CUADERNOS DE LA EALIDAD NAGONAL N“ 4 JU N IO 1970 Trimestral Leonardo CA STIL LO , Arturo SA EZ, Patricio RO G ERS N otas para un estudio de la historia del m ovim iento obrero en Chile O svaldo SUNK EL Cam bios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación en Chile (1938-1969) Jaeques C H O N C H O L Poder y Reforma Agraria en la experiencia chilena R a ú l U R 2U A Fundaciones y Universidad: un punto de vista A ntonio A V A R IA El em plazam iento del escritor latinoam ericano G onzalo M AR TN ER El pensam iento estructuralista y la crisis en las Ciencias Sociales Franz H1NKELAM M ERT La teoría clásica del im perialism o, el subde^arrollo y la acum ulación socialista Francisco M A R D O N E S S. Proposiciones para un pronunciam iento de la facultad de m edicina de la Universidad de Chile sobre el control de la natalidad Notas bibliográficas UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL CEREN CUADERNOS DE LA REALIDAD NACIONAL N” 4 JUNIO 1970 Trimestral Leonardo CASTILLO, Arturo SAEZ, Patricio ROGERS ■ 3 Notas para un estudio de la historia del movimiento obrero en Chile 3t Osvaldo SUNKEL Cambios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación en Chile (1938-1969) lacques CHONCHOL 50 Poder y Reforma Agraria en la experiencia chilena Raúl URZUA 88 Fundaciones y Universidad: un punto de vista 101 Antonio AVARIA El emplazamiento del escritor latinoamericano Gonzalo MARTNER 109 El pensamiento estructuralista y la crisis en las Ciencias Sociales Franz HINKELAMMERT 137 La teoría clásica del imperialismo, el subdesarrollo y la acumulación socialista 161 Francisco MARDONES S. Proposiciones para un pronunciamiento de la facultad de medicina de la Universidad de Chile sobre el control de la natalidad 169 Notas bibliográficas UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE CENTRO DE ESTUDIOS DE LA REALIDAD NACIONAL CEREN CONTENIDO DE LAS NOTAS BIBLIOGRAFICAS — Editorial Universitaria, Colección Escritores Coloniales de Chile. Ai. T. González — A. Mattelart, M. Piccini, M. Mattelart: Los Medios de Comunicación de Masas (la ideo­ logía de la prensa liberal en Chile). F. Hirikelammert — PLANDES: Ciencia y Tecnología para el desarrollo económico y social chileno. F. Reyes M. — PLANDES: Chile: Desarrollo económico y social reciente (un intento de análisis global). C. Ferrari P. — Sección Teoría: Presentación de las obras de H erbert Marcuse. R. Vera G. F. Vergara E. ESCUELA LITO-TIPOGRAFICA SALESIANA “ LA GRATITUD NACIONAL” Notas para un estudio de la historia del movimiento obrero en Chile Leonardo Castillo Profesor CEREN. Arturo Saez Profesor Escuela Periodismo Universidad de Chile. Bibliografía de: Patricio Rogers Profesor de Historia Fondo José Toribio Medina. Introducción Una de las características más relevantes de los países en vías de industrialización, es la formación de vastos contingentes populares, uni­ dos precisamente a las transformaciones que plantea una situación de crecimiento. La comprensión de las potencialidades para el cambio, la perma­ nencia, aceptación o rechazo del sistema de poder vigente, es un dato de importante precisión en los sectores políticos y, en general, para las estrategias de desarrollo sugeridas para la región. En este sentido, los grupos subordinados adquieren una connotación estratégica de in­ quietantes relieves. No es de extrañar entonces la profusión de publica­ ciones y autores que dedican parte importante de su quehacer al estu­ dio de los temas obreros o "clases populares”, incentivaciones que no solamente permanecen en la explicación del momento actual, sino que proyectan sus líneas de análisis hacia el pasado, en un intento de re­ cuperar los elementos que interactúan en una línea temporal de larga duración. En Chile, el estado actual de las investigaciones ligadas a los pro­ blemas señalados, permite recoger una respetable bibliografía que reúne unos cincuenta o más títulos disímiles, no solamente por sus contenidos, sino también por la disparidad de enfoques metodológicos y de calidad en el desarrollo de los temas propuestos. Del mismo modo, el volumen de documentación posible de recoger es ingente y rebasa, con mucho, las posibilidades de tratam iento sistemático de un solo investigador, exigiendo más bien la colaboración fecunda de un equipo de trabajo in­ terdisciplinario. La historia obrera en Chile es de, relativamente, antigua data. La preocupación por las reconstrucciones más o menos sistemáticas se re­ montan a la década de 1870-1880. Es claro que la inquietud que impulsa al conocimiento como vehículo de dominio, se acrecienta con el correr del siglo XIX y el advenimiento del XX. La ideología liberal no enfrenta directamente el problema “movimientos obreros”, pero la elaboración — 3 de una teoría filosófica-política de justificación al "statu quo” se eviden­ cia de manera manifiesta en los escritos de los historiadores tradicio­ nales. El prim er intento de una síntesis coherente lo encontramos en el valioso libro de Hernán Ramírez Necochea "Historia del Movimiento obrero en Chile”, obra que aporta una cantidad enorme de antecedentes para el siglo XIX y que, en verdad inaugura una situación de búsqueda sistemática en los archivos documentales, periódicos y otras fuentes iné­ ditas sobre el tema. Por otra parte, el libro retrotrae los orígenes del movimiento obrero a mediados de la prim era mitad del siglo XIX, libe­ rando de esta manera el problema de algunos rígidos marcos temporales que lo situaban solamente en el enclave salitrero y muy tardíamente en la centuria. Al interesante estudio de Ramírez sigue una serie de publica­ ciones —de las cuales dará mayor noticia la bibliografía especialmente elaborada para este trabajo por el profesor Patricio Rogers— que aporta nuevos y variados elementos de juicio, pero que en general está consti­ tuida por “monografías útiles”, que tratan sumariamente un aspecto particular o alguna serie de conflictos especialmente significativos. El auge de las ciencias sociales, particularmente de la sociología, agrega una matización distinta a los análisis, que, en lo metodológico, significa un aporte a las insuficiencias instrumentales de los estudios históricos. De este nuevo tipo son los excelentes estudios y trabajos de Alain Touraine, Enzo Faletto, Eduardo Ruiz, Fernando H. Cardoso y Gino Germani, sólo por mencionar algunos. Pero continúa la carencia fundamental que no logra llenar el va­ cío que media entre 1850 y 1970 con una gran síntesis explicativa que comprenda la suma de elementos incorporados al debatido concepto “mo­ vimientos obreros”. Es la misma carencia que subsiste en la totalidad de la historia nacional, a despecho de la pretendida “vocación historicista ”. El acceso a un modelo explicativo que supere el relato, sólo puede ser el producto de una paciente reconstrucción donde participen téc­ nicas de relevamiento y procesamiento documental que no desdeñen las vetas aparentemente más baladíes y superficiales. Es evidente tam­ bién que la recuperación de una parte de la historia nacional no basta para entregar la comprensión de todas las variables en juego. Subsiste el imperativo categórico de reconstruir el desarrollo económico y social de Chile como una totalidad; en este sentido, como una estructura de partes que interactúan dialécticamente. Pero esta pretensión rebasa con exceso los límites del artículo que entregamos, llenos de dudas, a esta publicación. Es siempre más fácil señalar carencias que satisfacer demandas intelectuales. Esta aproximación a un problema inserto profundamente en el cuerpo de la historia nacional, sólo puede justificarse con algunas inten­ cionalidades que anotamos. 1?) Un esquema interpretativo de los grandes ciclos del movimiento obrero en Chile. Un ensayo de periodización que se legitimiza en un intento de explicación coyuntura! de los “momentos” destacados de la historia de los movimientos obreros. 2°) Un intento de situar a los grupos populares en una estructura de poder insuficientemente conocida. 3?) Un aporte bibliográfico que recoge una serie de publicaciones y documentos relativamente desconocidos para el lector medio. 4 — Ha parecido aconsejable dividir el trabajo en dos partes, dos ex­ tensos períodos, desiguales en sus características estructurales, diferen­ cias que permiten señalar un quiebre hacia 1930, en que advertimos la iniciación de una nueva etapa. El prim er período (1840-1930) se caracteriza por una situación nacional típicamente "exportadora”, con un desarrollo dependiente "ha­ cia afuera”, monoproductor y objeto de un enclave imperialista de cap­ tación de riquezas básicas. Lo anterior supone, por sus implicaciones mineras, un movimiento obrero mayoritario, geográficamente localizado en núcleos autosuficientes, en proceso de organización y marginado del sistema nacional de decisiones. Por último, el período evidencia una es­ tructura de poder fuertemente "impermeable” a la penetración de los sectores subordinados y con un diseño de ejercicio de la autoridad polí­ tico-económica marcadamente oligárquico. La crisis de 1930 señala una expansión de los sectores obreros a nivel nacional, que sigue la redefinición de los modelos de desarrollo que aporta la crisis. El crecimiento de las capas proletarias que acompaña al proceso de sustitución de importaciones y los intentos industrialistas, ejerce una efectiva presión sobre el sistema institucional y obliga a los sectores dominantes a entregar aperturas de participación en el sistema de decisiones, participación ampliada que se cumple a través de alianzas con capas medias ascendentes. Es perceptible una redefinición de la política general de los movimientos obreros que acepta esta alianza con los sectores medios como alternativa de participación. Los intentos de control de la clientela electoral caracterizan el pe­ ríodo. Es posible destacar una variable nueva que inaugura la década del cincuenta: los movimientos poblacionales, que aunque aislados y carentes de organización sistemática, participan de una totalidad expli­ cativa. Finalmente el enclave imperialista, modifica su situación anterior en términos cualitativos, al extender sus relaciones al dominio de capi­ tales y control industrial, que plantea un nuevo carácter a la dependencia. En el trabajo que ahora presentamos, sólo consideramos el pe­ ríodo 1840-1930, que ofrece, aparentemente, una accesibilidad mayor que los años posteriores a 1930. De ninguna manera este breve ensayo preten­ de agotar las posibilidades de conocimiento, antes bien, significa el plan­ teamiento de algunas aperturas de investigación. Creemos que el estudio y reflexión de estos temas es una obra en proceso, abierta al impulso renovador de una nueva metodología y un desafío permanente a la con­ ciencia crítica del quehacer académico y científico. Los cambios del sistema oligárquico El tránsito de una economía oligárquico-terrateniente, de base agrícola exportadora, a un modelo de desarrollo en que convergen una suma de elementos ajenos a las formas agrícolas puras, no se produce en realidad de una manera abrupta e inmediata. Demasiado a menudo el esquematismo de los historiadores o estudiosos del siglo XIX, reduce los términos del cambio a una causalidad fácil, que no se ajusta abso­ lutamente a la larga duración y complejidad de los fenómenos económi­ cos. Desde luego la "fase semi feudal” que durante algunos años sirvió como explicación a una modalidad de producción en haciendas trigueras, nos parece hoy poco adecuada para describir una unidad productiva que, sin duda, podemos calificar de empresa capitalista. La base de exporta­ ción y la característica fuertemente dependiente del sector agrario, im­ piden situarlo en los parámetros especialísimos de una economía feudal. Por otra parte, bastante se ha insistido en la empresa de conquista y colonización como una aventura capitalista, para volver ahora a supera­ dos debates x. Bástenos señalar, para las exigencias de nuestro análisis, la necesidad de retom ar los estudios de estas décadas conflictivas (18101850) como parte de una estructura más amplia, cuya dinámica es pre­ ciso emplazar con mayor rigurosidad. Por otra parte, es necesario considerar que la independencia na­ cional no significa una solución de continuidad a un continuo económico exportador-dependiente, sino solamente un cambio de mercados y el in­ greso a una órbita mundial contactada antes solamente en las activida­ des de contrabando. En lo jurídico o institucional, como señala Antonio García: “Con las revoluciones de la Independencia term ina la colonia española o portuguesa, pero no se cierra el ciclo histórico de la sociedad colonial. Desde el punto de vista del proceso político cultural de la Amé­ rica Española, la sociedad colonial llega a su apogeo no antes sino des­ pués de la revolución de la Independencia2. Es claro también, que los esfuerzos del imperialismo inglés en la prim era m itad del siglo XIX, estuvieron orientados preferentemente a la consolidación de una división internacional del trabajo y la produc­ ción, que ubicaba a los países latinoamericanos como abastecedores de una gigantesca "fábrica m etropolitana3. Esta dimensión internacional confiere univocidad de sentido al cuadro, bastante abigarrado por cierto, de las nacientes economías nacionales. En suma, las variables a considerar no solamente plantean exi­ gencias de complejidad, sino también necesidades de insertar estos indi­ cadores profundamente en una línea temporal, cuyo punto de partida parece encontrarse en el acto de Conquista. Las contradicciones del capitalismo no se constriñen a períodos relativamente tardíos del 1900. Al contrario, rebasando la vida nacional, crecen al compás del desarrollo colonial y prolongan sus efectos hasta nuestros d ía s4. Superado el período de los ensayos constitucionales, Chile enfrenta el orden de 1830 y la juridicidad autocrática de 1833. Situado favorable­ mente ante la demanda externa de metales y cereales5 realiza la apertu­ ra de su comercio exterior en condiciones óptimas: “Como era natural y hasta necesario, el comercio exterior pasó a ser la fuerza motriz del sistema económico doméstico, ligando así el curso y avatares de nuestro desarrollo con lazos íntimos a las fluctuaciones de la economía mundial o, más concretamente, de los países rectores, sobre todo de Inglaterra” 6. El desarrollo del horizonte minero se inicia con la explotación de los minerales de la plata en 1832 (Chañarcillo), que significan la incor­ 1Haring, Clarence: El imperio hispánico en América. Col. Dimensión americana. Ed. SolarHachette. Bs. As. 1966. P a ra el caso especial de Chile véase: Andre Gunder Frank. Chile: el desarrollo del subdesarrollo. En revista “Monthly Review” . Selecciones en castellano. Año V. N’ 4647. Ed. M. R. Santiago, Chile, 1968. 2 García, Antonio: Dinámica de las reformas agrarias en América Latina. Ediciones ICIRA. Santiago de Chile, 1968. 3 Furtado, Celso: Lo economía latinoamericana desde la conquista ibérica hasta la revo­ lución cubana. Estudios Internacionales. Ed. Universitaria. Santiago, 1969. 4 Gunder F rank, André: Chile: el desarrollo del subdesarrollo, op. cit. 5 Furtado, Celso: La economía latinoamericana.. . Op. cit. 6 Pinto Sta. Sruz, Aníbal: Chile un caso de desarrollo frustrado. Col. América Nuestra. Ed. U niversitaria. Santiago, 1962. 6 — poración de una importante corriente de capitales. La explotación del cobre crece de manera extraordinaria situando a Chile a la cabeza de la producción mundial en este ru b ro 7. El año 1845 inaugura la explotación del carbón, que advertimos unida a algunos empresarios importantes como Juan Mackay, Jorge Rojas, Federicó Schwager y Guillermo Délano. Los combustibles impulsan el maquinismo y el crecimiento de los trans­ portes, especialmente con Guillermo Wheelwright, que con el aporte de capitales ingleses, funda la Compañía de Vapores del Pacífico8. Las exportaciones de cereales y harinas experimentan una fuerte alza en el período 1844-1860, especialmente incentivada por la apertura de los mercados californianos y australianos. Un indicador importante como el aumento del sector exportador, nos aporta una imagen del crecimiento: entre 1844 y 1860, las exporta­ ciones suben de 6 millones de pesos anuales a 25 millones de pesos 9. Los cambios de infraestructuras que afectan tan profundamente la fisonomía económica nacional, tienen un paralelo inmediato en los úl­ timos años de la década del treinta, en las medidas gubernamentales y y administrativas, auspiciadas por Rengifo especialmente, en la dictación de las leyes aduaneras de inmediatas e importantes consecuencias en la promoción de una marina mercante nacional y de una protección a los comercios locales en formación 10. Finalmente, en este cuadro bastante esquemático, debemos men­ cionar la política ferrocarrilera de Montt, que aunque algo tardíamente para la década, significa una concentración importante de capitales y elementos humanos. “En resumen experimentamos desde el punto de vista económico un considerable avance con respecto al nivelen que nos hallábamos al co­ menzar nuestra vida independiente. No pudimos, sin embargo llegar a un capitalismo industrial, es decir a un modo capitalista de producción. Tal fenómeno ocurrió por dos motivos principales: la interferencia del capi­ tal inglés, interesado en que conserváramos la calidad de centro produc­ to r de materias primas y consumidor de artículos manufacturados, y la supervivencia de una estructura agraria con elementos típicamente feu­ dales” « Pese a las reservas que formulamos frente a los juicios del profe­ sor Ramírez, se evidencia en lo transcrito la exactitud de la connotación del cambio experimentado entre 1830-1850 y las limitaciones de un mo­ delo de desarrollo capitalista-periférico atado fuertemente a los centros del capitalismo comercial y financiero mundial. Los años posteriores mos­ traron la precariedad de los términos de intercambio suscritos por la economía nacional. Como anota Gunder Frank: "Esta intensa integración de Chile en el mercado mundial fue, para emplear el término más suave, una bendición dudosa. En rigor, para un país que participa de ese mer­ cado y del sistema mundial capitalista o imperialista como satélite de la metrópoli de ultram ar, tenía que resultar necesariamente una maldicion • * tt 1 ? 7 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero en Chile. Antecedentes siglo XIX. Talleres Gráficos Lautaro, 1956, Santiago. 8 Jobet, Julio César: Ensayo crítico del desarrollo económico y social de Chile. CoL Amé­ rica Nuestra. Ed. Universitaria. Santiago, 1955. 9 Pinto Sta. Cruz, Aníbal: Chile, un caso de desarrollo.. . Op. cit. 10Véliz, Claudio: Historia de la Marina Mercante de Chile. Ediciones de la Universidad de Chile. Santiago, 1961. 11 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero.. . Op. cit. 12 Gunder Frank, Andre: Chile; el desarrollo. . . Op. cit. — 7 Los elementos de juicio que consignamos permiten concluir en la existencia de una dialéctica de cambios que afecta profundamente la estratificación social, altera la estructura de poder olirgárquico-terrateniente, e introduce como agentes activos nuevas fuerzas sociales, nuevos embriones de clases productivas, que confieren un matiz distinto a la historia nacional. El cuadro de conjunto en que participan la totalidad de los elementos y fuerzas sociales que operan al interior de la veintena (1830-50), es una meta a alcanzar, y evidentemente, son las urgencias plan­ teadas antes que a la "historia”, a las ciencias sociales en su totalidad. Sin embargo, la formación de una burguesía dependiente, unida a las actividades mineras y mercantiles, a la estructuración de una "acu­ mulación primitiva de capitales", que no consigue superar las cotas impuestas por la dominación imperialista sobre el mercado exportador, es un dato ineludible para situar con exactitud el nacimiento de una ma­ no de obra masiva y salarial pura. La captación mayoritaria de mano de obra se realiza, preferente­ mente, en las zonas rurales. La subsistencia de los sectores mineros se nutre precisamente de la incorporación de importantes contingentes re­ clutados entre los campesinos, atraídos por las oportunidades y los altos salarios relativos ofertados por el sector empresarial. En las actividades extrativas del carbón: "Se improvisaban mineros de los trabajadores que afluían de los campos atraídos por el mejor jornal que se les pagaba, no obstante que muchos de éstos solían volver a su "tierra” para las co­ sechas, a la vendimia y a las chacras. Con el tiempo esta costumbre mi­ gratoria iba desapareciendo. Los trabajadores que habían traído a sus fam ilias... preferían quedarse en las minas, así en pocos años, ya había gente que no pensaba más en moverse y que eran reconocidos como mi­ neros constantes y adiestrados en el trabajo, como barreteros, carreti­ lleros, etc. Gente que se daba cierto aire de experimentados mineros en presencia de sus novicios amigos del campo” I3. El crecimiento de una mano de obra proletaria y su integración al trabaio minero, no es solamente el aporte de los sectores rurales. En realidad, importantes porcentajes se obtienen de los grupos artesanales, que ven limitadas sus posibilidades productivas frente a la manufactura importada o confeccionada con medios de producción más avanzados. La inmigración extranjera, que comienza a fluir en cantidades desiguales hasta nuestro país, incorpora un elemento cualitativamente distinto a los centros de laboreo, las ciudades y los transportes 14. Las absorbentes labores mineras no impiden que grandes grupos de mineros del Norte Chico practiquen una suerte de transhumancia temporal que los retorna a las labores agrícolas. La precariedad del em­ pleo en las minas de carbón, también está sujeta a estas migraciones periódicas, que coinciden con el trabajo temporal del calendario agrícola local. En general, el proletariado unido a las faenas extractivas, trans­ portes, construcción y servicios gubernamentales, no alcanza absoluta­ mente la calidad de un proletariado industrial, cuya única posibilidad de subsistencia es la venta de su fuerza de trabajo. La variedad de situa­ ciones salariales, la propiedad de algunos instrumentos de producción, la no pertenencia a la unidad productiva industrial, artesanal o minera y, 13 Mckay, Juan: Lo industria del carbón. Reproducida por Emilio Tagle Rodríguez. Legis­ lación de minas. Tomo II. P ágs. 80-81. Citado por H ernán Ramírez Necochea. Historia del Mov. obrero en Chile, obra citada. 14 Ramírez Necochea, Hernán: Historia dél m ovim iento.. . Op. cit. 8 — finalmente, la Imprecisión del empresario en términos de no constituir una modalidad empresarial capitalista industrial, sino más bien vincu­ lado al intercambio y control de capital, lleva a concluir que la gran ma­ yoría de los trabajadores mineros, industriales, artesanales, etc., parti­ cipan de una situación mixta, cuya radicalización se logra precisamente con la adscripción, en ocasiones por más de una generación, del traba­ jador a la unidad productiva. Los grupos artesanales crecen junto a la expansión urbana. La ciudad se muestra como un centro de atracción al cual converge una lenta corriente migratoria. El paisaje urbano se transform a y nuevas ba­ rriadas se agregan a los alrededores del núcleo inicial. La estratificación social urbana también incorpora elementos nuevos y toda una gama de oficios inéditos enriquece la población c ita d a 15. El incremento de la masa trabajadora es difícil de precisar. No poseemos cifras confiables ni estadísticas de crecimiento. Datos singu­ larmente importantes como migraciones, estructura familiar, fertilidad, mortalidad, etc., que permitirían reconstrucciones demográficas valio­ sísimas, aún permanecen ocultos al investigador. Sin embargo, las apre­ ciaciones de los cronistas, testigos del período, pueden aportar cifras globalizadoras ilustrativas. El profesor Ramírez Necochea sugiere la cifra de cien mil individuos para 1870 16. Algunas cifras parciales por rubros de producción o actividad son las siguientes: en las minas de la provin­ cia de Atacama, Coquimbo, Aconcagua y Santiago, se ocupaban 32.997 obreros (1875), la minería del carbón tenía una población trabajadora de 6.415 obreros (1874). En la ram a de los transportes ferroviarios y obreros portuarios, las cifras se empinan a los 13.000 individuos y, final­ mente, las estimaciones de los trabajadores que laboran en las maestran­ zas, molinos, fundiciones, construcciones urbanas, etc., es estimada en ocho mil personas I7. Las cifras anotadas representan casi el 10% de la población total de Chile para 1865, cuota extraordinariamente importante que hace ex­ presivo el grado de desarrollo de los sistemas productivos, unidos a la minería, la industria y los transportes. Empero, el guarismo no guarda relación con el grado de organización y cohesión de este amplio contin­ gente trabajador. Desperdigada en pequeños núcleos a lo largo de la na­ ción, sometida a insuficiencias de comunicación, la clase obrera presenta la apariencia de una serie de compartimientos estancos que no logran trascender su marco geográfico inmediato. Las primitivas organizaciones de clase, sólo aparecen a impulsos de la corriente liberal extremista, que algunos grupos sensibilizados por la nueva ideología europea, difunden a partir de 1850. El período 1830-1850, está bien caracterizado por Gino Germani cuando anota: “Sólo el tercer estadio el de las "autocracias unificantes”, a pesar de que continuaba a veces con el aislamiento y con la inmovili­ dad de la estructura nacional, fue el que favorecía en otros casos a una modernización económica y social: por ejemplo, por medio de la inver­ sión de capitales extranjeros, el desarrollo de la inmigración, la integra­ ción del país en la economía mundial (aunque bajo formas coloniales 15 Sievers K. Hugo: La expansión urbana de Santiago y sus consecuencias, 1541-1960. En Re­ vista Mapocho. Organo de Extensión Cultural. Tomo I. N? 3. Oct. 1963. págs. 30-55. P a ra Valparaíso, véase: Benjamín Vicuña Mackenria: Historia de Valparaíso. Crónica política, comercial y pintoresca de su ciudad y de su puerto. Desde su descubrimiento hasta nues­ tros días. 1536-1868. Im prenta Albión de Cox y Taylor. 1869, Valparaíso. 16 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero. . . Op. cit. 17 Id. id. — 9 exportando materias prim as), la construcción de medios de transporte, algunos progresos en el campo, en la educación, e tc .IS. Es esta clase obrera que nació unida a las nuevas circunstancias de desarrollo y cambio, la que integra la variable omnipresente en la realidad nacional. La curva del proceso dialéctico se empina y acelera a a partir de 1850. Las primitivas organizaciones obreras, aisladas e inca­ paces todavía de estructurar una conciencia obrera nacional, emergen en la minería, los centros urbanos y los grupos de transporte, diseñando un cuadro siempre cambiante, cuya sobreimpresión se inscribe profun­ damente en el auge de la industria extractiva y del enclave imperialista inglés. Surgimiento de las expresiones de clase: las primeras agrupaciones obreras El crecimiento cuantitativo de los grupos obreros, las transfor­ maciones económicas y el surgimiento de los sectores de la burguesía minera mercantil, resultan fenómenos concomitantes a la agudización de las contradicciones sociales inherentes a un modo de producción ca­ pitalista, donde los términos obrero-empresario se perfilan con mayor exactitud. De igual manera, los fenómenos que acompañan a las trans­ formaciones urbanas, la extensión de las capas artesanales y el nacimien­ to de un "ejército de reserva” de mano de obra disponible, la migración campo-ciudad y las condiciones de vida deplorables de los grupos subor­ dinados, sensibiliza la conciencia de cambio de algunos grupos intelectua­ les liberales, que atentos a las influencias del pensamiento europeo, orga­ nizan una crítica a los valores y formas de dominio impuestas por la clase dominante. Ejemplar aparece en este sentido "La Sociedad de la Igualdad”, organización fundada el año 1850 por dos jóvenes liberales; Francisco Bilbao y Santiago Arcos. Es evidente el carácter de organización sobreimpuesta a los auténticos intereses de clase de los grupos trabajadores. Empero el crecido radio de influencia que adquiere en su breve existen­ cia y el sentimiento emulativo que despierta en muchas ciudades del país, hacen que su creación constituya un hito importante en los prole­ gómenos de las posteriores organizaciones de clase. El profesor Ramírez reseña las actividades de la Sociedad señalando: “En sus cortos siete meses de vida la “Sociedad de la Igualdad” realizó una labor de gran trascendencia, logró atraer y movilizar centenares de obreros y artesa­ nos de la capital, quienes por prim era vez tomaron contacto con doctri­ nas políticas y sociales, participaron en los debates que se promovían sobre asuntos de actualidad nacional. Las asambleas generales, las reu­ niones de grupos, los desfiles y las concentraciones callejeras, fueron valiosa escuela de capacitación política para quienes asistían a ellas. Complementando esta alta finalidad cívica, se establecieron cursos de difusión cultural; noche a noche, centenares de trabajadores concurrían a las clases de lectura y escritura, historia y geografía, aritmética y otras materias que se dictaban en el local de la sociedad” 19. Él esquema conceptual de la Sociedad de la Igualdad es repro18 Germani, Gino: Democracia representativa y clases populares en América Latina. En "América del Sur: un proletariado nuevo” Alain Touraine y Gino Germani. Trad. Andrés Boylar. Ed. Nova Terra. Barcelona, 1965. Págs. 39-66. 19 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del movimiento obrero, op. cit. 10 — ducidó en otras ciudades, y el fracaso de cada organización marca en realidad, un paso en la proletarización de la agrupación obrera siguiente. Sin embargo, este tipo de organización no corresponde a lo que po­ demos considerar la prim era respuesta a la presión patronal. Las pri­ mitivas luchas, nacidas a nivel de unidad productiva, reflejan la exas­ peración de los grupos salariales frente a las condiciones extremadamen­ te duras de trabajo. La organización de la producción minera, por ejem­ plo, con una tecnificación insuficiente, se desarrolla preferencialmente apoyada en el trabajo humano. No es extraño encontrar antecedentes de jornadas de trabajo de 14 horas o más. Por otra parte, la forma y periocidad del pago introduce maneras de control que atan permanente­ mente al obrero a la pulpería o centro abastecedor de los elementos in­ dispensables para sobrevivir. Una red reglamentaria fuertemente coac­ tiva, impone el dominio de modos de vida que transform an al individúe? en un auténtico recluso de la veta en explotación. Las condiciones sa­ nitarias de los lugares de trabajo o las poblaciones trabajadoras vecinales a la bocamina, los recursos alimentarios, las posibilidades educacionales, forman un cuadro de carencias fundamentales. Las expectativas de vida alcanzan a los 25 años y la mortalidad infantil es extremadamente alta 20. El crecimiento de los grupos salariales y la escasez de circulante, por una parte, y la necesidad de desarrollar formas de control sobre el individuo y abaratar los costos generales de la producción por otra, hacen extensivo un antiguo uso colonial: la ficha-salario: “Alrededor de 1825 Inglaterra se convirtió en el gran consumidor de metales chilenos. Se establecieron firmas compradoras de cobre y de plata en todo el li­ toral, comprendido entre Caldera y V alparaíso... Es en esos mismos años, cuando la ficha salario específica, o moneda privada para adquirir mercancías en el almacén del propietario de la faena, comenzó a ser utilizada en escala masiva. Tanto Chañarcillo como las diferentes minas de la “Copiapó Mining Company” emitieron vales, fichas y señas sólo convertibles en mercaderías en sus almacenes. Otro tanto hizo la firma García Huidobro, propietaria de minas y de fundiciones en Catemu y Putaendo” 21. La práctica del comercio local con fichas, de dilatado uso en los centros de explotación minera, acrecienta la resistencia desorganizada de los obreros, que adquiere múltiples maneras de manifestación, desde el robo de mineral o "cangella”, hasta el levantamiento violento de los obreros y cargadores. Las tensiones sociales y las reglamentaciones ab­ surdas se resuelven, a menudo, en saqueos de almacenes. En Chañarcillo, en 1834, se produce un prim er levantamiento o b rero 22; la fecha marca el inicio de una violenta cadena de rebeliones, de las que participa tam­ bién la minería del carbón. Lota y Coronel se convierten en centros de desorden, insurrección de trabajadores y represión policial. El período se ve jalonado de movimientos organizados en torno a situaciones reivindicativas inmediatas, que no logran estructurar una política coherente de protesta a las injusticias laborales. La frecuencia aumenta al promediar el siglo XIX alcanzando en sus manifestaciones a otros rubros de producción y a otros sectores de la estratificación obre­ ra. La siguiente es una lista de movimientos laborales que recoge el 20 Id. id. 21 Segal, Marcelo: Biografía Social de la ficha salario. Ediciones de la Revista Mapocho. Organo de Extensión Cultural. Tomo II N9 2. Año 1964. Separata. 22 Hernández, Roberto: Juan Godoy y el descubrimiento de Chañarcillo. Santiago, 1932. profesor Ramírez Necochea en su libro, tantas veces citado, "Historia del Movimiento obrero en Chile”. 1.— Huelga de operarios de sastrería?. Santiago 1849. 2.— Movimiento de trabajadores en las minas del Norte Chico, 1849. 3.— Movimiento de cigarreros. Santiago, mayo de 1853. 4.— Movimiento de zapateros. Valparaíso, mayo de 1853. 5.— Huelga de jornaleros. Caldera, marzo de 1856. 6.— Movimientos en la región del carbón con anterioridad a 1857. 7.— Rebelión de los mineros en Lota y Coronel, septiembre de 1859. 8.— Movimientos de mineros en el Nprte Chico como reflejo de la gue­ rra civil de 1859. 9.— Huelga de operarios de sastrerías. Santiago, 1861. 10.— Huelga de operarios de sastrerías. Valparaíso 1861. 12.— Paro de obreros que trabajaban en la construcción del túnel de San Pedro, ferrocarril de Santiago a Valparaíso, 1861. 13.— Peticiones de operarios de sastrerías. Santiago 1863. 14.— Rebelión de mineros. Carrizal 1864. 15.— Huelga de mineros. Chañarcillo 1865. 16.— Movimiento de tipógrafos. Valparaíso 1872. 17.— Movimiento de tipógrafos, Santiago 1872. 18.— Huelga de fleteros. Valparaíso 1873. 19.— Huelga de obreros portuarios. Valparaíso 1874. 20.— Incidentes callejeros. Santiago 187823. De la primitiva dispersión y espontaneidad de la reacción obrera, surge el movimiento organizado, todavía en procura de satisfacer nece­ sidades inmediatas, pero expresivo de una acentuación de la conciencia de poseer un conjunto de intereses comunes que es preciso proteger. Pero es sin duda en la organización mutualista, de inspiración li­ beral, en una confusa mezcla con el socialismo utópico, donde la clase obrera encuentra su prim era forma de organización a largo plazo. El auge alcanzado por las sociedades mutualistas hacia 1879 es enorme; es posible contabilizar más de setenta agrupaciones en todo el país, que desbordan la representación puramente obrera para integrar grupos ar­ tesanales y, en ocasiones, elementos de clase media trabajadora (pro­ fesores prim arios). La institución mutualista crea en definitiva una previsión social, que satisface los requerimientos de atención, en caso de cesantía, enfer­ medad, invalidez o muerte. Es la respuesta a las insuficiencias de un estado empresarial, donde la legislación social aún no existe, y la preo­ cupación más fuerte de la clase dominante es establecer lazos de dominio sobre los sectores subordinados. La existencia de un "contingente de re­ serva” de mano de obra, un mercado laboral desorganizado y sujeto a las fluctuaciones de la oferta y la demanda, mantiene al trabajador, especialmente al trabajador urbano, permanentemente amenazado por la cesantía y la indigencia. Se advierten entonces las posibilidades de transform ar a la sociedad m utualista en una base de apoyo para la lucha reivindicativa. Se explican también los intentos de impedir la formación de estas instituciones. En verdad, el aparecimiento de esta forma de organización señala la raíz del movimiento obrero en congregaciones homogéneas y libres de lo contingente o transitorio. En muchos casos las sociedades mutua23 Ramírez Necochea, Hernán: Historia del M ovim iento.. . Op. cit. 12 — listas funcionaron como sindicatos gremiales que presentan exigencias al mejoramiento de sus condiciones generales de tra b a jo 24. La importancia que los grupos mutuales tienen para la compren­ sión del movimiento obrero es ingente. El mutualismo se despliega, no sólo a la simple definición de una instancia de resistencia en la huelga reivindicativa, sino que desarrolla una serie de mecanismos de informa­ ción y extensión, que incorporan a las ventajas de la organización a un sinnúmero de obreros, artesanos y trabajadores en general. Con razón han sido llamados: "seminarios para la clase obrera”. Desde 1857 hasta 1878 las crisis cíclicas, esencialmente inflacio­ narias y de exportación, agudizan las contradicciones obrero-empresa­ riales y el pauperismo de los grupos subordinados. La clase dominante diseña un aparato regresivo más acabado. La contracción del mercado exportador y la astringencia moneta­ ria, determinada por la incorporación de una política librecambista aus­ piciada por Courcelle-Seneuil, desemboca inevitablemente en la inconvertibilidad monetaria de 1878. Por otra parte, el panorama minero del cobre y la plata, presenta una curva declinante, el primero como conse­ cuencia de un progresivo deterioro de los precios en los mercados cen­ trales europeos y el segundo por una merma considerable de la pro­ ducción. El libre juego del mercado internacional y de la división mundial del trabajo y la producción, coloca a los mercados locales en manifiesta situación de inferioridad frente a las plazas comerciales o productivas foráneas. De la competencia deviene la fuga de metales preciosos y la de­ preciación del papel moneda, inicio de una espiral inflacionaria que afec­ ta desigualmente a los diversos sectores de la estructura social26. De un lado, la clase dominante, que no muestra la polarización fácil atribuida por los sectores ortodoxos de la historiografía tradicional, sino que ofre­ ce más bien, la apariencia de una red de contactos político-económicos en fuerte imbricación. "Pero insistimos, no hay antagonismos fundamen­ tales en el terreno económico. Como grupos, todos son productores pri­ marios o de servicios anexos o subordinados: todos son más o menos librecambistas por la misma razón: sus mercados primordiales están afuera y en el exterior también se hallan los aprovisionamientos que requiere su demanda habitualmente refinada; no son proteccionistas, por la simple razón que tienen poco que proteger y, finalmente, todos van a ser en alguna medida partidarios de la depreciación monetaria porque mejora sus posibilidades en el mercado externo y alivia sus deu­ das, cosa im portante cuando ellos son los únicos que gozan del crédito” 26. Del lado opuesto, un conglomerado social atado a salarios fijos, a deu­ das irresueltas, talleres artesanales o pequeñas propiedades, que vive la crisis del desempleo, la reducción de los honorarios o la pérdida de sus posibilidades productivas. El peso de la crisis es soportado por estos sectores, que radicalizan sus movimientos de resistencia frente al des­ pojo sistemático por parte de los grupos em presariales27. La historia política hasta 1879 es la búsqueda de una estructura de poder que concilie los intereses de una fracción agrícola tradicional, con las intencionalidades económicas de los sectores empresariales mi24Alexander J. Robert: El movimiento obrero en América Latina. Editorial Roble, S. A. México, 1967. 25 Jobet, Julio César: Un ensayo crítico del desarrollo.. . Op. cit. 26 Pinto Santa Cruz, Aníbal: Chile, un caso de desarrollo. . . , op. cit. 27 Jobet, Julio César: Ensayo crítico del desarrollo.. . Op. cit. — 13 ñeros, financieros o comerciales. El lugar de encuentro es la situación común de dependencia de mercados y centros rectores exteriores, que empuja a la búsqueda de soluciones comunes. La participación de las decisiones y control político, se resitúa en términos de esta alianza, pre­ sentando una cara hermética a la clase obrera en formación. Participa­ mos de lo expuesto por Femando H. Cardoso y Enzo Faletto cuando es­ criben "De ahí que la “sociedad tradicional” haya sido transform ada en gran medida en su faz económica, pero los grupos sociales tradicionales —a pesar de haberse visto obligados a establecer un sistema complejo de alianzas con nuevos grupos sociales— no haya perdido el control de la sociedad” 28. Estructura económico-política en Chile de 1900-1930 El alto grado de desarrollo que adquiere la industria salitrera, la convierte en elemento predominante en la estructura económica nacional a principios de este siglo, e implica necesariamente el surgimiento de la clase obrera que, en lo fundamental, se genera como producto de la situación estructural referida. Desde este sector trabajador surgen los primeros intentos de dar sentido político a las nacientes estructuras del movimiento obrero, cuyo origen, como ya se ha señalado, se remonta a mediados del siglo pasado. Estos intentos de dar contenido político al movimiento obrero, adquie­ ren a nuestro juicio dos características fundamentales: de una parte, la búsqueda de la autonomía política y de otra, la gestación de nuevas for­ mas orgánicas que permitan el desarrollo del movimiento obrero. Sin embargo, una cabal comprensión del carácter que asume el de­ sarrollo de la clase trabajadora en el período comprendido entre 1900 y 1930, requiere previamente que nos refiramos a lo menos brevemente, a los rasgos fundamentales que asume la estructura económica, política y social de nuestro país en ese período. Hacia 1900 Chile y más específicamente las empresas que explo­ taban el salitre habían logrado consolidar a nivel internacional, un im­ portante mercado para sus productos, lo cual les garantizaba altas ta­ sas de u tilid ad ... en relación a las inversiones realizadas para la puesta en marcha y posterior manejo de sus empresas. Esta situación de auge económico repercute favorablemente en los sectores que ejercen el do­ minio político a nivel nacional, por cuanto, les perm itirá ser usufructua­ rios indirectos de las ganancias allí obtenidas. La estructura de poder interno descansa, fundamentalmente, en los sectores de la oligarquía latifundista, cuya principal base de apoyo y de legitimación en su ges­ tión de gobierno, se encuentra en el control político que ejerce sobre los sectores campesinos. Sin embargo, la rentabilidad de la tierra —por el tipo de explotación predominante— no era lo suficientemente alta o a lo menos impedía a los sectores de la oligarquía, destinar parte de ella a los gastos públicos que el manejo de los asuntos del estado requería. Esto los hace buscar algún tipo de alianza con las empresas extranjeras que ejercen el dominio económico del país 29. Es en este sentido que se produce una comunidad de intereses entre la oligarquía agraria —po­ 28 Cardoso H. Fernando y Enzo Faletto: Dependencia y desarrollo en América Latina, en “La dominación de América Latina. Feo. Moncloa. Editores S. A. Lima, 1968., págs. 177-221. 29 Faletto, Enzo y Eduardo Ruiz: Lo transformación de la estructura de poder en Chile: la crisis del sistema oligárquico. Mimeógrafo. 14 — seedora de la principal riqueza en manos nacionales y que ejerce el con­ trol político— y el grupo extranjero dominante. El prim ero busca los medios económicos que le permitan solventar los gastos públicos que su gestión de gobierno supone, sin tener que recurrir a sus propios in­ gresos, el segundo busca las garantías necesarias que le perm itan obtener el máximo de utilidad con un menor costo. Podemos así delimitar con claridad la comunidad de intereses que se produce entre la oligarquía agraria y un incipiente sector financiero nacional, y, las empresas ex­ tranjeras que realizan la explotación y comercialización del salitre. El sector dominante nacional otorga la concesión de la explotación sali­ trera y su comercialización a capitales extranjeros; además le garantiza la "paz social” necesaria para asegurar una tranquila explotación, es decir, les asegura un buen negocio. A cambio de ello recibe, por medio de tributaciones que las empresas hacen al Estado, los fondos necesarios para los crecientes gastos públicos. Las deformaciones propias de una economía monoproductora pro­ vocan la hipertrofia del sector sometido a la dependencia extranjera, tanto en lo que se refiere a la explotación directa del producto, como a su transporte y comercialización. Es en estos sectores donde el proleta­ riado nacional dará, a principios de este siglo, los pasos necesarios para consolidar definitivamente el movimiento obrero chileno. Este tipo de alianza entre la oligarquía nacional y los capitales extranjeros, genera dos tipos de situaciones paralelas y contradictorias en un prim er momento, pero que en su posterior desarrollo —que tiene que ver con la redefinición de las relaciones de dependencia con el en­ clave extranjero— lograrán momentáneamente coincidir en sus intereses, dando con ello un salto cualitativo en el desarrollo económico, político y social de nuestro país y del movimiento obrero. Un prim er elemento a ser considerado es el surgimiento de las capas medias, cuya vinculación económica básica descansa en el desa­ rrollo del aparato estatal. Estos sectores medios mantendrán, en un pri­ mer momento una relación de dependencia política y económica hacia los sectores de la oligarquía nacional, para posteriormente buscar, en la medida en que se produce la crisis de la estructura económica ligada a la explotación minera tradicional, su propia autonomía política. Esto les perm itirá consolidar su situación al nivel económico y político, en tanto que buscan una redefinición de la estructura de poder interno y de la relación de dependencia con el extranjero. El otro rasgo fundamental a ser señalado, tiene que ver con la actitud que asume la oligarquía nacional hacia la clase obrera y la res­ puesta que lleva implícita. En la medida que la base de legitimación de su poder político no descansa en el naciente proletariado, la oligarquía nacional nunca define un política hacia la clase trabajadora, salvo la de re­ prim ir cualquier intento de ésta que pudiera alterar las reglas del juego de su alianza con los capitales extranjeros. Sólo reducidos sectores de la intelectualidad señalan su preocupación por la cuestión social. No en­ contramos, en ninguna parte, un intento serio de los sectores dominan­ tes por explicitar una política consistente hacia el movimiento obrero. Afirmaciones tan rotundas en este sentido pudieran parecer an­ tojadizas, por cuanto es posible constatar contadas actitudes surgidas de sectores políticamente dominantes, que intentan buscar solución a la problemática obrera. La creación en 1907 de la Oficina del Trabajo y la permanente preocupación que señalan en cuanto a problemas sociales existentes en el proletariado, tales como su bajo nivel educacional, ele­ — 15 vados índices de alcoholismo30 y otros, parecieran desmentir esta afir­ mación. Sin embargo, esta preocupación que surge de algunos sectores de los grupos dominantes, siempre tiene un carácter personal y discon­ tinuo, lo cual nos permite legítimamente señalar la carencia absoluta de una política estatal hacia la clase obrera. Dicho en otros términos, la única política que se manifiesta es la de permanente marginación de la clase obrera en lo que se refiere a su participación económica, política y social. Esta actitud de la oligarquía agraria será utilizada políticamen­ te por las capas medias —cuando la estructura entra en crisis— para desarrollar una política populista que le perm itirá legitimar su situación de poder y de ascenso económico y social en la clase o b re ra 31. Como respuesta a la situación de marginalidad en que se encuen­ tra la clase obrera, ésta busca afanosamente darse las formas políticas y orgánicas necesarias que le permitan desarrollarse en forma autónoma. Es este esfuerzo de búsqueda de la autonomía política, el rasgo que da carácter fundamental al desarrollo del movimiento obrero del período. Im porta aquí señalar el por qué de nuestra periodización de las etapas del movimiento obrero —que rompe los esquemas tradicionales, en cuan­ to a hacer culminar un período de este en 1920—. A nuestro juicio, este esfuerzo de autonomía de la clase obrera, se prolonga más allá de 1920, es decir del advenimiento al poder político de las capas medias y de la legislación laboral impulsada por éstas, en cuanto los grupos obreros mantienen sus estrategias políticas, al margen de la situación que había trasuntado un cambio cualitativo importante, hasta ese momento no percibido políticamente por la clase obrera. En efecto, la situación de auge de las actividades mineras tradi­ cionales, había, al término de la prim era guerra mundial, entrado en un período de creciente deterioro de su situación económica32. Los mer­ cados internacionales que aparecían como seguros compradores de nues­ tras riquezas, ya no son tales. La competencia del salitre sintético y la utilización creciente de otro tipo de fuentes energéticas, van producien­ do una baja de la rentabilidad de los productos explotados, como así mismo, una paulatina disminución de la demanda de los mercados in­ ternacionales. A su vez, Inglaterra, que aparece como la gran potencia capitalista, al término de la guerra pierde su predominio económico en favor de los capitales norteamericanos que le plantean una fuerte com­ petencia. Esta situación provoca en el caso de Chile el desplazamiento de capitales ingleses, hasta ese entonces predominantes en la economía nacional, por parte de los capitales norteamericanos. Este proceso sin embargo, no es mecánico, y ambas potencias se disputan el control del mercado internacional. En el plano nacional, la crisis del salitre reper­ cute —en la medida en que era el sector estratégico de la economía— en la estructura de poder interno, provocando su crisis y la pérdida de su legitimidad. En lo económico se traduce, en un prim er momento, en la falencia económica más absoluta del Estado, ya que no existe un sector nacional lo suficientemente fuerte como para estar en condiciones de 30 P a ra datos sobre salubridad, escolaridad y alcoholismo ver: F errari, Arístides: Mejora­ miento de la condición del obrero en los países sudamericanos, especialmente en Chile. En Trabajos del cuarto Congreso Científico. Dic. 1908-Enero, 1909. Santiago, Chile. Vol. 8. Imp. Barcelona. Págs. 152-170. Cardoso H. Fernando: Los agentes sociales de cambio y observación en América Latina. En Cuestiones de Sociología del desarrollo de América Latina. Ed. Universitaria. Col. Cormorán. Santiago, 1968. Págs. 38-61. 32 Faletto Enzo y Eduardo Ruiz: La transformación. . . Op. cit. 16 — paliar la crisis del sector minero exportador. Esta situación es superada en parte sólo en la medida en que nuevos capitales, esta vez de origen norteamericano, con sua inversiones, entren a dinamizar la economía nacional. En lo político, la oligarquía nacional mayoritariamente se aferra a sus tradicionales concepciones del poder y del quehacer econó­ mico, con lo cual se autoelimina —momentáneamente a lo menos— de la posibilidad de redefinir ella misma la situación política. Para estos efectos cuenta con su base de apoyo político intocada, los sectores cam­ pesinos, que se mantienen en una situación de supeditación política. Esta incapacidad política de la oligarquía permite a los sectores medios, adcritos a las funciones burocráticas del Estado y que se encuentran en situación de solvencia política, asumir por sí mismos la redefinición de la situación existente. En prim er lugar, con los sectores dominantes de los cuales se desprenden y buscan su autonomía política la que encuentra su base de legitimación en el respaldo que la masa laboral otorga a una po­ lítica de corte populista. Cuenta además, con la confianza que le dan los inversionistas norteamericanos, que ven en este sector social su po­ sibilidad de desplazar en el plano político interno, el control ejercido hasta entonces por los sectores vinculados a capitales ingleses. En lo so­ cial, la crisis salitrera provoca una acentuación de la tensión social exis­ tente en las zonas mineras. La cesantía y la ham bruna colectiva son fan­ tasmas que recorren cada una de las oficinas salitreras. Producto de esta situación es que grandes masas de trabajadores se desplazan del norte hacia el centro del país. Con ellos traen su experiencia de aguerridos for­ jadores del movimiento obrero. Su presencia en la zona central y su vinculación a nuevas formas productivas, im porta cambios trascendenta­ les en el desarrollo del movimiento obrero en las décadas siguientes. Finalmente, podríamos decir que a p artir del ascenso de Arturo Alessandri al poder político, se inicia en Chile un nuevo tipo de gobierno, que es fruto de la gestación a nivel nacional de una nueva estructura de poder, constituida fundamentalmente, por las capas medias en claro ascenso económico y político y con experiencia en el manejo de los asun­ tos del Estado; por el sector financiero nacional que se encontraba en situación de marginalidad política parcial en la antigua estructura, y cuya base de sustentación descansa en un amplio respaldó popular y la confianza depositada en ellos por parte de los capitales extranjeros nor­ teamericanos. Esta nueva situación, implica una redefinición de las relaciones de dependencia que se mantienen con el extranjero, las cuales asumen un nivel superior, por cuanto la dependencia se establece mediante el control económico que ejercen sobre las riquezas básicas del país, que por el desarrollo de la tecnología mundial se transform an en materiales es­ tratégicos (Cobre). Este control se extiende además hacia la incipiente industria manufacturera nacional. En el plano político, la búsqueda de legitimación de la nueva es­ tructura de poder, obliga a ésta a entregar a los sectores populares, una legislación social en donde se considera, a lo menos en parte, sus aspira­ ciones. Es este período de cristalización de la nueva estructura domi­ nante y la aceptación de la nueva situación por parte del movimiento obrero, la que culmina aproximadamente en 1930. En el marco de este análisis de la situación nacional —para el período 1900-1930— im porta conocer a lo menos sintéticamente, cuáles son los rasgos fundamentales que le dan vida a la historia del movimien­ to obrero chileno. Condiciones sociales de la clase trabajadora La política laboral de las empresas vinculadas al sector minero como al de su comercialización, buscan permanentemente, con un rigu­ roso criterio de "racionalidad”, la obtención de máximas ganancias con el menor costo posible. Esta política no se orienta, sin embargo, como era dable suponer, hacia la tecnificación de las labores productivas —y ello por una razón de tipo económico inmediato— ya que se contaba con abundante mano de obra no especializada y de bajo costo. Agréguese a esto el hecho de contar con garantías otorgadas por los sectores domi­ nantes nacionales, en orden a garantizar “la paz social” que permitiera un normal desarrollo de las actividades productivas. Los sectores políticos y sociales de oposición, que propugnan en el parlamento algún tipo de medidas que tiendan a aliviar la situación de la clase obrera, se encuentran ó con la oposición encarnizada de la mayoría ó con la indiferencia culpable. Señalemos en este sentido que el partido Demócrata a pesar de todas sus indefiniciones internas e incon­ secuencias doctrinales, contribuye en im portante medida a poner el pro­ blema de la cuestión social en el tapete de la discusión política. La situación de desamparo en que se encuentra la clase trabajado­ ra se traduce en la permanente posibilidad del despido arbitrario, la amenaza física, la incertidumbre y el irregular pago del salario, etc. Esto crea una situación de alta tensión social y los trabajadores adquieren conciencia de que sólo ellos pueden asumir la defensa de sus intereses. Esto se expresará en el surgimiento de permanentes movimientos de protesta ante la arbitrariedad patronal y de tipo reivindicativo en cuan­ to a m ejorar su situación económica. Paralelo a ello surgen las formas orgánicas y políticas que como producto de sus propias experiencias le permiten garantizar la defensa de sus intereses. Los sectores dominantes manifiestan su preocupación por el hecho de que es "Especialmente en Chile, en donde las manifestaciones del descontento obrero se han producido con mayor frecuencia” 33. La situación planteada lleva a los sectores dominantes a tom ar medidas que tiendan a neutralizar la posibilidad de que este tipo de actitudes se generalice en la clase trabajadora. La Oficina del Trabajo se crea con el objetivo de recoger y centra­ lizar la información existente sobre el problema obrero, como asimismo indicar soluciones adecuadas. Datos provenientes de esta Oficina señalan que en 1907 se producen en Chile 36 movimientos huelguísticos y un total de 18 para el prim er semestre de 1908. Sin embargo, como polí­ tica general las autoridades se limitan a constatar los hechos y a repri­ mirlos con violencia cuando estos amenazan rom per con la tranquilidad social y económica requerida por los sectores dominantes. La absoluta marginalidad del proletariado nacional obliga a éste a generar una respuesta de características propias y originales a la si­ tuación de clase en que se encuentra. Analizaremos para estos efectos las formas específicas, tanto orgánicas como políticas, que asume el mo­ vimiento obrero en ese período. Formas orgánicas Dos son los factores que a nuestro juicio son fundamentales en cuanto al tipo de estructura sindical que surge en el período: 33 F errari, Arístides: Mejoramiento de la condición. . . Op. cit. 18 — 1?) Su carácter local, en cuanto a que en parte im portante del pe­ ríodo —concretamente hasta 1917— no se logra consolidar una estructura nacional, con algún grado de efectividad del movimiento obrero. 2?) La situación privilegiada de la clase obrera organizada en cuan­ to a encontrarse ubicada en los sectores estratégicos de la economía, lo que le permite, encontrándose en una situación de debilidad frente a la parte patronal, ejercer fuerte presión sobre el sistema político nacional, el cual pende en buena parte, del normal desarrollo de las actividades dedicadas a la minería y a la comercialización de los productos mineros 34. Es a inicios de este siglo el momento en el cual las Sociedades Mutualistas comienzan a perder terreno como formas orgánicas predomi­ nantes en el movimiento obrero. En su reemplazo surgen las Mancomúnales y las Sociedades de Resistencia, ambas vinculadas a un sector específico de la economía na­ cional y con características propias en cuanto a su estructura orgánica interna y su función laboral concreta. La Mancomunal nos ofrece un tipo de estructura sindical a la cual se integran la totalidad de los trabajadores ligados a una unidad pro­ ductiva, cualquiera fuese la función específica que cumplieran. Este tipo de estructura adquiere especial significación en las zonas mineras del norte del país, en donde esta situación genera un tipo de función integrativa que no encontramos en otros lugares. Es decir, la Mancomunal sobrepasa con mucho en sus funciones la relación puramente laboral (patrón-obrero) para asumir de hecho la representación de la totalidad de los intereses de la comunidad laboral que la integran. Esto explica en parte el surgimiento de importantes manifestaciones de una subcultura popular obrera en los inicios del presente siglo. Este tipo de mani­ festaciones, no sólo son el fruto de los esfuerzos de la dirección política del movimiento obrero, sino también producto de una necesidad básica de la clase trabajadora, en cuanto a que encontrándose culturalmente marginada de la vida nacional intenta darse a sí misma sus propias for­ mas de expresión. Las Sociedades de Resistencia responden en términos de su es­ tructura interna mucho más a las formas que adquiere el movimiento obrero europeo, vinculado ideológicamente a los sectores anarquistas. Adquieren su mayor arraigo en los sectores manufactureros de la zona central del país. Su función social toma sólo el carácter de la relación patrón-obrero, no logrando integrar a la estructura sindical otro tipo de funciones que la ya señalada. En este sentido es un anticipo de las características que asumirá la organización sindical de 1930 en adelante. Integración y autonomía Contrariamente a lo que generalmente se ha afirmado, el desa­ rrollo de la conciencia obrera no fue nunca un proceso unilinial y ca­ rente de dinámica interna. Para muchos la prédica del ideario socialista encontró campo abierto y sin oposición en la clase trabajadora. Esta evaluación incorrecta de la situación, a nuestro juicio, no hace sino des­ merecer la tarea de difusión ideológica realizada por los líderes del mo­ vimiento obrero chileno. El pensamiento marxista, las tendencias anarco-sindicalistas y la 34 Gurrieri, Adolfo: Consideraciones sobre los sindicatos chilenos. Prelim inar. ILPES. San­ tiago, marzo 1968. Mimeógrafo. — 19 ideología que los sectores dominantes pretenden que haga suya el movi­ miento obrero, son los elementos que dinamizan dialécticamente el de­ sarrollo de la conciencia de la clase trabajadora. Paralelamente a este debate ideológico, surgen las formas orgánicas y políticas que buscan instrumentalizar el control que uno u otro sector ideológico intenta ejercer sobre el movimiento obrero. Como expresiones concretas de esta situación, surgen con especial énfasis, a partir de 1900 en adelante un sinnúmero de movimientos políticos que aspiran al control hegemónico del movimiento obrero. Los sectores dominantes no tienen política ins­ trum ental, por cuanto no les interesa la organicidad del movimiento obrero; pregonan en cambio la necesidad de que el trabajador mantenga una actitud pasiva y que centre sus esfuerzos en procurarse en términos individuales, los medios que lo hagan “un buen trabajador”. Esta po­ lítica de los sectores dominantes se modifica en el momento en que la crisis del salitre comienza a roer las bases de sustentación de su poder político. Otorga la apertura parcial del sistema político nacional, bus­ cando la legitimación de su poder en las relaciones de clientelismo polí­ tico, que establece con las masas populares. Debe otorgar la posibilidad de la constitución del aparato sindical y la protección laboral por medio de una legislación que considera, a lo menos en parte, las aspiraciones de la clase trabajadora. Esta actitud no es, sin embargo, homogénea en los sectores dominantes, en donde se plantean diversas concepciones que permiten diseñar una política laboral. La oligarquía agraria acepta for­ malmente la constitución legal del aparato sindical, pero intenta disgre­ garlo y poner tal cantidad de obstáculos a su formación y mantención, que en los hechos lo niega. Las capas medias que encabezan a los secto­ res en ascenso político, aceptan y propugnan la integración de la clase obrera al sistema político. Sin embargo, esta integración se concibe como subordinada en términos de la decisión política nacional. Es decir, se le concede a los trabajadores parte de sus aspiraciones, largo tiempo re­ clamadas, pero se espera su subordinación en términos políticos en cuan­ to a las decisiones de los nuevos sectores dom inantes35. Esta integración es concebida necesariamente como la subordi­ nación del movimiento obrero a los sectores dominantes en la medida en que, creándose los canales formales de participación, éstos legitiman el sistema político. En el seno de los trabajadores, dos corrientes ideológicas se dis­ putan el control de la clase trabajadora: los sectores socialistas, que buscan el desarrollo masivo, para dar formas orgánicas y políticas al mismo y el sector anarco-sindicalista, que pone su acento fundamental­ mente en la prédica revolucionaria, pero negando todo tipo de organi­ cidad —que consideran de por sí burocratizante— a las masas populares. La lucha de estas tendencias provoca no pocos problemas y en­ frentamiento en el desarrollo del movimiento obrero, pero a su vez enriquece y favorece el proceso formativo de la conciencia política de los trabajadores, en la medida en que estas discusiones ideológicas se realizan en el seno mismo de la clase obrera. Las grandes masas labo­ rales existentes en la época se encuentran favorablemente condicionadas a este tipo de debates, por cuanto la situación de injusticia social, crea en ellas la necesidad imperiosa de buscar las formas orgánicas adecua­ das y a su vez, darle contenido político a sus organizaciones. Tenemos así que en 1900 surge en Santiago el Partido Socialista, 35Gurrieri, Adolfo: Consideraciones sobre. . . , op. cit. 20 — producto de una fracción desgajada del Partido Demócrata. Mantiene lánguida vida política hasta 1902, fecha en que desaparece. Por la misma fecha en Iquique surge la “Mancomunal de Obreros”, integrada en sus inicios principalmente por trabajadores portuarios. Logra gran actividad y alcanza incluso a publicar un periódico, "El Trabajo" (1901-1908), en donde se difunde el pensamiento socialista, hasta ese momento ideoló­ gicamente no muy decantado. Durante esta década surgen además nuevas y fuertes Mancomúnales que se organizan en tom o a la minería del sa­ litre, faenas portuarias y servicios ferroviarios. Esta situación de obje­ tivo ascenso del grado de combatividad de las masas laborales del norte del país, las lleva en 1907 a la creación del Partido Obrero Mancomunal, como un intento de dar sentido político a su acción gremial. La respues­ ta de los sectores dominantes, incapacitados de comprender las profun­ das motivaciones que obligan a los trabajadores a darse sus propias or­ ganizaciones, se manifiesta en la gran huelga del salitre que se produce a fines de 1907. Las fuerzas del orden reprimen violentamente a los tra­ bajadores y a sus familias que se encuentran concentrados en la Escuela Santa María de Iquique; como saldo de esta situación quedan centena­ res de muertos y se produce un retroceso en el proceso de organización y politización de los trabajadores. Sin embargo, a pesar de esta situación de retroceso parcial, en 1909, a instancias del sector ferroviario se crea la Federación Obrera de Chile, (FOCH), que en sus orígenes no logra definir con claridad sus objetivos en el plano gremial y político. Tene­ mos así que en 1911, ésta se estructura como Sociedad Mutualista, lo cual le permite tener autorización legal y facilita su trabajo sindical. La figura de Luis Emilio Recabarren llena, con su experiencia y dedicación a las luchas de los trabajadores, parte im portante de este período. Esto le permite, en junio de 1912, —después de diversas expe­ riencias políticas—, crear el Partido Obrero Socialista, situación que mar­ ca un hito importante en el desarrollo político de la masa trabajadora. Entre 1912 y 1917, Recabarren impulsa la creación de las Uniones Obre­ ras, encontrando la abierta resistencia del sector anarco-sindicalista. A pesar de esta situación, en 1917, se realiza el Segundo Congreso de la FOCH, torneo en el cual son desplazados los sectores que no cuentan con la confianza política del Partido Obrero Socialista; es el momento en que esta organización adquiere una dirección política homogénea y logra consolidarse como estructura a nivel nacional. Ratificando esta situación, en 1921, la FOCH, impregnada del espíritu revolucionario que emerge de la triunfante revolución bolchevique, se afilia a la internacional Sindical Roja de Moscú. Es necesario señalar que el triunfo de la revolución bolchevique (1917) favorece a los sectores de tendencia socialista que luchan por el control político de la clase trabajadora. Esto se ve avalado además por el hecho de que el Partido Obrero Socialista logra aplicar una correcta política en el seno de la clase trabajadora, lo que le permite ganarse su confianza. Los sectores anarco-sindicalistas buscan también el respaldo po­ pular para sus posiciones, creando en 1919, la I. W W. (Trabajadores Industriales del Mundo), cuya principal fuerza de apoyo se encuentra entre los trabajadores portuarios. Sin embargo no logran consolidar ni expandir significativamente sus posiciones hacia otros sectores obreros. La crisis del salitre provoca una creciente agitación laboral, lo que obliga a los sectores dominantes a intentar definir algún tipo de política hacia los sectores laborales, reiteradamente exigida por el movi­ miento obrero, pero hasta ese momento no lograda. La elección presi­ dencial de 1920 permite a los sectores medios que levantan la candida­ tura de Alessandri, form ular una política que en sus rasgos esenciales plantea la expulsión de la oligarquía del poder político y reivindica el derecho de los trabajadores a tener sus propias formas de organización. La nueva política planteada por las capas medias, provoca en el movi­ miento obrero una disyuntiva que no se encontraba en condiciones de afrontar. Hasta ese momento, el movimiento obrero organizado, se había generado al margen y aún en contra del sistema político existente, por tanto sus formas orgánicas y sus objetivos políticos no calzan en una situación que significa la apertura del sistema y la posibilidad de tener en algún grado participación, a lo menos formal, en la decisión política: La dirección del movimiento obrero ve con preocupación cómo las masas siguen a un caudillo, que a su juicio, no responde a los intereses de la clase trabajadora y que se encuentra fuera de los objetivos que en ese momento se plantea el movimiento obrero: formación de un poder obre­ ro-campesino. La indefinición política de Alessandri y la real situación de crisis por la que atraviesa el país, provoca en el transcurso de la década del treinta, constantes enfrentamientos entre sectores de los grupos domi­ nantes que buscan consolidar situaciones económicas —en la redefini­ ción de las relaciones de dependencia con el extranjero— y de orden político, que haga posible mantener antiguas o lograr nuevas posiciones de poder. El conjunto de las leyes sociales, hace necesario que las organiza­ ciones obreras se vean en la disyuntiva de aceptar la legalización del aparato sindical que hasta ese momento existía en forma autónoma y con su propia legalidad. El Partido Comunista (ex-partido Obrero So­ cialista), señala su oposición a que el movimiento obrero legalice su existencia, por cuanto considera que éste, con su presencia, sancionará una estructura de poder en la cual la clase trabajadora m antendrá una situación de subordinación política dentro del sistema; lo que en rela­ ción con la estrategia planteada en ese momento por el movimiento obre­ ro, se traduciría en un retroceso político. Existe además el peligro de que los sectores dominantes traten de asumir el control del aparato sin­ dical, cuestión que efectivamente ocurre bajo el gobierno de Ibáñez. Esta es la gran disyuntiva planteada al movimiento obrero. La dirección de éste persiste, durante toda esta época, en la mantención de estrategias diseñadas y viables para otro tipo de situación. Existe incapacidad para revaluar la nueva situación, no logrando encontrar las estrategias y tácticas adecuadas que le permitan enfrentarla. Se produce así, la sectarización del movimiento obrero y con ello, la incapacidad de lograr avances importantes en su desarrollo. Sólo será a inicios de la siguiente década en que se producirá un cambio de estrategia en la con­ ducción del movimiento obrero. Finalmente, habría que decir que la clase obrera con sus acciones facilitó la quiebra de la estructura de poder oligarca y la apertura del sistema, pero no fue capaz de dar los pasos necesarios en cuanto a lo­ grar avances de acuerdo a los objetivos políticos que en ese momento se propone y que la situación de crisis le exige. Es legítima su actitud, en términos de rechazar la integración subordinada de la clase trabaja­ dora al sistema, pero su política no es eficaz para afrontarla con crite­ rios superados por el desarrollo de los acontecimientos. 22 — B IB L IO G R A F IA por Patricio Rogers Agrupación gremial de Empleados de Chile. AGECH. Declaración de principios, pro­ gramas y estatutos. Valparaíso, 1932, 16 págs. 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(Organo oficial del Partido Obrero Socialista, de 1919 a 1921). Comunista (El). Organo de la Unión Sindical dé Panaderos. De mayo de 1921 a julio de 1923). Chispa (La) Comunista. (Organo de las secciones comunistas del sur, marzo a julio de 1923). Gran (La) Federación obrera. (De octubre de 1910 a octubre de 1924). Justicia. (Organo oficial de la F. O. Ch. y del P. C. de 1924 a febrero de 1927). PERIODICOS DE VALPARAISO Socialista (El). (Organo del P. O. S. de julio de 1915 a mayo de 1918). PERIODICOS DE IQUIQUE Despertar (El) de los trabajadores. (Organo del P. O. S. aparece de 1916 a 1927. Colaboran en él Luis Emilio Recabarren V. Cruz y Salvador B arra). 1 (Para un estudio de la prensa obrera en Chile se puede recurrir a la memoria de Osvaldo Arias, titulada “ La prensa obrera en C hile", Santiago 1953. Facultad de Filosofía y Educación). 30 — Cambios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación en Chile (1938-1969) Prof. Osvaldo Sunkel * (Instituto de Estudios Internacio­ nales y Facultad dé Economía, Universidad de Chile). La evaluación de los planes de desarrollo y del procesó de plani­ ficación presenta enormes dificultades. Cuando la planificación se rea­ liza sin planes y sin una institución formal dé planificación, el juicio so­ bre sus resultados se hace más evasivo aún. Chile ha practicado diversas formas de planificación durante los últimos treinta años, pero la mayor parte del tiempo bajo arreglos institucionales muy peculiares. Más aún, solamente una vez a lo largo de este período, se elaboró un Programa Decenal de Desarrollo, que se adoptó oficialmente pero no se llevó a la práctica. Para comprender esta situación tán especial ha sido necesario retroceder algunas décadas en nuestra historia económica y ampliar el enfoque habitual, con el objeto de examinar algunos de los fundamentos y antecedentes socio-económicos y políticos de la planificación en nues­ tro país. El resultado ha sido, en prim er lugar, un esfuerzo por relacionar los principales cambios ocurridos en la estructura económica y social del país —incluso algunos de sus aspectos políticos— con las estrategias de desarrollo económico que, implícita o explícitamente, han sido adop­ tadas. En segundo lugar, un intento por comprender la form a en que estas estrategias llegaron a convertirse —total o parcialmente— en pro­ gramas de desarrollo, y la m anera en que éstos se han llevado o dejado de llevar a la práctica. Planificación y terremotos La planificación tiene una historia relativamente larga en Chile, es­ pecialmente en el campo de las obras públicas, donde se ha practicado * Este trabajo fue presentado en julio de 1969 a un Simposium Internacional organizado por el Institute of Development Studies de la Universidad de Sussex, Inglaterra, sobre el tem a: “ Crisis en la Planificación” . El autor agradece las informaciones y comentarios que solicitó y recibió de los Sres. M. Achurra, R. Amenábar, E. Boenninger, E. García, S. Molina, P. Orellana y J. Pavez; sin embargo el texto que sigue es de su exclusiva respon­ sabilidad. — 31 desde hace mucho tiempo. Por otra parte, la planificación entendida como una actividad global, incluyendo una política permanente y deli­ berada de gobierno, tomando en cuenta las interrelaciones existentes entre los diversos sectores y regiones, las finalidades sociales y los limi­ tados recursos disponibles, tiene en Chile una existencia de alrededor de tres décadas. La planificación, en este sentido moderno y amplio, se inició bajo la égida de Ja Corporación de Fomento (CORFO), establecida en abril de 1939. Al Consejo de esta nueva institución le fue encargado por ley "formular un plan general de fomento a la producción, con el objeto de elevar el nivel de vida de la población, por medio de la utilización de los recursos naturales del país, la reducción de los costos de producción, y el mejoramiento de la balanza internacional de pagos; tomando en cuen­ ta, en la preparación del plan que se conserve un adecuado equilibrio en­ tre el desarrollo de la minería, de la agricultura, de la industria y del co­ mercio; y tratando de satisfacer las necesidades de las diversas regiones del país” *. La creación de la CORFO y el nacimiento de la planificación en Chile se encuentran estrechamente relacionados con dos acontecimien­ tos significativos. El primero fue el devastador terrem oto ocurrido en enero de 1939; el segundo, el terremoto político de noviembre de 1938, que llevó al poder, por prim era vez, una coalición de partidos de centro izquierda: el Frente Popular. El terremoto físico devastó totalmente las regiones central y sur del país, donde se hallan concentradas la mayor parte de la población y de las actividades económicas. Afectó particularmente a Chillán, Con­ cepción y otras ciudades importantes, creando una situación de emer­ gencia nacional de magnitud sin precedentes. Esta situación tenía que ser encarada por un gobierno nuevo, que no sólo carecía de toda expe­ riencia administrativa, sino que, dado el liberalismo tradicional que ca­ racterizaba el aparato administrativo chileno, se hallaba también impo­ tente desde un punto de vista institucional. No existían los medios ins­ trumentales necesarios para proporcionar ayuda y reconstruir las regio­ nes devastadas. El gobierno incluso se encontraba en situación precaria para obtener los fondos necesarios para este propósito, dado el débil y limitado sistema de impuestos existente. Se tomó entonces la decisión de crear dos nuevas instituciones: una para encarar las consecuencias del desastre natural —la Corporación de Reconstrucción—, y la otra —la CORFO— para encarar el subdesarro11o de Chile, especialmente su falta de diversificación industrial, que era uno de los aspectos centrales del programa económico adoptado por el nuevo gobierno. Ambas instituciones se establecieron en medio de un in­ tenso debate político, bajo la presión de las urgentes necesidades deriva­ das del terremoto y de la resistencia de los partidos y grupos de la dere­ cha, renuentes a perm itir que el Estado asumiera demasiado poder eco­ nómico. En tanto que la CORFO continúa existiendo actualmente, la Corporación de Reconstrucción operó solamente hasta principios de 1950. Es útil recordar el papel desempeñado por la gran catástrofe na­ tural en la creación de esta nueva y significativa institución, así como en el desarrollo de la planificación, actividad que estuvo estrechamente 1 Ley Orgánica N? 6.640, artículo 25, ítem a). CORFO fue creada por la Ley N? 6.334, del 29 de abril de 1939; esta ley y sus modificaciones fueron refundidas en definitiva en la Ley Orgánica N? 6.640, del 10 de enero de 1940. 