la educanda. - Hemeroteca Digital

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ADO l Y .
Nnm. 140.
Hadrjd 31 de Octnbre de 1865.
LA EDUCANDA.
XáOt Artioulof oootenidoi en eite número lOu propiedad.
SUMARIO. Rerlsta de Modas, por doBa Aurora Pereí Mirón.-El manto de la Virgen (poealal, por don A. F.GrlIo.—
Bl elarel encarnado [concluilon], por doBa Angela GrassI.—Bscolistica [eonelusloD], por dofia Micaela do Sllra.-Variedades.—Teatros, por don Diego de Rivera.
LAMINA:-F«}ttr<n núm. 794 (){«.
REVISTA DE MODAS.
I la Moda no hubiera llegado á ser
una necesidad en la vida actual, y
s¡ una superficialidad, corno tantos
sostienen , nunca mejor que en la
época presente se veria obligada á
enmudecer ante la tenaz epidemia que
nos aflije, el disgusto natural que nos
domina, y la desanimación, que por doquiera se advierte; pero no, la Moda que
protegiendo la industria, ha venido á ser
uno de los ramos de la riqueza pública; la Moda, que
lo mismo ofrece trajes ostentosos para acompañar al
placer, que trajes modestos para demostrar el dolor,
está en el caso de acudir en todas épocas y situaciones con sus consejos á quien la consulta ó á quien de
ella vive.
Después de iiaber hecho una rápida reseña eu
nuestras revistas anteriores de las telas de mas novedad para el entretiempo, y de alguna de mas pretensiones para reunión, tócanos hoy, como fieles
cronistas, hablar de las formas ó hechuras, asunto
capital y que conviene á todos los trajes.
La hechura dominante para vestido , parece ser
¡a Ihmadi Gabriela ó Princesa, entre nosotros conocida por hechura de sotana, y que como saben
nuestras lectoras, consiste en cortar de una sola pieza el cuerpo y la falda. Esta forma de trajes, recta,
que descubre sin obstáculos los contornos de un
cuerpo esbelto , y se presta por su falda nesgada toda á la gran cola y excesivo vuelo que se usa en la
actualidad, será siempre la prenda favorita de la mujer que posea el instinto de la verdadera elegancia.
El adorno de estos trajes es generalmente sencillo,
y la tela que se adopte para ellos, pertenece al rico
muestrario de lanas que se encuentra en los almacenes de la calle de, Espoz y Mina.
2." ÉPOCá.
Para trajes de mas pretensiones los cuerpos de
aldetas con ricos guarnecidos de encaje de Cluny, y
flecos con pié de cinta bordada con azabache, acero ú oro, gozan de gran favor; algún patrón de
este género han recibido ya nuestra.s lectoras en este mismo mes. Alternan con ellos, los que tienen un
pequeño postillón redondo, ó de tres patas, hechuras que no acaban de desaparecer, sin que por ellas
se abandone tampoco el talle redondo con cinturon,
cuyo corte obtiene general favor. La manga no presenta innovación alguna en su forma, siempre recta
y casi justa. Ya en las anteriores revistas hemos hecho notar, que continúan completándose los trajes
con paletot igual; y respecto de adornos nos remitimos también á la del número último.
Aunque nos habíamos propuesto guardar silencio
respecto dé Abrigos , hasta que las láminas que de
ellos esperamos hablasen con mas elocuencia cautivando á la par la imaginación y la vista, vamos á come>
ter una ligera indiscreción dando una idea general de
las confecciones que se preparan para el próximo invierno. La forma mas admitida será la de paletot muy
entallado, forma ya usada los años anteriores, pero que
en este tendrá el gracioso apéndice de una pequeña
capucha, adornada con pasamanería como el abrigo,
porque este adorno continuará dominando sobre los
demás. Las telas para abrigos serán el terciopelo, el
paño,cachemir, felpa de lana, y un nuevo tejido inglés llamado Shcepskin, especie de felpa también con
trama del mismo color: esta tela tiene gran novedad,
y su guarnecido deberá ser en pasamanería ó cintas,
con algo del color de la trama. Los cínturones sobro
estos abrigos serán objeto indispensable, por mas que
abulten algo el talle, sobre todo encima de los de paño: como cinturon de novedad citaremos uno de
cuero claveteado de acero ó platina y con broche semejante, muy á propósito para ceñir abrigos de telas
gruesas.
Las faldas interiores, que han venido á ser otra
necesidad de la Moda actual, y que favorecen mucho
á la conservación de los vestidos, se llevarán esle
año, aun mejor que del color del traje, del color de
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LA EDUCANDA.
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los adornos de éste, para lo cual se liacen generalmente de una tela ordinaria la parte de arriba, y solo
de tela mejor la tira que queda í la vista; detalle
económico, que permite ;l cada señora tener mayor
número de faldas por el pequcüo coste de cada una.
