PAGOLA 07 - T Pascual A 13-14

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Tomado de http://iglesiadesopelana3.blogspot/ - Parroquia de
San Pedro Apóstol de Sopelana. Bizkaia, España
Homilías de J. A. Pagola - Sétimo Domingo de Pascua. (Ciclo
A) 1 de junio, 2014.
NO CERRAR EL HORIZONTE
Ocupados solo en el logro inmediato de un mayor bienestar
y atraídos por pequeñas aspiraciones y esperanzas,
corremos el riesgo de empobrecer el horizonte de nuestra
existencia perdiendo el anhelo de eternidad. ¿Es un
progreso? ¿Es un error?
Hay dos hechos que no es difícil comprobar en este nuevo
milenio en el que vivimos desde hace unos años. Por una
parte, está creciendo en la sociedad humana la expectativa
y el deseo de un mundo mejor. No nos contentamos con
cualquier cosa: necesitamos progresar hacia un mundo
más digno, más humano y dichoso.
Por otra parte, está creciendo el desencanto, el
escepticismo y la incertidumbre ante el futuro. Hay tanto
sufrimiento absurdo en la vida de las personas y de los
pueblos, tantos conflictos envenenados, tales abusos
contra el Planeta, que no es fácil mantener la fe en el ser
humano.
Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología está
logrando resolver muchos males y sufrimientos. En el futuro
se lograrán, sin duda, éxitos todavía más espectaculares.
Aún no somos capaces de intuir la capacidad que se
encierra en el ser humano para desarrollar un bienestar
físico, psíquico y social.
ESCUELA DE JESÚS
La situación que se vive hoy en nuestras comunidades
cristianas no es nada fácil. En nuestro corazón de
seguidores de Jesús surgen no pocas preguntas: ¿Dónde
reafirmar nuestra fe en estos tiempos de crisis religiosa?
¿Qué es lo importante en estos momentos? ¿Qué hemos
de hacer en las comunidades de Jesús? ¿Hacia dónde
hemos de orientar nuestros esfuerzos?
Pero no sería honesto olvidar que este desarrollo
prodigioso nos va “salvando” solo de algunos males y de
manera limitada. Ahora precisamente que disfrutamos cada
vez más del progreso humano, empezamos a percibir
mejor que el ser humano no puede darse a sí mismo todo
lo que anhela y busca.
Mateo concluye su relato evangélico con una escena de
importancia excepcional. Jesús convoca por última vez a
sus discípulos para confiarles su misión. Son las últimas
palabras que escucharán de Jesús: las que han de orientar
su tarea y sostener su fe a lo largo de los siglos.
¿Quién nos salvará del envejecimiento, de la muerte
inevitable o del poder extraño del mal? No nos ha de
sorprender que muchos comiencen a sentir la necesidad de
algo que no es ni técnica ni ciencia ni doctrina ideológica.
El ser humano se resiste a vivir encerrado para siempre en
esta condición caduca y mortal.
Siguiendo las indicaciones de las mujeres, los discípulos se
reúnen en Galilea. Allí había comenzado su amistad con
Jesús. Allí se habían comprometido a seguirlo colaborando
en su proyecto del reino de Dios. Ahora vienen sin saber
con qué se pueden encontrar. ¿Volverán a verse con Jesús
después de su ejecución?
Sin embargo, no pocos cristianos viven hoy mirando
exclusivamente a la tierra, Al parecer, no nos atrevemos a
levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada día. En
esta fiesta cristiana de la Ascensión del Señor quiero
recordar unas palabras del aquél gran científico y místico
que fue Theilhard de Chardin: “Cristianos, a solo veinte
siglos de la Ascensión, ¿qué habéis hecho de la esperanza
cristiana?”.
Homilías-Bilbao
En medio de interrogantes e incertidumbres, los seguidores
de Jesús seguimos caminando por la vida, trabajados por
una confianza y una convicción. Cuando parece que la vida
se cierra o se extingue, Dios permanece. El misterio último
de la realidad es un misterio de Bondad y de Amor. Dios es
una Puerta abierta a la vida que nadie puede cerrar.
El encuentro con el Resucitado no es fácil. Al verlo llegar,
los discípulos «se postran» ante él; reconocen en Jesús
algo nuevo; quieren creer, pero «algunos vacilan». El grupo
se mueve entre la confianza y la tristeza. Lo adoran pero no
están libres de dudas e inseguridad. Los cristianos de hoy
los entendemos. A nosotros nos sucede lo mismo.
1
Lo admirable es que Jesús no les reprocha nada. Los
conoce desde que los llamó a seguirlo. Su fe sigue siendo
pequeña, pero a pesar de sus dudas y vacilaciones, confía
en ellos. Desde esa fe pequeña y frágil anunciarán su
mensaje en el mundo entero. Así sabrán acoger y
comprender a quienes a lo largo de los siglos vivirán una fe
vacilante. Jesús los sostendrá a todos.
La tarea fundamental que les confía es clara: «hacer
discípulos» suyos en todos los pueblos. No les manda
propiamente a exponer doctrina, sino a trabajar para que el
mundo haya hombres y mujeres que vivan como discípulos
y discípulas de Jesús. Seguidores que aprendan a vivir
como él. Que lo acojan como Maestro y no dejen nunca de
aprender a ser libres, justos, solidarios, constructores de un
mundo más humano.
desamparados. Ni aunque sean pocos. Ni aunque sean
sólo dos o tres.
