La Colmena - Universidad Autónoma del Estado de México

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Benito Nogueira, sin título, 1989.
Universidad Autónoma del Estado de México
M. en C. Eduardo Gasca Pliego
Rector
M.A.S.S. Felipe González Solano
Secretario de Docencia
Dr. Sergio Franco Maass
Secretario de Investigación y
Estudios Avanzados
Dr. en C. Pol. Manuel Hernández Luna
Secretario de Rectoría
M. A. E. Georgina María Arredondo Ayala
Secretaria de Difusión Cultural
Dra. en E.P. María Isabel Rojas Ortíz
Directora de Divulgación Cultural
La abeja en La Colmena
9Alfonso Sánchez Arteche
Decir las cosas
10
Flor Cecilia Reyes
Escarcha
12
Maricruz Castro Ricalde
Virginia Aguirre, una cuenta pendiente
16
Félix Suárez
Virginia Aguirre. Un dato inicial y una verdad
18
Eugenio Núñez Ang
Virginia Aguirre, actriz
21
Blanca Álvarez Caballero
Hablamos
23
Delfina Careaga
A Virginia Aguirre
25
José Luis Herrera
37
Víctor Nava Marín
Abeja reina y diva
41
Sandro Valdés Lugo
Un tríptico para Virginia
46
Mijail Malishev
Corona de aforismos a
la eterna memoria de mi
inolvidable amiga Virginia
Aguirre
57
Emma Mauricia Moreno
Una carta para mi
entrañable amiga
59
En memoria de Vicky
64
Porfirio Hernández
Virginia
65
Elvia Montes De Oca N.
Un sincero hasta luego a
una entrañable e inolvidable
amiga: Virginia Aguirre
Arciniega
Virginia, cómo se pasa
Directora
Virginia Aguirre Escamilla †
Coordinador del número
José Luis Cardona Estrada
32
la vida
Virginia
34
Marco Antonio Morales G.
Réquiem por una artista universitaria
Rebeca Millán
Rush González
67
José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
78
Marco Aurelio Chavezmaya
Recordada Virginia
81
Del correo
Aguijón
Coordinadora de edición
Judith Madrid Hernández
90 Filosofía para no filósofos
Germán Iván Martínez Gómez
97
La ciencia, la técnica y las artes desde la perspectiva del
conocimiento como acción
Evelyn Y. Garfias Varela
108
Cada cuerpo una prisión en la obra de José Revueltas
Apoyo secretarial
Martha E. Arizmendi Domínguez, Jesús H. Florencia
Zaldívar y Gerardo Meza García
Edición gráfica y formación
Heriberto Sánchez Rodríguez
Apoyo corrección de estilo
Patricia Hernández Varela
Consejo editorial:
Maricruz Castro Ricalde,
Guillermo Fernández,
Mijail Malishev,
Eugenio Núñez Ang,
Herminio Núñez Villavicencio,
Juan Ma. Parent Jacquemin,
Inocente Peñaloza García,
Luis Quintana Tejera,
Félix Suárez,
Lauro Zavala
Revista indizada en la base de datos CLASE
(Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y
Humanidades) de la UNAM.
115
Herminio Núñez Villavicencio
Una sutil línea fronteriza entre lo ficcional y lo
meramente real en la literatura de Hugo Salcedo
Julián Beltrán Pérez
La Colmena, revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, es una publicación trimestral. Domicilio: Instituto Literario Núm. 215, Ote., Col. 5 de Mayo, Toluca,
Estado de México, C.P. 50090. Teléfono: (722) 277-3835 y 277-3836. E-mail: [email protected] Todas las colaboraciones son de la exclusiva responsabilidad de los
autores. Los trabajos publicados reflejan sólo el punto de vista de los autores. No se
devuelven originales no solicitados. Reserva de derechos al uso exclusivo del título
002829/94. Certificado de licitud de título: No. 8133 y contenido: No. 5763 expedidos
por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de
Gobernación, el 13 de septiembre de 1994. Distribución: Unidad de Comercialización y
Distribución Editorial. Impresión: Editorial Jano S.A. de C.V., Sebastián Lerdo de Tejada,
No. 864 Pte., Col. Electricistas Locales, C.P. 50040, Toluca, México. Tiraje: 500 ejemplares. Precio del ejemplar: $25.00.
Francia en La Colmena
Sección a cargo de Jorge Esquinca
La Colmena
Pliego de poesía
Artaud, Uccello
121
ALMA DOLOROSA TUS OJOS ME MIRAN
de Blanca Aurora Mondragón Espinoza
Italia en La Colmena
127
Miguel Ángel Buonarroti
Sección a cargo de Guillermo Fernández
La Colmena na janela
Sección a cargo de Sergio Ernesto Ríos
130
José Rui Teixeira
Paper army en La Colmena
Sección a cargo de Santiago Matías
134
Mónica de la Torre
Colmenario
Ensayística y evocación de la imagen poética en Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes
Azucena Arriaga Mejía
147
San Juan Ixhuatepec (San Juanico), siglos XVI y XVIII
Martha Eugenia Delfín Guillaumin
156
Dialogismo, intertextualidad e ironía en "Chac Mool" de Carlos Fuentes
Rosa María Camacho Quiroz
Perfiles
Universitarios
166
La Colmena un proyecto exitoso
Inocente Peñaloza García
Imágenes de Virginia Aguirre
Diseño de portada y contraportada:
Heriberto Sánchez Rodríguez
http://www.uaemex.mx/plin/colmena/home.html
Libros
170
Memorias de la amante infiel. Memoirs of the unfaithful lover, de Bessy Reyna
Eugenio Núñez Ang
175
Volar de hacer volar, la poesía de Pedro Salvador Ale
Blanca Álvarez Caballero
179
Mundo del fin del mundo
Sumario
138
Daniar Chávez Jiménez
183
80 años no es nada: Carlos Fuentes entre la memoria, la imaginación y la fantasía
Alberto Vital
Una ventana
E
La Colmena 69, enero-marzo 2011
n contadas ocasiones utilizó Virginia Aguirre este espacio. Fueron, siempre,
muy significativas, generalmente los aniversarios de La Colmena o la aparición de un
número señalado por su temática, el paso del tiempo y el cumplimiento de una tarea
honrosa.
Aquí y allá, en presentaciones y charlas muy variadas, se refirió a la revista de
la Universidad como una ventana abierta al flujo de mensajes en dos sentidos: los
emanados del trabajo de la comunidad universitaria y de los creadores literarios y
plásticos (le gustaba ver a la revista como un museo ambulante), y los recibidos
de universitarios de otras instituciones nacionales y extranjeras, así como de los
creadores de diversas latitudes.
De esta manera evitó hacer una publicación aldeana, impensable en la era de la
globalización –a la que en estas páginas se ha analizado y cuestionado por sus efectos
depredadores, pero también se le han reconocido sus aspectos favorables con miras
a una armoniosa (y utópica todavía) comunidad mundial–; sin embargo, supo darle
oportunidad a lo propio, a lo inmediato, a lo cercano, hoy que caminamos hacia
la despersonalización, el anonimato, el aislamiento frente a la computadora y el
rechazo del encuentro cara a cara, el único profundamente humano. Realizaba su
trabajo con amabilidad, energía, tesón, amoroso cuidado y alegría, sin protagonismo.
Como en los sesenta y ocho números anteriores, pero en especial en éste, la
colaboración de inteligencias y sensibilidades ha hecho posible que La Colmena salga
a la luz una vez más, en esta oportunidad para rendirle homenaje a su directora
fundadora. Motu proprio o atendiendo la invitación, respondieron generosamente,
en la medida que Virginia las recibió en estas páginas, y han ponderado con afecto
los diversos aspectos de su creativa y vital personalidad, de su carácter y actitud, de
sus virtudes y valores.
Las autoridades universitarias refrendan su compromiso con la apertura y
reconocen el trabajo de Virginia al proponer y apoyar este homenaje. Es una manera
–una posible– en que se ha querido decir hasta luego a quien durante diecisiete
años ideó, imaginó, dio vida, impulsó y concretó el esfuerzo editorial periódico
más contundente de difusión cultural por su duración y alcance en la vida de la
Universidad, pero que también brilló en el escenario como actriz de la Compañía
Universitaria de Teatro, sobre todo, y como productora, guionista y locutora de
radio. Por eso también se le dice a Virginia: gracias, una palabra que ella honró
porque creía y practicaba la gratitud.
La ventana sigue abierta y –deseamos, esperamos, creemos– seguirá abierta en
cumplimiento de una de las misiones históricas de la Universidad.
José Luis Cardona E.
5
Gonzalo Utrilla, sin título, 1995.
Virginia Aguirre Escamilla
In memóriam
La Colmena 69, enero-marzo 2011
(1963-2010)
8
Virginia Aguirre Escamilla
In memóriam
Alfonso Sánchez Arteche
Decir las cosas
Para Vicky Aguirre
Diste tu voz y la palabra a tantos
en el panal hoy seco de tus labios,
en tu lengua sedienta de lectura,
que no me cabe en la amistad sangrante
este silencio de alas rotas a medio vuelo
entre la flor del canto y la tinta aromada
por el presente de tu presencia.
Cómo decirte: amiga, no te vayas,
si vivir te pesaba, si tenías
ya clavado en el cuerpo un aguijón de sombras
contra la voluntad de todos
y a pesar de la humana virtud
de tu versátil ser como eras.
Acaso nos dirás: tenía que irme,
hoy no me duelo más de mí, es el dolor
de ustedes lo que me duele.
Está bien, corazón tempranamente quieto,
quédate donde estás, en la memoria,
donde no habrán de marchitarse
el enjambre de luz en tus pestañas,
la aureola oscura que enmarcó tu rostro,
la cadenciosa espiga de tu andar,
tu sonreír exacto,
tu prestancia.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
No hallo manera de decirte adiós,
sólo se va tu cuerpo, pero dejas
tu juventud colgada en el recuerdo
y en el gusto el profundo sabor a miel
de tu decir las cosas.
15 de diciembre de 2010
In memóriam
Virginia Aguirre Escamilla
9
Flor Cecilia Reyes
Escarcha
Para Virginia Aguirre
blanco diván de tul aguardará
tu exquisito abandono de mujer
Qué papel elegiste en el reparto
ahora que has mudado tu vestuario.
A quién fascinará tu desenfado
tu aguijón pertinaz de abeja reina.
Qué versos cantará tu voz de diva
la esquirla de tu tono en qué deseo.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
En estos escenarios el invierno es más frío
un bolero inconcluso te interpreta.
10
Virginia Aguirre Escamilla
In memóriam
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Como Pola Orquídea Rialto en La presencia altamente sospechosa
(la verdadera historia del hombre iguana) (1998-1999).
In memóriam
Virginia Aguirre Escamilla
11
Virginia Aguirre,
una cuenta pendiente
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Por Maricruz Castro Ricalde
Homenaje a Xavier Villaurrutia, Valle de Bravo (25 de octubre 2003).
12
Maricruz Castro Ricalde
Virginia Aguirre , una cuenta pendiente
A José Luis Cardona
Guadalupe Dueñas es una de las mejores cuentistas mexicanas de la segunda
Virginia Aguirre , una cuenta pendiente
Maricruz Castro Ricalde
La Colmena 69, enero-marzo 2011
mitad del siglo XX. Sólo publicó tres breves volúmenes en los que reúne menos de
cincuenta textos de esa naturaleza. Su cuarto libro fue Imaginaciones (1977) y en él
conjuntó retratos literarios de personalidades destacadas por el ejercicio de la pluma:
Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Ramón López Velarde,
Juan Rulfo, Juan José Arreola, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Rosario Castellanos,
Elena Poniatowska fueron algunas de ellas. Por eso extraña encontrar, junto a estos
nombres, el de Octavio Barreda y el de Fausto Vega. Su rastro se ha perdido y no
sólo por el paso del tiempo, sino por la escasa constancia de la obra que produjeron.
Octavio G. Barreda fue el impulsor de algunas de las revistas literarias más
sobresalientes de la cultura mexicana posrevolucionaria y uno de los integrantes
del grupo Contemporáneos menos conocido. A él se deben Letras de México y
El hijo pródigo. Su labor como funcionario y promotor cultural permitió que hoy
recordemos a otros e, irónicamente, lo hayamos olvidado a él. Un caso similar es el
de Fausto Vega, quien formó parte del grupo Hiperión, tal vez el más reconocido en
el terreno de la filosofía en México y que tenía a José Gaos a la cabeza. Dueñas llama
“espadachín de la palabra” a quien cultivó una de las artes más diluidas de estos
tiempos: la de la conversación. Ensayista, periodista, difundió de manera incansable
la cultura humanística. También fue funcionario universitario y se desempeñó como
Secretario de El Colegio Nacional.
Sin el quehacer de estos impulsores, el rostro de la academia y la cultura en
México hoy sería diferente. A pesar de esto, apenas son mencionados y los foros que
llevan sus nombres le dicen poco a sus asistentes. Entendemos, entonces, qué hay
detrás de la decisión de Guadalupe Dueñas al situar a ambos entre los pilares de las
letras de nuestro país: si éstos permanecen en la memoria y en la tradición artística
de una sociedad, quienes construyen la infraestructura, facilitan la circulación de
las obras y las ideas, inician o sostienen una empresa tan intangible como la del
saber merecen un trato similar. La ciudadanía se resiste a conceder tal sitio debido
a tanto oportunismo, a la presencia fugaz de quienes ejecutan esta labor como una
actividad meramente alimenticia y no como parte de una determinación consciente,
guiada por objetivos que van más allá de la titularidad de una plaza en la burocracia
universitaria o del aparato estatal (ante la escasa participación del sector privado en
el terreno de lo cultural).
En la segunda semana de diciembre de 2010 falleció una de las personalidades
más sobresalientes de la entidad, en lo que a la divulgación se refiere. La cultura
del Estado de México en el último cuarto de siglo recibió, de manera multiplicada,
la contribución de Virginia Aguirre Escamilla. Los perfiles del teatro, la radio, los
medios impresos, la difusión de la literatura, la historia y la filosofía, sobre todo, hoy
exhiben el cincel de esta mujer admirable, incansable en su afán por divulgar esas
sus grandes pasiones. Considerada como parte de las actrices que dieron vida al
teatro universitario en los años ochenta (el mejor de sus periodos), Vicky debe ser
13
La Colmena 69, enero-marzo 2011
recordada por su importante labor como directora de La Colmena, a lo largo de más
de tres lustros.
La reticencia mencionada líneas arriba, la que muchas veces impide reconocer
a quienes alientan una atmósfera artística y un clima de intercambio y debate del
pensamiento, podría objetar que Aguirre cumplió con un trabajo remunerado.
Un repaso a su trayectoria vencería cualquier titubeo: vio pasar cinco elecciones
de rector, tuvo a un número mucho más nutrido de jefes directos y, a pesar de
ello, la publicación de difusión cultural de la UAEM se mantuvo con la misma
calidad y casi siempre con la misma regularidad. El esmero puesto en su diseño,
en la corrección de los textos incluidos, en conservar una estructura básica en sus
contenidos evidencia un cuidado amoroso. En esos años, mediante su pliego de
poesía, los lectores estuvieron en contacto con los autores más sobresalientes de
la región y de otros rumbos. Fueron muchos los escritores traducidos y más aún los
artistas plásticos que tuvieron la oportunidad de ilustrar, espléndidamente las más
de las veces, los cerca de setenta números coordinados por ella.
Vigilante y atenta a cada etapa del proceso editorial, Aguirre se preocupó porque
La Colmena fuera un hogar de puertas abiertas para toda la comunidad intelectual, a
través de géneros diversos (ensayos, artículos, reseñas, entrevistas, crónicas, textos
de creación). Si México ha sido un lugar pródigo para la producción de revistas,
también ha sido testigo de sus muertes tempranas. Publicaciones muy consolidadas
no resistieron los cambios institucionales, la rotación de sus colaboradores, las
transformaciones de su contexto. Y si esta revista de la UAEM sobrevivió a todo ello,
con el ingrediente extra de ganar premios, fue por la presencia ubicua, omnímoda,
de quien funcionaba como su cabeza, su cuerpo, su corazón.
Han pasado muchos años desde la primera vez que hablé con Virginia Aguirre. La
seguí con manuscritos propios y ajenos, escritos con máquina mecánica y eléctrica,
con diskets, con impresiones manuales y láser, con CD y USB a lo largo y ancho
de la geografía institucional universitaria en Toluca. Dentro de Rectoría o fuera
del edificio central, su oficina siempre estuvo iluminada por la sonrisa con la que
14
Maricruz Castro Ricalde
Virginia Aguirre , una cuenta pendiente
Presentación de La Colmena (1994).
Virginia Aguirre , una cuenta pendiente
Maricruz Castro Ricalde
La Colmena 69, enero-marzo 2011
me recibía, en la mañana, el mediodía, la tarde o la noche. Su voz me acompañó
varios años a través del recordado programa “La Sinfonola” y con los poemas que
acariciaban los oídos del radioescucha en otra de sus producciones, “La nostalgia de
lo vivido”. Demasiado tarde hoy para que ella supiera, de nuestros labios, cuánto hizo
por nosotros, cuán relevante fue su tarea pertinaz para toda una generación. Para
la mía, para la siguiente que ya me ha alcanzado y para la anterior a la que admiro,
nos queda una cuenta pendiente: la que Guadalupe Dueñas saldó al inscribir, en el
listado del panteón cultural mexicano, a dos de sus más sobresalientes promotores.
15
Virginia Aguirre
Un dato inicial y una verdad
Por Félix Suárez
El dato inicial
o fuimos grandes y viejos amigos, como tal vez nos habría gustado ser. Quiero
decir, amigos que arrostraran juntos la adversidad y se regocijaran en sus corazones
por la felicidad del otro. Pero la recuerdo ahora en imágenes suyas que se desprenden
de algú­n sitio, intempestivas, como quien recibe de golpe el aleteo de un pájaro en
lo oscuro: Virginia en la cabina de radio, Virginia leyendo con voz trémula a Sor
Juana; desplazándose con paso de reina por el escenario, paseando muy temprano
a Huracán por las calles de la colonia. Virginia, en fin, fuera de La Colmena, entre la
tibia y blanca luz de la mañana.
N
La Colmena 69, enero-marzo 2011
La verdad
Uno de los últimos días que debimos habernos visto en la universidad, Virginia
entró a mi pequeña oficina del programa editorial, cerró la puerta tras de sí y me
confió, dolida, algunas sabidas mezquindades de la burocracia. Recuerdo que al final
nos consolamos pensando en la efímera condición de los hombres y en la imbécil
arrogancia de la que se llenan algunos cuando tienen poder, porque mirando un
hermoso y descomunal fresno que se veía en el jardín desde mi ventana, todo verde,
estremecido apenas, como tocado por la tibia respiración de Dios, Virginia me
dijo, suspirando convencida, algo así: “Al final, maestro, no deberían importarnos
demasiado esas miserias, ¿está de acuerdo? Mire este hermoso árbol y este sol, ¿no
deberíamos sentirnos agradecidos? Lo demás, téngalo por seguro, pasará, mucho
antes incluso que nuestras vidas”.
16
Félix Suárez
Virginia Aguirre. Un dato inicial y una verdad
Este amoroso tormento (1995).
La Colmena 69, enero-marzo 2011
No estoy seguro qué le dije y cómo terminó aquello, pero sí recuerdo que sus
palabras se volvieron una especie de referente obligado cada vez que miraba aquel
árbol desde mi oficina.
No volvimos a reunirnos, al menos no en privado. Poco tiempo después salí de la
Universidad y supe por amigos comunes de sus dolencias. Nada preciso. Por eso, de
algún modo, creí que volveríamos a encontrarnos cualquier otro día, en cualquier
parte.
Aún lo sigo creyendo.
Virginia Aguirre. Un dato inicial y una verdad
Félix Suárez
17
Virginia Aguirre,
actriz
Por Eugenio Núñez Ang
Tendría escasos dieciséis años y Virginia Aguirre ya era una Diva. Así, con
La Colmena 69, enero-marzo 2011
mayúscula. Actuaba con la naturalidad que le imponían los papeles que adoptaba en
la vida cotidiana. Para ella la vida era un escenario y no le fue nada difícil empezar a
hacer teatro. Realidad y ficción, alrededor de éstos giraba su mundo: el Gran Teatro
del Mundo era una especie de rehilete en donde cada giro le daba la oportunidad de
desplegar sus dotes de actriz. Aún no había tomado una clase de actuación, pero tal
pareciera que sus primeros maestros pertenecían al Star System: Kazan, Strasberg,
Wilder, y junto con ellos las maravillosas criaturas que Virginia parecía representar.
Adoptaba con precisión los gestos de Greta, las miradas de la Taylor, el talante
de Lana Turner, Bette Davis, Joan Crawford; los desplantes de Rita Hayworth;
frecuentemente se tornaba tierna y dulce como Audrey Hepburn… ninguna de las
grandes Diosas de Hollywood le era ajena.
No sólo aprendió los gestos, las miradas, los diálogos. Fue más allá de una
simple imitación y se posesionó de esas imágenes para crear la suya propia. Podía
ser cualquiera de ellas, pero rápidamente volvía a ser Virginia Aguirre, como ella
misma decía: “única e insustituible”. Por supuesto siempre estaba lista para “el
close up, Mr De Mille”. Así, el turbante, los grandes lentes, el maquillaje exacto, el
lápiz labial acentuando el contorno de sus labios. Todo para proyectar una imagen,
una personalidad, una especie de mito viviente que tendría que formar parte del
imaginario colectivo. Porque Virginia Aguirre jamás pasó desapercibida: demasiado
18
Eugenio Núñez Ang
Virginia Aguirre, actriz
Como Eco, en El Divino Narciso (1990).
Virginia Aguirre, actriz
Eugenio Núñez Ang
La Colmena 69, enero-marzo 2011
bella y atractiva, y además, con total alevosía, le encantaba llamar la atención; no lo
necesitaba: todo en ella encantaba, todo en ella atraía: su voz, su rostro, su cuerpo,
su personalidad. Tan es así que muchos, más de una vez, llegamos a dudar si era real
o producto de nuestra imaginación.
Sobre todo si la habíamos visto en un escenario en El Divino Narciso, en Este
amoroso tormento, en Appasionatta, en Una tal Raimunda… Su dominio de la escena
le permitía bordar con precisión sus personajes. Los directores con los que trabajó
–Marco Antonio Morales, Carlos Olvera, Esvón Gamaliel– supieron admirar
la espontaneidad y naturalidad con los que construía sus personajes. El público
reconocía la presencia escénica de una auténtica actriz. Sus compañeros encontraron
un verdadero raport en la comunicación dramática. Memorables algunos duetos con
actrices como la queridísima Luz María Becerril (qepd) o con Adriana Barraza; o
con actores como Héctor Sánchez o Hugo Renán.
Para mí será inolvidable todo el teatro invisible que pusimos en todos los
escenarios posibles. Antes de conocer la técnica de Augusto Boal, Virginia ya era
especialista en hacer escenas y escenitas. Sin decir agua va, ella ya estaba instalada
en su papel y a mí o a cualquier otro que le hiciera segunda ya me había asignado
otro. Estos juegos escénicos los representaba con quien se dejaba arrastrar por sus
guiones, sus artificios de orquestadora de escenas. Así, por ejemplo, yo fui su papá,
su amante, un licenciado, un tal por cual. Entre ella como mi amante y Luz María
como mi mujer me hicieron quedar en el mayor de los ridículos en un concurrido
restaurante. Me reclamaba, lloraba, insultaba, me restregaba en la cara mi mal
proceder (era especialista en hacer tangos y panchos). Era mi secretaria, mi esposa,
mi amante, mi hija, una mujer a la que le había hecho mucho daño (disfrutaba reír,
19
La Colmena 69, enero-marzo 2011
llorar, jurar y perjurar). Virginia hacía teatro sin guardar la menor consideración
ni distancia, tiraba a matar. Creo que le gustaba llamar la atención, escandalizar, o
como también solía melodramatizar Virginia: “hacer vibrar las fibras más sensibles
del corazón humano”. Aunque muy frecuentemente la escenita llevaba jiribilla para
burlarnos de las buenas conciencias o “poner la nota” por el alto costo de la vida.
En nuestro medio no es fácil hacer teatro y cuando se tiene el gusanito no queda de
otra: el teatro invisible resulta una verdadera arma cargada de textos y subtextos. Y
Virginia Aguirre no despreciaba ser una francotiradora, una asesina en serie o una
vengadora anónima. Ya lo dije: tiraba a matar. Y muchos caían sin siquiera darse
cuenta. Sartreanamente, Virginia disparaba a la conciencia de muchos y nunca
fallaba, siempre daba en el blanco.
Virginia tenía en mente regresar al teatro. Uno de los proyectos que empezamos
a revisar era Las amargas lágrimas de Petra Von Kant de Rainer W. Fassbinder. Llamó
a Clementina Guadarrama para que se encargara de la dirección escénica. Tal vez
ésa, tal vez otra, cualquier puesta en escena con Virginia Aguirre como primera
actriz vendría a representar un suceso maravilloso para la escena toluqueña. Sin
embargo, tuvo que partir, inesperadamente, para cumplir otros proyectos tal vez
más importantes. Hay llamados a los que uno no puede negarse. Esperamos que allá
donde ahora esté siga cosechando todo el éxito y todo el amor, respeto y admiración
como el que nosotros, pobres mortales, le tuvimos. Se lo merece, una Diva siempre
será una Diva. Hasta pronto, bellísima.
20
Eugenio Núñez Ang
Virginia Aguirre, actriz
Hablamos
A Virginia Aguirre Escamilla
Hablamos de la pintura de Gonzalo
Utrilla, Felipe Santiago Gutiérrez y los
dibujos de Coffeen Serpas; de Felipito,
como ella lo nombraba. Hablamos de la
escultura de Fernando Cano y de Manuel
Felguérez; de Baudelaire, de Marcela
de Juan; de las mujeres escribanas y los
conjuros con que convocan a una maga;
de las mujeres que fuman en la calle y las
que lo hacen sentadas ante una taza de
café; de madrugadas acompañadas de un
buen vino, un cigarro y un poema.
Hablamos de la importancia de tener
una ventana con jardines alrededor de
la oficina; de tomar diario café, leche o
chocolate, disfrutar los platillos y el color
azul turquesa; del sol sentido por el cristal de alguna tarde; de la vida que va y la
que retorna; de los marinos que se van y los que llegan: de dosificar la depresión, de
vivir más.
Hablamos del arcoíris y su espléndida sonrisa al esperar la simpatía del otro.
Hablamos mientras reía y yo me carcajeaba por la sarcástica y fina manera de
comunicar sus pensamientos.
Hablamos
Blanca Álvarez Caballero
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Presentación de La Colmena en el café literario tunAstral (1994).
Por Blanca Álvarez Caballero
21
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Hablamos de su sentido incluyente de la vida, su amplísima cultura y la
transparencia de sus rostros en su variada personalidad; de mi admiración por su
apertura a lo diverso, lo extranjero y su visión ética del mundo. Hablamos de su
calidez humana, situada más allá de las barreras generacionales, ocupacionales y
académicas.
Hablamos a la una, a las cinco y a cualquier hora del día en que me recibía con
un abrazo; mientras la charla se prolongaba por dos y casi hasta tres horas. Nunca
me dijo que tenía que irse o que debía trabajar en el momento. Me acompañó diez
años en mis visitas inesperadas a varias oficinas donde ella creó, interactuó y laboró
siempre gustosa.
Hablamos del desarrollo de La Colmena; de su enriquecimiento estético, temático
y de su natural y siempre artística manera de conectar a los universitarios con los
otros.
Agradezco su calidez al encontrarnos y despedirnos, sus consejos, su apertura
a lo local, lo universal y lo novedoso; las puertas que me abrió y aún lo hace; su
motivación y su cachuy. Sé que no se ha ido porque ella está presente.
Agradezco profundísimamente su sabiduría, su gran poder de comunicación, su
extraordinario humor –capaz de hacer reír y sonrojar a las personas más amargas de
la Tierra–, su maravilloso conocimiento de las artes, especialmente de la literatura
que tanto disfrutaba: el acto de crear, y su bondad de hierro.
22
Blanca Álvarez Caballero
Hablamos
A Virginia Aguirre
Por Delfina Careaga
Inolvidable Vicky:
Te escribo por última vez, querida, para contarte cómo tus amigos te extrañan
A Virginia Aguirrre
Delfina Careaga
La Colmena 69, enero-marzo 2011
y se conduelen por tu ausencia. Para decirte que guardamos en nuestro interior,
con sumo cariño y delicadeza, tu imagen de muchacha bonita, cortés y elegante
que cubría, como un exquisito envase, a tu ser sensible, inteligente y digno. Que tu
muerte, inevitablemente, nos cambió un poco la existencia, porque la desaparición
de nuestros seres queridos termina por mutilarnos; así, el camino de la vida que
ahora nosotros continuamos sin ti, ya nunca podrá ser el mismo.
Te hablo suave, dulcemente, como si te hubieras vuelto una recién nacida, y mis
palabras pudieran ayudar a concebir tu sueño tranquilo; porque debes saber que en
la Tierra has dejado una tierna semilla, una honda semilla de amor; que tu amistad
tuvo una altura poco común, que fuiste solidaria y comprensiva y que en ti siempre
encontramos ese cálido afecto especial, único, justo el que se precisa en nuestros
momentos más amargos y que sólo quien goza de gracia, como tú, puede ofrecer.
Que por eso –¡por mucho más!– nunca jamás podremos alejarte de los sentimientos
más caros de nuestro corazón.
También te cuento que ya ha sido grabado en nuestra memoria –como un legado
precioso– tu gran talento de actriz, tu indiscutible facultad artística, tu fuerza
dramática que nos cimbró tantas veces. Que en nuestro recuerdo se asienta ya tu
actitud responsable, ética, eficiente, que tuviste durante los largos años que laboraste
en la Universidad; igual a la que asumiste en la dirección de esta revista, la misma
que, fundamentalmente por tu lucidez, cultura y sentido estético, ha recibido tanto
reconocimiento importante. Además de atesorar muy íntimamente el orgullo que
23
Con Delfina Careaga y Eugenio Núñez Ang (28 de octubre de 2010)
nos provocó tu arrojo, inventando el tiempo entre tu tiempo, para emprender una
carrera universitaria por el simple hecho de saber más.
Duérmete, Vicky querida, sabiendo que en este mundo se hallarán eternamente
presentes tu tenacidad, tu inmensa capacidad de amar, tu fuerza moral y tu sabiduría
de vivir.
Date por enterada, chiquita, que permaneces en nosotros como Esvón se integró
a tu alma cuando él murió… o cuando se fue para siempre la fraterna Luchis…
Vives ya, pues, dentro de tus seres más entrañables, de tus semejantes –que sólo son
quienes nos aman–, hasta que ocurra su propia muerte.
Gracias por haber sido, por siempre ser nuestra querida Vicky.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Toluca, Estado de México, enero de 2011.
24
Delfina Careaga
A Virginia Aguirre
Virginia,
cómo se pasa la vida
Por José Luis Herrera Arciniega
Apenas iba a alcanzar los once años de edad cuando conocí las “Coplas por la
Virginia, cómo se pasa la vida
José Luis Herrera Arciniega
La Colmena 69, enero-marzo 2011
muerte de su padre”, merced a la cita que hizo mi propio padre de los conocidos
versos de Jorge Manrique, en una colaboración para una revista chilanga dirigida al
sector camionero y transportista, publicada a principios de 1973. Era un recuerdo
de don Guillermo Jara, su primer empleador en sus pininos periodísticos, que había
fallecido un año antes. (Ese editor le enseñó a mi padre la siguiente frase: “Maitro,
no hay mejor amigo que un peso en la bolsa”.)
En las páginas de la desaparecida El Heraldo de los Transportes leí: “Recuerde
el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/
cómo se viene la muerte/ tan callando”. Percibí la existencia de un misterio. Tiempo
después completé la lectura del resto de la estrofa: “cuán presto se va el placer,/
cómo, después de acordado,/ da dolor;/ cómo, a nuestro parecer,/ cualquiera tiempo
pasado/ fue mejor.”
A mediados de diciembre de 2010 intenté buscar el libro donde estaba la copla
manriqueana. No lo hallé, en el ordenado desorden de papeles que tengo en el
estudio. En parte, no era necesario. Manrique suele hacérseme presente: cómo se
pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando. Habría querido no recordarlo.
Más porque esta vez también reapareció otro poeta: el Sabines que le reclama a la re
Chayito de Rosario Castellanos el haberse muerto.
Yo no tendría nada qué reclamarle a la niña de diez años con quien quizás me
haya topado en alguna calle de Toluca en los albores de los setenta, cuando por
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primera vez mi familia inició el proceso inmigrante por el que, 37 años más tarde,
continuamos radicados en la región centro del Estado de México. Pero me sigue
doliendo, me empieza a doler cada vez que se me juntan en la memoria reciente
esos dos, Manrique y Sabines. O sin necesidad de ellos, pero tampoco acierto a
entenderlo.
Me es imposible asegurar que en 1973 haya visto a esa niña con la que ya
compartía ciudad; en cambio, registro la certeza de que nuestro encuentro se
oficializó doce años después, en el segundo trimestre de 1985, cuando ingresé como
jefe de la todavía incipiente área de Radio de la Universidad Autónoma del Estado
de México. Virginia Aguirre Escamilla formó parte de un imaginario comité de
recepción que, gandallamente, me dio la bienvenida. Cuando me presentaron, su
saludo fue tan ruidoso, retador y alegre que aumentó mi atávico pánico del que con
frecuencia muda de empleo. ¿Quién carambas era esa muchacha de lentes, con
turbante en la cabeza, y de cara con finísimos, bellos rasgos? Sin embargo, de esa
inicial condición de pánico pasamos a la de una comunión de intereses: Virginia y
yo coincidimos, coetáneos como éramos, en el propósito de inventarnos un mundo
conforme al ímpetu de nuestra juventud.
El mundo tenía nuestra edad. Yo era un labriego de la tecla destripado de la
Facultad de Humanidades, salido con rapidez extrema de las filas del diarismo local, y
empezaba una inacabada incursión en la radiodifusión mexiquense contemporánea.
Ella era una guapísima joven que había decidido dar un golpe de timón a su destino
familiar-laboral por el que un buen tiempo estuvo trabajando como secretaria en la
zona industrial de Toluca, de modo que, cuando la conocí, ya llevaba en su registro
personal su participación en un puñado de obras del teatro universitario
que, décadas después, sigo considerando el más aguerrido de los
que en esta parte del mundo ha habido: el de Esvón Gamaliel.
Un ratito antes Virginia había iniciado su vínculo no sólo
laboral, sino moral y personal, con la institución de la que, a
partir de entonces, jamás se separaría: la UAEM.
Congeniamos. Aparte de sacar el trabajo diario –la emisión
universitaria de lunes a viernes por la mañana en Radio
Mexiquense, estación que apenas había rebasado
sus dos primeros años de existencia–, buscábamos
incluir en la programación universitaria temas no
tan “institucionales”. Virginia aportaba uno de
sus perennes signos distintivos: su voz. Ocurre con
ciertas voces femeninas que el radioescucha, sobre
todo si es varón, imagina una beldad detrás de los
decibeles; no siempre es así. Con Virginia sí: su voz era
directamente proporcional a su belleza.
De esa fase dos programas registro particularmente:
un radioteatro que hicimos basándonos en el Cuento
de Navidad de Charles Dickens, donde participó
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casi en pleno la Compañía Universitaria de Teatro, la de Esvón, con todo y efectos de
sonido para ambientar la historia de Scrooge y sus espectros. En la grabación estuvo
presente Adriana Barraza, la ahora celebérrima actriz. Nos divertimos como enanos.
Dickens nos habría aprobado, al menos por nuestro entusiasmo, el cual habría que
entender estableciendo una relación con el Teatro de Los Jaguares, concebido como
el espacio cósmico del teatro universitario. En esa época fue Virginia mi cicerone
para conocer el subterráneo ambiente teatral, clandestino y transparente al mismo
tiempo, duro, libérrimo, tenso, intenso, destructivo, creativo. Un lugar para el
trabajo artístico, un lugar para la vida. Jaguares era un rudo templo que no acaba de
caerse. Virginia fue una de sus principales vestales.
El otro programa fue uno en el cual contamos la historia de Christine Chubbuck,
la conductora de televisión que, en plena transmisión del noticiero de una estación
local de Sarasota, Florida, el 15 de julio de 1974 anunció: “De acuerdo con la política
del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto
de ver otra primicia: un intento de suicidio”. Luego de ello, sacó un revólver y se
dio un tiro en la nuca. En vivo y a todo color obtuvo sus quince minutos de fama,
al estilo warholiano. Virginia leyó magistralmente los parlamentos de Christine
Chubbuck, hechos guión a partir de un reportaje de la periodista también gringa
Sally Quinn. Ese programa nos enorgulleció.
Por supuesto, no guardo las respectivas grabaciones. Se han perdido en el éter
hertziano. Pero eso hicimos, antes de que nos integráramos de manera directa
a Radio Mexiquense. En mi caso viví como hoyo negro el par de años que duré
como subdirector operativo de la siempre implosionante estación; en el de Virginia,
comenzó su prolongada presencia en la radiodifusión en el Estado de México.
Sobre su tránsito por Radio Mexiquense seguramente abundan los radioescuchas
que pueden dar su testimonio personal sobre lo que Virginia aportó a la señal de
Metepec, primero como locutora de turno y más tarde como conductora, y coconductora con José Luis Cardona, de “La nostalgia de lo vivido”. De su capacidad
también habla su paso, en etapas posteriores, por el noticiero del jefe Guillermo
Garduño en una estación toluqueña. Sin soslayar que por mucho tiempo ella fungió
como responsable, a veces en calidad de mujer-orquesta, del espacio de la UAEM
en la propia Radio Mexiquense.
A esas alturas, nuestra amistad había pasado por pruebas de fuego y terminó por
purificarse cuando regresé a la universidad, a principios de los noventa, para estar al
frente del área de Comunicación. Periodo salvaje y fecundo. Ahí volvimos a hacer
equipo José Luis Cardona y yo, y Virginia, siempre a cargo de la radio universitaria,
como una especie de equilibrio interno en nuestra pequeña Dirección, a tal grado
que hasta nos dio tiempo de inaugurar la sala de cómputo que, en festivo homenaje,
llevó su nombre, en calidad de ingeniera honoraria.
Arribamos a 1993. Mi ciclo burocrático universitario concluyó en ese momento. Virginia,
en cambio, inició una de sus empresas personales e institucionales más luminosas. Con el
cambio de rector, le dieron una encomienda: crear una revista de divulgación cultural que
representara a la UAEM con una calidad editorial de primer nivel. Nació La Colmena.
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Se comprobó la máxima cualidad personal de Virginia: su inmensa, absoluta,
capacidad de aprendizaje. Porque ella aprendió a ser actriz bajo el mando de Esvón
Gamaliel; aprendió a ser locutora tanto en una radio cultural como en una comercial
(en Mexiquense, su habilidad llamó la atención del propio Alain Derbez, a la sazón
subdirector de Producción, que le dio buenos consejos).
Virginia aprendió a elaborar guiones radiofónicos; aprendió a dirigir un
departamento, el de Radio de la UAEM. Puedo asegurar que antes de 1993, Virginia
no había tenido contacto alguno con la labor editorial. Empero, prácticamente de
la nada dio forma a un proyecto editorial de la envergadura de La Colmena. Corrijo:
no de la nada: partió de su creatividad e inteligencia. ¿Qué cosa no podía aprender
Virginia?
Concretó el proyecto de La Colmena con una rapidez sorprendente, pues no
transcurrieron demasiados años para que esta publicación recibiera rotundos
reconocimientos otorgados por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara,
inicialmente una mención honorífica y posteriormente el primer premio en la
categoría de revistas universitarias de difusión cultural. Sesenta y ocho números
de La Colmena fueron dirigidos por Virginia, que antes de la fecha citada no se había
metido en asuntos de corrección, formación, dictaminación, etcétera, pero que se
volvió experta en tales menesteres.
Era un activo humano de la universidad, institución que no sólo está integrada
por inmuebles, sino, por encima de todo, por personas. Así, en repetidas ocasiones
participó como lectora de poemas o mensajes de semblanza en solemnes ceremonias
como la del 18 de julio, la velada luctuosa en homenaje a Benito Juárez. No era
para su lucimiento personal, sino para que la ceremonia luciera. No era cuestión
de casualidades. Importaba, además de la presencia y aplomo, la clara dicción de
esta actriz forjada a partir de un talento natural, sí, pero trabajado en los arduos
ensayos de las obras en que participó con Esvón Gamaliel –entre otras–, ¡Silencio,
pollos pelones, ya les van a echar su maiz!, de Carballido; La señora en su balcón, de
Elena Garro; Una tal Raimunda, la obra con la que Delfina Careaga ganó un premio
nacional de dramaturgia, y Crónica de un desayuno, de González Dávila.
Eso es parte del registro público de la vida de Virginia. En el entorno de la amistad,
los recuerdos son más variados y profundos. El músico argentino Litto Nebbia cantó:
“Mis locos años veinte fueron en el 63”. Yo afirmaría, en lo tocante a Virginia y a
mí, que nuestros locos años veinte fueron en los ochenta. Cuando nuestra primera
etapa en Radio de la UAEM, muchas tardes la acompañé a su casa, a no demasiadas
cuadras de distancia del edificio de Rectoría. En una de esas ocasiones, le provoqué
una de las mejores carcajadas de su vida: ensimismado en la plática, estrellé mi
cráneo contra un medidor de luz que, torpemente colocado, sobresalía más de lo
debido de la pared de una casa. Soy de huesos fuertes; mayor fue el riesgo de que el
medidor se quebrara a que yo sufriera una fractura o fisura craneal, pero la carcajada
de Virginia siguió oyéndose años después hasta por lo menos Instituto Literario. Yo
nada más me sobé.
Daba lo mismo que trabajáramos en el mismo lugar o que cada uno hubiese
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José Luis Herrera Arciniega
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Virginia, cómo se pasa la vida
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enfilado hacia otros ámbitos (aunque el suyo era siempre la universidad). A finales
de los noventa, unos meses fuimos vecinos en la céntrica calle de Gómez Pedraza, en
no muy distantes edificios de departamentos frente al toluqueñísimo mercado 16 de
septiembre. Cuánta vida bebimos ahí Virginia, José Luis Cardona y yo, en el refugio
que ella se había creado, en ese espacio rentado que era totalmente suyo. Alguna
noche, ambos vigilaron desde la puerta de su edificio que yo llegara con bien al mío,
preocupados por los efectos del Jack Daniel’s de rigor en esas fugaces fiestas, siempre
caracterizadas por la mejor música del mundo, pues ellos tenían un exigente gusto
sobre el material a introducir en el doméstico aparato estéreo.
No hay fecha precisa, pero a partir de un momento no determinado, Virginia se
había convertido en mi hermana con otros apellidos. Robo tal categoría de la tesis
de José Luis sobre la Fiesta de los Locos en Metepec, ahí la leí, y supe que eso era
Virginia para mí. No importaba que ella fuera Aguirre Escamilla: era mi hermana.
Por eso no se ofendió ante mi exceso de haberme comido su desayuno mientras
la acompañaba en su cuarto de hospital, aquella infortunada ocasión en que José
Luis y ella tuvieron un tremendo accidente vial en la madrugada al conducir por la
avenida Morelos. Virginia tenía más dolor que hambre, y yo seguía todavía la canina
condición de tener siempre hambre.
Cuento con otra fecha que sí es precisa: el 20 de noviembre de 2003, cuando,
luego de perderme en el Triángulo de las Bermudas de la zona de Lerma, a sabiendas
de que iba a iniciar una serie de actos trascendentes para mi vida, en la esperanza
de haber encontrado a una mujer definitiva, no me quedó de otra sino acudir a la
nueva casa de Virginia, en el poniente de Toluca; a alguien tenía que confiarle qué
estaba pasando, decir lo que pretendía hacer. Generosa, mi hermana
me escuchó, luego de haber escanciado mi euforia con un farolazo
de Jack Daniel’s. Gracias, le digo nuevamente siete intensos años
después. A mi hermana.
Siete años se hicieron agua por debajo de los puentes. Se
espaciaron los contactos con Virginia. No por otra razón sino
por un aislamiento que me impuse, en creyendo de
manera ciega en la fórmula vonnegutiana de la
república de dos, convicción que con el tiempo
terminó, si no por desvanecerse del todo, sí
por debilitarse. Aun así, volví a verificar su
capacidad de aprendizaje: fue una de las
primeras personas que obtuvo el certificado
de bachillerato presentando el examen ante
el Ceneval. Rara paradoja que alguien tan
unida a la dinámica de la UAEM acabara la
preparatoria años después de haber pasado
por la adolescencia, pero no me extrañó:
un distintivo de varios de nosotros fue el
haber concluido los estudios superiores
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ya creciditos, por estar metidos en mil y un proyectos de diversa índole, incluidas
las broncas existenciales. En el caso de Virginia, ya con el certificado en la mano,
no hubo obstáculo que la detuviera, por lo que empezó la carrera de Filosofía en
la Universidad Iberoamericana. Intuyo que optó por esa institución para que el
esfuerzo por hacer resultara mayor; acaso temía que si se hubiera decidido por la
UAEM, el hecho de ser la directora de La Colmena tal vez le hubiera implicado tener
un trato de privilegio con el que no comulgaba.
Mediante contactos telefónicos seguí su evolución académica formal. Sé que
invirtió no sólo una considerable suma de dinero en colegiaturas y en transporte, sino
que se aplicó a fondo en la inmersión al complejo mundo de los pensadores filosóficos.
Sé que sacó las más altas calificaciones, con provecho. Seguía aprendiendo. Culminó
su licenciatura. Se postuló para iniciar la maestría en Estudios Filosóficos, entonces
sí en su universidad. En su proyecto, apoyada por el doctor Mijail Malishev, iba a
abordar el tema de la banalidad del mal, considerando el pensamiento de Hannah
Arendt. En ésas estaba.
La vi en las oficinas de La Colmena poco antes de la Semana Santa de 2010. Delgada,
pero en excelentes condiciones. Escuché su viejo grito: “¡Jefe de jefes!” con el que
acostumbraba saludarme en los últimos años (expresión más amable que otra que
me había endilgado, la de Monstrilio). Le compartí mis historias sobre Goyo el gato.
Chismeamos. Inventamos el mundo, ahora en la etapa de nuestra madurez. Un
cuarto de siglo después de nuestros locos años veinte. Le pedí que
entregara a su vecino de oficina, Eduardo Osorio, el borrador de
un libro de cuentos que él no recordaba haberme dejado cuando
fuimos vecinos en el fraccionamiento El Ilustrador Nacional en
Zinacantepec. Nos despedimos con el cariño, la efusividad de
siempre. Me confirmó su decisión de incorporarse a la maestría
en la Facultad de Humanidades.
Luego vinieron las lluvias que hicieron sombrío y
odioso al año del Bicentenario. Si un año antes me
había enterado tardíamente de la muerte de otra
persona entrañable, Claudia Garduño, la tardanza se
repitió cuando por fin supe de la grave crisis de salud
de Virginia. En tono duro, por teléfono José Luis me
dio algunos pormenores de información médica,
que no memoricé, más allá de haber registrado el
sufrimiento increíble de quien había pasado por
tales males, en apariencia controlados.
Luego, también, ocurrió la ruptura de
mi república de dos que yo había dado
por eterna en automático. A mediados
de septiembre intenté suspender el
aislamiento y volver al necesario contacto con
Virginia y José Luis. No coincidimos, pero José Luis me devolvió
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José Luis Herrera Arciniega
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la llamada. Quedamos en vernos, aunque ya no fue posible. Todavía en la Facultad
me encontré una tarde a Virginia, que platicaba con Eugenio Núñez, otro maestro
sin aula para varios de nosotros. Saludó rápido, un tanto distante, aunque al final
ella dijo algo así como nos ponemos de acuerdo, háblanos para vernos.
Después, la recaída. Mi mala lectura de señales: marqué su número, sin poder
hablar con ella, porque estaba dormida, según me informaron del otro lado del
teléfono. Yo creí que por estar en su casa se encontraba recuperándose, no está
hospitalizada, va bien, me decía. Todo lo contrario. Como recomendaba José Gaos,
lo humano es morir en la casa, no en un aséptico y frío hospital. Así ocurrió a
mediados de diciembre.
La mitad del último mes del año del Bicentenario. No llovía ya, empezaba el frío
en el Valle de Toluca. En el país de los 34 mil y pico de muertos, una muerte fue
la que nos alteró la vida a muchos. A mí, con el remordimiento por la estupidez de
no haberla visto, todo me resultaba incomprensible. Más porque yo había venido
apostando, desde hace muchos años, a que me iba a tocar primero pirarme de este
mundo, dejando una carta dirigida de manera expresa a la directora de La Colmena.
Juro que así lo pensé, y que quisiera ver esta imposibilidad epistolar como una última
broma de Virginia, que cuando quería, ponía en marcha un humor cáustico que
obligaba a aguantar callado, aguantar vara.
Hay cosas que uno jamás entenderá. Puedo imaginar que, como ya no nos veíamos
con la asiduidad de antes, Virginia sigue allí, aunque la diferencia es que ya no está,
en serio. Eso es de no creerse. ¿De qué tamaño es la pérdida? ¿Cuánto tiempo tiene
que pasar para que uno comprenda el sentido de la copla de Manrique? Aclaro:
no obstante el poema de Sabines a Chayito Castellanos, yo no tengo nada que
reclamarle a mi amiga, mi hermana, que desde sus refugios toluqueños trascendió la
soledad y vive en el amor de quienes nos hemos quedado más solos.
Hace más frío en Toluca.
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Virginia
Por Rebeca Millán
Ahora pasas con la urgencia que sólo al viento se opone y un rayo de luz delata
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tu presencia.
Tú, la hermosa, la prudente musa, la imperturbable y rigurosa con quien se
animaban las esperanzas, estás en una sombra que no imaginamos.
Descubierta en la penumbra de esos caminos peligrosos y atractivos por donde
caminaste sin despertar sospecha, para venir a entender, a saber de la humanidad,
y entonces comprender.
Bien lo sabes: tu puerta siempre abierta y tú desprendida.
¿Con quién dialogaste? ¿Con quién conociste? ¿Cuántos cómplices tuviste?
Pudorosa Magdalena en los momentos más íntimos, cuando se hacen las
confesiones a la luz de la razón: ese viento que siempre agitó tus velos y dio en tu
cara. Cerraste los ojos para escuchar otras voces.
Tantos navegamos contigo según nuestro albedrío.
Sólo ahora que has quedado quieta, apareces en lugares totalmente sospechados.
No únicamente en tu afinidad meticulosa a las letras, el reto vital en la escena o
la elegancia y sensibilidad que inspirara al pintor, sino también en los acordes que
no compartimos: el agua de la música que te reconfortó, y que lamento no haber
escuchado contigo.
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Rebeca Millán
Virginia
Foto de Benito Nogueira (10 de marzo de 2004).
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Luego me entero, y te busco y te encuentro. Ahí también estás, ahí también te
has quedado.
Tus pasos en el aire, tu mirada en el aire, como un ave azul de cauta mirada, que
ahora aparece derribada.
Tu pecho se negaba a la muerte y el pequeño sudario nada más alcanzó a cubrir
tu cabeza. Quedaste entonces desnuda, inmortal en el lienzo.
Probaste tantos frutos, querida Virginia, donde fuera, como fuera y con quien
fuera, incluso durante esas noches solitarias, cuando dialogabas con la vida ante la
muerte, a la luz de una vela.
Por eso te fuiste a buscar respuestas, otra vez, en silencio.
Vivimos acumulando huecos, Virginia.
Virginia
Rebeca Millán
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Réquiem
por una artista universitaria
Por Marco Antonio Morales Gómez
No recuerdo la fecha precisa, pero fue en 1993. Habían pasado unas semanas
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desde el 14 de mayo, cuando protesté como rector de la Universidad Autónoma
del Estado de México ante los integrantes del Honorable Consejo Universitario, y
Vicky Aguirre, una chica inquieta y creativa que desarrollaba acciones de difusión
cultural desde la Compañía Universitaria de Teatro, esperaba en la antesala de la
rectoría para que la recibiera luego de haberla citado de manera sorpresiva para ella.
—Me dijeron que querías hablar conmigo, ¿es cierto? –me preguntó–.
—Quiero pedirte tu participación en un proyecto que, me parece, podría ser muy
exitoso y al que pienso canalizar todo mi apoyo.
—¿Y cuál es? –me preguntó, entre curiosa e incrédula–.
—Quiero construir –le comenté– la mejor revista de difusión cultural
universitaria. Siempre he pensado que en la Universidad tenemos con qué lograr un
proyecto de esa naturaleza.
—Te felicito –me dijo un poco lejana, y me cuestionó–: ¿Yo qué puedo hacer
por ti?
(En el momento en que protagonizas este relato, Virginia, te hablaba con la
confianza de saber que simplemente escucharías y darías tu opinión para que pudieras,
desde la certeza de los argumentos y su mezcla con el afecto y la lealtad, tomar alguna
decisión después de valorar y encontrar un equilibrio entre tus potencialidades y la
entereza que regalaste en todas las acciones de las que fuiste parte).
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Marco Antonio Morales Gómez
Réquiem por una artista universitaria
Presentación del primer número de La Colmena (1993).
Réquiem por una artista universitaria
Marco Antonio Morales Gómez
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La miré fijamente a los ojos y le dije sin más y con el menor recato:
—Quiero que seas la directora.
—Marco, por Dios, yo nunca he trabajado en un programa editorial, y mucho
menos en hacer una revista –me contestó–.
—Ése es el primer requisito para dirigir el proyecto –le reviré–. Necesito que el
líder de la nueva revista no esté influido por ninguna experiencia anterior.
—Pero es que yo no sé cómo se forma una revista, ni cómo se diagrama, ni cuál
es el criterio para el número de las páginas, la extensión de los artículos, el impacto
de sus orientaciones, la calidad de sus colaboradores. En fin, no sé de qué me estás
hablando –insistió–.
