Aprender y Enseñar Lenguas Extranjeras. Una

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Reseñas y notas bibliográficas
Johnson, Keith (ed.), Aprender y Enseñar Lenguas Extranjeras. Una Introducción, México:
FCE, 2008, 523 pp.
En un mundo cada vez más globalizado, la importancia creciente de las lenguas
es un hecho incontestable. De hecho, las cifras que rodean el mundo de la enseñanza y el
aprendizaje de idiomas no dejan lugar a dudas: solo de inglés, hay más de mil millones de
estudiantes en el mundo.
Las razones para el aprendizaje son muy variadas: desde disponer de una lengua
franca que facilite las relaciones internacionales —o nacionales en muchos países multilingües— hasta la búsqueda de mejores condiciones laborales o formativas, pasando por las nada desdeñables actividades de ocio, de integración cultural, o simplemente de recuperación
de las propias raíces.
En consonancia, los perfiles de los demandantes son también muy variados y requieren una atención que se ha ido especializando en las últimas décadas a fin de dar una
respuesta adecuada a las necesidades específicas.
En este sentido, ya desde mediados del pasado siglo, paralelamente a las nuevas
corrientes lingüísticas y al nacimiento y de nuevas ramas de esta disciplina (lingüística aplicada, pragmática. . . ) ha habido gran interés por estudiar los mecanismos y estrategias que
entran en juego en la adquisición del lenguaje para aplicarlos a la adquisición de segundas
lenguas.
Así pues, este libro no supone una novedad en cuanto al tema, es más, su autor así
lo reconoce, con un toque de humor: en la enseñanza de idiomas, “no hay nada nuevo bajo
el sol ”[. . . ] aunque “cada generación —por ignorancia y por vanagloria— se da palmaditas
en la espalda por reinventar la rueda” (2008:252).
Sin embargo, tal y como reza el título, es una valiosa introducción para aquellos
que se inician en el complejo mundo de la enseñanza de lenguas.
La sencillez y claridad estructural y expositiva son una muestra de la voluntad
didáctica del autor, profesor en la UC Berkeley, donde, a pesar, de sus múltiples colaboraciones con importantes Instituciones (como el National Institute on Deafness and Communication Disorders), sus numerosos trabajos de investigación y la publicación regular de
libros (véase como ejemplo, también del 2008, Quantitative Methods in Linguistics, Oxford:
Blackwell) sigue impartiendo clases y dirigiendo tesis.
Nos encontramos, pues, con una obra que busca servir de guía a quienes tienen
la necesidad de contar con una formación sólida para llevar a cabo su tarea profesional:
conjugando teoría y práctica, desde la perspectiva realista que le da su propia experiencia, Johnson articula su obra de forma que facilite su consulta. Así, cada una de sus tres
partes está estructurada en varios capítulos y estos, a su vez, en apartados perfectamente
delimitados, facilitando así volver a ellos en cualquier momento, como si se tratase de un
manual:
En la primera parte (Antecedentes), el primer capítulo, titulado Cinco aprendices
y cinco métodos (pp. 21-35), expone, mediante el ejemplo de cinco personajes, diferentes
métodos de enseñanza/aprendizaje.
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Si bien es cierto que se centra principalmente en el inglés, sus aportaciones son
perfectamente extrapolables a cualquier otra lengua, por lo que su voluntad de servir de
introducción, de ser un primer acercamiento al complejo y fascinante mundo del aprendizaje y enseñanza de idiomas, consideramos —y el lector cuando la lea no dejará de estar
de acuerdo— que cumple sobradamente su objetivo.
En el segundo capítulo, ¿Qué hay que aprender? (pp. 36-71), busca respuestas a lo
que se necesita aprender y qué se puede enseñar, así como al papel que en este proceso
desempeñan profesor y alumno, siempre desde una perspectiva muy didáctica.
En el capítulo tres, Algunas perspectivas del lenguaje y del aprendizaje de idiomas (pp.
72-98), repasa los antecedentes de dos tendencias en conflicto: el empirismo y el mentalismo, puesto que condicionan tanto la concepción del aprendizaje como de las metodologías
empleadas. Se centra sobre todo en el análisis e interpretación de los errores de los estudiantes, que tratará en la segunda parte (El aprendizaje), más concretamente, en el capítulo
cuatro: los aprendices y sus errores (pp. 101-124) donde familiariza al lector con las dos tendencias principales: la denominada “hipótesis del análisis contrastante” y la “hipótesis de
construcción creativa”, de Dulay y Burt.
En el capítulo cinco, La adquisición: algunas características (pp. 125-145), trata de
analizar qué, cuándo y cómo aprenden, para luego aplicarlo a las segundas lenguas. Para ello, el autor analiza la propuesta de Krashen, que contrastará con la teoría de la aculturación,
de Schumann, en el siguiente capítulo, el seis, titulado La adquisición: algunas teorías (pp.
