo de Estudios «Bahía de Cádiz». Es autor de varias publicaciones (libros y revistas) sobre historia política durante la Restauración y la Dictadura de Primo de Rivera en Cádiz y otras relacionadas con la historia de la música. Colaborador de diversas publicaciones: revista El Ateneo, del Ateneo de Madrid, revista Trocadero, de la Universidad de Cádiz, tiene en imprenta la tesis Decadencia de la oligarquía gaditana en la crisis de la Restauración. José Luis Neila Hernández es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid, en cuyo Departamento, como profesor asociado, imparte la asignatura Historia de España del siglo xx. Está especializado en el campo de las Comunidades Europeas. Autor de varios libros y colaborador en distintas obras y proyectos, ha impartido cursos sobre temas de su especialidad. Investigador y articu lista activo, ha publicado trabajos en numerosas publicaciones, entre las que se encuen tran la revista Hispania, la Revista de Estudios Africanos, los Cuadernos de la Escue la Diplomática, la revista Cuadernos Republicanos y otras nacionales y extranjeras. Jorge Ortiz Sotelo es capitán de fragata de la Marina peruana. Pertenece al Instituto de Estudios Histórico-marítimos del Perú, es Secretario permanente de los simposios de Historia Marítima y Naval iberoamericana y miembro fundador de «Talassia» (Asociación Iberoamericana de Historia Naval). Dirige la revista Derroteros del Mar del Sur y es autor de numerosas publicaciones histórico-navales y activo conferen ciante en diversos foros de España y de América. Hermenegildo Franco Castañón es capitán de fragata de la Armada, especialista en Armas Submarinas. Fue profesor de Maniobra y Cultura Naval en el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano y en la Escuela Naval Militar, y colabora con el diario La Voz de Galicia, de La Coruña, el Diario de Avisos, de Santa Cruz de Tenerife, la Revis ta General de Marina y la Revista de Historia Naval. José Luis Infiesta Pérez ha venido firmando sus trabajos con el seudónimo de «Alco far Nassaes». Publicista naval e investigador tenaz, se ha dedicado al estudio de la Guerra Civil española, 1936-1939, especialmente a sus aspectos menos conocidos, aquellos en los intervinieron personas y fuerzas extranjeras. Ha publicado numerosos libros y artículos sobre la materia y colabora con asiduidad con la revista Historia y Vida, entre otras publicaciones. F. Fernando de Bordejé y Morencos es contralmirante de la Armada en situación de reserva, ex director del Instituto de Historia y Cultura Naval y diplomado en Guerra Naval de la Armada española y de las Escuelas de Guerra naval e interejércitos de París. Publicista y conferenciante de temas estratégicos, históricos y navales, colabora con el Instituto de Estudios Estratégicos del CESEDEN desde 1974. Es autor de nume rosas obras y ha sido premiado varias veces por la Revista General de Marina. EDITORIAL El creciente aumento en el envío de trabajos que se reciben en la redacción de esta REVISTA, la calidad y el rigor histórico de los mismos y el prestigio y solvencia de sus autores, crean verdaderos problemas en orden a su selección y posterior publicación. La noticia es satisfactoria, pero al propio tiempo pre ocupante, pues necesitaríamos multiplicar por tres el número de páginas otor gadas a cada número. De aquí que ofrezcamos en este primer trimestre de 1995 —año puente entre lo comnemorado y lo que aún hay por conmemorar— un número compacto con seis estudios que abarcan un amplio campo historiográfico: La reforma de los servicios de la Armada objeto, en su día, de un apasionado debate en las Cortes de la nación, y que fue mantenido por don Ramón de Carranza, es una intere sante aportación de Joaquín María Piñeiro Blanca, profesor de la Universidad de Cádiz, mientras que José Luis Neila Hernández sitúa a España ante las impli caciones mediterráneas de la Coñferencia Naval de Londres de 1930. Desde las orillas del Pacífico, el historiador peruano y marino Jorge Ortiz Sotelo nos envía su semblanza de Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y sus vinculacio nes antárticas, y el capitán de fragata Franco Castañón, completa su interesan te estudio sobre la Marina española en el sur de Filipinas Unafirma de prestigio, la de José Luis Infiesta Pérez, estudia la partici pación de los marinos soviéticos en la guerra de España y el contralmirante Bordejé nos da sus conclusiones sobre el pensamiento naval y las campañas marítimas del siglo XVIII. Los acostumbrados espacios de Noticias Generales, la Historia vivida y la Historia Marítima en el mundo encuentran también su acomodo én el número, que con el documento y las recensiones completan su fisonomía, cuyo contex to sigue siendo de compromiso y esperanza para los días futuros. LA REFORMADE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTESDE LA NACIÓN DESARROLLADO POR RAMÓN DE CARRANZA (1902-1912) Joaquín María PIÑEIRO BLANCA Doctor en HistoriaContemporánea Tras las agitaciones políticas del Sexenio Revolucionario, tan intensamen te vividas en Cádiz (1), se abre un período de aparente tranquilidad: la Restauración. Cánovas del Castillo y Sagasta se turnaron en el poder, al fren te de los grupos conservador y liberal respectivamente, siguiendo un modelo político teóricamente equilibrado. Sin embargo, las prácticas caciquiles afec taron al ejercicio de la política y a la situación socioeconómica del país de un modo que desvirtuaría este modelo. Una de las familias más importantes en las redes caciquiles de la provincia de Cádiz en los últimos años de la Restauración fue la de los Gómez de (1) Vid. At.mitÉs GALLEGO, J.: «Las Juntas Revolucionarias de 1868: una interpretación’>. Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXVI, 1979, Pp. 39-96; CA1o CANCELA, D.: Burguesía y Jornaleros. 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Revista de Historia Contemporánea, n°3, 1984, pp. 55-85; GUTIÉRREZ CONTRERAs, F.: «Programas revolucionarios de Cádiz y Granada en 1868: la dualidad de fines en los orígenes del movimiento insurreccional», en La burguesía mercantil gaditana (1650-1868). Cádiz, 1976; HERRANPRIETO, J.: La Gloriosa en Cádiz: de la Revolución de 1868 a la Constitución de 1869. Cádiz, 1986; LÓPEZC0IWÓN,M.’ V.: La Revolución de 1868 y la 1 República. Madrid, 1976; Idem: El pensamiento político internacional del federalismo español (1868-1874). Barcelona, 1975; LLORCA,C.: Cádiz y la Primera República. Cádiz,l973; MILLÁN Ctnvrra, J. L.: Revolucionarios, reformistas y reaccionarios. (Aproximación a un estu dio de la generación de 1868). Sevilla, 1979; Idem: «La generación revolucionaria de 1868 en Andalucía». Archivo Hispalense, n.° 183, 1977, pp. 113-125; Idem: El hombre nuevo en la gene ración española de 1868. Sevilla, 1975; MoRENOALONSO, M.: «El cantón de Cádiz (La infor mación del consulado británico)». Actas III Coloquio Historia Andalucía. Historia Contemporánea. Tomo III. Córdoba, 1985, pp. 365-377; PARRILLA ORTIZ, P.: El cantonalismo gaditano. Cádiz, 1983; PUELLES, F. de: Fermín Salvochea. República y Anarquismo. Sevilla, .1984; SÁNciaz MANTERO, R.: «Bibliografla sobre la Revolución de 1868». Atlántida. Revista del pensamiento actual., n°37, 1969, pp. 28-31. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA Aramburu. Ellos continuaron conservando su poder cuando, tras un período de confusión, al turnismo de Cánovas y Sagasta le sucede el de Maura y Canalejas. Los hermanos Gómez de Aramburu llegaron a controlar totalmen te el panorama político en Cádiz al presidir Luis José el Partido Conservador y —tras la muerte de Cayetano del Toro en 1915— Juan Antonio el Partido Liberal (2). El calculado matrimonio de Ramón de Carranza con Josefa Gómez de Aramburu —hermana de los arriba mencionados— en 1890 le abrió las puer tas de la política gaditana, casi recién incorporado a los grupos de poder de la burguesía gaditana. En 1902, tras abandonar su carrera militar (con el grado de teniente de navío) y coincidiendo con la fundación de sus negocios de alma drabas y buques de pesca, Carranza ingresa en el partido con el que tuvo mayores afinidades ideológicas, el Conservador (3). Tan sólo un año más tarde consigue ser diputado, gracias a que, fallecido Rafael de Muro y Joaristy diputado por el distrito de Algeciras— en julio de 1903, fue elegido por los órganos de su partido para sustituirle en dicho puesto (4). Carranza ocuparía este escaño durante las legislaturas de 1903-1904 y 1904-1905, una vez pasada por la Comisión de Incompatibilidades una comu nicación del Ministerio de Marina participando haber sido declarado en situa ción de excedencia voluntaria (5). Disueltas estas Cortes, tras un año de inactividad política coincidente con un gobierno liberal, Carranza logra ser elegido senador por la provincia de Cádiz en las de 1907-1910, presididas por el jefe de su partido, Antonio Maura. En este cargo permanece en las legislaturas siguientes hasta 1917 (6). Durante este período, los partidos Conservador y Liberal sufren un grave vacío en sus respectivas jefaturas, con la consiguiente fragmentación interna. En estas fechas el sector maurista del Conservador se separa y funda uno propio. Carranza no ingresó en esta nueva organización como cabría esperar, perma — (2) Cfr. R.&rviosSANTANA, A.: «<Apuntespara una crónica... » Art. Cit. p. 129; Cfr. MILLÁN J. L.: «<ElCádiz polémico...» Art. Cit. pp. 67-68. (3) Con independencia de que sus mayores simpatías estaban en el Partido Conservador, en 1902 el Partido Liberal todavía no era controlado por Juan Antonio Gómez de Aramburu, por lo que su ingreso en éste era aún menos lógico, según información proporcionada por la fami lia Carranza en la entrevista del 26 de enero de 1990. (4) Esto tuvo lugar en la Legislatura 1903-1904, siendo presidente del Gobierno Francisco Silvela. Las Cortes de 1903-1905 —de las que ésta era su primera legislatura— fueron las pri meras de Alfonso XIII. Las anteriores habían sido suspendidas el 9 de diciembre de 1902. La convocatoria de nuevas elecciones se llevó a cabo por Real Decreto de 26 de marzo de 1903, obteniendo el Partido Conservador la mayoría: doscientos treinta escaños de los cuatrocientos tres a cubrir. Cfr. Diario de Sesiones del Congreso, Legislatura 1903, Tomo XIV, p. 23 (del índice). (5) Cfr. Ibídem. Dictamen de la Comisión de Actas n.°2, Dictamen de la Comisión de Incompatibilidades n.°12,p. 305, Apéndice 3.°; Aprobado y admitido n.°29, p. 772. (6) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907, Tomo CXVIII, p. 81 (del índice). Legislatura 1908, Tomo IX, pp. 78-79. Legislatura 1910, Tomo VI, pp. 52-53. CHIvITE, 8 48 LA REFORMA DE LOS SERVICiOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... neciendo en las filas del Partido Conservador hasta la llegada de la Dictadura (7). En 1917, fecha conflictiva en España por el inicio del llamado «Trienio Bolchevique», pierde su escaño en el Senado definitivamente. El sistema polí tico de la Restauración entraba ya en crisis abierta. No obstante vuelve a ser diputado a Cortes, esta vez por el distrito de El Puerto de Santa María, en la legislatura de 1919, coincidiendo con una momentánea recuperación de poder de su partido. Presentó su candidatura por esta localidad —y no por Algeciras, como en anteriores ocasiones— porque allí tenían más fuerza las redes caci quiles en las que estaba incluido (8). Pero el asesinato del nuevo líder conser vador, Eduardo Dato, con la consiguiente confusión en el maltrecho sistema de la Restauración, propiciaron su retiro de la política activa hasta llegadas mejores circunstancias: la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Su comportamiento político durante el período en que fue diputado y sena dor en las Cortes no se destacó singularmente. Como otros caciques del momento, ejerció su control en la provincia donde tenía fijada su residencia, negocios y propiedades, al servicio de sus intereses personales. Ramón de Carranza, al igual que destacados oligarcas de la época, hizo un uso demagógico del discurso regeneracionista de Joaquín Costa en diversas ocasiones. Empleando los argumentos de una corriente ideológica anticaciquil podía así desmarcarse aparentemente de este grupo. La conciencia cada vez más clara de que España ya no era el glorioso impe rio del pasado, los graves problemas políticos (inestabilidad gubernamental, pérdida de las antiguas colonias y el crecimiento del fenómeno caciquil), el atraso en la educación de los españoles y los problemas estructurales y socia les del campo (muy graves si se tiene en cuenta que España sostenía una eco nomía fundamentalmente agraria) fueron la base para el nacimiento de una corriente ideológica que, alarmada, defendiese la necesidad de «regenerar» España, de europeizarla como respuesta al desastre en el que se hallaba. Aunque fueron muchos los que denunciaron los males de España, fue Joaquín Costa el que mejor supo teorizar sobre este asunto (9). El programa elaborado por Costa para lograr la regeneración de España fue recogido en su obra Oiigarquía y caciquismo como la forma actual de gobier no en España: urgencia y modo de cambiarla (10). Una memoria sobre este (7) Carranza no continuaría su camino bajo el amparo del líder con el que había iniciado su carrera política por la sencilla razón de que su cuñado, Luis J. Gómez de Aramburu, perma neció en el Partido Conservador en Cádiz. Sin embargo, esto no supondría una pérdida de smi patías por la postura ideológica defendida por Maura, como indica su posterior actitud de admi ración por su figura. Cfr. Ibídem. Legislaturas 1911 a 1917. Vid. índices; Cfr. Diario de Cádiz, sábado 12 de mayo de 1923. (8) Cfr. Diario de Sesiones del Congreso. Legislatura 1919,Tomo XII, pp. 69-70 (del índice). (9) Eloy Fernández Clemente, en su libro Estudios sobre Joaquín Costa, recoge la biblio grafía fundamental sobre este importante personaje, ordenada cronológicamente,Vid. FEIuÁNDEzCLEMENTE,E.: Estudios sobre Joaquín Costa. Zaragoza, 1989, pp. 462-464. (10) La obra fue publicada originariamente en Madrid, en 1902. La edición que hemos mánejado está incluida en la colección de libros de bolsillo de Alianza Editorial (n.° 51). Madrid, 1973 (3. edición). Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA escrito fue sometida a debate en el Ateneo de Madrid, en su sección de Ciencias Históricas, los días 23 y 30 de marzo de 1901, causando gran expec tación y comenzando desde allí su difusión (11). Este estudio superaba en seriedad a las anteriores y ya tópicas quejas acerca de la mala salud de la polí tica, la economía y la sociedad españolas. Costa se entrevistó con numerosas personalidades para completar con su opinión este trabajo, que se convertiría en libro de cabecera de muchos políticos y pensadores españoles del momen to (12). Este programa, que atiende de forma desproporcionada a grandes temas muy generales y a pequeños asuntos locales, que piensa mucho en la España agraria y muy poco en la industrial y que plantea de forma utópica la aniqui lación del caciquismo, sería aprovechado por una parte de estos mismos caci ques, cambiando así su papel de acusados por el de acusadores (13). Con su manipulación del discurso regeneracionista, respaldaron teóricamente la nece sidad del advenimiento de una dictadura para atajar todos los males que Costá había expuesto (14). Como otros oligarcas, Carranza utilizaría demagógica mente estas argumentaciones, llegando al extremo de considerarse el «ciruja no de hierro» que Cádiz necesitaba para regenerarse, en la misma medida en que Miguel Primo de Rivera se identificaría con idéntico papel para la salva ción de España (15). Sin embargo, recurriría en mayor medida a la corriente ideológica «gadita nista». Desde mediados del siglo XIX, la burguesía local había creado su pro pio programa de regeneración de Cádiz, empujada por la quiebra económica sufrida tras la pérdida del monopolio comercial con las colonias de Ultramar. La búsqueda de caminos alternativos que recuperasen la actividad económica en la ciudad y la pretensión de que el gobierno central proporcionase impor tantes ayudas a una población que había demostrado en el pasado sus sacrifi cios por España durante la Guerra de la Independencia, constituirían los hilos conductores de este programa regenerador (16). El proyecto político de Antonio Maura sería —en menor grado que las corrientes regeneracionista y gaditanista— otro de los pilares ideológicos (11) Cfr. FERNÁNDEZ CLEMENTE, E.: Estudios sobre Joaquín Costa. Zaragoza, 1989, pp. 37-38. (12) Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Pi y Margall, Antonio Maura, Ortí y Lara, Bonilla, Mañé, Tomás Bretón; profesores de la Institución Libre de Enseñanza como Azcárate, Altamira, Posada, Calderón; o regeneracionistas como Isem y Sánchez de Toca se encontraban entre los sesenta y un entrevistados por Costa, Cfr. Ibídem , p. 37. (13) Vid. TuÑÓNde LARA, M.: España: la quiebra de 1898. Costa y Unamuno en la crisis defin de siglo. Madrid, 1986, pp. 85-87. (14) Cfr. FERNÁNDEZ CLEMENTE, E.: Op.Cit, pp. 32 1-324. (15) Cfr. PEMÁNPEMARTIN, J. M.: El hecho y la idea de la Unión Patriótica. Madrid, 1929, p. 16. «Costa fue el Bautista que precedió al Dictador, profetizando la venida de su ciru jano de hierro», CARA,R.: España,1808-1975. Barcelona, 1985, p. 545. (16) Cfr. Pñitez SERRANO, J.: «Gaditanismo y Andalucismo. Orígenes de la conciencia andaluza en el Cádiz de la Restauración borbónica». Actas del II Congreso sobre Andalucismo Histórico. Granada, 1987, pp. 407-431. 10 48 L4 REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... empleados por Carranza, aún después de que aquél fundase su propio partido. El maurismo representó un cambio en el pensamiento conservador, en un momento en el que el liberalismo elitista de Cánovas del Castillo comenzaba a manifestarse como poco válido. Esta corriente se constituiría en partido independiente a partir de 1913, con la pretensión de formar una derecha con servadora democrática, sin embargo fue evolucionando inconscientemente hacia’ posiciones propias de la derecha autoritaria, aunque esto nunca llegaría a ser asumido por Maura (17). En síntesis, el nuevo partido planteaba lo siguiente: el problema político español no era de doctrina sino de conducta. Por ello se hacía necesario iniciar una labor de educación ciudadana y de crítica al Gobierno, en defensa de una serie de cuestiones: el catolicismo, la monarquía constitucional de Alfonso XIII, la democracia, la legislación liberal adoptada en el siglo XIX, una legis lación protectora del obrero, el nacionalismo español y el reforzamiento del Ejército y la Marina (18). Todo ello era un resumen de los postulados defen didos por Maura desde el gobierno y que ahora fueron presentados de forma más explícita. Estas ideas eran escasamente originales, pero reflejaban la acti vidad intelectual de un grupo de políticos abiertos a las nuevas corrientes de la derecha europea. Trataron de incluir en el viejo conservadurismo liberal cier tos elementos de tradición carlista (el énfasis en el catolicismo) y las nuevas ideas de la democracia conservadora. La mezcla tuvo éxito a medias ya que la ambigüedad entre autoritarismo y democracia contribuyó a que, desaparecido Maura, sus seguidores más fieles se encaminasen en direcciones contrapues tas, y a que, a pesar de sus duras críticas al caciquismo, muchos de sus éxitos políticos fuesen debidos a prácticas caciquiles (19). Carranza recogió parte de estas ideas —a pesar de no continuar su activi dad política bajo el amparo del nuevo Partido Maurista—, especialmente en lo referente al reforzamiento del Ejército y la Marina, tema central en sus inter venciones en las Cortes. Su atención a los temas de carácter militar lo llevaría aconcentrarse en dos asuntos relacionados directamente con los problemas castrenses, empujado quizás por su mayor preparación sobre estas cuestiones, lo que podía facilitar le un eficaz lucimiento en las Cortes. Al propio interés personal se sumaban cuestiones de preocupación general (la reforma y modernización de los servi ‘ ‘ (17) Cfr. TUSELL,J. y Avii..És ,J.: La’ derecha española contemporánea. Sus orígenes: el maurismo. Madrid, .1986, pp.. 17-18..... (18) Cfr. Ibídem, pp. .52-54. (19) Vid CABRERA, M.: «El conservadurismo maurista en la Restaüración» en: La España de la Restauración: política, economía, legislación, y cultura (Edición de J. L. García Delgado). Madrid, 1985, pp. 55-69; CARRETERO NoviLLo, J. M.: Goicoechea y la Restauración. Madrid, 1935; CATÁ y GAVILA, J.B.: Don Antonio Maura. Ideario político. Extracto de sus discürsos. Madrid, 1953;GcL& VENERO, M.: Antonio Maura, 1907-1909. Madrid, 1953; LACOMBA, J. A.: La crisis española de 1917. Madrid, 1970; MAuaA,A.: Discursos conmemorativos. Madrid, 1941; Ossoiuo y GALLARDO, A.: Antonio Maura. Salamanca, 1928; SECOSERRANO, C.: Alfonso XIII y la crisis de la Restauración.Madrid, 1979; Idem: Perfil político y humano de un estadista de la Restauración: Eduardo Dato a través de su archivo. Madrid, 1978. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA cios de la Armada) y problemas que entonces obsesionaron a los gaditanos, como el porvenir del arsenal de La Carraca y, por extensión, el de los astille ros gaditanos. La reforma del Ejército y la Armada fue tema de debate nacional a raíz del desastre de 1898, suceso que había puesto en evidencia que las fuerzas milita res españolas eran anticuadas y poco operativas. Este punto fue recogido por Joaquín Costa en su proyecto de regeneración de España: a la idea de rectifi cación del curso de la historia de España y sus supuestos éxitos militares («Doble llave al sepulcro del Cid») (20), se sumaba la de modernizar el Ejército para que España resurgiese económica, militar y políticamente. En 1883 escribía que «sin marina mercante no hay colonias, ni comercio exterior, ni industria floreciente, ni agricultura próspera, ni presupuesto posible para sostener grandes escuadras» (21). La pérdida de la guerra con Estados Unidos y, por ella, de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, hacían necesaria la reforma de la vetusta organización mili tar española. Carranza recogió en parte estas inquietudes, haciendo valer su participación en aquella contienda como un grado de conocimiento del pro blema. Desde la primera legislatura en la que ocuparía un escaño en las Cortes, centró sus gestiones en tratar la reforma de los servicios de la Armada (22). Su primera intervención en el Congreso, el 19 de noviembre de 1904, fue precisamente para expresar su opinión acerca del proyecto de ley sobre la reforma general en la organización de los servicios de la Armada y programa de armamentos navales. Aunque el objetivo del proyecto de ley era la recons trucción urgente del poder naval español, no se mostró de acuerdo con su orientación dado que se pedían sacrificios a un colectivo que los acababa de hacer en Santiago de Cuba y en Manila con resultados estériles. A su juicio, el Estado no podía exigir esto si otros organismos no se sacrificaban de igual manera, un razonamiento frecuentemente utilizado en defensa de los intereses de la Armada que se consideraba agraviada por una falta general de agradeci miento por los servicios prestados en Cuba y Filipinas. Por otro lado, el esta mento militar no aceptaba el recorte de presupuesto a su personal destinado a proporcionar el deseado ahorro de dinero para la mejora de los servicios cas trenses. El argumento en contra de esta medida era simple: si ellos ya se ha bían sacrificado en 1898, correspondía al resto de la sociedad española hacer lo ahora para compensarlos de alguna manera. A esto añadían que el buen fun cionamiento de la maquinaria de defensa de la nación iba en beneficio de todos y evitaba que en un futuro España viviese un desastre parecido al que acababa de padecer. Ramón de Carranza simplemente se hizo eco de esta insatisfacción y la presentó en el Congreso (23). (20) Vid. COSTA,Joaquín: Crisis política en España. Madrid, 1914 (en la edición: Madrid, Alianza Editorial, 1973, pp. 169-179). (21) Cit. en: FERNÁNDEZ CLEMENTE, E.: Op.Cit. ,p. 30. (22) Vid. Estado General de la Armada para el año 1902. Madrid, 1901. (23) La reforma de los organismos y servicios de la Armada y la creación —con los recur sos disponibles— de nuevos elementos de fuerza, tenían como fin la defensa de la autonomía e integridad territorial de España. Para lograr tal objetivo se definió en este proyecto de ley una 12 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... Por otra parte, señaló un grave defecto en el proyecto de ley: éste hacía referencia detallada —y pertinente, en su opinión— a que el objetivo último de la reforma de la Armada debía ser su transformación en instrumento útil para la defensa de la autonomía e integridad del territorio de la nación, pero sin embargo descuidaba la definición de las características de la nueva Marina de Guerra. En sus propias palabras, la eficacia de la Armada dependía de una correcta formación de su personal, de unas bases de operaciones bien provis tas económicamente y dotadas de una moderna infraestructura y de un reparto concreto de los campos de acción de cada flota para evitar los desajustes y falta de organización habituales hasta ese momento. Cuestiones tan importantes se dejaban, según su criterio, a la imaginación en el proyecto de ley (24). Una vez explicados los problemas generales de este proyecto de ley, se dedicó a ir describiendo sus puntos débiles. La creación de una Dirección de Navegación, Pesca e Industrias Marítimas que reuniese la administración dispersa hasta entonces en varios ministerios— de todo lo referente a estas cuestiones no especificaba, según su opinión, cuáles eran estos asuntos y qué profesional sería su director general (él sugería para el puesto a un general de cualquier cuerpo de la Armada, por considerarlo más apropiado que, por ejem plo, un representante de una de estas industrias —con intereses en cualquiera de ellas—, o que un abogado sin conocimientos concretos sobre asuntos nava les). A esto añadía que la Junta de la Dirección —formada por naviero— debía tener sólo funciones consultivas y no administrativas, ya que no tenía sentido que estas funciones las cumpliesen los mismos administrados. En nin gún otro organismo del Estado se producía tal circunstancia y no encontraba motivos aparentes para que recayese tal privilegio entre aquellos industriales dedicados a la explotación de recursos marítimos. Resulta llamativo el enfo que que Carranza —dedicado a estos negocios— hace de este tema. A nuestro juicio, dado que todavía llevaba poco tiempo dedicado a esta actividad profe sional —apenas dos años— sería razonable pensar que era pronto para que su reacción fuese la esperable en un oligarca y que, en cambio, su formación cas trense fuese aún la que prevaleciera en la orientación dada a esta cuestión. Tampoco se mostraría de acuerdo con otro de los puntos del proyecto de ley: el establecimiento de una Jurisdicción Central de la Armada que asumiría las funciones ejercidas por las Capitanías Generales de los tres Departamentos Marítimos de España. Sus argumentos contra esta medida se basaban en lo poco operativo que sería acumular en Madrid el trabajo de las capitanías gene rales, con riesgo de producir una demora aún mayor que la actual en la reso lución de los problemas (25). — política naval con tres puntos de desarrollo: 1) La modernización de las unidades existentes en la flota y su ampliación. 2) Un informe de la cantidad, calidad y coste de los nuevos elementos de la flota. 3) La organización de los servicios y personal que harán eficaz esta flota una vez construida; Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 19041905. Tomo II, 19-XI- 1904, p. 1.192; Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 13-XII-1907, p. 2.406. (24) Cfr. Ibídem, pp. 1.193-1.194. (25) Cfr. Ibídem, p. 1.194. Año 1995 Ramón de Carranza en su época de teniente de navío. 1898 14 Núm; 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... - Otra cuestión que intentó corregir en el proyecto de reforma de los servi cios de la Armada hacía mención a la escasa precisión existente en el trata miento dado a las funciones de la Junta de Defensa del Reino. Según el texto del proyecto, ésta tendría que determinar las relaciones que debían guardar las fuerzas marítimas con las terrestres para la defensa nacional, pero sin especi ficarse en qué términos tenían que definirse estas relaciones. A falta de una planificación concreta, Carranza expuso la suya: en las bases de operaciones marítimas, las defensas terrestres de auxilio (fortificaciones, destacamentos y demás fuerzas situadas en lugares estratégicos de’la-costa) debían estar bajo el control de la Marina, que era —en definitiva— la que llevaba el peso de la cuestión y la que mayor conocimiento poseía de los problemas que pudiesen surgir: A ello sumaba la’inconveniencia deun mando con dos cabézas (terres tre y marítima). En su opinión, la unidad de mando bajo el dominio de ‘la Marina no era una novedad en las naciones que tenían que defender costas. Aprovechando el conocimiento que le proporcionaron sus múltiples lecturas sobre temas relacionados con estas cuestiones (26), cita varios ejemplos de las organizaciones navales de Alemania, Austria, Italia, Rusia, Japón, Suecia, Noruega y Dinamarca (27). De ellas, expuso cori detalle el caso francés, posi blemente empujado por su admiración personal por el mariscal Moltke, inspi rador de la organización naval en aqtiélla nación (28). En ésta se estipulaba que las defensas que miraban al mar estuviesen a cargo de las autoridades navales, sin que esto quisierá decirque las fuerzas que ocuparan esas fortifi caciones fuesen todas de Marina. Asimismo, encontraría falto de previsión el artículo que contemplaba que los establecimientos pará construcciones y carenas pertenecientes al Estado debían dediçarse exciusivámente a un tipo de trabajo, a construcciones o a reparacioñes. Esta disposición, a su juicio, süpondría un ‘graveproblema: los astillerós, que se ‘especializasen en reparaciones no ‘tendrían trabajo cuando éstas no tuvieran que hacerse. Lo mismo sucedería con los destiñados’a cons trucciones cuando’ no hubiese ninguna contratada. La solución’ dada por Carranza pretendía qüe ‘todos los astilleros se dedicaran a la construcción de mayor, mediano o pequeño tonelaje, según sus capacidades, y a las reparacio - (26) Señalábamos en capítulos anteriores que tuvimos la oportunidád de aceder a la bibliotecapersonal de Ramón de Carranza. Esta, si bien sé hibía visto despojada con el tiempo de gran parte de sus documentos persoñales, ‘conservaba en cámbio una extensa colección de libros publicados en varios idiomas sobre temas navales: ‘ (27) Cfr. Diario’ de’Sesiones de las Córtes. Congreso dé Diputados. Legislatura 1904 1905. Tomo II, 21-XI-1904, pp. 1.208 - 1.209. (28) El mariscal Helmuth von Moltke (Parchim, 1800 - Berlín, 1891) fue uno de los más reputados estrategas del siglo pasado. Partiendo de unas ideas del general prusiano Clausewitz elaboró su propio concepto bélico, según el cual, en la guerra, todos los esfuerzos materiales y morales deben dirigirse a la destrucción del enemigo en el menor tiempo posible (guerra total). Nombrado por Federico Guillermo IV jefe del Estado Mayor Central (1858 - 1888), con la ayuda del canciller Bismarck puso en práctica planteamientos estratégicos que dieron a Prusia la victoria sobre Dinamarca (1864), Austria (1866) y Francia (1870 - 1871). Año 1995 - Joaquín María PIÑEIRO BLANCA nes. Otros razonamientos reforzaron sus argumentos: un barco que necesitase algún arreglo, y más si éste fuese importante, tendría que trasladarse al arsenal más cercano, no pudiendo correr el riesgo de que el más próximo sólo estu viese dedicado a construcciones. La medida propuesta combinaría, según su punto de vista, la voluntad de especializar los astilleros —en construcciones de distinta magnitud—, tal y como el proyecto de ley pretendía, con soluciones para la falta de trabajo y para no dejar ningún punto sin equipo de reparacio nes (29). Debemos tener presente que uno de los mayores problemas de Cádiz en esta época fue el de la escasez de trabajo en los astilleros gaditanos. Ello era motivo suficiente para que decidiese abordar este tema siempre que fuera posi ble. Como veremos en páginas siguientes, otra de las cuestiones por él plan teadas en este período de su actividad política fue, junto con la reforma de los servicios de la Armada, la del porvenir del arsenal de La Carraca. Con respecto a la reforma de los cuerpos militares se mostraría de acuerdo con un aspecto que se intentaba cambiar: el sistema de ascenso. Este se haría hasta el grado de capitán de navío como era habitual, por antigüedad. En las graduaciones superiores se efectuaría por elección, armonizando la conve niencia del Estado y la estimación de los servicios prestados. El motivo por el cual encontró esto aceptable radicaba posiblemente en una visión, esta vez, más cercana a su faceta de hombre de negocios y político que a la de militar: según su punto de vista, la elección de los altos cargos era algo normal en todas las carreras y ámbitos profesionales, ello creaba estímulos y permitía evitar, en este caso, que el que fuese examinado para su ingreso en la Escuela Naval, al obtener un buen puesto en los exámenes, no adquiriese uña patente de almirante de por vida independientemente de su trayectoria posterior. Pero iría más allá al proponer que esta medida se extendiese a todos los grados infe riores de la carrera militar al menos en un tercio de los casos, ya que una elec ción al cien por cien era inviable por la desorganización que aquello podría producir (30). Con ello el Ejército tendría a los más cualificados en los pues tos clave (31). No se nos debe escapar que Carranza, incorporado a las redes caciquiles de la provincia de Cádiz, podría ascender con este sistema —a pesar de encontrarse en situación de excedencia— de forma mucho más fácil que con el anterior. Todas las intervenciones sobre el proyecto de reforma de los servicios de la Armada anteriormente citadas fueron protagonizadas por Carranza durante (29) Cfr. Diario de Sesiones de las Cortes. Congreso de Diputados. Legislatura 1904-05. Tomo II, 21 -XI-1904, p. 1.210. (30) Cfr.lbídem,p. 1.211. (31) La experiencia de la guerra de Cuba había demostrado que los que estuvieron al mando del Ejército español no fueron necesariamente los más cualificados, y que muchas men tes preclaras no pudieron ser aprovechadas al estar bajo las órdenes de militares cuya visión de los acontecimientos no estuvo suficientemente a la altura de las circunstancias. Como el espíri tu que inspiró esta reforma de los servicios de la Armada fue el de corregir los defectos de la organización militar española puestos de manifiesto en el desastre de 1898, este asunto fue tra tado con especial énfasis. Cfr. Ibídem, pp.l.2ll-l.2l2. 16 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... su legislatura como diputado en las Cortes por el distrito de Algeciras en 19041905. Cuando vuelve a participar en las Cortes de la nación lo hace como senador por la provincia de Cádiz a partir de la legislatura de 1907. Al no estar cerrado el problema que estamos comentando, vuelve a tomar el tema en cues tión exponiendo aquellos aspectos del proyecto de ley que él consideraba que continuaban mal definidos o seguían sin ser corregidos, acogiéndose al mismo argumento hasta ahora empleado: no debían exigirse a la Marina de Guerra los sacrificios que el proyecto de ley determinaba si los demás organismos de la nación no los hacían análogos (32). Insistió nuevamente en los puntos que han sido comentados con anterioridad debido a que el proyecto de ley aún no había sido puesto en práctica y, por tanto, sus correcciones al mismo debían ser expuestas nuevamente para que fuesen tenidas en cuenta, esto a pesar de que el ministro de Marina seguía siendo el almirante Ferrándiz, receptor de todos sus discursos de 1904. Sin embargo entró en nuevas consideraciones, no referidas en su mayoría a los aspectos organiza tivos de la Armada, sino a los de la situación profesional de su personal. El debate tenido en las Cortes sobre el proyecto de reforma de los servicios de la Armada se había centrado casi exclusivamente en sus primeros años en las cuestiones de organización: los Departamentos Marítimos y sus jurisdic ciones, la composición de la escuadra, o la modernización del material dispo nible. Pero rara vez se había ocupado de la nueva situación profesional del per sonal de la Armada. Carranza, al parecer consciente de esta circunstancia, puso en evidencia este olvido e introdujo el tema desde sú primera intervención como senador en 1907 (33). El primer punto que a este respecto consideró fundamental estudiar fue el de la correcta instrucción del personal que se fuese incorporando en lo sucesi vo a la Armada. A su juicio, de nada serviría modernizar el material militar según el modelo de otros países si el personal encomendado al mismo no se encontraba en consonancia con estas reformas. La deducción era simple pero la solución dada no era tan sencilla: argumentó que pasarían varios años hasta que España tuviese construida su escuadra y, por ello, no habría material con el que practicar y aprender. En su opinión, para paliar esta insuficiencia este personal podría ser destinado a las marinas extranjeras (las inglesa, alemana y japonesa preferentemente) durante al menos dos años, tiempo suficiente para el conocimiento de la organización intérna de las mismas. Además de esta medida, propuso la creación de escuelas de maquinistas, de maestranza y de artilleros del mar como complemento docente a la Escuela Naval (34). (32) El razonamiento de que todos los ciudadanos debían sacrificarse por igual a la hora de buscar el bien general fue una constante en toda la carrera política de Carranza. Ya lo encon tramos en 1904, cuando aborda este tema por primera vez, pero su uso se iría intensificando con el paso de los años. Cfr. Ibídem, p. 1.215. (33) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907, Tomo VI, 13-XII-1907, pp. 2.406-2.407. (34) Cfr. Ibídem, pp. 2.407-2.410. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA El segundo punto a tratar con respecto a la situación del personal de la Armada fue el de la Escala de Reserva. Según su punto de vista, mal llamada así debido a que el ministro de Marina no podía recurrir, en caso de no ser sufi cientes los jefes y oficiales en activo, a los existentes en la Escala de Reserva pues una de las condiciones para pasar a esta situación era, precisamente, la de no volver a ser embarcados (35).Por esto, a su juicio, debería denominarse Escala de Tierra y así su nombre iría en consonancia con su auténtico conte nido, además de, recordando su verdadera condición, permitir la determina ción de cuáles serían las funciones que cumplirían en la nueva organización del personal que contemplaba el proyecto de ley (36). En sus propias palabras, un marino en escala de reserva o tierra podía ser destinado con la misma pro piedad que un militar en activo a todos los servicios de costas: Comandancias, Ayudantías, Dirección de Navegación, Alistamiento y cargos en la Administración Central (37). El último tema que presentó en las Cortes con relación al proyecto de ley de la reforma de los servicios de la Armada se refería nuevamente a un asun to que afectaba al personal de la misma, siguiendo la línea más reciente de sus intervenciones desde 1907. En este caso se trataba de una situación, en su opi nión, injusta y que afectaba a los profesores de las academias militares: éstos, además de impartir sus clases, prestar los servicios que los directores de los centros disponían y examinar a sus discípulos, han de formar parte del tribu nal para su ingreso en ellas. En los tribunales de las diferentes carreras del Estado los alumnos pagaban en aquellos años veinticinco pesetas en concepto de derechos de examen, las cuales se repartían entre los profesores que lo for maban. En cambio, en las academias militares esta cantidad pasaba a los fon dos de las mismas, por lo que el Estado ahorraba la cifra correspondiente de los presupuestos anuales destinados a éstas. El pago de los derechos de exa men en estos centros debía ir destinado, según defendía, a remunerar el servi cio prestado por sus profesores en las oposiciones. Estos no abandonaban por ello sus demás funciones, al contrario de lo que sucedía en otras carreras cuyos miembros de tribunal suspendían sus ocupaciones habituales en tanto forma ban parte de un tribunal. La propuesta fue aceptada por el ministro de Guerra, general Aznar, sin que mediase debate alguno (38). Estas intervenciones de Carranza en el Congreso de Diputados en ningún caso provocaron polémica y, en general, parecieron ser recibidas con agrado. Ello supuso, por un lado, que su protagonismo en la Cámara fuese menor que (35) La Escala de Reserva se concedía exclusivamente a aquellos jefes y oficiales en acti vo que, careciendo de la suficiente aptitud fisica para el servicio de la mar, tenían la necesaria para servir en tierra. (36) La situación de los marinos en Escala de Reserva fue un tema tratado en el Senado a raíz de un debate surgido entre los señores Concas, Loygorri y Carranza acerca de si un militar en la reserva podía desempeñar o no el cargo de comandante de Marina. Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 20-XII-1907, pp. 2.604-2.605. (37) Cfr. ibídem, pp. 2.606-2.608. (38) Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1910.Tomo V, 7-XII-19l0, pp. 1.548-1.551. 