UNIVERSIDAD DE LA HABANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN Trabajo de Psicología Una perspectiva psicológica de la violencia hacia la mujer. Factores que condicionan el fenómeno. El poder corrompe a quien lo sustenta; humilla a quien lo padece. De cuando incursionamos en la investigación bibliográfica sobre la violencia contra la mujer y de lo que allí encontramos. Desde el surgimiento de los primeros grupos sociales, el tema de la violencia familiar ha estado presente en las relaciones interpersonales. Puede pensarse en violencia hacia los mayores, entre cónyuges, hacia los niños, las mujeres, los hombres, los discapacitados, etc. Siempre es difícil pensar un esquema típico familiar, debido a que la violencia puede ser psíquica o física, y ocurre en todas las clases sociales, culturas y edades. Hasta hace más de 25 años, este era un tema secreto para las investigaciones sociales y la opinión publica, pero afortunadamente para sus victimas, e incluso para sus victimarios en la última década se evidencia un creciente interés por la problemática, siendo la mujer la más estudiada en las investigaciones. Sin embargo, no son muchos los estudios que profundizan en las causas y características de la violencia masculina, pues sus objetivos generalmente se focalizan en la victima de estos actos violentos. Para la licenciada Lisset Espina del Centro Comunitario de Salud Mental (CSM) profundizar en el tema de los hombres maltratadores resulta sumamente complejo, casi siempre la sociedad, la pareja y hasta los mismos hombres tienden a justificar sus conductas violentas con problemas de alcohol, celos y, por supuesto por el nivel que ocupa dentro del sistema jerárquico de la familia. A este equipo de trabajo al indagar sobre el origen de la conducta violenta en el hombre, la especialista nos refirió: Las causas y origen del maltrato a la mujer no debe buscarse en las circunstancias particular de cada maltratador, sino propiamente en la base misma estructurativa de la sociedad, con su reparto injusto y desequilibrado del poder. Muchos hay maltratadotes de la mujer, y no todos son alcohólicos, psicópatas o marginados. En un artículo que se encuentra formando parte de un proyecto editorial titulado Cuadernos Incompletos, su autora, con una opinión consecuente a la de nuestra entrevistada señalaba que la causa del maltrato femenino es estructural y social; por más que sus efectos sean, individuales. Si acaso las circunstancias personales del maltratador serán la causa próxima e inmediata pero irreal y en última instancia está en la base estructural del reparto de poder según el orden social vigente. La persona maltratadora podrá ser la ocasión, el pretexto si se quiere, pero lo que desencadena el proceso y lo reactiva potenciando la agresión no puede estar si no en lo insano de una sociedad organizada en falso sobre la base de la desigualdad. 1 Quizás sea esta la causa del silenciamiento e ignorancia acerca del problema que durante tantos siglos ha mantenido la sociedad e incluso la ciencia, donde las investigaciones al respecto, además de ser escasas no datan de mucho tiempo de realizadas. Y es que nos hemos encargado, inconscientemente o no, de reproducir los modelos estructurales e históricos que hemos heredado, legitimados por el poder. He ahí la razón por la que muchas veces los propios maltratadores no suelen tener conciencia de su mala obra. Porque la sociedad llega a tolerar, sin reaccionar con indignación a los continuos atropellos, la permanente conculcación de derechos y los actos de violencia que los hombres de nuestra sociedad ejercen sobre las mujeres. Eso explica asimismo, en alguna medida, esa insensibilidad que de modo generalizado demuestran los medios de comunicación masiva, cuando excluyen de las noticias destacables datos sobre el tema e incluso reflexiones sobre el mismo, aún cuando este adquieren expansión universal y dimensiones alarmantes. Bajo tal criterio deformativo profesional, se conforma la opinión publicada, que no la pública, la cotidiana. Pero a la larga esta llega a superar nuestros espacios de experiencia personal y colectiva creando un sentido común alrededor del tema. De cuando centramos nuestra atención en el desarrollo del fenómeno en Cuba y de cuanto sobre él se conoce y estudia en la ínsula. Como primer dato revelador sobre las peculiaridades del asunto en nuestro país, debe tenerse en cuenta que hasta la creación del Grupo de Trabajo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Familiar en 1997, los pocos estudios que se realizaron abordaban aspectos puntuales y tenían lugar de forma aislada. Estas investigaciones se concentraban fundamentalmente en el Instituto de Medicina Legal de Ciudad de La Habana, en el Centro Nacional de Educación Sexual, el Área de Investigación y Desarrollo de la Fiscalía General de la República, en algunas instituciones del sistema de salud y en la Universidad de La Habana. No es objetivo del presente trabajo abordar las causas de la anuencia de investigaciones durante tan prolongado espacio de tiempo en el país sobre el tema de la violencia femenina, aún cuando el fenómeno era palpable; ni