La generación del 27 Características generales El término generación del 27 se usa para denominar a un grupo de poetas que compartieron unos rasgos comunes y que empezaron a escribir en los años veinte, coincidiendo con las vanguardias. Destacaron porque sus obras suponían un florecimiento excepcional de la poesía. Se les ha llamado también generación de 1925, generación de poetas-profesores y generación de la amistad, pero ha hecho fortuna el nombre de generación del 27, que se refiere al año en que casi todos ellos participaron en el homenaje a Góngora, poeta al que rescataron del olvido con su admiración. Sus componentes más conocidos son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. Algunos estudiosos incluyen a Miguel Hernández, aunque otros lo consideran de la generación del 36. Rasgos comunes de la generación del 27 A pesar de la fuerte personalidad de cada poeta, desde el principio mostraron inquietudes y gustos comunes que les diferenciaban de los otros escritores del momento. De ahí que se les considere como generación o grupo poético. Los rasgos cohesionantes alcanzan diferentes ámbitos: biográficos, de ideas y estéticos. a) Todos son de edades similares (Salinas, el mayor, nació en 1891 y Cernuda, el benjamín, en 1902). Tienen una gran cultura literaria y curiosidad intelectual, y su origen familiar acomodado les permite su dedicación a la poesía. b) En conjunto, mantuvieron actitudes liberales en política y, salvo Gerardo Diego, durante la Guerra Civil, apoyaron la República. Trabaron amistad entre ellos, sobre todo en Madrid, ciudad en la que todos residieron o pasaron largas temporadas. La relación personal se dio fundamentalmente en la Residencia de Estudiantes en la que también estuvieron, entre otros, Juan Ramón Jiménez, el pintor Salvador Dalí y el cineasta Luis Buñuel. La Residencia fue lugar de amistad y de formación cultural, pues en ella se llevaron a cabo numerosas conferencias, conciertos, etc. Lo que representaba una educación liberal y laica frente a la tradicional enseñanza religiosa. c) Participaron en acontecimientos culturales, como la celebración del tercer centenario de Góngora, en diciembre de 1927 en Sevilla, del que surge un manifiesto estético. También colaboraron en las mismas revistas, por ejemplo, en la Revista de Occidente y en la Gaceta Literaria o crearon ellos mismos revistas: Litoral, Cruz y Raya, Verso y prosa, Caballo verde para la poesía, Carmen (todas en 1927). Deseaban modernizar la poesía, como recoge la Antología de Gerardo Diego en 1931, en la que expusieron su estética. d) Reconocieron como maestros próximos a Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna y a Ortega y Gasset. Sus maestros lejanos serán Góngora y la poesía tradicional. e) Crearon un lenguaje generacional, a pesar de las variantes personales. Así, todos conceden importancia al estilo, cultivan la metáfora y consideran la poesía en su vertiente estética; es decir, como manifestación autosuficiente e intrascendente, no como medio de expresión de problemas morales, sociales o biográficos. Esta concepción sigue la línea de Ortega, expuesta en La deshumanización del arte. Comparten su admiración por lo clásico y lo moderno. Este equilibrio entre lo nuevo y lo antiguo es lo más original del grupo y la característica que les confiere un tono compacto. 1 El grupo del 27: Síntesis de tradición y vanguardia El grupo del 27 aúna lo tradicional y lo renovador, el gusto por lo popular y lo culto, el interés por la literatura hispánica y por las literaturas europeas. Conocen la poesía clásica española y las nuevas corrientes europeas, y asimilan esas influencias en creaciones profundamente personales y diferentes. Por ejemplo, tanto Aleixandre como Lorca y Cernuda asimilan el surrealismo y la tradición hispánica, pero sus creaciones son inconfundibles. De la literatura tradicional española se valora tanto lo culto como lo popular. - Entre los clásicos cultos, estudiaron y homenajearon a Manrique, Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope y, sobre todo, a