El porvenir del pasado: Gilberto Alzate Avendaño, sensibilidad

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El porvenir del pasado'11 ti \lzate Avenda
sensibilidad leo
y democracia.
La derecha colombiana
de los anos treinta.
CÉSAR AUGUSTO AYALA DIAGO
El porvenir del pasadoGilberto Álzate Avendaño,
sensibilidad leoparda
y democracia.
La derecha colombiana
de los años treinta.
CÉSAR AUGUSTO AYALA DIAGO
F u n d a c i ó n GILBERTO ÁLZATE AVENDAÑO
Gobernación de Caldas
Línea de investigación en historia política y social
Departamento de Historia
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
2007
Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra,
sin autorización expresa y por escrito del autor.
I S B N 978-958-98419-0-7
© CÉSAR AUGUSTO AYALA, 2007
EDITOR FUNDACIÓN GILBERTO ÁLZATE AVENDAÑO, 2007
Calle 10 No. 3-16, Bogotá, D. C„ Colombia. Teléfono: 282 94 91
Correo electrónico: [email protected]
Editado en noviembre de 2007
Diseño gráfico y de carátula: ARUTZA GONZAGA
Foto carátula posterior: LEO MATIZ
Diagramación: GUIDO CÁCERES
Corrección de estilo: ENRIQUE DÁVILA
Coordinación de textos: JUAN DAVID FIGUEROA
Impresión: IMPRENTA DISTRITAL-DIRECCIÓN DE DESARROLLO INSTITUCIONAL
Encuademación: SIGMA EDITORES
con un tiraje de 2.000 ejemplares
Impreso en Colombia
Prínted in Colombia
Nota del editor.
Este libro, primero de una trilogía sobre Gilberto Álzate Avendaño y
la generación conservadora de los años 30 elaborado por el profesor
César Augusto Ayala, es el producto de la asociación editorial de la
Fundación Gilberto Álzate Avendaño y de la Secretaría de Cultura
del departamento de Caldas, durante la administración del Alcalde
Mayor, Luis Eduardo Garzón y del Gobernador de Caldas, Emilio
Echeverri Mejía.
Se trata de un texto de autor. Las posiciones epistemológicas y las
líneas metódicas que informan la investigación desarrollada por César
Augusto Ayala, doctor en historia de la Universidad Lomonosov de
Moscú, le otorgan valor específico y particular relieve a eventos,
testimonios y personajes que otros autores y analistas valorarían de
manera diversa. Representa un significativo aporte a nuestra
historiografía contemporánea que no ha explorado con tanto rigor
dialéctico este periodo singular en el acontecer político colombiano.
Contenido
La denodada porfía
Una voluntad de plenitud histórica.
Belisario Betancur.
17
Un líder sin serie
23
Alberto Velásquez Martínez.
Introducción
29
Capítulo primero.
Para comprender a Gilberto Álzate Avendaño.
Las fuentes de su pensamiento.
El contexto cultural y político de su infancia y adolescencia
El leopardismo: la influencia inmediata
Desempolvando a Augusto Comte
Pensamiento y obra de la Acción Francesa y su traslado a Colombia
El determinismo o las conclusiones de sus tesis de grado
Bolívar en el baile de las ideas
El "Manifiesto nacionalista", ¿nacionalista?
El Debate, la estrategia anticomunista y el primer desencuentro
de los Leopardos con Laureano Gómez
Las conferencias de Laureano Gómez: "El Papagayo"
Otros nichos de la derecha colombiana.
43
El porvenir (luí pasado 9
Capítulo segundo
Gilberto Álzate Avendaño: entre la universidad y la política.
73
Álzate, bachiller y político.
En el contexto de los congresos estudiantiles.
La huelga en la Escuela de Derecho.
El III Congreso Nacional de Estudiantes en Ibagué,
el primer discurso ideológico de Álzate Avendaño y
el comienzo del diálogo.
Capítulo tercero
Gilberto Álzate Avendaño y la Página Universitaria de El Colombiano.
89
Capítulo cuarto
La movilización electoral y el fin de la República Conservadora.
101
Las elecciones parlamentarias del 12 de mayo de 1929.
Las elecciones para concejos municipales y la exaltación
del adversario como enemigo.
El final de la campaña presidencial.
El grecolatinismo.
Capítulo quinto
En la encrucijada de los años treinta.
115
El perfil de una época.
La irrupción de un nuevo régimen.
Álzate en los comienzos de los años treinta.
Álzate en el IV Congreso Estudiantil en Santa Marta.
Los trazos de un mundo intelectual exigente.
La primera puesta en escena de un pensamiento alternativo
de resistencia o los brotes de una anarquía conservadora.
Capítulo sexto
Las primeras elecciones de la República Liberal
y la liberalización del electorado colombiano.
El proceso político a comienzos de la década de 1930.
Las primeras elecciones de la República Liberal.
Las elecciones a la Cámara de Representantes.
La política en la calle.
La Convención Conservadora y el primer programa
conservador del siglo XX.
Los leopardos cierran la campaña en Medellín.
10 El porvenir del pasado
131
La campaña electoral de 1933.
Campaña electoral del 14 de mayo en pos
de la Cámara de Representantes.
La causa atraviesa horas de dura prueba.
La primera Convención Nacional de la Juventud Conservadora.
Inicio de la configuración de la agenda de las derechas y el traslado
del universo militar a la política.
Álzate y el diseño de la pauta ideológica de las derechas.
Capítulo séptimo.
La explosión de las derechas. La Acción Nacional Derechista.
Jerarquía y la consolidación del liderazgo alzatista.
155
Contexto del embrujo fascista en Colombia.
La Convención Conservadora de 1935 y la abstención total.
La génesis de la Acción Nacional Derechista (AND).
La Acción Nacional Derechista (AND).
La ideología de la AND.
El grupo Jerarquía.
Elecciones, ritos y movilización. El inicio del uso político de la muerte.
"... el salvaje asalto de las turbas liberales..."
Álzate y la Convención Conservadora de octubre de 1935.
Los nuevos periódicos de la derecha. Jerarquía saluda a Derechas.
Desempolvando y reconociendo el papel de Álzate.
Capítulo octavo.
Álzate: la estrategia de la procesionalidad y la conquista de la calle.
185
Los contextos.
La graduación de Gilberto Álzate Avendaño y los contenidos
de su tesis de grado.
La conspiración de Amadeo.
La ansiada fiesta política del occidente colombiano.
Homenajes fúnebres, ritos y discursos conmemorativos.
El homenaje a Clímaco Villegas.
El cincuentenario de la Constitución de 1886.
"Id a decir a todas partes que el conservatismo ha resucitado".
"Sólo donde hay tumbas hay resurrecciones".
La Unión Nacional de Estudiantes Conservadores Colombianos (UNEC).
Haz Godo: punto de llegada de la Página Universitaria y de Jerarquía.
El matrimonio: José Mejía Mejía y Álzate Avendaño.
Haz Godo y el uso público de la historia.
Álzate en Pensilvania, ¿qué haces tú?
La Convención Conservadora en Caldas.
No hay enemigos a la derecha: un acto de habla afortunado.
El porvenir del pasado 11
Capítulo noveno.
233
Gilberto Álzate Avendaño y la secretaría general del Partido Conservador.
Los tiempos que corrían.
La Convención Conservadora de enero.
La campaña electoral y las elecciones del 4 de abril.
Los sucesos de Santana y los buenos oficios del secretario general.
Las derechas y el primer síntoma de un partido independiente.
La convención de la Unión Nacional
de Estudiantes Conservadores (UNEC).
Juegos de democratización en el nuevo discurso de las derechas.
El leopardismo todavía moviendo ideas.
Las masas: Agítense antes de usarlas. El meridiano
tórrido que habitamos. Balance, mediación y significados.
El levantamiento de la abstención conservadora.
Nuevo y definitivo desencuentro de la derecha
nacionalista con Laureano Gómez.
Laureano en santa ira. La cristalización de las
dos grandes e irreconciliables corrientes del conservatismo.
El comienzo del diálogo entre los ideólogos liberales
y el liderazgo de las derechas nacionalistas.
Capítulo décimo.
Álzate, las derechas y la creación de un partido propio.
En el predio vecino.
Las convenciones conservadoras de julio de 1937: el gran
desencuentro entre los nacionalistas y Laureano Gómez.
La oreja de Laureano.
Álzate a flote y sin ambages. Recrudecimiento
del pleito sobre las generaciones.
Augusto Ramírez Moreno: la síntesis del leopardismo.
Gilberto Álzate Avendaño jefe supremo de las derechas
colombianas. La convención de las derechas de la derecha.
Rodrigo Jiménez Mejía: convocatoria y pensamiento derechista.
La convocatoria final.
El bautizo de fuego de la Acción Nacionalista Popular (ANP).
Se reúne la Convención.
La configuración de la Acción Nacionalista Popular (ANP).
12 El porvenir del pasado
271
296
Capítulo once.
Campaña electoral conservadora con banderas del nacionalismo
leopardo. De nuevo la táctica de la política en las calles.
299
El proceso de la organización de la ANP.
La fusión de las simbologías.
El sufragio antes que la insurrección. Los avances
del proceso civilizador de la convivencia política.
La provincia: el ideal descentralizador.
Los avances ideológicos del conservatismo como respuesta a las cargas
ideológicas de la sensibilidad leoparda, de la Acción Nacionalista
Popular (ANP),del comunismo y del liberalismo.
La Doctrina Social de la Iglesia como fuente de discurso.
La configuración programática.
El programa conservador de 1937.
La ANP dando tumbos.
Las elecciones de 1937.
Capítulo doce
La sensibilidad leoparda, Álzate y la candidatura
presidencial de Mariano Ospina Pérez.
321
Continúa la confección del programa ideológico
y programático de la ANP.
El nacimiento de la candidatura de Mariano
Ospina Pérez, "el caudillo cafetero".
La fabricación del nuevo héroe.
Los dos candidatos: el bueno y el malo.
La reaparición de Álzate Avendaño: intentos
para renovar el equipaje mental.
'Dionisio Elejalde'.
La prensa conservadora.
Las voces de la satisfacción liberal.
La Acción Nacionalista Popular (ANP)
y el problema de las candidaturas.
La metáfora de la guerra en beneficio de la democracia.
Las conferencias radiales y el proselitismo político.
Por un Frente Popular de las derechas: la publicación del libro
No hay enemigos a la derecha.
La conferencia radial de Álzate Avendaño: metáfora y dialogicidad.
El programa mínimo para las derechas. La tradición también fluye.
La conferencia radial de Joaquín Estrada Monsalve
y la república técnica. Max Weber en la circulación de las ideas.
La conformación de los comités ospinistas.
El porvenir del pasado 13
El Alto Comando de la Acción Nacionalista Popular (ACANP)
y su rechazo a la candidatura que promueve
Gilberto Álzate Avendaño, presidente de la ANP.
Lanzamiento de la candidatura de Ospina Pérez
desde Bogotá. Silvio Villegas en su mejor momento.
La irreverente voz del leopardo Elíseo Arango.
Eduardo Carranza: otro matiz en la ANP.
La ratificación de las posturas contradictorias de la ANP.
Memoria y letanía de las campanas.
C a p í t u l o trece.
La socialización oral del discurso de la sensibilidad leoparda.
371
Silvio Villegas: "El año de 1938 será decisivo
en nuestra historia". Las primeras giras del año 38.
La conquista de la Costa Atlántica.
La conferencia de Silvio Villegas en Cartagena.
Silvio Villegas en Santa Marta. La culminación
del proceso de búsqueda del héroe.
La conferencia de Silvio Villegas en Barranquilla :
el gran programa social para todas las clases.
Pregón: órgano autónomo de ANP en el interior de La Patria.
C a p í t u l o catorce.
La decantación nacionalista.
Mucho ruido y pocas nueces. La campaña ospinista
ha terminado, continúa la nacionalista.
La Convención de Portobelo, "el diablo queriendo
manejar las llaves del cielo". Y el manzanillo nacionalista.
El fortalecimiento de la Acción Nacionalista Popular.
Alzate : clave en la táctica y estrategia de la sensibilidad leoparda.
El robustecimiento de la ANP.
La democracia nacionalista.
La descentralización.
La estrategia para desmovilizar el nacionalismo.
La división de las derechas.
Germinal: el nacionalismo colombiano queda constituido.
Adiós al viejo partido.
