Cuando pudimos no quisimos

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Tiempo de México
Cuando pudimos no quisimos
El decenio del derrumbe: la transición y el caos
Con una cierta mirada
Cuando pudimos no quisimos
El decenio del derrumbe: la transición y el caos
Carlos Ramírez
EDITOR: Rogelio
Carvajal Dávila
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El decenio del derrumbe: la transición y el caos
© 1995, Carlos Ramírez
D. R. © EDITORIAL OCÉANO DE MÉXICO, S.A. DE C.V.
Eugenio Sue 59, Colonia Chapultepec Polanco
Miguel Hidalgo, Código Postal 11560, México, D.F.
PRIMERA EDICIÓN
ISBN 968-6321-34-9
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización
escrita del editor, bajo las sanciones establecidas en las leyes,
la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella
mediante alquiler o préstamo público.
IMPRESO EN MÉXICO/ PRINTED IN MÉXICO
A Claudia, con todo mi amor
Sabemos que el origen de nuestros males se encuentra
en una excesiva concentración de poder. Concentración
que da lugar a decisiones equivocadas, al monopolio de
la iniciativa, a los abusos, a los excesos. Reformar el
poder significa un presidencialismo sujeto,
estrictamente, a los límites constitucionales de su origen
republicano. Reformar el poder significa fortalecer y
respetar las atribuciones del congreso federal.
Reformar el poder significa hacer del sistema de
impartición de justicia una instancia independiente de
la máxima respetabilidad y certidumbre entre las
instituciones de la república.
Luis Donaldo Colosio, 6 de marzo de 1994
La transición democrática es un proceso de cambio
cualitativo por el cual un sistema autoritario se
convierte en un sistema democrático, siempre que ese
camino sea pacífico, por vías legales e institucionales y
se lleve a cabo en corto tiempo. También se considera
como transición aquella transformación por la cual
una democracia se profundiza con gran celeridad, y las
instituciones políticas penetran con mayor efectividad
en la realidad y se convierten en verdadera práctica
institucional.
José Francisco Ruiz Massieu, noviembre de 1992
ÍNDICE
_________________
LA TRANSICIÓN INTERRUMPIDA
La democracia, una necesidad, 17
Las elecciones no bastaron, 24
La hora de la democracia, 30
EL QUE USTED DIGA, SEÑOR PRESIDENTE
Un día soleado para Salinas, 37
Los retos de Colosio, 42
EN LA RUTA DE LA INESTABILIDAD
Posadas, el primer aviso, 53
El retraso político estalló en 1994,59
Los desajustes del sexenio salinista, 64
EL COLAPSO SALINISTA
La quinta crisis, 77
Las amenazas desoídas, 84
La caída del proyecto salinista, 88
Chiapas, el llamado de la selva, 93
La economía se politiza, 104
El fracaso del PRI, 112
El asesinato de Colosio, 119
La ruptura de Camacho, 125
Los caprichos de Carpizo, 135
13
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
La ingobernabilidad, 146
Ruiz Massieu: crimen político, 148
EL FACTOR SALINAS
Salinas: un nudo histórico, 153
Maximato modernizador, 158
LA AGONÍA DEL TIRANOSAURIO
La crisis del sistema político, 167
El huevo del velocirraptor presidencialista, 176
LA CUARTA REPÚBLICA
21 de agosto: transición al revés, 185
Los personajes de la transición, 192
Posibilidades y limitaciones de Zedillo, 197
Los caminos de la transición, 211
La transición o el caos, 226
Urge el partido de la transición, 241
¡TERCERA LLAMADA, COMENZAMOS!
Los empeños de una casa, 255
La devaluación económica, 266
La devaluación política, 276
Chiapas: la ruptura democrática, 288
EPÍLOGO
1994: el decenio del derrumbe, 329
14
LA TRANSICIÓN INTERRUMPIDA
LA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD
_______
C
omo si hacer política en México fuera argumento para una novela
de Franz Kafka, el saldo electoral del 21 de agosto de 1994 no tuvo
más significado que revalidar al viejo PRI por seis años más y pareció
que la victoria conceptual en favor de la democracia —otorgada por la
sociedad a lo largo del conflictivo 1994— se transformó en un rechazo a
la implicación política de la palabra transición. Antes de que concluyera
legalmente el proceso electoral, el PRI y sus candidatos querían retroceder a lo de antes, pero el asesinato político de José Francisco Ruiz Massieu los regresó a una realidad que habían olvidado: el contundente significado político del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Al margen de las cifras electorales del 21 de agosto —que sugieren un diseño cibernético de hoja de cálculo—, las voluntades priísta y
gubernamental buscaron convertir a un mandato minoritario en un voto
contra la transición. El discurso oficial quiso, primero, hacer trampa con
la cifra de 50.17%, sin descontar votos anulados, y luego, se decidió a
vender la idea de que la mayoría relativa de 48.7% representaba, de todos modos, un triunfo indiscutible. El PRI justificó: que el presidente de
los Estados Unidos, Bill Clinton, gobierna con 30% de los votos. Pero
17
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ninguno de los dos partidos políticos estadunidenses forma parte de la
cultura política de su país y las situaciones de competencia electoral son
sensiblemente distintas.
Aunque la cifra de 48.7% no es una derrota para el PRI, le convendrá al gobierno darle una lectura política inteligente a ese dato: un
PRI sin mayoría absoluta está obligado, en la realidad mexicana, a establecer alianzas políticas plurales y a interpretar el sentido del voto por el
lado de la alternancia.
No debe olvidarse que el entonces presidente Salinas y su candidato Ernesto Zedillo tuvieron que abrir algunos espacios para el debate
sobre la transición antes de las elecciones; como ocurrió con la reunión
del presidente con el Grupo San Ángel (que integra a personalidades de
la vida intelectual y política mexicana; no identificados, la mayoría, con
ningún grupo o partido político), y con la firma apresurada del aspirante
presidencial priísta del documento Veinte Compromisos por la Democracia, ante el temor de que la oposición pudiera ganar las elecciones.
Frente a la expectativa de un conflicto poselectoral entre el PRI y la oposición perredista, y bajo la presión del alzamiento zapatista en Chiapas,
el gobierno salinista se vio obligado a realizar una tercera reforma electoral en el sexenio para “garantizarle” a la oposición y a la sociedad cierto
respeto al voto.
Sin embargo, parece quedar en el gobierno y en el PRI la equivocada percepción de que la sociedad mexicana votó el 21 de agosto por el
sí o el no a la transición. En realidad, la sociedad mexicana se metió en
un debate nacional sobre los tiempos y pausas de la transición política.
¿Dónde se fastidió la transición?
Desde el inicio de la administración salinista, en diciembre de
1988, estuvo presente el tema de la transición a la democracia. Entonces,
el voto de la sociedad había establecido el mandato por la apertura políti18
LA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD
ca en las elecciones del 6 de julio. Las cifras oficiales — basadas en cálculos, porque nunca se conocieron las reales que escamoteó el entonces
secretario de Gobernación, Manuel Bartlet—, que señalaron 50.34% para Salinas, 31% para Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de varios
partidos, y 18% para Manuel J. Clouthier, candidato del PAN, producto
de un conteo desaseado de los votos, fueron un mensaje por la democracia que se ratificó, seis años después, el 21 de agosto. La lección principal de la elección salinista en 1988 consistió en la evidencia del equilibrio entre las tres principales fuerzas partidistas nacionales. La misma
evidencia para Zedillo en 1994.
Parafraseando el arranque de Conversaciones en la Catedral, la
novela del peruano Mario Vargas Llosa, la realidad política nacional
puede resumirse en una frase: ¿dónde se fastidió la transición?
El gobierno salinista privilegió la modernización económica y
productiva a partir de la lógica de que la apertura política podría desajustar los mecanismos de control social, y éstos obstaculizar los perfiles positivos de la reorganización del aparato productivo. El proceso de modernización económica fue bastante profundo, al grado de provocar serios
desajustes en las relaciones políticas, sociales y de poder, que no encontraron canales diversos de encauzamiento.
A partir de 1994 los conflictos probaron que los desajustes en estas relaciones políticas, sociales y de poder, generarían la necesidad de
hacer reacomodos en los diferentes grupos y prácticas políticas nacionales. Si Salinas se apoyó en la experiencia soviética, donde la modernización política obstaculizó la modernización económica y productiva, a fin
de cuentas supo, por el levantamiento en Chiapas, que la modernización
económica sin modernización política conducía a la misma crisis de gobernabilidad. Más que una revolución al estilo de los países de Europa
del este, que pasaron de una economía centralizada a una economía de
mercado, con todo y relaciones políticas y de poder, México tuvo ante sí
—y la tiene aún— la oportunidad de avanzar por el camino de la transi19
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ción, de un sistema político cerrado, autoritario y presidencialista, a uno
abierto, democrático y con equilibrio de poderes.
Pero las cosas naufragaron. Salinas de Gortari, que acarició en
sus manos el momento de las transformaciones políticas, quiso resolver
primero su gran dilema: empujar la transición a la democracia, o reconstruir el sistema político cerrado, autoritario y presidencialista que necesitaba para darle el último empujón a su modelo de modernización económica. La transición hubiera significado la cesión del poder transexenal
para un presidente con tentaciones reeleccionistas y de maximato, a cambio de la ayuda para la consolidación de esa modernización económica,
que requería de nuevas relaciones políticas, sociales y de poder. Lo segundo, decidió Salinas, resultaría el mejor camino para la consolidación
de un proyecto económico personal y transexenal.
Salinas tuvo oportunidades para decidirse por el camino de la
transición:
a) Cuando el polémico resultado electoral de 1988, encaró la necesidad de abrir el sistema político, pero su arranque sexenal estuvo determinado por los golpes espectaculares que perfilaron una presidencia
autoritaria; se le había presentado un panorama político excelente para la
transición: el PRI se había apoderado de la presidencia pero con una
oposición activa y resuelta. Sin embargo, Salinas hizo lo que pudo por
desaparecer al cardenismo y se alió con el panismo, pero no para abrir
espacios a la modernización política, sino para reestructurar y reforzar al
priísmo dominante.
b) Luego del saldo de las elecciones federales de agosto de 1991,
cuando el PRI recuperó muchas posiciones perdidas en 1988, Salinas tuvo el espacio de maniobra para una transición conducida por el PRI y
por un presidencialismo democratizador. Tampoco fue así; pese a las advertencias de las movilizaciones sociales que llevaron a los interinatos de
Guanajuato, Michoacán y San Luis Potosí, y a la derrota priísta por la
gubernatura de Chihuahua. Y la transición se bloqueó con la maniobra
20
LA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD
de Salinas para imponer a Luis Donaldo Colosio como el candidato del
salinismo transexenal.
c) A partir del levantamiento en Chiapas y del asesinato de Colosio, Salinas tuvo la invaluable posibilidad de catapultar los conflictos
derivados para convertirlos en aperturas políticas. Las cosas sucedieron
de otra manera: Salinas se dedicó a aislar los problemas desgastándolos y
a rehacer los hilos tradicionales del poder. Más que la imposición de Zedillo —que de todos modos fue señal evidente de que Salinas estaba
preocupado por otros asuntos que no eran los democráticos—, lo que
alejó al país del camino de la transición fue la prioridad presidencial no
sólo de que ganara Ernesto Zedillo las elecciones, sino de arrasar a la
oposición. El aparato autoritario del sistema se rehizo para beneficiar al
candidato salinista y de paso otorgarle a Salinas poderes transexenales.
La transición pendiente
La pregunta está a la vista: ¿quieren realmente los mexicanos la
transición? Una lectura política del resultado oficial de las elecciones del
21 de agosto llevaría a una respuesta contundente: querían y quieren la
democracia. Incluso, aceptando (sin conceder) que los resultados reales
sean los del IFE, el dato de que el PRI —que no es un partido político,
sino coalición de grupos y clases— perdió la mayoría absoluta, indica el
sentido político del voto de la sociedad: negarle a ese partido el espacio
mayoritario y abrirle a la oposición un camino de participación más creciente en el rumbo de la nación.
Pero el PRI y el gobierno han diagnosticado al síndrome democratizador como una enfermedad política de las sociedades que viven
apresadas por el miedo a la libertad. Es cierto que lo de Chiapas y lo de
Colosio fueron expresiones de una parte de la sociedad que se negó a las
transformaciones políticas, pero el gobierno salinista fue también intolerante al aprovechar esos hechos para manipular a la sociedad. Más tem21
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
prano que tarde, se dañaron los intereses de los sectores mayoritarios de
la sociedad, justamente los que votaron por el PRI: el asesinato de José
Francisco Ruiz Massieu, como expresión de una lucha interna por el poder, y la firma anticipada del pacto estabilizador, garantizando así su permanencia transexenal y condenando a la sociedad a un año más de sacrificio del bienestar.
De todos modos, pese a todo, el país se encuentra sensibilizado
en favor de la transición a la democracia. A pesar de las campañas del
gobierno que la identificaron con el conflicto permanente. La transición
a la democracia no es sino la búsqueda de un sistema político más adecuado a la composición de una sociedad viva, actuante y que quiere ser
la dueña de su propio destino. Es decir, se trata de encontrar la manera de
que el Estado, el presidencialismo y el PRI regresen a la sociedad sus derechos políticos expropiados en nombre de la Revolución mexicana. Los
conflictos y las tensiones políticas disminuirán cuando haya canales democráticos de expresión y de participación.
La transición democrática puede no significar que pierda el PRI,
como partido que podría ser, sino que la sociedad recupere espacios de
movilidad que pueden descansar en aspectos muy sencillos:
a) El fin del partido del Estado. Esto hasta el propio Zedillo lo
entendió desde el 4 de agosto de 1994 cuando ofreció terminar con ese
maridaje perverso. Aunque muchos candidatos lo han ofrecido, a Zedillo
se le notaban las ganas de ser creíble. El PRI debe vivir sin el gobierno
para evitar que el Estado esté al servicio de una casta política priísta. La
clave del sistema político autoritario y piramidal radica en la facultad
metaconstitucional del presidente de la república de ser, al mismo tiempo, el jefe del PRI.
b) El equilibrio de poderes. Más que reducirle facultades al presidencialismo —que no sería tan malo—, se trata de que el ejecutivo reconozca la autonomía y autoridad de los otros dos poderes. El objetivo se
localiza en la urgencia de que tenga contrapesos y equilibrios, algo que
22
LA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD
señala la constitución pero que las prácticas verticalistas han impedido.
c) La reforma electoral que le quite al gobierno el control de los
procesos electorales. El presidente opera el aparato electoral en el que
participan candidatos priístas designados por él mismo. Si las elecciones
son la expresión máxima de la democracia, éstas deben ser imparciales y
no estar manejadas por quienes tienen intereses en un candidato o en un
partido.
d) La esencia de una verdadera reforma política mexicana se encuentra en la promoción del federalismo, pues éste es la negación del
presidencialismo centralista. La sociedad se expresa en los espacios autónomos, pero el presidente lo controla todo. En la medida en que la sociedad recupere sus espacios de vida —al final de cuentas la política es economía cero— el presidencialismo tendrá que regresar a sus límites mínimos. La experiencia mexicana señala que el absolutismo presidencial
ahoga a la presencia de la sociedad. El federalismo representaría la segunda república restaurada.
e) Lo anterior se resume en un punto clave: el respeto al Estado
de derecho garantiza la mejor transición a la democracia, pues se ajusta a
los términos constitucionales. El sistema político autoritario se sustenta
en la persistencia de un estado de excepcionalidad jurídica. La existencia
del partido del Estado, la anulación de los poderes legislativo y judicial,
la falta de respeto al voto y el centralismo político y social han sido posibles por la ruptura del Estado de derecho, pues la constitución regula
puntualmente las posibilidades de democracia.
En el fondo, la transición a la democracia es algo más que la derrota del PRI. Se trata de construir nuevas reglas para la convivencia política. De ahí que en la crisis que vivimos, esa transición siga siendo la
prioridad de la república.
23
LAS ELECCIONES NO BASTARON
_______
C
uando aún no cerraban las casillas el 21 de agosto, las cifras de
grupos especializados indicaban un triunfo claro del PRI y una
caída del PRD hasta el tercer lugar de la clasificación político-partidista. La reacción del gobierno salinista, del equipo zedillista y de la cúpula priísta fue obvia: sentían que la pesadilla había terminado. Sin embargo, menos de cuarenta días después, la pesadilla reapareció con el
asesinato del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu.
Independientemente de los contradictorios informes policiacos
sobre razones, móviles y primeras confesiones de los detenidos, el impacto del atentado hizo cuajar los intentos por parar en seco el comienzo de las conversaciones con la oposición para una reforma política
amplia. Desde toda perspectiva, la muerte de quien se suponía iba a ser
el líder del congreso demostró una sola realidad: que las elecciones no
bastaron para detener los problemas políticos del país ni tranquilizarlo;
ni sirvieron para reencauzar la dinámica política de la sociedad.
La muerte de Colosio fue la primera llamada, aunque el gobierno gastó su menguada credibilidad en apuntalar la hipótesis de un
asesino solitario, que nadie creyó, comenzando por la familia y los
amigos más cercanos del candidato. El asesinato de Ruiz Massieu fue
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LAS ELECCIONES NO BASTARON
la segunda llamada, aunque también quiso el gobierno distraer la
atención acreditando el crimen a vendettas políticas poco verosímiles,
con pistas que se pierden en la inmensidad del drenaje profundo del
sistema político. El gobierno salinista mostró el miedo a la realidad,
cuando la política se apoya en la realidad para modificarla.
El país necesita que el gobierno despeje las piedras que se
atraviesan en el camino del desarrollo político. Nadie puede negar que
los crímenes contra Colosio y Ruiz Massieu entorpecieron la vida política, y que las elecciones presidenciales y el reacomodo electoral de
las fuerzas partidistas en 1994 tampoco satisficieron las expectativas
de muchos grupos. El sentido de la persistencia de la crisis es para
exigir mayor interés en la atención de los problemas que causan la desarticulación política del país.
Si el efecto más importante de los conflictos de 1994 fue dañar
la estabilidad política, lo urgente es restaurar los espacios para la vida
política estable; condición previa impostergable para seguir con los planes de ajuste y emergencia económica. No se pueden tapar con un dedo
las grietas en las paredes del deteriorado edificio político nacional.
Las razones de la sinrazón
La crisis, en realidad, es del sistema político. No hay otra explicación. Antes, el sistema político fue la pieza central de la estabilidad social. De allí que el debate nacional sobre los motivos y las salidas de la crisis política que estalló en 1994 deba comenzar con una
pregunta concreta: ¿sirve el actual sistema para garantizar la estabilidad de la nación? Desde cualquier punto que se le vea, no; ya fue rebasado por las diferentes corrientes que conforman la gran coalición
priísta y por la búsqueda de una nueva correlación de fuerzas dentro
del propio sistema que está pasando por una disputa sangrienta por el
poder que ya lleva dos cadáveres ilustres.
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
La sociedad debe ser la primera interesada en tener una percepción clara de las razones políticas que estuvieron en el fondo de
los asesinatos y los conflictos de 1994; y a partir de significados, contenidos y efectos, percatarse de que lo ocurrido reveló deficiencias de
la vida política nacional:
a) El sistema político fue rebasado por las luchas entre los grupos. Los presidentes de la república y del PRI, las dos llaves que abrían o cerraban espacios políticos, se vieron en el centro de conflictos:
el asesinato de Colosio fue una afrenta contra Salinas, y la muerte de
Ruiz Massieu, un reto contra el PRI. El mensaje resultó inequívoco:
ni Salinas ni el PRI garantizaron la estabilidad de la república; por el
contrario, como destinatarios de los recados sangrientos, se transformaron en instancias de peligrosa inestabilidad social.
El nuevo sistema político debe tener otros esquemas para un
funcionamiento político sin violencia. La clave puede encontrarse en
un hecho inocultable: el sistema que generó la estabilidad tuvo la característica de haber sido incluyente; cuando se volvió excluyente, se
precipitó la crisis.
b) El país perdió las expectativas de seguridad política. Aunque pueda darse el caso de que el PRI sea inocente de los conflictos
que le imputan, la violencia se desbordó por la incapacidad de los priístas para contenerla o encauzarla. La política se convirtió en el oficio
más peligroso. Para golpear al gobierno, debilitar instituciones y generar incertidumbre, la muerte de políticos será el camino más corto
para llegar a esos fines.
c) La política debe recuperar su función de espacio por excelencia para dirimir la lucha por el poder. De golpe y porrazo el país
regresó a los años veinte, cuando la política se arreglaba a balazos.Pero entonces no había terminado del todo la fase armada de la
Revolución. La principal virtud del sistema político fue convertir a la
política en el campo de batalla de disputas entre corrientes partidistas
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LAS ELECCIONES NO BASTARON
y de grupo: las purgas, el desempleo y el exilio sustituyeron a las
muertes violentas. Por otra parte, los asesinatos de políticos contextualizaron el levantamiento en Chiapas, donde grupos de mexicanos
concluyeron que la política a la mexicana no permitía el ejercicio de
la política porque ésta se convirtió en propiedad de una pequeña casta
gobernante.
La peor consecuencia que pueden dejar los acontecimientos de
1994 sería la del cinismo: ni los crímenes, ni el levantamiento en
Chiapas, ni los secuestros deben olvidarse, ni aislarse sus efectos.
El desafío democrático
La solución a la crisis política debe asumirse en su dimensión
global. El problema de México es general: de proyecto, de instituciones y de prácticas. La lección de la crisis política radica en el cruel
mensaje de que las cosas ya no funcionan. Allí está la evidencia más
concreta: México se encuentra en el umbral de cambios inevitables.
Si no fueron las elecciones, ¿cuál será el camino de recuperación de la estabilidad política, pilar fundamental que sostiene la estabilidad social y económica?
Por más vueltas que se le dé no hay más que un camino: el reconocimiento de que el actual sistema político es fuente de inestabilidad y de que es inevitable la construcción de un nuevo sistema político
democrático. El reto no es sencillo —nunca lo fue la edificación de sistemas políticos—, pero México tiene la oportunidad —si se le quiere
encontrar un sentido positivo a la crisis— por el grado de descomposición del sistema político actual y por el consenso social de que el país
debe buscar otra estructura política que garantice la estabilidad.
El nuevo sistema debe atender:
a) La redefinición de un nuevo proyecto nacional de desarrollo.
El viejo proyecto se erigió en función de un mundo cerrado, de un na27
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
cionalismo acentuado y de una revolución que derrocó a una dictadura
y definió un programa social. El nuevo proyecto debe tener cuando menos tres objetivos básicos: la lucha contra la desigualdad social, la
igualdad de oportunidades políticas y la salvaguarda de México como
nación independiente y soberana. Lo de menos es qué partido gobierne,
si el país pone candados a las definiciones básicas de la sociedad y, sobre todo, si el PRI quiere eternizarse en el poder porque dice representar un proyecto nacional que el mismo priísmo contribuyó a aniquilar.
La obsolescencia del viejo proyecto no alcanzó a descartar lo que fue la
clave para la estabilidad: la capacidad del Estado y del gobierno para
impulsar reformas sociales y políticas. El nuevo proyecto nacional debe
asumir la correlación histórica de las fuerzas sociales.
b) La república está urgida de nuevas instituciones políticas
compatibles con el desarrollo abierto. Y la lista no es muy larga: de un
lado, la constitución, el gobierno, la presidencia de la república y el
PRI deben ajustarse a los nuevos equilibrios de poder y a sus espacios
reducidos de acción; de otro, a esas organizaciones se deben agregar
nuevas instituciones que garanticen la democracia: un congreso independiente, una suprema corte autónoma, partidos de oposición involucrados con la sociedad, organizaciones empresariales activas y un sindicalismo defensor de los avances sociales de la nación. Este conjunto
de instituciones tiene que vincularse recíprocamente con los perfiles
social y político del nuevo proyecto nacional, a fin de articular ese nuevo sistema político que le regresaría la estabilidad a la república.
c) El nuevo proyecto nacional y las nuevas instituciones políticas tendrán que derivar en mejores prácticas políticas. Si el viejo proyecto de sistema regenteó el poder en nombre de diferentes grupos
políticos hasta convertirlo en propiedad de uno solo, la disputa por el
poder derivó en pugnas, purgas y violencia políticas. Las tradicionales
prácticas políticas ordenaron el ejercicio del poder, pero dejaron de
operar con eficiencia. La nueva estabilidad estaría fundamentada en
28
LAS ELECCIONES NO BASTARON
prácticas políticas modernas que respondieran cuando menos a dos
criterios: el relevo hacia el interior de los grupos priístas y la alternancia partidista, producto de la nueva competencia que tiene el PRI.
Los principales caminos para ejercer estas prácticas se plantearon en 1994: respeto irrestricto a la constitución, autonomía de los
organismos electorales, fin de la impunidad policiaca, autocontrol gubernamental y alternancia partidista.
En suma, se trata de cambiar la política en sus tres niveles: como proyecto, como institución y como práctica.
Si el gobierno se resiste a una reforma política que se ajuste a
la nueva correlación de fuerzas sociales del país, los sobresaltos no
tendrán fin y terminarán por hartar a la sociedad. Si el gobierno de
Zedillo no atiende las campanadas de la crisis y decide repetir la experiencia salinista de privilegiar la modernización económica y productiva, la inestabilidad social se profundizará más rápido. Si no se
acepta el reto de afrontar la crisis política, la agonía del actual sistema
político será sangrienta.
29
LA HORA DE LA DEMOCRACIA
_______
C
omo no hay plazo que no se cumpla, a México le llegó la hora de su
transición a la democracia. La derrota de Zedillo en el debate televisado del 12 de mayo de 1994 ante los principales candidatos a la presidencia de la república, mostró ya el principio del fin del sistema político fundado como invencible al reunir a las principales fuerzas vencedoras de la
Revolución para el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario.
Desde 1982 se advirtió la probabilidad de que, por razones diversas, el país se le deshiciera en las manos al presidente en turno. Al
tomar posesión en diciembre de ese año, Miguel de la Madrid dijo
que el colapso financiero de 1981 y 1982 —del cual él había sido corresponsable, como encargado de las finanzas nacionales— amenazó
la existencia de México como nación independiente. A lo largo de
cuatro sexenios —de Echeverría a Salinas de Gortari—, cada gobierno se resistió a las evidencias de la realidad política del país. En cada
sexenio se tapaba un hoyo a costa de destapar otros.
A Salinas le toca cargar con el peso histórico del fin del viejo
sistema político. En pocos meses se le descompuso el país y heredó un
nuevo sexenio por demás inquietante. Cada mes de su último año como
30
LA HORA DE LA DEMOCRACIA
presidente le tocó un hecho prácticamente inmanejable en su dimensión
y en sus efectos: en enero, el alzamiento guerrillero en Chiapas; en febrero, el secuestro del banquero salinista Alfredo Harp Helú; en marzo,
el asesinato de Luis Donaldo Colosio; en abril, el secuestro del empresario Ángel Losada; en mayo, la derrota de Ernesto Zedillo, en el debate con los candidatos del PAN y del PRD; en junio, el estallido de un
coche-bomba en Guadalajara como parte de la guerra entre familias del
narcotráfico; y así hasta noviembre que dejó el poder.
¿Qué falló? Las explicaciones pueden ser muchas, y nada tienen que ver con la fatalidad sino con la dinámica del desarrollo histórico del país, pero podrían resumirse en cinco puntos fundamentales:
1.La modernización económica y productiva del proyecto salinista de desarrollo se aplicó drásticamente en el corto plazo. Si las
metas desarrollistas eran discutibles de por sí, el breve tiempo en que
se impusieron fue insuficiente para conducirlas con tacto político y
hasta cautela económica, para evitar sobresaltos. El sistema económico y productivo tradicional, basado en la conducción del Estado, en la
hegemonía del PRI y en la alianza con los empresarios, fue consecuencia de un proyecto consensuado; en cambio, la modernización salinista que le soltó al mercado los hilos del desarrollo, careció de bases sociales y de consensos nacionales. Así, se cambió al esquema
productivo —el mercado por el Estado— sin darle viabilidad política.
2.Si el apresuramiento hacía lógico prever varios reacomodos
de grupos de poder, Salinas se negó a abrir la política. El problema
fue doble: en el interior de la coalición gobernante se produjo una crisis de identidad por la falta de convicción ante las nuevas metas del
desarrollo económico y social, y un conflicto de acceso al poder entre
los diferentes grupos; y en el exterior del sistema político se careció
de compromisos permeabilizadores con grupos aliados al proyecto
modernizador. En lo político, Salinas descuidó el PRI y la crisis política comenzó con la desarticulación de éste como partido hegemónico
31
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
en la conducción de las fuerzas sociales mayoritarias hacia metas diferentes de desarrollo. La prueba está a la vista: los crímenes políticos
fueron dentro del PRI y contra priístas.
3.La clave del orden político, fundado para evitar guerras entre las facciones políticas y militares, se convirtió en el secreto de la
estabilidad política de la república durante sesenta y cinco años: los
consensos sociales; es decir, los acuerdos escritos y no escritos entre
las fuerzas principales. Pero fueron consensos sustentados en compromisos, y sobre todo, en reformas sociales.
El proyecto salinista modificó no sólo los objetivos sociales
del desarrollo: trastocó los puntos más sensibles de los consensos sociales históricos en el campo (el artículo 27 constitucional), en el sector laboral (el 123 constitucional), en la clase política gobernante (la
hegemonía del PRI como partido incluyente, y el 130 constitucional,
que legitimó la lucha política antipriísta de la iglesia católica) y en los
grupos empresariales (la rectoría del Estado como el factor de acumulación privada de capital). A la modernización salinista se le olvidó
construir sus consensos sociales.
4. Cuando Mario Vargas Llosa definió al sistema político mexicano como la dictadura perfecta, estaba percibiendo la estructuración
piramidal del poder en México y su capacidad de cooptación de los
contrarios. El sistema político mexicano se fincó en dos acuerdos fundamentales: la fuerza del presidencialismo, y la apertura política y económica del Estado. El presidencialismo y el Estado conformaron la estructura del poder en México; fueron el equilibrio fundamental del sistema político, a condición de que uno se fortaleciera del otro. La modernización económica y productiva del salinismo debilitó ideológica,
política, económica, legal y consensualmente al Estado y el presidencialismo perdió su fuerza legitimadora y se recargó en su fuerza autoritaria. La pérdida de los equilibrios desajustó los acuerdos no escritos y
desató una lucha por el control hegemónico de la república.
32
LA HORA DE LA DEMOCRACIA
5. Finalmente, el viejo sistema político no atendió las llamadas de
atención de los últimos treinta y cinco años: los movimientos disidentes
de ferrocarrileros, telegrafistas, maestros, petroleros, médicos y estudiantes, todos con perfiles sociales y políticos, no encontraron cauces de participación y acumularon fuerza política hasta estallar sin orden. La ruptura en el PRI en 1987, con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio
Muñoz Ledo, fue el comienzo de la desarticulación política del país. A
ello se agregó el surgimiento de nuevas fuerzas sociales, políticas, económicas, productivas, laborales, juveniles, históricas, culturales e ideológicas que liberó la modernización y que no encontraron cauces de participación, y sí en cambio el cierre de los espacios tradicionales de movimiento dentro del PRI, del Estado y de la vida política.
La crisis del país no se dio por generación espontánea. Se puede resumir así: el viejo modelo del sistema político fue agotándose,
no comprendió las necesidades de las nuevas fuerzas sociales en un
mundo más abierto y competitivo.
La quinta opción
El modelo de modernización económica y productiva del Salinismo puede ser discutible en sus metas y costos, pero está conformado con coherencia. El problema fue que su aplicación desajustó los
acuerdos sociales mínimos y ahora el país se enfrenta a acontecimientos espectaculares que se salieron del control político institucional: la
guerrilla, la violencia política en el PRI, la delincuencia, el narcotráfico, la oposición y la crítica, la devaluación, en suma, una profunda
crisis. En el fondo, la crisis del viejo sistema estalló por la incapacidad política para liderear las transformaciones. Cuando el gobierno
dejó de hacer reformas sociales y emprendió contrarreformas, los
acuerdos consensuales básicos, dije ya, se rompieron, y las salidas
aparecieron con claridad: o el conflicto incontrolable del cambio vio33
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
lento o el conflicto encauzado por medio de los partidos. El punto fino de la crisis se encuentra en la necesidad de transitar hacia un nuevo
proyecto nacional.
Y ninguna fuerza social, política o partidista parece tener la capacidad suficiente para conducir la transición. Todas las transiciones
democráticas en el mundo han comenzado con el debate público de la
transición misma; en este contexto habrá que atender dos cuestiones:
1. Los caminos de las transiciones, dice Emilio Rabasa Gamboa en su libro ¿Por qué la democracia?. Transiciones de 1974 a
1990 (Coordinación de Ciencias y Humanidades, UNAM, 1993) al resumir a los teóricos del tema, son cuatro: el pacto, las reformas, la imposición y la revolución. En México podría darse una quinta opción:
la presión social. Hasta diciembre de 1993 Salinas pensaba que el modelo económico había sido suficiente para posponer la reforma política. La guerrilla en Chiapas le mostró la realidad: la modernización
está urgida de la democracia. Por razones propias, la ola democratizadora inundó a treinta países en el periodo 1974-1990, con excepciones
significativas, como la de México. Pero llegó la hora: o se apresura la
transición o el desbordamiento de problemas va a llevar a la ingobernabilidad y a la ruptura social.
2. Las prioridades están a la vista, sobre todo por el contexto
de la crisis nacional: la reestructuración del poder político (partidos,
Estado y presidencialismo, básicamente), la formación de liderazgos
políticos más sólidos y la reconformación de consensos nacionales.
La visión optimista del futuro del país se aprecia en la posibilidad de reencontrar el camino de la solución política a fondo de los problemas nacionales. La visión pesimista insiste en mirar el futuro con los
ojos del pasado autoritario. Así como Salinas tuvo la determinación de
imponer un modelo de modernización económica y productiva, Zedillo
debe tener la decisión para reencauzar el rumbo político del país. Si no...
34
EL QUE USTED DIGA, SEÑOR PRESIDENTE
UN DÍA SOLEADO PARA SALINAS
_______
E
l día en que destaparon a Luis Donaldo Colosio el sistema político mexicano se despertó a las siete de la mañana con la claridad
de que las cosas habían cambiado, porque iban a ser las mismas. Así
fue: el PRI dio un espectáculo político premoderno que auguraba malas noticias para el proceso electoral de 1994. La bufalada, la cargada,
la sumisión completa, el “estamos con usted señor licenciado Como
Usted Se Llame”, el “siempre dije que sería usted”, la reafirmación
del señor presidencialismo, el juego del Tapado que confirmó la mañana del 28 de noviembre de 1993 los vicios del presidencialismo jugando a la gallina ciega con los priístas y éstos, aceptaron sumisamente la voluntad presidencial. Es decir: lo mismo de siempre.
La política a la mexicana no había cambiado. Si los priístas tuvieron la oportunidad de mostrar que la modernización económica y la
globalización del país habían afectado en sus formas al quehacer político, el estilo del destape de Colosio evidenció que esa oportunidad se había perdido una vez más. El PRI y la política se seguirían manejando con
los vicios de siempre. Lo malo fue que esas viejas prácticas políticas se
dieron en una sociedad que estaba cambiando y que requería mensajes y
hasta guiños que le dijeran que los priístas estaban dispuestos al cambio.
37
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Los mensajes del destape colosista fueron claros:
a) La nominación del candidato priísta fue un auténtico destape:
el presidente citó a los priístas y les dio el nombre; los priístas fueron llevados con engaños a la sede del partido y el acarreo se armó en unas
cuantas horas, sin que los acarreados supieran a quién iban a vitorear.
b) Si el priísmo iba a mostrar su madurez en la forma de operar la nominación, la cargada fue como en los viejos tiempos: depredadora, destructora. Los priístas estaban ahí para que los viera el ungido; los saludara, los tomara en cuenta. El candidato fue aclamado
no porque fuera él, sino porque era el candidato. Lo mismo hubieran
hecho con Pedro Aspe, Manuel Camacho, Emilio Gamboa, Emilio
Lozoya, Patrocinio González o Ernesto Zedillo. Lo mismo hicieron
con Zedillo, a quien despreciaron cuando era jefe de campaña de Colosio, pero a quien vitorearon meses después, cuando asumió la candidatura presidencial sustituta.
c) La simbiosis PRl-gobierno se volvió a mostrar descarnada
con los amarres que hicieron Salinas y su operador José Córdoba, para aprisionar a Colosio. La renuncia de Manuel Camacho no opacó el
triunfalismo del grupo salinista. Este estilo anticipó que Salinas pondría al gobierno al servicio de Colosio y del PRI. Si por un lado ello
podía garantizar una forma de triunfo, por otra, iba a resultar una
ofensa al sentido común de los mexicanos que veían, pasmados, que
el PRI y el gobierno no cambiaban.
d) El PRI volvió a mostrarse como el partido-apéndice del
presidencialismo antidemocrático y autoritario. El consejo político
nacional del tricolor aclamó al que le dijeron, los sectores se plegaron
a la decisión presidencial y las bases fueron excluidas de nuevo. Si se
hubieran creído las palabras del presidente formal del PRI, Fernando
Ortiz Arana, el destape se habría adelantado porque él dijo que sería
en enero de 1994. Fue antes porque Salinas lo ordenó. Y los priístas
acataron las decisiones voluntaristas de un solo hombre.
38
UN DÍA SOLEADO PARA SALINAS
e) El mensaje final del operativo de destape de Colosio evidenció un desprecio por la oposición; como si el PRI hubiera olvidado
que el aún presidente gobernaba con apenas el 50.34% de los votos,
escamoteado por Bartlet el resultado en la mitad de las casillas en
1988. Pero el PRI actuó como si siguiera ganando con el cien por
ciento de los votos. Para el priísmo, Colosio ya había ganado; la oposición no importaba.
Diciembre de 1993: un país en transición
Al finalizar 1993, el país, al margen de lo que pensaban Luis
Donaldo Colosio, Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos, se encontraba en una lucha por la democracia. Un poco porque la
oposición era vista ya como una opción, otro porque el PRI había fallado en muchas zonas del país y porque Salinas ejerció durante su sexenio un estilo político excluyente, el caso era que el pluripartidismo
se presentaba como una realidad y la transición a la democracia aparecía como una necesidad.
Aunque Colosio se encontraba fascinado por su partido y el
PRI estaba deslumbrado por su capacidad para el acarreo, como aparato electoral y no como partido político, en diciembre de 1993 había
indicios de que el país se iba a complicar en 1994 y la elección del 21
de agosto sería diferente a las once elecciones presidenciales anteriores, desde 1929. Al finalizar 1993 llamaba la atención de los mexicanos que:
a) La economía se encontraba sostenida con alfileres. La inflación había bajado y el tipo de cambio estaba bajo control, pero ambas
metas fueron alcanzadas con el manejo especulativo de algunas variables económicas. El país enfrentaba cinco retos: lograr un PIB de 6%
sin presiones inflacionarias; soltar el pacto estabilizador sin miedo a
39
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
alineaciones peligrosas de precios; crear empleos en el sector productivo; liberar los salarios; y alcanzar una política de tipo de cambio sin
contenciones que sólo posponían la devaluación. Aunque el aparato
de propaganda salinista dijera que la economía era un éxito, ésta, debilitada, fue tema de campaña y asunto prioritario cuando la bolsa
cayó y los dólares se fugaron, en diversos momentos de 1994.
b) El Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio se había aprobado en el congreso de los Estados Unidos y dominaría la escena nacional por varios años. Salinas se decidió por Colosio porque era
quien le garantizaba la permanencia del tratado. Colosio era el candidato teleciano del PRI. En este contexto, el país desaprovechó la campaña electoral para abrir un debate nacional sobre el tratado; debate
que las estructuras autoritarias del presidencialismo evitaron para poder firmar un tratado a espaldas de la nación. De él, había que discutir
beneficios, relaciones con los Estados Unidos, reciprocidades, presiones democratizadoras y ausencia de un programa de desarrollo nacional que evitara la subordinación a los Estados Unidos.
c) La nominación de Colosio se dio en las coordenadas de la
crisis y la agonía del tapadismo mexicano como método de selección
de candidatos. Aunque Salinas haya buscado caminos para evitar que
lo responsabilizaran de la nominación, para nadie fue un secreto que
Colosio fue impuesto. La renuncia de Manuel Camacho Solís al Departamento del Distrito Federal reveló las pugnas palaciegas por la
nominación presidencial. Por lo pronto, Colosio y el PRI perdieron
calidad moral como políticos por el uso de técnicas políticas que los
mexicanos hubieran querido ver rebasadas.
d) La sociedad mexicana recuperó espacios políticos que la
apatía y el autoritarismo oficial habían expropiado. En los últimos
cinco años, sectores importantes de la sociedad habían logrado expresar, de muchas maneras, sus deseos de hacer política abierta: los casos
de Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Tabasco, Baja California
40
UN DÍA SOLEADO PARA SALINAS
y Chihuahua, en donde la oposición movilizó a la sociedad en contra
de imposiciones priístas que tuvieron todo el apoyo gubernamental.
Para las presidenciales de 1994 se advirtieron signos de participación
social autónoma, al margen de los partidos, con el propósito de evitar
que el gobierno se aliara con el PRI para imponer triunfos electorales
sin respaldo de votos.
e) El principal reto del PRI era el de ganar sin complicidades
con el gobierno. Esta meta era difícil de lograr, pues Colosio fue el
candidato presidencial y su subordinado, Carlos Rojas, el responsable
del Pronasol, quedó al frente de la Secretaría de Desarrollo Social para poner a Solidaridad al servicio de Colosio como candidato del PRI.
El PRI debía ser muy claro en sus cuentas con la sociedad para acreditar cada peso gastado. Una cosa era que la mayoría de los gobernadores y el presidente de la república fueran del PRI, y otra muy diferente que usaran los recursos públicos para apoyar la campaña de Colosio. En el fondo, Colosio fue el más preocupado de que ello no ocurriera, pues las denuncias y el conflicto poselectoral se enfilarían contra él por esas y muchas otras irregularidades a las que tenía acostumbrado el PRI al país.
f) Salinas no garantizó la imparcialidad de los organismos
electorales para evitar complicidades que tradicionalmente han beneficiado a los candidatos priístas. Este problema fue muy sensible sobre todo porque Salinas escogió a Colosio como su candidato para
que continuara su obra, pero él no quiso dar seguridades para la objetividad de los organismos electorales que dependen del gobierno. Y
como había demostrado que era presidente de día y priísta de noche,
no habría garantía de elecciones confiables porque estaba más comprometido con su candidato que con las elecciones imparciales.
41
LOS RETOS DE COLOSIO
_______
1.
E
n víspera de la visita del vicepresidente estadunidense Al Gore
(que se preveía conflictiva y agitada por las afirmaciones ofensivas
de éste contra México en el debate con Ross Perot, para discutir el Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio), Salinas de Gortari decidió destapar a Luis Donaldo Colosio el domingo 28 de noviembre de 1993. Si
Salinas esperaba ganar tiempo hasta enero de 1994 y negociar con
Gore a partir de la fuerza política que le daba el no contar aún con candidato, la realidad política y las presiones del sistema se le impusieron.
En este contexto, para Salinas la principal característica del
destape de Colosio fue conocer el peso de la realidad política. Él había hecho alarde de decisiones que se imponían sobre la realidad, pero
las leyes del viejo sistema fueron implacables y, como sus antecesores, debió destapar sin cumplir los cinco años de gobierno.
La realidad política señaló también que el ciclo salinista comenzaba el principio de su fin y que el colosista arrancaba no con los
mejores augurios. En este sentido, el reto de Colosio era el de construir, desde la campaña presidencial, su imagen y su propio estilo.
El destape de Colosio tuvo varios perfiles:
42
LOS RETOS DE COLOSIO
a) El proceso de nominación de los candidatos priístas debía
cambiar. El país estuvo en vilo hasta que el presidente formal del PRI
pronunció el nombre. Durante meses se padecieron los problemas de
una sucesión dinástica.
b) Salinas de Gortari tenía la obligación política de salirse del proceso electoral y ponerse por encima de los candidatos. Pero no quiso hacerlo y
complicó la vida política del país. Una vez más, en 1994 habría candidatos
opositores fuertes. Salinas quiso manejar a su candidato, la campaña y las
elecciones, y el previsible conflicto electoral se orientó contra él.
c) El país se encontró en una etapa conflictiva con un dilema
muy claro: o el autoritarismo o la democracia. A Colosio le correspondía
definir una agenda clara y precisa por la democracia. Si salió candidato
en un proceso político autoritario, debía abrirle espacios democratizadores a la sociedad para no ser arrastrado por la oleada democratizadora.
d) Sus prioridades eran varias, incluso, tan importantes como
la búsqueda del triunfo electoral: garantizar un proceso electoral
transparente y sin conflictos; reformar el PRI para que en estas elecciones funcionara como partido político y no como aparato electoral;
y realizar una campaña transparente que eludiera el uso y abuso de los
recursos públicos para beneficiar al candidato oficial.
e) A Colosio le correspondía definir los términos de las elecciones del 21 de agosto. Si se recargaba en el uso de los viejos métodos que
habían beneficiado al candidato oficial, nada lo salvaría de un conflicto
poselectoral sin reglas. Así, Colosio se debía comprometer a un pacto
político con la oposición para la realización de elecciones transparentes.
Aunque el perfil de Colosio estaba determinado por la continuidad salinista, las circunstancias de deterioro político del país —como se veía en la confrontación oficial contra el cardenismo— lo obligaban a asumir su propio espacio político. La oposición se preparaba
para una elección contra Salinas y no contra su candidato. Si Colosio
permitía el coucheo salinista, el proceso electoral se deterioría hasta
43
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
desembocar en el conflicto. Al final, el estilo autoritario de gobernar
de Salinas inhibió al desenvolvimiento político de la sociedad.
Colosio no llegó con las mejores cartas. Su dependencia de Salinas
impidió durante estos años, y sobre todo, durante los meses finales de la
confrontación por la candidatura, conocer sus ideas sobre el futuro del país.
Aunque Salinas le dejaba un proyecto amarrado y un continuismo garantizado, Colosio debía comprender que el candidato era él y no Salinas. La tarea no era fácil porque Colosio había sido el operador político del salinismo
y no el generador de ideas o caminos. Sus últimos discursos como secretario
que perfilaban ideas de gobierno fueron muy flojos y poco verosímiles.
Colosio debía hacer una campaña política intensa, porque el
desarrollo del país en estos años no le garantizaba un triunfo. Dos características contextualizaron su destape:
1.No fue la elección presidencial de Colosio, quien se enfrentaría a un candidato fuerte de la oposición, Cuauhtémoc Cárdenas,
quien sí le disputaba la presidencia. El país no aguantaría otro conflicto como el del escamoteo de las elecciones de 1988.
2.El país agotaría en las próximas elecciones las viejas formas
de hacer política y el nuevo presidente tendría que reconstruir el sistema político. Si Colosio fue escogido de una lista de siete precandidatos por haber sido operador leal y salinista, a la postre, encaraba, al
día siguiente del destape, el reto de ir pensando cómo convertirse en
un reformador, porque el actual sistema ya no funciona.
2.
Cuando a Salinas le preguntaban, en privado, de las fintas y
los engaños en el proceso de selección de su candidato a la presidencia, su respuesta era la misma:
-No habrá fintas. El proceso será ortodoxo.
Heterodoxo al fin, pocos le creyeron. Al final, se sabe que no
hubo fintas y el proceso fue ortodoxo. Aunque Salinas de Gortari se
44
LOS RETOS DE COLOSIO
había decidido por Luis Donaldo Colosio con anticipación, de todos
modos, hubo de manejar las cosas hasta el último momento con una
baraja amplia, porque el tapadismo a la mexicana así lo exigía. Si los
otros seis precandidatos salinistas también le garantizaban la viabilidad de su proyecto, Colosio representaba el perfil más completo para
los intereses del grupo en el poder.
La política mexicana es cruel y en la nominación de Colosio no
hizo excepción. Manuel Camacho fue uno de los puntales políticos de
Salinas; lo ayudó a conquistar la presidencia, lo asesoró políticamente;
fue importante en la negociación poselectoral que permitió la calificación presidencial en 1988; y contribuyó a hacer el nudo Salinista del sistema político. Aspe, por su parte, fue un hombre clave en la definición y
control del proyecto económico, y a lo largo de diez años ayudó a manejar el pacto estabilizador; renegociar la deuda; atraer capitales; y vender
el salinismo ante los reacios y desconfiados hombres de negocios de los
Estados Unidos.
Ninguno alcanzó la candidatura. Los porqués de Colosio no
son muchos:
a) El gobierno salinista era un proyecto transexenal. De allí que Salinas forjara un candidato que le garantizara ese proyecto. Camacho y Aspe
eran personalidades y proyectos propios, y los demás precandidatos no aseguraban fuerza como candidatos. Colosio fue cincelado para ese proyecto.
b) El proyecto salinista fue el de la reforma total del país. De hecho,
Salinas cambió el rumbo histórico de la nación. Su confrontación histórica
fue con Cárdenas, pero con Lázaro, no con Cuauhtémoc. El proyecto económico, político, social, ideológico e histórico del salinismo es la sustitución
del proyecto cardenista que funcionó casi cincuenta años. El proyecto neoliberal del salinismo iba por una vigencia de otros cincuenta años.
c) El salinismo es una generación, pero no en el término común de la palabra. Para Salinas, su generación es su grupo y está formada por edades, coincidencia de ideas y alianzas secretas. Camacho
45
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
es el más grande del grupo y Aspe el más ajeno. Patrocinio González
Garrido hubiera sido el fracaso de esa generación. Colosio aglutinó
todas las características de la generación salinista.
d) Colosio tuvo, al lado de Salinas, una educación principesca:
fue preparado para gobernar. De la mano de Salinas se formó como
economista en la Secretaría de Programación y Presupuesto y en la comisión respectiva en la cámara de diputados; como político se hizo en
la diputación, la senaduría, el manejo de la campaña presidencial Salinista y en la presidencia del PRI; lo social lo desarrolló en la SEDESOL. A nadie le permitió Salinas esa formación político-burocrática.
e) Desde mediados de sexenio, Colosio se convirtió en el jefe
del grupo salinista. Ningún funcionario le disputó esa posición, al grado de que en las elecciones federales de 1991 y en la nominación de
gobernadores, Colosio fue el que más gente colocó en posiciones de
poder. En la operatividad Colosio se convirtió en el salinismo en funcionamiento. En Los Pinos operó la dupla Córdoba-Colosio.
f) En este contexto, Colosio era el seguro político del continuismo salinista. Como nunca antes, el continuismo se convirtió en
un factor determinante de la candidatura. Aspe se agotó en el aspecto
económico y Camacho buscó alianzas con los grupos contrarios al
proyecto salinista. Colosio, en cambio, amarró grupos, corrientes y
personas afines al salinismo o cooptables a esa causa.
g) El principal problema del país desde la mañana del domingo
28 de noviembre se llamaba Carlos Salinas de Gortari, un presidente
que iba a querer gobernar hasta el último día de su mandato después
buscaría intervenir en política para salvaguardar su proyecto. El candidato presidencial debía —como ocurrió— garantizar ese activismo.
Aspe y Camacho constituían una fuerza política por sí mismos y por
eso no ganaron. Colosio apareció como el más débil.
h) Salinas siempre supo que su sucesor habría de salir del partido.
Aunque le tuvo resentimiento al PRI porque lo culpaba de los problemas
46
LOS RETOS DE COLOSIO
electorales y poselectorales de 1988, también sabía que sin partido el gobierno se derrumbaría. Por eso mandó a Colosio a hacer la reforma salinista del
PRI. Con un candidato forjado en el priísmo, evitó la ruptura del partido.
i) Salinas sabía que la campaña de 1994 sería la más difícil
para el PRI desde 1929. Por eso, necesitaba un candidato fiel que le
garantizara su autoridad. Salinas lo quiso siempre todo: ganar las
elecciones, mantener el poder, influir en el siguiente sexenio, transexenalizar su proyecto, seguir como jefe del grupo salinista y aniquilar
a Cuauhtémoc Cárdenas.
j) Salinas buscó un candidato de equilibrio: amarrado el proyecto
neoliberal en lo económico, era necesario un candidato para aliviar las
tensiones sociales y políticas, como mostró Colosio con su discurso de
aceptación de la candidatura, más demagógico que propositivo. Lo primero para que las protestas sociales por el ajuste no beneficiaran a la
oposición, y lo segundo para evitar una ruptura política que debilitara la
fortaleza del gobierno. Colosio se perfilaba como un presidente de preocupaciones políticas en un proyecto transexenal que preveía el regreso de
Salinas como presidente en el año 2000 o el 2006, para consolidar el proyecto modernizador.
3.
Aunque el destape de Colosio no causó los problemas y conflictos internos que el de Salinas, quedó en el ambiente que el PRI tenía ya candidato presidencial, pero que le faltaba ganar las elecciones.
Si no armaba una campaña transparente, nada le iba a garantizar que
el conflicto poselectoral de 1988 no se repitiría en una situación política más caótica y extrema.
La unción de Colosio como candidato salinista fue ortodoxa.
Su discurso fue limpio, aglutinador y le llegó a los priístas, pero resultó limitado para el país. Si su destape fue al estilo clásico de la política premoderna, le faltó asumir un compromiso concreto para pactar
47
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
con todas las fuerzas políticas nacionales. Aunque apenas era precandidato, debió haber dado señales de su propuesta política hacia la nación y no sólo hacia los demás partidos.
La ortodoxia del destape de Colosio no pudo ocultar una realidad muy concreta:
a) Su destape no fue suficiente para adelantarle el triunfo. A
diferencia de otras nominaciones, la suya se inscribía en un país más
plural, donde el presidente Salinas apenas pudo acreditar —y no claramente— el 50.34 % de los votos.
b) Las elecciones de agosto serían más difíciles: Cárdenas sí
iba a disputar la presidencia de la república.
c) En este contexto, Colosio debía acreditar votos y no acarreo o
preferencias presidenciales antidemocráticas. Estaba luchando para evitar un conflicto poselectoral mucho más delicado que el que obligó a
Miguel de la Madrid, en 1988, a rodear con el ejército la cámara de diputados para forzar la calificación presidencial de Salinas de Gortari.
A diferencia de otros candidatos priístas que lograron la elección con su solo destape, Colosio estuvo obligado a desarrollar una
intensa campaña política para convencer a la sociedad. Pese a que el
gobierno y el PRI, se sentían seguros de ganar, la verdadera lucha se
daría en la credibilidad. Si el gobierno salinista reproducía el numerito de 1988 y el secretario de Gobernación repetía lo que hizo entonces
Bartlet, las elecciones saldrían demasiado raspadas.
Por ello, el reto de Colosio tenía evidentes objetivos:
a) Hacer política para ganar las elecciones. De nada servía que
el presidente formal del PRI, Fernando Ortiz Arana, anduviera diciendo que el partido ya había ganado unas elecciones que aún no se realizaban, porque querría decir que el fraude ya estaba preparado.
b) Colosio debía convencer al presidente de la República, al
secretario de Gobernación y al PRI mismo de que las elecciones tendrían que ser limpias, no sólo parecerlo.
48
LOS RETOS DE COLOSIO
c) Para garantizar un proceso electoral sin conflictos, estaba
obligado a suscribir un pacto político con el PRD, algo a lo que se habían negado a hacer Salinas y el secretario de Gobernación, porque
querían aplastar a la oposición cardenista. Sin ese pacto, el conflicto
poselectoral y político era seguro. Debía garantizar a la oposición una
competencia equilibrada.
Si el ortodoxo Colosio llegó a la candidatura por el camino de
la ortodoxia, al final de cuentas, debía moverse en un escenario nacional más equilibrado políticamente. De ahí que estuviera obligado a ser
un heterodoxo candidato priísta:
a) Colosio se preparaba para debates públicos con la oposición en
tribunas no priístas. Todos se dieron cuenta de la trampa salinista contra
Cuauhtémoc Cárdenas cuando quisieron llevarlo a Televisa a debatir el Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio. Los debates electorales serían útiles
si Colosio los aceptaba con reglas claras y en escenarios independientes.
b) Colosio sería muy cuidadoso en el uso de los recursos públicos. Era la hora en que el PRI no podía aclarar de dónde salía el dinero de las campañas. Colosio se comprometió a mantener Solidaridad, como una manera de anunciar que el Pronasol —un programa de
gobierno— le daría los votos al PRI.
c) Colosio mostraría cuál era su oferta de reforma políticodemocrática para convencer a un segmento de la sociedad, de que sus
intenciones se perfilaban como sinceras. Si seguía las instrucciones
salinistas y eludía este tema o quería trampear al PRD, estaría apostando a un agudizamiento de la lucha electoral.
Pero Luis Donaldo Colosio fue asesinado días después de que
rompió con el salinismo el 6 de marzo, y luego de que ¿amacho se
salió del juego sucesorio. Al final de cuentas, el salinismo iría más
seguro con Zedillo.
49
EN LA RUTA DE LA INESTABILIDAD
POSADAS, EL PRIMER AVISO
_______
A
l comenzar la tarde del lunes 24 de mayo de 1993, un incidente
violento provocó la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas
Ocampo, arzobispo de Guadalajara, bujía de la jerarquía católica y
hombre clave del entonces presidente Salinas para la modificación del
artículo 130 constitucional. Precedido de algunos mensajes no muy
claros —bombas encontradas en otras partes del país días antes, amenazas de bombas, asesinato de exprocuradores estatales y un sobrecalentamiento del ambiente político por la denuncia de la existencia de
narcoperiodistas que nunca pudo probar el entonces procurador Jorge
Carpizo—, la muerte del alto prelado católico provocó una serie de
desajustes políticos de consideración y de seriedad, no sólo en la jerarquía religiosa sino en el corazón mismo del viejo sistema.
Por el efecto político en la estabilidad interna, el gobierno fue
muy duro en su intención de opacar el efecto del crimen y aislar sus
vinculaciones con otros sucesos anteriores; aunque varios meses después, no pudo impedir la articulación de los hechos con la crisis que
recomenzó con el destape de Colosio y llegó hasta el 28 de septiembre de 1994 con el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. De to53
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
dos modos, las secuelas del asesinato del arzobispo no pudieron ocultarse. La misma dirigencia del clero ha insistido desde entonces en la
necesidad de que el gobierno investigue a fondo los orígenes del crimen, pues fue muy poco el tiempo que tuvo la Procuraduría General
de la República para llegar a conclusiones contundentes de que Posadas Ocampo había muerto accidentalmente, al encontrarse en el lugar
equivocado en el momento más inoportuno.
Al gobierno de Salinas le interesó más la decisión de aislar el
incidente que aclarar las dudas de la sociedad. Tomado por sorpresa y
sin aparato de seguridad nacional que le proveyera de la información
necesaria acerca de la inestabilidad en que se encontraba la república,
Salinas se comprometió demasiado en los Estados Unidos cuando,
tres días después del crimen y antes de que concluyeran las investigaciones de la PGR, afirmó que se trató de un enfrentamiento a tiros entre bandas de narcotraficantes en el aeropuerto internacional de la ciudad de Guadalajara; algo que, según expertos en el tema, sólo ocurre
en la imaginación de los guionistas de Hollywood.
El tiroteo de Guadalajara evidenció los frágiles equilibrios políticos, sociales y policiacos del país. En la misma catedral tapatía,
donde se encontraba el féretro del cardenal, Salinas, como ocurrió
después de la explosión del drenaje profundo, el 22 de abril de 1992,
por fugas de gasolina, tuvo que escuchar los gritos de indignación de
los feligreses que clamaban justicia para superar un conflicto vinculado al narcotráfico, problema en el que el gobierno siempre mostró una
inconsistencia considerable.
Pequeños grandes conflictos
Hay sucesos extraordinarios que destapan conflictos políticos.
Si el asunto del narcotráfico ha tenido puntos de fricción considerables —en 1985 estalló en Guadalajara un costoso escándalo por el
asesinato de un agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, además
54
POSADAS, EL PRIMER AVISO
de algunas balaceras callejeras y varios bombazos que han aumentado
el pánico social—, los incidentes habían involucrado sólo a miembros
de las bandas de narcos. La preocupación social por el narcotráfico
había sido permanente, pero sin llegar al fondo del asunto.
El tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara —una de las cuatro
ciudades más importantes de la república— abrió la cloaca del narcotráfico en México. En pocos días la PGR investigó, descubrió y denunció importantes redes del narcotráfico. Acicateadas por la muerte
violenta del cardenal, las autoridades instrumentaron un operativo que
la sociedad hubiera querido ver con anticipación.
Por lo pronto, el hecho evidenció crisis graves que tenían que
ver con la seguridad del Estado mexicano y de la república misma;
algo que se corroboró con el levantamiento en Chiapas, los secuestros
y los asesinatos políticos:
a) La crisis política. Aunque los discursos recalcaban que el
país estaba en calma, un tiroteo con asesinatos de inocentes mostró que
en México puede ocurrir lo que se criticaba de otras naciones. La muerte del cardenal provocó desajustes en la capacidad de gobierno de Salinas, e indujo a una mayor crítica de la sociedad hacia el grupo gobernante. Una intranquilidad política se apoderó de algunos sectores de la
república debido a que se apreció que el narcotráfico podría estarse
apoderando de la capacidad de iniciativa en temas con alta incidencia
nacional, algo que estallaría como escándalo con la muerte de Ruiz
Massieu. Asimismo, mostró que el gobierno había sido políticamente
incapaz de recuperar los márgenes aceptables de seguridad pública y
quedaba la posibilidad de que el asesinato del cardenal hubiera sido un
mensaje a Salinas, o al entonces procurador Carpizo, para informarles
de una guerra del gobierno contra grupos poderosos de la nación.
b) La crisis en las alianzas. Si se suponía que Salinas había firmado una alianza profunda y estable con la iglesia católica, se dio
cuenta que no era así. Un sector importante de la iglesia conservado55
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ra, la aliada con el proyecto salinista, profundizó su crítica a la incapacidad de su gobierno. Otro sector importante de la iglesia no aceptó
la explicación oficial de que la muerte del cardenal había sido producto de un choque entre narcotraficantes y se quedó con la impresión de
que se trató de un atentado contra el alto prelado.
c) La crisis de credibilidad. Aunque desde el primer momento el
gobierno afirmó que se había tratado de un accidente, la reacción de la
sociedad fue de incredulidad; la credibilidad del gobierno no tenía niveles aceptables; al contrario, había un rechazo social automático hacia las
explicaciones oficiales. Cuando la PGR hablaba de una absoluta certeza
en que la muerte del cardenal había sido accidental, la alta jerarquía eclesiástica pedía informes verosímiles. Al final de cuentas, el gobierno se
había mostrado más interesado en convencer a los mexicanos de sus argumentos que en manejar criterios de veracidad confiables.
d) La crisis de seguridad pública. Uno de los mensajes que
dejó la muerte del cardenal fue que nadie estaba a salvo de la violencia del narcotráfico. Accidente o no, un príncipe de la iglesia católica,
supuestamente protegido por su condición de religioso y por su cercanía con Dios, cayó abatido por las terrenales balas del narcotráfico.
Esta violencia sorprendió a muchos mexicanos, cuando las balaceras
en las calles de Guadalajara o Culiacán eran cosa de todos los días sin
que las autoridades hubieran encontrado forma legal para combatirla.
Podría decirse que la fuerza armada del narcotráfico era superior a la
del gobierno, al grado de que pudo darse una balacera en uno de los
más importantes aeropuertos del país, donde se supone la existencia
de sistemas de seguridad eficaces.
e) La crisis de seguridad nacional. Un punto conflictivo que
reveló el asesinato del cardenal fue el de la existencia de peligrosas
fallas en las estructuras de seguridad nacional del país. En medio de
otros incidentes —pugnas entre grupos radicales, localización de
bombas en lugares concurridos, amenazas de bombas inexistentes—,
56
POSADAS, EL PRIMER AVISO
el tiroteo en Guadalajara mostró la desarticulación de los aparatos de
seguridad nacional que deben mirar hacia adelante, no hacia atrás. La
lucha contra el narcotráfico en la PGR debió provocar una estrategia
de seguridad nacional que previera los escenarios de respuesta al narcotráfico y las secuelas de la desarticulación de las bandas. El control
de los aparatos de seguridad nacional, por parte de José Córdoba
Montoya, no hizo sino desmantelar las estructuras de búsqueda de información de inteligencia para la toma de decisiones.
Las tensiones del corto plazo
El problema no era que ocurrieran crisis o desajustes en puntos sensibles del aparato gubernamental y del proyecto de Salinas, sino que se dieran en el momento menos oportuno: asesinaron a Posadas en la etapa más difícil de la sucesión presidencial en el gabinete
salinista; en el momento más delicado en el calendario de la aprobación del Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio con los Estados
Unidos; en la coyuntura del aumento de la preocupación norteamericana por el narcotráfico en México; en la fase del efecto negativo de
la inseguridad pública en los ciudadanos; y en el instante del estrechamiento de las instancias de participación política para la oposición.
