Sobre el resentimiento y la envidia en la sexualidad femenina

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Sobre el resentimiento y la envidia
en la sexualidad femenina
'"Luis Kancyper
Para Freud, la psicología de la mujer deriva de la envidia al pene como
fuerza primaria, a la cual se subordinan todos los avatares del desarrollo, incluso el complejo de Edipo. 2
Considero que el resentimiento representa, además e independientemente de la envidia al pene, un factor dinámico de enorme importancia
en la sexualidad femenina, por los efectos particulares que ejerce en el
complejo de masculinidad de la mujer, y en el establecimiento y permanencia de la prolongada relación preedípica entre la niña y su madre.
"María seguía nutriendo un resentimiento tan tenaz, como el
que sólo las mujeres son capaces de poner en sus antipatías de
la infancia, para guardarlo hasta que ya son abuelas."
(Günter Grass, El tambor de hojalata)
Resentimiento y envidia
El resentimiento y la envidia son manifestaciones diferentes de la
pulsión de muerte. No son caras de la misma moneda, ni tampoco se
trasponen. 1
El resentimiento no se traspone en envidia, ni a la inversa, pues son
distintas categorías.
Dijimos que el impulso envidioso tiende a destruir al objeto en su
capacidad creadora y de goce (Melanie Klein 19).
• Dirección: Salguero 2334, P.B. ''1'', (1425) Capital Federal, R. Argentina.
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Luis Kancyper
El sujeto envidioso no persigue otro fin que atacar lo que el objeto tiene
de valioso, incluida su capacidad de dar.
El sujeto resentido, en cambio, sostiene que este objeto, aunque malo
en muchos aspectos, conserva para sí lo bueno: una retentiva capacidad
de dar, de la cual él ha sido "injustamente" privado, pero que "legalmente" podría serle devuelta, después de un castigo reivindicatorio.
Es durante esta espera de represalia cuando el sujeto resentido
acreedor anula el paso del tiempo: la dilación desaña al objeto deudor.'!
El resentimiento y la envidia presentan fantasías básicas y mecanismos de identificación proyectiva diferentes.
La envidia es la expresión directa de la pulsión de muerte. Se despliega
bajo las formas más destructivas de la identificación proyectiva, que se
traduce por la "fantasía de la introducción de su propia persona [his self]
en su totalidad o en parte en el interior del objeto" 20 bueno para, en su
forma extrema, destruirlo sin objeciones, porque reina la ceguera de la
omnipotencia y la arrogancia de Tánatos.
El resentimiento, en cambio, utiliza una forma menos destructiva de
la identificación proyectiva, la que también se traduce por la fantasía de
la introducción de su propia persona, pero en el interior del objeto malo.
Para castigarlo, dominarlo y controlarlo con extrema dependencia. Y
para evitar justamente, en oposición y al contrario de la envidia, su
desaparición.
Esta penetración dominante en el objeto malo estaría en función de
vigilar su presencia porque garantiza, por un lado, la esperanza del
rencuentro con aquel objeto primario frustrador y, por otro lado, la
ganancia de una satisfacción sádica sobre él, por sus agravios inmerecidamente padecidos.
Su destrucción en cambio conducirá a una doble amenaza:
1'
"v
1. Asumir la propia incompletud, si el objeto ilusional de completud
desaparece.
2. Transformarse él mismo, entonces, en el depositario de sus propias
pulsiones agresivas, lo cual acarrea el peligro de su propia desestructuració~d· Padra lo c71alel s~jeto rencor?sodnec}esital~deudnahconstdrul~ción
paranoi e, e un SIstema interpretativo
e a rea la,
asta e irante, que sustente la posición característica de víctima privilegiada y
castigadora.
Esta posición de víctima le concede derechos y lo exime de responsabilidades y culpa. Freud describe, en "Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico" (1915), en el apartado "Las excepciones", la construcción paranoide que lleva a la niña a experimentar
resentimientos contra su madre por causa del daño producido por la
envidia del pene.
En este texto diferencia y articula a la vez envidia y resentimiento, a
pesar de que no lo especifica con este término. Lo denomina erbitterung,
traducido como acritud, animosidad, encono.