18 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... silos temas por él tratados hubiesen motivado largos debates pero, por otra parte, le resultaría útil en el futuro para labrarse un prestigio como voz autori zada en materia naval. En las nótas publicadas én lá prensá gaditana cdii motivo de su falleci miento en 1937, se recordaba su etapa política en las Cortes de la Nación con una frase en la que se indicaba cuales habían sido los dos temas sobre los que sustentó su actividad en ese período. Era, en defmitiva, lo que había quedado en la memoria de todos: «Actuó en política siendo senador y diputado a Cortes en distintas legislaturas por distritos de la provincia de Cádiz, defendiendo siempre al par que los intereses de los gaditanos los de la Marina nacional» (39). Se había interesado principalmente en temas castrenses a nivel estatal por que, posiblemente, con ellos pudo hacer mejor papel en las Cortes. Pero no se limitaría sólo a los asuntos generales debido a que, para fortalecer su posición en las redes caciquiles de la provincia de Cádiz, los intentó relacionar con los problemas locales en los casos en que fue posible. La protección y defensa del arsenal de La Carraca frente a los más privilegiados de El Ferrol y Cartagena sería el vehículo que utilizaría para forjar su buscado papel de protector y defensor de los intereses gaditanos (40). Esta cuestión centraría su actividad entre 1907 y 1910 en la misma medida en que lo había hecho con el de la reforma de los servicios de la Armada, asun (39) Diario de Cádiz, martes 14 de septiembre de 1937 (edición de la mañana). (40) El arsenal de La Carraca de San Fernando tuvo su origen dentro del proceso de reno vación de la Armada española que José Patiño, Intendente General de Marina, inició en el pri mer tercio del siglo XVIII. El traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz hizo pensar en la conveniencia de separar, dentro de la bahía gaditana, los puertos comercial y militar, y crear en este último un arsenal de considerables dimensiones. Se eligió el islote de La Carraca por su situación estratégica y su fácil defensa ante posibles ataques. El nuevo establecimiento tenía ya un precedente de sus mismas características en la zona: el Real Carenero del Puente Zuazo, al que pronto suplantaría. En 1729 se botó desde La Carraca el primer navío importan te, el Hércules, coincidiendo con una visita de Felipe V a Cádiz, ocasión en la que la Isla de León se incorporaría a la Corona. Pocos años más tarde Fernando VI otorgaría definitivamente el carácter oficial al arsenal. Tras esto, La Carraca alcanzaría su período de mayor desarrollo, especialmente desde que el Marqués de la Ensenada sucediese a Patiño en el fomento de las obras de construcción. La actividad industrial desplegada por este establecimiento a lo largo de todo el siglo xix se convirtió en el principal sustento económico de San Fernando, superando con creces a las tradicionales industrias salinera y pesquera. Pero en el último tercio del siglo comenzaron los problemas para el arsenal, situación que preocuparía a la mayor parte de los políticos gaditanos del momento. Piénsese que la tercera parte de la población de San Fernando dependía directamente de los trabajos de la construcción naval de La Carraca. Los encargos de construcción comenzaron a hacerse a otros astilleros, especialmente al de Bilbao, y ya en 1890 los más cualificados especialistas abandonaron el arsenal, dada la inseguridad de su trabajo, para ser contratados por empresas privadas. En 1902 los obreros quedaron por primera vez en paro total, aunque esta situación durase pocos meses. Queda explicado, así, el por qué Ramón de Carranza se interesó en la solución de los problemas que entonces sufría el arsenal. Cfr. BARROS CADENA, J. P.: Arquitectura y urbanismo en La Carraca durante el siglo XVIII. Sevilla, 1989, pp. 9-25; Cfr. ClAVIJOy CLAVIJO, S.: La ciudad de San Fernando. Historia y espíritu. San Fernando, 1961. Tomo 1, pp. 227, 244-248, 265-268; VV.AA.: Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz. San Fernando, Volumen 1. Cádiz, 1980, pp. 57 y 109-114. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA to con el que, no obstante, guardaba cierta relación. La justificación de su pos tura ante este particular fue expuesta por él mismo en el Congreso: su interés por este tema no radicaba sólo en sus obligaciones como representante de la provincia de Cádiz sino también en el convencimiento de que con ello se aten dían los intereses de la nación, ya que aquel puerto era, a su juicio, la base de operaciones más importante de España (41). Así intentaba eliminar el riesgo de ser criticado por anteponer irracionalmente los intereses de Cádiz a los generales, a la vez que lograba mayor fuerza para sus argumentos de poten ciación del arsenal de La Carraca al ser presentado como un bien nacional y no exclusivamente provincial. El primer punto por él tratado con referencia a esto fue el de la situación de sus instalaciones y su grave desaprovechamiento. En su opinión, al arsenal de La Carraca debían encomendársele grandes trabajos, en la misma medida que a los arsenales de El Ferrol y Cartagena. Según su criterio, mientras esto no se llevara a efecto, además del consiguiente perjuicio para sus trabajadores, sus instalaciones se estarían deteriorando por falta de uso. Pero aún llegó más allá al considerar que el arsenal de La Carraca presentaba mejores condiciones que los de Cartagena y El Ferrol para llevar a buen término los encargos más ambi ciosos, por encontrarse en una situación estratégica mejor para convertirse en una completa base de operaciones. Pero, a su juicio, para que esto pudiese materializarse tenía que ser prestada ayuda económica para la modernización de unas instalaciones que, en muchos aspectos, se encontraban tal y como esta ban en tiempos de Carlos IV (42). Las sugerencias de Carranza en las Cortes esta vez no fueron aceptadas bajo la argumentación de que carencias existían en todas partes y que el arse nal de La Carraca no podía llevarse todo el presupuesto consignado para mejo ra de instalaciones en los arsenales españoles. En definitiva, sus palabras fue ron interpretadas como el resultado de su ciega representación de los intereses de su provincia más que como el análisis lúcido de un oficial de la Marina, tal y como pretendió demostrar (43). A pesar de este fracaso inicial al abordar el tema, insiste nuevamente sobre el mismo en los días siguientes presentando una enmienda a un proyecto de ley del gobierno según el cual, en los establecimientos de El Ferrol y Cartagena, los trabajos de construcción de barcos se realizarían por contrata con una enti dad industrial de completa garantía y no por administración (44). El desacuer (41) Cfr. Diario de Sesionesdel Senado . Legislatura 1908-1909.Tomo III, 4-Xll-1908, p.778. (42) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI,13-XII-1907, pp. 2.409-2.4 10. (43) Cfr. Ibídem, p. 2.411. (44) El proyecto de ley presentado en las Cortes determinaba que el arsenal de El Ferrol se especializaría en grandes construcciones, que el de Cartagena se reservaría para las pequeñas y que el de La Carraca quedaría encargado de las reparaciones y de las obras nuevas de artillería. Los presupuestos asignados para las obras de reforma necesarias y la determinación de que los encargos se realizasen por contrata estaban en función de la importancia dada a cada arsenal por el presente proyecto de ley. De ahí que el arsenal de La Carraca no disfrutase de las mismas ven 20. 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... do que mostró radicaba en la no inclusión del arsenal de La Carraca en un pro yecto del que, al parecer, se esperaban mejores resultados. La justificación de su postura se basa en razonamientos ya empleados y que vuelven a insistir en la mayor importancia estratégica de Cádiz frente a los otros dos centros de construcción naval. Además valoraría esta discriminación como una verdade ra falta de inteligencia (45): «No creo que quepa dudar que Cádiz es la base militar de más importancia de España, que después viene Cartagena y luego El Ferrol. Si no pudiera haber en España más que una base naval, ésta sería Cádiz. Si pudiera haber dos, Cádiz y Cartagena, y si pudiera haber tres, serían Cádiz, Cartagena y El Ferrol. Y tres tenían que ser porque nuestra costa está dividida en tres partes. (...) Y nuestra importancia estratégica viene por estar la península enla confluencia de dos mares y en el extremo de un continente tan inmediato a Africa. Y como nos enseña la historia, en cuatro siglos ha sido objeto Cádiz de cinco ataques, y todos los combates ocurrieron allí: San Vicente, Santa María, Trafalgar, Algeciras y Málaga, mientras en Ferrol sólo ha habido un ataque, y un com bate de casualidad en el cabo Finisterre» (46). Carranza no aceptaría la supuesta compensación que Cádiz recibiría a tra vés de un incremento de los encargos de construcciones navales civiles para sus astilleros (47). Un año después, en 1908, decide volver a plantear la cuestión, pero esta vez por sí misma, sin que algún motivo en concreto propiciase su discusión en las Cortes. Planteó el problema de la siguiente forma: solicitaba al ministro de Marina una solución al estado de total abandono en el que se encontraba, a su juicio, el servicio de la base naval de Cádiz integrada en el arsenal de La tajas que los otros dos centros, tanto en el presupuesto asignado —setecientas mil pesetas fren te a dos millones de pesetas— como en la imposibilidad de acceder a los encargos por contrata en vez de por el menos ventajoso sistema de administración. El proyecto fue justificado por dos objetivos: el primero, acabar rápidamente con las obras por administración que tan nefastos resultados estaban produciendo debido a la generalizada desorganización existente tras el fin de la guerra de Cuba; el-segundo, variar el--sistema hasta entonces- vigente según -el cual los buques se construían en grupos de tres, uno en Ferrol, otro en Cartagena y otro en Cádiz, resultando que para tres crucueros se necesitaba un proyecto triplicado y ejecutado por tres direcciones de ingenieros, de artilleros, de talleres de modelos y plantillas y de oficinas de pla nos y tres corrientes de expedientes entre los arsenales y el Ministerio. Este sistema era, según el Gobierno, más costoso y dilatorio que si los tres buques hubiesen sido construidos en un mismo arsenal. Por tanto, la especialización de los arsenales era, según este punto de vista, más conveniente para el buen servicio de la nación, aunque llevase como resultado un deterioro del fomento de alguno de ellos. Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo III, 4-XII-l908, p. 780. (45) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-Xll-l907, -pp. 2.555-2.556. (46) Ibídem, pp. 2.556-2.557. (47) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1907. Tomo VI, 19-XII-1907, pp. 2.557-2.559. - - Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BIANCA Carraca (48). Esta vez no se trataba de que determinadas medidas fuesen equi tativas a las dictadas para los otros dos arsenales, sino de una petición de ayuda en tono desesperado. Provocó, así, un debate acerca del porvenir del estable cimiento naval gaditano, aunque, según él mismo expresó, sin que ello signi ficase que se estuviera censurando la labor del Ministerio de Marina. La inten ción última de esta iniciativa era, según su opinión, la de obligar al Gobierno a expresar sus planes concretos a este respecto y, en la medida de lo posible, hacer una llamada de atención ante una situación que era considerada injusta por todos los gaditanos y que afectaba a un tercio de la población residente en San Fernando. Nuevamente insistió en que los planes y presupuestos del gobierno se con centraban en los arsenales de Cartagena y El Ferrol y olvidaban, en cambio, el de La Carraca. Al argumento ya conocido de la discriminación, se unió el de las peores oportunidades de trabajo para el futuro: si los arsenales ferrolano y cartagenero contaban con medios económicos mayores, producirían más y mejor, de modo que el de La Carraca no podría ser nunca competitivo frente a ellos y su evidente desventaja aumentaría con el tiempo (49). Este razonamiento se vio, a su vez, fortalecido por otro que recurría al pro pio espíritu de la política gubernamental: si el arsenal de La Carraca debía ser destinado exclusivamente a reparaciones de buques pero, en cambio, no se le concedía presupuesto suficiente para su modernización, cómo podían éstas he varse a cabo. En su opinión, no se cumplía el objetivo último del gobierno: aumentar la eficacia de las principales bases navales españolas, así como su influencia sobre los mares próximos a ellas. La situación del arsenal de La Carraca era, pues, según lo expuesto por Carranza, insostenible. Ante tal panorama pidió al Gobierno que se expresara claramente acerca de si le interesaba prescindir del arsenal gaditano o si, por el contrario, pensaba en su rápida y efectiva reorganización. Antes de recibir una respuesta, recordó sus ya conocidos argumentos acerca de la conveniencia de fomentar el desarrollo de la base naval de La Carraca, debido a la impor tancia estratégica de Cádiz en la defensa de las costas españolas del sur de la península y a su trascendencia dentro del Mediterráneo occidental (50). Su postura, por tanto, intentaba demostrar que sus objetivos pretendían atender intereses generales de la nación y no exclusivamente los particulares de la pro vincia de Cádiz. La respuesta de Ferrándiz, ministro de Marina, empleaba las mismas razo nes que justificaron la ley causante de esta polémica: el sistema de construc ción de buques por grupos de tres en Cartagena, El Ferrol y La Carraca tripli caba todo el proceso y lo hacía más costoso y lento. Con la especialización de los tres arsenales en grandes y pequeñas construcciones y en reparaciones (El (48) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo III, 4-XII-1908, pp. 776-777. (49) Cfr. Ibídem, pp. 777-778. (50) Cfr. Ibídem, pp. 778-779. 22 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... Ferrol, Cartagena y Cádiz respectivamente) sólo se pretendía un eficaz fun cionamiento, sin ánimo de discriminar a nadie. El arsenal de La Carraca, en consecuencia, no había sido abandonado sino especializado en una clase de trabajo, el de reparaciones, que lo único que implicaba era una transformación de funciones, pero, en ningún caso, su eliminación, ya que éste era un trabajo seguro y constante (51). Como era de esperar, la respuesta oficial fue aco gida por Carranza como una muestra de buenas palabras que sólo contenían evasivas y que, en definitiva, no contestaban a las peticiones formuladas. Fue precisamente por esta apreciación por lo que se resistió a abandonar la cues tión, aumentando su insistencia sobre el asunto. Ante la imposibilidad -de-ganar-terreno-por-elcamino -hasta-ahora-utilizado,cambia de táctica: abandona sus peticiones de justicia e igualdad y orienta sus objetivos hacia un intento de sacar el mayor provecho posible a la situación en la que el Gobierno colocaba al arsenal gaditano. Para ello ruega al ministro de Marina que fuese creada una comisión encargada de estudiar cómo se podrían organizar los servicios de una base naval de operaciones en el arsenal de La Carraca, ya que hasta ese momento carecía de los medios necesarios para pres tar los dos servicios que una entidad de esta naturaleza debía ofrecer: los apro visionamientos y las reparaciones. La supuesta especialización que en artille ría debería tener en un futuro no entraba en estas consideraciones ya que no era función específica de una base naval (52). Con esto no se contradecían las disposiciones gubernamentales, pero se continuaba solicitando lo mismo: atención, preocupación y unas considerables partidas presupuestarias. A pesar de sus esfuerzos, recibió esta vez, no buenas palabras, sino una rotunda nega tiva: se consideraba innecesario enviar a Cádiz una comisión que estudiase la creación de una verdadera base naval en La Carraca cuando no se contaba aún con el presupuesto necesario para después llevarla a efecto. No obstante, se dejaba abierta la posibilidad de que, una vez desahogada la situación econó mica, se pusiese en-práctica lo planteado (53). El problema del futuro del arsenal de La Carraca centró todas las interven ciones de Ramón de Carranza en las Cortes entre 1907 y 1909. Debido a que sus gestiones resultaron infructuosas, intentó sacar de ello algún beneficio para su carrera política difundiendo, a través de la prensa gaditana, todo el desarro llo de este asunto ante la Cámara. Su objetivo, suponemos, era el de reforzar en la opinión pública su imagen de defensor de los intereses de Cádiz, con inde pendencia del éxito obtenido (su fracaso podía, así, mostrarse más como pro ducto -de la incomprensión -del-Gobierno-quecomo -resultado-de su ineficacia) - (51) Cfr. Ibídem, pp. 780-781. (52) Carranza no mostró gran interés por este particular ya que un centro de fabricación artillera podía ser instalado en cualquier zona, costera o del interior, con tal de que estuviese bien comunicada. La importancia en el fufuro de Cádiz no residía, en opinion de Carranza, en que se construyesen cañones, porque su verdadero porvenir descansaba sobre los servicios que necesitaba una base naval, Cfr. Ibídem, p. 782. (53) Cfr. Ibídem, pp. 782-785. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA Un extenso artículo publicado en la primera página del periódico La Dinastía, en aquel tiempo el órgano oficial del Partido Liberal Conservador en la provincia de Cádiz, fue el más importante ejemplo de ello. Carranza expli có en él la cuestión con idénticos argumentos a los utilizados en sus discursos en el Senado. La destacada situación estratégica de Cádiz, la dependencia eco nómica de San Femando —ciudad que vive en tomo a las actividades desple gadas por la Armada— y la eficacia demostrada con anterioridad en las cons trucciones navales hacían, a su juicio, obligatorio que el Estado se ocupase de estas instalaciones de igual modo que como hacía con las de El Ferrol y Cartagena. En su opinión, tres peticiones urgentes debían presentarse ante el Gobierno: 1) Trabajo para los obreros gaditanos del sector de la construcción naval, para lo que tenían que intensificarse los encargos. 2) Restauración y puesta en funcionamiento de las instalaciones del arse nal de La Carraca ya existentes. 3) Establecimiento de talleres con máquinas, materiales y herramientas modernas que completarían lo ya existente en el arsenal. Para lograr este objetivo, pidió en las últimas líneas del escrito la colabo ración de las poblaciones que podían verse beneficiadas con ello: Cádiz y San Fernando (54). Carranza, a la vista de que no ganaba terreno en favor de estos intereses fue abandonando este tema en favor de otros más agradecidos, en los que encon traría mayor respaldo por parte de los gaditanos, ya que afectaban a grupos más amplios que el castrense. Así, lograría el que parecía ser su objetivo últi mo: desarrollar un rápida y brillante carrera política que lo situase en la cúspi de de la escala social. A pesar de ello, aún mostraría atención por determina dos problemas relacionados con el arsenal de La Carraca, pero que ya no se referían a su situación general sino a aspectos puntuales de su actividad, prin cipalmente los relacionados con las obras de la dársena y del dique de sus ins talaciones. El dique construido en La Carraca presentaba un grave problema: no esta ba comunicado con los caños y, a través de éstos, con el mar. Para solventar lo, por Real Decreto de 16 de agosto de 1907 se dispuso que, sin formalidades de subasta, se verificara el concurso de obras para poner en comunicación el mencionado dique con los caños mediante el dragado pertinente. Se celebra ron tres concursos en octubre y diciembre de 1907 y en agosto de 1908, que dando todos ellos desiertos. El motivo de ello fue que el futuro contratista se debía hacer responsable de los desperfectos que se ocasionasen en las instala (54) Cfr. La Dinastía, órgano del Partido Liberal Conservador en la provincia de Cádiz. Viernes, 2 de julio de 1909. n.° 9.952. 24 48 LA REFORMA DE LOS SERVICIOS DE LA ARMADA. UN DEBATE EN LAS CORTES DE... ciones ya existentes al realizar las nuevas. La petición formulada por Carranza se encaminaba a la eliminación de esta cláusula en las condiciones del con curso, motivo, según su parecer, del retraso de una obra de vital importancia para el buen funcionamiento del arsenal. A esta súplica se añadía otra: la de la realización de un estudio para ampliar el dique de una capacidad de trece mil toneladas a una de quince mil, tamaño más acorde con las dimensiones de los buques que en ese momento se estaban construyendo (55).Esta obra permiti ría la recepción de barcos que necesitasen reparación urgente y la botadura de los de nueva construcción con mayor facilidad (56). La respuesta del Ministerio de Marina esta vez fue afirmativa, pero se impuso una condición: las obras de ampliación del dique sólo se efectuarían longitudinalmente, ya que hacerlo también transversalmente sería lo mismo que construir uno nuevo y los presupuestos disponibles para tal efecto no lo permitían. A ello se añadía que el aumento del largo de un dique era, además, técnicamente más sencillo que una modificación de su ancho (57). La última intervención de Carranza en las Cortes en relación con el tema del arsenal de La Carraca fue breve y podemos interpretarla como su último intento de lograr una respuesta positiva del Gobierno. En aquella ocasión uti lizó un nuevo argumento que fortalecía los ya expuestos con anterioridad: el arsenal gaditano podía convertirse, además de en lugar de construcción y repa ración de buques, en centro de prácticas para los alumnos de la Escuela Naval Militar de San Fernando, un servicio que sería de gran interés para la forma ción de los futuros marinos y que solucionaría uno de los puntos débiles del sistema de formación vigente: la escasez de clases prácticas (58). Como ya señálábamos, la disminución de su presencia en las Cortes vino a coincidir con la crisis en las jefaturas de los partidos Liberal y Conservador tras el asesinato de Canalejas. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique pusie ron fin a su carrera política en Madrid (59),centrando desde ese momento su actividad pública en el ámbito local. El nuevo camino emprendido tuvo como (55) Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo Y, 8-11-1909,pp. 1.664-1.665. (56) Carranza consideró que uno de los temas olvidados en el proyecto de obras del arse nal de La Carraca fue el del dragado de los caños, imprescindible para que la comunicación del dique con el mar fuese efectiva. En su opinión, no era suficiente con dragarlos en el momento de las obras ya que un caño, en el plazo aproximado de diez años, vuelve a tener la misma can tidad de fango que en origen. Era, por tanto, necesario instalar un tren de dragado que trabaja se continuamente a fin de mantener el calado de los canales. (57) Cfr. Ibídem, pp. 1.666-1.672. (58) Carranza relacionó el tema del arsenal de La Carraca con el anteriormente menciona do proyecto de ley de reforma de los servicios de la Armada. Suponemos que con ello quería aprovechar el demostrado interés general por este proyecto de ley para lograr mayores apoyos en este asunto, Cfr. Diario de Sesiones del Senado. Legislatura 1908-1909. Tomo VII, 8-1V1909, pp. 2.800-2.801. (59) Su último cargo en las mismas fue como diputado por el distrito de El Puerto de Santa María en 1919 aunque, como decimos, su presencia como senador desde 1912 a 1917 fue pura mente testimonial. Año 1995 Joaquín María PIÑEIRO BLANCA primer resultado su nombramiento como alcalde de Cádiz en 1927, ya en la dictadura de Primo de Rivera. La actuación política de Ramón de Carranza en los años finales de la Restauración fue, en términos generales, discreta. Se ocupó de los temas que mejor podía dominar por su formación castrense, con el fin de ganar prestigio a través de sus intervenciones y así avanzar en su planificado progreso social. Sin embargo, no obtendría ningún resultado importante en sus gestiones. No obstante, esta etapa de su carrera le proporcionaría una considerable experien cia política —fueron dieciseis años como diputado y senador— y la oportuni dad de ingresar en las redes caciquiles de la provincia de Cádiz. Este período sería posteriormente utilizado por Carranza y sus seguidores como instrumen to de prestigio y elemento fortalecedor de su autoridad como político, aunque exagerando algunos capítulos, como una supuesta gran amistad con Antonio Maura forjada, según Carranza, en aquellos años (60). Con ello intentó res ponder a las acusaciones que se le hicieron acerca de que su permanencia en el poder se debía exclusivamente a la voluntad de Miguel Primo de Rivera y no a su valía como político. (60) Las consultas que hemos efectuado en el archivo de la Fundación Antonio Maura de Madrid no nos dieron resultados positivos en la búsqueda de vestigios de una posible relación personal de Carranza con este político, por lo que debemos dudar sobre este particular. Imaginamos que el contacto personal de ambos debió de ser el normal entre un diputado-sena dor y el jefe de su partido, sin que ello tuviese mayor trascendencia. 26 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONESMEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIANAVAL DE LONDRES DE 1930 José Luis NEILA HERNÁNDEZ Doctor en Historia Contemporánea Universidad Autónoma de Madrid La Conferencia Naval de Londres, en la estela de la celebrada en Washing ton en 1921-22, coincide con una coyuntura especial en la historia del período de entreguerras. 1930 no delimita simplemente la línea divisoria entre dos décadas, sino el punto de inflexión en el que comienzan a deteriorarse irrever siblemente los pilares sobre los que se había cimentado la sociedad interna cional tras la Guerra del Catorce. A esa coordenada internacional, que supone el fin del período de mayor eficacia e implantación de la Sociedad de las Naciones, en el caso de España se incorpora otra coyuntura de cambio. Esta vez, sin embargo, el cambio es de signo contrario ya que España, ante la crisis del sistema monárquico, 0pta por la adopción de un régimen democrático y liberal desde 1931, que armonizase las estructuras internas y la posición inter nacional de España con las de la Europa democrática y la Sociedad de las Naciones. La inauguración oficial de la Conferencia Naval el 21 de enero de 1930, en la Galería Real de la Cámara de los Lores, precede únicamente en siete días al encargo de Alfonso XIII al general Berenguer para formar gobier no, dando fin a la dictadura de Primo de Rivera. El componente mediterráneo en la política exterior española ocupaba una posición de privilegio -y,-evidentemente, cualquier amenaza-o factor-perturbador en esa área acaparaba la atención de los medios oficiales españoles. Espa ña, una gran potencia venida a menos en su devenir histórico (1), se había convertido en una potencia exclusivamente euroafricana después de 1898. Un (1) Para un estudio en profundidad sobre la posición internacional de España como poten cia se puede consultar la conceptualización realizada por MORALES LEZCANO, V.: «Grande, pequeña y mediana potencia (algunas puntualizaciones conceptuales)», en Portugal, España y Europa. Cien años de desafío (1890-1990), Mérida, U.N.E.D., 1991, pp. 21-32; y, asimismo para la posición internacional de España en las primeras décadas del siglo xx los trabajos de TolutE Górvmz, II. de la: «El destino de la “Regeneración” internacional de España (1898 1918)», en Proserpina, n9 1, diciembre de 1984, Mérida, pp. 9-22; y en un espacio temporal más amplio TUSELL,J.: «El problema del Estrecho en la política internacional española de la época contemporánea», en Actas del Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar, Ceuta “. Madrid, U.N.E.D., 1988, pp. 9-26. -, Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ Estado que, como afirma J. U. Martínez Carreras, desde el último tercio del siglo XIX y los primeros compases del xx era: « (...) una pequeña potencia situada por un lado en una situación periférica, y no sólo desde el punto de vista geográfico, sino también político y económico, en relación con los pueblos protagonistas y con los Estados que son los nuevos centros del poder mundial, y por otro tan radicalmente introvertida que neutraliza con una pasividad inter nacional casi total la actividad y tensiones exteriores precedentes» (2). Una posición que, en definitiva, imponía condicionantes objetivos para que España pudiese ejercer plenamente su potencia en el «hinterland» mediterrá neo, un área vital para su seguridad. En esas condiciones España participará en el reordenamiento internacional que se produce en el Mediterráneo a principios de siglo bajo el diseño franco-británico. Sobre este patrón se articularán las relaciones de dependencia de España con las grandes potencias en el espacio mediterráneo, pero será, asimismo, gracias a ese nuevo equilibrio de intereses como España reactivará su presencia internacional tras el recogimiento canovista. La política mediterránea jugará, además, un papel muy importante en la percepción española de los problemas europeos. Fue, de hecho, un canal a partir del cual los medios oficiales españoles pudieron percibir las realidades europeas. Ciertamente, España —utilizando las palabras de María de los Angeles Egido—, «aun dentro de una posición claramente secundaria, España era europea en función de ser mediterránea. Siempre ha sido el Mediterráneo una de las constantes en la participación española en cuestiones europeas» (3). Debemos tener en consideración, asimismo, el argumento apuntado ya por F. Albi en su libro sobre la Política del Mediterráneo en la posguerra publica do en 1931, en torno al lugar central que ocupaba el «hinterland» del Medite rráneo en la política exterior de la Monarquía y, más concretamente, de la dictadura de Primo de Rivera. La concepción del Mediterráneo como eje de gravedad de la política internacional de España en los años veinte explica, en gran medida, la falta de atención que Primo de Rivera —como afirma M. Espa das Burgos— dedicó a la dimensión europea de su política y, muy en especial, en el entorno de los países democráticos y en el seno de la Sociedad de las Naciones (4). El orden internacional instaurado por los vencedores tras la Guerra del (2) MAwrÍtz CARRERAS,J. U.: «‘Lapolítica exterior española durante la Restauración, 1875-1931», en Las relaciones internacionales en la España Contemporánea, Murcia, Juan Bautista Vilar (Ed.), 1989, p. 80. Un comentario directamente inspirado en las tesis sostenidas por el profesor J. M.’ JOVERZAMORA, en Política, diplomacia y humanismo militar en la Espa ña del siglo xix. Madrid, Tumer, 1976. (3) EQmo, M. de los A.: «‘Españaante la Europa de la Paz y de la guerra (1919-1939)», en Portugal, España y..., p. 39. (4) ESPADAS BURGOS, M.: «La política exterior española en la crisis de la Restauración», en Historia de España y América, vol. XVI, 2, Madrid, 1981, p. 610. 28 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA.... Catorce incorporó un nuevo concepto de la seguridad —la Seguridad Colecti va—, cuya fuente y cuyo marco fue la Sociedad de las Naciones. Las lagunas que presentaba el Pacto de la Sociedad respecto al problema de la seguridad fueron objeto de numerosos estudios y proyectos jurídico-políticos durante el período de entreguerras. Unos de carácter general, como el protocolo de Gine bra o el Pacto de París, otros de carácter regional, como los Acuerdos de Locar no, pretendían ofrecer soluciones a las lagunas del Pacto. Evidentemente, la cuenca mediterránea no permaneció ajena a las fórmulas de la seguridad colectiva. De este modo la península ibérica, situada en una de las puertas del Mediterráneo, no pudo asistir inerte ante la nueva realidad de la seguridad colectiva y la fiebre de la pactomanía. La Sociedad de las Naciones, además de las insuficiencias inherentes al Pacto, tuvo que hacer frente a dos realidades políticas que mediatizarían su trayectoria histórica: por un lado, el hecho de que nunca pudo alcanzar la universalidad a la que aspiraba el nuevo organismo internacional, y por otro, que su vinculación a los tratados de paz situaba a la Sociedad de las Naciones en un lado determinado de la balanza en la dialéctica entre defensores del statu quo y los revisionistas. En estas circunstancias la seguridad colectiva y los intentos para complementarla van a tener diferentes lecturas en función de los intereses de las potencias y de su posición en la sociedad internacional. En el marco concreto de las grandes potencias con intereses en el Mediterrá neo —Francia, Gran Bretaña e Italia—, sus formas de concebir la seguridad y de actuar en Ginebra se definen en función de sus intereses nacionales concre tos. Francia, por su lado, fue firme partidaria de la seguridad colectiva y la más importante defensora de los pactos regionales siempre que sirvieran a sus imperativos de seguridad en Europa. Gran Bretaña, muy reacia a incrementar sus responsabilidades en Europa más allá de los términos del Pacto, no estaba dispuesta a sobrepasar los compromisos a que había llegado en Locarno. Era una firme defensora del equilibrio continental y en el Mediterráneo mantuvo su posición de árbitro y de garante del statu quo. Finalmente Italia, resuelta a emprender una política revisionista en el Mediterráneo, siempre criticó el siste ma ginebrino, mostrando sus preferencias, como así haría en los años treinta, por el contacto directo con la aristocracia internacional en detrimento de los principios democráticos de Ginebra. Previamente al análisis en profundidad de las implicaciones mediterráneas de la Conferencia Naval de Londres, estimamos conveniente exponer una serie de factores para la comprensión de la política mediterránea en el ecuador del período de entreguerras. En primer término y en un plano general, en el Medi terráneo Occidental se va a reproducir a pequeña escala esa bipolarización entre potencias satisfechas —defensoras del statu quo—, concretamente Fran cia y Gran Bretaña, y potencias revisionistas —Italia y más modestamente España—. Junto a éste debemos destacar una serie de vectores que definen el sentido de las relaciones entre estas cuatro potencias de modo más concreto. En primer lugar, la «tensión franco-italiana» en el marco de la cual la rivalidad naval no Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ fue más que un vehículo de expresión de esa confrontación de intereses entre Francia, celoso guardián de su situación de privilegio en el Mediterráneo Occi dental, e Italia, dispuesta a conseguir mejoras en su área de expansión natural en virtud del Tratado de Londres de 1915. En segundo lugar, la «amistad hispa no-italiana», que con la implantación de la dictadura de Primo de Rivera se convirtió en un factor de primera magnitud de la política exterior española (5). En tercer lugar, el «inicio de la aproximación hispano-francesa», que se confir maría más tarde con la proclamación de la República en 1931. La dictadura, a pesar de su amistad con Italia y su actitud irredentista en el Norte de Africa, prefirió solucionar los contenciosos hispano-franceses a partir de los cauces de entendimiento y negociación con la propia Francia (6). Y, finalmente, la «acti tud arbitral de Gran Bretaña»; potencia con la cual la dictadura de Primo de Rivera mantuvo unas estrechas relaciones, pero siempre celosa de no ver comprometidos sus intereses en el Mediterráneo (7). Bajo estos condicionamientos, además de los propiamente técnicos de la limitación de los armamentos navales, se presenta la problemática del Medite rráneo en la Conferencia Naval de Londres de 1930; una cuestión que se anto jaba vital para las autoridades españolas, si fuese incluida en el orden del día de la Conferencia. De hecho, la yuxtaposición y la secuencia de los aspectos meramente técnicos, con otros más directamente relacionados con el equilibrio del Mediterráneo, determinarán la percepción que desde Madrid se tendrá de la reunión de Londres. La política naval de España en la era de las conferencias navales Desde 1898 hasta la Guerra del Catorce el pensamiento estratégico naval estuvo predefinido por la irremisible necesidad de «rehacer la Marina». Para España era vital replegarse a las aguas metropolitanas, una vez perdidas las colonias de ultramar, y adoptar una nueva estrategia naval de recuperación. En el período de entreguerras los artífices del pensamiento estratégico naval español —el almirante Francisco Moreno, el futuro almirante Luis Carre ro Blanco y el capitán de navío Carvia—, plantearon la necesidad de crear en (5) En torno a las relaciones hispano-italianas durante la dictadura de Primo de Rivera pueden consultarse los trabajos de TUSELL, J., y SAZ, 1.: »Mussolini y Primo de Rivera: las rela ciones políticas y diplomáticas de dos dictaduras mediterráneas», en Boletín de la Real Acade inia de la Historia, CLXXIX, III, 1982, Madrid, pp. 413-483; SuEIR0, S.: »Primo de Rivera y Mussolini. Las relaciones diplomáticas entre dos dictaduras (1923-1930)», en Proserpina, n.° 1, diciembre de 1984, Mérida, pp. 23-34; de la misma autora «La influencia de Mussolini y su Régimen en la dictadura de Primo de Rivera», en Proserpina, n.° 1, diciembre de 1984, Méri da, pp. 35-50, y PALOMARES, G.: Mussolini y Primo de Rivera. Política exterior de dos dictado res. Madrid, Eudema Universidad, 1989. (6) Vid. SuEmo, S.: España y Francia en Marruecos. La política mediterránea de Primo de Rivera. Madrid, Tesis Doctoral leída en la U.N.E.D., 1991, p. 565. (7) Vid. PEREIRA CASTAÑARES, J. C.: Las relaciones entre España y Gran Bretaña durante el reinado de Alfonso Xlii (1919-1 931). Madrid, Tesis Doctoral leída en la Universidad Complu tense de Madrid, 1986; TUSELL, J., y GARCÍA QUEIPo DE LLANO, G.: El dictador y el mediador. Madrid, C.S.I.C., 1986. 30 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLiCACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA.. España una conciencia marítima que acabase con la mentalidad continental que había predominado en nuestra política durante el XIXy las primeras décadas del presente siglo. Esta mentalidad, en opinión de estos especialistas, había sido promotora del aislamiento internacional de España (8). Con el inicio de los años veinte las grandes potencias navales, en la atmós fera creada por la Sociedad de las Naciones para estimular la limitación y reducción de los armamentos mundiales, comenzarán a promover encuentros para establecer unas normas de equilibrio entre las diversas fuerzas navales para evitar la feroz carrera de armamentos que precedió a la Gran Guerra. Para conseguir este objetivo se recurrió al sistema tradicional de las conferencias, la primera de las cuales se celebró, a iniciativa de los EE.UU., en Washington entre noviembre de 1921 y febrero de 1922. Esta Conferencia reunió al anfi trión, los EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón. En el acuerdo final Francia reconoció la paridad con Italia, al menos en acorazados y portaviones, aunque Francia se negó a reconocerla para el resto de categorías de buques. Desde este momento la paridad sería un elemento de continua confrontación entre ambas potencias. Con el fin de universalizar estas medidas, la Sociedad de las Naciones convocó una nueva reunión general en Roma en 1924. En esta ocasión fracasó el intento de hacer extensivo el Convenio de Washington a todos los Estados miembros de la Sociedad. La postura española en la Confe rencia se concretó en tres-puntos: en primer lugar,-en la declaración-del contral mirante Marqués de Magaz en la reunión de 1922, respecto a la libertad de España en el crecimiento de su Armada; en segundo lugar, la consideración estratégica de que España, en virtud de su posición geográfica y por estar ro deada por tres potencias navales, necesitaría unas fuerzas navales iguales a las de ellas; en tercer lugar, a España no le producía beneficio alguno imponerse limitaciones como las estipuladas a las potencias de segundo orden, máxime cuando España no tenía ningún problema local pendiente. Se tomaba como límite óptimo, pero no definitivo, de la potencialidad naval de España, en función de las necesidades de la defensa nacional y los recursos disponibles, en 105.000 toneladas en buques de línea. España en aquel momento poseía 82.000 toneladas en esas categorías de buques. La Conferencia fue un rotundo fracaso y España, por medio de su representante Joaquín Montagut, mantuvo el crite rio de que, como era imposible que España llegase a un equilibrio de arma mentos con las tres grandes potencias que la rodeaban, convenía mantener la libertad de acción o aceptar, a lo sumo, una limitación nominal condicionán dola a la proporcionalidad con los armamentos de sus vecinos (9). (8) Vid. ALBA SALGADO, J.: «Evolución estratégica de la Marina española entre las dos guerras mundiales», en Les armées espagnoles etfrançaises. Modernisation et réforme entre les deux guerres mondiales. Madrid, Annexes au mélanges de la Casa Velázquez, 1980, pp. 135138. Para las teorías de Mahan y otros teóricos de la geopolítica como Mackinder o Haushofer puede consultarse: NúÑEz LACAd, F., y TORRENTE SÁNCHEZ, F.: La Armada: esa desconocida. Madrid, Ed. San Martín, 1986, pp. 28-34. (9) Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (A.M.A.E.). R - 515 exp. 32. Informe reservado de la Subcomisión Naval elaborado por Joaquín Montagut. Cartagena, 12 de marzo de 1924. Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ España necesitaba una posición de equilibrio en sus relaciones triangulares con Londres, París y Roma. Luego, la idea estratégica española imperante hasta el estallido de la Guerra Civil en 1936 consistía, según afirma J. Alba Salgado, en tratar de ejercer el papel de «potencia equilibradora en esa zona del Medite rráneo»,.en el marco de la rivalidad franco-italiana (10). Esos objetivos de polí tica exterior y esas premisas de seguridad nacional se concretaron en una polí tica de rearme naval bajo la Monarquía y, especialmente, durante la dictadura. Este trato privilegiado que concedió Primo de Rivera a la Marina, según el citado autor, fue fruto bien de una compensación del dictador por la neutralidad de la Marina en los asuntos internos, o bien «porque el General estaba conven cido de que en caso de conflicto, incluidos en una alianza, el único componen te de cierto valor que podía aportar España sería el núcleo de las modernas unidades navales que estábamos a punto de conseguir» (11). Con el gobierno Berenguer, el 30 de enero de 1930 el almirante Carvia, uno de los principales exponentes del pensamiento naval español de este período, accedía a la cartera de Marina. Con él se iba a elaborar y llevar a cabo una importante labor de racionalización y modernización del Ministerio y de la Armada. La flota, según el plan del ministro, había que evaluarla a partir de hipótesis derivadas de la situación de Europa en aquellos momentos y de la fuerza naval que, con arreglo a los tratados, podía tener un valor en el caso de participar en una alianza. Cuando se celebró la Conferencia de Londres, la diplomacia y los medios militares españoles estaban preparando la estrategia a seguir en la futura Conferencia del Desarme y la valoración de los medios necesarios para garan tizar la defensa nacional. La dictadura, conforme con la actitud que España había exhibido en las anteriores conferencias navales, defensora de la libertad de acción en su política naval, no cursó acción alguna para participar en la reunión de Londres. Unicamente la posibilidad de que los problemas medite rráneos fuesen incluidos en la agenda de la Conferencia motivó la movilización de la diplomacia española, con el fin de asegurar su participación en caso de consumarse esa eventualidad. De hecho, el embajador español en París —Quiñones de León— informaba al Ministerio de Estado el 10 de octubre, tras haber mantenido conversaciones con Briand y Berthelot, de la buena disposi ción del Gobierno francés para que España participase en la Conferencia Naval. No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores francés advirtió que la invitación habría de partir de Gran Bretaña y los EE.UU., promotores de la reunión. La contestación de Primo de Rivera no se hizo esperar. Este sostenía que sólo ante una invitación expresa, y sin realizar para ese fin gestión alguna, asistiría España a la Conferencia (12). Días más tarde, Quiñones de León (10) Vid. ALBA SALGADO, J.: Art. Cit., p. 139. (11) B0RDEiÉ,F. de: Vicisitudes de una política naval. Antecedentes, desarrollo de la Armada entre 1898-1936. Madrid, Ed. San MartÍn, 1978, p. 482. (12) Archivo General de la Administración (Asuntos Exteriores) [A.G.A.