REv. DE PsICoANálIsIs, Número Especial Internacional, nº 7 la historia del ultraje infantil * Lloyd Demause Aquí con ojos profanos contemplaba Penteo los cultos, cuando lo vio, la primera, y la primera se abalanzó en insensata carrera, y la primera hirió a su Penteo arrojándole el tirso, su madre, que gritó: “¡Oh mis dos hermanas, venid aquí! Ese jabalí enorme que ronda por nuestros campos, ese jabalí tengo yo que matarlo”. Toda la muchedumbre se arroja enloquecida sobre uno sólo; se juntan todas y presiguen a un despavorido, porque despavorido estaba ya y sus palabras eran ya más suaves y ya se juzgaba culpable y ya confesaba que había pecado. Pero, malherido, dijo aún: “Socorreme, tía Autónoe! Que la sombra de Acteón aplaque tu alma!. Ella no sabe qué es Acteón, y arrancó al suplicante la mano derecha; la otra es despedazada por la furia de Ino. No tiene ya el desgraciado brazos que tender a su madre, y mostrando las heridas de sus muñones donde le han amputado los miembroos, exclama: “Mira, madre“. Al verlo dio ¡gave un alarido, agitó el cuello y movió los cabellos al aire, y arrancando la cabeza de su hijo y empuñándola entre sus dedos ensan-grentados, grita: “¡Hurra, compañeras, esta obra es mi triunfo! ovidio, Metamorfosis (texto revisado y traducido por Antonio Ruiz de Elvira, Madrid, 1952) la historia de la humanidad se funda en el ultraje infantil. En el pasado, todas las familias practicaron el infanticidio. Todos los estados remontan su origen hasta el sacrificio de niños. Todas las religiones comenzaron con la mutilación y el asesinato de niños. Todas las naciones sancionan la matanza, la mutilación y la hambruna de los niños en las guerras y las depresiones. *Editor responsable de The Journal of Psychohistory director de The Institute for Psicohistory y autor de Foundations of Psicohistory y de Reagan's America. El presente artículo fue el discurso de apertura de la confererncia sobre “Más Allá de la Prevención: El Futuro de la Infancia“ en el Centro de Capacitación para la Prevención del Ultraje Infantil del Norte de Callifornia. Dirección: 140 Riverside Drive, Nueva York (NY 100242605), Estados Unidos. 104 Lloyd Demause El ultraje infantil es, de hecho, la fantasía humana colectiva más poderosa y exitosa de la historia. la utilización de los niños como chivos expiatorios para aliviar el conflicto interno individual resultó un camino sumamente efectivo para mantener nuestra homeostasis psicológica colectiva. Aquellos que osaron oponerse a esta fantasía colectiva corrieron el riesgo de ser declarados sacrílegos y considerados perturbadores de la paz mundial. Aquí mi propósito será intentar explorar por quñ el ultraje infantil ha sido una solución tan poderosa a nuestros problemas psicológicos personales y por qué la erradicación del abuso de niños ha resultado un objetivo evolutivo tan lento, marcado por la oposición continua a los esfuerzos de los pocos que buscaron proteger a los niños a lo largo de la historia. La universalidad del infanticidio Aunque el infanticidio se halla en varias especies –incluyendo aves, mamíferos e incluso otros primates1 la mayor parte de las crías es asesinada por adultos no relacionados con ellas. sólo los humanos matan regularmente a sus propios hijos. Estudios antropológicos realizados en culturas preindustriales encontraron que esta práctica estaba tan difundida que solamente el nueve por ciento alegó que no llevaba a cabo el infanticidio. Incluso en estos pocos casos, es probable que los informantes encubrieran la verdad, ya que cuando los etnólogos relevaron el número de niños y de niñas en dichos grupos, se encontraron con un exceso sustancial de varones. Dado que nace igual cantidad de niños de ambos sexos y las niñas suelen ser más resistentes que los varones, el exceso de niños significa que estos grupos deben haber practicado el infanticidio selectivo en función del sexo.2 Es probable que, desde siempre, todas las culturas de las que se tiene registros practicaran ampliamente el infanticidio. lo que ha quedado de las culturas del Pleistoceno muestra una presencia extensa del infanticidio,3 y éste está bien documentado ni bien comienzan los registros históricos.4 Un análisis mundial de los censos infantiles realizados en 160 estratos y poblaciones de provincia mostró una proporción de 128 varones por cada 100 mujeres,5 medida suficientemente alta como para indicar que la mayoría de los progenitores asesinaban al menos a un niño. las cifras de los censos de la Antigüedad muestran una pronunciada relación niño/niña de 400 varones contra 100 mujeres; resulta una proporción creíble, teniendo en cuenta que las niñas era menospreciadas y, como Glenn Hausfater y sarah Blaffer Hrdy, editores, Infanticide: Comparative and Evolutionary Perspectives. Nueva York: Aldine Publishing Company, 1984. 1 La historia del ultraje infantil 105 manifestara Poseidippos: “hasta el hombre rico descuida a su hija”.6 Casi todos los recién nacidos asesinados eran bebés sanos. En la Edad Media la relación niño/niña disminuyó a 140 varones por 100 mujeres aproximadamente, ya que los padres comenzaron a sentir culpa por el infanticidio directo de los recién nacidos y se orientaron hacia mñtodos indirectos como el empleo de nodrizas asesinas, la subalimentación y el abandono físico de las niñas.7 Hacia el siglo XvII pueden detectarse algunas zonas de Europa donde las proporciones son más equilibradas.8 En mi ensayo “sobre la demografía del filicidio” estimé que casi la mitad de los niños nacidos en la Antigüedad fureon asesinados, reduciéndose a alrededor de un tercio en la Edad Media y cayendo a menos del uno por ciento hacia el siglo XvIII.9 los antropólogos y los historiadores concluyeron sin pruebas que los motivos para una práctica tan importante eran demográficos, un mero ajuste de la población originado en la escacez de recursos. William Tulio Divale y Marvin Harris, “Population, Warfare, and the Male supremacist Complex.” American Anthropologist 78 (1976): 521-538; susan C.M. scrimshaw, “Infanticide as Deliberate Fertility Regulation”, en Richard lee y R. Bulatao, editores, Determinants of Fertility in Developing Countries: A summary of Knowledge. Nueva York: Academic Press, pp. 714-31; susan C.M. scrimshaw, “Infanticide in Human Populations: societal and Individual Concerns.” En Hausfater y Hrdy, editores, Infanticide, pp. 439-62. laila Williamson, “Infanticide: an Antrhopological Analysis,“ en Marvin Kohl, editor, Infanticide and the value of life. Buffalo: Prometheus Books, p. 62, concluye que “los informes negativos (de los etnógrafos) pueden estar, meramente, reflejando el hecho de que conociendo el desagrado que el infanticidio produce en los europeos, los informantes prefirieron (negar) dicha práctica.” 3 Joseph Birdsell, “some Predictions for the Pleistocene based on Equilibrium systems Among Recent Hunter-Gatherers.“ En Richard B. lee y Irven Devore, editores, Man The Hunter. Chicago: Aldine Publishing, 1968; Woodrow W. Denham “Population structure, Infant Transport and Infanticide Among Pleistocene and Modern Hunter-Gatherers.“ Journal of Anthropological Research 30 (1974): 191-8; Mildred Dickeman, “Demographic Consecuences of Infanticide in Men.“ Annual Review of Ecology and systematics 6(1975): 107-37. 4 lloyd deMause, Foundations of Psychohistory. Nueva York: Creative Roots, 1982 pp. 26-35, 117-23; Emiel Eyben, “Family Planning in Graeco-Roman Antiquity“. Ancient society 11/12 (1980/1981): 1-82. John Boswell, The Kindness of strangers: The Abandonment of Children in Western Europe From late Antiquity to the Rennaisance. New York Pantheon Books, 1989 es útil para documentar el abandono del niño, pero se ve menguado por la amplia presunción no documentada de Boswell de que la mayoría de los niños eran luego recogidos por otros para su crianza. ver la reseña de Mary Martin Mclaughlin, New York Times Book Review, 19 de marzo de 1989, p. 16. 5 Divale y Harris, “Male supremacist Complex“, p. 525. 2 106 Lloyd Demause Rara vez, aparecen en las páginas de los diarios íntimos de las madres fuertes emociones vinculadas con el asesinato de sus hijos. sin embargo, hay por lo menos tres tests empíricos capaces de revelar si el infanticidio tiene realmente motivos demográficos: 1. Proporción de sexos: si los padres mataran a sus hijos principalmente por temor de no poder criarlos, no habría motivo para asesinar más niñas que niños, ya que el costo de su crianza es el mismo. los antropólogos que trataron de explicar el mayor infanticidio de mujeres señalaron que asesinar niñas es el mñtodo más efectivo de reducir la población, dado que los machos pueden fecundar más de una hembra. No obstante, la razón no es un resultado evolutivo deseado. Nunca pudo comprobarse que una madre mata más hijas recién nacidas porque le preocupa la proporción de sexos de la generación siguiente. 2. Riqueza: si la escasez de recursos fuera la causa del infanticidio, los padres ricos matarían menos niños que los padres pobres. los registros hitóricos muestran exactamente lo opuesto: comparando las proporciones históricas niño/niña con el volumen de la riqueza familiar, surge que los padres ricos asesinan un poco más, no menos.10 las familias con palacios y cientos de sirvientes asesinaban a sus hijos en, al menos, el mismo porcentaje que campesinos pobres, aun cuando mantenerlos no era problemático. la necesidad económica no es una variable significativa en el infanticidio, pese a la opinión del “sentido común”. 