ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» LA SECRETA LUZ DE LA PALABRA POÉTICA MACHADIANA ANA SUÁREZ MIRAMÓN Universidad Nacional de Educación a Distancia Cuando en 1971 apareció la Poesía de Antonio Machado, con estudio, notas y comentarios de textos de Pilar Palomo, en editorial Narcea, la crítica literaria se abría a nuevas perspectivas. Estaba abandonando el puro formalismo y se decantaba por la semiótica para acercarse al signo literario y descubrir los componentes y su función dentro del conjunto estético de una obra. Pilar Palomo dejaba constancia allí de su importante trabajo, tanto bibliográfico, en cuanto perfiló el texto de O. Macrí, hasta entonces «el más científico y definitivo de fijación textual y recopilación de la obra dispersa del poeta»1, como interpretativo. Incluso hizo preceder a la antología de poemas, con un criterio novedoso y actualizador, la Elegía al poeta Antonio Machado, de Manuel Altolaguirre, publicada un año antes en la revista Prohemio por Margarita S. Altolaguirre. Allí el poeta malagueño marcaba la identidad de su dolor con el de Machado, además de la mutua confianza en una nueva luz o amanecer que, tras la guerra y la muerte, se alzase entre las sombras. Al tradicional poema de Darío inserto en El canto errante (1907) («Misterioso y silencioso»), que siempre había presidido las poesías machadianas, desde 1917, como un canto a la meditación del poeta y a su soledad, esta elegía manifestaba los elementos claves que nos legó el poeta sevillano y que la profesora Palomo desentrañó paso a paso en aquella introducción que, sin duda, era mucho más. Entre esos elementos claves se alzaba el dolor de España y la posibilidad de renacer a una nueva luz (tras la sombra y la muerte) gracias a la 1 Poesía. A. Machado, ed. de Pilar Palomo, Madrid, Narcea, 1971, p. 88. -1- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» palabra. Con ella ansiaba el poeta malagueño recuperar el tiempo en «un ayer y un mañana diferentes»2. Rescatar esa elegía, escrita a la muerte del poeta, aunque inédita hasta 19703, como pórtico a su edición representaba actualizar la vida y muerte del poeta sevillano y, sobre todo, recuperar el mundo poético y afectivo del autor. El estudio introductorio era, en teoría, la aplicación del método semiótico al análisis de la lírica machadiana. Sin embargo, en aquel trabajo se podía reconocer un profundo entendimiento del poeta que difícilmente puede lograrse con sólo aplicar, aunque perfectamente, el mejor método posible, puesto que los elementos personales y los complejos laberintos del autor escapan a cualquier análisis formal. Se hacía necesario recuperar el mundo lírico (afectivo, personal e incluso moral) del autor y seguir, desde su interior el proceso de creación formal. Es lo que hizo la profesora Palomo al reunir en un todo conjunto vivencia y palabra del autor. Sólo con su educación literaria y sensibilidad humanística pudo recrear esos mundos internos plasmados en palabras y desvelarnos el completo valor de esa palabra lírica. HUMANISMO EN EL TIEMPO COMO ESPEJO DEL CREADOR Y DEL CRÍTICO El secreto de tal comprensión hacia la obra machadiana lo desveló Pilar en otro trabajo, en un homenaje a la Poesía que ella dedicó a nuestro poeta. Allí, y bajo el significativo título «Humanismo en el tiempo» nos ha ofrecido completas, las claves de esa profunda comprensión de la lírica del autor que comienza con un primer acercamiento a su figura humana. También en ese título Pilar nos ha ofrecido, en apretada síntesis, el doble secreto de cuanto encierra la relación del hombre con su obra y la del estudioso con los textos. El término humanismo que ella aplica a Machado lo debemos entender en dos sentidos: uno, el derivado del propio autor, en cuyo mundo poético se revela la carga humanística, y otro, el que nos parece corresponde a la propia Pilar en cuanto crítica respecto a su creador. En Ob. cit., p. 89. Fue publicada por Margarita S. Altolaguirre (Dos elegías inéditas del poeta Manuel Altolaguirre) en la revista Prohemio, Barcelona, I, 1 de abril de 1970, p. 23. 