PDM (Resumen introductorio elaborado por Carlos Rodríguez Sutil) PDM Task Force (2006). Psychodynamic Diagnostic Manual. Silver Spring, MD: Alliance of Psychoanalytic Organizations.1 INTRODUCCIÓN Muchos autores () han llegado a la conclusión de que la naturaleza de la relación terapéutica, en la que se reflejan aspectos interconectados de la mente y del cerebro que operan simultáneamente en un contexto interpersonal, predicen el resultado futuro de forma más consistente que cualquier enfoque específico de tratamiento per se. (1) Westen, Novotny y Thompson-Brenner (2004; p. 691) han presentado evidencias de que los tratamientos que se centran en síntomas o conductas aislados (más que en patrones de personalidad, emocionales o interpersonales) no son efectivos en el mantenimiento de cambios, ni siquiera si se los define como mínimos. Algunos trabajos, recogidos en el manual (Shedler y Westen, Dahlbender y cols., Blatt y cols.) han desarrollado métodos fiables para medir patrones complejos de personalidad, emoción y procesos interpersonales que constituyen los ingredientes activos de la relación terapéutica. Una serie de recientes revisiones demuestran que los enfoques terapéuticos de orientación psicodinámica, además de aliviar los síntomas, mejoran de forma general el funcionamiento emocional y social. El marco diagnóstico formulado por los grupos de trabajo del PDM describe de forma sistemática (2): • La personalidad en su funcionamiento tanto sano como alterado; • Los perfiles individuales del funcionamiento mental, incluyendo los patrones habituales de relatar, comprender y expresar los sentimientos, de enfrentarse con el estrés y la ansiedad, de observar las emociones y conductas propias y de formar juicios morales; y • Los patrones sintomáticos, incluyendo las diferencias individuales en la forma personal y subjetiva de vivenciar los síntomas. Todo esto proporciona un marco para mejorar enfoques comprensivos en el tratamiento y para dar cuenta de los orígenes tanto biológicos como psicológicos de la salud y la enfermedad mental. Fundamentos teóricos del PDM Una clasificación clínicamente útil de los trastornos mentales debe comenzar con la comprensión de los procesos mentales sanos. La salud mental implica algo más que la mera ausencia de síntomas. Implica el funcionamiento general de la persona, incluyendo las relaciones interpersonales, la profundidad, 1 Nota de Carlos R. Sutil: El resumen que presentamos es muy extractado y utiliza fragmentos del original sin pretender ofrecer una traducción ni exacta ni elegante. Debe ser tomado, por tanto, como una introducción al texto original inglés o a la futura traducción al castellano. 1 amplitud y regulación de las emociones, las capacidades de afrontamiento, y la habilidad para la autoobservación. Lo mismo que un funcionamiento cardíaco sano no puede definirse simplemente por ausencia de dolores en el pecho, el funcionamiento mental sano es algo más que la ausencia de síntomas observables de sicopatología. Supone la amplia variedad de las capacidades humanas, cognitivas, emocionales y comportamentales. (2) El campo de la salud mental, aproximadamente durante los últimos treinta años, ha restringido de forma progresiva su perspectiva, centrándose más y más en las simples agrupaciones de síntomas. Revisiones recientes consideran la posibilidad de que dicha estrategia haya sido errónea. Irónicamente, las evidencias actuales sugieren que la sobresimplificación de los fenómenos de la salud mental, en servicio de descripciones más consistentes (fiabilidad) y la posibilidad de evaluar los tratamientos desde el punto de vista empírico (validez), ha comprometido el laudable objetivo de una comprensión de la salud mental y de la sicopatología científicamente más adecuada. Allen Frances, presidente de la Task Force de la APA para el DSM-IV, ha reconocido recientemente que no ha sido posible alcanzar la deseada fiabilidad, especialmente en la práctica clínica (Spiegel, 2005). Sólo una descripción precisa de los patrones que se producen de forma natural puede guiar la esencial investigación sobre la etiología, los procesos evolutivos, la prevención y el tratamiento. Según muestra la historia de la ciencia (y ha resaltado recientemente la American Psychological Association en sus recomendaciones a la hora de definir el término “evidencia”), la evidencia