Las instituciones importan para el desarrollo: en torno al libro de Alonso y Garcimartín ACCIÓN COLECTIVA Y DESARROLLO. EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES José Antonio Alonso y Carlos Garcimartín Instituto Complutense de Estudios Internacionales, Madrid, 2008 Los profesores Alonso y Garcimartín abarcan en su libro una amplia problemática en torno al papel que juegan, o que deberían jugar, las instituciones en el desarrollo económico. El lector interesado por el tema, y sobre todo, el ejecutor práctico de políticas de desarrollo, es conveniente que abra el libro sa- biendo que la mayor parte de los temas examinados son materia viva, en debate permanente, abierta a nuevos enfoques, y que, por tanto, no debe esperar un libro-formulario con instrucciones precisas sobre qué o cómo hacer en tales o cuales supuestos, sino ideas y sugerencias válidas para contrastar su viabilidad sobre escenarios reales, provocar reflexiones propias y desenvolverse con pragmatismo en los proyectos de institucionalización. A costa de simplificar, agruparíamos el contenido del libro en dos partes principales, más un interesante artículo de perspectiva histórica que se comentará aparte. Una parte es instrumental. Alonso y Garcimartín familiarizan al lector con nociones fundamentales: proponen una definición amplia de instituciones, y esbozan los orígenes y actualidad del pensamiento institucionalista. Son muy útiles sus aclaraciones a los conceptos clave de costes de transacción y de acción colectiva, y especialmente informativos los capítulos dedicados a calidad institucional y a indicadores de calidad. Una segunda parte está enfocada hacia economía institucional aplica- da. Los autores razonan el papel crítico de las instituciones para permitir el funcionamiento fluido de una economía de mercado, y analizan con especial atención la complejidad de los procesos de cambio, subrayando aspectos como la inercia, el carácter secuencial de los procesos y, de manera muy destacada, el papel que debe jugar la institución Estado. Los autores dedican un capítulo a otra dimensión del problema del desarrollo, la determinación de sus causas últimas —geografía, instituciones, comercio—. Dada la relevancia que asume el factor institucional, los autores toman partido en el debate acerca del papel que han podido desempeñar las instituciones de factura española en la evolución económica de América Latina. Lo que sigue no es un resumen de la obra, sino comentarios que sólo pretenden destacar o complementar algunos aspectos concretos. En alguna ocasión, se echa de menos que la formidable base académica de los autores no les haya inducido a tratar algo más extensamente algunos puntos (¿tal vez una segunda edición ampliada sea la oportunidad de hacerlo?). ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 217 LOS LIBROS El desarrollo económico en clave institucional No está de más recordar, como hacen los autores, que la irrupción de las instituciones en los estudios sobre desarrollo es un suceso relativamente reciente. Aunque hoy nos parezca una aportación imprescindible, lo cierto es que las preocupaciones de teóricos y prácticos se encaminaron hacia otros derroteros durante buena parte de los últimos sesenta años. Alonso y Garcimartín distinguen en su introducción tres etapas en los estudios sobre el desarrollo. Es evidente que los límites entre etapas nunca puedan trazarse de manera precisa, pero es una aproximación muy significativa para comprender los antecedentes intelectuales del actual énfasis sobre instituciones, y sólo querría reiterar la presentación de los autores añadiendo algunas observaciones complementarias. En cada etapa, la práctica del desarrollo económico evoluciona bajo las influencias cruzadas de tres factores: la política de los países donantes, el pensamiento económico y la estrategia de las instituciones financieras internacionales (IFI). Es curioso notar la facilidad con que los críticos —desde cualquier ángulo del espectro ideológico— descargan en las IFI, y sobre todo, en el Banco Mundial, una gran responsabilidad por la lamentable desproporción que revela la realidad entre 218 ICE propósitos de desarrollo, o de alivio de la pobreza, y los resultados prácticos en cada etapa. Toda crítica debe ser bienvenida, desde luego, pero conviene que los disparos se dirijan al blanco apropiado. El Banco Mundial, igual que otras IFI, no es un centro autónomo de operaciones, dedicado a idear arbitrarias estrategias desde una torre de marfil, sino un instrumento al servicio de sus Estados accionistas, y sus decisiones se ajustan indefectiblemente a las políticas cambiantes de estos últimos, en particular —como es de suponer— de los países donantes cuyo peso es mayoritario en Directorio. Por otra parte, creo que es interesante subrayar también que el Banco Mundial no ha sido originador de doctrinas sobre el desarrollo, sino «tomador» o intérprete de la doctrina más extendida en cada época, que normalmente se ha generado en facultades de economía del mundo anglosajón, y especialmente de EE UU. En una primera época —después de la Segunda Guerra Mundial— teoría y práctica coincidieron en el papel crítico del Estado para corregir los fallos del mercado e impulsar la acumulación de capital. El Banco Mundial se creó para prestar a sus «miembros», los Estados accionistas (Estatutos, III.2), y sus programas financiaron proyectos de reconstrucción y grandes infraestructuras, incluso hasta el final de la larga presidencia de McNamara (1968-1981). La ayuda bilateral en ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 este período no fue cuantitativamente decisiva y por lo general buscaba más bien aliados en la Guerra Fría que objetivos de desarrollo. No es posible aquí entrar en detalles, y baste con señalar que los resultados de esta primera etapa de protagonismo estatal, en términos de desarrollo y de alivio de la pobreza, fueron decepcionantes. La crisis del petróleo primero, y la crisis de deuda subsiguiente, le pusieron punto final dramático. Por eso cuando el péndulo se movió lo hizo hasta el extremo opuesto. Una buena parte del pensamiento económico miraba ya en otra dirección. La pobreza no puede aliviarse más que por medio del crecimiento que, se suponía, irá filtrándose hacia todas las capas de la sociedad. Pero el crecimiento no es compatible con la gestión estatal de la economía. Intervenciones y controles desvirtúan la eficacia del sistema de precios y, por tanto, los mecanismos de asignación de recursos en la economía. Esta es la labor del mercado libre (getting prices right). A fin de despejar dudas, se rechazó incluso la autonomía intelectual de que habían gozado los economistas del desarrollo en la época anterior. Los agentes económicos responden a los mismos incentivos de mercado en una economía atrasada que en una avanzada, de manera que no hay por qué buscar singularidades a la economía del desarrollo que no pueda abarcar el modelo neoclásico de mercados perfectos. LOS LIBROS El Banco Mundial reflejó estas influencias, dando un giro radical a su visión anterior. A partir de los años 80, toman posiciones directivas en la entidad notables economistas de formación neoclásica, por ejemplo, Krueger, como economista jefe (desplazando a un conocido experto en modelos de desarrollo, Chenery), o Stern, como vicepresidente para operaciones, que imprimen con energía su orientación ideológica lo mismo en la selección de personal que en la operativa del Banco. Un estudio interno sobre las causas del progreso limitado de las economías subsaharianas (Informe Berg, 1981) dirigió el punto de mira, sin vacilaciones, hacia las torpezas gestoras del sector público. Ya no preocupan los fallos del mercado. Lo que preocupan son los fallos del sector público, cuando interviene en la economía esgrimiendo el pretexto de corregir fallos del mercado. El Banco minimizó su gran activo, la especialización en proyectos, y pasó a ofrecer programas de ajuste estructural, structural adjustment loans, condicionados formalmente a la introducción de reformas liberales en las economías de países atrasados. El llamado Consenso de Washington no fue más que un resumen de las «recomendaciones» de política económica liberal que muchas IFI, y desde luego, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, impusieron a los países en desarrollo a través de las fórmu- las de condicionalidad en sus programas. Pero hacia fines de la década de los ochenta se produce otro movimiento, aunque esta vez el péndulo quedó a mitad del recorrido. El Banco Mundial, que periódicamente somete su actividad a tratamiento autocrítico —es verdad que algo tarde, pero aun así, hace mucho más que la práctica general— terminó reconociendo la debilidad de sus programas de ajuste estructural. La condicionalidad basada en elementos de libre mercado, en términos a veces agobiantes, había generado animadversión general en los países en desarrollo y resultados poco alentadores. Las terapias de choque no sirvieron para crear mercados eficientes, y las privatizaciones de servicios públicos fueron en muchos países polémicas, corruptas, y terminaron deshaciéndose en años posteriores. Se cae en la cuenta de que las políticas mejor diseñadas no pueden tener éxito cuando falta la capacidad local, pública y privada, para asimilarlas y ejecutarlas, esto es, cuando el país carece de una base institucional eficaz. El ambiente intelectual de aquellos años daba ya lugar relevante al pensamiento neoinstitucionalista —destacado por dos Premios Nobel, Coase (1991) y North (1993)—, y el Banco Mundial lo toma en cuenta a partir de un nuevo informe sobre Africa subsahariana en 1989 (From Crisis to Sustainable Growth). El interés se fue desplazando hacia una concepción «holística» del desarrollo, algo mucho más complejo que la sola interacción de variables económicas, que incorpora al análisis elementos de difícil cuantificación, como la buena gobernanza y la creación o reforma de instituciones (getting institutions right). Este campo es muy abierto y, sobre todo, muy ingrato, porque sus efectos raramente son visibles en plazos cortos. La base de trabajo continúa siendo el modelo de libre mercado, desprovisto del dogmatismo anterior (por ejemplo, en materia de privatizaciones, o de liberalización financiera), sobre el que se articulan —a veces, simplemente, se superponen— las instituciones necesarias para asegurar el cumplimiento de las condiciones de primer orden —derechos de propiedad, respeto a los contratos, estabilidad macro, y otras— que son requisito para que el mercado funcione. Pero la economía del desarrollo, aunque haya asimilado la importancia clave de las instituciones, no dispone de una metodología consolidada para tratar el institution building de manera sistemática —qué tipo de instituciones, en qué momento, con arreglo a qué secuencia—, dentro del marco de economía política de cada país, y de ahí el interés de obras como la que hoy se comenta en esta revista. Aquí es donde nos encontramos. Hemos caído en la cuenta muy tar- ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 219 LOS LIBROS de, malgastando recursos y desorientando a muchos países, de que el desarrollo económico es un todo integrado por crecimiento más transformaciones sociales profundas, que difícilmente pueden introducirse a falta de un entramado institucional apropiado. Hay una característica esencial de todo programa de desarrollo, la «apropiación» (ownership) por el país, pregonada ruidosamente por IFI, donantes, y ONG, que sin embargo es un concepto vacío cuando el país carece de instituciones capaces de conducir el programa con conocimiento e independencia. Con este telón de fondo —formado por las primeras páginas de la obra—, podemos pasar directamente al comentario de los grandes temas que abordan los autores. Definiciones: ¿de qué hablamos? Como tantos otros conceptos manejados en ciencias sociales, las instituciones se resisten a una definición precisa, pero muchos autores —economistas y sociólogos— no se han resistido a proponer la suya. Alonso y Garcimartín, con muy buen sentido, no convierten el capítulo correspondiente en un ejercicio formalista de comparaciones. Prefieren desarrollar la definición integradora de Avner Greif, quien explícitamente reconoce que cada una de las aportaciones de sus colegas permite capturar algún aspecto de la realidad, y es, por tanto, especialmente 220 ICE apropiada para examinar un problema determinado. No las considera «recíprocamente excluyentes» y prefiere proponer, de forma práctica, la integración en una sola definición de los elementos que considera cruciales: sistemas de factores sociales —en el sentido de ser una creación humana, que cada individuo acepta como un dato que va a influenciar su conducta— que se componen de