De hecho, México se colocó en el filo de la navaja del endurecimiento político. Como no se había visto en el país desde mediados de
los setenta, las condiciones de inestabilidad, ingobernabilidad y desestabilización repercutieron en un gobierno sin respuestas políticas lo suficientemente abiertas y rápidas como para diluir el fantasma de la represión. La primera reacción oficial al tiroteo de Guadalajara fue instrumentar un mecanismo de censura periodística para imponer la versión oficial del tiroteo y de que no se había tratado de un atentado. Si al
principio eso ayudó a diluir las expectativas negativas de la sociedad en
el corto plazo, no hubo respuestas para explicar el largo plazo.
57
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
En este contexto, al gobierno de Salinas le faltaron respuestas
políticas de fondo: todo se quedó en la intentona de vender la versión
oficial de los hechos, ignorando a los diferentes sectores sociales y
políticos del país. Como ocurría en el discurso económico, el gobierno veía sólo un lado de la realidad, aunque presentara muchos perfiles
dramáticos. De cumplirse con los deseos oficiales, México sería el
país de las maravillas. Pero las cosas no eran tan mecánicas: el tiroteo
de Guadalajara evidenció una parte de la crisis política de la nación;
aquella que perfilaba a una república penetrada por fuerzas indomables del narcotráfico contra las que el aparato gubernamental no tenía
estrategias de fondo.
La muerte del cardenal fue un aviso con múltiples facetas de
lo que vendría después: desde las que indicaban que las formas de cohesión internas no eran tan fuertes, hasta otras que señalaban que el
proyecto salinista había desajustado demasiados hilos al mismo tiempo, pasando por la necesidad de que el gobierno debía aprender a tratar a la sociedad mexicana como a un mayor de edad. En el fondo, el
principal mensaje fue: la estabilidad política y social del país estaba
en peligro, y se necesitaba una gran labor política de gobierno para
restaurarla; y ésta no llegó. Al contrario, el día en que mataron a Posadas, México entró en el sobresaltado camino de la inestabilidad social y política.
El primer aviso fue del narcotráfico. Y nadie en el gobierno le
hizo caso.
58
EL RETRASO POLÍTICO ESTALLÓ EN 1994
_______
E
n su cuarto informe de gobierno, en noviembre de 1992, Salinas
de Gortari se comprometió a discutir puntos concretos para avanzar en la democracia, pero en su quinto informe ofreció sólo un pacto
o acuerdo de civilidad política para enfrentar sin conflicto las elecciones de agosto de 1994. Sin embargo, en un año el país cambió y su
principal indicio fue que la sociedad ya había definido los puntos de
una agenda social por la democracia y el gobierno no había atendido
esas demandas.
Visto el asunto con realismo, Salinas estaba colocado por primera vez demasiado atrás de la sociedad. El pacto de civilidad política para elecciones pacíficas debió haber mostrado indicios serios y de
fondo. Pero el director general del IFE y exsubsecretario de Gobernación, Arturo Núñez, no garantizaba esa civilidad en el proceso electoral, pues él mismo reabrió las heridas de 1988 cuando dijo, el 30 de
septiembre de 1993, que en 1994 no habría otra caída del sistema
electoral de cómputo, como en 1988, cuando el propio Núñez fue representante del PRI ante la Comisión Federal Electoral, que le tocó
esconder los verdaderos resultados electorales.
Muchas cosas evidenciaron el retraso gubernamental en lo político. Salinas no podía ofrecer un pacto de civilidad política si no se
59
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
había comprometido a establecer reglas legales claras para el desarrollo de los comicios. El director del IFE no podía garantizar un control
sobre el sistema de cómputo si el gobierno ya había manipulado en
1990 las elecciones de 1994 con un censo de población rasurado por
el INEGI, en el que, con el cruce de información sobre elecciones y
empadronamiento, se perfiló desde entonces la disminución de la población en distritos y estados que votaron por la oposición en 1988, o
que están muy empadronados, y el aumento en aquéllos donde el PRI
ha ganado y hay menor número de empadronados.
Lo malo fue que el país esperaba que el quinto informe de Salinas mostrara voluntad política para enfrentar el deterioro de los problemas políticos del país. Sin embargo, poco se confiaba, en realidad,
cuando fue el propio Salinas el que propuso en noviembre de 1992
una reforma político-electoral que de origen había pactado con el
PAN y que excluía al PRD. Un pacto de civilidad política resultaba
menor a las posibilidades de haber establecido reglas electorales claras con el apoyo y el consenso de todos los partidos políticos registrados. La exclusión del PRD era, desde entonces, un conflicto político
previsible que el gobierno pudo haber manejado, pero que no quiso
negociar.
En este contexto y luego de las definiciones de fondo del quinto
informe, el país debía esperar una campaña electoral muy agitada y
unas elecciones sin control. Si Salinas suponía que la oposición aceptaría ese pacto sin que él y el PRI cedieran en el control de los organismos y los procesos electorales, en el fondo estaban apostando a elecciones prácticamente conflictivas, donde la autoridad represiva del gobierno y del Estado operaría en favor de los candidatos oficiales.
Democracia: puntos en conflicto
Para haber sido un quinto informe presidencial, el del primero
de noviembre de 1993 resultó menguado, porque se esperaban defini60
EL RETRASO POLÍTICO ESTALLÓ EN 1994
ciones de fondo con miras a la sucesión presidencial. Todo quinto informe implica una evaluación sexenal de gobierno, a partir de la experiencia de que el sexto año es sólo el del manejo de la sucesión presidencial. En este contexto, por éste había muchas expectativas. En lo
económico, no hubo sorpresas porque se trató del mismo esquema autopublicitario de siempre, cuando en las calles las condiciones sociales reflejaban aspectos contrarios a lo afirmado.
En lo político, el quinto informe resultó tan limitado que el
ambiente mismo así lo reflejó. Las interpelaciones cardenistas evidenciaron que el clima político del país se encontraba restringido — para
decir lo menos— y que Salinas tenía un pasivo político considerable.
El problema político del sexenio salinista fue el de la democracia. Había puntos importantes que debían evaluarse para contextualizar la muy limitada oferta salinista de un pacto de civilidad política, cuando el país necesitaba —exigía— un esquema electoral más
abierto y menos controlado por el gobierno:
a) El PRD estaba fuera de los acuerdos político-electorales de
importancia nacional. Si Salinas le pasó la factura política a los cardenistas por los conflictos y confrontaciones que vienen desde 1987, cuando
Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros priístas abandonaron el partido para protestar por la manipulación delamadridista del proceso de nominación de su candidato a la presidencia, Salinas y sus principales asesores debieron haber matizado sus rencores políticos para pensar más en el país y no en ajustes de cuentas.Pero el equipo salinista prefirió una negociación con el PAN para excluir al PRD y corrió el riesgo
de que éste por sí solo desajustara el ambiente político y las elecciones.
b) Si la madrugada del 7 de julio de 1988 el candidato oficial
Carlos Salinas anunció el fin del partido único, ante la sorpresiva avalancha de votos por la oposición que el entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlet Díaz, no pudo corregir sin que lo atraparan robándose los votos de la oposición, en esos cinco años de gobierno, Salinas
61
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
buscó por todos los medios el regreso del carro completo priísta. En el
fondo, la jugada salinista fue garantizarle al PRI el control de 65% del
congreso y de los votos priístas en las elecciones federales, dejándole a
la oposición el 35%. Lo paradójico del asunto era que el interés salinista se daba cuando se habían perdido dos gubernaturas priístas (Baja California y Chihuahua), se había cedido una (Guanajuato), se cesó a cuatro gobernadores priístas porque no pudieron gobernar (Guanajuato,
San Luis Potosí, Michoacán y Tabasco), y había cuando menos diez estados en donde el PRI era minoría. Pese a ello, Salinas deseaba que el
PRI fuera de nuevo el partido hegemónico y prácticamente único.
c) Ante las evidencias de los votos y de la incapacidad priísta
para dominar el país sin alianzas, Salinas hubo de tomar una decisión
drástica: gobernar con la derecha o con la izquierda. Al final, el perfil
de su gobierno lo llevó a buscar una alianza orgánica con el PAN que
pudiera desembocar en un gobierno de coalición PRI-PAN para el sexenio 1994-2000. De hecho, el cálculo partió de una realidad inocultable: el PRI era el partido del populismo y por tanto de la crisis. Para
darle credibilidad a su proyecto modernizador, Salinas buscó la legitimación con un aliado insospechado: el PAN. A cambio de ello excluyó
al PRD y a las agrupaciones de centro-izquierda de cualquier negociación. Si hacia el exterior, sobre todo los Estados Unidos, debía lavar su
culpa del maoísmo universitario que vivió en sus años en la Facultad de
Economía de la UNAM, su lastre del populismo lopezportillista que
defendió con pasión y su priísmo obligado por la candidatura presidencial, su camino fue mixto: aliarse con el PAN y liquidar el proyecto
histórico del PRI como partido de la Revolución mexicana, aunque ello
significara la liquidación del PRI como partido político.
d) Pese a los esfuerzos por reconstruir el presidencialismo que
históricamente ha suplantado la acción de la sociedad, Salinas tuvo que
enfrentar a lo que Carlos Monsiváis ha llamado una sociedad en movimiento. Han sido sindicatos, agrupaciones femeninas, desempleados,
62
EL RETRASO POLÍTICO ESTALLÓ EN 1994
despedidos, partidos políticos y agrupaciones ciudadanas, entre muchas
otras formaciones autónomas de la sociedad, las que se han movido
contra el sistema presidencialista para buscar sus espacios de maniobra.
Si ahora se sabe que el presidencialismo, el Estado y el gobierno tenían
poderes subsidiarios —es decir, existían para subsidiar la inexistencia
de la sociedad, y por tanto, carecían de vida autónoma—, en 1994 Salinas tendría evidencias más que concretas de que la movilización democrática de la sociedad había metido en un conflicto al autoritarismo de
los poderes nacionales.
e) En el fondo, el país estaba definiendo, de muchas maneras y
desde muchos foros y en muchos frentes, una agenda nacional para la
transición a la democracia. Si es cierto que el presidencialismo mesiánico de ese sexenio le sacó jugo a su liderazgo autoritario para buscarle consensos sociales más o menos vendibles, en realidad, no pudo
limitarle los espacios a la sociedad. Ésta, en su enorme variedad de
formaciones, ha venido buscado plantear puntos concretos de participación más abierta y menos controlada en los asuntos políticos.
En este amplio contexto, el país se enfilaba hacia una situación política previsiblemente apretada. En el fondo, Salinas vivía y
viviría la paradoja de su modelo de modernización económica y productiva: cinco años de reprivatización habían liberado nuevas fuerzas
productivas, económicas, empresariales, sindicales, campesinas, políticas, culturales, ideológicas, partidistas y modernizadas que no encontraban cauce de participación, y que se enfilaban en rumbo de colisión contra el modelo que les había permitido existir.
La última oportunidad pasó el primero de noviembre de 1993
y no se enfrentó.
63
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
_______
¡Crisis política!
E
n su columna cotidiana en el periódico El Financiero, el columnista Federico Arreóla hizo el lunes 6 de diciembre de 1993 un
recuento de los siete días posteriores al destape de Colosio y concluyó
que había datos que señalaban los perfiles de desajustes políticos de
seriedad. En realidad, la lista de Arreóla apenas recuperaba sucesos
posteriores al destape, pero la situación del país era más delicada,
pues se dibujaban los contornos de una verdadera crisis política.
El contrapunto más evidente estaba registrado en varias aristas:
a la euforia natural por la nominación de Colosio, un político que pasó
por el entrenamiento del aparato partidista, le siguieron las reacciones
inesperadas del regente Manuel Camacho Solís y el estallido de la crisis en Yucatán por las elecciones desaseadas y la inevitable concertacesión que le cambió al PAN la gubernatura por la alcaldía de Mérida.
Lo primero evidenció fisuras en el gabinete presidencial y en el
grupo compacto salinista, cuando Salinas de Gortari estaba apostando a
un pacto político entre los precandidatos para unificar fuerzas después
de la nominación y así fortalecer al salinismo. Lo segundo fue un men64
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
saje más delicado pues mostró la falta de credibilidad de las cifras oficiales electorales, dejó ver la ruptura de la alianza de Salinas con el
PAN y adelantó el clima en que se darían las elecciones presidenciales.
Lo malo fue que las reacciones oficiales no fueron de carácter
político. El destape de Colosio se le desbordó a Salinas porque las
presiones internas y, sobre todo, las de los Estados Unidos lo obligaron a adelantar el nombre de su candidato. La reacción de Camacho
fue anímica al principio, pero con el paso de los días pudo convertirse
en una fuerza política dentro del sistema que definiera a un grupo de
presión político. Y los conflictos en Yucatán dejaron huellas preocupantes para los estrategas colosistas porque cualquier solución que se
le diera al desaguisado yucateco iba a adelantar un caótico proceso
electoral presidencial el 21 de agosto.
En este contexto, la política mexicana se movía en una especie
de circo de tres pistas: una de ellas era la del salinismo, que buscaba
apresar a Colosio para imponerle el continuismo; otra, la del propio
Colosio, que debía encontrar su propio espacio de movilidad para fortalecer su debilitada candidatura; la tercera estaba mucho más agitada
porque registraba movimientos políticos fuera del sistema político
que buscaban condicionar los márgenes de maniobra del próximo gobierno y simultáneamente aprovechar la debilidad del gobierno Salinista a punto de fenecer. La conjunción de estas tres pistas presentaba
un país agitado políticamente.
Lo que iba a complicar las cosas era que Salinas había sido rebasado por las circunstancias y sus ofertas políticas resultaban tramposas o incapaces de responder a las expectativas de la sociedad. A la
natural declinación de su poder por la existencia de un candidato
priísta en campaña, había que agregarle el pecado original del sistema
político mexicano: el presidente no podía conciliar su papel de árbitro
de los conflictos político-electorales pues su prioridad era el triunfo
de su candidato. En ese sentido, la presidencia salinista se convirtió
65
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
en el punto central del conflicto político, político-electoral y poselectoral. Y si se partía del criterio de que Salinas posee extraordinaria inteligencia política, se siguieron acumulando evidencias de que eso no
bastaba porque su falta de oficio político ya le había causado enormes
problemas al país.
Indicios de la crisis política
Aunque la euforia por la nominación de Colosio quiso ocultar
las evidencias de la crisis política, hubo datos claros que señalaban los
contornos de una agudización de los problemas:
a) El desacuerdo entre los tres principales partidos políticos
iba a profundizar el problema. El PRD tenía razones suficientes para
quejarse de maniobras gubernamentales que intentaban sacarlo de la
legalidad y reprimirlo; el PAN acababa de padecer en carne propia en
Yucatán el incumplimiento de compromisos del gobierno salinista. En
este contexto, el país se enfilaba a las elecciones presidenciales, con
partidos que desconfiaban entre sí y con un presidente que había perdido la confianza de partidos, grupos políticos y analistas políticos.
b) Los conflictos poselectorales estaban a la orden del día sin
que el gobierno federal fuera capaz de encontrarles soluciones institucionales. Nayarit, Estado de México, Coahuila, Guerrero y los persistentes en Guanajuato y Michoacán seguían latentes. Yucatán se sumaba a ese escenario de descomposición político-electoral con razones
más que suficientes para llamar la atención sobre un hecho: o Colosio
buscaba acuerdos concretos con los candidatos del PAN ydel PRD
para que el gobierno soltara partes importantes de la organización de
las elecciones o sería lógico esperar un conflicto poselectoral en las
presidenciales.
c) Las virtudes de Salinas se habían convertido en sus defectos. La gestión operativa de la presidencia le permitió remontar la carga de ilegitimidad electoral del proceso del 6 de julio de 1988. Sin
66
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
embargo, varios años después se encontraba en el centro de la disputa
democrática de la sociedad. Frente a ello, el gobierno había perdido la
capacidad de control de los sucesos políticos, con el agravante de que
se agudizaban día a día por su dinámica propia, pero alimentados por
decisiones que carecían de oficio político. En Yucatán, la Secretaría
de Gobernación manejó la concertacesión para entregarle el municipio al PAN, pero cuando se descompuso el estado por el acto de abandono del poder de Dulce María Saurí, Gobernación se salió de las pláticas y no dejó línea de negociación.
d) Salinas se recargó en el apoyo extranjero para fortalecer y
legitimar su presidencia, pero en la sucesión presidencial de 1994
esos intereses norteamericanos constituirían un factor de presión permanente. Clinton y Bush hicieron declaraciones, como si fueran voceros del gobierno mexicano, aunque sólo reflejaran los intereses estadunidenses que se pusieron en juego en México y que no quisieron
perder por malos manejos políticos mexicanos. Por lo demás, el factor
norteamericano estaba contenido, explícita e implícitamente, en las
negociaciones no formales del Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio con los Estados Unidos. Y como las bondades del Tratado dependían de la buena voluntad norteamericana y ésta sólo se daba amarrada a intereses políticos, geoestratégicos y de seguridad nacional,
habría que esperar el intervencionismo cada vez más directo de ese
país en la vida nacional.
e) La declinación natural del poderío de la presidencia salinista se convertía en un problema mayúsculo en el corto plazo. Si Salinas construyó una presidencia autoritaria, a costa de la eliminación de
las tradicionales correas de transmisión y compartimentos intermedios
de permeabilidad de la pirámide del poder, cuando hubo candidato
priísta y los priístas se olvidaron del presidente, el país enfrentó una
tendencia al vacío de poder que comenzaba con una presidencia centralizadora que carecía de fuerza política suficiente para negociar con
67
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
la oposición. Lo malo fue que Salinas se había mostrado como un presidente acaparador que difícilmente aceptaría soltar las riendas del poder. En este sentido, las estimaciones de crisis política se encontraban
en el contexto de una presidencia en funciones con poder declinante y
una candidatura priísta de bajo perfil que no quería quitarle espacios
de poder al presidente saliente.
Las cinco crisis nacionales
A los indicios cíclicos de problemas políticos en el último año
de cada sexenio, en el arranque del proceso electoral existían matices
importantes de una crisis:
1. La crisis política. A lo largo de cinco años Salinas no definió un rumbo político concreto. Toda su gestión política se concretó a
recuperar autoridad y manejo para la presidencia. El equívoco fue que
realizó cambios políticos profundos en las estructuras del viejo sistema —presidencia, PRI, corporativismos, economía y entendimientos— sin un objetivo concreto de largo plazo y sin pensar en las piezas de recambio. En la transición sexenal buscó mantener el control y
el poder a costa de un candidato débil y sin proyecto político coherente. No quiso o no pudo concretar entendimientos con las nuevas fuerzas sociales, y las viejas, desconfiaron de sus métodos y metas.
2. La crisis de gobernabilidad. Más que una pérdida de la capacidad de gobierno, esta crisis tuvo que ver con un hecho concreto:
su oferta política fue menor a las demandas políticas de la sociedad.
Mientras se consolidaba una ola nacional, social y ciudadana, por la
democracia, Salinas siguió apoyando las actitudes de agandalle de posiciones políticas y electorales.
3. La crisis en las estructuras de gobierno. Demasiado proclive
a la centralización, Salinas puso la presidencia de la república en el
centro de todas las decisiones y por tanto de todos los conflictos; además de que rompió los mecanismos de funcionamiento vertical y ho68
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
rizontal del gobierno con el papel vicepresidencial de José Córdoba
Montoya, las decisiones se centralizaron en Los Pinos. Las consecuencias de ese esquema se advirtieron en una burocracia que carecía
de autoridad política. A ello se agregaban las evidencias de que el gabinete que presumía de su homogeneidad estaba peligrosamente fracturado: las renuncias de Fernando Gutiérrez Barrios y Manuel Camacho; las grillas de Víctor Cervera Pacheco en Yucatán que empantanaron el conflicto; las quejas de secretarios de Estado por el papel de
Córdoba. Sin una estructura político-administrativa eficaz, el país se
hundía en una grave crisis de gobierno.
4. La crisis electoral. Pese a dos reformas a las leyes electorales y a una oferta de pacto de civilidad, el país no había encontrado un
esquema electoral adecuado. Las razones no se localizaban en leyes y
acuerdos, sino en la falta de voluntad política de Salinas. Era fácil
apostar que Cárdenas y el jefe Diego se fueran al conflicto poselectoral porque habrían luchado no contra un candidato del PRI, sino
contra el aparato político-electoral-estatal del gobierno.
5. La crisis del proyecto salinista. La nominación de Salinas de
Gortari como candidato presidencial en octubre de 1987 no se dio por
su carisma, su capacidad política o su fuerza hacia el interior del sistema, sino por algo más simple: su participación decisiva en la conducción de la política económica delamadridista debía continuar otro sexenio. Así fue: realizó la reforma económica más profunda pero se
negó a compatibilizarla con una reforma política funcional. Salinas
ejercería el autoritarismo para frenar las nuevas fuerzas sociales que
desencadenó la falta de una reforma política, en vez de encauzarlas
hacia su proyecto. Así, en las elecciones presidenciales habría un choque de fuerzas que obligaría al candidato priísta a revaluar y revisar el
proyecto económico y a abrir más el sistema político.
Las elecciones de 1994 se darían en el marco de una crisis política general que requería de ofertas oficiales mucho más amplias y de69
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
mocratizadoras, o de una profundización del endurecimiento político.
Como lo primero era demasiado para Salinas y Colosio, habría que prepararse para lo segundo.
Las contradicciones del salinismo
a) Cuando se acercaba 1994, el país se encontraba ante una
encrucijada: o se perfilaban los espacios de la democracia verdadera o
el gobierno se vería obligado a profundizar los mecanismos del autoritarismo para transitar el sexenio. Los conflictos y las fricciones con
la sociedad en los cinco años de gobierno salinista señalaban que por
primera vez, desde 1968, algunas partes de la sociedad se convertían
en factor de cambio político.
b) El proyecto salinista perfiló una contradicción básica: la modernización económica y productiva había tenido que privilegiar varios
mecanismos del mercado, ¿bajo qué criterios se iba a limitar la participación de las fuerzas sociales de esta modernización sólo a los espacios
productivos y leales a Salinas, y a su proyecto? Esta contradicción no
resuelta se encontraba en el fondo de la crisis general del país.
De un lado, estaba la participación de banqueros, empresarios,
inversionistas extranjeros, gobierno de los Estados Unidos, jerarquía católica y fuerzas conservadoras, que le entraron a la modernización no
sólo para legitimar al presidente sino para implantar un nuevo modelo de
desarrollo neoliberal. Eran fuerzas sociales para las que Solidaridad resultaba sinónimo de ese viejo populismo priísta. Las nuevas fuerzas conservadoras que liberó el proyecto neoliberal del salinismo exigían mayores garantías de permanencia de las nuevas reglas productivas, para no
padecer dentro de tres años el regreso pendular al pasado estatista.
De otro lado, se ubicaban las fuerzas sociales no productivas
que se sentían sacrificadas por el neoliberalismo. En algunos sectores,
los más desprotegidos y lastimados, el Programa Nacional de Solidaridad era el instrumento de desmovilización social; otros, los que habían
70
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
perdido espacios de consenso en la toma de decisiones del sistema político priísta, encontraron en la pérdida de bienestar el estímulo para la
movilización social. Estos sectores buscaban detener el avance del modelo modernizador del salinismo, no tanto por sobrevivencia política
sino porque el salinismo se apoyaba en la estructura de control político
del populismo para tomar decisiones que liquidaban el viejo proyecto
político, ideológico, social y económico del Estado de bienestar.
c) En la segunda mitad del sexenio se perfilaron en toda su
magnitud las contradicciones de fondo, estructurales, sociales e ideológicas del proyecto salinista. Las más importantes fueron:
- Reforma económica-contrarreforma democrática. Las fuerzas liberadas por el proyecto económico y productivo eran útiles para
sostener el modelo de mercado, sin movilidad política y de clase. Esta
contradicción perfiló la ineficacia del modelo salinista porque la movilización política autónoma de grupos políticos derrumbó la modernización productiva.
- Liberación económica-fortalecimiento de los controles estatales. No puede durar mucho un esquema que privilegia las reglas del
mercado, con la permanencia de controles económicos que, como en
el pacto, afectan los esquemas de acumulación de las clases propietarias, además de propiciar la constante pérdida de bienestar social de
las mayorías no propietarias. La clase gobernante quiere soltar la economía, pero no perder el poder.
- Sociedad participativa-presidencialismo fortificado. Una de
las tareas básicas del proyecto salinista fue la tesis camachista de reconstrucción del sistema presidencialista a base de golpes espectaculares contra los feudos de poder. Paralelamente se notó un avance participativo de la sociedad. Resultó paradójico que el presidente más fuerte
en muchos sexenios, con mayor fuerza y enorme presencia en la vida
nacional, fuera el mismo que perdió cuatro gubernaturas ante la oposición y tuvo cinco en veremos, además de que su partido no reflejó ese
71
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
presidencialismo redivivo pues no pudo garantizar más de 50% de los
votos. El ascenso de las luchas sociales se orientó en rumbo de colisión
con el presidencialismo vivificado.
d) El problema más grave que enfrentó el proyecto global y
transexenal de Salinas fue el de la crisis estructural del sistema político
mexicano. Los cinco pilares del sistema ya no funcionaban, pero tampoco había mecanismos de relevo. La presidencia de la república, el
PRI, el avance económico con distribución social, el corporativismo y
los entendimientos con los poderes fácticos, fueron la garantía de funcionamiento de la estabilidad del sistema a partir de mecanismos consensuales. La entronización del proyecto de Salinas debió pasar por la
liquidación de los viejos acuerdos que hacían funcionar el sistema, pero
Salinas se olvidó de crear los nuevos acuerdos. Un ejemplo: los banqueros premodernos hacían dinero pero no legitimaban desde dentro al
sistema. Hoy, Roberto Hernández, José Madariaga, Alfredo Harp, Manuel Somoza y los beneficiarios de la reprivatización sólo aspiran a tener garantizadas utilidades monetarias crecientes, sin involucrarse —
tampoco los dejan, por miedo— con el sistema político.
e) Los principales conflictos por la democracia fueron: dentro
del PRI, por la nominación de candidatos y por la definición ideológica del proyecto presidencial; del PRI con la oposición por la ausencia
de reglas electorales en un año eminente y conflictivamente electoral;
de segmentos priístas con el gobierno porque la dependencia orgánica
ha beneficiado el control del presidencialismo sobre su apéndice, el
partido; de las fuerzas sociales liberadas por la reforma económica y
productiva contra un Estado autoritario que no quiere soltar el control
de la economía; en los propios procesos electorales; del PRI con sectores importantes de la sociedad movilizados por la oposición; y del
PRI con sus nuevos aliados —iglesia, los Estados Unidos, empresarios, banqueros, inversionistas extranjeros— por la definición de los
nuevos espacios de poder.
72
LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA
f) De cara al momento delicado del cambio de presidente, el
país tenía bien definida una muy clara agenda pendiente por la democratización —el pasivo político del salinismo—:
-La reforma democrática del PRI.
-La democratización de los procesos electorales.
-La democratización del DF.
-El diálogo democrático con la oposición.
-La democratización del sistema de toma de decisiones económicas del gobierno.
-La profundización de la reforma económica y productiva mediante acuerdos con los protagonistas.
-La democratización de la presidencia de la república.
-El airamiento de las grandes decisiones nacionales, como la
negociación del Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio.
-La creación de espacios democráticos para la participación de
la sociedad.
-La democratización de los medios de información, instrumentos de control político del sistema.
-La democratización del proceso de sucesión presidencial.
g) El reto nacional era triple: en lo económico, crecer sin crisis
y con distribución equitativa de la riqueza; en lo político, instaurar esquemas democráticos y participativos; y en lo social, aliviar los términos de la desigualdad social creciente.
h) Lo malo de este esquema fue un solo detalle: la democratización del país no fue la prioridad del proyecto salinista. La democracia resultó excluyente del esquema modernizador económico.
73
EL COLAPSO SALINISTA
LA QUINTA CRISIS
_______
C
omo una maldición política, a Salinas de Gortari le llegó su crisis
de fin de sexenio cuando todo parecía haber culminado satisfactoriamente para él justo el 28 de noviembre de 1993. Un proceso de
destape del candidato salinista con conflictos controlados y un presidente que declaró a ese día como el más bonito del sexenio.
Pero el salinismo tuvo un terrible despertar el primero de enero de 1994. A lo largo de los siguientes meses la estabilidad social y
política del país entró en una crisis sin precedentes y las posibilidades
de transición sexenal se enturbiaron; al despuntar el sexenio 19942000 el país enfrenta el dilema de cómo retomar el rumbo no sólo de
la estabilidad social y política, sino ahora también económica.
Salinas esperaba pasar a la historia como el presidente del gran
salto modernizador, muy por encima de los otros expresidentes. Había
transformado el rostro de México en un mundo convulso donde otros
grandes cambios habían terminado mal. Además, Salinas logró controlar
lo que parecía el principal problema de gobierno: el proceso de nominación cerrada del candidato del PRI; no sólo logró imponer a su sucesor,
sino que realizó dos destapes presidenciales: el de Colosio y el de Zedillo.
77
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Pero la cadena de sucesos a lo largo de 1994 se convirtieron
en drásticas llamadas de atención que expresaron los márgenes de deterioro del viejo sistema político mexicano.
Los impactos de lo ocurrido fueron asimilados por las estructuras del sistema, pero no quiere decir que hayan sido los últimos o
que no hayan provocado daños internos graves. El sistema político
mexicano ha tenido la sabiduría política de cerrarse ante la adversidad
y de abrirse ante expectativas menos tensas. Más que como un voto
de confianza en favor de Salinas, del grupo de interés cordobista o de
los propósitos de transexenalidad salinista, el sistema reaccionó en favor de sí mismo. Por eso, Salinas pudo operar ostentosamente un segundo dedazo para entronizar a Zedillo como sustituto de Colosio, en
el entendido de que el presidente no debía confundirse: se trataba de
salvar al sistema, no el salinismo. A cambio, el sistema y la sociedad
exigieron a Salinas transformaciones políticas democratizadoras, pero
a éste le ganó el tiempo y la desesperanza.
Crisis de fin de sexenio
A comienzos de 1990, Miguel Basáñez, politólogo y analista
social especializado en encuestas políticas y promotor de la revista
Este País, publicó El pulso de los sexenios: 20 años de crisis en México (Siglo XXI Editores), libro en el que trató de sistematizar la información sobre las crisis de los finales de sexenio de Gustavo Díaz
Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid.
Aunque en otros sexenios se dieron también circunstancias críticas,
en estos cuatro ocurrieron hechos que pudieron convertirse en rupturas institucionales. De hecho, en las crisis de 1968 a 1988 se dio un
común denominador: las crisis mismas definieron el rumbo de los
gobiernos posteriores a su vez, éstos provocaron crisis diversas. Digamos, se verificaron crisis en las conducciones de las crisis.
78
LA QUINTA CRISIS
La indagación de Basáñez es sugestiva:
a) La crisis diazordacista se presentó en 1968 cuando el movimiento estudiantil y la represión del 2 de octubre en Tlatelolco. Las razones de esta crisis se localizaron en las “protestas de una clase media ascendente y a su confrontación con los rasgos autoritarios tradicionales
del sistema político mexicano”, además de evidencias de inequidad en el
sistema de distribución de la riqueza. La respuesta de Echeverría —sucesor de Díaz Ordaz— a la crisis fue ganarse a los jóvenes con un cambio
en el rumbo económico del país y con un lenguaje político beligerante;
sin embargo, el costo de este viaje fue alto: generó desconfianza y condicionó una ruptura de la alianza tradicional con los empresarios; en el fondo, además, el ambiente político no se democratizó.
b) La crisis echeverrista estalló en agosto de 1976 con la devaluación del peso, después de veintidós años de estabilidad cambiaria.
Esta crisis vino precedida de rumores y enfrentamientos, y del asesinato del dirigente empresarial Eugenio Garza Sada. La explicación de
esta crisis hace énfasis en la desconfianza empresarial hacia la política
de Echeverría por su vinculación con grupos progresistas, su alejamiento de los Estados Unidos y por fundamentar el ejercicio del poder sexenal en la movilización de las bases campesinas, obreras y populares. El costo que pagó su sucesor, José López Portillo, fue una
nueva alianza con los sectores empresariales, y ésta se hizo crisis
cuando en 1982 los barones del dinero se insubordinaron al Estado y
destrozaron la economía.
c) La crisis lopezportillista se dio el primero de septiembre de
1982 con la nacionalización de la banca privada. La explicación tiene
que ver con una nueva ruptura en las relaciones de confianza de la
alianza lopezportillista con los empresarios; sobre todo, a raíz del viraje en la política económica dado el ingreso creciente de divisas petroleras. El petróleo justificó una política económica de gasto estatal
creciente, pero de frágil sustento. La caída de los precios internacio79
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
nales del petróleo generó las primeras devaluaciones de 1982, y éstas
llevaron a los empresarios y a los banqueros a romper su alianza con
el gobierno. A la nacionalización bancaria la justificó López Portillo
en términos de enfrentamiento gobierno-banqueros. El costo de esta
ruptura condujo a Miguel de la Madrid a implantar un nuevo modelo
de desarrollo, esta vez neoliberal.
d) La crisis delamadridista —el desplome de la Bolsa Mexicana
de Valores en octubre de 1987 y (tema no tratado por Basáñez pero evidente en el final de ese sexenio) el conflicto electoral de julio de 1988;
hechos vinculados, cada uno, por el destape de Carlos Salinas y su caótica y oscura elección como presidente— tuvo diversos orígenes pero, sobre todo, se perfiló en la debilidad de De la Madrid como presidente, el
conflicto de Salinas con los empresarios como secretario de Programación y la desarticulación del PRI como el partido incluyente. A De la
Madrid le tocó pagar varios sexenios de imprevisión económica y financiera con una política económica antisocial y antipopular. Aunque su sucesor debió buscar la reconciliación política y económica, profundizó en
la aplicación del modelo neoliberal y acabó por deshacer las pocas alianzas que le quedaban al viejo sistema político.
e) La quinta crisis de fin de sexenio apenas se escribió con la debacle salinista de 1994. A partir del esquema de Basáñez es posible darle
una explicación: Salinas no entendió las crisis anteriores porque estaba
casado con su idea de profundizar la modernización económica y productiva, sin resarcir antes la factura social y política histórica. Si el principal mensaje de las elecciones del 6 de julio de 1988 fue el de la urgencia de abrir los procesos electorales, Salinas hizo lo contrario a la lógica
pendular de la política y la economía. Así, la profundización del autoritarismo presidencial cerró los espacios de participación política. Y la crisis
salinista estalló por el lado de la política y de las alianzas oscuras del salinismo con ciertos hombres de empresa: la rebelión en Chiapas y los
asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu tuvieron tinte político y los secues80
LA QUINTA CRISIS
tros de Harp Helú y Ángel Losada tuvieron consecuencias graves en la
alianza Salinas-empresarios financieros y bursátiles.
A partir del análisis de las crisis de fin de sexenio, Basáñez
llega a cuatro conclusiones:
1. Las respuestas a las cuatro crisis habían generado las siguientes crisis porque se habían atacado los efectos y no las causas,
produciendo un “encadenamiento histórico pernicioso, particularmente a través del centralismo presidencialista”.
2. No obstante, el país ha mejorado, aunque de manera accidentada, desde los cuarenta, debido sobre todo a la relativa autonomía
en el “comportamiento de los planos político, social y económico, al
neutralizar y contrarrestar unos a otros sus efectos negativos”.
3. Las crisis de fin de sexenio de Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid habían mostrado una gran “heterogeneidad estructural de la sociedad, que le otorgan una importante capacidad de resistencia a las situaciones adversas, por la diversidad de percepciones a una misma realidad”.
4. El plano superestructural —“los valores, las percepciones,
la comunicación masiva, la cultura”— es el que vincula, transmite y
propaga los fenómenos que ocurren en los otros tres y, por tanto, las
percepciones son tan importantes como la realidad.
La crisis de Salinas
A partir del esfuerzo de Basáñez para dimensionar las crisis de
fin de sexenio, la apreciación de lo que le ocurrió a Salinas en su último
año no escapa de la lógica del conflicto y del agotamiento de los mecanismos de control, persuasión y permeabilidad del sistema político mexicano. Más que atender las consideraciones de la crisis del gobierno de
Miguel de la Madrid, la administración Salinas buscó imponer un nuevo
modelo de desarrollo que —se esperaba— de modo casi automático iba
a generar su propia correlación de fuerzas políticas y sociales.
81
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El error de Salinas consistió en buscar nuevos caminos sin saldar las viejas cuentas pendientes. Si el diagnóstico salinista de la crisis era acertado —el límite de acción del viejo modelo de desarrollo—, su propuesta tuvo tres fallas: desatendió el grado de deterioro
social de la población mayoritaria, se desentendió de las demandas
democratizadoras del país y careció de bases sociales y consensos nacionales. En este sentido, los alcances de su modelo de modernización
económica sin modernización política fueron bastante limitados.
Y si bien los conflictos eran más o menos previsibles, Salinas pecó de optimista. El día del destape de Colosio estaba contento porque había logrado cuajar su proyecto de designación transexenal del candidato
priísta. Nada se interponía en su proyecto de permanencia en el control
del poder más allá de 1994. Pocos eran los analistas que le concedían alguna oportunidad a algún evento lo suficientemente contundente como
para conmover a la sociedad. Pero bien se sabe qué ocurrió en 1994 y cómo se le descompuso a Salinas su panorama político de fin de sexenio.
Si Díaz Ordaz no tuvo respuestas para la clase media; si Echeverría asustó a los empresarios; si López Portillo despilfarró el petróleo; y si De la Madrid no amarró una alianza con el sector empresarial
especulativo, Salinas le escamoteó a la sociedad mexicana su mayoría
de edad y tuvo conflictos con todos los sectores: los empresarios, los
jóvenes, los partidos de oposición, la prensa, la iglesia, el ejército, los
Estados Unidos y los priístas. La virtud de su gobierno —aprovechar
las ventajas del autoritarismo presidencialista— se convirtió en su defecto —negar la irritación de una parte de la sociedad—, y a fin de
cuentas estalló la crisis de fin de sexenio.
Más que una maldición, lo que ha ocurrido cada final de sexenio desde hace más de veinticinco años no ha sido sino la participación dialéctica de la sociedad en la construcción de su futuro. El que
las crisis estallen a finales de sexenio tampoco es casualidad. En cada
fin de sexenio, el presidente acumula una fuerza extraordinaria que
82
LA QUINTA CRISIS
busca sustituir a la dinámica de la sociedad, y el autoritarismo presidencialista se prodiga en la designación personal del candidato priísta
a la presidencia. En este contexto, la crisis de fin de sexenio no es sino la manifestación del conflicto sociedad-presidencialismo en la coyuntura de la gran definición sexenal.
El problema es que los presidentes no ven la dimensión de la
crisis porque están preocupados en la selección de su sucesor. Si el
país tuviera un contexto más democrático —elecciones libres, partidos de oposición más fuertes y vida priísta propia para quitarle al presidente el papel de gran elector—, los fines de sexenio serían menos
conflictivos. Pero no. El presidente —hasta Salinas— designa al candidato para proyectarse en un continuismo y a partir del entendido de
que el elegido será automáticamente el siguiente presidente.
Según la lógica de las crisis de fin de sexenio, la de Salinas será terminal porque la capacidad de reacción de la sociedad mexicana
ha ido in crescendo hasta provocar no crisis sino rupturas institucionales que han liquidado la tradicional estabilidad que en el pasado
atemperó la dimensión de esas crisis. En este esquema, el país se encuentra no pagando una maldición, sino en la coyuntura realista y terrenal de encontrar los espacios políticos que darán a la sociedad mexicana sus ya impostergables cauces de participación.
Sin esos cauces, la crisis de Salinas fue peor que las anteriores, los campanazos de advertencia que no se debieran desdeñar.
83
LAS AMENAZAS DESOÍDAS
_______
C
uando estallaron los problemas en Chiapas, el gobierno ofreció una
escolta especial a un grupo de hombres importantes. Alfredo Harp
Helú, director general de Banamex, hombre clave en la Bolsa Mexicana
de Valores y operador de inversiones de importantísimos funcionarios
públicos y, sobre todo, salinistas, la rechazó. Nadie le insistió y el hombre de negocios fue secuestrado el 14 de marzo de 1994. Un asunto de
seguridad pública se convirtió en un elemento de desestabilización interna y en un conflicto de seguridad nacional porque mostró la debilidad
del país en un momento de importante acoso estadunidense.
Mientras los aparatos de seguridad nacional andaban espiando
donde no debían —alcobas y chismes de vecindad política—, el país
se mostró vulnerable: un grupo guerrillero se organizó durante diez
años y nadie lo “descubrió” hasta que se levantó en armas; alguien hizo estallar una bomba en Plaza Universidad; y nunca se supo qué pasó; asesinaron a dos importantes políticos y las investigaciones se
ahogaron en la ineficacia oficial. La lógica de desestabilización sociopolítica que se desprendió de Chiapas no fue prevista por el gobierno:
después de los bombazos vendrían los secuestros, luego, los ajusticia84
LAS AMENAZAS DESOÍDAS
mientos y, finalmente, los golpes criminales contra figuras públicas
que desatarían la ingobernabilidad de fin de sexenio.
El conflicto en Chiapas tuvo una mala lectura en los altos círculos
del gobierno: lo centraron en la perspectiva local sin pensar en la posibilidad
de un desbordamiento vía grupos aliados, afines o independientes. Si fue
comercial, político o social, el secuestro de Harp Helú mostró a un gobierno
incapaz de prever conflictos que debilitaron su capacidad de gestión.
Aunque haya sido después del niño ahogado, el gobierno salinista
se enfrentó a la necesidad de tomar decisiones, y nunca las quiso asumir:
a) La reorganización a fondo del Centro de Información y Seguridad Nacional. El CISEN debió regresar a Gobernación y no seguir siendo el brazo espía de José Córdoba.
b) La creación de un Consejo de Seguridad Nacional que agrupe la información de las principales oficinas y agencias dedicadas a la
recopilación e interpretación de información política para la toma de
decisiones presidenciales.
c) La urgencia de que el congreso legisle sobre temas de seguridad nacional y cree una comisión de supervisión de las oficinas gubernamentales dedicadas a esos menesteres. De lo acontecido a este
respecto en 1994, nadie se hizo responsable ante las evidentes fallas.
En la transición sexenal de 1994, el país enfrentó cuando menos una docena de riesgos de seguridad interna y externa:
1. El país carece de un padrón de agrupaciones radicales y extremistas nacionales y extranjeras que actúan —con mucho margen de
maniobra— en la ciudad y el campo. Hay datos de la penetración en
México de Sendero Luminoso, la ETA, grupos fascistas latinoamericanos y sectas religiosas vinculadas a organizaciones de seguridad nacional de los Estados Unidos.
2. El narcotráfico es un asunto prioritario de seguridad nacional porque en los Estados Unidos hay una línea de análisis que liga el
narcotráfico con los acontecimientos de Chiapas y sus secuelas. Si
85
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
México no toma la iniciativa, la lucha contra el narcotráfico será el
caballo de Troya de los norteamericanos.
3. Sigue sin haber una explicación de lo sucedido en Chiapas y
con los grupos de poder que hicieron crisis en el sureste. Hay el evidente peligro de posibles vinculaciones con otros estados.
4. No hay una evaluación de los efectos en las estructuras tradicionales de poder de las modificaciones a los artículos 3, 27, 28, 123 y
130 de la constitución. Hay un repliegue de poderes tradicionales y una
consolidación de poderes fácticos. La ruptura de equilibrios políticos y la
nueva correlación de fuerzas sociales es asunto de seguridad nacional.
5. La inquietud en el ejército por las opiniones acerca de su
actuación en Chiapas es un asunto de doble prioridad: para entender
la profundidad y alcance del malestar y prever el debilitamiento de la
moral en un cuerpo básico de la seguridad nacional.
6. El efecto de la apertura comercial en la seguridad nacional
sigue sin atenderse ni entenderse. La penetración comercial e industrial extranjera está afectando a la conformación cultural de la sociedad y ése es un tema de seguridad nacional.
7. La presencia y penetración de organismos de inteligencia y seguridad nacional de los Estados Unidos en México: CIA, DEA, FBI, DIA
y varias más. Han sido no pocas las visitas a México de funcionarios de la
CIA y del área de seguridad nacional del Departamento de Estado para
evaluar la crisis de Chiapas en función de los intereses estadunidenes.
8. La ruptura de pactos internos y la conformación de nuevas
alianzas por el proyecto neoliberal salinista modificaron la correlación de fuerzas sociales históricas y sus compromisos con el gobierno
y con el Estado. El debilitamiento de la fuerza política e ideológica de
éste disminuirá la capacidad de gobernabilidad del sistema.
9. El desbordamiento de grupos radicales exhibe una extrema
debilidad del gobierno y de sus aparatos de seguridad; muestran una
capacidad menguada de gobernabilidad.
86
LAS AMENAZAS DESOÍDAS
10. Los procesos electorales delicados y decisivos en un ambiente de evidente descontrol político y de seguridad podría abrir espacios a
atentados que respondan a la lógica de la desestabilización nacional. El
avance de la oposición en varias regiones del país constituye una debilidad política que se transforma en un desequilibrio de seguridad nacional.
11. El desbordamiento de conflictos locales y la contaminación de otras zonas refleja la incapacidad para apreciar la fragilidad
del control político de la república y la falta de capacidad de respuesta
del gobierno a la problemática. El autoritarismo y la negación de la
realidad llevan a los conflictos violentos.
12. La existencia de cuando menos quinientas personas cuya seguridad debe ser asunto de alta prioridad. Harp Helú rechazó la escolta
ofrecida pero nadie pensó en una vigilancia que evitara lo que ocurrió: el
secuestro de un banquero y agente de bolsa que posee información clasificada sobre inversiones de altos funcionarios. Colosio rechazó la vigilancia a fondo. Ruiz Massieu nunca pensó en un atentado.
El gobierno salinista tuvo muchas llamadas de atención, pero
siempre se negó a la previsión de escenarios conflictivos. Al final, su
gobierno desechó la labor de inteligencia y se agotó en el espionaje
burdo. La sociedad está pagando las consecuencias.
87
LA CAÍDA DEL PROYECTO SALINISTA
_______
C
uando Carlos Salinas asumió la presidencia en diciembre de
1988, el país acababa de pasar por un proceso electoral traumático en el que se ponía en duda el triunfo del candidato priísta. La institucionalización se impuso para salvar la crisis política derivada de la
nominación de Salinas y de unas elecciones agitadas y desaseadas. A
punto de dejar la presidencia, aparecieron los mismos perfiles de crisis política sólo que con algunos otros aspectos que agravaron la de
por sí precaria estabilidad social y política.
Si alguna característica tuvo la crisis política del sexenio Salinista fue la de la pérdida del rumbo. Otros presidentes provocaron
grandes virajes nacionales, pero la capacidad de manejo político impidió el conflicto. Aunque hay priístas y ciudadanos que quisieran no
creerlo, lo cierto es que el país atraviesa por una grave crisis política
cuyos matices desembocan en un hecho hasta ahora inédito: la pérdida de la capacidad de liderazgo político del presidente, que pronto le
disminuiría margen de maniobra a la institución presidencial.
Lo de menos es que Salinas terminara su sexenio con los mismos problemas con que empezó. En realidad, el análisis debe recalcar
88
LA CAÍDA DEL PROYECTO SALINISTA
el hecho central de la crisis: la posibilidad perdida de modificar simultáneamente —aunque a diferentes velocidad y profundidad— los
sistemas político y económico del país. No hay dudas respecto a las
prioridades de Salinas: salvar su proyecto y no buscar el regreso de la
estabilidad social y política.
En el salinismo hubo un debate permanente respecto a los espacios de maniobra del proyecto de modernización. Desde fuera, los
caminos del país sólo podían ser tres, no necesariamente excluyentes:
1. El camino de la evolución histórica; no siempre el más viable por el deterioro del discurso de la Revolución mexicana y la dificultad de seguir enarbolando muchas de sus banderas.
2. El camino del proyecto salinista, afectado por el insuficiente
tiempo sexenal para reformas tan profundas y por la escasez de cuadros políticos para impulsarlo hasta el final.
3. El camino de la estabilidad social y política, que en ocasiones
específicas no hizo sino detener las reformas económicas, sociales y
políticas pero que es indispensable para avanzar por cualquier sendero.
Crisis del modelo salinista
De muchas maneras se ha insistido en la apreciación de la crisis
en el proyecto salinista. Al asumir la presidencia, Salinas definió compromisos concretos y estableció metas claras: la modernización iba a
sacar al país del estancamiento de su desarrollo producto de la crisis de
los ochenta. Con el paso del tiempo, la caracterización de la crisis Salinista es doble: los graves problemas que encara la república y que han
roto con los mecanismos de estabilidad son consecuencia del perfil, la
dinámica y aplicación del proyecto de modernización, profundizados
éstos por errores en la capacidad de gobierno del grupo en el poder.
Si algún elemento puede tener responsabilidad en la crisis de
hoy, es la soberbia. Apoyado en la capacidad autoritaria de la institu89
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ción presidencial y al frente de un grupo compacto que muy pronto
derivó en grupo de interés, Salinas privilegió la fuerza del presidencialismo para imponer su proyecto. Si éste tenía cosas aprovechables,
la falta de sensibilidad política provocó la acumulación de todo tipo
de conflictos.
En este contexto, la crisis del proyecto salinista tiene perfiles claros:
a) La crisis política está marcada por las dificultades para conducir el relevo sexenal. El problema básico fue que no tuvo propuestas concretas para canalizar la actividad de grupos políticos que desbordaron los espacios tradicionales de movilidad política.
b) La crisis social se aprecia en la insistencia del discurso Salinista en la disminución de la pobreza, pero las movilizaciones de grupos marginados convirtieron el deterioro social en debate político. La
crisis social tiene dos variables clave que han tenido que ver con la
estabilidad social y política: el empleo y el salario. Las quejas de grupos marginados se convirtieron en acciones que desbordaron la capacidad de control o de respuesta del gobierno.
c) La crisis económica tiene que ver con el primer corte de las
cifras micro y macro. Pese a que ciertas variables macroeconómicas
presentaban indicios positivos, la fragilidad del modelo dependía paradójicamente del alfiler de la política. Si la economía estuviera fuerte
los hechos políticos no la hubieran afectado tanto.
d) La crisis de credibilidad está perfilada por el aumento en la
noción de incertidumbre de los grupos sociales, económicos y productivos. La fuga de capitales es una reacción de temor de inversionistas especulativos y de largo plazo que no confían en la capacidad
de manejo de la crisis de final de sexenio. Tres datos pueden ilustrar
esta crisis de credibilidad: el temor de los empresarios a los mensajes
optimistas del gobierno; la urgencia empresarial para que se creen
nuevos espacios políticos que desdramaticen la crisis, y la sospecha
de que los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu fueron perpetrados
90
LA CAÍDA DEL PROYECTO SALINISTA
desde el propio sistema político. La virtud del modelo salinista al
comenzar el sexenio se convirtió en defecto: la credibilidad.
e) La crisis de transición nacional, prevista como consecuencia
de los cambios económicos y productivos, retroalimentó las demás
crisis. Los problemas ocurridos en 1994 indican que el proyecto salinista no abrió cauces de participación para la oposición ni para importantes sectores sociales que estaban en desacuerdo con el salinismo.
Las oportunidades perdidas
Pese a la profundidad de los problemas que encaró, Salinas se negó
a abrir alguna puerta de salida para las crisis de su proyecto modernizador.
En el análisis salinista persistió la visión autoritaria que puso en riesgo su viabilidad global. En ese sentido, el salinismo tuvo cuando menos cinco puntos que pudieron evitar un mayor deterioro de la vida nacional:
1. Reconocer la gravedad de la crisis para convocar a un acuerdo nacional que facilitara la adopción de medidas de solución. La recuperación de la estabilidad debió ser una prioridad de gobierno.
2. Reconocer que no todo el proyecto salinista era bueno y que
se requerían bases sociales y consensos nacionales. En sus seis años,
Salinas aplicó medidas de modernización irreversibles, pero hay aspectos que pudieron matizarse para limar asperezas sociales.
3. Pactar la transición a la democracia con todas las fuerzas nacionales, si quería relajar el ambiente político. El equilibrio pluripartidista que
prometió la madrugada del 7 de julio de 1988 ante las evidencias de un
descalabro electoral debió hacerse realidad en el último año de su sexenio.
4. Puso en crisis el sistema presidencialista al bajarlo de su espacio de consenso nacional y llevarlo al punto central del conflicto político.
Ello llevó implícita la liquidación del deseo democrático histórico de
arribar a un equilibrio de poderes. No revalidó el valor político de la presidencia, por lo que los conflictos de 1994 fueron enfilados contra ella.
91
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
5. Necesitó dar mayores garantías de credibilidad al proceso
electoral pero prefirió hacer lo posible para que ganara su candidato.
La tercera reforma electoral, armada al calor del alzamiento en Chiapas, fue limitada y no evitó el conflicto poselectoral. Después del asesinato de Colosio se necesitaban reglas más claras para evitar los desacuerdos partidistas.
Las limitaciones políticas y sociales del proyecto salinista dibujaron un escenario de crisis de fin de sexenio hasta ahora no visto:
la posibilidad de que no hubiera elecciones o de que el candidato priísta perdiera, o que no pudiera tomar posesión.
La crisis era bastante grave, pero tenía puertas de salida. Faltó
voluntad de Salinas para intentar una solución pactada.
92
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
_______
1.
C
uando menos en dos ocasiones Salinas habló de la crisis en Chiapas como de las cosas que no funcionaron. Si se evalúa el conflicto desde una distancia razonable, puede concluirse que en aquel
estado se desmoronó el sistema autoritario de partido de Estado, de
presidencialismo piramidal y de ausencia de instituciones y mecanismos democráticos. En consecuencia, el principal mensaje de Chiapas
señaló la oportunidad, quizá la última, para que el país construyera su
propia transición política hacia la democracia por la vía pacífica.
En el fondo, el gobierno no tuvo muy claro este esquema aunque se vio obligado a reconocerlo como una manera de evitar la guerra. Por eso envió a Manuel Camacho más como negociador que como bombero de las concertacesiones. Pero los zapatistas tampoco entendieron las posibilidades abiertas por su lucha guerrillera y provocaron con sus vacilaciones que la línea dura del salinismo neoliberal se
recompusiera y pusiera candados a los puntos clave que tenían que
ver con la transición democrática.
Si pudiera sacarse provecho a la crisis en Chiapas habría que
resaltar dos puntos:
93
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
1. El fracaso del modelo de modernización económica y productiva salinista, que apretó demasiado la estabilización macroeconómica a costa de un deterioro adicional del bienestar social, sin avances en el empleo y el poder de compra. La sustitución de las funciones sociales del Estado por las reglas del mercado provocó una recomposición de fuerzas productivas que buscaron sus propios canales
de participación y profundizaron los índices de desigualdad social.
2. Ante los acontecimientos en Chiapas, el gobierno se enfrentó a dos dilemas: frenar drásticamente su modelo de modernización
neoliberal y orientar al país hacia el populismo estabilizador del pasado, o sostener la esencia de su proyecto, para abrir cauces democráticos de participación política; el otro dilema también es de profundidad: transitar por los caminos de la democratización política que implicaba un verdadero juego de partidos y una alternancia partidista en
el poder o inclinarse por el endurecimiento para frenar lo que muchos
grupos conservadores calificaban de excesos sociales producto del reblandecimiento de ciertas estructuras del gobierno y del Estado.
En el fondo, los cálculos de Salinas se sustentaron en la apreciación de que el gobierno y el Estado contaban con los instrumentos
coercitivos y de control político para evitar desbordamiento de pasiones, pero se olvidaron de que había caminos no institucionales, como
la guerrilla organizada, para oponerse al proyecto. Si Salinas exageró
en el ejercicio del presidencialismo autoritario y en la anulación de
los poderes legislativo y judicial y de los partidos de oposición, determinadas fuerzas sociales reventaron la estabilidad política forzando
los espacios de la rebelión armada que tiene fundamentos en el Derecho Constitucional mexicano.
El fracaso de la modernización
Salinas siempre manejó el concepto de modernización nacional. Pero el Diccionario de política de Norberto Bobbio (Siglo XXI
94
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
Editores, 1986) señala que “se entiende por modernización el conjunto de cambios en la esfera política, económica y social que han caracterizado los dos últimos siglos”. Bobbio señala dos momentos clave
de la modernización histórica: la Revolución francesa de 1789, en el
ámbito político, y la revolución industrial inglesa a finales del siglo
XVIII, en el terreno productivo. Aunque distantes en tiempo y espacio, la verdadera modernización vinculó lo económico con lo político.
Dice el Diccionario:
“Los dos temas fundamentales que surgen del estudio de la
modernización son, por una parte, la tentativa del hombre por controlar la naturaleza y sujetarla a sus necesidades y, por otra, el esfuerzo
perenne para ampliar el ámbito de las elecciones políticas y sociales
para el mayor número de personas. La modernización es la historia de
estos intentos y de estos esfuerzos.”
En la lógica del pensamiento salinista, concebido desde el Plan
Global de Desarrollo 1980-82, el país había agotado una vía de desarrollo. Para una población creciente, el esquema del proyecto nacional de
desarrollo era insuficiente para la aportación de satisfactores sociales. De
allí que su proyecto de modernización buscara dos objetivos: encontrar
nuevas y más modernas formas de producción nacional, asociadas con el
capital extranjero, que aumentaran las posibilidades de crecimiento económico; e incorporar la economía mexicana a la dinámica de la recuperación del mercado como el motor de la economía internacional.
Visto en su conceptualización economicista, la argumentación
era válida, pero Salinas eludió el problema central del modelo de desarrollo mexicano: el papel intervencionista del Estado no se dio caprichosamente, sino como producto de una correlación de fuerzas sociales. Se
rehusó a darle importancia a esa vertiente del sistema socioeconómico
mexicano. Al quedarse solo con el perfil economicista, la modernización
fue fácil: reformó el Estado mediante una reestructuración del gasto, de
la venta de empresas públicas y de la desregulación económica.
95
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El enredo, sin embargo, fue que Salinas desconoció el concepto histórico del Estado mexicano. Al comenzar el sexenio delamadridista, Salinas fue el impulsor de la reforma constitucional que introdujo en la Carta Magna el término de “rectoría económica del Estado”, pero durante su gobierno lo desconoció. En ambas reformas se
apoyó en su percepción del Estado mexicano de 1983: “el Estado no
es la arena política donde se dirimen los conflictos sociales. Hay una
autonomía relativa del Estado respecto a los diversos grupos que actúan y compiten en una sociedad plural. Por eso debe rechazarse la
posición reduccionista que considera que las formas del Estado varían
simplemente en correspondencia con los modos de producción”.
El criterio salinista de reforma del Estado, que iba a representar el núcleo de su modernización, fue demasiado tecnocrático. Al
desconocer la trayectoria histórica del Estado mexicano, se concretó a
un adelgazamiento económico y productivo del Estado sin pensar que
iba a significar su adelgazamiento ideológico e histórico y, de muchas
maneras, minaría las bases sociales de sustentación del gobierno. El
Estado mexicano se formó en función de pactos y alianzas con fuerzas productivas de diferente calibre, pero con la orientación política
de la constitución de 1917, que redactaron las corrientes triunfantes
del movimiento revolucionario de 1910.
El proyecto de modernización salinista se redujo a la reprivatización de la economía: cambiar la rectoría del Estado por las tendencias del mercado. El solo retiro del Estado del sistema productivo,
visto en el enfoque de la economía cero, no provocó vacío de poder
pero significó el avance de las fuerzas neoliberales. La modernización
sin Estado dejó que la economía fuera dominada por los más fuertes,
provocando un fortalecimiento político e ideológico de las corrientes
empresariales, sin darle nada a las fuerzas sociales dominantes y que,
por la modernización, se convirtieron en dominadas.
96
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
Modernización política = democracia
La modernización salinista cometió errores que estallaron en
la crisis de Chiapas:
a) Se olvidó de abrir cauces institucionales de participación de
los sectores que perdieron en el reacomodo modernizador del retiro
del Estado de la economía. Salinas temió que los sectores perdedores
fueran un obstáculo en la velocidad que quería imprimirle a su modernización y por ello los contuvo y reprimió. Su participación encauzada le hubiera dado equilibrios a la modernización, pero quería un neoliberalismo sin estorbos.
b) Al resaltar lo económico, la modernización cerró espacios
de participación política que hubieran funcionado como válvulas de
escape: sometió al congreso, desarticuló a los partidos y al PRI, controló el poder judicial, cerró espacios del debate e impuso su versión
de la realidad. Salinas estuvo seguro de que la fuerza del presidencialismo inhibiría a la sociedad.
c) Como la modernización era productiva, Salinas se inclinó
por satisfacer las preocupaciones de los empresarios y se olvidó de los
demás. No tardará en producirse una rebelión obrera, pero mientras
llega, ya se conocieron las rebeliones indígena y campesina, dos sectores no sólo olvidados, sino lastimados por el salinismo por su reforma empresarial al artículo 27 constitucional, con la que terminó con
la esperanza del reparto de la tierra, con tal de reprivatizar el campo
para atraer inversiones.
El conflicto en Chiapas obligó a apresurar la modernización
política que le diera cauces de participación a las fuerzas sociales contrarias a su proyecto y a las que liberó la propia modernización. Pero
como Salinas carecía de tiempo para un proceso paulatino y controlado, y había un segmento de la sociedad en rebelión armada contra su
proyecto de modernización, se quedó con sólo dos opciones: profun97
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
dizar su modernización económica y productiva pagando el costo de
la represión a los sectores que protestan, o acelerar la transición a la
democracia como parte de la factura por la modernización, pero modulando la velocidad de la reestructuración productiva.
Chiapas fue la primera dramática llamada de atención para una
transición ordenada a la democracia. Los zapatistas se levantaron en armas
pero dejaron un espacio político para la negociación de una agenda para la
transición a la democracia, entendida como un gobierno de, para y por el
pueblo. Salinas malgastó su escaso tiempo político con parches que no
evitaron que el país cayera por la pendiente de la violencia política.
2.
El ataque zapatista cuando aún no terminaban las doce campanadas del nuevo año de 1994 tuvo un mensaje directo: era el comienzo del año de entrada de México al mítico Primer Mundo, de la mano
del Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio, pero también un reencuentro con la realidad: la rebelión indígena-campesina chiapaneca
fue la mejor evidencia de la primera crisis de la premodernidad en el
inicio de la posmodernidad, sin pasar por la modernidad.
Como un castillo de naipes, el mundo feliz de Salinas se vino
abajo. Lo de menos son los arrepentimientos. Durante años fueron insistentes las llamadas de atención de que el proyecto de modernización salinista cojeaba de las dos piernas, la económica y la política,
pero la autosuficiencia del poder nunca las atendió. Sea cual fuere el
desenlace de Chiapas, el país vivió la certeza de que los mundos ideales no se construyen con palabras o con buenos deseos, sino con realidades contradictorias que hay que encarar.
El principal problema de la “modernidad” salinista es que no
se trató de una modernización. Desde el debate de la constitución de
1917, se advirtió el conflicto de una modernidad incomprensible e
98
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
inaprehensible. Para el gobierno salinista la modernidad fue concebida como la incorporación de México a la dinámica económica, financiera y comercial cambiante del mundo occidental. El desmoronamiento de la Unión Soviética como polo ideológico y productivo evidenció que el mundo debía entrar a la era moderna.
Pero no era tan fácil. La historia señala el inicio del mundo
moderno con el salto económico cualitativo que dio la producción en
el siglo XVIII. Desde entonces, el concepto de modernización tiene
una relación económica y productiva. En su enfoque relativista, Salinas descubrió la modernización en su viaje a Francia en 1989 —al celebrarse el segundo centenario de la Revolución francesa—, aunque
ya desde 1979 comenzara a manosear el término de modernización en
la redacción del Plan Global de Desarrollo 1980-1982, que arrancó la
meteórica carrera salinista hacia la presidencia. A la mitad de su sexenio, Salinas se lanzó a la modernización apresurada del país.
En su quinto informe de gobierno se mostró más que satisfecho. La modernidad estaba sustentada en cambios cualitativos del sistema económico y productivo, y de las relaciones de poder entre el
Estado y el mercado. A partir de las nuevas formas de producción —
nuevas por el viraje hacia atrás que le dio, cuando el modelo de intervencionismo de Estado de 1917 se había adelantado a su época—, Salinas sólo se sentó en el umbral de Los Pinos a ver pasar la modernización social y política. Pero en vez de advertir ese nuevo país, sólo
vio la multiplicación de las manifestaciones sociales públicas contra
su modelo de modernización.
Las razones no son difíciles de explicar. México entró en una
etapa particular de modernización cuando legitimó constitucionalmente la intervención del Estado en el sistema económico y productivo, porque se dio de la mano de un proceso de revolución social y política. Por sí mismo, el intervencionismo estatal no habría provocado
reajustes en la vida política y social, o así lo creyeron los constituyen99
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
tes de 1917 y así lo vio el propio Salinas en 1983, cuando era secretario de Programación y Presupuesto, y al arrancar el gobierno de Miguel de la Madrid justificó las modificaciones que legitimaban el concepto de rectoría económica del Estado: “la Constitución de 1917 sintetiza la experiencia política y jurídica del pueblo de México. No sólo
refleja la composición de factores reales de poder y la intervención de
legisladores ilustres que participaron en la lucha constitucional, sino
que representa un proyecto de desarrollo nacional”.