científica incluye, y a menudo comienza, con descripciones adecuadas, como son los estudios de casos. Un paciente puede presentar varios patrones sintomáticos. Se ha observado desde hace tiempo que muchos de esos patrones se pueden solapar. Tanto en el DSM como en el ICD, el uso de definiciones fijas y criterios estrictos (p. Ej. Cuatro ítems de seis, y no tres, de una lista diagnóstica) provoca la separación forzada de estados que frecuentemente están relacionados. Síntomas que pueden estar interconectados desde el punto de vista etiológico, fenomenológico o contextual, son descritos como estados comórbidos, como si estos problemas diferenciados coexistieran de modo más o menos accidental en la misma persona, al estilo de cómo pueden coexistir una sinusitis y la rotura de un dedo del pie. Los supuestos sobre estados diferenciados, no relacionados, comórbidos raramente se justifican por datos sólidos tales como las distinciones claras entre síndromes desde la genética, la bioquímica y la neurofisiología. Los criterios de corte para establecer el diagnóstico son a menudo decisiones arbitrarias de comités más que conclusiones extraídas de la más sólida evidencia científica. (4) A pesar del hecho de que los sufrimientos subjetivos del paciente son los que le impulsan a buscar tratamiento, con frecuencia no se lleva a cabo una descripción completa de su vivencia interna sobre los síntomas. (5) Incluso en la medicina general son raros los casos en los que los factores etiológicos llegan a comprenderse de forma plena. 2 La sobresimplificación el favorecimiento de los aspectos mensurables por encima de lo que es significativo no actúa en pro de una buena ciencia. (6) Un metaanálisis reciente sobre los resultados de tratamientos a partir de manuales que se centraban en síntomas concretos, mostró que las mejorías sintomáticas con frecuencia no se mantenían ni se mostraba un cambio apreciable a largo plazo en las capacidades psicológicas fundamentales, como son la profundidad y amplitud de las relaciones personales, los sentimientos y las capacidades de afrontamiento. Incluso en una serie de estudios estos aspectos fundamentales no eran evaluados (Westen et al., 2004). www.cdc.gov/nccdphp/ace/index.htm (7) Aunque el psicoanálisis tiene gran tradición en un examen comprensivo sobre el funcionamiento general de la persona, la precisión y utilidad de su enfoque diagnóstico se han visto comprometidas al menos por dos problemas. En primer lugar, y hasta hace muy poco, los informes psicoanalíticos sobre los procesos mentales han sido expresados siguiendo metáforas y teorías dispares que han producido más desacuerdo y discusión que consenso. En segundo lugar, no se ha distinguido adecuadamente entre los constructos especulativos y los fenómenos que pueden ser observados directamente, o inferidos de una forma razonable.. Mientras que la tradición de la psiquiatría descriptiva ha tendido a reificar las categorías diagnósticas, la tradición psicoanalítica ha tendido ha reificar los constructos teóricos. Dimensión I: Patrones y Trastornos de la Personalidad – Axis P La clasificación PDM de los patrones de personalidad tiene en cuenta dos áreas: la localización general de la persona en un continuo, desde el funcionamiento más saludable hasta el más alterado, y la naturaleza de los modos característicos en que el individuo organiza su funcionamiento mental y se implica en el mundo (8). Se ha colocado esta dimensión en el primer lugar del sistema PDM debido a la evidencia acumulada en apoyo de que los síntomas o problemas no pueden ser comprendidos, evaluados o tratados en ausencia de la adecuada comprensión de la vida mental de la persona que los padece. Por ejemplo, un estado de ánimo depresivo puede manifestarse de manera radicalmente diferente en una persona que teme las relaciones y evita experimentar y expresar la mayoría de los sentimientos y en otra que está totalmente implicada en todas las relaciones y emociones vitales. No existe una única y sola presentación clínica de un fenómeno artificialmente aislado, conocido como depresión. Dimensión II: Funcionamiento Mental – Axis M La segunda dimensión del PDM ofrece una descripción más detallada del funcionamiento emocional – las capacidades que contribuyen a la cohesión de la personalidad individual y al nivel general de salud o patología psíquica. 