San Salvador de Jujuy, 22 de mayo de 2008. AUTOS Y VISTOS: Los de este expediente nº 211/07, caratulado “ONG JUANITA MORO INTERPONE HABEAS CORPUS”, de los que RESULTA: I. I.1. A fs. 1/6 se presenta la Sra. Carmen Peña, invocando su calidad de presidente de la Organización No Gubernamental Juanita Moro, con el patrocinio letrado del Dr. Pablo Pelazzo, interponiendo acción de hábeas corpus colectivo “en amparo de todas las personas menores de edad privadas de su libertad en jurisdicción de la Provincia de Jujuy detenidas en establecimientos policiales a pesar de que legal y constitucionalmente, su alojamiento debería desarrollarse en centros de detención especializados”. Aduce que “ambas situaciones constituyen agravamientos arbitrarios de las condiciones de detención legal y hacen procedente esta acción”. Por ello, solicita que este proveyente “asuma su competencia respecto de la situación de este colectivo de personas, se repare la situación descripta y se determine un mecanismo que evite la reiteración de estos problemas en el futuro”. Peticiona también la presentante que este órgano jurisdiccional “se pronuncie acerca de la ilegitimidad, constitucional y legal, del encierro de estos adolescentes en las condiciones en que se hallan” y que “se ordene el cese de esa situación”. Impetra que se verifique “si la Administración ha previsto ya el establecimiento de un programa de acción dirigido a reparar las infracciones constitucionales que hoy se verifican, en las instalaciones destinadas a privar de la libertad a los chicos de Jujuy o que, en su caso ordene su elaboración, y que de modo constante y hasta su conclusión, controle el cumplimiento de este plan por parte de la Administración”. I.2. En orden a justificar la competencia de este Juzgado, señala la promotora de autos que ella se inspira en la especificidad en la materia y la relación con las personas a proteger, sin perjuicio de lo establecido en la legislación con respecto al hábeas corpus. I.3. Destaca las razones por las cuales la Organización No Gubernamental Juanita Moro se encuentra legitimada para deducir esta pretensión, invocando lo estatuido por el art. 43 de la Constitución Nacional, en virtud de “preveer en sus fines la protección de la niñez y adolescencia”, añadiendo que en el presente caso “se discuten cuestiones atinentes a la afectación de los derechos humanos de niños y adolescentes de modo difuso”. Por tal motivo, entiende, que se expanden las posibilidades del acceso a la justicia para los afectados en situación de vulnerabilidad y abre el camino hacia la protección más amplia de la jurisdicción constitucional. Puntualiza las dificultades que enfrentan los privados de libertad para hacer valer sus derechos en justicia, autorizando a que organizaciones como la presentante “deban 1 ser parte en las acciones constitucionales que los involucran”, abonando su expresión con lo establecido por la regla 55 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos. I.4. A la hora de describir las condiciones de detención en comisarías, señala que “los calabozos se encuentran en un estado deplorable de conservación e higiene; carecen por lo general de ventilación y luz natural”. Agrega que “no cuentan con ningún tipo de mobiliario, por lo que toda actividad (comer, dormir, etc.) que desarrollan los internos debe llevarse a cabo en el piso. Los sanitarios no son suficientes para todos y no se garantiza la alimentación adecuada de los detenidos. El riesgo de propagación de enfermedades infectocontagiosas es, sin dudas, mucho mayor y el aumento de casos de violencia física y sexual entre los propios internos es más que significativo”. Manifiesta que la situación descripta “señala abiertamente que muchas personas permanecen en comisarías y en la unidad penal de menores y en la unidad penal de mujeres a pesar de que la constitución y la ley prevén su alojamiento en centros especializados”. Invoca lo normado por el art. 64 de la ley 5288, expresando que el plazo de cuarenta y ocho horas fijado en el mentado precepto resulta “sistemáticamente violado, permaneciendo los detenidos por períodos mayores a los legalmente establecidos”. Luego, añade que “las comisarías no se encuentran en condiciones edilicias de mantener prolongadamente en ellas a personas detenidas, ni el personal policial está capacitado para sobrellevar esta situación, especialmente con relación a los adolescentes privados de su libertad”, deviniendo ello en violatorio “de manera flagrante de los más elementales derechos individuales de los reclusos”. I.5. En aras de fundamentar en derecho su pretensión, la promotora de autos glosa jurisprudencia nacional, extranjera y proveniente de tribunales internacionales, así como efectúa la cita de la preceptiva internacional que abona su postura. I.6. A continuación propone y ofrece las medidas de prueba que considera que hacen a la procedencia de la acción instaurada. II. Habida cuenta de la naturaleza de las alegaciones y las probanzas a realizar en la presente causa, que exceden notoriamente a las estrechas posibilidades procesales que admite la acción de hábeas corpus, con arreglo a las previsiones contenidas en los arts. 437 y siguientes del Código Procesal Penal, concordantes con las establecidas por el art. 40 de la Constitución Provincial, se ordenó, por auto fundado, obrante a fs. 7 y vta., imprimir a esta pretensión el trámite del juicio sumarísimo, conforme lo autoriza el art. 67 de la ley 4721. Firme y consentida dicha resolución, se apersonó a responder la pretensión impetrada, a fs. 25/34 vta., el Dr. Daniel Héctor Lemir, en nombre del Estado Provincial en su calidad de Coordinador de Asuntos Judiciales de la Fiscalía de Estado. II.1. 2 Luego de efectuar las negativas que, estima, hacen al derecho de la parte que representa, aduce que la litis ha sido trabada, por lo cual considera que la accionante no podrá introducir nuevas pretensiones ni otros medios de prueba distintos a los ya ofrecidos. II.2. En orden a la defensa del Estado Provincial, opone excepción de falta de legitimación activa de la Organización No Gubernamental Juanita Moro para promover esta acción en los términos del art. 43 de la Constitución Nacional, invocando en tal sentido lo decidido por el Superior Tribunal de Justicia en las causas “CODECUC c/ Estado Provincial” y “PROCONSUMER C/ Estado Provincial”, así como pronunciamientos emitidos por otros tribunales provinciales y nacionales y doctrina respectiva sobre la materia. II.3. Al contestar la acción instaurada, abona su petición de rechazo en lo previsto por la ley 4721, en cuanto fija los deberes inherentes al personal policial en referencia a menores de edad privados de libertad y el conocimiento que de ello debe tener el Juez del Fuero Especial. También señala, como soporte de su posición, la normativa contenida en la ley 5288. Rechaza las afirmaciones efectuadas por la promotora de autos en cuanto se refieren a la ilegitimidad de la permanencia de menores de edad en comisarías. Otro tanto afirma en relación a lo aducido sobre la permanencia de jóvenes en las Unidades Nº 2 y 3 del Servicio Penitenciario provincial, aseverando que las Reglas de Beijing han sido observadas en la materia. II.4. Asimismo, se expide el Estado Provincial sobre lo que califica de improcedencia de las pretensiones deducidas por la Organización No Gubernamental impetrante. En este orden de ideas, señala que “deviene improcedente pretender que otro juez de menores se arrogue la jurisdicción que le corresponde a otro juez de menores en atención a la distribución normativa vigente”. De igual manera, argumenta que con la petición de que se “establezca una instancia de ejecución, a través de un mecanismo de diálogo entre todos los actores involucrados a fin de que pueda determinarse el modo en que la administración deberá hacer efectivo el cese de la detención de menor en las condiciones oprobiosas que vayan en contra del conjunto de normas que los protegen” (SIC), se pretende “una indebida injerencia del poder judicial en materia que resulta de exclusiva injerencia del poder administrador, lo que constituiría una vulneración al principio republicano de división de poderes”. Concluye que la acción tentada no puede tener andamiento a mérito del alcance que adjudica al art. 43 de la Constitución Nacional y a las razones expuestas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Verbitsky”. 3 Sostiene que no existe una política carcelaria que sea lesiva a los derechos de los menores detenidos, resultando dicha materia ajena a la competencia de la Justicia, manifestando que se han observado las normas de la ley 5288. II.5. Por último, aduce el despliegue de actividades de la Dirección de Niñez y Adolescencia, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, enderezadas a la articulación de “políticas relativas a la protección de la niñez y adolescencia”, en conflicto con la ley penal, conforme lo previsto por la ley 26.061. II.6. A continuación, ofrece la prueba que estima útil al derecho de la parte que representa, formula oposición a parte de la prueba propuesta por la Organización accionante y hace reserva del caso federal. III. A fs. 68/69 lucen las actas que dan cuenta del cumplimiento de la audiencia prevista en el art. 398 del Código Procesal Civil y a fs. 82 rola la constancia de Secretaría que consigna la falta de acuerdo por parte de los citados a fs. 7, a saber, la promotora de autos, el Sr. Ministro de Gobierno, los Secretarios de Estado de Gobierno y de Derechos Humanos de la Provincia y los Sres. Representantes de los Ministerios Pupilar y Fiscal, en la audiencia celebrada con arreglo a lo establecido por el art. 398, primera parte del mismo digesto ritual. IV. A fs. 86 se dispuso abrir la causa a prueba. Dicho auto, notificado a las partes, fue objeto de una revocatoria por parte de la accionante, a fs. 131, así como de observaciones formuladas por el Estado Provincial, a fs. 133, las que fueron desestimadas mediante providencia de fs. 203, firme y consentida, sin perjuicio de lo que más adelante se dirá al respecto, en el apartado VIII.1. A fs. 93/112 se agregan las actas de inspección, numeradas del 01 al 10, labradas en las Comisarías Seccionales 57, Purmamarca; 20, Susques; 19, Rinconada; 18, Santa Catalina; 17, La Quiaca; 16, Abra Pampa; 15, Humahuaca; 14, Tilcara; 37, Maimará y 12, Volcán, labradas por la Actuaria, con presencia de este proveyente, de los Sres. Representantes del Ministerio Público Fiscal y Pupilar y suscripto por el personal policial – jefe o subalterno- encontrado en el lugar en el momento de constituirse este órgano jurisdiccional en ellas, durante los días 31 de agosto y 1º de septiembre de 2007. A fs. 114/130 rola el informe suministrado por el Sub Jefe de Policía, en respuesta al oficio nº 990, cuya copia luce a fs. 87, respecto del alojamiento de jóvenes en unidades policiales de su dependencia. A fs. 134/202 obran incorporados sendos informes suscriptos por la Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado de Menores, Dra. Diana Cecchín, conjuntamente con las tomas fotográficas realizadas en cada unidad policial inspeccionada de las áreas de Quebrada y Puna de nuestra Provincia. A fs. 212/223 se acompañan las actas de inspección labradas –al igual que las anteriores- el 12 de septiembre de 2007, nominadas con los números 11 al 16, en las 4 Comisarías Seccionales nº 23, Palpalá; Brigada de Investigaciones de Palpalá; 21, Perico; 29, Monterrico; 8, El Carmen y 7, San Antonio, agregándose sendos informes médicos y tomas fotográficas de cada una de ellas, a fs. 224/271, constancias en las que se incluye el informe bioquímico suministrado por el Servicio de Control Hídrico del Ministerio de Salud de la Provincia, suscripto por la Dra. María Georgina Lyons, a fs. 226/230, como resultado de los análisis de las muestras de agua tomada por la Dra. Cecchín en las Comisarías de Susques, Maimará, Abra Pampa y Tilcara. A fs. 291/292 rola el acta confeccionada con motivo de la inspección cumplida en el Centro de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal, dependiente de la Policía de la Provincia, con sede en Barrio Chijra de esta ciudad capital, el 26 de septiembre de 2007, agregándose en el mismo acto documentación correspondiente a dicho establecimiento, a fs. 293/301, y a fs. 313/324, el informe de la Sra. Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado y las tomas fotográficas realizadas de sus instalaciones. A fs. 302/304 se incorpora el acta de inspección, celebrada el mismo día, en las Unidades Penitenciarias nº 2 y 3, dependientes del Servicio Penitenciario Provincial, acompañándose, a fs. 325/373, sendos informes médicos y fotografías realizadas en ambos establecimientos. Al igual que en el resto de las inspecciones cumplidas, las citadas actas fueron suscriptas por este proveyente, por los Sres. Representantes de los Ministerios Públicos Fiscal y Pupilar y por las autoridades presentes en el acto, en cada unidad visitada. A fs. 305/306 rola el informe requerido a la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, mediante oficio nº 1459, cuya copia luce a fs. 276, al que se adjunta un informe del Director del Servicio Penitenciario Provincial, respecto de la nómina de alojados en las Unidades nº 2 y 3, a fs. 307/312. En atención a las medidas solicitadas a fs. 287 por el Sr. Fiscal, se proveyó a fs. 374, penúltimo párrafo, oficiándose a Jefatura de Policía para que se informe lo requerido por el Dr. Ricardo Grisetti, lo que se cumplió a fs. 384/427. V. Mediante decreto de fs. 441 se pusieron las actuaciones a disposición de las partes para que cada una de ellas se expida sobre la prueba agregada a la causa, haciéndolo la accionante a fs. 449/456 y el Estado Provincial, a fs. 460/461. A su vez, la Sra. Defensora de Menores interviniente en autos, Dra. Mirta Chagra, se pronunció a fs. 464/465, solicitando el acogimiento parcial de la acción de hábeas corpus deducida en autos. Por su parte, el Sr. Representante del Ministerio Público Fiscal, antes de efectivizarse lo ordenado mediante decreto de fs. 466, solicitó, a fs. 467, la emisión de oficio a la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia a efectos de que se informe sobre los resultados de un anuncio que tomó estado público en un medio de comunicación local, cuyo ejemplar agrega a fs. 468, lo que se proveyó favorablemente a fs. 472, librándose la diligencia nº 331, fechada el 25 de marzo próximo pasado, cuya copia rola a fs. 476. 5 En dicho informe, suministrado por la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, agregado a fs. 477/478, se consigna la integración de la llamada “Comisión de trabajo” destinada a tratar la refuncionalización del sistema destinado a alojar jóvenes en conflicto con la ley penal, así como su capacitación y planificación en la materia. Destaca entre los temas abordados la reglamentación del sistema operativo de la Comisaría del Menor, la reglamentación modificatoria del sistema operativo de las Unidades Penales 2 y 3, el mejoramiento de la infraestructura de las unidades penales 2 y 3 y de la Comisaría del menor, la implementación de la segunda etapa del programa de menores en conflicto de la ley penal, destinadas a la apertura de las Casitas Nuevo Futuro en vistas a la gestión de un régimen de semi libertad y el procedimiento de articulación con el sistema de salud y de educación de la provincia. Puesto este documento a conocimiento de partes se expide, a fs. 480, la promotora de autos señalando que aquel sólo enumera a los integrantes y temas abordados por la Comisión de Trabajo “sin mencionar los avances alcanzados en relación a la refuncionalización de las condiciones edilicias de dependencias destinadas a alojar jóvenes en conflicto con la ley penal, así como la capacitación y planificación en la materia”. En virtud de ello solicita que se dicte sentencia. A fs. 486 comparece el Dr. Gustavo Alberto Toro en su calidad de Coordinador de Asuntos Judiciales de Fiscalía de Estado quien, a fs. 494, responde la vista conferida peticionando también que se dicte sentencia. A fs. 502 vta. queda constancia que la Sra. Defensora de Menores interviniente en autos ha tomado conocimiento de lo informado a fs. 477/478. VI. Finalmente a fs. 507/516 vta. se pronuncia el Sr. Agente Fiscal de menores solicitando la admisión parcial del Habeas Corpus correctivo interpuesto. Luego de reseñar las actuaciones cumplidas en este expediente el Sr. Representante del Ministerio Público Fiscal examina la naturaleza y finalidad del habeas corpus correctivo destacando que “no es procurar la libertad del detenido, sino enmendar la forma o modo en que se cumple la detención si ellos son vejatorios”. Agrega que “cuando se verifican estas irregularidades, se busca la solución a través del habeas Corpus ‘correctivo’ que busca proteger el derecho que tiene todo habitante que se encuentra en prisión, a tener un tipo de prisión acorde a lo establecido en la normativa ya citada, intentando subsanar de una manera rápida y efectiva la agravación de las limitaciones legalmente impuestas”. A continuación referencia las particularidades que revistieran los pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en las causas “Arteaga” y “CELS”. En el apartado IV de su pronunciamiento analiza el Sr. Fiscal las normas internacionales en materia de derechos humanos que resultan atinentes al tema en debate, glosando las normas especificas sobre la materia. En el apartado V el Dr. Grisetti efectúa un pormenorizado análisis de la noción de interés colectivo y su repercusión procesal tomando como base el fallo “Verbisky”, profundizando en la materia relativa a la legitimación en orden a deducir la acción en estudio. 6 Concluye el Sr. Fiscal que “cualquier persona está legitimada para interponer la acción que nos ocupa, ya sea de manera individual o colectiva y que el sujeto cuya libertad o condiciones de su privación se trata de preservar sea, a la vez individual o un colectivo de personas, allí donde la Constitución y la ley no distinguen no es dado a los magistrados distinguir y menos aún, cuando de lo que se trata es de no incurrir en interpretaciones restrictivas de un remedio procesal destinado a proteger al derecho a la libertad”. En el apartado VIII de su dictamen señala el Dr. Grisetti las limitaciones que pesan sobre la magistratura relativas a la valoración de las políticas públicas llevadas a cabo por el poder administrador, con inspiración en lo expresado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el ya citado fallo “ Verbisky” . Seguidamente se manifiesta sobre la competencia de este juzgado para controlar y corregir la eventual inobservancia por parte de las fuerzas de seguridad de las disposiciones constitucionales e internacionales de derechos humanos en materia de alojamiento de personas privadas de su libertad. Señala que, en concordancia con el criterio fijado por el Tribunal Cimero, “son competentes –en principiopara valorar las condiciones de alojamiento de personas privadas de libertad, los jueces a cuya disposición aquellas se encuentran, mas ello no implica que, los demás magistrados pueden desentenderse de su deber de mandar corregir tales situaciones cuando su deficiencia resulta evidente y, en su mérito, agraviante para la dignidad humana” En el parágrafo X el Sr. Fiscal efectúa un análisis realista del contexto en el que se encuentran jurídicamente posesionadas las dependencias policiales, admitiendo que en definitiva, “no es dable sostener la absoluta exclusión de las dependencias policiales como lugar de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal”, remarcando que el único requerimiento exigible está constituido por la especialización que demanda entre otras normas el art. 12, punto 1, de las reglas de Beijing y el art. 81 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores privados de la Libertad. En el apartado XI el Sr. Representante del Ministerio Público Fiscal realiza un detallado examen de las pruebas documentales, instrumentales, informativas, fotográficas y pericial colectadas en autos sobre las unidades policiales y penitenciarias inspeccionadas. Concluye afirmando que, “a la luz de las probanzas colectadas a lo largo de este proceso, es dable concluir, sin mayor dificultad que las condiciones que tienen las dependencias Policiales con asiento en la jurisdicción del Juzgado de Menores no observan las exigencias mínimas e indispensables para el alojamiento digno de personas, con arreglo a los estándares …” internacionales sobre la materia así como a la interpretación que sobre el punto efectúa la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los casos “Penitenciarias de Mendoza” y “ Panchito López”. Sin perjuicio de lo anterior el Sr. Fiscal advierte que “no todo es negativo, también cabe valorar, los esfuerzos realizados por el personal policial de cada dependencia inspeccionada para hacer más llevaderas la deficiente situación del alojamiento de jóvenes detenidos en ellas. Ejemplo, la buena voluntad evidenciada por el personal policial, para proveer de comida a los menores alojados. Aunque éste gesto no alcanza como respuesta institucional.- Desde ésta perspectiva citada -lo institucional- si constituye una buena 7 respuesta, al problema planteado la creación de la Institución para alojamiento de los menores en conflicto con la Ley Penal, ubicada en Chijra. La misma a mi modo de ver permite dar por cubiertas las necesidades, de lo que constituye la jurisdicción del Juzgado. Quedaría sólo un resquicio a cubrir, cuestión que me parece debe ser abordada desde lo operativo. Esto es, donde alojar a los menores, mientras están esperando que se resuelva su situación, si seguirán detenidos (en cuyo caso serán trasladados al centro) o si se dispondrá su libertad. En ese sentido, y para no recargar en demasía –fundamentalmente, a lo que operativamente, si nos atenemos a la realidad, (y en tanto, para los menores susceptibles de arresto o detención, en Capital y los Pericos, no ofrece mayores cuestiones operativas) puede denominarse como la zona norte, propongo a V.S. ordenar a la Policía de la Provincia que, a los fines del alojamiento temporal de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, a la espera de las directivas de los Sres. Fiscales y Jueces competentes, disponga de dependencias adecuadas para tal fin en las Unidades Regionales 3 y 5 con asiento en la jurisdicción del Juzgado de Menores, y cuente con los medios adecuados para realizar el inmediato traslado de los jóvenes presuntamente infractores a la ley penal al Centro especializado, sito en Barrio Chijra de esta ciudad, cuando los Sres. Magistrados competentes dispongan su privación de la libertad. Ello sin perjuicio de que Jefatura de Policía elabore dentro del plazo que se le fije alguna propuesta alternativa dentro de la pauta central de no alojar menores en Comisaría” (SIC). Firme el llamado de autos para resolver, dictado a fs. 517, la causa pasó a despacho para emitir el decisorio pertinente que dirima la cuestión sometida a conocimiento de este órgano jurisdiccional. CONSIDERANDO: I. Naturaleza de la acción tentada. En orden a avanzar en el examen relativo a la admisibilidad y, si ello así corresponde luego, a la procedencia de la acción tentada, deviene menester, con carácter liminar, individualizar correctamente su naturaleza, atendiendo a la doble circunstancia de su concepto así como del objeto perseguido. Conforme lo conceptualiza Néstor Pedro Sagüés (Hábeas Corpus, ed. Astrea, segunda edición actualizada y ampliada, Buenos Aires, 1988, p. 211), el hábeas corpus correctivo “tiene por meta ‘cambiar el lugar de detención cuando no fuera el adecuado a la índole del delito cometido o a la causa de la detención’ y también para reparar el trato indebido’ al arrestado (Quiroga Lavié). Actuaría, asimismo, para subsanar la ‘agravación de las limitaciones legalmente impuestas’ (Clariá Olmedo)”. Este autor (op. cit., p. 212) no ha sido ajeno a la circunstancia que “La cuestión de la viabilidad del hábeas corpus ‘correctivo’ es asunto controvertido. De la letra y el espíritu de la Constitución no se deduce, necesariamente, que tenga que ser el habeas corpus el instrumento procesal adecuado para resolver el trato incorrecto de detenidos. La Constitución, en efecto, dice que nadie puede ser arrestado (y de ahí nace el hábeas corpus), sin orden escrita de autoridad competente. Es razonable extender la cobertura constitucional a casos de amenaza de arresto, o de lesiones o perturbaciones menores a la libertad física; pero 8 si la detención o restricción a la libertad emana de autoridad competente, y en forma legal, y por tanto, es jurídicamente inobjetable por el hábeas corpus, éste no tendría, prima facie, por qué actuar para más”. Sin embargo, admite este autor que “El fin de este hábeas corpus [correctivo], como puede verse, no es procurar la libertad del detenido, sino enmendar la forma o modo en que se cumple la detención, si ellos son vejatorios.- El fundamento del hábeas corpus correctivo, como surge expresamente de los Fundamentos dados por el autor intelectual de la ley 23.098 -senador De la Rúa-, está en la parte última del art. 18 de la Const. Nacional” (Sagüés, op. cit., p. 213). Es que “El hábeas corpus del art. 3º, inc. 2º, de la ley 23.098, no protege la libertad física, sino el tipo de prisión a que todo habitante tiene derecho, según el art. 18 in fine de la Const. Nacional. Es tuitivo, por tanto, del derecho constitucional al trato digno en las prisiones. Por eso, se trata de un hábeas corpus ‘impropio’” (op. cit., p. 214; íd., Osvaldo Alfredo Gozaíni, Introducción al derecho procesal constitucional, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2006, 241). A mérito de lo que señala Marcela Basterra (Procesos colectivos: La consagración jurisprudencial del Habeas Corpus colectivo en un valioso precedente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El fallo Verbitsky; LL, 2005-D, 530), debe considerarse que, “Completando este círculo con la última reforma constitucional se incorpora en el art. 43, 4° párrafo el habeas corpus correctivo específicamente, ‘Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física o en caso de agravamiento ilegítimo en la forma o condiciones de detención (...)’, es entonces de dos normas constitucionales -arts. 18 y 43- y de todas las descritas del 75 inc. 22 que surge con claridad que las personas detenidas, tienen a pesar de la restricción que pesa sobre su libertad física o ambulatoria, determinados derechos constitucionales que jamás podrán ser conculcados y que en caso que así sea, configurará un violación por parte del Estado argentino que, como responsable último de la integridad física de las personas bajo su custodia tiene el deber de garantizar”. Aquí, resulta menester tener en cuenta el objeto específico de este proceso y su consecuencia: “La primera conclusión es entonces que del plexo normativo constitucional, jurisprudencia de la Corte IDH y dictámenes de la Comisión IDH no quedan dudas, a mi criterio, que efectivamente correspondía interponer la acción constitucional de hábeas corpus correctivo y no otra. Sólo nos resta responder a la pregunta ¿puede la acción de habeas corpus correctivo incoarse de acuerdo a las modalidades de un proceso colectivo?”. Este interrogante se torna –en el caso- de forzoso tratamiento, habida cuenta que lo que se ha puesto en tela de juicio en la especie son las condiciones de detención de un universo determinado de personas, a saber, jóvenes privados de la libertad por orden judicial, identificable en tanto tales pero, a la vez, naturalmente fluctuante, en cuanto no son siempre los mismos, según se verá en el apartado II.4 de estos considerandos. Ciertamente que este interrogante, así planteado, conduce inexorablemente a analizar ahora la naturaleza del derecho que se afirma lesionado –a la luz de sus portadores- y la legitimación para deducir la acción, materia esta última objetada por el Estado Provincial. 9 Ello, no obstante, no me impide anticipar mi criterio favorable a tal posibilidad procesal, habida cuenta de lo que se dirá más adelante acerca de los derechos de incidencia colectiva, su significado, como dato propio de la evolución jurídica y sus consecuencias en orden a la titularidad de la acción y a los efectos de un pronunciamiento judicial sobre ella. II. En orden a poder expedirme sobre la legitimación para accionar, deviene necesario, previamente, determinar con precisión, cuál es la naturaleza de la materia reclamada, habida cuenta que ello permitirá individualizar aquella. Para ello, conviene examinar distintos puntos de vista sobre la índole del derecho esgrimido, en aras de determinar su concepto. Conforme se ha visto, la promotora de autos ha justificado su pretensión con base en las deficientes condiciones de alojamiento de jóvenes en infracción a la ley penal en comisarías y en el servicio penitenciario provincial. II.1. Ahora bien, corresponde profundizar en la índole del derecho cuya vulneración se predica, a tenor del defecto denunciado, materia para la que resulta menester avanzar respecto del análisis de los derechos de incidencia colectiva, aunque partiendo de la noción primigenia de derecho subjetivo, primera desde el punto de vista histórico, en habilitar la vía de la demanda judicial. En lo que respecta a su conceptualización, Jorge Mayo (Comentario al art. 30 del Código Civil en Código civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, dirigido por Alberto Bueres y coordinado por Elena Highton, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2003, T. 1A, p. 78) señala que “todo derecho subjetivo presupone un titular al cual compete ese derecho” y que, básicamente, es reconocido como persona. Esta es la noción fundamental, habida cuenta que “… todo el Derecho ha sido creado en vista a los intereses de las personas humanas, o bien, como decía el aforismo romano hominum causa omne ius constitutum est. Ello significa que el hombre y su vida social son la razón de ser del Derecho, la causa de su existencia” (Busso, Código civil anotado, T. I, p. 243, nº 6, citado por Jorge Mayo, op. cit., p. 79; íd., Santos Cifuentes, Derechos personalísimos, ed. Astrea, Buenos Aires, 1994, p. 129; sobre la evolución histórica de concepto de derecho subjetivo en el pensamiento occidental, conviene acudir a Martín Laclau, La conformación de la noción de derecho subjetivo en el pensamiento jurídico alemán del siglo XIX y a Renato Rabbi-Baldi Cabanillas, El derecho subjetivo en el pensamiento de Michel Villey: algunas precisiones de carácter histórico, trabajos ambos publicados en Anuario de Filosofía Jurídica y Social, Asociación Argentina de Derecho Comparado, Sección Teoría General, nº 22, ed. LexisNexis, Buenos Aires, 2002, págs. 9 a 29 y 65 a 82, respectivamente). Advierto desde ya que, conforme lo señalan Mario E. Chaumet y Alejandro A. Menicocci (Los intereses difusos en el art. 43 de la Constitución Nacional, publicado en El amparo constitucional. Perspectivas y modalidades, AAVV, ed. Depalma, Buenos Aires, 1999, p. 148), “El interés en conceptualizar no es una preocupación exclusivamente teórica, sino que se trata fundamentalmente de no alterar las consecuencias prácticas que se derivan de 10 partir de uno u otro concepto. En el ámbito procesal, la novedad de lo colectivo puso en crisis al clásico litigio singular ‘en dos instituciones fundamentales: a) en punto a la legitimación de obrar; y b) tocante a la extensión subjetiva y modalidades de la cosa juzgada”, materia a la que, sin dudas, no resulta ajena la pretensión impetrada por la actora. En efecto, señalan los autores seguidos (op. cit., p. 141) que “… el derecho subjetivo se caracteriza por ser un interés (elemento subjetivo) al cual el ordenamiento jurídico protege dotando a su titular de un poder (elemento externo). Este poder se resuelve en la prestación por parte de sujetos determinados o en la abstención de estos últimos de la realización de ciertos hechos”. Ello no significa desconocer, desde una perspectiva más amplia, que “… cualquier particular tiene interés en que la Administración se desenvuelva dentro de un marco de legalidad. Ese interés de carácter lato, se considera en doctrina como interés simple o mero interés” (op. cit., p. 141), al que “Se lo caracteriza como ese interés vago, impreciso, no individualizado, perteneciente a cualquiera, no reconocido de modo directo por el ordenamiento jurídico, sino relativo al buen funcionamiento de la administración pública” (op. cit., p. 142). A su vez, los intereses colectivos (citando a Silguero Estagnan) “requieren de una mayor concreción dado que están referidos a un grupo con suficiente estructura organizativa para hacer valer ese interés hacia el exterior. En cambio los intereses difusos se refieren preferiblemente a los individuos, o como mucho a formaciones sociales –allo stato difuso-, es decir aquellas que están todavía en fase de tomar conciencia de sí mismas y de distinción en el seno de la colectividad. Para otros autores la distinción no resulta tan evidente, pues los intereses colectivos, en su acepción más amplia coinciden con los intereses difusos, al no ser otra cosa que los intereses propios de categorías, clases o grupos de sujetos” (op. cit., p. 143). En lo que respecta al criterio de distinción, anotan Chaumet y Menicocci (op. cit., p. 143) que “Para unos autores la diferencia entre intereses difusos y colectivos se deriva de que los segundos se refieren a un grupo organizado. Para otros, lo fundamental es la individisibilidad del bien objeto de interés y su utilización simultánea por una pluralidad de personas. Esta última, pese a no ser la tendencia mayoritaria en la doctrina italiana, resulta preferible, debido a que lo fundamental de este tipo de intereses, difusos o colectivos, es su ejercicio a nivel de grupo, y, siempre que se acredite su existencia social efectiva, es indiferente a su grado de organización”. En lo atinente a otra variante procesal de instauración de un reclamo judicial de características como las del promovido en autos, ponen de relieve (op. cit., p. 152) que, “Como destacó Bielsa, ‘la acción popular es un medio jurisdiccional idóneo para defender, unido al interés personal, el interés de la colectividad referida a una entidad pública: nación, provincia o comuna’. Señalaba el gran administrativista que concurren en la acción popular dos intereses: el privado (que puede ser de orden moral, económico o jurídico político), y el público”. Va de suyo que esta es no es la única mirada susceptible de aplicar al tenor de la pretensión deducida, la que no escapa a la categoría de los llamados intereses difusos. 11 Sobre el ámbito jurídico de debate de este punto en particular, se manifiesta Augusto Morello (El proceso justo, ed. LexisNexis Abeledo-Perrot, segunda edición, Buenos Aires, 2005, p. 645) diciendo que “No puede dejar de marcarse, asimismo, que corresponde rol decisivo – diríamos casi monopólico y con fuertes tonalidades preventivas- al Derecho Administrativo (poder de policía), más poroso, maleable y con medios de eficacia inmediata, en la custodia y preservación de los derechos colectivos (que incluyen a los denominados intereses difusos)”. Enfatiza este doctrinario, en relación a la materia que interesa ahora desentrañar, que “Nos parece cada vez más evidente que ya no valen las categorizaciones de derechos subjetivos, intereses legítimos y simples o de hecho (dejaron de ser útiles, aun pedagógicamente) y, por el contrario se levantan como obstáculos en el proceso de avance paulatino, pero indetenible, del reconocimiento de nuevas legitimaciones de obrar”, pudiendo aglutinarse entre aquellos –sin mayor esfuerzo- a los derechos que se afirman afectados en este hábeas corpus correctivo que toca resolver, nutrido de connotaciones que trascienden sobremanera el derecho subjetivo de un solo individuo determinado. Admitido, entonces, lo artificioso de la obligatoria categorización y su escasa repercusión procesal, en cuanto interesa a la pretendida limitación de la legitimación, debe reconocérsele, sin embargo, su vigencia en tanto noción caracterizante de un conjunto de derechos reclamables por ante la autoridad judicial, al amparo de los textos constitucionales y de los tratados internacionales de derechos humanos incorporados a aquellos. II.2. En este punto de nuestra exposición resulta útil requerir el auxilio de los especialistas en derecho administrativo a efectos de aproximarnos al cometido propuesto, toda vez que ellos fueron quienes, históricamente, se ocuparon de analizar la tensionada -y a veces conflictiva- vinculación entre el Estado y los particulares. Y en el caso, nada más pertinente que este aporte, a poco que se advierta que la materia que nos ocupa consiste, precisamente, en la valoración de las condiciones de alojamiento que el Estado brinda a personas privadas de libertad, en circunstancias en que aquel debe hacerse cargo, como se verá más adelante, en el apartado IX, de un deber de garante respecto de éstas que se potencia por su propia situación. Por tal motivo, destaco las palabras de Juan Carlos Cassagne (Derecho administrativo, ed. LexisNexis Abeledo-Perrot, octava edición actualizada, Buenos Aires, 2006, p. 47) en cuanto remarca que “… puede inferirse claramente la distinción entre la figura técnica de la potestad y el derecho subjetivo. Ambas son situaciones subjetivas activas que pertenecen al género de los poderes jurídicos pero mientras la potestad entraña la configuración de un poder genérico, no referido a un sujeto determinado ni a una cosa en particular, el derecho subjetivo consiste en un poder concreto, en una relación jurídica determinada con respecto a un sujeto o cosa”. Agrega que “En el orden de la realidad aparecen distintas situaciones jurídicas subjetivas que no encuadran en la noción del derecho subjetivo clásico, circunscripto al orden patrimonial. Tales situaciones traducen una suerte de poder de reacción, a favor del administrado que se encuentra en una situación cualificada frente a una norma objetiva (ej.: reglamento) o a un acto concreto (v.gr., actos del proceso de selección en la contratación administrativa) que le reporta alguna utilidad o ventaja.- Apareció así la 12 categoría del interés legítimo para ampliar el ámbito de la protección jurisdiccional del administrado, configurándose una noción que si bien tiene cierto parentesco en las distintas doctrinas que la han propiciado, recibe una aplicación singularmente distinta en los sistemas comparados que organizan su protección jurisdiccional” (op. cit. p. 48). En lo que respecta a la perspectiva asumida en el derecho comparado, destaca la posición de Raneletti y Zanobini en la doctrina italiana en cuanto reseña que “En esta corriente, el derecho subjetivo sólo surge cuando en el sujeto es reconocida una potestad de querer, mientras que cuando una norma garantiza intereses individuales o colectivos, sin atribuir esa potestad de querer, hay interés legítimo y no derecho subjetivo. Aunque las normas de este tipo han sido dictadas únicamente en interés general y no tienen por fin garantizar directamente derechos subjetivos, puede acontecer que a través del respeto del interés general, resulten en forma ocasional protegidos los intereses de una persona. Es lo que se ha denominado el efecto reflejo del derecho objetivo” (op. cit., p. 49). Mientras que destaca que “Para Guicciardi, la caracterización del derecho subjetivo y del interés legítimo se funda en la distinción entre normas de acción y normas de relación. Las primeras están orientadas hacia el plano interno de la Administración y al establecimiento de normas de procedimiento. No crean relaciones jurídicas, reglamentando la actividad administrativa desde la óptica del interés público, y generan deberes y obligaciones respecto de los cuales no surgen derechos subjetivos a favor de particulares.- Dentro de esta concepción se admite la configuración del interés legítimo en dos supuestos, a saber: a) cuando el administrado se encuentra en una posición de hecho que lo hace más sensible que otros respecto de un acto administrativo (v.gr., la Administración que cierra un camino afecta más directamente a los propietarios de inmuebles con frente a dicha calle); b) si los particulares resultan ser los destinatarios del acto administrativo que se discute (ej.: el acto que resuelve una adjudicación entre quienes han participado de una licitación pública). Ello les confiere una cierta cualificación respecto de la legalidad de los pertinentes actos emitidos por la Administración Pública, lo cual genera una situación subjetiva que recibe protección por parte del ordenamiento jurídico” (op. cit., p. 50). Afirma, entonces, Cassagne que “El derecho subjetivo pertenece a la categoría de los poderes jurídicos que –tal como lo postula la corriente tradicional- comprende la titularidad de un bien o interés (…). Pero el interés legítimo, con ser una categoría capaz de satisfacer de un modo mediato los intereses individuales o sociales de carácter sustancial, no deja de ser un verdadero poder jurídico de impugnación o reacción, tanto en sede administrativa como en la judicial” (op. cit., 51). Para ello, propone verificar “… la situación en que se encuentra la persona física o jurídica como miembro de la comunidad. Su título no es ya singular sino que actúa en función del bien común o círculos de interés determinados, pero de carácter genérico (…).- En tal situación, el particular está habilitado para ejercer el derecho de peticionar ante las autoridades, el que en virtud de su rango constitucional (art. 14) no requiere de una ley que lo reconozca (aún cuando pueda ser objeto de reglamentación razonable) concretándose por medio de meras peticiones como de propuestas, iniciativas y sugerencias.- A su vez, el administrado puede, aun como portador de un interés simple, hallarse legitimado para iniciar el procedimiento administrativo (v.gr., denuncias), o bien para 13 promover una acción o recurso ante la justicia mediante el ejercicio de acciones públicas, las cuales han sido admitidas en algunos países en materia urbanística. En este último caso, se trata del llamado interés difuso coincidente con un interés simple. Pero la coincidencia entre el llamado interés simple y el interés difuso, depende de cada ordenamiento jurídico, constituyendo esta última, en definitiva, una categoría de contornos imprecisos. Se trata de un interés simple cualificado.- Sobre este punto, Grecco apunta que la categoría del interés difuso o colectivo implica ‘la concurrencia de dos elementos: por un lado un elemento de carácter subjetivo, consistente en la pertenencia a una pluralidad indeterminada de sujetos que pueden, inclusive, ser todos los que integran la comunidad general y, de otra parte, un dato normativo que es el que, justamente, atribuye la juridicidad” (op. cit., p. 54). Siendo ello así, considera que “El andamiaje de la legitimación activa se arma a partir del reconocimiento de un interés propio, inmediato y concreto del litigante, tal como lo ha establecido la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema (Fallos, 311:2580, consid. 3º; Fallos, 307:2384, consid. 4º). Es decir que, salvo los supuestos de legitimación anómala, el interés jurídico que invoque el litigante activo no puede ser ajeno, mediato ni abstracto sino perteneciente a su círculo de intereses, a su zona vital, como alguna vez ha resuelto la jurisprudencia.- Este primer requisito se completa con un segundo, representado por la exigencia de que se alegue, sobre la base de fundamentos de hecho y de derecho, con suficiente fuerza de convicción, la configuración de una lesión o perjuicio en cabeza del titular del interés (y no de terceros).- El tercer elemento de la legitimación activa está constituido por la ilegalidad, o mejor dicho, ilegitimidad de la conducta estatal o pública que se cuestiona en el proceso” (op. cit., p. 58). Por tal motivo, “la protección de los derechos de incidencia colectiva se opera a través de una ampliación de la base de legitimación a favor de personas que no se encuentran personalmente afectadas por el acto lesivo como el Defensor del Pueblo y las asociaciones que propendan a la defensa de esa clase de derechos o intereses (de incidencia colectiva) lo que no implica consagrar una acción estrictamente objetiva, ya que, en todos los supuestos, se tendrá que acreditar tanto la arbitrariedad o ilegalidad manifiestas como la lesión o amenaza de lesión a esos derechos concretos de las personas, en el marco de un caso o controversia. Caso contrario, se correría el albur de incurrir en una suerte de corporativismo desmedido” (op. cit., p. 61). Siendo esto así y en cuanto interesa al fundamento normativo constitucional de la admisión de esta categoría de derechos, puntualiza Agustín Gordillo (Derechos de incidencia colectiva, publicado en Derechos Humanos, AAVV, Fundación de Derecho Administrativo, quinta edición, Buenos Aires, 2005, p. VIII-2) que, “En particular, la nueva Constitución introduce en el artículo 43 los derechos de incidencia colectiva, categoría más extensa de tutela y de derecho de fondo que parece destinada a empalidecer la importancia de la previa distinción entre derecho subjetivo e interés legítimo, e incluso del interés difuso”. De esta manera, colige este autor que “Resulta de todo ello que el tema del derecho subjetivo stricto sensu esté destinado a perder progresivamente importancia a medida que se extiende la tutela a otras situaciones; el derecho de incidencia colectiva es una noción superadora tanto del derecho subjetivo como del interés legítimo” (op. cit., p. VIII-3). 14 Sobre la evolución sustancial de esta categoría jurídica, rememora que “La acción de clase o class action del derecho norteamericano podía pues considerarse virtualmente inexistente en el viejo derecho argentino, aunque destacadas voces se alzaban en la solución innovadora. Entre las excepciones a dicha regla empírica cabía mencionar de antaño los partidos políticos y los gremios, a los cuales siempre se reconoció una legitimación en cierto modo colectiva o al menos genérica; lo mismo con las asociaciones y entidades de derechos humanos en materia de desaparecidos. No es su objeto ni su actividad principal defender un determinado y puntual derecho individual, aunque en ocasiones puedan hacerlo” (op. cit., p. VIII-6). Siempre coherente a lo largo de toda su obra con este pensamiento, Gordillo (Tratado de derecho administrativo, Ed. Fundación de Derecho Administrativo, T. 2, La defensa del usuario y del administrado, sexta edición, Buenos Aires, 2003, p. III-15) distinguió que “El interés legítimo era la exigibilidad concurrente, compartida en forma inescindible entre varias personas, de que la administración no exceda sus facultades regladas ni dicte actos en abuso de sus facultades discrecionales; lo que tipificaba el interés legítimo era la concurrencia inseparable de varias personas en la pretensión, a diferencia de las situaciones en que la pretensión pueda individualizarse en forma exclusiva en cabeza de una sola persona”. Ocurre que, desde la mirada de este autor, “Las viejas categorías han perdido fuerza ante la creación superadora del texto constitucional, que al autorizar la defensa judicial del derecho de incidencia colectiva comprende tanto los derechos subjetivos como los intereses legítimos y difusos o colectivos. Pueden defenderse simultáneamente. La sentencia tendrá efectos individuales en los demás casos iguales al que motivó la acción. También se puede defender únicamente el derecho de incidencia colectiva a la vigencia del principio de legalidad, cuando los hechos del caso lo justifican” (op. cit., p. III-17). De esta suerte, concluye que “La diferencia entre el interés legítimo y el interés simple está en que en el interés simple el interés es común a todos los habitantes, mientras que en el interés legítimo debe pertenecer a una ‘categoría definida y limitada’ de individuos” (op. cit., p. IV-5). En una edición más reciente de su misma obra (op. cit., octava edición, p. II3) afirma “… que el tema del derecho subjetivo stricto sensu está destinado a perder importancia a medida que se extiende la tutela a otras situaciones; el derecho de incidencia colectiva es una noción superadora tanto del derecho subjetivo como del interés legítimo. Esta tendencia superadora viene siendo preanunciada en todos los ordenamientos contemporáneos. Es cada vez más frecuente en el derecho comparado englobar en un solo concepto el derecho subjetivo y el ‘interés personal, legítimo y directo’”. Propone que “La lectura del segundo párrafo del art. 43 es entonces ‘Podrán interponer esta acción en lo relativo a los derechos de incidencia colectiva en general, [tales como, a título enunciativo] [a] cualquier forma de discriminación, a los derechos que protegen al ambiente, al usuario y al consumidor’. Por lo tanto comprende todo el capítulo segundo dedicado a ‘Nuevos derechos y garantías’, pues de ello se trata: de derechos humanos previstos en el art. 75 inc. 22. Tenemos con ellos una doble remisión e inclusión en el art. 43: 15 todos los derechos de incidencia colectiva de los arts. 36 a 42 y también los derechos colectivos que emergen de los tratados celebrados o a celebrarse” (op. cit., p. II-7). Asume que “Todo el capítulo de ‘nuevos derechos y garantías’ se refiere a derechos de incidencia colectiva, tanto en su faz sustantiva como procesal. Su corolario procesal se encuentra en el art. 43. Por congruencia interpretativa, cabe reconocer también legitimación judicial para su defensa y ejercicio” (op. cit., p. II-9). Acercándonos mucho más aún al punto que me interesa examinar, dada su atinencia a la presente causa, corresponde valorar que, “Ya de antaño hay casos en que el derecho puede ser ejercido por terceros en defensa de otro sujeto de derecho que forma, o no, parte de ella como asociado. Esto es muy importante pues a veces el propio interesado es renuente a acudir a la vía judicial, o no tiene los medios suficientes para hacerlo, e interesa al orden jurídico, en ciertos casos, que la lesión a determinadas circunstancias jurídicas individuales no quede sin corrección, lo que las transforma entonces en generales o colectivas” (op. cit., p. II-19)”. Ocurre que “El clásico derecho público argentino nacional, atrasado legislativamente respecto del derecho comparado local y extranjero, admitía pues básicamente la tutela en sede judicial del derecho subjetivo, no así del interés legítimo que sólo encontraba protección en sede administrativa. El derecho de todo habitante se reducía en un ‘interés simple’ que sólo permitía hacer denuncias administrativas pero no exigir nada, ni siquiera la cesación de la irregularidad denunciada, ni recurrir en sede administrativa o accionar judicialmente (…) Frente a ellos se erigía el concepto de ‘interés difuso’, más amplio que el interés legítimo pero no tanto como el interés simple” (op. cit., p. II-29). Esta conceptualización de los derechos de incidencia colectiva, de base amplia como la propuesta en el caso, desde la perspectiva de los administrativistas, permite ahora abordar la materia desde un punto de vista consustanciado con su raíz y sentido constitucional. II.3. En este orden de ideas, y sobrepasando la perspectiva administrativista reseñada, Augusto Morello y Gabriel Stiglitz (Tutela procesal de derechos personalísimos e intereses colectivos, ed. Librería Editora Platense, Buenos Aires, 1986, p. 212) ya predicaban la necesidad, con mucha precedencia a la reforma de 1994, de “la dilatación de la legitimación de las personas directamente afectadas para consagrar una expansividad horizontal con fundamento en la protección de intereses que ni exclusiva ni privativamente se radican en una o más personas determinadas. Acontece que tales derechos, intereses legítimos o simplemente intereses humanos afectados envuelven a una ‘colmena’ de perjudicados. Se configura de tal modo una dimensión social que solidariamente abraza intereses ‘ajenos’ pero similares: son los de la categoría o grupo amenazados por igual con la violación de eso que hemos rotulado genéricamente como derecho a la dignidad de la vida.