INDALECIO PRIETO TUERO

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INDALECIO PRIETO TUERO
(Oviedo, abril de 1883 / Ciudad de México, febrero de 1962)
Aunque de origen asturiano, Prieto estuvo ligado desde la infancia a Bilbao, donde, de cuna
humilde, tuvo una formación básicamente autodidacta y en cuya Agrupación Socialista ingresó
a los 16 años. De profesión periodista, entró en el periódico liberal y republicano El Liberal de
Bilbao, donde sería redactor, director y propietario, y que usaría de tribuna de opinión y
aprendería las artes de la oratoria y a ser un destacado polemista. Por ello y sin ser un intelectual
burgués universitario al uso, tampoco tuvo, a diferencia de otros líderes socialistas, vínculo
alguno con la UGT ni con los sindicatos lo que influyó sin duda en sus enfoques políticos de
ciertas cuestiones. Esta plataforma de comunicación es la que le convirtió en el líder más
destacado del socialismo vasco en la primera década del siglo y le terminó llevando a la
Ejecutiva del PSOE, donde en general apoyó las posturas de colaboración con los republicanos,
se opuso radicalmente a la Tercera Internacional y rechazó todo tipo de alianzas con los
comunistas y otras fuerzas obreras. En esta línea, obtuvo sus primeros cargos a través de la
conjunción republicanosocialista (diputado provincial en Vizcaya en 1911 y concejal del
Ayuntamiento de Bilbao en 1917), expulsando del partido a los rivales, contrarios a estas
políticas (como Facundo Perezagua en 1914). Tras la huelga general revolucionaria de 1917, en
la que participó, huyó a Francia hasta 1918. Sería la huida al extranjero una de sus grandes
especialidades, pues repetiría la jugada tras diciembre de 1930 y en particular octubre de 1934,
mientras otros compañeros eran detenidos, lo que terminaría generando resquemor y recelos en
diversos sectores del PSOE. Contrasta en esto profundamente con Largo Caballero, líder
socialista con quién se le ha comparado insistentemente.
Elegido diputado en 1918, se hizo célebre como parlamentario especialmente por su
acoso a los gobiernos monárquicos por el tema de las responsabilidades en la guerra de
Marruecos. Sin embargo apoyó como la mayoría del partido la ruptura de la conjunción con los
republicanos burgueses (1919), lo que tras la escisión tercerista le abrió la puerta de la
Ejecutiva del PSOE (1921). No fue partidario de las políticas de contemporización, tolerancia
mutua o convivencia con la Dictadura que el partido y el sindicato decidieron muy
mayoritariamente, y que algunos autores han llamado «colaboración», en lo que no encontró
apenas apoyos en el partido y que le llevó a abandonar una Ejecutiva a la que apenas acudía ya,
en 1924, adquiriendo su peculiar perfil de verso suelto tan característico suyo, al menos hasta el
final de la guerra civil. En esa línea, cuando aumentó la inclinación socialista hacia la República
a partir de 1928, secundó el Pacto de San Sebastián a título personal (con De los Ríos, pero sin
estar aún en la Ejecutiva) antes de que lo apoyaran el PSOE o la UGT, por lo que fue reprobado
por sus compañeros. En esto sí logró finalmente el apoyo de las organizaciones socialistas, que
se comprometieron plenamente para traer la República y colaborar en el futuro Gobierno
provisional, con la excepción de Besteiro y su círculo, que se convirtieron en un sector crítico
minoritario.
En los gobiernos Alcalá-Zamora y Azaña fue primero ministro de Hacienda, cargo en el
que siguió una ortodoxia liberal absoluta en el área económica y en donde siempre se encontró
incómodo, y más tarde ministro de Obras Públicas donde diseñó un ambicioso plan hidrológico
y el proyecto de los Nuevos Ministerios en Madrid, que se desarrollaron más tarde en gran
medida con el franquismo. Fue influido como el resto del socialismo por el fiasco del «camino
parlamentario al socialismo» en Alemania y Austria, las resistencias patronales y políticas a las
reformas sociales y laborales, el creciente descontento de los militantes de la UGT, y muy
particularmente lo que consideraron una traición y una expulsión del Gobierno en septiembre de
1933 por parte de sus aliados republicanos de 1930, más tarde ratificada por las contrarreformas
de los radicales en el poder y su abierta pretensión de expulsarles de la presidencia de los
jurados mixtos y los ayuntamientos. Por ello Prieto apoyó en septiembre de 1933 la fórmula
doble y ambigua de defensa contra la reacción y toma del poder político que conduciría a la
insurrección de Octubre, sólo oponiéndose a que eso fuese «indispensable para implantar el
socialismo». E incluso redactó el programa de gobierno en el caso de ocupar el poder, opción
que en absoluto rechazaba, si bien es verdad que en su opinión no tenía que haber un gobierno
«exclusivamente del Partido Socialista», punto de vista que sólo apoyaron De los Ríos y
Anastasio de Gracia en julio de 1934 en reunión conjunta de las dos Ejecutivas de partido y
sindicato. Respecto a la ruptura con los republicanos en las elecciones de noviembre de 1933, a
las que el PSOE acudió por lo general solo, tomó la decisión por su cuenta de ir con los
republicanos de izquierda (Azaña) en Bilbao capital.