—Ese es precisamente el segundo de los requisitos. Quiero algo nuevo, fresco, sin
ataduras, y para lograrlo necesito alguien que tampoco tenga ataduras, ni influencias
de lo establecido; que no se preocupe por la tradición editorial y que deje a un lado
las recomendaciones y los “doctos” consejos de quienes han vivido entre la tinta y
los cuadratines.
Vicky no daba crédito a la propuesta. Todavía hizo un intento de indagar si era
verdadera o solamente le estaba jugando una broma.
—Se va a llamar La Colmena porque será la casa de las abejas, y si recuerdas –
le comenté con entusiasmo–, el maestro Horacio Zúñiga definió a la comunidad
universitaria del Estado de México como “enjambre de abejas de lumbre”. ¿Qué te
parece?
—Me gusta –respondió, interesándose ya en el proyecto–, pero ¿cómo la tienes
planeada?, ¿por dónde empiezo?, ¿a quién involucro?, ¿con qué elementos voy a
contar?
—Me parece que ya aceptaste y que ya estamos hablando de los prolegómenos del
programa para la creación de La Colmena, ¿no es así, mi querida Vicky? –le pregunté
un tanto divertido y feliz de comprobar que a un creador, que a una artista, como sin
duda lo fue Virginia, le bastan unas cuantas palabras y una propuesta de verdad, de
la manera en que le fueron suficientes a ella, para entusiasmarse e involucrarse en lo
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que, desde mi punto de vista, ha resultado una de las mejores propuestas culturales
y, sin duda, una de las más exitosas–.
Recuerdo que en los inicios de la revista, algunos incrédulos se acercaron a la
rectoría para preguntarme, “preocupados”, en qué manos había dejado aquélla que
había presentado como una de mis mejores propuestas de difusión cultural en mi
campaña para rector. “Se está construyendo un diseño extraño”. “El tamaño no es
el más adecuado y existen pocas referencias sobre el que se está proponiendo”. “La
ventana de la portada parece poco seria”. “El papel no es el tradicional”. Sin embargo,
teníamos muy claro el horizonte editorial y cultural que queríamos para la revista.
El primer número le costó a Vicky muchos desvelos y no pocas contrariedades,
pero desde su aparición recibió comentarios afortunados, positivos y hasta entusiastas,
aunque también los hubo contrarios y hasta poco gratos.
Llegó la prueba de fuego cuando se enviaron ejemplares de los primeros números
a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ya desde entonces (hablamos de
1994) el acontecimiento más importante de la industria editorial y, en consecuencia,
de mucha significación para el trabajo universitario en ese renglón. La Colmena de Vicky:
el trabajo, dedicación, entrega, verticalidad y, particularmente, honestidad intelectual
de Virginia, tuvieron su recompensa. La Colmena, prácticamente en su nacimiento,
en su primera temporada, ganó la mención honorífica del II premio Arnaldo Orfila
Reynal a la edición universitaria 1994, en el género revista de difusión cultural, la
distinción más significativa en ese rubro.
No faltó quien tratara de minimizar el logro. Entre los comentarios negativos con
que se recibió el premio –no abundantes, por cierto–, los hubo del tipo “es la suerte
del principiante”, “fue una chiripada”, “vamos a esperar el próximo año y veremos qué
pasa con la revista”, “seguro se cae”.
Y sí, esperamos al próximo año, pero La Colmena ya no se quedó con la mención
honorífica, pues simplemente ganó el III premio Arnaldo Orfila Reynal a la edición
universitaria 1995, otorgado por un jurado presidido por el maestro Martí Soler Vinyes.
He querido escribir este relato porque los acontecimientos que he narrado fueron
parte de mi administración al frente de la rectoría de la Universidad Autónoma del
Estado de México y porque me llena de orgullo y satisfacción el triunfo de mi querida
amiga Virginia Aguirre, quien si bien, por mandato de la vida, ya no está físicamente
con nosotros, nos ha dejado su legado y sus éxitos de dignísima universitaria.
No quiero abundar en otros rasgos también importantes y significativos que
la distinguieron y que aún caracterizan su obra cultural, los cuales dejo a otros, y
que tienen que ver con las líneas de La Colmena, su construcción literaria, humana,
cultural o académica como el espacio adecuado para aplaudir los logros de Virginia.
Yo sólo he querido dejar en blanco y negro, sin recovecos ni aderezos innecesarios,
el mejor y el más sentido de mis reconocimientos a una gran señora, así, con todas
sus letras, a una gran señora de la cultura universitaria.
Hasta pronto, Vicky.
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Marco Antonio Morales Gómez
Réquiem por una artista universitaria
Abeja reina y diva
(Exultante evocación de la entrañable amiga)
Por Víctor Nava Marín
Aunque te había visto ya –no sin una grata impresión por tu belleza y desempeño
Abeja reina y diva
Víctor Nava Marín
La Colmena 69, enero-marzo 2011
actoral– en algunas escenificaciones de Esvón Gamaliel y de Marco Morales, tus
promotores y guías, impactante e intimidatorio fue para mí conocerte de manera personal.
Ello sucedió aquella tarde noche de los ochentas, cuando al salir yo del edificio de Rectoría
para encontrarme con mi novia me llamó de pronto Esvón (con quien platicabas en la
explanada del pórtico), haciéndome saber, tras presentarnos, que algo me querías decir.
Ante las osadas y halagadoras cosas que me dijiste me puse tan nervioso que no supe qué
responder ni cómo actuar. Entonces, inquisidora pero de manera cordial, me cuestionaste
que si acaso las mujeres no tenían el derecho o no podían expresar de una manera abierta
lo que querían (a mi parecer, un adelantado acto feminista desde un paradigmático punto
de vista femenino). Mas contrariado aún, quise eludir la situación, pero Esvón me hizo
ver que no había otra intención de tu parte que la de manifestarme tu aprecio. En ese
momento llegó Yuli, mi novia “y salvadora”, por lo que tuve que despedirme de ustedes,
todo perplejo. Al preguntarme ella qué me pasaba, lo único que pude responderle fue que
acababa de conocer a una mujer fuera de serie. Con una discreta sonrisa de aceptación, sin
más, lo entendió; con el tiempo comprobó que no estaba equivocado.
Más tarde, me habría de llevar otra sorpresa al enterarme que eras la hermana
de mi gran amiga Cereza, lo que estrechó nuestra amistad a tal punto que, ya fuera
en la casa de tus padres (la que llegué a frecuentar durante algún tiempo), ya en la
oficina o fuera de ésta (cuando te acompañaba a fumarte un cigarro o a tomar un
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
café), o bien en tu casa, llegamos a platicar, por breves o largos ratos, unas veces
sobre temas que nos eran de común interés (el cine o el teatro), otras sobre cosas
de plano intrascendentes o de ciertos planes y propósitos. Uno de éstos –apenas
insinuado y que pudimos llevar a cabo de manera conjunta– quedó pendiente: el de
llegar a dirigirte alguna vez un monólogo (“Órale, chaparrito, a ver qué y cuándo
hacemos algo, ¿no?”, me sugeriste no hace mucho tiempo). Tiempo atrás, en la
cocina de la casa de tus padres, mientras nos echábamos, tú unos tequilas y yo unas
chelas, preocupada por el proceso y la falta de compromiso de tus compañeros de
El divino Narciso, me decías –muy segura de ti y refiriéndote a éstos–: “…Me los
voy a llevar por delante”. Al momento, supuse que tu declaración era un simple
arrebato producto del etílico efecto. Pero cuando vi tu soberbia interpretación de
Eco, comprendí hasta qué punto tenías la razón y estabas en verdad comprometida
con el teatro.
Pero no sólo en el teatro, en la radio también quedó la imborrable huella de tu voz,
que, sensual, afable se oyó durante no sé cuántos agradables y amenos programas.
Por si no fuera poco, y respondiendo con lealtad y ejemplar entrega a la confianza
que depositó en ti el rector amigo Marco Antonio Morales para que te hicieras
cargo de tan retadora empresa, sacaste a la luz La Colmena, revista con la que, en poco
tiempo, y a lo largo de diecisiete años, pusiste en alto a la UAEM, siendo una de las
mejores publicaciones culturales del país.
Y qué decir de tu alta calidad humana, de tus apapachadores saludos, de la buena
vibra que transmitiste a quienes, por admiración o por afecto, o con cualquier otro
pretexto, se acercaron a ti para saludarte. En lo personal me siento muy afortunado
por haber sido –lo comprobé no pocas veces– uno de tus amigos más apapachados y
queridos, lo que nunca olvidaré, como tampoco olvidaré –y mucho menos dejaré de
agradecerte– que hayas preguntado siempre por el estado de salud (en permanente
deterioro) de mi madre; por mi sobrino Mayo, quien te cayó muy bien desde que dijo
de memoria el monólogo de Hamlet, y recientemente, por mi pequeña hija Colet,
a la que, aunque no conociste, me “atododareaste” cuando venía al caso hablar de
ella.
Con particular emoción recuerdo la vez que tú y José Luis me invitaron a su casa.
Llegué por la tarde, y como él no llegaba hasta la noche, empezamos a embriagarnos
tú y yo con vino y escuchando música. (Una y otra vez disfrutamos a María Calas,
tan profundamente admirada por ambos). Al llegar José Luis, y luego de comprar
más vino, seguimos departiendo el momento. Descubrí entonces otra de tus facetas:
tu afición por el arte culinario, pues preparaste un excelente platillo.
Al tiempo que disfrutábamos tu exquisito guiso, evocamos emotivas anécdotas
y recuerdos, algunos de ellos vividos en el teatro con Esvón, de quien además
empezamos a reunir documentos y a planear la argumentación para que el Teatro
Universitario de Cámara llevara su nombre. Larga fue la velada (me llevaron a mi
casa casi a las seis de la mañana), habiendo quedado pendiente una próxima, como
pendiente quedó lo del monólogo y, a sugerencia tuya, hacer un texto con los títulos
de los ciclos del cineclub que tanto te agradaban.
38
Víctor Nava Marín
Abeja reina y diva
Vicky, Abeja Reina, Diva
Te fuiste, Vicky, triunfadora en la vida,
dejándonos este amoroso recuerdo de tu arrobadora presencia
(colmada de belleza, sensibilidad e inteligencia).
Encarnando a una tal Raimunda
y a otros tantos personajes, brillaste como nadie en el escenario;
Eco fuiste de su divino Narciso
y eco de su enigmática imagen.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Como verdadera diva
–única que ha habido en nuestro teatro universitario–,
creaste y fuiste actriz
de tu propio personaje,
despertando respeto y admiración
dentro y fuera de la escena.
Sensual y seductora,
muchas veces hiciste viajar tu voz
por las hertzianas ondas, transportadoras
de plácidas imágenes sonoras.
Millonaria de amor
y rica en sentimiento humano,
Abeja reina y diva
Víctor Nava Marín
39
prodigaste a diario, sin distingos ni reservas,
miles de efusivos
apapachos, dándote siempre tu lugar
y poniendo en el suyo a quienes otra cosa intentaron.
Discreta en tus cosas personales,
y sin que nadie lo supiera,
elegiste la filosofía como profesión y vida,
logrando obtener, por gusto,
un grado superior universitario.
No poca cosa fue
–pero con rigor y entrega lo lograste–
haber mantenido, durante diecisiete años,
una revista cultural
tan prestigiada como La Colmena,
en la que poetas y escritores,
académicos e intelectuales,
ilustrados por plásticos artistas,
encontraron –y encuentran–
el idóneo espacio
para dar a conocer su obra.
La tuya, como ves, ha sido grande.
Y ahora que el telón se te ha cerrado,
nos toca, entrañable amiga,
aplaudirte no sólo como mujer
hermosa, sensible e inteligente,
sino como amorosa amiga,
como actriz primera y diva,
y como la abeja reina
de la espléndida Colmena.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Amiga Vicky, que la miel que,
con fervor y entusiasmo,
derramaste en el escenario,
en la radio y en cada una
de las páginas de La Colmena
endulce este amoroso
recuerdo que nos dejas.
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Víctor Nava Marín
Abeja reina y diva
Un tríptico para Virginia Aguirre
De sonidos, sirenas y aromas
Por Sandro Valdés Lugo
Canto infinito
Con los dedos entumecidos, un compositor sueña sentado frente a un piano,
Un tríptico para Virginia Aguirre
Sandro Valdés Lugo
La Colmena 69, enero-marzo 2011
situado en la esquina de una diminuta habitación con las ventanas abiertas. Un aire
de locura le rodea, pues constantemente se dice a sí mismo: he de forjar semejante
monumento vocal. Cientos de voces silenciosas y parcas me saldrán del alma.
Luego de la atmósfera gloriosa que han creado sus palabras, estira los dedos,
decidido a plantarlos en el piano. Repasaré de nuevo los magistrales acordes.
Una inofensiva mosca que emite un leve zumbido, molesta su extraordinaria
tarea. Creatura ruidosa, has desolado mi grandiosa polifonía. La mosca detiene su
vuelo y descansa delante del primer acorde. Ensuciará la partitura. El compositor
se descalza lentamente mientras mira fijamente la partitura, como tramando algo,
hasta que paf, estrella el zapato contra la mosca que descansaba en las pautas y que
queda así estampada al instante.
Una partitura sucia se ciñe y plantea una nueva vía para mi obra, según la
imperfección tendida en las pautas. Debo continuar mi composición.
Pero una sirena de ambulancia perturba de nuevo su trabajo.
Que mi fuero interno deslice su siniestra sombra al exterior, para que el desglose
caótico obre a favor de la manifestación de mi genio.
Y por la ventana, de pronto, se escuchan voces.
¿Mis besos ya no hacen vibrar tu alma? No, quizá tus labios ya desdeñan los míos.
41
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Si lo que afirmas fuese cierto, hace mucho que tal cosa se manifestaría en mi
cuerpo con un lento y gélido fluido sanguíneo. Estaría imposibilitado de realizar
cualquier movimiento. Ningún motor me habría movido hacia ti, ni siquiera el beso
con el que hace poco envolví tu frente. Escúchame.
Enfurecido, el compositor cierra la ventana.
Ahora parece que nada a mi alrededor ha de amenazar mi trabajo. Pero antes de
que sus dedos rocen las teclas, alguien llama a la puerta. El compositor entierra los
dedos, como si quisiera desgarrar todo lo que emita sonido. Se acerca a la puerta y
al abrirla, se encuentra con la soprano que ensayará los primeros pasajes dedicados
a su tesitura.
Hay tanto ruido allá afuera que no me permite continuar la composición, dice
molesto. ¿Qué lo hace creer que el ruido sólo viene de afuera?, responde amargamente
la soprano. ¿Estudió la partitura?, pregunta el compositor a la cantante, y ella le
responde con un gesto. Claro, aunque pienso que hay pasajes que están más allá
de mis capacidades, pues contienen notas muy altas. Justamente de eso vine a
hablarle. Él replantea las cosas. Lo que usted me quiere dar a entender es que no
cantará esta obra. Ella las coloca en un mejor plano. Se equivoca, mi intención es
sugerirle que baje dos tonos la partitura, pues no hay cantante con la capacidad
de alcanzar semejantes notas, al menos no en este momento. Nuestro compositor
replica todavía más enfadado: De ninguna manera accederé a tan divesca petición.
Pues yo tampoco cederé ante su arrogancia. Sin embargo, he de proponerle algo.
Repasemos la obra, así se convencerá del error tan grande que comete al exigir
semejante extensión vocal.
Comienzan a interpretar la pieza con el compositor al piano. Los primeros
compases son agradables al oído, pues el timbre y la forma de atacar las notas por
parte de la soprano resultan adecuados. Pero cuando la voz se enfrenta a una escala
42
Sandro Valdés Lugo
Un tríptico para Viginia Aguirre
ascendente que al parecer no tiene límite preciso, la intensidad y potencia de la voz
disminuyen hasta desaparecer, lo que se hace más notorio cuando el piano atiende
a los silencios indicados por su línea. Pese a ello, los labios de la soprano siguen
moviéndose. De pronto, deja de moverlos. El compositor toca una negra y luego
aplaude. Excelente. ¿Pero acaso está usted sordo? Durante más de la mitad de la
obra no hubo sonido alguno, más que ese solitario Sí bemol ataviado de un absurdo
calderón con anacrusa a un compás plagado de silencios. ¿Es lo único que escuchó?
Sí. Qué poco modesta es usted. Cree que el único sonido que vale la pena es el que
le sale por la boca y el que le viene de un montón de rasgaduras entre hombre y
materia. Al parecer, no escuchó la lectura que hizo su cuerpo de la altura sonora,
aquello que sus labios captaron mejor que su cabeza.
Sirena
La divinidad crea la vida y se queda en el Cielo. El sepulturero
acomoda y encierra la muerte y se queda en la Tierra.
Gabriel Miró
Llamas en la barca
al ocaso inmolada
cual estrella siniestra arde tu seno
el agua sobre la que se yergue tu llanto
ha de apagar tu sed.
Érase un hombre que flotaba sobre las aguas, herido de muerte por el incendio
del barco en que viajaba. Era tal la debilidad en su cuerpo que las olas decidían su
camino. Dirigió la vista al punto del que brotaban unos cantos femeninos.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Elévese la última palabra en caos
al compás de este celestial canto.
Divino cielo de claroscuro intenso
enamorado de este mar plateado
pretencioso de su reflejo
has de contenerte en él.
Cielo en pasión desbordada
bañémonos en ardorosos cantos festivos
aunque el golpeteo de las olas pretenda sucumbir tu deseo.
Cuando el mar desplazó el cuerpo hasta el lugar, los soles asustaron los pequeños
ojos de las sirenas. El hombre hizo todo lo posible para que su cuerpo permaneciera
allí, como si fuese el más duro escolio.
Al anochecer, en cuanto los cantos volvieron a abalanzarse, su mirada se mantuvo
fija en la sirena que estaba más cerca de su agonizante cuerpo. El hombre se dijo:
Un tríptico para Virginia Aguirre
Sandro Valdés Lugo
43
A la belleza que irradias ofrecería mis deseos, si aún la fuerza acompañara al cuerpo,
pero ahora sólo puedo aspirar el cuadro sublime, abandonarme a su contemplación
para ahogarme en su fulgor. La luna te ilumina. Aún así, la oscuridad no te abandona
del todo. Cada vez que levantas una mano, la luz parece adornarte, mientras que la
otra parte de tu cuerpo permanece escondida, como si algo ocultaras. Dios permita
que la luz invada cada espacio, que la oscuridad sea una nada absoluta. Así podré
percibirte, sin temor.
Una tormenta se anuncia con negras nubes.
La luna se guarda como si temiese que el agua
fuera adueñarse de su semblante.
Eco en tiempo
desdén en viento
Oh, Luna,
¿nos abandonas?
Cual crepúsculo diseminado
tirado en olas sonoras
casi entonadas en triste lira
Oh, Cielo,
entierra tu ira en relámpagos.
El hombre vio sumergirse a la sirena de la que se había enamorado. ¿Te marchas?,
se pregunta angustiado.
La sangre, transfigurada en agua, se ha convertido en una mancha, cual aura
evanescente. Mi conciencia se disuelve en la penumbra del misterio existencial. Es
el céfiro que aún respiro y que se perpetúa en la divinidad. La máscara del universo
es una dualidad para los ojos. El amor es la única manifestación de unidad. Divina
sirena, me fundiré contigo en el todo, grita apuntando los labios al cielo, mientras su
cuerpo se hunde en el fondo del mar.
La noche siguiente, la sirena emerge a la superficie y atraviesa la enorme mancha
roja. Bañada en sangre canta.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
La máscara del universo es una dualidad a los ojos.
El amor es la única manifestación de unidad.
Amor mío, ¿dónde estás?
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Sandro Valdés Lugo
Un tríptico para Viginia Aguirre
Alma y aroma
Deme medio kilo de ese café que huele, no del otro.
Ramón Gómez de la Serna
La Colmena 69, enero-marzo 2011
¿Quién no se siente abrumado por el recuerdo de un aroma, por la forma de su
emotividad? Es la sensación de estar envuelto en una cobija, es una presencia sin
color que trasciende las sensaciones y se inserta de manera traviesa en la mente,
para mover desde ahí el cuerpo llevándolo del grano de café a la máquina. Y cada
palabra se convierte en filtro y en líquido de mi paladar, líquido de mi cuerpo.
Siento la humana palabra al palpitar mi ser de agua. Y mi alma de aroma,
transustanciada en el aire, responderá en el destello y se materializará en el viento.
Y de la máquina caigo al grito de la orden: un expreso y un capuchino a la mesa dos.
Siempre me arropa la taza. Caigo para no ascender. Caigo para evaporar. Sólo la luz
me da esperanza, aunque ciego y vidente sea a la vez.
El expreso para el caballero y el capuchino para la señorita. Manos frías me
abrazan en tazas distintas. Manos que me seducen por la espesura del ser poseedor
de su dicha.
Expreso de hombre, expreso masculino. Tu mirada me consume, pero en mi
oscuro manto ha de caer tu reflejo cual media luna. Sólo aprehendo tus ojos pesados,
y esa nariz glotona. ¿Me inhalas?, ¿no te basta con poseer mi sabor?
Capuchino femenino. Capuchino de mujer. Estoy ciego, no puedo verte, nada
más siento tus labios. Hay algo amargo en tu sorbo, empañarás mi dulzura.
Ascenderé aunque sus alientos pretendan domeñarme. Tentadora, mi carne
líquida de agua ciega, en la que hombre y mujer aterrizan su llanto, su desesperación
y su silencio. Dulce capuchino, dulce otoño mío, ocre en mí, dice la mujer mientras
esplende la crema en sus labios. Ligero, mi vapor asciende, doblando las miradas de
ambos. Y me estrello en el beso amargo cuyo abrazo es la sonoridad más envolvente
y cálida. Pero he de abandonarla, he de hacer del café una caja negra con la que los
abandone en un silencio fúnebre. Quédense mi cuerpo de amargura.
Carajo, este café está quemado, coinciden ambos en el gesto y en la llama apagada
de su deseo.
Y juega mi esencia en olas verticales, aspira a lo más álgido del lugar.
Aroma: alma de la planta, alma del café, que canta en la memoria.
Un tríptico para Virginia Aguirre
Sandro Valdés Lugo
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Corona de aforismos a la eterna memoria
de mi inolvidable amiga Virginia Aguirre
Por Mijail Malishev
Cuando al hombre le parece que todo lo deseable resulta imposible, que
nadie puede hacer la menor cosa por él, que todo está irremediablemente
perdido; si, a pesar de esto, todavía conserva la esperanza en un milagro, esta
esperanza es, por sí misma, un milagro.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Por natural e inevitable que resulte la muerte de un ser querido, la fuente
de la tristeza está en la comprensión de su singularidad. Desde luego, el
sentido común podría sugerir explicaciones oportunas: coincidencia fatal
de circunstancias, edad avanzada, enfermedad incurable. Y sin embargo,
sin embargo... Todos estos argumentos, por contundentes que pudieran ser,
no son capaces de eliminar en nuestra alma el sentimiento tenaz de que esa
muerte es algo injusto y pérfido.
***
El futuro crea un abanico de fabulosas posibilidades, pero el pasado las
reduce al pluscuamperfecto: el desafío quijotesco contra lo irreversible.
***
46
Mijail Malishev
Corona de aforismos
El hombre se distingue de otros animales por la conciencia de su muerte, pero
todavía más por el deseo de no morir.
***
El moribundo se ve en una situación trágica cuando la fecha de su fin es tan cierta
como la necesidad de morir un día cualquiera. Esta situación provoca el infierno de
la desesperación. Precisamente por eso el hombre pospone la fecha de su muerte, se
rebela contra su inminente fin diciendo: “sin duda voy a morir, pero no por ahora,
más tarde, un día, en que no es necesario pensar”. Así que la muerte, a pesar de su
inminencia, casi nunca es para esta ocasión.
***
Nada nos pertenece. Esta idea abstracta se transforma en vivencia existencial
cuando nos encontramos en una situación-límite: entre el ser y la muerte.
***
El futuro es mientras será; el pasado es en tanto era; sólo el presente es, porque
incesantemente devora lo que todavía no es y lo transforma en lo que ya no es.
***
La vida humana es demasiado corta para aprender todo y demasiado larga para
morir y no comprender esta verdad.
***
Tras la desolación por la pérdida de un ser querido llega la resignación. Esta
conciencia de no poder reemplazar a quien ha desaparecido para siempre, nos obliga
a establecer un nuevo modus vivendi con nuestro ser disminuido.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Qué es el azar sino la arbitrariedad de un destino endemoniado que, de vez en
cuando, nos advierte que los caminos de la vida son inescrutables.
***
Ya que nadie sabe cuándo morirá, el tiempo puede ser médico, verdugo o
curandero que mantiene a su paciente en un estado intermedio entre el vivir y el
morir.
***
Corona de aforismos
Mijail Malishev
47
Cuando uno está sufriendo mucho, el dolor desaloja la idea de nuestro propio no
ser. Centenares de pequeñas molestias avasallan nuestro cuerpo, y en ese momento
no se piensa en la muerte, aunque se vivencia su llegada.
***
Hubiéramos podido desmiente la razón suficiente de lo sucedido en el pasado, es
una reversa imaginaria que nos transporta al momento en que todavía no se habían
desvanecido las posibilidades de tener una mejor opción.
***
Ante la inminencia de la muerte entendemos una verdad: el ser es el tiempo, y
es éste lo que le da al ser la posibilidad de otorgarle algún sentido a su existencia.
***
El hombre canta aleluya a la grandeza del ser. La razón de este elogio es su temor
ante la nada.
***
El futuro cercano es incierto y el porvenir lejano es fúnebre, pues lo que tiene que
ocurrir, tarde o temprano ocurrirá. Sin embargo, el futuro cercano nos reconcilia
con el porvenir lejano porque lo pensamos tan remoto que es conmensurable con la
imagen misma de lo eterno.
***
Si los estoicos profesaron: “no confíes en la llegada de lo que esperas, aprende a
convivir con lo que acontece”; los modernos afirman: “no te conformes con lo que
sucede, contribuye al surgimiento de lo que se está gestando”.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Al paso de los años empezamos a reconocer con ternura lo que fueron nuestras
ilusiones y hasta nos enorgullecemos de ellas.
***
Lo acontecido hubiera podido suceder de otras maneras, y en estas posibilidades
desvanecidas radica la nostalgia por las ilusiones perdidas.
48
Mijail Malishev
Corona de aforismos
***
La muerte es una tragedia porque casi siempre se presenta antes de que desaparezca
nuestro deseo de vivir y de disfrutar la vida.
***
A veces, sin haber sufrido otras desgracias, la única desdicha que convierte al
hombre en un mártir es su nacimiento.
***
La memoria es un consuelo débil que no suaviza tanto sino que exacerba la
crueldad implacable de la irreversibilidad del tiempo: “y al volver la vista atrás/ se ve
la senda que nunca/ se ha de volver a pisar”.
***
La brecha que separa el resultado de la meta anhelada puede servir como criterio
para elegir el adjetivo para el sustantivo destino: irónico, caprichoso, pérfido, cruel...
***
Si el desenlace de la vida es la muerte, entonces la vida es un existir sin esperanza
de éxito. Sin embargo, según Albert Camus, vivir dignamente significa no humillarse
con el amor fati de un conformista ni descender hasta el atolladero desesperado de
un suicida. Vivir significa existir desafiando el absurdo de morir.
***
Los vaivenes del azar introducen en nuestra vida muchas enmiendas: trastornan
nuestras expectativas, desbaratan nuestras ambiciones y nos transforman de pastor
del ser en simple oveja del rebaño humano.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
***
El tiempo borra lo que no sucedió pero hubiera podido suceder. Si se anulara el
pluscuamperfecto, el pasado se convertiría en un reino lúgubre de necesidad, como
si sus agentes fueran simples marionetas en las manos de un poderoso titiritero.
***
Corona de aforismos
Mijail Malishev
49
El rito fúnebre fue el primer desafío del ser humano a la fragilidad del tiempo de
su existencia lamentable.
***
El devenir es enemigo de la eternidad: la desaloja de este mundo mudándola al
más allá.
***
La vida es un payaso. ¿Qué otra cosa podemos esperar del borrador que reparamos
en el pluscuamperfecto?
***
El presente existe: nadie puede salir de sus límites ni por un instante, mientras que
el futuro y el pasado existen aunque todavía no hayamos entrado o hayamos salido
de sus fronteras.
***
La idea de la mala suerte me ayuda a soportar mis desdichas, aunque no me libera
de una amarga pregunta: ¿por qué, carajo, me toca ser su víctima?
***
La existencia de nuestros padres y abuelos es una trinchera simbólica que protege
nuestra vida y nos aleja del fantasma de la muerte. Al convertirnos en huérfanos,
ocupamos su trinchera y protegemos simbólicamente la vida de nuestros hijos y
nietos.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Spinoza consideraba que el hombre libre en ninguna cosa piensa menos que en
su muerte; al contrario, Kierkegaard sostenía que sólo la vivencia de la muerte nos
hace comprender el sentido auténtico de nuestro existir, mientras que para Cioran
la idea de nuestro fin es como un tóxico fortificante: nos corroe, pero también nos
tranquiliza.
***
50
Mijail Malishev
Corona de aforismos
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Corona de aforismos
Mijail Malishev
51
Un animal pensante, como millones de sus congéneres, se arrastra sobre la
superficie de la tierra desgarrándose en su existencia lamentable por la idea de que
es un ser singular, y su autoconciencia acentúa todavía más su destino trágico.
***
El futuro nos da nuevas posibilidades, mientras que el pasado nos obliga a
comprender mejor los obstáculos en el camino de sus realizaciones.
***
La agonía de esperanza acontece como una resignación sumisa ante la inminencia
del fracaso, como una rabia impotente contra la oportunidad perdida o como una
desesperación obstinada que presiente lo irremediable de su derrota y, no obstante,
continúa su resistencia contra lo irreparable… en el pluscuamperfecto.
***
El consuelo nos reconcilia con la desdicha y finge ofrecernos una tercera opción
entre el éxito y la frustración.
***
Quien es amado por sus méritos quisiera ser amado por su ser. No entiende que
sus méritos constituyen el meollo de su ser.
***
El ser humano es el único animal que sabe que desaparecerá y también el único
que quiere ser reconocido después de su muerte.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Obtenemos una amarga lección de nuestros equívocos a costa de vivificar el
cadáver de lo acontecido en el pluscuamperfecto.
***
Como nuestra esencia no coincide con nuestra existencia, de vez en cuando nos
sorprendemos de nosotros mismos.
***
52
Mijail Malishev
Corona de aforismos
Soy lo que soy no es garantía de que llegaré a ser lo que soy capaz de ser. El azar
corta las alas de nuestros sueños.
***
Para algunos, toda la vida es un simple ensayo que se convertirá un día en obra
maestra. Esperando el acontecimiento milagroso que los redima, pasan al lado de la
felicidad sin reconocerla ni percatarse de que el milagro anhelado se encuentra en
los acontecimientos que están viviendo.
***
La nostalgia es hija de la irreversibilidad del tiempo que crece con el devenir. En
la medida que se agota la sorpresa de existir, aumenta la simpatía por las ilusiones
perdidas.
***
El hombre es una partícula del universo, pero no podría existir sin considerarse
el centro de su microcosmos.
***
Cioran dijo: “La muerte es inmoral”, ya que “al morir arrastramos a la tumba
el mundo entero”. Por fortuna, existe una fe animal que, según Santayana, resiste
a la sofística del solipsismo de la muerte y nos convence de que el mundo seguirá
existiendo después de nuestro fin.
***
La vida es irónica. ¿Qué otra cosa podemos esperar de un manuscrito que
corregimos en el pluscuamperfecto?
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
No sólo necesitamos de los demás, también necesitamos que nos necesiten:
reconocer esta necesidad da sentido a nuestro ser.
***
La autoconciencia transfigura a cada ser humano, por insignificante que sea: lo
hace sentir único e irrepetible. En ella radica su grandeza y, a la vez, su tragedia,
Corona de aforismos
Mijail Malishev
53
pues el hombre sabe de su fin inevitable y a la vez sabe que su yo es singular y que
nunca volverá a ser.
***
El discurso del remordimiento: sucedió, pero hubiera podido no suceder. El discurso
de la nostalgia: aconteció, pero hubiera podido prolongarse hasta hoy en día.
***
A veces empiezas a pensar y te abarca el miedo de seguir pensando por no perder
la última ilusión de que todavía hay algo sagrado en este mundo.
***
La muerte es irónica: nunca se presenta como la imaginamos. Cada moribundo,
si fuera capaz de hacerlo, exclamaría: “¡Ah, desgraciada, es así como eres!”
***
En la juventud nos parece que pasa el tiempo, pero en la vejez descubrimos que
somos nosotros los que pasamos.
***
La distancia entre el vivo y el muerto es absoluta y equivale a la infinitud que
separa el ser de la nada.
***
Algunas verdades nos excitan como si tomáramos una copa de champaña; otras
nos desembriagan, haciéndonos sufrir una cruda, y otras más nos provocan el deseo
de emborracharnos hasta el punto de que sea imposible separar la verdad de la
ilusión.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
***
El principio de todos los principios de razón suficiente dice: existe el ser y no la
nada. La nada es un parásito del ser que se alimenta de sus despojos.
***
54
Mijail Malishev
Corona de aforismos
El pluscuamperfecto es un mago que transforma lo irreparable en lo virtual.
Hubiera podido es una ilusión que nos ayuda a abrir una brecha en la fatalidad de lo
irreversible.
***
El pensador es un hombre común y corriente, pero a diferencia de los demás
transforma la reflexión sobre la esencia de la vida en el sentido de su existencia.
***
El hombre está provisto del saber de su fin irremediable, pero desprovisto de
suficientes recursos anímicos para sobreponerse a esa verdad implacable. Esto le
obliga a recurrir al último recurso: la fe en el más allá.
***
La comprensión de que la vida es breve suele llegar demasiado tarde para sacarle
provecho a este aprendizaje.
***
La muerte es lo inhumano demasiado humano.
***
Toda nuestra vida es una preparación para el réquiem que no nos tocará escuchar.
***
Que Dios exista o no es imposible demostrarlo. Pero el hecho de que muchos lo
necesitan le otorga un gran valor. No todo lo que vale existe, pero tampoco todo lo
que existe vale.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
***
La lucha por la existencia convierte la duda hamletiana –ser o no ser– en el deseo
inquebrantable: ¡ser!
***
Corona de aforismos
Mijail Malishev
55
Cuando alcanzamos una edad avanzada solemos percibir nuestra existencia
como un tiempo finito que poco a poco se va retirando: comprendemos que nuestra
vida se está acabando. Y sin embargo, a pesar de la nostalgia, entendemos que lo
más importante está delante, pero que, desgraciadamente, se va recortando, se va
reduciendo…
***
Vemos en el reconocimiento póstumo el único remedio para salvar del olvido
absoluto a los que ya se fueron. Queremos salvarlos en nuestra memoria..., por lo
menos en nuestra memoria.
***
Antes de extinguirse en la oscuridad de la decepción, el alba que engendra los
rayos de la esperanza atraviesa los crepúsculos de un desencanto elegiaco.
***
Si hemos contribuido a la lucha contra el mal y hemos preparado mejores
condiciones para nuestros descendientes, tendríamos entonces que agradecer el
hecho de haber nacido, de haber vivido un rato en este mundo y, quizá, de haber
tenido buenas razones para estar contentos de nosotros mismos.
***
La vida terrenal del hombre es un instante en comparación con la eternidad,
pero precisamente de ese instante depende la calidad de vida en el más allá.
***
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Por triste que sea nuestro fin terrenal siempre hay algo en el pasado cuyo recuerdo
otorga alegría a nuestro corazón.
56
Mijail Malishev
Corona de aforismos
Una carta
para mi entrañable amiga
Por Emma Mauricia Moreno Carmona
Querida amiga: no vas a creer, pero todo este tiempo he estado pensando en
La Colmena 69, enero-marzo 2011
enviarte estas líneas. Tú sabes que te recuerdo todos los días, sabes que me haces
falta, a tal grado que te puedo asegurar que siempre estás en mi memoria. No puedo
olvidar tu imagen, tu risa y, en una sola palabra, todas las buenas ideas que llegaban
a mi testa cuando podía disfrutar de tu charla.
Con Mauricia Moreno (13 de julio de 2010).
Una carta para mi entrañable amiga
Emma Mauricia Moreno Carmona
57
Me siento vacía. Comprendo que no debo sentirme así, puesto que tu recuerdo
sigue presente, tu voz, tu risa franca y sincera. No puedo ni podré nunca olvidar que
me quedaste a deber una visita, ¿recuerdas? Yo iba a preparar algo de tu dieta. Ya
había practicado la fea sopa autorizada por tu médico de cabecera, ¡qué horror! Sin
embargo, me puse a idear algo menos raquítico. Para ser franca, poco se podía hacer:
colocaría hojitas de perejil sobre tu sopa y unas migajitas de pan.
Perdona, creo que es mejor hablar de cuando tú podías saborear cosas más
condimentadas y de mejor sabor. ¿Recuerdas? Estoy segura de que se te hace agüita
la saliva con el recuerdo de antojos agradables como los que preparábamos para ti.
Si digo preparábamos es porque tengo presente lo mucho que te ama tu mamá y que
con frecuencia me confiaste que ella guisaba para ti. Vas a decir que tú también lo
recuerdas. Te aseguro que nunca vas a olvidar lo mucho que tu familia te amó.
Por favor, no olvides esto que voy a decirte. En nuestra vida siempre vas a estar
presente. Día a día llegarán nuestros pensamientos.
Te aseguro que en la lista de los que nunca te olvidaremos estarán tus padres,
hermanas y tu pareja, quienes te llevaremos en la mente y en el corazón. Será así por
siempre hasta el final de nuestras existencias.
No debes olvidar que te seguiremos amando hasta que llegue el día en que
tengamos que encontrarnos en el lugar al que Dios quiso que te adelantaras.
Mañana seguiré escribiendo y tal vez te platique algo más.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Toluca, Estado de México, febrero 9 de 2011.
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Emma Mauricia Moreno Carmona
Una carta para mi entrañable amiga
En memoria de
Vicky Aguirre Escamilla
Por Rush González
Recuerdo que fue hacia principios de esta década que tuve la ocasión de coincidir
En memoria de Vicky Aguirre Escamilla
Rush González
La Colmena 69, enero-marzo 2011
profesionalmente con Virginia Aguirre. Yo acababa de obtener el grado de maestro
en Filosofía Contemporánea y me encontraba ejerciendo el cargo como coordinador
de la academia de Filosofía en la Facultad de Humanidades de la UAEM. Este tiempo
estuvo marcado por diferentes contrastes políticos y académicos en la Facultad.
Existía una suerte de enrarecimiento político en el ambiente.
Pese a ello, la creación filosófica seguía hacia adelante. Las cabezas académicas
de la licenciatura eran los doctores José Blanco, Gerardo Rodríguez Casas y Mijail
Malishev. Blanco estaba esbozando el perfil de su filosofía de la estulticia; Rodríguez
Casas había avizorado todo un horizonte en su epistemología integral; a su vez, Mijail
Malishev penetraba los abismos de la naturaleza humana a través de su antropología
filosófica. Nos habíamos comenzado a agrupar para fundar el cuerpo académico
de Filosofía Contemporánea. Una de las exigencias que imponía la Secretaría de
Investigación era justamente la producción académica e intelectual resultado de
la investigación filosófica. Es decir, la configuración de cuerpos académicos traía
aparejado el compromiso de que cada uno de los integrantes contribuyera con su
granito de arena en su consolidación. Ahora la publicación de nuestros trabajos no
era un lujo, sino una exigencia. Yo ingresé al cuerpo académico mencionado como
asociado, debido a mi condición de profesor de asignatura. La exigencia de producir
precipitó mi búsqueda de medios impresos para publicar.
59
La Colmena 69, enero-marzo 2011
El asunto es que en mi archivo personal contaba con algunos trabajos
almacenados que desde hacia ya algún tiempo tenía la intención de exponer a la luz
pública. Los doctores Gerardo Rodríguez Casas y Mijail Malishev fueron quienes me
convencieron finalmente de que algunos de esos materiales debían ser conocidos
por la redacción de la revista La Colmena. El primero de ellos me aseguró que la revista
estaba dedicada a la divulgación y abierta a los diferentes puntos de vista sobre la
cultura y el arte.
Fue hacia finales de 2001 cuando llegué a las instalaciones de La Colmena. Le
pregunté a un joven que iba saliendo del lugar por la oficina de la directora de
la revista. Llegué, toqué suavemente la puerta. Nadie respondió. Volví a tocar un
poco más fuerte, “probablemente no hay nadie”, me dije. Estaba a punto de darme
la vuelta cuando desde el otro lado de la puerta se escuchó claramente una voz que
decía “adelante”. Me encontraba un poco nervioso, no sabía cómo me iban a recibir,
no sabía de quién era aquella voz; probablemente me iban a rechazar. No obstante,
estaba determinado a exponer mi trabajo a la redacción. “Hola, buenas tardes,
pásale”. Ahí estaba Virginia. Tenía una especie de mascada color lila en el cabello,
que era negro y corto. Debajo de aquella mascada se entreveía una cabellera rizada.
Virginia estaba vestida impecablemente. Con una sonrisa me invitó a tomar asiento.
Su voz tenue y pausada era indicio de que había trabajado en algún momento en
radio, pues su entonación y pausa semejaba la de una locutora. Con toda seguridad
había estudiado comunicación, pensé. “¿De dónde vienes?”, me preguntó. “Vengo
de la Facultad de Humanidades”, respondí. “¿Conoces al doctor Casas y al doctor
Mijail?”, volvió a preguntar. “Sí claro, de hecho he venido por sugerencia directa
de ellos, ambos fueron mis maestros en la licenciatura y en la maestría”, contesté.
“Entonces tú estudiaste filosofía”; “sí, claro”, le dije.
Un día antes había yo hurgado en mis archivos, tratando de seleccionar un trabajo
que pudiera gustarle y ajustarse al espíritu de la revista. Había dos trabajos que
insistentemente me sonaban en la cabeza, uno se refería a los presocráticos y el otro
tenía que ver con la reforma de la filosofía. Me quedé un buen rato sopesando su
inteligibilidad. Los dos me parecían adecuados. El que versaba sobre los presocráticos,
pensé, era para un público más especializado y seguramente no interesaría en la
revista. Consideré que el texto dedicado a la reforma de la filosofía moderna era
más adecuado. Sólo tenía que hacer unas leves modificaciones al contenido y la
presentación. Comencé por modificar el título y la estructura del trabajo. El primero
quedó como “Reflexiones acerca de la bioética y algunas urgencias en la filosofía
contemporánea”.
Pues ahí estaba frente a la directora de La Colmena. De mi mochila extraje un
par de impresiones y un disquete: “vengo a ver la posibilidad de que me publique
un artículo en su revista. Este trabajo trata de la bioética vista desde el cristal de
la filosofía contemporánea”, le dije. Deslicé los materiales por el escritorio para
ponerlos a su alcance. Ella dejó por un momento el libro que estaba leyendo, pude
ver de reojo que el título del mismo versaba sobre el holocausto en la segunda guerra
60
Rush González
En memoria de Vicky Aguirre Escamilla
mundial. Me quedé en silencio. Recogió con sus ávidas manos mi trabajo, revisó el
título, le dio vuelta a la primera página, recorrió todas las páginas del documento. Se
quedó un rato en silencio antes de emitir su primer comentario. “Se ve interesante
tu trabajo”, y continuó: “Sin embargo, tendremos que ponerlo a la consideración
de un experto en la materia para que le dé el visto bueno, porque el contenido
de la revista debe poseer cierta calidad”; “está bien”, expresé. Ya la oscuridad se
apoderaba de las calles de Toluca. En seguida me despedí de ella. “Te mantendré
informado”, me dijo. El trabajo salió finalmente publicado en el número 34 de La
Colmena, correspondiente al periodo abril-junio de 2002, con el título “Reflexión
incidental en torno a la bioética vista desde la metafísica y algunas urgencias en la
filosofía contemporánea”.
Resulta evidente que gran parte de la biografía profesional de nuestra querida
Vicky estuvo íntimamente ligada a la factura de La Colmena. Si pudiera hacer una
En el jardín de la Universidad Iberoamericana (26 de septiembre de 2009).
En memoria de Vicky Aguirre Escamilla
Rush González
La Colmena 69, enero-marzo 2011
semblanza para describir parte de su calidad humana, diría que se caracterizó
por su apertura y por dar un voto de confianza a los nuevos escritores de nuestra
Universidad. Hay que reconocer que escribir ha representado siempre una tarea
difícil y que lo ha sido todavía más encontrar un medio para difundir las ideas y
el pensamiento. Podría decirse que La Colmena, al ser un medio de divulgación,
ha llevado la presencia de nuestra Universidad a diferentes ámbitos y planteles
educativos. Digamos que ha cumplido un doble papel, a saber: por un lado,
constituirse en un medio de divulgación y, por el otro, ser, de cierta manera, la carta
de presentación más digerible de la producción académica de la UAEM.
61
Con la actriz Esperanza Tapia (13 de julio de 2010).
La Colmena 69, enero-marzo 2011
A finales de 2003, Virginia, a través de Mijail Malishev –quien también se ha
caracterizado por su confianza en los jóvenes– nos invitó a participar en un número
monotemático dedicado al problema de la ética. Desde luego, la invitación se hizo
extensiva a todos los interesados en el tema. Varios colegas de la academia de filosofía
y de otras licenciaturas hicieron llegar sus propuestas. Así fue como hacia finales de
2004, La Colmena publicó su primer monotemático en colaboración con la academia
de filosofía de nuestra Universidad. Cabe aclarar que desde entonces la revista ha
venido publicando, por lo menos una vez al año, un número monotemático en
coordinación o colaboración con los integrantes de la Licenciatura en Filosofía. En
cada edición han participado no sólo académicos, sino también se han involucrado
alumnos, gracias a la gentileza y apertura de Virginia Aguirre. Entre los temas
abordados por la revista figuran las pasiones del alma, el mal desde la perspectiva
filosófica, la presencia de lo sagrado, la contracultura e ideología del rock y los
griegos y la cultura contemporánea.
Ella gozaba mucho cada vez que la revista era presentada en los recintos
universitarios y otros espacios. Desde que inició la feria editorial organizada por la
Universidad, me hizo, en cuatro ocasiones por lo menos, la atenta invitación de que
presentara el número correspondiente. Ella acostumbraba decir que cada número
que editaba era, de cierta manera, como un hijo que daba a la luz pública. Desde
luego, la satisfacción se dibujaba en su rostro, pues cada número era fruto de todo
un empeño coordinado por ella.
Alguna vez nos pusimos a platicar sobre el fenómeno de la comunicación
contemporánea y sus implicaciones filosóficas. Desde ese momento comprendí que
ella tenía una preocupación filosófica.
62
Rush González
En memoria de Vicky Aguirre Escamilla
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Hacía comentarios y preguntas interesantes sobre el tema. Sin duda, tenía buenas
lecturas al respecto y una honda preocupación por las implicaciones filosóficas del
dolor y la muerte. A mí me intrigaba, cada vez que coincidíamos, su recurrente
preocupación por estos asuntos. Cualquiera podría haber dicho que era una mujer
más preocupada por su arreglo personal; pero no era así. Desde luego, este aspecto lo
tenía resuelto. Me consta. Latía en ella una exploradora emergente de la naturaleza
humana. Temas tales como la comunicación, el dolor, el holocausto y la muerte no
le hubiesen interesado de haber sido una mujer superficial. Virginia era una asidua
buscadora. Más tarde me enteré que estaba haciendo la Licenciatura en Filosofía
en la Universidad Iberoamericana. Hasta ese momento comprendí el porqué de su
recurrente insistencia en tales temas. Fue entonces que mi curiosidad se apaciguó:
ella estaba interesada en el estudio del enigma de la naturaleza humana, estudiaba
una licenciatura y tenía una fuerte inclinación hacia la antropología filosófica.
Casi diez años después de que tuve mi primer encuentro con Virginia. Siendo yo
coordinador del área de filosofía del posgrado en Humanidades, realizó su solicitud
formal en la Facultad para ingresar a la Maestría en Filosofía Contemporánea. Para
acreditar su solicitud, presentó como documento de licenciatura su título de filosofía.
Ingresó al posgrado en el verano de 2010. Tuve el agrado de tenerla como alumna
durante el primer semestre. Realizó dos intervenciones brillantes a lo largo del
semestre, cada alumno debía exponer dos textos a lo largo del curso. Me agradaban
sus participaciones en clase, pues estaban cargadas de sentido y llenas de contenido.
En mi clase se respiraba un ambiente muy agradable. Todos los compañeros –o casi
todos– tenían siempre algo que decir acerca de los tópicos que se exponían. Virginia
brillaba por su madurez y por la sapiencia que mostraba cada vez que intervenía. Su
última participación versó sobre la Respuesta a Job, de Carl Jung. Me entregó un buen
ensayo, acerca del cual le dije: “vale la pena que este trabajo sea publicado”, ella sólo
sonrió. No pensé que justamente la sonrisa que me compartía en ese momento sería
la que alumbraría su recuerdo en el salón de clases.
El curso estaba a punto de terminar, pero Virginia ya no volvió. Nadie de los
todavía vivos volvió a verla. Dicen que cruzó el horizonte de la eternidad.
En memoria de Vicky Aguirre Escamilla
Rush González
63
Virginia
Por Porfirio Hernández
Me siento frente a la computadora para escribirte una carta. Qué vano intento
La Colmena 69, enero-marzo 2011
éste de decirte algo, de expresar aquello que no supe o no quise expresar cuando
te tenía cerca. El gran Héctor Lavoe decía en sus descargas que “si no me quieres
dímelo ahora, cuando esté muerto no vengas a mi tumba a llorar”.
Desde luego que eres querida, querida Virginia, tan querida que aun cuando no
nos frecuentáramos como amigos que somos, siempre has sido para mí esa presencia
que me honra conocer y admirar. Tu profesión editorial me dio luz y aliento cuando
comenzaba a vivir la lectura desde adentro.
Pero qué he decirte a ti de creación, si la primera imagen que te guardo es la
de Celia en la Crónica de un desayuno del maese Jesús González Dávila. Eras plena.
Hacías teatro, fuiste parte de una generación fundadora del teatro universitario.
Una vena que todos admiramos de ti. Una actriz de primera.
Cuando te escuché en radio fue distinto. Eras la seducción de una bailarina
larga y profunda puesta en el reparto de una emoción tras otra cuando leías poesía.
Aprendí a admirarte y a quererte desde entonces, porque me trajiste un hermoso y
perenne regalo. La admiración es una forma del amor, Virginia.
Hoy no tenemos tiempo de charlar. Lo sé, estás ocupada. Pero pronto dejaremos
atrás esta monserga del tiempo y nos sentaremos a contarnos cómo nos va. Entonces
te abrazaré con todas las fuerzas de mi corazón y te diré más, mucho más de lo que
eres y siempre serás, Virginia.
Te quiere,
Porfirio
11 de diciembre y 2010
64
Porfirio Hernández
Virginia
Un sincero hasta luego
a una entrañable e inolvidable amiga:
Virginia Aguirre Escamilla
Por Elvia Montes de Oca Navas
“… el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
(Juan 11:25)
H
Un sincero hasta luego
Elvia Montes de Oca Navas
La Colmena 69, enero-marzo 2011
ace más de veinte años yo perdí a uno de mis dos hermanos. Era un hombre
joven, inteligente, bueno y con un futuro prometedor como esposo, hijo, padre, amigo,
hermano, abogado. Cuando esto sucedió yo me enojé mucho con la vida, con Dios y con
todos, y no me cansaba de reclamar lo que consideraba una injusticia: él no debía haber
muerto en esos momentos. Una muy querida profesora mía, la teacher Vélez, al escuchar
mis reclamos me dijo: “y quién te crees tú para que no te sucedan las cosas que a todos
nos pasan, como es la muerte de un ser tan querido como lo era tu hermano para ti”. Ésa
y otras experiencias me ayudaron a entender mi pequeñez y orfandad, igual a la de todos
los seres humanos, y aceptar la inevitabilidad de la muerte de los que amamos.
Hoy me está sucediendo lo mismo, casi lo mismo, y por eso necesito compartirlo con
ustedes para no caer en las mismas circunstancias. Nuevamente, y a pesar de la promesa
que se puede leer en el libro de Juan a quienes mueren creyendo en Jesús, llegan a mí
las dudas y la inconformidad por la muerte de un ser humano valioso, de los que no
fácilmente se encuentran en estos días: un ser joven, cálido, sincero, amable, inteligente
65
La Colmena 69, enero-marzo 2011
como lo fue Virginia Aguirre Escamilla, quien desde 1993 dirigió la revista La Colmena de
la Universidad Autónoma del Estado de México.
A Virginia la conocí hace muchos años. Nunca nos tuteamos, pero ahora lo
hago al decirle Virginia, y no con el frío “licenciada Aguirre” con que siempre la
llamé. La conocí precisamente por La Colmena, en la que me propuse publicar al
menos un artículo cada año. Así conocí a Virginia, quien al encontrarnos me decía
invariablemente: “mi querida doctora Montes de Oca”.
Virginia era un ser humano auténtico, alegre, bueno. Recuerdo que algunas
veces, afortunadamente muy pocas, me dijo: “mi querida doctora Montes de Oca,
su artículo no es de la calidad a la que nos tiene acostumbrados a sus lectores”, lo
que, en pocas palabras, quería decir que mi artículo era malo y que si quería yo que
se publicara en la revista, debía rehacerlo. Pero nótese la inteligencia y el cuidado
que ponía en decírmelo, y supongo que lo mismo pasaba con otros colaboradores
cuando sus escritos no tenían la calidad suficiente para ser publicados en La Colmena.
