DISCURSO INAUGURAL DR. PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

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La Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura,
fiel al espíritu del constituyente de 1991, de dotar a la Rama
Judicial de una verdadera independencia y autonomía, como
pilar de una sociedad libre y democrática, ha construido y
ejecutado el Plan Sectorial de Desarrollo 2011-2014, cuyas
principales políticas deben tener continuidad en el nuevo
proyecto para el cuatrienio 2015-2018, que se enfoca
principalmente en los siguientes ejes: calidad de la decisiones,
concurso de méritos, implementación de las oralidades, justicia
transicional en materia civil y penal, todas estas acciones
están encaminadas a privilegiar el acceso a la administración
de justicia, la eficacia y eficiencia del servicio, la calidad, la
transparencia tendientes a lograr la confianza y el
reconocimiento por parte de la sociedad en la coyuntura por la
que atraviesa el país y que demanda de un Poder Judicial
monolítico, comprometido con el cambio social y con la
búsqueda de la paz.
Se avecinan cambios drásticos para el país, pero en especial
para la Rama Judicial, con la anunciada reforma a la justicia,
que, todos quisiéramos, pretendiere en verdad superar los
problemas que históricamente la han agobiado. A la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura como
órgano natural de gobierno de la Rama Judicial, le corresponde
la responsabilidad de liderar este proceso al interior de la
comunidad judicial colombiana, porque sólo desde el análisis
serio y concienzudo de la real situación de la justicia en
Colombia, por sus propios actores se logrará una reforma
consecuente con las fortalezas, debilidades y expectativas que
ahora afronta. Por esta razón, más allá de las diferencias
ideológicas y de las visiones dispares, se hace necesario
actuar como un sólo cuerpo en defensa de la autonomía e
independencia de los jueces a partir de propuestas serias y
sustentadas que, en todo caso tenga como punto de partida
evidenciar los avances logrados hasta ahora y conseguir los
recursos que se requieren para continuar hacia un futuro cierto
y promisorio. No deja de ser paradójico, de todos modos, que
una y otra vez en eventos como este el tema de discusión haya
venido siendo una pretendida reforma judicial, que en todo
caso solo pareciera enmascarar un rediseño a la arquitectura
del poder político del Estado, desdeñanando como siempre las
verdaderas necesidades del sector, que nadie quiere
comprender ni mucho menos atender.
Para desarrollar este conversatorio se propone una agenda
que incluye temas tan importantes como la carrera judicial, pilar
de la independencia judicial, con sus componentes de curso
concurso, evaluación de servicios, estímulos y distinciones,
metodologías para medir el rendimiento y gestión de los
despachos judiciales, la planeación estratégica como
mecanismo indispensable para la construcción de los planes
de inversión, la dinámica del mapa judicial y la necesidad de
reordenarlo, el registro nacional de abogados y prácticas
jurídicas, la rehabilitación de aquellos que han sido excluidos
del ejercicio de la profesión, el sistema de comunicación y
visibilización de la gestión administrativa y judicial de la Rama,
los nuevos retos de la formación judicial, temas que, por su
trascendencia requieren de la adopción de lineamentos de
parte de la Alta Dirección del Poder Judicial, en un corto,
mediano y largo plazo, que permitan visionar al Juez del Siglo
XXI, como un verdadero líder y gestor de la justicia.
Las políticas para el futuro de la Rama Judicial, deben ser de
hondo calado y perseguir un ideal de sociedad justa y pacífica,
dónde los ciudadanos puedan acceder con seguridad,
celeridad y calidad a sus derechos más preciados, dónde el
juez, de cara al ciudadano, pueda decidir sin dilación los litigios
que lleguen a sus despachos, dónde la tecnología sea una
herramienta eficaz y oportuna y se afiance la credibilidad que
hoy, algunos con intereses inconfesables han querido
soslayar. No se niega que a pesar de ser extenso en recorrido,
es mucho lo que falta aun por transitar. Pero mientras se
conozca el rumbo y se tenga firmeza en el paso, ningún destino
es lejano e imposible.