- Cualesquiera de esos derechos o intereses legítimos o intereses humanos –menesterosos de una protección directa y eficaz conforme con el derecho constitucional- habilita, sin más, al acceso a la jurisdicción en mira a obtener una pronta y no parcial tutela (…) La valoración, se nos ocurre, debe coincidir con las 16 soluciones más eficientes conectadas con la realidad social e histórica en que los conflictos y la necesidad de tutela se encuentran. Lo importante no es suprimir o desfuncionalizar los derechos subjetivos, sino comprender su continua remodelación receptándolos sin prejuicios reduccionistas…”. Según lo pone de manifiesto Marcela Basterra (LL, 2005-D, 530) en orden a determinar el fundamento constitucional de la acción de hábeas corpus correctivo, “… es la acción que procede cuando una persona que ha sido legalmente detenida, se siente perjudicada por un agravamiento ilegítimo de las condiciones de detención.- El fundamento constitucional data de la primera fase del constitucionalismo, cuando el art. 18 ‘in fine’ de la Constitución, establece que ‘las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ella’. Posteriormente reglamentada por la ley 23.098 (Adla, XLIV-D, 3733), la que también contempla específicamente que ‘el habeas corpus procede ante un acto u omisión del poder público que implique (...) b) agravación ilegítima de la forma y las condiciones en que cumple la privación de libertad’.- Con la reforma de 1994 se incorporan en el art. 75 inc. 22 once tratados de derechos humanos, con los que la Constitución comparte jerarquía de manera originaria. Con este dispositivo normativo el constituyente argentino introduce un campo de legalidad de fuente externa, la cual no es susceptible de reforma o reinterpretación. Estas normas, junto con el texto constitucional comportan el parámetro de validez de normas inferiores las que sometidas al control de constitucionalidad, deben aprobar el ‘test’ que surge de ese plexo normativo.- En ese orden de ideas la DHDDH (art. XXV) afirma que ‘todo individuo (...) tiene derecho también a un tratamiento humano durante la privación de libertad’, y el art. 5° de la CADH establece en relación al derecho a la integridad personal que: 5.2 ‘Nadie puede ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano’; 5.4 ‘los procesados deben estar separados de los condenados (...) y serán sometidos a un tratamiento especial de personas no condenadas’; 5.5 ‘Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados (...)’. En idénticos términos se establece protección en el PIDCP en los arts. 7° y 10.1. Por ello puede afirmarse no sólo que hay un reconocimiento expreso del habeas corpus correctivo, sino que el Estado argentino es garante del cumplimiento efectivo de este derecho.En oportunidad de interpretar esta normativa la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dicho que en los términos del art. 5.2 de la CADH a toda persona privada de libertad le asiste el derecho a vivir en condiciones de detención compatible con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal”. Destaca también Basterra, en lo atinente a la estrecha relación que existe entre los derechos de incidencia colectiva, la legitimación y el hábeas corpus correctivo, que “del voto del Ministro Bossert [en la causa “Mignone”] surge la argumentación más fuerte, más exhaustiva, en torno a la procedencia del habeas corpus colectivo. Sostiene el magistrado ‘Que el interés colectivo o de grupo se refiere a la relación por la que un grupo más o menos determinado de personas pretende evitar un perjuicio o conseguir un beneficio en relación con un objeto no susceptible de apropiación exclusiva o en relación a diversos objetos susceptibles 17 de apropiación exclusiva pero cualitativamente idénticos... (...)’ (consid. 13). ‘Que de acuerdo con esta posición se encontrarán legitimados para reclamar la protección de estos derechos de incidencia colectiva no sólo aquellos titulares del derecho fundamental presuntamente vulnerado -el afectado en los términos del art. 43- sino también quienes sin ser titulares del derecho tengan un interés legítimo en la preservación de los derechos o libertades de otras personas... situación que se configura en el sub lite con la actora que invoca esa legitimación con fundamento en los estatutos acompañados en la demanda (...)’ (consid. 14). ‘Que la pluralidad de sujetos ubicados en una misma situación de hecho se presenta en el caso si se tiene en cuenta que los demandantes reclaman la protección de un grupo abierto y al mismo tiempo limitado de individuos, constituido por aquellas personas que se encuentran detenidas y respecto de las cuales aun no se ha dictado condena judicial’ (consid. 20).- Intentando una caracterización de los bienes colectivos Alexy sostiene que es más fácil dar ejemplos de bienes colectivos que definir a los mismos. Así, afirma, por ejemplo que la seguridad colectiva es un prototipo bastante claro de bien colectivo, porque, nadie que se encuentre en un territorio determinado puede ser excluido de su uso y, porque el uso por parte de una persona no impide ni afecta el uso por parte de la otra. Sin embargo el autor intenta formular una definición de bienes colectivos; estableciendo los tres elementos necesarios para que un bien revista carácter de tal, ellos son: a) La estructura no distributiva de los bienes colectivos: ‘un bien es un bien colectivo de una clase de individuos cuando conceptualmente, fácticamente o jurídicamente, es imposible dividirlo en partes y otorgárseles a los individuos. Cuando tal es el caso, el bien tiene un carácter no-distributivo. Los bienes colectivos son bienes no-distributivos’.- b) El status normativo de los bienes colectivos: el carácter no-distributivo no alcanza para conceptualizar al bien colectivo; porque el mal colectivo también es no-distributivo; tal el caso de una alta tasa de criminalidad.- Aplicado este caso concreto, ¿qué es entonces lo que hace que sea un ‘bien colectivo’? Básicamente hay tres versiones conceptuales en relación a las argumentaciones de dichos bienes, ellas son; la versión antropológica; utilizada para justificar la protección del bien colectivo, cuando se dice, por ejemplo, que hay que hacer prevalecer el interés del Estado en el cumplimiento de las condiciones mínimas de trato reconocidas en el ámbito internacional a las personas privadas de su libertad (consid. 24); la versión axiológica; cuando se pondera el valor del derecho a la integridad física de los detenidos, y la versión deontológica; cuando se dice que el reaseguro y conservación de la integridad física y el derecho a un trato humanitario por parte de los detenidos está ordenada.- El último elemento es c) su fundamentación: el autor se interesa en dos tipos de fundamentación del bien colectivo; la de la economía de bienestar; que se da cuando se intenta justificar ese bien como función de bienes individuales; utilidades, preferencia. Y la de la teoría del consenso; con un criterio muy poco exigente, un bien colectivo está justificado si lo aprueban fácticamente todos; con un criterio más exigente; si la aprobasen todos en caso de que se dieran determinadas condiciones de racionalidad.- En principio los bienes colectivos se caracterizan porque en ellos confluyen dos elementos; por un lado, su forma de titularidad o participación; por el otro, el objeto preciso del interés en cuestión. Se reconoce en ese tipo de bienes un interés transindividual; que sin desconocer al individuo; sin embargo lo atraviesa para situarse 18 en forma definitiva en la órbita colectiva.- En el caso concreto esta categoría estaría constituida por aquellos bienes colectivos; que son la suma de bienes individuales afectados que distorsionan la afectación holística; que reúnen dichas características (no-exclusivos; nodistributivos); pero no revisten el carácter de universales (tal el caso del daño ambiental o el patrimonio cultural de la humanidad) sino podríamos denominar ‘grupales’; tal el caso de las personas detenidas legítimamente pero cuyas condiciones de detención se han agravado abarcando a un número indeterminado de personas, lo que implica una violación sistemática y permanente al derecho a la dignidad humana (…) Negar la existencia del habeas corpus colectivo, con base en una interpretación literal de la norma del art. 43, es un error que implicaría dotar a la Constitución de un hermetismo que la convertiría en letra muerta, ignorando el cambio de paradigmas que el constituyente incorporó en la reforma de 1994 en torno a la protección de derechos colectivos y los consiguientes procesos constitucionales como mecanismos de tutela efectiva.- La segunda conclusión es entonces que de la jurisprudencia en análisis y precedentes, de la interpretación de doctrina y de la interpretación de las normas constitucionales en orden a las características de los procesos constitucionales, esto es ‘remedio eficaz’ y ‘efecto útil’, la acción de habeas corpus colectivo tiene jerarquía constitucional y es aquella que tiene como finalidad la tutela de la libertad física o los derechos fundamentales de las personas privadas de libertad, cuando la afectación abarcara a un número determinado o indeterminado de personas”. A su vez, dice Basterra (LL, 2005-D, 530) que “En lo que interesa al argumento que venimos desarrollando aquí, el remedio requerido supone la restitución del derecho fundamental a la integridad física y las condiciones dignas de detención a efectos de incluir una clase o grupo entero que sufre permanente violaciones a ese derecho. Está claro que no serían impensables acciones individuales que exigieran el restablecimiento del derecho para quien reclame, pero parece evidente que razones de escala hacen conveniente un tratamiento conjunto y uniforme que involucre a todas los individuos afectados y no respuestas aisladas y potencialmente contradictorias. El remedio adecuado es, por ende, necesariamente colectivo”. Desde este punto de vista, por lo tanto, resulta evidente la relevancia sustancial que adquiere la acción de hábeas corpus, en tanto remedio de jerarquía constitucional, para la preservación de derechos que trascienden lo meramente subjetivo -a partir de una óptica cuantitativa- y que, además, superan el nivel de exigencia de protección común a otros derechos en los que no se encuentran involucradas necesidades tan entrañablemente humanas -desde una perspectiva cualitativa- como lo es la libertad o, en su caso, las condiciones en que su excepcional privación se debe llevar a cabo. De allí que resulte injustificada la invocada exigencia de la necesidad de individualización concreta y nominal de los sujetos presuntamente afectados, bastando con la circunstanciada caracterización de la situación deficitaria común que –se afirma- los aqueja por igual. II.4. Esta ardua cuestión, relativa a la ampliación de la legitimación activa, no permaneció ajena al examen del Máximo Tribunal Local, el que ya a fines del año 1994, es 19 decir, a poco de sancionada la reforma constitucional, se expidió, luego de analizar esta materia, sobre su admisibilidad en tanto categoría jurídica que debe ser receptada a los fines de habilitar la vía procesal que corresponda y en lo atinente a los efectos que de ella se pueden desprender, ganando jerarquía en la especie, atento a la expresa ratificación de sus criterios en el decisorio registrado en L.A. nº 56, fº 138/152, nº 26, emitido por el Alto Cuerpo, en su nueva integración. Dijo entonces, el Superior Tribunal de Justicia (LIBRO DE ACUERDOS Nº 37, Fº: 1099/1105, Nº 501, 29 de noviembre de 1.994, Expte. Nº 4062/93: Rec. de Casación e Inconstitucionalidad … IUMATTO, MONICA c/ IMPSA Y OTROS”), bajo la Presidencia de Trámite del Dr. Héctor Fernando Arrendó, que “En los derechos subjetivos clásicos (por así llamarlos) como el objeto era la vida, la propiedad, el crédito, etc. del sujeto, frente al daño causado, la víctima del daño que tenía un interés directo propio, el acceso a la justicia pidiendo protección de ellos era ‘indiscutible’.- Ahora bien, instaurados estos derechos ‘sociales’ en nuestro ordenamiento, resulta que el objeto de ellos, se nos presenta en apariencia ‘impreciso’. Es la vida del sujeto, pero es también la de los demás, es la salud de él y también de los demás y es un daño que es actual y potencial a la vez, como también individual y colectivo a la vez. De allí, seguramente su nombre ‘difuso’ impreciso.- Precisamente esta circunstancia, el hecho de que todos seamos indistintamente afectados por la amenaza, con independencia de cualquier posible agrupación en categorías, hace insuficiente la individualización y subjetivación en el individuo concreto del ‘interés’ a defender. El interés de un individuo es idéntico al de todos los demás. Un daño o una amenaza constatada por un solo individuo, corresponde al mismo tiempo a una amenaza idéntica para los otros. Se trata de derechos que participan de un interés dual: individual colectivo, interrelacionados de manera permanente, en un sentido de que los individuos particulares que en una situación determinada aparecen vinculados a un interés difuso, son al mismo tiempo titulares de un derecho individual, del mismo carácter.- (…) Todo ello exige una reelaboración de ideas, en punto a las concepción del daño, llevando a la necesidad de redimensionar, de reformular el concepto del derecho subjetivo”. Ciertamente que este razonamiento conduce inexorablemente a verificar el papel que le toca jugar al Estado así como al que cabe asignar a los jueces, por lo que, siguiendo las palabras del extinto Dr. Arnedo, “También es preciso ahondar acerca de los nuevos roles que cumple el Estado. Este ha dejado de ser el mero custodio del orden público, para transformarse en un factor que permite la vigencia del solidarismo social. Todo ello trasunta un nuevo perfil del magistrado.- De manera que en el sistema natural y social en que se inserta el hombre se dan intereses que en principio se pueden conceptuar como exclusivamente individuales. Tal circunstancia evidencia que estas nuevas categorías escapan a tentativas de encasillamiento como intereses legítimos o simples; y que no todas las situaciones pueden ser reguladas por la administración pública, pues existe también una sustancial diferencia con los intereses generales que otrora fueron delegados por los particulares al Estado organizado, ‘Los intereses generales son públicos cuando su tutela se confía institucionalmente a sujetos que, de modo permanente y ocasional, se encargan de 20 gestionarlos o administrarlos, por ello su materia es típica de una actividad administrativa, constituyéndose, en consecuencia, objeto de las normas que disciplinan el accionar administrativo. Sus titulares son, por lo tanto, los sujetos activos de la administración pública: el Estado mediante sus órganos (administración directa o no, es decir particulares en ejercicio de funciones o de servicio públicos). Consecuentemente, los intereses difusos no se distinguen de los intereses públicos por el ‘objeto’, sino por los ‘sujetos’ a los que se imputan las situaciones jurídicas que les conciernen. En efecto mientras que los segundos tienen como titulares a los sujetos que se ha mencionado en el apartado anterior, los primeros titularizan o los utilizan, gozan o disfrutan ‘bienes de importancia general …’. En una palabra los intereses generales son intereses públicos en cuanto imputados a una administración publica que institucionalmente los persigue y son intereses difusos en cuanto se hacen valer en juicio por sujetos distintos, es decir personas físicas o jurídicas interesadas…’ (…) Siendo así, considerar que el derecho subjetivo permite accionar, cuando el interés particular – jurídicamente reconocido- se ha vulnerado, con independencia, o mejor dicho sin tomar en consideración, la situación de terceros, mientras que el interés legítimo, afecta a una situación de legalidad que compromete también a otros miembros del grupo social, ha llevado a restringir en demasía la situación de los particulares frente al Estado, impidiendo en definitiva tal manera de conceptualizar estos institutos, el accionar en defensa de bienes que si bien no son particulares, el hombre coparticipa en ellos, en su goce, en su disfrute, de tal forma que, al dañarlos, en última instancia, se vulnera el derecho subjetivo a una vida plena, que propende al mejor desarrollo de la persona (…). En última instancia, la tutela de los derechos sociales no es más que el amparo de los derechos individuales expresión primaria de aquellos y como tal consagrados por la Constitución Nacional…’.- En este párrafo de Pérez Luño que cita César Moyano Bonilla, queda a mi criterio definida, en parte lógicamente, la problemática de los intereses difusos; son derechos supra individuales, no exclusivos – por ende de una persona determinada- pero que en tanto implican la coparticipación en el goce de bienes generales (aire, agua, tierra, paisajes, historia, cultura) la alteración o destrucción de esos bienes daña a aquélla en sus derechos subjetivos, como la propia vida, de tal manera que es aquel derecho el que reacciona al ser agredido en forma novedosa, inusual, en la época de su primigenia elaboración técnico jurídica (César Moyano Bonilla, ‘El derecho a la paz’ ED 146 – 651).- En consecuencia, podemos concluir: a) que se trata de derechos que no son del todo individuales (en el sentido tradicional del término), ni tampoco colectivos o generales en el sentido estricto del término; b) que la amenaza sobre los mismos es raramente apreciable de manera individualizada, en todo caso, es idéntica para todos, lo que hace que la reacción de un individuo sirva para los demás.- (Cfr. Tabeada Marcelo Alejandro, ‘Los intereses colectivos y difusos’, LL 1191 – 1544); y c) que la cuestión se centra más que en reparar el daño causado en ‘evitar’ que el mismo se produzca”. Así como se anticipara, la materia previamente examinada, relativa a la conceptualización y al alcance de la noción de derecho colectivo o de incidencia colectiva, no es una cuestión menor, meramente inspirada en razones de orden académico, sino en cuanto a que de lo que de ella se concluya servirá para avanzar en la determinación de la existencia o 21 no de legitimación en la parte actora, también debe atenderse al universo de los sujetos cuyos derechos se predican afectados, esto es, los jóvenes infractores a la ley penal alojados en dependencias policiales y penitenciarias de la Provincia de Jujuy. En este sentido, bien vale tener presente, a la hora de valorar la magnitud cuantitativa de los afectados que, como lo asevera Néstor Pedro Sagüés (Hábeas Corpus, ed. Astrea, segunda edición actualizada y ampliada, Buenos Aires, 1988, p. 216), “si los afectados son muchos o pocos, tampoco eso perjudica la viabilidad del hábeas corpus. Supóngase que el acto lesivo sea grupal, como pésima comida, falta de lugar adecuado para la higiene personal, o crueldad de trato. Si el agravio existe, es eso lo que importa, aunque los afectados sean numerosos, y muchos, o casi todos, consientan el agravio: no por haber pluralidad de víctimas, deja de ser admisible el hábeas corpus individual, o los hábeas corpus que se articulen”. Es por este motivo que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha expresado, en la mentada causa “Verbitsky” que “… la defensa de derechos de incidencia colectiva puede tener lugar más allá del nomen juris específico de la acción intentada, conforme lo sostenido reiteradamente por esta Corte en materia de interpretación jurídica, en el sentido de que debe tenerse en cuenta, además de la letra de la norma, la finalidad perseguida y la dinámica de la realidad (Fallos 312:2192, disidencia del juez Petracchi; 320:875, entre otros)” (considerando 17). Es esta la razón que inspira el privilegio que cabe conceder al objeto procesal, consistente en la verificación de deficiencias lesivas para el derecho a la dignidad y a la integridad psico-física de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, privados de la libertad, en dependencias policiales o penitenciarias, frente a la instrumentalidad procesal fijada en resolutorio de fs. 7 y vta., en el cual se decidiera imprimir a esta pretensión el trámite del proceso sumarísimo, sólo a los fines de la mayor y mejor producción de la prueba ofrecida, sin extraviar el carácter preeminente del objeto perseguido que, por su naturaleza, trasciende en mucho los ápices procesales que se pudieran levantar. II.5. Tampoco resulta ajena a mi consideración la alegación, por parte del Estado Provincial, a fs. 29, en relación a este ítem y como su derivación, de que “en autos no se ha planteado una controversia judicial concreta…”, esto es, que no existe en la presente lo que se denomina “causa judicial”, obstando, entonces, ello a la actuación de la Justicia. Sobre este punto, es verdad, tengo fijado criterio al decidir la causa nº 250/07, radicada por ante la Secretaría Penal y Contravencional de este órgano jurisdiccional, el 27 de septiembre de 2007, apartado VI, aunque sólo en lo que se circunscribe al control de constitucionalidad –y la eventual declaración de inconstitucionalidad impetrada en aquella oportunidad por la actora- respecto de normas de carácter general. Empero, no es este el mismo caso ni le son aplicables tales consideraciones, por lo que mal podría advertirse en el presente caso una solución contradictoria con la aplicada en aquella oportunidad. En la especie, se trata de una acción de hábeas corpus correctivo, con alcance colectivo, en el que el universo de sujetos afectados está conformado por aquellos 22 jóvenes infractores actualmente privados de la libertad, es decir, determinable; mientras que en aquel caso era una acción de hábeas corpus preventivo y, por ende, de naturaleza y alcance diferentes, rechazada por estar inspirada en meras conjeturas. Sobre el punto en cuestión, cabe tener en cuenta que la naturaleza y características de la acción deducida en estos obrados guarda similitud con la resuelta en la paradigmática causa “Verbitsky”, en la que la Corte Suprema de Justicia de la Nación no esgrimió la falta de individualización concreta de cada uno de los afectados para rehuir de su deber de pronunciarse, en la parte que correspondía a su competencia, claro está, a tenor de la relevancia del derecho en crisis. Por otra parte, en este sentido, el Tribunal Cimero también ha sentado criterio con la decisión adoptada en la causa resuelta el 31 de octubre de 2006 (Fallos, 329:4741) al señalar, en su considerando 6º, que “constituye un exceso de rigor formal sostener que no se ha planteado un conflicto concreto de derechos entre partes adversas y, por lo tanto, no se ha configurado una ‘causa’ en los términos del art. 116 de la Constitución Nacional. Ello es así, pues surge claramente de las constancias del expediente que los amparistas pretenden la determinación concreta de los derechos en juego, lo que configura una ‘causa’ según la doctrina de este Tribunal (Fallos: 275:282; 308:1489; 313:863, entre otros)”. Esta es, pues, la única exigencia requerida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación para activar la labor jurisdiccional. Para así decidir la Corte tuvo en cuenta que, en el caso concreto, “los actores explican en forma precisa cómo la situación precaria del hospital afecta sus derechos a la salud y a trabajar en condiciones dignas y equitativas. Por otro lado, alegan que esa situación es el resultado de la omisión arbitraria e ilegítima de la provincia, que no cumple con sus obligaciones positivas para garantizar el ejercicio de esos derechos. Por ese motivo, los amparistas solicitan que se condene al Ministerio de Salud a tomar acciones concretas tendientes a equipar y refaccionar el hospital en un plazo determinado. En tales condiciones, no puede válidamente afirmarse -tal como lo hizo el a quo- que la sentencia tendría un sentido meramente teórico o conjetural, ya que la decisión en este caso tendrá incidencia concreta en los intereses y derechos de las partes”. Ciertamente que, mutatis mutandis, tal perspectiva es de aplicación al caso, toda vez que, en este supuesto, se ha denunciando con precisión cuál es el derecho presuntamente vulnerado, las dependencias públicas en las que la vulneración acusada tiene lugar y los sujetos afectados, así como las medidas que se peticionan para superar las deficiencias referidas al promover esta acción, quedando, de tal suerte, satisfechos los extremos necesarios para autorizar la intervención judicial. Cabe recordar, además, que este mismo argumento obstativo ya fue empleado por el Estado Provincial al apelar la decisión emitida por este proveyente en la causa nº 63/06, caratulada “Hogares e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación”, ratificada luego mediante pronunciamiento dictado por nuestro Superior Tribunal de Justicia en el expte. nº 56/06, caratulado “Recurso de Apelación interpuesto por el Dr. Jorge Eusebio García en expte. nº 63/06, caratulado ‘Hogares 23 e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación’” (L.A. nº 50, fº 1383/1386, nº 454). Si bien bastaría con esta sola mención a la hora de desechar el tenor de la oposición vertida a fs. 29, no puedo dejar de mencionar que, si en aquella causa se admitió la existencia de la necesaria controversia, no obstante tratarse de actuaciones cumplidas de oficio por este Juzgado, a mérito de lo que autoriza expresamente el art. 15 de la ley 4721, en vista de la imperiosa preservación del superior interés de los niños albergados en instituciones públicas, cuyos derechos eran vulnerados, con mayor razón aún la argüida exigencia debe darse por debidamente cumplimentada, en tanto se dan los presupuestos que permiten tenerla por configurada a mérito de la naturaleza constitucional de las las razones invocadas para estimular la actividad jurisdiccional, por parte de la promotora de autos. En consecuencia, concluyo que la objeción relativa a la ausencia de caso o controversia en autos, debe ser desestimada. II.6. De esta manera, entonces, cabe concluir que el hábeas corpus correctivo, en tanto remedio procesal de raigambre constitucional, es susceptible de articulación en una modalidad colectiva, como la utilizada en autos, atendiendo a la doble circunstancia conformada, primero, por la naturaleza no necesariamente individual de los derechos que está destinado a preservar, en tanto la situación denunciada como lesiva afecta a un universo de sujetos sometidos idénticamente a ella y, por otro lado, por la necesaria indeterminación de las individualidades que componen ese conjunto, a mérito de la fluidez de la población privada de libertad y de las distintas características que guarda cada dependencia en la que se encuentra alojada. III. Legitimación activa. Deviene necesario ahora, una vez despejadas las cuestiones vinculadas a la naturaleza de la pretensión impetrada y del derecho denunciado como afectado, examinar la materia atinente a la legitimación para promover la presente acción. Sobre este punto, el Estado Provincial argumenta su oposición en base a la carencia de la mentada legitimación en cabeza de la promotora de autos, conforme fs. 26 vta., apartado V. En aras de fundar la alegación de este defecto, el Estado Provincial opuso de manera conjunta e indiferenciada los argumentos vertidos por el Superior Tribunal de Justicia en las causas “CODECUC C/ Estado Provincial” y “PROCONSUMER C/ Estado Provincial”, a cuyos efectos debe examinarse cada uno de tales precedentes y verificar si, con arreglo a las circunstancias particulares de este caso, resultan de aplicación sus postulados, no sin advertir, además, que dicho análisis debe efectuarse separadamente, atento a la distinta naturaleza de las cuestiones resueltas en cada uno de los decisorios citados y no obstante la forma defectuosa en que fueron planteados, atento a que no conducen a soluciones idénticas. III.1. 24 A efectos de determinar la procedencia o no de la defensa articulada, cabe analizar tales elementos aportados. III.1.1. En el primero de los decisorios invocados, recaído en el expediente nº 3266/04, caratulado “Acción autónoma de inconstitucionalidad-Medida Cautelar de no innovar: CONSEJO DEFENSOR DEL CONTRIBUYENTE, USUARIO Y CONSUMIDOR DE JUJUY (CODECUC) C/ ESTADO PROVINCIAL”, registrado en el Libro de Acuerdos nº 55, folios 90/102, bajo el número 16, fechado el 26 de abril de 2006, tuvo a su cargo la emisión del primer voto el Dr. Sergio González, en su calidad de Presidente de Trámite. En dicho precedente, el Presidente del Consejo Defensor del Contribuyente, Usuario y Consumidor de Jujuy, invocando la representación de éste, en los términos del art. 21 de los estatutos sociales, dedujo acción de inconstitucionalidad de los arts. 19 y 20 de la ley 5242, modificatoria de la ley 4937. Opuesta en aquel caso, por parte del Estado Provincial, las defensas de falta de personería y falta de legitimación activa, el Superior Tribunal de Justicia señaló que “resulta oportuno recordar que, en principio, el Presidente de toda Asociación Civil, sólo gestiona o ejecuta las decisiones adoptadas por la Comisión Directiva, órgano que tiene la administración de la entidad”. Luego de examinar el instrumento del cual emanarían las facultades conferidas por la mentada comisión a su Presidente, a saber, una resolución emitida por aquella, individualizada como nº 5, del 7 de julio de 2003, concluyó el Alto Cuerpo que no surgía de la misma “mandato o directiva expresa de la Comisión Directiva, a fin de interponer acción judicial, con el objeto de solicitar la inconstitucionalidad de la normativa en vigencia”, por lo cual acogió favorablemente la excepción de falta personería interpuesta. III.1.2. A su turno, la causa nº 4552/06, caratulada “ACCION DE INCONSTITUCIONALIDAD: Asociación Protección de Consumidores del Mercado Común del Sur- Proconsumer C/ Poder Ejecutivo (Ley 5503)” fue fallada el 11 de junio de dos mil siete, y registrada en el Libro de Acuerdos nº 56, folios 138/152, bajo el número 26, con la Presidencia de Trámite de la Dra. María Silvia Bernal. En sus considerandos, se aclara que “no debe perderse de vista que la promotora de autos en este juicio resulta ser la Asociación Protección de Consumidores del Mercado Común del Sur -Proconsumer-, quien se presenta en su calidad de defensora de los derechos de los consumidores y no de los ciudadanos individualmente considerados, y la cuestión propuesta como punto a resolver por la demandada resulta en definitiva, por un lado, si se encuentran afectados derechos de consumidores, y en su caso si la actora ostenta facultades para representar en juicio a consumidores como a ciudadanos de la Provincia de Jujuy considerados individualmente en reclamo de sus derechos”. En su análisis del planteo defensivo opuesto por el Estado Provincial, la Sra. Presidente de Trámite destaca la distinción que debe hacerse entre legitimación y representación procesal, a tenor de lo cual concluye que “ninguna duda puede [existir] 25 respecto de que las asociaciones actoras, por intermedio de sus autoridades han otorgado debidamente poder general para juicios, los que se encuentran agregados a fs. 75/78 de autos, y por lo tanto se encuentran debidamente representados en juicio, cuestión diversa de si tales entidades se encuentran facultadas para actuar en nombre y representación de los derechos de los ciudadanos de la Provincia de Jujuy considerados individualmente”. Siendo ello así, estima que la promotora de la causa no goza de legitimación sustancial, “toda vez que se denuncia como vulnerado tanto el derecho del usuario y consumidores como el de simples ciudadanos – sin haberse justificado que la asociación promotora conforme a sus estatutos pudiera irrogarse la representación”. Además, destaca que la referida asociación no ha adjuntado sus estatutos “con lo cual resulta imposible verificar cuáles son sus facultades y el alcance de su representación en este juicio”, agregando que “la representación que se afirma se tiene respecto de simples ciudadanos por inscribirse entre los individuales y civiles, es decir, los de primera generación, sólo puede ser invocado y defendido por su titular, por lo que sin haberse acreditado en autos la condición de dueño por parte de la actora, la falta de legitimación debe ser acogida favorablemente”. Señala, por último, que “no habiéndose acreditado en autos (v.g. mediante la presentación de los estatutos de la asociación actora) el alcance de su representación en juicio, ni el contenido de la misma, no puede entenderse que se trata el invocado, de un derecho colectivo o de incidencia colectiva, ni individual y, en razón de ello, habiendo sido negada tal circunstancia, al no resultar posible verificar la representación que se dice se tiene, la excepción de falta de legitimación sustancial activa debe acogerse favorablemente”. III.1.3. Como se aprecia, de la pormenorizada lectura de ambos precedentes citados por el Estado Provincial, las situaciones son diversas y, por ende, también lo son las soluciones establecidas por el Superior Tribunal de Justicia. En el caso “CODECUC C/ Estado Provincial” se hizo lugar a la excepción de falta de personería que, oportunamente, fuera invocada por el Presidente de la asociación actora y denunciada por el accionado, por ausencia de acreditación de que entre las atribuciones confiadas a aquel se encontrara la de deducir la acción tentada. Así lo dice expresamente el punto 1 de la parte resolutiva del decisorio recaído en dicha causa. En cambio, en el caso “PROCONSUMER C/ Estado Provincial” se acogió la excepción de falta de legitimación sustancial activa esgrimida por la asociación promotora de la causa atento a la falta de demostración de estar autorizada, por sus estatutos, para deducir tal pretensión judicial en nombre y representación de ciudadanos individualmente considerados. De este modo lo expresa categóricamente el punto 1 de dicho fallo. III.2. Ahora bien, en la especie, a diferencia de los casos previamente citados, no nos encontramos ante una acción de inconstitucionalidad, sino ante una pretensión de hábeas corpus correctivo, de alcance colectivo, lo que torna necesario marcar una distinción respecto de aquellos casos citados. Es verdad que ambos procesos guardan identidad en lo atinente a la naturaleza de su objeto, esto es, la pretensión de que se emita un pronunciamiento que verse 26 sobre materia constitucional, pero no lo es menos que también tienen diferencias sensibles que requieren ser atendidas en orden a esa misma finalidad procesal perseguida y, lo que es más importante aún, en relación al bien jurídico que resguardan. En efecto, en el primer caso, lo que se busca es la declaración de inconstitucionalidad de una norma legal, de la que se predica su deficiencia en este sentido y que, por ende, autorizaría su inaplicación a mérito de la tacha judicial. Se trata, además, de una cuestión de derecho, en el que el nudo de la controversia se afinca en la confrontación constitucional defectuosa de la preceptiva reprochada. En cambio, mediante la acción de hábeas corpus se pretende la preservación del derecho constitucional de libertad ambulatoria o bien, como en el caso, en su variante correctiva, el control de las condiciones de privación de esa libertad y su eventual modificación en beneficio del detenido, tratándose de una cuestión de hecho, en la que la oposición o conflicto se produce entre la directiva constitucional y la práctica calificada de deficiente. En este último supuesto, conforme se verá, no le son exigibles –ni podrían serlo, atento a la naturaleza del derecho protegido- mayores exigencias en materia de legitimación. III.2.1. A efectos de valorar adecuadamente la extensión de la autorización para deducir esta acción, conviene tener presente que, como lo señala Basterra (LL, 2005-D, 530),”En el caso [Verbitsky] se legitima al CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) para interponer esta acción, no hay dudas que efectivamente es una de la asociaciones ‘que propenden a esos fines’ (art. 43, 2° párrafo). La Corte le había otorgado legitimación en ‘Mignone’ en los siguientes términos ‘A tal fin, cabe recordar que la amparista funda su legitimación para actuar en el sub lite, por un lado, en diversas disposiciones de su estatuto asociativo, a tenor de las cuales tiene como objeto social la defensa de la dignidad de la persona humana, de la soberanía del pueblo y del bienestar de la comunidad, por medio, entre otros, de acciones judiciales destinadas a procurar la vigencia de aquellos principios y valores, en particular, asumiendo la representación de personas o grupos afectados en causas cuya solución supone la defensa de los derechos humanos y, por el otro, en el art. 43 de la Ley Fundamental’”. En el caso “Verbitsky”, recuerda esta misma autora seguida (LL, 2005-D, 530), se establece que "el Centro de Estudios Legales y Sociales se halla legitimado activamente para accionar en forma colectiva en representación de las personas detenidas en comisarías de la provincia de Buenos Aires, de conformidad con lo prescripto por el párrafo segundo del art. 43 de la Constitución Nacional (Fallos: 320:690; 323:1339 y 325:524)’. Continúa el Procurador General de la Nación que ‘reconocer a la actora legitimación para representar a los individuos de un colectivo, pero ordenar que el ejercicio de esa representación tenga lugar de manera individual y separada ante cada uno de los jueces a cuya disposición se hallan detenidos, equivale a desvirtuar la previsión constitucional de una acción grupal o colectiva como medio más idóneo para la solución de la controversia en el caso de los 27 derechos de incidencia colectiva. (...) Por lo demás, también lleva la razón, a mi entender, la actora cuando sostiene que, en atención a la situación denunciada -cuyas características y gravedad tanto el Tribunal de Casación como el propio a quo reconocen-, el ejercicio de acciones individuales en procesos separados podría incluso perjudicar a los miembros del colectivo (punto IV del dictamen del procurador doctor Becerra).- Doctrina más reciente aporta lineamientos concretos en torno a la interpretación de la legitimación en los procesos colectivos. Gelli hace una categorización de legitimados en materia de amparo colectivo, entre otros, fundamenta la del CELS en que aún no habiendo ley reglamentaria del registro de asociaciones a que se refiere el art. 43 de la Constitución, debe reconocerse, toda vez que [de] no hacerlo el impedimento surgiría de una inconstitucionalidad por omisión. Jiménez reconoce inclusive la legitimación en materia de derechos de incidencia colectiva, del habitante, esto es la acción popular, para casos en que deba defenderse la legalidad constitucional y el patrimonio social. Entendiendo que el dispositivo de la norma del art. 43, 2° párrafo no es que sólo limita exclusivamente la legitimación al ‘afectado’, al defensor del pueblo y a las asociaciones, sino que es ‘además’ a quien especialmente habilita.- Gozaíni afirma que la pretensión, en las acciones colectivas puede deducirse; 1) por una persona con representación suficiente; 2) una entidad regularmente constituida que demuestre en sus estatutos el objeto social que lo vincula con el proceso (este es el caso del CELS, según lo ha señalado la Corte y tribunales inferiores, en el presente caso); 3) una entidad ocasionalmente compuesta que tenga ‘adecuada representación’ y 4) El defensor del pueblo o Ministerio público.- Aplicando este estándar al habeas corpus colectivo, estarían legitimados para interponer la acción en principio; 1) el defensor del pueblo; 2) el Ministerio público; 3) una asociación que ‘propenda a los fines’ en sus estatutos u objeto social; 3) una asociación ocasionalmente constituida a los efectos con representación suficiente.- Sin embargo, cuando la Constitución se refiere a la legitimación para el caso del hábeas corpus como acción individual, establece que podrá interponerse por ‘el afectado o por cualquiera en su favor’, ¿esto implica entonces que hay una acción popular para interponer un habeas corpus colectivo? ¿significa que ‘cualquiera del pueblo’ puede interponer un hábeas corpus en defensa de un colectivo de personas? Si se aplica estrictamente la combinación del 2° párrafo del art.43 y del 4° párrafo podría pensarse que sí, sin embargo no parece que eso es lo que surge del texto constitucional. No advierto en la norma del art. 43 que se haya establecido una acción popular. Sí procesos constitucionales colectivos de gran amplitud, limitados por la razonabilidad que es inescindible en toda interpretación de la norma constitucional”. Dejo aquí sentado mi criterio en cuanto entiendo que el art. 43 de la Constitución Nacional no instaura lisa y llanamente una acción popular, mas ello no me impide tener en cuenta –como a continuación se hará- otros elementos de peso a favor de la necesaria amplitud de la legitimación en procesos como el que nos ocupa. Por su parte, consultado Osvaldo Alfredo Gozaíni (Introducción al derecho procesal constitucional, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2006, 270), a la sazón, autor citado en el comentario precedentemente glosado, ratifica su posición “a favor de la legitimación amplia de estas corporaciones, sin necesidad de exigir un registro previo de sus actividades y 28 una constitución formal que valide ante la justicia su intervención en juicio”. Esta amplitud –o apertura- interpretativa, jurisprudencial y doctrinariamente consagrada a favor de la legitimación para deducir pretensiones como la impetrada en autos, no me exime de la necesidad de verificar, en el caso concreto, si la existencia de tales requisitos se torna exigible de modo inexorable en orden a autorizar la promoción de esta acción. III.2.2. Sobre la denuncia de la carencia del requisito de demostración de la representación suficiente, cabe decir que, a poco que se analice la cuestión, resulta forzoso concluir en lo equivocado de la pretensión defensiva invocada. En efecto, a tenor de lo que expresamente dispone el art. 43, última parte, de la Constitución Nacional, “Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento ilegítimo en la forma o condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de personas, la acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolverá de inmediato, aún durante la vigencia del estado de sitio”. Por otra parte, conforme lo autoriza el art. 40, numeral 1, de la Constitución Provincial, “Toda persona (…) podrá por sí o por tercero en su nombre, sin necesidad de mandato…” interponer esta acción. Más aún, según se desprende del art. 40, numeral 2, de nuestra Carta Magna local, “La acción de hábeas corpus podrá instaurarse sin ninguna formalidad procesal, pero si la denuncia no proporcionare todos los elementos indispensables para darle trámite, se intimará al denunciante para que en el plazo de horas que el juez fije, suministre los que conociere; de no conocerlos se requerirá, de las autoridades superiores de quien hubiere dispuesto o ejecutado el acto lesivo, las informaciones necesarias”. Respecto de esta norma en particular, cabe efectuar una mención todavía más elocuente de la importancia que le ha concedido el constituyente jujeño al instituto en examen. Me refiero a la manda contenida en el numeral 7 de la misma norma, en cuanto dispuso que “Son nulas y sin valor alguno las normas de cualquier naturaleza que reglamenten la procedencia y requisitos de esta denuncia o su procedimiento”. De esta manera, entonces, surge la pretensión de no dejar librado ni siquiera al legislador local el dictado de cualquier preceptiva que, so pretexto de reglamentación, pueda llegar a disminuir un ápice el sentido y alcance de la protección constitucional. A su vez, el art. 3, numeral 2, de la ley 23098 dispone la procedencia de la acción cuando medie “Agravación ilegítima de la forma y condiciones en que se cumple la privación de la libertad sin perjuicio de las facultades propias del juez del proceso si lo hubiere”. De la armónica lectura de estas normas se colige, sin mayor esfuerzo que: a) la acción de hábeas corpus es uno de los remedios constitucionales de excepcional urgencia a los fines de evitar o corregir privaciones de libertad ilegítimas o el agravamiento de las condiciones de esa privación; b) puede ser interpuesta por cualquier persona, sin requerirse mandato alguno en cabeza del proponente; c) no admite formalidades de ninguna naturaleza; 29 d) para el caso de imprecisiones en la denuncia, ésta deberá ser salvada por el promotor de la causa, dejando a salvo del deber de las autoridades pertinentes de satisfacer este requerimiento cuando aquel no conociere los elementos necesarios para darle trámite. Indudablemente que tales extremos se justifican a mérito del bien jurídico que se pretende proteger, a saber, la libertad o, en su caso, las condiciones dignas en que se debe llevar adelante su privación, lo que no admite la oposición de obstáculos procesales que no hagan más que dilatar la decisión final al respecto. A la luz de lo preapuntado es dable inferir que cualquier persona está legitimada para interponer la acción que nos ocupa, bien sea que lo haga de manera individual o colectiva y que el sujeto cuya libertad o condiciones de su privación se trata de preservar sea, a la vez, individual o un colectivo de personas. Allí donde la Constitución y la ley no distinguen no es dado a los magistrados distinguir, como lo advierte el Sr. Agente Fiscal en su dictamen, y, menos aún, cuando de lo que se trata es de no incurrir en interpretaciones restrictivas de un remedio procesal –de naturaleza constitucional, lo recuerdo- destinado a proteger vulneraciones al derecho a la libertad. Desde esta perspectiva, cabe destacar que, ante la duda interpretativa que pudiere surgir, la lectura que debe propiciarse del instituto de marras debe ser a favor de la intangibilidad del derecho a la libertad o, en su caso, de su privación en condiciones dignas y adecuadas al estándar constitucional que la admite. Por lo demás, estimo que ningún atisbo de duda puede caber ante expresiones claras como las utilizadas por los textos constitucional y legal aplicables al caso, a saber, “por cualquiera en su favor” (art. 43 de la Constitución Nacional) y “por tercero en su nombre, sin necesidad de mandato” (art. 40, numeral 1 de la Constitución Provincial). Y no se pretenda sostener en contra de lo que digo que la Presidenta de la Organización No Gubernamental promotora de estos autos no ha acreditado la especificidad de su objeto en la materia, con el instrumento respectivo, en tiempo y forma propios, lo que, por lo demás, aparece corroborado con la documental agregada a fs. 71/81 –en el la que se incluye copia del decreto provincial nº 4773 del 3 de noviembre de 1988-, material consentido por el Estado Provincial, luego de haber sido puesto a su conocimiento. Digo esto porque, conforme se ha visto en el apartado precedente, ello era absolutamente innecesario, con arreglo a la preceptiva que regula la materia inherente al hábeas corpus. Tampoco puede pretender negarse legitimación para formular la denuncia que inaugura esta vía procesal basado en la ausencia de demostración del carácter que inviste la Sra. Carmen Peña, habida cuenta que, según se lo permiten los arts. 43, última parte, de la Constitución Nacional y 40, numeral 1, de la Constitución Provincial, ella misma, por sí y sin necesidad de invocar su calidad de autoridad de la Organización No Gubernamental denunciante, estaba igualmente habilitada para hacerlo y así debe ser establecido en autos. Ciertamente que pretender refugiarse, a los fines de enervar la acción, en la preclusión procesal, bajo el argumento de la falta o intempestividad de la acreditación de la personería, deviene improponible. A este fin, recuérdese que este proveyente, sin desconocer el objeto procesal que inspira la acción, sólo ha adoptado el criterio de imprimirle un trámite que, con ser más amplio que el autorizado por el hábeas corpus, no lo es tanto como para 30 dilatar innecesariamente la resolución que habrá de recaer sobre el mismo, habida cuenta de la naturaleza compleja de las probanzas ofrecidas por ambas partes, consentida esta decisión por todos los involucrados. Nada de esto implica, entonces, perder de vista que, siendo uno solo el objeto procesal del hábeas corpus correctivo interpuesto, sean sus reglas las que deben regir a la hora de ponderar los aspectos sustanciales de la controversia, en tanto ello sea posible, en aras de no desvirtuar el