No podemos negar que el color grana, mas gracioso
que distinguido, sigue utiliz-áudose mucho en accesorios de trajes, como adornos, sayas, chaquetas y
camisetas de casa, etc., etc.
Los sombreros.... un velo algo mayor que el que
allos ostentan como principal adorno, quisiéramos
correr sobre objeto tan poco aceptable. El sombrero
Imperio, esc sombrero que tiene copa como sí quisiera recoger el peinado quedando montado sobre él, es
la forma adoptada hasta ahora, si bien las últimas
correspondencias de París nos aseguran que se
aguarda alguna reforma todavía para los sombreros
de invierno. Ejecútanso en terciopelo royal, eu terciopelo felpa, en terciopelos lisos, y para teatro en
crespouy tul,adorn;índose con encajes de Cluny,
cordones de oro y plata, cadenas eslabonadas, joyas,
plumas y Qores; cada objeto de estos á elección de la
modista, y según á la persona á quien el sombrero so
destine, pues nunca una jóvencíta deberá llevar un
sombrero recargado, aunque la disculpe la Moda. No
hay disculpa posible contra el mal gusto.
Algo hablaríamos todavía de lencería y trajes de
niños , pero este artículo va tomando demasiadas
proporciones, y remitimos á nuestras lectoras, para
lo primero, al figurín adjunto y su csplicacion, y para lo segundo al número siguiente, en que ofrecemos
á las madres de familia ocuparnos con preferencia
de sus queridos pequeñuelos, verdaderos ángeles sobre la tierra.
AURORA PÉREZ MIRÓN.
LITERATURA.
EL MANTO DE LA VÍRGEN.
Todas las tardes el sol cubierto
Por nubes bellas de rosa y grana,
Deja en la corte como un desierto
De nuestras modas el dulce puerto;
La Castellana.
Como un cadáver
Se oculta el sol
En la tumba jigante que bordan
Flores azules.
Y de arrebol.
Están desiertos nuestros jardines.
En sus ramajes los colorínes
Mudos están,
Y es que las uíñas por quien cantaban.
De nuestra corte los serafines.
Lejos se van.
Llegaron de las olas de los mares.
Volvieron otra vez á sus hogares.
Llenas de juventud y de esplendor,
Y al dejarnos sus plácidos aromas
Huyeron cual bandada de palomas
Ante la flecha
Del cazador.
Niñas, desechad el tedio;
Buscad de la corto el Norte,
Que para el mal de la corle
Os voy á dar un remedio.
¿Tembláis y suspiráis? mirad al cielo;
Tras ese azul y transparente velo.
Que en raudales de luz tejen las nubes,
Con dulcísimo anhelo
Una Virgen adoran los querubes ;
Es el iris do amor y de alegría
Que en piélagos de estrellas se levanta;
Es el sol del Edén, es la armonía,
Es la inocente y celestial MARÍA
Que enfrena ei huracán bajo su planta.
Viajeras peregrinas,
Dulces lectoras,
Tejed para la Virgen
Blancas coronas;
Porque la Virgen
Guarda á todas las niñas
Que la bendicen.
Sobre la espuma del mar desierto
Lleva la Virgen la nave al puerto;
Sobre las flores del bosque umbrío
Llora la Virgen blanco rocío;
Y en vuestras frentes la Virgen pura
Ciñe las flores de la virtud.
Ella es la hermosa lánguida palma
A cuya sombra descansa el alma.
Alma que al cíelo lleva la Virgen
Desde la losa del ataúd.
Cual santa madre de sus hijos cuida;
La Virgen nuestras lágrimas advierte,
Y hace brotar el soplo de la vida
En los aires manchados de la muerte.
LA EDUCANDA.
Volved niñas de nuevo á los hogares,
Y buscad de la Virgen los altares,
Cual ángeles de amor.
Evaporad las sombras del espanto,
Yes librará bajo su hermoso manto
La Madre del Señor.
A. F. GRILO.
MEMORIi^S DE UNA. CASADA.
El clavel encarnado.
CODClUSiOD.
m.
Pasáronse quince días; quince dias que para Soledad fueron de angustia y de tormento.
Estaba humillada, confusa, desalentada.
Para obsequiar á su huéspeda se habían organizado en el pueblo bailes, conciertos y dias de campo.
En todas partes Inés, bella , elegante, llena de talento y de atractivos, representaba el primer papel,
y era el ídolo á cuyos píes quemaban incienso hombres y mujeres.
A Soledad nada la importaban sus triunfos: lo
que la importaba era la asiduidad con que Pablo la
seguia, era el entusiasmo con que celebraba cada
una de sus gracias, era la liumillante comparación
que establecía entre ambas, hallando siempre motivo para reprenderla á ella y motejarla.
No desmayó por esto: púsose á repasar algunas
piezas de música á hurtadillas; pero una noche,
cuando se dirijia al piano para ejecutarlas, Pablo se
abalanzó rápidamente hacia ella y la dijo en voz
baja:
—1 No toques, por Dios, no toques I No tengamos otra vez algún conflicto!