Por su puesto, cuando se trazan metas de tan hondo calado y
alcance, cuando se persiguen ambiciosos designios cuya
consecución no se avizora fácilmente en el horizonte,
pareciera que el objetivo en lugar de acercarse se alejara cada
vez más, como si con el andar, aunque persistente, decidido y
ligero no se avanzara, como si el camino se tragara todos los
pasos y con ellos la esperanza y la ilusión. Como si la
frustración fuera el precio a pagar por soñar con grades
empresas.
Los sueños, de tanto creer en ellos finalmente se convierten en
realidad; sin embargo, como gestores de la suerte y el futuro
de la Rama Judicial, se nos impone actuar con objetividad y
mesura, siempre en pos de nuevas transformaciones, desde lo
actitudinal hasta lo meramente operativo. No debemos olvidar
que las grandes empresas de la historia, tuvieron un comienzo,
nacieron de una ilusión, que con la fe de muchos logró hacerse
realidad, luego de superar escollos, de tropezar y volver a
empezar y al final prevalecer la férrea voluntad para alcanzar
el fin propuesto y materializar el sueño ser más eficientes. Así
deberá suceder en la Administración de la Rama Judicial.
La Sala Administrativa, aspira y espera que este conversatorio
constituya un avance en el camino propuesto y en el
perfeccionamiento del Sistema Integrado de Gestión y Control
de la Calidad. De esta reunión deben salir propuesta
susceptibles de ser reelaboradas y mejoradas y que permitan
“la participación activa de los servidores públicos en todos los
niveles de la organización”, la “Coordinación, cooperación y
trabajo en equipo”, “el fortalecimiento de los canales de
comunicación entre los distintos actores que faciliten el
direccionamiento y apoyo oportuno que debe otorgarse al
proceso de administrar justicia, solo con estos principios, será
posible obtener el éxito en la implementación de las políticas
públicas propuestas por la Sala Administrativa, todo con miras
a preparar la mejor participación en la Reforma a la Justicia
que el Gobierno Nacional viene promoviendo.
Ha de decirse que la Rama Judicial no teme ni se opone a la
reforma, pero debe quedar claro que propende por una reforma
que solucione los problemas que históricamente la han
agobiado, dónde la responsabilidades no pueden descansar
solo en los hombros cansados de los servidores judiciales, sino
que, es necesario dejar en evidencia que una verdadero
cambio, requiere de grandes compromisos legislativos y
gubernamentales, con la apropiación de los recursos
necesarios para administrar en forma digna la Justicia que
Colombia necesita.
Para nadie es un secreto que en forma sistemática la
Administración de Justicia en las últimas décadas se ha visto
seriamente afectada por el desequilibrio estructural y la
asimetría en la apropiación de presupuesto que afecta la tasa
de cobertura en la prestación del servicio y su relación con
otras entidades que pertenecen o interactúan con el sistema
judicial, como la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría
Pública, El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el
Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, las
Superintendencias que tienen funciones Judiciales, el Sistema
Penitenciario, cuyo colapso es motivo de preocupación, en
cuanto estigmatiza la efectividad de la Administración de
Justicia.
De igual forma, la ingente necesidad de incrementar el uso de
los mecanismos alternativos de solución de conflictos como
forma de lograr una justicia más pronta y acorde con las
expectativas de los ciudadanos, métodos que adolecen de una
adecuada estructuración e implementación, enderezada a
deslindar las competencias y así maximizar la acción de los
agentes públicos y privados investidos de jurisdicción. Es
fundamental que el usuario entienda la complejidad de la
cadena de valor del servicio de justicia, que si bien finaliza con
una decisión en los estrados judiciales, último eslabón que vela
por la garantía de los derechos y el cumplimiento de la Ley,
existe una red interinstitucional que interactúa en cada etapa
de la solución de sus conflictos.
