Día de difuntos en las cunetas • Familiares de víctimas del franquismo acuden a las fosas comunes donde fueron enterrados los suyos para dejarles flores Recuperados los restos de 60 fusilados en dos exhumaciones en Burgos y Ciudad Real 96 esqueletos en el Camino de Santiago Natalia Junquera Madrid 1 NOV 2011 - 19:22 CET Fosa común en La Pedraja (Burgos) donde los arqueólogos han recuperado los restos de 50 personas. / ÓSCAR RODRÍGUEZ 199 En lugar de visitar los cementerios, cientos de familiares de víctimas del franquismo han acudido hoy a las cunetas donde fueron fusilados y enterrados sin nombre sus seres queridos para dejarles flores. Otros muchos no han podido hacer ni eso porque, según denuncia la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, 75 años después del inicio de la Guerra Civil y 36 desde la muerte de Franco aún “quedan 113.000 hombres y mujeres enterradas en fosas comunes”. El monte de La Pedraja (Burgos), donde en 1981 los familiares de cientos de desaparecidos de pueblos de la zona colocaron un monolito conmemorativo y donde el año pasado se recuperaron los restos de 104 fusilados, se ha llenado esta mañana de flores. Un equipo de forenses y arqueólogos de la sociedad de ciencias Aranzadi está exhumando los restos de otros 50. “La primera vez que vine, me dijeron que aquí había enterrados más de 300 fusilados. Pensé que era una exageración, una leyenda. Ahora creo que es verdad. Hemos abierto dos fosas y no son las únicas”, explica el forense Francisco Etxeberria, que este 1 de noviembre, como el anterior, está abriendo una fosa del franquismo. En este caso, de 14 metros de largo por dos de ancho. “Mi padre está aquí, pero no sabemos dónde", explica Rafael Martínez, de 89 años. Lo detuvieron al día siguiente del golpe, el 19 de julio de 1936 y lo fusilaron el 3 de octubre. Era presidente de la Agrupación Socialista de Briviesca, contratista de obra pública, trabajaba para la República y había reparado la carretera que une Burgos y Logroño. Los asesinos organizaban cuadrillas entre los vecinos de los pueblos cercanos para que cavaran zanjas donde luego enterraban a las víctimas. Cuando vieron a mi padre, lo reconocieron y vinieron a mi casa, a decírselo a mi madre. Yo tenía entonces tres años. Desde la democracia, venimos cada uno de noviembre aquí a dejarles flores". Los asesinos encargaban con antelación a las cuadrillas de enterradores que cavaran las zanjas. Sabían que iban a llenarlas. En esta segunda fosa de La Pedraja, las 50 víctimas fueron llevadas allí en seis grupos. Todavía no han concluido la identificación genética de los 104 cuerpos recuperados en otra fosa en este mismo paraje el año pasado. Miguel Ángel Martínez, portavoz de la asociación de familiares que ha promovido las exhumaciones, confiesa: "El Ministerio de la presidencia nos ha concedido provisionalmente una subvención de 60.000 euros, pero nos da miedo que el 20-N cambie el Gobierno y nos la quiten". Asesinados por vecinos, dos meses después del final de la guerra Además de esta fosa en La Pedraja, estos días la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica está exhumando otra en Chillón (Ciudad Real) con nueve víctimas. "Fueron asesinados dos meses después del final de la Guerra Civil por falangistas y vecinos. Se mezcló la política con las rencillas personales: envidias, venganzas por tierras, ganado...", explica el investigador Luis Miguel Montes, autor, junto a Jerónimo Mansilla, actual alcalde del pueblo, del libro El crimen del contadero: los nueve asesinados de Chillón, que cuenta la historia de estas nueve víctimas. Montes es, además, bisnieto de una de ellas. "La mayoría eran mineros afiliados a sindicatos o al Partido Socialista. También había un maestro, un zapatero y un labrador. Pero no todos tenían afinidades políticas", explica Montes. "Detuvieron a ocho y las llevaron a una ermita que utilizaron a modo de cárcel. A mi bisabuelo lo fueron a buscar a casa a las dos de la madrugada. Lo subieron a un camión y ya nunca le vieron más". Entre ellos estaba el padre de Anselmo Capilla, socialista y afiliado a UGT. "El día que lo mataron yo tenía ocho años y mi padre, 39. Dicen en el pueblo que los asesinos lo celebraron con una buena juerga. Yo estoy contento de ver por fin la fosa abierta pero es una sensación agridulce. Se te cae el alma a los pies al ver esto". La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, como acostumbra cuando abre una fosa y halla restos humanos con signos de muerte violenta (como los inequívocos agujeros de bala en el cráneo, los tiros de gracia) a presentar denuncia ante la Guardia Civil. La juez de Almadén ha visitado la exhumación. Se han abierto más de 150 fosas del franquismo y los jueces que han acudido a visitarlas se cuentan con los dedos de una mano. Las familias han acordado volver a enterrarlos todos juntos, pero en un cementerio, con un panteón en el que ponga bien claros sus nombres."Este es el último año que tendremos que venir aquí a traerles flores".