Pero no releyó sus palabras. Como presidente puso en marcha
un proyecto de reforma económica y productiva de la constitución y
por tanto del proyecto de desarrollo nacional a partir de la llamada reforma del Estado, que no fue sino el replanteamiento de su capacidad
de intervención en la economía. Más que una reforma sustentada en
evaluaciones particulares o reacomodos de equilibrios políticos reales, la reforma salinista estuvo contextualizada por las coordenadas de
la revolución del mercado en todo el mundo, sobre todo en las economías planificadas de la órbita soviética. Pero como Reagan-Bush,
Thatcher y Gorbachov, Salinas se encontró que la historia tiene su
propia dinámica y su propia lógica.
Salinastroika sin priísnot
¿Qué falló? Chiapas puede ser el laboratorio de análisis de la
crisis de la posmodernidad salinista. Mientras el grupo de interés cordobista se atareaba con el amarre de los mecanismos que hicieran
irreversible el tránsito productivo a la modernización, el México profundo, viejo, histórico, se debatía en sus propias contradicciones: ¿cómo pasar a un sistema productivo capitalista sin discurrir antes por la
etapa de la propiedad colectiva rural? ¿Cómo transformar a los caciques feudales en señores de la propiedad por acciones? ¿Cómo modificar las relaciones de poder basadas en las alianzas alcahuetas que se
100
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
agotaban en la apropiación de los puestos de representación popular y
en la complicidad entre las élites beneficiarías de la explotación de
grandes masas indígenas y campesinas?
El problema de la modernización salinista, que saltó en Chiapas, fue doble:
a) Modernización económica y productiva incompleta. Las
experiencias recientes del tránsito de economías estatales a las de
mercado señalan las dificultades cuando se dan como consecuencia de
una liberalización absoluta o de una deshipoteca estatal paulatina controlada por el mismo Estado. La clave se encuentra en el papel activo
del Estado para conducir su propio acotamiento. La reforma salinista
se dio por la vía autoritaria en dos niveles: no se acordó con los agentes activos del estatismo y el Estado no soltó realmente la economía, y
las fuerzas del mercado no se reacomodaron. En esta lógica, el nuevo
mercado mexicano no produjo sus agentes sociales del cambio: tan
sólo generó cómplices y beneficiarios de la modernización.
b) La inexistente modernización política. Deslumbrado no sólo por el ejemplo de Mijael Gorbachov, agente del cambio soviético,
sino por los elogios que éste le virtió en 1989 como ejemplo para el
mundo, Salinas no fue ajeno a la interpretación de que la modernización mexicana era la perestroika salinista, que Lorenzo Meyer calificó, no sin picardía, la salinastroika. Sin embargo, la dinámica del
cambio soviético hasta antes de los errores de Gorbachov durante el
golpe de Estado de 1990, relacionó la reestructuración productiva con
la apertura política. En México, la modernización política debía comenzar por el PRI, pero allí se extravió. Al final, el proyecto mexicano quedó en una salinastroika sin priísnot.
Comenzar desde el principio
Repentinamente, el México histórico se le apareció a Salinas
como fantasma sexenal para terminar con las ilusiones. Nadie supuso
101
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
un levantamiento armado, pese a las evidencias concretas que tenían
las agencias de inteligencia y seguridad nacional, civiles y militares.
Desde la torre de marfil del poder, Salinas y el grupo de interés cordobista desdeñaron los recurrentes guiños de la realidad mexicana.
Era imposible, supusieron, que en plena modernidad se aparecieran
los fantasmas de la premodernidad. La realidad terminó por imponerse: indígenas y campesinos, con el apoyo de corrientes progresistas de
la iglesia y de las élites intelectuales, se levantaron en armas para
mostrar las orillas de la posmodernidad.
La lección de Chiapas está a la vista del futuro inmediato: la modernidad económica y productiva no será posible sin una modernización
social y política. Aunque de nada sirven los reproches, habrá que señalar
que Salinas vio con claridad los llamados de atención que le exigieron
una modernidad política urgente: el caótico proceso de elección presidencial de julio de 1988, la XIV Asamblea Nacional del PRI en septiembre de 1990, cuando las bases despertaron de su letargo, y los conflictos
poselectorales de 1991 y 1992 que produjeron la caída de tres gobernadores priístas electos. Con un exceso de suficiencia, despreció estos campanazos. Cuando en Chiapas se oyen disparos de la premodernidad, los
espacios presidenciales de maniobra son más que estrechos: nulos.
El levantamiento tuvo todos los tintes que pudieran caracterizar un conflicto de la posmodernidad: lo premoderno que lucha por
restaurar un pasado que ya no existe ni podrá revivir. Sectores indígenas y campesinos luchan por aquello que la nueva revolución productiva no resolvió, sino que canceló: la propiedad de la tierra. Más que
por desear la incorporación al nuevo sistema productivo industrial —
moderno, pues—, importantes contigentes de la sociedad rural mexicana quieren resolver los agravios de la vieja política mexicana. Sin
una solución real, de fondo y permanente al problema rural, el México industrial tiene pocas posibilidades de consolidarse. Porfirio Díaz
cometió el error de apelar a la modernización industrial del siglo XX
102
CHIAPAS, EL LLAMADO DE LA SELVA
con los ferrocarriles, la inversión extranjera y la industrialización incipiente, pero su olvido del problema rural lo llevó a perecer políticamente, arrastrado por el vendaval de una revolución campesina.
El orden porfirista se fundó con la revolución política de Tuxtepec: un movimiento político que se hizo del poder en 1877 pero que pudo consolidarse al despuntar el siglo XX, con un proyecto de modernización económica inducido por el Estado, que iba de la mano de un esquema de control político. El orden priísta se construyó a partir de la consolidación del poder de los revolucionarios en la época de Calles: un movimiento político que mantuvo el control del poder para imponer un esquema productivo y económico dominado por el Estado y sus bases sociales. El común denominador fue que había una clase política dominante
que tuvo las riendas del poder y de la legitimidad en las manos.
El orden salinista no aprendió del pasado: la dinámica de las
fuerzas sociales y políticas tiene una íntima relación con la dinámica
de las fuerzas económicas y productivas. La modernización salinista
se quedó en el reacomodo de áreas de producción entre el Estado y la
iniciativa privada, pero ese solo hecho lo obligó a cambiar los equilibrios constitucionales básicos sin buscar nuevos consensos sociales.
Ese fue su error. Por eso no fue gratuito que la crisis de la modernización estallara en Chiapas, uno de los estados más atrasados del país,
con condiciones sociales marginadas, con una estratificación de cacicazgos feudales, con un PRI inexistente y con liderazgos sociales confrontados con el poder tradicional establecido.
Chiapas fue la premodernidad que irrumpió la modernidad para
hacernos aterrizar en una crisis de posmodernidad. Habrá que comenzar de nuevo nuestro largo y sinuoso camino hacia la modernidad.
103
LA ECONOMÍA SE POLITIZA
_______
Las preocupaciones de la Bolsa
A
demás de los temores naturales por la incertidumbre política, la Bolsa
Mexicana de Valores envía mensajes en código. Uno de ellos se decodificó el viernes 24 de junio de 1994, cuando el índice bursátil se desplomó
55.8 puntos en menos de una hora por la renuncia del secretario de Gobernación, Jorge Carpizo. Los principales tropiezos de la bolsa en 1994 se dieron por indicios de ruptura en el interior del salinismo: el asesinato de Luis
Donaldo Colosio, el activismo de Manuel Camacho, el videodestape de Ernesto Zedillo, la renuncia de Carpizo, el asesinato de Ruiz Massieu.
La especulación económica y financiera es una respuesta reactiva de los mercados de dinero a los problemas de control en el gobierno
salinista. Fue significativo que la bolsa y las inversiones no reaccionaran el 13 de mayo con la derrota de Cuauhtémoc Cárdenas en el debate
televisivo del 12 de mayo y su caída al tercer lugar electoral, cuando la
dialéctica política de la economía señalaba que el deterioro económico
—desempleo, salarios bajos y recesión— ayudaría a Cárdenas a recuperar escalones político-electorales en la víspera de las elecciones, y
dañaría a Zedillo, quien representa la continuidad neoliberal.
El cruce de las variables económica y política apareció fuera de
control en 1994 por el nerviosismo electoral y los sucesos inesperados que
104
LA ECONOMÍA SE POLITIZA
señalaron que el salinismo perdió el control del país. El punto clave se localizó en la percepción de los inversionistas nacionales y extranjeros respecto
al rumbo que tome el país. La empresa Solomon Brothers señaló a sus clientes, según reportó Dolia Estévez en El Financiero (21 de junio de 1994),
que las proyecciones económicas de los inversionistas debían basarse en los
sucesos políticos antes y después de las elecciones del 21 de agosto.
Como un hecho destacado se registró el impacto económico de
determinados sucesos: Chiapas asustó a algunos inversionistas bisóños.
El tropiezo más importante se dio con el asesinato de Colosio. Cálculos
oficiales indicaron que le costó al país algo así como 450 mil empleos
para 1994, pues la incertidumbre generó especulaciones en varios frentes que condujeron a alzas de tasas de interés que a su vez indujeron a
la desaceleración económica. La pérdida de empleos fue mayor por el
efecto del asesinato de Ruiz Massieu seis meses después.
El índice de confianza política de los inversionistas es difícil
de medir, salvo cuando rompe la banda de flotación de la credibilidad
en la capacidad de control político del gobierno en turno. El pánico
tradicional de finales de sexenio se volvió a presentar en los meses finales del gobierno de Salinas. La conducta psicológica de los inversionistas respondió a una realidad insoslayable: quién ganaría las
elecciones, cómo se daría la transmisión del poder, qué eventos sangrientos pasarían y qué ocurriría a partir del primero de diciembre.
El problema económico cayó en los terrenos de la psicología política y social. Los inversionistas temieron que se perdiera la capacidad
de gobernabilidad política y que ésta llevara a decisiones equivocadas en
política económica (la devaluación con Echeverría y la nacionalización
de la banca con López Portillo). Además de una actitud política para influir en el rumbo electoral, la movilidad de los inversionistas fue también
reactiva. La devaluación puede ser una respuesta a la reacción psicológica de los inversionistas, porque la crisis del salinismo provocó desconfianza respecto a la capacidad de gobernabilidad del sistema priísta.
105
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
La psicología política de la economía tiene actitudes reactivas:
a) La contención de sus inversiones. El pasmo económico no se
convierte en una presión política sino en una respuesta como reflejo
condicionado. Hay empresarios que creen que Zedillo garantiza más la
seriedad económica que Colosio, pero aun así las inversiones no van a
fluir hasta que Zedillo demuestre que puede controlar el sistema.
b) La vulnerabilidad de los mercados representa el aspecto más
conflictivo de la confiabilidad económica, porque muchas veces se
cruzan los temores con la especulación misma. En el fondo, el gobierno aparece como víctima de sus propias medidas, pues hasta hace poco la volatilidad de los mercados de capitales era presentada como un
triunfo del mercado. En 1994 esas leyes del mercado se le revirtieron
como respuestas negativas que afectaron la conducción económica.
c) La psicología política del inversionista es inescrutable. Más
que responder a la racionalidad de la ganancia, sus movimientos obedecen a circunstancias. El factor seguridad-inseguridad tiene resortes
que saltan a la menor provocación, pese a que las experiencias de sexenios pasados llevaron a los inversionistas a perder ante la incapacidad del gobierno para controlar los chicotazos de la economía.
d) Pese a que el gobierno ha creado mecanismos paralelos que
buscan alejar el fantasma de las devaluaciones, los inversionistas tienden a la búsqueda de la seguridad. Así, el tipo de cambio es el indicador de la tendencia de la economía. Lo que padece la economía en
1994 es el cruce de una realidad estadística con una realidad política.
e) El temor en economía es una variable no cuantificable. Se trata de
un espacio puramente psicológico. Si la racionalidad señala que la mejor
manera de alejar la devaluación es moverse en las bandas oficiales, los nerviosismos se convierten en inercias negativas que alimentan la especulación.
En el fondo, los empresarios e inversionistas demostraron, con
sus reacciones erráticas ante los imponderables, que eran bisóños en
política. En lugar de apuntalar la democracia como factor de estabili106
LA ECONOMÍA SE POLITIZA
dad económica, sus respuestas especulativas a la incertidumbre política fueron reactivas y de corto plazo, y retroalimentaron la inestabilidad económico-política, creando un nuevo círculo perverso.
Pacto adelantado: el voto no fue suficiente
Las presiones sobre el tipo de cambio, que habían quemado
parte de las reservas, obligaron a Salinas, a finales de septiembre de
1994, a entregarle el poder económico de manera adelantada a su sucesor, pues había firmado un compromiso que tendría vigencia hasta
diciembre de 1995. Entre resistir una presión devaluatoria o violar las
formas políticas, optó de nuevo por sacrificar la política.
Lo más importante del contexto político que rodeó la firma del
pacto estabilizador en septiembre fue que los empresarios mexicanos,
que se habían convertido en los factores determinantes de la viabilidad del modelo neoliberal del salinismo que continuaría como zedillismo seis años más, no se conformaron con el resultado electoral favorable a su candidato. De haber quedado satisfechos con el triunfo
de Zedillo, nada les costaba haber esperado menos de tres meses para
que el próximo gobierno reafirmara el continuismo. Pero las presiones devaluatorias fueron la primera muestra de desconfianza empresarial hacia su gobierno.
No fue suficiente que el PAN —aliado natural del empresariado— le quitara al PRD el segundo lugar, ni que Cuauhtémoc Cárdenas haya podido apenas acreditar 17% de los votos. Tampoco que el
economista neoliberal Zedillo fuera el candidato priísta —y no Luis
Donaldo Colosio, al que consideraban populista—; que el voto masivo haya llevado a su candidato al triunfo electoral y que la oposición
se hubiera paralizado y no le cuajara el conflicto poselectoral.
Las presiones económicas y devaluatorias sobre Zedillo se dieron
—y no fue gratuito— en la coyuntura de la definición del programa de
gobierno del sexenio zedillista y en los momentos clave de la afinación
107
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
del gabinete presidencial del gobierno siguiente, hechos en los que los
empresarios quieren tener intervención directa. Por lo pronto su presión
devaluatoria fue una intervención indirecta en los asuntos del gobierno y
del Estado, algo que el modelo neoliberal salinista no previo cuando liquidó el papel del Estado en el equilibrio social y productivo.
Lo de menos era que se guardaran las formas. La premura por
garantizarle a los empresarios el continuismo de la política económica
neoliberal obligó a la firma adelantada del pacto. Ello explicó la presencia en Los Pinos, en una ceremonia de gobierno, del jefe de asesores del candidato del PRI, algo que legalmente tipificaría el cargo de
delito electoral, pues Zedillo aún no era presidente electo.
Pero ocurrió que el candidato priísta hubo de responder a las expectativas de sus verdaderos electores, los empresarios que durante 1993 y
1994 azuzaron la bandera de la inestabilidad y el caos económico —como
ocurrió con los empresarios priístas Roberto Hernández Ramírez, Juan
Sánchez Navarro y Claudio X. González, beneficiarios de la reprivatización de la economía pública— si la oposición ganaba las elecciones. El
mensaje subyacente en el esquema de definición de la política económica
para el siguiente sexenio radicó en el hecho de que Zedillo aún no perfilaba el tipo de política social y de desarrollo que pretende impulsar en su gobierno, pero ya le habían puesto el candado de la estabilidad y el neoliberalismo financiero que limitara sus compromisos sociales.
La imagen política del pacto la evidenció un Fidel Velázquez
liquidado por el tiempo y el desgaste político. ¿Podía un líder priísta,
que representa a un sector obrero minoritario y golpeado por el gobierno, firmar en nombre de la mayoría de los trabajadores? La lógica
política diría que no, pero el propio Fidel sabe que sus únicos momentos de esplendor político reciente, en los que aparece junto al poder
presidencial, ocurrieron cuando fue a firmar pactos que dañan el nivel
de vida de los trabajadores; pero a él y a la CTM le permiten sobrevivir como grupo corporativo de carácter fascistoide.
108
LA ECONOMÍA SE POLITIZA
Si el pacto económico surgió en 1987 como un instrumento para
concertar cuando menos seis variables económicas que ayudaran a bajar
la amenaza inflacionaria sin ceder el PIB —salarios controlados, tipo de
cambio semifijo, tasas de interés a la baja, apertura comercial, precios
públicos subsidiados y superávit público por la baja del gasto social—, el
pacto se concretó a revivir el modelo del desarrollo estabilizador neoalemanista en que la meta de la inflación baja amarrada a un tipo de cambio
controlado, determina toda la política económica. El pacto salinista fijó
una meta inflacionaria y definió el resto de la política económica.
Lo único claro es que Zedillo no está engañando. Su candidatura estuvo definida no por su compromiso político ni por su militancia
priísta ni por su visión de estadista ni, menos, por su capacicidad para
encarar conflictos políticos y económicos, sino por algo mucho más
sencillo: fue la garantía de continuidad que exigieron los empresarios
especuladores en marzo de 1994, cuando fue asesinado Colosio, para
no dejarse apoderar por el miedo político. De ahí que el pacto estabilizador de Zedillo sea una respuesta que tiene pocos destinatarios.
Lo de los apellidos es lo de menos. El pacto de Miguel de la Madrid fue de. solidaridad y dañó a la mayoría de los mexicanos que la necesitaban. El de Salinas fue de crecimiento y la economía se estancó. El de
Zedillo fue de bienestar, pero incompatible con el candado estabilizador.
Si se ven en su óptica económica, no fueron malos. Su única deficiencia
para ser perfectos es que le sobran cuarenta millones de mexicanos.
El alfiler de la economía
Al día siguiente del asesinato de Colosio, la incertidumbre se
apoderó de los inversionistas extranjeros de corto plazo. Por eso, desde el mismo 23 de marzo comenzó a circular en los Estados Unidos la
virtual nominación de Ernesto Zedillo, como una forma de tranquilizar los mercados. La inestabilidad en los mercados financieros aclaró
que el principal problema mexicano no era el de la continuidad del
109
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
modelo neoliberal del salinismo, sino la pérdida de la estabilidad social y política que afectó la confianza en la economía y desarticuló el
modelo económico.
El comportamiento de la economía desde el 24 de marzo confirmó lo anterior. En dos semanas, el gobierno salinista hizo muchos movimientos para retomar el control de la economía, pero las señales del mercado indicaron que la meta no fue lograda. Las decisiones de última hora
para evitar la devaluación —quemar reservas y aumentar tasas de interés— taparon el hoyo del tipo de cambio pero abrieron los de la inflación
y de la desaceleración, y ello aumentó la incertidumbre social.
Si el principal problema de la economía era político, Zedillo garantizó la continuidad del modelo económico de apertura económica, pero no
pudo asegurar la recuperación de la estabilidad social y política. Su candidatura fue impuesta al PRI como la de Salinas hace seis años. Y como hace
seis años, ese estilo político rompió las reglas internas del priísmo.
Lo que extrañó a muchos analistas de riesgo económico de los
Estados Unidos fue que la reacción interna a la designación de Zedillo, como candidato sustituto, haya sido de desconfianza. Para los inversionistas, reunía los requisitos necesarios para la continuidad del
modelo salinista: fue secretario de Programación y Presupuesto; es
economista; maneja la economía ortodoxa; está convencido del modelo neoliberal salinista, y tiene formación cordobista. Sin embargo, no
era un candidato con perfil político que pudiera reconstruir la alianza
priísta que en el pasado fue garantía de estabilidad social y política
que permitió, a su vez, estabilidad económica.
El alfiler que sostendrá la viabilidad política económica es
propiamente político-político. Salinas impuso su modelo económico
porque privilegió la estructura autoritaria del ejercicio del poder en
México, pero desgastó tanto los mecanismos autoritarios que Colosio
se dedicó a reconstruir las alianzas básicas del sistema político. Si éste no iba a variar el rumbo económico, siempre supo que las eleccio110
LA ECONOMÍA SE POLITIZA
nes iban a ser de a deveras y que los votos se ganaban con compromisos sociales y populares.
Como a finales de los sexenios de Echeverría, López Portillo y
De la Madrid, los signos de desconfianza de la sociedad en el final del
salinista se manifiestaron en la pérdida de estabilidad de la política
económica. Para mantener el rumbo y el contenido del modelo económico, el gabinete económico salinista actuó con medidas de corto plazo con efectos desestabilizadores de mediano plazo. El alza en las tasas de interés frenó la presión devaluatoria pero provocó presiones recesivas e inflacionarias y redujo las expectativas del PIB para 1994.
Las decisiones de emergencia para evitar el colapso indicaron lo
que se ha querido negar: la vulnerabilidad del modelo económico salinista:
a) En lo técnico, el modelo se salió de las fórmulas establecidas.
La propuesta original era abatir la inflación, resolver la inestabilidad
cambiaria y lograr tasas consistentes de crecimiento económico, de manera simultánea. No resultó. El PIB se sacrificó en aras de la inflación y
la baja inflacionaria se pospuso para evitar la inestabilidad cambiaria.
b) En lo social, los compromisos fueron incumplidos. La modernización productiva y la estabilización económica no generó un
mejor reparto de la riqueza, salvo en las cifras oficiales. Los mejores
indicadores del bienestar son el empleo y el salario. La tasa de crecimiento promedio del sexenio salinista no creó el millón de nuevos
empleos anuales que requiere el país y el salario siguió por debajo de
su capacidad de compra.
c) En lo político, Colosio se dio cuenta a tiempo y Zedillo no
debe tardar en comprender una verdad política: la sociedad mexicana
quiere un sistema democrático y un mejor nivel de vida.
El colapso político de 1994 derivó en colapso económico.
111
EL FRACASO DEL PRI
_______
S
i el PRI nació como PNR en 1929 para estabilizar al país después de la
lucha que se desató por el poder cuando el asesinato del sonorense Álvaro Obregón, en 1994 el PRI acumuló evidencias de que se encaminó hacia su muerte como consecuencia del asesinato del sonorense Luis Donaldo
Colosio. Si durante sesenta y cinco años fue —con altibajos, pero funcional
en objetivos de corto plazo— una garantía de estabilidad social y política,
con el salinismo se convirtió en un factor de inestabilidad social y política.
Desde la crisis de 1968, la muerte del PRI se ha anunciado con
frecuencia. Sin embargo, el principal problema ha sido la ausencia de
una oposición organizada para competirle el poder al sistema priísta.
Lo paradójico es que la oposición existe y proviene de un desprendimiento del PRI. Si Colosio había entendido que la posibilidad de su
triunfo estaba en porcentajes menores a 50%, Ernesto Zedillo debió
partir de la posibilidad de que, en el contexto del colapso de 1994, pudiera haber perdido las elecciones.
En este contexto, y a partir del saldo electoral del 21 de agosto y
del efecto interno por el asesinato de Ruiz Massieu a manos de una pan112
EL FRACASO DEL PRI
dilla de priístas, el PRI enfrenta un dilema: si persiste en su dependencia
del juego presidencialista disminuido por la participación creciente de la
sociedad, su fase terminal estará en el escenario del cortísimo plazo. Pero
si los priístas deciden asumir su responsabilidad al margen de los intereses del presidencialismo podrán conducir su transición, acelerar su transformación democrática y entrarle a una vida política caracterizada por la
alternancia en el poder. La solución a este dilema no será fácil ni mecánica y deberá pasar por una ruptura en la alianza histórica del partido con
el Estado, provocada más bien por el abandono del gobierno de las metas
y compromisos históricos que le dieron vida al PRI.
El momento actual del PRI no es el más adecuado. El perfil de
la crisis priísta —que agudizaron los problemas de gobernabilidad en
1994— está señalado por elementos fundamentales:
a) La presidencia rompió con el PRI. Por primera vez, el proyecto presidencial no sólo no fue el del PRI sino que Salinas, quien
llegó al poder por el PRI, se dedicó a modificar los tres puntos básicos del priísmo histórico: la ideología de la Revolución mexicana, los
artículos constitucionales de 1917 y el carácter protagónico del Estado. Así, en el sexenio salinista el PRI se empanizó. Si en el pasado el
PRI fue el espacio político para dirimir pacíficamente las disputas del
poder entre facciones, corrientes, grupos, sectores y tendencias, en el
tiempo salinista el PRI ya no sirvió para eso sino que, al contrario,fue
escenario de disputas sangrientas por el poder, como lo revivieron los
crímenes de Colosio y de Ruiz Massieu.
b) Los liderazgos priístas se deterioraron hasta el desprestigio. Si
antes, la función básica del presidente del PRI era la de decirle no al presidente de la república —un contrapeso que evitó la dictadura presidencialista y que facilitó el juego de compensaciones entre grupos políticos—, en el pasado sexenio los presidentes del PRI fueron anulados.
c) La pugna dinos-renos —los dinosaurios o viejos políticos
contra los renovadores educados en los Estados Unidos— se dirimió
113
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
en favor de la tecnocracia. Los datos más relevantes los constituyen
las imposiciones de José Ángel Gurría y Luis Téllez, dos neoliberales
que promovieron reformas económicas contrarias a la ideología histórica del PRI —el primero con la deuda y el segundo al enterrar el artículo 27 constitucional—, como piezas clave del priísmo zedillista. En
cambio, los viejos políticos, a los que nunca les asesinaron un candidato ni se les levantaron en armas indígenas ni campesinos, fueron
desplazados de las estructuras partidistas. De los candidatos presidenciales tecnócratas, Zedillo es el que más desconoce la historia del
PRI. La pugna dinos-renos perfiló con mayor claridad la disputa por
el PRI entre neoliberales y progresistas.
d) Si de por sí los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu fueron
traumáticos para el priísmo, el priísmo bajacaliforniano y el nacional
se encontraron como principales sospechosos de esos crímenes. Al
menos ésos fueron los mensajes que entonces salieron de Los Pinos
para amarrarle las manos a los políticos-políticos. Lo malo no fue la
acusación, sino que el propio gobierno se vio como el más interesado
en sembrar esa duda en contra de los priístas, como una forma de anularlos para meter a salinistas en las posiciones políticas. Del lado contrario, los priístas apenas se defendieron y siguieron fortaleciendo al
grupo neoliberal que los anduvo acusando de asesinos.
e) Dentro del PRI se desató una lucha por el poder a raíz de la
muerte de Colosio. La tradición priísta señalaba que el presidente en
turno tiene la facultad para designar a su sucesor y que lo podía hacer
sólo una vez. La muerte de Colosio obligó a Salinas a operar un segundo dedazo en favor de un candidato de nula militancia priísta, sobre todo, porque los priístas cargaban con la acusación de asesinos.
Los priístas se movieron en los sótanos de la política para abrirle espacios a los políticos-políticos, pero Salinas utilizó la vertiente autoritaria del presidencialismo para parar en seco esas intenciones. Pero si
impuso a Zedillo como sustituto, el costo fue más alto que el que el
114
EL FRACASO DEL PRI
propio Salinas debió pagar en 1988, cuando nada más la cibernética
pudo sacarle el apretado triunfo del 6 de julio: Zedillo se quedó prácticamente sin partido.
Priísmo desmoronado
El fin del PRI se veía venir desde 1982, cuando la lógica de la
crisis económica obligó a López Portillo a designar como candidato a
Miguel de la Madrid para garantizar la estabilidad financiera. Si el
PRI nació para buscar los acuerdos internos que permitieran la estabilidad política, se descuidó el asunto económico. El perfeccionamiento
del sistema económico y productivo —mezcla de capitalismo con reformas sociales— nunca pudo lograr un reacomodo en las estructuras
políticas y de poder. El discurso social y antiimperialista de Echeverría, que con López Mateos y Díaz Ordaz nunca provocó nerviosismos, en la primera mitad de los setenta generó las primeras cuarteaduras al sistema político.
La crisis de éste comenzó cuando el PRI y el priísmo dejaron
de satisfacer las preocupaciones de la mayoría de los sectores productivos, sociales y políticos y éstos comenzaron a presionar por la libre
para conseguir el bienestar social. La clave se debe localizar en uno
de los secretos del PRI como partido en el poder por sesenta y cinco
años: su conformación como gran coalición de clases e intereses populares, y no precisamente su estructura de partido político clásico. El
PRI nació en 1929 para ordenar el acceso político al poder por parte
de todos los grupos, evitando asonadas y levantamientos por parte de
grupos de militares. Sus posibilidades fueron tan amplias como su capacidad de inclusión, pues se dio el caso de que empresarios y trabajadores, latifundistas y campesinos, clases marginadas y altas, tuvieran cabida en el partido. Así, el PRI jugó el papel de cámara de descompresión de la vida nacional.
115
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
De hecho, ha sido siempre un partido subsidiario. Es decir,
subsidia la conformación irregular de la sociedad civil y de la sociedad política. De la mano de un presidencialismo consensual y de una
política económica que logró casi tres décadas de crecimiento sostenido, el PRI consiguió mantenerse como el partido-garantía de la estabilidad. A su favor, tuvo la escasa organización de la oposición de izquierda y derecha. Es más, tuvo la habilidad para fabricarse su propia
oposición a ambos flancos de la geometría política. El punto de referencia más certero es el que señala que —a diferencia de otros países
en donde la lucha por la presidencia es en serio y en las urnas— en
México la nominación del candidato presidencial priísta era la elección presidencial.
Las razones que explican el fin del PRI:
a) El desgaste natural del ejercicio del poder por sesenta y cinco años, cargando con vicios y virtudes, triunfos y derrotas y crisis y
auges. Los mecanismos internos de funcionamiento del PRI se enmohecieron y las luchas intestinas llevaron a la desarticulación de los
acuerdos, compromisos y equilibrios internos que evitaban las pugnas
violentas. La lucha interna por el poder se volvió sangrienta. El PRI
comenzó a declinar en 1968, cuando se volvió un partido excluyente
de compromisos, ideas y corrientes. La debacle se vio en 1988 cuando
un expriísta como candidato de la oposición estuvo a punto de arrebatarle al PRI en las urnas la presidencia.
b) Las razones del poderío priísta se encontraban en la anuencia —por omisión o selección— de la sociedad respecto al ejercicio
del poder priísta. Los gobiernos priístas buscaron satisfacer las demandas sociales de sus principales sectores dentro de un esquema de
economía mixta que también privilegió la concentración de capital en
grupos monopólicos. Cuando abandonó ese camino y se convirtió en
el partido del neoliberalismo proempresarial, la crisis de los consensos sociales anunció los primeros problemas de legitimidad mayorita116
EL FRACASO DEL PRI
ria del PRI. La principal característica de esta etapa fue la movilización de la sociedad fuera de los cauces priístas. Al dejar de ser el PRI
el espacio de solución de controversias de todo tipo, el conflicto social se volcó sobre el gobierno, la presidencia, el congreso, los partidos de oposición y la vida cotidiana.
c) Él deterioro natural del PRI por el desgaste en el ejercicio
del poder llevó al fortalecimiento de la oposición. Paulatinamente fue
perdiendo posiciones de poder. Si hace no mucho el PRI debió inventar mecanismos políticos para abrirle espacios a la oposición en zonas
donde nunca iba a llegar por los votos —como las diputaciones de
partido por votación proporcional y no directa—, en el pasado sexenio ha tenido que inventar estructuras de poder que disminuyan el poder de la oposición, alarguen su posesión de ciertos niveles de gobierno y eviten los triunfos electorales de otros partidos.
d) Pese a que el argumento central del fraude patriótico señalaba que la oposición no debería llegar al poder porque estaba impreparada para ejercerlo, era contrario a la ideología de la Revolución mexicana, y por tanto, el país debía enfrentar crisis sucesivas, los colapsos económicos, sociales y políticos más graves en los últimos sesenta
y cinco años fueron provocados por gobiernos priístas. Los votos de
la esperanza en favor del PRI —darle otra oportunidad a otros priístas— no resolvieron los problemas cotidianos. Si los gobiernos priístas hasta López Portillo, generaron las crisis económicas con el argumento de que había que hacer concesiones políticas y consolidar
avances sociales, los gobiernos tecnócratas de De la Madrid y Salinas
promovieron medidas económicas que frenaron la descomposición
del sistema productivo pero también promovieron la desarticulación
de los acuerdos sociales y políticos. Hoy, la petición de votos por el
PRI como una manera de avalar políticas responsables, ya no convence a los electores. Poco a poco se consolida la apreciación de que el
PRI es el responsable de la profundización de las crisis social, econó117
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
mica y política. Hay quienes piensan que el fraude patriótico debe favorecer a la oposición. El PRI no ha podido sostener las reformas económicas y tampoco detener los conflictos sociales y políticos.
e) El efecto demostración de las democratizaciones de países
con sistemas políticos autoritarios, centralizadores y estatistas llegó a
México a debilitar la legitimidad tradicional del priísmo mayoritario.
A ello hay que agregarle el impacto fulminante del desmoronamiento
del campo soviético y de la economía estatal. En los últimos dos años
el concepto de transición mexicana a la democracia se convirtió en
bandera no sólo de partidos, sino de sectores ciudadanos apartidistas y
de importantes segmentos de la opinión pública. Ante la falta de contra-argumentos del priísmo neoliberal salinista, la sociedad obtuvo la
victoria de la opinión pública. Tan se arraigó en el ánimo de los mexicanos el concepto de democracia, que el PRI y el gobierno buscaron
apoderarse de esas banderas sin generar cambios democratizadores.
Al contrario, se choteó la democracia en el discurso oficial pero se
privilegió el autoritarismo presidencialista.
El reto de la transición a la democracia es apreciar con claridad el
futuro y el rumbo del PRI. El colapso político de 1994 se agudizó por el
PRI. Si éste decide conducir su propia transición al pluripartidismo, las
posibilidades de desarrollo político del país serán mayores.
La encrucijada del PRI tiene que ver con su existencia o extinción: si acepta la democracia y la alternancia, su papel en la política
durará; si se niega a convivir y a alternar con la oposición, su muerte
será inevitable y en el corto plazo. El PRI no tiene todo el apoyo consigo: la debacle salinista de 1994 fue acreditada al PRI, como el partido en el poder que no pudo asimilar los desajustes políticos; se perfiló
como el partido de la inestabilidad social y política; se colocó en el
centro mismo del colapso político de 1994.
118
EL ASESINATO DE COLOSIO
_______
1.
A
l día siguiente del destape de Luis Donaldo Colosio, Salinas estaba contento. Qué bonito día, dijo en declaración formal. Tres
meses después, el 6 de marzo, seguramente Salinas no vio el cielo por
la ventana de su despacho. Pese a lo soleado del día, muchas nubes
negras se vieron en el cielo salinista; el tono de ruptura del discurso
de Colosio en el aniversario del PRI amenazaba tormenta política.
A partir de la certeza de que su destape no fue la elección presidencial
como en el pasado; agobiado por cifras de tendencias electorales bastante
apretadas y con los efectos de la crisis político-electoral en Chiapas en el ánimo nacional, Colosio debió aceptar la necesidad de perfilarse como candidato
presidencial priísta y no como albacea de un conflictivo proyecto transexenal.
El discurso de Colosio en la ceremonia del LXV aniversario de
su partido se convirtió en su verdadero destape como candidato, al parecer el de a deveras. A lo largo de poco más de tres meses, Colosio anduvo por el país dándole la espalda al principal problema del país: Chiapas;
no por insensibilidad, el control Salinas-Córdoba sobre él era eficaz.
Sin embargo, la situación del país, catapultada por la crisis política, de gobierno y de Estado desatada en Chiapas, obligó a Salinas a
aceptar que había llegado la hora del final. Las expectativas electora119
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
les que se conocían en Los Pinos —las verdaderas, no las maquilladas
que querían documentar el optimismo poschiapaneco— señalaban
que el candidato del PRI debería plantear su propio camino o el resultado electoral del 21 de agosto podría ser sorpresivo.
A ello se agregaron más elementos: la ofensiva política de
Cuauhtémoc Cárdenas para obligar al gobierno a ceder posiciones
electorales; la desconfianza presidencial en un secretario de Gobernación que no avalaría elecciones sucias; el papel beligerante de Camacho como figura política creciente; la presión norteamericana de clintonianos que no aceptarían desaseos electorales; y, sobre todo, la presencia invisible del subcomandante Marcos y los guerrilleros zapatistas como garantes de un proceso electoral democrático.
Por eso, Salinas tuvo que aceptar el tercer destape de Colosio.
El primero ocurrió el 28 de noviembre, a capricho de Salinas, pero en
medio de una crisis de gabinete. El segundo se dio el 27 de enero, en
un desayuno en Los Pinos —algo por demás ilegal, porque comprometió al presidente de la república con el triunfo adelantado de Colosio—, y con la presencia invisible de Camacho y los priístas hechos
bolas con el rumor del cambio de candidato. El tercero, se evidenció
el 6 de marzo, nuevamente con Camacho como trasfondo, cuando Colosio excluyó a Salinas de su discurso oficial y se presentó como el
candidato de los priístas y no del proyecto salinista de José Córdoba.
Los puntos básicos de la propuesta colosista tenían que ver con
el agotamiento sexenal del salinismo: la limitación del presidencialismo con críticas al autoritarismo; la recuperación de la preocupación social con críticas a la tecnocracia de la política económica; la declaración de independencia del PRI respecto de este gobierno que lo había
sometido desde el destape de Miguel de la Madrid en septiembre de
1981; la recuperación del priísmo como militancia política que el Salinismo destruyó con tal de colocar a amigos sin biografía política y el
señalamiento preciso de que la continuidad no sería continuismo.
120
EL ASESINATO DE COLOSIO
Si Colosio no se alejaba del dominio salinista-cordobista, el saldo electoral del 21 de agosto iba a ser desastroso. Después del 6 de marzo vendría la
construcción de una candidatura y de un proyecto de gobierno propiamente colosista, algo de lo que careció el proceso de nominación. Como Pigmalión, Salinas había construido la candidatura de Colosio no en función de los perfiles propios del designado, sino con el propósito de garantizar el continuismo de su propio proyecto y el de su equipo. De los siete precandidatos presidenciales, Colosio aparecía como el más leal, el más controlable y el más dócil.
Pero en Chiapas las circunstancias del país cambiaron; sobre todo, en la apreciación de que Salinas contó con mayor información privilegiada —mucha de ella, bastante delicada para la estabilidad nacional, pero desconocida fuera de su círculo de decisiones— respecto a la
gravedad del conflicto. Por eso se vio obligado a asumir compromisos
de apertura política que en otros escenarios hubieran sido imposibles.
Salinas comprendió que Colosio tenía que buscar su camino.
De ahí que el discurso de Colosio del domingo 6 de marzo se asumió
como un doble rompimiento: con el del proyecto neoliberal que pretendía transexenalizarse y con la visión de candidato-nopalito; los
dos, deseos frustrados del salinismo en declive.
Muy poco le duró el gusto. Pasadas las 19 horas del 23 de marzo,
Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas, Tijuana, durante su campaña
electoral. Ese día, México entró en la fase más caliente del colapso político.
2.
Luis Donaldo Colosio no merecía morir. Hombre joven, de
gran calidad humana, padre de familia amoroso, político que se forjó
en la lucha sin recovecos, tenía sobre sus hombros la responsabilidad,
asumida con compromisos concretos, de transitar al país hacia la democracia. Por el trágico papel que le tocó jugar en un momento crucial de la vida política del país, fue un mártir de la democracia en un
país en donde lo que menos se necesitaban eran mártires.
121
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Era un hombre bueno, leal, amigable, sincero y muy humano.
Le tocó encabezar la candidatura presidencial priísta en los peores
momentos del priísmo, pero sus discursos fueron claros y orientados a
asumir el compromiso por la democracia. Ningún candidato priísta
anterior se había comprometido a competir abiertamente por la presidencia. En este sentido, Colosio merecía la oportunidad. Sin embargo,
lo escandaloso de su asesinato, en una percepción sartreana, fue que
con Colosio se diluyó una posibilidad —¿la última?— de madurar democráticamente a la república.
El país enfrentó con el crimen en Lomas Taurinas la profundidad de una crisis política. En 1928 fue asesinado Alvaro Obregón como candidato triunfante y la república pudo encontrar los caminos de
la estabilidad. A pesar de sus errores, Calles encarriló al país para sacarlo de los senderos de la inestabilidad. El país ha cambiado en sesenta y seis años, pero los compromisos institucionales de la clase política en el poder son los mismos: garantizar la continuidad institucional de la república. Si no pueden, que se dé la alternancia.
La muerte de Colosio debió resarcirse políticamente. A Salinas, a los candidatos de la oposición y al nuevo candidato presidencial priísta les obligaba a comprometerse abiertamente con el discurso
democratizador de Colosio. La política en 1929 estaba marcada por la
lucha por el poder dentro de los grupos revolucionarios triunfantes.
La política de 1994 estaba caracterizada, y era imposible ocultarlo,
por un conflicto nacional por la democracia. El asesinato de Colosio
no hizo más que resaltar que los perfiles de la lógica de la inestabilidad marcaban que el magnicidio era obstáculo en esa lucha por la democracia, compromiso del propio Colosio.
Así, los que se encontraba en peligro no eran ni el PRI ni Salinas:
se estaba arriesgando a la república. Por eso, Salinas estaba obligado a
tomar decisiones que involucraran a todas las fuerzas políticas para asumir el compromiso de salvar a la república. Y si se esperaba que Salinas
122
EL ASESINATO DE COLOSIO
convocara a todas las fuerzas políticas para asumir un acuerdo de salvación nacional que debiera comenzar con un gabinete de coalición, que
permitiría aislar las células de la desestabilización, al final se concretó a
sólo resumir el poder para continuar con la tradición del dedazo.
El único camino para frenar la inestabilidad era estabilizar la
política. De poco serviría reiterar que el país estaba pagando las consecuencias de un proyecto que se olvidó de lo político. Tan estaba Colosio consciente de ello, que sus últimos discursos insistían en la necesidad de atender no sólo la desigualdad social sino también la política. Si para los ciudadanos ese discurso era ineficaz, tenían el voto
para expresar su desacuerdo. Volver al lenguaje de las balas era el eficaz camino para perder lo que la república había ganado con tantas dificultades: un régimen, si no democrático, tampoco dictatorial.
El crimen de Colosio estaba directamente vinculado con la rebelión zapatista en Chiapas, pero no por razones orgánicas sino por el
contexto político. El presidente Salinas había tenido ya dos llamados
dramáticos que le recordaron que la democracia era la mejor manera
de atenuar los costos de la inestabilidad. Se esperaba que no hubiera
una tercera llamada y seis meses más tarde mataron al secretario general delPRI. En marzo, no se trataba nada más de encontrarle un sustituto a Colosio, sino de rendirle homenaje a su compromiso de trabajar por la democracia con un acuerdo nacional de todas las fuerzas sociales y políticas para pactar la transición democrática no violenta.
Fueron momentos de crisis. La lógica de la inestabilidad tenía
una dinámica prefijada pero también un impulso propio. Pero todo se
quedó en el asesinato de Colosio.
3.
Si algo marcó el discurso político de Colosio en casi cuatro meses
de campaña, fue la necesidad de regresar precisamente a la política. No
habló tanto de una política nueva sino simplemente de hacer política. Aun
123
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
si los móviles de su asesinato hubieran sido puramente criminales o psicópatas, el escenario político del país acabó modificándose radicalmente.
Más que la popularidad o la salida digna, Salinas encaró la
grave responsabilidad del estadista —no la del político con preocupaciones personales— para garantizar la preeminencia de los valores nacionales que estaban por encima de cualquier proyecto personal: la
estabilidad, la paz, la democracia, la transición sexenal y la tolerancia.
Cuando Alvaro Obregón fue asesinado en julio de 1928 por un fanático religioso, el presidente Calles enfrentó la crisis política con medidas
concretas: deslindó responsabilidades políticas, aisló el problema de la lucha religiosa, desmintió cualquier rumor de prórroga o de reelección, aglutinó la fuerzas políticas revolucionarias en un partido que garantizaría la
estabilidad nacional y fundó la política por la vía de las instituciones.
La muerte de Colosio representó un reto político de enormes
magnitudes. No se trataba de reconstruir la popularidad de un gobierno que veía desmoronarse su mundo feliz, sino avanzar en la construcción de un sistema político que le devolviera a los mexicanos la
confianza en la política. El asesinato de Colosio —su contexto, sus repercusiones y sus múltiples explicaciones— ha sido el punto clave en
la oportunidad de ese nuevo comienzo. Las banderas democratizadoras de Colosio deberían mantenerse ondeando.
Como en 1928-29, la tarea primordial del PRI en 1994 no era ganar una elección sino estabilizar la política. Al final de cuentas, el proceso electoral del 21 de agosto quedó manchado con la sangre de Colosio.
Con su muerte, el PRI se enfrentó, a una gran decisión: revitalizar
la práctica política y mantener vivas las banderas políticas de Colosio. El
PRI debió transformarse; su deterioro comenzó cuando lo copó el grupo
financiero de Miguel de la Madrid, buscando garantizar la continuidad del
proyecto neoliberal que representaba Salinas. El PRI, practicando la exclusión, fue el inició del proceso de desarticulación de la estabilidad política.
124
LA RUPTURA DE CAMACHO
_______
Los temores de la Bolsa
S
i la conducta política de Manuel Camacho le hizo, hasta el viernes 11
de marzo de 1994, buenos servicios a la democracia que se pedía en
el país, en los días siguientes se vieron los límites que el exregente de la
ciudad nunca quiso cruzar. Después que el gobierno Salinista filtró la información de que la caída de la Bolsa Mexicana de Valores del lunes 14
siguiente se justificó con la conducta rebelde de Camacho, éste fue presionado para que declarara su adhesión al candidato oficial del PRI, Luis
Donaldo Colosio, y con ello, tranquilizar los mercados de capitales.
El miércoles 16 se dio una lucha de fuerzas. En realidad, el
martes era una fecha clave para el exregente porque ese 15 de marzo
marcaba la fecha límite para el registro formal de candidaturas a la presidencia. Camacho quedó enmedio de una pinza: de un lado, las fechas
formales del código electoral; de otro, las quejas de funcionarios del
gabinete económico de que su actitud había preocupado a los inversionistas extranjeros y que la bolsa pendía de hilos muy delgados. Frente a
la gran decisión del “ahora o nunca”, prefirió guardar sus ansias.
Entonces hizo dos movimientos:
1. El martes desconcertó a muchos políticos: el día del cierre
formal de registro de candidaturas, acudió a las oficinas del secretario
125
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
de Gobernación, Jorge Carpizo, en el IFE. Si para algunos fue la nostalgia de que los espacios y los tiempos de la candidatura se le habían
terminado, para otros, fue interpretado como la ruptura de Camacho
con Salinas, porque se alejó de la estructura del gobierno central y le
dio a Carpizo el carácter de jefe político del gobierno. Camacho trataría todo con su amigo Carpizo y no con Salinas.
2. El miércoles, Camacho pareció decidir por una no ruptura
con el PRI o con el gobierno, cuando menos en el corto plazo. Por
presiones presidenciales, aceptó el nombramiento no oficial de Comisionado Para la Paz y la Reconciliación Bursátil. Su declaración de fe
en favor de la política económica quiso hacer disminuir los riesgos de
colapso en el mercado de valores, tambaleado el lunes, además de por
la rebeldía de Camacho, por las declaraciones del subcomandante
Marcos de que la guerra se reanudaría de no cumplirse los acuerdos
de paz, y el rumor tempranero del secuestro —que se confirmaría antes del cierre del mercado de valores— de Alfredo Harp Helú, codueño de Banamex, hombre fuerte de la bolsa y operador de algunas inversiones de altísimos funcionarios del gobierno.
Aunque Camacho decidió esperar para la toma de una decisión de
si se quedaba o se iba del gobierno y del PRI, le hizo un gran favor a la democracia que se construía con la oposición del PRI y la resistencia autoritaria de figuras prominentes del gobierno. Con su actitud rebelde a un juego de tapadismo cuyas reglas había aceptado hasta el momento del destape, abrió la caja de Pandora del autoritarismo del Estado, del presidencialismo y del priísmo que asfixia al país. Así, con su actitud y con la agenda
política que definió con el subcomandante Marcos, Camacho puso en la
mesa de debates puntos decisivos de la democracia que se quiere:
a) La urgencia de que el proceso de nominación del candidato
presidencial oficial se abriera en el futuro. Si en 1987 y 1988 Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo le dieron un gran susto al sistema
con una rebeldía democratizadora que hizo tambalear al sistema priísta,
126
LA RUPTURA DE CAMACHO
Camacho en la siguiente sucesión desgastó el juego perverso del tapadismo. Si Colosio ganaba las elecciones, como presidente tendría que abrir
el juego de la candidatura presidencial. Ahora el reto es de Zedillo.
b) La sola posibilidad de que Camacho compitiera por fuera del
esquema tradicional aumentó el activismo de importantes grupos de la
sociedad civil y de los partidos para presionar por una reforma electoral
de fondo, para lograr una candidatura independiente. Además de figura
política por sí mismo, Camacho siguió representando el fantasma de la
guerra en Chiapas porque sólo él había podido negociar un principio de
acuerdo con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional para quitar de
su lista de peticiones la renuncia de Salinas. Ante un gabinete paralizado,
el exregente y fugaz secretario de Relaciones Exteriores, fue el único
funcionario que proporcionó algunas salidas para la crisis. Negoció con
Marcos y se apoyó en el obispo Samuel Ruiz para parar la guerra militar.
Sin los acuerdos políticos reales que Camacho impulsó al seno del gobierno, la guerra no terminará definitivamente.
c) Abrió también discusiones acerca de aflojamientos en las autoritarias y presidencialistas estructuras electorales del país; además, promovió una discusión nacional sobre un tema que los gobiernos priístas han
eludido en los últimos tiempos: la transición a la democracia, algo que implicaba, de suyo, el reconocimiento de que México no era una democracia.
d) Insistió en que la modernización política había sido uno de los
olvidos de Salinas. Su actuación en el conflicto de Chiapas trasladó la necesidad de una modernización política de la selva de Chiapas a la selva del
sistema político en los parajes de la presidencia, el PRI y el congreso.
Camacho se destacó por ser un político realista. Sabía que una
elección no se ganaba sin partido, sin vigilancia electoral y sin voluntad gubernamental. Tan lo sabía, que operó la negociación poselectoral que salvó a Salinas y le permitió tomar posesión el primero de diciembre de 1988. La experiencia de 1987-88 con la Corriente Democratizadora será irrepetible: hace seis años, se trató sólo de un grupo.
127
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Con su declaración en favor de la política económica que propició el empobrecimiento que se rebeló en Chiapas, que dominó las decisiones salinistas, que soslayó la democratización y que encabezó el grupo de interés cordobista, Camacho pareció mostrar los límites de su
conflicto. Pero si ya no tuvo tiempo para construir una candidatura con
posibilidades de ganar, porque los tiempos del registro se montaron con
la urgencia de terminar la negociación de la paz duradera en Chiapas,
de todos modos se construyó su propio espacio político de acción.
Crónica de una renuncia anunciada
Al llegar el regente Manuel Camacho Solís, el 26 de noviembre de 1993, a Los Pinos avisó que iba a pasar el fin de semana en
Cuernavaca, con sus hijos. “No hay problema”, fue la respuesta. Camacho, que estaba en la lista final de precandidatos priístas a la presidencia, pasaba un sábado tranquilo, pero al caer la noche comenzaron
las llamadas urgentes de miembros de su equipo para alertarlo sobre
movimientos sospechosos en la sede nacional del PRI y en Los Pinos.
La madrugada del domingo 28 todo estuvo listo para que el destape
del candidato salinista a Palacio Nacional se diera el mismo día.
En Cuernavaca, Camacho se dio cuenta que no era el feliz agraciado con el premio sexenal, sino que había sido Luis Donaldo Colosio.
Pese a los signos de que Salinas estaba perfilando a Colosio, Camacho
estuvo seguro de que el presidente, con quien había formado un grupo
compacto desde que ambos estudiaron en la Facultad de Economía en
la segunda mitad de los sesenta, iba a pugnar por una salida de transición política y no por una solución eminentemente continuista.
Otro capítulo de la sucesión presidencial se escribió la noche
del jueves 16 de junio, con la renuncia de Camacho a la Comisión para la Paz y la Reconciliación en Chiapas, y a cualquier actividad política por el resto del sexenio salinista, luego de severas críticas que Ernesto Zedillo hizo contra él. Sin embargo, esa noche del 16 de junio
128
LA RUPTURA DE CAMACHO
se abrió el capítulo de las posibilidades políticas independientes de
Camacho Solís; uno de los más inteligentes politólogos que ha producido El Colegio de México y, sin duda, un político moderno que ya no
carga los fardos históricos del viejo priísmo populista y marrullero.
Camacho: crisis en el salinismo
La renuncia de Camacho rebasó con mucho el espacio político
del corto plazo y se convirtió en la tercera evidencia de que el salinismo como proyecto transexenal había entrado en una fase de crisis terminal. Dos acontecimientos habían antecedido la salida de Camacho
del gobierno y de la política: el asesinato de Colosio y la decisión sin
opciones de entregarle la candidatura sustituta a Zedillo. Con Colosio
se diluyó el esquema de continuismo y como Salinas no preparó a Zedillo para ser candidato, esa “continuidad” se rompió en 1994 por primera vez. Cierto que Salinas siempre elogió la inteligencia de Zedillo,
pero al final de cuentas una candidatura presidencial se prepara en
función de tres reglas de oro: lealtad, disciplina y complicidad, ninguna de las cuales tiene Zedillo con respecto a Salinas.
El papel de Camacho dentro del salinismo siempre fue importante. Fue el negociador del triunfo de Salinas como candidato presidencial del PRI; durante tres meses, Camacho negoció con el PAN la
legitimación de Salinas como presidente electo.
A lo largo de cinco años de gobierno, fue el negociador político del salinismo con los segmentos progresistas y los que significaron
una incomodidad para la gestión salinista. Se esperaba que en diciembre de 1988 Camacho fuera el secretario de Gobernación, pero el proyecto sucesorio de Salinas —que comenzó a prepararse desde la toma
de posesión, como señala la tradición presidencialista— lo envió al
Departamento del Distrito Federal. El argumento fue impecable: Camacho tendría que recuperar la capital de la república, en manos de la
oposición. Cuando Camacho cumplió esa encomienda, vía carro com129
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
pleto en las elecciones federales de 1991, Salinas lo mantuvo en el
DDF como un mensaje de lo que se perfilaba para la sucesión: mientras Colosio era promovido del PRI a una improvisada Secretaría de
Desarrollo Social, Camacho, en el DDF, sin una tarea concreta, iniciaba una pendiente de desgaste político y personal.
Las funciones de Camacho en el salinismo fueron conflictivas.
Aunque había sido el forjador del perfil político de Salinas desde 1979
en la Secretaría de Programación y Presupuesto, éste ya como candidato
presidencial, había dividido a su grupo en tres: el de José Córdoba Montoya, el de Manuel Camacho y el de los independientes, controlados directamente por el propio Salinas. Camacho entendió muy tarde que el
Salinas candidato iba a ser muy diferente del Salinas presidente y del Salinas de la sucesión presidencial. Las preferencias de Salinas fueron evidentes: el promotor de la designación del candidato salinista sería Córdoba Montoya y por dos ocasiones seguidas: asesoró el alumbramiento de
Colosio y promovió la candidatura de Zedillo. Camacho, en cambio, fue
aislado dentro del gobierno y del equipo salinista, al grado de que su renuncia al DDF llevaba una denuncia de la existencia de un grupo de interés cordobista que se había apropiado del proyecto salinista.
Pero Salinas había demostrado una gran sangre fría en sus relaciones políticas, de poder y afectivas. Por eso dejó que Camacho
reaccionara virulentamente contra la sucesión que benefició a Colosio
y lo siguió alentando con tareas políticas de seriedad.
Queda la duda de la razón política de Salinas para dejar suelto a
Camacho desde el 29 de noviembre hasta el 16 de junio. Cierto que él
era el enlace de Salinas con grupos progresistas de la política antisistema, pero el riesgo de su activismo era mayor: causó sobresaltos en la
campaña ortodoxa de Colosio. Lo real es que Camacho, pese a la amistad cercana con Salinas, nunca hubiera tenido esa movilidad política sin
el consentimiento del propio presidente. Y éste estaba jugando sus propias fichas: poner a Camacho como un espacio político salinista para
130
LA RUPTURA DE CAMACHO
equilibrar la tendencia natural de todo candidato presidencial de ir amarrando su campaña en función de compromisos personales.
Jugando con fuego
Lo único malo de estos juegos de poder fue que se dieron en
un contexto poco propicio para los reacomodos de poder en el salinismo. La persistencia del conflicto en Chiapas, requería de acciones de
gobierno a fondo para desactivar el problema. Camacho logró la definición de unos acuerdos de paz que incluyeron una apertura de la organización de las elecciones para quitárselas al gobierno. La negativa
zapatista a refrendar los acuerdos de paz volvió las cosas a la incertidumbre de enero, pero dentro del marco de un candidato priísta con
dificultades para ganar las elecciones y de un presidente saliente con
extraordinaria debilidad política.
La caída de Camacho debe enfocarse en un triple contexto: la consolidación del autoritarismo priísta en una fase de presión democratizadora
de la sociedad; el agudizamiento del conflicto Camacho-Zedillo-Salinas,
que debilitó el frente gubernamental, y la persistencia del problema en Chiapas, con un grupo armado que se declaró garante de la estabilidad política.
Lo de menos fue que el país gozara de ciertos espectáculos, como el pleito personal entre un candidato sustituto y un precandidato perdedor. En el fondo, el país vivió horas importantes en su evolución política, donde el elemento incierto fue la posibilidad de que el candidato del
PRI perdiera las elecciones o no alcanzara la mayoría absoluta de 51%.
El principal mensaje de la renuncia de Camacho fue el de la
desarticulación del grupo gobernante, cuya unidad a toda prueba era
la garantía de continuidad sin sobresaltos. Más que la crisis en la transexenalidad salinista, que de por sí sería un problema de gobernabilidad, lo que inquietó a la sociedad fue la falta de experiencia política
de quienes tuvieron en sus manos la conducción del poder: un presidente que no pudo mantener la disciplina gubernamental en la suce131
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
sión presidencial, un candidato sustituto que careció de sensibilidad
política y que no quiso que nadie le hiciera sombra, y un precandidato
perdedor que no aceptó las reglas del juego sucesorio.
Si alguna evidencia faltaba para apreciar la dimensión de la crisis
del sistema político, las fricciones Zedillo-Camacho ilustraron el trasfondo de un sistema que en el pasado fundó su fuerza en el respeto a las reglas del juego presidencialista. La renuncia de Camacho, independientemente de que se apreciaba como inevitable, mostró que el país requiere
de otro sistema político más democrático, abierto y equilibrado.
La pugna Camacho-Zedillo
Las fricciones personales y políticas entre Zedillo y Camacho
llevaron a Salinas a romper las negociaciones de paz con el EZLN, lo
que dejó el conflicto de Chiapas a la deriva en junio, el momento más
frágil del proceso electoral. El punto decisivo de Chiapas no radicó en
la urgencia de que el gobierno salinista cumpliera sus compromisos
de inversiones, sino en la necesidad de que hubiera otro vocero gubernamental que renegociara la paz con los zapatistas.
Más que decepcionarse de una negociación de por sí muy difícil, Zedillo criticó a Camacho para ajustar cuentas con el comisionado, aunque en el camino atropelló el liderazgo político de Salinas y
abrió de nuevo la posibilidad de la guerra. Las disputas en el interior
del otrora compacto grupo salinista llevaron al país a una situación de
tensión político-militar por la carencia de una negociación de la paz.
El aspecto clave fue la reacción de Zedillo no ante el problema
de Chiapas, sino ante el resurgimiento político de Camacho, el 9 de
junio, cuando asistió a la comida con el Grupo San Ángel en apoyo a
la transición a la democracia. Zedillo ignoraba que Camacho había
asistido por disposición presidencial, aunque vio en él un peligro. La
campaña zedillista de acoso contra Camacho comenzó antes de la negativa del EZLN a firmar los acuerdos de paz negociados en marzo y
132
LA RUPTURA DE CAMACHO
encontró un pretexto en la respuesta negativa final de los zapatistas.
La ofensiva anticamachista partió del criterio de que Salinas iba a permitir nuevamente el activismo de Camacho.
El conflicto Zedillo-Camacho afectó aspectos nacionales:
a) El contexto político se vio desajustado en cinco frentes: los
zapatistas se fortalecieron por una pugna en el grupo gobernante; la
paz en Chiapas se alejó a dos meses del proceso electoral; el ejército
se encontró presionado para lanzar una ofensiva militar en Chiapas;
las elecciones regresaron como rehenes de un EZLN armado y con
demandas políticas incumplibles; y los grupos ciudadanos encontraron un desajuste político que les dio la razón en sus demandas de preparar la transición a la democracia a partir del saldo electoral.
b) Los protagonistas de Chiapas se alejaron: Marcos se negó a negociar y pidió un debate nacional para la transición a la democracia; Salinas no pudo controlar a Zedillo y a Camacho; Zedillo no supo cómo sacar
a Chiapas de las campañas electorales, y Camacho encontró en Zedillo el
pretexto para salirse del conflicto chiapaneco. Sin una negociación de
emergencia, Chiapas siguió como el gran problema del 21 de agosto, como advirtió Marcos en su documento derechazo a los acuerdos de paz.
c) Los grupos y elementos de presión volvieron a crecer: el proceso electoral radicalizó a sus protagonistas; el ejército encontró el pretexto para justificar una ofensiva militar para aplacar Chiapas antes de
las elecciones; la derecha tuvo la argumentación contra la línea blanda
del gobierno; el gobierno de los Estados Unidos y sus grupos de presión
afines no quisieron unas elecciones mexicanas bajo la amenaza de las armas; y la sociedad civil organizada aumentó su movilización para obligar al gobierno y a los partidos a pactar la transición a la democracia.
Lo que quedó por aclarar fue la falta de sensibilidad política
de Zedillo. La comida del 9 de junio y las declaraciones de Camacho
publicadas al día siguiente sobre el fin de su etapa en el PRI para buscar candidaturas, pusieron nervioso a Zedillo. El candidato temió que
133
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Camacho se apoderara del Grupo San Ángel. Lo malo fue que esto lo
llevó a chocar con Salinas. El 11, un Zedillo populista —que hizo recordar a Luis Echeverría—, alentó una manifestación callejera por
Chiapas. El 12, el mismo día en que Salinas dio la orden de mantener
el cese al fuego y apresurar inversiones en Chiapas, Zedillo habló del
fracaso de las negociaciones que condujo Camacho.
El 13, Zedillo dio pasos atrás en su señalamiento del fracaso
de las negociaciones, pero eludió mencionar responsables, justo cuando Salinas decía en Cuba, según escribió Fidel Samaniego en El Universal, que Camacho contaba con su apoyo sólo como comisionado
de paz. Ese día, sin embargo, Zedillo hacía publicar un desplegado
anticamachista del PRI. En los dos días siguientes, funcionarios de la
campaña zedillista azuzaron ataques contra Camacho.
El pleito Zedillo-Camacho, no obstante, olvidó el principal ingrediente: Chiapas. Del primero de enero al 11 de junio, el EZLN tuvo cambios: la ofensiva guerrillera se apoyó en el Primer Comunicado de la Selva Lacandona, exigió la renuncia de Salinas y elecciones limpias; las pláticas de paz con Camacho obligaron a los zapatistas a negociar con el gobierno que dijeron desconocer; el retroceso zapatista se fincó en la incapacidad de la oposición para tomar sus banderas político-electorales, con
la afirmación pesimista de Marcos de que el EZLN hizo propuestas que
la sociedad “no siguió”; el fracaso de Zedillo en el debate del 12 de mayo fortaleció de nuevo a los zapatistas porque éstos vieron que el candidato del PRI podría perder las elecciones; y el rechazo a los acuerdos de
paz marcó el regreso del EZLN al protagonismo político-electoral con
sus demandas del Primer Comunicado de la Selva Lacandona.
En este ambiente complejo —la ruptura de las negociaciones de
paz, la pugna personal Zedillo-Camacho con el deterioro de la fuerza
electoral del PRI, de su candidato sustituto y del presidente, y el fortalecimiento del EZLN—, el panorama político se descompuso aún más.
134
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
_______
1.
C
uando nadie se esperaba y por dónde nadie lo suponía, la crisis política añadió otro elemento más a la agenda nacional para la transición
democrática de 1994: la decisión de Jorge Carpizo de renunciar a la Secretaría de Gobernación a mediados de junio y la determinación de retirar su
carta de dimisión cuando se cumplió la condición de quedarse con plenos
poderes. Aunque se ha querido vestir esa maniobra política y de poder como una manera de generar consensos sociales que se colocaran por encima de los partidos políticos en pugna, en realidad, la actitud personalista
de Carpizo solamente logró enrarecer más el ambiente político del país.