2 3 -2- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» el primer caso, todavía tiene extraordinaria vigencia, e incluso el tiempo lo va confirmando con mayor fuerza, el reconocimiento de la presencia callada del humanismo propiamente renacentista en Machado. La idea era entonces de extraordinaria originalidad, y Pilar fue proporcionando datos constantes en el autor que así lo corroboraban. Por ejemplo, la estudiosa destacaba el valor de la luz como principio creador del mundo lírico machadiano, y esa misma luz había constituido el principio ético-estético de la escuela de Florencia, de donde partieron las grandes creaciones humanísticas; también la búsqueda de la eternidad por el arte, como rechazo de la muerte, coinciden en Machado y en el Renacimiento. Asimismo, la fusión de vida y literatura, la importancia del símbolo del jardín, la organización de la lengua poética en símbolos mediante una cuidada estructuración dentro de un sistema cerrado y, sobre todo, la realización de un Cancionero como forma de expresar el sentimiento contenido revelan la identidad del autor con el humanismo. Incluso el Cancionero es doble: primero, realiza uno para Leonor, in mortem, donde incluso el paisaje se va manifestando a modo de pequeño cancionero integrado dentro del anterior en un conjunto doblemente significativo, pues cada elemento del paisaje constituye un símbolo referido a Leonor. Después, y como cierre de su trayectoria poética, realiza un Cancionero definitivo, testimonio de una vida completa, de amistades, de preocupaciones y del amor, que vuelve a ser el centro temático de su obra, aunque ahora el lugar de Leonor lo ocupe una nueva dama. Todo ello justifica plenamente el Humanismo en el tiempo con el que Pilar define a Machado y que nosotros extendemos a ella misma. Lo realmente curioso del trabajo de Pilar es que a partir de una obra de apariencia tan sencilla como la de Machado nos va exponiendo paso a paso la complejidad de su elaboración para desvelarnos todo el proceso creativo. Sólo tras ese análisis detenido que nos ofrece adquiere significado completo la aparente sencillez de los versos machadianos, donde se oculta el profundo poso de la tradición, la verdadera hermandad de la poesía popular y culta, de Manrique, Petrarca, la luz de la mística y Bécquer, entre otros muchos, además de unas vivencias personales que, por ese sentido humanista, se funden con la palabra -3- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» poética. Llegar a esas conclusiones sólo ha sido posible gracias a que la profesora Palomo, a modo de espejo machadiano, ha utilizado su propio humanismo y lo ha proyectado sobre el autor. Dicho humanismo se remonta a sus años infantiles, tiempo en que conoció y se dejó atrapar por la personalidad del poeta y por la magia de sus versos. EL PRIMER CONTACTO CON MACHADO: HUMANIDAD Y MISTERIO POÉTICO Aunque no fuese todavía literatura la prehistoria –o mejor, intrahistoria– humana de la profesora Palomo en su primer encuentro con el poeta, nos ayuda y mucho a constatar que cuando existe una semilla enseguida crece la vida, y en este caso la vida literaria más completa precisamente a partir de Machado. En su caso, desde los trece años hasta ahora, literatura y vida han ido unidas tal como empezaron, a la sombra del poeta sevillano. Ese primer encuentro con Machado se debió, según nos ha contado ella misma, a la sensibilidad humana e institucionista del profesor Federico Portillo quien, además de enseñarle a «amar la libertad y la dignidad humana» y a tener un auténtico espíritu de tolerancia, como maestro le habló de quien había sido su compañero en el Instituto Calderón de la Barca, modelo también de humanidad y comprensión hacia los demás, don Antonio. De aquel modelo humano conoció también Pilar que la poesía, incluso la que refleja y muestra el dolor más grande, no podía ser producto directo de una vivencia personal, sino el resultado de unir sentimiento y razón para expresarlo. Así se le desveló la humanidad del poeta junto con el primer misterio de la poesía. Asimismo, y prácticamente al mismo tiempo, descubrió que ese misterio de la poesía del que hablaba Machado coincidía con el concepto de Bécquer. Resultaba que ninguno de los dos escribía cuando sentía y ambos tenían que luchar para domar «el rebelde, mezquino idioma». El misterio de la poesía se había hecho presente para quien, iniciándose en lo que habría de ser un completo humanismo, iba a volverse a encontrar ya en la facultad con unos versos de otro poeta, Unamuno, quien de nuevo le aseguraba que la poesía era «sentimiento pensado». Así, los tres autores se convirtieron en el -4- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» estímulo más importante para Pilar. Los tres le descubrieron también que la poesía es vida y a ellos se fue sumando una inmensa nómina de autores cuya comprensión le ha permitido siempre, en cualquier estudio realizado, relacionar y explicar temas, motivos y presencias desde una perspectiva mucho más amplia y enriquecedora. Pero quien le abrió las puertas por primera vez a ese mundo misterioso fue sin duda Machado, a través de la voz amiga y cercana de su maestro. EL MAR, SÍMBOLO CERRADO DE LA BIOGRAFÍA MACHADIANA Así comenzó la historia de unas relaciones que nos han permitido a los demás adentrarnos en