3. Nivel de civilización: si la escacez de recursos motiva el infanticidio, una civilización superior con mayores recursos debería mostrar tasas menores que la de menor riqueza material. Pero también aquí el registro hisórico muestra exactamente lo contrario; las grandes civilizaciones tempranas como Grecia, Roma, China, Japón, India, México, Hawai, Tahití y el Medio oriente son infanticidas en alto grado. según informara uno de los primeros visitantes ingleses a Hawai: probablemente no existía una sola madre que no hubiera arrojado a los tiburones por lo menos a uno de sus hijos, y que las ricas familias reales asesinaban más que ninguna otra.11 En la India, algunos grupos de las castas altas asesinaban prácticamente a todas las niñas recién nacidas.12 Hace sólo un siglo, quienes visitaban Japón observaron que “no se criaba más de uno o dos niños por pareja[...] Ni DeMause, Foundations, p. 28; William Tarn y G. T. Griffith, Helenistic Civilizations. Tercera edición. londres: Edward Arnold, 1952. 7 Ibid, pp. 32, 40, 121; E. W. Bentley, “Abnormally High Baptismal sex Ratio During 1568-1600". local Population studies 30( 1983): 59; Glynis Reynolds, "Infant Mortality and sex Ratios at Baptism As shown By Reconstruction of Willingham, a Parish at the Edge of the Fens in Cambridgeshire”. local Population studies 22 (1979): 33. 8 DeMause, Foundations, p. 121. Aun cuando las tasas de mortalidad infantil declinaron r·pidamente, como en Europa y AmÈrica durante el siglo XIX, los varones recibÌan una mejor nutrición y asistencia mÈdica que las mujeres, de modo que la relación niÒo/niÒa aumentó durante un tiempo; ver sheila Ryan Johansson, “Deferred Infanticide: Excess Female Mortality During Childhood”. En Hausfater y Hrdy, editores, Infanticide, pp. 463-85. 9 DeMause, “on Writing Childhood History”. The Journal of Psychohistory 16 (1988): 150. 6 La historia del ultraje infantil 107 bien nacía un niño era asesinado por sus padres[...] Incluso las familias ricas están contaminadas por esta horrenda costumbre”.13 En el antiguo occidente Polibio se lamentaba de que los griegos habían asesinado a tantos de sus hijos que Grecia había quedado despoblada, siendo finalmente absorbida por “bárbaros” que asesinaban menos niños.14 si se examina lo que los padres reales dicen y hacen de hecho cuando cometen infanticidio, es evidente que la última razón es la económica. los padres –en especial las madres, que son las principales responsables– tanto en el pasado como en el presente estrangulan, ahogan, sofocan y apuñalan a muerte a sus hijos porque en ese momento los odian, su presencia les resulta intolerable, respresentan una amenaza a su equilibrio mental, a su ser más profundo. El estudio clínico más completo acerca de las madres infanticidas es el de Rheingold, que llega a la conclusión de que todas quieren eliminar al niño porque “están tratando con desesperación de deshacer la maternidad con el fin de alejar una terrible amenaza contra ellas”, originada en sus propias madres, que las odiarán si logran la feminidad.15 Describe mujeres que inmediatamente después del parto imploran a sus madres que no las maten por haber dado a luz. El bebé es el símbolo de todo lo que debe ser evitado: satisfacción sexual, triunfo edípico, competencia con la madre, independencia. En palabras de Rheingold “tener un hijo es el acto de autorealización más prohibido, la máxima ofensa y la menos perdonada. [El castigo de la propia madre] es ineludible, y castigo significa aniquilamiento. Para salvarse, ella debe deshacer la maternidad destruyendo al niño”.16 las madres que matan a sus hijos han tenido una crianza extremadamente pobre, tienen un superyó punitivo que requiere el castigo de sus más fuertes deseos –incluido el de ser madre– y se sienten aliviadas despuñs de destruido el bebñ, aun cuando con frecuencia admiten que no tienen nada personal contra el niño y hasta sienten amor por ñl. sólo el temor intenso a ser castigada puede superar los sentimientos maternos normales generalmente presentes. Rheingold concluye: “desde el inicio mismo del embarazo, la mujer se siente amenazada por una fuerza maléfica orientada a derrotar su aspiración a la maternidad o a herir o a destruirlos a ella y al bebé. En las sociedades iletradas, esta fuerza maléfica se proyecta en brujas y demonios, y en nuestra propia cultura comprende peligros reales, racionalizaciones y supersticiones. Pero la fuente de la amenaza siempre es la madre de la mujer.17 Ibíd. Nigel Davis, Human sacrifice in History and Today. Nueva York: William Morrow y Co., 1981, p. 192. 12 Kanti Pakrasi, Female Infanticide in India. Calcuta: Edition Indian, 1970, p. 33; Barbara D. Miller, The Endangered sex: Neglect of Female Children in Rural North India. Itaca: Cornell University Press, 1981. 13 lloyd de Mause, “The History of Childhood in Japan”, The Journal of Psychohistory 15 (1987): 149. 14 De Mause, Foundations, p.28. 10 11 108 Lloyd Demause El recipiente de veneno El principal mecanismo psicológico que opera en el infanticidio es el mismo que el de todos los casos de abuso infantil: físico, sexual o psicológico. Implica el uso del niño como lo que yo denomino un recipiente de veneno,18 un receptáculo en el cual se pueden proyectar partes repudiadas de la propia psique, de modo tal que se pueda manipular y controlar estos sentimientos en otro sin dañarse a sí mismo. los psicoanalistas, desde M. Klein, han denominado este proceso primitivo de proyección “identificación proyectiva”,19 pero el concepto resulta tan poco operativo que he comenzado a sustituirlo por el de “inyección”, aplicando la imagen de inyectar veneno con una jeringa. En una buena crianza, el niño usa a quien se encarga de su cuidado como recipiente de veneno, tal como en su momento utilizara la placenta materna como contenedor del veneno para la purificación de su sangre.20 Una buena madre reacciona con gestos tranquilizadores a los gritos del bebé y lo ayuda a “desintoxicar” sus peligrosas emociones, llevando al niño a sentir que el mundo no es tan amenazador como temía. Hay evidencia positiva acerca de que el bebé se imagina la desintoxicación de sus emociones como un proceso similar al de purificación de su sangre contaminada en el útero –o sea, como si tirara un fluido envenenado hacia la madre y recibiera uno fresco y revitalizado–. Pero cuando el bebé de una madre inmadura grita, ella lo rechaza –rehusa ser usada como el recipiente de veneno– esperando más bien que sea el bebé quien la alivie de su propia desesperación y sirva como contenedor de su veneno. Así lo define una madre golpeadora: “Nunca me sentí amada en mi vida. Cuando el bebé nació, pensé que él me amaría. si lloraba, significaba que no me amaba. Por lo tanto le pegué”.21 En lugar de que el bebñ pueda utilizar a su madre para limpiar y desintoxicar sus propios miedos e ira, es ella quienconfirma que el mundo es efectivamente tan peligroso como él temía. la madre espera que el bebé la cure de su depresión, miedos e ira y que sea su recipiente de veneno. las madres que usan a sus hijos como recipientes de veneno se tornan adictas a ellos, dado que logran resolver gran parte de sus problemas intrapsíquicos mediante la manipulación de los niños. Dicha adicción se manifiesta en conductas de apego, que con frecuencia llevan a los observadores a pensar que las madres son extraordinariamente dedicadas, cuando en relidad no son sino simbióticas y no soportan ni una mínima individuaJoseph C. Rheingold, The Fear of Being a Woman: A theory of Maternal Destructiveness. Nueva York: Grune y stratton: 1964. ver tambiÈn Arnoldo Rascovsky, El filicidio. Buenos Aires, Ediciones orion, n. d.; Morris Brosovsky y Harvey Falit, “Neonaticide: Clinical and Psychodinamic Considerations”. Journal of Child Pychiatry 10(1971): 673-83; y Wolfgang lederer, The Fear of Women. Nueva York: Grune y stratton, 1968. 16 Ibid, p.143. 17 Ibid. 15 La historia del ultraje infantil 109 ción de sus hijos. Al confundir una adicción –una compulsión y una formación reactiva– con el amor maduro, antropólogos e historiadores quedaron completamente desorientados respecto de la naturaleza de la maternidad en sus grupos de estudio. Tómese una típica madre infanticida y apegada de una población de cazadores, los bosquimanos !Kung del desierto de Kalahari. Amamanta a su hijo durante cuatro o cinco años, llevándolo pegado a su cuerpo a lo largo de miles de kilómetros, mucho después de ser capaz de caminar.22 la comunicación más intensa con el niño es el lenguaje corporal más que el lenguaje oral o el juego, dado que no pueden admitir la separación.23 los antropólogos perciben estas prácticas de prolongado amamantamiento y contacto corporal constante, y concluyen que las madres están “mimando“ a sus hijos. En realidad éstos estan mimando a sus madres, que los usan como “paño de lágrimas” y recipientes de veneno en los que pueden inyectar su desdicha, miedo e ira. los niños !Kung también son sexualmente usados con regularidad. Como en la mayoría de las poblaciones de cazadores, los !Kung hacen de sus hijos parte del intercembio parental, permiten a otros el abuso sexual de sus hijos pequeños y obligan a los más grandes a casarse y mantener relaciones regulares a la edad de 7 u 8 años. En la mayoría de dichas poblaciones la infancia es, en verdad, un largo período de abuso sexual, en lugar de una oportunidad para madurar lentamente hacia una sexualidad adulta.24 las madres !Kung cometen infanticidio sin culpa manifiesta, aunque lo hacen tan subrepticiamente que los etnógrafos que las investigan se ven obligados a crear complejas teorías para explicar cómo pueden tener tan pocos hijos sin anticoncenptivos, “desafiando en apariencia las leyes de la reproducción”.25 El infanticidio ocurre en circunstancias que indican que el niño es usado como un contenedor de veneno. He aquí el recuerdo que una mujer !Kung tiene de su madre a punto de cometer infanticidio siendo ella una niña de cuatro años: luego de nacer [mi hermano] yacía llorando. Yo lo saludé: “¡oh, oh, mi hermanito! ¡oh, oh, tengo un hermanito! Algún día jugaremos juntos“. Pero mi madre dijo: “¿Qué crees que es esta cosa? ¿por qué le hablas así? levántate ya, regresa al pueblo y tráeme mi azada. Yo dije: “¿qué vas a cavar?