Ella y yo no platicamos mucho más allá de su desempeño en la Universidad: los
problemas de su trabajo, la incertidumbre que en ocasiones sentía de continuar
con la publicación de la revista, la alegría que le causaba llegar a un determinado
número de la revista, las presentaciones de la misma, etcétera. Ahora lamento no
haberme acercado más a ella. No por ella, sino por mí, que tan necesitada me siento
a veces de conocer y tratar a personas como Virginia. Por eso estoy otra vez un poco
enojada, pero ahora sé que este sentimiento pasará cuando comprenda cabalmente
lo sucedido y acepte la ausencia de Virginia. Sé que no va a ser fácil ir a sus oficinas y
no escuchar la frase con la que me daba la bienvenida: “mi querida doctora Montes
de Oca, ¿cómo ha estado?” Pero sé también que seguir colaborando en su revista
–espero que la Universidad siga con el proyecto– será una manera, tal vez muy
pequeña, de mantenerla viva entre quienes la conocimos y la estimamos.
Yo la estimé como a una gran amiga. Se trató de una de esas amistades que se sabe
que existen pero que no se expresan de manera abierta. Sin embargo, yo sabía que
en sus oficinas, cada vez que fuera, escucharía su voz y su risa francas, y que si alguna
vez llegara a necesitar de ella no como la directora de La Colmena sino como una
amiga, iba a estar ahí para apoyarme. Me arrepiento ahora de no haberle externado
a Virginia esto que ahora escribo. Espero que su ausencia me sirva para aprender
de una vez por todas que entre los seres humanos no debe haber reticencias para
expresar los sentimientos, más aún si se trata de uno tan puro y noble como lo es la
amistad. “En vida hermano, en vida”.
Virginia: si es cierto lo que se lee en Juan 11:25, entonces seguramente sigues
viva y apoyando a quienes necesitan de ti. Tal vez ahí donde hoy te encuentras ya
estás pensando en fundar una nueva Colmena, en la que pondrás a trabajar a muchos
con la misma calidez y calidad que lo hiciste aquí con nosotros. Hasta luego, querida
e inolvidable amiga.
Toluca, Estado de México, enero de 2011.
66
Elvia Montes de Oca Navas
Un sincero hasta luego
Antes de que nos olviden
Por José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
haremos historia.
No andaremos de rodillas;
el alma no tiene la culpa.
Saúl Hernández
La vida es la consentida,
feroz dictadura
de una criatura
que juega a mandar.
Ni tú ni yo somos nadie,
ni hacemos historia
pues somos la escoria
que aún puede quemar.
Luis Eduardo Aute
A mis hermanas y hermanos que se apellidan
como tú; a los que se apellidan como yo; a
tus padres; a Violeta;
a todos los que te amaron.
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
De “Reír llorando” a “My Funny Valentine”
(Las tres pistas que mínimamente están expuestas aquí son simultáneas. Una de
ellas transcurre en una fiesta que ya está en el tiempo aunque no se realizó, la otra
brota de la cabina de radio en que se transmite la última y más reciente emisión de
“La nostalgia de lo vivido” y la tercera supone los pensamientos de los locutores. En
su actualización, las tres son imaginarias y por eso son reales, tan reales como la vida
misma).
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La memoria/ que acude sin llamado
Flor Cecilia Reyes
[De todos los momentos que puedo recuperar no hay uno tan confuso y abrumador
como éste en que empieza nuestra fiesta. En el salón están nuestros seres queridos
contemporáneos, sin faltar uno solo, incluso los que se han ido (Esvón, Luz María,
Gonzalo, Claudia…). A todos les debemos algo o mucho. Su ayuda y apoyo. Su amor.
Su amistad. Su enseñanza. En la cabina estamos nada más nosotros. Los operadores son,
desde luego, Mario Vallejo y Alfonso Sayagua. La continuista es Isabel Chávez. Es martes
y, digamos, viernes, al mismo tiempo. Yo estoy imaginando. Es sueño. Por eso mismo es
cualquier día, pero es de noche, porque la música es como la luz: cambia conforme avanza
el día. Y de noche no puede ser más que la de nuestros corazones. Tú susurras para mí
una letra que no conoces pero que pongo en tu bella y rotunda boca hoy que estás sin estar
para que me digas: There are things/ I can’t tell You/ I love You too much to say/ I
stand undressed/ but I’m no naked/ You look at me and who I am/ Understand that
it’s hard to tell You/ that I’ve given all I have to give… Once in a lifetime/ You have
seen what I’ve seen/ You will always swim for shore/ Once in my lifetime/ I’ll never
be in between/ some things You just can’t ignore/ Now reach out/ You can touch
me/ I’ll let you have my life to share/ Years, the days/ and the minutes/ yeah time
has such a puzzling grace].
OPERADOR: entra música. CD Larry Russell, “As Time Goes By”. Bajas y
fondeas, luego de un minuto, empatas con la rola de Texas “In Our Lifetime”, que
fondea luego de un minuto. Das micrófono a:
VIRGINIA: Buenas y azules noches tengan ustedes. Para esta ocasión hemos
preparado un programa especial, más especial que ninguno, porque hoy estoy y no
estoy, aunque como siempre sea suya. Mejor todavía: estoy en dos lugares (o en tres,
pero el tercero no es terrenal ya): aquí y en la fiesta que organizo con José Luis para
celebrar que estamos juntos y que los tenemos a ustedes. En las mesas nos acompañan
nuestros seres amados. Del otro lado y más allá de la cabina, están ustedes, a quienes
también amamos, porque su presencia hace posible este programa. Buenas noches,
José Luis. ¿Qué tenemos para hoy?
La Colmena 69, enero-marzo 2011
JOSÉ LUIS: Buenas noches. Hoy tenemos nuestra fiesta. Hoy tenemos también
este programa que sale desde dos orígenes distantes que el sueño hermana y hace
simultáneos. Habrá poesía. Habrá música, la que me dice lo que me has dicho a
través de los años. La música en la que supongo se deslizan tus sentimientos. Esta
música sale de la cabina de Radio Mexiquense, no importa si es la moderna de ahora
o la que habitamos nosotros durante seis años, y tú primero, cuando conducías “La
sinfonola” y complacías a tu público, y luego los tres primeros años de “La nostalgia”.
68
José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
VIRGINIA: Está muy complicado, ¿no crees? Yo nunca he confundido a mis
amigos del auditorio. He sido diáfana, como el aire de la región más transparente.
Y como no me gusta que confundas a los radioescuchas, explica la razón por la cual
el subtítulo del programa es el del poema de Juan de Dios Peza e incluye la canción
que tanto te gusta para describirme como My Funny Valentine y que hice mía en
la versión de Chet Baker y Gerry Mulligan cuando me prestaste el disco de vinilo
allá a finales de 1992, años antes de amarnos pero con el presentimiento de que lo
haríamos.
JOSÉ LUIS: Cuando estudiabas en la Escuela Superior de Comercio de Toluca
siendo una adolescente, ganaste un concurso por tu interpretación del poema
de Peza, que José Emilio Pacheco ha recuperado recientemente en su Inventario
como el gran poeta que es Peza. Y eres My Funny Valentine porque cada palabra
de la composición de Rodgers y Hart te queda a la medida. [Cuántas versiones he
coleccionado para decirte con todas ellas que la plasticidad de tu gesto es asombrosa, como
lo es tu capacidad para comunicar con la voz lo que quieres y por eso contigo cada día es
San Valentín]. Yo creo que tu talento histriónico se expresó desde entonces y fue
un presagio. Eres actriz, una actriz admirada por su temperamento, profundidad e
intensa interpretación.
VIRGINIA: Ya no actúo. Actué. Estoy satisfecha de esos años. Guardo la fuerza
y entrega que puse en cada puesta en escena y tengo apalabrada con Eugenio
Núñez y Clementina Guadarrama Las amargas lágrimas de Petra Von Kant [que ahora
presentaré en otro escenario porque ese señor al que Sabines le dijo cabrón, el cáncer, me
abrió la puerta al Cielo, ¿está mal que diga que estoy en el Cielo o es que José Luis me ve
ahí? Como sea, la puesta en escena va, y voy a poner todo para que salga bien, como me
gusta que salga lo que hago]. Y esto me obliga a corregirme: actuaré, claro, volveré
a actuar, a sentir esa emoción inclasificable, a someterme al rigor en que me formé
con Esvón Gamaliel y con el que hice a Eco en El Divino Narciso y todos los papeles
que me tocaron.
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
JOSÉ LUIS. Así sea, entonces. Ésa es la explicación, pero va más allá. Entre
el poema de Peza y “My Funny Valentine” aspiro a describir tu transición de
dos décadas especialmente, pero en particular de los últimos siete años, en que
te diste la oportunidad de una vida intelectual, mediante la filosofía, y espiritual,
gracias a la fe y a tu diálogo con Dios. Ahora entiendo que cumpliste un círculo y
que lo más importante de ser humano lo culminaste, y subrayo tu herencia en La
Colmena, con 68 números y dos premios, tu amoroso cuidado y deliciosa entrega a la
revista y a la Universidad, así como el amor que me diste, a mí que… en fin, a mí.
Actriz, locutora, productora, guionista, editora de la revista más prestigiada que ha
tenido la Universidad, estudiosa de la filosofía y enamorada de Aristóteles, Kant,
69
Schopenhauer, Lévinas, Ricœur, Arendt… Y antes de cederte la palabra como me
lo estás exigiendo…
OPERADOR: entra “Ahora”, del CD de Joaquín Sabina, y se liga con el Allegro
non molto del Invierno de Vivaldi, que sube, se mantiene 30 segundos, baja y fondea
a Virginia.
VIRGINIA: lee fragmentos de “Reír llorando” (y pone a Garrick a la altura de
la paradoja que escribió Peza, y verificamos la grandeza del actor británico con
el ensayo de José Emilio Pacheco, además, claro, de la del poeta mexicano, tan
injustamente olvidado):
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.
OPERADOR: sube música, se mantiene 30 segundos, baja y se liga con “A
natural woman” y ésta con “I say a little prayer”, del CD de Aretha Franklin.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
VIRGINIA: sin música de fondo –porque los fondos no me gustan, salvo que
el vestido o la falda sean exageradamente transparentes–, para que te reclame al
aire que estés hablando de mí tan impúdicamente. Tú conoces mis silencios. Sabes
que puedo bromear mucho, imitar voces, pero también que permanezco callada por
horas y no sólo cuando leo o escucho música en una de nuestras largas travesías en
que pones, por ejemplo, estas dos rolas de la gritona Aretha que tanto nos gusta,
y que además te he dedicado tantas veces. Dime qué ganas con hacer públicos
los sentimientos que me mueven cuando te digo You make me feel like a natural
woman, y sí, claro, cuando me aseguras que desde que te levantas dices una oración
por mí y luego la repites a lo largo del día.
70
José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
Estas son cosas nuestras, Romi, Farolito, Sidralito, que nuestros amigos no tienen
por qué saber, a ellos hay que ponerles la música, leerles poesía, acompañarlos en
las dos últimas horas de la jornada del martes, hasta llegar a la media noche. No te
vuelvo a invitar a mi programa. Actúas con impunidad al proponer este guión de
tres pistas para desnudarme, a mí, que sólo me desnudo para ti. [When my soul was
in the lost-and-found/ You came along to claim it/ I didn’t know just what was wrong with
me/ Till your kiss helped me name it/ now I’m no longer doubtful of what I’m living for/
and if I make you happy I don’t need to do more/ Cause You make me feel… like a natural
woman].
JOSÉ LUIS: Sólo tengo el argumento de contribuir a tu retrato. En estas mismas
páginas te llenan de poesía, hacen tu semblanza, te dicen cuánto te han querido,
recuerdan anécdotas; las ilustran tus retratos… ¿Qué tiene de impropio que por
una vez, y no por ti, para decirlo en descargo tuyo, no seas pudorosa a través de
mis palabras? Sí, ya sé que es un contrasentido lo que digo. Tu pudor es sólo tuyo
y yo afirmo que no lo rompo al compartir aspectos tuyos que si bien íntimos, no te
exhiben para mal. Sólo quienes te conocemos íntimamente sabemos de tu pudor,
que no es contradictorio con tus exposiciones en el escenario, en que hiciste a Sor
Juana, Raimunda, Pola Orquídea Rialto y otros personajes memorables, ni con tus
retratos desnuda.
Es difícil explicarlo. Tú, pudorosa. Tú, respetuosa del talento, la inteligencia, los
sentimientos, las ideas y creencias de los demás, y a la vez una mujer de tu tiempo,
una liberal de profunda moral, de alto sentido ético de la vida, obsesionada con la
pregunta sobre el mal que ha corroído a la Humanidad hasta llegar a la médula del
Holocausto judío. Dolida por tanta muerte violenta que nos ha inundado en los
últimos años en este país que parece desbaratarse. Tú preguntando a dónde vamos.
Lectora de la Biblia. Estudiosa de Job.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
VIRGINIA: nada más falta que te atrevas a decir algo de mi enfermedad, cuando
sabes que la enfermedad y la muerte están relegadas a los rincones del miedo y del
silencio, porque se considera impropio, indecente, impúdico, hablar de los enfermos
y los moribundos. La gente se ofende cuando se hace el relato de los sufrimientos de
los demás o de plano los prefiere edulcorados en una telenovela, en melodramas de
ínfima categoría, antes que leer a Tolstoi, de repasar “La muerte de Ivan Ilich”, por
señalar un ejemplo extraordinario, o de entender a Job, que plantea el verdadero
misterio del dolor.
JOSÉ LUIS: No, despreocúpate. Sólo quiero resaltar tu valentía y entereza ante
la enfermedad. Tu aceptación cuando acabó la ilusión que nos dieron los médicos.
El proceso que inició el jueves 1 de abril de 2010 y que te llevó cuatro veces al
quirófano y a dos operaciones gigantes. Tu aparente recuperación. El diagnóstico
de agosto: “felicidades, Virginia, no tienes cáncer. Te estaremos revisando cada tres
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
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meses o cada seis”. Para llegar a mediados de noviembre, al día 24, y escuchar: “el
hígado está mal, hay metástasis. No nos lo explicamos, salvo que en realidad han
sido dos tipos de cáncer y el original estaba oculto en el riñón, de donde saltó al
páncreas y ahora al hígado”.
Tu deterioro fue vertiginoso. Me dijiste el sábado 4 de diciembre: “la suerte está
echada. Toma nota de lo que quiero que hagas. No me puedes fallar. Vas a llegar
conmigo hasta el final. Te necesito fuerte”, y llegaron tus instrucciones. El martes
14, antes de hundirte en el silencio de las últimas nueve horas, devolviste la caricia
que mi hermana te dio en la mano y le dijiste: “Chelito, gracias”. Luego llegó el
doctor Rodrigo Islas, tu terapeuta y amigo, a expresarte el enorme afecto que te tuvo
y te tiene, y después la agonía, en la que te acompañamos (es un decir), no sé cómo
todavía, Consuelo y yo. Y el amoroso cuidado de tus padres, hermanas y hermanos.
El silencio. Tu entereza. Tu aceptación. Hasta el final viviste el Misterio que te
acompañó siempre. No claudicaste. No te enojaste. No renegaste. Si preguntaste
por qué, lo hiciste en silencio y a Quien te podía escuchar: tu fortaleza espiritual
alcanzó su sentido primigenio. No fue el cáncer, sino sus efectos vasculares: el hígado
oprimía la vena cava inferior. Perdiste la circulación de la sangre en las piernas.
Unos minutos después de la una de la mañana del día 15 de diciembre, moriste.
Pero aquí estás, escuchando el relato de lo que viviste convertido en los símbolos
que se aplican al papel, y me miras calladamente, esperando que venga la música.
¿Qué tal Maria Callas?
OPERADOR: entra “Un bel di bedremo”, de Madama Butterfly, track 1 del CD
1 del álbum de Maria Callas, que se liga con “Habanera”, de la Carmen de Bizet,
track 2 del mismo CD, que se liga con “La mamma morta”, de Andrea Chénier de
Giordano. Fade in a “As Time Goues By”, del CD de Larry Roussell, que sube, baja
y se mantiene fondeando hasta el final a:
La Colmena 69, enero-marzo 2011
VIRGINIA: todavía no sé cómo, pero te has salido con la tuya. La verdad es que
sí sé: te has valido de mi ausencia para imaginar este rollo mareador, aunque lo he
sabido (privilegios que da verlo todo en un tiempo sin tiempo): lo de la fiesta, la
transmisión de “La nostalgia…” y el repaso fragmentado en apuntes breves de lo
que sabes de mí. ¿De verdad crees que mi arco vital pasó de la recitación de “Reír
llorando” a la actuación, la radio, La Colmena y todo ambientado con “My Funny
Valentine”, en la versión claro de Miles Davis o en algunas de las varias que hizo
Chet Baker? Todo tiene un inicio más remoto, escrito en ese texto que te dicté
hace unos años y que dice: “Me preguntaba por qué zumbaban las moscas y por qué
volaban las mariposas, por qué estaba yo mirando a través de la ventana y por qué
mi prima Lupe, la que se murió, se murió… Y ahora la niña sola y mutilada se erige
como una mujer triunfadora, actriz, aspirante a filósofa, amada por el hombre al que
salvé un día. Y cada día de su vida esta mujer que fue una niña tan infeliz, se muda
ahora a los ojos de los demás, y sufre por el dolor de los demás, de la humanidad.
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José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
Ahora como nunca adoro mi vida, gracias a mi doctor Rodrigo Islas, que me regresó
la ilusión y el corazón y mis pensamientos, y al mundo que amo, y a mi amor.”
Pero ya se acaba este breve programa. Buenas noches, José Luis.
JOSÉ LUIS: muchas gracias a ti y al público.
VIRGINIA: que tengan felices y azules noches. Nos escucharemos en la próxima
ocasión para llevarles en donde se encuentren otra nostalgia de lo vivido.
Viñetas
La Colmena 69, enero-marzo 2011
1. Nada más con trazos gruesos se puede exponer una vida. El secreto del detalle
queda oculto porque cómo describir cada instante en su arrebatada fugacidad. Tal
vez si el relato es virtuoso se pueda pasar de la línea precisa a la pantalla llena del
plano fijo que permite apreciar el conjunto, pero Proust sólo hay uno. La memoria es
porosa al olvido, repite Virginia borgianamente cada que tiene oportunidad, aunque
en ella la memoria es secreto dolido. Sus favoritos: Pessoa, López Velarde, Cernuda,
Castellanos, sor Juana, Sabines, Segovia, Villaurrutia, Paz, Félix Suárez, Enrique
Villada, Alejandro Ariceaga… Bien sabe que apenas podemos vivir en el recuerdo
de tres generaciones, si bien nos va: la de nuestros padres, cuando nos vamos antes;
la nuestra, empalmada con la anterior por breve tiempo, la de quienes nos sucedan
y guarden, tal vez, una fotografía y un recuerdo de nosotros. Después, la arena o,
mejor, el agua que escurre de las manos en medio del desierto ardiente.
Con Esvón Gamaliel, sin fecha.
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
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2. El tránsito de una niña que se hará mujer desde la reiterada curiosidad que fija
su gesto en el espejo y su eco en la voz juguetona, hasta el diálogo interior de quien
busca el sentido de la vida y sus secretos.
Qué desafío. Resumen e historia personal durante un tiempo de convulsiones. La
vida como descubrimiento permanente. La acumulación de momentos que forman
el paisaje. Muriendo y aprendiendo, dijo la anciana que debió cambiar la vela de
mano para recibir los aceites últimos cuando le previnieron que no era ésa la mano
con que debía tomar la cera, relata el Padre Pedro Alarcón. Vivir y aprender en el
sentido oculto de los gestos, las decisiones, las consecuencias, la ignorancia original
y persistente. La comprensión de lo simple y básico que requiere de una vida o de un
segundo de iluminación, a saber. Seguir, seguir, seguir. Y después del final, seguir.
3. Virginia se descubre adolescente dramatizando el poema de Juan de Dios
Peza y hará desde entonces consigna subterránea de reír llorando en el hallazgo
golpeador de su capacidad para recrear desde la interioridad todas las posibilidades
intermedias. Llega al teatro de su trabajo secretarial que le permite colaborar con el
gasto familiar. Y empieza a hallarse. El foro exige disciplina, concentración, desuello
de las apariencias vistiéndose con ellas. Participa del mejor momento del escenario
universitario y se da como sabe darse. Los personajes son ella; sus facetas están
dentro de ella. Hay que exhibirse para esconderse. Hay que esconderse para ponerse
frente a los demás exponiéndoles la vida. Su trabajo escénico cubre el tramo que
va de 1980, en especial con Apassionata, de Héctor Azar, en el papel de Floralinda,
a 1998-1999, con La presencia altamente sospechosa (La verdadera historia del hombre
iguana), en los papeles de la sirvienta y de Pola Orquídea Rialto, y el esfuerzo de
la autodidacta que debe pasar de aprendiz a intérprete admirada sin dejar de ser
aprendiz. Descubrimiento del mundo y del yo. Cuando Rodgers y Hart llevan a
escena en 1939 una obra hoy olvidada no se imaginarán que en la ciudad al pie del
volcán en el mero centro del altiplano mexicano más de medio siglo después habrá
una Funny Valentine, a quien un hombre le pedirá muchas veces que no cambie ni
uno solo de sus cabellos. Para ella acumulará versiones de la canción que juega con
lo extraño y lo divertido y con el día de los enamorados, y que, enamorado de una
mujer extraordinaria, es todos los días.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
4. Radio Mexiquense es escuela. Más de una vez reconocerá que su gusto musical
se fraguó en el espacio neurótico de la estación cultural pionera. Como nada es
más gratificante que complacer, ella complace las peticiones del público al que se
debe poner rostro escarbando en las propias entrañas. Con alegría y besos al aire va
dedicando las peticiones del respetable. Después vendrá el plan cumplido de unir
poesía y música en el programa “La nostalgia de lo vivido” (1991-2000), rubricado
por la versión de Larry Russell al tema central de Casablanca, “As Time Goes By”.
Años de radio y de dar y recibir. El periodo es dilatado: de 1986 a 2000, antecedido
del tiempo que dedica, tal vez desde 1982 o 1983, a poner a la Universidad en las
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José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
ondas hertzianas, y que llegará hasta 2003. Dos décadas o más de abrir el micrófono
para los universitarios. Y, simultáneamente, va a la ópera. Penetrar en la urdimbre
de escena y canto superior fundamenta su exigencia posterior del arte mayor. Sus
arias favoritas son "Un bel di bremo", "La mamma morta", la "Habanera" de Carmen
(la lista ni remotamente es exhaustiva), pero vibra también con Jacqueline Du Pré
y su versión del concierto para cello y orquesta de Edward Elgar; con Satie, Mahler
y Mozart. Gusta del jazz (Miles, Coltrane, Ella, Sarah, Brubeck, Legrand, Metheny),
el blues (John Lee Hooker, Muddy Waters, su adorado Eric Clapton), el rock (U2,
Peter Gabriel, The Rolling Stones, The Beatles, Janis Joplin, The Doors…), la
canción mexicana, la música afroantillana (Fania All Stars, Willie Colón, Juan Luis
Guerra), pero sabe dónde está el altar mayor, y allí se quema con Maria Callas, Cheryl
Studer, Teresa Stratas, Pavarotti, Carreras, Lanza. También vive intensamente a
Madre Deus, Yo-Yo Ma, Kronos Quartet, Serrat, Sabina, Eugenia León…
5. Hacer una revista que tenga continuidad y ponga en sus páginas el
pensamiento, la búsqueda, las preguntas de los universitarios, la creación de los
artistas, se soporta en su capacidad de concentración y de sacrificio. La lucha
constante por parir cada número. Suman diecisiete los años que dedica a esa labor
(1993-2010). Hay plástica y poesía (el pliego obligado). En 1994 y 1995 obtiene la
mención honorífica y el primer lugar del premio Arnaldo Orfila Reynal a revista
universitaria de difusión cultural otorgado por la FIL de Guadalajara entre casi 200
publicaciones participantes. En 1999 organiza la exposición “Vuelo de colores”, en
ocasión del quinto año de la revista, con obra de quienes la han ilustrado en ese
lapso. Augusto Isla le ayuda a conseguir obra de Zalce; Benito Nogueira facilita el
Museo de la Acuarela. Pronto se desprende de ataduras y deudas iniciales. Aprende
rápidamente. La lista de colaboradores es larga. La oportunidad de servir es todavía
más dilatada. No hay antecedente local de una publicación más exitosa, ni por su
permanencia y continuidad, ni por la amplitud de sus temas y participantes. Cada
número es diferente y reclama atención plena. Tiene el beneficio de recibir en
las manos el resultado del empeño singularizado con cada número que sale de la
imprenta. Acepta con una sonrisa socarrona ser la abeja reina de La Colmena, como
entre burla y veras se le señala aquí y allá: va con su capacidad de conquistar alegrías
y, ni modo, envidias, más que con el régimen dictatorial del panal, que rechaza sin
más, por convicción original y respeto al otro, no más metafísico que empático.
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
6. La academia, el pensamiento, la discusión a fondo llegan con su ingreso a
la filosofía. No fue antes porque tenía que ser justo cuando estuviese preparada
para romper los límites impuestos por la exaltación fuera de lugar de los grados
escolares resultado de la meritocracia más que de la inteligencia creadora, ausente
de muchos cubículos en donde la imaginación, la creatividad y letra no entran. Este
descubrimiento no la decepciona: la motiva. Desmitifica y encuentra: pensar es un
ejercicio de goce y color, dice Aute. Sus asombros se clavan en Aristóteles, San
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Agustín, Santo Tomás, Kant subrayadamente, Hegel, Husserl, Heidegger, Ricœur,
Lévinas, Arendt…
7. La espiritualidad es reencuentro. No lo dice en voz alta, pero su cuestionamiento
es ¿por qué Dios permite el mal? El regalo del libre albedrío abre una ventana inmensa,
pero sus resultados son los desbordamientos de los sueños de Fausto quien arrepentido
tendrá que volver al principio: el amor. La humildad no es traje ni oropel. No hay
peores perlas que las falsas. Ni los cerdos se las comen. Se es o no se es. Virginia tiene
siempre claros sus límites y no los lamenta, los remarca para crecer en silencio, pero con
vehemencia, aprovechando a fondo sus capacidades.
8. A los dolores de una vida transgredida los alcanzará la enfermedad sorpresiva y a
la postre, fulminante. No habrá queja ni reclamo. Sí fe, esperanza, fortaleza… y silencio,
para conversar mejor con Quien tiene todas las respuestas. La agonía de la vida es esbozo
remoto de la agonía final que lleva a la luz. Pero su ausencia deja al mundo sin nombres
(que en ella son logro de la imaginación inspirada lo mismo en Tin Tan que en Groucho
Marx, pero sobre todo de la inventiva personal, sin contar sus delirantes imitaciones), al
menos para quien cincela burdamente estas líneas, un hombre asombrado pero incapaz
de asombrar, a diferencia de ella: asombrada y asombrosa.
9. Virginia ofreció su corazón, su arte y su amorosa entrega al mundo. Si hay
recompensa en alguna parte, ella la tiene ya. Estas páginas son pálido testimonio del
sentimiento de vacío que habita en quienes recibimos íntimamente el regalo de su
presencia. Viva la vida, Virginia.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
¿Y la fiesta? Ya es eterna.
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José Luis Cardona E.
Antes de que nos olviden
Retratos íntimos
Como si no lo tuvieras
igual que fueras doña Nadie
y se negara tu flexibilidad
el sueño de tu iniciación.
Total
la ignorancia de que viniste
del mar y de la lluvia
del sol del aire del sueño
de la dolida desmemoria.
Eres tú eres
lo demás es accesorio
un añadido a tu magia
yo me inclino ante ti
por tu saber milenario.
como el cuerpo
de esta escritura
que halla su destino.
Los versos rotos
se recomponen
las letras de amor
encuentran su color
rojo jo jo jo
jo jo jo
¿había otro (r)(o)jo?
La siembra encuentra
su cosecha aquí
en el color
más vivo más tú.
Eva que te llamas
por accidente como te dije
y te digo Virginia.
Piano pianísimo
teclas rojas jas
libro rojo jo
me sostienen je
y así rojos jos se van jan.
Virginia
Rodillas
Lo escondido lo roto
desde el principio al final
la división
lo que no se puede decir
las águilas fuera de su nido
el nacimiento el término
lo dividido al final se unirá
soy sufí soy templario
soy un cuento fantástico
soy otros con yelmos brillantes
soy tú y yo
en un concierto
oyendo una historia
soy una música que pregunta
pero no sé decir más allá
que el mar el desierto
Tierra Santa Tú.
Porque la vida es un cruce de misterios
y el mapa un dibujo impreciso
porque nadie sabe cómo empieza la canción
y la música se sostiene en la punta
de un alfiler
porque continuar es un trozo de esperanza
porque has querido amarme
y las rodillas se te han astillado
porque no sé nada y me ves sabio
y sollozas cuando escojo una palabra
luminosa y solitaria
porque estás aquí conmigo
y no estoy solo del todo
precisamente porque tú no estás
del todo sola conmigo
por eso y por dos o tres gestos
por dos o tres llagas en tajo
por eso, sólo por eso, hinco la
rodilla con fuerza para amarte
y sonreír juntos juntos juntos.
(JLCE)
Rojo
Y se me hizo verte
con el cabello rojo
Antes de que nos olviden
José Luis Cardona E.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Un título para Virginia
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Recordada Virginia
Por Marco Aurelio Chavezmaya1
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Alguna vez te vi caminando por la calle, quizá el portal, quizá cualquier banqueta,
con sol o con lluvia… En fin, cualquier día. Y me dije, ¿por qué no asaltarla ahora,
eh?, ¿por qué no llegarle así de repente como un loco y espantarla y decirle: hola cómo
estás, te acuerdas de mí? Por favor, pensé, no seas bobo. Cómo hola. Me reclamé
en serio por tener el coco tan poquísimo original. Siguiendo tus pasos, recuerdo
haberme mirado en un espejo que estaba a la espalda de un maniquí femenino de
pelos morados y pantaletas color pistache. La cara no me convenció. Me veía bastante
mal. Un espantajo cualquiera. Así y todo creí encontrarme decidido a corretearte
hasta las últimas consecuencias. Ay, estúpido, cuáles últimas consecuencias. Bueno,
estaba medio desubicadón, ¿te das cuenta? Un cachito crudo y otro desvelado. Pues
le regalas tu libro y ya, me sugerí. ¿Nomás? ¿Y luego? Naturalmente reanudé mis
reproches porque, carajo, ni modo que llegara ahí, ante tus ojos y tu linda boca
(¿nunca te dije que tenías un par de labios demasiado apetitosos?) y toda tú y te
soltara el hola y el mira te regalo mi libro. ¡Mon Dieu!, suspiré. En realidad esa
clase de pensamientos tan de 3ª no podían quedar impunes, así que en el cruce de
la calle, quizá Hidalgo, quizá otra de nombre ilustre, una bicicleta me atropelló y
tú te perdiste entre la gente, como en las películas. En todo caso, la persecución
c’est fini, it’s all over, consumatum est, me dije, y después le menté la madre al ciclista
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1
Carta del archivo de Virginia Aguirre, sin fecha, pero posiblemente escrita en 1984, si “los cariñosos” a los que se refiere el autor remiten
al título del libro de cuentos Los amorosos, publicado en ese año por el Centro Toluqueño de Escritores, de lo que se deduce que ésa es la
fecha aproximada de la misiva. El libro mencionado tiene la siguiente dedicatoria: “A Virginia, quien siendo mexicana habla francés con
acento gringo. Lo cual no es criticable sino simplemente un gesto de envidia por su cosmopolitismo(.) Amistosamente(,) a tantos de tantos
de mil novecientos tantos por uno de tantos” (firma del autor).
Marco Aurelio Chavezmaya
Recordada Virginia
tragasemáforosrojos y él sonrió y todos sonrieron y yo recogí mi sonriente morral
abierto donde metí el libro todosonrisas abiertas y deshojado y emprendí la graciosa
huida hacia cualquier oscuro rincón anónimo y cercano donde saborear la vergüenza
de no alcanzarte y de saberme revolcado.
Quisiera decirte más, contarte cómo, buscando antes de antier un misérrimo
boleto del metro, di con tu hacía mucho tiempo perdida dirección (si haces memoria,
cierta tarde hicimos inventario de estas cosas, ahí entre pasteles y vino, frente a los
“monigotes” de Polo Flores). Bien, bien, el horóscopo se porta bien, Marquito, gruñí
al espejo. Entonces se me ocurrió por qué no utilizar a Mr Postman, o sea, ser el
perfecto amante del correo y las cartas perfumadas de violeta y el espero que te
encuentres muy bien de salud por acá todos bien y tra la ra la ra la y enviarte este
volumen de los cariñosos.
Decidido esto, procedí a pensar en qué términos podría elaborar la biblia de 42
líneas. Es decir, con qué cara, mi reina, con qué dulcísimas letras, con qué arañas
patasarriba me era factible acceder al rumbo de tus atenciones. Naufragué en el
titubeo 584 veces, y al siguiente apareció el faro de la solución. ¡Voilá!, me dije,
la respuesta es narrar el asunto tal cual, encueradito. Y heme aquí diciéndote el
decálogo neto de mis pensamientos, intenciones y demás con respecto al porqué
ando molestándote con envíos, o mejor, con el envío de este folletín ocre de medio
pelo.
Te preguntarás, ¿cuál asunto?, ¿qué onda?, ¿para qué? Pues, nena querida,
me ofendes, toda vez que mis negras intenciones son el obligarte a responderme
haciéndome una crítica –o dos–. No se me olvida tu savoir-faire, tu aire de
intelectualidad honesta, la bien intencionada vocación estética que alentabas… en
fin, Ce-est pourquoi altero tu rutina dándote lata. ¿Qué dices?, este cuate se congracia,
se destornilla en alabanzas para orillarme a la respuesta favorable. Pues no, Virgen
de la Alianza, te equivocas, cumplo con mi deber de expresarte la verdad, siendo los
testigos una goma gorda y mi lápiz de Alemania.
Ahora lo peor que podría yo escribir sería… No, no, ya hablando hablando en
serio… ¿Quisieras ayudarme a terminar este adefesio carteril? Como podrás darte
cuenta, la situación es evidentísima: yo te escribo enviándote un libro y sugiero una
respuesta. ¿Qué más? La suerte está echada –y dormida–.
Despedirme no sé… me alegro.
Despídete tú y que te vaya bonito.
Recordada Virginia
Marco Aurelio Chavezmaya
La Colmena 69, enero-marzo 2011
P. D. Call me: phone 60804, para decirme que me amas. No, no es cierto. Para
acordar un lugar y mesa en el sitio que prefieras y comernos una langosta rellena de
albóndigas y tomarnos un buen vino blanco de Ixtlahuaca.
79
Benito Nogueira, Azul (1989).
Del correo
Mayo 21, 2010
Bellísima, preciosísima, maravillosísima: estas son las mañanitas, pero no las que
cantaba el rey David, que creo que no cantaba nada y si cantaba desafinaba bien
feo. Y como con reyes no me llevo pues nomás vine a decirte que el día que tú
naciste no nacieron todas las flores: al contrario, se murieron de envidia al ver tanta
belleza, tanta maravilla. Dijéronse, todas a una: esta desgraciada ya nos vino a quitar
nuestro lugar. Y como en la pila del bautismo cantaron los ruiseñores, las ruiseñoras,
los tenores, barítonos, bajos, contratenores, sopranos, mezzos, contraltos, todo un
coro celestial, terrenal, infernal… pues, amorcito, yo qué puedo decirte que tú no
sepas. Así que alevántate, dulce amor mío, porque ya sabes que me tienes rendido a
tus pieces de princesa está triste qué tendrá la princesa, los suspiros se escapan de su
boca de fresa, fresísima chica de la Ibero.
Por tanto, dicho lo cual, me despido de usté quedando a sus apreciables y finas
órdenes para lo que usté guste mandar y ordenar, que pa eso estamos sus vasallos y
como siempre fieles admiradores.
Yo mero: Ugeño Núñez, pa servirle a usté y a Dios.
Eugenio Núñez Ang
§
Virginia
Sin embargo, aquí está. Como ayer. Mi hermana con otros apellidos. Con su guapura
y su corrosivo y femenino sentido del humor. Con su intensa pasión por la música y
la poesía. Con su condición de mujer profundamente universitaria, distinguible por
una quizás su virtud principal: su capacidad para aprender. Porque su vida ha sido
un indetenible aprendizaje.
Virginia sigue aquí. Lloremos, que el agua sirva para lavar los trozos en que se ha
desperdigado aquello que creemos nuestra alma.
José Luis Herrera Arciniega.
Portal, 20 de diciembre de 2010.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
§
En memoria de Virginia Aguirre
Conocí a Virginia Aguirre Escamilla desde 1986, a través de mi hija Claudia Rossana.
Fue Virginia quien le dio su primer trabajo, como correctora de estilo del primer
número y subsecuentes de La colmena, revista cultural por excelencia de la UAEM.
(…)
No lo podía creer cuando me lo informaron.
Virginia
Del correo
81
¿Cómo, ella muerta?
Virginia Aguirre me acompañó en una experiencia inolvidable, conducir al
alimón, en pareja, voz femenina y voz masculina, el noticiario “Al Día” y después
“Tribuna 11.30”, el primero en la estación Él y Ella, el segundo en Radio Lobo.
Durante cinco años así lo hicimos, cuando ambas estaciones eran propiedad de
Corporación Radiofónica Toluca, hoy Grupo ACIR.
(…)
Dueña de una voz sensacional, con grandes matices, llamaba la atención al igual
que su belleza física. Era una mujer culta…
Nuestra amistad continuó, a pesar de que ella decidió volver a Radio Mexiquense.
Sin embargo, cuando hubo la oportunidad de fundar los noticiarios “Al instante”
de Radio Capital, ella aceptó volver conmigo y conducimos los inicios del noticiario
nocturno.
Excelente compañera de trabajo, se preocupó siempre por mi salud cuando entré
en crisis. Luego visitó a mi hija Claudia, cuando ella resultó afectada por el cáncer.
Desecha la saludé y recibí sus condolencias, cuando mi hija falleció hace más de
un año. Eran grandes amigas. Tenía mucho de no verla. Estaba igual, llena de vida,
con muchos proyectos de trabajo. Hace un mes, exactamente el 15 de noviembre, la
vi acompañada de José Luis en la misa de aniversario de mi hija.
(…)
Cómo es la vida, mi hija murió hace un año y un mes, tiempo en que fallece
también una de sus mejores amigas.
Gracias, Virginia, y que Dios te tenga en su reino. Gracias por haber sido como
eras.
Guillermo Garduño Ramírez.
“De poder a poder”, El Diario, 16 de diciembre de 2010.
§
“La Colmena se queda sola”
(cabeza de la nota publicada el 16 de diciembre de 2010 por Milenio Estado de México,
sección dirigida por Diana Mancilla, quien participó en los años 80 en la Compañía
Universitaria de Teatro)
La Colmena 69, enero-marzo 2011
§
Adiós a una grande
Y hablando de grandeza universitaria, falleció ayer por la madrugada Virginia Aguirre
Escamilla, directora de La Colmena, revista de difusión cultural de la Universidad
Autónoma del Estado de México.
(…)
Todo lo que se pueda recordar de su vida académica, laboral y su incansable lucha
82
Del correo
Virginia
por el fortalecimiento de la tarea universitaria de la difusión de la cultura, siempre
será poco para recordar a la entrañable mujer, amiga y gran persona que fue a quien
me honro en haber acompañado, aunque sea un poco, en su fructífera carrera.
Nunca podré olvidar a tan hermoso ser.
J. C. Contreras
“Visión Puntual”, Diario Puntual, 16 de diciembre de 2010.
§
Buenos días,
Muchas gracias por avisarme sobre lo acontecido a Vicky, yo no sabía. Ella fue
mi alumna en el CELE por mucho tiempo y le puedo decir que fue la alumna más
destacada y comprometida que tuve.
¿Qué le paso? La última vez que la vi se veía muy bien.
Ella me hablo mucho de usted, le mando mis más sinceras condolencias y espero
que siga adelante como ella hubiera querido que lo hiciera.
¡Ánimo!
Graciela Segura
§
Pedradas llegarán las piedras, y una siquiera capaz de rasgar el propóleo que forjó
a ironía, feminidad e inteligencia, una abeja reina en su Colmena. Para evitar
detractores, pústulas y querellas con la simpatía del circo, pulió la piel miel en cada
página primeriza y depositó en cada entrega –incluso para algunos con espinas
más tersas que poemas– el compromiso de premiar la amistad novel tanto como la
antigua. ¿Alguien podrá acaso suponer que te has ido, Virgina? Que vengan esas
piedras, querida nuestra.
Patricia Montaño Reyes y Francisco Márquez.
§
Virginia
Del correo
La Colmena 69, enero-marzo 2011
José Luis:
Como bien dices, nuestra querida Virginia siempre habló de que tendríamos que
conocernos para conversar, pero nunca lo concretamos, a pesar de tener, siempre,
las mejores intenciones.
He de decirte que me enteré de esa noticia tan lamentable dos días después,
a través de Alfonso Sánchez Arteche, pero tuve que salir del país y ya no me fue
posible intentar localizarte o buscar a la familia de Virginia.
Me da gusto saber que estés preparando un homenaje para la gran mujer que fue.
Quiero decirte que todavía no soy capaz de asumir su ausencia, cada vez que
la recuerdo siento una profunda opresión, pero también un gran orgullo porque
me permitió compartir sus amores y desamores, alegrías y sufrimientos, triunfos y
derrotas; asimismo, penetrar en sus sueños, anhelos y retos.
83
En fin, nos quedará el compromiso de mantenerla en nuestra memoria como una
de las mejores personas que han poblado esta tierra.
Y como bien decíamos nosotras, era la “Diva de la comarca”.
Por siempre estará conmigo Virginia, amiga cabal.
Argelia Montes
§
Sirvan estas últimas líneas para reconocer la labor infatigable de Virginia Aguirre
quien, como poeta, actriz, editora y directora de La Colmena, tradujo, en hechos, su
defensa por la filosofía y su amor por las humanidades. Querida Vicky, gracias por
tu amistad y tu respaldo.
Descanse en paz.
Germán Iván Martínez
§
Todavía con la pena por la irreparable pérdida de nuestra querida Virginia, me
reitero comprometido con mi sección para La Colmena.
Santiago Matías
§
Me sorprende y me entristece la noticia del fallecimiento de Virginia Aguirre, quien
siempre fue amable conmigo. En paz descanse.
Jorge Esquinca
§
La Colmena 69, enero-marzo 2011
La noticia realmente me desconcierta mucho. ¿Estaba enferma Virginia? ¿Qué
ocurrió?
Verdaderamente lo lamento. Es una pésima noticia que me deja sin habla.
El mundo cultural de México y del Estado de México, y no sólo el de la UAEM,
está de luto.
La labor de Virginia Aguirre como directora de La Colmena fue extraordinaria.
(…)
Reciban sus familiares, la UAEM y todos los que hacen La Colmena mi más sincero
pésame.
Juan Antonio Rosado Zacarías
§
Con profundo dolor, me uno a la pena que los embarga.
Alfonso Sánchez Arteche
84
Del correo
Virginia
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Virginia Aguirre Escamilla
Recepción del premio Arnaldo Orfila Reynal a La Colmena, FIL Guadalajara (diciembre de 1995).
85
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Con Gonzalo Utrilla y Roberto Fernández Iglesias (s/f).
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
Con José Emilio Pacheco (s/f).
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
La presencia altamente sospechosa (la verdadera historia del hombre iguana) (1998-1999).
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Germán Iván Martínez Gómez
Filosofía para no filósofos
La Colmena 69, enero-marzo 2011
¿Q
Para Iván y Samy, filósofos
de corta edad, pero de gran tamaño.
uiénes son los no filósofos y qué es la filosofía? Contestar
a la pregunta sobre quiénes no son filósofos es relativamente fácil, y la
respuesta es simple: son los que no estudiaron filosofía, quienes no poseen
el título académico de filósofo. En este sentido, resulta casi un hecho
que pocos hombres o mujeres sean filósofos o filósofas, pero esto no es
necesariamente así.
Los no filósofos en sentido estricto no existen, pues todo ser humano, en
algún momento de su vida, ha practicado la filosofía aun sin saberlo; esto es,
se ha hecho preguntas, ha intentado comprender a los otros y comprenderse
a sí mismo, se ha cuestionado su origen y el del cosmos, le ha preocupado
saber quién es y qué lo hace ser lo que es. También le ha intrigado saber
cuál es su finalidad en el mundo e, incluso, ha interrogado sobre distintos
aspectos de éste: Dios, el bien, el mal, la virtud, los valores, lo que son las
cosas y cómo es posible conocerlas, el comportamiento moral, la política, el
sentido de la vida, la muerte, etcétera.
En palabras de José María Calvo, “el ser humano es filósofo por naturaleza
y, si se le ofrece la oportunidad, se hace preguntas a todas las edades” (Calvo,
2003: 36). Gracias a ellas descubrimos, más tarde o más temprano –como
escribieron Ronald Duncan y Miranda Weston-Smith–, que “Comparada
con el estanque del conocimiento, nuestra ignorancia es atlántica” (Duncan
y Weston-Smith, 1996: 7). Pero las cuestiones que apenas he referido no
tendrían razón de ser si no se partiera de una necesidad real de conocer
sus respuestas. De ahí que el filósofo problematice lo que se da por sentado
a partir del vacío; de la falta, de la ausencia de saber que experimenta;
90
Germán Iván Martínez Gómez
Filosofía para no filósofos
Los que se dedicaban a esa labor de ordenar las
interpretaciones más profundas de la existencia de esas
comunidades altamente desarrolladas se denominaron
amantes de la sabiduría (en griego filósofos, en azteca
tlamatinime). Eran los que podían dar cuenta de forma
ordenada y racionalizada de los diversos modos de
saber, es decir, que relacionaban las observaciones
astronómicas, descubrimientos matemáticos, etcétera, con
las experiencias agrícolas, los saberes medicinales y con
los recuerdos de las gestas de los pueblos. (Dussel, 2009)
Filosfía para no filósofos
Samuel Ramos, en su Historia de la filosofía
en México, no sólo reconoce en nuestros
antepasados el impulso de conocer y explicar
los fenómenos naturales, sino que subraya:
“La necesidad de ordenar y reducir a ciertas
unidades el mundo de la representación surge
en el primitivo como un imperativo vital para
librarse del temor que le causa el mundo
desordenado y caótico” (Ramos, 1993: 25). Esto
dio lugar a una fase mágica del pensamiento,
sustituida más tarde por la filosofía, a la que,
según cuentan, Sócrates quiso mostrar como
una actitud orientada al conocimiento, como
una inclinación natural, como un deseo de
saber, a la manera en que más tarde lo diría
Aristóteles en su Metafísica.
Los filósofos muestran que la ignorancia es
una cosa molesta. Ignorar es vivir en el infierno
–aunque esto no equivalga necesariamente
a sufrir, pues también puede uno regocijarse
en la penuria–. Muchas veces, y esto no
requiere mucha reflexión, vivir sin saber algo
no necesariamente equivale a “vivir mal” o
“a no poder vivir”. La gente vive –vivimos–
ignorando cosas. Y no sólo vivimos, sino que
sobrevivimos a pesar de nuestra insapiencia,
así sin más. Muchas veces el ignorante vive
feliz precisamente porque vive ignorando. Pero
la filosofía, ligada al conocimiento y más aún
al saber, busca que éste no sólo sea más, sino
mejor; es decir, se empeña en que el saber gane
en extensión y profundidad.
La filosofía se vincula, en esencia, con una
condición de bienestar. De ahí que libre toda
una batalla contra el desconocimiento y deba
aprender, incluso, a lidiar con la inercia de lo
aprendido. Vuelvo a las palabras de José María
Calvo: “No se aprende lo que los filósofos han
dicho, sino que se hace lo que ellos mismos han
hecho” (Calvo, 2003: 35).
La filosofía, llegó a decir Manuel García
Morente (1975) en un texto memorable, “es la
miel que destila la abeja humana”, con lo cual
quiso señalar que es un quehacer estrictamente
Germán Iván Martínez Gómez
91
La Colmena 69, enero-marzo 2011
ese déficit o carencia de conocimiento del que se sabe
objeto, que le caracteriza y distingue. Por ello, Calvo
sugiere que “Para apropiarse de un problema filosófico
no es importante entenderlo, hace falta vivirlo, sentirlo
en la piel, dramatizarlo, sufrirlo, padecerlo, sentirse
amenazado por él” (Calvo, 2003: VIII) [cursivas de GIM].
De aquí se desprende la idea de que la filosofía no es algo
que se aprende, sino algo que se hace.
Es desde esta perspectiva que J. M. Bochenski llegó a
decir: “Por muy raro que parezca, probablemente no hay
hombre que no filosofe. O, por lo menos, todo hombre
tiene momentos en su vida en que se convierte en filósofo”
(Bochenski, 1976: 21). Desde la óptica de este autor, todos
filosofamos y, lo más importante en sentido estricto, no
tenemos otro remedio que filosofar. Quien filosofa no se
ha quedado ahogado en su asombro o impávido ante la
inmensidad de las preguntas; ha intentado explicar –y
explicar-se– su situación en el universo.
La filosofía, afirma W. K. C. Guthrie, “comenzó por
la creencia de que detrás de este caos aparente existen
una permanencia oculta y una unidad, discernibles
por la mente, si no por los sentidos” (Guthrie, 1973:
30). Permanencia y unidad que buscan ser dilucidadas.
Desde hace tiempo, tengo la impresión de ver en todo ser
humano la existencia de una condición pre-filosófica que
lo mueve a pensar. La historia muestra cómo en ese afán
por comprender las cosas que acontecen pueden caber
la fe o la razón. La mezcla de ambas dio origen, en su
momento, al mito; el predominio de la primera hizo lo
propio con la religión, mientras que la segunda propició
el nacimiento de la filosofía y la ciencia. Como sabemos,
la distinción entre estos últimos términos no existía entre
los griegos. Y la palabra filosofía, como tal, tampoco se
hallaba en el vocabulario de los antiguos mexicanos.
nuestro. Ningún otro ser, excepto el humano,
intenta comprender el mundo y la vida. Por
ello Miguel de Unamuno afirmó que formarnos
una concepción unitaria y total del mundo y
de la vida misma responde a una necesidad,
pero también, agrega, a un sentimiento, a una
actitud íntima y una acción. Para Unamuno la
filosofía va más allá de las abstracciones; se
vincula con actitudes y valoraciones. Por eso
apunta:
diferenciada; pero la filosofía, como
la vida cotidiana. Allí es donde se hacen patentes todas las
cuestiones, de allí emanan las experiencias sobre las que es
posible pensar. De esta forma, no se trata de preguntar si
alguien es filósofo o no, sino de saber qué tan bueno o malo
es. Y, al respecto, valdría decir que el estudio de la filosofía
puede ayudar a alguien a ser mejor filósofo de lo que es por
naturaleza y potencialmente. Entiendo aquí por filosofar a
la acción que se vincula con la capacidad de asombro –tan
menguada hoy día– y la de preguntar; esto es, inquirir,
indagar. Pero, ¿qué estudia un filósofo? T. W. Moore ha
dicho, por ejemplo, que “No existe un consenso acerca de
lo que los filósofos hacen o deberían hacer” (Moore, 1998:
13). Por su parte, Jean-François Revel sostiene que todo
es de incumbencia filosófica, por ello afirma: “Ninguna
cuestión es filosóficamente sin objeto. Si lo es, debe ser
fácil demostrarlo, lo que aún es filosofar” (Revel, 1974: 6).
La filosofía se relaciona con nuestra naturaleza y
nuestro destino. Platón, en el Teeteto, refiere que Sócrates
le dijo a Teodoro, haciendo referencia a Tales de Mileto:
la poesía, o es obra de integración, de
Éste, cuando estudiaba los astros se cayó en un pozo,
concienciación, o no es sino filosofería,
al mirar hacia arriba, y se dice que una sirvienta
erudición
tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque
Si un filósofo no es un hombre, es todo
menos un filósofo; es, sobre todo, un
pedante, es decir, un remedo de hombre.
El cultivo de una ciencia cualquiera, de
la química, de la física, de la geometría,
de la filología, puede ser, y aun esto
muy restringidamente y dentro de muy
estrechos límites, obra de especialización
seudofilosófica.
(Unamuno,
La Colmena 69, enero-marzo 2011
1993: 20)
Por otra parte, Victoria Camps ha dicho que
“sólo el ser humano se hace preguntas y no debe
dejar de hacérselas” (Camps, 1993: 5). Filosofar
es, entonces, pensar, razonar, pero también
comprender, dar cuenta, explicar, dar razones
y justificar lo que se dice y se hace. Así, decir
que los no filósofos no existen es apostar a que
todos, en cualquier etapa de nuestra vida, nos
hemos topado –o habremos de toparnos– con
los grandes enigmas de la existencia humana,
de cara a las preguntas de la vida, como las
llamó Fernando Savater. Y no sólo eso, sino
que no habremos de reducirnos al azoro o a la
perplejidad en que tales incógnitas nos dejan,
pues habremos de intentar, en la medida de
nuestras fuerzas, responderlas. Al hacerlo, no
será necesario entrar a una facultad de filosofía,
es decir, formar parte de una comunidad de
universitarios para intentar contestar aquellos
interrogantes, sino hacerlo –siguiendo una
expresión de Erich Fromm– en el laboratorio de
92
Germán Iván Martínez Gómez
quería saber las cosas del cielo, pero se olvidaba de
las que tenía delante y a sus pies. La misma burla
–continúa Sócrates– podría hacerse de todos los que
dedican su vida a la filosofía. En realidad, a una
persona así le pasan desapercibidos sus próximos
y vecinos, y no solamente desconoce qué es lo que
hacen, sino el hecho mismo de que sean hombres
o cualquier otra criatura. Sin embargo, cuando se
trata de saber qué es en verdad el hombre y qué le
corresponde hacer o sufrir a una naturaleza como la
suya, a diferencia de los demás seres, pone todo su
esfuerzo en investigarlo y examinarlo atentamente.
