PDF - Comunità di Sant`Egidio

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La oración de San Egidio
09/10/2005 - 23/10/2005
http://www.santegidio.org/cast/preghiera
09/10/2005
Liturgia del domingo
XXVIII del tiempo ordinario
Recuerdo del patriarca Abraham. En la fe partió hacia una tierra que no conocía, que Dios
le había prometido. Por esta fe es llamado padre de los creyentes, judíos, cristianos y
musulmanes.
Primera Lectura
Isaías 25,6-10
Hará Yahveh Sebaot
a todos los pueblos en este monte
un convite de manjares frescos, convite de buenos
vinos:
manjares de tuétanos, vinos depurados; consumirá en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos
y la cobertura que cubre a todos los gentes; consumirá a la Muerte definitivamente.
Enjugará el Señor Yahveh
las lágrimas de todos los rostros,
y quitará el oprobio de su pueblo
de sobre toda la tierra,
porque Yahveh ha hablado. Se dirá aquel día: "Ahí tenéis a nuestro Dios:
esperamos que nos salve;
éste es Yahveh en quien esperábamos;
nos regocijamos y nos alegramos
por su salvación." Porque la mano de Yahveh
reposará en este monte,
Moab será aplastado en su sitio
como se aplasta la paja en el muladar.
Salmo responsorial
Salmo 22 (23)
Yahveh es mi pastor,
nada me falta.
Por prados de fresca hierba me apacienta.
Hacia las aguas de reposo me conduce,
y conforta mi alma;
me guía por senderos de justicia,
en gracia de su nombre.
Aunque pase por valle tenebroso,
ningún mal temeré, porque tú vas conmigo;
tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
Tú preparas ante mí una mesa
frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza,
rebosante está mi copa.
Sí, dicha y gracia me acompañarán
todos los días de mi vida;
mi morada será la casa de Yahveh
a lo largo de los días.
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Segunda Lectura
Filipenses 4,12-14.19-20
Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre;
a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. En todo
caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación. Y mi Dios proveerá a todas vuestras
necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús. Y a Dios,
nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 22,1-14
Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los
Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus
siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros
siervos, con este encargo: Decid a los invitados: "Mirad, mi banquete está preparado,
se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la
boda." Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y
los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y,
enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran
dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la
boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron,
malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los
comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a
los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el
llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»
Homilía
“Hará Yahvé Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos,
... consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de
todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra”. Es el sueño
del gran profeta Isaías que hemos escuchado este domingo (Is 25, 6-10). En otro
pasaje escribe: “Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu
alborada. Alza los ojos en torno y mira: todos se reúnen y vienen a ti” (Is 60, 3-4). Las
palabras del profeta van más allá de su tiempo y recogen un sueño inscrito en lo
profundo de los corazones de los hombres y de las mujeres de toda generación, de
todo lugar y de toda fe: muchos tienen necesidad de una vida pacificada, muchos
desean encaminarse hacia un nuevo futuro, todos deben salir de una situación
deshonrosa.
Dice el profeta que el convite ya está preparado, y lo ha preparado el Señor. Esto
quiere decir que la vida, la paz y la fraternidad ya están preparadas, y es el Señor
mismo quien nos las ofrece. Por tanto, no están tan lejos como para desesperar por
tenerlas o tan inalcanzables como para caer en el desánimo. Están a nuestra puerta. El
verdadero problema está en nuestro rechazo al acoger la invitación de encaminarnos
hacia ese monte para participar en el banquete de la vida y de la paz. Cada uno de
nosotros, a veces pueblos enteros, preocupados sólo por nuestros asuntos, no
consideramos la invitación que se nos dirige y despreciamos los dones que se nos
ofrecen. La defensa de nuestros intereses personales a cualquier precio y coste nos
aleja de la paz y de la fraternidad. En este sentido, es clara la parábola del banquete.
Esta tiene por protagonista a un rey que, después de haber preparado un banquete de
bodas para el hijo, envía a sus siervos para llamar a los invitados. Estos últimos,
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después de haber escuchado a los siervos, rechazan la invitación. Cada uno tiene su
justo motivo, sus más que comprensibles cosas que hacer: hay quien tiene su campo,
otros, otros asuntos. Todos son concordes en el rechazo.
Sin embargo, el rey no ser rinde; insiste y manda de nuevo a sus siervos para renovar
la invitación. Parece escuchar al apóstol cuando dice que por el Evangelio hay que
insistir en toda ocasión, tanto oportuna como inoportuna. Pero esta vez los invitados no
sólo desatienden la propuesta del rey sino que llegan a maltratar y hasta a matar a los
siervos. Es lo que sucede cada vez que el Evangelio es colocado al margen o
expulsado de nuestra vida. Ante esta increíble reacción, el rey, indignado, manda
castigar a los asesinos. En verdad, son ellos mismos los que se castigan, es decir, los
que se excluyen del banquete de la vida, de la paz, del amor. Caen así en una vida de
infierno. Sin embargo, el rey no cesa en su ilimitado deseo de reunir a los hombres.
Manda a otros siervos con la orden de dirigirse a todos los que encontraran en las
calles y en las plazas, sin distinción alguna. Y bien, esta vez la invitación es acogida y
la sala se llena de comensales, “malos y buenos”. Parece como si a Dios no le interesa
cómo somos, lo que quiere es que estemos. En esa sala no hay puros y santos. Están
todos. Es más, al escuchar otras páginas del Evangelio, se diría que hubiera masas de
pobres y de pecadores. Jesús afirma que todos son invitados y que quien llega es
acogido, no importa si uno tiene más o menos méritos, ni siquiera si se tiene o no la
conciencia tranquila. En aquella sala no se logra distinguir al santo del pecador, al puro
del impuro.