146-165), en el que revisa las teorías de diferentes autores para pasar a ofrecernos una propuesta más personal.
En efecto, el capítulo siete, El aprendizaje... y nuevamente la adquisición (pp. 167183), retoma el aprendizaje desde las teorías cognitivas de Mac Laughlin (1983) y las del
propio Johnson (1998), que postula dos vías válidas: la vía del aprendizaje y la vía de la
adquisición.
Una vez revisadas las diferentes posturas, pasa a ocuparse en el siguiente capítulo
del agente principal del aprendizaje: el aprendiz.
El capítulo ocho, titulado Los aprendices de idiomas vistos como individuos (pp.184217), hace hincapié, precisamente, en este aspecto ya que supone la existencia de un gran
número de variables que debemos tener en cuenta: cognitivas, afectivas y de personalidad,
que influyen decisivamente en el grado de éxito de la adquisición y el aprendizaje de la
segunda lengua.
Así pues, y teniendo en cuenta todo lo anterior, en el capitulo nueve, Los buenos
aprendices de idiomas y lo que hacen (pp. 218-247) pretende indagar cómo son los buenos
aprendices y qué estrategias emplean para serlo. En algunos manuales ya se han puesto en
práctica, pero seguimos sin tener la certeza, hasta el momento, de si realmente “es posible
enseñar estrategias” (2008: 247).
Con esta pregunta, que si el lector me lo permite, me atrevería a calificar de la pregunta del millón, llegamos a la tercera y última parte del libro, centrada en la enseñanza. La
inicia el capítulo 10, dedicado a La enseñanza de idiomas: un ligero paseo por épocas recientes
(pp. 251-306), además de examinar los distintos métodos desde la gramática-traducción y
los métodos naturales del siglo XIX, hasta la enseñanza por tareas, recomendada por numerosos especialistas hoy en día, formula siete preguntas que nos permiten identificar un
método: cuáles son —o si los tiene— los fundamentos teóricos, el concepto de lengua y
aprendizaje, el grado de importancia otorgado a la mente, el enfoque, la utilización o no de
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la lengua materna en el aula, qué destreza se enfatiza y qué importancia se da a la autenticidad del lenguaje en el aula.
Ser conscientes de estas cuestiones, tener unos fundamentos teóricos sólidos es
importante para entender y dirigir mejor nuestra labor, y en ese sentido, la obra que nos
ocupa, al presentarnos de forma sintética con sus virtudes y sus defectos, los principales
rasgos de las distintas teorías, puede resultar de gran ayuda para quienes se inician en el
mundo de la enseñanza.
En la misma línea está el siguiente capítulo, el undécimo, titulado Los contextos
(pp. 307-326), en el que Johnson resalta la importancia de tomar conciencia, por parte de
los enseñantes, del aspecto social y político que tiene la enseñanza de idiomas para lograr el
éxito, así como “aceptar diferentes niveles en los diversos campos lingüísticos como metas
para los distintos tipos de aprendices” (2008:314) a la hora de planificar. Esta compleja
cuestión la aborda en el capítulo 12 —Los planes (pp. 327-364)— en el que subraya la capital
importancia de una correcta selección: qué, cuándo y cómo vamos a enseñar la segunda
lengua, teniendo en cuenta a quién va dirigida.
En cuanto al capítulo 13 —Los modos y los medios (pp. 365-414)— es una recapitulación de algunos puntos que resultan esenciales para transmitir el idioma. Entre ellos,
nos recuerda las seis reglas propuestas por Swan (1994) y nos propone distintos modos de
llevarlas a la práctica, además de señalar las virtudes y carencias de las más utilizadas.
Así llegamos al capítulo 14 —Las destrezas (pp. 415-449)— donde se pone de manifiesto la necesidad de conocerlas y practicarlas todas, aunque difieran —según los autores y
métodos— la prioridad o el orden en que se enseñen.
Finalmente, el capítulo 15 —Los exámenes (pp. 450-486)— trata de la evaluación,
centrándose particularmente en la importancia de estos a la hora de darnos información,
de ejercer control sobre lo que sucede, e incluso de motivar a aquellos estudiantes menos
responsables. Para ello, busca discernir cómo han de ser esos exámenes bien hechos, es decir,
que permitan lo que Johnson denomina un “washback”, una retroalimentación positiva.
En este aspecto, este trabajo resulta de gran utilidad, puesto que el autor no sólo
explica los distintos tipos, con sus pros y sus contras sino que nos remite a pautas concretas,
sencillamente listadas, que pueden ser de gran utilidad para servirnos de guía para iniciarnos
en la elaboración de nuestros propios exámenes.
Del mismo modo, el último punto tratado, no sólo expone el problema de cómo
evaluar las cuatro destrezas, sino que nos propone y explica diferentes técnicas para aplicar
con nuestros alumnos.