Soledad abandonó el piano con la muerte en el alma , pretestando que se sentia indispuesta, y tan in«
dispuesta se sintió, en efecto, algunos instantes después , que tuvo que retirarse á su aposento.
Se retiró á su aposento, pero no durmió en toda
la aeche.
—I Ay, que ya no rae ama, decia entre sollozos;
ay, que me será imposible recobrar su amor!
Cedió al sueño al rayar el alba: sueño ajilado, del
cual despertó muy en breve con nuevo sobresalto.
Entonces, á los pálidos rayos de la aurora, vio
colgado en frente de su eama un estraño cuadro, que
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hizo sin embargo vibrar todas las fibras de su alma.
Representaba un encenrlido clavel rodeado de amorcillos , de los cuales el uno remullía la tierra que cubría sus raíces; el otro vertía sobre sus hojas el agua
cristalina de un arroyo, que recogía en el hueco de
sus manos; otro aprisionaba un rayo de sol para que
descendiese sobre su corola, y el último plantaba
junto á laflor-un frondoso arbusto para que la diese
sombra.
Comprendió Soledad al instante lo que significaba aquella ingeniosa alogria, y se volvió rápidamente.
Su prima estaba inmóvil y silenciosa al lado de
su cama.
—Niña, vengo ú pedirte cuenta de su felicidad,
la dijo con tono severo, de su felicidad , que yo te
confié, sacrificando la mia....
—¡ Tú rehusabas casarte con él! murmuró Soledad.
—¡ Porqué temí no poder hacerle dichoso! ¡ porqué le amaba más que á mí propia vida!
—¿Acaso no le amo yo, Inés? esclamó Soledad
incorporándose sobre el lecho.
—[ Amor pasivo, negligente amor, que ningún
bien produce I Mira, añadió Inés con tono doloroso,
el matrimonio es una cadena de hierro cubierta de
flores, si dejas marchitar las flores, quedarán al
descubierto los eslabones de metal, y el hombre orgulloso é independiente, se impacientará al verse
aherrojado y prisionero. ¡ Ah, tú no sabes, tú no sabes cuan nebuloso es el porvenir que tu culpable indolencia te prepara 1 Pablo ya está disgustado de tí,
de su casa. En tí no encuentra atractivos; en su casa
reina el desorden mas completo. La casualidad habia
hecho que estuvieras adornada de talentos, que él
también posee; tú has roto también este último lazo
que os unía! Hoy va á buscar lejos de su mujer, lejos
de su casa, el bienestar que aquí no encuentra; mañana quizás contraiga una amistad peligrosa que le
arrastre á un precipicio ! Mañana quizás el juego, las
orgías, perviertan al hombre dulce, amante, bondadoso , que te hubiera sido tan fácil retener á tus pies,
que tú has espulsado de tu propia casa por medio del
hastío y del tedio! Mañana tal vez, prostergada, escarnecida...
—Por Dios, por Dios! esclamó Soledad anegada
enllanto, no hagas tan tristes vaticinios... Soy joven , soy bella todavía, ¿no podré borrar el pasado?
¿no podré reconquistar de nuevo su cariño?
—Parto hoy mismo, dijo Inés con melancólica
sonrisa, tú sabes de qué seducciones te valiste para
arrebatarme su amor, póolas enjuego otra vez; pero
que sea hoy; ¿quién sabe si mañana no seria ya
tiempo?
É Inés al pronunciar estas palabras quiso alejarse , pero Soledad la detuvo.
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LA EDUCANDA.
—¡Olí, no te vayas así! esclamó sollozando, (ú
que lias sido mi amparo, tú que hiciste para mí las
veces de una tierna madre, no te alejes sin otorgarme antes tu perdón!...
Inés la miró fijamente, luchando entre su cólera
y su enternecimiento.
—Sólo lo obtendrás, dijopor fin con tono solemne, cuando me escribas: (e he obedecido , y somos
muy felices.
Inés partió en efecto, y Pablo'volvió á sus costumbres de antes.
Soledad no se quejó, empleando el tiempo de su
ausencia en cuidar de su casa, en reformar sus vestidos, y en dedicar algunos ratos á la música y al dibujo. Venciendo, por un supremo esfuer-Ao de su voluntad su apatia y su indolencia, se puso á trabajar
con tanto ardor, y supo aprovechar[tan bien el tiempo, que le sobraba para todo.
Se levantaba con el alba, consagraba algunas horas al gobierno de su casa, algunos instantes á su
tocador. Después salia para hacer algunas visitas, y
no olvidaba las destinadas á los menesterosos, á los
enfermos, dejándoles á los unos socorros, y consuelos á los otros. Por la larde se ocupaba de las bellas
artes. Esta vida activa y laboriosa prestaba encantos
á su fisonomía, abatida antes por el dolor y el tedio.