Góngora. De la literatura popular, valoran sobre todo el Cancionero, el Romancero y las cancioncillas al modo tradicional de Gil Vicente, Lope o Góngora. La poesía de Lorca, Alberti y Gerardo Diego muestra el intenso influjo de la tradición popular. De la poesía más cercana destaca el interés por Bécquer, Rubén Darío y, sobre todo, por Juan Ramón Jiménez, quien a su vez había conjuntado una poesía lírica culta con una de tono popular. Fue considerado como un maestro por todos los poetas del grupo. La poesía pura o desnuda se convierte en modelo de todos, sobre todo en gran parte de la obra de Salinas y de Guillén, y en los primeros libros de Dámaso Alonso, Aleixandre y Cernuda. De las vanguardias se toma lo novedoso, lo original, el juego de ingenio y la ironía humorística. En general, en las primeras publicaciones de estos Poetas encontramos rasgos dadaístas y futuristas; en esta línea están algunos libros de Gerardo Diego, Rafael Alberti y Salinas. También deriva de las vanguardias la total libertad con la métrica, en la puntuación, en los temas y en el uso de imágenes. Si revisamos las características del arte nuevo que Ortega había señalado en La deshumanización del arte, vemos que casi todas ellas aparecen en los poetas del Grupo, sobre todo en sus comienzos: - Afán de originalidad en el lenguaje, la forma y los temas. Aparecen palabras antipoéticas, prescinden del metro, de la rima, y abandonan los eternos temas líricos, como el amor, la vida y la muerte o, si los tratan, lo hacen desde una nueva perspectiva, pues valoran el ingenio y el humor. La lírica canta los adelantos mecánicos, el progreso y las modas: los ascensores, el deporte, los aviones, el teléfono, el cine, etc. Salinas escribe sobre una bombilla o sobre una máquina de escribir; Alberti canta a Platko, un portero de fútbol, y a Charlot; Gerardo Diego introduce en sus poemas las luces de neón, etc. - Hermetismo o dificultad, siguiendo el intelectualismo de Góngora y de Juan Ramón Jiménez. Toda vanguardia tiene voluntad de minoría y afán de provocar al público burgués. Asimismo, sintoniza con el elitismo de Ortega, quien señalaba en La rebelión de las masas: «Cuanto vale algo sobre la tierra ha sido hecho por unos pocos hombres selectos, a pesar del gran público». De esta idea deriva la visión del poeta como un técnico de su oficio, un profesional cuyo trabajo es hacer poemas, lejos de la visión romántica. - Autosuficiencia del arte. Es decir, la obra artística no depende de la realidad, sino que es en sí misma autónoma y suficiente. Por eso no es válida aquella obra artística que para ser entendida necesita acudir a elementos biográficos, históricos o culturales. La poesía pura rechaza lo humano, por tanto, la emoción, los sentimientos, las anécdotas o las descripciones. Esta idea estaba en el ambiente de la época, pero su influencia es muy variable según los poetas. - Antirrealismo y antirromanticismo. A partir de ahora la literatura rompe con la realidad, la deforma geométricamente (cubismo) o la abstrae, como en las artes plásticas. Es el poema el que centra la atención, no el poeta ni sus sentimientos. 2 - Surrealismo. Este movimiento influye en los poetas a partir de 1928 y rehumaniza la poesía. Cernuda declaraba: «El surrealismo envolvía una protesta total contra la sociedad y contra las bases en que ésta se hallaba sustentada: contra su religión, contra su moral, contra su política». El surrealismo marcó toda la poesía de Aleixandre, algunos libros de Lorca y de Alberti, y gran parte de la lírica de Cernuda. Sólo permanecieron al margen de su influencia Salinas y Guillén. - Intrascendencia del arte. Éste debe tener una finalidad exclusivamente estética; por lo tanto, huye de toda trascendencia moral, social o filosófica. La poesía es pura trivialidad, Juego ingenioso, mero deporte. El poeta no aspira a reformar el mundo, sino a vivir despreocupadamente el presente azaroso. - Predominio de la metáfora. Se convierte en la base del poema, pues se aspira a eludir la realidad mediante las imágenes. Todas las