Prevención del Delito Combate a la delincuencia y prevención del delito, una corresponsabilidad social. David Chong Chong1 1 Master en Ciencias de la Seguridad por la Universidad Internacional de Seguridad (UNIVERIS) y CEAS Internacional. Secretario General para México de la Corporación Euro Americana de Seguridad, CEAS México. Correo electrónico: [email protected] Revista Virtual Ciudadanos + Policías Octubre 2015 47 La seguridad es el atributo de una vida sin temores, de la misma manera que el bienestar es el objetivo de una vida sin necesidades, y el delito constituye no solo la principal amenaza para ambos propósitos, sino que representa lo que probablemente sea la forma de inseguridad más impactante sobre la sensibilidad social por su naturaleza intencional de infligir daños que no solo afectan a las víctimas, sino también a su entorno por la sensación de impotencia y desamparo que proyectan sobre el ámbito comunitario. Esto a su vez provoca descontento entre la población ante la percepción de un clima de incertidumbre e intranquilidad social. La finalidad esencial de la seguridad es la protección y salvaguarda integral de la sociedad, por lo cual se puede determinar que su misión, su razón de ser, es evitar males, esto es, evitar que ocurra cualquier cosa que ponga en riesgo la existencia y/o el funcionamiento de las comunidades. Por ello es indudable que la seguridad constituye una necesidad primordial, que en la actualidad se manifiesta como un reclamo social cada día más creciente y recurrente, y en ocasiones incluso estridente. En este sentido se puede proyectar como la visión para la seguridad, la imagen objetivo de lo que se pretende lograr, una situación en la que “no pase nada”, esto es, que no se presente ninguna condición o circunstancia que amenace la existencia, o bien que interrumpa o interfiera con el funcionamiento de una comunidad, lo cual se puede describir como una condición de continuidad en los procesos sociales. La manera en que se materializa esta imagen objetivo es que cualquier ama de casa pueda ir de su casa al mercado y regresar “sin que le pase nada”, que cualquier tienda de la esquina pueda vender “sin que le pase nada”, que los niños puedan salir a la calle, como en otro tiempo, “sin que les pase nada”, que el empresario pueda trabajar sin temor, “sin que le pase nada”. En suma, una cotidianeidad sin temores. En este contexto se puede establecer como el objetivo estratégico para la seguridad a la instauración y preservación de un clima de orden y tranquilidad en el cual prevalezcan las condiciones pertinentes para propiciar, favorecer y fomentar el bienestar y prosperidad social, de tal manera que se puede considerar a la seguridad como un factor vital para las perspectivas de viabilidad y progreso social. En principio, y por un ordenamiento de naturaleza jurisdiccional establecido en el Artículo 21 Constitucional, la responsabilidad de proporcionar esta seguridad a la sociedad corresponde a la esfera Revista Virtual Ciudadanos + Policías institucional, que para tal propósito tiene a su disposición los instrumentos típicos de un Estado, como son los mecanismos judiciales y el monopolio del uso de la fuerza a través de las corporaciones públicas tales como las fuerzas armadas y los cuerpos de policía. El problema de la inseguridad que aqueja a la sociedad se origina precisamente en gran medida en este ámbito, por las limitaciones que afectan a las corporaciones públicas para cumplir con esta responsabilidad, entre las que destacan dos aspectos: deficiencias, que se refieren a aspectos cualitativos que acotan su competencia operativa y que comprenden cuestiones como la escasez y carencia de preparación, equipamiento y apoyo, actitud evasiva o reticente, incluso corrupción; e insuficiencias , que competen a aspectos cuantitativos, los cuales restringen su capacidad de cobertura, y que básicamente se refieren a la cantidad de recursos humanos y materiales. Ante esta situación, aunque el enfoque de solución en la esfera institucional para fortalecer las corporaciones públicas pretende abarcar ambos aspectos, deficiencias e insuficiencias, la realidad es que las eventuales posibilidades de éxito se circunscriben al primero de ellos, las deficiencias, ya que las insuficiencias constituyen una problemática crónica, muy complicada de subsanar con las inevitables restricciones presupuestales inherentes a la naturaleza del ámbito institucional. Octubre 2015 48 A título ilustrativo se puede mencionar que, en el ámbito institucional, se cuenta con poco menos de 300 mil efectivos en las fuerzas armadas y poco más de 400 mil efectivos en las fuerzas de policía distribuidos en 40 mil en la Policía Federal, 227 mil en las fuerzas estatales y alrededor de 165 mil en las municipales, todos ellos para proteger a una población estimada en alrededor de 119 millones de habitantes en nuestro país, lo cual da una media de un elemento de fuerza por cada 170 personas, o bien un elemento de policía por cada 297 habitantes. Proporciones que parecen aceptables desde una perspectiva estadística, pero