Pablo no pareció a percibirse de este cambio.
Una noche Soledad asechó su vuelta, se puso al
piano, y cantó una romanza deliciosa. Era una de
Jas que solia cantar Inés, una de las que él aplaudía
con mas entusiasmo.
Pablo, sorprendido quizás, entró muy callandito
en la sala, y fué á sentarse en un diván.
Entonces Soledad, que finjió no haberle visto,
empezó de nuevo la romanza, cantándola con todo el
transporte de un alma ajitada por la ternura, el temor y la esperanza.
La cantó tres veces, viendo que Pablo nada la
decia ; pero al concluir la última vez, volvió con impaciencia la cabeza.
¡Olí, decepción amarga! ¡Pablo dormia tranquilamente tendido en el diván!
—¡Al), esclamóla infeliz cerrando el piano con
despocho. ¡Lo que ha sido no puede volverá ser! ¡Le
he perdido, y para siempre!
Y corrió á encerrarse en su aposento; pero allí la
vista del cuadro simbólico la devolvió el valor.
—Mira, lo dijo á su marido al dia siguiente , llevándole delante de su caballete, he hecho tu retrato , pero en vano, en vano pretendo darle la dulce
espresion que tenias en otro tiempo I
—¿Pues cuándo has hecho eso? csclamó Pablo
sorprendido.
—Cuándo tú no estabas! ¡ He querido tener tu
adorada imagen para que nunca se aparte de rai lad o ! ¡ Si pudieras darle algunos toques!
Pablo, sumamente conmovido, puso al instante
manos á la obra.
—¿Sabes lo que he pensado? prosiguió Soledad.
He pensado que podríamos seguir recibiendo por las
noches á nuestros amigos, como cuando estaba Inés.
Esto no te sujeta en nada: tú puedes ir y venir como
te agrade.
Pablo no vio inconveniente en ello, y consintió.
Desde aquel instante, Soledad cifró todo su afán
en parecer amable á la pequeña tertulia, que sin
ningún esfuerzo consiguió reunir en su casa. Atenta
con todos, tan pronto jugaba al tresillo ó al ajedrez
con los ancianos, tan pronto tocaba el piano para que
bailasen los jóvenes, ó los hechizaba á todos con sus
sonoros cantos. Esto era temprano: mas tarde hacia
el tú, y lo servia por sí misma á los concurrentes,
con una gracia encantadora.
Elevóse entonces en el pueblo un concierto general de alabanzas: todos hablaban de Soledad, todos
ponderaban su belleza , su esquisita finura, su talento. Pablo lo oyó, y empezó de nuevo á fijar la
atención en su mujer.
—Tienen razón, pensaba, ¡es muy linda, es
muy amable! Se ha vuelto hacendosa y activa... ¿ Cómo se ha hecho este milagro?
Ya no salia de su casa tan temprano, ya no volvía
tan tarde... Un dia Soledad le sorprendió tarareando,
sentado delante del piano, otro dia poniendo en remojo sus pinceles.
Una noche entró en su casa en el momento en
que un diluvio de frenéticos aplausos acogía una nueva romanza, cantada por su mujer.
Ésta, al volver á su asiento, le vio con las mejillas encendidas, con los ojos fijos en ella, mirándola
con aquella espresion de ternura que animaba su rostro en otro tiempo.
Al dia siguiente, Soledad estaba eu el jardín,
bordando unas zapatillas para él.
Pablo, que salia con el objeto de ir á caza, se sentó á su lado, y permaneció á su lado hasta las doce.
A esta hora en vez de salir, empezó á desnudarse.
—¿Qué haces? preguntó Soledad con el corazón
palpitante de esperanza.
—Que me encuentro mejor á tu lado que en el
campo, mujercíta mia, dijo Pablo sonriendo. ¡Verdaderamente, no sé qué voy á buscar fuera, cuando
encuentro mil variados placeres en mi propia casa !
Antes no digo, pero ahora que una buena hada me
lo hace encontrar todo en orden, que previene mis
menores deseos, que me colma de atenciones, sería
un loco en abandonarla !...
Calló ^Pablo un breve instante , y luego repuso
con voz conmovida:
—Mira, creo que este tiempo atrás te he hecho
sufrir, y quisiera que tne perdonaras!...
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LA EDUCAM3A.
—i Ah, perdóname tú, por el contrario, esclamó
Soledad con efusión; mi culpable negligencia , mi
abandono!....
Un año después, Soledad escribió á Inés, que se
hallaba ea Francia.
«Somos felices, muy felices: ¡tengo una niña
hermosa como un íingel, que estrecha con sus nacientes gracias el lazo que nos une! ¡ Tu cuadro ha
sido el mágico talismán que ha obrado estos portentos y se lo legaré á mi hija, para que aprenda á
labrarse la ventura que disfruta su madre en este
instante!»
ANGELA GRASSI.
ESCOLÁSTICA,
Conclusión.