“ Ella dijo: “Un agujero. voy a cavar un agujero para enterrar al bebñ. Así, tú, Nisa, podrás ser amamantada de nuevo“. Me rehusñ. “¿Mi hermanito bebé? ¿Mi hermanito? ¡Mamá, es mi hermano!“ “levántalo y llévalo de regreso al pueblito. No quiero darle el pecho“. Entonces le dije: “¡se lo diré De Mause, Foundations, p. 10; de Mause, Foundations, pp. 251-60; lloyd de Mause, “Heads and Tails: Money as a Poison Container”. Journal of Psychohistory 16(1988): 1-18. 19 Thomas H. ogden, Projective Identification and Therapeutic Technique. Nueva York: Jacob Aronson, 1982. 20 ver de Mause, Foundations, pp. 244-332, para la imaginerÌa en torno de la placenta en la historia. 21 De Mause, Foundations, p. 7. 18 110 Lloyd Demause a papá cuando vuelva a casa!”. Ella dijo: “No se lo dirás. Corre ligero y tráeme la azada. lo voy a enterrar y así podré amamantarte otra vez. Estás demasiado flaca“. No quise ir y comencñ a llorar. Me quedé sentada, mis lágrimas caían, lloraba y lloraba. Pero ella insistió en que fuera, porque quería que mis huesos fueran fuertes. Entonces me fui y regresé al pueblo caminando mientras lloraba. 26 Es obvio que la madre inyectaba su propia necesidad en su pequeña hija de 4 años, e inconscientemente quería continuar amamantándola a fin de “nutrirse” emocinalmente a sí misma. sin embargo, a nivel consciente, vivenciaba que era su hija quien deseaba nutrise y estaba celosa de su hermanito recién nacido, pese a la insistencia de ésta en que no era así. la madre ya tenía un recipiente de veneno demandante; no quería otro. El niño entendido como recipiente de veneno justifica todo el “hueco” de niños ocasionado por el infanticidio, descripto en todos los registros etnográficos e históricos.27 A veces el motivo irracional se torna ostensiblemente evidente. Roheim,28 por ejemplo, relata cómo en algunas tribus australianas, las madres suelen comerse a su segundo hijo, motivadas por lo que llaman “hambre de bebé”, forzando a los demás niños a unirse al banquete; realizan concretamente el acto de reincorporación que tantas madres con depresión puerperal sólo fantasean. (otras madres primates tambiñn pueden cometer infanticidio comiñndose a los bebñs, en especial cuando han tenido una pobre crianza materna inicial; esto sugiere la existencia de un mecanismo de privación oral en un antepasado primate comÝn).29 Cualquiera sea la fantasía, el niño como recipiente de veneno está para ser usado, manipulado, abusado y hasta asesinado. El genuino amor empático por los niños, en el sentido de desear ayudarlos y educarlos como personas independientes es, de hecho, una adquisición histórica tardía.30 A menudo es posible ver con bastante claridad cómo el adulto inyecta malos sentimientos en el niño. Por ejemplo, en un libro titulado The Dangerous Hour (la hora peligrosa), dos antropólogos describen una típica comunidad de campesinos en la Grecia rural, obsesionada con sentimientos de contaminación y llena de supersticiones sobre los bebñs, tales como el mal de ojo y otras proyecciones de daño inminente. la inyección del Melvin J. Konner, Maternal Care, Infant Behavior and Development among the !Kung Kalahari HunterGatherers. Cambridge: harvard University Press, 1976. 23 Robert A. levine, “Infant Environments in Psychoanalysis: A Cross-Cultural view”. En James W. stigler, Richard A. shweder y Gilbert Herdt, Cultural Psychology: Essays on Comparative Human Development. Cambridge: Cambridge University Press, 1990, pp. 458-62; Herbert leiderman, steven R. Tulkin y Anne Rosenfeld, editores. Culture and Infancy: variations in the Human Experience. Nueva York: academic Press, 1977, john W. M. Whiting, “Adolescent Rituals and Identity Conflicts”. En stiglrer, shweder y Herdt, Cultural Psychology, p. 359. 24 Marjorie shostak, Nisa: The life and Words of a !Kung Woman, Cambridge: Harvard University Press, 1981; lloyd de Mause, “The Universality of Incest”, The Journal of Psychohistory, de próxima publicación. 22 La historia del ultraje infantil 111 bebñ con malos sentimientos, dicen, ocurre principalmente durante “la mala hora”. Tal como lo describe un informante: Una de las formas en que se produce la mala hora es cuando estás enojado. Cuando estás enojado un demonio se te mete adentro. sólo si alguien puro pasa en ese momento, como un niño, el “malo” te abandonará, porque caerá sobre el no contaminado.31 sólo un recipiente de veneno puro, “no contaminado”, puede ser inyectado con la maldad del adulto y ser utilizado para desintoxicarlo de sus sentimientos peligrosos. los niños recién nacidos, en particular, son contenedores de veneno perfectos. Una vez inyectados con los impulsos paternos rechazados, el reciñn nacido se convierte en un demonio y debe ser atado –es decir, fajado– para evitar que escape y devore o dañe a quienes lo rodean. otro informante de ese pueblito griego describe cómo ocurre esto: Una mujer joven [amamantaba a un niño]. Cuando estuvo saciado, el niño habló y dijo: “¡Comí, pero no te mordí!“ Y bien, la mujer tuvo un ataque ahí mismo. los demás abrieron las ropas del bebñ y encontraron que era realmente un monstruo. Tenía el cuerpo de una serpiente y sólo la cabeza de un bebé. Por supuesto, se trataba de un stringlos [un demonio].32 El niño se había convertido en la inyección venenosa de los adultos, llegando a ser un mostruo. Como en todos los grupos, para estos campesinos griegos “la mala hora” no sobreviene en épocas de crisis sino cuando algo bueno está por sucederles; o sea, en momentos en que sus deseos están por realizarse y el superyó punitivo, más estimulado. Dicen tener un “inquietante sentimiento de temor”, un “pánico indominable que emana de las propias profundidades”, cuando tienen un niño, plantas o recogen la cosecha, tienen relaciones, se enamoran, se casan, toman una decisión importante, desafían a la autoridad o ensayan algo nuevo.33 siempre que uno innova o triunfa surge la angustia de aniquilación del shostak, Nisa; Melvin Konner and Marjorie shostak, “Timing and Management of Birth Among the !Kung: Biocultural Interaction in Reproduction Adaptation”. Cultural Antrhopology 2(1987): 11-28. Aunque el espaciamiento de los nacimientos puede aumentar a raÌz de una ingesta de calorÌas insuficiente y por el esfuerzo físico intenso, la comprobación por parte de estos etnólogos de que no hay infanticidio es bastante endeble. Cuando cuestioné personalmente al equipo de lee-De vore a su retorno de la expedición, me sorprendió su respuesta de que aceptaran la versión oficial acerca de la inexistencia de infanticidios y “que no podÌan creer” que ocurrieran infanticidios encubiertos durante su permanencia allí. 26 shostak, Nisa, p. 54. 25 112 Lloyd Demause superyó, y el niño es el más inocente recipiente de veneno en el cual inyectar estos sentimientos.34 A lo largo de la historia, los niños han sido usados como contenedores de veneno para evitar que las angustias de aniquilación desborden a los adultos. Cuando se construía una casa nueva o un puente, se enterraba en la base un niño como “sacrificio fundacional“.35 Cuando se emprendían nuevas acciones o se comenzaban guerras, se solía sacrificar niños “para apaciguar los dioses“; o sea, para apaciguar el superyó. Cuando alguien padecía una enfermedad venérea, los médicos muchas veces recetaban tener relaciones con una criatura con el fin de que “absorba“ el veneno y se produzca la curación.36 lo mismo prescribían en caso de impotencia o depresión. Como dice un libro árabe de medicina: “Romper el sello de una doncella es uno de los mejores antídotos para nuestros padecimientos. Aporrearla incesantemente, hasta que desfallezca, es un poderoso remedio para la depresión del hombre. Cura cualquier impotencia”.37 Para curar la lepra, había que matar a un niño y lavarse el cuerpo con su sangre.38 Quien quisiera sanar de toda una gama de otras enfermedades podía comprar una poderosa poción hecha de testículos infantiles a un “castrador“ que se ganaba el sustento castrando niños para tal propósito.39 si uno quería constatar si la casa cuyos anteriores ocupantes habían muerto de peste estaba todavía infectada, se alquilaban algunos niños para que vivieran allí varias semanas para ver si la absorbían y morían; así como se usan los canarios en las minas para detectar gas venenoso.40 Cualquiera fuera la ansiedad que uno tuviera siempre estaba a mano el niño apropiado para usarlo como recipiente de veneno. La mutilación genital y la purificación del recipiente de veneno luego de la utilización emocional y sexual de los niños por las madres durante los primeros siete años, éstos debían ser transferidos a los hombres para ser usados como su reciEn los últimos tiempos, Nancy scheper-Hugues ha estado trantando de deslindar los motivos económicos de los emocionales en el infanticidio brasileño; ver su “Death Without Weeping”, Natural History, octubre de 1989, pp. 8-16. 28 Géza Róheim, “The Western Tribes of Central Australia: Childhood”, The Psychoanalytic study of society 2(1962): 200. 29 Ardyse l. Masters, Infanticide: The Primate Date. The Journal of Psychohistory, de próxima publicación. la fantasÌa de reincorporaciÛn est· en la base de todos los canibalismos, comenzando con la devoración del cerebro hallada en el hombre de PekÌn. ver Eli sagan, Cannibalism: Human Aggression and Cultural Form. Nueva York: Psychohistory Press; 1983; Erik Eckholm, “Cave Gives Clues to Cannibalism”, The New York Times, 18 de Julio 1986, p. A28. 30 DeMause, Foundations, p.6-26: deMause; “on Writing Childhooh History”. 31 Richard y Eva Blum, The Dangerous Hour: The lore of Crisis and Mistery in Rural Grees. londres: Chatto & Windus, 1970, p.45. 