EL MITO DEL DESARROLLO Y EL FUTURO DEL TERCER MUNDO

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EL MITO DEL DESARROLLO Y EL FUTURO
DEL TERCER MUNDO
Ceho Fuitado
(Brasil)
El estudio preparado por el Club de Roma respecto de las consecuencias
a largo plazo de la expansión de la economía mundial, ha sido objeto de
gran controversia en los países industrializados.^ Pero en los países del Tercer Mundo, que serían los más afectados directamente, en caso de que se
pusieran en práctica las medidas de política económica y social propuestas en ese estudio, el interés por el tema ha sido limitado. Muchas personas vieron en este trabajo un elemento más de la campaña elaborada por
los Estados Unidos para controlar la natalidad en los países pobres, campaña que no distingue entre aquellos países con 300 habitantes por kilómetro cuadrado y países con una densidad demográfica treinta veces
menor. Otras personas identifican en el estudio una pieza de la campaña
tendiente a restablecer una tutela rígida sobre países del Tercer Mundo,
exactamente cuando éstos comienzan a liberarse de los supuestos "automatismos de mercado" gracias a los cuales los precios de los productos
que exportan pudieran mantenerse bajos en beneficio de los países industrializados.
Sería difícil exagerar la importancia de este estudio, no tanto por lo
que pretende demostrar cuanto por las inferencias que se derivan de los
esquemas que ahí se presentan. Por primera vez disponemos de un intento
de análisis de comportamiento de la economía mundial en su conjunto. Hasta la fecha los economistas se habían limitado al estudio de la estructura y
al funcionamiento de subsistemas, o sea, de economías nacionales o regionales. Así, durante los últimos veinte años los norteamericanos realizaron
una serie de estudios sobre las tendencias a largo plazo de la economía
de los Estados Unidos, particularmente respecto al comportamiento futuro de la demanda de recursos naturales no renovables. Esas proyecciones
surgieron a partir de la hipótesis implícita de cpie el mundo fuera de los
Estados Unidos es ilimitado; lo que se toma en cuenta es determinar el
grado de dependencia futura de los países con respecto a la oferta externa
de recursos y sus posibles repercusiones en los precios de mercado que
^ The Limits to Grotith (Univer=p Book;:, Nueva York, 1972). Este e=tiidio fue preparado
por el Massachusetts Institute of Technology, por Donella H. Meadows. Dennis L. Meadows,
Jorpen Randers y William W. Behrens ITT. Véase a J. "VT. Forrester. Industrial D>-namics fCambridge, Mass.. 1971), acerca de la metodología adoptada en este trabajo. Título de la traducción
al español: Los límites del crecimiento (Fondo de Cultura Económica, México, 1972K
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provienen del crecimiento de la demanda de otros países industrializados.
Datos recientes publicados por el Ministerio del Interior del gobierno de
los Estados Unidos, indican, por ejemplo, que 13 de los principales productos minerales que se requieren para el funcionamiento de la economía
del país, excepto uno (fosfatos) serán principalmente importados hacia fines del presente siglo. Ya en 1985, nueve de los productos referidos serán
importados principalmente, mientras que en 1970 sólo dependían 5 más de
la importación que de la producción interna. En 1970, los Estados Unidos
eran autosuficientes en su producción de cobre, pero para el año 2000
este abastecimiento dependerá de importaciones en 56 %. La situación
del azufre es idéntica. Si pasamos a los combustibles, encontramos una
tendencia similar; de haber sido un gran exportador de petróleo en el
pasado, este país se convierte hoy en día en un gran importador de este
producto. Siguiendo las previsiones del referido Ministerio del Interior, el
valor de las importaciones norteamericanas de petróleo pasará, a precios
de 1970, de 8 miles de millones de dólares en ese año a 31 miles de millones en 1958, y 64 miles de millones 15 años después.