(Platón, 2000: 174ab)
¿Qué es entonces filosofar? Y más aún, ¿qué es filosofía?
Estamos ante la segunda pregunta, cuestión mucho más
difícil que la primera. Etimológicamente, filosofía quiere
decir “amor por la sabiduría” o “amor por el saber”. Pero
esto dice realmente poco, porque ¿de qué tipo de amor
hablamos?, ¿qué es saber?, ¿tiene éste algún vínculo con
el conocimiento?, ¿son lo mismo? De no ser así, ¿en qué
difieren?, ¿a qué llamamos sabiduría?, ¿es ésta una condición
o tan sólo una aspiración?, ¿puede verdaderamente alguien
Filosofía para no filósofos
[...] hay una forma del hablar sublime que no dice
nada si no es palabra de amor. Esto es filosofía.
También la filosofía habla de esto y de lo otro. Si
no es con amor, o por amor, no es philo-sophía. No
insistir en la philía, que es raíz y esencia y fuego de la
sophía, puede ser recurso de timidez o modestia. La
filosofía se ofrece como palabra de razón; la cual no
es más que su escudo, que oculta que ella es palabra
de amor. De amor por el ser, por esto, eso o aquello;
y también, claro está, de amor por la misma razón.
(Nicol, 1990: 28)
Nada dentro de la filosofía nos es ajeno, y la filosofía lo
estudia todo. En expresión de Savater, la filosofía “abarca
más que aprieta”, pues son muchas sus preocupaciones
y pocas, poquísimas, sus respuestas. Todo lo tratado por
Filosfía para no filósofos
ella se vincula a nosotros, pero toca temas en
los que no habíamos reparado. Éste es, me
parece, el principio básico de la filosofía: reparar, parar constante, repetidamente frente a
lo mismo. Quiero decir con ello que la filosofía
gira o se mueve en círculos concéntricos. Es
necesario volver la vista atrás para marchar
de frente. Es un regresar para encarrerarse,
para efectuar una empresa aún más fuerte,
consistente o insistente, para decirlo como es.
La filosofía tiene que ver con un insistir. Es
un taladreo constante en pos de penetrar las
entrañas mismas de la realidad para conocerla y
comprenderla, para explicarla y cuestionarla, para
criticarla y transformarla. Filosofar es entonces
penetrar, acceder a la realidad, abrirse camino. Y
esa tarea se relaciona con un develamiento, con
un desocultamiento. De ahí que Heidegger viera la
verdad como alétheia, como un “recorrer el velo”,
como eliminar todo aquello que nos impide ver la
realidad tal cual es.
Enseñar filosofía es así enseñar a filosofar,
a descubrir que hay en la realidad un aspecto
evidente y otro latente; uno que se muestra
a los sentidos y otro que sólo es asequible a
la razón; uno que es aparente y otro real.
Enseñar a filosofar es también enseñar a no ser
dogmático. Los dogmas se ligan a la aceptación
acrítica de lo planteado por alguien considerado
superior, conocedor o digno de admiración
o estima. Sin embargo, no sólo el sacerdote
transmite dogmas que deberán ser aceptados,
asumidos y retransmitidos, sino también los
profesores. La escuela se ha convertido en una
rara especie de santuario donde los catedráticos
–no olvidemos que silla en griego era edra; y
cátedra, el banco o la silla “elevada” desde
la cual el maestro explicaba la materia de su
enseñanza– ofician y oficializan el saber que
debe memorizarse y repetirse. Por eso, cuando
uno se ha enterado de la pretensión de eliminar
el aprendizaje filosófico de la educación media
superior, no puede menos que indignarse ante
tal absurdo y pronunciarse, como lo han hecho
Germán Iván Martínez Gómez
93
La Colmena 69, enero-marzo 2011
alcanzar la sabiduría?, ¿cómo saberlo? Intentar responder
a estas cuestiones es ya filosofar. Y es que, como dijera
maravillosamente Antonio Caso: “Hallar la verdad desde
luego, sin aproximaciones ni tanteos, sería excelente; pero
investigarla, constantemente, sin lograr alcanzarla jamás,
es acaso nuestro mayor bien” (Caso, 2001-I: 168).
La filosofía es algo que el ser humano ha hecho
desde hace siglos y, como recomienda Victoria Camps,
esperamos que siga haciendo. La filosofía es un hacer.
Eduardo Nicol sostiene, para completar lo anterior, que
es una vocación vital; es decir, algo a lo que todos los
seres humanos estamos llamados. Él mismo dirá que el
hombre, al ser literalmente onto-lógico, es un ser capaz de
hablar de otros seres. El hombre, al constituirse como un
ser de pensamiento, es también un ser de palabras. Y la
filosofía tiene un deber con ellas.
Jean-François Revel llegó a criticarles a los filósofos
el hecho de hablar de un vocabulario y una técnica
filosóficos. Por ello dijo: “Un filósofo digno de ese nombre
no puede, en consecuencia, encontrarse molesto porque
su interlocutor no conozca el vocabulario: responde con
su vocabulario y es todo. Expresa su pensamiento por
medio de ese vocabulario que está hecho, hasta nuevo
aviso, para permitir la comunicación y no para impedirla”
(Revel, 1974: 9). Tenemos aquí una cuestión esencial: la
verdad filosófica es comunicable. La filosofía, entonces,
no sólo es un hacer sino una forma de hablar. “Hablar de
esto y de lo otro y de lo más allá, con amor” (Nicol, 1990:
28). El mismo filósofo nos sugiere:
La Colmena 69, enero-marzo 2011
desde un primer momento las asociaciones
de filosofía del país, en contra de semejante
barbaridad.
Gabriel Vargas Lozano, por ejemplo, ha
cuestionado el interés de la Secretaría de
Educación Pública (SEP) de nuestro país por
que los jóvenes, sin una formación filosófica, se
integren “en forma acrítica, alienada y mecánica
a las formas de trabajo de la ‘globocolonización’”
(Vargas, 2010). Ha defendido igualmente la idea
de que una filosofía bien enseñada permite la
conformación de una mente libre y creativa,
dispuesta no sólo a dialogar y debatir los
problemas sociales, sino a enfrentarlos. Concluye
diciendo que la filosofía y las humanidades
“proporcionan a los individuos armas
culturales, históricas y lingüísticas” (Vargas,
2010) indispensables para afrontar los retos de
la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Por su parte, Victoria Camps ha externado
que el filósofo se empieza a hacer en el
bachillerato. Es ahí cuando, a través de la
filosofía y las humanidades, aumenta su
capacidad de atención y aprende a descubrir ideas
importantes, a comprender preguntas y dar respuestas
individuales y originales. Es ahí donde aprende a dialogar,
esto es, a versar, a con-versar y entrar en contro-versia.
Es a partir de materias filosóficas o humanísticas: lógica,
ética, filosofía, estética, historia, literatura, etc., como
los estudiantes aprenden a hablar de diversos asuntos:
al compartir sus experiencias, expectativas, temores e
intereses con los demás y a defender sus puntos de vista
dando razones y aportando ideas propias o ajenas. Es ahí
donde han de aprender a citar ideas de diversos autores y
a argumentar, discutir de manera autónoma y pensar con
cierta fluidez. Por ello, como bien apunta Enrique Dussel,
“Eliminar las disciplinas filosóficas de la enseñanza
media superior es traicionar irresponsablemente la
posibilidad de tomar conciencia de los fundamentos de
autodeterminación crítica y ética de la tecnología, la
economía y la política del país” (Dussel, 2009).
Ahora, si bien el filosofar tiene que ver con el difícil
arte de preguntar, debatir y criticar, debemos reconocer
que estos aspectos son aprendidos –o no– en la familia,
la escuela, la sociedad. En consecuencia, cabe decir que
promover la ausencia de la filosofía en el plan de estudios
Con el poeta y dramaturgo Raúl Cáceres Carenzo, el cronista universitario Inocente Peñaloza García y Germán Iván Martínez.
94
Germán Iván Martínez Gómez
Filosofía para no filósofos
de juicio y serenidad; y pese a estar siempre tan
lejana, se orienta a la verdad. Bajo su óptica:
[…] la verdad, al menos la verdad humana,
no es definitiva ni estática, como no es
estático ni definitivo el mundo a que se
refiere. La verdad “se está haciendo” y el
Nunca la Filosofía se ha llevado bien con el poder.
mundo también.
Nunca una disciplina que promueve el pensamiento
Todo cambia. Lo único que no varía es
crítico, el cuestionamiento, el debate, la búsqueda de
el anhelo de variar. Todo se muda y se
la verdad y la justicia, se ha llevado bien con aquellos
transforma; lo que permanece invariable es
que se aferran al poder terrenal, que le prodigan
el movimiento y la transformación. (Caso,
sus tronos o sus sillones. Esta era de globalización
2001-I: 169)
y posmodernidad no será la excepción. En estos
tiempos tampoco los que se apoderan del poder
quieren a la Filosofía. (Cazas, 2006:12)
El mismo autor recupera lo que Mauricio Langón, docente
y filósofo uruguayo, dice con respecto a la política
educativa impulsada por los organismos financieros
internacionales –léase Fondo Monetario Internacional
(FMI), Banco Mundial (BM), Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
Organización Mundial del Comercio (OMC), entre otros–
la cual, desde su perspectiva,
tiene por objeto la expansión masiva de un tipo de
subjetividad sumisa, que no se espanta, que no se
asombra, que no se conmueve y no se mueve; un
tipo de subjetividad antifilosófica. Una subjetividad
apática, incapaz de sorprenderse por nada, de
dudar, de cuestionarse, de advertir problemas, de
preocuparse, de tomar posición, de pensar. (Cazas,
2006: 12)
Esta subjetividad antifilosófica sólo cabe pensarla como
una obstinación, como un empecinamiento de vivir en
el mundo de la inconsciencia infantil. Con ello quiero
subrayar que la capacidad crítica y autocrítica, si bien es
un atributo exclusivo del ser humano, no es ingénita; se
alienta, o no, a través de la educación. En este sentido,
Antonio Caso, defendiendo el ánimo y espíritu filosóficos,
subrayó hace ya mucho que es justamente esta disciplina
la que da templanza al criterio, permite ponderar razones
y aquilatar argumentos. Él mismo se refirió a un heroísmo
filosófico para aludir a una actitud que no por silenciosa
está menguada. Para Caso, la filosofía proporciona madurez
Filosfía para no filósofos
Asimismo, y como anticipándose a nuestros días,
sostuvo: “Quien ambicione el quietismo interior
de la mente, la sólida estabilidad, el descanso
muelle y fácil –corruptor del pensamiento como
de la actividad psíquica en general–, no ha de
preocuparse con el estudio de las cuestiones
filosóficas” (Caso, 2001-I: 168).
Dicho lo anterior, es importante advertirles
a quienes embisten a las humanidades, y en
particular a la filosofía, que si su pretensión
es que la irreflexión se haga costumbre, eso no
pasará. Tenemos que decirles –una vez más–
que están equivocados, que siempre hará falta el
pensamiento y la crítica que promueven aquéllas
y ésta.
Fernando Cazas dice –y dice bien– que la
filosofía no ha muerto ni ha perdido vigencia,
y nos exhorta a hacer hasta lo imposible para
que la muerte de Sócrates y la de tantos otros no
sea en vano. Esto nos invita a no ser indolentes
frente a lo que pasa en torno nuestro. Si acaso
debemos tener calma será para dar pasos aún
más firmes.
Recordemos las palabras de Antonio Caso,
para quien en todo filósofo debe privar este
talante: “Vivid quietos, ¡sí!, pero como la flama
que parece no moverse, exteriormente, y vibra
en toda la intimidad de su ser. Ésta es la única
quietud posible para la intrepidez flamígera del
pensamiento” (Caso, 2001-I: 169-170). LC
Germán Iván Martínez Gómez
95
La Colmena 69, enero-marzo 2011
de la educación media superior tiene que ver no sólo con
una fuerte dosis de insensibilidad e ignorancia de parte
de las autoridades educativas y, desde luego, del gobierno
promotor de semejante imprudencia, sino también con
la inhibición de la capacidad autocrítica. Pero esto es
entendible. Fernando Cazas lo dice de forma contundente:
Bibliografía
Bochenski, J. M. (1976), Introducción al pensamiento filosófico, Pequeña Biblioteca Herder, Barcelona, Herder,
Núm. 31 [Trad. Daniel Ruiz Bueno].
Calvo, José María (2003), Educación y filosofía en el aula,
Barcelona, Paidós.
Camps, Victoria (1993), La filosofía: Hablando con Victoria
Camps, Madrid, Acento Editorial.
Caso, Antonio (2001), “El heroísmo filosófico”, en José Luis
Martínez, El ensayo mexicano moderno, México, T. I,
FCE.
Cazas, Fernando (2006), Enseñar filosofía en el siglo XXI.
Herramientas para trabajar en el aula, Buenos Aires,
Lugar Editorial.
Duncan, Ronald y Miranda Weston-Smith (comps.) (1996),
La enciclopedia de la ignorancia. Todo lo que es posible
conocer sobre lo desconocido, México, FCE [Trad. Roberto Helier].
Dussel A., Enrique (2009), “¿Por qué la filosofía?”, La Jornada, 02/05.
García Morente, Manuel (1975), Lecciones preliminares de
filosofía, México, Porrúa.
Guthrie, W. K. C. (1973), Los filósofos griegos de Tales a
Aristóteles, Colección Breviarios, México, FCE, Núm. 88
[Trad. Florentino M. Torner].
Moore, T. W. (1998), Introducción a la filosofía de la educación, México, Trillas [Trad. y rev. téc. Francisco Cabrera
Ramos].
Nicol, Eduardo (1990), Formas de hablar sublimes. Poesía
y filosofía, Cuadernos del Instituto de Investigaciones
Filológicas, México, UNAM, Núm. 16.
Platón (2000), Teeteto, Biblioteca Básica Gredos, Madrid,
Gredos [Intr., trad. y notas de A. Vallejo Campos].
Ramos, Samuel (1993), Historia de la filosofía en México,
Col. Cien del Mundo, México, CNCA.
Revel, Jean-François (1974), Los filósofos: ¿para qué?,
México, Editorial Extemporáneos.
Unamuno, Miguel de (1993), Del sentimiento trágico de la
vida, Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo,
Barcelona, Planeta-Agostini, Núm. 17.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Vargas Lozano, Gabriel (2010), “La SEP y la eliminación de
las humanidades”, La Jornada, 29/06.
96
Germán Iván Martínez Gómez
Filosofía para no filósofos
Herminio Núñez Villavicencio
La ciencia, la técnica y las
artes desde la perspectiva del
conocimiento como acción
Introducción
n las páginas de su Paideia Werner Jaeger admitió el carácter
comunitario de la educación al escribir lo siguiente: “La educación no es una
propiedad individual, sino que pertenece, por su esencia, a la comunidad
[…] la educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así
en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo
espiritual” (Jaeger, 1980: 3 y 4). Sabemos por la historia, que las elites,
las aristocracias, las clases populares y medias, el estado y ahora las
corporaciones transnacionales, en diferente medida han dado dirección a
la educación de los pueblos, han afectado las tendencias de la educación
de la ciudadanía y el desarrollo del conocimiento, sobre todo el científico y
tecnológico, en función de intereses específicos.
En los últimos tres siglos, la educación y la ciencia tuvieron en México
una finalidad utilitaria para el ascenso y la construcción de una identidad
gremial, social, política…, como lo podemos ver en el arduo proyecto de
estado nacional o en la prosecución de otros fines compartidos como la
paz, la democracia o la justicia social. En los últimos lustros vemos girar
La ciencia, la técnica y las artes
Herminio Núñez Villavicencio
97
La Colmena 69, enero-marzo 2011
E
La Colmena 69, enero-marzo 2011
la educación en nuestro país –como también
en muchas otras partes– en torno a otra
finalidad que parece invadirlo todo, y que es
la preparación para producir determinadas
cosas. Esta finalidad se constata en la política
educativa que distingue prioridades, por cierto
comprensibles del todo en las condiciones en que
nos encontramos, pero que no por eso dejan de
ser parciales y a veces hasta enajenantes. Hoy
todo es mercancía, y lo que hemos observado en
otros países hace algunos años, como la gran
cantidad de negocios a lo largo de las calles de
las ciudades, es ya casi una realidad igual en
nuestras poblaciones, vemos abatir los muros
de las casas para poder disponer de espacios
que se venían considerando como bodegas
olvidadas, para ahora vender algo en ellos. No
son pocos los que buscan abrir un changarro
aunque sea de baratijas o de aguas frescas.
Fomentar el negocio fue una política sexenal
reciente; política que ahora se nota menos,
pero que sigue boyante y sin complicaciones,
como si el lugar para habitar se pudiera
intercambiar por el de vender y comprar. La
vida gira ahora en torno a esta realidad banal
y extraña, hasta los edificios históricos, los
monumentos mismos han entrado en esta
tendencia, y aunque son memoria de hechos,
se les ve más bien como productos en muestra
en el gran mercado del mundo. Para quienes
los incluyen en sus programas de trabajo no
tienen otra razón de ser más importante que la
del consumo turístico. Hoy podemos decir que
todo es mercancía; aunque también es verdad,
entonces, que la mercancía lo es todo, porque
ésta ha absorbido hasta los símbolos que
constituían el mundo libre del reino del dinero.
Sin embargo, esta cuestión sorprende
todavía más: la mercancía hoy no es sino
imagen, y esto se puede comprobar con el hecho
de que no circula si no es en la medida que se
le inviste de valor simbólico. Así se explica que
la publicidad sea de importancia decisiva, pues
tiene como función promover la circulación
98
Herminio Núñez Villavicencio
de la mercancía otorgándole determinado valor. En este
sentido, todo es mercancía, pero en la medida en que es
imagen.
Goethe entendió esto perfectamente antes de Marx.
Fausto inventa el dinero-papel y produce no sólo una
espantosa inflación, sino que hace que el mundo no sea
otra cosa que mercado, con lo cual provoca que todo quede
vacío, sin peso ni sentido, dado que todo se convierte en
comprable. Pero en lo observado por Goethe sucede algo
no previsto: el valor, el sentido, el espesor humano que se
ha escurrido de las manos, encuentra refugio nada menos
que en la mercancía a la que se le otorga valor simbólico.
La mercancía no es lo que es, sino lo que significa.
¿Quién es el sujeto de esta experiencia?
Lo conocemos, es el consumidor, cada uno de nosotros:
volens, nolens. No queriendo porque somos inducidos
a consumir por estrategias ajenas que nos seducen;
queriendo porque, sea como sea, nosotros decidimos,
escogemos de entre las opciones que ofrece el mercado.
Pero, ¿cuál es la percepción que el consumidor tiene
de sí mismo? Da la impresión de que –hablando de la
mayoría– el consumidor no se pone tantos problemas,
no sufre la contradicción y muestra en cambio tranquila
disposición a participar en el juego, que le agrada y no
llega a distinguir bien si en él participa como simple
observador del espectáculo o si es parte activa del mismo;
no sabe si es observador en el gran teatro del mundo y en
el inmenso mercado global. Parece que en el consumidor
se ha cumplido la profecía de Nietzsche según la cual
debemos aprender a soñar sabiendo que soñamos.
En efecto, la sociedad consumista implica, entre otras
cosas, el cambio de valores y la pérdida de identidad. El
consumo es el indicador de un “mejor nivel de vida”, y
con ello establece como prioritaria la modificación de
los esquemas educativos a favor de las grandes cadenas
corporativas, que tienen bien diseñados sus programas
de producción, con los que, al buscar mayores márgenes
de ganancia, han llegado a que, entre otras cosas, las
industrias manufactureras y de servicios sustituyan al
hombre con robots y maquinaria que reducen tiempos y
gastos de operación, así como también la preparación del
personal, que permanece contratado mientras es capaz
La ciencia , la técnica y las artes
La educación como servicio comercial
Si en la Paideia se dice que la educación participaba en la
vida y crecimiento de la sociedad, hoy se multiplican los
intentos por debilitar las identidades de las sociedades y
se busca anular todo propósito o tendencia educativa que
no sea moldeable por la globalización. En todas partes
podemos constatar el creciente influjo de los organismos
internacionales que pretenden imponer límites a la acción
pública, sobre todo en materia de educación superior,
para que se libere su comercio y se le considere como un
simple servicio más. Hay tendencias de gran alcance que
buscan imponer un sistema educativo aparentemente
formulado para impulsar el desarrollo de un país, pero
son directrices que en la práctica buscan únicamente
prepararlo como competidor frente a los rivales que
ofrecen producción semejante. Esto significa, a todas
luces, no sólo contraponerse al interés público o querer
someter los intereses de una sociedad o de un estado a las
burdas utilidades de un mercado que quiere, precisamente,
abolir el estado mismo, o al menos ponerlo aparte de
esas funciones centrales; fundamentalmente, significa
reducir la visión del hombre sobre sí mismo, equivale
a regresar a etapas anteriores a las de los ideales que
aparecieron con mayor fuerza a partir de la Revolución
Francesa. Hoy los grandes consorcios globalizantes
están creando –así lo divulgan abiertamente– su propio
orden educativo, que es un sistema de enseñanza acorde
a sus necesidades, su visión de mundo y sus planes de
expansión mundial. Esto explica, al menos en parte, la
agitación, la premura e improvisación que se viven en
el ámbito educativo, y explica también la disposición a
impugnar la responsabilidad pública de la educación,
hasta cierto punto contraseñada por una visión amplia.
Hace comprensible también el intento de ver la educación
como una prestación de servicios para una elite global
que decide qué ser y hacer.
En nuestro país podemos ver hasta en poblaciones
de pocos habitantes la actividad de escuelas no
La ciencia, la técnica y las artes
gubernamentales; en las ciudades, principalmente
en las grandes, se puede constatar la notoria
cantidad de “proveedores” de educación media
superior y superior que en su propaganda
mencionan no sólo sus programas educativos,
sino hasta la ocupación casi asegurada para la
que preparan a sus alumnos. Simplemente, se
trata de programas de capacitación para hacer
algo, y en ellos no se acepta hacer si antes no se ha
comprado la capacitación que se ha programado.
Privatización del conocimiento
Hasta hace poco, se creía que el conocimiento era
patrimonio de la humanidad y se pensaba que era
una conquista de la evolución humana. Ahora
se está convirtiendo aceleradamente en una
patente, en un secreto celosamente custodiado
para que las empresas transnacionales lo
vendan como propiedad privada, aunque esto a
veces se ostenta de manera truculenta y falsa,
porque casi nunca se menciona la vinculación de
instituciones públicas con grandes corporaciones
y, sobre todo, se calla el uso de fondos públicos
para la investigación, se ocultan los subsidios
cuyos beneficios no retornan a la comunidad y
ni siquiera a los investigadores, cuyos sueldos y
regalías a veces son nada en comparación con las
ganancias de las corporaciones gestoras y de la
elite de los empresarios propietarios.
Los grandes capitales económicos, en complicidad con los gobiernos locales, buscan establecer mecanismos de sometimiento social a
través de programas educativos y de la difusión
de la cultura global, en la que las competencias, la
cultura empresarial y el autoempleo caracterizan
la educación actual. Las redes internacionales de
universidades y corporativos empresariales que
invierten en la educación se involucran en los
programas locales y desplazan a los gobiernos
de esta responsabilidad, con el objetivo de
disminuir su injerencia en este rubro y, de
paso, legitimar el sistema que ha establecido la
economía global.
Herminio Núñez Villavicencio
99
La Colmena 69, enero-marzo 2011
de operar las máquinas. En esta situación, la diferencia
entre robots y hombre es poca porque los humanos no
se desarrollan como tales, pues no pueden activar sus
propias capacidades.
Con los ex rectores Efrén Rojas Dávila y Jorge Guadarrama López (1994).
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Las ciencias
Si la tendencia actual es la de privatizar el
conocimiento convirtiéndolo en una mercancía
más, también es calificado como desinteresado,
objetivo y único, depurado y ejemplificado en
las ciencias duras, al grado que el conocimiento
científico es considerado como la única vía hacia
la verdad. En pocas palabras, se ha pensado,
y en alguna medida se sigue pensando, que
el verdadero conocimiento es el científico.
Pero a lo largo del siglo XX se ha llegado
progresivamente a la constatación de que el
científico es sólo uno de los conocimientos
posibles y no abarca sino parte de lo que al
hombre interesa conocer. De manera que ya
no concebimos el conocimiento como el sitio
que permite acceder a una mirada total del
mundo, sino más bien lo consideramos como
el lugar donde hay posibilidad de recrearlo. La
vieja ruta de la fundación de la verdad como
finalidad se ha agotado. El conocimiento busca
extender su dominio sobre los fenómenos,
las cosas y los lenguajes, pero, al contrario
de lo que se pensaba, en los últimos años se
ha tomado mayor conciencia de sus límites,
de manera que ya no es posible la sabiduría
empeñada en mirar y describir, porque este
intento ha cedido el paso a la teoría entendida
100
Herminio Núñez Villavicencio
ya no como simple reflejo, sino como la evidencia de un
mundo que necesita ser afectado. Así, de la eterna mirada
sobre el “cosmos”1 se nos ha revelado tanto el mundo
como también el reto de actuar sobre él. Del “Theoros”2
como enviado a contemplar el espectáculo público en
actitud contemplativa, describiente y gozosa –dice Jean
Ladriere (1978)–, hemos pasado al teórico que además
de ver y oír tiene el encargo de retornar con un informe
conformado por la palabra animada a participar y recrear
el espectáculo. El hombre moderno fija los ojos en las cosas
y expresa lo que ha visto, sin poner más que su palabra,
pero revestida de su imaginación; ve, siente, reflexiona y
expresa lo visto con elementos que no están en las cosas,
sino que nacen de su propia conciencia, y como no está
aislado, entrecruza sus afectos y sentimientos con los de
otros seres, y es entonces cuando se da la coincidencia o
el antagonismo. El conflicto o la coincidencia salen a flote
en las palabras. Por eso en nuestros tiempos concebimos
la teoría ya no como simple descripción objetiva y neutral,
sino como una expresión interesada; entendida como
hermenéutica en tanto ya no es una visión sino una
actitud.
A diferencia de lo que se pensaba, hoy consideramos
que la ciencia no es el método por excelencia ni el orden
1
En la racionalidad clásica se construye la idea de cosmos como lo
indeterminado y misterioso.
2 En Conocimiento e interés, Jürgen Habermas recupera la antigua
figura de Theoros. Entre los griegos éste era el enviado al ágora para
escuchar y mirar los acontecimientos de lo público, y a su regreso
entregaba un informe neutral y objetivo sobre la intensidad de la
fiesta o el drama del ejercicio público.
La ciencia , la técnica y las artes
La ciencia, la técnica y las artes
construir una realidad mejor; donde Descartes
pone en escena el discurso del método; donde
Galileo fija la tierra como una minúscula esfera
en el espacio infinito y la luz es un cuerpo. En
fin, donde el hombre construye su morada en
un mundo como obra inacabada.
El conocimiento abre la inmensidad de
lo que se desconoce, pero no porque, por así
decirlo, está ahí cubierto y para conocerlo
sólo ocurra despojarlo de la cobertura; por el
contrario, como decía Popper (1962), constituye
un desafío en el que nos jugamos la vida y en
el que son importantes tanto la proposición
científica y la lógica de su conformación como la
recuperación de la huella humana en todos sus
procesos. Hoy, la inocencia del conocimiento
no es más que una nostalgia.
La ciencia pertenece, en efecto, al ámbito de
lo humano. Si bien constituye un conjunto de
saberes y una actividad investigativa planeada,
con su propia lógica y anatomía, en la época
contemporánea invade nuestras vidas, incide
en lo cotidiano, afecta las dimensiones de la
ética, la estética y la cultura. Entendidos como
acción, el conocimiento y la ciencia traspasan
el interés puramente teórico y hermenéutico, y
figuran como operativos en la historia efectiva.
El conocimiento impone desplazamientos,
deconstrucciones de sistemas normativos y
expresivos de las culturas; en otras palabras,
afecta e induce la creación de valores y de
sistemas de expresión; afecta el arraigo que
los hombres estamos siempre empeñados en
producir. La ciencia plantea a los seres humanos
la tarea mínima de reconocer nuestra huella en
ella, nos encarga cuidar los intereses que ella
misma no tiene claros y nos pide advertir sus
límites. La ciencia nos pertenece y por eso nos
interesa su pertinencia.
En la cultura como afirmación de la vida
humana es donde ocurre la ciencia, donde penetra
en el entramado de nuestra vida afectiva, ahí
donde adquiere sentido la vida singular y colectiva.
Ciencia sin huella humana no tiene sentido.
Herminio Núñez Villavicencio
101
La Colmena 69, enero-marzo 2011
de la sabiduría. En alguna medida, ha recuperado los
rastros de la antigua teoría, por eso es aún una mirada,
pero se trata de una observación actuante sobre el
mundo que, en palabras de Ladriere, se comporta como
líquido revelador y no como un espejo. Está en marcha
un cambio de gran trascendencia en el que se pasa a
entender el conocimiento como acción sobre el mundo y
la vida en la recuperación crítica del conocimiento, pero
como capacidad de actuar. Si la razón antigua tenía el
encargo de mirar, la razón moderna tiene la misión de
descifrar, de disminuir las incertidumbres, pero también
la de aumentar las preguntas. Tanto el mundo como el
hombre son más bien preguntas constantes.
Este desplazamiento aún no es ampliamente
reconocido, y sin embargo es de gran importancia, puesto
que cambia la ubicación del hombre en el mundo, le da
otro lugar, porque de la pura contemplación, pasa al
conocimiento como acción en que la palabra misma tiene
como destino un efecto transformador. Es claro que si al
mundo le agregamos su conocimiento, ya no sigue siendo el
mismo. Concebir el conocimiento como acción descifradora
no consiste meramente en arrancar los secretos de sus
pliegues, sino en dar palabra a lo inexpresado y vivir en los
bordes (no en las definiciones), que es donde realmente el
ser humano habita y se discute.
En la perspectiva del conocimiento como acción la
ciencia pertenece a los hombres; afecta la vida, es un
verdadero reto y hasta un riesgo, porque los conocimientos
movilizan tanto la cultura como la producción de bienes
materiales y son una razón de lucha en las instancias
políticas de la sociedad.
Entendidas como acción humana, las ciencias
intervienen hasta en el más silencioso secreto de nuestras
intimidades, a la vez que movilizan las economías. Por
ello, deberían ser más estatales, sobre todo en cuanto
a sus efectos y a las urgencias de planificación. Por su
precisión y claridad, la ciencia se incorpora al proyecto
de la modernidad en que el hombre deja de ser tutelado
por los dioses, y apoyándose entonces en la ciencia como
acción, se desplaza de la pura contemplación, actúa donde
el rumbo ya no es la sabiduría; donde aparece el sujeto, el
estado y la necesidad de anticipación frente al futuro; en
el orbe donde el Doctor Fausto ha decidido contaminarse
de realidad y se ha determinado a emprender el reto de
La Colmena 69, enero-marzo 2011
La tecnología
Las tecnologías están pensadas fundamentalmente
como la actividad creadora del hombre para
trabajar menos, son consideradas como el universo
instrumental que, por su novedad y complejidad,
puede hacer del hombre un marginado o un ser
que siendo capaz de crear ese mismo universo,
en realidad quede fuera de él. Otra visión de las
tecnologías las considera como la instalación de
los sustentos de la violencia (tecnologías del poder)
y como la causa del advenimiento de grandes
imperios de dominación que ponen en sospecha
a la razón misma. Sea como sea, las tecnologías
también han diluido las fronteras de las ciencias
y la vida.
Por otra parte, debemos admitir que la carencia
de tecnologías en la producción, en lo social,
en el poder, en la educación y en la cultura nos
produce la angustia del atraso y nos hace sentir la
urgencia de adecuarnos, sin más, a la actualidad.
Pero esto no impide sentir también que la
invasión y el desbordamiento tecnológicos sean
considerados la causa de grandes frivolidades y
de hastíos insoportables, tal como lo denuncian
las tendencias contraculturales. El poder de la
tecnología consiste en que puede hacernos
pensar que la realidad que nos ofrece es la única
o que es la Realidad, ocultándonos con maestría
los verdaderos intereses que la promueven.
Una mirada a nuestros espacios cotidianos nos
permite comprender que estas concepciones son
en gran parte los condicionantes del sopor y del
conformismo que reinan en nuestro tiempo.
La propuesta de este trabajo consiste en
pensar las tecnologías como acontecimientos
en la cultura, como elementos de ese tejido
de la vida en el que, sin descanso, urdimos
y construimos los hilos para afirmarnos y
realizarnos, para lograr el fin elemental de
construirnos.
La tecnología ha existido desde hace mucho
tiempo, pero si la Antigüedad produjo la rueda
y otros inventos de trascendencia histórica, su
102
Herminio Núñez Villavicencio
diferencia con la tecnología moderna y contemporánea
radica en la velocidad e insistencia de su producción.
Una forma definida de acción tecnológica actual resulta
palpable en su casi imperceptible relación con la ciencia.
La relación ciencia-tecnología se vuelve concreta en la
industrialización, cuando el hombre, con el proyecto
de la modernidad, se piensa como el constructor de su
destino, se define sujeto en relación con la sociedad y se
considera ciudadano para la libertad (Orozco y Romero,
1991, especialmente el primer capítulo).
Como lo hemos dicho, las ciencias y las tecnologías
influyen de manera importante en nuestra forma de vida,
irrumpen en las culturas modificando los sistemas de
información, la representación y valoración. Su influjo
es palpable en las dimensiones ética y estética de las
culturas, porque la acción del hombre en cada instante
mediatiza para dar sentido y arraigo a lo que él mismo
hace.
En nuestro mundo, que no es un modelo para imitarlo,
sino un reto permanente de validación de la vida y de
la acción humana; en este espacio de lucha, las ciencias
y las tecnologías son dimensiones de la cultura que así
como irrumpen y construyen, también desestructuran
lo obsoleto, generan posibilidad de desarrollo y pueden
conducir a un mundo más humano, en tanto imponen la
movilidad de valores nuevos, de formas de arraigo y de
expresión de las culturas.
En este orden de ideas, es claro que la ciencia no se
agota en los tribunales de una academia analítica cuyo
interés se centra en la delimitación de un problema, en el
ensayo de una solución o de su puesta en falso; ni siquiera
sucede ahí. Sin embargo, mientras la vida transcurre en su
dramaticidad, la comunidad científica, en una situación
mucho más compleja, puede develar las relaciones de
conocimiento e interés y advertir analíticamente de los
alcances y límites de la acción científica y tecnológica. Por
eso, tanto instituciones como sujetos debemos contribuir
desde la dimensión ética y estética de la cultura en vigencia
y siempre crítica, al enriquecimiento de la voluntad libre,
al reconocimiento de nosotros mismos en el empeño de
mundos posibles, al trazo permanente de sentido.
No son únicamente los dispositivos de poder, los
grandes capitales y los centros de decisiones políticas los
que deben definir el rumbo de la formación de recursos
La ciencia , la técnica y las artes
Las artes
El arte es también una producción humana y se le
puede considerar como el instrumento para mostrar lo
no mostrable, lo que no hemos podido comunicar con el
raciocinio, la argumentación y los discursos; es el medio
que comunica aspectos de la realidad –considerada por
el hombre– que no ha tenido voz en otros medios y por
ello se creía no-mostrable. Desde sus orígenes, el hombre
ha sentido la acuciante necesidad de querer expresar
todo lo que siente, piensa, imagina, etc. (amor, soledad,
esperanza, miedo…) por medio de la palabra, pero las
más de las veces se queda a mitad del camino. Quien
suele ir un poco más adelante es el poeta, mediante su
lenguaje figurado que pide necesariamente al interlocutor
participar en el proceso. La condición mortal del hombre lo
condena con frecuencia a un silencio lleno de impotencia,
y el poeta mismo constata sus límites en el intento de
decirlo todo.
Pero el arte, para ser tal, debe ser contaminado y lo
opuesto a la ocasional concepción del “arte por el arte”,
que no llega a tener sentido convincente. Cuando se ha
pensado el arte alejado de la experiencia de la vida; cuando
los artistas se han aislado para no tener que habérselas
con la producción, la comercialización y el consumo, ha
sido entonces cuando el arte ha perdido importancia. El
arte del Renacimiento estaba contaminado por el poder,
y en ese tiempo las iglesias eran lo que hoy representa la
industria. En nuestro mundo-imagen en el que la imagen
es la mercancía y donde todo es mercancía, la belleza no
puede perder su función de intermediaria en una visión
más amplia de la realidad. ¿No es acaso la belleza la que
nos enceguece, la que siendo propiamente una verdadera
La ciencia, la técnica y las artes
luz negra ofusca nuestro entendimiento, pero
al mismo tiempo nos hace ver? ¿El arte no
engaña y devela? En síntesis, el arte tiene la
capacidad de ponernos en contradicción con
nosotros mismos. La Belleza, el conocimiento
estético nos abre el camino a lo irrepresentable
y a los ideales, pero también a lo inaceptable,
a lo que absolutamente no debe ser. No estaba
del todo equivocado Dostoievski (1999) cuando
decía que donde hay belleza están Satanás y
Dios que se disputan el corazón del hombre.
Lo mismo nos lo da a entender la experiencia
del protagonista de The Temple of the Golden
Pavilion, de Yukio Mishima. Como sabemos, el
arte está tanto de parte de uno como del otro,
y lo constatamos en innumerables expresiones
artísticas y no sólo en las literarias.
Indudablemente que en nuestros días
existe una belleza dominante, pero mediocre,
superficial, que en realidad no es belleza y se
reduce a una imposición de marketing aceptada
por comodidad y a la ligera, para evitar ser
rechazados por la sociedad y especialmente por
los que están más cerca y cuentan en nuestra
vida. En nuestro mundo, tener cierta belleza es
una condición de pertenencia que evita parecer
diferentes, porque la diversidad nos causa miedo.
Por esta razón confiamos en los productos con
marca e imágenes fuertes. Una marca nos hace
sentir parte del rebaño, nos hace miembros del
gran criadero global en que la diferencia significa
alienación. En nuestros días, nadie quiere
convertirse en oveja negra o descarriada; todos
queremos ser corderos que, sin saberlo, tenemos
como destino el rastro de las multinacionales del
consumo. La marca es una tarjeta de afiliación al
club global que desearía vencer la carrera contra
la incomodidad, el dolor, la fatiga. La marca crea
la sensación de participar en la competencia de
quienes se proponen ganar la lucha contra el
tiempo que nos aproxima a la muerte.
En este mundo de mercado se avizora el
futuro como un lugar en que la evolución
científica y tecnológica combinadas con el
Herminio Núñez Villavicencio
103
La Colmena 69, enero-marzo 2011
para nuestro futuro, tampoco es el modelo trasplantado
de manera ingenua el que nos ofrece alguna esperanza:
es la acción humana la que dirige la construcción de
sentido. Lo que hemos querido enfatizar en estas líneas
es que las ciencias son públicas y que su acción se ejerce
en el mundo de la vida. Ladriere entiende la acción no
como una intervención que sólo modifica el orden de
las cosas, sino más bien subraya la intervención del ser
humano “como fuente autónoma de causalidad” que
busca inscribir “su marca en el mundo”.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
branding serán capaces de crear un mundo
virtual sin culpa, penas ni dolor, brillante
y esterilizado; un mundo en que la posible
fealdad de la realidad humana será excluida
por el miedo a que ponga de cabeza los códices
patentados.
La televisión es la posibilidad a la mano
de vivir en la total falta de experiencia directa
de las cosas, por eso agrada y tiene los efectos
de una droga, como lo tienen las colas (Coca
Cola y Pepsi Cola), productos sin sustancia,
con saborizantes y colorantes artificiales,
reproducibles al infinito, cuyo consumo se
decide por el placer inmediato de apagar la
sed, pero también con la ligera expectación
de que, al menos por el momento, diluyan
nuestras congojas, a sabiendas de que se trata
de productos sin elementos verdaderamente
nutrientes y sin ninguna otra cualidad.
Nuestras verdaderas necesidades son otras,
y están más allá de lo superficial e inmediato.
Lo son la infinita necesidad de llenar el
vacío que deja nuestra insuficiente nutrición
intelectual y la necesidad de borrar la sensación
de vida insípida e inconsistente de quien no
es amado. Y como no tenemos el coraje de
amarnos, necesitamos un amor sustituto que
encarne aparentemente muchas posibilidades
–televisión, cine, arte, gastronomía, juego–,
que nos hace adictos y nos obliga a consumir
siempre más para olvidar el pasado sin vivir el
presente ni imaginar un futuro diferente.
Por estas consideraciones y otras más, la
ética y la estética son como las dos ruedas de
una bicicleta de las que no podemos prescindir
ni concebir la una sin la otra. Una de ellas
empuja y la otra dirige, pero, de cualquier
manera, ambas deben recorrer la misma
cantidad de asfalto, tal vez con un número de
giros diferente, pero la longitud del trayecto es,
en todo caso, idéntico para ambas. No existe
estética sin ética. En la bicicleta del mundo
ambas son indispensables, de manera que si
queremos que la bicicleta funcione, es espuria
104
Herminio Núñez Villavicencio
la preocupación de que la estética sustituya a la ética.
La realidad se ha virtualizado. En nuestros días se
le otorga mayor valor a la marca que a los productos.
Pero esta simplificación del mundo según las marcas no
deja de ser un espejismo: éstas se pagan a precio negado
para muchos, y por eso son causa de ansiedad y de otras
reacciones en las que se ponen en juego el orgullo y la
anhelada distinción social, pero que en realidad no aportan
algo consistente a la humanidad; más bien, se nutren de
ella y son caníbales, ya que se apoderan de las culturas
para eructarlas con autenticidad artificial. Situación que
no debemos considerar de manera indiferente, porque esta
forma de proceder choca frontalmente con el sentido de
autoconfianza de la gente. Mina la confianza sobrevivir
cuando se sustituyen las culturas populares con un romo
simplismo proveniente de otras latitudes que obliga a
usar los medios de la tecnología para hacer sólo lo que
está planeado según determinados intereses.
La verdadera cultura, en cambio, debería ser lo opuesto
a lo mercantil; no puede ser reducida a una pista veloz que
tiende solamente a la satisfacción superficial y al consumo.
La cruda verdad es que la industria no está interesada
en la realidad humana y tampoco le interesa la creatividad.
Su obsesión es la ganancia y por ella produce también lo
éticamente incorrecto. Nuestra cultura es una cultura de
empresas, que han quedado como los árbitros únicos de
las ideas y la cultura.
En estas condiciones, los verdaderos creadores deben
romper las barreras y derribar los códices mercantilistas,
en el esfuerzo por lograr la verdadera creatividad. Ocurre
generar genuina belleza y darnos la posibilidad de crear
libre expresión con verdaderos y profundos significados,
dejando de estar condicionados por la ganancia. Hay que
tener el coraje de ser diferentes.
Nunca como ahora, las ciencias y las tecnologías habían
incidido sobre la vida humana en la medida que definen el
modo de ser de la sociedad contemporánea. El avance de la
información y la cada vez mayor reducción del mundo –en
el sentido del acortamiento de las distancias– exigen tomar
nuevas decisiones frente a las dimensiones ética y estética
de la cultura.
Lo que quizá hoy permita la valoración del yo es la
intensidad del compromiso en la interacción social. No
se es en la individualidad o tal vez se es escasamente. La
La ciencia , la técnica y las artes
La educación
Sobre el tema educativo se ha escrito ininterrumpidamente
y es, en efecto, una preocupación constante. En esta
continuidad no es arriesgado plantear que la preocupación
educativa es permanente porque trata de poner en orden
gramáticas que den cuenta y organicen la producción y
La ciencia, la técnica y las artes
reproducción de los lenguajes con los que el
hombre establece sentidos sobre lo que ocurre
en el ámbito de la vida.
¿Por qué educar? Esta pregunta no es de
interés banal. Es una interrogación que aparece
permanentemente en escena debido al interés
de controlar las lógicas del discurso y del obrar
en los espacios de lo humano.
Se ha dicho que con Galileo, y más
precisamente con la teoría copernicana, se abre
la nueva postura del conocimiento porque se
plantea de manera distinta la pregunta sobre el
conocimiento. Esta pregunta tiene un pasado
que los historiadores nos hicieron pasar como
tiempo vivido, pero que es un tiempo que
siempre inicia, porque la memoria insiste en
recuperarlo. En este orden de ideas, se puede
pensar la historia de las ciencias como la
urgencia por ordenar las preguntas. La historia
misma es la manera como el hombre organiza
las preguntas, y en ella no hay respuestas
definitivas, porque toda respuesta es el retorno
irremediable a la pregunta. En el enunciado y
solución de un problema químico, matemático
o artístico se constata que el placer que produce
la respuesta encontrada consiste en volver
a la pregunta. Una respuesta no tiene gran
consistencia en sí misma y, casi siempre, es
más estimada cuando abre la dinámica de la
pregunta.
Educar puede ser, en consecuencia,
introducir en el ordenamiento de las preguntas.
Es pertinente preguntarse sobre urgencias
vistas como el resultado dramático de intereses.
Y cabe acentuar aquí que no se pueden plantear
preguntas sin tener clara la historia de lo que se
pregunta. El problema radica en que el ámbito
de lo humano enuncia siempre las mismas
preguntas, que se fertilizan y aparecen distintas
precisamente porque la historia no es sólo
pasado ni recurrencia, sino insatisfacción. De
aquí que educar consista en tomar conciencia
de esa insatisfacción y que la idea de formar
sea claramente histórica.
Herminio Núñez Villavicencio
105
La Colmena 69, enero-marzo 2011
presencia del otro es la que nos da existencia. El hombre
es pregunta y búsqueda reiterada de sentido; existir
es buscar y buscarse. La dimensión ética de la cultura
es el espacio de afirmación de la acción humana que
justifica la tarea de enriquecer la voluntad libre. Cuando
oímos decir que “esta sociedad ha perdido los valores”,
debería expresarse claramente que estamos perdiendo la
capacidad de crear nuevos valores, símbolos y lenguajes
que nos permitan leernos.
En su finalidad formativa, el conocimiento es
un espacio para la libertad en tanto nos hace tomar
conciencia de lo que carecemos. El conocimiento se
conforma históricamente para que podamos darnos
cuenta de nuestras acciones, de modo que la paradoja
sería encontrarnos solos en un mundo que nosotros
mismos hemos construido. La verdadera teoría, por tanto,
no puede ser una mirada vana, etérea e indiferente sobre
el mundo; tampoco un ejercicio insignificante que deja las
cosas tal como están. La teoría consistente es el esfuerzo
sublime del logos humano por elevarse sobre una vida
contingente, aparentemente abandonada a la fatalidad,
hasta la sublime condición de una vida soberana que
tiende a coincidir con lo que ocupa el centro de nuestros
deseos.
El gran compromiso de las ciencias, las tecnologías y
los saberes en su finalidad formativa es el de repensarse
como un espacio para crecer en libertad. La acción humana
es la culpable de su destino, y por eso se mediatiza en
los procesos de la cultura, que no es otra cosa que la
dimensión social en la que el hombre produce sentido.
Si libertad es saber lo que se quiere, consecuentemente,
en toda postura de conocimiento, crece la conciencia de
las necesidades. En este sentido, Ladriere afirma que la
historia es el lugar de la libertad. Nada contradice que
pensemos las ciencias y las tecnologías en su finalidad
histórica.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
En la racionalidad clásica la paideia pretendía
desarrollar al individuo en los oficios, el arte y la
verdad mediando una concepción provisional de
la vida. La idea era salvarse (y nadie se salva
por otro). Eran siglos de individualismo que la
paideia resolvía formando para el trabajo, en
la estética, en la coincidencia de ideas, en la
búsqueda del bien y del poder con la finalidad
dogmática de encontrar una promesa en el
más allá. Por eso el eje de la Antigüedad
era lo sagrado. De allí que la imperfección
del individuo requiera la construcción de
preceptivas que lo acerquen a la promesa. Pero
el problema de una promesa consiste en que es
necesario creer en ella, aunque no se cumpla
y aparezca cada vez más lejana. El hombre
ama más lo lejano. Y cada vez que se aproxima
lo que teníamos como remoto, nos asusta el
saberlo próximo. Amamos más lo que está a la
distancia. Este es el fundamento de la paideia y
de la escolástica: el juego de acercar y alejar, y
la idea de salvarse.
En la Antigüedad, el conocimiento era, entonces,
cercanía y lejanía a la vez. Y el oficio de la teoría
consistía en mirar y escuchar para retornar con
un informe neutral y objetivo. El conocimiento
era visto como contemplación de lo que el
individuo es capaz de gozar, pero que no le
pertenece del todo. Aproximarse ha sido la
tarea de la paideia.
Ahora bien, aún persiste la educación con la
finalidad de salvarse. Se le puede evidenciar en
el ascenso social que produce el ser educado,
en la búsqueda del sentido, en la posibilidad
de distinguirse o en la amargura de no ser
reconocido; pero en esto hay una diferencia,
pues la modernidad tiende a ver la cuestión de
manera diferente: ya no se trata del puro creer
como individuo. La razón moderna anima la
construcción del otro, y uno es el otro del otro.
La existencia es ser en el otro porque no existe
más la individualidad como otrora, sino las
lógicas, las normas, los símbolos, los valores
para reconocerse en la conciencia genérica. La
106
Herminio Núñez Villavicencio
modernidad construye la teoría con una nueva postura.
El conocimiento afecta a quien conoce y ya no se le puede
concebir más como la pura contemplación del antiguo
Theoros. La nuestra es una concepción que se levanta
irreverente contra todo dogmatismo porque la existencia
es pública por fin. Las ciencias y las tecnologías tienen
su lugar en la conformación del ser humano. Inscriben
la huella humana en el ejercicio de los puros objetos y
de la razón instrumental. Por eso no se aceptan más
las preceptivas que, como gramáticas, nos otorgan la
comprensión de lo que pasa. Las ciencias y el arte son
modos de otorgamiento de sentido.
Una epistemología de las ciencias evidencia preguntas
como las siguientes: ¿cuáles son las preguntas que,
por ejemplo, la química, la biología o la astrofísica se
ponen?, ¿en qué contextos éstas se resuelven?, ¿cuál es
su papel en los ordenamientos del desarrollo humano? y
¿qué relación tienen con la educación? La vida distraída,
absorta en la profesión centrada en desarrollar programas
sin saber en qué concluyen, quién los utiliza a fin de
cuentas y para qué, es un escenario que hoy se repite
por doquier, pero ésta es una vida que atrofia, mucho
más cuando maquinal y gregariamente se trabaja con la
finalidad de recibir la aprobación del superior aunque se
rivalice con quienes, al menos, se ponen preguntas.
Hoy, el verdadero compromiso es escaso, pero tanto
el científico como el técnico o el artista y cualquier otro
habitante del planeta deberían preguntarse cómo, desde
su singularidad, aportan al desarrollo humano. De las
generalidades de la práctica científica hay que pasar a las
preguntas por el interés técnico en las ciencias empíricoanalíticas, a las preguntas por el interés práctico del
conocimiento en las ciencias histórico-hermenéuticas y
a las preguntas de las ciencias críticas. Las discusiones
de ahora se centran sobre todo en cómo la ciencia y el
conocimiento no son más que acción instrumental y
tienen un lugar privilegiado como acción discursiva y
comunicativa en el desarrollo humano.
Aunque la relación ciencia-educación tiende a veces a
bifurcarse, no debe perderse de vista que el compromiso
educativo es con el desarrollo humano. Algunos pensadores
contemporáneos (Habermas) muestran cómo, además
del mundo de la vida, en el que cotidianamente estamos
sumergidos, al grado que éste otorga unidad a nuestra
La ciencia , la técnica y las artes
experiencia, la modernidad occidental da lugar a la
diferenciación cultural de perspectivas y tipos de discurso
que permiten a cada sujeto adquirir un “mundo objetivo”
–aquel en el cual se relaciona cada vez más a través de
la ciencia y de la técnica y al cual se refiere pretendiendo
básicamente conocimiento–, un “mundo social normativo”
–al que se refiere básicamente buscando justicia y rectitud–
y un “mundo interno” –al cual se refiere pretendiendo
sinceridad–. La escena educativa en nuestros días es
confusa frente a las pretensiones de comprensión, verdad,
rectitud y sinceridad porque los mundos objetivo, social e
interno pierden unidad. Predomina la acción educativa
estratégica y sectorial que nos rinde difícilmente la visión
de conjunto.
Necesitamos una concepción ética de las ciencias, las
artes y la educación en tanto procesos de dimensión de
la cultura. Se siente inaplazable la formación en libertad
y en franca controversia con una tradición ascética y
preceptivista que impide el conocimiento como acción. La
resituación del deseo en los procesos formativos establece
una ruta clara hacia una formación con sentido, y en éste
las ciencias, las tecnologías y los saberes apuntan a favor
de la vida. “Ya no hay una sola gramática para leer lo que
pasa. Las viejas identidades se sienten profundamente
amenazadas”, ha dicho recientemente un congresista. LC
Bibliografía
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Habermas, Jürgen (1990), Conocimiento e interés, Buenos Aires, AguilarAltea-Taurus-Alfaguara.
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La ciencia, la técnica y las artes
Herminio Núñez Villavicencio
107
Martha Elia Arizmendi Domínguez
Jesús Humberto Florencia Zaldívar
Gerardo Meza García
Cada cuerpo una prisión
en la obra de José Revueltas
U
na constante en los estudios literarios es la apreciación del
cuerpo como prisión. Esta idea puede parecer obvia en la obra de José
Revueltas cuando se considera que, por su afinidad ideológica con el
marxismo, fue visitante distinguido de dos presidios. Esos acontecimientos
dieron origen a las novelas Los muros de agua y El apando, dos de sus
más reconocidas obras, cuyas tramas remiten a la experiencia vivida por el
escritor.