Lo que cuenta es tener el “traje de boda”. En oriente el huésped, fuera quien fuese, era
acogido con todos los honores: era lavado y vestido antes de ser introducido en la sala
para la comida. Quien se sustraía de esta costumbre demostraba no aceptar la
hospitalidad por sentirse con el derecho de entrar, como si fuera el amo. El traje de
boda es, por tanto, el amor de Dios que es derramado sobre nosotros hasta cubrir
todas nuestras culpas, todas nuestras debilidades. El traje de boda es la fe, es la
adhesión cariñosa al Señor y su Palabra. Con este propósito escribe el libro del
Apocalipsis: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría
contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del
Cordero, vestidos con vestiduras blancas” (Ap 7, 9).
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10/10/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Salmo 149
¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo:
su alabanza en la asamblea de sus amigos!
¡Regocíjese Israel en su hacedor,
los hijos de Sión exulten en su rey;
alaben su nombre con la danza,
con tamboril y cítara salmodien para él!
Porque Yahveh en su pueblo se complace,
adorna de salvación a los humildes.
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Exalten de gloria sus amigos,
desde su lecho griten de alegría:
los elogios de Dios en su garganta,
y en su mano la espada de dos filos;
para ejecutar venganza en las naciones,
castigos en los pueblos,
para atar con cadenas a sus reyes,
con grillos de hierro a sus magnates,
para aplicarles la sentencia escrita:
¡será un honor para todos sus amigos!
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 7,25-40
Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo,
como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito. Por tanto, pienso que es
cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así. ¿Estás unido a
una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a mujer? No la busques. Mas,
si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos tendrán su
tribulación en la carne, que yo quisiera evitaros. Os digo, pues, hermanos: El tiempo es
corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran,
como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que
compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen.
Porque la apariencia de este mundo pasa. Yo os quisiera libres de preocupaciones. El
no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado
se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto
dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del
Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las
cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Os digo esto para vuestro provecho,
no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el
Señor, sin división. Pero si alguno teme faltar a la conveniencia respecto de su novia,
por estar en la flor de la edad, y conviene actuar en consecuencia, haga lo que quiera:
no peca, cásense. Mas el que ha tomado una firme decisión en su corazón, y sin
presión alguna, y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a respetar a
su novia, hará bien. Por tanto, el que se casa con su novia, obra bien. Y el que no se
casa, obra mejor. La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez
muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor. Sin
embargo, será feliz si permanece así según mi consejo; que también yo creo tener el
Espíritu de Dios.
Pablo tiene en gran estima el celibato libremente aceptado por amor al Reino. Pero
afirma con claridad que no es un mandamiento que Dios haya dado a todos. En todo
caso, el apóstol propone de nuevo a los cristianos de Corinto -y esto sí es un
mandamiento evangélico- la primacía del Reino de Dios en la propia vida y en la de la
comunidad. El apóstol dice a los Corintios, y también a nuestras comunidades al
comienzo de este nuevo milenio, que el tiempo se ha hecho breve. Sí, nos
encontramos al inicio de un milenio, y, sin embargo, el tiempo se ha hecho breve para
vivir y comunicar el Evangelio. No hay que dejarse llevar por la esclavitud de nuestra
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psicología, de nuestros ritmos, o de nuestras costumbres que llevan a ralentizar el
seguimiento del Señor. La libertad del cristiano es obedecer el mandamiento del Señor
y, deprisa, comunicar el Evangelio a todos hasta los confines de la tierra. Obedeciendo
a este mandamiento del Señor, le seremos gratos.
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11/10/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Salmo 150
Alabad a Dios en su santuario,
alabadle en el firmamento de su fuerza,
alabadle por sus grandes hazañas,
alabadle por su inmensa grandeza.
Alabadle con clangor de cuerno,
alabadle con arpa y con cítara,
alabadle con tamboril y danza,
alabadle con laúd y flauta,
alabadle con címbalos sonoros,
alabadle con címbalos de aclamación.
¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh!
¡Aleluya!
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 8,1-13
Respecto a lo inmolado a los ídolos, es cosa sabida, pues todos tenemos ciencia. Pero
la ciencia hincha, el amor en cambio edifica. Si alguien cree conocer algo, aún no lo
conoce como se debe conocer. Mas si uno ama a Dios, ése es conocido por él. Ahora
bien, respecto del comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada
en el mundo y no hay más que un único Dios. Pues aun cuando se les dé el nombre
de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de
señores, para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas
las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las
cosas y por el cual somos nosotros. Mas no todos tienen este conocimiento. Pues
algunos, acostumbrados hasta ahora al ídolo, comen la carne como sacrificada a los
ídolos, y su conciencia, que es débil, se mancha. No es ciertamente la comida lo que
nos acercará a Dios. Ni somos menos porque no comamos, ni somos más porque
comamos. Pero tened cuidado que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a los
débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en
un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer
de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por
quien murió Cristo! Y pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia,
que es débil, pecáis contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi
hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano.
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Comer la carne sacrificada a los ídolos en el tiempo de Pablo era un problema tan
grave que provocaba grandes divisiones en la comunidad. El apóstol le da la vuelta y
afirma que el verdadero pecado es, en realidad, la división de los hermanos; el
verdadero pecado es provocar el escándalo aún creyendo estar en lo justo. Pablo
reafirma con estas palabras la primacía absoluta del amor; la ley es siempre un
pedagogo, es decir, un medio para sufragar la falta de amor. Lo que cuenta es edificar
la comunidad de los creyentes, signo de la unidad de la entera familia humana. “Pero
tened cuidado – dice Pablo – que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a los
débiles” (v.9). Es como decir que la libertad del cristiano es sólo para amar, no para
hacer lo que uno cree justo. La comunidad cristiana es la razón por la que Cristo ha
pagado un caro precio. Por eso el apóstol puede decir: “La ciencia hincha, el amor en
cambio edifica”. No son nuestras convicciones o nuestras tradiciones, aunque sean
correctas, las que edifican la comunidad, sino sólo el Espíritu de amor que el Señor
dona a sus discípulos.
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12/10/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 9,1-18
¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?
¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo apóstol, para vosotros
sí que lo soy; pues ¡vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor! He aquí mi
defensa contra mis acusadores. ¿Por ventura no tenemos derecho a comer y beber?
¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás
apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? ¿Acaso únicamente Bernabé y yo
estamos privados del derecho de no trabajar? ¿Quién ha militado alguna vez a cosa
propia? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta un rebaño
y no se alimenta de la leche del rebaño? ¿Hablo acaso al modo humano o no lo dice
también la Ley? Porque está escrito en la Ley de Moisés: «No pondrás bozal al buey
que trilla.» ¿Es que se preocupa Dios de los bueyes? O bien, ¿no lo dice expresamente
por nosotros? Por nosotros ciertamente se escribió, pues el que ara, en esperanza
debe arar; y el que trilla, con la esperanza de recibir su parte. Si en vosotros hemos
sembrado bienes espirituales, ¡qué mucho que recojamos de vosotros bienes
materiales! Si otros tienen estos derechos sobre vosotros, ¿no los tenemos más
nosotros? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de estos derechos. Al contrario, todo
lo soportamos para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo. ¿No sabéis que
los ministros del templo viven del templo? ¿Que los que sirven al altar, del altar
participan? Del mismo modo, también el Señor ha ordenado que los que predican el
Evangelio vivan del Evangelio. Mas yo, de ninguno de esos derechos he hecho uso. Y
no escribo esto para que se haga así conmigo. ¡Antes morir que...! Mi timbre de gloria
¡nadie lo eliminará! Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más
bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera
por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago
forzado, es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa?
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Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me
confiere el Evangelio.
Pablo habla aquí de sí mismo, de su carisma, podríamos decir. Se ve obligado a
defenderse de incomprensiones malvadas suscitadas por algunos cristianos que
querían reducir su autoridad apostólica. Para Pablo no se trataba de la defensa de una
cuestión privada. De hecho, minando su autoridad o no reconociendo su carisma, se
ponía en peligro la unidad de la comunidad cristiana y, por tanto, su estabilidad. No
puede haber comunidad cristiana sin una referencia paterna. Pablo es, como todos los
demás apóstoles y evangelizadores, el punto de referencia para la comunidad de
Corinto. Y por esto hubiera tenido también derecho de ser sostenido materialmente. Sin
embargo, él renunció para subrayar su plena libertad de anunciar gratuitamente el
Evangelio. Y afirma: “¡Ay de mí si no predico el Evangelio!” (v.16). La única
recompensa que persigue es poder anunciarlo gratuitamente. Con gran eficacia, sobre
todo en un mundo como el actual en el que todo se comercia, el apóstol se presenta
como ejemplo de la gratuidad evangélica.
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13/10/2005
Memoria de la Iglesia
Para los judíos hoy es la fiesta del Kippur
Canto de los Salmos
Psaume 1
¡Dichoso el hombre que no sigue
el consejo de los impíos,
ni en la senda de los pecadores se detiene,
ni en el banco de los burlones se sienta,
mas se complace en la ley de Yahveh,
su ley susurra día y noche!
Es como un árbol plantado
junto a corrientes de agua,
que da a su tiempo el fruto,
y jamás se amustia su follaje;
todo lo que hace sale bien.
¡No así los impíos, no así!
Que ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos,
ni los pecadores en la comunidad de los justos.
Porque Yahveh conoce el camino de los justos,
pero el camino de los impíos se pierde.
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Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 9,19-27
Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los
más que pueda. Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que
están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley - aun sin estarlo - para ganar a los que
están bajo ella. Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que
están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. Me he hecho
débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a
toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del
mismo. ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el
premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por
una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro,
no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que
golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte
yo mismo descalificado.
La verdadera libertad que Pablo testimonia y nos anuncia es la libertad de hacerse
“esclavo de todos” con tal de anunciar el Evangelio y ganar el mayor número de
personas para Cristo. El corazón del apóstol se ensancha y abraza al mundo: “me he
hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos”. No sólo no excluye a nadie (no
importa si judíos o paganos), sino que parece no darse paz hasta que el Evangelio no
alcance al mayor número posible de personas. Esta es su competición, su carrera, para
toda la vida. Es un testimonio que debería resonar de forma especialmente fuerte para
los cristianos al comienzo de este nuevo siglo. Pablo, una vez más, vuelve en medio de
nosotros como el que sabe recoger el espíritu universal de la predicación de Jesús y
hace de él la razón de su vida. Podríamos decir que es el primero en realizar la
globalización del amor desafiando toda cerrazón, toda frontera y toda etnicidad aunque
sea incluso religiosa. Pablo sigue siendo, todavía hoy, para cualquier comunidad
cristiana, el ejemplo de cómo se comunica el Evangelio hasta los confines más
extremos de la tierra.
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14/10/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Recuerdo de San Calixto (†222). De esclavo se convirtió en obispo de Roma. Amigo de
los pobres, fundó la casa de oración sobre la que surgiría Santa María in Trastevere.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 10,1-13
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y
todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar; y
todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida
espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. Pero la
mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en
el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos lo
malo como ellos lo codiciaron. No os hagáis idólatras al igual de algunos de ellos, como
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dice la Escritura: «Sentóse el pueblo a comer y a beber y se levantó a divertirse.» Ni
forniquemos como algunos de ellos fornicaron y cayeron muertos 23.000 en un solo
día. Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de
las serpientes. Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el
Exterminador. Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que
hemos llegado a la plenitud de los tiempos. Así pues, el que crea estar en pie, mire no
caiga. No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no
permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará
modo de poderla resistir con éxito.
El Apóstol exhorta a la comunidad a no abandonarse a una falsa seguridad creyendo
que las prácticas exteriores son suficientes. No basta con decirse cristianos, o
participar en ritos religiosos, o incluso dejarse llevar por las obras, para alcanzar la
salvación. Ni siquiera a los israelitas les bastó formar parte del pueblo de Dios para huir
de la muerte, mientras se abandonaban a la murmuración y a la práctica del egoísmo.
Las tentaciones existen. Estemos atentos, por tanto, a no creernos fuertes y seguros.