que no corresponden a la realidad. Una realidad que dice que de todos estos elementos, solo una parte están en servicio operativo, aproximadamente la mitad, y cuya distribución no es uniforme en los casi 2 millones de kilómetros cuadrados del territorio nacional, ya que en algunas poblaciones se tiene una proporción de un elemento por cada 2 mil habitantes o más, e incluso en otras poblaciones ni siquiera se cuenta con corporaciones policíacas. Los esfuerzos institucionales, encomiables dentro de estas limitaciones, se han dedicado primordialmente a subsanar las deficiencias de esos valerosos mujeres y hombres integrantes de las corporaciones públicas, quienes en palabras de Don Vicente Riva Palacio, “están llenos de amor por esta tierra ingrata”, y que ofrecen día tras día su sangre y su vida intentando proteger a la sociedad, en ocasiones sin más futuro que “un sepulcro para ellos de honor”. Pero esto no basta. Se requiere de algo más para subsanar las insuficiencias. Se requiere de la participación ciudadana como recurso esencialmente cuantitativo para ampliar la capacidad de cobertura contra la inseguridad, en particular en el combate a la delincuencia. La razón fundamental para ello estriba en que es el seno de las comunidades donde actúan e incluso habitan los delincuentes, evadiendo y ocultándose de las fuerzas institucionales, de tal manera que es la propia ciudadanía la más expuesta a su accionar y al mismo tiempo la más certera y mejor ubicada para detectar y alertar de su presencia. Por ello, se requiere de la ayuda de esos “mil ojos” de la población para detectarlos, y de sus “mil manos” que les cierren las puertas para no darles “la ocasión que espera el ladrón”. Porque la seguridad no es una dádiva que cae como maná del cielo, sino una causa por la cual hay que luchar juntos, instituciones y población, en particular contra ese enemigo común que es la delincuencia, haciendo realidad aquello de “un soldado en cada hijo te dio”, si bien cada parte desde su trinchera y con sus armas. Las instituciones enfrentándola con la fuerza de las corporaciones, y la ciudadanía eludiéndola mediante el despliegue de medidas de Prevención y su correspondiente aplicación para propósitos de Autoprotección, que en la práctica constituye la forma más efectiva de protección. Revista Virtual Ciudadanos + Policías Octubre 2015 49 En este contexto, y a fin de lograr la mayor efectividad posible en este propósito, es necesario proporcionar un acervo de apoyos y facilidades a la ciudadanía, esos “héroes de lo cotidiano” que salen todos los días de sus casas a seguir haciendo su vida, construyendo el bienestar y la prosperidad social a pesar de los peligros en su entorno, a fin de que pueda realizar su parte en este ejercicio de corresponsabilidad social, para la cual lo más conveniente es privilegiar un enfoque cultural orientado a modificar los perfiles de hábitos y costumbres en el quehacer cotidiano evitando esos descuidos, omisiones y errores que abren los espacios de oportunidad para la delincuencia. Porque si la presunta víctima dificulta en lugar de facilitar el accionar de la delincuencia, no sólo aumenta y mejora las posibilidades de evitar daños, sino también de contener a la delincuencia. Es igualmente importante considerar, para evitar decepciones y frustraciones por falsas expectativas imposibles de cumplir, y que pudieran llevar a un desistimiento de la población para participar, que sería utópico pensar en una erradicación total de la delincuencia, ni siquiera en el muy largo plazo, debido entre otros factores a la base social de apoyo con que cuenta a través de los consumidores de sus productos, que van desde la piratería, pasando por la compra de bienes robados y la trata de personas, hasta el narcotráfico. Entender que el combate a la delincuencia, en cuyo ámbito se inscribe la prevención del delito, es una lucha permanente en la que sólo se puede aspirar a restringir sus espacios de maniobra para reducir los daños que pueda causar a la sociedad. Un panorama de la magnitud de esta base social de “apoyo a la delincuencia” se puede apreciar si se considera que, a nivel global, el negocio de la delincuencia es de alrededor de 870 mmdd, de los cuales aproximadamente 320 mmdd corresponden al narcotráfico y 32 mmdd a la trata de personas. En nuestro país, se estima que el narcotráfico es un negocio de entre 25 mmdd y 40 mmdd, el robo al transporte representa un negocio de 11 mmdd y la trata de personas 10 mmdd. Cantidades que sustentan los lujos de los criminales, la corrupción de las autoridades, y la violencia contra la población, que a final de cuentas es quien aporta este financiamiento al ser “clientes de la delincuencia”. La seguridad es un asunto de todos, una problemática multifactorial cuya solución requiere de la colaboración activa y efectiva de todas las fuerzas sociales, con un énfasis especial en la participación ciudadana, persuadiendo y sobre todo apoyando a la ciudadanía para que transite de la indolencia del “síndrome de Peter Parker” a la convicción proactiva de que la seguridad