137 EL CANTAR DE LOS CANTARES Y LOS COMPONENTES DEL AMOR Autor: Pedro Téllez * es un libro para niños. Que a ojos prejuiciados parezca una obra “menor”, porque no es inspiración de un genio solo sino trabajo de muchos, nos tiene sin cuidado. Nos ocupamos de los niños. Entre las traducciones al Cantar de los Cantares (o Cantar de Cantares) destacamos la que hiciera y comentara Fray Luis de León.. Para el fraile Dios se hizo hombre primero a través del lenguaje, en las escrituras divinas, y de ellas “Una es una canción suavísima que Salomón, Rey y Profeta, compuso, en la cual, debajo de un enamorado razonamiento entre dos, Pastor y Pastora, más que en alguna otra escritura, se muestra herido de nuestros amores”. Orígenes fue el primer escritor que interpretó la unión entre la Esposa y el Esposo (el Pastor y la Pastora) del Cantar de los Cantares como símbolo de la unión entre la Palabra de Dios (el logos) y el alma individual (Colin Th ompson). Una interpretación que llegaría a tener enorme infl uencia entre místicos españoles como San Juan de la Cruz en su versión libre del Cántico Espiritual, o Fray Luis de León en su traducción comentada. Creemos mas * Pedro Téllez. Ensayista. Sus publicaciones más recientes son La última cena del ensayo (2007). Un naipe en camino de El Dorado (2008). ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008 138 Pedro Téllez bien, aunque no pensamos demostrarlo aquí, que la unión del Esposo y la Esposa “humanos”, conduciría a un agradecimiento a Dios por haber creado a la cosa amada y creado la posibilidad de la unión ritual entre el Esposo y la Esposa. Sea humano, sea divino, el Cantar de los Cantares es un poema de amor. Y si hay que hacer una diferenciación, sería en el amor mismo, como hace Erich Fromm al inicio de su libro El Arte de Amar: ¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión del azar, algo con lo que uno tropieza si tiene suerte?. Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de la gente de hoy cree en la segunda”. También en el Cantar de los Cantares el amor es un arte. El libro de Fromm, donde abundan referencias a otros autores, tiene como origen su experiencia con la que sería su esposa, Annis Freeman: “La necesidad de Fromm de amar se manifestaba no sólo en el amor erótico hacia Annis, sino también en el trato con otras personas, con conocidos, interlocutores, pacientes. Annis coleccionaba cientos de notas con cortos mensajes, que el le había enviado en los últimos años, sencillamente por la necesidad de amarla y comunicarle este amor. Annis Freeman y Erich Fromm se casaron a finales de 1953. Sin lugar a dudas las experiencias de su amor se reflejaron en el libro de Fromm The Art of Loving (El Arte de Amar), que fue publicado poco después. No cabe otra manera de entender el perdurable éxito de este pequeño libro, creado más bien por casualidad. Lo que Fromm escribe aquí sobre la capacidad de amar se vincula directamente con su propia práctica” (Rainer Funk). Erich Fromm critica el concepto de “amor” de nuestro tiempo: “En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra cultura equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal”. Ser atractivo depende de la moda del momento, en el mercado de bienes. Al contrario, se trata de tomar conciencia de que el amor es un arte, como el arte de vivir, y esto conectaría a Fromm con el Cantar de los Cantares y sus distintos niveles de lectura, que es lo que pretendemos hacer aquí: comentar el poema antiguo a la par del libro moderno. Para Fromm la necesidad más profunda del hombre (y de la mujer) es superar su separatividad (diferencia entre los sexos) y superar su soledad, ya sea de una forma momentánea ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008 El cantar de los cantares y los componentes del amor 139 a través del orgasmo, o de forma mas permanente dentro del grupo o patron de conformidad. Una tercera forma de unión es la actividad creadora. El deseo de fusión interpersonal es para Fromm el impulso más poderoso que existe en el hombre: en el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos: El Amado y la Amada (el Esposo y la Esposa) del Cantar de los Cantares. Fray Luis de León describe la “separatividad” (en otras palabras) y el deseo de superación en el interior del amante, y no en el exterior como hace Fromm. Precisa Fray Luis en su comentario del Cantar de los Cantares: “Dícese del que ama que no vive consigo más de la mitad, y la otra mitad, que es la mejor parte de él, vive y está en la cosa amada. Porque como nuestra alma tenga dos oficios, uno de criar y conservar