32 — I» relacionada con la CORFO hasta 1965. En realidad, como se verá más adelante, fue solamente en 1961 —más de 20 años después— cuando otro terremoto devastador afectó seriamente al país, que el gobierno adoptó oficialmente el Programa de Desarrollo Decenal que la CORFO había preparado varios años antes, cumpliendo así tardíamente con los térmi­ nos de su propia ley orgánica. Sin embargo, aunque circunstancias trau­ máticas como éstas facilitaron la dictación de nuevas leyes y la creación de instituciones poderosas, éstos solamente fueron momentos cruciales de un largo proceso de cambios socio-económicos y políticos. Cambios estructurales, estrategias de desarrollo y planificación El positivo e importante papel desempeñado por la CORFO en el desarrollo de la planificación en Chile, así como también sus limita­ ciones, pueden comprenderse sólo a la luz del terremoto político que significó el acceso del Frente Popular al poder en 1938. Este evento po­ lítico, a su vez, no es sino una consecuencia de cambios profundos en la economía y la sociedad, derivados del proceso de transformación es­ tructural que se habían iniciado varias décadas antes, estimulado fuerte­ mente por las consecuencias que tuvo en Chile la Gran Depresión M undial2. Hacia 1930, la dinámica de la vida económica de Chile se basaba casi totalmente sobre la minería, que producía aproximadamente la ter­ cera parte de la renta nacional. Durante las últimas décadas del siglo diecinueve, se incorporaron a la economía del país los ricos yacimientos salitreros de las provincias del norte y, poco antes de la Primera Guerra Mundial, se desarrolló también una moderna y poderosa minería cuprí­ fera. El sector exportador prim ario trajo a la economía chilena la tecno­ logía moderna y las formas de organización empresarial que por enton­ ces predominaban en Europa y Estados Unidos, afectando profunda y sustancialmente algunos sectores de la estructura socio-económica del país, particularmente en las zonas urbanas. No obstante este proceso apenas afectó al resto de las estructuras productivas y sociales, las cua­ les continuaron operando sobre la base de métodos tradicionales, con grandes excedentes de mano de obra, baja productividad y formas pri­ mitivas de organización; este era particularmente el caso en las zonas rurales. Con la expansión del comercio exterior, el sector público obtuvo sustanciales rentas adicionales de esta im portante fuente de recursos, fondos que se invirtieron en la ampliación de los servicios públicos y en la construcción de la infraestructura urbana. Con el desarrollo de estas actividades surgieron nuevos grupos de asalariados urbanos y de clase media, que vinieron a añadirse al proletariado minero y a los sectores medios que se agrupaban en torno a las actividades del comercio ex­ terior. La propia industria se desarrolló hasta cierto punto, estimulada por la demanda interna resultante del auge de las exportaciones mineras y por la expansión de las actividades del gobierno, así como por el cre­ cimiento de los sectores medios urbanos. Los cambios en la estructura social tuvieron repercusiones im­ portantes sobre la vida política de la nación. El desarrollo de un proleta­ 2 Lo que sigue se basa en gran parte sobre un ensayo anterior del autor, titulado “ Cambio y Frustración en Chile” , y publicado en Claudio Véliz (Ed.): Obstáculos para la trans­ formación de América Latina. Fondo de Cultura Económica, México, 1969. riado industrial en las minas preparó el terreno para la creación y rápida expansión de agrupaciones populares de izquierda, especialmente de los partidos Socialista y Comunista. Por otro lado, la expansión de la clase media y sus grupos afines sirvió para acrecentar las filas de la izquierda moderada y anti-clerical, que se alistaba preponderantemente en el Par­ tido Radical. Estas nuevas y crecientes fuerzas sociales fueron diver­ sificando el espectro político-social de Chile, y tuvieron su prim er impac­ to im portante sobre la política del Estado durante los años 20, cuando aunaron fuerzas para apoyar la dictación de un im portante cuerpo de le­ gislación social. Desde un punto de vista político, estos grupos y fuerzas resulta­ ron fortalecidas con los catastróficos efectos de la Depresión Mundial en Chile. La crisis produjo una contracción drástica del comercio ex­ terior; la demanda externa por exportaciones chilenas decayó grave­ mente y la actividad minera prácticamente se detuvo, creando un gran desempleo. La crisis produjo también una súbita y sustancial disminu­ ción en las reservas de monedas extranjeras y en las rentas fiscales. Al desempleo en las industrias exportadoras siguió un creciente desempleo en las ciudades y un rápido deterioro .de la situación política. Bajo estas condiciones económicas y sociales tan difíciles, la ad­ ministración del Presidente Ibáñez fue derribada, siguiendo un período de grave inestabilidad política, durante el cual se sucedieron una serie de gobiernos que se esforzaron en anular los efectos de la Depresión. Entre estos gobiernos hasta llegó a formarse una República Socialista, que duró 100 días. No obstante, si bien el empeoramiento de la situación socio-económica fortaleció a los partidos de izquierda, la derecha logró retener el control en el período presidencial siguiente, de 1932 a 1938. Aparte de contribuir de manera fundamental a la acelaración de los cambios en la estructura política, la crisis tuvo también importantes efec­ tos en la estructura productiva, que, con el tiempo, indujeron transform a­ ciones sustanciales en la economía del país. Estos cambios fortalecieron la posición política de los partidos del centro y de la izquierda en las elecciones de 1938, jugando también un rol importante en el proceso de industrialización y, por tanto, en las funciones de la CORFO y de la pla­ nificación. Durante la crisis, al aum entar masivamente la desocupación y de­ clinar rápidamente las reservas internacionales, la situación política se hizo explosiva y el gobierno se vio forzado a tom ar medidas proteccioñistas. Las operaciones del comercio y cambio exteriores fueron puestas bajo control del gobierno; se prohibió la importación de numerosas mer­ caderías extranjeras; se elevaron las tarifas aduaneras y se produjo una fuerte devaluación de la moneda. Se adoptaron al mismo tiempo medidas para reducir la desocupación subvencionándose la minería del oro y au­ mentándose las obras públicas. De esta manera se procuró compensar la caída del nivel del ingreso nacional, apoyándose la mantención o expan­ sión de la demanda interna. Estas políticas aislaron en gran medida el mercado interno del in­ ternacional, aumentando sustancialmente el precio relativo de las mer­ caderías importadas, principalmente el de las manufacturas. Dada una protección tan fuerte, y una política fiscal y monetaria expansionista, se produjeron condiciones favorables para la plena utilización de la capa­ cidad industrial existente así como para la expansión de la misma. La fuerza de los acontecimientos externos impuso de esta m anera un cam­ bio drástico en la política industrial, la que tuvo sú expresión principal 34 — en la asignación de las escasas divisas extranjeras disponibles a la im­ portación de bienes de capital y productos intermedios requeridos por la expansión del sector industrial. El resultado fue un desarrollo relati­ vamente rápido de la actividad manufacturera y el consiguiente fortale­ cimiento de los grupos profesionales y empresariales de clase media, así como del proletariado industrial. Al aproximarse la elección presidencial de 1938, se presentaba la disyuntiva de volver al laissez-faire anterior a la crisis, con la tradicional coalición política de conservadores y liberales, o de continuar avanzando en la política de industrialización que los acontecimientos externos y sus efectos internos habían impuesto al reticente gobierno liberal del período 1932-38. Esto es lo que proponía el Frente Popular, combinación política que no sólo favorecía la industrialización, sino también la moder­ nización de la agricultura y la expansión y consolidación de la política social3. Tales fueron los principales antecedentes socio-políticos y econó­ micos del prim er período de planificación en Chile, con la CORFO como organización central de planificación en el sentido técnico, y también como institución ejecutiva responsable de la implementación de los pla­ nes. La enorme suma de poder económico entregada a esta nueva agen­ cia del Estado sólo puede explicarse por los cambios fundamentales que habían ocurrido en la estructura económica y social. Estos cambios pu­ sieron en escena nuevas fuerzas políticas con diversos matices de ideo­ logía socialista, y una clase media creciente de la cual salieron los inge­ nieros, técnicos y especialistas que, junto con los grupos empresariales emergentes, se dedicaron a la industrialización y la explotación de los recursos naturales del país, así como a la modernización de la agricultu­ ra. Sin embargo, a pesar de la presencia de estas nuevas fuerzas sociopolíticas y de que la coalición política que las representaba —el Frente Po­ pular— ganó la presidencia por un pequeño margen, el Congreso conti­ nuó dominado por los sectores tradicionales que normalmente hubiesen enterrado un proyecto como el de la CORFO. Aparte de las habituales maniobras políticas, tres razones princi­ pales explican, en nuestra opinión, cómo fue posible armonizar diversos matices de opinión política de centro-izquierda, e incluso obtener un voto conservador que fue decisivo para obtener la mayoría necesaria para la creación de la CORFO. La prim era de estas razones fue, obviamente, el choque sicológico que produjo el terrem oto y la convicción de que se re­ quería un esfuerzo extraordinario de reconstrucción. La segunda fue el severo impacto sufrido por el país unos años antes como consecuencia de la Gran Depresión, fenómeno de efectos similares pero mucho más perjudiciales que la crisis del salitre, la construcción del Canal de Pa­ namá, etc. La extrema debilidad de la economía nacional, que quedaba dramáticamente en evidencia cada vez que empeoraban las condiciones externas, como en los casos señalados, convencieron a grupos numerosos y significativos de la sociedad, de la necesidad de cambiar la estructura económica de la nación, con el fin de que fuese menos dependiente de factores externos. Se pensaba, además que el Estado debía jugar un papel principal en esta reorientación deliberada de la economía. Estas conclusiones tuvieron acogida no sólo en las fuerzas polí­ 3 Pedro Aguirre Cerda, que llegó a ser Presidente en 1938, había escrito dos libros —El Problema Agrario, P arís, 1929 y El Problema Industrial, Santiago, 1933— donde formuló por prim era vez las ideas básicas d'el program a del F rente Popular. — 35 ticas de izquierda, sino también en los grupos nacionalistas de derecha que emergían en Chile, en buena medida como reflejo del auge mundial del fascismo y el nacismo. El apoyo político de último momento que estos grupos dieron al Frente Popular, fue la tercera razón decisiva que inclinó la. balanza en favor de una política de amplia y decidida interven­ ción gubernamental destinada a reconstruir y desarrollar la economía nacional4, La discusión que precede explica el nacimiento de la CORFO y de la planificación en Chile, así como las características institucionales que ésta habría de adoptar. Las referencias al cambiante contexto sociopolítico ayudan también a comprender la estrategia de desarrollo que seguiría la CORFO durante las dos décadas siguientes, a pesar de que durante todo ese período no se llegó a elaborar un plan nacional de desa­ rrollo, y de que ni siquiera se creara un Departamento de Planificación, el que sólo vino a establecerse en 1950. La estrategia de desarrollo adop­ tada implícitamente por CORFO estuvo fuertemente condicionada por aquella experiencia de dependencia externa señalada más arriba, que sometía frecuentemente a la economía nacional a graves desequilibrios derivados de causas externas incontrolables. De ahí la preferencia por una estrategia de desarrollo "hacia dentro” basada en una mayor y más racional utilización de los recursos humanos y naturales del país. Esta orientación se acentuó aún más con la Segunda Guerra Mundial, que es­ talló en el preciso momento en que la CORFO iniciaba sus operaciones5. El conflicto internacional ilustró una vez más la fuerte dependencia del país respecto de los acontecimientos externos. A pesar que los recursos financieros eran relativamente abundantes como resultado de la expan­ sión en la exportación de minerales estratégicos, hubo grandes dificul­ tades para obtener en el exterior la maquinaria, equipos y demás bienes necesarios para la expansión de la industria manufacturera. Tanto la capacidad industrial de los países desarrollados, como sus medios de transporte, se hallaban absorbidos totalm ente por el esfuerzo bélico. Como consecuencia de estos acontecimientos externos, y del cam­ bio socio-político interno, la estrategia de desarrollo del nuevo gobierno se redujo a dos orientaciones básicas: política social e industrialización. La prim era se manifestó principalmente en mayores salarios urbanos y en nuevos y más amplios programas de seguridad social, salud, edu­ cación y vivienda. Los efectos fueron impresionantes y duraderos en ma­ teria de seguridad social y salud, donde se crearon nuevas y poderosas instituciones. La educación, particularmente la secundaria y la técnica, también recibió nuevo ímpetu, pero los mejoramientos en este campo y en el de la vivienda no fueron tan espectaculares como en los anteriores. La política de distribución de la renta, así como la de legislación social, estuvieron sin embargo totalmente disociadas de la política de producción. Mientras las primeras permanecieron bajo el control de los respectivos ministerios y de algunas nuevas instituciones de seguri­ dad social, la última estuvo a cargo de la CORFO. Aunque nominalmente dependiente del Ministerio de Economía, la CORFO se transformó en nna entidad tan poderosa que adquirió una gran autonomía. 4 Claudio Veliz: ‘Radical Conformity: Chile, 1938-1952” , en A. J. P . Taylor (Ed.), History of the Twentieth Century, Londres, 1968-69. 5 Sergio Molina: “ CORFO, treinta años al servicio de Chile” , discurso del Vicepresidente Ejecutivo de la CORFO en su 30 avo aniversario. La Nación, Santiago, 29 de abril, 1969. 36 — Substitución de importaciones y planificación industrial sin plan Es im portante comprender que CORFO no tuvo aue inventar una política industrial. Por el contrario, como se ha explicado anteriormente, el efecto de la Segunda Guerra Mundial sobre la economía chilena, igual que sobre otras economías en situación parecida, fue inducirlas a un proceso de industrialización, estimulado por las condiciones expansivas de la economía y por la escasez de bienes importados. Hacia 1940 este proceso de industrialización se encontraba ya en marcha, de m anera que CORFO heredó una orientación general que en alguna medida ya se prac­ ticaba, una estrategia implícita, que sólo necesitaba ser racionalizada y proseguida de manera más sistemática. En efecto, el proceso de industrialización comenzó de hecho du­ rante el siglo pasado, recibiendo empuie considerable v sostenido des­ pués de la Depresión Mundial y sobre todo durante la Segunda Guerra Mundial. La crisis en la balanza de pagos y las dificultades en la impor­ tación de mercaderías dieron lugar a un fuerte proteccionismo, mientras los gobiernos mantenían o acrecentaban los gastos públicos, con el fin de contrarrestar la desocupación. Se fomentó de esta m anera la instala­ ción de industrias para la fabricación de bienes de consumo. En econo­ mías tradicionalmente especializadas en la producción de materias pri­ mas exportables, ello significaba necesariamente la importación de los bienes de capital y los productos intermedios necesarios para las nuevas fábricas. De esta manera, la importación de bienes de consumo finales se reemplazaba gradualmente por la de las maquinarias y otros insumos destinados a la producción de aauellos bienes en el país. Esto daba lu­ gar a un cambio en la composición de las importaciones , oue constituye la otra cara del proceso de industrialización por sustitución de impor­ taciones 6. Un sector industrial en rápida expansión resulta necesariamente en la expansión de la demanda de combustibles, materias primas, metales básicos, energía, transportes, comunicaciones, servicios financieros y co­ merciales. Reauiere también trabajadores especializados, administrado­ res y empresarios experimentados. Además, a causa del fuerte estímulo a la concentración urbana derivada de la industrialización, aumentan en forma aguda las necesidades de servicios urbanos: viviendas, escuelas, agua potable, energía eléctrica, alcantarillado y sistemas de comerciali­ zación v distribución. El rápido avance del sector industrial y de la ur­ banización revelaba las serias deficiencias, así como la falta de flexibi­ lidad en la oferta de estos servicios, originando tensiones v deseauilibrios a través de toda la economía. Estos fueron descritos por la nueva insti­ tución de planificación industrial, como "un gran número de problemas concretos aue han quedado sin solución por muchos años, y que requie­ ren una solución inmediata” 7. "De acuerdo a su ley orgánica, la prim era tarea de CORFO fue presentar un plan general para el desarrollo de la producción. Pero no fue posible cumplir esta tarea en tan corto tiempo. Faltaba información 6 Este proceso se analiza en form a detallada en Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo. Textos d'el ILPES, Editorial Siglo XXI, México, 1970. P arte IV. 7 Raúl Sáez: “El problema de la planificación y la Corporación de Fomento de la Produc­ ción” . Conferencia Inaugural de la Novena Semana del Ingeniero, Anales del Instituto de Ingenieros de Chile, reimpreso por Editorial Universitaria, Santiago, 1961* p. 11. — 37 previa; no se disponía de censos industriales ni agrícolas; las ideas acer­ ca de las potencialidades de nuestros recursos naturales eran incompletas y desorganizadas; las estadísticas eran deficientes. Por consiguiente, era imposible presentar un plan general de desarrollo dentro de un período razonable de tiempo. Se decidió entonces preparar los llamados ‘planes de acción inmediata', es decir, esfuerzos tendientes a vencer las deficien­ cias y vacíos más notorios de la estructura productiva” 8. Obviamente, las necesidades que se sintieron con mayor urgencia fueron las relativas a insumos industriales estratégicos, tales como el acero, los combustibles y la energía. Como estos productos y servicios intermedios se usan en todas las actividades del sector industrial, su demanda comenzó a acrecentarse con rapidez sin precedentes, haciendo ver claramente que el desarrollo de estos sectores industriales constituía la tarea principal qüe debía emprender la CORFO. La escasez de estos productos durante la Segunda Guerra Mundial y las graves dificultades que ello ocasionaba, la importancia estratégica que se atribuía a estos sec­ tores en el proceso de industrialización así como las preferencias pro­ fesionales que por ellos tenían los ingenieros que debían componer el estado mayor de la CORFO, contribuyeron a la concentración del es­ fuerzo planificador en estas áreas. Al emprender tareas de tanta envergadura, la CORFO tuvo que iniciar también una serie de actividades de estudio e investigación bási­ cas en el campo de los recursos naturales, especialmente un análisis sis­ temático del potencial hidráulico del país, así como de sus bosques y de los recursos del subsuelo. Un plan nacional de electricidad basado en la utilización de la energía hidroeléctrica, un programa nacional del acero y un plan para el desarrollo de los re c u rso petrolíferos, constitu­ yeron los primeros planes sectoriales concretos que se formularon y aprobaron. Cada uno de ellos fue llevado a la práctica por medio de una empresa subsidiaria de CORFO: respectivamente, la Empresa Nacional de Electricidad (ENDESA), la Compañía de Acero del Pacífico (CAP) y la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP). El extenso programa de investigaciones emprendido por CORFO dio por resultado ía prim era Geografía Económica de Chile más o menos completa, moderna y seria 9. La Corporación de Fomento también puede reclamar para sí el mérito de haber iniciado la investigación económica moderna en el país, especialmente en m ateria de Renta Nacional y Cuen­ tas Nacionales. El prim er resultado de este trabajo fue el cálculo de la Renta Nacional de Chile 10. Esto tiene suma importancia, porque antes de que CORFO produjera estos cálculos, no era posible tener una visión global del desarrollo de la economía. Por tanto, no había tampoco po­ sibilidad de form ular un plan coherente y equilibrado de desarrollo, que pudiera tom ar en consideración las interrelaciones entre los diversos sectores y actividades, así como los balances macro-económicos. De esta manera, la estrategia de planificación seguida por CORFO durante la prim era década y media de su existencia fue, tanto por su condiciona­ miento económico y socio-político como por la precariedad de los siste­ mas de información económica, una estrategia de crecimiento sectorial 8 Sergio Molina, op. cit. 9 CORFO (Fundación Pedro Aguirre Cerda): Geografía Económica de Chile, texto refun­ dido, Ed. Universitaria, Santiago, 1965. (Los primeros volúmenes de este trabajo ap are­ cieron en 1950). io CORFO, La Renta Nacional de Chile, Santiago, Ed. Universitaria, 1946. 38 — y desequilibrado. No obstante se lograron resultados notables en aque­ llas actividades hacia las que estaban dirigidos sus principales esfuerzos 11. La economía desequilibrada, programas de estabilización y un plan sin planificación El equilibrio global del proceso chileno de desarrollo entró en di­ ficultades crecientes hacia la mitad de la década de 1950. La inflación escapó a todo control y la economía se estancó. Estos dos fenómenos estaban, naturalmente, relacionados, y en sus causas debe buscarse la explicación del acento puesto sobre las políticas de corto plazo que prevalecieron entre 1953 y 1964, así como también la nueva estrategia de desarrollo y de planificación que se adoptaría después de 1964. En 1954 el porcentaje de inflación en Chile excedió el 70%, por lo cual los años siguientes se dedicaron a un esfuerzo masivo destinado a detener la inflación. Estos fueron los años de los bien conocidos "pro­ gramas de estabilización” 12. Posteriormente vino el gobierno del Presidente Jorge Alessandri (1958-1964) que dio poca importancia a la planificación. Pero las cir­ cunstancias le obligaron, en 1960, a adherir formalmente al Programa Nacional de Desarrollo Económico 1961-70, que había sido preparado por el personal de CORFO varios años antes, y que fue puesto apresura­ damente al d ía 13. Dos circunstancias llevaron a esta decisión: el devas­ tador terremoto de mayo de 1960, y la iniciación de la Alianza para el Progreso, en 1961. Ambos acontecimientos significaron un aumento de la ayuda exterior para Chile; y en ambos casos, las agencias de ayuda extranjeras exigieron la presentación de un plan global de desarrolló 11 La literatura sobre la CORFO es escasa y sólo parte de ella se ha publicado. La relación más reciente y completa, con inclusión de cifras no publicadas anteriormente acerca de sus inversiones y su importancia relativa es la de Markos Mamalakis: “Veinticinco años de la Corporación de Fomento de la Producción” , en Keith Griffin y Eduardo García (Eds.): Ensayos sobre la planificación, Instituto de Economía y Planificación, Universi­ dad de Chile, Santiago, 1967, p. 411. Ver también la bibliografía siguiente citada por Mamalakis, ibid. p. 412: Kalman Silvert, The Chilean Development Corporation, tesis doctoral no publicada, Tulane University, 1952; y varios memorándums mimeografiados y documentos. Ver también Panorama Económico, Ed. Universitaria, Santiago, N.os 101 (junio 1954) y 244 (junio 1969), números especiales dedicados a los 15 y 30 años de la CORFO. 12 Existe una amplia bibliografía sobre la controversia “m onetarista-estructuralista” que sé desarrolló en tomo a los program as de estabilización en América Latina: W emer Baer e Isaak Kerstenetzky (Eds.). Inflation and Growth in Latin America, Documentos y Discusiones de una Conferencia celebrada en Río de Janeiro en 1963. Homewood, I, 1964: Roberto Campos: “ Two Views on Inflation, in Latin America” , en Albert Hirschman (Ed.), Latin American Issues, Essays and Comments, Nueva York, 1961, pp. 69 y sig.; David Félix: “An Alternative View of the “Monetarist-Structuralist’ Controversy” , ibid., pp. 81 y sig.; Joseph Grunwald: “The ‘Structuralist” School on P rice Stabjlizaüon and Economic Development: The Chilean Case” , ibid., pp. 95 y sig.: Osvaldo Sunkel: “La Inflación Chilena: un enfoque heterodoxo” , en El Trimestre Económico. Vol. XXV. Méjico, pp. 570 y sig.; Aníbal Pinto: Ni estabilidad ni desarrollo — la política del Fondo Monetario. Santiago 1960; ídem: “El análisis de la inflación,: ‘estructuralistas y m onetaristas’ ” , en: Economía, año XXI, Santiago de Chile, 1963, N9 79; Dudley Seers: “A Theory of Inflation and Growth in Under-Developed Economies based on the Experience of Latin America” , Orford Economic Papers. N. S., Vol. XIV, 1962, pp. 173 y sig.; Ver "también su estudio en: Inflation and Growth in Latin America, op. cit.; P ierre U ri: Une Politique monétaire pour l Amérique Latine, con la colaboración de Nicholas Kaldor, Richard Ruggles, Robert Triffin, P arís, 1965. 13 CORFO: Programa Nacional de Desarrollo Económico 1961-70, Talleres Gráficos L a Na­ ción, Santiago, 1960. 3$ como condición para la concesión de fondos. El antiguo programa de la CORFO iba a servir para este fin, pero sin mucha influencia efectiva sobre la política, la cual continuó dominada, a lo largo de toda la década, por consideraciones y problemas de corto alcance. En 1964 emergió una nueva situación política con la victoria del Presidente Frei y del partido Demócrata Cristiano. Pero antes de exa­ m inar su experiencia planificadora, debemos retroceder a los graves males económicos que condujeron a la superinflación y estancamiento de mediados de la década del cincuenta, puesto que el diagnóstico de aquellas dificultades constituyó la base para la formulación de la estra­ tegia de desarrollo adoptada por el nuevo gobierno y, por tanto, de sus esfuerzos en m ateria de planificación. Es útil tener presente de nuevo el modelo de industrialización por sustitución de importaciones al realizar este examen, porque este pro­ ceso constituyó la principal fuerza impulsora de la industrialización y, a través de ella, el elemento dinámico básico en el proceso general de desarrollo. La industrialización inducida, basada en la permanente es­ casez de moneda extranjera y en una política gubernamental expansionista, significó no sólo un gran aumento en la demanda de materiales y servicios básicos> tales como acero, petróleo y energía eléctrica, sino también de toda la gama de insumos industriales. La expansión urbana y el aumento de los ingresos en las ciudades, estimularon además la demanda de todos los variados servicios urbanos, así como de los pro­ ductos manufacturados y alimenticios. Con el fin de conservar algún equilibrio general en este proceso, y vencer cuellos de botellas específicos, la producción de toda la econo­ mía hubiera debido expandirse pari passu con el crecimiento y la diver­ sificación de la demanda, dada la limitada disponibilidad de recursos externos. Para que esto se hubiera logrado se habría requerido una es­ tructura de producción altamente flexible, elástica y dinámica; es decir, una fuerte tasa de formación de capital, recursos humanos altamente calificados, empresarios "Schumpetarianos”, y un marco apropiado de instituciones, valores y actitudes. La falta de estas condiciones es, por supuesto, una de las características básicas del subdesarrollo y explica en gran medida las dificultades y tensiones que acompañan a un vigo­ roso proceso de industrialización. El principal esfuerzo para vencer estos obstáculos tuvo que ha­ cerlo el sector público’ que se encontraba mal preparado para tareas tan abrumadoras. El Estado tuvo que participar activamente en la crea­ ción y reorganización de la infraestructura productiva para respaldar al empresario privado e inducirlo a instalar y expandir nuevas ramas de actividad. Tuvo que asumir la responsabilidad de desarrollar deter­ minadas actividades industriales básicas, creando para ello las respec­ tivas empresas públicas. Se encontró bajo fuerte presión política para m ejorar la distribución del ingreso y extender los servicios sociales bá­ sicos a una población urbana en rápido crecimiento. Se vio también presionado para absorber empleados que no encontraban colocación en la actividad económica privada. Todas estas tareas, y otras que no viene al caso señalar aquí, significaron una expansión formidable del sector público, tanto en términos absolutos como relativos. Para cumplir las nuevas funciones y ampliar las ya existentes, el gobierno tuvo que utilizar un aparato financiero y administrativo ob­ soleto. El anticuado sistema administrativo fue culpable de mucha de la ineficiencia y obstáculos que se presentaron, constituyendo una limi­ 40 — tación enorme en todos los sectores de la administración para el empleo de las técnicas de planificación, programación y proyectos. El añejo sis­ tema financiero fue un factor agravante de la sistemática tendencia a incurrir en grandes déficits presupuestarios, tendencia inherente a la es­ tructura impositiva chilena, como se demostrará luego. En efecto, una elevada proporción de las rentas fiscales provienen de las actividades exportadoras y del comercio exterior en general. Este sector se contrajo en relación al Producto Internó Bruto en tanto que el sector público se expandía, o sea, una reducción relativa de la base tributaria más importante. Además, muchos derechos de importación y de exportación eran de tipo específico, de modo que su valor real y su incidencia declinaban con el alza de precios. Por otra parte, la estruc­ tura cambiante de las importaciones redujo gradualmente el volumen relativo de las importaciones de mercaderías de altos derechos (las de consumo), reemplazándolas por otras de derechos bajos o libres de de­ recho (m aterias primas y bienes de capital), así como por crecientes im­ portaciones del sector público, también libres de derechos de importa­ ción. Trasladar la carga tributaria de la actividad económica externa a la interna no era tarea fácil, por cuanto la estructura política del país dificultaba una reforma tributaria amplia, así como el establecimiento de una administración tributaria eficiente. El resultado fue un desor­ denado aumento anual de tasas y la creación sucesiva de una gran varie­ dad de nuevos impuestos, lo que produjo en definitiva un sistema impo­ sitivo desarticulado y con escasa elasticidad o flexibilidad. El proceso de largo plazo que acabamos de describir llevó a una aguda crisis en 1953. En ese año, graves dificultades en el mercado del cobre forzaron el abandono del sistema de cambios múltiples, que sub­ vencionaba fuertemente a las importaciones “esenciales", produciéndose una substancial devaluación de la moneda nacional. Este hecho, junto con el aumento simultáneo de los salarios, en un intento por compensar al consumidor por la elevación de los precios, prendió la chispa de un explosivo movimiento inflacionario que amenazó con hacerse totalmente incontrolable u . Este problema de corto plazo se agudizó por la crisis fiscal de largo plazo que acaba de ser mencionada. Las crecientes necesidades del sector público habían sido financiadas en gran parte por una pesada y creciente tributación sobre los principales exportadores de cobre, a tra­ vés de la aplicación de una tasa de cambio crecientemente sobrevaluada. La tributación llegó a ser tan elevada que la producción de cobre se estagnó, y en 1956 fue revisado el tratam iento impositivo con el fin de esti­ mular nuevas inversiones 15. Visto en perspectiva, este cambio en la po­ lítica del cobre que se había venido aplicando por más de 20 años, fue en verdad el prim er paso en la reorientación de la estrategia de desa­ rrollo “hacia dentro” que se venía siguiendo desde 1940. El segundo pa­ so —la "chilenización” de las minas— sería una de las "vigas m aestras” de la nueva estrategia adoptada en 196416. Otra dificultad que se agudizó en la década del 50, fue la falta de respuesta del sector agrícola a la creciente demanda de alimentos por 14 Un análisis detallado de este período puede hallarse en: CEPAL, “Algunos aspectos de la aceleración del proceso inflacionario en Chile” , Boletín Económico de América Latina, Vol. I, N9 1, enero 1956. 15lbid., ver anexo. 16 Raúl Sáez, Chile y el cobre, Reportaje de René Silva Espejo. Publicación oficial del De­ partamento del Cobre, Santiago, 1965. — 41 parte de una población urbana en rápido crecimiento y con ingresos crecientes y además un sector manufacturero cuya demanda dé mate­ rias primas también aumentaba constantemente. La lentitud en la expan­ sión-de la producción y la productividad agrícolas influyeron además decisivamente en el estancamiento de la economía en su conjunto^ no sólo por la importancia de la agricultura en ese conjunto, sino también porque la estagnación rural tendía a lim itar la expansión industrial. Era además una causa básica de presión inflacionaria y tendía a agravar las dificultades de la balanza de pagos. La agricultura chilena sé ha caracterizado desde hace mucho tiemd o por la existencia de una estructura ántieconómica en la tenencia de la tierra, en la que ha predominado el minifundio y el latifundio. Esto dio como resultado la falta de utilización o el mal uso de la tierra, y hasta la destrucción de su potencial productivo. Tal situación dificultó la in­ troducción de la tecnología moderna y la racionalización en el uso de los recursos agrarios. Por tanto, era difícil que aumentaran la producción y los rendimientos, y Se lograra así la exnansión de los abastecimientos agrícolas necesaria para la expánsión industrial y el desarrollo y equi­ librio global del sistema. Hacia 1950, la CORFO comenzó a extender sus actividades al sec­ to r rural¿ introduciendo el cultivo agro-industrial de la betarraga azu­ carera. Como Chile eran gran im portador de azúcar, había sin duda una clara motivación de sustitución de imoortaciones. Pero a través de sus efectos secundarios sobre la actividad agrícola, y en esnecial sobre la crianza de ganado y la producción de leche, se pretendía también que constituyera un factor de modernización en las zonas rurales. Por otro lado, la CORFO inició un programa de mecanización agrícola cuyo efec­ to, más que el aumento de la producción, fue la elevación de la producti: vidad por hombre, lo que contribuyó a acelerar el proceso de emigración rural. No obstante estas actividades, la agricultura no constituyó en nin­ gún momento una preocupación fundamental para la planificación y la política de desarrollo de la CORFO en ese período. Pero en la medida que se constituía en un obstáculo creciente emergía como otra área bá­ sica para la futura estrategia de desarrollo. El propio desarrollo industrial también encontró dificultades. El Estado había hecho inversiones sustanciales en la infraestructura: trans­ portes, energía, etc. Además, había creado algunas industrias básicas. La emprésa privada, fuertemente protegida y estimulada, había avan­ zado en forma considerable en el reemplazo de un número apreciable de mercaderías livianas de consumo. Cada nueva línea de sustitución de importaciones prometía beneficios sustanciales, atraía numerosos empre­ sarios y originaba una rápida expansión de la capacidad productiva. Pero una vez que se llenaba el vacío dejado por la suspensión del abasteci­ miento externo, la demanda interna continuaba aumentando sólo en for­ ma moderada, de manera que, en una actividad tras otra, comenzó a haber exceso de capacidad productiva instalada. Por otro lado, con el fin de continuar sustituyendo importacio­ nes, la industria tuvo que entrar a producir bienes de consumo durables, maquinaria y equipo, y también productos intermedios. Esto presentaba dificultades considerablemente mayores para los empresarios privados locales. Los recursos financieros necesarios eran muy superiores, los pro­ blemas técnicos más complejos, la necesidad de recursos humanos ca­ lificados más esencial y los problemas administrativos mucho más com­ plicados. Además, al avanzar la industrialización hacia estas actividades 42 — se requería cada vez más capital, y el tamaño económico mínimo de las plantas aumentó, excediendo con frecuencia el tamaño deF mercado. Por esta razón, o debido a situaciones monopólicas —que tienden a desarro­ llarse fácilmente en una situación como ésta— una creciente parte de la estructura industrial operaba por debajo de su capacidad instalada. Por todas estas razones, el proceso de industrialización alcanzó un punto de rendimientos reales decrecientes por cada unidad adicional de capital invertido. Este complejo de factores, más el efecto del estancamiento agríco­ la, produjeron varias consecuencias importantes. En prim er lugar, el ritm o del crecimiento industrial tendió a disminuir. En segundo lugar, lá CORFO tuvo que entrar a apoyar con ayuda financiera, técnicá y de va­ rias otras maneras, la creación o expansión de industrias en estos nue­ vos campos, convirtiéndose en este proceso en una especie de banco in­ dustrial. En tercer lugar se abrieron las puertas y se dio amplio estímulo a la inversión privada extranjera, al financiamiento externo, a la asocia­ ción con capital exterior, a l u s o de licencias y patentes, etc. Desde el punto de vista dé la plánificación, el efecto más impor­ tante de este proceso fue la transformación dé la CORFO, de una institu­ ción dedicada fundamentalmente al estudio y desarrólle de programas destinados a crear nuevas actividades industriales básicas, en una insti­ tución financiera dedicada casi exclusivamente al financiamiento de em­ presas privadas o mixtas a mediano y largo plazo. La reorientación de CORFO fue tan profunda, que años más tarde, cuando él gobierno De­ mócrata Cristiano trató de emplearla nuevamente como prom otora de nuevas actividades básicas, no fue fácil revivir su antiguo élan como institución de fomento. El proceso de desarrollo industrial experimentado p o r Chile du­ rante las últimas décadas ha adolecido de fallas serias. Iniciado y desarro­ llado en un mercado casi absolutamente protegido de tam año relativa­ mente pequeño, algunas de sus características negativas más notables han sido la ineficiencia, el derroche de recursos, la elevada concentra­ ción de la propiedad y la fuerte dependencia de fuentes extranjeras de financiamiento, de tecnología y de administración. Más aún, el carácter crecientemente capital-intensivo de la estructura industrial —debido a que se entraba en líneas nuevas y técnicamente más avanzadas, al reem­ plazo del equipo obsoleto en las plantas existentes, y a la sustitución de la manufactura primitiva por la industria moderna— ha dado p or resul­ tado la creación de un número insuficiente de nuevas oportunidades de empleo. El desarrollo industrial se convirtió así en otro sector proble­ mático de la actividad económica, que requería una reorientación básica a fin de que volviera a ser uno de los factores dinámicos más importan­ tes de crecimiento y desarrollo. Ingresos de divisas relativamente estacionarios y altamente ines­ tables constituyen una característica común en muchos países subdesarrollados, y este fue particularmente el caso de Chile en ese período. Lo que es menos conocido es la manera cómo el proceso de substitución de la importación ha dinamizado las importaciones y agravado el estrangulamiento de los cambios externos. Este es uno de los problemas más se­ rios que Chile y otros países en igual situación están encarando actual­ mente. La sustitución de importaciones ha consistido básicamente en fa­ bricar dentro del país las mercaderías de consumo que antes se importa­ ban. Pero como no existía en el país un complejo industrial básico fue — 43 necesario im portar la maquinaria, el equipo, así como una amplia gama de semimanufacturas y otros insumos necesarios para la fabricación del artículo final de consumo. De este modo, un proceso dinámico de in­ dustrialización dio nacimiento a un proceso igualmente dinámico de demanda de insumos industriales y bienes de capital importados. Mien­ tras se podía ahorrar moneda extraniera dejando de im portar merca­ derías finales de consumo, para emplearla en la importación de bienes de producción, todo iba bien. Pero una vez que la sustitución de bienes de consumo llega a su fin, la continuación del desarrollo industrial requiere importaciones industriales en rápido crecimiento, en tanto que las exportaciones crecen en forma lenta y ya no se puede ahorrar divisas dejando de im portar bienes de consumo: cada dólar debe emplearse en la importación de algún artículo esencial, por lo cual las nuevas impor­ taciones esenciales sólo pueden financiarse desplazando otras importa­ ciones igualmente esenciales. El financiamiento externo es, por supuesto, la respuesta a corto plazo a la necesidad de continuar con el desarrollo industrial a pesar de esta verdadera "tram pa cambiaría”; pero, como el desarrollo indus­ trial no ha contribuido significativamente a dinamizar las exportacio­ nes, por razones obvias —ineficencia; asignación de mercados por medio de las subsidiarias y de los contratos de licencia y patentes: falta de ac­ ceso a los mercados de países desarrollados, etc.— el financiamiento ex­ terno, cualquiera sea su forma, llega a ser pronto un nuevo factor de dese­ quilibrio de la balanza de pagos. En estas condiciones era necesario en­ contrar rápidamente nuevas fuentes de moneda extranjera, ya que la substitución de importaciones había quedado agotada como medio de obtener recursos externos, en tanto que la industria generada en este proceso se m ostraba incapaz de contribuir significativamente al aumento de las exportaciones, al mismo tiempo que crecía el peso de la deuda ex­ terna. La única manera que tenía Chile para salir de estas dificultades era lograr una gran expansión en la producción de cobre y obtener al­ gún control sobre la política de precios de las empresas. Aquí emergió entonces la piedra angular de la nueva estrategia de desarrollo del go­ bierno Demócrata Cristiano que llegó al poder en 1964. Un último elemento que debe ser considerado es el efecto que la estrategia de desarrollo tuvo sobre la distribución de ingresos y la marginalidad. Las estimaciones estadísticas parecen m ostrar que la dis­ tribución del ingreso mejoró algo durante la década de 1950, al menos en el sentido de que los grupos de rentas más altas perdieron algo en fa­ vor de los grupos de entradas medias y bajas. Sin embargo, el 10% de la población con rentas más altas aún recibía casi el 36% de la renta total. Más aún, si se toma en cuenta el problema del exceso de oferta y de la insuficiencia de oportunidades de trabajo para los obreros no especializados, es muy posible que se hayan producido dos movimientos divergentes dentro de los grupos de rentas más bajas. Los obreros mejor organizados, urbanos, semiespecializados y es­ pecializados y ocupados en actividades modernas probablemente aumen­ taron sus salarios reales y hasta mejoraron su posición relativa dentro de la estructura de ingresos. Por otro lado, los trabajadores rurales, los pequeños propietarios y negocios familiares, el comercio callejero y los artesanos, así como los trabajadores urbanos no especializados y desor­ ganizados es posible que continuaran recibiendo salarios de subsistencia, o que hayan incrementado muy escasamente su renta real. La proporción de la población representada por estos grupos es 44 — ./ probable que haya estado aumentando. Dada la coexistencia, en todos los sectores y en todos los niveles de la actividad económica, de métodos avanzados de producción y de otros mucho más primitivos; dado que una proporción siempre creciente de la actividad económica se lleva a cabo empleando tecnología moderna, y tomando en cuenta que el volu­ men de empleo por unidad producida es mucho menor al nivel de tec­ nología moderna que al de la primitiva, las oportunidades de empleo no crecen sustancialmente y hasta pueden disminuir en ciertas circunstan­ cias. Por otra parte, con vina fuerza de trabajo en rápido crecimiento, la mano de obra cesante bien puede haber aumentado. Una indicación clara en este sentido es la ampliación de las poblaciones “callampas” o “marginales” en las zonas urbanas que caracteriza a las ciudades grandes y medianas de Chile, y que se convertió en otro problema cuya solución requería una nueva estrategia de desarrollo. Una nueva oportunidad: auge y decadencia de la planificación global El anterior diagnóstico de algunos de los problemas fundamen­ tales del desarrollo de Chile lo confeccionó un grupo de economistas chilenos durante los últimos años de la década de 1950 y primeros de la de 1960. Uno de los estímulos más fuertes para este análisis lo constituyó la controversia sobre las políticas de estabilización que hacía furor entre “estructuralistas” y “m onetaristas”. El análisis estructural de los proble­ mas que afectaban al desarrollo de Chile, delineado anteriormente, fue la interpretación adoptada por las dos principales agrupaciones políticas que competían por el poder en 1964. Por tanto, los programas de la De­ mocracia Cristiana y del FRAP se basaban prácticamente en la misma estrategia, aunque los medios propuestos para implementarla eran dife­ rentes. Además, las dos agrupaciones políticas tenían como uno de los puntos centrales de sus programas, la creación de un sistema de planifi­ cación fuerte, efectivo y amplio, y se comprometían a emplearlo como herram ienta básica en su política de desarrollo. Esta actitud de las agrupaciones políticas era en parte el resul­ tado de la fuerte influencia ejercida por los grupos de economistas antes mencionados en cada una de ellas. Hasta se establecieron oficinas de planificación como parte de la campaña electoral, a las cuales se confió la preparación de los respectivos planes de gobierno, y el núcleo técnico afín a la Democracia Cristiana llegó a ser la base de la nueva oficina de planificación. Esta situación reflejaba en parte la posición ideológica de los principales partidos políticos, y la experiencia de las últimas décadas. Pero el consenso nacional acerca de la nueva estrategia de desarrollo y de la importancia de la planificación también se vio influenciada por el acuerdo celebrado en 1961 entre América Latina y la nueva administra­ ción Kennedy: la Alianza para el Progreso. Este programa fue formulado en parte por algunos de los econo­ mistas que después contribuirían a la preparación de la política de desa­ rrollo del Presidente Frei, y se basaba en la misma aceptación de las re­ formas estructurales, la planificación y la ayuda externa. En realidad, la ayuda externa se ofrecía en forma condicionada, exigiéndose la presen­ tación de planes de desarrollo que debían incluir la reforma agraria, programas de mejoramiento social, reforma tributaria, etc. Se establecie­ ron arreglos internacionales—el Comité de los “Nueve Sabios”—, para evaluar los planes y las realizaciones, y para conceder la autorización de — 45 ayuda financiera de acuerdo al grado de cumplimiento de los compromi­ sos con la Alianza. Por consiguiente, la preparación de planes y la crea­ ción de sistemas de planificación se vio fuertemente estimulada, o hasta impuesta a los países renuentes, a través de las presiones del financiamiento exterior. A pesar de todo este fuerte respaldo a la planificación, y a pesar de que el Presidente Frei alcanzó el poder por una votación popular sin precedentes, y a que su gobierno se basaba por prim era vez en este siglo sobre un solo partido, la creación de una maquinaria de planificación nueva y amplio, así como la preparación de un plan de desarrollo, en­ contraron serias dificultades. Un elemento político importante, que influyó en que la publicación de la Ley 16.635 se postergara hasta el 14 de julio de 1967, casi tres años después de haber tomado el poder el Presidente Frei, fue el hecho de que los partidos de oposición tenían mayoría en el Senado. El gobierno prefirió ser muy cauto con el proyecto que debía enviar al Congreso, por lo cual concibió la Oficina Nacional de Planificación ( ODEPLAN) como un mero cuerpo consultivo y asesor del Presidente, sin dar nin­ guna fuerza legal a las directivas de planificación que este organismo estableciera. La Cámara de Diputados, dominada por una abrumadora mayoría de diputados gobiernistas, aprobó el proyecto, reforzándolo, pero el Senado lo desdibujó añadiendo un párrafo en que se establecía que ODEPLAN no podía en modo alguno interferir en los procedimientos administrativos normales, ni en las líneas de la autoridad administrativa. Este era un golpe serio a la efectividad del sistema de planificación, por­ que ODEPLAN había sido concebida en la Ley como el núcleo central de una organización descentralizada, basada en oficinas sectoriales si­ tuadas en los ministerios y en las corporaciones estatales, y que debían desempeñar un papel básico en la coordinación del sector público. La enmienda del Senado prácticamente liquidaba esta posibilidad. Pero esta no era la única dificultad, ni siquiera la más importante. El hecho es que ODEPLAN fue concebido originalmente como un cuerpo asesor de la Presidencia, y por lo tanto, o el Presidente no trató de usar­ lo, creando dicho organismo sólo como una concesión a compromisos programáticos previos, o con el fin de cumplir los requisitos de la Alian­ za para el Progreso; o bien tuvo intención de utilizar ODEPLAN, pero no pudo hacerlo por algún motivo. La impresión de este autor es que el Presidente y el Partido deseaban en efecto usarlo; por consiguiente, debe buscarse una explicación adecuada al papel relativamente inefectivo desempeñado por ODEPLAN en la formulación y aplicación de la políti­ ca económica, sin perjuicios de sus interesantes trabajos en el desarrollo de instrumental técnico y analítico de planificación, en planificación re­ gional, en el campo de la información estadística básica y en la coordina­ ción de la ayuda técnica externa. Creemos que la respuesta a esa pregunta está estrechamente rela­ cionada con la manera cómo las estrategias de desarrollo y las políticas fundamentales son implementadas a través de instituciones ejecutivas apropiadas. Si se recuerda que CORFO respondió durante un cierto pe­ ríodo a una determinada estrategia y sus correspondientes políticas básicas de largo plazo, y a las respectivas fuerzas socio-políticas, sin que fuera necesaria una oficina de planificación global ni un plan nacional de desarrollo, será más fácil comprender que ODEPLAN, concebida co­ mo un cuerpo técnico sin autoridad política, y sin el menor poder sobre el presupuesto, ha sido fácil víctima de la manera tradicional en que 46 — el Gobierno de la Democracia Cristiana llevó a la práctica —por medio de corporaciones estatales semiautónomas apropiadas— las líneas bá­ sicas de su política de desarrollo. En efecto, el programa del nuevo gobierno incluía los siguientes objetivos principales: reform a agraria, expansión de las exportaciones de cobre, fuerte expansión de los servicios sociales (principalmente vi­ vienda y educación), desarrollo industrial y, por sobre todo, control de la inflación17. En consecuencia y con el fin de llevar a cabo su política de reform a agraria, se fortalecieron considerablemente dos instituciones: la Corporación de Reforma Agraria (CORA) y el Instituto de Desarrollo Agrícola (IN D A P)18. Con el fin de dar impulso vigoroso al programa habitacional del gobierno —que ya se hallaba en m archa en el sector pri­ vado— se creó el Ministerio de la Vivienda y varias corporaciones com­ plementarias de la ya existente Corporación de la Vivienda (CORVI), como la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), la Corpora­ ción de Servicios Habitacionales (CORHABIT), etc. En el área de la mi­ nería del cobre se organizaron la Corporación del Cobre y las sociedades mixtas. CORFO creó nuevas subsidiarias o comisiones especiales (Comi­ sión automotriz, Comisión Electrócnica, etc.) con el fin de impulsar el desarrollo industrial en determinadas ramas; y el Ministerio de Educa­ ción fue reorganizado, concediéndosele fuertes recursos adicionales. La política de estabilización se puso enteramente en manos de los Ministe­ rios de Hacienda y de Economía y del Banco Central, en tanto que un Comité Económico informal —en el que tomaban parte algunos minis­ tros así como representantes de ciertas entidades públicas— actuaba co­ mo agencia coordinadora de la política de corto plazo. Como puede verse, todas las principales políticas de la estrategia de desarrollo y de estabilización del gobierno fueron encargadas directa­ mente a poderosas Corporaciones estatales o a determinados Ministerios, todos con amplia autonomía dentro del sector publico y respaldados por poderosos grupos de in te r é s —como la Cámara de la Construcción en el caso de los Ministerios de Obras Públicas y de la Vivienda— o bien por fuertes compromisos políticos —como en el caso de la Reforma Agraria y del control de la inflación—. Frente a esta fragmentación del poder público y de los organismos encargados de tomar decisiones, es obvio que un cuerpo consultivo como ODEPLAN no tenía la menor po­ sibilidad de llegar a desempeñar un rol decisivo en la coordinación de las políticas de estos diversos gigantes, o de hacerlos adherir en forma coordinada a algún programa de desarrollo a largo plazo. Sin embargo, especialmente durante los tres primeros años de. gobierno, se logró alguna coordinación, debido a que se trataba p or pri­ mera vez en muchas décadas de un gobierno de un solo partido, de ma­ nera que el acuerdo sobre ciertas decisiones básicas podía tomarse en el ámbito del partido y del gobierno. Pero al deteriorarse con el tiem­ po esta condición de unidad política, al aum entar los conflictos entre el partido y el gobierno, y dentro del partido mismo, este elemento de co­ ordinación también se debilitó. La situación se agravó por el hecho de que el gobierno se había 17 ODEPLAN, Política de desarrollo nacional: directivas nacionales y regionales. Ed, Uni: versitaria, Santiago, abril, 1969. , 18 La importancia atribuida a la Reforma A graria y a la modernización de la agricultura permitió la creación de una fuerte oficina de planificación sectorial en el Ministerio de Agricultura (ODEPLAN), que ha confeccionado un voluminoso y detallado P lan de De­ sarrollo Agrícola. — 47 comprometido a lograr algunos objetivos extraodinariamente ambicio­ sos en las actividades mencionadas más arriba, al mismo tiempo que se hallaba absolutamente comprometido a detener la inflación por medio de un programa de desaceleración de la misma en tres años. Como la economía se encontraba relativamente deprimida, la política expansio­ naría, junto con el severo control de los precios, lograron durante va­ rios años el aparente milagro de acelerar el crecimiento reduciendo al mismo tiempo el aumento de precios. Como los precios del cobre aumen­ taron considerablemente y el mercado mundial era muy favorable, al mis­ mo tiempo que la tributación interna también se aumentaba fuertemen­ te, fue posible una considerable expansión en los gastos del gobierno du­ rante los dos primeros años, cuando los ministerios y principales cor­ poraciones comenzaban a realizar sus ambiciosos objetivos. Pero tan pronto como la economía recuperó niveles altos de actividad, las pre­ siones inflacionarias empezaron a acumularse nuevamente y la proyec­ tada disminución en el aumento de los precios se convirtió en lo contra­ rio. La necesidad de contener la expansión fiscal constituyó la prueba definitiva para la planificación, ya que era necesaria una reducción co­ ordinada de los varios programas, con el fin de evitar una depresión o serios desequilibrios en la economía. En este momento crucial para la planificación se demostró más allá de toda duda que la coordinación no era posible y que cada fragmento de poder público empleaba todo su peso con el fin de mantener su propio programa a expensas de los demás. La imposibilidad, hasta el momento, de organizar un sistema efec­ tivo de planificación en Chile, parece así relacionarse estrechamente con la manera cómo tienen que proceder los gobiernos con el fin de vencer las propias limitaciones e inflexibilidades del sector público. Como el aparato administrativo es anticuado y extremadamente rígido, cada nue­ va función o tarea im portante —si existe realmente la determinación de llevarla a efecto— requiere la creación de una nueva estructura fuera del sistema administrativo normal, con el fin de tener autonomía sufi­ ciente para implementar eficientemente sus objetivos. Hasta ahora, y con objetivos limitados y parciales, esta clase de planificación sectorial o por actividad específica, unida directamente a su organismo ejecutivo, ha sido efectiva. El proceso de desarrollo y de cambio estructural que ha tenido lugar ha enfrentado a menudo al Estado con la necesidad de cumplir toda clase de tareas para las cuales no estaba preparado. En cada uno de estos casos, el Estado ha creado una nueva entidad o cor­ poración, con autonomía y recursos propios. Este proceso ha llevado a una notable fragmentación del poder público en una serie de corpora­ ciones estatales poderosas y semiautónomas, a las cuales se hace cada vez más difícil controlar y coordinar. Una vez alcanzada esta etapa, el balance global de la economía y su equilibrio a largo plazo queda en grave peligro, por cuanto cualquier intento de coordinación u orientación es considerado por estas organi­ zaciones como un deseo de lim itar su autonomía; en tales casos, luchan por m antener sus posiciones. Normalmente, cada una de estas institu­ ciones tenderá a pedir más recursos de los que realmente necesita, con el fin de encontrarse en m ejor posición para negociar, y como la fuerza de negociación entre ellas es diferente, las más fuertes tienden a preva­ lecer. Como es obvio, la destinación de recursos que resulta no tiene nada que ver con su orientación más racional a largo plazo. Es claro que en esta clase de juego, una institución, de asesoramiento como ODEPLAN tenía que ser aplastada o desplazada, cualquiera 48 — fuera su competencia técnica. Pero hasta en este último sentido estaba en desventaja ODEPLAN. Aunque basada en el debilitado equipo huma­ no que sobrevivió hasta entonces en el Departamento de Planificación de CORFO, era en realidad una institución nueva, sin mucha experiencia, sin las estadísticas necesarias, etc. En Chile se había elaborado anterior­ mente un plan, pero como no se había institucionalizado un sistema permanente de planificación, cada nuevo esfuerzo quedaba prácticamen­ te perdido, por cuanto los mejores miembros del personal técnico se alejaban al abandonarse el plan, y hasta el proceso de información se deterioraba porque ésta realmente no se necesitaba. Es de esperar que esto no vuelva a ocurrir, porque durante los últimos años ODEPLAN ha hecho una contribución técnica importante al futuro desarrollo de la planificación en Chile. Se ha realizado un trabajo sustancial en el cam­ po de la información económica de corto plazo; se han revisado las Cuen­ tas Nacionales, y se ha confeccionado una matriz de relaciones inter­ industriales de la economía chilena; se ha avanzado en la programación a corto plazo o anual, en coordinación con las autoridades monetarias y fiscales; se ha desarrollado una metodología para la planificación re­ gional y sectorial, y para controlar la consistencia regional-sectorial de los planes. En este sentido, los futuros intentos de planificación global ciertamente se encontrarán en mejor situación que la encontrada por el actual gobierno en 1964. Lo mejor de la obra de ODEPLAN ha sido probablemente su tra­ bajo en planificación regional. Como la administración del Estado ha sido tradicionalmente muy centralizada, lo que incluso se agudizó con la pro­ liferación de las corporaciones estatales, las provincias han quedado en manos de una ineficaz administración tradicional, en situación de ver­ dadera orfandad. La aparición de técnicas competentes en las provin­ cias, que estudiaban sus problemas, les daban la debida importancia, ela­ boraban proyectos concretos, ayudaban a lograr decisiones referentes a problemas específicos en el nivel central, respaldados políticamente por las autoridades locales y por los senadores y diputados, ha hecho posi­ ble para ODEPLAN desempeñar en este caso un papel crecientemente significativo en el nivel regional. Esta experiencia confirma las conclusiones a que hemos llegado anteriormente, por cuanto m uestra nuevamente que allí donde ODEPLAN pudo encontrar un campo todavía no cubierto por alguna institución autónoma del Estado, y donde le fue posible ser instrumento concreto de acción, fue capaz de cumplir un papel verdaderamente positivo. — 49 4.— Poder y Reforma Agraria en la experiencia chilena (1) Jacques Chonchol INTRODVCCION Cuando me pidieron que preparara esta discusión sobre el tema "Poder y Reforma Agraria en la Experiencia Chilena”, topé de inmediato con una prim era dificultad: precisar el significado de “Poder” en rela­ ción a la Reforma Agraria o en relación a cualquier otro aspecto del cambio social, es m ateria relativamente fácil para quien es sociólogo o cientista político de profesión. No soy ni lo uno ni lo otro. Me he pre­ guntado, pues, cómo enfocar el tema para que su presentación resulte racional, inteligible y no derive en una serie de hechos inconexos. Al respecto, creo que, por lo menos, puedo aportar una auténtica experiencia sobre algunos aspectos de la realización concreta de un pro­ ceso específico de Reforma Agraria, en una realidad determinada como es nuestra sociedad chilena y en un período dado como ha sido el de los últimos años. Me referiré, pues, a los tipos de dificultades o problemas que el proceso ha encontrado, a como se han enfocado y a los factores que han tendido a obstaculizarlo, a frenarlo. Colocado en este punto de vista, entiendo que el problema del Po­ der se puede analizar, entre otros aspectos, como las resistencias que, dentro de una sociedad, encuentra un proceso de Reforma Agraria. Tales resistencias no son exclusivamente políticas, sino que, a me­ nudo, son culturales o sociales, o también funcionales, surgidas de la ma­ nera como una sociedad como la nuestra reacciona frente a un proceso de cambio que pretende alterarla en uno de sus aspectos significativos. Y, evidentemente, la Reforma Agraria ha pretendido y pretende afectar un aspecto de la sociedad que ha tenido mucha importancia —más en el pasado que ahora— pero que sigue gravitando en la configuración de una serie de relaciones sociales, políticas, económicas, culturales, institucionales y jurídicas. Estimo, en realidad, que el papel que ha desempeñado el dominio de la tierra dentro de la configuración histó1 Conferencia dictad'a en el Depto. de Investigaciones del Centro de Estudios Socio-Econó­ micos (CESO) de la Universidad de Chile, el 18 de junio de 1969. rica de la sociedad chilena ha sido muy significativo, no sólo en el plano agrícola propiamente tal, sino que en todos los otros planos señalados. No cabe, por otra parte, la menor duda de que, hoy día, ese papel es menos im portante que años atrás. Desde luego, menos im portante que en el siglo pasado, menos que antes del desarrollo industrial vivido por el país en los últimos cuarenta o cincuenta años. Es patente, sin em­ bargo, que muchos de los rasgos que históricamente configuraron esta situación actual, tienden a perdurar, a mantenerse. Por lo mismo, m u­ chos de dichos rasgos conservan una influencia que va más allá del poder real que actualmente significa en la sociedad chilena, el control de la tierra. Tenemos así que un proceso de cambio como la Reforma Agraria que cuestiona las relaciones establecidas en el dominio de la tierra tiende a producir, dentro de la sociedad, una serie de resistencias, de roces, de problemas que merecen ser analizados ya que, al margen de lo que en sí mismo significan, son experiencias y enseñanzas posiblemente útiles para otras alternativas de Reforma Agraria o, incluso, para el propio proceso que se realiza en Chile. He tratado de circunscribir mis obser­ vaciones en cuatro puntos concretos: 1?— Tratar de señalar, aunque rápidamente, las causas políticas que, — a m i juicio— han permitido se haya tratado de abordar, ahora, por primera vez en el país, el problema de la Reforma Agraria en forma seria. Y digo: en forma seria, porque de este problema se ha hablado entre nosotros desde muchos años atrás, veinte, treinta y posiblemente más, afirmando la necesidad de realizar una Reforma Agraria. A mi juicio, sin embargo, pese a todo lo hablado, hasta ahora, objetivamente, no se había logrado empezar a abordarlo de una m anera relativamente seria. En estos años, me parece, por prim era vez se ha empezado a hacerlo. De allí que valga la pena analizar las causas que ahora han hecho posible lo mismo que antes no lo fue, pese a que el interés por la Reforma Agra­ ria parecía ya tan destacado 20 ó 30 años atrás. Basta recordar que al asumir el poder el Frente Popular, el año 38, la Reforma Agraria era una de sus banderas. El propio Presidente Aguirre Cerda había publicado en París en 1929 un im portante libro sobre la cuestión agraria en Chile, señalando su trascendencia y significación. Y luego, se sucedieron otros Gobiernos, con participación de partidos políticos que proclamaban una posición muy firme frente a la Reforma Agraria. Sin embargo, práctica­ mente nada se avanzó. Valgan o no, entonces, todas las limitaciones que puedan hallarse al proceso actual, cabe reconocer que se ha pasado de las palabras a los hechos. Estimo, por eso, dignas de estudio las condi­ ciones políticas actuales que han hecho posible este avance relativo del proceso y aquellas que anteriormente lo impedían. 2°— En segundo lugar, pretendo reseñar, —sumariamente— como nos lo permite esta exposición —cuáles son las características básicas de un proceso de Reforma Agraria del tipo de la chilena. Y hago esta restricción, porque indudablemente el fenómeno genérico de la Reforma Agraria puede plantearse en distintos contextos. Hay Reformas Agrarias que se plantean, en ciertos países, dentro de procesos revolucionarios globales y las hay que pueden darse dentro de procesos de cambio relativamente limitados. Concretamente, creo que la experiencia chilena es la de un esfuerzo de Reforma Agraria in­ serto en una sociedad o en una situación que no ha sido afectada por un cambio global que pudiera estimarse de tipo revolucionario. Es pues, la — 51 de Chile, una situación distinta a la que puede darse históricamente en otros países en que el mismo fenómeno se ha enfocado como un aspecto más dentro de una revolución global orientada a trastocar violentamente una situación social, sean cuales fueren las circunstancias históricas y con­ tingentes que la hubieren desencadenado. Posee, pues, a mi parecer, la Reforma Agraria chilena, ciertas características derivadas del hecho de tratarse de un esfuerzo de cambio que afecta a un sector significativo de nuestra sociedad, pero realizado mientras en el resto de la misma socie­ dad no ha habido cambios significativos, de tipo revolucionario, que tocaran las relaciones económicas y sociales. Ello determina una forma de operación, ciertas formas de resistencia como algunas formas de acción que merecen nuestra atención. Adelantemos, además, que el proceso se intenta dentro de lo que podemos llam ar un sistema democrático tra­ dicional que aporta otras limitaciones para cualquier Gobierno que pre­ tenda emprender una tarea así. Piénsese en las aspiraciones específicas y en las posibilidades de expresión que detentan otros sectores sociales, los que, en el caso chileno, son mucho más importantes que el sector campesino. Valga pues, lo dicho como fundamentación para invitar a reflexionar sobre este punto. 3?— En tercer lugar, trataré de señalar, también muy sintética­ mente, las características de poder real del campesinado en la sociedad chilena aceptando que ella ha variado de antes al presente y tratando, por lo mismo, de visualizarla en la situación del año 64. Es un nuevo punto que me parece debe preocupamos. No me cabe la menor duda que el campesinado chileno es uno de los grupos sociales que, desde muchos puntos de vista, ha gozado de menor poder real. Y ocurre, que cuando se considera a Chile como un país subdesarrollado, comparable con otros países en similar situación, uno tiende a olvidar que el peso cuantitativo de nuestro campesinado en la sociedad chilena es bajo. Incluso, en este momento, de cada 4 ha­ bitantes de Chile, 3 son urbanos y 1 es rural. Es, pues, necesario, tener presente esto si comparamos nuestro caso con experiencias históricas de Reformas Agrarias en otros países subdesarrollados, en los cuales la gravitación cuantitativa de la masa campesina en la sociedad global es mucho mayor. Nuevamente, la situación es especial y acarrea limita­ ciones que conforman un problema por analizar. Ahora, el problema se subraya si esa cuarta parte de la población, que es el campesinado, tiene un poder real desde los puntos de vista político, económico y social bas­ tante inferior al grado de poder de otros sectores sociales. Surgen de esa realidad, una serie de obstáculos y de posibilidades para un proceso de Reforma Agraria, que tienen su propia significación. 4?— Finalmente, me detendré en algunas reflexiones sobre los tipos de problemas que se han planteado en el desarrollo de la Reforma Agraria. No creo de interés extenderme sobre la manera en que se ha de­ sarrollado el proceso de Reforma Agraria; tal análisis nos desviaría de nuestro propósito. En cambio estimo útil plantear los tipos de problemas que han surgido durante el desarrollo de este proceso en Chile y que lo han obstaculizado y frenado. No es fácil tipificar estos problemas pues son de muy diversa na­ turaleza. He tratado de englobarlos desde un punto de vista más bien metodológico, en razón de su presentación, aún cuando muchos de ellos se dan entremezclados. Tendremos así, en este capítulo, seis subclasificaciones: 52 — A) Problemas o dificultades de tipo legal que, por la propia natu­ raleza del funcionamiento de la sociedad chilena, son de bastante impor­ tancia. B) Problemas derivados del sistema institucional del Estado. C) Problemas provenientes de las resistencias y dificultades del propio campesinado, los que, en su conjunto, constituyen, a mi juicio, un hecho real que se plantea en Chile o en cualquier otro país del mun­ do donde se encare un proceso de cambio como la Reforma Agraria. D) Resistencias de tipo general de la sociedad, que nacen fuera del mundo campesino propiamente tal. Esta últim a categoría la especi­ ficaré en: 1) Problemas económicos y financieros; y 2) Problemas de desarrollo de la agricultura en relación con el resto de la economía. Trataré, entonces, de esquematizar algunas ideas en tom o a esos cuatro tipos fundamentales de problemas y a las dos subdivisiones del último, en orden a perm itir una posterior discusión o aclaración sobre algunos de ellos. CAPITULO I CAUSAS POLITICAS QUE HAN PERMITIDO ABORDAR EL PROCESO DÉ REFORMA AGRARIA He tomado seis elementos que me parecen significativos para este punto. No pretendo que sean los únicos, ni que sean exclusivos, ni tam­ poco establecer un orden de importancia. Creo que, en la realidad, se ha producido una situación favorable debido a que la acción de todos estos elementos ha permitido que, por lo menos en estos años, se haya em­ pezado a abordar seriamente el proceso de Reforma Agraria. A mi pa­ recer todos ellos han tenido su importancia en crear esta posibilidad de iniciar la realización del proceso. 1?— En las elecciones presidenciales de 1964, se ofrecieron clara­ mente al país dos alternativas políticas con muy neto predominio sobre la tercera. Eran, de hecho, las dos alternativas que tenían posibilidad de llegar la poder político, al poder central del Estado. Ambas tenían aspi­ raciones y las planteaban al país, de una profunda transform ación de tipo reform ista en la sociedad. Creo que, pese a que ambas postulaciones o fuerzas usaron abundantemente un lenguaje revolucionario, los con­ tenidos de sus programas aspiraban a desencadenar un proceso profun­ do de reforma social y económica dentro de la sociedad chilena. Me refiero a las alternativas que significaban la Democracia Cristiana y el FRAP. He dicho que estas postulaciones políticas eran las únicas que te­ nían, netamente, posibilidades de éxito. Surgían estas de una serie de cir­ cunstancias que se dieron en los años anteriores a la elección, por el dete­ rioro de la combinación y del sistema político con que había gobernado el Presidente Alessandri. Los grupos tradicionales de la política, sobre todo — 53 los grupos más conservadores, más ligados al statu-quo, aparecían en una posición muy desmedrada, extraordinariamente desplazados, especialmen­ te si se recuerda la posición de que habían gozado en otras oportunidades de enfrentamiento político a nivel presidencial. No cabía sino escoger pa­ ra ellos, el mal menor, o sea, tra ta r de ver cuál de las otras dos alternati­ vas les significaba menor riesgo para sus intereses. La mayor parte de sus componentes se inclinó hacia aquella postulación o aquel sector político que, a su juicio, consideraban menos peligroso y cuyo lenguaje reformista y revolucionario suponían no iba más allá de lo planteado en muchas campañas políticas, a saber un mero lenguaje revolucionario, que en la práctica, no se tendría la voluntad ni la posibilidad de concretar. Creo pues, que fue ésta una coyuntura política especial. Ya un año antes de la elección, la D.C. y el FRAP aparecían al país como las dos alternativas más claras y, si se analizaban los contenidos progra­ máticos, las diferencias se reducían a matices; mayor o menor énfasis en distintos aspectos, ya que ambas exigían una acción de profundas trans­ formaciones en la sociedad chilena. Desde luego, dentro de este progra­ ma, concedían un lugar significativo a la acción específica de Reforma Agraria. Simultáneamente, la situación desmedrada, como dije, de los gru­ pos políticos más tradicionales —que, durante la administración de Alessandri y en todas las otras oportunidades políticas anteriores, habían sido alternativa si no de llegar al poder, de frenar al menos las espectativas de cambios más profundos— convergió a producir un hecho po­ lítico nuevo, una coyuntura favorable, propia de la historia de los últimos años dentro del contexto político chileno y este fue uno de los elementos que permitió que el proceso de Reforma Agraria se comenzara a realizar. 2°— Un segundo elemento, a mi parecer, lo constituye un hecho de carácter intelectual, de alguna manera reflejado también por las postu­ ras políticas ya señaladas y que se venía plasmando en la sociedad chi­ lena durante los últimos años. Me refiero al convencimiento más o menos generalizado de que la Reforma Agraria era un proceso necesario y de­ seable. Y esto, no sólo desde el punto de vista de hacer justicia a un sector relativamente im portante dentro de la sociedad, que permanecía profundamente postergado, sino que como precondición indispensable para obtener dos logros: perfeccionar realmente la sociedad democrática y acelerar el proceso de desarrollo económico. Esta convicción había ganado terreno en los círculos más ilustra­ dos, en parte por la prédica de los políticos, pero decisivamente —ya que los políticos hablaron sobre esto largo tiempo antes sin éxito— de­ bido a la insistencia de intelectuales nacionales, —sociólogos, economis­ tas, escritores y, en general, gente preocupada del problema social—, y de muchos organismos internacionales, especialmente de los dependientes de las Naciones Unidas. Aunque los círculos ganados por la idea no fue­ ran cuantitativamente los más importantes, eran aquellos que cualita­ tivamente más gravitaban en nuestro contexto social. Aceptaban, en rea­ lidad, esos sectores, la conexión señalada entre la posibilidad de acelerar el perfeccionamiento del sistema democrático, el desarrollo económico y el proceso de Reforma Agraria, al percibir la magnitud de los grupos marginales, entre los cuales se destacaba específicamente el campesi­ nado. No me parece que este fenómeno haya sido exclusivo de Chile. Se ha venido dando en América Latina y en otras regiones subdesarrolladas 54 — del mundo, especialmente en los últimos 10 ó 15 años. Reflejo de esto es la afirmación de la necesidad de la Reforma Agraria en la mayor parte de las conferencias internacionales y las aseveraciones, aún de los gobier­ nos más conservadores y de personas que evidentemente no están dis­ puestas a llevar adelante estos procesos, pero que reconocen verbalmente lo ineludible de ellos. Todo ello deriva en la conformación de una cierta imagen de opinión pública. Si fuera preciso dar ejemplos de lo que he anotado, piénsese en las resoluciones de la FAO que agrupa a ciento y tantos países del mundo; en aquellas de CEPAL, y otras organizaciones o instituciones de tipo regional; incluso en las de la propia OEA, con todo lo tradicional y reaccionaria que es. No cabe duda que se ha producido explícitamente un consenso teórico de esta necesidad, impuesta tanto por la exigencia de acelerar el proceso de desarrollo económico como por los problemas de justicia para con uno de los sectores más poster­ gados de la comunidad nacional. En resumen este segundo fenómeno, que he calificado de intelec­ tual, y qüe ha ido configurando una cierta form a de pensamiento, una cierta manera de ver las cosas, tiene como resultado el que mucha gente —políticamente ilustrada, por así decir— ha variado, en los últimos años, su posición frente a la Reforma Agraria, de suerte que ella es mu­ cho más apreciada que en períodos anteriores. 3?— Un tercer elemento significativo, sobre todo en el contexto de Chile y de América Latina, fue la posición de Estados Unidos. Me parece ocioso discutir aquí la influencia de Estados Unidos en la mayor parte de los países de América Latina y en sus políticas; si ella es directa o indirecta. Un hecho, para nuestro propósito, es evidente: en la época de la Administración Kennedy hubo, por lo menos, un cierto vuelco en la visión oficial del enfrentamiento de los problemas de Amé­ rica Latina. Puede recordarse, —aunque la situación se ha debilitado considerablemente después—, que, al nacimiento de la Alianza para el Progreso y en el momento de la Carta de Punta del Este, toda la proble­ mática discutida giraba en torno a que, sin reformas estructurales, era imposible perfeccionar la democracia, acelerar el desarrollo, etc. Y esa posición era propiciada por los mismos Estados Unidos y aceptada, aun­ que fuera formalmente, por una serie de Gobiernos conservadores de América Latina. Ahora bien, las reformas estructurales en que se insistía particu­ larmente eran las Reformas Agrarias y las Reformas Tributarias. Tal era el énfasis que en ellas se ponía que se llegó a decir, en esos años, que si los países no estaban dispuestos a hacer Reformas Agrarias y Reformas Tributarias significativas, no tendrían ayuda internacional, ya que se deduciría que estaban gobernados por oligarquías cerradas y opuestas al menor cambio de las condiciones tradicionales. Podrá discutirse el ori­ gen de este hecho internacional, si fue consecuencia del impacto de la Revolución Cubana en los Estados Unidos o más bien fue el resultado de una nueva visión de relaciones interamericanas. Insisto en que, para nuestro punto de vista esto carece de mayor significación. En cambio no cabe la menor duda de que, por entonces con mucho mayor inten­ sidad que ahora, existió esa presión externa en favor de la Reforma Agra­ ria del Gobierno de los Estados Unidos sobre muchos países de Latino­ américa. Además, ella estaba en cierto modo aceptada por la prensa reac­ cionaria que tiende a form ar la opinión pública dominante, porque ve­ nía patrocinada por los Estados Unidos. Así, la Reforma Agraria ya no — 55 era comunismo ni otra serie de cosás. Basta leer y comparar los edito­ riales de "El Mercurio” de algunos años antes y después de la Alianza para el Progreso y de la Carta de Punta del Este, para apreciar que, aunque no estuvieran de acuerdo en el fondo, formalmente tenían que dar su venia a la nueva actitud. Creo pues que fue éste un nuevo e importante elemento, —en este caso un hecho internacional—, que entró a jugar en la configuración de un cuadro político que perm itía abordar ahora con mayor profundidad el proceso de Reforma Agraria. 4?— Como cuarto elemento, quiero destacar un hecho estrictamen­ te económico, pero que se liga y refuerza por una derivación en el plano de las imágenes que la opinión pública se forma. El hecho económico es la incapacidad creciente de la agricultura chilena para responder a los requerimientos del país, incapacidad que se ha manifestado de manera cada vez más significativa a partir de los años 40. Haciendo un poco de memoria, Chile tuvo, a fines de la década del 30, un supéravit de productos agropecuarios en su comercio exterior; exportaba alrededor de 30 a 40 millones de dólares anuales por ese ru­ bro e im portaba alrededor de 20 a 25 millones de dólares. Sin embargo, el lento crecimiento de la agricultura frente al crecimiento de la pobla­ ción, del ingreso y de las necesidades, trastocó esta situación, hasta que el estancamiento agrícola, desde el punto de vista económico, se convir­ tió en un peso negativo muy importante en la balanza de pagos. En los últimos años, seguíamos exportando los mismos 30 ó 40 millones de dó­ lares; pero, en cambio, importábamos alrededor de 200 millones de dó­ lares, cifra que significaba, hasta hace pocos años, entre la tercera y cuar­ ta parte del presupuesto total de divisas del país. Así, las ventajas que Chile había ganado con su proceso de industrialización, sustituyendo im­ portaciones, las estaba indudablemente perdiendo por el estancamiento del sector agrícola. Tenemos así este hecho económico, el progresivo de­ terioro de la agricultura frente a las necesidades del país, que también ayudó a plasm ar la posibilidad política para la Reforma Agraria. Pero el carácter de condicionamiento político conferido a este hecho económico se hace más patente por la simultaneidad de otro as­ pecto: la mala imagen que, de los agricultores chilenos, se ha formado el hombre común del país. Creo que si se interroga al hombre de la calle, a ese hombre de la calle que es el hombre urbano, qué imagen tenía y aún tiene del agricultor, la respuesta m ayoritaria será del siguiente or­ den : “mire, son unos señores que tienen mucha tierra y que toda la plata que ganan se la van a pasear a E uropa... que se compran grandes au­ tos. .., etc.”. Fuera verídico o no, me parece que en esta línea estaba la imagen que los propios representativos de la agricultura tradicional, la Sociedad Nacional de Agricultura, las organizaciones similares de provin­ cias, etc., en general proyectaban. Eran parte de la oligarquía o la oligar­ quía misma, gente que no quería producir, interesada sólo en hacer di­ nero y que trataban pésimo a sus campesinos. Si tal era la imagen gene­ ralizada en el hombre de la calle, indudablemente ella concurría a crear la posibilidad —precisamente en un país donde las tres cuartas partes de la población era y es urbana— de que el lema de la Reforma Agraria y el tema político de esa Reforma, abordado por los partidos de izquier­ da o por las fuerzas de centro tuviera —como lo tuvo de hecho— una cierta aceptación y acogida. No era, en realidad, extraño que el cam­ pesinado acogiera políticamente la Reforma Agraria. Pero, para el hom­ 56 — bre medio, que prácticamente no veía su relación con la agricultura, creo que, de no haber mediado esta mala imagen del agricultor, habría tenido menor recepción y respuesta la prédica constante que se venía haciendo a la Reforma. Confirma lo que he dicho que, por ejemplo, en algunas de las encuestas hechas, hace ya algunos años, por la SNA., no en el campo sino en el Gran Santiago, se obtuvo que el 80% de los encuestados era partidario de la Reforma Agraria. Ahora bien, ciertamente la SNA no realizaba tales encuestas para concluir que la gente era favorable a la Reforma Agraria. Lo cierto es que la mala imagen del agricultor tra­ dicional existía en el hombre común, sobre todo en el urbano. Eso, ligado al estancamiento y al atraso agrícola configuraba un nuevo condiciona­ miento o causa política favorable al proceso de la Reforma Agraria. 5?— El quinto elemento en esta enumeración ha sido, a mi juicio, la lucha política que se estableció, entre los distintos partidos, por obte­ ner la votación campesina. La votación campesina no es la más significativa en Chile. Y esto por dos razones: en prim er lugar, porque los campesinos son menos que los urbanos (en concreto, por un campesino hay tres urbanos) y, en segundo lugar, porque el porcentaje de analfabetismo es mucho mayor en el campesinado que en el hombre urbano (hasta hace pocos años al­ canzaba de un 30% a un 40% en el campesinado, mientras que en las áreas urbanas era inferior al 10%). Dada la exigencia aún vigente de saber leer y escribir para ser elector *, dicha realidad porcentual ha jugado un papel decisivo en la escasa posibilidad de fuerza y de peso político del campesinado. Pero, por otra parte, es indudable que en Chile se ha venido produciendo una acelerada ampliación de la masa electoral y ello ha cambiado la impor­ tancia del voto campesino. Recuérdese que en los últimos años, vale decir, desde el año 40, el número de electores ha pasado de 500 mil so­ bre 5 millones de habitantes a tres millones, sobre 9 millones. En otras palabras, de un 10% de la población a un tercio de ella. Muchos factores han concurrido para este fenómeno de ampliación: la incorporación de la m ujer al derecho a voto; el mejoramiento de los índices de alfabeti­ zación; la obligación de estar inscrito en los registros electorales para una serie de actos civiles, etc. Aunque este último tipo de exigencia legal no haya sido siempre urgido ni se haya sancionado realmente la absten­ ción, los factores señalados han provocado un rápido aumento de la par­ ticipación electoral de la población. Es en este contexto, en la lucha por conquistar la opinión pública, que indudablemente ha habido una lucha particular de los partidos políticos, especialmente en los últimos 10 años, por obtener el voto campesino. En una situación como la descrita, uno de los temas más funda­ mentales que podría plantearse al campesino para lograr su voto era el problema de la Reforma Agraria. Y, de hecho en estas últimas campañas, las fuerzas políticas hablaban de que, cuando llegaran al poder, dividi­ rían los fundos y entregarían las tierras a sus trabajadores, lo que con­ cuerda con la aspiración innata de los campesinos chilenos. He allí, pues, un nuevo elemento que ha contribuido a crear una situación política favorable a una acción de Reforma Agraria en los úl­ timos años. * Con la reciente reform a constitucional esto queda modificado p ara después de las eleccio­ nes presidenciales de septiembre de 1970, en que también los analfabetos tendrán derecho a voto (nota de marzo de 1970). 