analizar las estrategias del Estado para su prevención. Pero si consideramos que el dato anterior es determinante a la hora de abordar el maltrato femenino desde todas sus aristas como un fenómeno aprehendido en nuestra forma de vida cotidiana. En la actualidad a pesar del incremento de los estudios sobre el tema, existen algunas zonas que permanecen prácticamente inexploradas. Una de ellas es la personalidad del hombre maltratador y las características de su socialización. Los victimarios son definidos por los especialistas como aquellos individuos que ejercen una conducta abusiva crónica en lo emocional, lo físico y lo sexual, respecto a su mujer. La violencia masculina intrafamiliar ha sido abordada desde perspectivas teóricas diferentes que en ocasiones han dificultado su comprensión. Desde el modelo sociológico se tiene en cuenta el factor de discriminación y dominio del hombre hacia la mujer por ser elementos que componen la cultura patriarcal, aunque se apoya también en el poder que el hombre ha ejercido tradicionalmente en la sociedad y la familia. Con la socialización diferente los individuos aprenden a ser masculinos o femeninos de acuerdo con las expectativas socioculturales. 2 Desde la infancia los varones aprenden que muchas situaciones problemáticas admiten la violencia para su solución. En un artículo publicado en la revista cubana Bohemia con el titulo de Machismo anclado en la tradición el sociólogo Luis Robledo refiere que nuestro concepto de masculinidad es un producto histórico bastante reciente de alrededor de unos cien años y que la masculinidad hegemónica es para Cuba sinónimo de machismo. Machismo, hombría, masculinidad, virilidad, son términos con muchos puntos en común en la nacionalidad cubana que han sido implacables con las mujeres que han tratado de transgredirlos. Desde la perspectiva psicológica una de las causas del comportamiento violento viene dada desde la infancia, como lo puede ser la experiencia vivida como un niño maltratado, el haber presenciado la violencia contra la madre, entre otros. Como habíamos mencionado al principio de este trabajo, la violencia no suele resultar un comportamiento raro para gran parte de los individuos, sino que esta se incorpora como un componente más en la estructura de la masculinidad, la cual puede ser entendida culturalmente como un proceso de represión de los afectos pasivos −afeminados− y la exaltación de los aspectos activos: ganar, luchar, competir, apoderarse, imponer, conquistar, atacar, vencer, que no se remiten solo al despliegue físico sino que pueden adoptar formas sutiles, solapadas o invisibles, tanto para la victima como para los observadores. Los hombres incorporan en su proceso de socialización de genero un conjunto de valores, creencias y actitudes que conforman la identidad masculina, la cual se basa en la restricción emocional, lo cual conlleva a un control represivo que regula la externalización del dolor, la tristeza, el placer, el temor, etc. A pesar de que la violencia en los hombres puede ser una conducta aprendida desde la infancia, ello no quiere decir que no sean responsables de sus actos y del daño que provocan. La violencia domestica no es una cuestión de perdida de control o de ira, se trata de una cuestión de poder, una posición diferente significaría minimizar la responsabilidad del agresor y retardar la ayuda que pueda brindársele. En la violencia intrafamiliar los golpes físicos son solo una de las manifestaciones, pues la violencia psicológica o el abuso emocional son otras de las expresiones a la que vienen aparejados estos. Los hombres golpeadores presentan diferentes perfiles pero varios estudios realizados coinciden en afirmar que los agresores ofrecen una imagen social diferente de la manifestada en el hogar. Esta es una de las razones por la que muchas mujeres plantean que demostrar que su compañero es un hombre violento es a veces difícil ya que en el mundo público la imagen del maltratador suele ser percibida como sumisa y tranquila. Su conducta violenta es generalmente manifestada en el espacio domestico, aunque puede no suceder así. Un hombre puede ser violento con su pareja en los lugares públicos, pero estos son la minoría de los casos. Otro rasgo distintivo de muchos hombres violentos y que está relacionado con su no reconocimiento de tal actitud, es su resistencia al cambio. Esta manifestación es muy frecuente cuando acuden a los centros de tratamiento con la intención de arreglar la situación de su pareja, pero no para solucionar su propio problema. Los estudios también han arrojado que el sexismo es un rasgo común dentro de los maltratadores pues muchos se caracterizan por necesitar a su lado una mujer que cubra la sensación de sentirse disminuidos. Por ello la 3 vida privada sin compañera se les hace muy difícil. Por otra parte son celosos y posesivos, característica que se asocia al rasgo de querer controlar permanentemente la conducta de la mujer. En resumen puede decirse que los victimarios presentan conductas de control, inseguridad, manipulación y dependencia respecto a sus cónyuges, algunas constituyen formas de relación que tienden al