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Monografía
Curso de Capacitación Docente
en Neurociencias
Alumna: Silvia Chediek
www.asociacioneducar.com
Mail: [email protected]
MSN: [email protected]
Trabajo práctico final del Curso de Capacitación Docente
Lic. Nse. Silvia Chediek, Buenos Aires 9 de julio de 2013
INTELIGENCIA EMOCIONAL y su relación con el concepto de Inteligencia,
Emociones, Estados de Ánimo y Neuronas Espejos
Si tomamos a la inteligencia como la capacidad de resolver situaciones,
rápidamente comprenderemos que no podemos reducirla a destrezas o
habilidades intelectuales sino que engloba aspectos mucho más amplios del
ser humano. Desde sus orígenes, y aún hoy, la inteligencia ha sido utilizada
como sinónimo de capacidad intelectual o cognitiva: es común escuchar y
utilizar expresiones como “Es muy inteligente, es una pena que no haya
estudiado” o “ Si no te sale el problema preguntale al ingeniero ...., él es muy
inteligente.”
El positivismo científico, el desarrollo de tests psicométricos de C.I, (cociente
intelectual) y la concepción de eficacia fundada en la inteligencia lógicomatemática reforzaron este concepto y restringieron la posibilidad de ver más
allá durante mucho tiempo. Esta mirada tradicional se transforma en una
limitante al momento de explicar el alto porcentaje de individuos con un alto CI
y con muy baja capacidad de éxito y logros en su vida, tanto personal como
laboral. También basta con mirar a nuestro alrededor o recordar a personas que
han sido capaces de resolver situaciones difíciles o grandes desafíos apelando
a habilidades que no son netamente de carácter intelectual.
Es por esto que desde hace aproximadamente 30 años, con el advenimiento de
las Neurociencias y la gran cantidad de teóricos e investigadores de diferentes
disciplinas y especialidades del conocimiento humano (fundamentalmente en
neurobiología, neuropsicología, neurofisiología, neuroanatomía, psicología
aplicada, genética, entre otras), aportan los hallazgos necesarios para el
planteamiento de hipótesis, estudios, pruebas y demostraciones de teorías más
abarcativas de la inteligencia. Tal es el caso de Howard Gardner (1983) con el
desarrollo de la teoría de las Inteligencias Múltiples y de Daniel Goleman que a
través de su libro “Inteligencia Emocional” (1995) ha permitido integrar estos
conceptos a ámbitos laborales, educativos y académicos.
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Inteligencia Emocional
El término "inteligencia emocional" se refiere a la capacidad de reconocer
nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y
manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con nosotros mismos
y con los demás. Es un concepto que engloba habilidades muy distintas –
aunque complementarias- a la inteligencia académica (lógico-matemática y
lingüística), la capacidad para aprender y conocer que exclusivamente mide el
cociente intelectual.
Estos dos tipos de inteligencia, la académica y la emocional, expresan la
actividad de dos regiones diferentes del cerebro. La primera se basa
exclusivamente en el funcionamiento del neocórtex y los LPF, la parte de
formación más reciente que recubre la superficie del cerebro, mientras que la
segunda corresponde a la interacción de la primera con los centros
emocionales que ocupan un lugar inferior y más primitivo en el mismo. La
inteligencia emocional, entonces, está relacionada con el funcionamiento
concertado y armónico entre centros más primitivos y más nuevos del cerebro.
En síntesis, la Inteligencia Emocional es la capacidad de crear resultados
positivos en nuestra relación con otros y con nosotros mismos. Estos
resultados positivos incluyen alegría, optimismo, éxito en el trabajo, estudios y
en la vida en general. Incluso, está comprobado que una persona con una
elevada inteligencia emocional logra mejores resultados en la vida.
Antecedentes de la IE y algunas investigaciones científicas
A los efectos de comprobar esta última afirmación, Daniel Goleman llevó a
cabo muchas investigaciones. En una de ellas, tomó como muestra 181
competencias requeridas para un desempeño eficaz en 121 organizaciones de
distintas partes del mundo. El resultado solo llevó a confirmar lo que la IE venía
sosteniendo: el 67%, es decir dos de cada tres de estas competencias eran
competencias de la IE. Luego con su colega y co-autor de su libro “El líder
resonante crea más”, Richard Boyatzis realizó otra investigación. Tomó de una
muestra de 2000 empleados de mandos medios, las 16 competencias que
distinguían a los empleados mediocres de los estrellas. Concluyó que 14 de
éstas correspondían a competencias de la IE.