reglas, creencias, valores, organizaciones y que generan pautas de comportamiento regular en individuos y en sociedad. Los autores dedican buena parte del Capítulo 2 a profundizar en cada uno de estos elementos. El lector no debe pensar que Alonso y Garcimartín han utilizado la definición de Greif debido a la comodidad de disponer de una especie de collage de las de otros autores. Ésta sería una visión equivocada. La definición de Greif, autor nada fácil, y nada convencional, es un intento ambicioso de reunir la visión más economicista de las instituciones —como contratos, o como reglas del juego, formales o informales— y sus múltiples visiones culturales —instituciones como reflejo de sistemas de creencias y valores— en un conjunto coherente. Las motivaciones de los individuos para obedecer las reglas son centrales al análisis sociológico, y se les atribuye carácter endógeno: no basta con suponer el cumplimiento, sino que es necesario explicar por qué unas reglas se obedecen y ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 otras no. El aparato teórico que desarrolla a partir de su definición es relativamente complejo y lo aplica al análisis de interesantes episodios históricos del mundo medieval, en los que arroja luz, o al menos, propone nuevos ángulos de particular interés para la interpretación comparada de los procesos de cambio o dinámica institucional, por ejemplo, entre la alianza de comerciantes magrebíes y algunas ciudades-Estado italianas. Pero las investigaciones de Greif han generado no poca controversia entre especialistas, y los autores hacen bien en no adentrar al lector en sus diferencias. Por otra parte, aunque del análisis histórico de Greif se derivan observaciones de interés para los problemas del desarrollo, creo que en su mayor parte son ya valor entendido y —en este terreno específico— no reflejan puntos de vista innovadores. Los autores exponen con notable claridad algunas notas especialmente características de las instituciones. Dan la importancia debida a la necesidad de estructuras self-enforcing, o autosostenidas, en las que los individuos ajustan su comportamiento de conformidad con pautas ya experimentadas, de modo que así refuerzan la credibilidad de la propia institución y su capacidad de imponer normativas. Las instituciones pueden constituir cauce efectivo para abordar problemas importantes de coordinación que plantea la acción colectiva —además de ser resultado de la pro- LOS LIBROS pia acción colectiva—, como recuerdan los autores al mencionar la obra de Olson. Entra la economía política Cualquier programa de creación o de reforma de instituciones necesita basarse en estudios serios de viabilidad. La observación parece trivial. Pero no se trata solamente de la consabida evaluación «técnica» del proyecto, en busca de una figura institucional «óptima», o que mejor refleje las «buenas prácticas» vigentes en alguna otra parte del mundo. La oportunidad y configuración de las instituciones deben evaluarse sobre un trasfondo de la economía política del país, y esto resulta mucho más complicado. Los autores han resumido ya las ideas fundamentales en su capítulo de definiciones, y luego las reelaboran —de manera creo que muy acertada— a lo largo del Capítulo 8. Toda reforma comporta ganadores y perdedores, y éstos últimos —perdedores absolutos, o perdedores en términos relativos, o simplemente, grupos sociales con la percepción de que van a ser perdedores— tratarán de frenar o adulterar el proceso por todos los medios. Un análisis de las posibilidades de creación o de cambio institucional será siempre insuficiente si no incorpora lo que Alonso y Garcimartín llaman la «aritmética de intereses» que prevalece en el país, en clara referencia a los condicionan- tes que impone la economía política. Unas veces serán grupos con poder de mercado los que se opongan a la aparición de las nuevas instituciones que contribuirían a abrirlo. Burocracias que medran en una administración corrupta cerrarán filas frente a cualquier intento de desregulación o de liberalización que permita a los ciudadanos operar sin pasar por la ventanilla. Los ejemplos podrían claramente multiplicarse. Uno de los más graves es la «resistencia fiscal» opuesta por grupos sociales con capacidad tributaria, que produce el efecto de condenar al Estado a una situación de penuria en la que difícilmente puede atender servicios públicos indispensables. Un examen en profundidad de este problema se encuentra en un buen artículo de Omar Sánchez1, ilustrativo del problema en Guatemala —país cuya relación impuestos/PIB figura entre las más bajas del mundo— pero sobre todo, estudio de un «caso» bien enrevesado de economía política. El mismo condicionamiento que impone la economía política de un país obliga a recordar con los autores que las instituciones, como dicen de los buenos vinos, «viajan mal». En general, traducir e importar instituciones desde algún país avanzado ha producido muchos fra- 1 SÁNCHEZ, O. (2009): New Political Economy, marzo. casos. Siempre habrá que matizar, por supuesto, como en el ejemplo tradicional de la recepción legislativa del código civil suizo, prácticamente en bloque, por la Turquía de Atatürk. Pero habitualmente las diferencias en valores y percepciones —parte de origen cultural, en parte debidas al distinto grado de evolución política o económica— condenan a la irrelevancia las operaciones de trasposición de instituciones. Las instituciones deben nacer con el marchamo de ser «propias» (de nuevo, la noción de ownership), lo cual es compatible con la consulta y la inspiración en elementos ajenos: la gran reforma en 2001 de la normativa mejicana sobre valores estuvo precedida de un enorme esfuerzo de comparativa internacional, pero en último término reflejó los principios, compromisos y prácticas emanados del complejo entorno de la economía política nacional. No debe confundirse la «forma» que adopte una institución —y que es lo más fácilmente «importable» de otro país— con la eficacia funcional que debe alcanzar en su propio entorno nacional. Como recuerda Rodrik (Growth Strategies, 2003, bibliografía de los autores), es erróneo enfocar la creación o reforma de instituciones como problema de convergencia formal con las instituciones de otros países. Regulación de valores, seguridad social, mecanismos presupuestarios, pueden instrumentarse tan satisfactoriamente en un país como en otro, a ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 221 LOS LIBROS pesar de que cada país articule esquemas institucionales coherentes con sus datos de economía política. La distinción entre funciones y forma es fundamental (y muy clara sobre el papel, aunque lo sea menos en la práctica). Creo que éste es el punto de vista mantenido por los autores y por la doctrina más solvente, lo cual no excluye que IFI y donantes continúen incluyendo en sus programas generosas ofertas de consultores que muchas veces proponen simplemente trasladar «formas» de un país a otro. Pruebas de calidad Alonso y Garcimartín enumeran en el Capítulo 4 varios criterios que sirven para caracterizar la «calidad» de las instituciones. Aunque, como ellos mismos indican, la práctica corriente no se inclina por evaluar las instituciones de esta forma, me parece tan importante como a ellos reunir elementos de juicio suficientes para poder analizar críticamente la funcionalidad de una institución. Brevemente, los criterios establecidos por los autores son, — eficiencia estática, indicando la capacidad de una institución para generar los incentivos apropiados que aseguren un funcionamiento fluido de los mercados (lucha antimonopolio, agencias reguladoras independientes...); — eficiencia dinámica, o disposición al cambio, que se refiere a la capacidad de adaptación al cambio, 222 ICE de la propia institución, y de los agentes sociales interesados; — seguridad, con objeto de aminorar los factores de incertidumbre a los que se enfrenta la interacción humana en los mercados; — credibilidad, o legitimidad que debe caracterizar a la institución para que su marco normativo sea aceptado por los agentes económicos y sociales del sistema. Estos criterios reaparecen oportunamente en el Capítulo 8, dedicado al cambio institucional y al análisis del desigual avance de las instituciones a lo largo de las sucesivas fases de un proceso de desarrollo. Obsérvese que falta un criterio de eficiencia social. Esto puede sorprender al lector que piense que, si introducimos las instituciones como endógenas al análisis, y admitimos que nacen para resolver un problema, nuestro objetivo debe ser el de encontrar la solución eficiente del problema. La economía aspira a encontrar soluciones eficientes y, por tanto, el análisis económico nos debiera permitir encontrarlas en forma de instituciones eficientes. Quizá convenga recordar al lector la razón de esta aparente anomalía. Tenemos que remitirnos a la economía política. En cualquier entorno social hay que prever situaciones de conflicto cuando algún grupo social pretenda crear o reconfigurar alguna institución como reflejo de sus propios intereses, sobre todo tratándose de un proyecto que implique ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 consecuencias de carácter distributivo. Evidentemente, el objetivo de eficiencia para la sociedad está muy lejos de planteamientos de esta clase, porque, si el grupo es dominante e impone sus criterios, la institución resultante quedará definida como instrumento de defensa o protección de unos intereses determinados. Los autores aportan una cita oportuna de North, recordando que este autor abandonó el criterio convencional de eficiencia en la asignación de recursos, que supone un comportamiento de las instituciones ajustado a las señales del mercado (North I, según los autores), para centrarse en otra visión del concepto, la eficiencia adaptativa, que caracteriza a las instituciones que saben anticiparse al ritmo requerido por la evolución de la sociedad y evolucionar con ella (North II). Los estudios sobre el terreno revelan la complejidad de este problema, porque la casuística es muy variada y muchas instituciones realizan funciones diversas, algunas de las cuales pueden producir resultados eficientes para la sociedad, pero otras no. Para un país en desarrollo, cuyo institution building se tiene que apoyar sobre bases frágiles, el proceso entraña especial gravedad, porque si bien es posible iniciar el desarrollo aunque algunas instituciones no respondan a un óptimo de eficiencia, hay el peligro de que la ineficiencia institucional en áreas críticas pueda inhibir los estímulos para sostener el desarrollo a medio pla- LOS LIBROS zo. Esta diferencia debe tenerse muy en cuenta en la práctica, y guarda relación con la que han destacado algunos economistas entre el «arranque» del proceso de desarrollo, y su «sostenibilidad» en el tiempo (v. Rodrik, Growth Strategies, bibliografía de los autores). Éste sigue siendo uno de los muchos temas abiertos que contiene la economía del desarrollo. Es curioso observar el desfase que se observa entre el pensamiento económico-institucional y el análisis de las instituciones que realizan los historiadores económicos, porque parece añadir cierta confusión a lo que ya es un tema bastante complicado. Muchos estudios históricos están enfocados a demostrar cómo antiguas instituciones —feudalismo, gremios medievales, la Mesta castellana— respondían a los problemas de cada momento con soluciones socialmente beneficiosas. Como dice Ogilvie2, historiadora económica, sus colegas «han reinterpretado prácticamente toda institución premoderna en términos de eficiencia... (preguntándose) por qué instituciones aparentemente ineficientes duraron siglos... la nueva respuesta es simple: porque, después de todo, no eran ineficientes». Ogilvie, por cierto, no oculta sus críticas al método histórico empleado por Greif, autor que rechaza 2 OGILVIE, S. (2007): The Economic History Review, noviembre. el criterio de eficiencia social pero que luego parece recuperarlo en su valoración de las instituciones medievales investigadas. La pasión por cuantificar la calidad Contiene el libro comentado tres Capítulos, 4, 5 y 6, que me parecen de lectura obligada para muchos otros públicos, incluyendo profesionales de medios que a veces manejan indicadores como si realmente se tratase de datos definitivos e irrefutables. Me parece que los autores exponen con enorme acierto las graves dudas de método que suscita el deseo de calificar con un número el grado de libertad económica que prevalece en un país, o la calidad de su gobernanza, o su nivel de competividad o el atractivo que supone para la inversión. Las páginas 114 a 121 señalan perfectamente las insuficiencias de estos indicadores, y el lector puede comprender con facilidad las