Ahora bien, para que el Estado pueda garantizar las exigencias
de los usuarios, requiere de unas
estructuras e
infraestructuras robustas, con una capacidad instalada
suficiente para la atención efectiva y eficiente de la creciente
demanda. Sin embargo, adicional a la insuficiente cantidad de
oferta, la reiterada restricción presupuestal limita y entorpece
la acción de la justicia y se impide que el sistema logre niveles
de servicio que equilibren el mercado y permitan eliminar las
causas de la congestión y la mora judicial. Se requiere
entonces consolidar la oralidad como sistema procesal en
todas las especialidades, fortalecer el acceso a la justicia, que
promueva la inclusión social de la población más vulnerable,
implementar el expediente digital, crear conciencia de la
importancia de la diversidad cultural y de la necesidad urgente
de cuidar desde cualquier ámbito, el judicial por su puesto el
medio ambiente, manera tal que, se impulse una nueva cultura
del servicio, con criterios de eficacia, eficiencia y transparencia.
Ya la Sala Administrativa y la Rama Judicial en general, han
asumido el gran reto de los procesos orales, desde la
infraestructura física y tecnológica, cursos de méritos, pasando
por la formación judicial, elemento fundamental para el cambio
de paradigma, dónde día a día, paso a paso, se ha ido
incursionando en el manejo de las TIC, se han explorado
buenas prácticas judiciales internacionales.
Las medidas de descongestión aplicadas para mitigar la
congestión judicial, están siendo evaluadas en su impacto, en
todas las especialidades con el fin de estabilizar las cargas
laborales con criterios de razonabilidad y abordar la oralidad
con posibilidades de éxito.
Si bien el Gobierno Nacional ha destinado algunas partidas
para este fin, su asignación no ha sido sistemática ni continua,
no responden a un ejercicio riguroso de planeación, sino como
respuesta a los insistentes reclamos de la Sala Administrativa
que, consiente de su gran responsabilidad, debe gestionar el
desembolso de estos dineros.
Con esta perspectiva, la Rama Judicial se proyecta a mediano
y largo plazo como una organización cercana al ciudadano,
visible y equitativa, eficaz en sus actuaciones, armónica con
otras organizaciones del Estado, articulada en el contexto
internacional, generando en la ciudadanía confianza en la
justicia, mediante decisiones justas en derecho y socialmente
comprensibles; con una política de género, calidad y
protección a los derechos humanos afianzada, con servidores
y servidoras judiciales incorporados por concurso de méritos,
debidamente formados y actualizados, motivados, calificados
periódicamente en su desempeño, con espacios físicos
adecuados para la gestión y con el uso eficiente de las
Tecnologías de la Información y las Comunicaciones -TICs.
En términos generales, el objetivo de la Administración de
Justicia pretende acercar la Justicia al ciudadano, con modelos
de gestión judicial que visibilicen las actuaciones Judiciales en
forma sistémica, con la colaboración armónica de otros
organismos del Estado que apoyan la Administración de
Justicia, descongestionando el servicio, tomando como eje
fundamental la profundización de la eficiencia y eficacia del
sistema de justicia, velando por la calidad del servicio, la
transparencia en las actuaciones y la autonomía administrativa
e independencia judicial.
Para terminar, la Sala Administrativa en su conjunto desde el
nivel central hasta el nivel seccional, no debe decaer en su
empeño de continuar en la formulación de políticas públicas,
que deben nacer de la identificación de los principales
problemas y necesidades en la prestación del servicio y de
manera particular se orientan a la obtención de los siguientes
objetivos: 1) Fortalecer el acceso a la Justicia, 2) Fortalecer la
eficiencia y eficacia de la gestión Judicial, 3) Fortalecer la
calidad de las decisiones judiciales, 4) Fortalecer la confianza,
la visibilidad y la transparencia en la Rama Judicial, 5) El
fortalecimiento institucional, y 6) El desarrollo de políticas
transversales para el cumplimiento del propósito misional.
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