PATRIMONIO CULTURAL Carlos Herrejón Peredo El Colegio de

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PATRIMONIO CULTURAL1
Carlos Herrejón Peredo
El Colegio de Michoacán
Pongo en la mesa de discusión los siguientes puntos.
1.- No se puede tener una idea clara de patrimonio cultural sin recurrir
al concepto de tradición. 2.- No se puede diseñar una adecuada política sobre
el patrimonio sin tomar en cuenta sus distintos niveles de reconocimiento.
3.- La terminología de patrimonio tangible e intangible es confusa y
conviene superarse. 4.- Suscita varias preguntas la aplicación que se hace del
concepto de desarrollo al de patrimonio, así como la utilización del concepto
‘regional’.
1.- Todo patrimonio cultural está inmerso en el concepto de tradición.
Los que hablan de patrimonio se refieren a tradiciones, pero no definen
tradición. Si vamos a los monumentos arquitectónicos, arqueológicos o
históricos, caemos en la cuenta que cualquiera de ellos forma parte de
corrientes culturales insertas en el tiempo, esto es de tradiciones; puesto que
la tradición no se circunscribe a lo folclórico. Lo mismo sucede con los
objetos de la llamadas bellas artes. Todos ellos se agrupan en tradiciones,
pues la misma creatividad forma parte de las tradiciones vivas. Pero igual, si
nos fijamos en el patrimonio cultural consistente en textos escritos, géneros
orales, festividades, ritos, bailes, artesanías, etnomusicología, productos
alimenticios típicos, incluso las tecnologías, todo ello no se da fuera del
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Participación como panelista en el Primer Congreso Estatal de Cultura: Legislación y Políticas
Culturales, 16 a 19 de marzo de 2006, Morelia, Mich.
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tiempo y tampoco se da sin una transmisión, sea de generación a generación
sea de cualquier otra forma. Estamos así ante la tradición, porque la
tradición es la transmisión de la cultura de tal manera reiterada que otorga
pertenencia e identidad. Por lo tanto no es que algunas tradiciones sean parte
del patrimonio, sino que el concepto de patrimonio es un aspecto del
concepto de tradición, en cuanto que el patrimonio es el contenido de la
tradición valorado como un bien; el patrimonio cultural se entrega y se
recibe, se enriquece, se valora como un bien no sólo estético, histórico o
económico, sino como un bien identitario y de pertenencia a través del
tiempo. Esto es tradición. Por lo mismo la consideración sobre el patrimonio
ha de insertarse en el estudio de la tradición; de otra suerte el patrimonio
queda simplemente cosificado, dejando fuera el proceso social de que forma
parte, esto es la transmisión de la cultura, la tradición, en cuanto progresiva
construcción social a través del tiempo. La misma dimensión de pertenencia
e identidad del patrimonio queda fuertemente cuestionada al reducir el
patrimonio a objetos, sean tangibles o intangibles. Lo que da pertenencia,
identidad y cohesión no son simplemente los objetos, sino junto con ellos los
procesos sociales que están detrás de ellos, y si se trata de una identidad y de
una cultura sustentable a través del tiempo, estamos hablando de la tradición.
2.- Pero no todo objeto de la tradición es patrimonio. Lo es en cuanto
se reconoce en él un bien, un bien que da identidad y cohesión a un grupo
humano a través del tiempo. Ahora bien el reconocimiento de un patrimonio
puede darse en diferentes niveles.
El reconocimiento básico de un patrimonio es el que otorgan dos tipos
de personas: desde luego el propio grupo que posee el patrimonio cultural en
su conjunto, esto es que mantiene como herencia transmisible unos bienes
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consistentes tanto en monumentos, objetos y cosas como en procesos de
elaboración y en sistemas de significado.
Otro nivel básico de reconocimiento es el que dan los expertos, las
autoridades profesionales en tal o cual rama de la cultura, como el
arqueólogo o el arquitecto que descubre y pondera el valor patrimonial de un
sitio, de unas construcciones o de unos objetos; como el etnógrafo o el
antropólogo que identifica y valora dentro de la organización y dinámicas
sociales la producción artesanal, las técnicas, los relatos, la música y las
festividades de una comunidad; como el historiador que reconstruye los
procesos históricos de esa comunidad y su relación con la historia regional o
nacional. Este reconocimiento de los expertos a veces puede resultar extraño
y novedoso para todos o algunos miembros de la comunidad donde se ubica
tal patrimonio, y tal vez lleve tiempo el proceso de apropiación, valoración y
reconocimiento por parte de esa comunidad. Asimismo puede suceder que el
aprecio de la comunidad por elementos de su patrimonio pueda chocar con
la ideología de los expertos, que mientras no marquen distancia frente a su
propia ideología, no llegarán a comprender ni a valorar los elementos del
patrimonio de las comunidades. De cualquier manera estos dos
reconocimientos del patrimonio, el de la comunidad y el de los expertos, son
los primordiales.
