UNIVERSIDAD DE COLIMA FACULTAD DE MEDICINA CENTRO UNIVERSITARIO DE INVESTIGACIONES BIOMÉDICAS “EFECTOS DE LA 3,4-METILENODIOXIMETANFETAMINA (ÉXTASIS) Y LA COCAÍNA SOBRE LA ACTIVIDAD LOCOMOTORA Y EL MÚSCULO ESQUELÉTICO”. Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Fisiológicas Presenta: HEBERT MONROY YARI Asesor: Dr. Miguel Huerta Viera Coasesor: Dra. Xochitl A. R. Trujillo Trujillo Colima, Colima, 2007 ii DEDICATORIA A mis padres, Aurelia Yari y Dionicio Monroy, porque con su maravilloso ejemplo y su infinito amor, me dieron las fuerzas necesarias para luchar cada día, para llegar más lejos y para darle más valor a aquello que nos lleva a la verdadera felicidad. Al amor de mi vida, Elida Pilar Lujerio Rodríguez, por ser el ángel que llegó a mi corazón para quedarse, por permitirme soñar y tener fe en el futuro, por tu enorme sacrificio, por todo ese amor que me das sin condiciones…te amo mucho Pilita. AGRADECIMIENTOS A mis asesores de tesis: Dr. Miguel Huerta Viera y Dra. Xochitl A. Trujillo Trujillo por el inmenso apoyo que nunca dudaron en ofrecerme, por abrirme las puertas de su laboratorio para aprender de la ciencia y sobre todo de aquellos valores que nos hacen mejores seres humanos. Por siempre, muchísimas gracias. Al Dr. J. Clemente Vásquez Jiménez (CUIB), por todo su apoyo siempre tan amable y cálido. Gracias por ser como es Dr. Vásquez. A la Lic. Mary Martínez (Of. Intercambio Académico - Universidad de Colima), por su paciencia y apoyo sincero a los estudiantes que venimos de otros países, nadie lo haría mejor que Ud., estoy seguro de eso. A mis mejores amigos del CUIB: José Luis Cadenas, Miguel Octavio Montoya, Luis Ignacio Angel y Juan Carlos Muñoz, por confiar en mí, por comprenderme y por demostrarme lo valioso que es la amistad sincera. Siempre los tendré presente. iii “Esta tesis corresponde a los estudios realizados con una beca otorgada por la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México” iv ÍNDICE Página RESUMEN…………………………………………………………………………………………………... 1 ABSTRACT..………………………………………………………………………………………………….. 2 I. 3 INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………. II. RESEÑA HISTÓRICA………………………………………………………………………...... 5 1. Uso del éxtasis…………………………………………………………………..… 5 2. Uso del cocaína………………………………………………………………….. 6 III. EPIDEMIOLOGÍA DEL CONSUMO……………………………………………………….. 8 1. Éxtasis……………………………………………………………………………. 8 2. Cocaína…………………………………………………………………………... 9 IV. ASPECTOS QUÍMICOS…………………………………………………………………....... 11 1. Éxtasis…………………………………………………………………………… 11 2. Cocaína…………………………………………………………………………... 13 V. FARMACOCINÉTICA………………………………………………………………………. 16 1. Éxtasis…………………………………………………………………………… 16 2. Cocaína………………………………………………………………………….. 20 VI. PRINCIPALES MANIFESTACIONES CLÍNICAS……………………………………….... 25 1. Manifestaciones comunes por “Éxtasis” y cocaína………………………………… 25 2. Manifestaciones clínicas específicas…………………………………………….. 27 A. Éxtasis…………………………………………………………………. 27 B. Cocaína……………………………………………………………….… 29 VII. PRINCIPALES ACCIONES FARMACOLÓGICAS DE LA MDMA Y LA COCAINA EN EL SISTEMA NERVIOSO……………………………………………………………… 32 1. Neurotransmisores monoaminérgicos y otros……………………………….......... 32 2. Hipertermia y estrés oxidativo................................................................................. 43 3. Otras acciones importantes de la MDMA…………………………………............ 47 4. Otras acciones importantes de la cocaína............................................................... 49 A. Acción sobre canales iónicos..……………………................................. 49 B. Mecanismos de la adicción………………………………………………. 50 VIII. ACCIÓN FARMACOLÓGICA DE MDMA Y COCAÍNA EN EL CONTROL MOTOR………….. 55 IX. ACCIÓNES DE MDMA Y COCAÍNA EN LA UNIÓN NEUROMUSCULAR……………………. 67 X. EFECTOS DIRECTOS DE MDMA Y COCAÍNA SOBRE EL MÚSCULO ESQUELÉTICO……..…. 76 XI. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS…………….……………………………………................ 96 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………………….. 100 v ÍNDICE DE TABLAS Y FIGURAS Página FIGURA 1. Estructura química de MDMA y drogas relacionadas………………………………………. 12 FIGURA 2. Estructura química de la ecgonina y la cocaína…………………………………………………… 14 FIGURA 3. Proceso simplificado de la producción de cocaína……………………………………………….. 15 FIGURA 4. Principales vías metabólicas de la MDMA en el hígado humano………………………………… 17 TABLA 1. Parámetros farmacocinéticos de la MDMA y sus metabolitos…………………………………….. 19 FIGURA 5. Metabolismo de la cocaína y formación del metabolito cocaetileno……………………………… 23 FIGURA 6. Niveles plasmáticos de cocaína………………..………………………………………………… 24 TABLA 2. Afinidades y velocidad de transporte máximo para MDMA y monoaminas……………………… 34 FIGURA 7. Circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos…………………………………………… 36 FIGURA 8. Principales sistemas de receptores afectados por MDMA……………………………………….. 37 FIGURA 9. Efecto de MDA en la degeneración aguda de axones serotoninérgicos………………………… 41 FIGURA 10. Efectos de MDMA y MDA en axones de 5-HT en corteza frontal de rata……………………… 42 FIGURA 11. Regulación central de la temperatura en mamíferos…………………………………………… 44 FIGURA 12. Circuitería neural involucrada en el desarrollo y expresión de la adicción……………………. 52 FIGURA 13. Mecanismos que regulan la transmisión glutamatérgica en el NA…………………………….. 54 FIGURA 14. Actividad locomotora inducida por cocaína repetida en ratas…………………………………. 56 FIGURA 15. Efectos de cocaína en la locomoción en ratas con alta y baja respuesta a cocaína……………. 63 FIGURA 16. Actividad locomotora en ratas después de recibir MDA, MDEA y MDMA……………………. 64 TABLA 3. Actividad locomotora inducida por MDA, MDEA, MDMA y un antagonista α2A………………. 65 FIGURA 17. Efecto de inhibir la kinasa MAP/ERK en la locomoción inducida por anfetamina y cocaína….. 66 FIGURA 18. Unión neuromuscular y acoplamiento excitación-contracción…………………………..……. 70 FIGURA 19. Estructura del receptor nicotínico muscular…………………………………………….…….. 70 FIGURA 20. Efecto agonista de la MDMA en receptores nicotínicos………………………………………… 72 FIGURA 21. Respuestas a carbamoilcolina en ausencia y presencia de cocaína…………………………… 75 FIGURA 22. Efecto de MDMA en la T del músculo esquelético…………………………………………… 76 FIGURA 23. Efectos in-vivo de la MDMA sobre el ATP intracelular………………………………………. 83 FIGURA 24. Correlación entre los niveles de T4, UCP3 e hipertermia inducida por MDMA……………… 84 TABLA 4. Fibras musculares con alteración tras administración de MDMA y ejercicio……………………. 86 FIGURA 25. Variación de la T corporal en ratones que reciben MDMA con y sin ejercicio…………….…. 88 FIGURA 26. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio………………………………… 89 FIGURA 27. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio.…………………………..… 89 FIGURA 28. Efectos de cocaína sobre la contractura muscular en humanos………………………………….. 90 FIGURA 29. Curvas dosis-respuesta para contracturas modificadas por MDMA y SCh…………………… 91 FIGURA 30. Liberación de calcio desde vesículas de RS, estimulación de MDMA……………………….. 92 + FIGURA 31. Actividad de lidocaína en canales de Na de músculo cardíaco y esquelético………………… 94 1 RESUMEN La MDMA (3,4 metilenodioximetanfetamina) o “éxtasis”, y la cocaína son drogas psicoestimulantes, ampliamente consumidas en casi todo el mundo y con un gran potencial nocivo tanto agudo como crónico a nivel del sistema nervioso central y de diversos órganos y sistemas periféricos, incluyendo el sistema muscular esquelético. Varios factores influyen en las manifestaciones y el daño inducido por estas drogas, por ejemplo su estereoisomería, la forma de administración, los niveles circulantes en sangre tanto de la droga como de sus metabolitos activos, el tiempo de consumo, la edad y sexo del usuario, la actividad física simultánea, el uso de otras drogas, la temperatura ambiental, entre otros. La acción central de MDMA y cocaína sobre el funcionamiento de los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico se asocia de forma importante a una hiperactividad motora, lo que aunado a las particulares acciones de estas drogas en la unión neuromuscular y en el músculo esquelético, pueden participar de un efecto hipertérmico con repercusiones graves a nivel muscular, cerebral, y sistémico. Aunque este efecto hipertérmico, y un estrés oxidativo asociado, son ahora conocidos como eventos cruciales de la toxicidad de ambas drogas, queda aun mucho por investigar y definir sobre la acción de estas drogas, principalmente en humanos. 2 ABSTRACT MDMA (3,4 methylenedioxymetamphetamine), also called “éxtasis”, and cocaine are psychostimulants drugs, being widely consumed almost all over the world, and having a enormous acute and chronic injurious potential at the central nervous system and others organs and peripheral systems, including the skeletal muscular system. Several factors exert influence on the manifestations and the damage induced by these drugs, for instance: their stereoisomery, the form of administration, circulating sanguineous levels of the drug and their active drug metabolites, duration of the consumption, users’s age and sex, simultaneous physical activity, use of another drugs and the environmental temperature. Central actions of MDMA and cocaine on the serotoninergic and dopaminergic systems functioning are importantly associated to a motor hyperactivity, which when combined to particular actions of these drugs at the neuromuscular junction and in the skeletal muscle can take part of a thermal effect with serious consequences at muscular, cerebral and systemic levels. In spite of which thermal effect and the associated oxidative stress are known as being crucial events of toxicity from both drugs, there are still much to investigate and to define about the actions of these drugs, mainly in humans. 3 I. INTRODUCCIÓN El consumo de la droga sintética 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA), “éxtasis”, y de la cocaína (alcaloide derivado de la planta de coca) representa en la actualidad un problema de salud pública muy grande y complejo en todo el mundo, que últimamente ha cobrado mayor relevancia en latinoamérica. Según diversos estudios epidemiológicos, ambas son las drogas ilegales más extensamente consumidas por poblaciones jóvenes, siendo sólamente superadas en algunas regiones por la marihuana. La Cuarta Encuesta Nacional realizada en México el año 2002 con la población general de 12 a 65 años de edad indica que la prevalencia de consumo, alguna vez en la vida, de cocaína fue de 1.23 %; mientras que la prevalencia del consumo de estimulantes tipo anfetamina fue de 0.08% (CICAD, 2004). La trascendencia del consumo de estas drogas va más allá de los graves efectos tóxicos a corto y largo plazo en el organismo humano, puesto que esencialmente compromete a una población joven y representa una consecuencia y una causa también del complejo de problemas sociales culturales y económicos que afectan a nuestro mundo actual. Aunque con ciertas acciones biológicas similares en el organismo vivo, tanto el “éxtasis” como la cocaína tienen algunas diferencias importantes en sus efectos sobre la función motora y el músculo esquelético, que se relacionan a manifestaciones severas en el tejido muscular y a repercusiones en todo el organismo; algunas veces incluso con consecuencias fatales. La investigación científica desde hace muchos años ha buscado descubrir e interpretar los fenómenos biológicos involucrados en el consumo del “éxtasis” y de la cocaína; se han estudiado desde aspectos puramente clínicos y epidemiológicos hasta propuestas de mecanismos moleculares que explican las alteraciones fisiológicas y estructurales a nivel celular. Sin embargo aun permanecen muchas cosas por conocerse sobre ambas drogas, principalmente en lo concerniente a los efectos sobre el músculo esquelético. La presente revisión se basa en el conocimiento científico actual relacionado a los efectos de la MDMA y la cocaína sobre la actividad locomotora y el músculo esquelético. Se pretende integrar y analizar comparativamente la información recopilada para comprender como actúan en el ser humano dos drogas de diferente origen y carácter químicofarmacológico pero con semejanzas clínicas y fisiopatológicas que nos están permitiendo 4 entender mejor la fisiología normal humana y descubrir nuevas posibilidades de tratamiento para la población afectada por su consumo habitual, muchas veces concomitante. METODOLOGÍA Y RECURSOS BIBLIOGRÁFICOS. Si bien, esta tesis, bajo un carácter descriptivo monográfico, delimita su campo de estudio a la acción farmacológica de la MDMA y la cocaína sobre la actividad locomotora y el músculo esquelético, se ha considerado necesario incluir una primera parte que aborda aspectos generales de ambas drogas, con el propósito de resaltar la importancia de la investigación en esta área; asimismo, se especifican algunas propiedades químicas, farmacocinéticas y clínicas de ambas drogas, que son importantes para lograr una mejor comprensión acerca de sus mecanismos farmacológicos conocidos. Se destacan las acciones neuronales de la MDMA y la cocaína por su utilidad para explicar las acciones motoras y por su influencia en los órganos efectores de dicha acción, es decir los músculos. Se ha realizado una revisión de la literatura científica actualizada, que aborda los diferentes tópicos incluidos en la tesis, principalmente en relación a la acción farmacológica de la MDMA y la cocaína. Los textos seleccionados corresponden en su mayoría a publicaciones recientes de revistas científicas, bajo la consideración de ser reportadas por autores que se encuentran indexados en la base de datos de la National Center for Biotechnology Information - U.S.A. (NCBI), obtenida a través del servidor de Internet: PubMed (www.pubmed.gov). Adicionalmente, se han considerado algunos datos provenientes de documentos institucionales o gubernamentales tanto de México como de otras partes del mundo, asi como de notas periodísticas y de Internet -referidas con pie de página- en relación a la tendencia epidemiológica actual y el entorno social que caracteriza el consumo de tales drogas. De esta forma, se pretende dar un primer paso hacia futuras investigaciones que aporten nuevos conocimientos sobre los mecanismos de acción básicos y otros aspectos biológicos involucrados en este problema tan grave que aqueja a nuestra sociedad actual. 5 II. RESEÑA HISTÓRICA 1. USO DEL “ÉXTASIS”. La 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA) es una droga de origen sintético. En 1912 la compañía Merck (Alemania), diseñó y elaboró por primera vez la MDMA presumiblemente buscando nuevos fármacos anorexígenos y al no encontrarle una aplicación médica concreta abandonó su investigación (Saiz y cols., 2003). El químico Alexander Shulgin, en el año 1965, resintetizó la MDMA, y la difundió entre personas cercanas a él, siendo una de ellas el psicólogo Leo Zoff, quien decide presentarla con fines psicoterapéuticos bajo el nombre de “Adam” (tabletas de 75 -175 mg) y así fue utilizada por varios profesionales en Estados Unidos en el periodo comprendido entre 1970 y 1985. No obstante, es hasta 1978 cuando Shulgin y su colaborador David Nichols publican el primer informe sobre los efectos psicoactivos de la MDMA en el hombre, no considerando aun los efectos tóxicos o adictivos graves de la misma (Green, 2003; Saiz y cols., 2003). En la primera mitad de la década de los ochenta la MDMA se convirtió en la droga psicoestimulante de moda en EEUU, logrando seducir a todo tipo de gente principalmente estudiantes jóvenes (Saiz y cols., 2003). No obstante, ante los datos referidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1984, poniendo de manifiesto que la MDMA estaba dotada de un alto potencial de abuso, y observándose que carecía de uso médico conocido e incumplía las normas de seguridad exigidas por la Food and Drug Administration (FDA), se decide prohibir su uso y distribución. Esto generó una gran polémica que llevó a avances y retrocesos hasta que el 1 de julio de 1985, la DEA, basándose sobre todo en un estudio realizado por Charles Schuster y publicado en la revista Science, donde manifestaba que la MDMA era capaz de producir lesión cerebral en ratas, anuncia la inclusión del “éxtasis” en la Lista I de la Comprehensive Substances Act, quedando prohibido su consumo con fines terapéuticos o recreativos y su tráfico se convierte en ilegal. Esto fue ratificado en abril del 1986 en acuerdo con una reunión de expertos, celebrada en Ginebra, que decidió convertir la MDMA en una droga ilegal en todo el mundo (Farre y cols., 2003; Saiz y cols., 2003). Actualmente, muchos laboratorios clandestinos sintetizan la droga en todos los continentes, pero la mayor producción se realiza en algunos países de Europa como Holanda y 6 Alemania. El costo en EEUU y los países latinoamericanos varía desde 7 a 50 dólares por píldora – según el grado de pureza principalmente, en Europa se reportan precios más bajos. El consumo de “éxtasis” involucra especialmente a adolescentes y adultos jóvenes, muchos de ellos provenientes de escuelas y universidades. Es comúnmente usada en fiestas multitudinarias que se celebran en espacios cerrados, en las que predomina un tipo de música fuerte y repetitiva (“música electrónica”) y donde se baila toda la noche; estas fiestas son conocidas como “raves” (Saiz y cols., 2003). 2. USO DE LA COCAÍNA. La coca (Erythroxylon coca) es una planta originaria de Sudamérica, que crece a manera de arbusto en un ambiente tropical, entre los 500 y 2000 metros sobre el nivel del mar y que hoy es también cultivada en lugares tan distantes como Java y Ceilán. La hoja de coca contiene hasta 17 alcaloides distintos de los cuales el más conocido y estudiado es la cocaína (Roldán y Habal, 2004; Alcaraz y Suazo, 2005). El uso de la coca como planta medicinal y en rituales religiosos data de varios miles de años en las culturas preinca e inca. Los conquistadores españoles, hicieron uso de ella para explotar a los indígenas, logrando que pudieran soportar las duras condiciones de trabajo a las que eran sometidos. Los mismos españoles se aficionaron rápidamente a los efectos eufóricos de la planta llevando su consumo hacia España (Pascual, 2001; Castaño y cols., 2000). Pero fué hasta el año 1859 que el científico alemán de la Universidad de Gotinga, Albert Niemann, aisló el alcaloide principal de la coca: la cocaína. Desde entonces, la cocaína se empezó a comercializár asegurándose que el consumo moderado era, no solamente inocuo, sino además conveniente para la salud. Angelo Mariani, un químico francés, en 1863, embotelló y vendió el “Vino Mariani”, elaborado a base de cocaína, con la indicación de prevención y tratamiento de diversas enfermedades; este fue alabado y defendido por personalidades como Thomas A. Edison y el Papa León XIII (Pascual, 2001). No obstante el caso más famoso es el de Sigmund Freud quien publicó en 1884 una monografía denominada “Uber Coca”, en la que valoraba de forma positiva el uso de la cocaína para el tratamiento de enfermedades como la depresión, el nerviosismo, la adicción a la morfina, el alcoholismo, los trastornos digestivos, e incluso el asma; esto le valió muchas críticas de parte de otros investigadores como Erlenmeyer, quien negaba la utilidad terapéutica de la cocaína y advertía 7 sobre sus consecuencias negativas (Caballero, 2005). Poco tiempo después, Freud, a partir de un experimento negativo con uno de sus pacientes, escribió un artículo titulado «Notas sobre el ansia y el miedo a la cocaína» en el que reconoce su error y admite que dicha sustancia es capaz de producir paranoia, alucinaciones y deterioro físico y mental, pero aún rechaza su propiedad adictiva (Pascual; 2001). Por otro lado, los estudios de un oculista, Carl Koller, en 1884 y del médico americano Stewart Halsted, en 1885, demostraron la utilidad de la cocaína como anestésico local y regional (Pascual, 2001, Castaño, y cols., 2000). En 1886, un farmacéutico de Atlanta, John Smith Pemberton, inspirado en el vino de Mariani, crea una poción estimulante a base de coca y de nuez de cola que posteriormente dio origen a la Coca-Cola. Esta bebida azucarada, durante sus primeros años incluía una pequeña cantidad de cocaína que fue retirada de la fórmula en 1909 (Caballero, 2005; Pascual, 2001). La cocaína se hizo ilegal en EEUU en el año 1914, en aplicación del Acta Harrison, que restringía su uso a indicaciones médicas. Las demás naciones se unieron a la medida y así tres días antes de estallar la primera guerra mundial, se firmaba la Convención de la Haya (1914) por la que todas las naciones deberían “controlar la preparación y distribución de cocaína”. En la década de los ‘70, el consumo de clorhidrato de cocaína tiene un repunte importante, al considerarla inocua, no adictiva, y de mejores efectos que otras drogas; se inicia entonces el empleo de nuevas formas de cocaína o incluso de sus productos intermediarios. Así, aparecen usuarios de “pasta básica de cocaína” y a fines de esta década surge el llamado “crack” que al inicio de los años ‘80 se consideró como la droga de moda del momento, convirtiéndose sobre todo en EE.UU. en un producto efectivo y barato, lo que favoreció la masificación de su consumo (Castaño y cols., 2000; Caballero, 2005). Existen actualmente muchas formas de consumo adictivo de cocaína sola o mezclada con otras drogas. Los precios son muy variables dependiendo principalmente de la pureza del preparado y del lugar donde se comercialice; en EEUU y Europa los precios actualmente oscilan en promedio entre 30 y 100 dólares por gramo; en México el gramo de cocaína vale entre 150 y 300 pesos y una piedrita de “crack” (300-500 mg) vale entre 50 y 100 pesos; en Sudamérica el gramo de pasta básica cuesta alrededor de 2 dólares (a). ________________________________________________________________________________________________ (a) Obtenido en internet: www.eluniversal.com.mx/nacion/147937.htm, www.dedrogas.com, www.bolpress.com, 8 III. EPIDEMIOLOGÍA DEL CONSUMO 1. “ÉXTASIS”. De acuerdo a un informe de la Organización de las Naciones Unidas del 2004, el grupo de anfetaminas representa el segundo lugar entre las drogas más consumidas en el mundo, con 30 millones de personas (CICAD, 2004). Según el último reporte del Observatorio Europeo de la Droga y Toxicomanías (2006), en cuanto al consumo de “éxtasis” en Europa, entre el 0.2 y el 7.1 % de los adultos reconoce haberla probado alguna vez. La mitad de los países presentan tasas de prevalencia de consumo del 1.8 % o inferiores, siendo la República Checa (7.1 %) y el Reino Unido (6.7 %) los países donde se registran las mayores tasas. De acuerdo a dicho informe, el consumo de “éxtasis” es un fenómeno que se dá predominantemente entre los jóvenes entre 15 a 24 años, en quienes las tasas de consumo, alguna vez, oscilan entre el 0.4 % y el 18.7 %, siendo la República Checa (18.7 %) y el Reino Unido (10.7 %) los países con las cifras más elevadas. En cuanto a las diferencias de género, los hombres registran mayores tasas de consumo que las mujeres (OEDT, 2006). En Estados Unidos, la Evaluación Nacional Sobre el Uso de Drogas (NSDUH) realizado en el 2005, reportó que la prevalencia de consumo de “éxtasis” entre jóvenes de 12 a 17 años en el último año fue de 1.0% algo inferior al valor reportado en el informe del 2004 (1.2%), no obstante otro estudio, realizado por la Universidad de Michigan el mismo año (The “Monitoring the Future” Study) indica que la prevalencia para este grupo etáreo es del 2.2%. Entre adultos jóvenes (18 a 25 años) el uso reportado de “éxtasis”, el año previo, fue de 3.1 %, similar al año 2004 y no distinto del valor mostrado por otros estudios (SAMHSA, 2006). En EEUU la mayoría (65.9 %) de quiénes se iniciaron en el consumo de “éxtasis”, en el año previo, fueron personas de 18 años o más, el promedio de edad fue de 20.7 años. Las prevalencias de consumo en general fueron mayores entre varones (SAMHSA, 2006). La Cuarta Encuesta Nacional de Adicciones, realizada en México durante el año 2002 indica que la prevalencia del consumo de estimulantes tipo Anfetamina fue de 0.08% alguna vez en la vida y de 0.04 % el año previo, para la población de 12 a 65 años de edad; no haciéndose referencia al consumo específico de “éxtasis” (INEGI, 2004). Sin embargo, según un 9 estudio nacional del año 1998, el “éxtasis” mostraba una prevalencia de consumo de 0.1% entre la población de 12 a 65 años de edad (Medina, 2003). Un reciente informe periodístico realizado por Béla Braun (2006) revela que en México durante los últimos años ha ocurrido un fenómeno que se debe considerar. Al parecer debido a las dificultades del tráfico internacional de píldoras de “éxtasis” y a los costos de su producción, estas han dejado de circular en el país desde hace aproximadamente 4 años, incluso se afirma que han desaparecido desde hace 2 años. Frente a esto ha surgido con mucha fuerza la producción y distribución nacional de metanfetamina (“ice”), la cual es presentada en forma de polvo o comprimidos rústicos baratos que suele venderse como “éxtasis” (a). El consumo de metanfetaminas, ha crecido en los últimos años de manera alarmante entre la población juvenil de México, lo cual corrobora el cambio de hábito impuesto a los consumidores desde las grandes mafias. Estudios de varios Centros de Integración Juvenil en México revelan que la edad del primer consumo de metanfetamina se ubica entre los 14 y 18 años. En el año 2005, de las personas que llegaron a ser atendidas en estos centros, el 49% consumieron ice; el 14% alcohol, el 13% tabaco y el 23% otras sustancias (b). Alrededor del 50 % de personas que acuden al Centro de Integración Juvenil del Estado de Colima presentan problemas relacionados al consumo de metanfetamina. Según estadísticas nacionales del año 2006, en promedio 11% del total de personas que asisten a tratamiento por consumo de drogas, se deben a metanfetamina, en el caso de Colima el promedio fue de 32.3%, es decir casi tres veces más que la media nacional. La población más afectada son los adolescentes incluso con edades que bordean los 10 años (c, d). 2. COCAÍNA. En el mundo existen aproximadamente 30 millones de personas consumidoras de cocaína al año, según un informe de la O.N.U. del año 2004 (CICAD, 2004). En Europa, un informe del año 2006 señala que unos 3.5 millones de adultos, principalmente varones de 20 a 30 años de edad han consumido cocaína el año previo al estudio, es decir, un 1 % del total de la población adulta. Los porcentajes en la mayoría de ______________________________________________________________________________________________________ a. Braun Bela. “Juventud sin “éxtasis”” (noviembre 2006). Publicado en Internet, Drogas México, www.drogasmexico.org/texto.php?aid=306. b. Rafael Cabrera. “México, se impone la sintética”. (28 de julio del 2006). Diario Expreso, www.expreso.com.mx c. “Aumenta el consumo de Ice”. (6 de febrero del 2007). Diario de Colima, pag. 8C. d. “Se levanta encuesta sobre adicciones en Colima”. (19 de enero del 2007). Diario El Comentario (Colima, México), pag. 16. 