Hoy hay gran cantidad de investigaciones y estudios que sustentan lo que se
viene afirmando desde los comienzos de 1990: el 70% de las competencias y
habilidades requeridas para un desempeño eficaz en la vida corresponden a la
IE.
La primera definición de IE en 1990 vino de la mano de Salovey y Mayers,
discípulos de Howard Gardner quienes fueron los primeros en diferenciar los
cinco dominios de la IE, basándose en los estudios realizados por Gardner y
sus Inteligencias Múltiples, pero dando mayor protagonismo a las emociones.
1. Capacidad de autoconocerse
2. Capacidad de autocontrolar las propias emociones
3. Capacidad de automotivarse
4. Capacidad de conocer las emociones en los demás
5. Capacidad de relacionarse adecuadamente con los demás
El primero en sistematizar esta primera aproximación fue el psicólogo, filósofo y
periodista Daniel Goleman, quien en 1995 presenta su libro homónimo y
distingue las 5 habilidades de la IE describiendo sub-habilidades en cada una:
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1.
2.
3.
4.
5.
Autoconciencia
Autorregulación emocional
Motivación
Empatía
Habilidades sociales
Las emociones
Etimológicamente, emoción viene del latín “e-movere”, que significa “moverse
hacia o desde algo”. En toda emoción existe de forma implícita una tendencia
hacia la acción. Por lo tanto, las emociones son impulsos que nos llevan a
actuar, son programas de reacción automática que nos han sido regalados por
la evolución para que la supervivencia, función principal de la UCCM, sea más
efectiva.
Conforme ha ido evolucionando el ser humano, muchas de estas emociones
han perdido su carácter y se han ido adaptando a las circunstancias de cada
civilización. Las emociones son reacciones electro-químicas que implican una
serie de alteraciones psicosomáticas (se manifiestan en el cuerpo) que ponen
de manifiesto el esfuerzo que el organismo realiza para enfrentar y adaptarse a
una nueva situación.
Existe una serie de emociones que según estudios realizados por el psicólogo
Paul Eckman, hoy considerado el Darwin del S. XXI, se manifiestan de igual
manera en cualquier tipo de civilización y son innatas (genética) a todos los
seres humanos, independientemente del grado de “desarrollo cultural”. A este
conjunto de emociones, las denominó “emociones primarias” (o básicas). Ellas
son: el miedo, la tristeza, la ira, la sorpresa, la aversión, y la alegría. Las
secundarias son producto de combinaciones de las primarias y relacionadas
con la impronta cultural (genética + memética)
Cada una de las emociones nos prepara de un modo diferente para la acción,
cada una de ellas nos lleva a un intento de resolución de una situación
determinada o simplemente expresa, por medio de los gestos y la corporalidad,
como nos sentimos y como un determinado estímulo impactó en nuestra
estructura. La forma y la intensidad en que un estímulo impacte en cada uno de
nosotros, estará dado por el tipo de observador que seamos, considerando las
diferencias de los filtros interpretativos como la genética personal, la cultura, las
creencias, el estado de ánimo, el contexto, las experiencias de vida propias y
ajenas.
De este modo, cuando las emociones aparecen, tienen una consecuencia en
nuestro comportamiento, es decir, en nuestro hacer. Por lo tanto, a través de
nuestras conductas, las expresiones faciales y el lenguaje corporal, y gracias a
la Teoría de la mente, podríamos inferir y comprender lo que siente y piensa el
otro.
Emociones y estados de ánimo
El mantenimiento de una determinada emoción, termina desarrollando
determinados estados de ánimo. Los estados de ánimo son las
predisposiciones recurrentes para actuar en las que nos encontramos antes de
ocuparnos de cualquier acción específica. Es la consecuencia de nuestras
emociones más recurrentes y al mismo tiempo el “telón de fondo” de nuestras
percepciones.