Otro nivel de reconocimiento, que no es el básico, se da por quienes
no siendo parte del grupo que posee el patrimonio, lo utilizan, aprovechan o
disfrutan, como los turistas, los comerciantes y los aficionados. Este
reconocimiento tiene su propia importancia, porque es el que proyecta el
patrimonio a diferentes capas de la sociedad,
y pasa de ser el
reconocimiento reducido de una comunidad o de unos especialistas a un
reconocimiento regional y de otros sectores sociales del país o del extranjero
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independientemente de cualquier declaratoria oficial. Junto a ese
reconocimiento social se abren las mayores posibilidades de estudio, uso y
usufructo del patrimonio, así como los riesgos de despojo, destrucción y
desplazamiento de la comunidad. En razón de la promoción y protección del
bien común implicado en todo ello se hace necesario un reconocimiento
mayor.
Se trata del reconocimiento oficial y formal de autoridades políticas
de diverso rango. De tal manera hay patrimonios de reconocimiento oficial
local, reconocimiento nacional o mundial. Tampoco ninguno de estos
reconocimientos es el básico; sin embargo estos reconocimientos oficiales
son los mayormente discutidos, anhelados por unos y objetados por otros,
particularmente el nacional y el mundial. Porque en torno a estos
reconocimientos suelen estar en juego recursos financieros, así como
protecciones jurídicas que limitan intereses susceptibles de afectar al
patrimonio. Y desde luego el reconocimiento oficial ofrece espacios y
oportunidades para ejercer ya el servicio, ya el poder y control político de
cualquier color.
El reconocimiento oficial parece implicar dos cosas: primera, que lo
reconocido como patrimonio efectivamente lo es. Segunda, que aquello que
no fue reconocido oficialmente como patrimonio no lo sea. En cuanto a lo
primero, la única forma de legitimar una declaración oficial de patrimonio es
el dictamen de los profesionales en la materia, esto es, el reconocimiento
básico de los expertos. Pero antes de ello me parece que es preciso lograr la
conciencia y participación de las comunidades implicadas, a fin de contar
también con su reconocimiento básico. En cuanto a lo segundo, se trata de
un equívoco malentender que lo no reconocido oficialmente como
patrimonio no lo sea, porque ningún reconocimiento hace o constituye al
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patrimonio; sólo lo reconoce, lo protege especialmente y lo proyecta en
ámbitos más amplios.
De tal manera todos los bienes culturales que no han sido reconocidos
oficialmente como patrimonio, no dejan de ser patrimonio por tal falta de
declaratoria, sobre todo si a pesar de tal carencia, sí se ha dado la
calificación de los expertos y la apropiación de parte del grupo social que lo
posee. Sin embargo, hay otro problema en torno a los expertos y es que
ninguna ciencia, y menos las sociales y humanas son estáticas y más bien se
someten a un proceso de constante revisión. Además
hay escuelas y
tendencias entre los expertos, por lo que es más necesaria la constante
revisión y actualización. Por lo tanto, si no hay una concurrencia permanente
de investigaciones renovadas y más consistentes sobre el patrimonio, el
juicio de los expertos corre riesgo de quedar desfasado respecto a la calidad
del patrimonio. Igualmente, si no hay una educación permanente y
actualizada de la sociedad y de la comunidad que las haga conscientes de su
patrimonio, éste quedará a merced de la incuria y el despojo. Tal educación
ha de reposar y sustentarse sobre la investigación mencionada.
Por otra parte, de los diversos niveles de reconocimiento se echa muy
de menos el reconocimiento oficial local. Más allá de la formalidad y el
positivismo de las leyes, frecuentemente centralistas y monopólicas, los
habitantes y autoridades de los lugares en que se halla o se realiza el bien
patrimonial, no pueden desentenderse de su responsabilidad.
