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D9VERSUM
ESTUDIOS EN HONOR DE
ÁNGEL-RAIMUNDO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
eUNSA
(4/JUM
D9VERSIAM
ESTUDIOS EN HONOR DE
ÁNGEL-RAIMUNDO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
GUNSA
30
ANIVERSARIO
1967-1997
E D I C I O N E S U N I V E R S I D A D D E N A V A R R A . S.A.
PAMPLONA
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sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de
ella mediante alquiler o préstamo públicos.
© Copyright 1997. Kurt Spang (Coord.)
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
ISBN: 84-313-1538-5
Depósito legal: NA 2.084-1997
Imprime: Line Grafie, S.A. Hnos. Noáin, s/n. Ansoáin (Navarra)
Printed in Spain - Impreso en España
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Plaza de los Sauces, I y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
Teléfono: 34 (9)48 25 68 50 - Fax: 34 (9)48 25 68 54
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
11
CURRICULUM
13
CONTRIBUCIONES:
MAGDALENA AGUINAGA ALFONSO
Comportamientos femeninos en La quimera
de Emilia Pardo Bazán
23
CONCEPCIÓN ALONSO DEL REAL
Fecho ¿retórica o
filosofía?
35
IGNACIO ARELLANO
Las aventuras del texto: del manuscrito al libro
en el Siglo de Oro
41
ANA ARMENDÁRIZ
El comedido hidalgo: una propuesta interesante sobre
la identidad del Quijote y otros personales cervantinos
67
ROSALÍA BAENA MOLINA
Campus Novel: paradigmas de un género novelístico
en Inglaterra
79
ENRIQUE BANÚS
Traducción-recepción-imagen: García Lorca en Alemania
97
MARÍA M. CABALLERO WANGUEMERT/U
Los «Sueños en el umbral» de una mujer dividida
115
GUILLERMO CARNERO
Sensibilidad y romanticismo en la novela española
del Siglo XVIII
131
MANUEL CASADO VELARDE
La transición política española a través del léxico periodístico
151
FRANCISCO CROSAS
Leyendo A ilustre casa de Ramires a la luz del Quijote
173
FRANCESCO DÍAZ DE CASTRO
La Celebración de Gerardo Diego
187
MIGUEL D'ORS LOIS
Cartas y papeles de Villaespesa dirigidos a Ángel Barrios
209
J. ENRIQUE DUARTE
El peregrino
de Jesús Torbado. ¿Qué es una novela histórica?
227
J U A N M . ESCUDERO
Descripción y cronología en las Comedias sueltas. Un ejemplo:
Calderón y El alcalde de Zalamea
243
ROSA FERNÁNDEZ URTASUN
El Surrealismo francés y Vicente Aleixandre
263
VÍCTOR GARCÍA RUIZ
Cipriano Rivas Cherif, el teatro experimental y los clásicos del Siglo
de Oro. Nacimiento, una función navideña en 1932
273
FERNANDO GONZÁLEZ OLLÉ
Sistema comtiano de los tres estadios y neoclasicismo en Zurita,
de Clarín
319
ANA GURREA
El griego deJesús Fernández Santos: un genio en la penumbra
de Toledo
333
JOSÉ MANUEL LOSADA GOYA
La mujer en el mito de Don Juan
345
M ÁNGELES LLUCH
a
Dimensión histórica y elementos ficcionales de El insomnio de
una noche de invierno de Eduardo Alonso
355
J.L. MARTÍN NOGALES
Lenguaje y propaganda en las novelas de García Serrano
JOSÉM
a
373
MARTÍNEZ CACHERO
Noticia de la revista «Santo y seña» (Madrid, 1941-1942)
383
CARLOS MATA INDURÁIN
Amor, vida y muerte en las rimas de Teresa, de Miguel
de Unamuno
395
JAVIER DE NAVASCUÉS
Ceremonia secreta de Marco Denevi: la teatralidad de la vida
en la ficción novelada
413
BLANCA O T E I Z A / M CARMEN PINILLOS
a
Un documento sobre los Autos sacramentales de Calderón:
la Disertación
de Juan Isidro Fajardo
429
CONCEPCIÓN REVERTE BERNAL
El Unanimismo y la poesía de César Vallejo.
459
EVANGELINA RODRÍGUEZ CUADROS
El teatro breve calderoniano: solaje de una nueva estrategia crítica ... 4 7 1
M VICTORIA ROMERO GUALDA
a
Funciones de la Prensa: una posible aplicación didáctica
501
CARMELA PÉREZ-SALAZAR
Un testimonio del contacto de lenguas: el castellano de un emigrante
vasco del S. XVIII
513
CARMEN SARALEGUI
Un apunte sobre diferencias regionales en el vocabulario
527
KURT SPANG
La tumba y la estatua
539
ALONSO ZAMORA VICENTE
Un lugar tan apacible, abrigado, mullidito
549
MIGUEL ZUGASTI
Un texto virreinal inédito: loa para la zarzuela También se vengan
los dioses de Lorenzo de las Llamosas
553
LAS AVENTURAS DEL TEXTO:
DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
IGNACIO ARELLANO.
Universidad de Navarra
H
ablar de las aventuras del texto en su viaje desde la concepción primera
por el creador hasta el cierre del círculo comunicativo en su recepción,
es hablar en realidad, de las vicisitudes de la transmisión literaria en el Siglo
de Oro, o al menos de algunos aspectos claves de la transmisión literaria.
Habría que examinar en este terreno muchos detalles y establecer muchas
distinciones. No es igual la situación de los textos poéticos, a la de los dramáticos o de los textos en prosa, ni tampoco podemos asimilar las aventuras
de los textos de ficción narrativa a las de los escritos de índole científica,
jurídica, religiosa, técnica, etc.
En el espacio de que puedo disponer en esta ocasión me ocuparé
solamente de algunas reflexiones generales y algunos ejemplos que me
parecen significativos, sin intentar una revisión sistemática de esta transmisión textual aurisecular en cuyo horizonte el libro va alcanzando un protagonismo obvio, pero no sin problemas variados que sugeriré someramente.
En un trabajo clásico el gran erudito Rodríguez Moñino examinó el
panorama de la transmisión textual de la poesía en el Siglo de Oro, planteando algunos aspectos que nos interesa recordar aquí; atañen sobre todo a
la poesía, pero son parcialmente válidos para otros géneros. Luego haré
alguna reflexión sobre otro tipo de textos.
1
Las referencias bibliográficas corresponden a la lista final, donde van con sus datos
completos pertinentes.
42
IGNACIO ARELLANO
Construcción crítica y realidad histórica. Transmisión manuscrita o impresa.
La difusión del texto
Una cuestión básica que afecta a la poesía (y en cierta medida también al
teatro) es el de la correspondencia entre la realidad histórica de su difusión y
la construcción crítica que los estudiosos o lectores modernos tienden a
esbozar. En otras palabras, debemos preguntarnos sobre cómo y cuánto se
difundió en el Siglo de Oro un texto poético, cuál era la trayectoria de un
texto del manuscrito a la edición y a la venta del libro.
Como señala el citado Rodríguez Moñino, para conocer el estado de la
poesía española actual, bastaría acudir a las librerías para obtener la
producción de un poeta, —con más o menos paciencia según la librería—.
Las revistas, periódicos, noticias de televisión, escaparates, campañas
publicitarias, noticias en la radio, etc. permiten reunir con cierta seguridad y
rapidez el conjunto de fuentes necesarias para una lectura completa. La facilidad para la comunicación entre poeta y público es grande. Hay suplementos culturales de periódicos, revistas especializadas, catálogos, internet... El
lector actual tiene medios numerosos y definidos para conocer la obra
poética de nuestro tiempo.
En el Siglo de Oro un lector tiene dos vías de adquisición del texto: una
es individual, la otra colectiva.
La colectiva ahora no me interesa demasiado en el contexto de esta
exposición. Se refiere al sermón y al teatro, dos momentos privilegiados en
los que una masa de receptores recibe obras de más o menos rango literario.
La oratoria sagrada tiene acusada conciencia de la necesidad de conmover al
oyente y utiliza recursos literarios y teatrales, como es sabido, y en cuanto
al teatro, no hace falta ponderar su importancia como fenómeno festivo y
espectacular en el XVII. Pero esta recepción colectiva no es escrita y tiene
poco que ver con el libro. Cuando el teatro o el sermón pasan al libro nos
encontramos con la segunda vía de adquisición del texto, la individual.
La vía individual es la lectura. Y aquí un lector del Siglo de Oro tiene
ciertas dificultades. No existen los medios de comunicación del Siglo XX:
el lector áureo se entera de los textos solamente leyéndolos, y los puede leer
en manuscrito o en libro. Es importante saber pues la cantidad y facilidad de
leer cualquiera de estas modalidades.
