Heraldo de Aragón l Domingo 23 de mayo de 2010 ARAGÓN l 9 La muerte de sus padres apaleados en el campo de Gusen o asesinados en la cámara de gas del castillo de Hartheim marcó las vidas de los jóvenes que lograron sobrevivir je maldito. “Fuimos en los vagones como animales porque decían que cabían ocho caballos o 40 hombres. Iba con mi padre y mi madre, que volvió a España y todavía oíamos sus chillidos cuando nos dejaron en el campo con mi padre”, explica Alcubierre relatando sus pesadillas que aún le persiguen. La cámara de gas y la eutanasia José Alcubierre llegó con su padre, como Jesús Tello, José Egea y Elías González, pero a todos los mataron a palos en el campo de Gusen o en el castillo de Hartheim, donde Hitler aplicó la eutanasia con el programa T4. La pérdida de sus padres marcó la vida de estos jóvenes, que resistieron a base de trabajos forzados. Fueron bautizados como “pochacas” porque los enviaron a una cantera del pueblo de Mauthausen, propiedad del magnate austriaco Poschacher, que tuvo así mano de obra gratis. “Hace poco me enteré que mi padre murió en el castillo de Hartheim donde hacían pruebas los SS. Les abrían en canal y tenían allí su horno crematorio”, lamenta José Egea. “Cuando me contaron que mi padre murió a golpes en Gusen no dejé de llorar”, coinciden Jesús Tello y José Alcubierre en sus dramas paralelos. A su edad siguen derramando lágrimas al recordar la muerte sin sentido que los dejó solos en el campo de concentración y en la vida. “Cogieron a mi padre para ir a Gusen y yo me eché encima de él y mi hermano (Luis, uno de los supervivientes que vendrá a Zaragoza) se quedó en Mauthausen”, explica Elías González. “Allí te desnudaban completamente, te rapaban el pelo y te daban el traje de prisionero y el número. Eso lo hemos llevado con nosotros hasta el fin de nuestra vida y hay muchos momentos que te vienen a la memoria”, cuenta con sufrimiento Elías, en su casa, junto a su mujer turolense. Aragonés, español y francés “Me siento aragonés, me siento español a pesar de mi naturalización francesa. Nací en Aragón y soy de aquí, pero en Francia somos reconocidos por cómo lo hemos pasado y también nos ayudaron”, reconoce Elías González. La mayoría se quedaron viviendo en Francia y cuando regresaron a su tierra, durante la dictadura, se llevaron un buen susto. Miguel Aznar Sesé nunca ha vuelto a Mauthausen porque revivir la LOS SUPERVIVIENTES “Lo peor eran los muertos porque la muerte era lo último. Era normal que te pegaran o te mataran. Si te tocaba, pues te tocaba” ELÍAS GONZÁLEZ 85 años. Nació en Esplús. Vive en Larrazet. “En Austria, desde octubre a marzo hace mucho frío. Podías trabajar a 30 bajo cero en la cantera y morir, pero si conseguías un trabajo, no” DOMINGO FÉLEZ 85 años. Nació en Alcorisa. Vive en Venezuela. “Pasé el tifus en la barraca 32. Los mataban a patadas o metiéndolos en un camión donde les ponían una inyección de gasolina” JESÚS TELLO 85 años. Nació en Épila. Vive en Tournefeuille. “No he vuelto a Mauthausen para no ver la cantera de los paracaidistas. Y tuve mucho miedo cuando regresé a Oto, en Huesca, en 1962” MIGUEL AZNAR 89 años. Nació en Oto. Vive en Tarbes. Los supervivientes aragoneses de los campos de concentración nazi se consideran olvidados por su país, apenas han podido regresar y la mayoría reside en Francia cantera de los 186 escalones (conocida como la cantera de los paracaidistas porque arrojaban a los presos desde arriba), le tuvo mil y una noches sin dormir. Pero en 1962 decidió volver con su mujer a Oto, su pueblo natal, al lado de Ordesa, para presentarle a su familia y fue sometido a un control policial desde Canfranc que lo descompuso. “Cuando volví a España por primera vez tuve miedo hasta de entrar en mi pueblo. No sabía lo que podía ocurrir. La Guardia Civil no hacía más que interrogarme hasta que les dije que me había hecho francés y no volvía a España para vivir”, cuenta Miguel Aznar, que tiene familia en Huesca. Cómo sobrevivir a los nazis Jesús Tello volverá esta semana por primera vez a su pueblo, “Épila de Jalón”, aunque tiene varios hermanos entre Zaragoza y Lérida. Su discurso es demoledor. En cada frase salta un golpe y un número o nombre en alemán. “Cuando pasé el tifus, en la barraca 32 de Gusen morían a patadas. A la una de la mañana entraba un camión y nos decían que íbamos al hospital para curarnos. Les metían una inyección de gasolina y morían. Sufrí y rabié mucho, hasta que le dije a un SS que estaba curado para trabajar y salí vivo. Aguanté hasta que me dijo ‘raus’ (fuera)”, detalla casi con la misma rabia. Cada cual buscó un hueco para sobrevivir en ese campo del terror. Paulino Espallargas era “joven, grande y conocido porque sabía boxear”, lo que le supuso no morir. “Los soldados alemanes SS eran como yo, chicos jóvenes como yo, y me decían: ‘Paulino, tú ganas; si no ganas, al crematorio”, le advertían. A Francisco Bernal, que se había convertido en un ‘Gandhi’ con 48 kilos, le salvó ser zapatero. “Esa profesión me salvó de la cantera. En la zapatería me encontré a un madrileño que fue chófer de Líster. Hacíamos el trabajo para los SS y luego, las chancletas para los presos”, cuenta. Domingo Félez se convirtió en barbero del campo de Gusen, donde lo enviaron enfermo desde Mauthausen. “De octubre a abril nevaba todas las semanas, trabajabas a 30 bajo cero nueve horas al día si estabas en la cantera y lo más normal era morir (de frío o hambre). Pero si tenías un trabajo, solo pasabas frío dos horas”, recuerda de su lucha por sobrevivir. RAMÓN J. CAMPO