Pablo dice con franqueza: “El que crea estar en pie, mire no caiga”. Todos estamos
invitados a reconocer nuestra debilidad, nuestra fragilidad. Cada día debemos pedir
ayuda al Señor. El nos sostiene siempre para superar las tentaciones, a partir de la
compañía de los hermanos y de las hermanas que son la primera ayuda que se nos da
para poder vivir según el Evangelio y, por tanto, huir de las cadenas del pecado.
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15/10/2005
Vigilia del domingo
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 10,14-33
Por eso, queridos, huid de la idolatría. Os hablo como a prudentes. Juzgad vosotros lo
que digo. La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre
de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque
aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de
un solo pan. Fijaos en el Israel según la carne. Los que comen de las víctimas ¿no
están acaso en comunión con el altar? ¿Qué digo, pues? ¿Que lo inmolado a los ídolos
es algo? O ¿que los ídolos son algo? Pero si lo que inmolan los gentiles, ¡lo inmolan a
los demonios y no a Dios! Y yo no quiero que entréis en comunión con los demonios.
No podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios. No podéis
participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios. ¿O es que queremos
provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él? «Todo es lícito», mas
no todo es conveniente. «Todo es lícito», mas no todo edifica. Que nadie procure su
propio interés, sino el de los demás. Comed todo lo que se vende en el mercado sin
plantearos cuestiones de conciencia; pues del Señor es la tierra y todo cuanto contiene.
Si un infiel os invita y vosotros aceptáis, comed todo lo que os presente sin plantearos
cuestiones de conciencia. Mas si alguien os dice: «Esto ha sido ofrecido en sacrificio»,
no lo comáis, a causa del que lo advirtió y por motivos de conciencia. No me refiero a tu
conciencia, sino a la del otro; pues ¿cómo va a ser juzgada la libertad de mi conciencia
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por una conciencia ajena? Si yo tomo algo dando gracias, ¿por qué voy a ser
reprendido por aquello mismo que tomo dando gracias? Por tanto, ya comáis, ya
bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis
escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios; lo mismo que yo, que me
esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la
mayoría, para que se salven.
El Apóstol vuelve a hablar de la carne sacrificada a los ídolos y exhorta a los cristianos
de Corinto a huir de la idolatría, es decir, a no ponerse al servicio de los ídolos de este
mundo. Son muchos los ídolos a los que se les presentan ofrendas y sobre cuyo altar
se sacrifica la vida. Pablo pasa a hablar enseguida del misterio de la eucaristía como
fundamento de la vida de la Iglesia y fuente de comunión entre los creyentes. La
participación en un único pan y en un único cáliz hace de muchos un único cuerpo.
Dice con gran sabiduría San Agustín: “en este pan veis lo que sois y recibís lo que
sois”. Éste es el camino de la verdadera edificación. La participación en la Liturgia
Eucarística nos hace comensales de Cristo, y por eso imitadores suyos. Quien de
Cristo se alimenta se transforma en el cuerpo de Cristo, y por esto no puede
comportarse diversamente a él. El discípulo vive toda su vida, como la de Cristo, “para
gloria de Dios”.
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16/10/2005
Liturgia del domingo
XXIX del tiempo ordinario.
Recuerdo de la deportación de los judíos de Roma durante la segunda guerra mundial.
Aniversario de la inauguración del ministerio pastoral del Papa Juan Pablo II.
Primera Lectura
Isaías 45,1.4-6
Así dice Yahveh a su Ungido Ciro,
a quien he tomado de la diestra
para someter ante él a las naciones
y desceñir las cinturas de los reyes,
para abrir ante él los batientes
de modo que no queden cerradas las puertas. A causa de mi siervo Jacob
y de Israel, mi elegido,
te he llamado por tu nombre
y te he ennoblecido, sin que tú me conozcas. Yo soy Yahveh, no hay ningún otro;
fuera de mí ningún dios existe.
Yo te he ceñido, sin que tú me conozcas, para que se sepa desde el sol levante hasta
el poniente,
que todo es nada fuera de mí.
Yo soy Yahveh, no ningún otro;
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Salmo responsorial
Salmo 95 (96)
¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,
cantad a Yahveh, toda la tierra,
cantad a Yahveh, su nombre bendecid!
Anunciad su salvación día tras día,
contad su gloria a las naciones,
a todos los pueblos sus maravillas.
Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues nada son todos los dioses de los pueblos.
Mas Yahveh los cielos hizo;
gloria y majestad están ante él,
poder y fulgor en su santuario.
Rendid a Yahveh, familias de los pueblos,
rendid a Yahveh gloria y poder,
rendid a Yahveh la gloria de su nombre.
Traed ofrendas y en sus atrios entrad,
postraos ante Yahveh en esplendor sagrado,
¡tiemble ante su faz la tierra entera!
"Decid entre las gentes: ""¡Yahveh es rey!""
El orbe está seguro, no vacila;
él gobierna a los pueblos rectamente."
¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,
retumbe el mar y cuanto encierra;
exulte el campo y cuanto en él existe,
griten de júbilo todos los árboles del bosque,
ante la faz de Yahveh, pues viene él,
viene, sí, a juzgar la tierra!
El juzgará al orbe con justicia,
a los pueblos con su lealtad.
Segunda Lectura
Primera Tesalonicenses 1,1-5
Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el
Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz. En todo momento damos gracia a Dios por
todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones. Tenemos presente ante
nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la
tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Conocemos, hermanos
queridos de Dios, vuestra elección; ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo
con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión.
Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 22,15-21
Entonces los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en
alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle:
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«Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y
que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos,
pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?» Mas Jesús, conociendo su
malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo.» Ellos
le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?»
Dícenle: «Del César.» Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y
lo de Dios a Dios.»
Homilía
“Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios”. Generalmente, estas
palabras se interpretan de forma monocorde en el sentido de la separación entre
Iglesia y Estado. Ciertamente, es posible. Sin embargo, el texto llama a una verdad
más profunda sobre el hombre. La escena evangélica parte de una reunión de fariseos
que querían tender una trampa a Jesús: ¿es lícito o no pagar el tributo a César, el tan
odiado emperador romano? La pregunta había sido bien urdida, porque si Jesús
hubiera respondido que no había que pagar se habría puesto contra los romanos; en
caso contrario se habría opuesto a las legítimas aspiraciones de liberación del pueblo.