3 Dimensión III: Síntomas Manifiestos y Preocupaciones (concerns) – Axis S La Dimensión III parte de las categorías del DSM-IV-TR para describir los estados afectivos, los procesos cognitivos, las experiencias somáticas y los patrones relacionales que se les asocian clínicamente con mayor frecuencia. Tomamos las agrupaciones de síntomas como descriptores útiles. Ya que creemos que es imposible estar libre de sesgos, o ser verdaderamente ateóricos, sólo hemos intentado mostrar de forma explícita nuestros sesgos, en la medida en que éramos conscientes de ellos (9). 4 PARTE I CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS DE SALUD MENTAL EN LOS ADULTOS Introducción: Trastornos de Salud Mental en Adultos Una Nosología Psicodinámica de los Trastornos de Salud Mental Esta nosología psicoanalítica de los trastornos mentales es, en su propósito y estructura, ortogonal con el DSM. No intenta reemplazar al DSM, que posee unos propósitos y usos bien definidos, sino más bien un complemento con el propósito de formular el caso clínico y planificar el tratamiento desde una perspectiva psicodinámica, especialmente cuando parece que el tratamiento de elección es la psicoterapia intensiva. Se relaciona, por tanto, con las categorizaciones del DSM, pero se diferencia en multitud de aspectos. (13) El DSM es una taxonomía de alteraciones o trastornos funcionales. Nuestro sistema es una taxonomía de personas. El DSM es categorial, asigna los individuos a las rúbricas diagnósticas adecuadas. El nuestro, aunque opera con categorías amplias, es dimensional dentro de cada descripción principal, e indica, en cada caso, el espectro que se abarca. Describimos, en cada categoría, un continuo que abarca desde la descripción de una organización de carácter predominante, que opera dentro de un rango “normal” de funcionamiento, pasando por un nivel neurótico de funcionamiento y más allá – en la mayoría de los casos – hasta los extremos más severos del funcionamiento límite. La pretensión del DSM es la de ser un sistema ateórico. Nuestra intención, en las diversas dimensiones que componen nuestro corpus nosológico, es la de adscribir significados, tan bien como podamos distinguirlos y formularlos, a los fenómenos observados y descritos: síntomas, conductas, rasgos, afectos, actitudes, pensamientos, fantasías, etcétera. Siguiendo el DSM, las dificultades de un individuo pueden ser clasificadas en dos (o más) categorías patológicas. A esto se lo llama “comorbilidad”, implicando que la persona padece dos enfermedades diferentes. Según la construcción de nuestra nosología se elabora para cada individuo una única organización de carácter, coherente y significativa que, desde luego, puede representar una mezcla particular de características definitorias de dos (o más) organizaciones de carácter y patrones sintomáticos. (14) Trastornos y Patrones de la Personalidad Axis P Introducción La personalidad es lo que uno es, más que lo que uno tiene. Comprende claramente más que los que se puede ver mediante el examen minucioso de la conducta de una persona. Muchos pacientes, cuando participan en una terapia, 5 independientemente de los problemas que los hayan traído a consulta, llegan a percatarse de que lo que están intentando cambiar está conectado con lo que son. (17) Los problemas psicológicos a menudo están complejamente imbricados con aspectos de personalidad, tal vez la contrapartida de nuestros puntos fuertes, y deben ser apreciados en el conjunto de toda la persona y de su medio cultural. Para los propósitos de esta clasificación, definimos la “personalidad” como las formas relativamente estables de pensar, sentir, comportarse y relacionarse con los otros. En este contexto el “pensamiento” abarca no sólo los propios sistemas de creencias y los modos de dotar de sentido al sí mismo y a los demás, sino también los propios valores morales e ideales. Cada uno de nosotros posee un conjunto de supuestos individuales mediante los que intentamos comprender nuestra experiencia, un conjunto de valores y de formas características de perseguir lo que consideramos valioso, un repertorio personal de emociones familiares y de maneras típicas para manejarlas, y ciertos patrones característicos de conducta, especialmente en el área de nuestras relaciones interpersonales. Algunos de estos procesos son conscientes y otros inconscientes