Sobre el Estado español

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Sobre el Estado español
(enero de 2012)
Iñaki Gil de San Vicente
Publicado por Matxingune taldea en 2011
Resumen
La crisis española no es solo una crisis económica, es una crisis mucho más profunda y las izquierdas
revolucionarias e independentistas no deben de caer en esa trampa, no deben dejarse engañar por los tópicos creados
por la intelectualidad española. Las izquierdas revolucionarias e independentistas deben saber ser independientes
y saber analizar realmente la situación para poder plantear una estrategia que les lleve a acabar con el Estado
capitalista y construir el Estado socialista por el que luchan.
Uno de los mayores peligros que amenaza a las fuerzas revolucionarias, sobre todo a las independentistas,
es aceptar el tópico de que la «crisis española» es casi exclusivamente económica, como se ve en esos más
de 5 millones de parados que pueden llegar a seis, en el derrumbe financiero-inmobiliario, en la impagable
deuda privada y pública, en la economía sumergida que supera el 24% y que se dispara en verano, en
el fraude fiscal y la corrupción, en ese dato oficial del 25% de la población ya empobrecida, y en esas
500.000 familias que serán desahuciadas de aquí a 2015, etc. Decimos que reducir la crisis estatal a lo
económico es uno de los mayores peligros, porque semejante reduccionismo nos impide ver otras crisis
más o menos relacionadas con lo económico pero con una clara autonomía dentro de la totalidad. Al no
ver las partes del todo, tampoco vemos éste en sus contradicciones internas y por tanto en sus grandes
tendencias evolutivas. Semejante ceguera puede condenarnos a repetir los mismos errores cometidos en
la década de 1970, cuyas consecuencias aún sufrimos.
La deuda total del capitalismo español es la mayor de su historia, superando los 800.000 millones de euros,
el 70% de su PIB y más del séxtuplo del presupuesto estatal para 2012 que es de 120.000 millones de
euros, y su deuda militar oscila entre 27.000 y 31.000 millones de euros, para lo que se necesitarán dos
décadas hasta satisfacerla. Sin embargo, debemos profundizar en otros tres problemas sin los cuales no se
entiende lo característico del largo período actual. Uno, el primero, es que se trata de una crisis económica
estructural, de modelo productivo y no sólo de sus formas financieras e inmobiliarias, e incluso industrial,
según se sigue creyendo. Estos componentes son ciertos pero a pesar de su desquiciante magnitud sólo
reflejan una falla más profunda, decisiva, la del atraso permanente de la productividad del trabajo del
capitalismo español con respecto a la productividad media de las economías de su entorno. Y a la larga,
como advertía Trotsky, la ley de la productividad del trabajo rige los destinos de los Estados y de los
pueblos.
Hay varias formas de aumentar la productividad del trabajo, pero la decisiva es la revolución
tecnocientífica. Pues bien, el capitalismo español hace todo lo contrario. En 2010 el gasto privado en I+D
cayó un 0,8% respecto a 2009, reduciéndose en un 16% las empresas en esta decisiva industria, siendo
las PYME de entre 11 y 49 empleados las que retroceden un 28%, y las empresas en telecomunicaciones
con un 17%. En 2010 sólo se registraron 3.669 patentes frente a las 20.000 italianas, las 30.000 francesas,
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las 88.000 alemanas, por no citar las japonesas y las yanquis. La «mediocridad universitaria» estatal es
conocida internacionalmente ya que no hay ninguna universidad entre las 100 primeras del mundo, una o
dos entre las 150 o 200, estando la mayoría entre las 300 y 500. En la escala de «excelencia científica»,
el Estado ocupa el lugar 21 de entre 50 y tiende a retroceder, por lo que más de 1.000 científicos muy
cualificados han firmado un documento público advirtiendo de «alarma científica».