Textos impresos poéticos. Manuscritos poéticos
En lo que afecta a la poesía lírica la transmisión impresa es muy
reducida. El libro de poesía, salvo excepciones, no es negocio para los
impresores, ni tiene al parecer vocación de lectores masivos. Los principales poetas suelen acogerse el «odio al vulgo profano» y no se preocupan
excesivamente de imprimir sus obras. De unos 45 poetas de edades entre 20
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
43
y 60 años, situados entre 1588 (expedición de la Armada contra Inglaterra)
y 1621, subida al trono de Felipe IV, solo una docena de ellos tienen libros
impresos en esa época. Son poetas como fray Luis de León, Fernando de
Herrera, San Juan de la Cruz, los Argensola, Góngora, Lope, Cervantes...
Un contemporáneo suyo disponía de muy pocos libros de estos poetas para
conocer su obra. Barahona de Soto, San Juan, Fray Luis, Francisco de la
Torre mueren sin haber publicado un solo libro de versos. Baltasar del
Alcázar muere en 1610 sin estampar nada. Lope de Vega es caso aparte y sí
publica mucho; pero Lope es excepcional en casi todo. Algunos ejemplos:
Carrillo muere sin imprimir nada en 1610 (se publican sus poesía en 1611);
Rodrigo Caro muere en 1647 y hasta 1883 no se publicarán sus poemas;
Pedro de Espinosa muere en 1650 y publican sus poesías en 1909; Baltasar
Elisio de Medinilla, amigo de Lope tiene aún sus poemas sin recoger en un
libro ; Quevedo, que muere en 1645, tiene publicación postuma en el
Parnaso español de González de Salas, en 1648; Francisco de Rioja, muerto
en 1659 ha de esperar a 1867 para que sus versos vayan a la imprenta.
Otros, muy pocos, publican en vida: el Príncipe de Esquilache, Esteban
Manuel de Villegas, Juan de Jáuregui, Soto de Rojas....
La conclusión de Rodríguez Moñino, de quien proceden los datos que
acabo de apuntar, es que el libro con la obra lírica de un autor es excepción
en los grandes poetas del Siglo de Oro, que como mucho ven algunos
poemas impresos en antologías, florestas y demás colecciones varias.
La transmisión manuscrita ¿suplía esta falta de libros? La dificultad de
transmisión manuscrita es obvia: la copia es difícil, provoca errores, es
cara. Los poetas no suelen preocuparse de preparar cuidadosamente sus
originales. La mayoría de los volúmenes recogidos son tarea de amigos,
aficionados, etc. La obra de fray Luis pasa a la fama general con la edición
que preparó Quevedo en 1631, la del propio Quevedo la prepara al final
González de Salas, aunque parece que el poeta en este caso estaba ocupado
en ordenar sus obras cuando murió. El principal conjunto de poesías gongorinas está en el manuscrito Chacón, recogido por don Antonio Chacón,
señor de Polvoranca, para regalárselo a Olivares (este es un cuidado
manuscrito por la razón de su destinatario). De Juan de Salinas nos dice un
contemporáneo que siempre miró con repugnancia la idea de imprimir sus
poesías y que se disponía a quemarlas cuando lo interrumpió la llegada de
unos amigos. Francisco de Figueroa mandó quemar a la hora de su muerte
sus versos. Apenas hay manuscritos globales de los principales poetas. Son
excepciones fray Luis de León, San Juan de la Cruz, los Argensola y
Góngora; de los primeros se preocuparon de copiar las obras sus hermanos
de orden; los Argensola se movían en elevados círculos sociales en donde
2
Está en prensa en los momentos en que redacto estas líneas una edición de
Abraham Madroñal Duran, de la poesía de Medinilla. en la colección de Anejos de
la Revista de Filología Hispánica de la Universidad de Navarra, Rilce.
44
IGNACIO ARELLANO
seguramente habrían de regalar copias de sus poemas, y Góngora es el
único caso conocido de poeta cuyas obras copiadas a mano se explotaban
comercialmente por profesionales de la librería.
El ejemplo de Cervantes es significativo: «yo he compuesto, dice en el
Viaje del Parnaso, romances infinitos», de los que conocemos hoy una
veintena. Se han perdido los demás.
En esa aventura del texto a que me refería en el título de mi exposición,
muchos textos poéticos parecen haberse perdido; sin duda han de luchar
denodadamente para llegar al público.
Más abundantes que las impresiones o colecciones manuscritas globales
son las impresiones de antologías donde aparecen obras sueltas, y lo mismo
sucede con la transmisión manuscrita de obras sueltas: romances, jácaras,
sonetos, etc. son mas fáciles de copiar.
Pero una pieza breve copiada a mano tiene otra serie de problemas que
conocen muy bien los críticos posteriores: nada más fácil que copiar un
soneto, poniendo o no el nombre de su autor, almacenarlo en un cajón con
copias de otros poetas, o del propio colector, dejarlo a otro aficionado...
Los problemas que semejante tipo de transmisión suponen a la hora de
atribuir determinadas piezas a su verdadero autor son fácilmente concebibles. Muchas pasan a la imprenta ya mal atribuidas. Versos de Aldana han
sido atribuidos a Bartolomé Leonardo de Argensola, de Gregorio Silvestre
y Gutierre de Cetina a Diego Hurtado de Mendoza, de todos a Lope y de
Lope a todos... Han llegado a imprimirse poesías de Juan del Encina en las
Obras completas de don José de Espronceda.
En el territorio de los impresos surgen los pliegos sueltos, que es un
fenómeno importante. De costo mínimo y gran difusión recogen textos de
todo tipo, entre ellos los líricos. Todavía hay mucho que estudiar, pero son
fuente básica que llega casi hasta nuestros días . Más que el libro, el pliego
suelto fue medio privilegiado de difusión.
No hay que olvidar con todo, en este panorama, el tipo de público al que
se dirigen estos textos. Una explicación de la falta de libros de poesía en el
Siglo de Oro es seguramente el reducido y exquisito público al que van
dirigidos. Si la mayoría del público es analfabeto y poco apto para la
fruición poética de muchos de estos textos, ¿para qué imprimirlos?
La transmisión manuscrita en reducidos círculos de entendidos sería
suficiente. A esto hay que añadir la vigencia de la transmisión oral todavía
3
Es terreno cada día mejor conocido gracias a investigaciones como las del proyecto
de «Catálogo de los pliegos sueltos poéticos del siglo XVII», dirigido por M. Cruz
García de Enterría: véase, por ejempo, el modélico Catálogo de los pliegos sueltos
poéticos del siglo XVII de la biblioteca de Antonio Rodríguez Mollino, de V.
Campo, V. Infantes y M. Rubio Árquez, Alcalá, Universidad, 1995, que continúa
aportaciones del propio Rodríguez Moñino, ya clásicas como su Diccionario de
pleigos sueltos poéticos (Siglo XVI), Madrid, Castalia, 1970.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
45
muy fuerte: en el Quijote se pueden ver varios casos de lecturas en voz alta
en grupo de gentes más iletradas, que sin embargo acceden al texto literario
a través del oído.
Textos impresos teatrales. Los manuscritos
La lírica es cosa de minorías. El extremo opuesto seguramente es el
teatro, con su enorme éxito en la sociedad de masas del Barroco. El teatro,
entonces, ¿conoce un auge editorial notable? No podemos decir tanto. Por
razones distintas a las que sucedían con la lírica, tampoco el texto dramático
conoce un camino fácil hacia la imprenta y hacia la publicación en forma de
libro. Naturalmente no quiero decir que no haya numerosos textos dramáticos impresos, pero en comparación con los que fueron compuestos por los
dramaturgos y en comparación con el status de la representación teatral, no
puede decirse que la impresión de comedias fuera tampoco algo hecho en
cantidad y calidad apreciables.
Las piezas dramáticas del Siglo de Oro se escribían, primordialmente,
para ser representadas. Su consumo pertenece al territorio del espectáculo, y
solo secundariamente a la literatura. Baste recordar que las comedias auriseculares se imprimían solo después de haberse gastado en las tablas, y que
los ingresos del poeta dramático procedían de la venta de las comedias a las
compañías de actores, y no de su impresión.