10 países varían entre un 0.3 % y un 1 %, aunque los niveles de prevalencia son superiores en España (2.7 %) y el Reino Unido (2 %). Asimismo, la prevalencia del consumo de “crack” en adultos representa un 0,5 % en España (2003) y un 0,8 % en el Reino Unido (2005) (OEDT, 2006). Las pautas de consumo de cocaína en Europa difieren enormemente entre los distintos grupos de consumidores. La gran mayoría (95 %) de consumidores definidos como socialmente integrados esnifan cocaína, mientras que sólamente una pequeña parte ha fumado o se ha inyectado esta droga en alguna ocasión; sin embargo, el consumo combinado con cannabis o alcohol es muy frecuente (OEDT, 2004). Según la Evaluación Nacional Sobre el Uso de Drogas (NSDUH) realizado en EEUU el año 2005, un 13.8 % de la población mayor de 12 años señaló haber probado cocaína alguna vez en la vida y 2.3% lo hizo durante el ultimo año. Se encontró que 423000 adolescentes de 12 a 17 años de edad habían consumido clorhidrato de cocaína en el ultimo año (1.7%), y más aun entre las personas de 18 a 25 años esta prevalencia se incrementó en promedio 4 veces, es decir que alcanzó un valor de 6.9 % con una tendencia creciente en relación a estudios previos. La edad promedio de inicio de uso de cocaína fue de 19.7 años; en general los varones tuvieron valores de incidencia mayor que las mujeres (3.0 vs 1.6 %). En relación al consumo de “crack”, 0.6 % de la población mayor de 12 años de edad reportó haberlo consumido en el último año, principalmente en el grupo de personas entre 18 a 25 años (1%). (SAMHSA, 2006). El panorama de consumo de drogas es bastante diferente al daño que estas producen. Si consideramos la demanda de tratamiento como un parámetro indirecto para medir el daño, entonces se tiene que en América del Norte la mayor demanda de tratamiento es debido al consumo de cocaína o sus derivados (29%) y marihuana (28%). En cambio en América del Sur el 60% de la demanda por tratamiento es debido al consumo de cocaína y un 25% a marihuana. Las prevalencias del consumo de cocaína en América Latina son inferiores a las encontradas en Europa y EEUU pero la tendencia de los últimos años es creciente y es claramente mayor entre los jóvenes. La situación de Argentina, donde los usuarios de cocaína representan 1.9% de la población mayor de 12 años, es significativo dado que se observa un incremento alarmante de consumo de “crack” y pasta básica de cocaína (CICAD, 2004). En el caso de México, la Cuarta Encuesta Nacional de Adicciones, realizada el 2002 en la población general de 12 a 65 años de edad, revela que 857,766 personas (1.23 %) 11 reconocieron haber consumido cocaína (cualquiera de sus formas) alguna vez en la vida, la prevalencia de consumo en el año previo fue de 0.4 %. La edad de inicio para el consumo de cocaína está entre los 22 y 24 años, siendo los varones los principales consumidores (2.23%) en comparación a las mujeres (0.41%). El estudio reporta asimismo una prevalencia de 0.10 % para el consumo de “crack” alguna vez en la vida y 0.02% el ultimo año. En el año 2002, se reportaron 18 muertes debido a complicaciones médicas derivadas del consumo de cocaína (INEGI, 2004, CICAD, 2004). Desde hace varios años el consumo de cocaína ha disminuído considerablemente en el Estado de Colima, siendo sustituído por drogas sintéticas del tipo metanfetaminas (a) . No se tienen datos estadísticos actualizados sobre el uso de cocaína o sus derivados en Colima. IV. ASPECTOS QUIMICOS 1. “ÉXTASIS”. La droga popularmente conocida como “éxtasis” tiene la denominación química de 3-4 metilenodioximetanfetamina (nomenclatura IUPAC) o MDMA en forma abreviada. Se trata de una molécula perteneciente al grupo de las feniletilaminas, emparentada estructuralmente con el alcaloide mescalina (un potente alucinógeno) y derivada de la metanfetamina, por lo que comparte las propiedades de ambos compuestos La fórmula química global de la MDMA es: C11H15NO2 (Lorenzo y Lizasoain, 2003). En su estructura podemos destacar un anillo fenólico y una cadena lateral etilamina sustituída. La MDMA difiere de la anfetamina y metanfetamina en un aspecto importante, tiene un grupo metilenodioxi (-O-CH2-O-) pegado a las posiciones 3 y 4 del anillo aromático de la molécula de anfetamina. Por otro lado la molécula de MDMA presenta un centro quiral en el carbono alfa con un par de isómeros ópticos S(+)dextrorrotatorio y R(-) levorrotatorio, en general el primero tiene mayor actividad farmacológica sobre el sistema nervioso central (SNC) (Kalant, 2001). En la figura 1 se puede apreciar la estructura química de la MDMA y algunas drogas relacionadas. ________________________________________________________________________________________________________ (a) “Alcohol y tabaco generan más muertes que las drogas ilegales”. (29 de mayo 2004). Ecos de la Costa. (Colima) pag. 6. Obtenido en: http://dgcs.pgr.gob.mx/Sintesis/Estatales/estatalvesp2004/mayo/ves290504.htm 12 Fig.1. Estructura química de la MDMA y algunas drogas relacionadas, indicando entre comillas uno de los nombres usuales que se les asigna. Se incluye la efedrina (precursor de la síntesis de metanfetamina), la mescalina, y el neurotransmisor serotonina para comparar la estrecha semejanza estructural (Adaptado de Kalant, 2001). En su forma de base libre la MDMA es un sólido cristalino de color blanco; cuando los cristales son demasiado pequeños para verlos lucen como un fino polvo. Tiene olor a moho y un sabor distintivo, punzante y algo amargo. No es soluble en agua, pero si lo es en la mayoría de compuestos orgánicos; tampoco absorbe la humedad del aire. La MDMA es químicamente estable de modo que no se descompone en el aire, la luz o el calor, y por lo tanto tiene una vida útil larga (Lorenzo y Lizasoain, 2003; Pifl y cols., 2005). El peso molecular de la MDMA es de 193.25g, tiene un pKa de 9.8, su punto de fusión varía entre 147º y 153ºC dependiendo del procesamiento empleado en la obtención de los cristales y el punto de ebullición es de 100-110ºC (para MDMA oleosa o no cristalizada) (Pagliaro y Pagliaro, 2004). 13 La síntesis de MDMA es relativamente simple y se realiza en laboratorios ilícitos con poca consideración por la calidad y pureza del producto. Las impurezas pueden estar compuestas de precursores, intermediarios, y subproductos en cantidades que dependen de la temperatura y tiempo de las reacciones, la pureza de los reactivos iniciales y los procesos de purificación usados para el producto final. La efedrina es un compuesto comúnmente utilizado para la elaboración de metanfetamina, y de “éxtasis” (a). En un estudio realizado en Inglaterra durante el año 2001 se encontró que el contenido de MDMA en las tabletas habituales estuvo en un rango de 20 a 109 mg y la media fue de 60-69 mg (Cole y cols., 2002). Tanner (2005), analizó las tabletas de “éxtasis” encontradas entre los años 1999 y 2005 en EEUU reportando que el contenido medio de sustancia activa (MDMA) por pastilla osciló entre 30 y 80 mg. Sólo 39% de las tabletas fueron “puras”, es decir que solamente contenían MDMA, 46% contenían otras sustancias además de MDMA y 15% no contenían MDMA. Las sustancias que más comúnmente fueron encontradas en las tabletas impuras o contaminadas fueron: MDA, metanfetamina, cafeína, dextrometorfano y pseudoefedrina; también se encontraron de forma menos común: dimetoxianfetamina (DOB), heroína, ketamina, fenciclidina y parametoxianfetamina. Otras formas regulares de adulteración del “éxtasis” se hacen con benzodiacepinas como piracetam, también con buprenorfina, dextropropoxifeno (opiáceos), resina de Cannabis sativa (marihuana), metilfenidato, fenmetrazina, 1-feniletilamina etc. Asimismo, es común que se hagan pasar por “éxtasis” otras sustancias como la MDEA y MBDB (3,4-metilenedioxifenilbutano), incluso compuestos bastantes diferentes como el DOB (2,5-dimetiloxi-4bromoanfetamina) (Cole y cols., 2002, Kalant, 2001). Se han reportado mezclas de ketamina y efedrina así como mezclas de lisergida (LSD) y anfetamina o de lisergida y efedrina que son vendidos como “éxtasis” (Adam y cols., 1996). 2. COCAÍNA. La cocaína es un éster del ácido benzoico, que pertenece a la familia tropano de los alcaloides naturales, la cual también incluye a la escopolamina, y la atropina (Alcaraz y Suazo, 2005). Su nombre químico es: 3-benzoiloxi-8-metil-8-azabiciclo [3.2.1] octano-2-carboxílico ____________________________________________________________________________________ (a) Fuente: www.mdma.net 14 ácido metil éster o simplemente benzoilmetilecgonina y su fórmula química global es C17H21NO4 (Pagliaro y Pagliaro, 2004). El núcleo fundamental de la cocaína es el tropano, el cual es producto de la unión de un anillo pirrolidínico (5 carbonos) y otro piperidínico (6 carbonos), con tres átomos comunes dos de carbono y uno nitrógeno. El derivado tropano que constituye la cocaína es la ecgonina (3hidroxi-2-carboxi-tropano), que presenta un radical hidroxilo (OH) en el carbono 3 y un grupo carboxílico (COOH) en posición 2 (Pagliaro y Pagliaro, 2004). La figura 2 muestra la estructura química de la ecgonina y la cocaína. A B Fig. 2. Estructura química de la Ecgonina (A) y la Cocaína (B) (Tomado de: www.answers.com/topic/cocaine) La cocaína al igual que la ecgonina contiene cuatro átomos de carbonos quirales, los isómeros ópticos de cocaína son S(+)dextrorrotatorio y R(-)levorrotatorio; una mezcla de ambos isómeros en proporciones iguales genera la llamada cocaína racémica que no tiene actividad óptica. La R(-)cocaína (también conocida como L-cocaína) tiene mayor actividad biológica (Pagliaro y Pagliaro, 2004). La elaboración de cocaína es un proceso de varias etapas en las que se van separando progresívamente los constituyentes de la coca hasta aislar la cocaína. La figura 3 esquematiza la producción de cocaína en sus distintas presentaciones. Las hojas de coca son primero desecadas con gasolina o kerosene, debiendo también reaccionar con sustancias alcalinas como el hidróxido de potasio y amoniaco, además de permanganato de potasio y ácido sulfúrico, para así obtener la denominada «pasta básica de cocaína”. Esta contiene entre un 40% a un 85% de cocaína en forma de sulfato (Lizasoaín y cols., 2001; Castaño y cols., 2002). A partir de la pasta base se sintetiza el clorhidrato de cocaína (forma ácida), mediante un 15 procesamiento con acetona o éter, ácido clorhídrico y alcohol etílico; su contenido de cocaína alcanza el 75% (Lizasoaín y cols., 2002). El clorhidrato de cocaína se presenta como un polvo cristalino blanco, de olor aromático, que se puede disolver en agua para inyectable; tiene un punto de fusión muy alto, lo que impide su sublimación y por lo tanto no puede ser fumada, ya que es destruída por el calor (Castaño y cols., 2002). El polvo de cocaína es comúnmente adulterado con sustancias tales como lactosa, manitol, cafeína, anfetaminas, heroína, lidocaína e incluso talco y harina para incrementar el volumen del producto (OEDT, 2006). Fig. 3. Proceso simplificado de la producción de cocaína en sus distintas presentaciones. (Tomado de Castaño y cols., 2000.) El calentamiento del clorhidrato de cocaína con amoniaco o bicarbonato sódico, disueltos en agua, elimina el ácido clorhídrico y produce formas básicas de aspecto gelatinoso que, a su vez, pueden fumarse por calentamiento. El denominado «“crack”» es dicha forma básica sólida, desecada y triturada, que tiene el aspecto de pequeñas piedras de color blanco habitualmente de 125 a 300 mg; su concentración de cocaína puede alcanzar el 100%. La cocaína en su forma de “base libre” se obtiene añadiendo una solución básica y éter al clorhidrato de cocaína, a la vez que se somete a calor muy elevado (800ºC). La apariencia de 16 la base libre es de un polvo blanquecino y su pureza puede alcanzar el 95% o más (Lizasoaín y cols., 2002; Castaño y cols., 2002). Base libre y “crack” junto con la pasta básica de cocaína son las formas fumables de cocaína o cocaínas de combustión, puesto que tienen características físico-químicas que les dan puntos de fusión bajos y de esta forma pueden ser volatilizadas por sublimación o ebullición empleando calor. Son sustancias líquidas desde los 98ºC y su punto de ebullición está entre los 187 y 188ºC (Castaño y cols., 2002). V. FARMACOCINÉTICA 1. “ÉXTASIS”. El modo más común de consumo de la MDMA es la ingestión oral; el rango típico de dosis de MDMA para uso recreacional va de 50 a 150 mg (Pifl y cols., 2005). Según algunos estudios observacionales se considera como dosis recreacionales de “éxtasis” en humanos: 0.25-1.9 mg/kg. Esta dosis de MDMA produce niveles sanguíneos en el rango de 100-250 ng/ml (Cole y Sumnall, 2003). Los efectos se inician en promedio a los 30-45 minutos, son máximos a las 1-2 horas y desaparecen aproximadamente a las 4 horas después de la administración (Kalant, 2001). Después de la administración de una dosis simple de MDMA en humanos, el tiempo para alcanzar la concentración plasmática máxima (tmax) es de aproximadamente 2 horas (entre 1.5 y 3 horas), aunque es detectable en sangre después de 15 minutos (Cole y Sumnall, 2003). La MDMA es una sustancia liposoluble que atraviesa muy bien las membranas celulares; su unión a proteínas se ha estimado en 34% (De la Torre y cols., 2004). También se reporta que los niveles plasmáticos disminuyen a la mitad de su concentración pico sobre aproximadamente 8 horas y que en relación a la mayoría de los efectos farmacológicos, las concentraciones plasmáticas retornan a valores basales 4-6 horas después de la administración de la droga (De la Torre y cols., 2004). La MDMA es metabolizada principalmente en el hígado, aunque el cerebro también tiene un importante potencial de metabolizar la droga (Green y cols., 2003). En ratas, la MDMA se metaboliza por procesos de N-desmetilación, O-desalquilación (O-desmetilenación), 17 desaminación, hidroxilación aromática y posterior conjugación con glucuronato o sulfato, obteniéndose hasta 17 metabolitos distintos que se eliminan en su mayor parte por la orina, no obstante 65% del MDMA es eliminado sin cambios (Lorenzo y Lisazoain, 2003). El metabolismo de MDMA incluye dos vías metabólicas principales: 1. O-desmetilenación (oxidación del grupo metilenodioxifenil) seguida por metilación catalizada por catecol-O-metiltransferasa (COMT) y/o conjugación con glucurónido o sulfato. 2. N-dealquilación (N-desmetilación), deaminación, y oxidación a los correspondientes derivados ácido benzoico conjugados con glicina (De la Torre y cols., 2004). Un tercer proceso importante es el de la conversión de MDMA a 2-hidroxi4,5(metilenodioxi) metanfetamina (6-OH-MDMA) por hidroxilación del anillo bencénico y posterior N-desmetilación para producir 6-hidroxi-MDA (Green y cols., 2003). La figura 4 trata de explicar estas vía metabólicas en el hígado humano. Fig.4. Principales vías metabólicas de la MDMA en el hígado humano (Adaptado de: Farré, 2003; Green y cols., 2003). 18 La N-desmetilación de MDMA, un proceso cuya velocidad es cercana a 1 orden de magnitud menos que la O-desmetilenación, da origen a la 3,4 metilenodioxianfetamina (MDA), la cual representa sólo 5-9% de las concentraciones de MDMA, pero no obstante es importante por su gran actividad farmacológica y la larga vida media plasmatica. La Ndesmetilación a MDA en humanos y en ratas es primariamente catalizada por la isoenzima del citocromo P450: CYP1A2 y en una extensión menor por CYP2D6 (De la Torre y cols., 2004). MDMA y MDA son O-desmetilenados a 3,4-dihidroximetanfetamina (HHMA), también designado N-metil-metildopamina (N-Me-MeDA) y a 3,4-dihidroxianfetamina (HHA), también conocido como metildopamina (MeDA), respectivamente. La desmetilenación de MDMA a HHMA se produce en un 70% por la acción del isoenzima CYP2D6 y el resto por el CYP3A4 y CYP1A2, aunque también ha sido descrito que puede ocurrir espontáneamente. La CYP2D6 es una isoenzima genéticamente polimorfa de la familia del citocromo P-450 presente en el hígado y el cerebro de muchas especies animales y del hombre (Lorenzo y Lisazoain, 2003; Pizarro y cols., 2004). HHMA y HHA son catecoles inestables de alta actividad redox que pueden conjugarse con sulfato y ácido glucurónico. Ambos pueden además ser rápidamente oxidados a sus correspondientes ortoquinonas, las cuales son también son moléculas de alta actividad redox que originan radicales semiquinonas, conjugados con glutation (GSH) y otros compuestos que contienen tiol, participando así en la generación de especies reactivas de oxígeno y de nitrógeno (ROS y RNS) que son trascendentes en la neurotoxicidad (Capela y cols., 2006). Los compuestos quinol-tioeter retienen la habilidad para participar en ciclos redox y producir especies reactivas de oxígeno (ROS). Las quinona-tioeteres pueden inhibir enzimas que utilizan GSH como cosustrato (Jones y cols., 2005). Las concentraciones de los metabolitos HHMA y HMMA son mayores incluso que las del MDMA y aparecen en sangre antes que la MDMA (menor tmax) lo que sugiere un importante metabolismo hepático de primer paso (Farre y cols., 2003). La transformación de HHMA en HMMA es casi inmediata; HHMA y HMMA son los principales metabolitos del “éxtasis” tanto en plasma como en orina; estos no pueden ser encontrados en su forma libre sino sólo conjugados con ácido glucurónico o sulfato (De la Torre y cols., 2004). Los principales parámetros farmacocinéticas de la MDMA y sus metabolitos pueden verse en la tabla 1. 19 Tabla 1. Parámetros farmacocinéticos para la MDMA y sus metabolitos tras la administración de una dosis única oral de 100 mg de MDMA (Tomado de Farre y cols., 2003) MDMA MDA HHMA HMMA HMA Cmax (ng/ml) tmax t½ (h) (h) Exc. Urinaria * (umol (%) 222.5 13.1 154.5 236.7 7.5 2.3 6.7 1.2 2.3 8.2 9.0 24.9 13.4 11.2 37.4 77.8 (15.0%) 7.8 (1.5%) 91.8 (17.7%) 117.4 (22.7%) 7.0 (1.3 %) Cmax: Concentración plasmática máxima tmax: Tiempo para alcanzar la Cmax t½: Semivida de eliminación * Recuperación (0-24 h) como la cantidad (umol) y el porcentaje de la dosis administrada La disposición metabólica de la MDMA en humanos es estereoselectiva. Fallon y cols. (1999) reportaron que el área bajo la curva de la concentración plasmática versus tiempo fue dos a cuatro veces mas grande para el (R)-enantiómero que el (S)-enantiómero después de una dosis oral de 40 mg de MDMA en humanos voluntarios. Pizarro y cols. (2004), hicieron un estudio utilizando una dosis de 100 mg y encontraron que la vida media plasmática del (R)-enantiómero es 3 veces más alta que la del (S)-enantiómero (14.8 h versus 4.8 h) y bastante similar a la vida media de eliminación calculada bajo condiciones aquirales (11.8h). Este resultado confirma que el (R)-MDMA es el mayor componente de la vida media de eliminación calculada de MDMA racémica. Los estudios en ratas han demostrado un metabolismo enantioselectivo en la Ndesmetilación de MDMA a MDA; en humanos el paso enantioselectivo es la Odesmetilenación (Pizarro y cols., 2004). Asimismo, las dos enzimas involucradas en la disposición de MDMA en humanos, CYP2D6 y COMT exhiben polimorfismos genéticos; aproximádamente 25 % de la población blanca presenta baja actividad de COMT y entre 510% de los europeos blancos carece de CYP2D6 como consecuencia de mutaciones genéticas autonómicas recesivas. Estos individuos metabolizan más lentamente la MDMA 20 incrementando sus concentraciones plasmáticas (metabolizadotes lentos); sin embargo debido a que la contribución de CYP2D6 a la disposición de MDMA es de alrededor del 30%, la relevancia clínica del metabolismo por el CYP2D6 resulta ser menor de lo esperado ya que existen vías metabólicas alternativas por el CYP3A4 y el CYP1A2 (Pizarro y cols., 2004, De la Torre y cols., 2004). Se ha demostrado una farmacocinética no lineal para la MDMA, es decir que las concentraciones plasmáticas no son proporcionales a la dosis administrada, existiendo una tendencia a la acumulación a dosis altas (De la Torre y cols., 2004). Esto se debe a que la MDMA y algunos de sus metabolitos actúan como inhibidores enzimáticos del CYP2D6, inhibiéndose por ello de forma parcial la biotransformación de MDMA a HHMA y HMMA. La autoinhibición ocurre si los usuarios toman dosis consecutivas de la droga. (Farre y cols., 2003). Cole y Sumnall (2003), observaron que incrementando la dosis de MDMA por un factor de 3 (desde 50 a 150 mg), el área bajo la curva de la concentración plasmática versus tiempo se incrementa por un factor de 10 (457-5439 ng /ml/h) y las concentraciones plasmáticas pico se incrementan por un factor de 6 (0.051-0.465 mg/l). La farmacocinética no lineal de MDMA sugiere que pequeños incrementos en la dosis podrían conducir a grandes incrementos en las concentraciones plasmáticas de MDMA con un riesgo incrementado de sobredosis. El fenómeno de la inhibición de CYP2D6 así como el hecho de que otras isoenzimas de citocromo P450 puedan contribuir a la disposición de MDMA puede explicar porqué la contribución del polimorfismo genético del CYP2D6 a la toxicidad aguda es probablemente menos relevante de lo esperado (De la Torre y cols., 2004). Cuando CYP2D6 llega a inactivarse, la enantioselectividad de la vía se pierde debido a que otras isoenzimas del citocromo P450 (CYP1A2, CYP3A4, y CYP2B6) que empiezan a estar involucradas en la reacción probablemente carecen de esta selectividad quiral (Pizarro y cols., 2004). 2. COCAÍNA. La cocaína se consume en distintas preparaciones (pasta básica, clorhidrato de cocaína, “crack” y cocaína base) que difieren en su farmacocinética debido a los variados niveles de pureza y la forma de uso. El consumo de clorhidrato de cocaína se realiza principalmente por la mucosa nasal en forma aspirada (esnifada), pero también se puede hacer en forma oral, 21 fumada o intravenosa. La cocaína se absorbe con gran facilidad desde la superficie de las mucosas y atraviesa rápidamente las membranas corporales (Caballero, 2005). El rango de las dosis de cocaína usualmente varían entre 0.2 a 4 mg/Kg, dependiendo de la vía de administración. La mayoría de estudios consideran dosis bajas de 50 a 100 mg, dosis medias entre 150 y 200 mg, y las altas entre 250 y 500 mg; el sujeto adicto puede recibir entre 5 y 10 gramos a lo largo de un día, en dosis sucesivas; pero se debe tener en cuenta que 0.5 gramos en una sola aplicación puede ser mortal. Las concentraciones plasmáticas máximas varían en un rango entre 50 a 2000 ng/ml o mayor dependiendo de la vía de administración y de la frecuencia de administración (Lizasoain y cols., 2002, Solano y cols., 2006). La absorción por la mucosa nasal después de esnifar es más lenta que después de fumar o después de la administración intravenosa; un factor que limita la absorción por la vía intranasal es el efecto vasoconstrictor local de la cocaína (Guardiola, 2006). Las formas fumables de cocaína tienen una biodisponibilidad muy irregular (varía entre un 10 a 20%, pero puede llegar a 70-80%); su rápida acción y su efecto poco duradero predisponen al consumo compulsivo. Durante una inhalación de “crack” se consumen entre 80 y 100 mg de cocaína (Castaño y cols., 2006). La vía intravenosa es también muy rápida y proporciona una biodisponibilidad completa, en cambio por vía intranasal esta bordea el 50%. Para una administración oral la biodisponibilidad es de un 30-40%; el pico plasmático se produce normalmente a los 60 minutos, aunque como en los otros parámetros, la variabilidad individual es muy grande con intervalos de 30 a 120 minutos (Lizasoain y cols., 2002). La administración oral crónica de cocaína produce incrementos en las concentraciones plasmáticas relacionados a la dosis y el tiempo de consumo. En un estudio realizado por Jufer y cols (1998), se emplearon dosis múltiples de cocaína oral diario (cinco por día) por 16 días en 12 sujetos voluntarios y se hicieron estudios plasmáticos en cada sesión. La administración de cocaína oral resultó en concentraciones plasmáticas pico aproximadamente después de 1 hora, evidenciándose acumulación de cocaína entre las dosis y un incremento del área bajo la curva de forma proporcional a la dosis entre cada sesión. Son necesarios de 1 a 2.5 mg de clorhidrato de cocaína administrados por vía intravenosa para producir positividad en las evaluaciones de orina, pero se requiere al menos 10 a 20 mg de clorhidrato administrados por dicha vía para producir efectos farmacológicos (Cone, 1995). 22 La mayoría de la cocaína corporal (mas del 90%) es metabolizada, por hidrólisis espontánea a pH alcalino, o mediante la acción de colinesterasas séricas no específicas y esterasas hepáticas, resultando en excreción urinaria de metabolitos farmacológicamente inactivos y no tóxicos como benzoilecgonina (BE), ecgonina metil ester (EME) y ecgonina. Casi 10% de cocaína es bioactivada en el hígado mediante la vía oxidativa de sistema enzimático citocromo P450, produciendo norcocaína y N-hidroxi-norcocaína. Norcocaína tiene actividad farmacológica importante y es hepatotóxico (Devi y Chan, 1996; Sun y Lau, 2001). Por otra parte, la N-hidroxi-norcocaína es metabolizada a nitróxido de norcocaína, un radical libre con gran potencial hepatotóxico; los productos reactivos del metabolismo N-oxidativo participan del stress oxidativo y el daño tisular inducidos por cocaína (Devi y Chan, 1996; Moritz y cols., 2003). El metabolismo de la cocaína y la formación del metabolito tóxico cocaetileno son esquematizados en la figura 5. En el caso de la cocaína fumada el metabolismo produce también anhidroecgonina-metilester (AEME), con actividad farmacológica en animales y de acción poco conocida en humanos. Todos los metabolitos de la cocaína tienden a acumularse en el tejido graso desde el cual se liberan lentamente (Caballero, 2005). En sangre la principal enzima esterasa que hidroliza la cocaína es la butirilcolinesterasa (BChE) o pseudocolinesterasa; el plasma humano contiene además otra esterasa importante: la paraoxonasa. Aunque la velocidad a la cual BChE hidroliza la cocaína es lenta, con una constante de velocidad catalítica (Kcat) de 3.9 min-1, la actividad endógena de BChE en el plasma influye sustancialmente en la velocidad a la cual la cocaína es metabolizada. Personas con variantes atípicas de BChE pueden experimentar riesgo de toxicidad severa o fatal por cocaína (Xie y cols., 1998; Carmona y cols., 1999). La carboxilesterasa 1 (hCE1) es una serina-hidrolasa de amplio espectro involucrada en el metabolismo de la cocaína; está primáriamente expresada en el hígado, y con menores cantidades en el intestino, riñón, pulmones, testículos, corazón, monocitos y macrófagos. Dicha enzima participa en el rompimiento del enlace metil-ester sobre la R-cocaína para generar benzoilecgonina (Redinbo y cols., 2003). El consumo concurrente de etanol y cocaína provoca la transesterificación de cocaína por la Carboxilesterasa-1 hepática generando el metabolito cocaetileno e incrementando la Ndesmetilación a Norcocaína. El cocaetileno, tiene gran actividad tóxica y posee una vida 23 media 2 ó 3 veces más larga que la cocaína. En estudios in vitro se ha visto que el etanol inhibe la actividad de la esterasa hepática, disminuyendo la hidrólisis a benzoilecgonina (Pastor y cols., 2003; Redinbo y cols., 2003). Fig. 5. Metabolismo de la cocaína y formación del metabolito tóxico: cocaetileno (Adaptado: Xie y cols., 1998; Lizasoain y cols., 2002). La cocaína está sujeta a un importante metabolismo hepático de primer paso cuando se administra por vía oral; un porcentaje de 6.04 y 2.26% de cocaína fueron convertidas a BE y norcocaína, respectívamente durante la absorción de primer paso sin considerar la dosis. Además la mayoría de norcocaína y 92% de BE fueron formados durante la absorción de primer paso, dejando 8% de BE producida en la circulación sistémica (Sun y Lau, 2001). La vía de administración también influye en la cantidad de BE que se detecta en plasma y que se eliminará a través de la orina. En general, se puede decir que las máximas concentraciones y la mayor área bajo la curva de cocaína y BE se producen después de 24 administraciones nasales u orales (Lizasoain y cols., 2002). La figura 6 muestra el curso temporal de los niveles plasmáticos de cocaína para diferentes vías de administración en humanos. Fig.6. Curso temporal de los niveles plasmáticos de cocaína para diferentes vías de administración en humanos (Tomado de Lizasoain y cols., 2002). Cuando la cocaína se fuma, aunque los efectos que se producen son mucho más intensos y precoces, la cantidad absorbida es menor y por tanto las concentraciones de BE en plasma son también menores. La benzoilecgonina puede ser detectada en orina hasta 3-4 días después del último consumo dependiendo principalmente de la cantidad de cocaína consumida y la vía empleada (Lizasoain y cols., 2002). La cocaína después de ser administrada, es distribuida ampliamente por todo el organismo; siendo el volumen de distribución varíable entre 1.5 a 2 l/Kg (57% por vía oral y aproximadamente 70% fumada) (Lizasoain y cols., 2002). La vida media de la cocaína en sangre es de aproximadamente 60-90 minutos, un 1-5% se excreta por la orina sin cambios, pudiendo determinarse su presencia en las primeras 24 horas independientemente de la forma administrada (Solano y cols., 2006, Guardiola, 2006). 