El estudio preparado por el Club de Roma no se preocupa de manera
directa del problema de la utilización creciente, por parte de la economía
norteamericana y de otros países industrializados, de los recursos naturales de los países del Tercer Mundo y mucho menos de las consecuencias
de este proceso para tales países. La atención de los autores se concentró
en la pregunta siguiente: ¿qué sucederá si todos los países persisten en
su propósito de continuar creciendo? La respuesta proporcionada por las
computadoras es inequívoca: la presión sobre los recursos no renovables
y el grado de contaminación del medio serán tan altos (o, alternativamente, el costo del control de la población será tan grande) que el sistema
tenderá irremediablemente hacia el colapso- Cabe añadir que, de acuerdo
a la estructura del sistema, gran parte de lo que ocurrirá en el futuro se
deberá a decisiones tomadas en el pasado o bien que están siendo tomadas
en la actualidad sin tomar conciencia de sus repercusiones. Así, la contaminación que habrá de combatirse en el futuro se originó en gran parte
de decisiones tomadas en años pasados; la oferta de mano de obra que
deberá absorberse en los próximos 20 años resulta de los nacimientos ya
ocurridos, etcétera.
La novedad de este estudio no se encuentra en los materiales que utiliza o en las relaciones de causalidad que postula, y sí en el estrechamiento
del sistema en escala planetaria, lo que fue posible gracias a los enormes
recursos de computación. Puede abandonarse la hipótesis de un mundo
exterior ilimitado implícita en los modelos anteriores. Este paso decisivo
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permitió que se explicitara un dato fundamental al que el hombre jamás
quiso enfrentarse: se trata del hecho elemental de que el proceso de civilización, tal como lo practicamos, es esencialmente de carácter destructivo
cuando se observa desde un ángulo más general; la creación de valor en
nuestra civilización engendra procesos irreversibles de desorganización del
mundo físico; así, gran parte de nuestros procesos productivos implican
una transformación de energía disponible en energía no disponible, lo que
resulta en un proceso no reversible tal como nos lo explica la termodinámica.^ La tendencia del lector congénilamente optimista, que nació en
este mundo de progreso alucinante^ es rebatir: precauciones de ese tipo
se hicieron en el pasado, pero fracasaron porque no tuvieron en cuenta
el progreso técnico. Ahora bien, este argumento es inconsistente, ya que
nunca antes se había cerrado el sistema, o sea, que nunca se había pasado del análisis parcial al global. El progreso técnico puede, por sí mismo, acelerar su ritmo sin que por eso nuestra civilización sea menos destructiva.
El modelo que se utilizó para las proyecciones es inobjetable desde el
punto de vista de su consistencia interna. Su estructura se estableció a
partir de datos que reflejan el comportamiento de las economías hoy en
día industrializadas o, mejor, reflejan el proceso de industrialización tal
como ocurrió en las llamadas economías centrales o dominantes. Los autores del estudio fueron explícitos desde el principio, respecto de la metodología adoptada.
The basis of the method —nos dicen— is the recognition that the structure of any system —the many circular, interlocking, sometimes time-delayed relationships among its components— is often just as important in
determining its behavior as the individual components themselves" (p. 31).
Y más adelante añaden: ". . . high level of aggregation is necessary at this
point to keep the model understandable. . . National boundaries are not
recognized. Distribution inequalities of food, resources, and capital are
included implicitly in the data but they are not calculated explicitily ñor
graphed in the output (p. 94) .
La pregunta que debe formularse es la siguiente: ¿disponemos de suficiente conocimiento de la estructura del sistema económico mundial para
proyectar sus tendencias a largo plazo? Por ejemplo, ¿tiene validez la
afirmación que hacen los autores respecto a *'as the rest of world develops economically, it will follow basically the United States pattern of con2 Véase el magnífico trabajo del profesor Nicholas Georgescu-Roegen, The Entropy Law and
the Economic Process (Cambridge, Mass., 1971).
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sumption"? (p. 109). En esta afirmación hay un desconocimiento total
de la especificidad del fenómeno del subdesariollo, el cual no constituye
una fase en el proceso de desarrollo, como lo pretende la escuela de Rostow, y sí una deformación provocada por las relaciones particulares que
surgieron entre los países dominantes y los países dependientes, a partir
de la Revolución Industrial.^ No es mucho lo que sabemos sobre el fenómeno del subdesarrollo, pero lo que sabemos resulta suficiente para convencernos de que el proceso actual de industrialización de la periferia del
mundo capitalista (proceso que se basa en la sustitución de importaciones al servicio de minorías privilegiadas o de explotación de mano de obra
barata en industrias de exportación), es estructuralmente distinto del proceso de industrialización de los centros dominantes de la economía mundial, ocurrido en los dos primeros tercios de este siglo y que sirvió de
base para establecer la estructura del modelo referido.