27 La historia del ultraje infantil 113 piente de veneno. Para esto, con frecuencia se realizaban rituales de mutilación genital, abusos sexuales perversos con idénticos psicodinamismos a los actuales, documentados en la literatura clínica. (Uso la palabra “perversión“ para denominar un deseo erotizado de dañar, como venganza frente al trauma infantil).41 En general, los antropólogos niegan que las mutilaciones genitales sean abusos sexuales perversos. los denominan “ritos de iniciación adolescentes”,42 pese a que en realidad la mayoría antecede a la adolescencia (entre los 7 y los 8 años). En las diferentes culturas, los padres llevaron a cabo toda clase de abusos sobre los genitales de sus hijos.43 El pene fue circuncidado, cortado por debajo (partido en la parte inferior en todo su largo, hasta la uretra, como un hot dog), cocido, picado por un animal venenoso, perforado en varias partes, desollado y hasta cercenado por completo. los genitales femeninos fueron sometidos a similares abusos sexuales masivos, en particular, la práctica tan difundida de cortar parte o la totalidad de los genitales, incluido el clítoris y la costura del tejido restante.44 la mayoría de las teorías antropológicas sobre la mutilación genital proponen explicaciones funcionales soslayando, en cambio, sus motivaciones; en otras palabras, sostienen que el propósito de estas prácticas es contribuir a la cohesión social.45 Por otra parte, la mayoría de las teorías psicológicas se centran en los presuntos motivos del niño para ser abusado. Freud postuló que el niño deseaba ser circuncidado porque “así mostraba [...] que estaba dispuesto a someterse al deseo del padre”,46 y Bettelheim, que los varones deseaban ser mutilados por su fuerte “envidia de la vagina”.47 los ultrajes a los genitales de los niños cumplen varias funciones interrelacionadas. la principal de ellas es sangrar a los niños para que eliminen las inyecciones maternas –frecuentemente materializadas en su menstruación– y para “hacerlos renacer” de modo que los hombres puedan usarlos, sexual y emocionalmente, como sus recipientes del veneno. Muchos de los grupos señalan con claridad que el propósito de ese ritual es la depuración del niño de la “contaminación materna”. Así lo expresa un informante de Nueva Guinea: “sostenemos que la sangre [materna] y las malas palabras penetran nuestra piel y se alojan allí, por lo que las expulsamos (mediante la sangría)”.48 luego de que la mala sangre materna sea eliminada, los niños –desde los siete años– serán obligados a practicar felatio con varones mayores y adultos durante el resto de su infancia.49 No es sorprendente que los ritos de mutilación más difundidos y dolorosos registrados por la etnografía se infligen en niños que han dormido con exclusividad y por más tiempo Ibíd., p. 14. Ibíd., pp. 234-235. 34 Cuando ocurren cat·strofes -plagas, sequías, etc.- con frecuencia también se sacrifican niÒos. Pero aun asÌ los acontecimientos son considerados como un castigo por los pecados del grupo; o sea, la punición del superyó por los deseos prohibidos sigue siendo el mecanismo que lo gatilla. 35 De Mause, Foundations, p. 29. 32 33 114 Lloyd Demause con sus madres, y que probablemente han sido sexualmente abusados por ellas.50 Cuando la creencia de la “contaminación“ materna en la infancia afecta a grupos enteros, existe, en general, una buena razón para ello; la causa suele ser la seducción parental: desde hacer participar a los niños de las relaciones sexuales adultas y usarlos para la masturbación hasta la muy difundida costumbre de que las madres succionen el pene de sus hijos varones.51 Estos abusos sexuales sobre los genitales infantiles tienen la misma motivación que los de los sádicos contemporáneos, descriptos por la literatura clínica. los perversos sádicos –hijos, a su vez, de madres simbióticas– eligen torturar niños cuando se sienten desbordados por temores de aniquilación; los libidinizan y mutilan sus genitales para desviar el castigo que ellos mismos creen merecer.52 El abuso infantil, ya sea en nuestra cultura o en otras, ocurre siempre en tres etapas: 1) un extremo temor de aniquilación resultante del sentimiento de desamor y de la culpa por los propios deseos y la ira; 2) la inyección de estos sentimientos en el niño como recipiente de veneno, y 3) el abuso del niño para borrar mágicamente la ansiedad, desintoxicar los sentimientos ponzoñosos y descargar la rabia. las mutilaciones genitales más difundidas y las iniciaciones más violentas ocurren en los grupos más misóginos, y que creen que los hijos deben ser depurados de la peligrosa influencia emocional materna. En Nueva Guinea se comprobó empíricamente que se trataba de grupos de agricultores que habían dejado atrás recientemente la fase de la caza y de la cosecha, y en los cuales acababan de surgir líderes estables, al mismo tiempo que se había intensificado la guerra.53 Esta fase de “quiebre simbiótico” –en la cual los hombres utilizan todos sus recursos y creencias para intentar sustituir la dependencia materna por la exagerada superioridad masculina–, con frecuencia, incluye obligar a los varones a realizar felatio con adultos, en la convicción de que sólo así llegarán a ser varones y no mujeres. superada esta fase evolutiva y una vez reducida la simbiosis, es posible formar sistemas políticos y económicos más complejos en torno de los grupos de culto masculinos provenientes del intento de lograr el dominio masculino. sólo es posible la De Mause, “Universality of Incest”. 37 R. E. l. Masters & Edward lea, sex Crimes in History. Nueva York: The Julian Press, 1963, p.196. 38 Eugene Mason, trad. Aucassin and Nicolette and other Mediaeval Romances and legends. Nueva York: E. P. Dutton & Co., 1958, p. 198; Magdalene schultz, “The Blood level: A motif in the History of Childhood”, The Journal of Psychohistory, 14(1986): 17; Rudolf Kris, “The History of Childhood Through German literature: A Psychogenic Model”, The Journal of Psychohistory 9(1982): 315-17. 39 De Mause, Foundations, p.54. 40 Jean-Jacques Hérmardinquer, l’essai de pest au XvIIe siËcle, Revue d'histoire moderne et contemporaine, abril-junio de 1976. 41 Robert J. stoller, Perversion, The Erotic Form of Hatred. Nueva York: Pantheon, 1975; Charles W. socarides, The Preoedipal origin and Psychoanalytic Therapy of sexual Perversions. Madison, Conn: International Universities Press, 1988. Aunque socarides considera que el enfoque de stoller desdeña otros mecanismos preedípicos, sus definiciones de las perversiones son idénticas. 36 La historia del ultraje infantil 115 acumulación de riqueza y su dedicación al desarrollo de sociedades más complejas, una vez reducida la envidia primitiva. A efectos de comprender de qué manera este proceso de evolución psicológica deriva de la evolución de la relación padres-hijo, me gustaría recapitular lo ya escrito por mí54 acerca de las etapas de la evlución de la infancia. La teoría psicogenética de la historia En uno de mis primeros ensayos, “The Evolution of Childhood”, sostuve que el mecanismo central de toda evolcución histórica era la psicogñnesis, una fuerza espontánea presente en toda relación adulto-niño que permite a los adultos revivir su propio trauma infantil en el momento de la crianza y satisfacer las necesidades infantiles y sus ansias de independencia, en mejores condiciones que la primera vez.55 El proceso es semejante al que tiene lugar en la psicoterapia, que permite revivir el trauma infantil en la transferencia. Cuando esto ocurre en familias ancestrales, da lugar a un lento crecimiento del amor parental que genera una crianza levemente mejor en la generación posterior. Esta mejo- Para un listado actualizado sobre el tema, ver Alice schlegel y Gerbert Barr, III, “The Evolutionary significance of Adolescent Initiation Ceremonies”, American Etnologist, 7(1980): 696-715. 43 Para un relevamiento óptimo de la literatura, ver Edgar Gregersen, sexual Practices: The story of Human sexuality. Nueva York: Franklin Watts, 1983. ver tambiÒen Gwen J. Broude, “The Cultural Management of sexuality”. En R. H. Munroe y B. B. Whiting, editores. Handbook of Cross-Cultural Development. Nueva York: Garland sTPM Press, 1981. 44 Judith K. Brown, “A Cross-Cultural study of Female Initiation Rites”, American Anthropologist 65(1963): 837-54. 45 Yehudi A. Cohen, The Transition From Childhood to Adolescence: Cross-Cultural studies of Initiation Ceremonies, legal systems, and Incest Taboos. Chicago: Aldine, 1964; Frank W. Young, Initiation Ceremonies: A Cross-Cultural study of status Dramatization. Indianapolis: Bobbs-Merrill, 1965. 46 sigmund Freud, “Moses and Monotheism”. standard Edition 23. london: Hogart Press, 964, p.122. 47 Bruno Bettelheim, symbolic Wounds: Puberty Rites and the Envious Male. Glencoe, Ill.: The Free Press, 1954. “A Psychocultural Theory of Male Genital Mutilation” de Robert Bates Garber resulta una aproximación que combina lo psicológico con lo antropológico y que es consistente con mi teoría psicogenética. The Journal of Psychoanalytic Antropology 4(1981): 413-34. ver también Armando R. Favazza, Bodies Under siege: self-mutilation in Culture and Psychiatry. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1987. 