El rango secundario de la publicación en forma impresa explica en parte
las deficiencias de la transmisión textual. Una comedia que resultaba demasiado larga y obligaba al impresor a usar otro pliego de papel, podía ver
cortados sus versos para meterla en el cuadernillo que quería gastar sin
empezar otro. Un impresor que utiliza un manuscrito de autor, es decir, el
que ha usado la compañía teatral para sus representaciones dispone casi
siempre de un texto modificado según las necesidades de la compañía, con
papeles cortados, aumentados, cambiados, etc. Si dispone de un texto de
memorión o memorilla, el grado de fidelidad textual se puede fácilmente
imaginar. Este fenómeno de los memoriones (gente de gran memoria que
asistía a las representaciones, se aprendía de memoria el texto y luego lo
copiaba o dictaba, obteniendo así normalmente un texto muy corrompido
que iba a la imprenta en ocasiones) lo sufrió, por ejemplo, Lope de Vega,
quien en la dedicatoria de La Arcadia, parte trecena de sus comedias, cuenta
que
h a b i e n d o h e c h o diligencias para saber de uno de estos m e m o r i o n e s
l l a m a d o El d e la G r a n M e m o r i a , si la tenía, y h e h a l l a d o , l e y e n d o s u s
t r a s l a d o s q u e p a r a un v e r s o m í o hay infinitos s u y o s , llenos d e l o c u r a s ,
d i s p a r a t e s e i g n o r a n c i a s , b a s t a n t e s a q u i t a r la h o n r a y o p i n i ó n al m a y o r
ingenio
46
IGNACIO ARELLANO
En el XVII, por ejemplo, las comedias de Lope se publican en 25 partes
editadas entre 1604 y 1647, especialmente en las prensas madrileñas y
zaragozanas. Hasta la octava parte el poeta parece ajeno a las impresiones.
Después el propio Lope o su yerno, Luis de Usátegui (a partir de la Parte
XXIII) vigilan las ediciones. En el prólogo de la Parte XV habla Lope de
las ocupaciones de otras cosas no le dan lugar a corregirlas como
quisiera, que reducirlas a su primera forma es imposible; pero tiene por
menos mal que salgan de su casa, que no de las ajenas, por no las ver
como las primeras en tal dicha [...] escritas con otros versos, y por
autores no conocidos, no solo de las musas, pero ni de las tierras en que
nacen
Imposible reducirlas a su primera forma, dice: porque téngase en cuenta
que Lope vendía sus manuscritos a las compañías de actores, y en muchas
ocasiones no le sería posible recuperar el texto en su forma original.
En el caso de Calderón lo que sucede generalmente es que el éxito de sus
obras provoca la aparición de frecuentes ediciones piratas o provenientes de
textos defectuosos. El panorama calderoniano se complica porque es un
caso excepcional de tendencia a la reescritura de sus piezas a la hora de prepararlas para la impresión, de modo que en ocasiones es difícil discernir qué
texto representa la última redacción que el poeta decidió, sobre todo por la
poca fiabilidad de los textos impresos, transmitidos masivamente en las
sucesivas Partes de sus comedias. La Primera (Madrid, 1636) y Segunda
(1637) las cuidó el hermano de don Pedro, José. Las siguientes tienen
menos garantía. De la Quinta Parte, por ejemplo, las dos ediciones de
Madrid (1676) y «Barcelona» (1676; en realidad se imprime en Madrid, con
datos falsos) son fraudulentas. Juan de Vera Tassis, amigo de Calderón,
imprime la Verdadera Quinta Parte (Madrid, 1682).
Calderón se queja constantemente de las corrupciones que toman sus
obras al ser impresas: en la dedicatoria a un amigo ausente en la Cuarta parte
de comedias escribe:
no solo hallé en sus impresiones que ya no eran mías las que lo fueron,
pero muchas que no lo fueron impresas como mías... no es su dueño el
que la vende, sino el apuntador que la traslada o el compañero que la
estudia o el ingenio que la contrahace
Y en su Respuesta al Duque de Veragua, que le había pedido una lista de
sus obras, vuelve a insistir:
Yo, señor, estoy tan ofendido de los muchos agravios que me han
hecho libreros y impresores que puedo asegurar a V. E. que aunque
por sus títulos conozco mis comedias, por su contexto las desconozco,
según lo desemejadas que las han puesto
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
47
Si esto sucede con los dos grandes dramaturgos del Siglo de Oro piénsese en la situación de los demás. O en la situación de géneros marginales
como la comedia burlesca, que constituye en el XVII un corpus reducido
—unas cuarenta conocidas— de obras que se suelen denominar en su época
«comedias burlescas», «de disparates», «de chanzas» o «de chistes».
La mayoría de las conocidas, a juzgar por los pocos datos de sus representaciones que tenemos, parecen corresponder a los años del reinado de
Felipe IV, y se suelen representar en Carnestolendas y en el palacio real:
son parte de las fiestas cortesanas de carnaval o san Juan. Más de la mitad
de las conservadas son anónimas. La mayoría se conservan en manuscritos
y no han conocido ediciones impresas, ni siquiera hasta hoy .
Volveré luego sobre la situación de los textos dramáticos, pero baste lo
dicho para indicar que también las aventuras de los mismos en su camino
hacia la imprenta son complejas y difíciles.
4
Textos impresos en prosa. Manuscritos
Los textos en prosa pueden a su vez distinguirse en dos categorías:
textos cortos, opúsculos, folletos, o pequeños escritos como las premáticas
burlescas de Quevedo, etc. y textos largos, como las novelas o los tratados
jurídicos y técnicos de diversa condición.
Los primeros suelen tener difusión en manuscritos, con un proceso
similiar al de la obra poética suelta; se copian una y otra vez, se modifican,
cambian atribuciones, etc. En el caso de los pasquines o escritos satíricos la
anonimía es rasgo característico. La poca importancia estética concedida a
esta clase de literatura influye también en las condiciones de su difusión.
Las relaciones breves, noticieros, etc. se pueden considerar en este grupo:
se imprimen en papel de muy mala calidad, con defectuosa tipografía y poco
cuidado.
Los textos de más envergadura presentan otro panorama. En esta clase
de libros encontramos el mayor esfuerzo editorial y el mayor cuidado en la
impresión, aunque no sea una regla general con cualquier texto. Los textos
de ficción, novelescos, tienen menos exquisiteces que otros grandes libros
con grabados o ilustraciones que pueden ser muy lujosas y elaboradas.
Buena parte de los libros publicados en el XVII en España son traducciones
de los Padres de la Iglesia, santos y filósofos e historiadores clásicos como
Aristóteles, Séneca, Plutarco, Salustio, etc. Aquí no partimos de un manuscrito sino de un texto impreso anteriormente. Las obras de devoción,
sermones, tratados de teología, alcanzan un 40 % de la producción total de
Véase para un estado de la cuestión la edición de I. Arellano et al., La ventura sin
buscarla, parodia de Lope de Vega, Pamplona, Eunsa, 1994, y el artículo fundamental de F. Serralta, «La comedia burlesca: datos y orientaciones», Risa y
sociedad en el teatro español del Siglo de Oro, Toulouse, 1980, 99-114.
48
IGNACIO ARELLANO
la centuria. La literatura de entretenimiento le sigue, con la novela en primer
lugar: Cervantes, la novela de caballerías que todavía sigue vigente hasta
1650; la novela cortesana... Abundan también lo que podemos llamar obras
deportivas, tratados de caza, esgrima, equitación, casi siempre muy cuidadas, con buenos grabados y esmerada impresión: Origen y dignidad de la
caza de Juan Mateos, dedicada a Olivares, Arte de ballestería y montería de
Alonso Martínez de Espinar...
Los de política fueron otro género muy editado, y muy en relación con la
emblemática: Saavedra Fajardo es caso típico con su Idea de un principe
político cristiano representada en cien empresas. De este libro, escrito para
la educación del príncipe Baltasar Carlos se hicieron entre 1640 y 1695
veinte ediciones con versiones al latín, italiano, alemán, holandés, francés e
inglés. En las diversas ediciones aparecen grabados de calidad diversa, pero
siempre se trata de libros que requieren un cuidado y una elaboración especial en el proceso de su edición. Destacan entre todos, los libros de lujo que
describen grandes acontecimientos públicos: el papel es mucho mejor que lo
habitual (usaban el llamado papel de Genova), cuidada tipografía y preferencia por grandes formatos, complementados por grabados. Jenaro Alenda
describe en su libro Relaciones de fiestas y solemnidades más de mil
impresiones de esta clase publicadas en el siglo, y otras manuscritas, la
mayoría ilustradas.
Otros textos al margen de la imprenta
Al margen de la imprenta suelen quedar opúsculos satíricos, poesía
erótica, sátira política etc. que por razones de categoría literaria o por prudencia ante los censores y autoridades, no conocen tampoco las prensas.
No estará de más recordar ahora que algunas consideraciones que se han
hecho tópicas sobre los caracteres generales de la literatura española,
fundamentalmente los que señaló Menéndez Pidal, que pueden verse
recogidos como pórtico introductorio de manuales muy usados, como el de
J. L. Alborg, —austeridad moral, etc. etc.— parten del examen de un
corpus canónico que margina estas series de textos. Repárese por ejemplo,
en que hubo cierta abundancia de poesía erótica, que seguimos sin poder
leer excepto en la muy meritoria edición de Alzieu, Jammes y Lissorgues,
recuperada recientemente en una nueva edición de editorial Crítica y en
cuyo prólogo escriben estas certeras palabras: «nos parece urgente que los
hispanistas tengan más en cuenta en sus apreciaciones la existencia de esta
literatura clandestina». Literatura clandestina que duerme en manuscritos
cuya aventura editorial ni siquiera ha comenzado.
