La Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, fiel al espíritu del constituyente de 1991, de dotar a la Rama Judicial de una verdadera independencia y autonomía, como pilar de una sociedad libre y democrática, ha construido y ejecutado el Plan Sectorial de Desarrollo 2011-2014, cuyas principales políticas deben tener continuidad en el nuevo proyecto para el cuatrienio 2015-2018, que se enfoca principalmente en los siguientes ejes: calidad de la decisiones, concurso de méritos, implementación de las oralidades, justicia transicional en materia civil y penal, todas estas acciones están encaminadas a privilegiar el acceso a la administración de justicia, la eficacia y eficiencia del servicio, la calidad, la transparencia tendientes a lograr la confianza y el reconocimiento por parte de la sociedad en la coyuntura por la que atraviesa el país y que demanda de un Poder Judicial monolítico, comprometido con el cambio social y con la búsqueda de la paz. Se avecinan cambios drásticos para el país, pero en especial para la Rama Judicial, con la anunciada reforma a la justicia, que, todos quisiéramos, pretendiere en verdad superar los problemas que históricamente la han agobiado. A la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura como órgano natural de gobierno de la Rama Judicial, le corresponde la responsabilidad de liderar este proceso al interior de la comunidad judicial colombiana, porque sólo desde el análisis serio y concienzudo de la real situación de la justicia en Colombia, por sus propios actores se logrará una reforma consecuente con las fortalezas, debilidades y expectativas que ahora afronta. Por esta razón, más allá de las diferencias ideológicas y de las visiones dispares, se hace necesario actuar como un sólo cuerpo en defensa de la autonomía e independencia de los jueces a partir de propuestas serias y sustentadas que, en todo caso tenga como punto de partida evidenciar los avances logrados hasta ahora y conseguir los recursos que se requieren para continuar hacia un futuro cierto y promisorio. No deja de ser paradójico, de todos modos, que una y otra vez en eventos como este el tema de discusión haya venido siendo una pretendida reforma judicial, que en todo caso solo pareciera enmascarar un rediseño a la arquitectura del poder político del Estado, desdeñanando como siempre las verdaderas necesidades del sector, que nadie quiere comprender ni mucho menos atender. Para desarrollar este conversatorio se propone una agenda que incluye temas tan importantes como la carrera judicial, pilar de la independencia judicial, con sus componentes de curso concurso, evaluación de servicios, estímulos y distinciones, metodologías para medir el rendimiento y gestión de los despachos judiciales, la planeación estratégica como mecanismo indispensable para la construcción de los planes de inversión, la dinámica del mapa judicial y la necesidad de reordenarlo, el registro nacional de abogados y prácticas jurídicas, la rehabilitación de aquellos que han sido excluidos del ejercicio de la profesión, el sistema de comunicación y visibilización de la gestión administrativa y judicial de la Rama, los nuevos retos de la formación judicial, temas que, por su trascendencia requieren de la adopción de lineamentos de parte de la Alta Dirección del Poder Judicial, en un corto, mediano y largo plazo, que permitan visionar al Juez del Siglo XXI, como un verdadero líder y gestor de la justicia. Las políticas para el futuro de la Rama Judicial, deben ser de hondo calado y perseguir un ideal de sociedad justa y pacífica, dónde los ciudadanos puedan acceder con seguridad, celeridad y calidad a sus derechos más preciados, dónde el juez, de cara al ciudadano, pueda decidir sin dilación los litigios que lleguen a sus despachos, dónde la tecnología sea una herramienta eficaz y oportuna y se afiance la credibilidad que hoy, algunos con intereses inconfesables han querido soslayar. No se niega que a pesar de ser extenso en recorrido, es mucho lo que falta aun por transitar. Pero mientras se conozca el rumbo y se tenga firmeza en el paso, ningún destino es lejano e imposible. Por su puesto, cuando se trazan metas de tan hondo calado y alcance, cuando se persiguen ambiciosos designios cuya consecución no se avizora fácilmente en el horizonte, pareciera que el objetivo en lugar de acercarse se alejara cada vez más, como si con el andar, aunque persistente, decidido y ligero no se avanzara, como si el camino se tragara todos los pasos y con ellos la esperanza y la ilusión. Como si la frustración fuera el precio a pagar por soñar con grades empresas. Los sueños, de tanto creer en ellos finalmente se convierten en realidad; sin embargo, como gestores de la suerte y el futuro de la Rama Judicial, se nos impone actuar con objetividad y mesura, siempre en pos de nuevas transformaciones, desde lo actitudinal hasta lo meramente operativo. No debemos olvidar que las grandes empresas de la historia, tuvieron un comienzo, nacieron de una ilusión, que con la fe de muchos logró hacerse realidad, luego de superar escollos, de tropezar y volver a empezar y al final prevalecer la férrea voluntad para alcanzar el fin propuesto y materializar el sueño ser más eficientes. Así deberá suceder en la Administración de la Rama Judicial. La Sala Administrativa, aspira y espera que este conversatorio constituya un avance en el camino propuesto y en el perfeccionamiento del Sistema Integrado de Gestión y Control de la Calidad. De esta reunión deben salir propuesta susceptibles de ser reelaboradas y mejoradas y que permitan “la participación activa de los servidores públicos en todos los niveles de la organización”, la “Coordinación, cooperación y trabajo en equipo”, “el fortalecimiento de los canales de comunicación entre los distintos actores que faciliten el direccionamiento y apoyo oportuno que debe otorgarse al proceso de administrar justicia, solo con estos principios, será posible obtener el éxito en la implementación de las políticas públicas propuestas por la Sala Administrativa, todo con miras a preparar la mejor participación en la Reforma a la Justicia que