“Persistiendo, pues, en su primera decisión de desprestigiarme a mí y a mis cosas por todos los medios posibles, sabiendo cómo yo en mis trabajos de astronomía y de filosofía sostengo, sobre la constitución de las partes del mundo, que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece ubicado en el centro de las revoluciones de las esferas celestes, y que la Tierra que se mueve sobre sí misma, gira en torno a él; y además oyendo que voy confirmando tal posición, no sólo refutando los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino aportando otros muchos en su contra, y especialmente algunos referidos a los efectos naturales, cuyas causas tal vez no puedan explicarse de otra forma, y otros astronómicos dependientes del conjunto de los recientes descubrimientos celestes, los cuales claramente refutan el sistema ptolemaico y concuerdan y confirman admirablemente esta posición; y tal vez desconcertados por la reconocida verdad de otras proposiciones afirmadas por mí, distintas de las comúnmente sostenidas, y desconfiando ya de su defensa, mientras permaneciesen en el campo filosófico, se han decidido a intentar proteger las falacias de sus discursos con la capa de una fingida religión y con la autoridad de las Sagradas Escrituras, utilizadas por ellos con poca inteligencia, para la refutación de razonamientos ni entendidos ni conocidos” GALILEO, Carta a Cristina de Lorena. 1. Con respecto al texto: a) Sitúa al autor en su momento histórico. (0,25) b) Señala el tema o el problema del texto. (0,25) c) Indica las ideas principales (0,5) d) Muestra las relaciones entre ellas (0,5) e) Explícalas (1). a) Este texto fue escrito en 1615, una mala época para sugerir cambios doctrinales a una Iglesia católica en guardia ante el protestantismo desde el Concilio de Trento (clausurado en 1563), durante toda la Contrarreforma (que prácticamente coincide con la vida de Galileo), y sobre todo en la guerra de los treinta años (1618-1848). Todas estas circunstancias eran vistas por la Iglesia como amenazas a su autoridad tanto doctrinal como temporal. Sin embargo, en esa época la comunidad científica europea ansiaba una libertad de investigación ante la tutela de la Iglesia que sería encarnada por Galileo, cuyo carácter, posición y buenas relaciones en la curia vaticana le llevarán a tantear las disposiciones de la Iglesia a aceptar el heliocentrismo como verdad empírica, no sólo como utilidad de cálculo, con el resultado de un proceso inquisitorial que le condenó a la abjuración de sus teorías, a la reclusión y al silencio. b) En cuanto al tema del texto, Galileo expone cómo sus enemigos se proponen acallarle acudiendo a la disonancia entre sus descubrimientos astronómicos y las Escrituras, ante la imposibilidad de negar sus nuevas observaciones conseguidas con el telescopio, que refutan el antiguo sistema aristotélico-ptolemaico, paradigma científico de la visión cristiana del mundo, y constituyen según él una prueba del copernicanismo. c) Las ideas del texto son: 1. Galileo constata que hay enemigos que buscan su desprestigio. 1.1. Lo buscan porque defiende el heliocentrismo. 1.2. El heliocentrismo está siendo confirmando por el autor con diversos descubrimientos en física y astronomía. 1.3. Estos descubrimientos en la medida que respaldan dicha teoría son refutaciones del sistema aristotélico-ptolemaico. 2. Al carecer de argumentos científicos, estos adversarios acusan al autor de ir contra la autoridad de las Sagradas Escrituras. d) La relación entre estas ideas es la siguiente: el autor contrapone lo que él entendía como único criterio de verdad (las pruebas empíricas) al criterio no científico de la autoridad, basándose en que desde el heliocentrismo se explican mejor muchos “efectos naturales” y “astronómicos” que no encajan o se explican desde la concepción aristotélico-ptolemaica. Basándose en este hecho, concluye que sus adversarios se refugian en la religión apelando a la autoridad de las Sagradas Escrituras, puesto que no pueden defenderse “en el campo filosófico”. e) Para comprender la polémica que