6°— Finalmente, un sexto elemento, derivado, si se quiere, del an­ terior, entra a jugar también como causa política: la mayor conciencia que tiene el campesinado de su verdadera situación. Si esa conciencia era importante el año 64, en la actualidad lo es mucho más, precisamente por la prédica de los partidos políticos en pos del voto campesino. Sintetizando, y a riesgo de repetirse, creo que estos hechos, —que no son los únicos ni exclusivos, pero que son hechos de significativa im­ portancia— han configurado una posibilidad, en estos años, de comenzar a hacer una Reforma Agraria de cierta profundidad. De no haberse dado la concatenación de ellos, me temo que habría pasado lo mismo que ocurría años antes: se habría hablado mucho de Reforma Agraria, pero nada se habría hecho. Incluso muchos de los par­ tidos de izquierda o de avanzada concentraban su preocupación en el llamado proletariado urbano, en el trabajador de la ciudad, pero tenían muy poca conciencia y muy escasa preocupación por quienes constituían el mundo campesino propiamente tal. Por lo dicho, pues, hemos revisado, aunque someramente, lo que a causas políticas se refiere, en cuanto ellas, concretamente, han permi­ tido encarar inicialmente un proceso de Reforma Agraria. CAPITULO II: CARACTERISTICAS BASICAS DE LA REFORMA AGRARIA CHILENA En este segundo capítulo, abordaremos las características básicas de la Reforma Agraria chilena, situada ya como un cambio dentro de un sector de la sociedad y en un contexto global no revolucionario. Tal tipo de Reforma Agraria se ha dado en otros países. En reali­ dad, sintetizando, se podrían establecer tres grandes tipos de Reformas Agrarias, aún cuando una tipología de estos procesos puede intentarse desde muy diversos puntos de vista. Así, hay Reformas Agrarias que se dan dentro de un proceso de revolución global (en América Latina serían los casos de México, Bolivia, Cuba). Tenemos también Reformas Agra­ rias, en el otro extremo, que sólo consisten en colonizar unos cuantos terrenos perdidos en la selvá, para dar la sensación que se está llevando a cabo una verdadera Reforma Agraria, y ello tanto para la exportación como para el consumo político interno. La verdad es que tales procesos carecen de todo significado para el mundo campesino y para el resto de la sociedad y sólo por el hecho de que aquellos que los realizan así los llaman, se les puede considerar como reformas agrarias. No son casos hipotéticos sino frecuentes en nuestra América y se acompañan con un mucho hablar de Reforma Agraria y con abundantes leyes. Finalmente, existen esfuerzos de Reforma Agraria, emprendidos en algunos países, con la intención de producir un cambio de cierta importancia, pero den­ tro de una situación en que, diríamos, se aisla el campo del resto de la sociedad. En otras palabras, se pretende cambiar la estructura del campo porque se reconoce que en él permanece una forma de explotación de tipo colonial o tradicional que se hace insostenible dado que el resto de la sociedad se ha modernizado e industrializado. A mi parecer, la Reforma Agraria chilena corresponde a este úl­ 58 — timo tipo. Se ha planteado como una Reforma dentro de un Programa de Gobierno que incluía dos facetas dignas de observarse. a) La primera, un programa social muy avanzado y progresista que buscaba fundamentalmente, la incorporación a la sociedad moder­ na de los sectores más postergados, de los sectores marginales. Dicha faceta social del Programa se expresaba en un amplio proceso de Reforma Agraria, en una organización popular significativa, especialmente de los grupos marginales; en una im portante reforma educacional, destinada a dar armas de progreso y de defensa al pueblo y que también se iniciaba por el nivel prim ario para favorecer a los sectores más postergados; y en una cierta política de redistribución del ingreso que perm itiera a esos mismos sectores, m ejorar su situación económica dentro de la sociedad chilena. Debe pues tenerse presente que, dentro de ese programa social progresista se englobaba la Reforma Agraria. b) Simultáneamente había la otra faceta del Programa de Gobier­ no. Por ella se perseguía acelerar el proceso de desarrollo económico mediante los moldes tradicionales. Más claro: se intentaba acelerar el proceso de desarrollo económico basándose, en cierta medida, en los mismos grupos sociales, en los mismos grupos empresariales privados tradicionales, a los cuales se pretendía incentivar e incorporar el pro­ ceso de desarrollo general. De allí que haya ubicado la Reforma Agraria chilena en el tipo de las Reformas no incluidas en un contexto global revolucionario. Por un lado, se trataba de una Reforma Agraria comprendida en un programa de acción social orientado a un cambio profundo y, por otro, de un programa de aceleramiento del desarrollo económico dentro de los mol­ des de la sociedad que existía antes, o como dijera, basado en los mismos grupos empresariales, en las mismas empresas privadas, en quienes te­ nían en sus manos el control del aparato industrial, bancario y comercial. Ahora bien, esta programación bifacética implicaba una situación de negociación social. Y, además, tal negociación debía realizarse en el contexto de un sistema democrático tradicional en que se mantenían las formas parlamentarias, las formas de "libertad de prensa", en fin, todas las formas usuales de lucha del sistema. No es de extrañar pues, que el programa de Reforma Agraria resultara un proceso bastante difícil de negociación política y social: por un lado, había que concretar suficien­ tes realizaciones como para responder a las aspiraciones que existían y que se habían creado; por otro, se procuraba conciliar al grupo empre­ sarial existente con el programa de cambios sociales. Precisemos ahora, cuáles eran estos aspectos en que era preciso buscar una conciliación. 1) En prim er lugar se intentaba mantener, dentro de la agricultura, un sector capitalista privado, notoriamente más moderno, más eficiente. En otras palabras, que no cayese, con la Reforma, la producción y, para eso, había que evitar que el mismo grupo capitalista, —que era más em­ presarial y más activo dentro de la agricultura, se descorazonara y de­ jara caer la producción con repercusiones económicas serias sobre toda la sociedad. Una vez más estamos, entonces, en la disyuntiva que querer tomar medidas de reforma profunda y que respondieran a las aspiraciones creadas, al interés de las masas campesinas y, simultáneamente, preten­ der conservar, ayudar, e incentivar, si fuese posible, al sector capitalista agrícola que se deseaba fuera más capitalista, más eficiente, más diná­ — 59 mico y moderno, dedicado menos a acumular tierras y más a hacer in­ versiones, a producir más eficientemente. 2) Un segundo aspecto entraba en juego para la concilación entre la Reforma Agraria y los grupos empresariales. El programa global incluía una aceleración del proceso de desarrollo económico y ello suponía no atemorizar a los grupos empresariales no agrícolas, llamados a incor­ porarse a dicho desarrollo por un proceso paralelo al de Reforma Agraria. Más que probable era que estos grupos empresariales no agrícolas vieran en la Reforma Agraria el prim er paso de un proceso de socialización o colectivización general, y los grupos agrícolas afectados comenzaron de hecho a argumentar en esa línea. Así las cosas, difícil resultaba esperar que los empresarios industriales estuvieran dispuestos a colaborar en el programa de desarrollo industrial. Los intentos, pues, se orientaron a demostrar a los industriales que, incluso la Reforma Agraria, era un buen negocio para ellos dado que, tanto cuanto significara una redistribución del ingreso, significaría una ampliación del estrecho mercado interno, una posibilidad de expan­ sión industrial inconcebible mientras no se expandiera el reducido mer­ cado consumidor urbano por la no participación del campesinado. Pero este planteamiento conciliador no iba a resultar fácilmente aceptable. Por una parte estaba el deseo de una Reforma realmente be­ neficiosa para el campesinado, lo que suponía abandonar las meras pa­ labras, las promesas y las leyes, para pasar a responder concretamente a las aspiraciones y al problema político creado. Por la otra, el esfuerzo por mantener, dentro de la agricultura, al sector capitalista y para que la reforma agraria no desincentivara a los demás sectores empresariales. Los mismos sectores capitalistas agrícolas se encargaron de proclamar que la Reforma Agraria era el prim er paso de la Reforma Industrial, de la Reforma Urbana y de otra serie de cosas. Y era lógica tal actitud, pues la m anera óptima de defenderse era crear, en la opinión pública, el ambien­ te de que, tras la Reforma Agraria, seguía algo vago en que todos los propietarios desaparecían y todos term inarían perdiendo. Vale la pena recordar, porque ejemplariza y comprueba lo dicho, lo que ocurrió en los primeros años de este proceso: se discutió la ley de impuesto patri­ monial y, fueron los grupos empresariales afectados los que afirmaron que se trataba no sólo de una ley que amenazaba al grupo pequeño de los detentores de altos ingresos, sino a quienquiera tuviera algún patri­ monio: a la anciana que tuviera su máquina de coser, al campesino que poseyera un par de vacas, etc. Tal fue concretamente la táclica: crear un clima de incertidumbre favorable para una oposición política amplia de los sectores empresariales y de cualquiera que tuviera algún bien, al proceso de Reforma Agraria. 3) El tercer aspecto que hay que destacar estriba en que se preten­ día dar, del modo más rápido posible, propiedad a los campesinos, para dar estabilidad social al agro y al sistema político general. Resumiendo, entonces, he destacado que el prim er problema de­ rivaba de realizar una Reforma Agraria en una situación que no cabe considerar como revolucionaria global. Si hubiese sido tal, el ejecutivo habría podido disponer de un poder muy superior. En nuestro caso pro­ curaba conciliar distintos intereses. Hacer avanzar el proceso de Refor­ ma Agraria con cierta profundidad y significación, de manera de respon­ der a las aspiraciones creadas en favor de la masa campesina e, incluso, dar propiedad a un sector importante del campesinado para estabilizar 60 — y democratizar el sistema. Paralelamente, evitar que esos avances se con­ virtieran en desincentivo para ciertos grupos empresariales dentro y, es­ pecialmente, fuera de la agricultura, ya que se buscaba comprometerlos con el proceso de desarrollo industrial. Me parece que este es un pro­ blema que indudablemente se presenta en cualquier sociedad si se in­ tenta conciliar intereses sociales distintos. Creo que, en nuestro caso, fue una de las mayores dificultades operacionales porque el proceso de Re­ forma Agraria no se hace en el vacío, en un laboratorio, sino dentro de un proceso de lucha social en que hay manifestaciones, reacciones, fac­ tores psicológicos, factores que impresionan a la opinión pública, todo lo cual resulta más decisivo si se procura cuidar dos flancos tan distintos como los enfocados. Otro problema en este contexto que me parece im portante señalar es que, dentro del Programa Global no estaba previsto hacer solamente la Reforma Agraria, ni gozaba ella de una exclusiva prim era prioridad. Simultáneamente, estaban consideradas acciones importantes que de­ mandaban recursos de alto monto para el servicio de otros sectores so­ ciales cuantitativamente más importantes que el campesinado. Así, se planteaba un plan habitacional de alto vuelo, en pro de la población ur­ bana: 360.000 casas por construir para evitar que la situación habitacio­ nal urbana se siguiera deteriorando, cosa que sucedía en los años ante­ riores y especialmente para erradicar las poblaciones callampas y me­ jorar sus condiciones de habitación. Así también, se preveía un programa de Promoción Popular y de servicios comunitarios por realizar a nivel de poblaciones, comunidades, etc. También, el amplio program a educa­ cional y no pocos servicios públicos imperativamente urgentes: hospi­ tales, etc. En resumidas cuentas, junto con la acción de Reforma Agraria, dirigida y orientada a favorecer al sector campesino que constituía la cuarta parte de la población, dentro del program a de desarrollo social, existía todo un plan para otros sectores que esperaban las satisfacciones de sus propias necesidades e intereses. Allí estaban los sectores margi­ nales urbanos, la población obrera y empleada urbana que requerían ser favorecidas en las mismas líneas: redistribución de ingreso, educa­ ción, habitación, servicios sociales, mayor desarrollo industrial. Final­ mente, allí también estaba el sector empresarial-industrial, que, si cuan­ titativamente era minoritario, cualitativamente era muy importante, ya que se le quería incorporar al proceso de desarrollo. Muchas de las dificultades y contradicciones que surgieron pos­ teriormente, durante el proceso de desarrollo de la Reforma Agraria, provenían de los dos problemas básicos enunciados. Era necesaria una conciliación de intereses que no podía obtenerse sin dificultades y con­ tradicciones políticas que se agudizaron a medida que el proceso avan­ zaba. Y, por otra parte, era inevitable la inmensa dificultad económica derivada de plantear seriamente la Reforma Agraria —lo que significaba dedicarle una cantidad muy significativa de recursos de la nación en los primeros años del proceso—, simultáneamente con las exigencias de re­ cursos considerables destinados a problemas de desarrollo social para otros sectores no campesinos. Esas contradicciones financieras y econó­ micas, que no se percibían en los primeros años, en el período posterior de la Reforma Agraria se agudizaron con ritmo creciente. Creo que estos rasgos que he pretendido delinear merecen tenerse en cuenta como telón de fondo para enfocar el tipo de Reforma Agraria que se planteó a partir de 1964, dentro de la sociedad chilena. — 61 ♦ CAPITULO III: SITUACION DE PODER DEL CAMPESINADO EN LA SOCIEDAD CHILENA Pretendo ahora analizar cuál era la situación real de poder: —po­ der social, económico y político—, que tenía el campesinado en la So­ ciedad chilena. Desde luego, creo que era mínimo. No entraré en demasiados detalles, pero quisiera señalar algunos rasgos que estimo oportuno tener presentes. En prim er lugar algo que no constituye novedad: si uno analiza el número de la masa campesina chilena, constata que ella no ha cam­ biado significativamente en los últimos años. Datos al respecto, pueden hallarse en el estudio del CIDA sobre la agricultura chilena, basado en antecedentes del Censo del año 1955. Detengámonos en este fenómeno de estancamiento, pues es obvia su incidencia en el problema de poder. Las cifras del censo del 55 y las actuales no difieren mucho. En 1920, la población rural chilena alcanzaba a dos millones de habitantes. Para 1970, de acuerdo a la situación actual y a las proyecciones existen­ tes, ella llegaría a 2,8 millones de habitantes. Vale decir que, en 50 años, la población rural tendría un aumento de menos de un 50%, mientras la población total del país, en esos mismos años, pasaría de 3 millones y tanto a 10 millones de habitantes. Comprobatorio resulta que, entre el año 40 y el 60, prácticamente no hubo cambio en la población rural. Tenemos pues un muy lento crecimiento absoluto y un decrecimiento relativo muy rápido. De allí también que al tom ar los datos de la com­ posición social de 1955 y transportarlos a la situación actual, las dife­ rencias resultan de poca monta. Sea como fuera, el mencionado estudio se basó en los datos del censo del 55 y llegó a los resultados siguientes en cifras redondas. Había dos millones de campesinos que podrían subdividirse por población agrí­ cola total o por familias agrícolas o por población activa agrícola. Los dos millones de campesinos significaban 350.000 familias y 670.000 hom­ bres activos. Tomemos la fórmula más simple: la familia. Las 350.000 familias —que hoy podrían ser 360.000 o 370.000— se descomponían co­ mo sigue desde el punto de vista social (también en cifras redondas): —10.000 familias de productores de explotaciones multifamiliares grandes, lo que nos da un porcentaje del 3% para lo que uno podría lla­ m ar los dueños de los grandes fundos, haciendo sinónimos para esto los conceptos de fundo y de explotación multifamiliar grande que en el es­ tudio del CIDA se relaciona con la región, con el número de operarios, empleados en la explotación, etc.; —22.000 familias de productores de explotaciones multifamiliares medianas. Sumando este grupo al anterior, llegamos a unas 30.000 fa­ milias sobre las 350.000, lo que es inferior al 10% y que corresponde, por así decir, al grupo que poseía o posee el grueso de la tierra en Chile, el grupo dominante dentro de la agricultura. —7.000 familias de administradores y empleados, fundamental­ mente asalariados de mayor nivel que trabajan generalmente para los grupos anteriores; —60.000 familias de productores de explotaciones familiares, o 62 — sea de pequeños productores, propietarios o arrendatarios que trabajan por cuenta propia, pero en pequeñas explotaciones de tipo familiar; 60.000 familias de productores en comunidades (aquí se incluyen las comunidades del Norte Chico, especialmente radicadas en la provin­ cia de Coquimbo y las comunidades Araucanas, básicamente en Bío-Bío, Arauco, Malleco y Cautín) que son minifundistas, pero que difieren de otros minifundistas por vivir en comunidades; —22.000 familias de otros productores minifundistas que no viven en comunidades sino por cuenta propia; —30.000 familias de medieros, o sea de trabajadores independien­ tes pero sin tierra propia, trabajando en los fundos mediante el sistema tradicional de la mediería; —30.000 familias de capataces y obreros especializados que tra­ bajan mayoritariamente en las grandes propiedades; —82.000 familias de inquilinos que constituyen la típica mano de obra del sistema de fundos de la Zona Central; y —25.000 familias de trabajadores sin tierra. Si se analiza esta distribución se percibe que, de las 350.000 fami­ lias, prácticamente menos de un 10%, correspondiente a las 30.000 po­ seían el grueso de la tierra. Las otras 320.000 familias se dividían en dos mitades, una de las cuales carecía absolutamente de tierra propia (in­ quilinos, medieros, trabajadores afuerinos, voluntarios) y otra que te­ nía tierra propia, pero por lo general en tan pequeña cantidad que cons­ tituían lo que se ha llamado minifundistas. Característica de éstos es que no alcanzan a generar por su trabajo, en esas tierras reducidas, un ingreso suficiente y de allí que se vean abocados a redondearlo traba­ jando en otras explotaciones como asalariados o en industrias o en obras públicas o en comercio o desplazándose eventualmente hacia otras re­ giones. En estas cifras redondas tenemos pues conforme a dicho estudio, un cuadro de la situación social de la masa campesina chilena que, como dijimos se puede estimar vigente. Detengámonos ahora en los rasgos que caracterizan los dos gran­ des grupos señalados. Desde el punto de vista de la disponibilidad de la tierra y del agua ;—elementos fundamentales dentro de la agricultura— hallamos una gran concentración de la propiedad en manos del grupo dominante e, incluso dentro de esas 30.000 familias, prácticamente sólo unas 3.000 controlaban, dominaban y poseían del 70% al 80% de la tierra agrícola-chilena. He ligado a este problema el del agua, porque en la prác­ tica los derechos de agua, el elemento vital para la agricultura de las provincias del Norte y Centro de Chile, eran usados de la misma ma­ nera, como propiedad individual absoluta, a pesar de que las aguas, se­ gún la Constitución Política, son un bien nacional de uso público. De hecho, por obra del Código Civil y de la jurisprudencia, ellas se habían convertido en un objeto de propiedad individual, de la misma natura­ leza que la tierra propiamente tal. Resumiendo, desde este punto de vista —prim er elemento básico si uno analiza la estructura agraria— había una gran concentración de la tierra y del agua en manos de un pequeño grupo y una carencia absoluta o parcial de tales recursos para la gran masa campesina. Aparece en seguida una segunda característica de esta estructura agraria: el problema del crédito. En el sistema bancario chileno, en el sistema financiero, en el sistema institucional referente a este aspecto, para obtener crédito hay que tener garantías y esto vale lo mismo tra­ — 63 tándose de un banco público o de un banco privado. En otras palabras, los bancos funcionan con idéntica mentalidad, incluso por obra de la ley, en beneficio de quienes acumulaban y acumulan la propiedad. ¿Qué consecuencias se derivan de esto? Que automáticamente la concentración de la tierra en manos de un pequeño grupo de personas implicaba que todo el crédito destinado a la agricultura se concentraba en manos de ese mismo pequeño grupo de personas ya que el resto de los campesinos no tenían garantías. La masa campesina, pues, no tenía acceso al sistema financiero institucional, fuese público o privado. Por lo tanto: a concentración de la tierra, concentración del crédito. Dicha correlación ha tenido, como consecuencia, un curioso fenó­ meno. El campesinado privado así de crédito, requería sin embargo im­ prescindiblemente de él. Uno de los rasgos fundamentales de la actividad agrícola es que, entre una y otra cosecha, pasa un año, salvo si se trata de explotaciones como la avicultura o la lechería que pueden generar una entrada regular. Ahora bien, entre cosecha y cosecha, es necesario vivir, comer y, muchas veces, para producir la nueva cosecha, comprar una serie de elementos de producción. Así, por los requerimientos finan­ cieros para vivir o para sembrar o para cultivar, los campesinos se han visto forzados a operar sobre la base de un crédito que yo caracterizaría como no institucional, ni público ni privado. El típico crédito de confian­ za personal, dado por todo el sistema comercial establecido en las ciu­ dades o en los pequeños pueblos. Dicho tipo de crédito ha significado, en el fondo, una forma de explotación del campesinado frecuentemente mucho peor que aquella emanada de la carencia de tierra o del abuso del mal patrón. Por este crédito, se estaba automáticamente ligado, con una esclavitud comercial, a quien daba crédito. Muchas veces éste ni siquiera cobraba interés, no pedía garantía —era un crédito de confian­ za—, pero controlado por una persona o poder dominante de la comu­ nidad local. Como contrapartida de su crédito, el acreedor exigía que se le vendiera la producción agropecuaria del deudor en las condiciones que él, antojadizamente fijaba. No es pues de extrañar que el precio que pagaba por esa producción fuera la mitad o menos del valor real que te­ nía la producción en ese mercado, o sea, lo que aparentemente concedía por el crédito, lo recuperaba con creces por la vía de la comercialización. En términos campesinos esta operación es lo que se llama la “compra en verde” o “compra en hierba”, característica de muchas agriculturas subdesarrolladas y que constituye una velada, pero no por eso menos efectiva forma de explotación. Por ejemplo, en las agriculturas asiáticas, donde realmente no hay una gran concentración de la tierra —por la consecuente presión de población sobre la tierra, —este ha sido el sistema a través del cual ha sido explotado tradicionalmente el campesinado: el sistema de financiamiento crediticio. La usura agraria, entonces, ligada a todos los sistemas de compra e incluso a muchas formas de esclavitud y de servilismo, ha sido dentro de las agriculturas subdesarrolladas, uno de los fenómenos de explota­ ción cuya significación ha sido mayor que aquella de la concentración misma de la tierra. En el caso de la agricultura chilena y de otras latinoamericanas ha revestido una alta importancia precisamente porque la tierra estaba concentrada y el sistema crediticio se hallaba ligado a la posesión de tierras en cuanto exigía garantías reales. Colocada la mayoría de la po­ blación agrícola al margen del sistema institucional crediticio, ninguna defensa efectiva cabía de esta manera contra esta explotación. 64 — Tras la concentración de la tierra y del crédito, surge un terca elemento: la falta de organización laboral y profesional. Me atrevería a decir que para todos los problemas agrarios y cam­ pesinos, todos los chilenos, incluso los más cultos, hemos tomado como lo más natural la representatividad del sector agropecuario por las or­ ganizaciones tradicionales de los grandes agricultores. ¿Quiénes representaban a la agricultura? Obviamente las socie­ dades agrícolas: la Sociedad Nacional de Agricultura, las Sociedades Agrícolas del Sur, la Sociedad Agrícola del Norte, el Consorcio de So­ ciedades Agrícolas del Sur, etc. A poco que se examine estas sociedades, se descubre, sin embargo, sin mayor problema a quienes representan. Exclusivamente al pequeño grupo de los grandes propietarios. No ha habido en ellas inquilinos, medieros, pequeños propietarios, etc. Han si­ do típicas organizaciones de clase, de unidad de los sectores dominantes dentro de la agricultura y de representación de sus intereses. Sin em­ bargo, eran y son considerados por todos los gobiernos como los genuinos representantes de la agricultura nacional. Así, si se trataba de discu­ tir con el sector agrícola las condiciones de trabajo, las políticas de pre­ cios, las políticas crediticias, las políticas de importación y exportación, ¿con quiénes se discutía? Con estos grupos que asumían, de hecho, la representación de la agricultura. Eran los únicos organizados puesto que la gran masa campesina carecía de cualquier tipo de organización: ni gremial ni profesional. Existía una ley de organización sindical, pero no había organiza­ ción sindical. ¿Qué había ocurrido? Lo mismo que ha sucedido en mu­ chos países de América Latina: hacer leyes para impedir que exista lo que la ley dice favorecer. Veinte y tantos años atrás, la presión por la sindicalización cam­ pesina se hizo más fuerte. Ya no se pudo seguir diciendo que los cam­ pesinos no podían organizarse. Y no olvidemos que antes se daban con toda tranquilidad y se aceptaban con igual facilidad una serie de aseve­ raciones: que la agricultura no era como la industria; porque el tra­ bajador agrícola laboraba en una producción mucho más vital para la comunidad; porque si se producía una huelga en una época de cosecha, se perdía toda la producción y ello no era sólo perjudicial para el traba­ jador y para el patrón, sino además para toda la comunidad; que una huelga que afectara seis meses a una industria significaba la pérdida de seis meses de producción, pero no de toda la producción; en cambio, en la agricultura, eso era la ruina. Tales argumentos se aducían con toda tranquilidad. Y, como dijéramos, veinte y tantos años atrás, en Chile, se consideraba normal que los trabajadores de la agricultura no pudie­ ran organizarse, pese a que el país había suscrito una serie de convenios de la Organización Internacional del Trabajo al respecto, con todos los cuales estaba en mora. Cuando la presión social se hizo tan fuerte que no se pudo seguir impidiendo por Ley la organización, ¿qué se hizo? Se aprobó una ley en 1947, en el Gobierno de Gabriel González Videla que se llamó de sindicalización campesina. Ahora bien, ella emanó de un parlamento en que dominaban o primaban los elementos latifundistas. Así la ley práctica­ mente impedía de un modo muy inteligente la sindicalización campesina. Desde luego, imitó la sindicalización industrial. Sólo se aceptaban sindi­ catos fundo por fundo, tal como existían sindicatos empresa por em­ presa. La exigencia parecía razonable, pero también era necesario un número mínimo de trabajadores para form ar el sindicato. Se señaló: — 65 veinte trabajadores permanentes, lo que automáticamente impedía la sindicalización del 87% de los trabajadores que laboraban en predios con un número inferior de trabajadores permanentes. En seguida, para ser dirigente sindical había que saber leer y es­ cribir y había que haber vivido durante un cierto número de años en el fundo. Bastaba, pues, que a un posible dirigente se le cortaran los años en el fundo para descalificarlo como tal. No podía haber huelga en época de cosecha que era justam ente el momento en que la posibili­ dad de negociación del campesino era más fuerte, etc. ¿Resultados? Chile tuvo veinte años una Ley de sindicalización campesina, entre 1947 y 1967, como resultado de la cual a fines de 1964 existían sólo 18 sindicatos campesinos con 1.800 afiliados. Sólo existía un pequeño grupo de sindicatos surgidos alrededor de 1953 en la zona viñatera de Lontué y Molina, a raíz de conflictos que habían sido impul­ sados por elementos ligados a la Iglesia Católica —más estrictamente al Padre Hurtado y por la ASICH, y en fundos que tenían la peculiaridad de ser viñateros y que, por lo mismo, eran una especie de entes agrícolasindustriales. En el resto, casi no había sindicatos. Enormes haciendas con muchos miles de trabajadores —como el caso de sociedades anóni­ mas o comunidades— carecían en la práctica de sindicatos. Podría pensarse que si no había sindicatos, existiría por lo menos alguna línea desarrollada de cooperativismo. Tampoco era el caso. Exis­ tían unas cuantas cooperativas campesinas que funcionaban muy mal. Aquellas que tenían más peso y que se conocían como cooperativas agrícolas, eran en verdad sociedades anónimas, disfrazadas de cooperati­ vas para aprovechar una serie de franquicias tributarias e integradas ex­ clusivamente por grandes agricultores. En general, eran especializadas, por ejemplo, cooperativas lecheras que tenían plantas lecheras recibi­ das del gobierno y que en la práctica no pagaban, cooperativas avíco­ las, etc. Podemos pues concluir que la falta de organización para la gran masa campesina y la organización del pequeño grupo dominante era otro de los rasgos típicos que indudablemente colocaba a esa masa en una situación de poder extraordinariamente deficiente. Por otra parte, hablar de oportunidades culturales resulta ocioso. Mencionamos ya el problema de los índices de alfabetismo. No puede hablarse de oportunidades ni siquiera para aquellos que podían acceder a la educación. El promedio de años de educación prim aria en los cam­ pos no subía de 2, mientras que en las zonas urbanas no bajaba de 4 ó 5. Además, era en el campo donde se daba señaladamente el fenómeno de los analfabetos por desuso, o sea, personas que habían pasado por la escuela prim aria, pero que al regresar a un medio sin oportunidades de ejercer lo aprendido, olvidaban lo recibido en la escuela. Tenemos pues descrito este mundo campesino como sin tierra, sin crédito, comercialmente explotado, sin organización ni oportunidades culturales. Añadamos que el campesinado carecía de representación política. Si se observa qué representación política o qué participación real tenían los auténticos campesinos en el Parlamento, en las Municipalidades, en el poder ejecutivo local (Intendentes, Gobernadores, Sub-delegados, etc.) se concluirá que dicha representación y participación política era de he­ cho nula. ¿Cuántos pequeños propietarios, medieros, inquilinos, volunta­ rios, comuneros eran parlamentarios?, ¿cuántos eran alcaldes o regido­ res? Y si ampliamos el espectro a todo el sistema político, ¿cuántos eran 66 — intendentes, gobernadores, subdelegados?, etc. Prácticamente la repre­ sentación política campesina era casi cero. Por otra parte, ¿cuántos cam­ pesinos participaban en las directivas nacionales o locales de los parti­ dos políticos —que es otro elemento trascendental de la estructura de poder? De hecho no estaban ni en las directivas nacionales ni tampoco en las provinciales o locales de la mayor parte de los partidos políticos. Allí se encontraban sólo latifundistas o personas ligadas a ellos. Todo lo dicho aparecía cimentado en una serie de rasgos que cons­ tituyen un fenómeno im portante y que incide muy fuertemente en los tropiezos de la Reforma Agraria. Tales rasgos conforman lo que llama­ remos la “psicología de la dependencia”. En un proceso de cambio de la naturaleza de la Reforma Agraria, esos elementos son los más difíciles de superar, ya que configuran, de cierta manera, la propia situación de poder del campesinado tal como ella se plasmó durante largos años, por un proceso histórico concreto. Detengámonos pues en estos rasgos más dominantes de lo que hemos llamado la psicología de la dependencia en el campesinado. Primero: falta de confianza en sí mismos, en sus propias posibili­ dades. Los campesinos han vivido por muchos años y por muchas gene­ raciones en un sistema que no presentaba otra salida que abandonar el sistema. La única alternativa para el campesino que quería progresar era la emigración. Y, de hecho, los más dinámicos emigraban a las ciu­ dades, puesto que dentro del propio sistema carecían de la más mínima posibilidad de mejoramiento. Sumada a la falta de organización, se com­ prende esa falta de confianza en sí mismos y en sus posibilidades. Segundo: vivían en medio de toda una serie de relaciones sociales de tipo personal, no institucional. Para resolver sus problemas de trabajo o de vida, el campesino siempre dependía de alguna persona: de su pa­ trón, del comerciante local, del político local —fuera diputado o regidor, de algún hombre influyente que se convertía en el mediador entre él y el resto de la comunidad. Y nótese bien que esta dependencia no existía sólo para trabajar sino que para cualquier cosa referente a su vida. Necesitaba hacer un gasto, hacer un trám ite ante un organismo público, ante un organismo del trabajo o de la salud, ir al hospital, con­ seguir cualquier cosa del sistema institucional, etc. el campesino no po­ día llegar directamente a él sea por su aislamiento, por su falta de or­ ganización, por su falta de cultura, etc., sino que requería de un mediador que era precisamente quien lo dominaba. En síntesis: existía todo un sistema de relaciones personales, de relaciones de dominación caracte­ rísticas de una sociedad subdesarrollada de tipo tradicional y hasta —podría decirse— de tipo feudal, aunque la palabra no sea exacta. Tal sistema dificultaba el contacto entre el campesino y el resto de la so­ ciedad. En tercer lugar: desconfianza al cambio. Es explicable que para quienes han vivido durante mucho tiempo en un sistema inmutable, toda innovación, todo cambio les parece un riesgo. El cambio obliga a salir del ámbito en el cual se sienten seguros. Ejemplarizando, se entiende me­ jo r lo dicho. Teóricamente es preferible trabajar en forma independiente, como propietario de la tierra y no comp asalariado. Sin embargo, cuando hace algunos años se hicieron ciertas experiencias de Reforma Agraria, como la emprendida por la Iglesia Católica en Chile, en algunos casos ella ofrecía a los campesinos, arrendarles algunos fundos de los obispados. — 67 * ¿Cómo reaccionaban los campesinos? A menudo preferían seguir de asalariados, porque al dejar de serlo perdían la seguridad de la asig­ nación familiar y de la libreta de seguro, muy importantes en su nivel de vida de subsistencia. Aceptar un sistema de mayor libertad conducía a una cierta incertidumbre y los asalariados no querían correr ese riesgo: trabajar por cuenta propia significaba estar abocado a financiarse uno mismo sus problemas. Cuarto punto: cierto fatalismo con mucha sujeción a las condi­ ciones de la naturaleza. Aunque no fuera así en todo Chile, que nuestra agricultura se caracterizaba por tradicional y bastante primitiva era algo valedero en el promedio de los fundos. Además, la condición misma de la agricultura, que se liga mucho más directamente a los factores natu­ rales que el fenómeno industrial provocaba en el campesino una actitud muy pasiva frente al cambio tecnológico, a la inovación. Tal vez nosotros pudiéramos llam ar a eso, una falta de visión global del mundo campesino y de las relaciones del mundo campesino con el resto de la sociedad. O aún más estrictamente: carencia de visión general de la sociedad. Aho­ ra bien, la visión del campesino alcanzaba, a lo más, a su comunidad local, a su mundo inmediato. Ni siquiera veía el resto de la sociedad campesina, sus relaciones sociales, ni mucho menos las relaciones econó­ micas o sociales de la sociedad campesina con el resto de la sociedad glo­ bal. Me atrevería a decir que, para muchos campesinos, sus aspiraciones fundamentales se reducían a dos: un buen patrón y un pedazo de tierra para cultivar. Para gran parte del campesinado su rebelión era contra el mal patrón, no contra el sistema patronal. Indudablemente se sentía afectado si el patrón era déspota o si lo trataba mal. En tal caso se des­ pertaba su rebelión; pero, si contaba con un buen patrón o con un mo­ delo de buen patrón, colocaba allí su aspiración. La prim era aspiración, pues y muy nítida, no era cambiar el sistema de relación entre patrón y obrero, sino la de tener un buen patrón. La otra, era la aspiración a poseer su pedazo de tierra, a la propiedad de la tierra. Para la mayor parte de los campesinos, era como un símbolo de la liberación. Apunta­ ba a algo que jamás habían obtenido y que, en algunos casos y para al­ gunos sectores, especialmente en las comunidades indígenas, revestía un carácter de recuperación o reivindicación. Esto es un aspecto bastan­ te curioso. Un reciente estudio del movimiento campesino chileno mues­ tra que este anhelo de propiedad se arraiga en el indígena con un sentido especial de la recuperación de la tierra ancestral. Su situación actual la derivan del robo de sus tierras que se inició con el español en la Con­ quista, continuó en la Colonia y prosiguió con el criollo desde la Inde­ pendencia. Interesante, desde esta perspectiva, es la relación estudiada que demuestra que la mayor parte de las "tom as” de tierras en Chile han estado asociadas con comunidades indígenas motivadas por esos senti­ mientos. Con esto, hemos revisado algunos rasgos, que son importantes y que hay que tener en cuenta, de la psicología de dependencia del cam­ pesino. Un proceso de Reforma Agraria que implique una transform a­ ción global, hallará en ellos algunas condiciones negativas. Tarea im­ portante es entonces definir una estrategia para superarlas. 68 — CAPITULO IV : TIPOS DE PROBLEMAS QUÉ SE HAN PLANTEADO EN EL DESARROLLO DE LA REFORMA AGRARIA E N CHILE En este último capítulo analizaremos los tipos de problemas que se han planteado en el desarrollo de la Reforma Agraria en Chile. En alguna medida, ellos nos revelan las dificultades y las resistencias al cambio de la estructura de poder. En el esquema inicial, habíamos clasificado estas dificultades o problemas en seis tipos, o también en cuatro, subdividiendo el último en dos. Esta organización de los puntos puede ser válida o no, pero al menos sirve para ordenar el análisis. 1.— Problemas de tipo legal: Partiremos por este tipo de dificultades, que han tenido particular incidencia en el proceso de Reforma Agraria que se ha desarrollado en Chile. Conviene señalar, desde luego, que la incidencia de los problemas legales es mayor en un proceso de cambio parcial en un determinado sector de la sociedad como ha ocurrido con el caso de la reforma agraria chilena, que cuando el cambio se da en una situación revolucionaria glo­ bal que abarca toda la sociedad. Una de las primeras dificultades radicó en que, para hacer la Re­ forma Agraria había que expropiar las tierras, y para expropiarlas se pre­ sentaban dos caminos. Uno, no pagarlas —prácticamente impensable en el tipo de Reforma que se hacía en Chile y en el contexto social enun­ ciado—; el otro, pagarlas— pero en condiciones que perm itieran hacer la Reforma, habida consideración de las limitaciones de recursos y de todas las otras necesidades financieras. Surge automáticamente un pro­ blema que me parece ha sido común en todos los países latinoamerica­ nos que han pretendido abordar seriamente el problema de la tenencia de la tierra, a saber: los resguardos excesivos a la propiedad tradicional, tal como aparecen establecidos en la mayoría de las leyes y constituciones. La Constitución chilena de 1925 establecía que nadie podía ser privado de su propiedad, aunque fuera por razones de utilidad pública o por razones sociales fundamentales, sin pago previo. Dicho pago debía hacerse al contado y se fijaba mediante una tram itación o un juicio ante los tribunales que incluía el peritaje de ciertos "hombres buenos", como se les llamaba, que fijaban un valor comercial que indudablemente ten­ día a salvaguardar los intereses del propietario. De partida, pues, una Reforma Agraria de cierta profundidad re­ sultaba irrealizable mientras estuviere en pie dicha cláusula constitucio­ nal que impedía el pago diferido y en condiciones más convenientes para la sociedad. La lucha por modificar el Artículo 10 de la Constitución en ma­ teria de derecho de propiedad fue ardua. El intentar modificar el derecho de propiedad en una constitución tradicional despierta recelos y protes­ tas de parte de todos los grandes propietarios y no sólo de los propieta­ rios agrícolas, puesto que sus intereses están en gran parte coludidos. Por otra parte, los mismos propietarios agrícolas se encargaban de agi­ ta r a los otros propietarios atemorizándolos con el argumento de que si se modificaba el precepto constitucional toda la propiedad tradicional — 69 quedaría menos resguardada. Esto, por supuesto, se hace no en nombre de sus intereses dominantes, sino en el de los sacrosantos principios de la "democracia" y del "derecho individual”. Un año y medio hubo de batallarse para conseguir modificar la Constitución en ese punto. Finalmente se logró esa modificación y, aún más, se estableció algo muy justo y positivo: que el valor de expropia­ ción de las tierras sería el valor de tasación fiscal. Esa resolución acabó con un principio aceptado como natural y normal en la mayor parte de los países latinoamericanos, a saber que hay dos valores de la tierra: uno el valor comercial; otro, el valor fiscal. Él primero, aquél a que se ajustan las transacciones entre privados y al cual el Estado debería pagar al propietario en caso de expropiación; el segun­ do, aquel conforme al cual se impone la tributación de los privados a la sociedad. De acuerdo al nuevo proyecto constitucional las tierras expro­ piadas se pagan a este último valor. En síntesis, la Reforma de la Constitución en el punto pertinente desencadenó campañas periodísticas, discusiones y toda una lucha polí­ tica que tomó a lo menos un año y medio, concediéndose a este problema características de un asunto fundamental para la sociedad. Finalmente sin embargo, se lograron imponer, con diversas limitaciones, los nuevos criterios. Un segundo problema de este tipo lo constituía la ley de Reforma Agraria vigente, la denominada 15.020 promulgada en noviembre de 1962. Esa ley —análogamente a lo que acontecía con la ley de sindicalización campesina—, estaba calculada para que hubiera ley y no hubiera expro­ piaciones; tantas eran las dificultades de tipo jurídico que contenía para un programa adecuado de expropiaciones. Era una ley muy curiosa. Se podía expropiar en principio cualquier predio porque era más amplia en algunas de sus facultades que la ley hoy vigente. Incluso, si el Gobierno declaraba alguna región como Zona de Re­ forma Agraria podía expropiarla entera. Pero, pese a la amplitud extra­ ordinaria de esa facultad, empezaban las dificultades tan pronto como se quería materializar cualquier expropiación. Había que fijar el valor y esto se discutía en los Tribunales: tribunal de prim era instancia. Si no había acuerdo, apelación y tribunal de segunda instancia y se podía seguir así su­ cesivamente. ¿Resultado? La fijación del precio se podía pleitar cinco o seis años. Ahora bien, como el principio constitucional establecía que mientras no se pagara el valor no se podía tom ar posesión material de la tierra, podía darse el caso de tener expropiadas todas las tierras y no poder tom ar posesión física de ninguna. Se preguntarán algunos, ¿cómo con esa ley se expropiaron tantos fundos en los primeros años del proceso de Reforma Agraria? Efectiva­ mente, con esa ley defectuosa se realizaron, inicialmente, un número im­ portante de expropiaciones. La razón es muy curiosa. Los propietarios afectados por esa ley sabían que en el Parlamento se discutía otra y que ella —conforme a toda la coyuntura política— sería aprobada. Sabían también que la nueva ley sería más drástica que la 15.020, en cuanto a las condiciones de pago. Por un lado el propietario podía, si era su vo­ luntad dilatar la expropiación, pero estaba consciente de que corría el riesgo posteriormente de tener que enfrentar condiciones de pago mu­ cho más inconvenientes para él. En el juicio ante los tribunales la mayor parte transaba, en consecuencia, aceptado el pago con un 10% al contado y el resto pagadero en 20 años, con reajuste. La mayoría de los afectados aceptaban esto y lo hacían porque sabían que las condiciones futuras 70 — serían menos favorables. Así, un aparato legal evidentemente deficiente, sirvió para operar un inicio del proceso por la sola causa del tem or a la futura ley. Pero aprobar la nueva ley de Reforma Agraria tomó 3 años. Prime­ ro fue preciso hacer aprobar la Reforma Constitucional, —sin la cual la nueva ley era inconstitucional— y luego fue dificultada por los mecanis­ mos del sistema parlamentario chileno. Recuerdo que, en la Cámara de Diputados, la ley, de suyo ya recargada con muchos artículos, se vio de­ morada en la discusión de la Comisión de Agricultura por obra de un solo diputado del Partido Nacional quien utilizaba los 20 minutos a que tenía derecho para cada uno de los artículos en repetir "ad infinitum” los mismos argumentos. Dentro pues del mecanismo institucional exis­ tente la ley se arrastró un larguísimo tiempo en la Comisión aludida. El escándalo creado por los medios de difusión en manos de gru­ pos opuestos a la reforma agraria obligó también a una larga discusión pública que contribuyó de un modo apreciable a demorar la aprobación de la nueva legislación. Pero además, mientras se tram itaba la Ley de Reforma Agraria, sucedían fenómenos importantes que hay que tener en cuenta. La ley en cuestión no estaba sola en el Parlamento; se discutían además muchas otras cosas, v. gr.: la ley de Chilenización del Cobre. Enfrentado el Go­ bierno con un Parlamento en que carecía de mayoría, al menos en el Se­ nado, la oligarquía poseía una fuerte arma de negociación con la discu­ sión de la Ley del Cobre para limar los puntos de la ley de reform a agra­ ria que le parecían más nocivos para sus intereses. Nótese que la ley de chilenización del cobre no tenía el apoyo de los partidos del FRAP y así, para ser aprobada, en muchos aspectos necesitaba del apoyo de los po­ cos parlamentarios de derecha que había en el Senado. De este modo fueron mellándose muchos artículos de la Ley de Reforma Agraria, con­ dicionado el apoyo a éste o tal artículo de la Ley del Cobre por las mo­ dificaciones pedidas a diferentes artículos de la Ley de Reforma Agraria. Con motivo de otras coyunturas legislativas la derecha usó de todas sus capacidades de presión a este respecto para suavizar la Ley. Hubo pues, una discusión parlam entaria muy larga en que una pe­ queña minoría, usando como elemento de negociación su apoyo a otras leyes melló y dificultó la aprobación de la Ley de Reforma Agraria. Con todo y pese a que la Ley promulgada quedó bastante debilitada en com­ paración con el proyecto original presentado al Parlamento, su texto de­ finitivo era suficientemente satisfactorio desde el punto de vista de poder operar la acción de reforma agraria. Un nuevo factor de tipo legal era que, durante la discusión de la ley, se sabía que ella establecía un límite en la cantidad de tierras que po­ día acumular una persona. Todo lo que excedía de ese límite era expropiable. ¿Qué reacción provocaba esto? La siguiente: mientras se discu­ tía la ley, los propietarios dividían jurídicamente sus fundos entre sus familiares. Seguían así los fundos manejados como grandes unidades, pero jurídicamente no constituían una unidad. Por lo demás, este recurso se venía empleando en Chile desde mucho antes por la posibilidad o la amenaza de una Reforma Agraria. De allí que una gran cantidad de fun­ dos seguían siendo grandes empresas, pero si se les estudiaba jurídica­ mente, eran varias hijuelas independientes: una de la señora, otra de un hijo, otra de un sobrino, y cada hijuela era inferior a los límites de ex­ tensión máximos tolerados por la ley. Hubo entonces que lograr rápida­ mente en una coyuntura política favorable y mientras se discutía la Ley — 71 de Reforma Agraria, otra ley que prohibía absolutamente toda subdivi­ sión de un predio mayor de 80 hectáreas, cualquiera que fuera el tipo de la tierra, sin la autorización del Estado. Afortunadamente se logró una mayoría para esa iniciativa y gracias a eso se evitó que todos los fundos de Chile mayores de 80 hectáreas se subdividieran. De no haber sido así, con los que ya se habían subdividido y los que habrían seguido hacién­ dolo, al aprobarse la Ley de Reforma Agraria, su artículo fundamental, que era la expropación por tamaño, hubiera sido inaplicable. Aprobada la ley, comenzaron los problemas de peticiones de in­ habilidad, de inaplicabilidad de ella, ante la Corte Suprema. En todos nuestros sistemas institucionales, son las Cortes Supremas las que in­ terpretan si la ley está de acuerdo con la Constitución o no. Característico fue lo que ocurrió con el artículo 2° transitorio. Era de gran importancia porque perm itía reexpropiar todos aquellos fundos que habían sido expropiados por la Ley 15.020 y sobre los cuales no se había llegado aún a un acuerdo en los tribunales. Pues bien, aprobada la nueva ley, y con ella el artículo en cuestión, un abogado apeló a la Corte Suprema alegando que dicho artículo era inconstitucional. En ninguna parte del mundo que yo sepa las cortes supremas se distinguen por la ra­ pidez en resolver los problemas que se Ies plantean; nueve meses se nece­ sitaron para que resolviera dicha apelación. Finalmente falló estable­ ciendo la constitucionalidad del artículo, pero ¿qué ocurrió con todo esto? Pues que esta demanda y hechos similares condujeron a que mu­ chos fundos expropiados en el año 1965 mediante la antigua ley, conti­ núen expropiados, pero sin que se haya podido tom ar todavía posesión material de ellos. Es fácil imaginar cuál es la situación económica, de tra­ bajo, de producción, cuál es la situación social, cuáles las tensiones den­ tro del campesinado de estos fundos. En algunos casos los patrones los han abandonado y los campesinos, por desesperación, han comenzado a ocuparlos de hecho para llamar la atención de las autoridades. Situa­ ciones como éstas se vuelven contra la Reforma: el campesino no entien­ de que se expropie un fundo y que luego no se tome posesión de él y, por otra parte, ciertos elementos opuestos a la reforma con mucha habi­ lidad, se han encargado de crear entre los campesinos reacciones contra la acción de la reforma por su inoperancia. Tenemos el caso tan conocido de Santa M arta de Longo toma donde se prometió a los campesinos que, después del 70, recuperado el poder, se les regalaría a cada uno una casa sin costo alguno y un cierto número de hectáreas. En estas condiciones y con tales procedimientos, se desprende que no es difícil provocar reac­ ciones opuestas a la Reforma dentro de ciertos grupos del campesinado. Hay que recordar, además, que dentro del sistema agrario, aun­ que hay una gran diferencia entre el grupo dominante y la masa cam­ pesina, existen campesinos "apatronados”. Se encuentran especialmente en el sector que uno podría denominar de empleados de los fundos. Se trata generalmente de campesinos que han subido un poco en la escala social con respecto al resto: el mayordomo, el capataz, el vigilante, etc. Son campesinos iguales a cualquier otro, pero se sienten separados de la masa y mucho más ligados a sus patrones y a sus intereses. Tales perso­ nas favorecen también la creación de focos de resistencia y de oposición, sobre todo cuando hay dificultades de tipo legal o institucional como las descritas. Muchos otros aspectos podrían caber en la caracterización de este punto. Lo dicho, sin embargo, parece suficiente, para tom ar conciencia de lo que hemos llamado problemas de tipo legal. Evidentemente entor­ 72 — pecen un proceso, enmarañan su realización y ello es más obvio en la me­ dida en que se piensa que ese proceso no es solamente la aprobación de una ley sino su aprobación y su aplicación más rápida posible. 2.— Problemas derivados del Sistema Institucional del Estado Pasemos a otro tipo de problemas que hemos englobado bajo la denominación "Problemas derivados del sistema institucional del Esta­ do”. ¿Qué problemas cabrían aquí? Antes de responder, debe anotarse que son problemas que se plan­ tean en cualquier estado donde se pretende realizar un proceso de cambio social importante, ya sea en una situación global revolucionaria o en una situación de cambio parcial de la sociedad. Volviendo a la pregunta ¿cuáles son estos problemas?, señalare­ mos algunos que aparecen como significativos relacionados con el caso chileno. En prim er lugar, en los organismos del Estado, del sector agríco­ la, o sea que trabajaban para los agricultores y la agricultura, sólo esta­ ban representados los grandes latifundistas. En los consejos de CORA, de INDAP, de CORFO, del Banco del Estado, de ECA, etc., la represen­ tación agrícola la asumían de hecho y a menudo por ley los representan­ tes de las sociedades agrícolas tradicionales, llámase esta Sociedad Na­ cional de Agricultura, Consorcio de Sociedades Agrícolas del Sur, Socie­ dad Agrícola del Norte, etc. Ocurrió así que, mientras no se aprobó la nueva ley de Reforma Agraria, los responsables del proceso estaban obligados a trabajar en los Consejos de las respectivas instituciones, no con representantes campe­ sinos sino que con representantes de quienes precisamente serían afec­ tados. Estos representantes privados constituían más del 30% de los miembros de los diferentes Consejos y en algunos de ellos eran casi la mitad de los miembros. A través del mecanismo del quorum de votación tenían en muchos aspectos significativos derecho de veto. La situación reseñada no podía alterarse mientras no cambiara legalmente el sistema institucional y como había que idear una solución aunque fuera parcial y no podían sacarse a esos consejeros no campe­ sinos, fue necesario buscar cómo introducir otros que fueran efectiva­ mente campesinos. El medio que se obtuvo fue aprovecharse de los con­ sejeros de libre representación del Presidente de la República que existen en la mayor parte de esos consejos. Pero surgía de inmediato el nuevo problema: ¿a quién designaba el Presidente si no había organización campesina, si no era posible en­ contrar consejeros campesinos representativos? En la práctica y durante toda una prim era fase, hubo que elegir a título personal, aunque la fór­ mula no garantizara representatividad. Sea como fuera, la existencia y hasta a veces el predominio de esos otros consejeros representantes del sector agrícola tradicional amenaza­ do por el proceso, significó trabas y dificultades para la Reforma Agraria. Ligado estrechamente al problema tratado, aparece otro. En la mayor parte de las instituciones que tenían que ver con el sector agrario, el personal administrativo y los técnicos estaban acostumbrados a tra­ bajar exclusivamente para los latifundistas. Piénsese, por ejemplo, en los agrónomos del Ministerio de Agricultura que, salvo unas pocas excep­ ciones, sólo habían trabajado para los dueños de fundos. Existía, entonces, un serio problema que era lograr un cambio de — 73 mentalidad de todo un cuerpo profesional. Ahora bien, era fundamental contar con el aporte de esas personas que poseían el nivel técnico nece­ sario, pero no era fácil el paso para ellos de un sistema a otro, de tra­ bajar antes gratuitamente para los grandes agricultores a trabajar ahora para los campesinos. Hay allí un problema de tipo social que no es ex­ clusivo de los profesionales sino que se da en la sociedad entera, pero que es particularmente perceptible al nivel profesional por la estratifi­ cación que crea en las sociedades subdesarrolladas el hecho del título universitario, a saber: el desprecio o el menosprecio hacia el hombre del pueblo, especialmente hacia el campesino, ignorante y analfabeto. Hubo pues que enfrentar el difícil problema de cambiar una mentalidad —en lo cual aún no se ha tenido pleno éxito hasta hoy— y hubo que im­ provisar nuevos cuadros. Y esto último era aún más difícil. Se pueden cambiar las leyes y también las jefaturas de las instituciones con gente que tenga otra mentalidad; pero las instituciones no pueden actuar so­ lamente con jefes. En el fondo, lo que da el carácter de institución es el cuerpo y si ese cuerpo social ha estado acostumbrado a trabajar en be­ neficio y en favor de un sistema social determinado, tampoco se puede cambiar desahuciando a todos esos funcionarios. Se toparía con todas las otras resistencias legales: inamovilidad funcionaria y veinte mil otros problemas. Y suponiendo que fuese posible desahuciar a todo un per­ sonal sin limitaciones ¿con qué nuevos cuadros se llenan las vacantes? Aunque uno salga a buscarlos a las calles, esos nuevos hombres también han sido formados por el sistema educacional y por el sistema universi­ tario con una mentalidad no muy distinta. Se hace entonces evidente que el adecuar nuevos cuadros para la nueva situación, para una visión nueva de las cosas, el sacar al técnico, al profesional chileno de su mentalidad general aristocratizante, de su mentalidad de que él es un técnico, un universitario, un experto puro lejano de la masa y que no tiene porqué sumergirse en ella, es realmente un problema serio. No creo que sea un problema exclusivo de Chile, pero, como sea, implica un desafío extra­ ordinariamente arduo que supone todo un proceso de reeducación, de reorientación. No basta con cambiar las cabezas, sino que es preciso cambiar paulatinamente la mentalidad de todo el cuerpo de hombres que conforma una institución. Veamos un ejemplo de esta mentalidad que alcanza no sólo a pro­ fesionales sino que a otros funcionarios administrativos de menor nivel. Tomemos el caso de los organismos del Estado llamados a sos­ tener financieramente al sistema campesino. Mencionamos ya la CORFO. Pensemos ahora en el Banco del Estado. Existe desde la Administración del Presidente Ibáñez y se llama Banco del Estado; pero, a mi parecer, desde el punto de vista de los criterios operacionales, no hay diferencia alguna entre el Banco del Estado y el Banco de Chile o cualquier otro banco privado. Quienes allí trabajan tienen la misma m entalidad bancaria: dan crédito a quienes tienen plata y buscan hacer negocio. Por lo demás, institucionalmente, están llevados a tal actitud. Aunque fueran hombres de pensamiento avanzado, aunque pertenecieran a partidos que propician el cambio, actuarían así. ¿Por qué? Porque legalmente el Ban­ co del Estado tiene que hacer utilidades y porque, además, en la medida que tenga utilidades, su personal obtiene gratificaciones. Existe pues todo un sistema institucional que provoca estas contradicciones. Gente que políticamente puede ser de avanzada, gremialmente actuarán en pro de la política que lleve a la institución a hacer un buen negocio privado, ya que ello es condición para que obtengan un beneficio. 1 He señalado este ejemplo deseando explicar lo que afirmo: existe todo un sistema general, una estructura económico-social, que hace que incluso personas de quienes uno habría podido esperar actitudes distin­ tas, no pueden tomarlas. Inconscientemente, el propio sistema los coac­ ciona. Sumemos a lo anterior, puesto que aún no ha desaparecido, la men­ talidad de aue trabajar para los campesinos, darles crédito, es tiempo y dinero perdido. Si se quiere realmente producir y aumentar la produc­ ción, habría que darles recursos a aquellos que tienen la tierra, que son más progresistas y no a quienes sólo poseen escasa tierra. Los problemas de cambio de mentalidad y de adecuación de nue­ vos cuadros son, pues, problemas extraordinariamente difíciles y com­ plejos. Estimo aue lo dicho nos lleva a un fenómeno que cae dentro de este conjunto de aspectos institucionales y aue merece destacarse. Lo antes expresado no sólo ocurría en los organismos del sector agrícola, sino que, de alguna manera, en todo el sistema institucional del país. Hay allí interesante trabaio para el análisis del sociólogo y otros cientistas sociales: examinar el funcionamiento del sistema de poder de las peque­ ñas comunidades locales. El responsable es el sistema como tal. Desde el Intendente o el Gobernador hasta la policía, desde los inspectores del trabajo hasta el sistema judicial o de la salud, todos trabajan de preferencia para el po­ deroso, para el rico. Y en el caso del campo, para el latifundista. Todos trabajan en contra del campesino y, muchas veces, por razones muy obvias. Un caso típico: el sistema del trabajo. Se dijo a menudo por los sectores interesados que el cuerpo de inspectores estaba plagado de indi­ viduos subversivos, izquierdistas, comunistas, socialistas, etc. De hecho, son personas mal pagadas. Y un funcionario mal remunerado, que vive en un pueblo chico, que tiene una cultura ligeramente mayor que el pro­ medio, que necesita convivir con alguien —cosa que ocurre también al sargento de carabineros o al juez ¿con quién convive socialmente?, ¿a quién se liga? No va de visita a la casa de los campesinos, sus amigos no son éstos sino la élite dominante del pueblo y ésta ¿con quién se liga? Con la élite latifundista local. En último término, hay funcionarios que tienen tan malos sueldos, que se los puede comprar por el regálito, por el favor, porque se Ies hace sentirse importantes. El dueño de fundo los convida una vez a su casa a almorzar o a comer. Y así se van ligando a los intereses del grupo dominante. Si uno examina entonces como toda la estructura de poder, inclui­ da la estructura de poder del Estado, opera en estas comunidades, se hace evidente que el problema no radica solamente en cambiar la menta­ lidad de los funcionarios de los organismos que tienen la responsabilidad directa en la Reforma Agraria. Se trata de un proceso de cambio de la mentalidad de los funcionarios y de la operación de todo el sistema del Estado que operaba —y que sigue aún operando— por las circunstancias indicadas, en favor de los intereses de los poderosos locales. Incluso, en los casos en que la administración de la justicia apa­ rece como muy equitativa, en su práctica operacional está muy lejos de ser justa. ¿Por qué? Para los problemas del trabajo, por ejemplo, así como para muchos otros, todo nuestro sistema de administración de la justicia opera mediante procedimientos y plazos. Si hay que presentar escritos, hay que hacerlo dentro de ciertos plazos; quien no los presente — 75 a tiempo por ese hecho ya pierde el litigio. Si hay que reclamar de algo, hay que hacerlo también dentro de un determinado plazo. El campesino ignorante y sin organización, sin conocer las leyes y sin abogado, obligado a trabajar al día y no teniendo quien lo represente en sus gestiones ci­ viles, carecía de toda posibilidad real de defensa frente al latifundista. Por justo que fuera el juez, el latifundista tenía recurso de abogados y sabía hacer las cosas oportunamente. Nuevo ejemplo, entonces, que nos muestra que, —independientemente de todo el fenómeno sociológico de las relaciones que se crean entre los funcionarios del Estado y los grupos dominantes, las condiciones de operación del sistema son realmente muy desiguales. Otra cosa que a veces es trágico, se da en los hospitales. Los hos­ pitales están en los pueblos y más grandes ciudades y cuando los cam­ pesinos acuden a ellos se encuentran con hospitales llenos, atiborrados de gente y desde los funcionarios administrativos a los profesionales, los menosprecian. En prim er lugar hay que retirar la ficha. Y las fichas se reparten hasta cierta hora o hasta cierto número de requerimientos, pero los buses que vienen del campo llegan al pueblo más tarde, y así llegan las mujeres de los campesinos a retirar sus fichas y sólo consiguen el "vuelva otro día”. ¡ De regreso al campo y a comenzar todo de nuevo! Y cuando logran ser atendidos, hasta el tono revela la situación de me­ nosprecio. No se trata, muchas veces, de que las autoridades más altas sean los explotadores. Es el sistema social entero el que falla. Al menos, en nuestra experiencia, hemos visto el trato desconsiderado que reciben personas tan humildes como los campesinos: el característico "no frie­ gue” que a ellos puede decir hasta una enfermera. Se los considera "co­ sas”, porque hay toda una despersonalización del sistema. Como no son importantes, como no están bien vestidos, como son ignorantes y no sa­ ben cómo expresarse bien, se les m ira y trata como a cosas. Como decía, tal actitud se da, a veces, no tanto en quienes ocupan los puestos altos de la escala jerárquica, sino en quienes están en todos los niveles inter­ medios. De allí que insista en el ejemplo en cuanto revelador. Muestra, a mi juicio, toda una tarea por realizar que es sumamente difícil. Cambiar una estructura de poder significa también ir creando en los hombres y mujeres que operan el sistema social, económico e institucional en todos los niveles, una nueva conciencia, una nueva actitud. Y eso se logra no sólo por hechos políticos, leyes o decisiones superiores. Implica cambiar una mentalidad, una forma de operar y de actuar en toda una estructura que ha ido consolidándose en una situación de poder dada en la cual al­ gunos son los privilegiados que tienen vía libre de acceso y de ascenso a la sociedad y otros son los marginales, los que no tienen salida alguna ni obtienen de un modo adecuado los beneficios mínimos generales del sis­ tema. Lo que hemos señalado nos introduce en un nuevo aspecto: la cu­ riosa concepción del Estado que se ha extendido entre nosotros. Se ha­ bla del sector estatal en contraposición al sector privado, como una al­ ternativa distinta, unitaria y diferente. Ahora bien, cuando uno empieza a examinar lo que el Estado es, se da cuenta que el tal Estado unitario es en el hecho un conjunto de diversos organismos o instituciones que se han ido desarrollando sin planificación alguna y que funcionan nor­ malmente sin la mínima coordinación exigida por el crecimiento de las necesidades económicas y sociales. Cada institución u organismo tiene su parcela de responsabilidad o su parcela de poder que defiende con dientes y uñas mostrándose el 76 — Estado como un ente de muchas cabezas y cuerpos distintos muy poco coordinados entre sí. El aparato estatal chileno nació en el siglo pasado cumpliendo al­ gunas funciones mínimas de una nación independiente, la policía, la aduana y otras cosas de esta especie. A medida que la sociedad se hizo más compleja, hubo que atender nuevas funciones y así aparecieron or­ ganismos económicos y sociales diversos. Como consecuencia de todos estos desarrollos tenemos hoy que el Estado Chileno está compuesto por toda una tram a de organismos, de administración directa algunos, como los Ministerios, otros, organismos descentralizados, otros, empresas autónomas del Estado, etc. Y téngase bien en cuenta que, con todo lo defectuosa que la maquinaria estatal puede ser, el caso chileno es menos lastimoso que lo que hemos podido conocer en otros países latinoamericanos en que el Gobierno Central ni siquiera sabía cuántos eran los organismos autónomos, cada uno de los cuales tenía su presupuesto de entradas propias. No exagero pues al afirmar que uno de los problemas más difíciles es hacer caminar coor­ dinadamente al Estado. En este contexto hay que ubicar la realización de una Reforma Agraria y ello basta para entender que de aquí surge uno de los obstácu­ los más serios para su materialización. Reforma Agraria no es sólo en efecto, redistribución de la tierra. Se trata de redistribuirla, pero simul­ táneamente de hacer inversiones, facilitar crédito y elementos de produc­ ción que mejoren la productividad, organizar a los campesinos, capaci­ tarlos, darles un conocimiento técnico y económico y un apoyo institu­ cional, etc. Todo esto supone una acción coordinada entre instituciones que muchas veces dependen de ministerios distintos. En el caso concreto del proceso chileno, se ha tenido la ventaja de que, en este período, la maquinaria estatal ha estado manejada por un partido único en el Gobier­ no, a pesar de lo cual las contradicciones entre las políticas de las dis­ tintas instituciones han sido constantes. En resumen, creo que uno de los problemas de más difícil solución y más urgente radica en lograr que esta realidad llamada el Estado ope­ re de manera armónica y coordinada. Y el problema se plantea también cuando aparentemente se trata de Estados manejados por un partido úni­ co. En ellos, las luchas de poderes se da entre los distintos grupos del partido, entre las distintas instituciones. Podemos detenemos algo más en nuestro caso concreto. Ocurrió algo casi cómico. Teóricamente, el Ministro de Agricultura era el respon­ sable máximo de la política agrícola. Sin embargo, al asumir el Gobierno, el sector público agrícola lo integraban 21 organismos dependientes de 5 Ministerios, lo que hacía que el Ministro de Agricultura carecía de todo poder real, porque todo lo im portante para la política agrícola se decidía fuera de su Ministerio y sin ingerencia alguna del Ministro del ramo. Aún en 1966, el Ministro de Agricultura tenía poder para influir institucio­ nalmente en sólo el 11% del total del crédito agrícola y en menos del 2% del total de la inversión del sector. El financiamiento de la agricultura se decidía en gran parte en la CORFO y en el Banco del Estado ajenos a la jurisdicción del Ministro de Agricultura. La comercialización y el pro­ blema de los precios, en el Ministerio de Economía y en la ECA también ajenos al Ministro de Agricultura, etc. Así, quien se suponía ser el res­ ponsable máximo de la política agraria, estaba circunscrito a la asisten­ cia técnica que se otorgaba a través del sistema tradicional y a ciertos — 77 controles para las pestes y cosas de ese nivel. El poder real, la conduc­ ción de una política agrícola, no estaban en su mano. Algo se logró m ejorar la situación institucionalmente mediante la Ley de Reforma Agraria y otro poco á través de cierta coordinación infor­ mal de los directivos. Pero no cabe la menor duda de que esa coordina­ ción informal ha sido absolutamente insuficiente y sigue siendo insuficien­ te para resolver eficazmente la mayoría de los problemas que se pre­ sentan. En las relaciones para la política de reform a agraria entre las ins­ tituciones del Estado, recuerdo una experiencia que me parece digna de mencionarse como un ejemplo revelador de la realidad. Tratamos de provocar, una vez al año, al menos, un contacto entre los distintos orga­ nismos que trabajaban con los campesinos y las organizaciones propias de los campesinos. Se le llamó “Jom adas con los Servicios Públicos”. En ellas se pretendía que, durante dos días, en cada gobernación, las orga­ nizaciones campesinas pudieran discutir con los distintos servicios pú­ blicos —salud, educación, obras públicas, organismos agrícolas, gobier­ no interior— sus problemas. La intención era m ejorar la coordinación entre los servicios y la colaboración de estos con los campesinos. A tra­ vés del Ministerio del Interior, del cual dependen los Intendentes y los Gobernadores, que en nuestro sistema son las autoridades máximas de coordinación a nivel de las provincias, se citó a una reunión de todos los jefes de servicios para explicar el sentido de las jornadas. Se tuvo el apoyo del Ministerio del Interior que incluso envió instrucciones preci­ sas a todos los servicios. En el hecho, sin embargo, las jornadas no ca­ minaron salvo en contados lugares y en muchos casos los funcionarios a nivel local consideraban una pérdida de tiempo discutir con los campe­ sinos los problemas que les afectaban. No todos felizmente tuvieron este tipo de reacciones y para muchos de los que participaron en estas jor­ nadas ellas fueron de gran ayuda en su trabajo. Pero la reacción tradicional de muchos funcionarios acostumbra­ dos a considerar la Administración Pública por sobre el pueblo, era y es un hecho psicológico im portante que debe ser considerado y que impli­ ca una necesidad de reeducación, de reenfrentamiento del problema. Otro tipo de obstáculo para el proceso de Reforma tal cual se ha dado en Chile, deriva de una deformación que la Universidad ha pro­ vocado en la mentalidad de mucha gente. Entre nosotros, quien tiene un título universitario -—que en algunos casos ha conseguido con mucho esfuerzo y en otros con no tanto— se considera superior al resto de la sociedad. La actitud puede suavizarse si quien carece del título es un político, un Ministro o un Presidente de la República, pero, dentro del sistema de la Administración Pública, es crítico el asunto del tratamien­ to de los profesionales universitarios con respecto a los que no lo son. En el caso que a nosotros nos tocó enfrentar, vimos que el siste­ ma institucional y educacional chileno no había preparado trabajadores sociales. En estos últimos años, las universidades han estado formando sociólogos, pero el sistema universitario no ha producido trabajadores sociales en muchos aspectos que son fundamentales para el desarrollo. Faltan expertos en sindicalismo, en cooperativismo, en desarrollo de la comunidad, en orientación de grupos, etc. y no solamente al nivel teórico, sino también al práctico. ¿Qué tipo de profesionales capaces de operar en el proceso agrario formaba la Universidad?: Agrónomos, MédicosVeterinarios, Ingenieros, en fin, todas las carreras técnicas tradicionales. 78 — Además, estos gremios, asociados a través de sus Colegios Profesionales, en el hecho se han ida repartiendo la Administración Pública por secto­ res. El Ministerio de Obras Públicas pertenece a los Ingenieros Civiles; el Ministerio de Agricultura, a los Ingenieros Agrónomos y se tolera un tanto a los Médicos-Veterinarios y así, sucesivamente. Imaginarse siquiera que en el Ministerio de Agricultura pueda ser designado Jefe de alguna Zona alguien sin título profesional, que no fuera ingeniero agrónomo, era poco menos que un insulto contra la profesión, contra la dignidad del título universitario, contra algo muy sagrado y muy im portante... aún, cuando el posible candidato fuera un genio. Que a los ingenieros les digan que les van a nom brar Director de Obras Públicas a alguien que no es ingeniero civil.. . , al día siguiente se para el Colegio de Ingenieros y arma un escándalo mayúsculo. Topamos así en un problema muy serio. En un proceso de desa­ rrollo se necesita complementar muchas formaciones distintas y se nece­ sita, por otra parte, la absoluta compenetración entre el profesional, el administrativo y aquél que en la Administración Pública se denomina funcionario de Servicios Menores. Nada se obtiene con tener muchos profesionales si no se cuenta con los equivalentes buenos adm inistrati­ vos y con funcionarios competentes de otro nivel. Se corre el riesgo de que el profesional se anule, obligado a dedicarse a hacer cartas y pa­ peles en vez de realizar su trabajo específico. Luego está el problema de los desniveles, de las desigualdades con­ siderables que existen al nivel de rentas y de la desconsideración que el profesional tiene hacia el administrativo. Por otra parte, se plantea la necesidad de m ejorar la deficiente calidad de muchos administrativos. No se olvide que para incorporarse como tal a la Administración Pública, sólo se precisa haber cursado el 4° año de humanidades. Así resulta que se puede ser dactilógrafo sin saber escribir a máquina. Afortunadamente, en las organizaciones autónomas es posible obtener una m ejor calidad de administrativos, pero hay muchos organismos directamente dependientes del Estado en que la ineficacia del personal administrativo es muy gran­ de, porque los requisitos y la preparación para el ingreso son mínimos —salvo este reconocimiento del 4? año de humanidades— y las remunera­ ciones extraordinariamente deficientes. No existe una clara comprensión, de parte de los profesionales, de que los administrativos son su complemento. Esa falta de consideración es como si imagináramos un hospital provisto sólo de médicos, sin enfer­ meras, sin laboratoristas, etc. Los médicos tendrían que dedicarse hasta a hacer el aseo, a limpiar la ropa. Demasiado obvio es pues, que se ne­ cesita una complementación de funciones distintas para la realización de una tarea compleja como es un proceso de desarrollo. En el caso del proceso de la Reforma Agraria esta urgencia de complementación es aún más patente. Junto al agrónomo, al veterinario, al especialista forestal, al técnico agrícola, junto al economista y al so­ ciólogo, se requiere al trabajador social de terreno, al administrativo, al personal de servicios, etc. Es necesario también crear las condiciones para que algunas personas aptas puedan ser designadas en cargos de au­ toridad por encima de profesionales sin que ello sea estimado denigran­ te para la profesión misma. Más a fondo aún: es preciso corregir una serie de formaciones o deformaciones que el sistema estructural chileno ha creado y que en el caso del proceso que nos ocupa inciden —aunque bastante ya se ha mejorado al respecto—, como un obstáculo muy sig­ nificativo al desarrollo del proceso de Reforma Agraria. — 79 3.— Problemas provenientes del propio campesinado Paso ahora a un tercer grupo de problemas que son las resisten­ cias y dificultades que surgen dentro del propio campesinado. Algunas de éstas ya las he nombrado, lo que me excusa de insistir mucho en este punto. Tenemos en prim er lugar el fenómeno del tem or al cambio e in­ cluso del tem or a la organización. Una de nuestras experiencias ha sido que donde era más fácil que él campesinado se organizara era donde estaba en mejores condiciones e inversamente, donde las condiciones eran peores, más costaba lograr su organización. Así, la respuesta a la organización sindical ha sido mucho más rápida en los mejores fundos de la zona central. En aquellos fundos, en cambio, donde la explotación y el aislamiento de los campesinos eran mayores, el temor al patrón, a la represalia, por un lado, y la falta de conciencia, por otro, dificultan esa tarea. No es evidentemente una novedad, sino una ley muy generalizada, que mientras mayor es el aislamiento, la incultura, la falta de defensa, mayores problemas halla la organización de los campesinos. De allí un fenómeno aparentemente curioso. Una im portante organización sindical se ha desarrollado en los últimos tiempos. En este momento hay en Chile más de 100.000 campesinos, —yo calculo entre 120.000 a 130.000— orga­ nizados en sindicatos. Pero me atrevería a decir que el grueso de esos campesinos son, dentro de la agricultura, los que estaban relativamente mejor. Las zonas más alejadas y donde los campesinos tenían las peores condiciones, son aún las que han alcanzado menor organización sindical. La explicación estriba en el temor, las dificultades de contacto y también las reales posibilidades de persecusión que amenazan a quienes preten­ den organizarse sin tener a la mano los mecanismos de defensa. He allí un problema que hay que enfrentar para un real desarrollo de la organi­ zación campesina. Otro fenómeno es algo que ya he mencionado y que llamaría la mentalidad "apatronada” de muchos campesinos. Esto vale especialmen­ te, como dijera, para ese nivel de campesinos que puede considerarse como empleados. Prima allí el sentido de superioridad sobre el resto de los campesinos y de identificación con el patrón. Cabe, en cambio, detenerse un poco más en la ya tratada falta de visión política del mundo rural o de las relaciones del mundo rural con el resto de la sociedad. La imagen que los campesinos tienen de los políticos es bastante mala y, por lo demás, fundada. En los políticos —y especialmente en los parlamentarios— ven primordialmente al individuo que va cada cua­ tro años a pedirles el voto, que les promete veinte mil cosas y que des­ pués, en la mayoría de los casos, ni se acuerda de ellos. ¿Quiénes son los parlamentarios que tienen una muy alta vota­ ción en el campo, un fuerte apoyo campesino? Frecuentemente no son quienes están conscientesmente trabajando mejor por los verdaderos intereses del campesinado, sino aquellos que son más serviciales. Poco les im porta que el parlamentario sea comunista, socialista o nacional; pero si es bueno para hacer favores, si es una persona que en un momen­ to de apuro les presta plata, les resuelve un problema o los aconseja, es un "candidato puesto” en una elección. No pesa pues definitivamente la posición política o la conciencia de lo que el político está realizando en favor de la clase campesina. Sobran en Chile ejemplos concretos de lo dicho. 80 — Queda pues en pie que existe un falta de conciencia política en la mayor parte del campesinado y que su visión del político se restringe al político tradicional que hace servicios personales. No es raro que quien hace muchos favores sea un reaccionario y trabaje en el parlamento en contra de los intereses de los campesinos y también ocurre que parlamentarios objetivamente dedicados a favo­ recerlos no cuenten con apoyo por no estar en el pequeño mundo del problema cotidiano. Además, no perciben los campesinos, por lo general, las relaciones de dominación, las relaciones sociales que se dan en el campo ni aquellas del campo con el resto de la sociedad. Recién ahora, a través de una la­ bor organizada de capacitación comienza a surgir una nueva conciencia, aparecen nuevos líderes. Pero todo ello es muy incipiente. Existe, en seguida, un curioso fenómeno de división dentro de los campesinos. Contribuye a esa división la acción de los partidos políticos empeñados en sacar su tajada dentro del electorado campesino. Pero la división va más allá y se expresa en otros fenómenos. Tenemos la división que es muy marcada, entre el que es asalaria­ do y el que es pequeño agricultor propietario o, aunque no propietario, ocupante de la tierra, trabajador por cuenta propia. A veces este traba­ jador puede ser más pobre y estar en peores condiciones que el asalaria­ do, pero lo m ira con cierto menosprecio, se siente superior a él, porque es propietario o porque trabaja independientemente. Así, hombres con los mismos problemas quedan separados y, a veces, paradojalmente, por un menosprecio hacia el asalariado de quienes objetivamente, económi­ ca y socialmente, están en peores condiciones que aquél. No es éste un problema de poca monta. Uno tiende a pensar que las agriculturas de América Latina y concretamente la agricultura chi­ lena está configurada por una masa de trabajadores asalariados. Esa imagen es falsa. En nuestro país, la mitad de los campesinos son asala­ riados y la otra m itad no lo son. Son los comuneros, los minifundistas, los medieros, que a menudo suelen ser tan pobres o más pobres y explo­ tados que los asalariados, aunque con formas distintas de explotación. Ahora bien, un programa de acción que plantea exclusivamente la orga­ nización sindical en el campo deja al margen de esa organización a la mitad del campesinado que no tiene cómo expresarse en ella, dado que la organización sindical lógicamente se expresa contra un patrón, contra un sistema de patrones y ellos no tienen patrón. Hay pues que pensar en una pluralidad de formas necesarias y complementarias de organiza­ ción campesina. En el proceso de Reforma Agraria, se plantea después el caso de los que reciben tierras y de aquellos que no las reciben. Los que las reci­ ben —si no se actúa con mucha inteligencia— son mirados, en la comu­ nidad local, muy rápidamente, como privilegiados por los que no las han recibido. Otra fuente pues de separación. Unos son los aristócratas, los beneficiados del sistem a... para los otros, nada. Y este sentimiento de frustración existe y es muy hábilmente explotado precisamente por quie­ nes quieren oponerse a la Reforma Agraria. Uno de los argumentos más clásicos de la oligarquía rural chilena ha sido decir a los miles de peque­ ños propietarios: "la Reforma Agraria no es para ustedes, es para los pu­ ros "patipelados” que están en los fundos; ustedes, los que realmente tienen capacidad de trabajo, que son empresarios, que son los que más saben hacer producir la tierra no cuentan. La Reforma Agraria no es para Uds.''. — 81 6 .— Tales planteamientos realmente han tenido un impacto muy nega­ tivo en mucha gente de este sector que muy auténticamente pertenece al campesinado. Es pues, de primerísima importancia buscar cómo evitar —lo que no siempre se ha logrado— esta división que se va produciendo entre quienes reciben y quienes no reciben la tierra. Es obvio que no todos pue­ dan recibir, en prim era instancia, la tierra. Y más aún, en las etapas iniciales del proceso, necesariamente serán menos los favorecidos que los no favorecidos. Nuevo problema, entonces, de relaciones de los campe­ sinos entre sí. Añádase que, en un proceso dinámico de cambios, muchos cam­ pesinos van modificando su situación. Tomemos el caso chileno. Muchos campesinos que no estaban or­ ganizados, se organizaron en sindicatos y empezaron a surgir sindicatos poderosos. De pronto, llegó la acción de la Corporación de la Reforma Agraria, expropió esos fundos y esos campesinos se transform aron en asentados. Automáticamente se plantea el problema: ¿siguen en el sin­ dicato o no siguen en él? Hay sindicatos que se han destruido porque sus líderes, al transform arse en asentados, dejaron de preocuparse del sindicato, es decir, no se estableció una relación entre el sindicato y el asentamiento. Ello tiende a provocar una división grave en el movimien­ to campesino. Lo dicho nos lleva a la conclusión que es fundamental diseñar una política destinada a crear un sentido de unidad campesina con distintas formas de organización complementarias, cuidando evitar esa separación y esa oposición que tiende a producirse y que es usada muy hábilmente para crear tensiones y para crear conflictos en contra de la Reforma Agraria. Dentro de esta misma línea, quiero mencionar otro sistema utiliza­ do inteligentemente por algunos latifundistas, especialmente de la Pro­ vincia de Ñuble. Viendo que no podían oponerse a la Reforma Agraria por los medios tradicionales, declararon: "estamos con ella, nos embar­ camos con la Reforma Agraria, nos parece algo muy importante, pero tenemos que entrar en un proceso de producción que favorezca a todo el país y que favorezca a todos los agricultores y nosotros creemos que los sindicatos, las cooperativas, las sociedades agrícolas deben unirse y deben hacer un frente común para defender los intereses de la agri­ cultura". Propiciaron así toda una forma de organización que consistía en incorporar en cooperativas u otras agrupaciones similares, tanto a campesinos como a latifundistas. El resultado era claro. Tales organiza­ ciones quedaban manejadas por quienes sabían qué hacer, tenían los po­ deres, tenían los contactos, tenían la cultura. Y los campesinos eran, en cierta manera, el instrumento que utilizaban para obtener sus propias reivindicaciones. Se presenta entonces un nuevo problema en cuanto a estas organizaciones conformadas por campesinos y latifundistas en que pesan de un modo manifiesto las diferencias abismantes de clase. Muchos organismos del Estado las han propiciado por razones téc­ nicas. Y técnica y económicamente tienen razón en hacerlo. Es más eco­ nómico hacer una planta lechera o una industria para todos los agricul­ tores de la región y manejada por todos ellos. Pero resulta que si esta planta está en manos de una cooperativa en que todos están revueltos, no cabe la menor duda de quienes la controlarán. Serán los grandes la­ tifundistas. Incluso usarán a los campesinos para apoyar sus propios in­ tereses. Es un problema de manejo que tiene que ser tratado con mucha 82 — sutileza, dado que la idea desde un punto de vista estrictamente econó­ mico parece correcta. Pero desde un punto de vista social y promocional del campesinado,'como tal, es un desastre. Muchos otros aspectos cabría analizar en este punto, pero ya es hora de que avancemos hacia otro tipo de problemas. 