42 116 Lloyd Demause ra en la crianza posibilita el surgimiento de nuevos tipos de personalidades históricas –que yo denominé “psico-clases”. Estas nuevas “psicoclases”– originan nuevas direcciones en las esferas económica y política algunas dñcadas despuñs de los cambios en la crianza. Por lo tanto, la innovación en la crianza siempre precede a la innovación política y económica. En mi modelo psicogenético de causalidad histórica, las mujeres y los niños no son, como pretenden otras teorías, meros peones pasivos en el ajedrez hitórico de los hombres. Antes bien, en el momento crucial del cambio histórico, las mujeres y los niños conforman, mediante sus relaciones interpersonales, todas las innovaciones significativas de personalidad –las nuevas psicoclases– lo que luego se traduce en nuevos sistemas políticos y económicos. Dado que la crianza no ha sido una tarea eminentemente masculina hasta hace poco, los hombres se avocaron a construir sus castillos y pelear sus guerras, pero no han afectado con tanta profundidad la psiquis de la generación siguiente; y es esto lo que determina los valores del futuro, mucho más que el tipo de castillo a construir o el ganador de las guerras. Desde ya, las condiciones económicas y políticas influyen en la “presión generacional“ hacia el cambio psíquico. Es evidente que resulta más difícil ocuparse de los niños si el grupo padece una hambruna severa o si Gengis Khan invade el territorio y aniquila muchas madres. Aun así, el vínculo de retroalimentación causal de las condiciones materiales a las psicológicas se produce mediante un espectro limitado de rasgos. Además, pueden producirse avances en las modalidades de crianza en ñpocas de estancamiento económico –por ejemplo, durante el Renacimiento– a condición de que la familia apoye adecuadamente a los padres, en especial a las madres y a las necesidades emergentes de los niños. Por otra parte, incluso en tiempos de prosperidad suelen ocurrir pequeños cambios en la familia que perturban la masiva educación de sucesivas generaciones de niños y, por consiguiente, llevan a un importante retraso en el progreso de la vida económica y política del grupo. Esto resulta especialmente cierto si estos cambios de la familia afectan la Gilbert Herdt, “sambia Nosebleeding Rites and Male Proximity to Women”. En James W. stigler, Richard A. schweder y Gilbert Herdt, editores. Cultural Psychology: Essays on Comparative Human Development. Cambridge: Cambridge University Press, 1984, pp. 366-400. 49 Gilbert H. Herdt, “semen Transaction in sambia Culture”. En Gilbert H. Herdt, editor, Ritualized Homosexuality in Melanesia. Berkeley: University of California Press, 1984, pp. 167-210. 50 John W. M. Whiting, roger v. Burton y J. W. M. Whiting, “The Absent Father and Cross-sex Identity”. Merrill-Palmer Quarterly of Behavior Development 7(1961): 85-95; Brown, “Cross Cultural study of Female Initiation Rites”. 51 DeMause, “Universality of Incest”. 52 Charles W. socarides, The Preoedipal origin and Psychoanalytic Therapy of sexual Perversions. Madison, Conn.: International Universities Press, 1988. 48 La historia del ultraje infantil 117 crucial relación madre-hija y por ello, modifican futuros esquemas maternos. Por ejemplo, la antigua China, hasta principios de la era cristiana, superaba a Europa en la economía, en la organización política y en la enseñanza, hasta la introducción de la atadura de los pies de las mujeres. Esta costumbre requería que las madres ataran los pies de sus hijas todas las noches con tal fuerza que los huesos se quebraran y los dedos más chicos fueran forzados hacia abajo, para que el dedo gordo pudiera ser usado por los hombres como fetiche erótico.56 Como las niñas aullaban de dolor todas las noches durante años, es comprensible que tuvieran poca confianza en sus tutoras y, por consiguiente, poca capacidad para ser ellas mejores madres –así se congeló la personalidad histórica y el desarrollo económico de los chinos en los mil quinientos años subsiguientes–. El mismo tipo de “congelamiento“ del desarrollo psicogenético y, por ende, económico, puede observarse en las grandes áreas de Africa donde se practica la clitoridectomía en las niñas, costumbre que ha arruinado la vida sexual de 100 millones de mujeres vivientes, mutiladasde este modo.57 El meollo de esta teoría psicogenética de la historia no consiste en la reducción del cambio histórico al psicológico; tampoco en el sobredimensionamiento de la crianza. se trata más bien de que la estructura psíquica debe pasar de generación en generación por el estrecho embudo de la infancia, y las prácticas de crianza de un grupo no son sólo un ítem de la lista de rasgos culturales de rango similar. son la condición esencial para la transmisión y el desarrollo de los demás elementos culturales y ponen el límite específico a lo que puede lograrse en otras áreas. la cantidad de ultrajes sexuales de toda cultura es uno de los índices más importantes del nivel alcanzado por ese grupo. En “The Evolution of Childhood” sugerí una lista de seis etapas de evolución de las modalidades de crianza, junto con las fechas que constituyen la evidencia empírica más temprana de estas modalidades en el registro histórico. son las siguientes.58 La evolución de las modalidades de crianza infantil 1. La Modalidad Infanticida Primitiva (pequeños grupos consanguíneos): el cometido central de las culturas infanticidas primitivas fue encontrar la manera de convivir con las consecuencias emocionales de la presencia de madres que usaban a sus hijos como reci.59 pientes de veneno Dado que el niño era concebido como una unidad con su madre, el control se lograba más por el lenguaje corporal que mediante una disciplina física severa; los antropólogos más importantes imaginanban que ñstas eran más “permisivas“ que los padres modernos.60 Con frecuencia la etapa infantil posterior se satisfacía con juegos homosexuales, porque los niños temían separararse de sus madres y enfrentar la heteroD. K. Feil, The Evolution of Highland Papua New Guinea societies. Cambridge: Cambridge University Press, 1987, pp. 168-232. 54 DeMause, Foundations, pp. 1-83; lloyd deMause, “The Role of Adaptation and selection in Psychohistorical Evolution”. The Journal of Psychohistory 16(1989): 355-404; lloyd deMause, “on Writing Childhood History”. The Journal of Psychohistory 16(1988): 135-170. 53 118 Lloyd Demause sexualidad.61 El apego infanticida de la madre simbiótica evitaba la individuación con tanta efectividad que se inhibía la innovación y una más compleja organización política.62 2.1 La Modalidad Infanticida Tardía (desde el estado primitivo hasta la antigüedad): tan pronto como se reducía la simbiosis con la madre infanticida, los niños eran entregados a edad temprana,63 para ser utilizados por los hombres como recipientes de veneno, sexualmente y como víctimas rituales o guerreros. El abuso sexual de los niños, alentado por los padres, resultó universalmente aceptado. las palizas erotizadas, la totura y los ultrajes homosexuales a los varoncitos se tornaron habituales, cuando los hombres intentaron deshacerse de la culpa que sentían por el superávit material generado por el estado primitivo.64 Al principio, los estados primitivos comenzaron las inmolaciones infantiles a las diosas-madres infanticidas, desde Astarte hasta Kali. Finalmente, las guerras organizadas cumplieron el mismo papel que los sacrificios infantiles: matar al joven “para satisfacer a los dioses”, es decir, a los padres internalizados. 2. La Modalidad del abandono (los comienzos de la Era Cristiana): el autor de Epistle to Diognetus (Epístola a Diognetus) sostiene que los primeros cristianos actuaban de modo extraño: “se casan como todo el mundo, tienen hijos, pero no abandonan a los recién nacidos”. los cristianos que iniciaron en Europa una lucha de dos mil años contra el infantidio, lo reemplazaron por el abandono: entrega a nodrizas, a monasterios, a padres adoptivos y a otros hogares como sirvientes. El abandono físico y emocional de los niños podía afligir a los padres, pero al menos los niños que sobrevivían no internalizaban un superyó totalmente asesino. El largo período de la crianza actuaba también como un efectivo mecanismo de abandono emocional. los primitivos cristianos penitentes comenzaron a desaprobar el abuso sexual de los niños, a pesar de su permanencia, incluso en los monasterios.65 El sacrificio infantil ostensible fue eliminado por esta nueva psicoclase mediante la fantasía colectiva de Cristo como recipiente de veneno –un hijo enviado por su padre a morir asesinado por los pecados de otros– y por las guerras de religión como sustituto de la inmolación directa, convirtiéndose en el principal rito aprobado para matar a los propios hijos. 3. La modalidad ambivalente (desde el siglo XII): hacia el final de la Edad Media se puso fin al abandono de los niños en los monasterios, aparecieron manuales de educación infantil, comenzó la legislación que penalizaba la sodomía de varones, se difundió la escolaridad y se reconoció áde varias formas– al niño como un ser independiente con derechos propios. Consideré “ambivalente” a esta psicoclase en la medida en que podía tolerar amor y odio extremos por el niño sin que ninguno de estos sentimientos afectara DeMause, Foundations, p. 3. Acerca de los mecanismos adicionales que dan cuenta de la evoluciÛn psicohistÛrica, ver “The Formation of the American Personality Through Psychospeciation” en Foundations, pp. 105-131; “The Psychogenic Theory of History” en Foundations, pp. 132-146; y lloyd deMause, “The Role of Adaptation and selection in Psychohistorical Evolution”. The Journal of Psychohistory 16(1989): 355-71. 55 La historia del ultraje infantil 119 Realidad física Fantasía colectiva Fantasía colectiva Adulto Adulto Niño Niño Generación 1 Generación 2 Figura 1: Evolución psicogenética al otro. la individuación resultante y la reducción de la escisión cultural defensiva produjo los adelantos en el aprendizaje y en la tecnología que son asociados al Renacimiento y la Reforma. 4. La modalidad intrusiva (desde el siglo XVI tardío): los padres intrusivos comenzaron a soltar al niño y a ocuparse de su educación personalmente (en vez de encomendarla a terceros) para dar lugar a una ligazón emocional más estrecha. Este aumento de la libertad y la individuación –comenzaron a difundirse las camas separadas para los niños– hicieron necesarios nuevos métodos de control. A partir del momento en que los niños pudieron gatear, en lugar de colgar fajados detrás de la estufa, debieron ser “orientados” formalmente para controlar los sentimientos inyectados en su interior; de ese modo, debieron rezar, se los amenazó con el infierno, se los castigó por tocarse convirtiéndolos finalmente en los puritanos culposos de la temprana literatura de la educación infantil moderna. sin embargo, dado que los problemas intrapsíquicos de la psicoclase intrusiva comenzaron a surtir efecto internamente más que a proyectarse en el mundo externo, la realidad pudo ser manipulada con mayor eficacia, dando lugar al explosivo despegue moderno hacia el avance científico, el progreso tecnológico y la actividad económica. 