Libro, ¿Santo, yo?

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SANTO, ¿YO?
El Ideal de la Santidad
PROLOGO
No cabe duda de que el ideal más grande que una persona puede tener en esta
vida, es el “Ideal de Santidad”. No en balde Nuestro Señor Jesucristo lo manda
expresamente a todos: “Sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto”
“El Santo no nace, se hace”; se va forjando en la Santidad a lo largo de toda su
vida. Vemos que unos lo lograron aún en la infancia o en la adolescencia y otros llegaron
a la Santidad después de muchos años de lucha, hasta llegar a una ancianidad
venerable.
Encuentro en esas lecturas de Vida de los Santos un caudal fabuloso de ejemplos
que me mueven a imitar estas vidas maravillosas, de gente tan común y tan corriente
que logró al final ese gran ideal.
Me parece que lo que yo deseo con este escrito es motivar, concientizar a quien lo
lea, a seguir ese ideal. A “facilitar”, -si es que se puede decir así- el camino a la
Santidad… Porque la Santidad no es nada fácil; pero más bien diríamos, pero “no
imposible”.
La primera pregunta que se nos viene a la mente es: ¿Qué es la Santidad?
Recuerdo haber leído una definición de Rademacher, que sin ser la más exacta, logró
aclararme la idea, y dice así: “El Santo en este mundo es la plena realización de nuestra
verdadera naturaleza, el perfecto cumplimiento de la eterna idea que Dios tiene del
hombre; es el cooperador de Dios en la obra del mundo”. En el núcleo de esta definición,
por supuesto, está la Voluntad Divina. Dios tiene un proyecto para el hombre y,
descubrirlo, aunque sea confusamente, ya supone un primer paso. Dios definitivamente
quiere nuestra Santidad. Si eres joven, fantástico; tienes una vida por delante que no
puedes desperdiciar. Si piensas que ya has malgastado mucho tiempo, no te desanimes.
Dimas, El buen ladrón que fue crucificado con Cristo y otro malhechor en el Gólgota;
logró “robar” al Señor, con un acto de humildad y al mismo tiempo con un acto heroico
de fortaleza, el Reino de los Cielos. Fue la primera canonización y hecha por el mismo
Jesús: “Yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. 1
Hay una consideración espiritual en un punto de CAMINO, librito que a mí y a
muchísima gente ha hecho mucho bien, escrito por un Santo muy recientemente
canonizado, que abarca con sencillez y con muy pocas palabras otra definición de
Santidad. El punto dice así: “¿Quieres de verdad ser Santo? -Cumple el pequeño
deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces” En hacer lo que
debemos está comprendido todo. Si hacemos todo lo que debemos y además ponemos
todo nuestro empeño, nuestro corazón y todo el amor en hacerlo bien; ¿qué no estamos
acaso cumpliendo –en el más estricto sentido- la voluntad de Dios?
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Yo solamente quiero en este sencillo folletito mostrarte de una manera muy simple
el camino a la Santidad, sin olvidar –claro- algo sumamente importante: Que la Santidad
de cualquier persona, corresponde principalísimamente al ESPIRITU SANTO. Nosotros
sólo tenemos que ser muy dóciles a su acción y poner los medios que nos corresponden.
CAPITULO 1
¿QUE DEBO HACER PARA ALCANZAR LA SANTIDAD?
Las primeras palabras pronunciadas por San Juan el Bautista que aparecen en el
Evangelio son: “arrepiéntanse de sus pecados, porque el Reino de Dios está cerca” Y las
primeras palabras que Jesucristo expresa en su predicación pública son: “Arrepiéntanse
y crean en el Evangelio”
Queda muy claro que el primer paso para decidirse seriamente a buscar la
Santidad, es sin duda alguna el verdadero arrepentimiento de nuestros pecados. Una
persona que no acepta la existencia del pecado o que no quiere reconocer que es
pecadora, imposible que pueda llegar a la perfección; porque el pecado, aceptado o no,
es el primer obstáculo entre nosotros y Dios.
A este primer paso, está el deseo eficaz de confesarlos a un Sacerdote. Así
cerramos el ciclo natural: me arrepiento sinceramente, confieso mi culpa, hago la
penitencia que me impongan y emprendo la lucha ayudado por la gracia de Dios, para no
volver a caer en los mismos pecados. Esa lucha es continua y dura toda la vida; porque
durante nuestra vida tendremos siempre el riesgo de volver a caer. Nunca podremos
sentirnos seguros.