Concluye el libro con la mención de algunos exámenes importantes tanto en Europa como en Estados Unidos y una llamada al lector que resume bien el propósito último
de su libro: “esperamos que usted se sienta lo suficientemente estimulado por lo que contiene para averiguar por sí mismo sobre lo que no se ha incluido aquí” (2008: 486).
Este guiño en la última página es una constante a lo largo de toda la obra, en la
que Johnson, lleva a la práctica sus teorías implicando al alumno-lector en la labor investigadora, invitándolo a la reflexión y proporcionándole abundantes ejemplos y materiales de
referencia, para que pueda hallar su propio camino.
Así, en consonancia con las últimas tendencias pedagógicas, aboga por el empleo
de métodos multidisciplinares que sepan aprovechar las ventajas contrastadas tanto de predecesores como de coetáneos, independientemente del enfoque o la escuela teórica a la que
pertenezcan, porque, si bien es innegable su utilidad, lo más importante es, desde luego,
lograr llevar a la práctica y transmitir nuestros conocimientos teóricos de una manera efiHesperia. Anuario de filología hispánica XIV-2 (2011)
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caz. Para ello, los últimos capítulos, son especialmente útiles, por lo que, aquí, una vez
más, quedan de manifiesto la voluntad didáctica y la experiencia del autor, a quien hay que
agradecer que comparta con nosotros, más aún que su erudición, su capacidad de ponerse
a la altura, o como diría Vigotsky en el área de desarrollo próximo, de aquellos a quien va
dirigida esta obra.
Belén Donís Pérez
Universidade de Vigo
Díez de Revenga, Francisco Javier Didáctica del texto literario. Análisis y explicación
de textos poéticos españoles, Murcia: Servicio de Publicaciones de la Consejería de
Educación, Formación y Empleo, 2010.
En una más de sus numerosas facetas como profesor, estudioso y crítico, Francisco
Javier Díez de Revenga nos ofrece un variado conjunto de veintiún comentarios literarios
con el propósito de ayudar a que los estudiantes de ESO, Bachillerato y Grado adquieran “la
facultad de interpretar obras literarias de distintas épocas y autores en su contexto histórico,
social y cultural, señalando la presencia de determinados temas y motivos y la evolución
en la manera de tratarlos. . . ” (p. 8). Igualmente, como aventajado discípulo de nuestro
maestro, el siempre recordado Mariano Baquero Goyanes, el profesor Díez de Revenga lleva
a cabo en este libro unos magníficos análisis textuales, verdaderos ejemplos de literatura
comparada.
El libro está estructurado en dos grandes capítulos. El primero de ellos está dedicado al estudio y análisis de diez textos poéticos del Siglo de Oro. El segundo lo está a diez
textos poéticos contemporáneos. A ellos se añade un apéndice final, destinado al análisis de
un cuento del escritor murciano Francisco Alemán Sainz.
Por lo que respecta al primer capítulo, éste se abre con uno de nuestros mejores
poetas líricos amorosos, Garcilaso de la Vega, de quien el profesor Díez de Revenga ha
seleccionado dos hermosos sonetos: “Cuando me paro a contemplar mistado” y “Oh dulces
prendas por mi mal halladas”. Pero, muy inteligentemente, antes de entrar en el análisis
detallado de ambos textos, trae a la memoria dos conceptos fundamentales para la perfecta
comprensión de dichos sonetos: el concepto de “imitación” y el de “tradición áurea”, los
cuales imposibilitan que se pueda hablar de plagio por parte del poeta toledano.
Una vez explicados ambos conceptos y en relación con la tradición áurea, pasa
a comentar, entre otros aspectos, las relaciones existentes entre Garcilaso y los poetas del
27, un mundo en el que el profesor murciano se mueve como pez en el agua, pues, como
bien es sabido, Francisco Javier Díez de Revenga es uno de los máximos expertos en la
Generación del 27.
El siguiente poeta analizado es el insigne Lope de Vega, de quien se han elegido dos
hermosos y sugerentes textos. El primero de ellos es el soneto “A una calavera de mujer”,
del libro Rimas sacras. El segundo es una “letra para cantar” titulada “Blancas coge Lucinda”,
perteneciente a la comedia El caballero de Illescas, estrenada en Madrid en 1620.
Sin duda alguna, el estudio y explicación del primero de ellos ofrece mucho más
interés, por las razones que vamos a comentar. En primer lugar, porque le sirve para rendir,
de nuevo, un homenaje al profesor Baquero Goyanes, en una de cuyas clases confiesa haber
oído por primera vez este hermoso soneto lopesco. En segundo lugar, porque Díez de
Revenga también aprovecha para hacer una análisis comparativo con un soneto de Saavedra
Fajardo. Y, finalmente, porque poco después estudia los paralelismos existentes entre el
soneto de Lope y sendos textos correspondientes a Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y
Rafael Morales.
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De La Cristiada, de Diego de Hojeda, afirma Díez de Revenga que “es como un
gran altar barroco, suntuoso y recargado, en el que están representadas, con toda clase de
adornos y bellas figuras, las escenas de la Pasión de Jesús” (54).