En una entrevista realizada en 1971, Revueltas consideró que sus dos
estancias en las Islas Marías le hicieron mucho bien:
Me mostraron las relaciones humanas en su desnudez más completa, sin
convenciones de ninguna especie. La cárcel tiene esa virtud. Desnuda al
hombre. No hay más convenciones que las que se crean en ese mundo
La Colmena 69, enero-marzo 2011
tenebroso. Entonces el hombre se ve en su propia esencia, desnuda, sin
adornos, directa, patética, elevada y sucia a la vez. (Ruiz, 1992: 74)
Las referencias autobiográficas son parte de las estrategias literarias que
permiten colocar a los personajes en situaciones extremas. Aunque se
piense que la sola ocupación de un panóptico conlleva la degradación de
los individuos, lo que se sabe poco es que hay profundidades aún más
devastadoras, como estar en presencia del Dios vivo, el Dios en la tierra.
Al establecer este puente con un texto que parece no tener conexión con
108
Martha Elia Arizmendi et al.
Cada cuerpo una prisión
Dicho movimiento interno de la realidad tiene su modo,
tiene su método, para decirlo con la palabra exacta. (Su
"lado moridor", como dice el pueblo.) Este lado moridor
de la realidad, en el que se le aprehende, en el que se
le somete, no es otro que su lado dialéctico: donde la
realidad obedece a un devenir sujeto a leyes, en que los
elementos contrarios se interpenetran y la acumulación
se transforma cualitativamente. (Escalante, 2006: 19)
de descenso y degradación, y encontrar
en esta degradación, en esta corrupción
aparente, no una manifestación del mal
en términos absolutos, sino un momento
en el camino de la superación dialéctica de
la realidad. (Escalante, 2006: 20)
Tiene razón Escalante cuando explica que esa
superación dialéctica de la realidad produce un
efecto tremendista, en la medida que conduce
a los personajes a situaciones insoportables e
insufribles.
De acuerdo con las ideas expuestas, los
horizontes del cuerpo aprisionado en una
realidad de la que no se puede escapar, son
aterradores. Así pasa en las correccionales y
con las leyes, hechas para que el “delincuente”
ocupe los sitios de encierro. Pero, ¿qué sucede
con la prisión que la conciencia coloca en cada
individuo?
La verificación de este encierro exige de
una conciencia despiadada, que no desfallezca,
pues debe estar siempre alerta. En esto consiste
la interioridad, en el hecho de tomar lo real,
la verdad como algo propio, como una verdad
objetiva (Revueltas, 1983).
La violencia juega así un papel determinante
en la concepción literaria de José Revueltas. Del
mismo modo que las prisiones, la violencia
no es una abstracción descrita de manera
despersonalizada como una agresión al otro.
Al contrario, la violencia más rotunda y
contundente está en la percepción con que el
hombre identifica su propia naturaleza. Es la
violencia que el Revueltas cronista encuentra
en los enfermos recluidos en un leprosario.
De acuerdo con el mismo Escalante, la expresión el lado
moridor es utilizada por Revueltas fuera del contexto de
la dialéctica marxista. Se trata de una realidad concreta,
cuyas bases están pensadas para superarla o para ir más
allá de la misma.
Escalante señala que se trata también de un método
aplicado a la realidad, que
La cuestión se explica porque lo terrible
permite perseguir los movimientos internos de este
una, cierto pudor de sufrimiento para
mundo, descubrir sus líneas de fuga, sus movimientos
expresarse; otra, la inverosimilitud: que
Cada cuerpo una prisión
es siempre inaparente. Lo terrible no es lo
La Colmena 69, enero-marzo 2011
las dos obras citadas, ya que se refiere al empalamiento
de un profesor por los cristeros, la imagen grotesca a la
que se ha hecho referencia permite pensar los personajes
de Revueltas justo cuando pueden mirarse en lo más
profundo de su ser, cuando ocupan el apando de su
conciencia, pues es entonces cuando, en efecto, presencian
al Dios terrenal y, en ese instante, son atravesados por la
“verdad”, que no es otra que la del realismo dialéctico
al que Revueltas se refiere en algunos de los ensayos de
Visión del Paricutín y Dialéctica de la conciencia.
El novelista usa la realidad para los fines del arte,
y si sabe hacerlo de una manera revolucionaria –esto
es, realista, sin prejuicios–, su obra tendrá, aún sin
proponérselo específicamente, un carácter alegador,
polémico y convencedor, pues así, polémica y dialéctica,
es la realidad.
Al hablar aquí de realismo se habla de un instrumento
para concebir la naturaleza y la sociedad, más que de
una escuela literaria. En la literatura, como en el arte
en general, el realismo –que se podría llamar con mayor
precisión realismo crítico– se corresponde con lo que en
filosofía se llama materialismo dialéctico (Revueltas,
1983). Por consiguiente, es un procedimiento dialéctico
del que no se obtiene conclusión (o tranquilidad)
alguna. Así se entiende que José Revueltas confrontara
el pensamiento filosófico con una forma de entender el
mundo a la que llamó realismo del lado moridor:
que imaginamos como tal: está siempre
en lo más sencillo, en lo que tenemos
más al alcance de la mano y en lo que
vivimos con mayor angustia y que viene
a ser incomunicable por dos razones:
Martha Elia Arizmendi et al.
109
La Colmena 69, enero-marzo 2011
no sabemos demostrar que aquello sea
zapatero. Logró escapar, y después de varios días de
espantosamente cierto... Pero, ¿en dónde
viaje por ferrocarril –la carta dice que una semana–
está eso que lo hace distinto? De pronto
alimentándose de algunos mendrugos de pan que
me doy cuenta. Son los ojos. (Revueltas,
llevaba escondidos entre la ropa, logró llegar a
1978a: 10-11)
Moscú, donde se presentó a la embajada de México.
Recuérdese la fascinación de Revueltas por la
forma de mirar del enfermo. Advierte que en
los enfermos hay una realidad que sólo puede
percibir el que vive, el que experimenta una
situación límite.
Es en este sentido que el mundo tremendista
y devastador relatado por Revueltas no es
presentado como un hecho sin sentido (aunque
la literatura de nuestros días se vale de la
violencia para incrementar sus ventas), sino
con un propósito determinado. Esa misma
violencia le permite aproximarse al otro para
revelar su propia naturaleza a quien observa
y describe la violencia. Es el efecto de su
propuesta dialéctica de la realidad, que no es la
realidad que se aprecia o distingue en un primer
acercamiento, sino la de quien la observa y la
traslada a su conciencia.
Revueltas no ve la prisión y, para ser más
claros, la prisión corporal, como una abstracción
experimentada de manera particular, aunque,
en efecto, se trata de una experiencia individual;
es decir, como un acontecimiento que se sufre en
el aislamiento de un sitio específico, sino que a
lo advertido de esta manera le sigue el momento
en que el sujeto aprisionado se ve compartiendo
el encierro y la violencia colectivos.
En el mundo descrito por Revueltas hay
infinidad de violencias y está repleto de celdas.
Cada hombre observa su propio encierro en
infinidad de rejas. Cada hombre es una prisión
que se multiplica interminablemente; cada
celda es habitada por un sinfín de violencias.
Hay quienes ven en la creación literaria de José Revueltas
la influencia de Faulkner, pero no es la vía adecuada para
el estudio de la obra del mexicano. En todo caso, Thomas
Wolfe, otro norteamericano, puede dar las pautas para
entender lo que Revueltas pretende.
En Los errores se plantea la posibilidad de ver el mundo
con la perspectiva de quien lo contempla desde un sitio
elevado. Desde ese lugar, en una ciudad que se observa
hay gran cantidad de ventanas, en cada una de las cuales
habita al menos un habitante de la desesperación: cada
individuo tiene su locura, y ésta representa una prisión.
Luego viene la parte vivenciada. En el mismo
fragmento citado, se habla de una experiencia que en
verdad le ocurrió a Revueltas. Se trata de una de tantas
ventanas. Nadie se libra de ser parte de la violencia y de
propiciar la destrucción del otro. No existen víctimas;
en realidad, cada uno es responsable de violentar a los
demás.
De esta manera, el lado moridor no está regido por una
celda con sus barrotes, sino por la fragilidad de saberse
en ningún sitio y en todos a la vez, de comprender que
el verdadero error de la existencia consiste en habitar, de
manera voluntaria, la experiencia de la enfermedad, los
límites de la muerte sin morir, las fronteras del miedo, la
locura de la razón.
Así está expresado en la extraordinaria crónica de su
visita a un leprosario:
Todavía no puedo salir de mi aturdimiento.
[… ] la cuestión se explica porque lo terrible es siempre
Estuvo en prisión celular la mayor parte
inaparente. Lo terrible no es lo que imaginamos como
del tiempo (Thomas Wolfe. La llave
tal: está siempre en lo más sencillo, en lo que tenemos
dentro de la caja de cerillos. “Cada cuarto
más al alcance de la mano y en lo que vivimos con
una celda”) y después fue deportado a
mayor angustia y que viene a ser incomunicable por
una aldea lejana, donde trabajó como
dos razones: una, cierto pudor del sufrimiento para
110
Martha Elia Arizmendi et al.
Había olvidado el español casi por completo y para
identificarse invocó el nombre de algunos mexicanos
que lo conocían e incluso alguien, como Revueltas, a
quien había visto en Moscú y con quien estuvo preso
en el penal de las Islas Marías. (Revueltas, 1979a:
214)
Cada cuerpo una prisión
demostrar que aquello sea espantosamente cierto.
(Revueltas, 1978a: 10)
Esta idea de lo inverosímil se complementa con el relato
que hace Revueltas de la mirada de los enfermos que se
saben, desde luego, en una situación específica y con
padecimientos que nadie puede imaginar, pero que se
compadecen de sí mismos, debido a que la experiencia
vivencial les permite apreciar una realidad específica.
Revueltas se adentró en mundos aún más aterradores;
universos que no es necesario identificar sólo con el
interior de una celda, porque están inoculados en lo más
profundo de los miedos.
[… ] por supuesto
que no quería morir,
pero quería morir de
todos modos; la forma
de abandonarse, de
abandonar su cuerpo
como un hilacho, a
la deriva, la infinita
impiedad de los seres
humanos, la infinita
impiedad de él mismo,
las maldiciones de que
estaba hecha su alma.
Todo. Terqueaba. “¡Te
digo que no jodas!”
En
esos
momentos
la madre de El Carajo
cruzó las dos rejas del
cajón y entró al patio
de la Crujía. Estaban salvados. (Revueltas, 1978b:
44-45)
Como puede apreciarse, en el caso de El apando, un ser
monstruoso como El Carajo se vuelve la representación de
todos los cuerpos y de todas las violencias e incluso del
miedo a los encierros que cada uno se puede conformar. Así
es como el abandono es representación de lo monstruoso,
que puede adquirir, por lo tanto, una interpretación o
una idea multiforme. Pero es conveniente preguntar en
dónde queda la referida salvación. Ésta es solamente una
posibilidad de seguir violentando al otro: mantenerse vivo
para destruir, en la primera oportunidad, al que mejor
Cada cuerpo una prisión
represente los miedos interiores. La salvación
no se encuentra en la posibilidad de salir de la
prisión o del lugar que el Estado establece para
castigar a los delincuentes. Los personajes de
Revueltas han traspasado la frontera del perdón
legal, y por ello permanecerán por siempre en
prisión y serán constantemente apandados.
La salvación está en la posibilidad de no
mirar en el interior de sí mismo, pero, aunque se
trate de una utopía, los personajes de Revueltas
la desconocen. Poseer un cuerpo implica
cargar con el propio encierro. Tener conciencia
del cuerpo significa no tener escapatoria.
El cuerpo obliga a la
permanencia material en
un mundo violentado: la
conciencia del cuerpo es
devastadora, violenta y
cruel.
Los personajes de
Revueltas adquieren importancia y justifican su
ser cada vez que bajan
a los abismos de sus
conciencias para colocarsepercibirse en situaciones
que posiblemente no vivieron: su existencia se
fundamenta en sonidos
difusos o recuerdos vagos,
excepto cuando el cuerpo,
la deformidad de éste o
las enfermedades otorgan a dicha existencia una
jerarquía superior a las existencias de los demás.
Sin duda la autoaniquilación de los
personajes, la animalización y la tendencia
al acabamiento que se verifica en los
La Colmena 69, enero-marzo 2011
expresarse; otra, la inverosimilitud: que no sabremos
textos revueltianos –tópicos ampliamente
analizados por Evodio Escalante– adquieren
sentido en esa dialéctica de la degradación:
no forman “estados inmóviles” de una
narrativa tremendista sino “momentos de
un movimiento sistemático” que da cuenta,
en el seno del relato mismo, de la “lógica del
Martha Elia Arizmendi et al.
111
mundo”, del “movimiento oculto de lo real”.
(Mateo, 2007: 229)
Esta idea no deja de ser paradójica porque
sólo por medio de los padecimientos, de la
conciencia del cuerpo lacerado, un hombre
se vuelve superior al resto, e incluso logra
atributos que lo asemejan a una deidad:
Unos seis médicos, a lo que alcanzo a
contar, me inyectan, me punzan, me
sacan venas y arterias a la superficie de
la piel [...] Los brazos abiertos en cruz, un
San Sebastián atravesado por las flechas
del martirio, estoy tendido en la plancha
La Colmena 69, enero-marzo 2011
de operaciones. (Revueltas, 1979b: 45)
Los mundos de los personajes de Revueltas son
enajenantes porque de ellos brotan como larvas
de una infección social. Sin embargo, son
asimismo hampones o disidentes comunistas,
según Christopher Domínguez, pero con la
capacidad de mirarse y comprenderse como
“pequeños dioses monstruosos” que intentan
devolver el orden en donde jamás lo hubo.
Es el caso de Elena, el enano de Los errores,
que, en el interior de un veliz, percibiendo el
exterior desde la oscuridad (un principio del caos),
puede manipular los destinos de los demás. Un
caso semejante es el de El Carajo de El apando,
quien es, aparentemente, el más débil e indefenso,
aunque los pensamientos y voluntades dependan
de lo que pueda ocurrirle a ese cuerpo deforme.
De esta manera, la corporeidad de Elena y de El
Carajo o, mejor dicho, su descomposición (cuerpo
grotesco, enfermo, decadente), es determinante,
fundamental e indispensable para re-construir
las conciencias de los presos en una ciudad sin
piedad.
Edith Negrín (1995) amplía los horizontes de
la percepción de la narrativa de José Revueltas
cuando pone énfasis en la paradoja como
estrategia literaria y llama la atención hacia los
momentos de cruce, choque o convivencia entre
dos posibilidades en apariencia excluyentes.
Lo grotesco se fusiona con lo cómico:
“Grotesco es el contraste pronunciado entre
112
Martha Elia Arizmendi et al.
forma y argumento, la mezcla centrífuga de lo heterogéneo,
la fuerza explosiva de lo paradójico, que son ridículas y al
mismo tiempo producen horror” (Kayser, 1964: 60).
Ahora bien, la propuesta de Revueltas invita a percibir
todo lo que habita en el interior de cada uno de sus
personajes. Basta un detonador, un encuentro casual,
cualquier pretexto para que lo espeluznante se vislumbre.
Sin embargo, si la corporeidad obliga al hombre a
permanecer encerrado en sus propios límites (cuerpo,
espacio e ideologías), muchas veces deformándolo, en
el cuento “Cama 11. Relato autobiográfico” la única
posibilidad de escapar de la prisión individual es la
enfermedad.
Aquí es conveniente referirse a las interesantes propuestas de Michel Bernard con respecto al cuerpo: la
conciencia del propio cuerpo cuando el individuo se
reconoce y se sabe diferente y, a su vez, semejante de
los demás. Esta comprensión rige sus comportamientos y
plantea el problema del espejo. Como explica Bernard, el
cuerpo visible remite a los órganos interiores, a los deseos
y temores, a las secreciones y mucosidades. La piel y todo
lo que recubre (agregaríamos: la sensación y comprensión;
esto es, la percepción que se tiene de los órganos) están
cargados de valores simbólicos que configuran una idea
del mundo. El cuerpo será separado:
De las antiguas facultades sólo queda una expresión
negativa: la actitud miserable del cuerpo inclinado
hacia delante; señal de la impotencia de la enferma
para realizar la acción prohibida y al mismo tiempo
señal de su sensación... de “poder desenvolverse”
completamente sola, o sea, la sensación de la pena
y el desamparo de su soledad. (Bernard, 1985: 109)
Un hombre con estas características no puede relacionarse
con las personas “normales” (todas ellas, ¿en verdad
saludables?) por carecer de una conciencia de cuerpo, y
será trasladado a una ciudad diferente, alterna (nave de
los locos), cuyos habitantes sólo tendrán oportunidad de
comunicarse entre sí por medio de sus padecimientos. Esto
es así porque los sentidos forman un elemento primordial
en la percepción de un mundo cruel. Si el cuerpo representa
el encierro, el ojo determina la posibilidad de identificar
no solamente la violencia, como ya se dijo, sino lo que
atormenta su interioridad y la interioridad del otro.
Enraizado en esta perspectiva, el ojo derecho
Cada cuerpo una prisión
respectivamente a partir del cruce entre la trayectoria
de la mirada y: a) la nariz, b) la plancha metálica del
postigo, y c) el cajón rectangular de los monos. Pero,
por supuesto, esta enumeración es una reducción
de lo que en realidad corresponde a una gran
proliferación geométrica, inherente al hecho de que,
dada la movilidad del ojo, hay tantas figuras como
ángulos de vista posibles; sobre todo si se considera
que, para acceder a la visión del cajón, la mirada
tiene que atravesar el enrejado, lo cual la somete a
una fragmentación que implica una multiplicación de
figuras (cuyo vértice es el ojo). (García de la Sienra,
2007: 296)
No cabe duda que, así como en la locura, resulta fascinante
el cuerpo en el límite de las enfermedades –aunque nadie
desee experimentarlo–: su delirio permite visualizar una
realidad no establecida por la oficialidad o, en otras
palabras, por los ordenadores del mundo y su necesidad
de construir sociedades atemorizadas por una abstracta y
latente enfermedad que amenaza con invadirnos a cada
instante.
No deja de fascinar la idea de la nave de los excluidos.
Revueltas mismo ve a los “enloquecidos” como una
especie de iluminados, de individuos que se razonan más
allá de sus limitaciones corporales. Ser tripulantes de
dicha nave los coloca en una situación superior al resto de
la gente: “En la pantalla de mi ventanal del sexto piso...
Suspendida todavía por un instante entre los volcanes,
permanece la última larga y quieta mirada de sus ojos
ajenos, una mirada oceánica, continental...” (Revueltas,
1979b: 35).
Como lo identifica Revueltas, los individuos enfermos
o enajenados pierden toda conciencia de lo humano; su
locura o su monstruosidad niega la condición humana
y todo lo que entendemos como civilización, pero la
enfermedad y la enajenación los vuelven seres con la
capacidad de la razón, en tanto que les devuelven su
condición divina.
En el relato citado, Revueltas se coloca encima de la
humanidad, utilizando el hecho de que su habitación
está en el sexto piso del hospital, lo que le permite un
dominio visual y jerárquico sobre el resto de las personas:
la ciudad y sus ocupantes son una abstracción acéfala
Cada cuerpo una prisión
que desconoce su naturaleza en permanente
posibilidad de descomposición.
El narrador pasa por diferentes etapas
en las que razona su cuerpo desde múltiples
perspectivas: cuerpo/ciencia, cuerpo/deidades y
cuerpo/filosofía, entre otras, y a lo largo del texto
aparecen personajes de diferentes culturas, lo
que contribuye a la complejidad del cuento al
ampliar los horizontes y las perspectivas.
Sin embargo, el razonamiento no tiene un
desarrollo lineal. El cuento no es una aplicación
directa del texto bíblico, pues el narrador no se
propone hacer una comparación con la figura
mítica-religiosa, lo que sería como ignorar los
antecedentes preceptuales. Parafraseando una
idea que obsesionó a Revueltas, por medio de
la enfermedad percibida es como el cuerpo se
vuelve un dios vivo: reconocerlo, mirarlo de
frente, percibirlo desde lo más profundo de
las arterias adormecidas por un sistema que
permanece en la estupidez de un organismo
insensible, permite bajarlo de la cruz para que
ocupe el sitio que le corresponde.
Si el individuo es enfermedad y la
enfermedad es sociedad, una posible escapatoria
de la ciudad, de la habitación, del cuerpo,
es subjetiva: siempre cabe la posibilidad de
“aplicarle” un método científico para recordarle
sus límites, para aprisionarlo. ¿Bastaría con
precisar que la razón humana es la más grande
burla de la creación?
Trascendencia o decadencia. Al debatirse, el
hombre pierde su individualidad, queda despojado
de nombre. Ser sujeto diferente permite al sujeto
enfermo adquirir una nueva personalidad
para integrarse a una nueva sociedad. De esta
manera, la identidad de los personajes adquiere
proporciones novedosas: se simplifica (Toño en
lugar de Antonio), se reconstruye (Ángel pasa a
ser Moctezuma II), se neutraliza (simplemente se
le conoce como V), y a quien se acaba de integrar
al nosocomio (cosmos), sólo de momento se le
ubicará en el espacio: yo soy la cama 11.
Luego de este esbozo, se puede pensar en
Martha Elia Arizmendi et al.
113
La Colmena 69, enero-marzo 2011
se vuelve el vértice de varias figuras, formadas
la composición del cuento “Cama 11. Relato
autobiográfico” y, como parte de ésta, en su
propuesta cronotópica: como si se tratara de una
cruz, deberá estudiarse de manera horizontal y
vertical; el centro será el narrador, relacionado
con el autor por el referente “autobiográfico”,
quien a su vez proporciona un nuevo centro: el
ombligo, sitio por donde serán inspeccionadas
todas las calamidades y que es el lugar exacto
en donde cielo e infierno se unifican.
Llegar a este razonamiento tiene un alto
precio, que es el de ser señalado como enfermo
y, por consiguiente, ser aislado del resto de la
gente. Ahora resta preguntar si se está dispuesto
a hacer la trayectoria referida del dolor para
sobrellevar el propio encarcelamiento.
Por todo lo expuesto, la propuesta de ver
la obra de Revueltas con la idea del encierro/
cuerpo –una constante temática de su poética–
supone que ésta preserva la violencia y la
enfermedad del ser humano. LC
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114
Martha Elia Arizmendi et al.
Cada cuerpo una prisión
Julián Beltrán Pérez
Una sutil línea fronteriza
entre lo ficcional
y lo meramente real
en la literatura de Hugo Salcedo
a ficcionalidad que recrea las formas culturales y sociales de
40 millones de hispanoparlantes de origen latinoamericano radicados en
Estados Unidos, los unifica en la temática social de una literatura que
ampara la divergencia entre una creación ficticia y la realidad, aunque
aquéllos no estén representados por los lectores activos, y reconoce a sus
personajes en sus prácticas sociales porque refleja sus valores familiares, la
rebeldía que los llevó a emigrar en busca de mejores condiciones de vida y
en la aceptación de las prácticas sexuales que proyectan un replanteamiento
de los valores de las nuevas sociedades.
Esta “minoría” mundial de 40 millones de hispanos sólo en los Estados
Unidos no está representada por el censo latinoamericano sobre la base de la
unidad de los símbolos de identidad religiosa, hispanoparlante y geográfica,
pero puede ser definida como una identidad en movimiento que reconstruye
sus formas de apreciación de un mundo que ha expulsado a la gente de su
tierra para llevarla a otra, donde le resulta fácil adaptarse, pero no le permite
reconocerse, ni a quienes integran esa gran comunidad ser aceptados como
Una sutil línea fronteriza
Julián Beltrán Pérez
115
La Colmena 69, enero-marzo 2011
L
La Colmena 69, enero-marzo 2011
ciudadanos con garantías y derechos. Pero, ¿es
ficción el acto de representar una realidad que
tiene nombres, espacios, tiempos y acciones, y
de la cual hay estadísticas?
¿En qué medida un texto literario puede
referir el contexto en que se inscribe la realidad
social?, ¿cuál es el discurso social que una obra
literaria lleva implícito? y ¿en qué medida sirve
la realidad social como materia prima para la
construcción de una obra literaria? A partir de
estas preguntas se aborda la ficcionalidad en las
obras de Hugo Salcedo El viaje de los cantores,
Invierno y La ley del ranchero, con el propósito
de revelar el panorama latente que hay en ellas
en tanto que son representativas de un texto
verdadero llamado migración.
En el territorio fronterizo de México con
Estados Unidos hay un espacio cultural en que
se reafirman, entre otras identidades, la de los
migrantes, quienes al integrar la cultura de su
lugar de origen en un territorio de adaptación, se
convierten en sujetos con identidades híbridas,
pues mezclan sus tradiciones en el espacio que
los recibe como nuevos habitantes de la frontera
geográfica. Así ha ocurrido en Tijuana, que se ha
reafirmado con culturas regionales diversas y es
identificada como un espacio multicultural de
manifestaciones expresivas distintas que van del
lenguaje a la música y del colonialismo central
al desierto norteño. Estas culturas fronterizas son
producto del proceso migratorio desde diversos
estados de la república hacia la frontera con
Estados Unidos y son, asimismo, la primera
construcción simbólica de la migración, es decir,
la cultura fronteriza es el concepto previo que se
registra en el texto literario.
La ciudad de Tijuana se presenta así como el
espacio geográfico desde el cual un escritor puede
hablar de la migración trasladando su observación
de las situaciones cotidianas a un espacio
metafórico sujeto a la lógica narrativa del relato,
en el cual se propone un tema universal, aunque
sólo se desarrolle en sociedades fronterizas.
Como dramaturgo, Hugo Salcedo utiliza
116
Julián Beltrán Pérez
esta forma discursiva para hablar de temas sociales como
la migración, la violencia o la prostitución, y para crear
personajes que tienden a deshumanizarse en una sociedad
escrupulosa cuando critica, pero discreta cuando se le coloca
en el banquillo de los acusados, y además clasifica e impone
formas de vida constantemente debatidas entre la mentira y
el dolor interno que ésta provoca; es decir, la mentira es vista
como una forma de conducta. Salcedo no le reprocha nada
a esta sociedad, pero la confronta desde los bajos mundos
replanteando a la razón del otro lado.
El viaje de los cantores (1989)1 es una obra dramática en
un acto, dividido en diez escenas; habla de la travesía que
emprende un grupo de 18 migrantes del estado de Zacatecas
hacia Dallas, Texas, en un vagón de tren. La forma en que
éstos son transportados y las situaciones dadas entre el
emigrante y el “pollero” son registradas de manera trágica.
Invierno sitúa el problema de la migración en un lugar
impersonal que podría ser cualquier lugar, pero no en
cualquier tiempo. Contextualiza también narrativamente la
problemática social “como un hecho privilegiado que ha sido,
es o puede ser objeto de una elección intelectual por parte
de un autor que le confiere especial sentido o significación
en el desarrollo de la trama. Así difiere sustancialmente del
mero hecho” (Giménez, 1994: 172). El autor es entonces el
eje principal de la voz discursiva que ubica temporalmente
el fenómeno de la migración en la frontera norte de México.
En este sentido, el análisis del texto queda delimitado por el
autor que lo produce y por lo que éste dice.
En México, y en otras partes del mundo, la migración es
un problema social que discurre de manera inalterada en la
cotidianidad, y se presenta como una situación común en
una sociedad cuyos integrantes son vulnerables. Ése es el
modelo social para la construcción de las obras literarias.
Pero que el fenómeno migratorio se convierta en foco de
denuncia de un dramaturgo, quien le confiere interés desde
otro enfoque, lo convierte en acontecimiento narrativo, el
cual es presentado en El viaje de los cantores e Invierno como
una variable del modelo original; es decir, de la migración.
La ley del ranchero es un texto dramático en un acto
dividido en siete escenas en las cuales se proyecta, desde
distintos enfoques, la tragedia de cuatro historias cuyos
1
Publicada, por primera vez en la revista Punto de partida de la
Universidad Nacional Autónoma de México, cuarta época, núm. 87,
noviembre-diciembre de 1989.
Una sutil línea fronteriza
Una sutil línea fronteriza
Con Gualberto Cobos, en La presencia altamente sospechosa... (1998-1999).
puede interpretarse en su solo contexto, puesto
que “está condenada a una recontextualización
infinita, es decir, a ir adaptándose siempre a
los nuevos contextos desde los que es leída y
a olvidarse de su contexto original” (Asensi,
1990: 73).
Derrida (1996) sostiene que un texto se
somete a múltiples interpretaciones, y al
examinar la estructura textual se derriba
contrastándola consigo misma en busca de la
causa originaria del texto analizado. De esta
forma, la causa de deconstruir conduce hasta
la causa que provocó la idea de construir un
texto literario. En las obras de Salcedo la causa
es la trascendencia del hecho social migratorio,
la forma en que la sociedad lo toma en cuenta
y el significado de que la gente emigre. Pero
la causa es sobre todo la pregunta sobre
la emigración de la gente, y las respuestas
aparecen en el texto únicamente cuando se
interpreta la verosimilitud de los personajes;
cuando el lector los encuentra deliberadamente
en su propio contexto.
El viaje de los cantores, Invierno y La ley del
ranchero no son manifiestos o ensayos sobre la
migración. Lo que se dice del tema, lo que hay en
la estructura de cada texto son manifestaciones
contextuales de las que el autor forma parte.
Julián Beltrán Pérez
117
La Colmena 69, enero-marzo 2011
protagonistas coinciden una noche.
Una historia común a amplias
porciones de la humanidad es
presentada también desde enfoques
diversos. La obra es una polifonía
textual cuyo eco es la voz de una
humanidad degradada, la cual está
representada por seres decadentes,
lúgubres y marginados, pero a la
vez tan reales como lo pueden ser el
obrero de una fábrica o una familia
abandonada en medio del desierto,
o bien, el infortunio de 18 migrantes
dentro de un vagón de tren.
Se trata de personajes solitarios,
resignados y decepcionados, que
ocasionalmente condenan la realidad y sentencian a la
sociedad; son perseguidos por el recuerdo de la muerte,
a la que llevan como marca, pues todos acaban mal,
condenados por las formas de vida consecuentes a un
mundo que tiene dueños.
Esta es la constante de las tres obras: muerte y huida
(la primera arrastrada por la otra). Así pasa con Tito, en
La ley del ranchero, quien quiere “dar la vuelta al mundo
y no regresar nunca a esta madre” y sueña “con un
pasaporte vigente con visa laser para cruzarme al otro
lado sin que la migra me detenga”. O con Toto, quien
acepta de manera realista y resignada: “ya nadie cree
en Aladino, aquí sólo están los cuarenta ladrones y Alí
Babá”.
Al convertirlo en símbolo de la desolación, el espacio
proporciona identidad a los personajes. En Invierno,
el espacio es un “paraje rocoso, de noche”; un lugar
impersonal donde perviven formas de comunicación
con un discurso desesperado, violento y atacado por
sentencias hiperbólicas, como cuando el personaje
femenino reclama: “fue una locura grande habernos
venido para acá”. Poco a poco, esa locura crece con las
barreras del idioma entre la migra y la pareja, la que de
ser inmigrante pasa a ser ilegal. De esta conversión de
identidad no se salva nadie cuyos sueños estén definidos
por la frase “del otro lado”.
Por la ambigüedad de los términos a los que es sometida
cada vez que un crítico la analiza, la obra literaria no
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Con el dramaturgo y cuentista Hugo Salcedo (13 de julio de 2010).
Por eso se presentan como obras literarias
inscritas en el género dramático, pues desde
este campo el autor se legitima para hablar de
la migración.
Hugo Salcedo está legitimado por una
producción que lo identifica como un artistadramaturgo inscrito en el campo literario que lo
reviste de herramientas para emitir un discurso
social. Como está respaldado por su producción,
es reconocido por el campo, y ello le permite
predisponer la recepción de su obra la cual
debe interpretarse como tal porque “una de las
propiedades fundamentales de los campos de
producción cultural reside precisamente en el
hecho de que los actos que en él se realizan y
los productos que se producen contienen la
referencia práctica (a veces explícita) a la historia
del campo” (Bourdieu, 1990: 235). El lector le
cree al autor porque se reencuentra en sus textos,
y por eso el escritor obtiene reconocimientos y
presenta la temática en congresos. El creador
está inmerso en el engranaje institución-lector;
es decir, entre quien lo proyecta (la editorial) y
hacia donde lo proyecta (el público).
Emitido por un dramaturgo, el discurso
sobre la migración es interpretado por un
público receptor de la obra que cree que todo
sucede como lo cuenta el autor: cree en los
118
Julián Beltrán Pérez
personajes, en las acciones que los mueven y en el
suceso, así como en el lugar de procedencia de los
sujetos a quienes el autor convierte en personajes.
Pese a ello, ¿qué tanto se apega la ficción de El viaje
de los cantores e Invierno a la realidad? La relación
entre el texto literario y el texto social responde esta
pregunta: es el hábitus que al mismo tiempo construye
al autor, en tanto que éste produce y publica, y aquél le
confiere poder y lo ubica en su campo. Pierre Bourdieu
define este concepto como los determinismos sociales
que rodean la producción artística, “lo cual remite
así a las condiciones sociales de su producción como
sujeto social (familia, etc.) y como productor (escuela,
contactos profesionales, etc.) y por otro a través de
las demandas y limitaciones sociales que se inscriben
en la posición que ocupa en un campo determinado
(más o menos autónomo de producción) (Bourdieu,
1990: 237).
Pero Salcedo no reescribe la historia para
los sujetos sociales que convierte en personajes
literarios, específicamente dramáticos. Mediante
tótems universales como la migración, la familia o la
sexualidad, inserta los dramas de los sujetos en una
realidad no reescrita para ellos, sino que los retoma
para exigir cuentas a las políticas latinoamericanas,
las cuales han de ponerse a debate a partir de las
cacerías de latinos, las que de un tiempo para acá
han sido un buen pretexto para reflexionar. De esta
Una sutil línea fronteriza
forma, el texto literario es un proceso de conversión
del hecho ficticio que relata un acontecimiento real y
el discurso discurre a la par de las prácticas sociales
que definen a una sociedad.
Como después de todo nada nos cuesta soñar, el
hecho migratorio es presentado como el sueño de
sujetos reales con las características sociales de género,
religión, clase social y nivel educativo. Pero, al final,
el sueño queda suspendido en el tiempo, pues estando
tan cerca de alcanzar la libertad constitucional de la
tierra primer-mundista prometida, sólo consiguen
engrosar las estadísticas de inmigrantes latinos
cazados por la border patrol o la migra. En este
sentido, los personajes no son ficticios, sino sujetos
con familia, como los 18 cantores, la joven pareja de
Invierno o el ranchero que siempre impone su ley a
quien se cruza en su camino. LC
Bibliografía
Asensi, Manuel (1990), citado en David Viñas Piquer, Historia de la
crítica literaria, Barcelona, Ariel.
Bourdieu, Pierre (1990), Sociología y cultura, México, Conaculta.
Derrida, Jaques (1996), La desconstrucción en las fronteras de la filosofía. La retirada de la metáfora, Paidós, Barcelona.
Giménez, Gilberto (1994), “La teoría y el análisis de la cultura. Problemas teóricos y metodológicos”, en González y Galindo (coords.),
Metodología y cultura, México, Conaculta.
Salcedo, Hugo (2001), El viaje de los cantores y otras obras de teatro,
México, Conaculta–Fondo Editorial Tierra Adentro.
_____ (2002), 21 obras en un acto, México, Conaculta-Universidad Autónoma de Baja California, Teatro del Norte.
_____ (2005), La ley del ranchero, México, Conaculta-El milagro [pról.
Peter Beardsell].
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Vidarte Fernández, Francisco Javier y Cristina Peretti Peñaranda (1998),
Derrida (1930), Barcelona, Ediciones del orto.
Una sutil línea fronteriza
Julián Beltrán Pérez
119
Benito Nogueira, sin título (1994).
Artaud, Uccello
La Colmena 69, enero-marzo 2011
La fascinación que la figura del pintor renacentista Paolo Uccello ejerció sobre la
imaginación del poeta Antonin Artaud (1896-1948) queda ejemplarmente
plasmada en los dos textos que siguen. El pintor que descubre la perspectiva
y pone los puntos de fuga en cuadros de batallas menos vistas que soñadas.
El poeta que inventa el teatro de la crueldad y comienza por vivirlo en su
propia psique. Los separa un océano de tiempo. Los une el vigor de la
imaginación. En un texto no demasiado conocido (“El verbo encarnado”),
Alejandra Pizarnik afirma: “La poesía de Artaud no tiene casi nada en
común con la poesía clasificada y definida. Puesto que su obra rechaza los
juicios estéticos y los dialécticos, la única llave para abrir una referencia
a ella son los efectos que produce. Pero esto es casi indecible, pues esos
efectos equivalen a un golpe físico. Si se pregunta de dónde proviene tanta
fuerza, se responderá que del más grande sufrimiento, físico y moral. El
drama de Artaud es el de todos nosotros, pero su rebeldía y su sufrimiento
son de una intensidad sin paralelo.” Leámoslo. Hice las traducciones en
colaboración con Bárbara Vial.
Artaud, Uccello
Jorge Esquinca
121
Uccello, la hebra
Para Génica
Uccello, mi amigo, mi quimera, viviste con este mito hebras. La sombra de esta gran
La Colmena 69, enero-marzo 2011
mano lunar donde imprimes las ilusiones de tu cerebro, nunca llegará hasta la vegetación
de tu oído que gira y hormiguea a la izquierda con todos los vientos de tu corazón. A
la izquierda las hebras, Uccello, a la izquierda los sueños, a la izquierda las uñas, a la
izquierda el corazón. Es a la izquierda donde todas las sombras se abren, naves, como
sombras de orificios humanos. La cabeza acostada en esta mesa en la que se hunde
toda la humanidad, qué más ves sino la sombra inmensa de una hebra. De una hebra
como dos bosques, como tres uñas, como un pasto de pestañas, como un rastrillo en las
hierbas del cielo. Sofocado el mundo, y suspendido, y vacilando infinitamente en las
llanuras de esta mesa donde inclinas tu pesada cabeza. Y a tu lado, cuando interrogas
las caras, qué ves sino una circulación de ramas, una reja de venas, la huella minúscula
de una arruga, el entramado de un mar de cabello. Todo es envolvente, todo es vibrátil
y qué vale el ojo sin sus pestañas. Lava, lava las pestañas, Uccello, lava las líneas, lava
la huella temblorosa de las hebras y de las arrugas en estas caras de muertos colgantes
que te miran como huevos, y en tu palma monstruosa y llena de luna como de una luz
de hiel, ahí está otra vez la augusta huella de tus hebras que emergen con sus líneas tan
finas como los sueños en tu cerebro de ahogado. De una hebra a otra, cuántos secretos
y cuántas superficies. Pero dos hebras, una junto a otra, Uccello. La línea ideal de las
hebras inexplicablemente fina y repetida dos veces. Existen arrugas que dan la vuelta a la
cara y que se prolongan hasta el cuello, pero debajo del cabello existen también arrugas,
Uccello. Así que puedes dar toda la vuelta a este huevo que cuelga entre las piedras y los
astros, y que sólo posee la doble animación de los ojos.
Cuando pintaste a tus dos amigos y a ti mismo en un lienzo bien preparado, dejaste
en el lienzo como la sombra de un extraño algodón, y ahí entiendo tus añoranzas y
tu pena, Paolo Uccello, mal iluminado. Las arrugas, Paolo Uccello, son cordones,
pero los cabellos son lenguas. En uno de tus cuadros, Paolo Uccello, he visto la luz
de una lengua en la sombra fosforosa de los dientes. Es por la lengua que alcanzas
la expresión viva en los lienzos inanimados. Y es a través de eso que vi, Uccello,
todo envuelto en tu barba, que me habías entendido y definido con anticipación.
Dichoso seas tú que tuviste la preocupación rocosa y terrestre por la profundidad.
Viviste en esta idea como un pez animado. Y en los círculos de esta idea das vueltas
para siempre y te persigo a tientas, siguiendo el hilo de la luz de esta lengua que
me llama desde el fondo de una boca milagrosa. La preocupación terrestre y rocosa
por la profundidad, yo que carezco de tierra en todo nivel. ¿Sospechaste realmente
122
Jorge Esquinca
Artaud, Uccello
Con Jorge Esquinca en la presentación de La Colmena, FIL Guadalajara (28 de noviembre de 2009).
Artaud, Uccello
Jorge Esquinca
La Colmena 69, enero-marzo 2011
mi descenso a ese bajo mundo con la boca abierta y el espíritu perpetuamente
sorprendido? ¿Sospechaste estos gritos en todos los sentidos del mundo y de la
lengua, como de un hilo perdidamente devanado? La larga paciencia de las arrugas
es lo que te salvó de una muerte prematura. Porque, lo sé, habías nacido con el
espíritu tan hueco como el mío, pero este espíritu lo pudiste fijar sobre algo que es
aún más poca cosa que la huella y el principio de una pestaña. A la distancia de
una hebra, te balanceas encima de un temible abismo del que, sin embargo, estás
separado para siempre.
Pero bendigo también, Uccello, pequeño niño, pequeño pájaro, pequeña luz
desgarrada, bendigo tu silencio tan bien plantado. Aparte de esas líneas que empujas
de la cabeza como una fronda de mensajes, sólo queda de ti el silencio y el secreto de
tu bata cerrada. Dos o tres signos en el aire, quién es el hombre que pretende vivir
más que esos tres signos, a quién, a lo largo de las horas que le cubren, pensaríamos
pedirle más que el silencio que le precede o que le sigue. Siento todas las piedras del
mundo y el fósforo de la superficie que mi paso acarrea, hacer su camino a través de
mí. Forman las letras de una sílaba negra en los pastos de mi cerebro. Tú, Uccello,
enseñas a no ser más que una línea y el alto estado de un secreto.
123
Pablo Pájaros o el sitio del amor
Paolo Uccello se agita en medio de un vasto tejido mental donde ha perdido todos los
caminos de su alma y hasta la forma y la suspensión de su realidad.
Abandona tu lengua Paolo Uccello, abandona tu lengua, mi lengua, mierda,
¿quién es este que habla?, ¿dónde estás? Más allá, más allá, Espíritu, Espíritu, fuego,
lenguas de fuego, fuego, fuego, come tu lengua, viejo perro, come su lengua, come,
etc. Arranco mi lengua.
SÍ.
Mientras tanto Brunelleschi y Donatello se desgarran como condenados. El punto
pesado y sopesado del litigio es sin embargo Paolo Uccello, quien se encuentra en
un plano distinto.
También Antonin Artaud. Pero un Antonin Artaud en gestación, del otro lado
de todos los vasos mentales y esforzándose para pensarse en otro lugar (en casa de
André Masson, por ejemplo, que tiene el mismo aspecto físico de Paolo Uccello, un
físico estratificado de insecto o de tonto, atrapado como una mosca en la pintura,
en su pintura que por lo tanto se vuelve estratificada).
Y de hecho es en él (Antonin Artaud) que se piensa Uccello, pero cuando se
piensa ya no está verdaderamente en él, etc., etc. El fuego en el que maceran su
hielo se convirtió en un bonito tejido.
Y Paolo Uccello continúa la operación molesta de este arranque desesperado.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Se trata de un problema que también se planteó al espíritu de Antonin Artaud,
pero Antonin Artaud no necesita un problema, ya lo tiene bastante jodido su propio
pensamiento, entre otras cosas por haberse encontrado a sí mismo y descubierto
como un mal actor, por ejemplo ayer, en el cine, en Surcouf, sin que esta larva de
Pequeño Pablo venga a comerse su lengua dentro de él.
El teatro fue construido y pensado por él. Metió aquí y allá arcadas y planos en
los que todos sus personajes se sacuden como perros.
Hay un plano para Paolo Uccello, y un plano para Brunelleschi y Donatello, y un
pequeño plano para Selvaggia, la esposa de Paolo.
Dos, tres, diez problemas se entrecruzaron de repente con los zigzags de sus
lenguas espirituales y todos los movimientos planetarios de sus planos.
En el momento en que se levanta el telón, Selvaggia está muriendo.
Paolo Uccello entra y le pregunta cómo está. La pregunta tiene el don de exasperar
a Brunelleschi que hiere la atmosfera únicamente mental del drama con un puño
material y tenso.
124
Jorge Esquinca
Artaud, Uccello
BRUNELLESCHI. – Puerco, loco.
PAOLO UCCELLO, estornudando tres veces. – Imbécil.
Pero primero, describamos a los personajes. Démosles una forma física, una voz,
un atavío.
Pablo Pájaros tiene una voz imperceptible, un paso de insecto, un traje demasiado
grande para él.
Brunelleschi tiene una auténtica voz de teatro sonora y bien encarnada. Se
parece a Dante.
Donatello está entre los dos: San Francisco de Asís antes de los Estigmas.
La escena se desarrolla en tres planos.
Inútil decirles que Brunelleschi está enamorado de la esposa de Pablo Pájaros.
Le reprocha, entre otras cosas, dejarla morir de hambre. ¿Se muere de hambre en el
Espíritu?
Pues estamos únicamente en el Espíritu.
El drama consta de varios planos y caras; consiste tanto en la estúpida pregunta de
saber si Paolo Uccello terminará por adquirir suficiente piedad humana para dar de
comer a Selvaggia, como en saber cuál de los tres o cuatro personajes perseverará
más tiempo en su plano.
Porque Paolo Uccello representa el Espíritu, no precisamente puro, sino indiferente.
Donatello es el Espíritu realzado. Ya no mira hacia la tierra, pero todavía tiene
en ella los pies.
Brunelleschi está completamente enraizado a la tierra y desea a Selvaggia terrestre
y sexualmente. Sólo piensa en coitar.
Paolo Uccello no ignora la sexualidad, pero la ve acristalada y mercurial, fría
como el éter.
Y en cuanto a Donatello, él ya no la añora.
Paolo Uccello no tiene nada en su traje. Sólo un puente en lugar del corazón.
A los pies de Selvaggia hay una hierba que no debería de estar ahí.
De repente, Brunelleschi siente su verga hincharse, volverse enorme. No puede
detenerla y levanta el vuelo como un gran pájaro blanco, como esperma que se
atornilla girando en el aire.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Versión de Jorge Esquinca
Artaud, Uccello
Jorge Esquinca
125
Como Eco, en El Divino Narciso (1990).
Miguel Ángel Buonarroti
Bajo el mentón crecido me ha el buche
como a gato que bebe agua lombarda.
O de cualquier otro país infame;
de la barbilla cuélgame la panza.
Si levanto la barba, el cogote siento
sobre el lomo; tengo pecho de arpía
y el chorreante pincel sobre mi cara
hace della un mosaico variopinto.
Todo el lomo cargo ya en la panza,
que contrapesa el culo como grupa
y no me deja ver ni dónde piso.
El cuero se me alarga por delante,
se me hace nudos al echarme atrás
y me estiro como un arco de Siria.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Pero, falaz y extraño,
resurge el juicio que la mente porta
porque mal tira cerbatana chueca.
Giovanni, hoy me hallo
lejos de mi oficio y, sin ser pintor,
defiendes mi honra y mi pintura muerta.
Miguel Ángel Buonarroti
(1509-1510)
Guillermo Fernández
127
Nota
Miguel Ángel escribió este soneto, caudado y burlesco, en los años que pintaba la Capilla
Sixtina (1508-1510), el cual dedicó a Giovanni da Pistoia, literato y secretario de la
Academia Florentina. LC
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Cuánto lamento, querida Virginia Aguirre, que por el momento no podamos reír juntos a
causa de este poema, al igual que lo hacíamos de nosotros mismos y de tantas personas
profesionalmente ridículas, más ridículas cuanto más solemnes. Espero que lo hagamos
pronto, a su debido tiempo, cuando al fin se enderece esta “cerbatana chueca”.
128
Guillermo Fernández
Miguel Ángel Buonarroti
José Rui Teixeira
La Colmena 69, enero-marzo 2011
José Rui Teixeira (Porto, Portugal, 1974). Realizó estudios en teología y
literatura, bajo el título de Diáspora apareció en 2009 una antología de su
obra poética.
130
Sergio Ernesto Ríos
José Rui Teixeira
I
N
os metemos excesivamente con los muertos, me decías.
Sus ojos negros, acuáticos, misteriosamente
náufragos del tiempo como momias de niños
enfermas del amor de los padres o árboles quietos
ensimismadas sobre su propia soledad.
Aún así observo demoradamente tu desnudez
sin olvidar que también morirás un día.
Háblame secretamente de las magnolias, del modo
como caen los pétalos sobre la tierra en los últimos días.
Los que no saben de la súbita blandura de las mañanas,
recogen silenciosamente fragmentos de la luz de marzo.
Pero tú nunca caminas sobre el trigo, ni asistes
a la devastación de un amor más grande que la muerte.
Derramarás tu sangre en la tierra incendiada,
para que lloren las flores el ineludible desenlace del invierno.
Nos metemos excesivamente con los muertos.
Descarnamos sus huesos como si nos ardiesen
las extremidades de los dedos y ladrillos dorados
nos pesaran sobre los relieves de las manos.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Me detengo en los silencios descosidos
de tu ropa adentro, en la extrema soledad
que anochece la tundra contra el hambre
esférica en el cielo de la boca o lenguas de fuego
sobre nuestras cabezas.
Serás como el fin del mundo en una caja
a los pies de la cama o la suspensión
demorada en el crepitar de las ausencias.
Hubo un tiempo en que yo desconocía el miedo.
Dios aún amaba a los hijos de los hombres
cuando, años más tarde, dejó de llover.
Cayó un libro de tus manos como presagio.
Es verdad que todavía espero el rumor blanco de las planicies,
la superficie de la mañana, tu boca como el estío.
José Rui Teixeira
Sergio Ernesto Ríos
131
II
Hubo un tiempo en que yo desconocía el miedo.
Los días eran como tangerinas en las letanías
de julio y mi madre buscaba en el fondo
de la mañana mi cadáver. Su cuerpo pendía
sobre una secreta forma de arrepentimiento,
orgánica como lamentaciones en las paredes del esófago.
De pronto, la palpación de un soplo, un estremecimiento.
Los frutos en el suelo antes de tiempo, un amor inconfesado
o una rara proporción en los segmentos blancos de los dedos.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Mi madre retenía en las manos la aterradora
exactitud de la muerte. Durante años la guardó
como una lámina sobre el corazón.
Un día, un gato escatológico deletreó su
nombre. Creí que era Dios. Cerré las manos
contra los higos con miedo del invierno.
132
Sergio Ernesto Ríos
José Rui Teixeira
Mónica de la Torre
El ángel en la casa
a) Haga un regalo de Navidad bien pensado.
Manipúlelo con cuidado. Las cajas
pueden dañar las alas.
Y/o b) Arránquele todas las plumas,
enjuáguelo con agua tibia,
déjelo hervir hasta
que sus rasgos particulares desaparezcan.
Personalice su ángel,
vístalo,
dibújele la cara (si aún no tiene una).
La Colmena 69, enero-marzo 2011
O, c) Diséquelo,
póngale una instalación eléctrica
a través de la médula espinal.
Cuélguelo.
134
Santiago Matías
Mónica de la Torre
The angel in the house
a) Makes a thoughtful Chrismas gift.
Beware and handle with care. Boxes
may damage the wings.
And/or b) Pluck all feathers out,
rinse with lukewarm water,
let boil until
distinctive features vanish.
Customize your angel,
dress it up,
draw its face (if it doesn’t already have one).
Or, c) Dissect,
wire electric installment
through spinal cord.
Hang it.
Tenis de mesa
Mónica de la Torre
La Colmena 69, enero-marzo 2011
—Cuatro es demasiado, Ping.
—El invierno no es mejor, Pong.
—Ya basta, Ping.
—Detente, Pong.
—Traigo un rollo, Ping.
—Para el auto, Pong.
—Tres es una pulgada, Ping.
—Tarta de pizza, Pong.
—Devuelve, Ping.
—Esfuérzate, Pong.
—Deja de pensar en pollos tristes, Ping.
—No es divertido, Pong.
—Casi nunca, Ping. Silencio.
Santiago Matías
135
Table Tennis
—Four’s too much, Ping.
—Winter’s no better, Pong.
—Cut it out, Ping.
—Pull over, Pong.
—I’m on a roll, Ping.
—Stop the car, Pong.
—Three’s an inch, Ping.
—Pizza pie, Pong.
—Correspond, Ping.
—Pump it up, Pong.
—Quit thinking about sad chickens, Ping.
—It’s not funny, Pong.
—Almost never, Ping. Silence.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Versiones de Santiago Matías
Mónica de la torre (Ciudad de México, 1969) es autora de los poemarios Acúfenos (Taller Ditoria, 2006), Talk
Shows (Switchback Books, 2007), Public Domain (Roof Books, 2008), libro publicado originalmente en inglés
y del cual provienen los poemas aquí traducidos, y Sociedad Anónima (Bonobos, 2010). Ha participado en
los proyectos editoriales colectivos The Collective Task y Taller de Taquimecanografía. Preparó, con Cristián
Gómez, la antología Malditos latinos, malditos sudacas: Poesía iberoamericana Made in USA (El Billar de
Lucrecia, 2009). Desde 1993 radica en la ciudad de Nueva York. LC
136
Santiago Matías
Mónica de la Torre
Gonzalo Utrilla, sin título,1994.
Azucena Arriaga Mejía
Ensayística y evocación
de la imagen poética en
Visión de Anáhuac de
Alfonso Reyes
E
La Colmena 69, enero-marzo 2011
l nombre de Alfonso Reyes (1889-1959) resuena sólidamente
entre los eruditos de la literatura hispanoamericana del siglo XX; su obra
incluye ensayos, poemas y epistolares pero, en especial, Visión de Anáhuac
[1519]1 es conocido como el ensayo que comenzó un proyecto nacional en
que Reyes, a través del conocimiento que tiene de la literatura universal,
cuestiona y da las pautas para la consolidación de lo que él considera como
“el alma nacional”.