CAPITULO 2
LA CONFESION FRECUENTE
“¿Quieres de verdad ser Santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento:
haz lo que debes y está en lo que haces”. Hay muchas personas que rezan, van a Misa
los domingos, cumplen, pero desgraciadamente se quedan en el cumplimiento y tienen,
como se suele decir, una vela encendida a Dios y otra encendida al diablo. ¿Por qué?
Porque no han ido hasta el fondo en la lucha contra el pecado. Quisieran ser Santos de
verdad, pero no se han decidido totalmente a dejar los placeres. El mundo los atrae tan
poderosamente, que apaga ese deseo y es entonces, cuando aparece la doble vida: dan
la apariencia de buenos, y quizás lo sean a medias, pero hay un desliz continuo hacia el
mal.
Hemos dicho que la Santidad es una lucha continua y es cierto; pero esa lucha ha
de ser frontal y verdadera. No puede ser una lucha tibia en la que pasemos temporadas
escondidos, para no recibir heridas del enemigo. Gracias a Dios existe la confesión,
existe la posibilidad de la rectificación. Una persona que desea fuertemente la Santidad,
se da cuenta de que tiene que acudir con la frecuencia que haga falta a la confesión.
En el Sacramento de la Reconciliación, encontraremos remedio a nuestra
debilidad. Se restaurarán las heridas que hayamos sufrido en la lucha, aumentaremos en
humildad y sacaremos nuevas fuerzas para el combate. ¿Qué peligro hemos descubierto
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contra la Santidad? La tibieza espiritual. Al darnos cuenta de que la Santidad es difícil,
caemos fácilmente en el desánimo o el desaliento, peligrosísimo enemigo de la Santidad.
La confesión frecuente es, en conclusión, un gran aliado para un alma enamorada de
Dios.
CAPITULO 3
ORACION Y EUCARISTIA
Pan y palabra: Santa Misa y oración. “Oren siempre y no desfallezcan” les decía el
Señor a los Apóstoles. Jesucristo con frecuencia se retiraba a un lugar solitario para
hacer oración. Dialogar con el autor y dador de la gracia es fundamental. En la oración
se establece esa comunicación directa con el que nos puede llevar a la perfección.
Diríamos que para elaborar una obra de arte se necesita primero del artista y después de
algunos materiales e instrumentos para su elaboración.
En la obra de arte de la Santidad el modelo perfecto a quien tenemos que imitar
es nuestro Señor Jesucristo. El modelador o artista es el Espíritu Santo y la materia
prima para que quede realizada la obra de arte de la Santidad, somos nosotros mismos.
Debe haber una estrecha comunicación entre el material y los instrumentos; el modelo y
el modelador.
En el fondo subyace la oración. “¿Santo sin oración?, nos decía San Escriba de
Balaguer, “No creo en esa Santidad”. Sin oración es imposible la Santidad. “Sin Mí, nada
pueden hacer”: Jn 15, 5
¿Y qué decir de la Eucaristía? Bastaría decir que es el culmen de la Vida
Cristiana. El centro y raíz de nuestra vida interior. El punto de salida y el punto de
encuentro. Y no podría ser de otra manera, ya que en la Misa se resume la obra de
nuestra redención. Cristo se ofreció de una vez para siempre como Sacerdote y como
víctima para que nosotros pudiéramos alcanzar el Cielo, destino final de todos aquellos
que desean la Santidad.
CAPITULO 4
CUMPLIR CON LOS PROPIOS DEBERES
En el libro del Génesis podemos ver que Dios después de haber creado al
hombre, le encomendó el cuidado del Edén, es decir, les asignó el trabajo como obra
primordial. El trabajo forma parte esencial de nuestra vida; es santificable y santificador.
Lo haremos santificable, si procuramos hacerlo con la mayor perfección y lo ofrecemos a
Dios. De alguna manera estamos volviendo a una de nuestras frases iniciales: “Haz lo
que debes y está en lo que haces”.
Todo trabajo desde el más humilde hasta el más científico, hecho con perfección, es muy
agradable a Dios.