instituto. En consecuencia, la excepción de falta de acción opuesta por el Estado Provincial respecto de la denunciante debe ser desestimada por no encontrar asidero en la preceptiva especial, de orden constitucional, que autoriza la admisibilidad del remedio procesal que representa el hábeas corpus correctivo, con alcance colectivo, y la consecuente autorización constitucional para que pueda ser interpuesto por cualquier persona en beneficio del o de los afectados. IV. La competencia. Este aspecto, cuestionado también por el Estado Provincial, merece ser analizado desde dos puntos de vista diferentes. El primero de ellos, a la luz de la legislación local que regula la competencia territorial de este fuero especial, y en lo que particularmente respecta a este órgano jurisdiccional y el segundo, a mérito del contenido del fallo “Verbitsky”, vinculado a la competencia material, habida cuenta que la competencia, como lo afirma Lino Enrique Palacio (Derecho procesal civil, ed. Abeledo-Perrot, tomo II, Sujetos del Proceso, pagina 367, Buenos Aires, 1990), es “la medida de la función judicial”. IV.1. Competencia Territorial. Sobre el primero de los puntos propuestos al examen, cabe advertir que, a pesar de lo solicitado por la Sra. Carmen Peña, al deducir su pretensión, este Juzgado se encuentra limitado para expedirse respecto de la situación de los establecimientos policiales ubicados fuera del ámbito de su competencia territorial, con arreglo a lo establecido por el art. 9 de la ley 4970, en cuanto dispuso que “Uno de los juzgados de menores creados por la ley 4721 (‘creación del juzgado de menores’) integrará en forma permanente el Centro Judicial de San Pedro de Jujuy, tendrá su asiento en esa ciudad y su jurisdicción comprenderá a los departamentos de San Pedro, Ledesma; Santa Bárbara y Valle Grande”. En consecuencia, este órgano jurisdiccional se encuentra limitado, en lo atinente a su competencia territorial, a la que le marca la ley 4721, con exclusión de la que expresamente menciona el citado art. 9 de la ley 4970, por lo que mi análisis del planteo de hábeas corpus interpuesto se circunscribirá a las dependencias policiales y penitenciarias sitas en el territorio mencionado. Hacerlo de otro modo implicaría vulnerar la competencia que legalmente marca el ámbito de actuación geográfico de este Juzgado. IV.2. La competencia material. En orden a verificar la extensión de la competencia material de este órgano jurisdiccional, deviene menester efectuar un pormenorizado estudio de los principios 31 interpretativos sentados por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo “Verbitsky”, habida cuenta que de ellos se desprenderán gran parte de las respuestas aplicables en la especie. La relevancia del análisis de esta cuestión se vincula necesariamente a lo que el Tribunal Cimero ha dicho respecto de la invocación de vulneraciones a los derechos humanos como la enunciada, precisamente, en el decisorio arriba mencionado, esto es, que “… existe cuestión federal suficiente pues se cuestiona la inteligencia y el alcance otorgado al art. 43 de la Constitución Nacional, como así también la violación al art. 18 in fine del mismo cuerpo, y a diversas normas contenidas en los tratados, convenciones y documentos internacionales que forman parte de nuestro bloque constitucional” (considerando 13). De esta afirmación vertida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación se deriva la naturaleza eminentemente constitucional que tiene la materia sometida a conocimiento y decisión de este Juzgado. Ello es así a la luz de la jerarquía de los derechos que se dicen afectados y sobre cuya valoración, corresponde resolver. IV.2.1. La primera cuestión a considerar estriba en el obstáculo, esgrimido por el Estado Provincial, referido a la imposibilidad de intromisión –o ingerencia- del Poder Judicial en materias inherentes al Poder Ejecutivo, en cuanto hace al diseño de la política carcelaria. Ciertamente que esta es una de las objeciones más recurrentemente esgrimidas por el Estado a la hora de oponerse al andamiento de pretensiones como la instaurada. El sistemático señalamiento de los límites de la jurisdicción a efectos de pretender enervar la actuación de los Magistrados, sin detenerse a puntualizarlo con precisión, no contribuye a dirimir la cuestión sino, antes bien, a profundizar la indefinición en desmedro de la claridad con la que deben interpretarse las normas constitucionales -e internacionales en materia de derechos humanosque regulan la materia. Basta para sostener lo que digo lo manifestado por el Estado Provincial a la hora de apelar el decisorio emitido por este órgano jurisdiccional en la causa nº 63/06, caratulada “Hogares e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación”, ratificado luego mediante pronunciamiento dictado por nuestro Superior Tribunal de Justicia en el expte. nº 56/06, caratulado “Recurso de Apelación interpuesto por el Dr. Jorge Eusebio García en expte. nº 63/06, caratulado ‘Hogares e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación’” (L.A. nº 50, fº 1383/1386, nº 454). Es evidente que este extremo tampoco pasó inadvertido para la Corte Suprema de Justicia de la Nación al resolver la causa “Verbitsky”, en la que, en su considerando 25, fijó las fronteras de las competencias judicial y administrativa al poner de relieve que “no compete a esta Corte evaluar la oportunidad, el mérito o la conveniencia de las medidas políticas adoptadas por la administración provincial, ni poner en discusión su política penitenciaria y, menos aún, su política criminal en la parte en que le compete”. Asimismo, señaló que, “… a diferencia de la evaluación de políticas, cuestión claramente no judiciable, corresponde sin duda alguna al Poder Judicial de la Nación garantizar la eficacia de los 32 derechos, y evitar que éstos sean vulnerados, como objetivo fundamental y rector a la hora de administrar justicia y decidir las controversias” (considerando 27). Sin embargo, no puede soslayarse que “Ambas materias se superponen parcialmente cuando una política es lesiva de derechos, por lo cual siempre se argumenta en contra de la jurisdicción, alegando que en tales supuestos media una injerencia indebida del Poder Judicial en la política, cuando en realidad, lo único que hace el Poder Judicial, en su respectivo ámbito de competencia y con la prudencia debida en cada caso, es tutelar los derechos e invalidar esa política sólo en la medida en que los lesiona” (considerando 27). En rigor, como lo sostiene el máximo Tribunal de la Nación, “Las políticas tienen un marco constitucional que no pueden exceder, que son las garantías que señala la Constitución y que amparan a todos los habitantes de la Nación; es verdad que los jueces limitan y valoran la política, pero sólo en la medida en que excede ese marco y como parte del deber específico del Poder Judicial. Desconocer esta premisa sería equivalente a neutralizar cualquier eficacia del control de constitucionalidad” (considerando 27). Es, precisamente, sobre esto, que cabe juzgar en autos sin que ello implique, como persigue advertirlo el Estado Provincial, una improponible ingerencia del Poder Judicial en áreas propias del Poder Administrador. La pregunta básica a formular y cuya respuesta será la verdaderamente dirimente para esta causa es si las condiciones de alojamiento de jóvenes en presunta infracción a la ley penal, detenidos en comisarías de la Policía y unidades del Servicio Penitenciario provinciales responden al estándar constitucional fijado por la Convención sobre los Derechos del Niño, la Carta Magna Nacional y en los instrumentos internacionales y normativa interna que los complementa y, en su caso, y según corresponda, proceder a ordenar su corrección. Como se ve, entonces, ninguna referencia valorativa se hace o debe hacerse al diseño o implementación de política alguna sobre la materia, sino, antes bien, como se dijo en el apartado III.2 de estos considerandos, sólo a su práctica, en cuanto entra en conflicto con la manda constitucional o internacional equiparada a aquella. IV.2.2. La segunda materia a examinar consiste en la, alegada por el Estado, posible limitación a la competencia de este órgano jurisdiccional para ponderar las condiciones de alojamiento de jóvenes privados de la libertad a disposición de juzgados y tribunales distintos al titularizado por este proveyente. A los fines de señalar un punto de vista inicial para el análisis de esta materia, cabe tener en cuenta lo decidido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Bulacio”, en el que, lo recuerdo, nuestro país resultara condenado. En ese precedente el Tribunal Internacional dejó sentado con absoluta claridad que “Otra medida que busca prevenir la arbitrariedad o ilegalidad es el control judicial inmediato, tomando en cuenta que en un Estado de derecho corresponde al juzgador garantizar los derechos del detenido, autorizar la adopción de medidas cautelares o de coerción, cuando sea estrictamente necesario, y procurar, en general un trato consecuente con la presunción de inocencia que ampara al 33 inculpado mientras no se establezca su responsabilidad. ‘[U]n individuo que ha sido privado de su libertad sin ningún tipo de control judicial debe ser liberado o puesto inmediatamente a disposición de un juez, pues el contenido esencial (de este) artículo 7 de la Convención Americana es la protección de la libertad del individuo contra la interferencia del Estado’” (considerando 129). Queda determinado, entonces, el carácter que se asigna a la intervención de los jueces, por parte de la Convención Americana de Derechos Humanos y como derivación de la interpretación que le confiere la Corte Interamericana, en materia de control de las condiciones de privación de la libertad. IV.2.2.1. La distinción merece ser hecha, habida cuenta que, ninguna duda cabe puede caber acerca de la competencia para que este Juzgado sea el que controle y corrija la eventual inobservancia por parte de las fuerzas de seguridad de las disposiciones constitucionales e internacionales de derechos humanos incorporadas –y equiparadas- a aquellas, en materia de alojamiento de personas privadas de libertad por orden de este proveyente. En rigor, como lo recordara el Tribunal Cimero en el considerando 34 del decisorio emitido en la causa “Verbitsky”, “Que el art. 18 de la Constitución Nacional al prescribir que ‘las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que ella exija, hará responsable al juez que la autorice’, reconoce a las personas privadas de su libertad el derecho a un trato digno y humano, como así también establece la tutela judicial efectiva que garantice su cumplimiento”. IV.2.2.2. Ahora bien, esta circunstancia no aparece tan claramente definida a la hora de considerar idéntica competencia de contralor respecto de jóvenes infractores detenidos por orden de órganos jurisdiccionales distintos a aquel por ante el que se promueve la acción de hábeas corpus correctivo. Este problema surge ratificado en su complejidad tanto por la doctrina como por la jurisprudencia. En efecto, señala Néstor Pedro Sagüés (Hábeas Corpus, ed. Astrea, segunda edición actualizada y ampliada, Buenos Aires, 1988, p. 214) que “el art. 3º, inc. 2º, de la ley 23.098 puede provocar conflictos de competencia nada recomendables, ya que habilita el hábeas corpus que tratamos ‘sin perjuicio de las facultades propias del juez del proceso’, si lo hubiere. Lo normal en tales casos, por cierto, es que si el detenido está a disposición de juez competente (penal, casi siempre), sea éste a quien le toque regular la situación de detención del preso, corregir los vejámenes que sufra, o limitar las pretensiones improcedentes del arrestado (y a ese fin, los Códigos procesales Penales tratan a menudo las atribuciones de tal juez).- La ley 23.098, en cambio, hace actuar aquí dos jueces: el del detenido (si está a disposición de un magistrado), y el del hábeas corpus. ¿Qué ocurre si uno entiende que una modalidad de detención lesiona el art. 18 in fine de la Const. Nacional, y el otro piensa lo opuesto? ¿Habrá que radicar el hábeas corpus contra la decisión del juez penal, si el acto 34 lesivo se le imputa a éste? ¿Es adecuado que un magistrado del mismo grado pueda interferir en la actuación de un colega, por medio del hábeas corpus correctivo?”. Tampoco la Corte Suprema de Justicia de la Nación fue extraña al entuerto al afirmar que “… indefectiblemente son de competencia de los jueces propios de las causas a cuya disposición se encuentran las personas detenidas, quienes tienen, por expreso imperativo constitucional, la obligación de comprobarlas y, en su caso, de adoptar las medidas necesarias para corregirlas” (considerando 21). Por ello, juzgó “su deber instruir a la Suprema Corte y a los demás tribunales de la Provincia de Buenos Aires para que en sus respectivas competencias extremen la vigilancia para el adecuado cumplimiento de las Reglas Mínimas y de las normas que nacional e internacionalmente imponen el tratamiento digno de toda persona privada de libertad y, en especial, en lo que hace a la tutela de la vida humana y la integridad física de los presos, del personal y de terceros” (considerando 40) y también, “por estar comprometida la responsabilidad internacional del Estado Federal, instruir a la Suprema Corte y a los demás tribunales de la Provincia de Buenos Aires para que hagan cesar con la urgencia del caso el agravamiento [‘que importarían trato cruel, inhumano o degradante u otros análogos’] o la detención misma, según corresponda” (“Verbitsky”, considerando 41). Este criterio fue ratificado en el hábeas corpus correctivo interpuesto en amparo de procesados con prisión preventiva y alojados en dependencias del Escuadrón 53 de Gendarmería Nacional y en la Alcaidía Federal de la Provincia de Jujuy, en el que el Sr. Representante del Ministerio Público por ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación a quien le tocara pronunciarse en el evento, Luis Warcalde, cuyos términos el Tribunal hizo propios (CSJN, 23/12/2004), dijo que “… si bien es cierto que no es tarea de los jueces -y escapa a sus posibilidades reales- resolver por sí mismos las falencias en materia edilicia que determinan la superpoblación carcelaria, sí lo es velar porque el encarcelamiento se cumpla en forma acorde con los parámetros que establecen las leyes y las normas constitucionales, y ordenar, dado el caso, el cese de los actos u omisiones de la autoridad pública que, medido con arreglo a esas pautas, impliquen agravar ilegítimamente la forma y las condiciones de ejecución de la pena. Si se tiene en cuenta que el habeas corpus correctivo fue instituido específicamente para un cumplimiento más expeditivo de esa tarea, el rechazo in limine de la acción por parte de los magistrados intervinientes no resulta admisible”. En tal sentido, Warcalde recuerda que el Tribunal Cimero “ha dicho que con la extensión del procedimiento sumarísimo de habeas corpus a la protección de la dignidad y respeto a la persona, con los que debe cumplirse la privación de libertad, el legislador ha buscado establecer un medio legal adicional, rápido y eficaz, para resguardar el trato digno en las prisiones y para solucionar situaciones injustas que allí se planteen. Pues lo que caracteriza al instituto sub examine es el objetivo de suministrar un recurso expeditivo para la protección de los derechos comprometidos cuando fuere urgente modificar el agravamiento de las condiciones de detención, y cuando ello no aconteciere por cualquier razón (Fallos: 322:2735, consid. 4°).- También expresó, en el consid. 5° del mismo precedente, que el ingreso a una prisión no despoja al hombre de la protección de las leyes y, en primer lugar, de la Constitución Nacional, de modo que toda situación de privación de la libertad impone al juez 35 o funcionario que la autorice el deber de garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos del detenido no afectados por la medida de que se trate.- A este respecto, conviene siempre tener presente que el art. 18 de la Constitución Nacional sienta una pauta general, pero de claro contenido prescriptivo, al disponer que ‘las cárceles serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice’.- A lo que se añade, ya en el plano legal, lo dispuesto, concretamente, por la ley 24.660 en cuanto a que ‘el número de internos de cada establecimiento deberá estar preestablecido y no se lo excederá a fin de asegurar un adecuado alojamiento’, asimismo, que ‘todos los locales estarán siempre en buen estado de conservación’ y ‘su ventilación, iluminación, calefacción y dimensiones guardarán relación con su destino y factores climáticos’ (art. 59), que ‘los establecimientos deberán disponer de suficientes y adecuadas instalaciones sanitarias y proveerán al interno de los elementos indispensables para su higiene’ (art. 60), y que ‘al interno se le proveerá de ropa suficiente para su cama individual, la que será mudada con regularidad’ (art. 64).- También en las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos (adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, y aprobadas por resoluciones 663C y 2076 del Consejo Económico y Social) se establece, específicamente, que ‘los locales destinados a los reclusos y especialmente aquellos que se destinan al alojamiento de los reclusos durante la noche, deberán satisfacer las exigencias de higiene, habida cuenta del clima, particularmente en lo que concierne al volumen del aire, superficie mínima, alumbrado, calefacción y ventilación’ (regla 10), y que ‘las instalaciones sanitarias deberán ser adecuadas para que cada recluso pueda satisfacer sus necesidades naturales en el momento oportuno, en forma aseada y decente’ (regla 12)”. Esta directriz emanada del pronunciamiento del Tribunal Cimero autoriza a concluir que, en principio, son competentes para dirimir la pretensión protectoria los jueces a cuya disposición se encuentran las personas privadas de su libertad. En el caso, cabría aseverar, entonces, que, en base a esa regla preliminar, mi pronunciamiento sólo podría alcanzar a aquellos jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, que se hallen bajo la estricta dependencia de este Juzgado y sometidos a una disposición en tal sentido. IV.2.2.3 Sin embargo, cabe verificar que, en el caso, y atento a la naturaleza eminentemente protectoria de derechos constitucionales que tiene la pretensión interpuesta, las eventuales limitaciones existentes merced a este principio, pueden –y deben- ser apreciadas con flexibilidad. Doy razones. En primer lugar, cabe detenerme en las atribuciones de supervisión de este órgano jurisdiccional en particular. 36 Desde el punto de vista de la actividad de control jurisdiccional de la detención que experimenta un justiciable condenado, tengo fijado criterio, expuesto en la causa nº 212/2006, en la que señalé –y estos conceptos pueden ser aplicables en la especie, mutatis mutandis- que, “Conforme lo dispone el art. 3 de la ley 24.660, ‘La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, estará sometida al permanente control judicial’, agregando que ‘El juez de ejecución o juez competente garantizará el cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos de los condenados no afectados por la condena o por la ley”. Con arreglo a lo previsto por el art. 4 de la misma norma, forma parte de esa competencia ‘Resolver las cuestiones que se susciten cuando se considere vulnerado alguno de los derechos del condenado’.- Ciertamente que la norma de marras no ha individualizado con precisión quién es el juez competente en cada caso concreto, mas ello se compadece con el régimen federal de gobierno, con arreglo al cual el art. 228 de la ley fijó un lapso para que las provincias concordaran sus respectivas legislaciones con la preceptiva nacional que regula la materia, lo que el Poder Legislativo de Jujuy hizo mediante el dictado de la ley 5131, sancionada el 27 de mayo de 1999, promulgada el 22 de junio y publicada en el Boletín Oficial el 14 de julio del mismo año.- De lo que no pueden quedar dudas es que la competencia en lo atinente a la ejecución de las sentencias condenatorias es judicial. Esta solución legal se justifica pues, como lo recuerda Luis Guillamondegui (La reforma de la ejecución penal y la necesidad del control jurisdiccional en un Estado de Derecho, JA, suplemento de Ejecución Penal, 2006-III, Buenos Aires, 2/8/2006, p. 29) ‘más allá del olvido casi histórico que significó el tratamiento de la ejecución de la sentencia penal, hoy, debido a la influencia de la normativa supraconstitucional y el aporte de corrientes penológicas, se destaca la importancia de la fase ejecutiva dentro del proceso penal como otra de sus etapas, y representa el verdadero momento de obrar de la jurisdicción, ya que permite la actuación en concreto del Derecho Penal en busca del restablecimiento del orden jurídico vulnerado por el delito’. Es que, ‘a pesar de la errónea creencia generalizada de que la participación jurisdiccional termina con el dictado de la sentencia condenatoria, lo real es que a partir de ese momento es cuando comienza lo ‘más traumático para el condenado’, que es cumplir su condena. Y si la misma se trata de una pena privativa de libertad, resulta más que justificada la continuación y actuación preponderante del Poder Judicial, a través del órgano competente (tribunal de sentencia o juez de ejecución penal), puesto que ‘Allí donde el Estado ejerce de manera más violenta su poder, confiscando la libertad de un ciudadano, el control jurisdiccional es ineludible’, en busca de ‘equilibrar’ la situación de inferioridad en la que se encuentra el ‘preso’”. En suma, para que la cárcel no se convierta en ese “espacio sin ley” del que habla Alberto Bovino (Justicia penal y derechos humanos, bajo el título Control judicial de la privación de libertad y derechos humanos, ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2005, p. 125 y siguientes) debe comprenderse que “la necesidad de control judicial de la privación de libertad (…) no es sino una manifestación específica del deber estatal de conceder acceso al control judicial de cualquier acto de la administración que afecte o pueda afectar derechos o libertades 37 fundamentales de las personas. Si ese control judicial está garantizado para las personas libres en sus relaciones regulares con la administración, con mucha mayor razón debe estar garantizado a las personas privadas de su libertad, dada la especial situación en que estas personas se encuentran”. Se trata, entonces, de la ratificación del principio de revisión judicial de todas las decisiones estatales, susceptibles de provocar afectación de derechos de las personas en general y de los jóvenes, en particular. IV.2.2.4. Si esto cabe predicar del control de las modalidades de cumplimiento de las condenas con mayor razón aún se justifica tratándose de jóvenes sometidos a proceso y que, por ser tales, gozan de la presunción de inocencia. En estos casos, los criterios de ponderación de las condiciones de alojamiento, con ser iguales a las que cabe exigir para los condenados, deben pasar por el tamiz de un estándar todavía más exigente, resultando pasibles de ser sometidas a controles aún mucho más amplios, atento a la característica de especial vulnerabilidad que es dable predicar de dicho universo de sujetos, con arreglo a lo declarado en el Preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño. Dice el art. 167, inciso 13 de la Constitución Provincial que el Superior Tribunal de Justicia tiene el deber de “visitar las cárceles y los lugares de detención para comprobar su estado y atender los reclamos de los condenados, procesados o detenidos, debiendo adoptar de inmediato las medidas que estimare convenientes para subsanar cualquier irregularidad, defecto u omisión”. Del texto glosado surgen sin mayor esfuerzo interpretativo tres conclusiones: la primera, que nuestra Carta Magna local prevee un mecanismo de control cuyo ejercicio se confía a la Justicia y, más precisamente, a la cabeza de este Poder, segunda, que, para el caso de advertirse alguna anomalía, sea ese mismo órgano jurisdiccional quien adopte por sí, las medidas saneatorias necesarias, sin dilación alguna –de inmediato, dice la Constitución- y, tercera, que dicha atribución no es optativa sino obligatoria a la luz de la fórmula imperativa empleada. Las razones que inspiran estas funciones son elementales: se trata de dependencias en las que se alojan personas privadas de su libertad y en las que asegurar su bienestar – comprensivo del trato que recibe, de su salud, su alimentación, su vestimenta, su higiene, sus estudios, su derecho a capacitarse, entre otros- deviene básicamente conectado a su dignidad intrínseca y además, porque cualquier demora en la resolución de la deficiencia advertida sería altamente injuriante, pues no haría más que potenciar el menoscabo ya inferido y va de suyo que pretender una sustanciación de la medida, a los fines de verificar su conducencia, constituiría un absurdo manifiesto pues para eso se prevee la constatación personal. No escapa a nuestro criterio que podría argumentarse que ello es una materia excepcional confiada al Máximo Órgano Jurisdiccional Provincial, mas debe contestarse que no es así. Sirvámonos de otro ejemplo para acreditarlo. El art. 49, inciso 14, de la ley 4055, Orgánica del Poder Judicial reproduce el mismo mandato constitucional, aunque con algunas precisiones, fijando dentro de las Potestades del Superior Tribunal de Justicia, “practicar, por lo menos, dos veces al año, 38 acompañados por los magistrados y funcionarios de la justicia en lo Criminal y Correccional, visitas generales de cárceles para comprobar su estado y escuchar directamente de los presos, los reclamos sobre el tratamiento que se les da sobre la marcha de los procesos, haciendo leer por los respectivos secretarios la relación del trámite y la planilla del estado de las causas; y tomar las medidas que estime convenientes para subsanar los defectos u omisiones que notare”. De ello se deriva la extensión de la potestad –y del deber- constitucional a los órganos jurisdiccionales inferiores, dentro de los que se encuentra, obviamente, el Juzgado de Menores. Cabe agregar que sobre el cumplimiento de esta exigencia constitucional y legal, propuso el Poder Ejecutivo que se oficie el Más Alto Tribunal de la Provincia para que informe al respecto, habiéndome expedido sobre su innecesariedad, a fs. 86. Es decir que, conforme el criterio sentado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y los textos normativos glosados, son competentes –en principio- para valorar las condiciones de alojamiento de personas privadas de la libertad, los jueces a cuya disposición aquellas se encuentran, mas ello no implica que, por mandato constitucional y legal local, los demás magistrados puedan desentenderse de su deber de mandar corregir tales situaciones cuando su deficiencia resulta evidente y, en su mérito, agraviante para la dignidad humana. Resultaría absurdo pensar que, denunciada una determinada circunstancia actual y gravemente ofensiva a los derechos humanos de una persona privada de la libertad, un Juez por ante quien se denuncien y acrediten tales extremos se vea constreñido a emitir inocuas comunicaciones a sus pares, de quienes aquella depende procesalmente, con mayor riesgo para el afectado de experimentar un menoscabo todavía más importante antes que llegue la respuesta oportuna de quien se considere competente para tomar la decisión correctiva. En este sentido, recuerda Marcela Basterra (op. cit.) que “Sin duda es este un caso en el que hay una afectación a una pluralidad de sujetos que requiere de una solución (inmediata) igualmente plural. Si se pretendiera dar una solución individual y concreta en cada caso -además de estar demostrado ya, que esto no es posible- la acción pierde el carácter de ‘remedio eficaz’, se desdibuja el ‘efecto útil’ que debe darse a los derechos y garantías”. Por lo demás, tampoco puede prescindirse del principio interpretativo que prima en la materia, a saber, el principio pro homini, con arreglo al cual, dice Guillermo Moncayo, (Reforma constitucional, derechos humanos y jurisprudencia de la Corte Suprema, publicado en La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, AAVV, compilado por Martín Abregú y Christian Courtis, Centro de Estudios Legales y Sociales, ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2004, p. 95; en idéntico sentido, Mónica Pinto, El principio pro homine. Criterios de hermenéutica y pautas para la regulación de los derechos humanos, en la misma publicación, p. 163 y sgtes.) que “ha de estarse siempre a la interpretación que resulta más favorable al individuo en caso de disposiciones que le reconozcan o acuerden derechos”. Este criterio habrá de motivar lo que se refiere a los efectos de este decisorio, materia a analizarse en el apartado XIV de estos considerandos. 39 Por lo demás, este mismo criterio amplio de revisión y control de los órganos jurisdiccionales sobre los establecimientos dependientes del Poder Administrador destinados a alojar niños y jóvenes, aún cuando ello no fuera respecto de sujetos infractores a la ley penal y, si se quiere, con mayor razón aún por ese mismo motivo, tiene fijado nuestro Superior Tribunal de Justicia en la causa nº 4901/2006, caratulada “Recurso de inconstitucionalidad interpuesto en el expte. nº 56/06 (Sala de Apelaciones-Cámara Penal) Recurso de Apelación interpuesto por el Dr. Jorge Eusebio García en expte. nº 63/06: ‘Hogares e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación’”. Dijo allí el Más Alto Tribunal Provincial que “en base, entonces, a los derechos y deberes establecidos por la Convención sobre los derechos del Niño, que impone la obligación de garantizar la tutela a quienes se encuentran en conflicto (arts. 19, 20, 40) cabe concluir que aquellos jueces a quienes se les ha otorgado la disposición de niños y adolescentes deben brindarles –dada su condición- una atención especializada (…) no puede concebirse que, encontrándose comprometido el interés superior de los menores –como ocurre en el caso de autos- los jueces permanezcan indiferentes o pretendan justificar su falta de intervención alegando su incompetencia. Afirma Bidart Campos que el interés superior del niño y el bienestar del menor, como estándar jurídico, y todo el dispositivo de la Convención sobre los derechos del niño no son consejos sino pautas obligatorias que tienen que tomar en cuenta los tres poderes del Estado, ‘los jueces argentinos están llamados y urgidos a dar la buena lección de que cuando el Estado se hace parte de un tratado sobre derechos humanos, sus tribunales tienen que reconocerles y prestarles fuerza vinculante, en lo interno y en lo internacional, los tratados no son trajes de fiesta para exhibirse bien vestidos en el concierto internacional. Los tratados son para cumplirse’” (STJ, L.A. nº 50, fº 1383/1386, nº 454). Siendo ello así, entonces, y teniendo en consideración la contundencia de lo expresado por el Superior Tribunal de Justicia y la necesaria prioridad que cabe asignar a los derechos que se afirman afectados, cuya lesión impregna al conflicto de sustancia constitucional, según lo destacara el Tribunal Cimero en “Verbitsky”, no cabe sino concluir que este Juzgado de Menores resulta competente para decidir la materia sometida a debate por ante estos estrados, con arreglo a la entidad del agravio denunciado y a la calidad singular de los sujetos afectados. En consecuencia, no puede ser indiferente este órgano jurisdiccional –como no podría serlo ningún otro- ante el menoscabo actual inferido a derechos humanos de personas sometidas a un régimen de privación de libertad, en cualquiera de las formas legalmente previstas, habida cuenta que forma parte de su deber constitucional el de velar por el cumplimiento de las mandas constitucionales que tornan exigible la estricta observancia de las condiciones dignas de alojamiento para aquellas. Ello así, sin perjuicio de la competencia de los magistrados naturales de la causa a los que corresponde anoticiar de inmediato sobre la situación lesiva encontrada y las medidas de urgencia adoptadas a los fines de su mantenimiento o modificación por aquellos. IV.2.2.5. 40 Deviene necesario precisar que la materia sometida a conocimiento y decisión de este órgano jurisdiccional en esta oportunidad no fue ajena a su preocupación. Digo esto por cuanto el 1º de noviembre de 2003 este mismo proveyente tuvo oportunidad de expedirse verbalmente -mediante circular girada a todas las dependencias policiales de su jurisdicción - fijando las exigencias mínimas e indispensables para tornar admisible la permanencia de un joven en una dependencia policial. Dichos requerimientos fueron luego ratificados mediante resolución emitida el 27 de mayo de 2004, y notificados a todas las unidades policiales con asiento en la jurisdicción de este Juzgado. En tal resolutivo dispuse expresamente “I. Recordar a los Sres. Jefes, oficiales y cuadros de la Policía de la Provincia de Jujuy la vigencia de la instrucción impartida el 1 de noviembre de 2003.- II. Hasta tanto entre en funciones la Comisaría del Menor (art. 21 de la ley 4721), ordenar el cumplimiento de la inmediata comunicación al Juez de Menores en turno o a sus Secretarios del ingreso de menores en cualquiera de las dependencias de la Policía de la Provincia y de los motivos de tal medida, con arreglo a lo establecido por el art. 19 de la ley 4721.- III. Asimismo, a su ingreso, debe practicarse un examen médico obligatorio por el médico de Policía en turno o, en su defecto, por profesionales del servicio de salud pública.- IV. Hacer saber al personal policial que deberá ajustar su proceder con relación a los menores, a lo expresamente dispuesto por los arts. 37 inciso b) de la Convención Sobre los Derechos del Niño y 22 de la ley 4721.- V. Prohibir el alojamiento de menores con adultos en todas las unidades de la Policía de la Provincia de Jujuy, conforme lo dispuesto en el art. 37 inciso c) de la Convención Sobre los Derechos del Niño, sin admitir excepciones de ninguna naturaleza.- VI. Hacer saber a los Sres. Jefes, oficiales y cuadros de la Policía de la Provincia de Jujuy que la inobservancia de lo ordenado en la presente resolución se considerará falta grave, autorizando la aplicación de las sanciones pertinentes, conforme lo prevé el art. 21, última parte de la ley 4721”. Ciertamente que, desde la fecha de la emisión de tal dispositivo, varias fueron las sanciones –apercibimientos y arrestos de cumplimiento efectivo- que debieron ser aplicadas al personal policial incumpliente de lo ordenado, por parte de este órgano jurisdiccional, como lo demuestran las resoluciones emitidas en tal sentido en fechas 13 de mayo de 2004; 27 y 28 de octubre del mismo año; 13 de septiembre de 2005; 23 de febrero de 2006 y 22 de febrero de 2007, según constancias de fs. 190/191, 271/272, 289/290, 303/304, 1019, 1466/1467 y 1912, respectivamente, del expediente nº 390/2003, caratulado “Actuaciones judiciales y administrativas del turno del Juzgado de Menores nº 3”. Conforme es dable apreciar a la luz de las glosadas disposiciones, este Juzgado de Menores ya se había expedido sobre la materia en estudio, a mérito de la competencia que, por su especialidad, tiene a su respecto, sin que en modo alguno ésta haya sido cuestionada con precedencia y manteniendo, al día de hoy, la plenitud de su vigencia. IV.3. Sin perjuicio de las precedentes razones que han llevado a concluir en la competencia de este Juzgado para entender en la presente causa, no puede soslayarse la consideración de otro motivo, de orden eminentemente material, que también la justifica, a saber, la ponderación de la dignidad como fuente de la obligación estatal que no admite 41 dilaciones a la hora de la preservación y actuación de los Derechos Humanos reconocidos en los instrumentos internacionales sobre la materia. La Declaración Universal de Derechos Humanos establece que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca […] de todos los miembros de la familia humana”. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre expresa que “todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos […]”. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos declara que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables”. De la sola lectura del texto de los tratados internacionales surge evidente que la dignidad de la persona es el fundamento que impregna a todos los derechos humanos enunciados en ellos. Existe una nota común, recurrente en todos ellos, según la cual la referencia sistemática a la dignidad resulta ineludible, ora como fuente, ora como elemento caracterizante o cualificante. Dice Rolando E. Gialdino (Dignidad humana y derechos humanos. Una relación indisoluble, Revista Derechos Humanos, Cátedra UNESCO de Derechos Humanos, Universidad de la República, Año nº 1, diciembre de 2003, op. cit., p. 30), que los mencionados documentos son “advertencia y memorial de lo que anida en la esencia del ser humano, puesto que el origen, el fundamento primero (y definitivo) del enunciado positivo, se encuentra, precisamente, en el aludido núcleo, que es semilla. Los derechos humanos no han sido expresados al modo de una consagración, sino de un reconocimiento”. Según lo apunta Germán Bidart Campos (Tratado elemental de Derecho Constitucional Argentino, Tomo III, Los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos y la Constitución, ed. TEA, Buenos Aires, 1991, p. 171; de igual manera, en Teoría general de los derechos humanos, ed. Astrea, 1991) la circunstancia que la dignidad esté consagrada como fuente inspiradora de los derechos humanos en general en los preceptos convencionales internacionales no implica que su ausencia autorice a predicar también la falta del derecho a la dignidad, habida cuenta que éste “deriva del hecho de ser, ontológicamente, una persona, y que el derecho debe reconocérsela por tal”. Igual criterio asume Carlos Ghersi (Análisis socioeconómico de los derechos personalísimos, ed. Cáthedra Jurídica, Buenos Aires, 2005, op. cit., p. 81) al decir que la formulación de la dignidad como cualidad intrínseca no está sujeta a debate (aún cuando lo estuvo en épocas pretéritas, respecto de los esclavos, aborígenes americanos y africanos, etc.) es independientemente de cualquier norma positiva”. Ahora bien, desde esa perspectiva decididamente ontológica, Ricardo García Manrique (Derechos humanos e injusticias cotidianas, Universidad Externado de Colombia, Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho, nº 31, 2004, p. 80 y siguientes) afirma que “la dignidad humana no debe ser considerada como un derecho ni como un grupo de derechos”. En efecto, sostiene dicho autor que “es el valor intrínseco y específico que poseen todos los seres humanos, es decir, el valor que poseen por el hecho de pertenecer al género humano”. Explica su posición excluyente de la dignidad como derecho diciendo que “debe ser considerada, en efecto, como la base o el fundamento de todos los derechos fundamentales 42 pero, por esta misma razón, no puede ser considerada como un derecho fundamental, pues todos los derechos fundamentales sirven a su respecto y a su desarrollo”. Concluye que “precisamente es la conexión de un derecho con la dignidad humana la que lo convierte en derecho fundamental”. Rolando E. Gialdino (op. cit., p. 36) considera que “la dignidad humana es causa de los derechos humanos, por cuanto es de ella que se ‘desprenden’, ‘derivan’ o ‘emanan’ los derechos humanos”, aunque también admite que la dignidad les confiere un sentido particular (op. cit., p. 44). El objeto original del reconocimiento de la titularidad de derechos es esa dignidad esencial cuya presencia se predica en todos los hombres y mujeres. Por ello Malicki (Comentario al art. 31 del Código Civil, publicado en Código civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial, dirigido por Alberto Bueres y coordinado por Elena Highton, ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1995, T. I, p. 104) afirma, otorgando ya una calificación especial al derecho fundante de todos, que “el derecho a la vida humana digna es la expresión genérica en la que se encuentran subsumidos todos los demás derechos del hombre, pues todos ellos se encaminan a que el hombre viva dignamente”. Otra de las áreas en las que se manifiesta con singular vehemencia la dignidad es, sin dudas, el derecho penal, en el que el objeto de nuestro análisis aparece como un valladar insuperable para la pretensión punitiva del Estado. Así lo dan a entender las disposiciones contenidas en los arts. 18 de nuestra Carta Magna; 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; XXV de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 5 numeral 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y las normas de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, todos incorporados a la Constitución Nacional por imperio de lo preceptuado por su art. 75 inciso 22. Idéntico criterio adopta el numeral 1 del art. 40 de la Convención Sobre los Derechos del Niño que manda que “Los Estados Partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable de haber infringido esas leyes a ser tratado de manera acorde con el fomento de su sentido de la dignidad y el valor; que fortalezca el respeto del niño por los derechos humanos y las libertades fundamentales de terceros y en la que se tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la reintegración del niño y de que éste asuma una función constructiva en la sociedad”. En este sentido, la fuente inspiradora y fundante de los derechos que titulariza el ser humano es la dignidad, entendida como “una posición de preeminencia del sujeto al que se refiere”, conforme lo señala Guillermo Yacobucci (El sentido de los principios penales, ed. Abaco, Buenos Aires, 2002, p. 206) y que, “como principio material o configurador en el ámbito penal, implica la problemática de la alteridad -del derecho de los otros- en tanto la convivencia social y política aparece como el campo de desenvolvimiento de la personalidad humana (…) En ese sentido, se habla en nuestro tiempo de la dignidad de la persona como freno frente al ejercicio abusivo de los derechos…” (Guillermo Yacobucci, op. 43 cit., p. 215). Ello es así porque “en el estado de derecho, dice Roxin, al individuo se lo debe proteger no solo mediante el derecho penal sino también del derecho penal. De allí la necesidad de límites al empleo de la potestad punitiva, uno de los cuales debe aparecer constituido por la elaboración de principios que rigen el poder sancionador estatal” (Guillermo Yacobucci, op. cit., p. 450). Según lo recuerda Carlos Santiago Nino (Etica y derechos humanos, ed. Astrea, Buenos Aires, 1989, p. 287), “el principio de dignidad de la persona, que prescribe que los hombres deben ser tratados según sus decisiones, intenciones o manifestaciones de consentimiento, parece ser tan básico que resulta casi vacuo como directiva de moralidad social”. Propone también este autor la extensión del concepto de dignidad a otras propiedades de los individuos como las creencias y opiniones de la gente y que también contribuyen a constituirlo como individualidad independiente o autónoma, influyendo, de tal suerte, en la conducta personal ante el delito. Siguiendo al mismo Yacobucci (Op. cit., p. 206), cabe anotar que, “… al hablar de ‘dignidad humana’, lo que se quiere expresar es el lugar privilegiado que tiene el hombre en relación con los otros seres, es decir, su rango superior y diferente respecto de estos”. Citando a Spaemann (Robert Spaemann, Lo natural y lo racional, Rialp, Madrid, 1989, citado por Yacobucci, op. cit., p. 206, nota nº 1), expresa el autor mencionado que “el hombre no tiene, propiamente hablando, valor, sino dignidad, pues un valor es intercambiable con otro y puede entrar en un cálculo comparativo, mientras que la persona no. La dignidad, así considerada, es la propiedad merced a la cual un ser es excluido de cualquier cálculo por ser él mismo medida de cálculo”. Por su parte, Francisco Fernández Segado y Joaquín Ruiz-Giménez (La dignidad de la persona como valor supremo del ordenamiento jurídico, ED, T. 106, p. 907) destacan, en aras de evitar la destrucción de todo significado al concepto de dignidad humana, la noción de “dignidad básica o radical”, que no admite discriminación alguna y corresponde a todo miembro de la especie humana. También es posible hablar de una “dignidad ontológica”, correspondiente al estatuto de ser dotado de inteligencia y libertad, que de suyo no se vincula con la edad, la salud mental de la persona o la situación concreta que esta atraviese a ese respecto, sin perjuicio de ciertas consecuencias jurídicas que le sean aplicables. Sólo entendiendo esta sustancial motivación es posible comprender la razón por la cual las normas que estatuyen en materia de hábeas corpus –correctivo, como es el caso que nos ocupa- admiten también la intervención de jueces incompetentes, habida cuenta que, de otra manera, ante la constatación de la violación flagrante de derechos humanos por las deficientes condiciones de alojamiento de detenidos, la Magistratura que los verifique estaría absurdamente inhibida de disponer absolutamente nada para remediar la vulneración de inmediato, olvidando que los estándares internacionales en materia de derechos humanos son válidos y exigibles para todos, sin excepción de ninguna naturaleza, “sin perjuicio de las facultades propias del juez del proceso si lo hubiere” (cfr. ley 23.098, art. 3º, inciso 2º). Por esta razón, entonces, también encuentro sobradamente justificada la competencia de este órgano jurisdiccional para conocer y decidir la acción de hábeas corpus 44 correctivo impetrada, sin que interese, por lo menos, de manera sustancial, la existencia de jóvenes infractores alojados en sede prevencional, a disposición de distintos jueces, toda vez que, en definitiva, sus condiciones de alojamiento, siguen bajo la órbita de supervisión y, eventualmente, de corrección, de este Juzgado cuando de lo que se trata es de la entidad de la vulneración de derechos y de la urgencia en su remediación y como, recíprocamente, debe predicarse de los demás Magistrados. IV.4. Desde esta perspectiva, cabe afirmar, entonces, que otra razón se suma para justificar el vencimiento de óbices procesales en el tratamiento de la materia bajo examen, así como para robustecer la competencia de este órgano jurisdiccional, a saber, la inspiración común de todos los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales en la materia, la dignidad del ser humano, restando, ahora, determinar de qué manera esta fuente material de los derechos humanos se ha traducido -en pronunciamientos judiciales- en la interpretación concreta de su vigencia y en la adopción de las medidas consecuentes para su preservación. En el ya citado fallo “Verbitsky” señaló la Corte Suprema de Justicia de la Nación “Que el art. 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos indica que ‘toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano’. Por su parte los Principios básicos elaborados por las Naciones Unidas para el tratamiento de reclusos expresa que ‘con excepción de las limitaciones que sean evidentemente necesarias por el hecho del encarcelamiento todos los reclusos seguirán gozando de los derechos humanos y libertades fundamentales consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos...’ (aprobada por Asamblea General, resolución 45-111 del 14 de diciembre de 1990, ap. 5°)”. Recordó que “El Conjunto de Principios para la Protección de todas las Personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión prescribe que ‘Ninguna persona sometida a cualquier forma de detención o prisión será sometida a tortura o a tratos crueles o penas crueles, inhumanas o degradantes. No podrá invocarse circunstancia alguna como justificativo para la tortura o de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes’ (Principio Sexto, Asamblea General Resol. 43/173 del 9 de diciembre de 1998)”. También tuvo en cuenta que “las Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos expresan que ‘Los reclusos pertenecientes a categorías diversas deberán ser alojados en diferentes establecimientos o en diferentes secciones dentro de los establecimientos, según su sexo y edad, sus antecedentes, los motivos de su detención y el trato que corresponda aplicarles. Es decir que: a) Los hombres y las mujeres deberán ser recluidos, hasta donde fuere posible, en establecimientos diferentes; en un establecimiento en el que se reciban hombres y mujeres, el conjunto de locales destinado a las mujeres deberá estar completamente separado; b) Los detenidos en prisión preventiva deberán ser separados de los que están cumpliendo condena; c) Las personas presas por deudas y los demás condenados a alguna forma de prisión por razones civiles deberán ser separadas de los detenidos por infracción penal; d) Los detenidos jóvenes deberán ser separados de los adultos (arts. 8 y 9 aprobadas por el Consejo Económico y Social en sus res. 663 C 31-7-57 y 2076-13-5-77)’”. 