Comentario del texto de Galileo Persistiendo, pues, en su primera decisión de desprestigiarme a mí y a mis cosas por todos los medios posibles, sabiendo cómo yo en mis trabajos de astronomía y de filosofía sostengo, sobre la constitución de las partes del mundo, que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece ubicado en el centro de las revoluciones de las esferas celestes, y que la Tierra que se mueve sobre sí misma, gira en torno a él; y además oyendo que voy confirmando tal posición, no sólo refutando los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino aportando otros muchos en su contra, y especialmente algunos referidos a los efectos naturales, cuyas causas tal vez no puedan explicarse de otra forma, y otros astronómicos dependientes del conjunto de los recientes descubrimientos celestes, los cuales claramente refutan el sistema ptolemaico y concuerdan y confirman admirablemente esta posición; y tal vez desconcertados por la reconocida verdad de otras proposiciones afirmadas por mí, distintas de las comúnmente sostenidas, y desconfiando ya de su defensa, mientras permaneciesen en el campo filosófico, se han decidido a intentar proteger las falacias de sus discursos con la capa de una fingida religión y con la autoridad de las Sagradas Escrituras, utilizadas por ellos con poca inteligencia, para la refutación de razonamientos ni entendidos ni conocidos. (GALILEO, Carta a Cristina de Lorena, trad. M. González, Madrid, Alianza, 1987, pp. 64-65) Respecto al texto (a) sitúa al autor en su momento histórico, (b) señala el tema o el problema del texto, (c) indica las ideas principales y (d) muestra las relaciones entre ellas y explícalas. a) Galileo Galilei vive entre 1564 y 1642. Profesor de matemáticas en Pisa y después en Padua, es uno de los más importantes protagonistas de la “revolución científica”, no sólo por sus descubrimientos (en física y astronomía), sino también por su concepción de la ciencia y de la metodología científica. Se mostró partidario y defensor a ultranza del copernicanismo, lo cual le llevó al enfrentamiento con el Santo Oficio y con el aristotelismo. b) Galileo se queja en el texto de que los que le atacan por su copernicanismo se refugian en una torpe interpretación de las Sagradas Escrituras y no en pruebas científicas. c) Ideas principales. 1. Hay quienes quieren desprestigiarme. 1.1. Porque defiendo el heliocentrismo. 1.2. Teoría que voy confirmando con diversos descubrimientos en física y astronomía. 1.3. Estos descubrimientos en la medida que respaldan dicha teoría son refutaciones del sistema aristotélico-ptolemaico. 2. Como no tienen mis adversarios argumentos científicos contra mí, me acusan de ir contra la autoridad de las Sagradas Escrituras. d) En el texto contrapone Galileo, lo que él entendía como único criterio de verdad (las pruebas empíricas) al criterio (no científico) de la autoridad. Efectivamente, desde el heliocentrismo se explican mejor muchos “efectos naturales” y “astronómicos” que no encajan o se explican desde la concepción aristotélico-ptolemaica. Esto es prueba de que es mejor el heliocentrismo. Por eso, sus adversarios, viendo que ya no pueden defenderse Comentario del texto de Galileo “en el campo filosófico”, se refugian en la religión apelando a la autoridad de las Sagradas Escrituras, para desprestigiarlo. e) El presente texto puede ser muy representativo de las dificultades con las que tropezó el nacimiento del nuevo paradigma científico inaugurado por Copérnico. En efecto, el “caso Galileo” es posiblemente el episodio más famoso de las tensiones que se produjeron entre los dos paradigmas. El copernicanismo defendido por Galileo es contrario con la interpretación literal de las Sagradas Escrituras. Pero también lo era con el modo de pensar oficial basado en el aristotelismo. Pienso que el enemigo directo de Galileo no fue la Iglesia, pues ésta aceptaba de buen grado el copernicanismo como innovación positivista, sino el aristotelismo instalado desde siglos en las Universidades que defendía una posición realista al respecto. Lo que ocurre es que ese aristotelismo era casi el pensamiento oficial del momento y que casi todas las Universidades eran controladas por la Iglesia. Quizá por eso el aristotelismo instrumentalizó el poder de la Iglesia en este desgraciado episodio de la Historia de la Ciencia. Esto es lo que apunta al final del texto: como sus enemigos no tienen pruebas que refuten su posición, se han decidido a intentar proteger las falacias de sus discursos con la capa de una fingida religión y con la autoridad de las Sagradas Escrituras. Por otro lado Galileo era un furibundo realista, estaba convencido de que realmente el universo es como lo describe el copernicanismo. Por eso chocaron dos posiciones realistas contrarias. En la carta a Cristina de Lorena, de la que ha extraído el presente fragmento, Galileo defiende, entre otras, tres cosas: a) La separación de poderes entre la Iglesia y la Ciencia. Cada una tiene su ámbito propio y no debe ninguna inmiscuirse en terreno ajeno. b) Una peligrosa discusión del milagro de Josué: según Galileo este milagro se explica mejor desde el copernicanismo. Lo cual significaba que Galileo se metía en el campo prohibido y polémico en ese momento histórico (el de la Reforma) de la interpretación bíblica. Esta tesis se contradice con la primera, pues el científico Galileo se introduce en el terreno de la exégesis bíblica, terreno que él mismo afirma que no es competencia del científico. Ello no obstante, Galileo considera que en cuestiones naturales, la Biblia no debe decir la primera palabra, no posee autoridad “científica” y, por tanto, los pasajes en que la Biblia realiza afirmaciones astronómicas han de ser “interpretados” y no entendidos al pie de la letra como verdades sobre la naturaleza de las cosas. c) Y tercero, sugiere Galileo -y esto es una argucia argumentativa- que son quienes no admiten el copernicanismo los que deben probar que es erróneo, porque no se puede considerar herética una proposición si primero no se demuestra que es imposible y falsa. Es decir, les devuelve la pelota que a él le habían mandado y que él pensaba que estaba confirmando con sus numerosos descubrimientos. Como hemos señalado más arriba se enfrentan en el “caso Galileo” dos criterios de verdad, la autoridad (ya sea la de Aristóteles o la de las Sagradas Escrituras) y las pruebas empírico-matemáticas. Fue con León XIII cuando a finales del s. XIX la Iglesia reconoció su error (bastante tarde) restituyendo la figura de Galileo.