—Pero mujer, continuó el anciano , yo no puedo
consentir que te calumnies así. Acaso tu pincel no
ha producidlo recientemente obras serias y nobles;
el Sacrificio de Abraham, por ejemplo, ¿no es una
de las que mas han entusiasmado al público?
—:Porque hay en ese cuadro mucho de profano,
porque allí he representado el dolor del padre, y no
la fe y la obediencia del Patriarca. ¿Qué han alabado
en mi obra? la colocación de las figuras, el efecto del
claro y el oscuro, la belleza del colorido. ¿Eso qué
significa en comparación del sentimiento piadoso que
debiera excitar en las almas devotas ?
—Pues bien , vuélvete á tu convento, y sigue pintando á las imágenes como las pintabas antes, dijo el
anciano con mal humor.
—Ah , no puedo, ni aquí ni allí puedo ya recibir
aquella santa inspiración. ¡ Oh, si á fuerza de llorar
pudiese reconquistarla I ¡ De cuan buena gana renunciaría los aplausos del mundo, que no valen nada
comparados con la satisfacción de una conciencia
tranquila, de un corazón inocente!
—La inocencia y el genio rara vez caminan á la
par; el que quiera ser artista fuerza es que pinte sus
pasiones, y ¿ cómo las ha de pintar si las ignora ? .
—¡Dichosa ignorancia! esclamó la joven con vehemencia. ¡Yo la tuve, y entonces conocí las santas
alegrías, los inefables goces de la devoción!
—¿Y no te juzgas compensada con los de la gloria
y la fortuna? preguntó el anciano con tristeza.
—¡Goces miserables! que abandonaría gustosa si
no fuera por vos; solo vuestro amor puede sujetarme en un mundo que detesto.
—Tranquilízate, hija mia , repuso el anciano
con amargura; ese lazo , que según dices, te sujeta,
no tardará en romperse.
Escolástica besó la mano del artista, exclamando: ¡Soy una ingrata! en vez de consolar vuestros
dolores, los aumento con los mios; perdonadme, veros feliz es mi deseo.
—Espero serlo muy pronto, dijo el artista elevando al cielo una mirada en que se retrataba la
confianza del justo, que todo lo espera de la misericordia de Dios.
III.
Algunos meses después, en una noche de invierno, avanzaba lentamente un trineo por las orillas
del lago vecino al convento de Santa Ana; la noche
no podía ser mas triste; un viento frío y penetrante
arremolinaba y esparcía los copos de la nieve que
caían en abundancia ; la llanura parecía cubierta de
una sábana inmensa, solo los rugidos del viento intorrumpian el lúgubre silencio; de pronto se oyó el relincho de un caballo y la ronca voz del ginete que
decía:—Jurara que ha llegado á mis oidos el rumor
de un trineo. ¿Quién diablo podrá viajar por aquí á
estas horas y con semejante tiempo? Paróse luego y
aplicó el oido; en efecto, un ruido sordo mezclábase
á los agudos silbidos del aquilón. ¿Quién anda por
allí? preguntó el ginete alzando la voz; y como nadie
le contestase, decidió volver las riendas y encaminarse hacia el lugar donde fISbia percibido el rumor.
—¿Quién anda por ahí? volvió á repetirá! observar dos bultos que parecían deslizarse como sombras
hacía el vecino lago.
—Por nuestra bendita Patrona, mirad bien poi
donde vais, gritó de nuevo el ginetc; si sois criaturas humanas ved que vais á meteros en el lago , y
no es buen locho para descansar en una noche como
esta.
Entonces oyó distintamente dos voces, una varonil y cortada por el frío, la otra débil y apenas perceptible.
—Por San Jorge bendito, exclamó el ginetc,
que diría que hablan por aquí un hombre y una mujer; pues la hora y el tiempo no son muy á propósito para correrías, ni menos para citas al aire libre?
Diantre! sí danzarán por aquí las Willis, como me
contaba mi amigo el gascón; este recuerdo estremeció al gineto , y con voz alterada por el temor del
riesgo que amenazaba seriamente á los estravíados
caminantes, gritó:—Eh, buena gente, por aquí, por
aquí, sí no queréis perecer entre la nieve. Venid,
quien quiera que seáis, en el convento hallareis hospitalidad.
Un hombre respondió a l a generosa invitación,
pronunciando algunas palabras en un idioma estraño
31.*
LA EDUCANDA.
para el ginete; otra voz débil exclamó en el idioma
ruso:—Dios mió , esa voz es la de Ana!
—La misma que viste y calza, respondió el ginete, que no era otro sino la varonil demandadora; pero esa voz, añadió, esa voz tan dulce no es la primera vez que lia llegado A mis oidos. ¿Quién sois?