(A.E.)]. Caja 11.233. «Memorándum sobre la Conferencia del Desarme Naval reunida en Londres en enero de 1930; según los antecedentes que obran en la Embajada de España en París», realizado por el agregado naval Fernando Navarro y Capdevila. París, 3 de agosto de 1934. 32 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LACONFERENCIA... mantuvo una conversación con el agregado naval británico en París, en la que éste le confesaba que España contaría con la buena disposición de una parte del Almirantazgo. Conocidas en Madrid estas opiniones, la actitud de Primo de Rivera se mantuvo impasible, como queda reflejado en su contestación a Quiñones de León: «Deseo para España una política internacional clara y con las menores complicaciones posibles. Abierta como ha de quedar la discusión del problema naval ante la Comisión preparatoria de la Conferencia del Desarme, tendremos allí la ocasión de defender los intereses de nuestra Patria sin los inconvenientes que nuestra presen cia en Londres podría ocasionar al vernos solicitados en opuesto sentido por Francia y por Inglaterra. Sobre todo, si les conviene nues tra presencia fácil les es invitarnos a asistir, y ante un requerimiento espontáneo de esa índole claro es que no habríamos de eludir nuestra presencia, cuidando entretanto de no provocar tal invitación» (13). Posteriormente, cuando el Gobierno francés dio publicidad al memorán dum, que dirigió a las demás potencias participantes en la Conferencia, donde planteaba la posibilidad de concluir un eventual acuerdo de mutua garantía y no agresión entre las potencias navales mediterráneas, la fisionomía de la Conferencia’ cobró una nueva dimensión para los medios oficiales españoles. Nuevas expectativas para España en la Conferencia de Londres: el Pacto Mediterráneo La publicidad del memorándum francés a finales de 1929, tanto por los canales de la prensa como por la vía diplomática, va a provocar una modifica ción notable en el modo de percibir y analizar la reunión naval para España. Evidentemente, la posibilidad de que en Londres el problema del Mediterráneo pudiese ser tratado confería un carácter sustancialmente diferente a la Confe rencia. La iniciativa francesa tendía a solventar dos problemas presentes en la política mediterránea de Francia durante la segunda mitad de los años veinte: por un lado, configurar un marco donde hallar una solución factible a sus inte reses que acabase con las fricciones franco-italianas; por otro, neutralizar la amistad hispano-italiana, que había alimentado los rumores e indicios sobre un hipotético acuerdo político-militar. El memorándum francés salió a la luz a finales de 1929 y de él dio cono cimiento el ministro de Asuntos Exteriores —A. Briand— simultáneamente al resto de las potencias participantes en la Conferencia de Londres y al embaja dor español en París. El contenido constaba de dos partes: la primera, atendía (13) Ibídem. Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ a la actitud general de Francia respecto a las bases de discusión de la Confe rencia; la segunda, planteaba los positivos efectos de la conclusión de un acuer do de garantía mutua y de no agresión en el Mediterráneo. Era precisamente en este último apartado donde el Gobierno francés hacía una mención específica de España. El Gobierno francés planteaba: «Est-il possible de réaliser entre les Puissances navales médite rranéennes, un. accord de garantie mutuelie et de non agression auquel seraient associées celles d’entre elles que ni serontpas repré sentées Londres, d ‘abord une Puissance comrne 1‘Espagne dont it n ‘est pas besoin de rappeier 1‘importance des intéréts navais en Méditerranée? Le Gouvernement de la République pose la question en se déclarant favorable au principe d’un tel accord (...)» (14). La noticia de este pacto y la directa alusión a España, según comentaba años más tarde el agregado naval en París Fernando Navarro, debió «influir podero samente en el ánimo» de Primo de Rivera, ya que la reacción diplomática fue casi inmediata. En esta reacción, tendente a asegurar la presencia española ante cualquier discusión o negociación sobre un acuerdo Mediterráneo en el contex to de la Conferencia de Londres, podemos distinguir dos tetnpos en la activi dad diplomática. Un primer momento, correspondiente a las gestiones inicia das a finales de diciembre de 1929, con el fin de recabar, especialmente entre las potencias con intereses en el Mediterráneo, la seguridad de que España no quedaría marginada de una eventual negociación sobre una inteligencia medi terránea. Y un segundo momento, en marzo de 1931, tras el enfriamiento de las inquietudes españolas al evidenciarse que el Pacto Mediterráneo no sería incluido en el calendario de la Conferencia, cuando la reactualización de la cuestión a iniciativa francesa provocó una nueva gestión de la diplomacia espa ñola sobre aquellas potencias, en el sentido de confirmar las seguridades obte nidas meses antes. El conocimiento del memorándum por los medios oficiales españoles tuvo lugar a través de la prensa, ya que el citado documento no fue enviado a Madrid por el embajador español en París hasta el día 27 de diciembre. En líneas gene rales la prensa, en parte por el efecto de la censura, y en parte por la primacía del conflicto interno dada la delicada situación de la dictadura y la poca credi bilidad de la Monarquía, no concedió un excesivo interés, salvo en determina das ocasiones, a las implicaciones de la Conferencia Naval de Londres para España. Así lo confirmaba Augusto Barcia desde las páginas de La Libertad del 21 de diciembre de 1929, donde, tras aludir a la importancia de la tensión (14) Archives du Quai D ‘Orsay (A.Q.D.) (S). Société des Nations, V. 788. Prof ect du Pacte Méditerranée. Memorándum. París, le 20 décembre 1929. 34 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLiCACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA... franco-italiana para el transcurso de la Conferencia, destacaba el poco interés que despertaba en España un acontecimiento de esa envergadura (15). El comportamiento de la diplomacia española ante la Conferencia de Londres estuvo caracterizado por una actitud pasiva y expectante. Esta falta de iniciativa y sustancial pasividad se explica, además de los condicionantes deri vados de las difíciles relaciones triangulares con Londres, París y Roma, en función de dos componentes: el primero estructural, en cuanto la diplomacia española, lejos de basar su acción en la planificación y la prevención, se limi taba normalmente a reaccionar ante los acontecimientos y actuar improvisada mente; el segundo coyuntural, dado que, curiosamente por la planificación y preparación que se estaba realizando de cara a la próxima Conferencia del Desarme, se había desestimado cualquier gestión para participar en la Cónfe rencia Naval de Londres. Sin embargo, no se previó que la discusión de un acuerdo general sobre el Mediterráneo pudiese ser incluida en el calendario de la reunión de Londres. Los dos momentos que hemos distinguido en la actividad diplomática no•• responden a iniciativas españolas, sino a reacciones concretas ante circunstan cias internacionales muy específicas. La primera reacción de la dictadura tras el conocimiento de la propuesta francesa fue la rápida y sistemática transmi sión de su posición a las potencias participantes en la Conferencia de Londres, mediante los canales diplomáticos el 27 de diciembre de 1929, y a la opinión pública internacional, a través de la prensa —nota oficial del 1 de enero de 1930—. El día 27 Primo de Rivera instruía a los embajadores españoles en Londres, París y Roma para entregar un memorándum el día 30 a aquellos gobiernos, donde se definía la actitud española ante la Conferencia tras los últi mos acontecimientos. Primo de Rivera, reiterando la orientación pacifista en que se inspiraba la política del gobierno y contribuyendo, «tanto por acción coipo por omisión consciente», a asegurar la paz, reafirmaba su abstención a participar en la Conferencia de Londres por entender que los problemas parcia les de desarme serían luego analizados con mayor amplitud en la Sociedad de las Naciones. Sin embargo, la alusión francesa a la conclusión de un pacto mediterráneo y la mención de España obligaban a la dictadura a matizar su actitud. Evidentemente, si el desarme afectaba a todos los Estados por igual y era competencia de la Sociedad de las Naciones —afirmaba el dictador—, el «problema del Mediterráneo concierne sólo a un grupo de países», entre los que se encontraba España. En consecuencia, el Gobierno español: «(...) debe declarar que no podría menos de ver con hondo disgiis to que en su ausencia se abordase en dicha conferencia o fuera de ella el problema del Mediterráneo bajo ninguno de sus aspectos y espera confiadamente que si las demás naciones directamente interesadas en (15) La Libertad, 21 de diciembre de 1929, <La próxima Conferencia de Londres. Política naval», por A. BARCIA. Año 1995 J. L. NEJIA HERNÁNDEZ ese problema concreto desean plantearlo, no lo harán sin contar desde el primer momento y en primer plano con el concurso del Gobierno español» (16). El objetivo inmediato se desprende del mismo texto. Éste no era otro que la obtención de una garantía por parte de aquellas potencias para que se contase con España, como miembro de pleno derecho, en cualquier negociación relati va al problema del Mediterráneo que se produjese en el contexto de la Confe rencia. Una omisión de España en un arreglo general en el Mediterráneo, un área vital para la seguridad y la política exterior española, hubiera sido un descalabro para el prestigio internacional de la dictadura. España se limitaba, pues, a ir a remolque de los acontecimientos e improvi sar una estrategia de actuación para evitar su marginación de los designios de la política mediterránea, pendientes del rumbo de las relaciones entre Londres, París y Roma. La postura de Primo de Rivera, afirma G. Palomares, refleja la necesidad de mantener a España al margen de la Conferencia y de conseguir el apoyo de los «países amigos» para que la cuestión mediterránea no fuera trata da en Londres (17). En nuestra opinión, lo que es incuestionable es: en primer lugar, que Primo de Rivera no varió su actitud respecto a la Conferencia mien trás no se tratase el problema del Mediterráneo; en segundo lugar, que en caso de plantearse en el marco de aquélla, era necesario lograr un compromiso de las potencias para que no se marginase a España de las negociaciones, y en tercer lugar, que en consonancia con esa actitud de pasividad y expectación de la diplomacia española, ésta nunca adoptó una actitud positiva en el sentido de presionar y estimular la inclusión de la cuestión mediterránea en el orden del día de la Conferencia. De acuerdo con las instrucciones de Madrid, el memorándum español fue entregado el día 30 a los gobiernos británico, francés e italiano (18). La respuesta de las tres potencias al requerimiento español fue satisfactoria, en el sentido de que España obtuvo un compromiso formal para no quedar relegada y participar como miembro de primera fila en caso de emprenderse conversa ciones sobre el Mediterráneo en Londres. Las respuestas, asimismo, sirvieron para definir y evaluar el estado de ánimo. de aquellos gobiernos ante esa even tualidad. La primera..potencia en contestar fue Francia, cuya respuesta, evidentemen-. te, estaba ya explícitamente manifiesta en el memorándum enviado a las poten cias participantes en la Conferencia y a España. Quiñones de León, en una entrevista con el ministro de Asuntos Exteriores francés hizo entrega del memorándum español. Briand reiteró su respaldo al concurso de España en (16) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. T. Presidente del Consejo de Ministros a embajador de España en Londres (n. 182), embajador de España en París (n. 479) y embajador de España en Roma (n. 110). Madrid, 27 de diciembre de 1929. (El subrayado es nuestro). (17) Vid. PALOMARES, G.: Op.cit., p. 145. (18) Vid. MINARDI, S.: Italia e Francia alZa Conferenza navale di Londra del 1930. Roma, Salvatore Sciascia Editore, 1989, pp. 125-127. 36 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA... caso de que el Pacto Mediterráneo fuese objeto de negociación en Londres. Sin embargo, le comunicó a Quiñones que aún no había recibido contestación algu na de las potencias convocadas en Londres (19). La respuesta francesa al memorándum español fue entregada fmalmente a Quiñones de León el 11 de enero de 1930. La contestación no presentaba ningún cambio respecto a las opiniones vertidas por los medios diplomáticos en los días previos, confirman do la garantía de que «si des négociations en vue de la conclusión d ‘un tel pacte devaient s ‘ouvrir, la participation de 1‘Espagne y serait indispensable, et c ‘est dans ce sens que 1‘action de la Délegation française ne manquera pas de s ‘exercer a Londres» (20). La dictadura había agradecido a los medios políticos y diplomáticos fran ceses su proposición, pero recelaba del excesivo protagonismo francés, motivo que indujo a reafirmar el interés de España por participar en un posible acuer do mediterráneo, pero siempre en igualdad de condiciones y de derechos que el resto de las partes. La respuesta y la actitud británica al memorándum español no podía ser sino otra acorde a la desconfiaaza con que en Londres se recibió el memorán dum francés. A diferencia de la reacción de Briand cuando Quiñones le entre gó el mensaje de Primo de Rivera, el subsecretario permanente del Foreign Office —sir Robert Vansittart— no hizo comentario alguno, prometiendo a Merry del Val someter el documento al ministro —sir A. Henderson— (21). De acuerdo con las instrucciones de Primo de Rivera, transmitió el interés español de figurar como «factor de primera línea» en cualquier discusión en tomo a un acuerdo mediterráneo. Interesaba, pues, obtener la garantía británi ca ante tal eventualidad. Con el memorándum entregado al Foreign Office se intentó precisar los antecedentes y circunstancias de la gestión española, con el ánimo de desvanecer- la -desconfianza quehabía mostrado sir R. Vansittart,. temeroso de que hubiera podido relacionarse dicha gestión con acuerdos previos con alguna otra potencia. Primo de Rivera, en una carta dirigida a Merry del Val el 4 de enero, coincidía con este último enque: «(...) cuanto afecte al Mediterráneo nos afecta aun tratándose de limitar y no de aumentar los armamentos navales, pues los efectos de esos acuerdos no dejarían de modificar la situación en dicha región y España necesita participar en ellos, aunque la modestia de nuestras actuales fuerzas navales, incluso partiendo de la base de la ejecución de los planes acordados, por mucho que quieran o aparenten atribuir les importancia esos periódicos, nos deja muy por bajo del límite (19) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. Correspondencia. Quiñones de León a Primo de Rivera. París, 31 de diciembre de 1929. (20) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. D. n. 33. Embajador de España a Presidente del Consejo de Ministros. París, 12 de enero de 1930. (21) A.M.A.E. R.- 515 exp. 18. D. n. 1.316. Embajador de España a Presidente del Conse jo de Ministros. Londres, 31 de octubre de 1929. Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ mínimo que podríamos aceptar dentro de la salvaguardia de la segu ridad nacional» (22). El estudio del memorándum español y la respuesta británica al mismo se demoraron por la ausencia de R. MacDonald y de sir A. Henderson, de Londres. No obstante, en las cancillerías europeas —concretamente en Pa rís—, parecían confirmarse las impresiones de Merry del Val respecto a la no inclusión de la cuestión mediterránea en el orden del día de la Conferencia Naval. El embajador francés en Londres —Fleriau— confirmaba que el Foreign Office no se mostraba partidario de la admisión de España en la Confe rencia, aunque no desestimaba su participación si se planteaba la discusión del acuerdo Mediterráneo (23). El secretario general del Foreign Office, conmo vido por este lenguaje, a juicio de Fleriau, expresó su deseo de tratar la cues tión con los gobiernos francés e italiano antes de dar la respuesta al gobierno español (24). El escenario en este momento se desplazó a Ginebra, donde Quiñones de León debería terciar con los delegados de las otras potencias con el fin de alla nar el terreno para que España obtuviese los compromisos requeridos. La acti vidad diplomática de Quiñones tuvo como protagonistas a A. Briand y A. Henderson. Su encuentro con el primero se encaminó a obtener el compromi so francés para invitar a España a la Conferencia, a menos que se excluyese de antemano la cuestión mediterránea. El ministro francés se mostró dispuesto a utilizar sus buenos oficios cerca del representante británico, ya que la invita ción debía partir en última instancia de Londres. En su encuentro posterior con A. Henderson, éste le comunicó que la respuesta de su gobierno obraba ya en Madrid y que se atenía a lo allí especificado (25). El mismo día Quiñones era puesto al corriente de una reunión entre el embajador español en Londres y R. MacDonald, de la que se deducía que Gran Bretaña no era partidaria de incluir el problema Mediterráneo en la futura Conferencia (26). No obstante, no se había recibido memorándum británico alguno con la respuesta al requerimien to español. La dilatada espera finalizó el 17 de enero cuando el gobierno britá nico envió un memorándum a la Embajada española respondiendo en términos similares a los que habían utilizado verbalmente los diplomáticos y políticos británicos ante los representantes españoles (27). La causa del retraso fue (22) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. Correspondencia. Primo de Rivera a Merry del Val. Madrid, 4 de enero de 1930. (23) A.Q.D. (S) Société des Nations, V. 788. T n. 7. M. l’Ambassadeur de France a M. le Ministre des Affaires Etrangres. Londres, le 4janvier 1930. (24) A.Q.D. (S) Société des Nations. T. n.13. M. / ‘Ambassadeur de France ¿1M. le Minis tre des Affaires Etrangres. Londres, le 8janvier 1930. (25) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 5. Delegado Español en la Sociedad de las Naciones a Secretario General de Asuntos Exteriores. Ginebra, 15 de enero de 1930. (26) A.M.A.E., exp. 34. T. n. 4. Secretario General de Asuntos Exteriores a Delegado Espa ñol en la Sociedad de las Naciones. Madrid, 15 de enero de 1930. (27) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. Embajador de España al Presidente del Consejo de Minis tros. Londres, 18 de enero de 1930. 38 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE L4CONFERENCIA... debida a la lentitud con que Italia respondió a la consulta británica acerca del Memorándum español (28). La actitud italiana ante el memorándum español reflejaba dos de las claves de la política mediterránea italiana: por un lado, las reticencias derivadas de la rivalidad franco-italiana; y por otro, la amistad hispano-italiana en función del papel que España jugaba en la política mediterránea del «Duce». En conse cuencia, la valoración inicial de la iniciativa francesa del Pacto Mediterráneo en los medios italianos, según P: Brundu Olla, era la siguiente: - --- ---- - « Un patto mediterraneo, piú precisamente una “Locamo medite rranea rientrava a pieno diritto nella pii articolata politica di sicurezza inaugurata da Parigi dopo Locarno e poteva essere consi derato come un efficace tentativo di cristalizzare la situazione nel Mediterraneo a scapito delle aspirazione italiane» (29). “, Acorde al recelo despertado en Roma por la iniciativa francesa y la amistad hispano-italiana, la respuesta inicial del ministro de Asuntos Exteriores italia no —Grand.i— al embajador español.en Roma —Viñaza—, cuando le entregó el memorándum español, se expresaba en los siguientes términos: «(...) puedo asegurar al Gobierno español que el Gobierno fascis ta, sin la intervención de España, no acordará nada, ni esencial ni accidentalmente que se relacione con el Mediterráneo» (30). Las palabras de Grandi, en nombre del Gobierno italiano, ofreciendo el compromiso que solicitaba el Gobierno español para no quedar marginados de la esfera de actividad de las potencias con intereses en el Mediterráneo, fueron corroboradas por Mussolini en los primeros días del nuevo año (31). La valoración reticente por el Gobierno italiano de la propuesta francesa y el conocimiento de la actitud británica de oposición a tratar la cuéstión medite rránea y la posición española, interesada en no quedar marginada de un posi ble acuerdo, pero no entusiasta en la conclusión del mismo, indujeron a Grandi —subraya G. Palomares— a instruir al embajador italiano en Londres para que comunicara a ese gobierno la oposición italiana a incluir dicho tema en la Conferencia sugiriendo, simultáneamente, una conferencia separada y especial entre las potencias con intereses en el Mediterráneo (32). (28) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. T. n. 31. Embajador de España al Secretario General de Asuntos Exteriores. París, 25 de enero de 1930. (29) BRUNDU OLLA, P.: L ‘équilibre d(fficile. Gran Bretagna, italia e Francia nel Medite rraneo (1930-1937). Milano, Dott. A. Giuffre Editore, 1980, p. 5. (30) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n.° 132. Embajador de España al Secretario General de Asuntos Exteriores. Roma, 30 de diciembre de 1929. (31) A.M.A.E. R. - 414 exp. 29. Correspondencia. Viñaza a Primo de Rivera. Roma, 4 de enero de 1930. (32) Vid. PALOMARES, G.: Op. cit., p. 146. Y también, A.M.A.E. R-515 exp. 18. T. n. 16. Embajador de España al Secretario General de Asuntos Exteriores. Londres, 14 de enero de 1930. Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ Roma, que se retrasó en comunicar su impresión a Londres sobre el memo rándum español, fue también la última en dar una respuesta por escrito a la demanda española, la’cual fue enviada por el embajador español —Viñaza— el día 25 de enero (33). Pocos días después de la inauguración de la Conferencia, el 28 de enero dimite Primo de Rivera y, con él, finaliza un período que había configurado la historia de España en los años veinte. Iniciada la Conferencia de Londres y logrados los compromisos tan anhelados en Londres, París y Roma, cabe preguntarse si el nuevo Gobierno, en manos del general Berenguer, iba a impri mir algún cambio en la política exterior y naval española, y si en algo iba a cambiar la valoración de España respecto al Pacto Mediterráneo. En principio, el hombre sobre el que el Rey había depositado su confianza —el general Dámaso Berenguer— se convirtió, utilizando la expresión de Shiomo BenAmi, «en defensor de una monarquía precaria». La composición del Gobierno mostraba una comprensión de la «normalización» como un paso hacia atrás a la normalidad monárquica de antaño (34). En el caso de la política exterior, se restableció la estructura tradicional del Ministerio de Asuntos Exteriores y se produjo una cierta desmonopolización en la conducción de la política exterior, tras el férreo control a que la sometió Primo de Rivera. Tras un breve período de tiempo en que Berenguer, desde el 30 de enero, asumió las labores del titu lar de la cartera, el 22 de febrero el Duque de Alba fue nombrado ministro de Estado. En relación con el Ministerio de Marina, Carvia, al que ya hemos aludido en repetidas ocasiones, emprendió una importante labor de racionali zación en la gestión y planificación de la política naval. La actitud oficial ante el Pacto Mediterráneo no va a experimentar cambio alguno y, de hecho, cuando el tema vuelva a convertirse en un punto caliente, semanas después, la diplomacia española se movilizará en idéntico sentido de como lo hizo durante los últimos meses de la dictadura. Dicho de otro modo, la garantía de las potencias para que España no quedase marginada en las nego ciaciones sobre un Pacto Mediterráneo nuevamente se convertiría en el objeti vo inmediato de la diplomacia española. La cuestión del Pacto Mediterráneo no había sido objeto de discusión en la Conferencia de Londres, luego la diplomacia española, acorde con la actitud enunciada a las cinco potencias firmantes, permaneció al margen de cualquier iniciativa para intervenir en la misma. Sin embargo, comentarios en torno al desinterés del Gobierno y la prensa españoles y, principalmente, los rumores y comentarios surgidos en medios diplomáticos y de prensa europeos sobre un posible planteamiento del problema del Mediterráneo, volvieron a poner en estado de alerta al personal del palacio de Santa Cruz. El tema volvió a cobrar actualidad cuando la agencia Hayas reprodujo una conversación entre Briand y Grandi publicada por el Daily Telegraph, en la (33) A.M.A.E. R. - 515 exp. 37. T. n. 4. Embajador de España al Secretario General de Asuntos Exteriores. Roma, 27 de enero de 1930. (34) BEN-AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de una tran sición. Madrid, Alianza Universidad, 1990, pp. 46-47. 40 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA... que se hizo referencia al Convenio del Mediterráneo (35). Esta sucesión de acontecimientos y noticias que pusieron nuevamente de actualidad el problema del Mediterráneo, en relación con la Conferencia de Londres, culminaron en el discurso de A. Briand en el Senado el 25 de marzo sobre el presupuesto de su departamento y la actitud de Francia durante la Conferencia de Londres. Al precisar la posición francesa, lo hizo basándose en el memorándum francés del 20 de diciembre de 1929, con las consecuencias que para España implicaba por su alusión a la concertación de un Pacto Mediterráneo. Francia había presenta do como condición indispensable para examinar posibles reducciones en su flota de guerra que a cambio se estableciesen garantías de seguridad —un pacto de consulta previa— (36). Estas especulaciones acabaron por suscitar nuevamente la cuestión medite rránea en la Cámara de los Comunes, donde MacDonald, días antes de la inter vención de Briand en el Senado, tuvo que salir al paso respondiendo a uno de los miembros de la Cámara que el problema del Mediterráneo no había sido objeto de discusión en la Conferencia Naval (37). Sin embargo, en algunos medios políticos y en la prensa, como aseguraba Merry del Val al ministro de Estado, no se desestimaba que Gran Bretaña, a pesar de su actitud de no iricre mentar sus responsabilidades en el continente, pudiese acceder a participar en un acuerdo de consultas previas entre las potencias con intereses en el Medite rráneo. El embajador español en Londres opinaba que sería conveniente que el Gobierno español, a menos quehubiese modificado.su postura respecto al ante rior, enviase una carta confidencial al secretario del Foreign Office para recor dar la actitud española y asegurar la garantía confirmada por ese gobierno en enero (38). En virtud de las informaciones y consejos suministrados por Quiñones de León y Merry del Val, el ministro de Estado decidió cursar el 29 de marzo las instrucciones oportunas para que los Gobiernos británico, francés e italiano (39) reiterasen las seguridades dadas en enero, e informar, como ya se hizo anteriormente, de esa nueva gestión a Washington y Tokio (40). En el texto de la nota oficial, recordando los términos del memorándum español del 30 de diciembre y las seguridades dadas por aquellos gobiernos, el argumento esgri (35) A.M.A.E. R. -515 exp. 37. Correspondencia. Quiñones de León a Emilio de Palacios. París, 12 de marzo de 1930. (36) A.M.A.E. R. - 515 exp. 34. D. n. 316. Embajador de España al ministro de Estado. París, 27 de marzo de 1930. (37) A.G.A.(A.E.). Caja 7.172. T. o. 103. Embajador de España al ministro de Estado. Londres, 21 de marzo de 1930. (38) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. n. 111. Embajador de España al ministro de Estado. Londres, 28 de marzo de 1930. (39) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. o. 38. Ministro de Estado al embajador de España en Londres. Madrid, 29 de marzo de 1930; A.Q.D. (S) Société des Nations, y. 788. Lettre. Direc teur des Affaires Politiques et Comerciales ñ Fuques-Duparc —Service Français de la Société des Nations—. París, le 31 mars 1930; y A.M.A.E. R. -515 exp. 37. T. n. 16. Ministro de Esta do al embajador de España en Roma. Madrid, 29 de marzo de 1930. (40) A.M.A.E. R. - 515 exp. 38. T. Ministro de Estado a los embajadores de España en Washington (n. 26) y Tokio (n. 4). Madrid, 29 de marzo de 1930. Año 1995 J. L. NEILA HERNÁNDEZ mido por el Gobierno consistía en que los trabajos de la Conferencia de Londres parecían encaminarse hacia soluciones que afectarían indudablemen te a la cuestión del Mediterráneo. Se reconocía que no se había recibido ningu na comunicación autorizada en ese sentido, pero existían rumores que hacían aconsejable este nuevo paso. Las dudas quedaron despejadas en un breve espacio de tiempo. El espejis mo que en torno a la viabilidad del Pacto Mediterráneo se había producido en la prensa, fruto del estado de estancamiento en que había entrado la Conferen cia de Londres por las irreconciliables posiciones de Francia e Italia, se disipó a medida que prosperaban los contactos diplomáticos. La actitud de las poten cias no evidenció cambio alguno respecto al compromiso adquirido con Madrid en enero y-asus respectivas posiciones ante elPacto Mediterráneo. La primera respuesta se produjo en París el 31 de marzo; en la nota francesa se aclaraba que en Londres se estaba discutiendo únicamente sobre el problema general de la seguridad y sus relaciones con el desarme. Hecha esta matización, el Gobierno francés se remitía íntegramente a su respuesta del 11 de enero (41). La respuesta británica a la nota española volvía a reincidir en que nada se había tratado de la cuestión del Mediterráneo en la Conferencia y reiteraba el compromiso de contar con todas las potencias mediterráneas en caso de ser tratada (42). Italia, que no varió su respuesta al memorándum español, no había ocultado su rechazo a las conversaciones franco-británicas sobre seguridad, a pesar de que ahora se pretendía que participase en ellas. La impaciencia en la delegación italiana en Londres aumentaba ante la situación de bloqueo en que se encontraba. Desde luego, Italia no estaba dispuesta a renunciar a la paridad naval con Francia y, de hecho, el jefe de la delegación había afirmado en priva do que sólo permanecía en Londres por deferencia personal con el gobierno británico (43). La Conferencia Naval terminó el 22 de abril sin dilucidar una solución clara a la rivalidad franco-italiana, ya que ninguna de ellas cedió para lograr un acuerdo en materia naval. El Tratado sólo fue firmado íntegramente por los EE.UU., Gran Bretaña y Japón. Francia e Italia no firmaron la tercera parte, que limitaba la flota por categorías de navíos, precisamente la cuestión más delicada y conflictiva. El Tratado, cuya validez se prolongaba hasta una futura Conferencia que debería celebrarse en 1935, dejaba la puerta abierta a un futuro acuerdo entre París y Roma que les permitiese adherirse a la tercera parte. En España este clima de tensión fue una fuente constante de preocupación, por el papel desestabilizador que la rivalidad franco-italiana suponía para el Mediterráneo Occidental. Cuestiones como los rumores de un acuerdo naval secreto entre España e Italia fueron objeto habitual de atención en medios (41) A.Q.D. (S) Société des Nations, V. 788. Note. M. le Ministre des Affaires Étrangres ¿1M. l’Ambassadeur Espagnol. París, le 31 mars 1930. (42) A.M.A.E. R. - 515 exp. 29. D. n. 351. Embajador de España al ministro de Estado. Londres, 5 de abril de 1930. (43) A.M.A.E. R. - 515 exp. 18. T. n. 118. Embajador de España al ministro de Estado. Londres, 5 de abril de 1930. 42 48 ESPAÑA ANTE LAS IMPLICACIONES MEDITERRÁNEAS DE LA CONFERENCIA... diplomáticos y políticos franceses. Asimismo, la preocupación de España por no quedar al margen de cualquier acuerdo general sobre el Mediterráno sería una constante en la diplomacia española de los años posteriores. * * * En una panorámica global la incidencia del Pacto Mediterráneo, en el contexto de la Conferencia Naval de Londres, sobre la política exterior y naval de España, nos lleva a destacar, en primer término, que el Pacto en esta ocasión inserto en la dinámica de las conferencias navales, fue un fiel reflejo y una proyección de los mecanismos de la seguridad colectiva, en boga tras el orden internacional postbélico, sobre un área determinada y de vital interés para España. A continuación y como derivación de la anterior, la valoración española del Pacto Mediterráneo —como hipotético instrumento de trabajo en la Conferen cia—, iba más allá de los argumentos y razonamientos exclusivamente nava les. En efecto, el Mediterráneo, que se había convertido en el eje principal de la política exterior de la Monarquía y, por supuesto, de la dictadura de Primo de Rivera, era el punto de convergencia para la política exterior y de defensa y un área geopolítica de cuyo equilibrio regional dependía, en gran medida, la posición internacional de España. En tercer lugar, la posición de España en el equilibrio de poderes en el Mediterráneo dependería, en el período de entreguerras, del estado de las rela ciones triangulares con Londres, París y Roma, así como de la eficacia del sistema internacional instaurado tras la Guerra del Catorce y la actitud de aque llas potencias dentro del mismo. Y finalmente, en relación con este juego de flujos internacionales y en la prioridad de intereses de España en el Mediterráneo de la postguerra mundial, por encima de las expectativas a corto plazo que alimentaron las relaciones de España con Gran Bretaña, Francia e Italia, la percepción de peligro y de amenaza a la neutralidad en el devenir de la rivalidad franco-italiana presidió, a nuestro juicio, la actitud final de España. Una España obsesionada por no quedar al margen de cualquier acuerdo mediterráneo que pudiese neutralizar los factores de desestabilización en ese área vital para su seguridad. Año 1995 ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO Y AYESTA: DOS PERUANOS EN LA ANTÁRTIDA (1) Jorge ORTIZSOTELO Capitán de Fragata Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú El naufragio del navío de guerra español San Telmo, ocurrido en septiem bre de 1819, aparentemente en alguna parte de las islas Shetland, ha pasado a constituir un antecedente valioso de la presencia iberoamericana en la Antárti da, puesto que habría sido la primera nave en arribar a ese continente. Si bien las circunstancias en que lo hizo no fueron las deseables, pues el daño del casco, así como la pérdida de su timón y de parte de la arboladura no podía terminar en otra cosa que en su naufragio, lo cierto es que existen indicios razo nables para creer que al menos parte de la tripulación sobrevivió al accidente. Esto, claro está, hasta que el clima acabó con ellos, sea en el mismo lugar del naufragio o al intentar alcanzar tierra firme en alguna embarcación menor. Lo cierto es que, aquel septiembre de 1819, entre los 644 hombres que iban a bordo, había al menos dos péruanos: el brigadier Rosendo Porlier y el teniente de navío Pascual de Herazo y Ayesta. ¿Quiénes fueron estos marinos, cuya trágica desaparición vincula directa mente al Perú con el continente blanco? Lamentablemente, como en el caso de Bodega y Quadra, de Domingo Ucho Inca, de Agustín Mendoza y Arguedas, o de algunos otros marinos peruanos coloniales, debemos confesar que Porlier y Herazo de Ayesta son dos ilustres desconocidos entre sus compatriotas. Esa es la razón por la cual escogí este tema para la presente reunión, pues creo que la deuda que a su memoria tenemos los peruanos debe ser amortizada con esfuer zos de este género o como el llevado a cabo por la Marina de Guerra del Perú, a principios de este año, cuando develó una placa en homenaje a Rosendo Porlier en las proximidades de nuestra base antártica Machu Picchu. Es igual mente oportuno señalar que en aquella oportunidad también fue colocada una placa en homenaje a otro hito en la historia antártica, con el cual el Perú se encuentra profundamente vinculado. Me refiero al viaje que llevara a cabo la Armada del Mar del Sur en 1603, al mando del general Gabriel de Castilla, alcanzando los 64° de latitud sur, viaje sobre el cual tratamos en la 1 Reunión de Historia Antártica Iberoamericana, a finales de 1992 (2). Rosendo Porlier nació en Lima el 1 de marzo de 1771, siendo bautizado en (1) Ponencia presentada a la II Reunión de Historia Antártica Iberoamericana, realizada en Lima, del 20 al 22 de julio de 1994. (2) ORTIzSoTELO, Jorge:<Gabriel de Castilla y la Expedición de 1603», en Revista de Marina, enero-febrero 1994, pp. 14-27. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO la parroquia de Santa Ana el 21 de mayo de ese año (3). Sus padres fueron Antonio Aniceto de Porlier y Sopranis (4) y María Josefa de Asteguieta e Irri barren (5). El padre, de ascendencia francesa, había arribado a América en 1758, vía Buenos Aires, para servir como fiscal protector de indios de la Real Audiencia de La Plata, cargo en el cual contrajo matrimonio en Mojo, Tupiza, el 30 de julio de 1765 (6), naciendo poco después sus dos primeros hijos: José, fallecido a tierna edad, y Esteban (7). Hacia 1770, don Antonio Porlier fue nombrado fiscal en lo civil de la Audiencia de Lima, asentándose así en la capi tal del virreinato peruano donde además de Rosendo nacieron Antonio Domin go y Juana María (8). En 1774, don Antonio fue designado fiscal del Supremo Consejo de Indias, razón por la cual la familia partió para España a principios del siguiente año, haciéndolo a bordo del navío de registro Buen Consejo o del San Fermín (9). A los quince años de edad, el 28 de enero de 1786, Rosendo Porlier ingre só en la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz, iniciando así su carrera naval. Ese mismo año fue embarcado y tomó parte en la campaña de Nápoles, sirviendo luego en la división que al mando de José Mazarredo se dirigió a Argel para negociar un tratado de paz y amistad, firmado en junio de ese año, (3) Poa.uER Y JARAVA, A. de: «Bicentenario del brigadier de la Real Armada D. Rosendo Porlier», en Revista General de Marina, tomo 182, noviembre 1971, pp. 543-556; «El apellido Lasquetty y su vinculación a la marina», en Revista General de Marina, tomo 183, diciembre 1972, p. 573; PAULA PAVÍA, Francisco de: Galería Biográfica de los Generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868. Madrid, Imprenta de F. García, calle Mayor 119, 3 tomos, 1873 y un apéndice 1874. (4) Nacido en La Laguna, islas Canarias, en 1722, estudió Letras en Alcalá de Henares, Salamanca y Madrid. Era caballero de la orden de Carlos III, prestando servicios durante varios años en América y luego como consejero de Estado y secretario del Despacho Universal de Gracia y Justicia de Indias, cargo en el cual fue hecho primer Marqués de Bajamar, en 1791 [LOHMAN VILLaNA, Guillermo: Los americanos en las órdenes nobiliarias (1529-1900), Madrid 1967, 1, pp. 332-333. Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Lima, H-3, libro 900, p. 199, Real Orden del 24-3-1791]. Sus padres eran el capitán de Caballería Esteban Porlier y Durath, natural de París, caballero de San Lázaro y cónsul general de Francia en las islas Cana rias y Rita de la Luz Dutari Soprams, natural de La Laguna. (5) Nacida en Salta, Tucumán, en 1745, sus padres fueron Juan Manuel de Asteguieta y Cortazar, natural de Lezarde, Alava, gobernador de Salta, y doña Josefa Sebastiana de Iribarren, nacida en San Andrés de Pica, en Tarapacá [AGN, N-3, escribano Andrés de Sandoval, proto colo 960, ff. 57v-58v, f. 66]. (6) ibídem. (7) Segundo Marqués de Bajamar, y miembro de las órdenes de Santiago) San Hermene gildo y San Fernando, Esteban Porlier llegó a ser mariscal de campo [Archivo Alvaro de Bazán (AAB en adelante), Cuerpo General, Rosendo Porlier. Esteban Porlier a la Reina, Borox 23-111832. PoltuER Y JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...», p. 544]. (8) Antonio Domingo nació en 1772. En 1789, cuando presentó expediente para la Orden de Carlos III, era oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justi cia de Indias, domiciliado en Madrid [Lohman II, p. 402]. Al morir solteros sus hermanos mayo res, se convirtió en el tercer Marqués de Bajamar. Juana nació en 1774 y falleció sin descen dencia [P0mJER Y JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...>‘, p. 544]. (9) AGN, N-3, escribano Andrés de Sandoval, protocolo 960, ff. 57v-58v, f. 66. Testamento de los padres, Lima, 31-1-1775. 