Pero Jesús se escabulle de la insidiosa emboscada traspasando la cuestión del plano
ideológico (la legitimidad del pago del tributo) al práctico. Pide que le muestren una
“moneda del tributo”, la moneda corriente de la ceca de Roma, usada en todo el
imperio. Jesús pregunta de quién es la imagen y la inscripción acuñados en la moneda.
Le responden: “Del César”. Y Jesús dice: “Pues lo del César devolvédselo al César, y
lo de Dios a Dios”. La respuesta desconcierta a los que le escuchan. En todo caso,
debemos preguntarnos qué es del César y qué es de Dios. En la respuesta de Jesús
está claro qué pertenece al César: sólo aquella moneda de la ceca de Roma sobre la
que está inscrita la “imagen” del emperador. Ésta, por tanto, debía ser restituida a su
propietario. El Evangelio no va más allá en este campo. Pero, ¿qué es de Dios? El
término “imagen”, usado por Jesús para la moneda evoca la frase bíblica que se sitúa
precisamente al principio de la Escritura: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó” (Gn 1, 27). El hombre, incluso el más culpable, está
marcado radicalmente por una presencia divina. Hay, por tanto, una “santidad” que
pertenece a todo hombre, no por mérito suyo sino por don. Cada hombre está creado a
imagen de Dios. Con frecuencia, esta imagen es desfigurada, ofendida, humillada,
destrozada, por culpas personales o por obra de otros. Desfigurándonos a nosotros
mismos o a los demás, desfiguramos la imagen de Dios que hay en nosotros. Jesús
exhorta a restituir a Dios lo que a Él pertenece: es decir, cada hombre y cada mujer.
Nadie puede ser dueño de otros, nadie puede subyugar a los demás, nadie es dueño
de la vida de otro. La verdad de todo ser humano está en el hecho de que es, sobre
todo, hijo de Dios, y a Dios pertenece. Esta es la raíz de la libertad y de la dignidad del
hombre que hay que defender, cuidar y restituir a cada uno. Se trata, por tanto, de
hacer emerger de forma cada vez más clara la huella de Dios que hay esculpida en lo
más profundo de cada ser humano. Los discípulos de Jesús deben actuar para que en
cada hombre resplandezca ese icono de Dios que está impreso en su corazón.
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17/10/2005
Memoria de los pobres
Recuerdo de San Ignacio, obispo de Antioquia. Fue condenado a muerte y conducido a
Roma, donde murió mártir (†107).
Canto de los Salmos
Psaume 2
¿Por qué se agitan las naciones,
y los pueblos mascullan planes vanos?
Se yerguen los reyes de la tierra,
los caudillos conspiran aliados
contra Yahveh y contra su Ungido:
¡Rompamos sus coyundas,
sacudámonos su yugo!
El que se sienta en los cielos se sonríe,
Yahveh se burla de ellos.
Luego en su cólera les habla,
en su furor los aterra:
Ya tengo yo consagrado a mi rey
en Sión mi monte santo.
Voy a anunciar el decreto de Yahveh:
El me ha dicho: "Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.
Pídeme, y te daré en herencia las naciones,
en propiedad los confines de la tierra.
Con cetro de hierro, los quebrantarás,
los quebrarás como vaso de alfarero."
Y ahora, reyes, comprended,
corregíos, jueces de la tierra.
Servid a Yahveh con temor,
con temblor besad sus pies;
no se irrite y perezcáis en el camino,
pues su cólera se inflama de repente.
¡Venturosos los que a él se acogen!
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 11,1-16
Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo. Os alabo porque en todas las cosas os
acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido. Sin
embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la
mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. Todo hombre que ora o profetiza
con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza con la
cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada. Por tanto, si una
mujer no se cubre la cabeza, que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer
cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra! El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues
es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre. En efecto, no procede
el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre. Ni fue creado el hombre por razón de
13
la mujer, sino la mujer por razón del hombre. He ahí por qué debe llevar la mujer sobre
la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles. Por lo demás, ni la mujer sin
el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. Porque si la mujer procede del
hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios. Juzgad
por vosotros mismos. ¿Está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta?
¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera,
mientras es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido
dada a modo de velo. De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra
costumbre ni la de las Iglesias de Dios.
El Apóstol afronta ahora otros problemas internos de la vida de la comunidad de
Corinto (vestuario de las mujeres en la asamblea, correcta celebración de la Eucaristía,
el orden de los carismas). Sucedía que las mujeres, que también hablaban en la
asamblea, querían hacerlo con la cabeza descubierta. Para la sensibilidad de la época,
este uso podía ser interpretado como libertinaje. Pablo escoge la prudencia, porque de
esta manera se salva la buena fama de la comunidad. Una vez más la prudencia está
al servicio de la edificación de la comunidad, lo que aparece cada vez más como
primera tarea del discípulo. De hecho, no es la realización de sí mismo ni la de los
propios derechos el primer deber del creyente, sino al edificación de la comunión entre
todos. Es significativo que Pablo diga: “De todos modos, si alguien quiere discutir, no
es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios” (v 16). El cambio parte siempre
del corazón para alcanzar después también lo exterior. Optar por la prudencia en los
cambios no significa, sin embargo, que el Apóstol acepte la disparidad entre el hombre
y la mujer. Él, al contrario, subraya la misma dignidad entre los dos, tanto el hombre
como la mujer son hijos del Señor.
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18/10/2005
Memoria de los apóstoles
Recuerdo de San Lucas, evangelista y autor de los Hechos de los Apóstoles. Según la
tradición fue médico y pintor.
Canto de los Salmos
Salmo 3
Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se alzan contra mí!
"¡Cuántos los que dicen de mi vida:
""No hay salvación para él en Dios!"" Pausa. "
Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes,
mi gloria, el que realza mi cabeza.