—i Ana, mi buena y querida Ana! volvió :í decir
la voz femenina; esta vez el ginete saltó <le nn brincó á tierra esclamando: ¡Santos del cielo, cómo be
podido desconocerla! es la voz do mi niña, de mi
Escolástica, y guiada por ol sonido de aquella voz
querida no tardó en recibir en sus brazos á la pobre
joven, que arrecida de trio, trémula de sorpresa y
emoción, cayó en sus brazos casi exánime.
—Válgame Dios, que dicba tan inesperada, repetía la buena mujer colmándola do caricias. Eres tú
en efecto, paloma mia. ¿Vuelves á tu nido? No en
vano se lo liemos rogado ;í nuestra bendita Putrona!
¿Quédigo?á todos los Sautos del cielo! Pliedora,
Marfa, la Egumena, las monjas todas, y yo, miserable pecadora, todas rogábamos por tí, pobre oveja que te babias apartado de nuestro redil! Ven, ven,
tu presencia volverá la paz al convento, la Egumena
llora noche y dia desde que te fuiste. Marfa y Pliedora se lian vuelto serias; ellas y yo hemos cuidado tu
celda, la encontrarás lo mismo que la dejasles. ¿Pero porqué no me contestas?
—Ana, mi buena Ana, ¿con qué viven todas?
son felices en el claustro mis buenas amigas?
—Vaya! pues no han de serlo! una sola cosa las
faltaba, y tú se la traes; á mí me falta otra, pero tú
me consolarás de la pérdida del buen Lermac; el
buen hombre se murió llamándome su querida desposada; yo no quería serlo de nadie, pero sentí la
muerte del pobre cosaco, y cada vez que tus amigas
me daban ese nombre, suspiraba: [pobres raucbacbas!
conocieron que me daban pesadumbre, y ahora me
llaman por el nombre de Ana , el que tú me diste
siempre; tú que á nadie ponías motes. Pero, di,
quién es este hombre que viene contigo ?
—Es mi hermano, mi único amigo, el que á ruego mió se ha prestado á sufrir las incomodidades y
los riesgos del camino, para traerme al convento en
donde solo podría morir en paz.
—Vamos, vamos, no hables ahora de morir, sube á la grupa de mí caballo, yo te llevaré sino en mis
brazos, y tu compañero que nos siga como pueda.
—No, eso no, dijo Escolástica resistiéndose á las
vivas instancias de sus dos compañeros; de ningún
modo consentiré en quebrantar mi voto, jie jurado
ir á pié como una penitente, y prefiero la muerte á
un nuevo perjurio.
—Pero considerad las circunstancias en que nos
hallamos, estais'enferma, débil en estremo, arrecida por el frió; ceded por amor de Dios á estas consideraciones , repetía Emilio con voz suplicante.
No fué posible convencerla, y como urgía llegar
al convento, á duras penas lograron hacerla caminar
sostenida por sus dos amigos, que 4 cada paso temían verla espirar; por último, llegaron al vestíbulo, y la voz déla demandadera comenzó á gritar:
Abrid, por Dios, abrid pronto, hermanas.
Ahrióse la puerta, y no tardó eu cundir por todo el edificio la noticia del arribo de Escolástica y
del estado en que se hallaba.
Emilio en medio de aquella confusión penetró con
ella en la sala baja del convento , adonde no tardó en hallarse reunida la comunidad entera. Phedora y Marfa, en hábito de profesas, lloraban estrechando y cubriendo de besos las yertas manos de la
moribunda.
La Egumena deshecha en lágrimas besó los labios
do la penitente , llamándola su hija querida.
Entonces Escolástica balbuceó sonriendo y levantando al cielo sus apagados ojos;—Loado sea Dios!
ahora ya puedo morir en paz. El Señor me ha concedido todo cuanto le pedia, vuestras bendiciones y
una sepultura en este sagrado recinto.
Un sollozo que partía del fondo de un corazón
destrozado á vista de aquella escena, hizo volver los
ojos á la moribunda.—Adiós, hermano mió, dijo haciendo un esfuerzo. El Señor os bendiga por el servicio tan grande que me habéis hecho, conduciendo
al redil á la oveja descarriada. Un hombre me sacó de
aquí para perderme, otro me ha traído para salvarme. Dios perdone al uno, y bendiga eternamente al
otro.
Estas fueron sus últimas palabras, palabras de
perdón y gratitud , que debieron ser oídas con agrado por el Señor, que impuso al hombre dos deberes , que compendian todas las virtudes: Amar y
perdonar.
—¡Oh seduccionl lié aiú tu obra, esclamC Emilio sollozando; desgraciado del hombre que abusa de
un modo tan horrible de la debilidad de un sexo
creado para embellecer su vida, y guiarle por el camino de la virtud.
¡Descansa en paz, pobre criatura! esclamó la
Egumena, postrada de rodillas junto al lecho; el
Señor te corone de gloría y haga que tu ejemplo y el
mío sirvan de aviso y escarmiento para las jóvenes
incautas, y para las personas á cuyo celo confió su
custodia.