46 48 ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA: DOS PERUANOS... que puso fin a varios siglos de piratería en esa zona del Mediterráneo. Poste riormente fue embarcado en la fragata Nuestra Señora de la Soledad, en la que pasó a Constantinopla y Cartagena formando parte de las escuadras del Marqués del Socorro Francisco Xavier Morales y de Federico Gravina. La rela ción con este último oficial sería muy cercana en los años siguientes, por lo que creemos que Porlier tomó parte en el viaje que a fines de 1787 llevó a cabo la fragata Rosa, al mando de Gravina, con el objeto de retornar a Constantinopla al Acmet Vasif Efendi, enviado del Sultán turco, pues en dicho viaje se embar có a «oficiales jóvenes y aprovechados» (10). Hacia 1790, encontramos al alférez de fragata Porlier en el navío San Fran cisco de Paula, solicitando quese le conceda la merced de hábito militar que su tío, el capitán de fragata Joseph Porlier, tenía otorgada en 1762, cuando falleció al mando de la fragata Tetis en un combate contra la escuadra británi ca que bloqueaba La Habana (11).Mientras la solicitud del joven Porlier obte nía respuesta positiva, éste pasó a Mazalquivir, puerto de Orán, formando parte de la división enviada en socorro de dicha plaza, sometida a ataques por parte del Dey de Marruecos. Al mando de la división iba el brigadier Gravina, actuando Porlier como su ayudante y tomando «parte activa en siete de los ataques que se dieron» contra dicha plaza. Nuestro personaje habría de perma necer en dicha zona hasta fines de 1791, en que la plaza fue evacuada en cumplimiento de la convención suscrita entre el Rey de España y el Dey de Argel (12). La guerra contra la Francia revolucionaria debió encontrar a nuestro perso najeirviendo con Gravina, por lo que suponemos que asistió a la campaña de Tolón, en 1793, ya como teniente de fragata. Lo cierto es que en julio del siguiente año debió desembarcar en Barcelona del bergantín San León, por encontrarse enfermo. Ese mismo mes fue destinado nuevamente a las órdenes del teniente general Gravina, quien entonces se encontraba participando en la defensa de Rosas, sitiada por las fuerzas francesas (13). En dicha accióri, que duró dos largos meses del invierno de 1794 a 1795, Porlier sirvió en las fuer zas sutiles, y en esa condición participó en el reembarco de la tropa del casti lb de la Trinidad, última defensa de la ciudad, llevado a cabo el 2 de febrero (14). Durante la campaña fue ascendido a teniente de navío, y con motivo de la evacuación de Rosas fue nuevamente promovido a capitán de fragata gradua do (15). Desde esta fecha hasta marzo de 1797, Porlier sirvió a bordo de otros (10) FERNÁNDEZ DURO,Cesáreo: Armada española desde la unión de los reinos de Casti lla y Aragón. Madrid, 1973, VII, p. 359. (11) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier. Luis de Córdova a Antonio Valdés, Isla de León, 30-11-1790. (12) FERNÁNDEZ DURO,op. cit., VIII, pp. 28-29. (13) AAB, Cuerpo General, RosendoPorlier,. BaltazarCastañola aAntonio Valdés, Barce- lona, 16-7-1794. (14) FERNÁNDEZ DURO, op. cit., VIII, p. 48. (15) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, hoja de servicios. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO buques, asistió a varias campañas de corso y cumplió con otras obligaciones que la profesión naval exigía. En esta última fecha fue embarcado en el navío Príncipe de Asturias como ayudante de Gravina, quien a su vez era segundo jefe de la escuadra de José Mazarredo. Para entonces España se encontraba nuevamente en guerra con Inglaterra, habiendo sido establecido el bloqueo de Cádiz por el almirante británico John Jervis. En dicha condición participó en la salida que la escuadra efectuó en la noche del 6 de febrero de 1798 para ahuyentar a los buques bloqueadores, permaneciendo una semana en la mar antes de retornar a la bahía gaditana. En abril de 1799 una escuadra francesa, compuesta por 25 buques de línea, al mando del almirante Bruix, logró esca par de Brest con rumbo al Mediterráneo, donde debían restablecer la presencia naval gala tras el terrible desastre que había significado el combate del Nilo. Al presentarse frente a Cádiz el 4 de mayo, Bruix atacó a los 15 buques con los que lord Keith bloqueaba dicho puerto, forzando su paso a través del estrecho de Gibraltar hacia Tolón. Pocos días después, la escuadra británica de lord St. Vincent, reunida con la de Keith, se lanzaron en persecución de los buques franceses, dejando momentáneamente el bloqueo de Cádiz, ocasión que fue inmediatamente aprovechada por Mazarredo para zarpar hacia el Mediterráneo con 16 velas, entre las cuales se hallaba el buque de Porlier. Lamentablemen te, la flota española fue sorprendida por un fuerte temporal, que le obligó a buscar refugio en Cartagena, donde se le unió la escuadra de Bruix (16). A fines de julio ambas escuadras, fuertes en 40 naves, dejaron Cartagena con dirección a Brest adonde arribaron el 13 de agosto de 1799, perseguidas por los 31 buques de lord Keith (17). En este puerto los buques españoles permanece rían poco menos que secuestrados por largos meses, lapso en el cual Porlier fue transbordado al Neptuno, donde Gravina izó su insignia. En diciembre de 1801, Gravina zarpó al mando de una división de obser vación compuesta por cinco navíos, una fragata y un bergantín, acompañando a la escuadra francesa del almirante Louis Thomas Villaret-Joyeuve, formada por 54 naves de guerra y numerosos transportes con más de diez mil hombres que al mando del general Leclerc debían debelar la rebelión de Toussaint Louverture en Santo Domingo (18). La campaña militar de Leclerc duró algu nos meses, hasta rendir al líder negro y a sus principales seguidores, corres pondiendo a la división española tomar parte en las operaciones que se llevaron a cabo en Puerto Príncipe y en la zona de Guárico (19).Tras dichas operacio nes, concluidas en mayo de 1802, Gravina y sus buques pasaron a La Habana, retornando luego a la Península. Una vez en Cádiz, Porlier quedó desembarcado y con licencia para pasar a, Madrid, situación en la que permaneció hasta diciembre de 1804, cuando se le dio el mando de una división de cuatro cañoneras estacionadas en Sevilla. En (16) Boston, (17) (18) (19) 48 MAJw1, A. T.: The L(fe of Nelson, ihe embodi,nent of the Sea Power of Great Britain. 1918, 1, pp. 417-423. Idem,pp.465. FERNÁNDEZ DURO,op. cit., VIII, p. 229. Enciclopedia General del Mar, artículo Rosendo Porlier. 48 ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE JIERAZO Y AYESTA: DOS PERUANOS... febrero del siguiente año fue embarcado en el Argonauta, buque insignia de la escuadra de Federico Gravina, compuesta por seis navíos, que zarpó hacia las Antillas el 10 de abril de 1805 en unión de los doce navíos del almirante fran cés Conde de Villeneuve. Este último había escapado al bloqueo británico de Tolón a fines de marzo, obedeciendo al plan de invasión de Inglaterra, que demandaba que las fuerzas navales francesas de Tolón, Brest y Rochefort, así como las fuerzas navales españolas existentes en Cartagena y Cádiz, se reunie sen en el Caribe para retomar en masa y proteger el cruce de las tropas por el canal inglés (20). Como quiera que una reunión de fuerzas tan dispersas a una distancia tan grande de sus respectivas bases de origen requería tiempo para llevarse a cabo, Villeneuve decidió emplear parte de dicho tiempo en tomar la isla del Diaman te, base británica desde donde se hostilizaba a Fort Royal, puerto principal de la Martinica. Para ello se conformó una fuerza combinada formada por dos navíos, una fragata y once lanchas con tropa de desembarco, constituyendo dos divisiones, una francesa y otra española. Esta última estuvo al mando de Porlier, llevando a cabo el asalto en la madrugada del 30 de mayo. Gravina escribió al respecto (21): «La bizarría, valor y conócimiento con que este oficial y los demás que llevaba a sus órdenes se han conducido en esta acción, han merecido los mayores elogios en una y otra escuadra, pues, no obstante el vivo y repetido fuego de metralla y fusilería de los enemi gos, y a pesar de las dificultades casi insuperables que presentaba la resaca de una gruesa mar, fueron los primeros que abordaron el islo te, desembarcaron en él con las tropas francesas que conducían, se hicieron dueños de una batería de tres cañones de a 12, un obús de a 32 y una carronada de a 48, y se posesionaro.nde la falda del monte, obligando a los enemigos a retirarse a sus alturas, arbolando la bandera española, la que se mantuvo hasta la capitulación de este importante punto.» En cumplimiento de las órdenes de Napoleón, la escuadra combinada, fuer te en 20 navíos, zarpó de la Martinica el 4 de junio para intentar la captura de Barbados, otra posesión británica en el Caribe. El día 8, frente a la isla de Anti gua, la flota combinada capturó un convoy inglés compuesto por catorce buques mercantes, tomando conocimiento entonces de la proximidad de la flota de Nelson, que había zarpado del Mediterráneo tras el escape francés de Tolón (22). Ante esta situación, Villeneuve decidió retornar a Europa, siendo igualmente seguido por los buques de Nelson, aun cuando con varios días y grados de latitud de diferencia, pues mientras éste creía que se dirigían nueva(20) MAHAM, op. cit., II, pp. 283-284. (21) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, el Marqués de Bajamar al Rey, Madrid 28-918 14. FERNÁNDEZDURO, op. cir., VIII, pp. 277-278. (22) MARAM, op. cit., II, pp. 300-301. FERNÁNDEz DURO, op. cit., VIII, p. 289. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO mente al Mediterráneo, aquel trataba de alcanzar El Ferrol. Durante el cruce, el 3 de julio, a la altura de las islas Azores, la escuadra combinada capturó a dos corsarios ingleses y al galeón Minerva, que procedente de El Callao con más de 400.000 pesos, había sido apresado por éstos. Ya cerca de El Ferrol, la flota combinada sostuvo un encuentro poco decisivo el 22 de julio contra los quin ce navíos del vicealmirante Robert Calder, que cruzaba sobre el cabo Finis terre con órdenes de detener su paso. En dicha acción, peleada en medio de una densa neblina, Calder sólo pudo capturar dos navíos españoles, siendo poste riormente sometido a corte marcial por no perseguir al evasivo enemigo (23). Tras este encuentro, la flota combinada estuvo frente a Vigo y El Ferrol, de donde Villeneuve, contraviniendo las órdenes de Napoleón de continuar hacia Brest, retornó a Cádiz el 20 de agosto. A fines de ese mes, Gravina y su Mayo ría de Ordenes, en la cual seguía Porlier, izó su insignia en el navío Príncipe de Asturias, de 118 cañones, a bordo del cual tomó parte en la batalla de cabo Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. En dicha acción, como es conocido, este buque se batió contra cinco navíos británicos, quedando seriamente dañado y su jefe herido en el brazo izquierdo. Tras liberarse de este ataque por el auxi lio oportuno de otros dos buques aliados, y habiéndose rendido Villeneuve en el Bucentauro, Gravina tomó el mando supremo de la flota y ordenó su replie gue a Cádiz, donde sólo once de los treinta y tres buques aliados que iniciaron la acción encontraron refugio. A los pocos días, el 3 de noviembre de 1805, Rosendo Porlier fue ascendido a capitán de navío como reconocimiento a su comportamiento en el combate. Su jefe, el teniente general Federico Gravina, moriría algún tiempo después de resultas de las heridas recibidas en la acción (24). Cabe señalar la existencia de un par de cartas de Porlier refiriendo la acción, una dirigida a su padre y otra al capitán de navío José Meléndez, conservadas ambas en el archivo familiar, en España (25). En junio de 1808, habiéndose iniciado la guerra contra Francia tras los suce sos de Bayona y Madrid, Porlier fue nombrado comandante de la batería de morteros situada cerca de la Casería de Osio, en la bahía de Cádiz, con la cual contribuyó a rendir la escuadra francesa del almirante Rosilly, entre el 9 y el 14 de ese mes. Luego de ello fue enviado a Sevilla por el brigadier José Serra no Valdenebro, en busca de instrucciones, recibiendo el mando de la fragata Atocha, con la cual zarpó para Cartagena y Tarragona en enero de 1809. Habría de permanecer cruzando frente a dichas costas todo ese año, llevando a cabo diversas acciones en apoyo de las fuerzas terrestres y batiéndose en varias ocasiones con las baterías francesas. En enero de 1810 salió hacia Cartagena y en julio volvió a zarpar hacia Veracruz, llevando a bordo a Francisco Javier Venegas de Saavedra, nombrado virrey de México por la Regencia. En septiembre de ese año, algunos días después de que el virrey hubo desembarcado y tomado posesión de su cargo, Porlier y ocho de sus oficiales (23) (24) (25) 50 MAHAM, op. cit., II, p. 307. FERNÁNDEZ DURO, op. cit., VIII, pp. 289-293. FERNÁNDEZ DURO,op. cit., VIII, pp. 329-346. PORLIER Y JARAvA: ‘<Bicentenariodel brigadier ...‘<, pp. 547-549. 48 ROSENDO PORLIER YPASCUAL DE HERAZO YAYESTA: DOS PERUANOS... lo visitaron en la ciudad de México, encontrando la conmoción que se vivía por el levantamiento del cura Miguel Hidalgo, ocurrido el 16 de ese mes. Al ver las escasas tropas disponibles, Porlier ofreció al virrey desembarcar a la guarni ción y marinería de su fragata y de otros buques de la Real Armada surtos en Veracruz, por lo que bajando nuevamente a este puerto retornó a la capital con quinientos hombres para participar en la lucha contra los patriotas mexicanos. Destinado a socorrer al brigadier José de la Cruz, Porlier y sus hombres toma ron parte en la batalla de Zamora, el 13 de enero de 1811, distinguiéndose por su actuación en la misma (26). A fines de febrero fue destacado al mando de una división desde Guadalajara, para controlar las actividades de los guerrille ros patriotas en la Barca, Zacoalco y Zamora, venciendo el 3 de marzo a un contingente patriota en la cuesta de Zapotián. Regresó a México con un carga mento de plata que le había encomendado el general Callejas en Guanajuato. En virtud de estos logros y de los poderes del virrey, Porlier fue ascendido a brigadier en mayo de 1811, y poco después fue enviado a socorrer la asediada ciudad de Toluca. El 21 de septiembre de ese año atacó a una partida de patrio tas en la cuesta de Tenango, forzándolos a desalojar dicha posición. Tras perse guir a este grupo, retornó a Toluca para defender la ciudad contra el ataque de ésa y otras columnas de patriotas, resistiendo desde el 14 al 19 de octubre, en que logró levantar el sitio con los refuerzos enviados desde México. El 31 de diciembre atacó nuevamente a los patriotas en el cerro de Tenango, sostenien do luego dos encuentros en Barranca de Tegualoya, los días 3 y 17 de enero de 1812. Se defendió en Tenancingo los días 21 al 22 de ese mes, contra un ataque de las fuerzas de Morelos, viéndose forzado a retirarse durante la noche hacia Toluca, donde resistió hasta que fue relevado por el coronel Castillo Busta mante, enviado desde México (27). Porlier retornó a la capital del virreinato, desde donde se le envió á Vera cruz con la división del general Olazábal para que zarpara con su fragata a La Habana. En el camino fueron atacados por las fuerzas de Morelos en el lugar llamado Ojo de Agua, entre la Puebla de Los Angeles y la Fortaleza de San Carlos de Pesote, y nuevamente en Jalapa. En dicha acción Porlier derrotó a los patriotas, tomándoles la artillería y causándoles gran mortandad (28). Prosi guiendo en su ruta hacia Veracruz, la columna realista fue atacada nuevamen te en el lugar denominado el Puente del Rey, viéndose obligada a replegarse y continuar hacia su destino a través de la zona montañosa. Finalmente, Porlier y sus hombres se reembarcaron en la Atocha, zarpando hacia La Habana, donde entregó el mando de su buque al capitán de fragata Lorenzo Noriega, arriban do a Cádiz en la fragata Prueba en octubre de 1815. En junio del siguiente año, habiendo sido designado comandante de la expe (26) Archivo Marqués de Bajamar, Corella, Legajo 4, 4•0 P0RuER Y JARAVA: «Bicentena rio del brigadier ...‘, p. 550. (27) Archivo Marqués de Bajamar, Corella, Legajo 4, 4.° PoiuiER Y JARAVA: «Bicentena rio del brigadier ...», pp. 550-552. (28) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, constancia de Francisco Xavier Venegas, Madrid 27-9-1814. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO - dición que debía partir hacia el Río de la Plata, fue convocado a Madrid para que asistiera a la Junta Militar de Indias en la que se debía tratar sobre dicha operación. Sin embargo, la expedición no llegó a constituirse con la rapidez que la situación requería, al punto de que en enero de 1818 Porlier aún permanecía en la capital española (29). Finalmente, el 19 de marzo de 1819 se le dio el mando del navío San Telmo (30) y de la división destinada al Apostadero Naval de El Callao, compuesta por dicho navío, el Alejandro 1(31) y la fragata Prue ba (32). El capitán de navío Joaquín Toledo fue designado segundo jefe de la división, con el mando directo del San Telmo. Cuatro días después se le amplia ron dichas funciones para encomendarle también el mando del referido aposta dero, con la salvedad de que no debía «quedarse en tierra sino salir al mar quan do lo exija el servicio» (33). La división zarpó de Cádiz el 13 de mayo, en conserva con la fragata mercante Mariana. Las naves estaban en mal estado y pocos días después de zarpar se presentaron diversos problemas a bordo, obli gando a que el Alejandro 1 retornase a Cádiz por hacer mucha agua. Ya en el cabo de Hornos, el mal tiempo se encargó de dificultar más aún la travesía, separando primero a la Prueba y luego a la Mariana. Esta última vio al San Telmo por última vez el 2 de septiembre de 1819, pudiendo percatarse de que tenía averías en el timón, tajamar y yerga mayor, que no podían ser reparadas en ese momento debido a temporales tan duros como los que se ha-bían encon trado en esas latitudes. Mientras que las dos fragatas lograron doblar el cabo y arribar separadamente a El Callao, aun cuando con diversas averías, el navío de Porlier se había alejado hacia el sur hasta que naufragó en la Antártida. En el Perú se esperó el arribo del San Telmo por un tiempo prudencial, pero como quiera que esto no se produjo, finalmente, el 27 de diciembre de 1821 se le dio de baja junto con los 644 hombres que se hallaban a bordo. La distin guida carrera de Porlier le valió ser incluido en diversas enciclopedias y diccio narios, así como la colocación de una placa en el Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando, Cádiz; y otra en la estación antártica peruana Machu Picchu. El segundo peruano presente en el San Telmo fue el ya mencionado tenien te de navío Juan Manuel Pasual de Herazo y Ayesta. Nacido en Lima el 26 de junio de 1773 (34), era uno de los hijos menores de Juan Manuel Pascual de Herazo, capitán del Batallón del Comercio y dós veces cónsul del Real Tribu nal del Consulado, y de doña María Luisa de Ayesta Etulaín (35). (29) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, Rosendo Porlier a José Vázquez Figueroa, Madrid 20-12-1816. PORLIERY JARAVA: «Bicentenario del brigadier ...<>, p. 553. (30) Construido en El Ferrol, en 1788, tenía una dotación de 644 hombres. (31) Ex-Dresde, de la armada rusa, portaba 74 cañones e iba al mando del capitán de navío Antonio Tiscar. (32) De 44 cañones, estaba al mando del capitán de fragata Melitón Pérez del Camino. (33) AAB, Cuerpo General, Rosendo Porlier, Nombramiento, Palacio, 19 y 23-3-18 19. (34) VÁLGOMAy BARÓN DE FINESTRAT, Dalmiro de la: Real Compañía de Guardiamarinas y Colegio Naval. Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1943, p. 251. (35) Había sido precedido en la familia por Baltazar Gregorio, Manuel Cayetano, Maria Josepha, Rosa Teresa, Francisco Valentín, Luisa Isabel y otro hermano nacido en 1768 [AGN, N-3, escribano José Ortiz de Zevallos, protocolo 828, f. 481 v.1 52 48 ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA; DOSPERUANOS... En febrero de 1787, a los trece años de edad, el joven Juan Manuel fue admitido como aventurero en la fragata Astrea, que al mando del posterior mente célebre explorador capitán de fragata Alejandro Malaspina llevaba a cabo un viaje por cuenta de la Compañía de Filipinas. Dicha nave zarpó de El Callao el 1 de marzo tocando en Guam, Manila y finalmente Cádiz, adonde arribó en junio de 1788, completando así una circumiavegación (36). En febre ro siguiente, tras esta valiosa experiencia, nuestro personaje sentó plaza en la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz (37), donde cursó los estudios de la profesión naval, obteniendo el calificativo de sobresaliente en geometría. En julio de 1792 Herazo fue embarcado en el navío Gallardo, siendo ascendido a alférez de fragata en enero siguiente y destinado a prestar servicio en los bata llones de Infantería de Marina. Permaneció en dicha condición hasta abril de 1793, en que pasó a la fragata Dorotea, asignada a la escuadra de Francisco de Borja. Dicha escuadra desalojó a los franceses de la isla de Cerdeña, pasando luego a colaborar con los defensores de Tolón, asediados por las fuerzas revo lucionarias. El asedio se había iniciado a finales de agosto, y pese a la decidi da colaboración de las fuerzas españolas y británicas, la suerte de las opera ciones en tierr iba de mal en peor. Fue así que, al producirse el ataque final del general L’Eguillette el 17 de diciembre de 1793, que habría de concluir con la pérdida de la ciudad, Herazo fue comisionado a socorrer el castillo de Bala guer, al mando de 30 hombres de la guarnición de su buque (38). En marzo de 1794, habiendo retornado a Cádiz, nuestro personaje fue embarcado nuevamente en la fragata Astrea, que al mando de Pedro Cabrera llegó al Callao en enero de 1795 (39). En este puerto fue transbordado prime ro a la fragata Fama y luego al bergantín Peruano, que al mando del teniente de navío José Pascual de Vivero zarpó el 26 de enero de 1797 para cruzar fren te a las costas del sur chileno, en el marco de la guerra que entonces se libraba contra Inglaterra. La misión del bergantín incluía llevar auxilios a las guarni ciones de Juan Fernández y Valdivia, así como hacer la guerra de corso contra las naves enemigas. Tras cumplir su labor de auxilio, el Peruano logró captu rar dos balleneras inglesas, una llamada El Comercio y la otra El Triunfo, esta última en Pisco el 8 de abril, remitiéndolas a El Callao para ser juzgadas (40). En julio de 1797, ya como alférez de navío, Herazo pasó al Limeño, que al mando del teniente de navío Felipe Martínez acababa de retornar del sur, donde había permanecido cruzando por espacio de nueve meses. Tras llevar a cabo las necesarias reparaciones, el 4 de octubre el referido bergantín volvió a dirigirse (36) MANFRED!, Darío:Il viaggio attorno al mondo di Malaspina con lafregata di S.M.C. «Astrea». 1786-1788, La Spezia, 1988. (37) Museo Naval, Madrid (en adelante MNM), ms. 1.074, asiento 2.482. (38) FE1nÁNtz DURO, op. cit., VIII, pp. 31-38. (39) AAB, Expediciones a Indias, legajo 19 (1795), cuadernillo de la Astrea. (40) Biblioteca Nacional, Lima (en adelante BNL), «Papeles de la Armada Virreinal» (C.398), «Cuaderno de actas de la sesiones de la Junta de Marina y del Apostadero Naval del Callao, 1794-1799», sesiones XXXIV, XXXIX, XXXIX-XLII. AAB, Expediciones a Indias, legajo 22 (1797) 23-12-1797, Vivero a Pedro Varela, ministro de Marina, Peruano, Callao 144-1797; legajo 27 (1800) Ugarte a Cornel, Callao 31-12-1800, n.’ 115. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO a las aguas del sur chileno, donde permaneció hasta el 13 de marzo siguiente (41). En agosto de 1798 el Limeño volvió a zarpar, esta vez a la búsqueda de corsarios ingleses frente a la costa norte peruana, encontrándose en el río Tumbes el 14 de septiembre (42), y pasando poco después a Guayaquil, de donde retornó a El Callao el 4 de abril de1799 (43). Los maltratos sufridos por el bergantín en esta nueva campaña fueron de suma consideración, quedando evaluada su reparación en ciento trece mil pesos (44). El Limeño permaneció en El Callao hasta enero de 1801, cuando zarpó hacia Guayaquil escoltando a la fragata Jesús María, propiedad de Fernando del Mazo, que iba a apoyar las labores de buceo en Santa Elena, donde en noviembre del año previo había naufragado la fragata Santa Leocadia con el situado para Panamá (45). Tras dejar en Panamá el nuevo situado que enviaba el virrey Avilés, el Limeño retor nó a Guayaquil para ser recorrido (46). Estando en la boca del río Guayas, el 23 de septiembre de ese año, fue interceptado por la corbeta británica Chance, trabándose un combate de tres horas y media, luego de las cuales Martínez se vio obligado a rendir su nave (47). Junto con sus demás compañeros, Pascual de Herazo fue restituido a Lima poco después, siendo destinado primero al bergantín Peruano, al mando del teniente de navío José Ignacio Colmenares, y luego a la Cástor, cuyo coman dante era el teniente de fragata José de Moraleda y Montero. Para entonces ya era teniente de fragata, pues había sido promovido en octubre de 1802 (48). A finales de ese año zarpa en la Cástor hacia Guayaquil de donde, en unión de la Alavesa, al mando de Antonio Quartará, se dirigen a llevar a cabo el levanta miento de planos de las costas de Veragua, Nicaragua y Guatemala, así como de los puertos desde Panamá hasta Sonsonate (49). Ambos buques permanecieron en dicha zona hasta mediados de 1804, en que debieron retomar a costas chilenas para perseguir buques contrabandistas, en unión del bergantín Peruano, al mando del teniente de navío José Colme nares. A principios de 1805, habiéndose declarado una nueva guerra contra Inglaterra, los tres buques reciben órdenes de desalojar de la isla Más a Tierra, del grupo Juan Fernández, a un grupo de norteamericanos que se había asen(41) BNL, «Papeles de la Armada Virreinal», sesiones L y LI. (42) AAB, Expediciones a Indias, legajo 24 (1798), Martínez a Lángara, Limeño, río de Tumbes, 14-9-1798. (43) AAB, Expediciones a Indias, legajo 26 (1799), Martínez a Lángara, Limeño, Callao 8-4-1799. (44) BNL, «Papeles de la Armada Virreinal», sesión LVII. (45) AAB, Expediciones a Indias, legajo 29 (1801), Ugarte a Cornel, oficio 116, Bellavis ta 3-1-1801. (46) Elías, 1, pp. 383-387,435. (47) AAB, Expediciones a Indias, legajo 29 (1801) oficio n.° 285, Lima 16-10-1801. (48) AAB, Cuerpo General, Juan Pascual Herazo y Ayesta. (49) MNM ms. 612. «Diario de los viajes de Moraleda del Callao a Panamá y de allí al reco nocimiento de otros puertos en Centroamérica, en la Cástor. Contiene un dibujo de la isla Lobos de Afuera (15), y dibujo de la isla Gorgona (127)». O’DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA, Hugo: El viaje a Chiloé de José de Moraleda (1 787-1790). Madrid, 1990, p. 79. 54 48 ROSENDO PORLIER Y PASCUAL DE HERAZO YAYESTA: bOS PERUANOS... tado en ella, lo que llevaron a cabo sin mayores dificultades. De regreso a Valparaíso, la Cástor capturó a la goleta norteamericana Peregrina, sospecho sa de contrabando, pasando luego a El Callaó con catorce mercantes (50). Durante el viaje, el buque de Herazo se separó del convoy, arribando al Callao con nueve de las naves mercantes en agosto de 1805. En el viaje capturó a la nave inglesa Springfield (51). A resultas de este viaje, Colmenares presentó un detallado derrotero de las costas del sur chileno (52). A fines de ese mismo año la corbeta donde está Herazo parte hacia Paita, escoltando un convoy mercante y llevando víveres y material para la fragata Astrea, que al mando del capitán de navío Pedro Esquivel se encontraba en dicho puerto. Pasó luego a Guayaquil, donde recibe órdenes para cruzar en compañía de la nave corsaria La Paz. Posteriormente, en unión de la Astrea, el bergantín Flecha, la goleta Alavesa y ocho buques mercantes, la Cástor se diri ge a El Callao, adonde arriba a mediados de 1806 (53). Herazo pasó luego a servir nuevamente en la Astrea, y en octubre de 1807 se le dio el mando de la cañonera n.° 3 y la ayudantía del Apostadero del Callao. Sus servicios en El Callao cesaron en febrero de 1809, cuando inició un azaroso retorno a España, vía Boston y La Habana, arribando finalmente a la asediada Cádiz en febrero de 1811. En dicho departamento se le dio el mando de la cañonera n.° 13 y de un falucho, con el cual participó en el sitio de Tarifa, entre febrero y abril de aquel año, mereciendo ser condecorado por su comportamiento. Ascendido a teniente de navío en julio de 1811, quedó desembarcado en septiembre de 1812, pasando como ayudante militar de la Puebla y Coria. En febrero de 1817 fue nombrado capitán de puerto de Valparaíso, embar cándose para ese destino en el navío San Telmo, cuyo trágico destino ya hemos señalado (54). Cabe indicar que a bordo del San Telmo venía otro oficial que también había prestado largos años de servicios en El Callao. Se trata del teniente de navío Juan Díaz Maqueda, quien había desempeñado su cargo corno ayudante del Cuerpo de Pilotos de este departamento, por lo menos entre 1805 y 1816. Ésta es pues la visión general de los tripulantes del San Telmo cuya vincu lación con el Perú es indudable. Su sacrificio, en los procelosos mares antár (50) O’DoNNELL,op. cit., p. 79. LEGUÍA Y MARTÍNEZ,Jorge Guillermo: Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado. Lima, 1972, V, p447. (51) AAB, Expediciones a Indias, legajo 37 (1805), Vivero a Grandallana, 25-8-1805. (52) MNM, ms. 98, ff. 48-48v, «Situación de algunos puntos de la Costa de Chile y Perú, determinada en la Expedición Hidrográfica del bergantín Peruano y en particular por el Piloto de Cargo». MNM ms. 117, if. 215-235, «Derrota general y parcial desde el puerto del Callao a los comprehendidos hasta 42 grados de latitud meridional y regreso a él, con una breve descrip ción de los puertos del reyno de Chile e islas adyacentes. Por don Ignacio Colmenares, coman dante del Peruano». (53) O’DoNNELL, op. cit., pp. 79-80. (54) AAB, Cuerpo General, Juan Pascual Herazo y Ayesta. Año 1995 J. ORTIZ SOTELO ticos, y su posible arribo al grupo de las Shetland del Sur, marcan un impor tante hito en la historia antártica de nuestro país, hito que aún no ha sido plenamente reconocido pero que, a la luz de las nuevas evidencias que tanto la historia como la arqueología están aportando, podrá constituirse en una certe za de lo que fue la suerte de aquellos primeros hombres en llegar al continen te blanco. 56 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) LA MARINA EN EL SUR DE FILIPINAS (1845-1858) Hermenegildo FRANCO CASTAÑÓN Capitán de Fragata Incidentes en Basilán y Joló Francia, al igual que Inglaterra y Holanda, tuvo siempre puestas sus miras en el sur de Filipinas, y por ello hubo frecuentes incidentes y roces con estas potencias, siendo el más importante el que se produjo con Francia en febrero en 1845. En noviembre de 1844 fondeó en la rada de Zamboanga la goleta de gue rra francesa Sabine. Su comandante, el teniente de navío Guerín, solicitó del gobernador de Zamboanga —coronel Figueroa— gestionase la entrega de varios tripulantes de su buque que habían sido capturados por los piratas de Matuso, y en donde habían muerto un oficial y un marinero. Se consiguió res catarlos, pero con la llegada de la corbeta La Victorieuse, Guerín comunicó el bloqueo de Basilán e islas adyacentes con objeto de obtener satisfacción por la muerte de sus hombres. El gobernador protestó por el bloqueo, pero éste se llevó a cabo. Los fran ceses se reforzaron con el vapor Archimede y la fragata Erigone al mando del vicealmirante M. Cecille. Estos buques procedían de Joló, cuyo sultán había firmado el 20 de febrero de 1845 un convenio de navegación y comercio con el ministro plenipotenciario de Francia M. de la Grené, y había cedido por 100.000 pesos la isla de Basilán, cuya soberanía correspondía a España. Mientras esto ocurría, salió de Manila para Zamboanga el brigadier de la Armada Agustín Bocalán —2.° jefe del apostadero— a bordo de la fragata Esperanza, mandada por el capitán de navío Cristóbal Mallén. En Mindanao sostuvo una enérgica y activa correspondencia con el vicealmirante Cecille respeto a Basilán, quedando la resolución de la soberanía de la isla a cargo de los respectivos gobiernos. Los buques franceses se hicieron a la mar, excepto la Sabine, que perma neció en el canal entre Basilán y Malamawi. Bocalán se dirigió a la misma isla, exigiendo la sumisión de los pueblos costeros, construyendo un fuerte en la costa norte en un punto denominado Pasanján. A ello se opuso el coman dante de la Sabine, pero por la actitud de fuerza con que se presentó el jefe español, se retiró. El asunto, finalmente, se liquidó por anulación del gobierno francés del convenio firmado por su plenipotenciario, regresando la Esperanza a Zamboanga, y de allí a la entrada del Río Grande de Mindanao, donde se consiguió del sultán la cesión del gran seno de Davaó. En marzo arribó Bocalán, a Joló para que el sultán reconociese los dere chos de España, no teniendo buen resultado las negociaciones y producién dose un grave incidente cuando un grupo de gente de la Esperanza, que había Año 1995 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN ARCHIPIELAGOFIUPINO • PUNTOSPRINClLES DE ESTACION DE LAS FUERZAS SUTILES (1827-1899) c. • de Catonduan., Puørto Princesa 1. CAGAYANJOLÓ o 58 Núm. 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) bajado a tierra para hacer la aguada, fue acometida por un numeroso grupo de moros, repeliendo la agresióñ la marinería y muriendo en la lucha varios joloanos y dos marineros. La Esperanza leyó tras este suceso, dirigiéndose a Zamboanga y Manila. Ocupación de Davaó y ataque a Balanguingui En febrero de 1847 se llevó a cabo la expedición para la ocupación de Davaó, que finalizó en enero de 1849. La efectuó el español José Oyanguren, que al tener noticia de la cesión del seno por el sultán de Mindanao, solicitó autorización para llevar a cabo su ocupación (1). Por Decreto de 27 de febrero de 1847, se concedió a Oyanguren, por diez años, el mando del territorio que conquistase y por seis, el privilegio de comerciar y la facultad de organizar una compañía o tercio provincial de soldados. MAR DE MINDORO ‘e CAGAYN DE JOLd Zamboango 1 ... 1.PIoi’ 1. pan,u,ronvh0. BøuiIn V U. LGporOn • a . 1. ‘ BoUor9ldnQ..i U. 4 U.JOLO MaibIn o Ç pJ »SOi.Siousi U.BubaIn o 1oç- a.. 6• so •0 . MAR DE CELEBES A principios del año 1849 Oyanguren estaba en posesión del litoral del seno de Davaó, había fundado la población cabecera de Nueva Vergara y, por Decreto de 29 de enero, se declaraba este territorio provincia con el nom bre de Nueva Guipúzcoa. En abril llegó el vapor Elcano con el comandante general del apostadero Manuel Quesada, con cuya cooperaciÓn tomó y ocupó (1) Natural de Guipúzcoa, fue a Filipinas en 1825 huyendo de persecuciones políticas. Se dedicó a comerciar y a navegar por las costas de Mindanao e islas adyacentes, pasando después a Calamianes y Manila. Año 1995 59 HERMENEGILDO FRANCO CASTA ÑÓN el fuerte de Hipo, uno de los pocos puntos que se resistían a la ocupación española. Mientras se llevaba a cabo la conquista de Davaó, se organizó por el capi tán general de Filipinas —general Clavería— una de las operaciones más duras, pero también más necesarias en el sur del archipiélago, que ya su ante cesor general Pavía había propugnado como primera solución al problema de la piratería: «atacarla en su propio territorio». Por ello se planeó el ataque a Balanguingui, sede principal y feudo inexpugnable, hasta entonces, de los piratas samales, preparándose con gran discreción esta operación en los últi mos meses del año 1848. Las fuerzas partieron de tres puntos: Manila, Ib-Ib y Zamboanga. De Manila lo hicieron los vapores de guerra Elcano y Reina de Castilla, en donde embarcaron tropas del Ejército. En el Reina de Castilla arbolaba su insignia el comandante general del apostadero José Ruiz de Apocada, embarcando también en este buque el capitán general y su Estado Mayor. Estos buques salieron el 6 de febrero llegando el día 10 a Dapitán (Mindanao). De Ib-Ib lo hicieron los bergantines de transporte Constante, Guadiana y Senejayen, el primero del comerciante local Joaquín Ortiz, que lo cedió gra tis, yendo él a bordo al frente de algunos paisanos armados a su costa, y los otros dos fletados por Hacienda, siendo convoyados por los bergantines de guerra Pasig y Ligero, y una división de lanchas y falúas de fuerza sutil, embarcando en los transportes tres compañías del Ejército. Esta fuerza salió el 27 de enero para Dapitán, en donde los expedicionarios se ejercitaron y maniobraron, y el 11 de febrero llegaron a este punto las fuerzas sutiles de Zamboanga. El día 12 salió la expedición en demanda de Balanguingui, llegando el 15 a su vista y efectuándose el 16 al amanecer el desembarco para atacar la cota o fuerte de Balanguingui, situado en el norte de la isla (había otros tres deno minados Sipac, Sungap y Bucotigol). Dice el coronel de Ingenieros Bernáldez sobre Balanguingui, en su libro Reseña histórica de la guerra al sur de Filipinas, que tomó parte en este ataque con el grado de capitán: «un pequeño canal principal y poco profundo divide a la isla en dos porciones y de éste parten en distintas direcciones y escasísimo fondo un sin número de brazos, esteros y canalizos que hacen de la isla un ver dadero laberinto. Las fortificaciones consistían en cuatro fuertes, uno al norte y tres al sur, y todos formados de gruesos troncos de árbol enterrados y perfectamente unidos. La artillería más baja, que era la principal, estaba en unas casamatas rasantes y la más ligera en un segundo orden o batería al des cubierto. El reducto de los fuertes era de planta irregular». El ataque y desembarco comenzó con cuatro falúas, un bote del Reina de Castilla y tres vintas de zamboangueños, al mando del teniente de navío Fer nando Fernández, que recogieron del vapor Elcano las tropas que conducía. Otras cuatro falúas, un bote de Elcano y cuatro vintas de zamboangueños, al mando del teniente de navío Domingo Medina, transportaron a tierra a las fuerzas del bergantín Guadiana. Las lanchas de los transportes y tres botes de 60 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) los vapores, a las órdenes del alférez dé navío Claudio Montero, hicieron igual operación con las fuerzas de los bergantines Senejayen y Constante. Los dos vapores, los dos pailebotes de guerra y las falúas de las fuerzas sutiles batieron el fuerte, pero sin producir daño, ya que las balas se empotra ban en las empalizadas rellenas de arena, reforzándolas en lugar de abrir bre cha, por lo que se tiró sobre el fuerte por elevación. A las 8 de la mañana efectuó el desembarco la columna de ataque y el capi tán general con su Estado Mayor, arengando a las tropas y dirigiéndolas al asalto, suspendiéndose el fuego de artillería de los buques. Dice Bernáldez a este respecto: «Fijadas las escalas al fuerte, a pesar del tiroteo de los moros, y de su desesperada resistencia y furor salvaje, y cuando ya se dudaba del éxi to, se consigue penetrar en el fuerte, luchándose cuerpo a cuerpo, campilán contra bayoneta, escapando los defensores a ocultarse al mangle donde los persigue la compañía de reserva, tomándose el fuerte al mediodía». La Orden General de 17de febrero del Ejército de Filipinas es el más claro exponente de lo que fue esta jornada y dice así: «Soldados! Las esperanzas expresadas en la Orden General del 15 fueron enteramente cumplidas, Balanguingui fue nuestro, no sin resistencia, no sin valor de sus defensores, pero el vuestro fue mayor y escalando esos muros de tañto nombradía en este archipiélago disteis prueba de lo que valéis y de lo que puede esperarse de vosotros... ¡Honor al Ejército Filipino! y ¡Honor a la Marina! que con sus fue gos, sus auxilios y la decisión personal de todas sus clases, preparó y ayudó al triunfo que ha privado a los piratas de su nombrado fuerte.... Preparaos sol dados a otro triunfo. El fuerte Sipac nos espera, y confío que con vuestro valor tremole en él, muy pronto, la bandera de Castilla.—Narciso Clavería». Al comandante general del apostadero comunica: «Como verá V. S. en laadjunta copia de la Orden General de hoy, hago una honrosa mención de la Marina de su digno mando en la función de ayer yme complazco en asegu rar a Y. S. he quedado muy satisfecho, no sólo del acierto con que se coloca ron las fuerzas navales, sino de la franca y decidida cooperación que vi en los Sres. Jefes, Oficiales, Tropa y Marinería, animados de los sentimientos más decididos para lograr la victoria, que se debió a los unánimes esfuerzos de los que componen esta expedición». Una vez tomado Balanguingui, la escuadra se dirigió al sur de la isla para atacar la cota o fuerte de Sipac. El día 18, al anochecer, se efectuó el desem barco de la columna que ataca el día 19 al amanecer, una vez que la artille ría de los buques bate el fuerté. La lucha es desesperada, heroica por am bas partes. Los moros, dice Montero: «se defienden como fieras», muchos, por impedir que sus mujeres e hijas cayeran en poder de las tropas, les dan muerte (2). (2) Con motivo del ataque a Sipac, es curiosa la carta dirigida al sultán de Jólo por una mora prisionera. En su narración destaca la contundente acción artillera de los barcos: «El vapor negro descargó muchos cañonazos hasta el mediodía, y yd no hemos podido aguantar» «Sentimos la mayor aflicción y así preferimos el sepulcro. escuchadnos sacopes del Sultán y estad seguros que desde nuestros antepasados no se ha visto una ocurrencia semejante y tan fatal». Año 1995 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN La orden pasada al Ejército el 20 de febrero pinta con vivos colores el com bate del 19. Simultáneamente, y por el desconcierto de los moros, se atacó el fuerte de Sungap que cayó el mismo día. El 25, se tomó el fuerte de Bucotigol, regresando la escuadra a Zamboanga el 27. El capitán general ensalza la actuación de la escuadra en su Parte de Cam paña, rendido desde Zamboanga, y en particular, a su comandante general el brigadier José Ruiz de Apodaca, al que considera: «muy acreedor a que 5. M. dé una prueba de su Real agrado, premiado sus dilatadosy buenos servicios» (3). El ataque a la isla de Balanguingui tuvo una gran resonancia y fue un éxito completo. Su influencia se dejó sentir en las posesiones próximas, inglesas y holandesas, hasta el punto que el gobernador de Borneo escribió al capitán general el 25 de febrero de 1849: «a los esfuerzos enérgicos y reiterados de V. E. se debe principalmente que la audacia de estos piratas haya disminuido mucho. Por tanto V. E. ha adquirido derecho de reconocimiento del mundo civilizado y de la Holanda en primer lugar». Y fue realmente así, ya que en 1847 hicieron los moros más de 450 cautivos, en 1848ninguno y en 1849tres (4). Otras acciones de las fuerzas sútiles El 2 de diciembre de 1848 el dato Paulina Tampán salió de Joló a la isla de Paat, del grupo de Balanguingui, comenzando a fortificar la isla. Salió a impedírselo la División de Isabela de Basilán, con el pailebote Pasig y cuatro falúas, que consiguió su objetivo destruyendo sus comenzadas baterías y embarcaciones. No obstante, el comandante general del apostadero, ante el temor de que los moros volviesen a Balanguingui y fortificasen la isla, ‘emprendió una operación sobre el sur, con dos vapores que salieron de Manila en febrero de 1849, a los que se unieron cinco falúas, ocho vintas y varios lancanes en Zamboañga, desembarcando el propio comandante gene ral José M Quesada en Sipac, el 27 de febrero, sin encontrar resistencia, diri giéndose posteriormente a Tonquil, en donde ajustó una capitulación con el sultán Paulina Bombali, izándose en aquella isla por primera vez la bandera española. Estúvieron los buques en las islas de Tapis, Tantanán y Pilas, regre sando a Manila después de visitar también el seno de Davaó. El 29 de mayo se efectuó un ataque al río Maluso con 5 falúas de Za’in boanga, como contrapartida al ataque que los piratas de este lugar habían lle vado a cabo sobre Ib-Ib. En septiembre, los datos de Boal y Salamant (Joló) atacaron el fuerte de Isabela de Basilán. El día 29 efectuaron el primer ata que, repitiéndolo el 30, siendo rechazados por el fuego de cañón y fusilería del fuerte y falúas. El bergantín Ligero, al mando del teniente de navío Pedro Rivera y Truells, salió para Joló con una queja del gobernador de Zamboanga, y las (3) (4) 62 Se le confiere el empleo inmediato de jefe de escuadra. José Montero: Historia de Filipinas, tomo Hl. pág. 136. Madrid, 1894. 