25 El tiempo de detección en orina es de aproximádamente 6 horas para la cocaína y 60 -90 horas para la BE; siendo hasta 60 días para algunos metabolitos después de un uso crónico diario. La BE se puede encontrar en orina en casi 50-100 veces mayor concentración que la cocaína (Solano y cols., 2006). Evans y Foltin (2004), valoraron los efectos agudos de cocaína (0.25, 0.50, y 1.00 mg/kg) en 5 monos rhesus hembra, durante las cuatro fases del ciclo menstrual: menstruación, etapa medio folicular, etapa periovulatoria, y etapa media lútea; midiendo los niveles plasmáticos de cocaína y sus metabolitos a los 5, 15, 30, 45, 60, y 90 minutos después de la administración intravenosa. Hubo pocas diferencias en el perfil farmacocinético de la cocaína a través del ciclo menstrual; sin embargo los metabolitos de cocaína, BE y EME, si variaron, con incrementos en la fase lútea, principalmente después de la dosis más alta de cocaína. VI. PRINCIPALES MANIFESTACIONES CLÍNICAS. 1. MANIFESTACIONES COMUNES POR “ÉXTASIS” Y COCAÍNA La MDMA y la cocaína son consideradas ambas como drogas de tipo psicoestimulante, lo cual esta relacionado a los llamados “efectos deseados por los usuarios”, que incluyen entre otros, los siguientes: un intenso sentimiento de euforia, extroversión con gran empatía, sensación de mayor energía, hiperactividad verbal e ideativa, aumento de la autoestima y alteración de la capacidad de apreciación de la realidad (Vollenweider y cols., 2002; De la Torre y cols., 2004). Asimismo es posible comprobar semejanzas en los efectos fisiológicos agudos reportados por los consumidores de ambas drogas, entre los que se encuentran: pérdida del apetito, tensión muscular aumentada con espasmo de los músculos masticatorios (trismo), rechinar constante de los dientes (bruxismo), temblor, hiperactividad motora, temperatura corporal aumentada, sudoración, insomnio, nauseas, vértigo, nistagmus, hiperreflexia y parestesias (Vollenweider y cols., 2002; Roldán y Habal, 2004; Baylen y Rosenberg, 2006). El aumento de tensión de los músculos extraoculares puede alterar la visión binocular, lo que habitualmente es más frecuente tras el uso de “éxtasis” (Baylen y Rosenberg, 2006). 26 El aumento de tensión muscular y la hiperactividad motora aguda genera, en los días posteriores, una fatiga y dolor muscular con contracturas principalmente en la espalda y miembros inferiores. El trismo se asocia a dolor miofacial y en usuarios crónicos a síndrome de la articulación temporo-mandibular con desgaste de la superficie dentaria (Green y cols., 2003). Algunas manifestaciones clínicas agudas evidencian la inducción, por parte de cocaína y MDMA, de una mayor actividad autonómica del tipo simpaticomimético. En este sentido es usual encontrar efectos cardiovasculares como: vasoconstricción, taquicardia, aumento de la presión arterial y arritmias cardíacas (Cole y Sumnall, 2003; Baylen y Rosenberg, 2006). No obstante se ha descrito que dosis bajas de cocaína pueden producir bradicardia por depresión del nodo sinusal (Lisazoain y cols., 2002). Adicionalmente se debe destacar el gran efecto midriático producido por cocaína y MDMA; en el caso de esta última, la dilatación pupilar tiende a permanecer varias horas tras el consumo, contribuyendo a la visión borrosa y a una mayor fotosensibilidad (Farre y cols., 2003). Dentro de los síntomas agudos provocados particularmente por el consumo de “éxtasis”, es de resaltar la mayor sensibilidad sensorial provocada por mecanismos aun no aclarados. Los efectos simpaticomiméticos influyen de forma importante, como se mencionó para el caso de la sensibilidad visual a la luz, esto es exacerbado intencionádamente por las luces del entorno festivo donde se consume esta droga. La mayor sensibilidad de los sentidos sumado a una distorsión de la percepción induce a los usuarios a valorar anormalmente los colores, la música, el contacto de la piel y los olores de su entorno, estimulándose a si mismos o entre sí con sustancias inhalantes, ruidos, masajes, etc (Kalant, 2001; Vollenweider y cols., 2002; De la Torre y cols., 2004). Ocurre un fenómeno similar en usuarios de cocaína, aunque se reporta menos frecuentemente y con menor intensidad; probablemente las caracteristicas del ambiente de consumo influyen en estas diferencias con relación al “éxtasis” (Lisazoain y cols., 2002). Por otra parte se ha podido comprobar una importante acción de la MDMA y la cocaína alterando de forma aguda la función endócrina, principalmente aquella vinculada al eje hipotálamo-hipofisiario y las glándulas periféricas que dependen del mismo. Asi, tras el uso de cualquiera de las drogas mencionadas, es característico encontrar un aumento significativo de la hormona adrenocorticotrófica (ACTH) y consecuentemente del cortisol (Farre y cols., 2003). Otra alteración común es el incremento de hormona estimulante de tiroides, hormona luteinizante y prolactina, aunque en algunos trabajos se reporta que, luego de la administración 27 intravenosa de cocaína en humanos, existiría una disminución de prolactina (Mendelson y cols., 1998). Estos cambios ejercen un rol importante en las manifestaciones clínicas finales de los usuarios de las drogas; un ejemplo de ello es la acción predominante de MDMA sobre el incremento de la hormona antidiurética que contribuye directamente en la hiponatremia y el riesgo de muerte por edema cerebral (Green y cols., 2003). En relación a los efectos de toxicidad aguda, cuando se alcanzan altas concentraciones plasmáticas de la droga, se pueden observar todavía algunas similaridades en las manifestaciones clínicas finales, aunque parecieran predominar mecanismos diferentes. Es característico por ejemplo encontrar cuadros de arritmia cardíaca, hipertensión arterial severa, convulsiones, espasmos musculares, síntomas psicóticos con agresividad paranoica y ataques de pánico, hipertermia severa, rabdomiólisis y disfunción multiorgánica subsecuente (Vongpatanasin y cols., 1999; Lisazoain y cols., 2002; Vollenweider y cols., 2002). Sin embargo, como se describirá más adelante, en la actualidad la toxicidad por cocaína parece depender primordialmente de sobreactividad simpaticomimética, mientras que la toxicidad por MDMA se vincularía esencialmente a sobreactividad serotoninérgica (Vollenweider y cols., 2002; Lisazoain y cols., 2002). Durante los primeros días posteriores al consumo de ambas drogas, una de las manifestaciones clínicas más frecuentes es la sintomatología depresiva que se asocia a alteraciones del sueño, sensación de falta de energía, dificultad de concentración, disforia, apatía, etc. Mientras que los episodios depresivos suelen ser más severos y transitorios en usuarios de cocaína, estos son más frecuentes y duraderos en usuarios de MDMA (De la Torre y cols., 2004). Es además característico que la llamada “depresión por cocaína” se asocie fuertemente al deseo incontrolable de consumir más droga (“craving”), aun en usuarios nuevos; algo que no se presenta en consumidores de MDMA, en quienes parece ser más usual encontrar síntomas depresivos cuando el consumo de la droga se hace crónico o regular (Lisazoain y cols., 2002). 2. MANIFESTACIONES CLINICAS ESPECÍFICAS A. ÉXTASIS En un porcentaje pequeño de pacientes, se ha reportado que la MDMA origina un desorden de percepción alucinógeno persistente. A diferencia de las alucinaciones verdaderas 28 en que hay una percepción sin objeto sensorial, en el caso de los usuarios de MDMA, esto no ocurre usualmente, de modo que el “éxtasis” no sería propiamente una sustancia alucinógena, aunque existen descripciones de estos efectos en algunos casos de intoxicación aguda (Lorenzo y Lizasoain, 2003; Baylen y Rosenberg, 2006). La MDMA induce efectos psicológicos agudos importantes que parecen resaltar los cambios centrales específicos que genera. Asi se reporta alteración de la percepción subjetiva del tiempo e incapacidad para focalizarse en un pensamiento útil, conductas del tipo desrealización-despersonalización, comportamiento imprudente y bizarro, vinculación emocional inadecuada, palabras inapropiadas, delirios, paranoia (De la Torre y cols., 2004; Baylen y Rosenberg, 2006). Estos efectos psicoactivos de MDMA suelen ser más intensos en mujeres y tambien en personas que presentan una condición psiquiátrica preexistente y/o una predisposición genética (Cole y Sumnall, 2003). Tales diferencias de sexo en las manifestaciones clínicas de la MDMA son también evidentes en las complicaciones cardiovasculares, las cuales son mayores en hombres que en mujeres (Cole y Sumnall, 2003). Además es posible establecer diferencias según la forma enantiomérica de la droga, asi se ha descrito que la actividad de la (S)-MDMA es consistente con los efectos subjetivos y el desempeño psicomotor reportado en usuarios regulares de “éxtasis”, mientras que el (R)-enantiómero correlaciona con los efectos cognitivos y del humor experimentados en los días posteriores al uso de MDMA. Los estudios experimentales han demostrado que el (S)-enantiómero es relativamente más potente en humanos que el (R)enantiómero (Pizarro y cols., 2004). La MDMA es frecuentemente consumida en asociación con alcohol; esta combinación alarga la duración de la euforia y provoca disociación entre la sedación subjetiva y objetiva. Es decir que la MDMA revierte la sedación subjetiva inducida por el alcohol pero no reduce los sentimientos de embriaguez; tampoco revierte las acciones del alcohol sobre las habilidades psicomotoras (Hernández y cols., 2002). La sudoración excesiva por la alta actividad física y el ambiente caluroso donde se consume el “éxtasis” puede llevar a deshidratación severa, hay que considerar también que la MDMA produce una distorsión de la sed. Paradójicamente tomar agua en exceso produce un cuadro de hiponatremia con hemodilución y edema cerebral, lo que es agravado por la 29 liberación de hormona antidiurética. En este sentido las mujeres tienen mayor riesgo de desarrollar síntomas y muerte por hiponatremia que los varones (Kalant 2001) En los usuarios regulares de MDMA, algunos síntomas psicológicos tienden a ser persistentes o crónicos, encontrándose principalmente: alteración de la memoria tanto verbal como visual con una severidad dependiente de la intensidad del uso precedente, deficiencia de la capacidad de ejecutar decisiones y razonamiento lógico deficiente (Kalant 2001). El potencial de MDMA para producir adicción (dependencia) es controversial. Aun no hay evidencia clara que sugiera que la MDMA origine un problema mayor de dependencia como es definido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Desordenes Mentales (DSM) (Kalant, 2001). A partir de los estudios clínicos no se puede deducir que la MDMA tenga el patrón típico de las drogas causantes de dependencia, ya que los consumidores no presentan ni dependencia física (síndrome de abstinencia), ni dependencia psicológica (deseo compulsivo de consumir la droga), aunque sí existen datos que confirman tolerancia farmacológica pues se necesitan incrementar la dosis para conseguir los efectos subjetivos iniciales; adicionalmente la evidencia sugiere que con el uso prolongado los efectos negativos aumentan constantemente (Lorenzo y Lizasoain, 2003). B. COCAÍNA. La cocaína ejerce efectos locales importantes según la vía de administración que se utilice, esto en función de su actividad como anestésico local e inductor de vasocontricción. Por ejemplo, es común que los individuos quienes esnifan cocaína manifiesten de inicio insensibilidad nasal, y posteriormente durante el consumo crónico desarrollen lesiones severas de la mucosa nasal con pérdida de células olfatorias, epistaxis, atrofia, abscesos subperiósticos, sinusitis crónica, necrosis del septum nasal y desintegración de los cartílagos nasales (Balcells, 2001; Lisazoain y cols., 2002). La acción del tipo anestésico local de la cocaína sumada a los ya descritos efectos simpaticomiméticos también tiene repercusiones serias en la función cardiovascular. De ahí que las complicaciones cardiovasculares asociadas al uso de cocaína son una causa mayor de emergencias amenazantes de vida, abarcando un amplio espectro que incluye crisis hipertensivas, infarto de miocardio, trombosis de arteria coronaria, insuficiencia cardíaca 30 congestiva, arritmias cardíacas, embolismo con isquemia obstructiva en diversos órganos y tejidos (Vongpatanasin y cols., 1999). La cocaína es una droga que por sus efectos sobre la conducta tiene mayor capacidad de recompensa o refuerzo positivo (Caballero, 2005). Una característica particular que se desprende de lo anterior es el llamado “priming” o apremio inmediato del uso de cocaína, que se manifiesta por un intenso e incontrolable deseo de repetir el consumo de la droga una vez que este se ha iniciado. En etapas de abstinencia tras consumo crónico, el equivalente de este deseo compulsivo se conoce como “craving” o “apetencia” (Nestler, 2004). En relación a la toxicidad por cocaína, una manifestación casi específica es la aparición de microzoopsias o síndrome de Mangan, el cual consiste en un cuadro alucinatorio táctil en la que el consumidor está convencido de que muchos insectos se mueven debajo de su propia piel, por todo el cuerpo; esto se vive en un nivel tal de realismo que el sujeto llega a pellizcarse o pincharse con agujas para “tratar de extraer” los cuerpos extraños (Castaño y cols., 2000; Llopis, 2001; Lisazoain y cols., 2002). En algunos casos de intoxicación por cocaína aparece una lentificación motora asociada con rigidez muscular especialmente en extremidades superiores y en la mandíbula, además pueden aparecer tremores, corea y estereotipias motoras que pueden asociarse a reacciones extrapiramidales como bradicinesia, acinesia, acatisia, pseudoparkinsonismo e incluso catalepsia (Castaño y cols., 2000; Llopis, 2001; Roldán y Habal, 2004). Las crisis convulsivas focales o generalizadas, incluso con estatus epiléptico son una de las complicaciones mas reportadas tras el consumo de cocaína, particularmente en jóvenes cuando es fumada o administrada por vía intravenosa (Roldán y Habal, 2004). Se ha comprobado una disminución del umbral convulsivo por acción de la cocaína mediante mecanismos no bien precisados (Balcells, 2001). La frecuente combinación del consumo de cocaína y alcohol etílico incrementa el riesgo de toxicidad aguda grave Se produce mayor hepatotoxicidad así como mayores efectos simpaticomiméticos, además se reduce la sedación inducida por el alcohol pero la embriaguez no es disminuída (Pastor y cols., 2003). El uso crónico o a largo plazo de cocaína se asocia muy frecuentemente a complicaciones cardiovasculares, como arritmias crónicas, endocarditis, miocarditis e hipertrofia ventricular izquierda (Roldán y Habal, 2004). Por otro lado, la cocaína fumada en forma regular se asocia a accesos crónicos de tos, disnea, lesiones térmicas, y en algunos casos a un cuadro conocido 31 como “pulmón de “crack”, caracterizado por infiltrados pulmonares, sangrado pulmonar, obstrucción aérea, eosinofília, fiebre e insuficiencia respiratoria (Balcells, 2001). Una característica del consumo de cocaína principalmente en su forma fumable es la inducción de taquifilaxia, es decir la muy pronta necesidad de incrementar las dosis sucesivas de la droga para obtener el efecto deseado; esto hace de la cocaína una poderosa droga adictiva. Con el uso crónico se desarrolla un llamado efecto paradójico o tolerancia inversa, que se caracteriza por la perdida de los efectos estimulantes y aumento de los efectos indeseables; lo que puede explicar algunas de las muertes que ocurren después de consumir dosis aparentemente bajas de cocaína (Llopis, 2001). Clasicamente se concebía el síndrome de abstinencia por cocaína como una sucesión de tres fases; la primera se caracterizaba por la presencia del “craving” y una ansiedad muy marcada con agitación psicomotora, que progresivamente desaparecían; la segunda fase podía durar varios meses y se caracterizaba por síntomas depresivos menores; en la tercera fase parecen extinguirse los síntomas psicológicos y físicos pero persiste el riesgo de recaída ante cualquier tipo de estímulo que evoque en la mente del individuo la euforia cocaínica (Gawin y Kleber, 1986). Sin embargo en la actualidad se conoce que el cuadro de abstinencia por cocaína tiene peculiaridades como, por ejemplo, que el cocainómano no busca necesariamente cocaína durante el síndrome y el consumo puede no aliviar los síntomas de abstinencia, sino más bien complicarlos (Caballero, 2005). La existencia de un cuadro típico de abstinencia asociada al consumo de cocaína no ha sido observado en los diferentes estudios (Llopis, 2001). En general se concuerda que el síndrome de abstinencia por cocaína se observa a las pocas horas o días de dejar de consumir o disminuir la cantidad de consumo y suele durar varios días. El síndrome de abstinencia, aunque es frecuente en las personas dependientes, no es una condición necesaria ni suficiente para diagnosticar dependencia de cocaína (Llopis, 2001). La mayoría de los investigadores afirman que el consumo regular de cocaína puede conducir a una rápida dependencia psicológica (adicción), pero no a una dependencia física. Esta forma de dependencia ha sido también denominada psicogenética, emocional, conductual o de habituación. Los psicólogos precisan que se trata de un comportamiento aprendido de búsqueda reiterada de la droga, caracterizado por un deseo ansioso o compulsivo, que la persona puede percibir como necesidad de más droga (“craving”) (Caballero, 2005). 32 VII. PRINCIPALES ACCIONES FARMACOLÓGICAS DE LA MDMA Y LA COCAÍNA EN EL SISTEMA NERVIOSO. 1. NEUROTRANSMISORES MONOAMINERGICOS Y OTROS Uno de los aspectos centrales de las acción farmacológica de la MDMA y la cocaína sobre el sistema nervioso central y periférico es la modificación del funcionamiento sináptico en vías específicas que involucran a los principales sistemas de neurotransmisores monoaminérgicos; y aunque esto significa la manifestación de síntomas y signos muy similares durante el consumo agudo, permite esencialmente comprobar cómo aspectos químicos y farmacocinéticos de ambas drogas trascienden en diferencias sutiles de los mecanismos moleculares que a la larga determinan complicaciones, secuelas o pronóstico diferentes entre usuarios de MDMA y cocaína. Las alteraciones neurotransmisores provocadas cerebrales han por sido MDMA sobre estudiados los principales extensamente en sistemas de animales de experimentación, principalmente ratas, y se han podido establecer algunas conclusiones acerca de los aparentes efectos agudos de la droga tanto a nivel del sistema de serotonina (5-HT), dopamina (DA) y norepinefrina (NE), que se pueden resumir como sigue: - Liberación y agotamiento de monoaminas: 5-HT, DA y NE (Lyles y Cadet, 2003; Green y cols., 2003) - Acción agonista sobre receptores de monoaminas (Vollenweider y cols., 2002). - Disminución de la actividad de la enzima triptofano hidroxilasa (Green y cols., 2003). - Disminución de la actividad de la enzima monoamino-oxidasa (MAO) (Green y cols., 2003). Por otro lado, desde el punto de vista neuroquímico, la acción más importante de la cocaína, y su metabolito: norcocaína, es el bloqueo del transportador de recaptura de dopamina (DAT), es decir el lugar de la membrana presináptica encargado de retirar el neurotransmisor de la sinapsis (Einhorn y cols., 1988; Volkow y cols., 1999). Sin embargo, la cocaína bloquea también el transportador de recaptura de serotonina (SERT) y el transportador de recaptura de norepinefrina (NET) (Sora y cols, 2001; Ravna y cols, 2003). Asimismo se ha comprobado que la cocaína administrada en forma repetida inhibe parcialmente la liberación de DA dependiente de impulso en neuronas de las vías de la adicción, lo cual estaría 33 relacionado a sus acciónes sobre los canales de Na+ (Einhorn y cols., 1988); esto se desarrollará más adelante en esta revisión. La administración de una dosis simple de MDMA o MDA a ratas provoca una rápida y aguda liberación de 5-HT en el tejido cerebral, particularmente en el estriado y la corteza media prefrontal, seguido luego por una disminución marcada durante las primeras horas; pudiendo apreciárse una recuperación considerable hacia las 24 horas post administración. (Gudelsky y Nash, 1996). Altas dosis de MDMA tienen un efecto bifásico sobre el funcionamiento serotoninérgico, primero causando una disminución aguda seguida por una recuperación parcial y luego una disminución crónica que se asocia con daño axonal. (Schmidt, 1990). El transporte de serotonina a través del transportador de membrana (SERT) se realiza movilizando también Na+ y Cl- en una reacción de un solo paso, mientras que el K+ es transportado en dirección opuesta en un segundo paso (Rudnick y Wall, 1992). Los transportadores de recaptura de DA, 5-HT y NE comparten un mecanismo funcional común, usando un gradiente iónico como fuente de energía para la translocación de neurotransmisor contra un gradiente de concentración. Por otra parte, el sistema de transporte de monoaminas hacia la vesícula se realiza por un transportador vesicular (VMAT-2), el cual acopla el eflujo de uno o más iones H+ a la captura de cada molécula de amina; esto es favorecido por la acción de una bomba de H+ dependiente de ATP que acidifica el interior vesicular (Rudnick y Wall, 1992). Se ha postulado que la MDMA extracelular entra a las células en forma pasiva o mediante SERT y luego ingresa a las vesículas sinápticas a través del transportador vesicular (VMAT) para provocar el eflujo de serotonina hacia el citoplasma; antes que la serotonina citoplasmática pueda ser oxidada por la MAO, el intercambio con la MDMA extracelular catalizada por el transportador SERT conduce a la salida de serotonina desde la célula (Rudnick y Wall, 1992). En el caso de la cocaína, se ha establecido que esta tiene alta afinidad por DAT (IC50=0.30.8 µM), siendo un inhibidor puro de recaptura, sin efecto alguno sobre la liberación de DA (Rothman y cols., 2001; Kiyatkin y cols., 2006). Como consecuencia del bloqueo de DAT, se produce un gran aumento de la concentración sináptica de dopamina y de la transmisión dopaminérgica, la cual junto con serotonina participan en los mecanismos de “reforzamiento” y “recompensa” por cocaína. Los hallazgos actuales establecen que la capacidad de bloqueo del transporte por DAT está inmersa en la estructura tridimensional del compuesto más que en 34 los grupos funcionales de la droga. Incluso si el nitrógeno amino es removido de la estructura de la droga, esta puede todavía bloquear efectivamente el transporte de dopamina (Madras, 2002). Asimismo son importantes algunos residuos aminoácidos específicos del transportador para la unión de la cocaína (Ravna y cols., 2003) La movilización de MDMA a través de SERT, DAT y NET, es un proceso saturable, estereoselectivo (mayor para la (+) MDMA), dependiente de la concentración de MDMA y al parecer también de la temperatura corporal, pues se ha evidenciado que el incremento de temperatura mejora el transporte de MDMA (Verrico y cols., 2007). La selectiva neurotoxicidad de MDMA por neuronas serotoninérgicas ha sido frecuentemente atribuída a la relativa mayor afinidad de MDMA por el transportador SERT comparado con DAT, en función de lo observado en ratas. Contrario a esto, según el estudio de Verrico y cols. (2007), la MDMA, en células humanas, ha mostrado mayor afinidad por el transportador NET y menores afinidades por SERT y DAT; es decir que en humanos la MDMA no tendría efectos selectivos en el transportador de serotonina. Sin embargo en comparación a la liberación estimulada por MDMA de DA y NE, la liberación de serotonina fue mucho mayor. La tabla 2, muestra algunos valores de afinidad y velocidad de transporte máximo para MDMA, obtenidos del estudio de Verrico y cols. Tabla 2. Afinidades (Km, nM) y velocidad de transporte máximo (Vmax, fmol/min/106 cels) para MDMA y monoaminas marcadas con tritio. La afinidad de (+) MDMA por los transportadores DAT, NET y SERT es mayor que la de MDMA racémica y esta es mayor que la de (-)MDMA indicando un transporte estereoselectivo. La afinidad de MDMA fue muy alta para NET incluso mayor que la misma norepinefrina. La afinidad de (+)MDMA es igual que la de 5-HT por su transportador (SERT), mientras que la afinidad de MDMA racémica es aproximadamente 50% más baja. La capacidad de SERT para transportar (±) MDMA fue 10 veces más baja que para [H3]5-HT (Tomado de Verrico y cols., 2007). 