el secreto de la palabra poética de Machado. Lo primero que percibimos del estudio de Pilar es la unidad de la poesía y de la vida en el autor. Una vida trasvasada a la literatura, por presentirla breve, y una literatura hecha de vida «porque la lírica ha sido siempre una expresión del sentimiento»4. Mirada desde sus últimas obras, incluso desde los apócrifos Mairena y Martín; más aún, desde el último poema escrito en tierras francesas al borde de su despedida, siempre el pasado se hace presente en el autor y los que habían sido motivos iniciales (mar, camino, sueños, infancia) se actualizan y cobran renovada energía. No por casualidad Pilar ha escogido una cita de Mairena para introducirnos en la biografía del poeta sevillano. En ella, observa cómo el mar presagiaba ya antes de su nacimiento el referente real que iba a convertirse en su símbolo más importante de su obra: «Todo comenzó a orillas del agua, cuando ‘unos delfines, equivocando su camino y a favor de la marea, se habían adentrado por el Guadalquivir, llegando hasta Sevilla’»5, y contemplando el espectáculo se encontraron quienes iban a darle la vida. La parte de mar que se introdujo en el Guadalquivir de Machado estuvo siempre presente en su obra como una atracción fatal que constantemente se le revelaba en vida, como sueño, misterio y deseo de la presencia divina, y en literatura, como tiempo, pues agua y mar definían vida y muerte ya en Manrique. María del Pilar Palomo Vázquez, «Humanismo en el tiempo. Antonio Machado: del referente al símbolo», Sobre los textos. Estudios de poesía española contemporánea, Madrid, Ediciones del Laberinto, colección Hermes, 2003 (pp. 101-166), p. 131. 5 Op. cit., p. 103. 4 -5- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» Entre ese mar fundido con el río andaluz y el contemplado por última vez desde una playa francesa, se extiende una existencia marcada por el símbolo redondo o pleno del mar, adonde llevó toda su cosmovisión simbólica. Su trayectoria biográfica quedó determinada también por su nacimiento en Sevilla, como Bécquer, entre sensaciones de luz, aroma y sonido, que se convirtieron ya para siempre en el locus amoenus personal al que, como jardín cerrado, acudía en los momentos de más profunda soledad. La luz, al igual que en Bécquer, y –añadimos nosotros, después de reflexionar sobre los valores renacentistas apuntados por Pilar, en coincidencia con Ficino– va a condicionar el universo de su poética interior. La luz, espejo de su infancia, forma de conocimiento, guía materna y, posiblemente, guía también de la fe, resulta un modo de acercarse positivamente a la realidad muchas veces traspasada por las sombras. Esa luz, que le permitió ahondar en su intimidad y recoger las vivencias, soñadas o reales, le mantuvo aislado del mundo exterior hasta 1907, año en que descubrió nuevos paisajes, como las orillas del Duero, primer contacto con la tierra de Castilla, donde habría de permanecer veinte años. LA LUZ, ELEMENTO DE TRASLACIÓN DE LA MATERIA AL SÍMBOLO A Soria llegó el primer día de mayo hace precisamente ahora un siglo. La luz castellana, descubierta para el arte a finales de siglo, se va a fundir con la suya personal, intimista, familiar y segura, y su resultado será la transformación de todas las sensaciones aprehendidas en un nuevo mundo lírico más amplio, donde los referentes reales van acumulando connotaciones personales para construir nuevos símbolos. Por vez primera, los recuerdos de su mundo ideal se confrontan con la realidad y sirven de esperanza al hombre y al poeta. El tiempo queda así unido por una línea imperceptible donde lo psíquico de sus paisajes interiores, jardines cerrados, se une con lo histórico de la geografía castellana. El Duero será desde entonces el signo-símbolo más apropiado para expresar el devenir temporal, con la siempre sombra culta de Manrique y de la vivida de su Guadalquivir. -6- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» La crítica semiológica aplicada por Pilar a la obra machadiana permite desentrañar el camino de la materia al símbolo y poner de manifiesto que lo que «se ofrece como un engañoso lenguaje referencial», en apariencia fácil, es realmente el resultado de una construcción de lenguaje poético, no basado en el artificio (Sklosky), sino en la capacidad connotativa de las palabras (Eco, Segre). El poeta logra transmitir la emoción gracias a esa suma de connotaciones hondas, profundas e íntimas extraídas de la lengua referencial que describen la realidad. Por ello, al tiempo que el poeta describe la realidad que va conociendo, como los paisajes castellanos, va fraguando una poética eminentemente personal. Como afirma Pilar, en la obra de Machado se puede