"No queremos abandonar las "excepciones" sin apuntar que la preten-
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sión de las mujeres a ciertas prerrogativas
y dispensas de tantas
coerciones de la vida descansa en el mismo fundamento. Como lo averiguamos por el trabajo psicoanalítico, las mujeres se consideran dañadas
en la infancia, cercenadas de un pedazo, humilladas sin su culpa, yel
encono de tantas hijas con su madre tiene raíz última en el reproche de
haberlas traído al mundo como mujeres y no como varones". 3
Además describe en el mismo artículo la particular elaboración rencorosa de algunos sujetos y de algunos pueblos enteros que padecieron de
un pasado de graves sufrimientos, y que llegaron a presentarse como
seres y pueblos excepcionales pues: "dicen que han sufrido y se han
privado bastante, que tienen derecho a que se los excuse de ulteriores requerimientos y que no se someten más a ninguna necesidad desagradable pues ellos son excepciones y piensan seguir siéndolo"."
En estos casos el resentimiento opera como rasgo caracterológico,
tanto en lo individual como en lo grupal, asumiendo la función de un
motor tanático y estructurante
a la vez.
H. Rosenfeld estudió e!~~t_o_d~J~g!tyo
del resentimiento ante los
iII!Pulsos~!l:YiQj&~ºUncimscie.n tes duran te'elprocé¡o-aná1ffig>~-' - -.. -.
Cuando en el análisis se deshacen las construcciones microdelirantes
que sustentan el resentimiento,
surge luego, y como resultado, el
reconocimiento de la discriminación intersubjetiva, con la consiguiente
asunción de la propia incompletud y de la alteridad. Sólo entonces
aparece la envidia consciente. Porque el sujeto percibe que el objeto
exterior es el que contiene las cualidades valiosas que él había atribuido
a sus propios poderes creadores.
La aparición de la envidia consciente es correlativa a una restructuración en el sujeto y en el objeto.
Aparece por un lado como sentimiento, y por el otro lado, como una
posibilidad de progreso.'
"Además de envidiar a mi analista por todo lo bueno que él posee, yo
pude por mi parte hacer otra cosa y trazar un camino propio y diferente".
En el artículo "Aproximación clínica a la teoría psicoanalítica de los
instintos de vida y de muerte. Una investigación de los aspectos agresivos del narcisismo", Rosenfeld establece las diferencias clínicas según
predominen los aspectos libidinales o destructivos en los estados narcisistas.
"En el narcisismo de la mayoría de los pacientes los aspectos libidinales y destructivos coexisten juntos , pero la violencia de los impulsos destructivos varía.
"En los estados narcisistas donde predominan los aspectos libidinales,
la destructividad se pone de manifiesto tan pronto la autoidealización
omnipotente se ve amenazada por el contacto con un objeto que se
percibe como separado del sujeto. El paciente se siente humillado y
derrotado por la revelación de que es en realidad el objeto exterior el que
contiene las cualidades valiosas que él había atribuido a sus propios
poderes creadores. En el análisis se observa que cuando disminuyen las
vivencias de resentimiento y venganza del paciente por ser desalojado
de su narcisismo omnipotente siente envidia en forma consciente, ya que
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entonces se da cuenta de que el analista es una persona externa de valor.
"Cuando predominan los aspectos destructivos, la envidia es más violenta y se revela como el deseo de destruir al analista, en cuanto objeto
que es la fuente verdadera de la vida y la bondad. Al mismo tiempo,
aparecen violentos impulsos autodestructivos que quiero considerar con
mayor detalle. En los términos de la situación infantil, el paciente
narcisista quiere creer que él se ha dado la vida y que es capaz de
alimentarse y cuidarse por sí solo. Cuando se enfrenta a la realidad de
depender del analista que representa a los padres, particularmente a la
madre, preferiría morir, no existir, negar el hecho de su nacimiento y
también destruir su progreso analítico y el insight que representa en sí
mismo el niño que siente que el analista -que representa a los padresha creado. Con frecuencia en este punto el paciente quiere abandonar el
análisis pero más a menudo actúa de un modo autodestructivo, estropeando así su éxito profesional y sus relaciones personales. Algunos de
estos pacientes se tornan suicidas yel deseo de morir, de desaparecer en
el olvido, es expresado abiertamente, idealizando la muerte como una
solución para todos los problemas." 21
Resentimiento
y viscosidad de la libido en la mujer
En la obra de Freud estaba implícita la categoría del resentimiento en
los términos descriptivos de la venganza (que es en realidad su consecuencia). Pero no da cuenta, en cambio, de sus principios explicativos.