La industrialización del centro del sistema capitalista se basó esencialmente, en la difusión de los frutos del progreso técnico, o sea, en la creación de mercados de masa. Esta industrialización, dentro del cuadro de las
economías nacionales, se realizó pari passu con la elevación de salarios
reales, lo que no impidió que se mantuviese, sin mayores cambios, una
alta concentración del ingreso. Debido a que el ingreso se mantiene concentrado, es necesario introducir de manera permanente productos nuevos;
pero si se elevaran los salarios reales se formarían mercados de masa al
estilo americano, lo que abre el camino a las economías de escala de producción.
La experiencia de países como el Brasil, México y la India, demuestra que este modelo de industrialización no se reproduce en la periferia
del mundo capitalista. La imitación de las minorías dominantes de estos
países del estilo de vida de los países ricos, exige tal concentración de
ingreso, que el proceso de industrialización tiende a ser básicamente diferente. Se trata de imponer formas de consumo que son el resultado de
una fuerte acumulación de capital obtenida a través de un proceso largo
de industrialización y de relaciones internacionales de dominación en países en que el capital acumulado por habitante es relativamente exiguo. Con
el fin de que el 5 % de la población del Brasil disfrute de niveles de vida
que corresponden a un ingreso medio de 3 mil dólares, cuando el ingreso
medio del país es de cuatrocientos, el 80 % de la población tiende a ser
totalmente excluido de los beneficios de los incrementos de productividad,
lo que da lugar a un tipo de estructura industrial sin ninguna relación
3 Celso Furtado, Teoría y política del desarrollo económico (Siglo XXI, Eds., 4' ed.), pp.
212-224.
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con la de los países actualmente industrializados, cuando la acumulación
de capital en estos países era similar a la que dispone el Brasil en la
actualidad.*
La estructura de un modelo de la economía mundial, si es que pretende ser realista, deberá tener en cuenta esta diferencia cualitativa entre
el capitalismo céntrico o dominante y el capitalismo periférico o dependiente. El primero se basa en la introducción de productos nuevos y en
la difusión del uso de productos nuevos, o sea, en el consumo de masa; el
segundo se basa en la imitación tecnológica y en la concentración de
la riqueza y del ingreso. Pero como resulta en el ámbito del capitalismo
periférico en donde ocurre un crecimiento demográfico mayor, la ignorancia de esa disparidad estructural necesariamente lleva a resultados
irreales en las proyecciones de tendencias.
El postulado de la existencia de una economía capitalista mundial con
una estructura homogénea, constituye la razón de ser de las conclusiones
cataclísmicas, a las que nos lleva el estudio que estamos considerando.
Ahora bien, la única cosa que sabemos con certeza de la industrialización
de los países capitalistas periféricos es que las grandes masas no tienen
acceso a los frutos del incremento de la productividad. Un modelo que
considera que apenas un 5 /^ de los millones que viven y crecen en el
Tercer Mundo tendrán efectivamente acceso al american way of Ufe, y
que el 95 % restante permanecerá cerca del nivel de subsistencia, produciría necesariamente conclusiones muy distintas. En los países del Tercer
Mundo proseguirá el crecimiento demográfico mientras existan tierras que
puedan ocuparse —lo que todavía es regla general en casi toda la América
Latina, en gran parte del África y en ciertas regiones del Asia— o mientras la intensificación del uso de la tierra pueda realizarse sin un aumento
* Véase Celso Furtado, La economía latinoamericana fSiplo XXI Eds., 3' ed.), acorca de
la dx«tribiic¡ón del ingreso en los países de la América Latina. Las estadísticas disponibles con
respecto al proceso de industrialización de los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania
indican una aparente estabilidad en la distribitción tanto social como funiñonal del inpreso
durante el último siglo, teniéndose en cuenta los efectos de la política social. Aféase Jean Marchal
y J. Lecaillon, La répartition du Revena national, vols. I y II (Editions Génin, París, 1958),
sobre los datos que se reunieron a este respecto. Los datos referentes al Brasil no indican únicamente el grado de concentración, mucho más elevado que en cualquier país industrializado, sino
también el agravamiento de esta concentración en esas etapas de intensificación del crecimiento
económico. Por ejemplo: durante la década de los años 6C el ingreso por habitante aumentó
33 9ri en el Brasil, pero el beneficio del aumento se concentró en el 20 90 con ingresos mayores
en el país y particularmente en el 5 % de los más ricos, cuyo ingreso per capita se duplicó durante esa década.