4.— Problemas de tipo político Mencionamos las resistencias de tipo político. Son obvias y su ex­ plicación no exige mucho detalle. Todos las hemos visto. Las organizacio­ nes de grandes agricultores, las otras organizaciones empresariales, la prensa de derecha, en fin, todo eso que conocemos y que ha formado par­ te del proceso de resistencia a la reforma agraria. El proceso de Reforma Agraria no se hace en un mes, no se hace en un año, sino que es un proceso que implica un cambio global de una situación existente y que exige por tanto un tiempo de realización más amplio; por otra parte, no se hace en el vacío sino que es una tarea con­ creta de cada día. Durante su desarrollo, cualquier elemento es usado por esta oposición política a la Reforma para tra ta r de desnaturalizarla, de desprestigiarla, para presentarla en forma contradictoria. Y que eso ha sido hecho por los elementos que políticamente se oponen, es algo que nos consta. Nunca dicen que están contra la Reforma Agraria. Siem­ pre están a favor de ella, pero nunca están con las medidas concretas mediante las cuales se intenta realizarla y esto por infinitas razones. Con mucha habilidad, entonces, hacen campañas de opinión pública tratando de desnaturalizar el proceso y su meta. Subyacente a esto hay algo que me parece que los opositores per­ ciben y que es de suma importancia destacar. En un sistema como el nuestro, pesa mucho más el hombre urbano que el hombre campesino. En la medida pues que logren cambiar la actitud del hombre urbano, en la medida que logren convercerlo de que la Reforma Agraria es nega­ tiva, provocan su reacción egoísta. Es cuestión de decir que hacer la Re­ forma Agraria significa despilfarro de dinero, que se está botando el di­ nero en camionetas a fondo perdido y que los campesinos ni saben lo que se está haciendo. Todos esos dineros podrían usarse m ejor constru­ yendo hospitales, cubriendo necesidades habitacionales urbanas y mu­ chos otros tipos de cosas que se enumeran. El peligro de estas campañas no es tanto el impacto que tienen en los campesinos. Este, por lo general, es sólo local, alcanza a escasos campesinos. Pero, en cambio, van cambiando la actitud positiva que el hombre urbano tenía ante el proceso. Súmese que es prácticamente nulo el contacto a nivel sindical o popular entre el hombre campesino y el hombre urbano. Personalmente he estado en sindicatos industriales que se suponen con mucha conciencia política, muy progresistas y que no tienen ni la menor idea de lo que está ocurriendo en el campo. A su vez, frecuentemente los campesinos carecen de posibilidades para esta­ blecer ese contacto con el mundo del trabajador urbano. Además, como precisamente el mundo sindicalizado urbano cae bajo la presión de los medios de comunicación de masas, de los diarios, de las radios, etc., la posibilidad de alterar su actitud hacia la reforma en la medida en que se puede despertar su egoísmo de grupo es real. ¿Qué hay tras todo esto? La esperanza de que en la medida que cambia la mentalidad, quienes manejan esas influencias puedan recuperar el poder político y detener el proceso o al menos puedan hacerlo retroceder cuanto sea po­ sible. Con lo expuesto hemos visto que se perfila claramente que la Re­ forma Agraria es una lucha política permanente. No es cuestión de pen­ sar que se crearon las condiciones, se tomó la decisión, se aprobó la ley y, con ello, tenemos la Reforma Agraria lista. La ley es sólo un primer paso, un instrumento. Realizar una reform a agraria verdadera es una lucha larga y constante. Y esto nos introduce en otro fenómeno de resistencia política que se ha producido muchas veces dentro del propio Gobierno, dentro de los propios parlamentarios que se supone apoyan la reform a agraria. En Chile todo el mundo es amigo de alguien o es pariente de alguien. Suele ocurrir que hay que expropiar un fundo, pero resulta que el afectado es un buen amigo, o un elector, o un hombre que ha apoyado al parlamen­ tario tal o cual. Puede ser que ese parlam entario sea, teóricamente, par­ tidario de la Reforma A graria... pero ¿por qué expropiar este fu n d o ... habiendo tantos otros, tratándose de alguien que ha hecho esto y lo o tro ...? Se desencadenan así las presiones más diversas como: ¡este no es el momento!, ahora viene la elección, nos echaríamos encima a alguien de mucha influencia regional, etc. Además de ello, dentro del mismo gobierno hay elementos que es­ tán en contra de la Reforma Agraria, pero también hay mucha gente que teóricamente es partidaria de ella siempre que ella no actúe sobre sus intereses o los de sus amigos. Es decir, gente en favor de la Reforma Agraria para los otros y que, en la medida en que ésta realiza ciertas ac­ ciones que toquen un poco sus intereses empieza a reaccionar no en con­ tra de la Reforma en general, pero creando resistencias contra algunas medidas particulares. Todo esto se traslada al ámbito parlamentario. En un caso como el del Gobierno Demócrata Cristiano que ha sido m inoría en una de las ramas del Congreso y actualmente en ambas en cualquier problema po­ lítico en que hay una votación, aparece la presión; mire, si Ud. expropia esto, votamos en contra de tal proyecto. Se produce toda una negocia­ ción, todo un juego político que frena y dificulta el proceso. Es un tipo de obstáculos que normalmente no sale al exterior, que permanece invi­ sible. Es sin embargo muy real y una dificultad de todos los días. Mucho más podría decirse sobre las resistencias de tipo político, pero las descritas parecen suficientes para conformar una idea general. 5.'— Problemas económicos y financieros Quiero referirme ahora, en quinto lugar, a las resistencias prove­ nientes del uso de los recursos económicos y financieros. En un país relativamente escaso de recursos, como es el nuestro, estos obstáculos pueden constituir un punto crítico. Me explico. Decía, al comenzar, que en este período se plantearon simultáneamente muchos objetivos sociales y económicos. Reforma agraria, reform a educacional, construcción de viviendas, plan de desarrollo industrial, etc. Ahora bien, en los primeros años no existió una situación crítica de carácter finan­ ciero porque se logró aum entar en una forma real los ingresos del Es­ tado y ello de manera significativa a través del Impuesto Patrimonial y de otras medidas. En los dos primeros años, esos recursos fiscales au­ mentaron casi en un 50%, pero llegó un momento en que el ritm o de aumento de esos recursos reales se hizo más difícil y, por otra parte, todos estos programas lanzados simultáneamente empezaron a tener sus propias exigencias de gastos crecientes. Si se inicia un programa de Reforma Educacional en la sola edu­ cación prim aria —aunque este se haga a muy bajo costo, vienen luego los problemas de construcción de más aulas, contratar más profesores, mejorarles sus rentas que eran bajísimas, etc. Además, lógicamente se empieza a crear una presión en el sistema de educación secundaria y a su vez, este presiona el sistema educacional universitario. O sea, el lanzar un programa de Reforma Educacional im­ plica un gasto creciente de recursos, porque se da una lógica interna que no puede quebrarse en cualquier momento sin crear una serie de ten­ siones dentro del propio sector. La Reforma Agraria —siempre que se pretenda realizarla seria­ mente— no sólo supone darle tierra a los campesinos, sino muchas otras cosas: m ejorar sus ingresos, aum entar la producción, dar más trabajo, etc., para lo cual hay que posibilitar inversiones considerables: infraes­ tructura, plantaciones, dotación de ganado, más capital de operación, etc. La reform a agraria exige pues gastos crecientes, no tanto por el costo de la tierra —que es bajo en las condiciones en que se ha venido haciendo en Chile, y cuyo valor se paga en 25 ó 30 años—, sino por las inversiones que hay que hacer en capitalizaciones diversas y en mayores gastos de explotación. De allí el volumen muy grande de recursos del presupuesto fiscal y del sistema financiero, del sistema crediticio, exigido por la Reforma Agraria. Este proceso con tales exigencias se lanzó entre nosotros junto a un muy im portante programa habitacional que pretendía construir 360.000 habitaciones en 6 años, junto a un amplio programa de indus­ trialización, etc. Así llegó el momento en que empezó la lucha dentro del Estado por el uso de los escasos recursos. Cada sector quería de­ fender su programa y obtener la "tajada” más alta de esos recursos. El Ministerio de Obras Públicas decía: si a mí me quitan los recursos, se paran las obras de riego, los caminos y eso acarrea un serio problema de desocupación. El Ministerio de Salud, a su vez: tengo hospitales cons­ truidos, pero ahora resulta que no tengo como dotarlos. Y efectivamente hay hospitales construidos en algunos lugares que no funcionan porque no hay fondos para dotarlos, para pagar más médicos o ampliar el per­ sonal de servicio, etc. Súmese a ello todos los programas de desarrollo comunitario, el programa habitacional, etc. La operación sitio —como experiencia— fue en cierta medida una respuesta a úna urgencia econó­ mica: no se podían construir las 360.000 casas sobre la base del costo de las casas tradicionales. Se da así un momento crítico en el problema financiero debido a la falta de prioridades claras entre los distintos objetivos y dada la li­ mitación de los recursos disponibles, que conduce a una lucha constante dentro del gobierno por la obtención de fondos. Si en ella, la Refonna Agraria no goza de una altísima prioridad política, sus recursos van sien­ do cada vez más insuficientes. Y dicha prioridad política supondría una presión política también muy grande, no sólo inicial sino permanente. Necesariamente, satisfacer las demandas de la Reforma Agraria significa sacrificar otras metas, postergar otras aspiraciones sociales o económicas. Esto nos lleva a otro problema que, a mi juicio, es muy seño. En un país subdesarrollado, con escasez de recursos —sea en una situación — 85 revolucionaria, sea en una no revolucionaria pero en que se quieren ha­ cer cambios significativos, es un error político plantear simultáneamente alternativas de mejoramiento social y económico para todos los sectores. El Gobierno o el sistema, desde el punto de vista financiero, se verá muy rápidamente bloqueado y comenzarán a crearse las frustraciones y las tensiones. ¿Qué es lo que normalmente se hace en una situación así? Se em­ piezan a dar menguados recursos a cada sector. Con ello nadie queda satisfecho y surgen muchos problemas internos. Finalmente, quienes tie­ nen menor capacidad de presión política son los que llevan la mayor po­ sibilidad de perder. 6.— Problemas del desarrollo de la Agricultura en relación con el resto de la Economía Por último, quisiera mencionar otro aspecto. La Reforma Agraria no sólo puede fracasar dentro del campo, al nivel de los predios, sino que también puede fracasar si es planteada exclusivamente como un proceso de transformación dentro de la Agricultura. El proceso visuali­ zado en esta perspectiva no conduce sino a un fracaso. En la sociedad moderna, el poder fundamental no es la tierra. Es muy im portante para los campesinos; pero, teniendo sólo la tierra, aún nada han obtenido, Hay un proceso de intercambio de la agricultura con el resto de la sociedad, un proceso de intercambio que se manifiesta a través de dos mecanismos. Uno, si el grueso de la población no es rural, la mayor parte de la producción agrícola no se consume dentro del agro sino que tiene que venderse al resto de la sociedad, y para ello requiere un proceso creciente de elaboración, almacenaje y transporte; segundo, la agricul­ tura exige, cada vez más, la utilización de una serie de elementos que no son la tierra, no son el trabajo humano, sino que son elementos que pro­ vienen de la industria o que han salido de la agricultura para un proceso de mayor elaboración: semillas mejoradas, fertilizantes químicos, pes­ ticidas, vacunas, implementos y maquinarias, combustibles, etc. Existe pues, un problema de relaciones de la agricultura propia­ mente tal con el resto de la economía, que impide concebir la Reforma Agraria como un mero problema de redistribución de la tierra. Aún si se acepta que es menester prestar especial ayuda a los campesinos para que produzcan más, la Reforma Agraria resulta abortada si no se con­ templa la prolongación de sus efectos hacia el resto de la economía. Aunque se tenga poder para redistribuir ampliamente la tierra, los in­ tereses o grupos que dominan otros sectores económicos, los intereses dominantes del sector industrial o comercial, puede ahogarla. Ahora bien, en un comienzo esta relación no es percibida por la masa campesina. Ella ve solamente el problema inmediato de la tierra, pero en la medida en que se organiza, en la medida en que crecen las or­ ganizaciones campesinas, en la medida en que estos toman la tierra en sus manos y comienzan a producir, rápidamente se descubren estos la­ zos. Entre nosotros hemos visto el fenómeno. Hay cooperativas campe­ sinas que se han dedicado a la producción avícola, por ejemplo, y que representan volúmenes muy importantes de esa producción que han te­ nido muy serias dificultades por su falta de poder en otros sectores de la economía. Llegó un momento en que había una gran escasez de pollos 86 — de un día. Había que hacer una importación. Pero los importadores de pollos eran dos o t^es ¿a quiénes daban preferencia? A ellos mismos o a aquellos productores que tenían mayores vínculos comerciales o sociales con ellos dejando sin abastecer las organizaciones campesinas. Ejemplos de este tipo se cuentan por cientos. En general, las dificultades que los campesinos encuentran para la venta de sus productos son mucho mayores que las que se presentan para los grandes agricultores. Este simple hecho nos demuestra que, si la Reforma Agraria no se prolonga hacia la relación industrial y comer­ cial de la agricultura con el resto de la sociedad, por más que se distri­ buya la tierra y se incentive la producción, la Reforma Agraria favore­ cerá a los poderosos que ahora ya no están en los campos, sino que es­ tán dominando el sistema intermediario y el sistema industrial. En esa perspectiva, no hay Reforma Agraria en beneficio de la masa campesina. Insisto en que este es un problema en que hay una toma de con­ ciencia progresiva. Frecuentemente, ni quienes están empeñados en el proceso, ni los propios campesinos lo visualizan al comienzo. Pero —y esto me lleva al punto con que deseo concluir— tarde o temprano, el proceso de Reforma Agraria si ha de ser realmente eficaz como proceso de cambio, tiene que prolongarse hacia un proceso de cam­ bio en la estructura industrial, en la estructura comercial, en la estructu­ ra de relaciones campo-ciudad. Ello supone también una serie de cambios, de mucha importancia, en las relaciones de poder en estos sectores. En la medida en que no se los visualice, ni se los considere, el proceso podrá ser un éxito desde el punto de vista agrícola, desde el punto de vista pro­ ductivo y de la redistribución de la tierra, pero será controlado o frenado por otros centros de poder que se establecen en otros sectores de la econo­ mía y en otros sectores de la sociedad. Quiero decir que nos hallamos frente al problema de una especie de dinámica económica y social que hay que enfrentar con suma clari­ dad y que debe encontrarnos preparados. Hacerlo es condición indispen­ sable para no arriesgar que el resultado de la Reforma Agraria sea una gran frustración. Les pido excusa por lo extenso de esta exposición. Mi intención ha sido señalarles algunos tipos de problemas que se plantean en el desarrollo mismo de un Proceso de Reforma Agraria, que tienden a difi­ cultarla, a frenarla y a oponerle una serie de obstáculos. Creo que son importantes, porque revelan, en cierta medida, las dificultades que im­ plica un cambio en la estructura de poder en una sociedad determinada y en un momento dado. — 87 Fundaciones y Universidad: un punto de vista Raúl Urzúa Profesor Escuela Sociología Universidad Católica de Chile Los últimos años han sido testigos de acontecimientos ocurridos en las universidades del mundo entero que llaman profundamente la atención y provocan reacciones encontradas en personas que nunca antes se preocuparon de ellas. Las universidades más antiguas y prestigiosas del mundo ven ahora que sus fundamentos mismos son cuestionados, sus alumnos, que hasta hace poco eran fieles y respetuosos seguidores de las normas establecidas, se rebelan ahora violentamente en contra de ellas. Universidad en transición dirán algunos, universidad en crisis dirán otros, pero lo cierto es que la tradicional universidad europea, norteamericana o latinoamericana está actualmente sometida a presiones que probablemente llevarán a cambios grandes en su estructura interna. Las universidades chilenas ciertamente no han permanecido ajenas a esos acontecimientos. Primero en la Universidad Católica de Valpa­ raíso, después en la Universidad Católica de Chile, en la Universidad de Chile y, en mayor o menor grado, en el resto de las universidades na­ cionales, una serie de acontecimientos llevan a la renuncia de los rec­ tores, a la tom a de locales universitarios por los alumnos, a reformas drásticas del régimen imperante y, en general, al inicio de un proceso cuyo fin aún no hemos contemplado. Aunque presupuestariamente nuestras universidades dependen en una manera más o menos considerable del Estado, todas ellas han cele­ brado convenios con agencias externas de financiamiento, ya sea nacio­ nales o extranjeras. Las fundaciones norteamericanas son algunas de las agencias externas que mayores aportes han hecho en el pasado y cuya presencia ha sido más discutida. Es por eso que frente a los aconteci­ mientos de los últimos años cabe preguntarse sobre el carácter de las relaciones que nuestras universidades tienen y probablemente tendrán con esas fundaciones. ¿Han jugado algún papel estas fundaciones en la dirección que han tomado los movimientos de reforma actualmente en curso? ¿Desempeña­ rán ellas algún papel en el futuro?, o será su ayuda rechazada por la nueva universidad latinoamericana que parece estar en gestación? Preguntas como éstas son las que deberíamos tra ta r de responder en esta ocasión. 88 — Una respuesta a esa interrogante nos lleva inevitablemente a in­ tentar una descripción de cuales eran las características de nuestras universidades en el momento en que se inician los contactos entre ellas y las fundaciones extranjeras. Esta descripción, es claro, no puede p re­ tender ser exhaustiva en esta ocasión. Lo pertinente aquí es enfatizar aquellos aspectos que tienen directa relación con la actividad de las fun­ daciones, dejando en la sombra otros que sólo han influido indirecta­ mente. Iniciaré esta exposición con una breve reseña de las característi­ cas de nuestras universidades antes de la reforma, para examinar des­ pués el papel que cumplieron en ellas las fundaciones. A continuación mencionaré algunos de los caracteres que se quiere que tenga la uni­ versidad reform ada y las ventajas y desventajas que ellos tienen para un diálogo universidad-fundaciones. Terminaré indicando algunas me­ didas concretas que pueden hacer posible este diálogo. I.— La Universidad Latinoamericana tradicional1 Universidades han existido en Latinoamérica antes que en cual­ quier otro lugar fuera de Europa. Sin embargo, centros de estudios su­ periores directamente relacionados con los actualmente existentes sólo surgen aproximadamente a mediados del siglo pasado. Los estudiosos de la historia de nuestras universidades parecen estar de acuerdo en que el modelo francés de universidad que surgiera después de la Revolu­ ción y no el antiguo modelo de la universidad hispánica fue la inspiración orientadora de estos nuevos centros de estudio. Veamos por un momen­ to cuales son los valores últimos, los objetivos y la organización interna que tenían estas nuevas universidades que empiezan a surgir en Latino­ américa en el siglo pasado. a. Los valores de la universidad tradicional. La universidad napoleónica es expresión de una nueva concepción del mundo y la sociedad que surge triunfante y avasalladora como con­ secuencia del derrumbe del Antiguo Régimen. El individualismo, el lai­ cismo y el liberalismo político son, entre otros, valores no sólo acep­ tados sino encarnados en las múltiples instituciones que surgen en ese período. La universidad debe form ar a sus alumnos en el culto por la libertad, en la aversión a todo dogmatismo religioso o de otro tipo, en la tolerancia frente a las distintas concepciones del mundo, en la acep­ tación y el respeto por la democracia liberal. La universidad napoleónica responde y se adecúa a las profundas transformaciones sociales que produce la Revolución Francesa. Su tras­ plante a las sociedades latinoamericanas responde al deseo de las nue­ vas repúblicas por adoptar las instituciones de los países más avanzados de la época. Como se ha señalado en repetidas ocasiones, este traspaso mecánico de instituciones se hizo sin tom ar en cuenta las característi­ cas diametralmente distintas que tenían nuestras sociedades. Este de­ sajuste afecta también a las nuevas universidades y conduce a que los 1 La descripción que sigue es obviamente burda. P a ra un excelente análisis^ de nuestras universidades, véase Luis Scherz, El Camino de la Revolución Universitaria, Santiago: Editorial del Pacífico, 1968. valores que las informan adquieran un carácter distinto del que tenían en los países originarios. Dicho de otro modo, había una correspondencia entre los valores socialmente dominantes y los aceptados por la universidad, en el caso de Europa. Al contrario, las sociedades latinoamericanas no habían ex­ perimentado nada parecido a la Revolución Francesa, y seguían siendo caracterizadas por una rígida estructura biclasista y por el claro dominio de una oligarquía terrateniente. La religión católica, como dogma oficial del Estado, informaba y contribuía a dar legitimidad a la estructura de autoridad dominante. En sociedades de este tipo los valores aceptados por la universi­ dad latinoamericana no sólo afectan su quehacer interno sino la llevan a luchar por su aceptación en la sociedad toda. La reacción no podía dejar de hacerse sentir frente a esta amenaza a valores tan ampliamen­ te aceptados. Las universidades católicas surgen como una respuesta al desafío planteado por las estatales y tienen desde sus comienzos el claro intento pastoral de impedir que la Iglesia pierda su influencia en la sociedad. Desde el punto de vista de los valores que aceptan, las universi­ dades latinoamericanas se dividen en dos bandos irreconciliables y ad­ quieren un carácter militante, unas luchando por la secularización de la sociedad, y otras tratando de m antener y ampliar la influencia de la Iglesia. Además del enfrentamiento religioso, la creencia en la libertad individual y en la democracia liberal pone muchas veces a la univer­ sidad en abierto conflicto con el orden establecido, la convierte en de­ fensora de las libertades públicas y enemiga de las dictaduras. En consecuencia, los valores tradicionalmente aceptados por nuestras universidades las convierten, tengan o no conciencia de ello, en universidades comprometidas directamente con el acaecer social y político. En una sociedad tradicional, nuestras universidades estaban muy lejos de ser organizaciones neutras. Forzoso es reconocer, sin embargo, que esos valores fueron per­ diendo con el tiempo su carácter militante, especialmente en nuestro país. Un largo período de estabilidad política, apoyado en una fe gene­ ralizada en la democracia republicana y representativa, hizo innecesa­ ria la mantención de una actitud vigilante en defensa de esa forma de gobierno. Por otro lado, un proceso de secularización que adquiere un ritmo cada vez más acelerado hace perder importancia al anti-clericalismo de las universidades laicas y al carácter pastoral de las católicas. A pesar del "Manifiesto Liminar” de Córdoba y de su secuela de reformas, no parece que los líderes universitarios hayan percibido la necesidad de redefinir los fines últimos de la enseñanza de alto nivel. La pregunta sobre el por qué y el para qué de nuestra educación supe­ rior quedó mucho tiempo sin respuesta o fue contestada con vagas afir­ maciones acerca del papel de las universidades en relación con el desa­ rrollo económico. La incapacidad de renovar sus valores dio a nuestras universidades un carácter neutro que antes les había sido ajeno. b. Los objetivos perseguidos. Aunque universidades estatales y confesionales aceptaron por mucho tiempo valores conflictivos, no ocurre lo mismo con respecto a 90 — los objetivos más concretos que persiguen. Ambos tipos de universida­ des están de acuerdo en que su principal misión consiste en form ar los profesionales que el país necesita. Es cierto que las leyes y estatutos orgánicos de las distintas universidades estatales no dejan de mencio­ nar la investigación científica como uno de sus objetivos, pero de hecho el desarrollo de las ciencias en ellas se debe más bien al esfuerzo indi­ vidual de algunos profesores que a una política consciente de las auto­ ridades universitarias. Entre las profesiones, las "liberales” (Derecho, Medicina, Ingeniería Civil, Arquitectura) son las que tienen el mayor número de alumnos y de recursos. A estas profesiones vienen a agregarse después otras más nuevas/tales como distintas ingenierías (industrial, mecánica, química), administración de empresas, etc. Las pocas cien­ cias que se cultivan existen no por sí mismas, sino en una reláción ins­ trum ental con alguna profesión: biología en relación con medicina, ma­ temáticas y física en relación con ingeniería, etc. c. Su organización interna. La organización interna de las universidades latinoamericanas ha reflejado los valores objetivos que ellas pretenden realizar. En síntesis, puede decirse que ellas se caracterizan por combinar una estructura de autoridad formalmente rígida y fuerte con una descentralización, que a veces lleva a una virtual autonomía, de las funciones docentes. Desde el punto de vista docente, la universidad se divide en Fa­ cultades, y éstas en Escuelas. Tanto las Facultades entre sí coma las Escuelas que integran una misma Facultad son independientes unas de otras. Las Escuelas desarrollan sus propios planes de estudio, tienen sus propias cátedras, profesores, instalaciones y locales. Cada una de ellas tiene también su propia administración. Como ya he dicho, esta descentralización administrativa va jun­ to a una rígida jerarquización de la autoridad. La máxima autoridad reside en el Rector, asesorado por el Consejo Superior, la cabeza de las Facultades son los Decanos y la de las Escuelas los Directores. En todos los casos el origen de la autoridad se encuentra no en una elec­ ción que hacen los miembros de la universidad, facultad o escuela en cuestión, sino en un nombramiento hecho ya sea desde fuera de la universidad (por el Presidente de la República en el caso de las uni­ versidades estatales, por la Santa Sede en el caso de las universidades católicas pontificias, por la familia del fundador en otros casos, etc.), o directamente por el Rector. Internamente a cada Escuela hay tam­ bién un claro quiebre en la línea jerárquica entre los profesores que poseen una cátedra en propiedad, generalmente conocidos profesiona­ les que dedican una pequeña parte de su tiempo a la universidad, y sus ayudantes. Salvo en contados casos, los alumnos no tienen participa­ ción alguna en los órganos de autoridad. La consecuencia práctica de la coexistencia de estas dos carac­ terísticas contradictorias es que tradicionalmente nuestras universida­ des no han hecho esfuerzos por fijar políticas globales de desarrollo o por racionalizar sus actividades. La política que ellas han desarrollado ha sido sólo una consecuencia de las políticas que cada escuela o facul­ tad ha seguido independientemente. Por lo demás, la falta de un eficaz aparato administrativo central habría condenado al fracaso cualquier intento por implementar políticas generales. La Universidad Tradicional y la ayuda de las Fundaciones En grandes líneas, puede decirse que esas eran las características de nuestras universidades cuando, movidas por el loable propósito de contribuir al desarrollo de los países americanos, a p artir de aproxi­ madamente la década del 50 fundaciones de beneficencia norteameri­ canas empiezan a establecer contactos con universidades de nuestros países, ofreciendo su ayuda para “construir instituciones”. Un autor ha resumido esos objetivos de la siguiente m anera: "m ejor manejo de los asuntos académicos, financieros y estudiantiles; mejoramiento de los programas de estudio; preparación de nuevos cuadros académicos y ad­ ministrativos de dedicación total; ajuste de la universidad para adap­ tarse a las mayores demandas educacionales y para su relación efectiva con el resto de la sociedad global; preparación de profesionales capaci­ tados para enfrentar los problemas del desarrollo, y contribución al mejoramiento de la educación prim aria y secundaria”. (Luis Scherz, op. cit.; p. 95). Implícito en esos objetivos hay un modelo de cambio social que vale la pena explicitar por las consecuencias que él tiene en el desarrollo futuro de las relaciones entre nuestras universidades y las fundaciones americanas. Hasta hace muy poco era común que los científicos sociales visualizaran el desarrollo del Tercer Mundo como el paso desde una so­ ciedad tradicional a una moderna, caracterizadas éstas por combinacio­ nes típicas de las variables-pautas que se hicieron tan populares a raíz de los estudios de Talcott-Parsons. América Latina, nos decían los soció­ logos, es un continente en transición, en el cual el ritm o diferente de cam­ bio de distintos sectores sociales lleva a que choquen y se entrecrucen características propias de sociedades tradicionales y de sociedades mo­ dernas. En la superación de esa transición, en la modernización defini­ tiva de América Latina y del resto del Tercer Mundo, las "élites moder­ nizantes” ocupan un lugar fundamental, son el motor del cambio. Desde el punto de vista de una política de desarrollo económico-social, en con­ secuencia, las universidades encargadas de educar a los futuros miembros de esas élites, se convierten en lugares de gran importancia estratégica. Para que ellas puedan cumplir adecuadamente su papel de agentes de cambio es fundamental que transm itan a sus estudiantes no sólo las téc­ nicas y conocimientos adecuados, sino también las motivaciones y valores de las sociedades modernas. Ellas deben ser modernizadas, es decir, de­ ben adquirir las pautas propias de los países desarrollados y especialmen­ te de aquel país en el cual las instituciones de educación superior están más desarrolladas: Estados Unidos. No es esta la ocasión para discutir si el modelo de desarrollo a que sólo hemos hecho referencia en el párrafo anterior es adecuado o no. Lo im portante es que, aparentemente, no sólo fue aceptado por los científicos sociales durante la década del 50, sino también por influyen­ tes organismos internacionales, por diversas corrientes políticas y por las mismas universidades. En efecto, la estrategia de desarrollo propues­ ta por CEPAL, su intento por relacionar variables económicas, sociales y políticas, su visión del desarrollo económico como inseparable de profundas transformaciones en la estructura social era, lo quisieran o no sus propiciadores, una de las aplicaciones prácticas posibles del mo­ delo de cambio social en boga en los círculos académicos. El mismo modelo está también implícitamente presente en fórmulas políticas como las propuestas por la Democracia Cristiana en Chile, Acción Democrática 92 — en Venezuela, Arturo Frondizi en Argentina, para citar sólo algunos ejemplos. La armonía existente entre el modelo de cambio propiciado por las agencias regionales de desarrollo y por al menos algunos im portantes partidos y movimientos políticos latinoamericanos, y el que estaba im­ plícito en la acción de las fundaciones, fue un factor que favoreció el contacto de éstas con nuestras universidades. Las fundaciones apare­ cían ofreciendo los medios que perm itirían obtener fines compartidos por dadores y beneficiarios ]. Otro factor paradojalm ente favorable fue la descentralización do­ cente y administrativa, así como la falta de metas claras de nuestras universidades. Como ya he hecho notar anteriormente, la universidad latinoamericana tradicional carecía de planes específicos que guiaran su crecimiento. Las fundaciones que tomaban contacto con ellas no te­ nían, por consiguiente, m anera de ajustar su ayuda a las políticas gene­ rales de los eventuales beneficiarios, ya que esas políticas eran general­ mente inexistentes. Menos encontraban prioridades alternativas a las que ellas proponían. En suma, la iniciativa correspondía normalmente a las fundaciones no a las universidades. En estas condiciones y a pesar de las protestas que pudieran ha­ cer los grupos más radicalizados entre los estudiantes, las negociaciones se llevaban a cabo sin mayores tropiezos. Como ya he dicho, la descen­ tralización adm inistrativa existente de hecho en nuestras universidades hacía posible que esas negociaciones se realizaran directamente entre la facultad o escuela beneficiada y la fundación. Producido el contacto inicial, se lograban rápidamente acuerdos sobre el tipo y el monto de la ayuda que otorgaría la fundación a la escuela o facultad seleccionada. Típicamente, esas ayudas han incluido: becas para que el futuro perso­ nal docente pueda seguir estudios de post-grado, generalmente en Es­ tados Unidos, aunque a veces también en Europa; contrataciones de profesores visitantes, casi siempre norteamericanos, para que llenen los vacíos existentes en la docencia mientras el personal nativo term ina su formación; adquisición de equipos y laboratorios para m ejorar la ca­ lidad de la investigación; fortalecimiento y, a veces creación, de biblio­ tecas especializadas, etc. Los acuerdos entre la fundación y la escuela o facultad eran suscritos sin mayores problemas por los organismos centrales de la universidad. Parece innegable que la asistencia de las fundaciones ha contri­ buido poderosamente al proceso de modernización de nuestras univer­ sidades. Las unidades académicas beneficiadas (ingeniería, medicina, eco­ nomía, agronomía y, en menor escala, sociología) son en este momento las que tienen el mayor número de profesores de jornada completa y con un más alto nivel de formación científica, las facilidades de equipo y laboratorio han mejorado notoriamente, las bibliotecas se han reno­ vado. Más im portante todavía, empieza a desarrollarse una nueva con­ cepción de cuál es el papel que juega la ciencia en la universidad y a 1 Una nueva confirmación de esa arm onía de intereses entre fundaciones y universidades aparece en el documento presentado por Reuben Frodin, a la 20* Conferencia Latino­ am ericana de la Universidad de Florida, que tuvo lugar entre el 24 y el 28 de Febrero de 1970 en Gainesville, Florida. Después de citar a un rector de la Universidad de Buenos Aires, a un ex-rector de la Universidad de Brasilia y a un ex-decano de la Universidad Católica de Chile, dice: “Estas voces de los países del A .B . C. constituyen, yo creo, una síntesis del ‘punto de vista norteamericano’ sobre los problemas y las pro­ mesas de la universidad latinoam ericana” . — 93 evaluar la actividad académica por standards internacionales de exce­ lencia. Sin embargo, una ayuda como la señalada tiene algunos inconve­ nientes que quienes se han preocupado del tema no han dejado de se­ ñalar. En palabras de uno de ellos: "A través de esas unidades compro­ metidas en los programas de ayuda y, en mayor o menor grado, de la dirección central, la Universidad se inserta parcialmente en un sistema foráneo. Las unidades beneficiadas constituyen un archipiélago extraño dentro de la Universidad de pertenencia; y en el caso aunque menos fre­ cuente, de que la ayuda englobe a toda la Universidad, ésta aparece como una isla dentro de un sistema universitario más vasto”. (Scherz, op. cit., p. 96). Es difícil saber si una situación como la que describe este autor habría terminado transformando totalmente el sistema universitario la­ tinoamericano, o si las unidades beneficiadas habrían permanecido per­ manentemente aisladas. Lo cierto es que cambios en el modelo de de­ sarrollo aceptado, el rápido desprestigio ante la juventud de fórmulas políticas que hasta hace poco consideraban válidas, unidos a la siempre presente crítica de los grupos marxistas dentro de las universidades, han conducido no sólo a una actitud francamente negativa hacia la pre­ sencia de las fundaciones en las universidades, sino a movimientos de reforma universitaria de vastas proyecciones. La crítica a las fundacio­ nes es parte de una revisión más amplia del papel de las universidades en la sociedad, a un esbozo de cuyas grandes líneas nos dedicaremos a continuación. Las Grandes Líneas de la Reforma Universitaria Chilena Hasta hace pocos años nuestras universidades aparecían ajenas a toda o casi toda las inquietudes reform istas de estudiantes y docentes en otros países latinoamericanos. Las características que hemos seña­ lado de la universidad tradicional, aunque levemente minadas por el proceso de modernización llevado a cabo en algunas facultades (inge­ niería y economía, por ejemplo) estaban todavía presentes y daban a nuestras universidades un ambiente comparativamente apacible. Tal era la situación cuando en 1966 encabezadas por la Universi­ dad Católica de Valparaíso, nuestras universidades inician un agitado, ■y a veces violento, proceso de reforma. ¿Qué factores influyen para que se produzcan estos acontecimien­ tos? Un análisis en profundidad del problema requeriría mucho más tiempo y estudio del que podemos dedicarle en este momento. Aquí sólo es posible indicar algunos hechos que parecen haber jugado un papel importante. Un prim er hecho que llama la atención es que la presión refor­ mista adquiere nueva fuerza con el advenimiento al poder de la Demo­ cracia Cristiana. Llega este partido a gobernar para tratar de imponer en el país una “Revolución en Libertad” es decir, una transformación radical pero pacífica de la estructura social chilena. Las ramas univer­ sitarias de esé partido eran mayoritarias en las federaciones de estu­ diantes y parece natural que intentaran adecuar la universidad para que fuera agente y m otor de la verdadera mutación social que ellos creían que se iniciaba en Chile. Los esfuerzos ya gastados de los grupos polí­ 94 — ticos de izquierda reciben el impulso proveniente de un sector alta­ mente motivado y con urgencia por realizar cambios. El diagnóstico de esos grupos es contundente: las universidades han sido incapaces de desarrollarse a un ritmo adecuado para respon­ der a las exigencias de la sociedad; es más, las universidades van a la zaga de la sociedad moderna. La necesidad de reform arlas es urgente, ya que de no hacerlp serán arrolladas por los acontecimientos. Pero el dinamismo aportado a la vida universitaria por los repre­ sentantes juveniles de un partido que creía iniciar una revolución pa­ cífica es sólo uno de los factores que debemos tom ar en cuenta aquí. De más vastos alcances en relación con un replanteamiento de la misión última de la universidad es la crisis del modelo de desarrollo comun­ mente aceptado en la década del 50. Hecho suyo por CEPAL, BID e in ­ fluyentes partidos políticos, ese modelo ve fracasar sus expectativas de un desarrollo acelerado de América Latina. Una profunda y gran frus­ tración es la consecuencia de descubrir que la distancia entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado se agrandan cada vez más. La crisis de ese modelo hace surgir otro que pone en el centro del debate el carácter dependiente de la economía, la política y la cultura latinoamericana. Como dice uno de los propiciadores de este nuevo en­ foque: “Las sociedades latinoamericanas ingresaron en la historia del desarrollo del sistema universal de interdependencia, como sociedades de­ pendientes a raíz de la colonización ibérica. Su historia puede ser tra­ zada en gran parte como la historia de las sucesivas modificaciones de la situación de dependencia, a lo largo de la cual las diversas sociadades de la región han venido alcanzando diversas posiciones sin lograr salir, hasta el momento, de ese marco general” Con relación al tema de estas páginas, importa poco que ese nue­ vo modelo sea adecuado o no. Lo im portante es que grandes sectores de la juventud universitaria e influyentes científicos sociales lo aceptan como verdadero y lo utilizan como guía para su acción tanto interna a las universidades como externa a ellas. La denuncia y la lucha contra la dependencia pasa a ser el lema no sólo de los sectores más radicales, sino también de aquellos que vieron deshacerse sus esperanzas de una rápida y pacífica transformación de la sociedad. Otra consecuencia de la frustración producida por el estanca­ miento latinoamericano ha sido la pérdida de la confianza que tenían importantes sectores de la juventud universitaria y las élites intelectua­ les en la democracia representativa y las reformas graduales como me­ dios adecuados para llevar a nuestras naciones a una situación de in­ dependencia económica, política y cultural. Aunque no son los únicos, los factores citados son los que más directamente afectan las relaciones que las fundaciones puedan tener con las universidades reformadas. Ellos no sólo le dan un carácter de urgencia a los cambios, sino que ayudan a fijar la dirección hacia la cual se los quiere orientar. En efecto, la presión por conducir a la uni­ versidad a un papel más activo en el proceso de cambio de nuestra sociedad, unida a la crisis del modelo lineal de desarrollo, hace que la universidad pierda el carácter "neutro” que había adquirido p or obso­ lescencia de los antiguos valores, y redescubra su carácter comprome­ tido. Se pide ahora que la universidad sea custodia de la más auténtica 1 Aníbal Quijano Obregón: El Proceso de Urbanización en Latinoamérica. Santiago: CEPAL; 1966, (mimeo., pág. 14). 95 tradición cultural de nuestro pueblo, que ahondando en lo que somos, pero mirando hacia el futuro, sea luz y guía de la sociedad, que sea instrumento de liberación tanto personal como social. La Universidad se convierte en "conciencia lúcida y crítica” y tiene por misión expre­ sar, aclarar é impulsar la cultura nacional; Imprecisos como son esos conceptos, tienen ellos consecuencias importantes. En relación con nuestro tema actual, ellas pueden resu­ mirse en que la universidad tiene el deber de combatir y denunciar la dependencia cultural, que para muchos aparece como la culminación de la enajenación económica, social y política del pueblo. El nuevo carácter comprometido que se le atribuye a la univer­ sidad lleva también a que la reforma redefina sus objetivos más es­ pecíficos. La universidad tradicional tenía como objetivo form ar profesio­ nales. La universidad reformada, sin desconocer la importancia de ese objetivo, da prioridad a la investigación científica, la creación artística y la reflexión filosófica y, en el caso de las universidades católicas, teológica, por sobre la instrumentalización de esos saberes en las téc­ nicas y profesiones. Además, la difusión de los conocimientos a toda la comunidad nacional pasa a ser uno de los objetivos centrales de una universidad que quiere ser guía cultural del pueblo. Para poder realizar esos objetivos es necesario modificar drásti­ camente la organización interna de nuestras universidades. Todas ellas enfrentan, o han enfrentado, con mayor o m enor éxito la necesidad de crear una estructura de poder que efectivamente pudiera dirigirlas ha­ cia nuevos rumbos. Para que ese poder sea internamente legítimo debe resultar de una elección de la comunidad universitaria. Debe, además, ser de un carácter tal que perm ita la libre expresión de las diversas corrientes que existen en la universidad. Para que ese poder sea eficaz, debe contar con un equipo administrativo capaz de im plementar las decisiones. Pero una nueva estructura de poder y una administración más eficiente no bastan para transform ar la vieja universidad. Se requiere también la transformación de su organización académica. El régimen dé escuelas y facultades, suficiente para una universidad orientada funda­ mentalmente a la formación de profesionales, es ahora reemplazado por uu sistema de institutos, escuelas y centros, así como por la puesta del departamento en la base de la universidad. Este nuevo sistema, unido a una gran flexibilidad curricular y a la desaparición de la cátedra, tiende a perm itir el desarrollo de la ciencia y a dar un carácter más dinámico al proceso de creación y transmisión del conocimiento. Fundaciones y Universidad Reformada. Ya antes de las reformas los elementos más radicalizados en nuestras universidades expresaban acerbas críticas a la acción de las fun­ daciones en ellas. Se decía, por ejemplo, que había una relación directa entre el monto de la ayuda prestada y la ingerencia en la dirección y administración de las unidades académicas favorecidas. Se .decía tam­ bién que la política de reemplazo y adiestramiento del personal con­ ducía a una virtual colonización intelectual. Los docentes formados en universidades norteamericanas eran acusados de aceptar acríticamente las pautas que idealmente regirían a aquellas. 96 — Aunque un análisis menos apasionado del efecto que ha tenido en los donatarios el contacto con las fundaciones habría puesto en evi­ dencia que la relación entre enajenación cultural y contacto con fundar ciones no es tan clara como se cree, esas críticas revelan que aún en un período de indefinición valorativa la labor de las fundaciones en nues­ tras universidades ha sido m irada con suspicaciax. Esa reacción negativa es fortalecida con posterioridad a la re­ forma por la pérdida del consenso acerca del modelo de desarrollo y el surgimiento de la dependencia como un factor explicativo del estanca­ miento latinoamericano. En una universidad que se pone como meta la lucha en contra de la dependencia cultural, las fundaciones aparecen más claramente como potenciales agentes transmisores de una cultu­ ra foránea. En consecuencia, el parcial descrédito del modelo de cambio so­ cial implícito en la acción de las fundaciones y la aceptación por influ­ yentes sectores universitarios de un modelo alternativo ha venido a obstaculizar las relaciones entre fundaciones y universidades. A eso hay que agregar que el carácter mismo de la relación tiende a cambiar. En la universidad tradicional los contactos se establecían entre las unidar des académicas directamente beneficiarías y los dadores, sin que ni unos ni otros tuvieran que preocuparse de cuales eran los planes generales de desarrollo de las universidades, porque éstos no existían, o si exis­ tían no había los medios para implementarlos. Ahora, en cambio, las autoridades centrales de la universidad se han rodeado de un equipo de planificadores y tratan de desarrollar apresuradamente los cuadros administrativos necesarios para implementar sus decisiones. Son ellas y no los propios interesados los que determinan prioridades y fijan metas a corto y largo plazo. Es natural, por consiguiente, que todo in­ tento de una fundación por entenderse directamente con la unidad es­ pecífica, sin tom ar en cuenta esas metas y prioridades, sólo aumente la desconfianza hacia esas instituciones de asistencia. Pero así como hay factores que hacen más difícil el diálogo uni­ versidades-fundaciones, así también hay otros que lo favorecen. Desde luego, aún una descripción tan somera y superficial de los objetivos de las reformas como la que se ha hecho en estas páginas pone de mani­ fiesto que la organización interna de las universidades trata de adaptar a nuestras condiciones ciertas técnicas de administración universitaria que se han desarrollado en Estados Unidos. Ciertos objetivos de la nueva universidad (mayor flexibilidad curricular, énfasis en la investi­ gación científica, profesorado de jornada completa, etc.) no se apartan tampoco de los que reconocen como suyos las universidades norteame­ ricanas ni de los que las mismas fundaciones se habían fijado al iniciar su contacto con nuestras universidades. No debe desconocerse tampoco el papel que en todo el proceso de reforma han jugado los docentes que la asistencia de las fundacio­ nes permitió que obtuvieran su formación de post-grado en el extranNo hay, que yo sepa, estudios sistemáticos sobre el impacto que tienen los estudios en Estados Unidos y Europa en los graduados de nuestras universidades. Una reciente pu­ blicación sobre la extensión y los efectos de la investigación norteamericana en Chile dejó al descubierto que los científicos chilenos entrevistados tenían una actitud suma­ mente crítica, indiferentemente del país en que hubieren hecho estudios de post-grado. Véase Richard P . Schaedel, “ The Extent and Effect of U. S. based research in Chile: 1960-1968” , en Responsabilities of the Foreign Scholar to the Local Scholarly CommunUy. Editado por Richard N. Adams (The Council on, Educational Cooperation with Latin América, Education and World Affair: 1969). — 97 jero. El proceso de reforma se inició en las escuelas y facultades más tradicionales, ya que era allí donde más claramente se podía notar la inadecuación entre las demandas de la sociedad y las mediocres res­ puestas que la universidad podía ofrecer. Pero pasado el prim er mo­ mento y frente a la necesidad de llevar a la práctica los principios re­ formistas, el manejo de las universidades ha pasado, de hecho cuando no de derecho, a quienes por pertenecer a unidades académicas más mo­ dernizadas tenían ya experiencia y habían resuelto al nivel de sus pro­ pias escuelas y facultades los problemas que ahora enfrentaba la uni­ versidad como un todo. No debe sorprender, entonces, que el manejo de las universidades reformadas se encuentre en manos de personas que no es prim era vez que toman contacto con fundaciones. Tampoco debe sorprender que, cualquiera que sean los valores últimos que crean debe tra ta r de en­ cam ar la universidad, exista entre los docentes que han tenido parte de su formación en Estados Unidos, una afinidad que resulta de haber compartido similares experiencias y tener una visión, si no semejante al menos no conflictiva acerca de los objetivos próximos de una reforma universitaria. Lo anterior pone de manifiesto que, a pesar de las reacciones ideológicas que ellas despiertan, las fundaciones han jugado un papel no despreciable, aunque indirecto, en el proceso de reforma por el que están pasando nuestras universidades. Que este papel sirva de base para un nuevo planteamiento de las relaciones dependerá en gran parte de la capacidad que demuestren las fundaciones para comprender adecua­ damente las nuevas condiciones y adaptarse a ellas. Un punto básico es comprender que los dirigentes universitarios negociarán con las fundaciones sólo cuando la ayuda que ellas ofrez­ can pueda ser puesta al servicio de los fines últimos de la universidad. Además, las peticiones que se harán a las fundaciones tenderán a ser justificadas en términos de planes de desarrollo y a ser tramitadas di­ rectamente por representantes de la autoridad central, o por dirigentes de unidades académicas debidamente autorizados. La iniciativa de las fundaciones tenderá, por consiguiente, a ser reemplazada por la inicia­ tiva de las propias universidades. Pero, ¿es posible cumplir la prim era condición, es posible que las fundaciones puedan hacer aportes que no aumenten la dependencia cultural de nuestro país, que la universidad justificadamente rechaza? No me atrevería a dar una respuesta segura, pero me parece que un cambio en la orientación de los programas que han favorecido hasta el momento contribuirá a que esto sea posible. Las medidas concretas que se tomen respetando ese punto fun­ damental deberán asegurar dos cosas: que las universidades mantengan el control sobre sus actividades, y que no se favorezca la enajenación cultural. A continuación mencionaremos (sólo a título ilustrativo) al­ gunas medidas concretas que podrían tomarse en esa dirección. I. Política con respecto a estudios de post-grado. Los programas de ayuda a las universidades hasta ahora han par­ tido del supuesto de que no existen en Latinoamérica centros capaces de dar formación de post-grado a nuestros futuros científicos. Por eso se 98 — ha creado todo un sistema de becas de estudios en Estados Unidos y, a veces, en Europa. Sin negar que ese supuesto fue correcto en una época, pareciera que ahora ya existe un núcleo suficientemente grande de científicos como para perm itir el funcionamiento de centros regionales de investi­ gación y docencia. Su creación haría posible que los futuros científicos de nuestros países recibieran su formación de post-grado de profesores que conocen los últimos adelantos de su disciplina, pero que al mismo tiempo están preocupados de dar respuesta a los desafíos propios de nuestro continente. Esta reorientación de los estudios de post-grado obviamente no podría significar un cortar vínculos con la comunidad científica mun­ dial. Entenderlo así sería m atar de raíz toda posibilidad de un ulterior desarrollo de la ciencia en Latinoamérica. La creación de esos centros universitarios de estudios de post-grado traería, sin embargo, una serie de consecuencias provechosas. Desde luego, contribuiría a debilitar un cierto “academicismo” que tiende a desarrollarse entre nuestros inves­ tigadores, es decir, una tendencia a adecuar los temas que investigan a los intereses predominantes en los grandes centros científicos. Esta de­ pendencia de los grandes centros con respecto a la selección de los te­ mas tiene el doble efecto de hacer que, por un lado, nuestra ciencia se conecte a problemas que nuestra sociedad no enfrenta y, por otro, nues­ tra propia problemática no sea utilizada como impulso y aguijón de creatividad. Una segunda consecuencia sería lim itar el impacto de la cultura norteamericana en nuestros graduados. Mientras más jóvenes y con menos experiencia personal son expuestos a esa cultura, más alta es la probabilidad de que la acepten a-críticamente. A contrario sensu, si se especializan en algún aspecto específico de su disciplina en un centro mundial sólo cuando ya han seguido estudios avanzados en su propio país o en otro país latinoamericano, y cuando ya han tenido la expe­ riencia de investigar en nuestra realidad, lo probable es que no se pro­ duzca alienación o desarraigo y que sus nuevos conocimientos puedan ser utilizados creativamente. Las fundaciones podrían contribuir a financiar la creación de esos centros y, una vez creados, a redirigir hacia ellos su política de becas. II. Política de Intercambio de Profesores Prácticamente todos los convenios con fundaciones incluyen un ítem destinado a financiar la venida de profesores visitantes que per­ mitan elevar el nivel de la enseñanza mientras los profesores locales se perfeccionan en el extranjero. Un balance de esa experiencia arroja un saldo francamente negativo. Salvo contadísimas excepciones, los cien­ tíficos de gran categoría no pueden (o no quieren) pasar un período significativo de tiempo en una universidad extranjera que ofrece pocas o ninguna de las facilidades en equipo, biblioteca, etc., a que están acos­ tumbrados. Los que aceptan venir son, en general, profesores de un nivel discreto y a veces francamente mediocre. El impacto positivo de esas visitas es, en el mejor de los casos, poco perceptible. Ignorantes de las costumbres del país que los hospeda, sin dominio del idioma la mayoría de las veces, acostumbrados a un sis­ — 99 tema universitario distinto, no logran comunicarse de manera adecuada con alumnos ni profesores, se convierten en una carga y no en ayuda para el director de la unidad que los recibe. La experiencia con ese tipo de profesores visitantes aconseja reem­ plazarlos, en cuanto sea posible, por profesores latinoamericanos. Manteniendo ese ítem en los convenios con fundaciones podría utili­ zarse para propiciar un activo intercambio entre profesores de distin­ tos centros universitarios de América del Sur. En resumen, la política con respecto a profesores visitantes de­ bería ser contratar primordialmente latinoamericanos y sólo por excep­ ción científicos de otras latitudes. III. Cooperación con organismos nacionales de desarrollo científico. En nuestro país así como en otros países latinoamericanos han surgido en los últimos años organismos supra-universitarios dedicados a la coordinación y planificación de la investigación científica y tecno­ lógica. La Comisión Nacional de Investigación Científica es uno de esos organismos. En algunos casos existen organismos análogos dentro de alguna universidad, como sucede con el Fondo de Investigaciones de la Universidad Católica. Constituidos los comités directivos de esas or­ ganizaciones por destacados científicos, son garantía de que los recur­ sos para investigar se orientarán de acuerdo a prioridades nacionales y no foráneas. Nos parece altamente conveniente que la acción de las fundacio­ nes en el futuro se canalice a través de esas organizaciones. Los fondos por ellas proporcionados se sumarían así a los de origen nacional y serían distribuidos por la Comisión Nacional o el Fondo de Investiga­ ciones mediante concurso. Las fundaciones todavía podrían desarrollar sus propias políticas, señalando el área a que desean se destine esos fondos, pero no serían ellas las que determinarían qué investigador específico los va a recibir. El control estaría en manos nacionales. Los tres puntos arriba mencionados (creación de centros regio­ nales de enseñanza de post-grado, énfasis en profesores visitantes de latinoamérica y colaboración con organismos nacionales) ilustran al­ gunas de las medidas que pueden tomarse para hacer compatibles la ayuda económica de las fundaciones, que nuestras universidades cier­ tamente necesitan, con los valores últimos que pretenden informar el quehacer de la nueva universidad. Como esas podrían mencionarse mu­ chas otras que revelan que no hay un conflicto irreductible entre el nuevo espíritu reform ista y la presencia de las fundaciones. Sin embargo, lo fundamental es que las fundaciones reconozcan la legitimidad de la aspiración latinoamericana a salir de la situación en que se encuentra este continente, la legitimidad también de que los líderes intelectuales se preocupen de buscar alternativas para superar esa situación que pueden ser distintas de las que han elegido otros países, por último el derecho y el deber que tienen las universidades de ser intérpretes de los más auténticos valores nacionales. 100 — El emplazamiento del escritor latinoamericano Antonio Avaria Profesor del CEREN y de la E s­ cuela de Periodismo de la Uni­ versidad de Chile. En el curso del Encuentro Latinoamericano de Escritores (Santiágo-Viña del Mar, agosto de 1969), asistimos a un fenómeno inesperado: una parte del público —específicamente estudiantes universitarios— lan­ zó acusaciones a las figuras visitantes. Entarimados, los escritores fueron objeto de una requisitoria moral: ¿por qué escribían en París o Londres y no en su patria? ¿Por qué no luchaban junto a esos pueblos que ellos mismos definían elocuentemente como sometidos y explotados? ¿Hasta cuándo esos libros alienados, que el pueblo no puede leer? ¿Por qué acep­ taban los agasajos del Hotel O’Higgins y de los funcionarios del poder político? ¿Cómo no esgrimían el fusil, si sostenían la necesidad impos­ tergable de la revolución? Se les emplazaba porque eran escritores y —paradójicamente— se les pedía que dejaran de serlo. Para estos muchachos ya no era po­ sible "desenvainar la pluma como una espada” (en el decir romántico), a pesar de que el propio Lenin afirmó del poeta: la poesía es su militancia. ¿Muere hoy la literatura puesta en libros y la única poesía se da en la canción protesta o el artefacto publicitario y las mejores novelas europeas son las películas de Fellini, Bergman, Godard? ¿Acaso los escri­ tores latinoamericanos de la última hora no disfrutan y no sirven al sis­ tema capitalista de la dominación de clases y no mantienen su docilidad a la corte burguesa, que les asigna el papel de entretenerla? ¿Acaso por el mero acto de escribir no se hacen cómplices de la violencia institu­ cionalizada? Por otra parte, el analfabetismo —mayoría absoluta de nues­ tro continente— viene a corroborar que la literatura abre y cierra su círculo dentro de la burquesía. Angel Rama (Uruguay) escogió con cuidado sus referencias. Sí, el escritor proviene de las capas medias de la sociedad y no negamos la lucha de clases, pero no define al hombre su origen sino su posición frente a la sociedad: Marx, Fidel Castro y Guevara se ganaron así el de­ recho a defender las causas de los desheredados. Marx mismo da una respuesta al meditar sobre Homero: una obra concebida dentro de un círculo aristocrático llega a ser la epopeya popular de una nación. En eso debió pensar Lenin al replicar a los comisarios que pedían el incen­ dio del Museo de l’Ermitage: lo que fue negado a la mayoría, será ahora de todos. Tolstoi el aristocrático, el terrateniente, el católico, represen­ taba la antitesis del ideario de Octubre, pero también Lenin —en el dis­ — 101 curso fúnebre— explica que este escritor supo ver profundamente al mujik ruso y por eso la Revolución le dará los millones de lectores que no tuvo cuando su clase era la dominante. Apoyemos a Rama con otro ejemplo más reciente. Cuba Revolu­ cionaria ha puesto en la prim era fila nacional y mundial a uno de los escritores más complejos, barrocos y "decadentes” de la prosa contem­ poráneos: José Lezama Lima, autor de “Paradiso”; y ediciones popu­ lares de otros novelistas latinoamericanos se agotan en la isla en menos de una semana (una edición no popular —éstas son de cien mil— de 20 mil ejemplares de "Cien años de soledad” duró menos de quince días; en tres años, no se ha vendido en Chile la mitad de esa cifra). El Primer Congreso de Escritores Soviéticos, en 1954, infundió una falacia que hasta hoy provoca profundos efectos negativos y perple­ jidad en las conciencias humanistas de todo el mundo; superada por la propia teoría marxista, aún condiciona a muchos la tram pa de la "lite­ ratura proletaria”. Se ensayó, se impartió el consejo, se dictó la orden de escribir "para el pueblo”. Todos esos intentos —también los chilenos de buena parte de la Generación del 38— dieron en fracasos estruen­ dosos. El arte y la literatura soviéticos, que iban en la vanguardia de Europa en la década del veinte, se hicieron académicos, ochocentistas y anodinos, suprimieron la imaginación y la crítica, endulzaron sus insul­ sas historias optimistas con idéntica ingenuidad a la de la peor literatura de consumo del puritanismo capitalista. En una frase banal: literatura rosa a diestra y siniestra. Obligarse a un lenguaje supuestamente popu­ lar, "descender” al pueblo, es una actitud paternalista. No corresponde a los escritores, sino al poder político poner los bienes culturales (y el poder) al alcance del pueblo. Un buen análisis de las limitaciones del rea­ lismo socialista se encuentra justamente en "El socialismo y el hombre en Cuba”, de Ernesto Che Guevara. Y Carlos Fuentes puede decir, con toda razón: "El socialismo nació de una disidencia: el asentimiento le es m ortal” (en "La nueva novela latinoamericana”, Mortiz, México, 1969). Parecería que hemos cargado la mano con saña a la política cul­ tural soviética, cerrando los ojos a una realidad irredargüible que Ilya Ehrenburg supo puntualizar: "El gran milagro de la literatura soviética es el lector soviético”. Pero no nos engañemos: los escritores no produ­ jeron ese milagro. Por el contrario, ese lector bien se merecía una ver­ dadera literatura, la cual, si Alexander Solzhenitsin dice la verdad (ver su documento reproducido por la revista chilena Arbol de Letras, N? 2, febrero 1968), sólo ha quedado en los archivos de los censores, porque las publicaciones literarias han sido "sistemáticamente m utiladas”. Re­ sulta necio im partir recetas al escritor; altérese la constelación social y emergerá naturalmente una nueva literatura y se verá asimismo que al­ gunos creadores intelectuales estaban anticipando una cultura diferente. Por otro lado, ya tiene bastante el escritor con una imposición radical, la de ser escritor (una profesión que no busca, que no puede elegir), como para que encima le den molido con consejas o dictámenes que desnaturalizan el oficio de escribir. Queda en pie la cuestión inicial: ¿Por qué la requisitoria, por qué la sospecha de que el escritor pueda ser un valido de estos regímenes que hermanan tan cordialmente las voluntades de las oligarquías criollas con el imperialismo? El argentino David Viñas (1929, autor de "Los dueños de la tierra”. "Cayó sobre su rostro” ) miembro del Partido Comunista Revolucionario, creador de una consigna que no fue aceptada por la ma­ yoría (tal vez porque fuese tomada literalmente: “El máximo ejemplo 102 — de escritor latinoamericano es el Che” ), acorralado por su grupo estu­ diantil de protesta, se vio obligado a replicar que, de mantenerse ese en­ juiciamiento, tampoco el guerrillero podría usar metralletas fabricadas en Pittsburgh. “Ustedes no tienen derecho —contestó lapidariamente Ma­ rio Monteforte Toledo (Guatemala)— a juzgarnos de prevaricato, a in­ sinuar que nos vendemos por una vitrina de librería, sin conocer nues­ tra conducta y nuestra historia. A mi hermano lo m ataron delante mío, de un balazo en la frente, y desde hace trece años no puedo pisar mi pa­ tria”. La mejor defensa vino al final y fue dada por un carpintero chileno, en el casino de la Universidad Católica de Valparaíso: yo creo que los compañeros estudiantes son injustos con los compañeros que han venido de tan lejos, por ignorancia, eso es natural porque los diarios hablan del perro de Adamo y nunca de los escritores; a los estudiantes les pasó lo mismo que a nosotros con ellos; decíamos qué vienen a hacer aquí estos pelucones mijitos de su papá, que estudian para patrones y ahora vienen a hablar con nosotros los obreros de la construcción; poco a po­ co nos dimos cuenta que estaban con nosotros en la pelea, pero para eso tuvimos antes que conocerlos. Yo siento que los compañeros se va­ yan, y siento sobre todo que no estén aquí los libros de ellos para com­ prar alguno si no es muy caro, y leerlo cuando vuelva del trabajo recor­ dando que es de un compañero extranjero que conocí esta tarde. Estas manifestaciones del público chileno parecen confirmar la opinión de Mario Benedetti: desde el último lustro, el escritor latinoame­ ricano va consiguiendo audiencia y "se da el caso curioso de que el ciu­ dadano medio le lleve menos la cuenta de sus traiciones y contradiccio­ nes al político profesional que al intelectual, quizá porque para éste reserva aún una porción de esperanza, y para aquél en cambio sólo guarda desdén e indiferencia” ("Letras del continente mestizo”, Arca Montevideo 1967). La vigilancia estricta sobre la conducta del escritor sería la contrapartida natural del crecimiento de la gravitación de éste en nuestras sociedades. Esta condición conformaría a los escritores como "una nueva energía de izquierda”, según sugirieron en su momento los comentarios nacionales de la revista MENSAJE. El optimismo de esta posición es exagerado, pero constituye el análisis certero de una tendencia. Es cierto que ante nuestras realidades el escritor ha radicalizado su pensamiento y la mayoría “sólo ve la pers­ pectiva de la revolución” (Carlos Fuentes en la obra suya citada), pero en cuanto a su importancia profesional, socio-política, debe decirse que ésta, si se consolida, será al margen de los mecanismos actuales de poder ("con la sola excepción de Cuba” : repetimos la fórmula de la Declaración de los escritores reunidos en Viña del Mar, porque la extraordinaria re­ volución cultural en marcha en ese país es hasta ahora un fenómeno abso­ lutamente solitario). Cabe, sin embargo, una incómoda sospecha. ¿Se emplaza al escri­ tor verdaderamente en vista de la trascendencia social de su obra? ¿De­ tenta un poder real o es un payaso de las bofetadas? En la medida que va siendo expulsado de la élite y arrinconado en las capas bajas de la burguesía, la eficacia de su palabra sufre un deterioro constante. Los "Relatos de un cazador” de Turgueniev contribuyeron efectivamente a la abolición de la esclavitud en Rusia y ya se sabe que John Steinbeck modificó la política agraria de su país, que Upton Sinclair hizo lo mis­ mo con las normas que controlaban los frigoríficos y mataderos de Chicago. Hoy la fotografía de un oficial norteamericano disparando en­ tre los ojos a un vietcong maniatado, o el gran reportaje periodístico — 103 que comprueba el bombardeo de la población civil, son los mecanismos de denuncia que remueven las conciencias de Estados Unidos y del mun­ do. Ya no es la novela, sino el cine, la televisión, la prensa, los medios propios de la comunicación colectiva, los estimulantes de la acción po­ lítica. La función de denunciar una injusticia —tan preeminente en la novela naturalista— amenaza muerte por ineficacia. Todavía más; otra necesidad permanente del hombre —soñar mundos posibles— está sien­ do absorbida en grado creciente y totalitario por las expresiones masivas recién aludidas, desplazando una función básica de la novela tradicional. No debe sorprendernos demasiado que el talento creador europeo vaya hoy al cine, la investigación científica, la sociología, el estructuralismo, y que la generalidad de sus novelistas no resista comparación con la su­ perior envergadura de los escritores latinoamericanos de esta hora. Mientras otros intelectuales —periodistas, psicólogos, sociólogos, economistas— se incorporan a la élite dirigente constituyéndose en gru­ pos con poder y organización, los escritores se reúnen en desgastadas, más o menos académicas Sociedades de Escritores, de modesta labor gremial, carente en absoluto de proyección social política. Si emiten de­ claraciones, éstas no provocan eco nacional alguno. Es el caso penoso de Chile, donde la gravitación social del escritor es un espejismo de po­ der, la mera nostalgia de una época —el siglo XIX— en la cual era ver­ daderamente un hombre político. ¿Es necesario recordar que la palabra de Sarmiento y de Bello, de Lastarria, Pérez Rosales, Vicuña Mackenna, Irisarri, Heredia, Marti, determinó algunas grandes decisiones latinoame­ ricanas? En el panorama actual de nuestra América, la capacidad polí­ tica del escritor sólo se despliega en la isla de Cuba y también —vestigio de una revolución mayormente traicionada— en México. "La Revolución Cubana —explica Alejo Carpentier en agosto de 1961, ante el Primer Congreso de Escritores y Artistas Cubanos— ha dado un sentido nuevo a nuestros destinos”. .. “hemos vuelto a ser como los intelectuales del siglo pasado” (en "Tientos y diferencias”, Arca, Montevideo 1967). Debidamente certificadas —resulta ocioso traer aquí las pruebas— las muertes del realismo burgués y del realismo socialista, sustituidas las funciones documentalista, de denuncia, de protesta y hasta de amena en­ tretención, la nueva novela latinoamericana asumirá una elevada misión antropológica y poética, que Carlos Fuentes ha sabido sintetizar: "en­ contrar y levantar sobre un lenguaje los mitos y las profecías de una época”. Más detalladamente: descubrir nuevas estructuras de sentido en las relaciones sociales, revelar los mitos de nuestro inconsciente co­ lectivo, restituir a la lengua su función creadora, subversiva, introducir la duda donde no la hay, soñar —ahora sí, porque son conjurados para ser vividos— mundos posibles. El Premio: la buena cara del boom El Premio Nobel de Literatura 1967 ha consagrado la prim era con­ tribución de Latinoamérica a la novela del mundo. No se trata exclusiva­ mente de premiar un nombre, sino un extraordinario ciclo novelesco del cual Miguel Angel Asturias es iniciador. (Jorge Luis Borges y Juan Car­ los Onetti también son adelantados eximios, pero las obras de Asturias corresponden mejor a la imagen que los europeos esperan de nosotros). La apoteosis de Julio Cortázar no es un fenómeno chileno, sino occiden­ tal; nunca antes un hombre castellano había tenido toda la prim era pá­ gina del suplemento literario del New York Times, como se hizo con 104 — "Rayuela”, del escritor argentino, como se acaba de hacer con "Cien afios de soledad” de García Márquez. La narración latinoamericana ha pasado de la arqueología (esos manuales para estudiantes norteamericanos, esas colecciones francesas dedicadas a La Cruz del Sur, para especialistas y curiosos) a la historia contemporánea del arte. "Sobre héroes y tum­ bas", novela de Ernesto Sábato, fue en 1967 la revelación del año lite­ rario francés, a juzgar por los comentarios de ese país, que sitúan "Alexandra” (es el título en traducción) a un nivel más alto —en calidad ba­ rroca y tabulación novelesca— que el renombrado "Tambor de hojalata" del alemán Guenter Grass. Uno de los libros más inteligentes del pensa­ miento actual, "Las palabras y las cosas”, de Michel Foucault, se abre y se inspira en un texto de Jorge Luis Borges; la difusión de éste —pri­ mer demoledor sistemático de los realismos en nuestra lengua— va en constante aumento, como lo demuestra la importante revista "L'Herne” al preparar uno de sus monumentales y consagratorios volúmenes con el estudio de la ficciones de uno de los escritores más originales de la literatura de hoy. Borges ha sido mencionado frecuentemente para el Premio Nobel, junto a Neruda y Alejo Carpentier, el autor cubano de "Los pasos perdidos” (para Priestley, la mejor novela de la década del 50, según declarara en su viaje por Chile). La obra descomunal, apasio­ nada, lírica y renovadora de Leopoldo Marechal goza ahora del aprecio continental que merece; su "Adán Buenosayres” es la objetivación culta de un caos moral, un retrato metafísico del hombre argentino y un ejem­ plo de los límites inabarcables de la expresión novelesca. Significativa­ mente, en la obra de estos cuatro argentinos —Marechal, Borges, Sábato y Cortázar— el elemento telúrico es apenas incidental. En este sentido —junto a los montevideanos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti— son los menos "americanos” de nuestros novelistas para los ojos europeos: bucean en la angustia, el desarraigo cultural, persiguen su identidad his­ tórica y una pasión lúcida, ética, les lleva a indagar en la conciencia del ser argentino, del ente hispanoamericano. ¡ Qué anticuado nos parece hoy el artificio de Hermann Hesse frente a los juegos de ironía y verdad de estos autores! "Rayuela” también es —como "Juego de abalorios”— un juego con los elementos de la cultura, pero mientras Hesse nos da una obra plagada de símbolos innecesariamente (así nos parece ahora) eso­ téricos, y un mero enunciado de problemas harto banales, y una alegoría artificiosa, Cortázar escribe una rica aventura espiritual donde la angus­ tia —materia poética y obsesión humana central, como en “Residencia en la tierra” de Pablo Neruda— promueve un lenguaje inédito sin con­ cesiones. La de arriba es sólo una faz de la nueva novela que cada día con­ sigue más audiencia entre los lectores de América y el mundo. A los dos años de su prim era publicación, “Cien años de soledad” llevaba 300 mil ejemplares en castellano, el más importante premio italiano y el título "al m ejor libro extranjero” publicado en Francia; los libros de Sábato, Cortázar, Vargas Llosa, sobrepasan las cien mil copias. Ha cambiado para algunos la situación típica del escritor de nuestras tierras, que es­ cribía prácticamente para fantasmas, pues la mayoría de sus compa­ triotas no sabía —no sabe aún— leer y la minoría burguesa culta sólo buscaba, en la literatura, una distracción para m atar ocios y preparar el sueño. Ha crecido la escolaridad universitaria, hay mejores estímulos editoriales, los libros traspasan algunas fronteras; el intelectual y el ar­ tista empiezan a llamar la atención periodística. Por otra parte, el im­ pacto de la experiencia cubana —inseparable de los escritores que la — 105 apoyan— ha contribuido al interés sobre la producción intelectual de América Latina. En el período de entreguerras, la preocupación de los lectores fue a la gran novela norteamericana de Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Scott Fitzgerald, Wolfe; en los últimos años el eje se traslada, cada vez más, a Hispanoamérica. Los europeos han comentado, a propósito de un libro de Carpentier: "es una novela que nosotros ya no podemos escribir”. En España misma, casi todos los grandes premios literarios recientes han sido otorgados a americanos. Dos colombianos recibieron el Nadal, y los premios de la Editorial Seix-Barral (los más prestigiosos del ámbito castellano) parecen privanza de las antiguas colonias: "La ciudad y los perros” lanzó desde Barcelona los nombres del peruano Ma­ rio Vargas Llosa, del cubano Guillermo Cabrera Infante, del mexicano Vicente Leñero; los chilenos Carlos Droguett, Jorge Edwards y Jorge Guzmán han sido finalistas de este concurso internacional de novela que en sus últimas convocatorias eligió "Cambio de piel”, del mexicano Car­ los Fuentes y "País portátil”, de Adriano González León, de Venezuela. (Lamentablemente, el fallo de 1970 —que debió recaer según el jurado, en "El obsceno pájaro de la noche” del chileno José Donoso— no pudo verificarse oficialmente por causas internas de la casa editorial). Borges compartió con Samuel Beckett el Premio Internacional de Editores y Mario Vargas Llosa obtuvo —con "La casa verde”— el “Rómulo Gallegos”, que es el premio de novela mejor dotado del mundo (ventidós mil dólares). Las novelas de Carpentier ("El reino de este mundo”, “Los pasos perdidos”, "El acoso”, "El siglo de las luces” ) apa­ recen —a menudo simultáneamente— en varios idiomas y bajo los me­ jores sellos editoriales. Esta es otra circunstancia relevante y nueva: las más importantes casas editoras se disputan a los autores latinoamerica­ nos. El Nobel a un guatemalteco —Asturias— distingue a toda una lite­ ratura y destaca su vigencia. ¿Qué es lo que sólo los latinoamericanos pueden dar? La historia irracional, bárbara y dulce, mágica y sangrante de América; su riqueza de mitos, expresivos de realidades sociales; la imaginación fabulesca, la reestructuración del lenguaje, la pasión moral, la violencia. ¿Dónde se encuentra un sueño más alucinante y bello, más hondamente afincado en una realidad y en una obsesión, mejor escrito que "Pedro Párano” del mexicano Juan Rulfo? Es un libro de los muertos, es un poema so­ cial, es un documento atroz, estremecido de lirismo; es la dimensión me­ xicana en la órbita de un mito universal. Es el caso también de "Al filo del agua”, la deslumbrante novela de otro mexicano, Agustín Yáñez y las novelas mejores de Carlos Fuentes: "La región más transparente”, “La muerte de Artemio Cruz” y "Cambio de piel”. ¿Quién posee un estilo más rico y fulgurante que Alejo Carpentier? Su lengua es un derroche de elevadísima retórica, inigualado por el castellano peninsular. Sus via­ jes al fondo de la civilización americana son instrumentos lúcidos para comprender nuestra cultura; su pupila, empero, es más europea que ame­ ricana. No es el único cubano en contribuir a la formación de una novela nueva: el caso singular de José Lezama Lima es prueba de una riqueza inagotable de nombres: “Paradiso” se publicó hace tres años y se tra­ duce a once idiomas; Julio Cortázar lo ha puesto a la altura de “El hom­ bre sin cualidades” de Robert Musil y “La muerte de Virgilio” de Hermann Broch: "No soy un crítico; algún día, que sospecho lejano, esta suma prodigiosa encontrará su Maurice Blanchot, porque de esa raza deberá ser el hombre que se adentre en su larvario fabuloso. Me pro­ 106 — 1 pongo solamente señalar una ignorancia vergonzosa y romper por ade­ lantado una lanza contra los malentendidos que la seguirán cuando Lati­ noamérica oiga por fin la voz de José Lezama Lima”. No acaban aquí los nombres: el mapa literario más exigente no puede olvidar a Augusto Roa Bastos, de Paraguay; la novela "Hijo de hombre” (el premio mejor otorgado de Editorial Losada) supera todos los regionalismos é inscribe —como “Los ríos profundos” y "Todas las sangres” del peruano José María Arguedas— el drama de la expoliación del hombre en el dolor universal. Arguedas realiza la proeza de trasladar al castellano la íntima visión del mundo quechua. Hace dos años murió Joao Guimaraes Rosa —el prim er novelista del Brasil, prim er país con tradición narrativa de América— dejando una obra definitiva (Gran Sertao). Por su experimentación formal (véanse las "obras abiertas” de Cabrera Infante, Sánchez, Cortázar, Sarduy), por la amplitud de regis­ tros expresivos, por la riqueza de invención, la libertad imaginativa y la pasión moral, Latinoamérica es el laboratorio de la novela contemporá­ nea. Y justamente una novela del guatemalteco Miguel Angel Asturias, Premio Nobel de Literatura 1967, pone fecha de nacimiento (1946, "El señor Presidente” ) a esta narrativa. En los últimos veinticinco años, la ficción novelesca se desplaza, cada vez más firmemente, a la cruz del sur. América, novela europea y norteamericana América, la tierr^ misma de la Utopía, empezó siendo una novela de Europa. Antes del Descubrimiento, ya nos habían inventado: al otro lado de un océano donde había sirenas, éramos el Nuevo Mundo, la Tie­ rra de Promisión, la verdadera Arcadia renacentista; luego seríamos El Buen Salvaje, la América Latina, la Morena, y hemos pasado de El Patio Trasero a Los Países en Desarrollo, tránsito lingüístico que seguramente debemos al fantasma tricontinental del Tercer Mundo. Conviene tener presente estas notas pintorescas, pero reales, porque en alto grado casi toda nuestra historia ha sido el esfuerzo por asemejarnos a esa novela. Es un lugar común ( es decir, felizmente —anota con hum or Carlos Fuentes— un lugar donde todos podemos encontrarnos): hemos sido noveleros, hemos admirado excesivamente lo foráneo, hemos importado irreflexivamente —sin verdadera asimilación, ni crítica, ni creación pro­ pia— técnicas, códigos, soluciones. ¿Hasta qué extremos esta explicable servidumbre ha alienado al escritor, cegándole la percepción de la rea­ lidad? ¿Y de qué manera la reacción contraria —afirmación de lo autóc­ tono, rechazo de lo extranjero— ha llevado a la paralización por el fol­ klore, al fatalismo provinciano, al conservantismo mental, al confor­ mismo? Manuel González Prada (peruano, 1848-1918), una voz minoritaria, da un ejemplo de la falsedad de una mera retórica verbal, la vacuidad de un artículo consagrado por la Constitución Política: "Nuestro tipo de gobierno no es sino una gran mentira porque un estado en el cual dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley no es digno del nom­ bre de república democrática”. La realidad de los intelectuales, sin embargo, no es la de los mi­ llones de innominados y sus problemas específicos. Es otra, y se parece mucho a esa Constitución Política. Durante el siglo XIX, han soñado una novela europea. La novela hispanoamericana nació con la Independencia: José Joaquín Fernández de Lizardi observa la sociedad colonial mexicana con la crítica de la Ilustración; así en la primera novela de este continente, 107 “El Periquillo Sarmiento” (1816), y en las siguientes: "La Quijotita y su prim a”, "Don Catrín de la Fachenda”, "Noches tristes y día alegre”, to­ das obras que quieren persuadir de la pedagogía del Setecientos. Cuando se trata de obtener una mano de obra más capacitada, en lugar de en­ sayar la incorporación de la inmensa mayoría marginada del trabajo y la vida social, se recurre a la inmigración, "para m ejorar la raza”; Gobineau ("Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” ) convence de la superioridad de la "raza” teutónica, Demolins de la anglosajona. El problema —o bien, el espejismo fundamental— fue planteado por Sarmiento: Civilización o Barbarie (es el subtítulo de "Facundo” ). La barbarie era el cacicazgo, el atraso cultural, la postración mo­ ral, la miseria, la invertebración histórica, las masas indígenas, los ban­ doleros, los caudillos; la barbarie era la realidad. La civilización era la modernidad, esto es, el pensamiento liberal. El intelectual latinoameri­ cano abrazó calurosamente la causa de la civilización. Sólo después se ha podido advertir que esa modernidad constituía también una alienación que consolidaba a las oligarquías criollas y las tiranías militares, satisfa­ ciendo ampliamente las necesidades imperiales de los grandes países ca­ pitalistas. La educación se encaró —sigue encarándose— como proble­ ma cuantitativo, ajena en gran medida a la realidad nacional; la dirige la oligarquía a través de los servicios culturales enajenados a la moder­ nidad europea o norteamericana. Jean Franco, una de las más lúcidas latinoamericanistas de Inglaterra y el viejo Mundo, insiste en que los intelectuales no observaron que "ningún sistema importado podía trans­ form ar a Latinoamérica en un estado moderno mientras la estructura social fuera feudal y oligárquica” ( “The Modern Culture of Latin Ame­ rica. Society and the Artist”, Pall Malí Pres, Londres 1967) y al elogiar una de las escasas obras literarias originales del siglo XIX, las "Tradi­ ciones Peruanas” de Ricardo Palma (otra es sin duda el "Martín Fierro” ), señala que estas crónicas novelescas demuestran que una exitosa obra de arte “Sólo podía emerger cuando el molde europeo era abandonado 0 transform ado”. El libro de Palma constituye un ensayo auténtico de dar al pueblo peruano un sentido de continuidad y tradición. El escritor latinoamericano de hoy se pone en guardia frente a la mistificación de la modernidad asumida sin transformación creadora, rechaza ciertamente los porfiriatos paternalistas, ha dejado de creer en los mitos reconfortantes de la América del Norte "m aterialista y vulgar” frente a nuestra América “idealista” y ya no adhiere al sutil racismo de la "hispanidad”. La larga paz retrógrada de Porfirio Díaz sucumbió con la Revolución Mexicana; el lema contiano Orden y Progreso continúa como emblema patriótico del Brasil. La responsabilidad obliga al escritor a replantear la disyuntiva de Sarmiento. Entusiasmado con la revolución de Mayo en Francia ( “la imaginación al poder), Fuentes propone: Imagi­ nación o Barbarie. Ha cambiado uno de los términos del dilema, el otro sigue inalterable a la duda. Se nos ocurre —tomando pie en una idea de Mario Góngora (revista DILEMAS, N? 5)— que esa barbarie” repre­ senta nuestra realidad que aún no conocemos ni valoramos; sobre este suelo deben plantarse la imaginación creadora y la justicia: en la creación de una nueva cultura, hemos de aprender de esta barbarie. Ella es nuestra "condición constitutiva” (Fanón), que debemos modestamente, orgullosámente asumir *. mayo de 1970. 