Considero que el estudio de los elementos que intervienen en la estructuración del resentimiento permite poner en evidencia muchas de las
múltiples razones que subyacen, tras la aparente viscosidad de la libido,
la que prolonga a la fase preedípica entre la niña y su madre. Y responde
a su vez, a ciertos interrogantes, que el propio Freud se había formulado
acerca de la posición que asume la mujer en la pareja y en el despliegue
de su maternidad.
"El término viscosidad evoca la representación freudiana de la libido
como una corriente líquida y apunta a explicar una de sus cualidades:
la mayor o menor capacidad de la libido para fijarse a un objeto o a una
fase, y su menor o mayor dificultad en cambiar sus catexis una vez
éstas se han producido.
La viscosidad variaría según los individuos.
Cuando Freud, en Tres ensayos de teoría sexual introduce el concepto
de fijación de la libido, supone la existencia de un factor psíquico de
origen desconocido que, junto con lo vivido accidental, explicaría la
intensidad de la fijación.
Esta concepción la mantendrá a todo lo largo de su obra." 20
En la conferencia 22 del año 1917 señala que:
"La tenacidad con la que la libido se adhiere a determinadas orientaciones y objetos, su viscosidad, por así decir, se nos presenta como un
8
.
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factor autónomo, variable de un individuo a otro, cuyos condicionamientos nos son por completo desconocidos, pero cuya importancia para la
etiología de las neurosis no podemos seguir subestimando". 4
Ese mismo año, en la conferencia 28 a. sostiene que:
"El éxito de la terapia analítica encuentra sus límites en la falta de
movilidad de la libido, que puede mostrarse remisa a abandonar sus
objetos, yen la rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobre los objetos sobrepase cierta frontera"."
Así también veinte años después, en "Análisis terminable e interminable", describe la viscosidad como uno de los límites a la acción
terapeútica:
"Un paso ulterior en nuestra experiencia analítica nos lleva a resistencias de otra índole, que no podemos localizar y que parecen depender de constelaciones fundamentales dentro del aparato anímico.
Sólo puedo ofrecer algunas muestras de este género, pues todo este
campo, todavía ajeno y enmarañado, no está bien explorado. Por
ejemplo, uno encuentra personas a quienes atribuiría una particular
'viscosidad de la libido'. Los procesos que la cura inicia en ellas
transcurren mucho más lentamente que en otras, porque, según
parece, no pueden decidirse a desasir investiduras libidinales de un
objeto y desplazarlas a uno nuevo, aunque no se encuentren particulares razones para la fidelidad a las investiduras".'?
De lo cual se desprendería que la viscosidad de la libido parece indicar
una especie de inercia psíquica.
En este trabajo:
1. Sostengo que si el concepto de viscosidad de la libido tiene un
evidente valor descriptivo, no contiene en sí mismo un principio
explicativo. Por ejemplo, ¿cuáles son algunas de las múltiples
razones, además de las ya aportadas por la teoría del narcisismo,
que intervienen para que la libido se muestre remisa a abandonar
sus objetos?
2. Considero que tras la aparente inercia psíquica se moviliza en
forma latente 'y permanente una tumultuosa energía, a través de
múltiples batallas de ambivalencia, al servicio de sostener y perpetuar tal viscosidad. La tenacidad de la libido operaría como la condición necesaria para que el resentimiento logre "materializar" sus
objetivos.
3. Sostengo la hipótesis, contrariamente a lo señalado más arriba por
Freud, de que precisamente se encuentran particulares razones para
mantener la fidelidad a la investidura de objeto entre la niña y su madre
prolongando su fase preedípica.
Razones condicionadas por las vicisitudes de los procesos de la idealización, de la desmentida y de la agresividad al servicio de Tánatos, los
cuales, a través de los más significativos enlaces recíprocos, intervienen
en la estructuración del resentimiento."
Refuerzan a su vez la continuidad de una relación indiscriminada en
Luis Kancyper
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el vínculo objetal, perturbando por ende la elaboración del trabajo de
duelo. Y promueven además la cristalización del fluir temporal.
Esta "viscosidad de la temporalidad" que se establece en la fase preedípica en la mujer, sería en parte una consecuencia de una particular
interpretación que hace la niña, en la etapa fálica, ante la percepción de
la diferencia anatómica de los sexos.
En esta etapa, se anudan los conflictos concernientes a los vínculos
objetales de las etapas libidinales anteriores, oral y anal (cf. Melanie
Klein), los cuales se configuran a través de una construcción paranoide.