La sangre de Gilberto Álzate Avendaño. El bautizo
de sangre del nacionalismo.
La organización del nuevo movimiento nacionalista.
Eduardo Santos, el nuevo presidente.
La Convención Conservadora Departamental de Caldas.
14 El porvenir del pasado
399
Capítulo quince.
Auge, crisis y disolución de la ANP.
Álzate: de hombre-masa a escritor político.
435
El nacionalismo en las calles. Domingos de resurrección
en los municipios caldenses.
"Conserve su derecha".
Álzate y el redescubrimiento del Libertador.
El primer Congreso Obrero Nacional Católico
y la Acción Nacionalista Popular.
Campaña electoral del nacionalismo en los finales de 1938.
Los nacionalistas permanecen en el Gran Consejo Electoral (GCE).
La nueva mitología política y la configuración del alzatismo.
El ágape nacionalista de principios de año.
"La revolución está a la derecha".
"La tradición también fluye". En pro de un nuevo estilo.
La propuesta de Álzate Avendaño
Gacheta: entre la táctica de la legítima defensa,
la táctica de la calle y la convivencia.
La táctica de la legítima defensa. Nuevo desencuentro
de la sensibilidad leoparda con Laureano Gómez.
El leopardo Augusto Ramírez Moreno retorna... pero
a la política conservadora.
Álzate gaitaneando. 'Vieja y nueva política".
El populismo conservador de la ANP.
La guerra sucia del adversario. Conservadores
y nacionalistas confeccionan sus listas.
Decantación del nacionalismo antioqueño. La lucha contra
"el viejo faraón". Nace la Acción Popular Conservadora (APC).
Los resultados de las elecciones del 19 de marzo de 1939.
Entre la autonomía y el retorno.
Autonomía o regreso: ¡he ahí el dilema!.
La Acción Nacionalista Popular y las elecciones municipales.
Silvio Villegas retorna al Partido Conservador.
"Me quedo solo y mío".
Conclusiones y reflexiones.
499
Anexos.
"Aquí llegarán y aquí espero". Cinco documentos
clave para comprender al primer Álzate Avendaño.
507
Bibliografía general.
551
El porvenir del pasado 15
La denodada porfía.
Una voluntad de plenitud
histórica.
Por Belisario Betancur
...eras lo que se llama un hombre: palabra
empeñada y sin regreso...
Eduardo Cote Lamus
Tuve el privilegio de ser uno de los más constantes contradictores y uno de los más
inminentes amigos de Gilberto Álzate Avendaño, quien hacía parte de los grandes
iconos de mi generación. Lo anterior requiere una precisión antes que una explicación.
La precisión consiste en que el heterodoxo que a veces fui, repudiado aunque aplaudido
por la ortodoxia, festejaba sus altas instancias intelectuales y seguía con entusiasmo
su conducción y su sapiencia rebeldes. La explicación expresa cómo el ortodoxo que
también fui, se alistaba y aprestaba en las huestes contrarias a las suyas, no sin
cierta displicencia proveniente de mis silenciosas sospechas de que aquellas discolías
un alto porcentaje de razón habían de tener.
En todo caso, alentaba ante él más aproximaciones que lejanías: me gustaba más lo
que pensaba y lo que decía, que la manera como ejecutaba las estrategias que trazaba,
señalaba y establecía; y de las que disentía, instigado por mis íntimas procelas
apologéticas. Era un deleite estar a su vera - y el discrepante que yo era, lo sentía y
disfrutaba—, por el espectáculo resonante de su inteligencia y el zumbido aleteante
de su críptico lenguaje, que yo más adivinaba que entendía. Por lo cual, participé en
su tertulia a base del complaciente "sí, sí, Gilberto", hasta el día en que me pilló in
ñagranti y me dijo: "Te tocaba decir, no".
Era, antes que nada, un simbolista de metáforas góticas, doblado del parnasiano que
sacrifica un mundo por pulir un verso.
El porvenir del pasado 17
La verdad es que pocos escapaban a su embrujo dialéctico. En mi caso, he de reconocer
que desde adolescente estuve con él, sin mengua de mi fiel proximidad discrepante con
Laureano Gómez, Alvaro Gómez, Guillermo León Valencia y Mariano Ospina Pérez.
Aquella inteligencia suya desmesurada; aquella catarata de metáforas que fluían de
u n a cabeza de la que habían huido el cabello y las ilusiones, según decía; aquellos
diccionarios insólitos que intuía o inventaba! ese torrente impetuoso de evocaciones
inéditas! "cierto estudiante insurrecto que se obstinaba en meterse en sus sueños, y
que, expulsado del claustro llevó por muchos caminos su planta andariega y su
indócil corazón errabundo", como dijera en noviembre de 1960 ante el féretro de su
maestro Jaramillo Correa! todo lo anterior lo convertía en una figura subyugante,
en un interlocutor fascinante, con independencia de las tesis que sostuviera. Tesis
que en ocasiones eran contradictorias y que a veces presentaban perfiles antagónicos
de instancias anteriores, pero que eran siempre sustentadas con tal galanura
idiomática, que las despojaba de todo vestigio de obsolescencia y les mantenía cierta
cautivante frescura hipnótica.
Contra sus propias admoniciones reiterativas en el sentido de que "no conviene
convertir al ser humano en mito", la verdad es que sus contemporáneos —seguidores
y contradictores-, lo convertimos en una leyenda. Sabíamos de su origen ilustre y
patricio; sabíamos de la denodada porfía que fueron sus tiempos de estudiante en
Manizales, la ciudad nativa con la que mantuvo un combate amoroso, no tanto por
la geografía arisca del entorno cuanto por los componentes sociológicos escuetos en
los cuales encontraba coincidencias que aplaudía y disonancias que controvertía, en
ratos de tertulia o en páginas procelosas de periódico! sabíamos de sus batallas políticas
y de sus adversarios en formaciones partidarias distintas de la suya y en la suya
propia. De él se dijo entonces que reclamó siempre el privilegio de, "tener el mundo,
como contraparte". Su famosa indagatoria en un absurdo proceso que le fuera abierto
como asesor jurídico de un movimiento huelguístico de choferes, lo elevó a la categoría
singular de tomador de pelo a las más pendencieras y elevadas investiduras.
De sus enfrentamientos con Aquilino Villegas, el gran patricio del conservatismo de
Caldas, dijo Álzate que "varias veces estuvieron reunidos, nunca unidos"'- así eran de
certeras sus propias convicciones reformatorias de ideas y praxis para su partido.
De sus lecturas apresuradas e ilímites sabíamos, lo mismo que de sus aproximaciones
a los absolutismos en vigencia, más como calistenia dialéctica que como pensamiento
y como praxis germinal. Lo que ignorábamos eran el momento y la metodología de
aquella simbiosis, en que todo su acervo intelectual se convertía en un torrente de
conocimiento sin jactancia y de erudición sin concupiscencia.
18 Bl porvenir del pasado
Hace cerca de treinta años, Jorge Mario Eastman recogió en un precioso volumen de
600 páginas, para la Colección de Pensadores Políticos Colombianos de la Cámara de
Representantes, parte importante del disperso tesoro que es el pensamiento de Álzate.
Por cierto, a más de una bella página panegírica de aquella prosa fulgurante, Eastman
le encontraba como explicación apodíctica, que era un iluminado. Ytranscribió algunos
ejemplos de sus afiladas afirmaciones parlamentarias-'
Mi vida es la de un incendiario con alma de bombero.
La naturaleza no produce titanes en serie.
Soy mejor chofer que conductor.
Lo que más temo en el mundo —después del santo temor a Dios— es convertirme en un burgués
satisfecho.
Mi capital productivo lo llevo conmigo a todas partes. Es esta cabeza, de la que se han caído el
pelo y las ilusiones.
Meterse con mi honor es una aventura peligrosa y probablemente trágica.
Yo no soy en el fondo sino un gordo benévolo.
En Caldas tengo amistades con todo el mundo, inclusive con mis deudores, cuyos autógrafos
conservo.
El destino me dio algunos atributos nativos; el resto lo he conquistado a zarpazos.
El país va a enterarse con sorpresa de que yo soy, quién lo creyera, un hombre sensato.
Señores alzatistas, el alzatismo ha muerto.
Usted no es mi amigo; yo le di a Usted en préstamo precario a Jorge Leiva, y no me lo ha
devuelto todavía.
Tengo demasiada imaginación para consagrarme al derecho, que exige dotes menores, crítica
y dialéctica. El abogado no crea, no produce nada útil. Es una actividad parasitaria. P a r a
sostener a uno de nosotros, muchos campesinos y obreros tienen que estar sudando plusvalía.
En buena hora el docto historiador César Augusto Ayala Diago, ha penetrado con
profundidad y con rigor mediante un denso estudio biográfico, más allá de la anécdota,
en la existencia polifacética del gran pensador, del visionario director, del magno
orador. Y en buena hora la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, la Gobernación de
Caldas y la Universidad Nacional, han editado el presente primer volumen, que
rescata aquella figura procera y la sitúa en el lugar histórico y pedagógico que le
corresponde, a quien hizo de la política un quehacer de dignidad y de limpieza, digno
de ser imitado, según Álzate escribiera con rigurosa fidelidad.
Muchos volúmenes han aparecido en torno a la vida y a la obra de Álzate. Esta vez,
el historiador Ayala Diago se ha detenido con profesionalismo, con dedicación, con
parsimonia, en fuentes primarias abundantes que le permiten situar la estampa del
Mariscal, como lo llamábamos cariñosa pero descriptivamente sus amigos, en el
lugar turbulento que le correspondió entre sus contemporáneos, como reformador
avanzado del Partido Conservador en el que militaba con amor y desamor; como
conspirador contra los excesos de su propia colectividad; como conciliador entre
distancias que parecían imposibles de aproximar.
El porvenir del pasado 19
¡Qué gran corazón el suyo!
Le debo esta evocación, que a él lo ennoblece aun más y a mí me enaltece sobremanera:
el ascenso al gobierno del general Gustavo Rojas Pínula en 1953, dejó a la intemperie
a los seguidores de Laureano Gómez, los viudos del poder, como se nos llamara
entonces. De una Asamblea Nacional Constituyente (ANUC) de 86 miembros, 80 —
entre liberales y conservadores, la mayoría de los últimos-, eran partidarios del
gobierno militar. Los otros seis siguieron fieles a Gómez; se les conocía como el
escuadrón suicida, denominación tomada de un discurso del autor de este prólogo,
que comparaba al grupo con el título de una película del mismo nombre en la cual los
aviadores japoneses se estrellaban contra los barcos norteamericanos en la guerra
del Pacífico. Álzate escribió entonces en Diario de Colombia un editorial bajo el
título "Mis amigos : no hay amigos", en que elogiaba a sus adversarios a partir del
poema "El milésimo hombre" de Rudyard Kipling, que honra el arquetipo de la amistad
auténtica, mantenida inalterable en la próspera y en la adversa fortuna, "pero el
hombre mil desafía tifón y procela, para salvarse o hundirse en la misma azarosa
travesía". Agregaba:
Por eso, no hay nada tan grato en política como encontrarse con camaradas fieles, ligados por un
fin común que se sitúa más allá de nosotros y que nos hace mirar hacia la misma línea de
horizonte. Esa amistad está cargada de sentido y ennoblece la condición humana. Se forma así
un equipo solidario que avanza compacto hacia la victoria o resiste impávido la adversidad,
hundiéndose como un barco sin apagar las luces: sólo puede formarse a base de "milésimos
hombres", que no son un mito lírico, sino que todavía existe ese raro ejemplar, para rescate de la
dignidad de la especie. Es difícil hallar esa selecta y escasa variedad humana. Abundan los
oportunistas y logreros que sólo rinden culto al éxito y no tienen más partido que la victoria. Por
eso decía irónico y desencantado el maestro Guillermo Valencia "Mis amigos: no hay amigos".
Álzate Avendaño sí que tenía amigos, no sólo entre el caudal de sus irrestrictos, sino
también entre sus desafectos políticos, la mayoría de los cuales eran admiradores
suyos irredentos. Por ejemplo, no perteneció al grupo vanguardista conservador de
Los Leopardos -con Silvio Villegas, José Camacho Carreño, Augusto Ramírez Moreno,
Elíseo Arango y Joaquín Fidalgo Hermida-, que se oponía a la agonizante hegemonía
de su partido al final de los años veinte del siglo XX, y a la naciente República
Liberal; pero era tenido y temido como uno de ellos. Ni pertenecía al grupo caldense
de los grecolatinos, —con Fernando Londoño y Londoño, Joaquín Estrada Monsalve,
José Restrepo, entre otros—, pero se le tenía por tal, aunque de ellos denigrara en
páginas memorables.