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) fuerzas sutiles de Basilan atacaron pocos días después los pueblos de donde había partido el ataque y agresión. En noviembre de 1850 se produjo otro ataque pirata procedente de Ton quil, reforzado con pancos de Belaun y Bocotuan, sobre la isla de Samar, haciendo varias decenas de cautivos. Ante ello, salió de Manila el vapor Reina de Castilla, al mando del teniente de navío Franéisco de Paula Ramos Izquier do, a reclamar enérgicamente al sultán de Joló por estos atropellos, el cual reconoció lo infame del ataque, pero por no disponer de fuerzas para atacar Tonquil, dejaba la represalia en manos del capitán general. Al conocer la res puesta, el general Urbistondo concibió el proyecto de efectuar una campaña contra Joló, pero prefirió arreglar el asunto personalmente, dirigiéndose a aquella isla. Expedición y ataque a Joló El capitán general ordenó, el 23 de noviembre de 1850, que con toda cele ridad se preparase una expedición para atacar Tonquil. El 11 de diciembre salieron de la bahía de Manila el vapor de guerra Reina de Castilla (coman dante, teniente de navío Francisco de Paula Ramos Izquierdo), corbeta Villa de Bilbao (comandante, capitán de fragata Blas García de Quesada) y ber gantín Ligero (comandante, teniente de navío Pedro Rivera y Truelis) (5). En el Reina de Castillaembarcaron el general Urbistondo y el comandante general del apostadero Manuel Quesada, y en los buques restantes 500 hom bres de Infantería y 100 artilleros. PlEGAD U.C*DUGANl. PALLIAGANS J/•’LpTAPUL (5) Estado General de/a Armada, 1850. Año 1995 63 HERMENEGILDO FRANCO CASTA ÑÓN El día 17 llegó a Zamboanga el Reina de Castilla y el 20 los otros dos buques. En este puerto embarcaron el gobernador José María Carlés, dos com pañías de Infantería y 102 voluntarios zamboagueños y se unieron el vapor Magallanes (comandante, teniente de navío Diego Medina) y seis falúas. De Zamboanga salió la fuerza para Tonquil, encontrándose el día 24 en el canal entre las islas Belaun y Bocotuan, efectuándose ataques sobre dichas islas por dos columnas. La escuadra continuó a Joló, en donde dio fondo el día 29, saludando con 21 cañonazos a la plaza. El día 30 bajaron a tierra el capitán de Ingenieros Emilio Bernáldez y el alférez de navío Manuel Sierra, acompañados del intérprete Alejo Alvarez, llevando un pliego para el sultán anunciando la llegada del capitán general. Al pisar la playa los emisarios, se arrojó sobre los dos oficiales la turba amotinada y dice en su parte el comandante general del apostadero al respec to: «aseguro en mi honor y conciencia que ambos parlamentarios corrieron riesgo inminente de muerte entre aquellos bárbaros mahometanos» (6). Su actitud enérgica les salvó la vida, teniendo que desenvainar los sables poco antes de llegar a la sala de consejo del sultán, el cual tuvo que intervenir per sonalmente para proteger a los dos oficiales. Reunido el Consejo, éste no aceptó ir a parlamentar con el capitán gene ral, por el estado de insurrección del pueblo. Los oficiales fueron sacados del palacio y llevados a una canoa, que los condujo al bote del Reina de Castilla, sobre el que abrieron fuego los joloanos. Aún intentó el general Urbistondo arreglar pacíficamente el incidente, pidiendo a través del dato Molok la entrega de los cabecillas del ataque, pero a esta petición se negó el sultán, por lo que el Marqués de la Solana decidió acudir a las armas, aunque su imprevisión de no llevar fuerzas suficientes, en su creencia equivocada de que los joloanos accederían de buen grado a sus deseos, hizo posponer el ataque y retirarse (7). La escuadra fondeaba el 1 de enero de 1851 en Tonquil, y el día 2 se efectuó el desembarco de una columna de 600 hombres que castigó la isla, regresando la expedición a Zamboanga. El vapor Elcano se destacó a Manila haciendo escala en Cebú, dejando su comandante —teniente de navío Medina— un oficio del capitán general para el alcalde mayor en el que comunicaba «que procediera a preparar 20 baran gayanes para atacar a Joló el 10 de febrero». Los cebuanos pusieron al frente de sus voluntarios a fray Pascual Ibáñez, que llegó a Zamboanga el 26 de ene ro, y de Ib-Ib se presentó el comerciante Joaquín Ortiz con el bergantín mercante Dos Hermanas y 100 voluntarios. Los buques participantes de la Armada eran los mismos que habían acu dido anteriormente a Joló; solamente se había producido el relevo en el mando de Elcano, el teniente de navío Cocco por el teniente de navío Medi na, que lo era del Magallanes y éste a su vez sustituido por el alférez de navío Francisco de Paula Madrazo. Las fuerzas sutiles de Visayas, al mando del (6) (7) José Montero: Historia de Filipinas, tomo III, pág. 184. Madrid, 1894. La defensa de Joló contaba con 8.000 combatientes. Núm. 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) capitán de fragata Fermín Sánchez, y las de Basilán a las del teniente de navío José María Escurdiz, se reunieron con un total de 2 lanchas cañoneras y9 falúas. Los buques mercantes de transporte participantes eran los siguientes: Barca AmistadCapitán Barca EurotasCapitán Barca ManilaCapitán Fragata UniónCapitán Bergantín OquendoCapitán Bergantín BilbaínoCapitán Bergantín TiempoCapitán Bergantín Dos HermanasCapitán Ramón Muñoz Manuel Ciriaco Iñigo Elías Abogas Mariano Pardo Juan Guillén Juan Villar Jorge Aguirre Federico Chalband (8) Listas las fuerzas de la expedición, salieron los buques el 19 de febrero para Joló, soportando en la travesía mal tiempo que produjo algunas averías. El percance más serio lo tuvo la Villa de Bilbao, que varó el día 20 sobre un bajo desconocido. Se logró ponerla a flote transbordando la gente, y repa rarla más tarde en un fondeadero próximo. Dice el comandante general del apostadero Manuel Quesada en el Diario de las Operaciones efectuadas por las Fuerzas Navales del Apostadero de Filipinas, fechado en Zamboanga el 7 de marzo de 1851,lo siguiente: «puede decirse que el salvamento de la Bilbao, la Amistad, el Oquendo y el Bilbaíno que ya tocaba en los arrecifes, se debe a la presencia del vapor Elcano y al noble carácter de su comandante, a su precoz inteligencia, a su bizarría nave gando sobre un escollo imposible de medir en sus diferentes prominencias, en medio de una corriente furiosa a toda fuerza de máquina». En la noche del 26 de febrero llegó la expedición a la rada de Joló, donde el general Urbistondo comunicó las órdenes oportunas para efectuar el desembarco, marcando la hora a las cuatro de la madrugada, para que éste quedase realizado al despuntar el alba. El plan previsto era embestir la línea de fortificaciones enemigas por ambos lados al mismo tiempo, y una vez tomados los baluartes extremos, caer sobre los del centro, que ofendidos de frente y flanco, no podían defenderse. Por ello, se dividió la fuerza en dos columnas laterales y una tercera central. Al amanecer, rompió el fuego la escuadra, siendo contestado por los fuer tes. Las columnas atacaron con decisión, aunque la de la izquierda fue repeli da, por lo que se enviaron cinco compañías de la reserva a reforzarla. Los fuertes fueron tomados y el palacio del sultán Mahamad Pulatón ocupado por el capitán general. Habiéndose tratado en junta de jefes y oficiales si convenía la ocupación permanente de Joló o su abandono, se decidió esto último, capturándose 112 piezas de artillería de todos los tamaños, finalizando esta operación el día 4 y (8) Terminada la campaña fueron agraciados el capitán Ramón Muñoz con el empleo de alférez de navío y los restantes con el de fragata de la Real Armada. José Montero: Historia de Filipinas, tomo III, pág. 190. Madrid, 1894. Año 1995 65 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN quemándose los fuertes de Asibi y Daniel. El día. 5 salió la escuadra de Joló para Zamboanga y el 6 falleció el heroico fray Pascual Ibáñez, a bordo del vapor Reina de Castilla. Las bajas españolas fueron 36 muertos y 92 heridos y las de los joloanos sobre 300 muertos (9). El 20 de marzo regresaron los buques a Manila, donde se celebraron grandes festejos por el éxito de la expe dición. La toma de Joló infundió terror en la morisma y, aprovechando este efecto y buenas disposiciones, se ordenó al comandante Coballes, acom pañado por el capitán Bernáldez, 400 de tropa y 100 paisanos armados, ir de Zamboanga al río Grande de Mindanao, puerto de Pollok, fondeadero de Barás y otros puntos, para estudiar su importancia militar, mercantil y política, y proponer si convenía o no el establecimiento de un puesto militar. El 2 de abril llegaron de vuelta a Misamis y el 14 salieron de este puerto para Manila. Al mismo tiempo, y para finalizar el asunto de Joló, recibió el comandante de las fuerzas sutiles de Visayas, capitán de fragata Fermín Sánchez, orden de conducir a Joló al gobernador de Zamboanga, autorizado a celebrar un tratado de paz con el sultán y datos de la isla. El día 10 salió el coronel Carlés en el vapor Elcano para Joló, pasando por el pueblo de Pasahanján, próximo a Basilán, en donde se le unieron el pailebote Pasig y 4 falúas. El día 11 fon dearon en Joló, firmándose el tratado y enarbolándose la bandera española en la isla el día 19. La ceremonia la describe Montero del siguiente modo: «El 19 a las once de la manaña volvió el seriph y dijo al gobernador de Zamboanga que el sul tán y los datos aceptaban el Tratado y que desde luego podía enarbolarse en Joló la bandera española. Vistiéronse de gala las dotaciones y tropas de los buques y éstos fueron empavesados al son de la marcha real; el seriph al reci bir la bandera española, presentó juramento en nombre de los joloanos de res petarla como signo de la incorporación estipulada y, escoltado por un piquete de Infantería de Marina, se transbordó a una canoa que le condujo a tierra, donde la gloriosa enseña fue enarbolada a presencia de un gentío inmenso: la marinería desde las vergas dio los vivas de ordenanza y los buques saludaron con 21 cañonazos, de cuyo fausto suceso se levantó solemne acta». A las 6 de la tarde se llevó el tratado suscrito a bordo del Elcano, por el que se consignaba que Joló y todas sus dependencias quedaban incorporadas a la Corona de España. El sultán comisionó al seriph Binsarin y al dato Chichuy para prestar juramento de sumisión, rendir pleito-homenaje al capitán gene ral y recibir la ratificación del tratado, acto que tuvo lugar en Manila el 30 de abril. Juicio sobre el Tratado de Joló Así finalizó la 1a Campaña de Joló, pero aunque se venció al sultán en su territorio, no penetraron las armas españolas en él. Hubo una victoria impor (9) 66 Ibídem, pág. 199. 48 LA MARINA EN FILIPINAS.(II) tante, pero no hubo conquista, se impusieron condiciones para asentar el derecho de España, pero esta operación llevada a cabo con prisa fue incom pleta, y para finalizar inmediatamente la campaña, se negoció con precipi tación. Dice Patricio de la Escosura, comisario regio en Filipinas, en su Memoria sobre Filipinas y Joló: «Es achaque antiguo en Filipinas el no atender a las expediciones militares más que a un fin cualquiera de actualidad respectiva e inmediata, sin curarse las consecuencias políticas para el futuro (...) Si se fue a Joló a castigar desmanes de los piratas, la cuestión del vasallaje debió dejarse a un lado y limitar los pactos a un verdadero tratado diplomático, si bien tomando sólidas garantías de que los joloanos cumplirían religiosamente sus ofertas. Y si se fue a reivindicar el dominio soberano eminente de la Corona sobre el Sultanato y sus dependencias todas, la campaña terminó antes de tiempo y sin fruto alguno». «Nuestro dominio en Joló», continúa diciendo, «es nominal puramente, y no puede ser de otro modo, puesto que no se ocupó allí ni un solo palmo de terreno y no pueden nuestros buques comerciar en otro puerto que en el de la capital, si capital es aquello realmente, ni los súbditos de la Reina les es dado penetrar libremente y sin riesgo en el interior de aquella isla, cuyo suelo fertilizan exclusivamente el trabajo y el sudor de esclavos filipinos, es decir españoles oceánicos a servidumbre por los piratas reducidos». Y esta realidad, nacida de la improvisación en el cuerpo del Tratado de 1851, se arrastró, como se verá, durante los años en que España permaneció en Filipinas, y fue origen de los múltiples incidentes que sobrevinieron a esta 1•a Campaña de Joló. De todos modos, hubo artículos de este tratado positi vos, y redactados con un alto sentido político, como lo son el 2.° y el 3.° en los que: «se prohíbe al Sultán y Datos enajenar parte alguna de los dominios joloanos» y los incapacita para celebrar tratados y alianzas, anulando las que se hubiesen celebrado, en cuanto se opusiesen o desconociesen la soberanía española. Y en esto no hay duda que el general Urbistondo actuó e infligió un golpe mortal —tanto a la piratería, como a las intrigas de Inglaterra—, que fueron heridas de muerte, ya que ellos, con la ocupación hecha de Labuan (Borneo), tenían en su pensamiento político tomar bajo su protección Joló y así hubie sen tenido un pie en las posesiones españolas y otro en las holandesas. Dice a este respecto Jurién de la Graviére que al general Urbistondo le corres ponde el honor de haberlo evitado. Otros artículos fueron incompletos, y sí convenientes en parte, como el 9°, que permitía a los joloanos el libre ejercicio de su religión, pero debió estipularse en justa reciprocidad iguales ventajas para los cristianos y aún para las demás religiones. También parece absurdo no haber impuesto a los joloanos una contribución de guerra, que indemnizase a España de los creci dos gastos de las expediciones que se armaron contra ellos. Y aunque en los artículos 4.° y 13.° se tiende a favorecer el comercio español,, sólo se fija la construcción de una factoría en la cota Daniel (puerto de Joló), no estable Año 1995 HERMENEGiLDO FRANCO CASTAÑÓN ciéndose claramente que se pudiesen instalar las factorías que se tuviese a bien, y haber dejado fuera de duda el perfecto derecho de transitar libre mente por el sultanato de Joló a todo súbdito español, pudiendo establecerse, comerciar o ejercer cualquier actividad industrial en donde la tuviesen por conveniente, bajo la protección y responsabilidad del sultán. Y fue en esto en donde España perdió la gran oportunidad de penetración pacífica y eficaz. Tampoco se envió ningún buque de guerra de estación a Joló, y ello en verdad parece inexplicable; al igual que haber concedido el gobierno español un sueldo anual al sultán «para indemnizarle de las pérdidas sufridas y los per juicios que le ha ocasionado la guerra» (Artículo 16.°), lo cual da la impresión de que los vencidos habían sido los españoles y los vencedores los joloanos, interpretando éstos la concesión de sueldos al sultán y datos principales, como un tributo para redimirlos del pirateo. Este sistema, que aplicaron los ingleses en la India y los holandeses en las Molucas, aparte de que los resultados no han sido muy buenos, tiene la expli cación en la diferencia del sistema colonial español con el de estas naciones, indiferentes para las cuestiones religiosas y sólo preocupadas de intereses comerciales, con total explotación de sus súbditos, valiéndose de caciques a los que p1gaban para así obtener resultados acordes con su codicia. Puede parecer duro, pero la realidad ha sido que la norma de gobierno de Holanda e Inglaterra ha sido siempre el más refinado materialismo, sin hacer nada por civilizar, por moralizar a los indígenas. El almirante francés M. Jurién de la Graviére, en La relación de sus Viajes, hablando de las Molucas y Filipinas, dice a este propósito: «Nunca agradecerán bastante a la Providen cia los indios de Filipinas el señalado favor que les hizo, en que fueran los españoles y no los holandeses quienes les decubrieran y conquistaran». Frases que debieran haber grabado en su mente los filipinos (10). Acciones navales y evolución del apostadero(1851-1857) Con la sumisión del sultán de Joló, la frontera sur del archipiélago filipino se situó en las proximidades de Borneo, pues con los establecimientos de Davaó y Pollok en Mindanao, esta isla prácticamente quedó sometida a la soberanía española en sus zonas costeras. Puntos aislados de ella y otras islas de pequeña extensión, pero de gran importancia estratégica, son los que en los años próximos van a entretener a la Armada en el archipiélago filipino. La División de Fuerzas Sutiles de Calamianes, al mando del teniente de navío Claudio Montero, se hallaba cruzando a principios de mayo de 1851 el sudoeste de La Paragua, encontrándose el día 3 con cuatro pancos moros a los que atacó, tomando la iniciativa a pesar de su inferioridad. En el combate se incendió una de sus falúas, que voló, muriendo todos sus tripulantes, con su (10) Este juicio del almirantefrancés Jurién de la Graviére, imparcial y sereno, es de plena actualidad y puede comprobarse hoy en día, con solo darse una vuelta por las antiguas colonias de Holanda y Reino Unido en el sudeste asiático y así confirmar lo dicho por el citado almirante. 68 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) comandante alférez de navío Fernando Otálora a la cabeza y el médico de la subdivisión Francisco Madrid (11). El 11 de mayo, con el fin de mantener a los piratas con el temor que les embargaba, después de efectuado el ataque a Joló, salió la División de Zam boanga a efectuar una campaña, siendo reforzada por el vapor Elcano, en donde embarcaron dos compañías del Regimiento del Príncipe, recono ciendo y atacando las islas de Sampinigan, Tadean-Tana y Pilas. El 25 de junio salió nuevamente de Zamboanga la División de Fuerzas Sutiles, al mando del capitán de fragata Sánchez, embarcado en el Reina de Castilla, distinguiéndose en estas acciones el alférez de navío Ramón Loba tón. A la isla de Dong-Dong, situada en el sur de Joló, fue después el Reina de Castilla, penetrando por la silanga que esta isla forma con la de Pata, desembarcando la columna de tropas que apresó a numerosos piratas y regre sando la expedición a Zamboanga el 30 de junio. El 25 de octubre de 1852 dispone el comandante general del apostadero, brigadier Ramón Acha: «que por acercarse la época en que los pancos moros salen a hacer sus piraterías» se organice una división de reserva compuesta de cuatro falúas. Estas se hallaban en Cavite y eran las números 17, 26, 36 y 44, pasando a Basilán al mando de un teniente de navío, aprobándose el 14 de mayo de 1853 esta determinación (12). El 20 de julio del mismo año se resolvió que los buques de vapor y vela fue sen guarnecidos por tropas de los Cuerpos de Artillería e Infantería de Marina tripulados con cuatro quintas partes de marineros europeos y el resto indígenas filipinos, ordenándose al capitán general del Departamento de Cádiz que anualmente enviase a Manila 43 grumetes, para de este modo cubrir las bajas. Para la coordinación táctica de las fuerzas sutiles del apostaderó se editó un cuaderno de señales, remitiéndose un ejemplar al ministro que lo aprobó el 19 de septiembre (13). También en septiembre se aprobaba la propuesta del comandante general del apostadero, de fecha 9 de abril, en la que había dispuesto que el teniente de navío Claudio Montero, que se encontraba efec tuando trabajos hidrográficos en La Paragua: «tan luego los concluya se tras lade a la silanga formada por las islas de Negros y Panay, para rectificar su pla no». Después se le ordenaba continuar efectuando las mismas operaciones con los demás canales que forman entre sí las Visayas y recalcaba que: «su exacto conocimiento se hace cada día más necesario por la creciente impor tancia que van teniendo aquellas islas». También se comunicaba que para que los trabajos hidrográficos pudiesen producir los mejores resultados, era necesario que se colocasen balizasen los (11) Se distinguen en esta acción el teniente de navío Montero, alférez de navío López de Roda y teniente de Infantería Llobregat. Ricardo de la Guardia: Datos para un Cronicón de la Marina Militar de España, pág. 284. Ferrol, 1914.—Parte de Campaña doc. 1 y 2 del teniente de navío Montero. (12) Legislación Marítima, págs. 130-131, año 1853. (13) Carta oficial n.° 599 de 27 de junio de 1853del Comandante General del Apostadero de Filipinas. Año 1995 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN bajos y puntos más peligrosos de los canales, ya que por carecerse de prácticos de los mismos y no ser posible que pudiese haberlos con conocimientos posi tivos de aquel laberinto marítimo, era su necesidad perentoria (14). Por R.O. de 21 de octubre, se determinó que el capitán general de Filipi nas tuviese el mando superior de la Marina, siendo sus atribuciones las que señalaban las Ordenanzas de la Armada de 1793a los virreyes de Indias, pero teniendo en cuenta, en cuestiones facultativas, «el parecer del Comandante General del Apostadero» (15). Esta disposición provocó varios incidentes, destacando el surgido en noviembre por haber ordenado el capitán general «que los vagos que se aprehendan sean destinados al servicio de la Marina, en alternativa con los presidios correccionales o puntos de confinamiento a que suelen destinarse» (16). El comandante general del apostadero elevó reclamación el 13 y 20 de febrero de 1854, en las que consideraba que admitir en los buques de guerra gente de levas por castigo, equivalía a: «considerar a los bajeles de S. M. como presidios, cosa que no consienten las Ordenanzas de la Armada» (17). La Junta Superior de la Armada entendió y dio la razón al comandante general del apostadero, quedando sin efecto la disposición del capitán general por resolución del presidente del Consejo de Ministros. Las fuerzas sutiles del archipiélago continuaron en gran actividad y, en noviembre, la 2a División de Reserva al mando del teniente de navío Crís pulo Villavicencio —estando en el sur de Basilán, surgidero de Lahat-Hat— tuvo un encuentro con los piratas, muriendo heroicamente en la acción el cabo 2.° de Infantería de Marina europeo Florenció Bolaño y el marinero indígena Guillermo Araneta. En enero de 1854 se crearon, por interesarlo la Junta de Comercio de Manila, las capitanías de puerto de Zamboanga e ¡locos, por la importancia marítima y comercial que habían tomado ambos puntos, estableciéndose comunicación entre ellos y la capital por medio de un buque de guerra —el vapor Jorge Juan— que se adscribió a la Compañía Peninsular Oriental por orden del capitán general Manuel Pavía y Lay, Marqués de Novaliches. El 6 de febrero el citado capitán general se encargó del mando del apostade ro, en base a la Real Orden de 21 de octubre de 1853. Equivocadamente fue depuesto del cargo el brigadier de la Armada Ramón Acha. Es posible que el incidente mencionado entre ambas autoridades llevara al Marqués de Novali ches a tomar esta decisión, ya que la intención de la Real Orden no era eliminar la figura del comandante general del apostadero. Conocida en Madrid esta resolución del capitán general, se revoca, siendo repuesto el citado jefe de la (14) Real Orden de 22 de septiembre de 1853, págs 244y245 de Legislación Marítima, año 1853. Las balizas de los canales se pagaron con los fondos de Marina recaudados por las licencias de los corrales de pesca (carta de 9 de abril del Comandante General del Apostadero). (15) Por la misma real orden se ordenaba lo mismo para los capitanes generales de Cuba y Puerto Rico. (16) Real Orden de 17 de noviembre de 1853, pág. 295 y siguientes. Legislación Marítima, año 1853. (17) Cartas oficiales números 112 y 116 del Comandante General del Apostadero. 70 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) Armada en su cargo (18). Otra Real Orden de fecha 12 de agosto de 1854, deroga la de 21 de octubre de 1853, motivada por las razones expuestas por el ministro de Marina José Allende Salazar ante el Consejo de Ministros, y tam bién se desaprueba la fusión de la Auditoría y Fiscalía de Marina a las de Gue rra, volviendo a desempeñar sus cargos los mismos jefes que los ejercían (19). En mayo, las falúas de la subdivisión de la Isabela de Basilán, al mando del teniente de navío Pedro González, al ser atacadas cuando se encontraban en Capual —isla al nordeste de Joló— repelen la agresión, desembarcando 50 hombres al mando del citado oficial, que prenden fuego a la población, y las de la nueva estación de Pollok remontan el Painan en Mindanao. En Cavite, se inician pruebas del carbón mineral filipino para ser utilizado por los buques de vapor de la Armada, y se ordena se inicien cortes de madera isleña para evitar costes al Estado. En junio, a la vista del expediente instruido con motivo de 1ostrabajos hidrográficos efectuados en el archipiélago por el teniente de navío Claudio Montero (de los que forman la Carta Esférica de Calamianes, Cayo Cuyo y Semerava y el plano del puerto de Log), el ministro Molins comunicó al comandante general: «que se va a proceder a la tirada de planchas por el Depósito Hidrográfico, y por lo bien levantadas que están, las cartas, se ha determinado que se facilite, al teniente de navío Montero, cuanto necesite para establecer una Comisión Hidrográfica bien ordenada que proporcione el (18) (19) Real Orden de 12 de abril de 1854, pág. 119. Legislación Marítima, año 1854. José Ramón González como auditor y Lino Amuzco como .iical. Año 1995 71 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN levantamiento de una colección de cartas completa del archipiélago». Así nació oficialmente la Comisión Hidrográfica de Filipinas el 27 de junio de 1854. Dada la categoría militar y científica del teniente de navío Montero, la Real Orden finalizaba: «S.M. quiere que V.E. haga saber al precitado Clau dio Montero que ha visto con agrado su estudiosa laboriosidad y los trabajos que hasta ahora ha producido» (20). Este oficial llevaba 8 años en Filipinas, y su salud estaba muy resentida y se preveía que én breve tendría que dejar el archipiélago, lo cual no fue así realmente (21). En enero de 1855,entre los días 8 y 30, el teniente de navío Pedro Gonzá lez con las fuerzas sutiles de Zamboanga tuvo sobre Joló un encuentro con un panco moro, que tomó al abordaje, rescatando a 12 cautivos, dirigiéndose después a Basilán y con el teniente de navío Villavicencio —jefe de la 2. Divi Sión de Reserva— partió para Balanguingui el día 28, penetrando el 30 por un estero y atacando por sorpresa a los moros que se encontraban construyendo embarcaciones, destruyéndolas y haciéndoles mucho daño. Por efectuar los joloanos ataques e incursiones durante la primavera de 1855, el 19 de agosto salió de Zamboanga el vapor Elcano, al mando del teniente de navío Mariano Aguirre y Barbacho, y dos falúas, llevando al gobernador de Mindanao con tropas a Joló. El día 20 se conferenció con el sultán, que dijo no poder contener a los piratas de su Sultanía por lo que el día 21 se dirigió el Elcano al este de la isla, atacando y prendiendo fuego al poblado de Carang-Datto, y el 24 efectuó similar operación en la isla de Simi Sa, regresando el 25 a Zamboanga. El teniente de navío Córdoba, jefe de la Empresa Nacional de Poliok, entabló a lo largo del año 1855magníficas relaciones con los datos de Minda nao, ocupantes de las orillas del río Painan, lo cual motivó que cuatro de ellos fuesen a Manila a cumplimentar al nuevo capitán general, teniente general Crespo. A raíz de esta visita, se dispuso que una comisión formada por el coronel Mascaró, jefe del Estado Mayor, teniente coronel Crespo, teniente de navío Montero y el conquistador de Davaó Oyanguren, acompañasen a los datos a su regreso a Mindanao y reconocieran el curso del río Grande y terri torios inmediatos. La comisión presentó una memoria de sus observaciones, y el teniente de navío Montero levantó un croquis del curso del río Grande. En diciembre el Elcano y las falúas del sur llevaron varios ataques a embarcaciones piratas y poblados en la embocadura del río Guimborang, en el sur de Basilán. En abril de 1857, el teniente de navío Montero, mandando el pailebote Nuestra Señora del Carmen, hizo un reconocimiento hidrográfico de la isla de Balabac previo a su ocupación, que fue la razón de que ésta se llevase a cabo (22). (20) Real Orden de 27 de junio de 1854, pág. 202 y 203. Legislación Marítima, año 1854. (21) Real Orden de 22 de diciembre de 1854, pág 320. Legislación Marítima, año 1854, que preveía su cese y proponía buscar un relevo. (22) Ricardo de la Guardia: Datos para un Cronicón de/a Marina Militar de España, pág. 291. Ferrol, 1914. 72 48 LA MARINA EN FíLIPINAS(II) El 22 de julio, en las proximidades de Cebú, el vapor Magallanes destrozó 13 pancos moros, y en agosto se llevó a cabo una operación sóbre Malajat por el vapor Reina de Castilla, mandado por el teniente de navío Eugenio Agüera y la 2. División de Reserva, que salieron de Zamboanga y Basilán el día 15, regresando de esta operación el día 22 a sus puntos de partida. De esta manera finaliza la última acción de castigo del año 1857, y con ella también una primera etapa de la lucha contra la piratería, en que las falúas de las divi siones navales fueron elemento básico. Las estaciones y divisiones navaleshasta 1858 Desde el primer Plan de Defensa del archipiélago, en que se fijan los seis puntos de estación de las fuerzas sutiles para luchar contra la piratería, la estrategia naval seguida y el empleo táctico de las fuerzas navales siguen el camino trazado por los logros y conquistas llevados a cabo en el frente sur. Inicialmente, se adopta un plan defensivo basado en cruceros para inter ceptar las incursiones moras en las zonas geográficas que la experiencia acon seja, para posteriormente tomar la ofensiva coincidente con el notable cam bio producido en los barcos, al llegar los primeros vapores al archipiélago, que indudablemente, aparte de ser mayores que las embarcaciones emplea das hasta entonces, y por tanto capaces de transportar mayor número de tro pas, sus características les permitieron la movilidad que su propulsión les faci litaba y de este modo iniciar la ofensiva. Los puntos de estación iniciales fueron, de acuerdo con la Real Orden de 2 de abril de 1827, tres en el sur, situados en la isla de Mindanao (Misamis, Caraga y Zamboanga),dos en posición central para cubrir las Visayas hacia el norte, situados en las islas de Pana y Negros, y otros en Calamianes (Puerto Mangarin) cubriendo el acceso hacia las islas de Mindoro y Luzón por la parte occidental del archipiélago. Con la toma de Basilán y las conquistas efectuadas en el sur de Mindanao, desaparecen los puntos de estación de Misamis y Caraga, se establece el de Basilán y Pollok, y por la importancia de sus puertos, nacen el de Ib-Ib y Cebú, desapareciendo los iniciales de San José (Panay) e isla de Negros. Algunas divisiones se establecen en otro puntos, siendo su vida breve, como las estaciones en Burias, Puerto Galera y Romblón. Para el control de la bahía de Manila se establece la división de El Corre gidor, y en Cavite una división de reserva siempre lista para desempeñar comisión y cualquier servicio (23). La división de Calamianes, que perdura a lo largo de estos años, toma acciones claramente ofensivas compaginadas con los trabajos hidrográficos, ya que esta división fue la que principalmente los llevó a cabo hasta que se crea la Comisión Hidrográfica (24). Esta culmina su trabajo inicial más (23) Real Orden de 28 de septiembre de 1857. (24) Antes y después de creada la Comisión Hidrográfica de Filipinas, todos los buques y embarcaciones de la Marina del apostadero trabajaron en levantamientos hidrogrficos. — Año 1995 HERMENEGILDO FRANCO CASTAÑÓN importante: la carta esférica del Estrecho de Ib-Ib, formada por la costa de esta provincia y la occidental de Negros con los canales e islas adyacentes, levantada en 1854 y publicada con el número 235 por la Dirección de Hidro grafía én 1858 (25). Al finalizar el año 1857, las estaciones navales de fuerzas sutiles eran: Poliok, Isabela de Basilán, Calamianes, Ib-Ib, Cebú y El Corregidor; los buques de la Armada destinados en el archipiélago eran los siguientes: Bergantín EscipiónT.N. Vapor Jorge JuanC.F. Vapor Reina de CastillaT.N. Vapor MagallanesT.N. Vapor ElcanoT.N. Santiago Durán y Lira. Francisco García Quesada. Eugenio Agüera y Bustamante. José María Tuero y Truelis. José Oreiro y Villavicencio (26). Estos buques estaban complementados con un considerable, aunque insu ficiente, número de lanchas y falúas, que eran las embarcaciones que forma ban las divisiones basadas en los puntos de estación citados, teniendo el apoyo principal en Cavite, arsenal y apostadero. Ocupación de Balabac y expedición a Simisa Los ingleses, en su constante afán de ocupar todos los puntos estratégicos del globo, fijaron su atención en la pequeña isla de Balabac, situada entre Borneo y la Paragua, muy próxima a esta última. Laisla de Balabac, llave del estrecho de su nombre y de las comunicacio nes entre el sur del archipiélago y las Indias holandesas, tenía un tremendo valor estratégico y para la seguridad de las islas, y ante su posible usurpación, el capitán general de Norzagaray decidió ocuparla militarmente. Por ello, el 12 de enero de 1858, salió de Manila la expedición militar al mando del teniente coronel de Infantería Julio Garnier, embarcada en los vapores de guerra Reina de Castilla y Elcano, y en la fragata José y María. El mando naval lo ostentaba el comandante del primero, teniente de navío Agüera. El día 14 desembarcan las fuerzas con poca resistencia de los indígenas, ocupando la isla y estableciéndose un gobierno político-militar y una guarni ción, que al poco tiempo de su asentamiento se redujo a la mitad por una epi demia de calenturas perniciosas. En memoria del natalicio del Príncipe de Asturias, se propuso que al establecimiento militar de Balabac se le denomi nase de príncipe Alfonso, lo que se aprobó por Real Orden de 15de mayo (27). En agosto se creó la División de Fuerzas Sutiles de Balabac, con cinco falúas al mando de un teniente de navío, que ocupó el cargo de gobernador político militar, suprimiéndose la división de las islas Calamianes, que cam Página 201, Estado General de la Armada, 1859. (26) Págs 192 a 201, Estado General de la Armada, 1856. (27) Por Real Orden de 21 de junio, comunicada por la Secretaría de Estado y Ultramar al capitán general de Filipinas, se amplía la denominación al puerto de Balabac que se denomi nará Puerto del Príncipe Alfonso. (25) 74 Núm. 48 LA MARINA EN FILIPINAS (II) ISLA DEBALABAC REPRODUCCIÓN 1DELlPUERTODE LA ISLA DE BALABAC, CON LA ESTACIÓNNAVAL,LEVANTADO EN 1888 POR ELTENIENTEDE NAVÍO D. MANUELANTON. ESTCONNAVAL-I • u u -u-BALABAC • bia deestación a este nuevo establecimiento. Con esta ocupación en el frente sur, se inician acciones importantes, ya que las incursiones de los moros esta ban causando mucho daño sobre Las Visayas, y así comienzan un ataque a Simisa, llevado a cabo por la división de La Isabela, compuesta de tres falúas al mando del teniente de navío José Malcampo. La acción se efectuó en el alba del 5 de mayo, abriendo fuego de cañón y pedreros, y desembarcando este oficial con 70 hombres de marinería y tropa para efectuar una notable operación de castigo. El teniente de navío Malcampo continuó recorriendo las islas Samales, regresando a Basilán con 116 prisioneros y 76 cautivos rescatados, armas, cañones y varias vintas. Entre los prisioneros capturados estaban los familia res del Paulina Tampán (28). Esta contingencia hizo que este datto se presen tase en Basilán el 16 de julio para solicitar la libertad de su familia, y se some tiese a las autoridades españolas. La 2a División de Reserva, al mando del teniente de navío Juan Gonzá lez, y un panco de moros leales de Malamawi, efectúan un crucero sobre la isla de Pilas, capturando a la familia del dato Tampol, que posteriormente se canjeó por cautivos, regresando a finales de agosto a Basilán (29). Con estas acciones se puede decir que finalizan las actuaciones de las Fuerzas Sutiles a vela exclusivamente, ya que la necesidad y avances tecnológicos van a hacer que se decida la incorporación de nuevos buques de vapor para llevar a cabo estas operaciones. (28) Apostadero de Filipinas. Expedición a Simisa (papeles almirante Indalecio Núñez Iglesias). Archivo Biblioteca Z.M. del Cantábrico. (29) José Montero: Historia de Filipinas, tomo III, pág. 277. Madrid, 1894. Año 1995 75 MARINOS SOVIÉTICOSEN LA GUERRA DE ESPAÑA José Luis INFIESTA PÉREZ Historiador Durante muchos años me he dedicado al estudio de la intervención soviéti ca en la guerra de España por lo que el artículo publicado en uno de los últi mos números de esta revista, del que son autores el capitán de navío Monakov y el teniente coronel Ribalkin, me ha interesado profundamente, haciéndome revisar y actualizar un trabajo sobre los marinos soviéticos que hace unos años publiqué en una revista española, que aquí presento, a partir de fuentes muy diversas, con la esperanza de aportar algunos datos más y, sobre todo, con el ruego, si cae en manos de los autores citados, de que verifiquen mis datos. Tal actitud es similar a la que adopté al publicar un artículo en la revista Ejército en noviembre del año pasado, dedicado a la artillería rusa llegada a España, consecuencia de otro escrito aparecido en aquella revista, debido también al teniente coronel Ribalkin. Debe convenirse que la Marina soviética se encontraba en un alto grado de postración después de la guerra civil rusa, la Revolución y la intervención extranjera. Disponía de gran cantidad de barcos sobre proyectos anteriores a la Gran Guerra, desatendidos y algunos en vías de modernización. Sus jefes y oficiales tenían una preparación limitada pues, ante la penuria provocada por las bajas ocurridas durante la Revolución, se habían admitido voluntarios que, aunque muy entusiastas, recibían someros cursillos de instrucción, con pocas probabilidades de navegar, y menos aún en barcos modernos. Hasta 1934, es decir, hasta el XVII Congreso, los dirigentes soviéticos se habían ocupado poco de la Marina, pendientes de necesidades más urgentes, a la que sólo habían incorporado unidades menores. Cuando se estudió el II Plan Quinquenal, se incluyó la construcción de barcos de tonelaje medio, con asis tencia técnica italiana, siendo en el Plan de 1938-43 cuando se decidió la cons trucción de acorazados, bajo proyecto italiano —pues una cosa es la ideología y otra las motivaciones económicas—, que al iniciarse la Segunda Guerra Mundial fueron destruidos en grada por la aviación alemana. Por ello, la ayuda soviética a la Flota republicana fue muy limitada (cuatro lanchas torpederas, minas y algún cañón), siendo en cambio muy numerosos los consejeros que envió, cuya preparación no era muy buena, si aceptamos la opinión de sus compañeros españoles. Sin embargo, debe recalcarse que estos Año 1995 JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ marinos eran los más distinguidos que figuraban en sus listas y que una vez que regresaron a su patria, alcanzaron altos puestos, fama y una brillante carre ra. Según me escribía el capitán de navío francés Claude Houan, el 90 por 100 de ellos llegaron al grado de almirante. Los primeros consejeros Marcel Rosemberg, primer embajador de la URSS en Madrid, presentó sus credenciales el 26 de agosto de 1936, acreditándose con él varios agregados, • El capitán de navío Kuznetsov y el general Gregorij Mijailovich Stern, segundo jefe de la Misión Militar Soviética en España. entre ellos el capitán de navío Nikolai Kuznetsov, en cuya biografía se obser van numerosas discrepancias. El mismo refiere su ingreso en la Marina en 1922, procedente del Komsomol, pero Gardner lo supone marinero en el cruce ro Aurora y Bieler apunta su ingreso en la Marina en 1919, miembro de la Flotilla del Duma. Nacido en 1902, parece que salió de la academia en 1930, fue destinado como oficial de artillería a un crucero y era comandante de otro en el momento de venir a España. Una vez en Madrid se personó en el Minis terio de Marina, donde funcionaba el Comité Central de la Flota, presidido por el teniente de navío Pedro Prado Mendizábal, quien le acompañó a Cartagena para presentarle al jefe de aquella base, el teniente de navío Antonio Ruiz González. De regreso a la capital, el nuevo ministro de Marina, Indalecio Prie to, le instó a que viajara con la escuadra que al mando del capitán de fragata 78 Núm. 48 MARINOS SOVIÉTICOS EN L4 GUERRA DE ESPAÑA Nicolai Kuznetsov posible y si Kuznetsov no lo nombra es porque todavía esta ba en el Norte; además, en su cargamento figuraban piezas Vickers de 114, que hemos situado en aquellos días en el frente de Aragón, en la unidad que mandaba el capitán José Conejos Fernández. A partir de entonces Kuz netsov, desde Cartagena, se cuidó de la protección de los barcos rusos con armas que iban llegando, aunque según se desprende de una carta escrita por el teniente de navío Vicen te Ramírez de Togores a Inda lecio Prieto —ambos en el exilio mejicano— la Flota re publicana no prestó protección de ningún tipo a estos barcos. Año 1995 Miguel Buiza iba a subir al Norte. Salió de Málaga.el 21 de septiembre y regresó el 10 de octubre para fondear en Cartagena. En este viaje figuró al menos otro oficial soviéti co, N. Anin, asesor en el crucero Libertad. Según el almirante inglés Grea ton, Kuznetsov regresó en avión y el 15 de octubre se encontraba en Cartagena para recibir al mercante Komsoinol (capitán G. Menzesev), con el primer cargamento de armás compuesto por 50 carros de comba te. Que este barco fue el primero que llegó a España con armas se desprende del relato del propio Kuznetsov y es aceptado por la mayoría de los historiadores. Sin embargo, Monakov y Ribalkin, en el artículo que ha dado origen a éste, aseguran que el primero en llegar fue el Coinnechin, que salió de Feodosia el 4 de agosto. Esto es muy El capitán de navío Ramishvili 79 JOSÉ LUISINFIESTA PÉREZ El capitán de navío Kuznetsov y el de fragata Y. Drozd, durante la guerra de España Esta ausencia de protección propició el hundimiento del Komsomol por el Canarias el 14 de diciembre de 1936. A partir de entonces, pienso que el trans porte de armas a puertos mediterráneos lo realizaron sólo barcos españoles, a excepción del Adreev (capitán Preynkopf) que, desde Leningrado, desembarcó armas en Bilbao en dos ocasiones. Según el citado almirante Greaton, en noviembre de 1936 llegaron a Espa ña una veintena de oficiales de Marina soviéticos, cuyos nombres no cita. Los dos más importantes fueron el capitán de navío Ramishvili, nombrado asesor del teniente Antonio Ruiz en la base de Cartagena —que se hizo llamar «Juan García» —y el también capitán de navío V. Drozd, consejero de la Flotilla de Destructores. Kuznetsov nos informa de que Ramishvili conocía perfectamente el francés y que en pocos días hablaba bien el español. Seguramente es al que se refiere Bruno Alonso —comisario de la Flota republicana— cuando escribe: «No todos los soviéticos —y eran muy pocos— inspiraban sus actos en este espíri tu de proselitismo. Hubo entre ellos uno que me llamó un día a su despacho de la Base para decirme que él no era comunista y que se hallaba identificado con nuestro proceder. Y en prueba de ello un día expulsó de su despacho a una comisión de comunistas que habían acudido a recabar su ayuda. Desgraciada mente este jefe duró poco, pues fue llamado a Rusia inmediatamente. Por su imparcialidad y capacidad técnica le testimoniamos en su día nuestra simpatía, desagraviándole así de las vejaciones a las que le sometían desde el Gobierno». 