CUIDADORES Y SERENOS Extrañas historias de raros personajes

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14 INTERES GENERAL
Los miedos,
cosa de antes
La tenebrosidad del cementerio se hizo carne en los mitos y
creencias de los platenses, que
dieron a este lugar un significado
que se traduce en miedo y un
deseo de nunca concurrir allí,
sólo en las circunstancia que se
marcan en la finitud.
Con edificios bastante erosionados por el tiempo en que
fueron construidos, con bóvedas
en forma de pequeñas capillas,
por ser el centro en donde la
muerte se reúne, bajo un clima
frío y con poco color (sólo el de
las tristes coronas de flores), los
platenses sueñan con nunca
entrar allí.
A pesar de que el miedo se
generaliza en la gente y se ve bien
reflejado en las historias o películas de terror, donde el cementerio
es el escenario fundamental
donde se desarrolla la acción,
algunos cuidadores sostienen que
no es así.
“Aquí no existe el miedo. Las
bromas y cargadas o los hechos
de miedo de los cuales se
hablaron toda la vida forman
parte del pasado”, explica a
“Hoy”, Vicente, que desde 1940,
trabaja como cuidador.
“Acá ya no se molesta con las
historias de los muertos, ni se
utilizan los mitos creados alrededor de diferentes personas de La
Plata, a las cuales se las trataba de
‘mufas’ por la vida que habían llevado o la forma en que sus familiares habían muerto. Eso pasaba
antes, pero mucho antes”,
prosiguió.
Lo cierto es que, a pesar de
negar todo acercamiento a los
miedos o a las cargadas que entre
ellos se hacen, algunos
cuidadores dejan entrever entre
sonrisas la posibilidad que estas
historias existan en el presente y
no formen parte de un pasado
lejano.
Lugares estratégicos, personajes inmortalizados por los mitos
platenses, duermen en paz en sus
lugares, pero cuando la luz del
sol se apaga y las reuniones entre
velas se prestan para contar historias, ellos vuelven a vivir en las
creencias de los platenses.
La Plata, lunes 6 de julio de 1998
CUIDADORES Y SERENOS
Extrañas historias de raros
personajes del Cementerio
Un trabajo poco deseado, en un lugar frío en donde nadie quiere dormir ni permanecer durante mucho
tiempo, oculta a cuidadores y serenos que cumplen con su trabajo y disfrutan del humor negro
Entre la vida y la muerte, en un
lugar no tan alejado de la zona
céntrica de la ciudad, se levanta el
Cementerio de La Plata y en él,
miles de cuerpos descansan en paz
por toda la eternidad, mientras sus
familiares y amigos, únicamente a
la luz del día, van a su encuentro
espiritual.
Mítico y frío, el cementerio de
la ciudad de La Plata, como el de
muchos lugares del mundo, es
sinónimo de terror y sospechosas
escenas que transmiten miedo. En
donde las personas no se animan a
ingresar cuando el sol desaparece
y piensan que de quedar atrapadas
entre las paredes del cementerio
serán inexorablemente víctimas
del pánico.
Allí los cuidadores y serenos
ganan sus pocos pesos para alimentar a su familia.
Su misión es la de mantener en
estado el viejo lugar: limpiar y lustrar las placas, los floreros, las lápidas, barrer las veredas y mantener el pasto cortado alrededor de
las tumbas; además por las noches
los serenos deben cuidar que
ningún particular penetre en el
gran predio.
“A nadie le gusta el cementerio,
porque aquí es donde traen a los
muertos y tanto las películas de
cine como las historias literarias
que se han realizado, mostraron a
este lugar como un sitio lleno de
misterio y terror, del cual casi
siempre es imposible salir con
vida”, contaba Mario Mazzeo, un
ex-cuidador.