En ella responsabiliza a la madre por su humillante inferioridad y por
su envidia al pene, inaugurando, elaboración rencorosa mediante, una
herida de resentimientos y de remordimientos que no cicatriza a través
de los tiempos.
En efecto, la temporalidad en el resentimiento presenta características particulares que se expresan en lo manifiesto a través de una singular relación con la dimensión prospectiva del tiempo. La perspectiva
del porvenir se halla invadida por la reivindicación de un "injusto" pasado. El sujeto resentido se aferra a él para legalizar ante sí mismo y ante
los demás la posición de inocente víctima privilegiada, proveniente del
maltrato de un objeto y/o de una situación que ha inj uriado su sentimiento de sí, con la memoria de un dolor que no cesa.
En lo manifiesto se presenta como una ausencia del porvenir. En lo
latente este aparente sin-sentido del porvenir está obturado por la
presencia de un contra-sentido. El sentido de un futuro que puja: el
porvenir de la venganza, de la revancha de un pasado.
El sujeto resentido no permanece anclado en la atemporalidad, sino
amarrado a un pasado cuyas cuentas aun no ha saldado.
Presente y futuro son hipotecados para lavar el honor ofendido de un
pasado singular que se ha apoderado de las tres dimensiones del tiempo.
La vivencia del tiempo en el sujeto resentido es la permanencia en el
rumiar indigesto de un rencor para culminar o no con su pasaje a la
venganza. 16
Resentimiento
y
envidia: factores dinámicos relevantes
en la sexualidad femenina
Según Strachey, en "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia
anatómicas de los sexos" (1925), "está condensada la primera reformulación completa que hizo Freud de sus concepciones sobre el desarrollo
psicológico de la mujer. Contiene el germen de toda su labor posterior en
torno a este tema, Freud señala que:
"El llamado complejo de masculinidad de la mujer, [... ] eventualmente, si no logra superarlo pronto, puede deparar grandes dificultades al
prefigurado desarrollo hacia la femineidad. La esperanza de recibir
alguna vez, a pesar de todo, un pene, igualándose así al varón, puede
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conservarse hasta épocas inverosímilmente tardías y convertirse en
motivo de extrañas acciones, de otro modo incomprensibles. O bien
sobreviene el proceso que me gustaría designar desmentida, que en la
vida anímica infantil no es raro ni muy peligroso, pero que en el adulto
llevaría a una psicosis.
La niñita se rehúsa a aceptar el hecho de su castración, se afirma y
acaricia la convicción de que empero posee un pene, y se ve compelida
a comportarse en lo sucesivo como si fuera un varón.
Las consecuencias psíquicas de la envidia del pene, en la medida en
que ella no se agota en la formación reactiva del complejo de masculinidad, son múltiples y de vasto alcance.
Con la admisión de su herida narcisista, se establece en la mujer como
cicatriz, por así decir, un sentimiento de inferioridad. Superado el
primer intento de explicar su falta de pene como castigo personal, y
tras aprehender la universalidad de este carácter sexual, empieza
a compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado en un
punto decisivo y, al menos en este juicio, se mantiene en paridad con
el varón.
Aunque la envidia del pene haya renunciado a su objeto genuino, no
cesa de existir: pervive en el rasgo de carácter de los celos, con leve desplazamiento. Es verdad que los celos no son exclusivos de uno solo de
los sexos, y se asientan en una base más amplia; pero yo creo, no
obstante, que desempeñan un papel mucho mayor en la vida anímica
de la mujer porque reciben un enorme refuezo desde la fuente de la
envidia del pene, desviada. Aun antes de reparar en esta derivación
de los celos, yo había construido una primera fase para la fantasía
onanista 'Pegan a un niño', tan frecuente en la niña; en esa primera
fase significa que otro niño, de quien se tienen celos como rival, debe
ser golpeado. Esta fantasía parece un relicto del período fálico de la
niña; la curiosa rigidez que me llamó la atención en la fórmula
monótona' Pegan a un niño' probablemente admita todavía una
interpretación particular. El niño golpeado-acariciado en ella no
puede ser otro, en el fondo, que el clítoris mismo, de suerte que el
enunciado contiene, en su estrato más profundo, la confesión de
masturbación que desde el comienzo de la fase fálica hasta épocas más
tardías se anuda al contenido de la fórmula.