En el fondo, la renuncia del secretario de Gobernación aportó más
datos a la única certeza que se tuvo en el inolvidable año de 1994: la pérdida
del rumbo político del país. Si Carpizo actuó así fue para recuperar fuerza
política perdida en la negociación desgastante de la tercera reforma electoral
salinista, al final sus resultados fueron contraproducentes: Carpizo recuperó
parte de su poder pero a costa de desgastar el poder de los partidos políticos,
los verdaderos protagonistas políticos. Como prueba están precisamente las
pugnas PRI-PRD para culparse mutuamente de la acusación del secretario
de Gobernación de que un partido político era el responsable de su dimisión.
135
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
La renuncia de Carpizo fue un incidente más de los problemas
políticos del país. Más allá de los intereses personalistas y maximalistas de Carpizo —al final él se identificó como México—, su renuncia
mostró la ausencia de un proyecto político oficial. En los sesenta y
cinco años de dominio priísta, el gobierno de la república siempre fue
el promotor de las reformas políticas que le fueron abriendo espacios
a la oposición. Hoy, en cambio, el deterioro de la fuerza gubernamental hizo aparecer al gobierno como el responsable de medidas de contención política para cerrarle los espacios a la oposición. Al perder el
gobierno federal su capacidad de iniciativa, las fuerzas políticas tendieron necesariamente a rebasar no sólo sus propias expectativas sino
su percepción sobre los canales institucionales de participación.
El problema, sin embargo, fue que el presidente Salinas apareció como un ejecutivo no solamente débil, sino desapegado de sus tareas prioritarias de atender su salida sexenal. No fue gratuito que Carpizo precipitara una nueva fase de la crisis política nacional justo en
el momento en el que el presidente Salinas había iniciado una ofensiva para buscar su nominación como director general de la Organización Mundial de Comercio, que en enero de 1995 sustituiría al GATT.
El efecto interno de la dimisión de Carpizo no se hizo esperar: ¿podría Salinas preparar su expresidencia, cuando la terminación de su
presidencia sigue todavía en la incertidumbre política?
Perfil de la crisis política
En junio de 1994, el primero de enero no era un día muy lejano.
Sin embargo, en esos escasos seis meses, el país había cambiado radicalmente su realidad y sus expectativas. Prácticamente todo un sexenio se
diluyó en apenas un semestre. Del levantamiento zapatista que seguía latente hasta la renuncia de Carpizo que continuó incierta, el principal punto de la crisis política nacional fue la incapacidad de la gestión gubernamental para prever los rasgos de la inestabilidad política y encontrarles
136
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
salidas políticas. Más allá de la hipótesis de la desestabilización orquestada o de la inestabilidad inesperada, en el fondo el gobierno no fue capaz de armar un esquema eficaz de despresurización política.
Como quiera, las presiones de los partidos sobre Carpizo tuvieron
que ver con los indicios de una crisis de gobernabilidad; es decir: una oferta
política reducida del gobierno frente a una demanda creciente de la sociedad
para una política más democrática. Si el presidente Salinas se negó durante
cinco años a aplicar una reforma para la apertura política más rápida, en
unos meses, su capacidad de maniobra fue menor porque sus ofertas políticas llegaron después de estallados los conflictos. Carpizo maniobró con su
renuncia para disminuir las presiones de los partidos que, desde cualquier
punto de vista que se le quisiera enfocar, querían aprovechar la oportunidad
de la crisis para avanzar en la conquista de posiciones de poder.
Pero más allá de Carpizo, el país presentaba en junio los perfiles de una crisis política preocupante con:
a) La persistencia de fenómenos políticos de ruptura: Chiapas no
había encontrado caminos de negociación que lo sacaran de la expectativa electoral; la investigación del asesinato de Luis Donaldo Colosio cayó
en la intención oficial de darle carpetazo ante la irritación de priístas y
ciudadanos; los secuestros de figuras empresariales aumentaron la incertidumbre; y la presencia activa del narcotráfico con sus ramificaciones
políticas indicó la pérdida del control político oficial. Cada uno de estos
hechos, tuvo efectos multiplicadores negativos en las expectativas de la
sociedad. En el fondo y aunque no fuera su intención, estos cuatro problemas políticos lograron una incidencia importante en el ambiente de
las elecciones del 21 de agosto; en una parte, como tendencia del voto, y
en otra, como factor de incertidumbre social. De hecho, el gobierno Salinista sólo pudo encauzar negociaciones de estos cuatro problemas, pero
no pudo solucionarlos.
b) La desarticulación del grupo compacto salinista era, a esas
alturas, un factor básico de la crisis política. Desde el destape de Co137
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
losio en noviembre de 1993 hasta la renuncia de Carpizo en junio de
1994, el presidente Salinas había asistido a la descomposición de su
grupo salinista: le mataron a Colosio, le limitaron a Zedillo; le exiliaron a Córdoba; Camacho se le fue. Salinas era el solitario de Los Pinos. Pero lo más importante fue que con el grupo salinista se descompuso también el proyecto transexenal del salinismo. Y para acabar de
perfilar la crisis hacia el interior del salinismo, las pugnas dentro del
gobierno salinista debilitaron más al presidente de la república. Mientras hubiera más indicios de descomposición del grupo salinista, más
profunda sería la crisis política y de gobierno por el papel determinante del ejecutivo en el control político del país.
c) El proceso electoral también se salió de los cauces institucionales. Si el presidente Salinas se vio obligado por el levantamiento zapatista en Chiapas a realizar una tercera reforma electoral que le hiciera
concesiones al cardenismo y al PRD, al final, los resultados no cumplieron con las expectativas de ese segmento de la oposición. Lo peor fue
que Carpizo fue designado secretario de Gobernación precisamente para
operar una reforma electoral para el cardenismo pero renunció cuando se
vio enredado en los intereses gubernamentales que siempre han beneficiado al PRI. A seis semanas de las elecciones, Carpizo no podía garantizar elecciones limpias, creíbles y sin conflictos, como lo probaba su
amenaza de renuncia. El punto de desacuerdo electoral resultó la parcialidad gubernamental a favor del candidato priísta, además de la existencia de sospechas de trampas electorales oficiales en el padrón.
d) La fragilidad económica se presentaba manifiesta. Aunque se
había querido buscar culpables de una incertidumbre económica que respondía más bien a expectativas negativas de la sociedad, 1994 pintaba
como un mal año económico: crecimiento económico recesivo, inflación
latente, alza en las tasas de interés, deterioro salarial adicional y disminución de la creación de empleos. En el corto plazo, la incertidumbre se
plasmó en las oscilaciones en la Bolsa Mexicana de Valores. La renuncia
138
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
de Carpizo provocó una baja en la bolsa de 55 puntos en una hora, pero
no buscando que el presidente Salinas lo retuviera sino como expresión
de los temores de los inversionistas. Tan fue así, que la bolsa no repuntó
con la decisión de Carpizo de retirar su dimisión. Los inversionistas se
dejaron llevar por sus expectativas y no por las promesas oficiales.
e) La sociedad, ante las vacilaciones del gobierno y las explosiones de la crisis y la incapacidad del PRI para atender sus demandas,
ha buscado sus propios espacios de participación. La multiplicación de
las agrupaciones ciudadanas por la democracia y en busca de elecciones sin violencia ni conflicto poselectoral, representaron factores de crisis en la medida en que el gobierno las rechazó o las combatió, y en
función de que los partidos las ignoraron. Ciertamente que una transición a la democracia la hacen los partidos, pero no podrá darse esa
transición sin la sociedad. No puede soslayarse el hecho de que sean los
grupos ciudadanos organizados los que hablen de democracia. La organización ciudadana es tan importante, que comenzó con la alianza en lo
particular de militantes de los tres principales partidos políticos.
2.
La renuncia de Jorge Carpizo fue la consecuencia lógica de una
realidad que el funcionario comprendió en la sesión del Instituto Federal Electoral del sábado 18 de junio: el secretario de Gobernación había
perdido el control del proceso electoral. Los consejeros ciudadanos que
él alentó y aprobó, el PRD y, de manera significativa, el PRI lo dejaron
solo en el debate sobre la credibilidad electoral del 21 de agosto. Cuando su reforma electoral lo rebasó, Carpizo entró en una crisis personal:
no podía garantizar elecciones limpias. Por eso, precipitó su renuncia.
En la reunión del IFE del 18 de junio, Carpizo perfiló los términos de su renuncia:
a) De manera autoritaria, expuso al final de la reunión “una preocupación”. Pero se cerró a la discusión, pues solamente quiso dejar sem139
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
brada la semilla de la duda: “al terminar [mi] exposición”, dijo, “de inmediato daré por levantada la sesión”. Como presidente del consejo general
del IFE, el secretario de Gobernación dejó entrever su estado de ánimo.
b) La gota que derramó el ánimo de Carpizo, fue la investigación del académico Fernando Bazúa, donde demostraba que el padrón
estaba lleno de fallas. La buena fe que siempre señaló Carpizo se podía
superar con la malicia de los mapaches. Carpizo alentó y apoyó la denuncia penal contra Bazúa con un lenguaje impropio de un funcionario.
“No estoy molesto por esta situación; estoy indignado, sumamente indignado”, dijo ese sábado, y lo repitió en su carta de renuncia. Luego se
negó a responder “esa porquería” —la carta de Bazúa—, violando el
derecho de petición establecido por el artículo 8 constitucional.
c) Carpizo no aguantó la responsabilidad electoral, pese a su
ya muy conocido protagonismo. Cuando supo que la desorganización
electoral lo rebasaba, dijo “a la sociedad mexicana que el responsable
de estas elecciones, y no estoy eludiendo ninguna responsabilidad, es
este consejo general”. En su carta de renuncia a la renuncia, Carpizo
volvió a ofrecerse como el garante de elecciones limpias, una responsabilidad que ya se había negado a sí mismo.
Carpizo fue el promotor de los consejeros ciudadanos, pero les
dejó poco espacio de maniobra. Cuando hicieron su primera sugerencia para reducir en 40% el número de las casillas y crear centros de
votación, Carpizo reaccionó negativamente y llegó a censurar no tan
veladamente la propuesta de los consejeros ciudadanos. Tras de advertir que ellos podían ser presionados por un partido político —el
único puro era él—, Carpizo manifestó su preocupación de que se tomaran decisiones “que en la práctica sean un fracaso y que nos ensucien la elección”. Sin embargo, la propuesta de los consejeros ciudadanos era pertinente para la oposición pero negativa para el PRI. ¿Por
qué Carpizo se opuso a esos centros de votación que hubieran dificultado un intento de fraude priísta?
140
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
e) Los problemas de Carpizo con los consejeros ciudadanos
fueron serios. Respecto a la prueba de las credenciales múltiples en
favor de un mismo ciudadano, cuando menos tres consejeros ciudadanos fueron escépticos con la denuncia penal contra Bazúa. El consejero suplente Rodolfo F. Peña fue a fondo: la falta de respuesta oficial a
la prueba de Bazúa, no tanto al delito de falsificar documentos. Los
consejeros ciudadanos propietarios, Miguel Ángel Granados Chapa y
José Woldenberg, apoyaron la aplicación de la ley pero dudaron sobre
el rumbo de la demanda. Las autoridades “sobrerreaccionaron ante la
iniciativa y ahora será necesario desfacer el entuerto”, escribió Woldenberg. Y Granados Chapa apuntó: “me inclino a pensar que el ministerio público no hallará elementos para consignar al profesor Bazúa” porque no hubo dolo. Aquí, el problema fue que Carpizo dijo
que la demanda penal había sido una propuesta de los consejeros ciudadanos, y éstos realmente pensaban otra cosa.
f) Días antes, otro consejero ciudadano, José Agustín Ortiz
Pinchetti, había escrito en La Jornada (19 de junio) su escepticismo
respecto a sus propias posibilidades dentro del IFE. Tras de señalar
que llegaron tarde, Ortiz Pinchetti redujo el poder inédito de los consejeros ciudadanos a lo moral. Eso sí, el consejero ciudadano denunció, sin descartar su calidad moral, al director general y los directores
ejecutivos del IFE porque “pertenecen al sistema PRl-gobierno, ahí
han hecho sus carreras y su presencia en el IFE es un tramo de las
mismas”; una crítica que cimbró a Carpizo.
g) El principal asesor de Carpizo en materia electoral, el experredista y ahora solidario Jorge Alcocer, creó la Red CiudadanaPriísta
para ayudar a la celebración de elecciones limpias. Lo malo de esta
iniciativa fue que la lanzó junto con la ortodoxa senadora priísta Silvia Hernández. Una priísta y un asesor de Carpizo, buscaron quitarle
la clientela priísta al Frente Amplio de Demetrio Sodi de la Tijera y
Jorge G. Castañeda.
141
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
h) La prueba de Bazúa sobre las fallas en el padrón electoral
pusieron contra la pared al secretario de Gobernación, quien ya había
declarado que se trataba de un padrón limpio. Además de las denuncias de Samuel del Villar, el PRD publicó el 10 de junio un desplegado enfatizando las irregularidades del padrón. Ante estas quejas, Carpizo siempre reaccionó duramente señalando que había fuerzas que
querían suspender las elecciones. Sin embargo, Carpizo demostró tener mucho entusiasmo para criticar a los críticos, pero poco para corregir lo denunciado. De hecho, Carpizo —y no Carlos Almada, director del Registro Nacional de Electores— perdió el debate sobre el
padrón con Samuel del Villar.
El 18 de junio se le juntaron a Carpizo todos los problemas
electorales. Sobre todo, ahí comprendió que el proceso electoral se le
había ido de las manos. Carpizo pareció haber tomado la decisión de
renunciar cuando vio que hasta el PRI estaba molesto y preparaba una
campaña en su contra.
3.
La renuncia de Jorge Carpizo a la Secretaría de Gobernación escondió también una lucha sorda por el poder dentro del sistema político:
Confiado en que el presidente Salinas había comenzado la tradicional transmisión del poder —“véanlo con Ernesto”, era la frase
común en Los Pinos—, el candidato priísta a la presidencia de la república ejerció anticipadamente el poder y precipitó la renuncia de
Manuel Camacho como comisionado para la paz. “Ya no aguanto a
Manuel”, le dijo Zedillo a Salinas, y lo obligó a aceptarle la renuncia
al exregente. Desde entonces, el presidente saliente percibió el estilo
personal de ejercer el poder de su posible sucesor.
Sin embargo, Zedillo comprendió que el presidente saliente se
encontraba en un juego de poder en donde le estaba cediendo muchas
decisiones de gobierno al candidato priísta, pero al mismo tiempo busca142
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
ba elecciones que no le incendiaran el país. Salinas estaba peleando desde junio la dirección de la Organización Mundial de Comercio, con el
apoyo de los Estados Unidos, pero la Casa Blanca, en esa lógica, se estaba metiendo en las elecciones mexicanas y no precisamente en favor del
candidato priísta, sino en busca de una alternancia no conflictiva de la
presidencia de la república para contribuir a la democratización del sistema político mexicano, tradicionalmente autoritario y cerrado.
La principal desconfianza de Zedillo estaba en su preocupación
de que no existía ni la persona —el presidente saliente de la república o
el secretario de Gobernación— ni la institución —el Instituto Federal
Electoral— que le garantizara la tradicional ventaja que habían tenido
los candidatos priístas. Aunque presidente, Gobernación e IFE no se
habían pasado al lado contrario y participaban de una estructura que le
daba superioridad al candidato priísta, Zedillo quería tener la absoluta
seguridad que le ofrecían las sospechosas encuestas. La inquietud zedillista no era ganar las elecciones sino que le creyeran los porcentajes.
El punto de ruptura se dio con la renuncia de Carpizo a seguir
manejando el proceso electoral. Independientemente de que su única
función como secretario de Gobernación era precisamente ésa —las
demás las cedió por su resquemor a la práctica política—, Carpizo se
vio de pronto atrapado entre fuerzas de dentro del sistema y su persistente queja de incomprensión de sectores fuera del aparato del poder
institucional y priísta.
Su renuncia obedeció a dos intenciones: darle una salida a su estado de ánimo y sembrar la duda entre los protagonistas de las elecciones
para romper las presiones sobre él. El párrafo de la controversia —donde
acusa a un partido pero sin decir su nombre— mostró la astucia política de
Carpizo, porque buscó tres cosas: revelarle a la sociedad que las elecciones
serían difíciles, mandarle un mensaje público al PRD para detener sus presiones y enviarle un mensaje secreto al PRI de que podrían darse a conocer las maquinaciones priístas contra el operador del proceso electoral.
143
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Aunque el PRD estuvo entre los motivos de la renuncia de Carpizo, esa decisión también tuvo que ver con pugnas en el grupo gobernante. A Zedillo le entraron las dudas del juego presidencial de transmitirle
el poder al candidato priísta antes de las elecciones, pero también cubrirse de las eventualidades. La declaración salinista sobre la entrega del poder al candidato del partido que gane —la viabilidad de la alternancia—
ahondó el nerviosismo en el PRI nacional y le dio la razón a los zedillistas que creían que el sistema estaba chantajeado por la sociedad.
Las turbaciones del priísmo zedillista giraron en torno a cinco aspectos:
1. El sistema ya no le garantizaba el triunfo del candidato priísta, pese a que algunas instituciones políticas —Presidencia, Gobernación y otras— siguieran apoyando a Zedillo. Más que señales, los
zedillistas querían seguridades garantizadas.
2. El zedillismo quería amarrarle las manos al presidente de la
república para que no se saliera de la institucionalidad tradicional. El
zedillismo desconfiaba de la confianza de Salinas en Zedillo. Aunque
no se trataba propiamente de una ruptura, Salinas y Zedillo tenían
prioridades diferentes: el primero, deseaba elecciones pacíficas que le
garantizaran la dirección de la OMC a partir de 1995, y el segundo
anhelaba tener la presidencia por anticipado, pero con las garantías
del control político-electoral de antes.
3. El priísmo zedillista desconfiaba de Carpizo, aunque éste
hubiera llegado tarde a Gobernación, y cuando ya estaba preparado
desde 1990 —con el censo de población— el operativo electoral del
21 de agosto de 1994. Del PRI salieron los rumores de que Carpizo
estaba buscando la presidencia interina de la república.
4. El priísmo zedillista estaba muy nervioso por la desorganización —así le llaman— de la estructura electoral. Los priístas se
quejaban de que Carpizo había cedido posiciones de poder electoral y
luego no sabía cómo manejar las elecciones. La nueva representación
zedillista en el IFE —precisamente José Francisco Ruiz Massieu—
144
LOS CAPRICHOS DE CARPIZO
había intentado recuperar y mantener posiciones priístas dentro de los
organismos electorales, pero ya era tarde.
5. Finalmente, Carpizo aceptó entrarle a un juego de poder que
desde el principio lo rebasó: jugar al abogado en el terreno de la política. El priísmo zedillista sintió que el propio Carpizo les concedió la
razón cuando dijo que no le gustaba la política y que tampoco era un
hombre de poder, sobre todo, porque se trataba de manejar la posición
política y de poder por excelencia del sistema mexicano: Gobernación. Carpizo —que desde 1985 como rector de la UNAM aceptó entrarle a la política y al poder— no aguantó la presión cuando vio que
algunas de sus iniciativas se le salieron de control. En el fondo, Carpizo quería resultados solamente creíbles, porque nada había hecho para
desmontar dentro del IFE el operativo electoral que prepararon el gobierno y el PRI desde 1990.
Por eso, la renuncia y la retractación de Carpizo profundizaron
la incertidumbre en las filas del priísmo zedillista y enrarecieron el
ambiente nacional.
145
LA INGOBERNABILIDAD
_______
E
l primero que mencionó la palabra fue el expresidente Miguel de
la Madrid al salir de la funeraria donde se velaban los restos de
Colosio: ingobernabilidad. El mensaje no debió desdeñarse, pues en
1982, cuando tomó posesión de la presidencia en medio de un colapso
económico que amenazaba con desintegrar los acuerdos internos mínimos de la república, De la Madrid pronunció su compromiso: “no
permitiré que la patria se nos deshaga entre las manos”, dijo en un
discurso en el que había participado, como redactor principal, Carlos
Salinas de Gortari, secretario ya de Programación y Presupuesto.
Al final de su sexenio, Salinas enfrentó la desintegración política de la república. La ruta crítica de la inestabilidad, que hasta el
asesinato de Colosio no parecía obedecer a una sola consigna o dirección, señalaba que el crimen no era circunstancial y que el país entraba en la pendiente de la violencia política ante la ausencia de un liderazgo cohesionado. La presidencia con Salinas abandonó el espacio
del factor consensual y se convirtió en punto central del conflicto.
Cuando se necesitaba una presidencia-líder, Salinas se dio cuenta de
que carecía de credibilidad.
En los dos últimos años del sexenio se vio que la fórmula Salinas era ineficaz. Independiente de sus motivaciones, la ruta de la crisis del proyecto salinista hablaba de la ausencia de mecanismos políticos de asimilación de desajustes.
146
LA INGOBERNABILIDAD
Si en su arranque el salinismo encontró márgenes de maniobra
—desde el ilegal operativo que encarceló a La Quina hasta el mecanismo para dar por aprobado el Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio—, el país entró en la vorágine de la ingobernabilidad en el
arranque de los tiempos de la sucesión presidencial. El asesinato del
cardenal Posadas comenzó la ola de evidencias de que Salinas carecía
de capacidad política para gobernar. Más que buscar una salida política, la intención salinista fue resistir las crisis y no variar el rumbo.
Las características de una administración sin capacidad de gobierno estaban a la vista: no existía un liderazgo político capaz de aglutinar fuerzas; el PRI no funcionaba como el partido de la estabilidad y la
unidad interna; las fuerzas sociales se habían desbordado por caminos diferentes; la autoridad presidencial había perdido fuerza y legitimidad; el
gobierno se encontraba administrativamente paralizado por los cambios
y las crisis; las alianzas salinistas no operaron como factores de cohesión, y algunas de ellas recibieron golpes de fuera para minar el salinismo; la unidad nacional interna estaba perdida, y la vulnerabilidad interna
fue aprovechada por intereses desestabilizadores externos e internos.
El punto más relevante fue cuando en las únicas apariciones
en televisión de Salinas, en los primeros meses de 1994, justificó crisis de gobierno y conflictos graves. La gravedad del momento no pudo soslayarse, tenía un contexto complicado.
El aspecto central de la crisis de gobernabilidad radicó en un
hecho: la confrontación entre una sociedad que quería un país distinto
y un proyecto salinista transexenal. Como Gorbachov, Salinas cayó
presa de la ingobernabilidad. En marzo fue Colosio. ¿Hasta dónde
aguantaría el sistema un proyecto salinista que carecía de la política
para amortiguar golpes? ¿Cuál sería el próximo golpe desestabilizador contra un gobierno que ya no puede manejar las crisis? ¿Dónde?
Seis meses después se sabría.
147
RUIZ MASSIEU: CRIMEN POLÍTICO
_______
J
osé Francisco Ruiz Massieu estaba perfilado para ser el principal operador político del equipo de Zedillo y era, sin duda, una de las inteligencias políticas más brillantes del priísmo. El negociador de los acuerdos políticos del zedillismo tenía la intención de inducir una amplia apertura política. Por eso el atentado político contra Ruiz Massieu no puede
desligarse del clima nacional posterior a las elecciones. Es más, el contexto político nacional de septiembre podría sugerir explicaciones de las
causas del asesinato:
a) Se ensució el voto por el PRI como voto contra la violencia
política porque otro alto dirigente del partido había caído asesinado.
El crimen trató de revertir el sentido del voto del 21 de agosto y descompuso el ambiente poselectoral que se había desdramatizado con el
saldo contundente en favor del PRI.
b) La concertacesión en Monterrey, que había negociado con
el PAN el propio Ruiz Massieu —hombre clave del zedillismo— para
entregarle la alcaldía regiomontana a ese partido como parte de la negociación del voto panista por Zedillo en la calificación presidencial,
y las presiones para definir la disputa por la alcaldía deHermosillo,
148
RUIZ MASSIEU: CRIMEN POLÍTICO
disgustaron a priístas pero abrieron caminos de entendimiento con la
oposición panista.
c) Las denuncias del EZLN sobre el acoso militar de la zona
ocupada, con miras a una reanudación de las hostilidades bélicas, enrarecieron el ambiente político nacional y regresaron al país al umbral
de una nueva guerra en Chiapas.
d) El día que asesinaron a Ruiz Massieu había aparecido en los
diarios la convocatoria oficial para la reforma política del PRI, que él consideraba debería ser a fondo para ayudar a la transición a la democracia.
Como secretario general del partido, iba a ser una bujía de esa reforma.
e) Como priísta y zedillista, Ruiz Massieu había entablado negociaciones con el presidente del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, para
elaborar una agenda política que sin duda llevaría al país por el camino de la transición. Abrió un canal de comunicación con el cardenismo que habían condenado Salinas y Zedillo.
f) El 23 de septiembre circuló insistente el rumor de que Zedillo había sido víctima de un atentado al salir de Los Pinos. Varios
analistas consideraron que ese rumor, que nunca se negó oficialmente,
había sido el aviso de otro atentado, este sí culminado, contra una figura política nacional.
g) El día que mataron a Ruiz Massieu se iba a realizar una de
las sesiones más delicadas del IFE; se preveía una ofensiva intensa
del PRD para denunciar irregularidades del 21 de agosto.
h) La reciente firma de la octava fase del pacto dio certidumbre
económica en el mercado de cambios y en el mercado de valores con
vistas al cambio de gobierno. Esto quedó anulado con el crimen del número dos del PRI.
i) Ruiz Massieu iba a jugar un papel decisivo en la cámara como
líder del colegio electoral que calificaría las elecciones presidenciales.
Hombre político cien por ciento, estaba desplegando sus dotes de negociador con los partidos para debatir en la cámara la transición a la democracia
149
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
y no quedarse en el bloqueo estéril de los espacios políticos legislativos.
Como líder del congreso, iba a ser un candado contra cualquier intento oficial o de oposición para pedir un juicio político contra Salinas como expresidente de la república, o contra algún miembro de su familia.
j) La conmemoración de los primeros seis meses del asesinato de
Colosio se dio enmedio de una investigación enredada y llena de huecos.
Ruiz Massieu fue designado secretario general del PRI a raíz de la muerte del candidato. El asunto Colosio se enredó con las declaraciones de
Eduardo Valle, El Buho, exasesor de dos procuradores, respecto a la posible participación del narcotráfico en el gobierno y en el asesinato de
Colosio. José Francisco era hermano de Mario Ruiz Massieu, entonces
subprocurador encargado de la lucha contra el narcotráfico.
Abogado, escritor y dirigente político, Ruiz Massieu se destacó
por su lúcida y fría inteligencia política que lo iba a empujar como el estratega político decisivo del gobierno zedillista; más por sus dotes personales que por la escasa voluntad democratizadora de Salinas y Zedillo.
En lo general, su asesinato tuvo dos efectos:
1. Se buscó con el crimen alejar al PRI de los cambios políticos
democratizadores que demandaba la sociedad mexicana y llevar a los
priístas al endurecimiento político. El PRI y el viejo sistema necesitaron,
después de este segundo asesinato, un marcapasos o un nuevo corazón.
2. Hizo más difícil la negociación pluripartidista de una agenda política por la democracia. Tanto el viejo sistema como el PRI,
tendieron al cierre de los espacios de discusión. Concluyó el periodo
de luna de miel poselectoral, pues mostró que las elecciones por sí
mismas no garantizaban la tranquilidad política; se necesitaba un nuevo pacto político nacional para asegurar la estabilidad de la república.
Hacia la víspera de la entrega del poder, Salinas vio cómo su
castillo de naipes —que en algún momento lo llevó a la tentación reeleccionista— se desplomaba sin miramientos.
150
EL FACTOR SALINAS
SALINAS, UN NUDO HISTÓRICO
_______
C
uando tomó la presidencia, Salinas de Gortari siguió las tesis políticas de su entonces politólogo de cabecera, Manuel Camacho: el Estado mexicano había perdido capacidad de maniobra porque se encontraba preso entre los feudos de poder y los nudos históricos de alianzas mal
encauzadas. La solución aplicada desde 1989 fue al estilo de Alejandro
Magno: deshacer los nudos con un espadazo. Así, a base de golpes espectaculares contra feudos y nudos, Salinas se hizo del poder. Lo malo:
su estilo personal de gobernar construyó el nudo histórico del salinismo.
El principal problema con el que lidia Ernesto Zedillo es ese nudo
político del salinismo y sus dos derivaciones: los grupos de interés salinistas que se convirtieron en nuevos feudos de poder, y el nudo histórico del
proyecto neoliberal de modernización salinista. Aunque Zedillo haya sido
el candidato del continuismo o de la continuidad —el primero con un hiperactivo expresidente Salinas, y el segundo, con gabinete salinista—, su
principal tarea como presidente es mostrar cómo manejar los hilos del
nudo histórico del salinismo.
En su célebre ensayo de 1977, “Los nudos históricos del sistema político mexicano” (recuperado en Sucesión pactada, de los analistas de El Financiero, Plaza & Valdés, 1993), Camacho señalaba que un nudo político se
formaba cuando “las instituciones políticas dejan de funcionar dentro de sus
propósitos de dominación y dirección políticas y de administración social, o
153
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
cuando la clase política pierde la capacidad de hacer uso de las instituciones
políticas”. En esa situación, el gobierno y el Estado desembocan en una falta
de cohesión, pérdida de legitimidad y menor capacidad administrativa.
En el fondo, la estrategia de Camacho, propuesta como investigador
de El Colegio de México pero también como asesor político de Salinas en
su camino hacia la presidencia, apelaba a la evaluación de que la clase política dirigente de finales de los setenta estaba agotada o atrapada en los feudos de poder y por tanto requería la sustitución de la clase dirigente. Ahí
acuñó el concepto de grupo compacto. La jugada era doble: sustituir a la clase dirigente y alterar las alianzas del Estado. El objetivo era claro:
“Reconstruir o transformar las instituciones políticas para permitir la comunicación y cierta absorción de las nuevas élites y fuerzas sociales; encontrar nuevos expedientes de control y legitimación efectiva y
mejorar su capacidad administrativa. O cuando una nueva clase política
hace uso de las instituciones que ya no se podían aprovechar por falta de
cohesión e incapacidad de la clase política anterior, o las transforma de
acuerdo con su proyecto político.”
A partir de estas ideas, el grupo salinista comenzó a hacer un diagnóstico de los problemas que impedían la salida de la crisis. De allí que la
lectura política que deba hacerse del Plan Global de Desarrollo de mayo de
1980; del Plan Nacional de Desarrollo de mayo de 1983, y del PND-II de
mayo de 1989, tenga el contexto de la propuesta camachista de deshacer los
nudos históricos del priísmo con una nueva clase y una nueva dirección. Si
el gobierno de Miguel de la Madrid comenzó a manejar un estilo político
cerrado, en la presidencia salinista se elevó a la máxima expresión.
En seis años de gobierno salinista, el cambio de proyecto nacional, la
construcción de nuevas alianzas de poder y la modificación del rumbo nacional han tenido como punto de partida la necesidad de redinamizar las posibilidades de la república, aunque por un camino diferente al histórico. Pero como
en el pasado, el salinismo se convirtió en un nudo histórico porque con su proyecto “las instituciones políticas [dejaron] de funcionar dentro de sus propósi154
SALINAS, UN NUDO HISTÓRICO
tos de dominación y dirección políticas” y porque la clase política salinista
“[perdió] la capacidad de hacer uso de las instituciones políticas”.
El proyecto salinista estaba definido, pero caminó con dos
piernas débiles: careció de consenso nacional y no tuvo base social. A
ello se agregaron los intereses de nuevos grupos aliados del salinismo —
iglesia, los Estados Unidos, empresarios, tratado comercial, Prona-sol y
élite burocrática—, que no pudieron meterse en las estructuras del
Estado. Para recuperar el uso de las instituciones políticas tradi-cionales
y fortalecer el proyecto salinista salieron las candidaturas de Colosio y de
Zedillo, el primero, formado en el aparato priísta de par-tido, y el
segundo, esculpido en la burocracia financiera neoliberal.
Los principales problemas del nudo histórico del salinismo son, paradójicamente, Salinas y su grupo de interés. El protagonismo del primero y
la falta de formación política del segundo llevaron al salinismo al aislamiento, y enredaron el funcionamiento de la república. Salinas cambió el sentido
del Estado, modificó al PRI, enterró a la Revolución mexicana, conculcó la
constitución y cambió el proyecto nacional, pero el presidencialismo de un
solo hombre creó un nuevo nudo histórico y lleva a Zedillo a un dilema: ser
el Alejandro Magno o padecer una presidencia limitada.
Los espacios de movilidad de Zedillo están reducidos desde el principio. El problema básico de la propuesta salinista, a partir de los estudios
camachistas sobre feudos de poder y nudos históricos, fue la ausencia de
una reforma política. Salinas se quedó en la toma del poder sin rumbo político. La reforma democrática le daría movilidad a su proyecto, pero siempre
le tuvo miedo. Y hasta donde se tienen datos, Zedillo carece de propuesta
democratizadora de fondo que le dé movilidad al proyecto salinista. Por eso,
el problema número uno del país es el nudo histórico del salinismo.
Las intenciones salinistas
La clave del proceso electoral de 1994 se encuentra en la reunión
de Salinas con columnistas del 11 de noviembre de 1993, donde les filtró
155
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
información sobre el proceso de destape de su candidato que amenazaba
con salírsele de control. Frente a la ola de rumores y de fintas que estaban convirtiéndose en un factor de presión sobre el proceso sucesorio secreto que sólo puede manejar el presidente, Salinas hubo de bajar de su
pedestal para convertirse en el operador de su propia sucesión. Más que
cumplir con un rito sexenal, salió de los espacios de la discreción para,
en ausencia del presidente formal del PRI, dar los lineamientos básicos
del proceso de destape de su suce-sor. Sólo que ahí dejó entrever algunas
señales que indicaron que el proceso electoral de 1994 sería parcial:
a) Por primera vez en mucho tiempo, un presidente tuvo la intención de garantizar la continuidad casi completa de su proyecto de
gobierno. En el pasado, los presidentes salientes buscaban la exten-sión
de algunas de sus medidas y políticas sexenales, pero enmarca-das en un
proyecto histórico de gobierno. Sin embargo, Salinas cance-ló ese
proyecto histórico y definió uno diferente que cambió el rumbo histórico
de la nación en sus tres puntos fundamentales: la Constitu-ción, el Estado
y la Revolución mexicana. Si no conseguía un candi-dato idóneo para la
continuidad de su proyecto, su sucesor habría de regresar al camino
histórico o comenzar uno nuevo. Por eso, no pudo permitir tres cosas: un
candidato diferente o contrario a su proyecto, un triunfo de la oposición
y un regreso del priísmo histórico.
b) Una clave de su proyecto neoliberal de desarrollo se encontraba en la oportunidad de un relevo en la clase política gobernante en
todos los niveles. Por eso, propició la sustitución de la vieja clase política por una nueva clase dirigente. Con el uso del autoritarismo implícito en el presidencialismo mexicano, colocó a su grupo político en los
puestos de elección popular y en los niveles burocráticos más importantes. Si el priísmo histórico regresaba por sus fueros, el proyecto
salinista no tendría a los operadores que garantizaran su irreversibili-dad.
Por eso la continuidad del grupo salinista se presentaba como una
condición básica que definiría la sucesión salinista.
156
SALINAS, UN NUDO HISTÓRICO
c) Salinas sabía que la elección presidencial de 1994 sería definitiva para la permanencia de su proyecto nacional y de su equipo
político y de gobierno. Por eso, sus prioridades no tuvieron que ver ni
con la democracia ni con las garantías necesarias para un proceso
electoral limpio y equilibrado. Sus verdaderas prioridades fueron: la
designación de un candidato funcional a sus intenciones de continuismo; la conformación de alianzas en el sistema y con la oposición conservadora para fortalecer precisamente su proyecto neoliberal, y el
alejamiento de la oposición progresista que quería rescatar el lenguaje y
el viejo proyecto nacional priísta. Cualquiera de estas prioridades
incumplidas pondría en crisis terminal su proyecto transexenal. En
consecuencia, Salinas estaba obligado a operar su sucesión sobre una
realidad parcial y no sobre un escenario democrático.
En este contexto, Salinas buscó las formas de asegurar claramente y sin sombra de duda la continuidad de su proyecto neoliberal de gobierno, la permanencia de su equipo por uno o dos sexenios más y el perfil de un candidato presidencial que amarrara las dos condiciones anteriores. Por primera vez, desde que el PRI nació en 1929 y tuvo a su cargo
once sucesiones presidenciales, la de 1994 planteaba sus diferencias en
el quiebre de la continuidad. Si Salinas perdía el control de la sucesión y
las circunstancias políticas conflictivas le llegaban a imponer a un determinado candidato, entonces el salinismo duraría apenas un sexenio.
En este sentido, la conclusión señala que el presidente se ubicaba en el centro mismo del conflicto político previsible para el siguiente sexenio. Salinas abrió su juego el 11 de noviembre; mostró
públicamente que él designaría al candidato del PRI a la presidencia a su
propia imagen y semejanza.
157
MAXIMATO MODERNIZADOR
_______
1.
S
alinas de Gortari se empeñó en fortalecer su fuerza personal. Si
dijo que no habría reelección presidencial y el proyecto de prórroga del mandato sexenal se empantanó, entonces, construyó las bases
de un maximato presidencial para más allá de 1994.
Más que de presidente de la república, asumió los perfiles de
un caudillo moderno; manejó los elementos políticos del caudillismo
para orientarlos a fortificar su proyecto neoliberal de desarrollo: personalismo, anulación de instituciones, protagonismo y ejercicio supremo del poder, fueron las características del gobierno salinista.
El problema que se discutió en muchos círculos del sistema
político fue el papel de Salinas como expresidente. Joven, dinámico,
hedonista del poder, constructor de un nuevo sistema político, inventor de instituciones políticas y sociales, con enorme popularidad externa, garantía de sobrevivencia del nuevo proyecto económico, Salinas se convirtió en un problema político para después de 1994.
Caudillismo a la mexicana
México entró de lleno en la era de la instituciones el primero
de septiembre de 1928, cuando Plutarco Elías Calles se negó a exten158
MAXIMATO MODERNIZADOR
der su periodo de gobierno para llenar el vacío dejado por el asesinato
del presidente electo Alvaro Obregón. Así lo dijo en su cuarto informe presidencial aunque en el fondo nunca logró el consenso de los
generales obregonistas que siempre sospecharon de la participación
de Calles en el crimen del sonorense.
Obregón había sido el último caudillo revolucionario. General
triunfador, líder nato, simpático, lleno de anécdotas, partícipe de las
corruptelas del poder triunfante, ganador de batallas legendarias, responsable de una depuración violenta de políticos revolucionarios,
operador de la muerte de Carranza, formador de generaciones de políticos, pero, sobre todo, carismático y movilizador de multitudes, había
sobrevivido a la matanza entre revolucionarios hasta que perdió la
vida a manos de un fanático religioso.
Calles nunca pudo llenar el hueco de Obregón. Más cerrado
sobre sí mismo, era la antípoda de aquél. Lo único que los unía —
además del paisanaje sonorense— era su obsesión por el ejercicio del
poder. Calles sustituía el carisma de Obregón con su habilidad para la
intriga palaciega. Sabedor de que no podía remontar las sospechas de
los obregonistas sobre el asesinato de su líder, inauguró la época de
los caudillos en las sombras. De hecho, se convirtió en el hombre
fuerte de la Revolución mexicana y asumió el cargo de Jefe Máximo,
algo de por sí persistente en los jefes revolucionarios, pues a su modo,
Carranza se hizo llamar Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
La fuerza política de Calles como Jefe Máximo duró poco: de
1928 a 1936, apenas ocho años y cuatro presidentes de la república: el
interino Emilio Portes Gil, el constitucional Pascual Ortiz Rubio, el
interino Abelardo L. Rodríguez y dos años del constitucional Lázaro
Cárdenas. Era referencia común que quien mandaba era Calles. Una
pugna por el poder con Cárdenas lo llevó al exilio y a la extinción de
su poder. Con él desaparecieron los hombres fuertes.
159
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Con Cárdenas nacieron los caudillos institucionales. El poder
inmenso de la presidencia de la república le confirió a los expresidentes un papel estabilizador para evitar excesos, no para extender el poder. Los caudillos burócratas no cuajan: orientan. La virtud de Cárdenas fue que como expresidente nunca quiso ejercer el poder al estilo
Calles, aunque sí buscó jugar un papel estabilizador entre las diferentes fuerzas priístas. De los demás expresidentes, muy pocos quisieron
extender su poder más allá de su sexenio y siempre se encontraron
con fuerzas políticas dispuestas a impedirlo.
El problema de fondo es que el ejercicio del poder absoluto
desde la presidencia propicia el desgaste de las figuras políticas. Las
virtudes de Obregón y Calles como caudillos revolucionarios en el
poder radicaron en su capacidad de aliarse con fuerzas políticas del
sistema y en el descabezamiento de otros grupos políticos. Obregón y
Calles asumieron su función como caudillos ante la ausencia de instituciones, de equilibrios políticos y de otros jefes políticos dentro y
fuera del sistema. Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid terminaron muy desgastados sus sexenios, lo que les impidió —si
acaso quisieron hacerlo— ejercer un posible poder transexenal.
El caudillo moderno
Pese a todo, el país ha entrado en la dinámica de la modernidad. La reestructuración productiva derivada de la apertura comercial
y la reprivatización de la economía pública ha liberado nuevas fuerzas
sociales cuyas tendencias no son del todo conocidas.
Salinas trató de construir las bases de un caudillaje moderno:
a) El proyecto de modernización salinista del país es de largo
plazo. Tan sólo para arrancar se requirieron prácticamente seis años.
Su consolidación vendrá con la vigencia operativa del Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio. Por ello, se habló del necesariato salinista, como amenazó el priísta tecnocrático José Ángel Gurría. El pro160
MAXIMATO MODERNIZADOR
yecto podría tener un espacio de acción de cuando menos cincuenta
años, aunque quizá requerirá mínimamente de tres sexenios para consolidarse —el de Salinas y dos más.
b) Dos pequeños problemas: en México existe la ruptura sexenal
de grupos aunque el parentesco ideológico y de grupo sea el mismo, y no
hay clase política que aguante el caudillismo. Desde Alemán, los presidentes salientes han querido poner presidentes sucesores con ciertas tentaciones de control posexenal, pero han fracasado. Hay casos precisos en
los que el continuismo era tan evidente que el caudillismo pudo ser consecuencia natural. Pero algo ocurrió que el presidente entrante asumió el
cargo y tomó el poder, aun en contra de quien lo puso ahí. Nunca como
ahora el país ha visto tanta orfandad de liderazgo.
En este esquema, el perfil del caudillo moderno está a la vista.
Ya no se requieren armas, generales, crímenes, fusilamientos, chantajes, manejo de tropas ni purgas a la siciliana. El caudillo moderno es
más sofisticado: estudió en el extranjero, tiene modales a la alta escuela, se expresa mejor en inglés. La clave se encuentra en la forma
de ejercer autoritariamente el poder para imponer un proyecto de país
y generar el recambio generacional en función de su propio grupo político, un verdadero grupo compacto, reducido, marcado por la lealtad
y dominado por el autoritarismo de un líder. El caudillo moderno no
necesita de oposición ni de equilibrios pluripartidistas, sino de un
control absolutista de la política y del poder.
Maximato salinista
Salinas ejerció el poder como pocos presidentes. Se decía que
Echeverría había sido el presidente más poderoso, pero alguna vez le
preguntaron que para él qué era el poder y contestó: “es no poder hacer lo que uno quiere”. Por el contrario, Salinas no tuvo límites. En
seis años, cambió el rostro de la nación y lo maquilló con afeites internacionalistas. Modificó los acuerdos consensúales básicos y creó
161
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
unos nuevos, menos conflictivos. Acumuló tanto poder como no lo
hizo presidente alguno.
Los perfiles del maximato salinista estuvieron —¿están?— a la vista:
a) El activismo salinista anuló otras fuerzas políticas. Los partidos de oposición, las corrientes equilibradoras del sistema, el gabinete
presidencial, la pirámide del poder y las fuerzas sociales que jugaban un
papel activo en la vida política del país fueron aplastadas por la fuerza
del presidencialismo. Salinas ejerció una presidencia operativa en donde
todo lo resolvía él. Gobernó con un grupo compacto de aliados y él como
líder indiscutido. Es más, reconstruyó una estructura de poder en relación
directa con sus necesidades a partir de diciembre de 1994.
b) Edificó un sistema político a la medida de su propio proyecto
económico. Las nuevas alianzas surgidas del nuevo esquema productivo
las capitalizó él mismo: el gobierno norteamericano se entendió sólo con
Salinas; la iglesia católica firmó acuerdos secretos sólo con él; los empresarios nacionales se beneficiaron directamente con Salinas y a él le
deben sus fortunas; los inversionistas extranjeros pidieron su garantía para el próximo sexenio. ¿Fueron sólidas esas alianzas?
c) Convirtió la política social del Estado —o lo que queda de
ella— en un programa de popularidad personal. No por menos, por
ejemplo, las presiones reeleccionistas salieron de los beneficiarios del
Programa Nacional de Solidaridad —”¡uno, dos, tres, Salinas otra vez!”,
decían las porras Pronasol. Pronasol fue un programa que dependió directamente de Salinas y varios de sus familiares formaron parte de él.
Fue un esquema integral para sustituir al PRI. Hasta creó una secretaría
de Estado para Solidaridad. Hubo un momento en 1994 en que se creyó
que el secretario de Desarrollo Social del próximo gobierno sería el expresidente Salinas.
d) Se apoderó del PRI, y no en los términos del liderazgo funcional que todo presidente ejerce sobre el partido tricolor. Puso liderazgos priístas, reformuló la estructura del PRI, le cambió su ideolo162
MAXIMATO MODERNIZADOR
gía. Para amarrar los hilos, los candidatos a puestos de elección popular fueron salinistas puros o que siempre le debieron lealtad. Gobernadores y diputados debieron jurarle lealtad primero. Así, apresuradamente y echando mano a compromisos garantizados por cualquier
vía, se apoderó de las estructuras políticas básicas del sistema.
e) La figura salinista anuló y hasta empequeñeció los espacios
de poder con miras a la sucesión presidencial. Tomó nuevos bríos a
partir de que supo que sus órdenes no permeaban y de que percibió
las posibilidades de un poder transexenal. De hecho, los precandidatos no tuvieron el espacio necesario para forjarse una personalidad
política propia. El peso de la figura salinista los avasalló y los subordinó. Ejerció la presidencia durante seis años como si fuera el primer
día. Tomó decisiones que tendrían vigencia más allá de su sexenio.
¿Para qué tanto poder si en México el cargo de expresidente es
sinónimo de ostracismo? La única explicación posible: construyó los tejidos de un maximato modernizador a partir de la tesis del necesariato:
nadie sería capaz de terminar lo que comenzó, excepto el propio Salinas.
2.
Si las reglas de la política mexicana deben cumplirse para evitar sobresaltos de gobernabilidad, Salinas de Gortari debiera orientar
sus esfuerzos a preparar un retiro ordenado de todo tipo de actividad
pública. Si no lo hace, su presencia se convertirá en foco de inestabilidad política para el gobierno de Zedillo.
Aunque Zedillo no es Pascual Ortiz Rubio, al parecer tampoco
será Cárdenas. Ello perfila un gobierno zedillista acosado por el Salinismo y dependiente de las fuerzas políticas dominadas por Salinas.
Su problema ha sido su falta de preparación para ser presidente, algo
que debe trabajar con paciencia y gusto. Tuvo que aceptar la candidatura presidencial sustituta cuando no la buscaba y se vio obligado a
hacer en cinco meses lo que Salinas y Colosio tardaron cinco años.
163
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
En este contexto singular, Salinas y Zedillo enfrentan una situación política contradictoria: las posibilidades extraordinarias de un
continuismo sin dobleces, en la medida en que Zedillo depende del
proyecto, equipo y fuerza de su antecesor pero con fricciones naturales en un candidato triunfante que careció de las tres reglas de todo tapado para con su destapador: lealtad, sumisión y complicidad. Si entre Zedillo y Salinas no se dieron los compromisos ni las complicidades que amarran las alianzas subterráneas entre el presidente que sale
y el que entra, se dejaron sembradas las posibilidades —de corto plazo, ciertamente, pero muy evidentes— para el accidentado cruce de
espacios políticos entre el presidente y el expresidente: el rompimiento, vía enfrentamientos, estuvo a la vista.
Aunque hay voces institucionales que juran que Salinas no aspiró a ningún maximato, existen datos que indican la conformación de
un salinismo de largo plazo o, de plano, de un salinato. La lucha desesperada de Salinas por ligar una posición internacional confirmó su
psicología política y de poder: seguir en el escenario político internacional como una manera de refrendar su hegemonía política en el escenario nacional. Salinas repitió la aspiración de Echeverría, cuando
quiso ligar la Secretaría General de la ONU al terminar su mandato.
Los espacios reales de Salinas no los definirá ni la oposición
ni el PRI ni el congreso. Los límites los señalará el propio Zedillo. A
su favor, tiene un hecho innegable: por primera vez, desde que se fundó el PRI en 1929, el presidente de la república fue electo en las urnas
y no en las intrigas palaciegas.
164
LA AGONÍA DEL TIRANOSAURIO
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO
_______
Los varios tropiezos del aparato
E
l actual sistema político mexicano ya no sirve. Los cinco elementos que perfilan su crisis terminal están a la vista:
1. La crisis de las alianzas políticas.
2. La crisis en el entendimiento gobierno-sociedad.
3. La crisis de la legitimidad política.
4. La crisis de los consensos sociales.
5. La crisis de credibilidad.
En medio de esta crisis terminal, el país mira hacia todos lados
en busca del líder que perfile al nuevo sistema político mexicano.
Modernidad autoritaria
En su clásico El sistema político mexicano (Editorial Joaquín
Mortiz, 1972), Daniel Cosío Villegas llamó la atención de que desde la
crisis política de 1928, que llevó a la fundación del partido del Estado en
1929, el país tuvo hasta 1970 siete sucesiones presidenciales con sólo un
sobresalto (1968) pero sin poner en peligro la transición gubernamental
de 1970. Después de la contabilidad de Cosío Villegas, México ha tenido
cinco sucesiones presidenciales más, con conflictos y desajustes econó167
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
micos serios que amenazaron la transmisión del poder. Sin embargo, en
1994 se dibujaron los perfiles de una verdadera crisis estructural en el
sistema político mexicano. El Diccionario de política de Norberto Bobbio define la crisis como “un momento de ruptura en el funcionamiento
de un sistema, un cambio cualitativo en sentido positivo o negativo, una
vuelta sorpresiva y a veces hasta violenta y no esperada en el modelo
normal según el cual se desarrollan las interacciones en el interior del sistema”. En este esquema, el texto señala que las crisis como rupturas imprevistas en el funcionamiento normal del sistema “requieren respuestas
rápidas que tiendan a llevar nuevamente al sistema a su modelo precedente de funcionamiento o a institucionalizar un nuevo modelo”.
Para el equipo que redactó el Diccionario, las crisis de los sistemas políticos tienen dos dimensiones principales: de un lado pueden involucrar “sólo los mecanismos y los dispositivos jurídicos y constitucionales” del sistema, “es decir, el régimen político”, y ejemplifica el tránsito de sistemas monárquicos absolutos a monarquías constitucionales o de
una república presidencial a una república parlamentaria; de otro, considera en su lugar el orden socioeconómico e “implica cambios como las
relaciones sociales de producción, la distribución de la propiedad y la estructura de la familia”. El Diccionario agrega que “raramente el tipo de
crisis socioeconómicas puede tener lugar sin provocar mutaciones en el
régimen político”.
Las percepciones del equipo de Bobbio cuajan en el análisis histórico que hizo Cosío Villegas en 1972. Para él, la singularidad del sistema político mexicano radicó en el logro de dos objetivos: la estabilidad
política y social y el progreso económico y material. Funcionó adecuadamente sobre estos dos pivotes para lograr, de 1929 a 1988, once transiciones presidenciales con sobresaltos pero sin rupturas institucionales,
pues incluso la crisis de 1932, con la renuncia de Pascual Ortiz Rubio, no
llevó a la ruptura institucional sino que se resolvió con mecanismos
político-constitucionales.
168
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO
En este marco de referencia, los conflictos de la décimo segunda transición evidenciaron una ruptura de los viejos equilibrios,
acuerdos, corporativismos, entendimientos y alianzas, y la necesidad
insoslayable de un nuevo modelo político que resolviera añejos agravios y que abriera la puerta para acceder a un sistema político más
equilibrado, democrático y sobre todo constitucional. Por más que
quiso, Salinas no pudo restaurar el viejo orden: las crisis de 1994 empujaron hacia la creación de un nuevo orden político más abierto, plural y federalista.
En el esquema de Bobbio, Chiapas, Harp, Colosio y Ruiz Massieu representan una ruptura en el funcionamiento del sistema, pues el
cambio socioeconómico (la modernización salinista) llevó a una crisis en
el régimen político. En el esbozo de Cosío Villegas, el actual sistema político no garantiza la estabilidad política y social, y tampoco asegura el
progreso económico y material del bienestar de los mexicanos.
Modernidad salinista, en el banquillo
Salinas de Gortari propuso un nuevo proyecto de desarrollo que
iba a asegurar el mejoramiento de las condiciones de vida de los mexicanos para reasegurar la estabilidad política y social que se había tambaleado desde 1976, cuando los gobiernos de Echeverría, López Portillo y De la Madrid enfrentaron crisis económicas que desajustaron los
equilibrios políticos y sociales de la república. No fue así: el modelo
salinista causó una crisis peor que las de Echeverría y López Portillo.
La crisis de hoy es la crisis de la modernidad salinista. Durante
seis años Salinas impuso su proyecto sin darle dos puntales sólidos: consensos nacionales y bases sociales. El viejo modelo de desarrollo no se inventó en el gabinete económico de Calles ni fue diseñado por el José Córdoba de Cárdenas, sino que fue producto de una determinada correlación
de fuerzas sociales y políticas. La modernización de Salinas es vertical, autoritaria y sin consensos, fundada en el presidencialismo autocrático.
169
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Y hubo que pagar las consecuencias. Salinas, más que la popularidad o el prestigio internacional que se construyó propagandísticamente a lo largo de seis años, estaba obligado a enfrentar la crisis
de su proyecto modernizador con decisiones de fondo que partieran
del reconocimiento —a partir de las lecturas redivivas del Diccionario de Bobbio y de los textos de Cosío Villegas— de que Chiapas,
Colosio y Ruiz Massieu habían tronado al viejo sistema político mexicano y que el país necesita otro sistema que responda a las crecientes demandas de la sociedad.
Romperemos un pilar para ver a doña Blanca
Cuando el PRD ahondó sus críticas contra el sistema político,
la reacción priísta y gubernamental recalcó la apreciación de que la
oposición perredista lo que quería era el fin del régimen. Sin embargo, la oferta zedillista de acotar el poder del presidencialismo con la
independencia de los otros dos poderes y de separar al PRI del gobierno, fue el responso por el régimen de gobierno que nació en 1929.
El gran debate nacional no tiene que ver con el regocijo por la
muerte del sistema político; debe enfocarse hacia la necesidad urgente
de definir los perfiles del nuevo régimen de gobierno.
Crisis largamente anunciada
En 1972 Cosío Villegas publicó su análisis sobre el sistema
político mexicano, que recogía el texto de una conferencia pronunciada en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de
Texas. La intención de Cosío Villegas, un perspicaz escritor político,
fue discutir con politólogos norteamericanos sobre la conformación
de la estructura de poder en México. Los estudiosos estadunidenses
de la realidad mexicana se asombraban de la capacidad de resistencia
del PRI como partido político dominante frente a una exangüe
oposición.
170
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO
El esfuerzo de Cosío Villegas, pionero en el estudio de la forma política de gobierno en México, radicó en la seriedad de su indagación. Escribió:
“De 1929 a la fecha, México ha dado el espectáculo sorprendente de siete sucesiones presidenciales hechas pacíficamente, y una
vida pública en que no ha habido una conmoción perceptible hasta
1968 y después en 1971, en ocasión de la rebeldía estudiantil. A esa
situación inusitada de tranquilidad pública, ha añadido desde hace
treinta años un progreso económico sin paralelo en toda su historia
anterior. Estos dos hechos: gran estabilidad política y señalado avance
material, cobran una singularidad todavía mayor si se piensa en la
agitación aparentemente inexplicable en que viven los otros países latinoamericanos. “La singularidad, notable por sí misma, de esta estabilidad política y de semejante progreso económico crece si se reflexiona que México lo ha conseguido sin acudir a ninguna de las dos
fórmulas políticas consagradas: la dictadura o la democracia occidental. Es obvio que [México] no ha sido gobernado dictatorialmente durante los últimos treinta años, y menos obvio, pero comprobable, que
si bien la Constitución de 1917 le dio organización política democrática, muy a la occidental, el poder para decidir no reside en los órganos formales de gobierno prescritos por la constitución [...] Es también comprobable que la independencia de los poderes legislativo y
judicial con respecto al ejecutivo es mucho menor que en una verdadera democracia. Y es asimismo signo de organización democrática
impura o sui géneris, la existencia de un partido oficial o semioficial,
no único, pero si abrumadoramente predominante.
“Por eso he concluido que las dos piezas principales y características del sistema político mexicano son un poder ejecutivo —o más
específicamente, una presidencia de la república— con facultades de
una amplitud excepcional, y un partido político oficial predominante.”
171
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
La crisis de los pilares de oro y plata
Lo que sorprendía a propios y extraños era la existencia de una
estructura de poder que respondía a las condiciones históricas del país y
al estilo de vida del mexicano. El sistema político se creó para garantizar
la estabilidad política y social y asegurar la mejoría de las condiciones de
vida de los mexicanos. Si sus dos piezas clave eran la presidencia de la
república y el PRI, sus mecanismos legitimadores estaban dados por dos
instancias consensuales: la constitución de 1917 y el PNR-PRM-PRI como el espacio aglutinador de las corrientes revolucionarias que triunfaron sobre el movimiento armado y sobrevivieron a las purgas en el generalato de la gran familia revolucionaria.
A partir de las apreciaciones de Cosío Villegas, las posibilidades
de análisis posteriores han permitido ampliar el enfoque sobre la conformación de las redes del poder. Los tres cimientos del sistema político, para
una evaluación en su etapa de crisis terminal, podrían extenderse a cinco:
1. La presidencia de la república fue creada como institución
fuerte por el Constituyente de 1917. Lo que se vio como instancia
transitoria, al final de cuentas se enredó en las justificaciones del autoritarismo. El presidencialismo nació como subsidiario de la sociedad a condición de reducir sus espacios cuando la sociedad madurara.
El presidencialismo inhibió a la sociedad civil y política. Como el sistema político se ajustó a los criterios del presidencialismo, la crisis de
éste es igual a la crisis de aquél.
2. El PRI nació como pieza clave de la estabilidad política. Según Cosío Villegas, el PRI tuvo tres motivos originales: contener el
desgajamiento del grupo revolucionario, instaurar un sistema civilizado para dirimir las luchas por el poder y dar un alcance nacional a la
acción político-administrativa para lograr las metas de laRevolución
mexicana. Es decir, el PRI funcionó mientras aglutinó. Cuando el PRI
se convirtió en excluyente, las funciones del partido como espacio
172
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO
privilegiado de operatividad política se pasaron a la oposición. Hoy el
PRI no une, separa, y es un factor de inestabilidad política porque
promueve la desagregación de sus militantes, no opera para evitar la
lucha violenta por el poder y fue promotor de contrarreformas sociales que enterraron el proyecto histórico de la Revolución mexicana.
3. El avance material fue uno de los activos básicos del sistema político, pues la generación de bienestar social desactivó las protestas de los marginados. No es gratuito que la masa crítica de la oposición esté conformada por los marginados del crecimiento económico: la desigualdad social generó las protestas políticas. Los años dorados del desarrollo estabilizador —1954-1970— permitieron crecimiento alto, inflación baja y salario real positivo. Lo que ocurrió después fue un reacomodo poblacional: los beneficios económicos fueron menores y la población marginada se multiplicó. Cuando el PRI
se olvidó de las reformas sociales y el neoliberalismo se entronizó como ideología oficial, la fórmula de crecimiento-distribución dejó de
operar y se convirtió en un factor de movilización política. Hoy se
crece sólo para estabilizar y no para distribuir.
4. Los corporativismos resultaron un mecanismo de interrelación política. Si muchos de ellos —el obrero, el campesino y el clasemediero— aparecían dentro del partido, su espacio de acción era en la
sociedad y al lado del presidente de la república. Los corporativismos
funcionaron si el presidencialismo tenía objetivos sociales. Cuando los
corporativismos se convirtieron en un obstáculo, el presidente de la república los golpeó para permitir oxígeno político a una presidencia acotada y asediada. El corporativismo entró en crisis cuando compitió en
poder con la presidencia y vio el resurgimiento de la sociedad.
5. Los entendimientos fueron acuerdos políticos no escritos de
las estructuras de poder con liderazgos sociales fuera del PRI pero aliados del sistema. Hubo básicamente cuatro sectores que se interrelacionaron con el sistema para fortalecerlo: el ejército, la jerarquía católica,
173
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
los empresarios y el gobierno norteamericano. La sabiduría política del
viejo sistema acorraló a estos cuatro sectores para evitar que le disputaran el poder al sistema. Sin embargo, hoy le debaten el poder no sólo al
sistema y al gobierno, sino al Estado. De sectores invisibles, los entendimientos se convirtieron en sectores dominantes que debilitaron la
autoridad política del presidente de la república y del PRI.
Ahora, lo que debe venir es la construcción del nuevo sistema
político que recupere cuando menos los objetivos que cumplió el anterior: generar estabilidad política y promover el progreso económico.
A partir del debate nacional sobre la transición a la democracia,
en los meses de crisis política de 1994, hubo cuando menos el perfil del
nuevo sistema político que requería el México verdaderamente moderno:
a) Un equilibrio de poderes que redistribuya las responsabilidades de manera horizontal y no vertical. El legislativo y el judicial
independientes deben convertirse en contrapesos del poder ejecutivo.
El presidencialismo, que nació consensual cuando se requería un liderazgo que supliera la desarticulación de la sociedad en un modelo nacionalista y cerrado, debe ajustarse a su papel de coordinador de esfuerzos y no ejercer el centralismo antidemocrático.
b) Un federalismo que reconozca los valores de la república.
El viejo presidencialismo privilegió el valor político del centralismo
en demérito del federalismo. El federalismo es la principal vacuna
contra el presidencialismo de un solo hombre.
c) Una sociedad en movimiento que requiere de espacios de
manifestación social y política.
d) Un equilibrio pluripartidista que ya obligó al PRI a reconocer su derrota histórica: la pérdida de la mayoría absoluta. Si el PRI se
vendió como el partido de casi todos los mexicanos, en 1994 resultó
que la mayoría ciudadana era de oposición. Este hecho ha obligado a
la esencia de una reforma política estructural: el equilibrio partidista.
El presidente está obligado a consensar decisiones con los partidos.
174
LA CRISIS DEL SISTEMA POLÍTICO
e) Una nueva constitución federal. De hecho, la constitución
de 1917, con sus centenas de reformas/modificaciones, ya dejó de reflejar el proyecto nacional derivado de la Revolución mexicana.
Ahora se necesita una constitución que defina las nuevas metas
sociales, los derechos sociales posibles y que establezca los límites de
la estructura del poder posterior a la devaluación del presidencialismo.
El sistema político que estudió Cosío Villegas en 1972 ya no
existe y el nuevo sistema no alcanza a definirse.
175
EL HUEVO DEL VELOCIRRAPTOR
PRESIDENCIALISTA
_______
U
nas horas después de conocerse las tendencias de la votación del 21
de agosto, el fantasma del presidencialismo volvió a las andadas.
Desde su refortalecida posición política, Salinas se dedicó a promover el
resultado electoral y a dar entrevistas para sugerir no sólo el rumbo que
debía tomar el candidato presidencial priísta, sino también las tareas que
deberían realizar los candidatos opositores Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos. Si uno de los consensos de la transición fue
acotar la fuerza de un presidencialismo que se colocó por encima de la
sociedad y sus partidos, el saldo electoral oficial permitió el reavivamiento de uno de los personajes del jurásico priísta en desgracia: el dinosaurio del presidencialismo.
La referencia debe anotarse con preocupación, pues a fin de cuentas el debate sobre la transición —como lo perfilaron los promotores del
documento Veinte Compromisos por la Democracia, los miembros del
Grupo San Ángel y el propio candidato priísta que se comprometió a amarrarse políticamente las manos como presidente de la república— se centró en uno de los vicios del sexenio: un presidente que en 1988 se adjudicó
el poder con un confuso 50.34% de los votos, pero ejerció el presidencialismo al 100% de su capacidad constitucional y metaconstitucional.