La vida de Alfonso Reyes estuvo marcada por el hecho de que su padre,
el general Bernardo Reyes, fue una figura destacada durante el porfiriato
y en la política del estado de Nuevo León; además de ser un militar culto
que apreció el arte literario, tuvo un gran acervo y amistades de la talla
de Rubén Darío. Fue por ello el primer ejemplo en la educación de su hijo
(Castañón, 1991: 7-11).
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El primer título había sido “Mil quinientos diez y nueve” pero, por razones editoriales, no
se conservó, y Reyes propuso Visión de Anáhuac [1519].
Azucena Arriaga Mejía
Ensayística y evocación de la imagen poética
Desafortunadamente, la muerte del general Reyes el 9 de abril de 1913, al inicio de la
Decena Trágica que culminó con el asesinato de Madero y Pino Suárez, contra los que aquél
se había sublevado, dejó una herida imborrable en Alfonso, quien tenía en ese momento
24 años.
Otro antecedente particular es el Ateneo de la Juventud, la empresa cultural más
importante y exitosa en la historia nacional, en la que participó Reyes al lado de José
Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Julio Torri, Rafael López, Manuel de la
Parra, Martín Luis Guzmán y Carlos González Peña, entre otros. Como su nombre lo indica,
el objetivo principal del Ateneo fue revivir los clásicos griegos y latinos como el regreso a
la perfección y la belleza, al pensamiento que nace de la contemplación, y en contra del
positivismo imperante. Henríquez Ureña lo detalla así:
Sentíamos la opresión intelectual junto con la opresión política y económica de la que ya se
daba cuenta el país. Veíamos que la filosofía oficial era demasiado sistemática, demasiado
definitiva para no equivocarse. Entonces nos lanzamos a leer a todos los filósofos a quienes
el positivismo condenaba como inútiles, desde Platón que fue nuestro mayor maestro,
hasta Kant y Schopenhauer. (citado en Millán, 1981: 35)
El propósito fundamental del Ateneo pasaba por retomar las Humanidades como un
eje central en que las artes y en especial la literatura debían ser el pilar principal de la
revalorización y el futuro de la historia nacional: “la literatura mexicana se estudia con un
sentido histórico crítico y el elemento popular empieza a incorporarse a las manifestaciones
más características de la cultura nacional sin desconocer el valor de lo colonial que después
de la Independencia había pasado, por razones muy obvias, al olvido” (Millán, 1981: 37).
Además, el Ateneo difundió y apoyó la educación al llevar la cultura a los más diversos
lugares con la Universidad Popular:
Desde 1912, la generación de jóvenes universitarios que fundaron el Ateneo de la Juventud,
laboró también en la tarea de llevar la cultura al pueblo. Estableció la Universidad Popular,
con el objeto de ilustrar a los gremios obreros […] dictaban conferencias, organizaban
Este antecedente de altruismo en la vida del joven Alfonso y el premio de consolación
otorgado por el gobierno de Victoriano Huerta con el puesto de Secretario de la Legación
Mexicana en París2 meses después de la muerte del general Reyes, son puntos clave para
entender la visión un tanto melancólica de sus primeros ensayos.
Durante su estancia en Europa, Reyes convive con grandes figuras, como Baroja,
Solalinde, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Raymond, Américo Castro, Neruda, Vallejo,
Azorín, Unamuno, Ortega y Gasset, Borges y Girondo, y le toca observar el nacimiento de
algunos movimientos de vanguardia, de los cuales no será partícipe porque, como ya se
mencionó, Reyes defendía el espíritu clasicista, opuesto a aquellas revoluciones artísticas:
2
“De hecho cuando muere Bernardo Reyes, 1913, en ese momento Alfonso, todavía Alfonsito quizás, tendría
24 años, él nació el 17 de mayo del 89, está recién casado, tiene un hijo. El propio Victoriano Huerta se acerca
a Alfonso Reyes para nombrarlo su secretario particular, el hombre que le lleva la agenda –una función de
moda–[,] pero no acepta y finalmente para no pelearse con quien tiene el poder, con Victoriano Huerta, acepta
irse de México nombrado como secretario de la legación mexicana en París y en ese momento Reyes se va
de México, es decir, por ahí de agosto[,] septiembre de 1913[,] y Reyes no volverá a México más que a tomar
vacaciones unos cuantos días, en aquella época en que no había aviones, o eran muy raros. Sólo volverá a
México definitivamente después de septiembre de 1939, por agosto también o septiembre.” (Castañón, 2003).
Ensayística y evocación de la imagen poética
Azucena Arriaga Mejía
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
visitas a museos y planeaban excursiones a los lugares históricos. (Larroyo, 1977: 443)
Reyes: un escritor posmoderno que desconfía de la vanguardia y de la literatura profética,
a quien el ejercicio de las letras le revela desde muy temprano “el fin de las ideologías” […]
El escritor vive de referencias, su vida son referencias, experiencias que son relevos de otras
experiencias. La vida literaria, el trato con los escritores no proporcionan prácticamente
otra cosa que un conocimiento de primera mano sobre la elección y la disposición de los
diversos puntos de vista: la simpatía es el único criterio de verdad. (Castañón, 1991: 17-18)
Reyes prefiere empaparse del conocimiento del mundo antiguo que a pesar de los años
seguía vigente y que era necesario conocer, plasmarlo con su pluma para justificar la
revalorización del pasado junto a la experiencia literaria que compartió con los escritores
que le eran contemporáneos, todo lo cual, entre otros valores, fundamenta la importancia
que tiene hasta hoy y que aprecian quienes lo leen.
Visión de Anáhuac3 inaugura una polémica ante la crítica, ya que al incluir fragmentos
de crónicas y un poema náhuatl, Reyes teje la red en que cayeron algunos estudiosos al
catalogar el texto como un ensayo histórico que buscaba recuperar las raíces indígenas. Al
respecto, Ruiz Soto señala:
En un principio, como suele ocurrir con frecuencia en relación con los poemas en prosa, el
texto fue malinterpretado por la crítica y se le consideró como un ensayo histórico, sobre
todo después de haber sido catalogado como tal por Carlos González Peña en su difundida
Historia de la literatura mexicana de 1928, que alcanzó en 1975 una docena de ediciones
(Ruiz Soto, 1990: 254).
Será hasta décadas más tarde que escritores como Octavio Paz darán las pautas para leer
Visión de Anáhuac como un ensayo poético por sus imágenes de un fresco que recrea el
paisaje del Valle del Anáhuac. Es una prosa poética que con su ritmo acompaña al lector:
Alfonso Reyes señala con verdad que no se puede hablar en prosa sin tener plena conciencia
de lo que se dice. Incluso puede agregarse que la prosa no se habla: se escribe. El lenguaje
hablado está más cerca de la poesía que de la prosa; es menos reflexivo y más natural y de
ahí que sea más fácil ser poeta sin saberlo que prosista. (Paz, 1995: 48)
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Por su parte, Carlos Monsiváis (1966) define el célebre ensayo reyesiano como un poema
en prosa poética y descarta su supuesto carácter de ensayo histórico. Es así, según puede
comprobarse con la cita anterior, porque la incorporación de elementos como las crónicas,
coloca al prosista en la libertad imaginativa del poeta.
El mismo Reyes entendió el ensayo como un híbrido “donde hay de todo y cabe de todo,
propio hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado
de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha” (Reyes, 1995: 403); es decir,
el ensayo puede moverse en la dirección que le sea necesaria al autor, y éste desarrolla sus
ideas sin dejar de lado el objetivo que persigue con su tesis.
Más aún, Ruiz Soto dice:
El malentendido es notable porque Visión de Anáhuac no puede ser considerado como
ensayo ni siquiera de una manera aproximativa. El texto no pretende demostrar nada. No
sustenta ninguna tesis. No desarrolla ningún argumento a favor o en contra de ninguna
hipótesis. Es la recreación literaria del pasado indígena. Su objetivo no es el análisis de la
realidad histórica sino la evocación idealizada de un mundo extinto. No es una revisión
3
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“Visión de Anáhuac, escrito durante su estancia en Madrid en 1915 y publicado en El Convivio de San José de
Costa Rica en 1917” (Ruiz Soto, 1990: 253).
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Ensayística y evocación de la imagen poética
del sistema político, social o económico del México antiguo, sino como lo indica el título
con elocuencia: una visión. Es decir, la visualización de una imagen o un conjunto de
imágenes. La reconstrucción imaginaria del Anáhuac. (Ruiz Soto, 1990: 257-258)
Lo anterior difiere de lo que aseguró Reyes, quien desde un principio dio las pautas para
enmarcar Visión de Anáhuac como un ensayo. En una carta a Mediz Bolio, fechada el 5 de
agosto de 1922, afirma:
Yo sueño –le decía a usted– en emprender una serie de ensayos que habían de desarrollarse
bajo esta divisa: En busca del alma nacional. Visión de Anáhuac puede considerarse un
primer capítulo de esta obra, en la que yo procuraría extraer e interpretar la moraleja de
nuestra terrible fábula histórica: buscar el pulso de la patria en todos los momentos y
en todos los hombres en que aparece intensificado; pedir a la brutalidad de los hechos
un sentido espiritual, descubrir la misión del hombre mexicano en la tierra, interrogando
pertinazmente en todos los fantasmas y las piedras de nuestras tumbas y nuestros
monumentos. (citado en Castañón, 1991: 23)
No cabe duda que la intención de Reyes es cuestionar al mexicano y no únicamente
hacer “la reconstrucción imaginaria del Anáhuac”. Asimismo, la (palabra) “visión” es
mucho más abarcadora que el simple vistazo; lo esencial consiste en mirar más allá de
lo obvio. Al respecto, Álvarez considera visión como:
acto de ver el objeto exacto, permanente, el valle de Anáhuac. Visión: revelación, acto
poético, profecía de una realidad nacional. Visión: espectro, percepción fantasmal
del paraíso perdido. Visión: espejismo, imagen borrosa, desenfocada, del paisaje y de
nuestra historia. O también visión, punto de vista, fragmento de una verdad nacional
que se ha resquebrajado. (Álvarez, 2008: 153)
De este modo, Visión de Anáhuac no sólo coloca la mirada en el pasado o en su
reinvención, sino que mantiene un diálogo que motiva al lector a través de la imagen,
lo cual, curiosamente, vela el interés principal de Reyes de encaminarlo por un gran
sendero donde es posible interactuar con testimonios históricos.
Liliana Weinberg, especialista en ensayo latinoamericano, hace un estudio minucioso
de lo que representa la figura de Alfonso Reyes para ese conjunto literario:
Para estudiar el ensayo de Reyes y, por supuesto, el ensayo en general, es necesario, en
efecto, desde mi punto de vista, atender a estas dos grandes coordenadas: lo que cada
ensayo interpreta como lo narrable y lo argumentable en su tiempo y lugar social, y que
a su vez permitirá repensar lo narrable y lo argumentable de su sociedad y su cultura. A
través de la textura de todo ensayo de envergadura se pone en práctica, se reinterpreta,
una visión de “tiempo, historia y alma” (parafraseo el título de un texto del propio
Reyes) […] El ensayo de Reyes se convierte en el microcosmos donde un México en
y de sincronización con los tiempos del viejo y el nuevo mundo, se autorrepresenta, a
través de uno de sus grandes hombres de letras, los modos de ese proceso. (Weinberg,
2004: 58)
En Visión de Anáhuac, Reyes funge como ensayista-narrador que acude a la historia y a
la tradición literaria para describir el Nuevo Mundo. Lo argumentable está alineado con la
interpretación que se encuentra entre líneas y es necesario abrir los sentidos, expandir la
visión para identificar las pautas que inauguran la búsqueda del “alma nacional”.
Ensayística y evocación de la imagen poética
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
proceso de reorganización, de modernización, de apertura al mundo hispanoamericano
Inicio el recorrido de Visión de Anáhuac [1519] con una reflexión sobre la fecha: 1519
es el año en que Hernán Cortés desembarca en Veracruz, y con ello se avecina el ocaso
del impero mexica, pero también es una composición numérica que mediante metátesis
forma 1915, año en que una parte importante del mundo vive la Primera Guerra Mundial,
mientras México camina lacerado y sin rumbo, inmerso en la Revolución.
El ensayo se divide en cuatro apartados, inaugurado cada uno con un epígrafe, el primero
de los cuales es el más conocido: “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”
(Reyes, 1983: 3), de la autoría del propio Reyes y una parte del cual servirá para el título
de la novela de Carlos Fuentes, además de que coloca al lector en un paisaje casi divino,
alejado del bullicio, enfocado en la naturaleza para reiterar que la imagen es un elemental
acto de presencia en la escritura: la tierra como pureza que es sinónimo de libertad poética.
En el primer apartado, se hace una síntesis de historias y crónicas relativas al
descubrimiento del Nuevo Mundo que proponen al paisaje americano como un paraíso
inexplicable, donde la fantasía, a través de la palabra, exagera la imaginación de los
conquistadores europeos, cuya ilusión era la de vivir aventuras en sitios inexplorados, en
medio de colores y sabores exuberantes, tal y como lo heredaron de las narraciones de
caballería que en esa época inundaban el Viejo Mundo.
La hipérbole se desborda ante los ojos de los conquistadores que, como Hernán Cortés
o Bernal Díaz del Castillo, describen el imperio de Moctezuma. Reyes también remite a
la exageración de los europeos que idealizaron las nuevas tierras conquistadas, como el
geógrafo italiano Ramusio, quien dedicó tres volúmenes ilustrados basándose posiblemente
en algunas cartas de Cortés.
Estas imágenes son confrontadas críticamente con la visión de un Valle de Anáhuac
ultrajado; específicamente, la referencia es a las tres razas que desde 1449 se nutrieron de
la tierra, el agua y el aire, pero que sobre todo trabajaron en la parte central del imperio:
mexicas-nahuas, españoles y mexicanos:
Abarca la desecación del valle desde el año de 1449 hasta el año de 1900. Tres razas han
trabajado en ella, y casi tres civilizaciones [...] Tres regímenes monárquicos, divididos por
paréntesis de anarquía, son aquí ejemplo de cómo crece y se corrige la obra del Estado, ante
las mismas amenazas de la naturaleza y la misma tierra que cavar. De Netzahualcóyotl
al segundo Luis de Velasco, y de éste a Porfirio Díaz, parece correr la consigna de secar la
tierra. Nuestro siglo nos encontró todavía echando la última palada y abriendo la última
La Colmena 69, enero-marzo 2011
zanja. (Reyes, 1983: 5)
De esta manera, Reyes cuestiona a los gobiernos y sociedades que se asentaron en el
Anáhuac y cómo, a principios del siglo XX, se mantenía esa lucha por el poder y el territorio.
Más adelante, Reyes se refiere al cuestionamiento que Europa hace de la vasta geografía
de América. La incredulidad del occidental está latente, pero la defensa que hace el escritor
justifica el amor por su nación:
El viajero americano está condenado a que los europeos le pregunten si hay en América
muchos árboles. Les sorprenderíamos hablándoles de una Castilla americana más alta que
la de ellos, más armoniosa, menos agria seguramente [...], donde el aire brilla como espejo
y se goza de un otoño perenne. La llanura castellana sugiere pensamientos ascéticos: el
valle de México, más bien pensamientos fáciles y sobrios. Lo que una gana en lo trágico, la
otra en plástica rotundidad. (Reyes, 1983: 6)
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Ensayística y evocación de la imagen poética
Esta cita expone que Reyes observó y comparó el paisaje europeo con el de su continente e
hizo una valoración más positiva del Valle de Anáhuac al considerarlo como un espacio más
adecuado para el poeta y la inspiración; también hace un contraste con el asombro de los
cronistas ante el paisaje de mayor libertad que retrataron con estampas nunca antes hechas
de imaginación y palabras.
La antigua Europa se deleitaba con las imágenes de Egipto y Babilonia, pero tras el
descubrimiento del Nuevo Mundo se incorporaron las descripciones de uno de los más
poderosos imperios de Mesoamérica: el mexica. El caballero medieval portaba armadura,
viajaba a caballo y tenía armas: “Polvo, sudor y hierro”, según inicia el poema “Castilla”
de Manuel Machado; el guerrero mexica se vestía con plumas de bellos colores y utilizaba
madera y flechas. Lo que narra Reyes propone imágenes de mayor profundidad:
El conquistador o descubridor, con el asombro deslumbrante que experimenta ante el Nuevo
Mundo, es el símbolo no sólo del europeo frente a América, del Hombre ante la Utopía: el
conquistador también es otra encarnación estética del poeta Alfonso Reyes y de su actitud
ante los tesoros y maravillas descubiertas o reveladas por un genio poético de la calidad de
Góngora. (Robb, 1978: 39-40)
Hasta aquí, Visión de Anáhuac brinda una excelente recreación poética a través del hecho
histórico. Reyes utiliza las experiencias de los cronistas, apócrifos o no, sin poner en tela
de juicio la verosimilitud: “El ansia de Reyes es literalizar la historia y a sus protagonistas;
en varios de sus escritos hace retratos de personajes y el resultado es el mismo: convertir lo
vano en hecho literario.” (Ruiz Abreu, 1990: 246)
El epígrafe de la segunda parte está tomado de Bernal Díaz del Castillo: “Parecía a las
cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís... No sé cómo lo cuente” (Reyes,
1983: 9). Lo maravilloso se vuelve a colocar ante los ojos de los incrédulos, que no tienen
palabras para describir las novedades de la tierra americana y cuyo único referente son las
aventuras de sus héroes literarios medievales:
“Intento por definir el paisaje” es lo que llama Reyes a su Visión de Anáhuac. Pero la obra es
mucho más que eso; es, en verdad, una contemplación estética del paisaje, una recreación
del Valle de Anáhuac según lo vieron los primeros españoles en 1519. Jorge Mañach lo ha
calificado de “ensayo evocador del México precolombino […] una de sus pequeñas obras
maestras [en la cual] poesía y saber se fundieron ya en él para integrar un dechado de
Reyes se refiere a las anotaciones de Cortés y Humboldt, retoma de esta manera el pasado
plasmado mediante la pluma para hacer la valoración de las imágenes paradisíacas a las
cuales se enfrentó el conquistador y que lo dejaron absorto en las novedades sensoriales de
objetos, animales, olores, colores y hasta de la geografía.
“Esta plaza principal está rodeada de portales, y es igual a dos de Salamanca. Discurren
por ella diariamente –quiere hacernos creer– sesenta mil hombres cuando menos” (Reyes,
1983: 12). Es aquí donde Reyes advierte el asombro de Cortés ante las imágenes que lo
inundan; de igual manera, Reyes recurre a la hipérbole e incluso, si esto es posible, la
incrementa con las narraciones de Bernal Díaz del Castillo. Todo ello para alcanzar un fin,
y no simplemente por utilizar el hecho histórico como excusa.
La figura de Moctezuma es presentada de manera sumamente poetizada con descripciones
y comparaciones que alcanzan la exageración: “Si hay poesía en América –ha podido decir
Ensayística y evocación de la imagen poética
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documentación iluminada, de apología lírica y descriptiva a la vez. (Leal, 1996: 768)
el poeta–, ella está en el gran Moctezuma de la silla de oro” (Reyes, 1983: 17), que es
paráfrasis de “Palabras liminares” de Rubén Darío: “Si hay poesía en nuestra América, ella
está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y
fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman”
(Darío, 1987: 86). En este punto se unen las narraciones que hace Reyes del Valle del
Anáhuac y comienza a aterrizarlas con las palabras de los poetas: la imagen que mueve la
pluma es más accesible, es la “poesía de hamaca y de abanico” (Reyes, 1983: 14).
Al final del apartado dos dice: “Cuatro veces el Conquistador Anónimo intentó recorrer
los palacios de Moctezuma; cuatro veces renunció, fatigado” (Reyes, 1983: 21), y hay una
nota al pie agregada en 1955, que ciertamente es aclaratoria porque a Reyes no le interesa
si las palabras eran de Alonso de Ulloa o de Ramusio, pues el sentido que busca y logra es
el de la recreación de la imagen, no la veracidad:
Que el hecho fuera real o ficticio es irrelevante para Reyes, ya que, según se desprende de
su nota, no pretendía hacer la descripción objetiva de un mundo real, sino la evocación
artística de un mundo posible. No buscaba la verdad histórica sino la verosimilitud literaria,
es decir, la verdad poética. (Ruiz Soto, 1990: 266)
La tercera parte del ensayo inicia con un epígrafe de Ignacio Ramírez Calzada, El Nigromante:
“La flor, madre de la sonrisa” (Reyes, 1983: 21). La flor simboliza al pueblo náhuatl, inspira
a los grandes, envuelve a los dioses y reyes, la flor es la vida, el color, el perfume y la
belleza, y debe ser tratada favorablemente por el poeta.
La poesía es una flor que poco a poco se cultiva:
Así como hay algo inefablemente divino en la flor, también hay una chispa de lo
inefablemente divino en el poema; por lo tanto la función del poeta, a medida que cultiva
y cuida sus poemas como el jardinero sus flores, tiene algo de lo sagrado o divino: el poeta
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tiene un encargo y una misión especial; es el “santo jardinero”. (Robb, 1978: 41)
Reyes vuelve a los orígenes de la poesía nahua, y toma la flor como su emblema: “Los
mexicanos desde sus tiempos prehispánicos siempre han adorado a las flores y han hecho
de ellas una parte íntima de sus vidas individuales y colectivas en la más honda dimensión
cultural. De esto Reyes deriva implicaciones simbólicas que son para un mexicano
prometedoras e inspiradoras” (Robb, 1978: 42).
A pesar de lamentarse por “la pérdida de la poesía indígena mexicana”, Reyes rescata
la traducción del poema “Ninoyolnonotza”, en que se demuestra que el poeta náhuatl
logró expresar sus sentimientos de manera sublime y es ejemplo claro de que el paisaje del
Anáhuac inspiró la poesía desde tiempos precolombinos.
Desafortunadamente, no se puede fiar de las traducciones porque la mayoría es obra
de frailes, ya que por sus contenidos fueron expuestas a la censura. Por desgracia, no
hay poesía indígena pura que escape al tamiz del cristianismo. Sin embargo, al presentar
“Ninoyolnonotza”, Reyes da la pauta para recuperar el valor artístico del poeta náhuatl y
conocer las ruinas de la poesía del Anáhuac así como los símbolos que en ésta se esconden,
como el de la flor:
De manera que el poeta, en pos del secreto natural, llega hasta el lecho mismo del valle.
Estoy en un lecho de rosas, parece decirnos, y envuelvo mi alma en el arcoiris de las flores.
Ellas cantan en torno suyo, y, verdaderamente, las rocas responden a los cantos de las
corolas. Quisiera ahogarse de placer, pero no hay placer no compartido, y así, sale por el
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Ensayística y evocación de la imagen poética
campo llamando a los de su pueblo, a sus nobles y a todos los niños que pasan. Al hacerlo,
llora de alegría. (La antigua raza era lacrimosa y solemne.) De manera que la flor es causa
de lágrimas y regocijos. (Reyes, 1983: 34)
La interpretación de Reyes se estrecha con la influencia de textos como El cantar de los
cantares y relatos como el relativo al rey Arturo. En este apartado hay una mayor participación
de Reyes, quien va más allá de narrar los hechos, como lo ha hecho anteriormente, y la
interpretación llega hasta la sensibilidad y la nostalgia por el mundo que refleja el poeta.
El epígrafe del último apartado es de Bunyan, “The Pilgrim’s Progress”: “But glorious
it was to see, how the open region was filled with horses and chariots” (Reyes, 1983: 29).
La conclusión de Reyes es de aliento, pues la historia y la cotidianidad logran forjar la obra
de acción común y la obra de contemplación común, que mantienen su ímpetu de poeta,
ya no indígena ni español, simplemente la mezcla de ambos mundos, combinada con la
sensibilidad por la geografía y todo aquello que existe alrededor.
La vastísima vida literaria de Alfonso Reyes está enmarcada en los sucesos políticos,
sociales y culturales del México contemporáneo, que, sin embargo, no lo llevaron a ponerse
a favor de la industrialización y la modernización, sino, por el contrario, lo impulsaron a
buscar las raíces, los orígenes, para sedimentar el presente y el futuro, la sensibilización
mediante la poesía y la historia:
Si América es una creación del espíritu europeo, empieza a perfilarse entre la niebla del
mar siglos antes de los viajes de Colón. Y lo que descubren los europeos cuando tocan estas
tierras es su propio sueño histórico. Reyes ha dedicado páginas admirables a este tema:
América es una súbita encarnación de una utopía europea. El sueño se hace realidad,
presente; América es un presente: un regalo, un don de la historia. Pero es un presente
abierto, un ahora que está teñido de mañana. La presencia y el presente de América son
un futuro; nuestro continente es la tierra, por naturaleza propia, que no existe por sí, sino
como algo que se crea y se inventa. Su ser, su realidad o substancia, consiste en ser siempre
futuro, historia que no se justifica en lo pasado, sino en lo venidero. Lo que nos funda no
es lo que fue América, sino lo que será. América no fue; y es sólo si es utopía, historia en
Visión de Anáhuac [1519] mueve a la reflexión y a la valoración del entorno que sigue
siendo la sorpresa de otros, sobre todo de los europeos. Pero no sólo debe ponerse esto
en alto, porque el acervo legado por las culturas indígenas puede ser retomado en nuevas
temáticas poéticas y, en general, literarias: “no le neguemos la evocación, no desperdiciemos
la leyenda. Si esa tradición nos fuere ajena, está como quiera en nuestras manos, y sólo
nosotros disponemos de ella. No renunciaremos –oh Keats– a ningún objeto de belleza,
engendrador de eternos goces.” (Reyes, 1983: 30)
Los objetos que engendran los eternos goces se encuentran en cualquier momento
sublime del alma, cuando la contemplación inunda los ojos del poeta. Reyes dejó abierta
una puerta al universo en que la poesía es la esperanza para sensibilizar y enaltecer el
carácter humano: la belleza y la inspiración nunca estarán de más en nuestra América. LC
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marcha hacia una edad de oro. (Paz, 1995: 286)
Inauguración de la exposición Vuelo de colores (1999).
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Azucena Arriaga Mejía
Ensayística y evocación de la imagen poética
Martha Eugenia Delfín Guillaumin
San Juan Ixhuatepec
(San Juanico), siglos XVI-XVIII
ste texto trata del origen de San Juan Ixhuatepec, mejor conocido
como San Juanico, y de algunos problemas aislados de legalización y pleitos
de tierras. Se narra grosso modo el desarrollo histórico de San Juanico,
con especial interés en un expediente colonial del siglo XVIII que contiene
información sobre mercedes y documentos del siglo XVI.
Las obras de Peñafiel (1885 y 1892) han sido de gran utilidad para la
realización de este estudio, particularmente en lo que se refiere al origen del
lugar y los primeros pleitos de tierras. Asimismo el libro de Gibson (1984),
en el que hay información sobre la situación legal de San Juanico a fines
del periodo colonial. A su vez, la obra de Gerhard (1977) permitió identificar
las órdenes religiosas que evangelizaron la zona, así como el número de
vecinos, los ranchos y haciendas aledaños.
En cuanto al significado etimológico de Ixhuatepec, los diccionarios
y libros de gramática náhuatl coinciden en que es “cerro verde”, lleno de
izhuates o palmeras de tallo tierno.
El propósito es describir los orígenes remotos del poblado que sufrió
un gran daño por la explosión de gas ocurrida el 19 de noviembre de
1984, pues no sólo hubo pérdidas materiales sino humanas. Para eximir
de responsabilidades, se llegó a plantear que se trataba de una población
asentada en la cercanía de la estación de almacenamiento y distribución
de gas licuado del petróleo por la intención de sus habitantes de conseguir
San Juan Ixhuatepec
Martha E. Delfín Guillaumin
147
La Colmena 69, enero-marzo 2011
E
trabajo en ella, cuando en realidad se trata de una localidad muy antigua. En la actualidad,
algunas personas se refieren a San Juanico como una colonia o un barrio integrado a la
Zona Metropolita del Valle de México, en el municipio de Tlalneplanta, Estado de México,
y por ello no lo reconocen como pueblo; sin embargo, en la época colonial, el siglo XIX y
buena parte del siglo pasado, fue un pueblo.
Etimología
Sobre la voz Huaxtepec se ha dicho lo siguiente:
La escritura es figurativa y fonética; consta del signo huaxin, árbol de las leguminosas,
cuyo fruto alimenticio usan todavía los indígenas, y de la terminación tepec. La palabra
Huaxtepec es de origen nominal, su ortografía la comprueba el jeroglífico, que se refiere
por la figura y color de los frutos a la Acacia esculenta, L., lo mismo que la de Huaxyaca-c
o Oaxaca, y de ninguna manera a la Crescentia cujete, L.: Lugar de los huaxis”. (Peñafiel,
1885: 116)
En otro texto se lee que ixua significa nacer la planta o brotar la semilla, mientras que tepetl
quiere decir sierra (Molina, 1978: 48 rev. y 102 rev.).
Y también hay quien hace el siguiente análisis: Iz, adverbio en náhuatl: “aquí”, “de
aquí”, “por aquí”. Izhuatl, especie de palmera o palma (ixhuate), brachea dulcis. Izquitl es
el maíz tostado, una flor muy olorosa. Tepetl, montaña, país, localidad. Uaxin, árbol cuyo
fruto es parecido al del algarrobo y es comestible (Simeón, 1984: 234-235, 496 y 745).
En otra obra más se lee que ixhuate es una especie de palma, cuyo cogollo o palmito es
comestible; ixhuatl es un brote o planta recién nacida (Cabrera, 1975: 83). Mientras que en
otomí aparece como boxitza (biotza), según se lee en el expediente 10 del volumen 1538 del
ramo Tierras del Archivo General de la Nación.
Así, se puede afirmar que Ixhuatepec significa cerro con palmas, cerro con ixhuates,
cerro verdoso o cerro zacatoso. Otras palabras que refieren a esos significados son Iztutepec
o Izhatepec.
Información general de la zona donde se encuentra ubicado San Juan Ixhuatepec
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Durante el periodo virreinal, San Juan Ixhuatepec perteneció a la provincia de Xilotepec,
palabra ésta de la que se explica: “‘En el lugar de los jilotes’, el fonético terminal de lugar
tepec, llevando dos jilotes o mazorcas de maíz tiernas, que expresan la radical xilotl. Esta es
la significación literal; pero en nuestro concepto, el lugar estuvo consagrado a la diosa Xilo,
Xilomen, Centeotl, la Cibeles mexicana.” (Peñafiel, 1885: 235)
Como ya se indicó, San Juanico estuvo sujeto al gobierno de esa cabecera, la cual se
extendía por la Sierra de las Cruces (3,800 m) hacia el sur; cruzaba, al norte, por una serie
de colinas erosionadas y afluentes del río Pánuco. Es descrito como un lugar frío, seco e
infecundo. El actual municipio de Jilotepec ocupa la parte extrema noroccidental del Estado
de México, al suroeste de Hidalgo y Querétaro. Lo anterior explica por qué San Juanico
aparece en los documentos históricos bajo distintas jurisdicciones.
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Martha E. Delfín Guillaumin
San Juan Ixhuatepec
En otomí, Xilotepec es Madenxi, y el dato es relevante porque fue un antiguo reino otomí
cuyos gobernantes estuvieron emparentados con Moctezuma. Incluía una dependencia
lejana, Tecozauhtla, en la frontera chichimeca (en el Códice Mendocino, ambos lugares
aparecen como tributarios de Tenochtitlan).
La lengua predominante fue el otomí, pero había grupos de mazahuas en el sur
y chichimecas (pames) en el norte, aparte de una minoría náhuatl. También había ahí
otros señoríos pequeños, tributarios igualmente de los aztecas, entre los cuales estaban
Tzayanalquilpan y Tlachcoque (que podría ser Chiapantonco o Querétaro). El Tlatoanide
Chiapan gobernó probablemente Acaxochitlan y Michmaloyan, aunque quizás éstos fueron
señoríos autónomos.
Es posible que la parte sur de esta área fuera vista por los españoles en 1519 y que haya
caído bajo el control español a mediados de la década de 1520. Enseguida de la conquista,
la parte norte fue ocupada por chichimecas. Una expedición española exploró el norte en
1526, y en 1531fue fundado un puesto en Hueychiapan. La guerra de los españoles y sus
aliados otomíes contra los chichimecas duró muchos años y alcanzó su clímax entre 1570
y 1580.
Xilotepec como entidad tributaria
San Juan Ixhuatepec
Martha E. Delfín Guillaumin
La Colmena 69, enero-marzo 2011
A finales del siglo XVI surgieron los primeros encomenderos: Hernando de Cantillana,
Francisco de Quevedo y Juan Núñez Sedeño. En 1533 toda la provincia fue dada al
conquistador Juan Jaramillo de Salvatierra, casado con doña Marina, Malintzin, la Malinche,
con quien procreó a doña María (Marina) Jaramillo.
Al enviudar, Jaramillo se volvió a casar, ahora con doña Beatriz de Andrada. A la muerte
de Jaramillo, en 1550, doña Beatriz heredó la encomienda y tomó como esposo a don
Francisco de Velasco, hermano del virrey. Sin embargo, la mestiza doña Marina reclamó
parte de la herencia, y para 1555 la mitad de Xilotepec les fue dada a ella y su marido, Luis
de Quesada. Éste y Velasco compartieron los tributos desde 1560, pero antes de terminar el
siglo XVI la mitad de Velasco se perdió de manera fraudulenta.
De 1592 a 1604, la mitad de Luis de Quesada fue tomada por un nieto de Jaramillo, Pedro
de Quesada. Para 1623, la porción “privada” reclamada por la viuda de Luis de Quesada
fue reducida a un tercio; sesenta y cinco años más tarde, el dueño era Pedro de la Cadena.
En lo tocante al gobierno de dicha provincia, Gerhard (1977) menciona que hacia 1548
se nombró a un magistrado conocido como Justicia Mayor de Chichimecas, que tenía bajo
su mando y protección las colonias de la frontera contra las incursiones chichimecas. Su
jurisdicción se extendía desde el norte y oeste de Xilotepec, dentro de las tierras aún no
colonizadas, y llegó a alcanzar por un tiempo la frontera con Nueva Galicia y San Luis
Potosí. En las décadas de 1550 y 1560, este magistrado dedicó la mayor parte de su tiempo a
la frontera, mientras que los poderosos encomenderos de Xilotepec se enriquecieron ante la
falta de alguien que los controlara. Durante esos años, Diego Ramírez visitó ocasionalmente
Xilotepec-Chiapantongo (1551-1555) y a los vecinos caciques de Otumba (1551), Zayula
(1555) e Iscuincuitlapilco (1560). En 1567, un magistrado de la Justicia Mayor reportó que
estaba atendiendo problemas relacionados con abusos de encomenderos. Para el año 1577,
149
Entrega de reconocimientos a Delfina Careaga, Juanita Meis y Virginia Aguirre (13 de julio de 2010).
La Colmena 69, enero-marzo 2011
el actual Querétaro tuvo su propio magistrado, mientras que Sichú y Cimapan lo tuvieron en
1590, lo cual minimizó los límites de la otrora más grande provincia de la Nueva España.
Xilotepec fue una población difícil de manejar. Para 1690 tenía diferente magistrado
que la provincia septentrional de Hueychiapa (sic), pero fueron unidas nuevamente bajo
un mismo magistrado con residencia en esta última. Desde 1787, dicho magistrado fue un
subdelegado de la Intendencia de México.
El mismo Gerhard brinda información acerca de la labor misionera y dice que, hacia
1529, los franciscanos establecieron su doctrina en San Pedro y San Pablo Xilotepec y otra,
dos años más tarde, en San Mateo Hueychiapa. San Martín Alfaxayuca, otra parroquia
franciscana, es de 1559. Hacia 1566, los agustinos de Actopan fundaron una vicaría en
Santiago Chiapatongo que se convirtió en priorato por 1569. Para ese entonces, un cura
secular fue residente en San Miguel Chiapa. Las parroquias franciscanas de Santiago
Tecozautla y San Gerónimo Aculco, así como una asistencia en San Miguel Acambay (que
luego fue elevada a la categoría de parroquia), datan del siglo XVII. El curato (coadjutoría)
secular de Nuestra Señora de la Peña de Francia (Villa del Carbón) fue creado probablemente
de una visita de Chiapa a fines del siglo XVII. Todas las doctrinas regulares fueron
secularizadas entre 1754 y 1768.
Para concluir este repaso, Gerhard apunta que en 1794 había una parroquia en San
Bernardino Taxquillo, y más tarde, Magdalena Nopala adquirió un sacerdote residente;
ambas eran visitadas desde Alfaxayuca y Hueychiapa, respectivamente. Las tres villas
de Atzcapozaltongo, Calpulalpan y Tlautla pertenecieron a la parroquia de Tepexi (Tula),
mientras que San Ildefonso era visitada desde Amealco (Querétaro). Pertenecían todas estas
parroquias al Arzobispado de México (Gerhard, 1977: 384-385).
En lo que se refiere a población y asentamientos, Xilotepec fue, en su momento, la
principal encomienda. Para 1565 contaba con 18,335 tributarios; en 1570 tenía 12,900
tributarios en los tres monasterios franciscanos; y en este mismo año, 18,460, en total,
tributarios y 500 familias chichimecas. La mayoría de los tributarios eran otomíes,
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Martha E. Delfín Guillaumin
San Juan Ixhuatepec
pero también se encontraban hablantes nahuas en las cabeceras de Xilotepec, Chiapa y
Alfaxayuca (Gerhard, 1977).
La población nativa de Xilotepec declinó drásticamente después de 1570, debido en
parte a las continuas emigraciones, pero sobre todo a la mortandad ocasionada por las
epidemias, especialmente entre 1576 y1581 y entre 1604 y 1607. Una interpolación de datos
da aproximadamente 9,100 tributarios en 1588; 6,130 en 1597; 3,490 en 1623 y solamente
1,470 en 1643. En los últimos tiempos, había muy pocos chichimecas. Sin embargo, según
el mismo autor, hubo un incremento en la población, aparentemente ayudado por la
inmigración: 6,530 tributarios hacia 1688; 7,179 familias indias en 1743, y 15,851 indios
tributarios en 1799. En reportes de 1794 se habla de 25 haciendas y 95 ranchos dentro de los
límites de Xilotepec. En el siglo XVII, los asentamientos que sobrevivieron fueron agrupados
en dos cabeceras de doctrina: Chiapa, con sus pueblos satélites: San Felipe Cuamango, San
Gregorio Mascapesco, San Bartolomé de las Tunas, San Francisco, San Marcos (Tlazalpan)
y San Juan Bautista Tuxtepec (San Juanico). El otro centro creado en el siglo XVIII fue el
de Villa Nueva del Carbón de Nuestra Señora Santa María de la Peña de Francia, hoy Villa
de Carbón, Estado de México, con los pueblos de San Martín (Cachihuapan), San Francisco
Magu, San Lorenzo Pueblo Nuevo, San Sebastián, San Luis de las Peras (Taxhimay) y San
Gerónimo Zacapexco. En 1794 había 16 haciendas y el mismo número de ranchos. Gerhard
opina que algunos pueblos del norte desaparecieron bajo la constante agresión chichimeca.
Información general sobre el origen de San Juanico, los asentamientos humanos en la zona y
algunos sucesos importantes en los primeros años de la colonia
Con base en los Documentos Americanos No. 4 de la Biblioteca Real de Berlín, Peñafiel se
refiere a la fundación del lugar. La fuente incluye un códice que al parecer es anterior a la
conquista.
Es una copia en papel moderno, de 25 hojas; texto castellano y mexicano; las 12 hojas
últimas que contienen el texto náhuatl llevan pintadas figuras que expresan nombres de
lugar y de personas: es una muestra del estado que guardó la escritura jeroglífica azteca en
sus últimos tiempos. Las láminas con texto mexicano tienen 42 cm de ancho y 30 de alto,
divididas horizontalmente en 4 cintas o bandas. (Peñafiel, 1892: 3)
Más ampliamente, el documento consultado por Peñafiel explica:
Títulos de tierra pertenecientes al P° de Santa Isabel Tola, que su pacífica posesión les dio el
año de 1714 y hace relación a los que se dieron el año de 1539 exponiéndolos un intérprete
del idioma mexicano por S.M. los caracteres antiguos que conservaban los indios desde el
La Colmena 69, enero-marzo 2011
año de 1438. Se tocan muchas noticias curiosas de nuestra América, el conocimiento de los
caracteres antiguos, con particularidad todos los sitios de este Santuario de Nuestra Señora
de Guadalupe, todo corroborado por escribano real en 25 fojas. Esta carátula está de letra
del Br. D. José Alarcón, vicario de cura del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
(Peñafiel, 1892: 3)
Este escrito fue dirigido a Juan Francisco de Córdoba, Procurador de los Naturales en la Real
Audiencia por parte del regidor y demás oficiales de República, caciques y principales del
pueblo de Santa Isabel de la Jurisdicción del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe,
San Juan Ixhuatepec
Martha E. Delfín Guillaumin
151
cuyas tierras colindaban con San Juan Ixhuatepec, cuyos títulos, “en cuya virtud los poseen”,
están unidos y mezclados en un mapa. Se deduce que tanto Santa Isabel como San Juan
pertenecían a la jurisdicción del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
Los del pueblo de Santa Isabel de Tola prestaron dichos documentos para ayudar a
resolver el litigio. De la información contenida en los mismos se desprende lo siguiente:
alrededor del 26 de agosto de 1714 se había entablado un pleito en la Real Audiencia sobre
posesión de tierras entre los naturales del pueblo de San Juanico y Jacinto de Estrada.
Los naturales se defendían con el susodicho mapa antiguo, su título de propiedad, “que
es lo que llaman título estos naturales”, y se puso dicho trasunto en los autos citados
porque ya había ido el oidor, el Dr. Juan Diez de Bracamont, para deslindar y amojonar los
límites. En la descripción de Peñafiel del documento “Títulos de tierra pertenecientes al P° de
Santa Isabel Tola” se mencionan datos importantes, como los relativos al reparto de tierras
hecho por Ixcóatl, pues, como ya se dijo, Ixhuatepec perteneció al señorío azteca; cuando
cayó Tenochtitlan y luego al hacerse los repartimientos respectivos, pasó a manos de los
españoles. Sobre las tierras que se asignaron a los indígenas se dice:
[…] de las cuales empiezan sus linderos desde donde llaman Tecpayotepetl y llega hacia el
medio de a donde llaman Petlacaltepec; es su largo mirando a Xuchimilco, que según parece
es de Norte a Sur, y de ancho tiene 50 palos, que según la medida que acostumbraban son
del pie a la mano, que dicha medida de lo ancho coge desde la parte del oriente a el poniente,
y habiendo andado en dichas tierras estos conquistadores de la parte de Tlapepetla como en
sus tierras anduvieron y en señal de posesión tiraron piedras para que les constara a todos
cómo se les habían dado y endonado y como suyas las cultivaban, y sembraban magueyes
y se las fueron dejando a sus hijos, nietos y demás descendientes, a sus naturales y vasallos
originarios de este lugar de Ixhuatepec, cuyos linderos tienen por otra parte, que empiezan
desde donde llaman Ontzpi, y rematan hasta el río o acequia vieja, a la orilla del río, que
va a dar a la Laguna Grande y coge también el cerro nombrado Quautlamazohualco, que
todo lo referido se lo dieron y endonaron para que lo gocen los dichos naturales, lo cual
se verá en el Espejo de su pintura, y en estos escritos que hicieron los viejos, para que se
sepa que lo referido lo ganaron los conquistadores con mucho trabajo a fuerza de guerra
y a costa de sangre, que derramaron con la rodela y macana en la mano peleando de día y
de noche, y así manda nuestro rey que ninguna persona se lo quite, ni se apodere de ello,
ni se lo codicie, ni se lo oculte, pena de que castigará conforme a su usanza y serán sus
bienes perdidos, lo cual se mandó el año de 1438 (según guarismo de españoles). (Citado
en Peñafiel, 1892: 9)
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Asimismo, se explica que las tierras repartidas en Ixhuatepec se dividieron en cuatro barrios,
señalados como parcialidades, la primera correspondió al barrio de San Juan Atzqualco, la
segunda al de San Pedro Chalmeca, la tercera al de San Juan Zihuatepec (sic) y la cuarta al
de Tlacochcalco.
En dicho documento se encuentra también la siguiente información:
Hoy sábado 8 de mayo del año de 1539, se juntaron los señores principales del P° de
Izhuatepec, donde tuvieron y dejaron los mexicanos sus tierras todos los conquistadores,
las cuales se las fueron dejando a los naturales y descendientes que habitaban en ellas,
como que las ganaran a fuerza de sangre y guerra, y como tales los dejaron dichos
naturales habitantes de ellas, y para tener cerca Iglesia, para oír misa y deprender la
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Martha E. Delfín Guillaumin
San Juan Ixhuatepec
doctrina cristiana, hicieron junta los principales y demás naturales, y a voluntad y con
gusto de ellos determinaron el que se hiciese una hermita aunque fuera de xacal, como se
hizo, y con parecer de todos, eligieron por patrón a San Juan Bautista; cuya advocación se
le dio a la Iglesia y habiéndose benedicto, dándose la limosna al padre, no la quiso recibir,
antes sí animó a todos los naturales para que acudieran a la Iglesia, y sólo lo que recibió
fueron unas aves de corral y panes que se le dio. Y para que se sepa el nombre de dicho
padre se mandó poner en este escrito, que se llamaba Dn. Pedro de Valencia, que siempre
dijo misa dentro de la dicha hermita en compañía de dos padres, que el uno se llamaba
Dn. Pedro y el otro Dn. Rafael [clérigos que fundaron a San Juan Ixhuatepec: MDG], siendo
los primeros indios que en dicha iglesia se bautizaron con los nombres de Pedro Icnotzi y
Rafael Chalchicohtepehicatzin, los cuales mantuvieron con grandísimo cuidado la obra, por
cuyo voto se dispuso el que se hiciese la iglesia en forma, y esta disposición fue por el mes
de mayo, a ocho días del año mil quinientos y treinta y nueve”. (Peñafiel, 1892: 11)
La ermita, un edificio pequeño cubierto de paja (jacal), se construyó entonces en ese año,
“según parece en el guarismo que está al pie de las dos iglesias que demuestra la pintura al
fin de este escrito”, detalla Peñafiel.
Para comprender cómo eran las ermitas o iglesias de visita se cita la siguiente descripción:
“Eran pequeñas y sin pretensiones en comparación con las iglesias de las cabeceras de
doctrina, pero reflejaban más bien –notablemente después del desarrollo de los sistemas
españoles de trabajo forzado– el sentido de identidad comunal” (Gibson, 1984: 122-123),
en este caso de los indígenas de San Juanico.
Las iglesias de visita, como todas las primitivas construcciones eclesiásticas, dependían de
la disposición de materiales y donación de mano de obra de los indígenas. Después de los
primeros años la iglesia de visita, más que el monasterio y la iglesia de una cabecera de
doctrina, se adaptaba a la concepción indígena del trabajo, ya que era una empresa dirigida
por indígenas, nunca suponía un excesivo gasto de tiempo y contribuía al honor de una
comunidad y de su santo en el nivel más local. (Gibson, 1984: 123)
Es oportuno señalar que la iglesia era de mampostería.
Uno de los documentos revisados por Peñafiel describe los gastos y las personas que la
hicieron a su costa dando porciones de limosna: “A 30 de octubre del año 1616 paró la obra
de nuestro Padre San Juan Bautista y se llevan gastos 347 pesos según lo refiere el escrito
y guarismo”. (Peñafiel, 1892: 12)
Fue una iglesia de visita y los datos obtenidos de los documentos de San Juan Ixhuatepec
al norte de Guadalupe dan el registro más completo de la construcción de dicho tipo de
iglesia, según informa Gibson, quien comenta que
Aquí los primeros edificios fueron levantados en 1539. Los indígenas se reunieron
La Colmena 69, enero-marzo 2011
para planear la construcción voluntariamente, según el informe de los nativos, y “con
entusiasmo”. Todos estuvieron de acuerdo en que el patrón debía ser San Juan Bautista.
[…] unos sesenta años después, a finales del siglo, se diseñó una nueva iglesia de
mampostería. Aunque los registros no están completamente claros la primera cal para
mortero fue, aparentemente, comprada por la comunidad alrededor de 1598 […] La iglesia
fue terminada en 1616, a un costo de 347 pesos. Ambas campañas de construcción fueron
empresas indígenas, planeadas y ejecutadas por funcionarios de la comunidad. (Gibson,
1984: 123)
San Juan Ixhuatepec
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Otro de los documentos revisados por Peñafiel incluye un incidente ocurrido en 1573: el día
lunes 20 de julio se suscitó un problema entre los naturales de los barrios y don Antonio de
la Mota, quien quería que aquéllos vendieran sus tierras por 50 pesos, pero no aceptaron
alegando que “¿de dónde sacarían para el tributo real, pagar las obvenciones y el sustento
de ellos y sus hijos?”, pues no tenían los “pobres naturales otros bienes y caudal, más que
las tierras”. Alegaban que las tierras, “desde la fundación de México”, les pertenecían. Por
tal motivo, se querían quejar con el virrey (Peñafiel, 1892: 13-14).
El caso concluyó a favor de los indígenas, a quienes se devolvieron además sus
magueyes para que los rasparan, “y no se intervino persona ninguna” (Peñafiel, 1892: 14).
No hubo fallo, pero en dichos documentos se aclara que los naturales de San Juan Iztutepec
(Izhatepec) eran los legítimos dueños. Éste, que muy probablemente fue el primer conflicto
en San Juan Ixhuatepec, puede explicar por qué a lo largo del periodo colonial dicho pueblo
vivió muchos problemas por títulos y límites de tierras.
Al principio de un expediente de mediados del siglo XVIII hay un documento del 6 de mayo
de 1593 por el que se otorgan dos caballerías de tierra a don Alonso de Granada, cacique
de Xilotepec, por una merced del virrey Luis de Velasco hijo. En 1744, el documento fue
empleado para tratar de aclarar el pleito de límites de tierras entre los naturales del pueblo
de San Juan y los hermanos Nabarrete. Como consecuencia de que los hermanos Nabarrete
invadieron injustamente sus tierras y los arrojaron de sus rancherías, los indígenas de San
Juan Ixhuatepec presentaron testigos para defender su caso. Los Nabarrete presentaron, a
su vez, documentos de 1593 con los que intentaban probar que eran los legítimos dueños
y que San Juan no era pueblo. Fueron presentados testigos de San Juan Tegustepeque,
perteneciente a la cabecera de Xilotepeque, quienes ratificaron que el rancho llamado San
Juanico “en lo antiguo fue pueblo sujeto al gobierno de Xilotepec”, y que cuando se separó
tenía su propia iglesia, en la que, según dichos testigos, se apreciaban todavía vestigios del
cementerio. El caso terminó de manera confusa: se encarceló a uno de los Nabarrete, pero
continuaron las averiguaciones sin que hubiera fallo.1
A manera de conclusión
La Colmena 69, enero-marzo 2011
“Hacia el fin de la Colonia, algunos de los sujetos de Tenochtitlan y Tlatelolco –Guadalupe,
Ixhuatepec, Atlayauhtla (Santa María Magdalena Salinas), San Antonio de las Huertas,
Popotla– se habían convertido en pueblos con gobernadores propios.” (Gibson, 1984: 381).
Aunque Tenochtitlan tuvo en el periodo prehispánico cierto control sobre ellos, en
particular en lo que se refiere a la recaudación de tributos, la posterior separación de dichos
pueblos se debió a que “Tanto en el gobierno indígena como en la organización eclesiástica
[…] la relación se quebrantó progresivamente.” (Gibson, 1984: 381) El hecho de que la
Iglesia de San Juan Ixhuatepec estuviese en ruinas se pudo deber a que a principios del siglo
XVII las visitas distantes habían sido eliminadas y la capital de la Nueva España se había
dividido en tres parroquias para los españoles y siete para los indios, a pesar de que, en
algunos casos, sus áreas coincidían (Gibson, 1984: 385).
1
154
AGN, Ramo Tierras, Vol. 1538, Exp.10, años 1593 y 1744-1757.
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San Juan Ixhuatepec
El mismo autor dice que al comenzar el siglo XIX “la jurisdicción tributaria de Tenochtitlan
y Tlatelolco se redujo a una pequeña área limitada por San Antonio de las Huertas al oeste,
Ixhuatepec al norte, el Peñón de los Baños al este, y Nalverte y Santa Ana (Zacatlamanco)
al sur.” (Gibson, 1984: 384) Fue hasta el final de la época colonial que San Juan Ixhuatepec
dejó de ser pueblo sujeto a la cabecera de Acambay y adquirió la categoría de pueblo.
Más allá de los problemas y abusos de tierras que padecieron los habitantes de Ixhuatepec,
particularmente durante el periodo colonial, a fines de la década de 1880 Ixhuatepec (San
Juanico) era un pueblo de la municipalidad y distrito de Tlalnepantla, Estado de México, con
674 habitantes (García, 1889: 277).
Actualmente, San Juanico forma parte de la Zona Metropolitana del Valle de México
como un barrio bastante marginal, aunque jurisdiccionalmente pertenece al municipio de
Tlalnepantla de Baz, Estado de México. Sirva este texto para destacar que sus pobladores
han padecido injusticias y calamidades desde el periodo colonial, hasta la catástrofe de
noviembre de 1984, pero siempre han logrado salir adelante con mucha dignidad. LC
Bibliografía
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Secretaría de Fomento.
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Molina, Fray Alonso de (1970) OFM, Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, México,
Porrúa [ed. facs. de la de Casa de Antonio de Spinosa, 1571; Intr., Miguel León Portilla].
Peñafiel, Antonio (1885), Catálogo alfabético de los nombres de lugar pertenecientes al idioma náhuatl, México,
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_____ (1892), Colección de documentos para la historia mexicana: manuscritos mexicanos, México, Secretaría del
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Simeón, Rémi (1984), Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, México, Siglo XXI.
Archivos consultados
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Archivo General de la Nación (AGN), Ramo Tierras.