y automáticos (o, en el lenguaje de la neurociencia cognitiva, implícitos). Si nuestros modos de pensar, sentir y actuar nos provocan un dolor recurrente a nosotros, o a los demás, o se hacen preocupantes o muy marcados, pueden constituir los que se conoce como “trastorno” de la personalidad. (18) Aunque el trastorno depresivo de la personalidad es bastante corriente, fue excluido del DSM-III y de las ediciones sucesivas por carecer de apoyo en la investigación. En lugar de omitir trastornos poco investigados, preferimos incluir aquellos en los que se da un acuerdo clínico extenso con la esperanza de que surgirá la investigación que aumente y mejore nuestras formulaciones. El Diagnóstico Diferencial de los Trastornos de la Personalidad como una Clase Todo ser humano está dotado de una personalidad. No hay una línea de separación estricta entre un tipo de personalidad y un trastorno de la misma, pues el funcionamiento humano cae en un continuo. Se puede tener una personalidad obsesiva sin padecer un trastorno obsesivo de la personalidad. (19) Cuando diagnostiquemos un trastorno de la personalidad, un criterio esencial es contar con el informe del sujeto, y/o de otros informadores fiables, de que el funcionamiento psicológico del paciente ha provocado un malestar significativo a él mismo o a otros, presenta una duración prolongada y forma una parte tan esencial en la experiencia del paciente que no puede recordar, o imaginar con facilidad, el ser diferente. Muchos individuos con trastornos de la personalidad acuden a tratamiento presionados por otros – amigos, parientes o autoridades – que se han alarmado por su conducta. 6 Otros vienen por propia iniciativa, no buscando terapia por su personalidad, sino por malestares más específicos: ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación, etc. (20) Aparte de diferenciar lo que es un trastorno de la personalidad de lo que es una personalidad, sin más, es esencial diferenciar los trastornos de la personalidad de los síndromes, o conjuntos de síntomas, de los efectos provocados por un daño cerebral y de las psicosis. Una conducta ritualizada, por ejemplo, puede indicar simplemente la existencia de un problema obsesivo-compulsivo, o ser evidencia de un trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo, o ser la expresión de un deliro psicótico, o estar provocado por un daño cerebral. Una psicosis maníaca puede manifestarse como un estado de rabia que con facilidad podría ser tomado erróneamente como una dificultad en la regulación de los afectos asociada con una organización límite de la personalidad. Un individuo que padece un brote esquizofrénico en respuesta a una separación puede ser mal diagnosticado como padeciendo un trastorno límite en el que se ha provocado una extrema “depresión por abandono” (Masterson, 1976), y viceversa: individuos con una organización límite de la personalidad a menudo son tomados por esquizofrénicos cuando buscan ayuda con ocasión de un malestar severo y una desorganización causados por una separación. Nivel en la Organización de la Personalidad (Severidad del Trastorno de Personalidad) Durante el siglo XX, cuando los terapeutas intercambiaban impresiones sobre los pacientes con trastorno de la personalidad empezaron a describir individuos que parecían demasiado alterados para ser llamados “neuróticos”, pero demasiado anclados en la realidad como para ser considerados psicóticos. Lentamente se fue identificando un grupo “límite”. El concepto de “trastorno de la personalidad” en el límite entre psicosis y neurosis fue sometido a investigación empírica con posterioridad, así como a elaboración teórica. (21) El continuo de los niveles de organización de la personalidad es dividido de forma convencional, y arbitraria, en saludable, neurótico y límite; extendiéndose desde el límite de la organización neurótica del carácter hasta el de los estados psicóticos. Es fundamental advertir que el término “límite”, cuando es utilizado por clínicos psicoanalíticos para denotar el nivel de severidad, tiene un sentido diferente de cómo se lo usa en el DSM, en el que sólo un tipo de organización límite (la manifestación más histriónica y dramática de este nivel de severidad) recibe el diagnóstico de Trastorno Límite de la Personalidad. El DSM adoptó como criterios diagnósticos la mayoría de los descriptores utilizados