percibir que «más allá de lo puramente denotativo se establecen a nivel de significado unas relaciones (de la connotación afectiva a la connotación simbólica) en las que reside esa emoción poética del mensaje de Machado»6, emoción que no deja indiferente a ningún lector. Conseguir esa emoción implica un proceso que comienza con la aprehensión de la realidad inmediata y su expresión en signos de comunicación, para después transformar esos signos en nuevos significados procedentes de su propia intimidad. A diferencia de otros poetas de su época, Machado construye su lenguaje poético con «el corazón» (como Unamuno o Juan Ramón), de manera que el sistema de connotaciones, junto a la selección y ubicación de los signos predilectos en un poema, llegan a constituir un producto lingüístico nuevo, las palabras-símbolos que conforman su personal código lírico. LA ORGANIZACIÓN CERRADA DE SU MUNDO POÉTICO La transformación de signo en símbolo se produce tras una doble mirada que en Machado siempre actúa en paralelo: hacia su interior (sueños, recuerdos) y hacia el exterior, pero en todos los casos, descubriendo la realidad y su nombre, primero; recuperando las connotaciones de ese nombre después para, finalmente, elevar la vivencia a símbolo. De aquí procede la secreta luz de la palabra poética machadiana que ha extraído Pilar de su caminar humano y lírico. En su andadura 6 Op. cit., p.134. -7- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» fue fijando objetos y sensaciones en símbolos, pero esos símbolos, a su vez, al relacionarse entre sí y depender unos de otros, llegan a constituir, como nos dice Pilar, «un sistema cerrado, global, en que cada símbolo comporta el siguiente, acronológicamente, en una estructuración de armonía formal renacentista»7. Así podemos ver que su vida, presidida por la forma plena y completa del mar, se corresponde también con la plenitud de su organización simbólica del mundo, como es propio de un humanista ejemplar. Precisamente esa forma plena y cerrada ya expresó, desde Platón, la perfección. En esa cosmovisión machadiana el tiempo, en su doble faceta, reflexiva y teórica o agónica y dramática, con la amenaza de la muerte, preside y organiza el sistema y define su palabra. Si Manrique o la filosofía le pudieron servir de lenitivo a su dolor en ciertos momentos, la sombra de Quevedo aparecía en otros de mayor angustia. En consecuencia, el motivo del camino, de larga tradición para expresar espacio y tiempo, habría de convertirse en el símbolo más importante del autor. Constituye el eje horizontal, o línea sincrónica de la existencia, según el gráfico realizado por Pilar8, de donde procede una línea vertical ascendente, diacrónica, que conecta con el pasado (real y onírico de las galerías introspectivas) y otra descendente que, representada por el agua (vida), retrocede hacia un pasado (fuente) y se dirige al futuro (mar), donde espera la muerte y el misterio. COMPROMISO Y ESTÉTICA EN MACHADO: PLENITUD DE SU PENSAMIENTO En la trayectoria vital del poeta, la misma luz de su infancia, que desde sus primeras creaciones le había permitido ahondar en su sentimiento, le dejó ver también con toda nitidez la realidad inmediata. Nos parece de suma importancia por cuanto revela el interés humano, humanista del autor, las breves pero contundentes citas que desgrana Pilar, al hilo de su análisis poético, sobre el deseo de transformar la realidad española por parte del autor. Pertenecen a su epistolario, pero constatan también el sistema armónico de sus ideas, pues surgen en su época 7 8 Op. cit., p. 148. Op. cit., p. 149. -8- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» juvenil, reaparecen constantemente y cobran tintes dramáticos ya al final de su vida, coincidiendo con las que de manera intuitiva había esbozado a principios de siglo. Pilar ha ido esparciendo estratégicamente textos que muestran, al hilo del esfuerzo por desentrañar el valor de la palabra poética, el documento humano sobre el compromiso del autor con la sociedad. Por ejemplo, del mismo año de Soledades, Pilar nos ofrece un testimonio muy significativo de las preocupaciones del poeta por entonces y de su deseo paralelo de transformar la ética y la estética en la sociedad, empresa en la que participaban también Juan Ramón Jiménez y Unamuno. Sus palabras, de 1903, en carta al poeta moguereño, manifiestan la unidad literaria y humana que siempre le caracterizó. A la vez que expresaba su confianza en el sentimiento como fuerza creadora declaraba su malestar ante la mediocridad moral que ensombrecía todo el esfuerzo de unos pocos en España. Sus palabras de entonces todavía tienen plena vigencia hoy en esta sociedad que parece, en ese