45 En lo que respecta especialmente a la materia que nos ocupa, expresó, en el considerando 49, “Que respecto a los niños, y en igual sentido, la regla 13.5 de 1997 de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad establece que: ‘No se deberá negar a los menores privados de libertad, por razón de su condición, los derechos civiles, económicos, sociales o culturales que les correspondan de conformidad con la legislación nacional o el derecho internacional y que sean compatibles con la privación de la libertad’. Asimismo, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing) disponen que: Los menores confinados en establecimientos penitenciarios recibirán los cuidados, la protección y toda la asistencia necesaria -social, educacional, profesional, psicológica, médica y física- que puedan requerir debido a su edad, sexo y personalidad y en interés de su desarrollo sano”. En el considerando 50 detalló que “también resultan importantes, sobre el agravamiento de las condiciones de detención la Declaración sobre Protección de Todas las Personas contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (Adoptada por la Asamblea General en su resolución 3452 (XXX), del 9 de diciembre de 1975), la Convención Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos o Degradantes (Adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en su resolución 39/46, de 10 de diciembre de 1984), así como las Observaciones del Comité Derechos Humanos respecto de las Torturas y las Penas o Tratos Crueles Inhumanos o Degradantes (art. 7 del 30 de julio de 1982); Trato Inhumano de las Personas Privadas de su libertad (art. 10) del 30 de julio de 1982 Observación General n° 9 del 10 de abril de 1992, la Observación n° 20 y 21 del 10 de abril de 1992, entre otras”. Tuvo en cuenta que “El 15 de noviembre de 2004, Argentina se convirtió en el sexto país en ratificar el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos Crueles Inhumanos y Degradantes (Naciones Unidas, Convención Contra la Tortura y Otros Tratos Crueles Inhumanos y Degradantes, General 22 de noviembre del 2004 CAT/C/SR. 622, parágrafo 6)”. En este sentido, destacó que “Interpretando dicha convención, recientemente las Naciones Unidas, a través del Comité Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos y Degradantes dictó ‘sus Conclusiones y Recomendaciones’, respecto del caso Argentino el 10 de diciembre de 2004 (CAT/C/CR/33/1 33° Período de Sesiones 15 a 26 de noviembre de 2004)”. En este pronunciamiento se valoró que “Allí [el Comité Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos y Degradantes] señaló los ‘Factores y dificultades que obstaculizan la aplicación de la Convención’ para lo cual tomaba ‘nota de las dificultades a las que se enfrenta el Estado Parte, especialmente aquellas de tipo económico y social’. No obstante, señaló ‘que no existen circunstancias excepcionales de ningún tipo que puedan invocarse para justificar la tortura’. Al establecer las cuestiones que eran motivos de especial preocupación para la situación argentina enumeró entre otras las siguientes: 1. d) La no implementación uniforme de la Convención en las diferentes provincias del territorio del Estado Parte, como asimismo la ausencia de mecanismos para federalizar las disposiciones de la Convención, aun cuando la Constitución del Estado Parte les otorga rango constitucional.- 2 46 (f) Los informes de arrestos y detenciones de niños por debajo de la edad de responsabilidad penal, la mayoría ‘niños de la calle’ y mendigos, en comisarías de policía donde llegan a estar detenidos junto a adultos, y sobre las supuestas torturas y malos tratos padecidos por éstos, que en algunos casos les produjeron la muerte.- 3 (h) El hacinamiento y las malas condiciones materiales que prevalecen en los establecimientos penitenciarios, en particular la falta de higiene, de alimentación adecuada y de cuidados médicos apropiados, que podrían equivaler a tratos inhumanos y degradantes.- 4 (i) El elevado número de presos en prisión preventiva, que en el sistema penitenciario bonaerense alcanza un 78% según el Estado Parte.- 5 (j) La no aplicación del principio de separación entre condenados y procesados en centros de detención, y entre éstos y los inmigrantes sujetos a una orden de deportación.- 6 (m) La falta de independencia del personal médico de los establecimientos penitenciarios, quienes pertenecen a la institución penitenciaria”.Siendo esto así, puntualizó la Corte Suprema de Justicia de la Nación que, “A partir de ello el Comité fijó, entre otras, las siguientes recomendaciones: 1 (d) 'Garantice, como fue asegurado por la delegación del Estado Parte para el caso de la Provincia de Buenos Aires, lo siguiente: la prohibición inmediata de retención de menores en dependencias policiales; el traslado a centros especiales de los menores que actualmente se encuentran en dependencias policiales; y la prohibición del personal policial de realizar detenciones de menores por ‘motivos asistenciales’ en todo el territorio nacional'; (la comilla simple no es original) (Ver las Estadísticas denunciadas por Country Repporteur ONU CAT Comité Contra la Tortura. CAT/C/SR. 622, del 22 de noviembre de 2004, parágrafo 46); 2 (g) Adopte medidas eficaces para mejorar las condiciones materiales en los establecimientos de reclusión, reducir el hacinamiento existente y garantizar debidamente las necesidades fundamentales de todas las personas privadas de libertad; 3 (h) Considere revisar su legislación y prácticas en materia de detención preventiva, a fin de que la imposición de la prisión preventiva se aplique sólo como medida excepcional, tomando en cuenta las recomendaciones de diciembre de 2003 del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en cuanto a las medidas alternativas a la detención preventiva; 4 (i) Adopte las medidas necesarias para garantizar la presencia de personal médico independiente y calificado para llevar a cabo exámenes periódicos de personas detenidas; 5 (o) Establezca un mecanismo nacional de prevención que tenga competencia para efectuar visitas periódicas a centros de detención federales y provinciales a fin de implementar plenamente el Protocolo Facultativo de la Convención; 6 (p) Establezca y promueva un mecanismo efectivo dentro del sistema penitenciario para recibir e investigar denuncias de violencia sexual y proveer de protección y asistencia psicológica y médica a las víctimas; 7 (r) Informe al Comité en el plazo de un año sobre las medidas concretas adoptadas para dar cumplimiento a las recomendaciones formuladas en los aps. e, f, l y o del presente párrafo”. Asimismo, recordó el Tribunal Cimero que “por su parte el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, en el año 2002 recomendó al Estado Argentino que revise sus leyes y prácticas relativas al sistema de justicia de menores, y que recurra a la prisión preventiva únicamente como medida extrema por períodos que sean lo más breves 47 posible y medidas alternativas, cuando ello sea posible. También le recomendó que incorpore en sus leyes y prácticas las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, y que adopte las medidas necesarias para mejorar las condiciones de encarcelamiento (Observaciones finales del Comité de los Derechos del Niño: Argentina. 9/10/2002. CRC/C/15/Add. 187 9 de octubre de 2002)”. En lo que respecta a la interpretación que la materia mereciera en otros tribunales internacionales, remarcó que “en relación al estado de la cuestión en los últimos años, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictado una serie de resoluciones significativas sobre violaciones al Convenio Europeo sobre Derechos Humanos por parte de las administraciones penitenciarias de varios países de Europa. En 2001, el Tribunal dictaminó que Grecia había infringido el art. 3 al encerrar a Donald Peers en una celda sobrepoblada sin ventanas ni ventilación, en la que se veía obligado a hacer sus necesidades delante de otro recluso, todo el día trascurría en la cama ante la ausencia de programa para trabajar, educarse o hacer ejercicio y por la carencia de otros espacios físicos para movilizarse, ponderó además que había más prisioneros que camas. El tribunal señaló que si bien no había evidencias de una intención por parte de las autoridades penitenciarias de humillar al interno, ello no era determinante para considerar que se había violado en art. 3 de la Convención Europea (TEDH Case Peers v. Greece, sentencia del 19 de abril de 2001). También dictaminó que el Reino Unido había violado el mismo artículo al encerrar a Adele Price, una víctima de la talidomida sin brazos ni piernas, durante siete días en una celda no adaptada en modo alguno para sus discapacidades, allí no tenía un lugar adecuado para dormir, ni tampoco para hacer sus necesidades (Caso Price v. The United Kingdom, sentencia del 10 de octubre de 2001).- El mencionado tribunal en el caso ‘Kalashnikov’ expresó que la forma de ejecutar medidas al interior de las cárceles no debe aumentar la intensidad del sufrimiento que lleva aparejado la permanencia en el interior de la prisión. Allí la Corte consideró que en todo momento, la superpoblación era tal que cada interno de la celda del demandante disponía de entre uno y dos metros cuadrados de espacio, que tenían que dormir por turnos de ocho horas que estaba infestada de olores y que los retretes estaban sucios y sin privacidad. La ausencia de una intención de humillar al detenido, aunque es tomada en cuenta, no excluía un trato inhumano y degradante violatorio del art. 3 del Convenio (TEDH en ‘Kalashnikov v. Russia’ sentencia del 15 de julio de 2002)”. De igual manera, ponderó que “por su parte, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos al interpretar la VIII enmienda de la Constitución de ese país, que prohíbe aplicar penas o tratos crueles inhumanas y degradantes, señaló que aunque determinados derechos de los condenados pueden ser disminuidos por las exigencias del encierro, al prisionero no se lo despoja de la protección constitucional por cuanto ‘no hay una cortina de hierro trazada entre la Constitución y las prisiones de este país’ (Wolff v. McDonnell; 418 US 539, 1974). Por ello ha reconocido que las condiciones de confinamiento de los internos pueden, incuestionablemente, en determinadas circunstancias, constituir una pena cruel inhumana o degradante. Así los internos han obtenido respuestas a sus clamores constitucionales por sus condiciones de confinamiento, en lo referente a la comida inadecuada, 48 a poca ventilación, hábitat con roedores o insectos, baños inoperables, pero el más común de todos los reclamos ha sido por las condiciones de hacinamiento, situación que se da en muchas prisiones de ese país (Lynn S. Branham, The Law of Sentencing, Corrections, and Prisioners' Rights, págs. 284/291, ed. West Group, 2002).- Si bien el gobierno federal y los estaduales de dicho país han invertido mucho dinero en la construcción de nuevas cárceles, pese a ello no se ha podido solucionar el problema de hacinamiento frente a una tasa de encarcelamiento siempre creciente. En algunos casos las autoridades penitenciarias han tenido que colocar camas en los gimnasios, en los comedores del establecimiento, en pasillos y en otros extraños lugares. Otra forma de responder ha sido aumentar en número de internos por celda diseñadas para albergar a menos personas (Lynn S. Branham, op. cit.).- En el caso Bell v. Wolfish, 441 U.S. 520 (1979) la Corte Suprema consideró que era posible mantener a dos presos en una misma celda teniendo en cuenta, al mismo tiempo, que se trataba de plazos breves de detención y cuando los detenidos tenían una gran libertad de movimiento dentro del penal. Posteriormente en Rhodes v. Chapman 452 U.S. 337 (1981) juzgó que la presencia de dos presos por celda no significa que sus derechos constitucionales han sido violados siempre que las condiciones de las respectivas celdas resultaran adecuadas en cuanto a la superficie habitada, las condiciones de comida y temperatura y la posibilidad de utilizar otras instalaciones del penal en períodos diurnos.- Sin embargo, debe tenerse en cuenta que con anterioridad la Corte Suprema también consideró en Hutto v. Finney 437 U.S. 678 (1978) que una corte de distrito estaba facultada para limitar la confinación de detenidos en celdas punitivas aisladas a no más de treinta días como un medio de aliviar las condiciones inconstitucionales de esas celdas. En particular, el máximo tribunal destacó que la decisión de la corte de distrito era una razonable respuesta a las condiciones sórdidas e inconstitucionales de esas celdas. Posteriormente en Wilson c. Seiter 501 U.S. 294 (1991) estableció dos requisitos para considerar que se presentaba un castigo cruel e inusual para las condiciones de confinamiento.- El primer requisito -objetivo- requiere que el preso haya sido privado de una ‘necesidad humana identificable’ como comida, clima adecuado o ejercicio. El segundo requisito -subjetivo- supone que el demandante debe demostrar que el demandado actuó con indiferencia deliberada en fallar en la rectificación de las deficiencias de esas condiciones. Cabe aclarar que cuatro de los integrantes de la corte consideraron este requisito como innecesario y que los oficiales de las prisiones podían evitar su responsabilidad en estos casos echándole la culpa a los legisladores por no haber suministrado los fondos necesarios para superar estos problemas en las prisiones (Lynn S. Branham, op. cit.)”. Estas consideraciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, vertidas aún cuando ya había fijado los límites de su propia competencia, se tornan relevantes y conducentes a la hora de valorar las condiciones reales de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal privados de la libertad, verificadas y probadas en autos. IV.5. La extensión de las atribuciones de este Juzgado de competencia especializada para emitir un pronunciamiento como el que se le pide, valorando las condiciones de alojamiento de los jóvenes privados de la libertad –involucrados o no en causas 49 tramitadas por ante este órgano jurisdiccional- y su eventual corrección, tiene una doble relación, a saber, con la naturaleza de los derechos que se dicen vulnerados y con la calidad singularmente vulnerable de los sujetos afectados. Sobre este aspecto, relativo al criterio con el que el Juzgado de Menores debe aplicar el derecho, también he tenido oportunidad de pronunciarme al fundamentar la aceptación de mi recusación y disponer mi propio apartamiento en la causa nº 215/06, radicada por ante la Secretaría Penal y Contravencional de este Juzgado. Destaqué en dicho precedente que no es posible otra solución interpretativa, a poco que se adviertan las críticas diferencias marcadas agudamente por Emilio García Méndez (Infancia. De los derechos y de la justicia, ed. Del Puerto, segunda edición actualizada, Buenos Aires, 2004, p. 146) al decir que “pocas figuras resultan más alejadas de la esencia de la función jurisdiccional que el propio juez de menores en el contexto de esta doctrina [situación irregular]. En el derecho moderno, la figura del juez aparece como la cara opuesta de la arbitrariedad y la discrecionalidad. Dirimir imparcialmente conflictos mediante la sujeción estricta a la ley constituye el imperativo categórico de su acción. Bajo la doctrina de la situación irregular, el juez de menores encarna una figura diametralmente distinta a la anterior. El juez de menores representa la realización institucional de la ideología de la ‘compasión-represión’”. Es en la etapa de necesaria y urgente transición entre esa Judicatura, así caracterizada, y la que hoy exige la Convención en la que hoy nos encontramos y a la que se le peticiona que actúe en este hábeas corpus. Bien vale recordar que no menos graves fueron las descalificantes consideraciones tenidas hacia la magistratura de menores, recogidas por la Dra. Kemelmajer de Carlucci (Justicia Restaurativa, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004, p. 28) al rememorar que “la elección de los jueces de los tribunales penales juveniles en los EE.UU. no se hace en función de las capacidades, más aún, a veces, la designación es una suerte de penalidad contra un juez que ha tomado decisiones impopulares en tribunales de adultos, o lo que es peor, se ha mostrado como un juez incompetente”. Agrega que “en Francia, se ha llegado a decir que el juez de menores es un juez ‘bastardo’, expresión con la que se quiere decir que es un juez ‘menor; su bastardía provendría de la falta de pureza jurídica de las reglas que aplica…”. De esta misma caracterización crítica se hizo cargo José González del Solar (Los juzgados de menores en cuestión, ed. Lerner, Córdoba, 1996, p. 33), al mencionar que la magistratura de este fuero especial tiende a ser “circunscripta a aspectos de mínima significación”. Por cierto que no es este el perfil jurisdiccional con el que esta judicatura específica, a la luz de las disposiciones consagradas en la Convención sobre los Derechos del Niño, admite hoy ser asimilada, entrando en la necesidad de marcar estas sensibles diferencias el reclamo de la plena aplicación de las garantías procesales penales a los jóvenes infractores, de jerarquía eminentemente constitucional. Hoy, por imperio de la citada normativa internacional, de directa aplicación en la especie, en tanto integrada al bloque de constitucionalidad argentino, no es la degradada descripción preapuntada la que puede caracterizar a la Justicia penal juvenil sino la que la identifica con una magistratura encargada, como cualquier otra, de preservar a ultranza los derechos fundamentales del infractor, sin que 50 interese su calidad de menor de edad, sino, antes bien, su condición de sujeto de derecho y su situación de natural vulnerabilidad. He aquí, entonces, otro motivo sustancial por el que la competencia de este Juzgado para resolver la acción deducida debe ser ratificada. V. Despejadas las cuestiones precedentemente señaladas, cabe ahondar, ahora, en el meollo argumental del entuerto suscitado en autos, a saber, si las condiciones de alojamiento de jóvenes en conflicto con la ley penal, ora en dependencias policiales, ora en establecimientos carcelarios, se adecua a los estándares que, en materia de derechos humanos, fijan los tratados internacionales con jerarquía constitucional vigentes sobre este punto. V.1. Por cierto que no puedo permitirme soslayar una apreciación de Pedro David (Sociología criminal juvenil, ed. LexisNexis Depalma, sexta edición actualizada, Buenos Aires, 2003, p. 194) respecto del primigenio carácter otorgado a la privación de la libertad de jóvenes. Señala que “según un informe realizado por Naciones Unidas, en materia de judicialización e institucionalización de niños, niñas y adolescentes, ‘el análisis de la problemática debe ser hecho a la luz del paradigma jurídico predominante, que a los efectos de la institucionalización no discrimina entre abandono y delincuencia, entre autor o víctima y con ello define la magnitud y las características que reviste la internación en instituciones públicas y privadas de los niños, niñas y adolescentes pobres”, dando cuenta así del distorsionado origen y finalidad que tuvieron los establecimientos de seguridad cuando de niños o jóvenes se trataba. Por su parte, y avanzando un paso más en la delimitación de las notas que informan el conflicto, destaca José H. González del Solar (Derecho de la minoridad, ed. Mediterránea, Córdoba, 2005, p. 261) que “sea el delito ocasional o habitual, quien lo comete en la niñez resulta a la vez victimario y víctima. Victimario, porque el hecho delictuoso lo emplaza en una relación de conflicto con otro u otros que padecen su obrar. Y víctima, porque también lo emplaza en una situación de conflicto en que su obrar causa o muestra un agravio a sus derechos fundamentales que puede estar signando su futuro”. Asimismo, tampoco puedo permanecer ajeno a la multiplicidad de factores que concurren a caracterizar lo que la sociedad en general individualiza como destinatario de la persecución penal, lo que ciertamente no constituye materia de este habeas corpus pero que, a la vez, tampoco puede resultar completamente ajeno a este proveyente a la hora de examinar la cuestión, bastándome en relación a este punto remitirme a los análisis efectuados por Jaime Funes (La nueva delincuencia infantil y juvenil, ed. Paidós Educador, segunda edición, Barcelona, 1990); Santiago Redondo Illescas y Vicente Garrido Genovés (Violencia y delincuencia juvenil, Ediciones Jurídicas Cuyo, Mendoza, 2001) y Raúl Horacio Viñas (Delincuencia juvenil y derecho penal de menores, ed. EDIAR, Buenos Aires, 1983). Esta es pues, la perspectiva desde la que cabe abordar la cuestión, a saber, la que emplaza al joven infractor de la ley penal, en su calidad de sujeto de derecho, al que su condición de tal y, eventualmente, la privación de la libertad que de ello se deriva, en los casos 51 constitucional y legalmente autorizados, no pueden significar para él una disminución de los derechos humanos y personalísimos que le son inherentes y en tanto no resultan naturalmente restringidos como directa consecuencia de esa misma privación. V.2. Por razones de orden, resulta imprescindible examinar, primero, lo atinente a las instalaciones policiales. Para ello, conviene no dejar de lado la apreciación que, con carácter generalizador, efectuara la Corte Suprema de Justicia de la Nación al destacar que “… el personal policial, por su entrenamiento, no está preparado para cumplir esta función que no es la específica de su tarea social” (cfr. “Verbitsky”). En este mismo orden de ideas, y específicamente vinculado a la posibilidad de omitir el encierro como remedio procesal, la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló en el paradigmático caso “Instituto de Reeducación del Menor vs. Paraguay”, también conocido como “Caso Panchito López”, fallado el 2 de septiembre de 2004 que “En el caso de privación de libertad de niños, la regla de la prisión preventiva se debe aplicar con mayor rigurosidad, ya que la norma debe ser la aplicación de medidas sustitutorias de la prisión preventiva. Dichas medidas pueden ser, inter alia, la supervisión estricta, la custodia permanente, la asignación a una familia, el traslado a un hogar o a una institución educativa, así como el cuidado, las órdenes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, los programas de enseñanza y formación profesional, y otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones. La aplicación de estas medidas sustitutorias tiene la finalidad de asegurar que los niños sean tratados de manera adecuada y proporcional a sus circunstancias y a la infracción. Este precepto está regulado en diversos instrumentos y reglas internacionales” (considerando 230). V.3. Ahora bien, contrariamente a lo que sostiene la accionante, no es dable interpretar forzosamente, y de manera apriorística, la absoluta exclusión de las dependencias policiales como lugar de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal. En efecto, conforme surge del art. 12.1 de las Reglas de Beijing, “Para el mejor desempeño de sus funciones, los agentes de policía que traten a menudo o de manera exclusiva con menores o que se dediquen fundamentalmente a la prevención de la delincuencia de menores, recibirán instrucción y capacitación especial. En las grandes ciudades habrá contingentes especiales de policía con esa finalidad”. Esta disposición, como se verá, surge fortalecida con lo preceptuado por el art. 81 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad. De ello se desprende la posibilidad de actuación policial en relación a jóvenes infractores a la ley penal, bajo la exigencia de contar con un cuerpo especial de policía, específicamente capacitado, destinado a tomar contacto con niños y jóvenes en conflicto con la ley penal. Si bien es cierto que dicha norma no establece que tales funcionarios también estarán a cargo de establecimientos de alojamiento de tales sujetos de derecho, no lo es menos que tampoco los excluye de tal cometido, a condición de que se encuentren preparados para desempeñar cabalmente esa tarea, requerimiento que, satisfecho 52 adecuadamente, a criterio de la autoridad que resulte competente, no encontraría objeción para autorizar su admisión. Se podrá señalar en contra de lo que digo que ningún personal policial cumple –a priori- con tal requerimiento, con lo cual, como habrá de constatarse, quedaría desnudado un vacío legal que no es dable suponer en la previsión del legislador. En efecto. Según surge del art. 64 de la ley 5288, de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes de la Provincia de Jujuy, “Los niños y adolescentes en conflicto con la Ley Penal no podrán permanecer en comisarías por períodos superiores a las cuarenta y ocho (48) horas”. A continuación, el art. 65 de la misma norma establece que “Las instituciones de régimen cerrado para niños y adolescentes en conflicto con la Ley Penal no podrán encontrarse bajo dependencia de los servicios penitenciarios locales”. Si se tiene en cuenta que el art. 27, numeral 3, de la Constitución Provincial dispone que “ningún arresto podrá prolongarse por más de veinticuatro horas sin que se dé aviso al juez competente…” y que, conforme al art. 21 de la ley 4721, este es el mismo plazo que deberá observarse al mismo fin, se advierte que el lapso de permanencia –sin que se determine expresamente la necesidad de pronunciamiento judicial- contemplado por el art. 64 de la ley 5288, excede a aquel. Ahora bien, de ello se deriva, no obstante, y en lo que interesa a este punto, la factibilidad admitida por la norma local que los jóvenes presuntamente infractores a la ley penal permanezcan en sede prevencional, aunque bajo las condiciones que caracterizan su excepcionalidad y que, sólo de tal manera, la autorizan. Por otra parte, del artículo siguiente, esto es, el 65 de la ley 5288, surge la imposibilidad de que las dependencias “de régimen cerrado para niños y adolescentes en conflicto con la Ley Penal” se encuentren bajo la órbita de autoridades penitenciarias, lo que trasunta un grave inconveniente de orden práctico, a saber, qué ocurre en aquellos supuestos en que, por las características del hecho imputado así como por lo emergente del análisis de otros factores a tener en cuenta por el juzgador en orden a autorizar su excepcional privación de libertad, en los términos del art. 37, inciso b, de la Convención sobre los Derechos del Niño; 13 de las Reglas de Beijing y 17 y 18 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad, ordene su efectivización por un lapso mayor y hasta que se cumplan determinados actos procesales. Por tratarse de establecimientos de régimen cerrado, dadas las características de la población a la que está destinado a albergar, no puede asignarse esta tarea exclusivamente a instituciones dotadas de personal civil porque las actualmente existentes, de naturaleza abierta, han demostrado sobradamente su ineficacia en la contención de niños, niñas y jóvenes, según lo acreditado –y determinado mediante resolutorio firme y consentidoen la ya citada causa nº 63/06, caratulada “Hogares e Instituciones dependientes de la Coordinación del área Infancia, Adolescencia y Familia. Su situación”, escapando esta tarea, por otra parte, a sus objetivos funcionales específicos. Por lo demás, la única exigencia establecida en el art. 81 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad consiste en la 53 especialización: “El personal deberá ser competente y contar con un número suficiente de especialistas, como educadores, instructores profesionales, asesores, asistentes sociales, siquiatras y sicólogos”, agregando el art. 82 que “La administración deberá seleccionar y contratar cuidadosamente al personal de todas las clases y categorías, por cuanto la buena marcha de los centros de detención depende de su integridad, actitud humanitaria, capacidad y competencia profesional para tratar con menores, así como de sus dotes personales para el trabajo”. Nótese a este respecto que la Recomendación del Parlamento Europeo destinada al Consejo sobre los derechos de los detenidos en la Unión Europea, aprobada el 9 de marzo de 2004, en Estrasburgo indica exigencias de similar tenor en su apartado 1.c, bajo el título “Protección especial de los menores”. Conforme tiene decidido la Corte Suprema de Justicia de la Nación, “en materia de interpretación no cabe presumir la inconsecuencia o falta de previsión del legislador, razón por la cual las normas deben ser entendidas evitando darles un sentido que ponga en pugna sus disposiciones, procurando adoptar como verdadero el que las concilie y deje a todas con valor” (Fallos: 310:195; 312:1614 y 1849; 313:132 y 1149; 314:458; 315:727; 319:1131; 320;2701; 321:2453 y 324:1481, entre otros; íd., Rodolfo Luis Vigo, Interpretación constitucional, ed. LexisNexis Abeledo-Perrot, segunda edición, Buenos Aires, 2004, p. 124 y siguientes, con apoyo en abundante cita jurisprudencial), en orden a no propiciar una lectura que, como consecuencia de su aparente confrontación, prive de efectos a alguna de ellas, por lo que estimo prudente consagrar una interpretación que las armonice, en cuanto ello resulte posible. Si la regla general en materia de niños y jóvenes en conflicto con la ley penal es la libertad, ello no debe hacer perder de vista que la excepción, esto es, su privación por esa causa y bajo las condiciones que legalmente estén establecidas, se halla expresamente contemplada por los arts. 37, inciso b, de la Convención sobre los Derechos del Niño; 13 de las Reglas de Beijing y 17 y 18 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad. A su vez, y teniendo presente la previsión establecida en el art. 64 de la ley 5288, se autoriza la permanencia de jóvenes en conflicto con la ley penal en comisarías –aún cuando, a mi juicio, existe una severa discrepancia en lo atinente al plazo máximo para ello, entre el texto constitucional local del art. 27, numeral 3, y dicha norma-, por lo que ésta debe ser admitida aunque, también, por excepción y bajo las condiciones adecuadas y acordes con la dignidad humana de los sujetos afectados. Con mayor razón esta interpretación debe ser considerada correcta a la luz de lo que preceptúa el art. 65 de la ley 5288, en cuanto prohíbe que las instituciones de régimen cerrado para tales jóvenes se encuentren bajo la dependencia de autoridades penitenciarias. Desde el punto de vista de la doctrina surgida con motivo de esta última circunstancia, destaca Emilio García Méndez, quien ciertamente no puede ser tildado de conservador a la hora de valorar su opinión sobre esta materia, luego de reseñar laudatoriamente el Estatuto del Niño de Brasil, que, “en primer lugar, es necesario tomar conciencia del hecho de que la privación coactiva de libertad deberá ser el resultado de una infracción jurídica grave y debidamente comprobada” (Infancia. De los derechos y la justicia, 54 ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2004, p. 80), y describe, con agudeza, las características del medio en el que tal medida debe cumplimentarse. Así, destaca que “partiendo de la base de que en situación de privación de libertad sólo deben encontrarse adolescentes que hayan infringido gravemente la ley penal, las condiciones de seguridad deberán ser funcionales a esta situación fáctica y jurídica”. Agrega que “en este contexto, sin hipocresía ni eufemismos, una entidad para infractores graves deberá contar con una adecuada y firme seguridad externa que, en el respeto más riguroso de todos los derechos de los adolescentes infractores, posibilite condiciones mínimas de seguridad interna que faciliten y colaboren en todas las actividades de naturaleza pedagógica. Resulta conveniente que la seguridad externa sea realizada por una autoridad distinta de aquella responsable por el funcionamiento interno de la institución…” (op. cit., p. 200). Dadas estas pautas mínimas –y no excluyentes, por supuesto- cabe ahondar en el examen de los rasgos que ofrece la normativa local. Resta por ello determinar si, a la vez, ésta última disposición legal, aún no reglamentada, a saber, la ley 5288, autoriza otra solución en la Provincia de Jujuy. Por cierto que, a la luz de una lectura aislada de sus términos, la cuestión no parece tener respuesta. Empero, a mérito de las exigencias concretas plasmadas en los instrumentos internacionales que regulan la materia, y en especial, lo contemplado por el art. 81 y siguientes de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad y el art. 12 de las Reglas de Beijing, el primer requerimiento a satisfacer de manera ineludible consiste en la especialización de los agentes y funcionarios que tengan a su cargo la dirección, administración y gestión de tales instituciones. Cumplido y acreditado ello ante la autoridad competente, conforme los estándares internacionales sobre derechos humanos, no se aprecia que, por lo menos, en esta instancia de análisis, circunscripta al examen normativo sobre la materia, exista conflicto de índole constitucional que torne necesario neutralizar su funcionamiento ab initio, quedando el resto del estudio a realizar inspirado en la confrontación de la preceptiva vigente con el estado actual de las dependencias policiales y penitenciarias. En rigor, la misma accionante admite esta posibilidad al requerir por ante estos estrados no la eliminación del sistema actualmente vigente en materia de alojamiento de niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley penal, sino sólo su adecuación a los estándares internacionales en materia de derechos humanos de personas privadas de la libertad. En este sentido, conviene recordar que, conforme lo sostienen Gabriel Scandizzo y Carlos Eroles (Intervención con adolescentes en conflicto con la ley, publicado en Políticas públicas de infancia, Carlos Eroles, Gabriel Scandizzo y Adriana Fazzio, ed. Espacio, Buenos Aires, 2001, p. 134), “el instituto tradicional no sirve aún cuando no nos pronunciamos por su desaparición plena por cuanto queremos evitar el síndrome institucional de la carencia absoluta de recursos, que lleva a los chicos en conflicto con la ley penal a la cárcel o a la comisaría”. Agregan “que los mejores resultados se obtienen en el marco de estructuras de diálogo, participación y rehabilitación por el trabajo, a nuestro juicio poco compatibles con regímenes de seguridad”. 55 Desde esta perspectiva de análisis, cabe observar que, según lo advierte Osvaldo Agustín Marcón (Derecho de menores interdisciplinario, ed. Juris, Rosario, Santa Fe, 2004, p. 99), en el sistema penal juvenil “es tan preocupante la insuficiencia de recursos como la vigencia de un paradigma institucional que podría denominarse ‘de baja especificidad’ (…) La baja especificidad aparece en políticas que sólo definen con firmeza en qué grado se restringirá la libertad ambulatoria. Formulan con claridad si una institución será cerrada, abierta, etc. pero no acompañan con el mismo énfasis la construcción de perfiles acordes con cada problemática. Esto sólo aparece en débiles definiciones. Consecuentemente las instituciones ofrecen rígidamente al Sujeto lo que ellas poseen y constituye su razón de ser. Paradojalmente él justifica la existencia de las instituciones antes que ocuparse de la propia”. Cristalizada, entonces, la caracterización general del sistema institucional al que habremos de hacer referencia desde el análisis de la realidad de su práctica y superada la interpretación que debe aplicarse a las normas que rigen la materia, cabe, ahora, abordar el examen del resto de las cuestiones sometidas a conocimiento y decisión de este proveyente. VI. Cabe, en esta etapa de mi pronunciamiento, examinar las notas que reviste la institución policial, en general, y sus dependencias especializadas en materia de jóvenes infractores a la ley penal, en especial. Acerca de la naturaleza y carácter que debe tener la policía en materia de actuación respecto de jóvenes infractores a la ley penal, destaca Kemalmajer de Carlucci (Justicia restaurativa, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa fe, 2004, p. 232) que hay unanimidad en las nuevas legislaciones acerca de la exigencia de su especialización, en concordancia con lo establecido por el art. 12.1 de las Reglas de Beijing. A los fines de una mayor ilustración sobre este punto, conviene repasar la mención que dicha autora efectúa respecto del funcionamiento de la autoridad policial en el régimen del denominado Common Law, en Italia, en España y Costa Rica (op. cit., p. 233 y siguientes). Resulta remarcable que, en lo que interesa a la caracterización de la policía en nuestro país, Kemelmajer de Carlucci (op. cit., p. 235; en idéntico sentido, Silvia Guemureman y Alicia Daroqui en La niñez ajusticiada, ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 159) señala que “más allá de la tradición autoritaria de la policía argentina, hay que pensar que cuando la gente tiene un problema, lo primero que hace es ir a la policía…”, por lo que enfatiza la necesidad de fortalecer la especificidad de sus funciones en lo atinente a jóvenes infractores, glosando palabras de Daniel González al decir que “la eficiencia del sector policial no se logra con mayor violencia sino con la posibilidad de mejorar su situación en todos los niveles técnicos…”. Puntualizan Guemureman y Daroqui (op. cit., p. 160 y siguientes) que “en los casos en que las comisarías son receptoras y ‘evaluadoras’ de denuncias sobre delitos contra menores, actúan como un filtro de situaciones que consideran pertinente o no derivar al juzgado. Ello implica asumir un papel nada despreciable en la larga ‘cadena institucional’ que determina cuáles sujetos se judicializarán y cuáles no. También la policía ‘talla’ en la 56 orientación de los tratamientos que han de merecer los sujetos que les llegan”. En este contexto, ambas autoras analizan las distintas motivaciones que llevaron a crear las llamadas Comisarías del Menor en dos importantes jurisdicciones del país como son las de Capital Federal y de Provincia de Buenos Aires, “operadas bajo una supralógica común: la de instalar el tema de la ‘minoridad’ dentro de la estructura y funcionamiento administrativo de la policía”. Así, señalan que mientras en la primera “la creación de la Comisaría del Menor bajo un gobierno de signo militar estuvo vinculada a una lógica estrictamente política: la ‘investigación’ y la ‘inteligencia’ sobre los ‘menores’, su familia y su entorno social; es decir, los menores como vehículo conducente hacia la detección de ‘focos problemáticos’”, en la Provincia de Buenos Aires “estuvo vinculada a reglamentar el alojamiento de los ‘menores’ en conflicto con la ley penal en comisarías, lo que supone que el número de los mismos se habría transformado en una cifra significativa. La resolución de creación no refiere a atribuciones por parte de la policía que excedan el ‘control’ de los aprehendidos en su espacio de detención”. En nuestra Provincia se hizo referencia a una dependencia policial de características especiales, destinadas al alojamiento de jóvenes infractores de la ley penal en el art. 10 de la ley 4722. Dicha norma disponía que “La Policía de la Provincia de Jujuy, actuará como auxiliar de la Dirección General de Minoridad y Familia y de la Justicia del Menor, creándose a tal efecto un cuerpo especial de Policía del Menor. La misma tendrá los atributos de autoridad, derechos y obligaciones inherentes a su función, conforme a la reglamentación que dicte el Poder Ejecutivo Provincial.- El Estado Provincial, deberá habilitar dependencias especiales para alojar a los menores que se encuentren bajo la responsabilidad de los organismos proteccionales, Policía del Menor o Justicia del Menor”. Por su parte, la ley 4721 hace referencia a la Comisaría de marras en sus arts. 20, 21 y 24, confiriéndole funciones de prevención en su calidad de auxiliar de la Justicia especializada. Luego de más de diez años desde su creación legal, se implementó la mentada dependencia policial que actualmente se encuentra ubicada en Barrio Chijra de esta ciudad capital y de cuyas características dan cuenta las constancias de fs. 291/296 y 314/324, agregadas a la causa, que serán examinadas más abajo, en los apartados VIII.2.2.3. y VIII.2.2.7. VII. Respecto de las condiciones objetivas de alojamiento, deviene necesario advertir que no fue una materia que se haya escapado a la consideración de los tribunales y de los instrumentos internacionales de derechos humanos, los cuales han fijado los rasgos que, mínimamente, cabe encontrar en ellos y debería caracterizarlos, determinado el deber ser en la materia, frente al que se ponderará su situación real y objetiva. Conforme lo refiere Guillermina García Padín (El derecho a condiciones carcelarias dignas, LL, 2006-D, 944, comentando un fallo de la sala III de la Cámara de Apelaciones y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial de San Isidro), son condiciones 57 adecuadas de alojamiento las que contemplan “a) superficie y cubaje mínimos por interno: sobre la base expuesta, llegan a la conclusión de que los lugares de alojamiento deben contar por lo menos con 5 mts. 2 por interno, y en el caso de que el interno deba estar más de diez horas en la celda, el espacio mínimo deberá ser de 8 mts. 2, con una altura no inferior a los 2,50 mts.- Señalan que, si bien podrían darse excepciones a este metraje o sobrepoblación, deberían ser compensadas en forma relevante para asegurar que las condiciones no sean indignas.- Para arribar a esa solución el Tribunal cita un fallo de la Corte Suprema de E.E.U.U. en el que, aunque había sobrepoblación, existía un servicio de comida adecuado, ventilación suficiente y espacios apropiados, como consecuencia de lo cual no se consideraba violada la enmienda VIII por no verificarse los perjuicios que generaba esa sobrepoblación.Sin perjuicio de ello, los magistrados cuestionaron esta afirmación sosteniendo que ‘... las excepciones sólo pueden ser atendidas si están restringidas temporal, espacial y materialmente y si, y sólo si, existe una posibilidad de contralor acerca de la presencia del supuesto excepcionante. El mero interés social en el cumplimiento de las medidas coercitivas no resulta uno de esos supuestos’.- b) aireación: las celdas deberán poseer aireación directa suficiente para renovar el aire cuyo oxígeno consume el interno alojado durante su estadía, señalando que deberá haber una renovación de 0,5 mts. 3 por minuto por ocupante.- c) iluminación: debe haber luz natural directa al menos dieciséis horas por día, asegurando un nivel mínimo de 100 lux durante el día sobre la celda y 30 lux en la noche. La superficie vidriada no será nunca inferior al 5% de la superficie de la celda.- d) calefacción: la temperatura mínima debe ser de 10° C en los locales destinados al alojamiento de los internos [SIC].- e) cantidad mínima de sanitarios por interno: un sanitario por cada diez internos, con la posibilidad de acceso permanente.- f) cantidad mínima de duchas con agua caliente por interno: una ducha con agua caliente cada quince internos.- g) cantidad de camas por interno: una cama por cada interno, aislada del suelo, con las dimensiones adecuadas para el descanso, que sea mudada con regularidad.- h) privacidad para el descanso: es indispensable que el descanso diario esté garantizado de manera tal que pueda desarrollarse en un ámbito sereno y seguro. Las celdas destinadas al aislamiento no podrán ser ocupadas por más de un recluso. Cuando se recurra a dormitorios deberán ser ocupados por reclusos cuidadosamente seleccionados. La tendencia es asegurar el alojamiento individual nocturno.- i) contacto diario con el aire libre, con posibilidad de desplazamiento: debe verificarse una efectiva posibilidad de acceso a espacios abiertos, con la consiguiente facultad de desplazarse a través de ellos.- j) posibilidad de acceder a un servicio médico: sólo asegurando esto se puede desarrollar el encarcelamiento legítimo.- k) posibilidad de acceder al sistema educativo: debe brindarse la escolaridad obligatoria.- l) posibilidad de acceder a un trabajo: debe ofrecerse una tarea a cada persona privada de su libertad afín a sus necesidades e intereses.- m) adecuada alimentación: recibir una dieta adecuada, nutrición diaria suficiente” (SIC). Por su parte, Marcela Basterra (LL, 2005-D, 530), recuerda que “es similar el criterio sostenido por la Comisión IDH al considerar que el Estado es responsable de los establecimientos de detención y garante de los derechos de los detenidos alojados en ellos. Así interpretó que las ilegales condiciones de vida de los detenidos (...) configuran en sí mismos 58 una violación por parte del Estado en su obligación de garantizar la vida e integridad física de las personas bajo su custodia.- En similar sentido, el Comité ha señalado como ‘malos tratos’ o ‘torturas’ y, por ende, violatorios de los arts. 7° y 10.1 (PIDCP) -entre otras- las siguientes circunstancias; a) maltrato físico a cargo de las fuerzas de seguridad; b) detención en condiciones de hacinamiento, por ejemplo, en una celda de 2 x 4 metros junto con cinco o seis personas más, sin permitir el aseo y sólo poder salir de la celda para beber agua, negándose todo tipo de recreo, o bien compartir una celda de alrededor de 1,5 x 3 metros con otros cuatro o cinco reclusos; c) permanecer encerrado en su celda durante 22 horas diarias, la mayor parte del tiempo a oscuras y sin nada que hacer; d) falta de asistencia médica adecuada; e) destrucción de todos los efectos personales del detenido por las autoridades carcelarias; f) el hecho de que los autores estén privados de luz natural, excepto durante la hora de recreo diario; g) ausencia de servicios sanitarios; h) durante el período de prisión preventiva confinar al detenido en una celda muy pequeña con otros siete hombres y dormir sobre un pedazo de cartón, criterio ampliatorio de lo que ya había sostenido en la comunicación referida a ‘Espinoza de Polay c. Perú’”. Así como puede predicarse lo anterior respecto de las condiciones de alojamiento de personas mayores de edad, estas exigencias se tornan aún más importantes cuando se refieren a niños o jóvenes privados de la libertad. En efecto, el art. 31 y siguientes de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad establece que “Los menores privados de libertad tendrán derecho a contar con locales y servicios que satisfagan todas las exigencias de la higiene y de la dignidad humana.- 32. El diseño de los centros de detención para menores y el medio físico deberán responder a su finalidad, es decir, la rehabilitación de los menores en tratamiento de internado, teniéndose debidamente en cuenta la necesidad del menor de intimidad, de estímulos sensoriales, de posibilidades de asociación con sus compañeros y de participación en actividades de esparcimiento. El diseño y la estructura de los centros de detención para menores deberán ser tales que reduzcan al mínimo el riesgo de incendio y garanticen una evacuación segura de los locales. Deberá haber un sistema eficaz de alarma en los casos de incendio, así como procedimientos establecidos y ejercicios de alerta que garanticen la seguridad de los menores. Los centros de detención no estarán situados en zonas de riesgos conocidos para la salud o donde existan otros peligros.- 33. Los locales para dormir deberán consistir normalmente en dormitorios para pequeños grupos o en dormitorios individuales, teniendo presentes las normas del lugar. Por la noche, todas las zonas destinadas a dormitorios colectivos, deberán ser objeto de una vigilancia regular y discreta para asegurar la protección de todos los menores. Cada menor dispondrá, según los usos locales o nacionales, de ropa de cama individual suficiente, que deberá entregarse limpia, mantenerse en buen estado y mudarse con regularidad por razones de aseo.- 34. Las instalaciones sanitarias deberán ser de un nivel adecuado y estar situadas de modo que el menor pueda satisfacer sus necesidades físicas en la intimidad y en forma aseada y decente.- 35. La posesión de efectos personales es un elemento fundamental del derecho a la intimidad y es indispensable para el bienestar psicológico del menor. Deberá reconocerse y respetarse plenamente el derecho de 59 todo menor a poseer efectos personales y a disponer de lugares seguros para guardarlos. Los efectos personales del menor que éste decida no conservar o que le sean confiscados deberán depositarse en lugar seguro. Se hará un inventario de dichos efectos que el menor firmará y se tomarán las medidas necesarias para que se conserven en buen estado. Todos estos artículos, así como el dinero, deberán restituirse al menor al ponerlo en libertad, salvo el dinero que se le haya autorizado a gastar o los objetos que haya remitido al exterior. Si el menor recibe medicamentos o se descubre que los posee, el médico deberá decidir el uso que deberá hacerse de ellos.- 36. En la medida de lo posible, los menores tendrán derecho a usar sus propias prendas de vestir. Los centros de detención velarán porque todos los menores dispongan de prendas personales apropiadas al clima y suficientes para mantenerlos en buena salud. Dichas prendas no deberán ser en modo alguno degradantes ni humillantes. Los menores que salgan del centro o a quienes se autorice a abandonarlo con cualquier fin podrán vestir sus propias prendas.