5 Este modelo deberá también tener en cuenta el grado de movilidad internacional de la
mano de obra. La población mundial no se distribuye bajo un sistema efectivo de comunicación.
Por lo tanto, la presión que se ejerció sobre los recursos en un país no se transfiere necesariamente a los demás.
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excesivo de los costos de producción en términos de horas de trabajo/ A
pesar de esto, por el hecho mismo de que el volumen de la población de
los países del Tercer Mundo permanezca cerca del nivel de subsistencia
y que, por otro lado, nada indica que se modificará tal situación, la evolución demográfica de estos países continuará dependiendo de la disponibilidad de tierra (o de la posibilidad de intensificar el uso de éstas) en
los países respectivos. No se excluye la hipótesis de que una serie de crisis
locales, como las que acontecen actualmente en un grupo de países del
África Occidental, actuarán como freno al crecimiento demográfico. Lo
que parece poco realista es suponer que tales crisis tengan repercusiones
más amplias en los países ricos o que pongan en peligro el funcionamiento del sistema económico mundial.
Si consideramos por separado el grupo de países capitalistas de economía dominante, veremos que para éstos el problema es mucho más de
dependencia con respecto a la importación de materias primas —en razón
del agotamiento de las propias reservas— que de crecimiento exponencial
de la demanda. El lento crecimiento demográfico aunado a un ingreso
per capita elevado, produce un crecimiento lento de la demanda de productos básicos, inclusive alimentos, al mismo tiempo que se eleva la posibilidad de reciclaje de ciertos metales. Así, el consumo de cobre por habitante se triplicó en los Estados Unidos entre 1900 y 1940; pero entre
este último año y 1970 se mantuvo prácticamente estable. El consumo de
acero por habitante se triplicó en este país entre 1900 y 1950, pero permaneció estable en los últimos veinte años. En realidad, el consumo de
metales básicos por habitante es aproximadamente igual dentro de un grupo importante de países industrializados (grupo que incluye a los Estados
Unidos, la Alemania Occidental, el Japón y Suecia) aun cuando dentro
de este grupo las diferencias del ingreso per capita mantengan una proporción de 1 a 2. No hay duda que durante el último cuarto de siglo hubo
un aumento considerable de la demanda de productos básicos en un grupo
de países industrializados que se habían rezagado en su industrialización
con respecto a los Estados Unidos. Pero la propia experiencia de este país
•> La ignorancia sobre los aspectos institucionales ligados a la utilizarión de la tierra lleva
a afinnar a los autores del estudio del MIT: "If good fertile land were still easily re.aclied and
brought under cultivation, there would be no econoniic barrier to feeding the hnrgry. and no
diíficulty social choice to make" (p. 52). En un país como el Brasil, la abundancia de tierras
cultivables no utilizadas, muchas veces de fácil acceso, no impide que una buena parte de la población rural jtresente todos los síntomas de desnutrición extrema. En el Brasil, como en otros
países de la América Latina, es común ver a los mjnifundistas hacinados en tierras insuficientes
para absorber la capacidad de trabajo de tma familia en comparación con los latifundios que
utilizan menos de una décima parte de las tierras de que disponen. Véase Celso Furtado, La
economía latinoamericana, op. cit., pp. 70-79.
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está presente para demostrar que la curva de ese crecimiento es asintótica.
La no linealidad de la demanda de productos básicos fue incorporada
además al modelo que estamos considerando/
Si dispusiéramos de medios para proyectar por separado las economías
capitalistas centrales y las periféricas, seguramente nos acercaríamos más
a la realidad que utilizando el modelo de estructura integrada que elaboró
el grupo del MiT. La hipótesis del colapso tendría sólo fundamento si el
sistema tendiera a generalizar, en escala planetaria, la forma actual de
vida (y de desperdicio de recursos) de los países capitalistas centrales.
Ahora bien, la tendencia estructural del sistema es exactamente en el sentido opuesto, o sea, la de concentrar el ingreso y la riqueza en los países
lieos en escala planetaria, y dentro de los países pobres en beneficio de
las minorías ricas.