Así es la comunidad cristiana. La fuerza del resucitado lo
llena todo con su Espíritu. Todo está orientado a aprender y
enseñar a vivir corno Jesús y desde Jesús. El sigue vivo en
sus comunidades. Sigue con nosotros y entre nosotros
curando, perdonando, acogiendo... humanizando la vida.
Mateo entiende la comunidad cristiana como una "escuela
de Jesús". Seremos muchos o pocos. Entre nosotros habrá
creyentes convencidos y creyentes vacilantes. Cada vez
será más difícil atender a todo como quisiéramos. Lo
importante será que entre nosotros se pueda aprender a
vivir con el estilo de Jesús. El es nuestro único Maestro.
Los demás somos todos hermanos que nos ayudamos y
animamos mutuamente a ser sus discípulos.
PACIENCIA
La Ascensión es para el creyente una llamada a «seguir
esperando» a pesar de las decepciones, desengaños y
desalientos que amenazan de continuo nuestro caminar
hacia el hogar definitivo. A lo largo de la vida podemos
sentir una doble tentación: o bien desistir de la marcha
porque el camino nos resulta demasiado fatigoso, o bien
anticipar la llegada a la meta porque el camino se nos hace
demasiado largo.
HACER DISCÍPULOS DE JESÚS
La Ascensión es un buen día para escuchar la exhortación
de la Carta de Santiago: « Tened paciencia hasta que
llegue el día del Señor». Hoy se habla poco de la paciencia.
Tenemos miedo de caer en una postura de resignación o
debilidad, indigna del ser humano. Olvidamos que, según
S. Pablo, la paciencia engendra esperanza (Rom 5, 4).
Mateo describe la despedida de Jesús trazando las líneas
de fuerza que han de orientar para siempre a sus
discípulos, los rasgos que han de marcar a su Iglesia para
cumplir fielmente su misión.
El punto de arranque es Galilea. Ahí los convoca Jesús. La
resurrección no los debe llevar a olvidar lo vivido con él en
Galilea. Allí le han escuchado hablar de Dios con parábolas
conmovedoras. Allí lo han visto aliviando el sufrimiento,
ofreciendo el perdón de Dios y acogiendo a los más
olvidados. Es eso precisamente lo que han de seguir
trasmitiendo.
Naturalmente, hemos de entenderla bien, pues la paciencia
no consiste en adoptar una postura de «dimisión» ante la
vida. Al contrario, el hombre paciente resiste activamente a
las adversidades, manteniendo un espíritu firme y fuerte
ante el desgaste de los años. Pero en nuestros días hemos
de recordar, sobre todo, que la paciencia se opone a esa
prisa y ansiedad que nos hacen vivir inquietos y agitados,
siempre corriendo, aunque no sepamos muy bien hacia
donde.
Entre los discípulos hay «creyentes» y hay quienes
«vacilan». El narrador es realista. Los discípulos «se
postran». Sin duda, quieren creer, pero en algunos se
despierta la duda y la indecisión. Tal vez están asustados,
no pueden captar todo lo que aquello significa. Mateo
conoce la fe frágil de las comunidades cristianas. Si no
contaran con Jesús pronto se apagaría.
Hemos de aprender a respetar el ritmo de la vida. Cada
cosa tiene su tiempo. Es una insensatez estirar el tallo de
una planta para acelerar su crecimiento. Lo inteligente es
regar bien la vida y saber esperar. Tener paciencia con
nosotros mismos y con el caminar de la historia.
Jesús «se acerca» y entra en contacto con ellos. Él tiene la
fuerza y el poder que a ellos les falta. El resucitado ha
recibido del Padre la autoridad del Hijo de Dios con «pleno
poder en el cielo y en la tierra». Si se apoyan en él, no
vacilarán.
Es peligrosa «la huida hacia adelante» del impaciente que
adopta siempre las posiciones que cree mas progresistas
sólo para sacudirse de encima el pasado, que se casa
cuanto antes sólo por alejarse del hogar paterno o que
busca un nuevo amor sólo por olvidar mejor su anterior
fracaso amoroso.
Jesús les indica con toda precisión cuál ha de ser su
misión. No es propiamente «enseñar doctrina». No es sólo
«anunciar al resucitado». Sin duda, los discípulos de Jesús
habrán de cuidar diversos aspectos: «dar testimonio del
resucitado», «proclamar el evangelio», «implantar
comunidades»..., pero todo estará finalmente orientado a
un objetivo: «hacer discípulos» de Jesús.
Homilías-Bilbao
Esta es nuestra misión: hacer «seguidores» de Jesús, que
conozcan su mensaje, sintonicen con su proyecto,
aprendan a vivir como él y reproduzcan hoy su presencia
en el mundo. Actividades tan fundamentales como el
bautismo, compromiso de adhesión a Jesús, y la
enseñanza de «todo lo mandado» por él, son vías para
aprender a ser sus discípulos. Jesús les promete su
presencia y ayuda constante. No estarán solos ni
Hemos de aprender a recorrer pacientemente nuestro
propio camino. Un camino único y original. Con sus gozos y
sus tristezas, sus logros sus fracasos, sus momentos
buenos y sus momentos malos. Recordemos los versos
llenos de fe y de verdad de León Felipe. «Nadie fue ayer ni
va hoy, ni irá mañana hacia Dios, por este camino que yo
voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol,
y un camino virgen Dios».
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En ese caminar, los creyentes sabemos que no estamos
solos. Nos acompaña el Resucitado. Su presencia nos
sostiene, sus palabras nos llenan de nuevo aliento: «Yo
estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Ilustraciones tomadas de www.idye.org
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