Dios nuestro Señor, se fija más en la intención con la que se hace, que en el
trabajo en sí. Lo que hace un ama de casa, un albañil, un obrero, a los ojos de Dios, vale
lo mismo que lo que hace un médico, o un científico o un astronauta, porque cada uno
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con su trabajo esta poniendo en juego toda la capacidad que Dios le dio. No nos
olvidemos que el trabajo ordinario de Nuestro Señor Jesucristo, era el mismo que el que
realizaba su padre nutricio, San José, y se preguntaban: “¿Qué no es éste el hijo del
Carpintero?”: Mt 13,55. Además, entre los primeros seguidores de Cristo, que él mismo
escogió, excepto uno, todos eran pescadores; de manera que la importancia del trabajo
no es la profesión en sí, sino la manera de cómo éste se realiza. De Jesucristo todos
decían: “Qué bien hace las cosas”, y nos resultaría inconcebible que Jesucristo hiciera
“chapuzas” en el trabajo.
A propósito de todo esto, quiero contar una pequeña anécdota que de alguna
manera ilustra lo que acabamos de decir: Sucedió en un hotel de la Ciudad de México,
donde llegan a hospedarse un matrimonio, acompañados de un amigo abogado; y al
charlar con el camarero se dan cuenta que es el papá de su amigo. Entonces el
matrimonio pregunta al abogado: ¿porqué no nos habías dicho que tu papá, era el
camarero de éste hotel?, y el camarero interviene diciendo: lo que pasa es que mi hijo ha
tenido que ser abogado por que no servía para camarero.
Querido lector, yo te animaría a que valores tu trabajo, que no vivas de ensueños,
que no caigas en la “mística ojalatera”; - “ojala fuera yo empresario, ojala fuera yo
Presidente o gobernador o ministro de relaciones exteriores” - . Si vivimos del “ojala”,
nunca nos centraremos en nuestra verdadera realidad; nuestra realidad es el hoy y
ahora; si mañana tuviésemos un trabajo que a los ojos humanos es superior, le damos
gracias a Dios, pero nos debe bastar el trabajo que actualmente tenemos y debemos
desarrollarlo con perfección. Entiéndeme bien, todo esto no quiere decir que el hombre
no pueda aspirar a cosas mas altas, pero todo con la medida del amor de Dios, siendo
concientes de nuestras capacidades y de nuestras limitaciones y viendo en el fondo de
todo, la voluntad de Dios para cada uno de nosotros.
CAPITULO 5
VIVIR LA CARIDAD
Decía nuestro Señor a los Apóstoles antes de subir a los cielos: “Ámense unos a
otros como yo los he amado”, y también: “Nadie tiene mayor amor a sus amigos que el
que da la vida por ellos”. Jesucristo es nuestro modelo y él dio su vida por nosotros, y
una de sus últimas recomendaciones fue el amor al prójimo; tan es así, que resumió la
Ley y los Profetas en dos mandamientos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu
prójimo como a ti mismo”
Como vemos, estos mandamientos forman parte esencial de nuestra perfección…
El mismo San Pablo nos hace un discurso de alabanza para la vida cristiana: “Aunque
hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, sí me falta el amor seria
como bronce que resuena o campana que retiñe… El amor es paciente y muestra
comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni
busca su propio interés… El amor nunca pasará.”: 1Cor 13
Por eso la Caridad es la más importante de todas las virtudes; y viviendo a fondo la
caridad, viviremos también las demás virtudes sobrenaturales y morales.
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Una virtud muy modesta, pero que es importantísima en la vida cristiana, es la
virtud de la humildad, porque esta nos hace valorar lo que realmente somos, y lo que son
los demás; es de una gran ayuda para vivir con plenitud la caridad. Si nos faltara la
humildad caeríamos en el pecado de la soberbia, que es el pecado que hunde a muchos
y no los deja avanzar.
CAPITULO 6
AMOR A LA VIRGEN
Cuando uno lee la vida de los Santos, un ingrediente fundamental en la vida de
todos ellos, es el amor a nuestra Señora. El amor a la Virgen es un camino que nos
lleva a Dios, por que María desde que pronunció su “Hágase en mí según tu Palabra”,
paso a formar parte importante de la obra de la redención.