Así llegamos, por medio indirecto, a una conclusión de gran importancia: el estilo de vida producido por el capitalismo industrial debe preservarse para una minoría, pues todo intento de generalización del mismo
al conjunto de la humanidad necesariamente provocará una crisis global
del sistema. Esta conclusión resulta de la mayor importancia para los
países del Tercer Mundo, pues pone en evidencia que la opción del desarrollo económico tal como se ha definido y practicado en esos países -—o
sea, un camino de acceso a las formas de vida de los actuales países desarrollados— es simplemente un mito. Sabemos ahora que los países del
Tercer Mundo no se podrán desarrollar jamás si por esto debe entenderse
ascender a las formas de vida de los actuales países desarrollados. Si
por milagro ocurriera este tipo de desarrollo, el sistema entraría necesariamente en el colapso. Puede extenderse el argumento y afirmar: la
forma que manifiesta actualmente la industrialización periférica, o sea,
la exclusión de las grandes masas de los benefiicos de los aumentos de
productividad de trabajo, no proviene del azar ni de la malicia de las
élites de los países del Tercer Mundo; ésta también resulta de la necesidad de conciliar el gran desperdicio de los recursos inherentes al sistema
con la rigidez creciente de la oferta de ciertos recursos naturales no renovables. Esta conciliación se realiza evidentemente en función de los
intereses de las economías dominantes.
Identificar las tendencias estructurales de un sistema social no significa
prever su futuro. La historia es un proceso abierto a la invención humana.
No se excluye la hipótesis de que ocurran cambios sociales en un número
creciente de países del Tercer Mundo que repercutan en modificaciones
estructurales del sistema económico. ¿Podrían esos cambios activar las
^ Véanse las gráficas 29 v 30 del c>tudio del MiT.
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fuerzas tendientes a producir el colapso del sistema global, en la medida
que propiciasen la generalización de los beneficios del desarrollo económico? Nada indica que esta situación se produzca, pues la alternativa que
adoptarían estos países bajo esta hipótesis sería la reducción del consumo
de las élites privilegiadas. Es evidente que en un país como el Brasil,
donde el 1 % de la población se apropia de una parte tan grande del ingreso equivalente al ingreso de la mitad de la población más pobre, el camino
más corto para difundir los beneficios del desarrollo vendría a ser la
reducción del consumo de la minoría privilegiada. En otras palabras: todo
cambio de las tendencias actuales podrá asumir la forma de una orientación global del sistema económico, a nivel nacional, con la posibilidad de
subordinar la utilización de los recursos escasos a criterios sociales.
Sin embargo, sería ingenuo sostener que todo sistema económico orientado por criterios sociales está exento de tendencias destructivas respecto
al medio físico. ¿Quién deberá definir la función del bienestar social?
¿Quién decidirá entre ventajas presentes y futuras, entre ventajas en beneficio de las personas que nacerán en el siglo venidero? De las decisiones
de este tipo depende la preservación o destrucción de los recursos no renovables y la acumulación de contaminantes. Si el capitalismo agrava el
carácter destructivo del comportamiento de los grupos sociales, no lo explica en su totalidad. Todo indica que el hombre continuará transformando
el mundo físico, lo que seguirá provocando procesos de desorganización
irreversibles.
La primacía del interés social, en lo que respecta a la utilización de
escasos recursos podrá, de cualquier forma, abrir el camino para cambios
estructurales de gran alcance. Esta afirmación es particularmente cierta
con respecto a los países que enfrentan una fuerte escasez de capital necesario, como son los del Tercer Mundo. La adopción de criterios sociales
en estos países producirá necesariamente sociedades mucho más igualitarias que aquellas que existen actualmente en los países capitalistas centrales, o de las que existieron en esos países durante toda la historia de su
industrialización. Ahora bien, lo más específico de la civilización producida por el capitalismo industrial es su carácter desigual. La riqueza de
esas sociedades oculta este fenómeno, el que no escapa, sin embargo, al
observador más astuto. Esta desigualdad estriba en el sistema de incentivos que mueve a la economía capitalista y que penetra toda la escala de
valores por la cual esta se orienta. Las élites son las que determinan los
patrones de comportamiento en función de los que se crean los productos
nuevos permanentemente. Observando el problema desde otro ángulo: para
que los grupos con ingresos altos mantenan su consumo en expansión, de-
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ben surgir nuevos productos y nuevos modelos en forma permanente acelerándose la obsolescencia social de los que ya existen. Se establece una
interrelación entre la rapidez de ese flujo renovador del consumo de los
grupos de ingresos altos con la tasa de interés y/o el grado de concentración de ingreso. No hay duda que el capitalismo depende igualmente, para
su funcionamiento normal, de la producción en masa para el consumo.