5
Poesía erótica del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1984.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
49
Pero interesa, en fin, ilustrar algo más concretamente el proceso de impresión en los casos en que los textos efectivamente llegan a la imprenta.
Procesos de impresión. Algunos ejemplos
Ya he apuntado algunos aspectos y problemas que obstaculizan o definen
el paso del manuscrito al libro, y las condiciones de publicación de algunos
géneros. Hay que matizar algo más. He indicado antes, por ejemplo, que en
el caso de Calderón el éxito de sus obras provocó la aparición de ediciones
piratas con datos falseados, etc. Pero no vaya a pensarse que el éxito de un
corpus literario asegura la publicación, ni mucho menos. En alguna ocasión
es contraproducente. Y así le sucede a los autos sacramentales de Calderón.
Un caso curioso: los autos calderonianos
Calderón autorizó solamente la edición de un volumen de autos
sacramentales, la Primera parte de autos sacramentales
alegóricos y
historiales, de 1677 (Madrid, Fernández Buendía), que incluye doce piezas.
Cuando examinamos el panorama de la transmisión de los autos encontramos que de estos doce autos apenas hay manuscritos: no se copiaron;
seguramente hubo un primer manuscrito original llevado a la imprenta; una
vez publicados los textos no era necesario copiarlos, puesto que se disponía
de ellos en libro. Solamente se copian en casos excepcionales, como en la
colección mandada preparar al pendolista Dionisio García de Toledo en
1715 por un camarero del Duque de Medinaceli , que al ser «colección
completa» copia también estos doce autos de la Primera parte, pero los
copia de la misma Primera parte. En los demás autos de Calderón no publicados el número de manuscritos es enorme.
Si tenían tanto éxito y despertaban tanto interés, como la cantidad de
manuscritos hace pensar ¿por qué no se publicaban? Si se publicaron varias
partes de comedias de Calderón, ¿por qué los autos suponen una excepción
en este sentido?
La respuesta se halla en una serie de documentos conservados en el
Archivo Histórico de Madrid. Recojo algunos detalles solo de esta curiosa
historia . En 1681 y 1682 la Villa de Madrid encarga a don Pedro Vicente
6
7
Conservada en la Biblioteca de Don Bartolomé March de Madrid. Véase J. Romera
Castillo, «La colección Medinaceli de manuscritos de autos calderonianos»,
Teatros y vida teatral en el Siglo de Oro a través de las fuentes documentales, ed.
de L. García Lorenzo y J. E. Varey, London, Tamesis, 1991, 295-315.
Mayores datos y comentarios proporciona la introducción de J. M. Ruano de la
Haza al auto de Andrómeda y Persea, Pamplona-Kassel, Universidad de NavarraReichenberger, 1995, vol. 7 de la serie de «Autos completos de Calderón», dirigida
por I. Arellano y Á. Cilveti.
50
IGNACIO ARELLANO
de Borja y a don José de Haro que hagan las diligencias con el cura de San
Miguel o la persona que se quedó con los papeles de Calderón, y más tarde
ordena embargar los autos sacramentales de Calderón «en cualquier parte
que se hallaren respecto de que Madrid tiene la propiedad por haberlos
pagado», y se suplica al Consejo no dé licencia para que se impriman. El
Ayuntamiento de Madrid estaba pues interesado en recuperar los manusritos
de los autos por dos razones: una, impedir que se imprimiesen; otra utilizarlos en las fiestas del corpus de los años venideros. Otros documentos son
significativos:
-
Habiendo tenido Madrid noticia en el ayuntamiento de hoy que
diferentes mercaderes de libros y otras personas tienen algunos autos
sacramentales que escribió don Pedro Calderón para las fiestas del
corpus que Madrid ha hecho... y que están para imprimirse...Vuestra
Alteza mande no se puedan imprimir en estos reinos por ningún impresor ni otra persona... y asimismo que los que están ahora para
imprimirse y remitidos a censura por el Vicario, se embarguen y
recojan de cualesquier partes donde estuvieren
Madrid se opuso reiterada e intensamente a que los autos de Calderón se
imprimiesen, porque una vez publicados perdían novedad y desaparecía el
cuasi monopolio que la Villa tenía sobre ellos. Esta situación se produce en
varias ocasiones en épocas distintas y las argumentaciones son siempre las
mismas. En 1703 el Ayuntamiento de Madrid, enterado de que hay nuevos
intentos de publicar los autos, vuelve a la carga:
habiéndose entendido que estaban para imprimirse o se están imprimiendo los autos de Calderón... el dar licencia para esta impresión es
un grave perjuicio, así porque esta es alhaja propia de Madrid, y que
impresos perderán la estimación que tienen y para lo sucesivo es de
sumo inconveniente... si se logra liencia para imprimirlos queda
frustrado el intento para la mayor estimación de esta obra
Aquí tenemos un caso paradójico en que el éxito de un texto es obstáculo
para su difusión impresa. Evidentemente lo que se produce aquí es la lucha
entre dos tipos de difusión en un género como el teatral que tiene otra vía
privilegiada de llegar al receptor.
El teatro tiene otra serie de peculiaridades, como la reescritura o modificación de los originales primeros, mucho más frecuente que en cualquier
otro género. Todos los escritores corrigen y reescriben sus obras, pero en el
teatro se produce este fenómeno de modo peculiar, ya que muchas
reescrituras no son de los creadores, sino de los actores de las compañías
teatrales que adaptan el texto para su representación.
Las aventuras del texto tienen a veces que ver con este fenómeno de la
reescritura o la manipulación debidas a motivos diversos. Es un problema a
menudo discernir qué confianza tiene el texto que pasa al libro, cuál es la
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRIT!) AL L1BRO EN EL SIGLO DE ORO
51
lectura o lecturas posibles, qué jerarquía textual o literaria hay que conceder
a cada posibilidad. Calderón es de nuevo un caso ilustrativo, pero no el
único.
Las aventuras de algunos textos calderonianos y otros textos. Reescrituras
por razones varias: razones externas.
Calderón tenía la costumbre de reescribir a menudo sus comedias preparando una segunda versión corregida para la eventual publicación, versión
que se diferenciaba en ciertos aspectos de la original escrita para el tablado.
Parece tener este poeta una conciencia clara de que hay cosas en una pieza
que están demasiado ceñidas a una determinada representación o a las
circunstancias de la recepción teatral, pero que es mejor modificar si se va a
llevar el texto a la imprenta.
Esto sucede con muchas de sus obras.
Un ejemplo es El mágico prodigioso, escrito para formar parte de las
celebraciones del Corpus Christi del pueblo de Yepes, en 1637, por encargo
del Ayuntamiento de esta localidad toledana. Ocupa, pues, en su estreno, el
lugar y función festivo pedagógica que era normal confiar a los autos
sacramentales, y algunas de sus características se explican por estas
circunstancias. En el autógrafo conservado hay pasajes como el de una nave
negra con flámulas y gallardetes negros, etc. que son propios de los autos y
que desaparecen en la rescritura hecha para la imprenta; la edición príncipe
figura en la Parte veinte de comedias varías nunca impresas, ya en 1663;
aquí quedan fuera de contexto los elementos autosacramentales justificados
por la coyuntura para la que fue escrita; desaparecen, por tanto.
Las modificaciones debidas a circunstancias externas pueden ser muy
notables. Otro ejemplo curioso de Calderón es el de la comedia de capa y
espada El agua mansa, leída a menudo en la versión impresa titulada
Guárdate del agua mansa, hasta que ha sido modernamente editada en 1989,
en la doble versión .
Una vez que se reconstruyen lo que he llamado las aventuras del texto en
el caso de El agua mansa, descubrimos que Calderón había escrito una
comedia titulada así, El agua mansa, probablemente hacia 1642-44. El cierre
de los teatros entre 1644 y 1649 (muerte de la reina Isabel de Borbón
primera esposa de Felipe IV y nueva boda del rey con Mariana de Austria)
hizo que Calderón guardara la comedia sin estrenar hasta 1649, fecha en la
que se le encarga una para las celebraciones de las bodas reales. Toma
entonces El agua mansa, cuya primera redacción se conserva en un manuscrito autógrafo del Instituto de Teatro de Barcelona, y la adapta para la
8
Edición de las dos versiones por I. Arellano y V. García Ruiz, Kassel,
Reichenberger, 1989.