A voz en grito clamo hacia Yahveh,
y él me responde desde su santo monte. Pausa.
Yo me acuesto y me duermo,
me despierto, pues Yahveh me sostiene.
14
No temo a esas gentes que a millares
se apostan en torno contra mí.
¡Levántate, Yahveh!
¡Dios mío, sálvame!
Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos,
los dientes de los impíos tú los rompes.
De Yahveh la salvación.
Tu bendición sobre tu pueblo.
Lectura de la Palabra de Dios
Lucas 1,1-4
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han
verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio
fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después
de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden,
ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Celebramos hoy la fiesta de San Lucas, autor del tercer Evangelio y de los Hechos de
los apóstoles. Discípulo de Pablo, nombrado en la segunda carta a Timoteo (4, 11),
Lucas reúne en sus escritos el testimonio de los apóstoles sobre el Señor y sobre las
primeras comunidades, sobre todo las fundadas por Pablo. Lucas nos comunica el
crecimiento de la comunidad de los discípulos, atraídos por la misericordia de Jesús,
por su compasión por los pobres y por los enfermos, por un amor sin límites que llega a
todos. El evangelista da testimonio del milagro de este amor que todavía hoy, incluso a
través de su obra escrita, sigue curando el corazón de muchos. El Evangelio, que narra
la obra de Jesús, y los Hechos de los Apóstoles, que llevan la Comunidad cristiana de
Jerusalén a Roma, son un testimonio vivo del recorrido de cada discípulo y de cada
comunidad, que, movida por el Espíritu Santo, no tiene miedo de confiarse al Señor y
comunicar la buena noticia hasta los confines más extremos de la tierra.
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19/10/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 11,17-34
Y al dar estas disposiciones, no os alabo, porque vuestras reuniones son más para mal
que para bien. Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre
vosotros divisiones, y lo creo en parte. Desde luego, tiene que haber entre vosotros
también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud
entre vosotros. Cuando os reunís, pues, en común, eso ya no es comer la Cena del
Señor; porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre,
otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la
Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros?
¡En eso no los alabo! Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor
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Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y
dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza
en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez
que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que
venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo
del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y
beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su
propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y
mueren no pocos. Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados.
Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos
condenados con el mundo. Así pues, hermanos míos, cuando os reunáis para la Cena,
esperaos los unos a los otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, a fin de
que no os reunáis para castigo vuestro. Lo demás lo dispondré cuando vaya.
La segunda cuestión se refiere al orden en las cenas eucarísticas. En tiempos de
Pablo, la eucaristía se celebraba al final de una cena común en la que se reunía la
comunidad. Pues bien, a menudo sucedía que algunos tomaban su comida sin tener
para nada en cuenta a los más pobres, mostrando de esta manera distancia y
desinterés más que comunión y amor. El apóstol arremete fuertemente contra este
comportamiento que no duda en definir como sacrilegio. Y narra, para defender la
primacía de la comunión en la comunidad, la institución de la eucaristía. Para el apóstol
es evidente que la fraternidad en la comunidad está íntimamente ligada a la celebración
de la eucaristía, memorial de Cristo. Mientras se celebra la comunión con Cristo, no se
puede renegar de esa comunión con nuestro comportamiento egoísta o el desprecio
hacia los demás. El cuerpo “entregado” y el vino “derramado” para los demás muestran
cuál debe ser el espíritu con el que hay que participar en la celebración Eucarística.
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20/10/2005
Memoria de la Iglesia
Canto de los Salmos
Salmo 4
Cuando clamo, respóndeme, oh Dios mi justiciero,
en la angustia tú me abres salida;
tenme piedad, escucha mi oración.
Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón,
amando vanidad, rebuscando mentira? Pausa.
¡Sabed que Yahveh mima a su amigo,
Yahveh escucha cuando yo le invoco.
Temblad, y no pequéis;
hablad con vuestro corazón en el lecho ¡y silencio!
Pausa.
16
Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahveh.
"Muchos dicen: ""¿Quién nos hará ver la dicha?""
¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro!
Yahveh,"
tú has dado a mi corazón más alegría
que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo.
En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo,
pues tú solo, Yahveh, me asientas en seguro.
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 12,1-11
En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia.
Sabéis que cuando erais gentiles, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos
mudos. Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede
decir: «¡Anatema es Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el
Espíritu Santo. Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de
ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo
Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para
provecho común, Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro,
carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía;
a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de
interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu,
distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.
Pablo, a lo largo de tres capítulos, habla de la diversidad de los dones del Espíritu
dados a los discípulos. El Espíritu Santo, que en el Antiguo Testamento estaba
reservado a los profetas, el día de Pentecostés fue derramado sobre todos los
discípulos. Y el Espíritu Santo actúa en la comunidad de los creyentes con la
“diversidad” de dones concedidos a los discípulos. Es el sentido de la riqueza y, al
mismo tiempo, de la gran libertad que existe en la Iglesia. La dimensión carismática no
es, por tanto, un hecho extemporáneo o secundario, al contrario, es una dimensión
constitutiva. Ciertamente, el apóstol subraya que la diversidad de dones, la
multiplicidad de carismas es un don del único Señor “para provecho común”. Los dones
del Espíritu no se dan para el provecho personal, ni para la satisfacción personal o para
vanagloria. Ellos son para el bien de la entera comunidad cristiana. Y ella misma los
recibe no para sí, sino para el beneficio de toda la Iglesia y del mundo.
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21/10/2005
Memoria de Jesús crucificado
Lectura de la Palabra de Dios
Primera Corintios 12,12-31
Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos
los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo,
así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no
formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido
de un solo Espíritu. Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de
muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo» ¿dejaría de
ser parte del cuerpo por eso? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del
cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde
quedaría el oído? Y si fuera todo oído ¿donde el olfato? Ahora bien, Dios puso cada
uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad. Si todo fuera un solo miembro
¿dónde quedaría el cuerpo? Ahora bien, muchos son los miembros, mas uno el cuerpo.