Una tercera consecuencia de la envidia del pene parece ser al aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto-madre. La concatenación
no se comprende muy bien, pero uno se convence de que al final la
madre, que echó al mundo a la niña con una dotación tan insuficiente,
es responsabilizada por esa falta de pene". (7, pp. 271-3)
Sostengo que estas tres consecuencias de la envidia del pene provendrían además, de una elaboración rencorosa, procesada desde la niña
ante la percepción de la diferencia anatómica entre los sexos. Aseverando, desde su teoría sexual infantil, que la madre es el objeto malo, injusto
y avaro, porque retiene para sí misma y para los demás varones lo
sobrevalorado: aquel pene que espera aún recuperar.
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Luis Kancyper
Para lo cual la niña desmiente la diferencia de los sexos, idealiza el
pene y los poderes omnipotentes de la madre y legitima su agresividad
al servicio de Tánatos, en un vínculo indiscriminado con la responsable
de sus agravios; mediante provocaciones masoco-sádicas. Las que se
manifiestan en la dimensión intrasubjetiva: por sentimientos de inferioridad y por masturbación.
y en la dimensión intersubjetiva: por la pervivencia de una relación
preedípica con la madre, prolongada tanto en la realidad material como
en la realidad psíquica, pues alberga la asintótica esperanza de reivindicar sus afrentas narcisistas.
Esta espera atiza el resentimiento, el resentimiento a su vez retiene a
madre e hija en un viscoso circuito tanático de acreedores y deudores, de
sentimientos de culpa y de necesidades de castigo. 17
En el complejo de Edipo la madre deviene objeto de los celos, y la niña,
una pequeña mujer. En cambio, en la prehistoria del complejo de Edipo
la madre pasa a ser, si es que media en el vínculo una elaboración rencorosa, el objeto de los reproches, madre victimaria y deudora, y la niña
deviene entonces, una hija víctima y acreedora.
Estimo que los efectos provenientes de la dinámica del resentimiento en la hija, los que por un lado aflojan los vínculos tiernos
con el objeto madre, pero, por otro, simultáneamente refuerzan sus
vínculos hostiles hacia ella, prolongando de este modo la duración
de la ligazón madre edípica en la niña, permiten responder, en parte, al cuestionamiento que Freud había presentado en su artículo "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos": "Una tercera' consecuencia de la envidia del pene
parece ser el aflojamiento de los vínculos tiernos con el objeto madre. La concatenación no se comprende muy bien, pero uno se convence de que al final la madre, que echó al mundo a la niña con
una dotación tan insuficiente, es responsabilizada por esa falta de
pene" ( 7 , p. 273).
Esta fase adquiere en la conceptualización de Freud una importancia
tan capital, hasta el extremo de aseverar en su artículo de 1931 sobre la
sexualidad femenina que:
"la fase preedípica alcanzaba en la mujer una significación que no le
habíamos adscrito hasta entonces.
Puesto que esta fase deja espacio para todas las fijaciones y represiones a que reconducimos la génesis de las neurosis, parece
necesario privar de su carácter universal al enunciado según el cual el
complejo de Edipo es el núcleo de las neurosis." (8, p. 228)
"Las opiniones de Freud en cuanto a la sexualidad femenina no han
sido aceptadas por todos los analistas y no sólo Ernest Jones sino
también Josine Miller, Melanie Klein, Karen Horney, y más recientemente los analistas franceses orientados por Janine Chasseguet Smirgel piensan que el complejo de Edipo es tan primario y auténtico en la
mujer como el hombre"."
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El resentimiento y su resignificación en la pareja
y en el vínculo con 108 hijos
En la conferencia "La femineidad" (1932) Freud destaca nuevamente la
relevante importancia que tiene la fase de la ligazón-madre preedípica
en el desarrollo psicosexual de la mujer. Considera que "por largo tiempo
el complejo de Edipo de la niña nos impidió ver esa ligazón-madre
preedípica que, sin embargo, es tan importante y deja como secuela
fijaciones tan duraderas". ( 9, p.119)
Estas fijaciones duraderas adquieren eficacia psíquica a posteriori,
cuando la mujer asume sus roles socialmente adultos en la pareja y en
la maternidad.
En la pareja, se resignifican, tras la manifiesta asunción del lugar
"mujer adulta", a la otrora niña que aún reprocha, castiga y no perdona
a su madre a través del marido.
Este asume el rol del castigador/castigado, de aquel que reprocha o se
remuerde, asumiendo ser tratado por su mujer como un niño pequeño,
desvalido y dependiente 6, pero en particular, como un niño díscolo. Y por
otro lado, asume también un rol maternal en relación a la mujer.
