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número 4 marzo 2014
1
2
trozos
de
realidad
César jiménez
"Yo observo", respondió Balagueró cuando el compañero de habitación del hospital donde convalecía recientemente de una neumonía le recriminó sus largos
silencios. Para ser más preciso debería haberle contestado "Yo observo y luego
pinto". Esta anécdota, aparentemente insustancial, ilustra la actitud de Balagueró
ante la vida: mirar para pintar. Contemplar, sin prisa, los brillos del sol sobre un
objeto o el reflejo de la luz en la ventana para, más tarde, descomponer la imagen
sobre la textura del lienzo o la superficie lisa del papel. Siente que ha sido llamado
para el arte y a él se entrega en exclusiva, con un entusiasmo sin desfallecimientos, desde el ya lejano día en que impelido por una pulsión irrefrenable, pintó su
primer cuadro. No concibe la vida de otro modo que no sea con un pincel o un lápiz
en la mano, encerrado y feliz entre las cuatro paredes del estudio, rodeado de botes de pintura, lienzos, bastidores y bocetos para que las musas, cuando lleguen,
le pillen trabajando. Sin tiempo que perder en cenáculos donde urdir relaciones y
estrategias tan útiles para quienes persiguen el éxito.
Me admira el entusiasmo con el que cada mañana se dirige al estudio para acometer un nuevo cuadro. Parecería, si no fuera porque ya ha rebasado los ochenta
y tres años, que se trata de un apasionado adolescente ávido por descubrir el
mundo. Ni las muchas exposiciones que lleva a sus espaldas -la primera tuvo
lugar hace cincuenta y siete años en la mítica sala Biosca- ni la cantidad ingente
de dibujos y cuadros que ha realizado a lo largo de su vida, le han mermado una
pizca de emoción cuando te muestra un cuadro o un dibujo que acaba de crear,
sorprendido él mismo por los hallazgos que todavía le reserva la pintura.
Protagonista de una vida apasionada y apasionante, Balagueró sigue entregado con fervor a la pintura, como acreditan la serie de dibujos que mostramos en
este número, realizados en los dos últimos meses. Y ahí sigue, persiguiendo sin
descanso atrapar en cada trazo sobre el papel un trozo de realidad y de belleza.
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el ángel y el niño
Pablo Larrañeta
habitación 409
Luis Salaberría
ABCdario plástico de JLB
Francisco Carpio
tras la huella de paul
Blanca Mora
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Por encima. 2010. Acrílico sobre lienzo. 30x122 cm.
Orgía espacial. 1972. Acrílico. 160x220 cm.
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el
niño
yel
ángel
Pablo Larrañeta
Sabe que se llama Deratel y cree en él como nunca creyó en ningún dios porque es su
ángel custodio, el espíritu puro que lo cuida y lo saca de los atolladeros en los que se va
metiendo sucesivamente con la resolución de un niño. Lo sabe porque se lo descubrió y
nombró, no sin mérito, una bruja de Zurich hace ya años, cuando Balagueró podía permitirse el lujo barato de intercambiar su estudio de Formentera con el de otra joven promesa
del arte, un pintor suizo, hace de esto casi cincuenta años, tiempo largo y quebrado en el
que Deratel ha demostrado una fiabilidad que ya no se encuentra. Ahora mismo su ángel
lo acaba de arrancar de un buen susto cuando sus médicos confundieron una neumonía
con una laringitis y a punto estuvo de no contarlo si no cambia rápidamente de hospital.
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Él, que no es místico ni dado a creencias esotéricas más
allá del milagro diario de la Creación, se ha propuesto
a veces pintar a Deratel tal como se lo describió la adivina pero le salen siempre unas cortes celestiales muy
raras donde todo son mujeres desnudas que vuelan en
direcciones opuestas aunque no contrarias sino perfectamente sintonizadas en movimiento y levedad.
Lo probable es que en algún remoto pliegue de su
cerebro Balagueró tenga alojada la idea de que el tal
Deratel tiene el rostro y el sexo de todas las mujeres
que amó, las que le fueron salvando de sí mismo y de
su tendencia a alimentarse de aire, de meterse en líos
prescindibles y de volver la espalda al endiablado engranaje que mueve el mundo del arte y su dinero. Ha habido
varios ángeles de ese porte en la vida de Balagueró, dos
de ellos le dieron hijos, de otro, que era una negrita, recordaría muchos años sus proporciones; el último debe
ser un enviado especial de Deratel pues lleva tres décadas y media salvándole de casi todo, la última vez en el
hospital de El Escorial donde por fin lo curaron y lo mandaron para casa con algunos kilos menos pero con la
misma frescura inicial con que se enfrenta a las formas,
los brillos y los colores. Ese definitivo Deratel se llama
Blanca, Blanca Mora, y Balagueró valora por igual sus
ideas limpias y sus pasiones borrascosas, por decirlo en
palabras menos llanas de las que emplearía él.
solo calidad
Este ochentón de esqueleto liviano y carnes de cuaresma sostiene que con los años ha aprendido sobre todo
una cosa: a ser mejor. Mejor como artista, claro, que es
lo que a él le importa. A su edad solo se permite ya ser
bueno, hacer cuadros y dibujos y esculturas buenos, en
el diccionario personal de Balagueró la palabra clave
es “calidad”. Tiene 83 años pero no tiene prisa. “Yo sigo
buscando la esencia de las cosas, intento hacer lo más
sencillo pero me tomo mi tiempo porque lo único que
me importa es la calidad”, repite. Dice que sabe perfectamente si lo que está haciendo vale o no, no necesita
que se lo diga nadie. “¿Qué le contesto a quien me diga
que algo que estoy haciendo bien no le gusta?. Pues le
digo gilipollas” y se queda tan ancho. “Hay algo interior,
muy profundo, que te va diciendo: así, si; así no. Por eso
yo me paso el tiempo borrando lo que he pintado, quitando lo que sobra, metiéndome cada vez más adentro,
como si estuviera destripándolo”.
Ese es el método, pintar y luego borrar, así todo el
tiempo, aunque no borra del todo sino que deja huella
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Floral. 1965. Oleo sobre lienzo. 54x65 cm.
Equilibrio. 2012. Acrílico sobre lienzo. 52x64 cm.