sentido, detenida en el ayer: Creo en mí, creo en usted, creo en mi hermano, creo en cuantos hemos vuelto la espalda al éxito, a la vanidad, a la pedantería; en cuantos trabajamos con nuestro corazón. Pero pienso, queridísimo amigo, que es necesario afrontar una gran lucha contra la innoble chusma, nutrida de la bazofia ambiente9. Ese sentido crítico ya lo había apuntado cuando aún era adolescente (1893) y publicaba en la Caricatura junto a su hermano Manuel bajo seudónimo, pero fue en las cartas, cada vez más frecuentes en su vida, a medida que su malestar aumentaba, donde mejor vertió sus confesiones íntimas sobre estos temas y, del mismo modo que nunca abandonó la lucha con el mezquino idioma para crear, nunca dejó de luchar contra la mezquindad moral. De hecho, cuando la muerte de su mujer, Leonor, le sumió en la desesperación («pensé pegarme un tiro») le salvó, como auténtico humanista, su obra (Campos de Castilla) y la sinceridad o «fuerza útil», de su compromiso con 9 Op. cit., p. 108. -9- ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» España: «Hoy quiero trabajar, humildemente, es cierto, pero con eficacia, con verdad. Hay que defender a la España que surge, del mar muerto, de la España inerte y abrumadora que amenaza anegarlo todo [...] Desde estos yermos se ve panorámicamente la barbarie española, y aterra»10. De esa fuerza útil se sirvió el poeta para proyectar su humanismo en el paisaje castellano; primero, desde las propias tierras sorianas y, después, ya desde Baeza, revividas y transformadas en materia poética por la acción del amor y del dolor. Un amor que transformó el paisaje real en realidad íntima vivencial, y que alcanzó a la entraña de la propia España. A partir de los referentes concretos de ese paisaje, su mujer, Leonor, ella, se erige, como imagen romántica («se canta lo que se pierde») y sobre todo como centro vital y artístico en torno a la cual crea un auténtico cancionero renacentista (in mortem), como lo define Pilar, que atraviesa viva riberas, campos y estaciones. Los pronombres entonces se multiplican y las anécdotas dejan paso a lo esencial para ofrecernos una auténtica geografía emotiva. Asimismo, el alma castellana que el poeta había ubicado en Soria y el descubrimiento de la «escuela admirable de humanismo, de democracia y de dignidad» que encontró en la ciudad pasó a representar la imagen total de España. Como si el paisaje soriano le hubiese abierto las puertas del alma castellana, Machado desde entonces comprendió el verdadero sentido de patria («el suelo que se labra») y de la españolidad, no entendida sin la presencia de Don Quijote, cuyo idealismo convirtió el poeta en el auténtico fanal para salvar el futuro de su patria cuando las circunstancias lo hicieran preciso. Por eso la premonitoria frase, recogida por Juan de Mairena, resultó ejemplar: «Porque algún día habrá que retar a los leones, con armas totalmente inadecuadas para luchar con ellos. Y hará falta un loco que intente la aventura. Un loco ejemplar»11. Desde entonces, como nos dice Pilar, se producen dos direcciones en su caminar: una que le lleva a configurar un nuevo jardín interior a partir del paisaje soriano y otra que le abre a nuevos 10 11 Op. cit., p. 108. Op. cit., p. 115. - 10 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» intereses poéticos e ideológicos. Gracias a estas direcciones, es decir, gracias a esa salvación por la palabra, traducida en ese Cancionero, y a la fuerza útil de su compromiso con el hombre, logró superar la soledad vivida en Baeza. DEL CANCIONERO VITAL AL CANCIONERO IDEOLÓGICO La filosofía fue a partir de entonces una nueva compañera de camino y en ella buscó respuestas a los interrogantes del ser, del ser concreto y de la humanidad en general. El resultado lírico se proyecta en Nuevas canciones. En esta obra, como señala Pilar, la «dualidad realidad-sueño que angustió existencialmente a Segismundo, latente en Machado desde su iniciación poética, cristaliza ahora en la dicotomía soñar / velar como síntesis de la existencia humana y se proyecta en una imagen simbólica, como el primer desdoblamiento de complementarios futuros»12. La expresión no podía ser otra que la desnuda, pero al mismo tiempo su españolidad auténtica no le permitió utilizar otra forma más representativa de la tradición que la popular esencial procedente del folclore, la del río de la vida que definió Juan Ramón, «la cultura viva y creadora de un pueblo». En estas canciones Machado actualiza el diálogo del hombre consigo mismo, con los demás y con el futuro, pero apuntan también los dramáticos desdoblamientos del poeta en sus complementarios, para tratar de expresar la difícil y problemática unidad