Marı́a Coira, La serpiente y el nopal. Historia y ficción en la novelı́stica mexicana de los 80. Mérida, el otro@el mismo, 2009, 270 páginas BALTAR Rosalı́a Orbis Tertius - 2010, vol. 15 no. 16. ISSN 1851-7811. http://www.orbistertius.unlp.edu.ar María Coira, La serpiente y el nopal. Historia y ficción en la novelística mexicana de los 80 Mérida, el otro@el mismo, 2009, 270 páginas. México: su sola palabra importa cierta fascinación y, desde luego, artificio. Desde su pasado (y presente) precolombino, sus conquistadores salvajes y notables, su esplendor barroco, hasta las mixturas de sus lenguas y geografías, su fatal y mágica frontera con el país del Norte, la aventura imperial de Maximiliano y Carlota, esa otra revolución y aquella guerra, todo México, en la simultaneidad de sus tiempos, como le gusta pensar a Carlos Fuentes, es una filigrana artificial y una máquina de narrar. La literatura mexicana ha representado y ha construido la arquitectura de su historia y sus realidades haciéndose, al mismo tiempo, a su imagen y semejanza. Posee un atractivo que, a veces, paraliza. Es desmesurada, monumental, loca, delirante, razonada, perdida y descarriada para siempre. Sus autores más notables son intelectuales que aman los libros, las charlas, la noche, el universo. Por todo ello, enfrentarse a ella no es tan fácil como pudiera parecer puesto que es una literatura que muchas veces traga y devora como presas a sus críticos. No le ha ocurrido esto a María Coira ni a su libro, La serpiente y el nopal. Historia y ficción en la novelística de los 80. A primera vista podríamos decir que la magnífica literatura en la que Coira indaga bastaría para el atractivo del libro; sus páginas, en cambio, nos ofrecen algo más, y en una ecuación poco común dada por esa potente materia prima, la precisión y amabilidad de un lenguaje específico y un análisis exhaustivo, atento y luminoso, el libro de María Coira se convierte en un hallazgo. La ductilidad para combinar rigor académico con un lenguaje amable no es un dato menor en el contexto de los trabajos críticos del último cuarto del siglo XX y lo que llevamos de éste. Es para sonrojarse el comentario ácido de Robert Darnton quien, hablando de publicaciones de tesis y monografías, de sus posibilidades de edición y lectura, dispara: “No hay duda de que el monografismo puede ser una enfermedad. Parece estar aniquilando a ciertas disciplinas, como la crítica literaria, en donde las modas y una jerga que sólo manejan los enterados han alejado al lector culto sin más”. Este libro, en cambio, ha sido escrito —sin que, acaso, haya sido uno de los objetivos de la autora— de modo que expertos y hombres interesados en la historia y ficción mexicanas puedan recorrer por igual sus páginas, con interés y placer. Producto de la reescritura de su tesis doctoral, el texto de Coira se estructura en tres grandes partes. La primera, “Aspectos de la novela histórica, como género discursivo y en tanto fenómeno literario contemporáneo”, recorre cuestiones relativas a los modos de configuración recientes de la llamada novela histórica y se detiene sobre el problema central de esta narrativa —en definitiva, el interrogante mayúsculo de toda literatura y de todo lenguaje—, la representación. El capítulo primero repasa orígenes, consideraciones y polémicas que tienen por centro pensar en la vitalidad o eventual caducidad del género al entrar en la década del ochenta y también reflexionar acerca de cuáles serían los recursos, características y límites así como los presupuestos que llevarían a considerar tal o cual novela dentro del género. El segundo capítulo de esta primera parte propone, con un abordaje de fuerte carácter especulativo, la representación en tanto problemática que atraviesa varias disciplinas —la retórica, la filosofía, la lingüística, la teoría literaria, la historiografía, el psicoanálisis, la antropología; la autora evidencia un esfuerzo por sistematizar los conceptos que se explicitan con claridad y rigor, sin caer en ningún momento en un confuso eclecticismo, sino, en todo caso, preocupada por señalar las perspectivas que enriquecen la multidisciplinariedad y que hacen justicia a los planteos por la representación de cada una de las disciplinas implicadas. La sección da cuenta de los aportes de pensadores clave de cada corriente —Aristóteles, Barthes, Frye, Saussure, Searle, Auerbach, Benjamín, Hayden White, Anales, Lacan, Levi-Strauss, entre otros— e imbrica con ellos las reflexiones de importantes teóricos latinoamericanos y latinoamericanistas, como es el caso de Tomás Eloy Martínez, Ángel Rama, Jean Franco y el insoslayable Noé Jitrik, por nombrar sólo a algunos. La segunda parte está destinada a los análisis de casos concretos de novelas mexicanas del período y el tratamiento de sus distintos modos de “representar” zonas precisas de la historia de México: 1492, vida y tiempos de Juan Cabezón de las Casas (1985) de Homero Aridjis, Noticias del Imperio (1987) de Fernando del Paso, Gringo Viejo (1985) de Carlos Fuentes, El desfile del amor (1984) de Sergio Pitol y Las batallas en el desierto (1981) de José Emilio Pacheco. Cada lectura pormenorizada nos lleva a considerar modalidades diferentes de expresar la relación historia y ficción. “Entre el documento y la novela: acerca de 1492... de Homero Aridjis” trata de qué manera es posible ficcionalizar el pasado a Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Centro de Estudios de Teorı́a y Crı́tica Literaria Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina Orbis Tertius - 2010, vol. 15 no. 16. ISSN 1851-7811. partir de una investigación arqueológica-erudita y, de este modo, construir una metáfora del presente. La segunda sección de este análisis se centra en Noticias del imperio de Fernando del Paso. La novela reconstruye la aventura imperial de Maximiliano y Carlota, en México, entre los años 1864 y 1867. Aquí también aparece la base erudita y el documento histórico en puja con otros discursos para la conformación de la “novela total”: todas las voces cuentan partes, fragmentos, retazos de la historia y provocan distintos efectos de lectura, desde la ironía a la parodia. Hay, sin embargo, una voz que se privilegia en algún sentido, y es el decir de Carlota, la emperatriz loca. Ese privilegio se da por el acercamiento y, quizás, la conmiseración del narrador hacia su personaje, tal como aquel narrador del Quijote llora con Sancho cuando su personaje muere. Lo que conmueve es, acaso, la desmesura, el delirio, de esta empresa mexicana y el consecuente barroco desbordado de la narración. Los capítulos siguientes demuestran el carácter “funcional” del pasado para la visión del presente (Gringo viejo), “catártico” en la novela de José Emilio Pacheco —la referencia histórica cobra espesor sólo desde su entramado con las vivencias del narrador-personaje, un mexicano más, podríamos decir, que deambula por las calles y los barrios y no por los grandes escenarios de la corte—, y, finalmente, “metagenético” en El desfile del amor. Como individualiza a buena parte de la producción de Pitol, la autorreferencia y la metanovelística se hacen aquí presentes para poner bajo la lupa las modalidades del propio género historiográfico y del escribir novelas históricas. La tercera parte se ocupa de lo que Coira designa como “novela bisagra”, Terra Nostra, de Carlos Fuentes, editada en la década anterior y que oficia de punto de inflexión entre una poética centrada en la experimentación con el lenguaje y “la puesta en representación de problemáticas urbanas contemporáneas, con amplia incorporación de los debates políticos de la época”, y la que aquí se estudia. Muchas de las cuestiones que se plantean de las novelas anteriormente comentadas aparecen en el “titánico” texto de Fuentes: también aquí el pasado funciona como lectura del presente, también los designios de una aspiración a la “novela total”. De igual modo, la arqueología erudita, la parodia, la identidad y los persistentes fantasmas de México —la revolución, Estados Unidos, la Conquista, el exotismo y la alteridad— son compartidos por la novela “bisagra” y todas las demás. Para la autora, estas novelas muestran, en primer lugar, la madurez del género; en segundo término, que la novela histórica de los ochenta no manifiesta una única matriz de representación de la historia sino que ofrece distintas visiones de ésta: metáfora del presente, reparación del pasado, como lo no documentado o lo silenciado. Estas hipótesis se enlazan con una tercera, bien especulativa, atractiva por el planteo y la demostración textual: la emergencia del género se correlaciona con la etapa de crisis en la historia de la cultura occidental en la que todos los saberes se desacralizan, donde el presente y los relatos explicativos que lo sostienen han caído en la inestabilidad y el descrédito y en donde el futuro es algo incierto. Además, Coira propone que el trabajo con la escritura y los usos de los procedimientos literarios aparecen entrañablemente unidos con el pasaje histórico representado. La afirmación es sustancial puesto que muestra la especificidad de cada una de las escrituras del corpus y nos lleva a reflexionar respecto de la última hipótesis con la que la autora ha abordado el problema y que permite inscribir su lectura en una larga tradición: la ficción es portadora de un poder de persuasión superior al discurso histórico, justamente por su carácter no serio. Quizás podríamos establecer aquí una analogía entre la ficción literaria, la risa y la fiesta, espacios en los que la inversión del orden libera las pasiones y con ellas, por un momento, el entendimiento de nuestra identidad y lugar en el mundo. Todo el corpus seleccionado, cuya complejidad salta a la vista, requiere búsqueda y lucidez para su tratamiento crítico: desentrañar y, especialmente, poner en palabras la enmarañada intertextualidad, restituir lo no dicho —vale como ejemplo el excelente apartado “La gramática callada” referido al texto de Nebrija por no hablar de la “traducción” que merecen los nombres propios en Terra Nostra— no es tarea fácil y convierte la lectura de la autora en una herramienta necesaria para sucesivas miradas y nuevos abordajes. Rosalía Baltar