1 En un artículo próximo expondremos los condicionamientos externos y las formas de esta “barbarie” que descubren I03 novelistas latinoamericanos más representativos. 108 — El pensamiento estructuralista y la crisis en las Ciencias Sociales por Gonzalo Martner 1 Viene ganando terreno hoy en día la idea de que es necesario lograr una visualización integrada del contexto en que se dan los cambios y el desarrollo. Ya no es posible explicar por separado las variables que in­ fluyen en el cambio. Es preciso buscar la integración de disciplinas, mé­ todos y conocimientos para interpretar lo acontecido y proyectar el fu­ turo. Este esfuerzo de coalición de las ciencias sociales lleva al reforza­ miento de los análisis universales e integradores del conocimiento, ca­ paces de explicar el acontecer que vive el hombre. Pero, en el mundo occidental se ha acostumbrado tradicionalmen­ te a dividir el objeto de estudio de los fenómenos sociales en diversas ramas científicas separadas. Así han nacido la antropología social, la psi­ cología social, la sociología, la economía, la ciencia política, la ciencia jurídica, etc. Esta fragmentación de las ciencias sociales ha conducido a enfoques parciales y a la consolidación de gremios profesionales ais­ lados. No es raro que en esta tendencia separatista se haya llegado a dar más importancia al trabajo de los profesionales que al propio objeto de su estudio. Así por ejemplo fue popular hace algún tiempo definir la so­ ciología "como aquello que hacen los sociólogos”. Por muchos años la economía, a su vez, se desarrolló separada de otras ciencias sociales. Con el tiempo, sin embargo, comenzaron a to ­ marse en cuenta factores extraeconómicos en los modelos. Al respecto se han distinguido tres enfoques2. 1 Gonzalo M artner desempeñó en. 1968 la cátedra de Política Económica en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, p ara la cual preparó el trabajo que ahora publicamos y que contiene ideas personales que no comprometen a los organismos en que presta sus servicios. H a sido además, economista del Instituto Latinoamericano de Plani­ ficación Económica y Social de las Naciones Unidas, entidad que ha incluido entre sus textos, su libro titulado “Planificación y Presupuesto por Program as” , publicado par la Editorial mexicana Siglo XXI. Permaneció durante el año 1966 en la Comisión Económica p ara Africa y es autor del trabajo “Africa, subó'esarrollo y Revolución” , impreso en Ar­ gentina por editores latinoamericanos. Ha publicado numerosos articulas en revistas es­ pecializadas de América Latina y ha dictado cursos y conferencias en Universidades del continente. 2 Giovanni Arrighi, “ The Political Economy of Rhodesia” . Novton, The Hague, 1967. — 109 El criterio ortodoxo, en el cual todas las variables de los modelos, sean exógenas o endógenas, son económicas, y en el cual los factores extraeconómicos están considerados en los parámetros. El enfoque ortodoxo modificado, en el que se incluyen los factores económicos como variables endógenas y exógenas; los factores extraeco­ nómicos son tomados en cuenta pero sólo como variables exógenas. Este esquema descubre comportamientos, pero no explica políticas guberna­ mentales, huelgas, guerras u otros eventos de esta clase. El enfoque totalizante, que incluye como variables endógenas, tan­ to factores económicos como extraeconómicos. En esta tendencia están Gunnar Myrdal, Kalecki y por cierto Carlos M arx3. Orientados dentro del criterio expuesto en el tercer enfoque, es cre­ ciente el número de economistas que ahora sigue las reflexiones de Myrdal cuando dice "en realidad no existe distinción entre hechos co­ rrespondientes a nuestra división tradicional escolástica de las ciencias sociales en disciplinas separadas. Un análisis realista de los problemas nunca puede enmarcarse en esas líneas de división. La distinción entre factores que son "económicos” y los que son "no económicos” es en rea­ lidad una consigna inútil y sin sentido desde el punto de vista de la ló­ gica y debe ser reemplazada por una distinción entre factores “relevan­ tes" e "irrelevantes”, o "más relevantes” y "menos relevantes” 4. En busca del análisis de lo "relevante” que es esencial para com­ prender el comportamiento de los países en vías de desarrollo, el econo­ mista Paul Barán ha hecho una notable contribución al llamar la aten­ ción sobre el destino de los “excedentes económicos” 5, concepto que ya es ampliamente conocido. En Europa con su tradición cultural y filosófica ha resurgido la investigación científica y crecen los estudios dentro del estructuralismo haciendo aportes metodológicos de inapreciable valor. Y en el mundo subdesarrollado ha nacido un vasto movimiento intelectual hasta cierto pun­ to liderizado por economistas latinoamericanos, que de una manera u otra procura realizar un análisis global y totalizante. Fruto de estos es­ fuerzos ha sido el surgimiento de lo que se ha dado en llamar “escuela estructuralista”. Estos esfuerzos han despertado interés en el resto del mundo y conviene examinarlos con detención. El estructuralismo como método En el último tiempo se ha venido formando dentro del análisis totalizante un pensamiento nuevo que se ha dado en definirlo como es­ tructuralismo. El estructuralismo trata de precisar relaciones dentro de un sistema. 3 P a ra una discusión acerca de estos enfoques ver Oscar Lange “Political Economy” 1963: J . K. Galbraith “The afluent Society” (1958); Duncan Black “The Unity of Political and Economic Science, en The Economic Journal, Sept., 1950: B. Leoni “ The Economic Approach to Politics” en II Político, Sept., 1961; M. Shubik “Readings in Game Theory and Political Behaviour” (1954): A. G. Papandreou “ Economics and Social Sciences” en The Economic Journal, Dec., 1950; Kalecki “ Political aspects of Full Employment” en Politícál Quaterly, 1943. 4 Ver Gunnar Myrdal “Economic Theory and Underdeveloped Regions” . (1963, p. 10). 5 Ver Paul Barán, “Economía Política del Crecimiento” , Fondo de Cultura Económica, Mé­ xico, 1962. Utilizando elementos de análisis aportados por Barán, Gunder F ranck ha reali­ zado penetrantes estudios sobre las economías subdesarrolladas. Ver de este autor “ Capi­ talismo y Subdesarrollo en América L atina: Ensayos históricos de Chile y Brasil” . 1965. 110 — 1 Algunos autores6 sostienen que quien primero quiso explicar el mundo por medio de formas puras y universales fue Platón al hablar de “mundo de cambio, mundo en el cual el ser se mezcla con el no ser”. En sus últimos diálogos, Platón da una explicación lógica de las relaciones entre los "géneros” del ser y emplea un método muy similar al que hoy en día se llama método estructural7. En resumen, Platón emplea un método de doble vía: la identidad de las relaciones está constantemente modificada por la diferencia de las mismas. Esta sería la intención del método estructural: precisar rela­ ciones por medio de una rigurosa aplicación de códigos de semejanza y diferencia, dentro de un sistema de relaciones. Los antecedentes metodológicos reseñados son recogidos más tar­ de por Compte quien concibe la historia dividida en los estadios teoló­ gico, metafísico y positivo y para quien la ciencia y la sociología es el sa­ ber de lo estático. Algunos estructuralistas que siguen esta dirección en efecto, tienden a ver el sistema más que el movimiento; la estructura más que el cambio. Continuando esta línea Durkheim concibió la socio­ logía como el estudio de las "instituciones” y de sus variables en una so­ ciedad. Sin embargo, si bien la influencia del positivismo en el estructuralismo es grande, la de Marx es decisiva, cuando afirm a que por debajo de las estructuras visibles existen estructuras invisibles y condicionantes de la vida religiosa, política, moral o estética. Concibió, así, una de las bases fundamentales del estructuralism o: la intención de explicar lo apa­ rente por lo real, lo visible por sus condiciones no visibles y determinan­ tes. Y sostuvo “la apariencia de la producción capitalista esconde el hecho clave de la explotación del trabajador, del hombre por el hombre”. Para Marx, según Godelier8, la estructura no sólo es la condición invisi­ ble y necesaria de la realidad sino la condición invisible que precede a cualquier tipo de génesis o de evolución. Aunque son diversas sus filosofías, en el marco del método, fueron grandes las contribuciones de Compte, Durkheim y Marx y contribuyeron poderosamente al desarrollo del estructuralismo. Los tres establecen que el sistema es la condición de la historia. Es grande la influencia que en esta dirección han tenido la socio­ logía, la psicología, la etnología, la lógica y muchas otras disciplinas. To­ das estas aportaciones permitieron intentar una definición del método: “el estructuralismo se ocupa en analizar conjuntos sincrónicos (es decir, estables y sistematizados) que constituyen tanto instrumentos de investi­ gación como formas de la realidad. Estas formas suelen presentarse co­ mo formas escondidas”. A buscar este subsuelo estructural se han dedicado en Francia in­ vestigadores como Lévi-Strauss, Althusser, Godelier, Foucault y otros. Es­ te movimiento enuncia así sus propósitos: “frente al vitalismo, frente al humanismo, frente al subjetivismo y al existencialismo, la nueva filosofía 6 Ver Ramón Xirau “Estructuralismo: un nuevo Discurso Filosófico” Revista Diálogos N? 21 mayo-junio 1968. México. 7 Se refiere a la participación de un género en otro y se concluye que “ algunos géneros participan en algunos otros géneros mientras que algunos de ellos no participan en algunos otros” . De este modo no hay relación entre el Moviimento y el Ser como la hay igualmente entre el Reposo y el Ser. Tanto el Movimiento como el Reposo se puede decir que son. Ver Xirau, en obra citada. 8 Maurice Godelier “ Sistema, estructura y contradicción” . Problemas del Estructuralismo. Siglo XXI. México, 1966. — 111 de la estructura declara que no importa tanto la conducta individual de los hombres como el sistema que condiciona a esta conducta”. Aunque a otro nivel y otra filosofía, se ha creado en Estados Uni­ dos la llamada escuela institucionalista donde se destacan autores como Thorstein Veblen, John Dewey, John R. Commons y Wesley C. Mitchell. Hay que considerar dentro del institucionalismo marxista a Paul Barán, Paul Sweezy y otros. El estructurálismo latinoamericano La aplicación del método estructural surge en América Latina co­ mo un esfuerzo por interpretar el desequilibrio inflacionario. El escenario de su nacimiento fue Chile en medio de la aguda crisis inflacionista que vivió el país en 1953 y 1954 (el aumento del costo de la vida subió en ese año en 84 por ciento). Un grupo de economistas del Ministerio de Hacienda y del Banco Central de Chile cooperaron con algunos técnicos de CEPAL en un intento de buscar las raíces profundas de la inflación chilena. El economista me­ xicano Juan Noyola aportó a los datos e informaciones suministradas por aquellos un nuevo método interpretativo y redactó un informe que nunca fue publicado, pero algunos de sus enfoques fueron recogidos en los informes de CEPAL9. Más tarde, Juan Noyola continuó en México elaborando el método y dictó conferencias sobre el tema en distintos centros de estudios10. Para Noyola existen ciertas “presiones básicas” de tipo estructural que se expanden a través de los “mecanismos de propagación”. Entre las pre­ siones inflacionarias básicas destaca el estancamiento y la fluctuación de las exportaciones en relación al aumento demográfico y el deterioro de la relación de intercambio y de la capacidad para importar; como asimismo la incapacidad de la producción agrícola para satisfacer la de­ manda de alimentos. Con respecto a los mecanismos de propagación, se­ ñala la influencia del mecanismo fiscal ( que es dependiente del comercio exterior y crónicamente deficitario); la del mecanismo crediticio, que se ve forzado a expandir los medios de pago para dotar a la economía de la liquidez necesaria para seguir el ritmo de los precios, y el mecanismo de reajuste de precios y salarios, el primero impulsado por los mono­ polios internos y los segundos por la organización sindical. La Cepal en su Estudio Económico de 195411 planteó algunos ele­ mentos del enfoque estructuralista, explicando el proceso inflacionario chileno. Atribuyó la inflación a la disminución violenta del ingreso real con motivo de la gran depresión mundial; a la pugna entre el sector pú­ blico y los distintos grupos del sector privado para mantener su parti­ cipación en el ingreso nacional; a la aptitud tradicional del sector pú­ blico para captar mayor proporción del ingreso real; a la aptitud de los empresarios para dilatar inflacionariamente la cuantía de sus utilidades y de la acción sindical en defensa y elevación de los sueldos y salarios; a la política expansiva para levantar la actividad económica del bajo nivel a que había sido llevada por la crisis. En Chile y en el resto de América Latina son los señores Osvaldo 9 Ver Estudio Económico de América Latina para los años 1954 y 1957. i° Véase Juan Noyola “El desarrollo económico y la inflación en México y otros países la­ tinoamericanas” . Investigación económica, 1956. N? 4. 11 Ver Estudio Económico. 1954. 112 — Sunkel y Aníbal Pinto quienes han estudiado y dado a conocer con mayor extensión el pensamiento estructuralista. Desde la CEPAL, ha sido don Raúl Prebisch quien ha liderizado el enfoque estructuralista12 Aníbal Pinto identifica lo que denomina “factores estructurales" y “factores inmediatos” l3. Los primeros son principalmente: el equili­ brio político-social de los grupos sociales; la dependencia externa; la ri­ gidez de la estructura y de la producción agraria; la seguridad social ineficiente y costosa. Entre los factores inmediatos señala: el desequi­ librio fiscal; el desorden monetario; y la carrera precios-ingresos. En su Informe Económico 1957, la CEPAL explica las tendencias inflacionarias como consecuencia de factores estructurales que impiden un crecimiento satisfactorio y con estabilidad, los cuales actúan a través de ciertos factores de propagación. Los factores estructurales son la alta propensión al consumo del sector de población con mayor capacidad de ahorro; la peculiar canalización de las inversiones y la baja tasa de capitalización; la inestabilidad e inelasticidad de las exportaciones; la estructura de las importaciones, determinada por la inelasticidad de la producción agrícola frente a un aumento de la demanda, derivado del crecimiento de la población y del ingreso, así como por el desarrollo de ramas industriales a base de materias primas casi íntegramente impor­ tadas; la estructura del gasto público, que lo hace sumamente inflexible a las oscilaciones del ingreso interno; la regresividad e inelasticidad del sistema tributario frente al aumento del ingreso y a su distribución, así como a su alta dependencia de los impuestos que gravan el comercio exterior. Los factores de propagación que se reseñan son los reajustes anua­ les de remuneraciones; el déficit fiscal, financiado de m anera expansionista a base de crédito bancario y colocación de obligaciones guberna­ mentales; la expansión crediticia en función del aumento de precios. En 1959, Osvaldo Sunkel planteó sus puntos de vista identificando lo que denominó “presiones básicas o estructurales”, "presiones circuns­ tanciales", "presiones acumulativas" y "mecanismos de propagación". Analiza entre las presiones básicas la inflexibilidad de la oferta; la redu­ cida tasa de formación de capital, insuficiente para absorber el creci­ miento vegetativo de la mano de obra y los contingentes desplazados de las actividades primarias; las tendencias al deterioro de la productividad media de la economía; un sector exportador de productividad extraor­ dinariamente alta, del que se desplaza población a otros sectores de p ro ­ ductividad menor y bastante baja; la inestabilidad, inflexibilidad y regre­ sividad del sistema tributario, por lo que ha sido tradicionalmente inca­ paz de reajustar sus rendimientos a las necesidades de la política de gas­ tos públicos. Dentro de las presiones circunstanciales considera el au­ mento general de remuneraciones por eventos políticos; catástrofes na­ cionales, sismos u otras; aumento de los precios de las importaciones, como factor exógeno; expansión del circulante en el período bélico; ines­ tabilidad externa y crisis del comercio exterior. Dentro de las presiones acumulativas considera la orientación de las inversiones; las expectati­ vas, surgidas en la persistencia inflacionaria y que han pasado a form ar parte de los planes de las unidades económicas; efectos negativos en la productividad; el sistema de subsidio a las importaciones, que fue posi­ 12 Ver Raúl Prebisch “H acia una dinámica del desarrollo latinoamericano” . Fondo de Cul­ tu ra Económica, México, 1963 y “ El falso dilema entre desarrollo económico y estabilidad m onetaria” , Boletín Económico de América Latina, VoL VI, N’ 1, 196L 13 Aníbal Pinto. “Es posible detener la inflación” . Panoram a Económico, 1956. — 113 8.— ble m antener mientras el comercio exterior se expandía, pero que al caer en crisis agravaron el déficit fiscal; el desaliento de las exportaciones, por el sistema de cambio fijo. Dentro de los mecanismos de propagación considera el déficit del sector público; reajuste de sueldos y salarios; y reajustes de precios, debido a mayores costos 14. El economista Jorge Ahumada distinguió entre factores econó­ micos, procesos coadyuvantes y factores socio-políticos. Los factores eco­ nómicos son determinados por la inestabilidad de las exportaciones, la demanda de importaciones para el desarrollo de la industria sustitutiva y la insuficiencia de la producción agropecuaria; elementos todos que conducen a una sobrevaluación de la moneda nacional y a posteriores devaluaciones con sus impactos sobre el costo de la vida y la elevación del costo de producción. Los procesos coadyuvantes están radicados en los ingresos y gastos públicos, en las remuneraciones y en los medios monetarios. Los factores socio-políticos provienen de la conjunción de de grupos sociales con instrumentos defensivos ante los efectos del pro­ ceso inflacionario. Carlos Matus 15 distingue, por su parte, entre "desequilibrios es­ tructurales”, “presiones básicas”, “mecanismos de resistencia” y "me­ canismos de propagación”. Identifica como desequilibrios estructurales el hecho de que la inflación es una exteriorización de claros desequili­ brios reales que van más allá del velo monetario, que envuelve y esconde las transacciones y estructura física de la economía. Las causas de los desequilibrios reales se encuentran generalmente en problemas de estruc­ tura social y política. Presiones básicas son las incompatibilidades fun­ damentales de una economía que deben resolverse en contra o a favor de determinados grupos de sectores, dando lugar a la creación de me­ canismos de resistencia o de defensa de los sectores afectados. Mecanis­ mos de resistencia son las formas que toma la lucha entre los grupos sociales por descargar en otros el peso de una baja en el ingreso real o la postergación de un aumento, son la expresión de la organización y ca­ pacidad de lucha de los grupos. Mecanismos de propagación son las vías por las cuales se soluciona temporalmente la lucha entre los sectores, o la forma en que se hacen aparentemente compatibles las metas reales de los diferentes grupos, como los medios de pago, déficit fiscales, rea­ justes de sueldos, devaluaciones, ajustes de precios, etc. Jaime Barrios desarrolló el enfoque de Henri Aujac 16 y explicó la inflación como consecuencia de la lucha de grupos sociales 17. El autor de este trabajo, siguiendo el plantamiento de Henri Aujac y Jaime Barrios, planteó en 1958 diversas categorías para el análisis de la inflación chi­ lena 18, las deformaciones en la estructura social y económica, las pre­ siones inflacionarias básicas y los mecanismos de propagación. Las deformaciones de la estructura social y económica surgen de la distribución de la propiedad y de la correlación de fuerzas sociales, 14 Ver Osvaldo Sunkel “La inflación chilena un enfoque heterodoxo” . El Trimestre Econó­ mico, N9 100, pp. 570-599, México, octubre-diciembre de 1958. is Véase Carlos Matus Romo, apuntes del curso “Método y Análisis de Política Económica” , del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, versión 1964. 16 Ver Henri Aujac “Une Hypothese de travail: L’inflation, conséquence monetaire du comportement des groupes sociaux” , Economie Appliquée (abril-junio de 1950); en Internatio­ nal Economic Papers, N? 4. 17 Ver Jaim e Barrios: “La inflación chilena como consecuencia de la agudización de la lucha de clases derivada de desequilibrios estructurales” . Mimeografiado, Santiago, 1958. 18 Ver Gonzalo M artner “La inflación chilena en el pensamiento y en la acción” . Panorama Económico, 19 de julio de 1958. 114 — del grado de organización de los intereses antagónicos, del desnivel en la distribución del ingreso nacional, factores todos los cuales orientan los recursos productivos hacia ocupaciones que dan origen a una estructura económica inorgánica. Esta asignación defectuosa de los recursos pro­ ductivos, que impide el aprovechamiento de las tierras, las minas, las selvas, etc., genera desequilibrios de crecimiento de las ramas de la pro­ ducción. Estos desequilibrios originan las “presiones inflacionarias bá­ sicas”, a las cuales, en América Latina, se suman los que derivan del co­ mercio exterior y la agricultura. Estas presiones básicas se propagan por todo el cuerpo económico a través de ciertos mecanismos como el fiscal, monetario, cambiario, etc. Este esquema lo apliqué en 1961 para analizar la experiencia de Bolivia entre 1950 y 196019. El enfoque estructuralista fue sistematizado también por el eco­ nomista venezolano Héctor M alavé20 identificando tres elementos signi­ ficativos: las presiones generadoras, los mecanismos monetarios o pro­ pagadores, y los factores correctores. Esta distinción, “acorde con la dia­ léctica de las relaciones causales, permite asignar a cada uno de los ele­ mentos mencionados su verdadera importancia en el diagnóstico estruc­ tural de la inflación. Sólo en tal forma las relaciones esenciales de la in­ flación pueden diferenciarse de sus conexiones externas y superficiales”. "Las presiones generadoras y los mecanismos monetarios o pro­ pagadores son, respectivamente, la fuente y la manifestación del proceso inflacionario. Las primeras conforman el elemento de la causalidad ac­ tiva, las fuerzas genéticas del desarrollo del proceso; los segundos cons­ tituyen la forma y el modo de desenvolvimiento del mismo. Aquéllas se identifican como las causas que, en diferentes planos, engendran la in­ flación; los segundos, como la condición que constituye el medio y la situación en que el proceso inflacionario existe y se desarrolla. Las pre­ siones generadoras y los mecanismos monetarios difieren en que las pri­ meras tienen rango primario, carácter propio y movimiento autónomo, en tanto que los segundos poseen rango secundario, carácter subordi­ nado y movimiento inducido”. Cabe hacer notar que algunos economistas anglosajones han ex­ puesto el pensamiento estructuralista a través de valiosos trabajos entre los que se destacan los de Dudley Seers, Joseph Grunwald, David Félix y otros 21. Puede decirse que el pensamiento estructuralista, formulado para interpretar la inflación, continúa aún desarrollándose en América Latina y que es creciente al interés de los centros académicos de otras áreas por conocer sus fundamentos. En el terreno de las experiencias prácticas, el estructuralismo ha sido contrapuesto a los enfoques que explican la inflación como un fenó­ meno esencialmente monetario y financiero y que han dado lugar a nu­ merosos programas de estabilización. Respecto de las ventajas de uno y 19 Ver Gonzalo M artner “ Un análisis estructural de la inflación en Bolivia” , El Trimestre Económico, N? 116, México, octubre-diciembre de 1962. 20 Ver Héctor Malavé “Análisis estructural de la inflación” . El Trimestre Económico, N’ 139, México, 1968. 21 Ver el trabajo de Seers “La teoría de la inflación y el crecimiento en las economías sub­ desarrolladas: la experiencia Latinoamericana. El Trimestre Económico XXX, 3, México, 1963. Ver además “La Escuela Estructuralista, estabilización de precios y desarrollo eco­ nómico: El caso chileno” , por Joseph Grunwald, en El Trimestre Económico, N* 111, vol. XXVin. “ An Altemative View of the M onetarist-Structuralist Controversy”, por David Félix, en Latin American Issues. Véase también “Structural Imbalances. Social Conflict and Inflation” , por Félix, en Economic Development and Cultural Change, enero de 1960. — 115 otro planteamiento la controversia continúa abierta y tom ará tiempo al poder precisar la validez de una y otra escuela. E l enfoque estructural del desarrollo Si bien el método estructuralista ha sido más ampliamente apli­ cado al estudio de la inflación, no es menos cierto que en form a más res­ tringida se le ha venido empleando para examinar los problemas del subdesarrollo y el estancamiento en América Latina. A nuestro juicio, los estudios realizados en Latinoamérica han de ser completados en el futuro con enfoques acerca de la forma cómo Amé­ rica Latina realiza el aprovechamiento de su espacio económico y esti­ mula la formación y crecimiento de sus polos de desarrollo, a través de una infraestructura que ha entrado en crisis22. Otro aspecto en el que habrán de realizarse estudios es en el relativo a un mejor conocimiento de los diversos estadios de desarrollo en que se encuentran los distintos países latinoamericanos y de cuales son las políticas y estrategias ade­ cuadas para producir cambios de estructura, acordes con dichos estadios. Con respecto al enfoque del desarrollo en relación a los distintos estadios por que atraviesan los países latinoamericanos, el autor de este trabajo sostiene la tesis de que no es posible percibir la problemática de la región latinoamericana en forma más precisa si no se examinan las características típicas que cada país latinoamericano tiene de acuerdo al estadio de desarrollo por que atraviesa. El análisis realizado hasta aho­ ra ha enfatizado más lo que se podrían llamar las características comu­ nes o generales de los países de América Latina a nivel regional. En verdad el desarrollo es un proceso histórico que se da en un contexto de carácter internacional en que, no por casualidad, coexisten áreas desarrolladas y áreas subdesarrolladas. Ya se ha insistido suficien­ 22 Con respecto a la tesis del desarrollo especial de América Latina, se h a sostenido que “la región latinoamericana se ha desarrollado volviendo las espaldas a su espacio interior y localizando su actividad económica principal en las proximidades de las costas. Y esto ha sido así, principalmente por dos razones, de las cuales sólo una mantiene muy parcial­ mente su vigencia. La prim era razón, se refiere a las dificultades atribuíbles a las enfer­ medades tropicales y por lo tanto, a las grandes inversiones necesarias p ara conquistar el interior central de América. La segunda, alude al hecho que el desarrollo “dependien­ te ” y “ colonial” , inducido desde afuera, como lógica consecuencia tenía que ubicarse sobre el litoral p ara reducir al mínimo sus costos de transporte hacia los centros más desarrollados del extranjero” . Se sostiene que la estrategia de desarrollo cuya idea-fuerza fue la sustitución de importaciones y se conoce en América Latina como “ desarrollo hacia adentro’, no deja de transparentar una contradicción si se tiene en cuenta que muy es­ casos polos interiores de importancia surgieron como consecuencia de esa política. El con­ tinente siguió y sigue dándole, por un desarrollo de tipo vertical-costero, las espaldas a su realidad interior. La lógica indicaría que a una estrategia de desarrollo hacia afuera tenía que corresponder un modelo de desarrollo vertical, es decir, la intensificación pre­ ferente de la economía en las áreas costeras. En cambio, el “desarrollo hacia adentro” se supone que tendría que originar progresivamente un modelo de desarrollo horizontal, es decir, un tipo de crecimiento con mucho m ás énfasis puesto en la expansión del espacio económico ocupado y la conquista entre otras áreas del interior de América Latina me­ diante el desarrollo de “polos interiores de desarrollo” . “Analizar las ventajas y los problemas del desarrollo vertical versus el desarrollo ho­ rizontal tiene grán importancia para la definición de una estrategia de desarrollo p ara . América Latina. Si se habla de desarrollo vertical versus desarrollo horizontal, ello debe entenderse sólo en el plano del análisis conceptual, pues en términos de aplicación a la realidad Latinoamericana, ambos tipos de desarrollo tendrán que ser complementarios, pero con una diferenté dosificación de énfasis en uno u otro sentido” . Ver Carlos Matus “El desarrollo del interior de América Latina: tesis fantasiosa o interrogante fundamen­ ta l?", documento interno de ILPES, 1967. 116 — temente acerca de este punto, pero lo que parece no haber sido rado es el problema de identificar las características que las economías atrasadas tienen en cada estadio de desarrollo. Explorando exclusivamente en el campo económico y a falta de otros indicadores globales mejores, los economistas dividen los países subdesarrollados según su nivel de ingreso por persona. Hecha esta dis­ tribución aprecian distintos estratos: hay economías primitivas de un nivel de ingreso muy bajo, otras que son semi-primitivas, o sea que ya han incorporado algunos elementos de desarrollo; otras que son econo­ mías pre-industriales; y otras que ya han comenzado el proceso de in­ dustrialización. En las economías primitivas, que convencionalmente hemos defi­ nido como aquéllas de menos de 80 dólares per cápita, predomina un sector agropecuario que ocupa entre un 70 y 90 por ciento de la fuerza de trabajo y grava entre el 60 y 90 por ciento del producto bruto. En este estadio se encuentran países como Afganistán, Chad, Etiopía, Nigeria, Uganda, Tanzania y otros países. Hay economías de más de 80 y hasta 250 dólares donde ya apa­ recen nuevos sectores productivos, como la construcción, la manufactura y los servicios, en los que la agricultura pierde importancia relativa (ocupa ahora entre el 30 y 60 por ciento del producto interno bruto); es el caso de Paraguay, Bolivia, Haití, Sudán, Egipto, Camerún, Mauritania, Birmania, Ceylán, Malasia, Cambodia, Tailandia, India, Pakistán, etc. En etapas siguientes, cuando las economías sobrepasan los 250 dólares por persona y llegan hasta los 500, se acentúa el desarrollo de la manufactura, la minería, la energía, los transportes, la construcción y los servicios, disminuyendo el sector agropecuario a menos del 30 por ciento del PBI (producto interno bruto); es el caso de Chile, Colombia, Mé­ xico, Costa Rica, Grecia, España, Líbano, Turquía, etc. Ya en etapas más avanzadas, el sector agropecuario suele represen­ ta r desde un 15 a un 7 por ciento del PBI y el sector manufacturero y los servicios ocupan entre 50 a 70 por ciento; es la situación de Bélgica, el Reino Unido, Suecia, Australia, Alemania Occidental, Italia, Francia y Estados Unidos. Pero el desarrollo no necesariamente ha de significar el predominio de la industria y ser éste el único elemento de análisis del crecimiento. En Estados Unidos la industria manufacturera da trabajo a un 25 por ciento de la población activa (menos que Inglaterra), pero su ingreso per cápita es superior al de Inglaterra. Se sabe que Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelandia y Suecia tienen una proporción mayor de su población en la agricultura que Inglaterra, pero no obstante su in­ greso per cápita es mayor. Los niveles de productividad pueden alterar el cuadro y ser necesario analizar factores no tan fácilmente mensurables. La necesidad de tipificar los diversos estadios de desarrollo es cada vez más urgente. La integración de todos estos enfoques perm itiría tal vez la formulación de algunos elementos para configurar lo que podría deno­ minarse una teoría general del desarrollo, que identifique las estructuras y la dinámica de los cambios en el proceso del crecimiento. Formulación de una teoría general de desarrollo nacional La inquietud intelectual de muchos interesados en los problemas del desarrollo de las áreas atrasadas, los ha ido induciendo a la búsque­ da de una teoría que sea capaz de dilucidar la cuestión de cómo lograr — Í17 que el poder político se transforme y permita alcanzar un desarrollo nacional acelerado 23. La idea de desarrollo nacional involucra que el estado-nación debe procurar la plena explotación de sus recursos, a través de la formación de una infraestructura propia, de cuadros técnicos, de una industria na­ cional, etc., que gradualmente alteran la dependencia de las economías atrasadas de las economías extranjeras dominantes. Se trata en suma, de un desarrollo interno, orgánico, que sea capaz de construir el sistema económico nacional, haciéndolo razonablemente independiente en su fun­ cionamiento. El desarrollo nacional es la consecuencia del desarrollo de proce­ sos íntimamente conectados, a saber, el político, el económico, el social, y el cultural. El desarrollo nacional, entonces, está dado por la expan sión de cada una de estas esferas y por el grado de "participación” de los habitantes de un territorio dado en estos procesos. El proceso político se da en un conjunto de estructuras y a través de papeles que conducen a los individuos a procesos integradores. Den­ tro de él es fundamental la existencia de una maquinaria para la adop­ ción de decisiones, que deben ser implementadas por la burocracia ad­ ministrativa. La participación de la población en el proceso se obtiene de diver­ sas maneras; no sólo basta darle chance de votar periódicamente sino de integrarse al sistema de tom a de decisiones a través de partidos, sindica­ tos, gremios, agrupaciones especializadas, organismos de promoción po­ pulares, etc. El proceso económico se da a través de un conjunto de relaciones productivas que resultan de la organización que se haya adoptado para la producción y distribución de bienes y servicios. El desarrollo econó­ mico se logra en la medida en que aumenta la producción por persona. La participación de la población se da en varias formas en la medida en que el proceso es capaz de crear empleos para la fuerza de trabajo y de distribuir los bienes y servicios en forma justa dando posibilidades de satisfacer sus necesidades básicas a la población. En América Latina el proceso económico será vinculado a las economías extranjeras dominan­ tes y su desarrollo ha excluido a grandes masas de población que viven a un nivel de subsistencia. Tampoco la maquinaria económica tiene ca­ pacidad para extender la tecnología moderna a los varios niveles del pro­ ceso económico. La maquinaria económica, por lo general, está desar­ ticulada e incompleta y carece de capacidad para explotar enormes re­ cursos naturales y dar ocupación a la población. El proceso social incluye el conjunto de relaciones de los individuos entre sí, entre éstos y los grupos, y entre los grupos que éstos forman, llámense clases sociales, gremios, tribus, sindicatos, y otras formas de organización. El grado de participación del individuo en estos grupos y de estos grupos en el conjunto de la sociedad depende del grado de “co­ municación” existente entre ellos. Si un grupo social, por ejemplo, una tribu indígena, detenta exclusivamente valores particularistas, es muy difícil que pueda comunicarse con otros grupos sociales, por ejemplo, partidos políticos que sostengan valores más universalistas. El desarro­ llo social se produce, por la socialización, como consecuencia de la movi­ lización y de la democratización de los grupos sociales. El cambio social 23 Osvaldo Sunkel: “Política nacional de desarrollo y dependencia externa” , Estudios Inter­ nacionales, Vol. I, N? 1. 118 — se mide a través de las tasas de urbanización, industrialización, secula­ rización, democratización, extensión de la educación, etc. Identificados algunos rasgos de los procesos políticos, económicos y sociales procede precisar cómo estos procesos integrados conducen al desarrollo nacional. Este se alcanzaría en la medida que se acentúe la acumulación, se mejore el nivel de productividad, se distribuya mejor el ingreso, la población logre "participar’’ en el proceso de desarrollo; se amplíe la "comunicación” entre la población y el poder político, se reem­ placen valores particularistas por valores universalistas, se aumente las tasas de urbanización, industrialización, secularización, democratización, educación, etc. El desarrollo nacional implica, pues, rom per los patrones existentes de vida y su reemplazo por patrones nuevos; creados dentro de un contexto socio-cultural progresivo que no se limite a injertar mo­ dalidades foráneas, sino que a crear nuevos moldes auténticos de vida. Implica la consolidación de los procesos político, económico y social propios, con capacidad para funcionar por sí mismos. Una teoría del desarrollo nacional ha de lograr una integración de los enfoques de la teoría política, sociológica y económica, dentro de un contexto histórico determinado. Su objeto es esencialmente interdisci­ plinario. Ella procura formular los principios y los métodos para hacer posible la interpretación del funcionamiento de los procesos indicados y señalar, sobre esta base, la estrategia de una política de desarrollo nacio­ nal, apoyada por un conjunto de decisiones normativas, de organizaciones y de decisiones operativas. Y la estrategia para lograr el desarrollo nacional ha de contem­ plar los objetivos o propósitos básicos tendientes a modificar los proce­ sos políticos, económicos y sociales, a través de ciertas etapas o fases, que habrán de variar según las condiciones históricas vigentes. Pero los grandes propósitos y etapas fijados en la estrategia requieren de me­ canismos sociales y decisiones normativas que permitan su ejecución. Y de decisiones operativas para hacer funcionar los mecanismos dise­ ñados. La política de desarrollo nacional es, en resumen, una disciplina totalizadora de principios, métodos e instrumentos destinados á racio­ nalizar las decisiones del poder político encaminadas a provocar cam­ bios en los procesos mecionados con vistas a provocar el desarrollo nacional. La política de desarrollo nacional es una herram ienta para provocar el cambio social deliberado, inducido. Este cambio puede lograrse por distintos caminos según se trate de sistemas económicos de tipo capitalista o socialista. En efecto, el sistema económico es el que crea el contexto a través del cual se ejecuta la política de desarrollo nacional. Para provocar el desarrollo nacional se pueden elegir la vía capitalista, la vía no capitalista y la vía socialista. A través de la prim era los medios de producción pertenecen al sector privado en forma predominante, aunque algunos recursos están en ma­ nos del Estado. En la vía no capitalista, que es una etapa de transición, comienzan a incorporarse en forma creciente medios de producción a la esfera del estado. Y la vía socialista los recursos productivos están en su mayor parte bajo control estatal, el cual orienta y ejecuta la po­ lítica de desarrollo. Naturalmente que cualquiera que sea la vía que se elija, en una economía atrasada, emerge como un problema central, a di­ ferencia de lo que ocurre en las economías desarrolladas, el problema de la formación del sistema económico y de cómo hacerlo funcionar. Es decir la tarea de construir la infraestructura y echar las bases indus­ — 119 tríales ha de ser enfrentada por un país subdesarrollado como tarea pri­ mordial, en sus estadios iniciales. La política de desarrollo nacional, como se dijo antes, ha de im­ pulsar un tipo de desarrollo basado en la explotación de los recursos naturales nacionales, en beneficio de la población del país, ocupando el esoacio económico interior, creando una infraestructura capaz de movilizar los recursos naturales y que apoye un proceso creciente de producción agrícola, minera o industrial. Para lograr los propósitos an­ teriores, se requiere de una organización racional que facilite estos pro­ cesos y la capacitación, en el proceso, de los recursos humanos, con vis­ tas a ser utilizados funcionalmente durante el curso del proceso. Ya no se trata, en suma, de construir carreteras, dar educación, etc., per se, es decir, sin una intención final. Se trata de crear ciertos principios centralizadores, que permiten introducir un desarrollo con intención. Naturalmente el desarrollo ha de provocarse para satisfacer las necesidades de la mayoría de la población dentro del contexto de un conjunto de reformas estructurales planeadas. El reparto justo de los frutos del desarrollo es, en este esquema, el elemento dinamizador de la política de desarrollo. Se trata de un esfuerzo nacional tras el objetivo de retener para el país los excedentes generados por la economía de un país, y de distribuirlos en beneficio de las mayorías. Por ello el modelo de desarrollo nacional procura lograr la inde­ pendencia económica, evitando que los recursos internos no sean usados en beneficio del país. Pero lograr esto implica una serie de fases en el proceso de desarrollo en virtud del cual el sistema se capacita para los fines propuestos. En una prim era etapa, puede comenzar por estimular un sector exportador dinámico y diversificado en cuanto a sus produc­ tos y mercados de ventas; utilizar los excedentes generados (divisas) en la importación de bienes de capital, combustible, etc. y financiar la construcción de una infraestructura diseñada no sólo para facilitar la salida de sus materias primas sino que encaminada a lograr la inter­ conexión del espacio económico nacional y a crear energía, provisión de agua y servicios básicos. A través de la apertura de fronteras, va abriendo las posibilidades de un desarrollo más acelerado posterior­ mente. La creación de infraestructura tiene un propósito, una intención, hacer posible el proceso productivo. Si ella no sirve a la explotación de los recursos agrícolas, forestales, pesqueros, mineros, etc. su justifica­ ción sería en función de prestar servicios finales de consumo, de ahí la conveniencia de graduar la creación de infraestructura con el apoyo si­ multáneo a los sectores productivos básicos y a la prestación de servi­ cios. No se tra ta de construir infraestructura sólo para inducir desarro­ llo; al revés, ella se va construyendo simultáneamente con el aparato productor, en torno a polos de desarrollo. El desarrollo nacional implica cambiar moldes educativos, cos­ tumbres y actividades; la educación refleja y sistemática debe orientar­ se a form ar cuadros que las condiciones objetivas del desarrollo hacen necesarios. No se trata tampoco de dar educación per se, ni cualquiera educación; se ha de dar educación para apoyar el esfuerzo de desarrollo nacional, capacitando personal en tareas útiles para el desarrollo, en las etapas que este cruza. En seguida, el desarrollo nacional comienza a pasar de una etapa a otra. Parte del esfuerzo agropecuario se orienta a la mayor produc­ ción de alimentos y materias primas para la exportación, el consumo y 120 — la industria. La industrialización que se realiza, en una prim era fase, con el propósito de sustituir importaciones, comienza por lo general con la creación de industrias tradicionales (textiles, calzado, etc.); sigue con la industria pesada, (cemento, química, etc.), y se continúa con Iá de bienes de capital (equipos, maquinaria, etc.) procurándose en todo el aparato industrial la integración de los procesos. El desarrollo va robusteciéndose progresivamente; a medida que crece el ingreso pueden movilizarse más excedentes y aumetarse la acu­ mulación. Un dinamizador básico es, pues, un creciente volumen de aho­ rro de origen interno que se orienta hacia inversiones seleccionadas. Se procura conformar un patrón de inversiones nacionales adecuado a la estrategia general de desarrollo postulada. Naturalmente, este patrón de inversiones puede ser apoyado con recursos externos que no lo alte­ re, no se desvirtúen sino que lo robustezcan en su intencionalidad global. No hay pues un patrón de inversiones óptimo per se; ha de adecuarse al estadio de desarrollo por que atraviesa un país y constituye la viga m aestra para pasar de un estadio a otro. En las primeras etapas las in­ versiones se concentran, por lo general, en infraestructura y luego en los sectores productivos y sociales. En todo el curso del proceso, se va produciendo un cambio social interno; de una sociedad rural y muy estratificada, se va pasando a una sociedad donde aparece un sector urbano, moderno y creciente. Al cabo de algún tiempo, la población se habrá desplazado del campo a la ciu­ dad y se habrán creado en las ciudades necesidades de dar vivienda y proporcionar equipamiento urbano a una población creciente. El mecanismo económico habrá de ir creando posibilidades de ocupación útil a la población, incorporando tecnologías que ofrezcan trabajo. Se puede estimular la incorporación de alta tecnología en acti­ vidades destinadas a las exportaciones y en actividades de apoyo a sec­ tores rezagados. Pero en toda una esfera de la producción y en la infra­ estructura procedería incorporar técnicas que permitan la intensidad de uso de mano de obra. Por ejemplo, la construcción de carreteras, tranques, represas, viviendas, etc., pueden hacerse con gran intensidad de mano de obra. Algunas industrias livianas y pesadas también podrían utilizar tecnologías de esta clase. El desarrollo nacional busca la autosuficiencia del sistema eco­ nómico, su creciente independencia frente a potencias dominantes y la capacidad de autogenerar su desarrollo. Esto no implica el aislamiento frente al resto del mundo; será necesario aumentar las exportaciones e im portar más, pero el fruto de esta actividad quedará en el sistema y con ello podrá vigorizarse interiormente. El desarrollo nacional puede dar una auténtica y sólida capacidad de negociación a un país en el cam­ po internacional, pasando de ser país-sucursal a ser país-sujeto. El pro­ ceso de desarrollo nacional ha de sostenerse en la medida en que se in­ troduzcan reformas estructurales que hagan posible movilizar el exce­ dente real y potencial de la economía. Con lo expuesto anteriormente se habrá podido visualizar que una teoría del desarrollo nacional es algo mucho más amplio que una teoría del crecimiento económico. En general, el avance que se ha observado en los centros académicos de países desarrollados se refiere principal­ mente a la formulación de modelos de crecimiento y no tanto a modelos de desarrollo nacional. La diferencia entre uno y otro estriba en que en los primeros se trabaja principalmente con variables económicas, dando especial énfasis a la inversión, en tanto que en los segundos se trabaja — 121 con variables económicas, sociales y políticas, dentro de un esquema histórico, en las que se enfatiza no solamente el excedente para inver­ siones sino que el comportamiento de las estructuras económica, social, política y cultural. En cierta medida se va agrandando la diferencia entre los d en ­ tistas sociales preocupados del desarrollo nacional y los economistas preocupados del problema del crecimiento económico, el que se visua­ liza fundamentalmente preocupado de la inversión y de los proyectos concretos en los que se materializa el esfuerzo de crecimiento. Así como frente a la inflación se ha producido una brecha entre "estructuralistas” y "m onetaristas”, frente a los problemas del desarrollo existe también una brecha intelectual entre los "desarrollistas” y los "proyectistas”. Cabe señalar, también, que dentro de los técnicos preocupados por el desarrollo nacional existen diversas corrientes según si postulan el desarrollo por la vía capitalista, la vía no capitalista y la vía socialista, a las que ya se hizo referencia. La teoría del desarrollo nacional ha de basarse en el método es­ tructuralista. Esto significa decir, siguiendo a Jean Pouillon 24 que ha de haber un enfoque de totalidad y de interdependencia, Como ha dicho Jean Paul Sartre "el estructuralismo consiste en tom ar en todo caso la actitud totalizadora” 2S. En consecuencia, una teoría del desarrollo nacional habrá de sur­ gir a través de un enfoque totalizante en el que se analizan los proble­ mas de la estructura y del cambio. Análisis del subdesarrollo y del estancamiento Conviene a esta altura, utilizar las ideas planteadas antes para presentar un esquema de análisis del subdesarrollo y estancamiento de América Latina, bajo el enfoque estructuralista. Este esquema metodológico representa un esfuerzo que el autor hace para sistematizar un diagnóstico de la problemática del desarrollo de América Latina, a la luz de los conceptos ya expuestos sobre el de­ sarrollo nacional y dentro de una perspectiva global. El estructuralismo desde el punto de vista metodológico, se ha desarrollado principalmente en relación a los estudios de inflación, pero no con respecto a la proble­ mática dél desarrollo latinoamericano. La visión que se dará a continua­ ción se basa en un enfoque pragmático, de contacto directo con la rea­ lidad que percibe el observador en terreno. Se basa en la idea expuesta por Sartre de que “la estructura sólo puede comprenderse por la praxis”. El análisis estructural del desarrollo procura analizar un sistema de relaciones dentro de una visión de totalidad26 que comprenda cate­ gorías sociopolíticas y económicas. Estas categorías conforman tres as­ pectos básicos que pueden considerarse para analizar los problemas del desarrollo: los factores condicionantes del desarrollo (o estructurales), los mecanismos impulsores de desarrollo y los mecanismos obstaculiza24 Ver Pouillon. “Presentación: “ Un ensayo de definición” en Problemas del Estructuralis­ mo, Siglo XXI, México, 1966. 25 Citado por Pouillon,, obra citada p. 5. 26 Al respecto S artre ha dicho: “ el estructuralismo es por esencia totalizador y lo que tra ta de totalizar no son necesariam ente simetrías, recurrencias, sino también oposi­ ciones y desequilibrios, no p ara desvanecerlos sino p ara comprender el vínculo que los sostiene” . Citado por Pouillon, obra citada, p. 16. 122 — dores del desarrollo. Del juego de estas categorías se produce "una re­ sultante” que muestra la situación en que se encuentra el proceso de desarrollo, en un momento dado27. Los factores condicionantes del desarrollo Estos son constantes que derivan de la estructura económica, so­ cial y política de un país o región, y que influyen decisivamente sobre el proceso de desarrollo. Naturalmente, estos factores no están siempre a la vista y es preciso descubrirlos, investigando lo subyacente en el sistema económico. Por lo general, los aspectos estructurales que con­ dicionan el desarrollo son invisibles y muchas veces difíciles de men­ surar en toda su magnitud. Para comprenderlos se requiere del análisis cualitativo e interpretativo, a partir de los datos disponibles, muchas veces insuficiente. Este tipo de análisis procura destacar "lo relevante”, lo esencial, dejando de lado la cuantificación de lo que es secundario. En este sentido, es un análisis intencionado en busca de un diseño de una imagen de los factores estructurales. Los factores estructurales que son más frecuentes en los países latinoamericanos, en la época actual son la resultante de factores condi­ cionantes, impulsores y frenadores que actuaron en etapas pasadas y son aspectos como: una gran potencialidad del espacio económico; un rápido crecimiento demográfico inorgánicamente distribuido en el es­ pacio económico; una pronunciada dependencia externa; cierta incapa­ cidad secular para crear una tecnología propia adaptada a la constela­ ción de recursos disponibles; una deformada organización económica; un elevado grado de concentración de la tierra, las fábricas, y los recur­ sos naturales; escasez de capital social técnico; desequilibrio entre los estratos de desarrollo; estratificación social muy pronunciada y de gran rigidez; integración en los bloques económicos mundiales. Por cierto, la intensidad de la presencia de estos elementos es variable y no concu­ rrente en toda la región y en cada país. Los factores estructurales mencionados influyen sobre ciertos me­ canismos institucionales, sociales y económicos que expanden y propa­ gan en su dinámica a la vida económica, social y política de cada país. Estos mecanismos ponen en movimientos excedentes económicos y los asignan a distintos usos que expanden el sistema en su conjunto o par­ cialmente. Algunas de las fuerzas dinamizadoras del desarrollo que han tenido vigencia en muchos países latinoamericanos son, por ejemplo, los aumentos de las exportaciones y de la capacidad para importar; el creci­ miento del gasto público y de las inversiones nacionales; el proceso de industrialización en función de la sustitución de importaciones; los cam­ bios en las actitudes de los grupos sociales; la absorción de tecnologías avanzadas; la ampliación de los mercados internos, la expansión de fronteras económicas, el mejoramiento de los stándares educacionales, etc. Estos mecanismos actúan con distinto grado de intensidad en cada proceso de desarrollo y por lo general no operan simultáneamente con la misma velocidad en cada estadio de desarrollo o época. El apoyo a una fuerza dinamizadora de las mencionadas es una “alternativa” de desa­ rrollo y la relación de una alternativa o de un conjunto combinado de 27 Este análisis excluye el caso de Cuba. — 123 ellas, configura un "patrón de desarrollo”; así se suele hablar del patrón de desarrollo hacia afuera, cuando se enfatiza la alternativa de creci­ miento de las exportaciones. Los mecanismos obstaculizadores frenan los impulsos de desarro­ llo, exterminándolos, contrarrestándolos, conduciendo a tasas de creci­ miento menores que las esperadas o al estancamiento. Los mecanismos frenadores del desarrollo suelen ser el lento crecimiento del comercio exterior y el deterioro de los términos del intercambio; una mayor pro­ pensión a exportar capitales; un aumento de la propensión a consumir en el sector público y/o privado; la desnacionalización de las empresas criollas; la incorporación de tecnologías ahorradoras de mano de obra; la marginalización de contingentes poblacionales; la desocupación y subocupación crecientes de mano de obra: la falta de aprovechamiento de las complementariedades regionales; el desarrollo excesivo del aparato de comercialización; la concentración del crédito bancario; la estrechez del mercado interno; la inadecuada estructura del estado; la rigidez del aparato de dominación, etc. El grado en que estos factores negativos actúan es también variable y dependen de los factores estructurales ya mencionados 28. Las acciones y reacciones que producen los mecanismos impulso­ res y obstaculizadores en el contexto estructural conduce a una situación resultante: el estancamiento, el desarrollo dependiente, etc. La concepción de estrategias de desarrollo Frente a la responsabilidad que tienen los países en vías de desa­ rrollo de acelerar su crecimiento, Ignacy Sachs ha sostenido que "esta tarea se llevará a cabo con mayor facilidad si estos países extraen las lecciones adecuadas de su propio pasado, así como de las experiencias de otros países con mayor desarrollo, que les permita elegir una "estra­ tegia para el desarrollo" que proporcione la forma más segura y menos costosa, desde un punto de vista social, de movilizar sus recursos huma­ nos y materiales 29. En América Latina ha venido creciendo el interés por desarrollar metodologías que permitan formular técnicamente estrategias de desa­ rrollo. En este sentido, Helio Jaguaribe30 ha sostenido la necesidad de formular "un propósito deliberado y coherente según determinados mo­ delos básicos”. Concibe tres modelos básicos que son viables en las con­ diciones de América Latina y de la mayoría de los países del tercer mun­ do: el nacional-capitalismo; el capitalismo de estado y el socialismo desarrollista. En América Latina, constituyen modelos del prim er grupo el na­ cional-capitalismo de México, Venezuela y Chile; de capitalismo de es­ tado, Bolivia con el MNR; y de socialismo desarrollista, Cuba con Castro. Siguiendo a Sachs, podría decirse que en algunos países de Amé­ rica Latina lo que se ha venido buscando es un tipo de "democracia na­ cionalista” y que las estrategias de desarrollo que algunos países han formulado en ios últimos años se inspiraban implícitamente en la idea 28 Un examen de los factores antes mencionados se h ará posteriormente. 29 Ver Ignacy Sachs “ Obstáculos al desarrollo y planificación” , Ed. Nuestro Tiempo, Mé­ xico, 1967. 30 Ver Helio Jaguaribe “Brasil: ¿Estabilidad social por el colonial-fascismo?” , en “Brasil Hoy”, Editorial Siglo XXI, México, 1968. 124 — al asignar al estado un rol principal en la conducción del desarrollo na­ cional, por la vía de un capitalismo de estado de carácter nacionalista31. Las experiencias que se han obtenido con la formulación de estrategias de desarrollo en diversos países de América Latina han permitido ir decantando paulatinamente principios y técnicas para form ular estrate­ gias de desarrollo de largo plazo32. Vinculando aquellas experiencias y los enfoques estructuralistas del desarrollo que hemos expuesto en la sección anterior, se podría de­ finir la formulación de estrategias como un estudio que en aproximacio­ nes sucesivas, y partiendo de un diagnóstico interpretativo que vincule las diversas estructuras imperantes en un sistema económico y social, establece una imagen-objetivo del nivel de desarrollo al que se quiere llegar, va analizando las distintas opciones de desarrollo, evaluando sus ventajas y desventajas, y siguiendo una trayectoria que sea compatible con una cierta constelación de fuerzas sociales. Una estrategia de desarrollo significa, en consecuencia, analizar cualitativamente los factores condicionantes del desarrollo, sean éstos de origen económico, histórico, político o social; identificar los elemen­ tos o fuerzas estimulantes al desarrollo y que le dan dinámica al siste­ ma; captar y medir los factores que obstaculizan y crean barreras al desarrollo, y definir la situación resultante a la que se desea llegar, la que pasa a ser la imagen-objetivo de la situación en el futuro. El análi­ sis examina las alternativas de cambios a introducir, los posibles patro­ nes de desarrollo que la selección de un conjunto de ellas puede confi­ gurar, y la estrategia define una acción a través de “proyectos naciona­ les” encaminados a dar dinamismo a ciertas fuerzas de cambio y a redu­ cir, neutralizar o eliminar las fuerzas obstaculizadoras del desarrollo. La profundidad en los cambios que se postulen dependerá naturalmen­ te de la capacidad de acción que tengan los grupos que respaldan una estrategia. Examinaremos a continuación con mayor detalle los distin­ tos aspectos involucrados en el concepto estrategia. Una estrategia de desarrollo comprende varios elementos funda­ mentales 33. Es preciso, en prim er lugar, conocer a fondo "el punto ini­ cial'', es decir, diseñar una imagen realista de la situación existente en el presente, para lo cual se realiza un diagnóstico utilizando las cate­ gorías explicadas en la sección anterior y que se concreta en una imagen "de la situación resultante". En segundo lugar, procede definir una ima­ gen prospectiva del funcionamiento y estructura del sistema económicosocial en el futuro, sea a un plazo de veinte, quince o diez años. Luego, procede establecer hipótesis acerca de las posibles trayectorias para Uegar desde la situación inicial a la situación final. Para estos efectos, ha­ brán de examinarse las distintas alternativas u opciones que pueden se­ guirse. En cuarto lugar, conviene examinar los posibles "proyectos na­ cionales” de desarrollo que perm itirían hacer viable cada una de las alternativas. Estos proyectos nacionales pueden ser de tipo económico (por ejemplo una gran represa hidroeléctrica, un conjunto de carreteras 31 Son conocidos los procesos de desarrollo nacional emprendidos desde el estado par Bism arck y Adenauer en Alemania, por los Meiji en Japón, por Lenin y Stalin en la Unión Soviética, por Mao en China, por Napoleón III y de Gaulle en Francia, por CromweD en Inglaterra, y otros ensayos. 32 En América Latina, quien m ás ha trabajado en el diseño de metodologías para formu­ la r estrategias de desarrollo ha sido el economista Carlos Matus, desde el Instituto La­ tinoamericano de Planificación. 33ILPES: “ Reflexiones en torno a los problemas actuales de la planificación en América Latina” , Santiago, 1968. troncales, un complejo industrial, etc.), o bien, pueden ser proyectos so­ ciales (una reforma educacional, una reforma institucional, cambios en la distribución del ingreso, etc.), o bien, proyectos integrados de tipo socio-económico, como ser una reforma agraria, un conjunto de obras de propósitos múltiples, u otros. En quinto lugar se requiere de un con­ junto de políticas económicas y sociales básicas que permitan la modi­ ficación del sistema económico-social en cuanto a su institucionalidad y a los procedimientos de funcionamiento. Conviene examinar breve­ mente algunos aspectos de estas categorías. Con respecto a la imagen inicial de la estructura y funcionamien­ to del sistema económico-social, ya se ha explicado la riqueza de análisis que ofrece el método estructuralista aplicado a la problemática del de­ sarrollo. En relación a la definición de una imagen prospectiva, cabe se­ ñalar que su diseño ha de procurar corregir deficiencias que pueden re­ ferirse a una muy desigual distribución del ingreso, una lenta tasa de crecimiento, un aumento del desempleo y la marginalización, una amplia dinámica inflacionista, un aumento de la brecha de desarrollo con otros países, etc. Para enjuiciar la imagen pronosticada, resulta de gran utilidad tener una teoría del desarrollo nacional que facilite identificar aproxi­ madamente para un país el tipo de nivel de desarrollo al que se puede llegar dentro de diez o veinte años, de acuerdo con el estadio de desarro­ llo en que se encuentra una economía en el punto inicial. Esto no signifi­ ca hacer una proyección automática o mecánica, sino crear puntos de referencia para enjuiciar la imagen pronosticada y la imagen prospec­ tada, tratando de ser realistas en el diseño del tipo de estructura a la que se puede llegar. Ya se explicó en una sección anterior en qué con­ sisten algunos de los elementos del desarrollo nacional que habrían de tomarse en cuenta. Así, por ejemplo, la imagen prospectada para países en estadios de desarrollo como los que se encuentran Bolivia, Paraguay y Haití, ha de ser muy diferente a aquélla que se diseñe para países en estadios de desarrollo como Argentina y Uruguay. Definir una imagen del nivel de desarrollo que se quiere alcanzar y del tipo de estructura económica y social que lo hará posible, es fun­ damentalmente un problema de diseño más que de cálculo. Naturalmen­ te, la imagen prospectada ha de incluir ingrediente tecnológicos, econó­ micos, sociales y políticos y basarse en ciertos supuestos o premisas de desarrollo histórico. El diseño de la imagen es, en consecuencia, tarea del análisis totalizante acompañado con imaginación y capacidad crea­ dora. No es, en consecuencia, sólo el resultado del cálculo, dicho en otras palabras, se requiere más que nada un trabajo de "arquitectura del fu­ turo” y menos de una “ingeniería económica”. El tercer problema es el de determinar una trayectoria de cam­ bios, para llegar desde la imagen inicial a la imagen prospectada. Defi­ nir una trayectoria implica también un análisis interdisciplinario, en el que habrá que dilucidar el contexto histórico en el que se darán los cam­ bios, precisando los grupos que liderizarán las transformaciones, la fac­ tibilidad socio-política de las reformas, el tipo de liderato que se reque­ rirá y la forma cómo podrá sacar provecho de las contradicciones, la claridad e implicaciones que presenta el abanico de acciones posibles y las resultantes que aislada y conjuntamente han de producir. La trayec­ toria se hará posible en la medida en que, a través de ciertos instrumen­ tos (reformas, impuestos, nacionalizaciones, crédito, etc.) manejados 126 — 1 por ciertos entes sociales (el estado, las empresas, los sindicatos, las tri­ bus, las comunidades, etc.) vayan produciéndose transformaciones en los distintos segmentos del sistema económico, que vayan permitiendo estimular los factores "propulsores de desarrollo” que se mencionaron en la sección anterior, y a la vez eliminar o reducir los efectos de los "factores obstaculizadores”, de manera que la resultante de la combina­ ción dialéctica de estas medidas sea llegar a la imagen prospectada. Con respecto al problema de seleccionar proyectos nacionales en torno a los cuales apoyar la trayectoria, cabe señalar que ellos en los primeros estadios de desarrollo son por lo general de carácter “ desequi­ librante”. Piénsese, en efecto, en las repercusiones desequilibrantes que tiene en un país primitivo de menos de cien dólares per cápita la cons­ trucción de una gran represa hidroeléctrica, o una gran fábrica de ce­ mento o una industria siderúrgica. Los proyectos nacionales, por lo ge­ neral, simbolizan todo un esfuerzo de inversión que crea una gran ca­ pacidad potencial de desarrollo ulterior. Por ejemplo, han tenido carác­ ter de proyectos nacionales en países subdesarrollados obras como la represa de Asuán para Egipto, la represa del río Volta para Ghana, la industria siderúrgica para Argelia, la industria del cobre para Chile, la construcción de Brasilia para Brasil, la explotación del petróleo para México, etc. En los países en vías de desarrollo, en consecuencia, es muy difícil lograr un desarrollo armónico y equilibrado por las propias ta­ reas de construcción del sistema económico a que se ven abocados estos países. Parece ser que las posibilidades de desarrollo armónico y equili­ brado son más viables para países industrializados, donde ya existe una gran cantidad de unidades económicas (fábricas, fincas, minas, etc.), y una infraestructura muy amplia. Finalmente, se precisa de un esquema de política económica y social que vaya transformando el marco institu­ cional y el funcionamiento del sistema económico. Como ha podido observarse anteriormente, la riqueza de análisis que supone la formulación de una estrategia de desarrollo nacional es enorme y excede muy lejos las capacidades y posibilidades de las cien­ cias sociales compartimentadas. Crisis de las ciencias sociales compartimentadas Es necesario a esta altura volver nuevamente a la discusión del análisis social compartimentalizado contra el análisis totalizante. Ya en las secciones anteriores se destacó la importancia del análisis totali­ zante dentro de la escuela estructuralista y cómo resulta fundamental para una teoría del desarrollo nacional y para la formulación de estrate­ gias de desarrollo. Sin embargo, la mayor parte de la enseñanza y de la investigación en ciencias sociales en la América Latina sigue insistiendo en un tratam iento de las ciencias sociales como compartimientos es­ tancos. Conviene a este respecto señalar la opinión de Celso Furtado quien ha sostenido que "la formación de las modernas sociedades industriales se comprende más fácilmente al estudiarlas simultáneamente desde el ángulo del desarrollo de sus fuerzas productivas y de la transformación de las estructuras sociales y del marco institucional, dentro de los cua­ les operan esas fuerzas. El alejamiento creciente de esos dos enfoques, causado por la falsa especialización de las ciencias sociales, es respon­ sable por las dificultades que hoy enfrentamos, para plantear los pro­ — 127 blemas de desarrollo, con respecto a los cuales pierden validez los tra­ dicionales criterios que perm itían diferenciar las variables económicas de las no económicas. Los obstáculos que ese inadecuado enfoque meto­ dológico opone a la captación de una realidad social en cambio, aumen­ tan en el caso del estudio de las estructuras subdesarrolladas, en las cuales la diferenciación de lo específicamente económico se encuentra muchas veces en fase no muy avanzada” 34. La inasistencia en la falsa especialización de las ciencias sociales ha llevado progresivamente a un callejón sin salida a estas disciplinas en su capacidad para interpretar los fenómenos del subdesarrollo. Jun­ to a la esterilidad que se viene observando en los hombres de ciencia que se dedican al análisis social parcelado, se une la alienación de que hacen gala muchos cientistas sociales para interpretar la realidad lati­ noamericana. Sectores de clases medias emergentes han tenido acceso a la edu­ cación universitaria y se han especializado en ciertas ciencias sociales cuyos estudios han perfeccionado en universidades de países desarro­ llados, donde han recibido un entrenamiento muy intensivo en metodo­ logías de medición de fenómenos sociales aislados. Tal es el caso, por ejemplo, de economistas entrenados en el análisis microeconómico, pero que carecen de una formación histórica, sociológica y política que les perm ita ubicar el uso de sus herramientas de análisis en un contexto más amplio. Cosa parecida ocurre con los sociólogos entrenados en téc­ nicas de encuestas sobre microproblemas y que no dominan metodolo­ gías de análisis macrosocial. Este tipo de especialización conduce a la incapacidad de interpretación general y a la falta de perspectivas para hacer análisis que incluyan parámetros y variables económicas, sociales, políticas y culturales, reduciéndose su labor científica, por lo general, a la mera cuantificación de lo irrelevante. Crisis de la " teoría económica” y de los economistas Es cada vez más patente en los países en vías de desarrollo la crisis por que atraviesa la teoría económica tradicional, fundada princi­ palmente sobre los principios de la racionalidad y el equilibrio econó­ mico. El principio de la racionalidad económica se basa en la idea de que los agentes económicos actúan racionalmente, es decir, persiguen finalidades coherentes entre sí, y emplean medios apropiados para las finalidades perseguidas. La teoría neoclasista, con base en estos plantea­ mientos, ha sostenido la existencia de un empresario racional, un con­ sumidor racional, un mercado racional, etc., en los que las decisiones se adoptan a través de un razonamiento que evalúa las ventajas y des­ ventajas de sus decisiones. Estos conceptos han sido suficientemente refutados por Oscar Lange35 y otros economistas. En torno a la idea de racionalidad económica, Godelier sostiene que “a prim era vista, otras palabras se congregan en tom o a los tér­ minos racionalidad económica> como si estuvieran atraídas unas hacia otras en un campo semántico común: eficacia, eficiencia, rentabilidad, rendimiento, productividad, minimización de costos, utilidad máxima, satisfacción máxima, decisión óptima, elección, cálculo, previsión, ges­ 34 Ver Celso Furtado: “ Subdesarrollo y estancamiento en América L atina” , Eudeba, Ed. Univ. de Buenos Aires. 35 Ver Oscar Lange: “ Economía Política” . Fondo de Cultura Económica. México, 1962. 128 — tión y organización del trabajo, de la empresa, de la rama, de la econo­ mía nacional, desarrollo, crecimiento equilibrado, progreso, reparto, jus­ ticia, etc. Se percibe fácilmente el vínculo que existe entre temas como eficacia, rendimiento, utilidad, satisfacción y bienestar, pero la cadena se rompe cuando se plantea la siguiente pregunta: ¿En beneficio de quién se busca la eficacia?” 36. Sin duda, Godelier ha puesto el dedo en la llaga al plantear la pregunta transcrita, pues los economistas tradi­ cionales parecen más interesados en los problemas de eficiencia en las unidades productivas que en los problemas generales del reparto de los frutos del desarrollo. Para ellos, lo im portante está en hacer crecer la economía, aumentando la inversión e introduciendo innovaciones tecno­ lógicas que maximicen el ingreso. En general, su enfoque tiende a ser de carácter microeconómico. Pero para los países en vías de desarrollo, el problema funda­ mental no es tanto el de la eficacia por sí misma en las unidades produc­ tivas ya existentes o por crearse, sino que más bien el problema de mo­ vilizar el excedente económico potencial de la economía, a fin de cons­ tru ir con independencia el sistema económico, con vistas a satisfacer las necesidades de la mayoría de la población. El enfoque microeconómico y parcialista resulta insuficiente, por consiguiente, para entender los problemas del subdesarrollo y diseñar las tareas que hay que realizar para construir un sistema económico. La pretendida racionalidad económica en una economía primiti­ va o precapitalista es inexistente. En efecto, baste pensar en las “econo­ mías de archipiélago”, donde los pequeños polos de desarrollo existentes no están interconeetados, o donde el área monetizada de la economía es aún muy reducida. ¿Qué decir además de la racionalidad del consumi­ dor o del productor rural en Africa, en Asia y en muchos países latino­ americanos? ¿Y qué decir de la racionalidad de sistemas económicos desvertebrados, compuestos sólo de pequeños compartimientos estancos? En cambio, podría admitirse que existe una mayor racionalidad en sis­ temas económicos desarrollados, donde la gran multitud de unidades eco­ nómicas funciona dentro de ciertas leyes económicas, aunque con toda clase de contradicciones. La teoría económica tradicional se ha formulado precisamente en los países industrializados en el mundo capitalista, y muchos eco­ nomistas de países subdesarrollados la han absorbido de ese ambiente y han aceptado la validez de los principios de racionalidad y equilibrio económicos. Esta teoría económica tradicional ha sido injertada en la ense­ ñanza, la investigación y la mentalidad de una m ultitud de economistas en las áreas subdesarrolladas. Utilizando instrumental refinado, estos economistas tratan de profundizar cada vez más en problemas parciales, a veces de insignificante importancia, procurando cuantificar magnitu­ des de muy escasa significación para captar las posibles implicaciones en el desarrollo. Este tipo de economista constituye un verdadero "bár­ baro” dentro de las ciencias sociales y su contribución científica y téc­ nica suele ser insignificante en relación a la intensidad de su entrena­ miento. Constituyen, por lo general, inteligencias mal aprovechadas. Frente a este tipo de economista, se viene configurando un grupo de economistas desarrollistas cada vez más consciente de la convenien36 Ver M aurice Godelier: “Racionalidad e irracionalidad en la economía”. Kriitnrial Siglo XXI, México, 1968. — 129 9.— d a del análisis totalizante y que ya ha hecho importantes contribucio­ nes en el pensamiento económico latinoamericano. Crisis de la sociología y de los sociólogos Dentro del campo de la sociología existen también tendencias de pensamiento que hacen estériles algunos análisis compartimentalizados. Desde luego, existe toda una corriente de sociólogos preocupados de la cuantificación de microproblémas sociales, a través de técnicas co­ mo encuestas y otros tipos de métodos. Su orientación es, por lo general, de tipo cuantitativista y sus mediciones suelen carecer de una verdadera significación para comprender el comportamiento de una sociedad en vías de desarrollo. Sin embargo, frente a esas orientaciones de la sociología y a ese tipo de trabajo de los sociólogos han venido surgiendo en América La­ tina lo que podría denominarse la sociología del desarrollo y los soció­ logos desarrollistas, profundamente empapados en la idea de análisis totalizante y con una visión prospectiva que los ubica frente al rol que desempeña cada segmento de la actividad social. No obstante los desviacionismos de que adolecen algunos exper­ tos en cuestiones sociales, a nuestro juicio los sociólogos latinoameri­ canos han ido evolucionando gradualmente hacia el estudio de la pro­ blemática del desarrollo nacional dentro de una visión más totalizante que otros dentistas sociales y han hecho importantes contribuciones pa­ ra la interpretación de nuestra realidad, a pesar de que la sociología ca­ rece aún del suficiente instrumental metodológico y analítico en com­ paración, por ejemplo, con la economía. Esta últim a gracias a los avan­ ces en la metodología, se ha ido enredando cada vez más en el perfeccio­ namiento de sus técnicas y ha ido perdiendo visión de los fenómenos fundamentales, reduciendo su capacidad interpretativa. En cambio, el sociólogo, con un instrumental analítico y metodo­ lógico menos desarrollado y una visión más totalizadora, ha logrado avances de gran interés para la apreciación de la realidad latinoameri­ cana, Tal vez, lo que podría criticarse es que frente a la riqueza de sus diagnósticos, el sociólogo no ha logrado aún herramientas de “planifi­ cación del desarrollo social”. Crisis de los sectoriálistas sociales Existen muchos expertos en sectores sociales que tienden a per­ filar el sector de sus preocupaciones como una especie de “panacea” pa­ ra enfrentar los problemas del desarrollo. Esta tendencia es frecuente en especialistas en educación, que por lo general tienden a magnificar la importancia relativa del proceso de educación institucionalizado y sis­ temático, atribuyéndole la facultad milagrosa de poder resolver las con­ diciones de atraso. Es frecuente verificar en ellos una gran confianza en el slogan de que "sólo la educación podrá conducir al desarrollo”. Este enfoque no considera para nada la ubicación de la educación sistemática dentro de una teoría general del desarrollo, en la que esta actividad desempeña roles estratégicos muy diferenciados según los es­ tadios de desarrollo por que atraviesa un país. Dentro del contexto de una teoría del desarrollo nacional, en las primeras etapas del desarro130 — 1 lio adquiere una prioridad fundamental la formación de una actividad económica de exportación y la construcción de infraestructura vincu­ lada al comercio exterior y al desarrollo rural, donde vive la mayoría de la población. La educación adquiere mayor relevancia en su forma instituciona­ lizada y sistemática en otros estadios de desarrollo, especialmente en los períodos preindustriales y de industrialización propiamente tales, en los que la tecnología más intensiva supone conocimientos de más alto nivel en la población. En suma, estos especialistas en educación estiman que el papel de la educación es similar y decisivo en todas las etapas del proceso de desarrollo, sin atender a las características que presenta cada estadio de desarrollo y los requerimientos que demanda. Deformaciones mentales parecidas suelen encontrarse en los es­ pecialistas en salud pública y en seguridad social. Suelen ellos sobrees­ tim ar su actividad y asignar importancia a su sector sin relación a las responsabilidades a que podría estar llamado en cada etapa del desarro­ llo. Es decir, no construyen el modelo de análisis de esta ram a social dentro del contexto de una teoría del desarrollo nacional, en la que se interconecten las repercusiones que otros sectores producen dentro del propio y en las que se precisen los impactos de un sector sobre los otros. Crisis de la planificación y de los planificadores Mucho se ha escrito y hablado acerca de la crisis de la planifica­ ción en el mundo subdesarrollado37. En particular son conocidas las ar­ gumentaciones acerca de los obstáculos políticos, institucionales y ad­ ministrativos que enfrentan los planes de desarrollo que se han formu­ lado en América Latina; es decir, se conoce ya el caudal de consideracio­ nes de carácter "objetivo" que ha frenado las experiencias de planifica­ ción económica y social. Pero poco se ha dicho acerca de las limitaciones que las ciencias y técnicas de la planificación empleadas han tenido; es decir, no se han examinado sino excepcionalmente los aspectos “subje­ tivos" que han comprometido el éxito de la planificación38. La mayoría de los planes de desarrollo que han formulado en América Latina han partido de ciertos supuestos, y dentro de una con­ cepción teórica importada desde el exterior, aunque con adaptaciones. En gran medida, las teorías sobre planificación que se han divulgado, tienen como trasfondo el pensamiento keynesiano, el modelo HarrodDomar, el modelo Leontief y otros esquemas metodológicos que permi­ tieron en una prim era instancia la elaboración de diagnósticos en Amé­ rica Latina y la formulación de proyecciones, y que después (a partir de 1960) se detallaron a nivel de planes de desarrollo a largo plazo. Muchos de estos planes se basaron en principios como la racio­ nalidad y el equilibrio, y buscaron el objetivo de lograr “un desarrollo armónico". A través de la utilización de modelos macroeconómicos, se procuró dar a los planes el máximo de coherencia a las metas entre sí, y a éstas en relación a los medios. Se trató en todo momento de lograr la "racionalidad formal” de los programas, prescindiendo un poco de los aspectos relacionados con la llamada “racionalidad m aterial” o subs­ tantiva. Pero estos esquemas racionales de acción habrían de ser lleva­ 37 Ver U P E S : “Discusiones sobre planificación” , Editorial Siglo XXI, México, 1966. 