Pero los grupos con ingresos altos necesitan ser estimulados para nnantener los gastos de consumo en expansión rápida, pues el consumo de las
masas tiende a acompañar el nivel de los salarios reales. Además, los patrones de la obsolescencia rápida establecidos para aumentar el consumo
de los grupos con ingresos altos tienden a propagarse en la economía
tomada en su conjunto, dando así origen al desperdicio considerable que
caracteriza al capitalismo industrial.
No hay duda de que este sistema es totalmente inadecuado para elevar
el nivel de vida de las grandes masas del Tercer Mundo. Es también evidente que, eliminada la tutela de las élites en la definición de los patrones
de consumo, el sistema productivo podrá orientarse más fácilmente hacia
simplificar el consumo y a dotar de durabilidad lo que produce. En otras
palabras: el progreso técnico se orientaría en el sentido de economizar todo
lo que es escaso y no acelerar la obsolescencia de los bienes finales. Siendo así, una reorientación del desarrollo en los países del Tercer Mundo
contribuirá a reducir el desperdicio de los recursos no renovables que
caracteriza al sistema actual. Pero de ahí no puede deducirse que la presión sobre esos recursos decrezca, pues el menor consumo de las élites
podrá ser más que compensado por el mayor consumo de las masas. Lo
máximo que se puede decir es que la presión será bastante menor a la
que existiría en caso de que se difundieran las formas de vida que actualmente prevalecen en los países de capitalismo dominante.
¿Cabe deducir de esta afirmación que también marcharemos hacia el
colapso a que se refiere el estudio del MIT, en caso de que los países del
Tercer Mundo abandonen el estilo de desarrollo elitista que se practica
actualmente? Para llegar a esta conclusión sería necesario ignorar otros
aspectos del problema que estamos examinando. La reorientación del
desarrollo no podrá tener lugar sino en aquellos países en los que
se produzca un gran reforzamiento de los centros internos de decisión.
Sería difícil conciliar esta orientación con la permanencia del control de
los sistemas industriales locales por las empresas multinacionales, que derivan su fuerza de una tecnología que por definición sería inadecuada al
nuevo estilo de desarrollo. Por otro lado, a partir del momento en que las
fuentes de recursos no renovables (inclusive los que sólo se utilizan en la
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producción agrícola) sean controlados nacionalmente y puestos al servicio
de la nueva política de desarrollo, la repercusión será considerable en los
precios internacionales de los productos básicos. La ficción de los mercados internacionales de esos productos tenderá a desaparecer y los aspectos
esencialmente políticos de la formación de los precios relativos de los
mismos estarán a plena luz. Bajo estas condiciones, los precios relativos
de los productos no renovables tenderán a elevarse, lo que obligará a los
países ricos a reorientar el progreso técnico en el sentido de restringir el
uso de esos productos. Correlativamente, como consecuencia del cambio
de los precios relativos en favor de los productos no renovables, se harían
importantes transferencias del ingreso en beneficio de los países del Tercer Mundo, lo que facilitaría el desarrollo de éstos y reduciría el ritmo
de acumulación en los países ricos. Como los países del Tercer Mundo son
los que utilizarán más racionalmente los recursos no renovables, el efecto
final de transferencia de ingreso en el uso de esos recursos será positivo.
En resumen, un análisis más detenido de la estructura del sistema capitalista, en la fase actual de industrialización periférica indica que las grandes masas se encuentran excluidas de los beneficios derivados de los aumentos de la productividad. Por otro lado, en el caso de emergencia de
cambios sociales, es muy probable que tenderá a prevalecer un estilo
de desarrollo muy distinto, preocupado de manera esencial con aquellas
necesidades cuya satisfacción puede generalizarse al conjunto de la población. En las dos hipótesis, la presión sobre los recursos no renovables
tendería a ser considerablemente menor de lo que se deduce de las proyecciones del estudio de MiT. Para las masas crecientes que viven a nivel
de subsistencia, después de dos siglos de la Revolución Industrial, la amenaza real consiste en que permanezcan donde están mientras sus respectivos
países se engalanan de fachadas industriales en beneficio de las minorías
locales y de los grupos ligados a las economías dominantes. El escenario
que describen los técnicos del MIT, que implica una ascensión de estas masas a niveles de consumo similares a los de las poblaciones de la actual
Europa Occidental para que inmediatamente se enfrente al juicio final,
constituye una simple fantasía que, aunque fascinante, es digna de un
cerebro electrónico.
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