Colaboró plenamente en la preparación de la revolución de octubre de 1934, pero tras el
fracaso huyó a Francia mientras muchos compañeros eran encarcelados. Desde allí, con los
centros obreros y El Socialista clausurados y sin consensuar nada con los comités ejecutivo y
nacional del partido, que difícilmente podían reunirse, lanzó una ofensiva con artículos y
opúsculos para renovar la colaboración con los republicanos, presentarse con ellos a elecciones
y recuperar la república del primer bienio y lograr de paso así la amnistía para los compañeros
encarcelados (Del momento: posiciones socialistas, Documentos socialistas), idea que atrajo a
los llamados «equidistantes» o «centristas» del partido, que usaron al mismo Prieto de ariete
para desplazar a Largo Caballero, recién salido de prisión, de la presidencia del partido en una
reunión del Comité Nacional de diciembre de 1935. A cambio se opuso al acercamiento con
otras organizaciones obreras como la CNT o el PCE, que era la idea de la izquierda del partido y
los caballeristas, fuertes en Madrid, las Juventudes y el sindicato. Finalmente se logró un
precario equilibrio entre tendencias con el pacto/programa de lo que se llamaría Frente Popular.
Tras la victoria de febrero de 1936, la posibilidad de ser presidente del Gobierno tras la salida
de Azaña (mayo de 1936) se frustró por la posición de la minoría parlamentaria socialista que
votó en contra de la entrada en el gobierno. Durante la Guerra Civil por fin fue ministro (de
Marina y Aire) precisamente en el gabinete de su gran rival, Largo Caballero, contribuyendo a
su caída en alianza con los comunistas en mayo de 1937 y al ascenso a la presidencia del
Gobierno de Juan Negrín, prietista y hombre de su confianza. Este le asignó la cartera de
Defensa Nacional y la dirección absoluta de las operaciones militares. Los continuos
descalabros, y especialmente la batalla de Aragón, así como un progresivo derrotismo,
condujeron a su cese en abril de 1938, que siempre achacó a los manejos comunistas (como
Largo antes que él).
Desde entonces se enfrentó completamente a Negrín, los socialistas que le apoyaban
(Álvarez del Vayo, Zugazagoitia) y los comunistas, todos en general partidarios de la resistencia
a ultranza y prolongar la guerra todo lo que se pudiese, para poder proceder a algún tipo de
evacuación con garantías. Se automarginó políticamente y partió a Chile, desde donde apoyó el
golpe de Casado, aunque a posteriori, y buscó la destitución de Negrín. Desde su exilio en
México controló a buena parte del exilio español, pero con un partido ya dinamitado, rechazó
toda colaboración con los negrinistas y el PCE y pactó con los monárquicos y seguidores de
Juan de Borbón (1948) para organizar el gobierno después de Franco, lo que también le enfrentó
con los sectores del PSOE en Toulouse, nada dispuestos a abandonar la República por un
teórico plebiscito. El fiasco de esta alianza (Juan de Borbón prefirió al propio Franco) fue
definitivo para su dimisión al frente del PSOE en 1950. Murió en México. Históricamente es
quizá el representante más significativo de la corriente liberal y anticomunista dentro del PSOE
y el primer dirigente del Partido que abogó abiertamente por la ruptura con la UGT.
BIBLIOGRAFÍA
Cabezas, Octavio (2005): Indalecio Prieto, socialista y español. Madrid: Algaba.
Gibaja, José Carlos (1995): Indalecio Prieto y el socialismo español. Madrid: Ed. Pablo Iglesias.
Graham, Helen (2005): El PSOE en la Guerra Civil. Poder, crisis y derrota (1936-1939). Barcelona:
Debate.
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