52
IGNACIO ARELLANO
ocasión celebrativa añadiéndole tres largos romances, uno en cada acto, que
describen distintos episodios de las bodas reales. El alargamiento de la
comedia le obliga a cortar otros trozos, a cambiar algunos pasajes de sitio, y
en fin, a reconstruir la comedia, no siempre con tino. Cuando pasa a la
imprenta lo hace en dos fases: en la primera, el texto es un híbrido entre la
versión original y la última: es la edición de la Octava Parte de Comedias
nuevas de 1657, impresión terriblemente corrompida, llena de lagunas y
errores. La definitiva es la reflejada en la Octava parte de comedias de
Calderón, editadas por su amigo Vera Tassis en 1684. Esta edición,
postuma, ha sido seguramente retocada por el mismo Vera Tassis, pero es
imposible determinar el límite entre las modificaciones de Calderón y las de
Vera Tassis. Los cambios respecto al manuscrito autógrafo no solo afectan
a las modificaciones estructurales apuntadas, sino también al léxico arcaizante del protagonista —un figurón, que habla con palabras medievales
paródicas en el manuscrito y con lenguaje bastante moderno en la edición—
y también a ciertos rasgos lingüísticos calderonianos que Vera Tassis
"corrige": desaparecen, por ejemplo, de la impresa las formas verbales en
-istis, vistis, fuistis, trujistis, etimológicas y usadas por Calderón en sus
autógrafos, pero ausentes totalmente de los impresos....etc. Además
vocablos no entendidos por el editor o el cajista se sustituyen: en una burla
del figurón arcaico se dice por ejemplo en el manuscrito que los formulismos antiguos duermen en Simancas entre «magueres y fallos» (palabras
arcaicas que son metonimias por "antigualla"); en el libro impreso se lee que
duermen «entre mujeres y fallos», lectura totalmente absurda provocada por
no haber entendido el arcaísmo «maguer».
En ediciones del siglo XVIII de esta comedia, se usa la edición impresa,
pero como la circunstancia de las bodas de los reyes no es ya de actualidad,
se suprimen generalmente los romances de los tres actos, volviendo de
algún modo a la redacción original a través de este rodeo.
Otras razones debidas a las compañías teatrales.El caso de «Cómo se curan
los celos» (zarzuela/ comedia) de Bances Candamo. Rescrituras estéticas.
Las circunstancias que obligan a adaptar un manuscrito son variadas. A
menudo, en el teatro son las posibilidades de la compañía de actores las que
dirigen la manipulación del texto y dan lugar a versiones diferentes.
Es el caso de Cómo se curan los celos de Bances Candamo, de la que ha
subsistido una versión en forma de zarzuela y otra en forma de comedia. La
zarzuela fue representada el 22 de diciembre de 1692 en el Coliseo del Buen
Retiro, con los medios escenográficos y musicales propios de palacio. No
menos de nueve mutaciones completas se producen a lo largo de sus dos
jornadas: selva florida; casería rústica; selva con gruta y arroyo; muralla en
acción bélica, jardín con fuentes de fuego y agua, bosque, gabinete, jardín
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
53
escenario de sarao cortesano, y por fin, la maravillosa mutación que representa el palacio de la Luna, «toda de círculos de niebla hasta los primeros
términos con la Luna dando vueltas a un orbe terrestre y eclipsándose a
veces, donde se ve sola la cara de la que hace este planeta, las tres Parcas, la
una hilando, otra devanando y otra con la tijera, y el Tiempo, de anciano
con alas y el reloj, anda en círculo continuo en torno de la mutación». El
escenario se puebla de otras maravillas: Astolfo aparece «en el aire, sobre
un caballo con alas», y vuelos, desapariciones súbitas, terremotos y otros
efectos igualmente admirables se suceden a lo largo de la acción .
Pues bien; esta es la versión que fue a la publicación de Poesías cómicas
es la más importante y completa de las existentes de la obra de Bances,
aparecida en 1722.
Pero hay también un manuscrito con una versión en forma de comedia,
correspondiente a una representación en Cádiz, ya muy avanzado el siglo
XVIII.
No se puede decidir quién es el responsable de las modificaciones que
respecto al texto de Poesías cómicas presenta esta versión manuscrita. No
hay ningún detalle que permita atribuirlas a Bances, y es posible que, según
acabo de indicar, la versión manuscrita sea una adaptación del XVIII.
También cabe la posibilidad de que se haya copiado de otro manuscrito anterior que quizá se remonte al propio Bances.
Una comparación somera del texto impreso y el manuscrito, revela que
los principales tipos de modificaciones que dan lugar a esta segunda versión
se explican por el cambio de las circunstancias de la representación en un
escenario mucho menos dotado y con una compañía más elemental que la
que hizo la zarzuela: abundan cortes y abreviaturas en el texto; se suprimen
versos de arte mayor y pasajes cantados; se suprimen acotaciones relativas
al aparato escénico que sin duda desaparece en gran parte; por ejemplo,
donde se indicaba fondo de jardín y salón con fuentes de fuego y agua y
ocho estatuas ahora solo hay «dos fuentes en los paños», etc.
Muchas reescrituras obedecen a motivos de perfeccionamiento estético
con vistas a la impresión en el libro. De El Mayor monstruo del mundo
conocemos una versión manuscrita, original y la versión impresa de la
Segunda parte de comedias. Muchos de los elementos que aparecen en la
versión destinada al corral, como los pasajes cómicos de los dos graciosos
muy poco integrados en la tragedia y de los que protestó ya Menéndez
Pelayo, son depurados en la escritura para la imprenta.
Hay también dos redacciones de La vida es sueño, publicadas en las
ediciones de Madrid, Primera parte de comedias, 1636 (con aprobación de
1635) y de Zaragoza, Parte treinta de comedias de varios autores (1636). La
explicación más verosímil es que Calderón escribiera La vida es sueño
9
Véase para estos detalles y otros relativos a la obra de Bances mi edición de la
zarzuela y comedia en Otlawa, Ottawa Hispanic Studies, 1991.
54
IGNACIO ARELLANO
mucho antes de 1635 en una primera versión, vendida en manuscrito a una
compañía de teatro. Esta primera es la reflejada en la edición de Zaragoza
que dispondría para su impresión del manuscrito original. La de Madrid,
que es la habitualmente conocida por los lectores (la de Zaragoza no había
sido editada modernamente hasta 1992, por Ruano de la Haza) es ya una
reescritura calderoniana, donde pule, reforma, cambia pasajes, perfila de
modo distinto el personaje de Segismundo o el de Clarín, etc. La versión
zaragozana, por ejemplo, trae muchas más acotaciones sobre movimientos
de actores, gestos o vestuario: esto confirma que debió de ser la utilizada
para una representación concreta de La vida es sueño.
De una obra clave en la picaresca como es el Buscón tenemos también
dos redacciones, la del manuscrito Bueno y la de la edición príncipe de
1626. Hay dos manuscritos más que reflejan estadios intermedios. En la
tradición editorial se solía tomar como versión definitiva la del impreso de
1626, hasta los últimos años, en los que la crítica se inclina por la versión
Bueno. En el impreso hay cambios: se suprimen referencias jocosas a órdenes religiosas como los teatinos y Jerónimos, pero se añaden en otros
momentos irreverencias y procacidades. Pablo Jauralde, que ha estudiado
este problema, sugiere la existencia de varias manos modificadoras del
textos actuando en direcciones distintas sin que podamos decidir bien qué
manos han sido y cómo han actuado.
Otro caso significativo es el de las Novelas ejemplares de Cervantes que
han corrido ciertamente algunas aventuras curiosas. Se publican en 1613,
aunque algunas estaban escritas con bastante anterioridad. En el Quijote de
1605 se cita al Rinconete y Cortadillo. Entre 1604-1606 el racionero de la
catedral de Sevilla Francisco Porras de la Cámara compiló una serie de
curiosidades españolas para el cardenal Fernando Niño de Guevara, y en
ella incluye sendas versiones con variantes de Rinconete y Cortadillo y del
Celoso extremeño, además de La tía fingida, de dudosa autoría, hoy generalmente desechada del corpus cervantino. El manuscrito de Porras de la
Cámara, acabó en las aguas del Guadalquivir en una revuelta de 1823,
cuando estaba en posesión del erudito liberal Bartolomé José Gallardo, que
al menos había tenido tiempo de sacar algunas copias. Tenemos hoy esa
copia manuscrita y la versión impresa de la novela El celoso
extremeño.
Recuérdese que en la novela, Felipe de Carrizales, indiano rico y viejo, casa
con una muchacha joven, Leonora, a la que encierra en casa, con una
vigilancia feroz, que no impide que se enamore de Loaysa, un holgazán que
consigue entrar en la fortaleza de Carrizales; pero Leonora se resiste en el
momento crucial de la entrega, y ambos quedan dormidos; el marido muere
de dolor tras descubrirlos, perdonando a los culpables. Pues bien, en la
primera versión que recoge el manuscrito de Porras de la Cámara el acto
sexual adúltero se consumaba. La valoración de los dos finales provoca
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
55
discrepancias en los estudiosos: para Meregalli , por ejemplo, el final de la
edición de 1613 es absurdo y lo atribuye a la imposición de la censura;
Canavaggio", en cambio observa la reescritura del final desde la perspectiva del retrato de Loaysa: así viene a confirmar «lo que sospechábamos a
cuenta del galán: este holgazán que por bravata se ha jurado penetrar en la
plaza, no tiene de seductor más que la apariencia [...] es en realidad un
impotente al que su designio descalifica y al que su conducta vuelve indigno
de los favores de Leonora». Los dos finales suponen opciones distintas y
seguramente la modificación de la primera versión tiene que ver con lo que
señala Canavaggio: Cervantes habría reescrito el final para dar a la trama y
los personajes mayor complejidad aun en contra de una verosimilitud más
superficial. Pero no es fácil determinarlo en una obra como la de Cervantes,
que si algo prohibe es la simplificación.