por John Gunderson (1984), quien había definido el término de forma operacional para la investigación. Amplias investigaciones utilizando el Rorschach y otros tests psicológicos (e. Blatt y Auerbach, 1988) han identificado tres tipos diferentes de pacientes límite: 1. Un tipo anaclítico, afectivamente lábil e fuertemente dependiente, que se aproxima al Trastorno Límite de la Personalidad del DSM-IV. 7 2. Un tipo introyectivo, de estado sobre-ideacional, caracterizado por el aislamiento y el retraimiento social, que muy probablemente recibiría los diagnósticos DSM de trastorno de la personalidad paranoide, esquizoide, u obsesivo. Ambos tipos mostrarían la “inestable estabilidad” (Schmideberg, 1959) de la organización límite. 3. Esquizofrénicos límite, que tienen deteriorada la capacidad para percibir los límites fundamentales y están en riesgo de una descompensación psicótica. (21-22) Capacidades que hay que evaluar para captar el nivel de severidad: ¾ Verse a sí mismo y a los otros de forma compleja, estable y ajustada (identidad). ¾ Mantener relaciones íntimas, estables y satisfactorias (relaciones objetales). ¾ Experimentar en sí mismo y percibir en los otros la amplia variedad de los afectos previstos en cada edad (tolerancia a los afectos). ¾ Regular impulsos y afectos de forma que se favorezca la adaptación y satisfacción, con flexibilidad en el uso de las defensas o estrategias de afrontamiento (regulación afectiva). ¾ Actuar de acuerdo con una sensibilidad moral madura y consistente (integración del superyó, autoconcepto ideal, yo ideal). ¾ Ser capaz de apreciar las nociones convencionales de lo que es realista, aunque no se produzca una conformidad (prueba de realidad). ¾ Responder al estrés con recursos y ser capaz de recuperarse de acontecimientos dolorosos sin una dificultad exagerada (fortaleza del yo y resiliencia). La habilidad para reírse de sí mismo, por ejemplo, abarca varias de estas capacidades. (23) En individuos con personalidades en el ámbito límite están seriamente limitadas las primeras cinco capacidades y, especialmente en personas con personalidades narcisistas y psicopáticas (antisociales), la sexta puede estar comprometida. A pesar de estos déficit, los individuos en el área límite presentan poco daño, o ninguno, en el punto séptimo, que es la capacidad para apreciar las nociones convencionales sobre la realidad. Los pacientes más alterados, con una organización límite, sin embargo, pueden mostrar problemas transitorios con la prueba de realidad, en especial como reacción a acontecimientos especialmente perturbadores, en el contexto de relaciones muy cargadas, incluyendo la psicoterapia. Es del máximo valor clínico alcanzar una comprensión adecuada de la personalidad de un paciente, exista o no un trastorno de la personalidad. 8 Los individuos con un trastorno de la personalidad en el ámbito neurótico destacan por su relativa rigidez (Shapiro). Esto es, tienden a responder a ciertos estresares con un repertorio limitado de defensas y de mecanismos de afrontamiento. Los trastornos más frecuentes en este extremo del continuo de severidad son el trastorno de personalidad depresivo o depresivo-masoquista, el trastorno histérico de la personalidad y el trastorno obsesivo u obsesivocompulsivo de la personalidad. El patrón de sufrimiento de los individuos de estos grupos tienden a restringirse a un área específica, como el género y la sexualidad en las personalidades histéricas, las cuestiones relacionadas con el control en los obsesivo-compulsivos, y la pérdida, el rechazo o las autocríticas en los depresivos. (24) Los pacientes de nivel neurótico a menudo tienen cierta perspectiva sobre sus dificultades recurrentes e imaginan cómo les gustaría cambiar. Con frecuencia llegan al tratamiento después de haber desarrollado una idea plausible sobre las fuentes de su problemática y usualmente construyen una adecuada alianza terapéutica con el clínico. Los terapeutas tienden a reaccionar ante ellos con comodidad, con un sentido natural de respeto y simpatía y una expectativa razonable sobre la colaboración terapéutica. En cambio, las personas con una organización límite de la personalidad tienden a presentar dificultades recurrentes en la relación e incapacidad para la intimidad emocional, problemas con el trabajo, periodos de fuerte depresión y ansiedad, y vulnerabilidad