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de lo que estuvo pintado. Por eso seguramente lo que
vemos en un obra de Balagueró son los restos de un
estallido de lo que antes fue masa compacta, las sombras de volúmenes que se esfumaron, los contornos difusos de la realidad que estuvo y no está. Cuando dibuja
o pinta –y trabaja siempre cinco o seis obras al mismo
tiempo para poder dormirlas y darles vueltas y vueltas
antes de rendirse y firmarlas- no piensa. Asegura que
le sale de lo más profundo esa decisión de poner y quitar, crear y destruir a partir de elementos mínimos, tan
mínimos como un brillo, una concha de mar o la textura
de un cristal sucio. Eso dice: “la pintura no es pensar,
es hacer. Pintar es como parir, algo natural, claro en mi
caso si te sale feo o deforme pues lo puedes borrar. Lo
que importa es que solo quede lo que valga”.
Pero eso, ¿quién lo decide? Balagueró, por supuesto.
Porque él es el crítico y el marchante y el coleccionista
y el mecenas. “Para que yo admita una crítica tiene que
venir de alguien que haya comprendido lo que quería expresar. Si no, me pongo de los nervios”. Por supuesto
está convencido de que los pintores lo son de nacimiento.
el padre arrancado
El primer recuerdo infantil es trágico como los peores
momento de la historia de España. El padre de José
Luis era el maestro de Romanos, el pequeño pueblo
zaragozano próximo a Daroca donde había nacido él
hacía seis años, en 1930. Era agosto pero no uno cualquiera, infernal y seco, sino agosto de 1936, un agosto
en que no estaba aún echada la suerte de la rebelión
fascista contra la República y las cunetas de carreteras desoladas se convertían cada amanecer en fosa de
odios mezquinos. Lo que recuerda José Luis son ocho
o diez hombres armados que se acercan hasta el patio
de la escuela donde él daba patadas a una pelota. Era
domingo y no había clase pero enseguida se dio cuenta
de que algo malo iba a pasar porque vio que su madre
llegaba por la calle de enfrente llorando y con la mayor
de los hermanos, Edu, tirándole de la falda para que no
avanzara hacia la escuela.
Florero. 2013. Acrílico sobre papel. 31 X 23 cm.
Manzanas. 2012. Acrílico sobre lienzo. 46x82 cm.
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Los hombres armados, todos vecinos de la comarca, le dijeron a José Luis: “Anda y llama a tu padre”. En
ese momento sólo sintió ganas irreprimibles de orinar y en vez de avisar a su padre corrió hacia una era
donde todavía ve cómo un viejo que trilla da vueltas
sentado sobre el aparejo a pleno sol. Luego vio que se
llevaban a su padre y que su madre y sus hermanos
gritaban. Pasaron semanas hasta que pudieron saber
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el final de aquel secuestro. Alguien le dijo a la madre
que su marido estaba en la cárcel de Torrero, en Zaragoza, así que cogió a los cuatro pequeños y se fue
a la ciudad a una casucha prestada que les permitía
estar cerca del detenido. Durante días y días de aquel
espantoso agosto la mujer preparó los platos que más
le gustaban a su marido y se iba hasta la cárcel a dejar
el paquete con la comida para que los carceleros se la
entregaran. Nadie le daba noticias de él así que un día
se atrevió a dirigirse al director de la prisión. “Tengo
por ahí la carta, escrita con una humildad que me encanta y me repugna al mismo tiempo”, dice Balagueró.
Lo peor fue cuando le devolvieron la carta con una nota
al margen: el detenido había salido de la cárcel hacia
el paredón de fusilamiento del cementerio de Torrero
justo en la madrugada siguiente a su detención. No
hubo más explicaciones, nadie dio las gracias por los
guisos que el ejecutado no comió y nunca nadie olvidó
nada. Poco después, Miguel, el hermano mayor, caía
en el frente pero en el bando contrario, el de Franco,
a donde todavía se pregunta José Luis quién o qué le
impulsó a alistarse voluntario.
El drama y el miedo iban a ser el paisaje y el alimento de José Luis Blagueró, que pronto desarrolló la
pulsión de escapar de la mediocridad y el aburrimiento
y que probablemente son la raíz de una vida verdaderamente libre. Con solo dieciséis años, en pleno cerrojo
de la posguerra, logró burlar la prohibición de salir al
extranjero cruzando junto a dos compinches la frontera
francesa en uno de sus puntos más agrestes y peligrosos, el paso de Ordesa, que en Cotatuero exige cruzar
una pared vertical y vertiginosa con los pies y las manos
sujetos a clavijas hendidas sobre el vacío. La meta era
París pero no pudo ser porque pronto fueron puestos en
manos de la guardia civil fronteriza en el Valle de Arán
y los aventureros debieron pagar su osadía con trabajos
brutales en la construcción del túnel de Viella.
Bodegón. 2010. Acrílico sobre lienzo.124x124 cm.
Escalada. 2006. Acrílico sobre lienzo. 122x60 cm.
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Balagueró dice que se descubrió pintor cuando en
la escuela le mandaban a un rincón de espaldas y él
aprovechaba el castigo para hendir con una uña la cal
de la pared en busca de formas que no existían antes.
“El arte te hace ver no lo que se ve sino lo que se verá”,
resume. “Las cosas no me gustan como son, por eso
quiero hacer que haya cosas más hermosas”. Su pasión
por el dibujo, al que vuelve y vuelve como a su tierra
natal, le permitió ganarse la vida en la agencia de publicidad Alas donde aún muy joven ganaba 75 pesetas
a la semana. A los diecinueve años se había trasladado
a Madrid y en uno de sus primeros trabajos el padre de
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Elena y Carmen Santonja, nietas del pintor Rosales y
futuras estrellas televisivas y cantantes pero sobre todo
pintoras, le puso en contacto con creadores que estaban abriendo el camino del informalismo madrileño.