del ser. Estos desdoblamientos son primero líricos, desarrollados en sueños, y después pasan a ser verdaderos entes de ficción, con biografías propias, situados en un espacio y tiempo concretos. A través de esas vidas Machado desaparece y da paso al fundamental, Juan de Mairena, transmisor, a su vez, de Abel Martín. EL PROCESO DE CREACIÓN VERIFICADO EN TRES POEMAS REPRESENTATIVOS La complementariedad entre vida y literatura queda corroborada en el estudio de Pilar con el análisis de tres poemas breves pero decisivos para experimentar cómo se verifica el proceso de creación del autor en sus diferentes 12 Op., cit., p. 127. - 11 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» facetas. Los tres poemas son breves, sencillos en apariencia pero preñados del completo humanismo del autor. El primer ejemplo corresponde a Campos de Castilla: Señor, ya me quitaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar. Si anteriormente la profesora Palomo se había referido a este texto por su valor de liberación del sentimiento y por su capacidad poética creadora (la soledad del poeta tras la muerte de su mujer y la utilización del símbolo del mar como misterio y angustia), ahora va analizando todos los elementos estilísticos utilizados por el autor para transformar una emoción personal en un elemento artístico y nos va desvelando el proceso de contención del sentimiento y la forma en que se manifiesta la emoción. Nos muestra cómo una vivencia contenida se puede transformar en palabra poética y transmitir toda la profunda emoción auténtica con sólo ir dosificando gradualmente el sentimiento y colocar en posición rítmica fundamental, de cierre, el símbolo mar, es decir, combinando el sentir auténtico del autor y transformándolo en materia poética. Nos enseña cómo el término mar ha sustituido a los posibles elementos de dolor que pudieran aparecer para dejar abiertas las complejas significaciones del signo, capaz por sí solo de transmitir todo el dolor personal. Además, la elección del verso alejandrino, con su cadencia pausada y lenta, marca la independencia de cada unidad poética, convertida así en constante llamada a Dios; asimismo, el contraste entre la diferente medida de los hemistiquios, más la rotunda rima aguda de los versos pares, logra intensificar todavía más la palabra final del último verso hasta hacerla rimar con clamar. El tono invocativo (en tres versos se repite Señor y en uno se apela a Dios) recoge así toda la angustia que las palabras portadoras de ese significado no hubieran conseguido transmitir con la emoción silenciada a la vez que profunda tal como se desprende del poema. El análisis es extraordinario y completa el valor de diferentes poemas - 12 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» anteriores recogidos por Pilar en su estudio como representativos de diferentes valores del paisaje castellano («Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día», «He vuelto a ver los álamos dorados») y de la soledad del poeta («Eran ayer mis dolores», «Palacio, buen amigo»). Una soledad que difícilmente se puede expresar con más dolor sin manifestar semánticamente ese dolor. Los dos ejemplos siguientes proceden de Nuevas canciones y son muy breves En el primero, Pilar ejemplifica la importancia que en la poesía de Machado adquieren los poemas dentro del sistema y la perfecta organización de ese sistema. El río despierta. En el aire oscuro, sólo el río suena. ¡Oh canción amarga del agua en la piedra! ...Hacia el alto Espino, bajo las estrellas. Sólo suena el río al fondo del valle, bajo el alto Espino. El poema elegido, el VIII, dentro de los diez que completan el corpus de canciones de Tierras altas, de Nuevas canciones, constituye un modelo significativo si se atiende a la totalidad del conjunto de canciones sobre el paisaje en que se integra, a modo de un completo Cancionero. Aislado de su conjunto, su significado es limitado, aunque tenga entidad propia. Sin embargo, haciendo la lectura a partir del conjunto al que pertenece, tal como hace Pilar, su significado resulta mucho más completo. Como afirma la estudiosa «la estructura de cada uno de estos textos se ensancha en ondas concéntricas hasta fusionarse con la totalidad»13 y en ese conjunto, como si se tratase de una unidad, encuentra un clímax ascendente y un anticlímax, formado por esta estrofa-poema seleccionada que señala el punto de 13 Op. cit., p. 160. - 13 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» mayor intensidad. Considera Pilar que en esa estructura se puede encontrar una perfecta organización: una introducción, formada por las estrofas I a IV de la serie, donde se marca el tiempo y el espacio invernal y se anticipa (en