ante el abuso de sustancias y otras conductas adictivas como el juego, la cleptomanía, la bulimia, la compulsión sexual y las adicciones a los videojuegos o a Internet. También existe un gran riesgo a las autolesiones por conducta temeraria, incluyendo automutilaciones, sexualidad de riesgo, contraer deudas desmesuradas y otras actividades autodestructivas semejantes. Se ha hablado más de los pacientes límite extrovertidos que de los introvertidos. No obstante, existen los “límites tranquilos”, por ejemplo, individuos con un funcionamiento esquizoide, inhibido o depresivo que no se comportan de modo dramatizador o autodestructivo, como describe el DSM, sino que sufren de desesperación crónica, experimentan escaso placer en el amor y en el trabajo y presentan serios problemas en su sentido de identidad, en las relaciones, en la tolerancia y regulación afectiva, en la resiliencia (capacidad para adaptarse a las adversidades) y en la consistencia moral. Los trastornos propios en este extremo del continuo de severidad incluyen los trastornos de personalidad: paranoide, psicopático, narcisista, sádico, sadomasoquista, hipomaníaco, somatizador y disociativo. (24-25) La crudeza de sus emociones y de sus mecanismos de defensa ha llevado a que se les valore por diversos autores como “primitivos” o “inmaduros”, con el uso de defensas que distorsionan la realidad en mayor medida que las usadas por las personas del nivel neurótico: escisión e identificación proyectiva. La escisión consiste en la tendencia a verse a sí mismo y a los otros según categorías morales de “totalmente bueno” o “totalmente malo”, es decir, de modo irrealmente positivo (como santos, héroes, o salvadores), o irrealmente negativo (como odiosos villanos y abusadores), o de ambos modos en un estilo 9 oscilatorio. Otras defensas características de las personas en el rango límite incluyen la renegación (denial) (que consiste meramente en no tener en cuenta las cosas desagradables, como si no existieran), el retraimiento (withdrawal) a las fantasías, ciertas formas indiscriminadas de Introyección (a veces llamada “identificación introyectiva”, o incorporación masiva de las características, actitudes, valores, o , incluso, manierismos del otro), el control omnipotente (tratar al otro como una extensión de sí mismo, reconociendo de forma escasa que la otra persona es un ser humano separado, con sus necesidades independientes, deseos y preferencias), la idealización primitiva (contemplando al otro como totalmente bueno y gigantesco, de la misma forma que el niño pequeño observa al adulto admirado), y la devaluación primitiva (considerando al otro como totalmente carente de valor, sin ninguna cualidad que lo redima). Vaillant (1994) en sus investigaciones añade las preocupaciones hipocondríacas, el acting out y el patrón pasivo-agresivo a la lista de las defensas psicológicas costosas que pueden señalar la existencia de un trastorno de la personalidad severo. La división entre “defensas primitivas” o “inmaduras” y defensas “más maduras” o de más alto nivel no están bien ancladas en la investigación evolutiva y han dado lugar a controversia, aunque son habituales en la literatura. Los pacientes límite evocan en el clínico fuertes sentimientos que este debe contener con esfuerzo. A menudo se trata de sentimientos negativos, como hostilidad, miedo, confusión, indefensión o aburrimiento. Sin embargo, también es corriente la aparición de fantasías de potencia salvadora y deseos de curar al paciente mediante el amor. Algunos pacientes que nunca han recibido el diagnóstico de psicosis pueden desarrollar, no obstante, síntomas psicóticos pasajeros, como el pensamiento concreto o sobregeneralizado, ansiedad severa y abrumadora, y la convicción incontrovertible de que sus propias atribuciones sobre otra persona son correctas, a despecho de lo que la otra persona diga o haga. Las personas con los trastornos de personalidad más severos pueden atribuir sus propios pensamientos y sentimientos a los demás, convencidos de la corrección de sus más erróneas percepciones, y dispuestos a actuar de acuerdo con tales convicciones. (26) Aunque algunos teóricos han postulado la existencia de un nivel psicótico de organización de la personalidad, nos parece que esta formulación puede crear una confusión terminológica entre enfermedades como la esquizofrenia, o