10
«El mayorazgo figura»: otro ejemplo difícil
El mayorazgo figura de Castillo Solórzano es una de las primeras comedias de figurón conocidas' . El primer testimonio es el autógrafo fechado en
Zaragoza en 1637 con firma y rúbrica de Castillo Solórzano, que hoy está
en la Biblioteca Nacional de Madrid. Este manuscrito tiene bastantes
correcciones y tachaduras, unas de mano de Solórzano y otras cuya autoría
no puede asegurarse. Al menos en los casos de correcciones de Castillo el
manuscrito corregido representa la voluntad posterior del autor. La comedia
ha sido impresa en el libro de Los alivios de Casandra, colección miscelánea
de novelas, poesías y comedias, en 1640, en Barcelona. Hay aquí varios
problemas típicos. El primero se refiere a la existencia de una supuesta
segunda edición de Los alivios de Casandra en 1641. Si se examinan los
ejemplares de esta supuesta segunda edición de 1641 se ve que se trata en
realidad de la primera y única edición de 1640, con las cuatro primeras
hojas cortadas y sustituidas por otras nuevas que contienen nueva portada y
nueva dedicatoria. Seguramente un resto de edición de 1640 ha sido
aprovechado para esta segunda oportunidad que da lugar a una edición
fantasma. Si examinamos ya la comedia dentro de este libro vemos que El
mayorazgo figura impreso refleja las lecturas del manuscrito anteriores a la
corrección, junto con otras nuevas que no están en el manuscrito. Parece,
pues, que Castillo Solórzano proporciona a la imprenta una copia que
contiene básicamente el texto del autógrafo conservado antes de las
correcciones, con algunas modificaciones que nunca se recogieron en el
autógrafo. Es posible que Castillo prefiriera en estos casos las lecturas de
2
Introducción a Ce/yantes, Barcelona, Ariel, 1992.
Cervantes en busca del perfil perdido, Madrid, Espasa Calpe, 1992, 276-81.
Véase mi edición en Barcelona, PPU, 1989.
56
IGNACIO ARELLANO
Los alivios de Casandra, aunque no las trasladara al manuscrito que hoy
conocemos. Y en los casos de lecturas corregidas en el autógrafo, y que no
pasan a la edición ¿es que Castillo optó al final por las lecturas originales?
¿Es que las correciones del autógrafo son posteriores a la edición y por
tanto representan verdaderamente la última voluntad del poeta? ¿Acaso para
la imprenta decidió unas lecturas y en el manuscrito quedan las que prefirió
para una eventual representación? No hay manera de asegurar nada, pero la
situación descrita da idea de las posibilidades abiertas.
Tales posibilidades aumentan con la movilidad de los textos, cosa
frecuente en textos breves, sobre todo si tienen poca consideración literaria.
Otras manipulaciones: textos breves y movedizos
He aludido antes a los opúsculos quevedianos. Son ejemplos característicos de movilidad textual y de facilidad de copia, manipulación, etc. y
pocas veces merecen los honores de la imprenta. Quevedo se preocupó muy
poco de estas piececillas, que rara vez tuvieron su autorización para circular
con su nombre' . Perseguir las vicisitudes de estos textos breves es muy
difícil. Tomemos solo un ejemplo, el de la «Premática de 1620» de
Quevedo .
Se conserva en el manuscrito 129 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo
de Santander, con letra del XVII, único testimonio de esta obrilla, que se
solía fechar en 1620 por el título que lleva, y sobre cuya autoría se han
suscitado dudas. Pues bien: resulta que una versión impresa de esta misma
premática aparece en los Discursos morales de Juan Cortés de Tolosa, una
miscelánea que reúne textos variados, publicada en 1617, lo cual indica de
entrada que la fecha de 1620 del título manuscrito obedece a un intento de
actualizarla, pero no es la verdadera. En su libro confiesa Cortés de Tolosa
copiar la premática de otro escritor, copia que, dice, no le está mal, por la
importancia del modelo, así que podemos pensar perfectamente en
Quevedo. La premática se incluye en la Novela de un hombre muy miserable llamado Gonzalo, y coindice en la mayor parte de sus artículos con las
lecturas del manuscrito; otros los cambia. La brevedad de estos opúsculos
facilitan mucho este tipo de modificaciones y adaptaciones por el propio
autor o por otros. Recuérdese también, por ejemplo que la Premática contra
los poetas güeros quevediana fue reutilizada en el capítulo III del Libro II
del Buscón, en la Premática del desengaño contra los poetas güeros, chirles
y hebenes.
3
14
Véase P. Jauralde, «Obrillas festivas de Quevedo: estado actual de la cuestión»,
Sería Philologica Fernando Lázaro Carrete/; II, Madrid, Cátedra, 1983, 275-84.
Véase mi artículo «La premática de 1620 de Quevedo: textos e hipótesis», Revista
de Literatura, XLVII, 221-37.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
57
En el camino hacia la imprenta como vemos, estos textos manuscritos
pueden sufrir numerosas peripecias.
Algunas se relacionan con la legislación del libro del XVII.
Aventuras del texto y situación legal
La estructura del libro clásico incluye algunos elementos que responden
a la legislación vigente, como el privilegio, las aprobaciones, la tasa, etc.
Para evitar algunas de estas servidumbres no es raro que un libro se
imprima con datos falseados correspondientes a otros reinos donde no rigen
los mismos requisitos legales. Es claro que en estos casos el impresor no se
preocupa especialmente de mantener la pureza de los textos que imprime. La
Quinta parte de comedias de Calderón, pongo por caso, figura como
impresa en Barcelona por Antonio la Cavallería en 1676. Hay otra edición
que figura ser de Madrid en las prensas de Antonio Franscisco de Zafra en
1676. Ya Calderón repudia la de Barcelona, que tiene, dice:
15
tantas falsedades, como haberse impreso en Madrid y tener puesta su
impresión en Barcelona, no tener licencia ni remisión del vicario ni del
consejo, ni aprobación de persona conocida. Y finalmente de diez
comedias que contiene no ser las cuatro mías, ni aun ninguna, pudiera
decir, según están no cabales, adulteradas y defectuosas, bien como
trasladadas a hurto.
La supuesta edición de Barcelona fue impresa realmente en Madrid y
salió con datos falseados para eludir los trámites en el Consejo de Castilla.
La que lleva pie de imprenta de Madrid es posterior, toma como modelo la
supuesta de Barcelona, y es también edición pirata. Vera Tassi publicará en
1682 la que titula «Verdadera» quinta parte de comedias de don Pedro
Calderón. Es una situación que no resulta rara en el panorama editorial del
Siglo de Oro.
Tampoco resultan raras otras series de modificaciones debidas a la
censura, otro de los aspectos importantes en la aventura del texto
aurisecular.
La aventura censoria
El control ideológico de los libros comienza con una premática de 1502
de los Reyes Católicos y las disposiciones establecidas por Felipe II en
1558. Felipe III dicta en 1610 una pragmática en virtud de la cual los naturales de Castilla no podían imprimir sus obras fuera de estos reinos sin
licencia especial. En 1612 publica otro mandato dirigido a los importadores
Véanse los trabajos de Molí y Simón Díaz citados en la Bibliografía.
58
IGNACIO ARELLANO
imponiéndoles la presentación al Santo Oficio de una lista anual con los
libros importados. Felipe IV sanciona otra ley en 1627 que somete a
censura previa a libros no necesarios o convenientes, ni de materias que
puedan excusarse, pues «ya hay demasiada abundancia de libros». A través
de la Inquisición se ejerce también la censura religiosa por medio del Index
de libros prohibidos o expurgados, o por los dictámenes previos a la
publicación. La censura inquisitorial tiene distintos momentos: en general se
ocupa de materias dogmáticas y se preocupa poco de otros aspectos, procidades o irreverencias no heréticas, pero en épocas de mayor rigor afecta
también a chistes o expresiones irreverentes o considerados de mal gusto.
Uno de los libros de creación más importantes de la centuria, los Sueños
de Quevedo, tiene una historia marcada precisamente por la censura en su
proceso de impresión .
En la tradición impresa hay tres estadios fundamentales: el de la edición
príncipe de Sueños y discursos (Barcelona, 1627), el de Desvelos soñolientos (Zaragoza, 1627) y el de Juguetes de la niñez (Madrid, 1631).
Cada uno constituye una versión cuyas alteraciones o alejamientos del
original que escribió Quevedo son imposibles de precisar en detalle. Y cada
uno representa un estado fundamental en que el texto de los Sueños fue
leído por sus receptores auriseculares.