- 37. Todos los centros de detención deben garantizar que todo menor disponga de una alimentación adecuadamente preparada y servida a las horas acostumbradas, en calidad y cantidad que satisfagan las normas de la dietética, la higiene y la salud y, en la medida de lo posible, las exigencias religiosas y culturales. Todo menor deberá disponer en todo momento de agua limpia y potable”. De esta manera, se ha querido ilustrar con toda objetividad las exigencias mínimas e indispensables marcadas por tribunales extranjeros y organismos internacionales de cuya competencia en la materia nadie osaría dudar concientemente, so riesgo de incurrir en mala fe. Atento al contenido de la mentada descripción resulta evidente que el objeto de tales requisitos no es más que el resultado de la observancia de la dignidad humana, de la cual es titular todo sujeto de derecho, y de la cual no es despojado por la sola circunstancia de haber perdido su libertad, justificándose aún más esta solución cuando el sujeto de marras es un joven presuntamente infractor a la ley penal, a mérito de sus características vitales. En efecto, de un pormenorizado repaso de las referidas características que debe ofrecer el hábitat en centros de detención de personas no se aprecian signos de derroche o exageración sino, antes bien, elementos razonablemente imprescindibles para la vida humana digna, aún cuando ésta sea llevada en un contexto de encierro y cuya pérdida de libertad no supone –ni podría hacerlo- menoscabo de aquellos, a saber, aire, luz, abrigo, alimentación, seguridad y esparcimiento, cuya ausencia ya autoriza el reproche constitucional, conforme la conteste doctrina emanada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia de la Nación. VIII. A la luz de las exigencias establecidas en los estándares determinados por los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, corresponde determinar ahora la adecuación o no de las dependencias actualmente existentes, destinadas a cumplir la función de alojamiento de jóvenes infractores privados de la libertad a aquellos, acudiendo, a los fines de la valoración de este extremo, a la prueba producida en la causa. Ciertamente que el cúmulo del material probatorio producido y agregado a este proceso, consistente en actas, informes y fotografías, realizados en las dependencias 60 policiales y penitenciarias inspeccionadas, exhibe una complejidad cualitativa y cuantitativa para el análisis que demanda sistematizar su abordaje en aras de ordenar racionalmente su exposición y valoración. VIII.1. Habida cuenta que en el dispositivo de fs. 86 se dispuso abrir a prueba la causa, difiriéndose la producción de algunas de las probanzas ofrecidas por las partes y rechazándose otras, corresponde expedirme ahora sobre las primeras, en definitiva. VIII.1.1. Respecto de las impugnaciones formuladas por el Estado Provincial, a fs. 210, en lo atinente a la modalidad con que se practicaron las inspecciones oportunamente ordenadas por este órgano jurisdiccional, debe tenerse en cuenta la presencia de dos escollos insalvables para su andamiento. El primero, de orden estrictamente formal y el segundo, de naturaleza eminentemente material. En relación al primero, cabe decir que, conforme las constancias de fs. 90/92, el dispositivo emitido a fs. 86, por el que se ordenó la realización de tal medida fue debidamente notificado a las partes, anticipándose allí el criterio a adoptar a efectos de cumplirla, esto es, sin determinación previa de día, hora y lugar, en aras de garantizar su efectividad, habida cuenta de la teleología perseguida por la inspección. Habrá de notarse a este respecto que ninguna de las partes –y menos el Estado Provincial- objetó la modalidad en que se habría de llevar a cabo la medida ordenada. Digo esto a la luz de las expresiones vertidas en el escrito de fs. 133 y vta., bajo la suma “OBSERVA AUTO DE APERTURA A PRUEBA”. Asimismo, y en este mismo orden de ideas, cabe destacar que, a fs. 210, el mismo Estado Provincial admite la firmeza adquirida por la modalidad asumida para la práctica de la inspección ordenada, al manifestar –de manera algo confusa, es cierto- que “si bien es cierto a fs. 86 se dispuso su realización [de la inspección] inaudita parte, ello no significa que al practicarse la misma sea inaudita parte”. Por lo demás, tampoco puede alegarse que de esta suerte se haya vulnerado el principio de igualdad procesal de las partes, a poco que se advierta que tampoco la promotora de autos ha intervenido en la realización de las medidas dispuestas. En lo relativo al segundo de los obstáculos que encuentra la observación deducida, ya de orden material, como se adelantara, deviene necesario recordar que el art. 72 de las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, del 14 de diciembre de 1990, dispone que “Los inspectores calificados o una autoridad debidamente constituida de nivel equivalente que no pertenezca a la administración del centro deberán estar facultados para efectuar visitas periódicas, y a hacerlas sin previo aviso, por iniciativa propia, y para gozar de plenas garantías de independencia en el ejercicio de esta función. Los inspectores deberán tener acceso sin restricciones a todas las personas empleadas o que trabajen en los establecimientos o instalaciones donde haya o pueda haber menores privados de libertad, a todos los menores y a toda la documentación de los establecimientos”. 61 En la especie, este es precisamente el rol que desempeñó este Juzgado de Menores requerido, a saber, el de un inspector independiente, extraño a la autoridad policial y penitenciaria a cuyo cargo se encontraban las dependencias visitadas, dotado de la atribución de efectuar la medida “sin previo aviso”, con arreglo a las normas constitucionales y legales citadas más arriba. Otro tanto cabe decir respecto de la presencia en la inspección de la Sra, Médica del equipo interdisciplinario de este órgano jurisdiccional, Dra. Diana Cecchín, toda vez que, conforme lo establece el art. 73 de la misma norma internacional cuya aplicación al caso se propugna, “en las inspecciones deberán participar funcionarios médicos especializados adscritos a la entidad inspectora o al servicio de salud pública, quienes evaluarán el cumplimiento de las reglas relativas al ambiente físico, la higiene, el alojamiento, la comida, el ejercicio y los servicios médicos, así como cualesquiera otros aspectos o condiciones de la vida del centro que afecten a la salud física y mental de los menores…”. Por ende, cabe rechazar esta observación formulada por el Estado Provincial, relativa al modo en el que se practicaron las inspecciones oportunamente ordenadas por este Juzgado, conforme lo expresado en el apartado IV.2.2.4. de estos considerandos. En lo que respecta a la alegada necesidad de que el Excmo. Superior Tribunal de Justicia informe acerca de la realización de las visitas anuales de cárceles previstas por el art. 167, inciso 13, de la Carta Magna local, se ha juzgado su improponibilidad, habida cuenta del tenor de los puntos sometidos al informe -consignados a fs. 33 vta., apartado B, numerales 1 a 3- que, en definitiva, le constan personalmente a este proveyente por participar de tales visitas y nada aportan a la causa. Por otra parte, y sin perjuicio de lo dicho, debe tenerse presente que lo resuelto a fs. 203, respecto de las observaciones dirigidas al auto de apertura a prueba, se encuentra firme y consentido. VIII.1.2. Atendiendo a la observación formulada a fs. 131 por la promotora de autos, respecto de lo dispuesto a fs. 86, en cuanto se difirió la prueba testimonial ofrecida, cabe destacar que no se ha considerado necesario practicarla, toda vez que, en cada dependencia policial o penitenciaria visitada, se ha tomado contacto personal y directo con los jóvenes allí alojados –según consta en las actas pertinentes- recogiéndose en el terreno las respectivas impresiones sobre las condiciones de alojamiento experimentadas por éstos, con lo que se dio por debidamente satisfecha la exigencia contemplada en el art. 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño. De igual manera, y a tenor de la inspección practicada y de los informes realizados por la Sra. Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado, la prueba pericial arquitectónica diferida a fs. 86, apartado 10, debe desestimarse en definitiva por considerarse innecesaria a los fines de la dilucidación de la causa. Por lo demás, y en cuanto a lo expresado a fs. 456, corresponde resaltar que las medidas propuestas devienen intempestivas –por tardías- atento al estado de la causa en 62 que se solicitan y a mérito de haber quedado firme y consentido lo dispuesto a fs. 86 y la providencia de fs. 203, también para la actora. A ello cabe añadir la inconducencia de los informes solicitados al igual que, al solicitar que se dicte sentencia en esta causa, la promotora de autos ha desistido tácitamente de las probanzas propuestas. VIII.2. De las pruebas producidas en la causa, en particular. VIII.2.1. Por eminentes razones de orden, deviene conveniente examinar, primero, la prueba ofrecida y agregada por el Estado Provincial, habida cuenta que, a su entender, daría por acreditada la inexistencia de motivo para la deducción del hábeas corpus correctivo que nos ocupa. En el primer decreto emitido en esta causa se dispuso librar oficio en orden a conocer, aunque sea de modo aproximativo, y desde una perspectiva cuantitativa, el universo de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal alojados en dependencias policiales y penitenciarias locales. Siendo ello así, a fs. 18/21 se agregó la nómina de internos alojados en las Unidades Penitenciarias nº 2 y 3 de la Provincia y, a fs. 22/23, el informe del Jefe de Policía, versando sobre la misma materia. A fs. 24 se agrega el informe del Presidente del Patronato de Liberados y Menores Encausados, quien da cuenta de la contención psicológica, social y legal que se brinda, en el ámbito de su competencia, a los jóvenes internados en las unidades penitenciarias, así como la articulación con servicios de igual naturaleza existentes intramuros y la labor que se realiza con las familias de los internos. A fs. 35, obra copia de la Resolución nº 611-DS, emitida el 17 de agosto de 2007 por el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, mediante la cual se refrenda la Resolución nº 514-SNAF, dictada el 4 de julio de 2007, que aprueba el “Programa de Atención de Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal”. Del objetivo del citado programa, plasmado en los considerandos de ambos instrumentos, se extrae que consiste en la creación “de un espacio institucional basado en los principios de la Convención Internacional de los Derechos del Niño y de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores, brindando un tratamiento adecuado a los adolescentes en proceso o con sentencia penal a los fines de desarrollar sus capacidades, crear mejores condiciones para el egreso y su reinserción social, evitando la reincidencia en el delito”. Si bien es cierto, en los considerandos de la misma Resolución ministerial 611 se expresa que en el mencionado programa se consignan los sub-programas que lo integran y los fundamentos de su implementación, no es menos cierto que dicho detalle no se encuentra acompañado en la causa, por lo que resulta imposible valorar la importancia de su contenido así como su eventual conducencia a los fines del objeto procesal propuesto en autos. A fs. 38/39, se acompaña copia de la Carta Acuerdo celebrada entre la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Provincia y el Rectorado de la Universidad 63 Nacional de Jujuy, destinado a fijar las bases de un Convenio de Asistencia Mutua entre ambas instituciones. En su cláusula primera se consigna su objeto, a saber, “generar un espacio institucional conjunto basado en los principios de la Convención Internacional de los Derechos del Niño y de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Beijing), a fin de brindar un tratamiento adecuado a los adolescentes en proceso o con sentencia penal a los fines de desarrollar sus capacidades y crear mejores condiciones para el egreso y su reinserción social con el propósito de evitar la reincidencia en el delito”. Habrá de notarse que el referido acuerdo se alcanza en el marco de otro mucho más abarcativo, denominado “Convenio de asistencia mutua y cooperación con la finalidad de afianzar las instituciones democráticas y promover el bienestar de la comunidad”, determinándose, en su cláusula segunda el compromiso “de llevar a cabo acciones conjuntas con la finalidad de establecer una mutua cooperación, intercambio y asistencia técnica que fortalezcan las actividades de investigación y capacitación en beneficio de ambas partes y en especial la implementación del programa denominado SISTEMA DE ATENCION A ADOLESCENTES EN CONFLICTO CON LA LEY PENAL”. En este instrumento, al igual que en el precedentemente citado, no se consignan los objetivos singulares de las tareas a encarar ni las estrategias concretas a aplicar en cada caso, más allá de sus objetivos generales – comprensible, en virtud de tratarse de un convenio que se inscribe en un marco general- por lo que también me veo privado de ponderar su vinculación efectiva con la deficiencia denunciada en autos. A fs. 40/47 luce agregada copia del texto del convenio marco de cooperación celebrado entre el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Secretaría De Niñez, Adolescencia y Familia y la Provincia de Jujuy, obrando, a fs. 62/63, pronunciamiento aprobatorio del SENNAF. En su cláusula primera se consigna el objeto del mentado convenio, en el que se destaca que consiste en “la asistencia técnica y financiera por parte de ‘MDSSENAF’ a ‘LA PROVINCIA’ para que ésta desarrolle sus acciones y actividades de Promoción y Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes en su territorio acorde a lo establecido en la Ley 26.061, teniendo en cuenta que el art. 42 de la citada norma, establece que ‘LA PROVINCIA’ Es el órgano de planificación y ejecución de las políticas de niñez en su ámbito territorial”, detallándose a continuación los objetivos singulares de este entendimiento, entre los que se cuentan: a) Adoptar formas organizativas que aseguren un vigoroso sistema de protección integral de los derechos de las niñas y adolescentes, que promueva el acceso universal a derechos y tenga capacidad de acción efectiva y adecuada ante la amenaza o vulneración de los mismos, reconociendo en las intervenciones las particularidades de cada comunidad. b) Fortalecer la familia como ámbito de generación de valores, preservando la identidad cultural y la protección de derechos mediante acciones de prevención, asistencia, acompañamiento y promoción que permitan el desempeño de su función social. c) Reforzar los procesos de revisión y transformación de las prácticas institucionales para con los niños, niñas y adolescentes, ajustándolas al modelo de la protección integral, evitando la superposición de los esfuerzos, la duplicación de las estructuras, la extemporalidad de objetivos. d) Elaborar estándares mínimos de calidad de 64 asistencia, protocolos de intervención y sistemas de registro para áreas de infancia. e) Propiciar acciones de capacitación y asistencia técnica a organismos gubernamentales y organizaciones sociales de la comunidad para el diseño e implementación de sistemas locales de protección de derechos y/o en el desarrollo de los procesos de transformación institucional basados en un enfoque de gestión participativa, integral, federal y territorial. f) Impulsar mecanismos de gestión compartida para el diseño, planificación y ejecución de líneas estratégicas que garanticen el ejercicio de los derechos de las niñas, niños y adolescentes y sus familias. g) Establecer un sistema federal de evaluación y monitoreo, basado en instrumentos de generación y recolección de información compatibles para todas las jurisdicciones. h) Promover esfuerzos mancomunados dirigidos a la protección de la infancia y la adolescencia víctima de delitos y enfrentar de manera coordinada aberraciones como la trata, el tráfico, o la explotación sexual y la pornografía infantil y toda otra violación de derechos fundamentales. i) Fomentar la participación de la comunidad a través de las organizaciones de la Sociedad, en la elaboración y ejecución de las políticas de promoción, prevención y/o restitución de derechos, y el ejercicio del derecho a ser oído y el derecho a la participación de los niños, niñas y adolescentes”. Conforme surge del texto glosado los objetivos perseguidos con esta iniciativa tienen un alcance general, lo que, obviamente, no permite tener por excluidas las acciones enderezadas a modificar la realidad de establecimientos policiales y penitenciarios, en cuanto se refiere al alojamiento de jóvenes en conflicto con la ley penal mas, a tenor de esa misma amplitud no es posible determinar, tampoco, cuál es la exacta incidencia de tales objetivos en lo que respecta al punto que interesa en el presente hábeas corpus. Digo esto no en el sentido que pudiera interpretarse equivocadamente que este Juzgado se atribuye la facultad de valorar las políticas implementadas en cuanto a su conveniencia y oportunidad – materia que, ya es harto sabido, está vedada al conocimiento judicial- sino, antes bien, en orden a permitir cotejar sus resultados con arreglo a la actual situación de los establecimientos destinados al alojamiento de jóvenes infractores, privados de la libertad, de conformidad a lo establecido por los estándares internacionales en materia de derechos humanos. A fs. 65 se adjunta copia de la Resolución ministerial nº 14-G, emitida el 24 de julio de 2007, por el que se afectó para prestar servicios en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia a la Licenciada en psicología Liliana Burgos. A fs. 115/130 obra el informe del Departamento Judiciales de la Policía de la Provincia, dando cuenta de los jóvenes alojados en dependencias policiales. A fs. 293/296 se acompaña copia del plano de las instalaciones de la llamada “Comisaría del Menor”, y a fs. 297/301, copia de la memoria descriptiva de dicho establecimiento. A fs. 305/306 luce agregado el informe elevado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia dando cuenta de la realización de inspecciones en las dependencias policiales y penitenciarias destinadas al alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal. A mérito de la preocupación expresada por la titular de dicho organismo relativa a la presencia de jóvenes inimputables en el centro de alojamiento de jóvenes infractores de la 65 Policía de la Provincia, y si bien no solicitó ninguna medida en particular, en tal oportunidad, este proveyente ofició a los respectivos órganos jurisdiccionales de los que dependían tales justiciables a efectos de que tomen conocimiento de lo informado, conforme constancias de fs. 375/378. A fs. 307/312 luce el informe proporcionado por el Servicio Penitenciario, relativo a los internos alojados en las Unidades nº 2 y 3. A fs. 383/399 se agrega el informe suministrado por Policía de la Provincia dando cuenta de la cantidad de jóvenes infractores alojados en dependencias policiales con asiento en la jurisdicción de este Juzgado de Menores, a lo largo del año 2007, hasta el mes de octubre. Conforme a ello, se advierte que, según constancia de fs. 395, la Comisaría Seccional 30 registró 17 jóvenes; la Comisaría Seccional 4º, según fs. 397, 13 jóvenes; la Comisaría Seccional 15, según fs. 399, un solo joven; la Comisaría Seccional 6º, 23 jóvenes, según fs. 403; la Comisaría Seccional 56, 15 jóvenes, según fs. 404; la Comisaría Seccional 58, 3 jóvenes, según fs. 405; la Brigada de Investigaciones de Palpalá, 6 jóvenes, según fs. 406; la Comisaría Seccional 34, un joven, según fs. 407; la Comisaría Seccional 37, un joven, según fs. 408; la Comisaría Seccional 20, 2 jóvenes, según fs. 409; la Comisaría Seccional 55, un joven, según fs. 410; la Comisaría Seccional 8º, 16 jóvenes, según fs. 411, dejándose constancia que en dicho informe no se determina si todos los afectados a las respectivas causas quedaron privados de la libertad efectivamente; la Comisaría Seccional 23, 5 jóvenes, según fs. 412; la Comisaría Seccional 16, 14 jóvenes, según fs. 413, dejándose constancia que en los ítems 3 y 4 de dicho informe, los nombres de los privados de la libertad y las fechas durante la que permanecieron en la unidad son las mismas; la Comisaría Seccional 38, un joven, según fs. 414; la Comisaría Seccional 21, 8 jóvenes, según fs. 416; la Comisaría Seccional 46, 3 jóvenes, según fs. 417; la Comisaría Seccional 17, 16 jóvenes, según fs. 418, haciéndose constar que existe un error material en la numeración correlativa de las personas privadas de la libertad, dado que el número nueve está consignado dos veces; la Comisaría Seccional 3º, 4 jóvenes, según fs. 420/421, dejándose constancia que la gran cantidad de ingresados en dicha unidad policial lo fue en el período requerido, bajo la contradictoria figura “a disposición de los padres”; la Brigada de Investigaciones de Perico, 5 jóvenes, según fs. 423; la Comisaría Seccional 33, 9 jóvenes, según fs. 424 y la Comisaría Seccional 1º, en la que, a fs. 427, se dejó constancia sólo de las causas tramitadas con jóvenes infractores por ante dicha unidad y que las mismas lo fueron en libertad, conforme art. 316 del Código Procesal Penal. En lo que respecta al informe elevado a este órgano jurisdiccional por la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, a fs. 477/478, resulta verdaderamente pobre en su aporte a la dilucidación de esta controversia, toda vez que, en rigor, más allá de consignar las autoridades que conforman la llamada Comisión de Trabajo sobre la materia relativa a las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores privados de libertad y las temáticas tratadas, se ha omitido señalar los avances alcanzados, según se requería puntualmente en el oficio nº 331, cuya copia luce agregada a fs. 476. Esta deficiencia impide la valoración de lo informado como elemento probatorio útil para la causa. 66 Resta por destacar un último elemento que, a mi parecer, resulta de una relevancia singular, atento a la jerarquía que revestía –y hoy reviste- el funcionario policial que lo produjo. En efecto, me refiero al informe de fs. 115, en el que el entonces Jefe del Departamento Judiciales de la Policía de la Provincia, y hoy Sub-Jefe de la Policía, Comisario Mayor Raúl Aparicio dio cuenta, de manera precisa, que “en las dependencias policiales con asiento en todo el territorio de la provincia de Jujuy, no cuentan con plazas adecuadas para el alojamiento de menores de 18 años”. Ciertamente que esta afirmación bien pudo ser suficiente en orden a dar por acreditada la ausencia de aptitud de las dependencias policiales para alojar a jóvenes infractores pero, a juicio de este provente, se requiere todavía un análisis más pormenorizado en aras de determinar la exactitud de lo afirmado. Ello así en pos de garantizar que se han extremado los recaudos probatorios para verificar la actual condición de tales establecimientos y que no se reproche a este decisorio que, por mera comodidad, se ha valido únicamente de los dichos de un funcionario policial, por alta que sea su jerarquía. VIII.2.2. La prueba ordenada por el Juzgado. Si bien es cierto este proveyente ha encontrado que existen distintas posibilidades para llevar a cabo la valoración de las probanzas producidas, tanto de naturaleza informativa, como fotográfica y la inspección plasmada en las respectivas actas labradas, a saber, hacerlo unidad por unidad o bien, teniendo como criterio rector la deficiencia hallada en cada una de ellas, no lo es menos que se ha escogido la primera alternativa en virtud de juzgar que es la que mejor se compadece con el objeto procesal perseguido. En efecto, si lo que se persigue es determinar la idoneidad de las condiciones de alojamiento para jóvenes infractores a la ley penal en unidades policiales o penitenciarias con asiento en esta jurisdicción, no debe partirse –para su ponderación- de la base de tener por cierta –a priori- la deficiencia denunciada sino, antes bien, del examen individual de cada dependencia inspeccionada y, tamizar su situación con arreglo a los estándares fijados por los instrumentos internacionales de derechos humanos, incorporados a la Constitución Nacional y las demás normas de igual génesis que las complementan y a las que ya se ha hecho referencia. Asimismo, es necesario tener presente que si bien se han puesto en crisis las condiciones objetivas de todas las dependencias policiales ubicadas en esta jurisdicción, a los efectos de su idoneidad para el alojamiento de los jóvenes infractores a ley penal, no debe perderse de vista que, en rigor, la mayor preocupación de este proveyente se centra en las Unidades Regionales nº 3, 5 y 6, situadas en la zona de Quebrada, Puna y el Valle. No así en lo que respecta al área Capital y su zona de influencia, esto es, la sede de las Unidades Regionales nº 1 y 7 –a excepción, en este caso de la Seccional 23 y Brigada de Investigaciones de Palpalá-, habida cuenta de la existencia de la llamada “Comisaría del Menor”, sita en Barrio Chijra de esta ciudad, cuyas condiciones merecen ser evaluadas por separado y a la que los jóvenes infractores privados de la libertad, habidos especialmente en estas dos últimas Unidades, deben ser enviados con celeridad y sin mayor dificultad. Por lo demás, la circunstancia que las dependencias policiales con asiento en esta ciudad no hayan sido inspeccionadas con motivo de este hábeas corpus correctivo, no 67 implica que este proveyente desconozca su verdadera situación, a mérito de las inspecciones que rutinariamente realiza durante los turnos del Juzgado de Menores nº 3. A tenor de ello, habré de decir que sus condiciones no varían esencialmente de las que se apreciarán en las unidades policiales de campaña visitadas. En virtud de ello se ha focalizado la producción y análisis de la prueba en los establecimientos policiales ya señalados. VIII.2.2.1. En primer lugar, deben examinarse a las dependencias policiales ubicadas en la zona de Quebrada y Puna, inspeccionadas en un recorrido total de 966 kilómetros, según constancia obrante a fs. 132. a) Comisaría Seccional 57, Purmamarca: conforme surge del acta de inspección obrante a fs. 93/94, realizada el día 31 de agosto de 2007, con presencia de los Sres. Representantes de los Ministerios Públicos Fiscal y Pupilar, de la Sra. Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado y del fotógrafo dependiente del Departamento Médico del Poder Judicial, habilitado especialmente a estos fines, en oportunidad de constituirme en dicha unidad se hallaba alojado en ella un joven presuntamente contraventor, F. D. C. C., de 17 años de edad. Lo llamativo del caso es que, precisamente en esta ocasión, C. C. se encontraba alojado junto a un adulto, compartiendo la misma celda, conforme surge de la fotografía tomada en lugar que obra agregada a fs. 136 –parte inferior-, circunstancia que contraviene lo expresamente exigido por los instrumentos internacionales de derechos humanos y lo oportunamente ordenado por este mismo Juzgado por resolución emitida el 27 de mayo de 2004, mencionada en el apartado IV.2.2.5 de estos considerandos. En su mérito, se ordenó su alojamiento conforme las exigencias ya establecidas, en resguardo de su integridad, sin perjuicio de las demás directivas que pudiera impartir la Magistrada competente en el caso. Además de este incumplimiento que, desde ya, se califica de grave, corresponde examinar el resto de las condiciones que ofrece el lugar para el alojamiento de jóvenes. Siendo ello así, corresponde prestar atención a la conclusión de la Sra. Médica, a fs. 135, esto es que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”. Las razones que motivan este pronunciamiento consisten en que la única celda utilizable –dado que la otra existente es usada como depósito, según consta en la fotografía de fs. 136, parte superior- carece de ventana, “lo que determina la ausencia de circulación de aire”, sin instalación eléctrica, con un solo colchón, “sin su cobertura y sin abrigo”, el que, a la sazón, era compartido por los dos alojados en el momento, conforme surge de las dos fotografías de fs. 136. En lo que respecta al baño destinado al uso de los privados de libertad, carece de puerta, de instalación eléctrica y de agua propia, siendo utilizado también como depósito de leña, a tenor de lo que surge corroborado por las fotografías de fs. 137 y 138. 68 En lo que respecta a la alimentación de los jóvenes alojados así como a la provisión del agua para consumo, da cuenta la Dra. Cecchín que son suministrados por sus familiares y, en su defecto, por el personal policial, corroborado por la Oficial Inspector Bustamante, de servicio en el momento de la inspección, a fs. 93/94, característica que, como se habrá de verificar, se repite en la totalidad de las unidades policiales de campaña. b) Comisaría Seccional 20, Susques: a tenor de la constancia del acta de fs. 95/96, surge que en oportunidad de presentarse este proveyente, se advierte la presencia de dos jóvenes alojados en dicha dependencia, M. A. F. V., de 17 años, y F. J., de 16 años y 9 meses de edad, quienes ocupaban la única celda de la Comisaría. Esta celda, conforme la descripción aportada por la Dra. Cecchín, a fs. 140, y corroborado personalmente por este Juzgador, carece de ventanas, “lo que determina la ausencia de circulación de aire”, agregando que, “por su ubicación [sector interno central de la dependencia] es una celda oscura, con luz natural escasa y sin instalación eléctrica”, ratificado esto último por el Comisario Inspector Calpanchay, a fs. 96. Su único mobiliario, si así puede llamarse, es “un colchón nuevo para cada uno de los menores alojados (2) (que fueron provistos por sus familiares, al igual que la manta)”. Todo lo señalado por la Dra. Cecchín aparece corroborado por la fotografía de fs. 141, parte inferior. En lo que respecta al baño presenta los requisitos mínimos e indispensables para su uso, resultando satisfactorio en este aspecto, según surge también de la fotografía de fs. 143, parte inferior. La alimentación, al igual que en el caso anterior, “es provista por los familiares de los menores” o bien, como lo informa el Comisario Inspector Calpanchay, en el acta de fs. 95/96, “la comida la suministra el personal de su propio peculio”. La evaluación de la calidad del agua disponible para el consumo humano en la dependencia inspeccionada, da cuenta que dicho elemento se encuentra dentro de los valores bacteriológicamente aptos, conforme pronunciamiento emitido por la Dra. Lyons, Jefa el Servicio de Control Hídrico del Ministerio de Salud, a fs. 226 y 230. Todo esto lleva a concluir a la profesional actuante que “el área de detención no cumple con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, aunque “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. Como dato a valorar especialmente, en el caso de la Comisaría Seccional 20, es que la información recogida en esa dependencia fue proporcionada por un oficial superior, el Comisario Inspector Calpanchay, que, como se habrá de ver, también será quien haga lo propio al día siguiente en la Seccional 14 de Tilcara, por pertenecer ésta también, a su área de contralor. c) Comisaría Seccional 19, Rinconada: del acta realizada en esta dependencia, obrante a fs. 97/98, se desprende que cuenta con una sola celda y, según información proporcionada en el lugar por el Sargento Fidel Santos, cuando se tienen personas privadas de la libertad, la alimentación “se la provee la Comisión Municipal, 69 que tiene un comedor, pero cuando éste no funciona, la comida la provee el personal policial con recurso propio”. A tenor del informe de la Dra. Cecchín, a fs. 148, la única celda utilizable – dado que la restante es usada como depósito- “tiene ventana de rejas, que se abre hacia la calle, lo que determina circulación de aire”, aunque “sólo se cuenta con la luz natural, ya que no tiene instalación eléctrica”. Agrega que el único mobiliario con el que cuenta “consiste en un cuero de oveja en el suelo de 0,50 por 0,40 cm aproximadamente”, el que puede ser claramente visualizado en la fotografía de fs. 147, parte superior. Y no se pretenda decir que los colchones pudieron estar reservados en otra dependencia de la comisaría, prestos a ser utilizados en caso de tener que recibirse a alojados, toda vez que, tras la inspección practicada no se detectaron tales elementos en todo el ámbito de la comisaría. El baño, fotografiado a fs. 148, parte inferior, y 149, parte superior, se presenta “con higiene deficiente, está provisto de inodoro sin mecanismo funcionante de descarga de agua, pileta con grifo”, remarcando que “también tiene instalación eléctrica, pero incompleta (y sin foco)”. Agrega que “la descarga del inodoro es accionada con agua que se recoge en recipiente”. Concluye, entonces, la Dra. Cecchín que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, añadiendo que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. d) Comisaría Seccional 18, Santa Catalina: conforme surge del acta de fs. 99/100, cuenta con una sola celda destinada al alojamiento de privados de la libertad. Acerca de sus condiciones, dice la Dra. Cecchín, a fs. 151, que “no tiene ventana, lo que determina ausencia de circulación de aire”, contando sólo con luz natural por ausencia de instalación eléctrica, apreciando que la celda no cuenta con mobiliario alguno en oportunidad de la revisión efectuada, todo lo cual queda acreditado con las tomas fotográficas de fs. 152, y 153. Párrafo aparte merecen las intachables condiciones del baño de esta unidad policial, documentado fotográficamente a fs. 154, parte inferior, que “está provisto de las instalaciones sanitarias completas”, todo en funcionamiento y en muy buen estado de higiene, según se pudo apreciar. Tiene instalación eléctrica incompleta. La alimentación para los eventuales alojados en la dependencia se “los provee los familiares y si no lo tienen, lo provee el personal policial de sus propios recursos”, según información suministrada por el único efectivo policial presente en el momento de llevarse a cabo la inspección, agente César Nieve Concluye la Dra. Cecchín que “el área de detención observada no cumple con las condiciones habitabilidad y salubridad, no así el baño, el cual es compartido con el personal policial”. Agrega que los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. e) Comisaría Seccional 17, La Quiaca: como surge del acta de inspección de fs. 101/102, suscripta por el 2º Jefe de la unidad, Sub Comisario Víctor Fuentes, al igual que del informe de la Dra. Cecchín, de fs. 156, de las seis celdas con 70 las que cuenta dicha unidad policial, sólo tres se encuentran habilitadas para cumplir con el cometido del alojamiento de personas privadas de la libertad, pudiendo advertirse su disposición general merced a la toma fotográfica de fs. 158, parte superior. Una sola de tales dependencias de alojamiento cuenta con mobiliario, “consistente en una cama con dos colchones, pero sin su funda, y sin mantas”, según lo informado por la Dra. Cecchín, corroborado por las fotografías de fs. 160 y lo constatado personalmente por este proveyente. Cuentan con “ventana propia permitiendo circulación de aire”, aunque “sin instalación eléctrica, sólo con luz natural”. En este caso en particular se informó por el personal policial a la Dra. Cecchín que las celdas descriptas precedentemente sólo son destinadas para el alojamiento de adultos, mientras que, en el caso de los jóvenes infractores, se emplea una habitación interna “de aprox. 3 m. por 2 m., que tiene una puerta de madera terciada, y sin sistema de cierre (picaporte, llave, cerradura, etc.), y una ventana, compuesta con marco de madera y vidrio central. El mobiliario de la misma consiste en una cama cucheta y un solo colchón”, lo que se ratifica a través de las tomas fotográficas de fs. 162. El baño, de características amplias, cuenta con “un sector con una letrina y pozo ciego, y otro con una ducha sin calefón; hay una pileta con grifo, ambos en condiciones deficientes. No tiene instalación eléctrica propia, obteniendo iluminación desde los artefactos eléctricos del salón…”, conforme se acredita con las fotografías de fs. 161. La alimentación, de manera idéntica a los casos precedentes, “es provista por los familiares [de los privados de la libertad], o en su defecto, la misma está a cargo del personal policial de turno”. A su vez, la cabo 1º Ana Camino, según constancia del acta de fs. 101/102, informó que, en caso del ingreso de detenidos, se le informa a la familia “para que le provea abrigo”. Agrega que, “con respecto a la comida el personal policial recurre a los restaurantes de la zona”. En términos generales, la Dra. Cecchín concluye que las dependencias inspeccionadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad. La habitación auxiliar para menores detenidos, puede llegar a cumplir las necesidades biológicas, pero no las de seguridad”. f) Comisaría Seccional 16, Abra Pampa: conforme el acta de fs. 103/104, se constató la existencia de dos celdas destinadas al alojamiento de personas privadas de la libertad, de las cuales sólo una se encontraba habilitada, advirtiéndose la presencia en ella de dos jóvenes, presuntamente infractores a la ley penal, P. Q., de 17 años, y R. Q., de 14 años, ambos a disposición del Juzgado de Menores nº 1, con ingreso el 28 de agosto de 2007, ordenándose su inmediato examen médico y que no sean alojados en la celda en la que se encontraban al momento de constituirse este órgano jurisdiccional en el lugar, dadas sus deficitarias condiciones, trasladándolos a otra dependencia de esta misma unidad que no sea calabozo, con el acceso correspondiente a los sanitarios. 71 Las celdas mencionadas cuentan con unas dimensiones “de aproximadamente 3 m por 3 m cada una, ubicadas en el sector interno de la dependencia policial; al momento de la inspección, solamente 1 se encuentra habilitada”, según da cuenta el informe de la Dra. Cecchín, a fs. 164. Ambas “cuentan con puerta de madera y de reja, la que se abre a un patio”, conforme consta con las fotografías de fs. 166. Asimismo, señala que ninguna tiene ventana, “lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, escasa luz natural”, a tenor de lo que se aprecia de la fotografía de fs. 167, parte inferior. El único mobiliario “consiste en un resto de goma-espuma, sin su funda”, dejándose constancia que “las mantas de abrigo [con las que contaban los hermanos Q.] fueron provistas por los familiares”, verificándose esto con la fotografía de fs. 167, parte superior. El baño destinado al uso de los detenidos reviste características verdaderamente deplorables. Destaca la Dra. Cecchín que “tiene un sector con un inodoro, sin mecanismo de descarga funcionante, y otro con una pileta, todo en desuso”, agregando que “no hay instalación eléctrica”. Señala la mencionada profesional que “el inodoro no cuenta con posibilidad de vaciamiento accionando el timbre, por lo que debe ser vaciado con agua traída desde un grifo del patio”, observándose al momento de la inspección materia fecal en su interior, lo que se documentó con las fotografías de fs. 168, 169 y 170. El baño del personal, en cambio, es amplio “con mala higiene, con mayor cantidad de instalaciones (dos sanitarios, ducha completa, dos lavatorios, espejo) pero deterioradas”, lo que se aprecia en las fotografías de fs. 171, 172 y 173. En lo atinente a la alimentación, consigna la Dra. Cecchín que “es provista por los familiares, o en su defecto, la misma está a cargo del personal policial de turno”. Resulta llamativo lo informado por el Sub Comisario Horacio Coca, a fs. 103/104 quien adujo que, “en cuanto al traslado de un menor a SS de Jujuy, lo hacen en el móvil propio si el detenido es problemático, sino lo trasladan en el servicio público de pasajeros con un personal policial”. Concluye la Dra. Cecchín que “las dependencias de detención observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, agregando que “el baño de uso de los detenidos es un foco séptico de alto riesgo para la salud, y el de uso del personal, tampoco reúne las condiciones higiénicas básicas”. Además, señala que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”, no obstante que del informe suministrado por la Dra. Lyons, a fs. 228, se destaca que la muestra del agua obtenida en la Seccional 16, durante la inspección realizada “se ajusta a los parámetros de calidad microbiológica del art. 982 del Código Alimentario Argentino”. g) Comisaría Seccional 15, Humahuaca: conforme el acta de fs. 105/106, dicha dependencia cuenta con dos celdas destinadas al alojamiento de privados de la libertad, de las cuales, al momento de la inspección, sólo una se encontraba habilitada, ocupada por tres adultos, a tenor de lo informado por la Dra. Cecchín, a fs. 177. La celda restante “tiene techo roto, con tejas sueltas que afloran al orificio referido. Agrega que “no tiene ventana, lo que determina ausencia de 72 circulación de aire. Sin instalación eléctrica, sólo cuenta con luz natural”, sin mobiliario alguno, lo que surge ratificado con las fotografías de fs. 178/179. El baño tiene “un pozo ciego y una letrina. Tiene instalación eléctrica incompleta, y carece de instalación de agua en el mismo”, pudiendo ser visualizado esto en la fotografía de fs. 180, parte superior. Tal como lo informa el Comisario Inspector Juanito Navarrete, en el acta de fs. 105, “con respecto a la comida y abrigo son suministrados por los familiares [de los detenidos], y si así no fuera reciben la colaboración de algunos restaurantes de la zona”, guardando esta afirmación gran relevancia no sólo por ser reiterativa de lo que ocurre en otras dependencias policiales, sino por la jerarquía de quien lo expresa. Cabe consignar también que, en lo que respecta a los jóvenes infractores, el Comisario Inspector Navarrete informó, a fs. 105, que no son alojados en celdas sino “en las oficinas administrativas”, las que debo decir –a la vista del conocimiento personal que tengo de ellas- que, por su naturaleza y finalidad, no pueden satisfacer cabalmente las necesidades requeridas para el alojamiento de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal por los instrumentos internacionales de derechos humanos. Concluye la Dra. Cecchín que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”. Agrega que “la celda referida para los menores, suma el riesgo de traumatismo por posible desprendimiento de los elementos del techo citados”. Destaca, por último, que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. h) Comisaría Seccional 14, Tilcara: según el acta de inspección obrante a fs. 107/108, informó el Oficial Inspector Elvio Chauque, en presencia de su superior, el Comisario Inspector Calpanchay, que cuando ingresan a la dependencia jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, “son alojados en una celda, y si estas se encuentran ocupadas por mayores, los menores se los aloja en alguna oficina administrativa”. Cabe consignar a este respecto que el personal policial que informó a la Dra. Cecchín manifestó que “los menores detenidos permanecen en habitaciones destinadas regularmente para otro uso (archivo, comedor)”, lo que complementa lo expresado por el Oficial a cargo de la unidad en la oportunidad, en presencia de su superior, por lo que cabe tener por cierto lo destacado en el acta de fs. 107/108. Empero, una vez más, debe decirse, a tenor de las fotografías de fs. 188 y 189, que estas instalaciones no son aptas para cumplimentar las exigencias fijadas por los estándares constitucionales en la materia, aún cuando no tengan las características de una celda. Del informe elaborado por la Dra. Cecchín, así como de la constatación personal realizada en el lugar, surge que existen en esta unidad policial dos celdas “de 3m por 3m cada una aproximadamente y dispuestas adyacentemente”, careciendo de “ventana, lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, sólo cuenta con luz natural”, resultando esto corroborado por las fotografías de fs. 183, 184 y 185, parte superior. El único mobiliario encontrado consiste “en un colchón de goma-espuma sin funda”. Una vez 73 más, se pone en conocimiento de este proveyente que, “en caso de detención de menores, tanto el colchón como una frazada, deben ser provistas por los familiares”, al igual que la alimentación, de manera semejante a lo que ocurre en el resto de las dependencias visitadas. El baño destinado al uso de las personas privadas de la libertad, es de un metro y medio por un metro y medio, aproximadamente, “tiene un pozo ciego y una letrina. Tiene instalación eléctrica incompleta, y carece de instalación de agua en el mismo”, resultando graficado en la imagen obrante a fs. 185, parte inferior, y 186. Siendo ello así, concluye la Dra. Cecchín que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, añadiendo que “las habitaciones destinadas a los menores detenidos tampoco reúnen las condiciones mínimas de higiene”. Finaliza diciendo que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”, aunque el informe suscripto por la Dra. Lyons, a fs.229, da cuenta que la muestra del agua obtenida en la Seccional 14, durante la inspección realizada “se ajusta a los parámetros de calidad microbiológica del art. 982 del Código Alimentario Argentino”. i) Comisaría Seccional 37, Maimará: según lo plasmado en el acta de fs. 109/110, cuenta con dos celdas, de las que sólo una se encuentra, al momento de la inspección, destinada para alojar personas privadas de la libertad, siendo tal circunstancia apreciada en las fotografías de fs. 191, 192 y 193, parte superior. Dichas celdas carecen de ventanas, por lo que la Dra. Cecchín informa, a fs. 190, “que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo cuenta con luz natural”, no contando con mobiliario alguno al momento de la inspección. Es destacable que quien proporciona la información requerida es el propio jefe de la Unidad, Comisario Marcelo Vargas quien expresa, a fs. 109/110, que “cuando ingresa algún menor se lo aloja en un dormitorio separado de las celdas”, agregando que, “en cuanto a los alimentos los proveen los familiares y si así no lo hicieran, los mismos son proveídos por el personal de la Comisaría”, o bien por un comercio del rubro, según se le informa a la Dra. Cecchín, siendo la misma dependencia la que provee de frazadas a los jóvenes. El baño destinado a los detenidos, conforme se muestra en las fotografías de fs. 194, es de dimensiones reducidas, “tiene para su acceso, solo la abertura edilicia, y una madera suelta, la que puede tapar la mitad del primero. Tiene inodoro. Higiene deficiente”. Añade que “la instalación eléctrica es incompleta, por lo que la luz es aportada desde un ambiente contiguo”, señalando que “el sistema de vaciamiento del inodoro no funciona, por lo cual deben traer agua desde el grifo del patio” que se aprecia en la fotografía de fs. 193, parte inferior. En contraposición a esta descripción, el baño para el personal policial, expuesto en las fotografías de fs. 195, adyacente al anterior, “amplio, cuenta con sistema eléctrico, calefactor de agua, pileta, inodoro y espejo; buena higiene”. 74 De este modo, concluye la Dra. Cecchín que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, agregando, como en los casos precedentes, que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”, aunque el informe suscripto por la Dra. Lyons, a fs. 227, da cuenta que la muestra del agua obtenida en la Seccional 37, durante la inspección realizada “no contiene cloro residual como desinfectante”, aclarando la Dra. Cecchín, a fs. 225, que el agua para consumo en esta dependencia policial está dentro de los valores bacteriológicamente aptos. j) Comisaría Seccional 12, Volcán: a la luz de las expresiones vertidas en el acta obrante a fs. 111/112, por el Jefe de la Unidad, Comisario César Ayala, así como por la constatación personalmente efectuada en el lugar, se consigna la existencia de una celda destinada al alojamiento de personas privadas de la libertad, aclarándose que cuando ingresa un joven presuntamente infractor a la ley penal “el mismo es alojado en una celda, siempre y cuando no esté ocupada por un mayor de edad y, en este caso, lo alojan en la cocina vigilado permanentemente por un agente” y a la que despojan de sus elementos correspondientes, según consigna la Dra. Cecchín, a fs. 196. La celda aludida tiene unos tres metros por tres metros, aproximadamente, careciendo de ventana, a mérito de lo cual, la Dra. Cecchín consigna, a fs. 196, que ello “determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, solo cuenta con luz natural”, surgiendo esto confirmado por las tomas fotográficas de fs. 197 y 198, parte inferior. Agrega que el único mobiliario “consiste en un pedazo de colchón de goma-espuma, y una manta”, el que se aprecia en la fotografía de fs. 198, parte superior, elemento que, como lo plasma la Dra. Cecchín, a fs. 196, por información del mismo personal policial de la dependencia, “se completa con el colchón y la manta traída por los familiares” del detenido. En lo que respecta a la alimentación que reciben los jóvenes infractores que son alojados en la Seccional 12, informa su Jefe, a fs. 111/112, que “la misma la proveen los familiares, y si así no fuera, la comida la provee el personal policial de su propio peculio”. El baño destinado a ser empleado por los detenidos es pequeño, contando para su acceso de “sólo una abertura edilicia. Tiene pozo ciego y letrina. Tiene instalación eléctrica completa; la luz artificial se obtiene de un foco ubicado en el pasillo…”, lo que se aprecia a tenor de la fotografía de fs. 199, parte superior”. Concluye la Dra. Cecchín diciendo que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad. La habitación destinada al alojamiento de los menores no cuenta con medios propios de seguridad”, quedando debidamente graficadas sus deficitarias características con las fotografías de fs. 201/202, agregando, como en los anteriores casos, que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. VIII.2.2.2. 