Era el batallador indómito, pero al tiempo era también el conciliador infatigable. Era
el innovador desafiante, pero cuando se le convocaba a la unión era el conductor
analítico. Por eso su figura y su pensamiento sembraron, esparcieron y agitaron. Y.
por eso, también, copó parte importante de los episodios políticos de su tiempo.
20 El porvenir del pasado
•k * "k &
Sus estudios y discursos, recogidos en los 15 capítulos, las conclusiones y los anexos
de la biografía del profesor Ayala Diago, lo mismo que los textos panegíricos de sus
contemporáneos, revelan al hombre de estudio y al hombre de Estado que había en
Álzate Avendaño; sus ensayos literarios y filosóficos, presentan el perfil de un pensador,
un escritor - y por qué no decirlo-, un poeta que soslayaba sus instancias de inspirado
lirismo por entre el follaje de metáforas inesperadas que iluminaban su prosa de
relámpagos y luciérnagas. En los editoriales se asoman el avizor del acontecer
cotidiano, el analista de los fenómenos que conmovían al mundo de entonces, el
polemista y el peleador de las más disímiles batallas, el cantor de mínimas cadencias
que elevaba a la categoría del incienso los trinos más tiernos. Y, antes que nada, en
el vasto y proceloso acontecer de la política colombiana de la primera mitad del siglo
XX, aparece el primer Álzate Avendaño, como una voluntad de plenitud histórica que
sacudió los cimientos adormecidos de aquel estuario que era la provincia, y erigió las
regiones olvidadas en epicentro de los movimientos políticos.
¡Qué tierno corazón el suyo!
Su "Memoria y letanía de las campanas", escrita a propósito de la noticia de que los
nazis iban a fundir las campanas de las catedrales y monasterios de Alemania para
convertirlas en armamentos, esa página es uno de los momentos estelares de las
letras colombianas:
Aquellos cautivos pájaros de metal, guardados en las torres como una alcándara, se han de
convertir en caldo de estaño, hierro y cobre... Ya no resonarán más. Con aquella campana de
la Catedral de Colonia, cuyo badajo movían veinte hombres esforzados, se h a r á n obuses y
cureñas... Esa raza nebulosa y violenta, que ama la música y en ella pacifica sus instintos,
¿perderá sin protestas el toque matutino y vesperal de sus carillones? ¿No se sentirán las almas
u n poco áridas, desazonadas y perplejas cuando ya el cántaro invertido de las campanas no
derrame sus aguas melódicas, sus melodiosos acordes pausados sobre la paz aldeana y en los
rincones de las viejas ciudades hanseáticas? ... En los cantos de Vicente Huidobro las campanas
se desangran como corderos... En alguna balada de Meredith, el corazón oscila como una
campana a rebato, movida por un prior fantasmal, sobre una ciudad en llamas...
¡Qué enamorado corazón el suyo!
Amaba con ternura a su bella esposa, a sus hijos y a sus hermanos, en tanto que a
los jóvenes poetas los estimulaba así : le escribió un día a Tomás Calderón (a quien le
encomendara la defensa de las campanas):
Mi generación tuvo una adolescencia llena de versos furtivos. La poesía era para nosotros un
vicio solitario. En cada uno habitaba un poeta clandestino que, a escondidas de los demás,
trataba de descifrar en versos ramplones, en torpes balbuceos líricos, las ansias de su propio
corazón enigmático.
El porvenir del pasado 21
El historiador Ayala Diago ha realizado la obra escultórica y biográfica de Gilberto
Álzate Avendaño que esperaban los alzatistas de todas las procedencias. Aquellas
admiraciones entusiásticas en torno al pensador, al escritor, al orador y al líder de
honor, tienen ya un profundo estuario de reflexión en el cual fondear. ¡Enhorabuena!
Bogotá, octubre de 2007
22 El porvenir del pasado
Un líder
sin sene
Por Alberto Velásquez Martínez'"
Un documentado análisis del Álzate Avendaño joven que comienza con su vida
universitaria y culmina en los inicios del gobierno de Eduardo Santos, hace Cesar
Augusto Ayala Diago, en el libro que entrega a la Fundación que lleva el nombre del
vigoroso dirigente político de Caldas. En 15 capítulos llenos de rigurosa historia,
colma el autor los años cruciales que para Colombia fueron los que van desde finales
de la década de 1920 hasta finales de la década de 1930. Es un periodo que abarca la
evolución de un mundo agitado con el asomo y fortalecimiento de los gobiernos fascistas
en algunas naciones de la vieja Europa, las repercusiones en la América Latina de la
crisis económica norteamericana y la ruptura de 45 años continuos de gobiernos
conservadores. Dentro de ese marco de referencia, en donde abundan las luchas
ideológicas entre derechas e izquierdas, surge la figura altanera y rebelde de Gilberto
Álzate, cuya historiografía comienza a construir, con precisión de relojero, Ayala
Diago. Es una investigación con gran rigor histórico y con exquisito estilo idiomático,
en donde con solidez narrativa invita a penetrar en lo que fueron los procelosos
tiempos de las querellas partidistas, caracterizados por la confrontación de tesis, de
temperamentos, de estrategias electorales, de influencias filosóficas, que despertaron
desde la mística hasta el fanatismo de los militantes de las dos colectividades históricas.
Entre los méritos de esta investigación está la prolija consulta de periódicos de la
época - E l Colombiano, La Patria y El Siglo, especialmente— así como entrevistas
y artículos de los protagonistas que desfilan por este texto. Antioquia, Caldas y Bogotá
son las regiones en donde ancla su labor el escrutador de hechos, tiempo que
corresponde al período vital y geográfico del personaje. Esculca la acción del llamado
grupo de Los Leopardos, compuesto por el caldense Silvio Villegas, por el antioqueño
Augusto Ramírez, por el santandereano José Camacho, y por el chocoano Elíseo
* Economista, parlamentario, diplomático, historiador, escritor y periodista, fue director del periódico
El Colombiano y ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar a la mejor columna
de opinión
Arango, primordialmente. Toca suavemente al grupo de Los Nuevos, con Alberto
Lleras a la cabeza, uno de los grandes estadistas del siglo XX en Colombia. Amplifica
y retoma las voces de aquellos intérpretes de la acción política que con el verbo y con
la pluma dejaron muchas huellas, con luces y con sombras, en la política colombiana.
Por la pasarela construida por Ayala Diago pasan no sólo actores de los partidos
políticos colombianos sino figuras poéticas que alternaron con Álzate en las buenas
letras, como León de Greiff, Jorge Zalamea, Juan Lozano, Luís Vidales, Rafael Maya,
y quienes como Eduardo Carranza y Carlos Martín del grupo de Piedra y Cielo, en
muchas jornadas fueron escuderos de la derecha alzatista.
Este trabajo muestra a un Álzate ideológicamente definido pero abierto a las
discusiones que soplaban de la Europa en ebullición y de quienes antes marcaron
hitos en el pensamiento del viejo y del nuevo continente. Desfilan Maurras y Barres
de la Acción Francesa, que tanta influencia tuvieron en el grupo de Los Leopardos.
Así mismo no son extraños para la voracidad intelectual de Álzate, escritores como
Nietzsche, Augusto Comte, Ortega y Gasset, Azorín, y por supuesto Simón Bolívar y
Rafael Núñez. Esa cultura lo condujo a patrocinar agradables tertulias en las cuales
actuaban hombres de izquierda como Gerardo Molina - s u compañero en la Facultad
de Derecho de la Universidad de Antioquia—, Gilberto Vieira, e intelectuales liberales
como Eduardo y Lucas Caballero, Roberto García Peña, luego director de El Tiempo.
A su muerte, sentidos panegíricos salieron de las plumas no sólo de estos escritores
liberales, sino de hombres revolucionarios de la izquierda como Natanael Díaz.
Desde su juventud, Gilberto Álzate agitó el ambiente taciturno y aperezado de la
universidad. Asistió a congresos estudiantiles en los cuales dejaba pasmados a sus
coetáneos al citar a Tucídides, a Platón, a Goethe -que sería el inspirador intelectual
de su compañero de aventuras políticas Silvio Villegas-, a Renán y a Taine. En estas
asambleas universitarias emula con Carlos Lleras Restrepo, con quien nace una
gran camaradería que luego se proyectará en el desenvolvimiento del Frente Nacional,
cuando entre ambos modelan una reforma agraria que de no haberse frustrado después
del gobierno de Lleras en 1970, otra habría sido seguramente la suerte del país en la
formación de movimientos rurales pacíficos.
En Medellín funda Álzate en 1929 una "Página Universitaria" en el periódico El
Colombiano. Allí tuvo buenos colaboradores, entre ellos Alberto Lleras y Germán
Arciniegas. Inauguró esta página el expresidente Carlos E. Restrepo, con un
llamamiento a la juventud para que se incorporase a la política. Era una sección que
dentro del diario de los antioqueños abogaba por una universidad social que, "sin
abandonar la cultura clásica se convirtiera en laboratorio permanente de ideas". La
vida de la publicación fue efímera porque Álzate ya comenzaba a entrar en las ligas
mayores de la política.
A l a caída del régimen conservador en 1930, Álzate -con veinte años de e d a d - se
dedica a organizar su partido para las elecciones del año 33. Laureano Gómez había
retornado al país después de haber prestado servicio diplomático en el gobierno de
Olaya. Gómez, con su intransigencia proverbial, no toleraba émulos a su alrededor y
desde entonces enarbolaba su bandera como un látigo, lo que más tarde hiciera
24 El porvenir del pasado
exclamar a Augusto Ramírez aquello de imponer "la disciplina para perros". De ese
monopolio de la jefatura de Gómez se irían emancipando Los Leopardos y por supuesto
el arisco Álzate Avendaño, quien desde su juventud también sería una "ave de altanería,
nacido para dominar", como se decía de Olaya Herrera.
Narra con lujo de detalles Ayala Diago lo que fue la Convención Conservadora de
mediados del año 35, en la cual se declaró la abstención conservadora para marginarse
de las urnas. Álzate se dedicó a organizar y a movilizar las masas conservadoras
antioqueñas bajo las banderas de un nacionalismo de derecha que ambicionaba
modernizar el ideario conservador. Convocó en especial a las clases medias y su voz
tuvo eco en los pocos e influyentes diarios conservadores regionales que había. Alrededor
de El Colombiano se estableció el grupo Jerarquía, dirigido por Álzate, J u a n Zuleta
-quien fuera director de El Colombiano hasta 1984- y los panfletarios J u a n Roca
Lemus y José Mejía y Mejía. Allí Álzate demostró su independencia al no apegarse
tan íntimamente "al universo eclesiástico colombiano", como sí lo hicieron algunos
de sus compañeros de equipo que se abrazaban fervientemente a la Doctrina Social
de la Iglesia para oponerla a los principios de Jeremías Bentham que en esa época,
como a los radicales del siglo XIX, inspiraba el comportamiento ideológico de los
líderes liberales.
A finales de octubre de 1935, comenzó en la Convención Nacional azul, la abierta
discrepancia de Álzate Avendaño con Laureano Gómez, la que sólo culminaría con la
muerte del "mariscal" a finales de 1960. En esa convención instalada en Bogotá,
Álzate se opuso a la designación de Laureano Gómez como jefe único "por considerar
que rompería la tradición del partido de no aceptar caudillos". En ese evento se le
pidió a López Pumarejo, quien ya estaba en el gobierno, suspender la reforma
constitucional que en 1936 rompería los esquemas de país confesional y de gobiernos
teocráticos. La religión era, como desde el siglo XIX, un ingrediente que agitaba la
polémica partidista y que lamentablemente contribuyó a exacerbar los ánimos hasta
conducirla a las peores prácticas de violencia política. López se hizo sordo a la petición
de los conservadores y a finales del 35 presentó al Congreso su reforma, que era la
aproximación a formar un Estado laico que reñía frontalmente con el pensamiento
conservador. López en su gobierno estimuló "las audacias menores de 40 años", en
tanto Laureano Gómez acosó a quienes como Álzate y Los Leopardos mostraban
garra y ganas de sacar al conservatismo de su anacronismo mental.