vanguardias coincidieron en que lo esencial de la poesía es la imagen, y los poemas futuristas y ultraístas se componen de metáforas yuxtapuestas. - Atomización o fragmentarismo. El arte de vanguardia presenta una realidad atomizada, como decía Ortega: «El espejo de la belleza se ha roto en mil pedazos». A menudo el carácter fragmentario es producto de la sucesión de imágenes y de la falta de enlaces. Al mismo tiempo refleja el desorden del mundo y el deseo de romper las estructuras tradicionales de la literatura, los límites entre los géneros, los largos poemas, la percepción del tiempo y del espacio, etc. Trayectoria de la generación del 27 Aunque cada componente del grupo evoluciona de forma distinta, se pueden diferenciar tres períodos, impuestos por las condiciones históricas que les marcan profundamente: - Etapa inicial, hasta 1927. Tras las primeras obras en las que encontramos aún cierta influencia de Bécquer y de los modernistas, se impone el ideal de poesía pura de Juan Ramón Jiménez y la influencia vanguardista. La poesía como expresión de la belleza, producto de la inteligencia, deshumanizada, sin anécdota sentimental y depurada en el lenguaje. Al mismo tiempo, coexiste con una poesía neopopular, por ejemplo en Lorca, Alberti y Gerardo Diego. - De 1928 a la Guerra Civil. Exceptuando a Salinas y Guillén, que continúan haciendo una poesía pura, con la influencia surrealista comienza la rehumanización de la lírica. Aunque el surrealismo hispánico suaviza las formas y no aspira a la escritura automática, supone la liberación imaginativa y la exploración del mundo de los sueños. En esta etapa se abandona la concepción esteticista de Juan Ramón Jiménez y del arte deshumanizado de Ortega. La poesía social, que denuncia situaciones injustas, alcanzó su auge en los años de la Segunda República y durante la Guerra Civil. Sus representantes más destacados fueron Rafael Alberti y Miguel Hernández. - Tras la Guerra Civil. El conflicto bélico supuso el asesinato de Lorca y el exilio de la mayoría de poetas (Salinas, Guillén, Alberti y Cernuda). En esta etapa puede considerarse deshecho el grupo, aunque mantuvieron la amistad y crearon obras importantes. Los desterrados tratan en numerosas ocasiones el tema del exilio, es decir, la nostalgia de la patria y la protesta por la situación política. En España quedaron Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, en lo que ellos han denominado exilio interior, por el sentimiento de desarraigo, que se convertirán en el punto de partida de la poesía de posguerra. Junto a ellos, se mantuvo en España Gerardo Diego, que se refugió en una literatura religiosa y clasicista. 3 Aunque cada poeta sigue una trayectoria diferente, en conjunto la poesía tras la Guerra Civil refleja la angustia existencias y preocupaciones éticas y sociales, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial. Aportaciones poéticas de la generación del 27 La variedad, como señala Dámaso Alonso, es el rasgo que mejor define a la generación, pues cada poeta tiene una voz original. Pero, si analizamos los elementos unificadores, vemos que la renovación total que alcanzaron en la poesía se basa, sobre todo, en las imágenes y en la métrica. La valoración de la imagen, que se convierte en la base expresiva de la poesía, explica la admiración por Góngora y continúa la línea iniciada por Ramón Gómez de la Serna, los ultraístas, el creacionismo y el surrealismo. En este sentido, crean imágenes en las que no existe una relación lógica entre el término real y el poético: es la imagen irracional. En la métrica, con la obra de los poetas del 27, quedan definitivamente incorporados a la lengua poética el verso libre y el versículo, cuyo precedente en solitario había sido Juan Ramón Jiménez. Asimismo, combinan las estructuras métricas tradicionales, cultas o populares, con un lenguaje moderno, sin restos de retóricas anteriores. Así, por ejemplo, Lorca y Gerardo Diego componen sonetos y romances magistrales; Guillén, décimas perfectas, y, a la vez, todos ellos usan el verso libre. 4