Esta estratificación superpuesta de lo femenino y lo infantil en el
hombre provendría de la contraidentificación de éste con los aspectos
maternales correspondientes al vínculo madre-hija referidos e investidos desde las identificaciones proyectivas de la mujer, reeditando así
entre ambos un vínculo signado por mutuos maltratos. Y el rol del niño
díscolo provendría, en gran medida, de la reactivación y re significación
de los resentimientos en el hombre como consecuencia de la vigencia de
su propia creencia referida a la sobre dimensionada investidura de la
mujer. "Amor es nostalgia." Nostalgia de la mujer. Lugar y dueña del
paraíso perdido. Que alberga en su seno lo maravilloso y ominoso del
goce irrestricto. Tesoro que retiene cada noche en su continente negro,
y del que injustamente priva al hombre, exiliándolo del Edén que le
pertenece. Ya que desde su lógica narcisista, el cuerpo de la mujer
deviene de una parte del sí mismo propio del hombre.
Aseverando, desde su resentido sentimiento de sí, que la Reina-Bruja
"tiene y a propósito no me lo quiere dar". Desde este humillado lugar, el
hombre legitima sus derechos de represalia sobre la mujer, provocando,
regresión mediante, situaciones irritativas de un niño díscolo induciendo su necesidad de castigo en la "niña-madre Mala" para lograr que ésta
lo sancione. Sustentando de este modo entre ambos una relación masoco-sádica moral y/o er6gena, lo cual resignifica los aspectos destructivos
de las fijaciones preedípicas.
Resulta pertinente recordar la leyenda de Tiresias para ilustrar la
construcción que hace el varón desde su teoría sexual infantil acerca de
la elevada capacidad de goce que, a diferencia del hombre, posee la mujer
en su tesoro corporal. Y que opera como una fuente de resentimientos
y/o de envidia según sea rencorosa o envidiosa la elaboración de la
diferencia de los sexos que prevalezca en el hombre.
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"Paseando un día por el monte Cileno (o bien por el Citerón), el joven
Tiresias vio dos serpientes en cópula. En este punto, los autores discrepan: ora, Tiresias separó a los animales, ora los hirió, ora mató a la
hembra. Sea lo que fuera como resultado de su intervención, él quedó
convertido en mujer. Siete años más tarde, paseando por el mismo lugar,
volvió a ver otras dos serpientes acopladas, intervino de igual modo y
recuperó su sexo primitivo.
Su desdichada aventura lo había hecho célebre; un día en que Zeus
y Hera disputaban para saber quién, el hombre o la mujer, experimentaba mayor placer en el amor, se les ocurrió la idea de consultar a Tiresias, el único que había efectuado la doble experiencia. Sin vacilar,
Tiresias afirmó que si el goce del amor se componía de diez partes, la
mujer se quedaba con nueve, y el hombre, con una sola. Esta respuesta
encolerizó a Hera, al ver revelado de este modo el gran secreto de su sexo,
y privó a Tiresias de la vista. Zeus, en compensación, le otorgó el don de
la profecía y el privilegio de una larga vida (siete generaciones humanas
según se dice)". 12
También en la conferencia de 1932, Freud se ocupa, precisamente, de
la dinámica en la elección de objeto en la pareja que realiza la mujer:
"Las condiciones de la elección de objeto de la mujer se vuelven hartas
veces irreconocibles por obra de las circunstancias sociales. Cuando
pueden mostrarse libremente, se producen a menudo siguiendo el ideal
narcisista del varón que la niña había deseado devenir. Si ella ha
permanecido dentro de la ligazón-padre -es decir, del complejo de
Edipo-, elige según el tipo paterno. Puesto que en la vuelta desde la
madre hacia el padre la hostilidad del vínculo ambivalente de sentimientos permaneció junto a la madre, tal elección debiera de asegurar un
matrimonio dichoso. Pero muy a menudo interviene otro desenlace que
en general amenaza esa tramitación del conflicto de ambivalencia. La
hostilidad que se dejó atrás alcanza a la ligazón positiva y desborda
sobre el nuevo objeto. El marido, que había heredado al padre, entra con
el tiempo en posesión de la herencia materna. Entonces ocurre fácilmente que la segunda mitad de la vida de una mujer se llene con la lucha
contra su marido, así como la primera más breve, lo estuvo con la
rebelión contra su madre". ( 9, p.123)
Otra resignificación de la fase madre preedípica presenta su eficacia
psíquica, a posteriori, en el momento en que la mujer asume la maternidad.