San Juan Ixhuatepec
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Rosa María Camacho Quiroz
Dialogismo, intertextualidad
e ironía en “Chac Mool”
de Carlos Fuentes
La Colmena 69, enero-marzo 2011
E
Debo reconocerlo: soy su prisionero.
Mi idea original era bien distinta: yo dominaría
a Chac Mool, como se domina a un juguete.
[...] El Chac Mool está acostumbrado a que se le
obedezca, desde siempre y para siempre; yo,
que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme.
“Chac Mool”
Carlos Fuentes
l primer libro de Carlos Fuentes fue el volumen de cuentos Los días
enmascarados, publicado en 1954 por la editorial mexicana Los Presentes,
fundada por Juan José Arreola para dar a conocer la actividad creadora de
una nueva generación de escritores. El volumen contiene seis narraciones
de corte fantástico en las que se manifiesta la creatividad de Fuentes con
historias donde aparecen algunos de los temas que han caracterizado la
obra del escritor mexicano, como la presencia del pasado prehispánico y la
pervivencia de fantasmas de la historia nacional.
“Chac Mool” es el primer cuento de Los días enmascarados, en el cual
se relata la venganza, en forma de sacrificio ritual, del dios o guerrero
(Matos, 2002) del título contra el personaje que representa al mexicano
contemporáneo. En la narración está latente la idea de un pasado no
asimilado y la pervivencia del mundo indígena que, de manera misteriosa,
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Rosa María Camacho Quiroz
Dialogismo, intertextualidad e ironía
prometerlo todo, nos quedamos a la mitad
del camino, destripados en un examen
extracurricular, aislados por una zanja
invisible de los que triunfaron y de los que
nada alcanzaron […]» (30).
Pepe juega un papel cuádruple: es narrador,
personaje, lector y escritor:
Hasta aquí la escritura de Filiberto era la
vieja, la que tantas veces vi en formas y
memoranda, ancha y ovalada. La entrada
del 25 de agosto, sin embargo, parecía
escrita por otra persona. A veces como
niño, separando trabajosamente cada
letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en
lo ininteligible. Hay tres días vacíos y el
relato continúa: (34)
[…]
Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto
fue despedido de la Secretaría, con una
recriminación pública del Director y
rumores de locura y hasta de robo. (35)
Más adelante, se incluye en nota a pie de
página una acotación de lo que permanecerá
como un misterio sin resolver: “Filiberto no
explica en qué lengua se entendía con el Chac
Mool” (36). Éste es un indicio más de que Pepe,
lector y poseedor del diario, narra y re-escribe
la historia.
“Chac Mool” es también un cuento de
estructura fractal: Pepe escribe lo que a su vez
Filiberto escribió. El lector lee lo que Pepe leyó
en su viaje de regreso a México y que luego, al
transcribirlo, lo relee. Fuentes utiliza el mise en
abyme:2
«[…] Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos
Aquí termina el diario de Filiberto. No
en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes
quise volver a pensar en su relato; dormí
y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda
que a los veinte años podía darme más lujos que a
los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo
plano […] Muchos de los humildes se quedaron allí,
muchos llegaron más arriba de los que pudimos
1
pronosticar […] Otros, que parecíamos
En lo sucesivo, las citas del cuento serán referidas únicamente por
el número de la página respectiva de la edición consultada.
Dialogismo, intertextualidad e ironía
2
En El relato especular, Dällenbach habla del relato que
se incluye a sí mismo: el especular, el auto-referencial.
Aquel que está estructurado por una construcción en
abismo, por reflectividad. La expresión francesa que
Dällenbach toma de Gide para referirse a esta estructura es mise en abyme, que se utiliza para designar la
duplicación especular propia de las estructuras metanarrativas; es decir, los relatos dentro de los relatos.
Rosa María Camacho Quiroz
157
La Colmena 69, enero-marzo 2011
sigue pidiendo un tributo de sangre, pues: “no ha de
ser negado, sino comprendido y asumido como parte
integrante del mexicano mestizo” (Fuentes, 2000: 201).
En “Chac Mool” hay un narrador homodiegéticotestimonial que se desdobla en un yo diegético y vocal
para narrar desde un nivel metadiegético. El narrador
cuenta la muerte de Filiberto y algunos acontecimientos
alrededor de este hecho: «Hace poco tiempo, Filiberto
murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa.»
(Fuentes, 2000: 29).1 A través del diario del fallecido, el
lector se entera de los sucesos ocurridos en la vida de
Filiberto: «Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el
cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior. […] Me
aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómito
y cierto sentimiento natural de respeto a la vida privada
de mi difunto amigo.» (30). La trama se va armando con
los discursos intercalados del diario y del narrador.
Se trata de un cuento metaficcional en el cual se
evidencian los mecanismos de la escritura y de la lectura.
La ficción en el cuento es una analepsis. Se deduce que
el narrador es Pepe, quien es mencionado por Filiberto
como su amigo y compañero de trabajo: «Pepe, aparte de
su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar […]
Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe»
(31-32). El narrador utiliza un tiempo subjetivo a través
del monólogo interior por el que fluyen, al momento de
escribir, su conciencia y el recuerdo de lo sucedido. En su
remembranza va insertando los fragmentos del diario de
Filiberto como copia fiel, según se enfatiza con el uso de
comillas latinas o angulares: «Vinieron, por fin, a arreglar
la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama
en la base» (32). Asimismo, Filiberto relata empleando la
introspección y el análisis de su vida, así que tanto en la
historia base como en la enmarcada el tejido narrativo se
hila a través del recuerdo:
hasta Cuernavaca. De ahí a México
canoso y abotagado. Yo necesito asolearme, nadar,
pretendí
escrito,
recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré
relacionarlo con exceso de trabajo, con
dar
coherencia
al
a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se
algún motivo sicológico. Cuando, a las
adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis
nueve de la noche llegamos a la terminal,
baldes de agua.» (38)
aún no podía explicarme la locura de mi
amigo. (38)
El cuento de Fuentes se desarrolla en un
espacio interno que da pie a conocer los
espacios externos en donde se llevan a cabo
las acciones: la ciudad de México, Acapulco,
la pensión de los Müller, la casa porfiriana de
Filiberto, la oficina de la Secretaría de Recursos
Hidráulicos, el café, el mercado de la Lagunilla,
la Quebrada, Playa de Hornos:
Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color
en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme
que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos
tensas que antes, con la sonrisa más benévola. […] Sí,
se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a
en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir
dormir… No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando
la tentación burocrática de ir, como todos
volví a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a
los años, a la pensión alemana, comer el
horror, a incienso y sangre.» (35)
cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria
en La Quebrada y sentirse gente conocida
en el oscuro anonimato vespertino de la
Playa de Hornos (29)
[…]
Salimos de Acapulco a la hora de la
brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada
nacieron el calor y el sol. (30)
[…]
«Por
cierto
que
busco
una
réplica
razonable del Chac Mool desde hace
tiempo, y hoy Pepe me informa de un
lugar en la Lagunilla donde venden uno
de piedra y parece que barato.» (33)
«[…] Pero yo no puedo dejar este caserón,
ciertamente muy grande para mí solo,
un poco lúgubre en su arquitectura
La Colmena 69, enero-marzo 2011
«[…] Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el
Aunque había sido despedido de su empleo
choucrout endulzado por los sudores de la
porfiriana. Pero que es la única herencia
y recuerdo de mis padres.» (35)
«[…] Hoy aprovecharé la excursión
nocturna de Chac para huir. Me iré a
Acapulco; veremos qué puede hacerse
para conseguir trabajo y esperar la
muerte de Chac Mool; sí, se avecina, está
158
En “Chac Mool” la trama se inicia con el desenlace
(ad final): cuando Filiberto muere en Acapulco, toda
la urdimbre se teje con los acontecimientos previos. El
momento más intenso del cuento se da cuando la figura
prehispánica cobra vida:
Rosa María Camacho Quiroz
En el relato hay varios soportes simbólicos, el más
importante es la estatuilla de piedra, el Chac Mool,
que además de darle nombre al relato remite al mundo
prehispánico. El agua es otro símbolo primordial, ya que
así como es vida (Chac Mool cobra vida por el contacto con
el agua), también es muerte (Filiberto muere ahogado);
además, se relaciona con los poderes de la escultura.
Otro más es el relativo a la Semana Santa, tiempo en
que muere Filiberto y se recuerda el sacrificio cristiano
de la crucifixión. El sótano, lugar donde se guarda la
figura, es oscuro y tenebroso, y en el que comúnmente
se acumulan cosas de poco valor. El color rojo representa
la sangre y remite a los sacrificios sagrados. Con estos
símbolos, Fuentes remite a la cosmovisión indígena y la
sitúa en el mundo contemporáneo, en donde tiene una
vida subterránea. En “Chac Mool” se actualiza el mundo
antiguo a través de una deidad prehispánica con una
historia y significación importante.
Los individuos se constituyen de muchos “otros” que
provienen de un pasado lejano y perviven en el lenguaje
construido por numerosas y diversas voces que dialogan
entre sí y van conformando el yo. Dice Bajtín que el
dialogismo es inherente al lenguaje: “el diálogo es el
único ámbito posible de la vida del lenguaje” (citado en
Kristeva, 1981: 194). “La palabra literaria no es punto
Dialogismo, intertextualidad e ironía
Dialogismo, intertextualidad e ironía
a grupos heterogéneos y por lo mismo son
portadoras de esferas distintas; incluso, en la
escritura de Filiberto se escucha otra voz, la
que se niega a ver que su realidad está inmersa
en el mundo antiguo: «Los trapos han caído
al suelo. Increíble. Volvía a palpar al Chac
Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la
consistencia de la piedra. No quiero escribirlo:
hay en el torso algo de la textura de la carne
[…]» (35) Filiberto dialoga consigo mismo ante
el acontecimiento sobrenatural. Por otra parte,
Pepe también tiende un puente dialógico al leer
la historia narrada por su amigo.
El ser humano siempre se está expresando,
comunicando; es un incansable creador de
discursos orales y escritos: “Un acto humano es
un texto en potencia y puede ser comprendido
(como acto humano, no como acción física) tan
sólo dentro del contexto dialógico de su tiempo
(como réplica, como postura llena de sentido,
como sistema de motivos)” (Bajtín, 2005: 298).
Los mundos que hay en la narración
interactúan de diversas maneras en las
secuencias narrativas de los personajes, en
las cuales están sus respectivas visiones del
mundo. Filiberto, hombre citadino del siglo
veinte, es un amante del arte prehispánico a
quien le gusta visitar lugares de origen colonial
y zonas arqueológicas:
«Pepe conocía mi afición, desde joven, por
ciertas formas del arte indígena mexicano.
Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros.
Mis fines de semana los paso en Tlaxcala
o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste
relacionar todas las teorías que elabora
para mi consumo con estos temas.» (31)
Pepe es un descreído de la religión cristiana,
pero Filiberto es un creyente:
«Me vio salir de Catedral, y juntos nos
encaminamos a Palacio. Él es descreído,
pero no le basta; en media cuadra tuvo
que fabricar una teoría. Que si no fuera
mexicano, no adoraría a Cristo y —No, mira,
parece evidente. Llegan los españoles y te
Rosa María Camacho Quiroz
159
La Colmena 69, enero-marzo 2011
o sentido fijo, sino un cruce de superficies textuales, un
diálogo de varias escrituras: del escritor, del destinatario
o del personaje y del contexto cultural anterior o actual”
(Kristeva, 1981: 188).
En el cuento de Fuentes se establece un diálogo con el
pasado prehispánico, introducido por Chac Mool en pleno
siglo veinte. Hay controversia sobre su origen y función;
se trata, en la mayoría de los casos, de una representación
humana reclinada hacia atrás, con las piernas encogidas
y la cabeza girada, en cuyo vientre descansa un recipiente
circular o cuadrado. Se han encontrado esculturas de este
tipo en Tula y Chichén Itzá, y en la ciudad de México se
han hallado varias piezas labradas que responden al estilo
azteca (Matos, 2002: 34). Su nombre se parece a Chaac, el
dios de la lluvia para los mayas, pero entre los mexicas era
el portador de las ofrendas para Tláloc, aunque también
se cree que era una figura empleada en los sacrificios.
La escultura está labrada por todos lados como una
metamorfosis de un hombre-deidad, pues tiene todos los
atributos del dios de la lluvia (Mateos, 1979: 57).
En la narración fantástica de Fuentes es clara la
referencia a esa deidad y sus poderes como un vínculo
entre mundos extrapolados: el sobrenatural y el material,
el real y el fantástico, el prehispánico y el mestizo,
para hacerlos interactuar. Para Bajtín, el diálogo es
“una escritura en donde se lee al otro” y “el dialogismo
bajtiniano designa la escritura a la vez como subjetividad
y como comunicatividad o, para expresarlo mejor, como
intertextualidad” (Kristeva, 1981: 195).
“Chac Mool” es una narración dialógica porque en ella
se establece un diálogo entre dos contextos, ideologías
y creencias, en resumen, cosmovisiones, las cuales
están representadas por voces que, a su vez, interactúan
entre sí. Refiere Kristeva: “Las relaciones dialógicas […]
Deben vestirse con palabras, convertirse en enunciados,
expresarse mediante palabras, oposiciones de diversos
sujetos, para que aparezcan entre ellas relaciones
dialógicas […]” (1981: 193).
Las dos voces que dan forma a la narración pertenecen
a un grupo social y cultural y a una época determinados
que se comunican en el texto, en el cual los espacios
dialógicos son los del prehispánico y el mestizo. En este
último hay dos perspectivas expresadas por las voces de
Pepe y Filiberto, que si bien son mestizas, pertenecen
proponen adorar a un Dios muerto hecho
queda un centímetro seco en la casa. Tengo que
un coágulo, con el costado herido, clavado
dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape
en una cruz. Sacrificado. Ofrendado.» (31)
más la sala.» (36)
El choque religioso entre el mundo prehispánico
y el occidental es uno de los hechos más
importantes de la conquista, por eso se ha
dicho que ésta fue en buena medida religiosa
y espiritual. En el cuento se cuestiona y se
sugiere que el cristianismo fue adoptado por
los pueblos prehispánicos como una extensión
de sus creencias. Dice Pepe, según lo escrito en
el diario de Filiberto:
en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas,
y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que
ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta hay
huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es
lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse.
Esto explica los ladridos espantosos de todas las
madrugadas.» (37)
«Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente,
ocre, con su barriga encarnada. Me
[…] Frau Müller no permitió que se velara, a pesar
paralizaban los dos ojillos, casi bizcos,
de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el
muy pegados al caballete de la nariz
contrario, esa noche organizó un baile en la terracita
triangular. Los dientes inferiores mordían
sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido
el labio superior, inmóviles: sólo el brillo
dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de
del casquetón cuadrado sobre la cabeza
la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos
sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial,
a toda tu vida?... Figúrate, en cambio,
que México hubiera sido conquistado por
budistas o mahometanos. No es concebible
que nuestros indios veneraran a un individuo
que murió de indigestión. Pero un Dios al que
no le basta que se sacrifiquen por él, sino que
incluso va a que le arranquen el corazón,
¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli!
El cristianismo, en su sentido cálido,
sangriento, de sacrifico y liturgia, se vuelve
una prolongación natural y novedosa de la
religión indígena. Los aspectos caridad, amor
y la otra mejilla, en cambio, son rechazados.
Y todo en México es eso: hay que matar a los
hombres para poder cree en ellos.» (31)
El encuentro de Filiberto con el Chac Mool
humanizado se da como enfrentamiento de los
espacios dialógicos que hay en el cuento:
La Colmena 69, enero-marzo 2011
«[…] No había vuelto a ver la recámara desde el día
Estos mundos antagónicos se comunican también a
través de símbolos: el agua del garrafón de la oficina en
donde trabajaba Filiberto fue teñida de rojo: «Un guasón
pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la
consiguiente perturbación de las labores. He debido
consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa.
El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer
sarcasmos a mis costillas el día entero. Ch…» (32).
En el contexto del cuento, el agua teñida de rojo es
un presagio funesto, como aquellos que adelantaron la
caída de Tenochtitlán. En “Los últimos días del sitio de
Tenochtitlán”, canto triste de la conquista, se puede leer:
“Gusanos pululan por calles y plazas,/ y en las paredes
están salpicados los sesos./ Rojas están las aguas,
están como teñidas,/y cuando las bebemos,/ es como si
bebiéramos agua de salitre” (León-Portilla, 1992: 166).
Otro escenario en el que están los universos dialógicos
es el de la muerte de Filiberto: la pensión de Frau Müller
en Acapulco, donde solía hospedarse y en la que se hace
un baile en vez de un velorio, que la dueña no permite,
como si se tratara de ocultar el fallecimiento:
« […] ¿Qué cosa más natural que aceptar un
anormalmente
voluminosa,
delataba
vida. Chac Mool avanzó hacia la cama;
entonces empezó a llover.» (35)
«[…] Luego bajó, jadeante, y pidió agua;
todo el día tiene corriendo los grifos, no
160
«El Chac inundó hoy la sala. […]» (37)
Rosa María Camacho Quiroz
la primera noche de su nueva vida. […] (29).
Las culturas prehispánicas tomaban a la muerte con
respeto pero sin temor. Estaba presente en su cosmogonía,
su filosofía, mitos y festividades. La dualidad vida-muerte
era un principio fundamental. La muerte significaba el
Dialogismo, intertextualidad e ironía
Dialogismo, intertextualidad e ironía
llamarme la atención» (34). Filiberto muere
ahogado: “[…] Claro, sabíamos que en su
juventud había nadado bien; pero ahora, a los
cuarenta, y tan desmejorado como se le veía,
¡intentar salvar, a la media noche, el largo
trecho entre Caleta y la isla de Roqueta!” (29)
“Chac Mool” es un cuento inmerso en la
tradición indígena; un mosaico sincrético donde
conviven pasado y presente, pero también un
choque en que dialogan las palabras del ayer
con las de hoy, porque la palabra: “[…] nace en
el interior del diálogo como su réplica viva, se
forma en interacción dialógica con la palabra
ajena en el interior del objeto: la palabra concibe
su objeto de manera dialogística” (Bajtín, 1989:
97).
Sin embargo, la comunicación de los dos
espacios no es la única manera en que se
establece una relación dialógica en el cuento.
La intertextualidad
[…] es una relación de copresencia entre
dos o más textos, es decir, eidéticamente
y frecuentemente, como la presencia
efectiva de un texto en otro. Su forma más
explícita y literal es la práctica tradicional
de la cita […] en forma todavía menos
explícita y menos literal, la alusión,
es decir, un enunciado cuya plena
comprensión supone la percepción de su
relación con otro enunciado […] (Genette,
1989:10).
En el texto literario no sólo se establece una
relación dialógica entre contextos, ideologías
y creencias diversas e intertextualidad, pues
la obra literaria es dialógica porque establece
además un diálogo con el lector en el que se
encuentran, según la teoría de la recepción, los
horizontes de expectativas y los espacios de
experiencias tanto de la obra como del receptor.
Y en cuanto se confronta el mundo del lector
con el del texto, el espacio de comprensión se
modifica y crece.
En el cuento de Fuentes se puede identificar
asimismo el pensamiento de Rilke: «En ocasiones
Rosa María Camacho Quiroz
161
La Colmena 69, enero-marzo 2011
florecimiento a una nueva vida, y cuando se moría por
ahogamiento, se creía que se iba al lugar de las delicias,
de veraneo, en donde no hacía falta nada, y por ello se
celebraba esta nueva forma de vida.
La fiesta en la posada de Frau Müller también puede
leerse como una celebración, y así también podría verse
la costumbre de Filiberto de ir a bailar a La Quebrada en
Sábado de Gloria y que el sótano donde estaba Chac Mool
se inundara por la rotura de la tubería, lo que permitió que
éste cobrara vida, se podrían leer como acciones rituales
pero no premeditadas, e incluso accidentales. Con ello se
expone el hecho de que el rito forme parte del cuento,
tanto como los mitos.
La nigromancia también está presente en “Chac
Mool”. Los antiguos mexicanos consideraban que algunos
acontecimientos anunciaban cambios importantes, algunos
benéficos y otros funestos. Pepe: “Cuando llegué, muy
temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba
bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos
rápidamente en el toldo y lo cubriéramos de lonas, para que
no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos
echado la sal al viaje” (29). Es muy sabido que la expresión
“echar la sal” significa llamar a la mala suerte, pero no para
quien hace la suposición negativa, sino para quien está
dirigida.
Cuando Chac Mool aparece en la vida de Filiberto todo
comienza a salir mal, empezando por el mal presagio
que tiene la anécdota del agua teñida de rojo. De ahí en
adelante, los acontecimientos serán fatídicos. “Aunque
había sido despedido de su empleo en la Secretaría,
Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de
ir a la pensión alemana […]” (29); la tubería del agua
se avería y su casa se inunda: «Amanecí con la tubería
descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y
se desbordó, corrió por el piso y llegó hasta el sótano, sin
que me percatara.» (32) Le cortan el servicio de agua y de
luz: «Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron
el agua y la luz por falta de pago» (37). No para de llover
y las coladeras del Distrito Federal son insuficientes: «Es
la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a
las coladeras y viene a dar a mi sótano […]» (33). Todo
sale mal en el trabajo: «Esto nunca me había sucedido.
Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de
pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que
me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran
recompensa de la aventura de la juventud debe
ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos
nuestros secretos» (31). La temática rilkeana
se caracteriza por la soledad, la juventud, la
poesía y la muerte. La soledad como sostén,
como hogar de la vida y de la muerte, y, a través
de ésta, el ser humano se convierte en un ser
majestuoso. En Cartas a una amiga veneciana,
se lee: “Hay que aprender a morir./ En eso
consiste la vida, en preparar/ con tiempo la
obra maestra de una/ muerte noble y suprema,
una muerte en la/ que el azar no tome parte”
(2006: 8).
En la “Novena elegía” del poeta checo, se puede
ver la temática mencionada, que Filiberto retoma
para sus reflexiones: “[…] ¿qué se lleva uno
hacia el más allá?/ No el mirar, aquí lentamente
aprendido,/ y nada de lo que aquí ocurrió. Nada./
Pero sí los dolores. Sobre todo la pesadumbre./
También la larga experiencia del amor:/es decir,
todo lo inefable” (Rilke, 2006: 128).
En otra parte del discurso de Filiberto
también aparece Rilke con su idea de la muerte
como transformación interior: «Océano libre y
ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el
rumor de un caracol marino» (34). La realidad
del océano aprisionado en un caracol reside
en la percepción: el oído lo capta y le otorga
la calidad de océano haciéndolo real. Filiberto:
movimiento reflejo, rutina, memoria,
según los ojos de quien la mira. A veces, al ser humano
lo acompaña más el mundo imaginario que el real, pero
bastaría un instante para dotar de significación el espacio
que es reconocido como efectivo.
Escribe Filiberto: «Hoy, no tendría que volver la mirada
a las ciudades de sal.» Remite con ello al Génesis, el libro
en que se habla de Sodoma y Gomorra, las ciudades del
pecado que Dios castigó haciendo llover azufre y fuego
sobre ellas. Lot, su esposa y dos hijas son perdonados
y los ángeles los toman de la mano para sacarlos de
la ciudad, pero Dios les dice que no miren atrás ni se
detengan; pese a ello, la esposa de Lot voltea y queda
convertida en estatua de sal (1976: 19:12-26).
Parafraseando a Coleridge, Filiberto escribe: «Si un
hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una
flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar
encontrara esa flor en su mano […] ¿entonces, qué?.»
La idea de Coleridge es la inserción de un objeto de otro
espacio y tiempo, pasado o futuro, en el presente como
prueba de un viaje por el tiempo: «Todo es tan natural;
y luego se cree en lo real […] pero esto lo es, más que lo
creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos
damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si pinta un
bromista el agua de rojo» (34).
Chac Mool cobra vida y llega a dominar a un burócrata
de mediados del siglo veinte. El cuento vincula así la
existencia vacía de Filiberto con una importante figura
del pasado de México. Filiberto atraviesa umbrales
temporales para traer a Chac Mool: «Tendré que ver
a un médico, saber si es imaginación o delirio o qué, y
deshacerme de ese maldito Chac Mool» (34).
Otro intertexto es el de la narración que hace Chac
Mool sobre su descubrimiento:
cartapacio. Y luego, como la tierra que un
«Con risa estridente, el Chac Mool revela cómo fue
día tiembla para que recordemos su poder,
descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en
o como la muerte que un día llegará,
contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu
recriminando mi olvido de toda la vida,
ha vivido en el cántaro y la tempestad, naturalmente;
se presenta otra realidad: sabíamos que
otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del
estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude
escondite maya en que yacía es artificial y cruel. Creo
para hacerse viva y presente.» (33)
que Chac Mool nunca lo perdonará. El sabe de la
«Hasta hace tres días, mi realidad lo era
La Colmena 69, enero-marzo 2011
al grado de haberse borrado hoy: era
La realidad, según Rilke –a la que alude
Filiberto–, es la que se aviva dentro de cada
quien, aunque a veces sea traicionada: no es
escuchada ni vista. La realidad es asumida
162
Rosa María Camacho Quiroz
inminencia del hecho estético.» (36)
El nombre maya Chac Mool, jaguar rojo, con el cual es
conocida esta figura, le fue asignado por el viajero Auguste
Le Plongeon, quien en sus excavaciones en Chichén Itzá
Dialogismo, intertextualidad e ironía
criada a la casa; me ha hecho enseñarle a
usar jabón y lociones.» (37)
De ser Chac Mool un objeto a coleccionar,
pasa a ser el señor de la casa: los papeles se
han invertido, y Filiberto tiene que obedecer
a su poseedor. El sótano será el lugar donde
terminará el comprador de cacharros, cuando
ese espacio estaba destinado a albergar a la
figura de piedra:
Antes de que pudiera introducir la llave en
la cerradura, la puerta se abrió. Apareció
un indio amarillo, en bata de casa, con
bufanda. Su aspecto no podía ser más
repulsivo; despedía un olor a loción
barata; quería cubrir las arrugas con la
cara polveada, tenía la boca embarrada de
lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la
impresión de estar teñido.
—Perdone… no sabía que Filiberto hubiera…
—No importa; lo sé todo. Dígale a los
hombres que lleven el cadáver al sótano. (38)
En “Chac Mool”, además de todo lo ya mencionado,
hay la denuncia irónica de un México colmado de
abusos, arribistas y un mal gobierno. El vendedor
del mercado timó a Filiberto y el gobierno no
responde a las necesidades de la ciudadanía:
el pastiche satírico, es decir, imitación estilística con
«El desleal vendedor le ha embarrado salsa de
función crítica […] o ridiculizadora –una intención
tomate en la barriga al ídolo para convencer
[…], se enuncia en el estilo mismo al que apunta […],
a los turistas de la sangrienta autenticidad de
pero que normalmente queda implícita y es el lector
la escultura.» (32)
quien debe inferirla a partir del aspecto caricaturesco
«[…] Este mercader de la Lagunilla me
de la imitación. (Genette, 1989: 31)
ha timado. Su escultura precolombina
El Chac Mool se torna humano y adopta gustos y vicios
humanos: «incluso hay algo viejo en su cara que antes
parecía eterna.» (37). Quiere comer la comida traída
de una fonda y que Filiberto contrate a una sirvienta,
empieza a arreglarse, maquillarse y se pone glamoroso.
El mundo en el que se ha humanizado le gusta más que
el suyo:
«me ha obligado a telefonear a una fonda para que
diariamente me traigan un portaviandas […] Ha
habido otros indicios que me han puesto a pensar:
los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool
acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una
Dialogismo, intertextualidad e ironía
es puro yeso, y la humedad acabará por
arruinarla.» (34)
«El plomero no viene; estoy desesperado.
Del Departamento del Distrito Federal,
más vale no hablar.» (33)
Filiberto quiere obtener un beneficio de los
poderes de Chac Mool. Dice Pepe: “Sí pude ver
unos oficios descabellados, preguntándole al
Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo
sus servicios al secretario de Recursos Hidráulicos
para hacer llover en el desierto.” (35)
Carlos Fuentes busca las raíces de un pueblo y
Rosa María Camacho Quiroz
163
La Colmena 69, enero-marzo 2011
encontró una de estas esculturas y la trasladó a Mérida, a
finales de 1874. Tres años después la figura se envió a la
ciudad de México, lo que provocó una fuerte protesta por
parte de su descubridor (Matos, 2002: 26).
Pero en “Chac Mool” además de intertextualidad
y dialogismo hay parodia e ironía. La parodia consiste
en: “retomar literalmente un texto conocido para darle
una significación nueva, jugando si hace falta y tanto
como sea posible con las palabras […] La parodia más
elegante por ser la más económica, no es, pues, otra cosa
que una cita desviada de su sentido, o simplemente de su
contexto” (Genette, 1989: 27).
Las frases, pensamientos o textos ubicados como
intertextos en el cuento son parodiados por Fuentes: Rilke,
Coleridge, la historia del descubrimiento de Le Plongeon.
La parodia es entonces una transgresión cuando se
observa el mundo prehispánico incrustado en el moderno,
así como en los ritos y las cosmovisiones confrontadas de
los personajes; en las figuras conquistado-conquistador,
prehispánico-mestizo, del mundo religioso regido por
Huitzilopochtli-Cristo, de la visión actual de la historia
antigua y la contemporánea-identidad mexicana.
En la medida que la ironía es la intención crítica de la
parodia, “Chac Mool” es un texto crítico en que la ironía
es muy utilizada. En términos de Genette, se trataría de
un pastiche:
las confronta con la modernidad; intenta asumir
el pasado indígena que enriquece la identidad de
los mexicanos con características muy especiales.
En el mundo surgido de la confrontación, del
encuentro de dos cosmovisiones tan diferentes, el
conflicto entre el orden prehispánico y el occidental,
más que un choque cultural, es la comprobación
de un “otro” que no siempre da gusto reconocer.
A pesar de los intentos por asimilar el pasado
prehispánico con sus mitos, ritos y dioses, no está
en la conciencia del mexicano de hoy… hasta el
instante en que se permite sacar al prisionero de
la piedra. LC
Bibliografía
Bajtín, M. M. (1989), Teoría y estética de la novela. Trabajos de investigación, Madrid, Taurus [trad. Helena S.
Kriukova y Vicente Cazcarra].
_____(2005), Estética de la creación verbal, Col. Lingüística y Teoría Literaria, México, Siglo XXI [trad. Tatiana
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México. Memoria de un Milenio, Biblioteca Breve, México, Seix Barral.
Genette, Gérard (1989), Palimpsestos. Literatura en segundo grado, Madrid, Taurus [trad. Celia Fernández].
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La Colmena 69, enero-marzo 2011
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época”, México desconocido. Pasajes de la historia, vol.
6, México, México Desconocido.
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Rilke, Rainer Maria (2006), Antología, México, Letras Vivas
[trad. A. Hurtado Giol].
164
Rosa María Camacho Quiroz
Dialogismo, intertextualidad e ironía
Inocente Peñaloza García
La Colmena: un proyecto exitoso
E
La Colmena 69, enero-marzo 2011
l primer número de La Colmena, dirigida por Virginia Aguirre
Escamilla desde su fundación, apareció en el invierno de 1993. El último, en
el invierno de 2010. Diecisiete años de fecunda labor periodística al frente
de un medio que, entre los de su tipo, logró posicionarse como uno de los
mejores del país. Recibió el premio principal que se concede anualmente
a revistas de difusión cultural y tuvo relevante presencia en ferias y
exposiciones de la industria editorial.
En 1993, la Universidad estaba revisando los alcances y posibilidades de
su política cultural y acababa de lanzar, en julio, el Programa de la Crónica
Universitaria, orientado a fortalecer la identidad y la imagen pública de la
institución mediante el rescate de su historia y sus valores, principalmente
el representado por la autonomía. En ese contexto, en los primeros días
de 1994 fue develado un monumento diseñado por Leopoldo Flores para
conmemorar los cincuenta años de autonomía universitaria. A la vez,
se establecieron nuevos programas de difusión cultural y se planteó la
transformación de la Revista de la Universidad Autónoma del Estado de
México, existente desde 1978.
El nombre
Virginia Aguirre Escamilla (Toluca, 1963-2010) fue llamada para hacerse
cargo de la dirección de la revista. Graduada en filosofía, actriz, locutora
y periodista, Vicky contaba con la total confianza de rector Marco
166
Inocente Peñaloza García
La Colmena: un proyecto exitoso
Política editorial
Además de un novedoso y elegante diseño, en el que
Vicky contó con valiosas aportaciones del acuarelista
Benito Nogueira, La Colmena impactó desde el
momento de su aparición debido al orden y variedad
de sus secciones (que hasta la fecha se conservan)
en cuyo espacio se ofrecían a los colaboradores
amplias posibilidades de creación literaria y
cultural. Surgieron, entonces, Aguijón, La abeja en
La Colmena: un proyecto exitoso
La Colmena, Colmenario, Perfiles universitarios y
después otras con nombres específicos para cierto
tipo de colaboraciones: Italia en La Colmena, Francia
en La Colmena, La Colmena na janela y, a manera
de separata, se incluyó desde el inicio el Pliego de
poesía de La Colmena, dedicado a difundir creaciones
de la nueva poesía y excepcionalmente de autores
clásicos.
Se establecieron criterios editoriales para dar orden,
uniformidad y limpieza a la presentación de originales
y facilitar la selección de los mejores artículos para cada
número. A la vez, se adoptaron principios invariables
de política editorial: todo material recibido tenía que ser
inédito y el mayor volumen del contenido, sin rechazar
colaboraciones externas, debía provenir de escritores
locales, preferentemente universitarios.
Estaba claro que el cumplimiento de estas normas
permitiría preservar el carácter de La Colmena como medio
de difusión de poemas, relatos, artículos, entrevistas,
ilustraciones, etc., rigurosamente originales, sin
necesidad de recurrir a “refritos” ni “transcripciones
selectas”, y garantizar que el material publicado fuera
producto del quehacer universitario.
El premio
La tarea no resultó fácil. Quien haya intentado
alguna vez publicar una revista conoce la enorme
dificultad que existe para mantener durante lapsos
prolongados el interés, la asiduidad y la constancia de
los colaboradores (sobre todo si se trata de escritores y
artistas), y para conservar estándares de calidad que
garanticen el interés de cada número y su consecuente
aceptación por parte de los lectores.
La Colmena fue atractiva y agradable a la vista desde
el principio por su calidad de diseño y porque su
formato original de 24 x 35 cm se prestaba al mayor
lucimiento de imágenes y tipografía. A partir del
número 6, el formato se redujo a 22 x 34 cm y desde
el número 24 es de 20 x 28 cm. Al producirse estos
cambios, por motivos de presupuesto, Vicky tuvo el
temor de que la buena presentación decayera, pero el
tiempo se encargó de demostrarle lo contrario.
Inocente Peñaloza García
167
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Antonio Morales Gómez, bajo cuya dirección había
participado en un grupo de teatro. Al hacerle entrega
del nombramiento, le dijo: “Quiero que hagas la
mejor revista de difusión cultural conocida hasta
hoy”.
Vicky había colaborado durante años en
noticiarios radiofónicos al lado del periodista
Guillermo Garduño Ramírez, sin descuidar su
participación teatral, a la que aportó capacidad y
talento. Tres años antes de asumir la dirección de
La Colmena, tuvo una actuación sobresaliente en
la puesta en escena de la loa y auto sacramental El
divino Narciso, de sor Juana Inés de la Cruz, como
parte del elenco de la Compañía Estatal de Teatro,
dirigida por el maestro Carlos Olvera Avelar. Logró
también un resonante éxito con la puesta en escena
de Celos, de Louis Vernouil, dirigida por el maestro
Morales Gómez en 1986 al frente del Foro Teatral
Universitario, y especialmente en las diversas obras
en que participó como integrante de la Compañía
Universitaria de Teatro dirigida por Esvón Gamaliel.
Al iniciar la transformación de la revista, lo
primero que Vicky buscó fue un nombre. Por
coincidencia, entre las primeras acciones del
Programa de la Crónica Universitaria estaba
previsto editar un boletín mensual con el título de
La Colmena, pero Vicky propuso que el nombre se
destinara a la revista y todos estuvieron de acuerdo.
Para explicar el origen del nombre y su simbolismo
en la vida universitaria, la joven directora me pidió
que redactara una nota de presentación que se
publicó en el primer número de la revista.
En 1994 La Colmena obtuvo la mención honorífica en
el género revista de difusión cultural del premio Arnaldo
Orfila Reynal, otorgado por la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara, y al año siguiente fue distinguida
con el premio, al igual que otra revista de la UAEM:
Ciencia ergo sum.
El éxito temprano no distorsionó los objetivos de
la revista ni relajó la observancia de normas y criterios
editoriales. El propósito de elaborar una buena revista
se había cumplido en el curso de una evaluación externa
y exigente como la que suelen hacer los expertos de la
industria editorial que se reúnen todos los años en la
capital de Jalisco, pero el esfuerzo se mantuvo en un
nivel competitivo.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
El consejo editorial
El primer número de la revista apareció con ilustraciones
de Leopoldo Flores y con un grupo de colaboradores
que apoyaban y asesoraban a Virginia Aguirre en el
desempeño de su función. Ellos integraron el consejo
de redacción: Martha Castilleja, Armando Guadarrama,
Benito Nogueira, Eugenio Núñez, Juan Ma. Parent,
Inocente Peñaloza y Juan Luis Ramírez.
Aquel núcleo de colaboradores tuvo algunos
cambios a través del tiempo y se convirtió en consejo
editorial. El que aparece en el número doble 6768, último elaborado bajo la dirección de Virginia
Aguirre, es el siguiente: Maricruz Castro Ricalde,
Guillermo Fernández, Mijail Malishev, Eugenio Núñez
Ang, Herminio Núñez Villavicencio, Juan Ma. Parent
Jacquemin, Inocente Peñaloza García, Luis Quintana
Tejera, Félix Suárez y Lauro Zavala.
En la base del directorio, puede leerse la siguiente
inscripción: “Revista indizada en la base de datos
CLASE (Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y
Humanidades) de la UNAM”.
168
Inocente Peñaloza García
La culminación
Durante los 17 años que Vicky estuvo al frente de La
Colmena se editaron 68 números, algunos de ellos dobles,
con suplementos y secciones especiales sobre diversos
temas. Del 35 al 63, la colección fue digitalizada y
“subida” a la página web de la Universidad, donde hoy
está disponible.
El número 67-68 fue un digno colofón de la obra
editorial de Virginia Aguirre y estuvo dedicado a
la conmemoración del bicentenario de la guerra de
Independencia y el centenario de la Revolución. En ese
grueso ejemplar, además de las secciones habituales,
que ocupan las primeras 160 páginas, aparece un
suplemento o dossier de 80 páginas con artículos
e investigaciones sobre los centenarios. Figura un
ensayo de Elvia Montes de Oca Navas sobre las novelas
de la Revolución Mexicana, otro de Horacio Ramírez
de Alba sobre las heroínas de la batalla de Zacatecas y
uno más de Norberto López Ponce sobre el triunfo de la
Reforma, junto a otros no menos interesantes.
La desaparición prematura de Vicky deja un hueco
en el periodismo cultural de Toluca y del Estado de
México. La Colmena ha sido un proyecto exitoso, que
debe continuar durante mucho tiempo, pues forma
parte de la aportación de la Universidad al desarrollo
de las letras y de la cultura, además de ser una revista
ya emblemática que goza de reconocimiento nacional.
Para los colaboradores permanentes y también
para los integrantes del equipo de edición, el reto es
claro: mantener la calidad de la revista y superarla,
como Vicky lo hacía en cada número. LC
La Colmena: un proyecto exitoso
Eugenio Núñez ang
Memorias de la amante infiel.
Memoirs of the unfaithful lover,
de Bessy Reyna
La Colmena 69, enero-marzo 2011
M
emorias de la amante infiel inscribe desde el título los
retos a los que se enfrentará el lector: un libro de memorias de una mujer que
declara su infidelidad y su condición de amante. Inserta en la tradición poética
norteamericana, el poemario mantiene ese dejo conversacional, de historias
contadas, a veces susurradas hasta alcanzar el tono de la confidencia, de los
secretos que ahora a ti y sólo a ti cuento. Pero como estas Memorias son un
libro de poesía, las posibilidades de acercamiento se multiplican e incitan a
penetrar en todo ese mundo de sugerencias y desvelamientos, pero también
de significados ocultos; esto que te digo tal vez debería callarlo, pero me
urge decirlo para que el mundo lo sepa. Total, si lo sabe Dios... Sobre todo
porque es un libro bilingüe y esta inicial bifurcación de la palabra exige la
atención a ambos textos. Sería lamentable no leer el original o la versión o el
otro texto en inglés, no confrontar la traducción, no revisar cómo este espejo
de traducción simultánea lleva al lector a unas memorias donde importa lo
dicho de igual manera que lo no dicho, a revisar cómo lo que en una lengua
suele ser evidente, en la otra necesita de algún apoyo, de la búsqueda de un
giro lingüístico que revele el registro estético o de significación apropiado.
170
Eugenio Núñez Ang
Memorias de la amante infiel
Yo soy Joaquín,
perdido en un mundo de confusión,
enganchado en el remolino de una
sociedad gringa
confundido por las reglas,
despreciado por las actitudes,
Esa misma lucha por la supervivencia cultural será
vivida por otros exiliados: argentinos, peruanos,
dominicanos, cubanos. Frecuentemente, su
literatura –narrativa o poesía– ha sido tomada
desde una perspectiva antropológica, sociológica
o política debido a su proyección múltiple. No es
de extrañar que un poemario como el de Bessy
Reyna cumpla también con ese mestizaje, tanto
formal como de contenido. Bessy Reyna, nacida en
Cuba, se trasladó a Panamá y después a Estados
Unidos. Sus Memorias inician con “Nostalgia”, en
que reconoce el deseo de
(…) recordar las playas de mi tierra,
ordenarle al sol
que pose sus rayos entre los hibiscos
que crecen allá lejos
olvidar el color de la gente
y el pueblo
abrigarme en el calor de su ternura. (p.13)
Elemento importante de esa nostalgia, de ese
pasado, de ese origen, es el lenguaje. Aunque los
textos de Memorias de la amante infiel fueron
escritos en una u otra lengua, en los originalmente
escritos en inglés se cuela una buena cantidad de
las voces del pasado, los diálogos, las consejas,
los recuerdos de gente de Cuba o de Panamá,
escritos, por supuesto, en un español con acento
caribeño, amorosamente recordado, pero que en
la traducción, por desgracia, se pierde, así como
el bilingüismo original, que termina siendo
monolingüismo. De ahí que una característica
de esta literatura sea que refleja el mundo que
trae consigo. En esas voces, en general diálogos,
en que en la relación entrañable con los otros
se encuentra la identificación de la otra voz que
es la propia. Veamos algunos ejemplos en “The
Fortune Teller” (“La clarividente”):
sofocado por manipulaciones,
Corta las Barajas en tres
y destrozado por la sociedad moderna.
I do as I am told, and she shuffles
Mis padres
my past, present and future backwards
perdieron la batalla económica
and forwards.
y conquistaron
In her hands, each card hides a moment
la lucha de una supervivencia cultural(p.7)
no one else knew
Memorias de la amante infiel
Eugenio Núñez Ang
171
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Ya que, en última instancia, dice lo mismo pero
seguramente también dice otra cosa. Y eso de la
infidelidad almacenada en la memoria también
nos remite a otra lengua: la del silencio, la de
la conveniencia, la de desalojar la culpa, pues
no importa que las cosas no hayan pasado
como pasaron. Lo importante es cómo deja su
impronta en ese tronche de vie que alguien se
atreve a fijar en la palabra escrita, y además en
dos lenguas.
A partir de la década de los setenta del
siglo XX, la literatura latinoamericana se
ha enriquecido con la aparición de textos de
las minorías. Memorias de la amante infiel
pertenece a tres de ellas: literatura escrita por
mujeres, literatura de una minoría étnica,
extrañada, fuera de su territorio, y poesía
lésbica.
Si en nuestro país, por obvias razones, cobró
relevancia la literatura chicana, tampoco pasó
desapercibida la llamada cultura niurican, la
de los puertorriqueños que se vieron anexados
a los Estados Unidos, sobre todo a la Gran
Manzana. Ambos, chicanos y niuricans, en
conjunción con otros latinos o hispanos, como
suele denominárseles, radicados a lo largo y
ancho del país del norte, crearon una cultura
que impugnaba la hegemonía blanca y rubia.
Rodolfo Gonzales, en I am Joaquín (Bantam
Books, 1972) planteará su condición, aplicable
a todos aquellos emigrados:
until this moment when she unveils it.
es despertarse cada día
Chica, tu eres tremenda! She says, […]
tropezarse con el sol
(p. 20)
y no tener respuestas. (p.19)
O más adelante, la revelación de la tía Espe:
This fortune teller is la mejor de todas […]
She helped me so much. Gracias a ella yo
salí de Cuba […]
…No chica, don’t be afraid (p. 22)
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Con la traducción, en esas participaciones de
la adivina o de la tía Espe se pierde la carga
de identidad acarreada junto con un pasado
que marca, que da un sentido de pertenencia
imposible de borrar. Al traducirse, por ejemplo:
¿Puedes encontrar la nieve
escondida en el océano?
¿El océano escondido en la nieve? (p. 61)
O determinar qué quieren esas “Voces”, de
quiénes son, cuál es la que no llama:
esta clarividente es la mejor de todas […]
Hay voces
Ella me ayudó tanto. Gracias a ella yo salí
de mujeres que me llaman
de Cuba (p. 23)
para esto y aquello
Uno de los rasgos fundamentales de esta
literatura bicultural es que pierde, además de
su encanto, un registro proxémico que remite al
pasado, a otras tierras, a aquellas condiciones
que le dan a la nostalgia esa especie de tristeza, de
saudade, de deja-vú, resueltas en incertidumbres,
en dudas: “¿Cuánto tiempo pasará antes de que
empecemos a recordar esas brisas tropicales y las
atormentadas nubes de nuestras islas” (p.15),
pregunta Bessy cuando Broad Street (pp.14-17)
se torna una imagen del pasado y se convierte en
“San Luis, el pequeño pueblo en Oriente, Cuba”.
Porque en ese momento “Estas frutas. Esta
caña. Yo.” Y el pasado se instala en el presente
y se recupera la niñez en un pequeño trueque de
lenguajes: “Come, taste me […] Soy tan dulce.”
Y a lo largo del poema en inglés, el estribillo
en español es “Esta caña tan dulce […] tan
dulce, tan dulce”, (p. 16) y la caña tan dulce
en Broad Street, como la magdalena proustiana
remojada en el té, nos lleva a imaginar a esa
mujer en una población gringa, añorando su
niñez en San Luis Oriente, allá en la Isla, en
una Cuba que ya sólo existe en la nostalgia.
Por tal motivo, en este poemario, en estas
Memorias, la incertidumbre es una constante. Y
así se manifiesta en “Uncertainty”
La incertidumbre, en fin,
172
Esa duda se resolverá en interrogantes, en
dualidades, en verdades que se bifurcan, de
tal manera que el “Enigma” está en buscar
respuesta y no encontrarla, o encontrarla, pero
finalmente a quién le importa:
Eugenio Núñez Ang
deseándome
para esto y aquello
hay voces
muchas voces
todas menos una
me llaman
me llaman (p. 55)
La literatura escrita por mujeres ha permitido
manifestar y definir una cultura que impugna
la hegemonía viril, las relaciones de poder. Esa
lucha entre una y otra es vista por Bessy en
el poema “Mientras tú”. Ese tú al que increpa
con imágenes estereotípicas de lo masculino
como llegar a la casa, beber cerveza, observar la
televisión, desparramarse en el sillón, comentar
lo que acrecienta la imagen del varón y callar
otras de su vanagloria de hombre conquistador.
Ella, así, en tercera persona, permanece en el
anonimato de la conformidad. Un elemento
importante es el uso del pronombre. Mientras
le habla al personaje masculino usa la segunda
persona del singular. En cambio, ella es ella,
alguien de quien se habla, a quien se alude:
Mientras tú
decides a cuál bar irás hoy
o te sumerges en el comercial y esperas
la cena
[…]
Memorias de la amante infiel
se autentifica en lo uno.
trata de preparar la cena
Debo empezar por el principio en aquella
arreglar la casa
noche
sonreír a los niños
en una playa solitaria donde nos sentamos
y pretender que tus escapadas
en silencio,
son un juego pasajero
abrazadas, escuchando el ritmo del
que tus caprichos son un juego pasajero
océano
y que a pesar de todo ella es una
dejando que el deseo se fuera desplegando
señora feliz. (pp. 41-43)
lentamente
Esa imagen convencional de “a happy married
woman” nos instala en la línea temática más
relevante de Memorias de la amante infiel: la
literatura lésbica. El eje conductor del poemario
es el tema que identifica y es relevante a la
sexualidad que durante mucho tiempo se
definió como aquella que no se atrevía a decir
su nombre, que se disfrazaba con eufemismos,
metáforas o, como lo advierte Adrianne Rich,
con secretos, mentiras y silencios. Encerradas
en el clóset, las identidades y las prácticas de lo
otro, el género de lo otro, el estilo de vida de lo
otro, lo subversivo, lo raro y lo que transgrede
los códigos de lo normativo, del deber ser, de
lo aceptado como natural. Aquello que debía
callarse y si se mencionaba era para condenarlo
o hacerlo visible punitivamente con historias
tristes, denigrantes, de condena.
En Bessy Reyna el tema vibra, estalla, se
asume sin los tapujos moralistas que durante
toda la historia de la cultura han sido
marginados, silenciados o condenados
por ser contra natura. En todos esos
poemas de amor, la sensualidad
femenina se manifiesta con el gozo de
los cuerpos que se encuentran. Aquí,
el deseo, el encuentro amoroso, el
reconocimiento de la una en la otra
otorga a cada texto la belleza del
espejo de Narciso para descubrirse
con una identidad de lo otro que
Bessy Reyna (2010), Memorias de
hasta que tus manos se convirtieron en
un colibrí impaciente
desnudándome por primera vez mientras
la marea iba subiendo
y las olas borraban nuestros rastros. (p.
63)
El poema que da título al libro despliega
la historia de una traición, de un triángulo
amoroso, de una ruptura; hay en él toda
esa fuerza sugestiva, ya anunciada, de la
incertidumbre, de las reticencias, de lo que se
dice y lo que se pide adivinar. Finalmente, la
lectura de un libro como éste se asemeja a la
lectura de la clarividente.
Para finalizar, hay que hacer hincapié en
la estructura de estas Memorias. Si en el plano
textual se inicia con “Nostalgia”, en el centro se
ubican las “Memorias de la amante infiel” y se
concluye con “Mandala de otoño”.
En la construcción
del poemario se
encuentra presente
el “Debo empezar
por el principio…”, y
ese principio puede ser
éste o aquél. Después
de todo, “El principio
es incomprensible”. Por
eso, a lo mejor “Debo
empezar por el final”,
como me lo imagino o
como es, pero ¿cómo es?
Finalmente, la bifurcación
que nos propone todo el texto
la amante infiel, Toluca, tunAstral, 83 pp.
Memorias de la amante infiel
Eugenio Núñez Ang
173
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Ella
concluye con la inclusión de un tercero, pues
siempre habrá la posibilidad del triángulo:
Tu imagen, tus caricias, tus manos, tu
voz.
Tengo tus palabras dentro de mí – Amor
te quiero tanto
Ma petite tu me manque beaucoup
How could you do this to me? (p. 66-67)
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Si las memorias intentan producir un encuentro
consigo mismo, buscar en el propio pasado la
identidad perdida; si esas memorias intentan
“excavar la tierra” para encontrar las ciudades,
los sitios, los momentos donde dos cuerpos
se encontraron, se amaron o se traicionaron,
entonces estas Memorias de Bessy Reyna
regalan el profundo deseo de no ser como “la
dama ukiyo-e creada por Eizan condenada a
esperar eternamente en el muelle” (p. 79).
El texto, como un “Mandala de otoño”
(p. 81) se entrega a la manera de un “círculo
perfecto”, y en este otoño, mientras las hojas
caen del árbol, se van instalando en cada
hoja del poemario, mientras el mandala pide
la lectura, la interpretación, la necesidad de
completar el ciclo.
Un ciclo que se cumple en la incertidumbre,
en el enigma, en las voces, en el secreto
encerrado en el mandala o en el tarot.
¿Qué signo, mensaje o presagio tendrá esa
inconcebible fecha del colofón del libro: “Este
libro se terminó de imprimir el 31 de febrero
de 2010” (p. 83)? Tal vez sean unas memorias
que Bessy Reyna, o el lector mismo, deberá
continuar de tal forma que la imposible fecha
se cumpla, que el plazo no convierta al lector en
lector infiel. Tal vez como “Penélope” (p. 69):
que no se rompa la leyenda: tejer y destejer para
detener, retrasar, congelar el tiempo. En fin…
por su valor estético, los temas fundamentales:
el amor lésbico, la recuperación del pasado y la
niñez, la revisión de los principios de identidad
que van del origen a un momento climático
de la vida –la traición, el engaño, el dolor que
libera–, los valores lingüísticos, Memorias de
la amante infiel es en un libro para devorarse,
decirse en voz alta y encontrar la forma de
decirlo, decirse y encontrarse. LC
174
Eugenio Núñez Ang
Memorias de la amante infiel
Blanca Álvarez Caballero
Volar de hacer volar, la poesía
de Pedro Salvador Ale
La música de estos poemas viene de la región que existe
antes que la palabra misma. Y es la tierra de todas las palabras
que da luz. Abre los rincones más secretos de la lengua
y pone en libertad a sus demonios y sus ángeles.
Juan Gelman
olar de ver de volar es el recuento de un ave/músico/poeta, que
con su viaje lírico recorre los caminos de la memoria actual, lo mismo de la
podredumbre humana, llena de la bajeza de hombres fantasmales, como del
volar alto, verde, hasta lo más sublime del amor entre dos personas. Volar
de ver de volar es un poemario indiscutiblemente airoso. Propone la libertad
como su gran divisa. La libertad de los vuelos que suceden con diversas
intenciones y tonalidades rítmicas en las cinco secciones que lo componen.