Otros textos analizados en este primer apartado del libro son la silva “A la rosa”,
de Francisco de Rioja; el soneto “A las penas del amor inmortales”, de Luis Carrillo Sotomayor; la silva burlesca “Hermafrodito y Salmacis”, de Antonio de Solís Ribadeneyra,
y el poema “Sáficos”, de Esteban Manuel de Villegas. En concreto, de este último poema
destaca el gran interés que tiene para el estudio de la métrica española, por cuanto representa el mejor intento de asimilación de la clasicidad, especialmente por lo que hace a los
versos sáfico y adónico, además de la estrofa sáfica grecolatina.
Como no podía ser de otro modo, uno de los autores a los que presta especial
atención es el poeta murciano Salvador Jacinto Polo de Medina. El poema elegido es “Los
naranjos”, y de su autor afirma Díez de Revenga que “le corresponde el papel histórico de
haber sido el acuñador de un producto típico de la literatura barroca: la fábula mitológicaburlesca en la que una escuela, el culteranismo, creadora de las originales fábulas mitológicas
ovidianas, se estaba burlando de sí misma” (79).
El siguiente capítulo, como ya hemos comentado, está dedicado a diez textos poéticos contemporáneos, comenzando con otro poeta murciano, Vicente Medina, del que se
ha escogido su célebre poema “Cansera”, vinculado en su temática al desastre del 98, dado
que su autor fue uno de los conocidos como los últimos de Filipinas. Perteneciente al libro
Aires murcianos, el poema fue publicado por primera vez en Blanco y negro, el 18 de junio
de 1898, y, como bien señala Díez de Revenga, refleja a la perfección el desaliento que los
huertanos de Murcia vivían en esa época, en la que a la mala situación de la agricultura se
vinieron a unir los desastres causados por la guerra, el hambre, la sequía y la muerte.
Del libro Aires murcianos en su conjunto y del poema “Cansera” en concreto,
destaca Díez de Revenga tres componentes básicos. El filológico, porque está escrito en
habla murciana, en dialecto murciano. El literario, porque consagra como tema literario
el mundo sentimental y anímico del huertano de Murcia. Y el cultural, porque lega a la
historia el testimonio de un pueblo y de una época.
Seguidamente, en el libro figura el estudio del poema “A José María Palacio”,
perteneciente a otro autor noventayochista, Antonio Machado. Un poema al que el profesor murciano califica de obra excepcional dentro del conjunto machadiano denominado
“ciclo de la enfermedad y la muerte de Leonor”, por cuanto está escrito a modo de carta a
quien fuera amigo y contertulio de Machado y que, además, estaba casado con una prima
de Leonor. Entre otros aspectos dignos de mención, Díez de Revenga estudia tres grandes
temas constitutivos del poema: el sentimiento de la temporalidad, el amor y la muerte.
Tras Machado, llega el turno de los poetas del 27, a los que el profesor Díez de
Revenga ha dedicado algunas de sus páginas más antológicas. El primero de ellos es Pedro Salinas, y su poema “Nocturno de los avisos”, del libro Todo más claro y otros poemas, perteneciente a su época americana, cuando el poeta cultivó una poesía con un alto
contenido satírico-moral, y del que Javier Díez de Revenga realiza un exhaustivo y muy
perspicaz análisis.
De Jorge Guillén, elige el soneto “Muerte a lo lejos”, escrito en Oxford el 30 de
diciembre de 1930, cuando su autor tenía 37 años, pero mostraba una “actitud un tanto
estoica, que pone de relieve, sin embargo, su preocupación, su angustia, quizá irracional,
ante la muerte, cuya certeza se constata desde el principio al contemplar el futuro propio”
(124).
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Como todos sabemos, Gerardo Diego es uno de los autores más queridos y a los
que más atención ha dedicado el profesor Díez de Revenga. De él ha seleccionado el poema
“Torerillo en Triana”, incluido en el libro taurino La suerte o la muerte. Un poema que
le sirve al autor del estudio para poner de relieve uno de los grandes valores de la poesía
taurina del poeta santanderino: la fusión entre tradición —con Lope de Vega y la lírica
tradicional al fondo— y vanguardia, con el influjo del creacionismo y de las seguidillas de
Federico García Lorca.
El texto seleccionado de Vicente Aleixandre es “Padre mío”, del libro Sombra del
Paraíso. Un poema que no es de los más estudiados por la crítica, pero que, según afirma
Díez de Revenga, es uno de los que mejor reflejan el componente autobiográfico de ese
libro, ya que en él Aleixandre regresa al paraíso de la infancia, logrando uno de los mejores
poemas de la poesía elegíaca filial en la poesía española.