empieza en la propia casa con iniciativas de prevención para la autoprotección, en particular contra la delincuencia. No sentarse a esperar que las fuerzas cósmicas se alineen por azar y hagan que el destino sea favorable, sino tomar el control y construir un destino que resulte favorable, pero sin recurrir a esquemas en que pretenda convertirse en “profesional”, como los grupos de autodefensa o de corte paramilitar, ante fenómenos de alto riesgo con perpetradores profesionales de la violencia. Para apoyar y fortalecer esta vertiente de participación ciudadana, es necesario en primera instancia abrir canales y espacios para dicha participación, que comprendan referentes de orientación para el desarrollo de una cultura de la seguridad enfocada a la prevención y la autoprotección desde el nivel personal hasta un nivel comunitario, a fin de dificultar y no facilitar ni exponerse al accionar de la delincuencia. Asimismo, dotar a la población con canales y mecanismos de enlace y coordinación, creíbles, efectivos y confiables con las instancias institucionales, con enfoques que trasciendan los esquemas actuales de “denuncia y deja todo en nuestras manos”, que reducen a la ciudadanía a un papel denigrante de “soplones de la policía”, sino que en general transiten hacia modelos innovadores con esquemas de colaboración en condiciones de respeto a los legítimos derechos y la dignidad de la ciudadanía. Revista Virtual Ciudadanos + Policías Octubre 2015 50 En este orden de ideas, es conveniente no perder de vista que las organizaciones criminales han desarrollado estrategias de manipulación social que han demostrado una gran efectividad para provocar la movilización de ciertos segmentos de la población. Segmentos con los que comparten alguna forma de coincidencia de intereses de diversa índole, que pueden ser desde simple complicidad por conveniencias económicas hasta el logro de objetivos de posicionamiento social o político, todo ello con el propósito de intensificar la desestabilización y la perturbación comunitaria a fin de facilitar e impulsar el fortalecimiento y penetración de sus “negocios” criminales. Estas estrategias han sido exitosas debido al bajo nivel, muchas veces justificado, de credibilidad y confianza social en las instituciones y sus corporaciones responsables de la seguridad comunitaria. Por ello lo más importante, crucial, como la imprescindible contraparte inherente a la naturaleza de una corresponsabilidad social, es ofrecer a la ciudadanía una plataforma de apoyos institucionales igualmente confiables y efectivos en toda la cadena del combate a la delincuencia, integrando desde las corporaciones operativas de seguridad pública hasta las instancias de procuración de justicia y los tribunales jurisdiccionales en todos los ámbitos. Esto con el fin de que respondan a las expectativas sociales que necesariamente se generan con una participación ciudadana proactiva, a partir de lo cual se construye la base de confiabilidad con la cual se configuran las perspectivas de gobernabilidad en cualquier sociedad, y que a su vez se sustentan en un círculo virtuoso progresivo que contempla abrir espacios de credibilidad para tener la oportunidad de demostrar la efectividad institucional. Para este propósito es fundamental romper la inercia de alejamiento, discrepancia y virtual divorcio por mutua desconfianza, igualmente justificada en muchos casos desde ambas perspectivas, entre instituciones y población. Conciliar y alinear ópticas hacia objetivos que construyan la viabilidad y el progreso social, de tal suerte que sea posible conjuntar y complementar esfuerzos desde cada trinchera para reconstruir el tejido social en el presente y blindarlo hacia el futuro a través del restablecimiento de una cultura de valores. Dejar de lado tanto la “soberbia del puesto” que suele presentarse en el ámbito de las instancias institucionales, como la mezquindad y el egoísmo de hacer prevalecer los intereses particulares sobre los colectivos, lo que implica renunciar a los beneficios y conveniencias económicas de la corrupción en la parte institucional, y de la oferta de los productos de la delincuencia en la parte de la sociedad. Inercias que al no haber sido enfrentadas en su momento han acumulado un gran cúmulo de rezagos, cuya solución sin duda alguna requerirá esfuerzos hercúleos equiparables a la limpieza de los establos de Augías, si bien no tendría que ser en un día, como lo reclaman la estridencia de algunas voces que practican la estrategia de “protesta sin respuesta, que no es respuesta”, sino a través de la unidad ante ese enemigo común que es la delincuencia, que por ahora parece estar venciendo merced a las facilidades que le ofrece la actual división social. Porque las alternativas que se nos presentan son que o nos organizamos para colaborar, luchar y eventualmente triunfar como comunidad, o seguiremos cayendo y sufriendo como individuos. No preguntes lo que tu País puede hacer por ti. Pregunta lo que tú puedes hacer por tu País John F. Kennedy Revista Virtual Ciudadanos + Policías Octubre 2015 51