176
EL HUEVO DEL VELOCIRRAPTOR PRESIDENCIALISTA
La experiencia reciente permitió confirmar una apreciación
básica de la transición pendiente: más que el PRI, es el presidencialismo mexicano, el que necesita de una democratización. Si se democratiza por la vía del acotamiento social de sus poderes, la democracia
vendrá por derrame. La oferta de Ernesto Zedillo de terminar con la
vinculación orgánica del PRI con el gobierno giró en torno a la medida indispensable de quitarle el PRI al presidente. La sumisión de la
pirámide del poder a la fuerza del presidencialismo radica en la capacidad del presidente de designar a capricho —como se vio en el sexenio salinista— a todos los asambleístas, alcaldes, diputados, senadores y gobernadores priístas. Más que a la lealtad a un partido, a un
programa ideológico o a los electores, los políticos priístas le deben la
vida al presidente en turno.
La actuación de Salinas después de las elecciones se dio para
refortalecer la fuerza del presidencialismo. La gestión poselectoral de
Salinas quiso liquidar la capacidad de gestión de los partidos de oposición, disminuir la fuerza de los candidatos opositores como líderes,
y modificar en la práctica y en favor del PRI el equilibrio pluripartidista de las elecciones. Por eso, Salinas se autoerigió como el árbitro
de una situación poselectoral que contribuyó a diseñar a partir del
control desde el presidencialismo de una estructura electoral que privilegió el triunfo del priísta Zedillo. Si Chiapas, los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu y los secuestros le habían disminuido el poder al
presidente, el saldo electoral se lo restituyó en un escenario de depreciación de los contrapesos del poder presidencialista.
En este contexto, la mejor herencia que recibió Zedillo fue un
presidencialismo redivivo.
Presidencialismo vs. democracia
El presidencialismo tuvo un origen histórico preciso: se trató
de constituir un poder que sustituyera la inexistencia de equilibrios
177
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
políticos y sociales en una nación sin Estado y acosada por presiones
externas. Si las condiciones de crisis en las que se fortaleció fueron
coyunturales, a la postre se constituyó en un poder en sí mismo. El
mandato de subsidiaridad —suplir temporalmente con un ejecutivo
fuerte la inexistencia de una sociedad civil y política— fue conculcado por el personalismo presidencialista. La escasa formación política
real de los presidentes le dejaron todo el peso del ejercicio del poder a
la estructura presidencialista.
Las constituciones de 1857 y de 1917 promovieron las atribuciones extraordinarias para un ejecutivo que se convirtiera en un representante de la sociedad. Si la presidencia necesitaba perfiles políticos para ejercer sus atribuciones, la tecnocratización de las candidaturas presidenciales priístas derivó en el complejo del tlatoani: la suposición de que los mexicanos son políticamente menores de edad y
que, por tanto, el presidente como autoridad máxima debe asumir la
condición de padre político, algo que se agudizó psicológicamente en
la fase de presidentes con doctorados en el extranjero, pero en una nación con nivel de tercer año de primaria. Independientemente del porcentaje con el que llegaba a Palacio Nacional, el presidente se convertía en el presidente de todos los mexicanos, incluso de aquellos que
habían votado contra él.
La clave del presidencialismo se localizaba en ese espacio nebuloso de los consensos sociales. La vinculación entre el proyecto político de un priísmo mayoritario y una estructura presidencialista de
poder logró dibujar al presidencialismo como mesiánico, como el
gran salvador de las almas de los mexicanos. De Juárez a Díaz, de Calles a Cárdenas, de Díaz Ordaz a Salinas, el presidencialismo rebasó
con mucho las consideraciones jurídicas, políticas y de poder y se anidó en el terreno de la psicología social. Si alguna estructura política o
social se parece al presidencialismo mexicano, es el papado católico:
infalibilidad, onmipresencia, poder absoluto, miedo y comunicación
178
EL HUEVO DEL VELOCIRRAPTOR PRESIDENCIALISTA
directa con Dios. Díaz Ordaz pudo haber reprimido a los estudiantes,
pero logró el consenso mayoritario cuando se identificó a la presidencia con la existencia misma de la nación.
Si el presidencialismo fue un necesariato, el punto de conflicto
se ubicó en la confluencia de las coordenadas de la participación de la
sociedad y del avance de los partidos políticos. Cuando la sociedad
comenzó a recuperar su voz y su actuación y cuando los partidos rompieron el hegemonismo del PRI, la legitimidad del presidencialismo
se puso en duda. La mitad del voto contra el PRI y la abrumadora participación de la sociedad el 21 de agosto fueron un mensaje antipresidencialista que Zedillo debe asumir con decisión, antes que esa sociedad y esos partidos lo conflictúen. El presidencialismo salinista debe
ser una advertencia para él: las crisis de gobernabilidad derivadas de
un presidencialismo sin legitimidad social o política.
La crisis del sistema presidencialista mexicano comenzó cuando el ejercicio del poder perdió su capacidad de consensar y se quedó
en el ejercicio autoritario del poder. De hecho, el punto de inflexión
se dio cuando los presidentes se salieron del escalafón político y quedaron en el arribismo burocrático. En realidad, la experiencia política
les otorgaba a los presidentes mexicanos la sensibilidad para darse
cuenta de su poder. La inexperiencia política produjo, desde Echeverría hasta Salinas, una generación de presidentes sin sensibilidad social. Al carecer de conocimiento político perdieron el contacto con la
realidad social y de poder. Así, el presidencialismo degeneró en la
peor exhibición de voluntarismo: el autoendiosamiento.
La gestión presidencialista de Salinas permitió confirmar, casi
científicamente, la crisis estructural del dinosaurio presidencialista: un
ejercicio verticalista del poder mediante la imposición de un modelo
antihistórico de desarrollo, una inhibición de la sociedad y de los partidos mediante mecanismos sustitutivos y un fortalecimiento del poder
presidencialista con el control absolutista de las candidaturas priístas.
179
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Cuando un gobernador tuvo la ocurrencia de sugerir, en el despacho
presidencial de Los Pinos, la posibilidad de una consulta más amplia
para designar al sustituto de Colosio, Salinas, cuentan las crónicas,
contestó molesto, después de que un video mostró a Zedillo como el
sucesor natural de Colosio: “¿y esto qué es?”. Nadie más replicó.
Transición vs. dinosaurio
Como piel de zapa, el presidencialismo pidió su último deseo el
21 de agosto y ahora tiene que desaparecer. Si Zedillo confunde los signos políticos, el país no sólo va a desviarse de la transición política inevitable, sino a pagar un alto costo: el choque entre un presidente que querría continuar la tradición autoritaria y una sociedad y sus partidos que ya
probaron su poder y no le darán cheques en blanco al presidente.
Su principal consenso ya se perdió: la sociedad no participaba,
y con ello daba un aval tácito a una determinada estructura de poder;
ahora, la sociedad participa. El 21 de agosto salió a votar de manera
abrumadora. Y aunque lo hizo mayoritariamente por el PRI, ya salió.
Y así como le dio el triunfo apretado al PRI, se lo puede dar a la oposición en las elecciones del año 2000. En el filo de la crisis, la fórmula del presidencialismo era sencilla: a menos sociedad, más presidencialismo. Ahora que la sociedad sale a definir su rumbo —aun haciéndolo por el PRI—, el presidencialismo está condenado a morir.
De modo natural, la reforma indispensable del presidencialismo sería el primer gran paso hacia la democratización de la república.
La transición a la democracia debe comenzar con la disminución del
sistema presidencialista en favor de la sociedad y de sus partidos. Hay
aspectos a destacar:
a) La sociedad exige de muchas maneras que el presidencialismo le regrese sus atribuciones políticas.
b) De modo creciente el país ha visto un reacomodo de poderes políticos. Aunque aparece sometido al ejecutivo, el legislativo es
180
EL HUEVO DEL VELOCIRRAPTOR PRESIDENCIALISTA
ya un espacio social de poder. Y el judicial ahonda su inefciencia en
la medida en que se autosomete al presidencialismo.
c) La sociedad logró un equilibrio real entre los partidos. El PRI
no pudo alcanzar la mayoría absoluta pese a que el presidencialismo salinista exageró su parcialidad en favor del PRI. Zedillo, entonces, no
puede ejercer el presidencialismo de antes con los votos de ahora.
d) El resurgimiento de la sociedad se aprecia en la existencia de
organismos sociales más participativos que le exigen al presidencialismo
que les regrese sus facultades: el congreso, el poder judicial, los partidos,
la prensa y las agrupaciones ciudadanas. Para ello, hay un consenso en
favor de una reforma constitucional que replantee las atribuciones del
ejecutivo para regresarle a la sociedad aquellas que le pertenecen.
e) Un presidente que toma el poder con menos de 50% de votos carece de legitimidad para imponer a su partido, el PRI, como el
hegemónico. Si se lee bien el resultado electoral, el 48.7% en favor
del PRI, fue un voto contra el partido del Estado.
El dinosaurio presidencialista agoniza. Pero no debe olvidarse
que en su agonía y en sus estertores aún puede causar mucho daño.
181
LA CUARTA REPÚBLICA
21 DE AGOSTO: TRANSICIÓN AL REVÉS
_______
1.
E
n realidad, Salinas operó una transición política al revés. El saldo electoral del 21 de agosto quiso retrotraer la situación política de la república a un contexto previo al tlatelolcazo de 1968. El dominio mayoritario del
PRI llevó al candidato priísta a olvidar rápidamente sus compromisos democratizadores; al final de cuentas, dijo el análisis zedillista, los mexicanos votaron por el mismo PRI de siempre y por el mismo presidencialismo.
Cuando asumió el poder real a la muerte física de Francisco Franco,
el rey Juan Carlos I había concluido que las cosas debían cambiar en España. Los problemas que encontró fueron serios; entre ellos, una casta militar
que se negaba a la transición; un movimiento franquista atrincherado en las
estructuras de poder, y una sociedad que tenía las marcas de la guerra civil.
Sin embargo, el rey se convirtió en el artífice de la transición española.
En México, durante meses se quisieron privilegiar los parecidos
de ambas transiciones. Y, en efecto, las oportunidades eran similares: el
agotamiento de un modelo autoritario, una sociedad deseosa del cambio,
la amenaza de la violencia a la vuelta de la esquina, una presión democratizadora de importantes grupos sociales, una élite política aglutinado185
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ra de las fuerzas en favor de la democracia, y la necesidad de incorporar
al país a un contexto internacional más abierto y democrático.
La transición española tuvo a un líder comprometido con la
democracia. De hecho, Juan Carlos I tomó tres decisiones de fondo:
liquidar el autoritarismo, abrir el sistema político y controlar las fuerzas dominantes que había privilegiado el franquismo para obligarlas a
la democracia. El camino español es conocido: el franquismo autoritario se enterró, el posfranquismo administró la transición y el Partido
Socialista Obrero Español está a punto de culminar la transición con
su salida del poder y la alternancia con el Partido Popular.
Si acaso había alguna oportunidad para la transición, el rejuego de poder de Salinas no la aprovechó. Lo malo fue que durante varios meses se vendió la idea de que el país podía encontrarse ante una
transición pactada. En realidad, en la elección presidencial de 1994 se
hubiera podido iniciar la transición; al final de cuentas las características del deterioro político institucional y la inexistencia de una fuerza
de recambio le habían dado al presidente y a un segmento del PRI la
posibilidad de conducir su propia transición a la democracia.
A Salinas le ganó el afán personalista. La elección se convirtió en
el gran tropezón de la transición democratizadora. Más que el estadista o
el gran político visionario, se quedó en un funcionario del corto plazo
dominado por tres objetivos: remontar la crisis de los duros primeros meses de 1994, tomada como una afrenta personal y no como la evidencia
de una ruptura política histórica; ajustar cuentas con Cuauhtémoc Cárdenas y el cardenismo para enterrar el fantasma de la debacle electoral de
1988 y la acusación de ilegitimidad en el ejercicio del poder, y garantizar
el continuismo de un proyecto personal y transexenal de gobierno.
En el fondo, la sociedad mexicana quería el cambio. El darle 50%
de los votos a la oposición constituyó un mensaje que ni Salinas ni Zedillo
quisieron atender, interesados en hacer negociaciones secretas con la oposición panista, que todo lo concertacesiona, para garantizar más aún el ais186
21 DE AGOSTO: TRANSICIÓN AL REVÉS
lamiento de la oposición cardenista. Sin embargo, la capacidad de movilización del cardenismo, que sigue demostrando ser superior a su piso electoral, podría entorpecer la recuperación de la utopía priísta.
Zedillo perdió la oportunidad de consagrarse con el arranque de la
transición a la democracia, y confirmó su insensibilidad política. Zedillo está
atado a las decisiones asumidas por Salinas en la recta final de su mandato.
Más que para aceptar la derrota del PRI, la transición mexicana a la democracia estaba sustentada para la conformación de un gran
frente progresista. El dominio del PAN como segunda opción electoral, es una garantía de que la transición no llegará por esa vía; pues el
panismo busca negociar un espacio político de convivencia que le dé
más parcelas de poder. El objetivo del PAN es que el PRI no se rehaga con Zedillo y que en el año 2000 la presidencia, de manera “natural”, sea del blanquiazul.
El PRI tampoco entendió las señales sociales por la democracia.
Con el apoyo ilegal del gobierno, los priístas se volvieron a consolidar en
el poder. Pero no para ayudar a transformarlo, como se ve en el perfil político de los senadores y diputados. Una vez en el poder, el priísmo busca
afianzarse como partido hegemónico, pues el PAN no ejercerá su 26%
para buscar la democracia; al contrario, es posible la práctica de un cogobierno PRI-PAN que fortalecería la consolidación del proyecto neoliberal y alejaría al país de las posibilidades de la democracia.
La crisis política de 1994 exigía una visión de estadista. Pero
no la hubo.
¿Dónde se quebró la transición ?
Las sorpresas de 1994 fueron la oportunidad política para el
cambio. Pero la oportunidad naufragó en la estrategia salinista de ganar las elecciones para Zedillo. Esto lleva la situación a los límites: la
transición mexicana se tendrá que hacer contra el PRI y no con el
PRI. A partir de la consigna de que se trataba de que ganara el PRI y
187
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
perdiera el PRD, la estrategia salinista se concretó a llevar a la sociedad mexicana a una encrucijada política: o democracia o estabilidad.
En este esquema, la campaña zedillista fue la campaña del miedo.
Aquí se extravió la posibilidad de la transición mexicana a la democracia:
a) El problema político de Chiapas se estancó. En el fondo, los
zapatistas se equivocaron: las amenazas de Marcos de reanudación de
las hostilidades; la incapacidad del subcomandante para amarrar una
alianza política; el regaño a Cárdenas y el fracaso político —aunque
un éxito romántico— de la Convención Nacional Democrática que no
pudo colarse en los resquicios de la política nacional. A la hora del
voto, la sociedad reaccionó a los estímulos gubernamentales del miedo a la violencia, como se vio en la campaña macartista de Zedillo:”yo voto por la paz”.
b) A Colosio se lo convirtió en mártir. El video grabado por
agentes judiciales, donde se ve que recibía el balazo, fue, a la postre,
un “balazo” contra la sociedad. La interpretación social de ese crimen
fue eminentemente conservadora, al grado de que muchos votos por
el PRI fueron por Colosio. La jugada salinista de dejar que Miguel
Montes se embarcara en una investigación deficiente y luego dar el
golpe espectacular con el nombramiento de Olga Islas, alejó —hasta
febrero de 1995— del gobierno y del PRI las sospechas del asesinato.
c) El miedo económico operó en favor de Zedillo. La declaración de Roberto Hernández, un neobanquero salinista de primer orden, de que sólo Zedillo garantizaba estabilidad, equilibrio cambiario
y tasas bajas de interés, introdujo miedo a eventuales tropiezos económicos. El codueño de Banamex, a fin de cuentas, no hacía más que
defender sus privilegios; una oposición en el poder revisaría el proceso de reprivatización de la banca, en tanto que Zedillo le iba a dar carpetazo al asunto. En este contexto, las posibilidades se ahogaron por
lo que bien puede llamarse el chantaje del dinero.
188
21 DE AGOSTO: TRANSICIÓN AL REVÉS
2. “La esperanza de ser feliz”
El protagonista de la novela Diana o la cazadora solitaria escribe una frase que en realidad es del autor Carlos Fuentes: “no hay
peor servidumbre que la esperanza de ser feliz”. El año 1994 perfiló,
quiérase que no, el nuevo México político. Detrás del aval social al
priísta Ernesto Zedillo, quedó muy claro el mandato de una sociedad
que le tuvo miedo a la libertad: la mitad de los electores votó contra el
PRI. En el fondo, quedó la “esperanza de ser feliz” algún día.
Las sociedades son veleidosas. Y la mexicana demostró que
puede serlo más. Dentro y fuera de México se esperaba que las elecciones formaran parte de la transición política que comenzó con el derrumbe del Muro de Berlín y que arrasó con sistemas autoritarios, pero
una mayoría de mexicanos demostró tener miedo a la libertad. El camino del cambio político no es fácil y tiene un alto componente de incertidumbre, pero ahora los mexicanos exageramos. El grave problema no
fue que ganara el PRI, sino que la oposición cardenista cayera al tercer
lugar, y que quedara, la expectativa del cogobierno, con un PAN conservador que marcaría claramente la inclinación ideológica de la alianza.
El voto del miedo
¿A qué le tuvo miedo la sociedad mexicana? Al cambio. El
PAN y su candidato presidencial perdieron el capital político del debate del 12 de mayo y no pudieron elaborar el discurso de la alternancia. Al PAN le daña su pasado como aliado del salinismo transexenal.
Si el panismo arañó la posibilidad de ganar, a fin de cuentas agotó sus
expectativas en el voto simple para el cambio de dirigentes de gobierno y no de un programa alternativo de gobierno. Ahora sigue vigente
el reto para el PAN de convertirse en fuerza política autónoma, que
trabaje en función de la sociedad y no en relación a los intereses del
gobierno priísta.
189
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El PRD sufrió un grave descalabro porque Cuauhtémoc Cárdenas no supo mantener su base político-electoral de 1988. Decidió
inclinarse por una fórmula política más cargada a la izquierda, en un
momento histórico en que la ideología de izquierda ha declinado. Si
había logrado apoderarse del discurso por la transición a la democracia, no supo cómo emplearlo con una sociedad temerosa ante el ambiente de violencia, decidida a cerrarle el paso a radicalismos armados. El destino del PRD y de Cárdenas es incierto, aunque, dialécticamente, tienen una extraordinaria base electoral de 18%, muy importante para una izquierda latinoamericana.
El priísmo se sintió satisfecho, aunque aún no se sabe por qué. Si
Salinas, Zedillo y el PRI apostaron al voto del miedo, resulta que Zedillo
está atado a los compromisos del México conservador que se la jugó por
el PRI: Televisa, los empresarios, la Casa Blanca, la jerarquía católica
antiprogresista y una clase media temerosa del cambio y deseosa de recuperar sus viejos privilegios. Para consolidar su base de gobierno, el
PRI tendrá que recargarse en un PAN que irá por la victoria en las presidenciales del año 2000. El PRI tuvo su última oportunidad para gobernar.
La transición que viene
Aunque el PRI quiso ocultarlo y la oposición no reconocerlo,
las elecciones perfilaron un país dispuesto a la transición a la democracia. Hubo cinco puntos importantes:
1. La consolidación de nuevos equilibrios entre partidos, poderes, regiones y liderazgos.
2. El 50% del voto contra el PRI fue, en una lectura política
suspicaz, un voto por la transición a la democracia.
3. La república está obligada a construir la transición a la democracia a partir de puntos concretos: fin del PRI-gobierno, acotamiento del presidencialismo, federalismo activo, equilibrio de poderes
y convivencia pluripartidista.
190
21 DE AGOSTO: TRANSICIÓN AL REVÉS
4. El país necesita empujar las tres reformas indispensables: la reforma económica que permita una nueva estrategia para el crecimiento
con distribución del ingreso, la reforma social que revierta las cifras de la
desigualdad y la reforma política que facilite el tránsito a la democracia.
5. Poco a poco el país necesita irle perdiendo el miedo a la libertad. Cuando lo haga, podrá lograr lo que dice una canción popular
entre el feminismo de clase media: “hoy probé la libertad... y me gustó”. Los mexicanos debemos atender lo escrito por Fuentes: “no hay
peor servidumbre que la esperanza de ser feliz”.
Como lo que falta saber es si la sociedad mexicana ya se conformó con los pobres resultados electorales del año pasado, la transición de todos modos queda ahí: latente. ¿Qué falló?:
a) La sociedad no se decidió por el cambio. Las justificaciones: miedo, falta de liderazgos, ideas confusas, la incertidumbre y hasta la duda.
b) Los liderazgos políticos no estuvieron a la altura del reto,
los reacomodos políticos y económicos. Las candidaturas respondían
a un escenario pre y hasta antitransición. Debe agregarse una notable
ausencia de sectores sociales clave en cualquier transición: trabajadores, campesinos, clase media y hasta empresarios.
c) Los partidos políticos no lograron convencer de la transición a la sociedad: pugnas, asesinatos, luchas intestinas, falta de programas políticos y alejamiento de la sociedad.
d) Ninguna propuesta de transición a la democracia parecía
viable. Aunque de todos modos se debe apreciar el hecho de que su
viabilidad depende de que la sociedad la asuma como indispensable.
e) Aunque los partidos hablaron de avanzar, transitar o aspirar
a la democracia, en el fondo, la sociedad no vio una agenda definida
hacia la transición. Partidos y candidatos presentaron imágenes tijereteadas de lo que suponían una transición.
La transición mexicana a la democracia se quedó ahí, a la mitad, como siempre. Eso sí, ahora todos son demócratas.
191
LOS PERSONAJES DE LA TRANSICIÓN
_______
1.
¿
Quién encabezará la lucha por la transición a la democracia? Ésta
sigue siendo una meta nacional prioritaria y sólo podrá avanzar en
función de dos cosas: un liderazgo político diferente, no de confrontación y surgido del seno del viejo sistema, y un partido político que
aproveche las experiencias del priísmo centrista y defina una vía socialdemócrata para una sociedad que reacciona a los impulsos del
progresismo de la Revolución mexicana. Los liderazgos ahí están:
a) Cárdenas salió muy lastimado de las elecciones, pero se ha refortalecido y es el líder indudable de una corriente social plural. Eso sí,
deberá hacer una autocrítica de fondo —la hizo Mitterrand en Francia y
regresó por el triunfo— para entender la composición ideológica de la
sociedad. Asimismo, deberá salirse del nicho de la izquierda en el que lo
quiso hundir Salinas y asumir su origen priísta, aunque progresista y fuera del aparato, porque eso le daría confianza al electorado. Un Cárdenas
negociador, al margen de las disputas del PRD, sin cargas emocionales
respecto a Salinas y jugando las reglas del juego del neoliberalismo, podría construir un liderazgo político bastante más sólido.
192
LOS PERSONAJES DE LA TRANSICIÓN
b) Porfirio Muñoz Ledo —la inteligencia más lúcida y operativa
del cardenismo— emergió como una fuerza política fundamental en los
meses del desconcierto posteriores al 21 de agosto. Los sectores duros
del PRD no han entendido el papel de Muñoz Ledo y éste sobrevivió a la
derrota política a base de carácter e inteligencia. Podría construir ese partido socialdemócrata que requiere el país para amarrar los sectores sociales que desean la transición pero que no quieren ni al PRI ni al PAN ni al
PRD. Podría, asimismo, armar fundamentales alianzas internacionales
—con la Internacional Socialista Europea— que empujaran al país a la
democracia, algo que no quisieron los Estados Unidos y por eso se la jugaron con Salinas, con el PRI y con Zedillo.
c) El subcomandante Marcos —ahora, dicen, Rafael Guillén—también deberá hacer una profunda autocrítica. Marcos no es ni Fidel ni el Che
pero tampoco Madero: quedó como un profeta desarmado. En la realidad
política, Marcos es puro protagonismo fundamentalista. Marcos podría
construir ese espacio para esa izquierda que evidentemente no aspirara al
poder pero que sí empujara a los sectores progresistas hacia la democracia.
d) Manuel Camacho Solís quedó como la figura política más
destacada del espectro nacional oficial, uno de los sobrevivientes del
canibalismo salinista. Después de las elecciones se entendió el juego
con Camacho: anularlo como fuerza política independiente. Por eso,
le echaron el cadáver de Colosio encima y por eso lo arrinconaron
con Zedillo. Sin embargo, Camacho sobrevivió. Ahora su papel es básico, pero tendrá que romper definitivamente con Salinas. Camacho
puede articular una alianza centro-progresista que, sin duda, debilitaría más al PRI y le daría espacios al PRD. Como Camacho fue el
ideólogo del proyecto salinista, sabe cómo enfrentarlo y derrotarlo.
e) Dentro del Grupo San Ángel hubo cuando menos tres figuras nacionales capaces de encabezar corrientes en favor de la transición: el escritor Carlos Fuentes, el ensayista Enrique Krauze y el político Enrique González Pedrero. Pero Fuentes tendría que decidir si
193
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
prefiere el Nobel o la democracia; Krauze habría de buscar puentes
con la izquierda; y González Pedrero tendría que alejarse definitivamente del sistema político presidencialista. Intelectuales, politólogos,
son figuras confiables de la élite reformista de la sociedad. Su papel
en el Grupo San Ángel fue decisivo para instrumentar alianzas plurales y para reflexionar el camino mexicano a la democracia.
El tema poselectoral de fondo radica en que el saldo refleja, de
suyo, un mandato por la transición:
a) El PRI perdió la mayoría absoluta, lo que significa un arranque automático de la transición.
b) La oposición es mayoría y busca espacios fuera del sistema priísta.
c) El PRI está en etapa de descomposición política como estructura de poder.
d) Zedillo quedó atrapado en las redes de intereses de sus votantes reales: Televisa, la jerarquía católica, los Estados Unidos, los
dinosaurios antitransición y los empresarios forbistas. No puede ya
gobernar con la transexenalidad neoliberal salinista.
e) Importantes segmentos de la sociedad y sus élites ganaron la batalla conceptual de la transición a la democracia. A partir de la debilidad
de un presidente con menos del 50% de los votos, la sociedad protransición seguirá en movimiento para evitar el regreso al priísmo jurásico.
La transición a la democracia pasa por la construcción de un
frente amplio de la sociedad plural que derive en un frente grande en
favor de la democracia. La transición no ganó el 21 de agosto porque
careció de liderazgos y de partido. Ésa es la clave de las elecciones
del año 2000.
2. La reforma de las élites
El Grupo San Ángel, que nació como organismo plural para
distender los tiempos preelectorales y que le sirvió a Salinas para su
juego prozedillista, resintió presiones para disolverse después de las
194
LOS PERSONAJES DE LA TRANSICIÓN
elecciones. La reunión del 22 de agosto quiso darle el finiquito pero
antes de su evaluación prometida sobre el resultado comicial limpio
de un proceso electoral sucio.
A partir de la ventaja priísta y del repliegue panista, ni Salinas
ni Ernesto Zedillo requirieron ya del Grupo San Ángel. Es más, luego
de los comicios, ese grupo se convirtió en un obstáculo para el proyecto zedillista de reconstrucción del autoritarismo presidencialista.
Las presiones foráneas sobre el Grupo fueron bastante identificables. El 22 de agosto, dentro y fuera del organismo, varios pidieron su disolución. Sin embargo, había nacido como un organismo
promotor de la democracia, y su tarea no podía concluir con las elecciones. Eso sí, el entonces presidente y su candidato necesitaban su
disolución para disolver con ello sus propios compromisos de apertura democrática; la jugada del nuevo presidente será repetir la experiencia salinista: convertir una baja votación en ejercicio absolutista
de presidencialismo.
En este contexto, las tareas del Grupo San Ángel están claras:
a) Haber hecho un diagnóstico crítico de las elecciones.
b) Reencauzar el activismo político del PRD.
c) Jalar al panismo hacia los temas democratizadores.
d) Obligar al PRI a atender y, sobre todo, entender el sentido
del voto.
e) Organizar una plural Convención Nacional por laTransición
Democrática.
f) Presionar por una verdadera reforma electoral para que el
gobierno priísta —que con Salinas tuvo apenas 50.34% de los votos y
con Zedillo 48.7%— ya no organice los procesos electorales que
afectan a la oposición y benefician al PRI.
g) Multiplicarse como clubes estatales y no como partido.
h) Convertirse en un interlocutor del gobierno y de los partidos
en favor de la transición a la democracia.
195
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
i) Recuperar la propuesta plural de los Veinte Compromisos
por la Democracia.
j) Impedir que la democratización, que logró movilizar a millones de mexicanos y que permitió desactivar la violencia, sea de
nueva cuenta pospuesta por un priísmo eufórico porque ganó las elecciones pero perdió la mayoría absoluta.
La madurez de los mexicanos impidió —o lo pospuso— el
choque de trenes políticos. La oposición revivió en importantes estados de la república. Pero si la sociedad reaccionó así, la incógnita política radica en identificar a las fuerzas políticas y sociales que pueden
empujar la transición democrática. A partir de la experiencia histórica, las grandes reformas políticas han sido definidas y dirigidas por
las élites políticas. De ahí que el Grupo San Ángel tenga la función,
junto con agrupaciones similares, de participar en la reforma democrática de las élites. Se trata de impedir que el PRI vuelva a las andadas absolutistas.
El problema radica en que las élites políticas no se deciden a
asumir su papel social. La virtud del Grupo es su pluralidad partidista
y su diversidad social. Hubo dirigentes partidistas al margen de los
compromisos de sus partidos, políticos que fueron más allá de sus
partidos, intelectuales que reflexionaron socialmente el corto plazo,
funcionarios y exfuncionarios que aprovecharon los espacios políticos
plurales y dirigentes sindicales con representación de base.
196
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
_______
Después del colapso
L
a premodernidad política no pudo ocultarse: pese a que Ernesto
Zedillo fue el primer candidato del PRI electo por el voto de la
sociedad y no por el dedo presidencial —el destape no fue la elección—, sus posibilidades para ejercer un programa de gobierno distinto, autónomo parecen limitadas. Las pugnas entre grupos de poder, la
pugna con el presidente anterior, la ola de violencia, las presiones
democratizadoras de la oposición y de importantes grupos sociales y
las dificultades para definir e integrar un gabinete homogéneo indican
que la política mexicana no ha salido de los ámbitos jurásicos del
ejercicio patrimonialista del poder.
El problema, sin embargo, radicó en que Zedillo enfrentó la oportunidad histórica para, con decisión, meter al sistema político mexicano en
los espacios de la modernización política, que no es otra cosa que enrolar
el país en la ruta de la transición a la democracia. Si no supo, no pudo o no
quiso tomar esa ruta, de todos modos la república presentará a partir de
1995 los contornos de un conflicto nacional por la democracia —como se
vio el 28 de septiembre con el asesinato de Ruiz Massieu, y como se apreció el 23 de marzo con el asesinato de Colosio. El principal mensaje de las
elecciones fue el de plantear la inevitabilidad democrática.
197
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Zedillo y su minigrupo compacto pudieron darle otra lectura al
resultado electoral: la del aval social a su gestión de gobierno, pero no
han conseguido ocultar las evidencias de que el país sigue viviendo una
profunda crisis política estructural —para decirlo en el lenguaje tecnoburocrático salinista—, como ahora se percibe con la pugna ZedilloSalinas y todas sus secuelas y antecedentes.
Tan es fuerte esa discusión sobre las viejas estructuras políticas y de poder, que la primera decisión política de Zedillo fue iniciar
la reforma política del PRI para separarlo del Estado y del gobierno
como un primer paso hacia la modernización política. La participación social no debe medirse sólo por el volumen de votantes, sino.por
el ejercicio del voto para establecer un nuevo equilibrio político federal en la república y las demandas de la sociedad.
Zedillo debe entender que el sistema político mexicano se cimbró
el primero de enero, crujió el 23 de marzo, se sacudió el 21 de agosto, siguió rechinando el 28 de septiembre y empezó a caerse el 28 de febrero.
El punto del conflicto que tejió esos hechos fue el tema de la lucha por la
democracia. Como la política mexicana debe medirse en el contexto de la
economía cero, lo que pierde el autoritarismo político lo gana la democracia. Y al revés: lo que pueda perder el avance democratizador con un voto
asumido por el PRI como por la estabilidad, lo va a ganar el presidencialismo redivivo que pudiera desear Zedillo para consolidarse en el poder.
Zedillo no tiene mucho margen de maniobra. Entre sus posibilidades —que son pocas— y sus limitaciones —que son muchas—, el
gobierno zedillista está determinado por el conflicto nacional.
Las posibilidades de lo posible
Lo paradójico de la candidatura sustituta de Zedillo se vio en
el hecho de que su perfil de economista ortodoxo y neoliberal garantizaba en su momento la inquietud más importante del gobierno salinista: la inestabilidad económica y la salida de capitales.
198
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
Pero si privilegió la preocupación económica con una devaluación que le quebró el rumbo financiero de su administración, los
anteriores mensajes del asesinato de Colosio —en el marco de referencia del alzamiento guerrillero en Chiapas y los secuestros de importantes figuras del sector empresarial y financiero aliados al proyecto neoliberal del salinismo— resaltaban una profunda crisis política
que requería una respuesta política. De allí que Zedillo, un economista bastante capaz que participó con discreción en el diseño de buena
parte de la estrategia modernizadora y de estabilización financiera del
gobierno salinista, debe también tener propuestas políticas para una
problemática igualmente política.
La incógnita es saber si podrá con el paquete. Aquí se localizan seis puntos que señalan las posibilidades para 1995:
1. Si antes la elección era el destape presidencial Zedillo ganó
la presidencia en las urnas. Ello lo compromete con la sociedad y no
con el salinismo con el que ahora quiere romper. Es decir, puede ser
el primer candidato presidencial priísta que inicia su gobierno sin los
compromisos de la dependencia perversa entre el presidente entrante
gracias al dedo y a las maniobras electorales del presidente saliente.
2. El PRI pasa por una profunda crisis de identidad que tiene
paralizados a los priístas del jurásico. Esta debilidad se convierte en
una fuerza para el presidente que entra, pues podría empujar reformas
democratizadoras que en el pasado chocaron contra el Muro deBerlín
del priísmo premoderno. Zedillo, quien no está comprometido con los
vicios del priísmo, podría usar al PRI para catapultar unaverdadera reforma democratizadora.
3.La oposición se apoderó de un espacio importante de la vida
política nacional. Se trata de esa oposición que alentó y sostuvo la
parte más importante del impulso democratizador que contextualizó
las elecciones de agosto. Ello quiere decir que Zedillo puede recargarse en la oposición para alentar las reformas políticas que acerquen al
199
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
país al mundo de las democracias occidentales. El PRD, por ejemplo,
no fue un buen aliado salinista porque a Cárdenas y a Salinas los alejó
el resentimiento de 1988. Hoy no es así, lo cual es una ventaja para
las posibilidades de la democracia que se quiere.
4. El viejo sistema político mexicano ya se agotó y Zedillo —
quiéralo o no porque está contribuyendo a ese fin— tendrá que seguir
atendiendo esa crisis en función de dos posibles respuestas: o resana al
viejo sistema o lo cambia. Por lo pronto, entre los compromisos que asumió al calor de los tensos meses electorales hay dos cuyo cumplimiento
podrían iniciar por sí mismos una profunda reforma política: la separación del PRI del gobierno y del Estado, y el acotamiento del presidencialismo. De hecho, habló de un nuevo sistema político.
5. La modernización económica y productiva que se aceleró
en el gobierno salinista ya no es una ventaja para Zedillo desde el 20
de diciembre y ahora tendrá que encauzar o limitar la participación
política de las fuerzas sociales, políticas, históricas, productivas e intelectuales que liberó el sistema productivo sustentado en las leyes del
mercado. El punto fino de esta apreciación radica en el hecho de saber
quién se va a aprovechar de esta nueva correlación de fuerzas políticas y sociales: un proyecto de modernización política encauzado por
el gobierno zedillista o una oleada democratizadora empujada por la
sociedad en movimiento.
6. El carácter sustituto de la candidatura de Zedillo está facilitando mantener una sana distancia del gobierno salinista aunque supongan rompimientos y pugnas. Es cierto que fue designado por Salinas, pero está conformando sus propias alianzas con grupos, incluso,
alejados del salinismo. También estuvo convencido de las bondades
de la modernización salinista, pero también logró —y a muy alto precio— tener conocimiento de las limitaciones de ese modelo. Así, podría darle entrada a la sociedad a sus planes de gobierno.
200
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
Las limitaciones del caso
Del lado contrario, Zedillo tiene perfiles muy acentuados que pudieran recalcar las limitaciones de su gobierno de cara al reto político:
a) Una lucha estéril, y contraproducente para el país, con Salinas.
Éste encabezaba un proyecto transexenal de modelo, de equipo y personal.
Colosio había sido el delfín del proyecto salinista, pero Colosio anunció su
separación el 6 de marzo. Zedillo fue designado por Salinas y éste no dejó
de pastorearlo hasta ya iniciado el nuevo sexenio. Salinas construyó una
sucesión a su propia medida imponiéndole a Zedillo muchas decisiones y
posiciones de las que ahora parece empieza a desligarse.
b) Zedillo es un economista y carece de una visión de estadista. De hecho, Díaz Ordaz fue el último político de Estado que tuvo el
país. Zedillo no esperaba la candidatura, y como precandidato en
1993, nunca la buscó, porque sabía que el designado iba a ser Colosio. Si los estadistas se hacen por sí mismos o los forjan las circunstancias, el hoy debería verlo como oportunidad.
c) Por las circunstancias que lo llevaron a la candidatura, es el
candidato priísta que más preso ha estado de los dinosaurios de la política y más cercado ha sido por el aparato priísta. De hecho, su campaña perfiló dos vertientes —la suya y la del PRI—, sin posibilidades
de que la personal obligara al aparato priísta a ceñirse a los objetivos
del candidato. Su candidatura surgió después de haberse definido las
listas de candidatos a diputados, asambleístas y senadores, lo que
quiere decir que fue un candidato sin partido y sin aliados.
d) La emergencia política que empujó su candidatura impidió la
posibilidad de que definiera un proyecto político de gobierno. Colosio
se preparó durante seis años para ser presidente, y en ese tiempo amarró alianzas en torno a objetivos políticos más o menos definidos. Zedillo ni siquiera se preocupó, como precandidato y luego como jefe de
campaña de Colosio, por quedar bien con los priístas. Tuvo que ir ha201
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ciendo su proyecto de gobierno a lo largo de una breve campaña presidencial. En realidad, es el primer candidato que gana sin proyecto.
e) En consecuencia, los poderes fácticos de la república fueron
los que bendijeron la candidatura y la campaña de Zedillo. Lo único
malo es que esos poderes fácticos fueron producto de alianzas salinistas: Televisa, los Estados Unidos, la iglesia católica, el ejército, la iniciativa privada y la tecnoburocracia. Colosio había hecho acuerdos
con estos grupos, pero Zedillo no tuvo tiempo. Ello explica las tensiones que se dan entre los diferentes poderes fácticos que buscan dominar a un presidente sin alianzas estratégicas.
f) Al llegar de emergente, Zedillo no había establecido ningún
acuerdo político con la oposición; lo hizo casi dos meses después de
tomar el poder. Es más, tuvo que lidiar con una oposición que lo vio
débil, y por lo tanto, que lo cuestionó como una manera de capitalizar
la crisis originada por el asesinato de Colosio. A partir de sus posibilidades, Colosio fue construyendo alianzas con ciertas corrientes de la
oposición. Zedillo estaba como candidato en una posición de desventaja cuando buscó negociar con la oposición.
La transición urgente
Si el resultado electoral le dio margen de maniobra para preparar
su toma de posesión, el asesinato de Ruiz Massieu cinco semanas después de las elecciones, le mostró que el país padecía una inestabilidad
política muy aguda. Aparentemente estaba preparando su programa de
gobierno a partir de sus posibilidades políticas, pero la ejecución de su
operador político y futuro líder de la cámara lo puso de frente a sus limitaciones. Más que la toma misma del poder, ahora bien se sabe, la prioridad fundamental de la república es la modernización política que distensione y despresurice la política nacional para despojarla de violencias.
202
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
En este contexto los caminos de la transición política están a la
vista. Durante su sexenio, Zedillo debe torear exitosamente los tremendos
efectos sociopolíticos del modelo neoliberal del salinismo modernizador.
¿Cuál rumbo decidió? No se sabe con precisión. Si quiere gobernar a partir de sus posibilidades, habrá escogido el camino más difícil pues estaría repitiendo el error salinista de privilegiar el lado ventajoso de la política. En cambio, partir de sus limitaciones permitirá,
dialécticamente, abrirse espacios más tersos de gobernabilidad y de
legitimidad política para su gobierno.
La muerte de Ruiz Massieu resultó un trágico y sangriento
mensaje para que Zedillo no olvide que el principal problema del país
—más allá de sus posibilidades y limitaciones— es la democratización pospuesta, siempre y a todas luces necesaria.
Más allá de las elecciones: la crisis
Después que circuló el rumor —que confirmaron como cierto
en diferentes fuentes políticas— de que el viernes 23 de septiembre—
aniversario, por lo demás, de la liga comunista de triste memoria, que
en 1976 intentó secuestrar a la hermana del presidente electo José López Portillo— había ocurrido un atentado contra Ernesto Zedillo, el lujoso edificio del PRI paralelo en Cuicuilco se convirtió en un bunker
inexpugnable. Además de que más de diez personas cuidaban la puerta
principal, nadie extraño podía ingresar a las instalaciones si no era recibido en la puerta por un funcionario priísta que debía bajar por él.
Si el 23 el rumor se esparció desde oficinas públicas de alto nivel y
si esas fuentes consideraron que efectivamente ocurrió ese intento de agresión, resultó extraño que el equipo de seguridad de Zedillo no hubiera dictado medidas de emergencia para proteger a sus principales colaboradores.
Por segunda ocasión, el Estado Mayor Presidencial se vio envuelto en una
falla de seguridad producto de un exceso de confianza: primero mataron a
Luis Donaldo Colosio, y después, al principal operador político de Zedillo.
203
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El asesinato de José Francisco Ruiz Massieu descompuso el
ambiente político y social, revirtió el saldo electoral del 21 de agosto
y retrotrajo el clima nacional al 23 de marzo. Por las balas, el país entró de nuevo en las coordenadas de la inestabilidad de gobierno. Salinas dejó la presidencia con una crisis que mezcló los conflictos de sus
tres antecesores:
a) Como Echeverría, en medio de rumores que generan nerviosismo social. Los rumores de atentados, nuevas amenazas de crímenes
políticos y de golpe de Estado, enmarcaron las últimas semanas del
salinismo. Se profundizaron los rumores de una ruptura violenta entre
Salinas y Zedillo. Pese a que, entonces, fueron rumores sin confirmación, de todos modos encontraron un ambiente político determinado
por la crisis de credibilidad de la información oficial.
b) Como López Portillo, Salinas terminó con evidencias concretas de un desangrado financiero y escándalos bancarios. Datos no
oficiales pero cercanos a fuentes de gobierno indicaron que de la
muerte de Colosio a la renuncia de Mario Ruiz Massieu, salieron del
país más de once mil millones de dólares, y señalaron que el 28 de
septiembre se sacrificaron entre dos y tres mil millones de dólares de
reservas para sostener el tipo de cambio y la bolsa que se había tambaleado por el asesinato de Ruiz Massieu.
c) Como De la Madrid, concluyó su sexenio con la imposición
de un pacto estabilizador para controlar el posible repunte inflacionario producto de chicotazos de la economía internacional, pero también
del nerviosismo del sector privado que no confió en Salinas en1987 y
desplomó la Bolsa Mexicana de Valores justo al día siguiente de su
destape como sucesor de De la Madrid, y que ahora tampoco confió
en su salida incruenta del poder. Sin el pacto, ni De la Madrid ni Salinas pudieron mantener el control indispensable de la economía.
Lo dramático del final del sexenio de la modernidad fueron los
indicios del regreso de los aspectos más negativos de la premodernidad:
204
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
el crimen político como evidencia de una lucha interna por el poder político; y ahora empezamos a saber qué tan cruenta fue —¿es?— esa lucha.
Independientemente de los móviles de los asesinatos de Colosio y Ruiz
Massieu, ambos tenían más o menos amarrados los hilos del poder, producto de cinco años de haber tejido alianzas políticas, y estaban en conversaciones con la oposición para allanar el camino de la democratización. Al quitarlos de la escena política sucesoria, el sistema político invalidó las reglas tradicionales y ahora, nos vamos enterando, parece que
todo se vale. En ese vacío de poder que dejó la muerte de un candidato y
de un secretario general del PRI, los diferentes grupos —a la usanza de
El Padrino, de Mario Puzo— ajustan cuentas de manera violenta para
repartirse el territorio del jefe político desaparecido.
Pero el costo político ha sido alto. El asesinato de Ruiz Massieu tendría efectos inesperados. En círculos salinistas hubo, entonces, preocupación porque éste, como líder de la cámara de diputados,
iba a ser el guardián de las espaldas del expresidente Salinas, él, su
excuñado y miembro del grupo compacto universitario formado por el
propio Salinas, Camacho, Lozoya y él mismo. Y la oposición iba a
sentar al salinismo en el banquillo de los acusados mediante propuestas de juicio político que debieran ventilarse en la cámara de diputados. Ruiz Massieu estaría sólo dos años en el congreso —el tiempo
justo para pararle golpes a Salinas— y luego pasaría al PRI o a la Secretaría de Gobernación para impulsar la apertura política. Y ahora
vemos: a su hermano Raúl, sentado en el banquillo de los acusados
como autor intelectual de la muerte de Ruiz Massieu, a Salinas perseguido, violento, en medio de un juicio político nacional como responsable del desastre que vive el país, y a lo mejor, de otras causas.
En lo global, el asesinato de Ruiz Massieu debe enmarcarse en
un ambiente político descompuesto por tres razones:
1. La lógica de la inestabilidad, producto del incumplimiento
de los acuerdos en el interior del poder priísta y de los reacomodos de
205
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
liderazgos políticos por la desaparición de Colosio y la debilidad de
Zedillo. Al desaparecer las reglas de ascenso escalafonario en el poder, la violencia se convirtió en el mejor argumento político.
2. La escalada de violencia, producto de una falta de respeto a
la legalidad jurídica y al Estado de derecho. Se trata de un hecho inocultable, los grupos violentos ya rebasaron las estructuras judiciales.
3. La crisis de la seguridad pública, que se reveló en el hecho
de que los delincuentes actuaron en público y a plena luz del día. El
sentimiento popular se resumió de manera sencilla: si a Colosio y a
Ruiz Massieu, dos políticos poderosos, los mataron en público, ¿qué
pasa con los ciudadanos comunes y corrientes? Lo paradójico fue que
asesinaron a Ruiz Massieu después que se inventó una Comisión Nacional de Seguridad Pública que revivió a los viejos policías. Y ni así.
Y la principal reacción política no fue la condena al crimen político,
sino una inquietante pregunta: ¿quién sigue?
El asesinato de Ruiz Massieu acomodó las piezas del rompecabezas de la inestabilidad política y confirmó la apreciación de un
gobierno incapaz de mantener el control del país. Así, la nación vivió
tres graves problemas:
1. La inestabilidad del sistema político y la crisis de sus acuerdos internos.
2. La inestabilidad del sistema económico y financiero por el
pánico de los inversionistas.
3. La inestabilidad social porque el asesinato de Ruiz Massieu
golpeó las expectativas de los mexicanos respecto a las posibilidades
de que las cosas se compusieran.
En este contexto, las negociaciones de la agenda nacional para la reforma política se enturbiaron, sobre todo, porque prevaleció el mensaje de
que los asesinatos de Colosio y de Ruiz Massieu fueron las muertes de dos
reformadores políticos. Así, la agenda política debe incluir las expectativas
frustradas de quienes votaron por el PRI: ¿fue un voto por la violencia?
206
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
Se suponía que el voto por la paz estaba sustentado en el argumento de que los priístas eran pacíficos, pero resultó que son ellos quienes reconocen la evidencia de que se vive un periodo de ajuste violento
de cuentas políticas entre ellos y una lucha sangrienta por el poder en el
interior de su sistema. ¿Cómo volver a ganarse la confianza de la gente
que votó por la paz priísta si ésta es sinónimo de violencia política?
Además de la agenda política, Zedillo vio que tenía otras prioridades. La más importante saltó a la vista la mañana en que mataron
a Ruiz Massieu: la urgencia de un pacto entre todas las fuerzas políticas y sociales de la república para detener la escalada de violencia y
revertir la lógica de la inestabilidad con decisiones políticas. Si no lo
logra ahora que inicia su sexenio, la evolución de la inestabilidad seguirá encendiendo focos rojos hasta que el sexenio termine. Zedillo
debe decidir si la muerte de Ruiz Massieu fue el último crimen político del sexenio salinista o el primero de su gobierno.
EZPL: gabinete de unidad
Zedillo está obligado a reconstruir la viabilidad política de la república. Debe hacer efectivo el acuerdo político nacional que unificaría
todas las fuerzas de la república, tiene ante sí seis años de gobierno de
un país desarticulado en lo político, lo económico y lo social.
En esta lógica, le corresponde a Zedillo modificar su esquema
de gobierno. Lo de menos es la construcción de un gobierno zedillista:
Zedillo debe trastocar sus prioridades y convertirse en el estadista que
necesita la actual emergencia nacional.
El asesinato de Ruiz Massieu fue un golpe al sistema nervioso
del equipo zedillista. En la precipitación de los tiempos de construcción
de su gobierno, Zedillo realmente ha carecido de tiempo y de cuadros
políticos como para promover el ascenso de otro negociador. De ahí que
tenga la oportunidad histórica de olvidarse de los espacios personales y
de operar como el hombre de Estado para una nación en emergencia.
207
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Puede tomar decisiones para reencauzar la viabilidad política
de la república y para rendirle un homenaje a Ruiz Massieu:
a) Convocar a la reformación de un gabinete que sea de unidad
nacional en donde estén representadas todas las fuerzas políticas y sociales de la república.
b) Hacer efectiva la firma del pacto político nacional para diseñar un sistema político más democrático que distense las luchas clandestinas. Las consecuencias de este pacto deben dar paso a un gobierno de transición a la democracia.
c) Profundizar la reforma política y democrática del PRI para
encontrar otros mecanismos que garanticen la estabilidad social y política de la nación.
Su principal desafío es convocar a la nación a la defensa de las
instituciones políticas republicanas.
Los compromisos de Zedillo
Una semana antes de las elecciones, la preocupación se apoderó del candidato Zedillo. De manera tardía y bastante apresurada, el
16 de agosto envió una carta al grupo promotor de los Veinte Compromisos por la Democracia para suscribir en lo general el contenido
de ese documento, a fin de quitarle votos a Cárdenas. Después del
sorprendente resultado cibernético de las elecciones, quiere olvidarse
de sus compromisos democratizadores.
Al suscribir en lo general el documento, buscó amarres desesperados con grupos políticos independientes, incluso, a costa de comprometerse a aplicar compromisos que lo obligan a favorecer la democracia: consultas públicas para cambios constitucionales, contador
mayor de Hacienda propuesto por la oposición, procurador ratificado
por el congreso, mayor poder a la Suprema Corte, quitarle el nombramiento de ministros judiciales al presidente de la república, municipalización de Solidaridad, hacer pública la declaración patrimonial del
208
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES DE ZEDILLO
presidente y reconocer las figuras del referéndum, el plebiscito y la
iniciativa popular.
En su carta del 16 de agosto recalcó dos hechos coincidentes con
el texto de los Veinte Compromisos: los acuerdos para la paz y la civilidad operados por el secretario de Gobernación en enero y en julio, y su
propio discurso de oferta política del 4 de agosto, en el que se comprometió a terminar con la estructura del PRI-gobierno; le dijo a los promotores de los Veinte Compromisos que en su oferta de gobierno “se
encuentran muchos planteamientos coincidentes y complementarios”.
Tras señalar que “algunos de los mecanismos particulares que
se proponen en el documento requieren de mayor reflexión y precisión”, Zedillo afirmó: “suscribo en lo general los Veinte Compromisos por la Democracia, como un importante elemento en el más amplio diálogo que, sobre esta materia, he venido sosteniendo con diversos grupos en mi contacto con la población”. Si la experiencia parlamentaria opera en compromisos políticos, entonces, estaría obligado a
discutir en lo particular los veinte puntos, pero sólo para ponerlos en
práctica; su apoyo en lo general los aprobó previamente.
Si alguna lección dejó el saldo electoral del 21 de agosto fue
la del mandato por la transición política. Si Zedillo se niega a aplicar
esos compromisos a su gobierno lo perfilará:
a) El endurecimiento de la política para someter a la oposición.
b) La reconstrucción del presidencialismo autoritario.
c) El cobro de facturas que convertirán a Zedillo en rehén de
sus electores (Televisa, un PRI engallado y los empresarios forbistas
que le tuvieron miedo a una democracia que los iba a exhibir como
beneficiarios del poder).
d) El chantaje del dinero que lo seguirá obligando a mantener
el modelo neoliberal del salinismo.
e) La preponderancia de la técnica por encima de la política.
209
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Si quiere, podría seguir posponiendo indefinidamente la discusión de los temas políticos. Sin embargo, se estaría generando un ambiente de radicalización en importantes sectores de la población que
votaron por el PRI o por parte de la oposición, con un sentido democratizador.
En este contexto, si no cumple sus compromisos con los Compromisos, podría estar apostando a un conflicto desbordado por la democracia. Sobre todo, porque el saldo electoral confirmó la apreciación de muchos mexicanos de que las elecciones no son el camino para las transformaciones políticas mientras el gobierno las controle para beneficiar al PRI.
210
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
_______
Los dos Rabasa
E
n abono de la realidad política del país, el debate nacional sobre
la democracia comenzó el 6 de julio de 1988 y sigue como un
expediente abierto. Lo que viene es la búsqueda de caminos institucionales para llegar a esa democracia siempre pospuesta.
El debate se ubica, en estos momentos, en las coordenadas del
conflicto. ¿Por qué la democracia?Esta es la pregunta con la que titula
su libro el chiapaneco Emilio Rabasa Gamboa que ya menciono al
principio de este texto. Este ensayo de Rabasa Gamboa —profesor de
la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM— fue escrito
como tesis de maestría en Ciencias Políticas por la Universidad de
Cambridge, en 1993, y circula como un libro que ayudará a comprender que los tiempos de la democratización mexicana se están agotando,
pues en los dieciséis años del periodo de estudio, treinta países pasaron
de estructuras autoritarias y dictatoriales a sistemas democráticos.
La excepción significativa de esta ola democratizadora sigue
siendo México.
211
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
De la dictadura a la democracia
El trabajo de Rabasa Gamboa debe atenderse en un contexto
histórico bastante peculiar que le dará un valor agregado a su obra: el
Rabasa de los noventa es descendiente directo del Rabasa de los diez,
que formó parte de la historia política de la república. Un dato importante más, los dos Rabasa nacieron en Chiapas y en el contexto del
conflicto armado en ese estado leer el ensayo de Rabasa Gamboa lleva, de modo natural, a releer las obras clásicas de don Emilio Rabasa
acerca de los problemas políticos del país en la dictadura de principios de siglo. El hilo conductor de las obras de los dos Rabasa es esa
tenue división entre dictadura y democracia.
Don Emilio Rabasa, el historiador del porfirismo, escribió dos
obras básicas que forman parte de nuestra historiografía clásica: en
1912 publicó su excepcional La Constitución y la dictadura (Editorial
Porrúa, 1990) que fue leído entonces como una justificación del porfiriato pero que, a la luz de la distancia histórica, resultó más bien un texto que indagó la necesidad de buscar un camino hacia la democratización sin perder la cohesión nacional. En 1920 circuló La evolución histórica de México (Editorial Porrúa, 1987), un estudio sobre los senderos del conflicto político mexicano a lo largo de su vida como nación.
Don Emilio Rabasa ha sido mal comprendido. Se le considera
como el teórico de la dictadura necesaria o del necesariato, es decir, la
justificación de un gobernante para perpetuarse en el poder. Muchos
historiadores consideran que Rabasa proporcionó los argumentos históricos, jurídicos y políticos para abogar por la dictadura de Díaz. Sin
embargo, en el fondo sólo estableció la necesidad de un gobierno
fuerte —dictatorial, pero no en el sentido de las dictaduras latinoamericanas que conocemos hoy— como una manera de fortalecer internamente a una nación, para pasar después a organizaciones políticas y
de gobierno mucho más abiertas y populares.
212
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
Si don Emilio Rabasa (1856-1930) reflexionó sobre el concepto de la dictadura necesaria, su bisnieto Emilio Rabasa Gamboa
(1949), muchos años después —ochenta y uno para La Constitución y
la dictadura y setenta y tres para La evolución histórica de México—
habla ya de una democracia moderna, abierta, plural, popular. En estos decenios, el país ha pasado por promesas de democracia nunca
cumplidas y por una lucha constante de la sociedad mexicana por
romper las cadenas del autoritarismo y el centralismo político. Por
eso, no deja de ser paradójico que un Rabasa hubiera justificado la
dictadura necesaria y otro esté comprometido con la búsqueda de una
transición real hacia la democracia.
En La evolución histórica de México, don Emilio Rabasa resume con claridad el problema nacional —como si estuviera dando el
perfil de los gobiernos priístas:
“No hay para México sino un solo problema, y éste es el que
se olvida o se da por resuelto a sabiendas de que está en pie: el problema del ‘gobierno sustentado en la opinión pública’. El general
Díaz lo resolvió temporalmente, no porque fuera a sus reelecciones
llevado por la voluntad libre de la nación sino porque él conquistó la
opinión pública con su conducta llena de moderaciones, su labor incansable, siempre enderezada al bien del país, y el respeto cuidadoso
y hábil con que conservó las leyes que él mismo desobedecía.
“El general Díaz, que nunca ocultó la forma dictatorial de su gobierno, no llegó nunca a la tiranía; antes empleó siempre el incontrastado
poder en el beneficio de la nación y su imperturbable benevolencia en la
conquista de los individuos; y así el pueblo, aunque apartado de los comicios con pena y mirando con desdén su simulacro, aplaudió a su gobernante, y lo respetó, lo admiró y aun llegó a sentirse orgulloso de tenerlo. El general Díaz se mantuvo en el poder ‘con la complicidad del
espíritu público’. Pero el prestigio que alcanza un hombre no es la garantía de una nación; la paz que depende de una vida no es más que la tre213
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
gua del desorden. Rota la armonía entre el gobernante y la opinión que
debe mantenerlo, el mal quedó vivo y sólo confiado a los pasajeros y casuales alivios que pueden darle hombres extraordinarios que muy rara
vez encumbran los azares de las luchas intestinas.”
En La Constitución y la dictadura, don Emilio Rabasa escribió
el párrafo clave del necesariato como paso previo de la democracia:
“Quizá examinando a fondo los hechos y las circunstancias, nos convenciéramos de que ello [el desarrollo político equilibrado] no era posible antes de que concluyera la obra de la unidad nacional, que es apenas de ayer, dado el alejamiento en que los pueblos de la república vivieron; pero cuando esa obra está realizada en las condiciones principales que la revelan y la hacen sentir, nada más necesario ni más eficaz,
para llevarla hasta el fondo del sentimiento general, que el cumplimiento de las instituciones comunes que juntan las aspiraciones y suman los
esfuerzos en favor de propósitos y de ideales también comunes.
“Si la dictadura fue necesaria en la historia, en lo porvenir no
será sino un peligro; si fue inevitable para sostener el gobierno, que
no puede vivir con la organización constitucional, es urgente despojarla de sus fueros de necesidad, poniendo a la Constitución en condiciones de garantizar la estabilidad de un gobierno útil, activo y fuerte,
dentro de un círculo amplio pero infranqueable.”
Ahora la democracia
Emilio Rabasa Gamboa, en su obra retoma parte del bagaje familiar y lo proyecta en el contexto del fin del siglo XX. Su ensayo es
pormenorizado y parte de la perplejidad, pues analiza el fracaso de las
predicciones de los politólogos más prestigiados que llegaron a considerar la imposibilidad de transiciones a la democracia en sistemas autoritarios. Vale la pena citar la predicción de Samuel Huntington, un
reconocido profesor de ciencia política de Harvard, que ha teorizado
sobre la ola democratizadora; en 1984 escribió que “las posibilidades
214
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
de un desarrollo democrático en Europa del Este son virtualmente nulas”, hasta que Gorbachov demostró lo contrario. Hacia el comienzo
de los setenta los más importantes politólogos rechazaban las posibilidades de democratización.
Sin embargo, la realidad fue otra. Rabasa Gamboa incluye en
su libro un cuadro por demás interesante sobre la ola democratizadora
en el mundo:
-De 1974 a 1980: Portugal, Grecia, España, Ecuador, India,
Nigeria, Perú y República Dominicana.
-De 1980 a 1983: Argentina, Bolivia y Honduras.
-De 1984 a 1987: Uruguay, Brasil, Filipinas, El Salvador,
Guatemala, Corea, Granada, Sudán y Turquía.
-De 1988 a 1990: Paquistán, Polonia, Hungría, Alemania
Oriental, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Nicaragua, Chile y
Mongolia.
Explora algunas explicaciones que ayudan a comprender esta
ola democratizadora.
“Este enfoque se justifica en atención a las siguiente consideraciones:
“1. Ubica los fenómenos políticos en el contexto que los enmarcó, a saber: el proceso de la guerra fría y la evolución de la economía global de los cincuenta a los ochenta.
“2. Sigue el curso y la sincronización del proceso conforme se
desarrolla. Los países se agrupan cronológicamente no sólo porque es
la manera como en realidad ocurrieron los procesos de democratización, sino también para subrayar determinadas características que comunican a cada grupo.”
A partir de estudios de varios politólogos, Rabasa Gamboa
señala tres conclusiones que pudieran explicar las transiciones a la democracia en esos treinta países:
1. La Ley de Seely: “el grado de libertad dentro de un país es
inversamente proporcional al grado de presión externa sobre sus fron215
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
teras”. Así, la democratización aumentó cuando decreció la rivalidad
entre las superpotencias.
2. La hipótesis de Adam Przeworski: “la liberación ocurre
cuando una crisis económica sigue a un largo periodo de crecimiento”. Esta hipótesis tiene que ver, por ejemplo, con las crisis petroleras
como disparadores en muchas naciones autoritarias.
3. La hipótesis de Robert Dahl: “mientras más éxito tengan para
transformar la economía, e inevitablemente la sociedad, más se ven amenazados por el fracaso político”. Esta tesis tiene que ver con los efectos
sociopolíticos de las modernizaciones económicas y productivas.
Al final de su libro, trata de responder a la inquietante pregunta que le da nombre a su libro, con lo que puede llamarse una ilustrativa y bella metáfora de la democracia:
“En la Sala dei Novi del Palazzo Pubblico de Siena, Italia, pueden
apreciarse un conjunto de frescos pintados por Ambrogio Lorenzetti en la
primera mitad del siglo XIV. En forma metafórica, Lorenzetti representó
toda una teoría política del autogobierno republicano contrastando de un
lado a la tiranía, con la república en el otro. Del lado republicano se encuentra la Prudencia como la más excelsa virtud política —a la derecha
del poder. La característica relevante de este bello fresco es la cuerda, que
atada a la mano del signore —el poder—, está sostenida por todos los ciudadanos que se mantienen debajo de él, y en el extremo opuesto la misma
cuerda llega a la Justicia. El control del poder por parte de los ciudadanos
parece ser la idea que tenía Lorenzetti de un orden político justo.
“El debate político que en la actualidad ha provocado el optimismo por la ola de la democratización global ha preocupado a mucha gente por el futuro de la democracia. Quizá sea el momento adecuado para recordar y recuperar del pasado esa sencilla pero iluminadora idea política [de Lorenzetti]: que la permanente responsabilidad
y contabilidad del poder hacia los ciudadanos es lo que hace un prudente y buen gobierno.”
216
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
De Rabasa a Rabasa, el país ha transitado ochenta y un años
en busca de la democracia perdida. Pero la nación ha cambiado: de la
necesidad de una dictadura para mantener los valores nacionales y
construir sobre la constitución un gobierno democrático, se ha llegado
al debate de por qué la democracia urgente. Si en dieciséis años treinta países se democratizaron, México como excepción comienza a inquietar a politólogos, y sobre todo, a sectores nacionales. Pero como
no hay plazo que no se cumpla ni pueblo que lo aguante, los desajustes políticos que estallaron en 1994 obligan al gobierno zedillista a
pensar en la necesidad de una transición a la democracia.
Lo que vendrá en el sexenio será la movilización de la sociedad para evitar las trampas y los engaños del pasado: la democracia
tiene que llegar en serio, y aquí y ahora.
Un futuro incierto
Como “casi nadie” de los politólogos nacionales y extranjeros
niega que el país inició hace años la apertura política, el verdadero debate, dice el estudioso Jaime Cárdenas Gracia en su libro Transición
política y reforma constitucional en México, se relaciona con “saber
si el régimen ya empezó su proceso de democratización o si aún continúa anclado en su etapa de apertura”. Hasta ahora, agrega, hay el
convencimiento de que “la primera etapa de la transición, la liberalización, está en marcha, pero la segunda, la de democratización, está
pendiente, aunque posiblemente muy próxima a su realización, dadas
las condiciones de crisis que vive el régimen y que se han acentuado
desde principios de 1994”.