Fue su gran descubrimiento. En Cuenca -y antes en un
estudio de la calle Serrano 55 que compartía con Gerardo Rueda y un maquetista de arquitecturas- Fernando
Zobel, Antonio Saura, Lucio Muñoz y los grandes de la
abstracción lo acogerían como una promesa. Zóbel le
compró su primer cuadro con un travel check y como
Balagueró andaba por entonces rebuscando en el paisaje se ofrecía a llevarle a pintar al campo en su Cadillac con la merienda. El principal efecto de aquellas
excursiones fue la pared del Museo de Arte Abstracto
que Zóbel dedicó a un solo cuadro de Balagueró en la
exposición inaugural. Además antes de su decisivo viaje
a Chicago le aconsejó que abreviara su firma dejándola
en Bala, consejo que ha tenido larga fortuna pues aunque él siguió firmando con su apellido catalán completo
sus amigos le abreviaron el trato y algunos más chulos
como Bonifacio se lo impusieron como nombre de pila.
para la libertad
La pasión por vivir libre en un país de funcionarios y
grises le aconsejó escapar a Ibiza junto a los primeros
descubridores de la meca del hipismo pero allí, además
de frecuentar a Patty Smith durante una temporada según cuenta la leyenda, comprendió que su lugar en el
mundo era una isla menos ruidosa, Formentera, a la
que empezaban a llegar artistas de toda Europa y Estados Unidos. Uno de ellos le permitió conocer a la bruja
de Zurich gracias a un intercambio; otro, Pierre Olivier,
le abrió los estudios y galerías de Lille y Burdeos; y con
otra, Susan Lyman, tuvo un hijo y se fueron juntos a Chicago. Allí el azar le presentó a otro de sus ángeles custodios, esta vez masculino y francés. Bernard Demptos se le apareció en forma de joven vendedor de una
tienda de vinos y José luís le invitó a que se pasara por
la fiesta que estaba preparando en casa. Cuando años
más tarde lo visitó en Burdeos Bernard se le reveló en
su verdadera condición, la de heredero de un château
bordelés que había estado en Chicago mejorando su
inglés sin levantar sospechas. Luego Bernard ha ido
coleccionando obra de Balagueró de todas las etapas
y a menudo la aficion del hijo de vinateros le ha sacado
de apuros al hijo del maestro de escuela.
Floral II. 2013. Acrílico sobre lienzo. 54x65 cm.
Viernes. 2010. Acrílico sobre lienzo. 200x200 cm.
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Diez años después, cuando volvió de sus experiencias en Nueva York y Chicago con un currículo envidiable de exposiciones, colaboración en las performances
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Flotación. 2013. Acrílico sobre lienzo. 60x66 cm.
Azules II. 2012. Acrílico sobre lienzo. 122x30 cm.
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de Christo y críticas en los periódicos más influyentes,
Madrid era una fiesta. “Siempre he vivido de milagro,
pero con intensidad”, presume y rumia los años de plena libertad y fiestas desmadradas de su piso-estudio
de la colonia de San Juan Bautista.
Algunas de las más influyentes galerías madrileñas (Biosca, Fortuny, Moriarty…) le ofrecían sus paredes, Aele le pasaba mensualmente un adelanto sobre ventas de 45,000 pesetas y la crítica lo mimaba.
El poeta José Hierro, inverosímil crítico de arte del no
menos irreal diario El Alcazar, se deshizo en elogios
ante la madurez del aragonés y su pintura “nerviosa
e irreflexiva”. Gordon Brown había escrito en Arts Magazine de Nueva York que Balagueró y Cezanne tenían
en común que “pueden convertir un bodegón en una
pintura de importancia monumental”.
Balagueró no rechaza la sombra paterna de Cezanne y todavía menos el parentesco con Klee, cuya obra
le fascinó tanto cuando la descubrió en Suiza que cada
día iba a visitar las salas de su legado en el museo de
Basilea. Allá donde ha expuesto, en Burdeos como en
Nueva York, los críticos han subrayado el aire de familia
que une las geometrías poéticas de ambos. Ahora, a
los 83 años, esa geometría vuelve al centro de sus obsesiones, menos caótica pero más esencial, tal como
refleja el increíble cuaderno de dibujos que ha titulado
“Habitación 409” que trabajó durante su reciente estancia en el hospital de El Escorial (ver página 20). Es como
si volviera a hendir con la uña una realidad que le disgusta para hacer que enfermeras, celadores, médicos y
vecinos de habitación con sus ruidosas parentelas sean
prototipos de una belleza casi científica. “Busco la limpieza, no cuentos chinos, y soy feliz cuando siento ese
gustito, cuando el ángel o el niño que guardo dentro me
dice que por ahí vamos bien”…
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“Estoy moviéndome
todo el día y
no me muevo
para nada,
soy como la luna
reflejada en las olas
qué siempre
va rodando”
J.L. Balagueró
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19
habitación 409
Luis Salaberría
20
Mi cuerpo
2014. 23x15,5 cm.
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Doctor Pérez
2014. 23x15,5 cm.
22
El paciente y pintor, José Luis
Balagueró ocupa la habitación 409
de un centro público hospitalario situado en San Lorenzo de El Escorial
en Madrid durante la primera semana del año 2014, donde está siendo
tratado de una grave afección respiratoria. Estará obligado a permanecer casi dos semanas en ese lugar
desapasionado y, en apariencia,
estéril. Su taller, repleto de botes
de pintura, enormes bastidores, telas, dibujos y cuadros sin terminar
es ahora inaccesible para el pintor
aunque esté a solo 2,3 kilómetros,
a 6 minutos en coche. Para soportar esa lejanía Bala, así le llamamos
los amigos, necesitará, y así lo exige, papeles y lápices, una escuadra,
tijeras y pegamento, material para
trabajar, para seguir viviendo.
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Un mes después, en casa de Blanca, donde aún se recupera, veo el
resultado de ese trabajo. Me cuenta con humor que la serie “Habitación 409” surge de la necesidad de
plasmar en papeles las vivencias
de esos días, de retratar su propio
cuerpo, al Dr. Pérez, a las enfermeras, a los pacientes con quien comparte espacio. Veo esos dibujos
repletos de ángulos que se entrecruzan, rayados, arañados. Veo en
sus geometrías a personajes construidos con luces y sombras, líneas
que se superponen, rotas, múltiples.
Como si el entorno donde estaba recluido estallase, como si paredes,
ventanas y suelo se descompusieran, y con esos elementos, con esas
partes, Balagueró reconstruyera su
24
Tensión floja
2014. 23x15,5 cm.
25
Enfermera de urgencias
2014. 23x15,5 cm.
26
cuerpo, al doctor Peres, a las enfermeras, a sus compañeros de habitación y todo cuanto le rodea. Sus
dibujos no tienen curvas, sus trazos
son afilados, acerados por el color
plateado del grafito, sin ser fríos.
Parecen guías, claves para recorrer
el camino hacia la recuperación física, para ordenar los pensamientos, para no perder el control, para
salir de esa habitación 409.