35 La MDMA parecería tener la capacidad para modular el transportador SERT impidiendo su internalización y degradación, como lo hace la misma serotonina. La mayor liberación de 5HT inducida por MDMA mejoraría la acumulación intracelular de MDMA y sus metabolitos conduciendo a una adaptación neuronal terminal o a daño tóxico. En contraste a SERT, la internalización de DAT es promovida por las anfetaminas y dopamina, reduciendo por tanto la capacidad de transporte y disminuyendo la disponibilidad de DAT en la superficie celular con lo que disminuye la probabilidad de daño (Verrico y cols., 2007). Por su parte, la cocaína activa vías dopaminérgicas “reforzantes” o del placer en el sistema límbico y el cerebro basal anterior, que en forma fisiológica dan soporte a conductas normales de supervivencia, pero que por efecto de la droga se activan de modo intenso y anómalo dando lugar a un placer distorsionado muy apetitivo, fuera del rango de las experiencias reforzantes naturales, conduciendo al usuario a la adicción (Childress y cols., 1999; Kalivas, 2003). El denominado “circuito neural básico de la recompensa de los mamíferos superiores” está localizado en el área límbico-pálido-estriatal e incluye el área tegmental ventral (VTA), la amígdala, el núcleo acumbens, el núcleo pálido ventral y la corteza prefrontal (Kalivas, 2003). La figura 7 muestra esquemáticamente los circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos y el lugar principal de acción de la cocaína. La neurotransmisión dopaminérgica-glutamatérgica-gabaérgica entre el núcleo acumbens (considerado el «lugar universal de las adicciones»), el área tegmental ventral («lugar de las recompensas naturales») y la corteza prefrontal («lugar de las funciones ejecutivas») es crítica para entender la alteración de los mecanismos cerebrales de la recompensa o placer en la cocainomanía. Hay implicados en esa función al menos otros 4 sistemas de neurotransmisión (serotonina, acetilcolina, NO y péptidos endógenos diversos) y 6 áreas cerebrales (sistema mesolímbico, nucleo pálido ventral, amígdala, hipocampo, hipotálamo y núcleo pedúnculopontino tegmental) (Caballero, 2005). Es conocido que la mayoría de drogas de abuso, estimulan preferencialmente la transmisión de dopamina en la subdivisión cortical del núcleo acumbens. Por ejemplo, los estudios in vivo con ratas han encontrado generalmente que luego de la administración periférica de MDMA hay una importante liberación, dosis dependiente, de dopamina en el estriado, hipocampo, el núcleo caudado y el núcleo acumbens (Yamamoto y Spanos, 1988). En este caso, la participación del transportador DAT para la liberación de dopamina es 36 controversial; se sugiere que, en ratas, la MDMA entraría a la terminal dopaminérgica mediante difusión y no a través del acarreador (O’Shea y cols., 2001). Además el incremento de 5-HT postsináptica por acción de la MDMA amplifica la respuesta de liberación de dopamina extracelular; se ha demostrado que la 5-HT activa los receptores 5-HT2A, los cuales mejoran importantemente la síntesis de dopamina y su liberación. Fig. 7. Circuitos cerebrales de recompensa de los mamíferos (rata). Se indica los lugares donde actúan la cocaína y otras sustancias de abuso. Las neuronas dopaminérgicas del area tegmental ventral (VTA) proyectan sus axones sobre las células espinosas medianas del nucleo acumbens (Acc), desde donde salen varias proyecciones, liberando GABA y opioides endógenos. Las neuronas espinosas reciben axones con glutamato (GLU), procedentes de la córteza prefrontal (FCX), la amígdala (Amigd), etc; asi como proyecciones de otros núcleos. VP: pálido ventral, ABN: Núcleo anterior del tálamo. LC: locus ceruleus, ICSS: componente mielinizado de los circuitos de recompensa (Tomado de: Caballero, 2005). La producción excesiva de DA y su liberación después de la administración de MDMA resultan en niveles anormalmente altos de DA extracelular que pueden ser introducida hacia las terminales serotoninérgicas vaciadas donde se formarían metabolitos tóxicos contribuyendo al daño axonal serotoninérgico (Lyles y Cadet, 2003). Por otra parte, la administración de MDMA disminuye la concentración de GABA extracelular en la sustancia 37 negra y el estriado de ratas, lo que también sería mediado por los receptores 5-HT2A/2C. Se sugiere que la reducción de GABA mediada por MDMA aumentaría los efectos sobre la síntesis de DA y su liberación, potenciando de este modo los efectos neurotóxicos de MDMA (Yamamoto y cols., 1995). La evidencia también sugiere que la MDMA incrementa la liberación de dopamina parcialmente a través de un mecanismo mediado por impulso, lo que sería corroborado por la observación de que la liberación aguda de dopamina inducida por MDMA en el estriado, a diferencia del caso de serotonina, sería dependiente de calcio (Yamamoto, 1995). La MDMA actúa además como un agonista indirecto monoaminérgico y muestra relativamente altas afinidades por los adrenoreceptores α2 (3.6 µM), receptores 5-HT2 (5.1 µM), receptores muscarínicos M1 (5.8 µM), y receptores de histamina H1 (5.7 µM) (Vollenweider y cols., 2002). En la figura 8 se esquematiza el efecto primario de la MDMA, involucrando los principales receptores afectados. El agonismo del receptor 5-HT2A ha sido asociado con los efectos alucinógenos de MDMA; sin embargo la afinidad de MDMA en el receptor 5-HT2A humano es ligeramente menor que para el receptor de rata, lo que corresponde con la baja incidencia de alucinaciones inducidas por MDMA en humanos (Sadzot y cols., 1989). Fig. 8. Principales sistemas de receptores afectados por MDMA, de acuerdo a su afinidad por la droga. Los datos presentados sugieren que el efecto primario de la MDMA es la liberación de 5-HT en el cerebro mediante una interacción directa con el transportador SERT y con participación del transportador vesicular VMAT (no mostrado aquí). Además se muestra la liberación de dopamina por mecanismos directos o indirectos que aun siguen siendo estudiados. (Adaptado de: Vollenweider y cols., 2002) 38 Las acciones agonistas de MDMA en los adrenorreceptores α2 presinápticos, están también implicadas en la liberación de 5-HT inducida por MDMA; la MDMA tiene una relativamente alta afinidad por estos receptores y ellos están presentes en las terminales serotoninérgicas (Yamamoto y cols., 1995). MDMA se une con menos afinidad a los receptores muscarínicos M2, receptores adrenérgicos α1, receptores adrenérgicos β, receptores 5-HT1 y receptores dopaminérgicos D1 y D2 (Lyles y Cadet, 2003); recientemente se ha descubierto que MDMA también activa el receptor nicotínico α7 de acetilcolina, lo que potenciaría el efecto dopaminérgico en la neurotoxicidad (Chipana y cols., 2006). Adicionalmente, MDMA ha sido reportada para poseer alta afinidad (EC50 1.7 µM) y eficacia por un receptor de trazas de amina, que está localizado dentro del citosol, posiblemente sobre la membranas vesiculares. Ya que la MDMA es rápidamente transportada y concentrada dentro de la terminal serotoninérgica, podría esperarse que tuviera actividad intrínseca en el nuevo receptor; sin embargo su nivel de expresión en el cerebro de rata es bajo, de modo que su relevancia a las acciones psicotrópicas de MDMA no es clara (Bunzow y cols., 2001). Se ha postulado que una función de las aminas traza sería actuar como moduladores endógenos de los neurotransmisores aminérgicos clásicos y por tanto la modulación inducida por MDMA de las aminas traza puede de este modo afectar también a las monoaminas (Miller y cols., 2005; Zucchi y cols., 2006). La cocaína a su vez interacciona con los receptores muscarínicos, antagonizando su efecto, lo que se asociaría con síntomas de delirio y acciones cardiotóxicas (Flynn y cols., 1992). El receptor nicotínico de acetilcolina (nAChR) también es inhibido por la cocaína, comúnmente se acepta que la cocaína entra al canal del receptor después de que este se ha abierto y bloquea estéricamente el flujo iónico; se ha sugerido un mecanismo adicional en el cual la cocaína se une a un sitio regulatorio inhibiendo la apertura del canal del receptor (Niu y cols., 1995). La cocaína también se ha asociado a procesos de variación de sensibilidad en los receptores dopaminérgicos. Como una consecuencia de la liberación aumentada de DA hay una disminución en la sensibilidad de los autorreceptores D2 que regulan la generación del impulso, con lo que el disparo neuronal se ve aumentado. Además se ha observado que los receptores postsinápticos de DA parecen hacerse supersensibles a los efectos de la DA extracelular; particularmente los receptores D1 (Kalivas y Duffy, 1998). 39 Por otro lado, el bloqueo de la captura de 5-HT en el rafe dorsal por la administración aguda de cocaína produce un disparo neuronal espontáneo de 5-HT disminuido; esta disminución parece ser el resultado de una mayor inhibición provocada por la estimulación aumentada de los autorreceptores 5-HT1A que modulan el impulso. Se especula que el disparo neuronal disminuido resultaría en liberación disminuida de 5-HT en las proyecciones neuronales hacia áreas tales como el VTA y el núcleo acumbens, disminuyendo por lo tanto la influencia inhibitoria de 5-HT, y aumentando la neurotransmisión de DA (Kalivas y Duffy, 1998). Rocha y cols. (2002), demostraron que los receptores 5-HT2C expresados en el VTA participan importantemente en la supresión serotoninérgica de las respuestas conductuales mediadas por DA a la cocaína. La administración aguda de altas dosis de cocaína también eleva el contenido de glutamato extracelular en el núcleo acumbens y el VTA, indicando su participación en los efectos de la droga. Además se ha encontrado que dependiendo del tiempo de administración agudo o crónico, la cocaína induce una modificación de la expresión génica de varios subtipos de receptor de glutamato en el núcleo acumbens, el VTA y el estriado (Ghasemzadeh y cols., 1999). Los datos de otros estudios indican que la activación específica de los receptores GABAB atenúa los efectos de recompensa de cocaína aguda (Slattery y cols., 2005). También se ha sugerido que la inhibición de los receptores nicotínicos de acetilcolina (nAChR) alfa 7 y beta2 es necesaria para prevenir el desarrollo de la sensibilización del aumento en los niveles de dopamina extracelular en el estriado ventral, provocado por cocaína (Zanetti y cols., 2006). Un conjunto importante de manifestaciones por el uso de MDMA o cocaína tienen que ver con el aumento de actividad simpaticomimética, principalmente de un modo indirecto al facilitar la acumulación de NE en la sinápsis tanto de vías nerviosas centrales como periféricas. En el caso del bloqueo del transportador NET por cocaína a nivel periférico, esta inhibición es casi cercana a lo máximo con dosis bajas de la droga; sin embargo el efecto final de esta actividad es dependiente de mecanismos compensatorios reflejos que previenen parcialmente una sobreactivación simpática excesiva, incluso con dosis bajas de la droga (Vongpatanasin y cols., 1999; Tuncel y cols., 2002). Los niveles de 5-HT, modificados por la MDMA, también dependen de otros factores como la inhibición de la actividad de la triptofano hidroxilasa (TPH), la enzima limitante de la síntesis de 5-HT, por acción directa de la droga. Stone y cols. (1987), demostraron que la 40 actividad de TPH declina en el neoestriado, corteza frontal, hipocampo e hipotálamo de rata dentro de 15 minutos después de la administración de MDMA. Esta inhibición aun es detectable 2 semanas después de una dosis simple de MDMA; al parecer un metabolito activo de la droga sería el responsable de este efecto neuroquímico agudo. Se postula que una quinona, producto del metabolismo de MDMA, se combinaría con grupos sulfhidrilo dentro de las molécula de enzima TPH para desactivarla (Stone y cols., 1989). MDMA también inhibe la enzima catabólica monoamino oxidasa (MAO). La potencia es aproximadamente 10 veces mayor en MAO-A (IC50 = 44 µM) que en MAO-B en preparaciones de homogenado de cerebro de rata. Tal inhibición reduce el metabolismo de 5HT y de dopamina dentro de las terminales nerviosas y por lo tanto contribuye a la incrementada liberación de neurotransmisor activo por la MDMA (Leonardi y Azmitia, 1994). Por otra parte, es importante destacar que la MDMA produce varios cambios de larga duración al sistema serotoninérgico dependientes de la dosis administrada, el régimen de dosificación, la especie y la cepa de los animales; estos cambios incluyen: disminución en la densidad del transportador de recaptura de serotonina (SERT), disminución de los niveles de 5-HT y lesiones severas en los axones serotoninérgicos (Wallace y cols., 2001). Los datos indicarían que son necesarias dosis altas o frecuentes de MDMA para producir este daño neurotóxico (O’Shea y cols., 1998). La mayoría de estudios sugiere que la MDMA causa principalmente cambios a largo plazo en los axones serotoninérgicos que tienen sus cuerpos celulares en el núcleo del rafe dorsal. Hay una pérdida neurotóxica de terminales nerviosas serotoninérgicas que se evidencia por la disminución de 5-HT y su metabolito el ácido 5 hidroxiindolacético (5-HIIA), asi como la menor densidad del transportador SERT (Boot y cols., 2002). Mediante técnicas de inmunocitoquímica, ha sido posible ver los axones y terminales serotoninérgicos en rebanadas de cerebro de animales expuestos a MDMA. Así, se ha observado edema irregular y fragmentación de finos axones serotoninérgicos poco después de un régimen neurotóxico de MDMA o MDA (O’Hearn y cols., 1988). Las mediciones tomadas 2 a 4 semanas después, también muestran una disminución persistente en los axones teñidos; los cambios reflejan una marcada reducción en la densidad axonal serotoninérgica, particularmente en la neocorteza, el estriado, y el tálamo, con reducciones más pequeñas en el hipocampo, septum y amígdala. Las porciones terminales de axones fueron selectivamente 41 más vulnerables al daño inducido por MDMA, mientras que los cuerpos celulares no fueron afectados (O’Hearn y cols., 1988). Las figuras 9 y 10 muestran algunas alteraciones en las neuronas serotoninérgicas provocados por la MDMA y su metabolito, la MDA. Aunque, en ratas, se ha evidenciado una considerable recuperación de los indicadores de funcionamiento serotoninérgico un año después de la exposición a la droga, esto depende de la severidad del daño inicial y de la cepa (Baggott y cols., 2001). Parece haber una velocidad más rápida de recuperación entre las 18 horas y las 4 semanas, después de lo cual una velocidad de recuperación más lenta fue observada (Battaglia y cols., 1988) Por otro lado, Scheffel y cols. (1992), demostraron en estudios in vivo y en vitro que la administración aguda de MDMA no afecta la densidad de receptores 5-HT2A y 5-HT2C , mientras que la administración intensa resulta en un 55 a 80% de disminución en la densidad de los receptores 5-HT2 a las 24 horas post-tratamiento; no obstante este cambio empieza a desaparecer después de 6 días . Esto podría reflejar una regulación compensatoria de los receptores 5-HT2. Fig. 9. Efecto de MDA en la degeneración aguda de axones serotoninérgicos, en rata. Terminales axónicas, 1 día después de 4 dosis de MDA (20 mg/kg). Se aprecian enormes varicosidades, engrosamiento irregular, y fragmentación de fibras. Cambios similares ocurren con MDMA. Escala de la barra: 10 um. (Tomado de O’Hearn y cols., 1988) 42 Fig. 10. Efectos de MDMA y MDA en axones de serotonina en corteza motora frontal de rata, preparada por inmunocitoquímica. Las imágenes se obtuvieron 2 semanas después de administrar MDMA o MDA (20 mg/kg) dos veces al día por 4 días. Se aprecia ablación de axones finos terminales y engrosamiento de las fibras remanentes preterminales, con orientación predominantemente radial. Las lesiones son mayores con MDA. (Microfotografías de campo oscuro, escala de la barra: 100 um, cortes sagitales) (Tomado de O’Hearn y cols., 1988). La depleción serotoninérgica y el daño neuronal han sido también demostrados en primates no humanos, siendo los efectos más pronunciados que aquellos observados en ratones. Estudios de análisis inmunocitoquímico, después de la administración de MDMA a monos rhesus han demostrado que hay una marcada reducción en la densidad de axones inmunorreactivos a serotonina a través de toda la parte frontal cerebral, algunos axones aparecen hinchados y deformes; además la depleción de 5-HT es acompañada por una significativa reducción (60%) en la concentración de 5-HIAA en el LCR (Ricaurte y cols., 1992). También se ha evidenciado cambios similares a largo plazo en humanos, mediante estudios con ligandos del transportador SERT y tomografía por emisión de positrones (PET) o tomografía computada con emisión de fotón simple (SPECT) (Semple y cols., 1999). Asimismo hay disminución en la densidad de receptores 5-HT2A que revierte durante la abstinencia, indicando que existen mecanismos adaptativos de regulación a la baja y a la alta de los 43 receptores 5-HT2A (Reneman y cols., 2002). Se ha observado que las mujeres son más propensas al daño serotoninérgico a largo plazo y por otro lado, parece que los usuarios de MDMA no sufren reducciones en las neuronas dopaminérgicas nigroestriatales (Reneman y cols., 2001) (Reneman y cols., 2002). En el caso de la cocaína, no se han reportado alteraciones a largo plazo de la concentración de serotonina cerebral en humanos; sin embargo sí se ha encontrado evidencia de daño persistente de las neuronas dopaminérgicas estriatales por la exposición crónica. Se ha observado declinaciones en el transportador vesicular de monoaminas (VMAT-2), el transportador DAT, y las concentraciones de DA. Al parecer el daño a las fibras estriatales de la dopamina, junto a otros cambios neuronales, puede desempeñar un papel crucial en el desarrollo de desordenes del humor y procesos motivacionales en personas dependientes (Little y cols., 2003). 2. HIPERTERMIA Y ESTRÉS OXIDATIVO. Uno de los efectos más importantes del uso de MDMA y cocaína es la alteración térmica tanto central como periférica, que refleja la participación de algunos mecanismos moleculares comunes, y que según recientes estudios parece ser un evento crucial en la toxicidad neuronal aguda y a largo plazo, teniendo por lo tanto mucha trascendencia en las complicaciones y secuelas derivadas del abuso de ambas drogas. La temperatura corporal refleja un equilibrio fisiológico entre la actividad metabólica generadora de calor de los distintos tejidos y la regulación ejercida por el cerebro a través de áreas específicas del hipotálamo. Los ajustes térmicos regulados por el cerebro permiten una adaptación eficiente frente a los cambios térmicos ambientales y durante el comportamiento motivado (Kiyatkin y Brown, 2006). Las neuronas de la región preóptica medial del hipotálamo tienen un intenso efecto inhibitorio sobre las respuestas termogénicas generadas por neuronas de los núcleos paraventricular y dorsomedial. Todas estas señales hipotalámicas regulan a su vez varias áreas del tronco encefálico y de la médula espinal destinadas al control de las respuestas autonómicas termorregulatorias (Saper, 2006). La figura 11 permite una mejor comprensión de esta regulación central de la temperatura. 44 Fig. 11. Regulación central de la temperatura en mamíferos (se muestra el cerebro de ratón). Los núcleos hipotalámicos paraventricular y dorsomedial asi como el rafe pálido envían señales a las neuronas preganglinares en la médula espinal para controla la termogénesis (producción y conservación de calor). Estas vías son a su vez reguladas por señales inhibitorias del hipotálamo preóptico medial que responde a la temperatura del área preóptica (Tomada de Saper, 2006). Aunque generalmente se menciona a la hipertermia como un efecto de MDMA y cocaína, las observaciones realizadas en animales de experimentación indican que las variaciones térmicas reales son altamente dependientes la temperatura ambiental, de la dosis, y de la especie o incluso cepa que es estudiada. Asi, según la cepa de rata, se ha visto que en condiciones de temperatura ambiental (Ta) normal: 20-22ºC, la administración de MDMA puede provocar una marcada respuesta hipertérmica (aproximadamente +1 ó +2ºC) (O’Shea y cols., 1998), o una disminución similar de la temperatura. En general con mayores Ta, son más probables las respuestas hipertérmicas (Malberg y Seiden, 1998). Asimismo se ha observado que las ratas hembras son más susceptibles a los efectos hipertérmicos agudos de MDMA (Colado y cols., 1995). Los cambios en la temperatura corporal en ratones después de la administración de MDMA a Ta de 20-22ºC son mucho más variables que aquellos observados en ratas (Green y cols., 2003). Se han descrito fluctuaciones bifásicas hipertermia-hipotermia, principalmente con dosis elevadas de MDMA; en piel se percibe de inicio hipotermia, por la vasoconstricción. En 45 humanos, a diferencia de roedores, la MDMA aumenta la temperatura corporal basal sin mucha influencia de la temperatura ambiental, sin aparentes fluctuaciones bifásicas y por otro lado, estos incrementos al parecer afectan más a varones que a mujeres (Freedman y cols., 2005). La cocaína incrementa de forma muy rápida la temperatura cerebral induciendo cambios regulatorios que generan fluctuaciones entre disminución y elevación térmica. Estos cambios son más característicos en ratas y mamíferos pequeños. Esta droga es altamente efectiva en alterar los mecanismos de ajuste autonómico frente al stress térmico y de percepción del calor, conllevando un riesgo alto de hipertermia severa en ambientes calurosos (Mechan y cols, 2002). La alteración de los mecanismos normales de disipación del calor, principalmente la vasoconstricción cutánea, juega un papel importante en la dependencia del ambiente para las modificaciones térmicas producidas por la MDMA y la cocaína; presumíblemente cuando el animal es mantenido en un ambiente de baja temperatura la pérdida de este mecanismo es de poca trascendencia y la hipertermia finalmente no ocurre (Mechan y cols, 2002). En relación a los mecanismos térmorreguladores centrales alterados por la MDMA, se ha postulado que la serotonina participa mediante los receptores 5-HT2 y, de forma importante, participa la dopamina a través de los receptores D1 (Shankaran y Gudelski, 1999; Mechan y cols., 2002). Los receptores espinales 5HT2A contribuyen a la vasoconstricción cutánea inducida simpáticamente, participando neuronas parapiramidales del núcleo del rafé (Ootsuka y cols., 2004). Asimismo la MDMA tiene una acción agonista adrenérgica α2 que contribuye a sus efectos sobre la temperatura corporal, pero de una forma aun no bien precisada (Bexis y Docherty, 2005). Aunado al hecho de que la MDMA incrementa la actividad simpática involucrada en los mecanismos termogénicos, la estimulación adrenérgica y endócrina inducida en si misma por el ambiente festivo donde se consume la droga favorece los cambios producidos por esta (Green y cols., 2003). Además, se ha visto que tras elevar la temperatura cerebral en ratas, la MDMA incrementa la producción de interleucina 1 (IL-1), en una forma específica de región, involucrando áreas termorreguladores y contribuyendo al mantenimiento de la hipertermia y la neurotoxicidad subsiguiente (O´Shea y cols., 2005). Si bien es cierto que el principal mecanismo de acción de la cocaína es la inhibición de la recaptura de DA y que de este dependen varios efectos como la hiperactividad locomotora generadora de calor muscular; se han observado varias inconsistencias entre este mecanismo y 46 el rápido desarrollo de algunos efectos incluyendo el aumento inicial de la temperatura cerebral junto con la activación simpática. Es decir que dichos cambios iniciales aparentemente ocurren antes de que la cocaína llegue al cerebro y bloquee la recaptura de DA; lo cual aunado a otras evidencias, parece indicar que la cocaína actuando sobre canales de Na+ en ciertas terminales sensoriales aferentes de las paredes de los vasos sanguíneos, induciría una activación metabólica cerebral elevando la temperatura local y promoviendo la liberación de DA antes que ocurra el bloqueo del transportador DAT (Kiyatkin y Brown, 2006). La acción de la cocaína en estas terminales aferentes sería sorprendentemente, la de activar los canales de Na+, algo que aun no ha sido demostrado. Por otro lado se ha observado que la cocaína actuando a nivel cerebral, mediante el conocido bloqueo de los canales de Na+ en neuronas monoaminérgicas, induce el componente de disminución de la temperatura de las fluctuaciones térmicas descritas (Kiyatkin y Brown, 2006). Como fue mencionado previamente, la hipertermia inducida por drogas como la MDMA, constituye un evento de máxima trascendencia asociado a la toxicidad neuronal. El nexo parece ser la formación de radicales libres, la cual es marcadamente inhibida cuando se previene la respuesta hipertérmica inducida por MDMA, es decir que el perfil neurotóxico de la MDMA sería altamente dependiente de la temperatura corporal y de su metabolismo local y sistémico (Colado y cols., 1998). Mientras que la Ta elevada influye importantemente en la generación de calor por la droga, queda claro que temperaturas ambientales bajas previenen el desarrollo de hipertermia y por tanto de neurotoxicidad; esto ha sido demostrado por varios investigadores quienes han encontrado también que grandes dosis de MDMA (o dosis repetidas) pueden sobrepasar los efectos neuroprotectores de una baja Ta, lo que estaría relacionado a una mayor formación de radicales libres de oxígeno que supera la capacidad de control local en el cerebro. Es decir que la velocidad de formación de radicales libres sería la clave del proceso neurodegenerativo (Broening y cols., 1995). Sin embargo, se ha podido demostrar que en ratas con pocos días de nacidas, ni la MDMA, ni la hipertermia asociada, producen efectos de toxicidad significativas en neuronas serotoninérgicas (Broening y cols., 1995); aparentemente existe una falta de vulnerabilidad del cerebro fetal o neonatal a la neurotoxicidad serotoninérgica inducida por MDMA. Esto parece relacionarse al hecho de que el cerebro de rata joven tiene una alta actividad atrapadora de 47 radicales endógenos, sumada a menores concentraciones de DA. Así, aunque la densidad del transportador SERT es mucho mayor en el cerebro neonatal que en adultos, posee mecanismos protectores que se pierden con el desarrollo corporal (Aguirre y cols., 1998). El metabolismo de la MDMA y la dopamina conduce a la formación de intermediarios reactivos, especies reactivas de oxígeno (ROS), y/o productos de oxidación, que contribuyen a la toxicidad de esta droga (Capela y cols., 2006). La formación sistémica de conjugados de glutation (GSH) y N-acetilcisteína con N-metil-α-MeDA y α-MeDA induciría además una competición entre los conjugados GSH y el mismo GSH por su transportador a nivel de la barrera hematoencefálica (Jones y cols., 2005). Se sugiere que las terminales nerviosas 5-HT son un sitio de formación incrementada de radicales libres, esta ocurre aparentemente tras la activación del transportador SERT (Shankaran y cols., 1999). La actividad normal de la neurona causa un cierto grado de estrés oxidativo; un aumento sostenido en la actividad neuronal eleva el estrés oxidativo y se asocia a un elevado consumo de energía que puede llevar al agotamiento de las fuentes de energía neuronales, esto afecta distintos mecanismos que utilizan energía para mantener y reparar las neuronas. El estrés oxidativo, produce un daño sobre los lípidos neurales, o peroxidación lipídica, asi como un daño en las mitocondrias, que pueden desencadenar eventos de muerte celular apoptótica en las neuronas (Sprague y Nichols, 1995; Baggott y cols., 2001). Aunque es conocido que la cocaína también genera especies reactivas de oxígeno y nitrógeno, en una forma favorecida por los efectos hipertérmicos de la droga, no se conoce la trascendencia verdadera de la hipertermia y el estrés oxidativo en el daño neuronal a largo plazo observado en los usuarios crónicos de cocaína. 3. OTRAS ACCIONES IMPORTANTES DE LA MDMA Los estudios acerca de mecanismos adicionales por los cuales la MDMA causa daño neuronal son diversos, aportando datos que sin ser concluyentes, están contribuyendo a entender cada vez más la acción farmacológica de esta droga. Se ha evidenciado que la MDMA regularía la expresión regional en el cerebro de varios genes tempranos como c-fos, egr-1 y arc, entre otros, los cuales codifican para proteínas que pertenecen a la familia de factores de transcripción, vías de señalización (fosfatasas, regulación de citoesqueleto) y funciones sinápticas. Estos genes tempranos y especialmente aquellos controlados por 48 activación de kinasas podrían jugar roles importantes en la expresión de muchas conductas que ocurren tras el consumo de MDMA (Salzmann y cols., 2005). La expresión localizada de genes tempranos provocado por MDMA puede ser particularmente útil en mapear áreas cerebrales asociadas con efectos conductuales o funcionales específicos; por ejemplo la inducción de Fos en el núcleo oral reticular pontino, un área relacionada con el control de los músculos masticatorios, lo que se relaciona con la frecuente observación de bruxismo reportado en sujetos que toman “éxtasis” (Stephenson y cols., 1999). Algunos trabajos proponen que el neurotransmisor glutamato estaría involucrado en la neurotoxicidad inducida por MDMA, y aunque se ha comprobado que la MDMA, interaccionando con los sistemas serotoninérgico y dopaminergico, disminuye la liberación de glutamato en el núcleo acumbens de ratas, es probable que en localizaciones específicas el glutamato cumpla un papel crucial en la neurotoxicidad, principalmente asociada a la alterqación de la bioenergética celular y la formación de radicales libres de oxígeno (Lyles y Cadet, 2003). Se ha sugerido también que la MDMA tendría una acción directa para lesionar el DNA nuclear, alterando el perfil del ciclo celular e induciendo procesos apoptóticos (Simantov y Tauber, 1997). En relación al efecto de la MDMA sobre la actividad de disparo neuronal, no se ha observado diferencias en neuronas serotoninérgicas del núcleo del rafe dorsal, entre ratas tratadas con MDMA y animales control (Gartside y cols., 1996). Los estudios en el núcleo acumbens, una región del cerebro involucrada en las propiedades de recompensa de las drogas de abuso, indican que la MDMA produce cambios persistentes en la excitabilidad de membrana, impidiendo la inhibición por 5-HT y DA, del disparo neuronal (Obradovic y cols., 1998). Aunque se vienen haciendo nuevos descubrimientos en estudios experimentales, es difícil hacer comparaciones directas entre los resultados obtenidos en animales y estudios en humanos debido a variaciones en las dosis empleadas y a particularidades de la farmacocinética en los animales de experimentación; además se ha comprobado que especies diferentes e incluso cepas diferentes tienen diferentes susceptibilidades a la MDMA. Por ejemplo a diferencia del daño selectívamente serotoninérgico, producido por la MDMA en ratas, en el cerebro de ratón se ha demostrado un perfil muy diferente, es decir principalmente hay pérdida neurotóxica a largo plazo de fibras dopaminérgicas (O’Callaghan y Miller, 1994). 