Jesucristo, cuando estaba a punto de morir en la cruz, nos la dejo como Madre; y
en diversas apariciones que ella ha tenido a bien hacer a los hombres, nos ha prometido
su intercesión: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”, como le dijo a San Juan Diego en
las apariciones del Tepeyac.
La devoción a la Virgen, la podemos manifestar de muchísimas maneras. Para
una persona que busca sinceramente la santidad, el rezo del Santo Rosario es un arma
poderosa para poder alcanzarla.
No dudes nunca en invocar a María. San Bernardo, en una homilía sobre la Virgen
Madre, dice: “Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos
de la tentación, mira a la estrella, llama a María… Si ella te tiene de su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al
puerto si Ella te ampara”.
CAPITULO 7
PURIFICACION DE LOS SENTIDOS
“Para alcanzar el Reino de Dios hay que pasar por muchas tribulaciones”, y esto lo
podemos ver en la experiencia de Evangelización del Apóstol San Pablo: “…muchas
veces me encontré en peligro de muerte. Cinco veces fui condenado por los judíos a los
treinta y nueve azotes, tres veces naufragué y una vez pasé un día y una noche perdido
en alta mar… Trabajos y agotamiento, con noches sin dormir, con hambre y sed, con
muchos días sin comer, con frío y sin abrigo”: 2Cor 11, 23-33
Es de experiencia común que a lo largo de nuestra vida hay muchas situaciones
que nos hacen sufrir, no todo es color de rosa como se suele decir; experimentamos
alegrías, pero, también tristezas; experimentamos la salud, pero también la enfermedad;
tenemos que pasar por algunas tribulaciones.
Cuando leemos las vidas de los santos, nos damos cuenta, que casi sin
excepción, todos ellos han tenido que sufrir… El sufrimiento, el dolor, sea moral o físico,
es un medio que Dios ha dispuesto para purificarnos. No olvidemos que para entrar al
cielo, tenemos que estar limpios de toda mancha, de todo pecado y ese sufrimiento
unido al sufrimiento de Cristo en la Cruz, de alguna manera nos hace corredentores con
Él. Por eso, cuando llegan esas situaciones de dolor, en vez de renegar o de tratar a
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toda costa de apartarlas, pensemos que es parte del plan divino para nosotros y con ello
poder alcanzar más fácilmente la Santidad.
Durante toda mi vida, lleno de agradecimiento, me di cuenta que además de haber
sido elegido por Dios para el gran Don del Sacerdocio; el Señor me había colmado de
muchas bendiciones, de tal manera que hasta llegue a pensar que el Señor no me
quería tanto por que no experimentaba el sufrimiento, pero llegó el momento, - como yo
lo esperaba – en el que empezó ese periodo de purificación. Llevo un año y medio desde
que se me diagnosticó un cáncer de páncreas y desde ese momento además de notar la
mano poderosa de Dios, he podido palpar con más realidad el sufrimiento humano.
Durante años, yo predicaba mucho sobre el sufrimiento, pero no lo había experimentado
en carne propia. Este proceso de mi enfermedad me ha servido para acercarme más a
Dios, para acercarme más al sufrimiento humano, dándome cuenta que es parte
fundamental del plan divino y parte esencial también para lograr esa Santidad de la que
venimos hablando. Ahora mismo, estos últimos capítulos, de este pequeño folleto, los he
tenido que dictar por que las fuerzas físicas me impiden hacerlo por mí mismo, pero el
Señor me ha dado la fuerza para tratar de concluirlo, y lo hago con el único afán de
sembrar en todos aquellos que lo lean, ese anhelo hacia la Santidad.
El hecho de conocer que la muerte esta próxima, también lo veo como una
bendición, pues nos ayuda a prepararnos para dar ese paso definitivo hacia Dios. Por un
lado, siempre cabe la esperanza humana de un milagro sobrenatural; pero por otro lado,
entra la esperanza sobrenatural que nos ayuda a que - si Dios quiere – pueden ser
nuestros últimos días en la tierra y todos tenemos que estar dispuestos a dar ese gran
paso final, porque en definitiva, es el gran nacimiento a la vida eterna, que no tendrá fin,
donde la felicidad será plena, sin mezcla alguna de sufrimiento.