En el libro se va desenvolviendo su permanente conflicto con Laureano Gómez. Nunca
pudo Álzate someterse a la férula del gran parlamentario que arrasaba gobiernos y
con su verbo arrastraba ministros por el hemiciclo del Congreso. El espíritu
antidogmático de Álzate no encajaba con el estilo autoritario de Laureano. Aquel
nunca pudo ser animal doméstico sino una especie de ave de cetrería. A cada baculazo
del pontífice azul, el indócil y arisco mozalbete levantaba su voz para proclamar
otras alternativas diferentes a la santa obediencia.
Álzate fue un hombre de inmensa cultura. No es sino leer la célebre indagatoria a
que fue sometido por un juez manizalita cuando promovió una huelga de choferes
en su ciudad natal. En ese interrogatorio dio muestra de una fina ironía, de una
densa juridicidad, de una brillantez en el conocimiento de la literatura y de la
El porvenir del pasado 25
psicología humana. Como los mejores escritores de la picaresca española quevediana,
consagró aquello de "burla burlando".
En el recorrido que hace el autor de este texto, hay una pausa literaria que subyuga
y refresca, y es la mención que hace de la oración "Por las campanas", con ocasión de
haber declarado el Tercer Reich alemán fundirlas para construir cañones. Es quizá
de lo más seductor que se ha escrito sobre lo que se han llamado "los cautivos pájaros
de metal". Tiene un valor literario de una belleza sin par por ser una prosa lírica,
depurada, sin metáforas empalagosas como se estilaban en aquellos tiempos.
Conocimos personalmente a Gilberto Álzate a comienzos de 1960, el día de una agitada
Convención Conservadora de Antioquia. Ospina Pérez, después de la aparatosa derrota
frente a Laureano Gómez en las elecciones congresionales de 1958, llamó a Álzate
para formar poderosa llave electoral. Ambos superarían a Gómez en los comicios de
1960. Esa unión se proyectó en Antioquia, en donde Ospina tenía inconfundibles
mayorías y Álzate contaba con aguerridos militantes, dada su estrecha vinculación
con el departamento en épocas de estudiante universitario. Vino éste a presidir la
Convención llamado por Fernando Gómez Martínez -quien fuera su mecenas en el
periódico El Colombiano- ante la insistencia de un grupo de alzatistas que percibían
que en la composición del nuevo directorio de la comarca, los llamados "notables"
conservadores no le darían la representación justa que correspondía a los seguidores
del "mariscal". Llegó Álzate y un grupo de mozalbetes lo acompañamos a almorzar
en u n hotel de Medellín. Allí lo vimos con su magnetismo aplastante, con sus
expresiones y ademanes de jefe, con una brillantez de conceptos, avalados por la
fuerza de su palabra. Nos convencimos que estábamos al frente de un verdadero
líder, que iría a revolucionar los caducos esquemas de la práctica política colombiana.
En la tarde presidió la Convención, matizando con gracejos y apuntes zumbones el
diálogo político que abrió con los asistentes. Puso orden a los reticentes ospinistas y
selló la unión en Antioquia, que ya había hecho a nivel nacional con Mariano Ospina.
Destaca el autor los actos de celebración del cincuentenario de la Carta de 1886 y los
describe con lujo de detalles. Aprovecharon los conservadores que en ese momento
estaban unidos, apara promocionarla como una herencia intocable y con ella oponerse
a la filosofía que entrañaba la reforma laicista de López Pumarejo en 1936. Medellín
y Manizales fueron escenarios de las grandes manifestaciones conservadoras. En la
segunda ciudad habló Laureano Gómez ante unas masas delirantes reclutadas por
el líder caldense. Ya Álzate, según Joaquín Estrada, era una realidad política.
Finalmente las celebraciones pasaron, y López impuso su reforma que sirvió como
primer escalón para que comenzara a treparse a una serie de modificaciones de la
Carta del 86, que culminarían con la reforma de 1991.
En el libro de Ayala Diago hay un capítulo que adquiere grandes dimensiones históricas
porque en él se intuye lo que sería posteriormente la gran división conservadora
entre Ospina y Laureano, que condujo posteriormente al golpe de Estado en 1953,
hecho que seguramente será materia de análisis en los próximos tomos que nos
anuncia el analista y escritor.
26 El porvenir del pasado
Después de las elecciones municipales de 1937 el periódico El Colombiano proclamó
la necesidad de concurrir a las elecciones presidenciales de 1938 "como el único
medio de acabar de desperezar y tonificar al partido conservador". Silvio Villegas y
Fernando Gómez Martínez se lanzaron con razonados argumentos a destacar la
figura de Ospina, "como el porta estandarte de la política de movilización de masas".
Por su parte El Siglo, inspirado por Laureano Gómez, sibilinamente descartó esta
posibilidad señalando que "es una utopía candidato conservador para presidente".
Álzate se rebeló contra esta orden y se sumó a la campaña ospinista como presidente
de la Acción Nacionalista Popular, tendencia que buscaba modernizar el pensamiento
derechista para volverle a sus cuadros y masas el ímpetu electoral y la voluntad de
conquistar el poder. Álzate y Silvio especialmente insistían, para romper el escepticismo
de El Siglo, en que era necesario participar en los comicios. Ambos hicieron gala de
teorías filosóficas y políticas sobre la trascendencia del poder y de la psicología de las
masas. Desempolvaron autores como Spengler, Gandhi y por supuesto a quien en
ese momento estaba en la cresta de la ola de la península ibérica, Primo de Rivera.
Es bueno anotar que en esa época, fuera de las teorías religiosas que dividían a
liberales y conservadores, la guerra civil española creó profundas escisiones entre
n u e s t r a s colectividades tradicionales. Mientras los liberales, bajo el influjo
especialmente de Eduardo Santos, acompañaban a los republicanos españoles, los
conservadores cerraban filas alrededor del franquismo. El saludo entre los
nacionalistas del alzatismo y del leopardismo era del brazo en alto al mejor estilo del
general Franco.
Entre quienes apoyaban la candidatura de Ospina, la que soterrad amenté horadaba
Laureano, estaban rodeando Álzate, Los Leopardos y figuras como Mosquera Garcés,
Fernando Londoño y Londoño, Joaquín Estrada Monsalve, Ernesto Martínez Capella,
quienes exponían la importancia de apoyar un candidato que pensaba con ecuaciones
más que con retórica. Silvio Villegas llegó hasta proponer un Frente Nacional,
adelantándose a lo que 20 años después se consagraría en el plebiscito, para paliar el
sectarismo ultramontano de los partidos que desde esa época venían levantando
muertos en su pugnacidad demencia!. Este Frente Nacional lo planteaba Silvio para
oponerse a al Revolución en Marcha que dejaba como herencia Alfonso López y que
en su gobierno congelaría —en lo que se llamó "la pausa"- Eduardo Santos. Finalmente,
la candidatura de Ospina se frustró. La dirección nacional conservadora en 1938
canceló la posibilidad de acoger a Ospina como alternativa para oponerla a la
candidatura de Eduardo Santos, pero desde allí se aplazó por ocho años lo que sería
la elección del antioqueño en 1946, dejando sí latentes unas heridas que se volverían
a abrir y a protocolizar con el golpe de Estado del general Rojas en 1953, auspiciado
tanto por Ospina como por Álzate.
Se destaca en esta obra el papel de Los Leopardos, que fueron una especie de escuderos
del "mariscal" Álzate. Lo acompañaron en su rebeldía, llenaban plazas con su oratoria,
fundaron el partido nacionalista de vida efímera y que no prosperó a pesar de tener
a los mejores oradores de plaza pública de la época. Se desprendieron del conservatismo
en las elecciones legislativas de 1938, pero fueron derrotados por Laureano y sus
seguidores. Sin piedad fueron despanzurrados en unas elecciones en las que a duras
penas lograron elegir en solitario a Silvio Villegas como representante a la Cámara.
Laureano les había ganado la partida y si bien regresaron a las toldas conservadoras,
151 porvenir del pasado 27
no cancelaron su permanente discrepancia con el entonces jefe supremo de esa
colectividad. Las heridas fueron irrestañables en la Convención Nacional Conservadora
de comienzos de 1939, Álzate cargó duro contra Silvio Villegas cuando este regresó a las
toldas azules, halagado por el juego del bipartidismo. Hubo deserciones como la Joaquín
Estrada Monsalve, quien se volvió un furibundo laureanista y los más, "se acomodaron
en la nueva casa en construcción en obra negra". Conservadores antioqueños como
Fernando Gómez, Juan Zuleta y José Mejía "continuaron dando la pelea por el
nacionalismo desde el periódico El Colowbíanopero dentro del conservatismo".
Después de este amplio recorrido, el lector queda a la espera de palpar al Álzate analista
y protagonista del segundo gobierno de López Pumarejo, de los dos gobiernos
conservadores de Ospina Pérez y Laureano Gómez. En este último mandato, ante la
enfermedad de Gómez, estuvo a punto de ser primer designado y luego presidente,
historia que ha estado revestida de misterios y especulaciones. Sin duda el profesor
Ayala Diago facilitará la revelación de la verdad histórica que aún permanece en
discusión. También existe el interés por analizar el Álzate Avendaño del gobierno de
Rojas, de cuyo advenimiento fue protagonista decisivo y del que se distanció
definitivamente oponiéndose a su reelección. Las discrepancias de Álzate con los
planteamientos del frente civil constan en sesudos editoriales que ponían a pensar a
Alberto Lleras y a otros importantes líderes políticos. En conferencia radial que pronunció
días antes de que se votara el plebiscito, Álzate denunció el carácter antidemocrático de
las nuevas instituciones que debilitarían los mecanismos de control político a la gestión
pública, favorecerían la pérdida de la fisonomía doctrinaria de los partidos y conducirían
a la clientelización de la política. Tales críticas y observaciones hoy se recuerdan como
válidas premoniciones de las falencias de las instituciones plebiscitarias que impidieron
aprovechar este experimento de reconciliación nacional para haber logrado la verdadera
transformación social del país.
Derrotado en el plebiscito, Álzate Avendaño aceptó el resultado de las urnas y las
instituciones que por ese mecanismo se establecieron. Vendrá después su unión con
Ospina, la derrota del laurianismo en las elecciones del 60, sus acuerdos con Carlos
Lleras Restrepo, y la consolidación de una amplísima opinión alrededor de su
candidatura presidencial para el segundo período del Frente Nacional, aspiración
que frustró su fallecimiento prematuro.
Concluido este libro que hoy queda a disposición de los lectores, abrigamos la esperanza
de que el autor, Ayala Diago, acometa la investigación histórica del período que sigue
en la vida de Álzate desde el fracaso nacionalista hasta su muerte: El lector queda a
la espera del análisis de estos episodios, de sus conferencias, escritos y discursos
parlamentarios, en especial del que pronunció en la Cámara de Representantes en
1960 cuando se batió contra el laureanismo en unas intervenciones calificadas como
de las últimas más brillantes y eruditas que se oyeron en el Congreso colombiano.
28 El porvenir del pasado
Introducción
A las 4'-42 de la madrugada de hoy sábado,
falleció en la clínica Marly de esta ciudad el
doctor Gilberto Álzate Avendaño, eminente
político conservador, quien había sido sometido
a una intervención quirúrgica el martes en la
noche y a una segunda a ¡as 8 p. m. de ayer.1
¡Colombia, qué conmoción! El diálogo roto
Fue una muerte intempestiva que enmudeció al mundo político colombiano, que
lo era casi todo. Gilberto Álzate Avendaño estaba en su mejor momento público.
Había asimilado el Frente Nacional, después de haberlo combatido duramente. Era
algo así como el último de la generación del año treinta seducido, supuestamente,
por el poder. El leopardo Augusto Ramírez Moreno acababa de ser designado ministro
de gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo, a nombre de quien llevó la palabra
en los funerales.
Era sábado 26 de noviembre de 1960; el fin de semana estará saturado de funeral;
será la última suerte de Álzate: hacer comulgar a los colombianos ante su muerte.
Colombia, que es un país de funerales célebres, tuvo en el de Álzate Avendaño uno de
los más conmovedores del siglo XX. Sin haber sido un asesinato, su muerte tuvo sus
efectos. No hubo los brotes de violencia producto de la indignación popular ante la
eliminación física de su caudillo, pero, a medida que el mundo político y la gente del
común se enteraban de la noticia, la conmoción fue nacional. Álzate estaba en el
apogeo de su fama, como Gaitán había estado en el suyo, en el momento de su
muerte.