49 Los hallazgos de estudios por imágenes en humanos, indican que la MDMA modula una extensa red neural que incluye la amígdala y estructuras limbicas y paralímbicas relacionadas que subyacen a los efectos emocionales de MDMA (Vollenweider y cols., 2002). Se propone que muchos de los efectos reforzantes de MDMA están asociados directamente con la liberación de dopamina. Algunas respuestas psicológicas como el humor positivo, la excitabilidad emocional y el sentimiento de bienestar, inducidas por MDMA involucrarían principalmente la participación de la dopamina (Liechti y cols., 2000). El incremento de dopamina se relaciona importantemente con la mayor generación de radicales libres, que se pueden combinar con el óxido nítrico para producir peroxinitritos nocivos a los tejidos cerebrales (Colado y cols., 2001). Si asumimos que muchos de los efectos adversos agudos de la MDMA (particularmente hipertermia) están linealmente relacionados a su concentración en sangre y que su cinética de metabolismo es saturable, luego altas dosis pueden resultar en un desproporcionadamente alto riesgo comparado a dosis más bajas. Un problema importante en humanos que ingieren tabletas de “éxtasis” sintetizadas y comercializadas ilegalmente es que la dosis y pureza son desconocidos, por otra parte muchos usuarios de “éxtasis”, consumen además otras drogas, llevando a complicaciones adicionales que dificultan las conclusiones (Green y cols., 2003). 4. OTRAS ACCIONES IMPORTANTES DE LA COCAÍNA A. ACCIÓN SOBRE CANALES IÓNICOS. La cocaína bloquea la generación y conducción de impulsos eléctricos en tejidos excitables como neuronas y músculo cardíaco mediante una acción directa sobre la membrana celular. La cocaína bloquea los canales rápidos de sodio activados por voltaje, incrementando gradualmente el umbral para la excitación y disminuyendo la velocidad de elevación del potencial de acción; de esta forma la habilidad del tejido para generar un potencial de acción es abolida, la conducción del impulso se enlentece y la probabilidad de propagación del potencial de acción disminuye (Roldán y Habal, 2004). Como se mencionó previamente, se ha encontrado evidencia de que la cocaína actuaría de forma diferente sobre los canales de Na+ periféricos y centrales para regular algunos efectos psicológicos y térmicos iniciales, característicos del uso de esta droga. Se ha propuesto que la cocaína, en concentraciones logradas por una administración intravenosa, activaría o induciría 50 la activación de canales de Na+ periféricos probablemente ubicados en terminales aferentes de nervios sensoriales, semejando de esta forma la acción de estímulos somato-sensoriales, para provocar una activación cerebral metabólica con liberación fásica de DA. Sin embargo a nivel cerebral la cocaína tiene una acción inhibitoria de las neuronas, interactuando directamente con los canales de Na+ dependientes de voltaje; este mecanismo afectaría principalmente a las neuronas monoaminérgicas debido a que poseen características favorables al mismo, como: soma pequeño, y axón delgado no mielinizado con abundante arborización. Estas propiedades específicas sobre los canales de Na+, parecen contribuir sustancialmente en los efectos de “reforzamiento” de la cocaína y a las conductas motivadas que determinan la adicción por esta droga (Kiyatkin y Brown, 2006). Varios estudios han comprobado que la cocaína produce cambios en la conductancia neuronal modulando canales activados por voltaje. En el núcleo del rafe dorsal y en otras áreas de liberación de monoaminas, la cocaína induce una respuesta neuronal hiperpolarizante que potenciaría los cambios de conductancia causados por DA y 5-HT mediante receptores específicos. Asimismo la producción de AMPc que sigue a la estimulación del receptor D1 induce alteración de la actividad de canales de Na+ y Ca++ activados por voltaje en usuarios crónicos de cocaína (Premkumar, 2005). Por otro lado, se ha demostrado que la cocaína es capaz de bloquear selectívamente un canal de K+ dependiente de Ca++ en neuronas hipocampales; en presencia de cocaína, las aperturas de canal son interrumpidas con cierres breves (bloqueo fluctuante). El bloqueo de este canal por cocaína está involucrado en el ensanchamiento del potencial de acción, lo cual lleva a facilitación de la liberación del transmisor; asimismo mediante la alteración de las fases de repolarización y posthiperpolarización del potencial de acción, se produce una modulación del disparo neuronal repetitivo (Premkumar, 2005). B. MECANISMOS DE LA ADICCIÓN. Los cambios neurofisiológicos característicos de la adicción incluyen la depleción de los almacenes de DA, la hipersensibilidad de los receptores dopaminérgicos y los receptores α y β adrenérgicos, la degeneración neurotóxica y otras alteraciones relacionadas con las encefalinas, la serotonina, el glutamato y el GABA (Nestler, 2004). La apetencia (“craving”) o deseo intenso de tomar cocaína que sufren los consumidores regulares, es un fenómeno que resulta tanto de la capacidad de refuerzo positivo de la cocaína (el placer y la “euforia 51 cocaínica”) como de refuerzo negativo (la denominada “abstinencia motivacional” por la que los estímulos placenteros habituales dejan de motivar). La instalación de estos dos procesos oponentes en el cocainómano impulsa a la repetición compulsiva de ciclos de intoxicaciónapetencia que se producen con diferente gravedad y consecuencias en cada individuo (Caballero, 2005). Una actividad nueva que genera una “recompensa” incrementa el disparo neuronal dopaminérgico hacia la corteza prefrontal y la amígdala, dando lugar a un aprendizaje que permitirá evocar esta activación dopaminérgica en otra ocasión cuando surja algún estímulo vinculado a la primera experiencia; si se dá una nueva recompensa, la actividad de esta vía neuronal será reforzada mediante la modificación de genes específicos. Esta “capacidad de disparo aprendida” parece esencial para explicar el fenómeno de “craving” y otros que caracterizan el proceso adictivo a la cocaína (Nestler, 2004). La adicción no sólo estaría asociada con la liberación alterada de DA inducida por la droga en el estriado o una respuesta placentera aumentada a la droga, sino mas bien con una motivación incrementada para procurar la droga (Wolf, 2002, Kalivas y Volkow, 2005) Desde el punto de vista conductual, la adicción a cocaína puede entenderse como un proceso de aprendizaje condicionado, complejo, que implica de manera crítica a la amígdala, el núcleo acumbens, el área tegmental ventral (VTA) y la corteza prefrontal (Nestler 2004). El núcleo acumbens (también llamado estriado ventral) desempeña un papel central en los circuitos neuronales responsables de las conductas de motivación, dirigidos hacia un objetivo -en otras palabras, el tipo de comportamientos que son la base de búsqueda compulsiva de droga en los adictos. Los comportamientos dirigidos son producidos por proyecciones que contienen glutamato que se originan en regiones límbicas (más importantemente, la amígdala basolateral, el hipocampo y la corteza prefrontal) y convergen en un blanco postsináptico común: la neurona espinosa mediana del núcleo acumbens. La salida de estas neuronas del acumbens, a través de sus proyecciones al pálido ventral y al mesencéfalo ventral, es responsable de la ejecución motora de estos comportamientos dirigidos (Wolf, 2002). Se considera que las proyecciones desde la corteza prefrontal al núcleo acumbens y de este al pálido ventral es la vía final común para la búsqueda de drogas (Kalivas y Volkow, 2005). En la figura 12 se esquematiza la interrelación entre las estructuras involucradas en la adicción a cocaína. 52 Las adaptaciones celulares en la inervación glutamaérgica prefrontal del núcleo acumbens promueven el carácter compulsivo de búsqueda de la droga en adictos disminuyendo el valor de las recompensas naturales, el control cognoscitivo (elección), y mejorando la impulsión glutamaérgica en respuesta a estímulos asociados a la droga (Kalivas y Volkow, 2005). Fig. 12. Circuitería neural involucrada en el desarrollo y expresión de la adicción indicando la activación de conductas dirigidas al objetivo. Se distingue los lugares de presencia preponderante de los neurotransmisores. PFC: Corteza prefrontal, NA: Núcleo acumbens, VTA: Area tegmental ventral, VP: Pálido ventral (Tomado de Kalivas, 2004). La corteza prefrontal es responsable de las funciones cognoscitivas relacionadas con la memoria de trabajo y el planeamiento; está implicada en el control ejecutivo de la salida conductual basado en valor del estímulo y el resultado previsto, y desempeña un papel crucial en la adicción. Las entradas excitatorias de la corteza prefrontal, la amígdala basolateral, y el hipocampo son integradas por la dopamina para determinar el nivel neto de la salida excitatoria a las neuronas en el núcleo acumbens (Wolf, 2002). Mientras que los efectos de recompensa que acompañan la administración aguda de la mayoría de las drogas de abuso, dependen de la liberación incrementada de dopamina en el acumbens, el reestablecimiento de la búsqueda de la droga requiere más bien la liberación de 53 dopamina en la corteza prefrontal y la amígdala, siendo además crucial una activación de los eferentes glutamatérgicos dirigidos al acumbens. De modo que el desarrollo de la adicción ocurre en una secuencia cronológica durante la cual diversas partes del circuito se hacen más importantes (Childress y cols., 2002). La vulnerabilidad a la recaída en la adicción de fase final persiste por años y resulta de cambios celulares igualmente persistentes. Los cambios en la expresión génica, el contenido proteínico y/o la función, a menudo se hacen mayores tras períodos más largos de la abstinencia. Esta característica temporal es consistente con la posibilidad de que los cambios temporales en la expresión proteíca, que median la transición a la adicción, pueden inducir cambios que convierten la vulnerabilidad a la recaída desde temporal y reversible hacia la forma permanente de la adicción (Kalivas y Volkow, 2005). Las respuestas postsinápticas al glutamato en el núcleo acumbens de animales abstinentes de cocaína revelan adaptaciones persistentes en las proteínas asociadas al receptor postsináptico (densidad postsinaptica) que pueden alterar la señalización intracelular del receptor de glutamato y el tráfico a la membrana. Esto incluye reducciones en proteínas de andamiaje tales como PSD-95 y Homer (Kalivas y Volkow, 2005). Recientemente, fue descubierto que el nivel basal reducido del glutamato extracelular en el núcleo acumbens resulta de la actividad disminuída del intercambiador cistina-glutamato glial como producto de la abstinencia a cocaína y el consecuente efecto reductor de las proteínas Homer. La reducción en este intercambio puede relacionarse con la menor regulación del autorreceptor inhibitorio mGluR2/3 por glutamato extracelular, lo que daría lugar a liberación sináptica elevada de glutamato tras el impulso desde aferentes prefrontales, conduciendo asi a una señal amplificada para conductas de búsqueda de droga (Kalivas, 2004). En la figura 13 se explica este mecanismo. Los receptores metabotrópicos del glutamato (mGluRs) son receptores acoplados a proteína-G, expresados a través de todo el cerebro. Los mGluRs del grupo I se expresan a menudo postsinápticamente, donde regulan la función del receptor de NMDA y AMPA y median formas múltiples de la plasticidad (Kammermeier y Worley, 2007). La familia de proteínas Homer, de andamiaje postsináptico, regula la función de mGluR 1/5 actuando como adaptadores y facilitando el acoplamiento a efectores tales como el receptor inositol trifosfato. La evidencia indica que las proteínas Homer juegan un papel esencial en el tráfico de 54 membrana de mGluR1α/5; el acoplamiento de mGluR1/5 al receptor de inositol trifosfato (IP3) y el canal catiónico (Ca2+ o K+); el desarrollo de espinas, axones, y sinapsis; y la adicción a drogas (Zhang y cols., 2007). Fig. 13. Mecanismos potenciales que regulan la transmisión glutamatérgica en el núcleo acumbens, involucrados en la búsqueda de droga. La cocaína produce cambios en la liberación de glutamato extrasináptico. 1) las proteínas Homer-1bc disminuyen en el núcleo acumbens, reduciendo la señal del receptor mGluR1 en células gliales; 2) lo anterior reduce la actividad del intercambiador cistinaglutamato; 3) hay menor glutamato extracelular y por tanto menor estímulo en los autoreceptores mGluR2/3 presinápticos; 4) disminuye la regulación inhibitoria de la liberación sináptica de glutamato. (Tomado de Kalivas, 2004) La proteína Homer-1a puede reducir el acoplamiento de mGluR5 a efectores postsinápticos; de este modo la alteración de la señalización de mGluR por cambios en la expresión de Homer puede representar un mecanismo crítico para el ajuste fino de la fuerza sináptica en neuronas del SNC. Los niveles de Homer-1a aumentan después de períodos de estrés, lesión, o por experiencias nuevas como la llegada de drogas psicoestimulantes; otras grandes proteínas Homer (1b, 1c, 2, y 3) se expresan constitutivamente y aumentan el acoplamiento de mGluR5 a sus efectores (Kammermeier y Worley, 2007). 55 Zhang y cols. (2007), examinaron el efecto de la administración aguda de cocaína en la expresión de la proteína Homer-1a en neuronas estriatales de rata in vivo e in vitro. Los resultados mostraron que la cocaína aumentó fuertemente los niveles de la proteína Homer-1a en el estriado; este acontecimiento fue mediado a través del receptor D1. La proteína Homer1a incrementada parece interrumpir la unión de entrecruzamiento de las proteínas Homer a receptores mGluR del grupo I y receptores IP3 y de tal modo modifica la señalización estimulada del mGluR grupo I. Desde una perspectiva funcional, la Homer-1a, una vez inducida, compite con los isoformas Homer-1b/c y Homer-2a/b para desacoplar la conexión de los receptores metabotrópicos del glutamato del grupo I (mGluRs) con los receptores de inositol trifosfato. VIII. ACCIÓN FARMACOLÓGICA DE MDMA Y COCAÍNA EN EL CONTROL MOTOR. Los efectos clínicos de ambas drogas, como fueron descritos previamente en esta revisión, nos llevan inevitablemente a encontrar bastantes similitudes farmacológicas entre la MDMA y la cocaína. Casi todos los reportes de usuarios de ambas drogas incluyen la percepción de contracturas musculares, temblores, movimientos anormales y en general hiperactividad o disfunción locomotora que en algunos casos agudos llega a manifestaciones graves como las crisis convulsivas persistentes o crónicamente, en el contexto adictivo, se asocia a los impulsos motores de búsqueda de droga. En el caso de la MDMA, varios investigadores han demostrado, en animales de experimentación, un sindrome serotoninérgico conductual que incluye síntomas motores como: hiperactividad exploratoria, movimientos de la cabeza, hipertonicidad de las patas delanteras, pararse en dos patas, etc (De Souza y cols., 1997; Shankaran y Gudelski, 1999). Esto en humanos tiene una equivalencia particularmente grave debido a que se debe tener en cuenta el contexto de euforia anímica y a menudo el ambiente de fiesta especial (“rave”) que supone una inducción mayor a la actividad motora y a conductas de estereotipia y parafernalia que son compartidas entre el grupo de usuarios. A su vez, la hiperactividad motora por cocaína, ha 56 sido descrita usualmente en términos de movimientos involuntarios anormales con tensión muscular aumentada que además parece seguir un curso temporal característico durante una intoxicación aguda, con un progresivo y marcado desarrollo de hipoactividad y estereotipia, incluso pudiendo llegarse a la catalepsia. Con la cocaína durante exposición aguda, se ha implicado primáriamente la participación de catecolaminas en las conductas motoras (Roldán y Habal, 2004). No obstante el sustento biológico de la respuesta locomotora a las drogas es bastante más complejo y aún no se ha estudiado lo suficiente; la figura 14 permite ver el fenómeno de sensibilización del los efectos motores por cocaína tras dosis repetidas. Fig. 14. Actividad locomotora inducida por administración repetida de cocaína (20 mg/kg, IP) en ratas entre los días 4 a 9 (los primeros 3 días recibieron solución salina). Se emplearon cámaras para conteo mediante rayos lumínicos. Se observa un proceso de sensibilización, señalándose la diferencia significativa, con los controles de solución salina (p<0.05) (Tomada de Hiroi y cols., 1997). En un sentido químico se pueden establecer algunas diferencias estructurales que trascienden en los efectos finales de las drogas. Así la forma racémica de MDMA y la S(+)MDMA producen efectos hipertérmicos en ratones, mientras que R(-)MDMA no los produce; asimismo MDMA racémica y ambos enantiómeros estimulan la actividad locomotora, aunque el R(-)MDMA parece ser menos efectivo. Sin embargo no se debe olvidar las diferencias de especie e incluso de cepa si se quiere generalizar estos hallazgos. De igual 57 manera, con cocaína hay diferencias de estereoisomería que influyen en los efectos motores, se ha establecido que la L-cocaína tiene mayor actividad biológica (Pagliaro y Pagliaro, 2004). Fármacocinéticamente es importante mencionar que la metabolización periférica y cerebral de la MDMA da origen a varios intermediarios farmacológicamente activos, uno de ellos, la 3,4 metilenodioxianfetamina (MDA) tiene efectos muy similares al “éxtasis” (Caballero, 2005). Norcocaína es uno de los varios metabolitos detectado después de la administración de cocaína, el cual tiene actividad farmacológica importante a nivel conductual, mediante mecanismos similares a la cocaína (Sun y Lau, 2001). Quizás más interesante aun resulta entender que el procesamiento metabólico de ambas drogas genera un fenómeno de estrés oxidativo, que lesiona diferentes tejidos y participa directamente en sus efectos neurotóxicos a mediano y largo plazo. Luego de la administración de MDMA, la utilización y la concentración de glucosa cerebral se incrementan, lo que se asocia a glicogenólisis aumentada, y al parecer está vinculada a la hipertermia inducida por MDMA; especulándose que la bioenergética celular alterada podría estar asociada con el estrés oxidativo y la neurotoxicidad subsecuente (Darvesh y cols., 2002). Mc Namara y cols. (1995), estudiaron la locomoción diaria en ratas que recibían MDMA, en dosis múltiples, observando que la actividad locomotora total fue significativamente mayor en ratas tratadas con MDMA comparada a animales control, durante el período de tratamiento con la droga; esta actividad retornó a valores basales dentro de las 48 horas después de la última administración de la droga. De este modo, la MDMA incrementa la actividad locomotora en una forma dosis-dependiente y tiempo-dependiente. Parece ser que la MDA tiene mayor potencia para inducir hiperlocomoción, aunque los mecanismos serían más dependientes de dopamina que la MDMA (Bexis y Docherty, 2006). Kalivas y Duffy (1993), encontraron que siguiendo un régimen de 5 días de 15 mg/kg de cocaína, la actividad locomotora llegó a ser incrementada según lo evidenciado por los niveles elevados 24 horas después de que el régimen fue terminado. Además, niveles similares de actividad aumentada fueron observados 4, 10, y 20 días más adelante cuando la cocaína fue probada otra vez. Por otro lado, progresivamente se conoce más acerca del trismo y bruxismo asociados al consumo de MDMA y cocaína, como por ejemplo la expresión de genes fos en lugares cerebrales específicos, ya comentado previamente. Además se han encontrado algunos 58 mecanismos implicados como la alteración del reflejo de apertura mandibular y la participación de los adrenorreceptores α2; esto fue corroborado por Arrue y cols. (2004) en estudios electromiográficos con ratas que recibieron MDMA. Un estudio similar efectuado por Newton y cols. (1997), con cocaína, mostró que el “craving” en usuarios abstinentes se asocia significativamente con un aumento de tensión muscular en los músculos masticatorios, lo cual evidencia la participación de impulsos motores en los procesos de la adicción. El aumento de la tensión muscular mandíbular en usuarios de “éxtasis” puede durar desde pocos días a varias semanas. Esta parece ser dependiente de dosis y de las repeticiones de administración; además no se afectaría por la tolerancia, más bien por el contrario parece haber un fenómeno de sensibilidad. El alto predominio de comportamiento orofacial en usuarios crónicos de estas drogas se vincula a posteriores desórdenes temporomandibulares y deterioro de todo el sistema estomatognático (Winocur y cols., 2001). Una de las complicaciones mas llamativas del consumo de MDMA y cocaína son las convulsiones, las cuales pueden ocurrir en pacientes que nunca antes presentaron estos cuadros e incluso con concentraciones plasmáticas bajas de la droga, no obstante sólo en el caso de cocaína parece haber una relación directa con la dosis (Brown y cols., 1992). Se han descrito crisis tónico-clónicas generalizadas y estatus epiléptico capaces de producir secuelas neurológicas permanentes e incluso la muerte; las convulsiones son uno de los mayores determinantes de mortalidad asociada a cocaína en humanos. Con el uso crónico de cocaína ocurren cambios epileptógenos progresivos disminuyendo el umbral convulsivo y aumentando la probabilidad de convulsiones clónicas. Las convulsiones secundarias a cocaína son distintas a las causadas por psicoestimulantes como los análogos de anfetamina; las principales diferencias son: 1) una menor duración de la actividad convulsionante de la cocaína y 2) un distinto perfil de respuesta a los distintos fármacos anticonvulsionantes (Hanson y cols., 1999). De los sitios de unión al SNC con los cuales la cocaína interactúa, los transportadores de 5-HT y el receptor 5-HT2 parecen ser sitios directos y primarios relacionados con las convulsiones inducidas por cocaína (Ritz y George, 1997). La hiperactividad inducida por MDMA es compleja en términos neuroquímicos y hay indudablemente componentes de serotonina y dopamina (McCreary y cols., 1999). En relación a la participación de la serotonina, la liberación incrementada de este neurotransmisor en varias regiones cerebrales se asocia a una aguda respuesta de hiperlocomoción dosis-dependiente. 59 Callaway y cols. (1990), reportaron que la MDMA produce un aumento en la actividad locomotora que fue prevenido por el pretratamiento con fluoxetina, indicando que la liberación de 5-HT juega un papel clave en los efectos conductuales de la MDMA. Se ha observado que el receptor 5-HT1B estaría implicado en la hiperactividad motora inducida por MDMA (Mc-Creary y cols., 1999); asimismo parecen ser importantes los receptores 5-HT2A y por otro lado el receptor 5-HT2B/2C parece normalmente tener una influencia inhibitoria (Bankson y Cunningham, 2002). En ratas, los antagonistas 5HT2A bloquean la hipermotilidad inducida por altas dosis de MDMA (20 mg/kg), pero la hiperactividad inducida por una dosis baja de MDMA (3mg/kg) no fue afectada; los receptores 5HT2A jugarían un rol permisivo en la activación inducida por MDMA del sistema de DA. En particular, la liberación de DA y la hiperactividad evocada por altas dosis de MDMA pueden ser bloqueadas por antagonistas 5 HT2A. Los datos en animales indican que la hiperactividad locomotora inducida por MDMA parcialmente resulta de la estimulación del receptor 5HT1B en bajas dosis y de la estimulación de DA mediada por el receptor 5HT2A en dosis altas de MDMA. Según estudios con humanos, las propiedades como estimulante de MDMA podrían por lo menos en parte estar directamente relacionadas con la activación del receptor 5-HT2A (Vollenweider y cols., 2002). La administración crónica (más de 24 días) de MDMA en ratas resultó en un incremento en la intensidad de locomoción y conductas del sindrome de serotonina, sugiriendo sensibilización a los efectos de la droga (Spanos y Yamamoto, 1989). En contraste Wallace y cols. (2001), reportaron reducciones en la actividad locomotora una semana después de múltiples dosis de MDMA administradas durante 1 día; los animales tratados con MDMA demostraron reducciones significativas en la actividad comparada a animales control tanto de día como de noche. Estas alteraciones fueron acompañadas por reducciones significativas en los niveles de 5-HT estriatales, aunque una conexión entre los dos hallazgos no fueron establecidos. Los desórdenes del movimiento involucran varias condiciones neurodegenerativas, mayormente afectando los ganglios basales. La MDMA deteriora los axones estriatales dopaminérgicos en ratones; se ha encontrado que la MDMA produce alteraciones ultraestructurales en las células estriatales, caracterizadas como verticilos membranosos, positivos para ubiquitina y la proteína de shock caliente 70 (Ferrucci y cols., 2002). 