El encuentro con Dios, ver a Dios cara a cara, es la máxima felicidad a la que
podemos aspirar y por tanto, tener la oportunidad de preparar ese momento con
reflexión, con oración, con entrega, es lo mejor que nos puede pasar.
En conclusión, querido lector, no minusvalores el dolor, no minusvalores la pobreza, el
sufrimiento, por que es parte del plan divino para TU SALVACION.
CAPITULO 8
PERSEVERANCIA
No podemos olvidar que hay un gran enemigo, que es el demonio; que trata de
desalentarnos para que no logremos la salvación. Así como Dios quiere nuestra
Santidad, el demonio esta empeñado en que no la logremos y posiblemente nos dará la
guerra para que desistamos de este ideal. Por tanto, es más importante que en nuestra
oración le pidamos siempre al Señor la perseverancia final, el coronamiento de nuestros
esfuerzos personales, movidos por la gracia de Dios. El Espíritu Santo, como ya lo
hemos dicho, es el motor primero para nuestra Santidad, no nos abandonará y siempre
tendremos que estar acudiendo a El, para no desfallecer.
En definitiva, es importante que nos quede claro que no buscamos la Santidad por
la Santidad, sino que lo que buscamos es agradar a Dios y hacer su voluntad, y a esto
se le llama: Santidad.
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La pretensión de este librito es que TÚ te animes a servir y a agradar a Dios en
esta vida, para que después puedas gozar con Él por toda la eternidad.
CAPITULO 9
LA APASIONANTE VIDA DE LOS SANTOS
Quisiera narrarte con mucha brevedad, algunos ejemplos de las más variadas
situaciones de hombres y mujeres, que fieles a Cristo, lograron la Santidad y han sido
canonizados por la Iglesia Católica:
SANTO TOMAS MORO, Mártir ( 1478 – 1535). A los 22 años ya es Doctor en derecho y
un profesor brillante. Su fama y sus capacidades intelectuales lo llevan a ser Primer
Ministro del Rey Enrique VIII de Inglaterra. Contrae matrimonio y su vida se destaca por
su honradez y servicio a los más desamparados. Era mano derecha del rey, pero éste,
cegado por la lujuria, empieza a hacer cosas inadecuadas y se opone a la obediencia del
sumo Pontífice. El rey quiere su apoyo, por el gran prestigio como abogado que Santo
Tomás tenía, pero él, antes que violar las leyes divinas obedeciendo a su conciencia, no
puede aceptar esas situaciones irregulares. Termina encerrado en la cárcel y finalmente
decapitado.
SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS (Doctora de la Iglesia) (1873 – 1897) De
una familia sumamente piadosa, le enseñan desde niña el amor de Dios. Queda
huérfana de madre a los 4 años, y una de sus hermanas mayores le servirá de mamá,
aunque ella se acoge de una manera especial a la protección de la Virgen María. A los
15 años, logra entrar en el Convento de las Carmelitas descalzas, en Lisieux, Francia.
Su gran amor de Dios, la impulsaba a querer ser misionera, pero su endeble estado de
salud nunca se lo permitió. Muere a los 23 años, agobiada por el peso de una gran
enfermedad. Su confesor llego a decir, que él pensaba que Teresita nunca en su vida
cometió un pecado mortal. Padeció mucho y nunca se le escuchó una queja. Su
vocación que ella misma descubre: es el AMOR.
Se le nombró Doctora de la Iglesia. Es Patrona de las misiones, a pesar de que ella
nunca fue misionera. Vemos con todo esto, que a pesar de su corta vida, no le impidió
este grado heroico de Santidad.
SAN FRANCISCO DE ASIS (1182 - 1226) Hijo de un gran mercader de la ciudad
de Asís en Italia. Un día paseando por el campo encontró a un leproso lleno de llagas y
sintió un gran asco hacia él. Pero sintió también una inspiración divina que le decía, que
si no obramos contra nuestros instintos nunca seremos santos. Entonces se acercó al
leproso, y venciendo la espantosa repugnancia que sentía, le besó las llagas. Desde que
hizo ese acto heroico, logró conseguir de Dios una gran fuerza para dominar sus
instintos y poder sacrificarse a favor de los demás.
