Las mujeres no quieren ser madres

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Las mujeres no quieren ser madres
Andorele
Baja la natalidad, por la crisis sí, pero este no es el único motivo. El porcentaje de mujeres que no
quieren renunciar a su modo de vida por la maternidad está creciendo. No quieren ser madres, y
reconozcámoslo, no podemos reprochárselo.
Estos días he leído dos informaciones relacionadas y, bajo mi punto de vista, alarmantes. La
primera es que este año por primera vez desde el siglo pasado en España se ha muerto más
gente de la que ha nacido. Y la segunda, directamente relacionada, es que vamos a contar con un
millón y medio de escolares menos hasta 2.029, según datos del último informe del Consejo
Escolar del Estado.
Esto significa que tendremos una sociedad envejecida, con pocos jóvenes, que además, y como la
cosa siga así, se buscarán la vida fuera del país. Más que preocuparme por quién va a pagar mi
pensión cuando me jubile, si es que esto llega alguna vez, me preocupa en qué tipo de país nos
convertimos: ¿un país sin niños, sin jóvenes, sin proyectos nuevos? sin ilusión, en definitiva.
Seguramente no haya una sola causa que provoque que España tenga una de las tasas de
fecundidad más bajas del mundo, con 1?3 hijos de media. Puede que la más determinante sea la
crisis económica que tira para atrás tener un segundo hijo e incluso el primero, pero no es la única.
Cada vez hay más mujeres que no quieren tener hijos. No se trata de culpabilizarnos por que
España esté abocada a un negro futuro sin niños, solo constato lo que veo. ¿Somos unas egoístas
que solo pensamos en disfrutar el momento y vivir la vida sin responsabilidades? Pues
seguramente muchas sí. En mi grupo de amigas somos seis, la mitad somos madres, una hace
muy poco, la otra mitad no lo son. De estas “no madres” una lo es por falta de seguridad
económica, pero las otras dos lo son porque quieren, les da pereza y no les apetece en este
momento. Son verdaderamente malas personas, no pensar en el bienestar de su país y negarse a
contribuir con sus hijos a su avance ¿verdad?
Después de cenas en las que las madres alabábamos las maravillas de los hijos y de cómo
envuelven tu vida con un fantástico lazo rosa, y de explicar que no podrán entender esta felicidad
hasta que la vivan, me acabé preguntando: ¿Es egoísta no querer responsabilizarse, como
tradicionalmente se ha hecho, de la familia? ¿Es egoísta querer disfrutar, como han hecho los
hombres tanto tiempo, de su profesión y su tiempo de ocio? Pues la sociedad así lo ve, se las
culpabiliza a ellas, a las que no quieren ser madres, y se las presiona, sí, todos presionamos a
estas mujeres para que den el paso más importante de su vida, aún a costa de sus propios
deseos.
Pero, ¿por qué en lugar de tener que cambiar la mujer no cambia la sociedad, nuestra muchas
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veces rancia sociedad española? Si no fuera tan machista una mujer no acabaría harta de tener
que llevar trabajo, casa y niños casi sin ayuda. Si no fuera tan insolidaria una mujer no tendría que
dejar a a su bebé de cuatro meses en casa, para volver a un trabajo en el que probablemente ya
no podrá prosperar como un hombre “sin cargas familiares”. Si se distribuyeran mejor los
recursos podría haber educación gratuita desde los 0 años y ayudas a las familias que lo
necesitaran. Si ser madre no implicara renunciar en casi cada ámbito de nuestra vida seguramente
muchas no se lo pensarían tanto.
A este respecto hay que reseñar campañas como la que lleva a cabo El Club de las Malas
Madres, mediante #YoNoRenuncio buscan que la maternidad y la vida profesional no sean
incompatibles. Seguramente este sea el camino para que sea la sociedad la que cambie y no las
mujeres las que se adapten a ella.
Aunque no hemos tenido en cuenta otro factor. Puede ser que haya habido una especie de
mutación, las mujeres hemos evolucionado, el reloj biológico y el instinto maternal eran una
broma. Como seres humanos que somos queremos vivir, viajar, disfrutar y no dar nuestra vida,
nuestras horas de sueño y nuestras energías por esos pequeños que te llenan la casa de juguetes
y mocos. Si esto es así, no hay que preocuparse: ¡Bienvenida extinción!
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