3.- Los términos que se han usado para clasificar el patrimonio como
tangible o intangible, se originaron por la atención casi exclusiva que se
puso un tiempo al patrimonio de obras monumentales, arqueológicos o
históricas, así como a objetos de las llamadas bellas artes, principalmente
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ubicado en el patrimonio tenido como ‘civilizado’, dejando de lado la
producción de otras culturas, particularmente las tenidas como ‘primitivas’,
y dejando sobre todo, aun para el mundo occidental, otros aspectos de la
cultura que no presentan rasgos de monumentalidad y materialidad
palpables, como son los ritos, los relatos, los cantos, las fiestas, etc. A lo
primero se le llamó patrimonio tangible y a lo segundo intangible.
De aquí han surgido confusiones, porque lo tangible para nuestro
idioma es lo que se puede tocar con el sentido del tacto y lo intangible lo que
no se puede tocar, palpar; pero sucede que mucho de la producción de
culturas es artesanal, no monumental y por tanto no considerado dentro de lo
tangible, aunque sea bien palpable. Lo mismo ocurre con archivos y libros.
No se diga todo lo implicado en una fiesta como rituales, danzas,
etnomusicología, arte culinario, etc. Asimismo los lugares, urbanos, rurales
y naturales, no sólo asociados a todo ello, sino en cuanto forman unidad con
ello y son bien tangibles.
Para superar la confusión, si se habla de patrimonio cultural, conviene
partir del concepto de cultura que nos remite por una parte a la producción
material, incluidos sus procesos de producción, y por otra a los sistemas de
significado o simbólicos.2 En realidad no se trata de una clasificación que
ponga unos objetos de la cultura en una parte y otros en otra. Se trata más
bien de aspectos inseparables de la misma realidad y de los mismos objetos.
Se ha confundido la noción de objeto con la noción de aspectos del mismo
objeto. Los mismos objetos tienen una dimensión material, física y los
mismos objetos tienen una dimensión de significado y simbolismo.
Haciendo una abstracción de la realidad, los monumentos carentes de
2
Raymond Williams, Keywords. A vocabulary of culture and society, New York, Oxford University Press,
1983, p. 91.
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significado no serían cultura, ni patrimonio, aunque sean bien tangibles; e
igualmente el relato oral que careciera de toda dimensión física, ni siquiera
sería posible. Más desafortunado es que el término tangible nos remite a un
solo sentido de percepción de la realidad física, el tacto; en cambio el
intangible nos remite, conforme al uso que le dio el primero que habló de tal
patrimonio, a lo que no es captable por ninguno de los sentidos (no sólo el
tacto) sino por otras facultades como la inteligencia, la intuición, la emoción,
pero en tal caso no hubiera empleado el término intangible.
En algunas de las reuniones internacionales donde se sigue hablando
de patrimonio tangible e intangible ya se ha externado la reflexión de tal
confusión, así como de la íntima relación que se da entre ambos conceptos y
se recomienda no dividir, sino integrar la definición y gestión del patrimonio
intangible y tangible.3 A mí me parece que de plano habría que superar esa
terminología y partir de una noción de cultura con los dos aspectos
inseparables de ella. Es la forma más adecuada de lograr la integración de
los diferentes aspectos del patrimonio, que no de objetos.
Por lo mismo me parece inadecuado hablar separadamente del
patrimonio intangible. De lo que habríamos de hablar es del patrimonio
cultural, considerando su doble dimensión, puesto que todos los objetos que
conforman tal patrimonio tienen dos dimensiones, que por otra parte no
responden adecuadamente a los nombres de tangible e intangible, sino en
todo caso al aspecto material y al aspecto de significación.
Desde luego que la amplitud de la producción cultural, susceptible de
considerarse
como
patrimonio,
es
3
tan
grande,
que
se
imponen
Informe del Proyecto para Cohesión Social e Integración del Consejo de Investigación de las Ciencias
Humanas para la Reunión de la Red Internacional de Políticas Culturales INCP-RICP, Croacia, 2003,
traducido al español y publicado en línea http://incp-ripc.org/meetings/2003/intangible_heritage_s.pdf, pp.
73, 78.
