Lectura del santo Evan

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REFLEXIONES CATÓLICAS SOBRE LA BIBLIA
Arquidiócesis de Miami - Ministerio de formación cristiana
29 de Marzo de 2015
Domingo de La Pasión de Cristo (Ciclo B)
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11:1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betpage y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: “ld a la
aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os
pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto.” Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a
una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron: “¿Por qué tenéis que desatar el borrico?” Ellos les contestaron como
había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el
camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: “Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!”
Comentario breve:
Hoy comenzamos la Gran Semana cristiana: aunque “todos los tiempos pertenecen a El,” los cristianos aun honran esta semana como
diferente, como ‘Santa’. La Semana Santa esta en la fundación y centro de la experiencia cristiana de salvación, pero también en la
fundación y centro de toda historia, porque esta es la Pascua del sufrimiento, muerte, entierro y gloriosa resurrección de Cristo. La
celebración del Domingo de Ramos (‘Domingo de Hosana’ en las iglesias del Oriente) conmemora la triunfante entrada de Jesús de
Nazaret por el portón de Jerusalén en la víspera de su pasión. Igualmente, recibimos a Cristo nuevamente por las puertas de nuestros
corazones, hogares, parroquias y comunidades. Con palmas (antiguo símbolo de victoria) las levantamos uniéndolas al coro de
‘hosannas’ (“sálvanos” en Hebreo), y traemos estas palmas benditas a nuestros hogares para marcarlos como hogares de creyentes. Este
domingo también se nombra como Domingo de la Pasión, porque como Iglesia recitamos unidamente el narrado completo de la Pasión
de un evangelio. Ciertamente, nos incluimos como participantes en la lectura, con el conocimiento que de alguna manera somos todos
participantes en el sufrimiento del Señor. Y uniéndonos a el en su pasión, esperamos recibir de su misericordia el poder compartir en su
gloriosa resurrección. Ambas lecturas, de Isaías y de la oración tradicional del salmo veintidós sobre un justo sufriente, que fue aplicado a
Jesús por los primeros cristianos, nos permiten comprender el sufrimiento de Jesús – como un acto de total auto-donación amorosa y
redentora – como el cumplimiento del plan de salvación de Dios para el mundo. El himno cristológico encontrado en la carta de Pablo a
los Filipenses expresa en pocas palabras el centro del narrado de la encarnación de Jesús, su solidaridad con la raza humana, su humildad,
obediente sufrimiento y muerte ignominiosa en cruz, su resurrección y suprema exaltación como Señor “para la gloria de Dios Padre.”
Es el relato de cómo Dios “tanto amo el mundo que entrego a su Hijo único…” Es la proclamación de la buena nueva cristiana del
redentor y victorioso amor de Jesucristo. Por su entrada en borrico por el portón al Este de Jerusalén, Jesús se asocio con la descripción
profética de la venida humilde del Mesías predicha en el libro del profeta Zacarías. Cuando Jesús llega a Jerusalén, rodeado por la
multitud que incluía los pobres, los marginados, pecadores, los enfermos, les recuerda a los jefes de lo ellos debían de estar haciendo para
servir al pueblo. Por actuando así, Jesús enseñaba de que su versión de ‘mesías’ no era de un poderoso político-militar, sino del ‘siervo
humilde del Yahvé’ y salvador compasivo del pueblo. Tal entrada fue entonces cambamente inspiradora y grandemente provocadora, y
así puso en camino el proceso de los que lo oponían y que llevaría a su muerte.
La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes:
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La Semana Santa es el corazón del calendario cristiano, porque la Pascua del Señor Jesús es el centro de su misión y el corazón de
la experiencia cristiana de salvación.
La Semana Santa es también nuestra Pascua cuando los cristianos, unidos a la muerte y resurrección de Jesús, reviven su propio
paso de la muerte a la vida, y renacimiento como pueblo de Dios.
El Domingo de Ramos nos llama a “abrir de par a par las puertas de nuestros corazones, hogares, y vidas a Jesucristo.” Le
recuerda a la Iglesia de extender la misión de Jesús a los pobres, marginados, pecadores, a los que sufren; porque Jesucristo es el
siervo de Dios y salvador del pueblo.
Para la reflexión personal o comunitaria:
Después de una pausa breve para reflexionar en silencio, comparta con otros sus ideas o sentimientos.
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¿Qué representa la Semana Santa para mi? ¿A que me llama la Semana Santa?
¿Cómo he experimentado la gracia salvadora de muerte al pecado y vida nueva en Jesucristo?
¿Cómo estoy involucrado en la misión de la Iglesia hacia el pobre, marginado, pecador, y el que sufre en mi comunidad local y en el mundo?
What does Holy Week represent to me? What does it call me to?
How have I experienced the saving grace of death to sin and new life in Jesus Christ?
How am I involved in the Church’s mission to the poor, the outcast, and the sinner, the suffering in my local community and in the world?
¿Qué puedo, con familia y parroquia, hacer para preparar como cristianos para la festividad de la Natividad del Señor para que su autentica
celebración me transforme y a nuestro mundo?
¿Cómo vivo en gozo y esperanza expectativa del reino de Dios que viene? ¿Avanzo con mis acciones, mi fe, esperanza, caridad, compasión,
justicia y misericordia activa la venida del Señor en gloria?
Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 595-630
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