En el dibujo titulado “Mi cuerpo”
estas líneas parecen apuntalar, sujetar lo roto, como esos clavos que
se insertan en hueso tras una grave rotura y que se ven luego en las
radiografías, duros y opacos entre
el cuerpo blando y transparente. En
“Tensión floja” vemos ese cuerpo
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desmoronándose, sin estructura
que lo soporte, como un acordeón
herido, pero con un rostro enfadado y firmemente decidido. En “Enfermera” vemos a la trabajadora
del hospital como una máquina,
cubista, con un enchufe como pechos, y llena de aristas y esquinas
puntiagudas. Si a San Sebastián,
símbolo de resignación frente a
sufrimiento, se le representa como
un joven asaeteado esperando la
muerte, yo veo a Balagueró como
un niño rebelde e inconforme que
atrapa las flechas antes de que le
hieran, manipulándolas a su conveniencia, jugando y convirtiéndolas en el material para sus bocetos. Transforma el sufrimiento en
un juego, en arte.
Cuando vi estas obras por primera vez recordé el caso de artistas
28
Tensión
2014.23x15´5 cm.
29
Cicatrices II
2014.15,5x23 cm.
30
que en circunstancias similares
desarrollaron estrategias análogas. Un caso típico es el del joven
enfermo que, obligado a permanecer en cama, solitario y aislado del
exterior, adquiere una sensibilidad y lucidez que lo transforma en
creador. Es el caso de Antoni Tàpies (1923 -2012), que a los 19 años
debe guardar cama por un problema pulmonar que será el detonante
del interés por distintas expresiones de la cultura, especialmente
por la historia de la filosofía, que
influirá en su obra y le acompañará el resto de su vida.
Recordé también a artistas que
para soportar su convalecencia en
un hospital o la de algún ser querido
manejan ese material, lo convierten
31
en tema, lo manipulan. Como Hanna Wilke (1940-1993), que registrará
el proceso de su enfermedad hasta
la muerte en “Intra-Venus“. Relacionando vida y arte, nos muestra
su manera de mirarse. Hanna será
una narcisista, que emociona por
su franqueza y compromiso, por su
coherencia entre vida y arte, y que
nos habla desde su debilidad de
fortaleza. O el caso de Paul McCarthy, que en su serie de dibujos “Father” (1992) nos invita a estar presentes en una operación quirúrgica
a su padre, y el seguimiento médico
posterior, con todo tipo de detalles
desde la profusión de catéteres, las
distintas maneras en que puede
manifestarse un fluido o el desvalimiento emocional de la familia de
un enfermo. En un estilo brutal, en
apariencia caótico, como si fueran
32
Difuso III
2014.17,5x25 cm.
33
realizados en estado de shock, con
humor y, a un tiempo, terroríficos.
Mientras Hanna Wike se muestra
franca, desnuda y en calma, Balagueró no nos enseña su realidad, la
hace estallar frente a nuestros ojos.
Como un demiurgo que reordena el
mundo, desestructurándolo. Mientras Paul McCarthy nos salpica con
su miedo y estupor, Balagueró nos
desarma con geometría. Como en
la de esa imagen perfecta, esa perspectiva sobrenatural que recuerda
al monolito extraterrestre de Odisea
2001, que posiblemente sea el recuerdo de algún viaje extracorporal
realizado desde la habitación 409
del Hospital de El Escorial a principios del año 2014.
34
Unikos II
2013.15,5x23 cm.
35
Plurales II
2014.17,5x25 cm.
36
Plurales
2014.17,5x25 cm.
37
Horizontes I
2013.23x23 cm.
38
Horizontes I
2013.23x23 cm.
39
Arlequín
2013.23x23 cm.
40
Difuso II
2014.17x25 cm.
41
“Abstracción –
Conocimiento de una
cosa prescindiendo
de lo demás que está
en ella – cuanto más
sencilla mejor será”
J.L. Balagueró
42
43
ABCdario
plástico
de JLB (REY)vindicación de la Pintura
Francisco Carpio
Antes de empezar con este personal abecedario, me
gustaría lanzarles (así como el que lanza una piedra
pero no esconde la mano…) algunas reflexiones sobre
la Pintura, ya que éste es el lenguaje visual y conceptual
que Balagueró sigue empleando, pese a las modas, los
modos –y los miedos- del arte, para seguir soñando la
vida, su vida. Reflexiones que no son otra cosa, queridos lectores-espectadores, que una personal (rey)vindicación de la pintura. Y leen bien porque para mí –y
creo que acierto al decir que también para él- ésta sigue siendo el rey de los lenguajes plásticos, a pesar de
todos los constantes e infructuosos intentos por ocasionarle la muerte.
No deja, por cierto, de resultar curioso el hecho de
que la palabra muerte esté tan presente en una gran
parte de la historia del arte contemporáneo. Una auténtica contradicción si pensamos –y sobre todo sentimos- que el arte es paradigma de creación, es decir,
de vida. Muerte-Vida, tal vez los dos nombres de una
misma travesía. Y en ella, peligrosas paradas, desde
la hegeliana estación “Muerte de la Historia”, pasando
por la de la “Muerte de Dios”, predicha por el desdichado Nietzsche, hasta la de la “Muerte del Arte”, a
manos de las desnudas manos de la filosofía, tal como
algún filósofo-estrangulador, se ha aventurado a proclamar. Y entre tantas muertes, la propia muerte de la
pintura.
Pero, sin embargo, pese a las constantes actas de
defunción y pese a los cantos del cisne periódicamente
emitidos por los “Sepultureros Agogeros S.A.” de turno,
la pintura –pura y dura- continúa siendo un lenguaje
vivo, sin fecha de caducidad, sin heridas mortales. Y lo
44
Boceto 6. 2013. Acrílico sobre lienzo. 54x65 cm.
Boceto 5. 2010. Acrílico sobre lienzo. 200x200 cm.
45
que es más importante, sigue dando señales de su buena salud creadora.
Resulta, pues, estimulante comprobar cómo todavía
existen creadores que siguen navegando en las milenarias aguas de la pintura, echando sus redes en busca
de nuevos hallazgos plásticos, esos cromáticos peces
abisales que aún las surcan, y que también siguen
creyendo en la posibilidad de (re)presentar el mundo
a través del color, de la luz, del gesto, del espacio y de
la materia, llevando como único equipaje unos pinceles
afilados-afinados, unos lienzos, unos kilos de luz y unos
tubos de colores, olores y sabores cromáticos.
Empresa tan quimérica como apasionante. Quimera
y pasión, dos palabras-actitudes que estoy seguro pueblan el almario artístico y vital de José Luis Balagueró,
un pintor-pintor, es decir, un pintor con oficio, oficio de
luces, y con beneficio de colores, espacio, sensibilidad y
materia. Las armas de este antiguo y noble arte siguen
siendo prácticamente las mismas: el mundo cromático
por montera, la huella de la luz –como los cinco dedos
de Rembrandt-, la arquitectura del dibujo y la orografía
pintada de la superficie del cuadro. Armas que ha velado ya a lo largo de largas horas de trayectoria pictórica, y también –todo hay que decirlo- largas horas de
trabajo, entusiasmo y verdad. Porque la verdad, querido
lector-espectador, no es lo que creemos que es, sino
lo que pesa nuestra fe en lo que sentimos y hacemos.