"La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el
preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma de
arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere
eliminar a la madre y sustituirla junto al padre. De ambos estratos es
mucho lo que queda pendiente para el futuro, y hasta hay derecho a decir
que ninguno se supera en medida suficiente en el curso del desarrollo.
Sobre el resentimiento y la envidia en la sexualidad femenina
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Empero, la fase de la ligazón preedípica tierna es la decisiva para el
futuro de la mujer; en ella se prepara la adquisición de aquellas
cualidades con las que luego cumplirá su papel en la función sexual y
costeará sus inapreciables rendimientos sociales." (9, p. 124)
Sin embargo, con harta frecuencia, la ligazón tierna con la madre,
condición necesaria para el logro de una identificación femenina estructurante, es remplazada por una ligazón rencorosa con la misma, promoviendo efectos patogénicos en la asunción de su rol como mujer, como
esposa y como madre. Desquitándose en alguno o en varios de sus hijos,
según la distribución de las investiduras identificatorias, de sus injurias
narcisistas y edípicas no superadas en su propia infancia. Permaneciendo, tras la manifiesta función materna, en la posición de una hija que
castiga y reprocha. Y el hijo asume el lugar de la madre castigadora,
recreando entre ambos un vínculo sado-masoquista, de humillaciones
múltiples, de rebeliones actuadas y sofocadas que acumulan sus "ajustes
de cuentas", tras la esperanza de precipitarse finalmente en actos de
venganza.
A partir del resentimiento surge la venganza, mediante una acción
reiterada, torturante, compulsivamente repetitiva en la fantasía y/o en
su pasaje al acto.
Es en la venganza" donde se revierte la relación:
"El hijo resentido, en su intercambiabilidad de roles, pasa a ser, de un
anterior objeto humillado, un ahora sujeto atormentador.
El sujeto torturador anterior, pasa a ser, durante la venganza, un
actual objeto humillado deudor. Manteniendo la misma situación de
inmovilización-dual, sometedor/sometido, con apariencia de movilidad".
Es mediante el resentimiento como la madre y el hijo bloquean la
afectividad, anulando conjuntamente la percepción subjetiva del paso
del tiempo y de la discriminación de los espacios.
La madre-niña-resentida permanece así anclada en un falso enlace y
en un viscoso ligamen con el objeto hijo-madre-deudora.
Este falso enlace se halla sustentado por aquel inalcanzable y renaciente deseo de satisfacción sádica tanto en el yo como en el objeto.
Deseo que, a su vez, está expuesto inexorablemente a una nueva
frustración, por la imposibilidad de, a través del hijo, saciar su furia
vengativa, mediante una exacta coincidencia especular de represalias
por aquellos agravios padecidos en su propia infancia.
Madre e hijo permanecen retenidos en un tiempo circular dentro de un
laberinto: el muro del narcisismo tanático.!"
La elaboración de los resentimientos exige un lento y minucioso
trabajo de duelo durante el proceso analítico, entre analista y analizando.
Requiere, ante todo, de una precisa discriminación, por parte del analista, de la especificidad de los afectos agresivos que intervienen tras el
término genérico que el analizando expresa como "siento bronca".
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Puesto que los sentimientos de odio, de sadismo, de ominosidad (pánico,
terror, inquietud), de celos, de envidia y de resentimiento presentan
dinamismos diferentes, que requieren, por ende, distintos niveles de
análisis.
Resumen
Para Freud, la psicología de la mujer deriva de la envidia al pene como fuerza primaria,
a la cual se subordinan todos los avatares del desarrollo, incluso el complejo de Edipo.
En este trabajo el autor considera que el resentimiento representa, además e independientemente de la envidia al pene, un factor dinámico de enorme importancia en la
sexualidad femenina, por los efectos particulares que ejerce en el complejo de masculinidad de la mujer, y en el establecimiento y permanencia de la prolongada relación
preedípica entre la niña y su madre.
El resentimiento y la envidia son manifestaciones diferentes de la pulsión de muerte.
No son cara y ceca de la misma moneda, ni tampoco se trasponen.
El resentimiento no se traspone en envidia, ni a la inversa, pues son distintas
categorías.
El resentimiento y la envidia presentan fantasías básicas y mecanismos de identificación proyectiva diferentes.