inexactitudes a que puede conducir su manejo indiscriminado. Resumiendo la cuestión, a) estos indicadores facilitan e invitan a efectuar comparaciones internacionales, en las que con frecuencia se olvida que el dato correspondiente a cada país está afectado por márgenes de error potencialmente serios (y que las fuentes de los datos no siempre señalan claramente); y b) en su vertiente práctica, la valoración asignada a un país es un ins- trumento más bien tosco para basar en ellos recomendaciones de política. Este reconocimiento de las limitaciones de los indicadores institucionales lo formula con toda franqueza, por ejemplo, la última edición de los indicadores de gobernanza del Banco Mundial (Governance Matters VI, julio 2007, 4. Conclusions) pero, en esos o en semejantes términos, lo recogen también muchas otras publicaciones de indicadores. El problema radica en que, a pesar de todas las cautelas, es tentador para terceros la cita y el uso de este tipo de indicadores sin corregir el subjetivismo de las apreciaciones ni conocer el fundamento estadístico, a veces muy complejo, de los datos reunidos. Amigos franceses se preguntaban, ¿qué base han podido tener las fuentes consultadas —entre siete y diez— para que las cifras del Banco Mundial correspondientes al indicador «efectividad del gobierno» muestren un desplome contundente en Francia (y en Alemania), entre 1998 y 2006? Por supuesto, los indicadores pueden ser instrumentos útiles. Pero hay que ser conscientes de sus limitaciones. Un dato estadístico directo —la variación del empleo en Andalucía, del movimiento portuario en Barcelona, o de la cosecha de soja en Argentina— guarda relación inmediata con datos de su serie y refleja comportamientos conocidos. Un indicador compuesto, resultante de estimaciones numéricas subjetivas aplicadas a diversos ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 223 LOS LIBROS componentes, no puede darnos una idea inmediata de factores causales. Proporciona órdenes de magnitud que a lo sumo sugieren, en el supuesto de que las fuentes no incurran en sesgos no identificados, una cierta consistencia en la introducción de reformas o en la pérdida de alguna calidad institucional. Pero la búsqueda de causas —como en el ejemplo anterior— tropieza con problemas. ¿Y si es el dato el que contiene sesgos que nos ponen en una pista falsa? ¿Habrán valorado las fuentes cada componente con arreglo a criterios idénticos al año anterior? Aunque así fuera, ¿cuáles son esos criterios? ¿Cómo podemos remontarnos a las causas que motivaron a las fuentes para corregir sus valoraciones subjetivas y modificar los indicadores? Las comparaciones internacionales pueden resultar igualmente útiles, pero también hay que formular reservas. Siempre que el dato correspondiente a la India refleje valoraciones análogas a las del dato para China, tendrá sentido comparar las posiciones relativas de uno y otro país, y observar sus desplazamientos hacia arriba o hacia abajo en años sucesivos. Pero subrayo que la condición formulada es muy fuerte. Friedman se hace eco de estas dudas, y menciona a Bhagwati y a Srinivasan, entre los autores que son decididamente contrarios a esta metodología, por temor —seguramente fundado— de que termine empleándose de manera indiscrimi- 224 ICE nada para valoraciones comparativas y recomendaciones políticoeconómicas sin otra base que la posición relativa en una clasificación internacional3. El prontuario del hombre de negocios Hay una conocida serie de indicadores que procura apoyarse en bases más objetivas, e integra el documento llamado Haciendo Negocios (Doing Business) del Banco Mundial y de la CFI. Alonso y Garcimartín resumen muy bien su orientación y limitaciones, y formulan comentarios, a los que me referiré más adelante, que me parecen muy acertados. Éste es un documento que, gracias a una organización bastante didáctica de sus datos y a la clasificación de países por méritos apreciados, produce un extraordinario impacto mediático. Sus editores han sabido convertir la publicación anual en un auténtico «evento», invitando a medios y académicos a sus presentaciones en diversas capitales, y cuando un país en desarrollo —y algunos que no lo son, como España— ha sufrido alguna reclasificación poco airosa es muy posible que el suceso aparezca en titulares de prensa o de TV, sobre todo si posee alguna poten- 3 FRIEDMAN, B. M. (2005): The Moral Consequences of Economic Growth, Vintage, Books. ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 cial derivada política. Desgraciadamente, raras veces la información va acompañada de aclaraciones que ayuden a comprender la significación y las limitaciones de los indicadores de que se trate. Los autores dejan constancia de las reservas fundadas que suscitan la metodología e interpretación de Doing Business. Como principio general, es importante señalar con ellos que el valor asignado a un indicador —un número— no puede tomarse como expresión de calidad de una institución, ni tampoco —añado— debe suponerse que detrás de la cifra hay un trabajo meticuloso y riguroso por parte de las fuentes consultadas. Un ejemplo, además de los que aportan los autores: las autoridades francesas —en general, muy críticas con este documento— se quejaron en 2005 de uno de los valores del indicador «comercio transfronterizo», el correspondiente a documentos exigidos por la aduana. Doing Business señaló que las aduanas francesas imponían la presentación de trece documentos para tramitar una operación de importación. Las autoridades consideraron que el dato era erróneo y que proporcionaba una imagen desfigurada de sus procedimientos aduaneros. Esta reclamación sirvió para poner de manifiesto un claro problema de método: las fuentes consultadas habían listado todos los documentos de exigencia posible, incluyendo algunos de uso meramente ocasional (por ejemplo, LOS LIBROS para acceder a un arancel preferencial específico). La publicación informaba de la exigencia de trece documentos como si se tratase de la rutina oficial. Este caso constituye una llamada de atención hacia la calidad de la información que puede derivarse de la metodología empleada por Doing Business. En la edición de 2007, la lista de documentos se había reducido ya a sólo cinco, y en la última a sólo dos. Esto calificaría a Francia como gran país reformista, si no supiéramos que realmente es la publicación la que está arreglando su propia cocina interna. Siempre he desconfiado del tono excesivamente optimista con que Doing Business da la bienvenida a las reformas «del año» y a los países más reformistas en recuadros visibles que encabezan cada sección. Es normal que en las listas figuren muchos países en desarrollo, con frágiles entornos institucionales, y que el empresario al que pueda afectar ésta o aquélla reforma se pregunte tanto por su verdadera efectividad como por su sostenibilidad en el tiempo. La publicación es consciente de este interrogante, por supuesto, y en los últimos párrafos de algunas secciones es posible encontrar observaciones que ponen de relieve la dificultad de consolidación que afecta a algunas reformas: en la edición de 2009, por ejemplo, nos enteramos de que la ventanilla única establecida en Bangladesh para licencias de construcción sigue sin funcionar dos años más tarde, de modo que los interesados necesitan seguir recorriendo las mismas ventanillas que antes de la reforma; o de que el nuevo tribunal de comercio en Ghana no ha conseguido en dos años más que reducir en un 11 por 100 el tiempo necesario para dictar sentencia (desde 552 días a 487). Creo que este tipo de información, que más bien parece aislada u ocasional, debiera incorporarse de forma sistemática a la publicación al menos siempre que la «reforma» correspondiente hubiese sido registrada como tal en una edición anterior. Una publicación cuya vocación es la de orientar e informar a empresarios, sector por sector, país por país, debiera equilibrar el entusiasmo inicial ante la introducción de reformas con el seguimiento riguroso de su sostenibilidad. La calidad «necesaria» para el desarrollo Los autores analizan con rigor cuestiones que a menudo se pasan por alto en los estudios, y sobre todo, en la práctica del desarrollo. Querría destacar tres como especialmente importantes. En primer lugar, hay que formular una pregunta difícil: ¿es realista que un país en desarrollo pueda dotarse de instituciones que cumplan con los criterios señalados más arriba? Alonso y Garcimartín explican perfectamente lo que ocurre en el institution building del mundo real. Las instituciones creadas en las primeras etapas del desarrollo de un país es probable que no puedan reunir algunos de los criterios de un marco razonable, como el de los autores. A pesar de ello, un cumplimiento parcial puede resultar lo bastante efectivo como para permitir el funcionamiento de los mercados y de un sistema aceptable de precios. Por ejemplo, la creación de un aparato legal estable —evidente progreso frente a la práctica de normas cambiantes a capricho de los gobernantes—, o la disposición a ir adaptando a crecientes exigencias sociales la organización y prestaciones de las correspondientes instituciones publicas. La afirmación de los autores está apoyada por la experiencia de países en desarrollo que han sido capaces de alcanzar elevadas tasas de crecimiento sobre una base institucional globalmente muy débil, pero acertando a ofrecer garantías de seguridad y credibilidad lo bastante persuasivas como para transmitir confianza a los inversores4. En segundo lugar, la continuidad del desarrollo permite a la sociedad experimentar y perfeccionar las instituciones. Siguiendo el razonamiento de párrafos anteriores, no se trata del camino «hacia la eficiencia», sino de un proceso gradual de prueba y error, en que dentro de los condicionantes de la economía polí- 4 CHHIBBER, A. et al. (2006): Reform&Growth, Transaction Publishers. ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 225 LOS LIBROS tica del país, las instituciones vayan adaptándose a demandas más y más exigentes de una sociedad que va mejorando sus niveles de vida. Así ha ocurrido con las estructuras institucionales en países avanzados. En economías atrasadas y estancadas, en cambio, las experiencias derivadas del «rodaje» de las instituciones serán pocas y ocasionales. Las exigencias de una sociedad con limitado horizonte de progreso serán también menos apremiantes y harán difícil la tarea de identificar vacíos institucionales. Alonso y Garcimartín recuerdan algunos ejemplos muy significativos, como Japón, Corea del Sur, España o Brasil, países donde la evolución institucional se produjo gradualmente, en paralelo con un desarrollo económico sostenido, y con fuerte grado de ownership. Este tipo de ejemplos ha generado, entre teóricos y prácticos del desarrollo, «modelos» de referencia poco justificados. Por ejemplo, donantes, incluida la UE, IFI, medios de comunicación, parecen olvidar la dificultad y la duración que tuvieron esos procesos de gestación institucional, y creer que, con la imposición de condiciones precisas y el ofrecimiento de asistencia técnica, países atrasados pueden dar el salto a instituciones plenamente operativas a partir de la nada, o de figuras preexistentes viciadas. Es comprensible que falte paciencia entre los promotores de ayuda, sobre todo porque los gobiernos donantes tienen que dar cuenta a sus ciudadanos de los 226 ICE recursos malgastados en sus políticas de ayuda, pero la realidad es que la cooperación ha de prestarse, aquí y ahora, en condiciones que serán siempre subóptimas. Subordinarla a reformas institucionales que rindan frutos inmediatos es desconocer por completo la economía política local y los problemas de proceso que vivieron los países que sirven de ejemplo. Un caso ilustrativo entre muchos —el de creación de agencias anticorrupción en países africanos— se puede leer en Doig (y otros)5. Y finalmente, los autores dedican también atención al grave problema de que una sociedad, sobre todo primitiva, dotada probablemente de mecanismos institucionales informales, por ejemplo, para ejecución de contratos o resolución de conflictos, los descarten en su deseo (o bajo la presión exterior) de dotarse de instituciones «modernas». Es pertinente aquí el comentario de Rodrik sobre la necesidad de atender a la convergencia de funciones, y no a la de formas. Por otra parte, North (1990, bibliografía de los autores) destaca el problema opuesto, de que el marco institucional de un país genere tan elevados costes de transacción que el subdesarrollo no pueda encontrar otra salida y tienda a perpetuarse. Si el clima inversor es poco estimulante —derechos de propiedad inseguros, leyes incum- 5 DOIG, A. (2007): Public Administration and Development, 27. ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 plidas por la propia administración, barreras de entrada, etcétera—, la actividad económica se refugiará en el sector «negro», o informal, y solamente surgirán iniciativas inversoras importantes para proyectos cuya factibilidad dependa de incentivos arbitrarios y extraordinarios «pactados» de alguna forma con los poderes públicos. En torno a la institución Estado Me parecen muy importantes los Capítulos 7 y 8 en que se trata del papel activo que debe desempeñar la institución Estado en el proceso de desarrollo de un país. Es un actor que debe aportar a la sociedad marcos normativos, seguridad jurídica y prestación de servicios públicos; al mismo tiempo, debe interaccionar con el sistema económico, promoviendo, a través de otras instituciones públicas o privadas, el funcionamiento verdaderamente libre de los mercados, sin perjuicio de intervenir activamente en la corrección de sus fallos (por ejemplo, identificando externalidades cuyo aprovechamiento permita al país superar los límites de su ventaja comparativa estática); debe ser guardián activo de la cohesión social, ejecutando políticas redistributivas apropiadas y gestionando los intereses generales en las situaciones inevitables de conflicto entre grupos sociales. Los autores argumentan con amplio detalle cada una de estas funciones en la segunda parte del Capítulo 7, y luego se LOS LIBROS extienden en el Capítulo 8 sobre un tema que pocas veces se aborda en los estudios sobre el desarrollo, la reforma del Estado. El análisis que realizan los autores, con bastante detalle, es muy completo y de notable realismo frente a posiciones que se han orientado a neutralizar el papel del Estado, proponiendo incluso la participación de instituciones civiles en el ejercicio de políticas claramente públicas. Como decía Myrdal, el Estado es el único agente capaz de influir sobre los componentes de la «matriz institucional» (normas, regulaciones, organizaciones, capacidades, incentivos) a fin de desencadenar procesos acumulativos de crecimiento. Lo que es necesario, es que, definidas sus funciones en un contexto dado, la institución estatal sea sólida y dotada de los recursos fiscales para sostener una tecnocracia profesional, basada en méritos, libre de interferencias de la sociedad, pero que, al mismo tiempo, sepa ejercer sus funciones en interacción permanente con los grupos sociales a fin de identificar e impulsar objetivos y políticas de crecimiento. Esta noción de Estado es la que Evans caracterizó en términos de embedded autonomy (bibliografía de los autores), frente a visiones que olvidan que el nexo fundamental de un Estado no es con un «concepto» de mercado, sino con la «realidad» de la sociedad y los ciudadanos. No se trata solamente de asegurar la presencia activa del Estado en la política de desarrollo, sino de que la propia política de desarrollo incorpore a sus objetivos precisamente la constitución de un Estado capaz de asumir y ejecutar las funciones que figuran en el análisis de Alonso y Garcimartín. Tal vez sea oportuno referirse aquí a un problema muy concreto que a veces se transmite a países atrasados a través de IFI y países donantes. Se trata de la intervención política por parte de las diversas formas de acción colectiva que se articulan mediante el asociacionismo civil. La argumentación se retroalimenta en un círculo vicioso. Como estos países disponen de instituciones estatales débiles, es conveniente complementarlas con órganos de la sociedad civil; pero la participación en la gestión pública de la sociedad civil nos excusa, por otra parte, de la necesidad de reforzar la institución Estado. Se echa de menos algún apartado específico para inducir a una cierta reflexión sobre el problema. El concepto de sociedad civil tiene hondas raíces en las ciencias políticas y ha sido objeto de interpretaciones absolutamente dispares, lo mismo entre autores liberales que entre autores marxistas y, naturalmente, entre éstos y aquéllos. Los defensores del Estado neoliberal, en particular, promovieron la sociedad civil como conjunto de instituciones vitales para la democracia, centro de estímulo a la transformación social y, en cierto sentido, de oposición política. Esta tesis es perfectamente razonable en países con instituciones públicas consolidadas e iniciativas civiles de gran arraigo, en los que el asociacionismo dentro de la sociedad abre vías alternativas para canalizar aspiraciones y respuestas de la sociedad hacia los niveles de representación política. Pero en países atrasados la transposición de este cuadro ha conducido a países donantes y a las IFI a recomendar lo que, de hecho, equivale a nociones minimalistas del Estado. Esto es evidente, por ejemplo, en la tendencia a imponer, como parte asociada a los programas (a modo de condicionalidad encubierta), la participación de la sociedad civil por vías diversas en lo que muchos consideramos inexcusables responsabilidades públicas identificadas en los órganos del Estado, como la determinación de políticas o la provisión de servicios sociales. El Estado local suscita desconfianza, probablemente no sin motivo, y aquí tenemos uno de los problemas más serios que afronta el proceso de institution building de un país en desarrollo. Buscar solución por la vía de la marginación o minimización del propio Estado equivale a ignorar que todas las sociedades necesitan estructurarse políticamente y organizar sus centros de poder. Como antes decía, las transformaciones sociales que conforman el desarrollo incluyen la creación de estructuras políticas propias, y la misma estrategia de desarrollo debe incluir entre sus objetivos un Estado institucionalmente capaz. El desarrollo de países atrasados implica reconocer ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 227 LOS LIBROS prioridad a la reforma y potenciación de la institución Estado que, a su vez, debe convertirse en agente impulsor del propio desarrollo. Y hay una contradicción patente —que reaparece una y otra vez en la práctica— entre proponer a los países que se doten de instituciones políticas representativas y transparentes y, al mismo tiempo, forzar a éstas a compartir su agenda con agendas de grupos civiles, cuyo financiamiento, representatividad y responsabilidad son generalmente bastante difíciles de precisar. Éste es un tema lleno de aristas, de acusada gravedad en países pequeños, o con un sector público minúsculo o inarticulado, y dependientes de ayuda, como han destacado sobre todo economistas o politólogos de países en desarrollo. Es bien significativo el título de un artículo de Akbar Zaidi, en que reclamaba, frente a las estrategias de donantes e IFI basadas en ONG, «the need to bring back the State6». Desde Europa, en cambio, la literatura sobre ONG aparece orientada hacia la revisión metodológica de sus relaciones con los países donantes que las financian, más que hacia estudios acerca del potencial impacto negativo de su actividad7. 6 AKBAR ZAIDI, S. (1999): Journal of International Development, marzo-abril, en la misma línea y revista, William Munro y otros. 7 Por ejemplo, el número del Journal of Economic Development, julio 2006, dedicado al análisis de las organizaciones no gubernamentales; en particular, ensayos de T. TVEDT y de D. LEWIS (y otros). 228 ICE El Estado desarrollista La corrección de los fallos del mercado y objetivos de justicia social son, como recuerdan los autores, dos grandes tareas de incumbencia del Estado. Los autores elaboran muy especialmente el caso del Estado desarrollista, el Estado que ha hecho del objetivo del desarrollo económico el fundamento de su acción y, quizá sobre todo, de su legitimación. No se trata, necesariamente, de Estados altamente intervencionistas, sino de Estados «directores», capaces de articular estrategias eficaces de desarrollo, de proponer incentivos para que los agentes las hagan suyas, y de generar los apoyos sociales requeridos. La casuística —como España o Corea del Sur a partir de los sesenta— muestra que estos apoyos se consiguen a menudo por regímenes autoritarios más que a través de estructuras políticas pluralistas y democráticas. Chile e Indonesia, durante los períodos en que vivieron bajo régimen militar, pueden constituir otros dos ejemplos significativos. Los Estados desarrollistas tratan precisamente de asegurarse alguna legitimidad dinamizando la actividad económica y proporcionando a los ciudadanos mejoras tangibles de su nivel de vida. La experiencia sugiere que estos procesos terminan abriendo perspectivas políticas inesperadas. Gradualmente, el éxito económico genera expectativas de mayor representatividad en los órganos políticos y, en los casos citados, de- ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 sencadenó efectivamente procesos diversos de reforma democrática. Las razones para esta evolución son, sin duda, de economía política y, por tanto, singulares país por país. Puede que, a partir de cierto punto, las tensiones producidas en un entorno de globalización exijan reformas económicas que desborden la capacidad de una burocracia dirigista. Las aspiraciones políticas de poblaciones mejor preparadas y con mayor nivel de vida son seguramente parte de la explicación. El caso de Indonesia fue peculiar, porque hizo falta una crisis formidable, como la asiática de 1997, no sólo para democratizar el régimen, sino para reestructurar una economía distorsionada por su singular variedad de corrupción capitalista. No estamos, sin embargo, ante una regla general. China y Vietnam pertenecen a la categoría de Estados desarrollistas que, al cabo del tiempo, no han practicado reformas políticas de fondo. Este repaso al desarrollismo encierra sólo constataciones de hechos aislados y, de ningún modo, constituye para los autores la aproximación a un modelo político deseable. Como es tema muy polémico entre especialistas, merece un par de comentarios específicos. De un lado, los efectos observados en Estados desarrollistas corroboran las reflexiones de Alonso y Garcimartín al tratar la calidad institucional. No todos los criterios necesitan —ni probablemente, pueden— cumplirse desde un principio para que las insti- LOS LIBROS tuciones entren en funcionamiento efectivo. Por ejemplo, el marco legal y la seguridad jurídica pueden consolidarse, desde el punto de vista de la confianza de los inversores, antes que la eficiencia dinámica y la credibilidad, y generar niveles interesantes de inversión y crecimiento aunque la estructura institucional sea aún incompleta e imperfecta. Ni la creación de instituciones se ajusta en el mundo real a una secuencia temporal preestablecida, ni los criterios de calidad de cada una se cumplen de forma simultánea o siquiera ordenada. En el fondo, es un campo de experimentación que cada país tiene que probar por sí mismo. De otro lado, la correlación entre regímenes políticos y tasas de crecimiento económico ha interesado a muchos economistas con la preocupación, sobre todo, de poder establecerla entre democracias y crecimiento elevado (por ejemplo, Rodrik 1999, citado por los autores; Friedman8). No es un tema, me parece, que se pueda aclarar demasiado mediante regresiones, y aunque Friedman dedique también unas páginas —no muy afortunadas— a comparar las clasificaciones de Freedom House con datos de crecimiento, son sus reflexiones sobre el comportamiento de la sociedad en Estados desarrollistas lo que parece de interés. El papel del crecimiento económico, dice Friedman, 8 Op. cit. es paradójico (léase: paradójico, si esperábamos que autoritarismo y crecimiento fuesen incompatibles). Niveles de vida en alza son una fuente de estabilidad social a corto plazo: el crecimiento «no discrimina entre regímenes democráticos y regímenes opresivos», sino que proporciona visos de legitimidad a cualquier tipo de organización política. Queda sin explicar por qué, a plazo más largo, el desarrollo ha debilitado a muchos gobiernos autoritarios y dado paso a regímenes más o menos representativos. Al mismo tiempo, Friedman afirma —sin apoyo empírico— que, a su vez, las democracias, en particular, las nuevas, son especialmente vulnerables a la dinámica inversa que puede provocar el empeoramiento de la situación económica. La dinámica institucional Además del tratamiento extensivo que dan los autores a la institución Estado, tienen mucho interés sus comentarios sobre los cambios institucionales en otras cinco áreas. Creo que son muy válidas sus afirmaciones acerca de la gestión y reforma de mercados, medio ambiente, y políticas redistributivas, y hubiera agradecido, quizá como otros lectores, que todavía hubiesen ampliado más el tratamiento de algunas de estas materias. Solamente querría apuntar algunas diferencias en el tratamiento de otros dos temas, mercados financieros