38 Ver ILPES: “Reflexiones en tomo a los problemas actuales de la planificación en Amé­ rica Latina” , obra citada. — 131 dos a la práctica por mecanismos institucionales irracionales dentro de sistemas económicos irracionales. Se pensaba que quienes tenían a su cargo la tom a de decisiones, podrían tom ar medidas, con base en los planes, que fueran racionales y en la dirección propuesta por los planes. Sin duda, el principio de la racionalidad formal con que fueron concebi­ dos los planes se estrelló contra los intereses de los grupos sociales y las estructuras de poder, impidiéndose así el cumplimiento de la intencio­ nalidad final en ellos contenida. Con base en lo£ principios de racionalidad formal y de coherencia en el comportamiento del sistema económico, la planficación trató de tener un carácter universalista, es decir, de abarcar todos los sectores económicos y sociales, procurando identificar su interdependencia para fijar una acción que atacara simultáneamente a todos los segmentos del sistema económico. En este sentido, muchos planes fueron comple­ tísimos desde el punto de vista de cubrir muchas áreas de actividad, y demoraron años en formularse, pero no precisaron con claridad las ca­ racterísticas de la imagen deseada del sistema económico a la que ha­ bría que llegar y mucho menos los problemas "de la trayectoria". Por lo general se proponían políticas, acciones y proyectos para todos los sectores, sin perfilar con mayor profundidad las políticas y los proyectos nacionales estratégicos, dentro de los sectores prioritarios. El principio anterior llevó a un esfuerzo de previsión y cálculo bastante ambicioso; se trató de cuantificar cada una de las magnitudes del sistema económico y de medir cada uno de los esfuerzos realizados a través del plan. El volumen estadístico y el esfuerzo de cuantificación que se observa en los planes es reflejo de una formación cuantitativista del ingeniero y del economista, transformados en planificadores, y que dio lugar a un avance metodológico bastante im portante en América Latina en lo referente a técnicas de planificación, pero no condujo a fa­ cilitar la operatividad de la planificación, por cuanto los instrumentos para modificar las magnitudes mensuradas no estaban preparados para la tarea. Se produjo así un gran esfuerzo de cuantificación inoperante. Otro aspecto al que se dió gran énfasis fue la idea del desarrollo equilibrado. La racionalidad formal, el enfoque universal, y la cuantifi­ cación tenían por objeto lograr un desarrollo con equilibrio. Se partía de la base que los distintos segmentos del sistema económico podrían ser movilizados en forma compatible, sin estrangulamientos, de manera de producir un avance de conjunto, en el que se eliminaran las hipertro­ fias de algunos sectores y las insuficiencias de otros. Pero el sistema eco­ nómico irracional y más bien históricamente ha tendido a crecer " a sal­ tos", de modo que la maduración de proyectos de infraestructura o de carácter industrial hacen posible el desencadenamiento por arrastre de expansiones del sistema económico. Es decir, el desarrollo por lo general ha sido desequilibrado e inarmónico, y los planes de desarrollo no trata­ ron de sacar provecho de ciertas fuerzas dinamizadoras existentes, para provocar a través del plan “saltos hacia adelante”, inducidos, sino que más bien propendieron a cuantificar pequeños crecimientos en las distin­ tas esferas del sistema económico procurando un desarrollo armónico sin grandes sobresaltos. El paso de la situación resultante en el punto inicial de un plan de desarrollo a la imagen final prospectada, implica una trayectoria que quie­ bra el equilibrio existente en el punto de partida para llegar a un nuevo tipo de equilibrio en el punto final diseñado por el plan. Si se examinan los supuestos en que se ha basado la planificación 132 — 1 mencionada, se puede percibir que ellos provinieron esencialmente de la teoría económica tradicional y que solamente fueron ajustados algu­ nos parámetros a la realidad latinoamericana. En estos planes no existe análisis sociológico ni socio-político, habiéndose limitado a incluir me­ tas y proyectos para los sectores (educación, salud y vivienda). Sobre estos aspectos ya existe conciencia entre los planificadores y se encaminan esfuerzos para reform ular los supuestos y principios de la planificación dentro del área latinoamericana. La revisión de los prin­ cipios y técnicas de planificación habrá de hacerse dentro del contexto de una teoría general del desarrollo nacional que perm ita la formula­ ción de diagnósticos totalizantes de carácter interpretativo, tal como se explicó en secciones anteriores, y la formulación integrada de estrate­ gias de desarrollo para el largo plazo que se ejecuten en sus diversas fa­ ses a través de planes de mediano plazo y planes operativos anuales. En este proceso de revisión de conceptos, lo que ha de tratar de hacerse con la planificación es asignarle una responsabilidad realista, en la conducción del proceso de desarrollo. En economías primitivas, en las que procede iniciar la construcción del sistema económico y social, habrá que utilizar la planificación principalmente como herram ienta de diseño del tipo de país a que se quiere llegar en un tiempo determinado y de identificar los proyectos nacionales (en especial de infraestructura y de exportaciones) que permitan la construcción del sistema económi­ co. En este estadio de desarrollo, la visión global o macroeconómica ha de tener por objeto principal identificar los proyectos estratégicos y las políticas económicas necesarias, pero la gran responsabilidad de la planificación se encuentra en el diseño de planes para los sectores es­ tratégicos y programas de inversiones. En estadios de desarrollo más avanzados, cuando ya surgen mu­ chas unidades productivas, fábricas, minas, fincas, etc, la planificación global va adquiriendo mayor responsabilidad como disciplina de coor­ dinación para regular el sistema económico, y comienza a perder rele­ vancia relativa el programa de inversiones en infraestructura, pasando a ganar importancia relativa la programación de los sectores sociales. Finalmente, en las economías ya industrializadas, el análisis glo­ bal resulta fundamental y cobra gran importancia la coordinación de políticas económicas para asegurar su compatibilidad. En sus primeras fases, o sea, al comienzo del proceso de desarro­ llo, los planes provocan desarrollos desequilibrados y buscan dar un "salto adelante”; en cambio, cuando las economías ya se industrializan, los planes procuran buscar un desarrollo armónico y equilibrado. Conforme a las explicaciones de secciones anteriores, podría de­ cirse que existen a lo menos tres tipos de planificación dentro del con­ texto de la teoría del desarrollo nacional. En las primeras etapas del desarrollo existe una "planificación para el crecimiento”, que busca la ejecución de proyectos nacionales estratégicos para la construcción de infraestructura y de actividad exportadora. En etapas siguientes, es con­ veniente crear una "planificación para el desarrollo” que incluya políti­ cas económicas, programas sociales, programas de industrialización, etc. debidamente integrados y que propenden a finalizar la construcción del sistema económico-social. Finalmente, en economías desarrolladas, exis­ te más bien una "planificación para lá expansión”, en la que se busca la coordinación y el mejor funcionamiento del sistema económico para expandir todas las esferas del sistema económico-social aumentando sus tasas de incremento del producto por persona. — 153 Mientras en las primeras fases del desarrollo la planificación po­ ne énfasis en la medición de realizaciones en términos de infraestruc­ tura que se miden en unidades físicas (tantos kilómetros de carreteras, tantas unidades de energía hidroeléctrica, tantas toneladas de cemen­ to, etc.) para simbolizar la construcción del sistema económico, en eta­ pas ulteriores se ha de poner el acento en la medición del proceso de desarrollo a través de agregados como el producto nacional y otros. En economías primitivas, el desarrollo no se mide tanto por el aumento del ingreso per cápita como por la magnitud del esfuerzo que se hace para construir el sistema económico. Estos proyectos tienen un período de maduración lento y sólo después de un tiempo determinan la expansión del ingreso por persona. En las primeras etapas de desarrollo, las tasas de capitalización suelen ser altas, pero su impacto sobre el nivel de in­ greso es retardado. Esto hace necesario evaluar los resultados de la pla­ nificación no en términos de la mera tasa de crecimiento del ingreso per cápita o de la tasa de inversiones. Los planificadores han de ser, en consecuencia, profundos cono­ cedores de la teoría del desarrollo nacional y tener una formación tota­ lizante que les perm ita enfocar la problemática del desarrollo en un con­ texto más amplio que la ingeniería económica. Esta formación puede dar origen a un nuevo tipo de planificador que deje de ser un mero cuantificador operativo de ciertos crecimientos y se transform e en un plani­ ficador intencionado, comprometido con el desarrollo, con capacidad de diálogo con las estructuras de poder y con fuerza suficiente para par­ ticipar en el proceso de toma de decisiones vinculadas al plan y en la ejecución, revisión y evaluación de los planes. Crisis de la ciencia administrativa y de los administradores La necesidad de formular y ejecutar planes para acelerar el de­ sarrollo ha puesto de manifiesto la conveniencia de revisar algunos con­ ceptos de la ciencia administrativa. Esta se formuló principalmente en los países industriales como una consecuencia de los esfuerzos por dar eficacia al sistema. En su esencia, la ciencia administrativa recoge la idea de racionalidad e incluso algunos la denominan administración ra­ cional. El centro de sus preocupaciones es la eficiencia. Los principios y técnicas de la administración han sido recogidos por los países en vías de desarrollo, sin un examen a fondo de la validez que los conceptos de racionalidad y eficiencia tienen para los países atra­ sados, sino que por el contrario, se ha aceptado de lleno su aplicación dentro de sistemas económico-sociales que son irracionales y cuyo prin­ cipal objetivo a corto plazo no es el de lograr un tipo de eficiencia pa­ recida al de las empresas en sociedades industriales, donde lo que inte­ resa primordialmente es aumentár la productividad por hombre ocu­ pado. De los análisis y diagnósticos que realizan los expertos en ciencia administrativa surgen reformas, por lo general, inspiradas en la idea de racionalidad y que han de funcionar dentro de un sistema nacional y po­ lítico que es de por sí irracional. En este sentido, es frecuente apreciar enormes esfuerzos por diseñar reformas de la estructura de la adminis­ tración pública, haciendo una “distribución racional de funciones”; es decir, se aplican rigurosamente métodos de racionalidad formal, y se produce un vacío respecto de la "racionalidad substantiva” a la que di134 — chas reformas ha de aplicarse, lo que conduce a la imposibilidad mu­ chas veces de adoptar las transformaciones sugeridas. Se suelen acompañar las reformas a la estructura administrativa de cambios en los sistemas administrativos y existe una tendencia al efecto de perfeccionar los mecanismos institucionales de regulación de los insumos. Así, por ejemplo, se tratan de fijar normas para establecer el sistema de abastecimiento, el sistema de personal, los servicios gene­ rales, etc., pero poco se hace respecto de la mejor forma de organizar aquellos insumos en función de objetivos, metas y propósitos, es decir, se da una exigua atención al problema de definir los "productos" a ge­ nerar. Estos últimos deberían definirse en función de la estrategia ge­ neral de desarrollo y de los planes de mediano y corto plazo, siguiendo los énfasis fijados en aquéllos. La reforma administrativa, en consecuencia, debería comenzarse en aquellas áreas de la administración que son estrátégicas para el cum­ plimiento de los planes. Así, por ejemplo, si un plan enfatiza la construc­ ción de infraestructura, la reforma administrativa debería concentrarse fundamentalmente en elevar el rendimiento del Ministerio de Obras Pú­ blicas y empresas que se ocupan de la infraestructura. No suele ocurrir de la m anera descrita, por cuanto muchas veces los expertos en administración pública prefieren hacer un ataque hori­ zontal a las fallas de la administración pública, abordando simultánea­ mente pequeñas reformas y avances en la totalidad de los organismos públicos, dando gran énfasis algunas veces a la regulación del servicio civil, tratando de introducir un sistema sobre la base del mérito. Esta aproximación, que suele atentar contra las posibilidades reales de países atrasados, donde el concepto del mérito es inexistente, como valor na­ cional, suele conducir a la esterilización de los esfuerzos de reforma* administrativa. Por otra parte, son conocidas las fallas de que adolecen los admitradores públicos en los países en vías de desarrollo y la incapacidad de los gobiernos para retener su mejor personal y utilizarlo en actividades estratégicas. Todos estos factores conduciendo a una profunda crisis en la investigación, la enseñanza y la praxis administrativa. Crisis de la ciencia política y de los políticos La ciencia política es casi inexistente en los países en vías de de­ sarrollo, donde lo que se ha desarrollado bajo tal nombre no suele ser otra cosa que el derecho constitucional. No obstante, la investigación en ciencias y técnicas políticas ha avanzado enormemente en los países desa­ rrollados, mientras los países atrasados mantienen un inquietante nivel de empirismo que los hace a veces ser políticamente más subdesárrollados que económicamente. Por lo general, las instituciones políticas en los países en vías de desarrollo fueron establecidas como un injerto por los poderes coloniales, y no obstante la independencia que han logrado, en lo sustancial, el mun­ do subdesarrollado preserva la institucionalidad heredada. Las luchas que generan las aspiraciones populares, y que se expresan a través de los partidos, los parlamentos, los sindicatos y las tribus, han hecho nau­ fragar en muchos países el sistema de democracia representativa, pro­ vocando una crisis institucional que se agudiza y que tiene hondas con­ secuencias en el desarrollo político. La crisis suele conducir a regímenes de fuerza cuyo objetivo final es controlar el orden público y en los que se produce un "vacío de po­ der” en la maquinaria de promoción del desarrollo económico-social, paralizando muchas veces la dinámica que deberían tener. Junto a la crisis de los sistemas políticos se viene produciendo también la crisis de los políticos. Estos deberían ser los rectores del análisis totalizante y hacer posible la adopción de decisiones coherentes con las estrategias que se formulen. Desgraciadamente, la formación del político tradicional ha impedido que quienes deben orientar el gran proceso del desarrollo nacional carezcan muchas veces de capacidad para hacer un análisis totalizante que sea objetivo y profundo, lo que ha con­ ducido a muchos a afirm ar que el gran problema de muchos países en vías de desarrollo estriba en la carencia de liderato. La forma como se encamine la solución de esta crisis y la medida en que se cree una ciencia política para el desarrollo, utilizada por un nuevo tipo de líderes, serán las que decidan a la larga las posibilidades de perfeccionamiento de las estructuras de poder y su adecuación a las responsabilidades que plantea el desarrollo nacional. Aquí reposa uno de los asuntos cruciales para superar la crisis del estancamiento latino­ americano. RESUMEN Y CONCLUSIONES El avance científico se proyecta hacia el análisis de sistemas, de estructuras y de cambios y por ello se requiere de la integración de mé­ todos para facilitar el análisis totalizante terminando con la parcelación de las ciencias sociales. El estructuralismo es un tipo de análisis global que se utiliza con crecientes y fructíferos resultados en el análisis de fenómenos como la inflación y el desarrollo, y ha creado una corriente de pensamiento de vastas perspectivas para la comprensión del subdesarrollo, las relaciones de dependencia y muchos otros aspectos que interesan a los estudiosos de las ciencias sociales. Mientras se robustece el pensamiento estructuralista y se afinan los criterios de interpretación de los fenómenos latinoamericanos, se hace cada vez más ostensible la crisis de las ciencias sociales compartimentadas y sus análisis aislados, descriptivos, carentes de un enfoque histórico y que centran su interés en pequeños segmentos de la realidad. El análisis integrado ha de ser una modalidad de vertebración de los métodos aportados por las ciencias sociales y ha de perm itir un enriquecimiento de la interpretación del acontecer latinoamericano. En la enseñanza y la investigación social se impone hacia el futuro el robus­ tecimiento del examen interdisciplinario, superando la etapa de la par­ celación de métodos y conocimientos. Las ciencias sociales han de comenzar a revitalizarse en la medida en que un proceso de interacción refuerce sus análisis combinados, plas­ mados en un enfoque totalizante, objetivo que podrá ser conseguido en la medida en que las universidades y los centros de investigación vayan logrando integrar los estudios sociales, eliminando la dispersión de recursos que impera en estas materias. 136 — La teoría clásica del imperialismo, el subdesarrollo y la acumulación socialista Franz Hinkelarmnert Profesor del CEREN y Escuela Sociología Universidad Católica de Chile. La teoría clásica, del imperialismo, el subdesarrollo y la acumulación socialista. El objetivo de este estudio es demostrar que la teoría clásica del imperialismo refleja todavía un visión del mundo, que es típica del siglo XIX. Si bien enfoca ya los fenómenos, que después se transform an en los rasgos específicos del subdesarrollo, esta teoría no se m uestra capaz de dar una base sólida al análisis dé estos fenómenos. Por eso no con­ cibe todavía una polarización entre desarrollo y subdesarrollo y no pue­ de explicar el propio fenómeno de la acumulación socialista. Vamos a enfocar esta acumulación socialista como un proceso dé liberación del subdesarrollo, que solamente tiene su explicación en cuánto se ha com­ prendido antes la problemática del subdesarrollo. La teoría clásica del imperialismo La teoría clásica del imperialismo surge a fines del siglo XIX y penetra el pensamiento marxista durante las primeras décadas del si­ glo XX. Sus principales autores son Hobson, Bucharin, Rosa Luxemburg, Hilferding, Lenin, etc. Si bien todos estos autores tienen enfoques pro­ pios, podemos constatar una cierta base común, cuyo análisis nos puede demostrar tanto los méritos como los límites de estas teorías. Un rasgo común notable de todos estos autores es su enfoque del sistema capitalista desde el punto de vista del centro desarrollaido. Se trata de autores que viven en los centros del mundo capitalista, y que tratan la problemática del imperialismo desde el punto de vista de los centros. Viven la fuerza expansiva del capitalismo en los centros, viven las crisis económicas de los centros y experimentan la vinculación aue estos fenómenos tienen con la periferia dependiente explotada por los centros. En este contexto ubican sus teorías. La necesidad de mercados en la periferia, la necesidad de inversiones de capitales, etc., llegan a ser las explicaciones de procesos que ocurren en el propio mundo capitalista desarrollado. Pero, lo que ocurre en el propio mundo subdesarrollado, no es analizado más allá del efecto de explotación de tales países. El enfoque centralista de estas teorías va acompañado por la in­ terpretación de la relación entre centro y periferia como una relación de explotación. Este efecto de explotación sin duda existe, pero no se percibe que la expansión del sistema capitalista sobre el mundo entero tiene efectos que van mucho más allá de la pura explotación y que tienen consecuencias mucho más profundas que las que tendría una explotación y extracción en favor de los centros desarrollados. Se trata de consecuen­ cias, que determinan un futuro estancamiento y subdesarrollo de tales países. Pero precisamente este hecho, la teoría clásica del imperialismo no lo percibe. Eso lleva a la ortodoxia marxista a una profunda sospecha frente a todos los análisis del subdesarrollo. El concepto del subdesa­ rrollo todavía hoy se usa muy raras veces y con mucha cautela. Hay hasta autores, que niegan al concepto del subdesarrollo su carácter científico y lo denuncian como un concepto puramente ideológico. Enfocando la relación centro-periferia como una relación de ex­ plotación principalmente, se concibe el sistema capitalista como una to­ talidad homogénea, en la oue existe en todas partes una contradicción de clases, pero ninguna polarización de otra índole. Esta homogeneidad del sistema capitalista se expresa en la idea, de aue el sistema capitalista se desarrolla como un gran sistema mundial. Si bien se reconoce desni­ veles de desarrollo se trata a estos desniveles como fenómenos de una pura significación cuantitativa. La categoría para denominarlos es la ca­ tegoría del atraso. Marx en el prólogo a la prim era edición de "El Capi­ tal”, va expresa esta concepción, cuando dice, que los países más atrasa­ dos tienen la imagen de su propio futuro en los países más adelantados *. Esto vale hasta para la concepción de la revolución socialista. Es una revolución mundial que parte de los países desarrollados y que dará las pautas para los países más atrasados. De hecho, no se les concede a éstos últimos un papel propio en la historia. Es la concepción de una dialéctica que avanza únicamente por su lado positivo. Todos estos rasgos mencio­ nados culminan y se hacen evidentes en la falta de una distinción clave, que el análisis de la dinámica de los centros desarrollados y la dinámica industrializadora hacia la periferia. O, en otras palabras, entre la dinámica continuada y acumulativa del sistema mundial establecido y la posibili­ dad del sistema capitalista de servir como vía de industrialización de nuevas regiones. En este punto se hace más clara la vinculación de la teoría clásica del imperialismo con la conciencia histórica del siglo XIX. Para ese siglo, la sociedad capitalista es esencialmente desarrollista e industrializadora. Eso vale tanto para los teorías de inclinación burguesa como para las teorías socialistas. El capitalismo para éstas últimas tiene la función his­ tórica de desencadenar unas fuerzas productivas totalmente nuevas. El socialismo viene solamente después. Es una necesidad por el simple he­ cho de que el capitalismo desata unas fuerzas productivas demasiado grandes para poder dominarlas. La sociedad socialista es la sociedad de la madurez del desarrollo, mientras la sociedad capitalista es intrínsicamente desarrollista y tiene su derecho histórico de existir en esta su 1 Un autor como Balibar mantiene esta posición, que seguramente presenta una de las p a r­ tes débiles del análisis de Marx. Habla de una “ edad” de producción determinada por la composición orgánica del capital. Una concepción de este tipo no permite un, análisis d'e la dicotomía desarrollo/subdesarrollo. Ver Althusser Balibar: “P a ra leer El Capital” . México 1969, Nota 129 pág. 327. 138 — 1 función intrínseca. En la ortodoxia marxista todavía se mantienen los restos de esta convicción, cuando se cree, que la revolución socialista es legítima solamente después de haber ocurrido la revolución burguesa. La visión que la teoría clásica tiene del mundo capitalista vincula por tanto estrechamente la dinámica del sistema en los centros desarro­ llados con la dinámica del sistema en la periferia. Para esta teoría se trata de un solo problema. Avanzando el centro, la periferia puede se­ guir. Aparentemente la realidad del desarrollo del sistema capitalista durante el siglo XIX le da la razón a esta concepción. A la industriali­ zación inglesa sigue la industrialización de Francia, de Alemania, de Es­ tados Unidos, del Japón, etc. Hay una dinámica en los centros y hay a la vez una dinámica expansiva que se expresa en el surgimiento de nue­ vas industrializaciones en nuevas regiones. El tipo ideal de la dependencia imperialista es la dependencia colonial. Allí hay una dominación abierta y directa, y la explotación es en gran parte visible como un pago de tributos. Pero ni siquiera en esta relación colonial se concibe como necesario un impedimento para el desarrollo. Según estas concepciones, la exportación de capital hacia la periferia significa su desarrollo destacando solamente, que a través de la explotación colonial, este desarrollo ocurre en último término en favor de los centros del mundo capitalista. Por supuesto hay también concien­ cia, de que la dominación colonial puede desembocar en un impedimento para el desarrollo. Pero se trataría de un impedimento consciente, pre­ concebido. Se trata de la prohibición para el desarrollo de ciertas indus­ trias por miedo de perder ciertos mercados para la industria del centro. Eso vale, por ejemplo, para el caso de prohibición del desarrollo de la industria textil en la India, que era una medida de los ingleses para im­ pedir el surgimiento de una competencia en este campo a fines del siglo XIX. Pero la teoría clásica del imperialismo no tiene dudas que se trata de barreras artificiales para la industrialización y que una revolución burguesa sería una medida suficiente para desencadenar las fuerzas de desarrollo latentes del sistema capitalista también en esas regiones. Y si no las puede desencadenar, será siempre el efecto de un estancamiento del sistema total. En este último sentido hay un cierto pesimismo en determinados autores de la teoría clásica del imperialismo, sobre todo por parte de Bucharin y Lenin. El optimismo burgués al contrario desarrolla sueños ilimitados de la evolución del mundo imperialista. Estos tienen su ex­ presión extrema en la visión de un mundo que se industrializa en base a los capitales del centro, permitiendo al centro convertirse en un pen­ sionado gigantesco que vive de las rentas que recibe por sus capitales invertidos en la colonia industrializada. Es una teoría optimista del estan­ camiento de los centros, que pueden vivir ahora a expensas del trabajo de las colonias. Algunas tesis de Lénin En este contexto es interesante, comentar dos tesis de Lenin, que muestran una apertura hacia los problemas propios de la periferia y que precisamente por este hecho demuestran a la vez las limitaciones de la teoría clásica del imperialismo. La apertura específica de Lenin hacia los problemas de la periferia es comprensible. Como ruso él ha vivido — 139 estos problemas y no puede dejar de reflexionarlos. Pero, por otro lado, el impacto de toda una tradición de pensamiento se hace notar y el mismo Lenin no puede todavía deshacerlo. En prim er lugar se trata de su tesis del pudrimiento del capita­ lismo en su etapa monopólica. Ya en su libro sobre el capitalismo en Rusia había comprobado el estancamiento de las fuerzas expansivas del capitalismo en Rusia. En su tesis del pudrim iento del sistema capitalista total generaliza esta experiencia a todo el capitalismo en general. No se da cuenta que de hecho está surgiendo una polarización dentro del sis­ tema capitalista, en la cual la fuerza dinámica se concentra en los cen­ tros ya desarrollados, mientras los países todavía no desarrollados se convierten definitivamente en países subdesarrollados, perdiendo el sis­ tema capitalista su capacidad de servir como una vía de desarrollo y de industrialización. En realidad ocurre en este mismo momento en que Lenin propaga su tesis del pudrimiento, un cambio de la eficiencia del sistema capitalista. Este sistema s& polariza entre un mundo desarrollado y un mundo subdesarrollado y el pudrimiento del sistema se hace notar en un solo polo, el polo subdesarrollado. Una gran parte de los esquemas explicativos del siglo XIX pierden su validez en este momento, pero la teoría del imperialismo todavía se muestra incapaz para reflexionar este cambio. De hecho se trata de un cambio, después del cual los países capita­ listas ya desarrollados pueden seguir su vía de desarrollo a pesar de todas las crisis que enfrentan. Los países subdesarrollados al contrario empie­ zan a experimentar un estancamiento, que no pueden superar, y que la misma mantención del sistema capitalista les impone. Las revoluciones burguesas, que después ocurren en estos países por lo tanto llegan tarde. Llegan en un momento en el cual la estructura capitalista ha perdido su capacidad de industrializar y no logran efectuar un cambio parecido a lo que lograron las revoluciones burguesas en el siglo XIX. Frente a esta situación, todo el movimiento de liberación colonial se frustra, en cuan- < to desemboca en estructuras capitalistas. Estas estructuras mismas im­ piden ahora el desarrollo. Si bien desaparecieron los impedimentos in­ tencionales del desarrollo, surgen ahora impedimentos y obstáculos lio intencionales que frustran todos los esfuerzos. La tesis de Lenin no da cuenta de este cambio. Después, cuando surge la prim era industrialización socialista acompañada por la tesis del socialismo en un solo país, tampoco la teoría marxista-soviética com­ prende la verdadera significación de su experiencia. Entiende la indus­ trialización socialista de la Unión Soviética más bien como un sustituto de la industrialización capitalista, que era necesaria por razones más bien políticas de la sobrevivencia del sistema socialista. Todavía hoy el movimiento marxista de la línea soviética sigue esta interpretación. Se concibe la existencia de una alternativa real entre vía capitalista y vía socialista de desarrollo, frente a la cual hay la posibilidad de una opción. La política de los frentes populares es la última expresión de esta convic­ ción. Se mantiene siempre la tesis, de que una clase capitalista progre­ sista puede echar las bases del desarrollo capitalista de los países sub­ desarrollados. La revolución socialista no está m irada como la única al­ ternativa para el desarrollo del mundo subdesarrollado. Puede esperar por lo tanto, para ocurrir después. No hay conciencia de que en el siglo XX la vía capitalista de desarrollo se convirtió definitivamente en una vía de subdesarrollo y que la opción real y eficaz para el desarrollo aho­ ra es opción socialista. 140 — La otra tesis de Lenin, que interesa en este contexto, en su tesis del eslabón más débil. Se trata de un replanteo de la teoría de la revo­ lución mundial, que tradicionalmente se había concebido como una revo­ lución que se origina en los países más altamente desarrollados del mundo capitalista. Lenin ahora cambia esta concepción, dándose cuenta de que el sistema capitalista en el mundo capitalista desarrollado había logrado un nivel bastante alto de estabilidad. Pero no se aparta realmen­ te de la teoría tradicional. Compara ahora el sistema capitalista mundial con una cadena, que tiene eslabones de diferente fuerza. En la revolución mundial se trata según él de rom per esta cadena. Si se rompe en una parte, toda la cadena está rota. Hay que romperla por lo tanto en sus eslabones más débiles, que son precisamente los países menos desarro­ llados. Lenin concede en esta teoría cierto papel histórico a los países de la periferia. Pero en el fondo todo eso es aparente. Pueden lanzar la pri­ m era chispa de la revolución mundial, pero la revolución socialista mis­ m a se decide en los centros desarrollados. Es notable, cómo Lenin también en esta tesis mantiene su con­ cepto de la homogeneidad del sistema capitalista mundial, a pesar de todos los cambios que él introduce en las concepciones tradicionales del pensamiento marxista. También para él, los países más atrasados tie­ nen la imagen de su futuro en los países más adelantados, y la historia avanza por su lado positivo. La reproducción continúa del subdesarrollo por la estructura capitalista Nos tiene que interesar primero, como, lo que se percibe durante el siglo XIX como atraso económico, se convierte en subdesarrollo. Ya vi­ mos que la concepción de una periferia atrasada se puede apoyar durante todo el siglo XIX en la apariencia de una fuerza expansiva e industriali­ zadora del sistema capitalista mundial. Es p o r tanto necesario discutir las causas de la destrucción de esta apariencia y de surgimiento de un subdesarrollo definitivo al cual el sistema capitalista ya no puede en­ contrar salida. Vamos a partir de la discusión de otro rasgo típico de la teoría clásica del imperialismo. Se trata del hecho que toma como tipo ideal de dependencia imperialista la dependencia colonial concibiendo otros tipos de esta misma dependencia como semi-coloniales. Los países semicoloniales son países formalmente soberanos, que de hecho se encuentran en una situación colonial. Se pensaba este tipo, sobre todo en el caso de China, pero también en el caso de Rusia y de la mayoría de los países latinoamericanos. Pero esta inclusión de los países soberanos de la peri­ feria en el tipo colonial m uestra otra vez la limitación del enfoque en general. Lo típico de la dependencia imperialista se ve en la situación colonial y la dependencia de los países soberanos de la periferia parece existir por su semejanza con la situación colonial. Para un cierto nú­ mero de estos países eso puede ser cierto, como por ejemplo, para China durante el siglo XIX hasta después de la prim era guerra mundial o para Centroamérica. Pero es mucho más problemático para el resto de los paí­ ses de Latinoamérica o para Rusia. La diferencia descansa en el hecho, de que la dominación colonial — 141 se basa en la fuerza directa y siempre presente del país colonizador. La dominación sobre el país soberano-dependiente se efectúa al contrario preferentemente a través de una alianza de clases entre la clase domi­ nante del país dominante y la clase dominante del país dependiente. Eso es muy claro en el caso de Latinoamérica. Las clases dominantes se forman allí en alianza con los centros imperialistas del mundo capita­ lista, y a través de esta alianza se forma la estructura económica corres­ pondiente. Solamente en casos, extremos podría haber intervención di­ recta por parte del país dominante, pero hasta en este caso de interven­ ción se trata de estabilizar una estructura de clases favorable al país dominante con características propias de estabilidad social y política. La transformación del mundo no industrializado en periferia Desde el punto de vista del subdesarrollo, este tipo de dependencia es más im portante que la dependencia colonial. La dependencia colonial descansa sobre una dominación arbitraria y sobre una explotación que toma más bien la forma del pago de tributos. Eso no ocurre en el caso del país soberano-dependiente del siglo XIX. Allí ocurre otro fenómeno que para el futuro de todos los países dependientes es el realmente de­ cisivo. Se trata de una transformación profunda de la estructura eco­ nómica, a raíz del intercambio comercial con el mundo capitalista desa­ rrollado. Los países soberano-dependientes entran en una relación de comercio libre, la cual destruye por un lado su producción manufactu­ rera tradicional sin reemplazarla por una producción moderna e indus­ trial correspondiente y asegura por otro lado, el pago de la importación de los productos manufacturados importados —que reemplazan la ma­ nufactura tradicional— por la venta de materias primas a los centros. Por lo tanto, se posterga la industrialización del país soberano depen­ diente. Bajo la condición del comercio libre no hay posibilidad para efec­ tuar tal industrialización por la razón que la competencia extranjera es siempre superior a cualquier industria naciente. Por supuesto, una trans­ formación de este tipo no es negativa como tal y en cada caso. Una in­ dustria moderna siempre existe en núcleos de alta concentración, que necesitan proveerse de m ateria prima. Y las regiones periféricas, que pro­ ducen esta m ateria prim a —sea en la agricultura o en la producción minera—, siempre tienen que vivir de un intercambio entre m ateria pri­ ma y productos manufacturados del centro. Se trata de una relación económica perfectamente racional y necesaria. Pero lo que ocurre durante el siglo XIX, no es de ninguna manera racional. La capacidad destructiva de las industrias del centro, a través del comercio libre, va mucho más allá del tamaño económicamente racio­ nal de la periferia de los centros. En el caso del tamaño económicamente racional de la periferia, esta se puede desarrollar como periferia en el mismo nivel que el centro. Pero esta periferia que se forma durante el siglo XIX, tiene un tamaño mucho mayor. Eso tiene su explicación en el impedimento a la industrialización de estas regiones por el comercio libre. La destrucción de las producciones tradicionales manufactureras no encuentra ningún contrapeso. Se determina simplemente por la rela­ ción entre la capacidad para im portar de estas regiones —resultado de la venta de m ateria prima—, y la producción manufacturera tradicional de estas regiones dependientes. Esta producción tradicional puede ser 142 — reemplazada en el grado en que lo permite la capacidad para importar. Pero como la productividad del trabajo de los centros es inmensamente mayor que la productividad del trabajo de las industrias tradicionales de la periferia, la destrucción de esta producción tradicional es también inmensamente grande. Así, centros desarrollados relativamente pequeños pueden destruir la estructura económica tradicional de regiones inmen­ sas que comprenden la mayor parte del mundo. Este fenómeno se ve en términos puros en los países formalmente soberanos, pero dependientes. El caso de Brasil, Paraguay y Chile lo de­ muestra en la segunda m itad del siglo XIX. El comercio libre convierte a estos países en particular y a América Latina en general, en una peri­ feria no industrializada, que no puede alim entar su desarrollo en forma equilibrada. No tienen ninguna posibilidad de alcanzar el nivel eco­ nómico del centro conservando su situación de periferia. Por supuesto, esta explicación no es explicación de las causas mismas de los fenóme­ nos descritos. El comercio libre no es la causa de esta transformación, es solamente su herramienta. Lo que constatamos es que, el comercio li­ bre, es el instrumento de esta transformación. No nos compete aquí dis­ cutir las causas que explican porqué clases altas pequeñas de los países soberano-dependientes efectúan esta entrega total de sus países a la do­ minación extranjera y porqué tienen el poder para hacerlo. Eso sería objeto del historiador. Lo que podemos constatar es, que —haciendo eso— entra en vigencia el instrum entarlo del comercio libre con sus res­ pectivos efectos. Para el futuro de los países dependientes en general, esta trans­ formación en periferia con el intercambio m ateria prim a/bienes manu­ facturados y el impedimento correspondiente para la propia industria­ lización, es decisiva. En el caso de los países soberano-dependientes salta a la vista. Pero ocurre igualmente en el tipo colonial de la dependencia. Solamente está disfrazado por la dominación directa y arbitraria y la ex­ plotación en forma del pago de tributos. En cierto grado la dependencia colonial es también una forma de imposición del comercio libre entre centro desarrollado y país periférico. Solamente hay limitaciones adi­ cionales. El comercio libre se efectúa exclusivamente en relación con el país colonial y no con todos los centros desarrollados del mundo capi­ talista. La teoría clásica del imperialismo vio por supuesto también el he­ cho de que ocurría esta transformación. Pero la trató como secundaria. Se centró mucho más en los fenómenos más visibles de la dependencia colonial, en la arbitrariedad de la dominación y en la explotación directa. La transformación en periferia es más bien un subproducto de la depen­ dencia bajo el punto de vista de esta teoría y parece un proceso reversi­ ble después de haber logrado la independencia a través de una revolución burguesa. Por ese es precisamente su error fundamental. La transformación en periferia no posterga simplemente la industrialización capitalista, sino la imposibilita. Compromete realmente el futuro de estos países, lo que salta a la vista después de haber ocurrido la liberación de los países colonializados. Las condiciones de una posible industrialización cambia­ ron profundamente en el comienzo del siglo XX, y los países atrasados de la periferia se transform aron en países subdesarrollados. El tren de la industrialización capitalista había salido sin ellos, y no había otro. Ocurrió así la deformación de los proyectos capitalistas de la industriali­ zación y del desarrollo. — 143 La revolución de las condiciones de la industrialización E sta revolución de las condiciones de la industrialización2 tiene precisamente que ver con la destrucción de las producciones manufac­ tureras tradicionales. Durante el siglo XIX estas producciones fueron destruidas en todo el mundo, tanto en los centros desarrollados como en las nuevas periferias. Pero en los centros cumplieron una función de­ cisiva para la industrialización, antes de desaparecer. Los medios tradi­ cionales de producción formaron allí el trampolín para la producción de los medios modernos industriales de producción. Estos medios mo­ dernos no caen del cielo. Son medios tradicionales los que los produ­ cen antes de ser reemplazados y destruidos. La prim era máquina a vapor no es construida por máquinas que estaban disponibles para la construc­ ción de máquinas todavía no inventadas. Es el nuevo conocimiento técni­ co y la decisión de aplicar nueva maquinaria que hacen posible la cons­ trucción de los equipos modernos a partir de equipos heredados de la so­ ciedad tradicional. Esto es más claro en el caso de la industrialización de Inglaterra. Pero no vale menos para la industrialización de Francia o Alemania. Las nuevas industrias que se forman, no tienen porqué im portar desde In­ glaterra sus equipos. Lo que importan son conocimientos técnicos y ejemplares únicos de la maquinaria inglesa para copiarlos. Pero lo que cuenta es que los pueden copiar. Son técnicamente capaces para hacerlo a partir de los medios tradicionales de producción que ya tienen. Si bien estos medios modernos reemplazan rápidamente los medios tradicionales, lo hacen solamente después que los medios tradicionales han suministra­ do los equipos modernos. En este sentido se mantiene durante del siglo XIX una vinculación estrecha entre medios tradicionales y medios mo­ dernos de producción. Esta es la razón por la cual durante el siglo XIX los proyectos capi­ talistas de industrialización pueden funcionar de una manera relativa­ mente fácil. En el caso de Francia, Alemania y EE. UU., es suficiente tener en el país en vías de emancipación un gobierno antifeudal y pro­ capitalista y hacia el exterior —y eso significaba hacia Inglaterra— una protección aduanera suficiente para perm itir la transformación de los medios tradicionales de producción en medios modernos. Esta protec­ ción aduanera era necesaria porque en este período la nueva industria funcionaba con costos considerablemente más altos que los de Inglate­ rra. Bajo condiciones del comercio libre no habría sobrevivido este pe­ ríodo inicial. Pero lo esencial de los medios modernos de producción es su con­ tinuo proceso acumulativo de perfeccionamiento de la productividad del trabajo. En este proceso toman una forma siempre más complicada que exige un grado de elaboración técnica siempre más alto. Medios tradi­ cionales de producción no experimentan un proceso parecido. El progre­ so de la industrialización capitalista introduce p o r lo tanto una distancia siempre mayor entre los medios tradicionales de producción y los me­ dios modernos. La vinculación entre los dos se hace siempre más débil. Para la industrialización capitalista de Alemania y EE. UU. todavía la protección aduanera es suficiente para perm itir la transformación de medios tradicionales en medios modernos. A final del siglo XIX eso ya es más complicado. El último caso de una industrialización capitalista 2 Ver también Bairoch, Paul: Revolución industrial y subdesarrollo. México, 1967. 144 — 1 importante —el caso del Japón— necesita ya medidas mucho más radi­ cales. En este caso ya encontramos fuera de la protección aduanera un fomento industrial por parte del Estado, con exclusión consciente del capital extranjero y apoyo estatal directo para las industrias nacientes. Pero todavía en este caso se logra la transformación de medios tradicio­ nales en modernos. Ya en la últim a década del siglo XIX encontramos producciones de generadores y motores eléctricos en el Japón cuyo equi­ pamiento és-producido en su mayor parte en el mismo Japón. La pura introducción del conocimiento técnico correspondiente es suficiente para fomentar la producción respectiva, a pesar de que se trata de la produc­ ción más moderna de aquel tiempo. A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, esta vinculación entre medios tradicionales y medios modernos se corta. La distancia en­ tre los dos que va en aumento durante todo el siglo XX, produce la se­ paración definitiva. Los medios de producción modernos ya no pueden salir del propio esfuerzo de los países no industrializados. No es suficien­ te, para producir un bien, tener los conocimientos técnicos correspondien­ tes y la voluntad de producirlo. Más y más los medios de producción mo­ dernos se pueden producir solamente a partir de medios modernos pre­ existentes. En un sentido totalmente nuevo los medios tradicionales de producción pierden su valor. Antes desaparecieron después de haber pro­ ducido los medios modernos que los reemplazan. Ahora desaparecen sin más. Pero en gran parte del mundo periférico ya han desaparecido an­ tes de producirse este corte definitivo entre medios tradicionales y mo­ dernos. Para todos estos países, este corte significa ahora que su poster­ gación de la industrialización durante del siglo XIX ya no es reversible. Podrían reconstruir sus medios tradicionales de producción, pero eso ya no les sirve. Este hecho es evidente. Mientras el Japón al final del siglo XIX todavía puede copiar las técnicas más modernas de su tiempo usando sus medios tradicionales de producción, hoy una actuación seme­ jante sería absurda. La electrónica moderna y la técnica atómica no tiene que ver con medios tradicionales de producción. Si no hay las instalacio­ nes modernas para levantar producciones de este tipo, un país periférico tiene que renunciar simplemente a estas producciones. Su única alterna­ tiva sería im portar en su totalidad los equipos correspondientes. Y eso vale igualmente para otras producciones. Todo el mundo se rió cuando los chinos intentaron usar técnicas tradicionales para suplir la falta de altos hornos modernos. Pero el hierro de los altos hornos tradicionales ya sale con una calidad tan inferior, que no puede ser usado en el proceso moderno de la industrialización. Este resultado de hecho no era ridículo sino trágico. Mostró el corte definitivo entre medios tradicionales y me­ dios modernos. Hace cien años este hierro habría servido. Pero hoy ya rio. Los países periféricos ahora dependen totalmente de los medios mo­ dernos de la producción. Pero el fracaso de los altos hornos de las co­ munas chinas mostró también otra cosa. Yá no hay trám ite gradual hacia la industrialización. Esta necesita medidas específicas. Pero estas medi­ das escapan a las posibilidades de una estructura capitalista. Quedó en claro a la vez que se acabó la vía capitalista de industrialización. Lo que se necesita ahora es un salto. Pero antes de entrar en la discusión de la especificidad de la acu­ mulación socialista, hay que demostrar primero, cómo aparece la defor­ mación de los proyectos capitalistas de industrialización y cómo resultan en una continua reproducción del subdesarrollo. — 145 10.— La deformación de los proyectos capitalistas de industrialización Ya vimos, que después del corte definitivo entre medios tradicio­ nales y modernos la industrialización se puede basar únicamente en la importación casi completa del equipamiento industrial. En eso consiste la diferencia básica entre la industrialización del siglo XIX y la del si­ glo XX. La significación para la industrialización de la capacidad para im portar cambia totalmente. Antes, la importación de medios de produc­ ción era algo suplementario; ahora llega a ser la base del proceso. La parte im portada de las inversiones industriales sube rápidamente hasta el 100%. Por consiguiente, el proceso de la industrialización ya no puede arrastrar a la sociedad entera. Será parcial, porque la capacidad para im portar nunca puede llegar a las cantidades de un proceso rápido de transformación de la sociedad en términos de la tecnología moderna. Aunque no neguemos las dificultades adicionales que surgen de la necesi­ dad de una mano de obra siempre más complicada, que ahora necesita técnicos de mucha especialización y de mucha experiencia, nos vamos a fijar más bien en la problemática de las cantidades de fondos de in­ versión para la importación. A nuestro entender esto por sí solo puede explicar la dificultad de la industrialización en el siglo XX. Esta capacidad para im portar y sus limitaciones hace ahora apa­ rente y evidente la revolución de las condiciones de la industrialización. De eso se derivan los problemas de las balanzas de pago. Como el esfuer­ zo de industrialización en cada momento va más allá de las posibilidades de importación, no hay solución posible para éstos problemas de la ba­ lanza de pago. El tamaño posible de la industria naciente ahora no se determina por la necesidad del país o por su decisión propia de realizar este proceso, sino más bien por la capacidad para im portar, que no de­ pende directamente del país subdesarrollado. La industrialización deformada de los países subdesarrollados to­ ma de esta manera una forma que mantiene el antiguo esquema de in­ tercambio m ateria prim a/productos manufacturados. Este esquema —re­ sultado de la imposición del comercio libre en el siglo XIX—, cambia solamente su forma, pasando por diferentes etapas. La prim era etapa mantiene muy visiblemente el antiguo esquema de intercambio. Se sustituye la importación de bienes finales manufac­ turados por la importación de medios de producción para producir estos bienes. La capacidad para im portar sigue dependiendo de la venta de m ateria prima, pero la producción de los bienes finales le da a la capa­ cidad para im portar un efecto multiplicador. Ahora ya no se importan textiles, sino la maquinaria para producir textiles. Se puede emplear una cierta fuerza de trabajo del país subdesarrollado para term inar el bien final, pero de ninguna m anera se crea una dinámica económica pro­ pia. Se prepara solamente un estancamiento en un nivel más alto de la renta per cápita. Este estancamiento ocurre en el momento en que la capacidad para im portar se agota en el suministro de medios de produc­ ción para bienes finales. Este agotamiento del empuje dinámico de las importaciones de bienes de producción ocurre a más tard ar en el mottiento en que la reposición de capital en la producción de los bienes finales es tan grande como la misma capacidad, p ara im portar. En este momento la expansión del sector industrial se detiene. La industria se transform a en enclave, el enclave industrial. Se trata de un estancamiento muy especial. No se detiene la misma 146 — dinámica de la industria que se ha transformado en enclave. Se detiene más bien la fuerza expansiva de la industria —el sector moderno—, en términos relativos. Se estanca la mano de obra empleada en el enclave. Ya no se expande la proporción de la mano de obra total de la sociedad empleada en la industria, a pesar de que la situación de industrialización es todavía deficiente. Habría llegado a un grado satisfactorio solamente en el caso de poder alimentar la tecnificación de la sociedad total a un nivel moderno. Pero este estancamiento y la transformación de la industria mo­ derna en enclave industrial se produce mucho antes de haber alcanzado este nivel de madurez. Ahora la fuerza expansiva de la industria se detie­ ne, pero sigue la dinámica en el interior del enclave industrial. Eso ya es claro, si analizamos la misma condición del surgimiento del enclave industrial. Dijimos que se produce en el momento en el cual la reposi­ ción de capital en la industria copa toda la capacidad de im portar medios de producción. Para entender el efecto dinámico de esta reposición de capital hace falta evitar el concepto estático de la reposición de capital. En esta concepción estática la reposición de capital asegura solamente la producción al mismo nivel que antes de la reposición. Pero este con­ cepto presupone que se reemplazan medios de producción gastados por medios física y económicamente iguales. Se tra ta de una de las tantas ficciones falsas de la teoría estática del capital. De hecho, solamente en casos muy contados se reemplaza un medio de producción gastado por uno físicamente idéntico. Normalmente la reposición se hace por medios de producción más modernos. Y los medios de producción más modernos tienen una productividad del trabajo más grande que los anteriores. Ejemplos hay de miles. Un alto horno, construido hace 30 años, que se reemplaza hoy por uno nuevo jamás será física, técnica o económicamen­ te idéntico al anterior. Un mercado de altos hornos idénticos a los cons­ truidos hace 30 años ya no existe y no tendría ningún sentido que exis­ tiera. La reposición de medios de producción se hace por maquinaria de hoy. Como esta maquinaria tiene una productividad del trabajo mucho más alta que la anterior, resulta de la reposición un efecto dinámico. El enclave industrial, que continuamente repone su capital, mantiene su dinámica de crecimiento. Pero no por eso es expansivo. Se encuentra en una situación de estancamiento dinámico. Crece hacia el interior del enclave, y se estanca en su relación con la sociedad fuera del enclave industrial. Así se explica la coexistencia de un sector moderno y de un sector marginado dentro de las sociedades subdesarrolladas de hoy. Pero hay un malentendido posible, que hace falta evitar. El sector moderno no es la parte desarro­ llada de esta sociedad, mientras la parte marginada representa el sub­ desarrollo. Es precisamente al revés. El sector moderno es el sector sub­ desarrollado, que reproduce continuamente el subdesarrollo en la socie­ dad entera. Una industria desarrollada tiene por excelencia fuerza ex­ pansiva. Tiene una capacidad de producir medios de producción más allá de lo que necesita para la pura reposición de su capital. Solamente por esta razón puede desarrollar regiones enteras sin convertirse en en­ clave industrial. Eso precisamente no puede hacerlo el sector moderno de la sociedad subdesarrollada y por eso es el verdadero foco del sub­ desarrollo de estos países. El problema del desarrollo descansa por eso más en una reestructuración del sector moderno que del sector margi­ nado y la reforma del sistema industrial es más importante que la re­ forma agraria aunque ambas sean necesarias. — 147 Hay dos condiciones básicas que explican el surgimiento del es­ tancamiento dinámico: 1? La determinación de la capacidad para im portar por la venta de m ateria prim a hacia los centros desarrollados. Pero esta venta es limi­ tada. Los países desarrollados no compran m ateria prim a en cualquier cantidad. Al contrario. Se puede suponer que el consumo de m ateria pri­ ma es una función de la técnica aplicada en los centros desarrollados y muy poco sensible a los precios. Esta técnica determina un tope máximo de posible consumo de m ateria prima. Una oferta de m ateria prim a que se acerca a este tope máximo, va a tender más bien a bajar los precios de ésta en vez de subir la venta. En este punto la elasticidad de la de­ manda de m ateria prim a en los centros se acerca a cero. Si tenemos en cuenta que después del corte definitivo entre me­ dios tradicionales de producción y medios modernos, la industrialización del mundo subdesarrollado depende exclusivamente de sus importacio­ nes de equipos, este tope máximo determina a la vez el tamaño máximo de la industria en el mundo subdesarrollado. Este tamaño máximo de la industria entonces puede variar solamente con el efecto multiplicador que los países subdesarrollados pueden dar a la importación de equipos. Según las etapas de su industrialización será distinto. Será más pequeño en la etapa de la substitución de la importación de bienes finales y va a subir en la etapa de la substitución de la producción de medios de producción. 2° La imposibilidad de la substitución de la exportación de mate­ ria prim a por exportaciones de productos manufacturados. Si hubiera esta substitución, la dinámica propia de la industrialización de los países subdesarrollados crearía las bases de su fuerza expansiva. Pero esta po­ sibilidad se da solamente en casos muy aislados. Cuando la tecnología es muy fácil y los salarios extremadamente bajos, ciertos países subde­ sarrollados logran entrar en los mercados del centro con la venta de bie­ nes finales. Así ciertos países de Asia lograron conquistar mercados para su industria textil. Pero cuando la sustitución de importaciones avanza, y por lo tanto el nivel general de salarios en el enclave industrial aumen­ ta, esta posibilidad prácticamente no existe. Eso vale en general para to­ dos los países importantes de América Latina. El propio avance de su industrialización ha destruido su posibilidad de la “sustitución fácil” de la exportación de m ateria prim a por bienes manufacturados. En estos países hoy día ya se trata de la sustitución de la importación de medios de producción de alta tecnología. Es mucho más difícil entrar en los cen­ tros desarrollados con productos de este tipo. Las razones son diversas. Vamos a mencionar solamente dos: a) La dependencia tecnológica hace necesario recurrir en este pla­ no a una tecnología extranjera de difícil manejo. Hace falta colaboración técnica y —-lo que cuenta más—, licencias, etc., para la aplicación de esta tecnología. Estas licencias no son solamente caras, sino se dan casi ex­ clusivamente bajo la condición de la no-exportación de los bienes pro­ ducidos hacia los mercados de los centros desarrollados. Aunque el pro­ ducto de alta tecnología se produzca en el país subdesarrollado, y aun­ que sea de una calidad competitiva para los mercados del centro, no se puede exportar. b) Pero esta no es la única razón, y quizás ni la más importante. Más importante todavía parece ser el hecho, de que la producción de alta tecnología en los países subdesarrollados no alcanza casi nunca la calidad suficiente para ser exportada a los mercados del centro. En la 148 — industria moderna una producción puede lograr un alta calidad solamen­ te si todas las otras producciones que suministran los insumos de esta producción tienen también esta alta calidad. Hay una interdependencia económica tanto en lo que se refiere a la calidad de la producción como a la determinación de su cantidad. Hay muchas razones para no poder alcanzar esta calidad suficiente: falta de ventajas de aglomeración, falta de especialización del trabajo, tamaño de los mercados, la situación ins­ titucional en general en lo que se refiere a la situación legal, la irraciona­ lidad de la burocracia, la falta de una ética del trabajo, etc. La ayuda económica para el desarrollo Por todas estas razones es difícil suponer que la fuerza expansiva de la industrialización de los países subdesarrollados pueda surgir de una sustitución de las exportaciones de m ateria prim a por bienes manu­ facturados. Pero si se excluye esta posibilidad, esta fuerza expansiva solamente puede ser un producto de otros factores. Se podría pensar únicamente en una ayuda económica suficientemente grande, a muy largo plazo, en una reestructuración de la industrialización dentro del propio mundo subdesarrollado. El objetivo de esta reestructuración tendría que ser dar a las importaciones de equipo un multiplicador tal.que la industrialización pueda arrastrar a la sociedad entera. Eso equivale a una disminución del coeficiente de importación de tal grado que la in­ dustrialización se pueda expandir por la sociedad entera. Para hablar de la ayuda económica habría que aclarar prim ero lo que se va a entender por este concepto. No se puede form ar este con­ cepto sencillamente por lo que los países desarrollados llaman ayuda por lo que sale en sus presupuestos estatales bajo el nombre de ayuda. Tenemos que form ar el concepto a partir de la tarea de desarro­ llo de los países subdesarrollados. Ayuda es entonces un traspaso de fon­ dos que permite superar la situación de estancamiento dinámico que se produce por la transformación de la industria en enclave industrial. A la vez se podría llamar ayuda a un traspaso de fondos que perm ite man­ tener un cierto tamaño del enclave industrial en el caso de fallar las exportaciones de m ateria prim a o declinar de una m anera tal que no per­ mitan ni siquiera la alimentación del tamaño de la industria que se ha logrado. Pero una ayuda económica cumple con estos objetivos sola­ mente si permite un déficit en la balanza comercial del comercio exterior. Solamente en este caso una ayuda económica es real, en todos los otros casos es puramente nominal. Un caso casi ideal para ejemplificar esta definición es el caso de Chile. Desde hace algunos años Chile tiene una balanza comercial más o menos equilibrada. Pero tiene una balanza de pagos con un déficit muy alto. Toda la ayuda exterior, sea de gobierno a gobierno o de inversión privada, etc., sirve únicamente para cubrir el déficit de la balanza de pagos. Se emplea para la conversión de ganan­ cias de empresas extranjeras en dólares y nada más. De hecho se trata de un traspaso de fondos entre el gobierno norteamericano e inversionis­ tas norteamericanos con propiedad en Chile. Pero por concepto de ayuda no entra nada. Todas las importaciones se pagan con exportaciones. Esta ayuda nominal es un puro producto del respeto a la propiedad privada. Si se supone la desaparición de esta propiedad extranjera, Chile vive igual como ahora sin ninguna ayuda económica y sin ninguna inversión — 149 extranjera adicional. Esta ayuda económica es una ayuda para conservar un sistema de propiedad existente, pero ninguna ayuda para el desarrollo. Chile es en este sentido un caso extremo, pero muchos países lati­ noamericanos se acercan a la situación chilena. La parte más grande de la llamada ayuda económica a Latinoamérica es de esta índole, es ayuda nominal. Permite solamente la conversión de ganancias en divisas para poderlas sacar hacia los países del centro. De hecho se trata de pagos internos en el interior del mundo desarrollado. Esta situación es clara­ mente un producto de los mecanismos de la entrega de ayuda. Como se entrega en créditos, la deuda se acumula. Con balanzas comerciales pre­ carias, un cierto monto de ayuda se va a convertir en un período perfec­ tamente previsible en ayuda nominal. O, para expresarlo al revés: una cierta corriente de ayuda real solamente se puede mantener en el curso de los años si la ayuda pagada sube proporcionalmente con la tasa de servicio del capital. Si este aumento no ocurre, la corriente de ayuda se convierte en ayuda nominal. Y Latinoamérica llega hoy día al momento, en el que toda la corriente de ayuda financiera se está convirtiendo en ayuda nominal. Se trata de una máquina autodestructora que está ha­ ciendo explosión. Hay conciencia de eso, pero solamente en los países subdesarrolla­ dos. Sin embargo, a estos países no les sirve para nada que ellos tengan esta conciencia. Los países desarrollados deciden sobre esta situación, mientras los países subdesarrollados pueden solamente protestar. No tienen nada que decidir. Y los países desarrollados no m uestran ninguna inclinación hacia el cambio de esta situación. Además, es muy difícil que la puedan cambiar. Son países capitalistas y la relación de créditos es una de las relaciones básicas de un sistema capitalista. Créditos tienen que ser pagados mientras los países subdesarrollados no pueden pagar ningún crédito sino a plazos extremadamente largos. Comprobamos entonces que el sistema capitalista no tiene los ins­ trumentos para entregar sumas grandes de ayuda económica a los países subdesarrollados. Teóricamente es posible que los cree, pero es difícil imaginar que verdaderamente lo haga. Las medidas necesarias van en contra de las mismas bases del concepto capitalista de la convivencia social; que es un concepto del "do ut des”. Sin embargo, más allá de la problemática de los mecanismos de la entrega de la ayuda, hay el pro­ blema de la disposición a dar una ayuda significativa. Por supuesto es posible en casos de países pequeños. Pero este "camino puertorriqueño” será siempre una excepción. Si se toma en consideración el tamaño del mundo subdesarrollado en total, es obvio que una ayuda significativa tiene que alcanzar montos inmensos. Y la disposición de los países desa­ rrollados para entregar sumas de ese tamaño es extremadamente dudosa. Si bien la solución del problema del desarrollo puede decidir sobre la misma existencia del sistema capitalista en sus centros, los pueblos de estos países y las mismas clases capitalistas dirigentes no tienen con­ ciencia de la gravedad de la situación. Pero sin esta conciencia la ayuda económica jamás puede alcanzar cantidades satisfactorias. Como los paí­ ses desarrollados no sufren el subdesarrollo, ellos lo pueden aguantar fácilmente, las sumas que se gastan para la guerra en contra de ciertos países subdesarrollados que se rebelan jamás se van a gastar para la cons­ trucción de dichos países. Por lo tanto, un plan racional de industriali­ zación del mundo subdesarrollado no se puede basar jamás en una gran corriente de ayuda económica. Esta puede tener solamente una función adicional al esfuerzo propio, llegando a tener suma importancia en casos 150 — 1 especiales (cuellos de botella). Pero la misma superación del estanca­ miento dinámico en el esfuerzo de desarrollo, tiene que buscarse en otra línea. El gran empuje Destacamos así la posibilidad de influir sobre la capacidad de im­ portaciones, tanto a través de una substitución de la exportación de ma­ teria prim a por bienes manufacturados como por una ayuda externa significativa. Tenemos que ver ahora la posibilidad de aum entar el efecto multiplicador que ejerce la industrialización sobre la capacidad para im­ portar. Naturalmente, este efecto va en aumento cuando la industriali­ zación pasa de la sustitución de la importación de bienes finales de fácil producción hacia la sustitución de las importaciones de productos de alta tecnología y de medios de producción. Esta sustitución de importaciones de bienes de alta tecnología y de medios de producción se la llama muchas veces "la sustitución difícil”, porque enfrenta la economía con problemas hasta ahora desconocidos. La teoría del desarrollo equilibrado y del gran empuje (big push) se de­ dicó a reflexionar especialmente esta problemática. Según esta teoría, los proyectos industriales en esta etapa tienen que ser muy grandes dado que no puede haber un desarrollo del siglo XIX. Cada uno de estos pro­ yectos tienen que tener un tam año tal, que solamente puede producir y encontrar demanda si a la vez surgen otros proyectos grandes, pero complementarios. Si se da esta complémentaridad, un proyecto sustenta el mercado del otro y como conjunto pueden sobrevivir. Si no surge este conjunto, ninguno de los proyectos puede existir en forma aislada. Esta necesidad es consecuencia de la técnica moderna y algo específico del momento histórico presente. El desarrollo tiene que enfrentarse a esta necesidad realizando un salto de industrialización en planos muy di­ ferentes, pero correspondientes. Una vez realizado este salto, el nuevo núcleo industrial se puede convertir en un núcleo de expansión a partir del cual la industrialización puede arrastrar a la sociedad entera. Si bien no dudamos de los argumentos básicos de esta teoría —la necesidad de un salto con proyectos industriales grandes y complemen­ tarios—, sí dudamos del realismo del planteo de este esfuerzo coordinado. Quedan abiertas dos preguntas básicas: 1? El big push se puede realizar solamente en base a una ayuda económica externa fabulosa. Se llega a la conclusión curiosa de que el fin del proceso de industrialización —la independencia económica— se puede lograr solamente pasando por una fase de la dependencia total. Y si los países desarrollados no dan la ayuda, el big push simplemente no tiene lugar. No es el país subdesarrollado quien decide sobre el comien­ zo de un proceso de industrialización, sino es más bien el centro desarro­ llado del mundo capitalista, cuya buena voluntad m arca todos los pasos de este proceso. Lo absurdo de las sumas necesarias para un desarrollo económico mínimo salta a la vista, si citamos un resumen que Celso Furtado hace de unos cálculos de Kaldor: “Las dificultades con que se enfrentarán los países subdesarrollados para asegurarse un flujo adecua­ do de importaciones serán, con toda seguridad, muy grandes en las pró­ ximas décadas. Si se admite, por ejemplo, que las exportaciones de pro­ ductos primarios hacia los mercados tradicionales crecen a la tasa anual del 3%, y que las exportaciones hacia los países socialistas aumentan a — 151 una tasa tan alta como un 90%, y que las exportaciones de manufacturas de los países subdesarrollados alcanzan la extraordinaria tasa acumula­ tiva anual de 10%; suponiendo todavía estables los términos del inter­ cambio, y aún más, tomando como base de cálculo una tasa de interés de apenas 3% anual para los financiamientos externos, aún reuniendo todos estos supuestos nada fáciles de concretar, para que el conjunto de los países subdesarrollados pueda mantener un nivel de importaciones que crezca anualmente al 6 %, el déficit acumulado de sus balanzas de pagos arrojaría la inimaginable cifra de un billón trescientos sesenta y seis millones de dólares entre los años 1960-2000. Tal suposición exigiría que la participación de los países subdesarrollados en el comercio mun­ dial de manufacturas aumentase del 6,2% (dato real para 1960) al 30,8% en el año 2000 ” 3. Si la situación numérica es así, mejor no hablar del desarrollo. Sería un puro autoengaño creer poder alcanzar una pequeña parte de estos objetivos. Sería un sueño fatal, que jamás se puede cumplir. Sería entregar la suerte del mundo subdesarrollado a la gracia de unos países desarrollados que no tienen la más mínima intención de colaborar ma­ yormente en la tarea del desarrollo del mundo subdesarrollado, trátese ahora de países capitalistas o socialistas. 