75 Corresponde ahora examinar las condiciones en las que se encuentran algunas de las dependencias policiales con asiento en el área de nuestra provincia comúnmente conocida como el valle, pertenecientes a las Unidades Regionales nº 6 y 7, inspeccionadas el doce de septiembre de 2007, desde horas 15:35 hasta horas 18:45, con la presencia de este proveyente, de los Sres. Representantes de los Ministerios Públicos Fiscal y Pupilar, de la Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado y de la Actuaria interviniente. a) Comisaría Seccional 23, Palpalá: conforme surge del acta de inspección agregada a fs. 212/213, la Oficial Principal Sonia Vega puso en conocimiento de este Juzgado que, cuando ingresa un joven presuntamente infractor a la ley penal a la dependencia, se lo aloja “en la cocina con custodia”. De la constatación realizada se observan dos celdas contiguas, de las cuales sólo una se encuentra destinada al alojamiento de personas privadas de la libertad, utilizándose la restante como depósito, a mérito de lo consignado por la Dra. Cecchín, a fs. 224 y documentado en las fotografías de fs. 234 a 236. Agrega la citada profesional que carecen de ventanas, “lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo se cuenta con la luz natural”. El piso de estas dependencias es de “cemento alisado y techo de tejas y madera. Mal estado de la higiene”. El único mobiliario hallado en el lugar es “un colchón de goma-espuma sin funda…”. El baño “tiene puerta sólo con la abertura edilicia. Tiene letrina”, no tiene instalación eléctrica y padece de higiene deficiente, agregando la Dra. Cecchín que en el lugar se encontró una botella plástica conteniendo un “líquido cetrino”, con olor a orina, apreciándose lo afirmado en las fotografías de fs. 237. Asimismo, señala que el baño “no cuenta con sistema de vaciamiento de la letrina, por lo que la misma funcionaría como pozo ciego”, no observándose ningún sistema de agua en ese sector. En lo que respecta a la alimentación, como una constante que se da en la totalidad de las dependencias visitadas, “es provista por los familiares [de los detenidos], o algunas veces, la misma es aportada por el hospital o un comedor del centro de la vejez”. Concluye, entonces, la Dra. Cecchín que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad, agregando también que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. b) Brigada de Investigaciones de Palpalá: según da cuenta el acta de fs. 214/213, en la que se plasma la información vertida por el Oficial Principal Ramón Vilte, los jóvenes presuntamente infractores que ingresan a la unidad “quedan generalmente en una oficina administrativa con un guardia”, aclarando que “si los menores son más de dos y en la celda se encuentra un adulto, se lo traslada al mismo y los menores ocupan la celda”. En lo atinente al aspecto ambiental, destaca la Dra. Cecchín, en su informe de fs. 240 que la dependencia policial inspeccionada cuenta con dos celdas contiguas, de las que sólo una está destinada al alojamiento de personas privadas de la libertad pues la restante se utiliza como 76 depósito, conforme se acredita con la fotografías de fs. 241. Ambas carecen de ventana “lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo se cuenta con la luz natural”. Añade que “el piso de cemento alisado y techo de chapón. Regular estado de la higiene”, contando como único mobiliario, con un colchón de goma-espuma sin funda y una frazada, lo que se aprecia en la fotografía de fs. 242, parte superior. El baño destinado al uso de los detenidos tiene puerta de madera y, al igual que las celdas, techo de chapón, dotado de letrina, mochila con sistema de vaciamiento en funcionamiento y pileta con grifo, en regular estado de higiene. Carece de instalación eléctrica por lo que sólo cuenta con luz natural. Estas características pueden ser apreciadas en las fotografías de fs. 243. Como en el resto de las unidades policiales inspeccionadas, la alimentación para los detenidos es provista por sus familiares. Concluye la Dra. Cecchín afirmando que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad” y que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. c) Comisaría Seccional 21, Perico: a la luz de lo consignado en el acta de inspección de fs. 216/217, surge que “los menores son alojados en una celda separados de los mayores”, según lo informado por el Oficial Sub Inspector Coronel, presente en el acto. Respecto de las características de las celdas, informa la Dra. Cecchín, a fs. 246, que son tres, con puerta de reja, sin ventana, “lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo se cuenta con la luz natural”. Estas apreciaciones emergen confirmadas con las tomas fotográficas de fs. 249, 253, parte superior, y 254. El piso es de cemento alisado y el techo de cielorraso, en mal estado de higiene, observándose la presencia de una botella de plástico “llena de líquido cetrino”, concluyendo la Médica interviniente que “las botellas de referencia están llenas de orina”, siendo advertibles a tenor de las constancias fotográficas de fs. 249, parte superior, y 253, parte inferior. Añade que dos de las celdas “cuentan con una manta en el piso como único mobiliario”. El baño, o lo que hace las veces de tal, destinado al uso de los privados de la libertad presenta un estado verdaderamente deplorable y atentatorio a las más elementales normas de higiene, conforme he tenido oportunidad de comprobar personalmente en el lugar. La Dra. Cecchín señala que tiene dos sectores, que “se comunican con la abertura edilicia a un espacio común; uno tiene letrina. Ambos sectores presentan abundante líquido amarillento en el piso”, remarcando la ausencia total de higiene. Agrega que “la letrina no cuenta con sistema de vaciamiento, por lo que la misma funcionaría como pozo ciego”, remarcando que el líquido del piso tiene olor a orina”. Las fotografías obrantes a fs. 250 y 251, parte inferior, son por demás elocuentes en referencia a la descripción proporcionada. Por su parte, las instalaciones sanitarias de un segundo baño existente en la dependencia, destinadas al uso, según expresión del personal policial informante, aunque sin 77 precisar para quién, cuenta “con letrina, una mochila superior y una pileta, de los cuales nada funciona”, resultando graficados en las fotografías de fs. 248. La alimentación de los privados de la libertad, una vez más, depende de lo que provean los familiares y, en su defecto, el personal policial que refiere compartir la propia con aquellos. Así es como la Dra. Cecchín concluye que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad. El sector de baños es un foco séptico que pone en riesgo la salud de los alojados, sumado a la deficiente condición irregular del uso de una botella para las necesidades fisiológicas básicas (orinar)”. Finaliza afirmado que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. d) Comisaría Seccional 29, Monterrico: según surge del acta de inspección de fs. 218/219, el jefe de Unidad, Sub Comisario Omar Borja informa que cuando ingresa un joven presuntamente infractor, “el mismo es alojado en una oficina administrativa hasta recibir las instrucciones del Juzgado de turno, con un agente de custodia”. Aclara que “los menores no ingresan a las celdas, salvo que los mismos en algún momento se pongan muy agresivos, situación que pasó una sola vez”. En la dependencia de marras, según lo informa la Dra. Cecchín, a fs. 255, se observan dos celdas contiguas que no cuentan con ventanas, “lo que determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo se cuenta con la luz natural”. Estas observaciones surgen corroboradas con las constancias fotográficas de fs. 256 y 257. El piso es de cemento alisado y techo de cielorraso. Anota la profesional interviniente el regular estado de higiene de estas dependencias advirtiendo una botella de plástico que determina llena con líquido con olor a orina. Destaca la presencia de “una de las celdas con una manta en el piso como único mobiliario”. En lo que respecta al baño afectado al uso de las personas privadas de la libertad, remarca que tiene una puerta de chapa, ventana de vidrio y “cuenta con inodoro, mochila alta, pileta rota y ducha”, según surge de las fotografías de fs. 259, presentando, además, regular higiene el piso inundado de agua e instalación eléctrica incompleta, por lo que sólo tiene luz natural. Agrega que todos los sanitarios se encuentran en funcionamiento, aunque la mochila deja perder agua anegando el piso. Aquí también, la alimentación para los detenidos es proporcionada por sus familiares y, en su defecto, por el personal policial que comparte la propia con aquellos. Finaliza su informe la Médica del Equipo Interdisciplinario del Juzgado de Menores, sosteniendo que “las dependencias observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad” y que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. e) Comisaría Seccional 8, El Carmen: conforme emana del acta labrada a fs. 220/221, el Oficial Inspector Fabián Figueroa pone en conocimiento de este proveyente que cuando ingresan jóvenes infractores a la unidad, “son alojados en una oficina administrativa”. 78 A la luz del informe suministrado por la Dra. Cecchín, a fs. 260, y lo constatado personalmente por este proveyente, surge que existen en la dependencia policial inspeccionada dos celdas contiguas, sin ventanas, a mérito de lo cual se “determina ausencia de circulación de aire. Sin instalación eléctrica, por lo que solo se cuenta con la luz natural”. Asimismo, se aprecia la existencia de piso de cemento alisado y techo de machimbre, con regular estado de higiene y sin mobiliario alguno al momento de la visita realizada, atento a lo que se aprecia en las fotografías de fs. 261 y 262. El personal policial da cuenta en el acto que “los menores se ubican en una habitación, destinada habitualmente al despacho de un personal jerárquico policial; con puerta de madera y aglomerado, con cerradura y llave, piso cerámico, instalación eléctrica completa y funcionante”, como se ilustra con las fotografías de fs. 264 y 265. En lo que respecta al baño destinado al uso de las personas privadas de la libertad y, por extensión, a los jóvenes infractores que resulten alojados en esta unidad, se señala que tiene puerta de chapa, ventana con vidrio, cuenta con inodoro, mochila alta, pileta rota y ducha, en regular estado de higiene y con el piso anegado de agua en virtud de una pérdida de la mochila, destacando que todos los sanitarios están en funcionamiento y la instalación eléctrica se encuentra incompleta, contando el reducto sólo con luz natural. Sus características son apreciables en las fotografías de fs. 263. En este caso particular, la alimentación de los detenidos es provista por el hospital. Concluye la Dra. Cecchín que “las celdas observadas no cumplen con las condiciones de habitabilidad y salubridad” y que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. f) Comisaría Seccional 7, San Antonio: como se plasma en el acta de inspección obrante a fs. 222/223, la Jefa de la Unidad, Sub Comisario Ramos, presente en el acto, informa que cuando ingresa un joven a la dependencia, “el mismo es separado y se lo aloja en la cocina dormitorio a la espera de las directivas del Juzgado de turno”. Del informe de la Dra. Cecchín, que luce agregado a fs. 266, así como de la constatación personal practicada surge que esta unidad policial cuenta con una sola celda, dotada de una puerta de reja y de una ventana de 0,40 cm por 0,60 cm aproximadamente “lo que determina la posibilidad de circulación de aire”, siendo sus características apreciables en la fotografía de fs. 268, parte superior. No tiene instalación eléctrica, por lo que sólo se cuenta con luz natural. El piso es de cemento alisado y el techo de chapa, según fotografía de fs. 267, parte superior, en buen estado de higiene y sin mobiliario alguno al momento de la inspección. Conforme referencia recogida del personal policial informante, estos comparten colchones y frazadas con los detenidos, precisando que “los menores alojados se 79 ubican en una habitación, destinada habitualmente al despacho de un personal jerárquico policial, ámbito que se aprecia en las fotografías de fs. 267, parte inferior, y 271, parte inferior. El baño, ilustrado en las fotografías de fs. 269, cuenta con puerta de madera, ventana, inodoro, mochila alta y ducha, encontrándose en regular estado de higiene y todos los sanitarios en funcionamiento. No tiene instalación eléctrica, por lo que sólo tiene luz natural. En lo que respecta a la alimentación de los privados de la libertad, alojados en la unidad, es provista por el personal policial o con la colaboración del CDI local. Concluye en este caso la Dra. Cecchín que “la celda observada cumple con las condiciones de habitabilidad y salubridad”, aunque remarca que “los mecanismos de provisión hídrica y alimentaria referidos, tienden a suplir las carencias pero no garantizan su cumplimiento ni su calidad”. VIII.2.2.3. El centro de alojamiento para jóvenes infractores a la ley penal, dependiente de la Policía de la Provincia, sito en Barrio Chijra de la ciudad Capital ha alojado un total de 64 jóvenes desde el 15 de junio de 2007 hasta el 20 de octubre del mismo año, según el informe de fs. 402. Del acta de inspección obrante a fs. 291/292, labrada en presencia y con participación de la Jefa de la Unidad, Sub Comisario Gabriela Molina, así como de la documentación agregada a fs. 293/296 y de la constatación personal efectuada en lugar, surge que cuenta con cuatro celdas, destinadas al alojamiento de jóvenes privados de la libertad, distribuidas en dos sectores, asignados a masculinos y femeninos, respectivamente, contando cada uno con un sector de comedor y baños. De igual manera, se advierte la existencia de otras dependencias de servicio, entre las que se cuentan una cocina propia y dos patios en planta baja -conforme fotografías de fs. 314, parte inferior, y 316- y un sector de oficinas administrativas y consultorios, ubicados en la planta alta, según se advierte en las fotografías de fs. 315, 323 y 324, todas, parte superior. Si bien es cierto, en oportunidad de efectuarse aquella visita, parte de las dependencias no se hallaba habilitada para su uso, incluyendo el mobiliario afectado a las celdas, a mérito de lo que consta en las fotografías de fs. 319, es necesario tener en cuenta que, al momento de emitirse este pronunciamiento y, a mérito de las inspecciones diarias que efectúa este proveyente a dicha unidad especial durante sus sucesivos turnos, tanto en horario diurno como nocturno, se ha podido comprobar el actual funcionamiento de todos sus servicios. Según lo informa la Dra. Cecchín, a fs. 313, las celdas cuentan con “ventana rebatible de 0,60 m por 2,70 m aprox., de rejilla de hierro y policarbonato, lo que determina de circulación de aire” (SIC), pudiendo verificarse ello con las fotografías de fs. 317. Agrega que “la instalación eléctrica es completa, y cuenta con sensor de incendio”, lo que es dable apreciar en las fotografías de fs. 318, parte superior, y 322 y 323, ambas parte inferior. Respecto de cada baño, señala la profesional que “tiene para su acceso, sólo la abertura edilicia. Ventana de 0,70 m por 0,30 aprox. Cuenta con inodoro y su mochila, 80 piletas con grifos, duchas, todos en buen funcionamiento. Buena higiene. La instalación eléctrica es completa, y también tiene iluminación natural”, conforme se ilustra con las fotografías de fs. 320 y 321, parte superior. Destaca la Dra. Cecchín que en este centro lo relativo a la alimentación, que se prepara en la cocina de la misma unidad, es supervisado por una nutricionista afectada a él, contando también con consultorio médico –en instalación en oportunidad de la inspección- y botiquín de urgencias, pudiendo ser ello visualizado en las fotografías de fs. 321, parte inferior, y 322, parte superior. Concluye la Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado de Menores que “las dependencias observadas cumplen parcialmente con las condiciones de habitabilidad, salubridad y seguridad”, añadiendo que “los mecanismos de provisión alimentaria referidos, tienden a cumplir con los requerimientos mínimos indispensables”. VIII.2.2.4. Respecto del Servicio Penitenciario, cabe recordar que se denunció la inadecuación de sus recursos en lo que respecta a las Unidades nº 2 y 3, destinadas al alojamiento de jóvenes masculinos y mujeres, respectivamente. a) Unidad nº 2 del Servicio Penitenciario Provincial: como surge del acta de inspección obrante a fs. 302/304, este Juzgado de Menores, en compañía de los Sres. Representantes de los Ministerios Públicos Fiscal y Pupilar, se constituyó en dichas dependencias el 26 de septiembre de 2007, a horas once y treinta minutos. De la presencia de este órgano jurisdiccional en la Unidad nº 2 se advirtió su distribución en tres sectores, denominados, “A”, “B” y “C” y un sector de aislamiento con sus respectivas dependencias sanitarias. También se verificó la existencia de un sector destinado a las aulas de la escuela que funciona en la Unidad, lo que aparece documentado en las fotografías de fs. 329 a 332. Reunidos algunos de los jóvenes internos presentes en el sector “B”, formulan distintas observaciones que son recogidas directamente por este proveyente y el Sr. Representante del Ministerio Público en el lugar, con prescindencia del personal penitenciario para garantizar la libertad de expresión de los afectados, con arreglo a lo prescripto por el art. 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño: respecto de la alimentación, señalan que “le dan siempre lo mismo, todas las tardes mate”; agregan que “no tienen espacio para visitas, el salón es chico y no entran todos”; destacan que “una vez a la semana son atendidos por el médico, se demoran en sacarlos para otros centros”; aducen que “también se demoran con los pedidos que hacen para saber algo de las causas, no le dan la entrevista con los jueces, no los visita los abogados” (SIC); puntualizan que “las celdas no tiene bien las luces”; añaden que “los colchones están malos y no duermen bien”. A preguntas del Sr. Fiscal destacan que no son visitados por otros organismos y efectuaron diversos pedidos de ropa y mercadería. En oportunidad de llevarse a cabo la inspección se deja constancia de la presencia en este sector de dos internos –de un total de 21- a disposición de este Juzgado, Brizuela y Gutiérrez. La Dra. Cecchín describe este sector de la siguiente manera, a fs. 326: “cuenta con 20 celdas contiguas, abiertas a un pasillo, dispuestas 9 y 11 hacia cada lado, de 2 81 m por 3 m cada una aproximadamente, 19 habilitadas al momento de la inspección”, lo que se advierte en las fotografías de fs. 338, parte inferior y 344, parte superior. Destaca que dichos reductos “cuentan con puerta de madera, ventana de 0,60 m por 0,40 m aprox., lo que determina circulación de aire. Techo de loza y piso de cemento alisado. La instalación eléctrica es completa en todas las celdas. La higiene general es regular”. Empero, no puedo dejar de advertir la inadecuada exposición y precariedad de parte de la instalación eléctrica, conforme las constancias fotográficas de fs. 340, parte superior, 341, 342 y 345, parte superior. Señala que “el mobiliario en cada celda, está compuesto por una cama cucheta o una cama simple, con sus respectivos colchones y mantas”, lo que se aprecia en la fotografía de 339, parte superior, y 340, parte inferior, pudiendo verse también su regular estado general. El baño del sector, “de 4 m por 3 m aproximadamente, con techo de loza y piso de cemento alisado, tiene para su acceso, solo la abertura edilicia y el marco. Ventana con reja de 0,60 m por 0,50 m aprox. Cuenta con 3 compartimentos de 1,20 m cada uno aprox., cada uno con su letrina y mochila. Una pileta con grifos, 2 duchas que no funcionan. Mala higiene. La instalación eléctrica es completa”. Esta descripción es corroborada con las tomas fotográficas de fs. 343, 344, parte inferior y 346. En el sector “A”, habitado por 15 internos al realizarse la medida, se entrevistó a 12 de ellos, en el patio del sector, bajo la misma modalidad asumida en el “B”, conforme se aprecia en la toma fotográfica de fs. 334, parte superior, no recibiéndose queja alguna respecto de sus condiciones de alojamiento. En efecto, dijeron, en la oportunidad los jóvenes alojados que “la comida está bien, con las visitas no tienen problema, tampoco con los temas de jueces, que la convivencia es buena entre ellos. Los abogados visitan a algunos, estudian y no tienen quejas por el trato con el personal de seguridad, lo que sí les hace falta un televisor”. Este sector, según lo informa la Dra. Cecchín, a fs. 325 y se constata personalmente, está dotado de “9 celdas contiguas, abiertas a un pasillo, dispuestas 4 y 5 hacia cada lado, de 2m por 4m cada una aproximadamente”. Destaca la profesional actuante que “cuentan con puerta de madera, ventana de rejas y vidrios de 0,60 m por 0,40 aprox., lo que determina circulación de aire. Techo de loza y piso de cemento alisado. La instalación eléctrica es incompleta en todas las celdas, por lo que se recibe solo la luz de los artefactos eléctricos del pasillo o la natural. La higiene general es regular”. Destaca que cada celda tiene una cama cucheta con sus respectivos colchones y mantas. Estas características se aprecian en las fotografías agregadas a fs. 334, parte inferior, y 335, parte superior. El baño, documentado en las fotografías de fs. 335, parte inferior, y 336, es de tres por cuatro metros, aproximadamente, “tiene para su acceso, solo la abertura edilicia y el marco con reja de 0,60 m por 0,50 m aprox. Cuenta con 3 compartimentos de 1,20 m de ancho cada uno aprox., con su correspondiente letrina y mochila, en buen funcionamiento. Una pileta con grifos, 4 duchas, todos en buen funcionamiento. La higiene gral. es mala. La instalación eléctrica es completa”. En el sector “C” se destaca la existencia de una “habitación con 9 cuchetas, 18 menores alojados, con una capacidad para 25 chicos”. Este sector, conforme la descripción 82 proporcionada por la Dra. Cecchín, a fs. 326, cuenta con “1 habitación de 12m por 6m, aproximadamente, con 2 puertas de madera; una ventana de vidrio y reja, de 0,50m por 0,80 m aprox., lo que determina mínima circulación de aire. Techo de loza y piso de cemento alisado. La instalación eléctrica es incompleta, por lo que se recibe solo la natural. La higiene general es regular”. El mobiliario encontrado “está compuesto por 9 cuchetas, con sus respectivos colchones y mantas”. Todo lo expresado se encuentra debidamente documentado en las fotografías de fs. 348 y 349. El baño del sector es “de 6m por 2,5m aproximadamente, con techo de loza y piso de cemento alisado, tiene 2 puertas de madera. Ventana con reja de 0,80m por 0,40m aprox. Cuenta con 3 compartimentos de 1,20m cada uno aproximadamente, dos destinados a baño, cada uno con su inodoro y mochila, y el 3ro, destinado a ducha, no tiene la regadera. Dos piletas con grifos, todos en funcionamiento. Mala higiene. La instalación eléctrica es incompleta”. Dichas dependencias se hallan graficadas en las fotografías de fs. 350 y 351. En el patio de este sector, fotografiado a fs. 352, se entrevista a los 14 internos presentes en la oportunidad, en igual modo que en los casos anteriores, quienes “manifiestan que a veces la comida es horrible con mucha grasa, que hay demoras cuando piden hablar con los jueces, que el médico los revisa muy poco y sólo los sacan en caso de emergencia hacia un Hospital”. Agregan que “no son trasladados hacia los psicólogos, no tienen visita de sus Defensores y cuando necesitan medicación hay que esperar al médico que llegue”. Ante la mención de uno de los internos de que se encuentra afectado de una dolencia, se ordena su inmediata revisión por la Dra. Cecchín, quien realiza el informe de fs. 358/359, solicitando la concreción de los estudios detallados a fs. 359. Se inspecciona también el sector de aislamiento, contiguo al sector “C”, en el que se constata la presencia de un interno condenado cumpliendo una medida disciplinaria, hallándose a disposición de la Sala III de la Cámara Penal. Anota la Dra. Cecchín a este respecto, a fs. 327, que este sector “cuenta con tres celdas, de 2m por 3m aprox. cada una, con puerta de madera, y provistas con una cama, colchón y manta. El baño, con inodoro y ducha, es compartido”. Las características descriptas pueden ser verificadas con las fotografías obrantes a fs. 354/356. Concluye la Dra. Cecchín, a fs. 327, que “las dependencias observadas cumplen parcialmente con las condiciones de habitabilidad y salubridad”. b) Unidad nº 3 del Servicio Penitenciario Provincial: conforme surge del acta de fs. 303 vta, en oportunidad de celebrarse la inspección, existe una sola joven presuntamente infractora a la ley penal alojada, quien se encuentra a disposición del Juzgado de Instrucción nº 4. Se advierte la ausencia, en dicha unidad, de dependencias aptas para el alojamiento de jóvenes femeninas, separadas de adultas. En rigor, la joven entrevistada comparte su hábitat – sector 3, celda 1- con otras 3 internas. No obstante ello, señala que la convivencia es normal. Se aprecian dos aulas para educación de las internas –fotografiada a fs. 361, parte superior-, apreciándose un ambiente destinado a estimulación para niños, hijos de las internas – documentada una de ellas en la fotografía de fs. 370, parte inferior-, hallándose, al momento de la inspección, doce niños en esta situación. 83 Luego de la inspección efectuada, la Dra. Cecchín concluye, a fs. 360, que “las dependencias observadas en este sector se encuentran en condiciones óptimas de habitabilidad, higiene, seguridad y alimentación”. En general, las tomas fotográficas obrantes a fs. 361/373, son elocuentes respecto de la afirmación formulada por la Médica del Equipo Interdisciplinario de este órgano jurisdiccional. VIII.2.2.5. A la hora de intentar una recapitulación sistemática del resultado de las inspecciones practicadas, es dable consignar las siguientes conclusiones: 1) Se ha constatado que las siguientes unidades policiales, en oportunidad de constituirse este Juzgado de Menores, contaban con jóvenes alojados en sus dependencias: a) Purmamarca, según el acta de fs. 93/94, la fotografía de fs. 136, parte inferior, y el informe sobre examen médico practicado al joven alojado, obrante a fs. 139. Respecto de esta unidad, cabe añadir que el joven encontrado, se hallaba compartiendo la misma celda y el único colchón existente en ella con un adulto. b) Susques, conforme el acta de inspección de fs. 95/96 y el examen clínico practicado a los dos jóvenes alojados allí, obrante a fs. 144/145. c) Abra Pampa, a tenor del acta de fs. 103/104, así como del informe médico realizado a los jóvenes alojados, que rola a fs. 175/176. Resulta notable en este último caso que el hallazgo de estos jóvenes contraría lo oportunamente informado por el entonces Jefe del Departamento Judicial de la Policía de la Provincia, a fs. 115 -fechado el 30 de agosto de 2007-, en cuanto puso en conocimiento del Jefe de Policía que “la totalidad de los menores que al momento de producirse este informe están contenidos en la Comisaría del Menor, deduciéndose consecuentemente que en ninguna dependencia policial, se registra menores en calidad de alojado/arrestado/detenido; para lo cual se le agrega informe producido por la Comisaría del Menor de Ciudad Capital y el elaborado por la División Asuntos Judiciales de San Pedro”. Es verdad que bien puede llegar a inferirse que lo aseverado lo fue sólo respecto de las dependencias policiales con asiento en esta ciudad Capital, mas no es menos cierto que lo encontrado en la inspección practicada por este Juzgado da cuenta de la efectiva presencia de jóvenes alojados en comisarías del interior de nuestra Provincia. 2) Las dependencias destinadas a celdas, pertenecientes a las siguientes Comisarías no cuentan con ventilación ni iluminación: a) Purmamarca, según informe de fs. 135 y fotografías de fs. 136, parte superior. b) Susques, a tenor del informe de fs. 140 y de las fotografías de fs. 141. c) Santa Catalina, a mérito del informe de fs. 151 y de las fotografías de fs. 152/153. d) Abra Pampa, según informe de fs. 164 y fotografías de fs. 166 y 167, parte inferior. e) Humahuaca, como lo señala el informe de fs. 177 y las fotografías de fs. 178/179. 84 f) Tilcara, de conformidad a lo expresado en el informe de fs. 182 y lo que surge de las fotografías de fs. 183/184. g) Maimará, según informe de fs. 190 y las fotografías de fs. 191, 192 y 193, parte superior. h) Volcán, a tenor del informe de fs. 196 y las fotografías de fs. 197 y 198, parte inferior. i) Seccional 23 de Palpalá, a mérito del informe de fs. 224 y de las fotografías de fs. 234/236. j) Brigada de Investigaciones de Palpalá, de conformidad a lo vertido en el informe de fs. 240 y las fotografías de fs. 241 y 242. k) Seccional 29 de Monterrico, a mérito de lo informado a fs. 255 y lo graficado en las fotografías de fs. 256 y 257. l) Seccional 8, El Carmen, a tenor de lo referido en el informe de fs. 260 y las fotografías de fs. 261/262. A su vez, las siguientes unidades policiales, si bien revelaron una adecuada ventilación en sus celdas, carecen de instalación eléctrica, por lo que la única luz con la que cuentan es la natural: a) Rinconada, según el informe de fs. 146 y las fotografías de fs. 147 y 148, parte superior. b) La Quiaca, como lo expresa el informe de fs. 156 y las fotografías de fs. 158/159. c) Seccional 7, San Antonio, a tenor del informe de fs. 266 y las fotografías de fs. 267/268. En términos generales, la higiene encontrada en las comisarías inspeccionadas puede calificarse de mala a regular, en el mejor de los casos, careciendo, prácticamente en su totalidad, de mobiliario alguno en el interior de las celdas. Nótese a este respecto que la existencia de un despojado colchón de goma espuma, un pedazo de él o un cuero de oveja en el piso no satisfacen ni mínimamente las exigencias que autorizarían a tenerlo por algo decente para que una persona descanse dignamente en él. Digo esto a la luz de las constancias fotográficas de fs. 136, Purmamarca; 147, parte superior, Rinconada; 153, Santa Catalina; 160, parte inferior, La Quiaca; 167, Abra Pampa; 178, parte inferior, Humahuaca; 183, Tilcara; 191, Maimará; 198, parte superior, Volcán; 235, parte superior, Seccional 23, Palpalá; 242, parte superior, Brigada de Investigaciones de Palpalá; 249, parte inferior, Seccional 21, Perico; 256, parte inferior, y 257, Monterrrico y 261, El Carmen. En lo atinente a los baños, salvo las Comisarías de Susques, Santa Catalina y, parcialmente, San Antonio, el resto de las dependencias policiales inspeccionadas tiene instalaciones sanitarias destinadas al uso de los detenidos, en estado evidentemente deficitario. Afirmo esto a tenor de las imágenes obrantes a fs. 137, Purmamarca; 148, Rinconada; 161, La Quiaca; 168, 169 y 170, Abra Pampa; 180, Humahuaca; 186, Tilcara; 194, Maimará; 199, Volcán; 237 y 238, parte superior, Seccional 23, Palpalá; 243, Brigada de Investigaciones de Palpalá; 250, Seccional 21, Perico; 259, Monterrico y 263, El Carmen. 85 Otro tanto cabe decir del aspecto alimentario de las personas privadas de la libertad en general y que, por lógica, alcanza a la los jóvenes que resultan alojados en tales instalaciones. Como se advierte, su alimentación es provista por sus familiares, si cuentan con ellos en la zona, en condiciones de suministrárselos, por restaurantes o casas de comida del lugar, por comedores, hospitales u otras instituciones públicas en tanto tengan existencias para proveerlos o por los mismos efectivos policiales que comparten su propio racionamiento con el detenido, creando un sistema de verdadera precarización en su régimen de alimentación incompatible con sus derechos humanos. VIII.2.2.6. Párrafo aparte merecen las alusiones efectuadas por el personal policial en aquellos casos en que, a la vista de la inadecuación de los ámbitos de seguridad para el alojamiento de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, se aduce la habilitación a tales efectos, de otras dependencias de dichas unidades. Son estas las comisarías de La Quiaca, Humahuaca, Tilcara, Maimará, Volcán, 23 de Palpalá, Brigada de Investigaciones de Palpalá, Monterrico, El Carmen y San Antonio. Surge evidente, a la luz de la documental fotográfica, de los informes realizados por la Sra. Médica del Equipo Interdisciplinario de este Juzgado, así como de la personal constatación realizada por este proveyente, que los mentados lugares tampoco guardan las condiciones de idoneidad necesaria para cumplir cabalmente dicho cometido, ajustándose su descripción a las deficiencias referidas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo “Verbitsky”, según se dijo en el apartado IV.4, penúltimo párrafo, de estos considerandos. Ello así no sólo por no satisfacer sus características las exigencias marcadas por los estándares fijados por los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos, lo que ya sería sobradamente suficiente para afirmar lo que digo, sino, además, porque tampoco garantizan la protección de los derechos de los jóvenes que, eventualmente resultaran allí albergados en tanto no son ámbitos destinados a llenar naturalmente esa finalidad. Digo esto pues no resulta difícil entender que un dormitorio, un comedor o una cocina no constituyen –per se- espacios aptos para el correcto alojamiento de jóvenes infractores, sin perjuicio de que, comparativamente, puedan ser considerados mejores que una celda, en el estado en que se ha constatado que éstas se encuentran. En este sentido, debe recordarse, junto con Daniel Adler (Sobrepoblación carcelaria. Bases ideológicas y propuestas de superación, publicado en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, año 9, nº 17, p. 381, ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2004) que “la permanencia de una persona privada legalmente de su libertad en un espacio físico no previsto por la ley para tal fin constituye una ilegalidad” que deben los jueces terminar, agrego, con lo que ya queda decidida la valoración que cabe asignar a esta situación descripta. VIII.2.2.7. Indudablemente que no participan de estas mismas falencias el Centro de Alojamiento de Jóvenes en conflicto con la ley penal, ubicado en el Barrio Chijra de esta ciudad, dependiente de la Policía de la Provincia ni las Unidades nº 2 y 3 del Servicio 86 Penitenciario de Jujuy. Ello es así habida cuenta del objetivo inicialmente fijado para dichas dependencias. Respecto del primer establecimiento, puntualmente criticado por la actora, a fs. 451, estimo que sus deficiencias, anotadas por la Dra. Cecchín en su informe, así como las comprobaciones personales que me cupo hacer en el caso y no sólo en lo atinente a la tramitación de este hábeas corpus correctivo, toda vez que, cuando este proveyente se encuentra de turno, las inspecciones son diarias, admiten una solución distinta a la que cabe asignar a las restantes dependencias policiales inspeccionadas. En efecto, según ha tenido oportunidad de comprobarlo el suscripto, su personal no instruye sumarios, en tanto su régimen no es el de una comisaría Seccional –lo que excluye a esta dependencia de las tareas genéricamente asignadas a las unidades que responden a la común denominación de “Comisarías”, prescripta por la ley 5288- , no porta armas ni tiene relación con el trámite de las respectivas causas a las que se encuentren afectados los jóvenes infractores. Tiene a su disposición profesionales en trabajo social y de salud –médico y psicólogo-, con sus respectivos consultorios, entre los que se cuenta un médico propio que, sin perjuicio del examen practicado por otro profesional con anterioridad, certifica nuevamente el estado de salud del joven ingresante, hallándose habilitado para efectuar la derivación que el caso exija. Si bien es cierto que, durante sus inicios, dicha dependencias tropezó con dificultades inherentes a su organización, relativas, entre otros ítems, a la provisión de mercaderías para alimentar a su población, hoy esta circunstancia ha sido paulatinamente subsanada. Por otra parte, también se advierte la existencia de espacios destinados específicamente al cumplimiento de las actividades relacionadas con las más elementales necesidades humanas, a saber, dormitorios, comedores y baños, separados por sexos, con las características reseñadas al tratar la prueba producida en autos, así como actividades de recreación limitadas, a saber televisión, talleres y prácticas deportivas circunscriptas al escaso espacio disponible. Va de suyo que este panorama no me hace perder de vista la necesidad no sólo de exigir el mantenimiento del nivel de prestaciones actualmente existente sino, además, de mejorarlo hasta tornarlo óptimo, en conformidad con los estándares internacionales que regulan la materia, por que así cabe ordenarlo, sin perjuicio de los controles que, periódicamente, deberán cumplirse a efectos de constatar el grado de avance indicado. Por lo demás, la existencia de este establecimiento ha permitido evitar sumergir tempranamente al joven infractor en el mundo penitenciario. Es decir que se ha transformado, en los hechos, en un remedio intermedio eficaz para evitar la prisonización penitenciaria cuando las circunstancias aconsejan, simultáneamente, mantener temporaria y cautelarmente una situación de privación de libertad motivada en los términos constitucionales que la autorizan, y –a la vez- no alojar al joven en un establecimiento cuyas características están previstas para un estadio procesal distinto y ya signado por elementos de convicción de mayor entidad que la permiten. 87 IX. Deber de garante que asume el Estado respecto de jóvenes infractores a la ley penal, privados de libertad. Luego de identificar las condiciones que imponen los estándares internacionales en materia de derechos humanos respecto del alojamiento de jóvenes infractores privados de la libertad, y de ponderar su actual vigencia a la luz de la realidad conformada por la situación en que las dependencias destinadas a tal fin se encuentran, cabe ahora examinar la naturaleza del deber que titulariza el Estado en tanto sujeto que tiene a su cargo la observancia de aquellos mandatos. Conforme lo tiene decidido la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa “Verbitsky”, con reiteración de su propia doctrina, “La seguridad, como deber primario del Estado, no sólo importa resguardar los derechos de los ciudadanos frente a la delincuencia sino también, como se desprende del citado art. 18, los de los propios penados, cuya readaptación social se constituye en un objetivo superior del sistema y al que no sirven formas desviadas del control penitenciario (Fallos 318:2002)”. A nadie escapa, en términos generales, “Que la privación de libertad, al título que fuese, tiene un efecto aflictivo y deteriorante para toda persona institucionalizada, que en cierta medida es imposible eliminar por ser inherente a su situación, pero que de ningún modo puede tolerarse que se agrave indebidamente.” (CSJN, in re “Verbitsky”, considerando 35), con arreglo a lo que disponen las normas internacionales en materia de derechos humanos incorporadas a la Carta Magna Nacional. Ello es así porque, como lo sostuvo el Tribunal Cimero, “tales instrumentos [Convención sobre los Derechos del Niño, del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño, Opinión Consultiva OC-17/02 de 28 de agosto de 2002] y la Convención Americana conformaban un plexo normativo, el corpus juris internacional de protección de los niños. El tribunal señaló que cuando el Estado se encuentra en presencia de niños privados de libertad, tiene, además de las obligaciones señaladas para toda persona, una obligación adicional establecida en el art. 19 de la Convención Americana. Por una parte, debe asumir su posición especial de garante con mayor cuidado y responsabilidad, y debe tomar medidas especiales orientadas en el principio del interés superior del niño, particularmente de las circunstancias de la vida que llevará mientras se mantenga privado de libertad” (considerando 46). Este es el criterio que viene sosteniendo la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde su pronunciamiento en el precedente “Badín” (LL, 1996-C, 585), al señalar que “La cláusula constitucional que impone que las cárceles tengan como propósito fundamental la seguridad y no el castigo de los reos detenidos en ellas tiene contenido operativo e impone al Estado, por intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o una detención preventiva la adecuada custodia, que se manifiesta también en el respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral”. 88 De los preexpuestos criterios surge con total evidencia que la obligación de garante que cabe a los Estados Partes de la Convención Americana de Derechos Humanos en relación a las personas privadas de la libertad se ve sensiblemente potenciada cuando se trata de niños o jóvenes en infracción a la ley penal, respecto de los cuales se añade un plus de deberes que deben ser satisfechos, elevando el estándar exigible en lo atinente a su seguridad y bienestar. Esto es así, partiendo de la base que, en palabras de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, “el tribunal interamericano señaló que ‘quien sea detenido tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal, y que es el Estado el que se encuentra en una posición especial de garante, toda vez que las autoridades penitenciarias ejercen un fuerte control o dominio sobre las personas que se encuentran sujetas a su custodia. De este modo, se produce una relación e interacción especial de sujeción entre la persona privada de libertad y el Estado, caracterizada por la particular intensidad con que el Estado puede regular sus derechos y obligaciones y por las circunstancias propias del encierro, en donde al recluso se le impide satisfacer por cuenta propia una serie de necesidades básicas que son esenciales para el desarrollo de una vida digna’” (“Verbitsky”, considerando 44). Esta solución se justifica toda vez que “el derecho a la integridad personal no sólo implica que el Estado debe respetarlo (obligación negativa), sino que, además, requiere que el Estado adopte todas las medidas apropiadas para garantizarlo (obligación positiva), en cumplimiento de su deber general establecido en el art. 1.1 de la Convención Americana” (considerando 45). Una vez más, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso “Bulacio”, aportó criterios valiosos de interpretación respecto del tema en litigio: “Los detenidos deben contar con revisión y atención médica preferentemente a cargo de un facultativo elegido por ellos mismos o por quienes ejercen su representación o custodia legal. Los resultados de cualquier examen médico que ordenen las autoridades -y que no debe ser practicado en presencia de las autoridades policiales- deben ser entregados al juez, al detenido y a su abogado, o bien, a éste y a quien ejerza la custodia o representación del menor conforme a la ley. La Corte ha señalado que la atención médica deficiente de un detenido es violatoria del artículo 5 de la Convención Americana.- 132. Los establecimientos de detención policial deben cumplir ciertos estándares mínimos, que aseguren la observancia de los derechos y garantías establecidos en los párrafos anteriores. Como ha reconocido este Tribunal en casos anteriores, es preciso que exista un registro de detenidos que permita controlar la legalidad de las detenciones. Esto supone la inclusión, entre otros datos, de: identificación de los detenidos, motivos de la detención, notificación a la autoridad competente, y a los representantes, custodios o defensores del menor, en su caso y las visitas que éstas hubieran hecho al detenido, el día y hora de ingreso y de liberación, información al menor y a otras personas acerca de los derechos y garantías que asisten al detenido, indicación sobre rastros de golpes o enfermedad mental, traslados del detenido y horario de alimentación. Además el detenido debe consignar su firma y, en caso de negativa la explicación del motivo. El abogado defensor debe tener acceso a este expediente y, en general, a las actuaciones relacionadas con los cargos y la detención” (considerandos 131 y 132). 89 Asimismo, señaló que “Para salvaguardar los derechos de los niños detenidos, especialmente su derecho a la integridad personal, es indispensable que se les separe de los detenidos adultos. Y, como lo estableciera este Tribunal, las personas encargadas de los centros de detención de niños infractores o procesados deben estar debidamente capacitadas para el desempeño de su cometido. Finalmente, el derecho de los detenidos de establecer comunicación con terceros, que les brindan o brindarán asistencia y defensa, se corresponde con la obligación de los agentes estatales de comunicar inmediatamente la detención del menor a esas personas, aún cuando éste no lo haya solicitado” (considerando 136). Dijo también la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el mentado caso “Bulacio” que “Quien sea detenido ‘tiene derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el derecho a la vida y a la integridad personal’. La Corte ha establecido que el Estado, como responsable de los establecimientos de detención, es el garante de estos derechos de los detenidos, lo cual implica, entre otras cosas, que le corresponde explicar lo que suceda a las personas que se encuentran bajo su custodia. Las autoridades estatales ejercen un control total sobre la persona que se encuentra sujeta a su custodia. La forma en que se trata a un detenido debe estar sujeta al escrutinio más estricto, tomando en cuenta la especial vulnerabilidad de aquél, función estatal de garantía que reviste de particular importancia cuando el detenido es un menor de edad. Esta circunstancia obliga al Estado a ejercer su función de garante adaptando todos los cuidados que reclama la debilidad, el desconocimiento y la indefensión que presentan naturalmente, en tales circunstancias, los menores de edad” (considerando 126). Es que “El Estado debe respetar el derecho a la vida de toda persona bajo su jurisdicción, consagrado en el artículo 4 de la Convención Americana. Esta obligación presenta modalidades especiales en el caso de los menores de edad, teniendo en cuenta como se desprende de las normas sobre protección a los niños establecidos en la Convención Americana y en la Convención de Derechos del Niño. La condición de garante del Estado con respecto a este derecho, le obliga a prevenir situaciones que pudieran conducir, por acción u omisión, a la afectación de aquél (…) Efectivamente, en su condición de garante el Estado tiene tanto la responsabilidad de garantizar los derechos del individuo bajo su custodia como la de proveer la información y las pruebas relacionadas con lo que suceda al detenido” (considerando 138). Atento a ello, deviene menester considerar que “El deber general establecido en el artículo 2 de la Convención Americana implica la adopción de medidas en dos vertientes. Por una parte, la supresión de las normas y prácticas de cualquier naturaleza que entrañen violación a las garantías previstas en la Convención. Por la otra, la expedición de normas y el desarrollo de prácticas conducentes a la efectiva observancia de dichas garantías” (considerando 143). En consecuencia, cabe concluir en el necesario reconocimiento de la existencia de un deber de naturaleza constitucional, en cabeza del Estado –cuya inobservancia es susceptible de generar responsabilidad internacional-, respecto del joven infractor privado 90 de la libertad y, por ende, puesto bajo su custodia y cuidado, que define a aquel como garante en relación a los derechos de éste último que no resulten restringidos por la medida original de privación y que, a la vez, deviene reclamable por esta vía procesal con efectos generales. Fijado ello, entonces, cabe examinar la dimensión que, en la especie, asume ese deber. X. Atrae ahora la atención de este proveyente el argumento esgrimido, a fs. 460/461 –en especial, fs. 460 vta., tercer párrafo-, por el Estado Provincial a la hora de contestar la vista conferida sobre las constancias de las distintas inspecciones efectuadas en las dependencias policiales y penitenciarias, con motivo de la acción de hábeas corpus deducida, vinculado a la afirmación de que si hay detenidos en dichas instalaciones, es por disposición judicial. El Estado Provincial se equivoca en este punto, en cuanto omite efectuar una sensible distinción. Primero, porque resulta evidente que si hay una persona privada de la libertad no existe otra posibilidad de que se encuentre en tal condición si no es con orden emanada de autoridad competente, originalmente judicial, o necesariamente sometida a revisión judicial, en caso de que no lo sea aquella. Señala a este respecto Mónica Beatriz Barroso Bonvicini (La dimensión penal en la provincia de Santa Fe, publicado en Protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes. Análisis de la ley 26061, AAVV, compilado por Emilio García Méndez, ed. Editores del Puerto y Fundación Sur, Buenos Aires, 2006, p. 207) que “la orden debe ser escrita con las formalidades exigidas por la normativa vigente y la autoridad competente refiere fundamentalmente a que los únicos autorizados legalmente a detener son los jueces…”. Segundo, porque el argumento empleado pretende instalar, embozadamente, por cierto, la idea que si dichas personas, en el caso, jóvenes presuntamente infractores a la ley penal, se hallan privados de la libertad por orden judicial, ello no es más que responsabilidad de los magistrados, pretendiendo soslayar –equivocadamente en cuanto la afirmación sólo es parcialmente cierta- la circunstancia que una cosa es la disposición que manda privar de la libertad a un justiciable, con arreglo a las disposiciones constitucionales y legales que excepcionalmente lo autoricen y, otra muy distinta, son las condiciones de dicho alojamiento, materia por entero confiada a la autoridad administrativa competente, subordinada al control jurisdiccional, como en este caso que nos ocupa –según se dijo en el apartado IV.2.2. precedente y sus distintos parágrafos-, pero en la que, primigeniamente, la responsabilidad de la modalidad de la ejecución de la orden de privación de libertad le cabe al Poder Ejecutivo. En otras palabras, el principio de libertad admite excepciones –conforme se ha visto en el apartado V y sus parágrafos- que, por ser tales, deben adecuarse a los requerimientos establecidos por la Constitución y las leyes dictadas en su consecuencia y, por su gravedad, sólo pueden ser ponderadas por un magistrado. Ahora bien, una vez valorada judicialmente la existencia de alguno de tales supuestos extraordinarios, corresponde actuar la excepción, disponiendo el cumplimiento de la medida restrictiva de libertad en dependencias 91 que, orgánicamente, se sitúan en el ámbito del poder Administrador y no del Judicial, reservándose a éste el deber de control de las condiciones de alojamiento y a aquel la observancia de las exigencias plasmadas en la Carta Magna y en los tratados internacionales de derechos humanos a ella incorporados, so riesgo de obligar al Estado Argentino a afrontar las responsabilidades emergentes de su incumplimiento de los compromisos contraídos en éstos últimos, con arreglo a lo señalado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa “Verbitsky”, atento a su deber de garante, según lo referido en el apartado IX de estos considerandos. De esta suerte, entonces, no cabe sino concluir que afirmar, como lo hace el Estado Provincial, que si hay detenidos es porque los jueces lo ordenaron, implica tanto como poner de manifiesto una verdad de Perogrullo y, simultáneamente, pretender descargar solapadamente en los Magistrados una responsabilidad que, ab initio, le compete orgánica, funcional, legal y, lo que es más importante aún, constitucionalmente, sin perjuicio de la conocida atribución de control por parte de éstos. De otro modo, piénsese en dos posibilidades igualmente absurdas. La primera de ellas, que las comisarías y establecimientos penitenciarios dependieran orgánicamente del Poder Judicial, materia que, por mandato constitucional, le está vedada en tanto la Carta Magna local confía estas instituciones al Poder Administrador, a tenor de lo dispuesto por el art. 137, incisos 15 y 20. La segunda, que, dados los supuestos de excepción que tornen procedente y necesario conforme a las circunstancias acreditadas en la causa, emitir una orden de privación de la libertad en relación a un sujeto determinado, sometido a proceso por infracción a la ley penal, ésta no pudiese cumplirse por inexistencia, insuficiencia o inadecuación de recursos humanos y físicos necesarios para satisfacerla con observancia de las exigencias constitucionales que la hagan acorde a la dignidad de las personas afectadas, impidiendo de esta forma a la Justicia cumplir sus fines sociales. Ciertamente que ambas hipótesis resultan intolerables social, legal y constitucionalmente, atento a la inconsistencia del argumento esgrimido. XI. Los alcances de la sentencia en el hábeas corpus correctivo colectivo. Ciertamente que si hay algo harto discutido en esta materia que nos ocupa es el alcance que debe tener la decisión de los magistrados, pues, como se ha visto precedentemente, en el apartado IV.2.1. de estos considerandos, constituye un hecho remanido el que el Estado pretenda descalificar el decisorio que se emita, en tanto resulte favorable a la procedencia del hábeas corpus, echando mano del argumento de la ingerencia judicial en materia privativa de la competencia del Ejecutivo, circunstancia que ha enfatizado a fs. 460 vta., párrafos cuarto y quinto, y 461. Pero no debe olvidarse que, como lo afirma Juan Méndez (Derecho a la verdad frente a las graves violaciones a los derechos humanos, publicado en La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, AAVV, compilado por Martín Abregú y Christian Courtis, ed. Centro de Estudios Legales y Sociales y Editores del Puerto, Buenos Aires, 2004, p. 532), ante un incumplimiento ya sea total o 92 parcial, es a la justicia a quien le corresponderá arbitrar los medios para garantizar el goce del derecho, tanto porque en derecho interno el Poder Judicial es el garante final del derecho de las personas, como porque es al estamento judicial al que compete la responsabilidad por la incorporación de las normas internacionales al derecho interno”. Va de suyo que tampoco puedo permanecer ajeno a la naturaleza compleja del conflicto en examen que torna igualmente inasequible una solución unívoca que, asimismo, sea practicable sin provocar zozobra en los ya deteriorados recursos existentes, empeorando aún más la situación de vulnerabilidad de derechos de los jóvenes alojados en dependencias policiales y penitenciarias antes que coadyuvando en su beneficio. Para ello tendré en cuenta el criterio oportunamente fijado por nuestro Superior Tribunal de Justicia (L.A. nº 37, fº 810/814, nº 391, con cita de Osvaldo Gozaíni) al señalar que “en nosotros pervive la idea de que la función jurisdiccional es mucho más que la simple resolución de controversias; se trata de ver en los jueces, efectivos contralores de la actividad administrativa o de gestión gubernamental, como fiscalizadores de la supremacía constitucional; por tanto, su responsabilidad social trasciende los meros conflictos humanos”. O quizás, como lo señala críticamente Fernando Machado Pelloni (Hábeas corpus: pasado, presente y futuro. Teoría y práctica, publicado en Revista de derecho procesal penal, 2007-1, La injerencia en los derechos fundamentales del imputado-III, AAVV, dirigida por Edgardo Alberto Donna, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2007, p. 637), “en los fundamentos el tema es atender la dignidad personal. El proceso es en cierto modo una comunicación y no hay diálogo si sólo habla el Estado. Tampoco si se catapulta a la hegemonía al Ejecutivo –en y por aquél-. Si así fuera –lo que no es compartido bajo interpretación- no importa el mal que se enfrente, la garantía debe ser mayor porque bajo una visión consecuencialista, los resultados empañan la alteración del equilibrio de funciones y el modelo constitucional. Esta anticipación le cabe a todo el mundo, pero la tienen que firmar los jueces”. En este caso, habrá de convenirse a la luz de las constancias examinadas en los apartados VIII.2.1. y VIII.2.2., que las deficiencias existen, restando ahora determinar su cesación o, en su caso, su corrección. XI.1. En orden a buscar alguna inspiración orientadora, habré de examinar pormenorizadamente las diversas soluciones que han puesto en funcionamiento otros órganos jurisdiccionales a los que les ha tocado dirimir cuestiones de idéntico objeto al propuesto en esta causa, traída a conocimiento y decisión de este Juzgado de Menores, conforme lo aconseja prudentemente Néstor Pedro Sagüés (El tercer poder. Notas sobre el perfil político del poder judicial, ed. LexisNexis, Buenos Aires, 2005, p. 128, bajo el título Roles creativos). Por eminentes razones de orden, conviene comenzar el estudio pretendido por algunos de los pronunciamientos emitidos sobre la materia por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyos decisorios contienen ítems que pueden agruparse en declarativos y dispositivos. Entre los primeros, cabe mencionar a aquellos que se expiden sobre la concreta existencia de una violación a los derechos a la vida y a la integridad personal de los 93 privados de la libertad, que se encuentra en los fallos dictados en las causas “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, del 2 de septiembre de 2004, puntos 4, 5 y 6 y “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, del 25 de noviembre de 2006 (LL, 2007-B, 353), puntos 3 al 6. Asimismo, se declaró el incumplimiento del deber de adoptar disposiciones de derecho interno acordes con la Convención Americana de Derechos Humanos y violaciones de garantías judiciales en el punto 7 del primero de los fallos mencionados. En lo que respecta a los ítems que pueden calificarse como dispositivos o que, en rigor, imponen una determinada conducta a satisfacer por el Estado condenado, advierto un abanico amplio de soluciones adoptadas, por lo que, a los fines expositivos, deviene necesario sistematizarlos de la siguiente manera: 1. La publicación de los hechos vulneratorios de derechos humanos que la Corte Interamericana consideró probados, según se extrae del fallo recaído en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, punto 10; y, en general, en lo resuelto en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, punto 17; en “Montero Aranguren y otros” o “Caso Retén de Catia”, del 5 de julio de 2006, punto 13; en “Caso García Asto y Ramírez Rojas”, del 25 de noviembre de 2005, punto 16 y en “Caso López Alvarez”, del 1º de febrero de 2006, punto 8 . 