el Gobierno Nacional viene promoviendo. Ha de decirse que la Rama Judicial no teme ni se opone a la reforma, pero debe quedar claro que propende por una reforma que solucione los problemas que históricamente la han agobiado, dónde la responsabilidades no pueden descansar solo en los hombros cansados de los servidores judiciales, sino que, es necesario dejar en evidencia que una verdadero cambio, requiere de grandes compromisos legislativos y gubernamentales, con la apropiación de los recursos necesarios para administrar en forma digna la Justicia que Colombia necesita. Para nadie es un secreto que en forma sistemática la Administración de Justicia en las últimas décadas se ha visto seriamente afectada por el desequilibrio estructural y la asimetría en la apropiación de presupuesto que afecta la tasa de cobertura en la prestación del servicio y su relación con otras entidades que pertenecen o interactúan con el sistema judicial, como la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría Pública, El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, las Superintendencias que tienen funciones Judiciales, el Sistema Penitenciario, cuyo colapso es motivo de preocupación, en cuanto estigmatiza la efectividad de la Administración de Justicia. De igual forma, la ingente necesidad de incrementar el uso de los mecanismos alternativos de solución de conflictos como forma de lograr una justicia más pronta y acorde con las expectativas de los ciudadanos, métodos que adolecen de una adecuada estructuración e implementación, enderezada a deslindar las competencias y así maximizar la acción de los agentes públicos y privados investidos de jurisdicción. Es fundamental que el usuario entienda la complejidad de la cadena de valor del servicio de justicia, que si bien finaliza con una decisión en los estrados judiciales, último eslabón que vela por la garantía de los derechos y el cumplimiento de la Ley, existe una red interinstitucional que interactúa en cada etapa de la solución de sus conflictos. Ahora bien, para que el Estado pueda garantizar las exigencias de los usuarios, requiere de unas estructuras e infraestructuras robustas, con una capacidad instalada suficiente para la atención efectiva y eficiente de la creciente demanda. Sin embargo, adicional a la insuficiente cantidad de oferta, la reiterada restricción presupuestal limita y entorpece la acción de la justicia y se impide que el sistema logre niveles de servicio que equilibren el mercado y permitan eliminar las causas de la congestión y la mora judicial. Se requiere entonces consolidar la oralidad como sistema procesal en todas las especialidades, fortalecer el acceso a la justicia, que promueva la inclusión social de la población más vulnerable, implementar el expediente digital, crear conciencia de la importancia de la diversidad cultural y de la necesidad urgente de cuidar desde cualquier ámbito, el judicial por su puesto el medio ambiente, manera tal que, se impulse una nueva cultura del servicio, con criterios de eficacia, eficiencia y transparencia. Ya la Sala Administrativa y la Rama Judicial en general, han asumido el gran reto de los procesos orales, desde la infraestructura física y tecnológica, cursos de méritos, pasando por la formación judicial, elemento fundamental para el cambio de paradigma, dónde día a día, paso a paso, se ha ido incursionando en el manejo de las TIC, se han explorado buenas prácticas judiciales internacionales. Las medidas de descongestión aplicadas para mitigar la congestión judicial, están siendo evaluadas en su impacto, en todas las especialidades con el fin de estabilizar las cargas laborales con criterios de razonabilidad y abordar la oralidad con posibilidades de éxito. Si bien el Gobierno Nacional ha destinado algunas partidas para este fin, su asignación no ha sido sistemática ni continua, no responden a un ejercicio riguroso de planeación, sino como respuesta a los insistentes reclamos de la Sala Administrativa que, consiente de su gran responsabilidad, debe gestionar el desembolso de estos dineros. Con esta perspectiva, la Rama Judicial se proyecta a mediano y largo plazo como una organización cercana al ciudadano, visible y equitativa, eficaz en sus actuaciones, armónica con otras organizaciones del Estado, articulada en el contexto internacional, generando en la ciudadanía confianza en la justicia, mediante decisiones justas en derecho y socialmente comprensibles; con una política de género, calidad y protección a los derechos humanos afianzada, con servidores y servidoras judiciales incorporados por concurso de méritos, debidamente formados y actualizados, motivados, calificados periódicamente en su desempeño, con espacios físicos adecuados para la gestión y con el uso eficiente de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones -TICs. En términos generales, el objetivo de la Administración de Justicia pretende acercar la Justicia al ciudadano, con modelos de gestión judicial que visibilicen las actuaciones Judiciales en forma sistémica, con la colaboración armónica de otros organismos del Estado que apoyan la Administración de Justicia, descongestionando el servicio, tomando como eje fundamental la profundización de la eficiencia y eficacia del sistema de justicia, velando por la calidad del servicio, la transparencia en las actuaciones y la autonomía administrativa e independencia judicial. Para terminar, la Sala Administrativa en su conjunto desde el nivel central hasta el nivel seccional, no debe decaer en su empeño de continuar en la formulación de políticas públicas, que deben nacer de la identificación de los principales problemas y necesidades en la prestación del servicio y de manera particular se orientan a la obtención de los siguientes objetivos: 1) Fortalecer el acceso a la Justicia, 2) Fortalecer la eficiencia y eficacia de la gestión Judicial, 3) Fortalecer la calidad de las decisiones judiciales, 4) Fortalecer la confianza, la visibilidad y la transparencia en la Rama Judicial, 5) El fortalecimiento institucional, y 6) El desarrollo de políticas transversales para el cumplimiento del propósito misional.