Y no puede el ojo decir a la mano: «¡No te necesito!» Ni la cabeza a los pies: «¡No os
necesito!» Más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más débiles, son
indispensables. Y a los que nos parecen los más viles del cuerpo, los rodeamos de
mayor honor. Así a nuestras partes deshonestas las vestimos con mayor honestidad.
Pues nuestras partes honestas no lo necesitan. Dios ha formado el cuerpo dando más
honor a los miembros que carecían de él, para que no hubiera división alguna en el
cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si
sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los
demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus
miembros cada uno por su parte. Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como
apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los
milagros; luego, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de
lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? O ¿todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos
con poder de milagros? ¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas?
¿Interpretan todos? ¡Aspirad a los carismas superiores! Y aun os voy a mostrar un
camino más excelente.
Pablo usa el ejemplo del único cuerpo y de los diferentes miembros para clarificar la
necesaria diversidad de carismas, que han sido dados a la Iglesia para construir la
unidad del cuerpo. La imagen que Pablo usa es eficaz y permite considerar a la Iglesia
como “cuerpo de Cristo” animado, precisamente, por el único Espíritu. De este modo se
comprende todavía mejor que la comunidad cristiana no es la suma de las personas
individuales, no es el fruto de la yuxtaposición de muchos individuos, unos junto a
otros. La Iglesia no nace de las personas individuales ni de los esfuerzos de alguien, es
un cuerpo orgánico hecho y animado por el único Espíritu. Cada parte por separado,
cada discípulo, tiene su tarea y su función insustituible, pero no absoluta ni única.
“Todos los miembros - subraya el apóstol- se preocupan lo mismo los unos de los
otros” (v. 25).
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18
22/10/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Recuerdo de María Salomé, madre de Santiago y Juan, que siguió al Señor hasta la cruz
y lo depuso en el sepulcro.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 27,55-61
Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús
desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de
Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre
rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se
presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le
entregase. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su
sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra
hasta la entrada del sepulcro y se fue. Estaban allí María Magdalena y la otra María,
sentadas frente al sepulcro.
María Salomé, madre de Santiago y de Juan, siguió a Jesús desde Galilea. Formaba
parte de aquel grupo de mujeres que se ocupaban de él y de sus discípulos. Los
Evangelios hacen sólo alguna mención de estas mujeres. Pero esto no quiere decir que
su testimonio no sea importante. Es más, María Salomé y las demás –junto a la Madre
de Dios– son las únicas que se quedan cerca del Señor hasta la cruz. A diferencia de
los discípulos, supieron vencer el miedo y eligieron realmente “la parte mejor”:
quedarse cerca de Jesús, hasta el final. Será ella junto a María Magdalena la primera
que escuchará el anuncio de la resurrección la mañana de Pascua.
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23/10/2005
Liturgia del domingo
XXX del tiempo ordinario
Primera Lectura
Éxodo 22,20-26
No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país
de Egipto. No vejarás a viuda ni a huérfano. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír
su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán
viudas y vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que
habita contigo, no serás con él un usurero; no le exigiréis interés. Si tomas en prenda
el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el
vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque
soy compasivo.
19
Salmo responsorial
Salmo 17 (18)
Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza,
(mi salvador, que de la violencia me has salvado).
Yahveh, mi roca y mi baluarte,
mi liberador, mi Dios;
la peña en que me amparo,
mi escudo y fuerza de mi salvación,
mi ciudadela y mi refugio.
Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza,
y quedo a salvo de mis enemigos.
Las olas de la muerte me envolvían,
me espantaban las trombas de Belial,
los lazos del seol me rodeaban,
me aguardaban los cepos de la Muerte.
Clamé a Yahveh en mi angustia,
a mi Dios invoqué;
y escuchó mi voz desde su Templo,
resonó mi llamada en sus oídos.
La tierra fue sacudida y vaciló,
retemblaron las bases de los montes,
(vacilaron bajo su furor);
una humareda subió de sus narices,
y de su boca un fuego que abrasaba,
(de él salían carbones encendidos).
El inclinó los cielos y bajó,
un espeso nublado debajo de sus pies;
cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo,
sobre las alas de los vientos planeó.
Se puso como tienda un cerco de tinieblas,
tinieblas de las aguas, espesos nubarrones;
del fulgor que le precedía se encendieron
granizo y ascuas de fuego.
Tronó Yahveh en los cielos,
lanzó el Altísimo su voz;
arrojó saetas, y los puso en fuga,
rayos fulminó y sembró derrota.
El fondo del mar quedó a la vista,
los cimientos del orbe aparecieron,
ante tu imprecación, Yahveh,
al resollar el aliento en tus narices.
El extiende su mano de lo alto para asirme,
para sacarme de las profundas aguas;
me libera de un enemigo poderoso,
de mis adversarios más fuertes que yo.
20
Me aguardaban el día de mi ruina,
más Yahveh fue un apoyo para mí;
me sacó a espacio abierto,
me salvó porque me amaba.
Yahveh me recompensa conforme a mi justicia,
me paga conforme a la pureza de mis manos;
porque he guardado los caminos de Yahveh,
y no he hecho el mal lejos de mi Dios.
Porque tengo ante mí todos sus juicios,
y sus preceptos no aparto de mi lado;
he sido ante él irreprochable,
y de incurrir en culpa me he guardado.
Y Yahveh me devuelve según mi justicia,
según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos.
Con el piadoso eres piadoso,
intachable con el hombre sin tacha;
con el puro eres puro,
con el ladino, sagaz;
tú que salvas al pueblo humilde,
y abates los ojos altaneros.
Tú eres, Yahveh, mi lámpara,
mi Dios que alumbra mis tinieblas;
con tu ayuda las hordas acometo,
con mi Dios escalo la muralla.
Dios es perfecto en sus caminos,
la palabra de Yahveh acrisolada.
El es el escudo
de cuantos a él se acogen.
Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh?
¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
El Dios que me ciñe de fuerza,
y hace mi camino irreprochable,
que hace mis pies como de ciervas,
y en las alturas me sostiene en pie,
el que mis manos para el combate adiestra
y mis brazos para tensar arco de bronce.
