Para ramona Un discurso es interrumpido

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Un discurso es interrumpido
Ángel Mariano Jara Oviedo
n discurso es interrumpido, pero
otros tantos se desatan. Un discurso
es emitido, sobre el arte, sobre el coleccionismo, sobre la curaduría. Un discurso tiene duración, tiene impacto y belleza.
Un discurso, con puntos, con comas, con
muchos puntos suspensivos, sin íconos,
iconoclasta, desesperado es lanzado al espacio simbólico. Un discurso que después
de 10 años se interrumpe sin romperse. Sobre Chirico, Sobre Belleza y Felicidad, sobre
Benzacar, sobre el infinito multiplicado por
U
opiniones, por máquinas significantes, máquinas cuerpo sacando arte por el culo. Culo culto que se impregna, se empavona de
Duchamp, de damas Duchampianas, de
discursos reeditados de Platón en Plotino
en Ratzinger, ese oscuro cura de Germania.
Un discurso, dos discursos, muchos relatos
pequeños y tejidos, en corte y en confección, un ready-made de discursos, comprendámoslo ahora, todo es finito, incluso
las instituciones. Si veinte años no es nada,
10 son un indeterminado y cero dividido
cualquier número de números... De lapsos
de tiempos, tiempos cortos. ¿Y cuáles no?
Para ramona
Alejandro Kaufman
e sedujo de ramona su ubicuidad
disciplinaria y social. También me
gusta su austeridad/economía/sustentabilidad expresiva y de diseño. ramona
es el grado cero de la gráfica artística, y un
pico de la expresión discursiva sobre el arte
y la sociedad. Me atrae el cruce (¿transversalidad?) entre estética, crítica social y organización. Campos heterogéneos se fecundan como nada que se pueda lograr en cada
uno de ellos por separado. La interpenetración disciplinaria puede ser trivial o reductora, pero ese no es el caso de ramona, claro.
El campo del arte, y también tal vez el de la
crítica social, son en extremo vulnerables e
inestables “acá”. Reciben una admiración
vacua y formal, mientras se les retacea de
modo letal la sustentabilidad que necesitan,
“acá” (dicho así, entre comillas y con énfa-
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sis). A veces se lo hace en nombre de la
“ciencia” o de la “técnica”, sin advertir que
esas cosas son fecundadas por el “arte” y la
“sociología”. Sin ellas, son estériles. Por eso
producimos tantos individuos (científicos)
brillantes que emigran o se enclaustran. ¡Un
Kac ahí!: a vos no te va tan mal gordito –nos
lo digo a nosotros mismos–. ¿No habría que
revisar la idea de la autodisolución vanguardista? ¿No se convierte en una norma –invariante–, es decir, constante? ¡Una regla! En
otras palabras ¡que siga ramona! ¿El Futuro? ¿El gran futuro, o los pequeños e indiscernibles? En un mundo donde son normas
la incertidumbre y la inestabilidad, el caos
autoorganizativo, tal vez las neovanguardias
pasen a ser invariantes estructurales como
la universidad o la iglesia, que han demostrado a lo largo de los siglos una capacidad
plástica y de adaptación a épocas inconmensurables –por diversas–. Es improbable
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que nada más podamos atenernos a la paradoja señalada mediante un recurso a la continuidad o la conservación. Más bien prefiero
el problema mismo. ramona et al., ¿no vuelven previsible la autodisolución? ¿No es/era
algo esperable? También es excitante esperar la autodisolución, claro. Cuando pienso
en la conservación, lo hago en el sentido
evolutivo de las especies, en el sentido de
que una especie puede tener como atributo
el ser efímera en sus ejemplares, sin desmentir por ello la conservación misma de la
especie. Se me dirá que eso mismo es lo
que sucede con las antecedencias y las
consecuencias de ramona. ramona puede
ser el ejemplar de una especie autodisolutoria y transversal, un individuo de una especie, un individuo que fenece para engendrar
descendientes que preserven la especie. ¡Yo
quería el tren bala, “acá”!: dicho en sueños.
¡Para entonces rechazar el tren bala desde
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un movimiento verde de defensa de los pájaros! Llevar arte y sociedad a jardines de infantes, escuelas y universidades, no dejarle
a Microsoft el terreno baldío. Levantar un artesanado general, donde las cajas de herramientas proliferen y estallen en mil esquirlas
irreconocibles. Nada de “artes y oficios”. No,
por favor. No: herramientas técnicas y sociales, organizacionales y amorosas. ¡Asignación popular de ayudas fourieristas por padres e hijos! Ni sé de qué estoy hablando. Lo
hago en sueños: imágenes proliferantes de
un brainstorming masivo, cerebros, corazones y manos que alucinen ríos de leche y
miel fluorescentes. El tono de ramona me
parece que era más discreto. ¿Lo era? ¿Lo
es? La discreción que recuerdo ahora, frente
al breve acoso onírico naïf de recién, enlazaba como abeja y orquídea con lo surreal, lo
evocaba y alentaba en medio de la barbarie.
Así seguirá siendo.
Se va pero no desaparece
Nuria Kojusner
ace 8 años conocí a ramona de la
mano de Gustavo. Me regaló los
números del 1 al 12, y ese verano en
los diez días de vacaciones las leí.
Me gustó mucho la manera en que estaba
aprendiendo sobre el arte argentino, yo
venía del palo de la veterinaria.
Caminé a su lado, podría decir a su sombra,
y compartí sus momentos de crisis. Pero
también los de reconocimiento.
Fui testigo de las internas, del armado de
notas, leí algún texto antes de la impresión.
Admiré la pasión de Roberto y de Gustavo
H
en cada encuentro.
Escuche horas a Cippo hablando sobre
temas de arte.
Estuve en reuniones con diseñadores, editores, distribuidores, anunciadores, colaboradores, etc. etc.
Cuando entendí que llegaba el último
número sentí nostalgia y me hizo pensar en
lo pasado lo perdido y lo encontrado.
Y creo que ramona se va pero no desaparece
Queda entre nosotros que nos modificamos
en su lectura
ramona queda en la historia del arte argentino contemporáneo
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