2. La realización de “un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional y de declaración que contenga la elaboración de una política de Estado de corto, mediano y largo plazo en materia de niños en conflicto con la ley que sea plenamente consistente con los compromisos internacionales del…” Estado incumpliente, conforme surge del decisorio emitido en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, punto 11; en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, puntos 12 y 16, y en “Montero Aranguren y otros” o “Caso Retén de Catia”, punto 12. 3. El suministro, a cargo del Estado condenado, de tratamientos psicológicos y médicos a las personas cuyos derechos fueron afectados con la conducta lesiva de aquel, a mérito de lo establecido en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, punto 12; en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, puntos 13 y 14, y en el “Caso García Asto y Ramírez Rojas”, punto 11. 4. La proporción por el Estado condenado de asistencia vocacional y programas de educación para ex internos del establecimiento en el que se suscitaron los hechos violatorios de derechos humanos denunciados y acreditados, como se dispuso en el fallo “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, punto 13, y en el “Caso García Asto y Ramírez Rojas”, punto 12. 5. La identificación y entrega de cadáveres de las víctimas de la violación, así como el espacio para su inhumación, a tenor de lo ordenado en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”, punto 10; en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, punto 11, y en el caso “Montero Aranguren”, punto 8. 94 6. La obligación del Estado condenado de proteger a los testigos que depusieron en la causa y a sus familias, como se estableciera en el punto 15 del fallo dictado en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”. 7. El pago de indemnizaciones a las víctimas y a sus deudos, conforme surge de los puntos 16 al 24 de la sentencia emitida en “Instituto de Reeducación del Menor c/ Paraguay”; de los puntos 14 y 18 al 23 de la dictada en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”; del punto 14 del “Caso Montero Aranguren” o “Retén de Catia”; de los puntos 13 al 15 del “Caso García Asto y Ramírez Rojas” y de los puntos 10 al 14 del “Caso López Alvarez”. 8. La obligación fijada a cargo del Estado condenado de investigar, identificar y sancionar a los responsables de las violaciones a los derechos humanos denunciadas y probadas, según se consigna en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú”, puntos 8 y 9; en la resolución cautelar dictada en la causa “Penitenciarías de Mendoza”, del 22 de noviembre de 2004, punto 2, y en el caso “Montero Aranguren”, punto 7. 9. El deber de diseñar e implementar un programa de educación en derechos humanos para miembros de las fuerzas de seguridad, según lo establecido en el punto 15 del fallo recaído en “Penal Miguel Castro Castro c/ Perú” y en el punto 11 del “Caso Montero Aranguren”. 10. La obligación impuesta al Estado para que adopte de inmediato medidas protectorias de la vida y de la integridad personal de personas privadas de libertad, conforme lo establecido en los puntos 1 de las resoluciones cautelares dictadas en la causa “Penitenciarías de Mendoza” del 22 de noviembre de 2004, 18 de junio de 2005 y reiterada con el carácter agregado de “inexcusable” en la emitida el 30 de marzo de 2006; en el punto 10 de la resolución emitida en el “Caso Montero Aranguren”, en cuanto a la adecuación de la cárceles a los estándares internacionales en materia de derechos humanos, al igual que el punto 9 de la sentencia pronunciada en el “Caso López Alvarez”. 11. La exigencia de remitir informes permanentes a la Corte Interamericana sobre el cumplimiento de las medidas protectorias ordenadas, según se consigna en los puntos 3 y 6 de la resolución cautelar del 22 de noviembre de 2004; en el punto 2 de la resolución cautelar del 18 de junio de 2005 y en el punto 3 de la resolución cautelar del 30 de marzo de 2006, dictadas todas en la causa “Penitenciarías de Mendoza”; al igual que en el punto 15 del fallo dictado en el “Caso Montero Aranguren”; en el punto 17 del fallo recaído en el “Caso García Asto y Ramírez Rojas” y en el punto 15 del “Caso López Alvarez”. XI.2. Aplicando este mismo mecanismo de análisis al fallo emitido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa “Verbitsky”, el 3 de mayo de 2005, existen ítems que me permito calificar de declarativos, dispositivos y exhortaciones. En el primero se encuentra el punto 2, mediante el que se declaró “que las 95 Reglas Mínimas para el tratamiento de Reclusos de las Naciones Unidas, recogidas por la ley 24.660, configuran las pautas fundamentales a las que debe adecuarse toda detención”. Entre los segundos se aglutinan los puntos 3 a 6, inclusive, en los que se dispuso “que la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, a través de los jueces competentes, haga cesar en el término de sesenta días la detención en comisarías de la provincia de menores y enfermos”; “instruir a la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires y a los tribunales de todas las instancias de la provincia para que, en sus respectivas competencias y por disposición de esta Corte Suprema, con la urgencia del caso, hagan cesar toda eventual situación de agravamiento de la detención que importe un trato cruel, inhumano o degradante o cualquier otro susceptible de acarrear responsabilidad internacional al Estado Federal”; “ordenar al Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires que, por intermedio de la autoridad de ejecución de las detenciones, remita a los jueces respectivos, en el término de treinta días, un informe pormenorizado, en el que consten las condiciones concretas en que se cumple la detención (características de la celda, cantidad de camas, condiciones de higiene, acceso a servicios sanitarios, etc.), a fin de que éstos puedan ponderar adecuadamente la necesidad de mantener la detención, o bien, dispongan medidas de cautela o formas de ejecución de la pena menos lesivas. Asimismo, se deberá informar en el plazo de cinco días toda modificación relevante de la situación oportunamente comunicada” y “Disponer que cada sesenta días el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires informe a esta Corte las medidas que adopte para mejorar la situación de los detenidos en todo el territorio de la provincia”. Finalmente, en el último grupo quedan incluidos los puntos 7 y 8. En el primero de los mencionados se exhortó “a los Poderes Ejecutivo y Legislativo de la Provincia de Buenos Aires a adecuar su legislación procesal penal en materia de prisión preventiva y excarcelación y su legislación de ejecución penal y penitenciaria, a los estándares constitucionales e internacionales” y en el último se encomendó “al Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires para que a través de su Ministerio de Justicia organice la convocatoria de una mesa de diálogo a la que invitará a la accionante y restantes organizaciones presentadas como amicus curie, sin perjuicio de integrarla con otros sectores de la sociedad civil, debiendo informar a esta Corte cada sesenta días de los avances logrados”. XI.3. En orden a llegar a esta decisión, es dable observar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación echó mano de un mecanismo poco habitual en el trámite de las causas que por ante ella se ventilan, a saber, la celebración de audiencias públicas. Este remedio procesal, que sin dudas se inscribe en el contexto del nuevo paradigma que se ha dado en llamar de “democracia participativa”, en reemplazo paulatino del modelo de democracia estrictamente representativa [sobre la crisis del modelo representativo véase Juan Manuel Abal Medina (h) en La muerte y la resurrección de la representación política, ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004, bajo el título La representación postsocial, pág. 105 y siguientes; íd. Raúl Gustavo Ferreira, La Constitución vulnerable, ed. Hammurabi, Buenos 96 Aires, 2003, en especial su capítulo V; íd. Carlos Santiago Nino, Los escritos de Carlos Santiago Nino. Derecho, moral y política II, ed. Gedisa, Buenos Aires, 2007, en especial su capítulo III, titulado Democracia Deliberativa, p. 185 y siguientes; íd. Reva B. Siegel, El rol de los movimientos sociales como generadores de derecho en el derecho constitucional de los Estados Unidos, publicado en Los límites de la democracia, AAVV, Seminario en Latinoamérica de Teoría Constitucional y Política 2004, ed. Del Puerto, Buenos Aires, 2005, p. 259 y siguientes; íd. Amy Gutman, Democracia deliberativa y regla de la mayoría: una réplica a Waldron, publicado en Democracia Deliberativa y Derechos Humanos, AAVV, compilado por Harold Hongju y Ronald C. Slye, ed. Gedisa, Barcelona, 2004, p. 269 y siguientes; íd. Andrés Gil Domínguez, Los derechos humanos como límites a la democracia, publicado en Los derechos humanos del siglo XXI, AAVV, coordinado por Germán Bidart Campos y Guido Risso, ed. EDIAR, Buenos Aires, 2005, en especial p. 102; íd. Alicia Pierini, Estado y sociedad en la construcción de derechos humanos en democracia, publicado en Pensamiento crítico sobre derechos humanos, AAVV, coordinado por Pierini, ed. EUDEBA, Buenos Aires, 1996, p. 24], ha resultado no sólo novedoso sino también útil a la hora de permitir la mayor amplitud en el debate y en el enriquecimiento por el aporte de propuestas enderezadas a zanjar las dificultades ínsitas en la materia en controversia. Lo que ocurre es que, como lo tiene decidido nuestro Superior Tribunal de Justicia, en la ya citada causa “Iumatto” (LIBRO DE ACUERDOS Nº 37, Fº: 1099/1105, Nº 501), “la administración no puede presentarse, como lo hacia antes, como autoridad netamente separada de la comunidad popular… En el moderno Estado actual (llamado social) participativo y pluralista, la comunidad popular no es extraña al cuidado de los intereses públicos, sino que deben ser más bien puesta en grado de desarrollar proficuas iniciativas de colaboración e integración con la acción desarrollada por la Administración Pública, en el ejercicio de los poderes de los cuales es titular…’ (Corte Sup. De Justicia de la Pcia. De Santa Fé, J.A.1991 – IV – 294).- Inmerso el hombre en una comunidad, en una situación social lubrificada por relaciones de solidaridad, de ayuda al prójimo, cada vez más alejada de aquellas concepciones que veían a lo social como una sumatoria de individualidades egoístas, solo vinculadas entre si para la satisfacción de apetencias personales, se conforma una trama social en la que coparticipan todos, porque todos en definitiva resultan afectados, la suerte de uno o de un grupo incide en la de los demás, en un mundo cada vez más amalgamado, más unificado, más entrelazado, más surcado por interrelaciones, como las dadas por los modernos medios de comunicación, que permiten no sólo conocer al instante dramas lejanos, sino vivirlos como propios.- ‘El reconocimiento de ese poder jurídico se impone, por tanto, en virtud del respeto debido a los fines del hombre como ser individual y social teniendo en cuenta que el mismo representa un valor que en si es absoluto’ (Juan Carlos Casagne, Derecho Administrativo T II p. 127)”. Como justificativo de este criterio, anota Alejandro Verdaguer (Importancia de las audiencias públicas ante la Corte, publicado en el libro de análisis de ponencias al XXII Congreso Nacional de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Paraná del 12 al 14 de junio de 2003, T. II, p. 50, citando a Peter Häberle en El Estado constitucional), que “la vinculación de los tribunales constitucionales con los distintos actores sociales es esencial en 97 el funcionamiento de los primeros a tal punto que [Häberle] no los concibe como actuando de manera independiente de aquellos. Por ello, dice que ‘los instrumentos de información del juez constitucional deben ampliarse y refinarse, no a pesar sino en razón de la sujeción a la ley, en especial las formas y posibilidades escalonadas de participación en el proceso constitucional mismo (sobre todo ‘audiencia’ y ‘participación’); deben desarrollarse nuevas formas de participación de las potencias públicas (öffentliche Potenzen) como intérpretes de la Constitución en sentido amplio. El derecho procesal constitucional se vuelve un pedazo del derecho de la participación democrática’”. Por ello, “cuando la Corte está en presencia de un caso cuyo eje de discusión trasciende el derecho subjetivo individual que invoca el actor y se proyecta sobre el tejido social entendemos que el escrito no se presenta como un conducto idóneo para establecer un debate en torno al derecho en cuestión. No es casual que el Reglamento de la Corte de Estrasburgo disponga que sus audiencias serán públicas a menos que existan circunstancias excepcionales y que una disposición similar esté prevista en el artículo 15 del Reglamento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. He allí, entonces, la importancia del procedimiento impuesto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación al caso “Verbitsky” y el valor de su continuidad, aún cuando ello fuera dispuesto por medio de una encomienda realizada a un Poder Ejecutivo provincial, remedio institucional marcado en este fallo, como mecanismo de solución del conflicto planteado y a los fines de evitar su reiteración, teniendo a la vista la eventual responsabilidad internacional emergente ante el incumplimiento denunciado. Este criterio será especialmente tenido en cuenta a la hora de determinar la solución que juzgo aplicable al caso, aunque circunscripta a los mecanismos legalmente previstos en los dispositivos locales que contemplan esta solución participativa. XI.4. A su vez, en fecha reciente, el 19 de diciembre de 2007, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, en ejecución de lo oportunamente ordenado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo “Verbitsky”, se expidió sobre la materia, siendo susceptibles sus puntos resolutivos de ser agrupados conforme al mismo criterio de clasificación que vengo aplicando. Así, entre los ítems estrictamente dispositivos, estableció en el apartado 1 de su resolución que se ha dado cumplimiento con la cesación de la detención en comisarías de la provincia de menores y enfermos y en cuanto se refiere a la adecuación de las normas relativas a la prisión preventiva y excarcelación. En su punto 2, el Alto Tribunal requirió al “Poder Ejecutivo de esta provincia que en el término de noventa (90) días hábiles presente un plan operativo integral tendente a normalizar de modo definitivo las disfuncionalidades edilicias de los lugares de detención y la provisión de servicios elementales”. De igual manera creó, en el punto 4, “el Área de Derechos Humanos de las Personas Privadas de la Libertad con rango de Subsecretaría que, sin mengua alguna de la competencia legal de los jueces naturales, tendrá a su cargo organizar, con el fin de lograr un adecuado ejercicio de la superintendencia de esta Corte, un programa de actividades, un 98 sistema de seguimiento y un modelo de organización que permita sistematizar y controlar el proceso de implementación y ejecución de las condiciones de detención de las personas alojadas en comisarías y establecimientos del sistema penitenciario”. En este orden de ideas, estableció que “para la determinación del diseño institucional del Área de Derechos Humanos dispuesta en el apartado precedente, los titulares de las Secretarías Penal y de Asuntos Institucionales de esta Corte, organizarán un grupo de trabajo para proponer los proyectos de actualización y normativas de desarrollo de la Acordada N° 3118/04, a fin de optimizar las visitas carcelarias y penitenciarias a cargo de magistrados, adecuándolas a un protocolo estándar, en consonancia con las Reglas Mínimas para el tratamiento de Reclusos de las Naciones Unidas, que permita al Tribunal sistematizar la información allí asentada, temática sobre la cual también podrán formular sugerencias los actores de la causa, los jueces penales de esta provincia y las restantes instituciones públicas o no gubernamentales interesadas en la defensa de los derechos humanos. Asimismo, se elaborarán proyectos de normas prácticas en los términos del art. 5 del Código Procesal Penal que, sin alterar dicho cuerpo legal, coadyuven a una interpretación y aplicación del art. 168 bis de dicho cuerpo legal que armonice con los estándares constitucionales e internacionales en la materia”. En el apartado 6 de su resolutorio la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires se reserva la determinación del “modelo de vinculación interinstitucional necesario para dotar de efectividad a su misión específica”. En lo que respecta a los ítems que no contienen puntos dispositivos, se cuenta la reiteración formulada “al señor Gobernador provincial, al señor Vicegobernador en su calidad de Presidente del Honorable Senado y al señor Presidente a cargo de la Honorable Cámara de Diputados, [de] la exhortación formulada en el fallo antes citado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y por esta Suprema Corte, para que se adecue la legislación de ejecución penal y penitenciaria, a los estándares constitucionales e internacionales, en razón del tiempo transcurrido sin haber dado cumplimiento al punto 7 de la parte dispositiva del referido pronunciamiento”. XI.5. Ante este amplísimo abanico de posibilidades de solución del problema que significa la vulneración de los derechos de jóvenes en conflicto con la ley penal privados de la libertad, por las condiciones en que esa medida se ejecuta, deviene menester tomar posición. XII. A estos fines, también resulta necesario verificar un dato de la realidad sobre el que ya tuve oportunidad de expedirme al resolver –desestimando- otro hábeas corpus, aunque preventivo, deducido por la Organización No Gubernamental “Juanita Moro”, el que tramitara mediante expediente nº 250/07, radicado por ante la Secretaría Penal y Contravencional de este mismo órgano jurisdiccional. En dicho decisorio, fechado el 27 de septiembre de 2007 sostuve -en el apartado VII de sus considerandos- que “nada de lo dicho impide desconocer la realidad que implica que, cotidianamente, sea el personal de la Policía de la Provincia el que, por distintas razones, toma contacto primario y directo con niños, niñas o adolescentes en situaciones de 99 peligro, auto o hétero provocadas, en cuyo caso, entiendo que su actuación es obligatoria, habida cuenta que la autoridad pública, pertenezca ésta al área que sea, no puede permanecer indiferente ante ello, permitiendo la actualización de la injuria a los derechos del niño o joven de que se trate cuando mediaron advertencias suficientes que autorizaban su evitación. En tales circunstancias no puede sostenerse la calificación de privación de libertad para tal accionar, bastando para ello que la intervención de la fuerza de seguridad se circunscriba a la preservación de los derechos amenazados o lesionados y se confiera la participación de rigor a la autoridad administrativa local competente en materia de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes, la que debe concurrir urgentemente en auxilio del sujeto de que se trate, con arreglo a la manda constitucional y legal en vigencia a ese respecto.- En suma, no toda intervención policial es susceptible de derivar en una privación de libertad, debiendo en tales supuestos, coadyuvar a la protección integral junto a la autoridad legalmente autorizada para ello, de modo concurrente y no excluyente, sin perjuicio de la intervención que le cabe a otros organismos administrativos, conforme sus respectivas competencias, a saber, salud o educación”. Juzgo que esta distinción es harto necesaria ahora también, en aras de dejar esclarecida mi perspectiva sobre lo que, con arreglo a la práctica diaria, verdaderamente ocurre, estableciendo las diferentes connotaciones que adquiere el accionar policial cuando actúa en prevención de una infracción penal que cuando lo hace en ejercicio de sus deberes de funcionario público, resguardando la integridad psicofísica de un niño, una niña o un adolescente ante la inminencia de un peligro cierto para estos, y ante la ausencia de otra autoridad competente para hacerlo, en el lugar y momento indicados. De otra manera, resultaría un verdadero despropósito pretender que, ante una situación como la descripta, el funcionario policial debiera abstenerse de actuar en protección de los derechos del sujeto afectado o amenazado, so pretexto de una irrazonable prohibición de tomar contacto con el niño o joven de que se trate y permitiendo, de esa suerte, la concreción actual del menoscabo. Conste, por lo demás, que no se trata aquí de la perimida figura, otrora conocida como “problema de conducta”, sino, antes bien, de supuestos en los que el niño o joven es –o puede resultar también- víctima de un tercero o de una situación objetiva particular con consecuencias manifiestamente lesivas para sus derechos. Sobre este punto en particular, se torna imprescindible destacar que, en lo que respecta a la obligatoriedad de la toma de medidas de protección urgentes, no es más que la actuación de las disposiciones contenidas en el Código de conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 34/169, del 17 de diciembre de 1979. En efecto, el art. 1 del mencionado instrumento prescribe que “Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley cumplirán en todo momento los deberes que les impone la ley, sirviendo a su comunidad y protegiendo a todas las personas contra actos ilegales, en consonancia con el alto grado de responsabilidad exigido por su profesión”. En el comentario pertinente, integrante también del documento de marras, se aclara que “La expresión ‘funcionarios encargados de hacer cumplir la ley’ incluye a todos los agentes de la 100 ley, ya sean nombrados o elegidos, que ejercen funciones de policía, especialmente las facultades de arresto o detención” y que “En el servicio a la comunidad se procura incluir especialmente la prestación de servicios de asistencia a los miembros de la comunidad que, por razones personales, económicas, sociales o emergencias de otra índole, necesitan ayuda inmediata”. Por su parte, el art. 2 del mismo instrumento internacional establece que “En el desempeño de sus tareas, los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley respetarán y protegerán la dignidad humana y mantendrán y defenderán los derechos humanos de todas las personas”, por lo que no pueden albergarse dudas acerca de los deberes que, en lo relativo a la materia ajena a la prevención de las infracciones a la ley penal, pero que innegablemente se refiere a la preservación de derechos de niños, niñas y adolescentes, les incumbe a los funcionarios policiales. Ciertamente que cuestión distinta será la materia atinente al alojamiento de aquellos sujetos en estado de vulnerabilidad, que, con motivo de la preservación de su bienestar, y aún por el escaso tiempo que demande dar participación a las autoridades competentes en materia de protección de sus derechos, no podrán ser conducidos a los ámbitos destinados a seguridad de las dependencias policiales, en tanto ello está absoluta y formalmente vedado, a tenor de lo preceptuado por el art. 36, en función de los arts. 33, 19 y 41, inciso e, de la ley 26061 y con las limitaciones previstas por el art. 29 de la ley 5288. Cumplido escrupulosamente este recaudo y debidamente anoticiadas la autoridad administrativa competente en materia de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes en nuestra Provincia, quien tiene la obligación de acudir de inmediato a este llamado, la tarea policial debe darse por satisfecha y culminada. Otro tanto ocurre cuando, actuando originalmente el personal policial de prevención, en razón de la existencia de una causa penal, y dispuesta ya la libertad, de manera inmediata, por parte del Magistrado interviniente, los padres o adultos responsables del joven presuntamente infractor no se apersonan a retirarlo o, anoticiados de lo acontecido, se niegan rotundamente a hacerlo, desoyendo las obligaciones que le competen en tal calidad. Esta no constituye una situación infrecuente en la experiencia diaria de este proveyente, en cuyo caso se ordena la inmediata actuación de la Dirección de Niñez y Adolescencia para que tome a su cuidado la preservación de los derechos del joven de que se trate hasta tanto se individualice a un miembro de la familia ampliada que pueda ejercer el rol de guardador, priorizando la libertad de aquel. Sin dudas, en estos casos, la intervención de la autoridad administrativa competente en materia de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes se torna por demás urgente, dando término, con su sola presencia, a la actividad policial, aunque no procesal. Estas peculiaridades también deberán ser ponderadas a la hora de decidir la causa, en orden a determinar, con la mayor precisión posible, el exacto alcance de la actividad policial y sus limitaciones en materia de jóvenes infractores. XIII. 101 Se trata, entonces, de acudir a lo que la prudencia aconseja, conforme lo sugiere Carlos Ignacio Massini Correas (La prudencia jurídica. Introducción a la gnoseología del derecho, ed. LexisNexis Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2006, p. 46) al señalar, en relación a la prudencia jurídica que titularizan los jueces, que “el magistrado judicial establece, frente a un caso concreto en que se controvierte cuál habría debido ser o deberá ser la conducta jurídica, la medida exacta de su contenido; pero esta determinación por él establecida no está ya sujeta a revisión o interpretación sino que, para ese caso, su dictamen prudencial es el que configura lo justo concreto que habrá de ponerse en la existencia”. En otras palabras, de lo que se trata es de delimitar con la mayor precisión posible en cuanto se trata de reglar conductas humanas y por lo tanto, orientadas a esa misma naturaleza, la procedencia de las pretensiones de las partes y los alcances que cabe asignar a cada una de ellas Llegado a este punto de los considerandos, no cabe sino establecer las medidas que, a criterio de este proveyente y a la luz de las constancias de la causa, corresponde ordenar en orden a dar respuesta al remedio procesal que, con alcance colectivo, fuera interpuesto en autos. XIII.1. A la luz de las probanzas colectadas a lo largo de este proceso, es dable concluir, sin mayor dificultad, que las condiciones que tienen la mayoría de las dependencias policiales con asiento en la jurisdicción de este Juzgado de Menores no observan las exigencias mínimas e indispensables para el alojamiento digno de jóvenes infractores a la ley penal, con arreglo a los estándares fijados por la Convención Americana de Derechos Humanos, en general, de entidad constitucional para nuestro país, así como por la interpretación que de ella hiciera la Corte Interamericana de Derechos humanos en los pronunciamientos recaídos en las causas “Penitenciarías de Mendoza” y “Panchito López”, entre otros, al igual que la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la causa “Verbitsky”. Dichos establecimientos carecen de espacio suficiente, luz y ventilación adecuadas, condiciones higiénicas básicas, baños asequibles para la población alojada, la previsión de recursos para alimentar debidamente a tales jóvenes, cama y abrigo suficiente, lugares de recreación acordes con los requerimientos propios de su edad, así como dependencias apropiadas para cumplimentar las comidas del día. Si esto se predica respecto de cualquier justiciable, con mayor razón se justifica que se diga lo mismo en relación a esta categoría de sujetos de derecho, especialmente vulnerable, a la luz de las condiciones especiales que exigen la Convención sobre los Derechos del Niño –también de entidad constitucional-, las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, del 14 de diciembre de 1990 y el criterio vertido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Bulacio” y en su Opinión consultiva nº 17/2002. Siendo ello así, cabe hacer lugar parcialmente al hábeas corpus correctivo colectivo interpuesto en autos, prohibiendo el alojamiento de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal en dependencias policiales con asiento en la jurisdicción de este Juzgado, a excepción de la unidad especial de alojamiento para jóvenes infractores a la ley 102 penal, creada en sede policial, bajo apercibimiento de considerar falta grave el incumplimiento de este dispositivo y ordenar la aplicación de las sanciones pertinentes. XIII.2. Por tal motivo, y en aras de dejar debidamente esclarecido el parámetro que cabe utilizar a los fines de la fijación de los estándares mínimos que tornen apta a una dependencia policial o penitenciaria para cumplir tal cometido de alojamiento, estimo necesario declarar que son de directa aplicación en el caso las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, de 14 de diciembre de 1990, en concordancia con la Convención sobre los Derechos del Niño, las Reglas de Beijing y las Directivas de Riad. Si bien es cierto que puede oponerse a esto que digo la circunstancia que las Reglas para la Protección de Menores Privados de la Libertad no formarían parte del bloque de constitucionalidad determinado expresamente por el art. 75, inciso 22, de la Constitución Nacional, no es menos veraz que, a la luz del criterio establecido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en la disidencia parcial emitida por los Ministros Belluscio y Argibay, en el caso “Llerena”, cabe –mutatis mutandis- afirmar su obligatoriedad en la especie. En efecto, en el considerando 6º de dicho pronunciamiento, ambos magistrados dejaron en claro que, en el caso en examen en dicha oportunidad, las Reglas de Mallorca “adelantan la consolidación de una interpretación de las normas internacionales…”. De ello se desprende que se trata de una verdadera y jerarquizada tendencia que no puede ser soslayada a la hora de resolver situaciones conflictivas en el ámbito de nuestro derecho interno, a tenor de lo cual, bien vale declarar su aplicación en este supuesto, siguiendo idéntico criterio al plasmado por el Tribunal Cimero en el apartado 2 de la parte resolutiva del fallo recaído en la causa “Verbistky”, al disponer que “las Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos de las Naciones Unidas, recogidas por la ley 24.660, configuran las pautas fundamentales a las que debe adecuarse toda detención”. Consecuentemente, deviene menester declarar aplicables las Reglas para la Protección de Menores Privados de la Libertad como parámetro objetivo a los fines de ponderar las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal, en la dependencia policial habilitada al efecto y en las unidades pertinentes del Servicio Penitenciario Provincial. XIII.3. Por otra parte, las condiciones de alojamiento que me ha tocado apreciar en las distintas inspecciones realizadas me convencen sobremanera de la gravedad de la situación. Pero ello no me impide advertir, simultáneamente, la existencia de otros factores que deben ser tenidos en cuenta también a la hora de valorar el panorama general a analizar, los que fueran advertidos por el Sr. Representante del Ministerio Público en su pronunciamiento. Digo esto en relación a los esfuerzos puestos de manifiesto por parte del personal policial de cada dependencia visitada para hacer más llevadera la deficiente situación del alojamiento de jóvenes detenidos en ellas. Así, el suministro de alimentos por parte de los mismos policías, de su propia comida, o la gestión para conseguirlos de organismos oficiales, como hospitales o 103 comedores, o privados como restaurantes de las proximidades, dan cuenta de la iniciativa que debe reconocérsele a los Sres. Jefes, oficiales, suboficiales y tropa que prestan servicios en las comisarías del interior de la provincia en orden a evitar que esas condiciones se vean agravadas también con la falta de alimentación. Indudablemente que dicha solución, meramente coyuntural y dependiente en gran medida de la buena voluntad de policías, responsables de hospitales, comedores y restaurantes, es inaceptable como respuesta institucional a la falta de adecuado y oportuno aprovisionamiento de los medios para proveer a una necesidad básica elemental – jurídicamente traducida en el derecho humano a alimentación, inscripto en el marco general de la dignidad a la que es acreedor todo ser humano- de contar con los recursos mínimos e imprescindibles para nutrirse adecuadamente con arreglo a su edad y demás características vitales. Resta determinar, entonces, dónde pueden llegar a ser alojados los jóvenes infractores cuando, dadas las especiales circunstancias del caso, se torne necesario para el Magistrado competente acudir al excepcional remedio de privarlos de libertad. Entiendo que para ello se ha creado la unidad policial especializada para el alojamiento de jóvenes en conflicto con la ley penal, a la que la ley 4721 denominara oportunamente “Comisaría del Menor”, pero que hoy, a mérito del imperio con jerarquía constitucional que cabe reconocer en la Convención sobre los Derechos del Niño y las normas internacionales que la complementan, bien puede cumplir el rol que determinan las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, del 14 de diciembre de 1990, con más el cumplimiento de la exigencia prevista por el art. 12 de las Reglas de Beijing, en cuanto exige la especialización del personal policial. Si bien es cierto que esta solución puede ser de relativamente fácil aplicación práctica para las dependencias policiales con asiento en las proximidades de la ciudad capital, a saber, aquellas que se encuentran bajo la órbita de las Unidades Regionales nº 1, 6 y 7, no me son ajenas las dificultades susceptibles de enfrentarse respecto de las dependencias policiales con asiento en las Unidades Regionales nº 3 y 5, dada la dilatada distancia que las separa de la Unidad de alojamiento especial. El conocimiento de la realidad humana y geográfica de la jurisdicción en la que me toca desempeñar la magistratura me convence de la necesidad de buscar una solución asequible que, lejos de entorpecer el derecho de los jóvenes infractores a condiciones dignas de alojamiento, permita su actuación de forma rápida y eficaz. En efecto, si se tienen en cuenta las distancias de marras, y puesto en el caso de que numerarios de la fuerza policial con asiento en las Unidades Regionales nº 3 y 5, deban intervenir de prevención, con arreglo a lo establecido por el art. 319 del Código Procesal Penal, es de estilo solicitar la consulta por vía telefónica con el Fiscal y el Juez competente, quienes, no obstante comunicarse inmediatamente, y previa la valoración de los elementos aportados, pueden disponer la permanencia del aprehendido en sede policial hasta tanto se determinen los elementos mínimos e indispensables para adoptar una decisión, conforme lo autoriza el art. 27, numeral 3, de la Constitución de la Provincia. Si ya se ha dicho que las 104 dependencias policiales no guardan las condiciones para llevar adelante tal medida, no es posible insistir en que los jóvenes presuntamente infractores queden alojados en ellas. Por lo demás, pretender que, a los fines de la espera de una resolución que no puede llevar más de unas horas, el joven de que se trate sea trasladado desde las Unidades Regionales nº 3 o 5 hasta esta Capital, a la sede de la unidad de alojamiento especial, con las demoras que impone tanto la distancia como la escasez de medios seguros de traslado actualmente existentes, implicaría un agravio más a sus derechos, antes que una solución adecuada a sus necesidades de protección. En consecuencia, resulta conveniente establecer un régimen, de obligatoria observancia para la fuerza policial con asiento en dichas Unidades Regionales, en tanto auxiliares directos de la Justicia, consistente en la determinación de dependencias, en sede de cada una de ellas y, en especial de las Unidades Regionales 3 y 5, bajo la directa responsabilidad del Jefe de Regional o de quien éste designe, dotadas de las previsiones materiales pertinentes en orden a garantizar las prestaciones alimentarias, higiénicas, sanitarias, de abrigo y de seguridad a que deben tener acceso los jóvenes privados de la libertad alojados en tránsito, bien sea a la espera de la evacuación de la consulta con el Fiscal o Magistrado competentes y del cumplimiento de las medidas urgentes y preliminares ordenadas por éstos o, satisfecho ello y dispuesta la continuidad de la privación de libertad, bajo la modalidad que corresponda, a la espera del traslado a la unidad de alojamiento especial, con sede en esta ciudad Capital. Ciertamente que ello, previo el cumplimiento de las exigencias fijadas en la resolución emitida por este Juzgado de Menores de fecha 27 de mayo de 2004. A su vez, Jefatura de Policía deberá arbitrar los medios necesarios para garantizar la implementación de un mecanismo de traslado seguro, rápido y eficaz de jóvenes infractores a la ley penal desde las Unidades Regionales nº 1, 3, 5, 6 y 7, con destino a la unidad de alojamiento especial, cuando así lo dispongan los Sres. Jueces competentes en cada caso concreto y que resulte ejecutable de inmediato en orden a evitar la profundización en la vulneración de derechos o, lisa y llanamente, su producción. Adopto esta decisión a la luz del criterio oportunamente impuesto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en cuanto fijó la obligación del Estado para que adopte de inmediato medidas protectorias de la vida y de la integridad personal de personas privadas de libertad, conforme lo establecido en los puntos 1 de las resoluciones cautelares dictadas en la causa “Penitenciarías de Mendoza” del 22 de noviembre de 2004, 18 de junio de 2005 y reiterada -con el carácter agregado de inexcusable- en la emitida el 30 de marzo de 2006; en el punto 10 de la resolución emitida en el “Caso Montero Aranguren”, en cuanto a la adecuación de la cárceles a los estándares internacionales en materia de derechos humanos, al igual que el punto 9 de la sentencia pronunciada en el “Caso López Alvarez”. XIII.4. Atento a la idéntica naturaleza de la materia debatida en autos respecto lo que ya fuera motivo de preocupación y decisión de este órgano Jurisdiccional, debe hacerse saber a Jefatura de Policía la continuidad de la vigencia de las disposiciones contenidas en la 105 resolución emitida por este Juzgado de Menores con fecha 27 de mayo de 2004, bajo los mismos apercibimientos allí establecidos. XIII.5. Asimismo, advierto que, no obstante las óptimas condiciones de alojamiento observadas en el Establecimiento Penitenciario nº 3, no existen en él dependencias destinadas al albergue diferenciado de jóvenes y adultos femeninas, compartiendo todas las internas los mismos ámbitos de pernocte, alimentación, higiene y recreación, en contravención a lo dispuesto por los instrumentos internacionales que regulan la materia. Por tal motivo, resulta procedente ordenar al Servicio Penitenciario Provincial que, por donde corresponda, arbitre los medios para habilitar en el ámbito del Establecimiento Penitenciario nº 3 un ámbito destinado a la contención de jóvenes infractoras a la ley penal, separado al previsto para las adultas, de conformidad a lo establecido por el art. 37, inciso c, de la Convención sobre los Derechos del Niño y art. 29 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de Menores Privados de la Libertad (res. 45/113 ONU), sin perjuicio que, por las características de las internas, puedan compartir determinadas actividades, previamente establecidas por las autoridades y profesionales competentes y autorización de los jueces de las respectivas causas a las que se encuentren afectadas. XIII.6. En lo atinente a la llamada “Comisaría del Menor”, o “Centro de Protección de Jóvenes en Conflicto con la Ley Penal”, dependiente de la Policía de la Provincia, debe decirse que no resulta alcanzada por la totalidad de las deficiencias que se verificaron respecto de las restantes unidades policiales inspeccionadas. Esta constatación, no obstante haber permitido advertir la presencia de algunas carencias, no autoriza a que se le formule un reproche de igual intensidad que obligue a pronunciarse por su ineptitud para cumplir con el cometido para el que fue creada, sin desconocer que las apreciaciones vertidas por la Dra. Cecchín en su informe al respecto tornan procedente disponer su mejora aunque no su esterilización como unidad especial para la protección de los derechos de los jóvenes infractores. Es decir que, en todo caso, corresponde disponer que Jefatura de Policía proceda a fortalecer la dependencia de marras mediante la continuidad y profundización del régimen de especialización de su personal, al igual que a través de la facilitación de las articulaciones necesarias con otros organismos del Estado Provincial, en el área de salud, educación y desarrollo social, destinadas a establecer respuestas acordes a la necesidad de protección y actuación de los derechos de los jóvenes infractores alojados en ella. XIII.7. Otro tanto cabe señalar respecto del Establecimiento Penitenciario nº 2, habida cuenta que las deficiencias halladas en ellos no resultan determinantes para permitir un pronunciamiento totalmente descalificatorio de sus condiciones. Antes bien, de lo que se trata es de ordenar que, por donde corresponda, las autoridades penitenciarias, arbitren los recursos necesarios enderezados a poner en óptimas condiciones las instalaciones eléctricas y sanitarias defectuosas encontradas y documentadas en las pruebas agregadas a esta causa; a agilizar el 106 mecanismo de tramitación de las solicitudes de los internos dirigidas a los jueces de sus respectivas causas; a diversificar y adecuar la alimentación de los internos con arreglo a sus necesidades vitales y de desarrollo, habida cuenta de la franja etárea a la que pertenecen y, por último, mejorar el mecanismo de atención sanitaria de rutina de los jóvenes internos, estrechando su periodicidad y tornando más fluido el diligenciamiento de las autorizaciones para su atención extramuros, de conformidad a lo preceptuado por los arts. 24 de la Convención sobre los Derechos del Niño y 49 y siguientes de las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, del 14 de diciembre de 1990. XIII.8. Ciertamente que las condiciones que objetivamente ofrecen la llamada “Comisaría del Menor”, como los Establecimientos Penitenciarios nº 2 y 3, a los fines de la satisfacción de sus respectivos objetivos, autorizan a desestimar parcialmente la pretensión de la promotora de autos, en lo que a ambas dependencias se refiere, no sólo porque sus características no se compadecen con la denuncia oportunamente formulada al incoar esta acción sino también en lo que interesa a la significativamente menor magnitud que tales deficiencias revisten. XIII.9. En lo que respecta al plazo que debe otorgarse a las autoridades policiales y penitenciarias en orden a satisfacer las disposiciones que se le imponen en este decisorio, juzgo razonable y apropiado a las circunstancias de la causa concederles un plazo de treinta días a contar desde su notificación, sin perjuicio de las inspecciones pudieren disponerse por este Juzgado, bien sea de modo personal o a través de sus Actuarios, así como las que, eventualmente, realizaren los Sres. Representantes de los Ministerios Públicos Fiscal y Pupilar, en ejercicio de sus respectivas competencias. En caso de que, por motivos debidamente justificados, las autoridades obligadas no pudieren cumplir total o parcialmente con lo ordenado, deberán hacerlo saber a este órgano jurisdiccional con anterioridad al vencimiento del plazo conferido a los fines de la ponderación de las razones invocadas para ello y la determinación de un nuevo plazo para la satisfacción de lo dispuesto. XIII.10. También resulta importante considerar