60 Con la exposición repetida a dosis fijas de cocaína, los efectos estereotípicos y locomotores muestran un aumento en su magnitud, es decir que ocurre sensibilización. Los sistemas de DA que median los efectos locomotores de la cocaína parecen ser los mismos que participan en sus efectos de reforzamiento, y ya que la sensibilización es un efecto de larga duración habría una interacción entre la sensibilización y el reforzamiento en los procesos neuroadaptativos que llevan al abuso de la cocaína (Lhuillier y cols., 2006). Brown y Kiyatkin (2005), hicieron un estudio con ratas para evaluar la variación del efecto locomotor de cocaína según la velocidad de administración por vía intravenosa. Los resultados confirmaron que la velocidad rápida de la inyección aumenta la activación locomotora inducida por cocaína, estos cambios no fueron semejantes a aquellos observados en las temperaturas cerebral y periférica. Varios estímulos ambientales que inducen activación locomotora también aumenta la transmisión dopaminergica, mientras que los antagonistas de DA disminuyen la locomoción espontánea. Los antagonistas DA disminuyen la actividad de movimiento espontáneo y bloquean la activación locomotora normalmente inducida por inyecciones repetidas de cocaína (Kiyatkin y Brown, 2006). Se ha establecido una estrecha relación entre la activación locomotora y los aumentos de temperatura cerebral y corporal inducidos por retos ambientales o por conductas motivadas. Mientras que esta correlación es cierta para drogas estimulantes psicomotoras como MDMA, relaciones más complejas o incluso correlaciones invertidas pueden encontrarse para otras drogas que son conocidas por aumentar la transmisión dopaminérgica (por ejemplo cocaína). Brown y cols. (2007), observaron que mientras que el bloqueo del receptor dopaminérgico disminuye la locomoción espontánea, las temperaturas se incrementan significativamente sugiriendo activación cerebral metabólica bajo condiciones de vasodilatación. En contraste la activación de receptores de DA disminuyó la temperatura cutánea y tendió a disminuir las temperaturas cerebral y muscular a pesar de la gran hiperlocomoción y la estereotipia. Mientras que estos resultados apoyan en rol de la DA en la activación locomotora, se sugiere que habrían relaciones más complejas en la hipertermia, incluyendo por ejemplo la participación de los canales de Na+ bloqueados por cocaína (Kiyatkin y cols., 2006). Los efectos conductuales agudos de MDMA incluyen hipertermia, la cual también está relacionada a la temperatura ambiental, la hiperactividad y el sindrome conductual de 61 serotonina; la hiperactividad inducida por MDMA sería el resultado de la liberación de DA en conjunción con 5-HT. Usando antagonistas de los receptores 5-HT1B y 5HT1D se demostró que tales receptores participan en la respuesta de hiperactividad aguda inducida por una dosis baja de la droga (3mg/kg) (Lyles y Cadet, 2003); ya que la serotonina esta involucrada en la regulación de la temperatura, la hipertermia inducida por MDMA puede estar relacionada a los aumentos en las concentraciones de 5-HT cerebral. Asimismo, la administración diaria de MDMA en dosis crecientes a las ratas causa alteración significativa en los test conductuales que miden la actividad locomotora espontánea y la habilidad o destreza motora (Lyles y Cadet, 2003) Los individuos que utilizan “éxtasis” también a menudo se exponen de diversas formas, a varios compuestos estructuralmente relacionados solos o en combinación. En un estudio comparativo, efectuado con monos rhesus, para evaluar los efectos locomotores y térmicos de MDMA, MDEA y MDA, se concluyó que mientras los tres compuestos estudiados producen hipertermia, los efectos no dependen de la actividad locomotora elevada y se exhibe diferencias entre los compuestos (Crean y cols., 2006). Por otra parte Aberg y cols. (2007), han tratado de dilucidar si la exposición a MDMA durante la adolescencia altera las respuestas posteriores a la cocaína; ellos compararon los efectos de la droga, en ratas adolescentes y adultos, sobre la recompensa condicionada a cocaína. Al inicio de los experimentos, las ratas adolescentes se encontraban en el día postnatal (PND) 33 y las ratas adultas en el PND 60; cada rata fue tratada por 7 días con MDMA (2 o 5 mg/kg/día o vehículo) y se midió la actividad locomotora. Las pruebas de preferencia de lugar condicionada por cocaína (CPP) comenzaron cinco días más adelante. Las ratas fueron entrenadas durante 3 días, por la mañana con solución salina y por la tarde con 10 mg/kg de cocaína en sesiones de 30 mín, y evaluadas en el cuarto día. La MDMA estimuló la actividad en ambos grupos de la misma edad, pero con un mayor efecto en las ratas adultas. La sensibilización a los efectos estimulantes locomotores de la dosis más baja de MDMA ocurrió en ratas adultas y en ambos grupos a la dosis más alta. La cocaína produjo una CPP significativa en ratas pretratadas con MDMA; en cambio, la CPP inducida por cocaína estuvo disminuida en ratas adultas pretratadas; estos efectos siguieron siendo evidentes 2 semanas más adelante en las reevaluaciones. De modo que, bajo las condiciones presentadas, la MDMA aumentó la recompensa condicionada por cocaína en ratas adolescentes y la disminuyó en ratas adultas. Estos resultados sugieren que la exposición a MDMA durante este 62 período de desarrollo crítico puede llevar a un mayor riesgo que durante la edad adulta y que los adolescentes masculinos pueden ser particularmente vulnerables al riesgo del abuso de estimulantes posterior al uso de MDMA (Aberg y cols., 2007). Se han encontrado diferencias sexo-específicas en los efectos locomotores producidos por MDMA; las ratas hembras tienen mayor activación conductual que los machos después de la administración de MDMA y hasta 2 semanas posteriores. El mecanismo por el cual la MDMA incrementa la actividad locomotora más en hembras es atribuído a efectos esteroides gonadales sobre los mecanismos dopaminérgicos y serotoninérgicos a través de los cuales la droga actúa (De la Garza, y Miczek, 2007). Los estimulantes psicomotores, tales como las anfetaminas y la cocaína, producen efectos conductuales que son caracterizados por variabilidad significativa entre los individuos. Esta variabilidad es vista en ratas que reciben estas drogas en forma aguda o repetídamente; la respuesta del animal a un ambiente nuevo puede ser un predictor importante de su respuesta a drogas psicoestimulantes. Los estudios en ratas que reciben cocaína, sugieren que los sistemas nigrostriatales y mesolímbicos de la dopamina que terminan en el estriado dorsal y el núcleo acumbens, respectivamente, están relativamente sobreactivados en respondedores altos (HCR) comparada a respondedores bajos (LCR); los animales con conteos de actividad debajo del punto medio de la distribución son definidos como LCR, mientras que aquellos con conteos por encima de este son HCR. Al parecer la variación en la función de uno de los blancos celulares primarios de la cocaína, el transportador de la dopamina (DAT), juega un papel significativo (Gulley y cols., 2003). Gulley y cols (2003), observaron que en contraste con las diferencias en la función basal de DAT en ratas LCR y HCR, una dosis 10 mg/kg de cocaína redujo el aclaramiento de DA solamente en el NAc de ratas HCR. Además, con un tratamiento sucesivo de cocaína, se desarrolla sensibilización locomotora en ratas LCR y esto parece asociado a una capacidad creciente de la cocaína para inhibir la depuración de DA. En ratas HCR no hubo evidencia de sensibilización locomotora y esto fue paralelo a una falta de cambio en la inhibición inducida por cocaína de la función de DAT; mientras que en ratas que recibieron 20 mg/kg de cocaína, el comportamiento fue más uniforme a través de individuos, pero todavía separables en categorías de LCR/HCR. La figura 15 corresponde al estudio de Gulley y cols., mostrando los efectos de la cocaína en la actividad locomotora de ratas con alta o baja respuesta a cocaína. 63 Fig. 15. Efectos de cocaína (10mg/kg y 20mg/kg) en la actividad locomotora de ratas de alta o baja respuesta a cocaína (HCR y LCR, respectívamente). Se aprecia los movimientos de exploración y levante en dos patas (rearing) tras la administración de la droga luego del intervalo B2. La exploración se expresa según la fracción del intervalo que las ratas mostraban la conducta. El símbolo * indica diferencia hacia B2 y # indica diferencia entre grupos, p <0.05 (Tomado de Gulley y cols., 2003). Además, reexaminando las ratas 7 días después con solución salina o cocaína (10 o 20 mg/kg), se encontró que las ratas LCR y HCR exhibieron cambios similares en la locomoción, pero hubo efectos únicos que dependieron de la dosis de la cocaína dada en el primer y segundo días de la prueba. De este modo, los resultados contradicen varias explicaciones probables para las diferencias individuales en el comportamiento inducido por cocaína y destacan la influencia de una sola exposición de la cocaína en respuestas del comportamiento subsecuentes a la droga (Gulley y cols., 2003). Aunque la investigación sobre las acciones de los derivados de la anfetamina se ha centrado principalmente en los sistemas serotoninérgico y dopaminérgico, hay evidencia también para la implicación del sistema noradrenérgico, particularmente a nivel periférico. 64 Los usuarios de MDMA tienen niveles de catecolaminas elevados en el plasma, que pueden deberse a la hiperactividad noradrenérgica. Usando radiotelemetría en ratas, Bexis y Docherty (2006), evaluaron los efectos de MDMA, MDEA y MDA en la actividad locomotora; encontrando que estos efectos pueden ser explicados, por lo menos en parte, en términos de afinidades diferentes para los subtipos del adrenorreceptor α, particularmente adrenorreceptores α1A, α1D y α2A. Hay evidencia de que los adrenorreceptores α2A median la inhibición de la locomoción, y los resultados de este trabajo mostraron que las acciones locomotoras de MDMA son de hecho inhibidas por acciones agonistas del adrenorreceptor α2A. En la figura 16 muestra el curso temporal de la actividad locomotora evaluada en el estudio de Bexis y Docherty, mientras que en la tabla 3 se aprecia estos resultados expresados como area bajo la curva. Los tres derivados de la anfetamina causaron un aumento en la actividad locomotora, pero este solamente alcanzó significancia para MDA. Sin embargo, el antagonista de adrenoceptor α2A, BRL 44408 aumentó las acciones locomotoras de MDMA de modo que estas llegaron a ser significatívamente diferentes de los efectos del vehículo (Bexis y Docherty, 2006). Fig. 16. Curso temporal de la actividad locomotora en ratas, después de la administración de MDMA, MDA, MDEA y un antagonista adrenérgico α2A (BRL). MDA sola, produce una respuesta locomotora significativa que es casi igualada por MDMA cuando se combina con BRL (Tomado de Bexis y Docherty, 2006). 65 Actividad locomotora Area bajo la curva Vehículo MDMA MDEA MDA BRL BRL y MDMA 793 ± 78 2923 ± 742 3316 ± 631 9126 ± 876 * 771 ± 57 7596 ±1970 * Tabla 3. Valores de area bajo la curva para la actividad locomotora inducida por MDMA, MDEA y MDA, asi como el antagonista adrenérgico α2A: BRL 44408, y su combinación con MDMA; 0-350 min. después de la inyección IP. Los valores son las medias ± desviación estandar (n=6-9), * indica diferencia significativa respecto del vehículo, p < 0.05. (Tomado de Bexis y Docherty, 2006). La exposición crónica a cocaína conduce a cambios prominentes y duraderos en el comportamiento, que caracterizan un estado de adicción; un sustrato importante para estas acciones son el estriado dorsal, el núcleo acumbens y el caudado-putamen. Varios estudios sugieren que en dichas localizaciones, la regulación transcriptional por los productos del gen ∆fosB, cuya expresión es inducida por cocaína, desempeña un papel crítico en respuestas conductuales evocadas por la droga (Hiroi y cols., 1997). Los psicoestimulantes como las anfetaminas y la cocaína activan, en áreas cerebrales específicas, una kinasa regulada por señal extracelular (ERK), la cual es un componente esencial de una vía de señalización implicada en la plasticidad sináptica y los efectos a largo plazo de drogas de abuso. Valjent y cols. (2006), investigaron el papel de la activación de ERK en la sensibilización conductual inducida por la administración repetida de psicoestimulantes en ratones, usando SL327, un inhibidor selectivo de MAP-kinasa/ERK kinasa (MEK), la enzima que activa selectivamente ERK. Los resultados demuestran que ERK tiene una contribución de menor importancia en los efectos locomotores agudos de psicoestimulantes o en la expresión de respuestas sensibilizadas, no obstante es crucial para la adquisición de la sensibilización locomotora y de la respuesta locomotora condicionada por psicoestimulantes. La figura 17 muestra el papel de ERK en la sensibilizacion locomotora. 66 Fig. 17. Efecto de SL327 (inductor de la inhibición de ERK) sobre la actividad locomotora inducida por Danfetamina (2mg/kg) o cocaína (20mg/kg) en ratones. El curso del efecto durante varios días, indica que la kinasa ERK tiene un rol importante en la sensibilización inducida por estas drogas. Este efecto aun se mantiene cuando se readministra la droga luego de 10 días. Además el dia 16 se observa que una vez sensibilizado el animal el bloqueo de ERK no tiene efecto (Tomado de Valjent y cols., 2006). Los componentes del complejo de señalización del receptor metabotrópico del grupo I del glutamato, tales como mGluR1, mGluR5, receptores de IP3 (IP3R), y las proteínas sinápticas de andamiaje que las interrelacionan (proteínas Homer-1bc), se expresan altamente en el estriado. Aunque mGluR1/5 ha sido implicado para ser modulador crítico de la transmisión sináptica glutamatérgica y no glutamatérgica en el estriado, sus contribuciones a las tareas complejas mediadas por el estriado durante la ejecución de movimientos voluntarios, el mantenimiento de la postura del cuerpo, y las tareas complejas motoras tales como la coordinación, el aprendizaje motor, y las respuestas a los psicoestimulantes no están bien entendidas. Tappe y Kuner (2006), demostraron que la sobreexpresión estriatal de Homer-1a, un modulador negativo (inducido por anfetaminas y cocaína) del complejo de señalización mGluR1/5Homer-1b/c-IP3R, altera las tareas motoras complejas, incluyendo el aprendizaje motor. Los hallazgos demuestran que la sobreexpresión de Homer-1a, sería responsable de las alteraciones en la función motora y la estereotipia inducida por la droga. Uno de los aspectos más interesantes de este estudio es la observación que la expresión de Homer-1a, en neuronas espinosas medianas estriosomales, modula la hiperactividad motora 67 así como la inducción de genes relacionados a la plasticidad en el estriado, producidas por la administración aguda de un psicoestimulante. Se propone que la modulación inducida por Homer-1a de la señalización de mGluR1/5 en estriosomas tiene un mayor impacto en la función que la modulación en la matriz. Varios estudios han revelado que la matriz y los estriosomas demuestran un alto grado de especificidad funcional en términos de conectividad aferenteeferente así como procesando las entradas de señal. De este modo, un cambio selectivo en las proteínas de anclaje del receptor de glutamato en los estriosomas afectaría significativamente el funcionamiento motor, incluyendo conductas de reforzamiento inducidas por drogas. Existiría un nexo directo entre la estereotipia motora inducida por estimulantes psicomotores y el grado por el cual la activación de estriosomas excede a la activación de la matriz (Tappe y Kuner, 2006). IX. ACCIÓNES DE MDMA Y COCAÍNA EN LA UNIÓN NEUROMUSCULAR. La unión neuromuscular (NM) es la sinapsis entre la terminal axonal de una motoneurona con la placa motora terminal, la región altamente excitable de la membrana plasmática de una fibra muscular responsable de la iniciación de los potenciales de acción a través de la superficie muscular, y que causa en última instancia la contracción. La acetilcolina, sintetizada y almacenada en vesículas dentro de la terminal nerviosa es el neurotransmisor primario de dicha sinapsis (Yong y Sine, 2004). Los estudios en relación a los efectos de MDMA y cocaína en la unión NM no son muchos, y a pesar de algunos avances que se han hecho ultimamente, quedan muchos aspectos por aclarar, sobre todo considerando los recientes descubrimientos logrados acerca de la fisiología normal de la unión NM y el músculo esquelético. En este sentido se incluye a continuación una breve revisión de algunos aspectos importantes de la unión NM. Aproximadamente 80% de la acetilcolina sintetizada dentro de las terminales nerviosas es cargada activamente en vesículas; el resto permanece en solución en el axoplasma. Las proteínas de la membrana vesicular son imprescindibles para el proceso de liberación del transmisor. La sinapsina I es una fosfoproteína que sirve para anclar las vesículas a los 68 elementos del citoesqueleto, como los filamentos de actina, en las terminales nerviosas. Sinaptotagmina, sinaptofisina, sinaptobrevina, entre otras, son proteínas vesiculares de la membrana, implicadas en el acople de las vesículas a los sitios de liberación y la formación del poro del fusión que permite la salida de acetilcolina (Bowman, 1993). Cuando la neurona motora alcanza una fibra múscular pierde su envoltura de mielina y se divide en muchas ramas terminales que se dirigen hacia una depresión especializada del sarcolema, la membrana postsináptica. En el lado muscular de la unión, la membrana de la fibra muscular forma pliegues post-unión que se corresponden con engrosamientos de la membrana presináptica (zonas activas); las crestas o espacios entre los dobleces contienen los receptores nicotínicos de acetilcolina (Shalini y cols., 1994). De forma fisiológica, ocurre una liberación espontánea o cuántica de acetilcolina que conduce a pequeños transientes de despolarizaciones de aproximadamente 0.5mV, este es el llamado potencial miniatura de la placa terminal, el cual no es capaz de provocar contracción muscular. En cambio el impulso nervioso evoca una liberación cuántica enorme (aproximadamente 300 cuantos) de acetilcolina dando origen al potencial de placa terminal que acciona el acoplamiento de la excitación y la contracción muscular (Shalini y cols., 1994). Las moléculas de acetilcolina liberadas en respuesta a impulsos nerviosos se unen a los receptores nicotínicos en un sitio de reconocimiento específico, provocando cambios conformacionales que dan lugar a la apertura del canal iónico del receptor, por el que fluye principalmente una corriente entrante de Na+. Cuando el potencial de placa alcanza un umbral crítico, se produce un potencial de acción, el cual se propaga a través de la superficie muscular hacia los túbulos transversos (túbulos T), induciendo la liberación de Ca++ del retículo sarcoplásmico, para iniciar la contracción muscular. La acción de la acetilcolina se termina cuando la enzima acetilcolinesterasa degrada el neurotransmisor (Bowman, 1993). La figura 18 muestra la unión NM y el acoplamiento excitación-contracción. Una parte de la acetilcolina liberada actúa sobre la membrana presináptica de las terminales nerviosas para aumentar la disponibilidad del transmisor, es decir que estimularía la movilización de las vesículas hacia una posición de mayor disponibilidad para el siguiente impulso nervioso. Bowman (1993), propone que los receptores nicotínicos de la membrana presináptica o pre-unión pueden de alguna manera estar acoplados a los canales de Ca++ activados por voltaje para permitir un ingreso adicional de Ca++ que mejora la movilización y 69 fusión vesiculares. En la membrana pre-unión también existe modulación por receptores muscarínicos. La actividad sináptica en la unión neuromuscular da estabilidad a los receptores nicotínicos de la unión permitiendo extender su tiempo de vida (varios días) e inhibiendo la formación de receptores en regiones fuera de la unión (menor tiempo de vida), de modo que la región quimiosensible se confina con eficacia sólo a la membrana de la placa motora terminal. Cuando una fibra muscular es denervada, la región fuera de la placa terminal conserva sus receptores por muchos días o semanas y puede adquirir receptores adicionales. El aumento en el número de receptores es responsable para la sensibilidad creciente, del músculo crónicamente denervado, a la acetilcolina y agonistas relacionados, aunque estos receptores tendrían características diferentes que semejan a los receptores fetales (Bowman, 1993). Por otra parte, se han encontrado subunidades nicotínicas neuronales del subtipo α7 en el músculo esquelético de pollo y rata durante el desarrollo y la denervación, sin embargo sus características funcionales y farmacológicas parecen ser atípicas (Tsukeni y cols., 2002). Cada receptor nicotínico muscular consiste de cinco subunidades proteicas, que atraviesan la membrana de lado a lado. Dos de las subunidades son designadas alfa (α), específicamente del subtipo α1, mientras que las otras tres son designadas beta (β), delta (δ) y gamma (γ) en el feto, el recién nácido y el músculo denervado, o epsilon (ε) en el músculo normal del adulto; las cinco subunidades se acomodan alrededor de un poro central o canal iónico. Cada subunidad consiste de una cadena de aminoácidos que forman una hélice y cruzan la membrana cuatro veces de un lado al otro (Bowman, 1993). Ver la figura 19. La activación del receptor por un agonista requiere que sus dos sitios de reconocimiento estén ocupados; estos dominios de unión al ligando son bolsillos especializados de residuos hidrofóbicos y aromáticos, ubicados en la porción extracelular de la proteína, exactamente en las interfaces entre una subunidad α y otra adyacente (Sine, 2002). Se sugiere que el puente de hidrógeno interdominio vinculado al triptofano 149 de la subunidad α participa de forma importante para la interacción con la acetilcolina. Asimismo, en la cara principal del sitio de unión, hay residuos invariantes de ácido aspártico en la posición 89 de la subunidad α, que forman un contacto altamente conservado cerca de residuos de tirosina-148 y tirosina-150, así como del triptofano-149 de la subunidad α (Yong y Sine, 2004). 70 Fig. 18. Unión Neuromuscular y acoplamiento excitación-contracción. Se aprecia de forma esquemática los pliegues de la unión en cuyas crestas se localizan los receptores nicotínicos. Estos al recibir la acetilcolina liberada desde la terminal axónica por el impulso electrico, modifican la excitabilidad de la membrana adyacente generando un potencial que se trasnmite hacia los túbulos T para inducir una corriente de Ca++, la cual a su vez provoca salida de Ca++ desde el RS, favoreciendo asi la contracción muscular. (Adaptado de: Aschcroft. 2006. Nature, 440, pag: 443). Fig. 19. Estructura y disposición del receptor nicotínico muscular. El receptor nicotínico es una glicoproteína heteropentamérica membranal (recuadro). Las dos subunidades α del receptor llevan cada una un sitio de reconocimiento que se une a la acetilcolina. A la derecha se muestra la toplogia de las subunidades M1, M2, M3, y M4. (Obtenido en www.weizmann.ac.il/sb/) 71 El receptor nicotínico está presente en la unión NM, tanto en localización postsináptica como presinaptica y desde esta última, la actividad eléctrica puede propagarse en dirección retrógrada a lo largo de la unidad motora, contribuyendo a la generación de fasciculaciones y calambres. Klingler y cols. (2005), proponen que algunas de las características clínicas tales como acidosis metabólica, hiperkalemia, elevación de creatinina kinasa, hipertermia, y rabdomiólisis en usuarios ilícitos de MDMA podrían ser el resultado de una acción primaria de la droga en el músculo esquelético. Estos autores reportaron que el receptor nicotínico de acetilcolina en el músculo puede actuar como uno de los blancos fisiológicos de la MDMA, es decir que la MDMA tendría propiedades agonistas del receptor nicotínico, lo que contribuiría a los síntomas musculares descritos por los usuarios de la droga. Klingler y cols. (2005), realizaron un estudio en tejido muscular humano y con cultivos celulares para determinar si la MDMA puede causar algunos de sus efectos adversos actuando directamente en el músculo esquelético. Uno de sus objetivos fue evaluar la actividad de la MDMA en los receptores nicotínicos de acetilcolina en la unión NM. Cuando el MDMA fue aplicado a células musculares cultivadas se produjeron picos de Ca++ intracelular y señales de acidificación. Estos efectos fueron prevenidos con α Bungarotoxina, lo que llevó a suponer que el músculo esquelético sería un blanco para MDMA a través de los receptores nicotínicos (de unión NM o incluso de zonas extra-unión). Utilizando células embrionarias de riñón humano (HEK-293) transfectadas con cDNA del receptor estudiado se registraron corrientes de membrana; al comparar las corrientes activadas por acetilcolina y MDMA se evidenció la acción de MDMA como agonista del receptor nicotínico. Este efecto de MDMA fue inhibido de forma completa y reversible por Pancuronio, un bloqueador de receptores nicotínicos (Klingler y cols., 2005). La figura 20 muestra los registros de corriente del estudio de Klingler y cols., donde se aprecia que una concentración de 1000 µM de MDMA produce una corriente, por el canal del receptor nicotínico, de aproximadamente 200 pA. Con el objeto de inferir el posible efecto de esta corriente en el voltaje a nivel muscular, podemos hacer un cálculo simple empleando un valor de la resistencia (R) eléctrica muscular de 30 MΩ, (este valor es aproximado y considera la R de membrana sináptica y la R en serie dada por los pliegues de la zona sináptica), obteniendo un valor de 6 mV, que de forma análoga a los potenciales postsinápticos excitatorios, puede sumarse a otras despolarizaciones para alcanzar el umbral de disparo de 72 potenciales de acción propagantes; lo cual sería favorecido por las características intrínsecas de la membrana muscular de la sinápsis y la disposición de canales de Na+ adyacentes (Martin, 1994). Si bien esto puede darnos a entender que efectívamente la MDMA tiene una acción agonista mayor sobre el nAChR, debemos tener presente que la concentración empleada fue de casi 100 veces superior a aquella encontrada habitualmente en el plasma humano de usuarios, y por lo tanto se debe tomar las conclusiones de este estudio, sólamente como una evidencia de la actividad agonista de la MDMA, haciendo necesarios más estudios en condiciones que permitan conocer mejor la acción real de esta droga en el organismo humano. Fig. 20. Efecto agonista de la MDMA en los receptores nicotínicos. Registros de Patch-clamp en celulas HEK293 que expresan el receptor. A. Corrientes activadas por Acetilcolina y diferentes concentraciones de MDMA. B. Curva dosis-respuesta de las corrientes activadas por MDMA. C. Inhibición completa y reversible del efecto de MDMA por Pancuronio, un inhibidor de receptores nicotínicos. El potencial de mantenimiento fue de 40 mV (Tomado de Klingler y cols., 2005). 