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agrupamientos, tanto para su comprensión como para su tratamiento y
gestión en lo práctico y legal. Una manera de agrupar entonces el patrimonio
sería conforme a la organización social; otra sería a partir de las necesidades
del ser humano. Estos dos agrupamientos a su vez habría que ordenarlos en
etapas cronológicas que abarquen proceso temporales de cierta unidad. Pero
en cualquiera de estos casos cada uno de los objetos patrimoniales
considerados o tratados implicaría su doble aspecto de materialidad y
significación, olvidándonos de la clasificación inadecuada de objetos
tangibles e intangibles.
4.- Al hablar de ‘desarrollo del patrimonio’, entiendo que se trata de
superar la idea de estancamiento, de dimensión estática, que puede sugerir la
sola ‘preservación del patrimonio’. Sin embargo habría que precisar bien qué
desarrollo está implicado, pues el término sigue haciendo ruido. Pues lo
primero que se ocurre es preguntar si tal desarrollo del patrimonio ha de
inducirse desde las resoluciones de un congreso como éste, o incluso desde
una cámara de diputados o desde la mesa del secretario de cultura. El
‘desarrollo’ del patrimonio cultural de un pueblo, de una comunidad ¿no es
asunto del pueblo y de la comunidad que lo crea o que lo tiene? ¿no
comporta su propia dinámica el patrimonio cultural? ¿conviene imponer más
leyes y burocracias con el pretexto del desarrollo cultural? ¿La soberanía
política comporta también la soberanía cultural? Las concreciones históricas
de cualquier Estado ¿no han demostrado su insuficiencia y riesgo sofocador
frente a la cultura de la propia sociedad que lo sustenta? Y cuando se trata de
patrimonios ya conformados, ¿hasta qué punto se puede hablar de desarrollo
y no más bien de investigación, preservación dinámica y gestión del
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patrimonio? ¿Hasta qué punto ronda el desarrollismo como una equívoca
panacea?
En cuanto a lo regional la cuestión está en definir la región. Sobre
todo interesaría saber si las regiones se han de circunscribir a los términos
geográficos de las divisiones políticas, comenzando por encerrar la
regionalización que se pretenda dentro de cada Estado de la federación. Pero
entonces me pregunto: ¿Las unidades culturales corresponden a las unidades
políticas? ¿no hay más unidad cultural entre Cuitzeo, Michoacán, y Yuriria,
Guanajuato, que con otras partes de nuestro Estado? ¿no se puede decir lo
mismo de Coahuayana, Michoacán y Tecomán, Colima; de Tlalpujahua,
Michoacán, y El Oro, Estado de México; de San José de Gracia, Michoacán,
y Mazamitla, Jalisco, etc.? Esto me parece importante, porque la política
cultural tiene que superar la visión predominantemente política y asumir una
visión realmente cultural, dentro de la cual habrá que reubicar la política. De
otra manera las políticas culturales fracasan o tienen escasos resultados, pues
parten de una abstracción de la realidad en aras de los términos de divisiones
y controles administrativo-políticos haciéndolos prevaler por encima de las
unidades tanto o más fuertes de otro tipo, como las económicas y las
culturales. Además, en los casos citados como ejemplo, se trata de las
puertas de Michoacán y de otros Estados en que es más que palpable la
interconexión cultural de diversas entidades políticas. ¿Se debe renunciar
entonces a una redefinición del territorio sobre la base de unidades culturales
y no sólo políticas? ¿No hay necesidad de plantear una política efectiva de
convenios interestatales e intermunicipales en que se sumarían esfuerzos
tendientes a impulsar la investigación de un patrimonio que forma unidad,
así como a promover su mejor preservación dinámica y gestión?
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Como conclusión de los cuatro puntos planteados me parece que es
necesario investigar no sólo el patrimonio sino la tradición que le da sentido
al patrimonio; que hay que considerar el patrimonio no en la dicotomía de
patrimonio tangible e intangible sino en la integración del aspecto material y
del aspecto de significación en todo objeto patrimonial; que la investigación
sobre el patrimonio no sólo se debe impulsar y mantener en constante
renovación, sino ha de implicar tanto un respeto al reconocimiento que da la
comunidad a su patrimonio, como la educación de la comunidad sobre los
resultados de la investigación; que el reconocimiento oficial no debe
trastocar estos reconocimientos; que el concepto de desarrollo no suplante el
papel de la comunidad; y en fin que lo regional atienda a las reales unidades
culturales, que no siempre coinciden con las políticas.
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