y corrupción. Sobre la inhibición del regulador Los autores escriben que la crisis de hipotecas sub-prime puede servir para señalar las «limitaciones de la acción reguladora de un banco central», en este caso, la Reserva Federal de EE UU. La frase no aparece como clave de su argumentación y no justifica, por tanto, detenerse en ella excesivamente. Pero es una afirmación que parece sugerir al lector que la Reserva Federal operó dentro de un marco de «limitaciones» externas que le impedían ejercer debidamente sus funciones sobre el sistema bancario, lo cual equivaldría a una interpretación muy generosa de su papel en la crisis. Dudo mucho de que sea ésta la intención de los autores, de modo que me limito a un brevísimo comentario. Es indiscutible que el marco regulatorio para el sistema financiero más avanzado del mundo había quedado rezagado con respecto a las complejidades de su dinámica innovadora. Los vacíos eran llamativos, y la mecánica operativa de los hedge funds, o de los credit default swaps, son ejemplos obvios (la acción reguladora, en estos casos, hubiera correspondido a otras instituciones del entramado regulador de EE UU, distintas de su banco central). Pero existía un marco regulatorio, y la Reserva Federal (y las demás instituciones competentes) sí que podían haber actuado dentro de este marco y detectado a tiempo el riesgo sistémico que representaba la masiva origina- ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 229 LOS LIBROS ción de préstamos hipotecarios a clientes dudosos. Está comprobado que no lo hicieron, y que no lo hicieron por decisión deliberada. La figura de mayor significación, Greenspan, fue partidaria declarada de la menor intromisión posible de las instituciones supervisoras sobre el mercado financiero. En innumerables ocasiones manifestó preferencia absoluta por la autorregulación del mercado, aunque solamente en una —ante una Comisión del Congreso, en octubre 2008— reconoció haberse equivocado. Greenspan parecía operar dentro de una restricción ideológica muy clara, la del modelo puro de un institutions-free market, de un mercado cuyos agentes minimizan los costes de transacción y donde no hay lugar, por tanto, para instituciones ideadas —teóricamente— para reequilibrar asimetrías de información. Una columna de prensa resumió muy bien el punto de vista que aquí se expone: «much of the current crisis could have been prevented if the existing patchwork of agencies, using their existing powers, had simply done their jobs...»9. En esta misma línea, formularía también una salvedad acerca del papel del FMI (y del BIS). El marco normativo prudencial que promueven esas entidades no es perfecto, desde luego, pero me parece dudoso apelar a la crisis subprime 9 Columna en el Washington Post del 15 de abril 2009, firmada por PEARLSTEIN, S. 230 ICE para demostrarlo, como se lee en el Capítulo 7. Me remito a los comentarios anteriores. El marco más perfecto vale de poco si las autoridades supervisoras deciden, como en EE UU, no imponer el cumplimiento a sus propias entidades. Incidentalmente, creo que es interesante señalar que el programa llamado FSAP, que permite al FMI y al Banco Mundial una valoración periódica de la solidez del sistema financiero de cada país miembro que lo desea, no ha podido nunca aplicarse al sistema financiero de EE UU, como tampoco la parte del programa ROSC dedicada a valorar el cumplimiento por cada país de reglas y códigos internacionales en materia de regulación y supervisión. Las posibles razones quedan al buen juicio del lector. Añado que Japón y todos los países europeos importantes han colaborado abiertamente en estos dos programas. Una contrainstitución: la corrupción La corrupción puede interpretarse como una degeneración institucional, como una especie de contrainstitución, que aumenta los costes de transacción de la economía en lugar de contribuir a reducirlos. Por ejemplo, supongamos un país que dispone de una normativa, clara y completa, con plena transparencia y publicidad, para regular, desde la calificación de terrenos hasta la obra terminada y los pro- ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 cesos administrativos para autorización de construcciones. Pero la vida no se deja encerrar fácilmente en las leyes. En algún momento, surgen intermediarios informales, presentándose bajo la forma de consultores, asesores o análogos, sin cuya intervención cerca de la correspondiente autoridad «se sabe» que la tramitación puede tropezar con triquiñuelas legales, quedar en suspenso y demorarse indefinidamente. Esa intervención supone naturalmente honorarios cuantiosos, pero ningún promotor va a arriesgar el cumplimiento de su plan de negocio cuando existe un intermediario que, según es lugar común, puede asegurar el buen fin de la tramitación. En definitiva, un completo marco institucional, ideado para reducir costes de transacción y facilitar la fluidez en un mercado particularmente difícil, aparece infiltrado subrepticiamente por una oferta de servicios privados que, mediante un precio, garantiza el absurdo, en un Estado de Derecho, de que las administraciones van a actuar dentro del Derecho. El efecto positivo de las instituciones creadas —un estudiado marco normativo para reducir costes de transacción— se ve contrarrestado por el efecto de signo contrario —un factor de aumento en los costes de transacción— que produce otro esquema informal de conductas, enteramente contra derecho, tolerado de hecho por las autoridades, y que con el tiempo pasa a formar LOS LIBROS parte integrante del vigente marco institucional. Éste (con otras mil variantes) es el juego antiinstitucional en que consiste la corrupción. Por eso un libro sobre instituciones, como el de Alonso y Garcimartín, es lugar para reflexionar sobre la corrupción. En un tema tan estudiado, pero tan poco fértil en recomendaciones prácticas, tal vez los autores debieran haber puesto su excelente información y su experiencia al servicio de un tratamiento más amplio y más singular que el que permite un simple subapartado dentro del apartado Reforma del Estado (Capítulo 8). En todo caso, el enfoque realista de los autores me parece muy apropiado para abordar el irrealismo con que a menudo se aborda esta materia. Una reacción instintiva nos lleva a todos a pensar que los efectos económicos de la corrupción no pueden ser positivos. La causalidad directa es, sin embargo, muy difícil de establecer y estudios como el clásico de Paolo Mauro (1995, bibliografía de los autores), o el de Tanzi y Davoodi10 no han cerrado concluyentemente el tema, a pesar de que han establecido correlaciones empíricas interesantes y asociado la corrupción a circunstancias muy plausibles, como elevadas inversiones públicas o baja calidad de infraestructuras. Parece claro, sin embargo, que no estamos ante una relación unívoca entre dos variables. 10 Working Paper del FMI, 1998. Crecimiento, desarrollo, inversión, dependen de fuerzas extraordinariamente diversas y de intensidad muy variable en cada país y en cada momento. Creo que la opinión de los autores es muy clara en este orden de cosas. No hay una relación lineal entre corrupción y vida económica, sino muchas variables en juego, y la influencia efectiva de la corrupción dependerá, en un medio concreto, de circunstancias puramente empíricas, como la intensidad con que se manifiesten algunos de sus rasgos (su grado de generalidad, el nivel que alcance, su previsibilidad). Un país con elevada corrupción puede atribuir a muchos factores su baja tasa de inversión y crecimiento, del mismo modo que tasas elevadas se alcanzan en países donde la corrupción es endémica (sin que a nadie se le haya ocurrido establecer una causalidad perversa). Grados de corrupción nada desdeñables en los gigantes asiáticos, por poner un ejemplo, no han retraído la inversión ni impedido fuertes tasas de crecimiento: Indonesia en sus 30 años de régimen militar fue otro ejemplo patente. Esta observación se encuadra en otra más general. La explicación de los autores creo que va directamente a la raíz. Aunque la corrupción reinante genere fuerte rechazo, pueden existir oportunidades atractivas de inversión que sugieran a los agentes económicos la conveniencia de adaptarse al entorno, integrando el correspondiente coste de transacción en sus propias estructuras de costes, como los promotores de obras en el ejemplo (teórico) que encabeza esta sección. A su vez, la asociación entre corrupción y pobreza es probablemente estrecha, pero puede actuar en las dos direcciones. El Cuadro 3, que se presenta para exponer esta relación, no parece sin embargo que aporte la claridad buscada. El avance de los indicadores a través de la clasificación de países según niveles de renta puede resultar expresivo, pero los márgenes dentro de los que se mueven los índices —sobre todo, «estado de derecho», «eficacia del gobierno», en relación con «control de la corrupción»— me parece que no permiten justificar una fuerte asociación entre desarrollo creciente y mejor control de la corrupción. Ni tampoco está claro que los países de renta alta sean paradigma a imitar. La corrupción es planta que brota en cualquier país: los contratos para equipos militares revelan —cuando sale algún caso a la luz— el arraigo de la corrupción en muchos países avanzados (como EE UU) y todos estamos lamentablemente familiarizados (al menos en España) con las prácticas corruptas que rodean al sector construcción, desde las conocidas «recalificaciones» de terrenos hasta toda clase de licencias y permisos. Y, por otro lado, tampoco habría que pasar por alto el efecto perverso que, de manera directa, producen las empresas de países avanzados sobre los países en desarrollo cuan- ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 231 LOS LIBROS do tratan de influir mediante sobornos en los procesos de adjudicación o autorización. Exigimos a los países en desarrollo un gran esfuerzo para eliminar su corrupción «interna», al mismo tiempo que preferimos ignorar la corrupción «exportada» desde el resto del mundo. ¿Qué se puede hacer? Dicho esto, sobran motivos para rechazar la corrupción. El problema es cómo combatirla. Los autores excluyen algunas fórmulas, como la potenciación de mercados competitivos, o la reducción de controles burocráticos, que creo pueden ser útiles pero —en todo caso— de forma muy parcial. No estoy seguro, sin embargo, de que su propia propuesta, «afrontar reformas simultáneamente en diversos frentes... complementarios en su incidencia sobre la corrupción», se pueda transformar con generalidad en recomendación para una acción política efectiva. El ejemplo que aportan es excelente —una reforma simultánea del IRPF, de la calificación profesional de los funcionarios de Hacienda y del sistema de contratación pública—, pero se refiere a un país latinoamericano, Uruguay, donde la tolerancia hacia la corrupción ha sido particularmente baja, y por tanto, han podido imponerse con éxito reformas administrativas importantes (dentro de Latinoamérica, Uruguay y Chile reciben —con diferencia— la mejor clasificación 232 ICE en las series de Transparencia Internacional). En cierto sentido, mi temor es el de que el análisis de Alonso y Garcimartín sugiera al lector la idea de que la corrupción es un problema más —como los tratados en el resto del Capítulo 8—, un fenómeno definible y manejable para el que los economistas pueden ofrecer propuestas ad hoc, como si se tratara de la inflación, la reforma de los mercados o la distribución de cargas medioambientales. Las IFI, que durante muchos años prefirieron ignorar —sin más— la corrupción, o disfrazarla bajo encabezamientos crípticos —«impuesto implícito», por ejemplo— han lanzado más tarde campañas y programas anticorrupción, pero los resultados cosechados han sido poco brillantes. Han avanzado más en establecer indicadores de la corrupción que en sugerir formas efectivas de combatirla, tal vez porque hayan comprendido que esto último —después de varios intentos— sobrepasa sus posibilidades y seguramente, también sus atribuciones. De hecho, el problema real para muchos organismos internacionales sigue siendo todavía el de asegurar su propia defensa frente a la corrupción infiltrada en sus proyectos: aisladamente o en colusión, cliente, suministrador, autoridades, intermediarios diversos, pueden manipular precios o partidas de coste y desviar parte de la financiación hacia cuentas privadas. ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 En el fondo, la corrupción es un problema cuya solución exige, tal vez en mayor medida que cualquier otro, una decidida actitud política de ownership por parte de las autoridades y de la sociedad del país, pero no de ownership frente a IFI o donantes internacionales, sino frente a tramas internas, más o menos mafiosas, de intereses creados, muchas veces infiltradas en los mismos círculos del poder desde los que habría que combatir la corrupción. Es un problema serio de política doméstica, en que los enemigos de la reforma pueden ser muy potentes y, como tantas veces, los partidarios poco cohesionados —muchos sectores empresariales, por ejemplo, tal vez se hayan habituado a convivir con la corrupción, como subrayan los autores—. Es absurdo pretender la ruptura de estas líneas de resistencia mediante políticas «externas». La lucha contra la corrupción se puede concebir en términos de principal y agente, como exponía una publicación del Banco Mundial11, Cuando hablamos de reformismo, tendemos a suponer que los principales están fuera de este mundo: no tienen intereses particulares que defender, son reformistas puros, libres de toda sospecha, y lo que pretenden es que sus agentes apliquen con celo y objetividad las medidas anticorrupción 11 THE WORLD BANK (2005): Economic Growth in the 1990s, Cap. 9. LOS LIBROS puestas en vigor. El planteamiento se desvirtúa cuando los mismos principales, la clase política que se presenta como reformista, participan de la corrupción reinante, lo cual es, por otra parte, sumamente frecuente. Un caso bien conocido es el de la campaña anticorrupción del Presidente Kibaki en Kenia, 2002, aparentemente basada en que la nueva agencia anticorrupción sacase a la luz las conductas del gobierno anterior, pero encubriese las del nuevo. Las «reformas» no sobrevivieron a la gestión impecable del director de la agencia (él mismo tuvo que exiliarse para sobrevivir)12. Muchas veces, sin embargo, el problema es más difícil, porque las agencias anticorrupción asumen los mismos rasgos y conductas que distinguen a los organismos que deben investigar, como señala Doig (y otros) en el artículo citado más arriba. La historia en clave institucional: América Latina El Capítulo 3 trata una cuestión de cierta envergadura: las «causas fundamentales» del progreso económico, más allá de los meros «síntomas» inmediatos que son observables, como la escasez de capital o el retraso tecnológico. No es un capitulo sencillo, porque el marco 12 WRONG, M. (2009): It’s our Turn to Eat: The Story of a Kenyan Whistleblower, Harper. puramente económico se ve desbordado por muchos flancos, pero los autores lo exponen con claridad, manejando con acierto la literatura más relevante y apoyándose en sus propias investigaciones. Los autores prestan atención a los tres enfoques más importantes a partir de los que se han tratado de explicar las causas del desarrollo: el geográfico, el institucional, y el del comercio. Las dificultades para efectuar valoraciones empíricas son serias —problemas de endogeneidad y colinearidad, necesidad de definir variables instrumentales, sesgos en los datos, problemas en la determinación de cuales son las variables relevantes— y se explican de forma precisa para que el lector pueda ser consciente de las limitaciones del ejercicio. Los autores citan a Bardhan —«... (identificar) una fuente exógena... es algo bien diferente a desvelar una explicación casual adecuada»— en términos que conviene recordar a menudo a propósito de tantos estudios econométricos. Aunque no pueda hablarse de resultados concluyentes, los autores ven aceptablemente confirmada la importancia del marco institucional en la explicación del desarrollo económico. La formación histórica del marco institucional, y su impacto sobre el desarrollo, está ampliamente argumentada en la literatura, y Alonso y Garcimartín dedican algunas páginas a discutir la validez de dos aportaciones, en particular la de Acemoglu (con Johnson y Robinson), y la de Engerman y Sokoloff (en varios trabajos). Acemoglu, Johnson y Robinson se enfrentaron al problema de asociar las variaciones transversales de renta a los factores arriba mencionados, utilizando una ingeniosa variable instrumental para resolver el problema de causalidad cruzada: las tasas de mortalidad registradas en diversos asentamientos coloniales europeos. Suponen que tasas bajas denotan salubridad aceptable en ese entorno geográfico y, por tanto, fácil adaptación de los colonos y consiguiente disposición a crear instituciones estables y un régimen de derecho para protección de la propiedad privada. Tasas elevadas inducirían en cambio a los colonos a la explotación apresurada de recursos naturales sin necesidad de constituir instituciones sólidas y permanentes. Engerman y Sokoloff argumentaron, por su parte, que la dotación de factores (concretamente, en America Latina) permitió una fuerte concentración de la propiedad de tierras y, por tanto, de poder político en manos de grupos reducidos de la población. Las instituciones resultantes se crearon al servicio de estos grupos y en detrimento de las aspiraciones de la mayoría. No escapa al lector del libro comentado que desde aquí sólo hay un paso hasta deducir las virtudes del esquema colonial anglosajón frente al modelo de gestión ibérico, y atribuir a instituciones coloniales ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 233 LOS LIBROS el retraso relativo de America Latina. Ésta es una noción muy difundida entre estudiosos de la historia económica latinoamericana. Los autores son decididamente críticos de este enfoque. Subrayan el contraste llamativo entre el excesivo nivel de generalización que proponen ambas aportaciones y su escasa utilización de materiales históricos concretos. Notan asimismo la anomalía de caracterizar un proceso como dependiente de una trayectoria temporal de cinco siglos, como si nada relevante —se preguntan los autores— hubiese ocurrido desde entonces. Ellos mismos enumeran brevemente varios hitos históricos de relevancia, en principio, indiscutible, incluyendo uno de naturaleza política, la independencia, cuyo análisis desde otra perspectiva ha servido a algunos historiadores, como Fernández Armesto, para contraargumentar el origen colonial de las inconsistencias institucionales visibles en la America Latina de hoy. Las divergencias respecto a EE UU, que se agigantan a lo largo del Siglo XIX, pueden reconducirse a circunstancias muy específicas, y muy diferentes, en las que se gestaron y desarrollaron las respectivas luchas por la independencia en Norteamérica y en América Latina13. Merece la pena que el lector tenga en cuenta otras dos referencias de 13 FERNÁNDEZ-ARMESTO, F. (2003): The Americas, A Modern Library. 234 ICE peso que apoyan, en un tema tan debatido, el punto de vista de los autores. El trabajo de Acemoglu, Johnson y Robinson lleva un título absolutamente explicativo: The Colonial Origins of Comparative Development, y de hecho, su tratamiento nos lleva a algo muy próximo a una teoría del desarrollo institucional viciado, o estimulado, por sus orígenes coloniales. Rodrik menciona, sin embargo, que uno de los autores reconoció personalmente que el pasado colonial sólo explicaba una parte relativamente menor de la variación estudiada. Esto hace pensar que los autores citados no han asumido plenamente el hecho de que la lectura de su propia investigación sugiere conclusiones más radicales que las que ellos mismos parecen sostener. Rodrik no oculta su visión crítica del trabajo de Acemoglu, Johnson y Robinson, y en parte emplea argumentación paralela a la de Alonso y Garcimartín14. Un conocido historiador de America Latina, Coatsworth, ha investigado a fondo los avatares del desarrollo latinoamericano y disiente, en un artículo general sobre la materia (bibliografía de los autores), de la posición mantenida por Engerman y Sokoloff. Quizá baste aquí con recordar la frase con la que abre sus comentarios: the Engerman-Soko- loff thesis, while plausible, is almost certainly wrong... No creo que quepa duda de que las instituciones importan, y los autores han hecho un excelente trabajo colocándolas en el centro de la visión del desarrollo, con sugerencias prácticas de interés y referencias históricas ilustrativas. No han ocultado la magnitud del problema ni la necesidad de profundizar en muchos de sus aspectos, y este mismo énfasis se ha tratado también de poner en párrafos anteriores. Como escribía páginas atrás, el práctico del desarrollo tiene ahora que identificar las carencias institucionales concretas, los datos de su problema —básicamente, los condicionantes del cuadro de economía política— y adaptar o ampliar los materiales estudiados, aprovechando la excelente bibliografía que acompaña a la obra. El «diagnóstico institucional» —por analogía con el growth diagnostics de Hausmann, Rodrik y Velasco— tiene que llevar un fuerte componente local para que la ownership del país no sea una ficción. El objetivo de libros como el que comentamos es el de proporcionar, no respuestas, sino los instrumentos adecuados, como recomienda Stiglitz15, para ayudar a que se formulen sus propias pre- 14 RODRIK, D.; SUBRAMANIAN, A. y TREBBI, F. (2002): «Institutions Rule», CEPR, número 3643. 15 Comentarios a YUSUF, S. (2009): Development Economics through the Decades, The World Bank. ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 LOS LIBROS guntas quienes, en el mundo en desarrollo, asumen las responsabilidades técnicas o políticas por el futuro de sus países. Pensando en que a esta edición seguirán otras, convendría salvar algunos errores de tipo menor. En la página 46, por ejemplo, el nombre de Olson está evidentemente mal transcrito. La referencia de la página 68 al capítulo séptimo debiera ser (me parece) al octavo. Es un poco anómalo encontrar exactamente el mismo párrafo, palabra por palabra, repetido en las páginas 204 y 233. NOTAS CRÍTICAS relaciones internacionales, la acentuación de las especificidades de los sectores de actividad, de las regiones y los territorios locales, así como los avances en el estudio de los fenómenos de integración económica o de las desigualdades en el desarrollo económico son algunas de las razones que han impulsado, desde el punto de vista del análisis económico, la consideración de las razones geográficas que explican la concentración espacial de la actividad económica y los flujos comerciales y financieros, emergiendo nuevos conceptos y teorías que, sin constituir un modelo interpretativo propiamente dicho, han aportado nuevos elementos de análisis de los desequilibrios interterritoriales. Es a partir de los años ochenta cuando empieza a concederse una mayor importancia a la localización, como variable en los análisis económicos, con el desarrollo de nuevas teorías del comercio internacional, que inciden en modelos de competencia imperfecta y explican las consecuencias de los rendimientos crecientes y la diferenciación vertical y horizontal de los productos, o los modelos de desarrollo endógeno, que pretenden articular sobre nuevas bases conceptuales los espacios locales en la globalidad o, si se prefiere, replantear la dinámica de las unidades estructurales en el conjunto de la estructura económica mundial. Este nuevo marco teórico es conocido como la nueva geografía económica que encuentra a su máximo representante en Paul Krugman. Este nuevo enfoque plantea que, además de otros factores naturales o sociales, la relación que se da entre la actividad económica y el espacio determinan el crecimiento y el bienestar de la población. Junto a la localización, otras variables como la distancia, los costes de transporte, la dimensión espacial de cualquier actividad económica y los rendimientos de escala crecientes pueden explicar los procesos de acumulación de riqueza favoreciendo las economías de aglomeración, es decir, un conjunto de efectos externos positivos que atraen hacia al territorio. Estos efectos, denominados fuerzas centrípetas, derivados de las economías de aglomeración, INFORME SOBRE EL DESARROLLO MUNDIAL 2009. UNA NUEVA GEOGRAFÍA ECONÓMICA Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial Washington, 2008 Las transformaciones en la economía mundial, el desarrollo de las Luis Martí ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 235 LOS LIBROS se caracterizan, además, porque el salario real suele alcanzar niveles más elevados, donde el tamaño de la economía es mayor, atrayendo así a trabajadores de las regiones circundantes, beneficiando a las economías más desarrolladas, más ricas, en detrimento de las más pobres. Junto a las fuerzas centrípetas se generan fuerzas centrífugas, deseconomías externas, que provienen de los costes de la tierra, del transporte, de los efectos de la competencia entre las empresas y la demanda de bienes industriales por el sector agrícola. La mano de obra resulta más barata en las regiones más pequeñas, lo que puede ser un elemento atractivo para las empresas sometidas a una fuerte competencia en regiones con elevada densidad empresarial. Estas deseconomías externas generan, por tanto, un efecto