Tras el análisis de la “Baladilla de los tres ríos”, de Federico García Lorca, de Poema
del cante jondo, nos encontramos con el estudio de “Un momento en Manhattan”, bajo cuyo
título se recogen tres poemitas escritos por Carmen Conde tras su viaje a Nueva York, en
junio de 1974, y recogidos al final del libro Corrosión, de 1975. La deshumanización de la
ciudad neoyorquina que presenta Carmen Conde en estos versos es puesta en relación con
las imágenes ofrecidas por otros poetas como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Juan
Ramón Jiménez y José Hierro.
En el año del centenario del nacimiento de Miguel Hernández, Javier Díez de
Revenga escoge tres poemas del poeta oriolano para rendirle en este libro su particular
homenaje. De Hernández, un hombre y escritor marcado por la guerra y la muerte, estudia
sus tres grandes temas, sus tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Y, a
propósito de estos temas, nos ofrece un amplio y detallado estudio de algunos de sus más
representativas creaciones poéticas y de algunos de sus más conocidos símbolos, como, por
ejemplo, el del limón.
Para concluir esta segunda parte del libro, el profesor Díez de Revenga escoge un
poema de un conocido poeta murciano, al tiempo que amigo y compañero suyo en las
tareas docentes, Eloy Sánchez Rosillo. El poema seleccionado es “La playa”, perteneciente
a su cuarto libro, Autorretratos, en el que su autor ofrece una poesía superadora del tiempo,
junto al otro gran motivo del libro, la soledad.
Y, como colofón para su aportación a la didáctica de la literatura, sitúa el cuento
“Hay un ser humano bajo ese paraguas que pasa”, una de las mejores muestras de la narrativa breve del murciano Francisco Alemán Sainz, que forma parte del libro La vaca y el
sarcófago y del que Díez de Revenga destaca, entre otras cosas, su tonalidad psicológica y
su peculiar estilo, cargado de imágenes barrocas y vanguardistas, próximas a las greguerías
ramonianas.
Sin duda, estamos seguros de que con este espléndido mosaico literario, el profesor
Díez de Revenga conseguirá ese propósito apuntado en la introducción de su libro, pues los
alumnos podrán encontrar a lo largo del mismo magníficos ejemplos de análisis textuales,
intertextuales y contextuales.
Manuel Cifo González
Universidad de Murcia
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Beltrán Almería, Luis Anatomía de la risa, Sonora: Ediciones Sin Nombre, Conacyt,
México, 2011. Col. Relámpago la risa.
¿Se reduce la risa a una “contracción de los músculos faciales”? ¿Es, como decían
los antiguos griegos, mera “expresión del rechazo a lo feo y lo ridículo”? Para Luis Beltrán
Almería (Universidad de Zaragoza) ni las teorías de carácter fisiológico ni las de carácter
psicológico dan una razón satisfactoria sobre la risa, un principio que “atraviesa” la cultura
de nuestra época. Como alternativa a esas visiones donde la risa se tiene por un fenómeno
mecánico, individual, Beltrán ofrece al lector una Anatomía de la risa, una explicación estética que toma en cuenta su dimensión colectiva y nos muestra cómo se vuelve compañera
imprescindible de ciertas expresiones culturales (el autor se enfoca en las literarias, aunque
no se reduce a ellas; los ejemplos extraídos del cine, la televisión, incluso del tarot, hacen
que el ensayo gane en amplitud y sorprenda gratamente al lector).
Quien se asome a las páginas de este ensayo encontrará, en primer lugar, un
bosquejo de la añeja relación entre risa y tiempo festivo. Señala Beltrán que la vida tiene
dos caras: una seria, otra alegre. En las comunidades primitivas la primera rige el tiempo del
trabajo; el tiempo del solaz y la fiesta es el de la alegría, de la risa. En él se gestan los géneros
orales tradicionales: adivinanzas, juegos verbales, cuentos con los cuales la comunidad se
entretiene y ameniza su descanso; en él, también, surgen los cantos entonados durante las
celebraciones de ritos y fiestas agrícolas. De ahí se deriva cierto tipo de literatura, la “literatura festiva”, signada con características propias de ese ambiente alegre: la aspiración a la
igualdad entre los hombres, el sentimiento utópico.
Emancipada de la fiesta, la literatura de la risa (que primero se expresó en géneros
populares y, a partir del siglo XVI, amplió sus dominios a la novela, el cuento, la poesía
humorística y el teatro) conservó las aspiraciones, símbolos y figuras gestados en las celebraciones de las comunidades agrícolas. En la segunda parte de su ensayo Beltrán ofrece al
lector un análisis de la manera en que esas figuras introducen la risa en la literatura, las artes
gráficas, el cine y la televisión. Explora ahí la risa del niño, el cínico, el loco y el ahorcado,
todas ellas variantes del tonto, figura de la risa por excelencia.