La edición de Desvelos soñolientos y verdades soñadas, que sale en
1627 en Zaragoza, ofrece ya novedades apreciables, con modificaciones de
alcance debidas a Lorenzo van der Hammen, amigo de Quevedo y preparador de la edición. Se omiten los dos discursos de Alguacil y Mundo, y el
orden de los otros se modifica. Las modificaciones pertenecen a varias
categorías: adaptación de las referencias de los preliminares a la nueva
disposición de la serie, alteraciones menores (aunque muy abundantes, especialmente en Muerte) que persiguen «mejoras estilísticas», como la
supresión de la conjunción que, muy frecuente, o la sustitución de un
vocablo por otro equivalente de vanado matiz; suavización y eliminación de
referencias religiosas o de crítica considerada poco aceptable; añadidos de
fragmentos nuevos... Este tipo de alteraciones se hacen todavía mayores en
la versión posterior de Juguetes, paradójicamente la única autentificada por
Quevedo y seguramente la más modificada contra su intención por la censura inquisitorial.
Las reiteradas exculpaciones de los preliminares muestran bien cuál ha
sido la orientación de esta reescritura, debida, a lo que parece, en su mayor
parte a don Alonso Mesía de Leyva. Ya en el aviso «A los que han leído y
leyeren» declara Quevedo: «Yo escribí con ingenio facinoroso en los hervo16
17
Véase el trabajo de Gacto Fernández, E., «Sobre la censura literaria en el siglo
XVII: Cervantes, Quevedo y la Inquisición», cit. en Bibliografía.
Me ocupo con más detalle de estos aspectos en mi edición de Sueños y discursos,
Madrid, Cátedra, 1991.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
59
res de la niñez, más ha de veinte y cuatro años, los que llamaron sueños
míos, y precipitado, les puse nombres más escandalosos que propios», y
luego: «Estos discursos en la forma que salen corregidos y en parte aumentados, conozco por míos, sin entremetimiento de obras ajenas que me achacaron. Y todo lo pongo debajo de la corrección de la Santa Iglesia Romana,
y de los ministros que tiene señalados para limpiar de errores y escándalos
las impresiones. Y desde luego con anticipado rendimiento me retrato de lo
que no fuere ajustado a la verdad Católica, o ofendiere a las buenas costumbres». La «Advertencia de las causas desta impresión»de Mesía de
Leyva insiste en los mismos motivos:
Y es cierto no consintiera hoy esta impresión a no hallarse obligado por
las muchas que destos propios tratados se han hecho en toda Europa,
tan adulteradas que le obligaron a pedir al Tribunal Supremo de la
Inquisición las recogiese [...] Salen enteras, como se verá en ellas, con
cosas que no habían salido, y en todas se ha excusado la mezcla de
lugares de la Escritura y alguna licencia que no era apacible, que
aunque hoy se lee uno y otro en el Dante, don Francisco me ha permitido esta lima, y aseguro en su nombre que procura agradar a todos sin
ofender a alguno, cosa que en la generalidad con que trata de solo los
malos, forzosamente será bien quisto; sujetándose a la censura de los
ministros de la Santa Iglesia romana en todo, con intento cristiano y
obediencia rendida.
Los títulos se cambian: los cinco tratados se llamarán ahora respectivamente Sueño de las calaveras, El alguacil alguacilado, Las zahúrdas de
Pintón, El Mundo por de dentro (único que conserva su nombre) y La visita
de los chistes. La revisión consiste sobre todo en despojarlos de las menciones religiosas, bíblicas, referencias eclesiásticas y análogas, y el resultado es bastante deficiente. Abundan las alteraciones mecánicas que
suprimen un vocablo del ámbito religioso o lo sustituyen por otro, dejando
mutilado el contexto, o estableciendo incoherencias múltiples. Se sustituye
por ejemplo, Dios por Júpiter, los diablos por verdugos (no siempre,
algunos diablos escapan de la revisión), etc. Se suprimen, simplemente,
referencias del mismo campo, por ejemplo la palabra «cielo» en varias
ocasiones, que sin embargo deja su huella o trunca la frase. O, en fin, se
añaden nuevos fragmentos que suavizan juicios, matizan o limitan la sátira.
En Alguacil: la calificación de «clérigo» de Calabrés se difumina en
«hombre»; el italiano se convierte en «extranjero» con lo que se estropea un
chiste alusivo a la sodomía de los italianos, que era un tópico. En Zahúrdas:
quita un pasaje de hipócritas y devotas; los soldados maltrapillos que se
metían en una taberna, aquí se arrepienten y siguen la senda de la virtud;
quita un pasaje sobre Judas y su papel en la Redención... En Mundo:
primera versión nadie sabía nada, pero en Juguetes de la niñez los filósofos,
teólogos y juristas sí saben, lo que contradice otros pasajes nucleares de la
60
IGNACIO ARELLANO
sátira quevediana; elimina pasajes y referencias bíblicos... En Visita de los
Chistes sustituye una extensa paráfrasis de Job por el soneto «Qué
perezosos pies, qué entretenidos»; omite dos redondillas sobre don Rodrigo
Calderón en las profecías de Perogrullo, que quedan reducidas a tres,
aunque más adelante se refiere a las «cinco profecías», etc. etc.
Las alteraciones paliatorias de Juguetes dejan casi siempre huellas muy
perceptibles. Es imposible paganizar el mundo de los Sueños, que se
enraiza de manera tan estricta en una cultura cristiana, sin provocar innumerables fallas. La poesía de Quevedo no escapa tampoco al índice de 1707
donde aparece El Parnaso español en el capítulo de los expurgos: por
ejemplo se manda borrar un chiste sobre las mujeres de los abogados que
los abades revuelven, otro chiste sobre que no hay oficios santos si no es la
Inquisición, referencias jocosas a las barbas sacerdotales, un romance sobre
beatas viejas verdes, y en general alusiones poco reverentes a cosas clericales o religiosas.
Los ejemplos de actuación inquisitorial podrían acumularse y afectan a
autores de categoría diversa, desde Cervantes a Juan Pérez de Montalbán.
Montalbán por ejemplo, cultivó, además del teatro la novela breve al estilo
italiano, que reúne en Sucesos y prodigios de amor en ocho novelas ejemplares (Madrid, 1624), con las peripecias acostumbradas. La crítica decimonónica y de principios de siglo comenta escandalizada la escabrosidad y
licencia de sus novelas, alguna de las cuales (La mayor confusión) califica
Amezúa de repugnante y monstruosa. La mayor confusión tiene una trama
ciertamente folletinesca, aunque en la dedicatoria a Lope de Vega apunta
Montalbán que su caso «tiene mucha parte de verdad». Casandra, ya viuda,
se enamora de su propio hijo don Félix («estaba ya tan ciega que no le daba
lugar este deseo a que pensase en otras cosas») y lo goza con un ardid,
sustituyendo una noche a la criada Lisena, cortejada por el muchacho. Del
incesto nace Diana, que andando el tiempo (tras muchos obstáculos que les
pone Casandra, sabedora de la relación que existe entre ellos) será esposa
de su propio hermano y padre. Muere Casandra y revela el secreto a su hijo
en una carta; tras grandes melancolías, consulta don Félix con sesudos
religiosos que dictaminan la legitimidad de su matrimonio, ya que ninguno
de los dos lo sabía ni tenía culpa. Este final, de la redacción original, le trajo
problemas con la censura, y en varias ediciones posteriores don Félix muere
de pena y Diana se va a un convento.
El caso de Cervantes merece también la pena de recordar. En el índice
del Cardenal Zapata puede leerse la sentencia:
Segunda Parte del Quijote, cap. 36 al medio, bórrese las obras de
caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito ni valen nada
Probablemente, como comenta Gacto Fernández, no hay tanto en este
pasaje censurado una polémica o dificultad exegética, sino trivialización
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
61
entendida como impertinente y jocosa, ya que se refiere a los azotes que
Sancho no quiere darse en sus posaderas para desencantar a Dulcinea. En la
regla 10 del índice de 1612 se descalifica el uso de autoridades o palabras
de las Sagradas Escrituras para tratar asuntos profanos. La censura portuguesa señaló en el índice de 1624 hasta siete pasajes de la I Parte del
Quijote, unos por obscenos, otros por alusiones irrespetuosas a devociones
o actos de piedad. Se borró casi todo el capítulo 16 de los amoríos de
Maritornes y el arriero, por ejemplo. La Inquisición española era en este
momento mucho más tolerante en materia de erotismo.
Pero la censura de la Inquisición no es la única que afecta a los textos.