Alumno del más famoso analista de los regímenes autoritarios y
teórico de las transiciones democráticas, Juan Linz, el mexicano Cárdenas Gracia publicó a mediados de 1994, bajo el sello del Instituto de Investigaciones Jurídicas y de la UNAM, uno de los pocos estudios sobre
las posibilidades de la transición democrática en México. Su trabajo re217
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
sultó interesante porque fue más allá de la exploración del camino mexicano a la democracia y tocó uno de los puntos más sensibles: la transición a la democracia requiere de un nuevo orden constitucional. Es
más, indicó, el éxito de la transición “depende del diseño y profundidad
de la reforma institucional” o de las instituciones.
Para el politólogo graduado en la Universidad Complutense de
España, “el futuro de la democracia en México es incierto”. Precisa que
“hay posibilidades para la transición, pero también [hay] condiciones
para el retroceso político, aunque seguramente no para la parálisis”. En
la introducción, el director de Ciencia Política del ITAM, Alonso Lujambio, proyecta las conclusiones de Cárdenas Gracia y llama la atención hacia la necesidad de realizar reformas de fondo en las instituciones políticas —”la disyuntiva entre presidencialismo y parlamentarismo”. “No se equivoca Cárdenas Gracia cuando piensa que elecciones
limpias no traerán necesariamente estabilidad democrática en México.
Necesitamos repensar qué marco constitucional sería el más adecuado
para consolidar una auténtica democracia”, señala Lujambio.
Cárdenas Gracia señala al presidencialismo como el principal obstáculo para la democratización. En este sentido propone dos caminos para limitar el presidencialismo y garantizar un régimen político democrático:
1. Una mayor presencia de la oposición en dos funciones básicas: activas, que permitan fiscalizar, criticar y limitar la acción del gobierno; y pasivas, destinadas a normar la alternancia o sustitución del
gobierno con la certidumbre de la imparcialidad y transparencia de los
procesos electorales.
2. La limitación de los poderes presidenciales en dos ámbitos:en
el de los poderes constitucionales, a fin de fortalecer los derechos de la
oposición y concederle mayores atribuciones a los otros poderes; y en el
de los poderes metaconstitucionales para reducir su función como el poder reformador de la constitución, la última autoridad en materia electoral, el que designa el siguiente presidente, el autor de las designaciones
218
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
de los gobernadores, alcaldes y legisladores, el controlador del congreso
y el responsable de los nombramientos del poder judicial.
A partir del análisis de la situación política histórica y actual,
maneja en su libro siete escenarios de la transición mexicana a la democracia:
1. La evolución. Este camino —la reforma económica provocará la reforma política— pareció haberse rebasado por las crisis políticas sucesivas que ha vivido el país.
2. El gradualismo. La búsqueda de la democracia mediante paulatinas liberalizaciones a partir del temor a las consecuencias de una reforma
profunda en el régimen. Brasil tardó dieciséis años en democratizarse.
3. La reforma-ruptura pactada. Se trata de un camino intermedio
entre el gradualismo y la revolución, como lo mostró la transición española. Este sendero requiere de un presidente reformador que encabece las
fuerzas políticas hacia la transición, incluyendo una nueva constitución.
4. El pacto opositor, sustentado en una alianza PAN-PRD, para
empujar una agenda democratizadora. Este camino oscilaría entre la
aceleración del proceso de transición y el carácter ruptista y excluyente
del partido en el poder. El problema aquí es conciliar al PAN y al PRD.
5. El triunfo electoral de la oposición. Hasta hace poco improbable, este camino se abrió como posibilidad en 1994. Si bien esta salida podría acelerar la transición democrática, antes enfrentaría la resistencia de los sectores duros del sistema —en lo político, económico
y empresarial— y la ausencia de un modelo de transición en el discurso político de la oposición ganadora.
6. La detonación. Hasta finales de 1993 este camino parecía difícil de percibirse incluso en la teoría de las transiciones. Por caminos
de la ruptura institucional se presiona la transición y no se impone su
proyecto político sino que busca consensos.
7. El desmoronamiento. Para Cárdenas Gracia, el asesinato de
Colosio generó un escenario de violencia y de posible descomposi219
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ción del régimen. Pero de agravarse los aspectos negativos de este escenario, se corre el riesgo de una involución política autoritaria que
dificultaría el arribo de la democracia.
Según Cárdenas Gracia, la transición mexicana debe mirar dos
caminos: el propiamente político y el eminentemente jurídico. “La
transición política en México reclama una modificación sustancial del
entramado institucional y jurídico”, por lo que “un nuevo orden constitucional es indispensable”. Es más, “la transición política, sin un
gran contrato institucional que desplace mitos y fantasmas del pasado,
carecerá de sustento democrático y de referentes simbólicos”.
Transición: el de atrás paga
En medio de un debate nacional sobre la transición a la democracia, el país enfrentó en 1994 un escenario político inédito: la construcción de un nuevo equilibrio político-partidista-social en la república. Mientras los priístas temían que la democracia implicara su desaparición partidista para convocar a los fantasmas del mapachismo
en desgracia, la oposición se salió de las vertientes de la transición democrática y quiso sólo ganar el poder.
En medio, la sociedad mexicana se debatió en la incertidumbre
del corto plazo. Al aciago y determinante 1994 le faltó precisar el espacio político de la transición inevitable a la democracia. Si Ernesto Zedillo dudó de la posibilidad de un gobierno plural que representara a todas las fuerzas políticas nacionales, la pérdida para el PRI de la mayoría absoluta lo urgió —y más con el conflicto poselectoral por las unmerosas irregularidades electorales— a buscar el consenso social y político con un gobierno más abierto.
El PAN fue el primero que usó el concepto de gobierno plural,
aunque en la realidad el Jefe Diego Fernández de Cevallos apareció como el menos permeable a la democracia. En todo caso, el PAN ha usado con éxito el argumento de la pluralidad que sin duda en la realidad
220
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
no llevará a cabo. En cambio, el PRD se alejó del triunfo primero con
el fracaso de Cuauhtémoc Cárdenas en el debate del 12 de mayo, y después con su negativa de recuperar los espacios de la televisión. De todos modos, el PAN y el PRD van a tener en los próximos años un papel
político importante en la construcción del camino mexicano hacia la
democracia, debido a que el PRI demostró, que sus preocupaciones
están realmente vinculadas con el poder y no con la democracia.
Ante la nueva realidad política que se definió en 1994 —entre
violencia política y elecciones—, el país enfrentó la urgencia de una
transición a la democracia. Lo que faltó por aclarar fue el rumbo, la
velocidad, la profundidad, las alianzas y los amarres de esa transición.
Si el PRI o el PAN pensaron en que la disputa por la presidencia se
dirimió en las urnas, su equivocación fue del tamaño de la crisis que
se profundizó con el asesinato de Ruiz Massieu. En este contexto la
preocupación de importantes sectores de la sociedad —el Grupo San
Ángel, las organizaciones no gubernamentales, fuerzas sociales de los
propios partidos— radicó en la presión para que los partidos tomaran
conciencia de que las elecciones fueron atípicas en su dimensión y
también en sus resultados, pero con el agravante de que no resolvieron la disputa política por el poder ni siquiera dentro del propio PRI.
De ahí que el gran debate del México actual deba de girar en
torno a una pregunta: ¿cuál será, a fin de cuentas, el camino de transición a la democracia en México?
Los cinco relámpagos de agosto
La única certeza en 1994 fue que el país cambió desde el 22
de agosto. A menos que se propicie una ruptura institucional o se genere una violencia generalizada que a nadie beneficie, o se imponga el
endurecimiento que tendrá efectos de corto plazo, o el descontrol
obligue a un interinato, el país no tiene más que cinco caminos políticos electorales y poselectorales para transitar a la democracia:
221
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
1. El golpe mortal al sistema político, que implica, sobre todo,
la desarticulación de una estructura de poder sin tener un sistema de
recambio. Este camino es riesgoso porque la oposición tendría que
enfrentar un sistema agonizante, en lo que le reduciría su capacidad
para gobernar, pero podría estar bajo control si se hace en función de
un resultado electoral respetado. Este camino se parece al fin de régimen, una expectativa que introduce el temor entre los priístas. En el
fondo, un eventual triunfo de la oposición no significaría por sí sólo la
terminación de un régimen de gobierno. Para ello, se requiere una intención en ese sentido. En todo caso, el fin de régimen no es malo si
se hace con la posibilidad de construir uno más abierto y democrático.
2. La alternancia partidista. En el fondo, el triunfo de la oposición
para la presidencia apenas comenzaría el cambio de gobierno. El problema de la oposición es que se encontrará con una estructura de poder priísta —medios de información, gobernadores, sectores corporativos y empresariado— que le podría dificultar el ejercicio del gobierno. Sin embargo, en cuando menos tres estados de la república, ya se experimentó
la alternancia sin conflictos, lo que podría conducir, si ése fuera el objetivo, a la democracia. En todo caso el sistema —el presidente de la república y el PRI— tendrían la doble responsabilidad de aceptar el voto ciudadano en contra y ayudar a conducir la alternancia partidista.
3. La cohabitación podría estar señalada por varios escenarios:
el triunfo opositor en la presidencia y el control priísta del congreso o
la oposición en la presidencia pero en coalición con el PRI o el apretado triunfo priísta con el apoyo del PAN. Se trata de una experiencia
transitoria que pudiera facilitar la capacidad de un gobierno de oposición, pero no conducirá necesariamente a la democracia. Si el PAN o
el PRI buscan la cohabitación a partir de la complicidad política, la
transición a la democracia se haría más difícil y estaría presionada por
importantes segmentos de la sociedad que apostaron al cambio político con la reducción de votos en favor del PRI y por la oposición car222
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
denista. La cohabitación es una experiencia de gobierno que ya haya
pasado por la alternancia.
4. La transición pactada implicará un acuerdo político pluripartidista antes de las elecciones; algo que en México parece haberse dejado pasar como oportunidad democratizadora. El problema en México ha sido que el PRI y el PAN se negaron a convertir a las elecciones
de 1994 en un paso hacia la transición democrática y convirtieron el
proceso electoral en una lucha por el poder. Será más complicado que
se busque pactar la transición cuando el proceso electoral se haya salido de la institucionalidad, que hacerlo antes, justo cuando la sociedad
misma no vería extraño ese pacto democratizador. Es más, el pacto
por la transición desdramatizaría los procesos electorales y disminuiría la dimensión del esperado conflicto poselectoral.
5. Este podría convertirse, si no deriva en un descontrol político
generalizado, en un camino forzado de transición a la democracia. Las
experiencias estatales han sido fracasos —los gobernadores interinos
que surgieron de ingobernabilidades locales— porque no se enrolaron
en un espacio democratizador. En el campo de la presidencia, la posibilidad del conflicto poselectoral derivaría, sin duda, en trastornos de gobernabilidad que tendrían soluciones de emergencia. En todo caso, se
debería buscar el encauzamiento de los problemas electorales para que
no representaran situaciones de ruptura ni paralizaran las demandas democratizadoras de la sociedad. Por las condiciones apretadas y oscuras
del proceso electoral, el conflicto poselectoral es un escenario viable
que debe asumirse como parte de la lucha social por la democracia.
La transición, el mejor camino
Lo que reveló la situación política nacional, es que el país estuvo siendo empujado hacia un régimen de gobierno más democrático. Aunque el escenario del endurecimiento político no se descarta,
en realidad su imposición tendría altos costos políticos que ningún
223
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
sector del gobierno quisiera pagar. De allí que lo más conveniente para el país es que el gobierno, el PRI y la oposición panista y perredista
tomen conciencia de que México terminó ya con la fase política del
sistema de un solo partido y que a partir de 1995 se consolidará un
nuevo equilibrio de fuerzas sociales y políticas, con o sin alternancia
partidista, en la presidencia de la república.
En este contexto lo mejor sería que la transición mexicana a la
democracia siguiera por el camino de la institucionalidad:
a) El respeto al voto, que no es regresarle a la sociedad el papel protagónico en la definición de los rumbos políticos de la nación.
Esto implicará el respeto a la mayoría partidista que la sociedad desee. Hasta ahora el gobierno y el PRI subsidiaron con su presencia hegemónica los temores de una sociedad que votaba con miedo. Hoy la
sociedad está madura para decidir su propio destino político.
b) El liderazgo de las instituciones. Aun en el caso de una alternancia partidista drástica en la presidencia, la posibilidad del fin de
régimen no debe implicar una revolución en las instituciones. De hecho, el país está lo suficientemente maduro como para que sus instituciones sean garantía de una verdadera transición a la democracia sin
sobresaltos espectaculares, un poco al estilo de las democracias maduras de otras partes del mundo. En todo caso, cualquier transición en
México debe fortalecer las instituciones nacionales, no liquidarlas. El
punto fino de cualquier transición a la democracia es que deben evitarse los errores del pasado: que la oposición se apropie del poder y
repita los errores del PRI.
c) El federalismo debe ser la esencia de la transición a la democracia mexicana. Es decir, el respeto a la vida de la república es, a
partir de las experiencias centralizadoras que inhibieron la vida política nacional, el comienzo de la mejor democracia que se pueda querer
para México. Si el PRI le expropió a la sociedad su capacidad de definición, lo que debe venir es una reactivación de la vida política esta224
LOS CAMINOS DE LA TRANSICIÓN
tal. De hecho, el federalismo sería la mejor vacuna democrática contra
el presidencialismo centralizador y dictatorial que tanto daño le ha hecho a la vida política nacional.
d) La necesidad de un poder legislativo autónomo ha sido, desde siempre, la principal demanda democratizadora. En el momento en
que existan un federalismo real y un congreso independiente, el país
estará creando sus equilibrios democratizadores. En la actualidad, el
congreso mexicano no representa los intereses de los votantes sino los
réditos de la persona que ejerce la titularidad del poder ejecutivo y
que como tal designó. Asimismo, un congreso fuerte sería por sí solo
un contrapeso político a los excesos de un presidencialismo personalista. Mientras no haya un legislativo autónomo, la democracia en
México será una entelequia.
e) La urgencia de un poder judicial independiente del ejecutivo ha sido una exigencia democratizadora. Los excesos del presidencialismo han podido existir en la medida en que no ha habido un poder (judicial) que vigile a otro poder (ejecutivo). Hasta ahora, la voluntad de un solo hombre ha gobernado por encima de la voluntad de
una sociedad que ha carecido de un poder institucional a quien acudir
para quejarse y del que pueda partir un control de los excesos del presidencialismo mexicano.
Las elecciones fueron importantes, pero más los retos del corto plazo. Lo que busca una parte importante de la sociedad es que el
gobierno y los partidos entiendan que el país comenzó el 22 de agosto
la verdadera oportunidad de comenzar el tránsito formal de México a
la democracia. En el fondo no se trata sólo de derrotar al PRI ni de
aniquilarlo, sino de respetar la voluntad de los votantes y facilitar el
camino hacia un sistema de gobierno equilibrado y en función de los
intereses de toda la sociedad, no de un pequeño grupo en el poder.
225
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
_______
La tercera es la vencida
N
o es la primera vez que el país se encuentra ante la histórica oportunidad política de iniciar una profunda modernización política. En
1968, el movimiento estudiantil abrió grandes huecos en el sueño político del milagro mexicano, pero el portazo represor fue escandaloso, al
grado de que las heridas del 2 de octubre de 1968 todavía no se cierran.
En 1988 el resultado electoral sorprendente —la posible derrota del candidato priísta o una victoria apretada pero sin credibilidad— fue el segundo campanazo de advertencia; y aunque Carlos Salinas de Gortari
entendió la profundidad de la crisis, su sexenio se dedicó a reconstruir el
viejo autoritarismo estatal que funcionó en el pasado con otra sociedad.
Ahora viene la tercera oportunidad, y ya se sabe que la tercera
es la vencida. Colosio había entendido —y no muy fácilmente— que
el país debía de transitar hacia un sistema político más abierto, democrático y plural. Y aunque nunca utilizó el concepto de transición, esa
oportunidad la caracterizó como transformación democrática. Si con
Colosio el camino de la transición se veía lleno de dificultades, su
asesinato y la descomposición progresiva de los mecanismos de cohe226
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
sión política y social plantean la democracia como el reto fundamental para el gobierno de Zedillo.
La crisis nacional
Una investigación del Centro Nacional de Estudios Municipales
de la Secretaría de Gobernación, dirigido por Guillermo Ibarra, reveló
en mayo de 1994 un dato bastante interesante: las movilizaciones ciudadanas en 1993 se dieron mayoritariamente por razones políticoelectorales. En cambio las movilizaciones por la pérdida de bienestar
social o por rezagos en los servicios públicos ocuparon el último lugar.
¿Por qué los ciudadanos protestan por la política y no por los rezagos
ancestrales? La psicología política podría dar una respuesta: la democracia es el camino más corto para alcanzar el bienestar social de los
pueblos, y el bienestar sin democracia es un populismo tecnocrático.
En este contexto habría que ubicar las dimensiones de la crisis
del sistema político nacional. Si se ha hablado de los cinco pilares del
sistema político —el presidente, el PRI, el crecimiento socioeconómico, los corporativismos y los entendimientos—, habría que enfocar con
más precisión las razones de la crisis nacional. Sólo a partir de un diagnóstico más certero podría llegarse a la conclusión que se exige en estos momentos en la sociedad: ¿cuál es el camino para resolver la crisis?
En 1972, el historiador Arnaldo Córdova, uno de los más inteligentes estudiosos del proceso revolucionario y posrevolucionario
mexicano, publicó un pequeño pero sustancioso ensayo titulado La
formación del poder político en México (Ediciones Era), en el que indagó las vinculaciones entre la estructura social y productiva del país
y la conformación del grupo político en el poder. Córdova se dedicó a
explorar las relaciones entre política y economía como el punto nodal
del modelo de desarrollo mexicano. Pero además de esta reflexión
global, incluyó algunas apreciaciones clave de la conformación del
poder político en México.
227
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
De la lectura del ensayo pueden sacarse las lecciones de la crisis actual: Salinas impuso un modelo económico de desarrollo sin
darle su dimensión política e histórica. De hecho, el modelo salinista
—más allá de su concepción neoliberal— se centró en el logro de una
modificación del sistema productivo, pero a costa de romper con los
mecanismos de estabilización política. En consecuencia, la crisis mexicana es de consensos.
La muerte delLeviatán
Hay mecanismos de estabilización política que el salinismo ignoró:
a) La clave del presidencialismo se localizaba en su capacidad de
promoción de reformas sociales. Más que el PRI o que las fuerzas corporativas del sistema, el presidente era el impulsor de decisiones que tendían a mejorar las condiciones sociales de la población, mediante reformas de fondo. Salinas, en cambio, fue el principal promotor de contrarreformas sociales. Cuando soslayó el compromiso con las reformas sociales y se lanzó a revertir las existentes, las bases de legitimación política
del presidencialismo como el eje del sistema político se debilitaron.
b) El Estado mexicano, históricamente, “se convierte a partir de
cierto momento en el principal promotor, si no es que en el único, del
desarrollo social”, escribió Córdova en su libro. En este contexto, el Estado fue el principal aglutinador no sólo de las masas sino de sus demandas. A partir de ahí, el Estado, en función del artículo 27 constitucional, se transformó en el eje de la definición del rumbo del desarrollo
nacional guiado por los intereses de las mayorías nacionales. Por eso el
Estado legisló y promovió reformas para generar un modelo de desarrollo que tuviera como objetivo primario la distribución equitativa de
la riqueza. Con Salinas, el objetivo del Estado se modificó, pues el neoliberalismo implantó las leyes del mercado como las reguladoras de la
actividad económica: la apropiación privada de la riqueza social. Al
modificarse la esencia del Estado y dejar de ser el instrumento de las
228
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
transformaciones sociales, se trastocaron las alianzas sociales que le
dieron estabilidad a la república, pues los grupos no propietarios han de
luchar por la sobrevivencia que antes les garantizaba el Estado.
c) El PRI nació como el partido de las masas o de las corrientes mayoritarias del país. Esta conformación y su origen desde el Estado, le dieron al PRI la posibilidad de orientar el rumbo de la política
y de la economía. Pese a sus debilidades y a su conformación verticalista, el peso dominante de las corrientes organizadas —los sectores—
le daban rumbo y sentido a la acción del Estado y del presidente y,
por tanto, definían el contenido de las reformas sociales. Al modificar
la esencia del presidencialismo y del Estado sociales, Salinas hubo
también de desarticular al PRI. Lo malo fue que el desmoronamiento
del PRI provocó la debilidad del gobierno, del Estado y del presidente. Más que control, lo que prevaleció en el PRI fue el consenso alrededor de un programa ideológico de reformas sociales.
d) El gobierno fue el promotor de la reforma agraria como el
espacio político e ideológico de concertación con las mayorías campesinas que le dieron fuerza al movimiento revolucionario. La lucha
política histórica de México ha sido la lucha por la tierra. La verdadera pacificación del país después de la Revolución se dio cuando el gobierno cardenista inició la reforma agraria. La modernización salinista, en cambio, dio por terminada la reforma agraria. Lo malo no fue
reconocer la realidad de que se había terminado la tierra que repartir,
sino que se hubiera liquidado la esperanza campesina a cambio de nada, porque las masas campesinas se quedaron sin esperanza y sin empleo. La reforma agraria fue un concepto pero también un ideal político consensual y de estabilización política.
e) Finalmente las luchas sociales generaron su propia cultura
ideológica. Uno de los conceptos ideológicos más importantes fue el nacionalismo, que no era otra cosa que el planteamiento de un compromiso
prioritario. A lo largo de los gobiernos posrevolucionarios, el nacionalis229
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
mo se vistió con muchos ropajes, pero a fin de cuentas derivó en la razón
de ser del mexicano. El modelo neoliberal del salinismo rompió con la
tradición nacionalista para optar por la globalización, pero se agotó en su
vertiente economicista y productiva y no llegó a ser una ideología; es decir, no conformó un conjunto de ideas-fuerza. El principal conflicto se ha
dado en la vertiente toral del nacionalismo mexicano: la capacidad de resistencia frente al expansionismo estadunidense. Y sin un trabajo ideológico, Salinas aplicó un modelo que derribó los muros de resistencia al
expansionismo estadunidense, y con ello, debilitó la fuerza ideológica de
un nacionalismo como consenso nacional.
La prueba electoral
En su ensayo citado, Córdova hizo un señalamiento básico:
“resultan artificiosas las discusiones que hacen de la distribución del
ingreso un móvil de la participación política, cuando en el sistema
global participación política y distribución del ingreso son sólo resultados de otros mecanismos colocados por encima de los hombres”. Y
planteó una conclusión que a casi veinticinco años de distancia parece
confirmarse en esta etapa de la crisis de la transición política mexicana: “el ejercicio del voto está en razón directa de la estabilidad del régimen, de su capacidad para controlar los poderes de hecho, de los
reacomodos internos del sistema cada vez que se presenta la oportunidad de cambiar los mandos nacionales”.
En la lógica de la transformación del modelo de desarrollo
mexicano que impulsó el salinismo para cambiar el rumbo histórico
de la nación, el trastocamiento de los equilibrios de las fuerzas sociales ha de derivar en una modificación de la correlación de las fuerzas
políticas. La inestabilidad del régimen, la pérdida de control sobre los
grandes grupos corporativos y los reacomodos de intereses hacia el
interior del sistema, están llevando al país a una revolución electoral
en donde el ejercicio del voto no puede suplir los conflictos de todo
230
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
tipo, desde las luchas sangrientas por el poder hasta los levantamientos armados. El interés electoral, en consecuencia, se explica en función de la necesidad de participación social en la reconformación del
nuevo sistema político, de gobierno y de producción.
El problema radicó en que el proceso electoral de 1994 se dio
en un contexto de descomposición del sistema político. El tema fundamental de la fase actual del desarrollo histórico de la nación es el de
definir el carácter, profundidad y velocidad de la transición mexicana
a la democracia. Si los protagonistas de las elecciones de 1994 olvidan la urgencia de encauzar la transición, el país pasará de una etapa
de inestabilidad a una de desintegración similar a la ex Unión Soviética. El debate nacional no es saber qué candidato es más inteligente o
simpático o mejor vestido, sino quién ha comprendido la inquietud de
la república sobre la transición política.
Y en 1995 sólo hay interrogantes, inquietudes y zozobras, porque los partidos carecieron de una propuesta coherente para recrear
los consensos nacionales que deshizo el salinismo.
“No dejar atrás praderas quemadas”
En 1982, cuando el Partido Socialista Obrero Español había ganado las elecciones presidenciales, el rey de España Juan Carlos I tuvo
una conversación con un político cercano a Felipe González. “La transición a la democracia ya terminó”, dijo el socialista, según se cuenta en el
libro Los poderes fácticos de la nación. Pero el rey replicó: “No. Los socialistas debéis llegar, estar y salir, y no dejar atrás praderas quemadas”.
Las presiones sociales sobre el sistema autoritario de partido de
Estado han definido un verdadero temario sobre la transición a un sistema
político democrático. Si Salinas era partidario de la “democracia gota a gota” porque la “democracia a chorros” podría ahogar el sistema imperante,
el significado político de Chiapas, Colosio y Ruiz Massieu, debe obligar al
sistema a democratizarse si no quiere dejar atrás “praderas quemadas”.
231
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El debate nacional se ha centrado sobre la transición a la democracia. Lo que falta decidir es la velocidad del proceso, porque el
sentido está claro. Si bien ningún gobierno quiere suicidarse políticamente ni entregarle el poder a la oposición, lo que se analiza ahora
son las nuevas reglas políticas que le regresen a los ciudadanos el poder de decisión. Más que un suicidio o una muerte, se busca algo políticamente más viable: la alternancia en el ejercicio del poder, esencia
misma de la democracia deseada.
El sistema autoritario
La vida política mexicana ha sido complicada desde el nacimiento mismo de la Independencia. Los periodos del santannismo oscilaron hacia el liberalismo juarista y terminaron en el porfirismo y en
la Revolución mexicana. Quizá el punto más negativo haya sido la
fuerza de los hombres por encima de las ideas o de los sistemas, como
pudiera concluirse de la lectura del extraordinario e inquietante libro
Siglo de caudillos, de Enrique Krauze (Editorial Tusquets, 1994). En
1929 se dio un giro hasta el otro extremo: la dominación del sistema
por encima de los ciudadanos y los políticos.
La ola democratizadora mexicana comenzó casi desde la transformación del caudillismo en institucionalismo, sólo que por entonces
era más que evidente la ausencia de una sociedad más participativa. De
1929 a 1988, los once gobiernos de elección que ha tenido el PNRPRM-PRI tuvieron que enfrentar presiones democratizadoras bastante
fuertes, pero la solidez interna dentro del PRI y sus acuerdos con otras
fuerzas sociales pudieron más o menos controlarlas. La democracia se
quedó como un tema de discusión de pequeñas fuerzas sociales y políticas de fuera del sistema. La fase crítica del debate por la democracia
comenzó con la ruptura en el PRI y la salida de Cuauhtémoc Cárdenas
y Porfirio Muñoz Ledo, y llegó a su punto culminante con el asesinato
de Colosio como candidato a la presidencia de la república.
232
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
La transición mexicana a la democracia sería más incierta de no haber ocurrido la crisis en Chiapas y, lamentablemente, de no haber ocurrido
los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu. La experiencia política histórica
del país señala que el grupo en el poder ha aprendido de sus adversidades.
La única manera de resarcirle a la república la confianza y la estabilidad será
con un nuevo sistema político democrático. Politólogos estadunidenses —
que comenzaron a estudiar las transiciones democráticas a partir de la caída
de los regímenes autoritarios de Europa del este— han definido algunos
senderos para pasar de una estructura autoritaria a una democrática:
a) La transición pactada entre diferentes fuerzas políticas.
b) Las reformas legales que abran el sistema cerrado.
c) La imposición de una apertura política por un gobierno surgido, paradójicamente, del autoritarismo.
d) La revolución armada, en donde un grupo le declara la guerra al autoritarismo.
e) La pacífica, mediante la movilización creciente de la sociedad, que le cierra espacios al autoritarismo.
f) Y, a partir de la experiencia mexicana, la del magnicidio
que provoca una profunda crisis política estructural.
El sistema PRI-presidencialismo no quiere perder ni su hegemonía ni el control del poder, pero sabe que no tiene los consensos suficientes para reprimir a la oposición y a las organizaciones ciudadanas.
Hasta ahora pueden definirse cinco características importantes
del proceso de democratización:
1. El presidente Zedillo debe dar respuestas políticas y de estadista a la crisis de gobernabilidad.
2. El PRI debe posponer sus anhelos de recuperación de las
posiciones perdidas y tiene la obligación política de marcar los caminos de la conciliación y la estabilidad.
3. La sociedad mexicana debe rechazar los caminos de la violencia y de la revancha, por más grande que sea su indignación. La sociedad
233
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ha demostrado sabiduría política en el pasado y ahora debe refrendarla.
4. La oposición debe serenarse y ofrecer opciones de negociación política que le den salidas a la crisis política y de gobernabilidad.
5. La vida constitucional e institucional de la república debe seguir.
En realidad, sesenta y cinco años de priísmo no sólo inhibieron a
la sociedad mexicana sino que casi la castraron. Como se sabe, una transición requiere de una sociedad vigilante y actuante, en México se carece
de uno de los elementos básicos para empujar la democratización.
La agenda democratizadora
La reforma democrática que quiere el país debe comenzar por
procesos electorales más abiertos, más limpios y menos impugnados.
El problema es que cada nueva ley electoral iniciada por el gobierno
federal o por el PRI sólo busca garantizar el dominio priísta de los
puestos de elección popular, cualquiera que sea el resultado en las urnas. Ello ha llevado a la paradoja política de que el PRI pierda votos
en las urnas pero recupere posiciones de mayoría; que el PAN mantenga estancada su clientela electoral pero conquiste alcaldías y gubernaturas, y que el PRD aumente su caudal de votos pero pierda posiciones de poder ganadas en 1988.
La verdadera reforma política debe tomar en cuenta —a partir de
la experiencia política del periodo 1988-1994— exigencias mínimas:
a) Democratizar la presidencia. Salinas se convirtió en el jefe
de campaña de los candidatos priístas a diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores y de dos candidatos presidenciales.
La presidencia debe retroceder a su papel de arbitro político y no de
protagonista electoral.
b) Democratizar el PRI. El tricolor dejó de ser el partido promotor de espacios democráticos y de las reformas sociales y políticas
y se convirtió en la aplanadora de la antidemocracia. Las reglas de la
democratización del PRI no son muchas: independencia del ejecutivo,
234
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
ruptura del cordón umbilical que lo une al Estado, transparencia en el
origen de sus recursos económicos, vida interna más abierta y selección más democrática de candidatos a puestos de elección popular.
c) Ley electoral democrática. Hasta ahora las leyes electorales
no han servido para promover la democracia sino para fortalecer la
hegemonía del PRI. La ley electoral que garantice la democracia debería asegurar tres cosas: respeto al voto, equilibrio de oportunidades
partidistas y garantía de libertad en los procesos electorales. El respeto al voto provocaría una verdadera revolución democrática en el país.
d) Organismos electorales independientes. Pruebas más que fehacientes han reiterado uno de los vicios más comunes en las elecciones de todo tipo: todo el proceso electoral está controlado por el gobierno. Se debe pugnar
por crear un cuarto poder electoral independiente que organice y califique las
elecciones. El PRI ha demostrado eficacia en controlar los esquemas de insaculación, pues resulta que hasta los jefes de casilla son funcionarios de gobierno o priístas profesionales. Sin organismos electorales independientes no habrá democracia electoral, simiente de la democracia política.
e) Democratizar el padrón y la credencialización. A nadie escapa la apreciación de que el padrón electoral y la credencialización
constituyen el arma secreta del PRI y del gobierno para ganar elecciones. Mediante mecanismos sofisticados y hasta cínicos, el gobierno
manipula el padrón y las credenciales para facilitar los votos priístas y
dificultar los votos por la oposición. El INEGI no ha podido desmentir que el Censo de Población y Vivienda de 1990 fue diseñado para
disminuir las cifras de población en los distritos donde perdió el PRI
y para elevarla en distritos dominados por el tricolor. Al contrario, en
cada elección estatal y municipal se ha confirmado el papel políticoelectoral del censo. De hecho éste estuvo en el origen del operativo
electoral para que el PRI ganara las elecciones de 1994.
f) Tribunales electorales independientes. Hasta ahora no hay
instancias judiciales que castiguen el fraude electoral. Los tribunales
235
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
existentes tienen condiciones demasiado estrictas, como lo prueba el
hecho de que hasta la fecha no se ha castigado a ningún mapache o alquimista del PRI, como lo indica el dato de que ninguna elección ha
sido anulada pese a las pruebas de irregularidades presentadas. Las
quejas electorales deberían ser atendidas en la Suprema Corte de Justicia y en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, si es que se
quiere tener la garantía de elecciones limpias.
g) Apertura de los paquetes electorales. Los conflictos poselectorales se han querido resolver con negociaciones y con componendas, cuando hay una prueba reina para satisfacer las dudas razonables en procesos electorales: abrir de nuevo los paquetes y proceder al
recuento de votos. Hasta ahora, el PRI se ha negado a hacerlo porque
sus mapaches modifican actas y resultados, y la apertura de paquetes
podría comprobar el fraude electoral. Una verdadera democracia no
debe tenerle miedo al recuento de votos.
h) Control de los recursos económicos. El tema básico de la
democracia que se refiere a la vinculación orgánica del PRI con el gobierno es el del uso de los recursos económicos del gobierno por los
candidatos priístas. Ante el fracaso y la parcialidad de la Secretaría de
la Contraloría de la Federación, se debe crear un organismo auditor
independiente que tenga la capacidad de investigar el origen de los recursos de los partidos. Hasta ahora, el PRI tiene ventajas económicas
sobre la oposición. De hecho, la corrupción por el mal uso de los fondos públicos es un obstáculo para la democracia.
i) Controlar el Programa Nacional de Solidaridad. Oficialmente nacido para atender las necesidades de la población en condiciones de pobreza extrema, el Pronasol es un instrumento electoral del
PRI que cambia inversiones por votos. Además de someter al Pronasol al control del congreso, sus fondos deberán ser suspendidos en
tiempos y áreas electorales. Si persiste en su tarea electorera, el Pronasol deberá desaparecer.
236
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
j) Prohibirle al PRI el uso de los colores nacionales. En una sociedad de fetiches, el PRI tiene una ventaja competitiva: la apropiación de los
colores nacionales, que por lo demás son también los colores de Solidaridad. Por decisión política propia, el PRI debería cambiar sus colores partidistas. El uso del verde, blanco y rojo apela, con indignidad, al bajo nivel
educativo de los electores. Por lo demás, un partido que no tiene más de
50% de los votos no puede apropiarse de los colores nacionales. Es posible que en México se dé una verdadera reforma política cuando el PRI
acepte que no es la nación y deje de usar los colores republicanos.
La nueva política, según Ruiz Massieu
Crítico de los dinosaurios priístas, José Francisco Ruiz Massieu se forjó una imagen de analista crítico. Agudo escritor político,
polémico articulista, Ruiz Massieu se dio tiempo para los textos periodísticos. Su primer libro se publicó en 1986 y tuvo un título indagativo que no gustó a muchos políticos tradicionalistas, pero que dejó
huella de lo que quería hacer en política: ¿Nueva clase política o
nueva política ?(Editorial Océano).
En su introducción, Ruiz Massieu perfiló su propuesta de reforma política:
“La nueva política está en proceso de aparición y la vieja política se halla en fase preagónica. Los tiempos de hoy son tiempos de
transición, y quien no lo entienda así se quedará en el camino.
“La nueva política. Hacer el repaso de la vieja política, hoy
menguante, sería ocioso, porque no hay nadie que ignore sus disfunciones y su patético anacronismo. Los viejos problemas que todavía
no superamos los mexicanos y los nuevos problemas que nos han caído en aluvión, reclaman una nueva política que ya está en marcha,
aunque haya oídos que no escuchen el trote. La nueva política no es
sólo obra de un hombre, quien sólo puede ser su conductor. Una nueva política es quehacer colectivo y no obra heroica.
237
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
“La nueva política tiene varios capítulos:
“a) La escasez. El operador de la nueva política, en contraste
con los de la anterior, que contaron con amplios recursos, debe manejar con perspicacia la planeación —el antiazar— y la política —el antidilema— para administrar recursos escasos y compatibilizar demandas en competencia.
“b) La oposición. El hombre de la nueva política debe contender con una oposición beligerante y ascendente y que participa ya en
el poder público, cuidando los intereses priístas, pero a la vez sirviendo a los intereses nacionales y construyendo con los opositores consensos nacionales.
“c) La pluralidad. La democracia puede verse como un proceso en permanente diferenciación que la hace un sistema plural. En la
nueva política la armonización de intereses legítimos en pugna no tiene sucedáneo y ello exige hombres que no confundan principios con
dogmas, ni convicciones con terquedad ni filiación con secta.
“d) La concertación. La escasez de recursos y la necesidad de
reorientar y acelerar el desarrollo, reclaman concertación para renovar
permanentemente el pacto social, y echar a andar proyectos de beneficio
nacional con el concurso de los sectores que componen al país. En la vida política la discordia llega al primer descuido, en tanto que la concordia activa requiere de negociadores pacientes, templados y con piel dura.
“e) El exterior. En una etapa de mayor interdependencia internacional, los mexicanos debemos ser más diestros en la interlocución
con el exterior, y reconocer que ya nunca más se podrá descansar el
diálogo en los negociadores profesionales. México como nación no
puede seguirle haciendo al autismo; a los grupos dirigentes —incluyo
expresamente a los empresarios e intelectuales— corresponde un activismo que conduzca a un entendimiento moderno y operante.
“f) El cambio. No hay estática social, pero sí hay los que creen
que las cosas se pueden quedar como están, o los que niegan a reco238
LA TRANSICIÓN O EL CAOS
nocer que han cambiado ya. La nueva política demanda hombres capaces de hacer frente a la aceleración del cambio y que adviertan que
la sociedad exige no que cesen los abusos —etapa menor, sino que se
instalen nuevos usos. Esos son los tiempos de hoy.
“g) La publicidad de la política. El protagonismo de los medios masivos y el ensanchamiento de las clase medias exponen a la
política, que cada día es menos secreta. Ni las decisiones concretas ni
las políticas generales ni los hombres del poder pueden quedar sustraídos porque las democracias hoy están mejor informadas y, por ende, son más críticas. Quienes no aprecian que los escenarios de los
políticos ya no son sólo los recintos oficiales, caen en el traspié o
muestran que les falta el instinto de la contemporaneidad.
“h) Las ideas. La política no es únicamente para los ingenieros del
poder, ni para los profesionales de las ideas. La política es, más que nunca,
ideas y hechos; es pensamiento en acción. Ningún sistema político puede
prescindir del trabajo ideológico porque se acaba secando. En la nueva política los hombres del poder deben tener ideas y saberlas debatir.
“Perspectivas. La nueva política se manifiesta ya con el liderazgo presidencial, y habrá triunfado si la heterodoxia de hoy es la ortodoxia de mañana.”
En 1993, Ruiz Massieu publicó dos libros y un ensayo para un
colectivo: Cuestiones de derecho político México y España (UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas), El proceso democrático de México
(Fondo de Cultura Económica) y el texto “Transiciones, proceso democrático e ingeniería democrática” incluido en el libro Las transiciones a
la democracia (Fundación Cambio XXI del PRI y la Editorial Porrúa).
En el primer libro, incluyó un texto sobre las relaciones entre el
poder ejecutivo y el congreso, a partir de su propuesta de planeación legislativa, que no era otra cosa que el congreso cumpla con su función
constitucional de legislar pero con tiempo y distancia. “El congreso
viene desempeñando, de manera creciente, funciones de intermediación
239
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
que enriquecen el carácter democrático de nuestro sistema y elevan su
participación popular en el funcionamiento del aparato público.” Y en
el texto “El abogado gobernante” asienta lo siguiente: “si el proceso democrático es, en mucho, ingeniería política, ésta es también ingeniería
normativa y, por consecuencia, asunto de abogados”.
En el libro colectivo Las transiciones a la democracia, Ruiz
Massieu dice: “el eje de la cultura democrática es una noción compartida de democracia, que comprende el papel de los partidos, la función de las elecciones, la naturaleza y operación de las instituciones
políticas básicas y el arreglo orgánico y territorial del poder”. Y en un
ensayo sobre el PRI en el libro El proceso democrático en México:
“es urgente que el partido termine de replantear sus relaciones con el
Estado y el gobierno para precisar los ámbitos de. la autonomía partidista y los campos de la solidaridad con los priístas con encargo [...]
Tan inconveniente resulta en una democracia pluralista moderna que
el partido se apodere del Estado, como que éste se haga del partido”.
240
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
_______
Crisis del PRI, PAN y PRD
C
uando el Partido Socialista Obrero Español percibió en el horizonte político ibérico que tenía posibilidades de llegar al poder,
su primera decisión importante fue transformarse en un partido de
centro que mirara hacia adelante. El error político del Partido de la
Revolución Democrática, frente a la expectativa de que el cambio político podía darse en México, fue negarse a la transformación; el PRI,
por su parte, aferrado a su pasado gobiernista apenas alcanzó 50% del
voto; y el PAN se agotó en un discurso sin contenido, aunque con un
dominio del debate que de ninguna manera pudo garantizar las posibilidades del cambio.
Uno de los saldos políticos de largo plazo de las elecciones
fue poner en crisis grave a los partidos políticos . De hecho, ninguno
se salvó. El PRI no puede vanagloriarse de su 50%, porque finalmente
supo que la mitad del país votó en su contra, algo que debió sacudir
por segunda ocasión a un partido que siempre se vendió como la organización política de la abrumadora mayoría de los mexicanos; el
PAN acarició la posibilidad del triunfo y encontró una votación abul241
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
tada, pero no por su organización partidista sino porque su candidato
sustituyó esta vez la expectativa que en 1988 generó Cárdenas; y el
PRD se ahogó en sus propias posibilidades pero ante una sociedad
que quiere el cambio sin sobresaltos.
Por si fuera poco, el mandato de la sociedad fue claro en cuanto a la liquidación final de los partidos pequeños que estaban identificados con el México manipulable. El PARM fue definitivamente enterrado, y la nueva organización electoral lo hace inservible hasta para
quitarle votos al PRD. Al Partido Popular Socialista le llegó su glasnot y pasó al olvido, pese a los esfuerzos desesperados de su candidata presidencial ya no para defender un punto de vista histórico, sino
siquiera para ganar las primeras planas de los diarios con declaraciones contra los enemigos del PRI. El ferrocarril de Rafael Aguilar Talamantes, un invento oficial que aprovechó Cárdenas en 1988 y que
luego fue usado por el gobierno para escamotearle votos al PRD, se
descarriló y ni siquiera votó por él su clientela electoral, producto de
las invasiones de edificios urbanos de la ciudad de México. La UNO
de Pablo Emilio Madero se deshizo y el Partido Verde Ecologista sólo
provocó sonrisas de conmiseración por el folclorismo de su candidato
presidencial. El único fenómeno político destacado de la chiquillería
de partidos fue el Partido del Trabajo, cuyo 4% tuvo que ver con su
base política en Durango, Monterrey y Chihuahua, y con el carisma
de su candidata Cecilia Soto, sólo que con el agravante de cargar sobre su origen la sospecha de un juego pronasolero de Salinas. Si el PT
no prueba que puede sobrevivir sin el apoyo oficial, el sector izquierdista del PRD va a capitalizar los cuadros petistas.
La urgencia de que los partidos políticos se reorganicen para el
México nuevo salió del proceso electoral. Si la mitad de la sociedad se
pronunció contra el cambio, la otra mitad votó por la transición con su
sufragio por la oposición. Lo que falta aclarar es el tipo de partido político que deberá plantearse para este sexenio, en el entendido de que las
242
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
próximas elecciones —las de 1997 y las presidenciales del 2000— ya
señalan el reto de nuevos partidos políticos para la nueva sociedad.
Tres tristes tigres
La votación por el PRI plantea una incógnita que no tendrá
respuesta en el corto plazo. El voto mayoritario por el PRI pudiera
confundirse con un apoyo de la mitad de los mexicanos a esa vinculación orgánica PRI-gobierno. La lectura es doble: se apoyó al PRI pero
el voto en contra fue una advertencia de que el voto priísta se puede ir
—como ya ocurrió en 1988— hacia la oposición.
Seis años después de la debacle de 1988, la terca realidad volvió a manifestarse. Aunque Zedillo recuperó el voto por el PRI en términos numéricos, el porcentaje siguió siendo el mismo. Sólo las buenas artes del Registro Federal de Electores y del IFE le lograron acreditar 50% de los votos. Lo interesante fue que en una votación limpia
el electorado crítico del país refrendó su apoyo por la oposición y
contra el PRI. Así, más que festejar la victoria porcentual, los priístas
debieran preocuparse porque todo el activismo salinista —que fue extraordinario durante cinco y medio años— apenas pudo dejar las cosas igual que en 1988, cuando hubiera podido suponerse una votación
de 70% o más en favor del PRI.
El PAN tampoco debe confiarse, pues hace seis años se quedó
en 17% y hoy llegó a 28%. El Jefe Diego Fernández de Cevallos debió estar preocupado porque con todo y la victoria del debate del 12
de mayo, no pudo consolidar el 30.1% que había logrado Cárdenas en
1988. De hecho, por el perfil conservador del proceso electoral, este
debió haber acumulado mayor número de votos para el PAN. A ello
debe agregarse el dato de que cuando menos la mitad del voto por el
PAN es flotante y puede cambiar lo mismo al PRI que al PRD.
De todos los partidos, el PAN se apareció como el partido de la
alternancia. Para ello, deberá rehacer su proyecto económico, correrse al
243
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
centro, olvidar su catolicismo como esencia ideológica, alejarse de las
concertacesiones con el gobierno y consolidar una alianza estratégica
con el PRD. Asimismo, y sin un cuarto partido capaz de seducir al electorado, el PAN deberá presentarse como el partido de la transición política porque existe una franja del electorado que siempre preferirá votar por
el PRI o por el PRD, en lugar de hacerlo por un PAN decimonónico.
La votación por el PRD tuvo una doble lectura política. De un
lado, su incapacidad para superar pugnas internas y alejarse de radicalismos románticos; de otro, su consolidación como una fuerza política
real; apenas logró 6% en 1991 y subió a 18% en 1994. El enfoque de
una crisis severa en ese partido se apreció también en una doble perspectiva: como un partido que no logró convencer al electorado panista
y priísta, y por la incapacidad de Cuauhtémoc Cárdenas para encabezar a una corriente plural de mexicanos por la democracia. Como expectativa electoral, la dupla Cárdenas-PRD perdió espacios importantes porque no pudo mantener en seis años a 14% del electorado.
En este contexto, los tres partidos políticos importantes fueron
severamente criticados por un electorado activo, pues a ninguno le dio
la fuerza suficiente como para dejarlo gobernar solo. De ahí que los tres
enfrenten el reto de su propia reconstrucción como partidos dominantes. El PRI se cargó a la derecha, y perdió el voto del centro y de cierto
segmento de la izquierda no comunista. El PAN aglutinó el voto del
descontento social sin partido y sin ideología, pero la transición política
inevitable pudiera regatearle ese voto en las próximas elecciones federales. Y el PRD padeció el reacomodo social y no pudo encauzar el voto de su base social cautiva ni el de los descontentos del salinismo.
El partido que hace falta
Si se buscara un mensaje importante en el voto del 21 de agosto,
ése sería el de la búsqueda del partido necesario para conducir la transición a la democracia. La experiencia española enseña que el PSOE logró
244
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
mudarse al centro sin meterse en la derecha, en una sociedad española
bastante timorata que quería salir del franquismo y pasar a la modernidad
eludiendo la trampa del socialismo. La sociedad mexicana tiene parecidos a la española, pues —una lectura novedosa de la votación— no votó
por el cambio pero tampoco le dio un cheque en blanco al PRI.
El problema de los partidos dominantes fue que le ofrecieron
al electorado sus mismas propuestas de siempre, todas viendo al pasado: la estabilidad priísta, el fundamentalismo panista y el priísmo perredista. La modernización de estos años ha generado una sociedad
con pensamiento diferente, pero aún alejado de la audacia.
De todos modos, el país carece de un partido político para la
transición a la democracia. De hecho, la pretendida modernización
económica requeriría de un partido socialdemócrata a la europea, con
pensamiento progresista pero alejado de los estatismos, lo suficientemente fresco como para atraer al electorado joven. Hay una banda del
electorado del PRI-PAN-PRD que pudiera aglutinarse en torno a un
partido que planteara la transición a la democracia sin aspavientos ni
como una conquista radical.
La Revolución mexicana ya murió, el catolicismo no representa
una opción política y el socialismo fue derrotado en Berlín. Es decir,
las banderas políticas del PRI, del PAN y del PRD representan propuestas antihistóricas. El PSOE ofreció la capacidad de gobierno, aunque a trece años de distancia esté corroído por la corrupción. El Partido
Socialista Francés se desgastó por las pugnas internas de un Francois
Mitterrand que deshizo los cuadros políticos. Los dos, el PSOE y el
PSF, en su momento histórico, fueron partidos modernos, socialdemócratas, pese a sus apellidos socialistas y siempre mirando al futuro.
La modernización política requiere de partidos diferentes. La
socialdemocracia como ideología política está sustentada en la búsqueda de la democracia, en el respeto a las leyes del mercado y en una
preocupación por la desigualdad social. Los actuales partidos de opo245
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
sición padecen los vicios históricos del PRI: su vocación por la apropiación de los espacios políticos.
Hoy se percibe una realidad: el PRI se quedó en la derecha, el
PAN se apropió del centro y el PRD se colocó en la izquierda. Ahora
falta un partido que rompa con este estancamiento geométrico. Si se
analizan las cifras electorales, hay una base política sin partido que
será vital para impulsar a una organización que sobrepase los esquematismos de partidos del pasado. La transición a la democracia no será posible con los actuales partidos.
Un proletariado social sin cabeza
Cuando España comenzó su proceso de transición a la democracia, el camino escogido fue el mejor: de un lado, la presión de importantes grupos sociales; pero del otro, la capacidad de los partidos políticos
para fusionarse con la sociedad. Así, la transición la hicieron los partidos
políticos pero la exigió y empujó la sociedad. En México, el proceso registra el impulso creativo de la sociedad, pero aún se carece de partidos
políticos que la lidereen y lleven la transición hacia puerto seguro.
El principal indicador de que el país está viviendo otros tiempos políticos es la expresión pública de la sociedad. La última manifestación política de importantes segmentos de la sociedad fue el Movimiento Estudiantil de 1968. La insuficiencia del 68 radicó en la estructuración piramidal del poder político, en la fuerza del presidencialismo, en un PRI con capacidad de convocatoria de fuerzas sociales
importantes, en la debilidad estructural de los partidos de oposición y
en la fuerza dominante de la ideología populista de la Revolución mexicana. Mientras estas condiciones se dieron con fuerza, las demandas
democratizadoras no permearon en la sociedad mexicana.
Lo paradójico ha sido que en el 68 fueron destacados segmentos de la sociedad los que comenzaron a movilizarse en torno a la democratización del régimen presidencialista autoritario, sin encontrar
246
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
el suficiente eco en los partidos. En cambio, hoy existe una oposición
políticamente más fuerte que logró imbuirle a la sociedad la inquietud
democratizadora, aunque sin lograr encabezarla. La diferencia entre
1968 y 1995 radica en que hace veintisiete años el PRI era un partido
sólido, cohesionado, con sectores fuertes y una ideología progresista,
en tanto que hoy aparece dividido, debilitado y disperso, con su vieja
ideología “progresista” pero con un gobierno que modificó el programa histórico de la Revolución mexicana.
La conformación de la ideología de la transición a la democracia
ha tenido en México una correspondencia con el deterioro del liderazgo
del PRI. En el pasado, la democracia no fue una demanda ciudadana ni
social, porque el PRI representaba el pacto político entre las diferentes
fuerzas nacionales y porque encabezaba las grandes transformaciones sociales que inhibían las luchas democratizadoras. El discurso político de
la izquierda y la derecha de los años cincuenta, sesenta y setenta no encontró el eco suficiente en la sociedad porque el PRI era capaz de abrirse
a todas las corrientes políticas. Cuando se fue estrechando política, ideológica y burocráticamente, las fuerzas sociales democratizadoras se salieron del PRI para conformar agrupaciones de oposición y tendencias ciudadanas en busca de una mayor democracia política.
La existencia del PRI y del presidencialismo se sustentó en el
principio de subsidiaridad: el partido del Estado y la fuerza del presidente en turno subsidiaron la inexistencia de fuerzas sociales con presencia nacional. En tanto que la sociedad se abrió a las corrientes políticas internacionales y la economía le entró a la globalización, la sociedad fue asumiendo su papel político y en ese momento entró en
crisis la existencia del PRI como el partido hegemónico y del presidencialismo como estructura dominante del poder político. Ahora que
la sociedad ha comenzado a recuperar sus espacios políticos, el PRI y
el presidencialismo se han visto rebasados por las movilizaciones sociales de todos los tipos, desde las puramente de protesta — planto247
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
nes, marchas e impugnaciones— hasta las que buscan el derrocamiento del poder establecido.
La transición, salida pacífica
Lo que viene ahora es la disputa por el cambio político. Hoy
se perfilan cuando menos cinco corrientes políticas importantes que
buscan la transformación democratizadora del enmohecido sistema de
partido hegemónico y presidencialismo autoritario, sin encontrar al
partido de la transición a la democracia:
1. Las corrientes priístas de dentro de su partido, que se han
manifestado de diversas maneras, desde la queja hasta la creación de
movimientos democratizadores intestinos. Aunque hay una mezcla de
intereses —desde los del empleo hasta los que no quieren que el PRI
pierda su identidad revolucionaria—, de todos modos estas corrientes
han logrado impresionar a sectores de la sociedad que los ven como
aliados a partir del criterio de que la democratización de la república
debe comenzar por la democratización del PRI. Mientras éste es más
autoritario hacia su interior, surgen más corrientes internas críticas.
2. Las corrientes de expriístas que no encontraron en el PRI
los espacios políticos para pujar por la democracia. Si se ha hecho
mucho hincapié en la Corriente Democratizadora de Cuauhtémoc
Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo de 1986 y 1987, no debe olvidarse
que cíclicamente hay priístas que concluyen que dentro del PRI ya no
hay espacios políticos, y que la lucha por la democracia se debe dar
desde fuera del partido. En la medida en que el priísmo delamadridista-salinista-zedillista se ha endurecido y condicionado a la sumisión
ideológica neoliberal, la desagregación priísta ha sido más persistente.
Figuras expriístas encabezan hoy en día movimientos opositores o
ciudadanos que luchan por la democracia.
3. La oposición partidista en México se ha fortalecido. Hay cuando
menos dos datos que ilustran el avance de la oposición: la disminución del
248
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
voto priísta de un promedio de 90% hace cuarenta años a 48.7% en 1994,
llegando a la pérdida regional de posiciones de poder (tres gubernaturas, diputaciones, alcaldías y senadurías). El principal indicio de que México camina hacia la democracia es la consolidación de la oposición como liderazgo alterno al del PRI. A ello se debe sumar el hecho de que el avance de la
oposición se logró simultáneamente a la conformación de un discurso democratizador, al grado de que la democracia en México se resume en la alternancia partidista en los diferentes niveles del poder.
4. Paralelamente al discurso democratizador de la oposición se
ha registrado una capacidad de autorganización política de la sociedad
en agrupaciones ciudadanas. El punto unificador ha sido el de la lucha
por la democracia. Estos movimientos ciudadanos se han visto numerosas veces por delante de los propios partidos políticos. Asimismo,
paulatinamente los ciudadanos buscan agrupaciones que no se articulen a los partidos y que tengan objetivos democratizadores. A estos
movimientos ciudadanos les ha faltado partidos políticos que apresuren la transición a la democracia. Aquí quedó el intento del Grupo
San Ángel para ayudar a partidos que no querían dejarse ayudar.
5. Las presiones internacionales han cumplido funciones de presiones democratizadoras. Una de ellas es bastante significativa: la de los
Estados Unidos. En el pasado, la Casa Blanca se la jugaba por el sistema
de partido hegemónico y presidencialismo autoritario porque era el que
le garantizaba la estabilidad social y política deMéxico. Hoy, en cambio,
el gobierno estadunidense ha entendido que el PRI y el presidencialismo
mexicano son factores de inestabilidad social. Así, la apertura económica
salinista abrió también un debate democratizador en los diferentes centros de poder estadunidense en torno a la urgencia de la democratización
de México. A fin de cuentas, hay en los Estados Unidos la comprensión
del hecho de que la apertura política va a distender la inestabilidad social
y por lo tanto, le va a garantizar a los inversionistas la seguridad de su
dinero en México.
249
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El reto democratizador
Las presiones de la sociedad en favor de la democracia, se han
convertido en un reto para los partidos políticos que se están viendo
obligados a definiciones de fondo: ¿quiénes van a conducir la transición a la democracia? Si la sociedad carece de los instrumentos institucionales que sólo poseen los partidos, éstos tienen la responsabilidad de ajustarse a los tiempos y las demandas de la sociedad. Pero si
ningún partido aislado va a conseguir la democratización del país, no
hay signos políticos que indiquen que los partidos se estén unificando
para pactar la transición ordenada a la democracia.
Él PRD ha ondeado la bandera de la democratización como
punto central de su conformación, aunque en el fondo padezca de los
mismos vicios de los demás partidos y no haya podido vincularse con
la sociedad para empujar la transición democratizadora. El PAN decidió soslayar las demandas democratizadoras de la sociedad para luchar por el poder político, aunque el panismo histórico haya sido uno
de los más fervientes luchadores históricos por la democracia. El PRI
ha trastocado sus prioridades, pues si en el pasado fue el promotor de
las reformas políticas de apertura a otras corrientes, en el presente sólo busca la reconquista de la hegemonía perdida. Si los tres principales partidos no se ponen de acuerdo en un programa común de transición a la democracia, la sociedad por sí misma será incapaz de lograr
avances significativos en la democratización del país.
En este contexto, los grupos ciudadanos que pugnan por la
transición a la democracia deben lograr que los partidos políticos se
unan en torno a la demanda común de alcanzar una estructura política
realmente democrática. Pero si los partidos se alejan de las demandas
de la sociedad, y se dedican sólo a conquistar parcelas de poder, México habrá dejado pasar una extraordinaria oportunidad para lograr la
democratización de la república. Si la sociedad ya ha logrado autorga250
URGE EL PARTIDO DE LA TRANSICIÓN
nizarse en torno a la bandera de la democracia, ahora la palabra la tienen los partidos políticos: o asumen la bandera de la transición a la
democracia o el posible refortalecimiento del PRI va a tratar de recuperar los espacios autoritarios que la sociedad y la oposición le quitaron al tricolor.
La prioridad básica es la de interrelacionar a los partidos con
la sociedad para avanzar con seriedad por el camino de la democracia.
Hasta ahora la sociedad ha clarificado sus demandas democratizadoras, pero los partidos políticos aún no se unen para recoger esas banderas sociales.
251
¡TERCERA LLAMADA, COMENZAMOS!
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
_______
Los tres sobres de Zedillo
C
uentan los cronistas del sistema político, que cada presidente en turno
le entrega a su sucesor tres sobres cerrados para ser abiertos a lo largo
del siguiente sexenio. El primero tiene que abrirse a los dos años y dice:
“cuando enfrentes la primera crisis, échame a mi la culpa”. El segundo debe abrirse a los cuatro años y reza así: “cuando esa crisis no se resuelve,
haz cambios en tu gabinete”. Y el tercer sobre debe de abrirse al quinto
año, en la víspera del destape de su sucesor: “escribe tus tres sobres”.
Al presidente Zedillo se le adelantaron las crisis, pues en menos de tres semanas de gobierno hizo lo que la experiencia del sistema señala para cuando menos cinco años. El problema, sin embargo,
no sólo es de herencia sino de capacidad. Más que el hecho de haber
asumido el control de una política económica distorsionada, lo que le
pesó a Zedillo desde el arranque de su gobierno fue haberse hecho de
una presidencia de la república antes de tiempo y sin la necesaria capacitación política. La falta de amarres y compromisos, y la debilidad
de su gobierno lo llevaron a una primera crisis de confianza el 20 de
diciembre cuando tomó la decisión técnica de aumentar el techo de la
banda de flotación del tipo de cambio y precipitar con ello una gravísima crisis económica y de confianza.
255
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
El principal reto de Zedillo fue el de asumir realmente el control del gobierno; es decir, hacerse del poder en una fase de construcción de un maximato salinista. En los primeros treinta días de su sexenio, Zedillo tuvo que tomar decisiones y enfrentar escenarios que iban
en sentido contrario. Desde su alejamiento del PRI hasta la devaluación del 20 de diciembre, pasando por sus compromisos no cumplidos
de división de poderes, el gobierno zedillista tardó en aprender cómo
hacerse de la presidencia de la república. Muy pronto se dio cuenta
Zedillo que no se podía gobernar como si siguiera en campaña política: arengas públicas a una sociedad que quería decisiones de gobierno
que le ayudaran a asimilar la crisis.
Cuando Zedillo fue informado de que no había otro candidato
a la presidencia que tomara el lugar del asesinado Luis Donaldo Colosio, su principal preocupación fue la de su seguridad personal. Sin
embargo, su prioridad debió de haber sido otra: garantizar, desde ese
momento, su espacio de independencia política respecto a Salinas.
Colosio, que fue destapado como el candidato más débil que garantizaba el continuismo del equipo Salinas-Córdoba, logró definir su propio perfil como candidato no salinista el 6 de marzo, pero diecisiete
días después lo asesinaron. Zedillo, un técnico, siempre el verdadero
candidato de José Córdoba, no había pensado en un alejamiento de
Salinas como una necesidad política.
Pero una cosa era la campaña y otra diferente el ejercicio del
poder. En apenas veinte días, Zedillo mostró que había ganado la presidencia pero no el poder. Los cinco instrumentos de gobierno que garantizaban el ejercicio del poder no habían sido asumidos por Zedillo
al iniciar su sexenio:
1. La economía. Todo candidato presidencial en campaña va tomando el control de la economía a partir no sólo de decisiones sino de
áreas de gobierno. Como candidatos, López Portillo, De la Madrid y Salinas pusieron a gente de su confianza en Hacienda y Programación. Los
256
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
presidentes salientes les soltaron a sus sucesores el manejo de la economía. Zedillo no pudo hacer nada porque no sabía de estas reglas y porque
no quería que Salinas se molestara. La devaluación del 20 de diciembre
mostró que Zedillo no había asumido todavía el control de la economía.
2. El dinero. Cuando asesinaron a Colosio, la principal preocupación de Salinas y Córdoba era que se perdiera el aval de los inversionistas extranjeros. Por eso, se adelantó la nominación de Zedillo,un
economista que garantizaba el continuismo del neoliberalismo salinista. Sin embargo, los hombres del dinero, que llevaron a Zedillo a la
presidencia, también precipitaron la devaluación como muestra de
desconfianza hacia Zedillo en cuanto al manejo del país y de la economía. El modelo salinista mostró, con Zedillo, el poder del dinero:
como para imponer a un candidato y obligar a una devaluación. Sin
un pacto con los hombres del dinero, Zedillo no podrá gobernar.
3. Las armas. Como ocurrió con el poder del dinero, Zedillo quiso
imponerle condiciones a los zapatistas y fracasó. Como en economía, Zedillo tomó decisiones sobre la marcha hasta que se encontró que el gobierno tiene el control del ejército; pero una fuerza armada rebelde puede provocarle inestabilidades de seriedad. Más que derrotar a los zapatistas, Salinas logró encontrar la clave de la crisis chiapaneca: mantener aislados a
los rebeldes. Mientras Zedillo no logre paralizar a los zapatistas, Chiapas
será una preocupación política que tendrá efectos en la economía.
4. El gabinete. Todo presidente gobierna en función de su gabinete. Así, los secretarios de Estado juegan un papel político. Hubo en el pasado gabinetes que no gustaron pero que tampoco generaron desconfianza. El gabinete de Zedillo, en cambio, causa desconcierto por una razón
eminentemente política: no garantizaba fuerza ni presenta a un grupo de
poder. En veinte días sus principales secretarios de Estado se achicaron
frente a la crisis, al grado que Zedillo hubo de cesar a su secretario de
Hacienda por haberse equivocado en la devaluación. Mientras Zedillo
carezca de un gabinete fuerte, su capacidad de gobierno será reducida.
257
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
5. La confianza. Mientras los presidentes se iban haciendo del control de los hilos del poder, su impacto psicológico en el ánimo de la gente
era el primer paso para imponerse. En este aspecto, Zedillo muestra evidentes carencias, pues muchas de sus primeras decisiones afectaron su relación con la sociedad. De hecho, los mexicanos no quieren que les digan
la verdad sino que les despierten las expectativas. El discurso de Zedillo el
día del cese de Jaime Serra fue el discurso del antigobierno, pues se leyó
como el discurso de la incapacidad para gobernar; dijo que las cosas estaban mal y que no había forma de que se compusieran en el corto plazo.