5. La modalidad socializadora (desde el siglo XVIII tardío): a medida que las inyecciones Howard s. levy, Chinese Footbinding: The History of a Curious Erotic Custom. london: Neville spearman, n. d. 57 Hanny lightfoot-Klein, Prisonners of Ritual: An odissey Into Female Genital Circumcition In Africa. Binghamton, N.Y.: The Hayworth Press, 1990; Fran P. Hosken, The Hosken Report: Genital-sexual Mutilation of Females. lexington: WIN News, 1979; Tobe levin, “Unspeakable Atrosities: The Psychosexual Ethiology of Female Genital Mutilation”. The Journal of Mind and Behavior 1(1980): 197-210. 56 Lloyd Demause 120 parentales decrecían, la crianza del niño dejó de ser un proceso de conquista de su deseo y devino en su adiestramiento, guía, o encausamiento hacia caminos más seguros, enseñándole a someterse a las metas parentales, a socializarse. las llamas del infierno y los castigos físicos desaparecieron, siendo reemplazados por métodos de encausamiento más amables. la modalidad socializadora sigue siendo el principal modelo educativo de occidente, que enfatiza el uso de la disciplina psicológica por encima de la física; la madre, como el progenitor perfecto tanto hacia el esposo como hacia el hijo, y el padre como el proveedor y protector confiable, antes que como el nexo con otros hombres. la psicoclase socializadora construyó el mundo moderno, y los valores del nacionalismo y la guerra económica de clases que representan las metas de la mayoría en la actualidad. 6. La modalidad de apoyo (desde mediados del siglo XX): el padre colaborador intenta ayudar al hijo a alcanzar sus propias metas en cada etapa de la vida, antes que inculcar- Helping socializing Intrusive Ambivalent Abandoning A. D. Figura 2 500 1000 1500 Infanticidal DeMause, Foundations, pp. 60-63. las fechas de cada modalidad han sido adelantadas ligeramente en este gr·fico porque encontré pruebas del inicio temprano de las modalidades durante mi investigación de las últimas dos décadas; ver deMause, “on Writing Childhood History”. 58 La historia del ultraje infantil 121 le metas adultas. En lugar de enfatizar la formación de “hábitos que más tarde serán útiles en la vida”, se estimula al niño para explorar sus propias capacidades a medida que crece. Ambos padres se preocupan de relacionarse y empatizar con el niño a fin de ayudarlo a satisfacer sus necesidades personales en expansión. se hace sentir al niño que es amado incondicionalemente, y que su integridad personal, su espacio físico y su sexualidad no serán violados por la intrusión de los adultos. El primer grupo de jóvenes adultos que recibió una educación de este tipo es más empático y menos atraído por el éxito material que las generaciones anteriores de la misma edad. El nacionalismo, la guerra y las grandes brechas en las condiciones económicas parecen ser menos toleradas para esta psicoclase colaboradora. Todas estas psicoclases coexisten en el mundo moderno actual. De hecho, muchos de los conflictos políticos en las naciones modernas se deben a los sistemas de valores extremadamente diferentes de las seis psicoclases. las oscilaciones cíclicas entre períodos liberales y conservadores son el resultado de un proceso por el cual las psicoclases más recientes introducen temporalmente innovaciones, libertad y tolerancia hacia el placer, no toleradas por las psicoclases más antiguas que tratan de “hacer retroceder el reloj” y restaurar las condiciones previas. la intolerancia hacia el placer de las psicoclases más antiguas conduce, con frecuencia, a un sacrificio –una guerra y/o una depresión– como intento de “depurar al mundo de su pecaminosidad“ mediante un baño de sangre o una purificación económica. Acerca del uso sexual, ver deMause, “The Universality of Incest”; acerca del contacto corporal, ver J. W. M. Whiting, “Environmental Constraints on Infant Care Practices”. En R. l. Munroe, R. H. Munroe y B. B. Whiting, editores, Handbook of Cross-Cultural Human Development. Nueva York: Garland Press, 1981. 60 la mejor descripción psicoanalítica de esta modalidad de crianza es la de Paul Parin, Fritz Morgenthaler y Goldy Parin-Matthey, Fear Thy Neighbor as Thyself: Psychoanalysis and society Among the Anyi of West Africa. Chicago: The University of Chicago Press, 1980. 61 Barry D. Adam, “Age, structure and sexuality: reflections on the Anthropological evidence on Homosexual Relations”. Journal of Homosexuality 11(1985): 19-33. 62 Aunque mi teorÌa psicogenética es evolucionista, no excluye la degeneración, tanto en los niveles culturales como en las modalidades de crianza. Acerca de un caso evidente de degeneración de las modalidades de crianza, ver Colin M. Turnbull, “Rethinking the Ik: A Functional Non-social system”. En Charles D. laughlin Jr. y Ivan A. Brady, editores, Extintion and survival in Human Populations. Nueva York: Columbia University Press, 1978, pp. 49-75. De hecho, la evolución y la degeneración dentro de los linajes familiares se mantienen en todos los grupos históricos en la medida en que las circunstancias individuales dan o no lugar a la psicogénesis; el equilibrio entre ambas determina el destino evolucionista del grupo. 63 Acerca de la correlación entre la ruptura del lazo simbiótico a través de la crianza y los niveles de complejidad polÌtica, ver lloyd deMause, “The Role of Adaptation and selection in Psychohistorical Evolution”. The Journal of Psychohistory 16(1989): 366-7. 59 Lloyd Demause 122 A efectos de comprender la finalidad inmolatoria de la guerra y la depresión, es necesario considerar, antes que nada, las conexiones psicohistóricas entre sacrificio, guerra y depresión. Sacrificio infantil, guerra y depresión En la ciudad de Cartago existe un gran cementerio denominado El Infierno*, con 20.000 urnas depositadas entre el 400 y el 200 a. C.66 la mayoría contiene huesos de niños sacrificados por sus padres, que habrían prometido matar a su próximo hijo si los dioses les concedieran una gracia: por ejemplo, su embarque de mercaderías debía llegar sin inconvenientes a destino. Algunas urnas contienen bebñs nacidos muertos junto con huesos de niños más grandes, lo que indica que si el próximo hijo prometido no nacía vivo, otro mayor tambiñn debía ser muerto para satisfacer a los dioses. Plutarco decía que los sacerdotes “cortarían los cuellos de los niños como si se tratara de corderos o de pajaritos, mientras la madre estaba presente sin llorar ni gemir; pero si la madre exhalara un gemido o derramara una lágrima, se quedaría con su dinero, y aun así el niño era sacrificado y el espacio en torno de la estatua se llenaría con el sonido fuerte de flautas y tambores...“. 67 El sacrificio infantil era una práctica importante en los estados antiguos. se encontraron claras evidencias en el Antiguo Egipto, Israel, Babilonia, Grecia, Creta, Argelia, sicilia, Cerdeña, sumeria, Gran Bretaña, Irlanda, Dinamarca, China, India, México, Perú, Hawai 64 65 DeMause, “Heads and tails: money as a Poison Container”, p. 6. DeMause, “Universality of Incest”. La historia del ultraje infantil 123 y Tahití –es decir, en todos los estados antiguos hay evidencias de sacrificios humanos rituales.68 Así lo expresa sagan: “El sacrificio humano era insignificante en la sociedad primitiva[...] El uso del homicidio ritual como acto sagrado comienza en las sociedades complejas, llega al frenesí en las sociedades complejas avanzadas, para cesar a medida que se desarrolla la civilización arcaica”.69 El sacrificio de niños no desplazó al infanticidio habitual; por ejemplo, en Tahití, los primeros misioneros estimaban que por lo menos dos tercios de los niños eran asesinados por sus padres en la forma usual.70 la superpoblación no explica la matanza; el sacrificio infantil era ejecutado principalmente por los ricos para satisfacer a los dioses (el superyó), y cuanto mayor era la prosperidad de estos estados antiguos, más eran los niños asesinados. Algunas elites ofrecían matar a todos sus niños, otras creían que la matanza de niños fortalecía a sus gobernantes o a sus estados.71 Todo esto –sumado a las promesas de matar a los niños como retribución por el éxito– sólo se explica por la hipótesis de que los niños eran, para los padres, recipientes de veneno, sacrificados para aliviar la culpa por el ñxito. la cantidad de deidades femeninas a las que se inmolaban los niños sugiere que las madres eran el origen de esa culpa.72 El sacrificio de niños aparece como el cimiento invisible de todas las religiones importantes. En los mitos suele presentárselo como necesario para salvar al mundo del caos; es decir, de la ansiedad intrapsíquica de aniquilación. Por ejemplo, en The Sacred Executioner: Human Sacrifice and the Legacy of Guilt, Maccoby reconstruye la historia completa de la religión occidental como una serie de dramas tras los cuales se erige la figura central del verdugo sagrado.73 Desde Isaac hasta Cristo el destino de los hijos es ser asesinados por los pecados de los padres. Aun cuando en el relato bíblico del intento de Abraham de sacrificar a Isaac Jehová aparece deteniendo la inmolación, no se niega que Abraham supiera cómo proceder. De hecho, en las posteriores versiones del Midrash, Dios aparece ordenando el sacrificio y satanás es culpado por detenerlo.74 Referencias bíblicas posteriores indican que los judíos continuaron con el sacrificio infantil por largo tiempo, a pesar de los intentos de detenerlo.75 Así lo expresa Maccoby: “Quedan pocas dudas de que la versión original de Abraham e Isaac fue la de un verdadero sacrificio humano[...] Al igual que otras naciones, los israelitas fundamentan la creación de su tribu en un sacrificio fundacional. El hecho de que Isaac fuera el hijo prometido y milagrosamente nacido, a travñs del cual se aseguraba la perpetuación de la tribu, y sin embargo, al mismo tiempo, la víctima inevitable del sacrificio, constituye una paradoja que puede resolverse de varias maneras, pero en cualquier caso, es el típico dilema de la fundación de una ciudad o de una tribu. El recurso de fundadores mellizos, uno de los cuales debe ser sacrificado (como en el caso de Rómulo y Remo, variantes del mismo nombre) es una forma de resolver el dilema[...] Pero el triunfo de la nueva tribu sólo puede asegurarse [mediante el sacrificio infantil]...”