2° La segunda duda se refiere a la suposición no argumentada, de que un esfuerzo coordinado, como lo plantea la teoría del crecimiento equilibrado, va a resultar necesariamente en un núcleo de expansión, que puede sustentar una continuación de la industrialización futura. Podemos suponer de que haya una ayuda externa suficiente para realizar un es­ fuerzo coordinado de este tipo. Pero suponemos además que esta ayuda externa se termina en un plazo en que la industrialización del mundo subdesarrollado no se ha realizado todavía totalmente. Si bien ahora hay complementariedad entre los proyectos, ésta jamás puede ser total. La dependencia de la capacidad para im portar sigue. Si ahora la capacidad para im portar sigue basándose en la venta de m ateria prima, el estancamiento dinámico se va a producir de nuevo en el nuevo nivel ahora alcanzado. Pero para eso el coeficiente de impor­ tación debe haber bajado lo suficiente para que se pueda sostener el nuevo .nivel industrial. Si no se logra basar la expansión en una exporta­ ción de bienes manufacturados de alta tecnología —y es muy poco pro­ bable que se logre—, el estrangulamiento de la industria tiene que vol­ ver necesariamente. Se produce ahora en el punto en que la capacidad para im portar equipos, junto con la producción de equipos en el país, es igual a la necesidad de reposición del capital gastado en el sistema in­ dustrial entero. Pero el análisis de este último argumento nos lleva ya a la discu­ sión de la estructura de las inversiones en el mismo sistema capitalista. De las limitaciones de esta estructura de inversiones resulta el análisis de la acumulación socialista. La acumulación socialista La mayor desventaja de las teorías del desarrollo y de la industria­ lización nos parece consistir en su punto de partida. Parten de un núcleo de industrialización incipiente ya existente en el país subdesarrollado y conciben el desarrollo como una simple expansión de este núcleo. De 3 Furtado, Celso: Teoría y política del desarrollo económico. México 1968, pág. 317, nota. 152 — esta manera no se discute la misma estructura económica de esta indus­ tria incipiente, sino se deducen las condiciones necesarias para su am­ pliación. El resultado es siempre el mismo: una dinámica expansiva de la industria incipiente solamente es posible si hay una ayuda económica significativa, estabilización de los términos de intercambio y facilida­ des para el acceso a los mercados de los centros desarrollados. Como hacen falta fondos para la industrialización y como la misma industria incipiente no es capaz de facilitarlos, éstos tienen que venir del extran­ jero. El problema principal es, convencer a los países desarrollados para que acepten una política de este tipo. Puede haber las más variadas ideas sobre el camino de industrialización a seguir. Pero siempre se parte del reconocimiento de esta dependencia total y absoluta. Es difícil plantear en este ambiente teórico general una teoría de la acumulación socialista. No se puede presentar más que un ensayo. Esta teoría todavía no se encuentra en forma elaborada. Hay casos de acumu­ lación socialista: la Unión Soviética, China, Cuba, pero no hay la teoría de estos procesos de acumulación y de industrialización. Hay conceptualizaciones que hablan de algún tipo de acumulación prim itiva en el so­ cialismo, entendiéndola en analogía a la acumulación primitiva que Marx descubrió en la raíz histórica del sistema capitalista. Pero se tra ta más bien de una manera de hablar, sin entrar en una discusión sistemática de lo que significan las estructuras socialistas en este proceso de acumu­ lación. Sin embargo, la discusión del problema del subdesarrollo requiere de un análisis más profundo de las estructuras socialistas en el proceso de la acumulación socialista. Por eso nos parece necesario lanzarnos en esta tarea, aunque el resultado puede ser solamente sumamente provi­ sorio. El fenómeno que llama la atención y que hay que explicar es el siguiente. Mientras en los países subdesarrollados de estructura capita­ lista se produce el estrangulamiento de la industrialización y la consi­ guiente transformación de la industria naciente en enclave industrial, en los países socialistas —que también parten de una situación de sub­ desarrollo— no se producen fenómenos parecidos. Si bien estos países sufren la misma situación en cuanto al corte ocurrido entre medios de producción tradicionales y medios modernos, el proceso de industrializa­ ción no tiene ninguna tendencia a estancarse. Además, esta industrializa­ ción socialista se lleva a cabo con una dependencia mínima de financiamientos externos y consiguientes importaciones de equipos del exterior. Eso vale por lo menos para países socialistas con espacios económicos grandes como la Unión Soviética y China, mientras un caso como Cuba —un país socialista pequeño— es algo diferente. Este hecho es muy evidente, a pesar de que ni en el caso de la Unión Soviética ni de China faltan simplemente los financiamientos ex­ ternos. En la industrialización soviética son realmente mínimos. Hay algunos créditos de parte de Alemania e Inglaterra al final de los años veinte, pero son créditos a mediano plazo con intereses astronómicos. Había créditos alemanes que alcanzaron intereses de más del 30% anual. Si bien estos créditos tenían importancia no la tenían p or su tamaño ab­ soluto, sino por la posibilidad de solucionar cuellos de botella que se produjeron en las primeras fases de esta industrialización. La industria­ lización china tenía una ayuda más im portante de parte de la Unión So­ viética, pero esta ayuda no llegó nunca a tamaños parecidos a las im­ portaciones de equipos modernos, por ejemplo, por parte de Latinoamé­ rica. Terminada esta ayuda, después de un período de más o menos diez — 153 años, se produjo una crisis, que se podía superar en medio año y a partir de la cual la industrialización china se lleva a cabo en base a su propio esfuerzo. Pero un estrangulamiento de la industrialización parecido a La­ tinoamérica no se produjo jamás. La teoría de la acumulación socialista tendría que explicar porqué sociedades socialistas son capaces de hacer esto, mientras las sociedades capitalistas fracasan continuamente en sus esfuerzos de industrialización. La mayor movilización popular o el mayor entusiasmo en el trabajo co­ mo tal no pueden explicar nada. Hay que saber porqué esta mayor mo­ vilización puede traducirse en una mayor industrialización y en un mayor crecimiento de equipos industriales modernos. La movilización popular como tal no soluciona impasses de la balanza de pagos y los consiguientes estrangulamientos. Pero en el caso de la estructura socialista se superan estos problemas. Por eso tenemos que buscar las razones más bien en las estructuras económicas que se implantan y no en las movilizaciones po­ pulares que se realizan. Por lo tanto hace falta analizar estos nuevos elementos de la es­ tructura socialista para poder comprender lo que significa en términos de la estructura económica, la acumulación socialista. Para hacer esto, vamos a empezar con el análisis del proceso de acumulación en la es­ tructura capitalista. El equilibrio en la acumulación capitalista Con este fin, hay que introducir algunos conceptos de análisis. Los vamos a tom ar de los esquemas de reproducción de Marx, pero en forma cambiada. Podemos distinguir entonces en el proceso de la inversión in­ dustrial tres secciones. La sección B sería la sección de la producción de bienes materiales finales (de consumo). Esta sección no incluye los ser­ vicios, sino únicamente los bienes materiales finales, no im porta si pasan directamente al consumidor o si se entregan a través de una producción adicional de servicios. La sección A sería la sección en la cual se producen los medios de producción que se invierten en la sección B. Es la sección de la producción de bienes de producción para la producción de bienes materiales finales. La sección A-l sería el lugar de la producción de las inversiones, que se hacen en la sección A y a la vez el lugar de la repro­ ducción del capital de la misma sección A-l. Es la sección de la produc­ ción de los medios de producción para producir medios de producción. Para la dinámica económica evidentemente este sector de la economía es el más importante. Constituye una sección circular, un subcírculo den­ tro del círculo general entre producción y consumo. En esta sección se producen medios de producción nuevos en base a medios de producción antiguos en una escala siempre más amplia. Lo mismo no vale para la sección A. Esta produce bienes de producción, pero estos no sirven para la reproducción de la producción de bienes de producción. Para dar so­ lamente algunos ejemplos: En la sección B se ubicaría la producción de textiles, automóviles, viviendas, artefactos de casa, etc. En la sección A se ubicaría la produc­ ción de las máquinas de tejer, del equipamiento de las fábricas de auto­ móviles, etc. En sección A-l, por fin, se ubica la producción de la misma maquinaria que produce estos equipamientos de la sección A. Pero como la sección B y la sección A están creciendo, también la sección A-l tiene que crecer. Produce su propio crecimiento que como mínimo tiene que 154 — llegar siem pre a tasas de crecim iento suficientes para poder alim entar la necesidad de equipos para el crecimiento de las secciones B y A. La po­ sibilidad de crecer de la sección A-l limita de esta m anera la posibilidad de crecer de las secciones B y A. Un ejemplo para imaginarse el funcio­ namiento de este círculo reproductivo en la sección A-l sería un círculo entre la producción de hierro y la producción de maquinaria para pro­ ducir el hierro. Circuitos de este tipo constituyen la producción de la sección A-l y alimentan a la vez la inversión que se lleva a cabo en la sección A. Para el efecto de nuestro análisis referimos estas secciones B, A y A-l únicamente a la producción industrial con medios modernos de producción. Eso es posible por el hecho del corte entre medios tradi­ cionales de producción y medios modernos. Dada una estructura capitalista de mercados libres, el principio del rendimiento igual del capital en todos sus usos determina una cierta relación entre estas 3 secciones. Estas no pueden desarrollarse cada una autónomamente, sino solamente en función de la demanda en los mer­ cados. Esto significa que en último término se pueden desarrollar sola­ mente en función del crecimiento de la sección B. La sección A evidente­ mente puede tener solamente un tamaño adecuado para efectuar la repo­ sición de capital en la sección B más la inversión neta que asegura un crecimiento de la producción en B. Una vez instalados los nuevos equipos en la sección B, estos pueden producir solamente para el consumo. Entre la sección A-l y la sección A existe una relación similar. La sección A-l produce la reposición de capital y la inversión neta de la sección A. que por su parte es función del tamaño y del crecimiento de la sección B. Además produce la reposición del capital y la inversión neta de la sec­ ción A-l, siendo éstas también una función del tamaño y del crecimien­ to de la sección A y por lo tanto en último término del tamaño y del crecimiento de la sección B. La dependencia de los mercados determina por lo tanto una re­ lación fija e invariable entre las secciones B, A y A-l. Para aclarar esta relación, podríamos dar un ejemplo numérico, que está construido sobre supuestos sumamente simples. Suponemos un coeficiente de capital a = 2 , una vida útil del equipo de Vu = 20 años, y una tasa de crecimiento de la sección B de c = 10%. Si se supone una producción de la sección B igual a 100, se da el siguiente tamaño de las secciones A y A -l: Sección Producción Capital Inversión 2*> periodo 1er. período Período A-l A B A-l A B 9+1,285+ 2,57 12,85 30 100 14,13 33 110 25,6 60 28,17 66 220 1,285 + 2,57 3,85 3+ 6 9 200 10 + 20 30 Con el supuesto de un coeficiente de capital a = 2 el capital de cada sección es siempre el doble de la producción de ésta, mientras la reposición de capital es siempre igual al cuociente capital/vida útil ( 1/20 del capital de cada sección) y la inversión neta igual al doble de la pro­ ducción adicional. — 155 De esta manera el tamaño de la sección A y A-l resulta ser una función del tamaño de la producción de B, del coeficiente de capital de la vida útil del equipo y de la tasa de crecimiento en la sección B, Sec­ ción A, A-l = F (B, a, va, c). Pero como solamente la inversión neta en A-l alimenta los circui­ tos reproductivos del capital, podríamos definir un coeficiente de la reproducción del capital que expresa la relación entre la inversión neta en la sección A-l y la suma total de la inversión neta en el circuito eco­ nómico total: I A-l Coeficiente de la reproducción de capital = I + I + I A-l A B 2,57 En nuestro ejemplo tendría el ta m a ñ o ----------------------- = 0,085 2,57 + 6 + 20 En este caso, menos de una décima parte de la inversión se em­ plea para inversiones reproductivas, todas las otras inversiones se en­ caminan inmediatamente hacia el consumo. Eso significa, que tienen que convertirse forzosamente después del período técnico de producción res­ pectivo en consumo de bienes finales. No significan ahorro a largo plazo, sino son anticipaciones inmediatas de un consumo futuro aumentado. Si ahora se produce un estrangulamiento del sector industrial por el he­ cho que la capacidad para im portar tiene un tope determinado y a la vez el coeficiente de importación de las inversiones es alto, toda esta estruc­ tura se inmoviliza sin poder tener una dinámica expansiva en dirección hacia un empleo relativo más amplio de la mano de obra de toda la eco­ nomía. No obstante, la dinámica interna del sector industrial puede man­ tenerse, pero sin tener una fuerza expansiva. La rigidez de esta estructura se debe al hecho de ser una estruc­ tura de mercado con igualdad de rendimiento del capital en todas las secciones. El tamaño del núcleo dinámico y expansivo de la economía — de la sección A-l—, no se puede determinar directa y autónomamente, sino solamente a través de la manipulación del tamaño de la sección B. En último término se puede ejercer una influencia sobre A-l exclusiva­ mente por una influencia sobre la tasa de crecimiento de la sección B. Esta rigidez no im porta si la sección A-l tiene un tamaño adecuado para alimentar un crecimiento de la sección B que asegure la expansión de la industria entera. En las condiciones del subdesarrollo este caso se puede dar únicamente si la sustitución de las importaciones llega no solamente a la sección A, sino también a la sección A-l, sector de la repro­ ducción del capital. Pero esta reproducción es lo verdaderamente difícil. No es posible sin una tecnología propia y sin instalaciones correspon­ dientes en la sección A-l. Pero estas instalaciones siempre serán de alta tecnología, por lo tanto, están sometidas a las necesidades de esta tec­ nología. Tienen que tener empresas de tamaños grandes y necesitan una especie de gran empuje para poder nacer. Hay un problema propio en el salto de la industrialización desde la sección A hacia la sección A-l. Pero este gran empuje hacia la sección A-l es solamente posible si hay a la vez un empuje de las mismas dimensiones en la sección A y la sección B. Siguiendo las cifras supuestas de nuestro ejemplo, el coe­ ficiente de la reproducción del capital ( = 0,085) obliga a invertir equi­ libradamente en la estructura entera. Si se quiere invertir para el empuje 156 — n de la sección A-l una cantidad de 8,5, obligadamente se tiene que in­ vertir a la vez una cantidad de 91,5 en las secciones A y B. Para obtener la fuerza reproductiva de estos 8,5, hay que canalizar hacia el consumo una suma mucho más grande, (91,5) que no va a tener el más mínimo efecto expansivo sobre la base económica. Por eso el gran empuje den­ tro de la estructura capitalista necesita una ayuda económica astronó­ mica para dejar un efecto bastante modesto. Con su decisión de mante­ ner el equilibrio, la estructura capitalista desemboca en una dependen­ cia total del extranjero y de hecho en la frustración del desarrollo. Pero hay todavía una consecuencia de la mantención de la estruc­ tura capitalista, que es igualmente desastrosa. La falta de una dinámica reproductiva en la producción del capital obliga a la importación de los equipo y técnicos desde los países desarrollados y por lo tanto de la téc­ nica más moderna. Otras instalaciones no se venden. Esta alta tecnología es siempre superior en el interior del país subdesarrollado en relación a los sectores no industrializados y puede constantemente destruir cual­ quier intento de producción con medios más anticuados, que sin embargo estarían al alcance de la posibilidad productiva y reproductiva de los sec­ tores económicos todavía no industrializados. En el interior del país sub­ desarrollado las leyes del mercado destruyen entonces todos los esfuer­ zos productivos de sectores no industrializados o los lim itan considera­ blemente con el efecto de convertir esos sectores en sectores marginados de la vida económica del país. Frente a estas limitaciones habría que analizar la acumulación socialista, porque a nuestro entender tiene herramientas estructurales que le permiten superar los estrangulamientos mencionados. Acumulación socialista versus acumulación capitalista Con la marginación del criterio de los mercados y del rendimiento igual del capital en todas las secciones de la producción industrial, la acumulación socialista logra la capacidad de determinar autónomamente el tamaño de la inversión en la sección A-l 4. No necesita determinarlo indirectamente a través de la determinación de la tasa de crecimiento de la sección B. Haciendo eso, puede multiplicar la capacidad expansiva de las inversiones industriales. En el caso límite tiene la capacidad de llevar el coeficiente de la reproducción del capital hacia un valor de uno, es decir, una concentración de toda la inversión neta sobre la sección A-l. En este caso las inversiones en la sección A y B se limitan a la sola reposición del capital. Pero en caso de necesidad se puede renunciar hasta a la reposición del capital en la sección A y B. Lo que determina ahora el límite de la producción de A-l es la capacidad técnica de invertir en la sección A-l. Esta ahora se desarrolla como un circuito cerrado en el que unos medios de producción producen continuamente nuevos medios de producción en una escala siempre más amplia. La importación se puede lim itar a cubrir cuellos de botella y el circuito entero se puede dirigir hacia una autarquía siempre más grande para bajar el coeficiente de importación. Un estrangulamiento de la fuerza expansiva industrial ja­ más se puede dar, porque este circuito cerrado puede siempre recurrir a técnicas más primitivas en el caso de no tener todavía acceso a las técnicas más modernas. En el caso límite teórico de una falta completa de equipos modernos y de una imposibilidad total de importación de 4 Ver Hinkelammert, Franz: Der Wachstumsprozess in der Sowjetwirtschaft. Berlín, 1961. —» 157 equipos, podría hasta recorrer todos los pasos de la industrialización del siglo XIX partiendo de equipos de técnica tradicional hasta llegar a la técnica más moderna. Ni teóricamente se puede construir el caso de un estrangulamiento externo de la acumulación socialista, si se supone un espacio suficientemente grande para perm itir una autarquía económica con aprovechamiento de la técnica moderna. Esta concentración de la inversión sobre la sección A-l es la prim era condición para la acumula­ ción socialista. Dos condiciones adicionales ya van implícitas a esta condición principal, pero hace falta explicitarlas. Primero: se trata de la necesidad de separar la industrialización en la sección A-l de los mercados externos. La importación de equipos para A-l no se puede hacer tampoco sobre criterios de la igualdad del rendimiento del capital dentro de la sección A-l. El criterio para el uso de equipos importados tiene que ser más bien la posibilidad o imposi­ bilidad de producirlas en el país. Un cálculo de costos no puede tener gran importancia para eso. Solamente en casos muy extremos puede servir. En todos los otros casos la guía puede ser solamente el principio general de no destruir ninguna técnica relativamente primitiva —a pesar de sus costos más altos—, que es compatible con la industrialización de la sección A-l. Segundo: se tra ta de una separación rígida entre la producción industrializada y los sectores no industrializados. La concentración de la inversión de equipos modernos en la sección A-l no significa de nin­ guna manera el abandono de estos sectores ni tampoco necesariamente una baja del consumo. Significa el fomento de estos sectores en base a equipos de técnica tradicional o de técnicas nuevas, cuya construcción sea posible con los equipos primitivos de la técnica tradicional. En base a estas inversiones no industriales esta producción puede ser fomen­ tada por la asesoría técnica, la movilización de las masas, etc. Solamente en casos extremos va a recurrir a la técnica de producción industrial, por ejemplo, en una agricultura más bien tradicional el empleo de pro­ ductos industriales que tienen un rendimiento extraordinario como cier­ tos abonos, insecticidas, etc. Pero en ningún caso se tra ta de una indus­ trialización del campo, sino de medidas adicionales a un fomento de la produpción de sectores no industrializados, que se desarrollan principal­ mente por su esfuerzo propio. Todas estas indicaciones generales sobre la estructura básica, en la cual se basa la acumulación socialista, se refieren a espacios económi­ cos grandes. La situación cambia ciertamente cuando se trata de países con espacios económicos pequeños. En tales países es inevitable la inte­ gración económica en un espacio económico mayor. Como consecuencia es también posible que se produzca el estrangulamiento por el comercio exterior. Pero por eso no es imposible la acumulación socialista con es­ tructura propia. Se da ahora más bien a partir del sector de exporta­ ciones, que hasta cierto grado siempre puede ser un sustituto de la pro­ ducción en el sector A-l. Pero la acumulación socialista enfrenta ahora todas las dificultades que son resultado de la integración por el comercio exterior en un espacio económico mayor. De todas maneras se pueden indicar las líneas de ordenamiento de la estructura económica en una situación tal. La posibilidad del desarrollo descansa ahora, a la vez en una promoción de la producción del sector A-l como de las exportacio­ nes. La promoción de A-l es posible solamente como una integración en una producción complementaria del espacio económico mayor y tiene que cumplir desde el prim er momento con las exigencias de calidad y de 1 costos de este conjunto en total. Es por lo tanto especialmente difícil y en ciertos casos hasta imposible. Bajo condiciones de este ultimo ti­ po, el desarrollo puede descansar solamente sobre una industrialización progresiva, de materias primas del país, y toda la planificación econó­ mica tendría que concentrarse sobre esto. La división de mercados hay que tratarla ahora análogamente a la acumulación socialista en espacios económicos grandes. Las importacio­ nes de equipos tienen que concentrarse sobre este sector de promoción central. Por otro lado, hace falta establecer igualmente una división de mercados entre la producción reproductiva (que ahora no es la sección A-l sino el sector exportador que se industrializa) y los mercados de otras producciones. En cuanto a éstos últimos vale otra vez el criterio de la minimización del uso de equipos modernos y de la promoción de la producción dentro del marco de equipos tradicionales y con asesoría técnica moderna. Pero este tipo de acumulación socialista tiene sus límites serios. No puede ser jamás la solución de un gran número de países subdesa­ rrollados. Su posibilidad queda más bien limitada a países que tienen una riqueza natural extremadamente grande que les dé la posibilidad de desarrollarse como periferia. Como toda región desarrollada tiene que tener necesariamente periferias, siempre habrá también países perifé­ ricos totalmente desarrollados. No obstante, eso no puede ser una so­ lución para el conjunto de los países subdesárrollados, porque este con­ junto jamás puede desarrollarse en forma de periferia. Eso no excluye que algunos lo pueden. Hablando entonces del conjunto de los países subdesarrollados, la posibilidad de la acumulación socialista descansa en la necesidad de poder actuar en espacios económicos grandes. Se trata de una necesidad que puede restringir seriamente las posibilidades de la acumulación so­ cialista en América Latina, a no ser que la acumulación socialista se implante simultáneamente en un conjunto de países del continente. El sistema capitalista y la acumulación socialista Una vez elaborado el esquema teórico de la acumulación socialista es posible discutir su relación con la existencia del sistema capitalista. La diferencia tradicional entre sistema capitalista y sistema socialista se hace en base a la dicotomía economía de mercado-economía planifi­ cada. Los economistas tienden a m arginar la discusión del sistema de propiedad y reemplazarla por la discusión de sistemas de dirección. Los problemas del sistema de propiedad parecen secundarios puesto que un sistema de propiedad capitalista puede ser planificado y u n sistema de propiedad socialista puede constituirse como una economía socialista de mercado, (por ejemplo, el caso de Yugoslavia). En estos términos, la estructura económica sería suficientemente aclarada por el análisis de estos sistemas de dirección. Estructuras capitalistas y estructuras socia­ listas se entienden a partir del mismo equilibrio económico, en función del cual constituyen distintos sistemas de dirección. Pero en el propio plano del sistema económico la diferencia entre los dos sería puramente cuantitativa, dado que el sistema socialista tendría algunos elementos más de planificación y el sistema capitalista algunos menos. Si nuestra tesis de la acumulación socialista es correcta, toda esta dicotomía es falsa. El sistema capitalista y el sistema socialista serían — 139 cualitativamente distintos. El sistema capitalista está orientado de por sí y sin escape a una acumulación en términos de equilibrio entre las secciones A-l, A y B. Puede tener más elementos de controles o también más elementos de planificación, pero esta orientación fundamental de­ termina toda la estructura económica que puede existir con este sistema de dirección. No tiene opciones más allá de este equilibrio. La ideología de este sistema defiende este punto de vista negando cualquier tipo de equilibrio que no sea determinable dentro de una estructura de mercados. La tesis de la acumulación socialista sostiene al contrario de que hay equilibrios económicos —situaciones económicas óptimas—, que no pueden realizarse dentro de una estructura de mercados, pero que sí pueden ser realizados en estructuras de otro tipo. Estas estructuras so­ cialistas no prescinden simplemente de los mercados, pero los marginan y subordinan. Una estructura socialista tal tiene opciones que se le es­ capan a estructuras capitalistas. Por supuesto, tiene también la opción de una economía de mercados. Pero no se lim ita a esta opción. En caso de necesidad tiene otras. El sistema capitalista, en cambio, no las tiene. En caso de necesidad de otras opciones desarrolla simplemente el sub­ desarrollo. Otra alternativa no tiene. En términos de nuestro análisis esto significa, que el sistema ca­ pitalista no puede determinar autónomamente el coeficiente de la repro­ ducción del capital. Una estructura socialista en cambio es capaz de ha­ cer eso. Tiene por lo tanto un margen de libertad más grande que la estructura capitalista. En este sentido la planificación socialista no se puede confundir con la planificación capitalista. Y la posibilidad de su realización descan­ sa sobre la existencia de un sistema de propiedad socialista. Por lo tanto, la determinación del sistema de propiedad es previa a la determinación del sistema de dirección. En cuanto a la solución del problema del subdesarrollo, las con­ secuencias son muy claras. La mantención del sistema capitalista es a la vez la reproducción del subdesarrollo y la superación del subdesarrollo es posible solamente como superación del sistema capitalista como sis­ tema de propiedad. En el mismo sentido se podría decir que el subdesa­ rrollo no es una categoría independiente al lado de la dicotomía capita­ lismo/socialismo y de las luchas de clases, sino es al contrario la apa­ riencia que toma esta dicotomía. La lucha por el desarrollo se revela en­ tonces como una apariencia de la lucha de clases en el plano internacional. 160 — Proposiciones para un pronunciamiento de la facultad de medicina de la Universidad de Chile sobre el control de la natalidad (1) Francisco Mardones S. Consejero Estudiantil Facultad de Medicina, De acuerdo a lo solicitado, nos atendremos a pedir a esta Junta aprobar un método de trabajo que permita una clarificación sobre este difícil tema. Para ello señalaremos brevemente algunos de los hechos que son hitos fundamentales en esta cuestión y, por lo tanto deben in­ vestigarse. 1?— En 1965 se planteó en Chile llevar a cabo una campaña de planificación familiar con criterio médico, es decir, se pretendía cubrir: a) A las mujeres con alto riesgo de aborto; b ) Los casos en que fuera necesario proteger nuevos embarazos (como es el caso de la madre desnutrida y aquélla cuyo ingreso familiar es muy exiguo, lo que hace prever un hijo desnutrido si se engendra in­ mediatamente); c) Y las causas médicas. El SNS calculó que un 15% de las mujeres en edad fértil cumplían estos requisitos. El SNS tendría el control directo y la CONDUCCION TOTAL de este programa. 2°— Estos programas de planificación familiar han sido descritos por el Dr. Bernard Berelson, presidente del Consejo de Población, New York (Fundación Rockefeller) en febrero de 1969 como un prim er paso hacia el control de la natalidad: “Este problema es más urgente en los países en vías de desarrollo, en los que el rápido aumento de la población retarda el desarrollo social y económico... ¿Por qué ha sido la Planifi­ cación Familiar el prim er paso hacia el control de la población? Posi­ blemente porque desde el punto de vista político es lo más aceptable, ya que al estar estrechamente ligada a la protección matemo-infantil, indudablemente se la percibe como una medida de salud y al ser volun1 Planteamiento hecho en abril del presente año a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chle por el Consejero Estudiantil señor Francisco Mardones S. y aceptado por unani­ midad por dicha Facultad, formándose una Comisión de Académicos y Estudiantes que se abocaría a la recopilación de antecedentes sobre el tema. — 161 ii.— taria, se puede justificar como una contribución a la afectiva libertad personal de las parejas. Dentro de estos conceptos su práctica va estre­ chamente ligada a valores aceptados y, por lo tanto, es políticamente factib le... Para los fines de este estudio asumamos que los programas nacionales de planificación familiar, basados principalmente en la anti­ concepción voluntaria, no son "suficientes’', definiéndose esta palabra no necesariamente como un crecimiento nulo en algún presente prolongado, sino como el descenso rápido y sustancial de las tasas de natalidad. La expresión "suficientes” evade la cuestión de la meta final, pues simple­ mente exige una reducción más rápida del crecimiento demográfico que la actualmente en proceso o en proyecto y dentro de lo posible, entre más acelerada, mejor. Para dar idea de un orden general de magnitud basta con indicar que la finalidad inmediata es reducir a la m itad el índice de natalidad en los países en vías de desarrollo en los próximos diez o vein­ te años; digamos, de 40 nacimientos anuales por 1.000 habitantes a 20-25”. En este sentido, estudiantes de Medicina, en una investigación sobre planificación familiar realizada, plantean lo siguiente “Nosotros pensamos que, en efecto, detrás del uso masivo de los métodos anticon­ ceptivos, hay dos tipos de criterio superpuestos: uno, de orden médico, tendiente a prestar atención terapéutica y preventiva a los problemas bio-psicológicos derivados de la fecundidad de la pareja humana y a los médico-sociales, como el aborto y; otro, de orden demográfico y político, tendiente a dar, sobre todo en los países “subdesarrollados", en conjunto con otras medidas políticas, las condiciones del llamado “despegue eco­ nómico” que pongan aceleradamente a estas naciones en un pie de mejor comparación con las llamadas “sociedades desarrolladas”, rebajando la barrera de separación y alejamiento mutuo. Las técnicas médicas anti­ concepcionales, independizadas del criterio médico, albergan el serio pe­ ligro de servir a ciegas y en forma desmedida e inhumana, a enfoques po­ líticos que no han sido sometidos a un serio análisis científico. La posi­ bilidad o imposibilidad de convergencia entre los criterios médicos y político es el problema que nos preocupa y por el cual hemos buscado hacer la investigación que sigue como un pequeño aporte a la clarifica­ ción de esta difícil cuestión. Nuestra hipótesis de trabajo parte en este caso dpi hecho de que hemos puesto en tela de juicio los objetivos tra­ dicionales de los programas de planificación familiar, que, tal como se están aplicando actualmente, más bien nos parecen sistemas destinados a la reducción drástica de la natalidad, derivados de un criterio economicista y no planes tendientes a crear un real conocimiento de la respon­ sabilidad de la pareja humana en la procreación y de su relación con la dignificación del hombre y la sociedad. En este concepto de PATER­ NIDAD RESPONSABLE el que, a nuestro juicio, debería ser alcanzado por las poblaciones sometidas a programas de planificación fam iliar”. 3?— Investigaciones realizadas por estudiantes de Medicina del Sexto Año 1969 (Pobl. Parque Sta. Mónica), por Josefina Losada de Masjúán y por Querubina Henríquez de Paredes señalaron que en las po­ blaciones marginales del Gran Santiago se está ya en una cobertura del 40% de las mujeres en edad fértil, con métodos eficaces. También últi­ mos estudios realizados por CELAP señalan un 60% de corbetura en poblaciones marginales. 4?— Con fecha 18 de diciembre de 1968, se firmó entre el SNS y la Asociación Chilena de Protección de la Familia (financiada por la IPPF: International Parenthood Planning Family) un "convenio desti­ 162 — 1 nado a regularizar y a establecer sobre bases legales y reglamentarias un programa cooperativo sobre regulación de natalidad en todo el territorio nacional. Las acciones de este programa se realizarán a través de los or­ ganismos locales de salud, dependientes del SNS, encauzando a ese nivel la cooperación financiera y administrativo-técnica de la Asociación". Uno de sus artículos dice así: “Art. 4°: Los aportes de la Asociación consisti­ rán en bienes durables o de consumo y en REMUNERACIONES PARA EL PERSONAL DEL SERVICIO POR HORAS TRABAJADAS, corres­ pondientes a labores efectuadas en horarios distintos al que tenga contra­ tado con el servicio. 5°— Una parte im portante de la contracepción que se realiza es financiada (pagándole en forma directa al médico por D IU 1 colocado o contracepción realizada) por la Rockefeller Foundation u organismos privados que funcionan con un importante aporte foráneo (Asociación Chilena de Protección de la Familia). Se efectúa este tipo de acciones en locales del SNS (locales del Estado chileno). Aquí también es im portante señalar que el pago directo por acto médico, hace que se concentre el recurso médico progresivamente en este tipo de acciones, sin que medie una educación e información ade­ cuada a las pacientes. 6?— Personeros de los EE. UU. han hecho declaraciones como las siguientes: Frederick Osborn (miembro del Consejo de Población Mundial, N. Y.): “El peligro aumenta por la desigualdad entre las naciones "po­ seedoras” y “desposeídas” ( . . . ) . Los países "poseedores" tienen un am­ plio margen al que pueden acudir para m ejorar la educación, proporcio­ nar capital para invertir en nuevas fábricas y m ejorar en todos los sen­ tidos el nivel de vida. En los países “desposeídos”, la gente debe gastar lo que posee para satisfacer sus necesidades más primarias. No hay mar­ gen para alcanzar educación, adiestramiento en técnicas modernas, cons­ trucción de nuevas fábricas o m ejorar la agricultura y los transportes. Todo lo que producen lo necesitan para m antener la vida. Considerando que las naciones “poseedoras”, incluyendo Rusia y Japón, forman en la actualidad menos del 33% de la población mundial y pronto formarán no más del 25% estas desigualdades son un peligro. Cuando China, India y otros países menos industrializados dispongan de armas modernas, atómicas y de otra índole, la minoría de las naciones actualmente indus­ trializadas estará en peligro a causa del número, la pobreza y la intran­ quilidad de las “desposeídas”. Si la civilización occidental fuese atrope­ llada por las masas desesperadas de un mundo superpoblado, surgiría el Obscurantismo. Joseph S. Clarke (discurso en el Senado de EE. UU., 14 de junio, 1965); “A.I.D. debería promover la formulación de programas de plani­ ficación voluntaria de la familia como una necesaria condición para en­ frentar la marea creciente de bocas hambrientas y a las aspiraciones in­ satisfechas en esos países y así evitar que la ayuda americana se desper­ dicie en un tonel sin fondo. A.I.D. debería moverse desde su actitud de activo proselitismo de la causa del Family planning, en los muchos paí­ ses donde esto podría ser apropiado”. Lauchlin Currie (Programa de Conferencias del P.R.B., Population Reference Bureau Inc., Cong. N? 1, Bogotá, 9 de noviembre, 1966): 1 Dispositivos mtra-uterinos. — 163 "Un crecimiento acelerado significa restar recursos al desarrollo... Todo esto, a su vez, representa pobreza continuada, frustración, odio y envidia, incapacidad para abordar problemas cuya magnitud aumenta todos los días, mengua de la fe en la justicia y en la eficacia tanto del sistema de libre, empresa como de la democracia, naturalmente, una dispersión de los esfuerzos y la improvisación y demagogia que son sus resultados”. Kenneth Bollding: “El infanticidio y el aborto son probablemente los métodos más seguros del control de la población. El infanticidio es repugnante a una sensibilidad moral desarrollada y difícilmente puede ser practicado sin destruir ciertos valores intangibles que son importan­ tes para una elevada calidad de vida humana. Sólo tengo una sugerencia positiva que hacer, una proposición que actualmente parece tan traída de los cabellos, que creo ocasionará sólo risa al exponerla. Sin embargo, creo con toda seriedad que un sistema de LICENCIAS PARA TENER HIJOS, COMERCIABLES, sería el único que combinaría el mínimo de control social necesario para la solución de este problema con un máxi­ mo de libertad individual y elección ética. A cada m ujer joven, al acercarce a la madurez se le presentaría un certificado que diera derecho a su poseedora a tener, digamos 2,2 niños o cualquier número que asegu­ rara una proporción reproductiva de uno. La unidad de estos certificados podría ser la "deci-niño” y la acumulación de diez de estas unidades, ya fueran compradas, heredadas u obsequiadas, perm itiría a una m ujer ma­ dura tener un hijo legítimo. Se podría entonces establecer un mercado de estas unidades en el que los ricos y los partidarios de la procreación podrían comprar a los pobres, a las monjas, a las solteras, etc. ( . . . ) . Este plan tendría la ventaja adicional de desarrollar a la larga una ten­ dencia a la igualdad de ingresos, pues los ricos tendrían muchos hijos y serían menos ricos y los pobres tendrían pocos hijos y serían menos pobres". Mientras tanto, Robert McNamara pretende supeditar los présta­ mos del Banco Mundial a la aplicación de rigurosos planes antinatalistas en América Latina. En nuestro país, por otra parte, aparecen también algunas opi­ niones favorables al control de la natalidad: ' P. E. C., 25 de noviembre de 1966, Stgo.: “.. .S e busca equilibrar las posibilidades reales de la economía de un país con las necesidades de sus habitantes para incorporar plenamente al grupo de las comunida­ des al pleno desarrollo. Simultáneamente, al desaparecer el hambre, la escasez de viviendas y las carencias educacionales, desaparecen las pre­ siones sociales y el descontento popular y se anulan prácticamente las oportunidades para engendrar estados de conmoción y revolución per se. Un gobierno que busca el progreso social, busca la planificación de la familia. Un gobierno que busca el desorden social, impide la planificación de la familia. Benjamín Viel (Implicaciones Sociológicas del Crecimiento de la Población, P.R.B., Tercer Diálogo de Población, Long Island, Nueva York, 27-29 de junio, 1969): "Si el hombre crece con más velocidad, como hasta ahora lo hace en América Latina, una revolución llevada a cabo por masas analfabetas y paupérrimas tendrá que ser la consecuencia lógica del simple hecho demográfico que anotan nuestras estadísticas vitales. Ellas nos están señalando que la mitad de nuestras poblaciones tienen menos de 20 años de edad, sin que exista posibilidad alguna de incor­ porar al mercado del trabajo al total de los que cada año alcanzan los 164 — veinte años. Resulta difícil pensar que tal tensión revolucionaria pueda encauzarse hacia una evolución normal, cuando la generación intermedia, que debía servir de elemento neutralizador, ha perdido buena parte de la fe que tenía en sus propios valores y es mirada por la juventud, por una parte, como causante del desastre que ella sufre y, por otra, como ostentador indebido de un poder que no ha sabido emplear. Ante un pa­ norama tan incierto y peligroso resulta realmente difícil de comprender que sean los elementos más tradicionales de nuestra sociedad los que combaten con mayor energía a aquéllos que intentamos disminuir nues­ tra excesiva velocidad de crecimiento en la esperanza de disminuir la tensión intrafamiliar, que lleva a las madres al infanticidio inconsciente y al aborto, y a la tensión social, que lleva a los hombres a la rebelión y a la violencia, buscando cambios que sólo serían alcanzables en la paz y en el diálogo”. 7?— sin embargo, en América Latina se alzan voces que se oponen a la imposición de programas antinaturalistas: Reportaje en el "Survey of International Development” Vol. III. N? 6 junio 15, 1966: “El delegado del Perú, portavoz de los puntos de vista de otros delegados latinoam ericanos... Explicó que América La­ tina. .. tiene "tierras vacías y recursos no explotados” y si UNICEF mis­ ma va a ser envuelta en el control de la población, las naciones ricas pueden caer en la tentación de reducir la ayuda económica y concentrarla en la asistencia a los Servicios de birth-control”. Correio de Manha, agosto 10, 1966: "El neomaltusianismo es ma­ nipulado por los grandes laboratorios... y casas farm acéuticas... la ac­ titud reaccionaria no es la Iglesia Católica sino la de los planificadores de la familia, por razones comerciales nacida de los intereses geo-políticos norteamericanos (así no habrá una prevalencia de poblaciones subdesarrolladas o asiáticas o de comunistas norteamericanos) y también nace del miedo de las reformas estructurales. Brasil, falto de recursos depen­ de para su progreso económico de su fuerza de trabajo. No será con el control de la natalidad financiado por el Banco Nacional del Desarrollo y la Alianza para el Progreso o empresas extranjeras que nuestro país tendrá éxito en desarrollarse por sí mismo; por el contrario será a través de dramáticas modificaciones de las estructuras sociales y económicas". Diario El Siglo, Stgo. martes 8 febrero de 1966: "América es pre­ sentada en este plan, como una de las regiones del mundo que constituye mayor amenaza por su alto índice de explosión demográfica. Sin embar­ go, en América Latina hay países capaces de albergar a un número de habitantes diez o veinte veces mayor que su población actual. Mas, para lograr que este albergue responda a las necesidades elementales de la población humana, hay que trabajar la tierra, explotar y explorar el sub­ suelo; llevar a esas inmensas áreas la maquinaria agrícola, la técnica industrial, la escuela; en suma, la civilización y la cultura. Pero como esta es una empresa gigantesca, difícil de realizar, y, además, frenada en mu­ chas formas por las contradicciones y los desajustes de un mundo que en muchos aspectos está asentado sobre mentiras e hipocresías, mansa­ mente nos avenimos a seguir la línea de la no resistencia y aceptamos el control de la natalidad como un recurso “heroico" —en el fondo, sólo resultado del miedo y la desesperación— declarándonos incapaces de encarar nuestro propio destino y menos aún el de las generaciones del futuro. El control de la natalidad con toda su secuela de ignominias y pequeñas miserias; de engañosa apariencia científica y de consumado fa­ riseísmo, sólo será un genocidio legalizado. De antemano estamos conde­ — 165 nando a muerte a millones y millones de seres humanos que bien podrían venir, si nuestra imprevisión y nuestra cobardía no impidieran prepa­ rarles un sitio aquí, en la tierra, no serían sino hermanos nuestros, hijos nuestros, cuya misión será contribuir al surgimiento de un mundo libe­ rado por la inteligencia y el trabajo. Un mundo de paz, donde a nadie se le pueda m atar antes de haber nacido.. Y también fuera de América Latina, aparecen opiniones: Paulo VI, Discurso ante la Asamblea de la NU, octubre 1965: “Es en vuestra asamblea en donde el respeto a la vida, aún en lo que concier­ ne al gran problema de la natalidad, debe encontrar su más alta profe­ sión y su más razonable defensa. Vuestra tarea es la de hacer de manera que el pan sea suficientemente abundante en la mesa de la humanidad y no la de favorecer un control artificial de la natalidad, que sería irra­ cional, con el propósito de disminuir los invitados al banquete de la vida”. Respuesta del Cardenal Patrick O’Boyle, Arzobispo de Washington, al Presidente Nixon sobre política anticonceptiva: “Hay tres factores que creo, deben ser evaluados por cada ciudadano consciente, cualquier ra que sea su juicio sobre el uso de anticonceptivos por parte de las pa­ rejas en particular. Es el de considerar el problema de la política pública, que es al que me refiero ahora. Primero, los programas públicos de con­ trol de nacimientos no hacen nada para superar la pobreza o la miseria, fuera de disminuir el número de gente pobre. En teoría está muy bien imaginar que esta política pueda adoptar este procedimiento simplista en forma limitada, mientras que ataca vigorosamente la discriminación racial y otras formas de injusticia, las cuales son las razones más im­ portantes de que exista tanta miseria en medio de nuestra creciente sociedad, y la razón de que haya un abismo progresivo entre las nacio­ nes ricas y las pobres. Pero en la práctica, la actitud negativa de progra­ mas antinatales se convierte muy fácilmente en una alternativa que reem­ plaza las soluciones positivas de reconstrucción del orden social dentro de la justicia. El 25 de junio de 1965, dos meses antes del sermón que he men­ cionado, nuestro presidente en ese entonces, dirigió una alocución en la ciudad de San Francisco con motivo de la celebración del 20° aniversario de la N.U., en la cual dijo: "Encaremos en todas las tierras, incluyendo esta tierra, los crecientes problemas de nuestras crecientes poblaciones y busquémosle las respuestas a esto que es el máximo reto al futuro del mundo. Actuemos sobre el hecho de que CINCO DOLARES INVERTI­ DOS EN CONTROL DE POBLACION EQUIVALEN A 100 DOLARES IN­ VERTIDOS EN EL CRECIMIENTO ECONOMICO”. Estos planteamientos merecen ser examinados. Produjo un furioso rugido en medio de los países más pobres, especialmente en América Latina. A mi juicio estas críticas están bien fundadas: sino en todo lo que ellas dicen, sí por lo menos en cuanto que descubren en este planteamiento un falso sentido de los valores, consistente en comparar el costo de limitar la pobla­ ción, al costo de darles un servicio, como si la única diferencia importan­ te entre las dos cosas fuera el número de dólares gastados. He oído que aún muchos de los líderes del control de nacimientos encuentran que este planteamiento ha sido poco inteligente... desafortunadamente no porque refleje inadecuadamente su propósito sino más bien, porque lo refleja de una manera demasiado explícita”. 8?— Sin pretender cuestionar la integridad moral de algunos do­ centes de nuestra Facultad (de los Deptos. en los cuales se realiza control 166 — \ de natalidad), queremos señalar algunos datos que preocupan a muchos estudiantes: a) Se sabe que en Vallenar, luego de la estadía de Internos (Medi­ cina) y estudiantes de Obstetricia, se produjo un aumento de la morbi­ lidad infantil. Esto se interpreta por un reparto indiscriminado de anovulatorios, incluyendo puérperas, en las cuales éstos detienen la lactancia. b ) En Toconao (población del Norte Grande que se está extin­ guiendo porque los jóvenes emigran en busca de trabajo) se tiene noti­ cia de que las estudiantes de Obstetricia están imponiendo el control de la natalidad. Algunas fuentes han expresado que el Plan Antinatalista lo controla en forma importante en provincias la Escuela de Obstetricia. c) Algunos estudiantes han constatado que en esta Facultad se realizan investigaciones (al parecer financiadas directamente por labo­ ratorios norteamericanos, pues no aparecen consignadas dentro de los ítems para investigaciones de esta Facultad) que son de inciertos resul­ tados y cuyos riesgos no han sido suficientemente evaluados. Este punto es sumamente importante, además, porque hay datos que señalan incon­ venientes serios para el uso, tanto de anticonceptivos orales (posible de­ sencadenamiento de diabetes en prediabéticas, eventual relación con cán­ cer, con infecciones urogenitales, con atrofia irreversible de endometrio por uso continuado de progestágenos inyectables, etc.) como del DIU. (en este sentido citamos las palabras del doctor A. Guttmacher, Presi­ dente de la Federación de Planificación Familiar, del 7 del VI de 1967 reproducida en."Time” : "Con su alto porcentaje de fracasos, los dispo­ sitivos intrauterinos puede que no sean lo suficientemente buenos para que los usen sus esposas, señores; pero sí lo son para un programa de Salud Pública en un país en desarrollo. Y es ahí, en esos países donde los DIU se usan principalmente: Tawan, Ceylán, India, México.. . ” ). Qui­ siéramos plantear también en este punto la consideración de que las po­ blaciones de los países subdesarrollados podrían estar siendo utilizadas como campo de investigación farmacológicas con seres humanos, ya que los reglamentos de los países ricos impiden este tipo de riesgos a sus habitantes. Creemos necesario analizar científicamente todos los puntos men­ cionados y algunos otros, porque el problema no se circunscribe sola­ mente al debate sobre las implicancias políticas del "control de la nata­ lidad” a nivel nacional o latinoamericano, sino que también el problema se introduce en el quehacer cotidiano de los investigadores y docentes de esta Facultad, poniéndose en evidencia que no cabe aquella actitud de “neutralidad” de la ciencia (actitud muy expandida aún en medios universitarios progresistas), como si fuera posible, por el solo hecho de entrar a un laboratorio, sustraerse al inevitable compromiso político. Para que este análisis sea cumplido acabadamente, de tal manera que alcancemos una posición clara al respecto, proponem os: I .— La realización de la siguiente encuesta en los Deptos. vincu­ lados a este problema (encuesta similar se está realizando en la Facul­ tad de Medicina de Montevideo): I. Número de DIU colocados u otros métodos anticoncepcionales aplicados hasta la fecha. Edad, número de hijos, número de abortos, situación socio-económica y otros datos que se posean sobre las pacientes. II. Estudio a que se somete la paciente, previa la aplicación del anticonceptivo. — 167. III. Financiación de los trabajos de planificación familiar y costo de los mismos. IV. Viajes a provincia, actividades realizadas en provincia, con­ tactos permanentes o transitorios con otras zonas del país. V. Actividades realizadas en Santiago. VI. Estadísticas sobre tolerancia a los métodos anticoncepcionales. VII. Correlación entre usó de anticonceptivos y afecciones diver­ sas, especialmente las infecciones urogenitales, cáncer, etc. VIII. Trabajos de investigación realizados por los departamentos en colaboración con laboratorios privados nacionales o extranjeros y con el SNS. 2.— Llevar a cabo un ciclo de foros, en que se conozca la opi­ nión de: — Estadísticos — Demógrafos — Economistas — Expertos en Salud Pública — Obstetras — Sociólogos — Estudiantes de Medicina, — Genetistas. 3.— Abrir la posibilidad de que el Consejo de Facultad conozca cualquier opinión por escrito de algún miembro de esta Facultad. 4.— Reunir la documentación de los puntos 1, 2 y 3, en una revis­ ta que sirva como recopilación de antecedentes para que los consejeros se formen una opinión antes de emitir un pronunciamiento frente a las actividades realizadas en esta Facultad y en el país si se juzga necesario. 5.— A cargo de cumplir estas cuatro etapas, proponemos se cons­ tituya una comisión formada por académicos y estudiantes de esta Facul­ tad, -que con un plazo de tres meses entregue la revista con todos los datos al Consejo para que éste se pronuncie. 6.— Creemos que la Universidad reformada, conciencia crítica del proceso histórico nacional, debe pronunciarse sobre este problema que afecta gravemente a las poblaciones y a las conciencias de nuestro país y de todo el Tercer Mundo y es precisamente la Facultad de Medici­ na la llamada a cumplir esta tarea. 168 — Notas bibliográficas COLECCION ESCRITORES COLONIA­ LES DE CHILE, realizada con la asesoría del Instituto de L iteratura Chilena. Edito­ rial Universitaria, S. A., Santiago, 1969. Prólogo a la colección de César Bunster, Director del Instituto de L iteratura Chi­ lena. N? 1.— Alonso de Ercilla, La Araucana. Selección, prólogo y notas de Gui­ llermo Araya, Catedrático de la Universidad Austral de Chile. N? 2.— Alonso de Gángora Marmolejo, His­ toria de Chile desde su descubri­ miento hasta el año 1575. Selección, prólogo y notas de Nelson Osorio, Profesor de la Universidad1 de Chile. N? 3.— Diego de Rosales, Historia Gene­ ra l de El Reino de Chile, Flandes Indiano. Selección, prólogo y notas de Alfonso Calderón, Profesor e Investigador de la Universidad de Chile. N? 4.— Manuel Lacunza, La venida del Mesías en Gloria y M ajestad. Se­ lección, prefacio y notas de Mario Góngora, Profesor e Investigador de la Universidad de Chile. E l Instituto de L iteratura Chilena, junto a la Editorial Universitaria han tenido la feliz iniciativa de inaugurar una Colección de Escritores Coloniales de Chile. Su in­ tención ha sido la de divulgar obras de in­ dudable valor histórico y literario que por años han sido desconocidas por el grueso público. Hoy día podemos encontrar sus prim eras y únicas ediciones —puesto que la mayoría de estos libros no han vuelto a reeditarse— exclusivamente en las biblio­ tecas importantes o en las manos de his­ toriadores y bibliófilos. La presente colección no es una reedi­ ción completa de cada obra dé los escri­ tores coloniales, sino una selección hecha por especialistas, quienes han mantenido el plan que concibió el autor, Obteniendo así un corpus orgánico de cada una. Los libros, además, están precedidos por un prólogo del investigador que tuvo a cargo la selección, con referencias a la biografía del autor y a aspectos literarios o histó­ ricos. Incluyen a pie de página notas acla­ ratorias ya sea del lenguaje de la época o de referencias históricas o geográficas. Dado que la Colección está bajo la aseso­ ría del Instituto de L iteratura Chilena los prólogos han tendido hacia las explica­ ciones de carácter literario. Sin embargo, las obras mismas escapan a esta intención por ser en general testimonio de la época, importantes documentos pitra estudiar la evolución de la sociedad. Los dos primeros libros de esta colección —el de Alonso de Ercilla y el de Góngora Marmolejo— giran en. torno a la descrip­ ción de la guerra de Arauco, tónica cen­ tra l de muchos años de Historia de Chile. L a miserable y sacrificada vida de los españoles; la pobreza e ignorancia de esta sociedad: la capacidad de adaptación al cambio del pueblo araucano, su valía y de­ terminación por la sobrevivencia; en fin, toda una epopeya de vida y m uerte con­ tada por los que fueron en mayor o me­ nor grado sus actores, que nos acercan necesariam ente a la época de donde em er­ gió convulsionada nuestra nacionalidad. El libro del P . Rosales representa historiográficamente una etapa m ás evolu­ cionada que la crónica épica, la cual pre­ fiere las acciones bélicas. E ste cambio, realza —como la mayoría de las crónicas escritas entre fines del siglo XVI y prime­ r a mitad del siguiente— la descripción fí­ — 169 sica m atizada con la intencionalidad con­ ventual tan en boga en las cortes virreynales. De allí sus descripciones botánicas y zoológicas y las narraciones sobre la vida, costumbres y creencias de los grupos araucanos. E l cuarto libro, la obra de Lacunza, se nos escapa de esta tem ática p ara llevarnos al pensamiento culto de fines del siglo XVm y comienzos del XIX. Pensamiento religioso en torno a la explicación de las Sagradas Escrituras, cuya discusión nos permite aclarar ideas de toda una época, sin mayor color local, pero con un trasfondo de rebeldía y protesta, profundamen­ te cristiana enraizada en los Santos libros, a las injusticias terrenales (expulsión de los jesuítas, por ejemplo). Guillermo Araya, Catedrático de la Uni­ versidad Austral de Chile, tuvo a su cargo la selección y prólogo de La Araucana de don Alonso de Ercilla. Ha sido tradicio­ nal en Chile el estudio de algunos versos de este poema en, los Liceos y por lo tan­ to su autor es bastante conocido. No así la totalidad de su obra que es práctica­ mente desconocida por el grueso público. La presente selección es una muy buena m uestra del contenido de este poema. Don Alonso de Ercilla nació en 1533, en­ tró en la corte como paje en 1548, en, 1554 pasó a las Indias Occidentales y murió en 1594 en España. Fue contemporáneo de Felipe II y al igual que éste estaba lleno de un impulso vital que lo llevó a cruzar los m ares p ara llegar a estas lejanas tie­ rras. En Chile escribe su famoso poema para ser publicado entre 1569 y 1589 dividido en tres partes. Literariam ente La Araucana ha sido cla­ sificada dentro de la épica culta, clasifi­ cación form ada por cuanto ésta escapa a cualquier preestablecido: “ este es un poe­ m a —nos dice A raya— épico histórico, de conquista, que n arra la confrontación de dos pueblos muy diferentes entre sí cultu­ ralm ente” . Lo que decidió a don Alonso a la publi­ cación de su obra fue básicamente “ el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en, perpetuo silencio, faltando quien las escriba, no por ser ellas pequeñas, pero porque la tie rra es tan re ­ mota y apartada y la postrera que los es­ pañoles han pisado por la parte del Perú, que no se puede tener della casi noti­ cia. . . ” . E ste poema, verdadera crónica de la época fue escrita “ en la misma gue­ r ra y en los mismos pasos y sitios. . y tuvo como tem a central no tanto los sa­ crificios y las virtudes de los soldados es­ pañoles, —como fue la intención, del au­ tor— sino la admiración del poeta por el pueblo araucano, “ tratando sus cosas y va­ lentías más extendidamente de lo que para bárbaros se requiere, si queremos m irar su crianza, costumbres, modos de guerra 170 — y ejercicio della, veremos que muchos no les han hecho ventaja, y que son pocos los que con tan gran constancia y firmeza han defendido su tierra contra tan fieros enemigos como son los españoles” . L a selección y prólogo de la Historia de Chile desde su descubrimiento del año 1575 compuesta por el Capitán Alonso de Gón­ gora Marmolejo, fue realizado por el pro­ fesor de la Universidad de Chile, Nelson Osorio. Los datos biográficos de Góngora M ar­ molejo son, escasos y dispersos. Sin em bar­ go Osorio —con la ayuda de historiadores— logró ra stre a r una serie de fechas en la documentación de la época. Así estableció que había nacido hacia 1522 y que murió en 1576. Comentando la obra el profesor Osorio dice que “su relación es de una sobriedad extraordinaria y no se observa en ella nin­ gunos de los alardes de erudición,, muchas veces ficticia, con que acostumbran ador­ n ar sus relatos los cronistas contemporá­ neos. E stá prácticam ente ausente también la tendencia hiperbólica y la presencia de elementos sobrenaturales o milagrosos. Tampoco hay en, ella disgresiones morales ni juicios éticos que involucran una toma de postura crítica ante los hombres que intervienen” . Góngora Marmolejo dedicó su obra al limo. Sr. don Juan de Ovando, Presidente del Real Consejo de Indias. Al igual que Ercilla —y que casi todos los escritoressoldados— su intención, fue la de hacer justicia a los valerosos hombres españoles que luchaban en feroz guerra y en tierras tan apartadas, dejando un documento es­ crito, una verdadera historia de los he­ chos. “Aunque don Alonso de Arcila (E r­ cilla), caballero que en este reino estuvo poco tiempo en compañía de Don, G arcía de Mendoza escribió algunas cosas acae­ cidas en su Araucana, intitulado su obra el nombre de la provincia de Arauco; y por no ser tan copiosa cuanto fuera necesario p ara tener noticia de todas las cosas del reino” . . . “ Con esta intención quise llegar mi obra al cabo, entendiendo muchos se holgarán de saber (que) en el cabo del mundo gente desnuda, b árb ara y sin a r­ mas sea belicosa, ardidosa y arriscada (arriesgada) por la defensión de su tierra, como es la de esta p rovincia.. El prólogo y selección de la Historia Ge­ neral de El Reino de Chile, Flandes In­ diano, fue encargado a Alfonso Calderón, profesor e investigador de la Universidad de Chile. El P. Rosales fue un auténtico misionero. Nació en Madrid hacia 1603, estudió filo­ sofía y artes en Alcalá. Posteriormente entró a la Compañía de Jesús, p ara pasar como misionero hacia 1628 a Lima y luego a Chile. En Chile aprende el Mapuche, lo cual le permite un contacto m ás verdadero y eficaz con los indígenas, facilitándole su labor évangeüzadora. De simple misio­ nero llegó a ser, por su fortaleza y espí­ ritu de trabajo, Rector de la Concepción, Viceprovincial de la Orden y Rector del Colegio de Santiago, Murió en 1677. Su obra term inada hacia 1674, permane­ ció largos años sin publicar. Fue resca­ tada por Benjamín Vicuña Mackénna y publicada por prim era y única vez en 1877. Rosales fue motivado al escribir su his­ toria, por su gran deseo y búsqueda del concepto verdad: “De todo lo cual he sido testigo de vista, que es calificación de la historia y crédito de la verdad, que es el alma de ella” . Su personalidad inmensamente devota y creyente le llevó a realizar una historia de carácter providenciaüsta, y por eso —dice Calderón— “junto al relato de combates, retratos y epopeyas, descripciones de los reinos animal y vegetal, narración devota, surge majestuosamente la glorificación de las creaciones de Dios, perfectas, para mayor exaltación del creador” . Finalmente, el libro de Manuel Lacunza, La Venida del Mesías en Gloria y M ajes­ tad, cuya selección y prólogo estuvo a cargo del profesor e investigador de la Universidad de Chile, Mario Góngora, quien utilizó en su trabajo la edición in­ glesa de 1826, considerada superior a to­ das las demás. El excelente prólogo del profesor Góngora, está hecho desde un punto de vista histórico. Lacunza nació en Santiago en 1731, in­ gresó al Convictorio de San, Francisco J a ­ vier en 1741, p ara entrar en 1747 a la Com­ pañía de Jesús. Se ordenó sacerdote jus­ tamente un año antes de la expulsión de los Jesuítas de América. P or esta razón debió pasar el resto de sus días en Imola, Estado Papal, donde se dedicó al estudio de las E scrituras y a redactar su gran obra. Murió en 1801, esperando la licencia eclesiástica p ara la publicación de su li­ bro que había terminado íntegramente en 1790. Su obra, escrita en tres tomos, puede ser considerada como una de las m ás impor­ tantes producciones del pensamiento chi­ leno. Al igual que casi todas las otras obras coloniales, jam ás h a sido reim presa en el presente siglo, pese a la difusión y éxito que tuvo en su época. Hacia fines del siglo X V m y en las prim eras tres décadas del siglo XIX se hicieron 3 ediciones en España, 2 ediciones en Inglaterra, 2 edi­ ciones en México y 1 edición en Francia. Fue traducida al inglés y al francés. Ade­ más circularon una serie de compendios y extractos. En Chile tuvo un fuerte impacto aun­ que reducido a los grupos intelectuales y a los religiosos. “Entre 1800 y 1941 —nos dice Góngora— encontramos toda una lí­ nea de personalidades adictas al lacunzis- mo, que constituyen un capítulo impor­ tante de la historia interna de la Iglesia” . La obra de Lacunza fue largam ente dis­ cutida y si bien no fue condenada por la Iglesia, sí hubo una definición en su contra por parte de ésta. “El lacunzismo —continúa Góngora— solamente se ha expandido en círculos ecle­ siásticos y entre laicos cultivados, sin co­ b ra r nunca resonancia popular o social, ni en Chile ni en, otros países, a la inversa de tantos otros escatologismos. Cabe pre­ guntarse el motivo de ello. Nos parece que radica en el carácter mismo de la obra, discusión de textos simbólicos que quiere mantenerse siempre crítica y aten­ ta al sentido literal; muy despojada de re ­ presentaciones de la fantasía popular” ,...” no es que falte la fantasía en Lacunza, pero ella no es popular sino racionalísticautópica” . . . _ E s importante p ara entender la obra de Lacunza tener algunos antecedentes del milenarismo, y a que sus tem as están se­ leccionados por una muy larga tradición anterior. “ Se sabe hoy día muy bien —di­ ce Góngora— que el cristianismo primitivo fue un movimiento escatológico que vivió en la esperanza del inminente advenimien­ to glorioso del Cristo, después de que éste pasó por la muerte y resurrección. La lí­ nea de pensadores específicamente milenarista se define en que no se representa ese acontecimiento decisivo como un juicio y un tránsito inmediato a la eternidad, si­ no que, antes de ese final, espera un, reino terrestre de Cristo y sus santos” . El entusiasmo por la interpretación lacunzista del Apocalisis y de las Profestas fue decayendo hacia 1830, salvo en Chile y en sectores eclesiásticos muy delimita­ dos, aunque el escatologismo surge con nuevos motivos a raíz de la crisis europea y mundial de los siglos XIX y XX. Dos nuevas obras, de la Colección co­ mentada, aparecerán próximamente. La prim era son Los Cartas de Pedro de Val­ divia, que son fuente obligada p ara el co­ nocimiento de los años de conquista y los primeros contactos entre los dos pueblos que forjaron la nacionalidad chilena. No se tra ta en este caso de una selección, sino de la edición completa de estos documen­ tos. E l prólogo, comentario y notas está a cargo del profesor de la universidad de Chile, Mario Ferreccio Podestá. La segunda obra es la de Alonso Gon­ zález, Desengaño y Reparo de la Guerra en Chile. La selección, prólogo y notas fue realizada por el profesor e investiga­ dor de la Universidad de Chile, Rolando Mellafe. E sta obra tiene un, especial in­ terés por cuanto es un documento etnohistórico y social único en la época. Como bien dice Mellafe, González de N ájera puede ser considerado el prim er sociólogo que vivió en Chile. Su gran percepción y — 171 sentido crítico de la sociedad de su época determ ina a su libro como un documento imprescindible para todo aquel que pre­ tenda estudiar y comprender el proceso de la colonia y la posterior evolución de nues­ tra historia. María Teresa González P. Investigadora CEREN. UC. “LOS MEDIOS DE COMUNICACION DE MASAS” (LA IDEOLOGIA DE LA PREN­ SA LIBERAL EN CHILE), Armand Mattelart, Mábel Piccini, Michéle Mattelart -CUADERNOS DE LA REALIDAD NA­ CIONAL, N? 3, marzo del 1970 - CEREN. El libro, que comentamos, con razón evoca un interés especial. Tiene muchas cualidades. Es un libro científico de alto nivel, qiie á pesar de eso está al alcance del lector no especializado en el campo al cual se refiere. Además, se centra en un tem a muy poco discutido. Si bien hay mu­ cha literatura sobre los medios de comuni­ cación de m asas, hay muy poca sobre el caso específico, a l cual apunta el subti­ tuló del libro: “La ideología áte la prensa liberal en Chile” . Se centra en un campo específico de los medios de comunicación, y se podría añadir: el campo dominante, que de hecho form a la “opinión pública” del país y en relación al cual toda otra publicidad tiene una significación m ás bien secundaria, llega solamente a determina­ dos grupos sociales que además ya están preformados por este núcleo de la prensa liberal, que se autodenomina la prensa in­ dependiente. A la vez el libro llega en un momento, en el cual se hace más y m ás evidente, que el propio plano de las luchas sociales se estanca, si no se amplían estas luchas hacia el plano propiamente ideológico y de la formación de la conciencia social. Es cad'a vez más claro que las luchas eco­ nómicas y sociales no llegan a proyectos ampliamente compartidos de cambio so­ cial, si no alcanzan a ser luchas ideoló­ gicas con, proyectos de cambio de las mis­ mas herram ientas de formación de la con­ ciencia social masiva. El estudio que co­ mentamos tiene el mérito de sacar a luz lds mecanismos que la prensa liberal usa, y cuyo conocimiento previo es condición de la actuación concreta frente a ellos. Vamos a tra ta r de analizar la argumen­ tación principal del estudio antes de en­ focar hacia donde, a nuestro entender, futuros análisis tienen que seguir, para desembocar en proyectos —o m ás bien principios básicos de posibles pro y ecto sde superación. Todo el enfoque del libro está presentado en. el capítulo I, escrito por Armand Mat­ telart. Se refiere al marco de análisis ideo­ 172 — lógico, y discute la base metodológica, que en los análisis posteriores se pone a prue­ ba. M attelart confronta allí el análisis funcionalista del “comunication research” con lo que él llama la lectura ideológica del mensaje. Al análisis funcionalista le re ­ procha interesarse únicamente por el con­ tenido manifiesto del mensaje, restringien­ do este análisis, adem ás a la relación entre el mensaje transmitido y su receptor. Esta última restricción tiene que ver con las ra ­ zones del surgimiento del “ comunication, research” . Se debe m ás bien al hecho de que proviene del interés de los propios medios de comunicación que quieren saber, hasta qué grado el contenido del mensaje, le llega o no al receptor. P or lo tanto, se tra ta de un origen, a p artir del análisis del mercado, en, este plano especifico de los medios de comunicación. Un análisis de este tipo deja de lado dos problemas, que los autores después enfo­ can en los análisis específicos que siguen. Se trata, en prim er lugar, del problema del poder sobre los medios de comunica­ ción, y en segundo lugar, de los mensajes no manifiestos que escapan, necesariam en­ te a simple análisis de contenido. P or un lado un problema de dominación sobre los medios de comunicación, por otro un pro­ blema de estructura de los mensajes. Todo el análisis posterior se vuelca sobre estas dos problemáticas comprobando continua­ mente de que en el fondo se tra ta de una sola problemática común. La estructura de dominación sobre los medios de comu­ nicación corresponde plenamente a la es­ tru ctu ra implícita de los mensajes que transm iten. Aunque m anifiestam ente los mensajes pueden referirse a objetos apa­ rentemente ajenos a la estructura de po­ der de la sociedad y aunque pueden diri­ gir una crítica aparente en contra de estos poderes, su estructura implícita y no mani­ fiesta mantiene un carácter de ideologización de estas estructuras y asegura den­ tro del conjunto social una continua repro­ ducción de la legitimidad del sistema de poder. E ste enfoque es sumamente interesante y se vincula con enfoques parecidos de F . B. Fages, A. J. Greimas, Roland Barthes, etc. Aunque no faltan análisis de un tipo sim ilar en, la crítica social anterior a estos autores, jam ás lograron formular una metodología consistente como se logró a p artir de la lingüística actual. Los mis­ mos análisis de M arx tienen elementos en este sentido. Pero u na metodología pro­ piamente dicha solamente podía surgir con el desarrollo extraordinario de los medios de comunicación en los últimos cincuenta años. No sorprende por lo tanto, que la crí­ tica a los primeros sistemas políticos, que desenfrenadamente usan y abusan de los medios masivos de comunicación —los sis­ tem as fascistas—, nos presenta los antece­ sores m ás inmediatos de esta metodología estructuralista. Podríamos citar a Karl K raus y su libro “Los últimos días de la Humanidad” , o Wilhelm Reich “La sico­ logía de m asas del fascismo” . Pero lo dis­ tintivo —y por lo tanto especialmente in­ teresante— del trabajo de M attelart es presentar esta metodología en términos perfectam ente formalizados. Eso distingue este trabajo de otros aná­ lisis del contenido ideológico de la prensa liberal, que abundan en toda la trayecto­ ria de la crítica del sistema capitalista. Se tra ta de una crítica que se restringe igualmente, como el funcionamiento del “comunication research” , al análisis del contenido manifiesto de los mensajes de esa prensa. Si bien el método que propicia M attelart, de ninguna m anera invalida análisis de este tipo, pone de manifiesto las serias limitaciones de dicha crítica. Esta crítica se puede neutralizar —en con­ tra de sus intenciones— por el uso de los propios modelos estructurales de la pren­ sa liberal, afirmando en el lenguaje secunr dario un sistema que ataca en términos manifiestos. Insistimos que el método es­ tructural de ninguna m anera puede reem­ plazar esta crítica manifiesta. Pero le pue­ de d ar herram ientas, que eviten esta neu­ tralización del mensaje manifiesto por el modelo estructural contrario, que vehiculiza este mensaje. Otra limitación que el método usado por M attelart puede superar en cuanto a la crítica social tradicional, es igualmente importante. E sta crítica siempre tenía un problema frente a los mensajes aparentemente objetivos o neu­ tros. Los trabajos de Mabel Piccini sobre el cerco de las revistas de ídolos y de Michéle M attelart sobre el nivel mítico de la prensa seudo-amorosa dem uestran una evidente superioridad del análisis estructu­ ra l sobre el análisis tradicional en esta línea. El análisis tradicional más bien in­ siste, de que la dedicación a este tipo de entretenimiento distrae d'e la dedicación activa a las luchas económicas y sociales. Su concepción no va más allá de lo que se expresa en el famoso dicho de Bertold Brecht: “Sobre la carne que se cocina en la cocina, no se decide en la cocina” . Si bien estos autores no desconocen el proble­ ma, el método estructural es mucho más capaz de expresar el contenido ideológico o mítico de estos mensajes aparentemente neutros. Después de estas referencias generales a la metodología empleada podemos pasar revista el contenido de los capítulos que si­ guen al primero. El capítulo segundo se refiere a la estructura del poder inform a­ tivo y la dependencia. Trae datos intere­ santes sobre los grupos que dominan los principales medios de comunicación en Chile y sobre la vinculación con grupos extranjeros. Pero estos datos en el fondo no sorprenden,. Demuestran, que los m e­ dios de comuhicación se encuentran en una situación de dominación por grupos finan cieros nacionales e internacionales como cualquier otro campo de la industria. No obstante hay conclusiones interesantes, que vuelven continuamente en los análisis de los capítulos posteriores. Una de éstas con­ clusiones es que la libertad de prensa es más bien una libertad de la propiedad privada en relación a los medios de comu­ nicación. Una segunda conclusión que el autor no hace siempre explícita, es, de que el entrelazamiento entre estos grupos financieros —nacionales e internacionaleses tan considerable, que en el caso con­ creto no im porta mucho, si un determina­ do medio de comunicación es de propiedad nacional o extranjera. La identidad entre las clases dominantes del país y de los paí­ ses extranjeros es tal, que se produce de todas m aneras una cierta uniformidad de las expresiones. A estos dos capítulos más bien básicos siguen 3 análisis de casos concretos. En el capítulo m Armand M attelart analiza la mitología de la juventud en un diario liberal, refiriéndose concretamente a un análisis del diario “El M ercurio” . Se trata de un objeto —la rebelión juvenil—, que manifiestamente tiene que ver con proble­ m as de tipo político. E l caso de la reform a universitaria es un. caso de cambio estruc­ tural en determinada área de las estruc­ turas sociales y el caso de la violencia pre­ senta una toma de posición de ciertos gru­ pos políticos que niegan la legitimidad de la estructura económica, social y política. M attelart presenta los méritos que el dia­ rio usa p ara destruir ideológicamente el impacto que estos movimientos podrían te­ ner sobre la sociedad. Por un lado la tác­ tica de la recuperación o dilución, del mo­ vimiento de protesta, que se tra ta de rein­ teg rar por métodos adaptativos al sistema mismo. Por otro lado —y este modelo: violencia —orden es especialmente inte­ resante—, por la expulsión definitiva de los grupos referidos de la comunidad na­ cional. Se tra ta de una táctica especial, que es necesario en el caso en el que el diario sabe, que ninguna recuperación o dilución es posible. Sigue en el capítulo IV un análisis de Mabel Piccini sobre las revistas de ídolos. Estas revistas se presentan como no-polí­ ticas. El método p ara presentar los me­ canismos de transmisión del contenido ideológico cam bia por lo tanto, aunque mantiene mucha analogía con el análisis del capítulo anterior. Eso tiene en común con el capítulo V, en el cual Michéle Mat­ telart analiza el nivel mítico de la prensa seudo-amorosa. El análisis del capítulo m sobre la protesta juvenil demostró como argumento básico, del cual todos los otros modelos de la prensa liberal se derivan, — 173 su reducción a un fenómeno natural, ver­ bigracia el enfrentamiento de las genera­ ciones, que le quita toda su especificidad y por lo tanto también su criticidad. El dia­ rio liberal puede trasladar el problema al nivel sicológico-individual, etc. Se reduce un problema específico-social a un proble­ m a general, sicológico. E n los casos del capítulo IV y V es casi al revés. Se parte de un problema general —el amor— y se le niega su especificidad en relación a la estructura social. Partiendo de algo apa­ rentemente síquico general, la prensa libe­ ra l le niega su especificidad histórico- so­ cial. O, si acepta hasta cierto grado este carácter específico del problema, lo en­ cierra en lo privado, negando cada posi­ bilidad de conexión entre soluciones de problemas privados y soluciones de con­ tradicciones en, el plano de las estructuras sociales. Se tra ta de métodos correspon­ dientes, pero diferenciados según el cam­ po de acción de la prensa liberal. Después de haber pasado por los prin­ cipales argumentos del libro, cabe hacer algunas advertencias. Presentan a la vez algunos puntos de vista críticos y aprecia­ ciones en cuanto a un futuro desarrollo de la investigación de las ideologías. Vamos a destacar algunos puntos que nos parecen claves: l 9 E l libro presenta una especie de lec­ tura de los significados segundos de los mensajes transmitidos. Hace falta enten­ der bien, lo que podría significar eso. Hemos aprendido todos, lo que es una lec­ tura de los significados manifiestos. Por eso nos decimos alfabetos. P ero desde cuándo los manipuladores de los medios de comunicación han descubierto la lectu­ ra y la escritura de los significados segun­ dos, han convertido todo el mundo de los lectores en analfabetos en este campo. Ha­ ce falta aprender este idioma específico. Y si bien nuevos estudios de modelos del significado segundo pueden aportar mucho, se hace m ás importante hacer el aprendi­ zaje de leer estos significados segundos. Nuevos ejemplos pueden ayudar. Pero po­ dría haber el peligro de caer en la simple multiplicación de los ejemplos en vez de desarrollar una especie de silabario de lec­ tura de los significados segundos. En cuan­ to al contenido manifiesto hemos aprendi­ do una vez el principio y podemos después descifrar cualquier mensaje. H abría que ver, hasta qué grado esto es posible en relación a los significados segundos. Eso es importantísimo y puede representar qui­ zás la ventaja fundamental de este tipo d'e crítica sobre la crítica der los contenidos expresos de la prensa liberal. E sta crítica jam ás se agota con el caso específico ha­ cia el cual se dirige. Con cada caso nuevo tiene que hacerse de nuevo. E l método es­ tructural es distinto, porque podría permi­ tir un aprendizaje de este idioma. Eso im­ 174 — plica un concepto de la libertad distinto al concepto liberal e igualmente distinto al simple concepto que la crítica social tradicional tiene de la libertad de expre­ sión. Sería un concepto de libertad en el sentido de hacer posible a cada lector —re­ ceptor dé mensajes— la lectura de los sig­ nificados segundos y por lo tanto la eman­ cipación de la manipulación. Sería un con­ cepto de madurez frente a los mecanismos de manipulación. 2? Pero un concepto de libertad en estos términos solamente tiene sentido si se vin­ cula con las condiciones sociales de su posibilidad. Por un lado se enfrenta con el hecho de la existencia de los medios de comunicación. Cada medio de comunica­ ción, sin duda, tiene su propia especifici­ dad', que es a la vez la especificidad de los mensajes que puede transm itir. Cabe aquí una observación sobre la posición de los autores del libro en cuestión. Si el me­ dio de comunicación especifica la modali­ dad de los mensajes, el fenómeno de la manipulación trasciende la pura vigencia del dominio de la prensa liberal. Hay aquí una posible crítica, que seguramente se va hacer al libro y que los autores sola­ mente podrán contestar con dificultad1. En el texto se nota, que tienen conciencia del problema. Citan diferentes veces la afir­ mación de Me. Luhan: “El mensaje es el medio de comunicación” , y Michéle Mat­ telart tra ta brevemente el problema sin encontrar todavía una respuesta definiti­ v a (pág. 278-279). Se tra ta en el fondo de la pregunta por lo que es la especificidad de estos signifi­ cados segundos en el tiempo actual. Según nuestro parecer faltaría en trar más en este problema. Los modelos estructurales que presentan los autores no son históricamen­ te tan específicos como parecen. En una u otra forma existen en toda la historia humana, desde los sofistas y desde la fa ­ mosa fábula de Agrippa hasta los conser­ vadores de todos los tiempos modernos. Podría ser una tesis posible la de Me Lu­ han. Serían entonces las condiciones téc­ nicas de los medios de comunicación las que dan especificidad’ a estos modelos es­ tructurales de la conciencia conservadora. Armand M attelart se plantea el problema, pero excluye la teoría de Me Luhan como determinismo sensorial y tecnológico, (pág. 22 nota 29). Pero quizás este rechazo es prematuro. La tesis de Me Luhan por su­ puesto puede ser la nueva base del conser­ vadurismo por la constatación de que la manipulación es algo intrínseco de los me­ dios de comunicación modernos como tales. Y a lo mejor eso será la contestación del diario liberal, que M attelart principalmen­ te analiza. Todos manipulan, trátese de los medios de comunicación en países so­ cialistas o capitalistas, y por lo tanto este diario tiene una m anera de recuperar la misma crítica que le hace M attelart. La crítica a la ideología de la prensa liberal sería entonces solamente el estudio de un determinado caso y valdría para todos los medios de comunicación dentro de todas las estructuras Sociales posibles. 31? Hay en este punto una posibilidad de una recuperación de la crítica de M attelart que se puede anticipar. Pero la contesta­ ción nos lleva m ás allá del campo inme­ diato de la investigación de los medios de comunicación,. Nos lleva al plano de la relación entre el uso de los medios de co­ municación y la estructura de poder de la sociedad. Los autores tratan este punto en forma muy limitada. Eso tiene su ex­ plicación en el punto de vista crítico fren­ te a la estructura de la prensa liberal, que no pretende hacer un análisis com­ pleto de los medios de comunicación den­ tro de la sociedad. Pero sin duda se tra ta del punto más débil de todo el análisis. El capítulo II se refiere al problema del po­ der sobre los medios de comunicación* pero se lim ita a la constatación de los po­ deres económicos que m anejan la propie­ dad privada en función de la cual se m a­ nipula la libertad de prensa. Lo que falta es un concepto de clase, que podría acla­ r a r el sentido de esta vinculación económica-financiera. Pero el concepto de cla­ se —en especial de clase dominarte—, es extremadamente vago. Los autores refle­ jan allí toda una debilidad d'e los análisis críticos en la sociedad moderna, que no lo­ gran realm ente un concepto de clase con­ sistente. En los análisis del libro en, cues­ tión, por lo tanto, el concepto de la clase dominante queda en el aire y no se trans­ forma en algo más bien concreto. El objeto de esta recensión no puede ser, llenar este hueco. Pero algunas indicacio­ nes podrían hacerse. A nuestro parecer es muy difícil negar la tesis d'e que la mani­ pulación a través de los significados segun­ dos sea algo intrínsecam ente vinculado con los medios de comunicación de m asa modernos. Si es así, el cambio de la es­ tructura de clases no puede significar la transformación de medios manipulativos en medios libres por excelencia. Eso desem­ bocaría en una nueva ideología, detrás de la cual solamente otras clases dominantes se van a esconder. El enfoque tendría que dirigirse más bien a la estructura de poder en un sentido distinto. Volvemos con eso al punto primero de nuestras apreciacio­ nes. Un proyecto tendría que dirigirse a una estructura de poder tal, que perm ita una alfabetización amplia en cuanto a la lectura de los significados segundos. Sería un proyecto de neutralización de los mani­ puladores. Sería un proyecto radical frente a la prensa liberal, porque va igualmente en contra de las estructuras de poder que la sustentan. Exigiría un tipo de racionalidad social que la propia estructura capitalista no resiste. Pero puede tener a la vez la lucidez suficiente frente al peligro de que nuevas sociedades, que van a sustituir la sociedad liberal —capitalista, evadan la so­ lución de este problema crucial de la li­ bertad humana en el mundo de hoy. Sería, por fin, un proyecto, que se b a­ saría dentro del plano de los medios de comunicación en lo que Horkheimer llam a la crítica de la razón instrum ental y que en el plano específico de los medios de comunicación, lo podríamos denominar una crítica de la razón, manipulativa. Franz Hinkélammert “ CIENCIA Y TECNOLOGIA PARA EL DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL CHILENO” , Plandes, marzo 1970. Si al diagnóstico de una dependencia la­ tente no sigue el reconocimiento de las fuerzas exactas disponibles p ara la ruptu­ r a de esa dependencia, el diagnóstico en sí pierde buena parte de su importancia. De allí el valor de todo esfuerzo destinado a establecer el poder nacional en todos sus niveles, dentro de los cuales es, de prime­ r a prioridad, la determinación del contin­ gente científico-tecnológico del país. Deiv tro de ese marco, la publicación de Plandes, “ Ciencia y Tecnología p ara el Desa­ rrollo Económico y Social Chileno” resulta un aporte significativo. E ste volumen contiene un extracto resu­ mido del diálogo científico técnico reali­ zado con, motivo de un Seminario convo­ cado por Plandes a mediados de 1969. Di­ cho encuentro surgió de una necesidad ex­ presada a mediados de 1968, cuando en un Seminario sobre asistencia técnica inter­ nacional al desarrollo de nuestro país, se señaló que “los planes nacionales de de­ sarrollo deben establecer claram ente las políticas de desarrollo científico y tecno­ lógico, lo que involucra uil conocimiento exacto de la realidad científica y tecnoló­ gica del medio, que a la vez, permite una evaluación real de las necesidades en ese campo, y por ende, de las necesidades y posibilidades de ayuda técnica internacio­ nal” . Coincidió esta inquietud con el plantea­ miento de varios sectores nacionales, es­ pecialmente de la Comisión Nacional Cien­ tífica y Tecnológica, en el sentido de de­ term inar una política global, inserta en las necesidades del país, en sus proyectos de desarrollo y en la búsqueda de una inde­ pendencia real, no alcanzada aún. Países como el nuestro sufren su marginalidad de la investigación científica avanzada y de la creación de nuevas formas tecnológicas, siendo otro de los elementos que aumenta la brecha entre los países desarrollados y los del Tercer Mundo. Ello deriva en con­ secuencias muy elocuentes: por un lado el perm anente pago de derechos de paten­ te, p ara poder usufructuar de los adelan­ tos tecnológicos; por otro, la actitud de los científicos nacionales atraídos, consciente o inconscientemente, por la actividad cien­ tífico-tecnológica de los grandes centros mundiales, donde sus trabajos pueden ser publicados y donde la posibilidad de un, “grant” tiene una fuerza de atracción a veces excesiva. D etrás de toda esta realidad, surge la búsqueda dél potencial propio en estos campos. ¿Cuántos científicos tiene el país? ¿Cuál es su capacidad de desarrollar una alta tecnología propia? ¿Cuáles son las fuentes financieras que sustentan la inves­ tigación científica nacional? ¿En qué gra­ do los respaldos económicos extranjeros determinan una obligación, una dependen­ cia, que liga más al científico con las ne­ cesidades y program as de trabajo de un organismo extranjero en desmedro de la vinculación al desarrollo científico nacio­ nal y a los program as que el país recla­ ma? P a ra estas interrogantes el país no tenía respuesta hasta hace poco, y aún no las tiene muy claras. Lo concreto es que a través de encuestas, de censos de estu­ dio, se está elaborando el cuadro de la rea­ lidad científica y técnica nacional. Y al mismo tiempo se multiplican los esfuerzos p ara crear conciencia, p ara pensar en esta dimensión del desarrollo. En tal sentido, la publicación de Plandes es un buen, elemen­ to de referencia, una síntesis de necesaria consulta. Este trabajo contiene tres aspectos fun­ damentales: La Política, donde se publican los trabajos de A. Stenmans (Métodos de elaboración de Política Científica), del Dr. Jaim e Lavados (Contenido y alcance de la política científica y tecnológica en el caso chileno), de Eduardo Bobadilla (Política y Acciones de Fomento para la Investiga­ ción Científica y Tecnológica) y de Joa­ quín Cordua (La Determinación de Priori­ dades). Se agrega en este capítulo un an­ teproyecto de integración de actividades de ODEPLAN, CORFO y CONICYT para un program a nacional de tecnología. El segundo aspecto es El Potencial. En este capítulo se da a conocer un extenso trabajo realizado por el Centro de Planea­ miento de la Facultad de Ciencias Físicas y M atemáticas de la Universidad de Chile, con el título de “Descripción y análisis del sistema científico-tecnológico chileno” . Cuadros estadísticos, juicios comparativos m uestran un prim er enfoque para la defi­ nición de los estudios futuros en esta ma­ teria. Es importante recalcar algunas con­ clusiones de este trabajo, como señalar que "la actividad científica responde a los par­ ticulares intereses de los investigadores, no existiendo mecanismos que permitan 176 — asegurar una orientación nacional o sec­ torial de la actividad científica” . AI mismo tiempo, es significativa la recomendación p ara que “ en la actividad de investigación, de que se trata, es decir, si esta es funda­ mental, aplicada o de “desarrollo” , ya que esto perm itirá conocer mejor la orienta­ ción económico-social de la actividad cien­ tífica” . El tercer capítulo de esta publicación, se desarrolla bajo el título “La Proyección a Nivel Latinoamericano” . Patricio Rojas, colocado por requerimientos políticos co­ mo Ministro del Interior, es Presidente de la Comisión Ejecutiva del Consejo Interamericano Cultural. En calidad de tal se inserta su trabajo sobre El Panoram a de la Ciencia y la Educación en América L a­ tina. También se publican los trabajos de esta Comisión discutidos en Viña del Mar sobre “E strategia p ara el Desarrollo Tec­ nológico” , como igualmente el documento sobre transferencia de tecnología hacia nuestro continente —especialmente los P aí­ ses Andinos— discutido en Bogotá en fe­ brero de este año. Este libro de Plandes es complementado con un artículo del Dr. Jaim e Chiang (Las Universidades en el desarrollo de una po­ lítica científica Tecnológica nacional) y otro de Enrique Alvarez Vásquez (Político Científico-Tecnológico y Desarrollo Económico-Social), más una detallada bibliogra­ fía sobre el tema. Como los editores de esta publicación aseguran que su propósito ha sido “ conr tribuir a m antener vivo el interés nacional por el problema del desarrollo científicotecnológico” , junto a un aporte esciarecedor lo que debe ser una política en esta m ateria y su vinculación con el desarrollo nacional, debe estim arse que en. tal sentido este libro de Plandes cumple plenamente su objetivo. Que no agota el tema, ni asu­ me todas sus perspectivas, es también una realidad. Fernando Reyes Matta Prof. Esc. Periodismo UC. CHILE: DESARROLLO ECONOMICO Y SOCIAL RECIENTE (UN INTENTO DE ANALISIS GLOBAL) ANUARIO PLANDES 169 Edición Forum, Santiago de Chile, 1970 A través de los cuatro paneles y de los dos documentos que incluye esta publica­ ción se transparentan tres posiciones di­ versas. Corresponden, ellas en líneas gene­ rales a los modelos de desarrollo alterna­ tivos que clasifica el economista Gonzalo M artner como de conservación o insisten­ cia en un tipo de desarrollo histórico, de desarrollo reform ista que incluye algunos cambios estrúcturales, y de desarrollo au­ tónomo por la vía socialista. Coinciden ellos con las opciones políticas que el Di­ putado Luis M aira enuncia como de re­ edificación capitalista, de estrategia des­ tinada a obtener un desarrollo basado en formas múltiples de propiedad social y de estrategia de desarrollo socialista ortodoxo, opciones que, con las debidas diferencias de m atrices y sin una connotación ideoló­ gica tan directa equivalen, a las escuelas citadas por el Profesor Rubén Utria como modelo de “crecimiento” que define fun­ damentalmente el desarrollo en términos de ingreso per cápita, el modelo “ en cinco etapas de Rostow y la opción “ estructuralista” . Las tres actitudes coinciden en los fines generales y abstractos del proceso, pero difieren en las metas concretas y en los medios de actuarlo. Todos los participantes caben en alguna de estas posiciones en mayor o menor grado. A nuestro parecer, los que suscri­ ben la prim era califican, el desarrollo esencialmente como un proceso económico consistente en m ejorar la eficiencia del sistema y aum entar la productividad cen­ trando su acción en la elaboración de mo­ delos matemáticos que optimicen y racio­ nalicen la inversión. Los aspectos sociales, políticos y culturales del subdesarrollo se suponen concordantes con el mejoramien­ to económico o superables a través de me­ didas complementarias. Sin embargo, jun­ to a esta visión lim itativa del' proceso, ex­ presan su pensamiento con una precisión y rigor técnico, que si bien no está abso­ lutamente excento de juicios valóricos, al menos permiten objetivarlo y justificarlo a través de análisis empíricos. E stas conno­ taciones que expresan valores no parecen estructuradas en un sistema que pueda ser calificado de ideológico en el sentido que explicitaremos más adelante. El en­ foque general es esencialmente pragmático y su opción consiste en una corrección de la realidad existente a la luz de criterios de rendimiento y eficiencia. Los participantes pertenecientes a la po­ sición “ estructuralista” que insisten en la opción del desarrollo autónomo por la vía socialista proponen soluciones indudable­ mente más imaginativas (en el sentido po­ sitivo de este término) y que intelectual­ mente parecen surgir de una lógica irre­ prochable. Por otra parte, su visión complexiva del desarrollo como un proceso cultural, social, político y económico pa­ rece m ás exacto y rico en implicaciones y posibilidades. Asimismo, su diagnóstico aparece más profundo. Sin embargo, en el enunciado de las estrategias se nos antojan excesivamente esquemáticos y ceñidos a una lógica demasiado formal que no in­ cluye suficientemente dentro de sus cálcu­ los las naturales contradicciones que sur­ gen. de la realidad empírica. Si por una parte consideran en su análisis crítico las graves debilidades en los campos cultu­ ral, social y económico, no parecen pon­ derarlos suficientemente en sus modelos de superación. Por ejemplo, al considerar un drástico aumento del área de dominio estatal (no un simple control u orientación público), no consideran que las deficien­ cias de diversa índole propias del subdesa­ rrollo-puedan hacer que dicho control no se traduzca en una gestión por y p ara la comunidad, sino que se dirijan en beneficio de nuevas oligarquías técnico-burocráticas. Lo que parece más grave desde el punto de vista ético es la dificultad, por no decir imposibilidad práctica, de llevar a cabo dicha estrategia sin recu rrir a formas au­ toritarias de poder político que eliminen toda opción libre. Es improbable que la participación de la comunidad organizada vaya a escoger siempre los caminos que parecen aconsejables a los planificadores, sobre todo existiendo una inercia y una tendencia a la diversificación de las ne­ cesidades imposible de controlar en un mundo con los medios de comunicación actuales. Por otra parte, esta opción aparece de­ term inada en un, grado excesivo por acti­ tudes ideológicas, entendiendo por ideolo­ gía una estructuración de valores sistema­ tizados unidos por una coherencia formal puramente intelectual y teórica que indu­ ce a una alteración de la perspectiva de la realidad em pírica a través de una exce­ siva simplificación. E sta actitud se expre­ sa también por el uso de términos equívo­ cos o al menos vagos como los de “pueblo” o “fuerzas sociales” que permiten las más diversas interpretaciones. Al respecto es útil intercalar una nota sobre una faceta de la alienación que no ha sido hasta aquí suficientemente desta­ cada. Si alienación en el sentido de Marx, Hegel y K ierkegaard significa expropia­ ción, cesión, abdicación del sujeto a través de la personalidad que se pierde en sus objetivaciones, que se hace extraña a sí misma, y que implica pérdida de la uni­ versalidad, entonces uno de los agentes principales de la alienación actual es pre­ cisamente la ideología entendida en la forma recientemente descrita. Por último, la opción intermedia que se fundamenta en un modelo basado en for­ mas múltiples de propiedad, que incluye ciertos cambios de estructura, caracteri­ zada por una economía socialista descen­ tralizada, un proceso político de creciente democratización y una ideología naciona­ lista, parecería a prim era vista como ca­ paz de resolver en una síntesis equilibra­ da los aspectos más positivos de las anta­ gónicas posiciones anteriores. No h a sido así, sin embargo, y parece no poder serlo. La ambigüedad en que se debate, antes — 177 que reforzar los aspectos complementarios, agudiza las oposiciones provocando una situación critica y emulando la eficiencia que cualquiera de los dos sistemas aporj tan cuando funcionan siguiendo sus reglas propias. E sta opción no ha definido taxa­ tivamente cuáles serán las diversas for­ m as de propiedad, sus características y en qué campos precisos se les perm itirá actuar. Sólo se ha limitado a vagas indica­ ciones que han desarticulado la economía hasta el punto de conducir a una tasa ne­ gativa p ara el crecimiento del producto nacional bruto en los últimos dos años, según las cifras de organismos interna­ 178 —* cionales y nacionales aportadas por el Di­ putado Cademártori. Además de lo ya examinado, cabe des­ tacar que varios temas, algunos desarro­ llados y otros sólo enunciados, analizados en profundidad constituirían un positivo aporte a la planificación. Ejemplos de ellos serían los conceptos de integración económica interna, nacionalismo y regiona­ lismo económico, participación en la ca­ pitalización social y dependencia. Claudio A. F erra ri Peña Profesor Escuela Arquitectura Universidad Católica i Sección teoría PRESENTACION DE LAS OBRAS DE H. MARCUSE RESPONSABLE: Prof. de Filosofía social: Rodrigo Vera G. AUTORES: Rodrigo Vera G., Francisco Vergara E. Esta sección tiene por objeto presentar la obra de autores, que hayan hecho o es­ tén haciendo aportes teóricos significati­ vos a la investigación social. Nos parece que todo aporte a la investigación social es un futuro aporte al análisis científico de la realidad nacional. En cada Cuaderno presentaremos la obra de un autor. Por una parte, se indicarán sus obras m ás importantes, sus artículos y publicaciones anexas; y por otra, algu­ nas publicaciones sobre el autor examina­ do. Estas notas no serán exhaustivas, no contendrán toda la obra del autor, como tampoco todo lo publicado sobre él, pero sí contendrán su obra m ás importante, co­ mo al mismo tiempo la obra llegada o apa­ recida en Chile, en lengua española o ex­ tranjera. En estas notas no se pretende tampoco realizar un análisis crítico de la obra pre­ sentada; sólo se persigue dar ciertos ele­ mentos bibliográficos para incitar y faci­ litar el comienzo de un estudio. Para aque­ llos lectores que buscan en las notas biblio­ gráficas, resúmenes de libros, juicios crí­ ticos, posiciones tomadas, estas notas no les serán de ninguna utilidad. Ellas no obviarán el estudio riguroso para el cono­ cimiento de una obra. A nuestra manera de ver, los estudios críticos corresponden al cuerpo de esta publicación o a una publica­ ción diferente. Pero a pesar que nuestra intención sea sólo realizar una presenta­ ción para el inicio de un estudio, estamos conscientes que algún tipo de juicio crítico nos vemos obligados emitir. En tales cir­ cunstancias solicitamos a los lectores nos excusen y haremos el esfuerzo para redu­ cirlos al mínimo posible. Estas notas bibliográficas están dedica­ das a la presentación de la obra del filó­ sofo social, Herbert Marcuse. Además de ser un autor polémico, lo hemos elegido por sus aportes teóricos indudables e indiscu­ tibles. Podremos discrepar de sus posicio­ nes, pero ello no resta mérito a la bús­ queda y a los caminos abiertos a la inves­ tigación social por Herbert Marcuse. Sus obras fundamentales han llegado a Chile "E l Hombre Unidimensional”, “Eros y Civilización’’. ”Fin de la Utopía” y otras publicaciones menores han aparecido en lengua castellana, lo que ha abierto su esfera de influencia. Si bien es cierto que los análisis sociales de Marcuse se refie­ ren fundamentalmente a la Sociedad nor­ teamericana y en general a la sociedad industrial avanzada, dichos análisis no pueden ser excitados dentro de los aportes a la investigación social chilena. La sola posibilidad que nuestra sociedad tenga co­ mo modelo una sociedad industrial, un " de­ sarrollo” que tenga como utopía la socie­ dad norteamericana nos exige estudiar los instrumentos de análisis empleados para dicho tipo de sociedad. Breve Biografía: Herbert Marcuse nace en, Berlín en 1898. Estudia en las Universidades de Berlín, y Fribourg-en-Brisgau. Pertenece al partido social-demócrata dentro del cual critica sus posiciones frente a la revolución alemana — 179 de 1918. Abandona Alemania en 1933 refu­ giándose en Suiza, p ara pasar después de­ finitivamente a los EE.UU., reemprendien­ do su carrera universitaria. Es profesor de sociología en la Universidad de Columbia de 1950 a 1952; luego es miembro del Centro de Investigaciones Soviéticas de H arvard; de 1956 a 1965 es profesor de ciencias políticas y de filosofía en la Uni­ versidad de Boston. Actualmente enseña ciencias políticas en la Universidad de San, Diego, California. D urante la segunda guerra mundial sir­ vió en la Oficina de Servicios Estratégicos y en la Oficina de (Investigaciones) Inteli­ gencia, del departamento de Estado. En los últimos años ha participado en, múltiples actos académicos, ya sea concu­ rriendo a Congresos, seminarios y dando conferencias, especialmente en Europa. Esquematizaremos brevemente el itine­ rario filosófico de Marcuse. En un primer período (1928-1932) Marcuse se forma den­ tro del existencialismo heideggeriano y a través del descubrimiento del origen hegeliano del pensamiento heideggeriano, llega a desarrollar una de sus prim eras obras; “Hegels Ontologie und die Grundlegung einer Theorie der Geschichtlickeit” . La orientación de Marcuse estará m arcada con el sello de Hegel y de Heidegger, uni­ do a la influencia de Georg Lukacs y K arl Korsch, pero especialmente de Georg Lu­ kacs. Termina este prim er período con la aparición de su importante comentario, cu­ ya influencia se mantiene hasta hoy día de “Los escritos económico-filosóficos de 1844 de Carlos M arx” . En un segundo período (1933-1944) Marcuse rompe con Heidegger y altam ente in­ fluido por el triunfo del fascismo se vincu­ la con los “hegelianos de izquierda” . Se vincula con la denominada “ Escuela de F rankfort” , especialmente con Horkheimer y Adorno. Su obra más importante de este período será “Razón y Revolución” y “ Cultura y Sociedad I ” En un tercer pe­ ríodo (1945-1968) Marcuse introduce algu­ nos elementos nuevos a la dialéctica, exi­ gidos por el estudio de la sociedad indus­ trial avanzada. En esta época y requerido por dicho estudio, Marcuse interpreta e in­ tegra en su pensamiento el psicoanálisis de Freud. Las obras más importantes de este período son “Eros y Civilización” y “El hombre Unidimensional” , publicados por prim era vez en Boston los años 1955 y 1964, respectivamente. I . — O bras de H erbert M a rcu se; 1) “EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL” 1? Edición en inglés; “ One dimensional m an” Beacon, Press Boston. XX 1964. 