la esquizofrenia límite, y los trastornos descritos aquí. Algunos sujetos que padecen un trastorno de la personalidad se vuelven psicóticos, pero regresan a dicho trastorno cuando reciben la medicación adecuada. Implicaciones para la Psicoterapia de la Dimensión de Severidad Los pacientes que se sitúan en el sector neurótico-sano del continuo se benefician de la terapia psicoanalítica exploratoria convencional, así como del psicoanálisis. Para aquellos que padecen un trastorno de personalidad, el psicoanálisis y la terapia psicodinámica intensiva son los tratamientos de 10 elección. (Los tratamientos breves pueden ser de ayuda ante un problema concreto, pero tienen escasos efectos sobre la estructura de la personalidad). (27) Los pacientes límite requieren el planteamiento de una situación terapéutica estructurada y con límites claros, y necesitan poder ver al terapeuta y oírle con regularidad para desarrollar una idea del terapeuta como un “persona real” (por consiguiente, tanto el diván como los silencios largos están habitualmente contraindicados). Aunque los pacientes con trastornos límite sufren intensamente y pueden favorecer en los clínicos una inclinación a responder a sus necesidades con una mayor disponibilidad o adaptación, las excepciones al encuadre establecido (como sesiones más largas o más frecuentes, conceder sesiones fuera de la agenda normal del terapeuta, o estar disponible a cualquier hora en caso de emergencias) pueden inducir regresiones inmanejables y desorganizaciones emocionales muy dolorosas. (28) Estos pacientes pueden ser exquisitamente sensibles a cambios muy pequeños en el tono afectivo del terapeuta, y fácilmente se pueden aterrorizar ante la posibilidad de ser criticados, rechazados y abandonados. Sus síntomas más graves pueden reaparecer en los momentos de separación del terapeuta e, irónicamente, también aparecen crisis cuando comienzan a cambiar en una dirección positiva y cuando sienten confianza y esperanza en la relación terapéutica. Respecto a las reacciones psicóticas en la transferencia, veamos el siguiente ejemplo. Cuando un terapeuta le dijo a su paciente que estaba reaccionando ante él como si tuviera rasgos semejantes a los de la madre del paciente, éste respondió “¡sí, vaya una suerte que tengo que me ha tocado un terapeuta exactamente como ella!”. A veces, la investigación sobre los antecedentes históricos del paciente no sirven para facilitar el cambio sino todo lo contrario, sino para provocar la racionalización: ¡¿Cómo voy a ser diferente con los orígenes que tengo?! Por lo que el tratamiento generalmente se centra en el aquí y ahora, especialmente en la forma en que el paciente experimenta al terapeuta. Las terapias útiles para los pacientes límite suelen ser activas, estructuradas y afectivamente expresivas. Debido a que estos pacientes saben que provocan fuertes reacciones en los otros, aquellos terapeutas que intentan aparecer como completamente neutrales y poco reactivos pueden ser vivenciados como poco sinceros o peligrosamente inaccesibles. (28-29) La terapia de apoyo es la forma preferente de tratamiento para aquellos pacientes límite más cercanos a la psicosis. Puede ser necesario que los clínicos adopten una actitud claramente educativa al explicar al paciente como comprende sus problemas, y habrán de ser cuidadosos para no provocar ansiedades que sean evitables. La actitud terapéutica general debe poseer la suficiente autoridad para que el paciente se sienta seguro al cuidado de alguien competente, que no será destruido por la sicopatología del paciente. Al mismo tiempo, el terapeuta debe conceder un respeto exquisito y una actitud plenamente igualitaria, a fin de minimizar los sentimientos de humillación que 11 siente el paciente por sus síntomas, o simplemente por el hecho de ser un paciente que necesita ayuda. (29) Tipos de Trastornos de la Personalidad Muchos profesionales han criticado el DSM por el hecho de que un paciente pueda cumplir los criterios para dos o más trastornos de la personalidad. Esto es un artefacto producido por la tendencia del DSM a tratar los tipos de personalidad como entidades discretas, mutuamente excluyentes, más que como combinaciones complejas que inevitablemente se solapan. (29-30) Los individuos con un trastorno de personalidad psicopático (antisocial), cuyos mecanismos defensivos habituales