.76 124 Lloyd Demause Aun en la actualidad, en Perú se continúan realizando similares inmolaciones a los dioses de la montaña. los antiguos sacrificios infantiles de los incas, al igual que los de los aztecas se practicaban para revitalizar al mundo, que de otro modo se tornaría tan contaminado que sobrevendrían calamidades. En lugar de arrancar el corazón tal como lo hacían los mayas,77 los incas solían degollar a sus hijas pequeñas en la cumbre de las montañas, para asegurar el ñxito de sus emprendimientos. la inmolación solapada de mujeres jóvenes sigue teniendo lugar en los Andes –utilizando ritos espontáneamente similares a los de la Antigüedad–con el fin de evitar la mala suerte, promover proyectos de construcciones o favorecer importantes entregas de cocaina.78 Dado que muchos de estos sacrificios incluyen la mutilación genital, es probable que la inmolación de niños sea un ritual sexual perverso, al igual que otros ultrajes infantiles. las niñas cuyas vaginas son tajeadas o sus senos cortados antes del sacrificio, están siendo simbólicamente violadas. se le preguntó a un chamán contemporáneo que seleccionaba jóvenes vírgenes para la inmolación, por quñ no sacrificaba varones: “Porque son hombres, por supuesto. El tiu [el dios] es un hombre, por lo tanto quiere una mujer”.79 obviamente, el propio chamán quería violar a una virgen y proyectaba el deseo en la deidad. la frecuente mención de música y danza salvaje durante los ritos de inmolación (como en la cita de Plutarco) nos llevan a preguntarnos si todos los sacrificios infantiles que registra la historia no fueron ritos sexuales evidentes, en los que los ultrajes de las víctimas precedían al derramamiento de sangre, a semejanza de los sanguinarios rituales de los cultos satánicos que se hicieron famosos durante los recientes juicios por ultraje sexual de McMartin y Michaels.80 En síntesis, desde la hija de Jefté hasta la de Agamenón, las vírgenes fueron las víctimas favoritas para el sacrificio –en especial antes de partir a la guerra– por ser el más puro recipiente de veneno.81 si el sagrado Ejecutor puede, antes de que el asesinato tenga lugar, ultrajar además los genitales de la virgen –el objeto de sus deseos pecaminosos y por ello el símbolo del pecado– habría hecho mucho más efectivo el ritual del sacrificio. Tanto los antropólogos como los historiadores consideran que la guerra no necesita motivos, porque ambos comparten el presupuesto de Hobbes de que los pueblos están en guerra entre sí “naturalmente“ y que lo que es natural es innato, por lo tanto no requiere motivos que lo expliquen. Yo aduciría que esta hipótesis es totalmente contraria a los hallazgos clínicos de la psicología profunda moderna y que las guerras tienen motivos muy evidentes, similares a los del sacrificio ritual. En la Antigüedad más que en el presente, la guerra organizada se centraba en la matanza de niños. luego del triunfo, los niños de ciudades enteras eran asesinados, bajo la racionalización de que los vencedores debían exterminar a aquellos que en el futuro querrían vengar la derrota. Heráclides de Ponto describe una típica guerra civil de este modo: lawrence E. stager samuel R. Wolff, “Child sacrifice and Carthage: Religious Rite or Population Control?” Biblical Archaelogy Review enero/febrero 1984, pp. 31-51. David soren, Aicha Ben Abed Ben Khader y Hedi slim, Cartaghe: Undercovering the Mysteries and splendors of Ancient Tunisia. Nueva York: simon and schuster, 1990, pp. 123-44. 67 Plutarco, De Superstitione, 171 C-D. 66 La historia del ultraje infantil 125 Figura 3: El sacrificio infantil cartaginés y azteca “Hubo una guerra en Mileto entre ricos y pobres. Al principio, triunfaron estos últimos y expulsaron a los ricos de la ciudad; pero luego, lamentando no haber podido exterminarlos, tomaron a sus hijos, los pusieron en un granero, y los aplastaron bajo las patas de los bueyes hasta morir. Más tarde, los ricos regresaron a la ciudad y la recuperaron. A su vez, se apoderaron de los hijos de los pobres, los cubrieron de brea y los quemaron vivos”.82 De la misma manera que en la inmolación de niños, las primeras civilizaciones ejercían el ultraje infantil durante las guerras en una atmósfera enloquecida y sexualizada, similar a la de las lapidaciones a muerte de los niños desobedientes realizadas por los presuntamente civilizados judíos y romanos.83 Asimismo, el asesinato de niños en ñpocas de guerra era precedido con frecuencia por violaciones; hasta bien entrada la Edad Media, las vírgenes eran el blanco favorito de dichos abusos por las tropas invasoras. Al igual que otras perversiones,84 la guerra es en principio una actividad masculina; básicamente, una fantasía grupal homosexual, ya que en esos períodos los hombres abandonan a sus Nigel Davis, Human sacrifice in history and Today. Nueva York: William Morrow y Co., 1981; Paul G. Mosca, Child sacrifice in Canaanite and Israelite Religion. Ph. D. diss., Harvard University, 1975; susanna shelby Brown, late Child sacrifice and sacrificial Monuments in Their Mediterranean Context. Ph. D. diss. Chicago: University of Chicago, 1986; Peter Warren, “Knossos: New Excavations and Discoveries”. Archaelogy julio/agosto 1984, pp. 48-55; Bikash Chandra Gohain, Human sacrifice and Head-Hunting in North-Eastern India. Guahati: lawyer's Book stall, 1977; Elizabeth P. Benson y Elizabeth H. Boone, Ritual Human sacrifice in Mesoamerica. Washington D. C.: Dumbarton oaks Research library and Collection, 1984; sibylle von Cles-Reden, The Realm of teh Great Goddess: The story of the Megalith Builders. Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, 1962. 69 Eli sagan, At the Dawn of Tiranny: The origins of Individualism, Political oppression and the state. Nueva York: Alfred A. Knopf, 1985, p. 118. 68 126 Lloyd Demause mujeres para agruparse y clavarse cosas entre ellos. Es probable que el infanticidio posterior a la conquista de otro grupo se iniciara con nuestros primitivos antepasados prehomínidos, ya que aún hoy muchos primates lo siguen practicando.85 Por ejemplo, Jane Goodall observó que los chimpancñs machos apresan hijos de otros grupos y los golpean contra árboles y rocas.86 En las culturas antiguas, la conducta de los guerreros se parecía más a la de esos primates que a la nuestra actual: el asesinato de los niños durante las guerras es más una consecuencia indeseada que su objetivo primordial. sin embargo, esta racionalización a veces colapsa, como durante el Holocausto (palabra que significa “sacrificio”), cuando los alemanes gasearon y quemaron a los niños a fin de “purificar al mundo del veneno judío”, es decir, de purificar al mundo de los recipientes de veneno. las depresiones económicas también matan niños, a menudo en mayor cantidad que los asesinados en las guerras. las tasas de mortalidad infantil se elevan pronunciadamente en esas ñpocas, originando un número importante de muertes infantiles “extras”. solamente en los Estados Unidos, por ejemplo, más de cien mil “muertes extras” ocurrieron a principios de los ’80 a causa de la aguda recesión originada por la restrictiva política monetaria de la Reserva Federal.87 Al igual que en las guerras, estas muertes infantiles no deben ser interpretadas como meramente coincidentes y no intencionales. Dos tipos de evidencias indican que esto probablemente es así. El primer tipo de evidencia del sacrificio inconsciente de niños proviene del análisis de nuestras fantasías nacionales compartidas; lo que he denominado como fantasías colectivas históricas. A travñs del amplio análisis de los nombres de fantasía utilizados en los discursos de nuestros líderes y la observación de las imágenes recurrentes utilizadas en los afiches y en la primera plana de las revistas referidas a la política, los psicohistoriadores han descubierto que las imágenes del daño que sufren los niños se producen en general antes y durante los primeros años de las guerras y de las recesiones. Por lo tanto, sagan, Dawn of Tiranny, p. 196. Davis, Human sacrifice, p. 193. 72 Cles-Reden, Realm of teh Great Goddess. 73 Hyam Maccoby, The sacred Executioner: Human sacrifice and the legacy of Guilt. Nueva York: Thames and Hudson, 1982. 74 Ibíd., p.81. 75 Patrick Tierney, The Highest Altar: The story of Human sacrifice. Nueva York: vicking Press, 1989, pp. 366-425. la discusión acerca de si los judíos ortodoxos continuaron asesinando a sus hijos hasta hace poco sigue abierta; su proporción niño/niña es m·s elevada que la de los grupos que los rodean, pero podría haber una razón fisiológica para ello. ver Marcia Guttentag y Paul F. secord, To Many Women? The sex Ratio Question. Beverly Hills: sage Publications, 1983, pp. 84-89 y Daniela F. sieff, “Explaning Biast sex Ratios in Human Populations”. Current Anthropology 31 (1990): 26. 