La consternación que se expresó, tanto en los cientos de personas que concurrieron a
su velación y a sus funerales como en los escritos que se produjeron para los medios
de todos los matices políticos, llama la atención, al punto de producirnos, casi
cincuenta años después, un interrogante: ¿por qué tanta conmoción?
1 El Tiempo, noviembre 26 de 1960, p. 1.
Álzate tuvo funerales de jefe de Estado, estaba ad portas del poder; se había convertido,
junto a Ospina Pérez, en el socio mayor de los liberales oficialistas en el pacto del Frente
Nacional; era, finalmente, en términos de hoy, un vencedor. En medio de un sepelio de
esos ribetes, el ritual iba más allá de ser el entierro de un hombre que estaba en la
cumbre de su carrera política. Muchas voces, las más espontáneas, concurrieron. Había
muerto una persona que en el ejercicio de su vida pública había contribuido a forjar en
Colombia una concepción distinta de la democracia burguesa, aunque fuera, a su vez,
contumaz defensor del esquema partido de gobierno vs. partido de oposición. No obstante, cuando era un estudiante universitario, había escrito con énfasis: 'Ya nadie
cree en la eficacia de las palabras para aglutinar una ciudadanía no unánime, ni cree
que la verdad nazca del constante fluir de opiniones contrapuestas". 2 Fue Álzate gran
animador de la polémica; contradictor, todo un cultivador de la dialéctica; buscaba con
el adversario la verdad a través de la confrontación. Los liberales reconocieron en él a
un "contendor gallardo". Natanael Díaz, dirigente de color que militaba en la disidencia
liberal del MRL, dijo ante su cadáver:
Nosotros, los del ala izquierda política colombiana, lo sabemos hombre de recta estructuración
de derecha; lo conocemos pensando siempre en que la problemática de la patria nuestra sólo
puede ser resuelta con un sentido reciamente jerárquico sobre el Estado, en donde las minorías
dirigentes son las que tienen el derecho al poder. Esta concepción diametralmente opuesta a
las que nosotros tenemos, en nada impide que desde la orilla de la revolución levantemos
nuestros pañuelos de luto, para despedir a un hombre que al pensar así, tan claramente sus
interiores convicciones, nos estimuló siempre para que fueran igualmente diáfanas las nuestras.
Que nos puso en guardia para librar las futuras batallas en beneficio del pueblo, inclusive
usando de algunas de sus ideas, porque en verdad, cuando Gilberto Álzate Avendaño se erguía
sobre su noción nacionalista, incorporaba a las masas trabajadoras en su ambición de gloria y
grandeza inmarcesibles. Quizás en esa manera de desempeñarse pidiendo que el Estado hiciese
todo por las reivindicaciones de las clases pobres; en su dura presencia de caudillo en su
carácter insobornable, en la limpidez de su vida transparente, en su angustia prometeica por el
destino de Colombia, se hace parecido a Jorge Eliécer Gaitán. 3
No fue Álzate un godo a mansalva, escondido o clandestino ni se aisló de los procesos
históricos a los que convocaba su época: estuvo junto a los anhelos de los estudiantes y
confluyó con todos sus pares en la vida profesional. Conocía indistintamente a todos los
intelectuales y políticos colombianos de su época, y ellos lo reconocían como un amigo:
Gilberto Vieira, Gerardo Molina, entre otros. Este último, su compañero de estudios,
advirtió en la amistad con Álzate lazos de una "fraternidad espiritual", y constató que,
no obstante la distancia entre Medellín y Bogotá, se había establecido entre Álzate y los
intelectuales de su época "cierto isocronismo". Contaba Molina, además, que cuando a
los pensadores de izquierda les quedó claro que Álzate sería gobernante de Colombia, le
preguntaron: " '¿Qué harás con nosotros, Gilberto, el día en que llegues al poder?'. La
respuesta fue inmediata: 'A cada uno su salvoconducto' ".4
La casi totalidad de los cuerpos colegiados del país se pronunciaron: los centenares de
mensajes de condolencia que llegaban, bien a la familia, bien a la redacción de La
República, expresaban sentimientos contrarios a los que constan todavía en la
historiografía colombiana: "Ratificar que los ideales de concordia que él defendió con
todo ahínco constituyen la única esperanza de salvación nacional [...] Que el doctor
Álzate Avendaño en el curso de su intensa vida pública, muy especialmente en los
últimos tiempos, estuvo dedicado con ejemplar abnegación y patriotismo a los ideales de
la paz y de la concordia entre los colombianos".5
2 Véase "El caos de las nuevas gentes. Ascensión y caída de la inteligencia. El héroe. Memorándum para más conferencias en el Instituto
Universitario de Manizales". en La Crónica Literaria, mayo 12 de 1934
3 Véase el discurso de Natanael Díaz en el funeral de Gilberto Álzate Avendaño en Álzate: Variaciones en torno a un nombre. Manizales.
Biblioteca de Escritores Caldenses, 1980, p, 290.
4 Véase ibid., p, 226,
5 Véase la prensa nacional del 27 de noviembre de 1960,
30 El porvenir del pasado
Los liberales tenían muchas razones para demostrar su desconcierto. Se trataba de
la muerte de quien estaba a punto de convertirse en el segundo presidente del Frente
Nacional. Pero no sólo era eso, algo así como un triunfo individual. No, el Frente
Nacional podía venirse a pique, el conservatismo que seguía a Álzate era de corte
recalcitrante, y atraerlo a la "gran coalición" era un triunfo de sus inspiradores.
Una sensación de vacío invadió al Gobierno. Por ello, el recién nombrado ministro de
gobierno, el leopardo Ramírez Moreno expresó en los funerales: "En los últimos
tiempos, el Gobierno y Álzate establecieron un sistema de consultas tan provechosas,
que la situación política tiende a modificarse en el sentido de un entendimiento
ineluctable de todas las gentes de orden". 6 A su vez, Silvio Villegas, el otro leopardo,
compungido anotó en los mismos funerales:
En los últimos meses tuve el privilegio de conocer íntimamente en los repliegues de su alma su
desvelado afán por el porvenir de la Patria. Vivía en p e r m a n e n t e angustia. Como ningún
colombiano avizoraba todos los peligros y señalaba con índice profetice el camino de la tempestad.
Sabía que la revolución se precipitaba sobre el país, y hacía todo lo posible y lo imposible por
evitarla. A esto se debió en gran parte su empeño por fortalecer el F r e n t e Nacional y su
abnegado apoyo al presidente Lleras, cuyo prestigio consideraba necesario preservar como el
antídoto contra el comunismo y la revuelta [...] Con no menos angustia imploraba de todos
nosotros impulsar las reformas sociales y económicas que exigen los desposeídos, los que han
tenido hambre y sed de justicia, los que no tienen, como el J u s t o , sino u n a piedra donde
reclinar la cabeza. Ciertamente se compadecía de los humildes, pero también tenía la convicción
de que sin justicia social la revolución sería inevitable. Era el titular vigía de la Patria. 7
En el mismo tono se expresaron los medios, como se reflejó en los contenidos de los
editoriales:
Porque en él el interés por Colombia prevaleció en todo i n s t a n t e sobre cualquier interés
secundario. Amó a su patria fervorosamente y estaba en condiciones excepcionales para servirla
de modo insuperable, cuando más urgida se hallaba de la asistencia de talentos como el suyo
[...] en momentos difíciles para la democracia nacional, su palabra se alzó acusadora y severa.
Y valerosamente combatió por principios que a todos nos son comunes [...] Cuando la muerte
lo sorprende en la gloriosa plenitud de sus facultades, estaba entregado de lleno al servicio de
la política de entendimiento que consideraba irremplazable y que constituía la preocupación
esencial de su presente actividad y de sus esfuerzos. 8
Los liberales realmente se sentían satisfechos con el nuevo aliado. El que Álzate
sustituyera a Laureano era altamente positivo para el Frente Nacional, puesto que
les garantizaba, de todas maneras, ganar una personalidad, aunque controvertida,
m u c h o m á s d i n á m i c a y r e a c t i v a d o r a de u n p e n s a m i e n t o r e m o z a d o y
reestructurado.Gómez era ya un anciano con ingrato recuerdo entre los colombianos
liberales, no sólo por su contribución a la violencia partidista, sino por u n a
intransigencia difícil de permear. Además, pertenecía a la generación anterior, y los
ideólogos liberales del Frente Nacional conocían a Álzate, eran contemporáneos, y
con él habían convivido y compartido la vida de estudiantes, de jóvenes intrépidos en
la política, y lo comprendían mejor que los adversarios de la extrema izquierda e,
incluso, que los adversarios de su propio partido. Así, Carlos Lleras Restrepo, conocedor
profundo de Álzate, se expresó de esta manera en sus funerales:
Pero el recuerdo todavía nítido de las recientes ocasiones en que con él conversé largamente
sobre los problemas de la patria y de otras más remotas, cuando él y yo, al frente de ejércitos
6 Véase Álzate'- Variaciones.... p, 276.
7 Ibid.. pp. 272-273,
8 El Tiempo, noviembre 27 de 1960. p, 4.
El porvenir del pasado 31
distintos, parlamentamos en los intermedios de las luchas políticas, me impide casi entender
que mis palabras no habrán de recibir respuesta y que ha quedado roto el diálogo iniciado hace
t r e i n t a y dos años en los congresos estudiantiles y proseguido luego, con el ardor do la
controversia unas veces, con la cautela de los negociadores otras, pero más frecuentemente
con franca espontaneidad y abierto corazón, hasta las vísperas mismas del momento en que
este recio luchador se desplomó súbitamente ante los ojos de la Nación atónita. 9
Por eso, el ideólogo del Frente Nacional señalaba en su discurso lo que constituía
u n a explicación de la naturaleza de los funerales:
En cualquier momento la muerte de Álzate habría significado una gran merma del patrimonio
humano de la Nación; pero ahora tiene mucha más gravedad y es casi trágicamente irreparable
[...] De unas pocas personas depende hoy en realidad el futuro de la Nación; entre ellas estaba
Gilberto Álzate, y todos los que lo conocimos bien estábamos seguros de que en ese luchador
bronco y generoso tenía ahora el pueblo un guardián de la paz, y la República un celoso defensor
de las instituciones [...] Entendía la necesidad de un Frente Nacional sin exclusivismos odiosos,
buscaba consolidar la recíproca confianza de los partidos, pensaba, como pienso yo, que una gran
labor transformadora de las estructuras sociales, cumplida por el esfuerzo conjunto de liberales
y conservadores, era el único eficaz antídoto para las revoluciones anárquicas, 10
Era justamente eso: el rompimiento de un diálogo que para todas las partes había
empezado a dar frutos.
Este libro trata del comienzo de ese diálogo. Del primer Álzate Avendaño que va de la
época de su primera juventud hasta 1939 : la etapa de joven guerrero y político,
rebelde, abriéndose espacio en su provincia y en Antioquia, en Bogotá y en Colombia;
en su partido y fuera de él. Situado en la extrema derecha del partido de la derecha,
trazó, sin embargo, las coordenadas de un entendimiento democrático, superficialmente
comprendido por sus contradictores de la otra extrema, la izquierda; y por el sector
laureanista, supuestamente catalogado de democrático en este periodo. Fue,
justamente, en ese instante histórico, 1937-1939, cuando se inició el diálogo de la
generación conservadora de Álzate con la generación liberal que disfrutaba del poder
en el momento de su muerte.
La ascendencia de Gilberto Álzate Avendaño se remonta a una casta de capitanes
vascos llegados a Antioquia en la época de la conquista. Su bisabuelo paterno había
sido ayudante de Córdoba y su abuelo materno fue general de brigada. Su padre,
Marco Álzate, alcanzó y conservó el grado de general de división hasta su retiro del
servicio activo en 1932. En los años cuarenta, rememoraba:
Sobre mí gravita un ancestro guerrero. Tengo demasiados capitanes detrás. Yo me siento
literalmente abrumado por la pesadumbre de tantos lauros marciales. Aunque yo soy la primera
generación literaria de la familia, en mi estilo existe una influencia atávica que me lleva a
entender que la vida es milicia. En este tránsito familiar de las armas hacia las letras se me han
quedado demasiados rastros guerrilleros. Lo que hago es combatir, aunque sea con palabras."