El segundo problema está relacionado con este y es la debilidad de la clase burguesa y especialmente
de la pequeña burguesía. Las grandes empresas españolas pertenecen a 200 familias y cada vez más al
capital transnacional, y las industriales van extinguiéndose frente al poder que desde hace casi un siglo
tiene el capital financiero, el energético, el comunicacional, el inmobiliario y cementero, el turístico y el
de servicios. Es un capitalismo que depende del exterior y que se ha convertido ya en un «protectorado
económico». Lo peor es que la pequeña burguesía y la mal llamada «clase media» están reduciéndose: en
los nueve primeros meses de 2011 ha habido un descenso de 101.200 autónomos, un 3,4% menos, pero
en Europa crecieron en 21.300 en los tres primeros trimestres del pasado año, un 0,1% más que en el
mismo periodo de 2010, especialmente en los Países Bajos con un 1,7%, Estado francés un 1,9%, Gran
Bretaña un 2,5% y Alemania con un 3,8%. Desde 2008 han desaparecido 177.336 empresas, la mayoría
PYME, que contratan entre el 90 y 95% de la fuerza de trabajo, mientras que las grandes empresas de
5.000 o más trabajadores han pasado de 99 en 2007 a 107 en 2011. De julio a noviembre de 2011 han
cerrado 35.000 empresas, la mayoría PYME, y es sabido que son muy pocas las empresas industriales
que vuelven a abrirse.
A finales de 2011 las administraciones públicas debían a las PYME nada menos que 45.000 millones de
euros, mientras que en el primer trimestre de 2009 117.000 PYME tenían cerrado el acceso a la financiación
bancaria, el 10% del total, mientras que las dificultades de financiación afectaban al 87,5% del total.
Como se aprecia, nos encontramos ante un ejemplo de libro de la ley de la concentración y centralización
de capitales sobre todo durante las crisis. Históricamente, la crisis de la pequeña burguesía tiene dos
efectos opuestos en la vida sociopolítica, por un lado, la mayoría tiende a girar a la derecha y extrema
derecha, al racismo, al sexismo, y la minoría tiende a girar hacia la democracia progresista y hacia la
izquierda, quedando un sector intermedio expectante, pasivo y manipulable. En estos momentos es decisiva
la intervención de una izquierda revolucionaria con un programa sociopolítico abierto e integrador pero
dirigido por el pueblo trabajador y su contrapoder de masas.
Y el tercero es el retroceso internacional. En enero de 2011 se conoció un informe que advertía que
para 2050 se habrá retrocedido al décimo octavo puesto en la jerarquía imperialista. Se está ampliando
la «brecha de confianza» que separa el capital transnacional del estatal. La decadencia se acelerará al
debilitarse la pequeña burguesía y al retroceder en 0,5% el PIB debido al criminal ajuste que se está
implantando, según las estimaciones menos pesimistas. A finales de 2011 se supo que el Estado había
retrocedido en lo social a niveles de 2002, y que ya estaba a ocho puntos por debajo de la media de la Unión
Europea. De 2007 a 2010 ha perdido 6 puntos en el PIB europeo, por lo que desde mayo de 2010 la política
económica ha estado desesperadamente orientada a frenar este retroceso, obedeciendo sumisamente los
dictados del capital internacional. Pero el 25 de enero de 2012 un diario económico decía: «Spain bajo
sospecha en Davos», donde el PP aseguraba al imperialismo que impondrá el déficit 0 a cualquier precio.
Vemos que no es sólo una simple «crisis económica» sino mucho más. ¿Qué soluciones tiene la burguesía?
Una, aplastar a los pueblos trabajadores internos. Dos, aumentar el imperialismo externo; y, tres, potenciar
un negocio mixto: en 2003 las empresas BBVA, Iberia, Sol Meliá y Unión Fenosa presentaron el Proyecto
Marca España, como reclamo exterior y cohesionador interior. En noviembre de 2010, los diecisiete
capitalistas más poderosos presentaron al rey que Franco nombró el informe Transforma España, de la
Fundación Everis, insistiendo en la marca-país, en la marca-España. En enero de 2012, se realizó la segunda
edición del Spain Investors Day con la presencia de las 34 grandes empresas y el ministro de Industria
para convencer al capital internacional que «España tiene mucho que ofrecer a los inversores». Poco antes,
en enero de 2011 se supo que la lengua española ayudaba a generar el 16% del PIB mundial con sus 450
millones de consumidores culturales, una transnacional cultural dirigida desde Madrid ya que el «factor
Ñ» aporta el 3% del PIB español. Además, el PP quiere comercializar las televisiones autonómicas y
probablemente las escuelas para aumentar el beneficio privado y fortalecer el ultracentralismo español.
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Sobre el Estado español
Las izquierdas revolucionarias e independentistas no debemos basar nuestras estrategias en los tópicos
fabricados por la mansa intelectualidad española sino en nuestro propio pensamiento, con el objetivo de
no repetir en lo esencial los errores de la década de 1970.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 31 de enero de 2012
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