La envidia es la expresión directa de la pulsión de muerte. Se despliega bajo las formas
más destructivas de la. identificación proyectiva, que se traduce por la fantasía de la
introducción de su propia persona (his self) en su totalidad o en parte en el interior del
objeto bueno para, en su forma extrema, destruirlo sin objeciones, porque reina la
ceguera de la omnipotencia y de la arrogancia de Tánatos.
El resentimiento, en cambio, utiliza una forma menos destructiva de la identificación
proyectiva, la que también se traduce por la fantasía de la introducción de su propia
persona, pero en el interior del objeto malo.
Para castigarlo, dominarlo y controlarlo con extrema dependencia. Y para evitar,
justamente, a diferencia de lo que ocurre en la envidia, su desaparición.
Esta penetración dominante en el objeto malo estaría en función de vigilar su presencia
porque garantiza, por un lado, la esperanza del rencuentro con aquel objeto primario
frustrador y, por otro lado, la ganancia de una satisfacción sádica sobre él, por sus
agravios inmerecidamente padecidos.
Su destrucción en cambio conducirá a una doble amenaza:
- asumir la propia incompletud, si el objeto ilusional de completud desaparece.
- transformarse él mismo, entonces, en el depositario de sus propias pulsiones agresivas, 10 cual acarrea el peligro de su propia desestructuración.
Para lo cual el sujeto rencoroso necesita de una construcción paranoide; de un sistema
interpretativo de la realidad, hasta delirante, para sustentar la posición característica
de la víctima privilegiada y castigadora.
Esta posición de víctima le concede derechos y lo exime de responsabilidades y culpa.
A partir de la diferencia y de la articulación del resentimiento y de la envidia como
factores dinámicos relevantes en la sexualidad femenina, el autor recorre los trabajos
freudianos relacionados con este tema e intenta dar ciertas respuestas a algunos
interrogantes de Freud acerca de la prolongada relación preedípica entre la niña y
su madre.
Sobre el resentimiento y la envidia en la sexualidad femenina
Finalmente desarrolla
vínculo con los hijos.
el resentimiento
979
y su resignificación en la pareja y en el
Summary
ON RESENTMENT AND ENVY IN FEMALE SEXUALITY
In Freud's view, female psychology derives from penis envy as a primary force to which
all the devolopmental vicissitudes, including the Oedipus complex, become subordinate.
In this paper the author discusses resentment which, independently from penis envy,
is in and by itself a highly important dynamic factor in female sexuality on aceount of
its particular effects on the masculinity complex in women and on the establishment
and maintenance of the long pre-Oedipical relationship between daughter and
mother.
Resentment and envy are different manifestations of the death instinct. They do not
represent the two sides ofthe same coin and they cannot be transposed either.
Resentment cannot be transposed into envy, or viceversa, for they belong to different
categories.
Resentment and envy present different basic fantasies and mechanisms ofprojective
identification.
Envy is the direct expression ofthe death instinct. It assumes the most destructive
forms ofprojective identification, as the fantasy ofintroducing the self, wholly or partly,
into the good object to, in its extreme form, destroy it without objections, because the
blindness of omnipotence and the arrogance ofThanatos prevail.
Resentment, instead, adopte a less destructive form of projective identification, which
also expresses itselfin the fantasy ofintroducing the self, but, in this case, into the bad
object.
This is designed to punish, dominate and control the bad object through extreme dependency, and to prevent it from disappearing, unlike what happens with envy.
This domineering penetration into the bad object would be designed to watch its
presence closely, since ít guarantees, on the one hand, the hope ofre-encountering the
frustrating primary object, and, on the other, the gain of the sadistic satisfaction over it
in retaliation for the undeserved wrongs it has inflicted.
Its destruction, instead, would lead to a double threat:
- to acknowledge one's own incompleteness, if the illusory object of completeness
disappears.
- to become, then, the depository of one's own agressive drives, which implies the
danger of one's own de-structuration.
To this purpose, the resentful person requires a paranoid construction; an interpretative, even delirious system of reality designed to support the typical attitude of the
privileged and punishing victim.
Being the victim, the person feels entitled and exempted from reponsability and guilt.
From the angle of differences and interrelation between resentment and envy as
relevant dynamic factors in female sexuality, the author reviews Freud's papers
connected with this issue and tries to provide answers for sorne of the Freud's queeries
concerning the long pre-Oedipical relationship between daughter and mother.
FinaUy, the author enlarges upon resentment andits resignification in the couple and
in the relationship with their children.
980
Luis Kancyper
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