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De modo que hay una estrecha relación entre las emociones intensas,
reiteradas y la presencia de un estado de ánimo que le sirva de fertilizante
permanente. En otras palabras, si nos irritamos muy seguido con nuestro jefe,
seguramente nuestro estado de ánimo se tornará irritable e intolerante, lo cual
servirá para fertilizar la cólera, el enojo, la ira, con mayor facilidad.
Estamos en presencia de un círculo vicioso que se retroalimentará
permanentemente: Actuamos como sentimos Sentimos como actuamos
Inteligencia, Emociones y Neuronas Espejo = Inteligencia Social
La capacidad de los homínidos para comunicar a los demás la presencia de un
peligro y transmitir ágilmente las señales de alarma sería, por lo tanto, una
cuestión de vida o muerte. Al parecer, la respuesta evolutiva a esta necesidad
consistió en orientar a la UCCM para que estuviese en interacción continua e
invisible con las UCCM de los otros, como si fuera una red intercerebral
inalámbrica. Miles de años antes de que surgiera el lenguaje verbal, el SNC
habría generado una serie de mecanismos para facilitar la comunicación entre
individuos y poder, entre otras cosas, diversificar la vigilancia del grupo ante las
amenazas latentes del entorno.
Una de las formas en que el proceso evolutivo logró este cometido consistió en
permitir que el cerebro de cada individuo leyera rápidamente las emociones de
sus compañeros y así, por ejemplo, cuando alguno experimentara temor, esta
sensación se difundiera entre todos y propiciara las consiguientes reacciones
defensivas de ataque o de huida. En efecto, los escáneres cerebrales han
constatado que la amígdala sólo requiere entre dos y tres centésimas de
segundo y de 125mlseg para registrar las señales del miedo en el rostro de otra
persona y dar una respuesta a favor de la supervivencia respectivamente.
Al comparar los cerebros normales con los de las personas con síndrome de
Asperger, una variante del trastorno autista en la que el sujeto no tiene
desarrollada la capacidad empática ni de comprender lo que está pasando por
la mente de otra persona y develar sus intenciones o sentidos ocultos, por lo
que es incapaz de detectar una ironía, de comprender el humor o de percibir la
malicia. Los científicos han identificado algunas diferencias que les permiten
ubicar los circuitos en los que se asientan las distintas formas de inteligencia
social o interpersonal encontrándose principalmente en la región del Complejo
Amigdalino (Redes emocionales) y en áreas del neocórtex cercanas al lenguaje
y movimiento.
En 1996, un neurocientífico italiano llamado Giacomo Rizzolatti descubrió la
existencia de lo que denominó “Neuronas Espejo”, que reproducen las
acciones que vemos en los demás y emiten un impulso de acción para que las
imitemos. Estas neuronas, que constituyen un claro legado de nuestra
milenaria evolución y que presentan disfuncionalidades en personas con
síndrome de Asperger, nos permiten entender lo que sucede en la mente de los
demás sin tener que apelar a los razonamientos conceptuales, sino mediante la
simulación directa del sentimiento que identifican en el otro. Y como
mencionara más arriba, el que algunas de estas neuronas se ubiquen en el
neocórtex, cerca de aquellas que controlan el lenguaje y el movimiento, explica
nuestro impulso natural a imitar las palabras y las acciones de los otros. En
este sentido, las neuronas espejo serían la base neuronal de la empatía y de la
capacidad de desarrollar la inteligencia interpersonal y constituyen una
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expresión neurológica de aquel adagio según el cual “cuando sonríes, el
mundo entero sonríe contigo”.
Conclusión
El impacto de las relaciones sociales que establecemos desde nuestro
nacimiento, aunque ya se considera que comienza desde la gestación
intrauterina, es mucho mayor de lo que posiblemente imaginamos. Tiene una
repercusión directa en nuestra vida, permitiéndonos desarrollar o no nuestra
inteligencia intra e interpersonal. Así como sostiene Howard Gardner de que
nuestra inteligencia es una destreza entrenable y podemos cultivarla para
resolver complejas ecuaciones matemáticas, también podemos adiestrar
nuestras emociones para lograr ser más eficaces y exitosos en la relación con
nosotros mismos y con los demás. Este tipo de inteligencia emocional nos
permitirá canalizar positivamente los estímulos y conectar con nosotros mismos
y con los demás de forma más armónica y saludable.
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