San Francisco, renuncia a todos sus bienes materiales, con la oposición de su padre,
Pedro Bernardone, hasta el despojo total, y de andar con lujosas vestimentas, pasó a
una sencilla túnica de tela ordinaria, amarrada a la cintura con un cordón, y decidió vivir
de las limosnas.
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Podríamos decir que este Santo de gran popularidad, era un reflejo exacto de la
vida de Cristo. Fundó lo que con el tiempo sería la Orden de los Franciscanos. Después
de muerto, el clamor popular hizo que a los 2 años, el Sumo Pontífice, lo declarará
Santo.
SAN ISIDRO LABRADOR (Patrono del los agricultores) ( - 1130) En este
santo vemos, una vida de lo más ordinaria, como la de tantos millones de hombres y
mujeres en este mundo. Humanamente hablando no hizo ninguna cosa extraordinaria, y
sin embargo su vida fue heroica en las virtudes. Nunca empezaba su trabajo sin haber
ido antes a la Santa Misa. En su familia le enseñaron a tener temor de ofender a Dios y
un gran amor de caridad hacia el prójimo.
Ya en vida se le reconocieron algunos milagros, y a los 43 años de haber sido sepultado,
al trasladar su cadáver a otro sepulcro, encontraron que estaba incorrupto, como si
estuviera recién muerto.
En esta decisión de la Iglesia para canonizarlo, vemos que en cualquier situación de
nuestra vida, aunque sea de lo más humilde, podemos alcanzar la Santidad.
SANTA MARIA GORETTI (Mártir) (1890 - 1902) Nació en un pueblecito de Italia,
de una familia sumamente pobre. Su padre murió cuando ella tenía 10 años, hizo su
Primera Comunión a los 11 años, y en ésta ocasión se propuso preferir la muerte antes
que cometer un pecado.
Un joven de 20 años, cegado por la lujuria, se enamoró de ella y trató de violarla; ya
antes le había hecho propuestas indignas, pero ella siempre las rechazó. Cuando el
joven intentaba cumplir su propósito, ella se defendió instándolo a no hacerlo y
recordándole que si lo hacía se iría al infierno, el atacante sacó un cuchillo y apuñaleo
brutalmente a la inocente joven. Lo último que el asesino escuchó antes de salir huyendo
fue: “Alejandro, yo te perdono”.
La niña fue trasladada en una ambulancia a un hospital y los médicos hicieron lo posible
para salvarle la vida, pero todo fue inútil; las últimas horas de su vida fueron
conmovedoras. Recibió con emoción de niña la Unción de los enfermos y su última
comunión; veinticuatro horas después con grandes dolores, murió santamente.
El criminal fue condenado a 30 años de prisión. Al principio renegaba y no daba
muestras de arrepentimiento, pero después de un sueño vio a la niña María Goretti,
cultivando hermosas rosas y diciéndole que él podía ir también algún día al paraíso.
El 24 de Junio de 1950, el Sumo Pontífice Pío XII la canonizó. El joven asesino después
de haber cumplido su condena y haberse arrepentido de su crimen, asistió a la
ceremonia de canonización.
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CAPITULO 10
PROCESOS DE CANONIZACION2
Muchas veces nos preguntamos sobre cómo es que tal o cuál Santo haya sido
declarado con tremendo título. Nos pareciera dar la impresión de ser inalcanzable.
Al tener el testimonio claro y las pruebas determinantes para definir la santidad de
tal candidato, debe haber un promotor o promotores de la causa quienes deben solicitar
a la Santa Sede (por medio de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos)
la investigación “sobre la vida, virtudes o martirio y fama de santidad o martirio y milagros
atribuidos”.
Por otro lado, la Iglesia, habiendo comprobado cada una de las pruebas
documentales y testimonios presentados por el promotor de la causa, discierne para
posteriormente determinar en solemne liturgia la inscripción del nuevo Santo en el Canon
de la Iglesia.
Entonces para que alguien llegue a la dignidad de los altares en la canonización
por parte de la Iglesia, deben existir dos testimonios vivos: primero, el testimonio heroico
de la fe por parte del candidato y segundo, el testimonio de la Iglesia que declara, en un
acto solemne de canonización, la Santidad del candidato después de haber realizado las
oportunas investigaciones.