80 Núm. 48 MARINOS SOVIÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA Tal actitud era poco aconseja ble en aquellos días de 1937, en los que se estaba iniciando la gran purga militar stalinista y, tal vez por ello, es el único consejero importante del que no he tenido más noticias. Y. Drozd, como hemos dicho consejero de la Flotilla de Destructores, conocido en España como <Don Ramón», no se llevó demasiado bien con el teniente de navío Va lentín Fuentes López, coman dante de la Flotilla, y el almi rante Greaton refiere un inci dente que se produjo a bordo del Lepanto. Ascendido a comodoro al regresar a su país, ya de vicealmirante —según Harrison Salisbury— fue jefe dela Flota de Maniobra del Báltico en 1942, con insignia en el crucero Kirov con el que escapó de Riga cuando estaba a punto de ser ocupada por los alemanes y aldanzó Tallin. Más tarde mantuvo dragados una serie de canales en los campos de minas del Báltico, participan do en la defensa de Leningrado, siendo herido en las acciones de bombardeo de Peterhof y Kronoye-Salo. Ya de almirante, murió durante un viaje de Krons tadt a Leningrado, al caer su automóvil en el cráter de una bomba, ahogándo se en el agua helada que lo llenaba (14-1-1943). Entre estos primeros consejeros figuró el submarinista Ivan Aleksievich Burmistrov, llamado en España «Luis Martínez», de quien hablaremos ense guida, e 1. Yumashev, cuyo destino ignoro. Estos oficiales descargaron a Kuznetsov de parte de sus obligaciones permitiéndole estar presente en las sali das que la Flota republicana realizó en marzo y en abril. Regresó a la Unión Soviética en agosto, y allí su carrera fue meteórica, beneficiado por las terri bles purgas que diezmaron las listas de la Marina: ascendido a vicealmirante, fue nombrado comandante de la Flota del Pacífico, en sustitución del almiran te Viktoref —que había sido purgado—, pero reclamado casi inmediatamente desde Moscú, fue designado comisario del Pueblo para la Marina, comandan te de las Fuerzas Navales y muy pronto vicealmirante de Defensa, y, final mente, comandante de la Flota, cargo que desempeñó hasta 1956. El mismo se asombra de tan rápida carrera y escribe en uno de sus libros: «Leí aquel docu Kuznetsov en su época de Gran Almirante de la Flota Soviética (1972) — Año 1995 81 JOSÉ LUÍS INFIESTA PÉREZ mento —uno de sus ascensos— con una mezcla de alegría y ansiedad. Un ascenso demasiado rápido es peligroso para un hombre. Este principio no atañe únicamente a los buceadores y a los pilotos de aviación. También hay peligros que acechan a los ascensos demasiado rápidos en el escalafón de la Adminis tración, cosa que había sabido desde mi juventud. Esa había sido la razón por la que, desde que me gradué en la Academia, pedí ser nombrado ayudante, para ascender paso a paso en mi carrera. Soñaba con mandar un barco alguna vez, y eso era todo. Pero en los últimos años mis ascensos habían sido muy preci pitados. Esto sólo puede explicarse por la ola de sustituciones forzosas de aquellos tiempos. Sin embargo, cuando uno acepta un empleo debe cumplir todas sus obligaciones y no esperar indulgencia. Yo sabía muy bien que mi tarea no iba a ser fácil.» Prolífico escritor, Harrison Salisbury lo considera como «un maestro en decir la verdad a medias y, a menudo, confundir las cosas deliberadamente». Pero indu dablemente fue un brillante marino, director y creador de la Flota soviética de la post guerra hasta hacerla la segun da —o la primera— del mundo. Sin embargo, sus recuerdos de España son decepcionantes, influyendo posiblemente en ello una tra ducción bastante defectuosa de sus escritos. La escuadrilla de coopera ción aeronaval Aunque seguramente la Marina soviética no disponía por entonces de una aviación propia, incluimos aquí esta unidad ya que jugó un papel importante en el Mediterráneo. Al comprenderse la necesidad El capitan N. Ostrikov, de la Escuadrilla de Coopera de una proteccion y de una Aeronaval ción exploración aeronaval y coin cidiendo con la llegada de la segunda remesa de bombarderos «Katiuska» en mayo de 1937, se creó en San Javier esta escuadrilla, dotada con muy pocos aviones. Su actuación fue irregular, bajo el mando de los capitanes Ivan Pros kurov y Nikolai Ostriakov, figurando en ella los pilotos Nesmeyanov, y Skoro . 82 Núm. 48 MARINOS SOVIÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA vodnikov y los observadores Alexander Skorojov, Viktor Lobizov, G. Prokofiev y G. Levinski. Casi recién formada, en cooperación con dos patrullas de la 2a Escuadrilla de Bombardeo en tierra —con un total de nueve aviones— atacó el puerto de Palma de Mallorca, alcanzando al crucero Baleares, causando bajas en su tripulación, y repi tiendo el ataque por la tarde. Dos días después —26 de mayo— a las 07,30 horas; cinco aviones, volando altos pero picando con gran deci sión, alcanzaron al crucero auxiliar italiano Barletta, haciéndole zozobrar, matando a seis oficiales e hiriendo a su uno de los jefes de la Escuadrilla comandante y a varios tripu El capitán 1. Proscurov de Cooperación Aeronaval lantes; otra bomba hundió al motovelero Ca/a Mayor y varias más destrozaron unos almacenes y a un «Savoia» S-55», que se encon traba inútil. Aunque los republicanos te-nían todo su derecho a bombardear la base de los cruceros enemigos, se produjó una fuerte protesta italiana y alema na y el abandono del puerto por parte de los barcos de guerra neutrales. Unas horas después, la escuadrilla atacó al acorazado alemán Deutschland en el puerto de Ibiza con tres bombas, que le causaron 22 muertos y 82 heri dos. Este ataque condujo al bombardeo alemán de Almería como represalia. La escuadrilla y en general los «Katiuska», a pesar de su vulnerabilidad y cierta disposición a incendiarse, demostraron una enorme decisión y una gran exactitud en sus bombardeos, por lo que incluso se ha dicho que disponían de unos visores muy perfeccionados, teniendo orden de destruirlos antes de que pudieran caer en manos enemigas. Prueba de esta exactitud fue el ataque reali zado el 18 de febrero de 1938 contra el crucero Almirante Cervera, que fue alcanzado por dos bombas: una explotó en su combés y produjo la muerte de 18 tripulantes, resultando heridos otros 66; la segunda penetró por su chimenea pero no explotó, circunstancia muy afortunada para este crucero. Los dos fundadores de la escuadrilla destacaron en la Aviación naval. Pros curov, que regresó a su patria en abril de 1937, alcanzó el generalato, pero fue depuesto en 1941 acusado de haberse dejado sorprender por el ataque alemán. Ostriakov, que mandaba toda la aviación de la Flota en el mar Negro, murió Año 1995 83 JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ durante un bombardeo en los combates de Sebastopol, recibiendo el título de Héroe de la Unión Soviética. Los submarinos Los doce submarinos de que disponía nuestra Marina quedaron leales al Gobierno. Los de tipo «B», anticuados y con una habitabilidad muy restringi da, prestaron sus servicios durante los primeros meses, y tras haber sido hundi dos varios de ellos, fueron retirados. Los del tipo «C», que Monakov y Riba! km llaman de clase «S», más grandes, tenían graves defectos, entre ellos la poca capacidad de sus baterías de acumuladores, que además estaban muy gastadas, carecían de algunos elementos fundamentales y era muy corta su disponibilidad de torpedos, con sólo 36 de estos artefactos, según nos informa Ramírez Gabarrús. Al producirse el alzamiento fueron muy pocos los oficiales submarinistas que quedaron leales a la República. Esta situación se quiso paliar mediante la llegada de oficiales soviéticos. En la mayoría de informes y relatos de los oficiales españoles que los conocieron se realza su incapacidad y falta de preparación. Pero tal incapacidad, si fue real, pudo ser debida a que se vieron sometidos a la dura prueba de mandar y poner en condiciones de servicio barcos para ellos desconoci dos, en no muy buen estado y casi sin la ayuda de compañe ro alguno, sin conocer a sus tripulaciones ni el idioma. Pero muchos de estos oficia les merecieron distinciones y ascensos durante la Segunda Guerra Mundial. El más célebre fue el ya citado capitán de corbeta Bur mistrov, al que a partir de agosto acompañaba el también capitán de corbeta Nikolai Egipko, llamado «Matisse» y el comisario «Paolo», al pare cer de origen italiano, cuyo nombre era Carlo Muratto. Junto a ellos operaron una veintena de oficiales y técni cos, llegados en diferentes momentos y sobre los que no he logrado demasiada infor- El almirante soviético Nikolai Egipko («Matisse») mación en España combatió mandar siendo un capitán submarino de corbeta y llegó a 84 Núm. 48 MARiNOS SOViÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA El 1 de febrero de 1937 se dio el mando de C-6 a Bunnistrov, siendo su segundo Viktor A. Egorev («Víctor Nicolás»), de cuyas acciones tenemos conocimiento a través de un artículo que publicó ya de regreso en la URSS. Tras realizar algunas inmersiones de entrenamiento en aguas de Cartagena, el 19 de aquel mes emprendió su primer crucero para atacar a un barco italiano que había sido señalado, pero recibiendo ellos el ataque de un avión enemigo. El segundo crucero fue ya un viaje al Cantábrico, iniciado el 28 de abril, para llegár a Santander el 6 de mayo de 1937, intentando algunos ataques a los barcos enemigos en el Cantábrico. El 26 de aquel mes Burmistrov fue nombra do jefe de la flotilla que operaba en el Cantábrico, a la que se incorporaron también «Paolo» y Nikolai Egipko. Entre tanto en el Mediterráneo, al ser retirados los B, se encontraba solo el C-1 que mandaba el alférez de navío Martínez Montero, con el soviético 1. V. Graiev («Camilo Montes») de segundo. Poco después se dio su mando a Carlos Muratto, siendo su segundo otro soviético llamado «Simón». El 24 de abril atacaron sin éxito al Almirante Cervera en el delta del Ebro. Al perderse la franja cantábrica se decidió hundir al C-6, que estaba averia do, en tanto que los otros dos submarinos —el C-2 y el C-4— se refugiaban en puerto francés, donde corrieron muchas peripecias hasta que recibieron la orden de regresar. El 14 de abril salió de Burdeos el C-4 al mando del soviéti co Y. E. Egorev y llegó a Cartagena el 25 de abril. El C-2 zarpó de Saint Nazai re el 17 de junio, al mando de Egipko y llegó el 26, aunque es muy posible que en realidad lo mandase el segundo maquinista de la Armada Antonio García Alcázar. Durante los siguientes meses, estos tres submarinos tuvieron mando sovié tico. Del C-1 dejó el mando «Paolo» y lo tomó «Samuel» que, al parecer, era el soviético G. 1. Kuzmin —desaparecido con su barco en la Segunda Guerra Mundial— cuyo intérprete era «María». El. C-2 quedó al mando de Viktor A. Egorev («Juan García») y el C-4 pasó a estar mandado por 5. P. Lisin («León»). Al ordenarse el 14 de mayo de 1938 la creación del Correo Subma rino, para enlazar los puertos soviéticos y la casi aislada Mahón, se emplearon estos submarinos. En la noche del 8 al 9 de noviembre, el C-1 resultó hundido por un bombar deo del puerto de Barcelona, siendo el soviético S. P. Lisin quien firmó el parte de su hundimiento: tras ser puesto a flote se le subió al diqueflotante, donde sufrió otro bombardeo. En este bombardeo o en otro inmediato resultó muerto «Paolo» que fue el segundo marino soviético caído en España. A finales de diciembre los submarinistas soviéticos fueron llamados a su país. Burmistrov, ya repatriado bastante antes, ascendió a capitán de navío y fue miembro de la flotilla del capitán Bultonov, basada en Sebastopol, reci biendo el título de Héroe de la Unión Soviética. El primer relevo de consejeros En mayo de 1937, a bordo del Cabo de Santo Tomé, llegó a Cartagena el Año 1995 JOSÉ LUIS 1NFIESTA PÉREZ capitán de navío Viadimir Antonovich Alafuzov, que sustituyó a Anin como conse jero de la Flota republicana. Este oficial, una vez en la Unión Soviética, ascendió a contralmirante y fue jefe del Estado Mayor de la Marina, considerado como un gran técnico en la guerra aeronaval. Sin embargo, según Medvedev fue detenido y separado del servicio, pero fue rehabilitado en la época Kruschev y, según algunos, nombrado director de la Escuela Naval. El sustituto de Kuznetsov como consejero principal fue el capitán de navío N. Basisty («Juan Montero») que perma neció en España hasta la primavera de 1938, regresan do a su patria donde se distin guió al mando de las fuerzas que intervinieron en el desem El capitán de navío Vladimir Antonovich Alafuzov llegó barco que condujo a la libera a España en mayo de 1937 a bordo del CaboSanto Tomé cion de Kerch y Feodosia. Su sustituto fue el capitán de navío N.A. Piterski que, ya de contralmirante, fue ayudante del almirante Penteleyev durante la desastrosa evacuación de Tallin. Drozd dejó el puesto de asesor de la Flotilla de Destructores al capitán de navío N. Abramov. El teniente de navío Ivan Dimitrev Eliseiev —que durante la Segunda Guerra Mundial fue jefe del Estado Mayor de la Flota del mar Negro y más tarde comandante de la Flotilla del Danubio— fue consejero del crucero Libertad, el capitán de fragata V. G. Bogdenko («Valentín») del Miguel de Cervantes, .<K.irilo».del. Méndez Núñez y N. 1. lun y Sergeij .M. Serjiev de las flotillas de destructores. Las lanchas torpederas En la cubierta del Cabo Santo Torné llegaron a Cartagena el 1 de mayo de 1937 dos lanchas soviéticas con sus torpedos y demás elementos. Otras dos llegaron unas semanas más tarde a bordo del Aldecoa. En la Marina soviética había bastante tradición de empleo de estas lanchas, utilizadas ya con éxito en la guerra ruso-turca de 1878, por el luego célebre 86 Núm. 48 MARiNOS SOViÉTICOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA almirante Makarov. También se habían empleado en la guerra civil rusa. Se dice que las lanchas soviéticas estaban inspiradas en el tipo inglés Thornny croft «MT B-5», estudiadas al ser capturadas cuatro de ellas en el puerto de Enzeli, una de las cuales parece que está en el Museo de Leningrado. Si es así, los técnicos rusos le incorporaron muchas novedades, principalmente debidas al gran ingeniero Andriel Nikolajevich Tupolev, creador del modelo «G», el elegido para su experimentación en España. Desarrollado a partir de 1933, (ir Las dos únicas fotografías que conoce el autor de las lanchas «G» en puerto español Año 1995 87 JOSÉ LUIS INFIESTA PÉREZ llegaron a construirse más de 300 unidades en los astilleros de Kibinski-Zelye nodolsk y en los Marty, de Leningrado. Se trataba de la mejor lancha torpede ra soviética y en aquellos momentos era la más rápida del mundo de las de serie. Con ellas llegaron muchos oficiales soviéticos: A. P. Korovnuch —de cuya participación tengo dudas— pudo ser el comandante o comisario de los tenientes V. A. Loriokov, A. Butrov, V. Likholetov y 5. Osipov y de los técni cos Vrodlivets, Usvenko, Erimief y Bielov. Según J. Meister estas lanchas reci bieron en España las siglas DAR-] a DAR-4, pero otros autores les adjudican los numerales 11, 22, 33 y 44 ó 11, 2], 31 y 41. Se les asignó unos locales en la Escuela de Submarinos de Cartagena, donde se inició la instrucción de las dota ciones españolas, que según Benavides comprendían seis hombres por lancha. A finales de mayo quedaron basadas en Portman, emprendiendo una serie de raids de instrucción, llegando a Aguilas, Alicante, Tarragona y Barcelona. En el curso de uno de ellos una lancha, la DAR-4 según Meister (o la 31), fue incendiada y hundida por un hidroavión enemigo al norte de Barcelona, muriendo toda su tripu lación y su comandan te, N. A. Lariokov, primer marino soviéti co muerto en España. El malogrado R. Espi nós, en su libro, infor ma que un pesquero de Arenys sacó en sus redes hace años un compás marino con una inscripción en ruso, suponiendo que debió de pertenecer a un submarino soviético. Dado que no se ha señalado la presencia de barcos de este tipo en tal situación, es posible que pertenecie se a esta lancha. Hundimiento del Ba leares Una 88 navegando La gran ocasión de estas torpederas pudo haberse presentado en Núm. 48 MARINOS SOVIÉTICOS EN L4 GUERRA DE ESPAÑA marzo de 1938 cuando se montó para ellas una operación de ataque al puerto de Palma de Mallorca, protegidas y abastecidas en su navegación de aproxi mación por la 1•a Flotilla de Destructores. Pero las lanchas no pudieron presen tarse en el punto de cita a causa del mal tiempo, por lo cual el comandante de la Flota republicana decidió proseguir su navegación hasta que la Flotilla se incorporase a su grueso. De esta forma se produjo el encuentro con los cruce ros nacionales. Durante esta acción se encontraban a bordo de los barcos repu blicanos varios oficiales soviéticos, entre ellos los capitanes de navío Bogden ko y Basisty. En el Libertad iba como consejero el capitán de navío N. Piterski, quien en un artículo asegura que el Baleares se hundió al ser alcanzado por las cinco salvas de artillería disparadas por este crucero que ocasionaron «su incendio y rápido hundimiento, y constituyó en la noche un espectáculo impre sionante». Sin embargo lo tradicional, y casi lo seguro, es suponer que el barco se hundió al ser alcanzado por los torpe dos de los destructores republicanos, a bordo de los cuales se conoce la presencia de los soviéti cos N. Ilin, 1. Eleseev y 5. M. Serjev. Último relevo de con sejeros En la primavera de 1938 era consejero naval principal el capitán de navío Arseni Grigore vich Golovko que se hacía llamar «Simón García Alva-rez» —lo que puede crear confu siones con otro «Simón» del que ya hemos habla do— y que debió de regresar a su país en abril, donde ascendió a contralmirante mandan do, durante la Segunda 1 El almirante Arseni GrigorevichGolovkov, combatioen 0 Guerra Mundial, la Flota del Norte basada en Año 1995 - Españacon el nombre de <Simón García Álvarez> capitán siendo de navío 89 JOSÉ LUÍS JNF1ESTA PÉREZ Tres marinos soviéticos que combatieron en España, cuya identificación es dudosa. Podrían ser: «Simón», ayudante de Burmistrov. El llamado «Juan Sánchez», que fue consejero en el acorazado Jaime 1. S. D. Soloukim, consejero del Alcalá Galiano 90 Núm. 48 MARINOS SOVIÉTICOS EN JA GUERRA DE ESPAÑA Polyarni. Al producirse el corte en dos del territorio republicano vinieron nuevos consejeros soviéticos, entre ellos Spozhnikov, que residía en Barcelo na, y G. Zhucov, que quedó en la zona Valencia-Cartagena. El primero regre só a Rusia poco después y, ya de contralmirante, dirigió durante la Segunda Guerra Mundial el desembarco de Yuzhuay-Ozeveika, que según Kuznetsov constituyó un gran fracaso. En cuanto a G. Zhukov —que no debe confundirse con el célebre mariscal de este nombre, y al que Castelis llama E. M. Jukov— se distinguió ya de contralmirante, según escribe Gorshov, al mando de la base naval de Odesa al producirse el ataque alemán. Monakov y Ribalkin citan dos marinos con este apellido, G. Zhukov y E. Zhukov, así como a y. Gavrigov, V. Tsepanovuch y M. Snitro, de los que no teníamos conocimiento. En algunos trabajos aparece el capitán de corbeta B. D. Soloukin como consejero del Alcalá Galiano, que llegó a almirante en el Báltico y a L.K. Brekenev y a N. Paulovich —citados por Dimitrov— de los que tampoco tene mos noticias. También se nombra al capitan de fragata Smilikov, técnico en telecomunicaciones que montó la emisora de Cartagena, de donde fue uno de los últimos en salir a bordo del petrolero Campillo, en los últimos momentos de la guerra. Si se trata del mismo citado por un autor tan discutible como Mauricio de Oliveira con el nombre de Smilicoff como llegado a Barcelona en octubre de 1936, sería el marino soviético de más larga estancia en España. Año 1995 EL PENSAMIENTONAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMASEN EL SIGLO XVII F. Fernando de BORDEJÉ Y MORENCOS Contralmirante (R) Cuando se anuncia el siglo xvii se produce un cierto espejismo, pues todo da a entender que las agitaciones y contiendas del xvi parecen haberse calma do. Pero si se ha puesto fin, de momento, a las luchas religiosas, si Felipe II, Isabel 1 y Enrique IV han desaparecido y las Provincias Unidas han firmado en 1609 una tregua con España por la que se les reconoce la independencia, ese idílico panorama será de corta duración al alumbrarse en el horizonte el comienzo de una de las guerras más larga y mortífera de la Historia. Ese conflicto se abrió en 1618, cuando el emperador Fernando II trató de explotar las rivalidades religiosas en un intento de unificar bajo su autoridad ese conglomerado anárquico, de más de 300 Estados, que constituían Alema nia. Aunque inicialmente esa guerra aparecía como religiosa y de carácter limi tado, pronto se propagó hasta convertirse en una lucha por la hegemonía euro pea en la que intervendrá Felipe III y luego su sucesor en nombre de principios religiosos y vínculos familiares, apoyando a Fernando II contra Federico, elec tor palatino y jefe del partido protestante. Fue una contienda en la que poco teníamos que ganar y en la que surgieron grandes capitanes de la táctica y estrategia como TilIy, Wallestein, Condé, Turena y, especialmente, el gran señor del arte de la guerra terrestre Gustavo Adolfo, conflicto de marcado signo continental pero del que se derivarán otros eminentemente marítimos en los que, asimismo, aparecerán grandes marinos, entre otros, Oquendo, Tromp, Ruyter, Blake, Monk y Tourville. En el llamado período palatino (1619-1623), el español Spínola invadió el Palatinado y colaboró con Tilly en la toma de Praga, tras derrotar a los protes tantes en una de la más espectaculares batallas del siglo, la de la Montaña Blanca. Una segunda fase, conocida como la danesa, se abrió en 1625 con victorias imperiales para cerrarse en 1629 con la paz de Lubeck, fase a la que siguió el período sueco, que se inició en 1630 y en el que el cardenal infante Don Fernando derrotó a los suecos en Nordlingen, dándose por finalizado en 1635 con la paz de Praga. Esa larga guerra acabaría con un cuarto período, el franco-sueco, que comenzó en 1635 para terminar en 1648 con la paz de Westfalia, en el que los tercios españoles al mando del portugués Francisco de Melo fueron batidos por el joven Duque de Enghien, más tarde príncipe Condé, en la batalla de Rocroy, que señaló en el ámbito terrestre el principio de nuestra decadencia militar y de dolorosas pérdidas territoriales, puesto que la citada paz implicaba la firma del Tratado de Munster por el que reconocíamos la independencia de Holanda y su soberanía sobre sus conquistas en Asia. Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS No obstante España proseguiría la lucha contra Francia e Inglaterra hasta que derrotados en la batalla de las Dunas nos viésemos forzados a concluir en 1659 la paz de los Pirineos o de los Faisanes, en la que perderíamos el Rose llón, Cerdaña, Artois, etcétera, y que pondría definitivamente fin a nuestra presencia en Europa. Pero lo que interesa destacar es que la guerra de los Treinta Años fue la primera contienda que puede considerarse como una verdadera lucha entre pueblos en la que, en general, los participantes se vieron unidos por lazos ideo lógicos, especialmente religiosos, y por motivaciones que podríamos llamar «patrióticas». Fue, además, un conflicto generalizado al abrazar a toda Europa, habiéndose perdido desde los tiempos de las grandes invasiones la noción de situaciones similares, porque si las cruzadas pusieron en movimiento a la mayor parte de Occidente, no fueron consideradas por la Cristiandad como guerra sino interpretadas como la expresión de sentimientos morales y espiri tuales, mientras que las campañas turcas, por su parte, se juzgaron como peri féricas y sólo fueron calamitosas para quienes las sufrieron. Por todo ello, desde una perspectiva de situación mundial surge Europa en la primera mitad del siglo XVII como el continente elegido para albergar, produ cir y conducir los futuros conflictos mundiales, incluso y como los hemos sufrido, hasta en nuestros propios días. Otra característica esencial de ese siglo fue que también por primera vez los flujos y reflujos de las luchas europeas alcanzaron los más remotos confines de la Tierra, en los que se asentaban inte reses de las potencias continentales del Viejo Continente, ampliándose la esfe ra de intereses a defender y las zonas geoestratégicas de expansión. Como consecuencia, Europa en el xvii no sólo fue un continente en movimiento sino que por el repliegue turco a su área de influencia y por el inmovilismo y aisla miento de los imperios asiáticos, los Estados europeos monopolizaron el poder mundial y se convirtieron en el motor político, económico y tecnológico del desarrollo de la Humanidad. Como ya indicamos, si esa larga guerra dominó la política y la estrategia de la primera mitad del siglo xvii, en la segunda mitad iban a originarse otros conflictos en búsqueda de la supremacía continental y marítima. Con independencia de una nueva lucha de España contra Inglaterra entre 1601 y 1604, en la que Felipe III intentó ayudar a los católicos irlandeses sufriendo otro desastre naval que nos condujo a la firma de la paz con Jacobo 1, hijo de María Estuardo, o el episodio italiano de la región de la Valentina contra Francia, durante la mencionada guerra de los Treinta Años destaca la ruptura de una precaria paz en Flandes. Provocó el conflicto el fallecimiento del archiduque Alberto en 1621, espo so de Isabel Clara Eugenia, y que pudo verse resuelto tras la rendición de Breda, en 1626, de haberse llevado una política realista y acertada, puesto que los errores españoles prolongarían inútilmente la lucha hasta 1648 en que se firmó el tratado de Munster, fecha a partir de la cual Holanda se convertiría en la primera potencia naval de la época y hasta podríamos decir que comercial. Otro conflicto en la segunda mitad del siglo xvii fue el anglo-holandés, 94 48 EL PENSAMIENTO NAVAL YLAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII desarrollado en tres fases muy diferenciadas, entre 1652 y 1673, guerra de eminente carácter marítimo que terminaría con la supremacía holandesa en la mar, pasando Inglaterra a ostentar el cetro de los mares, que sabría mantener hasta 1939. Finalmente, el mencionado siglo se cerraría con la guerra de una Europa más o menos coaligada, según el momento, contra una Francia autoritaria bajo el poder personal de Luis XIV. Se iniciará en 1666 para finalizar en 1697, conflicto asimismo fragmentado en tres períodos, la guerra de la Devolución contra España, al reclamar Francia la soberanía de Flandes por estimar que correspondía a María Teresa, esposa del monarca francés e hija del primer matrimonio de Felipe IV, antes que a Carlos II y que concluirá en 1688 con la paz de Aquisgrán, como consecuencia de haberse formado la Triple Alianza entre Holanda, Suecia e Inglaterra contra Luis XIV, no recuperando España las plazas perdidas en Flandes. El segundo período se extenderá de 1673 a 1678, al deshacerse dicha alian za, pero viéndose apoyada España por el Imperio, Holanda y Duque de Lore na, disputa que cerrará la paz de Nimega, perdiendo España el Franco Conda do y más plazas en Flandes. Por último, entre 1686 y 1697 la Liga de Augsburgo, constituida por Espa ña, Holanda, Suecia y Alemania, tratará de frenar las aspiraciones del monar ca francés de convertirse en árbitro de la política europea, iniciándose otra guerra que acabará con la paz de Ryswick cuando Luis XIV, para atraerse y ganar la voluntad de Carlos II, que no dejaba descendencia, retiró sus tropas de Cataluña, en donde había conquistado Barcelona, y decidió renunciar a cuanto nos había quitado desde la paz de Nimega. Pero la designación de Felipe de Anjou, nieto del soberano francés, para ocupar el trono de España encendería en 1701 otro largo conflicto conocido como la guerra de Sucesión española. Claro es que las paces de Westfalia, Piri neos, Aquisgrán, Nimega o Ryswick no tuvieron ningún significado con respect3’ a los sentimientos bélicos del siglo, en el que la guerra fue el factor básico de la evolución de Europa y a la que era difícil renunciar y, menos aún, mantenerla dentro de unos límites muy precisos. El nacimiento de un incipiente pensamiento naval La lucha del mar contra la tierra no solamente es una constante de toda reflexión político-estratégica desde la mitad del siglo XVIsino, incluso, filosó fico-estratégica desde muchas centurias anteriores, pues ya Platón nos habla de los problemas que se suscitaban entre la ciudad ideal, en términos actuales léase Estado, y la mar. Siglos después, ya en la Edad Moderna, Francis Bacon, Felipe II, Richelieu y otros reformularon tímidamente la misma cuestión en espera de la llegada de Mahan y de los geoestrategas marítimos contemporáneos como Colomb, Colbert, Castex, Richmond, Fioravanzo o Giambernardino. Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS Tal como entendemos la estrategia, el primer pensador que escribe sobre problemas navales es un francés llamado Gilles de Roma, consejero de Felipe IV el Hermoso, quien a comienzos del siglo xiv en su obra De regimine prin cipium ofrece ciertas recetas tácticas originales para el tiempo, aunque practi cadas desde hacía siglos, como era la de enviar buceadores a perforar las obras vivas de las naves adversarias. Un siglo después, en 1455 se publicó Debat sur le héraut d’armes, que respondía al Lybelle of english polycie de Moleynes, aparecido diez años antes. Trataba de rebatir la pretensión inglesa de ejercer la soberanía de los mares, concepto que con fortuna propagaría Grotius en 1609 con su tratado Mare Libe rum, en el que trasladaba a la esfera jurídica el concepto expuesto décadas antes por su compatriota sir Walter Raleight sobre el dominio de los mares. Unos decenios más tarde, Philippe de Cleves en Intructions sur lefais de la guerre preconizaba ya que la cadencia rápida en el tiro naval iba a dominar a la táctica, y la velocidad en los desplazamientos y la autonomía a la estrategia. En 1516, ya en pleno siglo xvi, Antoine de Conflans escribió Les faits de la marine et de la navigaie (sic), años antes de que apareciera el Espejo de nave gantes del español Alonso de Chaves. Eran, no obstante, trabajos muy pobres sobre táctica naval que pasaron totalmente desapercibidos en la literatura militar aparecida entre el siglo xiv y finales del xvi cuando, por el contrario, la táctica terrestre avanzaba soportada por una larga serie de innovaciones operativas y mejoras en el armamento, propagadas por multitud de obras de reconocidos capitanes y pensadores civi les como Maquiavelo. A propósito de España, llama la atención la prácticamente nula existencia de tratados tácticos y, menos aún, de conceptos del ámbito político-estratégi co, aunque algunos hayan intentado encontrarlos en las ideas de Gelmírez, expuestas en el siglo xiii, en ciertos capítulos de las Partidas de Alfonso X el Sabio en el siglo xiii, en los que, por ejemplo, se hacen algunas observaciones sobre lo que podríamos denominar «espíritu ofensivo» o, en el mismo iglo, en el capítulo «Ars navegandi» de la obra Ars Magna, atribuido al mallorquín Ramón Llull. Posteriormente lo que en realidad ofrecería España sería una ingente biblio grafía concerniente al arte de navegar y cosmografía, no igualada durante cerca de dos siglos pero en la que no se aporta nada a la esfera táctica o del manejo de las escuadras y, tampoco, a consideraciones político-estratégicas en el ámbi to marítimo, que no fueran simples instrucciones. Dicha obra es muy extensa y surge en su mayor parte coincidiendo con nuestro mayor esplendor y total dominio de la mar, esto es, en el siglo xvi, limitándonos a mencionar algunos autores: Martín Fernández de Enciso, autor de Suma de Geografía, publicada en 1519; Juan Bautista Gallo, redactor del Arte de navegar, dado a conocer en Lima en 1521; Francisco Falero, portugués educado en Sevilla, quien dio a luz en esa ciudad su libro Tratado de la esfera y dl arte de navegar en 1535; Alonso de Chaves y su Espejo de navegantes, escrito hacia 1540; Pedro de Medina, quien publicó en Valladolid en 1545 su 96 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII trabajo Arte de navegar, seguido en 1551 por Martín Cortés con su estudio Breve compendio de la esfera y del arte de navegar. El mérito de estos últimos, como ellos mismos nos indican, fue el intentar evitar «la multitud de barcos que se pierden cada día en la mar porque los marinos no son bastante instrui dos en su oficio y porque no existen libros que lo enseñen», vanagloriándose Cortés, en su dedicatoria al monarca, de ser el primero en haber anunciado los errores que se advertían en las cartas de marear utilizadas en su tiempo. El libro de Medina sería pronto traducido al italiano, francés y flamenco y se converti ría en guía de los navegantes ingleses, mientras que de la obra de Cortés se editarían cuatro ediciones en castellano y nueve en inglés, la última de ellas en 1630. Otras obras en la esfera del conocimiento náutico serían las de Escalante de Mendoza, autor del Itinerario de navegación de los mares y tierras occidenta les, aparecido en 1575; el Compendio del arte de navegar, de Rodrigo Zamo rano, editado en Sevilla en 1581; Instrucción náutica debida a Diego García de Palacio en 1587; Espejo de navegantes, escrito en 1592 por Baltasar Vellarino y que puede considerarse como un complemento de la obra de Escalante de Mendoza, etcétera. Pero no seríamosjustos de no mencionar algunas aportaciones portuguesas, asimismo referidas a la cosmografía y navegación, escritas en su mayor parte como súbditos españoles durante las largas décadas en las que el país hermano se integró en la monarquía hispánica. Como en nuestro caso, nos reduciremos a citar a: Simo Fernándes con su libro Regimiento de navegaçao, editado en Lisboa en 1534; Bernardo Fernán dez, autor del Libro de marinharia, que vio la luz en 1548; Andrés Alvarez de Almeda con su trabajo Arte náutico o de navegar, aparecido en 1594; Joao Baptista que escribió Regimiento náutico a finales del XVI; Cristovo Brono con su Arte de navegar, de 1628; Antonio Nájera, quien publicó en Lisboa Nave gación especulativa, obra que repite lo escrito por García de Céspedes y, final mente, Luis Serrao Pimentel, a quien se le debe en 1681 el Arte práctica de navegar. A esas obras debemos añadir las decenas de Roteiros de navegaçao, consagrados a las derrotas y costas africanas y de las Indias Orientales, en los que figuran descripciones, datos e instrucciones para los navegantes. Cuando se llega al siglo xvii, el pensamiento naval se ve inicialmente domi nado por el libro L ‘armata navale del italiano Pantero Pantera, publicado en Venecia en 1614, seguido por un estudio del francés Grenier, que hizo pensar que pudiera servir de modelo a ulteriores desarrollos más profund9s. Pero sin duda el trabajo más importante se debió a Isaac d Razilly, por presentar nuevos conceptos doctrinales que inspirarán los proyectos de Riche lieu en la esfera naval, esbozando la aplicación de ciertos principios de la guerra, como el de la «concentración», «maniobra» y «libertad de acción», aunque en sus referencias operativas preconice ciertas tácticas ya utilizadas durante el siglo xvi por la Marina española, como la ventaja de constituir convoyes escoltados por buques de guerra. Otro doctrinario fue el padre George Fournier, a quien se le debe la publi Año 1995 F. FERNANDODE BORDEJÉYMORENCOS cación en 1643 de la obra Hidrographie contenant la theorie et la practique de toutes les parties de la navigation, personaje que había asistido como capellán embarcado a numerosos combates navales. Si como refleja el título el libro contiene una serie de temas hidrográficos, no faltan aspectos operativos, de alta política y hasta logísticos, por lo que se le puede considerar, tal vez, como la primera enciclopedia marítima. Con independencia de las referencias hidrográficas, presenta instrucciones para el combate dirigidas al general de la flota, a los jefes de escuadra y capi tanes, así como mejoras y medios para la transmisión de señales de día y de noche, cañonazos, posición de las velas, izado y arriado de banderas, etcétera, al mismo tiempo que incide sobre dispositivos de marcha y batalla, recomen dando mantener los navíos de una escuadra alejados los unos de los otros para cubrir una mayor superficie a vigilar, colocar buques exploradores en vanguar dia y demostrando predilección por las formaciones en media luna, muy empleadas en el siglo anterior y en éste, quizá por haber estudiado algunos encuentros del pasado, como el de Lepanto, al que nombra. Aunque ya se anuncian trabajos más profundos cuyo modelo en el campo táctico será la obra del jesuita francés Pre Hoste, la exigua aportación que hasta bien entrados en la segunda mitad del siglo XVII se nos ofrece, se deberá en gran parte a que tanto en Francia como en España e Inglaterra la conjunción política era muy incierta para que la reflexión naval pudiera canalizarse en condiciones favorables. En nuestra patria durante el citado siglo, el pensamiento naval, como suce de en Inglaterra, es prácticamente inexistente, como lo había sido en el xvi. Quizá pudo haber sido el almirante Diego Brochero quien podría haber abier to el camino de haberlo intentado, pero se limitó a redactar instrucciones y a concentrarse en señalar los males que aquejaban a la Marina y las formas para regenerarla, exponiendo el defectuoso armamento de los buques, la mala cons trucción de los navíos por corruptelas de armadores y proveedores, el atraso en las pagas o el mal trato a las dotaciones. Pero en lugar de paliar el vacío existente, con Felipe III nos concentramos en estudiar aquellas denuncias y en publicar unas Ordenanzas navales para la Armada del Mar Océano y flotas de Indias, firmadas el 4 de noviembre de 1606 y ampliadas por Real Cédula del 22 de enero de 1607, en las que se incluían deberes, responsabilidades, prebendas, jurisdicciones, mejoras en la situación de pilotos y marinería, desarrollo de la industria naval, estímulo a los armadores, pagos, etcétera, pero nada en absoluto referente a las operaciones, maniobras en combate o aplicación de los principios de la guerra, aspectos que tampoco aparecerían en los numerosos «asientos» firmados en ese siglo. Todo daba a entender, conforme transcurre el siglo, como si en la profesión marinera nadie fuera capaz de pensar en aquellos problemas, aunque sólo fuese esbozando ideas. Unicamente aparecerá a comienzos del siglo la obra de Tomé Cano Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos de guerra y mercante, impresa en 1611, seguida por la de Juan de Veas, amigo de Brochero, publica da en 1613, trabajos eminentemente técnicos. 