el cuerpo y el otro que es el pensar e imaginar ejercitándose en el conocimiento y contemplación de las cosas, que es el primero y más principal, cuando uno ama, este oficio, que es de pensar e imaginar, nunca lo emplea en sí, sino en aquella cosa a quien ama, contemplando en ella y tratando siempre de ella”. Fromm también relaciona amor y conocimiento: “La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras” y se conecta con el misticismo (recuedese que fray Luis entiende el Cantar de los Cantares como la unión de Dios con la Iglesia, y San Juan como la unión de Dios con el alma, pero finalmente todos tratan de unión de dos amantes, reales o simbolicos). Dice Fromm que en el misticismo: “Se renuncia al intento de conocer a Dios por medio del pensamiento, y se lo reemplaza por la experiencia de la unión con Dios, en la que ya no hay lugar para el conocimiento acerca de Dios, ni tal conocimiento es necesario”. Se trata, en fin, de la experiencia de la unión. Por otra parte, Fromm que cita a la Biblia en numerosas oportunidades, no se referirá en forma explicita al libro más vinculado con el asunto del Arte de Amar, el Cantar de los Cantares. Los objetos amorosos. Fromm en cuestiones de amores privilegia la totalidad, lo que nos será útil para nuestra interpretación del Cantar de los Cantares, y para reconciliar a los comentaristas y sus distintos niveles de lectura del poema antiguo: “El amor no es esencialmente una relación con una persona especifica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008 140 Pedro Téllez de una persona con el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado”. El amor no esta constituido por el objeto, sino por la facultad. El amor es una actividad, un poder del alma. Los objetos amorosos descritos por Fromm son cinco: Amor fraternal, amor materno, amor erótico, amor a sí mismo, y amor a Dios. Creemos que el Cantar de los Cantares, donde el amor es actividad fundamentalmente, que se orienta a los distintos objetos amorosos, donde predomina el amor erótico dentro de una totalidad en la que también están presentes el resto de los objetos amorosos. Es un poema de amor erótico, pero sin dejar de ser un poema de amor fraternal, materno, a si mismo y a Dios. Citaremos textos de Fromm, y ejemplificaremos con trozos del poema atribuido a Salomón, o de los comentarios de su traductor Fray Luis de León. Amor fraternal. Se caracteriza por su falta de exclusividad. El amor fraternal es amor entre iguales: pero, sin duda, aun como iguales no somos siempre “iguales”; en la medida en que somos humanos, todos necesitamos ayuda. Hoy yo, mañana tú. El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales. Dice la Esposa: “Hermana es a nos pequeña y pechos no tiene ella. ¿Qué haremos a nuestra hermana cuando se hablare de ella?”. Comenta Fray Luis de León: “Después de que las mujeres están casadas y, por su parte, contentas con sus esposos, suéleles acudir un nuevo cuidado de remediar y poner en cobro las hermanas menores que en casa de sus padres quedan, y comienzan desde entonces a miran por ellas y por su honra, y los esposos les ayudan tomando por suyo el negocio de las cuñadas”. Amor materno. La tierra es siempre un simbolismo materno. La tierra prometida se describe como “plena de leche y miel”. La leche es el símbolo del primer aspecto del amor, el de cuidado y afirmación. La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo. La mayoría de las madres son capaces de dar “leche”, pero sólo unas pocas pueden dar “miel” también. Para estar en condiciones de dar miel, una madre debe ser no sólo una “buena madre”, sino una persona feliz. La esencia misma del amor materno es cuidar de que el niño crezca, y esto significa desear que el niño se separe de ella. Ahí radica la diferencia básica con respecto al amor erótico. En este último, dos seres que estaban separados se convierten en uno solo. En el amor materno, dos seres que estaban unidos se separan. Dice la Esposa: “¿Quién te me dará, como ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008 El cantar de los cantares y los componentes del amor 141 hermano mío, que mamaste los pechos de mi madre?. Meteriale en casa de mi madre, enseñariasme, hariate beber del vino adobado y del mosto de las granadas nuestras”. De esto último comenta Fray Luis: “Daríate también arrope de granadas, porque de todas estas cosas dulces huelgan los niños, y sus madres y hermanas tienen gran cuidado de los regalar ansí” Amor erótico. El amor fraterno es amor entre hermanos; el amor materno es amor por el desvalido. En contraste con ambos tipos de