Nacida en géneros tradicionales de la prehistoria (fábulas, cuentos), la risa del niño
sobrevive en la novela, el cuento y el teatro infantiles, incluso en las series de dibujos animados y ciertos juegos. Es una risa axiológica, didáctica: busca introducir a los niños en los
valores de la comunidad, aprovechando la perspectiva infantil, la mirada ingenua mezclada
con la tontería y un toque de magia. Muy distinta es la risa del cínico, trickster o burlador.
Ésta se expresa a través de personajes excluidos, provocadores, que cumplen “la función de
hacer patente lo que los demás no quieren ver” y, así, desenmascaran el orden establecido;
en ellos se unen risa y conciencia crítica. Los mitos nos brindan pintorescos ejemplos de
burladores: la Serpiente del paraíso, Prometeo, el Coyote del folclor de los indios norteamericanos, etc.; en la literatura el trickster aparece en la sátira de costumbres, también es el
pícaro y el personaje abyecto o rebelde.
Es interesante la distinción que hace Beltrán entre las figuras del loco y el tonto,
pues, dada su cercanía, se les confunde a menudo. El tonto vive ya en los relatos de las
culturas agrarias, tiene, a veces, un carácter ambivalente: el tonto listo o tonto sabio; su
presencia en la literatura y el arte es masiva, se advierte tanto en el cuento tradicional,
como en el teatro —el criado y el bobo del teatro español de los siglos de oro, el sot de
la sottie, Arlequín—, en la novela —Sancho Panza— y en el cine y la televisión —desde
el Gordo y el Flaco hasta Cantinflas. En cambio, la presencia del loco es ocasional. Don
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Quijote, por ejemplo, es un loco y su función en la novela de Cervantes es radicalmente
distinta a la de Sancho Panza, el tonto.
El loco recupera la magia del niño, ésta, en cambio, no cabe en la perspectiva del
tonto, figura que Beltrán califica como un “embrión del realismo”; pero la magia introducida por el loco tiene la forma de lo maravilloso, lo fantástico. Así, por ejemplo, en El Quijote
lo mágico-maravilloso de la novela de caballerías se presenta gracias a la locura y la risa; la
risa de don Quijote permite trasgredir los límites del mundo ordinario, pero sin romper
las leyes que lo rigen. La risa del loco hace aparecer lo maravilloso en obras de Luciano,
Shakespeare, Cyrano de Bergerac, Gógol, Dostoievski, Kafka, Landolfi, Cortázar, Calvino y, por supuesto, Cervantes. Los griegos nos heredaron figuras clásicas del loco, como
el popular Demócrito; pero, a decir de Beltrán, es en la modernidad donde repunta esta
figura, pues expresa mejor que ninguna el drama del hombre moderno. La locura, junto
al cinismo, la perversión y una pizca de tontería dan forma al ahorcado (abyecto), figura
cuya función es “exteriorizar la degradación social mostrando su propia degradación”; así
ocurre, por ejemplo, con el hombre del subsuelo de Dostoievski.
El ahorcado, el loco, el tonto, el cínico y el niño se relacionan con dos grandes
registros de la risa: el ingenuo y el sentimental (términos que Beltrán retoma de Schiller).
El primero da vida a la estética de los géneros teatrales populares, de cierta poesía burlesca
y el cuento popular; es decir, géneros tradicionales en los cuales la risa se introduce gracias a
la perspectiva del niño. La poesía sentimental, o estética tragicómica en términos del autor,
implica un distanciamiento de la ingenuidad y una mezcla entre risa y seriedad.
La gran estética tragicómica se manifiesta en tres formas menores: tragicomedia o
sátira patética, comedia o sátira festiva e idilio o elegía alegre. Esas estéticas menores animan diversos géneros literarios: la poesía propiamente dicha, los géneros teatrales cultos, la
novela y otros géneros narrativos, así como distintas formas de la sátira. Dada la complejidad y diversificación de la estética tragicómica, Beltrán dedica la tercera parte de Anatomía
de la risa a explicarla.
La tragicomedia (sátira patética) se caracteriza por la transición entre lo elevado y
lo bajo, o en palabras de Víctor Hugo, por “la fusión de lo sublime y lo grotesco”; éstos
son rasgos llevados a su máxima expresión en la novela, el gran género tragicómico en el
cual se aprecia la lucha entre lo alto y lo bajo en el corazón del hombre. También las figuras
esenciales de la tragicomedia, el trickster y el loco (el excéntrico), permiten una constante
transformación de lo ridículo en sublime.
El domino del tonto, quien ridiculiza la falsedad e hipocresía del mundo, es la
comedia (sátira festiva), estética presente no sólo en los géneros cómicos teatrales sino también en la narrativa (la novela picaresca, por ejemplo), la televisión y el cine. Se caracteriza
por el privilegio de lo bajo y la exclusión de lo sublime; comprometidos con el entretenimiento, los cómicos renuncian a la elevación artística y se ciñen a un final feliz. Pero hay
expresiones que van más allá de los límites de la estética cómica, ya sea degradándola, cuando su único fin es entretener o complacer a las masas, o elevándola. A decir del autor, hay
cuatro formas en que la comedia alcanza la cima del arte: la comedia de costumbres, en
la que se recrea la decadencia de la alta burguesía (por ejemplo en la serie de Proust); la
alegoría cómica (o grotesco, según los términos de Bajtín), en la cual se plasma el tiempo del
universo tradicional a través de símbolos y figuras que lo conectan con acontecimientos y
situaciones históricas; la parodia y la sátira.