la IV) la recuperación íntima de una primavera evocada; posteriormente, encuentra una explicación en las tres canciones siguientes (V-VII) que van recuperando el pasado espacial (geografía soriana) gracias a los sueños y evocaciones sentimentales (con Leonor), hasta concluir en esa VIII canción seleccionada, en donde diferentes elementos cobran un significado mucho más importante. Por ejemplo, el ruido del agua se corresponde con el sonar del agua de la IV pero, a su vez, ese símbolo del agua llena de sugerencias la sensación auditiva de la IV. Es decir, unas se necesitan a otras para desvelar su significado autónomo completo. La luz inicial de las primeras canciones (nieve, invierno) se ha transformado definitivamente en la canción VIII en oscuridad y silencio, pero además esa soledad y silencio se hacen más dramáticos por las referencias al alto Espino, que traduce la muerte de Leonor y el lugar donde está su tierra, alejada ya de la realidad del poeta y transformada en sueños. Precisamente en esa forma de lectura que hace la profesora Palomo, la obra del autor, incluso la realizada con la materia poética popular, como en este caso, adquiere una nueva dimensión. Ya no se trata de una mera evocación del paisaje soriano a partir de pinceladas rápidas y breves, sino que hay una intencionalidad artística mucho más profunda que enriquece la estructura de Nuevas canciones y los poemas individuales, además de poner de relieve la compleja facilidad de la obra de Machado. Por último, también del mismo libro, pero de la sección Canciones del alto Duero, escoge un ejemplo de seguidilla de bordón, procedente del folclore, para enseñarnos cómo se efectúa el proceso de transformación de una canción popular en un producto totalmente personal: - 14 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» Colmenero es mi amante y, en su abejar; abejicas de oro vienen y van. De tu colmena, colmenero del alma yo colmenera. La canción elegida figura con el número III de las seis que componen la sección. Pilar nos advierte que en el caso concreto de estas canciones se necesita acudir a una perspectiva diacrónica del proceso de la canción popular para hallar el verdadero significado del ejemplo seleccionado. Por ello, analiza la canción elegida, «bajo un prisma evolutivo y comparatista», porque entiende que él es el que colmará o rellenará las huidizas insinuaciones del poema, aunque, por supuesto, se fije y parta del texto en sí mismo14. En primer lugar fija la estructura de las canciones del alto Duero (cinco de mozas, con sucesivas amadas del molinero, del pastor, del colmenero, del leñador y del hortelano, y una, con diferente emisor, que se dirige a las cinco amadas animándolas al baile, con el ritmo alegre de la seguidilla), para después ocuparse de la métrica (sigue el esquema tradicional de seguidilla con bordón). Finalmente atiende a la temática, y analiza cómo las seis canciones recrean viejos temas poéticos de la lírica amorosa tradicional (sobre todo por la presencia del hortelano, del molinero y del colmenero). A partir de estos antecedentes, que la profesora Palomo ilustra con bastantes ejemplos de la poesía tradicional y culta), el tema de la canción elegida (junto con las canciones I y V, en donde también son protagonistas los tradicionales amantes hortelano y molinero) recopila dos notas fundamentales: el lirismo y el erotismo (incluidos en los símbolos de la abeja y el colmenero), que se convierten en portavoz del propio autor con sólo relacionar la presencia de Soria en esas canciones del alto Duero e incluir una alusión intimista (del alma). De esta forma el poeta convierte lo que podría ser una alegoría tradicional en algo propio y personal. 14 Op., cit., p. 164. - 15 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» El análisis de estos tres ejemplos, además de constituir un modelo de comentario de texto, pone de manifiesto el carácter auténticamente humanista del poeta en todas sus dimensiones. EL RECURSO AL CANCIONERO COMO IMPRONTA HUMANISTA DEFINITIVA A la luz del humanismo de Machado, tan bien analizado por Pilar, no nos parece casual que Machado (al igual que Unamuno) se refugiase en un Cancionero sobre todo al final de su vida-obra. En Machado, su Cancionero es múltiple: el Cancionero in mortem de Campos de Castilla, el intimista vertido ante el paisaje de Nuevas canciones y el de Abel Martín y de Juan de Mairena, pero esa multiplicidad aparente resume la unidad vital, de pensamiento y estética. Con ellos expresó, en los diferentes momentos, los temas más importantes de su trayectoria: la angustia ante el tiempo, teñida de reminiscencias quevedianas (Abel Martín), la mirada filosófica y artística (Mairena), y