Con las crisis, Zedillo tuvo que comprender que para hacerse
del poder hay que construir liderazgos políticos y sociales a través del
manejo de los cinco instrumentos del poder: la economía, el dinero, las
armas, el gabinete y la confianza. En los primeros días de gobierno se
tuvo la impresión de que Zedillo ya había escrito sus tres sobres.
¿Cómo se hace un presidente?
Cuando en julio de 1994 le preguntaban al presidente Salinas
si Ernesto Zedillo, entonces candidato sustituto, podría con el paquete
de un país en crisis, la respuesta siempre fue la misma:
-Ernesto aprende rápido.
Sin embargo, bien pronto los mexicanos se dieron cuenta de que
no necesitaban un presidente que aprendiera rápido sino un jefe de Estado que ya tuviera la propuesta de un proyecto nacional para un país sumido en una crisis terminal. Horas antes de tomar posesión —con la caída de la bolsa como reflejo de la incertidumbre generada por el anuncio
de un gabinete de tono menor—, Zedillo supo que no contaría con los
necesarios 100 días de luna de miel, pues los problemas se le aparecieron
con una fuga constante de capitales que lo llevaron a la devaluación del
20 de diciembre.
¿Dónde comenzó la verdadera crisis nacional? En el fondo, la
responsabilidad no fue de Zedillo sino del presidente Salinas. Cuando
258
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
asesinaron al candidato original Luis Donaldo Colosio, Salinas se enfrentó a un dilema: buscar un candidato sustituto en función de las
mismas reglas del presidencialismo transexenal encarnado en el dedazo para mantener los privilegios, o encarar el nuevo perfil de la crisis
política que enfrentaba el país y que exigía un candidato sustituto que
saliera no del interés del presidente en turno sino de las principales
fuerzas nacionales. Más que preocuparse en generar un consenso nacional en torno al nuevo candidato, Salinas se interesó por imponer un
candidato sustituto a la medida de sus necesidades transexenales.
Lo peor de todo fue que Zedillo realmente no quería la candidatura presidencial. Es más, Zedillo, ya lo dije, aceptó entrarle al juego de
los tapados en 1993 porque sabía que el candidato iba a ser su amigo
Colosio. Así, Zedillo no hizo precampaña ni peleó la nominación ni
menos aun tejió sus alianzas. Varias fuentes de Los Pinos insistieron en
señalar que el presidente Salinas tuvo que convencer a Zedillo de que
se hiciera cargo del relevo. A partir de ese desapego de la política y de
los juegos de poder, Zedillo aterrizó en la presidencia de la república.
En el fondo, Zedillo carece de un sentido de Estado. Como Salinas, su fuerte es la administración. A ello hay que agregar un estilo
personal que no siente la necesidad de hacer política. Por eso, Zedillo
como presidente envió algunos mensajes que tuvieron una lectura
equivocada: canceló los saludos de Año Nuevo, no fue a la toma de
posesión del gobernador de Tabasco y puso una reja en Los Pinos que
asumió como símbolo de aislamiento.
El gabinete y Chiapas fueron otros dos ejemplos del estilo personal de gobernar del presidente Zedillo. Los zedillistas celebraron
con cierto tono bromista el desconcierto causado con el anuncio del
gabinete porque nadie había adivinado la lista, cuando en realidad el
impacto de ese gabinete fue de escepticismo porque sus nuevos
miembros estaban por abajo del perfil que requería la crisis. Tan fue
así, que en cincuenta y cinco días le tumbaron a Zedillo dos secreta259
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
rios de Estado —Hacienda y Educación— e hizo nada menos que
nueve cambios en seis dependencias de primer nivel. Y si Chiapas estaba más o menos encauzado, la solución militar lo volvió a enredar.
Al zedillismo le hace falta analizar el fenómeno de la desconfianza para comprender la profundidad de la crisis actual. Hacia noviembre de 1994, días antes de la entrega del poder, la economía estaba
más o menos marchando, la Bolsa Mexicana de Valores mantenía su
tendencia alcista, los mercados de capitales no mostraban ningún nerviosismo y el dólar se encontraba casi en el piso de la banda de flotación, después de que la muerte de Colosio había obligado a ampliar el
techo de esa banda. Había preocupación por las cifras del sector externo, pero la tendencia del ingreso de capitales externos estaba más o menos consistente e iba a permitir estabilizar la balanza de pagos.
¿Por qué, entonces, en unos cuantos días comenzó a crujir el
sistema? De febrero a noviembre de 1994 —en diez meses— salieron
del país alrededor de once mil millones de dólares de reservas, justamente la misma cantidad de divisas que se fugó en los primeros veinte días del nuevo gobierno. ¿Por qué? La lista de desconfianzas hacia
el zedillismo no era muy larga:
a) Zedillo manejó mal la crisis en Chiapas al iniciar su gobierno y la complicó en febrero de 1995. Los primeros y vacilantes movimientos zedillistas llevaron a los zapatistas a finalizar su tregua. Los
tambores de guerra ahuyentaron capitales.
b) Zedillo no generó confianza con su gabinete de desconocidos.
A ello hubo que agregar que el grupo feliz del zedillismo en Los Pinos:
Esteban Moctezuma, Luis Téllez, la secretaria presidencial Gabriela Estrada —que regaña secretarios y pone subsecretarios— y Liébano Sáenz
ha construido un muro que aisla al presidente de la república.
c) Los analistas norteamericanos siempre entendieron que el
PRI era la garantía de la estabilidad. Cuando Zedillo se alejó del PRI,
la lectura en los Estados Unidos fue de preocupación.
260
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
d) Zedillo se confió en el saldo electoral del 21 de agosto. Pero
leyó mal las estadísticas porque la mitad de los mexicanos votaron
por la oposición. Y Zedillo no pudo construir un acuerdo con la oposición sino hasta después de que estalló la crisis.
e) Y finalmente, el país vio a un presidente no templado para las
crisis. En cada conflicto, Salinas daba la impresión de que había mando. En los primeros tres meses de gobierno era muy común oír en diferentes círculos sociales una pregunta inquietante: ¿dónde está el piloto?
Zedillo, en efecto, aprende rápido. Pero como presidente ha
reaccionado después de las crisis. Si no tuvo luna de miel y el país se
descompuso por la falta de un presidente que ejerciera el liderazgo,
Zedillo no comprendió en su momento que el problema real del país,
además de Salinas y de la crisis, era él mismo.
Crisis de credibilidad
Cuando la oposición había avanzado en las expectativas electorales
previas al 21 de agosto de 1994, los empresarios y banqueros fueron
obligados a apoyar a Ernesto Zedillo como el candidato del continuismo salinista. Roberto Hernández, dueño de Banamex, llegó a declarar
su multicitado diagnóstico: que el presidente de la república debería
de ser Zedillo porque el arribo de la oposición a la presidencia iba a
significar fuga de capitales, devaluación y alza en las tasas de interés.
El martes 3 de enero de 1995, la presencia de Roberto Hernández se extrañó en los corrillos de las negociaciones del pacto estabilizador de emergencia. Seguramente, el banquero salinista temió que le
preguntaran sus opiniones sobre el arranque del gobierno zedillista
para el que pidió votos y que le recordaran sus propias palabras. ¿Qué
pensaría después el banquero Hernández frente a la evidencia de que
la crisis financiera —fuga de capitales, devaluación y alza en las tasas
de interés— no llegó con la oposición sino con Zedillo? Por lo pronto,
el banquero Hernández fue de los muchos que perdió credibilidad y
261
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
sin credibilidad no se puede dirigir un banco de la importancia de Banamex ni se puede apoyar la política económica.
En el fondo, Hernández fue de los perdedores de la crisis. Pero,
pese a todo, los banqueros priístas se solidarizaron con el pacto que trasladó, de nueva cuenta, el costo del ajuste a la sociedad. Como firmante del
nuevo pacto, estuvo también Francisco Hernández Juárez, otro personaje
de la oroliana política mexicana —por su humor involuntario—, que como líder sindical de los telefonistas se quejó de que había sido engañado
por el gobierno salinista. Pero, en realidad, Hernández Juárez volvió a firmar el pacto —por disciplina priísta—, a sabiendas de que estaban engañando a los trabajadores porque el peso del ajuste lo cargarán a ellos.
¿A quién representaba Fidel Velázquez, si a mediados del sexenio salinista el entonces secretario del Trabajo, Arsenio Farell, le demostró a Fidel que la CTM realmente no manejaba el número de trabajadores que aún dice representar? Y sin el apoyo de su amigo Carlos
Salinas ni el padrinazgo de Raúl Salinas, el cenecista Hugo Andrés
Araujo tampoco representaba nada, salvo esa firma necesaria para la reforma al 27 constitucional que liquidó al ejido como propiedad social.
Qué decir de los dirigentes empresariales que se la pasaron firmando
pactos de todo tipo con Salinas, sin el consenso de sus afiliados, además de que Salinas y Zedillo se comprometieron a reformar la ley de
cámaras porque la representatividad empresarial era una ficción.
Si el problema del país en la devaluación de diciembre de 1994
es de confianza, el presidente Zedillo cometió el error de apoyarse en
las estructuras corporativas del poder priísta que carecen de confianza y
de credibilidad social. Al final de cuentas, el martes 3 de enero se firmó
un pacto priísta entre priístas. Si Zedillo realmente hubiera buscado el
apoyo social, entonces le hubiera dirigido un mensaje a la sociedad y
no a los priístas que, por sus cargos y representatividades, tenían que
apoyarlo, pero que fueron también cómplices de la política económica
salinista que llevó a la devaluación y sus consecuencias.
262
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
En este contexto, el gobierno zedillista arrancó con una gravísima crisis de credibilidad. ¿Por qué creerles?, decían muchos mexicanos que habían salido lastimados con la devaluación. Zedillo hizo
acto de fe social, pero no vaciló en endosarle a esa sociedad el costo
del ajuste. Nada hubo contra los que especularon contra el peso provocando la devaluación, pese a que había que satisfacer el enojo de
una sociedad que no provocó la devaluación pero que tendrá que pagar sus costos. El país necesita estadistas y no economistas.
Lo que comenzó como una crisis de confianza y de credibilidad,
derivó muy pronto en una crisis de posibilidades y entró en una real crisis de gobierno. En las semanas de la crisis, en los círculos de poder de
los Estados Unidos, se tuvo una sola certeza: el gobierno del presidente
Zedillo no garantiza la fortaleza política y económica para negociar un
préstamo de poco más de cincuenta mil millones de dólares. De ahí que
el crédito de emergencia haya exigido garantías extraordinarias: además
del petróleo o la reprivatización total, se pidió el control estricto de la política económica mexicana por parte de Washington.
Así, la crisis mexicana mostró dos puntos graves:
1. La insolvencia financiera del gobierno por una necesidad
gigantesca de dólares.
2. El impacto brutal de la política de ajuste en el crecimiento
económico de 1995. Si las importaciones se reducen a la mitad, entonces las expectativas del PIB para 1995 se situarán en -4%, una recesión que traerá consigo mayores presiones sociales y de empleo. Y
si a ellose añade un manejo distorsionado del efecto inflacionario de
la crisis por el ajuste desordenado de precios, entonces la inflación
realmente se podría comenzar a estabilizar hacia mediados de 1996.
Pese a las gestiones personales del presidente Zedillo, las respuestas del mercado siguieron siendo negativas. En este esquema, la
crisis de Zedillo —no la heredada de Salinas— tiene aristas muy puntiagudas:
263
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
a) El crédito de emergencia de los Estados Unidos no salió en
los tiempos mexicanos. El punto más debatido fue el de la condicionalidad estadunidense y el de la sospecha de la sociedad mexicana de
que Zedillo había hecho negociaciones secretas con ese país, que cedieron espacios vitales de la soberanía mexicana.
b) El problema político tampoco encontró canales de estabilidad. La reforma política naufragó en Tabasco por la desesperación del
gobernador Roberto Madrazo en aferrarse al poder, y por la falta de
destreza del secretario de Gobernación. La percepción en Estados
Unidos siguió siendo dudosa respecto a la lejana estabilidad política
nacional. Los inversionistas estadunidenses, y aun los mexicanos,
consideraron que Zedillo no pudo con el problema político y éste es
un factor de inestabilidad financiera. Y Chiapas, con el avance militar
del 9 de febrero, volvió a entrar en una tensión política.
c) La nueva política económica no le regresó certidumbre al corto plazo. Suspicaces por la crisis de diciembre, los inversionistas vieron
que las cuentas alegres de la política económica no cuadraban. La profundidad de la recesión no alcanzará a ser resarcida con las tasas de interés altas. La conclusión de los analistas económicos fue drástica: México
entró en un bache productivo que afectará no sólo a las empresas cuyos
papeles se rematan en Nueva York, sino a la propia solvencia del país.
d) La capacidad de gobierno del presidente Zedillo no satisfizo las incertidumbres de los inversionistas. Los más decepcionados con las comparecencias en enero de los secretarios de Hacienda, Guillermo Ortiz, y de Relaciones Exteriores, José Ángel Gurría, fueron los propios priístas. Más aún, por
razones que tienen que ver más con el perfil político que con la frivolidad,
sectores políticos van a operar permanentemente presiones para propiciar el
relevo del canciller Gurría. Y si a ello se agregó el fracaso del secretario de
Gobernación, Esteban Moctezuma, en el Acuerdo Político Nacional, y en Tabasco y Chiapas, entonces resultó que las tres piezas fundamentales del zedillismo se desgastaron apenas en el inicio de un largo sexenio.
264
LOS EMPEÑOS DE UNA CASA
e) Y lo peor de todo: el tipo de cambio no podrá bajar a la meta oficial de 4.50 nuevos pesos por dólar. El sistema de flotación funcionó en términos de demanda y las oscilaciones evidenciaron que los
mexicanos están pagando un sobreprecio por su desconfianza.
La devaluación del 20 de diciembre de 1994 fue heredada de
Salinas. Pero los conflictos del 22 de diciembre en adelante son acreditables a la falta de confianza en el gobierno de Zedillo.
265
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
_______
La primera crisis de Zedillo
C
uando a los miembros del gabinete económico salinista se les insistía en la peligrosidad del rezago en el tipo de cambio porque
de nueva cuenta el dólar se había convertido en la mercancía más barata, la respuesta siempre era la misma: “no pasa nada, hay margen de
maniobra”. Sin embargo, la crisis llegó en diciembre de 1994 vestida
de nueva cuenta con el ropaje de la devaluación.
Quizá el efecto más negativo de la devaluación del 20-22 de diciembre fue en las expectativas. Los mexicanos empezaban a creer en
el discurso oficial del primermundismo salinista cuando de pronto tuvieron un brusco despertar: la crisis devaluatoria fue al estilo de cualquier nación del tercer mundo.
El problema de la crisis tuvo una variada interpretación:desde la
necesidad de una explicación de por qué ocurrieron las cosas, hasta la urgencia de un programa de ajuste que prorrateara los costos de la devaluación, pasando por la necesidad de que el gobierno zedillista —ahora sí—
estableciera sanciones contra aquellos que atentaron contra el peso.
a) ¿Por qué hubo devaluación? Por la sencilla razón de que la política económica salinista manejó desarticuladamente tres variables: el tipo
de cambio, la inflación y las reservas. El dólar se congeló antes de tiempo,
266
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
la inflación mexicana comparada con la de los Estados Unidos desequilibró el tipo de cambio real y las reservas se sacrificaron inútilmente para
sostener un tipo de cambio irreal. Salinas contuvo la devaluación con expectativas, pero a Zedillo le estalló por un problema de confianza.
b) ¿Será suficiente el ajuste? En el fondo, el programa de ajuste económico de Zedillo busca solamente evitar el impacto inflacionario de la devaluación. Pero el programa tiene errores graves de diseño: reconoce una devaluación menor a la expectativa inflacionaria de
los próximos dos años y no maneja una tasa de desliz acorde con el
previsto diferencial inflacionario México-EU que establece el tipo de
cambio real. Así, el programa serviría para apenas año y medio, antes
de que llegue la próxima crisis devaluatoria.
c) ¿Es justo el programa? Por su diseño, el programa generará
un costo social adicional, sin establecer sanciones contra los que especularon contra el peso. Como siempre, los mexicanos que no generaron la crisis serán los que paguen la cuenta más alta.
Por lo demás, el programa zedillista es de carácter coyuntural.
De hecho, no aprovechó las enseñanzas de las dos fases de las crisis
devaluatorias anteriores:
1. El periodo 1976-1986, cuando se aplicaron programas ortodoxos que sólo controlaban la inflación en el corto plazo y no resolvían los conflictos estructurales.
2. El periodo 1987-1994, cuando se aplicaron programas heterodoxos que buscaron —aunque sin lograrlo— la solución del problema inflacionario mediante el uso de distintas variables a la vez.
El programa no resolverá el conflicto inflación-devaluación.
Tan es así, que su diseño presentó fisuras de seriedad: la devaluación
solamente sirvió para compensar el rezago que existía hasta el 20 de
diciembre entre el tipo de cambio real establecido por el diferencial
inflacionario México-EU y el precio contenido del mercado. Pero la
inflación prevista para los próximos años volverá a generar una dife267
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
rencia entre el precio real y el del mercado. Así, antes de dos años estarán dadas las condiciones para una nueva devaluación.
Asimismo, el programa se agotará solamente en el control de
la inflación. Sin embargo, el carácter de la crisis devaluatoria de diciembre fue mucho más profundo. De hecho, tuvo que ver con conflictos estructurales no resueltos:
a) El conflicto PlB-inflación. Mientras no se resuelva el problema estructural —un sistema productivo de tercer mundo— de la
economía, a mayor PIB habrá más inflación.
b) El conflicto inflación-devaluación. De manera inevitable la
inflación mexicana mayor a la de los Estados Unidos, generará por sí
misma presiones devaluatorias.
c) El conflicto devaluación-ajuste recesivo. A cada devaluación le ha correspondido un prograna antisocial de ajuste marcado por
la desaceleración económica que baja salarios y disminuye el empleo.
Por la forma en que estalló la crisis devaluatoria y el perfil del
programa de ajuste, el tipo de cambio seguirá como el problema básico de las expectativas mexicanas.
Bienestar: la verdad engañosa
Cuando el presidente Echeverría se vio obligado a devaluar el peso en agosto de 1976, por problemas de fuga de capitales que colapsaron
la balanza de pagos, su gobierno firmó una carta secreta de intención con
el Fondo Monetario Internacional para asumir compromisos ortodoxos y
monetaristas de política económica que le permitieran acceder a los créditos del FMI y de la banca extranjera. Desde entonces, cuatro presidentes
mexicanos han enfrentado la crisis no en su estructura sino más bien en
sus efectos: el círculo vicioso inflación-devaluación-inflación.
Los programas de ajuste económico de 1976 a 1986 se quedaron en el manejo de los efectos de la crisis devaluatoria: el frenón a la
economía para bajar la inflación por el lado de la demanda. La estra268
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
tegia anticrisis del presidente Zedillo, repite los mismos errores de
concepción de la crisis: suponer, como lo escribió Guillermo Ortiz ya
como secretario de Hacienda en el The Wall Street Journal el jueves 5
de enero, que la crisis es “transitoria”.
El carácter de la crisis mexicana, sin embargo, es eminentemente estructural. Si el programa de Zedillo se ciñe estrictamente a sus considerandos y metas, entonces será un programa de corto plazo, con una
validez de apenas año y medio. Al finalizar 1996, la crisis se volverá a
repetir por una razón bastante clara: la relación devaluación-inflación
esperada se romperá en un año. Hacia mediados de 1996, la inflación
habrá reducido los beneficios de la devaluación de 1994 y recomenzarán las presiones especulativas, sobre todo porque existirá entonces una
profunda desconfianza en el manejo de la política económica.
El programa de ajuste de Zedillo se agota en el control de la inflación; es decir, busca controlar el crecimiento de los precios como
efecto de la devaluación. De hecho, este programa neoliberal y fondomonetarista desconoció los avances heterodoxos del programa de Miguel de la Madrid de diciembre de 1987, cuando el gobierno reconoció
que el problema inflacionario no era de demanda sino de desequilibrios
estructurales. Por eso, se optó entonces por un programa de choque con
alineación generalizada de precios. Si Zedillo controla los precios y
evita la búsqueda de un nuevo equilibrio, entonces, estará apostando a
una inflación contenida que tendrá que alinearse en algún momento y
entonces se convertirá en un persistente factor de presión devaluatoria.
Más que el problema de inflación o de tipo de cambio, la crisis
de 1994 fue de pérdida de equilibrio en la política económica. Si el
presidente Salinas hubiera devaluado a finales de 1992 o a comienzos
de 1994, el ajuste de cotización del dólar habría sido controlado. Más
aún, la estrategia señalaba un aumento en el desliz del peso para controlar el efecto inflacionario. Pero el enfoque neoalemanista del Salinismo —que quiso revivir el desarrollo estabilizador de los sesenta:
269
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
que un tipo de cambio fijo determinara a toda la política económica—
convirtió al tipo de cambio en el eje de la popularidad salinista, aunque a costa de posponer el colapso.
El error de las políticas económicas del periodo 1976-1994 fue
confundir el enfoque de la crisis. Aunque el problema estalló en el tipo de cambio, todas las estrategias se agotaron en la inflación. Y a este error de concepción se añadió otro: la caracterización del problema
de la inflación y la toma de decisiones de corto plazo, porque se amarró la inflación a un enfoque ortodoxo y neoliberal que lo circunscribió a un problema de demanda y de circulación de dinero. Así, los
efectos de la política cambiaria llegaron a dañar las expectativas del
crecimiento económico.
El programa de Zedillo repite los mismos errores del pasado y
no aprende de los fracasos. Si la estrategia se agotó en un programa estabilizador, entonces la economía entrará en una fase sexenal de parearranque. Este esquema amarra y subordina el crecimiento económico a
la variable cambiaria: crecer lo suficiente para no generar inflación que
a su vez genere presiones devaluatorias. Así vivió el país en los últimos
dieciocho años, en medio de justificaciones. Habrá un año de su sexenio en que Zedillo se verá obligado a crecer más por razones sociales y
políticas, pero tendrá que seguir otro de austeridad. Y así hasta que se
tenga otro enfoque de política económica.
El programa económico de Zedillo es de corto plazo:
a) Su meta es controlar únicamente el efecto inflacionario de
la devaluación.
b) En consecuencia, el tipo de cambio seguirá como el principal problema de la política económica.
c) Sin embargo, la meta inflacionaria va a abrir de nuevo la
brecha en la cotización real del tipo de cambio. Y si la lógica económica no falla, la inflación para 1996 podría ser bastante mayor a la
prevista.
270
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
d) Y la devaluación del programa acumulará una diferencia inflacionaria más alta que subvaluará el dólar de nueva cuenta, y lo dejará a punto de una nueva devaluación. Las salidas no son muchas: devaluación, desliz o drástica baja inflacionaria a costa de disminuir el PIB.
La experiencia de otro programas de ajuste podría confirmar las
expectativas limitadas del programa de Zedillo, si no es que advertir su
fracaso. Al asumir la presidencia, de la Madrid devaluó 100% el peso
para meterlo en su Programa Inmediato de Reordenación Económica,
pero esa ventaja —un dólar sobrevaluado en 100%— apenas le duró
dos años y medio, pues a mediados de 1985 le volvió a estallar la crisis
por una inflación más alta que el desliz. La devaluación estalló, a pesar
de que el gobierno tuvo un colchón de 100% de devaluación.
El programa de ajuste de Zedillo resulta, así, bastante limitado: se queda en la asimilación del impacto inflacionario, pero no propone soluciones para romper con la relación perversa entre inflación y
devaluación. Una verdadera política de reordenación económica tendría que girar en torno a tres aspectos fundamentales:
1. No hay una solución definitiva para el problema del tipo de
cambio en una economía con tantos desequilibrios como la mexicana.
Una política anticrisis debe suponer tres evidencias inocultables: la
inflación en México no tiene solución, el tipo de cambio nunca será
fijo y la política económica debe de ser flexible.
2. El gobierno debe cambiar su enfoque de la inflación y asumir una política estructural de corrección antiinflacionaria. Es decir,
buscar un nuevo punto de equilibrio en los principales precios de la
economía y a partir de ahí manejarlos sin acumular rezagos. El error
de Zedillo es el de querer ignorar el efecto inflacionario de la devaluación, pues estará acumulando rezagos que van a estallar algún día.
3. Amarrar el tipo de cambio a la inflación y no al contrario. El
error de Salinas fue el de subordinar la inflación a la búsqueda de un
tipo de cambio prácticamente fijo. Asimismo, se cometió la equivoca271
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ción de prácticamente congelar el tipo de cambio antes de que la inflación fuera realmente baja. Los rezagos inflacionarios distorsionaron el tipo de cambio. Zedillo va a repetir el error de Salinas.
Al final, el gobierno de Zedillo demostró, con su programa económico, tres cosas: no aprendió de las crisis anteriores, no quiso abjurar de sus
ideas neoliberales y monetaristas y le tuvo miedo a un programa heterodoxo.
Con Zedillo, costo social adicional
Dentro de la ideología económica del neoliberalismo, toda devaluación implica, de suyo, un profundo desprecio por el nivel de vida de
los que menos tienen. Al final, los asalariados —trabajadores y empleados— terminan pagando una crisis que ellos no provocaron. Desde la devaluación de 1976, los gobiernos de Echeverría, López Portillo, De la
Madrid, Salinas y ahora Zedillo siempre se han comprometido a disminuir el efecto social de las devaluaciones, aunque en la realidad esos gobernantes siempre han sabido que el costo social no sólo es inevitable
sino hasta justificable para asimilar los efectos de la crisis devaluatoria.
El impacto social negativo de la devaluación de Zedillo fue
inocultable y se aprecian sus efectos:
a) La devaluación en sí misma le hizo perder a los mexicanos
un porcentaje de su riqueza. Los pesos valen menos frente al dólar.
b) Por racionalidad económica, el gobierno no ha querido modular el impacto inflacionario de la devaluación. Los bienes y servicios se encarecieron por efecto de la devaluación.
c) El perfil neoliberal del programa anticrisis enfocó la inflación como un problema de demanda. Nuevamente se sacrificó el salario para contener la inflación.
d) El recorte de gasto público, inevitablemente afectará los
programas sociales, por más que se jure que eso no ocurrirá. Es imposible creer que con menos dinero se harán más cosas. El gasto social
por habitante será menor.
272
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
e) El programa de ajuste implicará una disminución en las expectativas de crecimiento de la economía. Y menos PIB es igual a
menos empleos.
f) Y finalmente, el impacto del alza en las tasas de interés en
la mayoría de los mexicanos que había amarrado su bienestar al crédito. Para bajar la demanda y para arraigar capitales, el encarecimiento
del interés golpea duramente a la clase media.
Así, la mayoría de los mexicanos tendrá una cuenta que pagar
en tres puntos:
1. Con la baja en el PIB habrá menos empleos. En un cálculo del
Banco Interamericano de Desarrollo, el país necesitaría crecer 6.7% al
año para crear el millón de nuevos empleos que se requieren cada año.
La meta predevaluatoria de 4% iba a crear seiscientos mil nuevos empleos. Y si en 1995 el PIB es negativo, entonces habrá cierre de fuentes
de empleo, adicionales al millón de nuevos empleos que no se crearán.
2. Con el control salarial y el impacto inflacionario, el poder
adquisitivo será menor. A ello hay que agregarle el poder de compra
perdido en las crisis anteriores y que nunca se llegó a recuperar. Así,
la mayoría de los mexicanos que recibe entre cero y tres salarios mínimos perderá capacidad de compra, pues verá bienes y servicios más
caros con un salario estimado para antes de la devaluación.
3. La baja en el gasto público disminuirá los programas sociales para la población. Por tanto, el bienestar social disminuirá.
En sus discursos sobre la crisis, el presidente Zedillo ha ocultado una verdad económica: la pérdida de bienestar social es irrecuperable en cada crisis devaluatoria. Ello quiere decir que el sacrificio social de los asalariados no tendrá retribuciones. La lógica neoliberal
del zedillismo salinista —clave del continuismo sexenal— implica un
nuevo sacrificio social inevitable. Pese al corto periodo de recuperación, el nivel salarial de los mexicanos en el periodo 1991-94 siguió
siendo menor al que tenían los mexicanos antes de la crisis de 1976.
273
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Lo peor de todo es que Zedillo, como economista, sabe de la lógica irracional e implacable de las teorías económicas. ¿Por qué entonces anunciar su preocupación social si en el fondo estaba enterado —y
eso sí sabe cómo hacerlo— de los efectos antipopulares de todo programa de ajuste neoliberal? ¿Cómo conciliar preocupaciones sociales con
un programa que disminuirá el empleo, reducirá el poder de compra del
salario y bajará el bienestar social? ¿Cómo convencer a un trabajador
de que el presidente de la república está preocupado por su bienestar si
el programa presidencial de ajuste autorizó alzas de precios y controles
salariales que dañan el nivel de vida de los mexicanos?
La desaceleración establecida por el programa de ajuste será
bienestar irrecuperable. Para crear en cuatro años los empleos sacrificados con la baja del PIB de 1995 y 1996, la economía deberá crecer
a 10% promedio anual en el cuatrienio, meta imposible si se quiere
bajar la inflación para evitar presiones devaluatorias. Así, el programa
neoliberal del zedillismo salinista se sustenta sobre el sacrificio social
de la mayoría de los mexicanos.
Pero no todos serán sacrificados. ¿Dónde se quedaron los
veinte mil millones de dólares que precipitaron la devaluación?
¿Quiénes los tienen? El programa de ajuste de Zedillo carecerá de
credibilidad social si no ofrece castigos para los especuladores que
ganaron con la devaluación. López Portillo amenazó con dar a conocer la lista de sacadólares y Pedro Aspe les echó al fisco encima. Zedillo no ha anunciado nada para castigar a los especuladores que se
enriquecieron más con la devaluación.
Por sí misma, la política neoliberal es antisocial. Por eso es
que se ve a un Zedillo populista que pronuncia discursos de preocupación social pero aprueba programas de ajuste que tendrán éxito si se
sustentan en el sacrificio social. Es cierto que Zedillo hizo su campaña con el lema de “bienestar para la familia”, y la devaluación le rompió sus expectativas. Y si será imposible que Zedillo reconozca que
274
LA DEVALUACIÓN ECONÓMICA
no cumplirá sus promesas, cuando menos sería loable que no generara
falsas esperanzas en los mexicanos que confían en el gobierno: la crisis devaluatoria de diciembre generará un costo social adicional.
275
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
_______
La política, rezagada
M
ás que el contenido del Acuerdo Político Nacional (APN) (firmado
el 17 de enero para darle cauce a un paquete económico de emergencia por la vía de una solución definitiva al problema electoral y la atención a los conflictos poselectorales pendientes en Tabasco y Chiapas) y
que los espacios que iba ceder el gobierno, el alcance real de ese documento se conoció en los hechos. En el fondo, el acuerdo no aportó soluciones a la profundidad de la crisis política nacional que iba mucho más allá
del agotamiento del PRI y de la pérdida de la estabilidad política, además
de que esos compromisos de Los Pinos no provocaron desajustes y reacomodos de poder en favor de la oposición sino que por una desaseada aplicación sólo generaron el fortalecimiento del sistema priísta.
La principal característica de la crisis se localizó en el hecho de
que el presidente Zedillo no tenía muchas opciones. Los paquetes económico y político anticrisis no resuelven los desajustes estructurales y solamente le dieron un poco de tiempo. Por eso, el gobierno zedillista debió
entender que la profundidad de los problemas nacionales exigía de soluciones reales. Si las estrategias económica y política de Zedillo se que276
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
dan sólo en los espacios de la recuperación de espacios de gobernabilidad para el presidente de la república, entonces el país deberá prepararse
para una profundización sexenal de la crisis general de la nación.
El problema de Zedillo ha sido su falta de entendimiento de lo
que el país padece y de lo que la nación necesita. El día de su toma de
posesión Zedillo no hizo un diagnóstico de la crisis nacional, pues solamente confirmó que sería el presidente del continuismo salinista. En sus
tomas de posesión, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas
perfilaron una caracterización de la crisis como una manera de ofertar un
esquema propositivo personal. En cambio, el discurso de Zedillo se resumió en esa postal que muchos vieron cuando Zedillo le dijo a Salinas a
manera de despedida: “gracias, señor presidente, muchas gracias”.
Pero quiéralo o no, Zedillo comenzó a gobernar un país que
padecía una doble crisis estructural:
a) La crisis general que va a ir enlazando, en el corto periodo de tres
años, desajustes en todo el sistema mexicano: la crisis financiera hizo aflorar
complicaciones en el aparato económico y ambas casi hacen estallar la estructura política, y a todo ello se agregará la crisis social por la escasez de dinero y por el impacto del programa de ajuste económico recesivo.
b) La crisis de gobernabilidad por el deterioro de los tres vértices del poder: la presidencia de la república, el PRI y el ejército. En el
fondo, la gobernabilidad no tiene que ver con los conflictos poselectorales ni con la falta de diálogo con la oposición perredista, sino con el
funcionamiento del sistema político en sus tres estructuras concretas.
Respecto a la primera crisis, el presidente Zedillo va a enfrentar un
conflicto en cadena. De hecho, Carlos Salinas impuso un nuevo modelo de
desarrollo pero sin darle estructuras de poder ni puertas de escape. Así, el
escalonamiento de la crisis también magnificó la ausencia, en el gobierno
zedillista, de un diagnóstico sobre el estado de la república. El Acuerdo
Político Nacional se improvisó en función de una sola necesidad: enviarle
señales a los Estados Unidos de que la inestabilidad política iba a reencau277
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
zarse mediante compromisos con las dos fuerzas, el PRD y el EZLN, que
estaban encabezando la insurgencia contra el sistema.
En este sentido, el alcance de los compromisos del APN estaban limitados por las demandas de corto plazo del EZLN y del PRD.
Visto en su dimensión escasa, el acuerdo no fue la versión mexicana
del Pacto de la Moncloa, como quisieron hacerlo ver los estrategas de
comunicación del gobierno zedillista. En realidad, Zedillo solamente
buscaba la despresurización del ambiente político. Por eso, a diferencia del Pacto de la Moncloa, de España, no hubo concesiones de fondo en materia económica ni política.
En México, en cambio, se sacó el programa económico del debate cuando en el fondo la más severa inestabilidad política no se dará
en Tabasco ni con el EZLN en Chiapas, sino en las calles de la ciudad
de México cuando salgan los trabajadores a protestar por el deterioro
del salario, el aumento del desempleo y la pérdida adicional de bienestar social. Ahí falló el PRD cuando solamente limitó sus propuestas a la reforma electoral, Tabasco y Chiapas. Por lo pronto, fue muy
significativo que en la firma del APN no se haya visto la influencia de
Cuauhtémoc Cárdenas. Al contrario, Cárdenas promovió una importantísima manifestación contra la política económica de Salinas y Zedillo en donde aparecieron pancartas con un Salinas caricaturizado;
justamente la que le sirvió a la revista Newsweek para su durísima
portada titulada “[la crisis], vergüenza para los tecnócratas”.
De acuerdo con un esquema de La carpeta púrpura, que dirige
el analista Yuri Serboliv, la secuencia probable de la crisis general en
el sexenio zedillista estaría de la siguiente manera:
a) A finales de 1994 comenzaron los desajustes del modelo salinista: en lo político, el agudizamiento de los problemas en Chiapas,
la movilización del PRD en Tabasco y la presión internacional contra
la falta de democracia. En lo social, la falta de confianza en el gobierno de Zedillo. Y en lo económico, la caída de la escenografía salinista
278
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
con la devaluación y sus efectos en las reservas, las tasas de interés y
el crecimiento económico.
b) Para 1995 se prevé un agudizamiento de la crisis económica
con las siguientes manifestaciones: recesión, rebote inflacionario,
inestabilidad cambiaria, problemas para la planeación económica, desempleo, problemas en el sistema bancario, quiebra de empresas, protestas de consumidores por la inflación y el alza en las tasas y nueva
fase de la crisis en el campo.
c) Para 1996, el impacto de la crisis económica será social:
caída del nivel de vida, movilizaciones por el salario, huelgas, aumento de los índices de pobreza, marginación, agudizamiento de los problemas por la delincuencia, disminución de las inversiones de Pronasol, evidencias de una mayor concentración de la riqueza y resurgimiento de las enfermedades de la pobreza.
d) Y aunque desde 1995 habrá problemas políticos en los estados donde se vayan a elegir gobernadores, en realidad, la verdadera
crisis política se padecerá en 1997 con indicadores bastante claros:
crisis de gabinete, ruptura de la alianza del gobierno con el PAN y
con el PRI, presidencialismo sin consenso, estallidos sociales, movilizaciones electorales y poselectorales, pérdida para el PRI de la mayoría legislativa, elecciones en el DF para la oposición, agotamiento de
las propuestas políticas del gobierno y crack del PRI.
Esta secuencia de la crisis general del país podrá romperse solamente por dos lados: la aceptación zedillista de que el PRI finalmente se
murió y de que por tanto el gobierno tendrá que apoyarse más en el PAN,
como una manera de adelantar la entrega de la presidencia a un panista, o
el rediseño de toda la política económica aunada a una reestructuración total del PRI para darle nueva vida con nuevas alianzas y nueva ideología
que rescate las propuestas históricas de la Revolución mexicana.
Pero aun si Zedillo lograra salirse de su concepción limitada de la
crisis y de sus posibles soluciones, el gobierno zedillista tendrá que encarar
279
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
la verdadera dimensión del deterioro definitivo de la estructura de poder del
viejo sistema político mexicano. El triángulo del poder está en crisis terminal:
a) El presidencialismo no pudo remontar su crisis de legitimidad y ha sido acotado por la sociedad y por los partidos. El problema
no es de poder sino de legitimidad. A menos que esté pensando en
una salida autoritaria que afectaría al gobierno mucho más que el conflicto de 1968, en realidad el presidente Zedillo sabe que el presidencialismo se acabó como estructura de poder.
b) El PRI perdió la batalla de la credibilidad. Lo que falta por
aclarar es si el presidente Zedillo está liquidando al PRI o llegó a la
conclusión de que el PRI debe de sobrevivir a costa de la mutilación
de sus viejos espacios de poder. Ahora más que nunca, se tiene la
conciencia de que Zedillo fue realmente el último presidente de la república surgido del PRI. De hecho, la democracia que quieren los mexicanos pasa por la liquidación del PRI.
c) El ejército ha sido, históricamente, la piedra angular del sistema político. Pero era un ejército para la paz, para la estabilidad y para el
apoyo a la sociedad. La primera llamada se dio el 2 de octubre de 1968
en la plaza de Tlatelolco y tuvieron que pasar varios lustros para lavar
esa herida. La segunda llamada ocurrió el primero de enero de 1994 en la
guerra en Chiapas. El manejo político del conflicto chiapaneco hubo de
sacrificar al ejército como el factor de la estabilidad política y llevarlo a
su papel de vigilante armado de la paz. Y como en Chiapas hay una disputa política por el poder, entonces el ejército perdió su consenso nacional histórico por pelear en una guerra que tiene tinte ideológico.
En suma, el diagnóstico de la crisis nacional y general señala
que el gobierno zedillista tiene pocos márgenes de maniobra, pues a
todo lo anterior hubo que agregarle un elemento perturbador: el presidente Zedillo carece de iniciativa política y los instrumentos del poder
no los tiene controlados. La política económica la definieron la devaluación, los inversionistas foráneos y los Estados Unidos; la política
280
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
social está en manos de Carlos Salinas y su programa de solidaridad
que controla el salinista Carlos Rojas; y la política-política se diseña
retrasada y en función de eventos conflictivos: Chiapas, el reclamo de
la oposición, el desmoronamiento del PRI y su pugna con Salinas.
De ahí que la única certeza que tienen los mexicanos proviene de la
necesidad de que el país reconstruya su proyecto nacional y su modelo de
desarrollo. Y en ello han fallado lo mismo Zedillo que el PAN y el PRD.
Democracia urgente
Después de que el presidente Salinas declaró que la reforma
económica era primero y que la reforma política tendría que venir
después, el discurso del presidente Zedillo el día en que se firmó el
Pacto de Emergencia Económica puso las dos reformas en el mismo
nivel y en el mismo tiempo.
Pero lo que falta por aclarar es la profundidad de la reforma
política. Algunos funcionarios del gobierno zedillista han señalado
que el anuncio de la oferta democratizadora del gobierno se hizo en el
contexto de la firma del PEE, como una manera de mandar señales de
que todos los sectores estarían involucrados en la distensión política
del país. En todo caso, a esa ceremonia protocolaria le faltó la presencia de los partidos de oposición para que se hubiera convertido en un
escenario adecuado para una oferta democratizadora.
El problema de la oferta política zedillista ha sido su falta de
aterrizaje. Al haber ocurrido ésta en la firma del pacto de enero, Zedillo estaba buscando dejar el mensaje de que se trataba de un compromiso suscrito entre todas las fuerzas políticas.
Sin embargo, a la oferta zedillista le fallaron justamente las señales verdaderas. El presidente Zedillo pareció haber usado el discurso democratizador como una forma de lograr el consenso de los diferentes grupos políticos nacionales. Pero las cosas se han quedado estancadas. Mientras el pacto estabilizador no creció por las resistencias
281
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
a prestarle a México más dólares, el acuerdo político naufragó cuando
los sectores duros del PRI se negaron a renunciar al gobernador tabasqueño Roberto Madrazo.
Si toda oferta democratizadora debe de tomarse en cuenta, de todos modos habrá que señalar que a la de Zedillo le hacen falta tres cosas:
1. Una verdadera representatividad sectorial. Para amarrar el pacto económico con un compromiso democratizador, Zedillo debió de haber negociado antes con los partidos un compromiso democratizador.
2. El gobierno zedillista debe aclarar que su reforma democratizadora no oculta una maniobra de distracción ni una trampa para la oposición. Es decir, que Zedillo estaría comprometido con la desarticulación
del sistema priísta y presidencialista y no solamente con ganar tiempo.
3. El gobierno zedillista debe definir lo más rápidamente posible
una agenda política para la transición a la democracia. De hecho, la oposición ha insistido en una lista de propuestas democratizadoras de fondo, pero el gobierno siempre se ha hecho el desentendido. En realidad, le toca al
gobierno aceptar la agenda democratizadora de la oposición, que pudiera
resumirse en tres puntos: reducción de atribuciones al presidencialismo,
separación PRI-gobierno y autonomía de los organismos electorales.
La democracia es muy sencilla. Sólo falta que el gobierno la quiera.
¿Cuál es el proyecto político, señor presidente?
Si el presidente Zedillo se encontró con la extraordinaria oportunidad política de una crisis que facilitaba los consensos para una
transición a la democracia, el saldo del Acuerdo Político Nacional dejó las cosas como al principio: una lista de buenas intenciones que, al
final de cuentas, parecieron buscar solamente el fortalecimiento del
presidencialismo antidemocrático.
Cuando se firmó el APN el 17 de enero, los elogios de la parafernalia del poder no pudieron ocultar del todo los conflictos subyacentes en
acuerdos políticos que exigían una mayor audacia. El acuerdo mexicano
282
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
era apenas el principio de un acuerdo mayor. Tan fue así, que la crisis política en Tabasco —el gobernador Roberto Madrazo se negó a renunciar y
movilizó a las fuerzas de choque del priísmo estatal para impedir el cumplimiento del APN— evidenció que el principal obstáculo de la democratización lo sigue constituyendo un PRI anclado en el pasado y permeado
por una maraña de intereses de grupos políticos aferrados al poder.
La principal virtud del APN fue haber llevado al PRD no sólo
a una mesa de negociaciones políticas con el presidente de la república, sino haberlo hecho firmar un pacto concreto en Los Pinos. Pero el
defecto más importante de ese acuerdo lo constituyó la crisis en Tabasco y en Chiapas, donde un gobernador se negó a aceptar la presión
social para dejar el poder y un gobernador chianapeco que salió del
poder cuando la crisis le estalló al gobierno por el lado militar.
En el fondo, el acuerdo político del 17 de enero no era la puerta de
entrada a la democracia, pero de todos modos era un umbral que había que
cruzar. Sin embargo, el documento se quedó en el aspecto electoral, cuando en realidad la transición a la democracia en México implica un reacomodo de grupos de poder mucho más profundo. Por sí misma, una reforma electoral definitiva apenas y podrá disminuir las presiones de los conflictos poselectorales, pero no constituye una reforma política por sí misma.
Sin subestimar la importancia política de un pacto electoral entre
los partidos, el problema básico del país sigue persistiendo: ¿cuál es la
oferta global del proyecto político zedillista? Hasta ahora, el presidente
de la república ha insistido en la necesidad de una distensión democratizadora pero no ha señalado los caminos y sobre todo el destino final.
La urgencia de definir el proyecto político del presidente Zedillo
tiene que ver con la reestructuración general del viejo sistema político,
hasta ahora caminando sobre dos pilares: un PRI que pierde posiciones
de poder y un presidente de la república que carece de base social.
El presidente Zedillo no pareció andar en busca de la democracia sino de cierto margen de gobernabilidad. Sin embargo, el país
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
se metió en 1994 en una reestructuración de grupos sociales y políticos que se han marcado la democracia como objetivo final. De ahí
que un esquema como el APN no resolvió los problemas de fondo
sino que abrió más resquicios en la crisis nacional.
Si el país se quiere enrolar en una verdadera transición a la democracia, entonces deberá de abrirse a una profunda agenda nacional
por la democracia en la que la reforma electoral sea apenas uno de sus
componentes. En esta lógica, el presidente Zedillo debería simplemente recoger las inquietudes de la sociedad respecto al presidencialismo agobiante, a la sumisión de los poderes legislativo y judicial y a
la impunidad política de un sistema piramidal que ahoga el inexistente juego de pesos y contrapesos de poder.
Sólo FICORCA político
El comienzo de la verdadera transición a la democracia es más
simple de lo que se piensa: la alternancia partidista en el poder. Lo demás
es lo de menos. El documento que firmaron en Los Pinos —un mensaje
presidencialista que anuló las intenciones democratizadoras— se quedó
solamente en el inicio de una —otra— reforma electoral. Y ese acuerdo
fue tan elusivo, que cada fuerza política lo entendió a su manera particular:
a) Frente a su devaluación política, el presidente Zedillo lo
asumió como un Fideicomiso de Cobertura de Riesgos Políticos y
Electorales (FICORPE), una copia de su FICORCA en el Banco de
México, para ayudar a las empresas a resistir las devaluaciones. Ese
documento le dio una especie de salida a los conflictos poselectorales.
b) Para el PRI, el pacto se quedó quizá en su sentencia de
muerte política, aunque aún con el control de las estructuras de poder.
c) Aunque pudo haber sacado más, para el PRD el pacto le significó la razón en los conflictos poselectorales de Chiapas y Tabasco,
y la puerta de entrada a las negociaciones cupulares de las que Salinas
lo excluyó el sexenio pasado. Nada más.
284
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
d) Para el PAN, el pacto será, sin duda, el camino real a la presidencia de la república del año 2000.
e) Para la sociedad mexicana a la que no representaban los
partidos firmantes, el pacto no le significó el camino de la verdadera
transición a la democracia sino un acuerdo que pospuso las grandes
definiciones políticas.
Zedillo debió de haber quedado satisfecho con el documento,
aunque comprobó una metáfora de la crisis que en 1994 dibujó el ensayista Lorenzo Meyer: la imagen de una nación como una barco al
que le crujen las amarras por la crisis y al que se le ha terminado el
combustible de las expectativas. En consecuencia, el capitán del barco, el presidente de la república, no vacila en alimentar la caldera con
partes del casco de la propia nave, con los remos y hasta con el timón.
El único problema es que el barco aún tendrá fuerza para navegar, pero sin tener un puerto seguro como destino.
Aunque el presidente del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, dijo que
había diferencias en este pacto comparado con los que el gobierno salinista engañó el año pasado, en el fondo, el Acuerdo Político Nacional se quedó en un simple pacto de civilidad política porque privilegia
el fin de los conflictos poselectorales. En los puntos concretos no se
observa el aspecto clave de una verdadera transición a la democracia:
la desarticulación de las estructuras autoritarias del poder. En España,
el Pacto de la Moncloa enterró el esqueleto político del franquismo y
abrió la oportunidad para que un partido de oposición pudiera llegar a
la presidencia del gobierno.
El presidente Zedillo tenía cinco opciones para arreglar el desajuste político que también le heredó el autoritarismo salinista: dinosaurizarse, pinochetarse, crear islas democráticas donde fuera imposible recuperar el control, salinizarse y democratizarse. El camino escogido por Zedillo fue el del salinismo: crear expectativas, ceder espacios de poder y atrincherarse en las estructuras del sistema presiden285
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
cialista. Es decir: ganar tiempo. Ello se apreció en todas su dimensión
cuando el APN fue firmado en el centro de la estructura piramidal y
autoritaria de nuestra república, Los Pinos, y el presidente de la república —el cargo sobre el cual descansan todas nuestras desventuras
democratizadoras— firmó solamente como testigo de honor.
¿Puede el país aspirar a una democratización cuando el titular
de la esencia antidemocrática sólo firma como testigo de honor? En el
fondo, el principal compromiso democratizador debe venir justamente
del sistema presidencialista. Por eso, antes de negociar el APN, el
presidente Zedillo tenía que haber allanado cuando menos tres obstáculos a la democracia:
1. El presidente Zedillo debió haber renunciado al PRI. Por
tradición política, el presidente es el jefe nato del PRI y ello le permite decidir candidaturas priístas. El liderazgo del PRI es una facultad
metaconstitucional del presidente de la república. Una transición exige un presidente sin partido.
2. Zedillo debió de haber enviado una iniciativa de reforma
constitucional para recortarle atribuciones al presidente de la república. No habrá verdadera democracia en México si el presidente sigue
siendo el poder dominante en la estructura de poder. Ahí está el caso
de la reforma judicial zedillista que mete al presidencialismo en la Suprema Corte por el lado del consejo de la judicatura.
3. Antes del acuerdo, Zedillo debió haber ido más a fondo y
abierto al debate plural tres temas que hoy mucho le interesan a la sociedad: la responsabilidad de Salinas en la crisis del peso, la vigilancia del congreso mexicano sobre las negociaciones secretas con el gobierno de los Estados Unidos para un crédito que violenta la soberanía
nacional y la participación del congreso en la definición de un programa económico de emergencia.
Pero no. Zedillo sigue jugando el juego salinista —la huella
digital de José Córdoba en el zedillismo— de la distracción. El caso
286
LA DEVALUACIÓN POLÍTICA
Raúl Salinas y la pugna Salinas-Zedillo no son justa evidencia de la
deseada apertura al debate plural.
El FICORPE de Zedillo no es tan malo pero los mexicanos
quieren democracia de a deveras. El APN bien pudo haber llevado como epígrafe las primeras líneas de la novela de Carlos Fuentes: “no
hay peor servidumbre que la esperanza de ser feliz”.
287
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
_______
El engaño
L
a reunión secreta, el domingo 15 de enero de 1995 en la selva
chiapaneca, estaba bastante tensa. No fue como aquélla, hace casi
un año, en donde Manuel Camacho Solís le ganó los espacios periodísticos a los zapatistas al llevarlos a negociar la paz a la catedral de
San Cristóbal de las Casas. Esteban Moctezuma, secretario de Gobernación, no ocultaba su inquietud. A la hora de hablar, en el diálogo de
acercamiento con la dirigencia del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional, Moctezuma no se daba a entender:
-Lo que Esteban quiere decir... —aclaraba, trataba de traducir,
a cada rato la subsecretaría de Gobernación, Beatriz Paredes.
El encuentro fue bastante formal, aunque se quiso vender como algo espectacular. De todos modos no fue fácil, porque el comunicado final estuvo a punto de reventar cuando al sitio de la reunión
EZLN-Gobernación llegaron informes de que el ejército federal acababa de avanzar sobre dos municipios. Moctezuma se mostró sorprendido. Los zapatistas dejaron entrever que se iban a retirar de la negociación porque así no se podía hablar. Moctezuma pidió tiempo para
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
indagar qué había sucedido. Y, en efecto, las tropas federales se habían movido. La orden civil fue terminante: el ejército debía de volver
a sus posiciones originales.
No fue ésa la única vez en que las negociaciones gobiernozapatistas estuvieron a punto de naufragar. Cuando el encuentro de
Moctezuma con la dirigencia política del EZLN estaba aprobado y la
señal debía darse el jueves 12 de enero con la declaratoria del EZLN
de una tregua indefinida, ese mismo jueves apareció en la página 2
del periódico El Nacional un extraño artículo redactado en la Secretaría de la Defensa Nacional pero firmado por la Secretaría de Gobernación en donde se explicaba un año de presencia militar en Chiapas.
Lo significativo de ese texto fue que mientras Moctezuma negociaba con el EZLN, el ejército calificaba a los zapatistas de grupo
armado, “provocador”, amenazante, promotor de “actos vandálicos” y
con propósitos políticos y no indigenistas, y que “por sistema han
desdeñado” las ofertas políticas oficiales. Si el EZLN hubiera sabido
de ese texto, seguramente habría roto las negociaciones.
Aunque la reunión Moctezuma-EZLN llegó a tener un impacto temporal, los estrategas zedillistas no quisieron entender el juego
de poder de los zapatistas. A Camacho le criticaron el exhibicionismo
de su negociación, pero no comprendieron que esas jugadas estaban
destinadas a quitarles a los zapatistas la atención de los medios de comunicación. En cambio, Moctezuma tuvo un encuentro secreto que le
siguió dando a los zapatistas el control de las iniciativas, aunque
Moctezuma pudo aumentar sus bonos políticos personales.
Sin embargo, la crisis en Chiapas estaba complicada hasta el
miércoles 8 de febrero:
a) Los zapatistas tenían la percepción de que el ejército quería
avanzar sobre las posiciones guerrilleras. El gobierno de Zedillo está
presionado por el ejército. En una reunión previa al ataque, Moctezuma hablaba del “ejército zapatista” cuando lo interrumpió bruscamen289
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
te el secretario de la Defensa: “aquí el único ejército que hay es el mexicano”. Por eso Camacho siempre habló del “ezetaelene”.
b) Gobernación siempre careció de una agenda de negociación. Con
su encuentro con el EZLN, Moctezuma quiso ganar sólo tiempo y margen
de maniobra para darle oportunidad a la salida militar del conflicto.
c) El gobierno zedillista no entendió el perfil de Marcos. Más
que un guerrillero de los sesenta, Marcos es un político de la transición modernizadora. El propio Marcos se siente obsoleto y de ahí sus
cartas de finales de 1994 donde veía la muerte.
d) Casi nadie se percató de un hecho: a finales de 1994, Marcos
ya no era subcomandante sino que ascendió a comandante. En una ceremonia especial, recibió el bastón de mando indígena que le dio plenos
poderes para negociar política y militarmente con el gobierno y sin consultar al Comité Clandestino Indígena Revolucionario.
e) Marcos siempre jugó el juego del poder del sistema. Los anteriores acuerdos de paz se rechazaron por dos hechos: el asesinato de
Luis Donaldo Colosio que hizo tambalear al gobierno de Salinas, y la
ruptura de Camacho con Zedillo como candidato sustituto que Marcos
supo percibir con bastante astucia.
f) Marcos apostó a la ruptura política del sistema mexicano
antes de otros acuerdos de paz. Y, además, Marcos aportó su granito.
Cuando el EZLN supo que el gobierno sí iba a sacrificar a Eduardo
Robledo para quitarle banderas a los zapatistas, Marcos abrió las fichas de Tabasco y Veracruz y las metió en el acuerdo político del 17
de febrero. Sin embargo, Marcos supo que ese documento no era el
parto de la democracia sino el pacto de los montes. Marcos percibió,
desde mediados de 1994, que Zedillo necesitaba de la estabilidad política para garantizar la estabilidad económica. Y Marcos ya había olido también el próximo crack zedillista: el del PRI.
g) El encuentro con Moctezuma le confirmó a Marcos el estilo
personal de Zedillo. Respecto a Chiapas, Zedillo quedó marcado por
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
el síndrome Camacho y por eso puso sus tres no: no a otro comisionado, no a una concertacesión y no a zonas ocupadas. Pero así no se negocia una crisis como la de Chiapas.
h) Marcos apostó a la imposibilidad de una nueva guerra. Pese a
las críticas, el EZLN es una fuerza armada de temer. Con su encuentro
con Moctezuma, Marcos, con bastante habilidad, encarecio la represión.
i) Los zapatistas tuvieron ventaja en los medios de comunicación. El encuentro de Moctezuma con el EZLN quedó en un impacto
de corto plazo que el secretario de Gobernación capitalizó personalmente en algunos espacios periodísticos.
j) Marcos sabía que la violencia afectaba al gobierno y no a
los zapatistas. Los golpes zapatistas del miércoles 11 de enero llevaron al secretario de Gobernación a conversar con Amado Avendaño y
con ello reconocerle, de facto, a éste su cargo de gobernador moral.
Avendaño fue claro en su percepción: en enero, el gobierno de Zedillo estaba nerviosísimo respecto a Chiapas.
La solución militar
Sin embargo...
El jueves 12 de enero, cuando el gobierno zedillista ya había
abierto espacios para un encuentro del subcomandante Marcos con el
secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, comenzó formalmente la Operación Chiapas que estalló el jueves 9 de febrero. Ese
día, los zapatistas declararon una tregua indefinida, pero el periódico
El Nacional publicó un inusitado documento escrito en la Secretaría
de la Defensa Nacional pero firmado por la Secretaría de Gobernación
para explicar las razones de la presencia militar en Chiapas. La Defensa recuperaba el lenguaje duro contra los zapatistas, mientras Gobernación distraía con negociaciones por la paz.
Por esos días, en los Estados Unidos hubo varias reuniones de
la élite de la comunidad intelectual vinculada a los organismos norte291
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
americanos de inteligencia y seguridad nacional y ahí se urgió al gobierno de Zedillo a encontrar una solución para Chiapas, debido a que
en esos momentos se le endosaba a Chiapas la salida de capitales que
llevó a la devaluación. Semanas más tarde, la Casa Blanca y el congreso metieron el asunto chiapaneco en la cartera de la condicionalidad política para que México accediera al paquete crediticio de poco
más de cincuenta mil millones de dólares. Los Estados Unidos no
querían que ese dinero huyera nuevamente de México en una nueva
fase de la crisis chiapaneca.
Atrapado entre la presión de un ejército que se quejaba de
agravio en Chiapas y un gobierno norteamericano que exigía que el
asunto chiapaneco se resolviera, el presidente Zedillo careció de una
salida política. De hecho, Zedillo se encontró en una situación similar
a la del presidente Díaz Ordaz en 1968: acotado por los militares y los
Estados Unidos y además dominado por el mantenimiento del principio de autoridad.
La Operación Chiapas arrancó formalmente después de aprobado en los Estados Unidos el paquete crediticio de cincuenta y un
mil millones de dólares. El viernes 2 de febrero, Zedillo asistió a un
desayuno con los altos jefes militares en la Fábrica de Armas del
Ejército. Lo interesante fue que ese desayuno ocurrió horas antes de
que Zedillo, en la ceremonia de aniversario de la Constitución, lanzara un ultimátum a los zapatistas.
Ese desayuno fue clave. El anfitrión era el general Rodolfo Reta
Trigos, quien había sido considerado en la selecta lista de aspirantes a dirigir la Secretaría de la Defensa Nacional en el gobierno zedillista. Pero
hubo otro detalle. En 1992, cuando andaba a la baja como secretario de
Educación porque había aprobado los libros de texto gratuitos donde se
culpaba al ejército de la matanza de Tlatelolco en 1968, Zedillo hizo su
primera aparición pública al lado del ejército justamente con el general
Reta Trigos, entonces jefe de la primera zona militar.
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
El cronograma del conflicto chiapaneco en el gobierno zedillista fue
un constante juego de poder entre la solución política y la salida militar:
a) El jueves 12 de enero, el ejército mexicano fijó su posición
de no ceder en su texto en El Nacional, avalado por Gobernación. Ese
día el EZLN declaró la tregua indefinida para abrir una salida política.
b) El domingo 15, Moctezuma se reunió con Marcos en la zona zapatista. El secretario de Gobernación comprobó el estado de ánimo del EZLN y la fortificación de sus posiciones.
c) El 2 de febrero arrancó la Operación Chiapas en el desayuno de Zedillo con las fuerzas militares en la Fábrica de Armas.
d) Con el apoyo del ejército hacia una salida militar, el 5 de febrero Zedillo dio dos pasos: involucró al congreso en la responsabilidad
de decidir el rumbo de la crisis chiapaneca y le lanzó a los zapatistas un
ultimátum. Pero como ocurrió con el paquete de salvamento de los Estados Unidos, Zedillo puso al congreso como parapeto para una decisión
ya asumida por el ejecutivo y el ejército. Zedillo quiso sacar el avance
militar de la esfera Defensa-Presidencia, pero sin darle nada al congreso.
e) El martes 7 de febrero, el gobierno zedillista se lanzó a la
ofensiva: mientras se preparaba el operativo propiamente judicial,
abrió un frente de debate con la acusación de la Defensa Nacional
contra Amado Avendaño por supuestamente secuestrar y golpear a un
policía militar que sospechosamente había penetrado al edificio del
Indigenista ocupado por los avendañistas.
f) El miércoles 8, el periódico gubernamental El Nacional mostró el
juego oficial en su primera plana, articulando hechos aparentemente inconexos: la acusación militar contra Avendaño, una foto en primera plana donde
aparecía el secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, dando una conferencia secreta en el Colegio de Defensa Nacional junto al secretario de la
Defensa. Y las palabras amenazantes de Moctezuma al inaugurar una exposición sobre la constitución: “es necesario que la sociedad interprete estos
principios [constitucionales] a la luz de cada tiempo y circunstancia”.
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
g) En las semanas previas al 9 de febrero, Zedillo enfatizó un
reiterativo discurso de legalidad y Estado de derecho que solamente
se explica en función de la salida legalista que se le dio al problema
político de Chiapas.
h) La salida militar se puso en marcha justamente el día que marca el simbolismo histórico de México como el de la lealtad de los militares con el poder civil: el 9 de febrero, que conmemora el apoyo del Colegio Militar al presidente Madero, en 1913, ante la asonada que inició la
Decena Trágica. Ese 9 de febrero, el secretario de la Defensa pronunció
un acalorado discurso de contenido político que debe leerse a la luz de lo
ocurrido por la tarde: el avance militar sobre las posiciones zapatistas.
Mientras el gobierno hablaba de negociar, la decisión de avanzar sobre las posiciones zapatistas —como lo reveló el miércoles 8 de
febrero en El Financiero Javier Ibarrola, con fuentes privilegiadas en
el ejército— ya estaba tomada. La salida se encontró en la Defensa y
la Procuraduría General de la República, y no en Gobernación.
El asalto
El operativo
Desde hacía varias semanas, especialistas de inteligencia militar
habían comenzado a seguir la ruta de los comunicados del subcomandante Marcos: ¿cómo llegaban a México? El hilo de la madeja fue una
empresa distribuidora de videos. Cuando los militares jalaron ese hilo,
el escenario zapatista quedó casi totalmente al descubierto. Entonces se
dio una carrera contra el tiempo: si los zapatistas se enteraban de lo que
ya sabían los militares, entonces iban a recuperar la iniciativa.
Además de la presión del ejército sobre el presidente para resarcirle a los militares los agravios de un año de conflicto en Chiapas,
se incorporó como variable decisiva el interés del presidente Zedillo
por dar un golpe espectacular. Por eso se adelantó la información sin
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
tener todos los hilos en la mano. Marcos logró salirse del rincón donde hubieran podido atraparlo y se refugió en la selva lacandona. Apenas el miércoles 8, cuando el operativo estaba en marcha, Marcos se
reunió con algunos miembros de la Comisión Nacional Intermediaria
(CONAI), que tenía reconocimiento presidencial.
En realidad, el operativo fue militar. La Procuraduría General de
la República entró al quite sólo cuando se quiso desmilitarizar la acción
y darle el tono judicial. Un indicio que fue poco entendido, se dio cuando
se anunció el relevo del general Miguel Ángel Godínez como jefe regional de la VII zona —la del conflicto— y la designación del general Mario Renán Castillo Fernández como el sustituto. Lo interesante fue que el
curriculum distribuido del general Castillo, indicó su labor —por demás
excelente— en el área de inteligencia militar. Y por si fuera poco, el
cambio se anunció justamente el 5 de febrero, cuando el presidente Zedillo ya había tomado la decisión del asalto militar sobre Chiapas.
La intención presidencial
Con una evidente inexperiencia en el juego palaciego del poder,
el presidente Zedillo cayó en los propósito de corto plazo. Zedillo creyó que el punto conflictivo era la identidad de Marcos. A ello se agregó
un hecho inocultable: Zedillo se siente en deuda con los militares por el
incidente de 1992 respecto a los libros de texto gratuitos donde se les
culpaba de la matanza de Tlatelolco. Zedillo, como secretario de Educación, descuidó esa parte, mientras que los redactores del Grupo
(A)Nexos, contratados para escribir esos libros, le pasaron esa bola de
humo. En realidad, Zedillo no tenía ningún resentimiento contra los militares, pero desatendió esa parte. Y pagó muy pronto esa factura.