Otro pintor, Barnett Newman, se preguntaba –y nos
preguntaba- “¿Cuál es la explicación del impulso aparentemente insensato del hombre a ser pintor o poeta,
si no es un acto de desafío contra la caída del hombre
y una declaración de que vuelve al Jardín del Edén…?”
Estoy absolutamente convencido de que entre las
paredes, los rincones, las sombras y las luces de la pintura -esa arena donde se dirimen todas las luchas de la
creación- emergen las imágenes que nos susurran ese
regreso al Edén. Se trata únicamente de escucharlas,
de entenderlas, de sentirlas sobre el campo de batalla
del cuadro.
46
EscenaI. 2009. Acrílico sobre lienzo. 54x65 cm.
Ventanas a la calle. 2010. Acrílico sobre lienzo. 180x180 cm.
47
ABCdario
Arquitecturas fantásticas se levantan desde el suelo
flotante de sus composiciones, formando el perfil anguloso de una ciudad soñada; el imaginario skyline de
unas geografías urbanas que se recortan sobre un cielo
que no es raso, sino agudo y vectorial. Pueden ser ciudades inventadas, como las Invisibles de Italo Calvino,
o, bien mirado, también pueden ser Arqueologías de
un tiempo pretérito y/o pluscuamperfecto de indicativo. Porque, sin duda, indican la presencia del tiempo
verbal-visual de la imaginación.
Balagueró, Bala para los amigos. Lo imagino en su
estudio, levantándose, sentándose, volviéndose a levantar, cogiendo un papelito, una madera, un lápiz, un
pincel, mirando, remirando, añadiendo un color, quitando una brizna de espacio, nada despacio… Cu (lo)
rioso inquieto que es como deben ser todos aquellos
que se-dedican-nos-dedicamos a este extraño menester del arte. Y B, también, de Blanca, el fiel fiel de
su balanza vital y emocional. Compañera infatigable
de fatigas.
Color, el oxígeno plástico de sus obras. El amarillo del
sol, del limón o del oro de los atardeceres. El azul del
mar-espejismo de Madrid, de los cielos y de los inviernos, de las facetas de la aguamarina pintada. El rojo
de la sangre y del vino, de los labios y de dos labios,
rojo de vergüenza torera por todo lo que han debido
ver sus ojos… Verde, naranja, gris, violeta, y también
negro, la única suma (cromática) que en lugar de sumar, sustrae…
48
Dibujo. Decía Paul Valéry que, junto a la poesía y las
matemáticas, el dibujo era la otra gran creación de la
humanidad. Yo veo en estas obras el dibujo en el trazo
nervioso, en el gesto quebrado, en las líneas que cartografían la piel del lienzo, la espalda del papel, en la
manualidad del concepto, en la enérgica temperatura
de los planos, en la lírica del punto corriendo por los
paisajes 2-D del plano.
Explosión de fragmentos, de pedacitos, de planitos y
planazos, de polígonos nada regulares, de facetas que
se expanden por sus cuadros y por sus dibujos, como si
todo terminara viéndose a través del ojo plural de un calidoscopio, del ojo-mosca de un cubista explosivo. Todas
las pequeñas, medianas y grandes formas que vuelan
por el cielo del cuadro –nunca sabremos con certeza si
suben o bajan- crean una estructura fundamental en el
trabajo compositivo de nuestro artista. Lluvia de planosconfetti sobre el plano. Estética del fragmento y ética
del puzzle. Abigarramiento de formas que, inevitablemente, me acaban recordando los dibujos inquietos e
inquietantes de un niño + un loco = un artista.
Azules I. 2013.Acrílico sobre lienzo. 85x122 cm.
Fauna fantástica que puebla sus obras. Seres, serecillos,
cosas, cositas, cosazas. Un rectángulo corteja incansablemente a la amable redondez de una mancha circular.
Un triángulo vocifera a gritos de color sus ideas y sus locuras. Tres rayitas pasean de la mano de un rombo. Una
forma informe informa a quien quiera escucharla que
su padre es un tal Bala (perdida-encontrada). A veces,
cuando menos lo esperamos, aparece un personaje con
pinta casi pintada; criaturas surgidas de su imaginación
y de los reinos humanos de sus manos. Y también una
F lora de plantas inventadas, de árboles de un bosque
(in)animado, de flores de colores, de vegetales extraños
salidos de un herbario imaginario.
Geometría calentada por la pasión de pintar, por la
pulsión del color, por la temperatura de los materiales. Sí, es cierto, en estas obras puede percibirse
igualmente el semifrío-semiseco perfume de Madame
Geometría, que estructura, objetiviza, da rigor y vigor
a las composiciones, organiza y, en cierto modo, parece enfriar la voz cálida y emotiva. Pero siempre se
mantiene una voluntad de calentar, de humanizar, de
palpitar. Parafraseando, e invirtiendo, la famosa declaración de Georges Braque, bien podríamos poner
esta frase en boca -y mente- de nuestro artista: “Amo
la emoción que corrige la norma”.
49
Herramientas del oficio de pintor: un puñado de puños
para empuñar pinceles; una paleta en lugar de maleta;
un acceso directo al almacén del arco iris; los ojos de
Picasso y la mano de Velázquez; la luz, plegada como
un pañuelo, en el bolsillo de la mirada; una mochila
llena de texturas, formas y trazos; diez dedos-lápices;
una memoria hecha de lienzo y papel; una esposa que
se llame perspectiva (y una amante que se llame desorden)…, pero sobre todo, la sed y el hambre de pintar.
Luz. Tengo ya dicho que la pintura es un oficio de luces,
pero también de sombras-tinieblas. “Las herramientas
de este viejo y noble oficio son siempre las mismas: el
color, como arquitectura, y la luz como huella. Ahí se
trama todo. Primero, el gesto congelado de la luz, luego
durante una fracción de tiempo la marca –amarilla- en
la retina, en la cueva del ojo, luego la oscuridad grisazulada, luego la imagen en el lienzo de la memoria,
luego el cuadro…”
Imaginación. Si tomamos literalmente como imaginación la capacidad de pensar con imágenes, sin duda
esa es la principal estrategia que aplica para la construcción de sus obras. Las gimnasias de la fantasía y de
los sueños fortalecen y ejercitan el músculo de la imaginación. A partir de ahí surgirán las formas, las criaturas, las construcciones y las creaciones que pueblan el
reino de esta pintura.