amor esta el amor erótico: el anhelo de fusión completa, de unión con una única otra persona. Por su propia naturaleza es exclusivo y no universal. Así se inicia el Cantar de los Cantares. Esposa: “Bésame de besos de su boca, porque buenos son tus amores más que el vino”. Justificamos lo largo de la cita. Comenta fray Luis: “Ya dije que todo este libro es una égloga pastoril, en que dos enamorados, Esposo y Esposa, a manera de pastores, se hablan y se responden a veces. Pues entenderemos que en este primer capítulo comienza a hablar la Esposa, que habemos de fingir que tenía a su amado ausente y estaba de ello tan penada, que la congoja y deseo la traía muchas veces a desfallecer y desmayarse. Como parece claro por aquello que después, en el proceso de su razonamiento, dice, cuando ruega a sus compañeras que avisen al Esposo de la enfermedad y desmayo en que está por sus amores y por el ardiente deseo que tiene de verle, que es efecto naturalísimo del amor, y nace de lo que se suele decir comúnmente, que el ánima del amante vivé mas en aquel a quién ama que en sí mismo” Amor a sí mismo. El amor a los demás y el amor a sí mismo no son alternativas. Por el contrario, son conjuntivas. En todo individuo capaz de amar a los demás se encontrará una actitud de amor a sí mismo. El amor, en principio, es indivisible en lo que atañe a la conexión entre los “objetos” y el propio ser. Esposa: “Yo rosa del campo y azucena de los valles”. Comenta el frayle: “Estas palabras están así, que se pueden entender indiferentemente del uno de los dos; pero más a propósito es que las diga la Esposa, que por ser mujer tiene más licencia para loarse, y que vengan dependientes y hagan una sentencia con lo que acaba de decir en el fin del primer capítulo: Nuestro lecho florido, y nuestra casa de ciprés. Y añade: y yo rosa del campo; para que por todo ello convide y persuada más a que al Esposo la ame y acompañe, y que en ningún tiempo la deje. Yo rosa del campo. La palabra hebrea es Hebalzeleth, que, según los más doctos en aquella lengua, no es cualquier rosa, sino una cierta especie de ellas en la color negra, pero muy hermosa y de gentil olor. ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008 142 Pedro Téllez Y viene bien que se compare a esta, porque como parece en lo que hemos dicho, la Esposa se confiesa de si, aunque es hermosa es algo morena. Azucena de los valles: que por estar en lugar más húmedo, está más fresca y de mejor parecer. Esto dice la Esposa del Esposo, como sí más claro dijese: Yo soy rosa del campo, y tú, Esposo mío, lirio de los valles. En lo cual muestra cuán bien dice la hermosura del uno con la beldad del otro, y que, como se dice de los desposados, son para en uno, como lo son la rosa y el lirio, que juntos crece la gentileza de entrambos, y agradan a la vista, y al olor, más que cada uno por sí”. Amor a Dios. En las religiones orientales y en el misticismo, el amor a Dios es una intensa experiencia afectiva de unidad, inseparablemente ligada a la expresión de ese amor en cada acto de la vida. La persona verdaderamente religiosa, que capta la esencia de la idea monoteísta, no reza por nada, no espera nada de Dios; no ama a Dios como un niño a su padre o a su madre; ha adquirido la humildad necesaria para percibir sus limitaciones, hasta el punto de saber que no sabe nada acerca de Dios. Dios se convierte para ella en un símbolo en el que el hombre, en una etapa más temprana de su evolución, ha expresado la totalidad de lo que se esfuerza por alcanzar, el reino del mundo espiritual, del amor, la verdad, la justicia. Amar a Dios, si usara esa palabra, significaría entonces anhelar el logro de la plena capacidad de amar, para la realización de lo que “Dios” representa en uno mismo. Esposa: “Yo soy de mi amado, y su deseo a mí”. Comenta Luis de León: “Es la más feliz vida que acá se vive la de dos que se aman y es muy semejante y muy cercano el retrato de la del cielo, adonde van y vienen las llamas del divino amor, en que amando y siendo amados los bienaventurados se abrazan, y es una melodía suavísima, que vence toda música más artificiosa, la consonancia de dos voluntades que amorosamente se responden”. Podemos concluir, de nuestra revisión del Cantar de los Cantares, en clave Fromm, que se trata de un poema sobre los distintos objetos amorosos, donde el amor es el protagonista, y si bien esta centrado en el amor erótico, de ahí se irradia a los demás objetos, para dar lugar a distintas interpretaciones (secundarias), como las ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 2 No. 3. Julio-Diciembre 2008