98 48 EL PENSAMIENTO NAVAL YLAS CAMPAÑASMARÍTIMASEN EL SIGLOXVII De esa profunda paralización del pensamiento naval español se saldrá espo rádicamente en el siglo XVIII gracias a Patiño y, especialmente, al Marqués de la Ensenada, quien pondrá los cimientos a un renacer materializado en la Mari na de Carlos III, para volver a sumergirnos en la oscuridad y no conocer otras ideas brillantes, aunque efimeras, salvo con Sánchez de Toca a comienzos del siglo xx o a finales de los años sesenta de este mismo siglo con la elaboración del Plan General de la Armada. En compensación gozamos de excelentes técni cos y sabios como Jorge Juan, Bustamante o González Hontoria y de brillantes investigadores históricos como Navarrete y Fernández Duro. Claro es que como más tarde señalaremos, tampoco en el siglo XVII encon tró Holanda o Inglaterra pensadores y, por ello, este último país, siendo ya dueño de los mares, marchó a remolque del pensamiento naval francés, aunque sabría asimilarlo, adaptarlo e inspirar posteriormente el suyo. Fue con Richelieu cuando en Francia comenzó a elaborarse una política naval, aunque las ideas del cardenal no le eran originales, ni aun en la forma, puesto que respondían a lo expresado en el Libro III del Traité d’economie politique que llevaba por título «De la navigation», libro de Montchrestien publicado en 1615, así como en la Reformation de la France, memoria presen tada por el almirante Montmorency al Consejo de Notables en 1617 y, también, en los tratados del mencionado sacerdote y consejero suyo Isaac de Razilly, si bien el mérito del cardenal fue el haber sabido integrar ideas y sugerencias en un proyecto político y actuar en condiciones difíciles partiendo de estructuras administrativas y hasta sociales desfavorables. En ese proyecto político influyó decisivamente la comprobación de que la debilidad naval había favorecido la agitación hugonote que, impunemente, erigió en 1621 un almirantazgo rebelde en La Rochela apoyado por una flota mandaba por un experimentado marino de la familia Roham, quien fue capaz de cortar el tráfico con Burdeos —elde la sal—,instalarse en Re y saquear Medoe, capturar presas y desafiar a los escasos navíos reales, lo que había forzado a París a mendigar la ayuda naval de países protestantes, como Holan da e Inglaterra, vergüenza nacional que hizo escribir a Razilly «qué poder tiene el rey que todas sus fuerzas no han podido vencer a un súbdito sin acudir a la asistencia de Inglaterra, Holanda y Malta», debilidad en la mar de la que tomó buena nota Richelieu. Los proyectos navales de éste iban a quedar reflejados en su Testamento Político en los apartado relativos a la «potencia del príncipe» y a la «potencia en la mar», que pueden considerarse, en cierto modo, de marcado signo estra tégico. Partiendo del principio de que el punto débil de su secular enemigo, Espa ña, radicaba en las comunicaciones marítimas que enlazaban la Península con Italia y los Países Bajos, el cardenal preconizaba la urgencia de disponer de una fuerte marina a la que concedía un alto valor disuasivo y una capacidad para la defensa del litoral, por lo que, en su opinión, esa defensa debía recaer en las fuerzas navales y no en las obras fortificadas. Para dar forma a su idea, comenzó por concentrar en sus manos todos los Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS poderes y controles relacionados con la mar, al firmar el rey en 1626 el Edicto de Saint Germain por el que el cardenal se convertía en el «gran señor, jefe y superintendente general de la navegación y del comercio del reino», aprove chando la muerte del Condestable de Francia en 1627 para refundir en su persona los cargos de condestable y almirante, lo que justificaba al señalar que «el almirante compartía la autoridad del rey a tal punto que éste se ve despoja do de ella sin ningún control sobre la gestión del almirante». Años más tarde, en 1636, nacía la Secretaría de Estado para la Marina que no sólo iba a establecer las misiones de las fuerzas a flote: protección del tráfi co comercial, defensa del litoral, corte de las comunicaciones españolas a partir de 1638 y, por último, convertirse en instrumento de la política real, sino a emitir una serie de directivas tendentes al rearme naval y fortalecimiento de la estructura marítima. Entre otras figuraron las relativas a la construcción naval, con el encargo de buques al extranjero y el contrato de técnicos especializados; al acondicionamiento de puertos donde se establecieron comisarios generales, antecedente de los actuales prefectos marítimos; a la creación de tres bases: en Tolón, en la que en 1641 nada se habría hecho; la de Brest, que entusiasmaba al cardenal por su situación geográfica, y la del Havre, en su opinión «el más cómodo, más seguro y más célebre puerto de Europa», que estaría operativo en 1639; a la creación de escuelas de Hidrografia, Artillería y Oficiales; a la modi ficación del sistema de reclutamiento de leva que, no obstante, mantendría; a la formación de un Cuerpo de oficiales profesionales, que ya tenía Inglaterra, sujetos a una jerarquía y escalafón, etc., sin olvidar que en 1634 se habían codi ficado los usos y costumbres tradicionales en la Marina y redactado un regla mento de disciplina, verdadero breviario del marino que se inspiraba en las reglas de la Orden de Malta y de las Marinas holandesa e inglesa. Pero aún hizo algo más, porque siguiendo las recomendaciones de Raizilly, Richelieu trató asimismo de desarrollar la expansión comercial acudiendo a fomentar el tráfico marítimo, adoptando la fórmula que retomará Colbert a finales del siglo, la de establecer compañías similares a las que había instaura do Holanda. Pero tampoco se detuvo ahí pues, cuando en España se iba perdiendo la mentalidad marítima suplantada en la masa del pueblo por la continental, el cardenal, para sacar a los franceses de un cierto inmovilismo e indiferencia hacia los problemas de la mar, redactó el Código Michau en 1629, que servirá a los ingleses en 1651 para alumbrar su famosa «Acta de Navega ción», pilar sobre el que se basaría la futura preponderancia británica en todos los océanos, decisiones que, dos siglos después, Mahan ensalzaría como elemento fundamental para quien quiera ser fuerte en la mar y que englobaría en su conocido principio naval, el de la acción política de un gobierno en la esfera marítima. Sin duda, la obra más importante aparecida en siglo xvii fue la debida al jesuita Hoste, inicialmente protegido del Duque de Montemort, general de las galeras del rey y luego capellán del mariscal Jean dEstrés, futuro almirante Tourville, editada en Lyon en 1697. Lleva por título Traité des évolutions nava les, aunque su enunciado correcto y completo sea Traité des évolutions qui 100 - Núin.48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTiMAS EN EL SIGLO XVII contient des regles utiles aux officiers généraux et particulires d ‘une armée navale, avec des examples tires de ce que s ‘estpassé de plus considerable sur la mer depuis cinquante ans, basándose en el estudio de las grandes batallas del pasado desde Lepanto a la de Hougue en 1692, pasando por el episodio de la Gran Armada en 1588 y los encuentros de Portland en 1653 y Texel en 1673. Aunque Hoste intentó tratar ciertos temas relacionados con la estrategia naval, no pasó de ser su obra eminentemente táctica, es más, de una cierta tácti ca más cinemática que militar, sin duda porque, por su formación matemática, aplicó esta ciencia a problemas operativos presentando el trabajo, en sus 424 páginas y 382 dibujos de evoluciones en la mar, una serie de descripciones geométricas de dificil comprensión. Por ello, ciertos autores posteriores se mostrarían muy duros con él, como el conocido Caxtex en 1937, en sus difundidas Teorías estratégicas, o el italia no Giovanni Sechi, al pretender oscurecer las ideas de aquél sobre el combate y orden de batalla, marcha o navegación, sobre la retirada y cambios de dispo sitivos o sobre formaciones en el paso por aguas restringidas, olvidándose que su trabajo provenía del siglo XVI y que podía considerarse como el primer trata do en describir evoluciones en un contexto naval. Asimismo se le criticó su entusiasmo por la formación adoptada por Don Juan de Austria en Lepanto, que Hoste presenta como singular, lo mismo que la maniobra, al argumentarse que en 1690-1700 aquellas formaciones de gale ras habían sido superadas y no podían ser adoptadas por los navíos. En nuestro sentir, hubo mala fe en sus críticos pues, por el contrario, parecieron ignorar que el espíritu ofensivo no está ausente en su obra y que presenta atrevidas maniobras, como la ruptura de una línea de batalla, que en el siglo xx alaba ría el gran estratega e historiador británico sir Julian Corbett, problemas de ruptura que sólamente abordaría el inglés Clerk of Eldin, a finales del siglo Xviii, en su libro An essay on naval tactics publicado en 1762. También se ignora que la importancia de Hoste quedaría reconocida en 1762, casi un siglo después, al ser traducido su tratado al inglés, presentándose en el prólogo a Hoste como el hombre más capaz e idóneo para estudiar problemas navales. Con todas las lagunas y errores que se puedan encontrar en dicho trabajo, de lo que no hay duda es de la facilidad que existe para censurar a quien descuella, siendo culpables muchos de los críticos de la esclerosis o paralización que en ciertas épocas de la historia sufrieron las concepciones tácticas y hasta estratégi cas, porque en lugar de incidir en lo positivo y aclarar y mejorar lo expuesto, solamente se acostumbra a atacar al ingenio. Lo que puede asegurarse es que será bien avanzado el siglo xix cuando se abra un verdadero debate estratégico sobre las operaciones navales, sus posibili dades y el porvenir de la Marina y, muchas décadas después, en pleno siglo xx, sobre el enfrentamiento del Poder Naval contra la Tierra y sus repercusiones políticas. Pero para ser veraces y objetivos, recodaremos que la obra de Hoste respon dió a los temas operativos con escasísimas referencias tanto a la conducción de la guerra, tal como él mismo pretendía, como a la importancia que ya se intuía Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS de la destrucción de la fuerza organizada del adversario, y que sus consejos sobre el movimiento y ofensiva no tienen ningún carácter estratégico. También señalaremos que muchos analistas de su obra ven en ella una gran influencia del gran táctico francés Tourville, hasta el punto de que algunos han dejado traslucir que escribió lo que el citado almirante le dictaba o inspiraba, basándose esas afirmaciones, jamás probadas, en que su tratado fue escrito cuando Francia luchaba contra la Liga de Augsburgo, conflicto en el que las flotas galas fueron dirigidas por Tourville, asistiendo a la contienda Pare Hoste embarcado en el navío del almirante. Ciertos lectores estimarán que era lógico que el pensamiento naval se hubiera manifestado igualmente en Holanda e Inglaterra, grandes potencias navales en el siglo XVII. En cuanto a Holanda, su dominio del mar sólo pudo ejercerlo durante esca sas décadas, viéndose sometida su Marina a combates constantes, lo que impo sibilitó toda reflexión estratégica, e incluso táctica, para terminar abatida en la mar por los ingleses sin posibilidad alguna de una posterior recuperación. En lo que concierne a Inglaterra, parece olvidarse que durante el siglo XVII no surgió ningún pensador naval de la misma categoría y renombre que en Francia y las alusiones que formularon los tratadistas británicos en el siglo posterior, como el citado Clerk of Eldin, sobre la superioridad intelectual fran cesa en ésa y otras vertientes es capital, al demostrar el prestigio que gozaba la que podríamos denominar escuela francesa. Realmente, puede afirmarse que cuando se llega a 1780 no existía todavía en Inglaterra un tratado de táctica naval comparable a los franceses, lo que se ha achacado a que los almirantes ingleses prefirieron durante largas décadas redactar instrucciones concretas y detalladas para hacer frente a una determi nada campaña marítima o combate, en las que figuraban desde las formaciones que se debían adoptar y señales, a cambios de dispositivo y orden de batalla, dejando una gran iniciativa a los comandantes. Por ello, no puede extrañar que a finales del XVII y, especialmente, durante el XVIII, se ofrezca una profunda diferencia entre las concepciones sobre la guerra en la mar en ambas naciones. Los británicos basaban sus operaciones en reglamentos y directivas emitidas por el Almirantazgo de las que se derivaban las Instrucciones para el combate, cuando los franceses, por no disponer de un órgano similar ni de un Estado Mayor capaz de crear y difundir una doctrina así como tampoco claras y detalladas directivas para afrontar una batalla, se verían empujados a fundamentar su acción naval en los trabajos de teóricos esclarecidos, siendo el británico Clerk el primero que romperá con aquella concepción inglesa en 1790, al desarrollar una tesis que se ha considerado como el antecedente de la futura teoría del «Sea Power» que materializará en sus obras Mahan. Centrándonos en el siglo XVII, podemos determinar que del análisis de esa centuria es fácil adivinar el preeminente que ocupaba el ataque y defensa de las comunicaciones marítimas, pasando la Marina española de ejercer un papel 102 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTiMAS EN EL SIGLO XVI! preponderante a difuminar su. protagonismo y perder el dominio del mar. Por otro lado, esas misiones se vieron estrechamente ligadas a la lucha entre fuer zas organizadas, que comenzaban a tomar cuerpo bajo la forma de marinas nacionales de carácter permanente en las naciones europeas. Esa ligazón puede comprobarse, como posteriormente veremos, estudiando las guerras anglo-holandesas, las desencadenadas contra Francia y en nuestra misma lucha en Flandes, puesto que para Holanda era esencial asegurar la entrada y salida de su tráfico al Atlántico, de tal forma que la lucha contra el comercio y los encuentros entre escuadras se fundieron y si la guerra de corso pareció eclipsar a finales del siglo esa constante, ello se debió a las oscilacio nes que sufrió la doctrina de guerra debido a penurias económicas y por esti marse, erróneamente, que el corso podría alcanzar los objetivos y hasta poner fin a una contienda sin exigir gastos considerables, doctrina que alcanzaría su apogeo en la lucha contra la Liga de Augsburgo y, más aún, en la de la Suce sión española a comienzos del siglo XVIII. El ataque y defensa del litoral fue otro factor que se tuvo muy en cuenta en el XVII, haciéndose cada vez más diflcil llevar a cabo con éxito el desembarco y apoyo a una fuerza en tierra ante la intervención de la fuerza organizada del adversario, si ésta ejercía el control del mar, como pudo comprobarseen el fraca so de nuestra campaña en Irlanda, en la batalla naval de las Dunas o en el asálto a la costa inglesa en 1692,que se saldó con la derrota naval francesa de la Hougue. Por consiguiente, las fuerzas navales se convirtieron en ese siglo en la pieza básica para la defensa del territorio y del tráfico, principio que continúa vigente y que haría escribir a Mahan, «la destrucciónde la fuerza del enemigo debe conver tirse en la misión principal de una flota si se desea preservar las vías de comuni cación que son las que condicionan el esfuerzo bélico y conducen a la victoria». Asimismo, en ningún conflicto anterior se había visto a los beligerantes animados de un sentimiento ófensivo tan fuerte que terminó con las florituras de los encuentros de otros siglos, siendo una novedad el advertir que la guerra naval no se reducía ya a celebrar un encuentro entre flotas del que salía un vencedor y, generalmente, el ganador de una contienda o la anulación de una amenaza, como fueron las batallas de Salamina, Actium, Cuerno de Oro o Lepanto, puesto que como se demostró en las guerras anglo-holandesas, el contacto entre las fuerzas enemigas fue constante a lo largo de todas las contien das con momentos de máxima intensidad, que fueron las llamadas batallas Por último recordaremos que la guerra en la mar continuó subordinada a las operaciones terrestres, en las que continuó descansando la decisión política y estratégica, y por tanto la victoria, con la única excepción de las guerras que enfrentaron a dos potencias marítimas sin fronteras. El componente naval en las guerras del siglo XVII Con independencia de la guerra de los Treinta Años, en la que los aspectos navales fueron secundarios, se desarrollaron tres contiendas con un gran prota Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ YMORENCOS gonismo marítimo: la guerra en Flandes, las anglo-holandesas y las mantenidas con Francia. La guerra con Holanda Ignorando la tregua de 1609, las Provincias Unidas no había dejado de mostrarse hostiles a España, dando apoyo a Manuel de Portugal, hijo del Prior de Crato y cuñado de Mauricio de Nassau, en sus reclamaciones a la corona de Portugal, penetrando en la Guayana, apresando mercantes flamencos, etcétera, presintiéndose con la desaparición del archiduque Alberto el final de la paz. La tregua se rompió cuando una flóta holandesa bloqueó Ostende y Dunker ke, estimando Madrid que para doblegar a Holanda se debía disponer de una total libertad de acción, lo que podría conseguirse si se mantenía dividida a Alemania —peroen tranquilidad—,si se fomentaban las discordias internas en Francia y se aseguraba la neutralidad inglesa favoreciendo su rivalidad comer cial con los neerlandeses. Por otro lado también pretendía España debilitar la flota mercante holande sa y la de la pesca del arenque, lo que implicaba fortalecer nuestra flota de Dunkerke y atacar el tráfico de nuestro virtual enemigo en el Atlántico, si bien no debíamos olvidar que nuestras derrotas con América, Italia y Flandes repre sentaban, a su vez, nuestro «talón de Aquiles» y se encontraban igualmente expuestas al ataque de cualquier adversario. Por ello, la gran baza holandesa descansaba en hostigarnos en la mar, forzándonos a incrementar la escolta a los convoyes que transportaban tropas y dinero a Flandes en detrimento de una mayor libertad de acción de la flota de Dunkerque, cuya amenaza potencial había incidido en la decisión neerlandesa de crear una potencia marina militar. Ante la situación que heredaba, Felipe IV decidió aumentar la protección del litoral de la monarquía, de las flotas de Indias y mantener el dominio del mar en el canal de la Mancha y mar del Norte, pareciendo ignorar nuestra debi lidad naval ante el aumento del bloqueo holandés, que se hizo efectivo a partir de 1625, la excesiva edad media de la flota de Flandes, que en 1633 se situaría en doce años, así como la escasez de buques de guerra que impulsaría en 1635 a armar mercantes y recurrir la corona a la permanente firma de «asientos». Asimismo se debía tener presente la falta de dotaciones y créditos para mante ner operativas las fuerzas navales, puesto que desde 1630 el promedio operati vo de los galeones de Dunkerque se situaba en sesenta días de mar por cuatro cientos de permanencia en puerto, lo que incidía negativamente en el material, adiestramiento y en la moral. Sería ese panorama el que nos impulsaría a partir de 1631 a practicar la guerra de corso, que se mantuvo con un gran rendimiento con la captura entre 1635 y 1638 de unos dos mil buques desplazando alrededor de 200.000 tone ladas, cuatro veces lo que representaba el tráfico anual indiano. Fue también en 104 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII aquel año cuando se inició una gran actividad en aguas brasileñas y del Caribe, lo que nos forzaba a distraer fuerzas de otros teatros, precisamente lo que buscaban los neerlandeses para disminuir la presión sobre la llegada de sus convoyes sin que, por otra parte, se alcanzase ninguna decisión favorable en la lucha en tierras de Flandes. Aunque en 1634Fuentes arribó a los Países Bajos con 38 navíos, 4.000 solda dos y millón y medio de ducados de plata, con el fin de relevar a Ribera al fren te de las fuerzas navales de Flandes, y en 1637 la escuadra de Dunkerquetodavía aseguraba las comunicacionescon la Península, el poder naval holandés se incre mentaba paulatinamente,mientras Francia desviaba su ofensiva del Rin a los Piri neos orientales. Tampoco lograría Hoces, relevo de Fuentes, mantener el control total sobre el canal de la Mancha, pues aunque llegó de España con 38 buques, 12.000 solda dos y un millón ochocientos mil ducados, se trataba de una flota de escaso valor militar puesto que, de aquéllos, solamente doce eran galeones, pese a lo cual regresaría al Cantábrico con 38 presas. Mientras desde Flandes se solicitaban más hombres y dinero, Hoces era deshecho en Guetaria en 1638 por brulotes franceses, entrándose en 1639 con las fuerzas francesas y suecas instaladas en el Rin y con ello perdiéndose momentá neamente el enlace con el Milanesado, retaguardia logística y en refuerzos huma nos de los Países Bajos. Por otro lado, se enfriaron las relaciones con Alemania por no haber recibido ningún tipo de apoyo militar en Flandes en más de veinte años, tierra convertida en verdadera fortaleza asediada que disponía como único enlace logístico la mar. Ese negro panorama impulsó al Consejo de Estado y Guerra a decidir el envío de nuevos refuerzos para salvar Borgoña y atacar a Francia por el norte, pues si se aplastaba a este país, Holanda se encontraría sola y aislada, viéndose obligada a pedir la paz o una nueva tregua que se impondría sin condiciones. Para llevar a cabo aquella decisión, la Armada española debía afrontar tres misiones: combatir o rehuir a la flota francesa, esquivar a la holandesa en franca progresión y que alcanzasen sin pérdidas Dunkerque los convoyes que debía escoltar, misiones tanto más dificiles de cumplir cuanto nuestros puertos del Cantábrico sufrían impunes ataques de la flota francesa. Por otro lado, la ayuda a Flandes podía lograrse por dos derrotas, la excesivamentelarga que contorneaba la costa atlántica de Irlanda y Escocia o navegando directamente al Canal, derro ta ésta que fue la elegida por Madrid. Enjulio de 1639 se constituyó una escuadra en Cádiz que a mediados de agos to alcanzó Lisboa y La Coruña, puertos en los que se vería reforzada por las escuadras de Portugal, Galicia, Nápoles y La Coruña y las tomadas en arriendo de San José y Massibradi y, ya en el Canal, por la de Dunkerque, conjunto de más de cien buques al mando de Antonio de Oquendo en el que embarcaban 8.000 hombres de mar y guerra de las dotaciones, y 6.000 soldados para reforzar los tercios de Flandes, así como tres millones de ducados, solicitando el almirante, además de entusiasmo y fe en la victoria, no alterar el dispositivo y de no poder entrar algún buque en Dunkerque que regresase a Santander. Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS Si atendemos a la descripción que nos ha dejado uno de los participantes, el almirante Feijó, esa fuerza contaba con insuficientes artilleros; le faltaban pólvora, cañones y pertrechos; disponía de escasos pilotos que conociesen el Canal; la marinería había sido reclutada a la fuerza sin haber embarcado jamás la mayoría; la infantería, si se exceptuaba a los veteranos de los tercios de Carbajal, habían subido a bordo sin uniformes ni adiestramiento; gran número de buques eran viejos, de mala factura y hasta con remiendos en su obra viva, etcétera. En los primeros días de septiembre, Oquendo puso proa al canal de la Mancha donde le aguardaba el holandés Tromp, dispuesto a evitar que arriba se a Dunkerque, por lo que entró en contacto con objeto de obligar al español a dirigirse al puerto inglés de las Dunas, contacto en el que se perdió la ocasión de haber deshecho a los holandeses y evitar la entrada de Tromp en Boulogne, si cuando Mateo Ulajani intentó abordar a la nao almiranta holandesa se hubie se visto acompañado por otros buques. Esa situación no la aprovechó Oquendo para entrar en Dunkerque, desco nociéndose las razones de tan errónea decisión, fondeando en el puerto inglés tal como deseaba su adversario, y viéndose obligado a saludar el pabellón británico a requerimiento del almirante Pennington, allí fondeado al frente de una agrupación inglesa. No obstante, aprovechando la niebla, Oquendo pudo enviar al puerto flamenco de Mardick un cierto número de soldados embarca dos en 56 pesqueros, mientras Tromp bloqueaba la salida del fondeadero con el beneplácito de Pennington. En reunión con sus capitanes, Oquendo, a la vista de la precaria situación en la que se encontraba, falto de víveres, pólvora y con numerosos enfermos, lo que hizo exclamar al citado Feijó, «en los más de los navíos sólo había las espadas de los oficiales», decidió hacerse a la mar desoyendo al derrotista Andrés de Castro, almirante de la escuadra de Galicia, confiando en romper el bloqueo y alcanzar algún puerto flamenco, salida con mucha niebla que provo có una gran confusión y la varada de 33 buques, entre ellos el de Castro, quien cayó prisionero, estimando Oquendo que se trataba de una defección, arras trando a varios capitanes, salvándose de la infamia Hoces, Medrano Carbajal, Feijó, Mássibradi y unos pocos más. De nuevo leyó anclas Oquendo el 21 de octubre, sufriendo los galeones el ataque de los brulotes holandeses, permaneciendo dentro del fondeadero, por impericia o cobardía, otros 23 buques. De los que alcanzaron alta mar, el buque de Hoces sufrió un fuerte ataque muriendo éste, mientras la nao de Feijó quedaba aislada y diezmada, terminando por rendirse, arrastrando con su deci sión a otros capitanes que se apresuraron a izar bandera blanca, pudiendo dedi carse Tromp a acorralar a navíos dispersos, entre ellos el de Oquendo, quien después de nueve horas de combate y en mal estado su galeón, pudo ser remol cado por buques de Dunkerque al puerto flamenco de Mardick. El balance final de la llamada batalla de las Dunas arrojó el saldo de nueve galeones rendidos, de los que tres se hundirían. En cuanto a las naves emba rrancadas en las Dunas, Calais o Boulogne, nueve entrarían en Dunkerque y el 106 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XWI resto regresaría a España, pudiendo achacarse el desastre a la poca combativi dad de nuestros mandos; a la defección de Castro y otros capitanes; al empleo de brulotes por parte holandesa; a una total falta de información sobre el enemigo; a haberse enviado unas flotas sin mantenimiento, faltas de apoyo logístico incluso en sus propios pañoles, sin moral y sin adiestramiento previo y, finalmente, a una mala concepción de la maniobra. Así terminó prácticamente nuestra hegemonía naval en el canal de la Mancha y mar del Norte, pasando a Holanda el dominio de sus aguas cuatro años antes de la derrota de Rocroy, en la que sucumbieron nuestros hasta allí invictos tercios, y aunque la guerra continuaría hasta firmarse la paz de Muns ter en 1648, las operaciones en tierra y en la mar disminuirían en intensidad y efectividad hasta ser totalmente neutralizadas. Por su parte los holandeses se vieron favorecidos por la proximidad del teatro de operaciones a su retaguardia logística, por su espíritu patriótico y combativo, por la mentalidad marítima que animaba a todo el pueblo, por la pujanza de su industria naval y por la calidad de las dotaciones, habiéndose hecho totalmente con la iniciativa y maniobra. Las guerras anglo-holandesas Fueron las guerras con Holanda en el siglo XVII las.que condujeroñ a Ingla terra al dominio incontestable de la mar, que sabría mantener durante dos siglos. Si se exceptúa el ataque a Cádiz en 1596, hasta mediados del siglo XVII Inglaterra no había obtenido ningún triunfo naval resonante, sin duda debido a las luchas intestinas que siguieron a la muerte de Isabel 1, lo que aprovechó Holanda para convertirse en gran potencia naval, hacerse con el comercio del levante mediterráneo y disputar a españoles y portugueses las derrotas con América y el Extremo Oriente, auge que reflejaba el comercio exterior al alcanzar una cifra que solamente superaría Inglaterra a partir de 1750. Pero un cambio drástico iba a producirse cuando, tras ejecutar a Carlos 1, Oliver Cronwell proclamó la república inglesa, pues adivinó el valor de la Marina en un país insular, doblando el número dé buques entre 1648 y 16.1, aunque sintiese la falta de mandos por haber permanecido la mayoría fieles al monarca ejecutado. De ahí que colocase al frente de la flota al coronel de mili cias Blake, quien a sus cincuenta años jamás había pisado una cubierta pero que, asombrosamente, alcanzaría un puesto destacado ente los grandes almi rantes británicos. Después de eliminar en Scilly y Jersey las aspiraciones realistas, su valía la demostraría ante el holandés Tromp, un gran marino de la época. La primera guerra anglo-holandesa respondió a las exigencias formuladas por Cronwell en su conocida «Acta de Navegación» de 1651, que no sólo pres cribía que únicamente los buques ingleses transportarían mercancías ultrama rinas a la metrópoli, lo que suponía un golpe mortal al comercio holandés, sino que obligaba a todos los buques extranjeros que navegasen por el canal de la Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS Mancha a saludar a los navíos británicos que encontrasen y a pagar un impues to por la pesca del arenque dentro de las 30 millas de sus costas. En aquellos momentos sobre Holanda incidían varios factores negativos: un Gobierno muy débil para anular las rivalidades políticas existentes entre las siete provincias federadas; una posición geográfica muy vulnerable por lo que su tráfico sólo podía acceder al Atlántico a través de la Mancha o por la derro ta del norte, bordeando la costa escocesa, en ambos casos expuestas a la amenaza inglesa; unas aguas interiores repletas de canales que les forzaban a construir buques de poco calado y, por ello, poco adaptados a la alta mar; esca sa autosuficiencia en alimentos y recursos, etcétera. Por el contrario Inglaterra contaba con un Gobierno sin fisuras dirigido por el inflexible Cronwell; una inmejorable situación geográfica; ser autosuficien te en recursos; disponer de barcos más robustos y mejor armados que los holandeses, etcétera. El chispazo se produjo el 19 de mayo de 1652 al encontrar Blake a Tromp cuando éste escoltaba un convoy cerca de Dover. Al exigir aquél el preceptivo saludo, el holandés respondió con una andanada, iniciándose un combate de cinco horas en el que sólo la ineficacia artillera evitó daños a ambos conten dientes, retirándose Tromp con los mercantes a la costa francesa. Aunque el almirante neerlandés regresó al Canal al frente de 100 barcos, no pudo evitar que su adversario diezmase la flota del arenque, perdiendo por ello el mando y siendo sustituido por With, jefe de escasa talla para rivalizar con Blake. Ello se demostró el 8 de septiembre al colocar los ingleses a With entre dos fuegos, salvando a los holandeses la oscuridad de la noche. Esa acción ofreció a Inglaterra una sensación de superioridad y seguridad que le impulsó a bajar la guardia, sin advertir que Tromp iba a reaparecer dos meses más tarde, venciendo a Blake en la batalla de Dungeness, que entregó a los holandeses el control del Canal, propagándose a partir de allí la leyenda de que Tromp nave gaba ante la costa británica enarbolando a tope una escoba, leyenda que otros atribuyen a un almirante español. El 18 de febrero de 1653 Blake se hizo a la mar llevando como segundo a Monk, asimismo coronel de milicias, avistando a su enemigo cerca de Portland cuando Tromp esperaba la llegada de un convoy ultramarino, dando comienzo la batalla llamada de «los tres días». Aunque el británico escalonó sus 80 buques a lo ancho de La Mancha, Tromp surgió en la bruma sorprendiendo a los barcos ingleses demasiado dispersos, concentrando su ataque sobre la nao de Blake, a quien se le ofrecían dos opciones, retirarse hasta encontrar a Monk que acudía con reservas o iniciar el encuentro, opción que eligió de acuerdo con su talante agresivo, cesando el combate al caer la tarde pero manteniéndose ambas flotas en contacto visual. Para proteger el convoy Tromp adoptó una formación de media luna con los mercantes a barlovento, cayendo inopinadamente el almirante inglés sobre éstos con objeto de cortarles toda posibilidad de arrumbar hacia Holanda pero sin poder evitar que, amparado en la oscuridad, Tromp fondease en Calais e hicie se llegar el convoy a un puerto neerlandés, con la pérdida de 50 mercantes y diez 108 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII navíos, mientras que los ingleses sufrían también graves pérdidas y Blake esta ba seriamente herido. El resultado de ese encuentro condujo a los británicos a tomar la iniciativa e iniciar una acción ofensiva sobre las costas holandesas, conscientes de la mejor factura de sus barcos y de su superioridad artillera. En mayo de 1653 Tromp avistó a Monk ante Dover, dado que Blake se restablecía de sus heridas, sin verse esta vez hipotecado por ningún convoy, entablándose el 1 de junio el combate de Gabart que iba a ser condicionado por unos constantes cambios de dirección del viento, decidiendo el resultado el propio Blake, al acudir desde el hospital en ayuda de su subordinado, viéndo se obligado Tromp a buscar refugio en la costa flamenca. Extenuados los Países Bajos por el esfuerzo bélico solicitaron la paz, que no podrían aceptar ante las exigencias de Cronwell, puesto que ello hubiera supuesto la pérdida de su independencia, en unos momentos en que fallecía Blake y Monk bloqueaba la costa holandesa, iniciándose el 3 de julio de aquel mismo año el último episodio, el enfrentamiento de Scheveninge, en el que moriría Tromp arrastrando a su flota al repliegue a sus aguas interiores, batalla que señaló el límite del esfuerzo holandés, concediendo esta vez Cronwell la paz sin cláusulas leoninas. El interés de este conflicto no residió en las batallas o en los audaces almi rantes que las protagonizaron, sino en que por primera vez en la historia naval se había desarrollado una contienda caracterizada por campañas navales conti nuas, cerrándose la era en la que la decisión y hasta la victoria se obtenían en una única batalla o en una expedición afortunada. Por otro lado, debe destacarse que en los seis encuentros más importantes se enfrentaron de 70 a 100 unidades por cada bando, cuando en Trafalgar combatirían 27 navíos ingleses contra 33 franco-españoles. Otra peculiaridad fue que los buques ingleses se iban ya a diferenciar muy poco de los que un siglo y medio más tarde mandaría Nelson, pues si los navíos disponían de dos puentes y eran de menor desplazamiento que los tres puentes de Abukir, San Vicente o Trafalgar, el mismo año en que moría Blake se lanzaba al agua en Londres el primer navío de tres puentes. Finalmente recordaremos que se siguió empleando la misma arma que Howard utilizó contra la Gran Armada en 1588, los brulotes. Con independencia de los resultados, Tromp demostró ser tácticamente superior a sus rivales, combatiéndose sin romper las formaciones y sin acudir a los choques individuales, cuyo último antecedente fue el de las Dunas. Asimismo, se advirtió en ambos contendientes un buen control de sus unida des, una excelente sincronización en los cambios de rumbo y respuesta rápida en las señales, operando las flotas subdivididas en escuadras como unidades. tácticas. Una diferencia a señalar fue que, aunque bajo el control directo del almirante, los ingleses otorgaron una gran iniciativa a sus capitanes, exacta mente igual a como actuaría Nelson en Trafalgar cuando agrupó a sus fuerzas en dos divisiones y dejó a su segundo plena libertad para ejecutar la tarea que le había asignado. Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ YMORENCOS En resumen, esa primera guerra anglo-holandesa se condujo con maestría, lo que contrasta con la parálisis que sufriría la táctica naval en ese mismo siglo y durante la mayor parte del XVIII, en que se iba a sacrificar la eficacia al man tenimiento de una rígida línea de fila, en la que el más mínimo movimiento sería ordenado y controlado por el almirante jefe. Añádase a todo ello que tanto Blake como Monk gozaron de una mejor visión estratégica que Tromp y Ruyter, si bien Inglaterra lograría hacerse al final con el dominio de la mar y pocos almirantes británicos pueden presentar tantos éxitos como los obtenidos por Blake, debidos tanto a su habilidad como a su intrepidez y audacia. Entre la primera y segunda guerra con los Países Bajos, Cronwell se enfren tó a España, conflicto en el que cabe destacar su fracaso ante Santo Domingo, la pérdida de Jamaica, el bloqueo de Cádiz y el ataque en abril de 1657 a Santa Cruz de Tenerife. Con el restablecimiento por Monk de la monarquía en la persona de Carlos II, finalizó el caos que había seguido a la muerte del «Protector». Sería aquél un monarca nefasto para la Marina al destruir la eficacia de la flota con respecto a la época anterior, debido a la corrupción que alentó en todos los estamentos del Estado. No obstante, a los cinco años de su coronación se originó un nuevo conflicto con Holanda, debido al interés de la Compañía inglesa de Guinea de desembara zarse de sus competidores neerlandeses, que persistían en vender esclavos en América a precios más bajos. En 1665 se abrieron las hostilidades con un ataque inglés a los establecimientos holandeses en Africa occidental y con la conquista de Nueva Amsterdam, a la que dieron el actual nombre de Nueva York, ofre ciendo ambos bandos idéntica relación de fuerzas que en el conflicto anterior. El primer encuentro naval fue el de Lowestoff, entre fuerzas bajo el mando del Duque de York, futuro Jacobo II, y el holandés Ruyter. La novedad radicó en que los dispositivos ingleses. respondían ahora a una directiva del duque que durante más de un siglo gobernaría la táctica de todas las marinas del mundo, la de colocar los buques en una línea de fila que aproando hacia la línea adversaria y una vez alcanzada la distancia de alcance artillero, cambiaba de rumbo para navegar ambos contendiéntes en líneas paralelas intercambiándose cañonazos, táctica que se reducía a un duelo artillero en el que si se luchaba con fuerzas equi valentes no existía la mayoría de las veces vencedor ni vencido. Iniciado el combate, ciertos buques ingleses del centro de su línea viraron hacia los de Ruyter logrando abrir una brecha en la mitad de la fonnación holan desa, por la que desfilaron el resto de los navíos británicos martilleando el centro neerlandes, viéndose forzado Ruyter a retirarse, habiendo colaborado a esa derro ta la cobarde conducta de ciertos capitanes holandeses, por lo que cuatro serían fusilados y seis expulsados de la Marina. Debe recordarse que si el encuentro comenzó sujeto a las reglas formales de la línea de fila, posteriormente se carac terizó por la ruptura de la línea enemiga respondiendo a la vieja maniobra de Blake y a ello se debió la victoria. El 1 de junio de 1666 se enfrentaron de nuevo Ruyter y Monk en la conocida 110 48 EL PENSAMIENTO NAVAL Y LAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII batalla de «los cuatro días», que Mahan considera bajo ciertos aspectos la más notable de cuantas se libraron en los océanos. Los sucesivos choques fueron favorables a los holandeses, obligando a Monk a batirse el día 3 en retirada ante la superioridadnuméricade su adversario,siendo destiozadassus fuerzas el día 4 y forzado a refugiarse en el Támesis, volviendo el dominio de las aguas del Canal y del mar del Norte a manos holandesas, con la posibilidad de bloquear el estua rio del mencionado río. El 22 de junio se produjo un nuevo enfrentamiento denominado de San Jaco bo o de Gun Fleet, en el que Monk se limitó a aplicar las «Instrucciones de combate» del Duque de York, alcanzando una pobre victoria que pudo ser deci siva de haber maniobrado como él mismo acostumbraba en tiempos de Blake. Incapacitado Ruyter para poder controlar las aguas de la Mancha, su rival tomó la iniciativa arrasando el litoral de los Países Bajos, lo que provocó una nueva euforia en Carlos II, quien decidió reducir drásticamente los recursos otor gados a la flota, cayendo el mantenimiento y el adiestramiento a niveles muy bajos. Esa situación la iba a aprovechar Ruyter para infligir a Inglaterra la mayor de las humillaciones, al remontar el Támesis sin oposición alguna, atacar Londres y sus arsenales y, más tarde, bloquear durante seis semanas el estuario del río y la costa oriental y meridional de Gran Bretaña, ocasionando a ésta graves perjuicios económicos, lo que movió al monarca inglés a firmar la paz de Breda, que Holanda no sabría aprovechar para imponer duras condiciones a su adversario. Cinco años después Carlos II encendió una tercera contienda, al estimar que Luis XIV pensaba atacar a su antigua protegida, abriéndose el conflicto con un ataque de los corsarios ingleses contra un convoy holandés. Atacados por Francia por tierra y por Inglaterra en la mar, los Países Bajos no tenían otra alternativa que abrir sus diques para detener el ataque terrestre y refor zar su flota, conflicto en el que acaecieron cuatro acciones navales de importan cia: la de Solebay en mayo de 1672, las dos de Schooneveldt en mayo y junio de 1673 y la de Texel en agosto del mismo año, en las que si el honor quedó del lado holandés, éstos fueron incapaces de detener la creciente pujanza naval británica, guerra en la que Ruyter daría muestras de su habilidad táctica y de su visión estratégica al basar sus operaciones en su complicado litoral y canales de escaso fondo, dado que era consciente de la aplastante superioridad de su adversario. Estableció una maniobra defensivo-ofensivaen la que cuando el viento favo recía a los aliados sus buques se refugiaban entre sus islas y canales, en cuyas aguas sus enemigos no intentaban penetrar dado el gran calado de sus unidades, y cuando aquél cambiaba de sentido se hacía a la mar para asestar sus golpes, aunque no lo suficientemente decisivos como para decidir la victoria. En lugar de jugar con su flota al efecto disuasivo de una «fleet in being», Ruyter aproaba a alta mar para sorprender a sus enemigos si éstos habían dividi do sus fuerzas o si advertía un flanco o agrupación debilitada, logrando alcanzar su objetivo principal, imposibilitar un desembarco en las costas de su país y haber roto cualquier intento de bloqueo. La impopularidad de esa guerra en el pueblo inglés y el desgaste que sufría Año 1995 F. FERNANDO DE BORDEJÉ Y MORENCOS Holanda, sumergida en una grave bancarrota que no le permitía resistir los enor mes gastos que implicaba la lucha contra dos grandes potencias como Francia e Inglaterra, son las causas que condujeron a la paz en 1674. Por un azar del desti no, quince años después un príncipe holandés se convertiría en rey de Inglate rra con el nombre de Guillermo III, y si Holanda conseguiría afianzar su inde pendencia, también pasaría a ocupar entre las naciones europeas un puesto de segunda potencia que nunca remontaría. Por su lado Inglaterra, aprovechándose del desgaste que en hombres y dine ro consumían las empresas de Luis XIV, se lanzaría a la aventura colonial apoyada en un fuerte y eficiente poder naval, pasando el comercio ultramarino de las manos españolas y holandesas a las suyas. Asimismo sabría mantener a su Marina como una institución basada en una estructura y organización bien definidas y poseyendo un órgano de mando que aún subsiste, colaborando a convertirla en la primera potencia naval de la época. Las guerras con Francia No se cerraría el siglo XVII sin surgir un nuevo conflicto de enormes reper cusiones marítimas, muy escalonado en sus fases puesto que realmente se prolongaría durante 125 años, ya que finalizaría con la derrota de Napoleón en Waterloo, siendo su causa inicial la coronación de Guillermo de Orange como Rey de Inglaterra y la expulsión de Jacobo II, protegido de Luis XIV. En su primera fase la lucha se extendería desde 1688 a 1697, en unos años en los que la flota francesa sobrepasaba numéricamente a la inglesa y holan desa reunidas y que se enorgullecía de verse mandada por Tourville, quien no podía evitar el desembarco de Guillermo en suelo británico y el de los ingleses en Irlanda, y si éstos mantuvieron las comunicaciones con su país se debió a las torpezas francesas, pues sus almirantes parecieron desconocer el significa do del control del mar. En el campo operativo se pudo comprobar el contraste que se daba entre la maniobra practicada por un Blake, Monk, Tromp o Ruyter y la de los nuevos almirantes de la época, tal como lo demuestran dos claros ejemplos. El prime ro se relaciona con el indeciso combate de Bantry Bay en mayo de 1689, que se redujo a un simple cañoneo sin pérdida alguna por ambos bandos, siendo paradójico que el almirante inglés Torrington fuese nombrado conde en «premio a su victoria». El segundo ejemplo nos lo ofrece el encuentro del cita do almirante con Tourville en junio de 1690, en la costa sur de Inglaterra, en el que Torrington fue batido por no reaccionar con una energía de la que tampo co dio muestras Tourville, el vencedor, dado que pudo haber obtenido un éxito aplastante, advirtiéndose en ambas partes