incluyen el control omnipotente, la proyección, la renegación (denial) y la escisión, tienen también una organización límite de la personalidad. En los tests proyectivos se muestra que muchos de ellos están próximos a la frontera con las psicosis. Cuando Bradley, IEM y Westen (2005) analizaron factorialmente las descripciones clínicas de los patrones relacionales que desplegaban un grupo diverso de pacientes hacia sus terapeutas, cuatro de los cinco factores que surgieron encajaban con los estilos de apego encontrados por los investigadores del desarrollo infantil. En aquellas personas sin trastorno de la personalidad, el apego temprano parece haber sido de tipo “seguro”. En los trastornos de la personalidad de nivel neurótico, generalmente, puede haber sido seguro, o haber tenido ciertos aspectos ansiosos, ambivalentes y evitativos. En individuos con funcionamiento límite, es probable que el apego haya sido desorganizado / desorientado. En las personas crónicamente ansiosas, fóbicas, pasivo-agresivas, dependientes y contradependientes, es probable que el apego haya sido inseguro, con un componente ansioso. En los trastornos disociativos, su historia personal ha debido estar marcada por un apego desorganizado-traumático. EN los sujetos sádicos y psicopáticos parece haberse producido un fracaso en el apego más o menos complejo. Las distinciones relacionadas con la personalidad tienen más que ver con diferencias en temas subyacentes, esquemas o conflictos que con diferencias de rasgos, que representarían más bien expresiones particulares de preocupaciones inconscientes. El las versiones recientes del DSM los trastornos de la personalidad son descritos a partir de rasgos observables., lo que no parece consistente con la investigación clínica. (31) Los tipos son “prototipos” en los que no encaja de forma exacta ningún paciente. El repertorio de personalidades que se observa en la clínica probablemente no es una muestra representativa de las personalidades en un sentido amplio. A parte de en los encabezamientos de secciones, no nos referimos a las entidades diagnósticas con letras mayúsculas (p.e. pacientes con Trastorno Límite de la Personalidad), y evitamos los acrónicos (p.e. “pacientes con TLP”). Los sujetos con personalidades problemáticas no tienen nada parecido a una enfermedad, ni un diagnóstico de personalidad define por completo lo que son. Al evitar las letras mayúsculas y las iniciales estamos también intentando resistirnos a la tendencia que ha penetrado insidiosamente 12 en el campo de la salud mental, bajo la influencia de las compañías farmacéuticas y de seguros, consistente en reificar síndromes complejos, sugiriendo que existen como “cosas” diferenciables, más que como patrones interrelacionados de cognición, emoción y conducta que se pueden ver con frecuencia en la práctica clínica. 13 P101. Trastornos Esquizoides de la Personalidad P102. Trastornos Paranoides de la Personalidad P103 Trastornos Psicopáticos (Antisociales) de la Personalidad P103.1 Pasivo / Parasitario P103.2 Agresivo P104. Trastornos Narcisistas de la Personalidad P104.1 Arrogante /Exigente P104.2 Depresivo / Empobrecido P105. Trastornos de la Personalidad Sádico y Sadomasoquista 105.1 Manifestación Intermedia: Trastorno Sadomasoquista de la Personalidad P106. Trastornos Masoquistas (Auto-saboteadores) de la Personalidad P106.1 Masoquismo Moral P106.2 Masoquismo Relacional P107. Trastornos Depresivos de la Personalidad P107.1 Introyectivo P107.2 Anaclítico P107.3 Manifestación Inversa: Trastorno Hipomaníaco de la Personalidad P108. Trastornos Somatizadores de la Personalidad P109. Trastornos de la Personalidad por Dependencia P109.1 Versiones Pasico-Agresivas de los Trastornos de la Personalidad por Dependencia P109.2 Manifestación Inversa: Trastornos Contradependientes de la Personalidad P110. Trastornos Fóbicos (Evitativos) de la Personalidad P110.1 Manifestación Inversa: Trastorno Contrafóbico de la Personalidad P111. Trastornos Ansiosos de la Personalidad P112. Trastornos Obsesivo-Compulsivos de la Personalidad P112.1 Obsesivo P112.2 Compulsivo P113. Trastornos Histéricos (Histriónicos) de la Personalidad P113.1 Inhibido P113.2 Demostrativo o Extravagante P114. Trastornos Disociativos de la Personalidad (Trastorno Disociativo de la Identidad / Trastorno de Personalidad Múltiple) P115. Mixto / Otros 14