El idilio (elegía alegre) es una expresión muy particular de la estética tragicómica,
pues incorpora la seriedad y la risa aunque con características espaciales y temporales esHesperia. Anuario de filología hispánica XIV-2 (2011)
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pecíficas. El idilio enfatiza ciertos acontecimientos de la vida familiar: nacimientos, enlaces
matrimoniales, muertes, labores, etc.; su espacio es la tierra natal. Esta forma estética está
presente en la antigüedad (el Libro de Ruth, Dafnis y Cloe) pero permanece viva en novelas
como Pedro Páramo y Cien años de soledad.
Para Beltrán, en las formas estéticas de la risa se manifiesta la aspiración a un
mundo feliz e igualitario. En aras de esa igualdad la comedia rebaja a todos y todo; el
idilio proyecta un mundo feliz, ceñido a un círculo cerrado y negado al cambio. Sólo la
tragicomedia, estética en la que se unen risa y seriedad, “se enfrenta a la imposibilidad del
mundo feliz”; trasciende, de este modo, los límites de la comedia y el idilio, quizá por eso
la tragicomedia es una estética tan fecunda para la literatura moderna.
El esfuerzo de Beltrán por ordenar y sistematizar en dos grandes registros la expresión de la risa en la cultura (desde las expresiones orales de la prehistoria hasta la literatura y
otras expresiones artísticas de nuestros días), por delinear sus figuras y explicar sus orígenes,
es admirable, sobre todo porque lo logra en un pequeño opúsculo (de apenas ochenta y siete páginas); el lector agradecerá que en Anatomía de la risa no prive una sistematización
abstracta sino ilustrada con ejemplos fácilmente identificables. La claridad expositiva de
Beltrán sólo es empañada por el uso de términos semejantes para designar categorías distintas (la tragicomedia es un gran registro de la risa y, al mismo tiempo, el término designa
una forma estética incluida en ese registro). A pesar de eso, el lector apreciará los aportes
de este ameno ensayo, con el que se inaugura la Colección Relámpago la risa, a un terreno
poco explorado por los estudios literarios.
Antonio Dahlia
Buzek, Ivo, La imagen del gitano en la Lexicografía española, Brno: Masarykova Univerzita,
2010, 278 pp.
Para acercarse con rigor a los estudios lexicográficos que abordan el análisis de
los gitanismos en los diccionarios de español hay que cruzar las fronteras de la Península
Ibérica y llegar hasta la República Checa. En la Universidad Masaryk de Brno el profesor
Ivo Buzek trabaja desde hace más de una década en este ámbito y sus publicaciones permiten conocer mejor la producción lexicográfica del caló así como la historia y evolución
del léxico gitano a través de su presencia y tratamiento en los distintos diccionarios de la
lengua española. Su trabajo pone el foco, entre otros aspectos, en la recepción que los diccionarios de la RAE han venido haciendo del léxico gitano, pues, en palabras del propio
autor, el tratamiento que ofrecen estos repertorios “a veces deja mucho que desear” (Buzek
2010: 37). Desde luego, el valor de este trabajo para los lexicógrafos e, incluso, para los
interesados en la sociolingüística, es enorme, ya que profundiza en un tema de gran interés,
controvertido y muy poco estudiado por parte los lingüistas españoles. A excepción de
algunos trabajos de Ropero Núñez (2005 y 2007) sobre el tratamiento lexicográfico y sociolingüístico de los gitanismos del español en los diccionarios, la investigación en esta área
de la lexicografía española ha sido insuficiente, por lo que el trabajo de Buzek adquiere la
condición de referencia bibliográfica imprescindible.
Esta publicación surge como versión corregida y actualizada de la tesis doctoral del
autor La visión del gitano en la lexicografía española, defendida en la Universidad Palacký de
Olomouc en 2004. No obstante, la adaptación se ha realizado muy acertadamente teniendo
en cuenta las características y estructura de una monografía con un tono más divulgativo
que, además de atraer el interés de los miembros de la comunidad científica, también resulta
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muy atractiva a los lectores no versados en la materia. Asimismo, hay que destacar el acierto
en el cambio de título, pues con el término imagen se alude mucho más claramente al reflejo
del caló y, por extensión, de los gitanos en la lexicografía española.