el amor. Sin duda se trata de una forma de salvación por la palabra que el metro corto permitía estampar lapidariamente. En esto coincidió con Unamuno y ambos recuperaron en ese Cancionero final, a modo de un lírico retorno, todo el pasado poético y vital que ya los Cancioneros parciales habían expresado anteriormente. En el caso de Machado, incluso el jardín cerrado inicial, espacio de felicidad, vuelve a adquirir una presencia viva al final, y en ese momento otra mujer, ahora Guiomar, ocupa ese hortus conclusus que siempre estuvo presente en el sueño del poeta, pero que se correspondía vitalmente con una realidad nueva conocida desde su nuevo destino, Segovia: «En un jardín te he soñado, / alto, Guiomar, sobre el río». Pilar Palomo, con gran acierto, define a Guiomar como «la dama de un Cancionero. Un Cancionero que aspira a ser la expresión de la totalidad machadiana». A partir de esta afirmación tenemos que añadir que la coincidencia con el Cancionero unamuniano es total. Tras las Nuevas canciones, la lírica de Machado se expresa ya a través de los apócrifos. Mairena, convertido en el trasunto de un Machado más activo y partícipe de la vida social y cultural de Madrid, se ocupa entonces de transmitir la poética y, desde 1936, su ideología, mientras Martín no - 16 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» deja de registrar la lucha contra el tiempo. Por su parte, Machado recupera su tiempo y su vida por el sentimiento y el sueño. Precisamente sus canciones a Guiomar constituyen la síntesis del ser real que revive su pasado, del Mairena poeta y del pensador Martín. Este último amor se erige así en el auténtico catalizador del tiempo. Entre los tres se reparten todo el mundo interior de Antonio Machado. Asimismo, y siguiendo ese hilo conductor del humanismo señalado por Pilar, hay que retomar ese poema a Guiomar para apuntar otras posibles resonancias de la tradición que nos sirven para unir en Machado el tema del tiempo con la intimidad del autor. La magia se ejecuta a partir de esa «ave insólita que canta / en el almez dulcemente». Esa insólita ave nos recuerda al pajarillo cuyo canto embelesó al monje de la Cantiga CIII de Alfonso X el Sabio. Aquel monje, que había pedido a la Virgen conocer las delicias del Paraíso, salió al jardín y al oír el canto del pájaro y escuchar el rumor de la fuente (los dos elementos que se muestran en el espacio que sueña a Guiomar-Leonor), se entretuvo trescientos años escuchándolos. Había traspasado el umbral de la temporalidad para instalarse en la eternidad. En ese poema de Machado también se detiene el tiempo por obra de la magia del amor, del locus amoenus y del sueño, que le permite ubicar fuera de la materia a la persona amada. Por todo, si detener el tiempo por la palabra sólo se concede al creador, al verdadero artista, también quien logre acceder al secreto del artista y re-crear su obra debe participar, en cierto modo, de la misma facultad. Y Pilar ha logrado, de modo ejemplar, ofrecernos un Machado profundo, consciente de las posibilidades creativas de la palabra y de las posibilidades creativas del ser humano y de la tradición. De ahí que ese humanismo en el tiempo sea una pervivencia doble: la de Machado con su bagaje lírico y la de Pilar con su inteligente penetración en los textos machadianos que, como las creaciones del poeta, sólo resulta fácil en apariencia. Tras ella nos ha mostrado el perfecto conocimiento de textos de nuestra tradición, el sabio manejo de la teoría literaria y el auténtico valor de los signos y de los símbolos. En su capacidad para relacionar unos textos con otros nos ha - 17 - ANA SUÁREZ MIRAMÓN «La secreta luz de la palabra poética machadiana» enseñado también a reflexionar sobre el proceso de creación en un autor y sobre las amplias posibilidades de hacerlo. El copyright de este artículo pertenece a su autor. Puede citarse libremente con fines académicos siempre que se identifique adecuadamente su fuente, consignando la referencia bibliográfica completa: SUÁREZ MIRAMÓN, ANA (2008): «La secreta luz de la palabra poética machadiana», Rapsoda. Revista de Literatura, núm. 0, junio, en <http://www.ucm.es/info/rapsoda/inhonorem/suarez_machado.pdf>, consultada el (día) de (mes) de (año). Pueden incluirse enlaces a este artículo en otras páginas. Quienes estén interesados en reproducir este artículo íntegramente en otra publicación, electrónica o no, deben contactar con la dirección de la revista, por correo electrónico ([email protected]) o postal: Milagros Arizmendi Martínez Revista Rapsoda (Dpto. de Filología Española III) Facultad de Ciencias de la Información Universidad Complutense de Madrid Avda. Complutense s/n 28040 MADRID - 18 -