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LA GENERACIÓN DE 1927
En 1927, un grupo de jóvenes escritores se reunieron para celebrar el tricentenario de la muerte de
Góngora. Fue el acto fundacional de la Generación de 1927, integrada por Pedro Salinas, Jorge Guillén,
Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, García Lorca, Dámaso Alonso, Luis Cernuda y Rafael Alberti. Un
grupo con diversas actitudes y tendencias estéticas, pero con la pretensión común de renovar el lenguaje
literario, armonizando vanguardia (sobre todo el Surrealismo) y tradición (los cancioneros de los siglos
XV y XVI, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Góngora…). Tal armonización se dejó notar sobre todo en el
singular uso de la metáfora (influencia de las vanguardias pero también del Barroco) y en una métrica en
la que, junto a formas tradicionales y clásicas, adquirieron gran importancia el verso libre y el versículo.
La Generación del 27 fue evolucionando a lo largo de los años: los años entre 1920 a 1928 estuvieron
marcados por la influencia de Bécquer, las vanguardias y Juan Ramón Jiménez, que orientó a muchos
hacia la “poesía pura”; en 1929 irrumpió el Surrealismo, que llevó a muchos a un compromiso social y
político, a una poesía “impura”, rehumanizada; tras la Guerra civil el grupo se dispersó y nunca volvió a
reunirse: Lorca había sido asesinado, Alberti, Cernuda, Salinas y Guillén se exiliaron y Aleixandre,
Dámaso Alonso y Gerardo Diego se quedaron en España. La poesía de los exiliados transpirará nostalgia,
cuando no amargura y desarraigo; y de la poesía de los que se quedaron, destacarán Dámaso Alonso con
Hijos de la ira, obra preñada de angustia y existencialismo; y Aleixandre y su Sombra del Paraíso, que
reflejará el destierro interior y la elegía por la juventud y el tiempo arrasados.
A lo largo de estos años los poetas del 27 desarrollaron distintas tendencias poéticas. Al hablar de ellas
renunciamos al análisis individual (y profundo) de los autores, por evidente falta de espacio y tiempo.
1) La tendencia vanguardista, siguiendo la teoría del arte deshumanizado de Ortega y Gasset, buscaba
nuevas formas de expresión, basadas en la acumulación ilógica de imágenes, el verso libre o los
caligramas. Aquí destacó Gerardo Diego con Imagen o Manual de espumas y Alberti, que conectó con los
referentes del mundo moderno (como el cine) en los poemas de Cal y Canto y Yo era un tonto y lo que he
visto me ha hecho dos tontos.
2) La poesía pura, caracterizada por la búsqueda de lo esencial y la eliminación de lo anecdótico,
queda ejemplificada a través de las sucesivas ediciones del Cántico de Guillén y los primeros poemas de
Dámaso Alonso (si bien su gran obra, la ya mencionada Hijos de la ira, no puede encuadrarse en ninguna
de las tendencias que estamos viendo y vamos a ver).
3) La poesía neopopular armonizará lo culto y lo popular. Aquí se eleva, por encima de todos, Lorca y
su Romancero gitano (1928), donde el poeta proyectó sobre un mitificado pueblo gitano sus grandes
obsesiones (el destino trágico, la frustración, la muerte), en un molde tradicional como es el romance,
pero con un complejo simbolismo y un audaz uso de las metáforas. Destacable fue también la aportación
de Alberti y su Marinero en tierra, que utilizó los tonos y formas de la poesía popular para transmitir la
nostalgia por su tierral, Cádiz (Alberti, como vemos, tocó los más diversos temas, tonos y tendencias).
4) El Surrealismo desplazó la poesía hacia lo onírico y renovó la preocupación de muchos por el
hombre y por la denuncia social: ahí están Alberti (de nuevo), Sobre los Ángeles; Cernuda y Los placeres
prohibidos; Lorca, Poeta en Nueva York y, por encima de todos ellos, Aleixandre, con sus grandiosas
imágenes visionarias y el solemne versículo; de sus obras destacan Espadas como labios o La destrucción
o el amor, que siempre buscaron hacer de la poesía “comunicación”.
5) Uno de los grandes poetas amorosos de la generación fue, sin duda, Pedro Salinas; así lo confirman
La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, trilogía que conforma una especie de cancionero
amoroso. Le siguieron de cerca Cernuda (Donde habite el olvido y Lorca (en quien los reproches, las
quejas y el secretismo que a la voz se imponen darán lugar a los apasionados Sonetos del amor oscuro).
6) La instrumentalización de la poesía y los temas sociales se intensificarán durante la Guerra Civil y
después de ella con poetas como Alberti, Cernuda o Miguel Hernández (muchas veces calificado como
“epígono del 27”), que dejarán a un lado el verso libre y la imaginería surrealista a favor de la métrica y
los tonos populares.
En un corto espacio de tiempo había surgido un grupo de poetas que acabarían por configurar un
período estelar, sólo comparable en su brillantez a nuestros Siglos de Oro. Pero como decimos, 1936 se
encargó de destruir el grupo a los pocos años de su nacimiento, dando lugar a lo que Jorge Guillén
denominó como una “generación perdida”. Nos quedan sus versos.
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