El trabajo se inicia con una “Breve historia de los gitanos en España” en la que se
proporciona la información más relevante sobre sus primeros pasos en la Península Ibérica
y sobre las distintas legislaciones represivas que padecieron a lo largo de los siglos hasta el
último cuarto del siglo XVIII. Asimismo, el autor se remite a algunas de las obras primigenias de la lexicografía monolingüe española para dejar patente que los prejuicios culturales
contra los gitanos se habían trasladado y reproducido en el diccionario de Covarrubias
(1611) o en el primer repertorio de la Real Academia Española (1726-1739).
Tras comentar algunos aspectos lingüísticos del gitano español, fundamentalmente
terminológicos, el investigador checo ofrece unos útiles “Apuntes sobre algunos diccionarios del caló”. En este apartado se detiene en la descripción sucinta de los principales diccionarios del caló, publicados en los siglos XIX y XX, que sirvieron al autor para crear su
corpus de gitanismos.
El profesor Buzek parte de un marco teórico sólido que explica en el cuarto capítulo de esta obra y recurre a una metodología sistemática y exhaustiva que aporta orden y
rigurosidad a la investigación. El corpus de trabajo es muy nutrido, ya que cuenta con 5000
entradas extraídas de los diferentes diccionarios de caló. Esas unidades del corpus fueron
posteriormente contrastadas con la nomenclatura de los DRAE y del DEA.1 Buzek no
se limita a comentar la evolución del tratamiento lexicográfico de estas voces, sino que da
sentencia sobre lo adecuado o inadecuado de dicho tratamiento.
El capítulo 5, “El léxico gitano en la Lexicografía española”, constituye el núcleo
de la obra. Se trata de un glosario ordenado alfabéticamente que ilustra el panorama de
los gitanismos hispánicos en los siglos XIX y XX. Un auténtico vocabulario comentado
del léxico gitano en el que, además de explicaciones sobre la presencia y tratamiento de las
voces en los principales diccionarios del español, se incluyen ejemplos de su uso extraídos
de textos dramáticos y de corpus de referencia como el CREA o el CORDE. Este lemario,
en el que neófitos y especialistas podrán disfrutar conociendo algunos detalles sobre voces
integradas en el vocabulario de uso común del hispanohablante, otorga al trabajo de Buzek
un valor incuestionable.
Asimismo, para los interesados en los diccionarios de la RAE, el capítulo 6 completará el panorama descrito, pues en él se detallará “La evolución del tratamiento de los
gitanismos en las ediciones del diccionario académico (con especial atención a la 22a edición)”. El autor no se limita a ofrecer un esquema general de la entrada del léxico gitano en
las distintas ediciones del DRAE, sino que profundiza también en la evolución de la actitud
de la Academia frente a las marcas diastráticas, diafásicas y pragmáticas de los gitanismos
que se recogen en sus diccionarios, así como en los cambios operados en las definiciones a
lo largo del tiempo o en su identificación y etiquetado etimológico. Este apartado puede
resultar de gran utilidad para los lexicógrafos que analizan en la actualidad la presencia de
ideología en los diccionarios, un tema que cada vez cobra más peso en el ámbito lingüístico.
Si bien el tema de la recepción y tratamiento de los gitanismos en los diccionarios académicos resulta fundamental en el estudio del profesor Buzek, su análisis tampoco
olvida otras obras relevantes de la Lexicografía española situadas fuera de los márgenes de
1
Seco, Manuel, Olimpia Andrés y Gabino Ramos. 1999. Diccionario del Español Actual,
Madrid: Aguilar.
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la Corporación. Por ese motivo, en el capítulo 7 trata sobre “Los gitanismos en la Lexicografía española actual: El caso del Diccionario del español actual (DEA)”. El repertorio
de Seco, Andrés y Ramos (1999) se ha convertido justificadamente en una obra esencial de
la lexicografía del español, y su coherencia en la puesta en práctica de la teoría y técnica
lexicográficas ofrece la posibilidad al investigador de Brno de presentar una tabla en la que
se recogen los gitanismos incluidos en esta obra clasificados en función de las marcas de uso
que los acompañan.
Con el fin de hacer redondo el análisis de los gitanismos en los principales referentes de la Lexicografía española, el autor incluye en el capítulo 8 una “Comparación del
tratamiento del léxico gitano en el DRAE y en el DEA” que permite, mediante sencillas
tablas, observar las diferencias que existen entre la presentación de los principales lemas y
acepciones de origen gitano que recogen la vigésima segunda edición del DRAE (2001) y
del DEA (1999).
Buzek cierra el trabajo con unas breves conclusiones destinadas a recapitular los
principales logros de la investigación y a ofrecer una interesante reflexión final. El colofón
lo pone una bibliografía completa y bien distribuida.
Sin lugar a dudas, este trabajo de Ivo Buzek puede ser considerado un estudio imprescindible para conocer qué imagen del gitano se ha construido y consolidado desde los
principales diccionarios de la lengua española, por lo que su lectura, más allá de recomendable, resulta necesaria.
Susana Rodríguez Barcia
Universidade de Vigo
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