Y remataba a renglón seguido: "Yo siento el mundo como contraparte". 12
Nació Álzate, justamente, en 1910, un 10 de octubre, en plena celebración de los
primeros cien años de independencia. Creció en tiempos de la poderosa generación
del centenario (nacidos en la década de 1880) y de la generación contestataria de los
9 Véase el discurso de Carlos Lleras Restrepo en Álzate: Variaciones.... p. 263
10 Ibid., pp. 269-270.
11 Álzate Avendaño, Gilberto. Sus mejores páginas. Manizales, XL aniversario de La Patria. 1961. p. 143,
12 Ibid.
32 El porvenir del pasado
Leopardos (nacidos entre 1900 y 1902). Pertenecía, entonces, a la siguiente, llamada
por él "generación de 1930", la del centenario de la muerte de Simón Bolívar,
simultánea a la de los Nuevos, denominada así por los liberales: la de Alberto Lleras
Camargo, Gerardo Molina y Gilberto Vieira. Tendrá en la del centenario sus principales
émulos y contradictores: Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez, Aquilino Villegas,
por ejemplo. Se distinguirá de sus congéneres por resistir a la cooptación que de casi
todos Los Nuevos hizo la avasallante generación del centenario. La configuración del
ospino-alzatismo en 1959, y su triunfo en las elecciones de 1960, significarán el
triunfo de un conservador de los Nuevos sobre el centenarismo conservador, lo que
ya había ocurrido con Alberto Lleras en el Partido Liberal. La historia de Colombia
en gran parte del siglo XX será la competencia entre estas dos generaciones por el
dominio del poder. Ambas estarán convocadas a combinar las letras con la política.
Será la herencia que recibirán del pasado. En noviembre de 1960, el Presidente de
Colombia, Alberto Lleras Camargo, era uno de los Nuevos, tempranamente cooptado
por el centenarismo, y Álzate aparecía en el escenario de la política colombiana como
su posible sucesor. Con él, la generación conservadora de 1930 podía cantar victoria.
En sus funerales estaban los legendarios leopardos: Augusto Ramírez Moreno, Elíseo
Arango, Silvio Villegas y sus contemporáneos. El entierro de Álzate mostró que a su
muerte se había convertido en un hombre que estaba sintetizando a gran parte de
los colombianos. Ad portas del poder, la muerte de Álzate era una tragedia generacional
para su casa política, para aquellos que estaban detrás de él, para quienes su triunfo
era el de ellos, para quienes sin su presencia en la cúspide del poder no podían
trascender, como, de hecho, no pudieron hacerlo. Ni siquiera lo podían camuflándose
en combinaciones extrañas surgidas después, como el lauro-alzatismo. Más bien,
tuvieron que arrimarse al anapismo ante la orfandad tremenda en que quedaron
una vez desaparecido "el Mariscal", como le decían. Su mejor ejemplo lo constituye
Daniel Valois Arce, que un día, después de haber enterrado a su entrañable jefe,
amigo y contemporáneo, escribió:
Álzate era cada uno de nosotros y era todos nosotros fundidos en una sola persona. Cuando
cualquier episodio inesperado nos alejaba un poco, se empezaba a pensar en el vacío, o mejor
en las tinieblas. Parecía que se ocultaba el Sol y volvíamos a él. Por eso personificaba una
época, toda una generación conservadora exigente e innovadora, un ciclo humano en la historia
del partido. Caro y Ospina significan el contenido doctrinario; Álzate aportó el contenido social.13
Si un gran caudal del alzatismo cogió por el sendero que abría la recientemente
creada Alianza Nacional Popular, Anapo, fue porque, de todas maneras, el Frente
Nacional volvió sobre sus propios fueros: los de la exclusión. Del ospino-alzatismo
sólo quedaría el ospino. Tan importante, por ello, es estudiar el pensamiento y la
trayectoria de Gilberto Álzate como el destino de los alzatistas.
La vigencia de la vida y del p e n s a m i e n t o
de Álzate Avendaño.
Decir Álzate o decir Gaitán transporta de inmediato a instituciones históricas
consolidadas. Son dos apellidos casi comunes, llevados por cientos de colombianos;
sin embargo, todos sabemos de quién se trata. En el caso de Álzate, nos referimos,
13 Álzate: Variaciones.... p p. ,330-331,
El porvenir del pasado 33
pues, a una figura cimera en la historia política del siglo XX. Fue un hombre que
vivió la vida como si supiese que iba a morir joven. Curiosamente, sus principales
antagonistas no fueron los liberales o los comunistas encarnados en personajes, sino
en sus genéricos: el liberalismo y el comunismo. Empero, el grueso de su energía
vital lo dilapidó en abierta disputa política e ideológica con hombres fuertes y mayores
de su propio partido: Laureano Gómez y Aquilino Villegas, entre otros. Tenía la
mitad de los años que Laureano Gómez, su principal contradictor. 14 No tuvo reparo
alguno en enfrentarse a sus superiores. Por eso hay razones para compartir la
hipótesis de que Álzate se planteó su vida como un problema generacional.
A casi cincuenta años de la súbita muerte de Álzate, encontramos de una vigencia
e x t r a o r d i n a r i a y patética su vida y su obra. Es necesaria u n a ampliación
historiográfica que dé cuenta de su papel en la historia política de Colombia. Su
militancia en la derecha de la derecha conservadora, sus acercamientos al fascismo,
le forjaron un aura antidemocrática, trabajada por él mismo durante un tiempo,
pero, sobre todo, por los adversarios de su propio partido, por los liberales y, por
supuesto, por la historiografía de corte marxista. Al leer este texto, el lector podrá
juzgar que otra hubiera sido la suerte del conservatismo colombiano si la tendencia
alzatista se hubiera convertido en factor de poder: no hubiera perdido ese partido su
influencia en Colombia, no habría sido sometido al vaivén del liberalismo, y Colombia podría contar hoy con un conservatismo fuerte, moderno, y, sobre todo, con
propuesta de poder. Y, claro, el Frente Nacional hubiera sido otro. ¿La razón? Porque
con Álzate el pacto del Frente Nacional recobraba su esencia conciliadora: e l sector
alzatista era el fundamentalista, el ortodoxo, el intransigente. Con Álzate llegaría el
indomable conservatismo del norte del Valle del Cauca y de los Santanderes, ese
conservatismo más alejado del ideario filosófico liberal. Esa era la perspectiva que
tenían los liberales con la llegada de Álzate al pacto frentenacionalista. Muerto Álzate,
algunos alzatistas participarán del Frente Nacional, pero lo harán a nombre propio.
El espíritu del alzatismo no se quedará en el Frente Nacional, inspirará otras
militancias políticas, y el gran pacto perderá su posibilidad de reconvertirse en un
proyecto incluyente. La rebatiña por las masas alzatistas tendrá las mismas
connotaciones que tuvo la piñata por las masas gaitanistas, y el nombre de Álzate no
desaparecerá de la disputa política. En el mismo nivel en que se gaitaneó después de
asesinado Gaitán, se alzateó después de la sorpresiva y lamentable desaparición del
caudillo, quien sólo tenía cincuenta años cuando la muerte se lo llevó; los mismos de
Gaitán cuando también la muerte lo sorprendió en la calle. Ambos dejaron una
estela, unos seguidores, muchos de los cuales terminaron militando en corrientes
supuesta y aparentemente alejadas de sus idearios. Ambos fueron anticomunistas,
desde sus propios estilos combatieron la influencia del comunismo en el país y en el
mundo, y sus propuestas eran justamente alternativas para enfrentarlo y eludirlo;
sin embargo, parte de los cuadros intelectuales que se formaron bajo su sombra —
vaya paradoja— terminaron conjugándose en la lucha que por la democracia libraron
muchos años después destacamentos de viejos alzatistas, gaitanistas y filocomunistas.
Afrontar la vida de Álzate Avendaño equivale a inmiscuirse en la historia de Colombia, que va, cuando menos, desde el republicanismo hasta más allá de su muerte en
1960. Esbozar tan sólo su retrato político introduce al historiador, sobre todo, en la
convulsiva historia del país de la primera mitad del siglo XX. Su implicación con el
14 El enfrentamiento con Laureano Gómez se presentó con acritud en dos oportunidades^ en 1937, en la Convención Conservadora de
julio, y en 1952. durante el gobierno de Urdaneta. En su última intervención en la Cámara de Representantes. Álzate hizo un
premonitorio análisis de la situación del país teniendo como referente principal sus confrontaciones históricas con Gómez.
34 El porvenir del pasado
proceso histórico es tan vasta que se necesita de gran aliento y de tiempo. Sobre él no
existe una documentación sistematizada; él mismo no era hombre de guardar papeles.
Álzate no contó con la suerte de Gaitán, quien gozó de guardianes de su memoria
escrita. Reconstruir su paso por la vida política e intelectual de Colombia exige el
esfuerzo desmesurado de bucear en los ya mal conservados periódicos de la época,
muchos de los cuales han desaparecido. Fue una labor difícil la reconstrucción del
primer Álzate para presentarlo a la opinión pública como parte de una amplia
investigación que aspira a dar cuenta de toda la parábola de su vida. Estos son los
resultados de esta primera etapa. Se trataba de ampliar el camino que otros empezaron
a desbrozar. Curiosamente, Álzate cargó de por vida con el estigma de su primer
periodo, el menos conocido. ¿Qué fue lo que realmente hizo o no hizo, dijo o no dijo en
esa época? ¿Cuál fue su propuesta política e ideológica en ese primer periodo de vida
política? Son algunas de las preguntas que aquí tratamos de contestar.
La historiografía sobre Álzate Avendaño.
La historiografía universitaria se ha ocupado poco de Gilberto Álzate Avendaño. No
se ha interesado en profundidad por su pensamiento, a no ser para llenar de contenidos
la variante del fascismo en Colombia.1'1 Hasta hoy, la literatura que sobre él circula
ha sido escrita, ante todo, por políticos conservadores, que han rememorado en algunos
de sus aniversarios aspectos sobre su vida. El diario La Patria, que celebraba en
1961 su aniversario número cuarenta, recordando y honrando la memoria de Álzate
y su paso por el periódico, publicó la primera selección de sus escritos bajo el título de
Sus mejores páginas. Se anotó allí:
En la redacción de La Patria, están seguramente, lo mejor del estilo y del pensamiento de
Álzate Avendaño. Está su conferencia sobre "El caos de las nuevas gentes", está su discurso sobre
el pensamiento del Libertador, está su carta sobre los clásicos y los místicos españoles, está su
página sobre las campanas, que tiene el estremecimiento y el fuego de un himno. Lo cardinal del
pensamiento alzateano y de su literatura, consta, pues, en la colección de La Patria. Todo lo
demás que él dijo, y que él escribió, como crítica y como política, no es sino el desarrollo de lo que
tenemos aquí. La cotidiana afirmación de su estilo y de su pensamiento. 16
Más adelante, en 1966, se amplió el repertorio de documentos. Habían pasado seis
años de su muerte. Ornar Yepes, joven político que había comprendido y aprendido a
querer a Álzate después de su fallecimiento, fungía de secretario de educación e hizo
todo lo posible para que se continuara recordando al caudillo desde su pensamiento.
Lino Gil Jaramillo seleccionó los primeros doce textos que dieron inicio al
redescubrimiento de Álzate. 17 Más adelante, en 1969, la Colección de Pensadores
Políticos Colombianos de la Cámara de Representantes dio a la luz pública las Obras
selectas de Álzate Avendaño. Se trata de la más completa recopilación de sus escritos
con que contamos. 18
En 1977, Héctor Ocampo Marín dio a la luz pública su libro Gilberto Álzate
Avendaño. En él, el autor intenta una aproximación biográfica al personaje aportando
información, reflexiones y anécdotas importantes. 19 En 1980, cuando se conmemoraron
los primeros veinte años de su fallecimiento, la Biblioteca de Escritores Caldenses
publicó un interesante libro que recogió 32 textos sobre Álzate Avendaño. En él. su
ló Véase Mahecha Enciso, Antonio y Vanegas Rojas. Miguel. Movimiento de Acción Nacionalista Popular. 1936-19-10. Bogotá, Universidad
Nacional, 1978.