73 Un efecto directo de MDMA sobre el nAChR, podría causar efectos nocivos en los músculos que reaccionan anormalmente a las drogas nicotínicas, particularmente el músculo con una alta densidad de receptores extra-unión estaría predispuesto a tales efectos; como se mencionó, esto ocurre en procesos generalizados de denervación como atrofia muscular espinal, distrofia muscular progresiva (y otras enfermedades neuromusculares hereditarias); o en cualquier proceso de amplia regeneración muscular. La ingestión de “éxtasis” también puede ser peligrosa en pacientes con síndromes miotónicos ya que la membrana hiperexcitable de la fibra muscular aumenta el efecto de agentes nicotínicos en el músculo (Klingler y cols., 2005). Como se indicó previamente, durante el desarrollo muscular o la denervación se expresarían en músculo, los receptores nicotínicos del tipo α7 cerebral (Tsukeni y cols., 2002). El reciente descubrimiento de que MDMA activa eficientemente al receptor nicotínico α7 podría tener alguna relevancia a nivel muscular, pero esto aún no ha sido estudiado (Chipana y cols., 2006). Asimismo, aun no se conoce la trascendecia del efecto de MDMA en receptores nicotínicos pre-unión, cuya importancia modulatoria de la liberación de acetilcolina ya ha sido evidenciada; asimismo en la membrana pre-unión habría receptores muscarínicos de acetilcolina, cuya importancia en los efectos de MDMA se desconoce (Bowman, 1993). Por otro lado, la cocaína, debido a sus propiedades anestésicas bloquea la conducción nerviosa mediante una interacción directa con los canales de Na+ dependientes de voltaje. Aunque la sensibilidad de las fibras nerviosas motoras es mínima en comparación a las fibras de pequeño calibre; altas dosis de cocaína o largos tiempos de exposición aguda podrían tener efectos motores o tónicos importantes, algo que también sería facilitado por la mayor acidez del medio o los efectos vasoconstrictores de cocaína (Raymond y cols., 1987). Esto ha sido valorado ampliamente en el músculo cardíaco, sin embargo se desconoce mucho sobre el efecto y trascendencia de la cocaína en los canales de Na+ de músculo esquelético. Pagala y cols. (1991), estudiaron en ratones, las respuestas de tensión de una preparación nervio frénico-diafragma luego de estimulación nerviosa y muscular a 37ºC; la cocaína provocó reducción, dependiente de concentración, en la amplitud del potencial de acción nervioso, el potencial de acción muscular y en la respuesta de tensión a un estímulo nervioso simple, siendo mayor la reducción en la amplitud de estas respuestas a los estímulos nerviosos repetitivos. Al parecer la cocaína altera la función del músculo esquelético 74 reduciendo la excitabilidad de las membranas del músculo y del nervio, aunque la respuesta de contracción muscular final no muestra grandes alteraciones. Desde hace varios años se conoce que la cocaína inhibe a los receptores nicotínicos musculares de una forma no competitiva, pero este conocimiento no ha podido ser integrado de un modo completamente coherente con las otras acciones sistémicas que determinan las manifestaciones clínicas observadas en los usuarios de cocaína (Ulrich y cols., 1998). Los resultados de muchos estudios condujeron a un mecanismo comúnmente aceptado por el cual los cationes orgánicos inhibitorios, incluyendo entre otros a la atropina y la cocaína, entran al canal del receptor después de que este se ha abierto y bloquean estéricamente el flujo iónico transmembrana. Además se ha sugerido que podría ocurrir la unión de inhibidores a las formas cerradas del canal (Niu, y cols., 1995). La cocaína se uniría, con una gran afinidad por la forma cerrada del canal, a un sitio regulatorio específico, desviando el equilibrio hacia la forma cerrada, e inhibiendo por lo tanto su conducción iónica. Si la afinidad del antagonista por la conformación de canal abierto fuera igual o mayor que para la conformación del canal cerrado no ocurriría una inhibición del receptor (Krivoshein y Hess, 2004). En este punto serán necesarias mayores investigaciones para definir la acción de la cocaína y sus metabolitos en los receptores nicotínicos bajo distintas circunstancias que modifiquen el equilibrio de unión. En el estudio de Niu y cols. (1995), empleando una técnica de fotólisis de pulso láser sobre receptores nicotínicos clonados en una línea celular, se determinó que la constante de disociación aparente de la cocaína para la forma del receptor-canal cerrado es de ~50 µM. Además se observó que las concentraciones elevadas de la forma abierta del receptor-canal disminuyen la afinidad del receptor por la cocaína en 6 veces. La velocidad de reacción del receptor con la cocaína es por lo menos 30 veces más lenta que la velocidad de apertura del canal, dando por resultado una disminución inducida por cocaína en la concentración de los canales abiertos sin una disminución concomitante de velocidad de apertura o cierre del canal. La velocidad de cierre del canal aumenta 1.5 veces en tanto la concentración de la cocaína aumenta de 20 a 60 µM; con concentraciones mayores la velocidad permanece constante (Niu, y cols., 1995). La figura 21, permite observar, a partir de los datos de Niu y colaboradores, como la forma abierta del canal-receptor nicotínico disminuye la afinidad de este por la cocaína 75 Fig. 21. Respuestas de corriente en Whole-Cell evocadas por carbamilcolina (20 µM) en la ausencia (a) y presencia de 60 µM de cocaína (b y c). En b se preincubó la cocaína por 70ms y en c por 200 ms. La carbamoilcolina aumenta el número de canales-receptor nicotínico abiertos, esta forma del receptor disminuye su afinidad por la cocaína (Tomado de Niu y cols., 1995). Por otra parte, debido a su similaridad estructural con la atropina, la cocaína inhibe competitivamente a los receptores muscarínicos; se ha demostrado que la (-) cocaína interactúa con sitios de reconocimiento primario y alostéricos en los receptores muscarínicos (Flynn y cols., 1992). La importancia de este efecto a nivel muscular aun no ha sido descrita; como tampoco se tiene mucho conocimiento acerca del efecto de la cocaína sobre receptores nicotínicos presinápticos (pre-unión) o en músculos con alteraciones subyacentes en los receptores musculares. Mientras que en algunas sinapsis neuronales se ha demostrado que luego de la administración de MDMA, y mediante acciones de tipo serotoninérgico, disminuye la expresión de la sinaptotagmina IV, a la vez que aumenta la expresión de sinaptotagmina I, alterando por tanto la liberación de neurotransmisores; se desconoce la relevancia de la MDMA en las vesículas de la unión NM. En este sentido, falta aclarar el papel de la cocaina, sobre todo por que se ha descubierto que la activación de los receptores dopaminérgicos D1 o la exposición a la cocaína aumentan la expresión de sinaptotagmina IV en neuronas (Simantov, 2004). 76 X. EFECTOS DIRECTOS DE MDMA Y COCAÍNA SOBRE EL MUSCULO ESQUELETICO. Uno de los efectos adversos más prominentes por el uso agudo y crónico tanto de la MDMA como la cocaína es la desregulación de los mecanismos termogénicos a nivel cerebral y periférico, involucrando en humanos esencialmente al músculo esquelético. Varios autores usan denominaciones como “hipertermia maligna” o “sindrome neuroléptico maligno” para referirse a tales alteraciones; aunque otros prefieren no hacerlo, debido a que, como ya lo hemos descrito en este documento, el cuadro térmico por el consumo de estas drogas, muestra singularidades que van desde las fluctuaciones bifásicas hasta el establecimiento de cuadros de hipo o hipertermia, que dependen de distintos factores y mecanismos no bien precisados; esto es notable sobre todo con la MDMA. En algunos casos la hipertermia es muy significativa y se asocia con rabdomiólisis, es decir un daño directo al músculo esquelético (Kalant 2001; Cole y Sumnall, 2003). De aquí que la participación muscular en los mecanismos y las consecuencias de la hipertermia asociada al consumo de MDMA y cocaína cobran un interés particular; la figura 22 muestra la variación térmica producida en el músculo esquelético por acción de la MDMA. Fig. 22. Efectos de MDMA (40 mg/Kg) sobre la temperatura del músculo esquelético, en ratas. Los valores representan la media ± desviación estandar, para cada período de 30 minutos. Se señala la diferencia significativa con el grupo control (p<0.005) (Tomado de Rusyniak y Sprague, 2005). 77 Aunque hay muchas semejanzas entre la presentación clínica y la fisiopatología de los distintos síndromes hipertérmicos inducidos por drogas o fármacos, existen algunas diferencias importantes. El síndrome de serotonina ocurre típicamente dentro de pocas horas del consumo o abuso de un agente serotoninérgico, es característico observar cambios conductuales, tremores, hiperreflexia entre otros síntomas. En cambio, el sindrome neuroléptico maligno (SNM) ocurre luego de horas o días en un paciente que toma un agente neuroléptico, siendo más probable encontrar rigidez muscular y alteración de conciencia, este cuadro responde bien a fármacos dopaminérgicos. Por otro lado la hipertermia maligna (HM) tiene una presentación súbita con gran rigidez muscular, mayor elevación térmica, mioglobinuria y rabdomiólisis, asociándose principalmente a defectos genéticos predisponentes (Wappler y cols., 2001; Rusyniak y Sprague, 2005). En cualquier caso, la intensidad y duración de la hiperpirexia son indicadores del riesgo de mortalidad por falla multiorgánica, hay pocos sobrevivientes si la temperatura basal corporal excede los 42ºC (Hall y Henry 2006). La sobreposición de las características clínicas entre la hipertermia inducida por MDMA o cocaína y el SNM, el síndrome serotonérgico y la HM e incluso el golpe de calor severo indican que estas entidades patológicas podrían compartir vías comunes asociadas a las consecuencias de la hipertermia extrema (Hall y Henry, 2006). El control central de la termorregulación mediado por la 5-HT y la dopamina son mecanismos primarios de la hipertermia. La sobreactividad simpaticomimética periférica, así como el hipermetabolismo muscular aunado a una disipación deficiente del calor por factores endógenos y ambientales también juegan un papel importante. Una vez que ocurre la hipertermia, el requerimiento de Ca2+ para el acoplamiento de la excitación y la contracción se reduce, de modo que la hipertermia por si misma puede causar un cierto grado de contracción muscular con un aumento consiguiente en la producción de calor y la demanda metabólica (Hall y Henry, 2006). La serotonina también tiene acciones periféricas sobre el músculo esquelético, aunque no son bien conocidas. Se ha evidenciado que el receptor 5-HT2A se expresa en músculo de ratas y humanos, exclusivamente en la membrana plasmática y no en los túbulos transverso; la serotonina a través de estos receptores estimularía la captura y la utilización de glucosa por el músculo, además en mioblastos produciría una regulación a la alta de los genes involucrados en la diferenciación miogénica (Wappler y cols., 2001). 78 La hipertermia maligna (HM) es considerada como una enfermedad hipermetabólica en la que se han identificado varias mutaciones en el gen del receptor de rianodina tipo 1 (RyR1) del músculo esquelético, lo que altera la homeostasis del Ca2+ y condiciona un fenotipo susceptible a HM. En individuos susceptibles a HM la concentración de reposo de Ca2+ es similar a la de individuos no susceptibles, pero durante la actividad contráctil hay un aumento significativo del Ca2+ intracelular (Censier y cols., 1998). La fisiopatología de la HM implica una liberación incontrolada de Ca2+ desde el retículo sarcoplásmico (escape de Ca2+) que conduce a la activación de vías bioquímicas de la producción de energía (Ali, 2003). Behan y cols. (2000), hicieron un estudio estructural del músculo esquelético en tres casos fatales de hiperpirexia asociada con el abuso de MDMA. Se encontraron daños locales severos que incluyeron: edema severo de las fibras musculares, en algunos casos bastante localizado, edema endomisial, vacuolización difusa y bandas de contracción que separaban segmentos de miofibrillas edematosas. A nivel ultraestructural todos los organelos intracelulares presentaron edema y las miofibrillas estaban separadas por lagos de fluído, no se encontraron exudados inflamatorios. Behan postuló que el metabolismo aerobio es agotado por la rigidez intensa y las contracciones repetitivas; la glicogenólisis entonces es iniciada y seguida por la movilización de ácidos grasos libres, cuando éstos se agotan, la integridad de la membrana no puede ser mantenida, ocurriendo edema de la fibra. Hay una fuente inadecuada de sustratos de alta energía, necesaria para la recaptura de iones Ca2+, del retículo sarcoplásmico y este llega a ser agujereado, acumulándose iones Ca2+ en la mitocondria y activando proteasas que conducen a la necrosis de la fibra. Todos los efectos descritos son empeorados por la subida inexorable de la temperatura basal causada por la actividad del músculo y su estado hipermetabólico acompañante. La rabdomiólisis es un síndrome en el cual la desintegración del músculo esquelético da lugar a la liberación de grandes cantidades de componentes tóxicos del músculo hacia el plasma, saturando la función renal y dañando su estructura. La etiología de la lesión múscular esquelética es absolutamente diversa, incluyendo la tensión muscular y la isquemia muscular excesivas, los defectos genéticos, y daños tóxicos o físicos directos. La rabdomiólisis inducida por drogas se puede dividir en un efecto miotóxico primario o directo y un efecto secundario. Los efectos secundarios de toxinas son debido a factores predisponentes de riesgo tales como 79 compresión local del músculo en el coma, convulsiones prolongadas, trauma, y anormalidades metabólicas (Coco y Klasner, 2004). Las características clínicas de la rabdomiólisis se extienden desde la debilidad muscular hasta la insuficiencia renal aguda fulminante peligrosa para la vida. La tríada clásica de síntomas de la rabdomiólisis es: lesión severa del músculo esquelético, orina pigmentada por mioglobina, y disfunción renal; sin embargo, en la rabdomiólisis inducida por drogas pueden darse presentaciones subclínicas. Durante la rabdomiólisis, una cantidad sustancial de líquido puede acumularse dentro de los músculos afectados causando presiones elevadas en los compartimientos de las fascias; además se libera el potasio intracelular provocando una hiperkalemia significativa. En las fases iniciales de la rabdomiólisis, el calcio se acumula dentro del músculo con una hipocalcemia resultante; durante las fases posteriores, el calcio se moviliza desde el tejido múscular necrótico y resulta en hipercalcemia (Coco y Klasner, 2004). La liberación de la enzima creatina kinasa (CK) hacia el suero, puede alcanzar niveles elevados en cientos o miles de veces lo normal. Por lo tanto la CK sérica total es el indicador sérico más sensible de la rabdomiólisis. La función de CK es convertir el fosfato de creatina del miocito hacia grupos fosfato de alta energía (trifosfato de adenosina) usados en reacciones que requieren energía; la presencia de CK aumentada en riñones junto con la mioglobina indican lesión severa (Coco y Klasner, 2004). Las proteínas respiratorias basadas en el grupo hemo: mioglobina y hemoglobina pueden, bajo ciertas condiciones (como pH ácido), exhibir actividad enzimática similar a peroxidasa, por la que se puede inducir la oxidación de biomoléculas. Es decir que estas proteínas del hemo están implicadas en el “estrés oxidativo” que toma parte en la patología de varios estados de enfermedad, incluyendo la rabdomiólisis. Tales reacciones ocurren in vivo, en modelos animales y humanos involucrando la producción de un compuesto ferrihemato y es este y los radicales asociados, los que inician procesos tales como la peroxidación lipídica y la generación de moléculas bioactivas como los isoprostanos (Reeder y Wilson, 2005). El ferrihemato (compuesto muy nefrotóxico) causa un deterioro directo de la función renal, debilitación de los mecanismos tubulares renales de transporte, y muerte celular (Coco y Klasner, 2004). Algunos de los mecanismos directos de la rabdomiólisis son la inhibición del metabolismo del Ca2+ en el retículo sarcoplásmico, disminución de la producción del trifosfato de adenosina 80 causando la alteración de las membranas de la célula, y alteraciones en el metabolismo de los carbohidratos. Cuando los mecanismos termorreguladores de la producción y de la disipación del calor fallan, el miocito no puede mantener su función y se destruye (Coco y Klasner 2004). La cocaína y el “éxtasis” pueden causar un efecto indirecto sobre el tejido muscular, mediante vasoconstricción e isquemia del tejido; además se ha demostrado que la rabdomiólisis por estas drogas puede también estar potenciada por el estado de hipertermia y de hiperactividad, que aumentan las necesidades energéticas. La cocaína también tiene una probable acción tóxica directa en el metabolismo muscular que favorecería la compresión de extremidades por el edema intrafibra, y sería agravada por la hiperpirexia y la actividad motora incrementada incluso con convulsiones repetidas. Las concentraciones elevadas de catecolaminas pueden producir un aumento de las concentraciones de Ca2+ intracelular lo que participa en el proceso de hiperactividad e inducción de daño celular, como fue referido previamente (Van der Woude, 2000, Balcells, 2001). Pagala y cols. (1993), evaluaron si la cocaína puede actuar directamente en el músculo esquelético aislado de rata, aumentando la salida de CK. Se emplearon un músculo de sacudida rápida (extensor digitorum longus o EDL), y un músculo de sacudida lenta (soleus). Los resultados indican que la cocaína puede actuar directamente en el músculo esquelético y aumentar la salida de CK especialmente del músculo lento como el soleus, pero no del músculo de rápido como el EDL. Brazeau y cols. (1995) también hicieron un estudio similar con ratones, investigando además la formación de radicales libres y su participación en la peroxidación lipídica. Se midieron la CK, los niveles totales del glutation múscular, y la peroxidacion lipídica después de una dosis aguda de cocaína intravenosa (40 mg/kg). Se encontraron niveles de creatina kinasa séricos elevados significativamente hasta en cinco veces, mientras que la peroxidación lipídica fue elevada 100% en el músculo gastrocnemius de animales tratados con cocaína luego de 4 horas en comparación a los controles; estas diferencias no fueron tan marcadas a las 8 y 12 horas. Por tanto se ha sugerido que el daño severo con peroxidación lipídica puede ocurrir en el músculo esquelético después de una sola dosis de cocaína intravenosa en los ratones (Brazeau y cols., 1995). Los estudios clinicos en humanos también encuentran elevaciones significativas de CK en usuarios de cocaína (Counselman y cols., 1997). 81 Los tejidos altamente dependientes de oxígeno, tales como el músculo cardiaco, músculo esquelético y liso, el sistema nervioso central y periférico, el riñón, y las células beta pancreáticas, son especialmente susceptibles a defectos de la fosforilación oxidativa, que se realiza en las mitocondrias. La fosforilación oxidativa defectuosa da por resultado un potencial de membrana interna mitocondrial insuficiente para la síntesis del ATP. Los tejidos humanos pueden enfrentar esta deficiencia estimulando la biosíntesis mitocondrial; sin embargo, sobre cierto umbral de carencia del ATP se produce muerte celular; varias drogas inhiben o desacoplan la fosforilación oxidativa, y por lo tanto reducen la viabilidad de la célula. En este sentido, se ha encontrado evidencia de que la cocaína inhibe el complejo I, y la metanfetamina inhibe el complejo IV de las enzimas de la cadena de transporte de electrones (Fosslien y cols., 2001). El DNA mitocondrial tiene un índice mucho más alto de mutaciónes que el DNA nuclear debido a que carece de histonas y se expone a los radicales de oxígeno (ROS) generados por la cadena de transporte del electrones, además el sistema de reparación del DNA mitocondrial es limitado (Fosslien y cols., 2001). Esto hace a la mitocondria y a la célula muscular, susceptibles a un daño considerable cuando se someten a la acción de cocaina o MDMA que ademas de aumentar la demanda energética celular, alteran la fosforilación oxidativa y probablemente provocan importantes lesiones celulares directas. En relación a los mecanismos periféricos de generación de calor, el tejido adiposo pardo (TAP) a través de la actividad de la proteína desacoplante 1 (UCP1), es responsable de la termogénesis no tremorizante, un componente principal de la llamada termogénesis facultativa en humanos recién nacidos y en pequeños mamíferos; en el músculo esquelético también puede darse esta forma facultativa de producción de calor. Como se sabe, la fosforilación oxidativa es llevada a cabo por el movimiento de protones a hacia la matriz mitocondrial mediante la sintasa de ATP; en el caso del TAP, la presencia de la proteína desacoplante 1 (UCP1) permite una ruta alternativa única de la entrada de tales protones, es decir que esta proteína desacopla la oxidación de los sustratos energéticos de la producción de ATP y esto provoca la pérdida de energía potencial como calor (Argyropoulos y cols., 2002). Es asi que durante la termogénesis de desacoplamiento en el TAP, la velocidad de producción de calor depende de, y se limita por, la velocidad de oxidación del sustrato (Argyropoulos y cols., 2002) 82 Las UCPs pertenecen a una superfamilia de proteínas que incluye el acarreador del oxoglutarato y las proteínas acarreadoras de ADP/ATP, cada una consistente de ~300 aminoácidos y todos tienen estructuras secundarias similares. Como la mayoría de las proteínas acarreadoras mitocondriales, las UCPs son codificadas por el DNA nuclear y usan mecanismos de traslado específicos. Recientemente se ha identificado nuevos homólogos de UCP1 (las proteínas UCP2, UCP3, UCP4 y UCP5) expresados en el tejido adiposo pardo, músculo esquelético, tejido adiposo blanco, cerebro y otros tejidos. Los genes descubiertos muestran identidad de aminoácidos mayor al 50% con el UCP1 prototípico (Mills y cols., 2003). Es notoria la expresión predominante de UCP3 en el músculo esquelético. Los estudios indican que hay una dependencia según el tipo muscular en la regulación de la expresión de UCP2 y UCP3 (estas se incrementan más en músculos rápidos que en músculos lentos) y los ácidos grasos libre tienen un rol regulatorio. Los ácidos graso libres son un importante mediador del aumento significativo de UCP3 en el músculo esquelético durante el ayuno; ocurriendo lo mismo en el corazón (Argyropoulos y cols., 2002). A partir de estudios en animales, se puede establecer que UCP1 es termogénica, mientras que UCP3 (y posiblemente UCP2) desempeña papeles significativos en la oxidación de ácidos grasos, utilización de glucosa a nivel muscular, distribución de sustratos energéticos, la producción de especies reactivas de oxígeno e incluso apoptosis y envejecimiento. Los estudios en humanos adultos proporcionan evidencia poco concluyente para una implicación de UCP1, 2, y 3 en la termorregulación; sin embargo, se sugiere que UCP2 y UCP3 participan en la utilización de sustratos en el músculo, de forma más importante en el ayuno, la ingesta de grasas o el ejercicio físico (Argyropoulos y cols., 2002). Los ratones knockout a UCP-3 tienen temperaturas básales normales y se adaptan apropiadamente a la exposición al frío, sugiriendo que la función de UCP-3 no es regular la temperatura corporal bajo condiciones fisiológicas normales. Mills demostró que la UCP-3 es requerida para la elevación de la temperatura esquelética y central que se asocia a la administración de MDMA (Mills y cols., 2003). Se ha establecido que el desacoplamiento de la actividad de la cadena de transporte de electrones mitocondrial en la síntesis del ATP, produce un escape de protones a través de la membrana interna mitocondrial hacia la matriz mitocondrial con generación de calor (Skulachev y cols., 1998). Como se comentó previamente, los miocitos dependen de la fosforilación oxidativa y la hidrólisis de enlaces fosfato de alta 83 energía de la fosfocreatina en la formación del ATP, de modo que las alteraciones en la concentración de la fosfocreatina o del ATP pueden dar lugar a necesidades energéticas que exceden la producción del ATP, lo que conduce en última instancia a la rabdomiólisis (Curry y cols., 1989). La figura 23 muestra el efecto de la MDMA sobre el ATP intracelular. Fig. 23. Efectos in vivo de la MDMA sobre el ATP intracelular. Los valores representan la media ± DE, para cada período de 30 minutos, entre la media del período basal. La disminución del ATP, indica una alteración de la fosforilación oxidativa mitocondrial. (Tomado de Rusyniak y Sprague, 2005) Sprague y cols. (2003) han realizado varios estudios sobre la termogénesis a nivel muscular, observando que el retiro de la glándula pituitaria o de la tiroides previene la hipertermia inducida por MDMA y genera una respuesta hipotérmica paradójica; además demostraron que el hipertiroidismo crónico en ratas refuerza los efectos hipertérmicos de MDMA y aumenta los niveles de la proteína UCP3 en músculo esquelético de una manera lineal según los niveles de TH circulantes. Puesto que las ratas tratadas con MDMA presentan niveles circulantes de hormona tiroidea T4 elevados los autores proponen que la hipertermia en este caso, implicaría una interacción compleja entre el eje hipotálamo-pituitario-tiroideo y el sistema nervioso simpático, con participación importante de los receptores adrenérgicos α1 y β3. La figura 24 muestra algunos datos del estudio de Sprague y colaboradores sobre este aspecto. Las propiedades inhibitorias termogénicas del bloqueo del receptor α1 y β3 en el 84 músculo esquelético de ratas tratadas con MDMA sugieren un papel de las proteínas desacoplantes y de la termogénesis no tremorizante. La UCP-3, al igual que UCP-1, es regulada por receptores β3 a través de la norepinefrina y las hormonas tiroideas (Rusyniak y Sprague, 2005). Es decir que la termogénesis inducida por la MDMA in vivo implicaría a la proteína UCP3 y el desacoplamiento de la fosforilación oxidativa (Sprague y cols., 2003). En ratas, las acciones de la tiroides y el sistema nervioso simpático dan lugar a una activación sinérgica aguda de las proteínas desacoplantes, con aumentos correspondientes en la respiración hasta el 450% en tejido adiposo pardo y 35% en el músculo esquelético (Zaninovich y cols., 2003). Fig. 24. Correlación lineal entre los niveles plasmáticos de hormona T4, proteína desacoplante muscular UCP3, y la magnitud de la hipertermia inducida por MDMA. Se indican determinaciones en grupos de rata con hipotermia, eutermia e hipertermia. Hay una relación directa entre los niveles de T4 y la expresión de UCP3; y entre esta y el cambio térmico inducido por MDMA. (Tomado de Sprague y cols., 2007). Junto con la activación de receptores adrenérgicos β3, la norepinefrina actúa como un agonista en receptores α1, lo que aumenta la termogénesis mediado por grasa parda. Los agonistas de los receptores α1 también median la vasoconstricción de los vasos sanguíneos cutáneos afectando la disipación del calor y contribuyendo a la hipertermia inducida por MDMA. El sistema nervioso simpático es el regulador principal de la movilización de grasa 85 en el músculo esquelético humano y el tejido adiposo blanco; la activación de receptores β3 en el músculo esquelético lleva a la liberación de ácidos grasos libres, los cuales son requeridos para la activación de las UCP (Zhao y cols., 1997). Además, los receptores α1 y β3, participan en la lipólisis del tejido adiposo blanco y la liberación de ácidos grasos hacia la circulación sanguínea (Sprague y cols., 2007). Sprague y cols. (2007), sugieren que la UCP3 sería el nexo molecular entre la hormona tiroidea y la hipertermia, siendo necesario unos niveles incrementados de NE, y de ácidos grasos libres para lograr el efecto termogénico; también se ha sugerido la participación de las ROS. Los estudios de estos autores sugieren que, aunque la hipertermia inducida por MDMA parece resultar de niveles crecientes de NE y de ácidos grasos libres, la susceptibilidad esta determinada en última instancia por la regulación tiroidea de la termogénesis dependiente de UCP3. Por su parte, la descarga simpática incrementada, dirigida a la circulación del músculo esquelético humano es muy importante para los efectos de la cocaína en este sistema, principalmente debido a la inducción de vasoconstricción y algunos cambios metabólicos significativos (Jacobsen y cols., 1997). La regulación adrenérgica de las arteriolas y las vénulas en el músculo esquelético utiliza adrenorreceptores α1 y α2; siendo predominante la acción de receptores α2 en las arteriolas precapilares (Faber, 1988). La administración de cocaína causa una respuesta exagerada del tipo simpaticomimético con un agotamiento rápido del glicógeno muscular, y la acumulación de ácido láctico, esto es exacerbado si además se ejercita los músculos, lo que puede tener relevancia por la hiperactividad motora asociada al consumo de cocaína (Ojuka y cols., 1996). Kelly y cols. (1995) compararon la respuesta fisiológica en ratas a un desafío de ejercicio (30 minutos) y cocaína (5 mg/kg) en animales condicionados a cocaína (20 mg /Kg, administrados dos veces al día por 14 días) con aquellos que recibieron sólo cocaína aguda. Aunque para la mayoría de los parámetros no había diferencia entre las respuestas de los grupos crónicos y agudos de la cocaína en reposo o al desafío de cocaínaejercicio, los animales condicionados por cocaína tuvieron una mayor elevación en la norepinefrina (P < 0.059) y epinefrina (P < 0.001) en respuesta al desafío de cocaína-ejercicio que el grupo de cocaína-aguda. El ejercicio vigoroso se considera dañino al músculo esquelético, y en casos extremos puede también provocar rabdomiólisis. Este daño del músculo inducido por ejercicio, es 86 explicado por disturbios metabólicos o mecánicos locales, hay alteraciones estructurales y funcionales. Por otra parte, las demandas metabólicas exageradas inducidas por el ejercicio podrían también contribuir a la temperatura del cuerpo creciente que puede agravar los disturbios metabólicos en el músculo esquelético. Considerando que la MDMA es consumida con frecuencia en ambientes calientes con acceso limitado a líquidos y con actividad motora excesiva, los efectos hipertérmicos no-controlados pueden acumularse deletéreamente. Duarte y cols. (2005), investigaron la influencia de la administración de MDMA en la temperatura corporal y la histología del músculo soleus en ratones ejercitados y no-ejercitados. El porcentaje de las fibras dañadas en los grupos de ratones estudiados que demuestran por lo menos uno de los signos de alteración (cambios en el patrón de estriación, vacuolización sarcoplásmica, necrosis segmental o núcleo central) se muestran en la tabla 4. Su incidencia fue insignificante en músculos control, el grupo de solo ejercicio demostró alteraciones más patológicas en un cierto plazo, con diferencias significativas a los controles 24 h (13.6%) y 48 h (19.1%) después de ejercicio. La administración de MDMA también dio lugar a daño de la fibra que estaba en tendencia elevada a las 24 y 48 h comparados al grupo control (Duarte y cols., 2005). Grupos Control MDMA Ejercicio MDMA y ejercicio Tiempo después de la inyección 1.5 horas 25.5 horas 49.5 horas 2.6 ± 0.37 6.9 ± 1.37 7.6 ± 0.33 33.1 ± 3.1abc 2.8 ± 0.41 24.3 ± 3.99a 13.6 ± 1.48a 50.6 ± 6.71abc 2.5 ± 0.52a 35.1 ± 1.92a 19.1 ± 4.26a 36.4 ± 4.73ab Los resultados son dado como medias ± DE a P < 0.05 contra grupo control b P < 0.05 contra grupo ejercicio c P < 0.05 contra grupo MDMA Tabla 4. Variación temporal del porcentaje de fibras musculares esqueléticas de ratón mostrando por lo menos una alteración estructural (cambios en el patrón de estriación, vacuolización sarcoplásmica, necrosis segmental o núcleo central) luego de la administración de MDMA (10mg/kg), con y sin ejercicio muscular (correr 90 minutos a 900m/h). (Tomado de Duarte y cols., 2005). 