Madera. Por el arte de magia de la imaginación les
propongo entrar en un bosque; un País- Bosque formado por sus piezas y objetos, que pertenecen al noble linaje de este material, por el que parece circular
siempre a través de sus venas y arterias la sabia savia,
y latir la remota memoria de la Madre Madera. Material milenario, fauna predilecta del Imperio Verde de
la Flora, que nos trae una música ancestral y olorosa
de selvas, resina y clorofila. Dice el poeta Gamoneda:
“Amo la madera. Recordadme perdido entre las hayas
[…] Dios ha sido de madera. ¿Por qué?...” Yo tampoco
lo sé, pero sí sé que hay arquitectura, armonía, color
y gracias en estas maderitas, tan bien acompañadas
por el cuerpo juncal del plástico, por la risa iluminada
de lo fluorescente.
Juego. Porque, unido a lo anterior, sólo desde una mirada lúdica, juguetona y fantasiosa, se puede dar rienda
suelta a los caballos azules y rojos de lo imaginario. Ya
lo he dicho en más ocasiones, y no me cansaré de repetirlo: el arte es un juego muy serio. Un juego de fuego
que acaba quemando a los aburridos, a los niños viejos
y a los filisteos.
Kandinsky, con el que, a mi juicio, comparte en muchos sentidos mesa y mantel plástico. Un mantel, no
de plástico, sino de lienzo y papel, sobre el que propone
y dispone un menú pictórico de formas, planos, colores –“en general, el color es un medio para ejercer una
influencia directa en el alma […] El color es la tecla.
El ojo es el macillo. El alma es el piano, con muchas
cuerdas…”- y composiciones que me recuerdan al pintor ruso. Pero también K de Klee, un universo de imaginaciones y ficciones…
Narraciones. Yo veo-leo estas pinturas como relatos
de un libro de viajes exóticos, o como las iluminaciones
de una geografía de la fantasía. Narrar es también otra
forma de pintar, de contar historias con colores y formas en vez de palabras.
Dibujo 2. 2010. Tintas sobre papel. 21x17 cm.
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Ñ de espaÑol. Casi nada…
Objetos. En muchas de estas obras, el objeto acaba
convirtiéndose en sujeto. Resulta curioso, y elocuente
también, observar cómo es que en la obra de un pintor
(un habitante del Reino 2-D) aparezca con tanta constancia el espacial aroma de lo tridimensional. Cosas,
cositas, objetos, piezecitas, pequeños atisbos escultóricos, han acompañado siempre –jugando un papel
importante- su trabajo pictórico. Afirmaba Octavio Paz,
otro poeta: “…los objetos son cosas mudas que hablan.
Verlas es oírlas. ¿Qué dicen? Dicen adivinanzas, enigmas. De pronto, esos enigmas se entreabren y dejan
escapar, como la crisálida a la mariposa, revelaciones
instantáneas…” Dejemos, pues, hablar a estas cosas
mudas. Veámoslas para oírlas. Y oigamos-veamos lo
que dicen y cómo lo dicen.
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Paisajes. Siempre he tenido la impresión de que las
pinturas de Balagueró eran paisajes, más o menos
encubiertos, más o menos conscientes, más o menos visibles. Paisajes que sirven como una singular
geografía de su imaginación para armar un escenario
sobre el que se sitúan y actúan las polisémicas morfologías de sus composiciones. Ecos pintados de la Naturaleza. Según Nietzsche: “El que se resguarda totalmente contra la naturaleza, se resguarda también
de sí mismo: jamás le será dado beber de la copa más
deliciosa que puede llenarse en su recóndita fuente.”
Pues bien, tengo la impresión de que nuestro artista sí
decidió –hace ya mucho- beber de esa copa, y lo hace
dirigiéndose, una y otra vez, con convencimiento, hacia la no tan recóndita fuente del paisaje.
Quimera. Porque la pintura es –también- eso: la quimera de entender y contar el mundo a base de un lenguaje de representaciones, es decir, de mentiras (visuales, formales y perceptivas). O, por decirlo de otro
modo, un lenguaje que intenta hacernos creer que el
conejo sí que estaba dentro de la chistera del magopintor. ¿O tal vez estaba en la manga de su chaqueta?..
Realidad versus ficción. Con estas obras Balagueró continua oficiando de prestidigitador de imágenes,
mostrando cartas marcadas –con pintura- con las que
trata de (re)presentarnos una realidad otra, un mundo
otro que, parafraseando a Paul Eluard, también está en
éste…
S ombras. Y junto a la luz, la sombra, la otra cara oscura de la lu(z)na. Escribió Vita Sackville-West que en
la sombra de un solo hombre podían encontrarse más
misterios que en todas las religiones del mundo. ¿Qué
habría dicho de la sombra de un cuadro?
Trabajo. Decía Picasso -pintor astuto más por viejo que
por diablo- que las musas de la inspiración debían encontrarse al artista sentado en su mesa de trabajo, y
aún añadiría yo más, arremangado, enfrascado, manchado, poseído por los alcohólicos vapores del trabajo.
No hay otra fórmula. Nuestro Bala la pone en práctica
constantemente. Parece mentira que este hombre no
se esté quieto ni un maldito momento…
Universos imaginados. Universos pintados.
Viaje. Desde los drakkars vikingos, pasando por ese
eslabón especial, hecho de especies y sedas, entre
Oriente y Occidente que fue el veneciano Marco Polo,
de Ibn Batouta, gaviota negra del Islam, a Paul Morand
y Valery Larbaud, hasta los singulares pasajeros del
Romanticismo –los primeros y más sublimes ejemplos de lo que luego derivaría en un turismo masificado y prosaico, al alcance de cualquier low cost y
también de cualquier high vulgarity-, el acto de viajar
ha supuesto una constante búsqueda por parte del
hombre por encontrar y traspasar límites, los de la
tierra o los suyos propios. Decía Henri de Montherlant
que “de todos los placeres, el viaje es el más triste”.
Para el artista el viaje supone expandir su propio espacio de representación. Justo eso, y no otra cosa, es
lo que siempre ha hecho Balagueró con sus pinturas:
buscar otros territorios para explorar, traspasar las
barreras de lo cotidiano, conquistar paisajes y reinos
aún desconocidos. Viajar.