Concluiremos diciendo , que hoy Emilio goza de
una reputación brillante; la bendición de los seres
desgraciados atrae las bendiciones del Altísimo.
CArreglo.)
MICAELA DE SH.VA.
LA EDUCANDA.
VARIEDADES.
La tradición del Fausto tiene su origen en las
singulares circunstancias en que las Biblias de uno
de los primeros impresores, llamado Fust, aparecieron.
1
Cuando hubo descubierto este nuevo arte y estampado un número considerable de ejemplares de
la Biblia, imitando las que comunmente se espendian
entonces manuscritas , trató de venderlas en París.
Su principal interés consistía en ocultar el descubrimiento , y que sus copias pasasen por manuscritos; pero pudiendo venderlas á sesenta coronas,
cuando los demás copistas pedian por ellas quinientas, ^i-oáu¡o esto una admiración general, y mucho
mas cuando presentaba cuantas copias se le pedian tan
pronto como se le exijian , y aun con rebaja en su
precio.
La exacta uniformidad de las copias aumentó la
admiración, y dio motivo á que se le formase causa
por un Tribunal, como hechicero, y al registrar su
casa se encontró en ella un gran número de ejemplares._La tinta roja que embellecía sus copias, que
era de una brillantez particular, se dijo que era de
su propia sangre,y solemnemente declaróel Tribunal
que Fust tenia pacto con el diablo.
Dícese que alfinse vio obligado á descubrir su
secreto al Parlamento de París, para salvarse de ser
quemado , y que fué absuelto de toda pena en consideración á la utilidad de su invención.
TEATROS.
La indiferencia casi general, ó más bien, el
abandono de los teatros, consecuencia natural de las
circunstancias por que atravesamos, han hecho que
algunos de aquellos cierren temporalmente sus puertas , y hacen que los que continúan abiertos arrastren una vida lánguida y precaria, no imputable en
modo alguno á las empresas. Los que han suspendido
sus tareas son el Cmco, la ZARZUELA , y VARIEDADES:
los que viven, aunque con desaliento, son el PRINCIPE
y el REAL.—Esta escasez de espectáculos, y la falta
de interés de los que se realizan, no por sí mismos
sino por motivos puramente actuales, tiene que reflejarse por fuerza en nuestras revistas, pues siendo
nosotros meros copiantes de los cuadros que se presentan ante nuestros ojos, mal podemos revestir de
atractivos la copia cuBBdo se hallan oscurecidos los
del original.
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El coliseo del PRINCIPE que ludia valerosamente
con la adversidad, se esfuerza por ofrecer á los que
prosiguen favoreciéndole variadas funciones que den
ocasión á esparcir el ánimo y á emanciparlo por algunas horas de tristes pensamientos. Con este laudable propósito se lian representado en é l , durante los
últimos dias, diversas conocidas obras del repertorio,
alguna de las cuales, como por ejemplo El Maestro
de escuela, hecho por el señor Valero, proporciona
un rato de verdadera delicia.—A tales funciones ha
seguido otra do verdadera importancia artística y de
no menor agrado para el público, á saber, la en que
^fí ejecutó la linda comedia Mujer gazmoña y marido
infiel, parala reaparición de D. Julián Romea que
tan discretamente se distingue en ella.
En la actualidad, y á juzgar por los carteles, se
encuentra ya en estudio la trajedia del señor Vega,
La muerte de César, tan esperada de todos bajo los
puntos de vista dramático, literario y escénico.—
En pro de la obra y de los intereses de la empresa,
es de desear que se retarde su estreno cuanto sea posible, para que con gusto y serenidad la ejecuten los
actores y la escuche el auditorio.—Por fortuna parece probable que no será menester aguardar mucho
para conseguir dicho resultado.
El TEATRO REAL tiene que pelear simultáneamen-
te contra tres enemigos poderosos, que son : los obstáculos propios de toda empresa nueva; las circunstancias generales; el descontento de cierta parte del
público que tiene á gala ser exigente y murmurador. Luchando contra semejantes fuerzas ha puesto
en escena dos obras en lo que va de temporada.
Ha sido la primera de ella L' Africana , grande
ópera de Meyerbeer, que fué estrenada en París después de la muerte de su ilustre autor.
De la importancia de esta partitura; de la riqueza melódica desplegada en olla por el que produjo
Roberto il Diavolo; de la asombrosa variedad de pormenores artísticos que la embellecen en su parte
armónica y de composición propiamente dicha; ni
podemos hablar por falta de autoridad y espacio, ni
hay para qué hacerlo después de los aplausos que le
ha tributado el público de M&drid, eco del de Europa que antes la había consagrado á la inmortalidad.
—L' Africana figura dignamente entre las grandes
creaciones de Meyerbeer, y sin disputa no en último
lugar.—Cuando pueda oirse con completa tranquilidad de ánimo , será una de las óperas en que más se
recrearán los verdaderos aficionados á la música seria y artística.