Temores y cargadas
“Todas esas opiniones, a pesar
Vicente, cuidador del Cementerio desde hace 58 años, afirma que la época de mitos, bromas y miedos pasó a la historia
que todos sabemos que son mitos,
nos transmiten mucho temor y eso
se refleja en la gente cuando viene
hasta aquí”, prosiguió el cuidador,
a lo que agregó que “por ejemplo,
una vez, un chiquito llamado Juan
estaba junto a su familia en este
lugar y jugando con su hermano a
la escondida se metió dentro de
una bóveda”.
“Pasados varios minutos.
Cuando quiso abrir la puerta para
salir, ésta había quedado trabada.
Ante la desesperación el chiquito
comenzó a gritar ‘sáquenme de aquí
que el muerto me va a matar’, mien-
tras lloraba desconsoladamente”,
prosiguió.
Tiempos modernos
Haciendo como una especie de
salvedad para los que habitualmente trabajan como cuidadores o
serenos, Mazzeo admitió que
ahora no se suele jugar con los
difuntos ni cargarse entre compañeros, ya que “se encuentran
divididos por sectores y es raro
que se crucen. Antes era distinto,
todos nos juntábamos y nos
divertíamos para pasar el tiempo
en ese lugar tan frío”.
El temor no es sólo compañero de quienes visitan el lugar
Cada vez que un cuidador o
sereno era incorporado al plantel, la
forma de recibirlo, a parte de las presentaciones, incluía contar historias
de espíritus o fantasmas “para ver si
creía en lo que le estábamos diciendo o no. Si no se inmutaba y seguía
la corriente no pasaba nada, pero, en
cambio, si no quería hablar del tema
sería objeto de todas las bromas típicas dentro del cementerio”.
“Cuando ingresé a trabajar como
sereno mis compañeros comenzaron
a contarme las historias. A pesar de
no tener miedo en ese momento y
reírme junto a ellos, todo eso te
queda en el pensamiento y es difícil
salir a recorrer de noche un predio
donde los ruidos abundan y vos
mirás desesperado para cada costado”, dijo Miguel. Una de las bromas que suelen hacerse los
cuidadores del lugar es colocarse
huesos en los bolsos o aparecer con
un cráneo sobre la cabeza para hacer
reir a los demás compañeros.
“Una vez un compañero tomó un
cráneo y perforó unos huesos, para
luego colocar una linterna prendida.
Una vez preparado el cráneo, lo
colocó en la tapa del inodoro de un
baño. Entonces cuando uno abría la
puerta veía el cráneo luminoso y
pegaba un grito”, relató Mazzeo.
También Miguel, quien hoy ya
no trabaja en el Cementerio, contó a
“Hoy” que cuando salió a realizar su
primer recorrido como sereno, uno
de los más viejos compañeros de trabajo casi como si nada le advirtió:
“cuidado con las palomas”.
Al principio recuerda que no
entendió el mensaje, pero al dar una
vuelta comenzó a comprender.
“Mientras caminaba por entre las
bóvedas, comencé a sentir ruidos
extraños que me alteraron la calma.
No era un ruido constante sino un
murmullo. Mirando para todos
lados, trataba de escuchar de donde
provenía el ruido, hasta que advertí
que las palomas estaban escondidas
entre las aberturas de las bóvedas y
que emitían un raro llamado, que en
la soledad del Cementerio da mucho
miedo”, concluyó.
Cuidadores y serenos
Los cuidadores del Cementerio
local son alrededor de 140. Están
divididos por zonas y tratan de
captar a las personas que quieran
mantener en buen estado los
lugares de descanso de sus muertos
ya que de allí tendrán sus sueldos.
Las pagas son según las tumbas
o bóvedas que tengan que limpiar.
Los particulares los contratan para
cumplir un trabajo, que es el mantener en estado el lugar donde se
encuentra el cuerpo de su familiar.