control y a la dominación de quien consideran inferior. Mientras que otras nos demuestran los efectos negativos que también ha traído para los hombres la socialización diferente. De cuando decidimos poner en práctica nuestra exigua experiencia como investigadores y lo que de ello resultó. En un artículo consultado mientras realizábamos la investigación que daría soporte teórico a este trabajo, encontramos lo que sería después la guía de nuestro estudio de campo. En el número 10 de de la revista Sexología y Sociedad correspondiente al mes de junio del 2000, aparecía una especie de estudio sobre los sujetos maltratadores donde la autora utilizaba para obtener información, el método de historia de vida, y a partir de los resultados intentaba definir su perfil. La muestra utilizada estaba constituida por 10 sujetos del barrio Jesús, Maria Y José, pertenecientes al municipio Habana Vieja. Las características sociodemográficas de este barrio propician el aumento de los delitos y la violencia e introducía un sesgo en la investigación si no se corroboraba los resultados con otros sectores sociales. De ahí que decidiéramos basarnos en este estudio para de forma comparativa realizar un grupo de discusión en el que los sujetos investigados fueran estudiantes universitarios entre 20 y 25 años, provenientes de diferentes provincias del país. Entre los cuales se estableció un debate partiendo de la interrogante: ¿qué creen del maltrato a la mujer en la relación de pareja? Nuestro estudio arrojó los siguientes resultados: • la mayoría de los estudiantes que participaron en el debate consideran que la violencia practicada por el hombre contra la mujer es un síntoma de impotencia y se manifiesta cuando este no consigue hacer valer sus criterios frente a los de su pareja y su actitud ante la situación se decanta por la solución aparentemente mas fácil desde el punto de su superioridad física. • todos reconocen que la violencia en la pareja, tanto física como psicológica no es la alternativa para solucionar ningún conflicto, pues admiten que esto provocaría el inicio de una cadena de actos violentos a lo largo de la relación. Si embargo, y contradictoriamente, muchos afirman haber reaccionado violentamente ante diversas situaciones como la infidelidad o los celos. Al referirse a las causas de esta manifestación las respuestas fuero diversas. Algunos afirmaron responder a un rasgo de su carácter, que normalmente es impulsivo; otros alegaron que de no reaccionar de esa forma su moral e imagen se hubieran visto afectadas ante su grupo social y su propia pareja • algunos refirieron que la conducta violenta no es siempre promovida por el hombre, sino que muchas veces es la mujer la que la inicia y ellos solo responden a la agresión. • en este grupo social analizado la mayoría reconoce que la violencia hacia la mujer responde en alguna medida a un patrón establecido por una sociedad patriarcal de dominación a la que Cuba se circunscribe, sin embargo a la hora de reconocerse como parte activa de la reproducción de este fenómeno no lo asimilan con facilidad. 4 • todos reconocen que provienen de un hogar donde de alguna forma las relaciones de poder hombre−mujer tienen lugar y que forman parte de una sociedad machista, donde, sin embargo se ha prosperado en la búsqueda de la igualdad entre ambos sexos. Un dato curioso, es que ninguno de los participantes se reconoce machista, pero en su proyección durante el desarrollo de la técnica grupal demostraron lo contrario. • el estudio arrojó que el nivel educacional y la preparación intelectual influye en su comportamiento con sus parejas. • de los jóvenes en debate la menor parte reconoció haber tenido actitudes violentas con su pareja, cosa que si hicieron a la hora de reconocer que su manera de actuar no era la mejor para resolver sus conflictos. • algunos plantearon que es a veces la mujer la que exige del hombre un comportamiento rudo, viril, resuelto e incluso violento, alegando que ese es el tipo de hombre que más les satisface. Luego de comparar ambos estudios, salvando las diferencias en los procedimientos empleados y en las muestras seleccionadas, pudimos comprobar que existen elementos recurrentes, entre los dos grupos, sobre todo a la hora de realizar estos sujetos un autorreconocimiento como actores reproductores de la violencia. También se hizo constatable que las características sociodemográficas son un elemento determinante en la variación de comportamientos, puntos de vista, maneras de proyectarse de los grupos sociales ante un mismo fenómeno. BIBLIOGRAFÍA • www.abcsexologia.com • www.lasexologia.net • www.sexologia.com • www.sexologiaysociedad.com • www.aeps.es • www.mujeres.universia.es • www.comunica−accion.org • www.isisweb.com.ar/machismo.htm • www.violenciaintrafamiliar.cl • Revista Sexología y Sociedad No 10 junio 2000 • Almodóvar, Carmen. Aula de Cultura Iberoamericana: Selección de Conferencias, 2001−2002 La Habana: Centro Cultural de España 2002 • Violencia en los distintos ámbitos de expresión._ Santiago de Chile: DOLMEN 1997 • Sánchez Vázquez, Adolfo. El mundo de la violencia. México DF. UNAM/Fondo de Cultura Económica 1998 5