1 Crónica de un fantasma. Es de noche. Sentado en cuclillas al

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Crónica de un fantasma.
Es de noche. Sentado en cuclillas al borde del barranco, trato de recordar lo acontecido.
¿recordar? ¡Que difícil resulta eso ahora! Imágenes que deambulan como fantasmas en mis
recuerdos. Si, era una noche como esta, pero: ¿ que carajo andábamos haciendo en la noche
la turba de estudiantes de la escuela normal rural en el estado de Guerrero? lo que sea que
haya sido, ¿que caso tiene ahora?
Otros recuerdos son imprecisos, no logro identificarlos. Pasan como ráfagas en mi memoria
esos volátiles pensamientos. Percibo sonidos de balas, gritos de auxilio, ruidos de motores,
olor a gasolina, a pólvora, a sangre… y a muerte. Al llegar a éste punto, una cortina de
humo. Ya no recuerdo mas. Y ahora estoy aquí, al pie de un profundo barranco en la mitad
de una noche obscura, tan obscura que no logro visualizar ni siquiera mi propia figura.
Durante el día vi mucha gente que al parecer buscan algo haya abajo. Parecen muy
interesados en su trabajo, de hecho traen consigo aparatos y camiones. Al acercarme y
preguntarles que buscan, no me contestaron. Como si no me escucharan… o como si no me
vieran…¿Cómo es que bajé hasta donde se encontraban esos hombres? Fue fácil, ¡Mi
cuerpo ya no me pesa! como si flotara. Me habría gustado ayudarlos, como a veces ayudo a
mi papá, aunque el dice que mejor me ponga a estudiar, porque el campo es para hombres
rudos, como el, y que mis manos en lugar de empuñar un azadón , es mejor que acaricien la
cubierta de un libro. ¡Mi viejo! cuanto extraño verlo. Creo que mejor me voy a buscarlo.
Llego a mi casa, al tratar de abrir la puerta me doy cuenta que puedo traspasarla. Que raro,
no hay nadie. El escaso mobiliario de la humilde vivienda permanece tal como lo recuerdo.
Sobre la rústica mesa de madera se encuentra un diario de circulación nacional en donde
sobresale un letrero que dice: “Hoy gran marcha en el Distrito Federal”. Continuo leyendo.
Ahora lo entiendo todo, y se donde encontrar a mi padre. Permanezco un rato mas, como
queriendo aprisionar en mis recuerdos cada detalle. Esto forma parte de mi, de mi vida y de
los apegos que me atan a este mundo. Trato de tocar los muebles, pero es imposible.
¡literalmente los traspaso! Es increíble. ¿qué soy ahora? ¿Acaso un fantasma? No se que
me pasa, ni que soy. Tengo mucho miedo y mucho frio. Mejor voy a buscar a mi papa-.
Emprendo la retirada por las mismas calles empedradas y terrosas que tantas veces
recorrí, donde jugaba de niño a las escondidas y también donde desperté a la adolescencia
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al robarle furtivamente un beso a Clotilde, la de los ojos bonitos y la cintura de avispa,
aquella con la que platicaba al regreso de la escuela, mientras pateaba pequeñas piedras y
de reojo la abrazaba con la mirada. En un momento llego a la capital, ahora puedo
trasladarme de un lugar a otro con solo desearlo, y estoy uniéndome a los miles de
manifestantes que exigen respuesta a las autoridades sobre estudiantes desaparecidos. Son
gritos unánimes de dolor, coraje e impotencia. Gritos que se ahogan en un mar de
impunidad e indiferencia de aquellos que ostentan el control y el poder. Busco entre la
turba a mi padre y, por fin lo encuentro. ¡ojalá pudiera decirle que aquí estoy! Cerca de él.
Que puedo verlo aunque no pueda tocarlo, …como ha envejecido en estos días…se ve mas
demacrado y delgado y ni siquiera se da cuenta que he permanezco cerca de el. Cuando
termina la marcha, regresan al pueblo.
Es de madrugada. Mi padre dormita en el asiento, ¡cuánto sufrimiento refleja su ajado
rostro, curtido por el sol y el frio de extenuantes jornadas de trabajo! Es el rostro de un
campesino de la sierra de guerrero. Yo también siento rabia e impotencia ante la situación
de marginación y pobreza que ha prevalecido durante décadas. Cargando un viejo morral,
mi “viejo” se encamina hacia su humilde vivienda. Durante el trayecto continúo a su lado.
Como una película se repiten uno a uno los recuerdos, él fue quien me enseñó las primeras
letras y compró mi primer cuaderno donde me introduje en el fascinante mundo de las
letras que mas adelante transformé en palabras. Ahora entra a la vivienda y yo continúo
cerca de el. A sido un día difícil y complicado, saca de un morral algunos tacos y prende el
fogón para calentarlos acompañados de un humeante café que saborea en un jarro de barro.