Sin embargo, para que se comprenda un poco más, me gustaría explicarte de
manera sintética cada uno de los pasos del proceso de canonización, definiendo el
término “canonización” como la inscripción del candidato en el Canon de los Santos de la
Iglesia Universal.
Te decía que el testimonio es la carta de presentación en cada candidato. Puede
ser de dos maneras: el testimonio de heroísmo en la práctica de las virtudes cristianas o
bien, el testimonio de quien fue capaz de defender la fe entregando su propia vida 3. De
hecho, el proceso de canonización de un mártir es más rápido ya que desde siempre se
ha creído que el que muere derramando su sangre por defender la fe está
inmediatamente en la presencia de Dios. Ahora bien, ¿y si no muere mártir? Vayamos a
la explicación de los pasos del proceso para aquellos que han muerto de alguna muerte
natural, y llegan a ser Santos por su “olor de Santidad”, es decir, por su heroísmo en vivir
cada una de las virtudes cristianas que emanan del Evangelio. El proceso de
investigación consiste en indagar de qué manera vivieron todas estas virtudes, qué
opinión tenían de cada una de ellas, sus enseñanzas, sus ideales, su manera de vivir la
fe.
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Los pasos para que una persona llegue a ser Santa son:
a)
Siervo de Dios, es cuando se aprueba desde la Santa Sede, que se puede comenzar
un proceso de canonización. Esto lo pide la diócesis donde murió el candidato, o
familiares, o la familia religiosa. Normalmente son 8 años los que tienen que pasar luego
de la muerte. Se le puede tener culto privado.
b)
Venerable, es cuando se aprueba que vivió heroicamente las virtudes cristianas, es
claro que esta etapa no la tienen los mártires.
c)
Beato, que en latín significa feliz, es posterior a la investigación y aprobación de un
milagro hecho por la intercesión del Venerable. El milagro solo lo investiga la Santa
Sede, con la ayuda del tribunal ad casum de la diócesis en donde ocurrió el supuesto
milagro, pues es únicamente el Santo Padre quien declara que el milagro fue hecho por
intercesión del Venerable. El milagro tiene que ser inmediato, progresivo y sin reversión.
Antes se requerían 3 milagros, hoy solo uno para ésta etapa y la siguiente. Se le puede
tener culto público, pero solo en la diócesis de origen. Lo puede presidir un Obispo,
ahora normalmente lo preside, en nombre del Papa, el Cardenal encargado de la
Congregación de las Causas de los Santos. Históricamente los mismos Obispos hacían
todo el proceso, luego de abusos humanos, el Santo Padre se reservó estas etapas.
d)
Santo, es la etapa final. Se aprueba otro milagro hecho por intercesión del Beato, se
hace una solemne liturgia, que ahora el Papa Benedicto se ha reservado presidir, en
donde se lee el documento que confirma que el Papa ha inscrito en el Canon de la
Iglesia al nuevo Santo; en esto consiste canonizar. Además se confirma que quien es
canonizado es modelo para la Iglesia universal, claro intercesor ante Dios y que al
conocer su vida se nos “pegue” algo a nosotros, para que lo imitemos en nuestras vidas,
pues todos los Santos canonizados son hermanos nuestros que ya están gozando de la
presencia de Dios.
Al mismo tiempo, el proceso único de canonización se divide en dos fases: Fase
diocesana y Fase en Roma.
Es Santo quien posee un corazón inquieto que lucha hasta descansar en Dios. La
Santidad es nuestra vocación inicial y última; somos llamados para ser Santos, pero,
¿por qué es más fácil que el mundo y sus criterios nos arrastre? Porque la gracia
santificante no la alcanzamos a valorar y por ende, se nos hace algo abstracto y fuera de
nosotros mismos. Por eso batallamos para comprender que podemos llegar tan alto,
porque se nos hace algo utópico. Si se nos hace imposible ser Santos es porque ni
siquiera creemos en que podemos llegar a serlo. Yo sí creo llegar a serlo, el Padre
Polo también lo creyó, lo fue en su vida y tengo la esperanza de que algún día su
nombre sea integrado en el Canon de los Santos de la Iglesia Universal. Y a ti, ¿qué te
falta para ser Santo?
Autor: Padre Leopoldo González García
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