Siglo nuevo NUESTRO MUNDO mientos hayan constituido verdaderas pérdidas y fracasos. Pero más tarde la vida nos reclama de improviso toda la serie de sufrimientos genuinos que en su momento evitamos. Esta factura es el trastorno emocional de una depresión o de trastornos más severos. La vida nos exige que le paguemos de contado y no en abonos la cuenta de los sufrimientos genuinos que evitamos sufrir en su momento. Critilo nos aconseja que empecemos a pagar la cuenta tomando conciencia de todos los sufrimientos genuinos (los reales y no los imaginarios) que evitamos; que de hoy en adelante le hagamos frente a la vida con valentía y coraje. Como dice la Biblia en el Deuteronomio: “Sed valientes y firmes”. seada en el bolsillo. Desodorantes, frituras, teléfonos móviles y cervezas son vendidos bajo la etiqueta de quien encarna al Lázaro del siglo XX: el rockstar. Correo-e: [email protected]. mx Sor Juana en el slam: las respuestas del rock en español Frino C on horror me topé esta semana frente una mexicana banda de rock (prefiero omitir su nombre) que en una entrevista aclaraba, oronda y ufana, que si cantan en inglés es porque intentan volver a las raíces. Al decirlo, claro, estaban hablando en español. Lejos de agriarme el guacamole, me dieron tema, así que voy con mi cuchillito de palo. Cuando en 1954 sonaron por primera vez los acordes de Rock around the clock de Bill Haley, el mundo supo que estaba ante algo nuevo: algunos lo ignoraron, otros se alarmaron y unos cuantos más lo disfrutaron. Hoy, cincuenta y tres años después, el rock es un próspero negocio global. El cd, el Mp3 y la internet, bit a bit bit, vuelven cada vez más cotidiano el milagro aquel de los panes y los peces. En un abrir y cerrar de iPod ya tenemos la rolita de- 46 • Sn ¶ Si de aquel lado tienen su Mississipi y su Robert Johnson, de este lado tenemos Vasconcelos y Alfonso Reyes de sobra En el colmo del mercadeo, no faltan las escuelas particulares que garantizan el estrellato a cambio de una módica suma. Sin embargo, todavía hay quienes siguen argumentando que el rock es una locura pasajera que habrá de morir tarde o temprano (y seguramente así será, pero no hay por qué tener el ataúd tan a la mano). En México, como en gran parte del mundo, el rocanrol halló su hábitat natural entre los jóvenes, quienes trataron de reproducirlo con sus propios recursos (económicos y culturales); desde ese momento surgió la polémica sobre el idioma en el que el género debía cultivarse. Un debate que no termina. Por un lado están los que aseguran que el rock, para ser tal, debe escribirse y cantarse en inglés. El español, dicen, está bien para los corridos, los sones jarochos o el bolero, pero el rock siempre aspirará a ser una copia de lo que en inglés se hace. En la otra esquina están aquellos que festejan que el rock se coma con tortillas, es decir, los que creen en la flexibilidad del género y que reconocen la riqueza y los recursos que ofrece el idioma de Cervantes. En lo personal, estoy convencido de que una Les Paul bien puede pasear del brazo con un verso de Neruda, y aún más: me confieso débil ante la tentación de convertirme en voyeur de tal amasiato. Rocanrolear, como lo advierte el doctor Moreno de Alba, es ya un verbo que se conjuga en español, en todas las personas del plural y del singular. Reconocer el entorno y las particularidades específicas en las que nacen el rock, el blues o el jazz no se contrapone a disfrutar los recursos que nos ofrece el propio idioma y mucho menos debe ser un obstáculo para valorar nuestra identidad; sumar nunca empobrece. Porque si de aquel lado tienen su Mississipi y su Robert Johnson, de este lado tenemos Vasconcelos y Alfonso Reyes de sobra. El rock, visto así, deja de ser sólo mata larga y estoperol, es también verso y neurona, slam y soneto; sudor, sí, pero con mucha saliva. No se trata de promover generaciones de técnicos en poesía o especialistas en letras hispánicas, mucho menos de fomentar un rock culterano y esnob. La intención es conocer y reconocernos en nuestra propia palabra y, sin agraviar al pulpo, en nuestra propia tinta. La intención es alimentar un pretexto (soplarle a las brasas) para que los jóvenes rocanroleros sostengan un diálogo con quienes les han dado doble voz; de Kurt Cobain a Monterroso, de Sor Juana Inés a Frank Zappa. Sólo a través de la creación podremos encontrar nuestras propias respuestas, decía Bolívar, y no le faltaba razón.