Fragmentos I. 2013. Acrílico sobre lienzo. 54x65 cm.
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Xenófilo. Dícese de aquel a quien le gustan los extranjeros, los extraños. ¿Y no es el arte un perfecto y milenario salvoconducto para viajar al extranjero de nuestras miradas, para entablar un anciana conversación a
dos voces con todo aquello que se escapa a las explicaciones de la razón, convirtiendo lo extraño en conocido?
Zaragoza porque es la tierra de nacimiento de este
aragonés, universal por convencimiento. Si es verdad
–y yo, con el paso y el peso de los años, tiendo a creerlo- lo que decía Rainer María Rilke: “la infancia es la
única patria del hombre”, yo creo que en el caso de
nuestro pintor, el arte, concebido como un juego –muy
serio-, le ha permitido seguir siendo un eterno niño,
es decir, un habitante mundial del reino local de sus
propias raíces.
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“Hay veces
que dejo que salga
el niño juguetón
que hay en mi
y me divierto con él”
J.L. Balagueró
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55
trasla
huella
de
paul
Blanca Mora
José Luis Balagueró da cuenta de una alta concentración y meditación sobre
las condiciones estructurales de la pintura y su proceso. Cada pincelada en sus
obras acusa dos maneras diferentes: por un lado, representan el gesto pictórico,
y por lo tanto se clasifican a sí mismas como parte de la tradición de la pintura
abstracta de autorreflexión; por otro lado, cada pincelada puede ser considerada
como el latido del pintor, que convierte las obras en manifestaciones de la conexión física directa y "sensual" del pintor con la pintura.
Esta combinación de un aura subjetiva y poética, así como la introspección
conceptual del medio, define todas las obras del artista. Balagueró ha vivido y trabajado en Francia, Chicago y España, y combina el énfasis de la pintura barroca
con la imparcialidad intelectual que conecta con la tradición europea y americana
de la pintura.
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EscenaI. 2010. Acrílico sobre lienzo. 54x65 cm.
Azules III 2010. Acrílico sobre lienzo. 81x122 cm.
57
Fragmentos III. 2013. Acrílico sobre lienzo. 200x200cm.
Flotando. 2010. Acrílico sobre lienzo. 122x30 cm.
58
José Luis Balagueró nace en 1930 en Romanos, un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza, en donde su
padre ejercía como maestro. La guerra civil española
irrumpe en su infancia marcándole con la pérdida de
su padre y su hermano. Esa marca de dolor y repulsión
por el régimen de la dictadura franquista le acompañará durante el resto de su vida. Tras la guerra se traslada junto a su madre y sus dos hermanas a Zaragoza,
donde ya despuntaba en el colegio por su pasión por el
dibujo. Balagueró lo tenía claro, su medio de expresión
natural era, es, el Arte.
Pero en aquella España gris y dura de los años cincuenta, en donde tantas cosas estaban prohibidas, o
sencillamente no había posibilidad de ver, no llena sus
expectativas y curiosidad por conocer el arte contemporáneo de la época, y Balagueró decide con dieciséis
años marchar a Francia. No se resignaba a conocer en
el “blanco y negro” de las revistas y ediciones de aquellos años la obra de Picasso, Kandinsky o Paul Klee,
sus artistas de referencia; necesitaba sentir y gozar las
obras de frente. Esta primera experiencia acabó tristemente: fue devuelto a España por ser menor y no tener
la documentación exigida. Pero esto no frenó sus ansias por conocer las obras de los artistas contemporáneos ni por salir del ambiente dictatorial reinante. A su
vuelta a Zaragoza continúa su formación y, aunque él
se considera autodidácta su formación plástica se lle-
va a cabo en la escuela de Artes y Oficios de Zaragoza
y más tarde en el Círculo de Bellas Artes de Madrid,
donde se traslada en 1956. En 1957 realiza su primera
exposición formal en la madrileña galería Biosca. Expone obras que parten de una búsqueda de sus raíces
en paisajes vividos que realiza con una base de dibujo
suelto y el uso de la pintura como materia primaria e
hilo conductor hacia un expresionismo que tiene como
base de referencia a De Stael y Paul Klee.
En 1958 finalmente llega a Lille, Francia, invitado por
sus amigos, artistas franceses de la Casa de Velázquez
en Madrid, y forma parte del Atelier de la Monnai grupo mítico del arte contemporáneo francés, exponiendo
como miembro de este grupo en la galería K-58 de Lille.
En los años siguientes viaja a París y Zúrich, y en 1960
se instala en Formentera, entonces isla desconocida
para el turista y paraíso de soledad y belleza para los
artistas. Allí profundiza y agiliza su evolución pictórica
y sus obras se funden con el espacio a través del dibujo
y delicadas pinceladas, casi puntillistas, que le abren
para siempre al mundo de la abstracción. Participa en
el Salón Internacional de Pintura de Ibiza y expone en
Berlín Ausstellung der Formenter Goup (1960) y en San
Francisco en The Pantechnicom gallery (1965).
En 1966 se traslada a Madrid, donde conoce a Fernando Zóbel, que estaba en aquel entonces organizan-
59
do la puesta en marcha del Museo de Arte Abstracto de
Cuenca. Zóbel queda impresionado por la abstracción
espacial de la obra de Balagueró y le incluye en el grupo
de artistas que conforman la colección de arte abstracto del museo, que se inaugura en 1966. El coleccionista
norteamericano Amos Cahan le incluye también en su
colección dedicada a la pintura de vanguardia española,
colección que en la actualidad pertenece a la Fundación
Juan March. La Galería Edurne, hoy día decana de las
galerías madrileñas, realiza una exposición de la obra
de Balagueró que será su última exposición antes de
partir a EE.UU.
60
leidoscopio. Todas las pequeñas, medianas y grandes
formas que vuelan por el cielo del cuadro crean una
estructura fundamental en su trabajo compositivo. Balagueró celebró diversas exposiciones en galerías e instituciones de Estados Unidos y Canadá: Evanston Art
Center, Larew Gallery; Chicago, 20/20 Gallery; Ontario,
Seaberg Insthmus Gallery.Chicago, The Garage Museum of Art; Fort Lauderdale, Miami.
La llegada a Estados Unidos de Balagueró va a producir una verdadera revolución de técnicas en su obra.