¿Y cómo se ha ejecutado?—A decir verdad, bien,
con armonioso conjunto, con brillantez de espectáculo.
Los artistas que toman en ella parte, sin ser de
un mérito extraordinario, desempeñan en general
con discreción sus respectivos papeles, y algunos en
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LA. EDUCA.NDA.
particular conquistan legiliinos aplausos. Ejemplo de
esto último tenemos eu la señora Rey Baila y en los
señores Bonehóe y Sleger, desempeñando respectivamente los personajes de Selika, Neluskoy Vasco de
Gama.—Ni de dichos cantantes, ni de los demás,
Iiablaremos hoy nada con especialidad: cuando se
hayan dado más á conocer; cuando cada uno de por
sí haya revelado la importancia Je sus facultades;
entonces lorniularemos con lisura la opinión que nos
hubieren merecido.
El modo con que se ha puesto en escena ; las decoraciones estrenadas al efecto; la colocación y movimiento de las figuras; han sido por lo común de
efecto sorprendente. Prescindiendo de los fueros de
la propiedad de época, que salen á veces lastimados;
prescindiendo de alguno que otro cuadro de mal carácter melodramático; no puede negarse que el conjunto de la obra sorprende, y que en este conjunto
liay escenas tan brillantes como la del cuarto acto , y
tan poéticas como la final del quinto.—L'^/"rícana
demuestra lo que se puede hacer en Madrid cuando
quiere esmerarse una empresa; en Madrid donde hemos visto representadas las óperas, por punto general, con tanto desaliño y tan absoluta falta de dirección.
Para concluir diremos que los coros han llenado
bien su parte, cantando con precisión y vida ; circunstancias que han brillado á grande altura en la
numerosa y escogida orquesta, hábil y vigorosamente dirigida por el maestro señor Bonetti.
Los señores Ferri y Busatto merecieron la honra
de ser llamados á la escena al aparecer en ella la bella y romántica decoración del manzanillo.
La segunda ópera cantada en el regio coliseo ha
sido II Saltimbatico, de Paccini. Poco diremos de ella
porque poco hay bueno que decir.
La partitura es una pobre imitación del género
de Verdi, con lo cual se supone el vacío que esperimentaria el público ai oiría detrás de L' Africana.—
La ejecución, exceptuando la parte del Señor Merly,
ha sido muy desafortunada. ¿A qué extendernos más
cuando el cuadro ^s tan poco lisonjero?
^^Del barítono señor Merly, que tiene grande y
hermosa voz, que canta bien, y que es actor, hablaremos en mejor ocasión. Hoy baste decir que fué
muy aplaudido.
DIEGO DE RIVERA.
MODAS.
Esplicacion del Figurín, núm. 794, bi$.
Nu.M. 1. Co^a-escíaci'na, de tul moteado, adornada de cinta verde y blonda , estiradas alrededor;
otra cinta cubre el plegado , que une la esclavina i
la eolia, y tros cintas mas atraviesan la segunda, bajando la del centro á formar las bridas. Grupo de lazadas de cinta en la parte superior, la completan.
NuM. 2. Cofia-imperio, de tul de seda floreado
con biillonss alrededor, con cinta rosa pasada, con
bridas, y grupo de lázalas sobre la frente , de cinta
rosa también.
NuMS. 3. Co/ía-/anc/ion, de tul, formada por
bullones, con abrazaderas de cinta malva. Una escarapela de lazadas la adorna por delante , y una cinta
la atraviesa, rematando en las bridas de cinta ancha,
malva también.
NuH. 4. Cofia de recibir, de tul de Malinas, adornada por delante de blonda cubierta de un bies de
crespón rizado igual al echarpe, que cruzando en la
parte superior forma un lazo á la derecha, y desciende en largos cabos flotantes : bridas del mismo
crespón, azul claro.
NLM. 5. Gorra de muselina, con encaje rizado
por delante, que disminuye en la pegadura: el fondo
de la gorra termina bullonado por detrás, y sujeto
con patas de cinta igual. Cinta de terciopelo mas ancha forma las bridas, y dos rosas, una encima y otra
á la izquierda, la completan.
NuM. 6. Juego de cuello y manga interior de
encaje , y hechura llamada de magistrado.
NÚM. 7.
TRAJE PARA NIÑA DE SEIS AÑO.—Vestido-
sotana de poplin de seda , color de hoja seca , con
bieses de seda azul, que figuran esclavina en el cuerpo y rcdingot con aberturas en el costado de la falda: una hilera de botones cierra el traje por delante
en todo su largo. Manga con cartera azul.
Botas azules.
Sombrero de fieltro blanco , con bies de terciopelo azul.
Por lo no firmado
El Director^ Editor propleUrlOiF. J.aelaPeña
Editor responsable •' D. LEÓN MORAN.
MADRID.—1865.
IMPRENTA DE M. CAMPO-REDOKDO.—OCHO, 14.
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