Otras censuras no inquisitoriales: censuras de los propios editores
Los editores demasiadamente escrupulosos a la hora de preparar los
manuscritos para llevarlos a la imprenta no lo hacen sin pasar por ellos la
esponja. Cuando González de Salas organiza El Parnaso español de
Quevedo, confiesa en alguna ocasión como en el poema «Riesgo del matrimonio en las ruines casados»:
La imitación de Juvenal estaba muy precisa, de donde procedía que se
representase también la Venus muy desnuda, y así horrible a nuestros
oídos, que no permiten la significación de su lasciva incontinencia, sino
vestida más y disimulada.
Pellicer de Tovar al editar las obras del poeta Anastasio Pantaleón de
Ribera declara en el prólogo a los curiosos:
Hallé sus obras con necesidad de mucha esponja y así cercené algunas
inútiles para la opinión del poeta, otras poco decentes para la publicidad de la estampa, y otras sensibles para algunos personajes a quien
manchaba la tinta de sus burlas... nadie quiere que pase lo que sufrió
gustoso en un aposento con pocos testigos al teatro de un libro, para
que en edades muy lejos desta ande la curiosidad averiguando quien
fueron los dueños de tales asuntos... Por esto corregí lo deslizado de la
pluma, emendando versos enteros, mudando nombres y deslumhrando
indicios, que aunque se relaje la sazón de lo escrito vale más que dejar
en pie materia de queja para los interesados
Si se comparan los textos editados en las Obras de Pantaleón de Ribera
con los manuscritos originales descubiertos después se ve cómo ha influido
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IGNACIO ARELLANO
el editor . Algún ejemplo solo: en el romance «Nadie sin amor alienta»
había escrito Pantaleón de Ribera:
Don Hernando de Guzmán
todo lo rinde y lo ronda,
que apetecido de muchas
es el requiebro de todas
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Y en el impreso se lee:
El lindo a quien todo el mundo
por antonomasia nombra
a red barredera rinde
y a todo ruedo las postra
- ^ Donde Pantaleón de Ribera había escrito:
Al Sandoval mi pariente
cierta niña el oro roba
- / Pellicer imprime:
U
Al perulero, de zaina
cierta niña el oro roba
7
~ -Etc.
Pero no siempre la modificación obedece a razones censorias. En
muchas ocasiones una mala inteligencia del manuscrito lleva al editor a
cambiar o mejorar el texto, enmendando lo que no hace falta enmendar. Esta
peripecia se da sobre todo con editores modernos que quieren preocuparse
del texto que editan pero que no siempre llevan su preocupación con el rigor
científico necesario. Caso arquetípico lo tenemos de nuevo con Quevedo y
las ediciones modernas de Astrana Marín, quien recopiló numerosos
manuscritos, algunos muy interesantes, pero modificó aquellas lecturas que
no entendía, muchas veces sin indicar que las modificaba. En el soneto
contra Góngora conservado solamente en el manuscrito 108 de la B. de
Menéndez Pelayo de Santander, se lee por ejemplo:
Por Átropos te abjuro que te duelas
de tus vertiginosas Navidades
Véase para esto la edición de A. Pantaleón de Ribera, Obras, ed. R. de Balbín,
Madrid, CSIC, 1944 y K. Brown, Anastasio Pantaleon de Ribera, Madrid, Porrúa
Turanzas, 1980.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCR1TO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
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Y Astrana imprime:
Por Átropos te abjuro que te duelas
de tus vertiginosas vacuidades
porque no entiende qué función desempeñan ahí las navidades. En el Siglo
de Oro, navidades significa "años" (es expresión lexicalizada que se recoge
en el mismo diccionario de Autoridades). Vertiginosas navidades significa,
pues, "vejeces que sufren de vértigos, vejeces chocheantes" y es una acusación a la senilidad supuesta de Góngora que produce los poemas ridículos
de los que se burla. Cualquiera que lee después el texto de Astrana no puede
entender nada de lo que significa.
Esta práctica de modificar los pasajes considerados corrompidos, muy
frecuente, es peligrosa y solo se puede obviar el peligro si se produce en
ediciones con aparato crítico donde se indiquen las modificaciones hechas.
Bastantes de las correcciones a textos quevedianos que propone Crosby en
su edición de Los sueños (Madrid, Castalia, 1994) son erróneas, pero al
menos su indicación en el aparato crítico permite solventar el riesgo: para
los pasos «más entretenidos» que llevan las mujeres hermosas que acuden
al juicio, Crosby propone una enmienda en pasos «menos entretenidos»,
pero entretenidos significa aquí "lentos, demorados, espaciados", perfectamente correcto en el contexto; etc. El aparato de variantes y los comentarios
del editor permiten discernir, disentir o examinar de nuevo soluciones y
problemas.
Algunas otras modificaciones, en fin, muy molestas para los autores son
las debidas a las indestructibles erratas o a otros problemas de la impresión
que afectan de muy diverso modo a los manuscritos.
La batalla con los problemas de impresión: erratas
En la edición de Navidad y Corpus christi festejados por los mejores
ingenios de España en Diez y seis autos..., Madrid, Buendía,1664, se
publica el auto de Calderón El divino Jasón, con algunas erratas, entre otras
una mala lectura del texto que debería decir:
mi poder
temblaron ya los Titanes
y que dice en ese libro:
temblaron ya los Tristanes
que es absurdo y que sin embargo copian luego todas las ediciones posteriores. Se refiere el texto a la fulminación de los Titanes por el rayo de
Zeus. Averiguar quiénes fueron esos Tristones si uno no se da cuenta de la
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IGNACIO ARELLANO
errata es cosa que da fatigas; un manumito que copia de la edición no está
seguro del asunto y modifica Tristanes por Tritones, que le suena mejor
pero no es más claro.
Hay infinidad de erratas grandes y pequeñas, graciosas o menos
graciosas, y siempre se quejan de ellas los autores, en vano, porque es
seguramente la especie más indestructible del universo. La impericia de los
operarios, la ausencia del autor, el desconocimiento del idjftjma, la semejanza de los tipos, y otras razones se suelen aducir para justificar estas
deturpaciones. Los libros clásicos llevaban una fe de erratas que debía
redactar el corrector oficial de las pruebas: quizá el más famoso de ellos fue
Francisco Murcia de la Llana, que no puso mucho cuidado precisamente en
la corrección del Quijote. Simón Díaz ha recogido un repertorio de las
quejas de autores por las erratas, o exculpaciones de impresores, que
muestran la amplitud y molestia del problema: Agustín de Paz, al imprimir
los Coloquios de Torquemada se excusa:
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hay tantas menudencias de letras que no basta juicio y mano para hacer
que lo que se imprime no lleve defectos porque por mí lo he visto pasar
dos y tres veces y aun cuatro una prueba y si me tomasen juramento
juraría que no hay en ella que corregir y tornárala a leer y hallar en ella
algunas mentiras o letras mal puestas
Y Fray Luis de Rebolledo en la Primera parte de cien oraciones fúnebres:
«impresión sin erratas es casi imposible para quien sabe qué es imprenta».
La fe de erratas de la Respuesta al histórico Vico de Salvador Vidal, en
1644, lleva este título: «Erratas más que arenas, por la ausencia del autor»,
y José de Vega, en Rumbos peligrosos, Amberes 1683: «las erratas de
ortografía son innumerables y había menester nuevo libro para corregirlos»
([sic], «para corregirlos», dice, con otra errata)...
En alguna ocasión no se trata tanto de erratas como de dificultades seguramente insalvables: es el caso de Id, Arte Kastellana de Correas, que intenta
establecer un nuevo sistema ortográfico cuasi fonético: la abundancia de
letras K, por ejemplo, que exige este sistema de Correas, haría imposible a
las imprentas del tiempo —que no dispondrían de tipos suficientes—
imprimir el libro como quería el autor. En la edición de Arte Kastellana de
1627 de la cual fue corrector el propio Correas solo consigue que se
mantenga el sistema ortográfico en el «Aviso al lector», ¡y era un ibro
destinado a propugnar ese sistema ortográfico!
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La bibliografía. Conceptos y aplicaciones.
Véase la edición de Arte Kastellana, de M. Taboada Cid, Santiago de Compostela,
Universidad, 1984.
LAS AVENTURAS DEL TEXTO: DEL MANUSCRITO AL LIBRO EN EL SIGLO DE ORO
65
Conclusiones
Las peripecias de un texto aurisecular, desde su primera forma manuscrita hasta que sale de las prensas, si llega a ellas, pueden ser, como se ve,
muy variadas. Muchos factores influyen en este proceso: rentabilidad de la
venta de libros, éxito de las obras de un autor, círculo de lectores competentes para la lectura de un género u otro, problemas con la censura, circunstancias en las que se emite y recibe el texto, y hasta los mismos factores
mecánicos del acto mismo de la impresión pueden influir de distinto modo.
En mi exposición he tratado simplemente de apuntar algunos de estos
factores que nos permitan quizá concebir un esbozo del complejo marco en
que podemos situar las aventuras de los textos del Siglo de Oro en su
camino hacia el lector. Aventuras, dicho sea de paso, que están muy lejos
de terminar. Pero esto sería ya otro relato.
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