Los precios son variados. Si es
una bóveda cuesta, por mes, entre
25 y 35 pesos, mientras que si se
trata de limpiar el frente de un
nicho su valor es de 10 pesos. En
cambio, si se cuida el estado de
una tumba en tierra, su valor oscila
entre 25 y 30 pesos. No sólo el precio es colocado por el lugar donde
se tiene que limpiar, sino que también por la cantidad del bronce o
los materiales a cuidar.
Por su parte el sereno -ahora se
encargan efectivos policialestienen la misión de cuidar que
ningún extraño entre cuando está
cerrado y que no se produzcan
robos o destrozos.
INTERES GENERAL
La Plata, lunes 6 de julio de 1998
LOS CAMBIOS QUE EL CORREO TRAJO CONSIGO
Pueblos chicos
Las estafetas postales, tan
sólo un simple recuerdo
Funcionaban en locales pertenecientes a domicilios particulares. Ahora se las denominan
“unidades postales”. La diferencia está en que ahora el servicio postal se puede realizar en un quiosco
En un tiempo no muy lejano,
era común observar en todos los
barrios las conocidas estafetas
postales, que eran una especie de
correo en miniatura o un correo de
barrio. La función de estas era la de
acercar a los usuarios del servicio
postal -en manos del Estado- todos
los elementos que dicho servicio
estaba en condiciones de brindar.
Así las cosas, las mencionadas
estafetas estaban ubicadas, generalmente, en casas particulares.
En este sentido, cuando los
vecinos recibían alguna comunicación -carta o telegrama- y por
razones particulares no se encontraban allí, les dejaban el aviso de
visita indicándoles dónde debían
retirar la correspondencia.
El retiro de dicha documentación se hacía en un sitio cercano al domicilio del usuario: las
estafetas o en alguna sucursal del
correo. Por ejemplo, los vecinos
que viven en Villa Elvira o el
Barrio Mondongo tenían una
sucursal en la intersección de las
calles 4 y 70, en donde podían
realizar todo tipo de tramitaciones
del servicio.
En la historia
Sin embargo, en la actualidad la
situación parece muy distinta,
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Las recordadas estafetas
postales funcionaban en los
domicilios particulares, es
decir, aquellas personas que
tenían un garage o un espacio físico amplio estaban en
condiciones de lograr habilitar una.
Allí, una vez instaladas,
los vecinos podían realizar
los servicios esenciales del
correo: cartas y telegramas, y
estaba vedada la realización
de giros.
Este funcionamiento,
según el recuerdo de varios
ex trabajadores, se asemejaba
a lo sucedido en los pueblos
chicos de nuestro país, en
donde sólo se conocían las
estafetas.
Hoy la diferencia en los
pueblos no es tan abismal
como en las grandes ciudades, en donde las sucursales abundan y las
“unidades postales” se han
multiplicado o aparecido por
diversos lugares.
Unidades postales
dado que por un lado, desaparecieron las estafetas, y por otro,
el correo pasó a ser privado.
Así las cosas, una de las situaciones que se perdieron con estos
cambios se centra en la relación
cartero-vecino. Los trabajadores
del correo, eran personas que generaban confianza por una
“cuestión de años”, dado que
como cuenta un ex empleado telepostal “nosotros llevábamos las
cartas casi sin detenernos en la
dirección, pues nos bastaba con
sólo saber a quién estaba dirigida”.
Idéntica situación se daba con
las estafetas, las que en general eran
atendidas por vecinos del barrio.
No quiere decir que los carteros de
hoy no inspiren confianza pero
claro, la relación era otra.
El transcurrir de los años
hace que algunas cosas cambien su nombre pero no lo
más importante de ellas que
es su utilidad, dado que esta
sigue siendo siempre la
misma.
Tal es el caso de las
denominadas “unidades
postales”, que en la práctica
vinieron a reemplazar a las
estafetas.
Las “unidades postales”, a
diferencia de sus antecesoras,
funcionan en kioscos. En
estos lugares se pueden ver
las propagandas que anuncian el servicio de correo privado con sus colores alusivos.
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