expulsión. De esta forma, la interacción de estos dos tipos de fuerzas configura la estructura espacial de una economía. En relación con estas cuestiones, y basándose en la experiencia de dos siglos de desarrollo económico, con resultados tales como disparidades espaciales en cuanto al ingreso y la producción, el Banco Mundial dedica su trigésimo primer Informe sobre el desarrollo mundial, del año 2009, a Una nueva geografía económica (en la versión inglesa, World Development Report 2009. Reshaping Economic Geography) cuyo mensaje de fondo es que el crecimiento económico será 236 ICE desequilibrado geográficamente. Además, la idea predominante en el Informe es que «el lugar donde se concentra la actividad económica puede marcar la diferencia entre la pobreza y la prosperidad tanto para la población como para los países». Es esta prosperidad la que contribuye a los movimientos de personas y de productos, y a la flexibilización de fronteras, dando lugar a un crecimiento acelerado y compartido que requiere, a su vez, transformaciones geográficas. El informe, dividido en tres partes, resulta novedoso por los conceptos de geografía y economía que introduce. La primera parte, «El desarrollo en tres dimensiones» se centra en tres elementos cuantificables que guardan semejanza con los conceptos de geografía humana, física y política, como son: la densidad, como dimensión importante a nivel local y subnacional; la distancia, como dimensión nacional; y la división, como dimensión internacional. Con la descripción de numerosos ejemplos de distintos lugares del mundo, sobre todo de Japón, América del Norte y Europa Occidental, relativos a estos tres aspectos se quiere poner de manifiesto que los resultados de algunos países, sobre todo en el último siglo, se deben a las transformaciones que han promovido en estos tres ámbitos: mayores densidades, crecimiento de las ciudades y mayores niveles de ingreso, distancias menores, debido a los movimientos ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 tanto de personas como de empresas, y menores divisiones, reduciendo fronteras económicas y aprovechando las ventajas de escala y la especialización. La segunda parte, «Configuración de la geografía económica», estudia los factores o fuerzas de mercado que contribuyen a estas transformaciones, como son las economías de aglomeración, la movilidad de factores y la migración y los costes de transportes y la especialización. Para ello, el Banco Mundial realiza una serie de investigaciones sobre políticas realizadas en los últimos años, demostrando que estas fuerzas de mercado están cambiando el panorama económico de los países que avanzan hacia el desarrollo. Recordando la obra clásica de Adam Smith, La riqueza de las naciones, donde se trataban estas cuestiones, el Informe señala cómo la interrelación entre las economías de escala, los movimientos de mano de obra y de capital, así como la caída de los costes del transporte, contribuyen a un rápido crecimiento económico tanto en ciudades como en países grandes o pequeños. Las economías de aglomeración son un elemento de atracción sobre las personas y las finanzas, dando lugar, por tanto, a movimientos migratorios y de capital. Estos movimientos resultan especialmente delicados en el caso del personal cualificado, que se siente atraído por los lugares donde se da una LOS LIBROS mayor especialización. El Informe analiza, también, la posibilidad de que se den deseconomías externas, tales como falta de seguridad o de servicios básicos, concluyendo que, aún así, el efecto atracción resulta más beneficioso que el efecto rechazo, y orientando a que las políticas gubernamentales no impidan que haya movimientos de personas sino que éstos movimientos no se hagan por razones equivocadas. Del mismo modo, considera que las migraciones calibran el potencial económico y son un indicador de avance, por lo que los gobiernos han de facilitar la movilidad laboral. En relación a los costes de transporte y comunicaciones, se indica que la caída de los mismos ha dado lugar a una mayor concentración geográfica y especialización, transformando la ubicación y el carácter del comercio, que no sólo se centra en la obtención de productos básicos, sino que se diversifica para obtener productos no básicos o de capricho personal. El aumento del comercio da lugar a menores costes de transporte y, a su vez, a más comercio. Por último, la tercera parte, «Replanteamiento de los debates sobre políticas» recoge, sobre la base de las dos anteriores, la importancia de la integración económica. Cómo han de plantearse los enfoques relacionados con las políticas, tanto locales, nacionales como internacionales, para que se acerquen más a la reali- dad del crecimiento y desarrollo y conseguir un crecimiento económico más equilibrado espacialmente que reduzca las desigualdades. Estas políticas han de centrarse, sobre todo, en la promoción de una urbanización incluyente, del desarrollo territorial, así como de la integración de los países pobres en los mercados mundiales. Todo ello sobre la idea de que los enfoques de política, aunque son importantes a nivel local, han de ampliarse hacia un marco de integración espacial, abogando por la creación de instituciones neutras que cooperen y unifiquen los lugares, que den cobertura universal, que se refuercen con inversiones públicas en infraestructuras compartidas, integradoras, con capacidad de conexión e incentivos especiales que conecten unos lugares con otros, ya que la interacción entre los lugares más avanzados y los atrasados es la clave para el desarrollo económico. En definitiva, la obra Informe sobre el desarrollo mundial 2009. Una nueva geografía económica, en línea con la calidad de los informes realizados previamente por el Banco Mundial, destaca no sólo por la relevancia de las cuestiones que considera, poniendo de nuevo en el debate los argumentos de la nueva geografía económica, sino por el detalle de los ejemplos utilizados, de los encartes sobre «geografía en movimiento» para Europa Occidental, Asia Oriental y África al sur del Sahara, así como los gráficos, tablas explicativas y la selección de indicadores de geo- grafía, de urbanización, de desarrollo territorial o de integración internacional, que enriquecen y favorecen la comprensión del mismo. Gemma Durán Romero y Ana M.ª López García Universidad Autónoma de Madrid LOCAL MODELS FOR SPATIAL ANALYSIS Christopher D. Lloyd CRC Press, Taylor & Francis Group Boca Ratón, FL, 2007 La importancia del espacio como un concepto esencial a tratar dentro del campo de la economía regional y urbana es, hoy en día, incuestionable. El espacio forma parte de la experiencia humana, pues todo lo que acontece lo hace en un momento del tiempo y en algún lugar ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 237 LOS LIBROS del espacio. Sin embargo, en términos generales, los efectos espaciales no son tenidos en cuenta con suficiente rigor en el análisis económico, que sigue poniendo mayor énfasis en los procesos temporales. Poco a poco, disciplinas como la estadística espacial, geoestadística y econometría espacial van cobrando mayor importancia en el mundo de las ciencias sociales. El desarrollo de la nueva geografía económica, y el reconocimiento mundial que supone la concesión del Premio Nobel de Economía al profesor Paul Krugman, por sus trabajos en este campo, ha sido muy importante para impulsar todo el análisis espacial dentro de la economía y la empresa. El libro que presentamos, Local Models for Spatial Analysis, es un exponente más del interés que el espacio suscita en las ciencias sociales en general. Su autor, Christopher D. Lloyd, es profesor de geografía en la Queen’s University Belfast y ha dedicado su investigación al análisis urbano en el ámbito de las ciencias sociales y medioambientales, utilizando bases de datos espaciales y sistemas de información geográfica. Con este libro, el profesor Lloyd realiza una sistematización de las llamadas técnicas o modelos «locales» de análisis espacial, en cuanto procedimientos que tienen en cuenta las diferencias existentes en el interior de un país, una región o, incluso, una ciudad. En efecto, gracias a las nuevas posibilidades que brinda la infor- 238 ICE mática, se han puesto en nuestras manos bases de datos georreferenciadas cada vez más amplias, y lo habitual, para los investigadores especializados en este campo, es analizar estos datos de manera «global», es decir, para la totalidad de la muestra disponible: por ejemplo, buscando estructuras o patrones de comportamiento generales, relaciones causales entre variables, etcétera. Sin embargo, es frecuente encontrar, dentro de una misma región y para el mismo conjunto de variables, más de una estructura o relación causal. Es lo que se conoce como ausencia de estacionariedad o inestabilidad espacial, que invalidaría el estudio «global» de los datos en favor de un análisis «local» más reducido, que tenga en cuenta estas diferencias en las relaciones en distintas subáreas del territorio. Por ejemplo, dentro del campo económico, podríamos elaborar un modelo causal global (o general) para saber si el centro de negocios de una ciudad como París ejerce atracción y es determinante para la localización de las empresas en su área metropolitana. Aunque la respuesta a esta pregunta es positiva, es decir, la mayor densidad de empresas y actividades se encuentra junto al distrito central de negocios de París (Central Business District, CBD), se ha podido detectar, con un análisis local, que existe una subzona en la esquina sureste del área metropolitana de París en ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 la que se produce una atípica aglomeración de negocios, que no parece seguir la pauta general. En el centro de todos estos análisis locales está el efecto de la dependencia o autocorrelación espacial. Es decir, el hecho de que aquellos objetos (personas, empresas, regiones) que se encuentran más cercanos en el espacio geográfico tienden a ser más parecidos entre sí que los objetos que se encuentran más lejanos. Así es como Waldo R. Tobler (1979) define la primera ley de la geografía. Obviamente, cuando los valores de una variable no presentan ningún tipo de relación con la proximidad geográfica, la incorporación del espacio al análisis de los mismos no tiene sentido. Lo que sucede es normalmente lo contrario: el espacio es importante en la mayoría de los fenómenos socioeconómicos y, por ello, debe cuantificarse. Tanto la geoestadística como la estadística y la econometría espacial introducen este efecto de dependencia espacial mediante funciones ponderadas de forma geográfica (es decir, teniendo en cuenta la distancia entre las observaciones). Así es como soluciona la geoestadística el problema de la obtención de datos ausentes, mediante interpolación espacial. Por ejemplo, la estimación del precio de una vivienda: si no se dispone de este dato, pero sí de los valores de viviendas cercanas, una solución consistiría en predecir el valor au- LOS LIBROS sente como la media ponderada del precio de las viviendas próximas, disminuyendo el peso con la distancia a la vivienda cuyo dato se desea conocer. Sin embargo, aunque se demuestre la existencia de dependencia espacial en una variable, la influencia del espacio geográfico puede ser diferente en unos lugares y en otros. Por eso, en este libro se presentan todos los métodos que hacen posible el análisis de la variación de la estructura de dependencia espacial dentro de un área (país, región, ciudad...). Este análisis se complica mucho más cuando se consideran distintas escalas geográficas. Por ejemplo, la relación estadística entre dos variables como la renta per cápita y la tasa de paro puede ser claramente negativa cuando se aborda el análisis con datos geográficos agregados (países, regiones), y convertirse en nula, o hasta positiva, cuando el estudio se lleva a cabo con unidades geográficas más desagregadas, como los municipios. En términos generales, el libro Local Models for Spatial Analysis considera el análisis local de datos geográficos en una doble vertiente. Por un lado, presenta los métodos de inestabilidad espacial paramétrica en modelos econométricos, es decir, la variación que se produce en el análisis multivariante según las observaciones estén localizadas en una subzona u otra. Y, por otro, también considera el análisis de la variación espacial que se produce en una única variable; por ejemplo, hasta qué punto las observaciones se encuentran más o menos agrupadas en unas zonas con respecto al resto del espacio considerado. El autor del libro realiza un esfuerzo importante para sistematizar métodos procedentes de disciplinas diferentes (matemáticas, geografía, geoestadística, econometría espacial) utilizando