16 Lema Echeverri, Rafael. "'La escritura de Álzate Avendaño ", en .Álzate Avendaño. Gilberto. S'us mejores paginas
p 9
] 7 Dimensión intelectual de Gilberto Álzate Avendaño. Algunas de sus grandes páginas literarias y políticas. Manizales, Imprenta
Departamental. 1966.
] H Álzate Avendaño. Gilberto, Obras selectas. Bogotá. Cámara de Representantes. 1979.
1 9 Ocampo Marín. Héctor. Gilberto Álzate Avendaño Armenia. Editorial Quingráíicas. 1977.
El porvenir del pasado 35
hermano, el ex ministro Marco Álzate, que intervino activamente en el proceso de
esa compilación, dio su concepto sobre la vida y la obra de Álzate y se interesó porque
en ella estuvieran presentes colombianos de distintas procedencias políticas. El libro
contiene ensayos, elegías, los discursos pronunciados en su sepelio, y textos producidos
durante el tiempo transcurrido desde su muerte. Valga decir que son textos
interesantes, y que todos aportan a la profundización en la vida del personaje. 20
Los pocos acercamientos a la biografía política de Álzate apenas esbozan su primer
periodo, que es considerado como "quimera nacionalista" por José Luis Lora Peñalosa,
en uno de los primeros libros que sobre su obra aparecieron en 1968. 21 Nosotros, al
contrario, nos proponemos demostrar que no se trató de una quimera, sino que fue
un periodo de gran producción teórica y de considerable experiencia política. Álzate y
su generación fueron la consecuencia intelectual y política de lo producido en la
década de los años treinta. Sin conocer y entender este primer periodo, es difícil
avanzar en la comprensión del fenómeno alzatista. Sin embargo, la experiencia
nacionalista de la juventud conservadora de los años treinta fue vista con desdén,
incluso por los mismos nacionalistas, que tuvieron tiempo para explicarla. Es un
momento casi vergonzoso, intocable, que ninguno de ellos quiso rememorar. Nosotros
consideramos, en cambio, que allí, además de haberse gestado un estilo político, se
amalgamó una democracia social y popular que les permitió a sus protagonistas
continuar en la construcción de la democracia colombiana, no obstante la debacle
fascista de 1945. Pretendemos demostrar que en la medida en que se resistía al
modelo del nuevo liberalismo del siglo XX, que lideraba Alfonso López Pumarejo, se
erigía desde otros parámetros un contra-modelo, que también aspiraba a la inclusión
social y a otro tipo de democracia. Al respecto, de haber existido una propuesta y una
ejecución de síntesis, se le hubiera ahorrado al país décadas de sangre y horror.
A veinticinco años de su muerte, Álzate continuaba ocupando un amplio espacio en
la memoria de los colombianos. Fue el aniversario que produjo el mayor número de
publicaciones. Un año antes empezó la conmemoración. Evelio Henao publicó en
1984 el que ha sido hasta ahora el mayor intento de presentar a Álzate en el contexto
histórico que le tocó vivir, pero el grueso del libro está dedicado a la actividad política
del personaje en sus dos últimos periodos. 22 En 1985 apareció Un ocaso en el
cénit, de Alvaro Salom Becerra,23 estructurado cronológicamente así: 1910 (el contexto
de su nacimiento), 1930,1940,1950 y 1960. Hay también, como en el caso anterior,
un intento de meter a Álzate en la procelosa historia de Colombia. La presencia de la
voz del autor, de sus convicciones, experiencias y prejuicios tienden a veces a ser
más poderosos que la actividad misma del personaje en estudio, o tanto como la de él.
Salom Becerra recrea su narración con interesantes, divertidas y dramáticas
anécdotas que acompañaron la vida de Álzate. A diferencia de los textos anteriores, el
autor se detiene en el primer periodo del caudillo. Recrea su tránsito por la experiencia
de la Acción Nacionalista Popular (ANP) y, sin ambages, establece sus nexos con las
doctrinas totalitarias de derecha. En el libro, Álzate está rodeado de los protagonistas
de la historia nacional, pero la gente de su propia sensibilidad, la que lo hizo posible,
está ausente. De otro lado, Bernardo Mejía Rivera puso la cara por Caldas en esta
conmemoración, con el libro: Gilberto Álzate Avendaño, que reproduce textos y
documentos sobre el personaje, ya conocidos ampliamente. 21
20 Álzate: Variaciones... El libro se reimprimió en mejor formato y con nuevos textos en el año 2000, en conmemoración
de los cuarenta años de la desaparición del caudillo,
21 Lora Peñalosa, José Luis. El pensamiento vivo de Álzate Avendaño. 1969. En 1996 el autor publicó Álzate Avendaño: vida y mensaje.
Bogotá, Imprenta Distrital - Fundación Gilberto Álzate Avendaño. edición que actualiza y complementa la anterior.
22 Henao, Evelio. Gilberto Álzate Avendaño. Un hombre de carácter. Armenia. Ediciones Meridiano del Quindío, 1984.
23 Salom Becerra, Alvaro. Í7n ocaso en el cénit'- Gilberto Álzate Avendaño. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1985.
24 Mejía Rivera. Bernardo. Gilberto Álzate -Avendaño. Manizales. Biblioteca de Escritores Caldenses. 1985.
36 El porvenir del pasado
La publicación y republicación de los escritos de Álzate no disminuye con el tiempo.2''
Cada vez más voces se suman al ensanchamiento de su mito. Nosotros, a lo mejor,
contribuyamos a hacerlo mayor. Por lo menos, queremos empezar a entenderlo en
contexto. Consideramos que en toda explicación de los mitos de la historia, la
comprensión de su primer periodo es clave, y es eso lo que hemos intentado hacer.
Álzate Avendaño y la sensibilidad leoparda.
Historiar a Álzate exige introducirlo en su época y demanda una mirada amplia. No
obraba Álzate en solitario, pues era parte constitutiva y expresión de un dinámico
grupo intergeneracional que influía en la cotidianidad política colombiana. Fueron
tiempos borrascosos. Nos interesó Álzate, no tanto como el intelectual, el hombre de
letras, por lo cual es reconocido justa y abundantemente, sino como el guerrero, el
hombre de masas que se instaura primero en él, en los comienzos de su carrera
política. Todo lo que hizo en sus cincuenta años de vida estuvo relacionado con la
experiencia de su actividad política y con su producción intelectual en la década
1929-1939. En ese lapso construyó las bases de su quehacer político y su concepción
de la democracia funcional, que profundizó en las décadas siguientes.
Parecería absurdo, quizá, plantear que los conservadores colombianos no estaban
preparados para la derrota del 9 de febrero de 1930, después de 45 años de hegemonía.
Absurdo, porque no pocos conservadores atizaron la caída del régimen en las
postrimerías de la administración de Miguel Abadía Méndez, el último de sus
presidentes. Y hubo conservadores eminentes que hicieron parte de "la concentración
nacional", el primer gobierno de la República Liberal. Pero, en la medida en que el
modelo republicano de Olaya Herrera se agrietó, el espectro ideológico tradicional del
conservatismo volvió a emerger. Y, para mantenerse a flote ante un liberalismo
revanchista e invencible, tuvo necesidad de llenar de nuevos contenidos sus
anquilosados programas doctrinarios o, por lo menos, remozarlos, colocarlos en un
proceso dialéctico que le permitiera a la militancia ver fluir la tradición y a los
nuevos ideólogos convencer a los colombianos de que el pasado tenía porvenir.
No han existido en Colombia movimientos mesiánicos puros. No hubo para la época
de Álzate infraestructura histórica para corrientes de tal envergadura. La solidez
del sistema bipartidista hubiera ahogado cualquier intento al respecto. Pero, al mismo
tiempo, la Iglesia y su decisivo papel en la formación de las almas prepararon a los
colombianos para concebir la resolución de los grandes problemas sociales y nacionales
desde el mesianismo. Es decir, si bien no contamos con los movimientos mesiánicos
tan característicos para pueblos como el mexicano, el brasileño y el peruano, 26 por
ejemplo, en el interior de los partidos tradicionales, conformados, por lo regular, por
fervientes católicos, el mesianismo es uno de los componentes principales para su
identificación, su fundamentación, su legitimación y, sobre todo, para su cooptación
política e ideológica. Así, la sensibilidad leoparda es conscientemente mesiánica. Sus
integrantes se creen salvadores de Colombia, los encargados en este país de llevar a
cabo la parte correspondiente de la salvación mundial en una época apocalíptica
donde el bárbaro, el demonio, viene de Oriente arrasando la civilización occidental. Y
también existen rasgos mesiánicos en el adversario histórico: en el liberalismo que
está en el poder, para salvar a los colombianos de una supuesta crisis dejada por 45
25 Eastman. Jorge Mario, Álzate. Bogotá. Fundación Publicaciones Consigna. 2000. Este libro de recopilaciones es otro más sobre la
obra de Álzate, Contiene un prólogo del compilador y una presentación de Belisario Betancur.
26 Véase Zaballa Beascoechea. Ana de (comp.K Utopia, mesianismo y nñlenarismo. Experiencias latinoamericanas. Lima. Universidad
San Martin de Porres. 2002,
El porvenir del pasado 37
años de "ignominia, conservadora". Tipologías de mesianismos presentes en un mundo
supuestamente moderno; más bien, en un presente donde la síntesis de lo premoderno
y lo moderno constituyen las formas de hacer la política. La sensibilidad leoparda
surge con afán de modernizar al Partido Conservador, de ponerlo a tono con los
tiempos que corren. El adversario interno lo influye tanto como el inspirador externo.
Aspiran a hacer la política con agresividad e impulso, con disciplina, con propaganda y seducción, con un jefe, eje sobre el cual debe girar la dinámica partidista. Y
para esto no tienen que ir muy lejos. El modelo está en la propia casa. El liberalismo
ha hecho de Rafael Uribe Uribe y de Benjamín Herrera figuras míticas, jefes únicos,
y viene de una década en la que ha liderado la protesta social y la movilización
popular. Pero al viejo conservatismo no le gusta esta manera de hacer política, la
considera plebeya, burda, y ante todo, ajena a la doctrina. Comienzan las tensiones
entre viejos y nuevos. Los viejos que se reclaman republicanos, los nuevos que ven la
muchedumbre como vía de legitimación; los viejos que le temen y le huyen, los
nuevos que quieren sintonizar al partido con la calle, con el vulgo. De hecho, los
partidos conservadores del mundo moderno habían renunciado a permanecer en el
encierro, estaban en la calle, junto a la gente, con quien habían accedido al poder, y
se autodenominaban pomposamente fascistas unos, nacionalistas o corporativistas,
otros, etc. El nombre no importa, unos y otros superarán a Gustave Le Bon.
Con la actividad de la sensibilidad leoparda presenciamos el proceso dramático de la
adecuación del conservatismo colombiano a las modernas maneras de concebir y
hacer la política. Será ese su aporte a la historia de esa colectividad histórica. Un
problema de psicología de masas.
La prédica de la sensibilidad leoparda, en la que inscribimos el nombre de Álzate, lleva
al replanteamiento y a la reafirmación de la identidad de los conservadores en un
momento de profunda crisis. Se trataba de la segunda identidad en importancia para
los colombianos después de la religiosa: la de la pertenencia a uno de los partidos
tradicionales. Pertenencias católica y partidista constituían una carga para el ciudadano
de entonces. Venían después las otras identidades: la familiar, la regional, la racial, la
nacional y la cultural. Al paso que se reafirmaba la identidad conservadora, se configuraba
la de las derechas, un nuevo estilo y manera de ver las cosas.
Fue Álzate un hombre culto. Acumuló vastos conocimientos no sólo en los paradigmas
de su especialidad de abogado, sino también en los de la historia y la ciencia política.