En 1967 llega a Chicago, pensando en pasar solo una
temporada que se convirtió en una década. En Chicago vive una etapa enriquecedora aprendiendo nuevas
técnicas como la litografía y la fotografía, sin dejar la
pintura y el dibujo, sus fuentes indispensables. Colaboró en acciones e instalaciones artísticas medioambientales junto al artista búlgaro Christo. El estudio de
Balagueró en Chicago se convirtió en aquellos años 60
y 70 en punto de encuentro con los artistas españoles
de paso por la ciudad y en especial con su buen amigo
Manolo Mompó.
En 1973 Balagueró, siempre inquieto, quiere regresar a España. En Madrid forma parte de Grupo 15, iniciativa privada relacionada con la promoción de los valores expresivos de la creación gráfica. La galería Grupo
15 estaba dirigida por María Corral, y Carmen Jiménez
se ocupaba de la difusión. Balagueró, que conocía bien
las técnicas litográficas, expone en la galería del grupo
en 1973 y decide regresar definitivamente a Madrid
Desde 1973 ha participado con voz y voto en la evolución del mundillo artístico español. Sus obras son cada
vez más vibrantes, sus universos explotan en pedazos
y nos seducen a través del color introduciéndonos en
un mundo personal lleno de retales de objetos y personajes. Lienzos de gran formato y objetos, pequeñas
esculturas llenas de gracia que, como dice el crítico de
arte Francisco Carpio, “Son hermosas metáforas de la
visión”.
La obra de Balagueró sigue su discurso abstracto,
pero en sus lienzos ya aparecen sus característicos
universos rotos, pedazos que vuelan y conforman una
explosión de fragmentos, de planos, de polígonos nada
regulares, de facetas que se expanden por sus cuadros,
como si todo se viera a través del ojo plural de un ca-
Cuando en 1991 recibe el premio de la Unión de Ciudades Iberoamericanas, Balagueró ya ha expuesto sus
obras en numerosas galerías, así como en instituciones
españolas e internacionales. En 1981 inaugura la galería Moriarty en Madrid, apadrinando, sin proponérselo,
los inicios de “la movida madrileña”.
Formas 2010. Acrílico sobre lienzo. 122x30 cm.
Patio de mi casa. 2010. Acrílico sobre lienzo. 60x122 cm.
61
Desde el año 2001 reside en El Escorial. Decía Picasso que las musas de la inspiración debían encontrar
al artista sentado en su mesa de trabajo, no hay otra
fórmula. Balagueró la pone en práctica constantemente. Parece mentira que este hombre no se esté quieto ni
un momento. En el Museo Camón Aznar de Zaragoza,
presentó en 2011 una exposición de sus últimos trabajos; más de 38 obras en donde incluía nuevos formatos
en madera que nos proponían la entrada a un bosque
formado por piezas y objetos pintados.
La geometría ha estado siempre presente en su
obra, pero ahora, en sus últimos trabajos, su geometría
está calentada por la pulsión del color, la temperatura
del material y, sobre todo, por la constante sed y hambre de pintar y dibujar.
Blanca Mora Sánchez es gestora cultural y directora de
"quépintamosenelmundo.com"
Ventanas a la calle III. 2010. Acrílico sobre lienzo. 235x150 cm.
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Resumen Exposiciones
1957 galeria Biosca, Madrid. 1958 Galería K-58 Lille. 1960. Salón Internacional de pintura
de Ibiza. 1963. Galería Fortuny. Madrid.1964 Ausstellung der Formentera group Berlin. 1965
The Pantechnicon Gallery.San Francisco.1966 Galería Edurne. Madrid. 1968 20/20 Gallery.
Ontario. Canada. 1968 Lake Forest College. Chicago. EE.UU. 1970 Larew Gallery. Chicago.
EE.UU. 1972 Evanston Art Center. Chicago EE.UU. 1973 Grupo 15. Madrid. 1973 Seaberg
Insthmus Gallery. Chicago. 1975 Galería Lúzaro. Bilbao.1975 Galería Dach Bilbao. 1976
Galería AELE. Madrid. 1976 Galería Prisma. Zaragoza. 1977 Museo Itinerante Salvador
Allende . 1979 Galería Temps Cassé. Burdeos. Francia. 1980 Galería Kreisler II. Madrid.
1981Centro Cultural Conde Duque.Madrid. Premio “Goya”. 1981 Basel 81. Basilea. 1981
Galería Moriarty. Madrid. 1982 Galería Storm. Lille. Francia. 1983 Centro Cultural Conde
Duque. Primer Premio de la Unión de Ciudades Iberoamericanas. Madrid. 1984 Galería
Ovidio. Madrid.1986 Fundación Juan March. 1988. Galería Edurne. ARCO 88. Madrid. 1988
Galería Edurne .FIAC88. Paris. 1990 Galería NUBA. Madrid. 1991 Galeria Seiquer . ARCO 91.
Madrid. 1993 Galería La Kábala. Madrid. 1993 Galería Rina Bouwen. Madrid.1995 Galería
Antonia Puyó. Zaragoza . 1997.Galería Seiquer ARCO97. Madrid. 1998 Galería May Moré.
Madrid.2005 Palacio de Montemuzo, Ayto. de Zaragoza.2005 Galeria Dolores Sierra:Madrid.
2010 Galeria Edurne, El Escorial. 2011 Museo Ibercaja Camón Aznar. Zaragoza.2012 CentroCentro Cibeles. Madrid
Obras en Museos y Colecciones
Museo Municipal de Arte Contemporáneo, Madrid. Museo de Arte Abstracto, Cuenca. The
Garage Museum of Art, Fort Lauderdale, Florida.Museo de Teheran, Iran.Museo Municipal,
Zaragoza.Ayuntamiento de Madrid. Madrid. Biblioteca Nacional, Madrid.
Evanston Art Center, Chicago.Colección Amos Cahan, Nueva York.Museo Nacional Centro
de Arte Rina Sofia, Madrid.Fundación Santillana.Fundación Chateau Citran, Burdeos.Ministerio de Trabajo, Madrid.Cortes de Aragón, Zaragoza.Diputación de Aragón, Zaragoza. Fundación Juan March, Madrid. Fundación ICO, Madrid. Museo Salvador Allende, Chile.Centro
Cultural, Conde Duque. Madrid. Palacio de Congresos, Madrid. Art Institute, Chicago. Fundación Ibercaja, Zaragoza
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Consejo de redacción:
Fernando Castanedo, Emilia García-Romeu,
César Jiménez, Pablo Larrañeta y Luis Salaberría
Han colaborado en este número:
Esther Gallego, Francisco Carpio y Blanca Mora
© Jose Luis Balagueró, VEGAP
© De los textos, sus autores.
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