11» Edición en 1969, en la misma edi­ torial, 260 págs. 180 — 1? Edición en francés; “L ’homme unidimensionel” Editions de Minuit-1968P aris, Francia, 281 págs. 1? Edición en italiano: “L ’uomo a una dimensione” Ed. Einaudi, 1968 - 266 págs.; Trad.: Lorenzo Bassi. 1? Edición en castellano: “El hombre unidimensional’’. Editorial: Seix B arral, S. A. Barce­ lona 1968 - 272 págs. Editorial: Joaquín Mortiz - México, 1968. E sta obra lleva como subtítulo: “Estu­ dios de la ideología de la Sociedad Indus­ trial Avanzada” , que es precisamente el objeto fundamental de la obra. Los proble­ mas aquí planteados se encuentran enfo­ cados desde diversos puntos de vista a lo largo de toda la obra de H erbert Marcuse a p artir de 1945. El concepto de Unidimensionalidad del individuo de la sociedad nor­ team ericana le permite enfocar la repre­ sentación que los individuos realizan de sí, de los demás y de sus relaciones con el resto de la sociedad, como un producto elaborado más de la sociedad industrial. La técnica es un, instrumento productivo que más bien ha servido p ara construir, dirigir y neutralizar las opiniones y com­ portamientos. El modo de producción de la sociedad industrial avanzada es cuali­ tativamente propio en la medida en que llega a eliminar la posibilidad de negación de sí mismo, no por elementos estructura­ les, sino por elementos ideológicos. El pro­ blema central subsiste en el plano de la objetividad: ¿Tiene el hombre posibilida­ des de ser libre? ¿Puede el hombre elimi­ n ar la opresión y represión que este modo de producción le impone? ¿Puede el hom­ bre m arginarse de un totalitarismo im­ puesto por el desarrollo? ¿Si las contradic­ ciones sociales objetivamente siguen, per­ maneciendo, son estas contradicciones las que nos harán pensar en una liberación o revolución? Es una obra fundamental de H erbert Marcuse. Aunque es una de las últimas obras recomendamos comenzar la lectura por ella. F uera del contenido del análisis, es una obra fundamental en el esfuerzo por realizar una sociología crítica, o en forma más amplia, una teoría crítica. Teo­ ría crítica que tiene por objeto, no sólo describir, aislando, los fenómenos sociales, sino por el contrario, comprendiéndolos en su unidad constitutiva, tratando de deter­ m inar las causas que los configuran y por último, producto de dicho análisis, deter­ m inar las alternativas históricas que la misma sociedad presenta. En la proyección hacia el futuro no se va a tra ta r de cons­ trucciones utópicas o dogmáticas; por el contrario, de alternativas históricas posi­ bles, posibilidades fijadas y determinadas por el conocimiento científico que tenga­ mos de la sociedad. E sta obra es además importante dentro de la obra de H erbert Marcuse por la gran incidencia que ha tenido en los medios es­ tudiantiles, tanto europeos como norteame­ ricanos. La influencia de este libro o de sus escritos es una m ateria no totalmente com­ probada. Pero lo que es indiscutible es que esta obra ha dado una explicación, pro­ ducto del análisis de la sociedad industrial, a lo que se ha denominado “ Rebelión es­ tudiantil” , cuya más alta expresión parece ser la “Revolución de Mayo” en Francia. 2) “EROS Y CIVILIZACION” V Edición en inglés: “Eros and civilization”. A philosophieal inquiry into Freud. Beacon Press, Boston, 1955. 1* Edición en francés: “Eros et Civilisation”. Contribution á Freud. Les Editions de Minuit 1967-París. V Edición, en italiano: “Eros e civilitá”, Ed. Einaudi - 1968, 180 págs. Trad.: Lorenzo Bassi. 1® Edición en castellano: “Eros y Civi­ lización”. Editorial Joaquín Mortiz, México, 1965. Editorial Seix B arral, S. A. Barce­ lona, 1968, 253 págs. En esta obra H erbert Marcuse intenta fundam entar la idea de que una civiliza­ ción no represiva es una posibilidad real dentro de la civilización establecida en el momento actual. Pero el postular esta po­ sibilidad real de liberación, Marcuse cons­ tata que las formas de dominación han cambiado, han llegado a ser técnicas, pro­ ductivas e incluso, benéficas. A pesar de ello, el sistema engendra fuerzas que tien­ den a destruir los fundamentos. La auto­ matización es una manifestación, clara, porque ella permite realizar una inversión entre el tiempo libre y el tiempo de tra ­ bajo, de m anera tal, que el tiempo de trabajo puede constituirse en un factor m arginal del tiempo libre. Esto significa­ ría una subversión total de la sociedad occidental y es contra esta posibilidad que la sociedad industrial avanzada, en cuan­ to sistema, se moviliza para rechazarla. En el prólogo a la 1? edición de “Eros y Civilización” , Marcuse dice: “Este en­ sayo utiliza categorías sicológicas, porque han llegado a ser categorías políticas. La tradicional frontera entre la sicología por un lado y la filosofía social y política por el otro ha sido invalidada por la condición del hombre en la era presente. . . “Aquí re­ side precisam ente uno de los problemas teóricos más importantes y fundamentales del pensamiento de Marcuse. Es un inten­ to de unificación del saber, de la psicolo­ gía, de la filosofía, de la sociología, desde una perspectiva de una teoría social y po­ lítica. En esta obra, Marcuse no intenta aplicar las categorías sicológicas a situaciones so­ ciales y políticas, lo que sería una m era aplicación de conceptos a niveles inade­ cuados, sino que su tarea es más bien inversa: “desarrollar la sustancia política y sociológica, partiendo de nociones sico­ lógicas” . “De esta m anera a la unificación del saber sicológico, sociológico y filosó­ fico, se agrega el área del discurso polí­ tico. En esta forma el problema se plantea en torno a la unidad teórica en, la cual se construirían los conceptos, ya no producto de una intuición, sino que por el contrario de un trabajo teórico específico y real. Marcuse afirm a claram ente que Eros y Civilización tiene dicho propósito. “ El pro­ pósito de este ensayo es contribuir a la filosofía del psicoanálisis-no al psicoanáli­ sis en sí mismo. Se mueve exclusivamente en el terreno de la te o ría .. . ” . Y agrega: “Con esta teoría, Freud se situó a sí mis­ mo en la gran tradición de la filosofía y bajo un criterio filosófico. Nuestra preo­ cupación no se dirige a lograr una correcta o mejor interpretación, de los conceptos freudianos, sino a sus implicaciones filo­ sóficas y sociológicas” . L a misma tem ática de esta obra será de­ sarrollada en múltiples pequeños trabajos, dentro de los cuales se sitúa su artículo denominado “El envejecimiento del Psico­ análisis” . E sta obra de H erbert Marcuse se ubica en su pensamiento dentro de sus obras funr damentales, tanto por sus aportes teóricos como de la incidencia que tiene p ara el resto de su pensamiento posteriormente desarrollado. Esto hace que su lectura sea fundamental p ara la comprensión, de su obra. 3) “RAZON Y REVOLUCION” 1» Edición en inglés: “Reason and Revolution. Hegel and the rise of social theory”. Beacon Press, Boston, 1941. 7» Ed. Ed. 1969, 419 págs. 1? Edición en francés: “Raison et Revolution. Hegel et la naissance de la theorie sociále”. Les Editions de Minuit - P arís, 464 págs, 1968. Edición en castellano. Tenemos conoci­ miento que en Venezuela apareció una versión que desgraciadamente no he­ mos podido individualizar. En esta obra Marcuse intenta determinar los orígenes y perspectivas de la teoría so­ cial. P a ra ello cree necesario realizar una interpretación de la filosofía, hegeliana. En este estudio M arcuse descubre que la filo­ sofía, en su propio desarrollo, se ha con­ vertido en, teoría social, y es justamente — 181 esta transición lo que constituye el terre­ no problemático de la filosofía hegeliana. L a comprensión que Marcuse hace de Hegel se centra en el desarrollo del pensa­ miento dialéctico, que Hegel traduce en su filosofía como la misma negación de la filosofía y constituye así el eslabón deci­ sivo entre la vieja y la nueva forma de teoría crítica, entre la filosofía y la teoría social. Por lo tanto, el propósito fundamental de la obra es un intento de fundamentar desde sus orígenes la teoría social, y cree que para ello es esencial una reinterprétación de Hegel. Esto, dice Marcuse "no es por un mero intento de reinterpretar a Hegel, sino por resaltar la importancia de una facultad esencial al hombre que está en peligro de desaparecer: el poder del pensamiento negativo, es decir, del pensa­ miento dialéctico” . Además afirm a Marcu­ se, que si bien la filosofía hegeliana ha tenido un impacto fundamental en la teoría crítica naciente, no podemos entender la moderna teoría social sino que “ desde la forma totalmente desarrollada de la filo­ sofía hegeliana y de sus tendencias críti­ cas, tales como ellas se dieron en la teoría m arxista” . “Razón y Revolución” es una obra fun­ damental de Marcuse y de gran riqueza p ara aquellos dentistas que se preocupan del campo teórico. 4) "CULTURA Y SOCIEDAD” Edición Alemana: “Kultur und GeselIschaft”. Suhrkamp Verlag, Frankfurt a. M, 1965. Edición en, Castellano: “Cultura y Socie­ dad”. Editorial Sur, S. A. Buenos Aires, 1968, 126 págs. “Los ensayos reunidos en este libro fue­ ron escritos entre los años 1934 y 1938. Son el resultado de mi trabajo en el Instituto de Investigaciones Sociales de Nueva York y fueron discutidos con el entonces direc­ tor del Instituto, mi amigo Max Horkheim er y sus colaboradores. Los publico nue­ vam ente sin modificación alguna” (prólo­ go de H. H. de 1964). En efecto, en esta obra se reúnen cua­ tro ensayos que tienen de común el cen­ trarse en el estudio de la cultura como una dimensión de la sociedad de la cual forma parte, como producto de determinaciones histórico-sociales que la configuran y se­ llan su dinamismo. El libro comprende los siguientes artícu­ los: —“La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado” . —“Acerca el carácter afirmativo de la cul­ tu ra ”. —Filosofía y teoría crítica” . 182 — —“A propósito de la crítica del hedonis­ mo” . Además contiene un prólogo de H. Marcuse de 1964, que presenta interés. A lo largo de los cuatro artículos se to­ can problemas diferentes que están ade­ más diferentemente planteados. Pero co­ mo decíamos, hay una búsqueda teórica central. Es el problema de la cultura como dimensión constitutiva del sistema social, o si se quiere, de la sociedad en cuanto sistema. Sistema que necesariam ente tien­ de a reproducirse, a mantenerse y que tiene en la cultura la dimensión de su jus­ tificación,, de su aparato de legitimación. Pero la justificación que la cultura puede aportar no sólo incumbe al plano moral, sino que además incide directam ente en el plano científico. Es o pretende consti­ tuirse como una visión cierta de la reali­ dad, lo que es imposible dado el carácter contradictorio del sistema social. Frente a esta ubicación de la cultura, hay ciertos desarrollos culturales más sig­ nificativos que otros. Dentro de éstos Marcuse analiza la filosofía como p arte de la cultura y como situada histórico-socialmente. Al analizar la postura cognoscitiva de la filosofía, también analiza la dinámica cultural como un fruto dependiente de las transformaciones sociales que se van pro­ duciendo en pos de una liberación. El problema teórico de la misma géne­ sis de la teoría ya no sólo es un problema teórico, sino que también un problema de “praxis social”. Su resolución no está en una postura meramente racionalista o irra ­ cionalista, ni idealista o realista; depende esencialmente de la racionalidad total de la sociedad entera en un momento determi­ nado del desarrollo del proceso social. E sta recopilación de ensayos es dentro de su obra total, una obra importante de H. Marcuse como así mismo por los ele­ mentos que aporta p ara un análisis de la cultura de nuestra realidad nacional en el plano cultural. La inadecuación de la re ­ presentación, que la cultura realiza con la realidad tal cual ella es y la gran mayoría la vive, es un punto de partida riquísimo en conocimiento científico de nuestra rea­ lidad. El carácter “ afirmativo” de la cul­ tu ra de la sociedad burguesa engendra una contradicción que a medida que la so­ ciedad avanza y las fuerzas productivas se desarrollan, hacen de la cultura una expresión más de las contradicciones ob­ jetivas de la sociedad. Estas contra­ dicciones, se manifiestan en el plano in­ dividual, como la búsqueda de una felici­ dad que la misma cultura ha estimulado y que la realidad no puede responder. En esta carencia de respuesta real surge la visión científica de las relaciones sociales junto a la alternativa histórica de libera­ ción. La filosofía m aterialista así sufre históricamente y asume su compromiso. 5) "FILOSOFIA Y REVOLUCION” Es un libro que recoge tres publicacio­ nes diferentes, todas ellas de los primeros escritos de H. Marcuse: —¿Marxismo transcendental? Estudio de 1930: Transzendentaler Marxismus?, Die Gesellsschaft, 1930. —Los manuscritos económico-filosófico de Marx. “Estudio de 1932” . Neue Quellen zur Grundlegung des historischen Materialismus, Die Gesellschaft, 1932. —“Sobre la filosofía concreta” . Estudio de 1929 “Ueber konkrete Philosophie” Archiv fü Sozialwissenschaften und Sozialpolitik, 1929. Estos tres estudios han sido reunidos en una publicación alemana de Verlag Philo­ sophie und Revolution, Berlin-West, 1967. En 1969 aparece en F rancia traducción di­ recta de éste, bajo el nombre de: "Philo­ sophie et Revolution” 1» Edición de 1969. Editions Denoél/Gonthier, P arís, 156 págs. Traducción del alemán por Comélius Heim. Biblioteca Mediations. A.— ¿Marxismo Trascendental? En este estudio Marcuse intenta descu­ b rir las relaciones que existen entre el marxismo y la filosofía. P a ra ello desea determ inar las relaciones entre Kant y Marx, analizar dichas relaciones y confron­ tarlas con los intentos de algunos por es­ tablecer entre la filosofía m arxista y la kantiana una relación íntima y racional. En esta com ente, Marcuse considera y analiza a Max Adler. Este estudio preten­ de responder a la afirmación que “ supo­ ne una ligazón real, íntima entre la filo­ sofía de Kant y la teoría de M arx y vé en el método transcendental el fundamen­ to de esa ligazón” . El artículo plantea la discusión del mo­ do siguiente: En la prim era parte, interroga a la fi­ losofía transcendental para saber si ella ofrece y puede ofrecer una fundamentación crítica verdadera de la experiencia social. En la segunda, examina cómo Max Adler funda esa tesis y si ese fundamento está de acuerdo al sentido de la filosofía transcendental. En la tercera parte ve si es posible dar un, fundamento epistemoló­ gico a la experiencia social e indica cómo Marx alcanza al ser y el hecho social me­ diante la dialéctica materialista. Marcuse llega a una conclusión radical de que por su misma naturaleza la filoso­ fía transcendental es incapaz de construir un fundamento a la experiencia social, porque este método excluye desde su mis­ mo principio la realidad. . . concreta, la única base posible de la experiencia so­ cial: . .pretender dar a la experiencia social un fundamento trascendental es un absurdo” . M arcuse separa radicalmente el método transcendental del método dialéctico: eiv tre el método transcendental y el método dialéctico existe una diferencia de natura­ leza que reside en el hecho que, el primero, considera las posibilidades, y el segundo, las realidades; que el primero realiza un análisis de la conciencia y el segundo un análisis de la realidad; que el primero bus­ ca fundar teóricamente la realidad y el segundo cam biar prácticam ente la reali­ dad. La gran interrogante de Marcuse es si una interpretación transcendental que tie­ ne su punto de partida en la filosofía kan­ tiana puede ser válida o ayudar a la teo­ ría m arxista en su fundamentación. Y para él, este problema tiene un sentido nega­ tivo y peligroso p ara la reinterpretación de la teoría de la revolución proletaria, que en la perspectiva de esa reinterpreta­ ción desaparece o se desvaloriza el sentido práctico de la teoría marxista. En Max Adler ve esa reducción de M arx a un mero intento por buscar el a priori particular de la teoría social. Es un texto interesante de la prim era época de H. Marcuse. El nivel de desa­ rrollo de la problemática planteada es muy escaso, de ta l m anera que el texto vale fundamentalmente por sus conclusiones, no tanto por su análisis. B.— Los marxistas económico-filosóficos de Marx P a ra Marcuse, este texto de M arx es un texto fundamental p ara la discusión del ori­ gen y el sentido inicial del materialismo histórico, de la teoría del “socialismo cien­ tífico” sobre un “nuevo” terreno; “ellos además, permiten tra ta r el problema de la relación entre M arx y Hegel de una mane­ ra más amplia y fecunda” . P a ra Marcuse los manuscritos constitu­ yen, una crítica filosófica de la economía política y una reflexión sobre ella en el sentido de fundarla en la búsqueda de una teoría de la revolución. Son textos fundamentales en cuanto p ara Marcuse, ellos contendrían todas las categorías m ar­ xistas en su sentido originario. Pero el texto pretende probar que Marx no dio una base económica a su teoría, después de haber dado una base filosófica. El proceso no es el tradicional que la filosofía ilumi­ na desde lo alto el conocimiento científico. P or el contrario los textos en cuestión pro­ barían que todas esas etapas presentan una base filosófica, sin perjuicio de su base revolucionaria. Marcuse intenta, además, a p artir de los manuscritos, elucidar las relaciones com­ plejas existentes entre teoría política y teoría económica, y entre estas teorías y la praxis revolucionaria, "relación que só­ lo un análisis de la situación inicial del — 183 materialismo histórico nos permite com­ prender” . El estudio de los manuscritos p ara Marcuse revela las influencias evidentes de Hegel en Marx, especialmente en la géne­ sis del trabajo alienado. En el trabajo alie­ nado se comprobaría cómo surge del “co­ razón” mismo de la filosofía Hegeliana, especialmente la “Fenomenología del Es­ píritu en Relación con los Manuscritos. Marcuse fija particular atención al con­ cepto de esencia humana, clave para com­ prender el concepto de trabajo alienado. Es un texto fundamental para comprenr der la dialéctica, o la interpretación dia­ léctica que Marcuse utiliza. Se ubica así M arcuse entre aquellos que sostienen la continuidad, unidad de la obra de Marx desconociendo toda posible ruptura. C.— Sobre la filosofía concreta El existencialismo heideggeriano preten­ de asumir la existencia, el sentido del hom­ bre tal como este se encuentra en la vi­ vencia humana. El intento fenomenológico debe responder a la vivencia filosófica de la pregunta del ¿por qué? Dentro de este marco, Marcuse investiga la posibilidad que todo esto se realiza y no sólo se pos­ tule. Marcuse cree posible que la fenome­ nología pueda llegar a realizarse como una fenomenología completa, en la medida que pueda llegar a asumir al hombre en su to­ talidad histórico-social. Todo el hombre es miembro de la sociedad. “La sociedad no es ni un sujeto que existe al margen del individuo ni la suma de los individuos, pe­ ro, en un sentido concreto, la sociedad es cada individuo en sí mismo, ella es el modo de existencia concretamente histórico del individuo. Es pues precisam ente cuando la filosofía quiere tomar en serio su preo­ cupación por el individuo cuando ella no tiene el derecho de prescindir del mundo donde la existencia del individuo se reali­ za. El individuo no existe como individuo sino que en una situación determinada del medio, en una situación determinada del ser social. Esto no es jam ás fortuito p ara él, de tal forma que pudiéramos o deberíamos “hacer abstracción” para ac­ ceder a la existencia “propia” del indivi­ duo. EUa es la realidad de su existencia misma, y es solamente a través de ella que es posible dirigirse a él, alcanzarlo en verdad” . Es un texto que deja abierto ciertos ca­ minos para investigar, desde la dialéctica, el pensamiento de Heidegger y Kierkegaard, o si se quiere, para investigar la congruencia teórica entre la intención fi­ losófica del existencialismo y la actividad desarrollada. Dentro de la obra de Marcuse es un texto de referencia de la prim era época en que está preocupado por integrar mé­ 184 — todos o complementarlos p ara llegar a des­ cubrir la realidad a p artir de un aporte filosófico. 6) “EL FIN DE LA UTOPIA” Edición castellana: “El final de la Utopía” Ediciones Ariel: Barcelona, 1968, 181 págs. Trad.: Manuel Sacristán Editorial: Siglo XXI, México, 1968 Edición francesa: “La fin del utopie” Editions du Seuil, Coll. Combats, 1968. Este libro reúne una serie de interven­ ciones realizadas por M arcuse durante los actos de los días 10, 11, 12 y 13 de julio de 1967 en la Universidad de Berlín. Son dos conferencias con discusión: “El fin de la Utopía” y “El problema de la vio­ lencia en la oposición” . Además hay dos discusiones sobre otros dos tem as: “Moral y política en la sociedad opulenta” y “Vietnam: El Tercer Mundo y la oposi­ ción en las metrópolis” . En estas discuciones participan además Rudi Dutschke, P eter Gang, Wolfgang Lefevre, Peter Furth, Profs. Lówenthal, Claessens, Schwan, etc. En la prim era: “El final de la utopía” Marcuse intenta una refutación de las ideas y teorías que han utilizado la utopía como denuncia de posibilidades históricosociales. En los momentos actuales pode­ mos atribuirle al final de la utopía el sen­ tido de final de la historia en la medida que las nuevas posibilidades de una socie­ dad humana y de su mundo circundante no son ya imaginables como continuación de las viejas, no se pueden presentar en el mismo continuo histórico. Entre una so­ ciedad libre y las actuales sociedades no libres, existe una diferencia cualitativa, lo que hace, según Marx, que toda la historia transcurrida sea la pre-historia de la hu­ manidad. . . . “ el concepto de Final de la Utopía implica la necesidad de discutir al menos una nueva definición del socialismo . . .” “ Considerar al menos la idea de un ca­ mino al socialismo que vaya de la ciencia a la Utopía, y no, como aun creyó Engels, de la utopía a la ciencia. “Por último es importante señalar que la utopía a su vez es un concepto histórico y por lo tanto en constante reformulación. E ste texto como su discusión tiene un valor político interesante sobre todo por­ que dicha conferencia fue pronunciada en momentos que la utopía, en el sentido an­ tes señalado, estaba presentando posibi­ lidades de superarse o realizarse. En el segundo texto: “El problema de la violencia en la oposición” M arcuse señala una pauta teórica fundamental p ara abor­ dar el tem a: “Ninguna oposición, puede contemplarse hoy m ás que en el marco global; como fenómeno aislado está fal­ seada de antemano” . Analiza en prim er lugar la contestación estudiantil de una conceptualización políti­ ca de “nueva izquierda” y “ vieja izquier­ d a” , constituyendo la nueva un conjunto de grupúsculos constestarios del sistema, aun no unificados en una lucha. L a unión de ellos es un problema político central, que la teoría tendría que elucidar tratando de hacer conciencia: “Despertar la con­ ciencia de la horrorosa política de un, sis­ tem a cuyo poder y cuya presión aumen­ tan con la am enaza de destrucción total; un sistema que utiliza las fuerzas produc­ tivas de que dispone para explotar y opri­ mir; un sistema que para proteger su abundancia equipa al mundo llamado li­ bre con dictaduras militares y policíacas” . E sta “liberación de la conciencia . . . sig­ nifica empero más que discusión” y de este problema central en la cual se inte­ gra la teoría y práctica política, Marcuse desarrolla la necesidad de considerar estos nuevos grupos que emergen como una real fuerza revolucionaria. Los estudiantes y los negros a la cabeza en la sociedad nor­ teamericana. Es un texto breve y polémico en cuanto que pone en duda la fuerza revoluciona­ ria del proletariado, tema que Marcuse re­ tom ará en múltiples publicaciones. Las otras dos discusiones tienen un va­ lor coyuntural que por la brevedad poseen escaso valor analítico. La obra en su conjunto presenta un va­ lor político para el análisis de los movi­ mientos estudiantiles europeos y norte­ americanos. 7) “EL MARXISMO SOVIETICO” Edición en inglés: 1? “Soviet M arxism” Columbia University Press, New York; Routledge and Kegan Paul, London, 1958. Vintage Edition, 1961, Random House, New York. Edición en Castellano: Revista de Occi­ dente, Madrid. Marcuse realiza un análisis crítico del marxismo soviético y un análisis crítico tiene p ara Marcuse el siguiente objetivo: “Aunque el actual estado de las cosas no es ni normal ni necesario, existen al­ ternativas que su presencia y prevalencia niegan. Un análisis crítico tiene la tarea de mantener estas alternativas en la men­ te, no importa cuan utópicas ellas puedan aparecer en el statu-quo” . Uno de los temas centrales de su expo­ sición es la convergencia entre la sociedad soviética y la sociedad occidental. Marcuse cree descubrir que detrás el conflicto con­ temporáneo entre capitalismo y comunis­ mo existe un conflicto real entre dos for­ mas de una y misma compleja sociedad industrial; en otras palabras, existe una misma base común técnica que se mantie­ ne igual, ya sea en una economía socia­ lista o en, una de propiedad privada de los medios de producción. En este conflicto la sociedad soviética, p ara Marcuse, se encuentra inserta en los mismos proble­ mas de la sociedad industrial occidental, problemas que se van convirtiendo en pro­ blemas de competencia, pero ahora, en términos técnicos” . . . . la co-existencia del capitalismo avanzado y del socialismo avanzado envuelve una competencia entre los dos sistemas, no sólo en términos de eficiencia y de crecimiento y cohesión in­ terna, sino también en términos de su habilidad p ara consumir progreso técnico” . En el desarrollo de la misma idea Marcuse agrega: “ Una corta reflexión nos m ostrará que tal desarrollo podrá trans­ form arse de un progreso cuantitativo (téc­ nico) a un cambio cualitativo de la cultura m aterial e intelectual, en una sociedad cua­ litativamente diferente de las presentes sociedades soviética como de las occiden­ tales” . “En términos escatológicos, la so­ ciedad soviética contiene una sociedad cualitativamente diferente” . De esta for­ m a un progreso técnico competitivo puede obligar a un cambio en la dirección del progreso técnico, lo que obligaría a la so­ ciedad soviética a cambiar totalmente. Dentro de este mismo marco, Marcuse se plantea un problema con bastante pro­ yección, se tra ta del problema ético en la Unión Soviética. “ Sin embargo, la total industrialización contemporánea con las técnicas y métodos de trabajo contempo­ ráneos proveen un denominador común que hace cuestionable el contraste abstracto entre las éticas occidentales y soviéticas” . Marcuse ve en la ética soviética una re ­ captura de los ideales tradicionales de la sociedad occidental-libertad, justicia y el total desarrollo del individuo-condensado en la fórmula: A cada uno de acuerdo a sus habilidades, a cada uno según sus ne­ cesidades. E sta fórmula, según Marcuse, reestablecen al individuo como el último punto de referencia de las normas éticas; lo que conduce al libre desarrollo del in­ dividuo es bueno. Así, p ara Marcuse, el instrumentalismo ético de la ética soviética oculta un abso­ lutismo ético, la ética de clase es condu­ cida al desarrollo de la “hum anitas” . En esta forma, la ética soviética posee un ele­ mento o connotación trascendental y la imagen del futuro parece tener la misma función del elemento trascendental de la ética occidental, y en esa misma imagen tenemos un sustituto real soviético de la religión. Pero, a pesar de eso, hay dice Marcuse, una diferencia esencial entre la ética soviética y la occidental. E sta es una ética histórica y el camino p ara su realización es un proceso histórico, resul­ tado de un desarrollo social concreto y po­ lítico. “ . . . la moralidad represiva debe ser reducida con la progresiva reducción de la escasez” . El desarrollo productivo y la coexistencia pacífica posibilitan, tal re ­ ducción. Si el régimen soviético no res­ ponde a esa tendencia objetiva de bienes­ ta r con un cambio de la moral represiva, aum entará la irracionalidad y esa “irra ­ cionalidad podrá debilitar la fibra moral de la sociedad soviética” . “La racionali­ dad política de la ética soviética milita contra tal stock, prueba moral del indivi­ duo y sosteniendo la idea de que las po­ tencialidades para el desarrollo humano podrán crecer de acuerdo con el desarrollo productivo social de la sociedad soviética. “Todo lo cual lleva a Marcuse a intuir o concluir, que la presión ideológica parece así tender en la misma dirección de la presión técnico-económica, especialmente, a la relajación de la represión. “El Marxismo Soviético” es una impor­ tante obra de Marcuse, donde vemos la aplicación teórica de los aportes freudianos para analizar las sociedades indus­ trialm ente avanzadas. Tiene además la ca­ racterística propia de los análisis de Marcuse de centrar su análisis en ideologías. 8) “ENSAYO SOBRE LA LIBERACION Edición en inglés, título original: An Essay on Liberation”. 1? Beacon Press, Boston, Mass EE. UU. 1969. Edición en Francés: Vers la liberation” 1969. Editions de Minuit, Paris, France. Edición en Castellano: "Ensayo sobre la liberación”. P Ed. Junio de 1969. Editorial Joaquín Mortiz, S. A. Trad. de Juan García Ponce, Revisada por J. G. T. Es una de las últimas publicaciones de H erbert Marcuse, y en tanto tal es más bien una síntesis de ideas anteriormente expuestas que están reunidas por él bajo la denominación de “liberación” . Es una recopilación de ideas contenidas especial­ mente en “ Eros y Civilización” , “ El hom­ bre Unidimensional” y ‘Tolerancia Repre­ siva” . Por otra parte esta obra aclara una serie de implícitos de Marcuse, lo que ha­ ce, p ara conocer la obra de Marcuse, una buena obra introductoria. Desde los primeros escritos de Marcuse se ve que un ideal central de su análisis es el rol que le cabe a la libertad como a 186 — la felicidad. Libertad y Felicidad p ara M arcuse son los motores del individuo a los cuales la sociedad tendrá, tarde o tem­ prano, que responder. Con esta preocu­ pación central, con gran, pesimismo en ciertos escritos, no llega a vislum brar la combatividad de los individuos que obje­ tivamente no tienen ni libertad, ni felici­ dad, pero que son dominados en el campo de sus representaciones a través de un aparato productivo altam ente tecnificado. Es por esto que no es casual que Marcuse haya llegado a escribir este ensayo sobre una de sus preocupaciones fundamentales y una realidad que p ara Marcuse tiene una enorme significación teórica. L a re­ volución no es más que un paso, una acción política que se engloba en el pro­ ceso de liberación. Este proceso de libe­ ración no es un proceso que tenga reali­ dad, ni viabilidad más que en la esfera de la acción política. Como síntesis seña­ lamos un párrafo de la Introducción de la obra:: “P or qué el mundo de la libertad humana no puede ser construido por las sociedades establecidas por mucho que afinen y racionalicen su dominio. Su es­ tructura clasista y los controles perfeccio­ nados que requieren p ara m antener aque­ lla, generan necesidades, satisfacciones y valores que reproducen la servidumbre de la existencia humana. E sta servidumbre “voluntaria” (voluntaria en tanto que es inyectada en, los individuos), que justifica a los amos benévolos, solo puede romperse mediante una práctica política que alcan­ ce las raíces de la contención y la satisfac­ ción en la infraestructura humana; una práctica política de metódico desprendi­ miento y rechazo del orden establecido, con m iras a una radical transvaluación de los valores. Semejante práctica implica un rompimiento con lo familiar, con las for­ mas rutinarias de ver, oir, sentir y com­ prender las cosas, a fin de que el orga­ nismo pueda volverse receptivo a las for­ mas potenciales de un mundo no agresivo y ajeno a la explotación” . A lo largo de toda su obra está el pro­ blema de la libertad, o si se quiere, en, sentido más estricto, de una exigencia de liberación y felicidad. A p artir de “ Eros y Civilización” comienza la búsqueda en un dinamismo interno al ser humano, en la esfera del instinto de libertad. Localiza la exigencia de liberación en, un dominio irrenunciable y a lo más, sólo postergable en su satisfacción, en el dominio del instinto. Así lo expresa nuevamente en esta obra: “Anterior a toda conducta ética de acuerdo con criterios sociales específicos, anterior a toda expresión, ideológica, la moralidad es una “ disposición” del organismo, enrai­ zada quizás en el impulso erótico que con­ trarresta la agresividad, p ara crear y pre­ servar “ unidades cada vez mayores” de vida. Tendríamos entonces, de este lado todos los “valores” , un fundamento instin­ tivo para la solidaridad entre los seres hu­ manos: una solidaridad que ha sido efec­ tivamente reprim ida de acuerdo con los requerimientos de la sociedad clasista, pero que ahora aparece como una de las condiciones previas de la liberación” . El texto con esta problemática central va analizando cómo, a pesar de los múl­ tiples mecanismos de defensa del sistema de consumo y producción de necesidades, existe una manifestación de rechazo pro­ ducto del instinto de libertad que surge y tiene algunas expresiones políticas. El pe­ dirle a los movimientos de protesta la fi­ nalidad o la sociedad de reemplazo, es también una forma de prolongar la domi­ nación. La solidaridad en pos de la libera­ ción es suficiente y necesaria garantía en la sola disyuntiva: cambio o statu-quo, li­ beración o prolongación “voluntaria” de la opresión. En resumen, obra de síntesis de las po­ siciones de H erbert Marcuse respecto a una tem ática central de su obra. La reco­ mendamos como obra introductoria al mis­ mo Marcuse. 9) “MARX Y EL TRABAJO ALIENADO” Edición en inglés, título original: “Marx: Alienated labor”. 2? edición, Londres, Routledge and Kegan Humanities Press Inc., Nueva York. Edición en Español: "M arx y el trabajo alienado”. Carlos Pérez Editor, S. A. 1969, Bs. Aires, Argentina. Trad.: Marcelo Pérez Rivas. 107 páginas. En esta obra Marcuse realiza un análi­ sis del trabajo alienado y del proceso de trabajo, partiendo desde la interpretación que realiza el joven Marx, especialmente de los Manuscritos. P a ra Marcuse el análisis del trabajo dentro del sistema capitalista tiene una profunda fundamentación, ya “ que sobre­ pasa los límites de la estructura de las relaciones económicas y llega hasta el con­ tenido humano concreto” . “En esta forma, la teoría m arxista se coloca, según Marcuse, en una posición de rechazo de la ciencia económica burguesa” y coloca en su lugar la interpretación de que las re­ laciones económicas son relaciones existenciales entre los hombres. “ Y Marcuse agrega, que este contenido, existencial “ha pasado al prim er plano de la teoría eco­ nómica, que se convertiría así en una teo­ ría crítica. “ Y es por eso que la sóla so­ cialización de los medios de producción es sólo “un simple hecho económico” y “ su pretensión de ser el principio de un nuevo orden social depende de lo que el hombre haga con los medios de producción” . “Así, si no son usados p ara el desarrollo y gra­ tificación del individuo libre, significa so­ m eter a los hombres a “ una universalidad hipostasiada” . Marcuse centra la teoría m arxista en el individuo libre como sujeto real de la his­ toria, así: “ el individuo es la meta. Esta tendencia individualista es fundamental, en cuanto interés, en la teoría m arxista” . Dentro de este marco M arcuse realiza un análisis del proceso de trabajo y del fenómeno del trabajo, desde el "Capital” . En cuanto a la posibilidad de cambio, Marcuse concluye que la transformación de la sociedad actual tiene en su nega­ ción una posibilidad de liberación. Termina la obra con un intento de re­ sumir las cualidades que especifican a la dialéctica m arxista de la hegeliana. P a ra term inar afirmando, que según M arx, la teoría correcta es la “conciencia de una práctica que se propone cam biar al mundo” . E sta es una breve publicación de Marcuse y que no se encontraría dentro de sus publicaciones más importantes. Sin perjuicio de eso, es una obra de divulga­ ción de la teoría dialéctica frente al aná­ lisis y comprehensión del proceso de tra­ bajo, que tiene hasta nuestros días y en nuestra sociedad, bastante actualidad. 10) “TOLERANCIA REPRESIVA” Edición en Inglés: “REPRESSIVE TOLERANCE”. Es un breve ensayo que aparece publica­ do en un libro de tres autores bajo el nombre de "A critique of puré toleranee”. Aparecen en este libro ade­ más del de Marcuse; un ensayo de Robert Paul Wol} "Beyond Tolerartce”; y de Barrington Moore, jr. “Tolerance and the Scientific Outlook. "E n esta ocasión, por razones obvias nos centra­ remos a señalar sólo la problemática del ensayo de H. Marcuse. Editorial: Jonathan Cape, Thirty Bedjord Square, London, 1969, págs. 93-138. En un análisis de la tolerancia como una actitud propia del sistem a social. Marcuse pretende desmitificar, a través de un, análisis científico, una pretensión de considerarlo como un fenómeno aislado del contexto global. En dicho análisis glo­ bal la tolerancia se comprueba contradic­ toria con la necesidad del sistema de ase­ gurar su reproducción o mantención. Así la tolerancia, que es un fin en sí misma, según Marcuse, se ve utilizada precisa­ mente, p ara impedirla. La tolerancia, por ser producto de un sistema, y aún m ás de — 187 un sistema represivo, se convierte en una contradicción en sus términos que la en­ contramos de hecho presente y actuando en las sociedades industrialmente avanza­ das. “La tolerancia ha sido pervertida” . “La tolerancia significa intolerancia” . La tolerancia, es sociedades como las anali­ zadas, no es más que otra cosa que neu­ tralizar todo conflicto, neutralizar tanto “de la izquierda como de la derecha” . Dentro de este enfoque no podemos ha­ blar de tolerancia en abstracto, no pode­ mos hablar de tolerancia sin intentar si­ tuarla dentro del sistema que necesaria­ mente la utiliza para mantenerse. Marcu­ se señala ciertas “intuiciones” políticas. “Las condiciones en las cuales la toleran­ cia puede jugar de nuevo un rol de libe­ ración y de humanización no han sido aún creadas” . “La tolerancia que es un ele­ mento de vida, el llamado de una socie­ dad libre, no será nunca un regalo del poder existente; sólo puede bajo las actua­ les condiciones de tiranía de la mayoría, ser ganada en el esfuerzo sostenido de las minorías radicalizadas, deseosas de que­ b rar esta tiranía y de trab a jar para la emergencia de una libre y soberana m a­ yoría-minoría intolerante, militantemente intolerante y desobediente a las reglas de comportamiento que toleran la destrucción y la supresión” . Este ensayo dentro de la obra de Marcuse es importante. Aunque es la misma temática del “El hombre Unidimensional” tiene una lucidez en cuanto a la proyección política necesaria que se desprende del análisis. Si bien es una proyección anár­ quica, es una proyección política posible. Este ensayo en cuanto a su influencia en la acción política estudiantil, parece ser uno de sus escritos más influyentes. Ha sido citado por Rudi Dutschke en innume­ rables ocasiones, como así mismo en las contestaciones francesas. Por último, es un texto interesante en cuanto aborda uno de los valores que sustentan las sociedades llamadas “democráticas” , modelo de las sociedades en vías de desarrollo, algunas de ellas también llamadas democráticas. En este sentido es un aporte más de Marcuse al análisis de la ideología de una sociedad. 11) “LA SOCIEDAD INDUSTRIAL Y EL MARXISMO” . Edición en español: Editorial Quintaría, Buenos Aires, 1969. Traducción: Alberto José Massolo. “Este volumen recoge los textos de tres conferencias pronunciadas por H erbert Marcuse en distintas circunstancias: el co­ loquio sobre el centenario de Max Weber en 1964 (reproducida en “New Left Review” N? 30, 1965), el simposio sobre 188 — “Marx y el mundo occidental” en la Uni­ versidad de Notre Dame en 1966 (University of Notre Dame, 1967) y el semi­ nario sobre “las transformaciones de ca­ rácter y el papel de la clase obrera” en Korcula, Yugoslavia, en 1964 (Revue In­ ternationale du Socialisme N? 8, 1965). Se incluyen sus recientes declaraciones al dia­ rio “Le Monde” (selección semanal del 16 al 22 de mayo, 1968) y, en apéndice, un artículo de André Gorz (Crítica m arxista N® 2, 1965) sobre la última obra de Marcuse, “El hombre unidimensional” . A —“ Industrialización y Capitalismo en Max W eber” . Es un valioso trabajo de Marcuse que analiza con motivo de la obra de Max Weber “Economía y Sociedad” , la posi­ bilidad postulada por la ciencia natural de la “neutralidad” en ciencias sociales. La idea de “Razón” buscada por Weber, aunque sea muy congruente con la cultura occidental que la encarnaría, no es sufi­ ciente a juicio de Marcuse para probar y fundamentar la posibilidad de una neutra­ lidad. “Precisamente el análisis que Max Weber ha hecho del capitalismo industrial m uestra que el concepto de neutralidad, o más bien de impotencia científica frente a los valores e ideales, es insostenible. La pura concepción filosófica y sociológica, al m argen de los valores, se convierte en su propio desarrollo en una crítica de los va­ lores, e inversamente, conceptos científicos puros y vacíos de todo valor, revelan su propio sistema de valores ocultos. Se con­ vierten en una crítica de los datos a la luz de lo que esos datos imponen al hombre y al mundo. “Lo que debería ser” se revela en “lo que es” . El dinamismo inagotable del concepto lo pone al descubierto” . Y en otro pasaje agrega". . .su teoría de una ciencia que en el interior de sí misma esta­ ría libre de todo valor, se reveló como lo que era en la práctica: un intento de “libe­ r a r ” a la ciencia p ara la aceptación de va­ lores represivos, cuyo origen se encuentra fuera de la ciencia” . Dentro de esta problemática, Marcuse va analizando los postulados científicos de Weber, que se esconde dentro de forma­ lismos que suponen una opción política por un capitalismo y su sistema propio de de­ fensa. Por ejemplo, el concepto de razón, núcleo fundamental de la neutralidad Weberiana, tiene ciertas características que hacen el concepto de razón un ele­ mento más de dominación, a saber: 1.— Metematización progresiva de toda expe­ riencia y de todo conocimiento, que a par­ tir de sus espectaculares éxitos en las ciencias naturales, se orienta a la conquis­ ta de las ciencias sociales y por último a la del propio modo de vida (cuantificación universal). 2.—Insistencia en la necesidad 1 de la experiencia y de la prueba raciona­ les tanto en la organización, de la ciencia como en la de la vida. 3.—Constitución y consolidación de una organización univer­ sal y especializada de funcionarios, que tiende hacia “ un control de toda nuestra existencia, al cual sería imposible sustraer­ se” . “Este último elemento era para Max Weber el resultado crucial de todo el proceso” . La razón formal tiene sus propios lími­ tes, por ser ella también, quiéralo o no, una práctica histórica . . . no se puede de­ ducir de ella ni el fin de la construcción científica y técnica, ni el contenido de esta construcción (su sujeto y su objeto). Ellos quiebran desde el comienzo un dominio que es anterior a la concepción de la razón formal, libre de todo valor. En la raciona­ lidad capitalista, tal como es analizada que delimitan, el contenido de la razón, por M. Weber, estos elementos prim eros aparecen como hechos históricos. 1.— El proveer a las necesidades humanas —fin mismo de la economía— se obtiene en el interior del marco de las posibilidades de ganancia calculadas de manera privada, es decir el beneficio de una empresa o de un empresario individual. 2.—La existen­ cia de los hombres depende entonces de las posibilidades de beneficio de la em­ presa capitalista-dependencia que se en­ carna perfectam ente en el “trabajo libre” que está a disposición del em presario” . Todo esto lleva a afirm ar a Marcuse lo que según él Weber luego comienza a ver, que la verdad por el sólo hecho de serlo es crítica. “La verdad llega a ser crítica, acusación y la acusación llega a ser una función de la verdadera ciencia” . Es un buen trabajo sobre un tem a que tiene para nosotros gran actualidad: ¿neu­ tralidad de la ciencia? ¿Apoliticismo de la máquina? B .—“La Obsolescencia del Marxismo” La introducción de este artículo sitúa los problemas planteados dentro de la teo­ ría m arxista y también de la teoría dia­ léctica que Marcuse trabaja. “El título de mi ponencia no pretende sugerir que el análisis del sistema capitalista hecho por M arx es anticuado; por el contrario, pien­ so que se han confirmado las nociones más fundamentales de su análisis, que pueden resum irse en las siguientes proposiciones: 1.— En el capitalismo, las relaciones so­ ciales entre los hombres se rigen más por el valor de cambio que por el valor de uso de las mercancías y servicios que ellos producen, es decir que su posición está re ­ gida por el mercado. 2.— En esta sociedad de cambio, la satisfacción de las necesi­ dades humanas tiene lugar sólo como un residuo de la producción rentable. 3.— En la evolución del capitalismo se desarrolla una doble contradicción a) entre la produc­ tividad creciente del trabajo y el perma­ nente incremento de la riqueza social, por un lado, y su uso represivo y destructivo, por el otro; b) entre el carácter social de los medios de producción (que no son ins­ trumentos de trabajo individuales sino co­ lectivos) y su propiedad y control priva­ dos. 4.— El capitalismo puede resolver es­ ta contradicción sólo temporariamente por medio del aumento del derroche, los gas­ tos superfluos y la destrucción de las fuer­ zas productivas. La ca rre ra competitiva por los beneficios derivados de la produc­ ción arm am entista conduce a una vasta concentración del poder económico, a una agresiva expansión exterior, a conflictos con, otros poderes imperialistas y finalmen­ te a un ciclo recurrente de guerra y de­ presión 5.— Solamente se puede romper este ciclo si las clases trabajadoras, que soportan el embate de la explotación, se apoderan del aparato productivo y lo co­ locan bajo el control colectivo de los mis­ mos productores” . Marcuse a p artir de estas nociones fun­ damentales analiza la sociedad norteameri­ cana y llega a dudar de la última en cuan­ to a factibilidad próxima y previsible. P a ­ ra Marcuse no existe en este momento una clase revolucionaria capaz de resolver las contradicciones de las cuales participa. El desarrollo tecnológico, sin, ser por esencia un arm a represiva, ha neutralizado el ca­ rácter revolucionario de la clase trab aja­ dora. Es a p artir de estos hechos que Marcuse propone comenzar el análisis de la sociedad norteamericana. El marxismo, da­ do su carácter científico debe replantarse esta noción fundamental p ara el desarro­ llo político. Es un texto de síntesis de algunos as­ pectos y debatidos de Marcuse. Algunos ad­ versarios llegaron a sostener que negaba la existencia de clases en USA. Muy por el contrario, en este artículo las reafirm a, pero en cuanto a su potencial político, se encuentra neutralizado por el aparato tec­ nológico en, que participan. Este mismo problema será absorbido nuevamente en el artículo siguiente. C.—“Las perspectivas del Socialismo en las Sociedades Industriales A vanzadas” La problemática es sim ilar a la anterior, parte de las mismas nociones básicas res­ pecto a la teoría m arxista y la duda nueva­ mente surge de la quinta noción. “E sta­ mos en una sociedad clasista, pero en la cual la clase obrera y a no representa la negación de lo que existe". Estamos en una sociedad “ totalitaria porque en ella se han completado la asimilación de vida pri­ vada y de vida pública, de exigencias in­ — 189 dividuales y de exigencias sociales". El pesimismo de Marcuse surge nuevamente al no encontrar al sujeto capaz de realizar la Revolución. El cambio o evolución, del modo de producción nos hacen profundizar la teoría de análisis de Marx. “La inter­ pretación de la oposición, la absorción del potencial revolucionario, no sólo es un fe­ nómeno superficial, sino que encuentra su fundamento m aterial en el mismo proceso productivo, en el propio cambio del modo de producción” . E s un texto breve que sistematiza pro­ blemas tratados. Es un texto menor den­ tro de la obra de Marcuse. D.—“Sobre el Poder Estudiantil” (diálogo con “Le Monde”) Es una entrevista en la cual se le formu­ lan una serie de preguntas cuyas respues­ tas son breves y generales. Hay preguntas interesantes como: ¿Qué piensa usted de lo que se llam a por analogía con el “poder negro” el “poder estudiantil” ? Su respues­ ta es de gran vaguedad. 1 2 .- “EL ENVEJECIMIENTO DEL PSICOANALISIS” Edición en español: En publicación co­ lectiva “Marcuse Polémico”, págs. 31-68; Editorial Jorge Alvarez, Bs. Aires, 1968. “Este ensayo está consagrado al destino de ciertas tesis fundamentales de la teo­ ría de Freud y de sus continuadores, tanto ortodoxos como revisionistas. Sostengo que han envejecido en la medida que ha en­ vejecido su objeto, es decir, “ el individuo” en tanto encarnación del ello, del yo y del super yo dentro del marco de la realidad social. La evolución de la sociedad actual ha reemplazado el modelo freudiano por un átomo social cuya estructura psíquica ha dejado de tener las cualidades que Freud le asignaba al objeto del psicoaná­ lisis ha sobrevivido a través de sus diver­ sas escuelas y se extendió a innumerables áreas de la sociedad pero con la transfor­ mación de su objeto creció el abismo entre la teoría y la terapéutica, y esta última se encuentra en una situación en la que parece prestar más ayuda al orden esta­ blecido que al individuo. L a verdad del sicoanálisis no se ve resquebrajada por esto; al contrario el envejecimiento de su objeto revela la medida en que el progreso ha sido de hecho una regresión, en la rea­ lidad. Es así como el psicoanálisis ilumina con una luz nueva la política de la socie­ dad industrial adelantada. “En este ensayo discutiré el aporte del psicoanálisis al pensamiento político, in­ 190 — tentando m ostrar el contenido social y po­ lítico de los conceptos fundamentales del psicoanálisis” . E ste pequeño párrafo introductorio del mismo Marcuse nos m uestra la problemá­ tica que desarrolla. Desgraciadamente es un texto muy breve, pero riquísimo en las dimensiones de investigación teórica que abre. 13.— “ ¿HUMANISMO SOCIALISTA? ’’ Edición en español, aparecida en obra colectiva "Humanismo Socialista”. Erich Fromm y otros. Editorial: PA1DOS, Bs. Ai­ res, 2? Ed. Título original en inglés “Socialist Humanism”. Versión castellana: Eduardo Goligorsky. Págs. 124 y 135. “ . . .el desarrollo posbélico de las socie­ dades capitalistas y comunistas en condi­ ciones de coexistencia sugiere la necesidad de revisar las perspectivas del humanis­ mo socialista con la m irada puesta en, la capacidad técnica y la productividad de dichas sociedades. Este ensayo sólo pro­ pone algunas observaciones acerca de tales problemas” . Las observaciones son muy breves y po­ co fundamentadas, parecieran centrarse en el contenido humanista del socialismo no como un imperativo moral o de justi­ ficación, sino que por el contrario producto de una práctica económica y política, co­ mo parte de la base misma de la cultura m aterial. No sólo como un fin moral, sino que por el contrario, como producto de una necesidad humana, de un hombre his­ tóricamente situado en un modo de pro­ ducción, determinado. Texto menor de Marcuse, aunque el hu­ manismo es una preocupación importante dentro de su pensamiento. La premisa de que la URSS y USA son sociedades que no proporcionan los medios p ara realizar el humanismo socialista, lo lleva a plantear sus observaciones sin. referencia directa a un modo de producción, lo que las hace de gran vaguedad. 1 4 . - “CAMBIANDO EL MUNDO. REPLICA A KARL MILLER” Edición en castellano en obra colectiva, Marcuse Polémico”. Editorial Jorge Alva­ rez. Bs. Aires, 1968: págs. 111-127. “La crítica de “One Dimensional Man” , escrita bajo el seudónimo de K arl Miller, no merece una réplica si no hubiera apare­ cido en Montly Review, una revista dedi­ cada al desarrollo del pensamiento socia­ lista independiente” . Las críticas de K arl Miller se reducirían por una parte a su nivel teórico que no le ha permitido asumir los hechos relevantes de todo análisis; y por otro, las consecuen­ cias políticas que sus análisis provocan, llámase pesimismo, llámase fatalismo. A ambas críticas responde Marcuse acla­ rando sus planteamientos y afirmando su cientificidad. La lucha de los negros en USA y la lucha de liberación en el Tercer Mundo son luchas de importancia, pero que no aseguran, a corto plazo, una reso­ lución de las contradicciones del sistema. Las fuerzas revolucionarias están latentes, tendrán que encontrar su expresión. Exis­ ten ya algunas. No se tra ta de señalar plazos. Concluye su defensa Marcuse “ Tener miedo de ser demasiado negativo, el deseo comprensible de ser un poco más optimista y descubrir fuerzas revolucionarias, son buenas intenciones que alimentan ilusiones, desvían y debilitan a la oposición, al tiem­ po que favorecen al régimen establecido” . Es un, artículo de descargo de Marcuse a otro artículo que aparece en la misma publicación “Marcuse Polémico” . Desgra­ ciadamente los problemas teóricos son su­ perficialmente planteados; los problemas políticos se comentan, por lo tanto, en el problema de “ver las cosas de diferente m anera” . Es un artículo secundario de Marcuse. 15.— “LA SOCIEDAD CARNIVORA” Esfe libro recopila cuatro conferencias de Marcuse con el título de "La sociedad carnívora”, publicado por editorial Galer­ na, Bs. Aires, 1969. Traducción de Miguel Grinberg. Las cuatro conferencias son: “Liberándose de la sociedad opulenta” , “La Rebelión de P a rís” , “Perspectivas de la Nueva Izquierda Radical” y “ Exijamos lo imposible” . La prim era, “Liberándose de la sociedad opulenta" es el texto de una conferencia dada por Marcuse en, un congreso inter­ nacional en torno al tem a “Dialéctica de la Liberación” , llevado a cabo en Londres del 15 al 30 de julio de 1967, en la Round House de Chalk Farm . E sta conferencia pretende explicar las características específicas que toma un proceso de liberación dentro de una socie­ dad opulenta y no en una sociedad pobre, ni en una sociedad que se está desintegran­ do, sino al contrario en una sociedad que desarrolla y satisface en gran escala las necesidades tanto m ateriales como cultu­ rales del hombre. Dentro de este problema general. Marcuse sitúa la necesidad de una ruptura entre la nueva y la antigua sociedad; aquí hablará de “ ruptura his­ tórica” y de “cambio cualitativo” con toda intención en vez de usar el concepto de revolución que le parece gastado. Así, verá las condiciones de ese cambio cualitativo y la dialéctica de la liberación que nos perm ita una sociedad libre. La segunda conferencia: “La Rebelión de P arís” , es una conferencia realizada por Marcuse el día 23 de mayo, a poco de haber llegado de P arís en que estuvo entre el 6 y el 12 de mayo de 1968. Marcuse da a conocer justamente sus impresiones de los sucesos que vio entre esos días y a los cuales se h a denominado “la revolución de mayo” , frente a un centenar de alum­ nos y docentes de la Universidad de Cali­ fornia en San Diego. M arcuse resalta el carácter espontáneo de esta revolución estudiantil que encontró respuesta en toda la sociedad francesa. Y m uestra como características esenciales de ese movimiento el de ser una “ revolución cultural” “puesto que la protesta está apuntada hacia todo el Establecimiento cultural, incluyendo la m oral de la socie­ dad existente” . “Perspectivas de la Nueva Izquierda Ra­ dical” , es una conferencia efectuada por Marcuse el 5 de diciembre de 1968 en el teatro Fillmore E ast de New York, reunión organizada por el periódico neoyorquino independiente y radical “Guardián” , a pro­ pósito del vigésimo aniversario de su pu­ blicación. Aquí M arcuse pretende d a r una “ imagen realista de la Izquierda am ericana tal co­ mo él la ve. Marcuse esquematiza los ob­ jetivos de su intervención por un “inten­ to de batir y aclarar el blanco de la estra­ tegia de la Nueva Izquierda, los métodos y, finalmente, la organización de la Nueva Izquierda. R esalta en esta intervención de M arcuse la crítica al Partido y al centra­ lismo revolucionario, y contrapone a esa organización tradicional “ una especie de algo que yo quisiera denominar, y lo digo seriamente, espontaneidad organizada” . P or último, “Exijamos lo imposible” , es una conferencia dada él 25 de marzo de 1969 por M arcuse a los estudiantes cana­ dienses en Vancouver. M arcuse analiza allí esquemáticamente las características fun­ damentales de la sociedad unidimensional que ha desarrollado en su libro “El hombre unidimensional". 16.— LIBERTAD Y AGRESION EN LA SOCIEDAD TECNOLOGICA” Edición castellana aparecida en un obra colectiva con el título de "La sociedad in­ dustrial contemporánea”, publicado por editorial siglo XXI, México, 1969. Traduccim: Margarita Prieto y Julieta Campos. Este artículo está compuesto por tres conferencias dictadas por Marcuse en la E scu d a de Ciencias Políticas de la Univer­ sidad de México, a i enero de 1966. — 191 El artículo en general pretende realizar una descripción de las características fun­ damentales de la sociedad tecnológica. P a ­ r a m ostrar las formas de represión y agre­ sividad tecnológicos que se generan dentro de ella, tanto interna como externamente. Luego, en la segunda conferencia, Marcuse analiza la enajenación, especialmente la “ enajenación objetiva” y el carácter es­ pecífico que este fenómeno toma en la so­ ciedad industrial P or último, en la tercera conferencia, que resume este artículo, Marcuse trata de m ostrar el carácter de las fuerzas an­ tagónicas que operan en la sociedad opu­ lenta. Plantea, a raíz del análisis que realiza de la sociedad industrial, la necesidad de una reformulación de los conceptos marxistas, en términos de la situación internacio­ nal: de “ m anera de realizar una reconci­ liación entre la teoría m arxista y la rea­ lidad” . 17.— “ENTREVISTA CON HERBERT MARCUSE” Artículo aparecido en la revista Punto Final, en el número 67 del 5 de noviembre de 1968, Chile: y es la traducción de una entrevista a M arcuse efectuada por Gunther Busch, publicada en la revista ingle­ sa “New L eft R eview ” . E sta entrevista se traduce en tres pre­ guntas efectuadas a Marcuse, que son por un lado un preguntar qué sentido tiene hoy en día hablar de revolución, si la clase obrera ha sido disuelta y desaparecido su poder revolucionario, y por otro, parece existir una cierta convergencia m utua de capitalismo y socialismo, en los sistemas más avanzados. Y por último, se le pregun­ ta a Marcuse, si el capitalismo ha podido manipular sus contradicciones, absorbiendo todo intento revolucionario. ¿Qué significa hablar de revolución en este contexto? Es­ tas son las interrogantes planteadas a Marcuse. El las contesta esquemáticamente. 1 8 . - “MARCUSE Y LA JUVENTUD” Tres entrevistas incluidas en publicación conjunta “M arcuse Polém ico” . Editorial: Jorge A lvarez, Bs. Aires, 1968. —La Internacional de los 20 años. Decla­ raciones a Mauro Calamandrei. Publica­ da en “L’Express” , mayo 1968. —Los individuos subordinados a la produc­ ción. Declaraciones a Michel Bosquet. Junio 1968. —Si son violentos es que están, desespera­ dos. Declaraciones a P ierre Viansson Ponté. Junio 1968. 192 — Son tres entrevistas realizadas en los momentos mismos de los movimientos de mayo en Francia. Las tres constituyen una importante documentación p ara analizar esos movimientos y p ara la vinculación que tendría el pensamiento de Marcuse a par­ tir del juicio mismo de Marcuse. II.—A l g u n a s p u b lic a c io n e s so b re H e rb e rt M a rc u se 1 — JEAN - MICHEL PALMIER “SUR MARCUSE” Edición en francés: Union Générale d ’éditions, París, 1969. Col.: Le monde en 10-18; 184 págs. Este libro tiene como subtítulo “Presen­ tación de H erbert Marcuse” y no pretende ser más que eso. De las presentaciones que tenemos conocimiento, sin duda es una de las mejores. Su pretensión no es otra que esa, afirm a en su prólogo. “ . . .el pre­ sente ensayo no pretende recorrer el iti­ nerario de Herbert Marcuse de una mane­ r a integral, solamente quiere presentar sus escritos” . Esta presentación es desde afue­ ra de Marcuse y no logra profundizar en ningún momento los aportes teóricos que Marcuse señalaría a la teoría dialéctica. Por ejemplo, el autor ignora en absoluto el rol del pensamiento negativo que es un elemento clave en la filosofía de H erbert Marcuse. Prescinde de desarrollar además, elementos importantes, como por ejemplo, la relación que M arcuse atribuye contra­ dicción de clases y la contradicción entre Eros y Tanatos. Sin perjuicio de esto su presentación es lúcida. En primer lugar, describe a gran­ des rasgos el itinerario de Marcuse, cenr trándolo fundamentalmente en la prim era parte, en el “Marxismo Soviético” . Luego, señala la relación de Marx, Freud y Heidegger con Marcuse. E sta relación es quien sabe la parte más interesante desa­ rrollada por Palm ier, p ara una persona que se inicia en Marcuse. Luego hace una exposición de “Ecos y Civilización” con una buena comprehensión y un deseo cons­ tante de referencia a la realidad europea. Posteriormente analiza “El hombre unidi­ mensional” , sin, hacer referencia directa al texto, con una comparación interesante entre la realidad europea con la norteame­ ricana. Por último señala algunas pautas generales para un estudio posterior de la relación de H erbert M arcuse con la “re ­ vuelta de estudiantes” . P a ra una persona que no tenga iniciación filosófica será un texto de gran utilidad p ara comprender a Marcuse. P a ra perso­ nas que tengan algún trabajo en dicho campo le puede aportar una visión global de la obra sin, mayor análisis teórico. 2.— J. M. CASTELLET “LECTURA DE MARCUSE” Edición en español, Editorial Seix Barral, Colección Biblioteca breve de bolsillo, Bar­ celona, 1969. Edición original en lengua catalana, publicada por Ediciones 62, S. A.; 144 págs. El intento de esta presentación “es re­ sumir algunas ideas entre las más repre­ sentativas del pensamiento de H erbert Marcuse. . . ” y con ellas dar una visión general de su obra. Es una pretensión de presentar desde afuera, con “ objetividad” la obra de Marcuse. Pero desgraciadamen­ te esta pretendida objetividad es puesta en cuestión a lo largo de la obra. Preten­ diendo ser una lectura a partir del autor mismo, se realiza una lectura con las preconcepciones del Sr. Castellet. Un autor dialéctico que quiera ser presentado no puede ser presentado ignorando su calidad de tal. Lo que resulta, con gran sutileza, una tergiversación de la obra de Marcuse, reduciéndola a un esfuerzo libertario y utópico más, como hay muchos. Nos pare­ ce que el gran error del señor Castellet es considerar una obra filosófica o teórica, como una obra literaria. Considera la obra de Marcuse a un nivel de creación poé­ tica. Segundo gran error, antes señalado, una filosofía dialéctica, supone para su exposición, su comprensión. Tercer gran error, visualisar la obra de Marcuse a par­ tir de una clase que tiene que ignorar, aún en una obra que la considera, la lucha de clases. Es una obra que presenta a Marcuse como un ingenuo, idealista, fanático de la revolución y del cambio. Un filósofo tradi­ cional, o un filósofo social en la fila cari­ caturesca de los socialistas utópicos, que tanto M arx y Engels combatieron y junto a los cuales Marcuse pretendía combatir. Nos parece la obra un intento más de la prensa o intelectualidad del statu-quo para presentar al pensamiento dialéctico y o sus “pensadores” en un intento de moralizar al mundo tras “ideas” muy lindas, pero que no tienen ninguna facticidad. En síntesis, una obra con una “objetivi­ dad” muy relativa. P a ra aquellos que quie­ ran conocer a Marcuse se les recomienda ir a su misma obra, o a un texto más se­ rio, que podría ser el de Palmier, ante­ riormente señalado. 3.— “MARCUSE CET INCONNU” “MARCUSE ESE DESCONOCIDO” El número 36 de la revista “La Nef” , de enero-marzo de 1969, está enteram ente de­ dicado a Marcuse, y está compuesta por nueve artículos que juntos realizan una muy interesante presentación del pensa­ miento y la problemática de Marcuse. Esos artículos son: Marcuse pour quoi faire? de Agnes Guillou, La pensée de Herbert Marcuse por Lucien Galmonn, Eros et Logos por Henri Lefebvre, Le mesonge des Choses por M arc Nacht, Le critique de Hegel por Alain de Libera, Le marxisme sovietique ou de Thanatos a Eros, Notes sur Marcuse et la Psychanalyse por Jean Laplanche, Comment Lire Marcuse, por Jean P ierre Cotten; Le mouvement de Mai, Christian Descamps; Entretien sur Marcuse avec deux etudiantes: Brigitte Croisier? Une consciense toute neuve, y Michele Pascua Lespoir du moide mai. Recomendamos la lectura de esta revista a todo lector que desee tener una visión de conjunto del pensamiento de Marcuse. Los artículos en general, no pretenden ser más que presentaciones o esquemas de los problemas que posee la obra de Marcuse. Así, no se encontrarán aquí grandes tra ­ bajos sobre Marcuse, no es la intención de la revista, sólo es la de presentarnos en sus facetas más variadas a Marcuse, para que deje de ser un desconocido, porque ya no lo es. Deseamos resaltar especialmente los a r­ tículos de Goldmann y de Cotten, por ser los más interesantes. El artículo de Goldmann, realiza un rá ­ pido análisis del desarrollo del pensamien­ to de Marcuse desde su situación intelec­ tual dependiente de Heidegger y Hegel y sus contactos con Luckacs y Bloch, y su paso posterior por la Escuela de Francfort, con Adorno, Horkheimer y Benjamín; has­ ta sus críticas de las sociedades industria­ les y su influencia en las luchas estudian­ tiles. Goldmann nos da en su artículo un claro análisis del itinerario filosófico, intelectual y político de Marcuse. El artículo de Cotten sobre Cómo leer a Marcuse, resalta también porque plantea interrogantes fundamentales: ¿Qué es real­ mente la filosofía de Marcuse?, ¿cómo se puede leer a Marcuse? ¿Si posee realmen­ te el discurso de M arcuse una unidad, una problemática? El artículo de Cotten se plantea a un ni­ vel epistemológico del discurso de Marcu­ se, resaltando la complejidad de ese dis­ curso por su intento de unir varias cien­ cias como sicología, sociología, filosofía y política. Y p ara Cotten es justamente ese intento de unificación del saber lo que plantea el problema de la coherencia y uni­ ficación del pensamiento de Marcuse. 4.— ROBERT STEIGERWAD = EL APOSTOL DE LA TERCERA VIA” (contribución a la crítica de las teorías de Herbert Marcuse). Revista Internacio­ nal N? 8. — 193 E s un articulo seno y documentado, con una interpretación acababa y quien. sabeasoM? p p uoi;sano bj o^usuiBuas jBjap demasiado acabada de la obra de Marcu­ mundo como elemento histórico condicio­ se, que lo lleva a afirm ar posiciones o im­ nante” . Al final de su crítica Rivano re ­ plícitos que Marcuse no consideró. E l au­ sume sus intenciones frente a Marcuse: “sólo nos interesaba m ostrar que Marcu­ tor es un autor que domina y comprende se no está deseoso —ni mucho m e n o sel pensamiento dialéctico, lo que hace del de subordinar su enfoque a la concepción articulo un comentario de interés. m arxista; m ostrar que su énfasis sobre las L a exposición de Marcuse realizada por doctrinas metasicológicas de Freud hacen Steigerwld está realizada p ara demostrar más que cuestionables dicha subordina­ que Marcuse no es “ ortodoxo” . Centra su ción m ostrar que hay en el autor que co­ crítica en un reemplazo de la dinámica de mentamos un deleite cataclísmico con m a­ lucha de clases, por una dinámica de los tices siniestros; que ap arta con una alta­ instintos. El problema y la discusión sobre nería que Gorz toda significación histó­ este enfoque es pertinente. Pero lo que rica del subdesarrollo; que no saca las también es cierto que Marcuse en ningún narices de una sociedad un tanto particu­ momento pretende desconocer la lucha de clases, sólo afirm a que el potencial revo­ lar; que no desciende de los ademanes omnicluyentes y sabelotodo de gente del lucionario se encuentra neutralizado y que la opresión de la sociedad tecnológica ase­ pasado; que empuja con m aneras elegantes gura que la dinámica de clases será m ate­ —el modo de Gorz y Althueser— el resto de los papeles toda la ideología revolucio­ rializada. naria; m ostrar, en suma que se tra ta Por otra parte, el autor pasa por alto —también en, su caso— de un intelectual que Marcuse pretenda proponer un enfo­ del desarrollo de pies a cabeza (una mez­ que teórico a una sociedad determinada cla de lucidez y m ala fe) idéntico y dife­ como la norteamericana. Sus tesis no pre­ rente al intelectual del tercer mundo (una tenden tener una validez universal como mezcla de lucidez y de impotencia)” . pareciera atribuirle el comentarista. MarPodemos así ver lo duro de las críticas cuse se sitúa a un nivel determinado de búsqueda y es en ese nivel que hay que cri­ de Rivano, pero también quizás su exa­ geración y superficialidad. ticarlo, o bien criticar el mismo nivel en que se sitúa. 6.— Crítica a Marcuse realizada por Karel Por último, la discusión de “principios” Kosif en su libro Dialéctica de lo Con­ es incompatible con el pensamiento de creto, dentro del artículo la proble­ Marcuse, y aún más, para Marcuse, el mática de El Capital, de Marx, entre conocimiento de la realidad no es reduclas págs. 189 a 195, de la edición cas­ tible a principios. tellana: Ed. Grijaldo. México, 1367. En síntesis, un buen comentario de Marcuse, a pesar de su brevedad. Algunas de Kosik se refiere marginalmente a Marlas críticas que señala, son discutibles. cuse dentro de su artículo La problemática de El Capital, en una crítica general que realiza sobre las tesis planteadas sobre 5.— Crítica a Marcuse por Juan Rivano la supresión de la filosofía. Y Marcuse se en su libro Cultura de la Servidumbre en las págs. 199 a 220, impreso en sitúa p ara Kosik entre esos que ven la Edit. Santiago Chile, 1969. supresión de la filosofía en su transform a­ ción en “teoría dialéctica de la sociedad” . Rivano pretende m ostrar a p artir funda­ Así, Kosik critica duramente clasificanmentalmente de “Eros y Civilización” y do de oscura y ambigua la interpretación el “Hombre unidimensional” , que existe que Marcuse realiza del marxismo, cues­ una convergencia entre Freud y Marcuse tionando los argumentos centrales de la y una divergencia entre Marcuse y Marx, interpretación m arcusiana del marxismo: “divergencia que no parece incompatibili­ dad, aunque ningún intento se observa pa­ el primero, de que “uno de los argumen­ tos de la supresión dialéctica de la filo­ ra atenuarla o simplemente, eliminarla” . sofía en la ciencia social es la afirmación Rivano, intenta confrontar los postulados de que la inversión m aterialista de Hegel esenciales de la posición de Marcuse con la doctrina de m arxista. Y llega a la con­ no representa el paso de un aposición fi­ losófica a otra, y por tanto, una continua­ clusión que Marcuse elabora solamente una ción de la filosofía. “dialéctica de la civilización” desde un punto de vista freudiano y no marxista. Y el segundo argumento de Marcuse, lo que “todos los conceptos filosóficos de la Critica, luego Rivano duramente a Marteoría m arxista con categorías sociales y cuse por “ encerrarse en, las condiciones de económicas, m ientras que las categorías la sociedad norteam ericana (de una parte de esa sociedad) para pensar al mundo sociales y económicas hegelianas son con­ en su totalidad” . Y por no “ querer consi- ceptos filosóficos” . 194 — 7 . - "MARCUSE POLEMICO” Edición en español: Editorial Jorge Al­ varez, Buenos Aires, 1968; 166, págs. Trad.: Liliana Isler. Es una obra que contiene algunas con­ ferencias de H erbert Marcuse, además de artículos sobre Marcuse de Serge Mallet, E rich Fromm, K arl Miller, y Henri Lefebvre. Erich Fromm: “Implicaciones humanas del ezquierdismo instintivista. Una respues­ ta a H erbert Marcuse” 69-90. Se tra ta de una respuesta que Fromm hace al artículo de Marcuse “las implica­ ciones sociales del revisionismo freudiano” . La discusión se centra fundamental­ mente en dos m aneras de comprender a Freud, en cuanto a sus implicaciones so­ ciales. Uno afirm ará que Freud hace una crítica a la Sociedad capitalista, el otro a la civilización en. cuanto tal. De esta dis­ crepancia surge la diversa función del ins­ tinto, del amor, etc Kerl Miller: "De todas m aneras, el asun­ to es cam biar el mundo “Págs. 93-110. Es una crítica centrada fundamental­ mente en el posible cambio utópico, que propondría Marcuse. Es una duda por la tesis de M arx que Marcuse habría dejado de lado. Por otro algunas consecuencias políticas que llevaría la posición de Marcuse. En el mismo libro, Marcuse replica a K arl Miller. Henri Lefebvre: “Función utópica del pensamiento” págs. 151-166. Ciertas observaciones sobre el rol de la utopía, que M arcuse concebiría, en rela­ ción con un principio de interpretación de los movimientos d e i Nanterre. Serge Mallet: “El ídolo de los estudian­ tes rebeldes” págs. 7-30. Es uná presentación de M arcuse a p artir de su posible influencia en los Movimientos de mayo, y por otra parte, en la posible interpretación de todos los movimientos de estudiantes de Europa. 8. - LE MONDE: HERBERT MARCUSE: “PHILOSOPHIE DE LA REPRESION” Supplement au numeró 7512-8 de mar­ zo, 1969. Son artículos muy cortos de: Jean Marie Domenach: “ Forcé et Faiblesse d’une contestation” . Roger Garaudy: “Le vertige du grand refus” . Jean Laplenche: “Instinct et Societé” . “Entretien avec Jean-Michel Palm ier: “Entre M arx et Sigmund F reud” . A pesar de la brevedad de los comen­ tarios, la publicación es de gran valor, en cuanto a la agudeza de todos los enfoques. 9.-H ERICH O N , EMMANUEL “ Compte Rendus de “L’homme Unidimensionnel” . Revue “L’homme et la societé “ Abril-Mayo-Junio-1968, N’ 8. 10.— ANDRE GORZ: “El hombre Unidi­ mensional de Marcuse” . Breve comentario en libro “la socie dad industrial y el marxismo” . — 195 ESTUDIOS Revista del Instituto de INTERNACIONALES Estudios Internacionales de la Universidad de Chile Director: Daniel Moore Consejo de Redacción: Alain Joxe, Darcy Ribeiro, Osvaldo Sunkel, Claudio Véliz Año IV Julio-Septiembre 1970 N° 14 S U M A R I O Alain Joxe y Cecilia Cadena ARMAMENTISMO DEPENDIENTE: CASO LATINOAMERICANO Cornelius F. Murphy, Jr. COACCION ECONOMICA Y TRATADOS DESIGUALES John Gittings LA NUEVA GUERRA EN INDOCHINA Stephen Hymer y Robert Rowthorne LAS CORPORACIONES MULTINACIONALES Y EL OLIGOPOLIO INTERNACIONAL: LOS AMERICANOS DESAFIADOS lan Bellany AUSTRALIA Y SU NUEVA POLITICA NUCLEAR DOCUMENTOS RESEÑA DE LIBROS Dirigirse a: Revista ESTUDIOS INTERNACIONALES Casilla 14187 — Sucursal 21, Santiago de Chile