expone Galileo, hay que tener en cuenta que para la época del texto la cosmovisión aristotélica, levemente matizada por Ptolomeo, se había constituido en la verdad oficial de la Iglesia católica en cosmología, porque, a la vez que concordaba con la filosofía tomista, ofrecía al creyente de la época un escenario sencillo de las creencias cristianas, con el hombre en el centro, y Dios más allá de las esferas como la causa principal, a la vez que explicaba las observaciones cotidianas y se avenía al sentido común. Sin embargo, con el curso del tiempo y el avance de las observaciones astronómicas sobre el movimiento errático de los planetas, Ptolomeo y sus seguidores tuvieron que ir añadiendo poco a poco al simple sistema inicial un conjunto de artificios matemáticos (epiciclos, deferentes) que fueron complicando el sistema de tal manera que en el siglo anterior al momento que comentamos Copérnico propuso simplificar los cálculos situando al Sol en el centro, ya fuera porque lo creía así o sólo pura operatividad, cuestión sobre la que hay diversidad de interpretaciones. El caso es que el modo copernicano de calcular se fue generalizando entre los astrónomos europeos, y para muchos de ellos debía ser la verdad empírica sobre el Cosmos. Uno de los científicos europeos que comenzó a decirlo abiertamente fue Galileo, que en 1611 fue recibido con gran admiración en Roma, invitado a exponer sus novedosos descubrimientos con el nuevo uso que le dio al telescopio. Galileo se declaraba ferviente cristiano y católico, y trató de que la Iglesia cambiase su reticencia sobre el nuevo sistema. En el curso de sus exposiciones, entró en agria polémica con diversos padres jesuitas acerca de la naturaleza de los cometas, las causas de las mareas, y la prioridad en el descubrimiento de las manchas solares. A estos jesuitas es a quienes principalmente se refiere en este texto, pues consiguieron que en 1616 la Inquisición condenase la enseñanza del copernicanismo como verdad, en lugar de como mero procedimiento matemático, y en 1633 acudieron de nuevo ante la Inquisición para acusarle de haber defendido la verdad de ese sistema en su obra “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo”, publicado el año anterior. En el proceso abierto contra él en esa fecha se expondrán por las dos partes las razones aquí aludidas: la Iglesia advertirá a Galileo de que no hay prueba empírica del copernicanismo, a pesar de sus observaciones, y de que contradice pasajes de la Escritura. Galileo, por su parte, advertirá a la Iglesia de que dos verdades no pueden contradecirse, y de que, pues considera probado el sistema heliocéntrico, esos pasajes de la Biblia (fundamentalmente aquel en el que Josué pide a Dios que pare el Sol) deberían ser interpretados como expresiones adecuadas al lenguaje de otra época, como se ha hecho con otros pasajes en otras ocasiones. Desafortunadamente, la Iglesia no estaba dispuesta a abrir mucho la mano en cuanto a la interpretación de las Escrituras, sobre todo debido al enfrentamiento de aquella época con la Reforma protestante. Esto, unido al poder de esos enemigos que menciona, y al enojo del papa Urbano VIII, su antiguo amigo, que creyó verse ridiculizado en el personaje Simplicius del citado diálogo, acabó con la condena del científico a abjurar públicamente de sus teorías y no volver a divulgar el copernicanismo, y a su reclusión perpetua en su domicilio. Todo esto se cumplió, y este episodio quedó en la conciencia europea como un grave enfrentamiento entre la Fe y la ciencia, así como de una muestra de hasta qué punto la Iglesia puede equivocarse cuando entra a juzgar cuestiones científicas, motivo por el cual la ciencia debería regirse por sus propios métodos, libremente, como pensaba Galileo. Esta libertad de investigación y confianza en las verdades científicas serán ideas clave de la Ilustración, que en el siglo XVIII elevará a Galileo a ejemplo de perseverancia y fidelidad a la verdad. El mismo año de su muerte nacerá Newton, que acabará de completar la nueva cosmovisión por la que tanto trabajó Galileo.