70 71 La historia del ultraje infantil 127 ambos se denominan fantasías grupales de sacrificio.88 Durante esos períodos, las palabras “niños” y “sacrificio” están emparejadas persistentemente en los discursos de los líderes, y los afiches políticos suelen mostrar niños que son arrojados de acantilados, estrangulados, fusilados y volados en pedazos. Así como un terapeuta que escucha a un paciente relatar muchos sueños de muerte de sus hijos sospecha que puede tratarse de un deseo inconsciente, a la vista de un aluvión de imágenes de fantasía colectiva un psicohistoriador concluye que está presente un deseo compartido de dañar a los niños. El segundo tipo de evidencia de las fantasías de sacrificio en la actividad económica tiene un origen biográfico. Un ejemplo, extraído de mi libro Reagan’s America, será suficiente. Cuando Ronald Reagan llegó por primera vez al gobierno de California, recibió un regalo de dos millones de dólares de algunos panaderos, disimulado como pago por terrenos de su propiedad. Reagan era rico por primera vez en su vida. Pero su riqueza lo hacía sentir culpable, tanto que tuvo que poner sus sentimientos en algunos niños y sacrificar a ñstos para aliviar su angustia. El mismo día que recibió los dos millones de dólares elaboró un presupuesto estadual que incrementaba su propia retribución pero tambiñn eliminaba casi todos los fondos del Programa del Almuerzo de Niños Necesitados. Ese presupuesto también eliminó la asignación alimenticia de 79 centavos diarios para los niños retardados de los hospitales mentales del Estado. Más adelante, ya como presidente, la fortuna personal de Reagan –así como la de sus asociados y la de los americanos más acaudalados, que eran sus principales partidarios– se incrementó mucho más aún. Al mismo tiempo, las disposiciones tributarias y otras políticas desplazaron tanto la riqueza de la nación del sector más pobre al más rico, que el porcentaje de niños pobres subió a casi el 20 %, el peor índice del occidente industrializado.89 Esta trasposición de los ingresos sumada a una legislación tan mortífera como la eliminación de los programas de nutrición infantil y cuidado prenatal significaron que la recesión de los ’80 fue probablemente responsable de la muerte de tantos niños como los que fallecieron durante el Holocausto;90 pero como nuestros motivos estaban tan ocultos, acusarnos de asesinato infantil sonaría grotesco. la única forma en que la gente podía asumir su culpa real fue desplazándola a otra esfera. Cuando Reagan se postuló para la reelección luego de que las medidas infanticidas hubieran cumplido sus tñtricas metas, sus partidarios comenzaron a exhibir pancartas con fotos de bebés muertos cantando “¡Baby-Killers!”. Aun cuando la acusación apuntaba al aborto, en realidad se trataba del sacrificio infantil reaganiano que acababa de tener lugar. Nuestra purificación económica había sido lograda a expensas de los niños muertos, nuestros “niños del tacho de basura”, nuestros recipientes de veneno cuyas muertes habían borrado nuestra Maccoby, secret Executioner, p.75. Francis Robicsek y Donald M. Hales, “Maya Heart sacrifice: Cultural Perspectives and surgical Technique”. En Benson y Boone, Ritual Human sacrifice in Mesoamerica, p. 56. 78 Tierney, Highest Altar, pp. 37, 133, 347. 79 Ibíd., p. 348. 76 77 128 Lloyd Demause culpa nacional. El futuro de la prevención del abuso infantil Cuando señalé en Reagan’s America la fuerza penetrante de las fantasías colectivas de sacrificio infantil, fui recibido con un silencio vergonzante. No sólo fue rechazado por impublicable por los 75 editores a quienes se los envié, sino que cuando lo publiqué por mi cuenta, los 360 críticos a los que les proporcioné un ejemplar lo arrojaron al cesto de papeles. vendí un total de dos ejemplares en las librerías de los Estados Unidos. Incluso mis colegas psicohistoriadores lo consideraron inaceptable. Tampoco gustó al responable de las reseñas bibliográficas de mi propio Journal of Psychohistory; sólo se vendieron tres ejemplares entre los 120 asistentes a mi Convención Internacional de la Asociación de Psicohistoria; The Psycohistory Review rehusó hacer su reseña aduciendo que para los historiadores “la obra de ‘deMause’ es considerada con el mismo enfoque que la American Medical Association aplica a los acupunturistas, quiroprácticos y a quienes ejercen la homeopatía”.91 En apariencia, acusar a Norteamérica de desear la muerte de sus niños superaba los límites del discurso acadñmico admitido. ser considerado un transgresor por ocuparme del abuso infantil ha de ser una experiencia familiar a otros que trataron de interferir con nuestro hábito de ultrajar niños. En el pasado, se negó con ñxito la dimensión del ultraje infantil, aunque los ataques físicos y sexuales eran más comunes entonces.92 Hoy en día, como lo admitirá la mayoría de los profesionales que se ocupan de la prevención del ultraje de niños, la oposición es más sutil pero igualmente efectiva. se les niega dinero e instalaciones, el otorgamiento de poder a los niños es caracterizado como amenaza a su inocencia, se invoca la santidad de la familia, y se induce a considerar la prevención del abuso infantil como una cruzada extremista. Un profesional de esta actividad lo define así: la mayoría realmente cree que “la defensa de los niños no sólo no es razonable, sino que tampoco es profesional, ni inteligente[...] a los que bregan por los desvalidos se los llama histéricos”.93 Así como los terapeutas de familia descubren que el incesto y otras formas de ultraje infantil a menudo mantienen unida a la familia como un modo de resolver sus problemas emocionales,94 también los psicohistoriadores perciben que las prácticas de abuso infantil por naciones enteras las mantienen unidas y solucionan sus problemas emocionales John Crewdson, By silence Betrayed: sexual Abuse of Children in America. Boston: little, Brown and Co., 1988, pp. 120-31; Debby Nathan, “victimizer or victim?” village Boys, 2 de agosto de 1988, pp.3139. 81 Robert Garland, The Greek Way of life From Conception to old Age. Ithaca, N. Y.: Cornell University Press, 1990, p. 194. 82 Eraclides de Ponto, Athenaeus, XII, 26. 82 Eraclides de Ponto, Athenaeus, XII, 26. 80 La historia del ultraje infantil 129 compartidos. Dar poder a los niños para que se defiendan de los ultrajes, es estar del lado del diablo; parecido a la actitud de los musulmanes que al final del peregrinaje a la Meca apedrean una columna donde creen que satanás tentó a Abraham para que no sacrificara a Isaac; es decir, aquél que se interponga en el sacrificio infantil está de parte del primero y debe ser lapidado.95 Dado que muchos de los que se oponen a la defensa de los niños –sean padres o legisladores– son productos evidentes de familias perturbadas y frecuentemente abusadoras, el movimiento de prevención del ultraje infantil debe aprender a manejar los temores de sus oponentes si quiere que la implementación de sus programas sea efectiva. No será fácil, puesto que requerirá conocer los psicodinamismos de nuestros opositores, tarea siempre dificultosa. Finalmente, la terminación del abuso infantil, así como la de las guerras y de las depresiones, sólo sobrevendrá cuando cada adulto haya recibido en sus familias de origen suficiente amor como para hacer innecesario el uso de los niños como recipientes de veneno. Debe admitirse que llevarlo a cabo requerirá una legión de profesionales, formada no sólo por especialistas en prevención del ultraje de niños, sino también por terapeutas de niños, asistentes sociales y de familia, paraprofesionales del cuidado infantil y maestros de enfermería; de hecho, será necesaria la gama íntegra de colaboradores idóneos para elevar las psicoclases a la modalidad de ayuda. su realización dependerá de una considerable reasignación de recursos, similar a los esfuerzos masivos que se aplicaron a la libre enseñanza universal en el siglo XIX, cuando ello también parecía un sueño utópico. En este sentido, el fin del ultraje infantil es sólo la segunda mitad –la mitad inconclusa– de la tarea que comenzó con el movimiento de libre escolaridad del pasado, dado que ambas tienen como meta el otorgamiento de poder a los niños para posibilitarles desarrollar en sus vidas las capacidades innatas de amor y trabajo. He allí nuestra tarea. DESCRIPTORES: NIÑO / ABUSO / CRIMEN / HISTORIA / PSICOGÉNESIS DeMause, “Universality of Incest”; Graeme Newman, The Punishment Response, J. P. lippincott Co., 1978, P.71. 84 los motivos por los cuales las perversiones son m·s frecuentes en los hombres que en las mujeres son tratados por Robert J. stoller, observing the Erotic Imagination, New Haven: Yale University Press, 1985, pp. 34-36. 85 las pruebas est·n sintetizadas en Masters, “Infanticide: The Primate Data”. 86 Jane Goodall, The Chimpanzee of Gombe: Patterns of Behavior. Cambridge: The Belknap Press of Harvard University Press, 1986, p. 502. 87 lloyd deMause, Reagan's America. Nueva York: Creative Roots, 1984, haciendo extensivas las cifras de la p. 58 a rodo el perÌodo recesivo. 83 130 Lloyd Demause DeMause, Foundations, pp. 172-243; deMause, Reagan's America, pp. 51-67; deMause, “Heads and Tails”; lloyd deMause, “What Did Reagan Do It?” The Journal of Psychohistory 14(1986): 107-9. 89 Ralph Nader, “Passing on the legacy of shame”, The Nation, 2 de abril de 1990, p. 444. 88 La historia del ultraje infantil 131 Extendiendo las cifras de los EE. UU. para abarcar las muertes de los niÒos en otros paÌses, en especial en AmÈrica latina, siempre muy afectada por las recesiones norteamericanas. 91 George Kren, “Review of The Psychohistorian’s Handbook”. The Psychohistory Review 18 (1990): 106. 90 132 Lloyd Demause Richard J. Gelles y Murray A. straus, Intimate violence. Nueva York: simon & schuster, 1988. Kee MacFarlane y Jill Waterman, sexual Abuse of young Children: Evaluation and Treatment. Nueva York: The Guilford Press, 1986, p. xii. 94 P. Machotka, et al., “Incest as a Family Affair”. Family Proceedings 6(1967): 98. 95 Tierney, The Highiest Altar, p.374. 92 93 La historia del ultraje infantil 133