Tú me das tu escudo salvador,
(tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta,
mis pasos ensanchas ante mí,
no se tuercen mis tobillos.
Persigo a mis enemigos, les doy caza,
no vuelvo hasta haberlos acabado;
los quebranto, no pueden levantarse,
sucumben debajo de mis pies.
21
Para el combate de fuerza me ciñes,
doblegas bajo mí a mis agresores,
a mis enemigos haces dar la espalda,
extermino a los que me odian.
Claman, mas no hay salvador,
a Yahveh, y no les responde.
Los machaco como polvo al viento,
como al barro de las calles los piso.
De las querellas de mi pueblo tú me libras,
me pones a la cabeza de las gentes;
pueblos que no conocía me sirven;
los hijos de extranjeros me adulan,
son todo oídos, me obedecen,
los hijos de extranjeros desmayan,
y dejan temblando sus refugios.
¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca,
el Dios de mi salvación sea ensalzado,
el Dios que la venganza me concede
y abate los pueblos a mis plantas!
Tú me libras de mis enemigos,
me exaltas sobre mis agresores,
del hombre violento me salvas.
Por eso he de alabarte entre los pueblos,
a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
El hace grandes las victorias de su rey
y muestra su amor a su ungido,
a David y a su linaje para siempre.
Segunda Lectura
Primera Tesalonicenses 1,5-10
ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con
poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre
vosotros en atención a vosotros. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y
del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas
tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes
de Macedonia y de Acaya. Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del
Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por
todas partes, de manera que nada nos queda por decir. Ellos mismos cuentan de
nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber
abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo
Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos
salva de la Cólera venidera.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 22,34-40
Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se
reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba:
22
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» El le dijo: «Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el
primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»
Homilía
Este pasaje del Evangelio de Mateo adquiere todo su espesor si lo leemos dentro de
nuestra Babel. Con buena razón podríamos decir que nos encontramos todavía hoy
ante una Babel similar a la descrita por la Escritura: la ciudad donde los hombres
habían perdido la referencia al único Señor; la ciudad de la confusión de las lenguas y
del cansancio para entenderse. Los hombres se habían empeñado en un gigantesco
esfuerzo que habría debido consagrar su omnipotencia y satisfacción. Pero, perdido el
contacto con Dios, cada uno buscaba su interés individual perdiendo así también la
capacidad de encuentro recíproco. Babel es el lugar en el que la gente no se
encuentra, ni con Dios ni con los hombres. En el Evangelio, algunos fariseos se
acercaron para preguntar a Jesús cuál era el mayor mandamiento de la ley. Para
comprender mejor esta pregunta hay que recordar que las diferentes corrientes
religiosas del judaísmo habían codificado hasta seiscientos trece preceptos, de los que
trescientos sesenta y cinco eran negativos y doscientos cuarenta y ocho positivos. Una
montaña enorme de disposiciones, aunque no todas del mismo valor. En la tradición
bíblica estaba claro cuál era el primero. En el libro del Deuteronomio se afirmaba
claramente: “Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-5).
También era bien sabido el precepto de amar al prójimo. Para la tradición rabínica
baste con recordar la fórmula atribuida a R.Hillel (rabino del siglo I d.C.): “No hagas a tu
prójimo lo que tú odias, ésta es toda la ley. El resto es sólo explicación”. Otro judío se
hace eco de esas palabras: “Debes amar a tu prójimo como a ti mismo”. Por tanto, no
es exacto afirmar que en la tradición judía no hubiera una jerarquía de preceptos. La
originalidad evangélica no está en el hecho de recordar los principales preceptos, sino
en el unirlos estrechamente hasta el punto de unificarlos. El mandamiento que se
refiere al amor al prójimo es asimilado con el primer y máximo mandamiento del amor
íntegro y total a Dios, como pertenecientes a la misma categoría de principio unificador
y fundamental. El camino para llegar a Dios se cruza necesariamente con el que lleva a
los hombres; y especialmente a esos hombres que mayormente deben ser defendidos
porque son más débiles. Defendiéndoles a ellos se defiende a Dios. Juan, el
evangelista, llega a decir que: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la
vida, porque amamos a los hermanos” (1 Jn 3, 14). No sólo. Dios ni siquiera compite
con el amor por los hombres; en un cierto sentido, no insiste sobre la reciprocidad del
amor (es obvio que debe existir). De hecho, Jesús no pide: “Amadme como os he
amado”, sino “amaos de la misma manera como yo os he amado”. La Escritura, en sus
disposiciones acerca de la hospitalidad y la acogida, no hace otra cosa que perseguir
este horizonte. Pide hospedar a los extranjeros (¿no sería necesario hacer una
reflexión sobre la legislación acerca de los extranjeros?); pide socorrer al huérfano y a
la viuda; dos situaciones que en la Babel del fervor consumista están necesariamente
arrinconadas. Pero Dios mismo se pondrá de parte de los débiles y les defenderá. De
estos dos mandamientos (o del único amor) depende (literalmente “pende”) toda la ley
y los profetas. Equivale a decir que este principio de amor da sentido y unidad a toda la
revelación de la Biblia. Pero es también la lengua unificador de las muchas lenguas y
de las muchas culturas que constituyen nuestra Babel. En efecto, todos pueden hablar
la lengua del amor al prójimo, incluso aquéllos que no creen; y Dios la comprende
porque es su lengua. Nos lo recuerda el famoso pasaje de Mateo: “tuve hambre, y me
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disteis de comer” (Mt 25, 35), dice Dios a aquel desconocido hombre caritativo, y lo
salva. Este modo de comportarse salva también a la Babel de la confusión y de la
tragedia. Y no es casualidad que ahora podamos redescubrir el otro significado de
Babel, es decir, “puerta del cielo”. ¡Sí! Si hablamos la lengua del amor (una lengua que
se puede hablar en muchas culturas y también en muchos credos diferentes), nuestra
Babel puede convertirse no en la ciudad de la confusión, de la ambigüedad y de la falta
de relaciones, sino en la ciudad que nos abre la “puerta del cielo”.
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