Unas veces es aliento, aire, palabra tierna; otras es fuerte sacudida de alas
que se indignan ante la conducta humana contemporánea, vacía de ética, de
vivencias positivas, de amor para muchos, lamentablemente.
El libro me recuerda el ojo abierto de una gran pintura de René Magritte
con el cielo claro al fondo. Un ojo abierto en vuelo que da cuenta de la
falsedad y la bondad del hombre en su diario transitar por la vida. Me
Volar de hacer volar
Blanca Álvarez Caballero
175
La Colmena 69, enero-marzo 2011
V
La Colmena 69, enero-marzo 2011
recuerda el trayecto de un
interrumpa su fluir… está
ave del mismo pintor, con
situada en el centro del
alas enormes, siempre
habla y ofrece significados
descubriendo algo, con
no dichos… Un ‘vocerío
el fondo de un cielo
de imágenes’ habita su
estrellado que la guía y la
invención que corre como
acompaña: el de la poesía.
un río indetenible” (Gelman,
Me recuerda, además, los
2004: 7). Ciertamente, la
hombres sombríos, otra
poesía más reciente de
vez de Magritte, atados a
Pedro representa una gran
un saco negro con corbata,
cadena de metáforas, una
los antihorarios del trabajo,
cadena al infinito con léxico
el nulo tiempo libre, el
sencillo y con tránsitos
nulo tiempo para sí, la
rítmicos de largo, largo
incomunicación existente
aliento observados aún
entre muchos seres producto
en los poemas más cortos,
del neoliberalismo. Atados
que parecen realizarse
a la tierra, no son de aire,
solos y, por ello, refieren la
Pedro
Salvador
Ale
(2010),
Volar
de
ver
no vuelan, no se conocen
gran maestría que el poeta ha
de volar, México, Eón.
ni reconocen ante los demás, no
logrado en su oficio de varias décadas
distinguen, no descubren, no hablan, no
de trabajo.
respiran, no viven.
Volar de ver de volar desarrolla el asunto
De ellos da cuenta el ave, el músico, el poeta
del poeta como un guía que a través de la
de Volar de ver de volar, pues nos muestra la
libertad de la música de las palabras refiere
dicotomía entre el aire y la tierra, entre la
el orden y el desorden del mundo actual a
libertad y la opresión, entre la vivencia y el vacío
partir de una poesía realmente asombrosa,
humanos, entre el realismo y la interpretación
que unas veces se congratula y muchas otras
surrealista de la vida, condensados en amplios
sanciona las circunstancias sociales que le
juegos de imágenes a veces en tan pocas líneas.
toca experimentar. Pero no lo hace con fines
Lo cual habla de un poemario muy sólido en
pesimistas, sino constructivos, guerreros, como
varios sentidos: fuerte por su cadencia rítmica y
el propio escritor considera debe ser el poeta:
por su nitidez de imágenes, recio por la crudeza
un combatiente y una suerte de chamán. Así
con que varios poemas critican la ausencia
se muestra el libro desde el inicio, pues en la
de amor a través de varios personajes, fuerte
primera sección nos revela qué es la música
por el lenguaje denunciante con que ello se
poética, cuál es su utilidad, cuál es la esencia
muestra, pues uno de los importantes logros
del oficio del músico; asunto válido para quien
del libro es el recurso de palabras libres de
escribe poesía tanto con letras como mediante
cualquier término rebuscado para expresar la
partituras. Nos dice el poeta: “El músico crea
indignación humana. Es una poesía desnuda
mundos, universos, vidas: tiene máscaras,/ un
de palabras y conceptos accesorios.
solo rostro; se mira en un espejo de obsidiana y/
Ya Juan Gelman ha expresado de la poesía
encuentra constelación de signos,/ un poema,
de Pedro Salvador Ale: “La palabra del poeta
la memoria en blanco, el ying yang… arroja su
elude burocracias del lenguaje para que nada
magia, esa red para pescar milagros” (25).
176
Blanca Álvarez Caballero
Volar de hacer volar
Volar de hacer volar
la justicia” (54). Los demás, en ocasiones,
estamos desprotegidos.
Sección que nos enlaza con la cuarta,
titulada “Volar de ver”. He aquí un llamamiento,
la voluntad de abrir los ojos por los que viven
como fantasmas en la marejada neoliberal, en
el mundo en que reina el dinero que encadena
a mujeres de plástico, a burócratas de cuello
blanco, a los corruptos de varios modos.
Seres antagónicos al vuelo, al disfrute de la
poesía. Seres que no conocen las sutilezas de
la música. Son los zombis que van y vienen
por “la mediocre sombra sin una palabra,
sólo ruido, jamás una canción” (91). Los que
no saben amar y, por ello, venden “besos de
polvo”, “billetes falsos”; son los que, señala
la voz lírica, “te quieren llevar a puertos sin
barco ni horizonte,/ sin utopía, sin camino, a
una encrucijada donde/ te espera la muerte. Te
dirán de un mañana para atarte,/ que te darán
manzanas nuevas;/ es otra superstición de
fantasmas que ya no fueron” (92). Los que son
puro ruido, pura interferencia en la cadena de
la comunicación. No establecen diálogos, sólo
monologan desde jerarquías e islas que asfixian
de tanta verticalidad. No vuelan porque son
lineales, carentes de imaginación.
Contrario a ellos, “El músico crea sueños
con los ojos abiertos” (97). Sueños que son
expresados entre estas dos secciones por la
tercera, titulada sencillamente “Volar”. En ella
el ave arriba a los más altos e íntimos parajes:
los del amor, el deseo, los dedicados a la mujer
y a la propia escritura como temas literarios.
Además de ser una pausa entre las secciones
que tiene corte de denuncia social, este apartado
del libro es una oda a la comunicación entre la
mente y el cuerpo, una oda al amor de pareja, en
que la música se disfruta en voz baja, rodeada
por el silencio de las miradas y el regocijo en
el lecho que se comparte. Así nos muestra una
voz poética: “Con los ojos cerrados escucho a
tu corazón hablarme/ de las constelaciones,
Blanca Álvarez Caballero
177
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Hacer música, entonces, es la divisa de esta
sección porque revela cómo es vivir y escribir
desde la libertad e insiste en la necesidad de ella
para lograr el equilibrio humano: “La música
como sabrán, vuela y hace volar,/ esa levedad
del no ser es lo que cuenta” (17), expresa la voz
poética, motivo por el cual este primer apartado
del libro se titula “Volar de verde volar”, en
que se ha tomado el color verde por bandera
de la vida, el soñar, la esperanza, la libertad
de recostarse sobre el pasto mientras se mira
“un árbol de fuego haciéndose esplendor” o se
experimenta alguna hierba verde. Es la libertad
musical para “hipnotizar a las más bellas
mujeres” y “conmover a los hombres rudos”.
El ave/músico/poeta realiza un conjuro, un tipo
de iniciación y de advertencia para el viaje que
realizaremos, los lectores, por este libro: “Harás
música si te desnudas del pasado al amar,/ si
danzas bajo la lluvia,/ si cruzas cada día el
desierto de tu propio ser,/ las arenas profundas
de tu sangre” (22).
Pero también, el poeta/ave/ músico mira
constantemente en diversos sitios la demencia
de la razón del alma humana en la televisión,
Internet, las calles, en todo lugar donde transita.
En el segundo y cuarto apartados del libro
denuncia los estragos que el ojo consciente
observa: “ahora tus oídos no soportan la
realidad de los/ ruidos, contagiados por el hielo
artificial de/ metales, los plásticos, el estruendo
de la ciudad” (49). Hay aquí una deuda, un deber
de volar para expresar la deshumanización
contemporánea: el hambre de pan, de tierra, de
amor, de justicia, en que esta palabra carece
de luz porque, denuncia el poeta: “la justicia
carece de luz,/ sale el sol para la poesía, el
hombre, la mujer que sueña,/ la justicia es un
desierto, en el que los obedientes siembran
mentiras;/ la justicia es para el poder, la poesía
es para los jóvenes,/ la justicia es para el cura,
el militar, el inversionista,/ a ellos los mira,
los palpa, los reconoce, para ellos trabaja,/
del vuelo, de la música, no sin antes insistir en
que, y ésta es la tesis del libro, al margen del
tiempo fugaz y de sus consecuencias, como
nostalgia, tristeza y ansiedad, entre otras, el
instante del vuelo, el momento en que existimos
tiene que ser gozado plenamente. El tiempo y la
vida son uno en el vuelo del instante. Por eso
el poeta, casi al final del libro, nos recuerda:
“Este sol sólo es aquí, en esta vida;/ este aire,
sólo aquí; estos labios/ sólo aquí, en esta hora; el
amor,/ la pasión, el dolor, sólo aquí, ya;/ la vejez,
la muerte, la verdad de/ tu ser, sólo aquí, bajo
este sol, ya” (132): el del volar. LC
Bibliografía
Juan Gelman, “Prólogo”, en Pedro Salvador Ale (2004), Los
reinos del relámpago. Antología (1973-2003), Córdoba,
Argentina, Alción Editora.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
cuando tus latidos ya no digan,/ no veré las
imágenes, se quedará callado también mi
pecho, sólo sabré de la voz del/ silencio que
surge de las sombras; al abrirse el día/ como el
durazno de tus labios, nos miraremos y/ cada
uno seguirá con su vida como si sólo el amor/
de verdad, por un instante, hubiese alumbrado
este sueño ” (60).
La quinta y última sección da título al libro.
Su signo distintivo es además un deslumbrante
logro literario: condensar lo desarrollado en
el poemario, lo referido por el ave/ músico,
pero ahora de manera universal y sumamente
reflexiva, porque cada texto propone
cuestionamientos sobre las relaciones vida/
muerte, recuerdo/olvido, tiempo lineal versus
tiempo de la creatividad humana; es decir, tiempo
de la subjetividad musical, del vuelo personal
con sus diversos ritmos, hasta cerrar con el cese
178
Blanca Álvarez Caballero
Volar de hacer volar
Daniar Chávez Jiménez
Mundo del fin del mundo
El camino era áspero, pero ninguno se detenía, ninguno dudaba. Escalaban
con ánimo los pequeños montes de nieve, los bloques vomitados por las
grandes masas de hielo que flanqueaban los profundos fiordos; se
sepultaban en los abismos abiertos entre montaña y montaña; subían
cuestas resbaladizas y difíciles y, cuando encontraban una superficie lisa,
respiraban un poco.
Los cazadores de focas
Emilio Salgari
“L
lamadme Ismael…, llamadme Ismael…”, repetí varias
veces mientras esperaba en el aeropuerto de Hamburgo y sentía que una fuerza
extraña otorgaba cada vez mayor peso al delgado cuadernillo del pasaje, peso que
aumentaba conforme se acercaba la hora de salida.
Había atravesado el primer control y me paseaba por la sala de embarque aferrado
al bolso de mano. No llevaba demasiadas cosas en él: una cámara fotográfica,
una libreta de apuntes y un libro de Bruce Chatwin, En La Patagonia. Siempre he
aborrecido a los que hacen rayas o anotaciones en los libros, pero aquél estaba
lleno de subrayados y signos de exclamaciones que fueron en aumento luego de
Mundo del fin del mundo
Daniar Chávez Jiménez
179
La Colmena 69, enero-marzo 2011
tres lecturas (Sepúlveda, p. 13).
Con esta descripción comienza Mundo del fin del mundo (1989), libro de fácil lectura,
ameno, seductor y, quizás, una de las novelas más interesantes de Luis Sepúlveda,
que pese a las reticencias del protagonista, ahora rellenaré con anotaciones,
subrayados y uno que otro signo de exclamación, a sabiendas de que el texto habla
por sí mismo a través de un poderoso lenguaje que no deja mucho espacio a la
especulación. Su mensaje es claro y conciso: una disertación profunda, analítica y
crítica sobre el deterioro medioambiental en los mares del sur.
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Luis Sepúlveda (2009), Mundo del fin del mundo,
México, Tusquets, 145 pp.
Y como Moby Dick, de Herman Melville, o Arthur
Gordon Pym, de Edgar Allan Poe, la novela de
Sepúlveda inicia con un adolescente inmerso
en el fascinante mundo de la navegación y
la literatura de viajes. Ante nuestros ojos se
mueven a velocidades vertiginosas antiguos
recuerdos de lecturas de juventud: Jack
London, Julio Verne, Emilio Salgari, R. L.
Stevenson y, por supuesto, Joseph Conrad, que
acuden a nuestra memoria con evocaciones
que estimulan un universo imaginario muchas
veces olvidado por nuestra modernidad.
Y como Arthur Gordon Pym o Ismael, el
protagonista, con apenas 16 años de edad,
se embarcará en un fabuloso viaje a los
confines más desolados de la tierra. La novela
mezclará poco a poco la leyenda, la historia,
el exilio político y hasta una excelente crónica
policíaca en el mundo a la vez heterogéneo
y globalizado de la era postindustrial, que
poco a poco ha hecho pedazos la ilusión del
espíritu aventurero que anhelaba adentrarse
a los profundos océanos para “ver un poco de
mundo” (Sepúlveda, p. 89).
A bordo del Estrella del Sur, el protagonista
180
Daniar Chávez Jiménez
irá penetrando en lo más recóndito de La
Patagonia chilena, donde el “país se divide en
miles de islas, islotes, canales, pasos de mar,
hasta las cercanías del Polo Sur y, en la parte
continental, las cordilleras, los ventisqueros,
los bosques impenetrables, los hielos eternos,
las lagunas, los fiordos y los ríos caprichosos”
(16), que imposibilitan el desarrollo de las
grandes vías de comunicación, pero no así el
cataclismo de los recursos naturales ocasionado
por el hombre.
El deseo de convertirse en un gran
navegante, primero en el Estrella del Sur y más
tarde en el Evangelista, se transfigurará en
una visión terrorífica de la caza de los grandes
cetáceos, lo que desilusionará al joven viajero
que años más tarde aparecerá en un lejano
puerto europeo, convertido en un hombre
maduro que ha sido obligado a abandonar su
país a causa de la represión militar. La novela
se sitúa en los ochenta, durante la dictadura
militar de Augusto Pinochet, pero sus primeras
acciones transcurren en Hamburgo. Hombre
desencantado de la prensa “‘seria’, interesada
en los temas que afectan el medio ambiente
solamente cuando éstos adquieren visos de
escándalo” (Sepúlveda, p. 48), formará con
algunos compañeros de profesión una agencia
de noticias alternativa, dedicada a los problemas
que afectan el entorno ecológico, justificado
durante décadas e incluso auspiciado por las
potencias occidentales.
Con un estilo policíaco, Luis Sepúlveda
transporta al lector a aquellas regiones que
durante años fueron la pesadilla de los
conquistadores, el refugio y la ruta de piratas
legendarios y la mina de oro de balleneros,
taladores y cazadores.
Con la noticia de un inesperado accidente
del barco factoría japonés Nishin Maru,
gobernado por el capitán Toshiro Tanifuji,
que ocasiona la muerte de 18 tripulantes y un
número indeterminado de heridos en aguas
magallánicas, da comienzo esta extraordinaria
Mundo del fin del mundo
Mundo del fin del mundo
fines comerciales. Aunque la realidad es que
la comisión nunca ha podido con los grandes
intereses económicos que están detrás de esta
práctica, continuada mediante maniobras
abiertamente fraudulentas por Japón, Noruega
y la desaparecida Unión Soviética, entre otros
países industrializados. Y aunque la CBI
ha seguido trabajando en la protección de
los denominados santuarios balleneros del
Océano Antártico, la caza fraudulenta y la caza
denominada “científica” (que es en realidad
el pretexto con que han continuado operando
los balleneros en nombre de la ciencia) siguen
acercando a esas especies a la extinción.
Este aturdimiento burocrático que intenta
asignar normas y directrices a los países que
inventaron no sólo las reglas sino también
el “juego”, ha trasladado los debates de las
comisiones internacionales a las ONG y los
grupos civiles pacifistas. Durante los años
sesenta, bajo la influencia de autores como Paul
Ehrlich o Barry Commoner, quienes plantearon
por primera vez la creación de organismos
internacionales que regularan el crecimiento
demográfico y administraran los recursos
ambientales de manera sustentable (Herman,
1997), esas organizaciones iniciaron querellas
contra las voraces actividades de los grandes
intereses capitalistas. Las demandas presentadas
dieron vida más tarde a movimientos como
el Club de Roma o Greenpeace, pero también
inspiraron ideas más radicales, que en nombre
de la preservación de los recursos naturales
llegaron a límites nunca antes considerados
en la defensa del ambiente. El profesor
norteamericano Theodore Kaczynski, conocido
como el Unabomber,1 fue uno de quienes definió
un perfil adverso extremo en relación con la
problemática. Y la cruzada ambientalista tomó en
ocasiones giros inesperados con los ecosabotajes
como reclamo violento a los atentados contra
1
Quién llevó a cabo una campaña terrorista para denunciar los abusos de la sociedad tecnológica, acabando con la vida de tres personas e hiriendo a 23 más.
Daniar Chávez Jiménez
181
La Colmena 69, enero-marzo 2011
aventura que obliga al protagonista a regresar
a su patria, luego de dos décadas de exilio, para
indagar los sospechosos orígenes del incidente
y la no menos sospechosa existencia de este
“buque fantasma”, que navega oficialmente en
los mares aledaños a las Islas Mauricio, pero
que al mismo tiempo parece surcar en silencio
aguas territoriales chilenas, dedicado a la caza
ilegal de ballenas piloto o calderón.
Luis Sepúlveda introduce de lleno al lector
en una problemática ambiental que ha llamado
la atención en los últimos años. Sin embargo,
el autor no se queda en la mera descripción
del fenómeno (tala de bosques, extinción
de especies, contaminación del ambiente,
explotación de los recursos naturales, etc.),
sino que desdobla sus reflexiones a distintos
ámbitos de la crítica y el conocimiento. Pensar
lo político, lo ambiental y lo literario bajo
estrictas preocupaciones éticas establece una
excitante relación con la historia de América
Latina desde la Conquista.
Y no es de extrañar que la valoración de
Sepúlveda sobre la situación de la América
actual comience con este llamado a la
preservación del ambiente, pues el conflicto
con respecto a la destrucción de ecosistemas,
columnas vertebrales de la cultura y puntal
del futuro, tiene un largo camino recorrido. Si
bien la caza de ballenas (y la degradación de
los recursos naturales en general) se practica
desde hace muchos años, no fue sino hasta la
década de los veinte del siglo XX, con la llegada
de nuevas tecnologías y de los barcos factoría,
que la matanza de cetáceos alcanzó niveles
colosales y casi llevó a la extinción de todas
las especies del más grande de los mamíferos
marinos.
Con la intención de establecer áreas
protegidas para las ballenas en el Océano
Antártico, en 1946 se fundó la Comisión
Ballenera Internacional (CBI), aunque no
fue sino hasta 1986 cuando la CBI prohibió
en definitiva la caza de estos animales para
La Colmena 69, enero-marzo 2011
la naturaleza, al estilo de los “guerrilleros del
Vietcong” (Herman, 1997: 428).
Con la aparición de un enigmático personaje,
el marino chileno Jorge Nilssen, hijo de un
migrante noruego y una indígena ona, el
protagonista de la novela de Sepúlveda
sospecha el nacimiento de un peligroso
vengador ecológico que pondrá en riesgo la
ofensiva pacifista del movimiento verde y
sembrará fuertes dudas sobre sus prácticas de
protección ambiental.
Nada más lejano de la verdad, pues la novela
tiene un final inesperado y pacífico, aunque
con la sospecha esbozada Sepúlveda traza un
análisis minucioso de la memoria colectiva del
continente, lo que lleva al lector a cuestionar
la conveniencia del exhorto prácticamente
gratuito contenido en la violencia expuesta en
esa parte de la novela. Las respuestas pueden
ser muchas, pero hay una que destaca y que
tiene que ver con la historia del continente, cuyo
resultado ha sido la formación de un carácter
complejo que con frecuencia nos enfrenta a
las redes de nuestra condición humana, y que
puede verse también como una amorfa apología
de la violencia.
Sepúlveda expone de esta forma una visión
particular de la historia de la América hispánica:
la Conquista, cuya larga secuela incluye a
los ganaderos de Europa del norte, cuya
llegada inició el exterminio de indígenas onas,
yaganes, patagones y alacalufes, así como a
navegantes y colonizadores, barcos fantasma,
como el Cacafuego o el Caleuche, piratas como
Sir Francis Drake o Williams O’Barrey, y sus
interminables batallas marítimas, cazadores
de ballenas y la industria maderera, que hace
su espectacular aparición en el impetuoso
maderamen de recuerdos que Sepúlveda arma.
A partir de ahí, el lector puede apelar a su
conocimiento de los orígenes de la crueldad
que ha aquejado al continente durante cinco
siglos y de los acontecimientos relativos a
movimientos insurgentes, guerras civiles,
182
Daniar Chávez Jiménez
dependencias económicas, golpes y asonadas
militares, represión, narcotráfico y crimen
organizado, corrupción, grupos paramilitares,
azarosas protestas sociales, crecimiento
descontrolado de la industria y un prolongado
etcétera que incluye la violencia callejera,
social, intrafamiliar, ambiental y política.
Con la exposición de esta lúgubre telaraña
social, Sepúlveda invita a explorar el presente,
no sin antes haber sumergido al lector en el
pasado. La novela se propone así como un
extenso recorrido sobre la condición humana de
los latinoamericanos, cuyo pasado ha sido, en
efecto, violento, pero también extraordinario,
planteamiento del cual no se debe omitir que
hay una significativa saga de influencias
culturales y sociales, las cuales han contribuido
a la consolidación de los caracteres regionales
y a dibujar los rostros que sólo pueden ser
comprendidos por el devenir incesante de
dualidades tan complejas como las enunciadas.
Y mientras el lector forcejea bajo el
temporal, Sepúlveda lo incita a enderezar la
nave y reexaminar, replantear y reinventar
su derrotero, que si bien no es únicamente el
del hombre americano, pues la ruta oceánica
trazada por Occidente hacia el continente es
ineludible, sí obliga a pensar en el ajuste de los
instrumentos y las cartas de navegación para
salir del laberinto de canales y pasos de mar
en los que, a veces, el carácter latinoamericano
zozobra ante la crueldad, y alcanzar por fin el
tan anhelado mar abierto. LC
Bibliografía
Arthur Herman (1997), La idea de decadencia en la historia de occidente, Barcelona, Andrés Bello [trad. Carlos
Gardini].
Mundo del fin del mundo
Alberto Vital
80 años no es nada:
Carlos Fuentes entre
la memoria, la imaginación
y la fantasía
erecen una sincera felicitación cuatro catedráticos e
investigadores –Martha Elia Arizmendi Domínguez, Humberto Florencia
Zaldívar, Gerardo Meza García y Gregorio Martín Mondragón Arriaga– por
reunir en tan pocas páginas tanta sustancia analítica en torno a la obra
del célebre novelista, cuentista, ensayista y dramaturgo mexicano, nacido
hace 82 años. Los libros breves se agradecen hoy más que nunca, pues la
multitud de ofertas y la poca disponibilidad de tiempo son los dos factores
más influyentes en la vida editorial contemporánea. Los dones de la brevedad
y la contundencia seguramente facilitarán que este libro llegue a más de un
lector, es decir, que alcance a los lectores de los que se ha hecho digno.
Por mi parte, leí 80 años no es nada en muy poco tiempo y saqué
conclusiones que no hubiera obtenido en ninguna otra parte. Los cuatro
autores comparten la virtud de saber hilvanar reflexiones propias,
originales, y citas oportunas, estimulantes. La cita podría verse como un
género aparte, autónomo, además polifónico. Mediante la cita, un texto
80 años no es nada: Carlos Fuentes
Alberto Vital
183
La Colmena 69, enero-marzo 2011
M
La Colmena 69, enero-marzo 2011
académico es hasta cierto punto como Felipe
Montero, el protagonista de Aura, y es como
la heroína epónima, la famosísima Aura: un
desdoblamiento de por lo menos dos edades,
de por lo menos dos voces en un solo espacio
carnal o textual. Uno se reencuentra aquí con
Martha Elia Todorov, con Humberto Ricoeur,
con Gregorio Bachelard, con Gerardo Harss
o Gerardo Beristáin, fundido en este último
caso nuestro querido anfitrión de tantas
memorables ocasiones, Gerardo Meza, y la no
menos querida y admirada Helena Beristáin.
Todos ellos se encuentran en estas páginas que
no tienen desperdicio.
Carlos Fuentes debe sentirse satisfecho
con la recepción de su obra en México y con
la manera como su octogésimo aniversario de
vida y el primer medio siglo de La región más
transparente no fueron pasados por alto en
nuestras tierras, las suyas.
Yo nunca he tenido la oportunidad
de hablar con él. Mi generación y otras
generaciones de mexicanos no se han visto
beneficiadas por ese gigantesco regalo que
habría significado aunque fuera un semestre
de literatura universal con Carlos Fuentes. La
voz viva es irremplazable. La cátedra directa,
con el derecho de irse luego a tomar un café
con el profesor para seguir hablando de lo
que apasiona a todos, democráticamente,
no tiene sustituto alguno. Nos conformamos
entonces con los libros de Carlos Fuentes. Y
los muchos y muy valiosos libros sobre Carlos
Fuentes son lo más cerca que podemos estar
del famoso hombre de letras, cuyo arraigodesarraigo mexicano-mundial parece haberse
trasladado a sus criaturas, conforme a una
expresión muy lograda de Humberto Florencia
Zaldívar en estas páginas: “Los personajes de
Fuentes no pertenecen a ninguna territoriedad,
son producto de un aborto cultural, esto es,
de un nacimiento colectivo que no les permite
reconocerse en ningún sitio, pero, a su vez,
184
Alberto Vital
se identifican con la cultura general” (p. 34).
Independientemente de que en el Guanajuato
de Las buenas conciencias al novelista ya lo
habrían encarcelado por practicar el aborto,
aunque sea cultural, aunque sea de personajes,
aunque sea porque un nacimiento colectivo
equivale a un aborto cultural, es indudable
que las páginas de 80 años no es nada van
dándonos un retrato por pinceladas tanto del
hombre como de su obra.
El propio Humberto Florencia Zaldívar
deja abierta la puerta a la polémica al final
de su texto “Gringo viejo: mirarse, negarse
y repetirse entre culturas”. Me parece muy
saludable, muy refrescante, el hecho de que los
académicos abramos espacios para la discusión
sobre temas generales, como el que plantea
Humberto Florencia Zaldívar, o sobre temas
específicos de los estudios literarios, como el
que provoca Gerardo Meza al demostrar que no
es tan mecánica y obvia como creíamos la idea
de que Aura es sin más un relato fantástico.
Este tipo de propuestas y de argumentaciones
permiten que nuestros alumnos (los lectores
más probables y deseables de libros como el que
aquí presentamos) recuperen la vieja definición
del humanista, quien a juicio de Ernst Robert
Curtius es un ser abierto a la polémica, a la
discusión pública, nunca como un ataque a
la persona del colega, jamás como un rechazo
visceral a las posturas y a las ideas del otro,
sino como una manera de crear modelos
de consenso crítico que después vayan y se
apliquen a la sociedad.
Quizás esto último sea la razón de ser de las
humanidades en una sociedad tan lastimada,
tan sumida en la incertidumbre y en el disenso
como la mexicana: la creación de modelos
de consenso crítico mediante la discusión
sobre textos literarios, fenómenos históricos
y sociales, descubrimientos antropológicos,
explicaciones económicas, etcétera, las ciencias
sociales y humanas podrían pasar el examen
80 años no es nada: Carlos Fuentes
80 años no es nada: Carlos Fuentes
Alberto Vital
185
La Colmena 69, enero-marzo 2011
que les hiciera la sociedad
claras e indudables. Desde
si le devolvieran a ésta
luego, un debate sobre México
una competencia crítica y
y el mundo contemporáneo
analítica y constructora de
a partir de una relectura de
consensos muy superior
Carlos Fuentes se ubicaría
a, por ejemplo, la de la
muy por encima de la
clase política, a fin de que
selección del canon propio,
aquéllas fueran un ejemplo
del canon intangible que cada
permanente para éstas.
uno de nosotros elabora, y
La obra de Carlos Fuentes
se iría a cuestiones como la
se presta no sé si maravillosa
presencia de la literatura en
o fantásticamente para lo
un país en que cada día la
anterior. Es óptima para que
televisión y el cine parecen
–en su vastedad, en sus cimas
arrancarle un lector (o cientos
y sus simas, en sus momentos
de lectores) a la lectura, y a
Martha Elia Arizmendi D. et al. (2010), 80 años
paradigmáticos y en sus
cuestiones que aparecen en
no es nada: Carlos Fuentes entre la memoria, la
imaginación y la fantasía, Toluca, UAEM, 90 pp.
momentos desconcer-tantes,
el último Fuentes, como la
en su tratamiento de temas
ceguera de las élites políticas,
absolutamente fundamentales–, nos aboquemos
ocupadas casi sólo en la sucesión presidencial,
a una serie de discusiones generales sobre la
tema y contenido fundamentales de La silla
literatura en sí y sobre las grandes preguntas y
del águila, de 2003, la novela con que Fuentes
respuestas que pasan por una escritura como la
responde a la transición democrática del 2000
de Fuentes.
(y lo hace de manera sumamente crítica), o
La obra de don Carlos es antológica como
como la violencia y sus formas recientes en
consecuencia de su vastedad y de su diversidad:
México, tema y contenido de La voluntad y la
salvo la inclusión unánime de textos ya
fortuna (2008) y de Adán en Edén (2009).
clásicos, como el cuento que aquí estudia con
Estoy seguro de que los cuatro autores de
singular agudeza Martha Elia Arizmendi, como
80 años no es nada: Carlos Fuentes entre la
desde luego Aura, La región más transparente
memoria, la imaginación y la fantasía tendrían
y La muerte de Artemio Cruz, como “Muñeca
un lugar en un congreso-debate de este tipo,
reina”, también trabajados aquí, el resto de su
sin duda más rico y más adecuado que el 2010
corpus suscita las más diversas reacciones, de
de centenarios y bicentenarios y los juegos
modo que cada uno de nosotros, puesto a elegir
pirotécnicos a los que nos resignamos la noche
los escritos de Fuentes con los que se quedaría,
del 15 de septiembre.
aparte de los ya citados, haría una lista más
Empecé con una felicitación y termino con otra.
o menos distinta. Por ejemplo, después del
Congratulo a los editores por un tomo tan limpio,
Fuentes asombroso y desbordante de la primera
tan grato a la vista, tan propicio para la lectura.
época, cuando con novelas como Zona sagrada
El diálogo de la portada entre los dos Fuentes
y Cambio de piel elevó muchísimo el listón de
reverbera todo el tiempo a lo largo de la gozosa
la narrativa urbana, cosmopolita e innovadora,
apropiación de estas páginas. Insisto: Carlos
yo en lo personal me quedo con Agua quemada,
Fuentes tiene que estar muy agradecido con sus
La cabeza de la hidra, El naranjo y Diana o la
lectores y con sus estudiosos mexicanos. LC
cazadora solitaria, por citar mis elecciones más
Colaboradores
Blanca Álvarez Caballero. Realiza el Doctorado en
Humanidades por la uam-Iztapalapa. Maestra en
Humanidades por la uaem. Ha publicado poemas,
reseñas, artículos y ensayos en Destiempos, La
Colmena, Castálida y Ciencia ergo sum, entre otras.
Está antologada en el Sexto Maratón de Poesía, gem,
Toluca, tunAstral (2005) y en Espiral de los Latidos.
Poesía joven de la zona centro del país, Conaculta
(2002). Tiene publicados los poemarios Odiseo
regresa, por el Instituto Mexiquense de Cultura
(2008); Ausencia del marino (imc, 2004) y Amanecer
incierto y solitario (imc, 2001). Becaria por el focaem
en 2004 y 2007. Ha participado en diversos eventos
literarios nacionales.
Universidad Autónoma de Baja California, donde
imparte las materias de Literatura mexicana,
Literatura española, Seminario de investigación,
Taller de lengua escrita y Taller de composición.
Profesor de tiempo completo en el Colegio de
Bachilleres de Baja California, desde 2002, donde
imparte Literatura y Taller de lectura y redacción.
Ha sido coeditor de las Antologías Teatro del norte
5 y 6 (2005 y 2006); presentador de diversos libros;
coordinador y editor del proyecto CONTEXTOS (2007),
Facultad de Humanidades, uabc. Ha participado en
diversos coloquios y congresos, asimismo, impartió
seminarios y cursos-taller en Tijuana y Mexicali.
Rosa María Camacho Quiroz. Licenciada en Letras
Martha Elia Arizmendi Domínguez. Licenciada en Letras
Españolas y Maestra en Estudios Literarios por
la uaem, Doctora en Letras por la unam. Profesorainvestigadora de licenciatura y posgrado en la
Facultad de Humanidades de la uaem. Ponente y
organizadora de eventos académico-literarios
nacionales e internacionales. Articulista. Miembro
de la Asociación Mexicana de Profesores de
Lengua y Literatura, y del Sistema Nacional de
Investigadores (sni) nivel 1.
Azucena Arriaga Mejía. Pasante de la Licenciatura
La Colmena 69, enero-marzo 2011
en Letras Latinoamericanas, de la Universidad
Autónoma del Estado de México. Actualmente
docente del nivel medio superior.
Julián Beltrán Pérez. Maestro en Ciencias Sociales,
Universidad Autónoma de Baja California,
Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas,
Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro de la
Red Internacional de Investigadores de la Frontera,
con sede en Colombia, desde 2008. Profesor de
asignatura en la Facultad de Humanidades de la
186
Colaboradores
Latinoamericanas por la Universidad Autónoma
del Estado de México; Maestra en Humanidades,
línea de investigación en Ética, por la misma
Universidad. Es docente de tiempo completo de la
Facultad de Humanidades de la uaemex donde
ha impartido las cátedras de Literatura Universal
del siglo XVII al XIX, Análisis del texto narrativo,
Técnicas de investigación documental, Literatura
española del periodo Medieval y Siglo de Oro, entre
otras. Ha sido coordinadora de Difusión Cultural de
la misma Facultad. Actualmente es estudiante del
tercer semestre del Doctorado en Letras Modernas
en la Universidad Iberoamericana.
José Luis Cardona Estrada. Periodista. Licenciado en
Sociología por la uaem. Ha publicado artículos en
diversos medios informativos.
Delfina Careaga. Escritora. Autora de Muñeca
vestida de azul, Del tiempo y otros fantasmas
(cuentos) y de la novela Alquimia. Ha obtenido,
entre otros premios, el Ariel de Plata por el guión
cinematográfico La tía Alejandra y el Premio
Colaboradores
Nacional de Teatro Emilio Carballido (1985). Presea
Estado de México en el área de Artes y Letras “Sor
Juana Inés de la Cruz” (1999).
Maricruz Castro Ricalde. Doctora en Letras Modernas
y con estudios de doctorado en Comunicación.
Es profesora investigadora del Tecnológico de
Monterrey, campus Toluca. Ha recibido numerosos
reconocimientos como ensayista; ha publicado siete
libros y más de treinta artículos especializados en
cine y literatura. Coordina la colección “Desbordar
el canon. Escritoras mexicanas del siglo XX”. Es
miembro del Sistema Nacional de Investigadores,
nivel 2.
con mención honorífica. Se ha desempeñado como
jefa de carrera de la Licenciatura de Historia de la
enah (1997-2001). Ha impartido cursos dictados en
el Colegio de Estudios Latinoamericanos de la unam
(1991-1993); cursos de Historia y Antropología en
la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán
(2008-2009); cursos de Historia y Etnohistoria en
la enah (desde 1992). Directora de tesis y sinodal de
exámenes de grado. Actualmente es profesora de la
enah y de la Especialidad de Posgrado en Estudios
Diplomáticos del Instituto Superior de Intérpretes
y Traductores. Publicación de libros y artículos en
revistas de la unam, buap, inah, uaem, uam.
Jorge Esquinca. Estudió la carrera de Ciencias de la
Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía
y Letras de la unam; Maestro en Letras por el Centro
de Investigación y Docencia en Humanidades del
Estado de Morelos; Diploma de Estudios Avanzados
por el Departamento de Literatura Española e
Hispanoamericana de la Facultad de Filología de
la Universidad de Salamanca; Doctor en Letras
Latinoamericanas por la Facultad de Filosofía y
Letras de la unam. Ha publicado diversos artículos
en revistas de investigación y divulgación cultural
de la unam. Sus líneas de investigación son
Literatura y ecología, Literatura de viajes y La idea
de decadencia en la literatura latinoamericana.
Actualmente se desenvuelve como profesor de
literatura en diversas instituciones.
Marco Aurelio Chavezmaya. Escritor. Autor de Los
amorosos y El león duerme esta noche, entre otros
títulos. Becario de la Primera Generación del Centro
Toluqueño de Escritores (1983). Presea Estado de
México “Sor Juana Inés de la Cruz” en Lingüística y
Literatura (1984).
Comunicación. Ha trabajado como editor, traductor,
articulista y promotor cultural. Tiene publicados:
Alianza de los reinos (1988), Paloma de otros
diluvios (1990), El cardo en la voz (1991) con el que
obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes,
Isla de las manos reunidas (1997), Uccello (2005).
Ha traducido libros de Pierre Reverdy, W. S. Merwin
(su versión de La rosa náutica mereció el Premio
Nacional de Traducción de Poesía); Henri Michaux,
André du Bouchet, Alain Borer y Maurice de Guérin.
Ha obtenido becas del Ministerio de Cultura de
Francia. Actualmente es miembro del Sistema
Nacional de Creadores de Arte.
Guillermo Fernández. Poeta y traductor. Es autor de
La palabra a solas, La hora y el sitio y Bajo llave,
entre otras obras. Ha traducido más de 50 libros
del italiano, sobre todo de poesía. Recibió el Premio
Jalisco de Literatura (1998). Pertenece al Sistema
Nacional de Creadores. Fue condecorado por el
Gobierno de la República de Italia con la Orden de
Comendador (2000).
Humberto Florencia Zaldívar. Licenciado en Literatura
Doctora en
Estudios Latinoamericanos por la unam. Premiada
con la medalla “Alfonso Caso” de la unam. Maestra
en Historia de México por la unam, con mención
honorífica. Licenciada en Etnohistoria de la enah-inah,
Martha
Eugenia
Colaboradores
Delfín
Guillaumin.
Dramática y Maestro en Letras por la unam; profesor e
investigador adscrito a la Facultad de Humanidades
de la uaem. Ha recibido varios premios nacionales e
internacionales por obra publicada como narrador
y ensayista.
Colaboradores
187
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Daniar Chávez Jiménez. Licenciado en Lengua y
Roberto Andrés González Hinojosa. Doctor en Filosofía
por la unam. Profesor e investigador de la Facultad de
Humanidades en la uaem. Sus líneas de investigación
son la epistemología y la metafísica. Autor de El
retorno a la metafísica (uaem, 2002) y ¿Qué es eso de
la filosofía? (uaem, 2003), entre otros.
Santiago Matías. Realizó estudios formales de
poesía; obtubo becas del fondo nacional y del
fondo estatal para la Cultura y las Artes, así como
del Centro Toluqueño de Escritores, asociación
civil que preside desde 2009. Entre sus libros se
encuentra Ceniza del esquizo (imc,1998). Publicó en
La Colmena "Madera en tierra" (No. 29, 2001).
Artes Plásticas en la Academia de San Carlos y
la Licenciatura en Letras Hispánicas en la unam.
Obtuvo los premios de poesía “Gilberto Owen” y
“Punto de Partida”, entre otros. Parte de su obra
aparece en algunas antologías, como el Anuario de
poesía mexicana, fce y Un orbe más ancho, poesía
joven de México, unam, 2005. Fue becario del Fonca
en la categoría de Jóvenes Creadores en 2008, y
desde el 2003 dirige el sello editorial Bonobos.
José Luis Herrera Arciniega. Ganador del Premio
Gerardo Meza García. Licenciado en Letras Españolas
anual del Centro Toluqueño de Escritores en cuatro
ocasiones; autor de una decena de libros, entre
ellos los de cuentos Un pato gigante y Cerca pero
no tan lejos; de crónicas No me olvides y El conejo
azul, y las novelas Danza rota y Mil caballos de
vapor. Periodista y Licenciado en Ciencias de la
Comunicación, se dedica a la cátedra en instituciones
de enseñanza media superior y superior.
por la uaem, Maestro en Estudios Literarios por la
uaem, candidato a doctor por la unam, profesor e
investigador adscrito a la Facultad de Humanidades
de la uaem. Ha publicado artículos en diversas
revistas y ha representado a la uaem en foros
nacionales e internacionales.
Porfirio Hernández. Ha pubicado cuatro libros de
Doctor en Filosofía
y profesor-investigador de la Facultad de
Humanidades. Miembro del Sistema Nacional de
Investigadores nivel 2 y de la Academia de las
Ciencias de Moscú. Autor de libros, traducciones y
ensayos tanto en ruso como en español, entre los
que destacan títulos como: En busca de la dignidad
y del sentido de la vida, Pensar como pretexto y
pretexto para pensar.
Mijail
Malishev
Krasnova.
Germán Iván Martínez Gómez. Licenciado en Filosofía
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Estatal de la Juventud del Estado de México en el
Mérito Académico, 2003. Actualmente es profesorinvestigador de la Escuela Normal de Tenancingo.
por la Universidad Autónoma del Estado de México.
Maestro en Enseñanza Superior por el Centro de
Investigación y Docencia en Humanidades del
Estado de Morelos (cidhem). Ganador del Primer
Concurso Universitario “La palabra poética,
2002” y del Primer Concurso Universitario sobre
Composición Poética “Sor Juana Inés de la Cruz”,
2003, convocados ambos por la uaem. Premio
188
Colaboradores
Licenciada en Letras
Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma
de México. Tomó cursos de teatro guiñol (INBA)
y teatro de marotes (IFAL). Autora de Pan de la
familia Millán, pan ancestral y del poemario Río.
Colaboradora en publicaciones culturales como
Castálida, Tiempo, Raíces Francesas en México
y La Colmena, con cuento, poesía, traducción e
investigación. Participó con títeres en la película
“Un toque de rock” de Sergio García y en la serie
televisiva “Descúbrelo” producida por Conaculta.
Ha sido guionista de Radio Mexiquense y editora
de guiones radiofónicos de la serie 1492, noticias
y estampas (UAQ). Se ha desempeñado como
profesora de nivel medio superior y ha impartido
cursos de títeres en diversas Casas de Cultura en el
Distrito Federal y el Estado de México.
Rebeca
Millán
González.
Profesora
de Educación Básica. Licenciada en Letras
Latinoamericanas por la uaem. Maestra en
Blanca
Aurora
Mondragón
Espinoza.
Colaboradores
de Oca Navas. Licenciada en Filosofía,
además de Maestra y Doctora en Estudios
Latinoamericanos. Ha sido profesora de educación
primaria, secundaria, preparatoria, licenciatura y
posgrado. Ha dictado conferencias en diversos lugares
de la entidad y participado en la presentación de libros
y revistas, trabajos propios y de otros investigadores en
distintas instituciones académicas. Ha asistido como
ponente a congresos y foros académicos nacionales e
internacionales. La Universidad Nacional Autónoma
de México le otorgó la Medalla “Gabino Barreda” por
haber obtenido el más alto promedio de calificación
al término de sus estudios de doctorado. Obtuvo la
Mención Honorífica en el Primer Concurso de Historia
Municipal, convocado por el Gobierno del Estado de
México. Ha sido integrante del Sistema Nacional de
Investigadores (1999-2005), miembro fundador de
la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación
(somehide), de la cual fue secretaria de Organización
Elvia Montes
del Consejo Directivo (2006-2008). Su labor de
investigación y difusión en pro de la historia de la
educación en México fue reconocida por El Colegio
Mexiquense, A. C.
Marco Antonio Morales Gómez. Licenciado en Derecho
y Maestro en Derecho Público por la Universidad
Autónoma del Estado de México. Cuenta con estudios
Colaboradores
de Doctorado en Derecho Público por la Universidad
Complutense de Madrid, España. Algunas de las
cátedras que ha impartido son: Sociología de la
Educación, Derecho Administrativo y Marco Jurídico
de la Educación, tanto en licenciatura como en
posgrado. En la administración pública ha ocupado
diversos cargos, entre los que destacan: Director
General del DIF del Estado de México; Vocal Titular
del Consejo de Salubridad General de los Estados
Unidos Mexicanos; Director General del Instituto
Mexiquense de Cultura; Coordinador General de
Asesores de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos
de la Secretaría de Gobernación; Consejero
Electoral del Instituto Electoral del Estado de
México; actualmente Comisionado de los Derechos
Humanos del Estado de México. Fue Rector de la
Universidad Autónoma del Estado de México (19931997); Consejero Nacional de anuies; Vicepresidente
de la Organización Universitaria Interamericana
(oui) Región México; Representante General de las
Universidades Públicas Mexicanas ante el ceneval;
Presidente del Instituto de Administración Pública
del Estado de México, A.C., Director General
Fundador de la Escuela Judicial del Estado de
México, Secretario Técnico de la Comisión Nacional
de Tribunales Superiores de Justicia. Columnista,
editorialista y autor de múltiples artículos y
ensayos. Ha sido distinguido con la Insignia de
Oro de la Universidad de Santiago de Compostela,
España; y la Venera a la Docencia “Abogado
Isidro Fabela Alfaro” otorgado por la Escuela de
Derecho, el Consejo de Decanos, el Grupo Cultural
“Mario Colín Sánchez” y la Barra de Abogados de
Atlacomulco.
Emma Mauricia Moreno Carmona. Narradora. Licenciada
en Letras Españolas (uaem) y diplomada por la
Sociedad General de Escritores de México. Becaria
de la segunda generación del Centro Toluqueño de
Escritores en 1984. Obtuvo el primer lugar en el
concurso de narrativa convocado por el imc en 1990.
Ha publicado las novelas Aglaura y La tahona; los
cuentos “Piri y Lolo” y “Noche fuera de casa”, entre
otros títulos.
Colaboradores
189
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Humanidades. Diplomada por la uaem en
Administración de la Cultura. Realizó estudios
de Dialectología Española y de Literatura
Hispanoamericana del Siglo XX, en la Universidad
de Málaga, España. Presea al mérito universitario
“Ignacio Manuel Altamirano Basilio”. Ha practicado
el periodismo cultural y de género en periódicos,
revistas y suplementos regionales. Colaboradora de
Vitral, suplemento cultural del periódico Rumbo; del
periódico local XIX-XX, de Temascalcingo, México,
de CambiAvía, órgano de información y crítica de
tunAstral, y de revistas literarias, principalmente,
como La troje, La Colmena, Hojas de Sal, Blanco
Móvil, ZonAlta, Orfeo, ¿Qué hacer?, Arte, Cultura y
Entretenimiento, Toluca virtual, todamujer (virtual)
y Ganando espacios.
Víctor Nava Marín. Licenciado en Lengua y Literaturas
Hispánicas (unam). Tras tomar algunos cursos de
actuación y laboratorio teatral (en el cadac, A.C., el
cut y el Laboratorio de Artes Escénicas de la unam),
forma, en 1980, el grupo de teatro Drao/uaem. Ha
sido corrector de estilo en el Fondo de Cultura
Económica, Publicaciones Cultural y Comunicación
Social del gobierno estatal; jefe de redacción de las
revistas La Grapa (independiente) y Castálida (imc).
Colaborador frecuente en publicaciones de carácter
cultural; coautor (junto a Esvón Gamaliel) del libro
Para conjurar la desmemoria: Más de tres décadas
de teatro en la uaem. En la uaem fue creador de los
proyectos “Diálogos bajo la Mora” y Premio Nacional
(actualmente internacional) de Narrativa “Ignacio
Manuel Altamirano”. Dictaminador editorial en el
Departamento Editorial (uaem) y la Subdirección de
Publicaciones (imc). Ha impartido cursos de redacción
y corrección de estilo en distintas escuelas e instancias
educativas.
Legislatura del Estado de México. Desde 1993 es
cronista de la uaem. Recientemente publicó el libro
Verde y Oro. Crónica de la Universidad Autónoma
del Estado de México y Toluca: sucesos del siglo XX.
Flor Cecilia Reyes. Licenciada en Letras Hispánicas
(uaem). Egresada de la Escuela de Escritores de la
sogem-Estado de México. Ha publicado Átopos (imc,
1987); Cerro de Magueyes (H. Ayuntamiento de
Metepec, 1992) y Derrumbes (imc, 1996). Aparece
antologada en Toluca en la poesía: las divinas
mutantes; En busca de los poetas perdidos; Aves
nocturnas; Poetas de Tierra Adentro; Mujeres poetas
en el país de las nubes y en Árbol de letras y la vida.
Ha sido dos veces becaria del Centro Toluqueño de
Escritores y obtuvo los Premios Estatal y Nacional
de Poesía del crea (1986). En 1999 obtuvo Mención
Honorífica en el Premio Nacional de Poesía Efraín
Huerta.
Sergio Ernesto Ríos (Toluca, México, 1981). Egresado
(uaem) y Maestro en Administración Pública por la
Universidad del Sur de California. Ha publicado
diversos textos, entre ellos, Didáctica de la lectura
eficiente y Literatura del siglo XX (uaem). Obtuvo
la Presea al Mérito Universitario “Ignacio Ramírez
Calzada” (2001).
de la Licenciatura en Letras Latinoamericanas de la
uaem. Realizó estudios en la Escuela de Escritores y
en la unicentro de Paraná, Brasil. Premio Estatal al
Mérito Artístico en Literatura (2003). Ha publicado
Piedrapizarnik y De cetrería, recibió mención honorífica en el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías
Nandino”, 2006.
Herminio Núñez Villavicencio. Doctor en Literaturas
Alfonso Sánchez Arteche. Periodista, poeta, ensayista
Occidentales por la Universidad Complutense de
Madrid. Profesor de carrera de tiempo completo en
la Facultad de Humanidades (uaem). Autor de varios
artículos especializados y libros, el más reciente Las
novelas de Rudolfo A. Anaya y la postmodernidad.
e historiador. Maestro en Historia por la Facultad
de Filosofía y Letras de la unam. Colaborador en
publicaciones culturales. Obtuvo la Presea Estado
de México “José María Cos” en 1983 y la Presea de
Periodismo Cultural Tolotzin 1984.
Inocente Peñaloza García. Periodista y profesor de
Félix Suárez. Poeta, ensayista y editor. Estudió la
lengua y literatura. En 1975 se hizo acreedor a
la Presea Estado de México “José María Cos” de
periodismo e información. Es poseedor, además
de la medalla “Manuel Buendía” que otorga la
Asociación de Periodistas del Valle de Toluca,
del Premio Estatal de Periodismo 1974 y del
Premio “Ignacio M. Altamirano”, instituido por la
carrera de Letras Españolas en la uaem y la Maestría
en Humanidades en la Universidad Anáhuac Norte.
Fue becario del Instituto Nacional de Bellas Artes
y del Centro Toluqueño de Escritores. Obtuvo la
Presea “Sor Juana Inés de la Cruz” (1984), el Premio
Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino” (1988) y
el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines”
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Eugenio Núñez Ang. Licenciado en Letras Españolas
190
Colaboradores
Colaboradores
(1997). Además de Legiones, tiene cuatro títulos de
poesía publicados: La mordedura del caimán (1984 y
1990), Peleas (1989, 2001 y 2002), Río subterráneo
(1992 y 1998) y En señal del cuerpo (1998). Su
obra está incluida en las antologías Literatura del
Estado de México, donde nadie permanece (1991),
Poesía a nueve voces (1995), Poetas de Tierra
Adentro (t. I, 1991; t. II, 1997), Poesía joven,
veinticinco años de un premio literario (1999), En
el rigor del vaso que la aclara, el agua toma forma
(2001), Eco de voces (generación poética de los
sesenta) (2003) y Vigencia del epigrama (2006).
Ha colaborado en distintas revistas y periódicos
del país y del extranjero. Fue director y fundador
de la revista Castálida. Fue responsable del
Programa Editorial de la uaem. Actualmente realiza
Nacional Autónoma de México, del cual ha sido
director. Actualmente combina su actividad de
investigación con la de profesor de literatura en
las Universidades Autónomas de Aguascalientes y
Zacatecas.
el doctorado en Letras Modernas en la Universidad
Iberoamericana.
Sandro Valdés Lugo. Originario de Toluca, 1988.
Actualmente estudia la carrera de Lengua y
Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía
y Letras de la unam. Simultáneamente trabaja en la
música, la literatura y la puesta en escena.
Colaboradores
La Colmena 69, enero-marzo 2011
Alberto Vital. Licenciado en Letras y Maestro en
Letras por la Universidad Nacional Autónoma de
México. Doctor en Letras por la Universidad de
Hamburgo, República Federal Alemana. Autor de
una veintena de obras, entre las que destacan:
El arriero en el Danubio. Recepción de Rulfo en el
ámbito de la lengua alemana (1994) Conjeturas
verosímiles. Teoría de la recepción, didáctica de
la literatura y elaboración de exámenes para
evaluar la comprensión de textos de literatura
mexicana, (1996), Jardín errante -novela- (1998),
Noticias sobre Juan Rulfo (2004). Ha sido editor de
varios textos en torno a la Teoría de la recepción,
como Paralelas. Estudios literarios, lingüísticos
e interculturales (1999), Conjuntos. Teorías y
enfoques literarios recientes (1996). Es investigador
de tiempo completo desde 1991 en el Instituto
de Investigaciones Filológicas de la Universidad
Colaboradores
191
CRITERIOS EDITORIALES
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de expresión en el que confluyen la creatividad, la pluralidad y la libertad del
pensamiento, mediante un ejercicio de análisis, reflexión y crítica.
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