87 La MDMA produjo el daño más extenso de la fibra muscular, que ocurre inmediatamente después del ejercicio (33.1%), todavía persistiendo en 24 h (50.6%) y 48 h después del ejercicio (36.4%). Entre los signos patológicos, las alteraciones del patrón de estriación fueron encontradas solamente en menos de 1% de las fibras, sin embargo, hubo ocurrencia triple (no significativa) en ambos grupos ejercitados (con y sin MDMA). También la necrosis segmentaria fue encontrada raramente (hasta 1.2%) solamente en los grupos que recibieron MDMA y ejercicio, los núcleos centrales como un signo general de degeneración fueron encontrados a un grado similar (hasta casi el 9%) en el grupo de solo ejercicio y en el grupo de MDMA, pero fueron más numerosos (el 13%) en el grupo de MDMA más ejercicio. La alteración más frecuente que contribuye a los datos demostrados en la tabla 4, fue la vacuolización sarcoplásmica. El ejercicio por sí mismo no provocó mucha de esta característica morfopatológica; sin embargo la administración de MDMA conduce a un aumento en la incidencia (26%) de vacuolas sarcoplásmicas (Duarte y cols., 2005). En los grupos tratados con MDMA, especialmente en aquellos músculos que además habían sido ejercitados se encontró un ensanchamiento edematoso del retículo sarcoplásmico y un edema intra fibra que en algunos casos fue asociado a una desnaturalización de las proteínas contráctiles; estas zonas se asemejaron a necrosis que comenzaba en el nivel ultraestructural. Asimismo, los músculos tratados con MDMA fueron infiltrados por células mononucleares en el intersticio edematoso (Duarte y cols., 2005). La MDMA y el ejercicio por si mismos pueden incrementar la temperatura corporal, pero en conjunción no tienen un efecto acumulado. Sin embargo la MDMA y la actividad física concomitante si se acumularon severamente en relación a toxicidad sobre el músculo esquelético llevando a rabdomiólisis. La condición hipertérmica asociada al ejercicio fue esperada puesto que la producción de calor durante las contracciones musculares sobrepasa la capacidad corporal de disipación de temperatura elevada, aunque podría esperarse que ejercitando los músculos sea mayor la producción de calor inducida por MDMA, los resultados indican que la termorregulación en animales que recibieron MDMA y ejercicio fue bastante competente para prevenir un estado incluso más alto de la temperatura durante el ejercicio (Duarte y cols., 2005). En la figura 25, se observa las curvas de temperatura corporal en ratones durante las primeras 7 horas después de recibir MDMA con y sin ejercicio muscular, según el estudio de 88 Duarte y colaboradores. Las figuras 26 y 27 muestran micrografías de las lesiones morfológicas musculares producidas por la MDMA y el ejercicio en dicho estudio. Fig. 25. Variación de la temperatura corporal en grupos de ratones durante las primeras 7 horas después de recibir MDMA con y sin ejercicio muscular. * p < 0.05 entre los grupos ejercicio y MDMA + ejercicio (Tomado de Duarte y cols., 2005). El tipo de lesiones observadas en el estudio de Duarte y cols. podría estar, por lo menos en gran parte, atribuida a la hipertermia. Tales daños se extienden a la mitocondria, el retículo sarcoplásmico y la fluidez de las membranas lipídicas, haciendo que estas estructuras sean susceptibles a la debilitación adicional con edema mitocondrial que conduce a una pérdida de control respiratorio y al desacoplamiento de la fosforilación como consecuencias inmediatas. Algunos otros mecanismos de daño muscular asociado a la MDMA más ejercicio serían: una depresión en la captura de Ca2+ en el retículo sarcoplásmico y la hinchazón mitocondrial por sobrecarga citoplásmica de calcio; asimismo las proteasas activadas por calcio pueden inducir miofibrinolisis y necrosis focal. Los disturbios homeostáticos que resultan del agotamiento de la energía y de la permeabilidad iónica creciente de las membranas pueden explicar el edema intrafibra. Sumado a esto hay una reacción inflamatoria con invasión de células mononucleares (leucocitos), de modo que parece evidente que la toxicidad de MDMA sobre 89 las fibras musculares las hace estructuralmente aún más vulnerables durante el ejercicio (Duarte y cols., 2005). Fig. 26. Lesiones morfológicas musculares por MDMA y ejercicio en ratones. A: Micrografía de luz de una sección transversal de músculo esquelético control, 25.5 horas después de inyección salina, mostrando una morfología normal. B: Después de la administración de MDMA se aprecia abundante vacuolización en las fibras. Magnificación original 755X (Tomado de Duarte y cols., 2005). Fig. 27. Lesiones morfológicas musculares por la MDMA y el ejercicio en ratones. A: Micrografia electrónica de una sección muscular de un ratón, que recibió MDMA y fue sometido a ejercicio muscular (25.5 horas después de la inyección). Se observan dos fibras con edema intracelular e hinchazón mitocondrial; la fibra superior derecha muestra desintegración de proteinas contráctiles (magnificación 7700X) B: Micrografía de luz, mostrando otras fibras con infiltración mononuclear y expansión del espacio intersticial (magnificación 650X) (Tomado de Duarte y cols., 2005). 90 En relación a las acciones de la cocaína sobre la contractilidad del músculo esquelético, Sato y cols. (1995), evaluaron si las concentraciones tóxicas de cocaína alteran la respuesta in vitro del músculo humano susceptible a HM (HMS) a las contracturas inducidas por halotano. Se empleó clorhidrato de la cocaína en concentraciones equivalentes a las del plasma en pacientes con intoxicación por cocaína. La cocaína por si sola no afectó la tensión basal del músculo en los grupos susceptible y no susceptible a HM. El efecto total de la cocaína en la contracción muscular en presencia de halotano al 1% fue insignificante en ambos grupos, ver figura 28. Por lo tanto, la cocaína no tiene efectos de contracción en el músculo esquelético de pacientes HMS, incluso en niveles tóxicos, no tiene un efecto directo en la contractilidad del músculo esquelético, esto ha sido corroborado por otro estudio in vivo con músculo humano (Weisshorn y cols., 2002). Fig. 28. Efectos de cocaína sobre la contractura muscular en humanos. Trazos representativos de contracturas durante la administración de Halotano 1% en tiras musculares de pacientes no susceptibles (A, B) y susceptibles a HM (C, D). La cocaína reduce la altura de las sacudidas en ambos grupos; pero no hay cambios en la tensión basal, además el halotano no provocó contracturas en ningun caso (Tomado de Sato y cols., 1995). Por otro lado, Fiege y cols. (2003) comprobaron que la MDMA induce HM en cerdos genéticamente susceptibles. Se evaluaron parámetros clínicos de hipertermia maligna (PCO2 venosa central > 75 mmHg, pH venoso < 7.20, y elevación de temperatura mayor a 2ºC) en cerdos susceptibles o no a HM, que recibieron dosis ajustadas para generar concentraciones 91 equivalentes a aquellas vistas en pacientes fallecidos por consumo agudo de MDMA (aproximadamente 1000 ng/ml que correspondería a ±6 tabletas de “éxtasis”); no obstante sus resultados no han podido ser replicados en humanos. A su vez, Klingler y cols. (2005), evaluaron en músculo esquelético humano, si la MDMA incrementa el Ca++ citoplasmático e induce contracturas en fibras de individuos normales e individuos con susceptibilidad a HM (MHS). El nivel sérico promedio encontrado en los sujetos estudiados fue de 0.40 mg/l. La MDMA en concentración 100uM (valor sérico más alto reportado en usuarios) no fue capaz de inducir contracturas por si misma, pero si disminuyó las concentraciones de cafeína y halotano necesarias para producir contracturas, principalmente en músculo no susceptible a HM. Asimismo MDMA no estimuló directamente la liberación de Ca++ desde vesículas aisladas de retículo sarcoplásmico. Las figuras 29 y 30 muestran los datos correspondientes, del estudio de klingler y colaboradores. Fig.29. Curvas dosis-respuesta para MDMA y succinilcolina (SCh); se evalúa contracturas inducidas por cafeína y halotano en tiras musculares de personas no susceptibles (A y B) y susceptibles a HM (C y D). La MDMA o la SCh fue agregada al baño 10 min antes de la cafeína o el halotano. Tanto MDMA como SCh desviaron la curva hacia la izquierda (Tomado de Klingler y cols., 2005) 92 Fig. 30. Liberación de calcio desde vesículas de RS, bajo estimulación de rianodina, halotano, SCh y MDMA. Se aprecia la mayor afinidad de la rianodina por el canal RYR1. La MDMA no libera calcio desde vesículas de RS. (Tomado de Klingler y cols., 2005). Los estudios en relación a los efectos directos de la MDMA y la cocaína sobre el músculo esquelético no son muchos, si se compara con la frecuente investigación que se hace respecto de las acciones de estas drogas, sobre todo cocaína, en el tejido cardiovascular. Sin embargo, algunas conclusiones de los trabajos con músculo cardíaco nos pueden aproximar hacia algunas presunciones de lo que puede también ocurrir en el músculo esquelético y que seguramente orientara futuros estudios. Por ejemplo es interesante, analizar las frecuentes alteraciones contráctiles e hipertróficas que sobre el miocardio ventricular tiene la cocaína. Se ha descrito que las especies reactivas de oxígeno juegan un papel esencial en estas alteraciones; Moritz (2003) demostró que la administración de cocaína induce la liberación temprana de especies reactivas de oxígeno que desempeñan un papel importante en el desarrollo y la progresión de la disfunción ventricular observada con el abuso crónico de cocaína (Moritz y cols., 2003). Se ha observado también que estos radicales libres en tejido cardiaco conducen a la activación de la transducción de diversos genes tempranos inmediatos, algunos vinculados a respuestas inflamatorias (Hargrave y cols., 2003). La administración aguda de cocaína inicia cambios celulares y genéticos en el corazón que, si son manifestados repetitivamente, causan déficits cardiacos similares a aquellos vistos en procesos isquémicos, incluyendo remodelación miocárdica (Lattanzio y cols., 2005). El efecto citotóxico directos de la cocaína en miocitos cardiacos fetales ha sido también muy estudiado, demostrándose una acción citotóxica directa que puede inducir apóptosis en 93 estas células fetales (Xiao y cols., 2000). La exposición prenatal a cocaína induce un aumento en la expresión y la activación, a nivel miocárdico, de la proteína de unión al elemento respuesta a AMPc (CREB), un factor transcripcional que regula la expresión génica. Uno de estos genes, cuya expresión es alterada (gen PKC-ε) aumentaría la suceptibilidad de ratas machos a futuras lesiones de isquemia/reperfusión a nivel miocárdico (Bae y cols., 2005). Es probable que participen distintos mecanismos en las lesiones asociadas a la isquemia miocárdica; una de ellos fue estudiado hace poco y establece que la cocaína puede producir una acción inhibitoria en los canales de K+ sensibles a ATP en los miocitos cardiacos de ratas adultas, alterando así el precondicionamiento isquémico (Wu y cols., 2006). Si a nivel del músculo esquelético, la cocaína provoca la formación importante de especies reactivas de oxígeno, la activación de genes tempranos con repercusión sobre las proteínas musculares, la inhibición de canales de potasio o alteraciones significativas por exposición prenatal; es parte de lo que aún queda por ser estudiado. Tomita y cols. (1993) demostraron en músculos ventriculares de rata, que la cocaína en una concentración de 50 µM puede alterar directamente la capacidad del retículo sarcoplásmico (RS) de liberar y acumular Ca2+ (Tomita y cols., 1993). Tsushima y cols. (1996) pudieron comprobar que la cocaína bloquea directamente y de forma voltaje-dependiente, el canal-receptor de rianodina cardiaco (RYR2) en el retículo sarcoplásmico impidiendo por tanto la liberación del Ca2+. Este efecto parece ser exclusivo del músculo cardíaco ya que no ha sido reportado en el músculo esquelético. Otro rasgo diferencial importante entre ambos tejidos es la respuesta al conocido bloqueo por cocaína de los canales de Na+ dependientes de voltaje. Estos canales son la base de la conducción rápida en el corazón y el músculo esquelético; sin embargo en ambos tejidos existen características particulares de este canal en sus residuos aminoácidos que hacen variar la respuesta del canal a diferentes voltajes y que explica porque los canales de Na+ cardiacos se abren y cierran con potenciales más negativos que los canales de Na+ del músculo esquelético, lo que a su vez determina la mayor sensibilidad de los canales del corazón al bloqueo por anestésicos como lidocaína o cocaína (Li y cols., 2002). En la figura 31 se aprecia curvas para comparar la actividad de la lidocaína en canales de Na+ de músculo cardiaco y músculo esquelético. 94 Fig. 31. Comparación de la actividad de lidocaína en canales de Na+ de músculo cardiaco humano (hH1) y músculo esquelético de rata (µ1). Se aprecian curvas de relación corriente-voltaje y activación estado-estable. A: los canales de Na humanos se abren y cierran en potenciales más hiperpolarizantes, B: Se aprecia una desviación hacia la izquierda de la curva hH1. (Tomado de Li y cols., 2002) A nivel cardíaco también se ha visto que MDMA altera importantemente la homeostasis mitocondrial y la transcripción génica (Tiangco y cols., 2005). Gesi y cols. (2002), realizaron un estudio para analizar si los efectos de la MDMA sobre el miocardio son realzados por la exposición concomitante de ruido intenso. A nivel ultraestructural se encontró un significativo incremento de mitocondrias alteradas, asi como una disminución en el umbral de la dosis de MDMA necesaria para alterar la ultraestructura del miocardio, y un aumento en las alteraciones miocárdicas producidas por dosis altas de MDMA. La cocaína es capaz de modificar covalententemente algunas proteínas a través de una reacción en la cual el éster metílico de la cocaína acila el grupo ε-amino de residuos de lisina. Esta reacción es altamente específica in vitro, porque ningún otro aminoácido reacciona con cocaína. Se ha encontrado proteínas covalentemente modificadas en el plasma de roedores y humanos crónicamente expuestos a la cocaína; estas proteínas endógenas modificadas son inmunogénicas, lo que podría explicar algunos efectos autoinmunes de la cocaína y proporcionar un nuevo acercamiento bioquímico a las acciones a largo plazo de la misma. No obstante la modificación proteica por cocaína in vivo no ha sido de la magnitud esperada, principalmente en proteínas plasmáticas, donde, a pesar de la abundancia de la albúmina y la 95 macroglobulina α2, parece que la accesibilidad de sus residuos de lisina impide una modificación importante por la cocaína. Asimismo la cocaína altera sólamente algunas proteínas en membranas de la corteza cerebral de la rata in vitro, donde resulta de interés particular la posibilidad de que la modificación covalente de uno o más de los receptores o los transportadores de neurotransmisor que se unen a cocaína contribuya a algunos de los efectos a largo plazo de la droga (Deng y cols., 2002). En un sentido similar, se desconoce si la cocaína modifica las proteínas del músculo esquelético. Prevost y cols. (1995) evaluaron si la administración crónica de cocaína altera la expresión de las isoformas de miosina en el músculo soleus de rata. Ellos encontraron que las muestras de los animales que recibieron solución salina crónica y cocaína aguda solo contenían miosina lenta; sin embargo, las muestras del grupo que recibió cocaína crónica contenían miosina lenta y otras dos o tres isoformas de miosina y las cadenas pesadas asociadas IIa y IIx. Por lo tanto, se concluyó que la administración crónica de cocaína causa un cambio en la expresión de la miosina de isoformas lentos a isoformas rápidos. Recientemente se ha visto que la cocaína también puede alterar estructuralmente a la actina, aunque el estudio se hizo solo en tejido nervioso cerebral. Toda y cols (2006) observaron que el ciclaje de la actina entre la forma polimerizado (F, por filamentoso) y las formas despolimerizadas en el citoesqueleto de neuronas del núcleo acumbens es alterado tanto por la administración aguda de cocaína como por la abstinencia tras uso crónico, de forma reversible o persistente, respectívamente. El incremento de F-actina produce además cambios en el contenido o estado de fosforilación de las proteínas de unión de la actina (ABPs). Estos cambios al parecer son importantes en la formación de filopodios y trascienden en los comportamientos de búsqueda de droga asociados a la adicción. Si estos cambios en la actina, inducidos por cocaína, ocurren en otros tejidos, incluyendo el músculo esquelético, es algo que se deberá investigar en el futuro. 96 XI. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS CONCLUSIONES 1. En animales asi como en personas, las drogas MDMA y cocaína producen un aumento significativo de la tensión muscular y una disfunción motora generalmente acompañada con hiperactividad, que en ocasiones puede manifestarse como crisis convulsivas severas. Ambas drogas muestran variabilidad de estereoisomería en sus distintos efectos pudiendo generalizarse que la S(+)MDMA y la R(-)cocaína tienen mayores efectos farmacológicos, de acuerdo a su afinidad por los receptores de monoaminas. 2. Las manifestaciones motoras asociadas al consumo o administración de la MDMA, se correlacionan primáriamente con la disfunción del sistema serotoninérgico cerebral, inducida por esta droga. En el caso de la cocaína los signos y síntomas motores involucran esencialmente la participación cerebral de dopamina. En ambos casos las interrelaciones de vías y neurotransmisores con las drogas y sus metabolitos activos, para la respuesta motora, son bastante más complejas y aun no se conocen completamente. 3. La estimulación locomotora inducida por MDMA y cocaína se manifiesta de forma variable entre especies, entre cepas y entre individuos de una misma especie. La administración repetida de estas drogas tiende a producir sensibilización de las manifestaciones motoras y a generar cambios genéticos persistentes con adaptaciones en los receptores membranales y la señalización intracelular, que se vincularían a manifestaciones de adicción. 4. Aunque de forma aparentemente opuesta, tanto la MDMA como la cocaína interaccionan con los receptores nicotínicos de acetilcolina en la unión neuromuscular tanto pre como postsinápticos. Se ha evidenciado que la MDMA podría actuar como agonista, mientras que la cocaína se comporta como antagonista en estos receptores, sin embargo estos conocimientos aun no han podido ser integrados con las acciones locales y sistémicas de ambas drogas, que repercuten en la función e integridad del músculo esquelético. 5. El uso agudo o crónico de MDMA y cocaína pueden producir una desregulación de los mecanismos termogénicos a nivel cerebral y periférico, involucrando de forma importante 97 al músculo esquelético tanto en los mecanismos de origen como en la repercusión de la hiperpirexia. 6. La afectación térmica por MDMA y cocaína, aunque más frecuentemente se manifiesta como hipertermia, muestra singularidades que incluyen fluctuaciones bifásicas entre hipotermia e hipertermia; estas parecen depender de la temperatura ambiental y de los niveles plasmáticos de la droga. Un efecto farmacológico directo e indirecto de ambas drogas es la generación de especies reactivas de oxígeno, lo que es favorecido por la hipertermia y se asocia a toxicidad tisular sistémica con significativas consecuencias a nivel cerebral. 7. La estimulación motora y las acciones térmicas de la MDMA y la cocaína pueden provocar lesiones intracelulares acumulativas que llevan al desarrollo de rabdomiólisis, con riesgo grave para la vida. En el caso de la MDMA se ha comprobado un daño directo al músculo que se hace mayor cuando este es ejercitado. Algunas particularidades del músculo esquelético lo hacen menos susceptible a las acciones directas severas de la cocaína, que si ocurren con más frecuencia en el músculo cardíaco. 8. El desacoplamiento mitocondrial mediado por la proteína UCP1 en la grasa parda y favorecido por drogas como MDMA, juega un rol importante en la generación de calor en mamíferos inferiores. En personas adultas, la proteína UCP3, expresada principalmente en músculos rápidos, e inducida por MDMA, parece ser crucial para los efectos hipertérmicos y de lesión directa en el músculo esquelético. La expresión de UCP3 es regulada por el sistema simpático y la hormona tiroidea, mientras que su activación es influenciada por los ácidos grasos libres. 9. Debido a las diversas influencias orgánicas e incluso ambientales, que en el organismo vivo modulan las acciones farmacológicas de la MDMA y la cocaína sobre el músculo esquelético, los efectos de ambas drogas en este tejido deben ser estudiados bajo un criterio integrador de las funciones celulares y sistémicas corporales en el contexto del ambiente de consumo de la droga. Es también importante tener en cuenta el grupo poblacional afectado, la adulteración de la droga consumida y el consumo concurrente de otras drogas. 98 PERSPECTIVAS 1. Se debe considerar como prioritario el esclarecimiento de la exacta interrelación espacial y temporal entre los neurotransmisores serotonina y dopamina a nivel cerebral cortical y subcortical durante la exposición aguda y crónica de MDMA y de cocaína, asi como el papel de otros neurotransmisores como norepinefrina, glutamato y GABA durante estos eventos. 2. Es necesario profundizar la investigación sobre la bioenergética celular tanto a nivel neuronal como muscular para poder comprender mejor la mayor demanda de energía forzada por el uso de drogas como MDMA y cocaína, asi como su vinculación a la generación de calor y el daño celular. 3. La expresión de genes tempranos inducida por ambas drogas es un campo amplio en el que se debe promover mayor investigación, no sólo para esclarecer el número y tipo de genes involucrados, sino también para determinar el papel de cada uno en los mecanismos directos de producción de lesiones celulares. 4. Teniendo en cuenta que, la cocaína induce manifestaciones motoras que no se diferencian grandemente de lo generado por la MDMA, a pesar de que la cocaína por si misma no produce contracturas musculares, es bloqueador del receptor nicotínico y sus efectos sobre los canales de Na+ musculares no son significativos, se hace muy necesario profundizar la investigación para dilucidar el mecanismo exacto de la acción de la cocaína en la actividad motora final y en el músculo esquelético. 5. De forma similar a como se ha hecho con MDMA, sería conveniente hacer estudios sobre los efectos del uso de cocaína concomitante con la inducción de una intensa actividad física para evaluar el posible daño muscular y su relevancia en los mecanismos generadores de calor. 6. Los próximos estudios deberán evaluar la trascendencia de la regulación, por MDMA o cocaína, de los receptores presinápticos en la unión neuromuscular. Asimismo será muy destacable el conocimiento futuro que tengamos sobre la participación de receptores nicotínicos atípicos en el músculo normal y bajo distintas fisiopatologías, asi como la participación de receptores musculares de serotonina entre otros probables. 99 7. Por otra parte se debiera estudiar los efectos de MDMA y cocaína en la expresión y modificación de proteínas membranales, asi como proteínas de las vesículas de neurotransmisores en la región presináptica de las terminales axonales en la unión neuromuscular. Existe evidencia de alteraciones inducidas en sinapsis neuronales pero no se ha hecho estudios en la unión NM. Además se debe ampliar los estudios en músculo esquelético de la acción de ambas drogas sobre la expresión y función de las proteínas contráctiles miosina y actina. 8. En relación a cómo participa el Ca2+ en la actividad o lesiones musculares promovidas por MDMA y cocaína, es algo que aun se desconoce. Se debe dirigir mayores estudios hacia los canales tipo L del sarcolema asi como a los canales de rianodina del retículo sarcoplásmico; es necesario mayor información que permita comprender como el Ca2+ se integra en las lesiones musculares que inducen hipertermia y rabdomiólisis. También sería útil evaluar el calcio en el contexto de distintos condiciones de actividad metabólica muscular. 100 BIBLIOGRAFIA 1. Aberg, M., Wade, D., Wall, E., Izenwasser, S. (2007). Effect of MDMA (ecstasy) on activity and cocaine conditioned place preference in adult and adolescent rats. Neurotoxicol Teratol., 29 (1), 37-46. 2. Adam, R. Winstock, A. y King, L. (1996). Tablets often contain substances in addition to, or instead of, ecstasy. British Medical Journal, 313, 423-424. 3. Aguirre, N., Ballaz, S., Lasheras, B., Del Río, J. (1998). MDMA (“Ecstasy”) enhances 5-HT1A receptor density and 8-OH-DPAT-induced hypothermia: blockade by drugs preventing 5hydroxytryptamine depletion. European J. 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