Esta callado. Mira a su alrededor hasta que detiene la vista en una guitarra que cuelga de la
pared, es nuestra guitarra, se incorpora y se dirige hacia ella para tomarla entre sus manos
casi con devoción, como si se tratara de una imagen venerada. Poco a poco comienza a
pulsar las cuerdas hasta que logra arrancar de éstas sonidos armónicos y tristes. Son
lamentos atrapados entre cuerdas metálicas que poco a poco se liberan. Son lamentos en
forma de notas que gritan y reclaman justicia.
Mejor salgo de ahí. En un momento estoy otra vez al pie del barranco. Pero… ¿qué es lo
que hace que esté aquí nuevamente? No lo se. Es como un imán que me hace regresar.
Todo es obscuridad y silencio, por momentos el viento trae un olor extraño, impregnado de
recuerdos e imágenes que no logro precisar. Tal vez son tan fuertes que hasta pensar duele.
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Allí permanezco. No se si un minuto o una eternidad. El tiempo a dejado de preocuparme
hasta que los tenues reflejos de luz pintan el cielo en ráfagas naranjas y amarillas. Está
amaneciendo, poco a poco los hombres que están trabajando por allá abajo empiezan a
llegar. Los observo, parece que analizan en sus aparatos algo. Pero…¿qué pueden encontrar
de interesante, si solo se trata de un basurero? En fin. Continúo allí, agazapado todo el día
en el lugar, hasta que el son empieza a ocultarse entre los cerros. Es la hora del crepúsculo.
Siempre me gustó ver los atardeceres, de niño mi padre me decía que es el momento en que
el sol se iba a descansar y la luna cuidaba su sueño, ya de adolecente me parecía una
historia hermosa y romántica. Alguna vez hasta se la conté a la Clotilde, quien primero se
burló de mi, pero después hasta un beso me dio.
Regreso al pueblo. Hoy tengo todo el tiempo del mundo para pensar en todo lo ocurrido y
creo tener el nombre correcto de los culpables. Se llaman Impunidad, pobreza y
marginación. Es un estigma con el que nacemos , vivimos y crecemos muchos en este país..
Ahora estoy llegando a la que fue mi escuela, mi querida escuela. Tan solitaria en esta
noche, sin embargo, puedo percibir voces y risas atrapadas en el silencio de los muros y
techos del lugar. Mis pasos me guían hacia lo que fue mi salón de clases. Mi pupitre y
banca aun permanecen ahí. Vacíos y silenciosos. Como esperándome…Trato de acariciar el
borde de la banca, pero eso no es posible. Solo soy el fantasma de alguien que tejió sueños
y bordó día tras día, entre estas paredes, el deseo de querer ser alguien diferente. Todo eso
ya no podrá ser posible porque ya no estoy vivo. Solo ahora comprendo que la vida es un
regalo, porque en mi corto paso por ella (Solo diez y ocho años) hubo momentos que
realmente disfruté. De eso hablan los recuerdos que llegan de pronto, como ráfagas fugaces,
sobre todo de mi niñez al lado de mi padre. Sin embargo, estoy seguro que el mejor es
cuando me notificaron que estaba aceptado como alumno de la Escuela Normal Rural. Fue
un gran día, no cabe duda. El corto tiempo que estuve en este recinto, me llena de nostalgia.
Sobre todo las clases “Tan padres” del profe Juan Ramón, ¡Ese sí que sabe un “Chingo”
principalmente cuando nos empezaba a hablar sobre “Sociología de la Educación” de
plano me dejaba sorprendido. Pero mi sueño se esfumó, como el humo de un cigarrillo. Ya
no logré ver algún día mi título colgado de la pared, ni la oportunidad de enseñar las
primeras letras a los niños que viven por allá, marginados, en la punta del cerro. Ese es el
sueño que se escapó de mis manos como agua.