Por eso, Zedillo aceptó la salida militar, también, como una forma de desagravio con los militares. Aquí debe ubicarse una frase del
enigmático discurso del secretario de la Defensa Nacional, general Enrique Cervantes Aguirre, precisamente la mañana del 9 de febrero: la
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
lealtad de las fuerzas armadas es con Ernesto Zedillo —lo llamó por su
nombre y no por su cargo—, cuando la institucionalidad obligaba a
despersonalizar los apoyos del ejército y convertirlos en institucionales.
Como presidente, Zedillo jugó a la carta tapada, algo que no sería
malo de no haber sido por el engaño. El presidente de la república abrió
el camino de la negociación cuando en realidad se preparaba para el asalto militar. Si en el fondo Zedillo se congració con una parte de los mexicanos, otros vieron a un presidente que no hablaba con la verdad.
Ciertamente, Zedillo se encontraba arrinconado por una crisis que
no cedía y que estaba llegándole a disminuir no sólo la popularidad sino el
peso de los diecisiete millones de votos del 21 de agosto de 1994. Zedillo
comenzaba a acusar la crítica y la larga cadena de chistes que le disminuían capacidad para ejercer el cargo. Y como Zedillo siempre manda los
mensajes al revés, su insistencia en negar el autoritarismo y los golpes espectaculares, eran el anuncio de que por ahí venían las cosas.
La forma de anunciar el asalto militar sobre Chiapas tuvo todo
el esquema de un golpe espectacular: los preparativos, el mensaje matutino del secretario de la Defensa, el anuncio hecho personalmente
por el presidente de la república en cadena nacional, el yoísmo de sus
mensajes previos y la circulación de información falsa para paralizar a
posibles aliados de Marcos y para echarles encima a una opinión pública indignada. Aquí debe ubicarse la forma en que nuevamente se
quiso meter a Manuel Camacho Solís en el conflicto a través del sindicato de Ruta 100, pues hay salinistas-zedillistas que ven en Camacho un peligro político. En 1989, de la oficina de prensa presidencial
se filtró la mentira de que La Quina podría haber estado metido en el
asesinato del columnista Manuel Buendía, como una manera de convertir a los medios en aliados del quinazo. Hoy los mismos operadores informativos del quinazo fueron los del zapatazo del jueves.
Bastaron apenas dos meses para que Zedillo ya cargara en sus
espaldas el peso de la historia. Todos sus movimientos repitieron el
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
esquema salmista del presidencialismo machista, lo que mostró, además, las huellas digitales de José Córdoba Montoya detrás de Zedillo
como lo estuvo detrás de Salinas.
El conflicto político
Si bien es cierto que Chiapas era un punto político conflictivo para
el país, Zedillo lo encaró de una manera parcial: focalizó el asunto en Marcos y se olvidó del contexto. Así, Zedillo como presidente volvió a engañar a los mexicanos. El domingo 5 de febrero, el presidente de la república
anunció oficialmente que iba a convocar a un periodo extraordinario de sesiones para analizar las “opciones” a la crisis en Chiapas, cuando dos días
antes ya había tomado la decisión militar. Lo peor fue que el jueves 9, el
presidente volvió a las andadas al anunciar nuevamente un periodo extraordinario de sesiones del congreso para explicarles las razones del asalto
militar y para pedirle caminos de solución al problema social.
Si Zedillo había diseñado un discurso político de reducción del
presidencialismo, al final no hizo sino maximizar el viejo modelo del presidencialismo autoritario. Pero al anunciar él mismo el asalto militar, Zedillo dejó varios mensajes: el apoyo militar a su gobierno, el ejercicio de la
dureza política para solucionar un conflicto de negociación, la alianza sólida con el PAN, el sacrificio del Acuerdo Político Nacional y, sobre todo,
convirtió por su solo involucramiento un asunto estatal en un problema nacional porque metió nada menos que al presidente de la república.
La solución militar en Chiapas de hecho rompió las posibilidades de un acuerdo político nacional para la transición, pues era obvio
que Chiapas era parte del conflicto democrático. La reacción de los
grupos políticos aliados al EZLN se convirtió en un foco de inestabilidad política y social para el gobierno de Zedillo. En el momento en que
el viernes 10 de febrero el ejército mexicano tomó el centro zapatista
de Guadalupe, el conflicto podría entrar en otra fase: la guerra de guerrillas por el lado zapatista, y la guerra sucia por el lado del gobierno.
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Las confusiones de Zedillo
Debido a su inexperiencia en el ejercicio del poder, Zedillo se
dejó llevar por la búsqueda de la popularidad efímera con el desenmascaramiento del subcomandante Marcos. Inclinado a personalizar
sus conflictos —ahí está su percepción sobre Camacho— Zedillo se
obsesionó con Marcos. Por eso el presidente no vaciló en abrir un camino de negociaciones políticas como maniobras de distracción,
cuando en realidad siempre se inclinó por una solución de fuerza.
Pero Zedillo se olvidó de su investidura. Con tal de justificar el
asalto militar contra Chiapas, en su discurso del jueves 9 cometió tres
deslices muy delicados que pudieran revertírsele en el corto plazo:
1. Zedillo caracterizó al problema de Chiapas como el “que
más preocupa a los mexicanos”, olvidándose de que los peores problemas son el de la desconfianza social en su gobierno y el de la devaluación originada por errores de conducción en la política económica. Así, Zedillo desapareció en un párrafo el deterioro político, económico y social que ha padecido el país en los últimos seis años.
En este análisis, Zedillo pudo haber estado enviando mensajes poco democratizadores: aplastando al EZLN en Chiapas se resolvería el principal problema del país; ¿para qué, entonces, avanzar en
las reformas económica, política, social y judicial si todo se reducía a
Chiapas y un grupo de encapuchados? Así, Zedillo optó por la solución fast track: Chiapas. Pero el riesgo fue alto: si el EZLN cae y no
hay solución a la gran crisis nacional, entonces el gobierno de Zedillo
se va a tambalear por las demandas insatisfechas de los mexicanos.
2. Jurídica y policialmente, Zedillo resolvió bien el asunto de
Chiapas pues puso al ejército a apoyar a la PGR, aunque metió al
ejército en un debate por involucrarse en asuntos de tinte político. Pero si comenzaban combates fuertes entre una guerrilla y el ejército,
entonces el teatrito judicial se vendría abajo. Y lo peor: Zedillo no
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
abrió el expediente de la pacificación política y social en Chiapas,
pues enfatizó el aspecto militar y cesó a Eduardo Robledo como gobernador cuando su renuncia era irrelevante. Lo político hubiera sido
marginar a Marcos pero simultáneamente hacer a un lado a Robledo,
y comenzar una negociación con interlocutores nuevos.
Sin embargo, Zedillo mostró más bien el enfoque conservador
de su gobierno: aliarse con los poderosos intereses económicos y políticos. Robledo —el cómplice de los gobiernos nefastos de Absalón
Castellanos y Patrocinio González Garrido—, los ganaderos, los terratenientes y los empresarios están felices. ¿Dónde quedó la fallida
reforma agraria chiapaneca de Miguel Limón?
3. Zedillo sabía que el énfasis del interés público iba a estar en Marcos. Pero Marcos siguió libre y el conflicto puede entrar en otra fase: la de la
guerra de guerrillas. Si bien pudo haber hecho todo sin descubrir la identidad de Marcos hasta no tenerlo detenido, a Zedillo le ganó la espectacularidad política. Así, fue un error desenmascarar a Marcos sin tenerlo detenido
porque, Zedillo gastó su escaso capital político. Y Zedillo no pudo fincarle
responsabilidades penales a Samuel Ruiz, a Ricardo Barco, al sindicato de
Ruta 100, al Movimiento Proletario Independiente, a los intelectuales aliados a Marcos, a Camacho y a muchos otros, porque su involucramiento fue
malévolamente incidioso. Así, Zedillo quemó su pólvora en infiernitos.
La transición marginada
Chiapas era la gran oportunidad del gobierno zedillista para
arrancar su modelo de reordenamiento político. Pero fracasó. De un lado,
el presidente de la república le desconoció el perfil político a un problema militar que duró apenas diez días, y que durante más de un año se
montó sobre la necesidad de transición a la democracia. De otro lado, el
presidente Zedillo quemó las posibilidades negociadoras de Esteban
Moctezuma, secretario de Gobernación, como su principal negociador
político, porque lo mandó a engañar a los zapatistas.
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CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
De hecho, Moctezuma fue atrapado por segunda vez con los
dedos en la puerta del autoritarismo zedillista. El perredismo tabasqueño lo acusó de mentiroso porque había aceptado la caída del gobernador Roberto Madrazo y luego se había negado a cumplirlo. El
sábado 11 de febrero, La Jornada difundió una carta de Marcos del 2
de febrero, dirigida a Moctezuma, en donde el EZLN casi aseguraba
que el secretario de Gobernación lo estaba engañando. ¿Qué calidad
política tendrá el secretario de Gobernación para negociar acuerdos
políticos si engaña, miente y es marginado de las grandes decisiones
presidenciales? El lunes, Moctezuma hablaba de una reanudación del
diálogo en Chiapas, pero tres días después vino el asalto militar. ¿Engañó Moctezuma a los mexicanos hablando de diálogo o fue marginado de las grandes decisiones? Cualquiera de las dos cosas lo inhabilita
para un cargo que requiere credibilidad y fuerza política.
Sin Marcos detenido y el país al borde de una guerra sucia, el
gobierno zedillista solamente acumuló fracasos. El asunto económico
naufragó en una devaluación acreditada al equipo de Zedillo; la apertura política se deshizo en un acuerdo pluripartidista que se ahogó en
Tabasco y Chiapas; lo social se atascará en una estabilidad económica
que exige cuando menos tres años de crecimiento bajo. Y la estabilidad nacional se cimbrará con unos guerrilleros lanzados a la lucha
clandestina, cuando el triunfo de Camacho había sido precisamente
sacarlos a la luz pública para negociar un acuerdo político.
Las alianzas zedillistas
La militarización del conflicto político y social de Chiapas llevó a un reacomodo de las alianzas del poder. Zedillo finalmente abandonó sus compromisos con un priísmo en estado de descomposición
política y se recargó en sus tres aliados básicos: el PAN, el ejército y
la derecha económica y financiera. El problema será que el apoyo de
estos tres sectores se mantendrá a condición de abandonar cualquier
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
negociación política con los sectores progresistas. .De ahí que el asalto militar a Chiapas haya tronado la posibilidad de que Zedillo encabece o conduzca una transición a la democracia.
Lo más significativo fue el resurgimiento del ejército como
fuerza política. Zedillo reprodujo lo que bien podría llamarse el esquema Fujimori: buscar apoyo político en la fuerza del ejército. Zedillo no quiso disminuir suspicacias y por eso decidió el asalto militar a
Chiapas para el simbólico 9 de febrero. No puede desligarse del análisis el tono conminativo del discurso del secretario de la Defensa: es la
“hora de definiciones” y de “solucione...dignas y definitivas”, los golpes en el atril, la lealtad no al presidente sino a Ernesto Zedillo y las
ironías a los tecnócratas con sus referencias a la lealtad del ejército
“sin cotizaciones ni bandas de fluctuación” y a las “devaluaciones
morales”. De hecho, el ejército empujó a Zedillo a una salida militar y
no política y se convirtió en el principal apoyo político de Zedillo.
Las salidas políticas
Si Zedillo no quiere que las cosas se vayan por el lado equivocado, está obligado a reconstruir los caminos políticos. Si no lo hace,
pondrá en riesgo la estabilidad social y política del país. Llama la atención la respuesta sobria y política del PRD llamando al presidente Zedillo a restaurar el camino de la negociación política y negándose a la
ruptura. Asimismo, Zedillo deberá de reconocer que Marcos y Chiapas
son un asunto político y no judicial. También el presidente deberá de
reabrir sus caminos de negociación con el congreso, pues ya le dio dos
golpes a su credibilidad: cuando lo engañó dándole a entender que iba a
estar involucrado en la negociación del paquete crediticio y cuando lo
engañó pidiéndole opciones para solucionar la crisis chiapaneca, cuando en realidad la decisión militar ya estaba en marcha.
El país se embarcó, por el estallamiento de la crisis en Chiapas
en enero de 1994, en la búsqueda de un camino de transición a la de301
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
mocracia que nació y se perdió en la selva chiapaneca. Lo malo fue
que Chiapas tronó la credibilidad del secretario de Gobernación que
estaba negociando la transición política. Así, Zedillo se encontró ante
la segunda oportunidad —la primera fue la devaluación del peso—
para construir un gabinete de transición a la democracia, si es que —
claro— aún busca la apertura y la distensión políticas.
Después de la salidad militar en Chiapas, el país quedó necesitado urgentemente de un nuevo acuerdo político entre todas las fuerzas.
Pero para ello se requerirá de una reconsideración de la militarización del
conflicto político en Chiapas. Sin un acuerdo político, la transición tronará y el país ingresará nuevamente a la zona de turbulencia política.
La crisis del PRD
Si Zedillo prefirió su alianza con el PAN, de todos modos debió de haber cuidado al PRD, porque sin el perredismo y el cardenismo no habrá transición a la democracia. De hecho, el PRD salió duramente lastimado el jueves 9, pues una fracción del perredismo se había articulado a las posibilidades políticas del EZLN. Así, el gran perdedor de aquel jueves también fue el PRD.
El PRD enfrenta su crisis por Chiapas con tres posibilidades:
una radicalización de su sector comprometido con el EZLN, un debilitamiento de la línea negociadora de una transición política o la diáspora del PRD, y con ello, la desarticulación de un sector político que
requiere de espacios institucionales para actuar.
De ahí que el gobierno zedillista esté obligado a reconstruir
sus alianzas con el PRD.
Los candados de Clinton
Zedillo no debe perder de vista el factor norteamericano. Si bien
es cierto que Estados Unidos apuró a Zedillo a una solución rápida de
Chiapas, el análisis de la Casa Blanca enfatizaba el hecho de que Chia302
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
pas requería una salida pacífica, porque era un elemento de inestabilidad
social y política. Estados Unidos no quería que el nuevo préstamo se fuera por la coladera.
Pero Estados Unidos se encontraba, cuando la devaluación
mexicana, en la fase primaria de la sucesión presidencial. Si el presidente Clinton usó el paquete crediticio para México como una manera
de promover su liderazgo financiero, una guerra en Chiapas o una inestabilidad nacional endosada a Chiapas, volvería a colocar a México
como un país riesgoso, y entonces, Clinton tendría que responder a las
requisitorias del congreso.
Por eso Estados Unidos va a vigilar el conflicto chiapaneco.
Por lo pronto, Clinton no le dio a Zedillo el aval completo sino que
puso tres condiciones que no pueden garantizarse: una solución rápida, respeto a los derechos humanos y un rechazo a una guerra formal.
Lo primero será imposible de lograr porque el EZLN logró ampliar
sus relaciones políticas y regionales, lo segundo, carece de garantías
porque en México no hay experiencia en guerras asépticas o quirúrgicas, y lo tercero, podría derivar en algo que asusta a los norteamericanos: la salvadorización del conflicto.
Por eso es que Zedillo no debe olvidar el factor norteamericano, pues Estados Unidos tiene en México su prestigio y fondos federales, que vienen de los impuestos de la sociedad estadunidense. Y
ambos hechos son votos.
El largo plazo
El gobierno zedillista tendrá que pagar la factura de su estrategia de bajar el panal a escobazos. La lógica de la lucha clandestina
parte del criterio de que el gobierno conoce a la dirección zapatista,
pero carece de control sobre los grupos radicales que pulularon a su
alrededor. El esquema ya lo vivió el país en los setenta: secuestros,
ametrallamientos, bombazos, guerrilla urbana, terrorismo, moviliza303
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
ciones desordenadas y chantajes políticos; justamente lo que el país
ya había superado con una guerra sucia y con una apertura política.
La salida militar en Chiapas llevará al país a la espiral de la
crisis: la inestabilidad general. La fórmula era sencilla: la estabilidad
económica es igual al pacto social más el acuerdo político. Las dos
cosas tronaron con la opción militar en Chiapas. De ahí que la crisis
sea en espiral: los desacuerdos políticos llevan a la incertidumbre social, y ambas no garantizan la estabilidad económica.
Por lo pronto, el presidente Zedillo comprendió pronto una cosa: la salida militar para Chiapas dividió al país y lo deslizó por la
pendiente de la movilización social ordenada y desordenada. Luego,
vendrá la guerra sucia: brigadas blancas, persecuciones políticas, desapariciones y cosas por el estilo.
¿Cómo reconstruirá Zedillo, en lo que le falta de gobierno, el
camino de la estabilización política que se perdió en Chiapas el jueves
9 de febrero? Aunque la pregunta básica sería otra: ¿quiere Zedillo el
poder o la estabilidad de la república?
La transición malograda
Origen y caracterización de la crisis
Cuando el presidente Zedillo dio la orden de avanzar militarmente sobre Chiapas, en el fondo solamente estaba confirmando un
error en el diagnóstico de la crisis chiapaneca. Aun en el caso de que
se hubiera podido aprehender al subcomandante Marcos, en realidad
la crisis política de Chiapas y sus repercusiones en la vida política y
económica nacional hubieran persistido. Más que actuar en función
de un diagnóstico global de la crisis, Zedillo fue empujado por la propia dinámica de la crisis económica de corto plazo y por las presiones
de los grupos conservadores del gobierno.
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CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
En la Primera Declaración de la Selva Lacandona, dada a conocer el 2 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
reclamaba las condiciones de vida de los indígenas chiapanecos pero las
localizaba claramente en las coordenadas de la crisis política y de legitimidad de gobierno. Asimismo, ese documento contenía tres demandas
que llevaban el conflicto chiapaneco a su dimensión nacional: la renuncia del presidente Salinas de Gortari, la conformación de un gobierno de
emergencia nacional y la recuperación de las elecciones limpias y legítimas como el camino de la verdadera democratización.
El conflicto chiapaneco ha tenido nada más tres etapas: la guerrillera, que ocurrió del primero al 9 de enero de 1994, en donde los
zapatistas entraron en combate con el ejército federal para disputarse
el control de varios municipios; la política, muy larga, del 10 de enero
de 1994 al 8 de febrero de 1995, en donde entre dimes y diretes, y en
medio de evidencias sobre el desmoronamiento del sistema político
priísta, gobierno y guerrilleros entraron en una zona de negociaciones
directas e indirectas, pero siempre en la lógica de la política; y la propiamente militar, que arrancó el 9 de febrero de 1995, como una forma de expulsar a los zapatistas de la zona de conflicto aunque sin liquidar el problema desde sus raíces.
Asimismo, el conflicto chiapaneco tuvo cuando menos tres escenarios simultáneos: el estrictamente chiapaneco, que involucró la
lucha por la tierra y por las invasiones, y los problemas en la elección
del gobernador; el nacional, donde el factor Chiapas fue la bujía o el
factor de presión para obligar al gobierno salinista a abrirse en materia político-electoral, y se constituyó asimismo en un punto de discusión sobre la necesidad de una transición a la democracia; y el sectorial, marcado por evidencias más que concretas —los asesinatos de
Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu— de una disputa sangrienta y drástica por el poder entre los diversos grupos de poder dentro del sistema.
305
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Las opciones y por qué la política
A largo plazo, la crisis de Chiapas fue la espoleta que hizo estallar las estructuras y pilares del modelo político mexicano. En realidad y en una visión retrospectiva global de la crisis nacional originada
en Chiapas, México tuvo una doble crisis: la crisis del sistema político —estructuras y procesos políticos— y la crisis del régimen político
—el conjunto de instituciones para administrar el acceso y el ejercicio
del poder. Desde el mismo primero de enero se advirtió la dimensión
del conflicto en cuanto a la encrucijada: de un lado, la ruptura política
que llevaría al colapso; de otro lado, la transición a la democracia.
El presidente Salinas siempre tuvo la posibilidad de responder
al asalto zapatista con el uso de la fuerza. Sin embargo, su diagnóstico
fue acertado: Chiapas y el EZLN eran las evidencias vivas, latentes,
del retraso de la reforma política. Salinas comprendió desde el principio que el EZLN era la punta del iceberg del descontento político de
numerosos grupos sociales que fueron marginados por el neoliberalismo salinista. Asimismo, el presidente entendió el contexto de Chiapas: la posibilidad de que la crisis se desbordara y contaminara, no sólo el delicado año de la sucesión presidencial, sino que rompiera con
los acuerdos sociales y económicos indispensables.
Por eso, Salinas puso al político Manuel Camacho a negociar
políticamente con los zapatistas unos acuerdos políticos que buscaron
revalidar el valor de la política. Por eso, Salinas, también, se vio obligado por Chiapas, Marcos y los zapatistas a sacarse de la manga un
intento de reforma política que iba más allá de donde el propio Salinas estaba, antes de Chiapas, dispuesto a llegar. Por eso Salinas echó
mano de Jorge Carpizo para firmar acuerdos de civilidad —la mezcla
de la legalidad y la política— con las principales fuerzas políticas nacionales. Y por eso, al calor de Chiapas y de Marcos la sociedad se
creó sus propios espacios de movilidad política: la Convención Na306
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
cional Democrática, el Grupo San Ángel, Alianza Cívica, las decenas
de grupos de observadores electorales, todos ellos metidos en el debate de la transición mexicana a la democracia.
Si el alzamiento hubiera sido solamente militar, sin duda que
las fuerzas gubernamentales hubieran aplastado sin miramientos el levantamiento zapatista desde enero de 1994. Pero no: Chiapas, Marcos
y el EZLN se convirtieron en la gran oportunidad política para que el
país apresurara el paso hacia la democracia. Una cosa es, a la distancia, muy cierta: sin Chiapas, sin Marcos y sin el EZLN, el país se hubiera quedado en la lógica salinista del estancamiento político. Ese 28
de noviembre de 1993, día del destape de Colosio, el presidente Salinas estaba contento. Para él, su sexenio acababa sin tropiezos. La tormenta de la crisis estalló un mes después.
Del primero de enero al 20 de agosto de 1994, el país encontró
un escenario propicio para avanzar por el camino de la transición negociada con los principales grupos políticos. El instrumento fue el de la política. Sin embargo, el error de todos los protagonistas fue reduccionista:
suponer que la transición iba a venir con el proceso electoral. El PAN y
el PRD creyeron que su triunfo electoral iba a provocar una transición
automática, determinada por sí misma, con la alternancia partidista en la
presidencia de la república. El PRI, por su parte, jugó a la transición como compromiso a cambio de votos. Como se preveía un saldo electoral
más o menos equilibrado, entonces, se suponía que ningún partido iba a
tener una mayoría holgada y que, por tanto, el espacio de la política iba a
ser el único que permitiera la gobernabilidad del partido ganador.
El factor Marcos y la ruptura inducida
Para el gobierno salinista, los avances políticos se habían agotado en la reforma electoral de 1992, pactada entre el PRI y el PAN, y
con la exclusión del PRD. La nominación de Colosio estaba dada en
el contexto de que la reforma económica salinista estaba completa, y
307
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
que debía de venir un mayor avance político pero sin sacrificar los
avances de la salinastroika productiva. De hecho, Colosio había sido
entrenado por el presidente Salinas en los dos saldos negativos de su
sexenio: el político y el social. Por eso Colosio fue primero presidente
del PRI, y después, secretario de Desarrollo Social.
Chiapas, sin embargo, fue una pesadilla política para Salinas.
De hecho, Marcos logró su primera victoria en los medios de comunicación social nacionales y extranjeros. Como Salinas no podía ocultar las razones que daba Marcos para su levantamiento, entonces hubo de
darle la razón en muchas cosas. Así, Marcos logró imponerle al gobierno
muchas demandas —imposibles de alcanzar sin el levantamiento zapatista:
a) Obligó al presidente Salinas a abrir un poco más la vida política.
b)Obligó a Salinas a una tercera reforma electoral que tuvo
más avances que las dos anteriores.
c) Obligó a los dos candidatos presidenciales priístas de 1994 a
superar la demagogia institucional.
d)Llevó a la caída de Patrocinio González Garrido como secretario de Gobernación.
e) Exhibió al PRI como un partido decadente en sus prácticas
políticas.
f) Le bajó votos al PRI y ayudó a aumentarle votos a la oposición.
g)Llevó al PRI a la pérdida de la mayoría absoluta en las elecciones presidenciales.
h)Obligó al gobierno a atender los rezagos sociales.
i) Abrió un debate intenso sobre la cuestión indígena.
j) Obligó al gobierno a reconocer el grave problema de la tierra.
k)Movilizó a la sociedad en favor de una transición a la democracia.
l) Abrió los medios de comunicación social.
m) Jaló la atención nacional sobre la crisis de marginación
chiapaneca.
n)Reveló las limitaciones democráticas del PRI.
308
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
o)Y liquidó las tentaciones de un salinato transexenal.
Lo obvio: sin Chiapas, sin Marcos y sin el EZLN, el país se hubiera movido en los espacios del tradicionalismo autoritario priísta. México
se abrió políticamente por el conflicto de Chiapas. En realidad, Salinas
nunca pensó en abrir la política mexicana a la democracia. Su apuesta era
mucho más modesta: crear una nueva correlación de fuerzas productivas
que generaran automáticamente un reacomodo en la correlación de fuerzas
sociales y políticas. Por eso Salinas siempre agotó el alcance de sus reformas social y política a la cesión de espacios que no le regatearan las dimensiones neoliberales de su proyecto económico y productivo.
Así, México fue empujado a la democratización por la vía de la
violencia política. Las metas de largo plazo de Marcos y del EZLN fueron las de buscar una ruptura política inducida. Sin embargo, Salinas se
convirtió en una fuerza de resistencia a esa presión democratizadora.
La gran falla del esquema chiapaneco se localizó en la incapacidad del
PRD para reencauzar política y electoralmente las demandas zapatistas,
y en el objetivo del PAN de aprovecharse del conflicto para ocupar los
espacios vacíos del PRI. En medio, los grupos ciudadanos realmente limitaron su radio de acción al aspecto puramente electoral.
El colapso político de 1994
Aunque hacen falta algunas piezas del rompecabezas político
de 1994, la crisis política apresurada por los zapatistas chiapanecos,
se cruzó con la crisis del sistema político apresurada desde el interior
del propio sistema político priísta. Los asesinatos de Colosio y de
Ruiz Massieu se contaminaron con la lucha político-armada en Chiapas y crearon un ambiente social de temor. El propio Marcos no logró
entender del todo la dimensión crítica de esos crímenes del poder y
por eso no pudo aprovechar sus posibilidades. En lugar de apresurar
la firma de los acuerdos de paz negociados con Camacho, Marcos se
hizo a un lado, esperando el desmoronamiento del régimen.
309
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Ciertamente que Marcos tenía razón cuando argumentó que no
podía negociar una paz con un sistema que asesinaba a sus hombres. Sin
embargo, Marcos hizo un análisis parcial de la crisis. En el fondo, la crisis política y sus posibilidades democratizadoras tuvieron cinco escenarios determinantes: Chiapas, el PRI, el proceso electoral, el deterioro
económico y el debate nacional por la democracia. Si Marcos abrió una
oportunidad inigualable para avanzar hacia la democracia, en realidad
faltó el liderazgo político para interrelacionar las cinco crisis: Chiapas se
rezagó, el deterioro del PRI no se aprovechó, el proceso electoral se percibió con optimismo oposicionista, la crisis económica fue usada por el
gobierno para culpar a los zapatistas y el debate por la democracia se
ahogó en los viejos personalismos de los grupos políticos.
El punto básico de la crisis y de la inflexión política, ocurrió el
23 de marzo en Lomas Taurinas, Tijuana. El ajuste de cuentas hacia
el interior del poder le fue endosado a Chiapas por un salinismo maquiavélico y un zedillismo goebbeliano. De hecho, el presidente Salinas quiso darle a dos pájaros con una sola pedrada: contaminar la lucha social y política de Chiapas, y paralizar a un Manuel Camacho
que se había negado a aceptar el dedazo por Colosio y que estaba creciendo como una figura de consenso social en favor de la democracia.
Es decir, que Salinas aprovechó la crisis generada por la muerte de
Colosio para cerrar el sistema político priísta, como una manera de
garantizar el control salinista sobre la política nacional.
Así, la crisis nacional entró en la zona dialéctica de la lucha de
contrarios: las fuerzas de empuje contra las fuerzas de la resistencia.
Aunque se pueden buscar muchas responsabilidades, al final de cuentas Salinas apareció como el punto definitorio del rumbo de la crisis.
De hecho, Salinas encaró la encrucijada decisiva del sistema cuando
tuvo que decidir la candidatura sustituía entre dos posibilidades: un
candidato que le garantizara el esquema transexenal Salinas-José Córdoba Montoya o un candidato que saliera del consenso de las princi310
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
pales fuerzas políticas y sociales del país para avanzar hacia la democracia. Al final, Salinas se decidió por Salinas y no por la república:
Zedillo encarnaba el continuismo salinista.
Si Salinas nunca quiso andar el camino de la democracia sino
hasta que lo obligaron los zapatistas armados, las fuerzas democratizadoras no aprovecharon la oportunidad para replantear la agenda de
la reforma política pendiente. Así, los grupos sociales se quedaron solamente con el argumento del choque de trenes políticos el 21 de
agosto y orientaron su acción justamente a atemperar los chicotazos
de la crisis política, cuando su función debió de haber ido más al fondo de la crisis: obligar al presidente Salinas a pactar la democracia antes de las elecciones. Al final, el argumento del miedo fue manejado
hábilmente por Salinas para inducir el conservadurismo de la sociedad, como si los zapatistas y las fuerzas sociales por la democracia
hubieran sido los responsables de la muerte de Colosio.
La ola democratizadora y la resaca autoritaria
Cuando el miedo sustituyó a la agenda democratizadora, se
quebró la transición a la democracia. Las corrientes democratizadoras
desdeñaron la campaña priísta del “yo voto por la paz”, cuando en
realidad eso iba a inhibir el voto por el cambio político. Cuauhtémoc
Cárdenas iba a ser el candidato en favor de la democracia, pero manejó bastante mal su relación con Marcos y con el EZLN. Asimismo,
Marcos cometió el error de recargarse sobre los costados de los grupos radicales identificados con la violencia, en lugar de construir un
centro democratizador más sólido. Y los grupos ciudadanos se quedaron atrás con su intermediación para evitar el choque de trenes cuando
la clave estaba en perfilar una agenda democratizadora más sólida y
consensada.
311
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Los retos de Zedillo
Sin una formación política como funcionario, hombre de partido y estadista, Zedillo asumió el triunfo electoral como un voto personal. Así, Zedillo redujo el ritmo de la transición a la democracia. A
pesar de no contar con la mayoría absoluta, Zedillo se negó a tres cosas: un gabinete plural, una agenda democratizadora y una alianza con
las fuerzas progresistas del PRI y del PRD.
Asimismo, Zedillo perfiló su proyecto de gobierno en torno a
cinco puntos fundamentales:
1. Continuar con el modelo económico y de modernización
productiva de Salinas.
2. Cambiar la transición a la democracia por una apertura política.
3. Liquidar al PRI como partido mayoritario y como proyecto
ideológico.
4. Construir una alianza de gobierno con el PAN.
5. Y superar la crisis de Chiapas con una decisión de autoridad. Sin embargo, el proyecto zedillista de gobierno tiene tres carencias que llevaron a la crisis devaluatoria de diciembre de 1994 y a la
crisis política de febrero de 1995:
1. Carece de rumbo definido.
2. Carece de proyecto político.
3. Y carece de alianzas y consensos sociales.
Por el pesado legado salinista, por un error de interpretación
del saldo electoral del 21 de agosto y por las tres carencias de una
presidencia para el largo plazo, los primeros setenta y cinco días de
Zedillo marcaron los perfiles de cinco crisis:
1. La crisis política determinada por el deterioro del PRI como
el partido pilar del presidencialismo, por un presidencialismo acotado
por una sociedad en movimiento y por una oposición consolidada en la
mitad del escenario político nacional. El EZLN, los desacuerdos con
312
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
Cárdenas y el PRD, el avance del PAN en Jalisco y posiblemente en
otras gubernaturas, la insistencia en una agenda democratizadora y la
inestabilidad política hacen necesario un cambio de sistema político.
2. La crisis económica. La devaluación del peso del 20 de diciembre de 1994 marcó el inicio de un deterioro general no sólo de los
indicadores macroeconómicos, sino del modelo económico salinista
que Zedillo ayudó a construir y se comprometió a continuar. A Zedillo
le faltó lo que le sobró a Salinas: la expectativa y confianza de los sectores empresariales nacionales y de los inversionistas extranjeros.
3. La crisis social inocultable por seis años delamadridistas de
crecimiento cero y seis años salinistas de expectativas no cumplidas. El
salinismo no pudo reducir el número de pobres y Zedillo tendrá, cuando menos, tres años de crecimiento económico por abajo del crecimiento de la población. El colapso de enero-febrero de 1995 tuvo chicotazos
sociales por el alza en las tasas de interés, el repunte de la inflación, el
control salarial, el desempleo y la reducción del gasto público social.
4. La crisis moral que se expresó en la falta de liderazgo presidencial en los pesados días de arranque del gobierno zedillista. Chistes, rumores y certezas de que el presidente Zedillo no estaba a la altura de la crisis, aunado a la comprensión anticlimática de que pudiera
repetirse la historia de 1932 cuando Pascual Ortiz Rubio renunció a la
presidencia de la república. Por primera vez, con Zedillo se vio a un
presidente que arrancaba sin luna de miel y que quemaba su capital
político de diecisiete millones de votos en unas cuantas horas.
5. La crisis de soberanía porque el gobierno zedillista ha sido incapaz de encontrar los consensos nacionales para evitar, contener y encauzar la crisis, lo que llevó a que el salvamento corriera a cargo del presidente de los Estados Unidos. Lo que no se ha aclarado aún es el costo
soberano de ese crédito. Por lo pronto, existe la estimación de que Estados Unidos no tiene amigos sino intereses: la condicionalidad correrá en
tres carriles: la Casa Blanca, los bancos privados y el Fondo Monetario
313
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
Internacional. La crisis y el paquete de salvamento le quitaron al gobierno mexicano el control y la definición de la política económica.
Oración del 9 de febrero
La noche del lunes 13 de febrero, el gobernador chiapaneco
Eduardo Robledo Rincón se la pasó en vela: las instrucciones del centro habían llegado terminantes para que presentara su renuncia como
una contribución a la tranquilidad del estado. Aunque no tenía mucho
que pensar —aceptar el mensaje o enfrentarlo como lo hizo Roberto
Madrazo en Tabasco—, en el fondo la reflexión de Robledo giró en
torno a un sí o un no.
Mientras tanto, en la ciudad de México el más atareado era
nada menos que el secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. Su
prisa era triple: de un lado, encontrarle una salida al enredo chiapaneco
para darle la vuelta a la presión nacional e internacional contra la fallida movilización del ejército mexicano sobre posiciones zapatistas; de
otro, evitar la radicalización del conflicto con un zapatismo empujado a
la guerra de guerrillas; y en tercer lugar, que su desaseada mano no se
notara en la caída de Robledo y en la designación del sucesor.
Si la suerte de Robledo estaba echada desde que los zapatistas
lo pusieron en la mira, en todo caso, su relevo estaría determinado por
la utilidad política. Lo malo fue que su renuncia no se dio como una
forma de aliviar las tensiones de la guerra, sino como una maniobra
de distracción orientada más que nada a ocultar los errores de la decisión judicial-militarista. Cuando el gobierno zedillista vio que las cosas no le funcionaron y que el país entró en una zona de incertidumbre que se manifestó el lunes con la caída de la bolsa y el aumento del
dólar, entonces se decidió la suerte de Robledo.
Así, la inevitable caída de Robledo fue la escenografía de una
comedia política de equivocaciones zedillistas en Chiapas:
314
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
a) La acción se redujo a la recuperación territorial de la zona
ocupada y no buscó la recomposición de los interlocutores. Es más, el
gobierno perdió porque quemó al propio presidente de la república,
que nada más se está justificando, le redujo credibilidad a un secretario de Gobernación que nuevamente engañó a los grupos políticos y
liquidó por nada al gobernador Robledo. Del lado contrario, los interlocutores zapatistas salieron fortalecidos: el EZLN, Marcos, Samuel
Ruiz, Amado Avendaño y la Comisión Nacional Intermediaria. Ahora, Zedillo tendrá que retomar las cosas como estaban antes.
b) Frente a la presión nacional e internacional, Zedillo tuvo que
frenar al ejército. Así, Zedillo hubo de desviarse del camino original.
c) Asimismo, el gobierno se vio obligado a detener el ejercicio
de la acción penal contra Marcos y otros líderes cuando la intención
original era precisamente la de aprehenderlos.
d) Confiados en la iniciativa, los zedillistas no pensaron sacrificar tan pronto a Robledo. Pero lo tuvieron que hacer sin tener ninguna ventaja política. Además, la caída de Robledo profundizó la delicada división social en Chiapas.
e) Sin haber terminado el operativo, el gobierno reabrió las negociaciones con el EZLN para evitar respuestas guerrilleras que generaran más temores sociales y mayores desconfianzas.
f) Zedillo se tuvo que meter personalmente a justificar las decisiones. Así, puso a la institución presidencial en la línea de confrontación contra la crítica y contra los propios zapatistas, como si careciera de secretario de Gobernación y de procurador general de la república. Durante varios días, el presidente Zedillo se estuvo justificando con discursos que bordaban sobre el mismo tema: por qué la
decisión militar en Chiapas.
g) El efecto psicológico del desenmascaramiento de Marcos duró
apenas unas horas. Desde la selva, Marcos retomó la iniciativa con una
sola carta y tres posdatas.
315
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
h) Cuando le falló la ofensiva militar, el gobierno se colgó de
la ley de amnistía. Pero a partir de la experiencia del fracaso de la amnistía de enero de 1994, Zedillo tendrá que hacer más concesiones
para que pueda servirle. Al no tener a todos los líderes zapatistas en
prisión, la amnistía va a beneficiar a los que están dentro y no afectará
en nada a los que están fuera.
i) El congreso mexicano se va a endurecer porque el presidente Zedillo lo engañó tres veces: cuando no cumplió su compromiso de
meterlo en la negociación del paquete crediticio con los Estados Unidos, cuando se comprometió a pedirle al congreso opciones para
Chiapas, antes del avance militar, y cuando dijo que le iba a explicar
profusamente lo ocurrido. Al final, el periodo extraordinario se redujo
a discutir la ley de amnistía pero fuera del contexto de la crisis de
Chiapas. Además, en el congreso se desgastará la alianza ZedilloPAN, encarnada en el procurador panista de la república.
j) La renegociación en Chiapas también se enredó. No podrá haber
pláticas con Marcos porque es, en declaración presidencial, un delincuente.
k) La ofensiva gubernamental no tranquilizó mercados. Se estima que del jueves 9 al miércoles 16 de febrero salieron del país como dos mil quinientos millones de dólares. La bolsa siguió bajando,
las tasas de interés subieron y el peso se devaluó.
l) Fracasó también la estrategia de psicología de guerra porque el avance militar no desalentó el apoyo en favor del EZLN. Durante las dos primeras semanas posteriores al asalto militar, hubo una
extraordinaria movilización social en contra de la decisión militar, entre otras, tres marchas en el DF de más de cien mil personas cada una.
m) La ineficacia de la decisión militar llevará a una guerra sucia que ya comenzó con delaciones y presiones sobre supuestos simpatizantes del EZLN.
n) En los Estados Unidos hubo más preocupación que antes: los
dólares del crédito se comenzaron a fugar nuevamente por el caso Chia316
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
pas, y la posible salvadorización de México inquietó en Washington.
Además, Zedillo abrió un frente de discusión sobre México en el congreso estadunidense, cuando Clinton ya se había saltado a los legisladores.
o) Y Zedillo puso al ejército mexicano en el centro de un duro
debate político. Como nunca, los militares son criticados. Por lo demás, Chiapas quedará militarizado para evitar el regreso del conflicto,
con un EZLN latente. Los riesgos de otra crisis son inevitables.
La transición abortada
Al privilegiarse, por encima de los aspectos políticos, la decisión militar, por sí misma se convirtió en un obstáculo para la reforma
política del país. Si bien es cierto que Marcos y el EZLN se constituyeron en violadores de la ley, también fue muy claro que sus motivaciones fueron políticas. Este punto puede ser el decisivo en una evaluación política de los acontecimientos en Chiapas: si Marcos en realidad encabezara una guerrilla, entonces nunca hubiera aceptado una
tregua de un año, y menos hubiera negociado con Camacho, un representante del gobierno al que el EZLN consideraba ilegítimo. Así, el
juego de Marcos fue el de usar las armas para empujar una negociación política por la democracia.
En consecuencia, la decisión militar del presidente Zedillo logró no sólo interrumpir un proceso forzado de transición a la democracia, sino que también malogró los avances, porque le dio la razón a
las fuerzas conservadoras del gobierno y de sus aliados, que siempre
se resistieron a la apertura política y que apoyaron la negativa a negociar términos políticos con los guerrilleros zapatistas. En este contexto, el avance militar mostró dos conjuntos de evidencias que comprueban que la transición a la democracia perdió el 9 de febrero de
1995 los avances conseguidos en el aciago año de 1994:
De un lado, se encontraban los efectos antidemocráticos de la
decisión de militarizar el conflicto chiapaneco:
317
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
1. El presidente Zedillo rompió las escasas negociaciones políticas con el PRD, pues el cardenismo había incluido a Chiapas como
parte de la agenda política previa con el gobierno para cualquier
acuerdo político de largo plazo. Y, ya se sabe, sin el PRD no habrá
transición a la democracia. En consecuencia, el 9 de febrero tronó el
Acuerdo Político Nacional firmado a principios de enero.
2. Zedillo perfiló su democracia selectiva. Como lo señaló el
ensayista e historiador Lorenzo Meyer, tres hechos se enlazaron para
dibujar los contornos de la democracia limitada del modelo zedillista:
la cesión de la gubernatura de Jalisco al PAN, el incumplimiento de
compromisos con el PRD en Tabasco y la ruptura de las negociaciones políticas con el EZLN.
3. Colocación del principio de autoridad por encima de la voluntad política de negociación. Es decir, se revivió el enfoque diazordacista de aplicar el sentido jurídico a una realidad política.
4. La disminución de la autoridad política del secretario de
Gobernación porque no pudo consolidar la vía de la negociación política. Lo malo fue que Esteban Moctezuma era el interlocutor con los
partidos para una reforma política.
5. Zedillo definió su proyecto político excluyente: no reconocer
la realidad política, aliarse con el PAN y disminuir la transición para
agotarlos en un esquema de apertura política a partir del respeto a la ley.
De otro lado, se perfilaron las características políticas del presidente Zedillo y de sus aliados:
1. El presidente de la república no quería la transición a la democracia, sino la apertura política. Zedillo cometió el error de Salinas: enfocar el
problema político y social del país desde una racionalidad economicista.
2. El aparato político del jurásico priísta tampoco quería la democracia, ni siquiera aceptaría la apertura. Los priístas de jurásico
comprendieron que el asalto militar en Chiapas era la gran oportunidad para recuperar posiciones perdidas.
318
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
3. El PRI concluyó finalmente su ciclo histórico y se negó a
convivir democráticamente con otros partidos. En un doble juego, la
vocación presidencialista del PRI reconoció la victoria panista en Jalisco, que había cedido el presidente Zedillo, pero apoyó la salida militar
en Chiapas, sólo porque así le convenía al juego del presidente de la república. Si el PRI era necesario para una transición democrática ordenada, ahora se sabe que la transición tendrá que hacerse sin el PRI.
4. El PAN, como la primera oposición, también definió ya sus
espacios de acción política: no quiere la democracia sino el poder, a
partir del criterio de que los triunfos electorales del PAN, se constituyen automáticamente en un avance democrático. Sin embargo, este
análisis excluyó a otras fuerzas políticas que también son necesarias
en una verdadera democracia.
5. Las fuerzas sociales y políticas promotoras de la democracia
no pudieron lograr un programa común o una agenda nacional por la
democracia, como para imponérsela al presidente de la república.
Si el país tenía, en la crisis económica, la gran oportunidad para construir un acuerdo político por la democracia, Zedillo cayó en los
terrenos de los sectores duros del sistema político y separó el asunto
político del económico. El indicio más importante se vio en el cambio
de percepción del presidente Zedillo: para enfrentar la crisis económica derivada de la devaluación, abrió los espacios para el Acuerdo Político Nacional. Es decir, que justificó el pacto político como un elemento indispensable para consolidar una base de consenso nacional
que aliviara las incertidumbres de la economía. Sin embargo, unas semanas después se desvió de su propio camino de tolerancia y apertura
para meterse en los intrincados caminos del autoritarismo político.
La principal falla en la percepción de Zedillo se localizó en la
caracterización de sus interlocutores: ahora son delincuentes. La segunda percepción equivocada, fue el desconocimiento de las alianzas
políticas y sociales que pudo armar el EZLN a lo largo de un año de
319
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
conflicto. Y, en tercer lugar, Zedillo no pudo hacer una oferta política
de mayor apertura para los sectores aliados al EZLN. La oleada de
crítica nacional e internacional a la decisión zedillista de militarizar la
crisis chiapaneca, confirmó las apreciaciones de que en Chiapas había
algo más, mucho más, que un grupo de encapuchados armados.
Si el país estaba a punto de entrar en una verdadera y profunda
transición a la democracia, el proyecto político del zedillismo que se
dibujó con claridad el 9 de febrero, solamente tendrá tres objetivos:
1. Buscar el fortalecimiento de la autoridad presidencial y, por
lo tanto, reconstituir el presidencialismo.
2. Construir un esquema que bien pudiera calificarse de parlamentarismo presidencialista, donde el congreso avale las decisiones del
presidente de la república pero sin participar en su diseño o aplicación.
3. Arribar a una apertura política no mediante el acuerdo con los
partidos ni con la desoficialización de los procesos electorales, sino por la
vía legalista. El problema fue que Zedillo no promovió un poder judicial independiente, sino uno controlado por el ejecutivo, como se vio con su reforma para meter a un representante del ejecutivo en el consejo de la judicatura.
El colapso económico de 1995
Cuando se tomó la decisión de mover la banda de flotación del
dólar el 20 de diciembre de 1994, muchos inversionistas extranjeros
comenzaron a llamar nerviosamente a la Secretaría de Hacienda para
buscar una explicación. Sin embargo, solamente encontraron la voz
de impersonales secretarias repitiendo el mismo mensaje:
-Lo sentimos, pero el doctor Serra está en una reunión en Los Pinos.
En los Estados Unidos la inquietud se convirtió en pánico. Nadie sabía qué estaba pasando. Los inversionistas foráneos, que estaban
acostumbrados a tener línea directa con Hacienda, de pronto, se vieron aislados y sin información. A ello se agregó un hecho que contribuyó a aumentar el desconcierto: Estados Unidos no tenía por esas fe320
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
chas secretario del Tesoro, pues Lloyd Bentsen renunció y su reemplazante aún no tomaba posesión. Ese pánico se transformó en desconfianza y la salida de dólares se aceleró.
En el fondo, la devaluación se precipitó por un pésimo manejo
de la política cambiaria y por una muestra de desconfianza de los inversionistas extranjeros hacia el gobierno de Zedillo. Cuando Pedro Aspe
movió la banda de flotación en 1994, su estrategia siempre estuvo articulada con la comunicación con empresarios e inversionistas. Asimismo, Aspe se preparaba para cualquier eventualidad, como aquella jugada de la línea de crédito especial por seis mil millones de dólares de los
Estados Unidos para detener cualquier pánico de capitales.
Serra cometió muchos errores. Pero uno le fue fatal, no sólo
para él —lo cual es lo de menos—, sino para el país: cuando le preguntaron sobre el tipo de cambio, Serra dijo que no habría devaluación. Cuando la devaluación estalló, Serra, como secretario de Hacienda, apareció como un funcionario mentiroso. Asimismo, Serra no
negoció con ningún sector la decisión de mover la banda de flotación.
Cuando ello ocurrió, el pánico fue imparable.
Si el desequilibrio en la balanza de pagos era conocido por todos, la crisis del tipo de cambio no debió de haber ocurrido. Pero Zedillo no contó con un hecho real: ni él ni su discurso ni su gabinete ni
su política económica generaron confianza de los inversionistas. Y
ello, se comprobó cuando los mercados reaccionaron negativamente
al manejo errático de la crisis en Chiapas, pues el presidente Zedillo
dejó la impresión de que la guerra iba a estallar de nueva cuenta.
El presidente Zedillo tuvo desde el principio evidencias de que
las cosas no iban a marchar como deseaba. Pese a que Serra era el secretario de Estado con más experiencia dentro del gabinete zedillista —por
haber sido ministro seis años, por contar con el apoyo de José Córdoba
Montoya y por perfilarse desde el arranque como precandidato presidencial oficial para el año 2000—, resultó el que cometió más errores. Al fi321
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
nal, Serra quiso manejar el tipo de cambio como operó el Tratado Córdoba-Lake de Libre Comercio: con autoritarismo y soberbia.
El saldo que dejó la crisis devaluatoria tardará en recomponerse:
a) La crisis de confianza no podrá superarse en el corto plazo,
porque se vio que Zedillo y su equipo de gobierno carecen de capacidad para el manejo orquestado de la política económica. Zedillo no
debería criticar ni a Salinas ni a Aspe, porque entonces estaría invalidándose a sí mismo y también a Guillermo Ortiz y a Santiago Oñate,
los tres hombres clave del salinismo, y ahora del zedillismo.
b) El gabinete económico perdió márgenes de maniobra. A
partir de su condición de autonomía, el Banco de México debió de haber manejado el tipo de cambio. Pero Serra no lo dejó. Solamente
usaron a Francisco Gil Díaz para que explicara la medida. Cuando
dos días después, el gobierno se retiró del mercado de cambio, Gil
Díaz presentó su renuncia porque se sintió utilizado. En su columna
Portafolios, José Antonio Pérez Stuart se preguntó si Miguel Mancerano debería de renunciar. En efecto, la referencia era importante:
¿qué credibilidad tendría un funcionario que careció de autoridad para
cumplir sus funciones?
c) Si se quiere ser estricto, entonces se debe de concluir que
Guillermo Ortiz estaba incapacitado para ser secretario de Hacienda,
porque fue el segundo de abordo del Pedro Aspe al que quieren culpar
de la crisis. Pero Ortiz tuvo algo a su favor: era el representante de José Córdoba. Lo paradójico fue que el verdadero responsable de la política económica salinista, que estalló con la devaluación, siguió manejando la política económica de Zedillo: Córdoba, a través de Guillermo Ortiz. Así, las diez lecciones de Córdoba en política económica continuaron en Hacienda.
El que cargará con todas las culpas será Serra. El sábado 24 de
diciembre, le entregó al presidente Zedillo un programa económico de
emergencia y con él presentó su renuncia. Se pensó en aguantar esa re322
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
nuncia hasta el 2 de enero, a fin de que estuviera relacionada con un replanteamiento de la política económica, pero las cifras de fuga de divisas
no la detuvo la devaluación, porque al final de cuentas los capitales golondrinos no estaban relacionados con la paridad del mercado sino con la
falta de confianza en el secretario mexicano de Hacienda. Las dos presentaciones de Serra en Nueva York fueron un fracaso. Así, Serra fue sacrificado en el altar de las corredurías financieras de los Estados Unidos.
El principal problema de la crisis devaluatoria no fue la cuenta
corriente, pues el déficit de 1994 fue casi igual al de 1992, y entonces
no ocurrió la devaluación. El tema que en Los Pinos se negaron a reconocer fue el de la confianza. En la lógica sexenal, la crisis de confianza que estalló con las devaluaciones del 20 y el 22 de diciembre
fue característica de una crisis de finales de sexenio. Pero habrá que
identificar si la devaluación fue crisis de finales del sexenio de Salinas o si el sexenio de Zedillo duró apenas veinte días.
La ruptura pactada
Frente a la decisión presidencial de desviarse del camino de la
verdadera transición a la democracia para meterse en las veredas de la
reconstrucción del viejo sistema piramidal del presidencialismo, el
país tendrá que pasar por una nueva zona de turbulencia política: el
viejo sistema se resistirá a morir, y las fuerzas del nuevo sistema tendrán que enfatizar más intensamente su acción para evitar la derrota.
En medio, los grupos sociales promotores de la democracia deberán
concluir que la transición mexicana a la democracia tendrá que promoverse sin el PRI y sin el presidente de la república. Es decir, que la
presión democratizadora tendrá que ser de abajo hacia arriba.
A partir de más de un año de crisis en Chiapas, la transición
mexicana a la democracia tendrá que ser pactada. Y el escenario de
esa transición pactada tiene elementos indispensables:
323
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
a) La fórmula básica debe ser la siguiente: la estabilidad económica es igual al pacto social más el acuerdo político. Si no se aplica
esta fórmula —que los tecnócratas mexicanos entienden porque se
mueve en sus coordenadas matemáticas—, entonces el país entrará en
una espiral de la crisis que tenderá a la desarticulación de los consensos nacionales mínimos.
b) El diagnóstico de la crisis mexicana está más que claro: el
país vive una crisis de régimen y una crisis de sistema político. En
consecuencia, toda acción social o de gobierno deberá de moverse en
este escenario terminal.
c) Si el presidente Zedillo no encuentra algunas formas de distensión política para el corto plazo —y comenzando justamente con la
rectificación del error gubernamental en Chiapas—, entonces, el escenario de mediano plazo oscilará entre el colapso de gobernabilidad o la
ruptura democrática. En el pasado, el gobierno siempre fue sensible a
las demandas de la sociedad para evitar los escenarios extremos. Hoy,
en cambio, el gobierno asume decisiones al margen de la sociedad.
d) Si el presidente Zedillo quiere retomar el camino de la transición democrática, no tendría más que empujar cuando menos tres decisiones: conformar un gabinete de salvación nacional; definir con todas las
fuerzas nacionales un programa común contra la crisis; y suscribir un
acuerdo formal de transición a la democracia. Zedillo ya padeció la cruel
realidad: sin estabilidad política, la estabilidad económica será imposible.
e) Si el presidente Zedillo quiere o no esa transición, de todos
modos, la sociedad deberá definir su propio camino de transición a la
democracia. Y ahí habría cuando menos cinco puntos fundamentales:
1. Elaborar un diagnóstico de la crisis en torno a la necesidad
de que el país reestablezca su viabilidad como nación en función de
una transición a la democracia.
2. Crear un consejo nacional para la democracia que incluya a
todas las fuerzas que quieran trabajar por la democracia.
324
CHIAPAS: LA RUPTURA DEMOCRÁTICA
3. Constituir un directorio político plural —como los doce de
Nicaragua o el directorio español— para pactar la ruptura democrática y para conseguir apoyo nacional e internacional (como España al
final del franquismo).
4. Definir una agenda nacional por la democracia.
5. Establecer un calendario político sobre la transición a la democracia.
La solución militar en Chiapas demostró que el presidente
Zedillo no quería la transición a la democracia. Y como ya se vio,
también, que no todo puede venir de un movimiento guerrillero con
contradicciones, entonces, el camino de la transición a la democracia
debe de ser andado por una sociedad organizada.
325
EPÍLOGO
1994: EL DECENIO DEL DERRUMBE
_______
Para Lorenzo Meyer,
siempre lúcido.
E
l año de 1994 no comenzó el primero de enero con el levantamiento zapatista en Chiapas. En realidad, arrancó diez años antes,
en 1983, con la avalancha de triunfos panistas en los estados del norte
del país. Cuando el presidente Miguel De la Madrid —un oscuro tecnócrata que nunca entendió la política— quiso jugar limpio, dejó que
los procesos electorales municipales fueran realmente libres. Y ahí se
midió, con la apabullante derrota de los candidatos del PRI, la profundidad de la descomposición del aparato priísta, pieza clave del sistema político mexicano. De entonces a 1994, México vivió el decenio
de la demolición política de la república.
La gran ola mexicana por la democracia comenzó en el Norte,
con los triunfos municipales panistas, y terminó su ciclo básico en el
Sur con el levantamiento zapatista en Chiapas y su agenda nacional
por la democracia. Hace diez años, Miguel de la Madrid, un tecnócrata que se coló en la sucesión presidencial de 1981 por el deterioro de
los liderazgos políticos del sistema, fue incapaz de entender las llamadas de atención de una sociedad en busca de espacios democratizadores. Y más que empujar al sistema político hacia su apertura o su democratización, De la Madrid y su familia feliz —ese grupo de economistas sin experiencia política que lo encerró en Los Pinos y en donde
destacó fundamentalmente la figura de Carlos Salinas de Gortari—
329
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
prefirieron avanzar por la lateral de la realidad. 1983 desembocó, diez
años después, en un 1994 con un presidente Salinas repitiendo los
errores de percepción política de su tutor De la Madrid.
A partir de 1983, el itinerario del colapso político del sistema
mexicano es más o menos periodizable:
1983: avance de la oposición panista en los municipios del
norte de la república.
1985: terremotos en la ciudad de México, que propiciaron una
toma de conciencia de la sociedad respecto a la pasividad del gobierno y el agandalle electoral priísta en las federales de mitad de sexenio.
1986: frente al avance de la oposición, el PRI se atrincheró en
Chihuahua y le arrebató la gubernatura al candidato panista Francisco
Barrio Terrazas, quien de todos modos le ganó al PRI seis años después, en 1993. En Chihuahua-86 la oposición comprendió que solamente se iba a poder derrotar al PRI por el acoso o por las balas.
1987: lucha por la sucesión presidencial hacia el interior del
PRI entre las corrientes de políticos contra la de los tecnócratas, que
derivó en la salida del partido de la Corriente Democratizadora de
Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo y la entronización de
Salinas de Gortari como el candidato de la tecnocracia delamadridista.
1988: descomposición interna del PRI y surgimiento de la corriente política cardenista, con el deterioro electoral del PRI en unas elecciones presidenciales marcadas por el fraude, la caída de la votación priísta a un incomparable 50.34% y conformación de una coalición progresista que acaparó con Cárdenas el 30% de los votos presidenciales.
1989: arranque del presidencialismo salinista con la desarticulación de los viejos grupos políticos del sistema y redefiniciones del
proyecto nacional de desarrollo de corte neoliberal. Salinas desmontó
el aparato ideológico y político del priísmo histórico: neoliberalizó la
Constitución, liquidó a la Revolución mexicana y terminó con la correlación progresista de fuerzas dentro del PRI.
330
1994: EL DECENIO DEL DERRUMBE
1993: destape de Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial del PRI en medio de protestas de Manuel Camacho Solís; una
ruptura que escondió una disputa por el poder hacia el interior del
grupo salinista.
1994: desarmado del sistema político mexicano por un deterioro
de la figura presidencial, levantamiento guerrillero en el sur de la república, asesinato político del candidato presidencial del PRI, perspectiva de
derrota del candidato priísta sustituto, pérdida para el PRI de la mayoría
absoluta en las elecciones presidenciales, asesinato del secretario general
del PRI y líder designado de la mayoría priísta en la cámara de diputados y
transición accidentada del poder presidencial, dibujaron un año aciago.
1995: la devaluación de las expectativas de la sociedad, el colapso económico del modelo salinista de desarrollo, el fracaso de los
acuerdos políticos del presidente Zedillo con la oposición, la ruptura
de fondo entre el presidente entrante y el expresidente inmediato anterior, la falta de funcionamiento del viejo sistema político y la inaprensible definición del nuevo sistema político.
En medio, siempre en el punto medio de las esperanzas y las
posibilidades, la urgente necesidad de reformar, reconstruir y hasta refuncionalizar el sistema político mexicano como el mecanismo fundamental de la estabilidad social. Salinas como presidente se comprometió a fondo con la reforma económica, pero se negó a la reforma
política, porque los enmohecidos pero existentes mecanismos autoritarios del viejo sistema le garantizaban la entronización de sus medios
neoliberales de reordenamiento económico y productivo. Pero al final
de cuentas, la crisis de 1995 comprobó la lección histórica de que política y economía son correspondientes y no excluyentes.
Cuando al presidente Pompidou le preguntaron, en la sofisticada Escuela Nacional de Comercio y Administración de Francia, las
razones de los políticos para negarse a utilizar más los instrumentos
de la técnica, su respuesta fue altamente significativa:
331
CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS
-Los caminos de la destrucción son varios: las mujeres, el juego y la tecnocracia. El de las mujeres es el más placentero, el del juego es el más rápido y el de la tecnocracia es el más seguro.
¿Dónde se quebró el país? Si en 1983 se vio que el sistema político no era funcional a los intereses de la estabilidad económica, política y social, en 1994 se percibieron todas las piezas del rompecabezas de la crisis final del sistema político: desde el deterioro del PRI
como el partido de la estabilidad, hasta el surgimiento de los grupos
ciudadanos demandando la democracia tantas veces pospuesta, pasando por comprobaciones aisladas que dejaban una visión conflictiva de
una república desarticulada en sus consensos. En 1994, al calor del
peor año del sistema priísta en sesenta y seis años, la perspectiva de la
transición a la democracia se aclaró ya no tanto como una posibilidad
sino que se percibió como una necesidad.
Si el comienzo del deterioro del sistema priísta se dio en 1983
con la pérdida electoral de municipios del norte, en 1994 se enlistaron
los elementos que permitieron concluir que la transición a la democracia no iba a ser posible andarla con la estructura priísta del poder.
La guerrilla zapatista, el asesinato de Colosio y el avance de la oposición le dieron al presidente Salinas la extraordinaria oportunidad de
decidir la encrucijada histórica del siglo: decidirse por un candidato
sustituto negociado con todas las fuerzas políticas nacionales que se
convirtiera en el candidato de la transición o promover un nuevo destape de un candidato que obedeciera a las viejas reglas del sistema
priísta de la Camorra, en donde el gran destapador decidiera en función de sus intereses personales encarnando los intereses nacionales.
La decisión de Salinas por el salinismo —Ernesto Zedillo— fue el
elemento perturbador de esa transición democrática empujada, definida y exigida por la sociedad.
Más que la disputa por el poder, en 1994 se vivió el principio del
fin del sistema político priísta. Y si el PRI nació en 1929 como el Partido
332
1994: EL DECENIO DEL DERRUMBE
Nacional Revolucionario, que iba a la vanguardia de los grupos revolucionarios que quedaban vivos —después del ajuste interno de cuentas—, en
1994 se vio como el partido de la retaguardia: sin liderazgos, sin permeabilidad con el gobierno, sin discurso, sin propuesta y sin credibilidad social. Zedillo ganó solamente por el voto del miedo a la guerra en Chiapas.
En medio de este trajín, el discurso de transición a la democracia
se ahogó en los instrumentos de cooptación y distracción del presidencialismo, en la incapacidad de liderazgos sociales para ponerse de acuerdo, en una oposición panista, cardenista y zapatista que no pudo liderear
justamente a las fuerzas de la transición, en un PRI que se puso el objetivo central de aferrarse al poder y en un candidato priísta sustituto que no
entendió la política y que solamente se presentó como el candidato de la
continuidad del modelo económico salinista de corte neoliberal.
Así, el año de 1994 no comenzó el primero de enero ni terminó el 31 de diciembre. Los chicotazos de 1995 —desde la devaluación del peso hasta el activismo salinista para desviar las investigaciones del asesinato de Colosio que le estaban llegando a los aparejos,
pasando por frustrantes acuerdos políticos de un Zedillo que no quiso
negociar la verdadera transición a la democracia, sino que apenas buscó discutir los términos de una apertura política que le garantizara gobernabilidad y hegemonía— son las hojas sueltas de los expedientes
de 1994 que todavía permanecen abiertos. Y la disputa por la democracia de 1995 hasta las elecciones presidenciales del año 2000 siempre tendrá como referencia el año de 1994 que se inició en 1983.
En un discurso pronunciado en junio de 1993 ante Luis Donaldo
Colosio como secretario de Desarrollo Social, el escritor Carlos Fuentes
dijo una frase lapidaria: “hay años en los que nada pasa, hay años en los
que pasan siglos: los nuestros son de éstos”. En efecto, 1994 es la historia
de una década: los diez años de una crisis política largamente anunciada.
333
Cuando pudimos no quisimos,
escrito por Carlos Ramírez, es una reflexión reiterada
de que en el tiempo de México los años pasan
como siglos. Pero el colapso de hoy será urgente
ruta de cambio de mañana.
La edición de esta obra fue compuesta en fuente
newbaskerville y formada en 11:13. Se tiraron
10 000 ejemplares, más sobrantes para reposición,
y fueron impresos en este mes de marzo de 1995
en los talleres de Litográf ica Ingramex, S.A. de C.V.
que se localizan en las calles de Centeno 162,
Colonia Granjas Esmeralda, en la ciudad de México, D. F.
La encuadernación de los ejemplares se hizo
en los mismos talleres.
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