Tenía un dominio de los clásicos de la literatura universal. De la mano de los autores de
la antigüedad, se explicó gran parte de los problemas nacionales. Pero era, ante todo,
un intelectual actualizado. Estaba al tanto de la dinámica editorial de su tiempo. Escribía
en varios géneros. Cuando recurría al histórico, lo hacía conservando las reglas del
arte : citaba exactamente la idea del autor que le interesaba, volcaba sobre el texto un
sinnúmero de autores, a todos permitiéndoles expresarse libremente. A diferencia de
Silvio Villegas, que se inspiraba en sus paradigmas y se regocijaba en derredor suyo,
Álzate era más expresivo, y en sus textos el adversario discurre y se posesiona como
una influencia más. El Álzate que interviene como dirigente principal de la Acción
Nacionalista Popular (ANP), incorpora autores socialistas no marxistas, novedosos
para la cultura leoparda. Pero, sin duda, creemos que el autor que más influyó en el
Álzate de este periodo fue el filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936). Justamente,
38 El porvenir del pasado
después de su muerte, acaecida el 8 de mayo de 1936, se produjo un flujo de sus trabajos,
que incluyó la traducción inmediata de su producción intelectual al español. La obra de
Spengler circulaba simultáneamente con el crecimiento físico y mental de Álzate. La
decadencia de Occidente, aunque ya estaba terminada cuando estalló la Primera
Guerra Mundial, apareció en julio de 1918. En 1922 el autor le dio forma definitiva, y
ya en 1935 el libro circulaba en Colombia en una traducción de la editorial Osiris. Valga
anotar que, gracias a las editoriales chilenas, en Colombia se leían influyentes ensayos
de Spengler: Prusianismo y socialismo, 1935 (escrito en 1920); Seis ensayos,
1937 (escrito en 1927); El hombre y la técnica. 1934 (escrito en 1931); Años de
decisión, 1937 (escrito en 1933). Spengler, quien había acumulado una fama de
pesimista, escribía sus ensayos autoconsiderándose un consejero de Estado. Daba pautas,
opinaba, exigía, criticaba. Era una especie de conciencia. Tenía en alta estima la política,
más importante para él que la economía: "La economía es objeto de la política, en todo
caso como elemento secundario y no como el principal de la historia", escribía. 2 '
Rito y mito.
En la reconfiguración de las identidades, el rito y el mito fueron fundamentales,
como lo fue también la construcción de un enemigo. El conservatismo había perdido
sus rituales como partido, como movimiento, como acción. Los que tenía a finales
de la hegemonía eran ritos de poder, ya parsimoniosos y rutinarios. Los sentidos de
vínculo, pertenencia y solidaridad se habían desperfilado. Y en la medida que
avanzaba, a toda prisa, la liberalización de la sociedad y del electorado, al tiempo
que se hacía invencible el liberalismo en la intensidad de los primeros años de 1930,
el ritual conservador se desdibujaba. Había encontrado la nueva década a un Partido
Conservador sin rituales para la resistencia y la oposición. Puesta esa colectividad
contra la pared, en la violencia revanchista de los victoriosos liberales de 1930, el
sentimiento de estar acompañados, de hacerse fuertes ante el dolor, y el de vislumbrar
la reconquista del poder, creó la necesidad de reverdecer, de reactivar y modernizar
el ritual para que continuara y se adecuara a los nuevos tiempos el mito del Partido
Conservador; habla que evocaba la conservación de la tradición, de lo vernáculo, de
la religión católica, de la cultura nacional; de ese enorme capital de valores acumulado
en casi cien años de existencia de una ideología política.
Empero, el Partido Conservador de la década de los treinta no intervenía al unísono.
Desde entonces, dos corrientes en su seno se cristalizaron y se enfrentaron. De sus
odios heredados y labrados saldrán dos sensibilidades conservadoras que apenas
intentarán reconciliarse, pero que nunca sellarán definitivamente la paz interna'- el
laureanismo y la sensibilidad leoparda. Esta última, se trataba de un coro amplísimo,
que se emulaba entre sí y conformaba toda una sensibilidad que había irrumpido
con la actividad pionera de los Leopardos en los tempranos años veinte y la de la
generación inmediatamente posterior, la de Gilberto Álzate Avendaño, la de 1930, la
d e n o m i n a d a "generación bolivariana". A dicha sensibilidad se s u m a r á el
fundamentalismo doctrinario de nuevo tipo de la extrema derecha conservadora, que
bien podría estar representada por José Mejía Mejía, en Medellín, o por Rodrigo
Jiménez Mejía, en Bogotá, ya en plenos años treinta. De aquí vendrá el remozamiento
del ideario y del ritual conservador por constituir el núcleo más preparado y equipado
del partido. Se trató del contingente que afrontó en el occidente colombiano las
27 Véase "La doble cara de Rusia y los problemas alemanes de Oriente", en Spengler, Oswald. .Seis ensayos. Santiago de Chile, Editorial
Mundo Nuevo. 1937. p, 27.
El porvenir del pasado 39
penúltimas elecciones victoriosas de la hegemonía conservadora en Medellín en octubre
de 1929, en las cuales empezó Álzate su carrera política de organizador de masas.
Con esa experiencia, la sensibilidad leoparda construirá la ritualidad que exigirá la
nueva etapa del partido. Su lucha por modernizar la ritualización conservadora la
llevará a conformar un partido independiente entre 1937 y 1939.
Su propuesta del ritual de "la acción en las calles", en oposición a la política laureanista
de la "legítima defensa", constituyó el momento cumbre de la comunicación entre
conservadores. En la muchedumbre sintieron poder, fuerza y capacidad transformadora.
Gracias a este ritual, entre otros, el militante conservador juzgó que él y sus copartidarios
podían mirar hacia un mismo objetivo. Se sintieron con una única voluntad de ser y
hacer. El ritual de reunirse en manifestaciones políticas de masas les mostró, les hizo
sentir las fuerzas internas de su mito, y les insufló el ánimo de estar vivos; les activó la
conciencia conservadora y les creó una ilusión de seguridad, de fortaleza, de continuidad
y, sobre todo, les hizo vislumbrar la reconquista del poder.
El ritual de la manifestación política estaba acompañado de la conferencia por radio,
de las convenciones políticas, de la conformación de comités municipales y veredales
de partido. El ritual metió a los conservadores de la sensibilidad leoparda en el proceso
de la democracia, aunque dijeran que iban en su contra. A través del rito, llevaron a
escena el resultado de su pensamiento, elaborado en sus textos ideológicos, que
circulaban por su prensa, en artículos, boletines, programas, folletos, hojas volantes,
etc., y puesto al servicio de la resolución de problemas políticos y sociales que hicieran
posible la continuidad del mito conservador.
La creación de la Acción Nacionalista Popular (ANP) en 1937, será su mayor
expresión, su auge y su crisis! en ella, la voz y la actividad de Álzate terminarán
sobresaliendo e imponiéndose. Por ello, no se le haga extraño al lector encontrar en
este libro una historia de Álzate y su tiempo, de Álzate y su comunidad de habla, la
expresión de la sensibilidad en la que se movía. Pero también encontrará apartes de
la historia de los adversarios internos y externos y, sobre todo, encontrará la historia
política de Colombia en pleno desenvolvimiento.
El libro está compuesto por quince capítulos, donde las voces de los protagonistas
están siempre presentes. Así lo hemos querido para que el lector viva y sienta la voz
del pasado, y no sólo la del autor. En muy posible que esto haga pesada su lectura,
pero, en cambio, va en favor del rescate de la memoria y fluye a favor de la
historiografía. En los primeros capítulos ahondamos en el contexto político y cultural de la época en que creció Álzate; tratamos las fuentes de su pensamiento.
Abordamos la conjugación de la universidad y la política que hizo Álzate y que se
expresó en 1929 en la Página Universitaria de El Colombiano. Por primera vez
se aborda esta temática en la historiografía político-literaria colombiana.
El lector tendrá la oportunidad de conocer en detalle sobre la movilización electoral y el
fin de la República Conservadora, y podrá comprender a la generación de jóvenes
conservadores que tuvieron que afrontar, desde la derrota, la encrucijada de los años
treinta. Poco sabíamos de las primeras elecciones durante la República Liberal, nos
remontamos a esa dramática y ya remota época en que Colombia, de conservador, se
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convirtió en un país liberal. Abordamos los mecanismos por medio de los cuales se
llegó a este tránsito. Sostenemos y constatamos que los inicios de la violencia que
caracterizó al siglo XX colombiano, provienen de allí.
A partir del capítulo séptimo, tratamos de comprender y hacer comprender la época en
la que surge el nacionalismo de corte alzatista. Nos introducimos en los "homenajes
fúnebres y discursos conmemorativos", estrategia por excelencia, inventada por el
movimiento nacionalista, que inspiraba y dirigía Álzate, para mantener y rescatar la
mística conservadora después de la derrota, y como parte complementaria de la
abstención decretada por todo el partido. Este libro le dedica atención al ritual de las
reuniones políticas y su papel en la historia de los partidos. Nos referimos a las
convenciones de partido. Por ello, uno de los capítulos está consagrado a las convenciones
conservadoras de 1937.
Desde el capítulo décimo hasta el final, el libro aborda la Acción Nacionalista Popular (ANP), movimiento donde desemboca toda la experiencia acumulada por Álzate
y su sensibilidad política durante los años de la resistencia al régimen liberal.
Demostramos que es a partir de ella cuando emerge el alzatismo, y que de ella sale
un Álzate formado en ese momento no sólo como el hombre guerrero, el reconocido y
útil hombre de masas, sino como el hombre público por excelencia, el sofisticado
escritor político.
La historiografía sobre este importante movimiento de la década de 1930 es poca. El
predominio en Colombia de la literatura de corte liberal y progresista ha ocultado
esta historia. Un manto espeso y denso cubre el proceso de formación política de la
intelectualidad conservadora nacionalista de los años treinta. Incluso, es un periodo
esquivado por muchos de sus protagonistas, que tuvieron todo el tiempo para
reflexionar y procesar esa experiencia. Esto, así mismo, se revela en la selección de
los textos de época que circulan sobre los actores, donde se pasa de lado y se evita
recordar los productos intelectuales del nacionalismo conservador. Nosotros hemos
querido poner de nuevo en escena el periodo y su gente. Sostenemos y demostramos
que no por haber comulgado esa generación con el ideario de los fascismos genéricos
de la época careció de propuestas democráticas. Encontramos que los protagonistas
de la ANP lucharon también por la democracia, aunque algunos, la mayoría quizás,
plantearan lo contrario. Yendo en su contra, la fortalecían, y combatiéndola, la
nutrían. Atacaban al Parlamento, pero rendían culto a los lugares populares y
sagrados de la democracia: la calle y la plaza pública: los desfiles, las concentraciones,
las verbenas, los atrios de las iglesias. Peleaban de frente, con sus voces y sus textos
escritos. Voces que se expandían en sus discursos de plaza y radio, y textos que
circulaban en periódicos, folletos u hojas volantes. No obstante su acercamiento a
las corrientes totalitarias de la derecha europea, a la ANP le debe el país el regreso
del conservatismo a la democracia electoral, con lo cual amainó transitoriamente
una violencia que presagiaba mayores desgracias.
Si bien es del autor la responsabilidad de todo lo que atañe al universo de la escritura
de un libro, una investigación como la que presentamos involucra a la gente que la
gestó y animó. Por eso, expreso mis agradecimientos al historiador Carlos Alberto
Maldonado Zamudio, por su intenso trabajo de cazador y buceador de fuentes, por
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sus ideas y por su interlocución. Estoy agradecido con la familia de Álzate: Marco, su
hermano; Gilberto y Ana María, sus hijos; contertulios y pacientes con mis tesis, no
siempre compartidas, pero sí respetadas. Su interés en esta publicación nos estimuló.
El archivo de La Patria, en Manizales, nos brindó la posibilidad de acceder a los
primeros años del periódico. El Banco de la República, seccional Manizales, también
nos colaboró poniendo a nuestro servicio su hemeroteca. Lo mismo hicieron con las
suyas las bibliotecas Nacional y Luis Ángel Arango. Gracias también al profesor
Vladimir Daza, de la Universidad de Caldas, por su abrigo y por la posibilidad de
socializar el proceso de este trabajo; a Fabio Córdoba Ortiz, por la lectura del texto;
a Enrique Dávila Martínez, por su sabiduría en el manejo del idioma; a J u a n David
Figueroa, siempre en mi auxilio; a mi colega Jaime Eduardo Jaramillo, por
compartirme trozos de la vida de su tío Rodrigo Jiménez Mejía; a mis estudiantes de
ahora: J u a n Carlos Baquero, y a los de ayer, hoy historiadores, con quienes
compartimos a diario la emoción de nuestros hallazgos: Alejandro Cobos, Helwar
Figueroa, Alexander Pereira. La Fundación Gilberto Álzate Avendaño, la Gobernación
de Caldas y el Departamento de Historia de la Universidad Nacional, constituyeron
los apoyos económicos y espirituales para poner en manos públicas este esfuerzo.
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