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Allí permanezco inmóvil. Expectante. Como la misma estructura durante varias lunas y
soles. De repente se aparece uno que otro estudiante durante el día, con el miedo pintado
en el rostro y la angustia tatuada en la piel. Aun no se reanudan las clases, sin embargo, la
vetusta y rústica escuela aguarda paciente, sabe que en algún momento, los jóvenes
regresaran a desparramar en sus aulas y paredes sus risas y alegrías. Es de día, deambulo
por la ciudad como lo que soy ahora, un fantasma. Me detengo en un puesto de periódicos
porque algo llama mi atención. En la portada principal esta una foto mía, el resto del texto
confirma mis situación. Sí, estoy muerto. ¿cuánto tiempo llevo en este estado? No lo sé. Por
momentos me siento muy triste y solo. En una ocasión fui a buscar a Clotilde. ¡tan bonita
como siempre! Me dio tanta pena verla triste, a lo mejor también me extraña. Tampoco se
percató de mi presencia ni escuchó cuando le dije que ya no llorara tanto, que yo estoy
bien, aun en mi nueva situación. La quedé mirando, y pensé que algún día, cuando el
tiempo pase, encontrará alguien con quien compartirá su vida y tendrá “rete artos
chamacos”, y todo esto solo será un recuerdo, un mal recuerdo. También busqué a mis
amigos, pero no los encuentro. Quien sabe a donde están.
Son momentos en que me siento mas solo que nunca, y prefiero regresar allá, al pie del
barranco. ¡Ay, si pudiera retroceder el tiempo! no saldría esa noche. Esa fatídica noche.
Ahora comprendo, que la violencia, solo genera violencia. Eso es también lo que he
tratado de decirle a mi padre, cuando se alista en las manifestaciones, que ya ¿qué caso
tiene? Mejor que le deje a “Diosito” que el se encargue de hacer justicia, porque los que les
toca aquí en la tierra, creo que ya se les olvidó como se hace. ¡Cuantas palabras quedaron
en el tintero! Ya no podré perseguir mis sueños. Fue tan corta mi estancia en éste mundo.
Pero como lo dije anteriormente, si pudiera regresar el tiempo (que eso es imposible) no
cometería los mismos errores e imprudencias y tal vez estaría vivo, en compañía de mi
viejo y ¿por qué no? también acariciando con la mirada a la Clotilde. Esas y otras mas, son
las cosas que quedaron pendientes de escribirse en el libro de mi vida. Lo que si me queda
muy claro es que la vida, aun con sus altas y bajas, hay que vivirla cada día, porque es un
tesoro único e irremplazable.
Al paso del tiempo, y poco a poco, me va llegando una especie de tranquilidad espiritual.
Ya no percibo esa sensación de coraje y dolor que sentí en un principio.
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Fue una de esas veces, en que me di cuenta de la presencia de alguien cerca de mi. Al
principio solo ubicaba una silueta, pero poco a poco se fue perfilando la figura de una
mujer envuelta en una túnica de seda blanca. Una silenciosa y hermosa mujer que se sentó a
mi lado. Sin palabras, solo se limita a acompañarme. Durante el día voy al pueblo, a veces
a buscar a mi papa, o a la Clotilde, pero luego regreso al mismo sitio de siempre. A la orilla
del barranco, entonces hace su aparición mi enigmática compañera, y permanecemos así,
platicando con palabras envueltas en celofán de silencios.
Una de esas noches, cuando parece que el alba se traga poco a poco la obscuridad, escuché
su voz. ¡Que musicalidad en sus sonidos! De pronto empezó a hablar, como para sí misma.
Dijo que la vida es un obsequio al que nos hacemos merecedores cuando llegamos a éste
mundo. Sin embargo, tenemos la capacidad para decidir que hacemos con ella. Que
efectivamente, mi estancia por había sido corta, pero quedaban gratos recuerdos a quienes
la compartieron conmigo. ¡Cuanta calma y tranquilidad sentí al escuchar esas palabras!
Solo entonces comprendí que había llegado el tan ansiado momento de paz. Le pregunté si
podía despedirme de mi padre, a lo que contestó que no era necesario. Ella lo había hecho
por mi a través de un sueño. después me tomo de la mano e incorporándose me invito a
seguirla, en tanto comentaba: –Es el momento que tu espíritu tome un nuevo ropaje, para
eso tienes que abandonar por completo el que tienes ahora, junto con los recuerdos. Ha
llegado la hora de partir y de iniciar una serie de transformaciones que poco a poco te irán
preparando para tu nueva vida. En ese proceso de transformación no existe tiempo ni
espacio. Los apegos que te atan a este mundo también desaparecen. El aprendizaje que te
llevas de tu paso por esta vida, queda registrado en alguna parte de ti, y te servirá de
referencia. Vas a tener la oportunidad de volver a nacer, y es probable que esa nueva
persona en que te conviertes mas adelante, tenga la oportunidad de lograr lo que se
interrumpió en esta. De hecho vas a ser mucho mejor. Por ultimo. No olvides que “La
violencia solo genera violencia”.- La figura se desvanece, y junto con ella también
desaparece poco a poco la silueta de un joven que tuvo un aprendizaje significativo en su
paso por esta vida. Está amaneciendo. Los que quedamos, seguimos aprendiendo.
Autor:
Miguelina Reyes Hernandez.
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