la verdadera efectividad de la medida dispuesta en el presente hábeas corpus. Digo ello por cuanto de muy poco valdría emitir una prohibición de alojamiento de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal en dependencias policiales si tal disposición resulta, a la vez, vencida por las órdenes emitidas legítimamente, por cierto, por los demás colegas magistrados en el ámbito de sus respectivas competencias, tornando ilusoria la protección que se persigue proporcionar a través de este remedio procesal de excepción y sin que este proveyente pueda restringir válidamente sus respectivas decisiones en atención a la soberanía inherente a cada magistrado en el desempeño de sus funciones, dentro de su ámbito de competencia. A mi modo de ver, es necesario tener en cuenta los exactos alcances del 107 dispositivo judicial que manda privar de la libertad a una persona y, particularmente, a un joven infractor. Desde esta perspectiva, cabe recordar que lo que los jueces competentes ordenan es hacer operativa la privación de la libertad mas no especifican que esta medida sea cumplimentada de manera necesaria en una comisaría y, mucho menos, que lo sea en una dependencia policial determinada que no reúne las condiciones mínimas para alojar al joven adecuadamente. Antes bien, la existencia de una orden judicial de privación de libertad, sea ésta bajo la forma de arresto o de detención, en tanto autorizada por la normativa vigente, no es –ab initio- inconstitucional, cuando se verifican los presupuestos para su procedencia, restando satisfacer lo dispuesto, eso sí, con ajuste a dicha normativa también, a cuyos efectos, bien puede acudirse a soluciones de contingencia en aras de salvar la temporalidad del paso de un joven por una dependencia policial, adecuando un espacio determinado a esos fines. Asimismo, debe tenerse en cuenta que, en caso de ordenar la continuidad de la medida privativa de libertad, por así encontrarlo necesario a los fines del buen desarrollo del proceso y de la consecución de sus fines, el magistrado competente suele ordenar el alojamiento del joven de que se trate en las proximidades del asiento del respectivo Juzgado, a los fines de cumplimentar las diligencias procesales que se estimen menester, a tenor de lo cual, cabe tener en cuenta que ningún obstáculo existiría para que dicho alojamiento se cumpla en la unidad especial creada a tal fin o, en su caso, en las Unidades nº 2 y 3 del Servicio Penitenciario, según corresponda, con lo que queda zanjada la dificultad que versa sobre las condiciones defectuosas de alojamiento en otras dependencias policiales. Por otra parte, ya es de práctica no escrita, entre los magistrados del fuero penal ordinario y los del fuero especializado, que, cuando aquellos deben intervenir en casos en que resultan involucrados adultos y jóvenes conjuntamente, conforme lo autorizan los arts. 26 y 44 de la ley 4721 y la doctrina legal sentada por el Superior Tribunal de Justicia en las causas “Alanoca” (L.A. nº 49, fº 121/122, nº 46) y “Alancay” (L.A. nº 49, fº 216/218, nº 85), se comunique simultáneamente al Juez de Menores en turno, dicha circunstancia, a efectos de que, en el ámbito de su competencia, se ordenen las medidas protectorias de derechos específicas respecto de jóvenes infractores privados de la libertad, contenidas, en lo que a este Juzgado respecta, en la resolución del 27 de mayo de 2004. En el considerando 41 del decisorio emitido en la causa “Verbitsky”, destacó la Corte Suprema de Justicia de la Nación que “En esta eventualidad [que se configurasen eventuales casos de agravamientos que importarían trato cruel, inhumano o degradante u otros análogos, susceptibles de acarrear responsabilidad al Estado Federal], es deber de esta Corte, por estar comprometida la responsabilidad internacional del Estado Federal, instruir a la Suprema Corte y a los demás tribunales de la Provincia de Buenos Aires para que hagan cesar con la urgencia del caso el agravamiento o la detención misma, según corresponda”. En la especie, no debe perderse de vista que, a mérito de la prueba producida en la causa, el extremo previsto por el Tribunal Cimero como presupuesto generador de eventual responsabilidad internacional del Estado Argentino, a saber, la inadecuación de los reductos de alojamiento para jóvenes infractores a la ley penal en sede policial a los estándares internacionales en materia de derechos humanos, se encuentra acreditado. Mas tampoco 108 escapa a mi criterio que, por la jerarquía que tiene este órgano jurisdiccional, frente a otros Juzgados y Tribunales dotados de igual y legítima atribución para emitir órdenes de privación de libertad, no es posible instruirlos –al modo en que lo hizo la Corte Suprema de Justicia de la Nación- para que “hagan cesar con la urgencia del caso el agravamiento o la detención misma, según corresponda”. En razón de tal evidente limitación constitucional y legal que circunscribe notablemente el ámbito del pronunciamiento de este proveyente respecto del que titularizan sus pares y superiores, no cabe sino tomar dos decisiones concluyentes. La primera de ellas, consistirá en poner en conocimiento de lo resuelto a los Sres. Jueces de Instrucción en lo Penal, de Menores y Presidentes de Salas de la Cámara en lo Penal, con igual competencia territorial que este órgano jurisdiccional. La segunda, en cambio, habrá de consistir en “ordenar al Poder Ejecutivo de la Provincia (…) que, por intermedio de la autoridad de ejecución de las detenciones, remita a los jueces respectivos, en el término de treinta días, un informe pormenorizado, en el que consten las condiciones concretas en que se cumple la detención (características de la celda, cantidad de camas, condiciones de higiene, acceso a servicios sanitarios, etc.), a fin de que éstos puedan ponderar adecuadamente la necesidad de mantener la detención, o bien, dispongan medidas de cautela o formas de ejecución de la pena menos lesivas. Asimismo, se deberá informar en el plazo de cinco días toda modificación relevante de la situación oportunamente comunicada”. Tomo esta decisión en conformidad con el criterio consagrado por el Más Alto Tribunal de la Nación en el apartado 5 de la parte resolutiva del fallo “Verbitsky”. XIII.11. Estas preapuntadas apreciaciones –a las que se añaden las que se consignarán a la hora de expedirme sobre los efectos de este fallo- me conducen a otra de las medidas que cabe adoptar, como consecuencia de este mismo resolutorio, a saber, poner en conocimiento de lo decidido a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Ello se torna exigible a mérito de que, en caso de que se obstaculice –o se dilate- de algún modo el cumplimiento de la sentencia emitida por parte de los obligados directamente a ello, y sin perjuicio de la prosecución de la causa a través de los remedios procesales previstos para tal fin, podría llegar a endilgarse responsabilidad internacional al Estado Argentino, a pesar de que el eventual incumpliente sea una de sus estados provinciales, en el caso, Jujuy. A tenor de tal razón, cabe tener presente lo expresado por el Comité Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos y Degradantes de Naciones Unidas (Conclusiones y Recomendaciones, respecto del caso Argentino, 10 de diciembre de 2004; CAT/C/CR/33/1 33° Período de Sesiones 15 a 26 de noviembre de 2004) en cuanto recomendó a nuestro país que se “… Garantice que las obligaciones de la Convención sean siempre acatadas en todas las jurisdicciones provinciales, con el objeto de velar por una aplicación uniforme de la Convención en todo el territorio del Estado Parte; se recuerda al Estado Parte que la responsabilidad internacional del Estado incumbe al Estado Nacional aunque las violaciones hayan ocurrido en las jurisdicciones provinciales”; dicho esto, como se ve, sin perjuicio de la 109 forma federal de gobierno adoptada por nuestro país. Por lo demás, la Corte Suprema de Justicia de la Nación no fue ajena a esta circunstancia, advirtiéndolo expresamente, en el considerando 41 del fallo recaído en la causa “Verbitsky”, señalando “que de verificarse algunos de los extremos mencionados por el accionante, sería posible que se configurasen eventuales casos de agravamientos que importarían trato cruel, inhumano o degradante u otros análogos, susceptibles de acarrear responsabilidad al Estado Federal. Por otra parte, este criterio ya había quedado consagrado en “Giroldi” (CSJN, 7/4/95, considerando 12) al destacar que a la Corte Suprema de Justicia de la Nación “… le corresponde (…) en la medida de su jurisdicción, aplicar los tratados internacionales (…) ya que lo contrario podría implicar la responsabilidad de la Nación frente a la comunidad internacional”. Por extensión, este ineludible deber de aplicación de los tratados internacionales en materia de derechos humanos, también le atañe a este órgano jurisdiccional. Siendo esto así, teniendo en especial consideración la eventual responsabilidad que pudiere reprochársele al Estado Argentino, y ponderando que, como lo remarca Juan Carlos Hitters (Incidencia de la jurisdicción de los tribunales supranacionales, publicado en El papel de los Superiores Tribunales, AAVV, coordinado por Berizonce, Hitters y Oteiza, segunda parte, p. 293, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2008) al decir que esta responsabilidad “nace en el momento mismo de la violación de las obligaciones generales, de carácter erga omnes, de respetar y hacer respetar –garantizar- las normas de protección y de asegurar la efectividad de los derechos allí consagrados en toda circunstancia y respecto de toda persona…”, cabe ordenar la remisión de copia de este fallo a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a efectos de que tome conocimiento de lo aquí resuelto, con arreglo a su función de representación del Estado Nacional, que le incumbe dentro del marco del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, ante los organismos internacionales de derechos humanos. XIII.12. En lo atinente a la petición formulada por la Sra. Carmen Peña de que se “establezca una instancia de ejecución, a través de un mecanismo de diálogo entre todos los actores involucrados a fin de que pueda determinarse el modo en que la administración deberá hacer efectivo el cese de la detención de menores en las condiciones oprobiosas que vayan en contra del conjunto de normas que los protegen”, estimo que no corresponde hacer lugar. Ello así, no por las razones esgrimidas por el Estado Provincial –ya desechadas, por cierto, en el apartado IV.2.1. de estos considerandos-, esto es, por significar “una indebida injerencia del poder judicial en materia que resulta de exclusiva injerencia del poder administrador, lo que constituiría una vulneración al principio republicano de división de poderes”, sino por otras que estimo verdaderamente relevantes en la especie. En efecto, juzgo que adoptar una medida semejante, en nada implicaría una intromisión del Poder Judicial en el ámbito de competencia del Poder Administrador, habida cuenta que, como surge del pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el punto 8 de la parte resolutiva del decisorio emitido en el caso “Verbitsky”, se encomendó al 110 Poder Ejecutivo Provincial que “organice la convocatoria de una mesa de diálogo a la que invitará a la accionante y restantes organizaciones presentadas como amicus curiae, sin perjuicio de integrarla con otros sectores de la sociedad civil…” en orden a encarar la solución de los problemas de fondo ventilados a lo largo del proceso, relacionados con lo que fuera materia de debate. Esta decisión revela la clara posición del Máximo Tribunal de la Nación en lo que respecta al alcance de sus decisiones y de las materia que quedan atrapadas en su competencia, sin que pueda alegarse en contra de ello que tal disposición implicaría la mentada “intromisión” o “injerencia”. Empero, entiendo que tal solución, asumida por el Tribunal Cimero, en su calidad de cabeza del Poder Judicial de la Nación, en tanto directiva impuesta a un Poder Ejecutivo local, como lo era el de Provincia de Buenos Aires en la especie, encierra un contenido que deviene directamente de sus atribuciones en cuanto máximo órgano judicial del país y se inscriben en el ámbito de sus potestades en tanto tal, que trascienden lo meramente judicial así como a la misma controversia suscitada en la causa (Enrique M. Falcón, La Función Política y los Tribunales Superiores, publicado en El Papel de los Tribunales Superiores, AAVV, coordinado por Berizonce, Hitters y Oteiza, editorial Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2006, pagina 23). Ciertamente que este no es el caso de este órgano jurisdiccional, llamado a decidir un caso particular, aunque excepcional en cuanto a su importancia y alcances, lo admito, por lo que estimo que la decisión emitida por el Tribunal Cimero en aquel precedente no le puede ser exigida a este proveyente, en cuanto pueda implicar la imposición a otro Poder del Estado de un modo determinado de resolver el problema de las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores en dependencias policiales y penitenciarias provinciales. En otras palabras, una cosa es sostener, como lo hago, la atribución judicial de control constitucional de la actuación de las políticas –o de las prácticas generadas por ellas, con ajuste al criterio expuesto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el fallo “Verbitsky”, considerandos 25 a 27- implementadas en la materia y su eventual corrección y, otra muy distinta, es pretender que este órgano jurisdiccional fije al Poder Ejecutivo un mecanismo determinado de elaboración de tales políticas, aún cuando nada se diga acerca de sus contenidos concretos. Por lo demás, advierto que esta solución negatoria tampoco le causa agravio alguno a la promotora de autos, habida cuenta que, a los fines de arribar a este decisorio no se ha tenido en cuenta su condición de Presidenta de una Organización no Gubernamental alegada originalmente, por lo que su eventual intervención en el solicitado mecanismo de diálogo no podría ser ordenado por este Juzgado a título personal. En segundo término, también juzgo que la no emisión de la encomienda –o exhortación- peticionada, en nada limita al Poder Administrador a llevar adelante una convocatoria amplia como la solicitada y, menos aún, a la promotora de la causa, a requerirla de aquel por los canales procesales –administrativos o judiciales, si correspondierepertinentes, habida cuenta del derecho de participación ciudadana que le compete en la formación y control de la ejecución de las decisiones emanadas del ejecutivo local, con arreglo a lo señalado en el apartado XI.3. de estos considerandos. 111 En tercer lugar, también deviene necesario señalar que el mentado ámbito de discusión, propuesto por la impetrante, ya se encuentra legalmente previsto en el marco de lo que preceptúa el art. 36 de la ley 5288, en cuanto crea el Consejo Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia, “cuyo objetivo es desarrollar políticas para la promoción y protección integral de los derechos del niño; del adolescente y su familia”. Entre sus funciones se cuentan las consignadas en el art. 37, esto es, “a) Asesorar y proponer al Poder Ejecutivo Provincial las políticas del área; diseñando y aprobando los programas necesarios para el cumplimiento de los derechos consagrados y ratificados por la presente Ley; b) Articular las políticas públicas de todas las áreas de gobierno; en los aspectos vinculados con la infancia y la adolescencia; c) Coordinar también acciones entre las distintas áreas del Estado Provincial y la Sociedad Civil para hacer efectivos los postulados de esta Ley (…) e) Elaborar proyectos legislativos específicos; tomar las medidas para dar cumplimiento a las demandas pertinentes; realizar la evaluación anual de lo actuado y arbitrar los medios de seguimiento y control sobre los organismos del Estado Provincial y las organizaciones no gubernamentales involucradas en la ejecución de las políticas públicas”, entre otras. Sin perjuicio de que puede aducirse que estas normas no se encuentran actualmente reglamentadas, no es menos cierto que, por su claridad difícilmente pueda llegar a alegarse la falta de tal dispositivo para obstar a su actuación inmediata, esto es, su operatividad directa, atento a lo que preceptúa la última parte del inciso 4 del art. 137 de la Constitución Provincial en cuanto manda que “en ningún caso la falta de reglamentación de las leyes podrá privar a los habitantes del ejercicio de los derechos que en ellas se consagran”. En razón de ello, juzgo que las legítimas aspiraciones de participación expuestas por la promotora de esta causa tienen su adecuado marco de respuesta en el ámbito del Consejo Provincial de Niñez, con arreglo a la normativa glosada, con particular atención en la amplia posibilidad de debate y propuesta que se autoriza a las Organizaciones No Gubernamentales, en el seno de esta institución. Por último, también considero que una resolución semejante escapa a la órbita de decisión del presente caso, conforme se planteara oportunamente por la actora, a poco que se advierta que, por un lado, el mecanismo de control de las condiciones de alojamiento de los jóvenes infractores privados de la libertad, permanece en manos de los magistrados competentes –de oficio o a instancia de parte, sea ésta afectada o no- y, por el otro, porque el objeto procesal perseguido en autos se ve adecuadamente satisfecho con la adopción de medidas idóneas enderezadas a hacer cesar las deficientes condiciones de alojamiento denunciadas, según se solicita, sin perjuicio de las facultades que asisten a la promotora de autos con arreglo a lo dicho en el párrafo precedente. Sin perjuicio de lo expresado y, precisamente, inspirado en las funciones que competen al Consejo Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia, estimo necesario anoticiar a este organismo respecto de lo que aquí se resuelve, a los fines de que tome el debido conocimiento del caso y proponga las medidas que estime menester, con arreglo a la normativa Constitucional y legal vigente en la materia. XIV. 112 Sobre los efectos de este decisorio Las medidas que por este acto se ordenan son de cumplimiento inmediato por la autoridad policial, a mérito de lo cual debe señalarse que cualquier remedio procesal impugnativo que se promueva por cualquiera de las partes, debe tener efecto devolutivo. Ello así, a tenor de la vigencia que, en el presente caso, guarda el principio de efectividad, el que resultaría severamente vulnerado si se permitiera que, so pretexto de recurso, se difiriera el acatamiento de las disposiciones que aquí se fijan. A los fines de justificar esta disposición, acudo a las razones que proporciona José I. Cafferata Nores (Proceso penal y derechos humanos, 2º edición actualizada, Centro de Estudios Legales y Sociales y Editores del Puerto, Buenos Aires, 2007, p. 3 y siguientes) al decir que, a partir de lo dispuesto por el art. 75, inciso 22, de la Constitución Nacional, que incorpora las principales declaraciones y tratados internacionales de derechos humanos, “situándolos a su mismo nivel (…) puede hablarse de un nuevo ‘sistema constitucional’ integrado (‘sincronizado’) por disposiciones de igual jerarquía ‘que abreva en dos fuentes: la nacional y la internacional’. Aquellas ‘no se anulan entre sí ni se neutralizan entre sí, sino que se retroalimentan’ formando un plexo axiológico y jurídico de máxima jerarquía, al que tendrá que subordinarse toda la legislación sustancial o procesal secundaria que deberá ser dictada ‘en su consecuencia’ (art. 31, CN)”. Es por ello que, en lo que interesa a la labor de los magistrados, agrega este autor que “…la paridad de nivel jurídico entre la Constitución Nacional y esa normativa supranacional, obliga a los jueces a ‘no omitir’ las disposiciones contenidas en esta última ‘como fuente de sus decisiones’, es decir, a sentenciar también ‘en su consecuencia’. Es que, en general, cualquier Estado parte en un tratado y en especial la Argentina por el nivel constitucional de recepción de la normativa supranacional, tiene la obligación de adoptar las medidas legislativas o de otro carácter, para hacer efectivos los derechos y garantías establecidos por aquel ‘plexo axiológico jurídico’, entre las que ocupan un lugar principalísimo las sentencias y decisiones judiciales”. Asimismo, se torna necesario recordar que la intervención que se le confiriera en esta causa al Estado Provincial lo fue al efecto de facilitar el debate y ampliar el aporte probatorio imprescindible para mejor resolver el pedido impetrado por la Sra. Peña, sin perder de vista por ello la naturaleza jurídica de la pretensión de fondo, esto es, un hábeas corpus correctivo, de alcance colectivo, que tiene por objeto la constatación de las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores privados de la libertad, de las que se predicara su deficiencia, y su eventual corrección. Cualquier otra pretensión ajena al ámbito de discusión de este hábeas corpus correctivo –o impropio-, incluyendo, por supuesto, la tentativa de retardar el cumplimiento de las medidas ordenadas a efectos de satisfacer la petición original, debe ser restringida sobremanera y no puede ser tenida en cuenta como obstáculo útil a los fines del incumplimiento de aquellas. En otras palabras, el eventual debate recursivo que pudiera activarse como derivación de lo que aquí se ordena no podrá entorpercer, demorar ni obstaculizar la observancia de lo ordenado, atento a la naturaleza constitucional de los derechos en juego así como a la misma índole de la que participa la acción que se resuelve. 113 En este entendimiento y fijados los moldes a los que cabe adecuar el pronunciamiento judicial que sobre la materia se emita, cabe también determinar las consecuencias que corresponde asignarle, por lo menos, hasta que queden firmes las disposiciones aquí contenidas. XIV.1. Como lo anota Marcela Basterra (LL, 2005-D, 530) “El art. 2° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos requiere que el Estado adopte medidas, incluidas las legislativas, para garantizar los derechos establecidos por ese instrumento que aún no lo estuviesen: esto incluye el derecho a un recurso efectivo en caso de afectaciones colectivas a derechos fundamentales establecidos en la Convención, en la Constitución o en las leyes. El art. 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos tiene un contenido similar. Para el caso que estamos tratando, esto significa que, de no existir recursos o acciones judiciales que permitan la revisión judicial de afectaciones colectivas a derechos humanos, el Estado tiene la obligación de dictar legislación creándolas. De no existir estas acciones en la legislación, los jueces tienen la obligación de adecuar las existentes para dar efecto a los dos tratados invocados. Existen suficientes modelos en el derecho comparado -y en nuestra misma región, como en el caso de Brasil- para que el Congreso asuma seriamente la cuestión y produzca una regulación compatible con la exigencia de ‘rapidez’, ‘sencillez’ y ‘efectividad’ de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.” Indudablemente que el remedio procesal representado por el hábeas corpus y, más precisamente, en la variante que tratamos, a saber, un hábeas corpus correctivo, de alcance colectivo, pone severamente en crisis el concepto de tutela judicial efectiva que establecen los tratados internacionales de derechos humanos, toda vez que se erige en un mecanismo de requerimiento formal a la Justicia, en tanto Poder del Estado, de protección de derechos humanos de aquellos sujetos que se encuentran constitucional y legalmente privados de la libertad y, por ende, alojados en dependencias estatales, sometidos al gobierno de su conducta por parte de las autoridades de seguridad dependientes –en tanto tales- de otro poder del Estado y, por ello mismo, necesitados del control que, en cada caso, deben efectuar los magistrados, de modo inmediato y directo, a mérito de la naturaleza de los derechos que se tutelan. Sobre este punto, Augusto Morello (El proceso justo, ed. LexisNexis Abeledo-Perrot, segunda edición, Buenos Aires, 2005, p. 338) sostuvo que “según constante doctrina constitucional, el derecho a la tutela judicial efectiva se configura fundamentalmente, como la garantía de que las pretensiones de las partes que intervienen en un proceso serán resueltas por los órganos judiciales con criterios razonables”. Por su parte, Cecilia Belsito y Andrés Caporale (Tutela judicial efectiva, ed. Nova Tesis, Buenos Aires, 2006, p. 17) señalan que, “como concepto básico del cual se puede partir para lograr una definición afín con nuestra perspectiva, ‘tutela’ es sinónimo de guía y protección.- Por tanto, la primera pregunta a formularse es si la protección que obtiene el consumidor del servicio de justicia lo hace sentir en cada etapa de un longevo proceso, 114 protegido y custodiado por este sistema adjetivo que lo lleva al resultado de un pronunciamiento acorde con su pretensión”. Este punto en particular no ha sido ajeno a la consideración de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al decidir el caso “Bulacio” (18/09/2003, Sup. Penal LL, 2003, diciembre, 3), en el que estableció que “El derecho a la tutela judicial efectiva exige entonces a los jueces que dirijan el proceso de modo de evitar que dilaciones y entorpecimientos indebidos, conduzcan a la impunidad, frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos” (considerando 115). Idéntico criterio ya había sido expuesto por el mismo Tribunal Internacional en la causa “Panchito López” (2/9/2004) al recordar que “La Corte ha sostenido en su Opinión Consultiva OC-9/87 que, para que un recurso sea efectivo “se requiere que sea realmente idóneo para establecer si se ha incurrido en una violación a los derechos humanos y proveer lo necesario para remediarla” (considerando 245). De las expresiones glosadas surge con evidencia suficiente que tanto la doctrina como la jurisprudencia emanada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su calidad de intérprete último de la Convención Americana sobre Derechos Humanosdebe ser tenida especialmente en cuenta en la presente materia, atento a la naturaleza de los derechos que se predican afectados, resultan contestes en afirmar el carácter necesario de la tutela judicial, conforme ha sido requerido a este Juzgado, así como el carácter oportuno y efectivo que el pronunciamiento que finalmente se emita, debe tener. XIV.2. Intimamente conectado con el sentido y las razones de lo precedentemente apuntado, cabe destacar el efecto que cabe asignar a este decisorio. Para ello, habré de valerme –una vez más- de lo que tiene decidido la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Panchito López”, en su considerando 249 y siguientes. Allí se dijo que “En el presente caso ha quedado probado (supra párr. 134.28) que en la Sentencia Definitiva No. 652, dictada el 31 de julio de 1998, el Juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de Noveno Turno dio lugar al recurso de hábeas corpus genérico interpuesto a favor de los internos del Instituto. En este sentido, dicha sentencia resolvió, inter alia, […] HACER LUGAR la demanda de HABEAS CORPUS GENERICO promovida […] en beneficio de los menores identificados en […] esta resolución, recluidos en el Instituto de Reeducación ‘Cnel. Panchito López’”. Asimismo, se señaló “[…] que el Director del Correccional, Instituto de Reeducación ‘Cnel. Panchito López’, el Director de Institutos Penales, y el Ministerio de Justicia y Trabajo, por el conducto correspondiente, adopt[ara]n de inmediato las medidas administrativas y presupuestarias, eficaces e idóneas, destinadas a lograr la rectificación de las circunstancias ilegítimas que ha[bía]n sido explicitadas […] y que afecta[ba]n a los menores identificados también en el exordio quienes deber[ía]n continuar su reclusión en locales adecuados conforme lo dispuesto en el artículo 21 de la Constitución Nacional, bajo apercibimiento de responsabilidad.[…] que las autoridades e instituciones mencionadas en el apartado precedente, inform[ara]n a este Juzgado las gestiones realizadas para el cumplimiento de lo establecido […] en un plazo no mayor a treinta días, y periódicamente cada tres meses, hasta su cumplimiento total, bajo apercibimiento de ley.- 250. Dichos puntos resolutivos establecían 115 claramente que debían adoptarse ‘de inmediato’, por parte de las autoridades pertinentes, todas aquellas medidas necesarias para ‘lograr la rectificación de las circunstancias ilegítimas’ en el Instituto a favor de los que estaban internos en ese momento. Probablemente ya no eran los mismos internos de la fecha en que el recurso se había interpuesto. Sin embargo, con posterioridad a la referida sentencia, los internos amparados por el recurso siguieron sufriendo las mismas condiciones insalubres y de hacinamiento, sin atención adecuada de salud, mal alimentados, bajo la amenaza de ser castigados, en un clima de tensión, violencia, vulneración, y sin el goce efectivo de varios de sus derechos humanos. Tanto es así que con posterioridad a haber sido resuelto el hábeas corpus genérico se produjeron los tres incendios de que se ha hablado anteriormente (supra párr. 134.29, 134.33 y 134.34). En otras palabras, el incumplimiento de la decisión del mencionado recurso, ya violatoriamente tardía, no condujo al cambio de las condiciones de detención degradantes e infrahumanas en que se encontraban los internos. El propio Estado ha reconocido esa situación y ha señalado que no se trasladó a los internos del Instituto por ‘la falta de un lugar adecuado’.- 251. Por todas las razones anteriormente expuestas, la Corte concluye que el Estado no brindó un recurso rápido a los internos del Instituto al momento de la interposición del hábeas corpus genérico, ni tampoco brindó un recurso efectivo a 239 internos en el Instituto al momento de la emisión de la sentencia en que se dio lugar al mismo, por lo cual violó el artículo 25 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma. Dicha violación se vio agravada, a su vez, por el incumplimiento por parte del Estado de suministrar a los internos medidas especiales de protección por su condición de niños…”. Ciertamente que no es del caso repetir experiencias como las vivenciadas en la República del Paraguay, en la que, habiéndose dictado resolución por un magistrado competente en una acción de hábeas corpus, respecto de la necesidad de corrección de las condiciones de alojamiento de jóvenes en una dependencia estatal, se produjo luego el deceso de varios internos en dicho establecimiento como consecuencia de un trágico incendio producido durante la demora en que incurriera el Estado en el cumplimiento de las medidas oportunamente ordenadas por el juez de la causa, dando pábulo luego a la demanda oportunamente interpuesta por ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, finalmente condenatoria del Estado Paraguayo (caso “Panchito López”, ya citado). Ciertamente que este argumento, inspirado en la necesidad de la evitación de un empeoramiento extremo de las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal –al punto de causar la muerte o lesiones irreversibles-, esgrimido por el máximo Tribunal del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, como causal de responsabilidad del Estado incumpliente, no puede ser desoído. XIV.3. Por lo demás, no puedo permitirme soslayar el efecto obligatorio de los fallos emanados de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que, si bien, en algunos casos versan sobre hechos distintos, no puedo evitar concluir en la aplicabilidad de sus criterios al caso que nos ocupa, a mérito de la analogía de los presupuestos que los caracterizan y, sobre todo, de la identidad del derecho respecto del cual se expiden, a saber, los 116 vinculados con las condiciones de alojamiento de los jóvenes privados de la libertad y las garantías que le son inherentes. Sobre este punto en particular, señala Alejandro L. Rúa (Obligatoriedad de las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y cosa juzgada en el ámbito interno, publicado en Cuadernos de doctrina y jurisprudencia penal, Año 5, nº 9-C, ed. AdHoc, Buenos Aires, 1999, p. 415 y siguientes) que tratados como la Convención Americana de Derechos Humanos “se distinguen porque al estar orientados a garantizar el goce de derechos y libertades del hombre con independencia de su nacionalidad tanto frente a su Estado como a los co-contratantes, al aprobarlos las partes se someten a un orden por el cual asumen obligaciones no sino hacia los individuos de su jurisdicción, y se organiza a ese fin un sistema que represente los límites dentro de los cuales consienten en responsabilizarse por las violaciones de que se los acuse, de modo que los atributos de las personas no quede al arbitrio del poder público y se rodeen de un conjunto de garantías enderezadas a asegurarlos”. Por ello afirma que “…cuando la CIDH decida que hubo violación de un derecho dispondrá que se garantice al lesionado en el goce y si fuere procedente se reparen las consecuencias y se pague una justa indemnización. El fallo es definitivo y los Estados se comprometen a cumplirlo a cuyo efecto concluye con una orden de ejecución.- De allí la obligatoriedad de crear las condiciones para que esas sentencias generen los efectos que exija la plena reparación ya que el propósito no es garantizar derechos teóricos o ilusorios sino prácticos y efectivos, y al admitir que vinculan al Estado se acepta también el efecto de cosa juzgada tanto formal como material de lo resuelto así como el de cosa interpretada, de donde es posible distinguir entre su aplicación directa y su incidencia refleja que no implica sino un uso ilustrativo en las cuestiones planteadas”. Refirmando el carácter eminentemente vinculante de las interpretaciones efectuadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, señala Guillermo Moncayo (Reforma constitucional, derechos humanos y jurisprudencia de la Corte Suprema, publicado en La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, AAVV, compilado por Martín Abregú y Christian Courtis, ed. Centro de Estudios Legales y Sociales y Editores del Puerto, Buenos Aires, 2004, p. 94) que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ya afirmó, en el caso “Giroldi”, “que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ‘debe servir de guía’ para la interpretación de los preceptos convencionales y en la medida que el Estado argentino reconoció la competencia de ese Tribunal Interamericano para conocer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación del Pacto de San José de Costa Rica.- Tal jurisprudencia de la Corte Interamericana, por la valoración que de ella hace la Corte Suprema argentina, se halla dotada de una suerte de ‘ultra-actividad’ que despliega efectos de alcance interpretativo en la jurisdicción interna. Podría también considerarse que aquella Corte es la intérprete auténtica del Pacto de San José de Costa Rica cuando se pronuncia sobre él en cuestiones contenciosas o por vía consultiva ‘en general, sobre toda disposición concerniente a la protección de los derechos humanos, de cualquier tratado internacional aplicable en los Estados americanos, con independencia de que sea bilateral o multilateral, de cuál sea su objeto principal o de que sean o puedan ser partes del mismo 117 Estados ajenos al sistema interamericano’”. Con idéntica orientación se pronuncia Adelina Loianno (Incidencia de la Jurisprudencia de la Corte Interamericana y de las recomendaciones en el derecho interno, publicado en Derechos Humanos, AAVV, Fundación de Derecho Administrativo, quinta edición, Buenos Aires, 2005, p. III-20) al señalar que “las sentencias que representan la decisión del Tribunal en casos específicos en los que se han denunciado violaciones de derechos humanos constituyen jurisprudencia obligatoria y vinculante para los tribunales internos”. Añade que “la obligatoriedad de los fallos dictados por la Corte Interamericana tiene fundamento normativo en la jerarquía constitucional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Al actuar este Tribunal como órgano de control del Pacto tiene competencia para conocer en cualquier caso relativo a la aplicación e interpretación del mismo (art. 62) siendo sus sentencias definitivas e inapelables y encontrándose los Estados obligados a cumplirlas (arts. 67 y 68 CADH)”. En igual sentido se expide Osvaldo Alfredo Gozaíni (Incidencia de la jurisprudencia de la Corte Interamericana, publicado en El papel de los Superiores Tribunales, AAVV, coordinado por Berizonce, Hitters y Oteiza, segunda parte, p. 324, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2008) al decir que “la obligatoriedad de las decisiones tomadas por la que denominamos ‘justicia transnacional’ (Comisión y Corte Interamericanas) se ha reconocido en Argentina, aun con anterioridad a la reforma constitucional de 1994 que incorporó los Tratados y Convenciones sobre derechos humanos dándoles jerarquía fundamental”. Menciona, entre otros ejemplos de esta afirmación, lo resuelto en “Ekmekdjian c/ Sofovich”, “Giroldi” y “Bramajo”. Agrega Gozaíni que “los términos categóricos del fallo [Bramajo] permiten sostener que se constituye jurisprudencia (vinculante) cuando la orientación se adapta plenamente al caso; o en su lugar, es un precedente (guía de orientación) de lectura obligatoria que no puede ser anulado con una interpretación contraria, salvo que fuera más favorable al derecho humano particular que el caso tratase (principio pro homine)”. Más aún. A tal punto resulta relevante la envergadura de la obligación internacional contraída por los Estados en los tratados relativos a la materia que nos ocupa, que ni siquiera la común alegación del posible déficit de recursos económicos ha sido atendida como motivación suficiente enderezada a posponer o –mucho menos- incumplir con el estándar fijado en aquellos, en lo que respecta a las condiciones de alojamiento de jóvenes infractores privados de la libertad. Precisamente por ello, la Corte Suprema de Justicia de la Nación -en “Verbitsky”, una vez más, y en referencia a las condiciones de alojamiento de detenidos en general, aunque por ello mismo, el criterio es abarcativo de los jóvenes- se ha expedido sobre este punto en particular destacando que “Las carencias presupuestarias, aunque dignas de tener en cuenta, no pueden justificar transgresiones de este tipo. Privilegiarlas sería tanto como subvertir el Estado de Derecho y dejar de cumplir los principios de la Constitución y los convenios internacionales que comprometen a la Nación frente a la comunidad jurídica internacional, receptados en el texto actual de aquélla (art. 5°, inc. 2° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos) (Fallos 318:2002)” (considerando 28). De esta suerte, 118 entonces, no podrá invocarse este extremo para obstaculizar la satisfacción de lo ordenado. Es decir que, “así como los tribunales inferiores de la Nación se hallan obligados moralmente a seguir los criterios interpretativos de la Corte Suprema (Fallos, 212:51), particularmente en materia constitucional, y también lo están por la necesidad institucional de respeto y acatamiento de sus decisiones (Fallos, 239:353; 240:7; 245:429 y otros), los Tribunales de la Nación deberían procurar ajustar la interpretación de las normas de derechos humanos a los criterios de la Corte Interamericana o de las jurisdiccionales internacionales competentes”. Es que de otra manera, queda claro que la consecuencia para el Estado incumpliente –por acción o por omisión- de las obligaciones contraídas al suscribir un instrumento internacional sobre derechos humanos es la responsabilidad emergente de tal inobservancia, conforme lo admite la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación en sus decisorios y en la doctrina, Juan Antonio Travieso (Garantismo vs. Responsabilidad Internacional. Aplicación del derecho internacional por la Corte Suprema de la Nación, LL, 1998-C, 762) al decir que “son dos las obligaciones que asumen los Estados: por una parte la de ‘respeto’; por otro lado, la obligación ‘de garantía’ de los derechos que la Convención ha reconocido a toda persona. En caso de incumplimiento de esas obligaciones procede la responsabilidad internacional”. Como natural derivación de lo preapuntado, no puede sino concluirse que debe asignarse efecto devolutivo a este pronunciamiento. XV. Costas y Honorarios profesionales Habida cuenta de la forma en que se resuelve la cuestión, así como atendiendo a la naturaleza de la materia en discusión, estimo justo y razonable imponer las costas emergentes de la tramitación de esta causa por su orden. Ello así en tanto la pretensión incoada no resulta totalmente acogida, así como porque las motivaciones que conducen a su favorable recepción parcial difieren de los argumentos que inspiran la acción. Asimismo, debe tenerse en cuenta a estos fines la discusión planteada en torno a la legitimación de la Sra. Peña para instaurar esta pretensión en su calidad de Presidenta de la ONG Juanita Moro y al modo en que se dirime la controversia, rechazando la excepción deducida por el Estado Provincial pero, a la vez, teniendo por promovida esta acción con prescindencia del carácter invocado por la actora. En lo que respecta a los honorarios que cabe regular a los profesionales intervinientes en autos, juzgo razonable y proporcional al desempeño cumplido en autos, a la eficacia de la tarea desempeñada y al resultado final obtenido, regular los honorarios del Dr. Pablo Miguel Pelazzo, en su calidad de letrado patrocinante de la Sra. Carmen Peña en la suma de setecientos pesos ($ 700). Atento a la calidad en que intervinieran los Dres. Daniel Héctor Lemir y Gustavo Toro, en sus sucesivas calidades de Coordinadores de Asuntos Judiciales de Fiscalía de Estado, y a mérito del modo en que resuelve este caso, no corresponde regular estipendios profesionales a su favor. Por los motivos precedentemente expuestos, el Juzgado de Menores nº 3 de 119 la Provincia de Jujuy RESUELVE: I. Declarar la competencia de este Juzgado de Menores para decidir la presente acción. II. No hacer lugar a la excepción de falta de personería interpuesta por el Estado Provincial por improcedente. III. Hacer lugar parcialmente al hábeas corpus correctivo, con alcance colectivo, interpuesto por la Sra. Carmen Peña, declarando que las Seccionales de Policía con asiento en la jurisdicción de este órgano jurisdiccional no son aptas para el alojamiento de jóvenes infractores a la ley penal. IV. Declarar que son de directa aplicación en el caso las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, el 14 de diciembre de 1990, en concordancia con la Convención sobre los Derechos del Niño, las Reglas de Beijing y las Directivas de Riad. V. Disponer la prohibición de alojamiento de niños y jóvenes presuntamente infractores a la ley penal o contraventores en Seccionales de Policía, con asiento en la jurisdicción de este Juzgado de Menores, bajo apercibimiento de considerar falta grave el incumplimiento de esta orden y ordenar la aplicación de las sanciones pertinentes. VI. Ordenar a la Policía de la Provincia que, a los fines del alojamiento temporal de jóvenes presuntamente infractores a la ley penal y cuando ello resulte estrictamente necesario, a la espera de las directivas de los Sres. Fiscales y Jueces competentes, disponga de dependencias adecuadas para tal fin, dotadas de las previsiones materiales pertinentes en orden a garantizar las prestaciones alimentarias, higiénicas, sanitarias, de abrigo y de seguridad a que deben tener acceso los jóvenes privados de la libertad alojados en tránsito, con arreglo a lo establecido en el apartado IV de esta parte resolutiva, bajo la directa responsabilidad de cada Jefe de Unidad Regional con asiento en la jurisdicción de este Juzgado de Menores o de quien éste expresamente designe, sin perjuicio de otorgar el plazo de treinta días para que Jefatura de Policía elabore y eleve a este Juzgado una propuesta alternativa a la dispuesta en este apartado. VII. Ordenar a la Dirección de Niñez y Adolescencia que, en coordinación con la Policía de la Provincia, y previa notificación emitida por ésta por el medio más rápido a su alcance, provea a la urgente protección de los jóvenes infractores cuya libertad ya haya sido dispuesta por los Sres. Jueces competentes y cuyos responsables no los retiraran de inmediato de las dependencias policiales correspondientes, en contravención a sus obligaciones legales, o carecieren de éstos, de conformidad a lo preceptuado por el art. 50, inciso b, de la ley 5288. VIII. Ordenar a la Policía de la Provincia que arbitre los recursos necesarios para que cada Unidad Regional con asiento en la jurisdicción 120 de este Juzgado de Menores tenga a disposición los medios adecuados para realizar el inmediato traslado seguro, rápido y eficaz de los jóvenes presuntamente infractores a la ley penal a la Unidad Policial especializada, con asiento en Barrio Chijra de esta ciudad, cuando los Sres. Magistrados competentes dispongan la continuidad de su privación de la libertad. IX. Hacer saber a Jefatura de Policía la continuidad de la vigencia de las disposiciones contenidas en la resolución emitida por este Juzgado de Menores con fecha 27 de mayo de 2004, bajo los mismos apercibimientos allí fijados. X. Ordenar al Servicio Penitenciario Provincial que, por donde corresponda, arbitre los medios para habilitar, en el ámbito del Establecimiento Penitenciario nº 3 un ámbito destinado a la contención de jóvenes infractoras a la ley penal, separado al previsto para las adultas, de conformidad a lo establecido por el art. 37, inciso c, de la Convención sobre los Derechos del Niño y art. 29 de las Reglas de Naciones Unidas para la Protección de Menores Privados de la Libertad (res. 45/113 ONU), sin perjuicio que, por las características de las internas, puedan compartir determinadas actividades previamente establecidas por las autoridades y profesionales competentes. XI. Ordenar a la Policía de la Provincia que, por donde se estime menester, se arbitren los medios necesarios para optimizar las prestaciones de la llamada “Comisaría del Menor”, de conformidad a las observaciones efectuadas por la Dra. Diana Cecchín en su informe de fs. 313. XII. Ordenar que, por donde corresponda, las autoridades penitenciarias arbitren los recursos necesarios enderezados a poner en óptimas condiciones las instalaciones eléctricas y sanitarias defectuosas encontradas y documentadas en las pruebas agregadas a esta causa; a agilizar el mecanismo de tramitación de las solicitudes de los internos dirigidas a los jueces de sus respectivas causas; a diversificar y adecuar la alimentación de los internos con arreglo a sus necesidades vitales y de desarrollo y mejorar el mecanismo de atención sanitaria de rutina de los jóvenes internos, estrechando su periodicidad y tornando más fluido el diligenciamiento de las autorizaciones para su atención extramuros, de conformidad a lo preceptuado por los arts. 24 de la Convención sobre los Derechos del Niño y 49 y siguientes de las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de Libertad, adoptadas por la Asamblea General en su resolución 45/113, del 14 de diciembre de 1990. XIII. Otorgar un plazo de treinta días para el cumplimiento de las medidas ordenadas, debiendo informarse su resultado, al cabo de dicho período, por parte de las autoridades obligadas, sin perjuicio de las inspecciones que pudieren practicarse por este Juzgado de Menores en orden a la verificación de la observancia de lo dispuesto. XIV. Ordenar al Poder Ejecutivo de la Provincia que, por 121 intermedio de la autoridad de ejecución de las detenciones de jóvenes en conflicto con la ley penal, remita a los jueces respectivos, en el término de treinta días, un informe pormenorizado, en el que consten las condiciones concretas en que se cumple la detención (características de la celda, cantidad de camas, condiciones de higiene, acceso a servicios sanitarios, etc.), a fin de que éstos puedan ponderar adecuadamente la necesidad de mantener la detención, o bien, dispongan medidas de cautela o formas de ejecución de la pena menos lesivas. Asimismo, se deberá informar en el plazo de cinco días toda modificación relevante de la situación oportunamente comunicada. XV. Hacer saber a todas las autoridades a quienes se les imponen las obligaciones precedentes, que todo lo ordenado lo es bajo apercibimiento de lo que prevee el art. 239 del Código Penal, en caso de incumplimiento o mora debidamente injustificada en el cumplimiento. XVI. No hacer lugar al pedido de la promotora de autos de que se establezca una instancia de ejecución, a través de un mecanismo de diálogo entre todos los actores involucrados, por innecesario, conforme a las razones dadas en los considerandos de este fallo, debiendo ocurrir por la vía que corresponde. XVII. Poner en conocimiento de lo resuelto a los Sres. Jueces de Instrucción en lo Penal, de Menores y Presidentes de las Salas de la Cámara en lo Penal con igual competencia territorial que este órgano jurisdiccional, a sus efectos. XVIII. Anoticiar de lo decidido al Consejo Provincial de Niñez, Adolescencia y Familia, mediante el oficio pertinente, con copia certificada de este pronunciamiento, a los fines señalados en los considerandos de este decisorio, de conformidad a lo preceptuado por el art. 37 de la ley 5288. XIX. Poner en conocimiento de lo resuelto a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, mediante el oficio pertinente, con copia certificada de este pronunciamiento, a sus efectos, de conformidad a lo expresado en los considerandos de este decisorio. XX. A todo evento, hacer saber que este pronunciamiento se emite con los efectos establecidos en el apartado XIV de sus considerandos. XXI. Imponer las costas emergentes de este proceso por su orden. XXII. Regular los honorarios del Dr. Pablo Miguel Pelazzo en la suma de setecientos pesos ($ 700) por la labor cumplida en esta causa. XXIII. No regular honorarios profesionales a los Dres. Daniel Héctor Lemir y Gustavo Alberto Toro, a mérito de la calidad en la que intervinieron en autos. XXIV. Registrar, agregar copia en autos, notificar y oficiar. 122