ejemplos también diversos, con bases de datos económico-demográficas, climatológicas y sobre usos del suelo. Hay que reconocer que se consigue un resultado digno e interesante, donde las técnicas se organizan de forma clara y se combinan con soltura modelos econométricos causales con modelos estadísticos predictivos, así como datos en rejilla (grid data), datos poligonales (areal data) y datos puntuales (point-patterns). Tal combinación en una única obra no resulta fácil, por cuanto implica unir los trabajos de escuelas de investigación distintas que muchas veces trabajan de forma paralela, pese a compartir todas ellas su pasión por el análisis espacial de datos. Pero el autor sale airoso de la prueba, dejando abiertas muchas puertas al análisis, siendo algunas de ellas claramente novedosas, y aunque éstas no se exponen con detalle, sí se hace de forma suficiente como para encandilar al lector y proveerle de unas referencias básicas para ampliar futuras investigaciones. El libro está dividido en ocho capítulos. Tras la Introducción, en el Capítulo 2, Local Modelling, se presentan varios enfoques que permiten abordar el análisis espacial local, como los modelos kernel de ventanas móviles, modelos de parámetros cambiantes según la localización (locally-varying model parameters), eliminación de tendencias espaciales, etcétera. En los Capítulos 3 y 4 se exponen los métodos que analizan el fenómeno de la variación espacial. En el Capítulo 3, Grid Data, este tema se aborda para el caso específico (y menos común en las ciencias sociales) de variables de datos en rejilla. Por su parte, el Capítulo 4, Spatial Relations, presenta el grupo de modelos univariantes y multivariantes de análisis espacial local, entre los que se encuentra el método de expansión espacial, las regresiones de ventanas móviles (MWR), las regresiones geográficamente ponderadas (GWR) y los modelos espaciales jerárquicos (o modelos multinivel). El Capítulo 5, Spatial Prediction 1: Deterministic Methods, desarrolla el amplio abanico de métodos deterministas utilizados para la predicción espacial de valores ausentes de una variable. Este capítulo comienza presentando métodos matemáticos de análisis local, como los polígonos Thiessen, triangularización, superficie tendencial, método del inverso de la distancia ponderada (IDW), vecinos naturales, métodos adaptativos locales y splines. A continuación, se presentan ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 239 LOS LIBROS otros métodos deterministas de interpolación, utilizados tanto para la obtención de datos procedentes de unidades poligonales (areal interpolation) como para la estimación de datos puntuales a poligonales (point to areal interpolation). En el Capítulo 6, Spatial Prediction 2: Geostatistics, se desarrollan los métodos de la geoestadística que, desde un enfoque estocástico, hacen posible el análisis de la estructura espacial de una muestra de datos, así como la solución de problemas de predicción espacial. Tras una presentación del concepto de estacionariedad espacial, este capítulo presenta los métodos exploratorios de dependencia espacial (correlograma espacial, variograma, variograma cruzado), el método de krigeado para la interpolación espacial (simple, ordinario y cokrigeado) y los enfoques locales del krigeado. El Capítulo 7, Point Patterns, se dedica a ciertas técnicas de análisis de datos puntuales (point patterns), como los métodos basados en la distancia (vecino más cercano, función K), métodos de densidad y funciones K locales. Por último, en el Capítulo 8, Summary: Local Models for Spatial Analysis, se realiza un resumen con los aspectos principales a destacar de todo lo explicado en los capítulos anteriores. Por tanto, dentro del mundo económico, este libro está pensado para investigadores y profesionales interesados en la economía regional y urbana, así como el geomarketing. Si bien es cierto que son necesarias 240 ICE ciertas nociones de estadística y análisis espacial, para aprovechar al máximo sus contenidos, también debe señalarse que el autor utiliza un lenguaje «amigable» cuando se aproxima al análisis teórico, sin abusar de fórmulas innecesarias, y proporcionando, en todo momento, ejemplos y referencias que permiten clarificar y ampliar los conceptos más complejos o novedosos. Coro Chasco Yrigoyen y Ana M.ª López García Universidad Autónoma de Madrid CAUSAS Y REMEDIOS DE LAS CRISIS ECONÓMICAS José Luis Feito Fundación para el análisis y los estudios sociales Madrid, 2009 ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 Vivimos momentos difíciles y, como tales, nadie parece haber encontrado todavía la fórmula infalible para salir de ellos. Pero la inteligencia nos indica que, por lo menos, podemos mirar hacia atrás y evitar los errores del pasado. En lo que parece haber cierto consenso es en fijar esa mirada atrás en la crisis de los años 1930. El libro de José Luis Feito está oportunamente reeditado (se editó en 1999 por primera vez), complementado con un preámbulo que trata precisamente de justificar la oportunidad de su reedición en este momento. El debate económico Hayek-Keynes es, sin duda, inspirador en el período que estamos viviendo. Y como no hay casi nada nuevo bajo el sol, efectivamente, en la actualidad vuelve a haber partidarios tanto del uno como del otro. Paul Krugman, el último Premio Nobel de Economía, habla de «the Keynesian moment», porque, según él, la clave de la recuperación está en la inyección de fondos al sistema por parte del sector público. Otros autores, como Jesús Huerta de Soto en España, heredero de la escuela austriaca, abogan por las tesis de Hayek, es decir, desconfiar del rol de los bancos centrales en la economía, ya que, según él, en épocas de recesión, éstos tienen tendencia a fijar tipos de interés por debajo del «tipo natural», y, por otro lado, apostar por la liberalización de la economía a todos los niveles; además, fa- LOS LIBROS cilitar la devolución de los préstamos contraídos a escala masiva por las economías domésticas, retrocediéndoles renta a través de la reducción del gasto público y los impuestos (esto último, no contrario en definitiva a las tesis de Keynes). José Luis Feito, el autor, es economista del Estado, antiguo representante de España ante el FMI y la OCDE, y trabaja con varias asociaciones empresariales. Tiene, por tanto, experiencia tanto desde el punto de vista institucional como empresarial, y en recientes intervenciones se ha decantado por una síntesis personal de los dos modelos: sí a un mayor gasto público para estimular la economía, pero hasta cierto límite, que según él ya se habría alcanzado en nuestro país; a partir del cual sólo las reformas estructurales de signo liberalizador podrían ser la clave de una salida durable de la crisis. Así, el libro, en esta edición de 2009, tiene dos partes bien diferenciadas: la primera es un preámbulo relativamente largo en el que justifica la oportunidad de reeditar el interesante debate Hayek-Keynes de los años 1930, poniendo de relieve las similitudes entre la crisis de los años treinta y la actual; la segunda reproduce la edición de 1999, con la síntesis del debate entre los dos economistas, en términos sobre todo de política económica. En el preámbulo Feito subraya como similitudes entre las dos crisis, entre otras, las siguientes: · Profundo deterioro del valor de los activos de los intermediarios financieros y de aquellos en los que se había sobreinvertido (inmuebles y bienes de consumo duradero). · Mala gestión, o deficiente, por parte de los bancos centrales: aunque las autoridades monetarias han aprendido del pasado, todavía han cometido errores, como, según el autor, permitir la quiebra de Lehman Brothers o las subidas del tipo de interés por el BCE en 2008. · En los dos casos, una parte del debate se centró, no sólo en el contenido óptimo de las intervenciones estatales, sino en la conveniencia misma de dichas intervenciones. Feito termina el preámbulo proponiendo una solución a la crisis actual basada en la síntesis del pensamiento de los dos economistas, en su errores y en sus aciertos. Keynes veía en el patrón oro y su política monetaria restrictiva la causa de la gran depresión en Gran Bretaña; mientras que, según Hayek, la depresión en EE UU era producto de una política monetaria demasiado expansiva, que conducía a una deficiente asignación de recursos y a una explosión de créditos no viables. Feito, haciendo una reflexión sobre la postura de ambos y con la «ventaja» de la perspectiva histórica, piensa que una crisis provocada por los excesos de la política monetaria no se puede zanjar rápidamente sólo con políticas monetarias y/o fiscales expansivas, que a partir de cierto momento empezarán a ser contraproducentes, sino que, una vez asegurada la solvencia del mecanismo de pagos de la economía (algo que seguramente no hemos alcanzado todavía en la crisis actual), hay que flexibilizar los mercados de bienes y de factores productivos. Feito subraya dos grandes ideas que, según él, aportó Hayek: · Las distorsiones creadas por excesiva liquidez no significan alteraciones proporcionales del nivel de precios, lo que hace que esta última variable por sí sola sea insuficiente para informar a los bancos centrales. · Una crisis cuyo origen es el exceso de liquidez ha de solucionarse pasando primero por la eliminación de ese exceso, y luego por la reasignación de factores productivos hacia sectores con cierta autonomía frente al crédito fácil y abundante. La segunda parte del libro la dedica al debate económico HayekKeynes, tal y como se había publicado en 1999, como hemos indicado antes. Feito trata de explicar por qué Hayek pasó de la admiración al olvido muy rápidamente. El hecho de haber pronosticado con acierto la Gran Depresión americana le granjeó gran popularidad; sin embargo, según el autor, su incursión en la filosofía política, con la publicación en 1944 de El camino de la servidumbre, y la caída del ideal alemán después de la guerra, le arrinconaron por lo menos ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ICE 241 LOS LIBROS hasta 1974, año en el que se le concedió el Premio Nobel de Economía. A partir de ahí, Feito dedica unas 15 páginas a comentar la visión de Hayek, y luego unas 22 a la visión de Keynes. Hayek parte de que una recesión es siempre el resultado de una expansión monetaria excesiva, por lo que, primero, como se había recordado en el preámbulo, hay que reducir ese exceso. Además, desconfía de la capacidad de los bancos centrales para atajar una crisis porque desconocen, por ejemplo, el nivel real de los tipos de interés de equilibrio, al desconocer la voluntad de ahorro de la economía, y debido al hecho de que el sistema financiero suele generar cíclicamente señales que equivocan a los agentes económicos en su interpretación del estado real de la economía (pero también, según él, porque una vez que deciden aplicar una política monetaria expansiva lo llevan acabo de modo excesivo y antes de tiem- 242 ICE po). Sin duda su mayor aportación, como recuerda Feito, es la integración de la teoría monetaria con la teoría del capital. Por primera vez un economista dice que debido a las imperfecciones del mercado monetario se dan los ciclos económicos, y que es la estructura del capital la que explica por qué la creación de dinero distorsiona la economía. Está además su concepción del ahorro como motor de la inversión, y por lo tanto del progreso social, y la mayor duración del proceso de ajuste entre éste y la inversión. Para muchos, el hecho de que Keynes «venciese» a Hayek en el mundo académico y político, significó el triunfo del «capitalismo anglosajón». Es posible que si hubiera sido a la inversa no estaríamos hoy en la crisis en la que estamos, pero quizá estaríamos en otra de características distintas. La sociedad de consumo quizá no existiría a la escala actual, pero una sociedad de ahorro, como la japonesa, también ASPECTOS TERRITORIALES DEL DESARROLLO: PRESENTE Y FUTURO Mayo-Junio 2009. N.º 848 ha vivido crisis y las sigue viviendo, aunque actualmente la globalización hace que los contagios sean más fáciles entre las economías más integradas. Hoy, desde luego, cuando se pone en tela de juicio el sistema capitalista anglosajón o «de casino», como algunos lo han llamado, vuelve a tener sentido plantearse alternativas. José Luis Feito reedita, por tanto, su libro de 1999 en un momento claramente oportuno, con un formato sin pretensiones y fácil de leer, a base de pequeños epígrafes que van a lo esencial y que, para los menos aplicados, o los más faltos de tiempo, puede constituir la única lectura del libro, sin por ello perderse ideas esenciales. Aunque, como el libro es breve, y está bien escrito, tampoco requiere mucho más tiempo para su lectura integral. Mónica Vázquez