que la línea de fila en combate se había convertido para los mandos en un verdadero «fetiche». El encuentro más celebrado en esa contienda fue el de Hougue, acae cido en mayo de 1692 y que Inglaterra celebró como una gran victoria, pues aunque ningún almirante perdió un solo barco en la acción, en los cuatro días de retirada francesa Tourville vio hundir a 15 de sus navíos 112 48 EL PENSAMIENTO NAVAL YLAS CAMPAÑAS MARÍTIMAS EN EL SIGLO XVII por efecto de la dispersión. Aunque supuso un golpe severo pero no deci sivo para la Marina gala, ésta quedaría paralizada a partir de allí ante las exigencias de las operaciones en tierra, viéndose impulsados los france ses a entregar algunos navíos a corsarios de renombre, como Jean Bart y Dugay Trouin, para operar en un tipo de guerra naval que ya se considera ba secundaria, la del corso. Ese conflicto de Luis XIV contra Europa entera agrupada en la Liga de Augs burgo terminaría por agotar al país vecino, viéndose impelido el citado monarca a firmar la paz en la que perdería cuanto había logrado conquistar a lo largo de su dilatado reinado. No obstante, la guerra volvería a resurgir con fuerza en 1702 con motivo de la entronización en España del nieto de Luis XIV, Felipe de Anjou, futuro Felipe Y, que encendió la Guerra de la Sucesión española con la que se abriría el siglo xvm. Año 1995 LA HISTORIAVIVIDA José Manuel VEIGA GARCÍA Capitán de navío Los setenta años de la Escuela de Guerra Naval Se cumple en este año el LXX aniversario de la creación de la Escuela de Guerra Naval española, que durante todas estas décadas ha venido fotjando diplomados y nutriendo excelentes cuadros de especialistas. El acto en su momento alcanzó gran relieve por la presencia en el mismo de Su Majestad el rey Don Alfonso XIII, que había manifestado su expreso deseo de presidir la inauguración, realizándolo así con su asistencia. De las distintas fuentes infor mativas de la época, rememoramos el acontecimiento que forma parte ya de un testimonio irrefutable de historia vivida. Su Majestad el Rey llegó al hotel de la calle Quintana, primera sede que fuera del organismo, acompañado de su ayudante capitán de navío Jáudenes, y fue recibido por el marqués de Magaz, presidente interino del Directorio; subsecretario del Ministerio de Marina, vicealmirante Cornejo; almirante Carranza, jefe del Estado Mayor Central; contralmirante Montero Reguera y por el director de la Escuela, capitán de navío Salvador Carvia, con el personal a sus órdenes constituido por el subdirector, capitán de fragata don Miguel Angel de Mier, y profesores don Enrique Pérez Chao y don Francisco Moreno, capitanes de corbeta, así como los primeros alumnos, capitán de corbeta don Fernando Bastarreche y tenientes de navío don Mateo Mille y don Juan Pastor, concurriendo además al acto numerosos jefes y oficiales en representación de los distintos Cuerpos de la Armada. Su Majestad recorrió detenidamente las distintas dependencias de la Escue la quedando muy complacido, así como de la organización de aquélla, pasan do después al salón de actos para presidir la sesión inaugural del curso acom pañado de las autoridades mencionadas y, acto seguido, con la venia del Soberano, el director de la Escuela, capitán de navío Carvia, pronunció la primera lección magistral, de la que se destacan los siguientes párrafos: «Inauguramos, Señor, en estos instantes —comenzaba el capitán de navío Carvia— el primer ensayo que se hace en nuestra Marina de un centro en que se estudie la guerra naval. De la grandeza del momento actual, de la importan cia del acto que V. M. se ha dignado solemnizar con su augusta presencia, no podemos juzgar nosotros por impresión directa, ya que formamos parte del cuadro; pero sí el pasado puede ofrecernos imparciales normas de criterio para juzgar el presente, basta remontarse a un pasado no muy lejano para conjeturar que si nuestros padres, si la generación que nos precedió, hubiera tenido la Año 1995 JOSÉ MANUEL VEJGA GARCÍA inspiración de anticiparse a su época y de celebrar hace cuarenta años el acto que hoy celebramos nosotros, acaso fuera en la actualidad bien distinto el mapa de los dominios españoles.» Se refirió a continuación a cómo tres oficiales norteamericanos procuraban convencer al secretario de Marina de que una Marina de guerra en la que nadie se ocupaba de estudiar la guerra naval era una cosa vacía de sentido. La obser vación fue atendida, y muy poco después, en 1887, recopilaba ya Mahan sus conferencias sobre estrategia naval dadas en el colegio Newport, naciendo así la Escuela de Guerra Naval norteamericana. No es la marina militar el orga nismo llamado a intervenir en la política exterior de un país, pero si España hubiese tenido cuarenta años antes una Escuela de Guerra, el problema estra tégico del conflicto cubano no hubiese pasado casi inadvertido y se hubiesen podido aportar soluciones prácticas a los estadistas, que no las tenían ni sospe chaban quizá que pudieran existir. Y si a los tímidos preparativos americanos, hechos casi a espaldas de un pueblo pacífico entonces, y enemigo de aventu ras, hubieran correspondido otros preparativos españoles efectuados con la firmeza que da la plena conciencia de lo que se hace, es muy posible que no se hubiera llegado a la guerra internacional, o que de haber llegado a ella, y en el caso de haberla perdido, ni Puerto Rico ni Filipinas estuvieran hoy bajo el dominio americano. «La Escuela de.Guerra —continuaba el capitán de navío Carvia— no tiene otro objeto que el estudio de la guerra naval, pero hay quienes no aprecian ni acaso sospechan la importancia de este estudio ni la influencia y valor del entrenamiento mental, y creen que estas cosas son fáciles y que cualquiera las juzga y las resuelve sin necesidad de estudios. Todos sabéis sin embargo que ello no es cierto. Y así todos los estudios que en nuestra Escuela se realicen quedarán concretados en una sola y trascendente asignatura; el Arte de la guerra naval dividida en tres partes: Estrategia, Táctica y Orgánica, que no tienen límites precisos que la separen sino amplios sectores comunes en los que se superponen y cuyo estudio se completará con el de las materias auxiliares más indispensables». En la Memoria oficial que se publicó casi íntegramente en la Revista General de Marina está sintetizado el plan de enseñanza, aunque falte naturalmente el detalle de su desarrollo, que tampoco ha de ser cosa seca y rígida, sino de grandísima flexibilidad. La Escuela enseñará en lo político, en lo militar, en lo orgánico y en lo moral, porque es Escuela de intenso análisis y de profunda meditación. En lo orgánico enseñará, por ejemplo, que el obje tivo principal y casi exclusivo de una Marina de guerra es hacer la guerra naval con la máxima eficacia y obteniendo el mayor rendimiento de los recursos que a tal fin facilita la nación; en lo militar enseñará las aplicaciones infinitas, la variadísima gama de consecuencias prácticas de todo género que pueden dedu cirse de ese principio único de la concentración en que se inspira todo el arte de la guerra: concentración de ideas, de propósitos, de objetivos, de esfuerzos, de inteligencia, en suma de voluntades al logro de un fin común y, por último, la Escuela enseñará en lo moral a inspirarse siempre en un sano optimismo, no caprichoso y fantástico sino sensato y racional. 116 LA HISTORIA VIVIDA El capitán de navío Carvia terminaba su larga y documentada lección magistral haciendo votos porque los Estados Mayores que salgan de la Escue la sean capaces de poner a España en condiciones de afrontar con serenidad las contingencias del porvenir, y si al fin se desencadena la tormenta, sea por Oriente, sea por cualquier otro punto del horizonte, surja de aquí también el hombre afortunado que lleve a la victoria la flota de la Patria. El marqués de Magaz, presidente interino del Directorio, agradeció a Su Majestad el Rey, en nombre del Gobierno y de la Marina, el haberse dignado presidir el acto, que estimaba de gran trascendencia para la historia de nuestro poder naval, terminando con las siguientes frases: «Si a los comandantes y a los Estados Mayores de los barcos y de los Departamentos sólo la guerra debe inspirarles y sólo en la guerra deben pensar, debe, por lo tanto, esta Escuela contribuir completamente a cambiar la concien cia del personal y preparar a esa juventud que tan buenos ejemplos nos está dando en Africa, para obtener días de gloria para la Patria; y yo espero que ese personal podrá templar esas virtudes que ya demuestra, en un alto patriotismo y una gran adhesión a Vuestra Majestad.» Don Alfonso XIII inauguró después oficialmente el curso académico, departió cordialmente con profesores y alumnos, fue obsequiado con un lunch (palabra de la época) y despedido por todas las personalidades oficiales que le recibieron a su llegada. Año 1995 DOCUMENTO El combate de Abtao (7 de febrero de 1866) Ofrecemos hoy a la curiosidad de nuestros lectores una carta sobre el combate naval de Abtao, cuya leyenda copiamos literalmente: Plano de la situación de los buques españoles, peruanos y chilenos en la acción sostenida el 7 de febrero de 1866 en el canal de la isla Abtao. Es copia de la carta inglesa, teniendo a la vista el derrotero de Fitz-Roy y transportado a una escala 48 veces mayor, por lo que faltan los precisos deta lles de sondas, restingas, etc., etc. Salvador Llegat. Hagamos memoria y recordemos que una vez firmada la alianza defensiva contra España entrePerú y Chile, y que éste desoyese las protestas españolas, Méndez Núñez, entonces brigadier comandante general de la Escuadra del Pacífico, se decide a lograr la paz en esta zona por las armas, y emprende una tenaz búsqueda de la goleta Covadonga, que había sido apresada por la corbe ta chilena Esmeralda, pero no la encueñtra. En junta de oficiales se acuerda emprender el rastreo de la escuadra combi nada chileno-peruana que se suponía estacionada en el laberíntico archipiélago de Chiloé. El 4 de febrero de 1866 salen las fragatas Blanca y Villa de Madrid para este archipiélago, pero antes reconocen la isla de Juan Fernández. El día 7, ya en las Chiloé, la Blanca descubre a la fragata peruana Amazonas varada y abandonada en la isla de Abtao. Se sigue estudiando la ensenada, pero a causa de los bajos fondos existentes en la zona y a la falta de cartas de navegación, ambos buques han de limitarse a dar pasadas en línea de fila, sondando cons tantemente y disparando en andanadas cortas contra la división enemiga, que se había situado en su fondeadero natural, formando en arco y cubriendo sus extremos con defensa desde tierra, empleando los cañones retirados de la Amazonas, tal como puede apreciarse en este documento. El intercambio arti llero, a una distancia de 1.500 metros, no tuvo mayores consecuencias: 14 impactos, con media docena de heridos entre los españoles y 16 impactos, con dos muertos para los aliados. La flota española permaneció toda la noche esperando la salida de éstos, sosteniendo máquinas. Después de repetir la maniobra al día siguiente sin obte ner resultados, determinó volver a Valparaíso. El comandante general de la Escuadra, brigadier Méndez Núñez, felicitó a los capitanes de navío Juan Bautista Topete y Juan Alvargonzález, comandan tes de la Blanca y de la Villa de Madrid respectivamente, por llevar a cabo esta arriesgada acción. Archivo del Museo Naval, Madrid. Año 1995 DOCUMENTOS ,, ‘ ¿ _#-.r. 44_ _;_ — — ,tL - ¿ . ,. — _&_ - ¡ / / ! 1 ‘ 1 1 -1 1 120 Año 1995 LA HISTORIA MARÍTIMA. EN EL MUNDO José AntonioOCAMPO El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay es una corporación académi ca de carácter privado, sin objeto de lucro, con fines de interés público, cons tituida por personas vinculadas al estudio de la Historia y la Geografía, en su más amplia acepción, y del Uruguay en particular. Fue creado por iniciativa de Andrés Lamas y Teodoro Miguel Vilardebó el 25de mayo de 1843, cuando por decreto dado en Montevideo, «el Gobierno toma a la Institución bajo su espe cial protección en cuanto dependa de sus atribuciones», reiterando «bajo el patrocinio» gubernamental por ley sancionada durante la XXV legislatura el 21 de junio de 1916. En la propuesta de creación podía leerse que el Instituto se procuraría la reunión «de aquellos que estén llamados a despojarse a las puertas del Institu to de sus prevenciones y colores políticos para entrar en él a ocuparse tranqui lamente en objetos de interés común y permanente», cori el fin de aproximar y nivelar todas las opiniones y reunirlas en el centro de la utilidad y la gloria de la patria. Los objetivos del Instituto son la investigación de las materias de su espe cialidad, realizar cursos y conferencias, editar folletos y libros, publicar la Revista, asesorar al Gobierno, velar por la conservación de monumentos y sitios históricos, archivos, bibliotecas, museos, etcétera. Los académicos que lo componen son designados por el pleno académico con voto secreto, aunque el resto de las votaciones son públicas. Existe una Comisión Directiva compuesta por un presiderite y un vicepresidente, dos secretarios, un tesorero, un bibliotecario y un director dé cursos y conferencias, contando, además, con el director de publicaciones y el director de la Revista. La Asamblea del cuerpo académico es la autoridad máxima del Instituto y sus miembros pueden ser de honor, de número, correspondientes o supernumera rios. Los miembros honorarios pueden ser tanto uruguayos como extranjeros, e igual sucede con los correspondientes y supernumerarios, ya que el Instituto mantiene corresponsalías con la Real Academia de la Historia española, con la Academia Nacional de la Historia argentina y organizaciones similares de Chile, Paraguay, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, República Dominica na, etcétera. Ha designado correspondientes en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia y Suecia, así como en las propias provincias uruguayas, y cuen ta con la colaboración de destacados miembros supernumerarios. Año 1995 JOSÉ ANTONIOOCAMPO Cabe destacar entre los miembros de honor al general José de San Martín y al presidente argentino don Bernardino Rivadavia. Entre los españoles figuró don Ramón Menéndez Pidal, y hoy ostenta este rango el catedrático don Deme trio Ramos. El Instituto Histórico-geográfico del Uruguay ha realizado investigaciones y estudios que están a punto de ser terminados o en fase de desarrollo, así como los que se programaron en relación con la conmemoración del Y Centenario del Descubrimiento de América. Con referencia a ello, y como vía de ejemplo, cabe destacar: Que el Instituto tiene en sus archivos el comienzo de una colección de mapas y planos de la región platense, y más especialmente del territorio que ocupaba el país durante el período hispánico, con vistas a su edición. Que el Instituto ha creado una Comisión Permanente de Estudios de Histo ria del Derecho Indiano, que trabaja actualmente sobre el tema de la persona lidad, época y obra de Francisco de Vitoria. Ultimamente el Instituto ha cumplido con su deber estatutario de asesorar al Gobierno con sugerencias y proyectos sobre «los deterioros en la colonia de Sacramento», estado actual y proposición de destino de la casa en que nació Artigas y sobre homenajes a Francisco de Vitoria. En el capítulo de las publicaciones son muy destacables sus contribuciones documentales (documentos para servir al estudio de la independencia nacional), la biblioteca de autores nacionales y la publicación de los informes y conferencias redactadas, que constituyen un excelente fondo editorial, relati vo tanto a la primera época fundacional como a su reapertura histórica a partir de 1915. 122 48 NOTICIAS GENERALES Bicentenario de la muerte de Vicente Tofiño El 20 de enero último, bajo la presidencia del jefe de la Zona Marítima del Estrecho, almirante Sánchez de Toca Acebal, y del presidente de la Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes, Emilio Jiménez Villarejo, la Armada rindió homenaje, en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz, al ilustre marino y eminente cartógrafo Vicente Tofiño San Miguel y Wander Walle, en un acto conmemorativo del bicentenario de su muerte en la Isla de León. Hicieron uso de la palabra el capitán de navío Manuel Baturone, delegado del Instituto de Historia y Cultura Naval y director del Museo Naval de aquella Zona Marítima, quien expuso a los presentes una semblanza del marino gaditano en su andadura militar, y Jiménez Villarejo que, en breves palabras, ilustró al auditorio sobre la vida y obra de Tofiño, haciendo mención a la búsqueda por la Academia de los restos mortales del marino, cuyo último paradero conocido fue la iglesia de San Francisco. Siguiendo la programación de los actos, se inauguró a continuación, en el Museo Naval, una exposición monográfica sobre la obra cumbre de Tofiño: el Atlas Marítimo de España. Esta obra fue realizada entre los años 1783 y 1788 bajo su dirección, auxi liado por oficiales discípulos suyos de la Academia de Guardias Marinas, a bordo de las fragatas Santa Magdalena y Santa Lucía y los bergantines Vivo y Natalia. Se editaron 80 ejemplares en 1789, encuadernados en tafilete rojo con las armas reales en oro. Existe una edición facsímil de 1989, de 200 ejempla res, ya agotada, patrocinada por el Instituto de Historia y Cultura Naval y ejecutada por el Instituto Hidrográfico de la Marina. Año 1995 NOTICIAS GENERALES Documentos varios (derroteros, observaciones astronómicas, manuscritos de cartas de puertos españoles ...) y 26 cartas de la costa peninsular, insular y del norte de Africa completan la exposición. Hay que señalar la colaboración prestada por el Instituto Hidrográfico de la Marinaypor el académico José María Cano Trigo. Un ejemplar de la primera parte del Atlas Marítimo de España, de los ochenta que se encuadernaron en tafilete rojo con las armas reales en oro y que se conserva, restaurado, en el Servicio Histórico del Instituto Hidrográfico de la Marina. 124 Núm. 48 NOTICIAS GENERALES Convenio entre la Fundación para el Apoyo de la Cultura y el Museo Naval El pasado 21 de diciembre se celebró el acto de la firma de un convenio entre la Fundación para el Apoyo de la Cultura y el Museo Naval de Madrid, mediante el cual la Fundación hace donación de doce millones de pesetas para trabajos de restauración de parte de los frescos del siglo XVI del palacio de los marqueses de Santa Cruz, en el Viso del Marqués, Ciudad Real, en el que está enclavado el Archivo Museo «D. Alvaro de Bazán» de la Armada española. Esta colaboración materializa el citado convenio, que fue firmado por el pre sidente de la Fundación, Juan de Herrera, marqués de Viesca de la Sierra, y por el director del Museo Naval, contralmirante José Ignacio Gon.zález-Aller Hierro, en presencia del jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Rome ro Caramelo,,y el presidente del Patronato del Museo Naval, el infante de Espa ña don Carlós de Borbón, duque de Calabria. Conmemoración en Tautira, Tahití El día 1 de enero pasado se celebró en Tautira, Tahití, el 220.° aniversario de una expedición española que mostró por primera vez deseos de establecerse permanentemente en aquella península. Materializaron el acontecimiento erigiendo una cruz a cien metros de la playa, después de que el padre Jeróni mo Clota celebrase una misa, la primera misa en aquellas tierras, el 1 de enero de 1775, en un terreno donado por los jefes locales (eríes) Tu y Vehiatua para levantar allí la casa misionera. Este es el origen de la actual villa de Tautira. En esa fecha fondeó en aquella bahía la segunda expedición española, compuesta por la fragata El Aguila y el paquebote Júpiter, al mando del capi’ tán de navío de la Real Armada Domingo Boenechea. Procedía de Perú y lleva ba a bordo dos misioneros franciscanos, Jerónimo Clota y Narciso González, del monasterio de Ocopa, cerca de Huancayo, en Perú. La expedición se ¡ enmarcaba dentro de la política de velar por la soberanía española en el S Pacífico llevada a cabo por el enton ces virrey Manuel de Amat, que seguía instruçciones del ministro de Marina e Indias Julián de Arriaga. Domingo Boenechea sería’ enterrado, allí, al pie de la cruz, el 27 de enero, junto con otro marino llamado Manuel Vázquez, muerto por la caída de uii árbol. postal conmemorativo Sello del 220.° aniversario A la misa de aniversario, que fue las expediciones españolas a Tautira, Tahití, de presidida por monseñor José Capun (De cuadro de Jean Louis Saquet) :‘ ‘ . __ ‘ Año 1995 ‘‘ ‘-‘ -‘-‘ 125 NOTICIAS GENERALES many,, obispo director nacional de las Obras Misionales Pontificias, acudió mucha gente, algunos incluso procedentes de las islas vecinas. Predicó el señor arzobispo de Papeete en francés y en tahitiano, explicando el significado de la conmemoración y recordando a los dos padres franciscanos que se establecie ron allí. La Oficina de Correos y Telecomunicaciones emitió un sobre y un sello conmemorativos, de valor facial 172 y 92 francos respectivamente. La cele bración terminó, después de los discursos, cantos y regalos por parte de los nativOs, con una exposición sobre el tema central «Los españoles y Vehiatua en Hui-Fatutira-TaYarapas, que contó, entre otras, con la colaboración del Museo Naval de Madrid. Seminario de Mulazzo sobre el complot de Malaspina Durante los días 20 y 21 del pasado mes de enero, y organizado por el Centro de Estudios Malaspinianos, en colaboración con la Real Academia Hispanoamericana ‘de Cádiz y el Instituto de Cultura «Juan Gil Albert» de Alicante, se celebró en Mulazzo (Italia) un seminario bajo el título «,Complot de Malaspina o complot de Godoy?», consistente en una serie de conferencias sobre los problemas historiográficos acerca de las ideas políticas, el arresto, Foto cortesía de Francisco Rodríguez Romero y Herminia Alzamora Lacaba, participantes en este seminario 126 Núm. 48 NOTICIAS GENERALES proceso y prisión de Alejandro Malaspina, todo ello en el marco de la cultura política de la sociedad de la época. Se impartieron un total de diez conferencias en jornadas de mañana y tarde, a cargo de especialistas italianos y españoles. La representación del Instituto de Historia y Cultura Naval estuvo a cargo del coronel auditor José Cervera Pery, director de la Revista de Historia Naval, que disertó sobre el tema «El proce dimiento penal en la Real Armada del siglo XVIII». Además de la clausura del acto,que estuvo a cargo del sindaco de Mulazzo, profesor Roberto Malaspina, se giraron visitas a los principales lugares malas pinianos como Montrepoli, Portovenere y La Spezia. II Jornadas de Historia Militar Los días 7, 8 y 9 del pasado mes de marzo se celebraron en el Paraninfo del Centro de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) las II Jornadas de Historia Militar sobre el tema central «La presencia española en Cuba (18681895)». La apertura fuepresidida, enausenciadeiteniente general jefedeEsta-.. do Mayor de la Defensa José Rodrigo Rodrigo, por el teniente general Pardo de Santallana, presidente de la Comisión Española de Historia Militar, promo tora de estas Jornadas, quien, asimismo, hizo la presentación. Se pronunciaron cinco conferencias centradas sobre el tema de las Jornadas: «La revolución de 1868 y su proyección cubana. Los capitanes generales Lersundi, Dulce y Caballero de Rodas», por don José Cervera Pery; «La Guerra de los diez años (1868-1878)», por don Fernando Redondo Díaz; «Elite militar e intereses cubanos», por don Manuel Espadas Burgos; «Muerte de José Martí en el combate de Dos Ríos», por don Guillermo Calleja Leal, residente en Madrid; «Maura: una propuesta para la solución del problema de Cuba», por don Javier Tusell. Todas las conferencias fueron seguidas de un animado colo quio de 10 minutos de duración. Actuaron como moderadores, sucesivamente, el contralmirante González Aller Hierro, el general de división Sosa Hurtado y el asimismo general de división Almodóvar Martí. CONVOCATORIAS IX Coñferencia anual sobre la II Guerra Mundial El 1 y 2, de junio próximos se celebrará’ la IX Conferéncia anual sobre la II Guerra Mundial, en el Siena’College, Londonville, N.Y.,.EE.UU., que tiene como tema central «La II Guerra Mundial: cincuenta años de perspectiva». ‘Se recuerdaque el plazo para hacer las propuestas de intervención terminó el 1 de diciembre último. Para pedir información dirigirse a: Año 1995 NOTICIAS GENERALES Dr. Thomas O. Kelly II, Dept. of History, Siena College, Londonville, NY 12211-1462, EE.UU. Teléfono 518-783-2595. Fax: 518-783-4293. XXI Coloquio de la Comisión Internacional de Historia Militar El XXI Coloquio de la Comisión Internacional de Historia Militar se desa rrollará en la Ciudad de Quebec, Canadá, entre el 20 y el 26 de agosto próxi mos, la semana anterior al XVIII Congreso Internacional de Ciencias Históri cas que se celebrará en Montreal del 27 de agosto al 3 de septiembre. El tema principal de este XXI Coloquio será «El mantenimiento de la paz», y corresponderá al período histórico que va desde 1815 hasta nuestros días. Este título general permite el empleo de operaciones militares en el período citado que hayan exigido el empleo de fuerzas de ocupación o el envío de fuer zas expedicionarias a otro Estado para asegurar la paz interna, el manteni miento de políticas imperialistas o el empleo de guerras preventivas. El Colo quio se desarrollará, pues, en un campo más amplio que el mero mantenimiento de la paz, tal como se entendía este término después de 1950. La reunión se celebrará en el hotel Hilton, situado en el centro de la ciudad de Quebec, cerca del edificio del Parlamento, en el que se podrán reservar habitaciones, aunque existen otras soluciones en la misma ciudad. Con objeto de tener disponibles las Actas lo más pronto posible, después de que se clausuren los actos, habrán de recibirse en Otawa todas las comunica ciones el 30 de mayo a lo más tardar. Lo mismo que en Montreal en 1988, se tiene la intención de facilitar una traducción simultánea en cuatro idiomas: inglés, francés, alemán y español. Pero para poder asegurar la traducción de este idioma se precisa la asistencia de una nutrida representación de españoles. Finalmente, se recuerda a aquellos que deseen participar en el Coloquio que la fecha límite para suministrar el título y el asunto se fijó en el 15 de julio de 1994. III Simposio de Historia Militar y Naval Iberoamericana Bajo los auspicios de la Armada Argentina se celebrará en Buenos Aires, en la sede del Departamento de Estudios Histórico-Navales de la Armada Argen tina, y entre los días 20 a 24 de noviembre del año en curso, el III Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana, con arreglo al siguiente ternario: — — — — 128 El mundo marítimo iberoamericano. Las ciencias náuticas y su difusión. El comercio marítimo. Siglos xv al xix. Exploraciones marítimas. 48 NOTICIAS GENERALES — — Gente de mar. Las Armadas y sus actuaciones en tiempos de paz y guerra. Concurrirán a este simposio historiadores navales europeos y americanos, quienes presentarán trabajos inéditos para ser considerados en los plenarios de asistentes, para desarrollar a lo largo de los cinco días que dura este aconteci miento. Este III Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana es conti nuación de los celebrados en Lima (Perú) en 1991 y en Valparaíso (Chile) en 1993, y cuyas Actas se dieron a conocer en su momento. Conmemoracion del IV Centenario del viaje de Álvaro de Mendaña Organizado por la Asociación de Historia Marítima y Naval Iberoamerica na, dentro del marco del Instituto de Estudios Histórico-marítimos del Perú, se prevén diversos actos conmemorativos del IV Centenario del viaje de Alvaro de Mendaña, en cuya ocasión se ha considerado conveniente reforzar las vincu laciones históricas del Perú con la cuenca del Pacífico, dado que éstas son bastante significativas y pueden servir de elemento de coincidencia con las naciones y Estados que la constituyen, sirviendo también de ejemplo los descu brimientos que llevara a cabo Mendaña en sus dos viajes (1567 y 1595) o los de Quirós y Váez de Torres en 1605 y 1606; las exploraciones de Bonaechea, González Haedo, Domonte y otros, que partieron del Perú a finales del siglo XVIII, así como las vinculaciones comerciales que desde el siglo xvi se mantu vieron con China, Japón y Filipinas. El programa, todavía tentativo, para la citada conmemoración es el que sigue: Marzo-junio: Exposición sobre el viaje, que será preparada por la Asociación Hispano-Latino-Americana de la Polinesia francesa, con diversos aportes españoles y peruanos. Dicha exposición, una vez presentada en la Poli nesia francesa, será expuesta en el Perú. Julio: Probablemente el día 21, inauguración de una placa en la Polinesia francesa en homenaje al IV Centenario de la llegada de Alvaro de Mendaña a las islas Marquesas, con la presencia de un representante peruano y otro español. Conferencia en la Universidad francesa del Pacífico, en Papeete, sobre el viaje y su época, tratándose los siguientes temas: «España en Oceanía a finales del siglo XVI», por el representante español; «El Perú marítimo en la época de Mendaña», por el representante peruano, y «El viaje de Alvaro de Mendaña», por un representante local. Septiembre (del 6 al 8): Coloquio internacional en Lima sobre América y Oceanía, con ocasión del IV Centenario del viaj e de Alvaro de Mendaña. Descubrimiento de una placa conmemorativa en El Callao, en un lugar sin determinar todavía, probablemente en el reverso del monolito existente en el Año 1995 NOTICIAS GENERALES muelle de Guerra. Descubrimiento de una placa conmemorativa en Paita, en un lugar pendiente de determinar, e inauguración de la exposición itinerante sobre el viaje. Congreso Internacional de Historia Marítima El Congreso Internacional de Ciencias Históricas se celebrará en Montreal, PQ, Canadá, entre el 27 de agosto y el 3 de septiembre próximos. Este Congre so comprende al también Congreso Internacional de Historia Marítima, cuyo tema central es «Puertos, ciudades portuarias y comunidades marítimas», y se celebrará del 28 de agosto al 1 de septiembre. Para cuestiones relacionadas con la organización de este Congreso, dirigirse a: Prof. Lewis R. Fisher, Maritime Studies Research Unit, Memorial University of Newfoundland, St. John’s, NF A1C5S7, CANADA. Teléfono: 709-737- 8424. Fax: 707-737-8427. E-mail: fisher leif. ucs. mun.ca. 130 48 RECENSIONES Salvador: El Pacífico ilustrado: del lago español a las grandes expediciones. Fundación MAPFRE. Colección Mar y América, 1992. 319 páginas. BERNABEU ALBERT, Esta colección Mar y América, dirigida por el antiguo director del Instituto de Historia y Cultura Naval, almirante Bordejé y Morencos, está formada por diecinueve títulos de los que, según informes, faltan dos por salir a la luz y de la que ya han sido recensionados diez en otros números de esta revista. Todos ellos obra de auténticos especialistas en temas relacionados con el Y Centena rio y de indudable interés para todos los lectores de temas histórico-marítimos. Salvador Bernabeu es doctor en Historia de América, y autor de El IV Centenario del Descubrimiento de América en España (1987). Bernabeu, con gran precisión en el lenguaje y en el dato histórico, nos expone la exploración del océano Pacífico desde el siglo xvi hasta el siglo xix. Estamos lejos de situa ciones bélicas, se trata de conocer cronológicamente cómo, cuándo y qué se fue conociendo de la inmensidad que representa el Pacífico, algo más de un tercio de la superficie de la tierra. Se analizan los viajes marítimos, tanto los comer ciales como los de transporte y, como no, las expediciones científicas que tanto aportaron al conocimiento del Mar del Sur, descubierto por Balboa el año 1513. A lo largo de las páginas conocemos con precisión los descubrimientos españoles tantas veces olvidados, las más de las veces voluntariamente por nuestros tradicionales enemigos. Especialmente interesantes son los análisis sobre las comunicaciones con las Filipinas y la obra cartográfica española, destacando el fabuloso Galeón de Manila. El Índice es el siguiente: Capítulo 1. La aparición del Pacífico (Balboa, expediciones a las islas de las especies Magallanes, California). Capítulo II. La rivalidad internacional en el nuevo Océano (las difíciles costas del Mar del Sur; el galeón de Manila; piratas, corsarios y bucaneros; los holandeses). Capí tulo III. Los primeros avances del siglo ilustrado (nuevos marinos y nueva creencia; la expedición Roggeveen; la penetración rusa en el Pacífico Septen trional). Capítulo IV. El asalto definitivo (viajes de Byron, Wailis y Carteret, Bougainville). Capítulo V. La resolución de los enigmas del Pacífico (viajes de Cook y expediciones españolas). Capítulo VI. La ampliación de los conoci mientos (La Pérouse, Marchand, Entrecasteaux, Malaspina). Capítulo VII. Las conquistas ilustradas (La Compañía de Filipinas, los viajes por El Cabo, expe diciones peleteras). Epílogo. Apéndices: Cronología y Bibliografía e Indices Onomástico y Toponímico. Particularmente interesante es el análisis que hace Salvador Bernabeu en el Epílogo, titulado «La herencia de Robinson», que demuestra su fina sensibili dad más allá de la exposición habitual de tantos historiadores. Nos destaca el autor la gran influencia que tuvieron en Europa los textos literarios con que fueron difundidas las expediciones. Los europeos aprendieron a conocer las , Año 1995 RECENSIONES razas humanas, el estado de la naturaleza casi puro, a filosofar sobre «el Buen Salvaje». Aprendieron que habían roto el equilibrio de unas civilizaciones que nada necesitaban, para su vivencia en paz, de Europa y de su pretendida civi lización. El autor tennina su libro con un texto de Diderot relativo a lo anterior, de una claridad increíble. Para los especialistas es conveniente destacar que Bernabeu en la biblio grafia dice que la mejor obra sobre el Pacífico es debida a la pluma de O. H. K. Spate de título The Paciflc since Magellan dividida en tres tomos: The Spanish lake (1979); Monopolist and Freebooters (1983) y Paradise Found and Lost (1988). Antonio DE LA VEGA Grau i PUJOL,Josep M. T. y PUIGi TARRECH, Roser: El corali a la costa de L’Empordá (Begur S.S. XVIII- xix). Editor Rafael Dalmau. Barcelona, 1993. 90 páginas. Constituye este libro el número 298 de la colección Episodis de la Historia que desde hace largos años viene publicando el editor Rafael Dalmau sobre temas de la historia catalana, tanto la gran historia como la pequeña. Otros títu los de interés marítimo-náutico son El rei Jaume i la Renaixença als PaiTsos Catalans del muy conocido historiador Jaume Sobrequés y Callicó, Un corsa ri anomenat Colom y Entorn de Cristfor Colom, estos últimos de Pere Cata lá i Roca. Nos cuentan los autores en su introducción que el coral es una riqueza natu ral, propia del mar Mediterráneo, aunque se halla también en el Atlántico oriental. En Cataluña s&effcuntrá desde Cap de Sant Sebatiá hasta PÓrti’en dres y, sobre todo, en las lles Forinigues, Medes y Cap de Creus, en toponi mia local. El coral fue y es buscado por su belleza y, cómo no, también por su rareza, es un bien suntuario, conocido desde la antigüedad, también se le atri buyeron propiedades mágicas y curativas en la farmacopea. Objeto central del análisis es la evolución del comercio local de coral duran te los siglos citados en el título. En particular, la gran expansión ocurrida durante la segunda mitad del siglo XIX, debida, según la pluma del llorado Josep Pla, al naciente capitalismo y al mimetismo de la pequeña burguesía respecto a las clases altas. El Indice es el siguiente: El corall, moneda d’intercanvi. La pesca del corali a Begur. A la recerca del corali. La manufactura del corall. La comer cialització. Completan el Indice las Notas y la habitual Bibliografía. • 132 Antonio DE LA VEGA 48 RECENSIONES DE LA VEGA BLASCO, Antonio: La Familia Real y su Real Armada. Colegio Heráldico de España y de las Indias. Madrid, 1994. El colaborador de esta REVISTA, encargado de las recensiones de libros, Antonio De La Vega Blasco, publica bajo los auspicios del Colegio Heráldico de España y de las Indias un interesante estudio sobre la Familia Real y su Real Armada, en el que relata la vinculación de la monarquía borbónica a la Mari na española, en la doble vertiente del Principado y los Príncipes de Asturias y los buques que han llevado los nombres de los reyes, reinas, príncipes y prin cesas de la dinastía. Se estructura el libro con una introducción y dos partes; en la primera se trata de la Familia Real y su Real Armada, con los buques portadores de nombres, tanto en la marina de vela como en la de vapor, y en la segunda se penetra en el ámbito exclusivo de la comunidad asturiana, con los nombres de buques que identificaron a la región, desde la fragata de hélice Princesa de Asturias hasta el actual portaviones Príncipe de Asturias en un recorrido exac to y puntual, enriquecido con pequeños datos biográficos de los personajes protagonistas. Cuidadosamente editado e impreso, se trata de una sencilla aunque valiosa aportación al conocimiento de los lazos de unión entre Marina y Monarquía, y en el que cabe destacar, sobre todo, el espléndido cuadro resumen de las prime ras páginas que autentifican y confirman tal vinculación. J.C.P. DE LA VEGA BLASCO, Antonio y Ruiz FERNÁNDEZDE CAÑETE, Pilar: El resur gir de la Armada: Certamen Naval de Almería de 25 de agosto de 1900. Instituto de Historia y Cultura Naval. Madrid, 1994. La guerra naval hispano-norteamericana del 98 comportó, al margen de las operaciones bélicas, una serie de factores políticos y sociológicos que han sido muy debatidos y estudiados por plumas propias y ajenas a lo largo del tiempo. El papel de la Marina española como gran sacrificada en la contienda no fue, sin embargo, tratado en su justa dimensión y alcance, y habría de esperarse hasta dos años después del término de la conflagración para que la conciencia española despertara de su injusto letargo. Y fue el Certamen Naval de Almería de 25 de agosto de 1900 el primer revulsivo, el detonante inicial en la búsque da de una nueva revitalización del impulso naval en la España dolida y perple ja de primeros de siglo. El despertar de la Marina se va a iniciar por tanto, no desde un Parlamento rayano en el desconcierto, sino a través de un certamen literario o ensayístico propiciado por la mentalidad patriótica de unos ilustres almerienses. Antonio de la Vega Blasco y Pilar Ruiz Fernández de Cañete han buceado a fondo y diestramente en tal certamen, pero no se limitan sólo al mismo y a su entorno, sino que contemplan como antecedentes la situación política españo Año 1995 RECENSIONES la dentro de la panorámica internacional, la discusión parlamentaria de los presupuestos de Marina de 1900, con abundante riqueza testimonial, y lo más importante, las reacciones posteriores al certamen que en su momento fueron canalizadas en una serie de congresos navales y marítimos, y que en cierto modo habrían de servir de orientaciones para el primer plan naval Maura Ferrándiz en pleno proceso reconstructor del siglo xx. Libre, directo, bien concebido y con excelente hilo conductor, es sin duda uno de los testimonios indispensables para el mejor conocimiento de lo que no dejó de ser en su momento la triste realidad española de fin de siglo. J.c.P. 134 48 A PROPÓSITODE LAS COLABORACIONES Con objeto de facilitar la labor de la redacción, se ruega a nuestros colaboradores que se ajusten a las siguientes líneas de orientación en la presentación de sus artículos: El envío de los trabajos se hará a la Redacción de la Revista de Historia Naval, Juan de Mena, 1 ,1.° 28071 Madrid, España. A la entrega de los originales se adjuntará una hoja en la que debe figurar el título del trabajo, un breve resumen del mismo, el nombre del autor o autores, la dirección postal y un teléfono de contacto; así como la titulación académica y el nombre de la institución o empresa a que pertenece. Podrá hacer constar más titulaciones, las publicaciones editadas, los premios y otros méritos en un resumen curricular que no exceda de diez líneas. Los originales habrán de ser inéditos y referidos a los contenidos propios de esta REvIs TA. Su extensión no deberá sobrepasar las 25 hojas escritas por una sola cara, con el mismo número de líneas y convenientemente paginadas. Se presentarán mecanografiados a dos espacios en hojas DIN-A4, dejando margen suficiente para las correcciones. Deben entre garse con los errores mecanográficos corregidos y si es posible grabados en diskette, preferentemente con tratamiento de texto Word Perfect 5.1. u otros afines. Las ilustraciones que se incluyan deberán ser de la mejor calidad posible. Los mapas, gráficos, etc., se presentarán preferentemente en papel vegetal, convenientemente rotulados. Todas irán numeradas y llevarán su correspondiente pie, así como su procedencia. Será responsabilidad del autor obtener los permisos de los propietarios, cuando sea necesario. Se indicará asimismo el lugar aproximado de colocación de cada una. Todas las ilustraciones pasarán a formar parte del archivo de la REVISTA. Advertencias • • • • • • • • • Evítese el empleo de abreviaturas, cuando sea posible. Las siglas y los acrónimos, siempre con mayúsculas, deberán escribirse en claro la primera vez que se empleen. Las siglas muy conocidas se escribirán sin puntos y en su traducción española (ONU, PP, UGT, EE.UU., Marina de los EE.UU., etc.). Se aconseja el empleo de minúsculas para los empleos, cargos, títulos (capitán, gober nador, conde) y con la inicial mayúscula para los organismos relevantes. Se subrayarán (letra cursiva) los nombres de buques, libros, revistas y palabras y expresiones en idiomas diferentes del español. Las notas de pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias rela cionados directamente con el texto. Se redactarán de forma sintética y se presentarán en hoja aparte con numeración correlativa. Las citas de libros y revistas se harán así: APELLIDOS, nombre: Título del libro. Editorial, sede de ésta, año, número de las pági nas a que se refiere la cita. APELLIDOS, nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie, sede y año en números romanos. Número del volumen de la revista, en números arábi gos, número de la revista, números de las páginas a que se refiere la nota. La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias obras del mismo autor, se seguirá el orden cronológico de aparición, sustituyendo para la segunda y siguientes el nombre del autor por una raya. Cuando la obra sea anóni ma, se alfabetizará por la primera palabra del título que no sea artículo. Como es habi tual, se darán en listas independientes las obras impresas y las manuscritas. Año 1995